Está en la página 1de 2

La luz de nuestra caridad

Così risplenda la vostra luce davanti agli uomini, perché vedano le vostre opere buone e rendano
gloria al Padre vostro che è nei cieli…

Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te
cierres a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora… O sea, con la caridad.

1. Necesidad de ser luz en este mundo.

Es necesario, no solo conveniente, que hagamos el bien.

En el Antiguo Testamento se prescribía que todo lo que se ofreciera a Dios llevase la sal (Toda
oblación la sazonarás con sal; no permitirás que falte nunca la sal de la alianza de tu Dios en ninguna
de tus oblaciones; todas tus ofrendas llevarán sal.) (Lv 2, 13)

"creerán a nuestras obras más que a cualquier otro discurso" (SAN JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre San
Mateo,15, 9.).

El sacerdote que revisaba cada día la Iglesia antes de irse a dormir y luego, hacía bien hecha la
genuflexión y besaba el suelo. Un día una protestante escondida, que lo había escuchado hablar acerca
de la presencia real, se convirtió al ver que en lo privado también se comportaba como quien cree en la
presencia real de Cristo.

"Él (Dios) tiene necesidad de vosotros... De algún modo le prestáis vuestro rostro, vuestro corazón,
toda vuestra persona, convencidos, entregados al bien de los demás, servidores fieles del Evangelio.
Entonces será Jesús mismo el que quede bien; pero si fueseis flojos y viles, oscureceríais su auténtica
identidad y no le haríais honor" (JUAN PABLO, II Homilía 29 - V - 1983.)

…pues Él mismo dijo: En esto conocerán que sois mis discípulos (Cfr. Jn 13, 35).

2. Principalmente a los hermanos

"Ahora adivino -escribe Santa Teresa de Lisieux- que la verdadera caridad consiste en soportar todos
los defectos del prójimo, en no extrañar sus debilidades, en edificarse con sus menores virtudes; pero
he aprendido especialmente que la caridad no debe quedar encerrada en el fondo del corazón, pues
no se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que
alumbre a todos los de la casa. Me parece que esta antorcha representa la caridad que debe iluminar
y alegrar no sólo a aquellos que más quiero, sino a todos los que están en la casa" (SANTA TERESA
DE LISIEUX, Historia de un alma,9, 24.)

(J.P. II en la XVII jornada de la juventud. 2002 en Toronto, la última del papa)


En una montaña, cerca del lago de Galilea, los discípulos de Jesús escuchaban su voz suave y
apremiante: suave como el paisaje mismo de Galilea, apremiante como una llamada a elegir entre la
vida y la muerte, entre la verdad y la mentira.  Así es nuestra vida.
El Señor pronunció entonces palabras de vida que resonarían para siempre en el corazón de los
discípulos. Y que os enseñan qué debéis hacer para permanecer en su amor.

Fue un día el condestable de Chatillón a oír Misa, y cuando más abstraído estaba en sus
oraciones, un pobre se acercó a pedirle limosna. El conde sacó unas monedas de oro sin
contarlas y las dio al pobre...
Este sorprendido de tan generosa dádiva, creyó que no podía conservar en su poder aquella
cantidad. Y, al ver salir al señor, le dijo:
- Señor, aquí tiene usted lo que me ha dado sin duda se ha equivocado.
El condestable, conmovido por la sinceridad del pobre, le replicó:
- Es cierto que me he equivocado, pero, puesto que has tenido la rectitud de devolvérmelo, yo
tendré la generosidad de obsequiártelo…

Amor saca amor…El amor de Dios para con nosotros, nos hace derramar más amor a nuestros
hermanos y ellos al saberse amado, a su vez aman…

(JPII…en las jornadas)


Lo que heredaréis es un mundo que tiene necesidad urgente de un renovado sentido de fraternidad y
solidaridad humana. Es un mundo que necesita ser tocado y curado por la belleza y la riqueza del amor
de Dios. El mundo actual necesita testigos de ese amor.
…no tengáis miedo de seguir a Cristo por el camino real de la cruz. En los momentos difíciles de la
historia de la Iglesia el deber de la santidad resulta aún más urgente.

Durante la revolución española fue destruida una imagen de un Cristo que presidía, desde el altar
mayor de la iglesia parroquial, la vida de un pueblo. El escultor encargado de reconstruirla pudo
encontrar todos los fragmentos. Pero las manos del crucifijo no aparecieron.
El Cristo una vez rehecho, fue colocado en su altar. Pero el escultor no quiso hacer otras manos. La
imagen sin manos tenía ahora una inscripción muy visible en su base.
Decía: «Las manos las tenéis vosotros.»

Nuestra Señora nos alcance la gracia de que nuestra vida sea realmente luz para los hombres, en primer
lugar para nuestros hermanos en religión.

También podría gustarte