Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El Poder Psíquico de Las Plantas - John Whitman PDF
El Poder Psíquico de Las Plantas - John Whitman PDF
2
3
WWW.SURVIVALAFTERDEATH.BLOGSPOT.COM
4
5
6
Introducción
La mayoría de los grandes botánicos y fisiólogos de las plantas han
intuido que los vegetales están dotados de un sexto sentido especial.
Parece que las plantas son capaces de ver, oír, tocar, gustar y oler
con una habilidad y una precisión misteriosas. Pero hay mucho más:
pueden comunicarse con otros seres vivos de un modo que sólo ahora
empieza a descubrirse y a verificarse mediante los aparatos
científicos más perfeccionados.
Los antiguos sabían intuitivamente que podían comunicarse con
las plantas. En las creencias primitivas, el árbol fue uno de los
primeros objetos de culto. Los mitos, la magia y el misterio se
desarrollaron cuando el hombre intentó comprender a ciertas plantas
que parecían dotadas de un poder fuera de lo corriente. Los egipcios
mantenían un fuego ardiendo ante la mandrágora, cuyas raíces
tienen forma de cuerpo humano. Le hacían ofrendas, la adoraban
como si fuera un dios, y con sus jugos obtenían una poción mágica,
el “Sa de Vida”.
Las intuiciones del pasado se van concretando poco a poco en una
nueva frontera científica llena de alegría y optimismo. La idea de que
toda vida puede estar delicadamente interrelacionada de un modo
todavía desconocido y misterioso resulta emocionante y subyugante.
Quizá no sea más que una intrincada mezcla de filosofía oriental y
pragmatismo occidental; de todos modos, supone un paso adelante
en el campo de las ideas.
Es interesante el que este avance haya sido impulsado por un
conocimiento de las plantas, esas amigas silenciosas del hombre.
Las algas que flotan en la superficie del mar proporcionan la mayor
parte del precioso oxígeno que la tierra y todas sus criaturas
necesitan para vivir. Y, aunque las parras y los arbustos floridos
puedan parecer más espléndidos que el verde lozano de la hierba y
los helechos, todas las plantas tienen su lugar en el reino vegetal, que
comprende unas 350.000 especies, las cuales satisfacen las
necesidades tanto físicas como espirituales del hombre.
7
¿Es posible que las plantas tengan sentimientos? Muchos
científicos lo niegan, pues los vegetales carecen de un sistema
nervioso animal; pero, entonces, ¿cómo explicar las fascinantes
observaciones y experimentos que se realizan actualmente en todo el
mundo? Veamos una muestra de algunas de las investigaciones que
indican la existencia, en las plantas, de sentimientos, emociones,
memoria y poder psíquico:
– Tanya, una estudiante rusa, fue puesta en estado hipnótico, y
los cambios emocionales que le sugirió el hipnotizador fueron
registrados por una planta conectada a un polígrafo.
– Un investigador psíquico hizo ingerir un hongo alucinógeno a
uno de sus sujetos, el cual obtuvo tan buenos resultados en una
prueba con los ojos vendados, que desafió todas las leyes de la
probabilidad.
– En un dramático experimento, un especialista en detectores de
mentiras demostró que algunas plantas pueden reaccionar ante la
muerte de un camarón, lo cual sugiere que los vegetales poseen algo
parecido a la percepción extrasensorial.
– Una comunidad escocesa, que habla a los espíritus de las
plantas, ha conseguido que crezcan algunas especies desconocidas
en aquel clima.
– En Rusia se han fotografiado hojas con algunas porciones
arrancadas, apareciendo, al revelar la película, la imagen de una hoja
entera, lo que indica que se ha fotografiado un campo de energía.
– Dos investigadores han conseguido crear una planta de
zanahorias a partir de una sola célula de dicho vegetal.
– Un importante experto en hongos se ha enterado del paradero
de un familiar suyo consultando a un curandero mexicano que
emplea plantas para la adivinación.
– En Colorado, una especialista en música ha descubierto que las
plantas medran con la música de Bach y de Ravi Shankar, mientras
que con el “acid rock” se retuercen y se alteran, angustiadas.
– Stella Ponniah, danzando la sagrada Bharata Natyam ante unas
caléndulas, provocó un aumento del crecimiento de éstas de un
sesenta por ciento.
– Un ministro religioso, que dirigía oraciones a unas plantas de
maíz, descubrió que con su ayuda crecen más deprisa.
– En unos experimentos efectuados bajo controles rigurosos, un
curador psíquico húngaro llamado Oskar Estebany tocó unas
8
botellas que contenían agua, y ésta incrementó el desarrollo de unas
plantas de vivero en una medida superior a la atribuible al azar.
– Un americano innovador hizo crecer flores en un tipo de planta
a la que nunca se había visto florecer. ¿Cómo? Hablándole.
– Una persona con poderes psíquicos curó a una planta
ordenando a una hoja que no muriera. La hoja se mantuvo viva,
conservando la porción que ya estaba muerta.
– Unas plantas de trigo, que crecían en un recipiente cerrado,
fueron abandonadas a su suerte y dejaron de ser regadas. Sin
embargo, sobrevivieron al extraer de algún modo la energía necesaria
de las plantas cercanas.
– Las fotografías Kirlian han revelado puntos de acupuntura en
las plantas.
– Un audiómetro de ondas alfa detectó cambios en el microvoltaje
de una planta amenazada por la esposa de un investigador.
Éstas son algunas de las excitantes observaciones y experimentos
que llevan a cabo hoy día los estudiosos de las plantas. Como todos
los fenómenos psíquicos, pueden parecer increíbles. Es muy posible
que algunas de estas observaciones queden sin explicar cuando sean
investigadas científicamente, pero vale la pena considerarlas a causa
del desafío que supone su misterio y de la importancia de sus
implicaciones.
Con los nuevos conocimientos sobre la sensibilidad y el poder
psíquico de las plantas, el hombre penetra en una zona crepuscular;
un área en la que la materia se disuelve en partículas invisibles y
pulsaciones de energía. En este nuevo horizonte, en el que la física y
la metafísica se funden, permanecen ocultos muchos misterios de la
vida. Como se verá en los capítulos siguientes, científicos y legos por
igual llaman a la puerta detrás de la cual pueden hallarse los secretos
que encierran la clave de una vida más plena y de una completa
comprensión de la unidad del hombre con el universo. Como dijo
Koestler, somos “mirones en las bocallaves de la eternidad”.
A medida que aumenta su conocimiento, el hombre empieza a
darse cuenta de que las plantas pueden tener emociones, consciencia
y alma. Al pasar cerca de un olmo o un roble, uno queda
impresionado por su individualidad, por una personalidad única que
los antiguos podían ver en cada árbol, arbusto o flor.
9
¿Es posible, todavía, pensar en un mundo en el que sólo haya
plantas de plástico?
Trabajar con las plantas es fácil y divertido, y va a ser posible
verificar las observaciones de muchos investigadores siguiendo
simplemente los pasos señalados en cada capítulo. Si parece difícil
de creer que las hojas arrancadas de una planta pueden revivir
gracias a la oración concentrada, todo lo que se necesita para
comprobarlo es una mente abierta en el momento de desarrollar el
experimento tal como viene descrito.
10
1
Las percepciones de las plantas
MARGARET MEAD
18
plantas es que todas las lecturas de los detectores empiezan a
mostrar exactamente las mismas curvas y ritmos.
Al descubrir que podía conseguir que las plantas reaccionaran de
idéntico modo a sus emociones y pensamientos, Sauvin inventó un
instrumento capaz de traducir trazados similares del polígrafo en un
impulso que podía poner en funcionamiento un horno eléctrico, una
tostadora, la puerta de un coche o el encendido de un automóvil.
En un experimento, envió una intensa emoción a un conjunto de
plantas situado a cuatro kilómetros de distancia. Cuando éstas
recibieron su mensaje telepático, reaccionaron activando una señal
de radio que “hizo funcionar el encendido de un automóvil situado en
el aparcamiento del laboratorio, poniendo en marcha su motor”.
Sauvin ha podido repetir este experimento entre el lago Minnewaska,
al norte del estado de Nueva York, y un laboratorio situado en West
Paterson, Nueva Jersey.
Vogel, un investigador de IBM, apoya también las teorías de
Backster. Al ser extremadamente sensible a las plantas, a menudo
puede captar una sensación refrescante en las palmas de sus manos
cuando las extiende sobre determinadas plantas de campos potentes.
Vogel puede establecer con ellas una relación o vínculo que, según
él, no se ve afectado por la distancia, y refiere reacciones similares a
las registradas por Backster, incluso cuando se halla a muchos
kilómetros de distancia de las plantas que estudia.
La aparente capacidad de las plantas para leer en la mente y su
pasmosa facultad de captar pensamientos y emociones ha sido
verificada por otros investigadores. El doctor Aristide Esser, en
colaboración con el físico Thomas Etter, llevó a cabo varios
experimentos con el fin de comprobar si las observaciones de
Backster eran correctas. En el número de diciembre de 1972 de
Psychic se cita la siguiente afirmación de Esser: “Obtuvimos algunos
resultados fantásticos”. El investigador refiere que no pudo
desarrollar una investigación extensa por falta de fondos, pero sus
descubrimientos sustentan las observaciones de Backster de que las
plantas reaccionan antes las emociones.
El doctor Esser provocó deliberadamente en un sujeto una
sobrecarga mental para determinar la reacción de su planta al ser
conectada a un polígrafo. El científico descubrió que los trazados del
detector de mentiras, especialmente las grandes curvas ascendentes,
se correspondían con los momentos de ansiedad del sujeto, lo que
19
indicaba que la planta sintonizaba con su dueño. Cuando éste salió
de la habitación, los trazados volvieron a ser normales.
Lo que el doctor Esser confirmó fue la capacidad de una planta
para responder al estado emocional de una persona y,
probablemente, a sus pensamientos, es decir, la observación original
de Backster con un ligero cambio de matiz. En cualquier caso, la
planta mostraba el tipo de percepción calificado normalmente como
extrasensorial, puesto que, al parecer, no había explicación alguna
para este fenómeno.
21
experimentos se repitieron muchas veces para excluir la posibilidad
de una interferencia casual.
A continuación, el hipnotizador dijo a Tanya que pensara en un
número entre uno y diez, pero le prohibió mencionarlo. Luego
Pushkin contó hasta diez, preguntando cada vez a la muchacha si
aquél era el número en que pensaba. Tanya dijo siempre que no, pero
la flor reaccionó cuando ella negó estar pensando en el cinco. En
efecto, durante el experimento la joven estuvo pensando en ese
número. Al parecer, la planta reaccionó ante los sentimientos que
experimentó Tanya al mentir. La interacción emocional entre una
planta y su dueño ha sido también descrita por Peter Tompkins y
Christopher Bird en La vida secreta de las plantas. Según ellos, Vogel
puede comunicarse con una planta de un modo que el polígrafo
registra. El científico se sitúa frente a una planta con los brazos
extendidos y trata de relajarse. Luego se concentra para comunicarle
amistad y amor hasta que siente que aquélla responde. Vogel habla
de cierto fluido energético que pasa de la planta a la palma de sus
manos. Cada vez que proyecta amor hacia una planta, la pluma del
polígrafo se mueve hacia arriba, indicando algún tipo de respuesta
emocional.
Pushkin y Vogel han mostrado que las plantas responden
realmente a las emociones. ¿Podría, esta reacción, tratarse de otra
que de percepción extrasensorial? Si es algo distinto, ¿qué podría ser?
22
es lo que se propuso descubrir. Quería averiguar si las plantas
reaccionarían ante la muerte de otras criaturas vivientes.
Programó un experimento cuyo papel principal iban a
desempeñarlo tres filodendros. Conectó cada uno de ellos a diferentes
polígrafos, asegurando los electrodos en sus firmes hojas, tal como
hizo en el experimento original. Colocó a cada una de las plantas en
habitaciones separadas, con “idénticas” condiciones de temperatura
y luminosidad. En una cuarta habitación, el científico construyó un
mecanismo para arrojar camarones vivos en un recipiente de agua
hirviendo.
Estos crustáceos, que sirven de comida a los peces tropicales, se
escogieron por ser fáciles de manejar y extremadamente vivaces. En
otra habitación, Backster dispuso una máquina que, al azar, enviaría
un impulso que pondría en marcha el mecanismo para arrojar los
camarones al agua hirviendo, donde morían. A modo de control, de
vez en cuando el aparato arrojaría agua sin los crustáceos, con el fin
de determinar si las plantas reaccionaban tan sólo al proceso
mecánico y no a la muerte de los camarones.
El experimento debía realizarse sin que en el laboratorio se hallara
presente ningún investigador. Todo el proceso estaba automatizado,
de manera que nadie pudiera interferir en los resultados. Antes de
empezar la prueba, el polígrafo y los demás aparatos se pusieron en
marcha y se revisaron cuidadosamente. Había un cuarto polígrafo
que no estaba conectado a ninguna planta. Esta máquina se puso al
mismo nivel de sensibilidad que las tres que controlaban a los
filodendros. Backster quería un cuarto trazado “independiente” para
asegurarse de que los puntos álgidos registrados durante los
experimentos no estaban causados por perturbaciones
electromagnéticas y fluctuaciones de energía en el área general del
laboratorio.
Una vez las máquinas comenzaron a operar, los experimentadores
abandonaron el edificio y regresaron más tarde para verificar y leer
los trazados resultantes. Al analizarlos, descubrieron que las plantas,
en habitaciones distintas y conectadas a diferentes polígrafos, habían
respondido ante la muerte de los camarones mostrando curvas de
aguda tensión similares a las exhibidas por seres humanos sometidos
a una intensa presión, ya fuera mental o psíquica.
La respuesta de las plantas ante la muerte de los pequeños
crustáceos se daba con demasiada frecuencia para ser atribuida al
23
azar. Además, no dieron respuesta alguna cuando el agua que se
arrojaba no contenía camarones.
Basándose en este experimento, Backster sugirió que los
camarones al morir, podían comunicar “señales de muerte” a las
plantas de las otras habitaciones. ¿Qué misteriosa comunicación se
establecía? Backster supone que debe tratarse de alguna forma de
percepción extrasensorial.
El científico ha hecho otras observaciones acerca de la
comunicación existente entre las formas vivientes y las plantas. Una
noche, mientras trabajaba con una planta conectada a un polígrafo,
se levantó para preparar la comida a su perro. Acostumbraba añadir
una yema de huevo a la comida para que el animal tuviera el pelo
lustroso. Mientras rompía el huevo, vio en los trazados del polígrafo
que la planta, situada a unos diez metros de distancia, estaba
mostrando una violenta reacción. Esta reacción parecía indicar que
la planta sufría un gran trastorno. Pero ¿por qué una planta habría
de trastornarse porque se rompiera un huevo?
Backster pensó que debía tratarse de una coincidencia, hasta que a
la noche siguiente volvió a hacer lo mismo. Con la rotura del huevo,
la planta parecía enloquecer. ¿Estaba reaccionando ante la muerte
de una célula tal como lo hizo ante la muerte de los camarones?
Era tan sólo una entre una serie de extrañas observaciones, y
Backster no estaba completamente seguro de qué sucedía. Así que
conectó los electrodos de su polígrafo directamente en el huevo y
realizó trazados durante nueve horas para ver si podía detectar algo.
Para su sorpresa descubrió que el polígrafo registraba unos latidos
del huevo en forma de alteraciones en el trazado. El ritmo de los
latidos era de 160 a 170 pulsaciones por minuto, lo cual, según pudo
saber Backster, correspondía aproximadamente al de un embrión de
pollo que hubiera estado incubado durante tres o cuatro días. ¿Era
la planta tan sensible como para sintonizar con la vida a cualquier
nivel de su existencia? ¿Percibía el peligro que corría el huevo y
reaccionaba emocionalmente tal como lo haría ante las amenazas a
su propia supervivencia?
Backster sólo podía hacer suposiciones. Formuló la teoría de que
todas las células vivas pueden comunicarse mediante un sistema
misterioso y todavía desconocido, sacando provisionalmente la
conclusión de que, cada vez que una célula es destruida abrupta e
inesperadamente, comunica “su alarma” a los seres y células vivas.
24
Incluso la muerte de una célula en un dedo con un corte tratado con
yodo puede provocar una reacción en otras células vivas, como
observó que sucedía en las plantas.
La forma en que la vida es capaz de comunicarse celularmente
constituye un misterio fascinante, que deja perplejo a Backster. El
científico ha declarado que el modo de comunicación que ha
observado en su laboratorio, ciertamente no forma parte de las
frecuencias conocidas, puesto que ha intentado aislar a las plantas
con todo tipo de protecciones, desde pantallas Faraday hasta cajas
revestidas de plomo, y las plantas continúan reaccionando ante la
vida que les rodea. No sólo la “onda” atraviesa cualquier barrera, sino
que también parece tener una naturaleza no sujeta al paso del
tiempo, como quedó demostrado cuando Backster proyectó
diapositivas durante una conferencia y, simultáneamente, se registró
una reacción de las plantas en su laboratorio.
Backster no trata de explicar las cosas que ha observado; se limita
a hacer observaciones y dejar que científicos de campos diversos
intenten hallar las explicaciones. El doctor Essner ha propuesto una
posible explicación de la percepción primaria. Sugiere que el premio
Nobel Albert Szent-Györgyi puede estar en lo cierto al teorizar que los
cambios en los estados emocionales podrían, posiblemente, generar
una forma aún desconocida de energía subatómica. Esto, a su vez,
podría afectar a los sistemas enzimáticos de las plantas, las cuales lo
indicarían en forma de variaciones en el potencial eléctrico de las
hojas.
Un especialista en rayos laser, el doctor Harold Puthoff, de la
Universidad de Stanford, ha sugerido que las observaciones hechas
por Backster, conocidas actualmente como “efecto Backster”, pueden
estar relacionadas con unas “partículas” subatómicas que reciben el
nombre de “taquiones”. Se cree que estas partículas – que pueden o
no existir – se mueven a velocidades superiores a las de la luz. Si bien
el doctor Puthoff propone la posible existencia de estas partículas y
su conexión con la observación de Backster, admite, no obstante, que
se trata de una mera especulación.
Mientras otros científicos tratan de explicar lo que él ha observado,
Backster continúa trabajando con su concepto original de la
percepción primaria. En abril de 1972 comenzó unas investigaciones
con un electroencefalógrafo (EEF), el mismo aparato que utilizó
Pushkin en sus pruebas. El investigador ha comunicado que esta
25
máquina parece más segura que el polígrafo. Aunque sus primeras
observaciones las hizo con filodendros, ahora se ha inclinado por la
utilización de plantas menos complejas, concentrándose en las
bacterias y células simples.
En vez de emplear lo que denomina estímulos negativos (la muerte
de crustáceos o células), Backster utiliza actualmente un sistema de
gratificaciones alimenticias. He aquí la descripción de un
experimento de este tipo: “En un momento elegido al azar, se inyecta
automáticamente alimento en un cultivo de bacterias mientras se
registran las lecturas de un EEF conectado a un segundo incubador
que se halla en un lugar apartado del mismo laboratorio”. Backster
espera registrar una comunicación entre los dos cultivos, la cual sólo
podría entenderse como una prueba más de la “percepción primaria”.
La idea de que las plantas tienen memoria hace poner los pelos de
punta a muchos científicos. Los informes provenientes del Japón,
según los cuales una planta es capaz de contar, pueden parecer
cómicos 1 , pero el experimento de Backster con sus estudiantes
sugiere la posibilidad de que las plantas retengan información
durante un corto período de tiempo y reaccionen de un modo
“inteligente” ante esta información.
Su experimento era muy simple. Pidió a seis estudiantes que le
ayudaran a demostrar la capacidad de las plantas para recordar
sucesos pasados. Uno de ellos fue escogido al azar para matar una
planta en presencia de otra en una habitación en la que no había
nadie más. Ni Backster ni los otros cinco estudiantes sabían quién
era el encargado de hacerlo. El estudiante elegido se introdujo a
hurtadillas en la habitación que contenía las dos plantas y destruyó
una de ellas. Luego Backster pidió a los estudiantes que entraran en
la habitación de uno en uno.
Entre tanto había conectado la planta superviviente a un polígrafo
para ver si reaccionaba ante el asesino. Cada uno de los estudiantes
inocentes entró en la habitación, y aquélla no mostró respuesta
1 Ken Hashimoto, un experto en polígrafos, afirma que su cacto puede contar y sumar hasta
veinte. Interpreta esta capacidad a través de los puntos cumbres en los gráficos del polígrafo e
instrumentos similares.
26
alguna hacia ellos. Pero, cuando el culpable entró, la planta pareció
enloquecer, según mostró el frenético trazado del polígrafo.
Backster pudo descubrir al estudiante culpable, el que mutiló la
planta, observando la reacción de otra planta que presenció el
crimen. ¿Increíble?
¿Se trataba de memoria? ¿Era telepatía? Es posible, por supuesto,
que la planta respondiera ante los sentimientos del estudiante
culpable, pero éste dijo que no había sentido ninguna angustia ni
culpabilidad por el hecho de haber destruido una planta. Es
imposible saber si aquélla realmente “recordó” al destructor o si
reaccionó a sus emociones, pero, por fortuna, hay otros experimentos
que indican la presencia de memoria en los vegetales.
Por ejemplo, ¿cómo se explica la pauta aparentemente misteriosa
que estableció Backster a lo largo de un período de muchos meses,
con sus experimentos de los camarones? ¿Cómo es que las plantas
cesaron de dar cualquier respuesta después de un cierto número de
muertes? ¿No es posible que hubieran almacenado suficiente
información para saber que podían ignorar las señales de muerte, al
igual que uno ignora el silbido de un tren que pasa cada mañana a
la misma hora? ¿No sugiere esta experiencia que también las plantas
pueden ser selectivas en sus respuestas? Si pueden elegir entre
reaccionar o no reaccionar ante los estímulos externos, es que poseen
una forma primitiva de inteligencia, la cual es necesaria para la
memoria.
Si se define a la memoria como la capacidad de almacenar
información del ambiente, entonces A. D. Semenenko puede
respaldar las observaciones de Backster con algunas pruebas
sorprendentes. En sus experimentos realizados en la Unión Soviética,
expuso unas cuantas plantas, cultivadas y silvestres, a unos
estímulos consistentes en destellos de luz. Semenenko afirma: “Los
resultados obtenidos dan motivos para sugerir que las plantas, no
sólo absorben y retienen selectivamente información útil, sino que,
como cualquier sistema viviente, buscan también de modo activo la
información que necesitan bajo condiciones externas
constantemente cambiantes. La planta asimila y retiene información
selectivamente con posterioridad al efecto, incluso bajo condiciones
experimentales”. Lo que percibió Semenenko fue la facultad de la
planta de duplicar ritmos sugeridos por los efectos de luz.
27
Frank A. Brown, junior, también vio que las plantas tienen
capacidad de “recordar” cuando se les ha dirigido un rayo de luz. He
aquí cómo describe parte del trabajo llevado a cabo con plantas que
mostraban signos de poseer un sistema memorístico elemental:
“Todas las pruebas de que disponemos parecen indicar que en los
seres vivos se da un fenómeno rítmico que se parece superficialmente
a un sistema de grabación y que desarrolla aproximadamente un
circuito completo por día. Este sistema parece capaz de recibir la
impresión de cualquier tipo de pauta de comportamiento, a partir de
lo cual va repitiendo esta pauta hasta que se extingue o se sustituye
por otra nueva. Este parecido con un sistema de grabación fue
claramente expuesto por el profesor Bünning en relación con un
cultivo de habas. Si tenemos un cultivo de habas que, en una luz
débil constante, muestra siempre un ritmo se sueño, inclinando sus
hojas por la noche, y le damos entonces un breve estímulo de luz más
brillante durante la fase nocturna, vemos que no sólo la luz causa
una momentánea y breve elevación de la hoja, sino que la planta
continúa manifestando este efecto todos los días en el mismo
momento, aun permaneciendo en una oscuridad constante”.
Este concepto de “entrenar” a una planta a reaccionar ante los
destellos de luz fue uno de los puntos centrales de uno de los
experimentos de Backster. Éste intentó crear con las plantas una
situación similar a la de Pavlov con sus perros. El experimento de
Pavlov combinaba el sonido de una campana con la hora de comer
de un perro. Cada vez que aquélla sonaba, se daba de comer al
animal. Al final los perros empezaron a salivar tan pronto oían tocar
la campana, tanto si tenían comida como si no.
Backster intentó aplicar el mismo sistema a las plantas. Preparó
una serie de carritos electrificados que iban a una habitación en la
que había unas plantas conectadas a unos polígrafos. En el carrito
había seis recipientes que contenían desde insectos hasta semillas.
Cuando un recipiente determinado pasaba por delante de una planta,
Backster la inundaba de luz a modo de gratificación. Lo que esperaba
ver el científico era la respuesta de una planta ante un recipiente con
anticipación a la “recompensa” lumínica. La respuesta emocional de
la planta podía detectarse en una curva ascendente del polígrafo. Si
la planta mostraba una respuesta sin haber recibido la ducha de luz,
Backster habría demostrado que las plantas poseen memoria, igual
que los perros de Pavlov.
28
Semenenko ha publicado sus descubrimientos sobre la respuesta
de las plantas a los destellos luminosos, pero el trabajo de Backster
sobre el “adiestramiento” de plantas permanece todavía inédito.
Pushkin, el científico soviético que confirmó tantos de los
descubrimientos de Backster, ha sacado la conclusión, a partir de
sus investigaciones, de que entre las plantas y los sujetos puestos en
trance por un hipnotizador se produce algún tipo de comunicación.
Puesto que los animales están mucho más desarrollados que las
plantas, con un sistema nervioso considerablemente más
complicado, Pushkin, al igual que Backster, indica que las plantas
parecen reaccionar celularmente ante su medio. Continúa esta línea
de pensamiento diciendo: “Por tanto, parece que la psique del
hombre, nuestra percepción, pensamiento y memoria, por muy
complejas que sean, son sólo una especialización de esta base que
maneja información y que tiene un lugar en la célula vegetal”.
Esta declaración implica que posiblemente las células sean
capaces de “percibir” lo que les rodea, de reaccionar ante ello, e
incluso de recordarlo mediante un código. Aunque se trata
estrictamente de una hipótesis, Pushkin parece estar sugiriendo que
las plantas poseen realmente memoria, y que con el tiempo el hombre
podrá obtener información de las células vegetales tal como ellas lo
hacen con las del cerebro humano.
El físico soviético doctor Victor Adamenko está de acuerdo con esta
opinión. En sus experimentos daba un choque eléctrico a las plantas
cada vez que se hallaban situadas cerca de un mineral determinado.
Quería averiguar si cada vez que las plantas eran situadas cerca de
este mismo mineral daban una respuesta que creara una curva
similar a la que vio en el gráfico la primera vez que sufrieron el
choque. Al resumir sus trabajos, dice: “En varias ocasiones, el
filodendro reaccionó al estar cerca del mineral (objetivo), aunque
entonces no hubo choque eléctrico; quizá toda célula posee una
forma de percepción primaria”. ¡Imagínese haciendo prospecciones
con una planta que registrara miedo cada vez que usted se acercara
demasiado a tal o cual mineral!
Adamenko, Pushkin, Semenenko y Backster hacen la misma
sugerencia. La comunicación y la memoria pueden no depender
necesariamente de un sistema nervioso central desarrollado, tal como
se ha creído durante siglos. Las plantas, obviamente, no poseen un
sistema nervioso animal. Por esta razón, la mayoría de los científicos
29
dan por supuesto que no pueden tener un poder “mental” o
“psíquico”. Como es lógico, Backster intenta ahora demostrar que las
células poseen percepción extrasensorial, y, en cuanto a una posible
prueba de la existencia de memoria en las células, ¿quién habría
pensado que tal prueba provendría de las bacterias?
Las bacterias son las formas vegetales más rudimentarias, y
consisten, por lo general, en una sola célula. Aunque a menudo se
unen formando un racimo, parece que no hay una interacción entre
las células individuales tal como sucede en formas vegetales más
desarrolladas. Es curiosa la gran cantidad de formas que toman estos
organismos microscópicos: desde esferas hasta espirales que parecen
estar a punto de pegar un salto en cualquier momento.
Las plantas microscópicas a menudo se mueven mediante unas
colas parecidas a látigos llamadas flagelos. Las bacterias pueden
tener una sola “cola” o muchas, según su variedad, y estas “colas” a
menudo son difíciles de ver incluso a través de un microscopio, pues
son extremadamente delgadas.
Aunque no constituyen la forma vegetal más pequeña (puesto que
la clasificación de los virus como animales o plantas está sin
determinar), las bacterias muestran las características de las células
de las formas vegetales superiores: tienen una pared celular, un
núcleo y, lo más importante, protoplasma.
Las bacterias son resistentes y pueden sobrevivir en medios
hostiles produciendo esporas de modo parecido a los virus. Un virus
puede permanecer inactivo durante cientos de años, “esperando” la
ocasión de invadir a un huésped vivo y regresar a “la vida”. Las
bacterias también muestran un fuerte parecido con los primitivos
animales unicelulares, y a veces es muy difícil distinguirlos. Además
de producir esporas para sobrevivir, la bacteria se suele reproducir
simplemente partiéndose en dos. Aunque tengan mala fama por ser
causa de un gran número de enfermedades, desde el resfriado común
hasta la fiebre amarilla, son esenciales para la subsistencia del
hombre. Por su acción en las raíces de las plantas mayores
enriquecen la tierra, que, sin ellas, estaría “muerta” y sería inútil.
¿Qué tienen que ver las bacterias con las pruebas sobre la
posibilidad de que la memoria o el poder psíquico existan en las
plantas?
Dos investigadores, Robert Macnab y Daniel E. Koshland dirían:
“¡Mucho!” En 1977, después de efectuar una extensa serie de
30
experimentos con bacterias, se dieron cuenta de muchas cosas
interesantes. Mientras se dedicaban a estudiar, en la Universidad de
California, la respuesta del S. typhimurium a los estímulos exteriores,
descubrieron que, si introducían una sustancia dañina en el
ambiente de la bacteria, ésta trataba desesperadamente de huir de
ella mediante un movimiento como de látigo de sus “colas”. Por otro
lado, si se ponía algo útil o atractivo cerca de ella – glucosa (azúcar),
por ejemplo – la bacteria se dirigía hacia la sustancia. ¿Cómo sabía
en qué dirección tenía que ir? ¿Cómo percibía la presencia de
sustancias hostiles o benéficas? Los investigadores lo ignoraban,
pero no fue esto lo que realmente les intrigó de estos seres.
¡Hallaron pruebas de que las bacterias tenían memoria! Era
primitiva, pero real. Mostraron que en ellas se daba una forma
primitiva de memoria, cambiando rápidamente el medio de las
plantas. Para hacer esto tuvieron que emplear un mezclador especial
de alta velocidad. Las bacterias eran trasladadas a otros lugares con
tanta rapidez que no tendrían que haberse percatado del cambio de
ambiente. Pero lo hicieron. Cuando eran pasadas a un medio
relativamente pobre no eran capaces de controlar sus movimientos y
parecían hallarse completamente desorganizadas, como si todavía
estuvieran reaccionando a su antiguo medio, como si realmente se
acordaran de donde habían estado. Al cabo de un rato, al
desvanecerse su “memoria”, ya podían ajustarse a su nuevo hogar.
Más tarde, cuando las bacterias fueron trasladas con el mezclador
ultrarrápido a un medio excepcionalmente favorable, evolucionaron
con movimientos suaves, lo que no estaba en absoluto de acuerdo
con su manera normal de actuación. Pero, como hicieran antes,
pronto “olvidaron” su ambiente anterior y empezaron a moverse
según su caprichoso y algo agitado modo habitual.
Siendo las bacterias células únicas, ¿es realmente tan difícil creer
que otras células de las plantas y animales podrían tener una forma
primitiva de memoria? ¿Está Backster tan equivocado cuando
sugiere la posibilidad de una consciencia y una percepción primaria
primitivas?
A continuación vienen algunas de las interesantes observaciones
de Backster, que pueden conducir algún día a la realización de
experimentos sorprendentes en el campo de la sensibilidad de las
plantas. Algunas de estas ideas se examinan con mayor amplitud en
los capítulos siguientes.
31
Backster ha observado que las plantas sintonizan con sus dueños
hasta el punto de que sus trazados en el polígrafo corresponden latido
por latido a las pulsaciones del corazón de sus propietarios.
Las plantas parecen ser muy selectivas en su facultad de
sintonizar con el medio que las rodea. Así como hay muchas personas
que sólo ven lo que quieren ver, Backster sugiere que las plantas sólo
sintonizan con aquellas personas u objetos con los que “quieren”
sintonizar. En resumen, las plantas pueden pasar por alto
“voluntariamente” muchos estímulos ambientales.
Las ideas positivas y la disposición de ánimo hacia una planta
pueden registrarse en los trazados del polígrafo del mismo modo que
las amenazas a su supervivencia. ¿Explicaría esto la habilidad de
algunas personas para la jardinería?
¿Cómo han afectado las observaciones de Backster a su
concepción de la vida y a su actitud ante las plantas?
Antes de su trabajo con el filodendro en su oficina, reconoce que
era un agnóstico “que no se tomaba la molestia de ser un ateo”. Pero
las cosas han cambiado. Gracias a su comprensión de la íntima
relación existente entre todos los seres vivos Backster cree que la
ciencia puede ahora abrir caminos que lleven a la comprensión del
pleno sentido y poder de la meditación y la oración. Sugiere que su
investigación puede incluso proporcionar algunas claves para
apreciar adecuadamente el concepto de la propia alma.
34
enterró los restos a varios kilómetros del lugar donde realizaba el
experimento. ¿Qué sucedió?
Según Rodale, los retoños “huérfanos” no crecieron bien,
comparados con los de la planta superviviente. El hecho de si las
plantas estaban o no respondiendo a los pensamientos del científico
o a la muerte de su “madre” es una cuestión sin resolver. El retoño
tomado de una planta cualquiera, ¿forma todavía parte, de un modo
u otro, de la “forma energética” de sus padres? ¿Cuánto tiempo se
necesita para que una planta joven “establezca su propia identidad
individual y deje de estar influida por sus padres”?
De algún modo, las plantas parecen estar comunicándose unas
con otras. Esta misteriosa y notable facultad es casi idéntica a la
observada por Backster en su experimento de los camarones. Al
examinar el conjunto de observaciones y experimentos realizados por
investigadores independientes, la conclusión más lógica a extraer es
que las plantas no sólo son extremadamente sensitivas, sino que
también poseen dotes psíquicas.
35
2
Las reacciones emocionales de las
plantas
2
Físico hindú que recibió en 1917 el título de caballero del Imperio Británico por sus investigaciones con las plantas
y por los instrumentos que desarrolló en este trabajo. Es el fundador del Bose Institute de Calcuta.
36
de complicados aparatos de control que sirvieran para registrar las
reacciones de las plantas.
Nadie estaba más calificado para este trabajo que Bose, que era un
genio de la técnica y un físico de renombre. ¿Fueron los inventos de
Marconi los primeros de su tipo? En absoluto. Bose inventó el
cohesor inalámbrico varios años antes, aunque nunca intentó sacar
un provecho material de sus inventos, a los que consideraba
propiedad de todos los hombres.
Aunque su carrera de físico era brillante, fue su trabajo con las
plantas lo que le proporcionó una fama duradera. Mantuvo hacia
ellas la misma actitud científica que adoptaba en su trabajo con
sustancias inorgánicas. Inventó algunos aparatos mecánicos para
medir y registrar las reacciones de las plantas a los estímulos
externos. De todos sus inventos, el “crescograph” – aparato capaz de
ampliar los procesos vitales de las plantas diez millones de veces –
fue el que obtuvo más celebridad.
Paramahansa Yogananda describe un encuentro con Bose,
durante el cual miró a través de este instrumento, que podía hacer
que un lento caracol “pareciera estar viajando como un tren expreso”.
Mirando a la pantalla del “crescograph”, Yogananda pudo ver un
helecho muy ampliado. Cada uno de sus minúsculos movimientos,
invisibles de ordinario para el ojo, se volvió de repente tan real como
un ballet lleno de gracia. Yogananda lo vio materialmente crecer. El
movimiento era lento, pero fascinante.
Cuando Bose dio un golpecito a la planta, pareció, por un
momento, que todo movimiento se detenía, hasta que el científico
apartó la barra metálica que había colocado en su extremo.
Luego Bose le administró cloroformo, y cesó de crecer. Tan pronto
fue revivida por un antídoto, volvió a moverse. Yogananda encontró
su movimiento tan atractivo como el argumento de una película.
Mientras continuaba observando, vio que Bose se disponía a herir al
helecho con un agudo punzón. Al ser penetrada por el puntiagudo
instrumento, la planta pareció retorcerse de dolor y se agitó
espasmódicamente.
Por último, el científico cortó el tallo de la planta con una navaja,
y Yogananda vio en la pantalla una violenta agitación que pronto
terminó, quedando la sombra inmóvil: la planta había muerto.
En este punto, Bose contó a su visitante cómo una vez había
cloroformizado a un árbol enorme para poder trasplantarlo. Como los
37
árboles grandes acostumbran morir durante el cambio, Bose estaba
especialmente orgulloso de que aquél hubiera sobrevivido. Indicó que
las plantas podían sufrir traumas igual que los hombres.
El científico explicó a Yogananda que los árboles poseen un
sistema circulatorio, una “presión de la savia” similar a la presión
sanguínea de los animales, y un tubo que hace las veces de corazón.
“Cuanto más profunda es nuestra percepción, más impresionante
resulta la evidencia de que hay un plano uniforme que vincula a las
múltiples formas de la naturaleza”, afirmó Bose.
Bose no llegó a esta conclusión de la noche a la mañana. Su
trabajo se desarrolló a lo largo de muchas décadas. En su
investigación comparaba constantemente una forma de vida con otra.
Descubrió que cuando se toca a una persona hay un intervalo entre
el estímulo y la reacción. El impulso necesita tiempo para viajar a
través del nervio hasta el cerebro. Hasta que Bose hizo sus
asombrosos descubrimientos, muchos investigadores creían que las
plantas sólo podían responder a estímulos muy intensos, como cortes
o fuertes golpes.
Con su trabajo con la sensible Mimosa pudica, Bose mostró que
las plantas pueden ser aún más sensibles que los hombres. Describió
a la planta como “altamente excitable”. Descubrió que la mimosa
podía ser estimulada por un choque eléctrico de intensidad diez veces
menor que la necesaria para provocar una sensación en el hombre.
La reacción alcanzó a una gran distancia, pero no produjo lesión
alguna.
A principios de siglo, otros investigadores hicieron parecidas
observaciones acerca de la Mimosa pudica. Notaron que este árbol era
más sensible cuando las hojas estaban creciendo con mayor rapidez.
Durante los períodos de rápido crecimiento, el follaje de las mimosas
reaccionaba intensamente tanto al aire como al más leve contacto,
que hacía que la planta de inmediato cerrara sus hojuelas e inclinara
sus pedúnculos.
En un experimento, los investigadores empaparon un trozo de
algodón con una mezcla inflamable, le prendieron fuego, y pasaron
rápidamente la llama por debajo de una hoja madura. Apenas recibió
una vaharada de aire caliente la planta reaccionó, mostrando señales
de lo que podría llamarse “molestia”.
38
En el experimento siguiente, la llama chamuscó la punta de una
de las hojas más pequeñas: “El resultado fue sorprendente: la hoja
se contrajo como si hubiera experimentado el más agudo dolor”.
Mirando plegarse las hojas en una planta delicada, y viendo la
respuesta de las plantas a los estímulos externos en el laboratorio,
Bose llegó a la conclusión de que los vegetales estaban realmente
dotados de un sistema nervioso.
Bose pudo sintonizar con este sistema nervioso mediante una
delgada sonda de aguja conectada a un galvanómetro. Creía que las
plantas se parecían a los animales en el hecho de que el tejido
conductor estaba envuelto en una especie de cubierta protectora, que
comparaba con la gutapercha no conductora3. Por tanto, clavó agujas
metálicas en las plantas, buscando el “cable” que transmitía los
mensajes de una a otra parte del vegetal. Sabía que, si la aguja no
entraba en contacto con el tejido conductor, nunca podría captar los
mensajes transportados en el “sistema nervioso” de la planta.
3Sustancia empleada como aislamiento, que proviene de la resina de los árboles Payena y Palaquium
de Malasia. Tiene una plasticidad parecida a la de la goma.
39
afectarían a las plantas, Bose inyectó cafeína, alcohol, mosto,
cloroformo y estricnina a varias de ellas. Los efectos que obtuvo
fueron similares a los exhibidos por los seres humanos. La cafeína
resultó ser un estimulante. Los licores produjeron excitabilidad
seguida de depresión. Las plantas a las que se inyectó alcohol se
balancearon como los borrachos. Bose descubrió que las plantas
atraviesan por un espasmo de muerte parecido a la agonía de los
animales. En el momento de la muerte se produce en la planta una
intensa excitación, junto con una potente descarga de electricidad.
El propio espasmo es producido por la contracción de las células que
van a morir.
¿Gritan de dolor, las plantas, al ser torturadas o heridas? ¿Son sus
emociones similares a las de los seres humanos? ¿Se embriagan con
el alcohol y se excitan con la cafeína?
“¡Sí!”, dice Bose, que dispone de pruebas convincentes en los
diagramas de su “crescograph” y en los registros de su galvanómetro.
Según él, si estudiaran con atención su meticulosa investigación,
incluso los observadores más escépticos quedarían convencidos de
que las plantas poseen un sistema nervioso sensible y una vida
emocional variada. “El amor, el odio, la alegría, el miedo, el placer, el
dolor, la excitabilidad, el estupor, y un sinnúmero de respuestas
apropiadas a los estímulos son tan universales en las plantas como
en los animales”.
Bose fue ridiculizado por su creencia de que las plantas tenían
emociones y disponían de un sistema nervioso, pero él fue incluso
más lejos en sus investigaciones. Observó que cada planta tenía su
propia velocidad de respuesta, como sucede con los seres humanos.
Se dio cuenta, también, de que existía una estrecha correlación entre
la condición de una planta y la velocidad con que los impulsos
“nerviosos” podían ser transportados por su tejido conductor. Las
plantas grandes parecían reaccionar muy despacio a los estímulos
externos, mientras que las pequeñas lo hacían con rapidez. Bose hizo
la observación de que esto era similar a las diferencias existentes
entre los hombres. Pero su observación más importante fue que,
aunque “la velocidad del impulso en la mimosa es menor que en los
animales superiores, es considerablemente mayor que en los
animales inferiores como el anodon”. Suponía que algunas plantas
podían hallarse a medio camino entre los animales superiores y los
inferiores en la evolución de su “sistema nervioso”.
40
Aunque las consideraciones de Bose acerca de un sistema nervioso
vegetal y su firme creencia en la presencia de emociones en las
plantas no son tomadas en serio por la mayoría de los científicos
modernos, muchas personas interesadas por los fenómenos
psíquicos y algunos científicos, que parecen estar confirmando sus
hallazgos, las consideran válidas.
Los doctores K. S. Cole y H. J. Curtis sugieren que la nitella, una
planta de agua dulce que se encuentra en muchos viveros de carpas
doradas, es muy parecida a un nervio. Las series de células únicas
de esta planta dan la impresión de poder transmitir impulsos al igual
que los nervios de los animales superiores. Aunque la velocidad del
impulso es lenta, constituye, sin embargo, una posible forma
primitiva de lo que más tarde se convertiría en un tejido nervioso
animal.
Gran parte del apoyo que ha recibido Bose proviene de Rusia. A la
luz de la evolución, parecía natural que las plantas hubieran
desarrollado al menos un sistema primitivo para transmitir señales
parecido al de los animales. El doctor Gunar, profesor ruso de
Biología, declara: “El hecho de cortar el pedúnculo de una hoja
provoca en la base una instantánea reacción negativa de una
amplitud de cincuenta a sesenta milivoltios”. ¡Esto muestra una
“consciencia” de ser cortado! En la prestigiosa Academia Timiryazev
se han llevado a cabo centenares de experimentos parecidos, que
muestran que las plantas pueden conducir impulsos eléctricos de un
modo similar al de los nervios del hombre.
41
Vogel ha descubierto que plantas distintas poseen distintos
temperamentos. Algunos filodendros le responden rápidamente,
mientras que otros necesitan mucho tiempo para acostumbrarse a
él. No sólo las plantas tienen personalidad y unas peculiaridades
individuales, sino también las hojas, según Vogel, quien tuvo muchas
dificultades trabajando con hojas que poseían una gran resistencia
eléctrica. Al igual que Darwin un siglo antes, Vogel observó que las
plantas tienen días y momentos “buenos” y “malos”. Sugiere que, en
determinadas ocasiones, pueden mostrarse deprimidas o
introvertidas.
Irwin Greif, un neoyorquino susceptible a la influencia psíquica,
confirma a través de sus observaciones que las plantas tienen
emociones. Greif describe un viaje que hizo a Long Island para dar
una conferencia en una casa particular. “Estaba en el estudio, un
momento antes de hablar sobre los fenómenos psíquicos ante un
grupo interesado en el tema. Mientras esperaba para dar la charla,
me dediqué, a modo de pasatiempo, a sintonizar con los objetos. Mi
atención se dirigió hacia dos plantas que había en la habitación.
Cuando me concentré con ellas, vi que una era normal y que la otra
estaba loca. Cuando la dueña de la casa entró en la habitación, le
dije que una de las plantas parecía completamente normal y que la
otra había perdido el juicio. Me dijo que la primera planta, la normal,
había estado con ella durante mucho antes, pero que la segunda
acababa de llegar a casa procedente de la habitación de un hospital
en la que su propietario había muerto, en una agonía lenta y
prolongada, a causa de un cáncer. Me di cuenta de que la planta
había quedado perturbada a causa del dolor emocional que le produjo
ver morir a su dueño”.
Greif afirma que la perturbación de la planta demente se le
apareció de inmediato a través de la impresión de una forma vital
discordante y completamente fuera de control. Fue como si su mente,
al tratar de comunicarse con la planta se encontrara con una
turbulencia de aire.
Sheila Ostrander y Lynn Schroeder, en su Manual de experimentos
parapsíquicos, sugieren distintos niveles de sensibilidad “emocional”
en las plantas. Señalan que Eileen Garrett, la desaparecida médium
de reputación internacional, dijo haber “visto” reaccionar a las
plantas ante Cleve Backster en su laboratorio. Al parecer, la médium
42
pudo detectar celos en una de ellas cuando Backster concentró su
atención en otra.
Backster estaría de acuerdo con las observaciones de Eileen
Garrett acerca de la sensibilidad de las plantas. ¿Acaso le sería
posible pensar en ellas como criaturas sin sentimientos e
indiferentes?
Su experiencia de cuando amenazaba a las plantas de su oficina y
obtenía una respuesta le convenció de que Bose pudo haber estado
muy cerca de descubrir uno de los secretos de la naturaleza. Cuando
Pearl Weinberger, que “finiquitaba” a sus plantas después de cada
experimento, no pudo obtener una reacción por parte de las de
Backster, éste tuvo la certeza de que sus plantas, con el hecho de
marchitarse, estaban reaccionando negativamente ante la presencia
de la mujer. O quizá simplemente “desintonizaron” ante su presencia
en el laboratorio. Y ¿qué fue la reacción hacia el doberman? ¿Fue sólo
un invento de la imaginación de Backster?
Las plantas mostraban realmente una reacción a su medio;
reacción que podía registrarse científicamente, tal como hizo Bose
con sus instrumentos cincuenta años atrás. Además, ¿no se
estableció una concordancia emocional entre la excitable Tanya y el
geranio de la oficina de Pushkin? ¡Alguna clase de reacción se estaba
produciendo! Pero, ¿se trataba de emoción?
Vogel dice que las plantas parecen ser tan sensibles como los seres
humanos. Afirma que si alguien piensa o dice algo despreciativo hacia
una planta, ésta responderá a la emoción negativa ajándose y, en
ciertos casos, incluso muriéndose. Refiere que sus plantas pueden
marchitarse si se comparan desfavorablemente con otras.
Las pruebas, algunas verificables, otras demasiado coincidentes
para ser desechadas, parecen apuntar a una sola conclusión.
45
Cuando, al año siguiente, éstas crecían, muchas de las nuevas
plantas aparecían deformadas, con hojas anormales, flores nunca
vistas, y tallos retorcidos. Sin embargo, con gran sorpresa de Luther,
alguna flor resultaba más hermosa que la planta madre.
A pesar de esto, su padre le hizo arrancar todos los “hierbajos” del
jardín y destruirlos, porque “crear nuevas flores y plantas era trabajo
de la naturaleza”.
Luther no estaba de acuerdo.
Por aquel entonces ya soñaba con crear ciruelas sin hueso, a
imitación de los rojos arándanos que crecían en las tierras
pantanosas del río Nashua, que atravesaba zigzagueando la granja
de su padre. Y tenía visiones de crear un árbol, no con una, sino con
muchas clases de manzanas colgando de sus ramas.
Éste era el primer secreto de su arte de cultivar las plantas:
siempre imaginaba cómo le gustaría que fuesen, forjando una vívida
imagen mental de lo que quería. Creaba plantas que correspondieran
a sus sueños y proyectaba el pensamiento a la planta.
Esta característica pudo haber empezado en Burbank a la
temprana edad de diez u once años. En cualquier caso, a medida que
fue creciendo su interés por las plantas se convirtió en una obsesión.
No sólo soñaba con lo que iba a hacer. También se dedicaba a
observar atentamente el desarrollo y reproducción de todas las
plantas que había a su alrededor, como si fueran sus más íntimos
amigos.
Fascinado por las diferencias que había entre ellas, Burbank creía
firmemente que las plantas tenían personalidades y características
especiales, por lo que podía distinguir a una planta entre otras casi
idénticas.
Éste era su segundo secreto: amaba a las plantas y las consideraba
sus más queridos amigos. Si su trato con ellas encerraba algún
secreto, Burbank hubiera dicho, con seguridad, que era el amor.
Sentía que este poder era mayor que cualquier otro, y que realmente
era como un alimento que podía hacer que las plantas crecieran más
deprisa. Con amor era posible conseguir que produjeran flores y
frutos más grandes. Creaba una relación de confianza entre él y las
plantas, y les rogaba su colaboración, diciéndoles lo mucho que las
amaba y respetaba. Éste, según Burbank, era el auténtico secreto de
su éxito.
46
Por supuesto, Burbank combinaba este amor con el trabajo duro,
aunque nunca se refirió a su actividad de cultivador como a un
“trabajo”. A los setenta años todavía pasaba en el campo al menos
diez horas diarias.
Fue esta dedicación a las plantas la que le proporcionó su primera
“oportunidad” siendo un joven agricultor. Cuando inspeccionaba su
campo de patatas en busca de cucarachas, examinaba
cuidadosamente cada planta para asegurarse de que ningún parásito
las dañaba. ¡Imagínese a un joven de veinte años recorriendo todo un
campo de patatas, mirando cada una de las plantas para ver si había
algún insecto!
Este raro don le llevó a realizar su primer gran descubrimiento. En
una de las plantas encontró una pequeña bola verde. Burbank sabía
exactamente lo que era y lo que podía significar para él.
En el siglo pasado, las patatas se obtenían a partir de esquejes. En
la piel del tubérculo crecen ojos, que son brotes no desarrollados. Si
se los corta en pequeñas rodajas, asegurándose de que cada trozo
tiene un ojo, y se plantan estos trozos, cada uno se convertirá en una
planta adulta.
Lo que Burbank encontró fue una bolita de semillas, un hallazgo
muy precioso e infrecuente. A decir verdad, nunca volvió a encontrar
otra, y durante el resto de su vida ofreció una suma importante a
quien pudiera ofrecerle una. He aquí su reacción ante el hallazgo:
“¡Encontré una cápsula de semillas de patata! Utilizo signos de
admiración porque… es lo que emplearía un astrónomo si
descubriera un nuevo sistema solar. Una cápsula de semillas de
patata no era algo desconocido, pero constituía una gran rareza, y no
pude enterarme de nadie que hubiera sabido qué hacer con una de
ellas. Yo hice algo: planté las semillas. Tenía veintitrés semillas y
obtuve veintitrés plantas. De éstas, seleccioné dos. Fue a partir de
las patatas de estas dos plantas, cuidadosamente cultivadas y
trasplantadas, celosamente guardadas, y concienzudamente
plantadas, que conseguí la patata “Burbank”. Y fue con ésta con la
que empecé mi carrera de cultivador”.
En realidad, Burbank casi echó a perder esta oportunidad de
conseguir una nueva clase de patata. Después de hallar la cápsula,
vio un día que había desaparecido. Es difícil precisar el tiempo que
empleó buscando aquella bolita seca, pero cuentan que se pasó
varios días de rodillas en el suelo examinando cada centímetro del
47
campo de patatas. Por fortuna, la encontró. De esta lección de sus
primeros tiempos aprendió a poner siempre sobre cada flor singular
o cada hallazgo una bolsa para protegerlo.
Burbank vendió los derechos de la patata por 150 dólares, que,
sumados a los pocos que tenía ahorrados, fueron suficientes para
que se pudiera trasladar a California.
No sabía que había creado una patata muy especial: grande, con
una piel suave y aspecto regular. Los que la probaron por primera
vez la calificaron de “milagro”.
En cierto sentido lo era, porque, durante los cincuenta años
siguientes, la “Burbank” significaría millones de dólares para los
agricultores al ser vendidas y exportadas enormes cantidades de ella
a países como Irlanda, en los que el hambre hacía estragos porque
las otras patatas, menos resistentes, morían.
Así, con el poco dinero que consiguió reunir, Burbank marchó a
California. Llevaba consigo un soberbio conocimiento de las plantas,
determinación, ropa, comida para el viaje y diez patatas Burbank.
Guardaba estas patatas como habría guardado los plantones
producidos por su cápsula de semillas.
Sin dudarlo, se dirigió a Santa Rosa, lugar que, pensaba, ofrecía
unas condiciones ideales para el cultivo durante todo el año. Santa
Rosa, situada entre suaves colinas, proporcionaba el clima templado
y las ricas y variadas características de terreno que Burbank
necesitaba.
La lucha y la pobreza que soportó para conseguir su granja fueron
un ejemplo de coraje y perseverancia. Cuando trabajaba como
florista, se le permitió dormir en un cuarto contiguo al invernadero,
pero la humedad del aire le puso muy enfermo, tanto, que casi murió.
Por suerte pudo trasladarse a una chabola y, con la ayuda de una
anciana que le traía leche fresca cada mañana, sobrevivió.
Cuando se recuperó empezó a hacer toda clase de trabajos con el
fin de conseguir el dinero suficiente para comprar una parcela de
tierra. Todo el mundo pensó que estaba loco, porque escogió unas
tierras cuya inutilidad para el cultivo se había demostrado repetidas
veces. Estas tierras eran algo pantanosas, por lo que tenían que ser
secadas. Burbank lo hizo en seguida. Luego mandó traer 1.800
carretadas de abono, que mezcló con la tierra.
En tres años, su trabajo, su previsión y su paciencia rindieron sus
frutos. Por entonces ya había hecho bastante dinero cultivando
48
plantas injertadas como para poder empezar en serio la
experimentación que siempre fue su sueño. Sus descubrimientos
sobre la técnica de los injertos y el cultivo selectivo le dieron pronto
la reputación de ser un “mago” de las plantas. A Burbank no le
gustaba este título, pero cuando empezó a crear nuevas variedades
de plantas, le quedó.
Sobre el papel, su método parece sencillo, pero en la práctica
resultaba extremadamente difícil. Cultivaba 10.000 o más plantas de
una misma variedad, de las cuales seleccionaba un máximo de
cincuenta plantones y un mínimo de uno. Luego, a partir de la planta
o plantas seleccionadas, cultivaba otros 10.000 plantones,
continuando este proceso selectivo hasta que lograba la planta que
quería.
Cuando empezó su trabajo, los castaños necesitaban veinticinco
años para dar fruto. Cuando terminó sus experiencias, produjeron
fruto al cabo de dieciocho meses.
En los primeros años de este siglo, sus creaciones causaron tal
sensación que su nombre se convirtió en una palabra de uso común.
Pronto se encontraría en los diccionarios el verbo
“to burbank”.4 Burbank hizo lo que ningún hombre pudo hacer antes.
Creó una mora blanca, tan clara que se veían las semillas de su
interior, una ciruela tan jugosa y grande que aún se considera de las
mejores del mundo; una hermosa margarita de puro color blanco, un
cacto sin espinas y un lirio de agua de fragante aroma.
La historia que había detrás de estas creaciones muestra cómo su
sensibilidad de cuando era pequeño no hizo sino aumentar con el
paso del tiempo. Para crear la margarita blanca, Burbank dedicó
años a seleccionar y cruzar flores, buscando el color adecuado. A
menudo, sus visitantes eran incapaces de distinguir unas de otras
las plantas que cultivaba. Fue necesario que un artista de San
Francisco eligiera las margaritas de un blanco más puro, las cuales
iban a recibir su nombre del Monte Shasta. Burbank estaba
especialmente orgulloso de su margarita “Shasta”, a causa de sus
recuerdos de juventud, cuando llevó la margarita silvestre al jardín
de su madre.
Sin embargo, fue el cacto sin espinas el que causó mayor sensación
y dio pie a la especulación acerca de los supuestos métodos místicos
49
que Burbank empleaba. Durante el tiempo que estuvo trabajando
con los cactos, nuestro hombre tenía que sacarse, al final de la
jornada, las espinas y espinillas que le quedaban clavadas en la cara
y las manos. Aguantaba el dolor y la frustración porque estaba
convencido de que estas plantas del desierto, que crecían como
amargones en el árido Oeste, podían salvar millones de vidas y
alimentar al ganado en las zonas secas de todo el mundo.
Por fin logró crear cactos sin espinas y con muy pocas espinillas.
Sin embargo, y a pesar de lo espectacular que esto pareció en aquel
momento, desde el punto de vista práctico fue un fracaso, porque
para cultivar las plantas se necesitaba más agua de la que podía
obtenerse en las zonas desérticas.
De todos modos, resulta interesante la historia de que Burbank
pidió a las plantas que colaboraran con él en su objetivo de conseguir
un cacto sin espinas. Se dijo que los propios cactos le ayudaron,
respondiendo a su amor. “El secreto de la obtención de buenos
resultados en el cultivo de plantas reside, aparte del conocimiento
científico, en el amor”, dijo Burbank a un visitante, reiterando una
antigua convicción.
Y añadía: “Mientras realizaba los experimentos para hacer cactos
sin espinas, a menudo hablaba con las plantas para crear una
vibración de amor. Les decía que no tenían que tener miedo, que no
necesitaban las púas defensivas, que yo las protegería”.
Junto con el de los cactos, el trabajo de Burbank con el lirio de
agua fue uno de sus proyectos más fascinantes y uno de sus
favoritos. Los esbeltos y graciosos lirios despedían normalmente un
olor desagradable, pero él se propuso crear unos lirios que fueran tan
fragantes como hermosos.
Un día, al caer la tarde, cuando estaba terminando su trabajo,
detectó el olor perfumado de un lirio. En aquel momento había un
acre lleno de lirios en flor, pero Burbank se puso de rodillas y fue
recorriendo todo el terreno, examinando las flores una a una.
Ignoraba de dónde provenía la fragancia que arrastraba la brisa, pero
sabía que aquél era el momento que había estado esperando.
Nadie sabe exactamente cuántos lirios olió aquel día, pero los
trabajadores que le observaban supusieron que pudo haber olido
cerca de cinco mil antes de hallar el que buscaba. De este lirio, que
señaló, como hacía habitualmente, con un trozo de su camisa,
produjo una nueva especie de olor agradable.
50
Todos estos episodios de la carrera de Burbank evidencian un gran
conocimiento del color, el olor y el tacto. Y muestran, también, una
paciencia y una dedicación increíbles, así como una gran fe en que lo
imposible puede ser superado.
Pero mucho más interesante era su creencia en la relación
psíquica existente entre un hombre y sus plantas. Los conceptos
fundamentales estaban claros:
Amaba a sus plantas y las trataba como a amigos.
Creía que tenían sentimientos y que estaban dotadas de una
consciencia primitiva.
Las veía como dueñas de una personalidad única y diferenciada.
Creía que las plantas podían captar imágenes mentales y
pensamientos mediante una especie de telepatía.
Visionaba el tipo que quería crear, y con la cooperación de la planta
creaba nuevas especies.
Hablaba a sus plantas y, aunque suponía que no podían entender
el significado de sus palabras, creía que comprendían la intención.
Amaba a sus plantas y las colmaba de afecto y de ánimos, en la
creencia de que ellas responderían con sus emociones.
Burbank atribuía su éxito tanto a estas creencias como a su
intenso trabajo y tratamiento científico del cultivo selectivo. Pero él
mismo poseía una increíble facultad “psíquica”, indicativa de que
quizá percibía el aura de las plantas.
¿Qué es lo que hacía sospechar a la gente que podía ver auras?
Por ejemplo, se hablaba de su facultad para percibir, mientras
caminaba entre hileras de centenares de plantones, qué plantas
carecían de las cualidades que buscaba. Algunas de las que
rechazaba eran apenas mayores que una brizna de hierba. ¿Cómo
podía decir cuáles iban a convertirse en potenciales triunfadoras?
¿Qué instinto o visión especial poseía? ¿Podía ver las auras?
Jardineros que trabajaban con él durante años nunca pudieron
igualarle, ni siquiera entender por qué rechazaba o decidía conservar
ciertas plantas.
Donald Martin, un perito agrícola que conoció a Burbank, dijo: “Iba
a lo largo de una hilera de gladiolos y arrancaba los que no quería
con tanta rapidez como podía cogerlos y tirarlos a un lado. Parecía
tener un instinto que le decía si una minúscula planta iba o no a
crecer para convertirse en la clase de fruto o planta que quería,
¡aunque sólo midiera unos centímetros! Yo no podía ver ninguna
51
diferencia entre ellas, ni siquiera cuando me detenía y las observaba
de cerca, pero a Burbank le bastaba con una ojeada”.
¿Cómo podía un hombre hacer esto sin poseer un sexto sentido?
¿No captaba un mensaje de debilidad o de fuerza que las mismas
plantas le comunicaban?
Las personas que plantaron estos vegetales rechazados por
Burbank se encontraron con que ninguno ofrecía las cualidades que
él buscaba. Burbank a menudo desafiaba a la gente a que se llevaran
estas plantas rechazadas a su casa y las plantaran.
Quizá no temía equivocarse porque creía poseer unas dotes fuera
de lo común para comprender las plantas y comunicarse con ellas.
La pública negación de Burbank de su facultad de comunicarse
con los vegetales debe confrontarse con su insistencia – también
pública – en su capacidad de comunicación mediante la telepatía.
Afirmó haber enviado pensamientos a un amigo suyo que vivía en el
Este, y que el amigo había respondido con un mensaje mental.
También declaró poder enviar mensajes a su hermana Emma, quien
a menudo acudía a sus llamadas mentales.
Tanto Burbank como su hermana se consideraban a sí mismos
personas con poderes psíquicos. Por otra parte, se dijo de él que había
hablado con su madre después de la muerte de ésta, y que había
consultado a un médium para comunicarse con los espíritus. Luther
dijo que muchas veces, después de su muerte, había sido bendecido
con su aparición en visiones que había tenido; y que ella le había
hablado.
Resulta interesante el que los habitantes de la zona de Santa Rosa
creyeran que Burbank poseía poderes especiales. Cuando, el 13 de
abril de 1906, un terremoto de cincuenta y tres segundos de duración
devastó San Francisco, gran parte de los alrededores de la ciudad,
incluyendo Santa Rosa, resultaron afectados. Pero, durante el
terremoto, en el invernadero de Burbank no se rompió ni un cristal.
Y, aunque el edificio principal del rancho se vino abajo, ninguna
planta resultó perjudicada.
Se dijo, también, que todas las placas fotográficas de un estudio
de fotografía cercano quedaron destruidas con la excepción de
aquellas en las que aparecían Luther y sus “mágicas” creaciones.
No es difícil percibir, en un hombre que reconocía que ciertos tipos
de música le causaban dolor y que podía oler el rastro de un zorro,
unas complejas dotes de percepción y transmisión. Transmitía amor
52
a las plantas, y éstas lo captaban. Hablando con las plantas, las
tranquilizaba con su amor, y ellas podían sentir su afecto y
comprensión.
Pero eso no era todo. Se decía de él que podía curar las
enfermedades mediante la “imposición de manos”. Si era así,
¿cuántas veces lo hizo con plantas lesionadas?
Se afirma que Burbank había dicho: “A veces me siento muy cerca
del Poder Infinito. En estas ocasiones he podido curar a personas
enfermas, así como a muchas plantas que sufrían”.
La manera exacta en que lo hacía, o cómo se comunicaba con las
plantas, seguirá siendo un misterio. Hellen Keller nos dio un indicio
de lo que el hombre podía sentir: dijo que Burbank tenía un raro don,
la actitud receptiva de un niño. Escuchaba a las plantas mientras
éstas le hablaban. Y aprendió muchos secretos sobre ellas
escuchando atentamente. Hellen Keller sintió que Burbank, como un
niño sagaz, era capaz de comprender el lenguaje singular de las
plantas y los árboles. Además, según la mujer, él era consciente de
la individualidad y el genio de las plantas, algo especial que podía
alentar, haciendo que la planta creciera adoptando su forma más
perfecta.
Burbank sentía, probablemente, que las plantas se comunicaban
con él mediante vibraciones u ondas, ya que describió el universo
como una inmensa vibración. No obstante, nadie parece saber con
exactitud lo que sentía o percibía en presencia de las plantas, aparte
de una alegría y amor irresistibles que a menudo asociaba con los
niños.
Este hombre, que no tenía hijos, comparaba con frecuencia sus
plantas a los niños. Y los describía diciendo: “Toda vida animal es
sensible a lo que le rodea, pero, de todos los seres vivos, el niño es el
más sensible. El medio actúa sobre él como el mundo externo actúa
sobre la placa fotográfica. Toda posible influencia dejará su huella en
el niño, y los rasgos que éste ha heredado serán superados hasta
cierto punto, siendo en muchos casos incluso más importantes que
la herencia”.
Para la mentalidad científica, las ideas de Burbank acerca del
poder del ambiente para alterar las características hereditarias, eran
pura locura. Pero él creía firmemente que “la herencia es sólo la suma
de todos los ambientes pasados, es decir, el ambiente es el arquitecto
de la herencia”. Después de realizar millones de experimentos con las
53
plantas, Burbank afirmó que el medio puede cambiar la estructura
genética de las generaciones futuras. Daba a entender que este
cambio se produce gracias al amor, la comunicación y el estímulo.
Ésta es la fundamental forma de interacción posible ¡y una completa
herejía para los círculos científicos!
Pero Burbank creó ochocientas variedades de plantas nuevas y
atractivas. ¿Quién mejor, para juzgar el resultado de la fe, el amor y
la comprensión, que el propio experimentador?
Si Burbank creía que uno puede comunicarse con las plantas, y
dijo haber tenido éxito, quizá las plantas tienen, en verdad,
emociones, consciencia, y un extraordinario sexto sentido, un sentido
psíquico lleno de misterio y fascinación.
54
Retallack pudo empezar a imaginar experimentos que introducirían
la música en el curso de biología.
Lo que quería saber era muy simple: ¿es afectado el crecimiento de
las plantas por diferentes tonos y, por tanto, por diferentes tipos de
música? En su primer experimento trabajó con otra estudiante,
llamada Anne Eagon, y trataron de ver si la idea podía ponerse en
práctica de modo lógico y científico. Registró en una cinta magnética
cinco minutos de los tonos si y re, tocados en un piano, alternando
con cinco minutos de silencio. Puso la cinta ante filodendros, trigo,
rábanos, geranios y violetas africanas durante doce horas diarias, y
se dio cuenta de que las violetas, que al principio del experimento
estaban inclinadas, “revivían hermosamente”. Durante los diez días
siguientes, todas las plantas parecieron crecer bien, pero al cabo de
dos semanas empezaron a producirse algunos cambios
sorprendentes.
Las hojas de los geranios se volvieron amarillas y al terminar la
tercera semana habían muerto. Los rábanos, que entonces tenían
una altura de cinco centímetros, parecían querer escapar del sonido,
inclinándose en la dirección opuesta a su fuente. La señora Retallack
refiere que el trigo, los rábanos y los filodendros murieron todos a la
tercera semana del experimento. Sólo continuó creciendo la violeta
africana. El grupo de control no expuesto al sonido, no mostró
señales de deterioro y las plantas crecieron perfectamente. La única
conclusión que la investigación pudo extraer en aquel momento, fue
que las plantas respondían con claridad a la música. Lo que empezó
siendo un trabajo necesario para conseguir un título académico, se
convirtió, después del experimento inicial, en algo más profundo. La
señora Retallack estaba fascinada, y confusa a la vez, por las
reacciones de las plantas.
Cuando se enteró de que la escuela había adquirido tres cámaras
de control biotrónico, pidió en seguida al departamento de biología
que le dejaran continuar los experimentos con las nuevas cámaras,
en las que las condiciones podían regularse y registrarse con mayor
precisión. En su segundo experimento, colocó cuatro plantas de cada
variedad, con la excepción de las violetas africanas, en cada una de
las tres cámaras de control. Esta vez grabó un tono de fa y bombardeó
a las plantas de una cámara con un tono continuo durante ocho
horas. En la segunda cámara, las plantas recibían intermitentemente
55
tres horas de sonido distribuidas a lo largo de un período de
veinticuatro horas. En la última cámara no empleó sonido alguno.
La señora Retallack explica que, al cabo de dos semanas, todas las
plantas de la cámara con “tono constante” habían muerto. Las de la
cámara con tono intermitente crecían bien, incluso mejor que las que
estaban en la cámara sin sonido. Vio que las plantas tendían a
apartarse de la fuente del sonido. Una vez más, sacó la conclusión de
que el sonido debía afectar a las plantas, porque las demás
condiciones fueron mantenidas constantemente, incluyendo las de
luz, temperatura, aire, terreno y agua. En este punto su curiosidad
se acrecentó. ¿Cuál podía ser la causa de que las plantas
reaccionaran ante el sonido como lo hicieron? Se preguntaba si eran
“las vibraciones, la fatiga, el aburrimiento o, simplemente, el hecho
de que no les gustaba”.
Más adelante, otras mujeres se interesaron en su trabajo. Virginia
Smith, en colaboración con Marlene Maseberg, colocó unas calabazas
en las cámaras de control. Luego realizaron algo que la señora
Retallack no había hecho: sintonizar las cámaras con emisoras de
radio que emitían diferentes clases de música. Mientras una recibía
lo último en rock, la otra estaba sintonizando con una que emitía
música clásica. A lo largo de las siguientes ocho semanas, las
calabazas “oyeron” la música de las dos emisoras de estilos
completamente distintos. Las calabazas de la cámara de control con
música clásica parecieron apreciar la música. Se observó que crecían
hacia la fuente del sonido. Incluso empezaron a enroscarse alrededor
del altavoz. En la cámara con música rock, las plantas, como en los
experimentos anteriores, parecieron tratar de huir de la música
creciendo en dirección opuesta a la fuente de sonido. La señora
Retallack dice que “parecía como si (la planta) tratara de subirse a la
pared”.
Como la señora Retallack desde el principio tenía ganas de hacer
este tipo de experimentos, estaba ansiosa de repetir las pruebas de
sus amigas. En su segundo experimento empleó trigo, calabazas,
petunias, Zinnias y caléndulas. Colocó nueve plantas de cada
variedad en las dos cámaras de control que tenía a su disposición.
Declara que “todos los plantones de trigo y calabazas tenían siete
centímetros de altura cuando se colocaron en la cámara. Las
petunias, Zinnias y caléndulas fueron escogidas entre las de mejor
clase y eran de un tamaño tan uniforme como fue posible obtenerlo”.
56
Una vez las plantas estuvieron en las cámaras de control, conectó las
dos clases distintas de música. La primera cámara estaba conectada
a la emisora local de rock y la segunda recibía “una música semi-pop
suave”. Ambas emisoras se pusieron exactamente al mismo volumen.
La señora Retallack dice que cada día examinaba las plantas con
creciente expectación. Durante los primeros cuatro días no hubo
ningún cambio. Pero, en el quinto, observó algunos cambios
drásticos. Los tallos de las plantas de la cámara con música semi-
pop se habían doblado ligeramente hacia la radio. Las hojas y yemas
parecían ser normales. Sin embargo, en la cámara de música rock
todo era caótico. Algunas plantas estaban exhaustas y produjeron
hojas enanas, mientras que otras parecían atrofiadas.
Al cabo de nueve días, alrededor de un ochenta por ciento de las
plantas de la cámara semi-pop se inclinaban hacia la fuente de la
música, formando un ángulo de, aproximadamente, diez grados. En
la cámara de rock, la mayoría de las plantas parecían “confusas” y se
retorcían en formas extrañas y grotescas. La señora Retallack observó
que el notable crecimiento de los primeros cuatro días se había
detenido y que las plantas estaban amarilleando.
Tal como cabía esperar de esta observación del noveno día, las
plantas conectadas con la emisora semi-pop siguieron creciendo con
normalidad durante el resto del experimento, mientras que las
sujetas a la música de rock fueron adquiriendo progresivamente
formas más distorsionadas. En las etapas finales de la investigación,
estas plantas empezaron a morirse. Después, la señora Retallack
sacó los vegetales de ambas cámaras para tomar medidas de ellos y
examinar sus raíces, con el fin de ver estadísticamente cuáles eran
las diferencias en el crecimiento total.
La investigadora declara que las raíces de las plantas sometidas a
la música semi-pop eran muy gruesas y medían de cinco a doce
centímetros de longitud. Las sometidas a la música rock tenían unas
raíces de uno a cinco centímetros. Aunque la señora Retallack
hubiera querido dar por supuesto que la causa de estas desiguales
pautas de crecimiento era la música, fue advertida por los profesores
del departamento de que no “se apresurara a sacar conclusiones” sin
realizar otras pruebas, que incluirían el someter las plantas al ruido
que se capta entre las emisoras, conocido con el nombre de “ruido
blanco”. En sus experimentos siguientes, la investigadora llegó
esencialmente a los mismos resultados que en su anterior trabajo.
57
Parecía definitivo que la música rock destruía misteriosamente a las
plantas. Otros tipos de música, como la clásica y la semi-pop,
estimularon su crecimiento, creando plantas exuberantes y de tupido
follaje. El ruido blanco resultó mortal. La señora Retallack tiene la
impresión de que las plantas no pudieron soportar la monotonía de
aquel zumbido constante y la falta de significado del “ruido blanco”.
Los descubrimientos de la señora Retallack empezaron a circular
por el departamento y por la escuela. Led Zeppelin, Vanilla Fudge y
el fallecido Jimi Hendrix parecían devastar las plantas de las cámaras
de control. Un profesor escéptico sugirió que se movieran de sitio para
ver si volvían a apartarse del micrófono. Así sucedió, y la pregunta de
qué sucedía en realidad se convirtió en algo más que una broma. La
señora Retallack continuó la investigación con cintas magnetofónicas
que contenían una amplia gama de estilos musicales. Descubrió que
la música a la que las plantas respondían mejor era la india. También
parecía “gustarles” Bach, pero ni muchísimo menos como les
“gustaba” la grabación de Ravi Shankar Sounds of India.
Con la música “country”, la señora Retallack no notó en las plantas
ninguna reacción, y se preguntó si es que se hallaban en completa
armonía con esta música “de la tierra”, o tan sólo les era indiferente.
Se sorprendió mucho al ver que respondían bien al jazz, inclinándose
hacia el altavoz en ángulos de unos quince a veinte grados.
Posteriormente, la investigadora observó en su casa que un
filodendro había inclinado sus hojas hacia el altavoz en vez de hacia
la suave luz que penetraba por una ventana cercana. ¿Era posible
que la música proporcionara a las plantas algún tipo de energía?
La investigadora no podía responder a esta compleja pregunta,
pero descubrió que muchos científicos estaban enormemente
interesados en su experimento, que era, en realidad, la primera
investigación llevada a cabo sobre los efectos que distintos tipos de
música ejercían en las plantas. Con el fin de apoyar sus
observaciones iniciales, la investigadora cita una serie de proyectos
que respaldan la tesis de su libro The Sound of Music and Plants. Un
artículo escrito por Woodlief y Royster, titulado “El efecto de los
ruidos accidentales en el crecimiento de las plantas”, era un estudio
de las plantas del tabaco y su reacción ante el ruido. La señora
Retallack señaló que los investigadores habían descubierto que el
ruido podía reducir su crecimiento hasta un cuarenta por ciento. El
hecho de que el efecto sobre todas las plantas fuera similar llevó a los
58
investigadores a la conclusión de que la música, indudablemente,
afecta a su desarrollo.
Los resultados obtenidos por Mary Measures y Pearl Weinberger
en sus investigaciones con trigo de primavera, apoyan la tesis de la
señora Retallack. Se descubrió que frecuencias audibles de sonido
alteraban las pautas de crecimiento de unas semillas de trigo
congeladas según las frecuencias utilizadas para estimular las
semillas. La doctora Weinberger y G. Das también afirman que la
música puede cambiar el ciclo vital y el desarrollo de las algas.
En la actualidad, el doctor T. C. Singh, director del departamento
de botánica de la Universidad de Annanalai, en el sur de la India, se
encarga de continuar gran parte de los trabajos comenzados por el
famoso botánico sir Jagadis C. Bose. Ha hecho experimentos sobre el
efecto del “violín, la flauta, un instrumento parecido a la mandolina,
y la voz humana” en el desarrollo de las plantas. Aunque todos han
producido efectos similares, los instrumentos más potentes parecen
ser el violín y los instrumentos de cuerda. Un grupo de plantas de
pimienta “aumentaron de tamaño en un noventa por ciento, y la
cantidad de fruto que dieron aumentó en un ciento tres por ciento
cuando recibieron música de veena (un instrumento de cuerda)
durante tres semanas”.
Cuando Singh tocó el violín ante unas mimosas durante un rato
cada mañana, notó que el desarrollo de éstas era estimulado, de
modo que echaron brotes dos veces en el tiempo en que normalmente
sólo lo hubieran hecho una vez.
En un informe ante la Sociedad Internacional de Horticultura en
Francia, sugirió, además, que algunas plantas podían transmitir sus
nuevas características a las generaciones siguientes. La música,
según Singh, podía ocasionar cambios en los cromosomas.
Adviértase que Burbank también creía que las condiciones del medio
podían provocar cambios genéticos, lo cual era una herejía absoluta
para los círculos científicos.
El inventor Marcel Vogel ha mostrado también un intenso interés
por todos los fenómenos relacionados con las plantas. Según informa,
un grupo de ellas siguió con oscilaciones rítmicas una grabación de
las Noches en los jardines de España, de Falla.
Quizá, tal como han sugerido diversos grupos de investigadores,
existe una relación entre las vibraciones de una nota musical, de
una banda de color, de un enlace químico, e incluso de un electrón,
59
puesto que cada una de estas cosas vibra según su propia frecuencia
específica.
Hay otras explicaciones del efecto ejercido por distintos tipos de
música en las plantas que resultan igualmente interesantes. El
doctor George Milstein sugiere que las células vegetales, conocidas
como estomas, son estimuladas a permanecer abiertas durante más
tiempo cuando reciben música que en las cámaras silenciosas. Al
parecer, cuanto más tiempo permanecen abiertos los estomas, mayor
es el intercambio con el ambiente, lo cual conlleva un crecimiento
mayor en un espacio de tiempo inferior. Según la señora Retallack,
el doctor T. C. N. Singh ha sugerido que el movimiento del
protoplasma en las células vegetales parece ser estimulado por el
tono constante emitido por un diapasón activado eléctricamente.
¿Podría este movimiento intensificado producir una estimulación en
el crecimiento, al moverse la corriente protoplásmica más deprisa?
La señora Retallack cita a la doctora Weinberger, quien dice que “las
ondas sonoras pueden producir un efecto de resonancia en las
células vegetales que permite que la energía se acumule y afecte al
metabolismo”.
Otra explicación posible de este fenómeno es que las plantas
responden a la relación existente entre las notas o sonidos que les
son transmitidos. ¿Es posible que los agradables sonidos de la
música, organizados en una relación especial específica, tengan un
efecto estimulante sobre las plantas? ¿Podría esto estar relacionado
con la creencia de que ciertos cantos repetidos con monotonía
pueden influir en las enfermedades?
Ahora que la señora Retallack se ha metido de lleno en el estudio
del efecto de la música sobre las plantas, ¿cuáles son sus planes para
el futuro? Ella cree que puede haber una correlación entre las plantas
alucinógenas y la música rock, ya que recibió una carta de dos
muchachos en la que afirmaban que sus plantas de marihuana, que
estaban en unos tiestos encima de un altavoz estereofónico, crecían
muy bien. Los muchachos no escuchaban más que música rock.
¿Acaso ciertas plantas responden a determinadas vibraciones?
¿Podría haber razones de tipo biológico para que las plantas de
estupefacientes respondieran a una música que repele a las demás?
60
Barb Hilber, una espontánea y exuberante morena de ojos azules,
dice: “La gente piensa que uno está loco si habla a sus plantas, pero
yo siempre les hablo, dándoles el mismo tipo de amor y aliento que
doy a mis animales. Puede verse, en su crecimiento, la diferencia que
hay con no hacerlo”.
Barb, como otros miles de americanos, se dedica a sintonizar y a
hablar con sus plantas.
Mientras acaricia las hojas de uno de sus filodendros, dice: “Por
descuido, he arrancado las hojas de algunas plantas, y he
descubierto que se curan más deprisa si les pido disculpas, dándoles
a entender que no lo he hecho a propósito”.
Barb tiene una sensibilidad que le permite ver cada planta como
un ser vivo individual. “Puedo relacionarme con ellas fácilmente. No
sé si es por el modo en que fui criada, o es sólo una disposición que
tengo hacia ellas, pero sus sentimientos y emociones son tan reales
para mí como los de mis amigos o los de los animales. Las plantas se
parecen a los niños en muchos aspectos”.
“Hay muchas personas que ignoran los sentimientos y la vida de
las plantas. Por ejemplo, cuando se cambian de casa, se limitan a
tirarlas a un lado o a dejarlas morir. Me cuesta comprender esta
actitud, pues las plantas realmente forman parte de mi familia. Si
tuviera que irme de aquí, me aseguraría de llevármelas todas
conmigo”.
Barb señala los restos de varios tallos que ha cortado
recientemente de una palma con unos brotes de un delicado verde
claro, y dice tristemente: “He tenido que cortar muchas hojas
muertas. Esta planta estaba tan maltratada cuando la traje hace
unos días…”
Uno de sus amigos se fue de la ciudad por un tiempo, y ella accedió
a hacerse cargo de la planta, que estaba casi muerta cuando la llevó
a su casa.
“Mi amigo tenía miedo de dármela porque pensaba que la
“estropearía”. Espero que cuando regrese me dejará conservarla
hasta que yo sepa que no morirá si vuelve con su dueño”.
Barb explica el tratamiento especial que ha tenido que aplicarle:
“Cuando la traje a casa le dije lo contenta que estaba de tenerla aquí
con las demás plantas. Después de limpiarla la puse sobre la
mecedora, en la terraza, para que le diera el sol. Allí tendría todo el
aire fresco y el sol que quisiera, y la medida justa de humedad”.
61
Ella ya había advertido a la planta de que tendría que regresar al
lugar de donde había venido cuando su propietario volviera. “Le dije
que aquello no eran más que unas vacaciones. Mírela ahora. Sólo
lleva aquí unos pocos días, y ya revive”.
A lo largo de los últimos años, Barb ha recogido una cantidad
asombrosa de plantas de amigos “insensibles”. Lanza una mirada de
satisfacción maliciosa a un filodendro de hojas partidas que uno de
sus amigos había querido tirar.
“Le estábamos ayudando a cambiarse de apartamento, y le
pregunté qué iba a haber con la planta moribunda. Él dijo: “¡Diablos,
la voy a tirar! ¿Por qué no? ¿No ves que está casi muerta?” Yo le dije
que aquello era un asesinato. Cuando la recogí estaba amarillenta y
pensaba sinceramente que iba a morirse. Pero la traje a mi casa, la
puse en el dormitorio y la cuidé como si fuera una persona enferma.
Le hablaba todo el tiempo, diciéndole que iba a ponerse bien. Por
desgracia, la planta no respondía, y yo casi tenía la seguridad de que
iba a perderla. Por último, la puse en otra habitación con las demás
plantas para ver si mejoraba”.
Barb cuenta que durante los meses siguientes, en que
constantemente le dio ánimos, el filodendro pareció levantarse de la
tumba y volver a la vida. Afirma: “Esta es la planta de la que estoy
más orgullosa. Cuando viene alguien y la ve, me limito a decirle que
es aquella que estuvo a punto de morirse. Cuando la ven ahora no
pueden creer que sea la misma”.
Una de las plantas más importantes de Barb es un cacto que
perteneció a otra persona durante cuarenta años. En todo este
tiempo creció hasta alcanzar unos ochenta centímetros de altura. En
manos de Barb, gracias a su dulce conversación, el cacto desarrolló
seis nuevas hojas y creció veinte centímetros en sólo un mes.
Este es el primer cacto que Barb ha tenido. “Me costó decidirme a
comprarlo, ya que prefiero las plantas más suaves y delicadas, pero
ahora estoy muy contenta de haberlo hecho. A menudo le digo cuán
orgullosa estoy de él. Me da la impresión de que las plantas
responden a la atención que se les presta. Todos mis invitados se
sienten inmediatamente atraídos por el cacto. Como a mí, les resulta
increíble ver lo mucho que ha crecido en tan poco tiempo. ¿Creerá
usted que, a pesar de sus espinas, muchas personas hacen el gesto
de tocarlo, llenas de admiración?”
62
Luego habla de muchas de sus plantas y de sus insólitos
progresos. Cuando consigue una nueva, trata de imaginarse qué
aspecto debería tener, qué forma debería tomar, cómo le gustaría
verla crecer. Aunque reconoce que requiere tiempo y mucha
paciencia, afirma que esto parece dar realmente resultado.
Admite que su relación con las plantas es algo especial. “Supongo
que muchas personas dirían que me paso de la raya. Por ejemplo,
cuando podo los coleos siempre procuro que se enteren de que con
los esquejes voy a hacer algo. La planta madre puede ver los tiestos
en los que voy a cultivar nuevas plantas a partir de aquéllos. Les digo
lo que hago y el porqué. He visto, también, que los esquejes parecen
crecer mejor cuando están cerca el uno del otro, por lo que trato de
mantenerlos juntos todo el tiempo posible. Realmente no sé si se
comunican o no entre ellos o con la planta madre”.
De todas las plantas que posee, desde hermosos coleos hasta
cordobanes, el plato fuerte es un árbol de caucho que adquirió
recientemente.
“Incluso mi esposo está encantado con esta planta, y cada vez que
damos una fiesta, las personas que visitan la casa por primera vez se
detienen a mirarla. En las últimas semanas ha crecido varios
centímetros y ya casi cubre la puerta de entrada. Creo que su buen
aspecto tiene mucho que ver con la atención que recibe. Incluso la
gente que nunca hablaría a una planta, con ésta lo hace. Quizá no le
hablen directamente como yo lo hago, pero a menudo se acercan a
ella y comentan cuán grande y bella es. ¿No cree que esto debe tener
algún efecto sobre una planta?”
Barb dice que a la mayoría de las personas les gusta tanto su
cordobán como el enorme árbol de caucho. El cordobán está plantado
en un tiesto blanco sostenido por una colgadura de macramé. Barb
declara que a esta planta le habla de verdad, y comenta que incluso
a su esposo le gusta mucho. “Él empieza ahora a sintonizar con las
plantas, contagiado por mi entusiasmo y experimenta el mismo tipo
de emoción que tienen los niños cuando ven crecer una nueva hoja o
una nueva flor”.
No todos los esfuerzos de Barb han sido tan fructíferos. Ha tenido
enormes problemas con un Ficus benjamin que llegó de Florida con
el tronco lleno de insectos. ¡Y tuvo también un problema, las
escamas! Las rojas y duras protuberancias se convertían en polvo
entre sus manos.
63
Barb lo explica así: “Lo intenté todo para hacerla crecer. Primero
maté los insectos con un vaporizador, a pesar de que el árbol había
perdido casi todas sus hojas. Luego me dediqué a las escamas.
Mientras lo hacía, estaba todo el tiempo diciéndole a la planta que
creciera, pero no parecía responder. La he cambiado de sitio tres
veces, y creo que al fin empieza a reaccionar, pues están saliendo
hojas nuevas. Si he de ser sincera, debo admitir que empecé a
maldecirla, cosa que normalmente no haría. Pensé que si la maldita
cosa no crecía dándole el mismo amor con el que colmaba a las otras
plantas, sería necesario enfocar el asunto de un modo más
autoritario y perentorio. Le dije: “¡Muy bien! A ver si, para variar,
echas algunas hojas. ¡Ya estoy harta! ¿Qué más puedo hacer?” Por
supuesto, empleé un lenguaje más fuerte. Parece que da resultado.
Nada me haría más feliz que ver finalmente crecer a este árbol y que
recuperara su estado original”.
Una de las cosas que ha observado en su relación con las plantas
es que se parecen a las personas en muchos aspectos. Por lo general
les gusta estar con otras plantas y hallarse en medio de la actividad
y el bullicio. “Les encantan las fiestas animadas, las conversaciones
alegres y los momentos llenos de cálida amistad y amor. Puede
apreciar la diferencia en las que están descuidadas o que viven en un
hogar infeliz”.
Dice con evidente sinceridad: “Para mí, las plantas son algo muy
especial. Pienso que cuando una persona compra una debe hacerse
responsable de ella. Las personas que compran animales y plantas
sólo por razones decorativas y sociales son insensibles a la vida”.
Barb insiste en que las plantas tienen lugares especiales en los que
medran y crecen con rapidez, y que si no les gusta el sitio en que
están, se lo hacen saber. “Casi se las puede oír gritar: ¡No soy feliz
aquí! ¡Por favor, cámbieme de sitio!”
“El lugar ideal para colocar una planta es aquel en que a las
personas les gusta estar. Se sienten confortables en los sitios en que
sus invitados lo estarían. Me he dado cuenta de que las plantas que
están cerca del teléfono se sienten muy bien, ya que pueden
participar en las conversaciones”.
“A veces me veo forzada a cambiar de sitio a una planta cuando
ella es feliz donde está, pero siempre le explico exactamente por qué
la traslado. Por ejemplo, cuando quité la esparraguera del pedestal
para hacer sitio al cacto, le dije que no se sintiera desairada, porque
la pondría en un lugar en el que podría crecer y colgarse libremente
64
como antes. Desde que la tengo ha crecido de quince centímetros
hasta casi un metro”.
El modo de tratar Barb a las plantas consiste en un cordial y
amoroso esfuerzo por comunicarse con ellas como si formaran parte
de su familia, lo cual, en realidad es así. Las ve como elementos
integrantes de un marco general en el que el hombre debe hacerse
cada vez más consciente de lo que le rodea. Si uno no puede tratar a
las plantas con cariño y comprensión, ¿cómo podría tratar mejor a
los hombres?
Barb supone que, si hubo alguna razón para que Adán y Eva
fueran colocados en el Jardín del Edén, fue para que se hicieran cargo
de todas las plantas y criaturas que había a su alrededor. Con el
amor viene la responsabilidad. Ella habla con amor a sus plantas y
se siente responsable de su bienestar.
Aunque la mayoría de los científicos modernos dirían que hablar a
las plantas es ridículo, Barb comparte con muy buena compañía su
sincera creencia en la efectividad de tal práctica.
El doctor Carver, uno de los más grandes científicos
norteamericanos, a menudo se arrodillaba para hablar a las plantas
y a las flores. Las acariciaba mientras las estudiaba de cerca. Su
alegre y amorosa aproximación a ellas es, quizás, una de las razones
de que aprendiera tantos de sus secretos.
Manly P. Hall, fundador y presidente de la Philosophical Research
Society, Inc. de Los Ángeles, declaró en 1959 que, cuando Burbank
quería algo especial de una planta, creaba con ella un vínculo de
confianza y le explicaba exactamente qué característica peculiar e
inusual le gustaría que desarrollara. Hall afirma, también, que
Burbank creía que las plantas tenían veinte sentidos distintos,
comparados con los cinco del hombre. El cultivador creía que todas
comprendían el significado de su diálogo con ellas, aunque no
pudieran entender las palabras.
Muchos hombres estudiaron las plantas con la ayuda de Burbank.
Siguieron cuidadosamente sus instrucciones y observaron cada uno
de sus movimientos. Pero no consiguieron buenos resultados.
Pensaban que era infantil por parte de Burbank tratar de
comunicarse espiritualmente con las plantas. Sin embargo, hubo un
discípulo, un jardinero chino, que no se tomaba a broma la creencia
de su maestro de que aquellas debían amarse. De todos los hombres
que trabajaron con el “mago de las plantas”, el jardinero chino fue el
65
que tuvo mayor éxito. Hablaba a las plantas, les decía exactamente
lo que esperaba de ellas, y acabó repitiendo muchas de las grandes
proezas de su maestro.
Como mencionamos anteriormente, se dijo de Burbank que había
hablado con los cactos con los que trabajaba para lograr que
colaboraran con él en la creación de una nueva variedad sin espinas.
Gracias a repetirles continuamente el amor que sentía hacia ellos y
su intención de protegerlos, sintió que empezaban poco a poco a
“comprender” que no iba a hacerles daño.
Creía, asimismo, que hablando con las plantas, iba finalmente a
cambiar su misma esencia o composición genética. Estaba
convencido de que cada nueva generación heredaba algunas de las
respuestas de las plantas madres, que habían sido tratadas con
reverencia y bondad. Así, al hablarles, podía comunicarles una
sensación de seguridad, amor y bienestar.
Burbank logró crear un cacto sin espinas. A decir verdad, creó
muchas variedades. También creó a lo largo de una carrera de
cincuenta años cerca de ochocientas nuevas clases de plantas.
¿Podría haberlo hecho sin hablarles?
Hace poco, un imaginativo americano llamado James Stegner
empezó a trabajar con una planta trepadora. Siguiendo el ejemplo de
Burbank, le sugirió cómo podía mejorar su aspecto. Stegner quería
sobre todo que la planta floreciera. Durante unos meses le habló,
repitiéndole constantemente su deseo de verla florecer. Al fin apareció
un botón, creció y se abrió, mostrando unas delicadas flores en forma
de campanilla. Ésto sucedió a pesar de que, según Stegner, no se
tenían noticias de que esta variedad hubiera florecido nunca.
John Meyers, un médico que ha escrito varios artículos sobre la
relación de la psiquiatría con la industria, ha declarado que las
plantas responden al hecho de que les hablen, y su desarrollo parece
estar directamente relacionado con la cualidad emocional de la
comunicación y la afinidad entre la planta y su propietario.
Don Juan, hablando con su discípulo Carlos Castaneda, le
transmite un poco de filosofía india que se parece mucho a la
concepción que Burbank tenía de las plantas. Don Juan explica a su
discípulo que uno debe hablar con ellas, puesto que cada una posee
una personalidad propia. Para el indio yaqui, todas las plantas están
dotadas de sensibilidad y alma. A su vez ellas pueden comunicar sus
“sentimientos” al hombre lo bastante sensible para ver, sentir y
66
escuchar lo que dicen. El vínculo entre las plantas y el hombre es tan
fuerte que, cuando un hombre arranca una planta, debe pedirle
disculpas y explicarle que, algún día, otras plantas utilizarán su
cuerpo como alimento.
El indio yaqui pone al hombre al mismo nivel que las plantas,
dándole la humildad necesaria para apreciar su belleza e
importancia. Don Juan sugiere a Castaneda que, hablándoles, puede
alcanzar un cierto grado de unión mística con ellas, o al menos una
unión psíquica. Cuando Castaneda pregunta qué debe decirles, el
indio le responde simplemente que hable con el corazón.
¿Qué piensan los rusos de todo esto? Según Chertkov, uno de sus
brillantes colegas llamado Gunar no sólo piensa que las plantas
poseen características individuales, hábitos y
emociones, sino que cree que las llamadas plantas insensibles
pueden comprender los sentimientos y pensamientos que él les
transmite hablando con ellas directa o indirectamente. Chertkov
afirma que su colega parece tener un éxito notable en conseguir que
las plantas hagan lo que él quiere de ellas.
En Oriente se considera que las palabras tienen un gran poder. Se
dice que las vibraciones de la voz humana pueden causar efectos
buenos y malos, lo cual es una de las razones por las que la mayoría
de las religiones advierten al hombre que diga la verdad.
Quizás el hombre que habla desde su corazón, diciendo la verdad,
puede comunicar sus sentimientos más sutiles a las plantas que le
rodean.
69
Y si este poste se trasladara en la dirección opuesta, ¿qué
ocurriría? Los zarcillos, por supuesto, cambiarían de dirección con
un movimiento lento, pero perceptible, hacia la nueva ubicación.
Esta sensible respuesta de las plantas inspiró a Darwin el
comentario de que éstas, al igual que los animales, “se mueven con
un propósito”.
70
3
Los ritos de fertilidad y el poder de la
oración
72
habitantes del pueblo. Los orígenes de esta creencia se remontan a
los ritos de fertilidad del Antiguo Egipto y de la Antigua Grecia.
Los hombres de antaño creían que el hombre podía incrementar la
fertilidad de la tierra mediante ceremonias en las que intervenían
dioses poderosos. En Atenas, los griegos daban culto a Dionisos, que
era entonces el dios del vino y fue previamente el de la cerveza en
otras culturas. Cada año, Dionisos se casaba con la Reina. La unión
divina de Dionisos y la Reina era, obviamente, una ceremonia
simulada, pero se ignora si el papel del dios lo representaba un
hombre o una imagen. Frazer sugiere que la ceremonia pudo
desarrollarse en la antigua residencia oficial del Rey, conocida como
la Cuadra, que se levantaba cerca del Prytaneum o ayuntamiento, en
la vertiente nordeste de la Acrópolis. El objetivo de este matrimonio
debió ser el asegurar o incrementar la fertilidad de las vides y los
árboles frutales, ya que Dionisos era su dios y protector.
Los misterios de Eleusis sobresalen entre todos los del mundo
antiguo. Se celebraban a finales de septiembre, y representaban la
unión mística de Zeus, el todopoderoso dios del cielo, con Deméter,
la diosa de los cereales. El hierofante y la sacerdotisa de Deméter
representaban en el rito de fertilidad al dios y a la diosa. Frazer opina
que su cópula era teatral y simbólica, más que real. El hierofante bien
podía haberse esterilizado mediante una “aplicación de cicuta”.
Momentos antes de la unión sagrada, la masa de devotos apagaba
sus antorchas para que la pareja “divina” pudiera llevar a cabo su
sagrada obligación en privado. Esta ceremonia tenía una gran
importancia para los antiguos, que creían sinceramente que su
prosperidad dependía de ella. Después de una breve y simbólica
unión con la sacerdotisa, el hierofante aparecía ante la multitud y les
mostraba a plena luz una espiga de trigo. Éste era el fruto del
matrimonio sagrado. La espiga madre había dado de nuevo
nacimiento a un hijo. La exhibición de este hijo, una espiga de trigo,
parece haber sido el momento culminante de los misterios.
¿Son efectivos los ritos de fertilidad?
Las implicaciones del reciente trabajo de Vogel con las reacciones
de las plantas pueden proporcionar una incitante respuesta a esta
pregunta más bien insólita. Vogel descubrió que, estando conectadas
a un polígrafo, la respuesta de las plantas ante un tema de
conversación aburrido era débil. Un tema como la ingeniería no
parecía poner en onda ni a las personas ni a las plantas que
73
participaban en el experimento. Sin embargo, cuando se introdujo el
tema del sexo, las plantas mostraron una actividad considerable en
los trazados del polígrafo, lo cual indicaba una respuesta a la
excitación emocional de las personas que discutían el tema.
Vogel se pregunta si la idea de los ritos de fertilidad primaverales
destinados a estimular el crecimiento de las semillas es, en realidad,
tan absurda como parece. Puesto que, al parecer, las plantas
muestran en el laboratorio una reacción intensa ante hombres y
mujeres estimulados sexualmente, podría suceder que la ciencia
moderna acabara demostrando que los instintos de las sociedades
antiguas y “primitivas” fueran, y sigan siendo, conformes a la verdad:
quizá las plantas responden realmente a los ritos de fertilidad gracias
a la comunicación telepática de ideas y emociones.
74
Stella Ponniah danzó a una distancia de dos metros de las flores
diariamente durante un cuarto de hora. Todas las plantas empleadas
en el experimento estaban en tiestos y descansaban sobre una
plataforma de piedra colocada cerca del suelo. El doctor Singh
sostiene la teoría de que las caléndulas responden a un sonido
rítmico que les llega a través de la tierra, y no a través del aire, y que
las danzas sagradas son extremadamente efectivas para estimular el
crecimiento, lo cual puede aclararnos algo sobre el efecto de las
danzas ceremoniales de los indios americanos en la época de la
siembra.
76
crecieron mejor que las que sí la habían recibido, con un margen de
tres a una.
Este experimento fue sólo el principio de la investigación del
reverendo Loehr sobre el efecto de la oración en el desarrollo de las
plantas. En los meses siguientes, hizo pruebas con vegetales bajo
distintas condiciones, empleando diferentes tipos de oración y
muchos voluntarios que rezaron sobre sus plantas. En la
investigación participaron unas ciento cincuenta personas y se
realizaron 700 experimentos con cerca de veintisiete mil plantones.
Se midió cuidadosamente el peso y longitud totales de todos los
plantones, para que la comparación entre los distintos grupos se
basara en algo más que en la simple capacidad de crecer y sobrevivir.
Esto supuso la realización de casi cien mil mediciones distintas.
Cuando la investigación terminó, el reverendo Loehr declaró que,
puesto que las condiciones a que estuvieron sometidos los distintos
grupos fueron siempre las mismas, podía afirmar que la oración
realmente ejercía un efecto sobre el crecimiento de las plantas. Las
mediciones realizadas mostraron que las plantas sobre las que se
había rezado crecieron mejor y tuvieron mejores oportunidades de
supervivencia que aquellas sobre las que no se había rezado. Durante
sus experimentos vio que la oración hacía que las semillas
germinaran antes, y que las plantas parecían crecer con más vigor.
Dijo, asimismo, que estas últimas mostraban una mayor resistencia
a los insectos y a los riesgos naturales que las otras. Loehr creía
haber demostrado el poder de la oración. En su opinión, no cabía
duda de que ésta es una fuerza tan real como la luz del sol o la
electricidad. Para él, la oración representaba una forma de energía
susceptible de ser transferida de una persona a una planta. Con esto
mostraba, también, que los vegetales deben de poseer una
sensibilidad extraordinaria para captar la energía transferida en la
oración.
El doctor Robert N. Miller apoya las observaciones de Loehr. Como
referimos antes, el doctor llevó a cabo un experimento insólito con
Olga y Ambrose Worrall, a los que pidió que dirigieran sus plegarias
a una planta de centeno que tenía en su laboratorio. Los Worrall lo
hicieron a las nueve de la noche y, a esta hora, el doctor Miller
percibió una notable intensificación del crecimiento de la planta,
incremento que continúo hasta la mañana siguiente. De esta manera,
el doctor Miller verificó la intrigante observación de Loehr de que la
77
oración puede incrementar el crecimiento de una planta, y que este
efecto puede registrarse científicamente.
Uno de los aspectos más interesantes de los experimentos de Loehr
es la facilidad con que pueden reproducirse. Cualquiera puede
comprar el material necesario para realizar el mismo experimento que
el ministro hizo con sus amigos. ¿Da, verdaderamente, resultado?
Puede averiguarlo por sí mismo.
Loehr y otros, que han trabajado con el poder de la oración sobre
las plantas, indican que la actitud mental del experimentador es muy
importante. La capacidad de relajarse y sumergirse en un estado de
meditación, en el que la mente inconsciente puede hacer gran parte
del “trabajo”, parece facilitar en gran medida la comunicación entre
la planta y el hombre.
¿Fue ésta la razón por la que Pushkin obtuvo tan buenos
resultados? Al hipnotizar a Tanya pudo conseguir que las plantas
respondieran con rapidez a los cambios emocionales de la muchacha.
¿Es ésta la razón por la que las personas que han practicado técnicas
especiales de respiración y yoga dicen haber conseguido excelentes
resultados con las plantas? Loehr no lo sabe con seguridad, pero
sugiere que un estado particular de consciencia como el inducido por
la oración, la meditación o los ejercicios de relajamiento, parece ser
útil para prepararle a uno de cara a comunicarse con las plantas
“espiritualmente”.
¿Qué hay que decir o rogar a las plantas? Una vez más, esto
depende enteramente de la persona. En muchos casos no es
necesario rezar en voz alta, pero cada uno debe hallar el método que
le resulte más relajante y natural. Esto es todo lo que se requiere para
acercarse correctamente a las plantas.
Loehr narra experiencias que han tenido éxito con diversos
métodos. Puede rezarse empleando bendiciones formales y rituales
repetidos muchas veces, ya sea en silencio o en voz alta. O puede
invocarse la ayuda de una fuerza universal, a la que algunos han
llamado Dios, y otros consciencia cósmica. Recurriendo a esta fuerza,
es posible utilizarla como una especie de “médium” entre la persona
y la planta.
Pero es la actitud la que cuenta. Un pensamiento positivo es
suficiente para hacer que la planta crezca con mayor entusiasmo, así
como uno negativo puede ser causa de que el crecimiento se retrase.
El hecho de visualizar las plantas tal como uno querría que fuesen
78
parece alentar su desarrollo general. ¡Imagine a la planta con un
exuberante follaje, espeso y verde! Y, si está a punto de florecer, tenga
en su mente una imagen de flores delicadas y sanas.
Una dosis de oración o de estímulo no es de mucha utilidad. Es
necesario prestar atención a la planta cada día. Cuando se les dedica
una atención constante durante diez o quince minutos diarios, la
mayoría de los observadores notan diferencias entre las plantas a las
que se ha rezado y las que no.
81
prueba volverían a fracasar en la segunda resultó ser bastante
acertada, aunque todavía entraba en el dominio de lo casual.
En la siguiente serie de experimentos se estableció un nuevo
método de evaluación, pues el desacuerdo que se produjo acerca de
los resultados de las pruebas era suficiente para reconsiderar el
modo en que debían juzgarse las lecturas del polígrafo. Además de
esto, se colocó un tabique de cristal entre los sujetos y las plantas,
de modo que aquéllos no pudieran afectarlas con sus ritmos
respiratorios. Asimismo, el experimentador dejó de utilizar la luz
eléctrica para avisar al sujeto de cuándo debía empezar y se limitó a
llamarle desde la habitación contigua. De nuevo los resultados fueron
positivos, pero no concluyentes. Todos los signos indicaban que los
sujetos influían en las plantas con el pensamiento, pero el número
total de “aciertos” y los momentos cumbre registrados no podían
considerarse fuera de los límites del azar.
En total, Brier dirigió diecisiete pruebas. Cada serie era más
completa que la anterior. Todas las pruebas tendían a mostrar que
existía un efecto de telecinesis. No quedó probado de modo
concluyente que en el tejido vivo se produjera una actividad en
respuesta al pensamiento de las personas, pero la probabilidad de su
existencia parecía muy alta. En los tres años que Brier dedicó a esta
investigación apareció como altamente probable el hecho de que las
plantas puedan captar los pensamientos mediante una especie de
sexto sentido y de que el hombre posea la capacidad de comunicarse
con ellas a través de la concentración mental. La cuestión de saber si
esto debe calificarse de telecinesis o de telepatía queda relegada a un
segundo plano ante la fascinante perspectiva de un mundo vegetal
sensible que responde a nuestros pensamientos y emociones más
íntimos.
Los experimentos de Backster y Loehr sugieren que, mediante la
oración, es posible influir en la duración de la vida de las hojas
separadas de la planta madre.
Vivian Wiley arrancó dos hojas de una saxífaga de su jardín.
Colocó a una de ellas encima de su mesita de noche y puso la otra en
el cuarto de estar. Le dijo a Vogel, que era amigo suyo, que iba a
ordenar vivir a la hoja de su mesita de noche, mientras que a la otra
la olvidaría.
Cuatro semanas más tarde, Vivian pidió a Vogel que viera la hoja
a la que había ordenado vivir. El hombre quedó asombrado. La de la
82
sala de estar ya había empezado a marchitarse, pero la otra tenía
todavía el mismo intenso color verde que el día en que fue arrancada.
Un mes más tarde, cuando Vogel visitó a Vivian de nuevo, la hoja
seguía igual. Había un misterioso poder que “parecía desafiar a las
leyes naturales, manteniendo fresca la hoja”.
Vogel intentó repetir el experimento con tres hojas de olmo. Las
colocó en una bandeja de cristal junto a su cama. Durante casi un
mes, se concentró cada mañana en dos de ellas, animándolas a
sobrevivir mediante el amor y la oración. La hoja a la que olvidó se
secó pronto y murió, pero las que recibieron su aliento permanecieron
verdes y vivas.
Si bien Vogel tuvo un éxito total con su experimento, hay personas
que, por mucho que lo intenten, parecen incapaces de lograr que sus
plantas crezcan. Loehr vio durante sus experimentos muchos casos
de oración negativa. Sugiere que estas personas están
inconscientemente persuadidas de que la idea de rezar a las plantas
es completamente absurda. Luego proyectan estas vibraciones
negativas en la planta, que aminora su crecimiento. Loehr se dio
cuenta de que era muy difícil detener el desarrollo del trigo con la
oración negativa. “¿Es esto causal o implica que el alimento básico
posee una mayor vitalidad, un ímpetu vital más intenso?” El ministro
todavía no puede responder a esta pregunta, pero ha sugerido que en
la oración negativa hay un elemento positivo. Piensa que esta fuerza
negativa puede utilizarse para detener la progresión de ciertos
tumores y enfermedades.
Algunos investigadores han apuntado incluso que las personas
desarrollan tanto su capacidad de pensamiento y oración negativos
como su capacidad de oración positiva con el fin de adquirir una
plena consciencia de la fuerza de esta práctica. Se sabe que,
olvidando a una planta o diciéndole que no va a crecer, ésta puede
marchitarse o detenerse en un cierto estadio de su crecimiento, igual
que la higuera que Cristo maldijo.
Los laboratorios Delawarr, de Oxford, Inglaterra, realizaron un
experimento de este tipo. El laboratorio pidió a sus miembros
esparcidos por el mundo que intentaran detener el crecimiento de
una planta mediante pensamientos negativos. Un cirujano
sudafricano refiere los efectos que tuvieron los pensamientos
desalentadores sobre unas habichuelas. Plantó las semillas en unos
tiestos, que guardó en su oficina. Estuvo durante algún tiempo
83
diciéndoles que no podían crecer porque hacía demasiado frío y no
había bastante luz solar para sobrevivir. A modo de control animó a
otras semillas de otros tiestos a que crecieran. Afirma que ninguna
de las habichuelas del grupo que recibió pensamientos negativos
logró salir a la superficie.
¿Qué indican estos experimentos? Un asombroso poder del
pensamiento, tanto positivo como negativo, en la forma de plegaria o
estímulo, que puede ser captado de inmediato por las plantas
sensibles, las cuales demuestran poseer un misterioso poder psíquico
para responder a estas actividades. Sin embargo, los expertos en
fenómenos psíquicos advierten que el uso del pensamiento para
propósitos destructivos acaba, por lo general, perjudicando al que lo
practica. Como dice Paul Peck: “Prefiero no desear la muerte a los
vegetales. Deseo, más bien, que todas las plantas crezcan llenas de
vigor”. La observación de Peck es similar a la de los místicos indios,
quienes piensan que los pensamientos y deseos negativos acaban
finalmente por traer malas consecuencias para el que los tiene.
La imposición de manos5
fue más tarde adoptado por el culto de Esculapio, un hombre-dios como Cristo, con fama de
sanador. Esculapio tenía tres hijas: Hygeia (Salud), Panacea (La que todo lo cura) e Iaso (La que
cura). La creencia en la “imposición de manos”, popularizada por Cristo, fue aceptada por la
Iglesia hasta el siglo tercero, época en que la tendencia se invirtió, al ser asociada esta práctica
con fuerzas de carácter demoníaco. Los médicos que practicaban la curación por la fe corrían el
peligro de ser tachados de brujos por realizar curaciones basadas en un “poder paranormal”.
84
entonces se consideraba un “don divino”, su talento menguó, y la
“imposición de manos” se convirtió en un arte real obsoleto.
El poder de curarse a sí mismo y a los demás es la base misma de
la Ciencia de la Iglesia Cristiana. Esta práctica, velada por el misterio
y la superstición, parece tener cierto fundamento científico, aunque
las curaciones conocidas no pasan del diez o veinte por ciento de las
que se intentan. Muchos sanadores psíquicos reputados subrayan el
hecho de que obtienen un éxito limitado en su práctica, en la que
admiten a muchos pacientes que los médicos han desahuciado.
Algunos de estos sanadores se niegan a aceptar dinero por su trabajo,
pues creen que esto destruiría lo que ellos consideran como un “don”
especial. Desafortunadamente, este campo está tan lleno de farsantes
y charlatanes como de sanadores auténticos dedicados a su arte.
Entre éstos se cuenta María Janis Cooper, hija del difunto Gary
Cooper, la cual cree que como máximo puede ayudar a una de cada
cinco personas con las que trabaja.
Ethel DeLoach escribió, en 1972, que los hospitales habían
acabado por admitir la validez de este tipo de curación. Por requerirlo
los pacientes, le fue permitido actuar en ciertos hospitales de Nueva
York. Al parecer, la actitud de los médicos se ha relajado, como
prueba de que los fenómenos psíquicos resultan cada vez más
evidentes y sólidos.
La primera vez que Ethel DeLoach tuvo consciencia de su facultad
sanadora fue en una ocasión en que un caballo dio una coz a su
hermana en la rodilla. Como no había ningún médico en las
proximidades, la mujer se decidió a intentar ayudar a su hermana
mediante la “imposición de manos”. En pocos minutos pudo aliviar
el horrible dolor de su hermana.
Ethel empezó a poner en práctica esta facultad recién descubierta.
Pronto se dio cuenta de que parecía haber una relación entre su
trabajo y la acupuntura. Muchos de sus pacientes sentían, mientras
los sanaba, como si les estuviera clavando agujas. Al parecer, la
energía que fluía de sus dedos hacia el cuerpo del enfermo causaba
una sensación punzante.
Las personas que han sido curadas mediante la imposición de
manos hablan de un intenso calor que emana de los extremos de los
dedos del sanador, y de que éstos parecen crepitar de energía. El
tejido enfermo aumenta visiblemente de temperatura, aun cuando las
manos del sanador no toquen el cuerpo del paciente. Siempre que los
85
científicos han medido la temperatura real, tanto de las manos del
sanador como del cuerpo del enfermo, no han hallado ninguna
diferencia de temperatura que pudiera ser medida con los medios
científicos conocidos. Algunos investigadores han señalado incluso
que las manos del sanador parecen frías al tacto, pero que esto es
meramente una impresión subjetiva. En cualquier caso, la persona
que busca alivio para su enfermedad siente como un fluido de energía
que le proporciona una intensa sensación de calor.
¿De dónde viene la energía psíquica? Mientras algunos sanadores
creen que proviene de una fuente de energía de su propio cuerpo,
muchos otros afirman que la extraen de una fuente exterior. ¿Es esta
fuente exterior Dios o la consciencia cósmica? La repuesta depende,
evidentemente, de las creencias de cada uno.
89
la fermentación del vino y la preparación con éxito de escabeche y
chucrut.
En fotografías recientes de manos sanadoras, fotografías
realizadas según el método Kirlian, aparecen trazos de brillantes
pulsaciones de energía que emanan de los dedos resplandecientes del
sanador. Algunos expertos en fenómenos psíquicos pretenden poder
ver estas chispas de energía en forma de una intensa luz.
Aunque la transmisión de energía resulta invisible para la mayoría
de las personas, los resultados del trabajo con la oración, el
pensamiento y la imposición de manos pueden verse claramente, y
constituyen una prueba más de que las plantas poseen una notable
sensibilidad gracias a un misterioso sexto sentido.
90
4
Usos psíquicos de las plantas
NICOLE MAXWELL
6 Los antiguos creían que la higuera era el árbol más inteligente; representaba la paz y la
abundancia.
93
arrojaban en las tumbas o se quemaban como incienso a modo de
ofrenda destinada a aplacar a los espíritus de los muertos. Los vivos
temían que, de no hacer las ofrendas apropiadas, los muertos
regresarían para atormentarles.
El muérdago, que adorna tantos hogares en la época navideña, era
una de las plantas más sagradas de los tiempos antiguos. Los druidas
le adjudicaban un poder místico por el hecho de que permanecía
verde durante los meses de invierno, cuando las demás plantas y
árboles parecían “morir”. Además, acostumbraba crecer en los robles,
a los que los druidas consideraban árboles sagrados7. Los druidas
seguían un complicado ritual para recoger el muérdago, ritual que
incluía el cortarlo con una hoz de oro. Durante su reinado como una
de las plantas más potentes y misteriosas de todo el reino vegetal, fue
asociado a la vez con la locura y el amor. Muchas iglesias han
prohibido su uso a causa de su pasado pagano.
En la religión cristiana, la palma y el lirio han sido símbolos de
realeza y resurrección. Lo mismo ha sucedido en otras religiones y
culturas. El lirio era sagrado en tierras del Nilo y era venerado en
China por el hecho de sumergirse en el agua por la noche para
reaparecer con el día, lleno de vida y de belleza.
Sin embargo, las plantas han sido algo más que símbolos. Han
estado asociadas con milagros y santos. El 13 de mayo de 1917, la
Virgen María se apareció a tres inocentes pastorcillos llamados Lucía,
Jacinta y Francisco, en la zona rocosa y agreste del centro de
Portugal, en un pueblo que lleva el nombre de una princesa mora:
Fátima.
Nuestra Señora se apareció a los tres niños entre las ramas de una
encina. Vestía un resplandeciente manto blanco y habló con voz
dulce y suave. Según Lucía, la Virgen quería transmitir a todo el
mundo un llamamiento a la penitencia y a la paz.
La Virgen continúo apareciéndose a los niños el mismo día de cada
mes hasta su última aparición, en octubre del mismo año. En ésta
tomo la forma de una neblina flotando por encima de la encina antes
de que de las raíces de ésta saliera el agua a borbotones. La gente
que se había congregado para presenciar un milagro vio la imagen de
la Sagrada Familia en un halo alrededor del sol, que bailó en el cielo
7 Los robles eran considerados sagrados en muchos cultos porque eran resistentes, vivían
muchos años y mostraban una individualidad en su crecimiento. Los eslavos del este les daban
culto posiblemente porque debajo de ellos hallaban hongos alucinógenos.
94
y rodó hacia la tierra entre un deslumbrante despliegue de brillantes
colores.
En época más reciente, un cura rural que vivía en el pueblecito de
San Giovanni di Rotondo, en el sur de Italia, empezó a ser
considerado como un santo por muchos de sus vecinos. Se dice que
el padre Pío tenía en sus pies y manos las heridas de Cristo. Estas
heridas, llamadas estigmas, sangraron un poco cada día durante
muchas décadas. La sola existencia de estas heridas ya era
considerada por muchos como un milagro, pero el hecho de que
exhalaran la fragancia de las flores añadía más misterio y fascinación
a este hombre fuera de lo común, al que se le atribuía el haber
resucitado a un hombre al principio de su carrera.
El poder de los santos para controlar a voluntad la fragancia de las
flores es igualmente conocido en los misterios de Oriente.
Paramahansa Yogananda relata su encuentro con un santo poseedor
de esta facultad increíble.
Yogananda refiere a propósito de su encuentro con el santo
Candha Baba, que éste podía dar la fragancia que quisiera a flores
sin olor. Afirma, también, que podía reavivar las flores marchitas y
hacer que la piel de una persona exhalara delicados y exóticos
perfumes.
En un momento dado de la entrevista, Yogananda se hallaba a
cierta distancia del santo, el cual le pidió que extendiera la mano.
Luego le preguntó qué olor le gustaría sentir. La respuesta fue:
perfume de rosas. De pronto, Yogananda sintió una dulce fragancia
de rosas que se desprendía de la palma de su mano, a pesar de que
el santo ni siquiera llegó a tocarle.
Fascinado por este “milagro”, Yogananda pidió al hombre que diera
a una flor sin olor la fragancia del jazmín, y una fragancia de jazmín
brotó instantáneamente de los pétalos de la flor, que antes no
desprendía olor alguno.
El delicado perfume del jazmín dejó en Yogananda una impresión
duradera. Las plantas, apelando a todos los sentidos del hombre, han
llevado al yogui a adquirir una mayor consciencia, no sólo de una
realidad física placentera, sino también de una realidad espiritual.
8 Robert L. Van de Castle refiere que casi el noventa por ciento de las culturas que ha
96
Los objetos ordinarios parecían vibrar ante él, que tenía la
capacidad de sentirlos sin necesidad de tocarlos. Todos sus sentidos
se entremezclaban hasta que obtuvo un nuevo conocimiento de lo
que, hasta entonces, estuvo para él escondido y secreto: había
percibido la unidad del universo. Cualquier planta que pudiera
situarle en este estado de consciencia debió parecerle mágica y
misteriosa.
La relación existente entre las plantas alucinógenas9 y el despertar
de la consciencia viene expuesta claramente en los notables libros de
Carlos Castaneda, quien, siendo un joven antropólogo, penetró en un
mundo desconocido que evolucionaba en torno al uso de drogas
“psíquicas”. Castaneda tuvo por guía en esta pavorosa aunque
fascinante serie de descubrimientos a un viejo indio yaqui nacido en
Sonora, México. El nombre del indio era don Juan, y se consideraba
a sí mismo un brujo.
Castaneda conoció al indio durante un viaje que realizó a través
del sudoeste de los Estados Unidos, aunque su asociación con don
Juan le llevó a México cuando el anciano regresó a su tierra natal. Lo
que Castaneda iba a aprender de este hombre era el más profundo
respeto hacia las plantas y su secreto poder “psíquico”.
Desde el comienzo de su “aprendizaje” con el indio, Castaneda se
dio cuenta del cuidado y el amor que don Juan sentía hacia toda
forma viviente y especialmente hacia las plantas, a las que creía
dotadas de espíritus invisibles y poderes insondables.
De acuerdo con la filosofía del indio, el proceso de llegar a ver el
mundo con tanta plenitud como puede ser visto implica el uso de
plantas alucinógenas, las cuales revelan los distintos niveles de
realidad que hay detrás de toda vida. Esta revelación sólo puede
darse gracias a un uso prolongado y paciente de las plantas.
Para enseñar a Castaneda a “ver” y a obtener una consciencia cada
vez mayor de las fuerzas naturales y sobrenaturales que le rodeaban,
don Juan utilizó tres plantas: peyote, datura y hongos10. Cada una
de estas tres plantas esconde un poder interno especial que será
revelado al iniciado a lo largo de una serie de pasos rituales.
El peyote se convierte en una fuerza formidable, a los ojos del indio,
que lo ve como el medio para encontrarse con Mescalito, un ser
mexican).
97
sobrenatural que tiene el poder de enseñar a los hombres el correcto
camino a seguir en la vida. Mescalito, visto en el estado alterado de
consciencia como la imagen de un hombre o como una bolsa
luminosa, puede también responder a todas las preguntas que se le
planteen. La planta ya no es una planta: es un dios.
La datura y los hongos pertenecen a una categoría diferente y
menos poderosa. Pueden proporcionar poder al que las usa, y lo
hacen a través de un “aliado”, el cual es visto como un espíritu unido
a la planta y que puede ser benéfico o peligroso hasta que el iniciado
lo controla.
Castaneda describe las “redondas y carnosas rosas verdes” del
peyote cuando se han secado, como de “tamaño y consistencia
variada. Algunas eran casi redondas, otras eran alargadas. Parecían,
al tacto, la pulpa de una nuez o la superficie del corcho. Su color
parduzco les daba un aspecto de cáscaras de avellanas duras y secas.
Las cogí y las estuve frotando durante un buen rato”.
Don Juan dijo en un susurro: “Esto se masca”.
El resultado de mascar el peyote fue un incremento de la
percepción, un nuevo estado de consciencia en el que un perro negro
bebiendo agua podía de pronto volverse transparente, de modo que
Castaneda era capaz de percibir el líquido fluyendo en una corriente
brillante a lo largo del cuerpo del animal. En esta visión, el pelaje
rizado del perro se convirtió en “una larga cabellera blanca y sedosa”.
Cuando Robert Gordon Wasson tomó en México el “hongo
sagrado”, tuvo una reacción similar a la de Castaneda. Experimentó
visiones misteriosas y multicolores en las que los objetos que le
rodeaban iban adquiriendo un color y una textura cada vez más ricos.
Empezó a ver extraños diseños, los cuales se transformaban en
estructuras que parecían pertenecer a la arquitectura imaginaria
descrita por los visionarios de la Biblia.
Wasson ha proporcionado una pista para la comprensión de los
orígenes del pensamiento religioso. El hombre, con el uso de las
plantas psíquicas, empezó a vislumbrar un mundo resplandeciente,
un cielo. Las plantas, con su poder psíquico, elevaron su consciencia
hasta un plano superior en el cual podía comunicarse con Dios y
verle.
98
Adivinación: el uso de plantas para ver el futuro 11
“pisiete”, al cual en otro tiempo se consideraba dotado de un poder profético. Los aztecas y los
toltecas eran adictos al tabaco e hicieron de él un culto porque la droga les producía un estado
de serenidad.
99
maneras de emplear las plantas para predecir el futuro. Algunos
adivinos observaban el aspecto de unas nueces que se asaban en el
fuego o cómo se marchitaban unas hojas de higuera. Otros
descubrían un significado en los brotes de las cebollas o en el sonido
de los pétalos de la rosa al golpear uno contra el otro – práctica, ésta,
común en la antigua Grecia –. Otros, en fin, comían habas en los
funerales porque, de este modo, creían establecer un vínculo oculto
entre el mundo físico y el espiritual.
12 En América del Norte, los esquimales, los navajos y los ojibwas creían intensamente en los
13 En algunas regiones de México, la palabra empleada para designar a los hongos es la misma
14 Debido a la estrechez del camino, era difícil que pasaran dos caravanas a la vez. Wasson
refiere cómo el guía se comunicaba con los viajeros todavía invisibles mediante un lenguaje de
silbidos, común en las zonas montañosas. Este lenguaje existe aún en la isla de La Palma,
104
vegetación espesa y lujuriante, pasaron por pequeños pueblos de
casas con techumbres de paja, y finalmente llegaron a Huautla,
donde fueron alojados en un reducido edificio. Allí durmieron sobre
el suelo de tierra. Aunque se alegraron de poder descansar, tuvieron
que soportar los quejidos de una mujer gravemente enferma que
yacía en un lecho junto a ellos.
El pueblo, con sus pocos centenares de habitantes, era tan
pintoresco como peligrosos eran sus alrededores. Las mujeres vestían
unas blusas de brillantes colores, conocidas como huipiles, y las
gallinas y los pavos cloqueaban y escarbaban el sucio suelo. Aquel
lugar de la montaña resultaba asombroso, y se caracterizaba por la
ausencia de insectos, que abundaban en las regiones menos
elevadas. Las colinas resplandecían con el verde de los árboles, y el
perfume de las flores subtropicales añadía una fragancia especial al
aire de las alturas.
Pero Wasson no había ido hasta allí para admirar un retiro de
montaña. Lo que quería era encontrar un curandero. Las preguntas
que hizo durante sus pesquisas le acercaron un poco más a los
secretos del hongo y de los cultos a él dedicados. Se enteró de que los
hongos eran designados por un nombre que, traducido, significaba
“aquello que brota”. Un chamán, o alguien designado por éste, recogía
los amargos hongos por la mañana. El momento ideal para reunirse
era, al parecer, durante la luna llena. La persona que recogiera los
hongos debía estar “ceremonialmente” limpia, es decir, debía
abstenerse de relaciones sexuales durante cinco días.
Los hongos podían ser comidos por el curandero o por un grupo
de personas designadas por él. Cualquiera que los comiera debía
estar tan limpio “ceremonialmente” como la persona que los había
recogido. Alguien que consultara al hongo en estado de impureza
corría el gran peligro de perder la vida o de volverse loco.
Wasson vio que el pasaje que leyó en las notas del fraile dominico
era muy exacto, porque el hongo siempre se comía crudo y fresco.
Generalmente no se limpiaba, aunque en algunos pueblos sí se hacía
y, en raros casos, se secaba para su uso posterior.
Había muchas personas que no deseaban “encontrarse” con el
hongo y entonces pagaban al chamán para que lo hiciera en su lugar.
Sólo lo consultaban para cuestiones graves. El hongo, y no el chamán
Canarias. En México, si bien los hombres podían conversar con este sistema, las mujeres tenían
prohibido hacerlo aunque lo comprendieran perfectamente.
105
o curandero, era el que iba a hablarles de la vida y la muerte, de Dios,
de su futuro, del bienestar de miembros distantes de su familia, de
su salud, etc. El hongo hablaba a través del curandero. Por esta
razón, éste fue conocido en el lenguaje de los indios como “aquel que
sabe”, aunque el chamán se limitaba a transmitir la información
proveniente del hongo, que era quien en verdad respondía a las
preguntas.
Varitas mágicas
resplandor espectral que se ve en los mástiles de los barcos o en los árboles altos de los bosques.
Cualquier objeto resplandeciente tiende a ser relacionado con los espíritus.
108
brillantes rayos del sol naciente, el cual la dotaba, según se decía, de
poderes sobrenaturales o místicos.
En la actualidad, el arte de adivinar o buscar agua con una vara
se centra sobre todo en China y en Oriente, aunque en Occidente
continúa existiendo un reducido número de aplicados practicantes.
¿En qué consiste este arte, y cómo actúa?
La práctica de los zahoríes es el arte de encontrar algo
(generalmente agua) mediante una ramita o vara en forma de Y. Las
maderas del melocotonero, el avellano y el sauce son consideradas
como las mejores. La mayoría de los zahoríes utilizan, de ser posible,
el avellano, quizá porque ésta era la madera de la “vara alada”
entregada a Mercurio. Otros tipos de madera que también se usan a
veces en este arte misterioso son el mimbre y el endrino, aunque por
lo general se admite que los druidas empleaban varitas divinatorias
hechas con ramas de manzano.
El zahorí sostiene los extremos de la rama ahorquillada y avanza
con el palo apuntando lejos de su cuerpo y manteniéndolo paralelo
al suelo. Si bien la vara puede utilizarse para captar las “vibraciones”
de muchas clases de objetos, es usada, por lo general, para localizar
corrientes subterráneas de agua. Cuando el zahorí pasa por encima
del agua, la mano se inclina hacia abajo, indicando la presencia del
líquido.
Este movimiento de la rama puede ser provocado por una
contracción inconsciente de los músculos, aunque la mayoría de los
zahoríes insisten en que se mueve por su propio poder. Se dice que
las ramas sólo actúan durante unos días, y que en cuanto se rompen
pierden todo el poder que poseían.
¿Cómo funcionan las varitas divinatorias?
Se ha sugerido que, puesto que toda materia emite una radiación,
el zahorí reacciona ante ella a través de la sensibilidad de la varita.
Así como el pararrayos atrae la electricidad, ¿es posible que la vara
haga lo mismo, aunque, quizá, recogiendo una fuerza distinta de la
electricidad? 17
17 La conversión del agua en sangre es una excelente descripción del fenómeno conocido por
observación del fuego de San Telmo: el resplandor espectral que se ve en los mástiles de los
109
Algunos zahoríes sugieren que una vara divinatoria actúa, en
muchos aspectos, como la posible punta de una raíz. Gracias a un
extraordinario sexto sentido, las raíces son capaces de detectar el
agua aunque ésta se encuentre a varios metros de distancia. Aunque
sólo sea una suposición por parte de los zahoríes, ¿es posible que la
rama “sienta” la presencia del agua, provocando un movimiento sutil
susceptible de ser captado por el zahorí?
barcos o en los árboles altos de los bosques. Cualquier objeto resplandeciente tiende a ser
relacionado con los espíritus.
110
En las culturas más antiguas, las plantas y los árboles cumplían
la función de las actuales farmacias. En las culturas “primitivas”
todavía es así. Nicole Maxwell exploró durante diez meses la zona del
Amazonas en busca de las drogas empleadas desde la antigüedad por
los hechiceros. Una de las tribus principales con las que tomó
contacto fueron los witotos.
Descubrió que los indios mostraban una gran sensibilidad hacia
las plantas. Relata incluso una interesante creencia relativa al origen
de la vida, conectada con ellas. Según la exploradora, los witotos
tenían un vago concepto de la evolución.
Durante el “festival del ananá”, que Maxwell presenció, oyó la
historia de cómo una planta amarga que crecía en la corteza de los
árboles fue plantada en la tierra. En los años siguientes, sólo se
recogieron y plantaron las semillas procedentes de las mejores
plantas. A lo largo de muchos años, el tamaño y el aroma de la planta
fueron mejorando, hasta que los witotos consiguieron “crear” la
deliciosa piña.
Un científico moderno diría que los witotos no sólo tenían un
concepto de la evolución, sino que también descubrieron el principio
básico del cultivo selectivo, tan diestramente utilizado por Luther
Burbank. Sin embargo, las tribus “primitivas” no necesitaban
manipular la naturaleza que les rodeaba, pues ésta les suministraba
todo lo que necesitaban para vivir, incluyendo hierbas medicinales, a
las que respetaban por considerarlas misteriosas y mágicas.
La explotadora descubrió que los indios poseían unas raíces y
hierbas especiales para aumentar o disminuir la posibilidad de la
concepción en las mujeres. Como no tenían inhibiciones respecto al
sexo, las plantas “anticonceptivas” eran de la mayor importancia.
Nicole Maxwell también descubrió plantas que tenían gran variedad
de usos: había algunas que podían extraer las muelas sin dolor,
desintegrándolas hasta que salían por sí mismas de la encía. Otras
las ingerían los indios antes de las ceremonias para evitar resacas.
Otra tenía el supuesto poder de curar las quemaduras. Maxwell
cuenta el caso de un muchacho que volcó una linterna de gasolina,
la cual explotó y le quemó la cabeza y parte superior del pecho. Su
tío corrió rápidamente a la selva en busca de una planta especial, que
machacó antes de aplicarla a la parte quemada. Al parecer, la
quemadura se cerró en seguida y no dejó cicatriz.
111
En un caso similar, Nicole Maxwell describe un encuentro que tuvo
con una anciana india. Según parece, dieciocho meses antes, la
mujer volcó una olla en la que hervía la comida y se escaldó las
piernas, lo que le obligó a permanecer en cama durante un mes.
Según la mujer india, una amiga suya, al ver la pierna, fue a la selva
y regresó con un cesto lleno de hojas. Con ellas preparó un emplasto
que eliminó inmediatamente el dolor de la quemadura.
El poder curativo de las plantas es misterioso; en muchos casos
resulta tan enigmático como la fuerza magnética, algo que los
científicos modernos todavía no han explicado. Al seguir siendo un
misterio, es fácil comprender por qué las culturas “primitivas” han
considerado sagradas las plantas curadoras. Resulta irónico que los
científicos modernos hayan perseguido a los hombres que han
utilizado las plantas para curar, simplemente porque los efectos no
pueden incluirse en el ámbito de lo comprensible.
Ejemplo de esto es el francés Maurice Mességué, a quien se han
atribuido “milagros” con las plantas. Siendo un muchacho, Mességué
aprendió mucho de su padre, quien le enseñó a amar y a comprender
las plantas. Ambos pasaban horas en el campo observándolas.
Mességué aprendió cuál era el momento perfecto para recogerlas:
esperar que hubiera un “hilo de luna”. Y la época era tan importante
como la parte que recogía del vegetal. Dice Mességué que así aprendió
a tomar sólo las bayas del enebro, los pétalos de la rosa y la arista
del maíz, y aprendió también que sólo las hojas del plátano son útiles.
Mességué se dio cuenta, gracias a su estudio de las plantas, de
que éstas poseían un poder inexplicable capaz, cuando se usaba
correctamente, de curar enfermedades que ni siquiera las mejores
medicinas y los cuidados médicos modernos podían curar. La
sensibilidad del hombre en su relación con las plantas era de suma
importancia. El padre de Mességué poseía, al parecer, esta
sensibilidad y un poder peculiar que era visible para su hijo por la
expresividad de sus manos y ojos. Éstos despedían una luz religiosa
especial.
Mességué describe a su padre como un hombre enérgico y
extrañamente afectuoso, como si rezumara amor. Señala que su
padre podía traspasar este amor y este poder a las plantas, que
adquirían una mayor potencia y efectividad cuando las sostenía entre
sus manos.
112
Por lo visto, Mességué heredó de su padre este “don” o poder,
porque realizó numerosas curaciones consideradas como imposibles
a base de un tratamiento convencional. Su primer “milagro” tuvo
lugar en Marsella, en una clínica de la Rue du Dr. Escarre. Fue
requerido allí por un médico que había oído hablar de algunas de sus
interesantes curaciones.
Los médicos eran completamente escépticos respecto a este
hombre que curaba a la gente con plantas. Pero en este caso no
tenían nada que perder: un explorador llamado Varna estaba
muriéndose, y los doctores reconocían haber sido incapaces de hacer
nada por él. El “moribundo” se hallaba extremadamente pálido y
horriblemente hinchado. Mességué no estaba demasiado seguro de
poder ayudarle. Uno de los médicos le llevó aparte y le aconsejó que
no se ocupara de este caso sin esperanza, porque el hombre iba a
morir al cabo de dos horas. Al parecer, Varna no había podido orinar
en dos días.
Mességué era consciente de que sería casi imposible curar a aquel
hombre, pues sabía ya, por los médicos, que el explorador sufría una
uremia aguda, es decir, una acumulación casi fatal de urea en la
sangre. Con todo, Mességué preparó una mezcla de “celidonia,
retama y cardo de Watling-Street”, que creyó serían los ingredientes
adecuados para aquel caso.
Tomó luego un poco de algodón y lo empapó con su preparado
especial antes de aplicarlo con firmeza sobre los riñones del hombre.
Varna había perdido la sensibilidad en todo su cuerpo, y su estómago
y sus piernas estaban hinchados por el agua. Mességué esperó con
impaciencia. Vio que la respiración de Varna era apenas perceptible
y que la sábana que le cubría casi no se movía.
Los otros médicos dejaron solos a Mességué y a su paciente.
Después de todo, ya se habían dado por vencidos. Mességué cuenta
que, al cabo de media hora, el orinal de Varna estaba medio lleno.
Una enfermera, que entró en la habitación y lo vio, exclamó: “¡Es un
milagro”!
Al cabo de una hora el orinal estaba lleno y, unas horas más tarde,
Varna pudo orinar sin problemas. Fue verdaderamente un “milagro”
que el hombre se recuperara.
A partir de entonces, Mességué dio tratamiento a infinidad de
gente, desde simples campesinos hasta sir Winston Churchill.
Aunque siempre acaba en la cárcel por “practicar la medicina” sin
113
licencia, se ha convertido en una leyenda, en Francia, por el trabajo
realizado en el transcurso de las últimas décadas.
Nadie ha podido explicar el misterio de sus curaciones con las
plantas. ¿Actúa el hombre como catalizador de algún poder oculto en
las plantas? ¿O acaso éstas poseen un poder que todo el mundo
podría aprovechar si dedicara el tiempo necesario a intentarlo?
115
era comprobar si el escultor podía relacionar todos los bloques en la
oscuridad.
Las personas normales aciertan a aparejar las piezas en una
proporción de uno a diez. Al repetir la prueba, esta posibilidad del
diez por ciento no aumenta, por lo que cabría esperar diez aciertos
entre cien, no más. Cualquier persona que pueda hacerlo mejor
muestra señales de clarividencia.
Puharich hizo realizar esta prueba a Harry durante diez días
seguidos. Ambos se introducían en una habitación a oscuras y Harry
se relajaba durante unos minutos antes de empezar la prueba.
Después de abrir la caja sellada, Puharich la entregaba a su sujeto,
quien intentaba reordenar las piezas de modo que las imágenes
idénticas coincidieran, poniéndolas de nuevo en la caja cuando
terminaba. Luego la caja sellada se entregaba a uno de los colegas de
Puharich, que se encargaba de ver los resultados.
El investigador explica que Harry realizó esta prueba treinta veces
en diez días. Al final de este período de pruebas, resultó que el
escultor no lo hizo mejor de lo que lo hubiera hecho un mono. Harry
no era clarividente. Los estudios realizados a lo largo de los dos años
siguientes con otros tipos del mismo test confirmaron este hecho.
Harry nunca pudo demostrar clarividencia bajo condiciones de
laboratorio.
Durante los meses siguientes, al continuar Puharich trabajando
con Harry Stone en el laboratorio y poder ir observando los trances
de su sujeto, el investigador empezó a darse cuenta de que Harry
hablaba por boca de un rey o príncipe egipcio muerto hacía muchos
miles de años. Puharich estaba convencido de que no se trataba de
una broma ni de nada que pudiera explicarse dentro del marco de la
ciencia actual.
¿Qué intentaba comunicar el egipcio que se llamaba a sí mismo Ra
Ho Tep ante Puharich y las personas que le rodeaban? Al reunir las
frases obtenidas en diversos trances, el científico se convenció de que
lo que Harry describía era un hongo sagrado y el culto que le rodeaba.
Pero nadie descubrió nunca referencia alguna a la existencia de tal
culto en todos los estudios realizados sobre los egipcios.
¿Existió en realidad este culto?
Puharich sólo podía presumir, por lo que Harry decía, que este
culto había existido muchos miles de años antes de Cristo. Al no
existir referencia alguna a él en los trabajos de los egiptólogos, cabía
116
la posibilidad de que este culto fuera secreto y estuviera reservado a
la nobleza. Sin embargo, todo esto eran simples especulaciones.
Puharich se puso a buscar el hongo que Harry Stone describía.
Como mencionamos antes, el científico creía que debía tratarse de la
Amanita muscaria, sobre la que había leído algunas cosas después
del primer trance de Harry en presencia de Alice Bouverie. En las
semanas siguientes halló algunos especímenes de este hongo, que
era muy conocido en Rusia por sus propiedades alucinógenas. Era el
mismo que las tribus chamanistas empleaban en sus prácticas de
adivinación y profecía.
En uno de sus trances, Harry, asumiendo la personalidad de Ra
Ho Tep, pidió un hongo sagrado. Aunque Puharich estaba un poco
preocupado por los efectos que el hongo podía causarle, decidió
dárselo. “La personalidad de Ra Ho Tep cayó en éxtasis”. El
investigador refiere que, a continuación, Harry aplicó el hongo sobre
su lengua y sobre su cabeza de un modo ritual18.
Al despertar o salir del trance, Harry preguntó a Puharich si le
habían dado a beber alcohol. El investigador le respondió que no,
pero tampoco mencionó el hongo. Harry empezó a comportarse como
si estuviera bebido, y Puharich se alarmó y decidió que lo mejor era
darle atropina para contrarrestar el peligro potencial del efecto del
hongo.
Se vio lo intensamente que había afectado el hongo al escultor
cuando éste dejó que un cigarrillo le quemara los dedos. Asimismo
declaró que podía ver a través de las paredes del laboratorio. Esta
observación impulsó a Puharich a esperar antes de administrarle la
atropina. El científico decidió averiguar si Harry podía hacer la
prueba “MAT” en la cual había fracasado tantas veces en intentos
anteriores. Puharich refiere que vendó los ojos de Harry y le pidió que
realizara una de estas pruebas. Aunque Puharich rogó al escultor que
tratara de hacerlo lo mejor posible, las manos de Harry se movían
torpemente y no podía controlarlas. Frustrado, Puharich ordenó
virtualmente a Harry que hiciera el test, al menos una vez. El
científico explica que el sujeto pareció adquirir de repente un
completo control sobre sí mismo, y aparejó los diez pares de piezas
18 Puharich señala que Harry se aplicó el hongo en la parte blanda de la cabeza. Éste es el
lugar donde reside el “ojo singular” o “espiritual”, conocido por los budistas como la Abertura de
Brahma. Algunas religiones afirman que de este punto sagrado es de donde parte el alma en el
momento de la muerte. Puharich sugiere la posibilidad de que Harry estuviera representando un
antiguo rito funerario.
117
en unos segundos. Acto seguido, Puharich examinó las piezas y se
quedó atónito. Harry había tenido diez aciertos. Según el
investigador, para conseguir este resultado, un hombre tendría que
hacer la prueba un millón de veces. Las probabilidades en contra de
la notable actuación de Harry eran, por tanto, abrumadoras.
Experiencias extra-corporales
118
alucinógenas, dirigida a alcanzar niveles de realidad diferentes. La
idea de que un cuerpo no-físico, a menudo llamado “alma” o “psique”,
podía trasladarse velozmente a través del tiempo y el espacio era una
creencia tradicional de los racionalistas griegos y de las culturas más
antiguas. Los griegos creían que el alma de un hombre era capaz de
viajar fuera de la carne para ir a recoger información útil en otro lugar
de la tierra o en el otro mundo.
Las tribus siberianas, generalmente las que utilizan el hongo
alucinógeno Amanita muscaria, tenían la misma creencia. Según
ellos, el hombre podía llevar a cabo esta experiencia “extracorporal”
si había dominado sus yos físico y espiritual. Como esto era
considerado extremadamente difícil, por lo general las experiencias
“extra-corporales” las realizaba tan sólo el chamán, que había
alcanzado un nivel de consciencia superior al de los demás miembros
de la tribu. Esta facultad singular le daba el poder de ver objetos en
lugares lejanos.
Aunque Puharich dijo que había sido incapaz de atraer la atención
de las otras personas durante su experiencia “extra-corporal”, no
siempre ha sido así, aunque a menudo lo es. Algunos maestros del
arte del viaje “extra-corporal” estuvieron, según se dice, en dos
lugares al mismo tiempo, conversando, riendo y haciendo lo mismo
que harían en una situación normal.
Yogananda denomina a la facultad de desmaterializarse Kriya
Yoga, facultad gracias a la cual alguien experto en este arte puede
transformar las células vivas en energía. Según él, Elías, Jesús, Kabir
y muchos otros profetas eran maestros de Kriya Yoga y técnicas
similares. Por esto podían materializarse o desmaterializarse a
voluntad, y dar la impresión de hallarse en dos lugares a la vez.
Esta capacidad de aparecer en dos lugares al mismo tiempo ha
sido una característica atribuida a muchos santos de todas las
épocas. Se dijo de Therese Neumann que podía responder a llamadas
de auxilio saliendo fuera de su cuerpo físico y viajando hasta las
personas necesitadas. También se dijo lo mismo del padre Pío.
Además de su supuesto milagro de resucitar a un hombre muerto y
de la fragancia de sus estigmas, se dijo del sacerdote que había
aparecido en el cielo con los brazos extendidos. Esto sucedió varias
veces durante la segunda guerra mundial, según refirieron varios
pilotos, quienes dijeron que el padre Pío se había aparecido ante sus
aviones averiados para guiarlos de regreso a su base.
119
También se ha dicho de él que se aparecía, al igual que Therese
Neumann, a personas afligidas por una gran angustia o necesidad.
Mientras éstos rezaban pidiendo ayuda, veían de pronto su imagen
en la habitación. Él les hablaba, les confortaba, y se dice que, cuando
desaparecía, sin abrir ni una puerta ni una ventana, siempre dejaba
detrás de él un dulce olor a lilas e incienso como recuerdo gentil de
su santa presencia. Muchas personas han atestiguado la capacidad
de este cura rural para viajar a grandes distancias por medios “no
ordinarios”.
Las experiencias “extra-corporales19” del padre Pío y de los grandes
yoguis nunca se han relacionado con el uso de plantas con poderes
“psíquicos”; sin embargo, tanto Wasson como Castaneda describen
experiencias de este tipo: el primero cuando consultó al “hongo
sagrado” en México, el segundo al emplear la datura durante su
aprendizaje con el indio yaqui don Juan.
Wasson describe la experiencia “extra-corporal” que tuvo después
de ingerir los hongos sagrados, como una separación del alma y el
cuerpo, el cual parece una masa de barro que yace debajo de uno.
Wasson explica que el alma, en estos casos, parece volar muy alto.
Igualmente fascinante resulta la descripción que hace Castaneda
de una de sus experiencias “extra-corporales”. También él, como
Wasson, se elevó por los aires. Podía empujarse a sí mismo hacia el
cielo con un suave movimiento como de rebote, para hallarse después
deslizándose sobre su espalda a través de un cielo oscuro por el que
pasaban las nubes. Tenía una sensación de extraordinaria velocidad
y un sentimiento de libertad total de movimientos, por lo que podía
volar en círculo. Teniendo control sobre el tiempo y el espacio, su
poder era completo.
Marcel Vogel ha estado experimentando recientemente con estos
misteriosos viajes a través del tiempo y el espacio. Dice poder
“ayudar” a una planta para que ésta estabilice sus reacciones hacia
el medio. En cierto sentido, podría decirse que tiene control sobre la
planta y que puede hacerla sintonizar con los pensamientos y
emociones de las personas, tanto si se hallan cerca como a muchos
19 Aunque Santa Teresa de Ávila no tenía la facultad de trasladarse fuera de su cuerpo, era
conocida por su capacidad de flotar en el aire, a menudo en los momentos más inoportunos. Por
mucho que ella intentara detener sus “experiencias de elevación”, éstas continuaban, para gran
asombro de las personas que la rodeaban. Su cuerpo, que reposa actualmente en una iglesia de
Alba de Tormes, permanece como estaba en el momento de su muerte hace cuatro siglos. Se dice,
también, que su cuerpo exhala una agradable fragancia de flores frescas.
120
kilómetros de distancia. Como parte de sus investigaciones con las
plantas, Vogel decidió averiguar si una persona sensitiva podía
introducirse en una planta con ocasión de una experiencia “extra-
corporal”. El místico alemán Jacob Boehme era, al parecer, capaz de
observar a una planta y meterse dentro, convirtiéndose realmente en
parte de ella. Así, podía sentir lo que la planta sentía, su alegre
reacción ante la luz y su placer de crecer.
Vogel se preguntaba si podría conseguir que una persona sensitiva
se introdujera, como Boehme, en una planta. Para su experimento
eligió a una joven versada en el arte de la meditación. Vogel le dijo
que se relajara y se introdujera en un filodendro. La muchacha
ignoraba cómo hacerlo, pero “se dejó ir” y vio que podía penetrar
directamente en la base del tallo del filodendro. Dentro de la planta,
pudo ver las células y los intrincados movimientos del agua a lo largo
del tallo.
La joven refiere que fue arrastrada por una corriente ascendente
que la llevó hasta las hojas carnosas del filodendro. Después de salir
de la planta, dijo que se sentía muy unida a ella, como si hubiera
establecido un vínculo especial con la planta, una especie de unión
espiritual y física.
Vogel señala que ha repetido la experiencia en otras ocasiones con
la misma joven con el fin de lograr una descripción de la intrincada
estructura y composición de las células de la planta. Dice, también,
que ha realizado lo mismo con otras muchas personas, que han
descrito hojas y células únicas. Cada uno de los sujetos ha
proporcionado descripciones precisas de la estructura celular de las
plantas e incluso de la configuración exacta de las moléculas de ácido
desoxirribonucleico, base de la estructura genética de todo
organismo vivo. Basándose en estas experiencias insólitas, Vogel
sugiere que el hombre podrá, un día, penetrar en sus propias células
y destruir a las causantes de enfermedades o tumores.
Estas experiencias “extra-corporales” son más frecuentes de lo que
la mayoría cree. Muchas personas afirman haber experimentado – en
algún punto entre la consciencia y el sueño – la misteriosa sensación
de deslizarse, por así decirlo, fuera de sus cuerpos materiales y
trasladarse a otro lugar; de verse a sí mismos tendidos en su lecho.
O, también, en el transcurso de operaciones quirúrgicas se han
sentido flotar por encima de sus cuerpos “reales”. Sin embargo,
mientras tenía lugar la operación no han sentido miedo ni ansiedad.
121
Por el contrario, la extraña sensación tenía algo de mágico, como si
hubieran alcanzado un plano misterioso mucho más allá de lo que
podrían esperar en su existencia “física” cotidiana.
Brujería
126
En la Edad Media también estaba muy extendida la creencia de
que la mandrágora chillaba y gemía cuando se la arrancaba de la
tierra. De sus heridas manaba una sangre de color rojo brillante que
formaba unas gotas como el sudor en la piel. La poderosa planta
podía, con su fuerza mística, matar a la persona que la arrancara del
suelo. O podía volverla loca.
21 Aunque los rituales para recoger las diversas hierbas y plantas parezcan absurdos, es
posible que tengan una base real, por la razón de que las potencias de los vegetales están
cambiando constantemente. Un instituto suizo dedicado a la investigación del cáncer descubrió
que las propiedades de la planta eran drásticamente afectadas, no sólo por el tiempo local y las
condiciones climáticas, sino también por factores extraterrestres como la fase de la luna y la
producción de un eclipse, y que nada era lo mismo de un momento determinado al siguiente.
127
Si la idea de recoger mandrágoras estaba acompañada de peligros
y si la propia mandrágora era, con frecuencia, asociada a la muerte,
¿por qué había quien se molestaba en hacerlo? Por un lado, cualquier
planta con fama de afrodisíaca siempre está sujeta a demanda. Por
otro lado, tal como sabían los egipcios, esta hierba mezclada con
alcohol producía una sensación de placer y relajamiento. Pero más
importante era el uso de la raíz como talismán. La demanda de
mandrágoras “machos” y “hembras” estaba siempre en alza a causa
de las muchas cosas maravillosas que la planta podía hacer.
¿Cuáles eran sus poderes, según los relatos de la época?
La raíz podía obedecer las órdenes de su propietario. Esto
suponiendo, claro está, que hubiera sido arrancada en Semana Santa
con acompañamiento de una serie de cantos hoy desconocidos.
Podía proteger a sus dueños de heridas graves como las
producidas por golpes de objetos pesados. Podía hacerle a uno
invisible o conducirle hasta inmensos tesoros. Podía quitar una
enfermedad a una persona y transferirla a otra. Era un elemento
importante del vudú medieval. Podía cambiar el tiempo, curar las
heridas del ganado, traerle a uno su pareja hasta la misma puerta de
su casa. Podía hacer cualquier cosa.
Pero lo más interesante de todo era su facultad de predecir el
futuro. Según las creencias de la época, la propia planta era capaz de
responder a cualquier pregunta que se le hiciera respecto a sucesos
futuros y secretos presentes. Un italiano contó que había enterrado
la mandrágora, dejando expuesta sólo su “cabeza”, y que la planta
había respondido a todas las preguntas que le hizo.
Pronto hubo sectas e individuos aislados que dieron culto a la
mandrágora, que se convirtió en parte integrante de la brujería y la
hechicería. Durante la Edad Media, existía en Alemania un culto
extendido por todo el país. Artesanos y charlatanes esculpían en la
raíz una figura conocida por “alraun”. Esta figura tenía la forma de
un hombre o una mujer adultos. El nombre “alraun” venía de
“allrun”: brujas de cabello suelto y piernas desnudas que mataban a
los hombres, bebían su sangre en un cráneo y adivinaban el futuro
en sus restos mutilados.
Como es natural, pronto se atribuyó a estos muñecos la posesión
de espíritus demoníacos de gran poder. Podían utilizarse a voluntad
para el bien o para el mal, y eran de gran valor: costaban el
equivalente de su peso en oro.
128
Como sucede con todos los cultos, pronto hubo tradiciones acerca
de cómo había que cuidar la raíz de la mandrágora. Tenía que ser
envuelta en una tela blanca o vestida con una capa blanca especial
provista de un lazo dorado para sostenerla. O debía guardarse en una
22 envoltura de pura seda. La imagen se guardaba en una caja
22 Aunque los rituales para recoger las diversas hierbas y plantas parezcan absurdos, es
posible que tengan una base real, por la razón de que las potencias de los vegetales están
cambiando constantemente. Un instituto suizo dedicado a la investigación del cáncer descubrió
que las propiedades de la planta eran drásticamente afectadas, no sólo por el tiempo local y las
condiciones climáticas, sino también por factores extraterrestres como la fase de la luna y la
producción de un eclipse, y que nada era lo mismo de un momento determinado al siguiente.
129
Como era de esperar, la Inquisición acostumbraba preguntar al
acusado si “poseía un espíritu familiar” esculpido en una raíz de
mandrágora o similar. Si la persona admitía poseer tal figura, que
obviamente sacaba sus poderes del infierno, era torturada y
quemada.
Incluso Juana de Arco fue acusada de llevar en su pecho un trozo
de raíz de mandrágora. Aunque ella negó ésta y, virtualmente, todas
las demás absurdas acusaciones que se le hicieron, acabó, junto con
su “espíritu maligno”, igual que la mayoría de las brujas: torturada y
quemada. Éste era el método de exorcizar en la Edad Media. Los
babilonios, egipcios e hindúes tenían un método más humano para
alejar a los demonios: lo hacían mediante una lavativa o clíster23.
Las raíces de mandrágora se llevan aún hoy día en ciertas regiones
de Grecia y en gran parte de Oriente Medio a modo de amuletos de
amor, y se considera que traen suerte, al igual que las patas de conejo
en América.
A lo largo de su historia, se ha atribuido a la mandrágora un
increíble poder a causa de la supuesta facultad de traer buena suerte
a su poseedor, de hacerle invisible, de adivinar el futuro y los secretos
escondidos, de promover la fertilidad y el deseo sexual, y, en
resumen, de hacer casi cualquier cosa que su dueño le pida.
Más que cualquier otra en la historia del hombre, la mandrágora
ha sido un símbolo de los poderes misteriosos y ocultos de las
plantas.
23 Mientras que los antiguos acostumbraban emplear la mandrágora para exorcizar a los
demonios, resulta interesante ver cómo más tarde sería utilizada para fines exactamente
opuestos. Todas las plantas alucinógenas se han visto como causantes, o de los peores males
para la sociedad, o del mayor bien posible, según las actitudes de las culturas en cuestión.
130
5
Fuerzas vitales y consciencia cósmica
CARLOS CASTANEDA
(Una realidad aparte)
24 Como es natural, no todas las personas que creen estar viendo auras las ven. Hay ciertos
tipos de enfermedades de la vista que pueden provocar la “aparición” de auras cuando los ojos
no funcionan debidamente. Por otro lado, cuando alguien está muy cansado o contempla durante
demasiado tiempo un objeto, es posible que vea lo que parece ser un aura. Esto muestra que
parte de la experiencia del hombre con las auras puede explicarse simplemente en términos de
enfermedad y distorsión de la visión. También es cierto que muchos psicóticos y perturbados
mentales ven auras. Sin embargo, esto no excluye su existencia. Algunos expertos psíquicos
afirman que el noventa por ciento de la población puede ver las auras si se prepara para ello con
espíritu receptivo.
133
El doctor Kilner vio que el aura de una niña era parecida a la de
un varón. Cuando la niña crecía y llegaba a la pubertad, su aura
experimentaba grandes cambios hasta que adquiría el aspecto
característico de las que rodeaban a las mujeres maduras.
El médico descubrió que, tanto en los hombres como en las
mujeres, el aura seguía el contorno del cuerpo, aunque notó que de
los extremos de los dedos de algunos de sus pacientes emanaban
unos insólitos rayos o listas de luz.
En las mujeres, el aura era especialmente ancha alrededor de las
caderas. Parecía muy brillante alrededor de los pechos y los pezones,
que despedían un intenso resplandor durante el embarazo, justo
antes o después de la menstruación, y durante la lactancia. Tanto en
los hombres como en las mujeres, la edad tenía poco que ver con la
forma y brillo del aura, si bien la enfermedad originaba cambios
visibles en la forma e intensidad de la nube.
El doctor Kilner dividió la nube en secciones según su aspecto.
Denominó “doble etérico” a una banda oscura, a menudo
transparente, y de una anchura menor a un centímetro, que estaba
pegada a todo el contorno del cuerpo. A continuación de esta
banda, y a veces sobreponiéndose al “doble etérico”, estaba el “aura
interna”, que era una banda densa que seguía los contornos del
cuerpo formando un dibujo uniforme. A esta última sección de la
nube, el doctor Kilner la llamó “aura externa”, y su tamaño podía
variar considerablemente.
Según las observaciones del doctor Kilner, toda el aura aparecía,
por lo general, con un color azul claro. Pero en el caso de que hubiera
órganos o tejidos enfermos, el aura podía cambiar de color. Por
ejemplo, podía adquirir una coloración verde pálido. Según algunos
científicos posteriores, el aura indicaría la enfermedad mucho antes
de que aparecieran los que podrían denominarse “signos físicos” de
la enfermedad. En este caso, las posibilidades de la curación psíquica
o espiritual serían, evidentemente, muy grandes.
Las auras interna y externa de Kilner podrían muy bien ser lo
mismo que las envolturas conocidas en Oriente por “Koshas”. Se ha
dicho que, aunque estas envolturas tienen normalmente una
anchura de muchos centímetros, en los hombres de gran poder
espiritual pueden alcanzar varios kilómetros. Los creyentes
orientales afirman que el aura de Gautama Buda alcanzaba una
distancia de más de trescientos kilómetros.
134
Resultaba interesante el hecho de que el doctor Kilner señalara la
forma oval de un aura perfecta en ciertas personas sanas, ya que ésta
es exactamente la forma que el indio yaqui percibe en las personas a
las que llama “vivas”, según consta en los libros de Castaneda. El
indio puede “ver” las auras de la gente que se mueve entre la
multitud, y puede distribuir estas personas en distintos grupos según
sea la forma de sus auras individuales. Para él, una persona sin aura
es una especie de zombie o de nulidad.
La mayoría de los expertos psíquicos discrepan de esta observación
del indio de que algunas personas no tienen aura. Según ellos, todas
las personas poseen un aura, aunque algunas sean muy débiles. La
observación del indio era, por tanto, relativa, aunque muy perceptiva.
El aura también puede tener lo que podría describirse como escapes,
es decir, lugares de la “piel” por los que la energía se pierde. El
resultado de estos escapes o cortes es, al parecer, una sensación de
fatiga y una mayor tendencia a coger enfermedades.
En estudios más recientes que los del doctor Kilner se han
observado rayos o destellos de luz que atraviesan el aura como un
relámpago y que provienen del cuerpo físico. A veces estos rayos se
han detectado cuando pasaban a un cuerpo cercano, y es posible que
haya una conexión entre estos rayos y la comunicación telepática y
la “imposición de manos”.
Las personas altamente sensitivas también han observado que en
el momento anterior a la muerte de una persona aparece un espectro
plateado que flota fuera del cuerpo del moribundo. Esta forma
permanece conectada al cuerpo durante algún tiempo por una “línea
vital”, un hilo de luz plateada. En tanto el “cordón” plateado conecta
los dos cuerpos, la persona está viva. Pero, cuando la “línea vital” se
rompe, tiene lugar la muerte. La famosa médium Eileen Garrett ha
dicho que había presenciado este fenómeno muchas veces.
La fuerza vital, tan necesaria al hombre, está íntimamente
relacionada con esta energía que se extrae del sol y de la tierra. Al
igual que los seres humanos y los animales, también las plantas
tienen auras distintas, que varían según la clase de flor, árbol o
arbusto.
Esto indica una conexión entre la constitución genética y las
auras. Si el aura de las plantas es visible, según se dice, para
muchos, ¿es posible que Luther Burbank fuera capaz de percibir las
diferencias entre las plantas mirando, simplemente, sus auras?
135
Como mencionamos en páginas anteriores, Burbank podía elegir
una planta entre centenares sin que hubiera entre ellas ninguna
diferencia “visible”. No obstante, si era capaz de ver el aura de las
plantas, el misterio queda resuelto. Mirando, simplemente, el
resplandor que la rodeaba, podía decir en qué tipo de planta aquélla
iba a convertirse. Podía decir si era más sana que los centenares de
plantas que había a su alrededor. Y, más importante aún, podía
adivinar sus futuras características, lo que supone una aguda
percepción de su estructura genética. Son sólo conjeturas, pero
Burbank pudo muy bien haber sintonizado tan íntimamente con sus
plantas como para poder leer el débil resplandor que emanaba de
ellas.
En apoyo de esta posibilidad vienen las observaciones de un
científico ruso. B. N. Tarusov cree haber detectado, quizás, el aura de
las plantas, que aparecería en forma de una luz extremadamente
débil. Denomina a esta luz “bioquimiluminiscencia”. Señala que
donde resulta más visible es en las semillas en germinación, sobre
todo en las de hierbas y legumbres. La intensidad de la luz parece
estar directamente relacionada con el conjunto de la actividad, salud
y fuerza vital de la planta, y puede ser afectada por los cambios de
temperatura.
Tarusov señala que, una vez ha alcanzado el máximo, la
luminiscencia disminuye, con aumento de temperatura. Señala,
también, que la luz emitida por las plantas parece depender del pH
(acidez-alcalinidad) del medio en que crecen las semillas. Cuanto más
alcalina es la solución, mayor es la luz.
Del trabajo con semillas de cebada pareció desprenderse que el
oxígeno era un factor fundamental de la aparición de luz alrededor
de las plantas. El científico refiere que las raíces humedecidas con
un líquido que contenía cianuro potásico mostraron
bioquimiluminiscencia. La luz que observó en este caso casi parecía
una llamarada. Tarusov cree que la iluminación y su intensidad
dependen de la presencia de oxígeno molecular en la solución. La
bioquimiluminiscencia de una planta disminuyó ostensiblemente en
una atmósfera rica en nitrógeno y fue casi invisible y de corta
duración en una atmósfera de dióxido de carbono.
Lo que vio Tarusov ¿era el aura de las plantas? Y, si fue así, ¿qué
interés tienen las auras de las plantas para el hombre? Los expertos
psíquicos y los sanadores afirman que las plantas pueden revitalizar
136
el espíritu y el cuerpo con su excedente de energía, que puede ser
absorbido a través del aura.
Los dos árboles conocidos en los círculos ocultistas por sus
propiedades saludables y energéticas son el pino y el abeto. En
segundo lugar se hallan el roble, el haya y el manzano. Un árbol a
evitar es el olmo, pues, según se dice, ejerce un efecto dañino sobre
el cuerpo energético del hombre.
¿Cómo se extrae energía de un árbol?
W. E. Butler sugiere que uno debe escoger un pino para “recargar
sus baterías”. Siéntese en el suelo, apoyando la espalda en el tronco
del árbol y trate de relajarse completamente. Luego, basándose en
sus sentimientos más que en su mente, “sienta” que penetra en el
aura que rodea al árbol. Butler sugiere que esta acción debe consistir
en una especie de sentimiento amoroso. Dice que uno debe tratar de
comunicarse con el “espíritu” o la “inteligencia” del árbol.
Butler piensa que resulta útil visualizar de un modo simbólico lo
que el árbol significa exactamente para uno. Esto parece desatar una
emoción y un sentimiento cordiales hacia la planta. Butler cree que
uno puede acabar viendo el aura del árbol, a la que considera como
una “manifestación visible” de su inteligencia.
Según Butler, es posible extraer energía del tronco de un árbol
comunicándose con él, por medio de “sentimientos”, durante quince
minutos. Ha descubierto que éste es uno de los métodos más simples
y efectivos para revitalizarse.
Otro método es el propuesto por Joseph Weed, presidente de Weed
Television, Inc. y de Van Drenthen International Ltd. Sugiere que uno
puede extraer energía de las agujas del pino sosteniéndolas entre el
pulgar y los dos primeros dedos. Weed piensa que, concentrándose
en absorber energía de las agujas, aunque sólo sea unos pocos
minutos, se produce una transferencia de energía desde el árbol al
cuerpo de uno.
Muchas personas creen en el poder regenerador que puede
derivarse del hecho de reclinarse contra el tronco de los árboles para
extraer su energía vital. Los indios de América acostumbraban
apoyar la espalda en los árboles, estirar los brazos y sentir cómo la
energía afluía a sus cuerpos. Esta costumbre se remonta a cientos de
años atrás. En Oriente se cree que el cuerpo posee unos canales para
recibir la energía vital a lo largo de la espina dorsal.
137
Estos centros cerebroespinales son conocidos en el mundo
ocultista como “chakras” o “lotos astrales”. Una de las metas
principales del yogui es adquirir conocimiento de estos centros
sagrados. Estos centros son las “siete estrellas” o “siete iglesias”
mencionadas en el Nuevo Testamento. En el yoga son llamados, a
veces, las “siete trampillas”. Los yoguis creen que un hombre puede
trasladarse, mediante la meditación, desde su cuerpo a un plano más
espiritual de existencia a través de estas puertas o salidas divinas.
De todos los centros, el séptimo, que se halla en el cerebro, y que es
conocido como el “loto de los cien pétalos”, es el más sagrado e
importante. En algunos casos extraordinarios, un yogui puede ver a
Brahma o Dios a través de este centro.
¿Es este séptimo centro el órgano por el cual Olga Worrall percibía
el aura? ¿Son los “chakras” unos puntos a través de los cuales la
energía puede entrar o salir del cuerpo?
Se dice que este fluido puede ir en dos direcciones puesto que la
fuerza vital más débil siempre recibe a la más fuerte. Esto significa
que, no sólo nosotros podemos absorber energía de las plantas, flores
y árboles, sino que ellos pueden extraer energía de nosotros si lo
necesitan. Quizá, como dijo claramente Luther Burbank, toda
persona tiene la capacidad de alterar el estado de las plantas. La
extrema habilidad del jardinero quizá no sea más que el poder de
transmitir energía a las plantas enfermas o en desarrollo.
Fotografía Kirlian
138
de la bobina Tesla. El resultado de este proceso es una fotografía que
puede revelar el aura existente alrededor de un objeto.
La fotografía Kirlian no es más que una versión moderna de la
electrofotografía, sistema que consiste en realizar fotografías
descargando electricidad a través de un objeto. En la exposición de
1898 ya se exhibieron fotografías conseguidas mediante este método,
presentadas por el ingeniero Yakov Narkevich-Todko. El método
consiste en “la conversión de propiedades no eléctricas de un objeto
en propiedades eléctricas, que son luego captadas en la película”.
Los resultados de este método fotográfico recuerdan el arte
moderno. Fantásticos diseños iluminan vulgares objetos de los que
brotan glóbulos resplandecientes y chispas como de fuegos
artificiales. Algunos objetos aparecen rodeados de una neblina de
débiles resplandores dorados y azules. Rojas llamaradas se retuercen
en las hojas de arce recién arrancadas, que parecen la flameante
cabellera de Medusa. Lo que aparece en la película recuerda una
visión provocada por un alucinógeno.
Pero, ¿acaso lo que capta la fotografía Kirlian es el aura sutil
descrita por los místicos y los expertos psíquicos?
Algunos científicos así lo creen.
¿Qué significan los colores y diseños del aura? ¿Cuál es el valor de
las impresiones visuales del halo o franja que rodea los objetos?
Según los científicos, que creen que la fotografía Kirlian capta
realmente el aura de un objeto viviente, el diseño, la forma y el color
del aura pueden indicar con exactitud el estado en que se halla tal
objeto. Parece que cada forma vital posee su aura particular, con un
conjunto de resplandores igualmente único y con colores llameantes
que emanan del centro del objeto.
Por ejemplo, si se hace pasar una corriente a través de una hoja
viva, y luego se repite la operación con una hoja muerta, se observa
en el aura una coloración completamente diferente. En la resultante
fotografía Kirlian, la hoja recién arrancada, o viva, mostraría un aura
más brillante e intensa que la hoja muerta, la cual podría registrar
tan sólo un débil trazo de vida agonizante. Por tanto, mediante el
establecimiento de técnicas de comparación generales, un científico
podría decir de inmediato, gracias a la fotografía Kirlian, en qué
estado se encuentra una planta.
Otra observación interesante es la de que la estructura de todo
organismo vivo o cualquier partícula de materia parece poseer un
139
campo energético de forma idéntica a la suya. Por ejemplo, se afirma
en un informe que una hoja con una parte arrancada fue fotografiada
por el método Kirlian y que la foto resultante mostraba el contorno
total de la hoja25. Esto se conoce como el “efecto de la hoja fantasma
o perdida”. Aunque también existen informes según los cuales se ha
visto, en fotografías Kirlian de seres humanos, el contorno de
miembros amputados, debe señalarse que tanto los informes sobre el
efecto de las “hojas fantasma” como el de los “miembros fantasma”
no han sido verificados todavía por los científicos occidentales.
Si esos informes demuestran ser exactos, resultaría que la forma
de la materia está establecida de antemano. Los objetos no hacen
sino caer en un espacio preordenado por un campo energético –
todavía teórico – que da forma a toda estructura.
Este concepto es muy discutible; menos discutible es la idea de
utilizar la fotografía Kirlian como medio de diagnóstico. Si el cuerpo
despide un resplandor o emanación particular que puede ser
registrado en una película, es razonable esperar que técnicos y
médicos altamente preparados puedan interpretar el significado de la
intensidad y naturaleza del resplandor, tal como sugirió el doctor
Kilner a principios de siglo.
Puesto que las pruebas con hojas han indicado que las que están
enfermas o moribundas tienen un halo distinto al de las sanas, es
probable que también aparecieran diferencias en las auras de los
seres humanos. En realidad, las fotografías Kirlian de las puntas de
los dedos revelan la condición o estado del sujeto. Los resplandores
varían en intensidad y composición cunado una persona está
calmada, agitada, bajo el efecto de los sedantes, drogada, enferma o
bebida. Según las observaciones e informes más recientes, cada uno
de estos estados es registrable por la fotografía Kirlian.
Esta técnica fotográfica también ha proporcionado a los científicos
nuevos datos sobre el poder de algunas personas para curar
mediante el pensamiento y la “imposición de manos”. La fuerza que
despiden las extremidades de los dedos de un sanador mientras
trabaja puede ser captada por la fotografía Kirlian. Parece que el
curador puede concentrar en sus manos una fuerza enérgica incluso
a un diez por ciento de la superficie de una hoja y cuando la fotografiaron obtuvieron la imagen
de la hoja entera. Si cortaban más de un tercio de la hoja, ya no obtenían este efecto.
140
cuando sólo se le pide que piense en el proceso de curación de
alguien.
Cuando se fotografían los dedos de una persona “curada”
inmediatamente después de una sesión de curación, muestran un
marcado incremento de resplandor, mientras que los extremos de los
dedos del sanador parecen perder algo de su brillo. Las fotografías
Kirlian sugieren una plausible, si bien misteriosa, transferencia de
algún tipo de fuerza o energía desconocida del sanador a su paciente.
Olga Worrall demostró sus facultades con una serie de hojas de
crisantemo deliberadamente mutiladas o cortadas. Se tomaron
fotografías de la hoja sana recién arrancada de la planta madre,
después de sufrir unos cortes y luego de dos sesiones de curación.
Las fotografías mostraron es supuesto poder de restaurar la vitalidad
y salud de formas vivas enfermas o gravemente dañadas, mediante
la “imposición de manos”.
Los expertos en fotografía Kirlian, Thelma Moss y Kendall Johnson
realizaron muchos experimentos a base de “curación de hojas”. Dicen
que en una fotografía Kirlian, las hojas normales y recién arrancadas
muestran a menudo una mancha de color rojo oscuro cuando se las
corta con una aguja. Esta mancha roja desaparece con el tiempo y la
hoja adquiere un tono azul apagado.
Los investigadores pidieron a un sanador que “curara” a la hoja
sin tocarla. Al cabo de unos minutos sacaron otra fotografía en la que
percibían un color rosado. La aparición de matices rosados después
de la curación en hojas mutiladas ha sucedido repetidas veces,
incluso con personas que nunca han pretendido tener ningún poder
sanador. Moss y Johnson han descubierto asimismo que
determinadas personas hacen que una hoja se marchite, hasta tal
punto que a veces es imposible fotografiarla. Se preguntan si esto no
podría proporcionar una respuesta al clásico dilema de por qué hay
personas tan magníficamente dotadas para la jardinería y otras que
son todo lo contrario.
¿Esto es una posible explicación del por qué hay personas que
ejercen sobre las demás un efecto vigorizador? ¿Fluye, la energía, de
una persona a otra? ¿Es posible que la idea de absorber energía de
un árbol o planta no sea tan ridícula como a primera vista les parece
a algunos?
Se ha observado que, cuando se coloca una hoja sana junto a otra
enferma, tiene lugar algún tipo de transferencia de energía. Si se
141
toman fotografías Kirlian de dos hojas después de colocar una cerca
de la otra, la hoja enferma muestra renovadas señales de vida. Brilla
con mayor intensidad que antes.
Quizá las plantas se comunican mediante sistemas sutiles todavía
desconocidos por el hombre, o se transfieren energía unas a otras, al
igual que los expertos psíquicos pretenden lograr con otras personas.
Aparte de las transferencias de energía, parece que la fotografía
Kirlian revela lo que podrían denominarse puntos de “escape de
energía” y de “liberación de energía”, íntimamente relacionados con
el antiguo arte chino de curar llamado acupuntura26. La acupuntura,
que actualmente está en plena expansión en el mundo occidental, ha
sido considerada durante mucho tiempo por los médicos occidentales
como una rama oculta de la medicina, pero la fotografía Kirlian, al
mostrar resplandores y colores brillantes alrededor de puntos del
cuerpo que son importantes en acupuntura, puede servir para
demostrar que los chinos poseían un conocimiento efectivo del fluido
energético del cuerpo.
Los chinos han hablado durante siglos de este misterioso río de
energía, de esta fuerza vital llamada “Ch´i”. El fluir sistemático y
regular de esta energía se ha considerado una señal de equilibrio y
salud en los organismos vivos. Sin necesidad de definir esta fuerza,
los chinos han sido capaces de regular su flujo insertando agujas en
puntos específicos del cuerpo, más de ochocientos, lo cual da una
idea de la complejidad de este arte.
Resulta del máximo interés el hecho de que, al parecer, la
fotografía Kirlian muestra la localización exacta de los puntos de
acupuntura no sólo en las personas, sino, también, en las plantas.
De nuevo se plantea la pregunta: ¿poseen las plantas un sistema
nervioso primitivo? La fotografía Kirlian sugiere tal posibilidad.
Otra cosa a retener de los informes de los especialistas en
fotografía Kirlian es su utilización en el diagnóstico de enfermedades
en los estados iniciales, antes de que la disfunción haya ocasionado
síntomas visibles o un daño grave en el sistema.
26 En los Estados Unidos está muy extendida la idea errónea de que la acupuntura se ha
introducido recientemente en el país. Las tribus indias que emigraron de Asia llevaron consigo
esta técnica al igual que los coolies que llegaron para trabajar en los ferrocarriles del Oeste.
Existen referencias a la acupuntura en revistas médicas del año 1836. Otra de las artes curativas
de China es la conocida con el nombre de “moxa”, que consiste en frotar con polvo de hojas de
pajea las ampollas reventadas que se han producido al quemar puntos específicos del cuerpo.
142
Se ha dicho de los cambios en los diseños y el color de las
fotografías Kirlian, que muestran la presencia de bacterias u hongos
capaces de provocar enfermedades. Del mismo modo que en China la
acupuntura se ha empleado como medicina preventiva, la fotografía
Kirlian también podría utilizarse para descubrir enfermedades antes
de que éstas se convirtieran en peligrosas o mortales. Según dicen,
las infecciones aparecen, en las fotografías, como fulgores de
incrementada intensidad.
Pero eso no es todo. Los fulgores o esquemas luminosos de las
distintas enfermedades parecen variar, por lo que un observador
experimentado podría determinar qué clase de enfermedad “va a
coger” un hombre o una planta.
Esto plantea una cuestión fascinante: ¿tiene un significado la luz
que emite una planta o un ser humano?, es decir, ¿es una forma de
comunicación, como provisionalmente sugieren algunos
investigadores? Si Tarusov, en su estudio de las auras detectadas por
sensibles fototubos, llegó a la conclusión de que la planta enviaba
señales de socorro en relación con su necesidad de agua, luz solar o
alimento, ¿no es posible que las plantas emitan señales de socorro
en forma de resplandores cuando se sienten invadidas por la
enfermedad?
Este es uno de los misterios de la comunicación en el plano
inferior, que aún permanece sin explorar. El enigma sigue en pie:
¿contienen los rayos una información que puede ser detectada o
interpretada por otras formas vivientes?
En experimentos recientes se han llevado a cabo otras insólitas e
incitantes observaciones que piden una investigación más a fondo.
Por ejemplo, ¿por qué en presencia de música las plantas muestran
un aura más brillante? Dorothy Retallack demostró que las plantas
reaccionan ante distintos tipos de música. ¿Podría existir alguna
relación entre la música y las auras?
Se dice que la fotografía Kirlian revela la capacidad de una planta
para adaptarse a su medio. Cuando una planta es trasplantada,
reacciona con distintas formas de resplandor y color, según sea el
medio. ¿Conocía el sensitivo Burbank esta característica, gracias a
su “visión” o sensibilidad hacia las reacciones de las plantas? Quizá
mientras plantaba nuevas plantas en distinto suelo podía ver cuáles
iban a desarrollarse y cuáles no, gracias a su percepción del estado
de sus auras.
143
Vogel, Backster y muchos otros científicos han afirmado su
creencia en la facultad que tienen las plantas de captar pensamientos
y emociones de sus dueños o de extraños que expresan un odio o un
amor intenso hacia ellas. ¿Ha sido esto verificado con la reacción de
las hojas? Según algunos investigadores, las hojas muestran un
esquema más brillante cuando están sujetas a emociones fuertes.
Parecen reaccionar a los pensamientos y a los sentimientos mediante
cambios en sus auras.
Posiblemente Backster estuvo a punto de realizar un importante
descubrimiento al mostrar la reacción de las plantas ante la muerte
de las células y los seres vivos. Las plantas parecen brillar con mayor
intensidad en presencia del dolor y de la muerte de las células.
Además, así como Olga Worrall pudo alterar el aspecto del aura de
unas hojas de crisantemo mediante la “imposición de manos”, parece
que el pensamiento concentrado en forma de oración puede hacer
que las hojas arrancadas brillen más intensamente. Y es posible que
la fotografía Kirlian haya demostrado la afirmación de Loehr, según
la cual la oración negativa parece tener poco efecto sobre el trigo, al
mostrar que los brotes de éste tienden a brillar más intensamente
que otros, lo cual es una indicación científica de que el trigo tiene, de
hecho, una “voluntad” de crecer más fuerte que las demás plantas.
¿De qué misteriosa fuerza o energía está hecha un aura? ¿De
dónde proviene esta fuerza?
Energía vital
144
Esta energía era denominada Ch´i, y seguía determinados
meridianos del cuerpo. La Ch´i, también conocida como Energía Vital,
estaba compuesta por dos fuerzas opuestas: Yin y Yang. Cada una
de ellas “podía ser intensificada o drenada, en vistas a conseguir un
equilibrio armónico, curando de este modo la enfermedad”.
Los chinos no fueron los únicos en creer en esta fuerza vital
invisible. Muchas culturas antiguas especularon acerca de su
existencia. Científicos como Mesmer sacarían la conclusión de que la
fuerza que corre a lo largo del cuerpo tiene algún tipo de relación con
las estrellas. Mesmer creyó, también, que podrían utilizarse imanes
en el tratamiento de las enfermedades, con el fin de guiar el flujo de
energía invisible. Al profundizar en su trabajo, el científico descubrió
que podía dirigir esta energía para curar o influir en otras personas.
Karl Reichenbach, descubridor de la parafina y la creosota, vio que
ciertas personas tenían la extraña facultad de ver luz alrededor de los
imanes en la oscuridad. Parecía que estas almas sensitivas podían
distinguir los polos de un imán del mismo modo que podían descubrir
yacimientos minerales al sentir su presencia. Reichenbach vio,
también, que estas personas supersensitivas se sentían mal cuando
estrechaban de la manera normal la mano de alguien, y que sólo se
sentían bien cuando podían estrechar al mismo tiempo las dos manos
de la otra persona. Reichenbach pensó que esto tenía algo que ver
con una fuerza o energía corporal desconocida relacionada con el
magnetismo.
Recientemente, los Worrall han observado que las auras están en
relación con la dirección en la que está orientada una persona. El
aura varía ligeramente al cambiar la orientación del cuerpo.
Hasta que los rusos descubrieron la fotografía Kirlian, la existencia
de una fuerza vital desconocida, o Energía Vital, no pasó de ser una
especulación. Los expertos psíquicos siempre han creído que podían
sentir una transferencia de energía que se establecía entre ellos y las
personas con las que trabajaban. Creían que esta transferencia se
producía a través de las auras de los objetos vivientes. Pero, ¿cómo
podían probarlo? ¿Cómo podían mostrar siquiera que esta energía
existía?
El problema era la carencia de material científico apropiado para
probar que lo que sentían era, en verdad, un hecho. Ahora la
fotografía Kirlian sugiere que aquellas observaciones podrían ser
ciertas.
145
En un experimento los científicos fotografiaron el tallo de una lila.
En la fotografía aparecieron unos destellos luminosos que emanaban
las yemas, las cuales parecían estar rodeadas de una corona de
chispas brillantes. A continuación, los investigadores partieron las
yemas por la mitad y volvieron a fotografiarlas. El resultado consistió
en unas chispas aún más brillantes que en la primera fotografía. Al
cortar las yemas del tallo fotografiaron corrientes de energía que
parecían manar de los cortes, mientras que el tallo empezó a brillar
con un resplandor espectral. Semejante fotografía indica la existencia
de un fluido energético que emana del corte. ¿Acaso la “sustancia”
que aparece como resplandores en las fotografías es la Energía Vital?
Cuando Olga Worrall realizó sus curaciones en las hojas de
crisantemo, ¿estaba transfiriendo Energía Vital a las plantas? La
mayoría de los sanadores responderían afirmativamente.
Lo que resulta fascinante del trabajo de los sanadores en el campo
de la fotografía Kirlian, es su capacidad para cambiar los esquemas
de los resplandores de las extremidades de sus dedos con el mero
hecho de pensar en una curación. Para hacer visible este cambio, no
hace falta que lleven a la práctica el proceso de curación.
Esto sugiere que la curación empieza con el pensamiento de un
acto o estado, más que con el proceso físico de tocar o acercarse al
paciente, ya sea éste planta o ser humano. Indica un control sobre
fuerzas energéticas que el sanador concentra en sus manos mediante
la actitud mental apropiada. En resumen, la Energía Vital puede ser
empleada y aprovechada por el hombre para fines benéficos.
Pero, ¿en qué consiste esta Energía Vital?
Teilhard de Chardin creía que todos los átomos y células estaban
impregnados de una energía especial que proviene directamente de
Dios o de la consciencia cósmica. Yogananda pensaba, en esencia, lo
mismo. En su libro Autobiography of a Yogi, afirma que todo lo que el
hombre percibe está compuesto por vibraciones que a su vez
dependen del prana o “vidatrones”, que define como “fuerzas vitales
sutiles o energías de carácter más elemental que los átomos,
cargadas inteligentemente con las cinco idea-sustancias sensoriales
distintivas”.
Vogel, en base a su observación de los cristales y en la formación
de los sólidos, ha sugerido que existe un esquema de un campo
energético anterior a la estructura de los cristales, al que ha podido
observar mediante potentes lentes de aumento. Pero también ha
146
hecho la sorprendente observación de que es capaz, con su mente,
de hacer que el cristal tome la forma de una imagen mental que él
proyecta en el diseño del campo energético. En suma: puede obligar
a los cristales a hacer lo que él quiere gracias al poder del
pensamiento, si dirige su atención hacia ellos mientras están en
período de formación a partir de un estado líquido.
El pensamiento, en este caso, se convierte en una fuerza. ¿Podría
estar reaccionado con la Energía Vital que penetra todos los átomos
y moléculas del universo, tal como sugirió Teilhard de Chardin?
Quizás el concepto de Energía Vital no es sino una manera de decir
que existe un cuarto estado de la materia. ¿Es eso lo que Vogel ha
visto y otros han descrito? Este cuarto estado de la materia ha sido
denominado plasma. Se trata, sin duda, del “cuerpo enérgico” o
“alma” percibido por los místicos y sanadores especialmente en el
momento de la muerte.
En teoría, el plasma es más sutil que el gas, y constituye un
componente vital del sol. Si futuras investigaciones confirman la
existencia del plasma, muchas de las creencias más fundamentales
del hombre – a menudo ridiculizadas – quedarán justificadas. La
fuerza misteriosa que vincula a la mente, el cuerpo y el ambiente será
explicada en términos científicos, además de espirituales.
La fotografía Kirlian puede habernos mostrado el alma mística; el
aura puede mostrarnos el vínculo con la Energía Vital o con una
misteriosa fuerza vital, y esta fuerza vital puede conectarnos con la
consciencia cósmica o Dios.
148
También podríamos definir un “campo vital” diciendo que es un
molde invisible que da forma a las entidades vivas, ya sean un árbol,
una flor o un ser humano. Organiza la materia en un esquema, tal
como un imán ordenaría en una forma específica unas limaduras de
hierro esparcidas sobre un trozo de papel colocado encima de él.
A lo largo de sus investigaciones sobre los “campos vitales”, Burr
descubrió que los cambios experimentados por un gen de una planta
creaban diferencias reconocibles en las pautas del voltaje. Descubrió,
asimismo, que las pautas de crecimiento de las plantas pueden ser
afectadas por muchas influencias externas. Conectó unos voltímetros
a un arce y a un olmo con el fin de registrar su respuesta a los
estímulos externos a lo largo de varias décadas.
Los registros mostraron que los “campos vitales” de los árboles
cambian con la luz del sol, la oscuridad, las fases lunares, las
tormentas magnéticas, e incluso con las manchas solares.
Burr sacó la conclusión de que todas las cosas vivas de nuestro
planeta no existen sólo como fenómenos locales y aislados, sino que
forman parte de una armonía cósmica determinada por los
acontecimientos que se producen en todo el universo. Este concepto
ha sido debatido por los filósofos durante siglos, y en nuestros días
muchos de ellos están llegando a la misma conclusión.
Frank A. Brown, Jr., apoyaría, ciertamente, la observación de Burr
de que la vida es afectada por fuerzas extraterrestres en medida
mucho mayor que lo que la mayoría de científicos habrían
sospechado hasta hace muy poco. Brown estudió los ritmos de la
naturaleza para ver qué fuerzas entran en juego. El científico declara
que “el entorno físico de las cosas vivas es, de hecho, un compuesto
de ritmos”. Paradójicamente, Brown dice que la estabilidad de todos
los organismos vivos depende del cambio constante, observación que
llevó a Burr a la conclusión de que debe existir un campo de fuerza
que mantenga las partículas cambiantes o móviles en su lugar
apropiado.
El trabajo de Brown puso en tela de juicio muchas de las creencias
fundamentales de los fisiólogos botánicos, a saber, que nada podía
influir en un organismo mantenido en una situación controlada de
laboratorio con luz, temperatura, humedad y presión constantes.
Para estudiar las plantas mantenidas en “condiciones constantes”,
Brown observó el metabolismo o actividad general de la planta,
midiendo su ritmo de consumo de oxígeno. Descubrió que las patatas
149
eran las plantas más cómodas de utilizar porque contenían una gran
cantidad de alimento almacenado, lo cual le evitaba tener que abrir
los recipientes en los que estaban siendo estudiadas.
Brown se dio cuenta en seguida de que las patatas mantenidas “en
supuestas condiciones constantes” respondían, sin embargo, a los
influjos provenientes del exterior de sus intrincadas cámaras de
control.
Por ejemplo, aunque las plantas estaban dentro de recipientes
herméticamente cerrados, con presión constante en las cámaras,
podían indicar todavía, mediante cambios de su metabolismo o
consumo de oxígeno, qué tiempo hacía fuera del laboratorio. Y eso no
es todo. ¡Podían predecir qué tiempo iba a hacer! Brown vio que
distintos tipos de plantas, desde algas marinas a zanahorias, podían
en realidad predecir, mediante cambios metabólicos, cuál sería la
presión atmosférica dos días más tarde.
No sólo podían predecir los futuros cambios en la presión
atmosférica, sino que también indicaban cuál sería el nivel de
radiación en la atmósfera, qué temperatura hacía fuera de las
cámaras de control, cuál era el ritmo lunar mensual, etc. Brown,
basándose en el gran número de pruebas recogidas a lo largo de su
profundo estudio, llegó a la conclusión de que las plantas detectaban
algún tipo de fuerza que contenía una “información cíclica”, a pesar
de hallarse en cámaras de control que, según la mayoría de los
científicos, impedirían cualquier reacción a los cambios ambientales.
La obra de ambos científicos plantea muchas cuestiones
interesantes. ¿Detectó Burr las auras y la Energía Vital, a las que
simplemente denominó “campos vitales”? ¿Existe el diseño de un
campo energético para todas las formas vivas, tal como han sugerido
los filósofos indios? ¿Puede toda vida recibir influencias de fuerzas
cósmicas que todavía no comprendemos? ¿Registra una planta
información a partir de alguna radiación desconocida, capaz, al
parecer, de comunicarle, de este modo, “hechos”? ¿Podría ser éste el
mecanismo de la telepatía mental? ¿Reside la clave de la comprensión
de las facultades psíquicas en una observación atenta del
extraordinario sexto sentido que poseen las plantas para captar
información de las fuerzas cósmicas?
Consciencia cósmica
150
La atrapamoscas o dionea es una planta carnívora con unas hojas
parecidas a fauces, con un delicado matiz rosado y una suave
fragancia que atrae a los insectos. Las hojas, dotadas de púas, se
cierran como una trampa sobre el infortunado insecto que se posa o
se arrastra por ellas. El insecto, embadurnado y asfixiado por una
sustancia mucosa, es, luego, digerido por la planta.
El extraordinario sistema sensorial de la atrapamoscas la hace
mortífera para los insectos, pero hay un hombre que lo utiliza para
intentar comunicarse con una fuerza energética universal a la que
las personas religiosas pueden llamar Dios y aquellas que prefieren
una etiqueta más “científica”, consciencia cósmica.
Este hombre, que ha pedido permanecer en el anonimato hasta
que sus escritos se publiquen, vive en Long Island y es un experto en
electrónica. Mediante unos aparatos eléctricos extremadamente
complicados, en cierto modo similares a los de Backster, ha podido
utilizar la atrapamoscas a modo de “médium” entre él y una fuerza
desconocida. El hombre cree haber recibido, a través de la máquina
conectada a las hojas ultrasensibles de la planta, respuestas a
preguntas; respuestas que, según él, deben provenir de una fuerza
situada más allá de lo actualmente conocido por la ciencia.
El neoyorquino Paul Peck declara haber conseguido que una
planta le respondiera mediante un ligero movimiento de sus hojas.
Esto lo ha realizado tanto con plantas domésticas como con árboles
en momentos de una total ausencia de brisa. Como él mismo señala,
no está seguro de si la planta es capaz de responder a las preguntas
o si éstas las contesta una misteriosa fuerza vital presente detrás o
dentro de la planta. El hecho es que, tanto el experto en electrónica
como el dotado Paul Peck, creen que las plantas responden realmente
a las preguntas que ellos les plantean. Ambos sugieren que esto
podría ser una manifestación de Dios o de la consciencia cósmica.
Ya hemos hablado de la Energía Vital como del concepto de una
energía proveniente de una fuerza vital universal. Este concepto
constituye una de las creencias centrales de muchas sociedades y
culturas. La idea de que hay un plan o “esquema del campo
energético” para cada organismo viviente es una de las creencias
fundamentales de Burr y Vogel. El primero ve este plan como un
campo, y el segundo lo ve como un contorno nebuloso dentro del cual
se ordena la materia, por debajo de la potente ampliación de su
151
microscopio. El contorno puede ser o no un campo. Aunque Vogel lo
ha visto, no está seguro de lo que es.
La mayoría de los sanadores admiten que sus dotes de curación
provienen de una fuente de energía exterior a sus cuerpos. Tienen la
capacidad de dirigir esta energía y convertirla en una fuerza que
emana de las puntas de sus dedos. La fotografía Kirlian está aplicada
a mostrar diferencias en las puntas de los dedos de los sanadores
antes y después de realizada la curación, y las fotografías de hojas
que han sido “curadas” parecen indicar que realmente se transfiere
algún tipo de energía del sanador a la planta. Es posible que esta
energía tenga su origen en el sanador, pero las observaciones
subjetivas de la mayoría de los sanadores lo niegan. Insisten en que
todas las personas podrían aprender a generar esta energía,
extrayéndola de una fuente universal de vida.
Ésta ha sido una de las creencias fundamentales de muchas
sociedades antiguas y de la mayoría de las sociedades “primitivas”
actuales. Aquellos hombres eran capaces de ver una fuerza espiritual
en todos los objetos vivientes y, a veces, en los no-vivientes. Su
concepción de los árboles, flores y arbustos estaba llena de misterio
y respeto, y tejieron complicadas e imaginativas leyendas sobre cada
una de las bellas plantas provistas de espíritus que había a su
alrededor. En los bosques, lagos y praderas veían elfos, gnomos,
hadas y toda clase de fantásticos espíritus.
Para el indio americano, las distintas voces y espíritus de la
naturaleza no eran imaginarios, sino reales. Se creía que las
ceremonias rituales con ritmos establecidos abrían caminos que
comunicaban directamente con un ser superior.
Los habitantes de la misteriosa isla de Andros, en las Bahamas,
creen todavía en los Chickcharnies, que son unos espíritus parecidos
a los duendes. Estos espíritus, que tienen tres dedos en los pies y
tres dedos en las manos, viven en nidos en la copa de los pinos altos,
y no se debe molestarlos.
Neville Chamberlain vivió de joven en Andros, e hizo talar un
bosque de pinos que cubría 2.400 hectáreas para hacer una
plantación de agave, cuya fibra era un material de gran valor. Las
gentes del lugar le advirtieron acerca de los Chickcharnies que
anidaban en los pinos más altos. Le dijeron que sería castigado por
haberlos molestado.
El agave de Chamberlain nunca creció.
152
La creencia en ángeles y espíritus vegetales también ha formado
parte del pensamiento cristiano. El Libro de los secretos de Enoc, que
no se encuentra en la mayoría de las Biblias modernas, afirma que
todo en la naturaleza posee un espíritu especial. Estos espíritus de
la naturaleza no son sino la versión cristiana de los dioses adorados
por los antiguos.
Los griegos tenían un gran dios de la naturaleza. Según la
mitología, Pan era originalmente un simple dios pastoral que protegía
a los rebaños y se divertía persiguiendo a las ninfas. Un día que
perseguía a la hermosa Siringa, fracasó en su empeño y la ninfa se
convirtió en un cañaveral. Según la leyenda, Pan arrancó las cañas e
hizo con ellas una flauta, llamada Siringa o flauta de Pan, y el dios
aparece en los dibujos como un ser medio hombre, medio macho
cabrío, con una flauta en los labios.
Sin embargo, de un simple protector de los rebaños y los machos
cabríos, Pan pasó a ser un dios importante, el dios de la fertilidad y
de toda la naturaleza. Su poder era tal que se le atribuyó el provocar
miedo o “pánico” en el ejército persa, el cual se dispersó ante los
griegos como un rebaño de ovejas aterrorizadas en la batalla de
Maratón, ocurrida en el siglo V antes de Cristo.
¿Ha muerto Pan?
Pan no ha muerto, según R. Ogilvie Crombie (también conocido por
ROC), uno de los principales portavoces espirituales de la comunidad
de Findhorn27, en el norte de Escocia. Findhorn puede describirse sin
exagerar como una comuna de la era del espacio en la que la
comunicación con los espíritus de la naturaleza tiene como
consecuencia la obtención de los más notables resultados. Se dice
que el profesor R. Lindsay Robb, experto en agricultura de las
Naciones Unidas, visitó Findhorn unos días antes de Navidad.
Examinó las plantas – una gran variedad de flores, hortalizas y
arbustos – y vio que, fuera lo que fuera lo que hacía crecer estas
plantas en pleno invierno y en un terreno arenoso más bien pobre,
no tenía nada que ver con los métodos agrícolas conocidos ni con
fertilizantes, sino con determinados factores especiales a los que
inmediatamente reconoció como de orden vital.
Estos factores eran una combinación de amor, del hecho de hablar
con las plantas, de cuidados constantes y, sobre todo, de la
27 La comunidad de Findhorn ha sido descrita por muchas de las personas que la han visitado
Psicocinesis
156
6
Lo que nos depara el futuro
Extrañas posibilidades
¿Pueden los rayos emitidos por las plantas ser utilizados para curar
enfermedades mentales o físicas?
28 Este proceso ha recibido el nombre de radiónica. La máquina utilizada por Upton se parece
en cierto modo al generador psicotrónico descrito por Sheila Ostrander y Lynn Schroeder. Según
estas autoras, esta máquina insólita se emplea para “enviar radiaciones” a las semillas, que
crecen dos veces más de prisa que las que no reciben “tratamiento”
160
crecimiento de las plantas. Pero ¿pueden las plantas, a su vez,
irradiar “vibraciones” saludables para el hombre? Los jardineros de
Findhorn sugieren que éste es, en efecto, el caso.
En la actualidad ya hay algunos científicos que proponen la
creación de parques especiales de flores, arbustos, y árboles, no con
fines decorativos, sino por razones de salud. Afirman que toda planta
emite una radiación especial capaz de contribuir a la curación de
determinadas enfermedades. No se trata de la atmósfera relajante
que crea la vegetación lujuriante, sino de ondas reales que emiten las
plantas y que, presumiblemente, podrían curar un gran número de
enfermedades, del mismo modo que los materiales radiactivos
empleados en los hospitales para frenar el desarrollo de los tumores
malignos.
El investigador médico doctor Nikolai Yurchenko ha estudiado los
efectos de las plantas sobre las enfermedades durante veinte años.
Sus trabajos en el Sanatorio Sukhumi, del mar Negro, indican que
ciertas flores, plantas y árboles, como los abedules, sauces, robles y
distintas variedades de rosas, ejercen un efecto beneficioso sobre
diversas enfermedades. Se dice que las rosas de color rojo oscuro
alivian los síntomas de enfermedades nerviosas. El doctor Yurchenko
ha observado que los pacientes son atraídos de modo misterioso
hacia las plantas o flores que pueden ayudarles mejor.
168
Bibliografía
169
170
171
172
173