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Fraile Lydia, Las Experiencias Neoliberlaes de Amércia Latina. Políticas Sociales y Laborales Desde El Decenio de 1980
Fraile Lydia, Las Experiencias Neoliberlaes de Amércia Latina. Políticas Sociales y Laborales Desde El Decenio de 1980
La experiencia neoliberal
de América Latina.
Políticas sociales y laborales
desde el decenio de 1980
Lydia FRAILE*
Resumen. En la presente síntesis analítica de los seis estudios nacionales de este nú-
mero se sostiene que las políticas sociolaborales inspiradas en el Consenso de
Washington —que se difundieron por América Latina durante los decenios de 1980 y
1990— no dieron casi nunca los frutos previstos. La flexibilización laboral, la descen-
tralización de la negociación colectiva, la privatización de las pensiones y el peso cre-
ciente del mercado en la provisión de bienestar social causaron, a menudo, un
aumento de la informalidad y las desigualdades y una reducción de la protección so-
cial, sin que consiguieran estimular el empleo. Ahora bien, una vez aprendida la lec-
ción, las políticas mencionadas parecen estar dejando paso a unas estrategias más
equilibradas.
le@gmail.com. El proyecto que dio origen a este número monográfico fue financiado parcialmente
por el Departamento de Cooperación en Investigación de la Agencia Sueca de Cooperación Inter-
nacional para el Desarrollo (ASDI/SAREC); sitio del organismo: <http://www.sarec-fiq.edu.ni/>.
La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos sólo incumbe a sus autores, y
su publicación en la Revista Internacional del Trabajo no significa que la OIT las suscriba.
1 La expresión «Consenso de Washington» fue acuñada por John Williamson en 1989 para
referirse a una lista de diez recomendaciones programáticas tendentes a reformar la economía de
América Latina que concordaban con los criterios que sostenían entonces el Gobierno de los
Estados Unidos y las instituciones financieras internacionales. En la lista original no figuraba la
liberalización de las operaciones exteriores de capital, pero se propugnaba mantener un tipo de
cambio competitivo, a diferencia de las medidas que estas instituciones promovieron años más tar-
de (Williamson, 2004).
2 En esta introducción general analizamos libremente los artículos siguientes del número,
obra de Novick, Lengyel y Sarabia (sobre la Argentina), Wanderley (sobre Bolivia), Pochmann (so-
bre el Brasil), Riesco (sobre Chile), Bayón (sobre México), y Alegre y Filgueira (sobre el Uruguay).
Citaremos también otras fuentes, según proceda.
3 Pueden consultarse varios análisis del reciente «giro a la izquierda» político de América Lati-
na y su diversidad interna, entre otros, los de Castañeda (2006), Schamis (2006) y Weyland (2009).
238 Revista Internacional del Trabajo
empleo de otras reformas (Lora y Pagés, 1997; Edwards y Lustig, 1997; Heck-
man y Pagés, 2000 y 2004; Kuczynski y Williamson, 2003; Singh y otros, 2005, y
Birdsall, De la Torre y Menezes, 2008). Basándose en diversos índices de la fle-
xibilidad laboral 4, en estas publicaciones se destacaba la existencia en la región
de un nivel elevado de protección del empleo y otras cortapisas jurídicas, la ma-
yoría de las cuales se habían mantenido en los decenios de 1980 y 1990. Algunas
investigaciones indicaban que dichas restricciones no eran inocuas, ya que redu-
cían la rotación de los trabajadores —y, por tanto, la capacidad de efectuar ajus-
tes rápidos—, mermaban las perspectivas de trabajo para los jóvenes y las
mujeres, y fomentaban la informalidad.
Según estos análisis, sólo unos pocos países de la región llevaron a cabo
reformas laborales importantes. Además, la vía que gozó de más aceptación
consistió en aumentar la flexibilidad en la periferia del mercado laboral, fomen-
tando los contratos de trabajo atípicos y temporales, en lugar de reducir el costo
de los despidos de los trabajadores con contratos regulares que, en realidad, fue
aumentado en algunos países. Esta apreciación parece coherente con los estu-
dios realizados sobre la economía política de la reforma, los cuales subrayan que
los sindicatos fueron capaces en varias ocasiones de bloquear o socavar los
esfuerzos desplegados para reformar las leyes del trabajo y que algunos cambios
aprobados reforzaron la protección, sobre todo la relativa a los derechos labo-
rales colectivos (Madrid, 2003; Murillo, 2005, y Cook, 2007). Sin embargo, algu-
nos análisis más pormenorizados de la legislación laboral dan cuenta de que el
alcance de las reformas fue mayor. Un estudio de la OIT (Vega Ruiz, 2005) llegó
a la conclusión de que once de los diecisiete países latinoamericanos considera-
dos habían implantado reformas laborales favorables a la flexibilidad entre 1990
y 2005. Las reformas más profundas habían tenido lugar en la Argentina y el Pe-
rú, seguidos de otros cuatro países —Brasil, Colombia, Ecuador y Panamá— en
donde las reformas habían sido importantes, pero menos amplias, y de cinco
—Chile, República Dominicana, Guatemala, Nicaragua y Venezuela— en don-
de sólo se habían realizado reformas de poca importancia (ibíd., págs. 11, 14 y
15). Goldin (2007) también destaca las repercusiones de los cambios graduales
y la flexibilización de hecho implantados por medio de la negociación colecti-
va y de otras prácticas en países donde no se han realizado reformas laborales
explícitas.
En el cuadro 1 se resumen las principales medidas de flexibilización laboral
adoptadas en los decenios de 1980 y 1990 en los seis países analizados en nuestros
car los Consejos de Salarios tripartitos a partir de 1992 dio lugar a una flexibili-
zación importante debida a la descentralización de la negociación colectiva en la
empresa y a una reducción drástica de la cobertura de los convenios colectivos,
que de casi el 90 por ciento de los trabajadores del sector privado en 1990 se re-
dujo al 16 por ciento en 2004. La flexibilidad se reforzó, a su vez, por la adopción
de medidas graduales relativas a los contratos atípicos para los jóvenes, las em-
presas con un solo empleado y las enmiendas al derecho procesal (Ermida
Uriarte, 2000, y Falabella y Fraile, en prensa).
Bolivia y México son otros dos ejemplos bien claros de países en los que no
se reformó la legislación laboral. Sin embargo, el Decreto Supremo núm. 21060,
que dio inicio a las reformas económicas de Bolivia en 1985, permitió liberalizar
la contratación —lo que impulsó la proliferación de contratos temporales— y
logró flexibilizar más los despidos al abolir la necesidad de justificarlos (Cook,
2007). También puso fin a la intervención del Estado en las negociaciones colec-
tivas del sector privado. En México la flexibilidad se logró en gran medida por
medio de la negociación colectiva —gracias a la colaboración de los sindicatos
«oficiales», que habían sido debilitados de diversas maneras— y aprovechando
el escaso cumplimiento de las leyes del trabajo (Bensusán, 2006, y Berg, Ernst y
Auer, 2006).
El cuadro 1 indica que la flexibilidad laboral avanzó globalmente, aun
cuando la intensidad y el alcance de las reformas fueron muy dispares entre los
países. Por un lado, Chile y Argentina introdujeron cambios importantes (aun-
que dieron marcha atrás en algunos) mientras que, por el otro, México mantuvo
su legislación del trabajo prácticamente intacta, aunque con un grado de cumpli-
miento bajo.
La política social era otra faceta fundamental del plan de reformas reco-
mendado por las instituciones financieras internacionales para América Latina.
La política social de la región fue calificada de ineficiente e incapaz de destinar
los escasos recursos públicos disponibles a las personas más necesitadas (Filguei-
ra y otros, 2006). Por consiguiente, el principal objetivo de las reformas era elevar
la eficiencia de la prestación de servicios por medio de la descentralización, la
privatización y la introducción de mecanismos de libertad de mercado, a la vez
que se abandonaba el universalismo para concentrar las prestaciones sociales
en la población pobre. Las primeras medidas tomadas por Chile en el decenio
de 1980 para alcanzar este objetivo fueron presentadas como modélicas a los
demás países.
En el informe Averting the old-age crisis del Banco Mundial (1994) se pro-
pugnaba la privatización de las pensiones, alegando que las tendencias demográ-
ficas estaban haciendo financieramente insostenibles los sistemas públicos de
reparto, al mismo tiempo que se debilitaban los sistemas informales de sostén fa-
miliar y comunitario. Se defendía un sistema con varios pilares cuyo eje sería un
segundo pilar consistente en planes de ahorro personales o de empresa, de carác-
ter obligatorio, financiados íntegramente y gestionados por empresas privadas.
Además, en el informe se aducía que este sistema propiciaría el crecimiento eco-
nómico porque promovería los mercados de capital evitando al mismo tiempo
242 Revista Internacional del Trabajo
los déficits fiscales y las costosas cotizaciones sociales inherentes a los sistemas de
reparto. Se daba por supuesto que la vinculación más estrecha y transparente en-
tre las cotizaciones y las prestaciones garantizaría que la reforma desalentaría la
evasión y la informalidad, y reduciría al mismo tiempo la posibilidad de que cau-
sara efectos redistributivos regresivos.
En ninguna otra región del mundo la reforma de las pensiones ha sido de
mayor calado que en América Latina (Mesa-Lago, 2004, pág. 60). Doce países
latinoamericanos habían privatizado ya total o parcialmente sus sistemas de
pensiones en 2004: seis habían sustituido los sistemas de reparto por planes
de ahorro personales (Chile, Bolivia, México, El Salvador, República Domini-
cana y Nicaragua) 5; dos establecieron sistemas paralelos entre los que las perso-
nas podían elegir (Colombia y Perú), y cuatro crearon sistemas mixtos en los
que los planes de ahorro personales complementaban las pensiones básicas del
sistema público de reparto (Argentina, Uruguay, Costa Rica y Ecuador).
En el cuadro 2 se resumen las principales reformas de política social pues-
tas en marcha en los seis países a lo largo de los decenios de 1980 y 1990. Además
de las reformas de los sistemas de pensiones, abarca las realizadas en los ám-
bitos de la atención sanitaria, la enseñanza y la asistencia social. La lista no es
exhaustiva, ya que se centra en los cambios introducidos en el modelo de finan-
ciación y prestación de servicios como, por ejemplo, el traspaso de la respon-
sabilidad de las escuelas a las corporaciones locales en muchos países o la
introducción de cuotas en las escuelas públicas en Nicaragua y del sistema de sub-
sidios directos a los individuos (vouchers) en Chile (para subvencionar las escue-
las privadas). Las reformas educativas abarcaron a menudo otras medidas —por
ejemplo, nuevos planes de estudios, la convocación de exámenes nacionales o un
mayor número de horas de escuela— que no abordamos en el presente artículo.
Ahora bien, no todos los cambios mencionados en el cuadro 2 siguieron
una orientación neoliberal. El Uruguay, por ejemplo, amplió la enseñanza pre-
escolar pública universal a todos los niños de cuatro y cinco años de edad. Boli-
via —el país con el sistema de bienestar social menos desarrollado del grupo de
países estudiado— implantó una pensión básica universal y programas básicos
de salud, también de carácter universal, para las personas mayores, las mujeres
embarazadas y los niños. Sin embargo, en otros casos la reforma de la sanidad
llevó a canalizar las cotizaciones obligatorias sobre la nómina salarial hacia pla-
nes de seguros médicos privados, como en Chile y Colombia, o a aumentar la
subcontratación y la competencia de proveedores (ya fueran privados o sin áni-
mo de lucro).
El cuadro 2 demuestra que la reforma de la política social fue bastante am-
plia y que se ajustó en gran medida a la receta básica neoliberal de potenciar la
eficiencia por medio de la descentralización, la privatización y la «focalización»
en colectivos de beneficiarios muy delimitados. No obstante, hay diferencias con-
siderables entre los países. Chile se destaca por ser el país que realizó las refor-
Pensiones
• Nuevo sistema de ahorro X X X
personal
• Nuevo sistema mixto de ahorro X X
personal y reparto
• Condiciones más difíciles X X X X X X
• Reducción cotizaciones sociales X X X
• Ampliación pensiones básicas X
rurales
• Nueva pensión básica universal X
Atención sanitaria
• Privatización parcial X X
• Mayor competencia X X
• Subcontratación a ONG X X X X X
o proveedores privados
• Descentralización X X X X X
• Nuevos programas básicos X
universales
• Nuevo sistema de salud nacional X
unificado para acceso universal
Enseñanza
• Privatización parcial (vouchers) X
• Descentralización X X X X X
• Subcontratación a ONG X X
• Nuevos programas focalizados X X X X
• Nuevo programa preescolar X X
universal
Asistencia social
• Subsidios familiares focalizados X X
• Nuevos programas focalizados X X X X X X
Fuentes: Estudios nacionales publicados en el presente número monográfico de la Revista Internacional del Trabajo.
boral en el empleo agregado. Por lo que respecta a América Latina, en un estudio comparativo sobre
la Argentina, Brasil y México, Marshall (2004) llegó a la conclusión de que los cambios introducidos
en las normas del trabajo en el decenio de 1990 no influían en la creación de empleo (medida por la
elasticidad empleo-producción). En cambio, los estudios por países realizados por Heckman y Pagés
(2004) demostraron que las disposiciones sobre estabilidad del trabajo repercutían negativamente en
el nivel de empleo en la Argentina y el Perú, pero no en el Brasil ni Chile.
La experiencia neoliberal de América Latina 245
7 Según las estadísticas nacionales bolivianas mencionadas en el gráfico 1 del artículo de Fer-
nanda Wanderley del presente número de la Revista Internacional del Trabajo, que se basan en una
clasificación ligeramente distinta.
246 Revista Internacional del Trabajo
Argentina
1990 — 38,1 — —
1991 52 — — —
2002 44,5 47,7 14,6 5,9
Bolivia
1990 — 68,9 — —
2002 66,7 — 60,4 50,8
Brasil
1990 40,6 26 33,7 —
2002 — 32,8 45 (2001) —
2003 44,6 30,8 — —
Chile
1990 37,9 20,1 15,5 —
2003 35,8 23,6 21,3 18,2
México
1989 — — 31,5 18,9
1990 38,4 41,5 — —
2002 41 34,8 36,1 19,7
Uruguay
1991 39,1 — — —
2002 38,6 22,9 — —
América Latina
1990 42,8 33,4 — —
2002 46,5 36,3 — —
* El sector informal abarca a las personas que trabajan en pequeñas empresas con menos de cinco empleados,
al personal doméstico, a los trabajadores familiares no remunerados y a los trabajadores no profesionales, técni-
cos o administrativos independientes.
Fuentes: OIT, 2004 y 2005, y CEPAL, 2007.
las empresas han tenido pocos acicates para acatar las normas (Bensusán, 2006).
El empleo informal se propagó junto con los contratos temporales legales. La
incidencia de estos últimos variaba entre una tasa sumamente elevada del 51 por
ciento en Bolivia y la del 6 por ciento de la Argentina (cuadro 3), aunque este úl-
timo país había alcanzado la cota del 17 por ciento en 1997, antes de revocarse
la legislación que fomentaba la temporalidad (Marshall, 2004, pág. 18).
La inestabilidad laboral se agravó en América Latina a lo largo de los años
noventa. La antigüedad media en los puestos de trabajo disminuyó hasta situar-
se en 7,6 años a finales del decenio, mientras que ascendía a 10,5 años en los
países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE)
(Tokman, 2007, págs. 95 y 96). La mediana de permanencia en el empleo, que
excluye los valores extremos para evitar distorsiones, era de tres años en la re-
gión, cifra considerablemente inferior a la de cinco años calculada en las econo-
mías liberales de mercado de los países industriales avanzados anglosajones
(Schneider y Karcher, 2007). A pesar de que la estabilidad del empleo gozaba de
garantías jurídicas considerables, las tasas de rotación de los trabajadores la-
tinoamericanos eran altas, semejantes a las de los países desarrollados (BID,
2004, págs. 49 y 50) 8. Además, contrariamente a la opinión general de que los
mercados de trabajo latinoamericanos están muy segmentados, las pruebas in-
dican que existe mucha movilidad de la mano de obra entre los sectores formal
e informal, y entre los puestos de trabajo en los que se garantiza la cobertura de
seguridad social y en los que no se garantiza (ibíd., pág. 69) 9.
La flexibilidad salarial también era elevada en América Latina entre 1980 y
2000, debido a lo cual los efectos de las crisis de la producción en el empleo fue-
ron menores que en los países desarrollados (ibíd., pág. 133). Las series cronológi-
cas disponibles revelan que los salarios reales de la industria manufacturera
sufrieron algunos ajustes a la baja durante los años noventa y que siguieron una
tendencia global de estancamiento o de subida moderada en los seis países estu-
diados (gráfico 2). En el conjunto de América Latina, la proporción de los sala-
rios en el producto interno bruto nacional descendió en 13 puntos porcentuales
de 1990 a 2005, en comparación con los descensos de 10 y 9 puntos registrados,
respectivamente, en Asia y en los países desarrollados (IIEL, 2008).
Habida cuenta de estas tendencias en el mercado de trabajo, no es de extra-
ñar que la privatización de las pensiones no lograse ampliar la cobertura de segu-
ridad social como habían esperado los reformadores. En realidad, la cobertura
—medida por el porcentaje de cotizantes activos dentro de la fuerza de trabajo—
se había reducido para el año 2002 en los doce países latinoamericanos que
habían comenzado a renovar sus sistemas de pensiones en el decenio de 1980
(Mesa-Lago, 2004). En el gráfico 3 pueden verse los datos de esta tendencia en
8 Los datos sobre el Brasil y México provienen de registros de la seguridad social, lo que in-
dica que la rotación es elevada entre las empresas de la economía regular y que las cifras no son sólo
un reflejo de las altas tasas de informalidad (BID, 2004, pág. 48).
9 Esta averiguación se funda en datos de la Argentina y México. El artículo de Manuel Riesco
que se publica en el presente número de la Revista Internacional del Trabajo confirma que se da tam-
bién esta tendencia en Chile. Sin embargo, Fernanda Wanderley observa una gran segmentación en
Bolivia.
248 Revista Internacional del Trabajo
cinco países estudiados en el presente número (el Brasil no figura entre ellos por
no haber llevado a cabo la privatización).
La precariedad e inestabilidad del empleo son crecientes y ponen en peli-
gro la capacidad de los trabajadores de acumular cotizaciones suficientes para
tener derecho a una pensión mínima en el momento de la jubilación. El Gobier-
no de Chile calculó que alrededor de la mitad de la población mayor se iba a en-
contrar en esta difícil circunstancia, lo que le llevó a instaurar una pensión
universal básica en 2008. Se trata de una corrección significativa de un sistema
que se presentaba como modélico para la región. Sin embargo, el problema tam-
bién afecta a los sistemas de reparto de países como el Brasil y el Uruguay, que
aprobaron normas más estrictas en los años noventa con el fin de reforzar la via-
bilidad financiera. Ahora bien, el Uruguay ha reducido recientemente de 35 a
30 años el tiempo de cotización estipulado basándose en previsiones similares.
Además, la actual crisis financiera mundial plantea un reto más a los sistemas
privatizados, ya que el valor de los fondos y planes de pensiones privados sufre
los altibajos del mercado de valores. Chile, donde la mayoría de los ahorros se
invierte en fondos de mediano y alto riesgo, ha incurrido en pérdidas considera-
bles hasta la fecha. La Argentina acaba de suprimir su pilar privado en 2008,
cuando la crisis se recrudecía en el país.
La reforma de las pensiones redujo la estratificación derogando los privi-
legios de algunas capas sociales, pero agravó la desigualdad de géneros. En los
sistemas privatizados, el uso de tablas de mortalidad diferentes de hombres y
La experiencia neoliberal de América Latina 249
mujeres conduce a que se atribuyan pensiones más bajas a éstas —dado que su
esperanza de vida es mayor—, lo que se considera discriminatorio en los Esta-
dos Unidos y en otros países industriales avanzados (Bertranou y Arenas de
Mesa, 2003). Entre otros defectos, cabe señalar que hay poca competencia entre
las administradoras de fondos de pensiones, lo que conlleva costos administrati-
vos elevados, y costos de transición a cargo del Estado superiores a los previstos
(Mesa-Lago, 2004, y Matijascic y Kay, 2006). Veamos lo ocurrido en Chile: casi
la mitad de las cotizaciones del trabajador medio jubilado por el sistema privado
en el año 2000 se había destinado a sufragar los gastos administrativos; se prevé
que esta proporción disminuya a un 25-35 por ciento para los trabajadores que
se jubilen después de 2022 (Gill, Packard y Yermo, 2005, pág. 147).
Siguiendo con Chile, la privatización parcial de la enseñanza y la atención
sanitaria causó una fuerte segmentación socioeconómica, prácticas de criba de
usuarios y la propagación de desigualdades en cuanto a los niveles de finan-
ciación y de calidad de los servicios. Los niños de familias modestas suelen con-
centrarse en las escuelas públicas, mientras que los demás asisten a escuelas
privadas (ya sean subvencionadas o no subvencionadas). Por lo que toca a la sa-
nidad, se autorizó al sector de los seguros privados, que atiende a los estratos de
ingresos altos y medios altos, a fijar los precios basándose en los factores de ries-
go de los afiliados. En consecuencia, las mujeres en edad fértil pueden pagar
hasta cuatro veces más que los hombres por el mismo plan sanitario, y las perso-
nas mayores, hasta ocho veces más que los adultos jóvenes (Unger y otros,
2008). Este sector privado cubría sólo al 20 por ciento de la población en el
año 2000, pero acumulaba el 43 por ciento de los costos de salud totales (Mesa-
Lago, 2008). Pese al incremento del gasto público en el decenio de 1990, ha ido
aumentando la proporción de gastos sanitarios privados que corren a cargo del
usuario, al igual que ocurre en otros países estudiados en el presente número.
250 Revista Internacional del Trabajo
Observaciones finales
Los resultados decepcionantes que ha cosechado el Consenso de Washington
en América Latina se dan igualmente en las políticas sociales y laborales. El
avance de la flexibilidad laboral y de la prestación de servicios sociales a través
del mercado no se tradujo en un aumento de los niveles de empleo, menor infor-
malidad y mayor cobertura de protección social. Aunque algunas personas si-
guen opinando que esto se debe a que la reforma laboral fue demasiado tímida,
este argumento pierde peso si se tiene en cuenta que, en realidad, tanto la movi-
lidad laboral como la flexibilidad salarial —los dos objetivos inmediatos de las
reformas— alcanzaron cotas muy elevadas en la región. Dicho de otro modo, los
mercados de trabajo de América Latina son notablemente más flexibles que lo
que parece si sólo nos fijamos en lo estipulado en la legislación y, así y todo, los
resultados en materia de empleo fueron deficientes durante todo el decenio de
1990 debido a la falta de un crecimiento económico potente.
Vistas retrospectivamente, se diría que las recetas programáticas sufrieron
la influencia de cierto grado de «fundamentalismo de mercado». Las institucio-
nes de las esferas social y laboral se valoraron principalmente según su contribu-
ción a la eficiencia económica, sin tomar en cuenta que desempeñan funciones
esenciales: proteger al más débil en la relación de trabajo, ofrecer seguridad eco-
nómica y reducir las desigualdades. Este error de principio se ha solucionado
hasta cierto punto en los últimos años. En el informe Keeping the promise of so-
cial security in Latin America, por ejemplo, el Banco Mundial defiende la priva-
tización de las pensiones, pero sostiene que actualmente debe considerarse
prioritario fortalecer el primer pilar de pensiones mínimas y no contributivas, a
fin de evitar la pobreza en la vejez (Gill, Packard y Yermo, 2005). En el informe
Se buscan buenos empleos del BID (2004) se sigue advirtiendo en contra de la
protección legal del empleo y las prestaciones obligatorias excesivas, pero tam-
bién se subraya la necesidad de hacer cumplir las normas del trabajo y se adopta
una actitud más benévola frente a éstas y otras instituciones como los sindicatos,
que son capaces de dar seguridad económica a los trabajadores y reducir la de-
sigualdad.
Las recetas programáticas del decenio de 1990 no sólo consideraban las ins-
tituciones principalmente desde el punto de vista de la eficiencia económica, sino
La experiencia neoliberal de América Latina 251
que partían del supuesto de que sólo había una manera de lograrla: la liberaliza-
ción. Por el contrario, las publicaciones sobre economía política relativas a las
«variedades de capitalismo» (Hall y Soskice, 2001, y Hancké, Rhodes y Thatcher,
2007), que se ocupan principalmente de los países industriales avanzados, sos-
tienen que existen varios caminos para lograr el éxito económico, basados en
diferencias institucionales que actúan como fuentes diversas de ventajas compa-
rativas. Las empresas implantadas en economías de mercado liberales —como la
de los Estados Unidos— suelen funcionar en un entorno de relaciones de merca-
do competitivas y en condiciones de libre competencia, mientras que las empre-
sas equivalentes instaladas en economías de mercado coordinadas —como la de
Alemania— dependen más de instituciones no relacionadas con el mercado
como asociaciones de gremios y de empleadores y sindicatos poderosos, orga-
nismos parapúblicos y participaciones cruzadas en la propiedad que facilitan la
coordinación de sus actividades. Ambas economías son prósperas, aunque so-
bresalen en sectores y productos diferentes. Una conclusión fundamental que se
saca de estas publicaciones es que existen complementariedades institucionales
en las distintas esferas de la actuación pública que tienden a reforzarse mutua-
mente (por ejemplo, las formas de gobierno empresarial, las relaciones laborales
y la formación profesional), lo que da un significado nuevo a la noción de cohe-
rencia de las políticas que mencionan a menudo los analistas en materia progra-
mática.
En los estudios nacionales que figuran a continuación del presente trabajo
se maneja el concepto de «modelos sociales» para analizar las complementarie-
dades y las tensiones entre las instituciones que han sido transformadas por las
reformas. Los modelos sociales constituyen ejemplos de diferentes configura-
ciones de las instituciones encargadas de la política laboral y social en los dis-
tintos países. Se suele hablar, por ejemplo, de un modelo social europeo, en
referencia a los Estados de bienestar integrales, a unos derechos de los trabaja-
dores firmes y a la tradición de diálogo social entre el trabajo y el capital que
existen en Europa. Entendemos que los modelos sociales abarcan dos ele-
mentos: el régimen de empleo y el régimen de bienestar social. El régimen de
empleo consiste en la manera de reglamentar el trabajo y de organizar las rela-
ciones laborales, la fijación de los salarios y la formación profesional. El régimen
de bienestar social consiste en la manera de estructurar la protección social des-
de el punto de vista de las distintas funciones que desempeñan el Estado, el mer-
cado y la familia en la prestación de servicios sociales (véanse Esping-Andersen,
1990 y 1999). En los artículos de la presente entrega monográfica se aplica esta
misma perspectiva a cada país con el fin de valorar las repercusiones que han te-
nido las reformas neoliberales e individuar algunos de los retos que tenemos por
delante 10.
Los últimos años fueron buenos para América Latina: el crecimiento del
PIB anual alcanzó un promedio del 5,7 por ciento entre 2004 y 2007, y del 4,2 por
10 Véanse dos trabajos universitarios recientes en los que se aplican las «variedades de capi-
talismo» a América Latina: Schneider y Karcher (2007) y Barrientos (2004).
252 Revista Internacional del Trabajo
ciento expresado en cifras por habitante. Al compás del fuerte crecimiento eco-
nómico, mejoraron los resultados del mercado de trabajo, aumentó el empleo,
se redujo la informalidad y hubo aumentos salariales moderados. Estas mejoras
fueron consecuencia de acontecimientos externos muy favorables, a saber: el
auge de los precios de los productos básicos, las condiciones financieras excep-
cionales y los grandes esfuerzos desplegados por varios países para mantener un
tipo de cambio competitivo (Ocampo, 2007). Además, los gobiernos han toma-
do medidas correctivas para reducir la precariedad de los puestos de trabajo y
subsanar las deficiencias existentes en la protección social. Estas medidas han
consistido, principalmente, en subir el salario mínimo (Argentina, Uruguay,
Brasil y Chile), reanudar las negociaciones colectivas de sector en materia sala-
rial (Argentina y Uruguay), restringir los contratos temporales (Argentina y
Bolivia), reglamentar la subcontratación (Chile y Uruguay) e intensificar las ins-
pecciones laborales y la imposición del cumplimiento de la ley (Brasil, Argenti-
na y Chile). La pensión universal básica adoptada recientemente en Chile marca
un hito importante en el régimen de bienestar social más liberal de la región, si-
guiendo los pasos dados por el Brasil y Bolivia con sus sistemas de pensiones ru-
rales. Otras medidas consisten en reducir las disparidades entre los servicios de
atención sanitaria públicos y privados (Chile y Uruguay), garantizar una ense-
ñanza preescolar universal y ampliar la cobertura de las transferencias de ingre-
sos selectivas a las familias pobres y a los trabajadores desempleados del sector
informal.
La actual crisis mundial, que comenzó a sentirse en América Latina a fina-
les de 2008, ha incitado a varios países a formular políticas macroeconómicas an-
ticíclicas destinadas a minimizar las repercusiones del ajuste en el empleo y los
salarios. También está llevando a ampliar aún más las transferencias de ingresos
selectivas, así como a adoptar políticas activas de mercado del trabajo y refor-
mar los seguros de desempleo a fin de hacer más accesibles las prestaciones y
permitir el pago de las mismas en caso de despidos temporales 11. Pese a que los
retos que tienen ante sí son numerosos, los acontecimientos de los últimos años
sugieren que los países latinoamericanos se están inclinando hacia unas estrate-
gias más equilibradas que pueden encauzar a la región por un rumbo de creci-
miento más equitativo.
Bibliografía citada
Banco Mundial. 1995. El mundo del trabajo en una economía integrada. Informe sobre el de-
sarrollo mundial 1995. Oxford, Oxford University Press.
—.1994. Averting the old-age crisis: Policies to protect the old and promote growth. Oxford,
Oxford University Press.
Barrientos, Armando. 2004. «Latin America: Towards a liberal-informal welfare regime», en
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