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APÉNDICE

SOBRE LOS DESGOBIERNOS DEL CIUDADANO: APUNTES DESDE

LA TEORÍA PSICOANALÍTICA

El hombre conoce el universo dentro del cuerpo de la

madre, pero cuando nace lo olvida.

Proverbio judío

Ansiedad y omnipotencia: Melanie Klein

La teoría política contemporánea no puede permitirse ignorar los avances científicos en

torno al descubrimiento del self del ciudadano. El trabajo de investigadores como

Melanie Klein (1882-1960), analizanda y discípula de Sándor Ferenczi, ha puesto en

entredicho durante el siglo veinte la hasta entonces incuestionable soberanía del yo

consciente, característica ideológica del liberalismo como del socialismo, su vástago

igualitario. La exploración del inhóspito territorio mental de lo inconsciente iniciada

por Sigmund Freud atrajo desde joven a esta pensadora austriaca, que supo enfocar los

conocimientos del psicoanálisis hacia ese recinto sagrado que es la infancia, llegando a

conclusiones teóricas que desafiaron las aportaciones de su maestro. Sus aportaciones

sobre el mundo interno del infante, reconocidas ampliamente en el campo de la

psicología, pueden ser de enorme provecho para el ámbito de la teoría política de

nuestros días.

Klein supo detectar, a partir de la terapia con niños pequeños, las implicaciones

que la omnipotencia, un fenómeno genuinamente político, comporta para cada uno de


los ciudadanos desde el inicio de nuestras vidas. La ausencia de límites y el terrorífico

juego de todo o nada son algunos de los rasgos que encontramos en las fantasías del

bebé desde el momento del nacimiento. La avalancha de emociones que siguen a la

primera entrada del infante en la polis provoca que el mundo externo adquiera

contornos amenazantes. Cualquier alteración del ambiente es para la imaginación sin

frenos de un niño recién nacido una amenaza de muerte, y contra ella es capaz de

contraatacar con toda la fuerza destructiva de su fantasía omnipotente.

Este temor permanente a la aniquilación es, para Klein, la causa primaria de la

ansiedad1, y precisamente esta emoción es, asimismo, un mecanismo que origina el

surgimiento de la sensación de omnipotencia en el individuo. Ante la falta de control

sobre la realidad que le rodea, el ciudadano responde con figuraciones de poder total,

con magia omnipotente. Porque, y esto quizá sea lo más inquietante de cuanto nos

plantea esta autora, este tipo de respuestas inconscientes no sólo son propias de la edad

infantil, sino que acompañarán al ciudadano —hasta ahora tenido como racional y

plenamente consciente— a lo largo de toda su vida política2.

Esta consideración de la ansiedad como fuente primigenia de la omnipotencia

también fue tratada de manera magistral por el pensador alemán Eric Voegelin como

una pieza clave de su teoría política. Situado frente al misterio de la existencia y al

descontrol de una realidad que le sobrepasa, que le gustaría asir de alguna manera pero

que se le escapa continuamente de las manos, el ser humano responde con ansiedad para

establecer un orden sólido, estable, coherente y unilineal, reafirmando el principio de

identidad sobre el espacio y el tiempo de nuestro mundo externo:

1
Melanie KLEIN, “Sobre la teoría de la ansiedad y la culpa” (1948), en Envidia y gratitud y otros
trabajos. Obras completas. Vol. 3, Paidós, Barcelona, 1988, pp. 37-38.
2
Melanie KLEIN, “Nuestro mundo adulto y sus raíces en la infancia” (1959), en Envidia y gratitud y otros
trabajos. Obras completas. Vol. 3, Paidós, Barcelona, 1988 , pp. 260, 266.
Anxiety is the response to the mystery of existence out of nothing.

The search of order is the response to anxiety3.

De este modo tajante, Voegelin nos ofrece su percepción de la ansiedad como

esa fuerza emocional profunda que nos impulsa a pertrecharnos de ideologías

inmanentes con las que defendernos de aquello que al no entender, no controlamos. La

ansiedad surge como la señal inequívoca de que nos sentimos amenazados con la

posibilidad de aniquilación de nuestra identidad, de ser arrojados de nuevo al abismo de

esa nada de la que procedemos.

Pero volvamos de nuevo a Melanie Klein y su descripción teórica de los

impulsos instintivos del infante. Esta terapeuta hallará dos situaciones predominantes en

la mente del recién nacido durante los primeros meses. A la primera la denominó

posición esquizo-paranoide, y se expresará durante los tres o cuatro meses que siguen al

nacimiento. A ésta le sucede la posición depresiva infantil, en la que los rasgos más

destructivos de la neurosis infantil se van atemperando. Por supuesto, Klein aclarará que

al tratarse de procesos alejados del control del ego no encontraremos ningún progreso

lineal de superación, pudiendo encontrarse entremezclados los fenómenos propios de

cada fase en la otra, ya que estos procesos, como todos los mecanismos no conscientes,

“nunca se superan del todo”4. O como también dirá Hanna Segal, una de las más

relevantes discípulas de Klein, “nada en el desarrollo del individuo se supera por

completo o se pierde por completo”5.

3
[La ansiedad es la respuesta al misterio de la existencia a partir de la nada. La búsqueda de orden es la
respuesta a la ansiedad]. Eric VOEGELIN, “Anxiety and reason” (1968), en What is history? and Other
Late Unpublished Writings. The Collected works of Eric Voegelin. Vol. 28, Lousiana State University
Press, Baton Rouge and London, 1990, p. 71.
4
KLEIN, “Nuestro mundo adulto y sus raíces en la infancia” (1959), p. 260. Véase también de la misma
autora “Sobre la teoría de la ansiedad y la culpa” (1948), pp. 46-47.
5
Hanna SEGAL, Introducción a la obra de Melanie Klein, Paidós, Barcelona, 1982, p. 115.
El inicio de nuestras vidas supone, para Melanie Klein, también el comienzo de

la omnipotencia, siendo ésta por tanto una tentación innata para el ciudadano.

Utilizando un lenguaje casi jurídico, la pensadora austríaca llegará a decir que se

encuentra entre las expresiones “constitucionales” del individuo6.

En realidad, al principio el infante siente el choque de dos omnipotencias, la

suya propia y la su madre, de quien depende de una manera absoluta para sobrevivir 7. El

inmenso poder de la madre magnifica la intensa vulnerabilidad del bebé, que sólo podrá

contrarrestar su desvalimiento mediante el uso de su todopoderosa fantasía de

realización inmediata de sus deseos. En el espacio sin límites8 de su mente letárgica el

futuro ciudadano no encuentra sentido a la noción de lo imposible. Observamos en esta

primera etapa una fusión total entre el nuevo individuo y el ambiente que lo rodea, y

cómo éste debe plegarse a sus anhelos. Todo le está permitido. Nada debe romper la

armonía primigenia.

Michael Balint (1896-1970), otro reputado investigador de la mente humana,

reconocerá que la omnipotencia desplegada por el recién nacido “es en verdad un

desesperado intento de defenderse contra la abrumadora sensación de impotencia” 9. El

primer objeto del mundo exterior que podrá percibir de alguna forma será su madre,

fuente única de alimento y placer, y por tanto, parte de ese espacio armonioso sin

límites. La madre será, por esta razón, la primera víctima de sus apetitos omnipotentes,

en una relación de dependencia extrema que une a los dos sujetos en la primera

experiencia política del ciudadano. El infante se percibiría alucinatoriamente como

todopoderoso, capaz de somete a su voluntad a un objeto que es externo e interno a la

vez. En esta relación exclusiva de dos personas, “sólo una de las partes puede tener

6
Melanie KLEIN, “Envidia y gratitud” (1957), en Envidia y gratitud y otros trabajos. Obras completas.
Vol. 3, p.2 34.
7
Ibid., p. 191.
8
Michael BALINT, La falta básica, Paidós, Barcelona, 1982, pp. 85-86.
9
Ibid., p. 65.
deseos, intereses y exigencias propias”10, la otra no puede en ningún momento disponer

de independencia respecto a la primera, y en el caso de que alguna discrepancia sea

percibida por el infante entre deseo y realidad, “la reacción se traducirá en síntomas

vehementes…de naturaleza en alto grado agresiva y destructiva o de naturaleza

desintegrada…como si todo el mundo…se hiciera añicos” 11. Balint intentará traducir al

lenguaje adulto12 este proceso político primario del infante:

Tengo que ser amado y buscado en todos los aspectos por toda cosa

y toda persona que sea importante para mí, sin que nadie me exija un

esfuerzo o pretenda una retribución por amarme. Se trata tan sólo de mis

deseos, intereses y necesidades que son lo único que cuenta; ninguna de las

personas que son importantes para mí debe tener otros intereses y

necesidades que no sean los míos, y si los tiene diferentes debe subordinarlos

a los míos sin resentimiento ni resistencia; en realidad, debe procurarles

placer a esas personas ajustarlos a mis deseos. Si esto ocurre, me sentiré

feliz, complacido y bueno, pero eso es todo. Si ello no ocurre, todo será

terrible tanto para el mundo como para mí13.

Aquí, en este momento primigenio en el que el infante no puede concebir

ninguna distancia entre la realidad y el deseo, hace su aparición, según Klein, la

ansiedad persecutoria, el tipo de ansiedad propia de la posición esquizo-paranoide.

Ante la presión de un miedo a la desintegración de su mundo, el bebé vive cada

10
Ibid., p. 89.
11
Ibidem.
12
Aunque el propio Balint admite que “el lenguaje adulto es a menudo inútil o equívoco para describir los
hechos de este nivel, porque las palabras no tienen siempre una significación convencional reconocida”.
Ibid., p. 29. Un reconocimiento que supone, en nuestra opinión, una llamada de atención sobre las
limitaciones del logos racional para analizar en profundidad la génesis de nuestras experiencias políticas.
13
Ibid., p. 89-90.
molestia como si le fuera infligida por fuerzas hostiles, por enemigos perseguidores 14.

La madre como objeto primario es tanto la primera fuente de amor y comprensión como

la primera causa de ansiedad: “ella representa para el niño la totalidad del mundo

exterior…de ella llegan a su mente tanto el bien como el mal”15.

En las fantasías del bebé la ansiedad provoca ataques destructivos contra lo que

unos segundos antes podía haber sido objeto de un amor infinito. En estos procesos

ambivalentes y simultáneos donde no existen los límites, el amor y el odio son

intercambiables. El infante no soporta el miedo que le provoca la ausencia de su madre,

el primer objeto idealizado, el primer ídolo, y tiende a negar omnipotentemente su

dependencia, dividiendo sus aspectos buenos de los malos y controlando cada uno de

ellos de manera incesante y angustiosa. Estas defensas omnipotentes contra la ansiedad

persecutoria, que le sirven para aliviar su dolor, son, sin embargo, esenciales para

fortalecer el self del infante16, ya que sin ellas se vería abocado a la desintegración

psíquica17. Lo que para quien no es capaz aún de diferenciar entre su self y el ambiente

externo supone la aniquilación total.

Este escenario aterrador que describe Klein en sus obras no puede ser soslayado

por una teoría política que se considere realista, porque las consecuencias de esta lucha

interna en la imaginación del infante alcanzan hasta la edad adulta de un ciudadano con

responsabilidades en su comunidad política.

[L]a percepción del niño pequeño de la realidad externa y los objetos

externos está perpetuamente influida y coloreada por sus fantasías, y esto en

cierta medida continúa a lo largo de toda la vida. Las experiencias externas

14
Melanie KLEIN, “Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del bebé” (1952), en Envidia
y gratitud y otros trabajos. Obras completas. Vol. 3, p. 71.
15
KLEIN, “Nuestro mundo adulto y sus raíces en la infancia” , p. 252-253
16
Véase KLEIN, “Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del bebé” (1952), p. 80.
17
Véase Javier ROIZ, El experimento moderno, Trotta, Madrid, 1992, p. 95.
que provocan ansiedad activan de inmediato, incluso en personas normales,

la ansiedad derivada de fuentes intrapsíquicas 18.

La insatisfacción permanente de una avidez sin medida así como una envidia

maligna, posesiva y destructiva de todo lo bueno que el otro pueda albergar, son dos de

los sentimientos concomitantes que caracterizan a la “omnipotencia infantil” 19 durante

la llamada posición esquizo-paranoide. En casos extremos, estos mismos mecanismos

inconscientes servirán de base para los comportamientos paranoicos patológicos en los

adultos20.

Pero el infante tardará poco en darse cuenta paulatinamente de sus limitaciones,

en percibir el daño que sus ataques de furia destructiva pueden causar en los que le

rodean. El infante que ha interiorizado a sus objetos de amor primario —

fundamentalmente a la madre— deseará también, de forma inconsciente, reparar los

daños provocados por su fantasía desbordada.

Klein describirá cómo el infante, desde su nacimiento, y mediante el proceso de

introyección, va albergando en su interior todas las sustancias públicas a las que sus

cuidadores le han dado acceso, que llegarán a ser parte integrante de su self político en

calidad de objetos públicos internos. De forma simultánea, a través del proceso de

proyección, depositará esos objetos internos en el mundo externo atribuyéndole toda

clase de sentimientos. Mediante el anclaje sincrónico de estos dos procesos

inconscientes el infante construirá su propio entorno político a lo largo del tiempo, ya

que esta interacción continua entre lo externo y lo interno se prolongará hasta el fin de

sus días. “Así se construye un mundo interno que es, en parte, un reflejo del externo” 21,

18
KLEIN, “Sobre la teoría de la ansiedad y la culpa” (1948), p. 49.
19
KLEIN, “Nuestro mundo adulto y sus raíces en la infancia” (1959), p. 258.
20
Ibid., p. 257. Véase también sobre este asunto Melanie KLEIN, “Notas sobre algunos mecanismos
esquizoides” (1946), en Envidia y gratitud y otros trabajos. Obras completas. Vol. 3, pp. 31-33.
21
Ibid., p. 254.
dirá Melanie Klein con unas palabras que entroncan su trabajo psicológico con el de una

teórica política como Arendt, y con toda una tradición retórica y republicana que

siempre ha tenido muy en cuenta el foro interno del ciudadano22.

El reconocimiento de lo público supondrá para el infante la pérdida de su

aislamiento y la concienciación gradual de los límites. Pero esto también engendra dolor

y, sobre todo, culpa por el deterioro causado a sus objetos internos. Klein se opondrá a

la concepción freudiana de que la culpa era una consecuencia del complejo de Edipo

que no aparecía hasta el quinto año de vida. Para ella, sin embargo, pueden detectarse

rasgos de un intenso sentimiento de culpa incluso en el quinto mes 23, marcando así la

entrada en la posición depresiva infantil. En este momento, la ansiedad no desaparece

sino que cambiará de forma, acentuando la necesidad del infante de conquistar de nuevo

a unos objetos buenos que anteriormente eran parte de su self y que ahora siente

perdidos para siempre.

Sin embargo, al existir la ansiedad, y aunque ya no sea predominantemente

persecutoria, la fantasía del infante seguirá recurriendo a la varita mágica de su

omnipotencia. Pero ya no se tratará de magia negra, sino que la utilizará con el

propósito positivo de resucitar a la persona amada que creía muerta. Esta omnipotencia

cumple todavía su papel como defensa contra la ansiedad, pero no ya ante una amenaza

de aniquilación, sino como consecuencia de la desaparición de alguien amado y del

sentimiento de duelo ante una pérdida24.

Ahora bien, si ésta es la canalización normal de la omnipotencia ante la ansiedad

de naturaleza depresiva, no es la única. Existen otras defensas ante el sentimiento de

culpa cargadas de poderes mágicos de destrucción. La negación de la culpa ocasiona en

22
Véase Javier ROIZ, La recuperación del buen juicio. Teoría política en el siglo veinte, Editorial Foro
Interno, Madrid, 2003, p. 165.
23
KLEIN, “Nuestro mundo adulto y sus raíces en la infancia”, p. 259.
24
KLEIN, “Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del bebé”, pp. 83-86.
el infante un incremento de la ansiedad persecutoria, y contra ella ya no aplicará

defensas omnipotentes positivas o reparadoras, sino que se atrincherará tras un arsenal

de defensas maníacas25.

Esta actitud, por supuesto, no es exclusiva de los primeros años de nuestra

existencia. No nos cansamos de repetir que en el mundo interno del ciudadano no existe

fecha de caducidad, es decir, las coordenadas espacio-temporales no funcionan en esa

realidad interior. Así, lo que alguna vez sintió el infante también afectará la actitud ante

la vida del ciudadano adulto y responsable políticamente. Un discípulo de Klein, el

pediatra y psicoanalista inglés Donald Woods Winnicott (1896-1971) estudió con

detenimiento las defensas maníacas con la que afrontamos el sufrimiento o la

frustración. Winnicott, curiosamente, nos advierte del hecho de que el lenguaje popular

carezca de una palabra que denote el significado de este tipo de respuestas

inconscientes. Mientras que el término “depresión” sí hace justicia a la situación

anímica a la que alude, por lo que no es necesario que los especialistas inventen una

nueva palabra, no existe un equivalente popular de “defensa maníaca”. Esto se debería a

que estas defensas inhiben nuestra capacidad de “autocrítica”. El individuo no puede

conocerlas mediante la introspección, ya que justo en ese momento, las defensas

maníacas están ejerciendo su labor. Si cuando estamos deprimidos nos sentimos

deprimidos, “es precisamente cuando la defensa maníaca actúa en nosotros cuando

menos probable es que sintamos como si nos estuviéramos defendiendo contra la

depresión”26.

Estas defensas se caracterizan, según Winnicott, por hacer uso de “la

manipulación omnipotente o bien del control y la devaluación despectiva” y se

25
Ibid., p. 82.
26
Donald W. WINNICOTT, “La defensa maníaca” (1935), en Escritos de pediatría y psicoanálisis, trad. de
Jordi Beltrán, Paidós, Barcelona, 1999, p. 181.
organizan para repeler “las angustias propias de la depresión” 27. Su función es, por lo

tanto, claramente militar: se trata de una defensa contra una realidad particular, la

interna, poblada de objetos buenos y malos, que se presienten, pero resultan intolerables

al ciudadano adulto. Se quiere huir de ella, e incluso aniquilar mediante estos

instrumentos no conscientes. Más aún, nuestro contacto cotidiano con el mundo externo

se basa, en múltiples ocasiones, en la negación obsesiva de la existencia del mundo

interno: “El individuo llega a la realidad externa a través de fantasías omnipotentes

elaboradas dentro del esfuerzo para alejarse de la realidad interior” 28. Estas fantasías no

constituyen todo el mundo interno, aunque formen parte de él, sino tan solo la

organización por la que, desde dentro, se articula “una defensa contra la aceptación de

dicha realidad”29.

Winnicott encontró en su trabajo clínico diversas maneras con las que el

ciudadano se defenderá maníacamente de una depresión causada por el maltrato al que

han sido sometidos los objetos internos buenos. Todos ellas están encaminadas al

control omnipotente de un mundo interno que no se deja controlar y que, por ello

mismo, asusta al ciudadano. Le infunde un temor hacia lo desconocido. Además de la

negación de esa realidad interior, y la consecuente huida despavorida hacia la realidad

exterior, lo que prima en estas defensas es el rechazo a las sensaciones de depresión,

formando reactivamente unas sensaciones opuestas. En lugar de pesadez o tristeza, las

defensas estimulan la ligereza o el buen humor30. Una alegría falsa que sirve solamente

como placebo tranquilizador. Igualmente, la defensa maníaca empleará cualquier par

antitético para calmar la ansiedad que producen la muerte, el caos o el misterio 31.

Winnicott parece sugerir, de esta forma, que el conocimiento dialéctico hunde sus raíces

27
Ibid., p. 182
28
Ibid.., p. 178.
29
Ibid., p. 179.
30
Ibid., p. 182.
31
Ibidem.
en estas defensas no conscientes. Incapaces de sostener la tristeza ante los reveses de

una existencia contingente y vulnerable, estas defensas dialécticas usan el truco mágico

de las antítesis para crear una falsa apariencia de indestructibilidad, una ilusión

omnipotente de infalibilidad. De manera obsesiva, a la muerte y la enfermedad oponen

la vida y la salud, al caos el orden y al misterio la solución final.

Por su parte, Hanna Segal (1918-2011) en su trabajo Introducción a la obra de

Melanie Klein ofrece una explicación muy clarificadora del modo en que actúa la

omnipotencia para neutralizar la ansiedad depresiva. Un protocolo de actuación que

seguirá vigente durante toda la experiencia vital del ciudadano como una manera de

rechazar nuestras dependencias y de negar los aspectos más adversos de la realidad

social. La estrategia militar que utilizamos para aplacar nuestras ansiedades consta,

según Segal, de tres pasos, todos ellos basados en un fortalecimiento omnipotente del

individuo: control, triunfo y desprecio.

Controlar al objeto es una manera de negar la propia dependencia de

él, pero al mismo tiempo una manera de obligarlo a satisfacer una necesidad

de dependencia, ya que un objeto totalmente controlado es…un objeto con el

que se puede contar. El triunfo es la negación de sentimientos depresivos

ligados a la valoración e importancia afectiva otorgada al objeto…

Despreciar al objeto es también negar directamente cuánto se lo valora…un

objeto despreciable no se merece que uno sienta culpa por él, y el desprecio

hacia semejante objeto se convierte en justificación para seguir atacándolo 32.

La depresión, no obstante, encierra otro aspecto que debemos destacar, un

aspecto esencial para el conocimiento científico y la creación artística. La necesidad de

32
SEGAL, Introducción a la obra de Melanie Klein, p. 87.
restaurar, o como hemos dicho anteriormente, resucitar objetos internos buenos

conduce a la fantasía omnipotente a iniciar un proceso de abstracción o sublimación que

concluirá en la formación de símbolos33. Los logros intelectuales serían desde esta

perspectiva un trabajo creativo que implica dolor. Un dolor que puede surgir desde la

desesperación de la pérdida de algún objeto interno bueno o del anhelo de recuperar una

armonía primigenia34.

A pesar de que los descubrimientos de Melanie Klein sobre la psique del infante

puedan ser y parecer tenebrosos, la obra de esta pensadora siempre mantiene, no

obstante, la esperanza en la capacidad curativa del amor y la confianza. Ella mantendrá

que, aunque muchas veces sea difícil, la ansiedad puede desaparecer con comprensión,

respeto y afecto, unos sentimientos que el infante debería recibir de sus primeros

cuidadores —y autoridades—, de modo que esas ansiedades no le paralicen o lo

enloquezcan cuando le toque desenvolverse en el ámbito público.

Desde el psicoanálisis la corriente predominante parecía haber cerrado esa

posibilidad con la insistencia machacona en el complejo de Edipo y en la consiguiente

“angustia de castración”. De este modo, y quizá sin planteárselo, aparecían bloqueadas

de manera supuestamente natural la posibilidad de acabar con el principio de jefatura o

de disolver jerarquías sociales muy rígidas, al tiempo que parecía que el cambio sólo

podría llegar a través de un conflicto cruento para derrocar a la autoridad. Klein, sin

embargo, sí deja entrar el aire democrático en su pensamiento al reflejar en su teoría una

dimensión de la realidad menos sombría. Klein manifestará en sus obras el hecho de que

la mayoría de los padres, las primeras autoridades, no abandonan ni envidian a sus

33
Ibid., p. 79. Ver asimismo KLEIN, “Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del bebé”, p.
92.
34
Ésta última es la tesis que defiende Michael Balint al presentar su teoría del amor primario, ver BALINT,
La falta básica, p. 94.
hijos, sino que por el contrario, se sienten felices viéndolos crecer 35, protegiendo sus

talentos y acompañándolos en los primeros pasos de su andadura como ciudadanos.

Narcisismo patológico: Heinz Kohut y Otto Kernberg

Adentrémonos ahora en una deriva patológica de narcisismo y en su conexión íntima

con ciertas actitudes políticas. Respecto a esto último, justamente se nos podría

preguntar, ¿por qué estudiar la patología y no los desarrollos normales de nuestras

sociedades? Porque creemos que al analizar las patologías políticas —y que nosotros

preferimos denominar desgobiernos— como si fuesen las brechas de un edificio

aparentemente sano, podremos vislumbrar mejor las carencias y las debilidades de los

espacios públicos del self 36. Pensamos, de hecho, que la teoría política necesita indagar

en los problemas de un ciudadano que ante la amenaza de una sociedad política que lo

atemoriza, se niega a convertirse en una víctima propiciatoria y se transforma en un

peligro para los demás hombres.

La teoría psicoanalítica ha estudiado, bajo el calificativo de “narcisismo

patológico”37, a sujetos que comparten estas características:

35
KLEIN, “Nuestro mundo adulto y sus raíces en la infancia” , p. 263. Véase asimismo Heinz KOHUT,
“Instrospección, empatía y el semicírculo de la salud mental”, en Los dos análisis del Sr. Z, Herder,
Barcelona, 2002, pp. 149-186.
36
“La Patología, con su poder de amplificación y concreción, puede evidenciarnos circunstancias
normales, que de otro modo hubieran escapado a nuestra perspicacia. Allí donde se nos muestra una
fractura o una grieta puede existir normalmente una articulación”. Sigmund FREUD, “Nuevas lecciones
introductorias al psicoanálisis” (1932), en Obras completas, Tomo 8, trad. de Luis López-Ballesteros,
Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, p. 3133.
37
El estudio clásico sobre el tema es Sigmund FREUD, “Introducción al narcisismo” (1914), en Obras
completas, Tomo 6, trad. de Luis López-Ballesteros, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, pp. 2017-2033. En
este trabajo Freud opina que el yo generalmente pasa de un narcisismo primario (amor por uno mismo) a
las relaciones objetales (con los demás), pero quedan siempre restos narcisistas en el “ideal del yo”, a
quien se le atribuyen rasgos omnipotentes.
La personalidad narcisista…en muchos casos exhibe un

funcionamiento social muy adecuado…Todas las interacciones de estos

pacientes con los demás están referidas a sí mismos en medida inusual;

tienen gran necesidad de ser amados y admirados y se detecta en ellos una

curiosa contradicción entre un concepto muy inflado de sí mismos y la

desmedida necesidad de recibir el tributo de los otros. Su vida emocional

carece de profundidad; experimentan escasa empatía por los sentimientos de

las demás personas; encuentran pocos motivos para disfrutar de la vida, más

allá de los que les brindan el homenaje de los otros o sus propias fantasías

grandiosas; se sienten inquietos y hastiados cuando el brillo externo se

desgasta y no hallan nuevas fuentes para alimentar su autoestima. Envidian a

otras personas; tienden a idealizar a determinados individuos de quienes

esperan gratificaciones narcisistas, y a despreciar y desvalorizar a otros (a

menudo sus anteriores ídolos) de quienes nada pueden esperar. En general,

sus relaciones con los demás tienen un carácter netamente explotador y en

ocasiones parásito. Es como si sintieran tener el derecho de controlar y

poseer a los otros y de explotarlos sin culpa; bajo su aparente simpatía y

encanto, es posible percibir una naturaleza fría y despiadada. Se considera

con frecuencia que estos pacientes “dependen” de los demás por su gran

necesidad de recibir el tributo y el amor de otras personas, pero la honda

desconfianza y el desprecio que sienten por todos los hacen totalmente

incapaces de depender de nadie38.

De este largo repertorio de rasgos siniestros que recoge el psicoanalista Otto

Kernberg en esta extensa cita, quizá el que más nos inquieta es que estos individuos

muestran “un funcionamiento social muy adecuado”. Es decir, que nuestras sociedades

contemporáneas son capaces de incorporar, y demasiadas veces, premiar a ciudadanos


38
Otto KERNBERG, Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico, Paidós, Barcelona, 2009, pp. 30-31.
que presenten este tipo de actitudes y comportamientos. Precisamente, la falta de

hondura emocional y de compromiso supone una ventaja en sus actividades

profesionales, especialmente “en organizaciones políticas y burocráticas donde la

carencia de compromisos permite sobrevivir y acceder a la cumbre”39.

Hay, sin embargo, una característica esencial que se repite en este tipo de

ciudadanos que pueden alcanzar la gloria en su trabajo, y el aplauso y la admiración de

los otros: la obsesión con el control omnipotente de sus vidas y la de los demás 40. Ante

un “self grandioso”41, según la terminología acuñada por el también psicoanalista Heinz

Kohut (1913-1981), todos los demás nos convertimos en satélites que giran alrededor de

ese sol.

Esta actitud vigilante contra los demás, con su afán de destruirlos o al menos

neutralizarlos, se basa en una continua desvalorización y desconfianza de los otros

conciudadanos, que son vistos como objetos persecutorios y totalmente malos, y de los

que maníacamente el individuo aislado tiene que defenderse. El narcisista vive de esta

manera instalado en la paranoia de que su situación de poder está en riesgo permanente.

El mundo interno del self omnipotente parece estar poblado únicamente por

representaciones idealizadas de sí mismo, por sombras de los demás —a los que se les

niega la existencia como seres humanos con vida propia, distintos e independientes— y

por temidos enemigos42.

Como ya hemos estudiado, el delirio omnipotente se encuentra estrechamente

vinculado con la idolatría. Admiran y ensalzan a personas u objetos siempre que

respondan a sus deseos y demandas, porque los consideran una extensión de su


39
Ibid., p. 272.
40
Ver ibid., pp. 238-239, 292.
41
Véase Heinz KOHUT, Análisis del self. El tratamiento psicoanalítico de los trastornos narcisistas de la
personalidad, Amorrortu, Buenos Aires, 2001, pp. 37-38. Kernberg, a pesar de tener algunas diferencias
con Kohut, también utilizará la expresión self grandioso porque, en su opinión, es la que mejor expresa
las significaciones clínicas de la estructura patológica del self. Ver al respecto KERNBERG, Desórdenes
fronterizos y narcisismo patológico, p. 237.
42
Ver KERNBERG, Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico, p. 210.
fantasioso self todopoderoso. En el momento en que su apetito insaciable no encuentre

satisfacción en sus respuestas, comenzarán a sentir odio y temor hacia él, lo destronarán,

lo dejarán de lado y lo cambiarán por otro ídolo 43. Esta actitud es la que Kohut llama

“transferencia especular”44, propia de la relación que establecen los pacientes narcisistas

con el terapeuta: esperan de éste un “alimento mágico” que llene su sensación interior

de vacío, si no lo consiguen, romperán el hechizo que los mantenía unidos. El

ciudadano omnipotente busca de sus líderes y maestros una solución final que acabe con

sus males45. Como ésta es imposible de obtener, no dudará en despreciar a quien antes

había sido su “objeto omnipotente idealizado”46. Detrás de todo este montaje, se

encuentra la envidia que sienten ante alguien que les pueda ofrecer algo que son

incapaces de conseguir por sí solos47.

No hay nada que un self omnipotente tema más que a una relación de

dependencia respecto a otra persona. Para ellos, “depender significa odiar, envidiar y

exponerse al peligro de ser explotados, maltratados y frustrados”48. De ahí que cualquier

concepción de una autoridad benigna, en la que se pueda confiar y de la que se pueda

esperar protección, suene como un mal chiste a esta clase de ciudadanos. La guerra

interna en la que viven no se acabará nunca con ningún armisticio pactado entre los

diferentes contendientes, porque en su fantasía de omnipotencia sólo tiene cabida la

posición bipolar entre todo o nada. Necesitan destruir cualquier fuente de amor,

solidaridad o gratificación que puede convertirse en un objeto interno bueno, porque las

mismas resistencias omnipotentes desatarán ante este intruso una mayor envidia y

43
Ibid., 212.
44
KOHUT, Análisis del self, pp. 120-121.
45
Para una interesante descripción de la dependencia de los individuos y las sociedades respecto a un
magic helper o “auxiliador mágico”, ver Erich FROMM, El miedo a la libertad, trad. de Gino Germani,
Paidós, Barcelona, 2005, pp. 173-177.
46
KOHUT, Análisis del self, pp. 86-87.
47
KERNBERG, Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico, p. 295.
48
Ibid., 212.
rabia, al tiempo que se replegarán de nuevo en la concepción grandiosa de sí mismos 49.

En este campo de batalla lo importante es disponer de un torreón o una atalaya que

expanda el campo visual del self, y donde él mismo exige ser mirado, admirado, temido.

Pero no tocado50. Para el narcisista patológico lo importante es la visión clara y concreta

de las posiciones de los demás. Y como, en palabras de Kohut, “el ojo no puede

observarse a sí mismo”51, y advertir las grietas del self por donde se escapa tanto dolor,

la fortaleza narcisista se mantiene inexpugnable.

Este ciudadano vigilante observa un panorama tan tenebroso de la vida que le

lleva a percibir a los demás a su imagen y semejanza, es decir, como corruptos,

deshonestos e indignos de confianza: sólo se podría alcanzar la paz si algún poder

exterior la impusiera a sangre y fuego.

Tristemente, son estas mismas defensas las que protegen al self del ciudadano

omnipotente no solamente contra la intensidad de su furia narcisista, sino asimismo

contra el arraigado convencimiento de su propia indignidad, “contra su imagen de un

mundo despojado de alimento y amor, y contra la concepción de sí mismo como un

lobo hambriento dispuesto a matar y comer para sobrevivir”52.

Pero es legítimo preguntarse, ¿qué se esconde tras esta visión tan desoladora de

la vida? ¿Por qué consideran al resto de sus conciudadanos como sujetos peligrosos con

un puñal entre los dientes? Los dos teóricos, Kohut y Kernberg, a los que seguimos en

esta descripción del self omnipotente del ciudadano narcisista, estarían de acuerdo en

que detrás de tanto odio a la vida se esconde el abandono. Utilizando la terminología

clásica del psicoanálisis, ambos están de acuerdo en que el narcisista sufre una pobre

integración del super-yo, y esto les provoca que ante la ausencia de interiorización de

49
Ibid., p. 245.
50
KOHUT, Análisis del self, pp. 115-116.
51
Ibid., p. 30.
52
KERNBERG, Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico, p. 246.
reglas morales se hayan construido un self al que todo le está permitido53. Unos padres,

o en términos teórico-políticos, unas autoridades ausentes, y en los casos más graves,

también agresivas, han hecho que éstas accedan al mundo interno del ciudadano como

objetos malos, peligrosos, vengativos, dejando de lado su función amorosa y protectora,

que proporciona confianza al infante ante las contingencias de su andadura política.

El self omnipotente renuncia a toda trascendencia que no sea la de sí mismo,

porque no ha estado acompañado cuando más falta le hacía. Y desde entonces ese

ciudadano endiosado y abandonado irá armando una coraza que lo proteja de las voces

que desde su interior piden paz y democracia en su foro interno 54. El narcisismo sería,

por tanto, el ejemplo de un cruel desgobierno de los espacios públicos internos, que

engendra sufrimiento tanto al ciudadano que lo padece como a los que lo rodean. Una

teoría política del siglo XXI no debería permanecer insensible a este género de crisis

políticas que desenmascaran la superficialidad de nuestras democracias55.

Thomas Hobbes, quizás el ideólogo más influyente de la teoría política moderna,

describirá en la primera parte de su Leviathan al individuo en su estado natural con

rasgos muy similares a los que hemos apuntado como característicos de la personalidad

narcisista56, es decir, como los propios de un self omnipotente. El teórico inglés intentará

53
Ibid., pp. 39, 209; KOHUT, Análisis del self, pp.50ss.
54
Los narcisistas, de hecho, tienen miedo a reconocer la existencia de un mundo interno que escapa a su
control consciente. KERNBERG, Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico, pp. 269-270.
55
No estamos de acuerdo, sin embargo, con las propuestas que desde la teoría psicoanalítica propugnan el
“dominio del yo” sobre el resto del self. Véase KOHUT, Análisis del self, pp. 110, 192. Creemos que esta
no es una opción aceptable ni democrática para los espacios públicos internos, sino más bien autoritaria,
que prima la estabilidad y la identidad, sobre otros componentes que también son necesarios para el
gobierno democrático de uno mismo. Consideramos asimismo un retroceso para la libertad del self del
ciudadano que, en aras de afirmar una identidad fuerte y adaptada para el yo, algunos psicoanalistas
conciban la homosexualidad como un comportamiento patológico que debería ser objeto de tratamiento
terapéutic, ver al respecto KERNBERG, Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico, pp. 289-292.
Desde nuestra perspectiva, las relaciones homosexuales no pueden ser consideradas un desgobierno. En
este punto no se debería haber olvidado la comprensión más abierta de Freud sobre la homosexualidad, de
la que decía que “no era algo de lo que uno deba avergonzarse; un vicio o una degradación, ni puede
considerarse una enfermedad. Nosotros lo consideramos una variante de la función sexual”, véase al
respecto la carta de Freud a una madre norteamericana fechada el 9 de abril de 1935 y citada en Ernest
JONES, Vida y obra de Sigmund Freud, Vol. 3, Hormé, Buenos Aires, 1998, pp. 214-215.
56
Véase James GLASS, “Hobbes and Narcissism. Pathology in the State of Nature”: Political Theory, Vol.
8, nº 3 (1980), pp. 335-363.
pacificar el foro externo a partir del establecimiento de una Commonwealth soberana,

pero ¿qué ocurre en el foro interno del individuo descrito en el Leviathan? ¿Está la polis

externa de la modernidad construida sobre unos foros internos donde la condición

humana “is a condition of war of every one against every one” 57? ¿Tiene el sujeto

político moderno una ciudad interior donde “every man has a right to every thing” 58? Y

quizá las preguntas más incómodas por su actualidad serían: ¿cuándo hablamos de

democracia moderna nos referimos a un sistema político que ha arrumbado como

innecesaria la atención al mundo interno del ciudadano? ¿Son nuestras democracias,

entonces, arquitecturas con fachadas espléndidas que esconden un panorama desolador

infestado de guerras y de tiranos con unas ansias de poder sin límites59?

Hannah Arendt escribirá al respecto de esta ilusión extendida de omnipotencia

en la que se basa el Leviathan: “El hombre creado a semejanza de la soledad de Dios es

la base del hobbesiano state of nature as a a war of all against all. Es la guerra de uno

contra todos los otros, que son odiados porque existen sin sentido (sin sentido para el

hombre creado a imagen de la soledad de Dios)”60.

57
[…es una condición de guerra de todos contra todos]. Thomas HOBBES, Leviathan, or the matter, forme
and power of a Commonwealth ecclesiasticall and civil, ed. de Michael Oakeshott, Basil Blackwell,
Oxford, 1946, cap. XIV, p. 85. Traducción propia,
58
[todo hombre tiene un derecho a todo]. Ibidem. Traducción propia.
59
“In the first place, I put for a general inclination of all mankind, a perpetual and restless desire of power
after power, that ceaseth only in death”. [En primer lugar, yo señalo como una inclinación general de la
humanidad, un perpetuo e incansable deseo de poder, que cesa sólo con la muerte]. Ibid., p. 64.
Traducción propia.
60
Hannah ARENDT, “Introducción a la política”, en La promesa de la política, Paidós, Barcelona, 2008, p.
133. Sobre la interpretación arendtiana del contrato social hobbesiano, véase Simona FORTI, Vida del
espíritu y tiempo de la polis. Hannah Arendt entre filosofía y política, Cátedra, Madrid, 2001, pp. 179-
197.

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