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Lo cierto es que las partes y los jueces se forman una "im- presión de credibilidad"

a partir de la observación visual y au- ditiva de los testigos. La cuestión de la


imagen que en este sentido trasmiten los declarantes tiene su razón de ser: "para
VRIJ, es de esperar que cuando un declarante tenga mucho que perder a partir del
juicio que se haga sobre la credibilidad de su declaración, tendrá más motivos para
dar una impresión creíble. Este tipo de motivación, sin embargo, tendrá un efec- to
negativo sobre un declarante mendaz". Es decir, "cuanto más motivado esté un
declarante mendaz para evitar ser des- cubierto, más probable es que su
comportamiento deje en evi- dencia sus mentiras", fenómeno conocido en la
literatura como "efecto de deterioro motivacional"50. Un tema no menor es,
entonces, el del alcance y peso que puede tener la determinación de este tipo de
indicadores como los que se analizarán en este punto. Aunque por esta sola vía no
podría afirmarse con precisión ni seguridad que un decla- rante mintió, no puede
perderse de vista que existe jurispru- dencia que ha aceptado como criterios de
valoración del tribu- nal el lenguaje verbal y corporal del testigo, "pues el órgano de
instancia no deja de valorar, mediante la percepción inmediata del lenguaje verbal
e incluso corporal o gestual utilizado, las manifestaciones del procesado, aunque
fueran parcial o total- mente evasivas o negatorias respecto de lo anteriormente
reco- sujetos a dos grandes fuentes de error (EKMAN y O'SULLIVAN, 1994): el error
de Otelo (una persona sincera, en condiciones de estrés, puede parecer que está
mintiendo) y el error de idiosincrasia (todo indicio útil de engaño también puede
darse en testimonios veraces). Aun así, debe entenderse que estos procedimientos
de observación pueden tener cierta efectividad (VRIJ et al., 1999), pero también
son susceptibles de entrenamiento o autocontrol por parte de los testigos (VRIJ y
WINKEL, 1996). En cualquier caso, comparamos las categorías de análisis no
verbales y extralingüísticas con las de análisis de contenido, encontrando un valor
más alto para los últimos" (ARCE - FARIÑA, "Psicología del testimonio: evaluación
de la credibilidad y de la huella psíquica en el contexto penal", en Psicología del
testimonio y prueba pericial, Consejo General del Poder Judicial, p. 81). Los
estudios de VRD, profesor de la Universidad de Portsmouth, son una referencia
ineludible; ha publicado más de 300 artículos y capítulos en libros, principalmente
sobre los temas de señales verbales y no verbales de engaño y detección de
mentiras y ha asesorado a la policía acerca de la forma de entrevistar sospechosos
(CHEHTMAN, Es posible saber si un testigo dice la verdad?, p. 1777). 50
CHEHTMAN, ¿Es posible saber si un testigo dice la verdad?, p. 1780.
nocido"51. Esto nos lleva a la cuestión íntimamente conexa y que puede servir para
dilucidar el interrogante; es la del con- trol en instancia casatoria de las
apreciaciones de los tribuna- les de juicio sobre la "impresión" que causaron los
testigos en la audiencia. CAFFERATA NORES hace tiempo viene dedicándole
particular atención a este tópico, y a propósito de un comen- tario al fallo "Casal",
de la Corte Suprema, escribió concep- tos muy esclarecedores que vale la pena
transcribir. Primero vuelca las ideas del precedente en cuestión y luego describe
que para la Corte lo no controlable es la impresión personal que los testigos
pueden causar en el tribunal, pero de la cual este debe dar cuenta circunstanciada,
si pretende que se la tenga como elemento fundante válido, "pues a este respecto
también el tri- bunal de casación puede revisar criterios". En este sentido, no sería
admisible, por ejemplo, que el tribunal se basase en una mejor o peor impresión
que le cause un testigo por mero prejuicio discriminatorio respecto de su condición
social, vesti- menta, etcétera. Comenta CAFFERATA NORES que a aquella exclusión
-la im- presión personal que los testigos pueden causar a los jueces del juicio- la
Corte Suprema de Justicia la admite solo si estos dieran cuenta circunstanciada; y
que la resolución evidencia la postura del alto tribunal acerca de que los jueces del
juicio oral y público deberían motivar las conclusiones que se deriven de la
impresión personal que les causen los testigos, impresión que generalmente estará
referida a la eficacia conviccional que aquellos magistrados les asignen en la
sentencia sobre su sin- ceridad o credibilidad. Continúa diciendo que tal motivación
deberá incluir la explicación de los jueces sobre las razones de la influencia que esa
impresión personal ha tenido sobre el sen- tido de las conclusiones, lo cual marca
una signitificativa dife- rencia con el pensamiento "ortodoxo", el que para excluir
del ámbito de su revisión a las conclusiones del tribunal sobre cre- dibilidad de
testigos se valía (implícitamente, las más de las ve- ces) de opiniones doctrinarias
que legitimaban que se acudiera S1 TS España, sentencias 829 del 20/7/06, 640 del
9/6/06 y 332 del 14/ 3/06; URIARTE VALIENTE FARTO PIAY, El proceso penal
español, p. 561. También TS España, sentencias 8410/2006, del 4/12/06, y
3116/2012, del 24/4/12. 52 CSJN, 20/9/05, "Casal, Matías s/robo en grado de
tentativa", LL, 2005- E-657, 2005-F-110, y 2005-F-387.
a la "intuición"o a la "experiencia" o a la sola "impresión"s3. El autor cita a PÉREZ
BARBERÁ, para quien la interpretación tra- dicional de la casación que prohíbe la
revisión en la alzada de la eficacia conviccional acordada a la prueba en el fallo de
con- dena se funda en que la valoración de la prueba en sí no es otra cosa que la
mera impresión del tribunal acerca de la prue- ba durante el juicio oral. Explica el
último autor que aquí "va- loración" no es sinónimo de "fundamentación", sino de
toma de posición interna tras el efecto de una impresión sensorial y, por tanto,
según este punto de vista, se trata de un suceso que ocurre durante el transcurso
del juicio oral, regido por la in- mediación; en tanto que la fundamentación, para
este esquema tradicional, constituye un proceso ulterior y a objetivarse en la
sentencia, el cual, al estar guiado por reglas y principios argu- mentativos, y no por
impresiones sensoriales, es ya sí accesible a cualquiera y, por ende, controlable por
otro tribunal. De allí que muchas veces es importante la observación y el análisis
meticuloso del declarante mientras testifica, tanto de los llamados movimientos
microfaciales$5 como de los posturales o 53 Dice este jurista que debería
profundizarse la distinción entre "percepción" (sensación interior que resulta de
una impresión material hecha en nuestros sentidos) y la "impresión" (efecto o
sensación que algo o alguien causa en el ánimo), atribuida por lo general a una
especie de "sexto sentido"; por tal motivo el error de impresión parecería siempre
incontrola- ble por la casación [CAFFERATA NORES, "Un nuevo recurso de casación.
Re- flexiones sobre el caso 'Casal' de la Corte Suprema", en CAFFERATA NORES
(comp.), Proceso penal: nuevos estándares y controversias, p. 50 y si- guientes]. 5*
PEREZ BARBERÁ, "Repercusiones del fallo "Casal" para la casación penal",
conferencia en el Seminario sobre Casación Penal organizado por Inecip, Córdoba,
26/4/06, citado por CAFFERATA NORES, "Un nuevo recurso de casación.
Reflexiones sobre el caso 'Casal' de la Corte Suprema, en CAFFERATA NORES
(comp.), Proceso penal: nuevos estándares y controversias, 2008, p. 39. Para el
Tribunal Supremo español, la inmediación no debe ser una coartada para eximir al
tribunal del deber de motivar, por lo que "hoy puede estimarse totalmente
suparada" aquella jurisprudencia según la cual "la convicción que a través de la
inmediación, forma el Tribunal de la prueba directa practicada en su presencia
depende de una serie de circunstancias de percepción, experiencia y hasta
intuición que no son expresables a través de la motivación" (Sala Penal, S.
12/12/93, citada en S. 1140 del 29/12/10). 55 Las microexpresiones faciales cortas
son auténticas y las que se mantienen más tiempo son forzadas y pueden dar
impresión de falsedad (ver
el análisis del discurso e igualmente podrá serlo en ciertos casos que los jueces los
expliquen en la sentencia, si se dejaron guiar en su apreciación por tales datos y
detalles, a fin de poder con- trolar el razonamiento. Evidentemente no será lo
mismo que un magistrado concluya que un testigo mintió porque durante la
declaración se tocaba la nariz, a que consigne que lo impresio- nó como tal basado
en que transpiraba, tragaba saliva, no sos- tenía la mirada, se contradecía y no
podía dar detalles ni expli- car la fuente de su conocimiento. En otras palabras,
dada la relatividad científica de los signos apuntados, solo podrían ser analizados
en conjunto y como orientadores, pero nunca como prueba en sí de la verdad o la
mentira; y menos aún sostenerlos como epicentro de una condena. Generalmente
una sola de todas las señales indicadas y descriptas anteriormente poco nos podrá
decir sobre la reali- dad del testimonio, pero a medida que se van acumulando y
conectando con pruebas, pueden ir dando una impresión sobre la exactitud de la
declaración7. A nivel nacional no es frecuente que las sentencias valo- ren
testimonios introduciendo análisis de comportamiento no verbal o lingüístico.
Distinta es la situación en otras latitudes. En este sentido, se ha comentado que
"un estudio en Norue- ga sugiere que muchas veces las decisiones judiciales se
basan en comunicación no verbal, aun cuando esta pueda contradecir otras
pruebas disponibles". Se relata un juicio en el que, aun- que las pruebas de cargo
eran contundentes, el imputado fue IBÁŠEZ PEINADO, Psicologia e investigación
criminal, p. 296). Los signos de la mentira en el rostro a veces están dados por
movimientos microfaciales (más o menos el mismo tiempo que demora un
pestañeo), que pueden reflejar una reacción espontánea que es seguida
inmediatamente por una expresión facial fija (MINER, La importancia de escuchar
en el proceso de entrevista e interrogatorios, p. 8; con cita de EKMAN - FRIESEN,
Quitándole la máscara). 56 Señala SANCINETTI que es más fácil usar un acto fallido
acusador para absolver como parte del in dubio pro reo. 57 A pesar de que los
resultados no han sido siempre consistentes, los investigadores han detectado que
los mentirosos poseen un registro de voz más alto, menor contacto visual, mayores
gestos de las manos, menores gestos de asentimiento, mayores errores lingüísticos
y una velocidad de habla menos veloz (MINER, La importancia de escuchar en el
proceso de entrevistas e interrogatorios, p. 8, con cita a KNAPP, La esencia de la
comunicación no verbal).
absuelto porque "su comportamiento no verbal denotaba una gran confianza, sin
miradas evasivas de ningún tipo"5s. b) SELECCIÓN DE SEÑALES RELEVANTES. La
bibliografía es abun- dante en orden a las señales no verbales, pero podemos des-
cribir las siguientes que pueden ser relevantes para valorar un testimonio. 1)
Nerviosismo, miedo, angustia y vergüenza. Aunque la mentira es un recurso común
en el ser humano de utilización desde temprana edad, hay distintas clases de
personas que pue- den mentir9. Se sabe que el engaño es una elaboración com-
pleja y consciente, que requiere un mayor procesamiento men- tal que la verdado.
Por eso mentir en una declaración puede producir estrés, tensión y en ciertas
personas es perceptible. De allí el dicho popular "transpira como testigo falso". Por
supuesto que el nerviosismo dependerá también de la perso- nalidad, puede haber
testigos mendaces que declaran con apa- rente tranquilidad y seguridad; y veraces
que por la atmósfera propia de las audiencias judiciales o la temática del discurso
se pongan mal. Es útil detectar si solo ciertas preguntas po- 58 CHEHTMAN, ¿Es
posible saber si un testigo dice la verdad?, p. 1779, ci- tando a KAUFMAN -
DREVLAND - WESSEL - OVERSKIELD - MAGNUSSEN, The importance of being
earnest: Displayed enotions and witness credibility, "Applied Cognitive
Psychology", n" 17, 2003, p. 31 a 34. Por eso se considera que el análisis de
comportamiento no verbal tiene una gran influencia en los juicios sobre la
veracidad o mendacidad de un relato. 59 Por ejemplo, los mentirosos ocasionales,
habituales y patológicos. Los últimos son los que mayores dificultades pueden
presentar al control -aun científico- de la mentira porque, incurriendo
reiteradamente en el au- toengaño, se tornan absolutamente incapaces de
distinguir entre fantasía y realidad (Ho, A forensic psychologist looks at lying and lie
detection, "Hong Kong Lawyer", jul. 2000). 60 Científicos de la universidad
estadounidense de Temple indicaron que cuando una persona dice la verdad utiliza
partes de su cerebro diferentes de las que usa cuando está mintiendo (El cerebro
no puede mentir, "BBC Ciencia", 30/11/04). 6l Cuando la mayoría de la gente
miente se producen gran cantidad de cambios fisiológicos, que incluyen
transpiración, ruborización o palidez de la piel, aumento del pulso, aparición de
venas en la cabeza, cuello y gar- ganta, sequedad de la boca y lengua, tragar
excesivamente saliva, cambios respiratorios, mojarse los labios con la lengua,
alteración de la voz y tarta- mudeo (BROUGHAM, "Comunicación no verbal", en
AA.VV., Entrevista e inte- rrogatorios, p. 38, con cita de AUBRY - CAPUTO,
Interrogatorio criminal).
nen incómodo al declarante, para poder analizar o profundi- zar. También lo es
establecer qué clase de personalidad tiene el testigo, qué problemas lo aquejan,
sus reacciones norma- les, ya sea con preguntas a su persona o a otros testigos que
lo conozcan. De esta forma, por ejemplo, si resultara ser tí- mido podría atribuirse a
esta cualidad su movilidad o ges- tualidad corporal 2; si su cara se pone colorada
porque así se presenta su piel blanca ante la vergüenza; o si interrumpe su
declaración para ir al baño porque tiene un problema de salud, etcétera. Decía
WELLMAN que el bochorno es uno de los emblemas del perjurio, pero no
necesariamente es así. Lo novedoso y dificultoso de la situación, al ser llamado a
testificar ante una sala llena de gente, con abogados por todos lados dispuestos a
ridiculizar o abusar, a menudo avergüenza al testigo. La angustia o la tristeza en
ciertas ocasiones pueden ser un indicador de sinceridad, como ocurre cuando el
declarante se está pronunciando sobre un tema que le causa dolor (p.ej., la víctima
de una violación al deponer sobre lo que le ocurrió). Sobre el particular, se ha
analizado que la expresión facial es- pontánea de angustia, que resulta de la fusión
de la tristeza y el temor, tiene como principal indicador la posición de las cejas, que
adquieren una forma ondulada, con los ángulos internos más elevados que los
externos y arrugas en el ceño. Esto es muy difícil de reproducir a voluntad, aunque
algunas perso- nas pueden hacerlo y fingir que están angustiadas como una es-
trategia. Por último, el miedo es susceptible de ser asociado a la mentira del
declarante, porque el riesgo y la exposición a una consecuencia perniciosa por
faltar a la verdad pueden causar este sentimiento. Pero solo cuando no haya otros
elementos que puedan generarlo; por ejemplo, atmósfera de intimidación, 62 "Las
señales del lenguaje corporal pueden perder sincronía por va- rios motivos. El más
habitual es la timidez o la vergüenza. La timidez genera torpeza física" (JAMES, La
biblia del lenguaje corporal, cap. 1). 63 WELLMAN, The art of cross examination, p.
67 y 68. Observaba que los testigos de bajo nivel de inteligencia, cuando declaran
falsamente, muestran nervios girando sobre su silla. 64 RULICKI, La imagen que
dejó: sincero y angustiado, "La Nación", 29/1/15.
miradas amenazantes de los acusados, peligrosidad de las per- sonas que sindica el
testigo, temor a represalias. 2) Movimientos corporales. Por experiencia general
sabe- mos que muchas veces el nerviosismo de una persona se ex- terioriza con
ciertos movimientos corporales, predominante- mente repetitivos, que en una
declaración pueden acompañar el discurso, como refregarse las manos, rascarse la
cara, tem- blores, subir y bajar las piernas o los pies, activar o manipular accesorios
(v.gr., entrar y sacar la punta de una lapicera; o des- abrocharse y abrocharse el
reloj). La bibliografía tiene un repertorio inabarcable en un tra- bajo de este tipo,
pero vamos a seleccionar los más nombra- dos. Señala la doctrina española que
rascarse la cabeza pue- de significar que no se entiende lo que se está oyendo y
que si se realiza mientras se habla puede indicar que se duda de lo que se dice o
que se oculta algo. Explica que la verdad suele ser la acompañante de la
comodidad, por lo que no sentirse có- modo, ya sea por aburrimiento o por
nerviosismo, se percibe muy a menudo por una serie de movimientos que, en
ocasio- nes, llevan a tocarse la ropa, jugar con el cuerpo -p.ej., el pelo, los dedos,
ladearse en la silla, etc.-; es decir, mostrarse inquie- to y con ansiedad da una
impresión en basantes ocasiones de no ser una persona digna de confianza". 65
Puede ser útil indagar sobre este aspecto, lamentablemente frecuen- te, porque,
además de servir en la valoración del testimonio, puede tener consecuencias
procesales para el imputado. En efecto, el art. 222 del nuevo Cód. Proc. Penal
Federal, al autorizar el encierro cautelar por peligro de entorpecimiento, prevé
que, "para decidir acerca del peligro de entorpecimiento para la averiguación de la
verdad, se deberá tener en cuenta la existencia de indicios que justifiquen la grave
sospecha de que el imputado [..] influirá para que testigos o peritos informen
falsamente o se comporten de manera desleal o reticente". Asimismo, también se
ha señalado que, si el interrogador ha generado rapport (personas que están "en la
misma frecuencia") con el declarante y aparece el miedo, puede ser síntoma de
mentira (MATSUMO- TO - FRANK - HWANG, Nonverbal communication, p. 90 y
siguientes). 66 "Desde luego, el juez sabe que los testimonios de las pesonas que
declaran en sala están expuestos por personas que están bastante incómodas, pero
cuando se pasan en los primeros segundos los nervios iniciales, a mayor comodidad
que transmita el testigo aparentará mayor credibilidad en sus manifiestaciones"
(GARCÍA RAMÍREZ - ROMERO SANTOS - GARCÍA GONZÁLEZ, La técnica del
interrogatorio, p. 43). Asimismo, se han identificado los cambios posturales del
testigo, generalmente acompañados por movimientos de tron-
En el libro de PEASE Sobre el lenguaje corporal hay un re- pertorio de movimientos
con sus significados. Así, los autores señalan que mostrar las palmas de las manos
es síntoma de decir la verdad y, por el contrario, esconderlas puede denotar
mentira; cuando mienten hombres y mujeres aumenta el núme- ro de veces que
tragan saliva, pero se nota más en los hombres por la nuez de Adán. También hay
una frecuencia mayor de gestos de llevarse las manos a la cara; tirarse el cuello de
la ca- misa, porque la mentira puede producir una sensación de pica- zón en la cara
y el cuello que invita a rascarse y porque el au- mento de la presión sanguínea que
provoca la mentira hace que el cuello sude cuando el que miente sospecha que el
interlocu- tor no le cree (aclaran que también el hecho de tirarse del cue- llo puede
denotar enfado, por la misma razón). Y que rascar- se el cuello abajo del lóbulo de
la oreja es sinónimo de no estar seguro en lo que se dice; llevarse los dedos a la
boca (u objetos) es un movimiento inconsciente defensivo de volver a la seguri-
dad de niño, cuando el adulto se siente bajo presión, que puede deberse, en la
mayoría de los casos, a que miente, pero también a una necesidad de confianza.
Frotarse el ojo puede denotar un intento del cerebro de bloquear la visión de un
engaño, de una duda o de algo desagradable o de evitar mirar a la cara a la persona
a la que no se le dice la verdad. tes es la combinación de una falsa sonrisa, dientes
apretados y frotarse el ojo; tocarse la nariz sin rascarse es un gesto que se puede
utilizar para esconder su engaño, así como también de la persona que escucha que
duda de las palabras de quien hablas. Se ha explicado que "cuando una persona
miente, los vasos sanguíneos de la nariz se llenan de sangre, de manera que la nariz
se hincha" y "si bien no es obvio a simple vista, sus efec- tos sí lo son, ya que
causan que la persona que miente sienta comezón en la punta de la nariz y se
tenga que rascar". Mentir entre dien- co y piernas (ARCE FARINA, "Psicología del
testimonio: evaluación de la credi- bilidad y de la huella psiquica en el contexto
penal", en BALLESTERO PASCUAL, Psicologfa del testimonio y prueba pericial, 67
"Taparse la boca es un gesto delator significativo de falta de hones- tidad" (COLLET,
El lenguaje sin palabras, p. 239 y 240). ON PEASE, El lenguaje del cuerpo, p. 49, 50,
162, 169, 171 y 172. 69 Así lo explicaban HIRSCH y WOLF en su estudio ya citado
del que da cuenta "El País", 23/5/99. 64 y 65).
Sin embargo, algunas de estas tesis son controvertidas, pues existe bibliografía
sobre lo contrario. En esta línea, MARK FRANK, de la Universidad Rutgers, destaca
que la investigación experimental acerca del acto de mentir no ha demostrado que
el gesto de tocarse la nariz sea un signo con claras connotacio- nes de que alguien
miente. Dentro de este vasto catálogo de movimientos corporales, se ha expuesto
que un rostro calmo y sin emoción, con brazos, manos, piernas y pies enérgicos es
una característica distintiva de alguien que miente. Por ejemplo, cuando un testigo
sospe- choso falta a la verdad, se inclina menos hacia delante y mue- ve sus piernas
y pies significativamente más que cuando está siendo sincero. Si alguien tiene los
brazos cruzados en forma laxa, puede ser un indicativo de que la persona se
encuentra re- lajada. Sin embargo, cuando están cruzados firmemente y por
encima del pecho, esto puede significar rechazo o desafío. Y si estos gestos son
dífíciles de interpretar, el entrevistador deberá observar las manos para ver si están
empuñadas o relajadas". Agrega BROUGHAM que los movimientos de las manos,
cuando son giradas por las muñecas, generalmente indican poca con- vicción; que,
cuando una persona miente, estos movimientos decrecen y son reemplazados por
encogimientos de hombros y que el tamborileo de los dedos es un indicador de
nerviosismo y a menudo asociado con el engaño. Por el contrario, según compila el
mismo investigador, la persona que se lleva la mano al pecho es reconocida
generalmente como alguien sincero y honesto, mientras que el gesto de llevarse la
mano a la boca está comunicando duda o tal vez mentiras y que las personas
sinceras tienden a gesticular hacia fuera de su cuerpo, mien- tras que las que
mienten lo hacen hacia ellos mismos. Tam- bién dice que se ha demostrado que los
gestos que se realizan para acicalarse o para acomodarse la ropa, y que mantienen
las 70 Citado por COLLET, El lenguaje sin palabras, p. 239. Se explica que "el acto de
tocarse la nariz puede ser simplemente un síntoma de ansiedad y no de falsedad" y
que "la gente que miente a menudo siente aprensión y temor a ser descubierto,
emociones asociadas con una menor irrigación de sangre en la cara, en otras
palabras con la vasoconstricción y no con la vasodilatación". 71 BROUGHAM,
"Comunicación no verbal", en AA.VV., Entrevistas e inte- rrogatorios, p. 37 y 38. No
es raro ver testigos nerviosos cuyas manos se aprietan, entrelazan por los dedos o
refriegan tensamente. En ocasiones este tipo de movimiento va acompañado de
sudoración en las palmas.

manos ocupadas, pueden permitirle al sujeto demorarse en res- ponder una


pregunta y liberarse un poco de la ansiedad. Ex- plica el mismo autor que, cuando
las expresiones faciales son espontáneas, los movimientos musculares tienden a
ser los mis- mos en ambos lados de la cara; pero cuando son deliberadas, como al
mentir, los músculos del lado izquierdo de la cara se mueven más que los del
derecho". 3) La mirada y la posición de los ojos. Se ha señalado que la clave para
averiguar si realmente evoca el pasado o no, re- side en el movimiento de los
globos oculares mientras habla. Indistintamente de su tipo sensorial, la mayoría de
las per- sonas diestras girará los ojos a su izquierda al rememorar un recuerdo. Y,
por el contrario, dirigirá su mirada a la de- recha cuando está inventando lo que
dice. Claro está que esto es muy relativo, porque bien puede suceder que los mo-
vimientos obedezcan a otras causas, como -por ejemplo- di- rigir la mirada a quien
preguntó, o hacia donde existen otros estímulos. tro tanto sucede con quienes
esquivan o no sostienen la mirada. Esta actitud que frecuentemente asociamos con
la ver- güenza, la culpa o la mendacidad ha sido relativizada por estu- diosos del
lenguaje corporal. 72 BROUGHAM, con cita de GOLEMAN - FREEDMAN, Lo que la
psicologia sabe sobre lo que cada uno debe. Agrega que cuando un individuo está
siendo fal- so, el estrés interno causará que el promedio de los parpadeos aumente
sig- nificativamente (desde un parpadeo cada pocos segundos a uno o dos por
segundo); también que los ojos se abran más que lo habitual. Evitar el contacto
visual directo o mirar el techo pueden proporcionar pistas adi- cionales que
indiquen falsedad ("Comunicación no verbal", en AA.VV., En- trevistas e
interrogatorios, p. 37 y 38). 73 GARCÍA RAMÍREZ - ROMERO SANTOS - GARCIA
GONZÁLEZ, La técnica del inte- rrogatorio, p. 53. Pero hay bibliografía que niega
que el desvío de la mirada hacia la izquierda sea señal de que la persona miente, y
llega a concluir en que "no existen comportamientos específicos de los que se
pueda deducir que el individuo no dice la verdad" porque "algunas conductas
pueden indicar que la persona está en un estado de conflicto, bajo la influencia de
fuertes emociones, o que intenta ocultar sus sentimientos o malestar, pero no sig-
nifica que esté mintiendo" (COLLET, El lenguaje sin palabras, p. 246 a 248). 74
"Muchas personas asocian la mentira con apartar la vista, pero es- tudios han
arrojado que frecuentemente los mentirosos mantienen un potente contacto visual
asumiendo que es menos probable que los sorprendan en la mentira" (PEASE -
PEASE, El lenguaje del cuerpo, p. 196).

Destacaba WELLMAN que los testigos de un bajo nivel de inteligencia, cuando


declaran falsamente, generalmente lo vi- sualizan en cierta expresión vacía de sus
ojos, cuando tratan de pensar sus palabras; y que en los honestos, pero ignorantes,
sus ojos brillan al evocar en la mente los distintos episodioss. 4) Silencios y pausas.
Se ha consignado en la bibliogra- fía que los lapsos de silencio son muy
importantes, que se debe prestar atención a cómo el interrogado utiliza este
recurso, porque una respuesta pausada puede ser indicio, aun cuando provenga de
una persona de hablar lento, de un intento de me- dir lo que se dice. Algo parecido
pasa con los balbuceos. Si el testigo no los tiene normalmente para expresarse
(p.ej., es tartamudo), esta dificultad al momento de responder puede traducirse en
inse- guridad o mendacidad en lo que se dice. Ocurre cuando, ante una pregunta,
el declarante no arranca con la respuesta y emi- te sonidos tales como "mmm",
"eeehh", "ahhh", "esteeee". 5) Detalles lingüísticos y construcción del discurso.
Ade- más de las pausas y silencios, hay otros componentes impor- tantes del
comportamiento verbal que recaen sobre determina- dos aspectos del discurso.
Los más clásicos son los titubeos, la tartamudez limitada a una respuesta, la
emisión de sonidos propios para demorar o pensar una respuesta, etcétera.
Bibliografía que recopila variables más frecuentemente asociadas al engaño señala
diversas características vocales: a) Interrupciones del habla: interjecciones
(expresiones como "ah", "um"). b) Errores del habla: repetición de palabras u ora-
ciones, cambio de sentencias, oraciones incompletas, lapsus lin- guæ, etcétera. c)
Tono de voz: cambios tales como subidas o bajadas. d) Tasa del habla: número de
palabras emitidas en un cierto período de tiempo. e) Latencia de la respuesta:
tiempo 75 WELLMAN, The art of cross examination, p. 67 y 68. * "Mientras mayor
sea la pausa, más el esfuerzo por ajustar la res- puesta a lo que se considera
pertinente. Es frecuente que esto ocurra como práctica dilatoria, con la pretensión
de ahondar en detalles para no verse obligado a dar la respuesta no descada. La
mentira obliga a un doble esfuerzo, negar la realidad y reinventarla" (GARCIA
RAMÍREZ - ROMERO SANTOSs - GARCÍA GONZÁLEZ, La técnica del interrogatorio, p.
50 y 51). También COLLET enuncia las pausas en el discurso (El lenguaje sin
palabras, p. 246 a 248).

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