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Resumen
El lugar que ocupa el sistema jurídico, su contenido y sus relaciones con el orden
político se han transformado radicalmente en comparación a cómo se ubicaron en la llamada
“organización nacional”. La ampliación constitucional de derechos, la incorporación al sistema
internacional de los derechos humanos y la consolidación de un acuerdo democrático bajo el
Estado de derecho, constituyeron acontecimientos que invirtieron los paradigmas que
fundamentaron aquel orden originario. Las formas, el contenido y los sujetos del sistema
jurídico se modificaron por completo, en alguna medida siguiendo las líneas maestras de
nuevas legitimaciones políticas y en otro aspecto revirtiendo sobre ellas, funcionando como
una nueva arena participativa de confrontación política.
Planteamiento de la cuestión
∗
Profesor adjunto a cargo de la cátedra de Filosofía del Derecho de la Facultad de Ciencias Jurídicas,
sede Trelew, de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.
jueces deben aplicar el derecho y ser independientes de la política” o que “la política no debe
entrometerse en la aplicación del derecho por los jueces”.
Esta facilidad en la distinción ligera no tiene porqué llevar a suponer que ambos
conceptos están claramente separados y que la determinación precisa de sus límites debe
constituir el punto de partida necesario para iniciar el análisis de sus relaciones.1 Por el
contrario, el abordaje que realizaré tomará como base las experiencias sociales y la historia en
donde el derecho y la política fueron configurándose, comenzando por señalar que los
contornos que antes permitían distinguirlos, en ciertos contextos del uso cotidiano actual se
han modificado y tornado sumamente borrosos.
1
Prefiero adoptar un punto de vista wittgensteniano y no entender a los conceptos en términos de
teoría de conjuntos sino más bien en base a ejemplos paradigmáticos rodeados de parecidos de familia.
Obviamente se trata de una postura debatible, pero la discusión sobre la misma nos alejaría de los
objetivos del presente trabajo.
2
C.S.J.N. caso “Cullen vs. Llerena” del 7 de septiembre de 1893, Fallos: 53:420.
3
Acordada del 19 de septiembre de 1930, Fallos: 158:290.
4
C.S.J.N. caso “Sejean” del 27 de noviembre de 1986, Fallos: 308:2268.
5
C.S.J.N. caso “Simon” del 14 de junio de 2005, Fallos: 328:2056.
6
C.S.J.N. caso “Mendoza” del 8 de julio de 2008, Fallos: 331:1622.
7
C.S.J.N. caso “Fayt” del 19 de agosto de 1999, Fallos: 322:1616.
8
C.S.J.N. caso “Rizzo” del 13 de junio de 2013, Fallos: 336:760.
9
C.S.J.N. casos “Bazterrica” del 29 de agosto de 1986, Fallos: 308:1392, y “Arriola” del 25 de agosto de
2009, Fallos: 332:1963.
10
C.S.J.N. caso “Badaro” del 26 de noviembre de 2007, Fallos: 330:4866.
11
C.S.J.N. caso “Centro de Estudios para la Promoción de la Igualdad y la Solidaridad”, del 18 de agosto
de 2016, Fallos: 339:1077.
12
C.S.J.N. caso “Castillo” del 12 de diciembre de 2017, Fallos: 340:1975.
ciertas políticas públicas u obligaron a que se establecieran otras, del mismo modo que
determinaron la sanción de leyes o impidieron su aplicación.
El escenario
Por eso me parece mejor adecuada a la cuestión la idea más clásica de política que
incluye a todos los aspectos relevantes que hacen al mantenimiento, los fines y las autoridades
de la vida en común, incluidos los ámbitos de la economía, la familia, la vida privada, las
funciones o roles de las mujeres y los varones, la burocracia civil y militar, las clases sociales, la
moral colectiva, la administración, las empresas y los sindicatos, entre una variedad creciente
de áreas que implican ejercicio rutinario de relaciones de poder.
13
Holmes, Oliver W. (1897); La senda del derecho, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1975, pág. 17.
Aunque esta visión ha sido reactualizada primordialmente por la teoría feminista (“lo
personal es político”), se trata de una postura con larga historia, dentro de la cual podemos
mencionar a Aristóteles, a Maquiavelo, a Marx e incluso a Foucault, por citar unos pocos de los
que asumen esta imagen, digamos expandida, de lo que podemos entender como política.
Obviamente para esta tradición, la distinción positivista entre derecho y política resulta un
sinsentido, pues la distribución y ejercicio de todo poder en la sociedad incluye entre otras
áreas sociales, el diseño, el funcionamiento, la forma y los contenidos de lo que llamamos
sistema jurídico o derecho.
En un conocido trabajo escrito entre 1901 y 1902, Vladimir Lenin sostenía que las
clases sociales espontáneamente sólo actúan en política de forma reactiva. Para constituirse
en clase dirigente de una sociedad necesitan un programa claro que supere la comprensión de
los enfrentamientos cotidianos y muestre cómo éstos expresan conflictos fundamentales a
cuyo desenvolvimiento siempre hay que prestar particular cuidado. Son estas opciones las que
señalan adversarios, aliados y un futuro programa de gobierno y organización social. Así,
mediante una dirigencia homogénea, organizada y teóricamente esclarecida es como una clase
adquiere su unidad, conciencia de sí y capacidad para conducir al conjunto de la sociedad en la
realización de las tareas que se propone.14
Cuando este libro se publicó, Domingo Faustino Sarmiento llevaba muerto poco menos
de quince años, pero de haber leído al revolucionario ruso seguramente hubiera esbozado una
sonrisa, pues esos consejos no le habrían resultado nada novedosos a quien y ya los había
puesto en práctica más de medio siglo antes.
Una serie de folletos escritos por él en Santiago de Chile, rápidamente editados como
libro en 1845 y de amplia difusión en la Argentina, esclarecieron a las clases ilustradas y
pudientes sobre la problemática política de la época. Detrás del caos aparentemente
incomprensible de guerras intestinas, enfrentamientos provinciales, localismos, caudillos,
dictaduras, alianzas y enemistades varias y a veces inexplicables, subyacía el enfrentamiento
de la civilización, cuyo corazón estaba en Europa, contra la barbarie americana, gaucha o
indígena.15
El Facundo fue una inestimable guía ideológica y política para la joven dirigencia
heredera de los antiguos unitarios, asentada sobre la riqueza comercial y terrateniente de
Buenos Aires. Allí había un esquema a priori cautivante para comprender la realidad, que
suponía una propuesta clara para dirigir al país, organizarlo, establecerlo institucionalmente y
gobernarlo durante un futuro largo e indefinido. Un programa y una especificidad de objetivos
de los que carecían los viejos políticos federales con los que se enfrentaba (e incluso los
antiguos unitarios), y que permitirían a esa clase sobrellevar o hacer indoloras sus derrotas,
como en Cepeda, y transformar en decisiva e irreversible su victoria en Pavón.
La opción era clara, por un lado el modelo europeo, racional, con orden y progreso,
que brindaba una experiencia exitosa y cuyo poder se expandía de manera irresistible por todo
el mundo. Enfrente, el universo de la irracionalidad, el atraso y la barbarie, las masas
gauchescas y sus caudillos, mediocres, localistas, tradicionalistas, resabios de la herencia
colonial española. Y junto a ellos, algo debajo pero en la misma categoría, el mundo indígena,
cuya sola existencia era incompatible con cualquier forma de organización racional y civilizada.
14
Lenin, Vladimir I (1902); ¿Qué hacer?, Buenos Aires, Anteo, 1973.
15
Sarmiento, Domingo F. (1845); Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas, Buenos
Aires, Centro Editor de América Latina, 1979.
Este programa fue adoptado, realizado y profundizado a partir de la segunda mitad del
siglo XIX. El mapa de las líneas férreas extendidas durante su ejecución exhibe el éxito de este
proyecto mostrando un panóptico centralizado en el puerto de Buenos Aires como apéndice
de Europa, cuyo abanico distribuía hacia todo el interior, productos e ideologías importados,
así como órdenes, tropas y jueces federales. De vuelta venían las materias primas que harían
de la Argentina el granero del mundo, junto con los problemas particulares y las quejas locales
que el centro político debía solucionar para mantener su hegemonía.
Lo notable de este esquema y que lo distingue de otros debates de los países hoy
llamados centrales, en los que de modo aparentemente similar se encontraba en juego la
relación entre gobernantes y gobernados, o entre representantes y representados, en donde
confrontaban posturas conservadoras contra “radicales igualitaristas”,17 es que en ellos se
daba por sentada la existencia de una sola comunidad política, en tanto la dicotomía
civilización o barbarie implicaba un abismo entre dos sociedades diferentes que sólo podría
cerrarse con la desaparición física de la última.
El modelo triunfante y organizador de “la Nación” implicó por consiguiente, como por
otra parte ocurrió en casi toda América Latina aunque con variadas justificaciones teóricas, la
continuidad y profundización del sistema excluyente propio de la colonia bajo las formas
legales e institucionales de una república de minorías propietarias e ilustradas. Después de
varias décadas de guerras civiles por fin la política se había estabilizado y consolidado de este
modo.
16
Hobsbawm, Eric (1987); La era del imperio. 1875-1914, Buenos Aires, Crítica, 1998, pág. 40.
17
Gargarella, Roberto (1995); Nos los representantes. Crítica a los fundamentos del sistema
representativo, Buenos Aires, Miño y Dávila Editories, 1995.
El derecho de la “organización nacional”
Otra vez Sarmiento, en esta ocasión mediante un trabajo escrito ocho años después
que el Facundo, comentando la sanción de la Constitución de 1853, expuso con la franqueza
que lo caracterizaba cuales debían ser las bases del régimen jurídico adecuado a la opción
civilización o barbarie.
“Una constitución”, sostenía, “no es la regla de conducta posible para todos los
hombres. La Constitución de las masas populares son las leyes ordinarias, los jueces que las
aplican y la policía de seguridad. Son las clases educadas las que necesitan una Constitución
que asegure las libertades de acción y de pensamiento; la prensa, la tribuna, la propiedad, etc.,
y no es difícil que éstas comprendan el juego de las instituciones que adoptan”.19
Las Bases, un texto tan mencionado como poco leído, abunda en consideraciones de
ese tipo con el objetivo de que el lector no perdiera de vista las líneas maestras del esquema
teórico que sostenía el proyecto constitucional.
18
Heller, Hermann (1934); Teoría del Estado, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1992, pág.
212.
19
Sarmiento, Domingo F. (1853); Comentarios de la Constitución de la Confederación Argentina, Buenos
Aires, Rosso, 1929, pág. 30.
“Haced pasar el roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas
populares, por todas las transformaciones del mejor sistema de instrucción: en cien años no
haréis de él un obrero inglés que trabaja, consume, vive digna y confortablemente”.20
La libertad es una máquina que, como el vapor, requiere para su manejo maquinistas
ingleses de origen. Sin la cooperación de esa raza, es imposible aclimatar la libertad y el
progreso material en ninguna parte”.22
Esta ideología explica algunos aspectos del texto de la Constitución que hoy resultan
cuanto menos extraños para nuestras actuales concepciones de libertad e igualdad, como la
ausencia del término “democracia” en toda la redacción original, o la preferencia racial por la
“inmigración europea” (artículo 25), o que la libertad de cultos garantizada a todos los
habitantes, ciudadanos o extranjeros, no alcanzara a los indígenas, respecto de quienes se
establecía como política oficial su conversión al catolicismo (antiguo artículo 67 inciso 15).
Así el código civil legislaba principalmente las relaciones entre las personas de las
clases pudientes, puesto que sólo la condición de propietario era relevante para adquirir los
20
Alberdi, Juan B. (1852); Bases y puntos de partida para la organización política de la República
Argentina, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1979, pág. 60.
21
Idem, pág. 164.
22
Idem, pág. 169.
23
Locke, John (1690); Dos ensayos sobre el gobierno civil, Madrid, Planeta-De Agostini, 1996,
especialmente págs.. 262 y 263. Kante, Immanuel (1797); La metafísica de las costumbres, Barcelona,
Altaya, 1993, págs.. 96 a 106.
derechos o contraer las obligaciones que regulaba. Las relaciones laborales se encargaban a las
ordenanzas locales o policiales (artículo 1624) y los criados en la casa no podían reclamar
salarios por sus trabajos (artículo 1625). De los accidentes laborales sólo se respondía si había
también responsabilidad penal (artículo 1107) y no existían límites a las condiciones que podía
imponer el propietario de viviendas a sus inquilinos.24 El régimen familiar y sucesorio sólo
resultaba relevante como asignación patrimonial y entre sus finalidades estaba la de evitar que
la propiedad se difundiera a las clases subalternas.25 Hasta la sanción de la ley 11.357 de 1926
la mujer se hallaba subordinada al padre o al marido. Y sobre el conjunto de las clases
populares regían las amplias potestades de los jueces para disponer de sus hijos e hijas por
abandono o riesgo moral o material.
24
La responsabilidad por accidentes de trabajo se estableció en 1915 por la ley 9688 y el régimen de
locación de viviendas fue modificado en 1921 por la ley 11.156.
25
El artículo 342 original impedía a los hijos adulterinos, sacrílegos e incestuosos hacer investigaciones
judiciales sobre la paternidad y los artículos 3577 y siguientes mostraban la notoria disminución de los
derechos sucesorios de los hijos naturales.
26
Alberdi, Juan B. (1858); Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina, Buenos Aires,
Librería El Foro, 1993, pág. 125.
27
Adamovsky, Ezequiel (2012); Historia de las clases populares en la Argentina. Desde 1880 hasta 2003,
Buenos Aires, Sudamericana, 2012, pág. 52.
28
Campi, Daniel (1993); “Captación forzada de mano de obra y trabajo asalariado en Tucumán, 1856-
1896” en Anuario IEHS N° 8, Tandil, Universidad Nacional del Centro, 1993, pág. 47.
29
Mases, Enrique (2010); Estado y cuestión indígena. El destino final de los indios sometidos en el sur del
territorio, Buenos Aires, Prometeo, 2010, p{ag. 121.
30
Idem, págs.. 167 y siguientes.
31
Idem, págs.. 146 y siguientes.
Es que en esta “edad de oro” de nuestra organización nacional, una sola política,
entendida en su significado más amplio como esquema de distribución del poder en la
sociedad, ordenaba de modo coherente las instituciones estatales, el régimen electoral, la
interpretación de las normas constitucionales y el conjunto del sistema jurídico establecido de
acuerdo a ella.
Aún cuando durante todo el siglo XX, comenzando con el voto secreto, obligatorio y
universal,32 este orden jerárquico y excluyente fue perdiendo solidez a fuerza de incorporación
de nuevos actores sociales que produjeron sucesivos resquebrajamientos y remiendos en la
otrora coherencia del sistema jurídico, su influencia ideológica fue tan determinante, sobre
todo en el ámbito de los operadores legales, que la distinción entre política y derecho se
mantuvo como un dogma inatacable, máxime cuando la influencia del positivismo europeo la
dotó de un prestigio académico avasallante. Pero en Europa esta tajante distinción estaba
asentada, aún antes de la aparición de la teoría positivista, sobre la solidez institucional y la
permanencia de las centenarias tradiciones intelectuales de los aparatos burocráticos de
administración de justicia. Aquí en cambio se mantuvo aún desvanecida la coherencia del
orden social que la había hecho posible, gracias al peso de la nostalgia por los privilegios
disfrutados o en riesgo de perder, la supervivencia del aparato ideológico cultural creado
durante aquella época y la represión lisa y llana de los disidentes. No podemos dejar de
mencionar en este punto del relato que Carlos Cossio, que no se plegó a la tradición
hegemónica y fue el más brillante filósofo del derecho argentino del siglo XX, terminó
expulsado y alejado de la Universidad y de los círculos de difusión académica por casi veinte
años.
32
En realidad sólo masculino entre 1912 y 1951.
enfrentamientos sociales y políticos que produjeron los quiebres institucionales y la seguidilla
de golpes de estado que azotaron al país entre 1930 y 1983. Aún hoy nos podemos asombrar
de citas jurisprudenciales de sentencias de “cortes supremas” designadas por bandos militares,
como si se tratara de verdaderos tribunales y no de esas comisiones especiales que se
pretendían prohibidas desde 1853.
Sería más que exagerado responsabilizar a Kelsen por estas perversiones, aún cuando
los efectos prácticos de la vulgarización de su teoría del derecho, de este lado del Atlántico
hayan sido utilizados para favorecer la impunidad de los regímenes autoritarios.
A esta altura del trabajo resulta evidente que entiendo que una teoría jurídica debe
nutrirse de una permanente vinculación con los procesos sociales reales en que el derecho es
producido y de los que forma parte, así como de las prácticas y experiencias de los operadores
jurídicos, evitando lo que Abramovich denominó el “complejo de Rock Hudson”, consistente
en un teorizar distante del ejercicio cotidiano de la actividad de que se habla.36
Por ello podemos cerrar el ciclo de la distinción positivista entre derecho y política,
haciendo referencia a una serie de acontecimientos ocurridos en las últimas décadas del siglo
33
Radbruch, Gustav (1946); Arbitrariedad legal y derecho supralegal, Buenos Aires, Abeledo-Perrot,
1962, pág. 35.
34
Müller, Ingo (1987); Los juristas del horror, Caracas, Actum, 2007, pág. 302.
35
De todos modos cabe acotar que tanto Kelsen como Radbruch fueron perseguidos por el nazismo.
36
Abramovich, Víctor (1991); “El complejo de Rock Hudson” en revista No hay derecho, Nº 4, Buenos
Aires, 1991.
pasado en nuestro país y en América Latina, que llevaron necesariamente a replantear la
cuestión.
Se consolidó así una nueva configuración política, otra “constitución real”, para decirlo
en términos lasalleanos, una “suma de los factores reales de poder”38 que arrojó un resultado
diferente al que existía cuando fue creado nuestro sistema jurídico.
37
Principios básicos de la ley 23.554.
38
Lasalle, Ferdinand (1862); ¿Qué es una constitución?, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1957, pág. 21.
las instancias, nacionales e internacionales, esgrimiendo en su favor más que leyes dictadas
bajo otros paradigmas, normas de tratados, jurisprudencia internacional y recomendaciones
de los órganos de derechos humanos. Esta expansión de sujetos, de normas, de fuentes y de
principios, incorporada en un ámbito que no se hallaba preparado teóricamente para abarcar y
comprender la dinámica emergente de nuevos escenarios políticos y jurídicos, produjo una
enorme desorientación en los operadores legales. Las demandas de organismos de derechos
humanos, de movimientos feministas, de pueblos indígenas, de grupos y comunidades
defensores del ambiente, de migrantes, de nuevas identidades sexuales y de personas con
discapacidad, entre otros muchos colectivos emergentes, desbordaron los esquemas
regulativos tradicionales de la familia, los contratos, los daños, la propiedad, el derecho penal
e incluso el derecho del trabajo clásico que, sin hallarse ubicado en el paradigma legal
decimonónico, había adquirido cierta inamovilidad. Para esto último basta advertir cómo el
ejercicio ilimitado del poder patronal de despedir, sostenido todavía como dogma en la década
de 1960,39 fue limitado por las normas antidiscriminatorias,40 y cómo se ampliaron los sujetos
colectivos laborales legitimados al amparo de los convenios de libertad sindical.41
39
C.S.J.N. caso “De Luca” del 25 de febrero de 1969, Fallos: 273:87.
40
C.S.J.N. caso “Pellicori” del 15 de noviembre de 2011, Fallos: 334:1387.
41
C.S.J.N. casos “A.T.E.” del 11 de noviembre de 2008, Fallos: 331:2499, y “Rossi” del 9 de diciembre de
2009, Fallos: 332:2715.
amplias posible. Una formulación explícita de este cambio de paradigma se encuentra en la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que condiciona la validez de
la legalidad a la legitimidad dada por el debate y la participación en un sistema democrático.42
Esta muestra del extendido uso del término “paradigma” en el vocabulario jurídico
actual, una idea que ha sido importada de la filosofía de la ciencia,43 exhibe cómo
naturalmente se ha dejado atrás la imagen juspositivista y con ella la separación objetual entre
el derecho y la política. Un cambio de paradigma jurídico no se limita a las nuevas normas sino
que incluye las antiguas, que se entienden ahora de otro modo puesto que la concepción
positivista de un significado único determinado por los términos lingüísticos empleados en su
formulación ha sido reemplazada “por una postura más abierta según la cual la misma norma
puede tener diferentes sentidos dependiendo del conjunto de principios desde el cual
enfoquemos el tema”.44
Lo que hemos descripto hasta ahora alude a un fenómeno que de modo algo similar se
produjo en el derecho europeo continental cuando las antiguas administraciones de justicia
fueron permeadas por los nuevos derechos establecidos en las constituciones de posguerra,
por la jurisprudencia de los tribunales constitucionales y por los tratados y sentencias del
sistema internacional de derechos humanos, dando origen a una revalorización de los aspectos
argumentativos en las prácticas jurídicas, conjuntamente con una acentuación del sesgo
42
Opinión Consultiva OC-6/86 del 9 de mayo de 1986 sobre la expresión “leyes” en el artículo 30 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos.
43
Kuhn, Thomas S. (1962); La estructura de las revoluciones científicas, México, Fondo de Cultura
Económica, 1995.
44
Salgado, Juan M. (2000); Paradigmas y paradigmas jurídicos, General Roca, Publifadecs, 2000, pág. 2.
jurídico constitucional de los debates políticos. También allá el paradigma de la
“constitucionalización del orden jurídico” ha reemplazado al positivismo y ha posibilitado
nuevos espacios de decisión jurisdiccional, disolviendo las barreras que antes imponían las
llamadas “cuestiones políticas”.45
Pareciera entonces que nuestras actuales experiencias no son otra cosa que la forma
local asumida por el mismo cambio paradigmático ocurrido en el ámbito europeo.
Y en parte es así.
Pero sólo en parte, pues habría que señalar que nuestra realidad no es tan color de
rosa y que el tránsito paulatino que sugieren las primeras líneas de esta ponencia, desde una
aplicación formalista del derecho (vinculada al positivismo) a una aplicación que toma en
cuenta aspectos sustanciales de democracia y de justicia social, dista de ser idílico.
He sostenido que los nuevos paradigmas jurídicos se incluyen, y por eso se explican, en
un cambio de la configuración real de las relaciones de poder surgido con posterioridad a
1983. Lo que resta señalar es que las fuerzas sociales que sostuvieron a la dictadura cívico-
militar no desaparecieron de la escena ni se retiraron arrepentidas de sus viejas prácticas
autoritarias para reintegrarse convencidas de las bondades del sistema democrático. Si bien
perdieron la legalidad y legitimidad que ostentaron en otros tiempos, cuando todavía
heredaban parte de los poderes de la Argentina del siglo XIX, sobrevive una actitud de
resistencia, no siempre silenciosa, que no sólo obstaculiza con sus prácticas cotidianas
autoritarias al ejercicio de la nueva legalidad sino que incluso ha permeado con ellas a los
mismos actores políticos sostenedores del pacto democrático. Es que estos actores no
surgieron de un mundo incontaminado sino de las propias tradiciones latinoamericanas para
las cuales continúa siendo parte de un sentido común práctico y oculto que las leyes son para
los subordinados, no para los superiores.46
45
Aguiló Regla, Josep (2007); “Positivismo y postpositivismo. Dos paradigmas jurídicos en pocas
palabras” en DOXA, Cuadernos de filosofía del derecho, Alicante, Universidad de Alicante, Nº 30, 2007,
págs.. 665 a 675.
46
La literatura ha expuesto este “principio” con más transparencia que las teorías jurídicas: “La ley es
como el cuchillo, no ofende a quien la maneja” (Hernández, José [1879]; La vuelta de Martin Fierro,
De allí que en muchas áreas nuestro derecho adquiera perfiles esquizofrénicos. Para
dar sólo algunos ejemplos, mientras que los tratados de derechos humanos establecen el
principio de libertad sindical,47 lo que implica la inconstitucionalidad del monopolio del
sindicato con personería gremial, tal como lo viene resolviendo la Corte Suprema hace ya diez
años,48 el Ministerio de Trabajo de la Nación en sus normas y sus prácticas cotidianas niega la
aplicación de aquellos tratados y esos fallos, como si la doctrina de la Corte no le alcanzara.49
Lo mismo ocurre, con mayor generalidad, respecto al principio de progresividad establecido en
el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,50 que pese a ser
adoptado por la Corte Suprema para declarar la nulidad de leyes que disminuyen la protección
a los trabajadores,51 no resulta obstáculo para modificaciones regresivas de las normas
laborales. El derecho a la participación previa de los pueblos indígenas en la elaboración de
todo tipo de decisiones que los afecten en forma directa se encuentra asentado en los
tratados de derechos humanos y la jurisprudencia internacional,52 y ha sido aplicado por la
Corte Suprema para anular un decreto provincial;53 sin embargo no hay norma sancionada por
el Estado Nacional ni por las provincias o municipios, que establezcan los procedimientos para
esa participación, de modo que habitualmente las decisiones oficiales que afectan a dichos
pueblos se adoptan omitiéndola por completo. Las atribuciones de todas las policías de
nuestro país para detener a personas por “averiguación de antecedentes” han sido declaradas
violatorias de la libertad individual por la Corte Interamericana de Derechos Humanos desde
hace más de una década,54 lo que no obsta a que continúen aplicándose a diario como si las
condenas a la Argentina no hubieran existido.
Capítulo 30) y “se dan lecciones de reglamento a los subordinados, no a los superiores” (Vargas Llosa,
Mario [1962]; La ciudad y los perros, Epílogo).
47
Convenio 87 de la O.I.T. garantizado en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales (artículo 8.3) y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 22.3).
48
C.S.J.N., caso “A.T.E.” del 11 de noviembre de 2008, Fallos: 331:2499 y caso “Rossi” del 9 de diciembre
de 2009, Fallos:332:2715.
49
Es común escuchar a periodistas conocidos o a altos funcionarios sostener que los sindicatos sin
personería gremial son “ilegales”.
50
Artículo 2.1.
51
C.S.J.N. caso “Aquino” del 21 de septiembre de 2004, Fallos: 327:3753.
52
Artículo 6 del Convenio 169 de la O.I.T. y Corte I.D.H. en caso “Yatama vs. Nicaragua” del 23 de julio de
2005.
53
C.S.J.N. caso “Confederación Indígena Neuquina” del 10 de diciembre de 2013, Fallos: 336:2271.
54
Corte I.D.H. caso “Bulacio vs. Argentina” del 18 de septiembre de 2003 y caso “Torres Millacura vs.
Argentina” del 26 de agosto de 2011.
Pueden señalarse el dictado de decretos de “necesidad y urgencia” que no son necesarios ni
urgentes y que adquieren “validez” sin ser aprobados por el Congreso,55 la pérdida de
estabilidad del empleo público mediante la contratación irregular o “en negro” por parte del
propio Estado, la restricción de los derechos mediante simples decretos del poder ejecutivo
contradiciendo a la Convención Americana sobre Derechos Humanos,56 las declaraciones de
emergencia que se extienden por décadas, aun desaparecidas las causas originarias, y que
permiten eludir los mecanismos de legalidad administrativa, llegándose al incumplimiento de
sentencias firmes de la Corte Suprema tanto por parte de las provincias como por el Estado
Nacional.57
55
Por el artículo 24 de la ley 26.122 del año 2006, para que tales decretos sean ratificados basta la
aprobación de sólo por de de las Cámaras del Congreso Nacional.
56
Artículo 30 de acuerdo a la Opinión Consultiva OC-6/86 de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.
57
C.S.J.N. caso “Sosa” del 20 de octubre de 2009, Fallos: 332:2425, y del 14 de septiembre de 2010,
Fallos: 333:1771, y caso “Santa Fe” del 24 de noviembre de 2015, Fallos: 338:1389.
58
O’Donnell, María (2005); El aparato. Los intendentes del conurbano y las cajas negras de la política,
Buenos Aires, Aguilar, 2005.
59
Ver el informe del Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias, de la O.N.U., respecto de la
Argentina después de su visita al país entre el 8 y 18 de mayo de 2017.
no se expresan en contra del orden legal (como fue durante siglos la protesta de los excluidos)
sino, por el contrario, exigiendo su cumplimiento.
60
Un día de prisión preventiva se computa como dos días de prisión de la condena. C.S.J.N. caso
“Bignone” (o “Muiña”) del 3 de mayo de 2017, Fallos: 340:549.
61
Kelsen, Hans (1931); ¿Quién debe ser el defensor de la Constitución?, Madrid, Tecnos, 1999, pág. 18.
Epílogo
Hace 90 años Homero Manzi intuía algo de ese rol protagónico y revolucionario en la
producción dispersa y anónima del derecho cuando idealizaba el corazón utópico de los
estudiantes de su facultad, “hecho con las estrías de cien muchachos locos / que sueñan con la
paz / y que hacen la simbiosis / pampeanamente rara / de Yrigoyen y Marx”.62
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62
Manzi, Homero (1928); “42 versos a la Facultad de Derecho”.