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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACIÓN LABORAL

MAGISTRADO PONENTE: CARLOS ISAAC NADER

ACTA No. 21

RADICACIÓN No. 17706

Bogotá D.C., treinta (30) de mayo de dos mil dos (2002).

Decide la Corte el recurso extraordinario de casación

interpuesto por el apoderado de la COOPERATIVA DE

TRANSPORTADORES TUCURA LTDA “COOTRANSTUR

LTDA” contra la sentencia proferida por el Tribunal Superior

del Distrito Judicial de Montería el 29 de junio de 2001,

dentro del proceso ordinario seguido a la recurrente por

DOMINGA ISABEL PERTUZ OVIEDO y OTROS.

I. ANTECEDENTES
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1. Dominga Isabel Pertúz Oviedo, actuando en nombre propio

y en representación de sus hijos menores Dayro Alfredo y

Helver de Jesús, como Luzdary, Enadys Lucía Alvarez

Caraballo y Nelsy Sofía Alvarez Pertúz demandaron a la

Cooperativa de Transportadores Tucura Ltda con el fin de que

se le condenara a pagar los perjuicios morales y materiales a

ellos ocasionados por la muerte en accidente de trabajo

imputable a culpa patronal de su compañero y padre Alfredo

de Jesús Alvarez Caraballo.

Como sustento fáctico de sus pretensiones, expusieron lo

siguiente, resumido del libelo: 1) Alfredo de Jesús Alvarez

Caraballo prestó sus servicios a la demandada desde el 1 de

noviembre de 1976 hasta el 25 de agosto de 1998, cuando

falleció víctima de un accidente de trabajo atribuible a culpa

de la empleadora; 2) Ese día, en plena faena laboral, a eso

de las 3:30 p.m., fue atacado por personas extrañas

causándole la muerte en forma violenta; 3) Dentro de las

funciones que correspondía desarrollar al occiso estaba la de

recolección diaria de dinero de los puestos para trasladarlo

hasta la tesorería de la empresa en el centro de la ciudad; los

domingos y festivos debía llevarlo a la casa del tesorero o


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introducirlo en una urna que tiene la demandada en una

estación de gasolina; 4) Para el desempeño de esta actividad

riesgosa no se le dotó de ninguna arma, ni se le instruyó ni

suministró un medio de transporte adecuado, amén de que

dicha labor no era la legalmente contratada; 5) Además, la

empresa también le encargó otras labores peligrosas

consistentes en ejercer el control y vigilancia de buses y

trabajadores y de la compra de combustible por parte de los

conductores, lo que le generó enemistades con el personal

supervisado.

2. Se opuso la demandada a las pretensiones de los actores.

Admitió el tiempo de servicios y la muerte de Alvarez

Caraballo, pero adujo que ésta no se debió a culpa suya.

Propuso las excepciones de pago, cobro de lo no debido y

prescripción.

3. En audiencia de Juzgamiento celebrada el 19 de octubre

de 2000, el Juzgado Primero Laboral del Circuito de Montería

condenó a la empresa pagar a los demandantes

$125.080.971.oo y, $8.000.000.oo por concepto de perjuicios

materiales y morales, respectivamente.


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II. SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA

Al resolver el recurso de apelación interpuesto por la parte

demandada, el Tribunal Superior de Montería, mediante la

sentencia ahora impugnada confirmó en su totalidad la de

primera instancia.

El ad quem empieza por recordar el contenido de los artículos

216 y 56 del C. S. del T. y precisa que de acuerdo con el

primero si el accidente de trabajo acaece por culpa del

empleador debe éste responder por los perjuicios totales y

ordinarios, siempre que se demuestre tanto el elemento

culposo como la naturaleza y magnitud de los daños sufridos

por la víctima del insuceso; y en virtud del segundo,

constituye obligación principal del empleador proporcionar

protección y seguridad a sus trabajadores, de suerte que

estos cumplan su labor en las mejores condiciones posibles

que les garantice su integridad y salud, deber que fue

reiterado por los artículos 57.2 ídem y 10 del Decreto 13 de

1967, que subrogó el 348 ibídem y que no puede tenerse

como cargas superfluas, mucho menos en los casos en que


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las labores de algunos trabajadores implica un aumento en

los riesgos por considerarse como peligrosas.

Según lo anterior, prosigue, el empleador sólo estará exento

de culpa si tuvo la diligencia y cuidado requeridos y, por el

contrario, se hallará incurso en ella, si logra establecerse

suficientemente que incumplió sus obligaciones de seguridad

y protección o violó las normas de salud ocupacional o mostró

deficiencia en la escogencia, vigilancia o capacitación de sus

dependientes, entre otras.

Agrega que jurisprudencialmente se viene aceptando la

exoneración de responsabilidad patronal cuando el trabajador

provoque dolosamente el accidente, se exponga a él

intencionalmente o contraríe un reglamento o una orden

expedida por el superior.

Luego de delinear ese marco normativo, destaca que la

muerte de Alvarez Caraballo se debió a un accidente de

trabajo, tal como sin ambages lo admite la demandada.


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Seguidamente asienta que la inconformidad del recurrente en

apelación se circunscribe a alegar el desconocimiento de la

empresa del oficio visible a folio 18 y en el hecho de que el

trabajador no tenía dentro de sus funciones el recaudo de

dineros.

Al examinar tales aspectos estima que en lo referente al

documento de folio 18 no puede la empresa aducir su

desconocimiento si se tiene en cuenta que fue elaborado por

un funcionario suyo, “mucho menos con el argumento de haber

iniciado una investigación de tipo penal en su contra, como quiera

que ello en nada se relaciona con las inquietudes plasmadas en los

documentos de marras”.

Señala que de esa misma pieza se desprende que el occiso

sí tenía la función de recaudo de dineros, actividad que es

dable calificar de riesgosa “dado el intrínseco valor de los bienes

transportados por el actor, máxime cuando se hacen las advertencias

de amenaza de atraco a éste”.

De suerte que, continúa, aun aceptando el desconocimiento

del representante legal de la empresa del oficio de folio 18,

“ello en manera alguna logra exonerarla de responsabilidad, toda vez


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que existía un riesgo implícito latente, en virtud de las labores

encomendadas y que exigía por parte de la empresa mayor sigilo y

celo en la protección que debía a su trabajador.

“No existe en el expediente una prueba que acredite las medidas

preventivas otorgadas por la empresa para esquivar insucesos que

cobró la vida del trabajador o el suministro de unas dotaciones

adecuadas para una eficaz defensa contra una eventual agresión o

una capacitación o entrenamiento que le permitiera tener la

capacidad necesarias para adoptar las medidas del caso para actuar

adecuadamente antes estas eventualidades, nada de esto se logró

establecer.

“Basta con analizar el medio de transporte suministrado para portear

los dineros, para de deducir la escasa por no decir nulas la

protección brindada a este trabajador, no obstante estar consciente

del riesgo que representaba no solo para los intereses de la empresa

sino para el mismo trabajador en este tipo de transporte. Ello en

comparación con otras empresas que en aras de preservar su

patrimonio solicitan o bien protección judicial a manera de escoltas o

el servicio de empresas de seguridad para esos menesteres”.

III. RECURSO DE CASACIÓN


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Lo interpuso la parte demandada. Su alcance se concreta a

que se case totalmente la sentencia impugnada para que, en

sede de instancia, se revoque el fallo a quo y, en su lugar, se

absuelva a la empresa de las pretensiones de la demanda.

Invoca la causal primera de casación y formula dos cargos,

oportunamente replicados, cuyo estudio se abordará de

manera conjunta dada la similitud de la vía escogida para el

ataque, las normas que componen la proposición jurídica, las

pruebas denunciadas y los argumentos vertidos en ambos.

PRIMER CARGO

Acusa a la sentencia de infringir indirectamente por

aplicación indebida los artículos 55, 56, 57, 216 del Código

Sustantivo del Trabajo; 2, 3, 8 y 9 del Decreto 1295 de 1994,

en relación con los artículos 63, 1494, 1603, 1604, 1613,

1614, 2341 y 2357 del Código Civil y como violación de medio

de los artículos 60, 61 y 145 del C. P. del T. y 177 del C. de

P. C.

Señala los siguientes errores evidentes de hecho:


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“Dar por demostrado, contra toda evidencia, que en el accidente de

trabajo en que perdió la vida ALFREDO DE JESUS ALVAREZ

CARABALLO se debió a la culpa exclusiva de la demandada.

“Dar por demostrado, contra toda evidencia, que la demandada no

tomó las medidas adecuadas para el cuidado y protección de

ALFREDO DE JESUS ALVAREZ CARABALLO”.

Errores generados por la estimación errónea del informe

patronal del accidente de trabajo (fol. 17) y del de la SIJIN

(fol. 88), de la constancia expedida por el tesorero de la

demandada y de los testimonios de Alcira Florez Ramos,

Evaristo Pertúz Oviedo y Ana Villegas Regino; y por la falta

de apreciación de la comunicación sobre las funciones

asignadas por el Gerente de Cootranstur al occiso.

Al desarrollar el cargo el recurrente admite que el trabajador

falleció el 25 de agosto de 1998, víctima de un accidente de

trabajo.

A continuación se refiere al informe patronal del accidente de

trabajo (fol. 17) y dice que de allí no se colige que el


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insuceso se hubiera producido por culpa exclusiva del

empleador, ni que el causante estuviera transportando

dineros o valores de la Cooperativa demandada.

En lo atinente al informe de la investigación adelantada por la

SIJIN (folio 88), sostiene el censor que el mismo tan solo

presume pero no evidencia que el móvil del asesinato del

trabajador hubiera sido por resistirse a un atraco, tan es así

que no aparece la cuantía de lo hurtado o si se recuperó el

botín. En ese documento, prosigue, se consignó que otra

persona víctima de los malhechores, Héctor Emilio Zapata

Ruiz, afirmó que él estaba sentado cuando escuchó las

detonaciones y que al mirar hacía atrás vio a la víctima

cuando estaba herida, después de lo cual recibió un disparo y

también cayó al suelo, sin embargo no alcanzó a ver quien

disparaba ni en qué vehículos se movilizaba.

Agrega que ese documento que constituye la verdadera

investigación que se hizo en el lugar del crimen no da cuenta

de que el infortunado trabajador estuviera recogiendo dineros

de la demandada e, inclusive, no es muy preciso en cuanto al

móvil del crimen, el cual, según todo parece indicar se trató


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“de un hecho propio de una situación general de inseguridad, muy

conocida en esa región, de la cual no estaba exento el trabajador

fallecido como cualquier otra persona. Pero que dista mucho para

colegir con certeza que la culpa del accidente es exclusiva del

empleador”.

Arguye que el oficio dirigido por el Tesorero al Gerente de la

Cooperativa “tan solo demuestra una solicitud de suspensión de las

actividades dirigidas a recolectar el dinero en las terminales de

transporte. Sin que pueda deducirse que efectivamente la recibió su

destinatario y que tuvo conocimiento oportuno de la misma. Sin

embargo esta documental es la que tan sólo le permite al ad quem

entender que el occiso si recogía dinero de la demandada, pero en

nada desvirtúa que el insuceso se produjo como consecuencia del

riesgo profesional propio de la actividad aceptada por el infortunado

trabajador, pero que en sí mismo no hace evidente la culpa exclusiva

de la demandada”.

Concluye pues que con lo anterior quedan demostrados los

errores evidentes de hecho, y si bien la comunicación del

tesorero resulta premonitoria en cuanto a la fecha, la víctima,

el lugar de los hechos, los días probables del acontecimiento

y el móvil del crimen, por otra parte no hay constancia de


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recibo de ese oficio por la gerencia, amén de que el mismo

nada más sirve para colegir que el occiso recogía dineros.

Se refiere finalmente al documento de folio 141, no apreciado

por el ad quem, que contiene las funciones asignadas por el

Gerente al causante y donde no aparece consignada la

recolección de dineros como labor que correspondiera al

actor.

Después examina la prueba testimonial en la que tampoco

encuentra que el accidente se haya debido a culpa exclusiva

del empleador.

Redondea su argumentación con el siguiente planteamiento:

“Así las cosas, insisto en que se trató de un trágico acontecimiento

propio de la inseguridad general de una región, que no se conoce el

monto de lo hurtado para establecer si de verdad fue ese el móvil del

asesinato, todo lo cual indica que se debió a un accidente con

ocasión al trabajo desempeñado por el actor, pero lo que sí no está

probado es que el infortunio se hubiera producido por la culpa

exclusiva del empleador”.

SEGUNDO CARGO
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Transcribe las mismas normas, errores de hechos, desvíos

probatorios y argumentos del cargo anterior, con la única

diferencia de que denuncia como dejado de apreciar el

informe de la SIJIN (folio 88).

2. La réplica solicita que no sea casada la sentencia por

cuanto no se ha violado el debido proceso y además se

encuentra demostrados los supuestos que hacen viable el

pago de la indemnización deprecada.

SE CONSIDERA

Con fundamento en los artículos 56 y 57.2 del Código

Sustantivo del Trabajo y 10 del Decreto 13 de 1967, que

subrogó el artículo 348 del ordenamiento normativo antes

indicado, el Tribunal señaló que corresponde al empleador

proporcionar protección y seguridad a sus trabajadores

mediante el suministro de elementos y accesorios para su

salvaguarda de forma tal que queden garantizados su

seguridad y salud; medidas que deben reforzarse en los

eventos en que las labores desplegadas impliquen un


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aumento en los riesgos por considerarse peligrosas,

estimando a renglón seguido que incurría el empresario en

culpa cuando lograba demostrarse que la ocurrencia del

accidente se debió al incumplimiento de sus obligaciones de

seguridad y protección, a la violación de las normas de salud

ocupacional, a la deficiencia en la escogencia, vigilancia o

capacitación de sus dependientes o a cualquiera otra

circunstancia donde quedara patente su descuido, es decir,

siempre que se acredite ausencia de “la diligencia y cuidado

que los hombres emplean ordinariamente en sus negocios

propios”.

Después de hechas esas precisiones, concluyó, con base en

la documental visible a folio 18, que el fallecido ex trabajador

Alvarez Caraballo tenía dentro de sus funciones el recaudo

de dineros de la empresa, actividad calificable como

riesgosa, con mayor razón si se tenía en cuenta que en ese

mismo documento se advierten las amenazas de atraco

contra él; de manera “que existía un riesgo implícito latente, en

virtud de las labores encomendadas y que exigía por parte de la

empresa mayor sigilo y protección en la protección que debía a su

trabajador”.
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Seguidamente puso de presente que en el proceso no existe

una prueba que acredite la adopción de medidas preventivas

tomadas por la empresa para evitar insucesos como el que

cobró la vida del empleado en cuestión, o el suministro de

dotaciones adecuadas para una eficaz defensa contra una

eventual agresión, o la realización de instrucción o

entrenamiento que permitiera tener la capacidad para sortear

situaciones como la presentada el día del desenlace fatal.

Destaca incluso que la inexistencia de medidas para proteger

al trabajador se reflejan en el medio de transporte

suministrado para portar los dineros, pese a estar consciente

la demandada del riesgo que representaba dicho medio para

ella y para el propio trabajador.

Es pertinente anotar que aunque el tema del móvil de los

hechos que terminaron en la muerte de Alvarez Caraballo no

fue objeto de una declaración explícita en la sentencia

acusada, del contexto de la misma se desprende que el ad

quem dio por demostrado que fue el de arrebatarle los

dineros de la empresa que éste transportaba en ese

momento; conclusión que obviamente debió inferir del informe


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patronal del accidente de trabajo, del informe presentado por

la SIJIN y de la prueba de testigos, únicas probanzas en las

que se hace alusión a dicha cuestión.

Es en este punto precisamente donde muestra su

inconformidad el recurrente pues lo que sostiene en últimas

es que no hay prueba que indique de manera irrefragable que

en el momento del infortunio el desaparecido trabajador

“estuviera transportando dineros o valores de la Cooperativa

demandada”, como quiera que no aparece la cuantía de lo

hurtado o si se recuperó el botín; por el contrario, señala,

“todo parece indicar que se trató de un hecho propio de una situación

general de inseguridad, muy conocida en esa región, de la cual no

estaba excento (sic) el trabajador fallecido como cualquiera otra

persona. Pero que dista mucho para colegir con certeza que la culpa

del accidente es exclusiva del empleador”.

El asunto así planteado es verdaderamente relevante por

cuanto de acuerdo con los argumentos esgrimidos por la

censura y la propia realidad procesal en el sub lite, para que

el empleador deba asumir el pago de la indemnización plena

de perjuicios establecida en el artículo 216 del C. S. del T. no

basta el simple fallecimiento violento, en horas de trabajo, de


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un empleado dedicado a labores riesgosas; es menester

también demostrar, por lo menos en principio, la existencia de

una conexión estrecha o relación de causalidad entre el

resultado infausto y el ejercicio de la mencionada actividad

en el momento fatídico; dicho en otras palabras, es preciso

acreditar que hay una estrecha e indisoluble ligazón entre la

muerte o lesión y el ejercicio de las funciones peligrosas

asignadas, o sea, que la primera se produjo durante la

segunda y como consecuencia de ésta.

Frente a esa temática cabe señalar que en el informe rendido

por el empleador a raíz del accidente de trabajo quedó

consignado lo siguiente:

“El trabajador venía después de haber visitado el terminal del Prado

Ubicado en el Barrio Los Araujos. Cuando había avanzado un

trayecto más ó menos, fue abordado por criminales, los cuales según

versiones le ordenaron entregar el maletín, como él desobedeció esta

orden los sujetos lo ultimaron con dos balazos, uno en el brazo y otro

en el pecho.

“Este accidente de trabajo se considera como un atraco a mano

armada”.
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Allí mismo se deja constancia que la empresa

preventivamente había tomado las siguientes medidas para

evitar este tipo de accidentes: “Cambio en los horarios de visita a

los terminales, lo mismo que no transitara por el mismo lugar”.

A su turno, la misiva enviada por el tesorero al gerente

general de la demandada el 21 de agosto de 1998, esto es,

apenas cuatro (4) días antes del insuceso, señala:

“Me permito solicitarle que a partir de la fecha agosto 22 de 1998 se

suspenda el envío de los dineros Recaudados en los terminales de

MOGAMBO - Micros y Buses, Seis de Marzo Micros y Buses

Ranchogrande, El Prado, Planeta Rica y varios, correspondientes a

los días SABADOS – DOMINGOS Y FESTIVOS los cuales llegan

normalmente entre las 4 y 6 de la tarde traídos por el JEFE DE RUTA

(ALFREDO ALVAREZ C.).

“Lo anterior con el fin de evitar posibles atracos, robos y otros tanto

a mi familia como al señor Jefe de Ruta, ya que en estos días al

parecer al señor ALFREDO ALVAREZ ha tenido amezas (sic) de

atraco”. (folio 18).


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Por último, el informe de la SIJIN, en la parte pertinente, es

del siguiente tenor:

“Los familiares de la víctima, incluyendo a la esposa, manifiestan que

éste no tenía enemigos o problemas que pudieran ser la causa del

atentado en que perdiera la vida. De igual forma aseguran que

ALFREDO DE JESUS ALVAREZ CARABALLO, había sido víctima de

varios atracos, pues él era quien recogía el dinero en los terminales

de buses y microbuses urbanos adscritos a la Empresa Tucurá.

“Ninguno de los testigos presenciales da una descripción de las

personas que asesinaron a …, simplemente se limitan a contar que

salieron huyendo al oír el primer disparo y que por tal razón no

pueden describir a los homicidas; estas personas ni siquiera dan las

características de la motocicleta en que se movilizaban las personas

que dispararon contra el hoy occiso…

“Se dejan entrever comentarios consistentes en que ALFREDO…

ALVAREZ venía siendo seguido por las personas que le dispararon y

que ante la negativa de éste, de entregarles el bolso donde llevaba

(sic) que había recogido en los terminales, sus asesinos decidieron

dispararle, causándole la muerte.


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“Por la poca información aportada por los testigos presenciales de

los hechos, esta Unidad no pudo identificar a las personas que dieron

muerte a…; sin embargo, presumimos que su muerte se produjo al

resistirse a un atraco del que iba a ser víctima”.

Del examen conjunto de esas probanzas, como de las

declaraciones de testigos, bien puede colegirse

razonablemente que el ex trabajador fue ultimado cuando se

resistió a un atraco en el que pretendían arrebatarle el bolso

con el dinero que momentos antes había retirado de la

estación el “Prado”; inferencia que por resultar plausible

descarta la ocurrencia de los errores protuberantes que

denuncia el recurrente respecto de los documentos obrantes

a folios 17 y 88.

Como el ataque se circunscribe al aspecto que se acaba de

dilucidar y no logra demostrar, como ya se dijo, que el ad

quem cometió desatino al considerar que la muerte de

Alvarez Caraballo se debió a un atraco para arrebatarle el

dinero que supuestamente llevaba, los cargos no pueden

prosperar; lo cual no obsta para señalar que en realidad la

culpa patronal la extrajo el Juzgador de segundo grado de las


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circunstancias de que el empleador no suministró al

trabajador los elementos adecuados para resistir u oponerse

a una agresión, ni proveyó capacitación o entrenamiento,

además el medio de transporte entregado para trasladar los

dineros era inadecuado, asuntos que el impugnante no se

ocupa de rebatir. Tampoco controvierte la aserción del

Tribunal en el sentido de que dado el oficio desempeñado por

el actor y las amenazas que se cernían sobre él era

obligación del aquel reforzar las medidas de protección y

seguridad o mostrar en ese aspecto mayor “sigilo y celo”. En

cuanto a la posibilidad de que el gerente de la demandada no

haya recibido el oficio de folio 18 y por lo tanto desconociera

los peligros que acechaban al occiso, debe decirse que el ad

quem aceptó hipotéticamente tal hecho pero consideró que el

mismo no relevaba a la empresa de tomar las medidas de

protección del caso.

Finalmente vale la pena anotar que la carta visible a folio 18

no constituye en estricto sentido un documento auténtico

pues se trata a lo sumo de una declaración de terceros

plasmada en un papel y, por lo mismo, asimilable a un

testimonio, según lo señalado en el numeral 2 del artículo


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277, prueba que como es sabido no es de las calificadas en

casación para demostrar errores fácticos; por consiguiente,

su estudio sólo sería posible una vez quedaran demostrados

tales desvíos con base en aquellas pruebas, lo que aquí no

ha sucedido.

Por ello, resulta intrascendente que el Tribunal no se haya

referido a las funciones asignadas por el Gerente de la

accionada al causante porque con la prueba anterior quedó

acreditado que una de esas labores era la recolección de

dinero, apreciación que se mantiene intacta en casación por

lo antes mencionado.

En consecuencia, la falta de demostración de las

equivocaciones denunciadas con base en la prueba calificada

hace innecesario el examen de los testimonios.

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala

de Casación Laboral, administrando Justicia en nombre de la

República de Colombia y por autoridad de la Ley, NO CASA

la sentencia dictada por el Tribunal Superior de Montería el

29 de junio de 2001 en el juicio seguido por DOMINGA


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ISABEL PERTUZ OVIEDO y otras a la COOPERATIVA DE

TRANSPORTADORES TUCURA LTDA, “COOTRANSTUR

LTDA”.

Costas del recurso extraordinario, a cargo de la demandada.

Cópiese, notifíquese y devuélvase el expediente al Tribunal

de origen.

CARLOS ISAAC NADER

FRANCISCO ESCOBAR HENRIQUEZ JOSE ROBERTO HERRERA VERGARA

LUIS GONZALO TORO CORREA GERMAN G. VALDES SANCHEZ


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ISAURA VARGAS DIAZ FERNANDO VASQUEZ BOTERO

JESÚS A. PASTÁS PERUGACHE

Secretario

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