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29/3/2020 El ángel de la historia | Opinión | EL PAÍS

OPINIÓN

COLUMNA ›

El ángel de la historia
Pasmados, vemos cómo se amontonan las ruinas del pasado y nos
dirigimos, como sonámbulos, hacia un futuro que desconocemos
LLUÍS BASSETS

28 MAR 2020 - 20:05 ART

Una mujer teletrabaja desde su casa. ENRIC FONTCUBERTA (EFE)

Su origen es antiguo y primitivo, pero su diana es la criatura más sofisticada. Surge de


las profundidades selváticas, de los murciélagos, que lo transmiten a los pangolinos,
unos raros mamíferos con escamas, pero donde mejor se mantiene, dispuesto a infectar
durante cuatro o cinco días, es en las superficies de vidrio o de plástico.

Tiene dos caras, una orientada hacia los orígenes salvajes y otra
MÁS INFORMACIÓN
hacia la naturaleza artificial construida por los humanos. Sucede
Así evoluciona la
curva del también con la epidemia, medieval en sus efectos devastadores y
coronavirus futurista en la reacción que suscita. Esta cadena de transmisión
mutante no se hubiera producido sin la globalización desgobernada

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29/3/2020 El ángel de la historia | Opinión | EL PAÍS

Los virus que y tumultuosa. Tampoco existirían sin ella los medios para atacarla:
dormían en la móviles, aplicaciones, big data e inteligencia artificial. Ni se habría
naturaleza
identificado tan rápidamente el genoma del virus, como sucederá
con los fármacos y la vacuna.

Doble es también el combate, con las sencillas armas de ayer, cuarentenas,


confinamientos, agua y jabón, y las de mañana que ya tenemos, retrovirales y vacunas.
Quienes despliegan las más antiguas, las defensivas, son también las instituciones más
antiguas: la coerción de los Estados, los ejércitos y las policías. En el ataque están los
científicos y los médicos, los únicos capaces de neutralizarla y de prepararnos para las
pestes sucesivas, que sin duda llegarán.

El virus enerva en la humanidad una doble vida. Encerrados en casa, pero


hiperconectados con el mundo. A la espera de un mundo sin trabajo, regido por las
máquinas, descubrimos el valor del trabajo manual, del que dependen nuestra
seguridad, nuestra salud y nuestra supervivencia. Nos amenazan fantasmas de control
totalitario, pero tejemos las solidaridades con las que se construyen las comunidades
cívicas. Se confirman los peores argumentos del nacionalismo populista sobre las
fronteras, pero la misma ciudadanía que los compraba comprende su mendacidad e
hipocresía.

El mundo ha frenado. Vivimos en un intervalo, un paréntesis, dominado por las curvas


estadísticas de la epidemia y las imágenes trágicas y heroicas de los hospitales. Vemos,
pasmados, cómo se amontonan las ruinas del pasado y nos dirigimos, como
sonámbulos, hacia un futuro que desconocemos. Somos como el Angelus novus,
pintado por Paul Klee, que mira hacia atrás, pero es arrastrado hacia delante por el
huracán del progreso, según la observación oracular de Walter Benjamin.

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