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ENSAYO “LAZOS CRITICOS DEL DESARROLLO SOCIAL INCLUSIVO”

La erradicación de la pobreza y la pobreza extrema y la reducción de la desigualdad en


todas sus dimensiones continúan siendo desafíos centrales para los países de América
Latina y el Caribe. En América Latina y el Caribe, la pobreza es más aguda entre los niños,
las niñas y adolescentes, las mujeres, los pueblos indígenas, la población afrodescendiente
y las personas que habitan en zonas rurales, la región tiene el desafío de reducir sus
elevados niveles de desigualdad, que son injustos e ineficientes, que deterioran el tejido
social y que son un obstáculo al desarrollo.

Los países de América Latina y el Caribe se encuentran ante el gran desafío de implementar
la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la búsqueda de un nuevo modelo de
desarrollo basado en la igualdad, la doble inclusión, social y laboral, la erradicación de la
pobreza, la sostenibilidad ambiental y el crecimiento económico, hacer frente a este desafío
planetario implica, en primer lugar, impulsar la comprensión de la integralidad del
desarrollo sostenible y sus tres dimensiones: social, ambiental y económica, en segundo
lugar, considerando el rol central que desempeña la dimensión social de la Agenda 2030 en
el logro del desarrollo sostenible, es prioritario atender a la superación de la huella social
del actual modelo de desarrollo, expresada en la vulneración de derechos y la persistencia
de la pobreza y de altos niveles de desigualdad (incluidas la concentración de los ingresos y
de la riqueza) y vulnerabilidad, en tercer lugar, el avance hacia el desarrollo sostenible y, en
particular, el desafío de la implementación regional de la dimensión social de la Agenda
2030, implica considerar con atención la coyuntura en la que se actúa.

Los nudos críticos y desafíos emergentes del desarrollo social inclusivo pueden ser
sintetizados en los siguientes ocho ámbitos que se desarrollan en este documento: 1) la
pobreza y la vulnerabilidad a la pobreza como fenómenos persistentes; 2) las desigualdades
estructurales, injustas e ineficientes, y la cultura del privilegio; 3) las brechas en el
desarrollo de capacidades humanas ,educación, salud, nutrición y de acceso a los servicios
básicos; 4) los déficits de trabajo decente y las incertidumbres asociadas a los cambios
tecnológicos en el mundo del trabajo; 5) un acceso aún parcial y desigual a la protección
social; 6) una institucionalidad social todavía en construcción; 7) un nivel de inversión
social insuficiente, y 8) un conjunto de desafíos emergentes, incluidas las diversas formas
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de violencia, la creciente exposición a desastres y a los efectos del cambio climático, las
transiciones demográfica, epidemiológica y nutricional, las migraciones y los cambios
tecnológicos y las nuevas capacidades requeridas.

Como se afirma en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la erradicación de la


pobreza en todas sus formas y dimensiones es el principal desafío mundial y un requisito
indispensable para el desarrollo sostenible, en una perspectiva multidimensional, la pobreza
engloba la negación de opciones, de oportunidades y de participación efectiva en la
sociedad, y es una de las expresiones máximas de la vulneración de los derechos.

Los altos niveles de desigualdad existentes en la región conspiran contra el desarrollo y son
una poderosa barrera para la erradicación de la pobreza, la ampliación de la ciudadanía, el
ejercicio de los derechos y la gobernabilidad democrática. Reducir significativamente la
desigualdad es un compromiso mundial plasmado en la Agenda 2030 para el Desarrollo
Sostenible, que reconoce la igualdad como un factor clave para la estabilidad internacional
y la reducción de los conflictos.

En las últimas décadas, América Latina y el Caribe ha experimentado importantes avances


en los ámbitos de capacidades humanas como la salud y la educación, así como de acceso a
vivienda, servicios básicos (agua potable, electricidad y saneamiento) e Internet; sin
embargo, persisten brechas que obstaculizan el pleno y sano desarrollo de todas las
personas, razón por la cual cerrar dichas brechas es un imperativo ineludible para el
desarrollo social inclusivo y para el desarrollo sostenible en general. La protección social es
un derecho y, en cuanto política pública, se orienta a garantizar un nivel de bienestar
adecuado para el desarrollo de todas las personas, facilitar el acceso a los servicios sociales
y fomentar el trabajo decente.

La institucionalidad de las políticas sociales, entendidas en un sentido amplio (salud,


vivienda, educación, cultura, trabajo y protección social), en buena medida constituye el
sustrato que determina el alcance, la efectividad, la eficiencia y la sostenibilidad de estas
para cumplir su objetivo de mejorar el bienestar y el goce de derechos de las personas.

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