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Juan 16:22 Ahora tienes tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazó n, y nadie os quitará
vuestro gozo.
Es probable que conozcas la lista de los siete pecados capitales que se formuló en el siglo VI:"lujuria,
gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia". Pero quizá no sepas que la lista original compilada en el
siglo IV, también incluía el pecado de la "tristeza", con los añ os, este sentimiento desapareció del
inventario.
Algunas personas son bendecidas con una disposició n alegre; parece que siempre está n contentas;
muestran una sonrisa constante, como si promocionaran una pasta dental. Sin embargo, hay otras que
parecen sufrir de tristeza cró nica; se quejan constantemente de la vida y de sus pesares. Ahora bien,
¿alguien puede negar que las aflicciones desaniman? Si bien reconocemos que no todas las personas
son bendecidas con perspectivas brillantes en la vida, debemos recordar que el gozo es una de las
dá divas que Jesú s les prometió a sus seguidores. «Nadie os quitará vuestro gozo» (Juan 16:22).
Recuerda que el gozo es parte del fruto del Espíritu Santo que mora en los creyentes (Gálatas 5:22).
Pidá mosle a Dios que nos ayude a ver má s allá de las circunstancias angustiantes y que estimule
nuestro corazó n con la visió n del gozo que nos aguarda (Hebreos 12:2).
Galatas 5 :22-26
En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad,
*fidelidad, 23 humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. 24 Los que son de Cristo
Jesú s han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. 25 Si el Espíritu nos da vida,
andemos guiados por el Espíritu. 26 No dejemos que la vanidad nos lleve a irritarnos y a envidiarnos
unos a otros.
Hebreos 12: 2-3 2
Fijemos la mirada en Jesú s, el iniciador y *perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo
que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergü enza que ella significaba, y ahora está
sentado a la *derecha del trono de Dios. 3 Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta
oposició n por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el á nimo.