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CARTA A LIZ TAYLOR

(o esmeraldas egipcias para AZT)

Así, querida Liz, sin saber si esta carta irá a ser leída por el calipso de tus ojos. Y más aún,
conociendo tu apretada agenda, me permito sumarme a la gran cantidad de sidosos que
te escriben para solicitarte algo. Tal vez un rizo de tu pelo, un autógrafo, una blonda de tu
enagua. No sé, cualquier cosa que permita morir sabiendo que tú recibiste el mensaje. El
caso es que yo no quiero morir, ni recibir un autógrafo impreso, ni siquiera una foto tuya
con Montgomery Cliff en El árbol de la vida. Nada de eso, solamente una esmeralda de tu
corona de Cleopatra, que usaste en el film, que según supe eran verdaderas. Tan
auténticas, que una sola podría alargarme la vida por unos años más, a puro AZT

No quiero presionarte con Lágrimas de maricocódrilo moribundo, tampoco despojarte de


algo tan querido. Quizás, liberarte de esas gemas que cargan la maldición faraónica, y a la
larga traen mala suerte, incitan a los ladrones a saquear tu casa. Y no es broma, tú
recuerdas lo de Sharon Tate, no fue nada de gracioso. Además los pelambres del
ambiente, las víboras diciendo que las joyas se te pierden en las arrugas. Que ya no te
queda cuello con tanta zarandaja. Que una reina debe ser sobria, que a tu edad el
esplendor de los rubíes compite con la celulitis. En fin, habiendo tanto hambriento tú te
paseas de alhaja en alhaja. Que Julio Iglesias quedó turnio con tanto brillo. Que los
cheques para la causa AIDS, que tú regalas con tanta devoción, se quedan enredados en
los dedos que trafican la plaga. Y dicen que fíjate tú, esa piedad es pura pantalla, nada
más que promoción, fíjate, como el símbolo para la campaña. Esa cintita roja que los
maricas pobres la usan de plástico, seguro que fabricadas en Taiwan. Y las ricas de oro
con rubíes, que más parece una horca, el lacito ese. Un detector para saber quién tiene el
premio, tú sabes, la gente es tan peladora. Hasta han dicho que tú estás contagiada, por
eso la baja de peso. Basta mirar las fotos de hace algunos años, no había modelito que te
entrara. Y ahora tanto amor con los homosexuales sidosos. Tanto cariño por ese Jackson,
el Cristo pop que canta: "Dejad que los niños vengan a mí." Mira tú, de dónde tanta
adhesión. Tanto amor con los maricas, como la Liza Minelli, la Barbara Streisand y la María
Félix. Todas esas estrellas que amamantan a las locas como perritos regalones. Como sí
los maricas fueran adornos de uso coqueto. Como si fueran la joya del Nilo o el último
fulgor de una Atlántida sumergida. Mira tú, y sin embargo, con las lesbianas ni pío.
Cuando debiera ser al revés, dicen ellas. Primero la solidaridad por casa, y luego las locas.
Hasta les tienen un apodo en New York a las ricas y famosas que andan para arriba y para
abajo con sus modistos y peluqueros.

Yo creo Liz que es pura pica, nada más que envidia. Además, los colas tenemos corazón
de estrella y alma de platino, por eso la cercanía. Por eso la confianza que tengo contigo
para pedirte este favor. Si es que tú quieres, sí no te importa mucho. Te estaré
eternamente agrade-sida. Acuérdate, una esmeralda chiquitita, de pocos kilates, que no
se note mucho cuando la saquen de la corona. Total, tú tienes esas turquesas para mirar
que opacan cualquier resplandor. Yo soy de Chile, mándamela a la dirección del remitente.
Tú no conoces este país, dicen que, hay mucha plata, pero no se ve por ningún lado.

Tu admirador, for ever

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