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Introducción
La mayoría de los grandes botánicos y fisiólogos de las plantas han
intuido que los vegetales están dotados de un sexto sentido especial.
Parece que las plantas son capaces de ver, oír, tocar, gustar y oler
con una habilidad y una precisión misteriosas. Pero hay mucho más:
pueden comunicarse con otros seres vivos de un modo que sólo ahora
empieza a descubrirse y a verificarse mediante los aparatos
científicos más perfeccionados.
Los antiguos sabían intuitivamente que podían comunicarse con
las plantas. En las creencias primitivas, el árbol fue uno de los
primeros objetos de culto. Los mitos, la magia y el misterio se
desarrollaron cuando el hombre intentó comprender a ciertas plantas
que parecían dotadas de un poder fuera de lo corriente. Los egipcios
mantenían un fuego ardiendo ante la mandrágora, cuyas raíces
tienen forma de cuerpo humano. Le hacían ofrendas, la adoraban
como si fuera un dios, y con sus jugos obtenían una poción mágica,
el “Sa de Vida”.
Las intuiciones del pasado se van concretando poco a poco en una
nueva frontera científica llena de alegría y optimismo. La idea de que
toda vida puede estar delicadamente interrelacionada de un modo
todavía desconocido y misterioso resulta emocionante y subyugante.
Quizá no sea más que una intrincada mezcla de filosofía oriental y
pragmatismo occidental; de todos modos, supone un paso adelante
en el campo de las ideas.
Es interesante el que este avance haya sido impulsado por un
conocimiento de las plantas, esas amigas silenciosas del hombre.
Las algas que flotan en la superficie del mar proporcionan la mayor
parte del precioso oxígeno que la tierra y todas sus criaturas
necesitan para vivir. Y, aunque las parras y los arbustos floridos
puedan parecer más espléndidos que el verde lozano de la hierba y
los helechos, todas las plantas tienen su lugar en el reino vegetal, que
comprende unas 350.000 especies, las cuales satisfacen las
necesidades tanto físicas como espirituales del hombre.
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¿Es posible que las plantas tengan sentimientos? Muchos
científicos lo niegan, pues los vegetales carecen de un sistema
nervioso animal; pero, entonces, ¿cómo explicar las fascinantes
observaciones y experimentos que se realizan actualmente en todo el
mundo? Veamos una muestra de algunas de las investigaciones que
indican la existencia, en las plantas, de sentimientos, emociones,
memoria y poder psíquico:
– Tanya, una estudiante rusa, fue puesta en estado hipnótico, y
los cambios emocionales que le sugirió el hipnotizador fueron
registrados por una planta conectada a un polígrafo.
– Un investigador psíquico hizo ingerir un hongo alucinógeno a
uno de sus sujetos, el cual obtuvo tan buenos resultados en una
prueba con los ojos vendados, que desafió todas las leyes de la
probabilidad.
– En un dramático experimento, un especialista en detectores de
mentiras demostró que algunas plantas pueden reaccionar ante la
muerte de un camarón, lo cual sugiere que los vegetales poseen algo
parecido a la percepción extrasensorial.
– Una comunidad escocesa, que habla a los espíritus de las
plantas, ha conseguido que crezcan algunas especies desconocidas
en aquel clima.
– En Rusia se han fotografiado hojas con algunas porciones
arrancadas, apareciendo, al revelar la película, la imagen de una hoja
entera, lo que indica que se ha fotografiado un campo de energía.
– Dos investigadores han conseguido crear una planta de
zanahorias a partir de una sola célula de dicho vegetal.
– Un importante experto en hongos se ha enterado del paradero
de un familiar suyo consultando a un curandero mexicano que
emplea plantas para la adivinación.
– En Colorado, una especialista en música ha descubierto que las
plantas medran con la música de Bach y de Ravi Shankar, mientras
que con el “acid rock” se retuercen y se alteran, angustiadas.
– Stella Ponniah, danzando la sagrada Bharata Natyam ante unas
caléndulas, provocó un aumento del crecimiento de éstas de un
sesenta por ciento.
– Un ministro religioso, que dirigía oraciones a unas plantas de
maíz, descubrió que con su ayuda crecen más deprisa.
– En unos experimentos efectuados bajo controles rigurosos, un
curador psíquico húngaro llamado Oskar Estebany tocó unas
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botellas que contenían agua, y ésta incrementó el desarrollo de unas
plantas de vivero en una medida superior a la atribuible al azar.
– Un americano innovador hizo crecer flores en un tipo de planta
a la que nunca se había visto florecer. ¿Cómo? Hablándole.
– Una persona con poderes psíquicos curó a una planta
ordenando a una hoja que no muriera. La hoja se mantuvo viva,
conservando la porción que ya estaba muerta.
– Unas plantas de trigo, que crecían en un recipiente cerrado,
fueron abandonadas a su suerte y dejaron de ser regadas. Sin
embargo, sobrevivieron al extraer de algún modo la energía necesaria
de las plantas cercanas.
– Las fotografías Kirlian han revelado puntos de acupuntura en
las plantas.
– Un audiómetro de ondas alfa detectó cambios en el microvoltaje
de una planta amenazada por la esposa de un investigador.
Éstas son algunas de las excitantes observaciones y experimentos
que llevan a cabo hoy día los estudiosos de las plantas. Como todos
los fenómenos psíquicos, pueden parecer increíbles. Es muy posible
que algunas de estas observaciones queden sin explicar cuando sean
investigadas científicamente, pero vale la pena considerarlas a causa
del desafío que supone su misterio y de la importancia de sus
implicaciones.
Con los nuevos conocimientos sobre la sensibilidad y el poder
psíquico de las plantas, el hombre penetra en una zona crepuscular;
un área en la que la materia se disuelve en partículas invisibles y
pulsaciones de energía. En este nuevo horizonte, en el que la física y
la metafísica se funden, permanecen ocultos muchos misterios de la
vida. Como se verá en los capítulos siguientes, científicos y legos por
igual llaman a la puerta detrás de la cual pueden hallarse los secretos
que encierran la clave de una vida más plena y de una completa
comprensión de la unidad del hombre con el universo. Como dijo
Koestler, somos “mirones en las bocallaves de la eternidad”.
A medida que aumenta su conocimiento, el hombre empieza a
darse cuenta de que las plantas pueden tener emociones, consciencia
y alma. Al pasar cerca de un olmo o un roble, uno queda
impresionado por su individualidad, por una personalidad única que
los antiguos podían ver en cada árbol, arbusto o flor.

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¿Es posible, todavía, pensar en un mundo en el que sólo haya
plantas de plástico?
Trabajar con las plantas es fácil y divertido, y va a ser posible
verificar las observaciones de muchos investigadores siguiendo
simplemente los pasos señalados en cada capítulo. Si parece difícil
de creer que las hojas arrancadas de una planta pueden revivir
gracias a la oración concentrada, todo lo que se necesita para
comprobarlo es una mente abierta en el momento de desarrollar el
experimento tal como viene descrito.

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Las percepciones de las plantas

Toda la historia del progreso científico está llena de


hombres que investigan fenómenos en cuya existencia la
ciencia oficial no creía.

MARGARET MEAD

¿Poseen las plantas percepción extrasensorial?

Cleve Backster, experto en detectores de mentiras, dedicó varios


años a la investigación extensiva de las aplicaciones del reflejo
psicogalvánico (RPG), que se refiere a los cambios de la respiración,
presión sanguínea, pulso y propiedades eléctricas de la piel. Todos
estos cambios son medidos por unos aparatos conocidos como
polígrafos, llamados comúnmente “detectores de mentiras”.
Cualquier cambio de humor o de estado mental de una persona se
refleja en unos trazados que efectúa la máquina.
Backster adquirió celebridad por sus conocimientos en este
campo, particularmente por su técnica de leer los trazados del
detector de mentiras. Su método se utiliza actualmente en la
Polygraph School del ejército de los Estados Unidos. Como antiguo
miembro del servicio de contraespionaje y de la CIA, fue requerido en
1964 para testificar ante el Congreso sobre la utilización de los
detectores de mentiras por parte del gobierno. Backster dirige todavía
una escuela en la que se enseñan las técnicas de detección de
mentiras, pero ha organizado también la Backster Research
Foundation, destinada a realizar estudios que sirvan para hallar el
indicio de un posible denominador común que vincule entre sí a todos
los seres vivos.
En un vulgar edificio de oficinas situado a pocos pasos de las
rutilantes luces del Times Square, dio comienzo la que quizá sea una
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de las más insólitas revoluciones de este siglo. Porque desde allí Cleve
Backster sorprendió a la comunidad científica con sus primeras y
extrañas observaciones sobre la sensibilidad de las plantas. Estas
observaciones, junto con otros rigurosos experimentos realizados en
todo el país, dieron como resultado una potencial revolución
conceptual que sacudió las creencias arraigadas desde hacía mucho
tiempo en los científicos de todo el mundo. ¿Era cierto que las plantas
podían responder a los pensamientos de un hombre mediante
telepatía? ¿Había demostrado Backster que las plantas poseían un
poder psíquico?
La idea de que las plantas tuvieran sentimientos y fueran capaces
de comunicarse con los hombres parecía poco probable; sin embargo,
intrigaba a los escépticos que todavía se reían al pensarlo y, al mismo
tiempo, confortaba a los que creían en la sensibilidad de las plantas.
¿Qué sucedió en el frío invierno de 1966, que causara tal alboroto?
¿Había planeado Backster un deliberado ataque contra las viejas
concepciones y creencias?
Nada de eso. Simplemente, un día, cansado del trabajo rutinario
de comprobar líneas ondulantes sobre las largas hojas de papel que
pasaban por su polígrafo, decidió, por capricho, probar un
experimento. Cleve Backster se dispuso a ver si era posible medir la
velocidad con que el agua subía desde las raíces de una planta hasta
sus hojas. Para hacerlo, conectó una planta al polígrafo.
Éste pudo haber sido uno de aquellos momentos sublimes y
aparentemente ridículos en que la naturaleza revela uno de sus
secretos por accidente, como sucedió con sir Alexander Fleming,
quien, mientras llevaba a cabo una serie de experimentos sobre los
estafilococos, se dio cuenta de que una de las plaquetas utilizadas
había sufrido, por alguna razón, un aumento de tamaño que causó
la destrucción de las bacterias que había a su alrededor. Y así, por
azar, Fleming descubrió lo que más tarde iba a convertirse en la
penicilina.
¿Con qué se había tropezado Cleve Backster? Con algo tan
inesperado como el molde de Fleming. Backster suponía que a
medida que el agua fuera subiendo por la planta y las hojas fueran
saturándose, detectaría en ellas una disminución de la resistencia
eléctrica, que vendría representada por una inclinación hacia arriba
del trazado del polígrafo. Este trazado lo realiza una pluma que se
desliza hacia adelante y hacia atrás a lo largo de una banda de papel
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que pasa por la máquina a una velocidad uniforme. El movimiento
oscilante de la pluma corresponde a los potenciales eléctricos
registrados por el polígrafo como resultado de los cambios habidos
en el estado de ánimo del sujeto. En este caso, el “sujeto” sería una
planta.
Habitualmente Backster conectaba los electrodos a los dedos del
sujeto, pero esta vez los colocó a ambos lados de una hoja grande y
carnosa de Dracaena massangeana que tenía en su oficina. Con la
ayuda de una goma gruesa, unió firmemente los electrodos a la hoja.
Tras ajustar su posición, empezó a obtener una lectura de
resistencias que apareció como un trazado en el papel del polígrafo.
Durante casi cincuenta y seis minutos, Backster registró la
respuesta de la planta. Esto no habría tenido importancia si el
investigador no hubiera visto que el trazado del polígrafo se inclinaba
hacia abajo desde el comienzo del experimento, lo cual era
exactamente lo contrario de lo que esperaba. Además, sólo un minuto
después de haber empezado el original experimento, descubrió algo
fascinante: el trazado que obtenía en el polígrafo duplicaba
virtualmente la respuesta observada en los seres humanos al
“experimentar un leve estímulo agradable”. Lo que Backster se
disponía a registrar – la velocidad de ascensión del agua en una
planta – perdió interés comparado con lo que ahora observaba.
¿Era la planta capaz de sentir emoción? ¿Reaccionaba con
muestras de satisfacción y placer ante el hecho de recibir agua? ¿Qué
sucedía exactamente?
El trazado era tan parecido al obtenido en las respuestas humanas
que intrigó al curioso científico. Su atención se concentró en la
exploración de la posibilidad de que existiera una similitud entre
determinados aspectos del trazado… y segmentos verificados de
trazado específicamente indicativos de una reacción emocional en los
seres humanos.
Este paso puede parecer inusitado, pero era natural en un hombre
que ha trabajado durante años en el campo de la detección de
mentiras. El científico sabía que cualquier amenaza al bienestar de
una persona puede provocar una aguda reacción emocional. El miedo
y la ansiedad causan una respuesta inmediata en los sujetos
conectados a un polígrafo.
Siguiendo este principio, Backster decidió lastimar a la planta
remojando una de sus hojas en una taza de café caliente. Esperaba
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que la planta mostraría una reacción inmediata ante la amenaza.
Pero, cuando hundió una de las hojas en el líquido hirviente, no
sucedió nada.
Backster esperó durante nueve minutos que la planta reaccionara
de algún modo, pero no fue así. El intento inicial de conseguir de ella
una respuesta parecida a la que habría esperado de un hombre,
fracasó completamente. Sin embargo, lo que el científico observó en
aquella singular curva emocional era demasiado intrigante para
pasarlo por alto.
Reflexionó un momento antes de decidir amenazar a la hoja
conectada al polígrafo. La única amenaza seria que se le ocurría era
la de quemarla. En el momento en que se disponía a coger unas
cerillas, con la idea de quemar la planta firmemente anclada en su
mente, vio que el trazado del polígrafo daba un violento salto hacia
arriba. ¿Acaso la hoja o la planta reaccionaron ante su idea de
quemarlas? Quizás esta vez su amenaza fue efectiva.
Lo que el científico presenció parecía aún más increíble que su
primera observación. No se había movido lo suficiente como para
afectar al proceso de lectura del polígrafo, ni había tocado a la planta.
¿Por qué ésta había reaccionado?
Acto seguido, el investigador llevó a cabo su propósito y quemó la
hoja conectada a los electrodos. El trazado del polígrafo mostró signos
de “ansiedad”, pero no el salto sorprendente registrado después de la
amenaza mental inicial.
Backster quedó convencido de que, si repetía este experimento
varias veces y obtenía la misma reacción, podría muy bien haber
descubierto un tipo de percepción en las plantas al que sólo cabría
calificar de psíquico. ¿Entraba, finalmente, dentro de las
posibilidades de un científico el demostrar que las plantas poseen
una elevada sensibilidad y la capacidad de pensar o de reaccionar
ante el pensamiento mediante la percepción extrasensorial? Esta
capacidad, ¿podía ser explicada, o quedaba fuera del dominio de lo
que la mayoría de los científicos denomina “fuerzas naturales”?

¿Puede existir percepción extrasensorial en las células?

En los meses que siguieron, Backster tuvo ocasión de repetir el


experimento con otras plantas, en distintos lugares, y utilizando
instrumentos diversos, probando así, al menos para él, que el
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resultado era un fenómeno insólito. Al haber podido repetir su
experimento original con tal consistencia, Backster desarrolló una
teoría provisional según la cual las plantas poseían una percepción
misteriosa. Cuando experimentó con hojas y partes de hojas no más
grandes que la superficie de un electrodo, Backster descubrió que
aquellas reaccionaban a los estímulos externos de la misma forma
que lo harían las plantas enteras. Esto sugería que la percepción de
los vegetales podía darse celularmente. La reacción que el científico
registró en su oficina aquella mañana de invierno es conocida hoy día
como “efecto Backster”.
Después de trabajar con hojas, Backster empezó a experimentar
con otros tejidos vivos, como los de frutas, hortalizas y materiales
procedentes del cuerpo humano. Operando con el polígrafo, el
científico descubrió que todos los tipos de tejido vivo parecían tener
la misma capacidad de respuesta ante los estímulos externos. Esto
no hizo más que reforzar su observación inicial; la percepción parecía
efectuarse en las células.

¿Hay una conexión entre los estados alfa y la percepción primaria?

Mort Gale, que dirige el Psychic Information Exchange, vio también


la posibilidad de que las plantas respondieran a las amenazas
mentales mediante cambios en su voltaje detectables por los
audiómetros de ondas alfa. Éstos son convertidores de información
acerca de la vida, utilizados para ayudar a las personas a alcanzar
un estado de consciencia similar al de la meditación. Aprender a
meditar puede llevar muchos años, pero los audiómetros de ondas
alfa detectan pautas mentales gracias a los cambios minúsculos que
se producen en el microvoltaje del cerebro.
El audiómetro, con tres electrodos conectados a la cabeza de un
sujeto, convierte las variaciones del microvoltaje en frecuencias de
sonido audibles. De este modo, una persona que utilice el aparato
sabe en seguida si está o no en un estado alfa, es decir, en un estado
similar al de la meditación. Acordándose de las sensaciones
experimentadas al alcanzar el estado alfa, puede penetrar en este
“marco mental” con progresiva facilidad.
Gale puso los electrodos – la parte fundamental de los audiómetros
de ondas alfa – sobre una gruesa hoja de filodendro en su cuarto de
estar. Como conocían las investigaciones de Backster, él y Maureen,
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su esposa, trataron de obtener una respuesta de la planta
dirigiéndole amenazas mentalmente.
“Al parecer, mis amenazas no eran muy sinceras – afirma Gale –,
pues la planta no reaccionó. Pero, cuando mi esposa empezó a
sentirse frustrada y dijo: “¡Diablos! ¡Voy a prender fuego a esta
maldita cosa!”, empezamos a oír un cambio definido y perceptible en
el tono del audiómetro”.
Gale ignora si la planta reaccionaba ante la amenaza que la mujer
dirigió mentalmente contra su bienestar y, posiblemente, contra su
existencia, mediante cambios en su voltaje susceptibles de ser
recogidos por el audiómetro y convertidos en un sonido audible, pero
no excluye tal posibilidad.
Puesto que los estados de meditación, hipnosis y relajamiento han
sido relacionados con la telepatía, una de las posibles explicaciones
de la percepción extrasensorial ¿la puede proporcionar el estudio
intenso del estado alfa? ¿Poseen las plantas sus propios ritmos alfa?
Mort Gale apoya, a título provisional, la teoría de Backster de que
las plantas reaccionan ante las amenazas contra su bienestar. Pero
veamos algunas de las restantes observaciones de Backster.

¿Pueden las plantas “sintonizar” con sus propietarios?

En posteriores investigaciones Backster descubrió que las plantas


pueden sintonizar con sus propietarios, de tal modo que responden
inmediatamente cuando determinadas personas entran en la
habitación en que se hallan. Sucedió en una ocasión que, al tratar de
mostrar a la fisióloga botánica Pearl Weinberger cómo funcionaban
sus experimentos, le fue imposible registrar en el polígrafo ninguna
reacción de sus plantas.
Esto duró algún tiempo, hasta que una de las plantas dio una débil
respuesta. Como Backster se hallaba confuso y embarazado por el
hecho de que la mujer no pudiera ver el trabajo que estaba
realizando, le preguntó si ella también trabajaba con plantas. Al
responderle la mujer que, en efecto, gran parte de su trabajo era con
plantas, y que incluía el tostarlas en un horno al final del experimento
con el fin de medir su peso, Backster supuso que las suyas habían
respondido a la mujer marchitándose, fenómeno que había notado
con otras personas que planteaban serias amenazas a la
supervivencia de una planta.
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¿Responden las plantas a los animales caseros, como hacen ante
las amenazas? Backster dice: “En mi oficina tenía un perro
doberman. Éste dormía en la habitación de atrás, en la que había un
cronómetro eléctrico conectado a un potente timbre de alarma
situado justamente encima de su cama. La actuación del mecanismo
iba acompañada por un clic apenas audible que precedía a la alarma
unos cinco segundos. El perro, en cuanto oía el clic, salía de la
habitación antes de que el timbre, al cual detestaba profundamente,
empezara a sonar. Aunque yo estaba en otra habitación, con las
plantas, sabía exactamente cuándo el perro abandonaba su cuarto,
a pesar de que yo no podía oír el ruido, porque las plantas reconocían
sus movimientos mostrando una reacción coincidente con el clic y
reflejando la ansiedad del doberman”.
En otro experimento, Backster pudo mostrar una respuesta
igualmente sensible de las plantas hacia los animales. Conectando
una planta a un polígrafo ante un grupo de Yale, Backster mostró
cómo la planta reaccionaba ante una araña. A veces, los movimientos
del insecto eran restringidos por una persona. Cuando se apartó la
barrera, aparecieron unos trazados en el polígrafo antes de que la
araña escapara. Backster cree que su planta pudo haber captado el
“momento de la verdad” de la araña, ese momento especial en que el
insecto decidió echar a correr para salvarse.

¿Está relacionada la telepatía con el tiempo o la distancia?

Backster sugiere que las plantas pueden responder


inmediatamente a los pensamientos tanto de los hombres como de
los animales y que su respuesta no tiene relación alguna con la
distancia. A veces, en conferencias que dio en diversas partes del
país, conectaba su planta al polígrafo y dejaba que la máquina
funcionara durante su ausencia. Sentía curiosidad por ver qué podía
pasar. Durante sus conferencias anotaba la hora en que se
proyectaban ante su público diapositivas de su planta. También
consignó los momentos en que pensó o habló de ella con otras
personas. Según informa, estos momentos correspondieron a
cumbres de actividad emocional en los diagramas del polígrafo
situado en su oficina. ¿Qué era lo que sucedía? ¿Era mera
coincidencia el que la planta mostrara su mayor nivel de actividad en
los momentos en que Backster pensaba en ella? ¿O es que estaba
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realmente sintonizada con el científico, fuera cual fuera la distancia
que les separaba?
La prueba de que las plantas podían en verdad ser influidas por el
pensamiento, habiendo por medio una gran distancia, la ofreció el
doctor Robert N. Miller. En un intento de demostrar que la oración
constituye una fuerza real, el científico pidió a Olga Worrall y al que
más tarde fue su marido, Ambrose, que durante una de sus sesiones
nocturnas de oración dirigieran sus plegarias y pensamientos a una
planta de centeno. Estas sesiones tenían lugar a unos mil kilómetros
del laboratorio de Miller.
El hecho de escoger una planta de centeno fue debido a que su
crecimiento era relativamente fácil de controlar mediante aparatos de
registro. Los Worrall, famosos por sus trabajos como sanadores
psíquicos, aceptaron rezar por la planta a las nueve de la noche. En
ese preciso momento, el complicado equipo de Miller registró en la
planta un crecimiento inusitadamente rápido. A la mañana siguiente,
el doctor Miller comprobó que el centeno había crecido un 840% más
de lo normal. Este experimento le convenció de que las plantas
poseían una misteriosa capacidad para detectar pensamientos
dirigidos desde cualquier distancia.
El físico soviético Victor Adamenko está de acuerdo en que las
plantas pueden sintonizar con formas de comunicación hoy día
inexplicables, hasta una distancia de, aproximadamente, doscientos
kilómetros. Asimismo, ha descubierto que las pantallas Faraday y las
cajas metálicas especiales no impiden que las plantas capten señales
que caen, en su opinión, fuera del espectro electromagnético
conocido.
El imaginativo Paul Sauvin apoya la observación de Backster de
que las plantas pueden reaccionar ante las emociones y
pensamientos humanos aunque estén a grandes distancias. Sauvin,
inventor y técnico en electrónica, afirma que las plantas pueden
actuar a modo de extensión de la propia personalidad de uno,
reflejando emociones de la misma manera que un espejo refleja un
rayo de luz.
El inventor hizo la experiencia de conectarse él mismo y dos
filodendros a tres detectores de mentiras distintos. A través de la
meditación logró establecer una relación con las plantas. Denomina
a este proceso “acumulación”. El resultado de este contacto con las

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plantas es que todas las lecturas de los detectores empiezan a
mostrar exactamente las mismas curvas y ritmos.
Al descubrir que podía conseguir que las plantas reaccionaran de
idéntico modo a sus emociones y pensamientos, Sauvin inventó un
instrumento capaz de traducir trazados similares del polígrafo en un
impulso que podía poner en funcionamiento un horno eléctrico, una
tostadora, la puerta de un coche o el encendido de un automóvil.
En un experimento, envió una intensa emoción a un conjunto de
plantas situado a cuatro kilómetros de distancia. Cuando éstas
recibieron su mensaje telepático, reaccionaron activando una señal
de radio que “hizo funcionar el encendido de un automóvil situado en
el aparcamiento del laboratorio, poniendo en marcha su motor”.
Sauvin ha podido repetir este experimento entre el lago Minnewaska,
al norte del estado de Nueva York, y un laboratorio situado en West
Paterson, Nueva Jersey.
Vogel, un investigador de IBM, apoya también las teorías de
Backster. Al ser extremadamente sensible a las plantas, a menudo
puede captar una sensación refrescante en las palmas de sus manos
cuando las extiende sobre determinadas plantas de campos potentes.
Vogel puede establecer con ellas una relación o vínculo que, según
él, no se ve afectado por la distancia, y refiere reacciones similares a
las registradas por Backster, incluso cuando se halla a muchos
kilómetros de distancia de las plantas que estudia.
La aparente capacidad de las plantas para leer en la mente y su
pasmosa facultad de captar pensamientos y emociones ha sido
verificada por otros investigadores. El doctor Aristide Esser, en
colaboración con el físico Thomas Etter, llevó a cabo varios
experimentos con el fin de comprobar si las observaciones de
Backster eran correctas. En el número de diciembre de 1972 de
Psychic se cita la siguiente afirmación de Esser: “Obtuvimos algunos
resultados fantásticos”. El investigador refiere que no pudo
desarrollar una investigación extensa por falta de fondos, pero sus
descubrimientos sustentan las observaciones de Backster de que las
plantas reaccionan antes las emociones.
El doctor Esser provocó deliberadamente en un sujeto una
sobrecarga mental para determinar la reacción de su planta al ser
conectada a un polígrafo. El científico descubrió que los trazados del
detector de mentiras, especialmente las grandes curvas ascendentes,
se correspondían con los momentos de ansiedad del sujeto, lo que
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indicaba que la planta sintonizaba con su dueño. Cuando éste salió
de la habitación, los trazados volvieron a ser normales.
Lo que el doctor Esser confirmó fue la capacidad de una planta
para responder al estado emocional de una persona y,
probablemente, a sus pensamientos, es decir, la observación original
de Backster con un ligero cambio de matiz. En cualquier caso, la
planta mostraba el tipo de percepción calificado normalmente como
extrasensorial, puesto que, al parecer, no había explicación alguna
para este fenómeno.

¿Pueden las plantas responder a las emociones?

La tesis de Backster de que las plantas reaccionan ante los


pensamientos y emociones recibió apoyo por parte de científicos de
la Unión Soviética, país en el que aquél es considerado como uno de
los principales investigadores en el campo de los fenómenos psíquicos
(se dice que los científicos soviéticos se pelean para conseguir una
foto suya).
El profesor V. N. Pushkin, al tener noticia de las investigaciones de
Backster, empezó a desarrollar por su cuenta algunos experimentos
junto con uno de sus colegas, V. M. Fetisov. Éste trajo al laboratorio
un geranio. En vez de conectarlo a un polígrafo, utilizaron un
electroencefalógrafo. Este aparato es usado en la mayoría de los
hospitales para medir los fenómenos eléctricos del cerebro.
Si el cerebro no funciona de modo adecuado, el encefalógrafo lo
capta. También es posible registrar la respuesta galvánica de la piel,
la misma que recoge el polígrafo. Colocando un electrodo en la palma
de la mano de una persona y otro en la parte dorsal de la muñeca, el
aparato puede realizar un registro de la estimulación mental y
emocional general similar al del polígrafo. Al igual que en éste, la
respuesta aparece como una línea ondulante sobre una banda móvil
de papel.
Pushkin se limitó a sustituir una planta por una persona, tal como
hizo Backster con el polígrafo. En vez de colocar los electrodos en una
mano, los colocó en una hoja. El profesor requirió la ayuda de un
estudiante búlgaro llamado Georgi Angushev. Pushkin quería que
Angushev colaborara hipnotizando a un determinado número de
sujetos, basándose en la teoría de que las personas en estado de
trance o hipnosis tendrían menos dificultad para obtener una
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respuesta de la planta que las personas en estado normal, ya que les
sería más fácil concentrarse en la comunicación.
Después de trabajar con un cierto número de sujetos, Pushkin
seleccionó a los que parecían ser más influenciables por el
hipnotizador, y que, por tanto, podían entrar fácilmente en un estado
de trance. En este estado, sería bastante factible conseguir que
proyectaran emociones intensas de miedo y felicidad. A un
hipnotizador competente le sería fácil inducir tales estados en un
sujeto apto.
El sujeto escogido para el experimento más extenso fue una
estudiante llamada Tanya. Fetisov se dio cuenta de que la muchacha
“tenía un temperamento especialmente vivaz y una gran capacidad
emocional. Quizá fuera esta emotividad abierta y la capacidad de
responder en seguida con sentimientos de suficiente energía lo que
garantizó el éxito de los experimentos”.
Durante la primera ronda de experiencias se le dijo a Tanya que
era muy bonita. En el rostro sonriente de la muchacha era visible un
sentimiento de alegría. En el momento en que parecía irradiar este
sentimiento de felicidad, la planta conectada a un encefalógrafo
registró en el papel una línea ondulante. En otra prueba, el
hipnotizador le sugirió que era azotada por un viento frío. Al
responder la muchacha a esta sugestión, la planta mostró otra
respuesta. Durante el descanso de quince minutos que siguió, en el
que la sujeto se limitó a relajarse, la planta no mostró respuesta
alguna hacia ella.
Después del corto intervalo, Georgi Angushev sugirió a Tanya –
además de que el viento frío la azotaba – que por allí cerca había una
persona peligrosa. Al reaccionar la muchacha intensamente a estas
sugestiones, la planta empezó a registrar unos trazados irregulares.
Al cabo de un momento, el hipnotizador tranquilizó a la joven con la
visión de un ambiente alegre y soleado en el que aparecía un niño
feliz. Cuando la muchacha pasó de un agitado estado de miedo a otro
de placer, la planta volvió a responder.
A partir de ese momento, a medida que los estados de Tanya
fueron cambiando bruscamente, la planta continuó reaccionando
como se esperaba. A modo de control, Pushkin hizo funcionar el
aparato durante los descansos o intervalos de las sesiones, y se vio
que entonces la máquina sólo registraba un trazado uniforme. Los

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experimentos se repitieron muchas veces para excluir la posibilidad
de una interferencia casual.
A continuación, el hipnotizador dijo a Tanya que pensara en un
número entre uno y diez, pero le prohibió mencionarlo. Luego
Pushkin contó hasta diez, preguntando cada vez a la muchacha si
aquél era el número en que pensaba. Tanya dijo siempre que no, pero
la flor reaccionó cuando ella negó estar pensando en el cinco. En
efecto, durante el experimento la joven estuvo pensando en ese
número. Al parecer, la planta reaccionó ante los sentimientos que
experimentó Tanya al mentir. La interacción emocional entre una
planta y su dueño ha sido también descrita por Peter Tompkins y
Christopher Bird en La vida secreta de las plantas. Según ellos, Vogel
puede comunicarse con una planta de un modo que el polígrafo
registra. El científico se sitúa frente a una planta con los brazos
extendidos y trata de relajarse. Luego se concentra para comunicarle
amistad y amor hasta que siente que aquélla responde. Vogel habla
de cierto fluido energético que pasa de la planta a la palma de sus
manos. Cada vez que proyecta amor hacia una planta, la pluma del
polígrafo se mueve hacia arriba, indicando algún tipo de respuesta
emocional.
Pushkin y Vogel han mostrado que las plantas responden
realmente a las emociones. ¿Podría, esta reacción, tratarse de otra
que de percepción extrasensorial? Si es algo distinto, ¿qué podría ser?

El experimento clásico de Backster

Como quedaban preguntas por responder que continuaban


obsesionando a Backster, ideó, en sucesivas investigaciones, un
asombroso experimento que ha provocado un considerable
debate en los círculos científicos. Fue tan significativo, que más
de setecientas personas le escribieron pidiéndole una copia del
informe después de que éste se publicara. El propósito del
experimento fue confirmar su corazonada de que las p ¿De dónde
viene la energía psíquica? lantas daban señales de poseer percepción
extrasensorial, a la que denominó “percepción primaria”. Al
observar su reacción ante sus pensamientos y ante los
movimientos de su perro, Backster supuso que las plantas
podrían reaccionar también ante cualquier forma de vida. Esto

22
es lo que se propuso descubrir. Quería averiguar si las plantas
reaccionarían ante la muerte de otras criaturas vivientes.
Programó un experimento cuyo papel principal iban a
desempeñarlo tres filodendros. Conectó cada uno de ellos a diferentes
polígrafos, asegurando los electrodos en sus firmes hojas, tal como
hizo en el experimento original. Colocó a cada una de las plantas en
habitaciones separadas, con “idénticas” condiciones de temperatura
y luminosidad. En una cuarta habitación, el científico construyó un
mecanismo para arrojar camarones vivos en un recipiente de agua
hirviendo.
Estos crustáceos, que sirven de comida a los peces tropicales, se
escogieron por ser fáciles de manejar y extremadamente vivaces. En
otra habitación, Backster dispuso una máquina que, al azar, enviaría
un impulso que pondría en marcha el mecanismo para arrojar los
camarones al agua hirviendo, donde morían. A modo de control, de
vez en cuando el aparato arrojaría agua sin los crustáceos, con el fin
de determinar si las plantas reaccionaban tan sólo al proceso
mecánico y no a la muerte de los camarones.
El experimento debía realizarse sin que en el laboratorio se hallara
presente ningún investigador. Todo el proceso estaba automatizado,
de manera que nadie pudiera interferir en los resultados. Antes de
empezar la prueba, el polígrafo y los demás aparatos se pusieron en
marcha y se revisaron cuidadosamente. Había un cuarto polígrafo
que no estaba conectado a ninguna planta. Esta máquina se puso al
mismo nivel de sensibilidad que las tres que controlaban a los
filodendros. Backster quería un cuarto trazado “independiente” para
asegurarse de que los puntos álgidos registrados durante los
experimentos no estaban causados por perturbaciones
electromagnéticas y fluctuaciones de energía en el área general del
laboratorio.
Una vez las máquinas comenzaron a operar, los experimentadores
abandonaron el edificio y regresaron más tarde para verificar y leer
los trazados resultantes. Al analizarlos, descubrieron que las plantas,
en habitaciones distintas y conectadas a diferentes polígrafos, habían
respondido ante la muerte de los camarones mostrando curvas de
aguda tensión similares a las exhibidas por seres humanos sometidos
a una intensa presión, ya fuera mental o psíquica.
La respuesta de las plantas ante la muerte de los pequeños
crustáceos se daba con demasiada frecuencia para ser atribuida al
23
azar. Además, no dieron respuesta alguna cuando el agua que se
arrojaba no contenía camarones.
Basándose en este experimento, Backster sugirió que los
camarones al morir, podían comunicar “señales de muerte” a las
plantas de las otras habitaciones. ¿Qué misteriosa comunicación se
establecía? Backster supone que debe tratarse de alguna forma de
percepción extrasensorial.
El científico ha hecho otras observaciones acerca de la
comunicación existente entre las formas vivientes y las plantas. Una
noche, mientras trabajaba con una planta conectada a un polígrafo,
se levantó para preparar la comida a su perro. Acostumbraba añadir
una yema de huevo a la comida para que el animal tuviera el pelo
lustroso. Mientras rompía el huevo, vio en los trazados del polígrafo
que la planta, situada a unos diez metros de distancia, estaba
mostrando una violenta reacción. Esta reacción parecía indicar que
la planta sufría un gran trastorno. Pero ¿por qué una planta habría
de trastornarse porque se rompiera un huevo?
Backster pensó que debía tratarse de una coincidencia, hasta que a
la noche siguiente volvió a hacer lo mismo. Con la rotura del huevo,
la planta parecía enloquecer. ¿Estaba reaccionando ante la muerte
de una célula tal como lo hizo ante la muerte de los camarones?
Era tan sólo una entre una serie de extrañas observaciones, y
Backster no estaba completamente seguro de qué sucedía. Así que
conectó los electrodos de su polígrafo directamente en el huevo y
realizó trazados durante nueve horas para ver si podía detectar algo.
Para su sorpresa descubrió que el polígrafo registraba unos latidos
del huevo en forma de alteraciones en el trazado. El ritmo de los
latidos era de 160 a 170 pulsaciones por minuto, lo cual, según pudo
saber Backster, correspondía aproximadamente al de un embrión de
pollo que hubiera estado incubado durante tres o cuatro días. ¿Era
la planta tan sensible como para sintonizar con la vida a cualquier
nivel de su existencia? ¿Percibía el peligro que corría el huevo y
reaccionaba emocionalmente tal como lo haría ante las amenazas a
su propia supervivencia?
Backster sólo podía hacer suposiciones. Formuló la teoría de que
todas las células vivas pueden comunicarse mediante un sistema
misterioso y todavía desconocido, sacando provisionalmente la
conclusión de que, cada vez que una célula es destruida abrupta e
inesperadamente, comunica “su alarma” a los seres y células vivas.
24
Incluso la muerte de una célula en un dedo con un corte tratado con
yodo puede provocar una reacción en otras células vivas, como
observó que sucedía en las plantas.
La forma en que la vida es capaz de comunicarse celularmente
constituye un misterio fascinante, que deja perplejo a Backster. El
científico ha declarado que el modo de comunicación que ha
observado en su laboratorio, ciertamente no forma parte de las
frecuencias conocidas, puesto que ha intentado aislar a las plantas
con todo tipo de protecciones, desde pantallas Faraday hasta cajas
revestidas de plomo, y las plantas continúan reaccionando ante la
vida que les rodea. No sólo la “onda” atraviesa cualquier barrera, sino
que también parece tener una naturaleza no sujeta al paso del
tiempo, como quedó demostrado cuando Backster proyectó
diapositivas durante una conferencia y, simultáneamente, se registró
una reacción de las plantas en su laboratorio.
Backster no trata de explicar las cosas que ha observado; se limita
a hacer observaciones y dejar que científicos de campos diversos
intenten hallar las explicaciones. El doctor Essner ha propuesto una
posible explicación de la percepción primaria. Sugiere que el premio
Nobel Albert Szent-Györgyi puede estar en lo cierto al teorizar que los
cambios en los estados emocionales podrían, posiblemente, generar
una forma aún desconocida de energía subatómica. Esto, a su vez,
podría afectar a los sistemas enzimáticos de las plantas, las cuales lo
indicarían en forma de variaciones en el potencial eléctrico de las
hojas.
Un especialista en rayos laser, el doctor Harold Puthoff, de la
Universidad de Stanford, ha sugerido que las observaciones hechas
por Backster, conocidas actualmente como “efecto Backster”, pueden
estar relacionadas con unas “partículas” subatómicas que reciben el
nombre de “taquiones”. Se cree que estas partículas – que pueden o
no existir – se mueven a velocidades superiores a las de la luz. Si bien
el doctor Puthoff propone la posible existencia de estas partículas y
su conexión con la observación de Backster, admite, no obstante, que
se trata de una mera especulación.
Mientras otros científicos tratan de explicar lo que él ha observado,
Backster continúa trabajando con su concepto original de la
percepción primaria. En abril de 1972 comenzó unas investigaciones
con un electroencefalógrafo (EEF), el mismo aparato que utilizó
Pushkin en sus pruebas. El investigador ha comunicado que esta
25
máquina parece más segura que el polígrafo. Aunque sus primeras
observaciones las hizo con filodendros, ahora se ha inclinado por la
utilización de plantas menos complejas, concentrándose en las
bacterias y células simples.
En vez de emplear lo que denomina estímulos negativos (la muerte
de crustáceos o células), Backster utiliza actualmente un sistema de
gratificaciones alimenticias. He aquí la descripción de un
experimento de este tipo: “En un momento elegido al azar, se inyecta
automáticamente alimento en un cultivo de bacterias mientras se
registran las lecturas de un EEF conectado a un segundo incubador
que se halla en un lugar apartado del mismo laboratorio”. Backster
espera registrar una comunicación entre los dos cultivos, la cual sólo
podría entenderse como una prueba más de la “percepción primaria”.

¿Poseen memoria las plantas?

La idea de que las plantas tienen memoria hace poner los pelos de
punta a muchos científicos. Los informes provenientes del Japón,
según los cuales una planta es capaz de contar, pueden parecer
cómicos 1 , pero el experimento de Backster con sus estudiantes
sugiere la posibilidad de que las plantas retengan información
durante un corto período de tiempo y reaccionen de un modo
“inteligente” ante esta información.
Su experimento era muy simple. Pidió a seis estudiantes que le
ayudaran a demostrar la capacidad de las plantas para recordar
sucesos pasados. Uno de ellos fue escogido al azar para matar una
planta en presencia de otra en una habitación en la que no había
nadie más. Ni Backster ni los otros cinco estudiantes sabían quién
era el encargado de hacerlo. El estudiante elegido se introdujo a
hurtadillas en la habitación que contenía las dos plantas y destruyó
una de ellas. Luego Backster pidió a los estudiantes que entraran en
la habitación de uno en uno.
Entre tanto había conectado la planta superviviente a un polígrafo
para ver si reaccionaba ante el asesino. Cada uno de los estudiantes
inocentes entró en la habitación, y aquélla no mostró respuesta

1 Ken Hashimoto, un experto en polígrafos, afirma que su cacto puede contar y sumar hasta

veinte. Interpreta esta capacidad a través de los puntos cumbres en los gráficos del polígrafo e
instrumentos similares.
26
alguna hacia ellos. Pero, cuando el culpable entró, la planta pareció
enloquecer, según mostró el frenético trazado del polígrafo.
Backster pudo descubrir al estudiante culpable, el que mutiló la
planta, observando la reacción de otra planta que presenció el
crimen. ¿Increíble?
¿Se trataba de memoria? ¿Era telepatía? Es posible, por supuesto,
que la planta respondiera ante los sentimientos del estudiante
culpable, pero éste dijo que no había sentido ninguna angustia ni
culpabilidad por el hecho de haber destruido una planta. Es
imposible saber si aquélla realmente “recordó” al destructor o si
reaccionó a sus emociones, pero, por fortuna, hay otros experimentos
que indican la presencia de memoria en los vegetales.
Por ejemplo, ¿cómo se explica la pauta aparentemente misteriosa
que estableció Backster a lo largo de un período de muchos meses,
con sus experimentos de los camarones? ¿Cómo es que las plantas
cesaron de dar cualquier respuesta después de un cierto número de
muertes? ¿No es posible que hubieran almacenado suficiente
información para saber que podían ignorar las señales de muerte, al
igual que uno ignora el silbido de un tren que pasa cada mañana a
la misma hora? ¿No sugiere esta experiencia que también las plantas
pueden ser selectivas en sus respuestas? Si pueden elegir entre
reaccionar o no reaccionar ante los estímulos externos, es que poseen
una forma primitiva de inteligencia, la cual es necesaria para la
memoria.
Si se define a la memoria como la capacidad de almacenar
información del ambiente, entonces A. D. Semenenko puede
respaldar las observaciones de Backster con algunas pruebas
sorprendentes. En sus experimentos realizados en la Unión Soviética,
expuso unas cuantas plantas, cultivadas y silvestres, a unos
estímulos consistentes en destellos de luz. Semenenko afirma: “Los
resultados obtenidos dan motivos para sugerir que las plantas, no
sólo absorben y retienen selectivamente información útil, sino que,
como cualquier sistema viviente, buscan también de modo activo la
información que necesitan bajo condiciones externas
constantemente cambiantes. La planta asimila y retiene información
selectivamente con posterioridad al efecto, incluso bajo condiciones
experimentales”. Lo que percibió Semenenko fue la facultad de la
planta de duplicar ritmos sugeridos por los efectos de luz.

27
Frank A. Brown, junior, también vio que las plantas tienen
capacidad de “recordar” cuando se les ha dirigido un rayo de luz. He
aquí cómo describe parte del trabajo llevado a cabo con plantas que
mostraban signos de poseer un sistema memorístico elemental:
“Todas las pruebas de que disponemos parecen indicar que en los
seres vivos se da un fenómeno rítmico que se parece superficialmente
a un sistema de grabación y que desarrolla aproximadamente un
circuito completo por día. Este sistema parece capaz de recibir la
impresión de cualquier tipo de pauta de comportamiento, a partir de
lo cual va repitiendo esta pauta hasta que se extingue o se sustituye
por otra nueva. Este parecido con un sistema de grabación fue
claramente expuesto por el profesor Bünning en relación con un
cultivo de habas. Si tenemos un cultivo de habas que, en una luz
débil constante, muestra siempre un ritmo se sueño, inclinando sus
hojas por la noche, y le damos entonces un breve estímulo de luz más
brillante durante la fase nocturna, vemos que no sólo la luz causa
una momentánea y breve elevación de la hoja, sino que la planta
continúa manifestando este efecto todos los días en el mismo
momento, aun permaneciendo en una oscuridad constante”.
Este concepto de “entrenar” a una planta a reaccionar ante los
destellos de luz fue uno de los puntos centrales de uno de los
experimentos de Backster. Éste intentó crear con las plantas una
situación similar a la de Pavlov con sus perros. El experimento de
Pavlov combinaba el sonido de una campana con la hora de comer
de un perro. Cada vez que aquélla sonaba, se daba de comer al
animal. Al final los perros empezaron a salivar tan pronto oían tocar
la campana, tanto si tenían comida como si no.
Backster intentó aplicar el mismo sistema a las plantas. Preparó
una serie de carritos electrificados que iban a una habitación en la
que había unas plantas conectadas a unos polígrafos. En el carrito
había seis recipientes que contenían desde insectos hasta semillas.
Cuando un recipiente determinado pasaba por delante de una planta,
Backster la inundaba de luz a modo de gratificación. Lo que esperaba
ver el científico era la respuesta de una planta ante un recipiente con
anticipación a la “recompensa” lumínica. La respuesta emocional de
la planta podía detectarse en una curva ascendente del polígrafo. Si
la planta mostraba una respuesta sin haber recibido la ducha de luz,
Backster habría demostrado que las plantas poseen memoria, igual
que los perros de Pavlov.
28
Semenenko ha publicado sus descubrimientos sobre la respuesta
de las plantas a los destellos luminosos, pero el trabajo de Backster
sobre el “adiestramiento” de plantas permanece todavía inédito.
Pushkin, el científico soviético que confirmó tantos de los
descubrimientos de Backster, ha sacado la conclusión, a partir de
sus investigaciones, de que entre las plantas y los sujetos puestos en
trance por un hipnotizador se produce algún tipo de comunicación.
Puesto que los animales están mucho más desarrollados que las
plantas, con un sistema nervioso considerablemente más
complicado, Pushkin, al igual que Backster, indica que las plantas
parecen reaccionar celularmente ante su medio. Continúa esta línea
de pensamiento diciendo: “Por tanto, parece que la psique del
hombre, nuestra percepción, pensamiento y memoria, por muy
complejas que sean, son sólo una especialización de esta base que
maneja información y que tiene un lugar en la célula vegetal”.
Esta declaración implica que posiblemente las células sean
capaces de “percibir” lo que les rodea, de reaccionar ante ello, e
incluso de recordarlo mediante un código. Aunque se trata
estrictamente de una hipótesis, Pushkin parece estar sugiriendo que
las plantas poseen realmente memoria, y que con el tiempo el hombre
podrá obtener información de las células vegetales tal como ellas lo
hacen con las del cerebro humano.
El físico soviético doctor Victor Adamenko está de acuerdo con esta
opinión. En sus experimentos daba un choque eléctrico a las plantas
cada vez que se hallaban situadas cerca de un mineral determinado.
Quería averiguar si cada vez que las plantas eran situadas cerca de
este mismo mineral daban una respuesta que creara una curva
similar a la que vio en el gráfico la primera vez que sufrieron el
choque. Al resumir sus trabajos, dice: “En varias ocasiones, el
filodendro reaccionó al estar cerca del mineral (objetivo), aunque
entonces no hubo choque eléctrico; quizá toda célula posee una
forma de percepción primaria”. ¡Imagínese haciendo prospecciones
con una planta que registrara miedo cada vez que usted se acercara
demasiado a tal o cual mineral!
Adamenko, Pushkin, Semenenko y Backster hacen la misma
sugerencia. La comunicación y la memoria pueden no depender
necesariamente de un sistema nervioso central desarrollado, tal como
se ha creído durante siglos. Las plantas, obviamente, no poseen un
sistema nervioso animal. Por esta razón, la mayoría de los científicos
29
dan por supuesto que no pueden tener un poder “mental” o
“psíquico”. Como es lógico, Backster intenta ahora demostrar que las
células poseen percepción extrasensorial, y, en cuanto a una posible
prueba de la existencia de memoria en las células, ¿quién habría
pensado que tal prueba provendría de las bacterias?
Las bacterias son las formas vegetales más rudimentarias, y
consisten, por lo general, en una sola célula. Aunque a menudo se
unen formando un racimo, parece que no hay una interacción entre
las células individuales tal como sucede en formas vegetales más
desarrolladas. Es curiosa la gran cantidad de formas que toman estos
organismos microscópicos: desde esferas hasta espirales que parecen
estar a punto de pegar un salto en cualquier momento.
Las plantas microscópicas a menudo se mueven mediante unas
colas parecidas a látigos llamadas flagelos. Las bacterias pueden
tener una sola “cola” o muchas, según su variedad, y estas “colas” a
menudo son difíciles de ver incluso a través de un microscopio, pues
son extremadamente delgadas.
Aunque no constituyen la forma vegetal más pequeña (puesto que
la clasificación de los virus como animales o plantas está sin
determinar), las bacterias muestran las características de las células
de las formas vegetales superiores: tienen una pared celular, un
núcleo y, lo más importante, protoplasma.
Las bacterias son resistentes y pueden sobrevivir en medios
hostiles produciendo esporas de modo parecido a los virus. Un virus
puede permanecer inactivo durante cientos de años, “esperando” la
ocasión de invadir a un huésped vivo y regresar a “la vida”. Las
bacterias también muestran un fuerte parecido con los primitivos
animales unicelulares, y a veces es muy difícil distinguirlos. Además
de producir esporas para sobrevivir, la bacteria se suele reproducir
simplemente partiéndose en dos. Aunque tengan mala fama por ser
causa de un gran número de enfermedades, desde el resfriado común
hasta la fiebre amarilla, son esenciales para la subsistencia del
hombre. Por su acción en las raíces de las plantas mayores
enriquecen la tierra, que, sin ellas, estaría “muerta” y sería inútil.
¿Qué tienen que ver las bacterias con las pruebas sobre la
posibilidad de que la memoria o el poder psíquico existan en las
plantas?
Dos investigadores, Robert Macnab y Daniel E. Koshland dirían:
“¡Mucho!” En 1977, después de efectuar una extensa serie de
30
experimentos con bacterias, se dieron cuenta de muchas cosas
interesantes. Mientras se dedicaban a estudiar, en la Universidad de
California, la respuesta del S. typhimurium a los estímulos exteriores,
descubrieron que, si introducían una sustancia dañina en el
ambiente de la bacteria, ésta trataba desesperadamente de huir de
ella mediante un movimiento como de látigo de sus “colas”. Por otro
lado, si se ponía algo útil o atractivo cerca de ella – glucosa (azúcar),
por ejemplo – la bacteria se dirigía hacia la sustancia. ¿Cómo sabía
en qué dirección tenía que ir? ¿Cómo percibía la presencia de
sustancias hostiles o benéficas? Los investigadores lo ignoraban,
pero no fue esto lo que realmente les intrigó de estos seres.
¡Hallaron pruebas de que las bacterias tenían memoria! Era
primitiva, pero real. Mostraron que en ellas se daba una forma
primitiva de memoria, cambiando rápidamente el medio de las
plantas. Para hacer esto tuvieron que emplear un mezclador especial
de alta velocidad. Las bacterias eran trasladadas a otros lugares con
tanta rapidez que no tendrían que haberse percatado del cambio de
ambiente. Pero lo hicieron. Cuando eran pasadas a un medio
relativamente pobre no eran capaces de controlar sus movimientos y
parecían hallarse completamente desorganizadas, como si todavía
estuvieran reaccionando a su antiguo medio, como si realmente se
acordaran de donde habían estado. Al cabo de un rato, al
desvanecerse su “memoria”, ya podían ajustarse a su nuevo hogar.
Más tarde, cuando las bacterias fueron trasladas con el mezclador
ultrarrápido a un medio excepcionalmente favorable, evolucionaron
con movimientos suaves, lo que no estaba en absoluto de acuerdo
con su manera normal de actuación. Pero, como hicieran antes,
pronto “olvidaron” su ambiente anterior y empezaron a moverse
según su caprichoso y algo agitado modo habitual.
Siendo las bacterias células únicas, ¿es realmente tan difícil creer
que otras células de las plantas y animales podrían tener una forma
primitiva de memoria? ¿Está Backster tan equivocado cuando
sugiere la posibilidad de una consciencia y una percepción primaria
primitivas?
A continuación vienen algunas de las interesantes observaciones
de Backster, que pueden conducir algún día a la realización de
experimentos sorprendentes en el campo de la sensibilidad de las
plantas. Algunas de estas ideas se examinan con mayor amplitud en
los capítulos siguientes.
31
Backster ha observado que las plantas sintonizan con sus dueños
hasta el punto de que sus trazados en el polígrafo corresponden latido
por latido a las pulsaciones del corazón de sus propietarios.
Las plantas parecen ser muy selectivas en su facultad de
sintonizar con el medio que las rodea. Así como hay muchas personas
que sólo ven lo que quieren ver, Backster sugiere que las plantas sólo
sintonizan con aquellas personas u objetos con los que “quieren”
sintonizar. En resumen, las plantas pueden pasar por alto
“voluntariamente” muchos estímulos ambientales.
Las ideas positivas y la disposición de ánimo hacia una planta
pueden registrarse en los trazados del polígrafo del mismo modo que
las amenazas a su supervivencia. ¿Explicaría esto la habilidad de
algunas personas para la jardinería?
¿Cómo han afectado las observaciones de Backster a su
concepción de la vida y a su actitud ante las plantas?
Antes de su trabajo con el filodendro en su oficina, reconoce que
era un agnóstico “que no se tomaba la molestia de ser un ateo”. Pero
las cosas han cambiado. Gracias a su comprensión de la íntima
relación existente entre todos los seres vivos Backster cree que la
ciencia puede ahora abrir caminos que lleven a la comprensión del
pleno sentido y poder de la meditación y la oración. Sugiere que su
investigación puede incluso proporcionar algunas claves para
apreciar adecuadamente el concepto de la propia alma.

¿Pueden las plantas comunicarse entre sí?

Si las abejas indican la existencia de un campo de flores o de un


depósito de miel escondido mediante una intrincada danza; si existen
unos insectos africanos que se arraciman imitando la forma de las
flores salvajes como medio de autoprotección frente a los
depredadores; si los salmones reconocen la composición química del
agua en que nacieron, ¿quién se atrevería a decir que las plantas no
tienen su propio sistema para comunicarse entre ellas?
¿Ya ha sido descubierto? Algunos científicos dirían que las plantas
se comunican mediante su forma, color y fragancia. Atraen a las
mariposas y a las abejas para la polinización, que es esencial para su
supervivencia, pero ¿es esto comunicación? La mayoría estaría de
acuerdo en que no es un tipo de comunicación que pudiera
considerarse ajeno al concepto ordinario de ley natural. Aquí no se
32
trata, ciertamente, de contacto extrasensorial o psíquico con
animales o plantas.
Lo extraordinario es que las plantas parecen comunicarse
mediante sistemas no relacionados con su forma, color u olor. Del
mismo modo que pueden reaccionar ante el hombre y los animales
gracias a un misterioso sexto sentido, también pueden influirse o
transferirse emociones e información mutuamente.
Los botánicos de un centro de investigación de la Unión Soviética
han apuntado la posibilidad de que las plantas sean capaces de
transferir energía vivificante. En un experimento colocaron una
planta de trigo en un recipiente de cristal. Nadie la regó, aunque
había otras que crecían fuera del recipiente, no lejos de la que estaba
cautiva. A pesar de que transcurrieron varias semanas, la planta
encerrada continuó creciendo vigorosamente. A los científicos
soviéticos, desconcertados por tan singular comportamiento, sólo se
les ocurre la explicación de que, misteriosamente, las plantas
situadas fuera del recipiente habrían transferido agua o energía a la
prisionera cercana.
¿Fantástico? ¿Imposible? ¿Existen unas ondas desconocidas
capaces de transferir energía de las plantas irrigadas a otra aislada
en su agonía?
Ciertamente, algo insólito está ocurriendo. La misma increíble
comunicación entre plantas se dio en Inglaterra, durante unos
experimentos, dirigidos por el doctor A. R. Bailey, en 1972. “Se
mantuvo sin agua a dos plantas en un invernadero con luz artificial
en el que la temperatura, la humedad y la luz estaban
cuidadosamente controladas”. Bailey y su colaborador midieron los
voltajes generados entre dos partes de ambas plantas. Cuando, desde
el exterior y mediante unos tubos de plástico, se regó a una de ellas,
la otra reaccionó. Bailey dijo a la Sociedad Británica de
Radiestesistas: “Entre ellas no había ninguna conexión eléctrica,
ningún tipo de conexión física, pero, de un modo u otro, una planta
captó lo que sucedía a la otra”.
Nadie ha sabido dar una explicación adecuada a este extraño e
intrigante fenómeno, cuya realización fue probablemente sugerida
por las observaciones del doctor Alexander Gurvich, quien declaró
llanamente: “Todas las células vivientes producen una radiación
invisible”. El científico manifestó haber descubierto unos rayos – a
los que denominó “radiación mitogenética” – provenientes de ciertas
33
plantas. Gurvich urdió un atractivo experimento: el de la cebolla
cañón. La radiación que provenía del extremo de una raíz de cebolla
bombardeada, supuestamente, a otra raíz de cebolla, provocando un
incremento del veinticinco por ciento en el crecimiento de las células.
Esta extraña radiación también intensificó el desarrollo de levadura
y bacterias. La reacción energética fue detenida por el vidrio, pero
atravesó el cuarzo.
Gurvich descubrió que las personas también irradiaban rayos
mitogenéticos, y se dio cuenta de que la enfermedad los alteraba.
Bastaba que una persona enferma sostuviera entre sus manos un
cultivo de levadura durante unos minutos para que las vigorosas
células murieran. Estos experimentos con levadura también fueron
llevados a cabo por el doctor Rahn en la Universidad de Cornell.
El doctor Rahn descubrió que si alguno de sus colaboradores
estaba enfermo, podía causar la muerte de algunas de las células de
levadura con las que trabajaba. Con sólo exponer el hongo a la punta
de los dedos de una persona enferma, podía esperarse que la
levadura muriera. Al investigar este insólito fenómeno, el científico
descubrió que los dedos de las personas enfermas excretan un
compuesto que resulta mortal para las plantas primitivas, pero
¿cómo podía este compuesto destruir levadura a distancia? Después
de profundizar más en la investigación, el doctor Rahn informó que
la radiación era emitida desde las heridas y los tumores cancerosos.
¿Podía esta radiación ser una forma de comunicación? ¿Acaso todos
los rayos transportan mensajes cifrados?
La idea de la comunicación entre las plantas recibió otro
espaldarazo por parte de J. I. Rodale, pionero de la jardinería
orgánica y fundador de la revista Prevention. Cuando visitó, unos
años antes, los laboratorios Delawarr en Inglaterra, le hablaron de
unos experimentos “increíbles”. Por ejemplo, le contaron cómo la
muerte de la madre de una planta afectaba al desarrollo de ésta. Al
parecer, la muerte de la “madre” puede causar una especie de trauma
en la planta hija. Mientras la madre está viva y goza de buena salud
hay muchas probabilidades de que sus hijos también lo estén.
Rodale no podía creerlo, por lo que intentó algunos experimentos
en su granja de Pennsylvania. Según explica, tomó unos vástagos de
dos coleos adultos. Destruyó una planta madre y todo el suelo en el
que había crecido, quemándolo. Luego rompió el tiesto en pedazos y

34
enterró los restos a varios kilómetros del lugar donde realizaba el
experimento. ¿Qué sucedió?
Según Rodale, los retoños “huérfanos” no crecieron bien,
comparados con los de la planta superviviente. El hecho de si las
plantas estaban o no respondiendo a los pensamientos del científico
o a la muerte de su “madre” es una cuestión sin resolver. El retoño
tomado de una planta cualquiera, ¿forma todavía parte, de un modo
u otro, de la “forma energética” de sus padres? ¿Cuánto tiempo se
necesita para que una planta joven “establezca su propia identidad
individual y deje de estar influida por sus padres”?
De algún modo, las plantas parecen estar comunicándose unas
con otras. Esta misteriosa y notable facultad es casi idéntica a la
observada por Backster en su experimento de los camarones. Al
examinar el conjunto de observaciones y experimentos realizados por
investigadores independientes, la conclusión más lógica a extraer es
que las plantas no sólo son extremadamente sensitivas, sino que
también poseen dotes psíquicas.

35
2
Las reacciones emocionales de las
plantas

¿Tienen las plantas emociones?

La idea de que las plantas poseen sentimientos y emociones se


remonta a cientos de años atrás. Pueden hallarse señales de esta
creencia en los escritos hindúes. En época más reciente, Darwin se
dio cuenta del asombroso parecido entre la radical – el extremo de la
raíz – de una planta y el cerebro de los animales rudimentarios.
Parece que la radical siente o percibe lo que le rodea con el fin de
tomar las decisiones necesarias para la supervivencia de la planta.
La punta guía a la planta en su flujo y movimiento direccionales.
Si bien Darwin nunca insinuó que las plantas poseyeran un
sistema nervioso animal, sí se dio cuenta, en cambio, al igual que
muchos científicos modernos, de que existe una llamativa similitud
entre los procesos vitales de las plantas y de los animales. La
estructura celular es distinta en ambos, pero ¿qué diferencia hay en
el protoplasma – la base de la vida – en los dos reinos?
Su capacidad de responder al ambiente y de mostrar reacciones
muy parecidas a las de los animales, hace que nos preguntemos si
las plantas son conscientes, si sienten dolor y si tienen emociones.
Esto era exactamente lo que sir Jagadis C. Bose2 se preguntaba
cuando emprendió un estudio sobre las plantas que ocupó toda su
vida. Fascinado por las similitudes existentes entre todas las formas
de vida, dio comienzo a una investigación altamente tecnificada y
científica destinada a demostrar que las plantas tenían sentimientos.
La intuición fue reemplazada por la experimentación y el desarrollo

2
Físico hindú que recibió en 1917 el título de caballero del Imperio Británico por sus investigaciones con las plantas
y por los instrumentos que desarrolló en este trabajo. Es el fundador del Bose Institute de Calcuta.
36
de complicados aparatos de control que sirvieran para registrar las
reacciones de las plantas.
Nadie estaba más calificado para este trabajo que Bose, que era un
genio de la técnica y un físico de renombre. ¿Fueron los inventos de
Marconi los primeros de su tipo? En absoluto. Bose inventó el
cohesor inalámbrico varios años antes, aunque nunca intentó sacar
un provecho material de sus inventos, a los que consideraba
propiedad de todos los hombres.
Aunque su carrera de físico era brillante, fue su trabajo con las
plantas lo que le proporcionó una fama duradera. Mantuvo hacia
ellas la misma actitud científica que adoptaba en su trabajo con
sustancias inorgánicas. Inventó algunos aparatos mecánicos para
medir y registrar las reacciones de las plantas a los estímulos
externos. De todos sus inventos, el “crescograph” – aparato capaz de
ampliar los procesos vitales de las plantas diez millones de veces –
fue el que obtuvo más celebridad.
Paramahansa Yogananda describe un encuentro con Bose,
durante el cual miró a través de este instrumento, que podía hacer
que un lento caracol “pareciera estar viajando como un tren expreso”.
Mirando a la pantalla del “crescograph”, Yogananda pudo ver un
helecho muy ampliado. Cada uno de sus minúsculos movimientos,
invisibles de ordinario para el ojo, se volvió de repente tan real como
un ballet lleno de gracia. Yogananda lo vio materialmente crecer. El
movimiento era lento, pero fascinante.
Cuando Bose dio un golpecito a la planta, pareció, por un
momento, que todo movimiento se detenía, hasta que el científico
apartó la barra metálica que había colocado en su extremo.
Luego Bose le administró cloroformo, y cesó de crecer. Tan pronto
fue revivida por un antídoto, volvió a moverse. Yogananda encontró
su movimiento tan atractivo como el argumento de una película.
Mientras continuaba observando, vio que Bose se disponía a herir al
helecho con un agudo punzón. Al ser penetrada por el puntiagudo
instrumento, la planta pareció retorcerse de dolor y se agitó
espasmódicamente.
Por último, el científico cortó el tallo de la planta con una navaja,
y Yogananda vio en la pantalla una violenta agitación que pronto
terminó, quedando la sombra inmóvil: la planta había muerto.
En este punto, Bose contó a su visitante cómo una vez había
cloroformizado a un árbol enorme para poder trasplantarlo. Como los
37
árboles grandes acostumbran morir durante el cambio, Bose estaba
especialmente orgulloso de que aquél hubiera sobrevivido. Indicó que
las plantas podían sufrir traumas igual que los hombres.
El científico explicó a Yogananda que los árboles poseen un
sistema circulatorio, una “presión de la savia” similar a la presión
sanguínea de los animales, y un tubo que hace las veces de corazón.
“Cuanto más profunda es nuestra percepción, más impresionante
resulta la evidencia de que hay un plano uniforme que vincula a las
múltiples formas de la naturaleza”, afirmó Bose.
Bose no llegó a esta conclusión de la noche a la mañana. Su
trabajo se desarrolló a lo largo de muchas décadas. En su
investigación comparaba constantemente una forma de vida con otra.
Descubrió que cuando se toca a una persona hay un intervalo entre
el estímulo y la reacción. El impulso necesita tiempo para viajar a
través del nervio hasta el cerebro. Hasta que Bose hizo sus
asombrosos descubrimientos, muchos investigadores creían que las
plantas sólo podían responder a estímulos muy intensos, como cortes
o fuertes golpes.
Con su trabajo con la sensible Mimosa pudica, Bose mostró que
las plantas pueden ser aún más sensibles que los hombres. Describió
a la planta como “altamente excitable”. Descubrió que la mimosa
podía ser estimulada por un choque eléctrico de intensidad diez veces
menor que la necesaria para provocar una sensación en el hombre.
La reacción alcanzó a una gran distancia, pero no produjo lesión
alguna.
A principios de siglo, otros investigadores hicieron parecidas
observaciones acerca de la Mimosa pudica. Notaron que este árbol era
más sensible cuando las hojas estaban creciendo con mayor rapidez.
Durante los períodos de rápido crecimiento, el follaje de las mimosas
reaccionaba intensamente tanto al aire como al más leve contacto,
que hacía que la planta de inmediato cerrara sus hojuelas e inclinara
sus pedúnculos.
En un experimento, los investigadores empaparon un trozo de
algodón con una mezcla inflamable, le prendieron fuego, y pasaron
rápidamente la llama por debajo de una hoja madura. Apenas recibió
una vaharada de aire caliente la planta reaccionó, mostrando señales
de lo que podría llamarse “molestia”.

38
En el experimento siguiente, la llama chamuscó la punta de una
de las hojas más pequeñas: “El resultado fue sorprendente: la hoja
se contrajo como si hubiera experimentado el más agudo dolor”.
Mirando plegarse las hojas en una planta delicada, y viendo la
respuesta de las plantas a los estímulos externos en el laboratorio,
Bose llegó a la conclusión de que los vegetales estaban realmente
dotados de un sistema nervioso.
Bose pudo sintonizar con este sistema nervioso mediante una
delgada sonda de aguja conectada a un galvanómetro. Creía que las
plantas se parecían a los animales en el hecho de que el tejido
conductor estaba envuelto en una especie de cubierta protectora, que
comparaba con la gutapercha no conductora3. Por tanto, clavó agujas
metálicas en las plantas, buscando el “cable” que transmitía los
mensajes de una a otra parte del vegetal. Sabía que, si la aguja no
entraba en contacto con el tejido conductor, nunca podría captar los
mensajes transportados en el “sistema nervioso” de la planta.

Bose refiere que acertó a localizar nervios “incrustados en tejido no


nervioso, mediante el empleo de la sonda eléctrica, y que fue posible
localizar el tejido conductor en una extensión mínima”. El
investigador concluye: “Estas observaciones muestran que la
conducción del estímulo está limitada a un determinado tejido, el
cual puede, por tanto, ser denominado nervio”.

Trabajando con este sistema nervioso, Bose pudo clasificar los


impulsos que provocaban una reacción en la planta. En sus obras
principales describe los distintos modos de respuesta de las partes
de la planta a estímulos eléctricos, táctiles, químicos y térmicos.
Cada sucesivo experimento le confirmaba que entre las plantas y los
animales no existen diferencias, sino una similitud básica.

Mostró cómo “un nabo pinchado por un lado se estremecía por el


otro; lo cual, además de sensación, indicaba transmisión”.
Preguntándose cómo los estimulantes, los sedantes y los venenos

3Sustancia empleada como aislamiento, que proviene de la resina de los árboles Payena y Palaquium
de Malasia. Tiene una plasticidad parecida a la de la goma.

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afectarían a las plantas, Bose inyectó cafeína, alcohol, mosto,
cloroformo y estricnina a varias de ellas. Los efectos que obtuvo
fueron similares a los exhibidos por los seres humanos. La cafeína
resultó ser un estimulante. Los licores produjeron excitabilidad
seguida de depresión. Las plantas a las que se inyectó alcohol se
balancearon como los borrachos. Bose descubrió que las plantas
atraviesan por un espasmo de muerte parecido a la agonía de los
animales. En el momento de la muerte se produce en la planta una
intensa excitación, junto con una potente descarga de electricidad.
El propio espasmo es producido por la contracción de las células que
van a morir.
¿Gritan de dolor, las plantas, al ser torturadas o heridas? ¿Son sus
emociones similares a las de los seres humanos? ¿Se embriagan con
el alcohol y se excitan con la cafeína?
“¡Sí!”, dice Bose, que dispone de pruebas convincentes en los
diagramas de su “crescograph” y en los registros de su galvanómetro.
Según él, si estudiaran con atención su meticulosa investigación,
incluso los observadores más escépticos quedarían convencidos de
que las plantas poseen un sistema nervioso sensible y una vida
emocional variada. “El amor, el odio, la alegría, el miedo, el placer, el
dolor, la excitabilidad, el estupor, y un sinnúmero de respuestas
apropiadas a los estímulos son tan universales en las plantas como
en los animales”.
Bose fue ridiculizado por su creencia de que las plantas tenían
emociones y disponían de un sistema nervioso, pero él fue incluso
más lejos en sus investigaciones. Observó que cada planta tenía su
propia velocidad de respuesta, como sucede con los seres humanos.
Se dio cuenta, también, de que existía una estrecha correlación entre
la condición de una planta y la velocidad con que los impulsos
“nerviosos” podían ser transportados por su tejido conductor. Las
plantas grandes parecían reaccionar muy despacio a los estímulos
externos, mientras que las pequeñas lo hacían con rapidez. Bose hizo
la observación de que esto era similar a las diferencias existentes
entre los hombres. Pero su observación más importante fue que,
aunque “la velocidad del impulso en la mimosa es menor que en los
animales superiores, es considerablemente mayor que en los
animales inferiores como el anodon”. Suponía que algunas plantas
podían hallarse a medio camino entre los animales superiores y los
inferiores en la evolución de su “sistema nervioso”.
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Aunque las consideraciones de Bose acerca de un sistema nervioso
vegetal y su firme creencia en la presencia de emociones en las
plantas no son tomadas en serio por la mayoría de los científicos
modernos, muchas personas interesadas por los fenómenos
psíquicos y algunos científicos, que parecen estar confirmando sus
hallazgos, las consideran válidas.
Los doctores K. S. Cole y H. J. Curtis sugieren que la nitella, una
planta de agua dulce que se encuentra en muchos viveros de carpas
doradas, es muy parecida a un nervio. Las series de células únicas
de esta planta dan la impresión de poder transmitir impulsos al igual
que los nervios de los animales superiores. Aunque la velocidad del
impulso es lenta, constituye, sin embargo, una posible forma
primitiva de lo que más tarde se convertiría en un tejido nervioso
animal.
Gran parte del apoyo que ha recibido Bose proviene de Rusia. A la
luz de la evolución, parecía natural que las plantas hubieran
desarrollado al menos un sistema primitivo para transmitir señales
parecido al de los animales. El doctor Gunar, profesor ruso de
Biología, declara: “El hecho de cortar el pedúnculo de una hoja
provoca en la base una instantánea reacción negativa de una
amplitud de cincuenta a sesenta milivoltios”. ¡Esto muestra una
“consciencia” de ser cortado! En la prestigiosa Academia Timiryazev
se han llevado a cabo centenares de experimentos parecidos, que
muestran que las plantas pueden conducir impulsos eléctricos de un
modo similar al de los nervios del hombre.

¿Son sensibles las plantas?

Si las plantas tienen consciencia, ¿pueden, también, ser sensibles?


El doctor Paul Blondel, siendo profesor del Blake College de San
Diego, desarrolló en la década de 1960, y a lo largo de dos años, un
estudio sobre la vida “emocional” de las plantas. Blondel cree que los
vegetales tienen sus propias “disposiciones” características y que
pueden dividirse en dos grupos según su temperamento. Los
tomates, junto con las coles, y las patatas, parecen responder
favorablemente a los halagos. Por desgracia, las orquídeas y los
gladiolos son, al parecer, extremadamente nerviosos y emotivos, por
lo que requieren una atención y un cuidado especiales.

41
Vogel ha descubierto que plantas distintas poseen distintos
temperamentos. Algunos filodendros le responden rápidamente,
mientras que otros necesitan mucho tiempo para acostumbrarse a
él. No sólo las plantas tienen personalidad y unas peculiaridades
individuales, sino también las hojas, según Vogel, quien tuvo muchas
dificultades trabajando con hojas que poseían una gran resistencia
eléctrica. Al igual que Darwin un siglo antes, Vogel observó que las
plantas tienen días y momentos “buenos” y “malos”. Sugiere que, en
determinadas ocasiones, pueden mostrarse deprimidas o
introvertidas.
Irwin Greif, un neoyorquino susceptible a la influencia psíquica,
confirma a través de sus observaciones que las plantas tienen
emociones. Greif describe un viaje que hizo a Long Island para dar
una conferencia en una casa particular. “Estaba en el estudio, un
momento antes de hablar sobre los fenómenos psíquicos ante un
grupo interesado en el tema. Mientras esperaba para dar la charla,
me dediqué, a modo de pasatiempo, a sintonizar con los objetos. Mi
atención se dirigió hacia dos plantas que había en la habitación.
Cuando me concentré con ellas, vi que una era normal y que la otra
estaba loca. Cuando la dueña de la casa entró en la habitación, le
dije que una de las plantas parecía completamente normal y que la
otra había perdido el juicio. Me dijo que la primera planta, la normal,
había estado con ella durante mucho antes, pero que la segunda
acababa de llegar a casa procedente de la habitación de un hospital
en la que su propietario había muerto, en una agonía lenta y
prolongada, a causa de un cáncer. Me di cuenta de que la planta
había quedado perturbada a causa del dolor emocional que le produjo
ver morir a su dueño”.
Greif afirma que la perturbación de la planta demente se le
apareció de inmediato a través de la impresión de una forma vital
discordante y completamente fuera de control. Fue como si su mente,
al tratar de comunicarse con la planta se encontrara con una
turbulencia de aire.
Sheila Ostrander y Lynn Schroeder, en su Manual de experimentos
parapsíquicos, sugieren distintos niveles de sensibilidad “emocional”
en las plantas. Señalan que Eileen Garrett, la desaparecida médium
de reputación internacional, dijo haber “visto” reaccionar a las
plantas ante Cleve Backster en su laboratorio. Al parecer, la médium

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pudo detectar celos en una de ellas cuando Backster concentró su
atención en otra.
Backster estaría de acuerdo con las observaciones de Eileen
Garrett acerca de la sensibilidad de las plantas. ¿Acaso le sería
posible pensar en ellas como criaturas sin sentimientos e
indiferentes?
Su experiencia de cuando amenazaba a las plantas de su oficina y
obtenía una respuesta le convenció de que Bose pudo haber estado
muy cerca de descubrir uno de los secretos de la naturaleza. Cuando
Pearl Weinberger, que “finiquitaba” a sus plantas después de cada
experimento, no pudo obtener una reacción por parte de las de
Backster, éste tuvo la certeza de que sus plantas, con el hecho de
marchitarse, estaban reaccionando negativamente ante la presencia
de la mujer. O quizá simplemente “desintonizaron” ante su presencia
en el laboratorio. Y ¿qué fue la reacción hacia el doberman? ¿Fue sólo
un invento de la imaginación de Backster?
Las plantas mostraban realmente una reacción a su medio;
reacción que podía registrarse científicamente, tal como hizo Bose
con sus instrumentos cincuenta años atrás. Además, ¿no se
estableció una concordancia emocional entre la excitable Tanya y el
geranio de la oficina de Pushkin? ¡Alguna clase de reacción se estaba
produciendo! Pero, ¿se trataba de emoción?
Vogel dice que las plantas parecen ser tan sensibles como los seres
humanos. Afirma que si alguien piensa o dice algo despreciativo hacia
una planta, ésta responderá a la emoción negativa ajándose y, en
ciertos casos, incluso muriéndose. Refiere que sus plantas pueden
marchitarse si se comparan desfavorablemente con otras.
Las pruebas, algunas verificables, otras demasiado coincidentes
para ser desechadas, parecen apuntar a una sola conclusión.

Lo que Burbank probó

Si bien Bose, Backster y otros científicos han sugerido o afirmado


la existencia de emociones y consciencia en las plantas, la prueba
más convincente de que éstas poseen emociones la proporcionó un
dotado jardinero y cultivador que raramente escribía más que unas
pocas notas garabateadas en sucios pedazos de papel. Estas notas le
recordaban detalles concernientes a cualquiera de los centenares de
“experimentos” que realizaba al mismo tiempo. Pero ninguno de estos
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experimentos implicaba el uso de máquinas complicadas o jerga
científica. Todos eran con plantas y sólo con plantas.
¿Tienen emociones las plantas?
¿Pueden responder cuando se les habla?
¿Tienen un modo de responder al amor?
¿Qué poder psíquico poseen?
Éstas eran las preguntas que muchas personas dedicadas a las
plantas hacían al mejor cultivador mundial de principios de siglo.
Se rumoreó de Burbank que hablaba con las plantas. Muchas
personas creían que podía comunicarse con ellas gracias a algún
poder místico que influía en su crecimiento. Burbank, famoso en todo
el mundo, con centenares de cartas y visitantes que afluían a su casa
y a su granja de Santa Rosa, contestó a los rumores diciendo: “Esta
historia es completamente ridícula. No se consigue nada hablando a
las plantas y a las flores. ¡Las plantas no tienen cerebro!”
A pesar de su respuesta, los hechos mostraron que Burbank creía
en su extraordinaria afinidad con las plantas. Consideraba que su
“don” psíquico era heredado. Pensaba que su madre podía enviar y
recibir mensajes mediante telepatía, facultad que creía haber
heredado, al igual que su hermana Emma.
Emma también estaba convencida de que su madre tenía
conocimiento de los sucesos antes de que se produjeran. Según
parece, cuando Burbank era un muchacho, su madre le “vio” con un
brazo roto antes de que el accidente ocurriera, así como vio la muerte
de su padre antes de que sufriera un colapso en una viña.
Burbank siempre comparó estas facultades con una radio. Intuía
que los hombres habían estado emitiendo y recibiendo mensajes
continuamente desde “el comienzo del pensamiento humano”. Creía
que la única diferencia entre la mayoría de las personas y los que
tenían poderes psíquicos era que éstos tenían la facultad de dirigir el
pensamiento de una manera coherente.
Él creía que la mayoría de las personas podían transmitir sus
pensamientos, pero sólo eran capaces de hacerlo de manera
esporádica.
En suma, Burbank consideraba que los pensamientos eran “cosas”
a pesar de ser invisibles. Creía que consistían en descargas
singulares de energía.
Comentando su afinidad con las plantas, manifestó que, en otro
tiempo, su facultad telepática habría sido considerada como fraude,
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locura, o como un poder sobrenatural. Pero él sentía que no había
nada de sobrenatural respecto a él, su hermana o su difunta madre.
Quizá Burbank no pensara que su poder era misterioso o
sobrenatural, pero las personas que le rodeaban sí lo creían, porque
tenía una extraordinaria capacidad para “crear” nuevas variedades
de plantas según los métodos aparentemente más desorganizados y
heterodoxos.
Una mirada a la infancia de Burbank nos da una visión fascinante
de su relación con las plantas. Nació en 1849 – el año de la “fiebre
del oro” de California –, el séptimo día del tercer mes, hijo de un
hombre casado por tercera vez. Además, Luther era el decimotercer
hijo de su padre. La familia era profundamente religiosa y,
curiosamente, también estaba metida en asuntos de magia y
misticismo. Luther tenía, probablemente, una aguda consciencia de
ser el hijo número trece y del aura de poder sobrenatural atribuida a
su madre y, según se decía, a alguno de sus antepasados.
Desde muy corta edad, Luther mostró un intenso interés por las
plantas. Mientras los demás niños pasaban el tiempo con sus juegos
habituales, él iba a vagabundear por la pradera que había detrás de
la casa para observar las flores silvestres.
Los granjeros del lugar llamaban a las hermosas flores “malas
hierbas” porque crecían en abundancia e impedían el crecimiento del
cultivo, pero el sensible Luther las veía como “juguetes y animales”.
Yacía durante horas en la hierba húmeda mirando cómo las abejas
zumbaban en los floridos manzanos llenos de flores blancas y
rosadas, o venían de los tréboles, margaritas y ranúnculos, llenos de
color, que crecían libremente en la naturaleza.
Fue entonces cuando Luther se dio cuenta de que las abejas
recogían néctar de una sola variedad de flor cada día, descubrimiento
que en el futuro le fue útil en su rancho de Santa Rosa para saber,
por el zumbido de las abejas, cuál era el mejor momento para
polinizar las flores artificialmente.
El amor de Luther por las plantas era tan fuerte que, cuando veía
una especialmente bella, como una margarita de brillante color,
rasgaba un trozo de su camisa y lo ataba a ella. Entonces corría hacia
su casa a coger una pala para arrancar la margarita y trasplantarla
a uno de los jardines de su madre. En otoño, al secarse sus plantas,
Luther recogía las semillas.

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Cuando, al año siguiente, éstas crecían, muchas de las nuevas
plantas aparecían deformadas, con hojas anormales, flores nunca
vistas, y tallos retorcidos. Sin embargo, con gran sorpresa de Luther,
alguna flor resultaba más hermosa que la planta madre.
A pesar de esto, su padre le hizo arrancar todos los “hierbajos” del
jardín y destruirlos, porque “crear nuevas flores y plantas era trabajo
de la naturaleza”.
Luther no estaba de acuerdo.
Por aquel entonces ya soñaba con crear ciruelas sin hueso, a
imitación de los rojos arándanos que crecían en las tierras
pantanosas del río Nashua, que atravesaba zigzagueando la granja
de su padre. Y tenía visiones de crear un árbol, no con una, sino con
muchas clases de manzanas colgando de sus ramas.
Éste era el primer secreto de su arte de cultivar las plantas:
siempre imaginaba cómo le gustaría que fuesen, forjando una vívida
imagen mental de lo que quería. Creaba plantas que correspondieran
a sus sueños y proyectaba el pensamiento a la planta.
Esta característica pudo haber empezado en Burbank a la
temprana edad de diez u once años. En cualquier caso, a medida que
fue creciendo su interés por las plantas se convirtió en una obsesión.
No sólo soñaba con lo que iba a hacer. También se dedicaba a
observar atentamente el desarrollo y reproducción de todas las
plantas que había a su alrededor, como si fueran sus más íntimos
amigos.
Fascinado por las diferencias que había entre ellas, Burbank creía
firmemente que las plantas tenían personalidades y características
especiales, por lo que podía distinguir a una planta entre otras casi
idénticas.
Éste era su segundo secreto: amaba a las plantas y las consideraba
sus más queridos amigos. Si su trato con ellas encerraba algún
secreto, Burbank hubiera dicho, con seguridad, que era el amor.
Sentía que este poder era mayor que cualquier otro, y que realmente
era como un alimento que podía hacer que las plantas crecieran más
deprisa. Con amor era posible conseguir que produjeran flores y
frutos más grandes. Creaba una relación de confianza entre él y las
plantas, y les rogaba su colaboración, diciéndoles lo mucho que las
amaba y respetaba. Éste, según Burbank, era el auténtico secreto de
su éxito.

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Por supuesto, Burbank combinaba este amor con el trabajo duro,
aunque nunca se refirió a su actividad de cultivador como a un
“trabajo”. A los setenta años todavía pasaba en el campo al menos
diez horas diarias.
Fue esta dedicación a las plantas la que le proporcionó su primera
“oportunidad” siendo un joven agricultor. Cuando inspeccionaba su
campo de patatas en busca de cucarachas, examinaba
cuidadosamente cada planta para asegurarse de que ningún parásito
las dañaba. ¡Imagínese a un joven de veinte años recorriendo todo un
campo de patatas, mirando cada una de las plantas para ver si había
algún insecto!
Este raro don le llevó a realizar su primer gran descubrimiento. En
una de las plantas encontró una pequeña bola verde. Burbank sabía
exactamente lo que era y lo que podía significar para él.
En el siglo pasado, las patatas se obtenían a partir de esquejes. En
la piel del tubérculo crecen ojos, que son brotes no desarrollados. Si
se los corta en pequeñas rodajas, asegurándose de que cada trozo
tiene un ojo, y se plantan estos trozos, cada uno se convertirá en una
planta adulta.
Lo que Burbank encontró fue una bolita de semillas, un hallazgo
muy precioso e infrecuente. A decir verdad, nunca volvió a encontrar
otra, y durante el resto de su vida ofreció una suma importante a
quien pudiera ofrecerle una. He aquí su reacción ante el hallazgo:
“¡Encontré una cápsula de semillas de patata! Utilizo signos de
admiración porque… es lo que emplearía un astrónomo si
descubriera un nuevo sistema solar. Una cápsula de semillas de
patata no era algo desconocido, pero constituía una gran rareza, y no
pude enterarme de nadie que hubiera sabido qué hacer con una de
ellas. Yo hice algo: planté las semillas. Tenía veintitrés semillas y
obtuve veintitrés plantas. De éstas, seleccioné dos. Fue a partir de
las patatas de estas dos plantas, cuidadosamente cultivadas y
trasplantadas, celosamente guardadas, y concienzudamente
plantadas, que conseguí la patata “Burbank”. Y fue con ésta con la
que empecé mi carrera de cultivador”.
En realidad, Burbank casi echó a perder esta oportunidad de
conseguir una nueva clase de patata. Después de hallar la cápsula,
vio un día que había desaparecido. Es difícil precisar el tiempo que
empleó buscando aquella bolita seca, pero cuentan que se pasó
varios días de rodillas en el suelo examinando cada centímetro del
47
campo de patatas. Por fortuna, la encontró. De esta lección de sus
primeros tiempos aprendió a poner siempre sobre cada flor singular
o cada hallazgo una bolsa para protegerlo.
Burbank vendió los derechos de la patata por 150 dólares, que,
sumados a los pocos que tenía ahorrados, fueron suficientes para
que se pudiera trasladar a California.
No sabía que había creado una patata muy especial: grande, con
una piel suave y aspecto regular. Los que la probaron por primera
vez la calificaron de “milagro”.
En cierto sentido lo era, porque, durante los cincuenta años
siguientes, la “Burbank” significaría millones de dólares para los
agricultores al ser vendidas y exportadas enormes cantidades de ella
a países como Irlanda, en los que el hambre hacía estragos porque
las otras patatas, menos resistentes, morían.
Así, con el poco dinero que consiguió reunir, Burbank marchó a
California. Llevaba consigo un soberbio conocimiento de las plantas,
determinación, ropa, comida para el viaje y diez patatas Burbank.
Guardaba estas patatas como habría guardado los plantones
producidos por su cápsula de semillas.
Sin dudarlo, se dirigió a Santa Rosa, lugar que, pensaba, ofrecía
unas condiciones ideales para el cultivo durante todo el año. Santa
Rosa, situada entre suaves colinas, proporcionaba el clima templado
y las ricas y variadas características de terreno que Burbank
necesitaba.
La lucha y la pobreza que soportó para conseguir su granja fueron
un ejemplo de coraje y perseverancia. Cuando trabajaba como
florista, se le permitió dormir en un cuarto contiguo al invernadero,
pero la humedad del aire le puso muy enfermo, tanto, que casi murió.
Por suerte pudo trasladarse a una chabola y, con la ayuda de una
anciana que le traía leche fresca cada mañana, sobrevivió.
Cuando se recuperó empezó a hacer toda clase de trabajos con el
fin de conseguir el dinero suficiente para comprar una parcela de
tierra. Todo el mundo pensó que estaba loco, porque escogió unas
tierras cuya inutilidad para el cultivo se había demostrado repetidas
veces. Estas tierras eran algo pantanosas, por lo que tenían que ser
secadas. Burbank lo hizo en seguida. Luego mandó traer 1.800
carretadas de abono, que mezcló con la tierra.
En tres años, su trabajo, su previsión y su paciencia rindieron sus
frutos. Por entonces ya había hecho bastante dinero cultivando
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plantas injertadas como para poder empezar en serio la
experimentación que siempre fue su sueño. Sus descubrimientos
sobre la técnica de los injertos y el cultivo selectivo le dieron pronto
la reputación de ser un “mago” de las plantas. A Burbank no le
gustaba este título, pero cuando empezó a crear nuevas variedades
de plantas, le quedó.
Sobre el papel, su método parece sencillo, pero en la práctica
resultaba extremadamente difícil. Cultivaba 10.000 o más plantas de
una misma variedad, de las cuales seleccionaba un máximo de
cincuenta plantones y un mínimo de uno. Luego, a partir de la planta
o plantas seleccionadas, cultivaba otros 10.000 plantones,
continuando este proceso selectivo hasta que lograba la planta que
quería.
Cuando empezó su trabajo, los castaños necesitaban veinticinco
años para dar fruto. Cuando terminó sus experiencias, produjeron
fruto al cabo de dieciocho meses.
En los primeros años de este siglo, sus creaciones causaron tal
sensación que su nombre se convirtió en una palabra de uso común.
Pronto se encontraría en los diccionarios el verbo
“to burbank”.4 Burbank hizo lo que ningún hombre pudo hacer antes.
Creó una mora blanca, tan clara que se veían las semillas de su
interior, una ciruela tan jugosa y grande que aún se considera de las
mejores del mundo; una hermosa margarita de puro color blanco, un
cacto sin espinas y un lirio de agua de fragante aroma.
La historia que había detrás de estas creaciones muestra cómo su
sensibilidad de cuando era pequeño no hizo sino aumentar con el
paso del tiempo. Para crear la margarita blanca, Burbank dedicó
años a seleccionar y cruzar flores, buscando el color adecuado. A
menudo, sus visitantes eran incapaces de distinguir unas de otras
las plantas que cultivaba. Fue necesario que un artista de San
Francisco eligiera las margaritas de un blanco más puro, las cuales
iban a recibir su nombre del Monte Shasta. Burbank estaba
especialmente orgulloso de su margarita “Shasta”, a causa de sus
recuerdos de juventud, cuando llevó la margarita silvestre al jardín
de su madre.
Sin embargo, fue el cacto sin espinas el que causó mayor sensación
y dio pie a la especulación acerca de los supuestos métodos místicos

4 “To burbank” significa perfeccionar, generalmente mediante el cultivo selectivo.

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que Burbank empleaba. Durante el tiempo que estuvo trabajando
con los cactos, nuestro hombre tenía que sacarse, al final de la
jornada, las espinas y espinillas que le quedaban clavadas en la cara
y las manos. Aguantaba el dolor y la frustración porque estaba
convencido de que estas plantas del desierto, que crecían como
amargones en el árido Oeste, podían salvar millones de vidas y
alimentar al ganado en las zonas secas de todo el mundo.
Por fin logró crear cactos sin espinas y con muy pocas espinillas.
Sin embargo, y a pesar de lo espectacular que esto pareció en aquel
momento, desde el punto de vista práctico fue un fracaso, porque
para cultivar las plantas se necesitaba más agua de la que podía
obtenerse en las zonas desérticas.
De todos modos, resulta interesante la historia de que Burbank
pidió a las plantas que colaboraran con él en su objetivo de conseguir
un cacto sin espinas. Se dijo que los propios cactos le ayudaron,
respondiendo a su amor. “El secreto de la obtención de buenos
resultados en el cultivo de plantas reside, aparte del conocimiento
científico, en el amor”, dijo Burbank a un visitante, reiterando una
antigua convicción.
Y añadía: “Mientras realizaba los experimentos para hacer cactos
sin espinas, a menudo hablaba con las plantas para crear una
vibración de amor. Les decía que no tenían que tener miedo, que no
necesitaban las púas defensivas, que yo las protegería”.
Junto con el de los cactos, el trabajo de Burbank con el lirio de
agua fue uno de sus proyectos más fascinantes y uno de sus
favoritos. Los esbeltos y graciosos lirios despedían normalmente un
olor desagradable, pero él se propuso crear unos lirios que fueran tan
fragantes como hermosos.
Un día, al caer la tarde, cuando estaba terminando su trabajo,
detectó el olor perfumado de un lirio. En aquel momento había un
acre lleno de lirios en flor, pero Burbank se puso de rodillas y fue
recorriendo todo el terreno, examinando las flores una a una.
Ignoraba de dónde provenía la fragancia que arrastraba la brisa, pero
sabía que aquél era el momento que había estado esperando.
Nadie sabe exactamente cuántos lirios olió aquel día, pero los
trabajadores que le observaban supusieron que pudo haber olido
cerca de cinco mil antes de hallar el que buscaba. De este lirio, que
señaló, como hacía habitualmente, con un trozo de su camisa,
produjo una nueva especie de olor agradable.
50
Todos estos episodios de la carrera de Burbank evidencian un gran
conocimiento del color, el olor y el tacto. Y muestran, también, una
paciencia y una dedicación increíbles, así como una gran fe en que lo
imposible puede ser superado.
Pero mucho más interesante era su creencia en la relación
psíquica existente entre un hombre y sus plantas. Los conceptos
fundamentales estaban claros:
Amaba a sus plantas y las trataba como a amigos.
Creía que tenían sentimientos y que estaban dotadas de una
consciencia primitiva.
Las veía como dueñas de una personalidad única y diferenciada.
Creía que las plantas podían captar imágenes mentales y
pensamientos mediante una especie de telepatía.
Visionaba el tipo que quería crear, y con la cooperación de la planta
creaba nuevas especies.
Hablaba a sus plantas y, aunque suponía que no podían entender
el significado de sus palabras, creía que comprendían la intención.
Amaba a sus plantas y las colmaba de afecto y de ánimos, en la
creencia de que ellas responderían con sus emociones.
Burbank atribuía su éxito tanto a estas creencias como a su
intenso trabajo y tratamiento científico del cultivo selectivo. Pero él
mismo poseía una increíble facultad “psíquica”, indicativa de que
quizá percibía el aura de las plantas.
¿Qué es lo que hacía sospechar a la gente que podía ver auras?
Por ejemplo, se hablaba de su facultad para percibir, mientras
caminaba entre hileras de centenares de plantones, qué plantas
carecían de las cualidades que buscaba. Algunas de las que
rechazaba eran apenas mayores que una brizna de hierba. ¿Cómo
podía decir cuáles iban a convertirse en potenciales triunfadoras?
¿Qué instinto o visión especial poseía? ¿Podía ver las auras?
Jardineros que trabajaban con él durante años nunca pudieron
igualarle, ni siquiera entender por qué rechazaba o decidía conservar
ciertas plantas.
Donald Martin, un perito agrícola que conoció a Burbank, dijo: “Iba
a lo largo de una hilera de gladiolos y arrancaba los que no quería
con tanta rapidez como podía cogerlos y tirarlos a un lado. Parecía
tener un instinto que le decía si una minúscula planta iba o no a
crecer para convertirse en la clase de fruto o planta que quería,
¡aunque sólo midiera unos centímetros! Yo no podía ver ninguna
51
diferencia entre ellas, ni siquiera cuando me detenía y las observaba
de cerca, pero a Burbank le bastaba con una ojeada”.
¿Cómo podía un hombre hacer esto sin poseer un sexto sentido?
¿No captaba un mensaje de debilidad o de fuerza que las mismas
plantas le comunicaban?
Las personas que plantaron estos vegetales rechazados por
Burbank se encontraron con que ninguno ofrecía las cualidades que
él buscaba. Burbank a menudo desafiaba a la gente a que se llevaran
estas plantas rechazadas a su casa y las plantaran.
Quizá no temía equivocarse porque creía poseer unas dotes fuera
de lo común para comprender las plantas y comunicarse con ellas.
La pública negación de Burbank de su facultad de comunicarse
con los vegetales debe confrontarse con su insistencia – también
pública – en su capacidad de comunicación mediante la telepatía.
Afirmó haber enviado pensamientos a un amigo suyo que vivía en el
Este, y que el amigo había respondido con un mensaje mental.
También declaró poder enviar mensajes a su hermana Emma, quien
a menudo acudía a sus llamadas mentales.
Tanto Burbank como su hermana se consideraban a sí mismos
personas con poderes psíquicos. Por otra parte, se dijo de él que había
hablado con su madre después de la muerte de ésta, y que había
consultado a un médium para comunicarse con los espíritus. Luther
dijo que muchas veces, después de su muerte, había sido bendecido
con su aparición en visiones que había tenido; y que ella le había
hablado.
Resulta interesante el que los habitantes de la zona de Santa Rosa
creyeran que Burbank poseía poderes especiales. Cuando, el 13 de
abril de 1906, un terremoto de cincuenta y tres segundos de duración
devastó San Francisco, gran parte de los alrededores de la ciudad,
incluyendo Santa Rosa, resultaron afectados. Pero, durante el
terremoto, en el invernadero de Burbank no se rompió ni un cristal.
Y, aunque el edificio principal del rancho se vino abajo, ninguna
planta resultó perjudicada.
Se dijo, también, que todas las placas fotográficas de un estudio
de fotografía cercano quedaron destruidas con la excepción de
aquellas en las que aparecían Luther y sus “mágicas” creaciones.
No es difícil percibir, en un hombre que reconocía que ciertos tipos
de música le causaban dolor y que podía oler el rastro de un zorro,
unas complejas dotes de percepción y transmisión. Transmitía amor
52
a las plantas, y éstas lo captaban. Hablando con las plantas, las
tranquilizaba con su amor, y ellas podían sentir su afecto y
comprensión.
Pero eso no era todo. Se decía de él que podía curar las
enfermedades mediante la “imposición de manos”. Si era así,
¿cuántas veces lo hizo con plantas lesionadas?
Se afirma que Burbank había dicho: “A veces me siento muy cerca
del Poder Infinito. En estas ocasiones he podido curar a personas
enfermas, así como a muchas plantas que sufrían”.
La manera exacta en que lo hacía, o cómo se comunicaba con las
plantas, seguirá siendo un misterio. Hellen Keller nos dio un indicio
de lo que el hombre podía sentir: dijo que Burbank tenía un raro don,
la actitud receptiva de un niño. Escuchaba a las plantas mientras
éstas le hablaban. Y aprendió muchos secretos sobre ellas
escuchando atentamente. Hellen Keller sintió que Burbank, como un
niño sagaz, era capaz de comprender el lenguaje singular de las
plantas y los árboles. Además, según la mujer, él era consciente de
la individualidad y el genio de las plantas, algo especial que podía
alentar, haciendo que la planta creciera adoptando su forma más
perfecta.
Burbank sentía, probablemente, que las plantas se comunicaban
con él mediante vibraciones u ondas, ya que describió el universo
como una inmensa vibración. No obstante, nadie parece saber con
exactitud lo que sentía o percibía en presencia de las plantas, aparte
de una alegría y amor irresistibles que a menudo asociaba con los
niños.
Este hombre, que no tenía hijos, comparaba con frecuencia sus
plantas a los niños. Y los describía diciendo: “Toda vida animal es
sensible a lo que le rodea, pero, de todos los seres vivos, el niño es el
más sensible. El medio actúa sobre él como el mundo externo actúa
sobre la placa fotográfica. Toda posible influencia dejará su huella en
el niño, y los rasgos que éste ha heredado serán superados hasta
cierto punto, siendo en muchos casos incluso más importantes que
la herencia”.
Para la mentalidad científica, las ideas de Burbank acerca del
poder del ambiente para alterar las características hereditarias, eran
pura locura. Pero él creía firmemente que “la herencia es sólo la suma
de todos los ambientes pasados, es decir, el ambiente es el arquitecto
de la herencia”. Después de realizar millones de experimentos con las
53
plantas, Burbank afirmó que el medio puede cambiar la estructura
genética de las generaciones futuras. Daba a entender que este
cambio se produce gracias al amor, la comunicación y el estímulo.
Ésta es la fundamental forma de interacción posible ¡y una completa
herejía para los círculos científicos!
Pero Burbank creó ochocientas variedades de plantas nuevas y
atractivas. ¿Quién mejor, para juzgar el resultado de la fe, el amor y
la comprensión, que el propio experimentador?
Si Burbank creía que uno puede comunicarse con las plantas, y
dijo haber tenido éxito, quizá las plantas tienen, en verdad,
emociones, consciencia, y un extraordinario sexto sentido, un sentido
psíquico lleno de misterio y fascinación.

¿Pueden las plantas oír la música?

Si los instrumentos pueden provocar cambios físicos y


emocionales en los hombres, ¿es cierto, también, que pueden
producirlos en las plantas?
Robert L. Van de Castle, que ha estudiado los estados alterados de
consciencia – tal como los trances hipnóticos – en las tribus
primitivas, refiere que no sólo el ritmo de los tambores ocasiona
distintas reacciones en los seres humanos, sino que hace que
muchas variedades de plantas resinosas emitan toda una serie de
olores. ¡El olor sigue el ritmo de los tambores!
¿Tienen las plantas una reacción “emocional” hacia la música?
¿Son, realmente, “sordas”, o pueden oír sin oídos, como sugieren
muchos expertos en fenómenos psíquicos y muchos científicos?
Una estudiante de música, Dorothy Retallack, nos ha dado
algunas pistas para hallar la respuesta a estas intrigantes preguntas.
Como es habitual en los experimentos poco comunes, los de
Dorothy Retallack tuvieron un origen fortuito. Siendo especialista de
música en el que fuera Temple Buell College, tuvo que hacer un curso
de biología para graduarse. Como sus conocimientos de biología eran
muy escasos se preguntó cómo podría conectar el estudio de las
plantas con su verdadero interés, que fue siempre la música. Cuando
conoció el trabajo de Loehr con la oración y las plantas, y el efecto de
la música en las violetas africanas, según viene descrito por Laurel
Elizabeth Keyes en el libro Toning: the “Lost Word?”, la señora

54
Retallack pudo empezar a imaginar experimentos que introducirían
la música en el curso de biología.
Lo que quería saber era muy simple: ¿es afectado el crecimiento de
las plantas por diferentes tonos y, por tanto, por diferentes tipos de
música? En su primer experimento trabajó con otra estudiante,
llamada Anne Eagon, y trataron de ver si la idea podía ponerse en
práctica de modo lógico y científico. Registró en una cinta magnética
cinco minutos de los tonos si y re, tocados en un piano, alternando
con cinco minutos de silencio. Puso la cinta ante filodendros, trigo,
rábanos, geranios y violetas africanas durante doce horas diarias, y
se dio cuenta de que las violetas, que al principio del experimento
estaban inclinadas, “revivían hermosamente”. Durante los diez días
siguientes, todas las plantas parecieron crecer bien, pero al cabo de
dos semanas empezaron a producirse algunos cambios
sorprendentes.
Las hojas de los geranios se volvieron amarillas y al terminar la
tercera semana habían muerto. Los rábanos, que entonces tenían
una altura de cinco centímetros, parecían querer escapar del sonido,
inclinándose en la dirección opuesta a su fuente. La señora Retallack
refiere que el trigo, los rábanos y los filodendros murieron todos a la
tercera semana del experimento. Sólo continuó creciendo la violeta
africana. El grupo de control no expuesto al sonido, no mostró
señales de deterioro y las plantas crecieron perfectamente. La única
conclusión que la investigación pudo extraer en aquel momento, fue
que las plantas respondían con claridad a la música. Lo que empezó
siendo un trabajo necesario para conseguir un título académico, se
convirtió, después del experimento inicial, en algo más profundo. La
señora Retallack estaba fascinada, y confusa a la vez, por las
reacciones de las plantas.
Cuando se enteró de que la escuela había adquirido tres cámaras
de control biotrónico, pidió en seguida al departamento de biología
que le dejaran continuar los experimentos con las nuevas cámaras,
en las que las condiciones podían regularse y registrarse con mayor
precisión. En su segundo experimento, colocó cuatro plantas de cada
variedad, con la excepción de las violetas africanas, en cada una de
las tres cámaras de control. Esta vez grabó un tono de fa y bombardeó
a las plantas de una cámara con un tono continuo durante ocho
horas. En la segunda cámara, las plantas recibían intermitentemente

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tres horas de sonido distribuidas a lo largo de un período de
veinticuatro horas. En la última cámara no empleó sonido alguno.
La señora Retallack explica que, al cabo de dos semanas, todas las
plantas de la cámara con “tono constante” habían muerto. Las de la
cámara con tono intermitente crecían bien, incluso mejor que las que
estaban en la cámara sin sonido. Vio que las plantas tendían a
apartarse de la fuente del sonido. Una vez más, sacó la conclusión de
que el sonido debía afectar a las plantas, porque las demás
condiciones fueron mantenidas constantemente, incluyendo las de
luz, temperatura, aire, terreno y agua. En este punto su curiosidad
se acrecentó. ¿Cuál podía ser la causa de que las plantas
reaccionaran ante el sonido como lo hicieron? Se preguntaba si eran
“las vibraciones, la fatiga, el aburrimiento o, simplemente, el hecho
de que no les gustaba”.
Más adelante, otras mujeres se interesaron en su trabajo. Virginia
Smith, en colaboración con Marlene Maseberg, colocó unas calabazas
en las cámaras de control. Luego realizaron algo que la señora
Retallack no había hecho: sintonizar las cámaras con emisoras de
radio que emitían diferentes clases de música. Mientras una recibía
lo último en rock, la otra estaba sintonizando con una que emitía
música clásica. A lo largo de las siguientes ocho semanas, las
calabazas “oyeron” la música de las dos emisoras de estilos
completamente distintos. Las calabazas de la cámara de control con
música clásica parecieron apreciar la música. Se observó que crecían
hacia la fuente del sonido. Incluso empezaron a enroscarse alrededor
del altavoz. En la cámara con música rock, las plantas, como en los
experimentos anteriores, parecieron tratar de huir de la música
creciendo en dirección opuesta a la fuente de sonido. La señora
Retallack dice que “parecía como si (la planta) tratara de subirse a la
pared”.
Como la señora Retallack desde el principio tenía ganas de hacer
este tipo de experimentos, estaba ansiosa de repetir las pruebas de
sus amigas. En su segundo experimento empleó trigo, calabazas,
petunias, Zinnias y caléndulas. Colocó nueve plantas de cada
variedad en las dos cámaras de control que tenía a su disposición.
Declara que “todos los plantones de trigo y calabazas tenían siete
centímetros de altura cuando se colocaron en la cámara. Las
petunias, Zinnias y caléndulas fueron escogidas entre las de mejor
clase y eran de un tamaño tan uniforme como fue posible obtenerlo”.
56
Una vez las plantas estuvieron en las cámaras de control, conectó las
dos clases distintas de música. La primera cámara estaba conectada
a la emisora local de rock y la segunda recibía “una música semi-pop
suave”. Ambas emisoras se pusieron exactamente al mismo volumen.
La señora Retallack dice que cada día examinaba las plantas con
creciente expectación. Durante los primeros cuatro días no hubo
ningún cambio. Pero, en el quinto, observó algunos cambios
drásticos. Los tallos de las plantas de la cámara con música semi-
pop se habían doblado ligeramente hacia la radio. Las hojas y yemas
parecían ser normales. Sin embargo, en la cámara de música rock
todo era caótico. Algunas plantas estaban exhaustas y produjeron
hojas enanas, mientras que otras parecían atrofiadas.
Al cabo de nueve días, alrededor de un ochenta por ciento de las
plantas de la cámara semi-pop se inclinaban hacia la fuente de la
música, formando un ángulo de, aproximadamente, diez grados. En
la cámara de rock, la mayoría de las plantas parecían “confusas” y se
retorcían en formas extrañas y grotescas. La señora Retallack observó
que el notable crecimiento de los primeros cuatro días se había
detenido y que las plantas estaban amarilleando.
Tal como cabía esperar de esta observación del noveno día, las
plantas conectadas con la emisora semi-pop siguieron creciendo con
normalidad durante el resto del experimento, mientras que las
sujetas a la música de rock fueron adquiriendo progresivamente
formas más distorsionadas. En las etapas finales de la investigación,
estas plantas empezaron a morirse. Después, la señora Retallack
sacó los vegetales de ambas cámaras para tomar medidas de ellos y
examinar sus raíces, con el fin de ver estadísticamente cuáles eran
las diferencias en el crecimiento total.
La investigadora declara que las raíces de las plantas sometidas a
la música semi-pop eran muy gruesas y medían de cinco a doce
centímetros de longitud. Las sometidas a la música rock tenían unas
raíces de uno a cinco centímetros. Aunque la señora Retallack
hubiera querido dar por supuesto que la causa de estas desiguales
pautas de crecimiento era la música, fue advertida por los profesores
del departamento de que no “se apresurara a sacar conclusiones” sin
realizar otras pruebas, que incluirían el someter las plantas al ruido
que se capta entre las emisoras, conocido con el nombre de “ruido
blanco”. En sus experimentos siguientes, la investigadora llegó
esencialmente a los mismos resultados que en su anterior trabajo.
57
Parecía definitivo que la música rock destruía misteriosamente a las
plantas. Otros tipos de música, como la clásica y la semi-pop,
estimularon su crecimiento, creando plantas exuberantes y de tupido
follaje. El ruido blanco resultó mortal. La señora Retallack tiene la
impresión de que las plantas no pudieron soportar la monotonía de
aquel zumbido constante y la falta de significado del “ruido blanco”.
Los descubrimientos de la señora Retallack empezaron a circular
por el departamento y por la escuela. Led Zeppelin, Vanilla Fudge y
el fallecido Jimi Hendrix parecían devastar las plantas de las cámaras
de control. Un profesor escéptico sugirió que se movieran de sitio para
ver si volvían a apartarse del micrófono. Así sucedió, y la pregunta de
qué sucedía en realidad se convirtió en algo más que una broma. La
señora Retallack continuó la investigación con cintas magnetofónicas
que contenían una amplia gama de estilos musicales. Descubrió que
la música a la que las plantas respondían mejor era la india. También
parecía “gustarles” Bach, pero ni muchísimo menos como les
“gustaba” la grabación de Ravi Shankar Sounds of India.
Con la música “country”, la señora Retallack no notó en las plantas
ninguna reacción, y se preguntó si es que se hallaban en completa
armonía con esta música “de la tierra”, o tan sólo les era indiferente.
Se sorprendió mucho al ver que respondían bien al jazz, inclinándose
hacia el altavoz en ángulos de unos quince a veinte grados.
Posteriormente, la investigadora observó en su casa que un
filodendro había inclinado sus hojas hacia el altavoz en vez de hacia
la suave luz que penetraba por una ventana cercana. ¿Era posible
que la música proporcionara a las plantas algún tipo de energía?
La investigadora no podía responder a esta compleja pregunta,
pero descubrió que muchos científicos estaban enormemente
interesados en su experimento, que era, en realidad, la primera
investigación llevada a cabo sobre los efectos que distintos tipos de
música ejercían en las plantas. Con el fin de apoyar sus
observaciones iniciales, la investigadora cita una serie de proyectos
que respaldan la tesis de su libro The Sound of Music and Plants. Un
artículo escrito por Woodlief y Royster, titulado “El efecto de los
ruidos accidentales en el crecimiento de las plantas”, era un estudio
de las plantas del tabaco y su reacción ante el ruido. La señora
Retallack señaló que los investigadores habían descubierto que el
ruido podía reducir su crecimiento hasta un cuarenta por ciento. El
hecho de que el efecto sobre todas las plantas fuera similar llevó a los
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investigadores a la conclusión de que la música, indudablemente,
afecta a su desarrollo.
Los resultados obtenidos por Mary Measures y Pearl Weinberger
en sus investigaciones con trigo de primavera, apoyan la tesis de la
señora Retallack. Se descubrió que frecuencias audibles de sonido
alteraban las pautas de crecimiento de unas semillas de trigo
congeladas según las frecuencias utilizadas para estimular las
semillas. La doctora Weinberger y G. Das también afirman que la
música puede cambiar el ciclo vital y el desarrollo de las algas.
En la actualidad, el doctor T. C. Singh, director del departamento
de botánica de la Universidad de Annanalai, en el sur de la India, se
encarga de continuar gran parte de los trabajos comenzados por el
famoso botánico sir Jagadis C. Bose. Ha hecho experimentos sobre el
efecto del “violín, la flauta, un instrumento parecido a la mandolina,
y la voz humana” en el desarrollo de las plantas. Aunque todos han
producido efectos similares, los instrumentos más potentes parecen
ser el violín y los instrumentos de cuerda. Un grupo de plantas de
pimienta “aumentaron de tamaño en un noventa por ciento, y la
cantidad de fruto que dieron aumentó en un ciento tres por ciento
cuando recibieron música de veena (un instrumento de cuerda)
durante tres semanas”.
Cuando Singh tocó el violín ante unas mimosas durante un rato
cada mañana, notó que el desarrollo de éstas era estimulado, de
modo que echaron brotes dos veces en el tiempo en que normalmente
sólo lo hubieran hecho una vez.
En un informe ante la Sociedad Internacional de Horticultura en
Francia, sugirió, además, que algunas plantas podían transmitir sus
nuevas características a las generaciones siguientes. La música,
según Singh, podía ocasionar cambios en los cromosomas.
Adviértase que Burbank también creía que las condiciones del medio
podían provocar cambios genéticos, lo cual era una herejía absoluta
para los círculos científicos.
El inventor Marcel Vogel ha mostrado también un intenso interés
por todos los fenómenos relacionados con las plantas. Según informa,
un grupo de ellas siguió con oscilaciones rítmicas una grabación de
las Noches en los jardines de España, de Falla.
Quizá, tal como han sugerido diversos grupos de investigadores,
existe una relación entre las vibraciones de una nota musical, de
una banda de color, de un enlace químico, e incluso de un electrón,
59
puesto que cada una de estas cosas vibra según su propia frecuencia
específica.
Hay otras explicaciones del efecto ejercido por distintos tipos de
música en las plantas que resultan igualmente interesantes. El
doctor George Milstein sugiere que las células vegetales, conocidas
como estomas, son estimuladas a permanecer abiertas durante más
tiempo cuando reciben música que en las cámaras silenciosas. Al
parecer, cuanto más tiempo permanecen abiertos los estomas, mayor
es el intercambio con el ambiente, lo cual conlleva un crecimiento
mayor en un espacio de tiempo inferior. Según la señora Retallack,
el doctor T. C. N. Singh ha sugerido que el movimiento del
protoplasma en las células vegetales parece ser estimulado por el
tono constante emitido por un diapasón activado eléctricamente.
¿Podría este movimiento intensificado producir una estimulación en
el crecimiento, al moverse la corriente protoplásmica más deprisa?
La señora Retallack cita a la doctora Weinberger, quien dice que “las
ondas sonoras pueden producir un efecto de resonancia en las
células vegetales que permite que la energía se acumule y afecte al
metabolismo”.
Otra explicación posible de este fenómeno es que las plantas
responden a la relación existente entre las notas o sonidos que les
son transmitidos. ¿Es posible que los agradables sonidos de la
música, organizados en una relación especial específica, tengan un
efecto estimulante sobre las plantas? ¿Podría esto estar relacionado
con la creencia de que ciertos cantos repetidos con monotonía
pueden influir en las enfermedades?
Ahora que la señora Retallack se ha metido de lleno en el estudio
del efecto de la música sobre las plantas, ¿cuáles son sus planes para
el futuro? Ella cree que puede haber una correlación entre las plantas
alucinógenas y la música rock, ya que recibió una carta de dos
muchachos en la que afirmaban que sus plantas de marihuana, que
estaban en unos tiestos encima de un altavoz estereofónico, crecían
muy bien. Los muchachos no escuchaban más que música rock.
¿Acaso ciertas plantas responden a determinadas vibraciones?
¿Podría haber razones de tipo biológico para que las plantas de
estupefacientes respondieran a una música que repele a las demás?

¿Responden las plantas cuando les hablan?

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Barb Hilber, una espontánea y exuberante morena de ojos azules,
dice: “La gente piensa que uno está loco si habla a sus plantas, pero
yo siempre les hablo, dándoles el mismo tipo de amor y aliento que
doy a mis animales. Puede verse, en su crecimiento, la diferencia que
hay con no hacerlo”.
Barb, como otros miles de americanos, se dedica a sintonizar y a
hablar con sus plantas.
Mientras acaricia las hojas de uno de sus filodendros, dice: “Por
descuido, he arrancado las hojas de algunas plantas, y he
descubierto que se curan más deprisa si les pido disculpas, dándoles
a entender que no lo he hecho a propósito”.
Barb tiene una sensibilidad que le permite ver cada planta como
un ser vivo individual. “Puedo relacionarme con ellas fácilmente. No
sé si es por el modo en que fui criada, o es sólo una disposición que
tengo hacia ellas, pero sus sentimientos y emociones son tan reales
para mí como los de mis amigos o los de los animales. Las plantas se
parecen a los niños en muchos aspectos”.
“Hay muchas personas que ignoran los sentimientos y la vida de
las plantas. Por ejemplo, cuando se cambian de casa, se limitan a
tirarlas a un lado o a dejarlas morir. Me cuesta comprender esta
actitud, pues las plantas realmente forman parte de mi familia. Si
tuviera que irme de aquí, me aseguraría de llevármelas todas
conmigo”.
Barb señala los restos de varios tallos que ha cortado
recientemente de una palma con unos brotes de un delicado verde
claro, y dice tristemente: “He tenido que cortar muchas hojas
muertas. Esta planta estaba tan maltratada cuando la traje hace
unos días…”
Uno de sus amigos se fue de la ciudad por un tiempo, y ella accedió
a hacerse cargo de la planta, que estaba casi muerta cuando la llevó
a su casa.
“Mi amigo tenía miedo de dármela porque pensaba que la
“estropearía”. Espero que cuando regrese me dejará conservarla
hasta que yo sepa que no morirá si vuelve con su dueño”.
Barb explica el tratamiento especial que ha tenido que aplicarle:
“Cuando la traje a casa le dije lo contenta que estaba de tenerla aquí
con las demás plantas. Después de limpiarla la puse sobre la
mecedora, en la terraza, para que le diera el sol. Allí tendría todo el
aire fresco y el sol que quisiera, y la medida justa de humedad”.
61
Ella ya había advertido a la planta de que tendría que regresar al
lugar de donde había venido cuando su propietario volviera. “Le dije
que aquello no eran más que unas vacaciones. Mírela ahora. Sólo
lleva aquí unos pocos días, y ya revive”.
A lo largo de los últimos años, Barb ha recogido una cantidad
asombrosa de plantas de amigos “insensibles”. Lanza una mirada de
satisfacción maliciosa a un filodendro de hojas partidas que uno de
sus amigos había querido tirar.
“Le estábamos ayudando a cambiarse de apartamento, y le
pregunté qué iba a haber con la planta moribunda. Él dijo: “¡Diablos,
la voy a tirar! ¿Por qué no? ¿No ves que está casi muerta?” Yo le dije
que aquello era un asesinato. Cuando la recogí estaba amarillenta y
pensaba sinceramente que iba a morirse. Pero la traje a mi casa, la
puse en el dormitorio y la cuidé como si fuera una persona enferma.
Le hablaba todo el tiempo, diciéndole que iba a ponerse bien. Por
desgracia, la planta no respondía, y yo casi tenía la seguridad de que
iba a perderla. Por último, la puse en otra habitación con las demás
plantas para ver si mejoraba”.
Barb cuenta que durante los meses siguientes, en que
constantemente le dio ánimos, el filodendro pareció levantarse de la
tumba y volver a la vida. Afirma: “Esta es la planta de la que estoy
más orgullosa. Cuando viene alguien y la ve, me limito a decirle que
es aquella que estuvo a punto de morirse. Cuando la ven ahora no
pueden creer que sea la misma”.
Una de las plantas más importantes de Barb es un cacto que
perteneció a otra persona durante cuarenta años. En todo este
tiempo creció hasta alcanzar unos ochenta centímetros de altura. En
manos de Barb, gracias a su dulce conversación, el cacto desarrolló
seis nuevas hojas y creció veinte centímetros en sólo un mes.
Este es el primer cacto que Barb ha tenido. “Me costó decidirme a
comprarlo, ya que prefiero las plantas más suaves y delicadas, pero
ahora estoy muy contenta de haberlo hecho. A menudo le digo cuán
orgullosa estoy de él. Me da la impresión de que las plantas
responden a la atención que se les presta. Todos mis invitados se
sienten inmediatamente atraídos por el cacto. Como a mí, les resulta
increíble ver lo mucho que ha crecido en tan poco tiempo. ¿Creerá
usted que, a pesar de sus espinas, muchas personas hacen el gesto
de tocarlo, llenas de admiración?”

62
Luego habla de muchas de sus plantas y de sus insólitos
progresos. Cuando consigue una nueva, trata de imaginarse qué
aspecto debería tener, qué forma debería tomar, cómo le gustaría
verla crecer. Aunque reconoce que requiere tiempo y mucha
paciencia, afirma que esto parece dar realmente resultado.
Admite que su relación con las plantas es algo especial. “Supongo
que muchas personas dirían que me paso de la raya. Por ejemplo,
cuando podo los coleos siempre procuro que se enteren de que con
los esquejes voy a hacer algo. La planta madre puede ver los tiestos
en los que voy a cultivar nuevas plantas a partir de aquéllos. Les digo
lo que hago y el porqué. He visto, también, que los esquejes parecen
crecer mejor cuando están cerca el uno del otro, por lo que trato de
mantenerlos juntos todo el tiempo posible. Realmente no sé si se
comunican o no entre ellos o con la planta madre”.
De todas las plantas que posee, desde hermosos coleos hasta
cordobanes, el plato fuerte es un árbol de caucho que adquirió
recientemente.
“Incluso mi esposo está encantado con esta planta, y cada vez que
damos una fiesta, las personas que visitan la casa por primera vez se
detienen a mirarla. En las últimas semanas ha crecido varios
centímetros y ya casi cubre la puerta de entrada. Creo que su buen
aspecto tiene mucho que ver con la atención que recibe. Incluso la
gente que nunca hablaría a una planta, con ésta lo hace. Quizá no le
hablen directamente como yo lo hago, pero a menudo se acercan a
ella y comentan cuán grande y bella es. ¿No cree que esto debe tener
algún efecto sobre una planta?”
Barb dice que a la mayoría de las personas les gusta tanto su
cordobán como el enorme árbol de caucho. El cordobán está plantado
en un tiesto blanco sostenido por una colgadura de macramé. Barb
declara que a esta planta le habla de verdad, y comenta que incluso
a su esposo le gusta mucho. “Él empieza ahora a sintonizar con las
plantas, contagiado por mi entusiasmo y experimenta el mismo tipo
de emoción que tienen los niños cuando ven crecer una nueva hoja o
una nueva flor”.
No todos los esfuerzos de Barb han sido tan fructíferos. Ha tenido
enormes problemas con un Ficus benjamin que llegó de Florida con
el tronco lleno de insectos. ¡Y tuvo también un problema, las
escamas! Las rojas y duras protuberancias se convertían en polvo
entre sus manos.
63
Barb lo explica así: “Lo intenté todo para hacerla crecer. Primero
maté los insectos con un vaporizador, a pesar de que el árbol había
perdido casi todas sus hojas. Luego me dediqué a las escamas.
Mientras lo hacía, estaba todo el tiempo diciéndole a la planta que
creciera, pero no parecía responder. La he cambiado de sitio tres
veces, y creo que al fin empieza a reaccionar, pues están saliendo
hojas nuevas. Si he de ser sincera, debo admitir que empecé a
maldecirla, cosa que normalmente no haría. Pensé que si la maldita
cosa no crecía dándole el mismo amor con el que colmaba a las otras
plantas, sería necesario enfocar el asunto de un modo más
autoritario y perentorio. Le dije: “¡Muy bien! A ver si, para variar,
echas algunas hojas. ¡Ya estoy harta! ¿Qué más puedo hacer?” Por
supuesto, empleé un lenguaje más fuerte. Parece que da resultado.
Nada me haría más feliz que ver finalmente crecer a este árbol y que
recuperara su estado original”.
Una de las cosas que ha observado en su relación con las plantas
es que se parecen a las personas en muchos aspectos. Por lo general
les gusta estar con otras plantas y hallarse en medio de la actividad
y el bullicio. “Les encantan las fiestas animadas, las conversaciones
alegres y los momentos llenos de cálida amistad y amor. Puede
apreciar la diferencia en las que están descuidadas o que viven en un
hogar infeliz”.
Dice con evidente sinceridad: “Para mí, las plantas son algo muy
especial. Pienso que cuando una persona compra una debe hacerse
responsable de ella. Las personas que compran animales y plantas
sólo por razones decorativas y sociales son insensibles a la vida”.
Barb insiste en que las plantas tienen lugares especiales en los que
medran y crecen con rapidez, y que si no les gusta el sitio en que
están, se lo hacen saber. “Casi se las puede oír gritar: ¡No soy feliz
aquí! ¡Por favor, cámbieme de sitio!”
“El lugar ideal para colocar una planta es aquel en que a las
personas les gusta estar. Se sienten confortables en los sitios en que
sus invitados lo estarían. Me he dado cuenta de que las plantas que
están cerca del teléfono se sienten muy bien, ya que pueden
participar en las conversaciones”.
“A veces me veo forzada a cambiar de sitio a una planta cuando
ella es feliz donde está, pero siempre le explico exactamente por qué
la traslado. Por ejemplo, cuando quité la esparraguera del pedestal
para hacer sitio al cacto, le dije que no se sintiera desairada, porque
la pondría en un lugar en el que podría crecer y colgarse libremente
64
como antes. Desde que la tengo ha crecido de quince centímetros
hasta casi un metro”.
El modo de tratar Barb a las plantas consiste en un cordial y
amoroso esfuerzo por comunicarse con ellas como si formaran parte
de su familia, lo cual, en realidad es así. Las ve como elementos
integrantes de un marco general en el que el hombre debe hacerse
cada vez más consciente de lo que le rodea. Si uno no puede tratar a
las plantas con cariño y comprensión, ¿cómo podría tratar mejor a
los hombres?
Barb supone que, si hubo alguna razón para que Adán y Eva
fueran colocados en el Jardín del Edén, fue para que se hicieran cargo
de todas las plantas y criaturas que había a su alrededor. Con el
amor viene la responsabilidad. Ella habla con amor a sus plantas y
se siente responsable de su bienestar.
Aunque la mayoría de los científicos modernos dirían que hablar a
las plantas es ridículo, Barb comparte con muy buena compañía su
sincera creencia en la efectividad de tal práctica.
El doctor Carver, uno de los más grandes científicos
norteamericanos, a menudo se arrodillaba para hablar a las plantas
y a las flores. Las acariciaba mientras las estudiaba de cerca. Su
alegre y amorosa aproximación a ellas es, quizás, una de las razones
de que aprendiera tantos de sus secretos.
Manly P. Hall, fundador y presidente de la Philosophical Research
Society, Inc. de Los Ángeles, declaró en 1959 que, cuando Burbank
quería algo especial de una planta, creaba con ella un vínculo de
confianza y le explicaba exactamente qué característica peculiar e
inusual le gustaría que desarrollara. Hall afirma, también, que
Burbank creía que las plantas tenían veinte sentidos distintos,
comparados con los cinco del hombre. El cultivador creía que todas
comprendían el significado de su diálogo con ellas, aunque no
pudieran entender las palabras.
Muchos hombres estudiaron las plantas con la ayuda de Burbank.
Siguieron cuidadosamente sus instrucciones y observaron cada uno
de sus movimientos. Pero no consiguieron buenos resultados.
Pensaban que era infantil por parte de Burbank tratar de
comunicarse espiritualmente con las plantas. Sin embargo, hubo un
discípulo, un jardinero chino, que no se tomaba a broma la creencia
de su maestro de que aquellas debían amarse. De todos los hombres
que trabajaron con el “mago de las plantas”, el jardinero chino fue el
65
que tuvo mayor éxito. Hablaba a las plantas, les decía exactamente
lo que esperaba de ellas, y acabó repitiendo muchas de las grandes
proezas de su maestro.
Como mencionamos anteriormente, se dijo de Burbank que había
hablado con los cactos con los que trabajaba para lograr que
colaboraran con él en la creación de una nueva variedad sin espinas.
Gracias a repetirles continuamente el amor que sentía hacia ellos y
su intención de protegerlos, sintió que empezaban poco a poco a
“comprender” que no iba a hacerles daño.
Creía, asimismo, que hablando con las plantas, iba finalmente a
cambiar su misma esencia o composición genética. Estaba
convencido de que cada nueva generación heredaba algunas de las
respuestas de las plantas madres, que habían sido tratadas con
reverencia y bondad. Así, al hablarles, podía comunicarles una
sensación de seguridad, amor y bienestar.
Burbank logró crear un cacto sin espinas. A decir verdad, creó
muchas variedades. También creó a lo largo de una carrera de
cincuenta años cerca de ochocientas nuevas clases de plantas.
¿Podría haberlo hecho sin hablarles?
Hace poco, un imaginativo americano llamado James Stegner
empezó a trabajar con una planta trepadora. Siguiendo el ejemplo de
Burbank, le sugirió cómo podía mejorar su aspecto. Stegner quería
sobre todo que la planta floreciera. Durante unos meses le habló,
repitiéndole constantemente su deseo de verla florecer. Al fin apareció
un botón, creció y se abrió, mostrando unas delicadas flores en forma
de campanilla. Ésto sucedió a pesar de que, según Stegner, no se
tenían noticias de que esta variedad hubiera florecido nunca.
John Meyers, un médico que ha escrito varios artículos sobre la
relación de la psiquiatría con la industria, ha declarado que las
plantas responden al hecho de que les hablen, y su desarrollo parece
estar directamente relacionado con la cualidad emocional de la
comunicación y la afinidad entre la planta y su propietario.
Don Juan, hablando con su discípulo Carlos Castaneda, le
transmite un poco de filosofía india que se parece mucho a la
concepción que Burbank tenía de las plantas. Don Juan explica a su
discípulo que uno debe hablar con ellas, puesto que cada una posee
una personalidad propia. Para el indio yaqui, todas las plantas están
dotadas de sensibilidad y alma. A su vez ellas pueden comunicar sus
“sentimientos” al hombre lo bastante sensible para ver, sentir y
66
escuchar lo que dicen. El vínculo entre las plantas y el hombre es tan
fuerte que, cuando un hombre arranca una planta, debe pedirle
disculpas y explicarle que, algún día, otras plantas utilizarán su
cuerpo como alimento.
El indio yaqui pone al hombre al mismo nivel que las plantas,
dándole la humildad necesaria para apreciar su belleza e
importancia. Don Juan sugiere a Castaneda que, hablándoles, puede
alcanzar un cierto grado de unión mística con ellas, o al menos una
unión psíquica. Cuando Castaneda pregunta qué debe decirles, el
indio le responde simplemente que hable con el corazón.
¿Qué piensan los rusos de todo esto? Según Chertkov, uno de sus
brillantes colegas llamado Gunar no sólo piensa que las plantas
poseen características individuales, hábitos y
emociones, sino que cree que las llamadas plantas insensibles
pueden comprender los sentimientos y pensamientos que él les
transmite hablando con ellas directa o indirectamente. Chertkov
afirma que su colega parece tener un éxito notable en conseguir que
las plantas hagan lo que él quiere de ellas.
En Oriente se considera que las palabras tienen un gran poder. Se
dice que las vibraciones de la voz humana pueden causar efectos
buenos y malos, lo cual es una de las razones por las que la mayoría
de las religiones advierten al hombre que diga la verdad.
Quizás el hombre que habla desde su corazón, diciendo la verdad,
puede comunicar sus sentimientos más sutiles a las plantas que le
rodean.

Ver sin ojos

Mediante un delicado sistema de radar, los murciélagos pueden


“ver” con sus oídos. Las serpientes y camaleones se sirven de su
delicada piel para “ver” lo que les rodea. Incluso cuando se les impide
ver, los camaleones cambian de color según el de la rama en que
reposan. Y ¿cómo “prueban” la comida las moscas? ¡Con los pies, por
supuesto! ¿Tan increíble es todo esto?
Añádase la capacidad que tienen algunas personas para ver los
colores con sus manos. Un investigador ruso, llamado Novomeiski,
declara que la visión “dermo-óptica” es una realidad. En una película
rusa aparece un investigador pidiendo a una joven que encuentre un
trozo de papel rojo. Ante la mujer hay seis cajitas de aluminio, en una
67
de las cuales está escondido el papel. La joven mueve su mano por
encima de las cajas como si tratara de captar algún tipo de energía u
onda proveniente de una de ellas. Al cabo de poco tiempo su mano
queda suspendida sobre una de las cajas, indicando que nota en ella
la presencia del papel. La caja se abre y aparece el papel.
Todos estos fascinantes fenómenos indican un alto grado de
sensibilidad. Es interesante notar que las personas con poderes
psíquicos a menudo se denominan a sí mismas “sensitivas”.
¿Cuán sensitivas son las plantas?

Las flores abren y cierran sus frágiles pétalos en distintos


momentos del día y de la noche. En cada zona del mundo, según la
latitud, es posible decir la hora con tanta exactitud como si se mirara
el reloj, sólo con ver qué flores están abiertas o cerradas. Hay algunas
tan sensibles a los cambios de luz, que una sombra que se aproxime
hace que se cierren. Esta extrema sensibilidad indica la notable
facultad que poseen para percibir la presencia de movimiento en su
proximidad.
¿Ven las plantas el movimiento y perciben los cambios de su
entorno de un modo parecido al de los camaleones? ¿Puede decirse
que sus células “ven”?
Ya hemos mencionado el hecho de que Darwin consideraba el
extremo de la raíz de una planta como una especie de “cerebro
primitivo” similar al de los animales inferiores. ¿Qué sensibilidad
tiene la punta de una raíz? ¿Reacciona ante su medio del mismo
modo misterioso que los tallos y las hojas, que alteran delicadamente
su posición en busca de la luz del sol?
Un investigador realizó un experimento fascinante, en el cual trató
de trazar el movimiento de unas raíces sobre una superficie de cristal.
Éste estaba cubierto de carbón, con el fin de que el movimiento de la
raíz a través de su superficie fuera dejando una marca. Pero el
investigador vio que con ciertas clases de alubias y guisantes era
“imposible hacer que trazaran la historia de su vida sobre la
superficie ahumada. En la mayoría de los casos, el extremo de la
radícula dejaba súbitamente de crecer antes de alcanzar la negra
superficie y se negaba en redondo a empujar hacia abajo contra el
cristal impenetrable. Ésto parece indicar por parte de la radícula una
percepción que casi equivale a la inteligencia, y supone una prueba
más en favor de la teoría de que los extremos de las raíces en
68
desarrollo son tan sensibles a su medio como muchos de los órganos
de los animales inferiores”.
De un modo u otro, las puntas de las raíces de los guisantes y las
alubias sabían que el cristal estaba allí. Esta increíble sensibilidad
hacia los objetos que se encuentran en el camino de una raíz también
es puesta de manifiesto en el breve relato que sigue. Una semilla de
serbal silvestre aterrizó en la copa de un roble y empezó a crecer. El
roble era viejo y empezaba a decaer, y la semilla de serbal echó raíces
y germinó. El alimento proporcionado por el roble era insuficiente
para el naciente serbal, que dirigió un haz de raíces hacia el suelo.
“Sin embargo, en el suelo, hacia el cual se dirigían las raíces, había
una gran piedra, y si su dirección no se hubiera alterado habrían
crecido encima de ella”. Pero, a medio metro del suelo, las raíces
empezaron a dividirse, formando una horquilla, lo cual les permitió
esquivar la piedra y tomar contacto con la tierra fértil.
En los casos de las barreras de cristal y de piedra, ¿cómo
“supieron” los extremos que no debían continuar creciendo en
aquella dirección? Por otro lado, ¿cómo pueden las raíces dirigirse
invariablemente en busca de agua a través de grandes distancias?
Esta notable sensibilidad indica algún tipo de percepción o sexto
sentido.
Este sentido también se pone en acción cuando las plantas se
dirigen hacia objetos que les servirán de alimento o de soporte.
¿Cómo detecta una planta trepadora la presencia de un poste?
¿Cómo “saben” las plantas carnívoras que su presa está cerca? Por
ejemplo, si se fija artificialmente una mosca a un centímetro de
distancia de las hojas de una planta carnívora, éstas empiezan a
avanzar lentamente hacia la víctima. La planta percibe, de algún
modo, la presencia de la mosca.
De modo parecido, las plantas trepadoras son capaces de “ver” los
soportes a una considerable distancia. En un experimento, se colocó
un palo cerca de una joven planta de guisantes. Durante las horas
que siguieron, los zarcillos de la planta detectaron el poste y
empezaron a moverse hacia él, formando con sus contorsiones una
especie de delicado ballet. Finalmente, toda la planta empezó a
inclinarse hacia el soporte, mientras los zarcillos se agarraban a él
con fuerza y comenzaban a enroscarse hacia arriba. De algún modo,
los zarcillos “supieron” que el soporte estaba allí.

69
Y si este poste se trasladara en la dirección opuesta, ¿qué
ocurriría? Los zarcillos, por supuesto, cambiarían de dirección con
un movimiento lento, pero perceptible, hacia la nueva ubicación.
Esta sensible respuesta de las plantas inspiró a Darwin el
comentario de que éstas, al igual que los animales, “se mueven con
un propósito”.

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3
Los ritos de fertilidad y el poder de la
oración

Los ritos de fertilidad y las plantas

A finales de enero y a principios de febrero, las suaves colinas del


Algarve, la región más meridional de Portugal, situada frente a la
costa africana, cobran vida con las alegres flores blancas y rosadas
de los almendros. Según la leyenda, un emir moro los hizo plantar
para su esposa nórdica, que añoraba su tierra natal y la visión de la
nieve.
En esta región, como en gran parte de Portugal, se conservan
muchas de las costumbres y tradiciones del pasado. El “ojo malo”
todavía está fijo en las proas multicolores de las barcas de pesca para
impedir el paso al peligro y al diablo. Puede suceder que un
campesino regañe a su hija virgen por subirse a un árbol frutal o a
un olivo, pero no porque tema que se caiga y se lastime. Lo que le
preocupa es que la virginidad de la hija, por una especie de magia
simpática, haga estéril el árbol.
En este país todavía se practican los antiguos ritos de fertilidad
conocidos con el nombre de Rebolada. En el pasado, estos ritos eran
muy importantes. En primavera, las parejas, alegremente
engalanadas con sus vestidos de colores, iban a pasear por los
campos para hacer el amor. No se trataba de una simple manera
caprichosa y divertida de pasar un día de primavera, sino que
reflejaba la creencia de los campesinos de que la unión amorosa
estimulaba el crecimiento de las plantas.
Los ritos de fertilidad han estado extendidos por todo el mundo,
por encima de casi todas las fronteras culturales. Los pipiles, de
América Central, se abstenían de mantener relaciones sexuales
durante cuatro días antes de la siembra. Creían que haciendo el amor
justo antes de que se plantaran las semillas aumentarían la fertilidad
71
de los campos. Es más, se seleccionaban determinadas personas de
cada tribu para realizar el acto sexual en el momento en que se
plantaban las semillas. En ciertas regiones de Java, cuando el arroz
está a punto de florecer, las parejas se introducen en los campos
durante la noche para hacer el amor con un único objetivo: estimular
a las plantas para que crezcan más.
En el África Central, los baganda creen firmemente que existe una
íntima relación entre el acto sexual y la fertilidad de la tierra. Tan
intensa es su creencia, que una mujer estéril es condenada al
ostracismo por parte de la comunidad, pues se cree que es perjudicial
para las plantas de su esposo. Por otra parte, una pareja con mellizos
representa la prueba de una excepcional fertilidad. Los baganda
creen que esta pareja posee un poder misterioso para aumentar la
productividad de los bananeros, cuyo fruto es su alimento principal.
Poco después del nacimiento de mellizos, la tribu lleva a cabo una
ceremonia destinada a transferir la fertilidad de la potente pareja a
los bananeros. La madre de los mellizos yace de espaldas en la hierba
cercana a la casa, y coloca una flor de bananero entre sus piernas.
Luego su esposo se le acerca y aparta la flor con su pene. Más tarde,
la pareja ejecuta unas danzas especiales en los huertos de los amigos
íntimos con la idea de estimular un crecimiento abundante de los
árboles frutales.
En su obra monumental The Golden Bough, Frazer cuenta que,
para los oraons de Bengala, la tierra es una diosa. Le dan culto en
una celebración anual que conmemora sus bodas con el dios-sol
Dharma. El matrimonio tiene lugar cuando florecen los exquisitos
árboles Sal. Entonces los hombres se bañan, se reúnen en una
arboleda sagrada a la que llaman sarna, ofrecen sacrificios a los
dioses, comen y beben. Luego el sacerdote es llevado de vuelta al
pueblo en hombros de un hombre fornido. Cerca del pueblo las
mujeres salen al encuentro de los hombres y les lavan los pies.
Acompañados por el ritmo de los tambores y cantando, bailando y
dando saltos, todos se dirigen a la casa del sacerdote, que ha sido
decorada con hojas y flores. El sacerdote y su mujer realizan el acto
sexual para simbolizar la unión del sol y de la tierra. Después de la
ceremonia todos comen, beben y se divierten; bailan y cantan
canciones obscenas… El rito termina con una orgía que se supone
destinada a asegurar la fertilidad de la tierra cultivada por los

72
habitantes del pueblo. Los orígenes de esta creencia se remontan a
los ritos de fertilidad del Antiguo Egipto y de la Antigua Grecia.
Los hombres de antaño creían que el hombre podía incrementar la
fertilidad de la tierra mediante ceremonias en las que intervenían
dioses poderosos. En Atenas, los griegos daban culto a Dionisos, que
era entonces el dios del vino y fue previamente el de la cerveza en
otras culturas. Cada año, Dionisos se casaba con la Reina. La unión
divina de Dionisos y la Reina era, obviamente, una ceremonia
simulada, pero se ignora si el papel del dios lo representaba un
hombre o una imagen. Frazer sugiere que la ceremonia pudo
desarrollarse en la antigua residencia oficial del Rey, conocida como
la Cuadra, que se levantaba cerca del Prytaneum o ayuntamiento, en
la vertiente nordeste de la Acrópolis. El objetivo de este matrimonio
debió ser el asegurar o incrementar la fertilidad de las vides y los
árboles frutales, ya que Dionisos era su dios y protector.
Los misterios de Eleusis sobresalen entre todos los del mundo
antiguo. Se celebraban a finales de septiembre, y representaban la
unión mística de Zeus, el todopoderoso dios del cielo, con Deméter,
la diosa de los cereales. El hierofante y la sacerdotisa de Deméter
representaban en el rito de fertilidad al dios y a la diosa. Frazer opina
que su cópula era teatral y simbólica, más que real. El hierofante bien
podía haberse esterilizado mediante una “aplicación de cicuta”.
Momentos antes de la unión sagrada, la masa de devotos apagaba
sus antorchas para que la pareja “divina” pudiera llevar a cabo su
sagrada obligación en privado. Esta ceremonia tenía una gran
importancia para los antiguos, que creían sinceramente que su
prosperidad dependía de ella. Después de una breve y simbólica
unión con la sacerdotisa, el hierofante aparecía ante la multitud y les
mostraba a plena luz una espiga de trigo. Éste era el fruto del
matrimonio sagrado. La espiga madre había dado de nuevo
nacimiento a un hijo. La exhibición de este hijo, una espiga de trigo,
parece haber sido el momento culminante de los misterios.
¿Son efectivos los ritos de fertilidad?
Las implicaciones del reciente trabajo de Vogel con las reacciones
de las plantas pueden proporcionar una incitante respuesta a esta
pregunta más bien insólita. Vogel descubrió que, estando conectadas
a un polígrafo, la respuesta de las plantas ante un tema de
conversación aburrido era débil. Un tema como la ingeniería no
parecía poner en onda ni a las personas ni a las plantas que
73
participaban en el experimento. Sin embargo, cuando se introdujo el
tema del sexo, las plantas mostraron una actividad considerable en
los trazados del polígrafo, lo cual indicaba una respuesta a la
excitación emocional de las personas que discutían el tema.
Vogel se pregunta si la idea de los ritos de fertilidad primaverales
destinados a estimular el crecimiento de las semillas es, en realidad,
tan absurda como parece. Puesto que, al parecer, las plantas
muestran en el laboratorio una reacción intensa ante hombres y
mujeres estimulados sexualmente, podría suceder que la ciencia
moderna acabara demostrando que los instintos de las sociedades
antiguas y “primitivas” fueran, y sigan siendo, conformes a la verdad:
quizá las plantas responden realmente a los ritos de fertilidad gracias
a la comunicación telepática de ideas y emociones.

La danza sagrada y las plantas

El sexo es uno de los sistemas para estimular el crecimiento de las


plantas; otro es la danza. Durante sus exploraciones por Sudamérica,
Nicole Maxwell halló un extraño árbol de lima del que se decía que
daba fruto todo el año. Según contó un policía, un brujo y varios
miembros de su tribu cantaron y danzaron alrededor del árbol para
incrementar su fertilidad. El resultado fue asombroso. Después de la
ceremonia, el árbol estuvo cargado de fruto durante catorce meses,
cubierto de limas cuando se suponía que no era el tiempo. Además le
contaron a la exploradora que, en ciertas épocas del año, era el único
árbol de lima a lo largo del río que llevaba fruto.
El doctor Singh, el científico hindú continuador de la obra de sir
Jagadis C. Bose, ha hecho experiencias sobre el efecto que la danza
ejerce sobre las plantas. Le inspiraron a hacerlo los relatos de
creencias tradicionales, según las cuales había unas danzas
especiales capaces de generar energía que las plantas captaban.
Stella Ponniah, ayudante del doctor Singh, ejecutó cada mañana
una danza india ante un grupo de caléndulas. Como resultado, éstas
crecieron un sesenta por ciento más que las del grupo testigo. Las
caléndulas, conocidas en México como “flores de la muerte” porque
brotaron en el suelo manchado con la sangre de las víctimas de los
conquistadores, los cuales valoraban más el oro que las vidas
humanas, florecieron, según parece, quince días antes de lo usual.

74
Stella Ponniah danzó a una distancia de dos metros de las flores
diariamente durante un cuarto de hora. Todas las plantas empleadas
en el experimento estaban en tiestos y descansaban sobre una
plataforma de piedra colocada cerca del suelo. El doctor Singh
sostiene la teoría de que las caléndulas responden a un sonido
rítmico que les llega a través de la tierra, y no a través del aire, y que
las danzas sagradas son extremadamente efectivas para estimular el
crecimiento, lo cual puede aclararnos algo sobre el efecto de las
danzas ceremoniales de los indios americanos en la época de la
siembra.

La capacidad psíquica de las plantas para detectar la oración

Al día siguiente, al salir ellos de Betania, sintió hambre; y viendo


de lejos una higuera con hojas, se fue por si encontraba algo en ella,
y llegándose a ella, no encontró nada sino hojas, porque no era
tiempo de higos. Tomando la palabra, dijo: Que nunca más coma ya
nadie fruto de ti. Los discípulos le oyeron.
Llegaron a Jerusalén y, entrando en el templo, se puso a expulsar
a los que allí vendían y compraban, y derribó las mesas de los
cambistas y los asientos de los vendedores de palomas; no permitía
que nadie transportase objeto alguno por el templo, y los enseñaba y
decía: ¿No está escrito: Mi casa será casa de oración para todas las
gentes? Pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones.
Llegó todo esto a oídos de los príncipes de los sacerdotes y de los
escribas, y buscaban cómo perderle; pero le temían, pues toda la
muchedumbre estaba maravillada de su doctrina. Al atardecer, salió
de la ciudad.
Pasando de madrugada, vieron que la higuera se había secado de
raíz. Acordándose Pedro, le dijo: Rabbí, mira: la higuera que
maldijiste se ha secado. Y respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en
Dios. En verdad os digo que si alguno dijere a este monte: Quítate y
arrójate al mar, y no vacilare en su corazón, sino que creyere que lo
dicho se ha de hacer, se le hará. Por esto os digo: todo cuanto orando
pidiereis, creed que lo recibiréis y se os dará. (Marcos 11, 1224.)
El reverendo Loehr, autor de The Power of Prayer on Plants, debió
quedar hondamente impresionado por este pasaje de la Biblia. Como
fundador de la Religious Research Foundation, el ministro quería
averiguar si era posible demostrar que la oración ejercía un efecto
75
visible sobre el mundo exterior. Loehr, que poseía una buena
preparación científica, había sido educado para creer en lo que
pudiera ver. Si Cristo hizo que un árbol se agotara maldiciéndolo,
¿sería posible que, rezando por una planta, se consiguiera hacerla
crecer o detener su crecimiento?
Esto es lo que el reverendo Loehr se dispuso a descubrir. Su
método era muy simple. Adquirió dos botellas de agua mineral. Una
de ellas se guardó donde nadie pudiera verla ni tocarla, excepto él
mismo. La otra fue llevada a un grupo de oración. Los participantes
oraron sobre el agua y la fueron pasando por todo el grupo, de modo
que todos pudieran tocar el envase. Cada miembro le rezó una
oración. Al final de la reunión, todo el grupo oró en común sobre el
agua durante media hora.
Acto seguido, el reverendo Loehr salió de la casa y extrajo varias
paladas de tierra de su macizo de flores. Pulverizó la tierra y le dio
con sus manos un aspecto uniforme. Luego la llevó al interior y llenó
con ella unos cuantos moldes para pan nuevos. En total había seis
moldes con idéntica cantidad de tierra. A continuación, plantó dos
semillas de trigo, cada una en un molde; en otros dos plantó dieciséis
habas, ocho en cada uno, y ocho semillas de guisantes en cada uno
de los dos restantes. Marcó un molde de cada grupo con un signo
menos, lo que indicaba que sería regado con el agua sobre la que no
se había rezado. Los otros fueron marcados con un signo más, por lo
que recibirían el agua positiva con la que el grupo había trabajado.
Ambos conjuntos de moldes se mantuvieron en las mismas
condiciones de temperatura, luz, etc., y recibieron la misma cantidad
de agua. De todas las semillas, las que parecieron actuar mejor
fueron las de trigo. El que estaba plantado en el molde regado con el
agua de la oración fue el que germinó primero, y al final de la primera
semana ya había echado tres brotes. Hacia el final de la segunda
semana, en este molde habían germinado siete semillas, mientras
que en el otro sólo lograron salir tres. En los moldes que contenían
las habas, las primeras en germinar fueron las del que no recibió
agua de la oración, pero, aunque llegaron a salir a la superficie, su
crecimiento se detuvo. No obstante, en el otro salieron cuatro brotes
y sobrevivieron. Los guisantes, que necesitan algún tiempo para
germinar, empezaron a crecer al cabo de tres semanas. En este
grupo, las plantas que no habían recibido agua de la oración

76
crecieron mejor que las que sí la habían recibido, con un margen de
tres a una.
Este experimento fue sólo el principio de la investigación del
reverendo Loehr sobre el efecto de la oración en el desarrollo de las
plantas. En los meses siguientes, hizo pruebas con vegetales bajo
distintas condiciones, empleando diferentes tipos de oración y
muchos voluntarios que rezaron sobre sus plantas. En la
investigación participaron unas ciento cincuenta personas y se
realizaron 700 experimentos con cerca de veintisiete mil plantones.
Se midió cuidadosamente el peso y longitud totales de todos los
plantones, para que la comparación entre los distintos grupos se
basara en algo más que en la simple capacidad de crecer y sobrevivir.
Esto supuso la realización de casi cien mil mediciones distintas.
Cuando la investigación terminó, el reverendo Loehr declaró que,
puesto que las condiciones a que estuvieron sometidos los distintos
grupos fueron siempre las mismas, podía afirmar que la oración
realmente ejercía un efecto sobre el crecimiento de las plantas. Las
mediciones realizadas mostraron que las plantas sobre las que se
había rezado crecieron mejor y tuvieron mejores oportunidades de
supervivencia que aquellas sobre las que no se había rezado. Durante
sus experimentos vio que la oración hacía que las semillas
germinaran antes, y que las plantas parecían crecer con más vigor.
Dijo, asimismo, que estas últimas mostraban una mayor resistencia
a los insectos y a los riesgos naturales que las otras. Loehr creía
haber demostrado el poder de la oración. En su opinión, no cabía
duda de que ésta es una fuerza tan real como la luz del sol o la
electricidad. Para él, la oración representaba una forma de energía
susceptible de ser transferida de una persona a una planta. Con esto
mostraba, también, que los vegetales deben de poseer una
sensibilidad extraordinaria para captar la energía transferida en la
oración.
El doctor Robert N. Miller apoya las observaciones de Loehr. Como
referimos antes, el doctor llevó a cabo un experimento insólito con
Olga y Ambrose Worrall, a los que pidió que dirigieran sus plegarias
a una planta de centeno que tenía en su laboratorio. Los Worrall lo
hicieron a las nueve de la noche y, a esta hora, el doctor Miller
percibió una notable intensificación del crecimiento de la planta,
incremento que continúo hasta la mañana siguiente. De esta manera,
el doctor Miller verificó la intrigante observación de Loehr de que la
77
oración puede incrementar el crecimiento de una planta, y que este
efecto puede registrarse científicamente.
Uno de los aspectos más interesantes de los experimentos de Loehr
es la facilidad con que pueden reproducirse. Cualquiera puede
comprar el material necesario para realizar el mismo experimento que
el ministro hizo con sus amigos. ¿Da, verdaderamente, resultado?
Puede averiguarlo por sí mismo.
Loehr y otros, que han trabajado con el poder de la oración sobre
las plantas, indican que la actitud mental del experimentador es muy
importante. La capacidad de relajarse y sumergirse en un estado de
meditación, en el que la mente inconsciente puede hacer gran parte
del “trabajo”, parece facilitar en gran medida la comunicación entre
la planta y el hombre.
¿Fue ésta la razón por la que Pushkin obtuvo tan buenos
resultados? Al hipnotizar a Tanya pudo conseguir que las plantas
respondieran con rapidez a los cambios emocionales de la muchacha.
¿Es ésta la razón por la que las personas que han practicado técnicas
especiales de respiración y yoga dicen haber conseguido excelentes
resultados con las plantas? Loehr no lo sabe con seguridad, pero
sugiere que un estado particular de consciencia como el inducido por
la oración, la meditación o los ejercicios de relajamiento, parece ser
útil para prepararle a uno de cara a comunicarse con las plantas
“espiritualmente”.
¿Qué hay que decir o rogar a las plantas? Una vez más, esto
depende enteramente de la persona. En muchos casos no es
necesario rezar en voz alta, pero cada uno debe hallar el método que
le resulte más relajante y natural. Esto es todo lo que se requiere para
acercarse correctamente a las plantas.
Loehr narra experiencias que han tenido éxito con diversos
métodos. Puede rezarse empleando bendiciones formales y rituales
repetidos muchas veces, ya sea en silencio o en voz alta. O puede
invocarse la ayuda de una fuerza universal, a la que algunos han
llamado Dios, y otros consciencia cósmica. Recurriendo a esta fuerza,
es posible utilizarla como una especie de “médium” entre la persona
y la planta.
Pero es la actitud la que cuenta. Un pensamiento positivo es
suficiente para hacer que la planta crezca con mayor entusiasmo, así
como uno negativo puede ser causa de que el crecimiento se retrase.
El hecho de visualizar las plantas tal como uno querría que fuesen
78
parece alentar su desarrollo general. ¡Imagine a la planta con un
exuberante follaje, espeso y verde! Y, si está a punto de florecer, tenga
en su mente una imagen de flores delicadas y sanas.
Una dosis de oración o de estímulo no es de mucha utilidad. Es
necesario prestar atención a la planta cada día. Cuando se les dedica
una atención constante durante diez o quince minutos diarios, la
mayoría de los observadores notan diferencias entre las plantas a las
que se ha rezado y las que no.

Los experimentos de Brier

Robert Brier, intrigado por el trabajo de Loehr, decidió averiguar si


la muerte puede influir en los vegetales. Escogió para su experimento
plantas que creía que podrían ser extremadamente sensibles al
pensamiento. Conocía muchas de las observaciones de Grad (ver más
adelante), y estaba familiarizado con las declaraciones de Backster
acerca de la capacidad de las plantas para responder a los
pensamientos y emociones humanos. Trató de establecer una
relación identificable entre los pensamientos de una persona y la
respuesta activa total del tejido vivo. Para medir la actividad de la
planta, decidió utilizar un polígrafo.
En los estadios iniciales de su trabajo, Brier llevó a cabo una serie
de experimentos informales para ver si valía la pena realizar una
investigación más seria. Preparó una prueba en la que intervinieron
un filodendro y un polígrafo.
Siguiendo la iniciativa de Backster, el investigador conectó dos
electrodos a una de las hojas de la planta. Los trazados del polígrafo
le darían una impresión gráfica de los procesos vitales del filodendro.
Brier creía que, si una persona podía producir alteraciones generales
en el tejido vegetal mediante la concentración mental, aquéllas
vendrían indicadas por variaciones en la lectura del polígrafo.
El investigador escogió para este experimento a sujetos que ya
habían demostrado en otras investigaciones cierta capacidad o
inclinación hacia la psicocinesis (la facultad de mover objetos físicos
con la mente), a personas que estaban muy interesadas en el
proyecto, y a otras que podían considerarse como buenos jardineros.
Como Brier sabía que la psicocinesis es una facultad que pocas
personas parecen ser capaces de demostrar en condiciones de
laboratorio, no esperó conseguir resultados positivos por parte de
79
todos los sujetos. Decidió que, si siete personas entre diez obtenían
algunos resultados positivos, investigaría el fenómeno seriamente.
¿Cómo planeó el experimento?
En su parte inicial, Brier colocó ante el sujeto una planta
conectada a un polígrafo. La planta, que descansaba sobre una
mesita, estaba situada a un metro del sujeto. El investigador explicó
el propósito del experimento diciendo que el objetivo era muy simple:
se le pidió al sujeto que tratara de incrementar la actividad eléctrica
del filodendro. Este aumento vendría representado en el diagrama del
polígrafo por un mayor número de puntos álgidos.
Brier comunicó al sujeto que disponía de treinta segundos para
“aumentar el número de puntos álgidos en la medición de la actividad
eléctrica de la planta”. Podía hacer lo que quisiera, desde
contemplarla a dirigirle pensamientos destructivos.
También se pidió a los sujetos que hicieran disminuir la actividad
de la planta durante treinta segundos. Los dos períodos de esfuerzo
concentrado eran interrumpidos por otro de descanso. Antes de
reunirse con el sujeto, Brier decidía arbitrariamente si empezaba la
sesión esforzándose en aumentar o en disminuir la actividad general
de la planta.
Al llevar a cabo el experimento, el investigador se encontró con que
sus sujetos comprendían con facilidad la idea de incrementar la
actividad de la planta, pero no sabían cómo hacerla disminuir. Ante
tal idea se sentían confusos e impotentes.
Brier decidió por fin no pedirles que lo intentaran. En vez de esto
permitió que los sujetos descansaran entre los períodos de
estimulación. Pensó que la ausencia de estímulo sería suficiente
como control o criterio de comparación.
En la primera ronda de experimentos resultó que siete de los
sujetos produjeron más actividad en la planta durante sus períodos
de concentración que durante los períodos de descanso. Los
resultados indicaban que las personas podían influir en las plantas
mediante el pensamiento, lo cual era un signo alentador que llevó a
Brier a realizar más minuciosos y complejos experimentos con
controles rigurosos.
En lo que describe como su “experimento piloto”, el investigador
empleó dos plantas con cada sujeto. Como en las rondas de prueba,
se utilizaron filodendros conectados a un polígrafo. Éste se hallaba
en una habitación distinta a la del sujeto, y los dos filodendros
80
estaban separados por una pantalla. Una luz daba una señal
mientras se suponía que el sujeto se concentraba en una de las
plantas. El sujeto recibía una hoja de papel que indicaba en cuál
debía concentrarse primero. El experimentador ignoraba el orden de
concentración, que se le comunicaba al sujeto dentro de un sobre
sellado.
Brier pudo observar a través de los trazados del polígrafo el orden
de concentración en nueve de las diez pruebas. Durante los períodos
de concentración registraba una actividad que, según el número total
de puntos álgidos, era casi dos veces y media mayor que la de los
períodos de descanso. Estos resultados correspondían a los
esperados en el caso de que los sujetos estuvieran influyendo en el
polígrafo en vez de hacerlo en las plantas, pero de momento consideró
más probable que alteraran la actividad de un tejido vivo que el
funcionamiento de una máquina.
En la siguiente serie de pruebas, Brier utilizó dos
experimentadores en vez de uno. El orden de concentración fue
dispuesto por una tercera persona, que depositó las instrucciones en
dos sobres sellados, los cuales fueron barajados y entregados
finalmente a los sujetos. El experimentador independiente leía los
gráficos. Los resultados fueron que sólo seis de los diez gráficos
mostraron señales de psicocinesis de acuerdo con el orden de
concentración preestablecido. El experimento apuntaba en la
dirección de un posible cambio en la actividad de la planta, pero esto
se alejaba demasiado del colectivo para ser tenido en cuenta.
En la siguiente serie de experimentos, Brier decidió probar dos
veces a cada sujeto. Supuso que, si uno de ellos era capaz de influir
en la actividad de un tejido vegetal en la primera prueba,
probablemente también lo haría en la segunda. Pensó, asimismo, que
si una persona fracasaba en la primera vuelta, también fracasaría en
la segunda. Se llevó a cabo una serie de veinte pruebas con diez
sujetos. En estas veinte pruebas, los experimentadores tuvieron trece
“aciertos”, con los que demostraron poder afectar el tejido vegetal,
incrementando su actividad, lo cual se reveló en el gráfico mediante
unas curvas acentuadas. Como en el experimento preliminar, el
número de momentos álgidos en los períodos de concentración fue
alto, pero los resultados todavía eran insatisfactorios. Sin embargo,
la idea de Brier de que las personas que fracasaran en la primera

81
prueba volverían a fracasar en la segunda resultó ser bastante
acertada, aunque todavía entraba en el dominio de lo casual.
En la siguiente serie de experimentos se estableció un nuevo
método de evaluación, pues el desacuerdo que se produjo acerca de
los resultados de las pruebas era suficiente para reconsiderar el
modo en que debían juzgarse las lecturas del polígrafo. Además de
esto, se colocó un tabique de cristal entre los sujetos y las plantas,
de modo que aquéllos no pudieran afectarlas con sus ritmos
respiratorios. Asimismo, el experimentador dejó de utilizar la luz
eléctrica para avisar al sujeto de cuándo debía empezar y se limitó a
llamarle desde la habitación contigua. De nuevo los resultados fueron
positivos, pero no concluyentes. Todos los signos indicaban que los
sujetos influían en las plantas con el pensamiento, pero el número
total de “aciertos” y los momentos cumbre registrados no podían
considerarse fuera de los límites del azar.
En total, Brier dirigió diecisiete pruebas. Cada serie era más
completa que la anterior. Todas las pruebas tendían a mostrar que
existía un efecto de telecinesis. No quedó probado de modo
concluyente que en el tejido vivo se produjera una actividad en
respuesta al pensamiento de las personas, pero la probabilidad de su
existencia parecía muy alta. En los tres años que Brier dedicó a esta
investigación apareció como altamente probable el hecho de que las
plantas puedan captar los pensamientos mediante una especie de
sexto sentido y de que el hombre posea la capacidad de comunicarse
con ellas a través de la concentración mental. La cuestión de saber si
esto debe calificarse de telecinesis o de telepatía queda relegada a un
segundo plano ante la fascinante perspectiva de un mundo vegetal
sensible que responde a nuestros pensamientos y emociones más
íntimos.
Los experimentos de Backster y Loehr sugieren que, mediante la
oración, es posible influir en la duración de la vida de las hojas
separadas de la planta madre.
Vivian Wiley arrancó dos hojas de una saxífaga de su jardín.
Colocó a una de ellas encima de su mesita de noche y puso la otra en
el cuarto de estar. Le dijo a Vogel, que era amigo suyo, que iba a
ordenar vivir a la hoja de su mesita de noche, mientras que a la otra
la olvidaría.
Cuatro semanas más tarde, Vivian pidió a Vogel que viera la hoja
a la que había ordenado vivir. El hombre quedó asombrado. La de la
82
sala de estar ya había empezado a marchitarse, pero la otra tenía
todavía el mismo intenso color verde que el día en que fue arrancada.
Un mes más tarde, cuando Vogel visitó a Vivian de nuevo, la hoja
seguía igual. Había un misterioso poder que “parecía desafiar a las
leyes naturales, manteniendo fresca la hoja”.
Vogel intentó repetir el experimento con tres hojas de olmo. Las
colocó en una bandeja de cristal junto a su cama. Durante casi un
mes, se concentró cada mañana en dos de ellas, animándolas a
sobrevivir mediante el amor y la oración. La hoja a la que olvidó se
secó pronto y murió, pero las que recibieron su aliento permanecieron
verdes y vivas.
Si bien Vogel tuvo un éxito total con su experimento, hay personas
que, por mucho que lo intenten, parecen incapaces de lograr que sus
plantas crezcan. Loehr vio durante sus experimentos muchos casos
de oración negativa. Sugiere que estas personas están
inconscientemente persuadidas de que la idea de rezar a las plantas
es completamente absurda. Luego proyectan estas vibraciones
negativas en la planta, que aminora su crecimiento. Loehr se dio
cuenta de que era muy difícil detener el desarrollo del trigo con la
oración negativa. “¿Es esto causal o implica que el alimento básico
posee una mayor vitalidad, un ímpetu vital más intenso?” El ministro
todavía no puede responder a esta pregunta, pero ha sugerido que en
la oración negativa hay un elemento positivo. Piensa que esta fuerza
negativa puede utilizarse para detener la progresión de ciertos
tumores y enfermedades.
Algunos investigadores han apuntado incluso que las personas
desarrollan tanto su capacidad de pensamiento y oración negativos
como su capacidad de oración positiva con el fin de adquirir una
plena consciencia de la fuerza de esta práctica. Se sabe que,
olvidando a una planta o diciéndole que no va a crecer, ésta puede
marchitarse o detenerse en un cierto estadio de su crecimiento, igual
que la higuera que Cristo maldijo.
Los laboratorios Delawarr, de Oxford, Inglaterra, realizaron un
experimento de este tipo. El laboratorio pidió a sus miembros
esparcidos por el mundo que intentaran detener el crecimiento de
una planta mediante pensamientos negativos. Un cirujano
sudafricano refiere los efectos que tuvieron los pensamientos
desalentadores sobre unas habichuelas. Plantó las semillas en unos
tiestos, que guardó en su oficina. Estuvo durante algún tiempo
83
diciéndoles que no podían crecer porque hacía demasiado frío y no
había bastante luz solar para sobrevivir. A modo de control animó a
otras semillas de otros tiestos a que crecieran. Afirma que ninguna
de las habichuelas del grupo que recibió pensamientos negativos
logró salir a la superficie.
¿Qué indican estos experimentos? Un asombroso poder del
pensamiento, tanto positivo como negativo, en la forma de plegaria o
estímulo, que puede ser captado de inmediato por las plantas
sensibles, las cuales demuestran poseer un misterioso poder psíquico
para responder a estas actividades. Sin embargo, los expertos en
fenómenos psíquicos advierten que el uso del pensamiento para
propósitos destructivos acaba, por lo general, perjudicando al que lo
practica. Como dice Paul Peck: “Prefiero no desear la muerte a los
vegetales. Deseo, más bien, que todas las plantas crezcan llenas de
vigor”. La observación de Peck es similar a la de los místicos indios,
quienes piensan que los pensamientos y deseos negativos acaban
finalmente por traer malas consecuencias para el que los tiene.

La imposición de manos5

Cuando caminaba entre la multitud, Jesús a veces se daba la


vuelta y preguntaba quién le había tocado. Aunque estaba
acostumbrado al contacto continuo con la gente, podía sentir cuando
una persona tomaba energía de él. Y sabía, por el contacto, que la
persona era un enfermo. Había algún tipo de energía que fluía desde
su cuerpo al de aquella persona.
Cristo no fue el primero ni el último sanador espiritual. En sus
curaciones utilizó el poder conocido como “imposición de manos”.
Este concepto – el de curar con las manos – se remonta a muchos
centenares de años atrás. Pero fue Cristo quien lo convirtió en un
arte sobrecogedor al curar a leprosos, ciegos y tullidos con el poder
que emanaba de sus manos.
Esta facultad sería más tarde reivindicada por los reyes de la Edad
Media. Sin embargo, como éstos perdieron contacto con lo que
5 El concepto de la “imposición de manos” se dio probablemente primero entre los egipcios, y

fue más tarde adoptado por el culto de Esculapio, un hombre-dios como Cristo, con fama de
sanador. Esculapio tenía tres hijas: Hygeia (Salud), Panacea (La que todo lo cura) e Iaso (La que
cura). La creencia en la “imposición de manos”, popularizada por Cristo, fue aceptada por la
Iglesia hasta el siglo tercero, época en que la tendencia se invirtió, al ser asociada esta práctica
con fuerzas de carácter demoníaco. Los médicos que practicaban la curación por la fe corrían el
peligro de ser tachados de brujos por realizar curaciones basadas en un “poder paranormal”.
84
entonces se consideraba un “don divino”, su talento menguó, y la
“imposición de manos” se convirtió en un arte real obsoleto.
El poder de curarse a sí mismo y a los demás es la base misma de
la Ciencia de la Iglesia Cristiana. Esta práctica, velada por el misterio
y la superstición, parece tener cierto fundamento científico, aunque
las curaciones conocidas no pasan del diez o veinte por ciento de las
que se intentan. Muchos sanadores psíquicos reputados subrayan el
hecho de que obtienen un éxito limitado en su práctica, en la que
admiten a muchos pacientes que los médicos han desahuciado.
Algunos de estos sanadores se niegan a aceptar dinero por su trabajo,
pues creen que esto destruiría lo que ellos consideran como un “don”
especial. Desafortunadamente, este campo está tan lleno de farsantes
y charlatanes como de sanadores auténticos dedicados a su arte.
Entre éstos se cuenta María Janis Cooper, hija del difunto Gary
Cooper, la cual cree que como máximo puede ayudar a una de cada
cinco personas con las que trabaja.
Ethel DeLoach escribió, en 1972, que los hospitales habían
acabado por admitir la validez de este tipo de curación. Por requerirlo
los pacientes, le fue permitido actuar en ciertos hospitales de Nueva
York. Al parecer, la actitud de los médicos se ha relajado, como
prueba de que los fenómenos psíquicos resultan cada vez más
evidentes y sólidos.
La primera vez que Ethel DeLoach tuvo consciencia de su facultad
sanadora fue en una ocasión en que un caballo dio una coz a su
hermana en la rodilla. Como no había ningún médico en las
proximidades, la mujer se decidió a intentar ayudar a su hermana
mediante la “imposición de manos”. En pocos minutos pudo aliviar
el horrible dolor de su hermana.
Ethel empezó a poner en práctica esta facultad recién descubierta.
Pronto se dio cuenta de que parecía haber una relación entre su
trabajo y la acupuntura. Muchos de sus pacientes sentían, mientras
los sanaba, como si les estuviera clavando agujas. Al parecer, la
energía que fluía de sus dedos hacia el cuerpo del enfermo causaba
una sensación punzante.
Las personas que han sido curadas mediante la imposición de
manos hablan de un intenso calor que emana de los extremos de los
dedos del sanador, y de que éstos parecen crepitar de energía. El
tejido enfermo aumenta visiblemente de temperatura, aun cuando las
manos del sanador no toquen el cuerpo del paciente. Siempre que los
85
científicos han medido la temperatura real, tanto de las manos del
sanador como del cuerpo del enfermo, no han hallado ninguna
diferencia de temperatura que pudiera ser medida con los medios
científicos conocidos. Algunos investigadores han señalado incluso
que las manos del sanador parecen frías al tacto, pero que esto es
meramente una impresión subjetiva. En cualquier caso, la persona
que busca alivio para su enfermedad siente como un fluido de energía
que le proporciona una intensa sensación de calor.
¿De dónde viene la energía psíquica? Mientras algunos sanadores
creen que proviene de una fuente de energía de su propio cuerpo,
muchos otros afirman que la extraen de una fuente exterior. ¿Es esta
fuente exterior Dios o la consciencia cósmica? La repuesta depende,
evidentemente, de las creencias de cada uno.

El hecho de si la fuente del poder curativo está dentro o fuera de


la persona que practica la “imposición de manos”, como técnica
curativa, resulta una cuestión fascinante. Los resultados del trabajo
de Bernard Grad con semillas de cebada y los recientes experimentos
con fotografía Kirlian (ver más adelante), sugieren que algo real
sucede entre el sanador y su paciente.
¿Y en cuanto al sanador? ¿Pierde algo en el proceso? En muchos
casos, los sanadores dicen que su trabajo les agota y sienten la
necesidad de recuperar la energía que han perdido en el proceso de
curación.
¿A dónde van a buscar esta energía?
Muchos se dirigen a las plantas para recargar sus baterías. Este
proceso se describe ampliamente en el capítulo 5 del presente libro.
Muchas de las críticas dirigidas a la “imposición de manos”
consisten en acusarla de subjetiva. Muchas personas afirman que
sólo es una forma más intensa de sugestión, y preguntan: “¿Hay
alguna prueba de que la curación psíquica sea algo más que esto?”
Bernard Grad dirigió una serie de notables experimentos
destinados a contestar precisamente esta pregunta. El material
empleado fueron granos de cebada.
No satisfecho con las teorías ordinarias de que la sugestión es la
principal fuerza que hay detrás de la curación psíquica, espiritual o
mediante la fe, Grad realizó una serie de experimentos con ratones y
plantas, con la finalidad de ver si un conocido sanador podía o no
influir mediante la “imposición de manos” en el proceso curativo de
86
las heridas y en el crecimiento general de las plantas. El sanador
elegido fue Oskar Estebany, famoso por su facultad de realizar
supuestos milagros con sus manos. Grad se refiere a la “imposición
de manos” con otro nombre: efecto telecinético.
Con el fin de descubrir la presencia de un efecto telecinético, Grad
hizo unos pequeños agujeros en la piel de unos ratones para ver
cuánto tardarían en curar si recibían el influjo de la fuerza curativa
de Oskar Estebany. Éste sometió a un grupo de ratones a esta fuerza
durante quince minutos diarios, y los animales sanaron antes que
los del grupo de control. Naturalmente, trabajar con animales es más
difícil que hacerlo con plantas, con las cuales pueden hacerse
mediciones más precisas y es posible abreviar la duración de las
pruebas.
Grad empezó a trabajar con las semillas realizando una serie de
pruebas. Se llenaron veinticuatro tiestos con humus ordinario secado
en un horno. En cada uno de los tiestos el investigador colocó veinte
semillas de cebada, cuidando de que no se tocaran entre sí. Luego
cada tiesto fue llenado con suficiente tierra vegetal para cubrir las
semillas. La cantidad de tierra empleada en cada tiesto fue, como es
lógico, exactamente la misma. Grad dividió al azar los veinticuatro
tiestos en dos grupos.
Otro investigador llenó dos botellas con una ligera solución salina,
la cual normalmente impide el crecimiento de las plantas. Grad
descubrió que el experimento mejoraba cuando las semillas se
colocaban en tierra seca y se regaban con una solución salina ligera
(1%). De este modo, las semillas quedaban dañadas, pero no morían.
Fueron regadas, asimismo, con la mínima cantidad de agua
necesaria para sobrevivir. Se le pidió a Oskar Estebany que
sostuviera una de las botellas entre sus manos durante quince
minutos. Con la mano izquierda aguantaba el fondo de la botella,
mientras mantenía la derecha suspendida sobre el agua, aunque
nunca se le permitió que la tocara. Luego, el investigador tomó el
agua y la llevó a otra habitación, donde marcó las botellas con una
letra. Después de marcarlas las llevó a Grad, quien ignoraba cuál era
la tratada por Estebany.
Grad regó doce tiestos con agua de una botella y los restantes con
agua de la otra. A continuación se introdujeron los tiestos en un
horno, donde se calentaron durante cuarenta y ocho horas hasta que
la tierra se secó. Sólo Grad sabía qué jarra se había utilizado para
87
regar a cada uno. Los tiestos, numerados, se colocaron entonces al
azar encima de una mesa de una pequeña habitación en la que las
condiciones de temperatura y luz podían controlarse
cuidadosamente. Después del primer día, todos los tiestos fueron
tratados con agua normal del grifo hasta el término del experimento.
A lo largo de toda la prueba se tomaron fotografías y se hicieron
mediciones. Al final se tomaron medidas exactas para poder
comparar el grupo tratado con el grupo de control.
El resultado fue que el grupo tratado creció significativamente
mejor que el grupo de control. Grad no pudo influir en el resultado
porque ignoró hasta el fin del experimento qué plantas habían sido
tratadas con el agua de Estebany. Y, puesto que él era el único en
saber con qué jarras habían sido regados los tiestos, tampoco pudo
hacerlo otra persona. El experimento se repitió muchas veces para
comprobar si era válido. Tres veces de cuatro, las plantas regadas
con el agua tratada por Estebany crecieron mejor que las del grupo
de control. Además, en un experimento realizado con dos grupos de
plantas que no recibieron agua tratada, no hubo ninguna diferencia
entre las pautas de crecimiento de ambos.
Los resultados de estos experimentos fueron impresionantes. No
sólo Estebany podía alterar el crecimiento de unos vegetales
plantados en unos tiestos que sostenía entre las manos, sino que
también podía estimular su crecimiento sin siquiera tener contacto
con ellos. Sosteniendo simplemente un jarro de agua entre sus
manos era capaz, de un modo u otro, de alterar el líquido. ¿Qué
sucedía? ¿Acaso se transfería al agua algún desconocido tipo de
energía o poder curativo a través de las manos del sanador?
Al examinar el agua “tratada”, Grad no pudo descubrir en ella
cambios significativos, pero un análisis a fondo indicó una
separación ligeramente irregular entre los átomos de hidrógeno y
oxígeno. El agua, compuesta por moléculas muy inestables, podía, al
parecer, ser afectada por una fuerza humana desconocida que
emanaba de las puntas de los dedos de una persona.
Al menos, esto es lo que Grad sospechaba cuando empezó a
trabajar con distintas personas para ver qué efecto podrían tener
diversos tipos de personalidad sobre el agua, y ésta, a su vez, sobre
unos granos de cebada. Realizó una prueba en la que pidió a un
hombre normal, a una mujer neurótica y a un hombre psicótico que
tocaran unos recipientes con agua. Luego ésta se empleó en regar las
88
semillas. El resultado del experimento fue que las semillas regadas
con agua “tratada” por el hombre normal crecieron exactamente igual
que las de un grupo de control, mientras que las que recibieron agua
tocada por los sujetos neurótico y psicótico lo hicieron
deficientemente.
Mediante esta prueba, Grad descubrió la existencia, en algunas
personas, de un estímulo negativo o inhibidor del crecimiento. La
combinación de los dos experimentos, que mostraron tal contraste
entre el sanador y los sujetos deprimidos, apoya la teoría del
investigador de que en el agua que sostienen personas con distintas
personalidades realmente tiene lugar un cambio sutil.
Al parecer, Grad cree que esta energía queda fuera del espectro
electromagnético y que se desplaza en una onda giratoria que imita
el movimiento de un paramecio.
El canónigo William V. Rauscher, antiguo presidente de la
Spiritual Frontiers Fellowship y rector de la Iglesia Episcopal de
Cristo en Woodbury, Nueva Jersey, apoya la idea de que la energía
puede transmitirse mediante la gracia, la oración, o la “imposición de
manos”. Cuenta que, junto a su templo, hay unas plantas canáceas
que han crecido hasta medir más de dos metros de altura. El
canónigo cree que su desarrollo inusual puede atribuirse al hecho de
que se les daba el agua bendita sobrante de los bautismos y ritos
religiosos. Compara las floridas plantas con otras de la misma
especie, que fueron plantadas al mismo tiempo, pero que nunca
recibieron agua bendita. Estas últimas miden poco más de medio
metro de altura.
Berthold E. Schwarz sugiere, en su examen del trabajo de Grad,
que los resultados obtenidos pueden estar relacionados con la
radiación mitogenética. Ésta consiste en un rayo supuestamente
emitido desde las células o el tejido, y que sería capaz de estimular a
otras células a dividirse y, por tanto, a crecer. Se dice, por ejemplo,
que dos raíces de cebolla situadas frente a frente pueden estimularse
mutuamente.
Schwarz cita las investigaciones del profesor Otto Rahn, quien da
ejemplos de radiaciones benéficas y perjudiciales provenientes de
células y tejidos. Al parecer, algunas mujeres en período menstrual
han marchitado flores, arruinado lechos de setas, alterado cultivos
de levadura y bacterias, e influido en la subida de la masa del pan,

89
la fermentación del vino y la preparación con éxito de escabeche y
chucrut.
En fotografías recientes de manos sanadoras, fotografías
realizadas según el método Kirlian, aparecen trazos de brillantes
pulsaciones de energía que emanan de los dedos resplandecientes del
sanador. Algunos expertos en fenómenos psíquicos pretenden poder
ver estas chispas de energía en forma de una intensa luz.
Aunque la transmisión de energía resulta invisible para la mayoría
de las personas, los resultados del trabajo con la oración, el
pensamiento y la imposición de manos pueden verse claramente, y
constituyen una prueba más de que las plantas poseen una notable
sensibilidad gracias a un misterioso sexto sentido.

90
4
Usos psíquicos de las plantas

Para mí, la diferencia más impresionante entre la


consciencia de las tribus amazónicas y la de las personas
“civilizadas” es el conocimiento que las primeras tienen de
las fuerzas de la naturaleza, y el respeto que sienten hacia
ellas. Hasta donde alcanzamos a ver, poseen una
sensibilidad curiosamente elevada. Y ellos no creen que la
consciencia sea una característica exclusiva de las formas
superiores de la vida animal.

NICOLE MAXWELL

Las plantas y los antiguos

La incapacidad de los hombres “primitivos” para reconocerse a sí


mismos en una fotografía o, incluso, para entender el concepto de un
trozo de plano de papel que representa un objeto tridimensional,
indica una falta de percepción que la mente occidental encuentra
divertida. Sin embargo, estos hombres “primitivos” poseen una
comprensión que también tenían los antiguos: una profunda
capacidad de “visión”; un respeto y amor hacia su medio natural.
Los antiguos creían que todas las plantas – arbustos, flores, hierba
y árboles – eran seres vivos, palpitantes y conscientes, dotados de un
espíritu o alma. Con una actitud de reverencia y amor, los antiguos
sentían que una fuerza vital emanaba de ciertas plantas, poseedoras
de un poder psíquico especial, y de la capacidad de comunicarse
directamente con el hombre. Las plantas “hablaban” al hombre, no
sólo con sus brillantes colores y su fragancia, o con el murmullo del
viento cuando pasa entre sus hojas, sino de un modo más sutil que,
hoy en día, sólo el hombre “primitivo” comprende. Al comunicarse
con las plantas, los antiguos sentían el máximo respeto hacia ellas.
Muchas de estas sociedades antiguas eran tan sensibles al valor e
individualidad de los árboles y las plantas que alguien a quien se
91
encontrara mutilando a un vegetal podía acabar siendo él mismo
torturado y mutilado. En muchas leyendas africanas aparecen
árboles personificados. Al igual que los hombres, podían sangrar,
sentir dolor y llegar a gritar de sufrimiento.
Pero los árboles tenían poder y podían vengarse de los humanos
que no respetaban su fuerza mística. Como los espíritus de los
árboles podían ser peligrosos si se les provocaba, muchas culturas
establecieron complicados procedimientos para cortarlos. En algunas
sociedades, la comunicación con el árbol para explicarle los motivos
para derribarlo era suficiente para aplacar a su espíritu. En otras
culturas era necesario depositar una ofrenda ante el árbol para hacer
salir de él al espíritu, de modo que no sufriera ningún daño cuando
aquél era derribado.
Esta gran reverencia provenía al mismo tiempo de la dependencia
de las plantas y de la observación atenta de su poder. El hombre
antiguo sabía cuánto dependía de ellas para poder subsistir. Su
contacto con ellas era directo e inmediato. Aunque gran parte de la
zona mediterránea es ahora árida y abrupta, en otro tiempo estuvo
cubierta por uno de los mayores bosques del mundo. En este bosque,
los antiguos hallaban comida, refugio, fuego y protección, todo ello
gracias a las plantas.
Pero los antiguos también observaron que los árboles eran más
que humanos. Su inmenso tamaño creaba en el hombre una
sensación de maravilla al contemplar cómo se elevaban decenas de
metros por encima de él. Y los árboles le sobrevivían. Longevidad y
fuerza: el hombre antiguo las consideraba dos de las mayores
virtudes. No debe sorprendernos que viera en los árboles algo más
que una fuente de leña y de savia. Veía en ellos un símbolo de la vida
eterna.

La unión mística de las plantas y la religión

Plantas. Flores. Árboles. Renacimiento en cada primavera. Vida


eterna. Un puente entre la existencia física y la espiritual. Entre estos
pensamientos nació la religión.
Y así empezó el culto a las plantas y los árboles, que representaban
un poder superior e invisible. El árbol y la serpiente – los dos símbolos
de culto más antiguos – se han filtrado de algún modo en el
inconsciente del hombre como símbolos sexuales o de fertilidad.
92
Los antiguos visualizaban mágicos árboles de vida e inmortalidad.
Con intrincado dibujo e imaginativos diseños, creaban estos árboles,
que variaban de una cultura a otra sólo en cuanto a la forma. Uno de
los más hermosos y sugestivos era el escandinavo Yggdrasill, que
combinaba el cielo, la tierra y el infierno en una única imagen poética.
No obstante, la mayoría de las culturas daban culto a árboles
reales. Entre éstos, la higuera6 es uno de los más importantes. La
raza egipcia pudo ser la primera en darle culto. Los primeros indicios
de este culto se remontan a 2.000 años antes de Cristo. En Roma, la
higuera se convirtió en el árbol sagrado de Baco. La supervivencia de
la higuera constituía una gran preocupación para la comunidad, que
creía que su prosperidad dependía de los espíritus de los árboles.
La higuera silvestre es sagrada para los budistas, porque se dice
que Buda, en su búsqueda del conocimiento supremo, permaneció
sentado bajo una de ellas durante siete semanas. En Gaya, donde se
dice que Buda oró, fue construido un templo de nueve pisos. En el
siglo III a. de C. se envió una rama del árbol sagrado original a
Anuradhapura, en Ceilán, que se ha convertido en lugar de
peregrinaje para los budistas, que van a venerar las hojas sagradas
brotadas de la rama. En Ceilán se encuentran higueras – que han
sido símbolos de espiritualidad durante siglos – en casi todos los
templos budistas y en las tumbas de los sacerdotes.
También para los griegos, la higuera era sagrada. Construyeron el
Partenón en honor a Atenea, por su invención del árbol, que entregó
a la ciudad conocida actualmente como Atenas. A veinte kilómetros
al noroeste de la capital, en la hermosa bahía de Eleusis, se
conservan las ruinas de un templo construido para la diosa de la
agricultura, Deméter, quien dio a los antiguos el bendito trigo, base
de la vida.
En este lugar, multitudes de iniciados celebraban las ceremonias
de la antigua Grecia: los Misterios de Eleusis. Estas ceremonias se
celebraban en primavera y en otoño en honor de la diosa de la
agricultura. Los secretos y sagrados ritos conmemoraban la vida y la
muerte misteriosas de los espíritus de los cereales.
Los antiguos a menudo empleaban plantas como sistema para
enviar a los muertos a otro mundo. Las habas, por ejemplo, se

6 Los antiguos creían que la higuera era el árbol más inteligente; representaba la paz y la

abundancia.

93
arrojaban en las tumbas o se quemaban como incienso a modo de
ofrenda destinada a aplacar a los espíritus de los muertos. Los vivos
temían que, de no hacer las ofrendas apropiadas, los muertos
regresarían para atormentarles.
El muérdago, que adorna tantos hogares en la época navideña, era
una de las plantas más sagradas de los tiempos antiguos. Los druidas
le adjudicaban un poder místico por el hecho de que permanecía
verde durante los meses de invierno, cuando las demás plantas y
árboles parecían “morir”. Además, acostumbraba crecer en los robles,
a los que los druidas consideraban árboles sagrados7. Los druidas
seguían un complicado ritual para recoger el muérdago, ritual que
incluía el cortarlo con una hoz de oro. Durante su reinado como una
de las plantas más potentes y misteriosas de todo el reino vegetal, fue
asociado a la vez con la locura y el amor. Muchas iglesias han
prohibido su uso a causa de su pasado pagano.
En la religión cristiana, la palma y el lirio han sido símbolos de
realeza y resurrección. Lo mismo ha sucedido en otras religiones y
culturas. El lirio era sagrado en tierras del Nilo y era venerado en
China por el hecho de sumergirse en el agua por la noche para
reaparecer con el día, lleno de vida y de belleza.
Sin embargo, las plantas han sido algo más que símbolos. Han
estado asociadas con milagros y santos. El 13 de mayo de 1917, la
Virgen María se apareció a tres inocentes pastorcillos llamados Lucía,
Jacinta y Francisco, en la zona rocosa y agreste del centro de
Portugal, en un pueblo que lleva el nombre de una princesa mora:
Fátima.
Nuestra Señora se apareció a los tres niños entre las ramas de una
encina. Vestía un resplandeciente manto blanco y habló con voz
dulce y suave. Según Lucía, la Virgen quería transmitir a todo el
mundo un llamamiento a la penitencia y a la paz.
La Virgen continúo apareciéndose a los niños el mismo día de cada
mes hasta su última aparición, en octubre del mismo año. En ésta
tomo la forma de una neblina flotando por encima de la encina antes
de que de las raíces de ésta saliera el agua a borbotones. La gente
que se había congregado para presenciar un milagro vio la imagen de
la Sagrada Familia en un halo alrededor del sol, que bailó en el cielo

7 Los robles eran considerados sagrados en muchos cultos porque eran resistentes, vivían

muchos años y mostraban una individualidad en su crecimiento. Los eslavos del este les daban
culto posiblemente porque debajo de ellos hallaban hongos alucinógenos.
94
y rodó hacia la tierra entre un deslumbrante despliegue de brillantes
colores.
En época más reciente, un cura rural que vivía en el pueblecito de
San Giovanni di Rotondo, en el sur de Italia, empezó a ser
considerado como un santo por muchos de sus vecinos. Se dice que
el padre Pío tenía en sus pies y manos las heridas de Cristo. Estas
heridas, llamadas estigmas, sangraron un poco cada día durante
muchas décadas. La sola existencia de estas heridas ya era
considerada por muchos como un milagro, pero el hecho de que
exhalaran la fragancia de las flores añadía más misterio y fascinación
a este hombre fuera de lo común, al que se le atribuía el haber
resucitado a un hombre al principio de su carrera.
El poder de los santos para controlar a voluntad la fragancia de las
flores es igualmente conocido en los misterios de Oriente.
Paramahansa Yogananda relata su encuentro con un santo poseedor
de esta facultad increíble.
Yogananda refiere a propósito de su encuentro con el santo
Candha Baba, que éste podía dar la fragancia que quisiera a flores
sin olor. Afirma, también, que podía reavivar las flores marchitas y
hacer que la piel de una persona exhalara delicados y exóticos
perfumes.
En un momento dado de la entrevista, Yogananda se hallaba a
cierta distancia del santo, el cual le pidió que extendiera la mano.
Luego le preguntó qué olor le gustaría sentir. La respuesta fue:
perfume de rosas. De pronto, Yogananda sintió una dulce fragancia
de rosas que se desprendía de la palma de su mano, a pesar de que
el santo ni siquiera llegó a tocarle.
Fascinado por este “milagro”, Yogananda pidió al hombre que diera
a una flor sin olor la fragancia del jazmín, y una fragancia de jazmín
brotó instantáneamente de los pétalos de la flor, que antes no
desprendía olor alguno.
El delicado perfume del jazmín dejó en Yogananda una impresión
duradera. Las plantas, apelando a todos los sentidos del hombre, han
llevado al yogui a adquirir una mayor consciencia, no sólo de una
realidad física placentera, sino también de una realidad espiritual.

Estados alterados de consciencia 8

8 Robert L. Van de Castle refiere que casi el noventa por ciento de las culturas que ha

investigado aprueban o promueven los estados alterados de consciencia.


95
¿Por qué habría alguien de venerar o dar culto a plantas que
producen efectos psíquicos: alucinaciones y estados alterados de
consciencia?
Durante siglos, el hombre ha reconocido en ciertas plantas dotes
“psíquicas”. Los egipcios tenían su “Sa de Vida” y los persas su soma,
que les convertía en dioses. En la India, África del Norte y Oriente
Medio se ha usado el hachís y la marihuana. En Europa, México y
Asia, el seductor y a veces mortal hongo Amanita muscaria, apodado
“matamoscas”, ha dado al hombre una imponente consciencia
psíquica. Y los indios han apreciado desde siempre el dondiego de
día, el peyote y una gran cantidad de “hongos divinos”, por sus
efectos psíquicos.
En Grecia, el brebaje divino era la ambrosía, que consistía
originalmente en una mezcla de cebada, aceite de oliva y trozos de
frutas. Más tarde fue sazonada con pedacitos de hongos
alucinógenos. Cuando Tántalo dio el secreto de la bebida a los
mortales fue considerado como uno de los peores pecadores de la
antigua religión griega.
El hombre que vio, cuando comía estas plantas, fumaba sus hojas
o bebía sus jugos, parecía trasladarse a un mundo nuevo en el que
su vieja consciencia desaparecía para dar paso a una segunda
consciencia misteriosa, llena de sueños vívidos, ilusiones y visiones.
Con la utilización de estas plantas, el hombre podía trasladarse de lo
ordinario a lo extraordinario. Desde este elevado estado de
consciencia podía ver y sentir el mundo como no lo había visto ni
sentido antes.
Imaginemos el efecto que esto causaría en el hombre en un estadio
en el que apenas había aprendido a desenvolverse en su medio y en
el que acababa de adquirir la noción de poseer una “consciencia”.
Para él, la expansión de esta nueva consciencia hasta un punto
todavía más intenso y asombroso debió ser un gran misterio.
En esta nueva realidad podía moverse libremente a través del
tiempo y el espacio, y se veía separado de su cuerpo material. Podía
ver la savia circulando por las venas de los árboles, mostrándole la
vida que hasta entonces sólo sentía cerca de él. Podía oír las
pulsaciones de los colores como si fueran sonidos, y podía ver cómo
los sonidos se convertían en brillantes colores.

96
Los objetos ordinarios parecían vibrar ante él, que tenía la
capacidad de sentirlos sin necesidad de tocarlos. Todos sus sentidos
se entremezclaban hasta que obtuvo un nuevo conocimiento de lo
que, hasta entonces, estuvo para él escondido y secreto: había
percibido la unidad del universo. Cualquier planta que pudiera
situarle en este estado de consciencia debió parecerle mágica y
misteriosa.
La relación existente entre las plantas alucinógenas9 y el despertar
de la consciencia viene expuesta claramente en los notables libros de
Carlos Castaneda, quien, siendo un joven antropólogo, penetró en un
mundo desconocido que evolucionaba en torno al uso de drogas
“psíquicas”. Castaneda tuvo por guía en esta pavorosa aunque
fascinante serie de descubrimientos a un viejo indio yaqui nacido en
Sonora, México. El nombre del indio era don Juan, y se consideraba
a sí mismo un brujo.
Castaneda conoció al indio durante un viaje que realizó a través
del sudoeste de los Estados Unidos, aunque su asociación con don
Juan le llevó a México cuando el anciano regresó a su tierra natal. Lo
que Castaneda iba a aprender de este hombre era el más profundo
respeto hacia las plantas y su secreto poder “psíquico”.
Desde el comienzo de su “aprendizaje” con el indio, Castaneda se
dio cuenta del cuidado y el amor que don Juan sentía hacia toda
forma viviente y especialmente hacia las plantas, a las que creía
dotadas de espíritus invisibles y poderes insondables.
De acuerdo con la filosofía del indio, el proceso de llegar a ver el
mundo con tanta plenitud como puede ser visto implica el uso de
plantas alucinógenas, las cuales revelan los distintos niveles de
realidad que hay detrás de toda vida. Esta revelación sólo puede
darse gracias a un uso prolongado y paciente de las plantas.
Para enseñar a Castaneda a “ver” y a obtener una consciencia cada
vez mayor de las fuerzas naturales y sobrenaturales que le rodeaban,
don Juan utilizó tres plantas: peyote, datura y hongos10. Cada una
de estas tres plantas esconde un poder interno especial que será
revelado al iniciado a lo largo de una serie de pasos rituales.
El peyote se convierte en una fuerza formidable, a los ojos del indio,
que lo ve como el medio para encontrarse con Mescalito, un ser

9 Peyote (Lophophora williamsii), datura (Datura inoxia o D. meteloides) y hongos (Psilocybe

mexican).

97
sobrenatural que tiene el poder de enseñar a los hombres el correcto
camino a seguir en la vida. Mescalito, visto en el estado alterado de
consciencia como la imagen de un hombre o como una bolsa
luminosa, puede también responder a todas las preguntas que se le
planteen. La planta ya no es una planta: es un dios.
La datura y los hongos pertenecen a una categoría diferente y
menos poderosa. Pueden proporcionar poder al que las usa, y lo
hacen a través de un “aliado”, el cual es visto como un espíritu unido
a la planta y que puede ser benéfico o peligroso hasta que el iniciado
lo controla.
Castaneda describe las “redondas y carnosas rosas verdes” del
peyote cuando se han secado, como de “tamaño y consistencia
variada. Algunas eran casi redondas, otras eran alargadas. Parecían,
al tacto, la pulpa de una nuez o la superficie del corcho. Su color
parduzco les daba un aspecto de cáscaras de avellanas duras y secas.
Las cogí y las estuve frotando durante un buen rato”.
Don Juan dijo en un susurro: “Esto se masca”.
El resultado de mascar el peyote fue un incremento de la
percepción, un nuevo estado de consciencia en el que un perro negro
bebiendo agua podía de pronto volverse transparente, de modo que
Castaneda era capaz de percibir el líquido fluyendo en una corriente
brillante a lo largo del cuerpo del animal. En esta visión, el pelaje
rizado del perro se convirtió en “una larga cabellera blanca y sedosa”.
Cuando Robert Gordon Wasson tomó en México el “hongo
sagrado”, tuvo una reacción similar a la de Castaneda. Experimentó
visiones misteriosas y multicolores en las que los objetos que le
rodeaban iban adquiriendo un color y una textura cada vez más ricos.
Empezó a ver extraños diseños, los cuales se transformaban en
estructuras que parecían pertenecer a la arquitectura imaginaria
descrita por los visionarios de la Biblia.
Wasson ha proporcionado una pista para la comprensión de los
orígenes del pensamiento religioso. El hombre, con el uso de las
plantas psíquicas, empezó a vislumbrar un mundo resplandeciente,
un cielo. Las plantas, con su poder psíquico, elevaron su consciencia
hasta un plano superior en el cual podía comunicarse con Dios y
verle.

98
Adivinación: el uso de plantas para ver el futuro 11

Colón tomó tierra por primera vez en el Nuevo Mundo en la isla de


San Salvador, una de las setecientas que forman las Bahamas, en el
océano Atlántico. El descubridor halló que los indios habían
desbrozado terreno para cultivar huertos, huertas de árboles, y
cereales. Durante su viaje entre San Salvador y Fernandina, conocida
hoy como Long Island, en las Bahamas, se encontró con un hombre
que iba en una canoa y que llevaba con él un poco de pan, una
calabaza con agua, algunas pipas de arcilla y un manojo de hojas
secas.
Estas hojas, conocidas como “cohiba”, las fumaban los lucayanos
en unas insólitas pipas en forma de Y. La pipa tenía el nombre de
“tabaco”. Los europeos, por error, dieron a la planta el nombre de la
pipa en la que se fumaba. Los lucayanos usaban el tabaco como
materia intoxicante en sus ceremonias destinadas a inspirar
profecías. El jefe local, Cacibu, fumando “cohiba” y hablando por
boca del “zemi” Yocahaguana, hizo la sorprendente predicción de que
vendrían “unos hombres que irían vestidos, mandarían sobre ellos y
los matarían, y ellos morirían de hambre”.
La religión de los lucayanos era parecida a la de los actuales indios
araucanos de Sudamérica. Toda la naturaleza era deificada, incluidos
los árboles, las piedras y el agua, los cuales poseían un espíritu
especial llamado “zemi”. Con el fin de controlar el mundo de los
espíritus, los lucayanos hacían imágenes de los “zemis” con piedra,
conchas, madera y tejido. Los indios creían que el hombre provenía
de las cavernas, a las que consideraban lugares sagrados. Existía la
creencia de que en ciertas cuevas habitaban “zemis”.
Aunque Colón descubrió un Nuevo Mundo, en sus notas sobre el
“cohiba” y los espíritus naturales no hace más que confirmar la
similitud cultural entre los dos mundos. En una época u otra, la
mayoría de las culturas han creído en los espíritus de la naturaleza
y en los poderes proféticos de las plantas.
En el mundo pagano, todo jefe o rey estaba rodeado de adivinos,
magos, hechiceros, augures y astrólogos. A veces, un hombre
excepcional reunía él solo todas estas facetas. Había diversas
11 Los mexicanos también utilizaban, para adivinar el futuro, un tabaco conocido como

“pisiete”, al cual en otro tiempo se consideraba dotado de un poder profético. Los aztecas y los
toltecas eran adictos al tabaco e hicieron de él un culto porque la droga les producía un estado
de serenidad.
99
maneras de emplear las plantas para predecir el futuro. Algunos
adivinos observaban el aspecto de unas nueces que se asaban en el
fuego o cómo se marchitaban unas hojas de higuera. Otros
descubrían un significado en los brotes de las cebollas o en el sonido
de los pétalos de la rosa al golpear uno contra el otro – práctica, ésta,
común en la antigua Grecia –. Otros, en fin, comían habas en los
funerales porque, de este modo, creían establecer un vínculo oculto
entre el mundo físico y el espiritual.

El más famoso de todos los adivinos era la Pitia, u oráculo de


Delfos. Al hombre moderno podría parecerle extraño que los griegos,
inventores virtuales del término “racionalismo”, consultaran un
oráculo durante gran parte de su historia. Los griegos creían que
aquél podía, de un modo u otro, comunicarse con los dioses o alguna
forma de inteligencia superior. El oráculo era siempre una mujer,
quien, según se dice, comía hojas de laurel e inhalaba los humos que
salían de una profunda grieta. Esto la situaba en un estado de trance
durante el cual tenía visiones y podía “responder a todas las
preguntas que se le hicieran con respecto a asuntos futuros y
proféticos”.
Aunque se solía pintar histérico o medio loco, el oráculo bien pudo
estar extremadamente sereno en sus deliberaciones. Fuese el que
fuese su estado durante sus visiones proféticas, el oráculo se
convirtió en la fuerza más poderosa de la antigua Grecia y sus zonas
vecinas a orillas del Mediterráneo. El oráculo era, en muchos
aspectos, la versión antigua del chamán moderno.
Los exploradores que se abrieron paso por Siberia durante los
siglos XVIII y XIX, hallaron a hombres dotados de una “sabiduría
supernormal”. Las tribus turanias y mongolas practicaban entonces
el “chamanismo”, considerado hoy día como una combinación de
magia y ciencia.
Mediante esta práctica, el hombre podía tomar contacto con
fuerzas espirituales con el fin de prevenir accidentes, aliviar el dolor
en las enfermedades, prever el futuro, etc. Al igual que los indios
descubiertos por Colón, estas tribus creían que todos los objetos
poseían un espíritu. Todas las cosas estaban vivas, con capacidad
para pensar y para sentir.
El hombre se veía impotente ante su medio natural, al que sólo
podía controlar mediante la intervención del chamán, quien tenía
100
contacto directo con el mundo de los espíritus. Por esta razón, el
chamán era una persona muy especial y poderosa, y tenía que
atravesar por el más riguroso aprendizaje antes de conseguir esta
posición.
El chamán podía ser un hombre o una mujer, el sexo importaba
poco. Tampoco se prestaba atención a la edad, que podía variar entre
los quince y los treinta y cinco años. Las cualidades más importantes
eran, al parecer, una elevada sensibilidad y un deseo irresistible de
ser escogido por la tribu para este puesto.
Ser “escogido” significaba esencialmente sufrir una serie de
rigurosas pruebas físicas y mentales. Mediante el ayuno, la soledad
y la meditación, el chamán trataba de alcanzar un estado en el cual
poseía un completo dominio de sus cuerpos físico y “espiritual”. Una
vez creía haber alcanzado este estado, era puesto a prueba por los
ancianos de la tribu. Se le podía pedir, por ejemplo, que se
desnudara, se zambullera por un agujero hecho en el hielo y saliera
a la superficie por otros ocho agujeros. En el caso de que sobreviviera,
tendría que superar otras pruebas que implicarían la comunicación
directa con los espíritus.
Para conseguir el estado de excitación necesario para tomar
contacto con el mundo de los espíritus, el chamán danzaba durante
horas al ritmo monótono y cadencioso de los tambores. Esta danza,
que seguía a períodos de meditación y ayuno, se combinaba con el
uso de drogas alucinógenas, y se consideraba extremadamente
peligrosa. A medida que el hombre danzaba, dando frecuentes saltos
y gritando obscenidades, empezaba a penetrar en un estado alterado
de consciencia en el cual podía “ver” cosas de otras partes del mundo.
En resumen, podía trasladarse fuera de su cuerpo físico y estar en
dos lugares al mismo tiempo, y podía, también, conectar con los
espíritus de otro mundo para conseguir la información necesaria
para responder a las preguntas formuladas por los ancianos.
Además, en este estado tenía poder sobre los espíritus que
normalmente lo tenían sobre él. Podía forzarles a trabajar por el bien
de la tribu.
La importancia del chamán en muchas tribus siberianas, así como
en algunas tribus indias de Norteamérica 12 , no puede ser
subestimada. Él era el médico, el maestro, el jefe guerrero, el juez y

12 En América del Norte, los esquimales, los navajos y los ojibwas creían intensamente en los

espíritus de la naturaleza y en el poder de los chamanes.


101
el adivino, todo a la vez. Era su conocimiento secreto de otro mundo
lo que le daba este poder. Podría decirse de él que, gracias al contacto
directo con espíritus naturales y poderosos, poseía una “sabiduría y
un poder supernormales”.
La adivinación también se da en Sudamérica. El ritual de la
ayahuasca es un ejemplo de ello. Ayahuasca es el nombre de una vid
que contiene una savia narcótica capaz de causar alucinaciones y
delirios. Los indios la utilizan en rituales mágicos y religiosos. El
brujo puede emplearla como medio de adivinación o darla a algún
enfermo. Cuando el “paciente” empieza a adormecerse, el brujo agita
rítmicamente unas hojas ante él. Se dice que el movimiento de las
hojas dirige al alma al pasado, al futuro o a algún lugar distante.
Wasson, uno de los principales expertos mundiales en hongos, y
coautor junto con su difunta esposa de Mushrooms, Rusia and
History, ha descubierto que los hongos juegan un importante papel
en el poder psíquico de los chamanes capaces de ver el futuro.
Existen todavía tres grandes áreas en las que los hombres comen
hongos para obtener efectos psíquicos. Son las antes mencionadas
de Siberia, donde se come la Amanita muscaria; el valle de Wahgi, en
Nueva Guinea, donde los nativos comen un hongo llamado “nonda”,
y la montañosa región de Oaxaca, al sur de México.
De estas tres zonas, México es, con mucho, la más apasionante.
Allí se encuentran los cultos misteriosos de los hongos sagrados.
Estos cultos podrían haber existido desde hace muchos siglos en
forma de primitivos cultos de fertilidad13, y el hongo quizá se veía
como el resultado de la “unión sexual” de dos misteriosas y poderosas
fuerzas naturales: la tierra y el rayo.
Los indios creían que cuando un rayo caía sobre la tierra, los
hongos crecían. Los antiguos cultos seguramente estaban reservados
a una élite, que guardaba sus secretos frente a la masa de no
iniciados, como era común hace siglos. Los recientes
descubrimientos de piedras en forma de hongo confirman la
existencia de estos cultos en época muy anterior a la conquista
española.
Wasson investigó atentamente y se documentó acerca de la
existencia de estos cultos, sirviéndose tanto de los relatos que han
llegado hasta nosotros como de sus observaciones personales. Una

13 En algunas regiones de México, la palabra empleada para designar a los hongos es la misma

que para los genitales femeninos.


102
de las primeras descripciones del uso de hongos se halla en un pasaje
que describe la coronación del rey azteca Moctezuma en 1502.
Citando a un fraile dominico que registró el acontecimiento con
gran detalle, Wasson señala que después del sacrificio ritual, que dejó
las escaleras del templo bañadas en sangre, los indios se retiraron
para comer ciertos hongos crudos. Estos hongos, les provocaban
alucinaciones; en algunos casos les inducían al suicidio y, en otros,
a ver el futuro.
Aunque el fraile dominico viera al diablo en estos hongos, los
nahua, nombre colectivo para la mayoría de las tribus (aztecas
incluidos) que acabarían siendo conquistadas por los españoles, no
pensaban lo mismo. Estas tribus tenían un nombre especial para los
hongos inductores de síntomas asociados con lo sobrenatural: les
llamaban teo-nanácatl. A diferencia del fraile dominico, los indios los
respetaban y les daban culto, de igual manera que daban culto al
cielo, a las estrellas y a las montañas, a todos los cuales veían como
fuerzas formidables del universo. Se consideraba al cielo, estrellas,
montañas y hongos como dotados de un alma o llenos de significado
cósmico.
Había muchas variedades de hongos capaces de provocar
alucinaciones. Todos ellos se clasificaban en el grupo general de
hongos sagrados, a los que se denominaba, también, “carne de dios”
o “sangre de Cristo”. Era una creencia común entre los indios
convertidos el que los hongos crecieron allí donde cayeron gotas de
la sangre del Salvador.
Para los indios, estos hongos representaban una fuerza poderosa
que debía ser respetada y empleada con mucha prudencia, pero para
los españoles, que se los imaginaban como demonios capaces de
influir en el hombre para aliarlo con el diablo, suponían una
amenaza. ¡No es extraño que persiguieran los cultos de los hongos!
Con todo, los indios continuaron con su práctica, mezclando magia y
religión. En presencia de estas plantas singulares continuaban
experimentando una sensación de misterio y maravilla.
Es imposible dar una descripción completa de los hongos mágicos
o sagrados, porque varían según las regiones. Pueden ser rojos,
dorados, tostados o de color castaño oscuro, casi negro. Todos crecen
de modo silvestre en praderas, bosques, o en el borde de los caminos.
A menudo se los encuentra en los excrementos de animales o cerca
de éstos.
103
Los hongos siempre se comen crudos y tienen un sabor acre y
amargo que provoca náuseas en la persona que los come, pudiendo
llegar a hacerle vomitar. Se dice que el resabio es particularmente
desagradable, y a causa de esto los indios comían siempre miel antes
de tomarlos. Hoy día, la miel es a menudo reemplazada por el
chocolate.
Cuando los españoles invadieron México, hallaron estos cultos en
la parte sur del país, a partir del valle de México. En aquella época,
los indios se reunían por la noche para celebrar las ceremonias que,
en algunos casos, pudieron consistir en una especie de orgía o culto
de fertilidad. Pero la mayoría de estas reuniones eran ceremonias
religiosas dirigidas por indios interesados en la utilización del hongo
con propósitos adivinatorios.
Aunque negada durante años por muchos especialistas, en 1936
se descubrió la existencia de estos cultos en Huautla de Jiménez, un
pueblo de Oaxaca. El informe lo comunicó Robert J. Weitlaner, y en
1938 se dio el caso de unos hombres blancos que fueron admitidos a
presenciar una ceremonia.
Algunos años más tarde, Wasson fue a Huautla en busca de estos
cultos, sus prácticas y sus ritos. Su objetivo último consistía en
participar en una de las ceremonias. Wasson penetró en el país
mazateca bajo el tórrido calor de finales de verano. Su primera parada
fue en Teotitlán del Camino, una bulliciosa ciudad de mercado en la
que la gente se reunía para traficar con las mercancías que acababan
de traer a lomos de mulas y asnos.
Wasson y su grupo dejaron la ciudad y se adentraron en el
territorio, acompañados de un guía y provistos de mulas para
transportar los bultos y los suministros. Después de una larga y
agotadora caminata llegaron a San Bernardino, lugar colgado en la
ladera de una montaña y que disfrutaba de una gran vista
panorámica sobre el valle.
Wasson cuenta haber pasado por un lugar en el que estaban
ahorcados unos ladrones, a los que habían dejado colgando durante
meses. Fue entonces cuando vio la pistola que llevaba el guía. Sin
embargo, el viaje transcurrió sin ninguna escaramuza; fueron
abriéndose paso a lo 14largo de los caminos de montaña entre una

14 Debido a la estrechez del camino, era difícil que pasaran dos caravanas a la vez. Wasson

refiere cómo el guía se comunicaba con los viajeros todavía invisibles mediante un lenguaje de
silbidos, común en las zonas montañosas. Este lenguaje existe aún en la isla de La Palma,
104
vegetación espesa y lujuriante, pasaron por pequeños pueblos de
casas con techumbres de paja, y finalmente llegaron a Huautla,
donde fueron alojados en un reducido edificio. Allí durmieron sobre
el suelo de tierra. Aunque se alegraron de poder descansar, tuvieron
que soportar los quejidos de una mujer gravemente enferma que
yacía en un lecho junto a ellos.
El pueblo, con sus pocos centenares de habitantes, era tan
pintoresco como peligrosos eran sus alrededores. Las mujeres vestían
unas blusas de brillantes colores, conocidas como huipiles, y las
gallinas y los pavos cloqueaban y escarbaban el sucio suelo. Aquel
lugar de la montaña resultaba asombroso, y se caracterizaba por la
ausencia de insectos, que abundaban en las regiones menos
elevadas. Las colinas resplandecían con el verde de los árboles, y el
perfume de las flores subtropicales añadía una fragancia especial al
aire de las alturas.
Pero Wasson no había ido hasta allí para admirar un retiro de
montaña. Lo que quería era encontrar un curandero. Las preguntas
que hizo durante sus pesquisas le acercaron un poco más a los
secretos del hongo y de los cultos a él dedicados. Se enteró de que los
hongos eran designados por un nombre que, traducido, significaba
“aquello que brota”. Un chamán, o alguien designado por éste, recogía
los amargos hongos por la mañana. El momento ideal para reunirse
era, al parecer, durante la luna llena. La persona que recogiera los
hongos debía estar “ceremonialmente” limpia, es decir, debía
abstenerse de relaciones sexuales durante cinco días.
Los hongos podían ser comidos por el curandero o por un grupo
de personas designadas por él. Cualquiera que los comiera debía
estar tan limpio “ceremonialmente” como la persona que los había
recogido. Alguien que consultara al hongo en estado de impureza
corría el gran peligro de perder la vida o de volverse loco.
Wasson vio que el pasaje que leyó en las notas del fraile dominico
era muy exacto, porque el hongo siempre se comía crudo y fresco.
Generalmente no se limpiaba, aunque en algunos pueblos sí se hacía
y, en raros casos, se secaba para su uso posterior.
Había muchas personas que no deseaban “encontrarse” con el
hongo y entonces pagaban al chamán para que lo hiciera en su lugar.
Sólo lo consultaban para cuestiones graves. El hongo, y no el chamán

Canarias. En México, si bien los hombres podían conversar con este sistema, las mujeres tenían
prohibido hacerlo aunque lo comprendieran perfectamente.
105
o curandero, era el que iba a hablarles de la vida y la muerte, de Dios,
de su futuro, del bienestar de miembros distantes de su familia, de
su salud, etc. El hongo hablaba a través del curandero. Por esta
razón, éste fue conocido en el lenguaje de los indios como “aquel que
sabe”, aunque el chamán se limitaba a transmitir la información
proveniente del hongo, que era quien en verdad respondía a las
preguntas.

Wasson relata una consulta en la que un joven que se hallaba muy


enfermo preguntó si iba a morir. El chamán, una mujer bonita y
gentil, contestó que moriría. El hombre, resignado con su destino,
tuvo poco más tarde un colapso y murió. Al parecer, la tona del joven
había sido matada recientemente, y esto se consideraba un signo
agorero. Una tona es un animal nacido al mismo tiempo que la
persona. En el caso del joven, un puma había dado muerte a su tona.
La interpretación del hongo fue: la muerte.
Continuando con su investigación, Wasson descubrió que los
chamanes podían ser hombres o mujeres, y que sus métodos para
consultar al hongo variaban de acuerdo con sus tradiciones y
experiencia. Los chamanes sólo comían la cabeza del hongo. Antes
de ingerirlo tomaban, por lo general, chocolate o algo dulce, pero
otras veces no tomaban nada. El número máximo a ingerir era de
veinte pares.
En ningún caso se comía un solo hongo, y la razón de esto parece
ser de orden práctico. Gracias a su conocimiento de los variados
efectos de la planta, el chamán podía contrarrestar el efecto de uno
con el de otro. Por esta razón, a menudo comía distintas clases de
hongos a lo largo de la ceremonia.
En algunos casos el número de pares tenía un significado religioso
o místico. Wasson observó que muchos curanderos tomaban los
hongos en pares de nueve, trece y dieciocho, que, al parecer,
correspondían al número de dioses (nueve) de su religión, el número
de días (trece) de su semana, y al número de meses (dieciocho) de su
año.
Una vez el chamán había ingerido los hongos, pedía las respuestas
a las preguntas que se le habían planteado. En algunos casos
cantaba, salmodiaba o murmuraba hasta que el hongo empezaba a
hablar. Wasson vio que el chamán sólo podía transmitir la respuesta
del hongo en los dialectos indios, nunca en español. A veces, el
106
curandero hablaba en “lenguas”, un lenguaje que no tenía significado
para las personas que asistían a la ceremonia.
Ésta siempre se celebraba por la noche, de modo que fueran pocos
los que se enteraran. Seguramente esta precaución era un residuo de
los días de las persecuciones. Si un gallo cantaba o un perro ladraba,
el hongo no hablaría, y la consulta se daba por terminada. Pero,
cuando empezaba a hablar, lo hacía durante varias horas, y muchos
indios creen que Jesucristo y el hongo son una sola entidad que les
habla directamente a través del chamán.
Al ir adquiriendo Wasson todos estos conocimientos, le fue
permitido, por fin, presenciar una complicada ceremonia en la que se
le pidió que consultara al hongo. La única condición que el curandero
le exigió fue que su actitud fuera de sinceridad y buena fe.
Wasson, que había estado anotando cuidadosamente las
costumbres relativas al hongo, respetaba los tabúes y sentimientos
de los indios. Su pregunta fue sobre su hijo. El hongo respondió
diciéndole que aquél se encontraba bien, pero no en el lugar en que
Wasson le suponía.
El hongo le contó al explorador más cosas. Una persona de su
familia iba a morir dentro de poco. Esta última y desalentadora
noticia sorprendió al hombre, pues tenía una familia reducida y no
sabía de nadie que estuviera enfermo.
Para su sorpresa, Wasson se enteró más tarde de que uno de sus
primos hermanos murió de modo inexplicable unos meses después
de la predicción del curandero. El hombre, de poco más de cuarenta
años, parecía hallarse en un perfecto estado de salud cuando murió.
¿Fue esto simple coincidencia o acaso el hongo “conocía” el futuro?
Wasson continúo su trabajo al año siguiente en el mismo México,
pero en otra región. Entonces le fue permitido por primera vez, no
sólo asistir a una ceremonia, sino participar en ella. Su descripción
le acerca a uno a un rito que puede haber estado celebrándose desde
hace cientos de años. Wasson cuenta que la ceremonia se realizó por
la noche, cuando todo estaba tranquilo. Debido a su sabor
repugnante comió rápidamente los hongos uno detrás de otro,
dejando los rabillos en una jícara, o copa, colocada en el suelo frente
al altar de la familia. Había una vela encendida.
Wasson dice que los hongos acostumbran actuar pronto, al cabo
de quince o treinta minutos. Si no actúan, la costumbre es rezarles a
los rabillos o encender más velas. Cuando los hongos empiezan a
107
hacer su efecto, la persona empieza a hablar consigo misma. En este
punto es posible hacer preguntas, que el hongo responderá si uno es
sincero en su demanda. Y añade: “Cuando todo va bien los hongos
empiezan a hablar, y es probable que respondan, no sólo a las
preguntas formuladas, sino también a todas las demás”.
¡Cuán inquietante es el tono de esta frase!
¿Está vivo, todavía, el don de la profecía, gracias al poder psíquico
de las plantas?

Varitas mágicas

Al igual que la mayoría de tribus nómadas, los babilonios creían


que el movimiento de los cuerpos celestes debía estar asociado con
una energía divina especial. Y creían que esta energía podía ser
transmitida a objetos tales como una vara. Los egipcios, como los
babilonios, también creían que las varas tenían poderes mágicos.
Durante su confrontación con los egipcios, Aarón lanzó al suelo
una vara, que se convirtió en una serpiente. El sumo sacerdote del
Faraón imitó el gesto de Aarón, convirtiendo su vara en un áspid.
Éste fue devorado inmediatamente por la serpiente de Aarón, la cual
volvió a convertirse en un bastón. Más tarde, las plagas de Egipto
serían desencadenadas por una vara. El río convertido en sangre15, y
los demás desastres que sufrieron los egipcios, fueron todos
causados por una vara mágica.
Los babilonios y los egipcios fueron los primeros en usar bastones
como varas divinatorias, y es posible que Moisés lo hubiera aprendido
de ellos. Esta práctica, imitada por los griegos y los romanos, floreció
en la Edad Media, en la que la vara se convirtió en un símbolo de
autoridad, magia y poder, a menudo de tipo místico16.
En la Edad Media existían muchas supersticiones relativas al
hecho de cortar la vara. Se aconsejaba a los hechiceros que la
cortaran en una noche de verano o según la posición de los astros.
Se les decía que miraran al este y dejaran que la vara absorbiera los
15 La conversión del agua en sangre es una excelente descripción del fenómeno conocido por

“marea roja”, frecuente en Oriente Medio y en la costa de Florida. Diminutos animales se


multiplican hasta que el agua se convierte en un líquido viscoso teñido de tono ámbar y que
resulta destructivo para toda vida. Los científicos ignoran la causa de las “mareas rojas”, uno de
los hechos más misteriosos del reino natural.
16 Este poder místico pudo derivar de una antigua observación del fuego de San Telmo: el

resplandor espectral que se ve en los mástiles de los barcos o en los árboles altos de los bosques.
Cualquier objeto resplandeciente tiende a ser relacionado con los espíritus.
108
brillantes rayos del sol naciente, el cual la dotaba, según se decía, de
poderes sobrenaturales o místicos.
En la actualidad, el arte de adivinar o buscar agua con una vara
se centra sobre todo en China y en Oriente, aunque en Occidente
continúa existiendo un reducido número de aplicados practicantes.
¿En qué consiste este arte, y cómo actúa?
La práctica de los zahoríes es el arte de encontrar algo
(generalmente agua) mediante una ramita o vara en forma de Y. Las
maderas del melocotonero, el avellano y el sauce son consideradas
como las mejores. La mayoría de los zahoríes utilizan, de ser posible,
el avellano, quizá porque ésta era la madera de la “vara alada”
entregada a Mercurio. Otros tipos de madera que también se usan a
veces en este arte misterioso son el mimbre y el endrino, aunque por
lo general se admite que los druidas empleaban varitas divinatorias
hechas con ramas de manzano.
El zahorí sostiene los extremos de la rama ahorquillada y avanza
con el palo apuntando lejos de su cuerpo y manteniéndolo paralelo
al suelo. Si bien la vara puede utilizarse para captar las “vibraciones”
de muchas clases de objetos, es usada, por lo general, para localizar
corrientes subterráneas de agua. Cuando el zahorí pasa por encima
del agua, la mano se inclina hacia abajo, indicando la presencia del
líquido.
Este movimiento de la rama puede ser provocado por una
contracción inconsciente de los músculos, aunque la mayoría de los
zahoríes insisten en que se mueve por su propio poder. Se dice que
las ramas sólo actúan durante unos días, y que en cuanto se rompen
pierden todo el poder que poseían.
¿Cómo funcionan las varitas divinatorias?
Se ha sugerido que, puesto que toda materia emite una radiación,
el zahorí reacciona ante ella a través de la sensibilidad de la varita.
Así como el pararrayos atrae la electricidad, ¿es posible que la vara
haga lo mismo, aunque, quizá, recogiendo una fuerza distinta de la
electricidad? 17

17 La conversión del agua en sangre es una excelente descripción del fenómeno conocido por

“marea roja”, frecuente en Oriente Medio y en la costa de Florida. Diminutos animales se


multiplican hasta que el agua se convierte en un líquido viscoso teñido de tono ámbar y que
resulta destructivo para toda vida. Los científicos ignoran la causa de las “mareas rojas”, uno de

observación del fuego de San Telmo: el resplandor espectral que se ve en los mástiles de los
109
Algunos zahoríes sugieren que una vara divinatoria actúa, en
muchos aspectos, como la posible punta de una raíz. Gracias a un
extraordinario sexto sentido, las raíces son capaces de detectar el
agua aunque ésta se encuentre a varios metros de distancia. Aunque
sólo sea una suposición por parte de los zahoríes, ¿es posible que la
rama “sienta” la presencia del agua, provocando un movimiento sutil
susceptible de ser captado por el zahorí?

El poder curativo de las plantas

El poder curativo de las plantas y las leyendas existentes sobre tal


poder, constituyen un tema poético y fascinante. En el siglo XVI se
enviaron a la Corte de España, desde Filipinas, unas copas
especiales. Estas copas estaban hechas con madera del imponente
árbol narra, y se creían dotadas de poder mágico porque daban al
agua vertida en ellas un color azul oscuro. A veces, el agua se volvía
fluorescente y de brillantes colores. Estos colores cambiantes
parecían poseer alguna misteriosa propiedad capaz de curar las
enfermedades del hígado.
El visitante de Tenerife encuentra ante sí una profusión de flores
fascinantes. La flor de fuego crece hasta casi alcanzar la altura de un
árbol pequeño y añade un brillante toque de rojo que contrasta con
los bananeros del valle de La Orotava.
A corta distancia de Puerto de la Cruz, el visitante descubre uno
de los espectáculos más notables de la isla. Es el famoso drago, que
se yergue aquí desde hace muchos siglos. Otro drago, al que se le
atribuía una edad de diez mil años, murió en fecha reciente. Los
nudosos dragos, que forman parte de la familia del lirio, tenían fama,
en otro tiempo, de curar la lepra con la savia oscura y como de sangre
que sus troncos rezuman.
La savia se utilizó en muchas pociones curativas, por lo que llegó
a convertirse en uno de los objetos más preciados del medievo.
Venían barcos de todo el mundo para conseguir el precioso elixir, y
los bosques de dragos que antaño cubrían la isla pronto
desaparecieron.

barcos o en los árboles altos de los bosques. Cualquier objeto resplandeciente tiende a ser
relacionado con los espíritus.
110
En las culturas más antiguas, las plantas y los árboles cumplían
la función de las actuales farmacias. En las culturas “primitivas”
todavía es así. Nicole Maxwell exploró durante diez meses la zona del
Amazonas en busca de las drogas empleadas desde la antigüedad por
los hechiceros. Una de las tribus principales con las que tomó
contacto fueron los witotos.
Descubrió que los indios mostraban una gran sensibilidad hacia
las plantas. Relata incluso una interesante creencia relativa al origen
de la vida, conectada con ellas. Según la exploradora, los witotos
tenían un vago concepto de la evolución.
Durante el “festival del ananá”, que Maxwell presenció, oyó la
historia de cómo una planta amarga que crecía en la corteza de los
árboles fue plantada en la tierra. En los años siguientes, sólo se
recogieron y plantaron las semillas procedentes de las mejores
plantas. A lo largo de muchos años, el tamaño y el aroma de la planta
fueron mejorando, hasta que los witotos consiguieron “crear” la
deliciosa piña.
Un científico moderno diría que los witotos no sólo tenían un
concepto de la evolución, sino que también descubrieron el principio
básico del cultivo selectivo, tan diestramente utilizado por Luther
Burbank. Sin embargo, las tribus “primitivas” no necesitaban
manipular la naturaleza que les rodeaba, pues ésta les suministraba
todo lo que necesitaban para vivir, incluyendo hierbas medicinales, a
las que respetaban por considerarlas misteriosas y mágicas.
La explotadora descubrió que los indios poseían unas raíces y
hierbas especiales para aumentar o disminuir la posibilidad de la
concepción en las mujeres. Como no tenían inhibiciones respecto al
sexo, las plantas “anticonceptivas” eran de la mayor importancia.
Nicole Maxwell también descubrió plantas que tenían gran variedad
de usos: había algunas que podían extraer las muelas sin dolor,
desintegrándolas hasta que salían por sí mismas de la encía. Otras
las ingerían los indios antes de las ceremonias para evitar resacas.
Otra tenía el supuesto poder de curar las quemaduras. Maxwell
cuenta el caso de un muchacho que volcó una linterna de gasolina,
la cual explotó y le quemó la cabeza y parte superior del pecho. Su
tío corrió rápidamente a la selva en busca de una planta especial, que
machacó antes de aplicarla a la parte quemada. Al parecer, la
quemadura se cerró en seguida y no dejó cicatriz.

111
En un caso similar, Nicole Maxwell describe un encuentro que tuvo
con una anciana india. Según parece, dieciocho meses antes, la
mujer volcó una olla en la que hervía la comida y se escaldó las
piernas, lo que le obligó a permanecer en cama durante un mes.
Según la mujer india, una amiga suya, al ver la pierna, fue a la selva
y regresó con un cesto lleno de hojas. Con ellas preparó un emplasto
que eliminó inmediatamente el dolor de la quemadura.
El poder curativo de las plantas es misterioso; en muchos casos
resulta tan enigmático como la fuerza magnética, algo que los
científicos modernos todavía no han explicado. Al seguir siendo un
misterio, es fácil comprender por qué las culturas “primitivas” han
considerado sagradas las plantas curadoras. Resulta irónico que los
científicos modernos hayan perseguido a los hombres que han
utilizado las plantas para curar, simplemente porque los efectos no
pueden incluirse en el ámbito de lo comprensible.
Ejemplo de esto es el francés Maurice Mességué, a quien se han
atribuido “milagros” con las plantas. Siendo un muchacho, Mességué
aprendió mucho de su padre, quien le enseñó a amar y a comprender
las plantas. Ambos pasaban horas en el campo observándolas.
Mességué aprendió cuál era el momento perfecto para recogerlas:
esperar que hubiera un “hilo de luna”. Y la época era tan importante
como la parte que recogía del vegetal. Dice Mességué que así aprendió
a tomar sólo las bayas del enebro, los pétalos de la rosa y la arista
del maíz, y aprendió también que sólo las hojas del plátano son útiles.
Mességué se dio cuenta, gracias a su estudio de las plantas, de
que éstas poseían un poder inexplicable capaz, cuando se usaba
correctamente, de curar enfermedades que ni siquiera las mejores
medicinas y los cuidados médicos modernos podían curar. La
sensibilidad del hombre en su relación con las plantas era de suma
importancia. El padre de Mességué poseía, al parecer, esta
sensibilidad y un poder peculiar que era visible para su hijo por la
expresividad de sus manos y ojos. Éstos despedían una luz religiosa
especial.
Mességué describe a su padre como un hombre enérgico y
extrañamente afectuoso, como si rezumara amor. Señala que su
padre podía traspasar este amor y este poder a las plantas, que
adquirían una mayor potencia y efectividad cuando las sostenía entre
sus manos.

112
Por lo visto, Mességué heredó de su padre este “don” o poder,
porque realizó numerosas curaciones consideradas como imposibles
a base de un tratamiento convencional. Su primer “milagro” tuvo
lugar en Marsella, en una clínica de la Rue du Dr. Escarre. Fue
requerido allí por un médico que había oído hablar de algunas de sus
interesantes curaciones.
Los médicos eran completamente escépticos respecto a este
hombre que curaba a la gente con plantas. Pero en este caso no
tenían nada que perder: un explorador llamado Varna estaba
muriéndose, y los doctores reconocían haber sido incapaces de hacer
nada por él. El “moribundo” se hallaba extremadamente pálido y
horriblemente hinchado. Mességué no estaba demasiado seguro de
poder ayudarle. Uno de los médicos le llevó aparte y le aconsejó que
no se ocupara de este caso sin esperanza, porque el hombre iba a
morir al cabo de dos horas. Al parecer, Varna no había podido orinar
en dos días.
Mességué era consciente de que sería casi imposible curar a aquel
hombre, pues sabía ya, por los médicos, que el explorador sufría una
uremia aguda, es decir, una acumulación casi fatal de urea en la
sangre. Con todo, Mességué preparó una mezcla de “celidonia,
retama y cardo de Watling-Street”, que creyó serían los ingredientes
adecuados para aquel caso.
Tomó luego un poco de algodón y lo empapó con su preparado
especial antes de aplicarlo con firmeza sobre los riñones del hombre.
Varna había perdido la sensibilidad en todo su cuerpo, y su estómago
y sus piernas estaban hinchados por el agua. Mességué esperó con
impaciencia. Vio que la respiración de Varna era apenas perceptible
y que la sábana que le cubría casi no se movía.
Los otros médicos dejaron solos a Mességué y a su paciente.
Después de todo, ya se habían dado por vencidos. Mességué cuenta
que, al cabo de media hora, el orinal de Varna estaba medio lleno.
Una enfermera, que entró en la habitación y lo vio, exclamó: “¡Es un
milagro”!
Al cabo de una hora el orinal estaba lleno y, unas horas más tarde,
Varna pudo orinar sin problemas. Fue verdaderamente un “milagro”
que el hombre se recuperara.
A partir de entonces, Mességué dio tratamiento a infinidad de
gente, desde simples campesinos hasta sir Winston Churchill.
Aunque siempre acaba en la cárcel por “practicar la medicina” sin
113
licencia, se ha convertido en una leyenda, en Francia, por el trabajo
realizado en el transcurso de las últimas décadas.
Nadie ha podido explicar el misterio de sus curaciones con las
plantas. ¿Actúa el hombre como catalizador de algún poder oculto en
las plantas? ¿O acaso éstas poseen un poder que todo el mundo
podría aprovechar si dedicara el tiempo necesario a intentarlo?

Intensificando la consciencia psíquica

Andrija Puharich empezó a trabajar con la percepción


extrasensorial en 1947, cuando este tema era considerado cosa de
locos. Puharich llegó pronto a la conclusión de que la percepción
extrasensorial era algo real, y no imaginario. Creía que ciertos
hombres y mujeres “dotados” habían demostrado su existencia con
sus talentos excepcionales. Es más, creía que todas las personas
tenían experiencias esporádicas de percepción extrasensorial.
Cuando todavía era médico del ejército, Puharich recibió una
llamada telefónica de Alice Bouverie. Ésta le contó que había invitado
a su casa a un escultor holandés llamado Harry Stone, y que durante
la velada había sucedido algo extraño. La mujer quería que Puharich
la aconsejara. Al parecer, Alice Bouverie había entregado a Harry una
joya egipcia. Tan pronto aquél tuvo el pendiente de oro entre sus
manos, empezó a temblar hasta que, finalmente, se desplomó en una
silla. Alice dijo que el rostro de Harry había quedado sin expresión,
con la mirada perdida en el vacío. Después de permanecer en este
estado durante varios minutos, el escultor dio un salto y asió la mano
de la mujer. Con su mirada fija de modo desconcertante en los ojos
de ella, Harry le preguntó una y otra vez si se acordaba de él y,
aunque ella le respondía que sí, continuo haciéndole la misma
pregunta sin parar.
Alice refiere que el escultor, hallándose en este estado como de
trance, le pidió papel y lápiz, y dibujó unos jeroglíficos egipcios.
Después de hacerlo, empezó a hablar de una droga misteriosa capaz
de intensificar la consciencia psíquica de las personas.
Estas noticias intrigaron a Puharich. Le interesaba averiguar más
cosas acerca de Harry y de sus posibles facultades psíquicas, y
también quería más información sobre la “droga que estimulaba las
facultades psíquicas”. Por fortuna, Alice tomó notas de lo que Harry
había dicho, y se las envió, junto con los dibujos, a Puharich, quien,
114
durante las semanas que siguieron, trató de sacar algo en claro de la
poca información de que disponía. Uno de los dibujos era de un
hongo. Puharich se puso a investigar los hongos, sobre los que sabía
muy poco.
Después de estudiar los dibujos de cierto número de hongos, el
investigador sacó la conclusión de que el dibujado por Harry
correspondía a la Amanita muscaria, llamada “matamoscas”. En
América tiene, por lo general, un sombrerete amarillo, mientras que
en Europa es de color rojo brillante. En ambas regiones la Amanita
muscaria está salpicada de manchas o puntos blancos. Puharich
descubrió posteriormente que el hongo crecía bajo los robles y los
abedules, donde la tierra es fértil y húmeda.
El investigador estaba tan fascinado por la extraña conducta y
aparente capacidad de escribir jeroglíficos de Harry Stone, que llevó
sus garabatos a un especialista en el tema. Éste dijo que las figuras
pertenecían, ciertamente, a una antigua forma de escritura egipcia
que pocas personas sabían descifrar, pero pudo desentrañar el
significado de algunos de los caracteres. Sin embargo, estas figuras
poco sentido tenían para el desconcertado Puharich, quien, por
último, decidió pedir a Harry que acudiera a su laboratorio para
trabajar en el terreno de la parapsicología.
Cuando Harry Stone llegó al laboratorio de Puharich, en Maíne,
fue sometido a una serie de pruebas intensivas destinadas a valorar
sus facultades psíquicas. Una de ellas fue la prueba del ábaco,
conocida como la MAT (“matching abacus test”).
La “MAT” de Puharich consistía en un juego de veinte piezas de
madera, divididas en diez pares, cada uno de los cuales tenía pegada
en cada pieza un dibujo idéntico. Estos bloques eran siempre
mezclados por un colega y guardados en una caja sellada. Pero bajo
ninguna circunstancia se alineaban frente a frente dos imágenes
iguales. Puharich quería averiguar si Harry era capaz de ordenar las
imágenes y alinearlas de modo que los dibujos idénticos estuvieran
uno frente al otro.
La prueba, por supuesto, se realizaba a oscuras, para que Harry
no pudiera ver las imágenes. Le era imposible, asimismo, sentir la
diferencia entre los distintos bloques. Se le pidió a Harry que tocara
una pieza de la primera hilera de diez, y que tratara de localizar la
que le correspondía de la hilera opuesta. El propósito de la prueba

115
era comprobar si el escultor podía relacionar todos los bloques en la
oscuridad.
Las personas normales aciertan a aparejar las piezas en una
proporción de uno a diez. Al repetir la prueba, esta posibilidad del
diez por ciento no aumenta, por lo que cabría esperar diez aciertos
entre cien, no más. Cualquier persona que pueda hacerlo mejor
muestra señales de clarividencia.
Puharich hizo realizar esta prueba a Harry durante diez días
seguidos. Ambos se introducían en una habitación a oscuras y Harry
se relajaba durante unos minutos antes de empezar la prueba.
Después de abrir la caja sellada, Puharich la entregaba a su sujeto,
quien intentaba reordenar las piezas de modo que las imágenes
idénticas coincidieran, poniéndolas de nuevo en la caja cuando
terminaba. Luego la caja sellada se entregaba a uno de los colegas de
Puharich, que se encargaba de ver los resultados.
El investigador explica que Harry realizó esta prueba treinta veces
en diez días. Al final de este período de pruebas, resultó que el
escultor no lo hizo mejor de lo que lo hubiera hecho un mono. Harry
no era clarividente. Los estudios realizados a lo largo de los dos años
siguientes con otros tipos del mismo test confirmaron este hecho.
Harry nunca pudo demostrar clarividencia bajo condiciones de
laboratorio.
Durante los meses siguientes, al continuar Puharich trabajando
con Harry Stone en el laboratorio y poder ir observando los trances
de su sujeto, el investigador empezó a darse cuenta de que Harry
hablaba por boca de un rey o príncipe egipcio muerto hacía muchos
miles de años. Puharich estaba convencido de que no se trataba de
una broma ni de nada que pudiera explicarse dentro del marco de la
ciencia actual.
¿Qué intentaba comunicar el egipcio que se llamaba a sí mismo Ra
Ho Tep ante Puharich y las personas que le rodeaban? Al reunir las
frases obtenidas en diversos trances, el científico se convenció de que
lo que Harry describía era un hongo sagrado y el culto que le rodeaba.
Pero nadie descubrió nunca referencia alguna a la existencia de tal
culto en todos los estudios realizados sobre los egipcios.
¿Existió en realidad este culto?
Puharich sólo podía presumir, por lo que Harry decía, que este
culto había existido muchos miles de años antes de Cristo. Al no
existir referencia alguna a él en los trabajos de los egiptólogos, cabía
116
la posibilidad de que este culto fuera secreto y estuviera reservado a
la nobleza. Sin embargo, todo esto eran simples especulaciones.
Puharich se puso a buscar el hongo que Harry Stone describía.
Como mencionamos antes, el científico creía que debía tratarse de la
Amanita muscaria, sobre la que había leído algunas cosas después
del primer trance de Harry en presencia de Alice Bouverie. En las
semanas siguientes halló algunos especímenes de este hongo, que
era muy conocido en Rusia por sus propiedades alucinógenas. Era el
mismo que las tribus chamanistas empleaban en sus prácticas de
adivinación y profecía.
En uno de sus trances, Harry, asumiendo la personalidad de Ra
Ho Tep, pidió un hongo sagrado. Aunque Puharich estaba un poco
preocupado por los efectos que el hongo podía causarle, decidió
dárselo. “La personalidad de Ra Ho Tep cayó en éxtasis”. El
investigador refiere que, a continuación, Harry aplicó el hongo sobre
su lengua y sobre su cabeza de un modo ritual18.
Al despertar o salir del trance, Harry preguntó a Puharich si le
habían dado a beber alcohol. El investigador le respondió que no,
pero tampoco mencionó el hongo. Harry empezó a comportarse como
si estuviera bebido, y Puharich se alarmó y decidió que lo mejor era
darle atropina para contrarrestar el peligro potencial del efecto del
hongo.
Se vio lo intensamente que había afectado el hongo al escultor
cuando éste dejó que un cigarrillo le quemara los dedos. Asimismo
declaró que podía ver a través de las paredes del laboratorio. Esta
observación impulsó a Puharich a esperar antes de administrarle la
atropina. El científico decidió averiguar si Harry podía hacer la
prueba “MAT” en la cual había fracasado tantas veces en intentos
anteriores. Puharich refiere que vendó los ojos de Harry y le pidió que
realizara una de estas pruebas. Aunque Puharich rogó al escultor que
tratara de hacerlo lo mejor posible, las manos de Harry se movían
torpemente y no podía controlarlas. Frustrado, Puharich ordenó
virtualmente a Harry que hiciera el test, al menos una vez. El
científico explica que el sujeto pareció adquirir de repente un
completo control sobre sí mismo, y aparejó los diez pares de piezas

18 Puharich señala que Harry se aplicó el hongo en la parte blanda de la cabeza. Éste es el

lugar donde reside el “ojo singular” o “espiritual”, conocido por los budistas como la Abertura de
Brahma. Algunas religiones afirman que de este punto sagrado es de donde parte el alma en el
momento de la muerte. Puharich sugiere la posibilidad de que Harry estuviera representando un
antiguo rito funerario.
117
en unos segundos. Acto seguido, Puharich examinó las piezas y se
quedó atónito. Harry había tenido diez aciertos. Según el
investigador, para conseguir este resultado, un hombre tendría que
hacer la prueba un millón de veces. Las probabilidades en contra de
la notable actuación de Harry eran, por tanto, abrumadoras.

Inmediatamente después, Puharich administró atropina a Harry


para contrarrestar los poderosos efectos psíquicos del hongo.
¿Fue una simple coincidencia esta capacidad de Harry Stone para
realizar una prueba que no había podido hacer antes?
¿Es posible que ciertas plantas estimulen las facultades psíquicas
del hombre?
¿O pueden las plantas inducir poderes psíquicos, como desde hace
tiempo se ha creído en algunas culturas?

Experiencias extra-corporales

Para Andrija Puharich resultó una experiencia asombrosa hallarse


a sí mismo flotando en su dormitorio mientras miraba abajo hacia su
cuerpo “real” que dormía en la cama. Sin embargo, el cuerpo que
yacía bajo él no le pareció en absoluto real.
Hallándose en este estado, Puharich pudo moverse de un lugar a
otro a través de lo que denomina una atmósfera envolvente de color
“gris azulado”. Según cuenta, le fue posible viajar a través del tiempo
y el espacio para visitar a algunos amigos, pero la experiencia resultó
frustrante porque no pudo atraer la atención de las personas que
estaban hablando en las habitaciones que visitó. Durante el tiempo
que estuvo viajando o moviéndose de un lugar a otro, no fue
consciente de atravesar ningún objeto visible. Éstos sólo eran
perceptibles una vez había llegado a su destino. Entonces podía
describir a las personas que había en la habitación, lo que decían,
los objetos que había en ella, etc. Sin embargo, nunca pudo
demostrarse a sí mismo, después de despertarse, que la experiencia
no había sido un sueño. Después de ésta, según refiere, nunca ha
vuelto a tener otra igual.
El concepto de salir del propio cuerpo físico para viajar a través del
espacio hacia puntos distantes es una antigua idea conectada a
menudo con ceremonias sagradas y con el uso de plantas

118
alucinógenas, dirigida a alcanzar niveles de realidad diferentes. La
idea de que un cuerpo no-físico, a menudo llamado “alma” o “psique”,
podía trasladarse velozmente a través del tiempo y el espacio era una
creencia tradicional de los racionalistas griegos y de las culturas más
antiguas. Los griegos creían que el alma de un hombre era capaz de
viajar fuera de la carne para ir a recoger información útil en otro lugar
de la tierra o en el otro mundo.
Las tribus siberianas, generalmente las que utilizan el hongo
alucinógeno Amanita muscaria, tenían la misma creencia. Según
ellos, el hombre podía llevar a cabo esta experiencia “extracorporal”
si había dominado sus yos físico y espiritual. Como esto era
considerado extremadamente difícil, por lo general las experiencias
“extra-corporales” las realizaba tan sólo el chamán, que había
alcanzado un nivel de consciencia superior al de los demás miembros
de la tribu. Esta facultad singular le daba el poder de ver objetos en
lugares lejanos.
Aunque Puharich dijo que había sido incapaz de atraer la atención
de las otras personas durante su experiencia “extra-corporal”, no
siempre ha sido así, aunque a menudo lo es. Algunos maestros del
arte del viaje “extra-corporal” estuvieron, según se dice, en dos
lugares al mismo tiempo, conversando, riendo y haciendo lo mismo
que harían en una situación normal.
Yogananda denomina a la facultad de desmaterializarse Kriya
Yoga, facultad gracias a la cual alguien experto en este arte puede
transformar las células vivas en energía. Según él, Elías, Jesús, Kabir
y muchos otros profetas eran maestros de Kriya Yoga y técnicas
similares. Por esto podían materializarse o desmaterializarse a
voluntad, y dar la impresión de hallarse en dos lugares a la vez.
Esta capacidad de aparecer en dos lugares al mismo tiempo ha
sido una característica atribuida a muchos santos de todas las
épocas. Se dijo de Therese Neumann que podía responder a llamadas
de auxilio saliendo fuera de su cuerpo físico y viajando hasta las
personas necesitadas. También se dijo lo mismo del padre Pío.
Además de su supuesto milagro de resucitar a un hombre muerto y
de la fragancia de sus estigmas, se dijo del sacerdote que había
aparecido en el cielo con los brazos extendidos. Esto sucedió varias
veces durante la segunda guerra mundial, según refirieron varios
pilotos, quienes dijeron que el padre Pío se había aparecido ante sus
aviones averiados para guiarlos de regreso a su base.
119
También se ha dicho de él que se aparecía, al igual que Therese
Neumann, a personas afligidas por una gran angustia o necesidad.
Mientras éstos rezaban pidiendo ayuda, veían de pronto su imagen
en la habitación. Él les hablaba, les confortaba, y se dice que, cuando
desaparecía, sin abrir ni una puerta ni una ventana, siempre dejaba
detrás de él un dulce olor a lilas e incienso como recuerdo gentil de
su santa presencia. Muchas personas han atestiguado la capacidad
de este cura rural para viajar a grandes distancias por medios “no
ordinarios”.
Las experiencias “extra-corporales19” del padre Pío y de los grandes
yoguis nunca se han relacionado con el uso de plantas con poderes
“psíquicos”; sin embargo, tanto Wasson como Castaneda describen
experiencias de este tipo: el primero cuando consultó al “hongo
sagrado” en México, el segundo al emplear la datura durante su
aprendizaje con el indio yaqui don Juan.
Wasson describe la experiencia “extra-corporal” que tuvo después
de ingerir los hongos sagrados, como una separación del alma y el
cuerpo, el cual parece una masa de barro que yace debajo de uno.
Wasson explica que el alma, en estos casos, parece volar muy alto.
Igualmente fascinante resulta la descripción que hace Castaneda
de una de sus experiencias “extra-corporales”. También él, como
Wasson, se elevó por los aires. Podía empujarse a sí mismo hacia el
cielo con un suave movimiento como de rebote, para hallarse después
deslizándose sobre su espalda a través de un cielo oscuro por el que
pasaban las nubes. Tenía una sensación de extraordinaria velocidad
y un sentimiento de libertad total de movimientos, por lo que podía
volar en círculo. Teniendo control sobre el tiempo y el espacio, su
poder era completo.
Marcel Vogel ha estado experimentando recientemente con estos
misteriosos viajes a través del tiempo y el espacio. Dice poder
“ayudar” a una planta para que ésta estabilice sus reacciones hacia
el medio. En cierto sentido, podría decirse que tiene control sobre la
planta y que puede hacerla sintonizar con los pensamientos y
emociones de las personas, tanto si se hallan cerca como a muchos

19 Aunque Santa Teresa de Ávila no tenía la facultad de trasladarse fuera de su cuerpo, era

conocida por su capacidad de flotar en el aire, a menudo en los momentos más inoportunos. Por
mucho que ella intentara detener sus “experiencias de elevación”, éstas continuaban, para gran
asombro de las personas que la rodeaban. Su cuerpo, que reposa actualmente en una iglesia de
Alba de Tormes, permanece como estaba en el momento de su muerte hace cuatro siglos. Se dice,
también, que su cuerpo exhala una agradable fragancia de flores frescas.
120
kilómetros de distancia. Como parte de sus investigaciones con las
plantas, Vogel decidió averiguar si una persona sensitiva podía
introducirse en una planta con ocasión de una experiencia “extra-
corporal”. El místico alemán Jacob Boehme era, al parecer, capaz de
observar a una planta y meterse dentro, convirtiéndose realmente en
parte de ella. Así, podía sentir lo que la planta sentía, su alegre
reacción ante la luz y su placer de crecer.
Vogel se preguntaba si podría conseguir que una persona sensitiva
se introdujera, como Boehme, en una planta. Para su experimento
eligió a una joven versada en el arte de la meditación. Vogel le dijo
que se relajara y se introdujera en un filodendro. La muchacha
ignoraba cómo hacerlo, pero “se dejó ir” y vio que podía penetrar
directamente en la base del tallo del filodendro. Dentro de la planta,
pudo ver las células y los intrincados movimientos del agua a lo largo
del tallo.
La joven refiere que fue arrastrada por una corriente ascendente
que la llevó hasta las hojas carnosas del filodendro. Después de salir
de la planta, dijo que se sentía muy unida a ella, como si hubiera
establecido un vínculo especial con la planta, una especie de unión
espiritual y física.
Vogel señala que ha repetido la experiencia en otras ocasiones con
la misma joven con el fin de lograr una descripción de la intrincada
estructura y composición de las células de la planta. Dice, también,
que ha realizado lo mismo con otras muchas personas, que han
descrito hojas y células únicas. Cada uno de los sujetos ha
proporcionado descripciones precisas de la estructura celular de las
plantas e incluso de la configuración exacta de las moléculas de ácido
desoxirribonucleico, base de la estructura genética de todo
organismo vivo. Basándose en estas experiencias insólitas, Vogel
sugiere que el hombre podrá, un día, penetrar en sus propias células
y destruir a las causantes de enfermedades o tumores.
Estas experiencias “extra-corporales” son más frecuentes de lo que
la mayoría cree. Muchas personas afirman haber experimentado – en
algún punto entre la consciencia y el sueño – la misteriosa sensación
de deslizarse, por así decirlo, fuera de sus cuerpos materiales y
trasladarse a otro lugar; de verse a sí mismos tendidos en su lecho.
O, también, en el transcurso de operaciones quirúrgicas se han
sentido flotar por encima de sus cuerpos “reales”. Sin embargo,
mientras tenía lugar la operación no han sentido miedo ni ansiedad.
121
Por el contrario, la extraña sensación tenía algo de mágico, como si
hubieran alcanzado un plano misterioso mucho más allá de lo que
podrían esperar en su existencia “física” cotidiana.

Brujería

La brujería, o la “antigua religión”, tiene sus raíces en los ritos de


fertilidad del pasado. Las brujas son representadas cabalgando sobre
una escoba porque las sacerdotisas paganas se ponían un palo entre
las piernas para imitar el pene de un hombre, antes de galopar
alrededor de los campos recién sembrados para asegurar su
fertilidad.
Aunque emergieron nuevas y vigorosas religiones que absorbieron
la mayor parte de los cultos y creencias paganos, la brujería continúo
floreciendo como forma alternativa y terrena de culto. Tal como cabría
esperar, estos cultos de fertilidad tenían un carácter licencioso. En
muchos de ellos, las orgías secretas eran parte de los ritos. En estas
orgías, los miembros del círculo se untaban sus cuerpos desnudos o
“cubiertos por el cielo” con ungüentos o cremas especiales que
contenían ingredientes como el acónito, la belladona o la cicuta, junto
con grasa perfumada. Tanto el acónito como la belladona pueden
provocar excitación, delirio y alucinaciones. Esta es, quizá, la razón
por la que las brujas creían poder volar por los aires.
Las brujas escogieron como dioses a la diosa de la luna “y al fálico
dios cornudo, ambos fácilmente reconocibles como símbolos
masculino y femenino de fertilidad”. Esto fue un grave error por su
parte, puesto que el dios cornudo podía ser tomado con facilidad por
un símbolo del diablo, a pesar de que las brujas no eran adoradoras
del diablo. Sin embargo, la Iglesia y las autoridades seculares
aprovecharon la oportunidad para acusar a la religión alternativa de
dar culto abiertamente a Satán. Lo que vino a continuación fue una
versión medieval del exterminio metódico que llevó a cabo Hitler de
los judíos y de sus enemigos políticos.
Los cultos de fertilidad fueron perseguidos y obligados a ocultarse.
Este secreto no hizo más que añadir un aura de maldad a las
acusaciones que ya se habían levantado contra ellos. Por supuesto,
muchas personas inocentes fueron acusadas de brujería por los
motivos más absurdos. Se estima que entre 300.000 y 1.000.000 de
personas fueron capturadas, torturadas y matadas en las cazas de
122
brujas. Los horribles detalles de este episodio espantoso de la historia
de la humanidad fueron tan abominables para su época como los
campos de concentración del siglo actual.
La mayoría de las víctimas eran mujeres inocentes (entre ellas,
Juana de Arco) que nada tenían que ver con los círculos ocultos. ¿Fue
el carácter licencioso de los cultos de fertilidad lo que hizo sentirse
amenazada a la Iglesia, o se trataba, simplemente, de represión
sexual expresada con el sadismo de los tiempos?
Los círculos de brujería continúan prosperando aún hoy día.
Todavía están organizados según las líneas básicas de los grupos de
brujas del pasado, con una suma sacerdotisa a la cabeza. En general,
su culto es positivo: tratan de crear una atmósfera favorable a la
satisfacción de los deseos de una persona, y las “plegarias” del círculo
se dirigen a este fin.
En la mayoría de los círculos brujeriles existe un “Libro de las
Sombras” que es algo así como la Biblia de las brujas. Este libro
describe con gran detalle el tipo de canto, encantamientos, hechizos
y conjuros que constituyen la base de la brujería. La suma
sacerdotisa de cada círculo debe copiar el “Libro de las Sombras” de
su propia mano antes de destruir el que ha pertenecido a la
sacerdotisa anterior. Más tarde, dará una copia a su sucesora, que
deberá seguir el mismo procedimiento.
En brujería se han utilizado muchas plantas con propósitos tanto
benéficos como maléficos, aunque la mayoría de las brujas creen lo
que tantos expertos en fenómenos psíquicos han señalado como
cierto: que un deseo negativo acaba, finalmente, por perjudicar a la
persona que lo tiene. Entre las plantas más usadas en las pociones
mágicas cabe distinguir a la verbena, la manzanilla, la ruda, el
azafrán, el poleo, el romero, la fumaria y el eneldo .
Pero la planta con una más larga historia como hierba potente en
el mundo oculto de las brujas ha sido la mandrágora. La mandrágora
es una planta perenne que se encuentra principalmente en las
regiones cálidas a orillas del Mediterráneo, aunque también crece en
otros climas. Si bien sus hojas son grandes, la planta, que casi no
tiene tronco, es, por lo general, bastante pequeña.
La misteriosa mandrágora ha sido descrita a menudo como de
color de fuego y despidiendo rayos de luz por la noche. Se dice,
también, que parece una estrella brillante o un fuego vacilante en el
horizonte, lo que ha dado origen a uno de sus nombres: la “Vela del
123
diablo”. Esta denominación resulta adecuada porque, en los climas
cálidos, a menudo estas plantas están cubiertas de luciérnagas.
Sin embargo, la peculiaridad más importante de la mandrágora es
su gruesa raíz que, cuando se extrae de la tierra, aparece
frecuentemente con una forma humana. A esto hay que añadir
determinadas propiedades de la planta, venerada desde hace miles
de años, posiblemente desde el 4000 antes de Cristo.
Es probable que los egipcios fueran los primeros en utilizar la raíz,
ya fuera empapándola de un líquido o triturándola hasta convertirla
en un polvo que se disolvería en un líquido, probablemente alcohol.
Esta extraña combinación constituía el misterioso fluido denominado
“Sa de Vida”, que, según su creía, proporcionaba a la persona que lo
bebía salud, vitalidad y larga vida.
Para los egipcios, la mandrágora se convirtió en uno de los
descubrimientos más prodigiosos a causa de estas cualidades, que
creían provenientes de un poder divino de la propia planta o de la
conexión de ésta con los dioses. Tan impresionados estaban con la
mandrágora, que en un rincón de sus casas mantenían encendida
una llama ante ella. En las sociedades antiguas, una llama era señal
de un respeto tan grande hacia un objeto como el que tendría un
cristiano hacia Cristo y la comunión. Los egipcios ofrecían sacrificios
a la mandrágora y apelaban a ella en sus oraciones.
¿Qué es lo que convertía a la mandrágora en algo tan especial?
Esta planta ejerce sobre el cuerpo un efecto entumecedor parecido al
de los anestésicos modernos. Podía producir un estupor capaz de
conducir a la locura – normalmente temporal – o a la muerte si se
ingería en exceso. Mezclada con alcohol, producía, además de una
sensación de intoxicación, una especie de adormecimiento
extremadamente agradable y relajante. Esta cualidad permitía a una
persona soportar períodos de gran angustia y dolor.
A causa de estas características, se creía que la planta encerraba
un poder desconocido y misterioso. Este poder era incrementado,
además, por la forma peculiar de sus raíces. ¡Qué coincidencia que
la raíz tuviera a menudo la forma de un hombre o de una mujer!
Como sucedía con frecuencia en la magia simpática, la forma
adquirió una gran importancia porque parecía indicar sexualidad.
Los hombres y las mujeres creían que, comiendo el fruto de la planta,
adquirirían mayor potencia y fertilidad. El sabor de su fruto
amarillento, que crece de sus pequeñas flores, ha sido calificado de
124
repugnante o dulce, según las diferencias culturales, pero en la
mayoría de las culturas el hecho de comer el fruto se convirtió en una
garantía de concepción. Las raíces se empleaban como talismán y
como amuleto especial para la fertilidad.
No es extraño que Afrodita fuera llamada a menudo
“Mandragonitis”. Y fue la mágica mandrágora lo que Circe empleó
para hechizar a los compañeros de Ulises. 20 No obstante, la
mandrágora era algo más que un simple amuleto o símbolo de amor
y fertilidad. Se dice que el rey Salomón llevaba en su anillo un trozo
de raíz de esta planta para que le diera poder sobre los espíritus. Y
aunque Hipócrates reconocía en ella un poderoso narcótico útil para
aliviar el dolor, la ansiedad y la depresión, también la consideraba
una planta mágica dotada de un poder desconocido y demoniaco
asociado a menudo con los venenos.
El taimado Aníbal se valió de la mandrágora para derrotar a un
ejército africano que se había rebelado contra la autoridad de
Cartago. El general fingió retirarse de la batalla y dejó tras de sí jarras
de vino saturadas de raíz de mandrágora. Cuando las tropas
africanas hubieron bebido el vino para celebrar su victoria, cayeron
en un estupor y fueron apresadas poco después por Aníbal, que
regresó con su ejército.
Al parecer, también César y Alejandro Magno utilizaron de modo
parecido la raíz de mandrágora en sus campañas. El primero la
empleó contra los piratas sicilianos y el segundo en sus conquistas
de Oriente. ¿Pudo su éxito tener algo que ver con la creencia posterior
en la naturaleza todopoderosa de la mandrágora?
Y ¿qué decir acerca del misterioso uso de esta raíz en el “vino de la
muerte” conocido por “morion”, que los soldados romanos daban a
sus prisioneros antes de torturarlos y ejecutarlos en la cruz?
A menudo, si los soldados romanos no administraban el vino a los
hombres que agonizaban en la cruz, mujeres compasivas se lo daban
para evitarles su horrible sufrimiento. Cuando los hombres bebían el
vino, caían en un sueño que simulaba la muerte, por cuanto su

20Verbena: una de las hierbas favoritas de los druidas.


Manzanilla: bella y aromática flor, parecida a la margarita.
Ruda: potente germicida de acre color y sabor.
Azafrán: ligeramente narcótico, empleado para marcar un punto sagrado en la frente.
Poleo: usado contra el horrible “mal de ojo” y sus hechizos.
Romero: potente contra las brujas y las enfermedades.
Fumaria: empleada para hacer humo en las prácticas de brujería.
Eneldo: ingrediente de la mayoría de las pociones encantatorias.
125
respiración y su pulso se detenían. En este punto, los soldados
sacaban a los crucificados de la cruz y los entregaban a sus familiares
para que los enterraran. Pero a veces los hombres se recuperaban de
la crucifixión, y esto sucedía con tanta frecuencia, que al fin se
ordenó a los soldados romanos que mutilaran los cuerpos para
asegurarse de que los condenados morían.
¿Podría ser que la esponja que se le dio a Cristo en la cruz para
humedecer sus labios contuviera mandrágora y mirra? Esta “esponja
del sueño” o “Spongia somnifera” sería más tarde usada en cirugía
en la Italia del siglo XV.
La mandrágora siempre tuvo una gran importancia como
afrodisíaco y anestésico, pero en la Edad Media fue envolviéndose
cada vez más en el misterio y las creencias ocultas.
Una cantidad excesiva de raíz de mandrágora podía matar a una
persona o volverla loca. Por esta razón, es natural que la planta se
convirtiera en un objeto maligno en la misma medida en que antes
había sido objeto de reverencia. El “Dador de Vida”, con sus
“Manzanas del amor”, pronto fue conocido como la “manzana del
diablo”.
Por tanto, cualquiera que tratara de recoger la venenosa raíz de la
mandrágora corría un considerable peligro. Este miedo a la planta
dio origen a dos fascinantes y macabras leyendas sobre los lugares
donde crecía y sobre cómo debía arrancarse. Una creencia popular
sostenía que la mandrágora crecía bajos las horcas. Se decía que
brotaba de las lágrimas de los hombres ahorcados por crímenes que
no habían cometido. También existía la creencia de que la
mandrágora crecía de la orina o el semen expulsados por los que
estaban a punto de morir. Algunas personas insistían en que el
hombre tenía que ser ladrón o virgen para que la mandrágora echara
raíces debidamente bajo el lugar de la ejecución.
En Islandia, la mandrágora se ha llamado siempre “raíz de los
ladrones” o “thjofarot”, porque se creía que la planta crecía de los
espumarajos de los hombres ejecutados en la horca. Es obvia la razón
por la que la raíz de la mandrágora tuvo pronto un nuevo nombre: “el
pequeño ahorcado”.
La conexión entre las mandrágoras y la muerte era tan fuerte que
pronto se dijo que la misteriosa planta crecía en los lugares en que
se habían cometido suicidios.

126
En la Edad Media también estaba muy extendida la creencia de
que la mandrágora chillaba y gemía cuando se la arrancaba de la
tierra. De sus heridas manaba una sangre de color rojo brillante que
formaba unas gotas como el sudor en la piel. La poderosa planta
podía, con su fuerza mística, matar a la persona que la arrancara del
suelo. O podía volverla loca.

Por consiguiente, se tomaron complicadas precauciones para


protegerse de la furia de esta planta fascinante y casi humana, a la
que se creía dotada de un corazón palpitante atendido por Satán. Si
alguien quería arrancar la raíz del suelo, tenía que taparse los oídos
con cera para no oír los gritos agónicos de la planta.

Generalmente, el mejor momento para buscar la planta era una


noche de luna llena21 y era siempre necesario acercarse a ella desde
el lado en que soplaba el viento, ya que, al parecer, la planta podía
despedir vapores venenosos. Si ciertos pájaros volaban por los
alrededores mientras uno se dirigía hacia la planta, era mejor no
desenterrarla.
Como la mandrágora podía matar a cualquier cosa que la
arrancara del suelo, la gente llevaba consigo un perro que haría el
trabajo. Después de marcar un triple círculo alrededor de la planta
con una espada – a menudo destinada exclusivamente a este fin – y
después de extraer la mayor parte de la suciedad que rodeaba a la
raíz, se ataba al perro a la parte visible de la raíz y se arrojaba un
trozo de carne ante el animal, al que se había mantenido sin comer
durante varios días. Al abalanzarse el perro hacia adelante para
alcanzar la carne, arrancaba la parte de la raíz que permanecía
profundamente hundida en la tierra. Justo cuando la radical o
extremo de la raíz quedaba expuesta por primera vez al fresco aire de
la noche, el perro se desplomaba entre convulsiones a causa del
poder mortal de la planta. Entonces se colocaba la raíz en una
corriente de agua fresca para limpiarla de demonios peligrosos.

21 Aunque los rituales para recoger las diversas hierbas y plantas parezcan absurdos, es

posible que tengan una base real, por la razón de que las potencias de los vegetales están
cambiando constantemente. Un instituto suizo dedicado a la investigación del cáncer descubrió
que las propiedades de la planta eran drásticamente afectadas, no sólo por el tiempo local y las
condiciones climáticas, sino también por factores extraterrestres como la fase de la luna y la
producción de un eclipse, y que nada era lo mismo de un momento determinado al siguiente.
127
Si la idea de recoger mandrágoras estaba acompañada de peligros
y si la propia mandrágora era, con frecuencia, asociada a la muerte,
¿por qué había quien se molestaba en hacerlo? Por un lado, cualquier
planta con fama de afrodisíaca siempre está sujeta a demanda. Por
otro lado, tal como sabían los egipcios, esta hierba mezclada con
alcohol producía una sensación de placer y relajamiento. Pero más
importante era el uso de la raíz como talismán. La demanda de
mandrágoras “machos” y “hembras” estaba siempre en alza a causa
de las muchas cosas maravillosas que la planta podía hacer.
¿Cuáles eran sus poderes, según los relatos de la época?
La raíz podía obedecer las órdenes de su propietario. Esto
suponiendo, claro está, que hubiera sido arrancada en Semana Santa
con acompañamiento de una serie de cantos hoy desconocidos.
Podía proteger a sus dueños de heridas graves como las
producidas por golpes de objetos pesados. Podía hacerle a uno
invisible o conducirle hasta inmensos tesoros. Podía quitar una
enfermedad a una persona y transferirla a otra. Era un elemento
importante del vudú medieval. Podía cambiar el tiempo, curar las
heridas del ganado, traerle a uno su pareja hasta la misma puerta de
su casa. Podía hacer cualquier cosa.
Pero lo más interesante de todo era su facultad de predecir el
futuro. Según las creencias de la época, la propia planta era capaz de
responder a cualquier pregunta que se le hiciera respecto a sucesos
futuros y secretos presentes. Un italiano contó que había enterrado
la mandrágora, dejando expuesta sólo su “cabeza”, y que la planta
había respondido a todas las preguntas que le hizo.
Pronto hubo sectas e individuos aislados que dieron culto a la
mandrágora, que se convirtió en parte integrante de la brujería y la
hechicería. Durante la Edad Media, existía en Alemania un culto
extendido por todo el país. Artesanos y charlatanes esculpían en la
raíz una figura conocida por “alraun”. Esta figura tenía la forma de
un hombre o una mujer adultos. El nombre “alraun” venía de
“allrun”: brujas de cabello suelto y piernas desnudas que mataban a
los hombres, bebían su sangre en un cráneo y adivinaban el futuro
en sus restos mutilados.
Como es natural, pronto se atribuyó a estos muñecos la posesión
de espíritus demoníacos de gran poder. Podían utilizarse a voluntad
para el bien o para el mal, y eran de gran valor: costaban el
equivalente de su peso en oro.
128
Como sucede con todos los cultos, pronto hubo tradiciones acerca
de cómo había que cuidar la raíz de la mandrágora. Tenía que ser
envuelta en una tela blanca o vestida con una capa blanca especial
provista de un lazo dorado para sostenerla. O debía guardarse en una
22 envoltura de pura seda. La imagen se guardaba en una caja

especial, pero la raíz debía sacarse cada viernes y bañarse como si


fuera un ser humano secándose lentamente en la tumba.
El agua en la que la imagen era bañada a menudo ayudaba a las
mujeres a superar el dolor del parto. Esta última creencia tenía una
base sólida en el hecho de que la raíz exudaba un jugo que era la
poción adormecedora similar al calmante “Sa de Vida” de los egipcios
y que más tarde describió Hipócrates.
Por supuesto, la Iglesia y las autoridades locales se enteraron de
la existencia de estas imágenes y de sus poderes mágicos. La raíz de
la mandrágora pronto se convirtió en una invitación a la muerte para
los que la poseían, de quienes se decía que empleaban espíritus
malignos y demonios para satisfacer sus deseos. En 1630, tres
mujeres fueron ejecutadas en Hamburgo por poseer imágenes de
mandrágora.
Cuando la persecución se intensificó, los que tenían este tipo de
figuras trataron de librarse de ellas. Pero la magia del “alraun”, capaz
de “convertir en viejos a los jóvenes y en jóvenes a los viejos”, era
demasiado grande. Era casi imposible librarse de los hechizos, que
se creía reaparecían en la casa del dueño de la raíz a pesar de todos
sus intentos para evitarlos.
Si las raíces se quemaban o se arrojaban a un río, aparecían de
nuevo en su caja como si nunca se hubieran tocado. La fuerza
demoníaca era demasiado grande para que un simple humano
pudiera vencerla. Y así, los ahorcamientos, cremaciones y
mutilaciones de las “brujas” que poseían una de estas figurillas
continuaron. Cerca de Orleans, en Francia, una mujer acabó en la
horca por “guardar en su casa un “espíritu malévolo” de mandrágora
en forma de un mono hembra”.

22 Aunque los rituales para recoger las diversas hierbas y plantas parezcan absurdos, es

posible que tengan una base real, por la razón de que las potencias de los vegetales están
cambiando constantemente. Un instituto suizo dedicado a la investigación del cáncer descubrió
que las propiedades de la planta eran drásticamente afectadas, no sólo por el tiempo local y las
condiciones climáticas, sino también por factores extraterrestres como la fase de la luna y la
producción de un eclipse, y que nada era lo mismo de un momento determinado al siguiente.
129
Como era de esperar, la Inquisición acostumbraba preguntar al
acusado si “poseía un espíritu familiar” esculpido en una raíz de
mandrágora o similar. Si la persona admitía poseer tal figura, que
obviamente sacaba sus poderes del infierno, era torturada y
quemada.
Incluso Juana de Arco fue acusada de llevar en su pecho un trozo
de raíz de mandrágora. Aunque ella negó ésta y, virtualmente, todas
las demás absurdas acusaciones que se le hicieron, acabó, junto con
su “espíritu maligno”, igual que la mayoría de las brujas: torturada y
quemada. Éste era el método de exorcizar en la Edad Media. Los
babilonios, egipcios e hindúes tenían un método más humano para
alejar a los demonios: lo hacían mediante una lavativa o clíster23.
Las raíces de mandrágora se llevan aún hoy día en ciertas regiones
de Grecia y en gran parte de Oriente Medio a modo de amuletos de
amor, y se considera que traen suerte, al igual que las patas de conejo
en América.
A lo largo de su historia, se ha atribuido a la mandrágora un
increíble poder a causa de la supuesta facultad de traer buena suerte
a su poseedor, de hacerle invisible, de adivinar el futuro y los secretos
escondidos, de promover la fertilidad y el deseo sexual, y, en
resumen, de hacer casi cualquier cosa que su dueño le pida.
Más que cualquier otra en la historia del hombre, la mandrágora
ha sido un símbolo de los poderes misteriosos y ocultos de las
plantas.

23 Mientras que los antiguos acostumbraban emplear la mandrágora para exorcizar a los

demonios, resulta interesante ver cómo más tarde sería utilizada para fines exactamente
opuestos. Todas las plantas alucinógenas se han visto como causantes, o de los peores males
para la sociedad, o del mayor bien posible, según las actitudes de las culturas en cuestión.
130
5
Fuerzas vitales y consciencia cósmica

Son los tentáculos que salen del cuerpo de un hombre


y que son aparentes para todo brujo que ve. Los brujos
actúan respecto a las personas según como vean sus
tentáculos. Las personas débiles tienen fibras muy cortas,
casi invisibles; las personas fuertes las tienen brillantes y
largas. Las de don Genaro, por ejemplo, son tan brillantes
que parecen tener consistencia. Viendo las fibras, uno
puede decir si una persona está sana o si está enferma; si
es mezquina, o buena o traidora. También puede decirse
por las fibras si una persona puede ver.

CARLOS CASTANEDA
(Una realidad aparte)

El aura puede describirse como una especie de halo o franja


brillante que rodea a todas las cosas vivientes. Algunas personas la
ven como un capullo de gusano de seda que se expande y contrae
rítmicamente formando espirales de energía que parecen fluir dentro
y fuera del cuerpo físico. Se dice que es más fácil de percibir en las
personas de gran sensibilidad, espiritualidad o poder psíquico. Ésta
puede ser la razón por la que los artistas han pintado halos alrededor
de los santos y los iconos.
Esta misteriosa emanación del cuerpo parece ser un “doble
espiritual” del cuerpo físico, directamente relacionado con la fuerza
vital de todos los seres vivos. En el estado de consciencia normal, el
aura de cada persona o planta posee, al parecer, unas características
definidas que algunos clarividentes pretenden poder “interpretar”
como indicadores de pautas emocionales, mentales y espirituales.
Algunos expertos en fenómenos psíquicos afirman que pueden decir,
a partir del aura, si una persona es cruel, feliz, está deprimida, etc.
Lo hacen mirando los distintos colores del aura. Sin embargo, los
colores y su significado están abiertos a la interpretación personal,
que depende en gran parte de la intuición y la experiencia personal
131
que se tenga en asociar los colores con tipos de comportamiento y en
el análisis.
Por ejemplo, Bertha Harris interpreta el azul o violeta que percibe
en las auras como una indicación de algún talento especial. Una gran
capacidad intelectual aparece como un color azul oscuro con trazas
doradas que se transforma paulatinamente en un azul claro o en un
violeta intenso. La dedicación se muestra en un resplandor rosado
claro, mientras que los distintos tipos de rojo constituyen una serie
que representa desde la determinación hasta la hostilidad y la cólera.
Una delicada raya rosa en el borde exterior de un aura es señal de
talento artístico. Asimismo, relaciona un aura gris con la depresión.
Por lo que respecta a las plantas, Bertha Harris cuenta la anécdota
de unos rosales que compró su padre y en cuya aura ella vio una
raja. Esta raja indicaba una enfermedad en los arbustos y por eso, a
partir de aquel día, acompañó siempre a su padre cada vez que éste
iba a comprar flores.
Sin embargo, cada uno ve las auras a su modo. Una posible
explicación de por qué los expertos psíquicos pueden ver distintos
colores alrededor de la misma persona, es que perciben al otro a
través de su propia aura, que puede variar de un día a otro. Por esta
razón, la mayoría de ellos reconoce que hay días en que no pueden
ver ningún aura; este fenómeno parece estar relacionado con sus
propias emociones y su actitud mental.
Olga y Ambrose Worrall han afirmado que la facultad de una
persona para ver el aura es una función espiritual más que física.
Según sus observaciones personales, los ciegos pueden “ver” auras
tan fácilmente como la gente con una vista normal. Es más, ellos han
descubierto que es posible cerrar los ojos y seguir viendo auras.
Olga cree que “ve” las auras a través de un punto concreto, situado
aproximadamente en el centro de su frente. Sostiene que todos los
seres vivos, incluidas las plantas, poseen auras. Y añade que las
propias auras constituyen una misteriosa forma vital, y que parecen
estar relacionadas, de modo inexplicable, con el magnetismo.
Uno de los primeros científicos que se tomó el aura en serio fue el
doctor Walter John Kilner, médico y cirujano del St. Thomas
Hospital, de Londres, en el siglo pasado. El doctor Kilner creía que
el aura era una emanación corporal, de carácter físico, y no
espiritual. Su trabajo con las auras perseguía fundamentalmente el
hacerlas visibles a los médicos para que éstos pudieran
132
compararlas de manera lógica y sistemática. Creía que, una vez las
auras eran visibles, podían aportar indicaciones sobre el estado
mental y físico de una persona24.
Con la construcción de una “pantalla” especial, consistente en una
lente pintada con una tintura de alquitrán llamada dicianina, creyó
haber descubierto el método de hacer visibles las auras incluso para
aquellas personas que no podían verlas de ordinario. Sugirió a sus
colegas que, mediante esta pantalla o lente, podrían establecer unos
diagnósticos más precisos sobre las enfermedades de sus pacientes.
El doctor Kilner fue ridiculizado por su poco ortodoxo concepto de
la medicina, y aunque trató de explicar lo que había visto de una
manera rígida y científica, le fue imposible convencer a la
conservadora comunidad científica sobre su modo de pensar. El
apoyo no iba a llegarle hasta setenta años más tarde, cuando el
mundo de lo oculto y lo espiritual empezó a infiltrarse en el
pensamiento del establishment.
¿Qué es lo que el doctor veía cuando observaba a un paciente a
través de sus pantallas impregnadas? Percibía una nube
resplandeciente o luminosa que parecía envolver al paciente. La nube
variaba considerablemente según el estado general del sujeto. El
doctor Kilner se dio cuenta en seguida de que era posible ver un aura
sin utilizar la pantalla, si se había desarrollado la capacidad de “ver”.
Sin pantalla, en el aura a menudo aparecía una sombra azulada que
la atravesaba.
El doctor Kilner descubrió que las auras de todos los varones,
fuera cual fuera su edad, tenían básicamente el mismo aspecto.
Había, por supuesto, ligeras variaciones, ya que no hay dos personas
iguales. Sin embargo, el aspecto de las auras que rodeaban a las
mujeres variaba considerablemente. Las características de las auras
femeninas parecían depender de la edad y de los cambios hormonales
del cuerpo.

24 Como es natural, no todas las personas que creen estar viendo auras las ven. Hay ciertos
tipos de enfermedades de la vista que pueden provocar la “aparición” de auras cuando los ojos
no funcionan debidamente. Por otro lado, cuando alguien está muy cansado o contempla durante
demasiado tiempo un objeto, es posible que vea lo que parece ser un aura. Esto muestra que
parte de la experiencia del hombre con las auras puede explicarse simplemente en términos de
enfermedad y distorsión de la visión. También es cierto que muchos psicóticos y perturbados
mentales ven auras. Sin embargo, esto no excluye su existencia. Algunos expertos psíquicos
afirman que el noventa por ciento de la población puede ver las auras si se prepara para ello con
espíritu receptivo.
133
El doctor Kilner vio que el aura de una niña era parecida a la de
un varón. Cuando la niña crecía y llegaba a la pubertad, su aura
experimentaba grandes cambios hasta que adquiría el aspecto
característico de las que rodeaban a las mujeres maduras.
El médico descubrió que, tanto en los hombres como en las
mujeres, el aura seguía el contorno del cuerpo, aunque notó que de
los extremos de los dedos de algunos de sus pacientes emanaban
unos insólitos rayos o listas de luz.
En las mujeres, el aura era especialmente ancha alrededor de las
caderas. Parecía muy brillante alrededor de los pechos y los pezones,
que despedían un intenso resplandor durante el embarazo, justo
antes o después de la menstruación, y durante la lactancia. Tanto en
los hombres como en las mujeres, la edad tenía poco que ver con la
forma y brillo del aura, si bien la enfermedad originaba cambios
visibles en la forma e intensidad de la nube.
El doctor Kilner dividió la nube en secciones según su aspecto.
Denominó “doble etérico” a una banda oscura, a menudo
transparente, y de una anchura menor a un centímetro, que estaba
pegada a todo el contorno del cuerpo. A continuación de esta
banda, y a veces sobreponiéndose al “doble etérico”, estaba el “aura
interna”, que era una banda densa que seguía los contornos del
cuerpo formando un dibujo uniforme. A esta última sección de la
nube, el doctor Kilner la llamó “aura externa”, y su tamaño podía
variar considerablemente.
Según las observaciones del doctor Kilner, toda el aura aparecía,
por lo general, con un color azul claro. Pero en el caso de que hubiera
órganos o tejidos enfermos, el aura podía cambiar de color. Por
ejemplo, podía adquirir una coloración verde pálido. Según algunos
científicos posteriores, el aura indicaría la enfermedad mucho antes
de que aparecieran los que podrían denominarse “signos físicos” de
la enfermedad. En este caso, las posibilidades de la curación psíquica
o espiritual serían, evidentemente, muy grandes.
Las auras interna y externa de Kilner podrían muy bien ser lo
mismo que las envolturas conocidas en Oriente por “Koshas”. Se ha
dicho que, aunque estas envolturas tienen normalmente una
anchura de muchos centímetros, en los hombres de gran poder
espiritual pueden alcanzar varios kilómetros. Los creyentes
orientales afirman que el aura de Gautama Buda alcanzaba una
distancia de más de trescientos kilómetros.
134
Resultaba interesante el hecho de que el doctor Kilner señalara la
forma oval de un aura perfecta en ciertas personas sanas, ya que ésta
es exactamente la forma que el indio yaqui percibe en las personas a
las que llama “vivas”, según consta en los libros de Castaneda. El
indio puede “ver” las auras de la gente que se mueve entre la
multitud, y puede distribuir estas personas en distintos grupos según
sea la forma de sus auras individuales. Para él, una persona sin aura
es una especie de zombie o de nulidad.
La mayoría de los expertos psíquicos discrepan de esta observación
del indio de que algunas personas no tienen aura. Según ellos, todas
las personas poseen un aura, aunque algunas sean muy débiles. La
observación del indio era, por tanto, relativa, aunque muy perceptiva.
El aura también puede tener lo que podría describirse como escapes,
es decir, lugares de la “piel” por los que la energía se pierde. El
resultado de estos escapes o cortes es, al parecer, una sensación de
fatiga y una mayor tendencia a coger enfermedades.
En estudios más recientes que los del doctor Kilner se han
observado rayos o destellos de luz que atraviesan el aura como un
relámpago y que provienen del cuerpo físico. A veces estos rayos se
han detectado cuando pasaban a un cuerpo cercano, y es posible que
haya una conexión entre estos rayos y la comunicación telepática y
la “imposición de manos”.
Las personas altamente sensitivas también han observado que en
el momento anterior a la muerte de una persona aparece un espectro
plateado que flota fuera del cuerpo del moribundo. Esta forma
permanece conectada al cuerpo durante algún tiempo por una “línea
vital”, un hilo de luz plateada. En tanto el “cordón” plateado conecta
los dos cuerpos, la persona está viva. Pero, cuando la “línea vital” se
rompe, tiene lugar la muerte. La famosa médium Eileen Garrett ha
dicho que había presenciado este fenómeno muchas veces.
La fuerza vital, tan necesaria al hombre, está íntimamente
relacionada con esta energía que se extrae del sol y de la tierra. Al
igual que los seres humanos y los animales, también las plantas
tienen auras distintas, que varían según la clase de flor, árbol o
arbusto.
Esto indica una conexión entre la constitución genética y las
auras. Si el aura de las plantas es visible, según se dice, para
muchos, ¿es posible que Luther Burbank fuera capaz de percibir las
diferencias entre las plantas mirando, simplemente, sus auras?
135
Como mencionamos en páginas anteriores, Burbank podía elegir
una planta entre centenares sin que hubiera entre ellas ninguna
diferencia “visible”. No obstante, si era capaz de ver el aura de las
plantas, el misterio queda resuelto. Mirando, simplemente, el
resplandor que la rodeaba, podía decir en qué tipo de planta aquélla
iba a convertirse. Podía decir si era más sana que los centenares de
plantas que había a su alrededor. Y, más importante aún, podía
adivinar sus futuras características, lo que supone una aguda
percepción de su estructura genética. Son sólo conjeturas, pero
Burbank pudo muy bien haber sintonizado tan íntimamente con sus
plantas como para poder leer el débil resplandor que emanaba de
ellas.
En apoyo de esta posibilidad vienen las observaciones de un
científico ruso. B. N. Tarusov cree haber detectado, quizás, el aura de
las plantas, que aparecería en forma de una luz extremadamente
débil. Denomina a esta luz “bioquimiluminiscencia”. Señala que
donde resulta más visible es en las semillas en germinación, sobre
todo en las de hierbas y legumbres. La intensidad de la luz parece
estar directamente relacionada con el conjunto de la actividad, salud
y fuerza vital de la planta, y puede ser afectada por los cambios de
temperatura.
Tarusov señala que, una vez ha alcanzado el máximo, la
luminiscencia disminuye, con aumento de temperatura. Señala,
también, que la luz emitida por las plantas parece depender del pH
(acidez-alcalinidad) del medio en que crecen las semillas. Cuanto más
alcalina es la solución, mayor es la luz.
Del trabajo con semillas de cebada pareció desprenderse que el
oxígeno era un factor fundamental de la aparición de luz alrededor
de las plantas. El científico refiere que las raíces humedecidas con
un líquido que contenía cianuro potásico mostraron
bioquimiluminiscencia. La luz que observó en este caso casi parecía
una llamarada. Tarusov cree que la iluminación y su intensidad
dependen de la presencia de oxígeno molecular en la solución. La
bioquimiluminiscencia de una planta disminuyó ostensiblemente en
una atmósfera rica en nitrógeno y fue casi invisible y de corta
duración en una atmósfera de dióxido de carbono.
Lo que vio Tarusov ¿era el aura de las plantas? Y, si fue así, ¿qué
interés tienen las auras de las plantas para el hombre? Los expertos
psíquicos y los sanadores afirman que las plantas pueden revitalizar
136
el espíritu y el cuerpo con su excedente de energía, que puede ser
absorbido a través del aura.
Los dos árboles conocidos en los círculos ocultistas por sus
propiedades saludables y energéticas son el pino y el abeto. En
segundo lugar se hallan el roble, el haya y el manzano. Un árbol a
evitar es el olmo, pues, según se dice, ejerce un efecto dañino sobre
el cuerpo energético del hombre.
¿Cómo se extrae energía de un árbol?
W. E. Butler sugiere que uno debe escoger un pino para “recargar
sus baterías”. Siéntese en el suelo, apoyando la espalda en el tronco
del árbol y trate de relajarse completamente. Luego, basándose en
sus sentimientos más que en su mente, “sienta” que penetra en el
aura que rodea al árbol. Butler sugiere que esta acción debe consistir
en una especie de sentimiento amoroso. Dice que uno debe tratar de
comunicarse con el “espíritu” o la “inteligencia” del árbol.
Butler piensa que resulta útil visualizar de un modo simbólico lo
que el árbol significa exactamente para uno. Esto parece desatar una
emoción y un sentimiento cordiales hacia la planta. Butler cree que
uno puede acabar viendo el aura del árbol, a la que considera como
una “manifestación visible” de su inteligencia.
Según Butler, es posible extraer energía del tronco de un árbol
comunicándose con él, por medio de “sentimientos”, durante quince
minutos. Ha descubierto que éste es uno de los métodos más simples
y efectivos para revitalizarse.
Otro método es el propuesto por Joseph Weed, presidente de Weed
Television, Inc. y de Van Drenthen International Ltd. Sugiere que uno
puede extraer energía de las agujas del pino sosteniéndolas entre el
pulgar y los dos primeros dedos. Weed piensa que, concentrándose
en absorber energía de las agujas, aunque sólo sea unos pocos
minutos, se produce una transferencia de energía desde el árbol al
cuerpo de uno.
Muchas personas creen en el poder regenerador que puede
derivarse del hecho de reclinarse contra el tronco de los árboles para
extraer su energía vital. Los indios de América acostumbraban
apoyar la espalda en los árboles, estirar los brazos y sentir cómo la
energía afluía a sus cuerpos. Esta costumbre se remonta a cientos de
años atrás. En Oriente se cree que el cuerpo posee unos canales para
recibir la energía vital a lo largo de la espina dorsal.

137
Estos centros cerebroespinales son conocidos en el mundo
ocultista como “chakras” o “lotos astrales”. Una de las metas
principales del yogui es adquirir conocimiento de estos centros
sagrados. Estos centros son las “siete estrellas” o “siete iglesias”
mencionadas en el Nuevo Testamento. En el yoga son llamados, a
veces, las “siete trampillas”. Los yoguis creen que un hombre puede
trasladarse, mediante la meditación, desde su cuerpo a un plano más
espiritual de existencia a través de estas puertas o salidas divinas.
De todos los centros, el séptimo, que se halla en el cerebro, y que es
conocido como el “loto de los cien pétalos”, es el más sagrado e
importante. En algunos casos extraordinarios, un yogui puede ver a
Brahma o Dios a través de este centro.
¿Es este séptimo centro el órgano por el cual Olga Worrall percibía
el aura? ¿Son los “chakras” unos puntos a través de los cuales la
energía puede entrar o salir del cuerpo?
Se dice que este fluido puede ir en dos direcciones puesto que la
fuerza vital más débil siempre recibe a la más fuerte. Esto significa
que, no sólo nosotros podemos absorber energía de las plantas, flores
y árboles, sino que ellos pueden extraer energía de nosotros si lo
necesitan. Quizá, como dijo claramente Luther Burbank, toda
persona tiene la capacidad de alterar el estado de las plantas. La
extrema habilidad del jardinero quizá no sea más que el poder de
transmitir energía a las plantas enfermas o en desarrollo.

Fotografía Kirlian

Dos científicos rusos, Semyon Kirlian y su difunta esposa


Valentina, fotografiaron lo que ellos consideraron como las auras de
objetos vivientes mediante el empleo de una bobina Tesla, inventada
por Nikola Tesla a principios de siglo. La bobina puede generar, con
bajo amperaje, centenares de voltios de electricidad a altas
frecuencias. La electrofotografía de alta frecuencia, llamada
comúnmente fotografía Kirlian, es similar al proceso corriente de los
rayos X. Los rayos X y la fotografía Kirlian se basan en la “exposición
de contacto”. En el proceso fotográfico, el objeto es colocado “sobre el
lado emulsionado del negativo de una película fotográfica”. La
combinación del objeto y el negativo se inserta entre dos placas
metálicas circulares, y entre ellas se descarga una chispa de voltaje

138
de la bobina Tesla. El resultado de este proceso es una fotografía que
puede revelar el aura existente alrededor de un objeto.
La fotografía Kirlian no es más que una versión moderna de la
electrofotografía, sistema que consiste en realizar fotografías
descargando electricidad a través de un objeto. En la exposición de
1898 ya se exhibieron fotografías conseguidas mediante este método,
presentadas por el ingeniero Yakov Narkevich-Todko. El método
consiste en “la conversión de propiedades no eléctricas de un objeto
en propiedades eléctricas, que son luego captadas en la película”.
Los resultados de este método fotográfico recuerdan el arte
moderno. Fantásticos diseños iluminan vulgares objetos de los que
brotan glóbulos resplandecientes y chispas como de fuegos
artificiales. Algunos objetos aparecen rodeados de una neblina de
débiles resplandores dorados y azules. Rojas llamaradas se retuercen
en las hojas de arce recién arrancadas, que parecen la flameante
cabellera de Medusa. Lo que aparece en la película recuerda una
visión provocada por un alucinógeno.
Pero, ¿acaso lo que capta la fotografía Kirlian es el aura sutil
descrita por los místicos y los expertos psíquicos?
Algunos científicos así lo creen.
¿Qué significan los colores y diseños del aura? ¿Cuál es el valor de
las impresiones visuales del halo o franja que rodea los objetos?
Según los científicos, que creen que la fotografía Kirlian capta
realmente el aura de un objeto viviente, el diseño, la forma y el color
del aura pueden indicar con exactitud el estado en que se halla tal
objeto. Parece que cada forma vital posee su aura particular, con un
conjunto de resplandores igualmente único y con colores llameantes
que emanan del centro del objeto.
Por ejemplo, si se hace pasar una corriente a través de una hoja
viva, y luego se repite la operación con una hoja muerta, se observa
en el aura una coloración completamente diferente. En la resultante
fotografía Kirlian, la hoja recién arrancada, o viva, mostraría un aura
más brillante e intensa que la hoja muerta, la cual podría registrar
tan sólo un débil trazo de vida agonizante. Por tanto, mediante el
establecimiento de técnicas de comparación generales, un científico
podría decir de inmediato, gracias a la fotografía Kirlian, en qué
estado se encuentra una planta.
Otra observación interesante es la de que la estructura de todo
organismo vivo o cualquier partícula de materia parece poseer un
139
campo energético de forma idéntica a la suya. Por ejemplo, se afirma
en un informe que una hoja con una parte arrancada fue fotografiada
por el método Kirlian y que la foto resultante mostraba el contorno
total de la hoja25. Esto se conoce como el “efecto de la hoja fantasma
o perdida”. Aunque también existen informes según los cuales se ha
visto, en fotografías Kirlian de seres humanos, el contorno de
miembros amputados, debe señalarse que tanto los informes sobre el
efecto de las “hojas fantasma” como el de los “miembros fantasma”
no han sido verificados todavía por los científicos occidentales.
Si esos informes demuestran ser exactos, resultaría que la forma
de la materia está establecida de antemano. Los objetos no hacen
sino caer en un espacio preordenado por un campo energético –
todavía teórico – que da forma a toda estructura.
Este concepto es muy discutible; menos discutible es la idea de
utilizar la fotografía Kirlian como medio de diagnóstico. Si el cuerpo
despide un resplandor o emanación particular que puede ser
registrado en una película, es razonable esperar que técnicos y
médicos altamente preparados puedan interpretar el significado de la
intensidad y naturaleza del resplandor, tal como sugirió el doctor
Kilner a principios de siglo.
Puesto que las pruebas con hojas han indicado que las que están
enfermas o moribundas tienen un halo distinto al de las sanas, es
probable que también aparecieran diferencias en las auras de los
seres humanos. En realidad, las fotografías Kirlian de las puntas de
los dedos revelan la condición o estado del sujeto. Los resplandores
varían en intensidad y composición cunado una persona está
calmada, agitada, bajo el efecto de los sedantes, drogada, enferma o
bebida. Según las observaciones e informes más recientes, cada uno
de estos estados es registrable por la fotografía Kirlian.
Esta técnica fotográfica también ha proporcionado a los científicos
nuevos datos sobre el poder de algunas personas para curar
mediante el pensamiento y la “imposición de manos”. La fuerza que
despiden las extremidades de los dedos de un sanador mientras
trabaja puede ser captada por la fotografía Kirlian. Parece que el
curador puede concentrar en sus manos una fuerza enérgica incluso

25 J. I. Inyushin y su colega Adamenko refieren el experimento siguiente: cortaron de un dos

a un diez por ciento de la superficie de una hoja y cuando la fotografiaron obtuvieron la imagen
de la hoja entera. Si cortaban más de un tercio de la hoja, ya no obtenían este efecto.
140
cuando sólo se le pide que piense en el proceso de curación de
alguien.
Cuando se fotografían los dedos de una persona “curada”
inmediatamente después de una sesión de curación, muestran un
marcado incremento de resplandor, mientras que los extremos de los
dedos del sanador parecen perder algo de su brillo. Las fotografías
Kirlian sugieren una plausible, si bien misteriosa, transferencia de
algún tipo de fuerza o energía desconocida del sanador a su paciente.
Olga Worrall demostró sus facultades con una serie de hojas de
crisantemo deliberadamente mutiladas o cortadas. Se tomaron
fotografías de la hoja sana recién arrancada de la planta madre,
después de sufrir unos cortes y luego de dos sesiones de curación.
Las fotografías mostraron es supuesto poder de restaurar la vitalidad
y salud de formas vivas enfermas o gravemente dañadas, mediante
la “imposición de manos”.
Los expertos en fotografía Kirlian, Thelma Moss y Kendall Johnson
realizaron muchos experimentos a base de “curación de hojas”. Dicen
que en una fotografía Kirlian, las hojas normales y recién arrancadas
muestran a menudo una mancha de color rojo oscuro cuando se las
corta con una aguja. Esta mancha roja desaparece con el tiempo y la
hoja adquiere un tono azul apagado.
Los investigadores pidieron a un sanador que “curara” a la hoja
sin tocarla. Al cabo de unos minutos sacaron otra fotografía en la que
percibían un color rosado. La aparición de matices rosados después
de la curación en hojas mutiladas ha sucedido repetidas veces,
incluso con personas que nunca han pretendido tener ningún poder
sanador. Moss y Johnson han descubierto asimismo que
determinadas personas hacen que una hoja se marchite, hasta tal
punto que a veces es imposible fotografiarla. Se preguntan si esto no
podría proporcionar una respuesta al clásico dilema de por qué hay
personas tan magníficamente dotadas para la jardinería y otras que
son todo lo contrario.
¿Esto es una posible explicación del por qué hay personas que
ejercen sobre las demás un efecto vigorizador? ¿Fluye, la energía, de
una persona a otra? ¿Es posible que la idea de absorber energía de
un árbol o planta no sea tan ridícula como a primera vista les parece
a algunos?
Se ha observado que, cuando se coloca una hoja sana junto a otra
enferma, tiene lugar algún tipo de transferencia de energía. Si se
141
toman fotografías Kirlian de dos hojas después de colocar una cerca
de la otra, la hoja enferma muestra renovadas señales de vida. Brilla
con mayor intensidad que antes.
Quizá las plantas se comunican mediante sistemas sutiles todavía
desconocidos por el hombre, o se transfieren energía unas a otras, al
igual que los expertos psíquicos pretenden lograr con otras personas.
Aparte de las transferencias de energía, parece que la fotografía
Kirlian revela lo que podrían denominarse puntos de “escape de
energía” y de “liberación de energía”, íntimamente relacionados con
el antiguo arte chino de curar llamado acupuntura26. La acupuntura,
que actualmente está en plena expansión en el mundo occidental, ha
sido considerada durante mucho tiempo por los médicos occidentales
como una rama oculta de la medicina, pero la fotografía Kirlian, al
mostrar resplandores y colores brillantes alrededor de puntos del
cuerpo que son importantes en acupuntura, puede servir para
demostrar que los chinos poseían un conocimiento efectivo del fluido
energético del cuerpo.
Los chinos han hablado durante siglos de este misterioso río de
energía, de esta fuerza vital llamada “Ch´i”. El fluir sistemático y
regular de esta energía se ha considerado una señal de equilibrio y
salud en los organismos vivos. Sin necesidad de definir esta fuerza,
los chinos han sido capaces de regular su flujo insertando agujas en
puntos específicos del cuerpo, más de ochocientos, lo cual da una
idea de la complejidad de este arte.
Resulta del máximo interés el hecho de que, al parecer, la
fotografía Kirlian muestra la localización exacta de los puntos de
acupuntura no sólo en las personas, sino, también, en las plantas.
De nuevo se plantea la pregunta: ¿poseen las plantas un sistema
nervioso primitivo? La fotografía Kirlian sugiere tal posibilidad.
Otra cosa a retener de los informes de los especialistas en
fotografía Kirlian es su utilización en el diagnóstico de enfermedades
en los estados iniciales, antes de que la disfunción haya ocasionado
síntomas visibles o un daño grave en el sistema.

26 En los Estados Unidos está muy extendida la idea errónea de que la acupuntura se ha

introducido recientemente en el país. Las tribus indias que emigraron de Asia llevaron consigo
esta técnica al igual que los coolies que llegaron para trabajar en los ferrocarriles del Oeste.
Existen referencias a la acupuntura en revistas médicas del año 1836. Otra de las artes curativas
de China es la conocida con el nombre de “moxa”, que consiste en frotar con polvo de hojas de
pajea las ampollas reventadas que se han producido al quemar puntos específicos del cuerpo.
142
Se ha dicho de los cambios en los diseños y el color de las
fotografías Kirlian, que muestran la presencia de bacterias u hongos
capaces de provocar enfermedades. Del mismo modo que en China la
acupuntura se ha empleado como medicina preventiva, la fotografía
Kirlian también podría utilizarse para descubrir enfermedades antes
de que éstas se convirtieran en peligrosas o mortales. Según dicen,
las infecciones aparecen, en las fotografías, como fulgores de
incrementada intensidad.
Pero eso no es todo. Los fulgores o esquemas luminosos de las
distintas enfermedades parecen variar, por lo que un observador
experimentado podría determinar qué clase de enfermedad “va a
coger” un hombre o una planta.
Esto plantea una cuestión fascinante: ¿tiene un significado la luz
que emite una planta o un ser humano?, es decir, ¿es una forma de
comunicación, como provisionalmente sugieren algunos
investigadores? Si Tarusov, en su estudio de las auras detectadas por
sensibles fototubos, llegó a la conclusión de que la planta enviaba
señales de socorro en relación con su necesidad de agua, luz solar o
alimento, ¿no es posible que las plantas emitan señales de socorro
en forma de resplandores cuando se sienten invadidas por la
enfermedad?
Este es uno de los misterios de la comunicación en el plano
inferior, que aún permanece sin explorar. El enigma sigue en pie:
¿contienen los rayos una información que puede ser detectada o
interpretada por otras formas vivientes?
En experimentos recientes se han llevado a cabo otras insólitas e
incitantes observaciones que piden una investigación más a fondo.
Por ejemplo, ¿por qué en presencia de música las plantas muestran
un aura más brillante? Dorothy Retallack demostró que las plantas
reaccionan ante distintos tipos de música. ¿Podría existir alguna
relación entre la música y las auras?
Se dice que la fotografía Kirlian revela la capacidad de una planta
para adaptarse a su medio. Cuando una planta es trasplantada,
reacciona con distintas formas de resplandor y color, según sea el
medio. ¿Conocía el sensitivo Burbank esta característica, gracias a
su “visión” o sensibilidad hacia las reacciones de las plantas? Quizá
mientras plantaba nuevas plantas en distinto suelo podía ver cuáles
iban a desarrollarse y cuáles no, gracias a su percepción del estado
de sus auras.
143
Vogel, Backster y muchos otros científicos han afirmado su
creencia en la facultad que tienen las plantas de captar pensamientos
y emociones de sus dueños o de extraños que expresan un odio o un
amor intenso hacia ellas. ¿Ha sido esto verificado con la reacción de
las hojas? Según algunos investigadores, las hojas muestran un
esquema más brillante cuando están sujetas a emociones fuertes.
Parecen reaccionar a los pensamientos y a los sentimientos mediante
cambios en sus auras.
Posiblemente Backster estuvo a punto de realizar un importante
descubrimiento al mostrar la reacción de las plantas ante la muerte
de las células y los seres vivos. Las plantas parecen brillar con mayor
intensidad en presencia del dolor y de la muerte de las células.
Además, así como Olga Worrall pudo alterar el aspecto del aura de
unas hojas de crisantemo mediante la “imposición de manos”, parece
que el pensamiento concentrado en forma de oración puede hacer
que las hojas arrancadas brillen más intensamente. Y es posible que
la fotografía Kirlian haya demostrado la afirmación de Loehr, según
la cual la oración negativa parece tener poco efecto sobre el trigo, al
mostrar que los brotes de éste tienden a brillar más intensamente
que otros, lo cual es una indicación científica de que el trigo tiene, de
hecho, una “voluntad” de crecer más fuerte que las demás plantas.
¿De qué misteriosa fuerza o energía está hecha un aura? ¿De
dónde proviene esta fuerza?

Energía vital

Hace siglos, los médicos chinos descubrieron que clavando agujas


en una serie de puntos dados del cuerpo se podían curar muchas
enfermedades. La relación entre el punto en que se clavaba la aguja
y el efecto resultante sobre la enfermedad a menudo resultaba
misteriosa y todavía sigue siéndolo. Por ejemplo, al clavar dos agujas
en la mano de un paciente, los médicos vieron que podían curar una
enfermedad de garganta o extraer sin dolor una muela.
Los antiguos chinos creían en una energía invisible que circulaba
por todo el cuerpo. Si este fluido estaba equilibrado, la persona se
encontraba sana. Cuando este movimiento se interrumpía o
bloqueaba por alguna razón, más o menos como una presa bloquea
un río, algo iba mal en el sistema y se producía una enfermedad.

144
Esta energía era denominada Ch´i, y seguía determinados
meridianos del cuerpo. La Ch´i, también conocida como Energía Vital,
estaba compuesta por dos fuerzas opuestas: Yin y Yang. Cada una
de ellas “podía ser intensificada o drenada, en vistas a conseguir un
equilibrio armónico, curando de este modo la enfermedad”.
Los chinos no fueron los únicos en creer en esta fuerza vital
invisible. Muchas culturas antiguas especularon acerca de su
existencia. Científicos como Mesmer sacarían la conclusión de que la
fuerza que corre a lo largo del cuerpo tiene algún tipo de relación con
las estrellas. Mesmer creyó, también, que podrían utilizarse imanes
en el tratamiento de las enfermedades, con el fin de guiar el flujo de
energía invisible. Al profundizar en su trabajo, el científico descubrió
que podía dirigir esta energía para curar o influir en otras personas.
Karl Reichenbach, descubridor de la parafina y la creosota, vio que
ciertas personas tenían la extraña facultad de ver luz alrededor de los
imanes en la oscuridad. Parecía que estas almas sensitivas podían
distinguir los polos de un imán del mismo modo que podían descubrir
yacimientos minerales al sentir su presencia. Reichenbach vio,
también, que estas personas supersensitivas se sentían mal cuando
estrechaban de la manera normal la mano de alguien, y que sólo se
sentían bien cuando podían estrechar al mismo tiempo las dos manos
de la otra persona. Reichenbach pensó que esto tenía algo que ver
con una fuerza o energía corporal desconocida relacionada con el
magnetismo.
Recientemente, los Worrall han observado que las auras están en
relación con la dirección en la que está orientada una persona. El
aura varía ligeramente al cambiar la orientación del cuerpo.
Hasta que los rusos descubrieron la fotografía Kirlian, la existencia
de una fuerza vital desconocida, o Energía Vital, no pasó de ser una
especulación. Los expertos psíquicos siempre han creído que podían
sentir una transferencia de energía que se establecía entre ellos y las
personas con las que trabajaban. Creían que esta transferencia se
producía a través de las auras de los objetos vivientes. Pero, ¿cómo
podían probarlo? ¿Cómo podían mostrar siquiera que esta energía
existía?
El problema era la carencia de material científico apropiado para
probar que lo que sentían era, en verdad, un hecho. Ahora la
fotografía Kirlian sugiere que aquellas observaciones podrían ser
ciertas.
145
En un experimento los científicos fotografiaron el tallo de una lila.
En la fotografía aparecieron unos destellos luminosos que emanaban
las yemas, las cuales parecían estar rodeadas de una corona de
chispas brillantes. A continuación, los investigadores partieron las
yemas por la mitad y volvieron a fotografiarlas. El resultado consistió
en unas chispas aún más brillantes que en la primera fotografía. Al
cortar las yemas del tallo fotografiaron corrientes de energía que
parecían manar de los cortes, mientras que el tallo empezó a brillar
con un resplandor espectral. Semejante fotografía indica la existencia
de un fluido energético que emana del corte. ¿Acaso la “sustancia”
que aparece como resplandores en las fotografías es la Energía Vital?
Cuando Olga Worrall realizó sus curaciones en las hojas de
crisantemo, ¿estaba transfiriendo Energía Vital a las plantas? La
mayoría de los sanadores responderían afirmativamente.
Lo que resulta fascinante del trabajo de los sanadores en el campo
de la fotografía Kirlian, es su capacidad para cambiar los esquemas
de los resplandores de las extremidades de sus dedos con el mero
hecho de pensar en una curación. Para hacer visible este cambio, no
hace falta que lleven a la práctica el proceso de curación.
Esto sugiere que la curación empieza con el pensamiento de un
acto o estado, más que con el proceso físico de tocar o acercarse al
paciente, ya sea éste planta o ser humano. Indica un control sobre
fuerzas energéticas que el sanador concentra en sus manos mediante
la actitud mental apropiada. En resumen, la Energía Vital puede ser
empleada y aprovechada por el hombre para fines benéficos.
Pero, ¿en qué consiste esta Energía Vital?
Teilhard de Chardin creía que todos los átomos y células estaban
impregnados de una energía especial que proviene directamente de
Dios o de la consciencia cósmica. Yogananda pensaba, en esencia, lo
mismo. En su libro Autobiography of a Yogi, afirma que todo lo que el
hombre percibe está compuesto por vibraciones que a su vez
dependen del prana o “vidatrones”, que define como “fuerzas vitales
sutiles o energías de carácter más elemental que los átomos,
cargadas inteligentemente con las cinco idea-sustancias sensoriales
distintivas”.
Vogel, en base a su observación de los cristales y en la formación
de los sólidos, ha sugerido que existe un esquema de un campo
energético anterior a la estructura de los cristales, al que ha podido
observar mediante potentes lentes de aumento. Pero también ha
146
hecho la sorprendente observación de que es capaz, con su mente,
de hacer que el cristal tome la forma de una imagen mental que él
proyecta en el diseño del campo energético. En suma: puede obligar
a los cristales a hacer lo que él quiere gracias al poder del
pensamiento, si dirige su atención hacia ellos mientras están en
período de formación a partir de un estado líquido.
El pensamiento, en este caso, se convierte en una fuerza. ¿Podría
estar reaccionado con la Energía Vital que penetra todos los átomos
y moléculas del universo, tal como sugirió Teilhard de Chardin?
Quizás el concepto de Energía Vital no es sino una manera de decir
que existe un cuarto estado de la materia. ¿Es eso lo que Vogel ha
visto y otros han descrito? Este cuarto estado de la materia ha sido
denominado plasma. Se trata, sin duda, del “cuerpo enérgico” o
“alma” percibido por los místicos y sanadores especialmente en el
momento de la muerte.
En teoría, el plasma es más sutil que el gas, y constituye un
componente vital del sol. Si futuras investigaciones confirman la
existencia del plasma, muchas de las creencias más fundamentales
del hombre – a menudo ridiculizadas – quedarán justificadas. La
fuerza misteriosa que vincula a la mente, el cuerpo y el ambiente será
explicada en términos científicos, además de espirituales.
La fotografía Kirlian puede habernos mostrado el alma mística; el
aura puede mostrarnos el vínculo con la Energía Vital o con una
misteriosa fuerza vital, y esta fuerza vital puede conectarnos con la
consciencia cósmica o Dios.

Campos vitales y campos energéticos

El fallecido doctor Harold Saxton Burr quizás estuvo cerca de


comprender el aura y la Energía Vital, aunque él no hubiera
empleado estos términos para explicar el fenómeno que descubrió.
Burr no veía el universo como un caos, sino como algo ordenado y
regido por una ley. Creía haber descubierto una interconexión entre
todas las formas de vida y el universo. El esquema que se le reveló al
cabo de muchos años de investigar las fuerzas vitales, consistía en
una delicada y sutil interacción de campos electrodinámicos a los que
denominó “campos vitales”.
Para comprender qué son estos campos es necesario examinar de
cerca uno de los fascinantes experimentos de Burr, que clarificará el
147
concepto extremadamente complicado de “campo vital”. En primer
lugar, el científico mostró que todo tejido viviente posee propiedades
eléctricas. Lo demostró del siguiente modo: dejó una salamandra
adulta sobrenadando en un plato circular que contenía una solución
salina. En lados opuestos del plato sumergió dos electrodos que
estaban conectados a un galvanómetro.
Acto seguido, Burr hizo girar lentamente el plato. Al girar entre los
electrodos sumergidos, la salamandra originó una corriente alterna
registrable de muy baja frecuencia, la misma que cabría esperar de
un generador. En otras palabras, Burr demostró, al obtener la
corriente alterna, que la salamandra debió tener unos polos negativo
y positivo, ya que actuó exactamente como la armadura de un
generador eléctrico.
En suma, los sistemas vivos parecen estar rodeados por un campo
y poseer un voltaje muy débil que puede ser detectado mediante
aparatos sensibles. Burr declara que el voltaje que registró no es en
modo alguno similar a la corriente alterna detectada por los médicos
en el corazón y el cerebro. Afirma, por el contrario, haber registrado
una corriente directa.
Burr pudo captar los campos que rodeaban al tejido viviente
mediante un voltímetro de tubo al vacío, que prácticamente no
requería corriente para su operación, como sucedía con los
voltímetros ordinarios antes de la invención del tubo de vacío. El
científico descubrió que el campo detectado se extendía más allá de
la superficie del organismo vivo. Por tanto, afirma que lo que medía
no era el potencial de la superficie del tejido.
El campo medido por Burr fue conocido como “campo vital”. Era
invisible e intangible, pero “podía producir un efecto a través de un
espacio o un intervalo”. ¿Cuál era su importancia?
Burr creía que el campo electrodinámico que detectaba formaba
un diseño en todas las formas vivientes. Era la fuerza que daba una
estructura al organismo vivo. Actuaba como un “esquema viviente”,
que Burr describe de este modo: “Cuando nos encontramos con un
amigo al que no hemos visto desde hace seis meses, no hay en su
rostro una sola molécula que estuviera allí cuando lo vimos por
última vez. Pero, gracias al control de su campo vital, las nuevas
moléculas se han integrado en el esquema antiguo y familiar, y
podemos reconocer su rostro”.

148
También podríamos definir un “campo vital” diciendo que es un
molde invisible que da forma a las entidades vivas, ya sean un árbol,
una flor o un ser humano. Organiza la materia en un esquema, tal
como un imán ordenaría en una forma específica unas limaduras de
hierro esparcidas sobre un trozo de papel colocado encima de él.
A lo largo de sus investigaciones sobre los “campos vitales”, Burr
descubrió que los cambios experimentados por un gen de una planta
creaban diferencias reconocibles en las pautas del voltaje. Descubrió,
asimismo, que las pautas de crecimiento de las plantas pueden ser
afectadas por muchas influencias externas. Conectó unos voltímetros
a un arce y a un olmo con el fin de registrar su respuesta a los
estímulos externos a lo largo de varias décadas.
Los registros mostraron que los “campos vitales” de los árboles
cambian con la luz del sol, la oscuridad, las fases lunares, las
tormentas magnéticas, e incluso con las manchas solares.
Burr sacó la conclusión de que todas las cosas vivas de nuestro
planeta no existen sólo como fenómenos locales y aislados, sino que
forman parte de una armonía cósmica determinada por los
acontecimientos que se producen en todo el universo. Este concepto
ha sido debatido por los filósofos durante siglos, y en nuestros días
muchos de ellos están llegando a la misma conclusión.
Frank A. Brown, Jr., apoyaría, ciertamente, la observación de Burr
de que la vida es afectada por fuerzas extraterrestres en medida
mucho mayor que lo que la mayoría de científicos habrían
sospechado hasta hace muy poco. Brown estudió los ritmos de la
naturaleza para ver qué fuerzas entran en juego. El científico declara
que “el entorno físico de las cosas vivas es, de hecho, un compuesto
de ritmos”. Paradójicamente, Brown dice que la estabilidad de todos
los organismos vivos depende del cambio constante, observación que
llevó a Burr a la conclusión de que debe existir un campo de fuerza
que mantenga las partículas cambiantes o móviles en su lugar
apropiado.
El trabajo de Brown puso en tela de juicio muchas de las creencias
fundamentales de los fisiólogos botánicos, a saber, que nada podía
influir en un organismo mantenido en una situación controlada de
laboratorio con luz, temperatura, humedad y presión constantes.
Para estudiar las plantas mantenidas en “condiciones constantes”,
Brown observó el metabolismo o actividad general de la planta,
midiendo su ritmo de consumo de oxígeno. Descubrió que las patatas
149
eran las plantas más cómodas de utilizar porque contenían una gran
cantidad de alimento almacenado, lo cual le evitaba tener que abrir
los recipientes en los que estaban siendo estudiadas.
Brown se dio cuenta en seguida de que las patatas mantenidas “en
supuestas condiciones constantes” respondían, sin embargo, a los
influjos provenientes del exterior de sus intrincadas cámaras de
control.
Por ejemplo, aunque las plantas estaban dentro de recipientes
herméticamente cerrados, con presión constante en las cámaras,
podían indicar todavía, mediante cambios de su metabolismo o
consumo de oxígeno, qué tiempo hacía fuera del laboratorio. Y eso no
es todo. ¡Podían predecir qué tiempo iba a hacer! Brown vio que
distintos tipos de plantas, desde algas marinas a zanahorias, podían
en realidad predecir, mediante cambios metabólicos, cuál sería la
presión atmosférica dos días más tarde.
No sólo podían predecir los futuros cambios en la presión
atmosférica, sino que también indicaban cuál sería el nivel de
radiación en la atmósfera, qué temperatura hacía fuera de las
cámaras de control, cuál era el ritmo lunar mensual, etc. Brown,
basándose en el gran número de pruebas recogidas a lo largo de su
profundo estudio, llegó a la conclusión de que las plantas detectaban
algún tipo de fuerza que contenía una “información cíclica”, a pesar
de hallarse en cámaras de control que, según la mayoría de los
científicos, impedirían cualquier reacción a los cambios ambientales.
La obra de ambos científicos plantea muchas cuestiones
interesantes. ¿Detectó Burr las auras y la Energía Vital, a las que
simplemente denominó “campos vitales”? ¿Existe el diseño de un
campo energético para todas las formas vivas, tal como han sugerido
los filósofos indios? ¿Puede toda vida recibir influencias de fuerzas
cósmicas que todavía no comprendemos? ¿Registra una planta
información a partir de alguna radiación desconocida, capaz, al
parecer, de comunicarle, de este modo, “hechos”? ¿Podría ser éste el
mecanismo de la telepatía mental? ¿Reside la clave de la comprensión
de las facultades psíquicas en una observación atenta del
extraordinario sexto sentido que poseen las plantas para captar
información de las fuerzas cósmicas?

Consciencia cósmica

150
La atrapamoscas o dionea es una planta carnívora con unas hojas
parecidas a fauces, con un delicado matiz rosado y una suave
fragancia que atrae a los insectos. Las hojas, dotadas de púas, se
cierran como una trampa sobre el infortunado insecto que se posa o
se arrastra por ellas. El insecto, embadurnado y asfixiado por una
sustancia mucosa, es, luego, digerido por la planta.
El extraordinario sistema sensorial de la atrapamoscas la hace
mortífera para los insectos, pero hay un hombre que lo utiliza para
intentar comunicarse con una fuerza energética universal a la que
las personas religiosas pueden llamar Dios y aquellas que prefieren
una etiqueta más “científica”, consciencia cósmica.
Este hombre, que ha pedido permanecer en el anonimato hasta
que sus escritos se publiquen, vive en Long Island y es un experto en
electrónica. Mediante unos aparatos eléctricos extremadamente
complicados, en cierto modo similares a los de Backster, ha podido
utilizar la atrapamoscas a modo de “médium” entre él y una fuerza
desconocida. El hombre cree haber recibido, a través de la máquina
conectada a las hojas ultrasensibles de la planta, respuestas a
preguntas; respuestas que, según él, deben provenir de una fuerza
situada más allá de lo actualmente conocido por la ciencia.
El neoyorquino Paul Peck declara haber conseguido que una
planta le respondiera mediante un ligero movimiento de sus hojas.
Esto lo ha realizado tanto con plantas domésticas como con árboles
en momentos de una total ausencia de brisa. Como él mismo señala,
no está seguro de si la planta es capaz de responder a las preguntas
o si éstas las contesta una misteriosa fuerza vital presente detrás o
dentro de la planta. El hecho es que, tanto el experto en electrónica
como el dotado Paul Peck, creen que las plantas responden realmente
a las preguntas que ellos les plantean. Ambos sugieren que esto
podría ser una manifestación de Dios o de la consciencia cósmica.
Ya hemos hablado de la Energía Vital como del concepto de una
energía proveniente de una fuerza vital universal. Este concepto
constituye una de las creencias centrales de muchas sociedades y
culturas. La idea de que hay un plan o “esquema del campo
energético” para cada organismo viviente es una de las creencias
fundamentales de Burr y Vogel. El primero ve este plan como un
campo, y el segundo lo ve como un contorno nebuloso dentro del cual
se ordena la materia, por debajo de la potente ampliación de su

151
microscopio. El contorno puede ser o no un campo. Aunque Vogel lo
ha visto, no está seguro de lo que es.
La mayoría de los sanadores admiten que sus dotes de curación
provienen de una fuente de energía exterior a sus cuerpos. Tienen la
capacidad de dirigir esta energía y convertirla en una fuerza que
emana de las puntas de sus dedos. La fotografía Kirlian está aplicada
a mostrar diferencias en las puntas de los dedos de los sanadores
antes y después de realizada la curación, y las fotografías de hojas
que han sido “curadas” parecen indicar que realmente se transfiere
algún tipo de energía del sanador a la planta. Es posible que esta
energía tenga su origen en el sanador, pero las observaciones
subjetivas de la mayoría de los sanadores lo niegan. Insisten en que
todas las personas podrían aprender a generar esta energía,
extrayéndola de una fuente universal de vida.
Ésta ha sido una de las creencias fundamentales de muchas
sociedades antiguas y de la mayoría de las sociedades “primitivas”
actuales. Aquellos hombres eran capaces de ver una fuerza espiritual
en todos los objetos vivientes y, a veces, en los no-vivientes. Su
concepción de los árboles, flores y arbustos estaba llena de misterio
y respeto, y tejieron complicadas e imaginativas leyendas sobre cada
una de las bellas plantas provistas de espíritus que había a su
alrededor. En los bosques, lagos y praderas veían elfos, gnomos,
hadas y toda clase de fantásticos espíritus.
Para el indio americano, las distintas voces y espíritus de la
naturaleza no eran imaginarios, sino reales. Se creía que las
ceremonias rituales con ritmos establecidos abrían caminos que
comunicaban directamente con un ser superior.
Los habitantes de la misteriosa isla de Andros, en las Bahamas,
creen todavía en los Chickcharnies, que son unos espíritus parecidos
a los duendes. Estos espíritus, que tienen tres dedos en los pies y
tres dedos en las manos, viven en nidos en la copa de los pinos altos,
y no se debe molestarlos.
Neville Chamberlain vivió de joven en Andros, e hizo talar un
bosque de pinos que cubría 2.400 hectáreas para hacer una
plantación de agave, cuya fibra era un material de gran valor. Las
gentes del lugar le advirtieron acerca de los Chickcharnies que
anidaban en los pinos más altos. Le dijeron que sería castigado por
haberlos molestado.
El agave de Chamberlain nunca creció.
152
La creencia en ángeles y espíritus vegetales también ha formado
parte del pensamiento cristiano. El Libro de los secretos de Enoc, que
no se encuentra en la mayoría de las Biblias modernas, afirma que
todo en la naturaleza posee un espíritu especial. Estos espíritus de
la naturaleza no son sino la versión cristiana de los dioses adorados
por los antiguos.
Los griegos tenían un gran dios de la naturaleza. Según la
mitología, Pan era originalmente un simple dios pastoral que protegía
a los rebaños y se divertía persiguiendo a las ninfas. Un día que
perseguía a la hermosa Siringa, fracasó en su empeño y la ninfa se
convirtió en un cañaveral. Según la leyenda, Pan arrancó las cañas e
hizo con ellas una flauta, llamada Siringa o flauta de Pan, y el dios
aparece en los dibujos como un ser medio hombre, medio macho
cabrío, con una flauta en los labios.
Sin embargo, de un simple protector de los rebaños y los machos
cabríos, Pan pasó a ser un dios importante, el dios de la fertilidad y
de toda la naturaleza. Su poder era tal que se le atribuyó el provocar
miedo o “pánico” en el ejército persa, el cual se dispersó ante los
griegos como un rebaño de ovejas aterrorizadas en la batalla de
Maratón, ocurrida en el siglo V antes de Cristo.
¿Ha muerto Pan?
Pan no ha muerto, según R. Ogilvie Crombie (también conocido por
ROC), uno de los principales portavoces espirituales de la comunidad
de Findhorn27, en el norte de Escocia. Findhorn puede describirse sin
exagerar como una comuna de la era del espacio en la que la
comunicación con los espíritus de la naturaleza tiene como
consecuencia la obtención de los más notables resultados. Se dice
que el profesor R. Lindsay Robb, experto en agricultura de las
Naciones Unidas, visitó Findhorn unos días antes de Navidad.
Examinó las plantas – una gran variedad de flores, hortalizas y
arbustos – y vio que, fuera lo que fuera lo que hacía crecer estas
plantas en pleno invierno y en un terreno arenoso más bien pobre,
no tenía nada que ver con los métodos agrícolas conocidos ni con
fertilizantes, sino con determinados factores especiales a los que
inmediatamente reconoció como de orden vital.
Estos factores eran una combinación de amor, del hecho de hablar
con las plantas, de cuidados constantes y, sobre todo, de la

27 La comunidad de Findhorn ha sido descrita por muchas de las personas que la han visitado

como un moderno “Jardín del Edén”.


153
comunicación con los espíritus o con la consciencia cósmica que
guían el desarrollo de cada flor, hierba, hortaliza y árbol de la
pequeña comunidad. Dos de sus fundadores creían que podían
entrar en contacto con Dios y los espíritus naturales.
El primero era Eileen Caddy, quien pretende haber conversado con
Dios en 1962, cuando se le “dijo” que convirtiera un cementerio de
automóviles con un montón de basura al lado en un hogar para su
familia. Dorothy Maclean, por su parte, afirma poder comunicarse
con los Devas. Los Devas son unos seres angélicos de gran poder que
guían a los espíritus de la naturaleza en su obra de “construir” las
plantas y las flores. Dorothy, que ahora se llama a sí misma Divina,
afirma que la cooperación con estos espíritus puede conducir a
resultados fenomenales.
Es posible que la creencia en los Devas no tenga nada que ver con
el jardinero normal, pero el hecho es que la comunidad de Findhorn
ha llegado a convertir un erial en un jardín lujuriante. Ellos creen
que lo han conseguido gracias a haber resucitado el mismo
sentimiento que los antiguos tenían en relación con las plantas.
Esto requiere un elevado conocimiento y sensibilidad, un nuevo
estado de consciencia. Una falta de consciencia puede, al parecer,
provocar una desavenencia desastrosa entre el hombre y los espíritus
de la naturaleza. Algo así sucedió en la comunidad de Findhorn en
1967, cuando Peter Caddy “pidió a un nuevo miembro que podara
unas matas de tojo que llenaban el huerto. En contra de su opinión,
este nuevo miembro hizo lo que le pedían e, inmediatamente, hubo
una conmoción. Dorothy Maclean quedó desolada por la “carnicería”,
sobre todo porque el tojo estaba en plena floración”.
Hoy día, en la comunidad Findhorn, los jardineros hablan a ciertas
plantas o hierbas, y les “explican” por qué han de podarlas o, en
algunos casos, arrancarlas. Esto se hace con anticipación para que
la planta pueda prepararse para aceptar el hecho.
Pero no sólo se dirigen a las plantas, sino también a los espíritus.
Crombie describe estos espíritus como unas hermosas nubes
luminosas, tenues y sin forma, con líneas doradas que flotan y
cambian constantemente. Añade que es casi imposible describirlas,
porque los colores tal como los conocemos nosotros no son bastante
puros para representarlas con exactitud.
La descripción de Dios o de la consciencia cósmica que hizo
Yogananda es muy parecida. Describe a Dios como una luz
154
deslumbrante compuesta por capas delgadas y multicolores. La
presencia de Dios le llenó de un irresistible sentimiento de alegría y
de dicha.
Yogananda, la comunidad de Findhorn, Burbank, Carver y
muchos más aceptaron la idea de que gran parte de sus
conocimientos y facultades provenía de una fuerza o poder exterior.
Todos ellos sintonizaban espiritualmente con las plantas.
La aproximación espiritual al mundo físico debe vencer la
resistencia que la razón opone, pero el intento de alcanzar una
consciencia superior y un camino para comunicarse con objetos
considerados durante cierto tiempo incapaces de cualquier
interacción en un plano espiritual o mental con el hombre, puede
resultar fascinante y fructífero en el sentido de liberar al hombre
moderno de la idea materialista que posee de su medio.
¿Locura? Quizá. Pero locura refinada que conduce a un fin
positivo: la reafirmación de la santidad de la vida; la aceptación de
que el hombre es meramente una parte del rompecabezas gigantesco
que compone el universo.
Teniendo en cuenta los trabajos de Backster, que indicaban la
posible comunicación celular entre todas las formas vivas, no parece
forzado creer en la posible existencia de un vínculo común que una
a todos los seres vivientes en un tejido impregnado por una energía
cósmica, una energía universal que algunos hombres llaman Dios y
otros consciencia cósmica.

Psicocinesis

La psicocinesis es la facultad que posee la mente para mover


objetos mediante el poder del pensamiento, de la voluntad o de
alguna fuerza mental aún desconocida. Ingo Swann es capaz de
mover aparatos magnéticos con el poder de su mente, y Nelya
Mikhailova ha logrado, al parecer, separar la yema y la clara de un
huevo en una solución salina. Se dice de Uri Geller que es capaz, con
sólo el poder de sus manos, de hacer que se abra una rosa cerrada.
Quizá, pues, las plantas pueden convertir la energía del
pensamiento, del poder psíquico y de la oración en crecimiento,
materia y movimiento.
El doctor Walter J. Levy ha dirigido unos interesantes
experimentos sobre la psicocinesis en el Institute of Parapsychology
155
de Durham, Carolina del Norte. En uno de sus experimentos,
implantó en el cerebro de unas ratas unos electrodos que podían
producir un efecto altamente placentero al funcionar un generador.
Levy descubrió que los roedores eran capaces de controlar el
generador con el fin de estimular el área de placer del cerebro.
El científico llevó a cabo, asimismo, experimentos con polluelos y
con embriones de pollo, y descubrió que ellos también podían
estimular a un generador para alterar la temperatura ambiental. Al
no poseer los embriones un sistema nervioso desarrollado, los
experimentos de Levy parecen apoyar las observaciones de Backster
según las cuales los fenómenos psíquicos podrían tener lugar en un
nivel situado por debajo del sistema nervioso central.
Paul Peck, que dijo que las hojas de una planta o de un árbol
podían responder a sus preguntas mediante un ligero movimiento,
refiere lo que hizo con una hoja de su filodendro, que se estaba
muriendo poco a poco. “Estaba tan exasperado con una hermosa hoja
que se estaba marchitando, que le dije: ¨¡No vas marchitarte más!¨”.
Según Peck, al cabo de un año la hoja todavía tenía la parte marchita,
y el resto estaba perfectamente bien, mientras que, antes de dirigir
su pensamiento a la planta, ésta se moría rápidamente.
La observación de Peck, obviamente sincera, es, no obstante,
subjetiva y posiblemente debida al azar; sin embargo, Paul Sauvin, el
ingenioso inventor de aparatos que han demostrado la respuesta de
las plantas a las emociones humanas, cree que pronto podrá
demostrar a la comunidad científica la realidad de la psicocinesis
mediante experimentos con plantas realizados bajo controles
estrictos. Planea dar a conocer los detalles de estos experimentos en
un futuro próximo.
Este trabajo, combinado con los experimentos anteriores de Loehr,
Levy, Vogel y Brier, sugiere que el poder de la mente humana sobre
la materia puede ser verificado gracias a una compleja labor con el
poder psíquico de las plantas.

156
6
Lo que nos depara el futuro

La pregunta que debe formularse

La imaginación, la creatividad, la fe y la locura parecen combinarse


para formar una mezcolanza científica a partir de la cual las
observaciones más “absurdas” se hacen realidad. En 1902 debió
parecer ridícula la idea de Gottlieb Haberlandt de que se podía crear
una planta entera a partir de una única célula, que es la menor
unidad viviente.
¡Locura total! Las plantas, como las personas, suelen crecer a
partir de un huevo fecundado por el esperma. ¿Cómo podría alguien
crear una planta a partir de una sola célula?
Ésta era una pregunta que otros científicos “locos” se planteaban
en las décadas de 1930 y 1940 mientras estudiaban los procesos
vitales de las patatas. Observaron que, al exponer unas rodajas de
patata a la humedad y al aire libre, algunas células empezaban a
actuar de modo muy extraño, desarrollándose de manera parecida a
las células de un huevo fertilizado.
Sin embargo, estas observaciones no condujeron a ninguna parte
hasta después de la segunda guerra mundial, cuando los científicos
volvieron a encontrarse con el inusitado comportamiento de unas
células de zanahoria sumergidas, por razones experimentales, en una
mezcla de leche de coco y solución salina. La leche actuó como un
alimento para las células de zanahoria con las que trabajaban los
científicos.
De modo inexplicable, estas células se dividían como si trataran
de formar una planta entera. Imitaban el proceso que normalmente
sólo podía empezar con una combinación de células vegetales. Era el
mismo proceso que se había observado años antes.
Los científicos se hallaban ante una inversión de las leyes de la
naturaleza. No se esperaba que las células maduras se comportaran
de este modo extraño, pero lo hacían, y esto era lo que importaba.
157
Prosiguiendo su trabajo con las células de zanahoria, los
científicos observaron que la presencia de la leche de coco parecía ser
un elemento muy importante del proceso. La leche, además de
suministrar alimento a las células, parecía ser un estímulo misterioso
para que aquéllas se dividieran. En otros experimentos, los científicos
hallaron que las células de patata actuaban de modo diferente al de
las células de zanahoria, es decir, cada planta necesitaba un
determinado medio para poder actuar de la manera extraña en que
lo hacían las células de zanahoria.
Así pues, se había descubierto que para formar una planta no se
necesitan células sexuales. Es posible hacer una nueva planta a
partir de células extraídas de una planta madura. Como cada una
contiene billones de células, es posible crear un número cualquiera
de plantas nuevas e idénticas a partir de la primera.
Los pasos finales de este descubrimiento empezaron en 1952,
cuando los científicos Steward, Chaplin y Miller experimentaron con
células de una planta de zanahoria. Las células fueron mantenidas
en condiciones de temperatura y luz constantes mientras se las hacía
girar en gravedad “neutralizada”. En 1956, Steward y otro colega suyo
llamado Shantz empezaron a obtener lo que denominaron “células
libres” a partir de las células originales. Estas “células libres” se
separaban de las originales y eran capaces de sobrevivir
independientemente. No sólo sobrevivieron, sino que se dividieron y
crecieron hasta convertirse en plantas adultas.
Los científicos descubrieron que podían obtener estas “células
libres” extrayéndolas mediante una suave frotación de las células
originales tomadas de las plantas adulta.
Generalmente, las células libres permanecían inactivas durante unos
cuatro días antes de empezar a formar una nueva planta mediante la
división celular.
Para que estas células crecieran de modo ordenado, debían ser
mantenidas en unas condiciones que simularan las de un óvulo, que
es la semilla que alberga y protege a la planta en crecimiento.
Mientras las condiciones eran las correctas, las células libres crecían
igual que si fueran una combinación de células de esperma y de
huevo, pero, en este caso, no lo eran.
El hecho de que pueda crearse una planta entera a partir de una
única célula es asombroso. El modo en que la célula puede
desarrollarse así continúa siendo un misterio.
158
Todo lo que los científicos pueden decir es que se produce “algún
sutil cambio molecular que limita y traza el curso de las células al
multiplicarse”. Los científicos no han logrado “descifrar” este
lenguaje, ni tampoco saben cómo los estímulos externos afectan a las
“células libres”. Aun cuando se han “creado” orquídeas, florecientes
plantas de tabaco y perfectas zanahorias silvestres a partir de células
únicas de plantas adultas, el mecanismo de esta creación se ignora.
¿Estamos de nuevo con Vogel y Burr? Quizá los místicos
orientales, con sus “esquemas de campos energéticos”, han sabido
intuitivamente que la vida adquiere una forma a partir de algo más
que de una compleja cadena de moléculas de ácido
desoxirribonucleico.
Mientras el porqué de estos asombrosos experimentos no ha sido
todavía respondido, las consecuencias que de ellos se desprenden
son impresionantes. Si puede formarse una planta a partir de una
única célula, ¿podrá el hombre hacer lo mismo con animales
superiores? Ya se ha operado con huevos de rana, y se ha visto que
el material genético transferido a una célula puede conducir al
desarrollo de una rana adulta. Los científicos se han limitado a imitar
las pautas efectivas del “taimado” virus, que invade un organismo
vivo y utiliza a su anfitrión para reproducirse.
Esto nos lleva a la pregunta que ahora pide una respuesta: ¿Será
el hombre capaz de reproducirse a sí mismo a partir de una sola
célula?

Extrañas posibilidades

¿Es posible eliminar los insectos que infestan un campo insertando


una fotografía en una máquina y haciendo pasar una corriente a través
de ella?

Curtis P. Upton, un ingeniero civil de Princeton, fue el primero en


utilizar un método aparentemente “extravagante” para estimular el
crecimiento de las plantas y tratar campos de labranza infestados de
insectos. Upton colocó una hoja o una foto aérea de un campo en una
plancha “colectora” de cobre conectada a un transmisor de radio. Con
el fin de estimular el desarrollo de las plantas, ponía en marcha el
transmisor durante cinco o diez minutos cada semana y continuaba
el tratamiento, al menos una vez por semana, durante unos meses.
159
Según Upton, el cultivo creció más de prisa con este sistema28.
Para eliminar los insectos de los campos, el científico puso un
insecticida en la hoja o fotografía aérea colocada en la plancha
“colectora” de cobre antes de poner en marcha el transmisor. Upton
explica que, al cabo de cuarenta y ocho horas de tratamiento, los
insectos, o se encontraban muertos en el campo o habían
abandonado la zona en busca de “pastos mejores”. Upton descubrió
que el tratamiento contra los campos infestados podía llevarse a cabo
desde muchos kilómetros de distancia del lugar. En un caso se
eliminó una plaga de escarabajos japoneses desde un lugar situado
a cincuenta kilómetros de distancia de los campos infestados.
Los experimentos que se realizaron posteriormente con fotografías
fueron reveladores. El científico cortó un ángulo de una fotografía de
un campo infestado de escarabajos y puso la máquina en marcha.
Descubrió que en el área del campo no representada en la fotografía
todavía había insectos, a pesar de que el resto del campo estaba
prácticamente libre de ellos.

Upton también tuvo fallos, como él mismo reconoce. Por ejemplo,


una vez pensó que podría utilizar el ailanto en su máquina para
eliminar los escarabajos de un campo de alfalfa. Cuando puso en
marcha el transmisor, halló que la hierba había tenido un efecto
estimulante sobre las funciones reproductoras de los insectos. Pero
el hecho de que sus aparatos pudieran estimular o destruir a los
insectos permanece todavía como uno de los más misteriosos e
inexplicables fenómenos del siglo actual.

¿Pueden los rayos emitidos por las plantas ser utilizados para curar
enfermedades mentales o físicas?

Muchos de los miembros de la comunidad de Findhorn creen que


el hombre irradia un sentimiento de amor y afecto hacia las plantas
cuando trabaja directamente con ellas y con la tierra. La materia
queda impregnada de una especie de energía que estimula el

28 Este proceso ha recibido el nombre de radiónica. La máquina utilizada por Upton se parece

en cierto modo al generador psicotrónico descrito por Sheila Ostrander y Lynn Schroeder. Según
estas autoras, esta máquina insólita se emplea para “enviar radiaciones” a las semillas, que
crecen dos veces más de prisa que las que no reciben “tratamiento”
160
crecimiento de las plantas. Pero ¿pueden las plantas, a su vez,
irradiar “vibraciones” saludables para el hombre? Los jardineros de
Findhorn sugieren que éste es, en efecto, el caso.
En la actualidad ya hay algunos científicos que proponen la
creación de parques especiales de flores, arbustos, y árboles, no con
fines decorativos, sino por razones de salud. Afirman que toda planta
emite una radiación especial capaz de contribuir a la curación de
determinadas enfermedades. No se trata de la atmósfera relajante
que crea la vegetación lujuriante, sino de ondas reales que emiten las
plantas y que, presumiblemente, podrían curar un gran número de
enfermedades, del mismo modo que los materiales radiactivos
empleados en los hospitales para frenar el desarrollo de los tumores
malignos.
El investigador médico doctor Nikolai Yurchenko ha estudiado los
efectos de las plantas sobre las enfermedades durante veinte años.
Sus trabajos en el Sanatorio Sukhumi, del mar Negro, indican que
ciertas flores, plantas y árboles, como los abedules, sauces, robles y
distintas variedades de rosas, ejercen un efecto beneficioso sobre
diversas enfermedades. Se dice que las rosas de color rojo oscuro
alivian los síntomas de enfermedades nerviosas. El doctor Yurchenko
ha observado que los pacientes son atraídos de modo misterioso
hacia las plantas o flores que pueden ayudarles mejor.

¿Pueden utilizarse las plantas para medir el índice total de


contaminación del aire?

La planta es una de las criaturas vivientes más sensibles. Percibe


la luz más débil, las pequeñas alteraciones en la temperatura, los
cambios barométricos y la presencia de agua y alimentos a gran
distancia de sus raíces. Tal como mostró Brown con sus complicados
experimentos, las plantas parecen estar dotadas de un extraordinario
sexto sentido con respecto al medio, incluso cuando son mantenidas
bajo supuestas condiciones constantes de laboratorio.
Este sexto sentido o sensibilidad vegetal puede utilizarse algún día
en la lucha contra el creciente peligro de la contaminación
atmosférica. James Long, biólogo de la Missouri Air Conservation
Commission, cree que muchas clases de hortalizas y flores, entre las
que se cuentan los tomates, el maíz dulce, la lechuga romana, el
tabaco y los “gladiolos de la variedad Snow Princess, pueden, deben
161
y probablemente serán empleados para determinar los niveles de
contaminación de la atmósfera”. Long compara la hipersensibilidad
de estas plantas a la de los canarios utilizados en las minas de carbón
para detectar la presencia de gases letales.

¿Pueden utilizarse las plantas para diagnosticar enfermedades?

El doctor Marcel Vogel, mencionado antes como experto en el


campo de los cristales líquidos, no sólo cree que las plantas
responden a las emociones humanas, sino que pueden también
detectar cambios en los campos eléctricos existentes alrededor de
todo ser humano.
El científico sugiere que, al tener las plantas un protoplasma en
estado de fluidez constante, poseen, también, sus propios campos
eléctricos, lo cual equivale, en esencia, a la afirmación de Burr. Vogel
cree que, cuando los campos eléctricos de las plantas y los animales
están muy cerca uno del otro, puede percibirse y medirse algún tipo
de respuesta a través de la reacción de la planta.
Si las plantas pueden reaccionar a las emociones del hombre,
entonces, dice Vogel, pueden ser utilizadas como controles de los
grados variables de “emocionalidad” en el hombre. El científico afirma
la posibilidad de catalogar las reacciones de las plantas ante los seres
humanos. De este modo, podrían ser útiles para el diagnóstico de
enfermedades físicas y mentales.
Esto depende, por supuesto, de una lectura precisa de las
respuestas de las plantas, tal como las registran los instrumentos
más perfeccionados de que disponen los científicos hoy día. Vogel
cree que sería posible diagnosticar enfermedades como la
esquizofrenia y el alcoholismo mediante plantas ultrasensibles.
Refiriéndose a su trabajo acerca de la respuesta de las plantas
como indicación de la enfermedad de un paciente, el doctor Vogel
declara: “He ido mucho más lejos que esto. Ahora obtengo lo que
podría denominar “espectrógrafos del pensamiento”, es decir,
registros del propio proceso de pensar. No son como los
electroencefalogramas. Son registros de los campos que el cuerpo
irradia bajo el efecto de un pensamiento, de una emoción intensa o
en un estado de meditación profunda”.
La afirmación de Vogel de que obtiene lecturas singulares con
personas a las que califica de “profundas”, parece implicar que las
162
plantas podrán utilizarse algún día, no sólo para detectar las pautas
emocionales de las personas, sino también su grado de inteligencia.

¿Podrían las plantas utilizarse como testigos de un crimen?

La experiencia en la que Backster pudo detectar cuál de los seis


estudiantes había destruido una planta en presencia de otra,
registrando la reacción de la segunda hacia el “asesino”, sugiere la
posibilidad de que las plantas puedan servir algún día de testigos en
crímenes más “serios”.
Si bien puede parecer improbable que un filodendro o una violeta
africana se presenten en un futuro próximo ante un tribunal
conectado a un polígrafo, la reconocida sensibilidad de las plantas a
la ansiedad y los pensamientos más íntimos de una persona no las
excluye, ciertamente, como testigos potenciales de un crimen, ya que
los instrumentos científicos son capaces de realizar los más atrevidos
proyectos futuristas.
Se ha dicho off the record que semejante uso experimental de las
plantas ya ha sido llevado a cabo por científicos que trabajan en el
campo de la sensibilidad de los vegetales. Aunque la idea de proteger
a las plantas como a testigos materiales de un crimen pueda parecer,
a las mentes “racionales”, traída por los pelos e incluso cómica,
seguramente en su tiempo también pareció absurdo que un científico
sugiriera que las voces podían transmitirse a través de un alambre.

¿Puede un científico conocer la estructura genética de una semilla


midiendo su voltaje o “campo vital”?

Burbank dedicó años a cultivar plantas selectivamente hasta que


conseguía el tipo que buscaba. A lo largo de sus años de trabajo, se
encontró a menudo con plantas robustas y resistentes a las
enfermedades. Su misma primera “creación” – la patata Burbank –,
constituye un ejemplo excelente, ya que resistió a las pestes que, en
el siglo pasado, destruyeron tantas cosechas de patatas en Irlanda.
Como sucede con todos los organismos vivientes, características
como la robustez y la resistencia a las enfermedades dependen de la
composición genética de la planta. Burbank, por tanto, buscaba
plantas con la combinación adecuada de genes. Pero este proceso
podía durar once o doce años.
163
Los científicos de la era espacial dicen que este fatigoso proceso de
cultivo selectivo puede dejar de ser necesario. En su trabajo con los
“campos vitales”, Burr descubrió que los cambios de la estructura
genética de una planta podían alterar significativamente la pauta de
voltaje que él registraba con su voltímetro. El científico sugirió que la
medición precisa de los “campos vitales” de los plantones y las
semillas podrían utilizarse para predecir la fuerza y vitalidad de las
plantas adultas resultantes.
Sus trabajos han sido reproducidos en la Unión Soviética, donde
los científicos Gunar, Panichkin y Maslov han investigado lo que
denominan “potenciales bioeléctricos”. Estos científicos vieron que
los potenciales suministran indicaciones sobre el estado general de
la planta. De particular interés fue para ellos la resistencia de las
plantas a los estímulos peligrosos, lo cual dependía de sus genes. La
composición genética de la planta venía a su vez reflejada en la
estructura de las células individuales y especialmente en sus
membranas.
La estructura de una célula y de su membrana afecta a las lecturas
de los “potenciales bioeléctricos”, por lo que los científicos podrían
conocer la estructura genética de la planta sin llegar a ver un gen.
Conociéndola, podrían predecir si la planta iba o no a resistir los
cambios ambientales peligrosos, como, por ejemplo, las fluctuaciones
de la temperatura.
El equipo investigador de Gunar refiere que, tras examinar las
plantas con sus instrumentos, puede seleccionar las que tienen más
posibilidades de sobrevivir en condiciones desfavorables. De este
modo, se perciben características de los vegetales que, antes, los
cultivadores tardaban muchos años en descubrir.
Esto constituye una nueva y excitante manera de predecir el futuro
comportamiento de las plantas sin tener que llevar a cabo la ardua
tarea que Burbank se vio forzado a realizar a principios de siglo.
Puede abrir nuevas perspectivas para el complejo arte del cultivo.

¿Serán utilizadas las plantas para comunicar con la vida


extraterrestre?

El sistema para comunicar con la vida extraterrestre constituye


uno de los mayores misterios con que se enfrenta la moderna
investigación científica. Técnicos y científicos de primera línea se
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reúnen con frecuencia para tratar de hallar el mejor modo de tomar
contacto con los seres vivos de nuestro propio universo o de otros.
Durante mucho tiempo se ha dado por supuesto que el único modo
de contactar con la vida de otros planetas era mediante el uso de
ondas electromagnéticas conocidas. Sin embargo, según las
especulaciones más recientes, un “sistema de base biológica” podría
ser el auténtico “medio de comunicación del universo”. Hace varios
años, un ingeniero electrónico, L. George Lawrence, lanzó la
sugerencia de que las plantas podrían estar recogiendo señales
emitidas por formas de vida extraterrestre.
El científico puso tejido vegetal en un baño con temperatura
controlada. El tejido estaba protegido contra todas las interferencias
externas que se sabía que caían dentro del espectro electromagnético.
Lawrence descubrió que el tejido vivo de una planta puede captar
señales con mayor precisión que los complejos detectores
electrónicos. Sugiere que las radiaciones emitidas por las formas
extraterrestres pueden ser registradas mejor por el tejido vegetal vivo.
Durante la noche del 29 de octubre de 1971, Lawrence y algunos
de sus colaboradores tomaron un descanso y dejaron sus aparatos
apuntando en dirección a la Osa Mayor. Mientras descansaba,
Lawrence oyó unos extraños ruidos producidos por los aparatos que
contenían el tejido vegetal. Estos ruidos eran una compleja
traducción de la respuesta de la planta a estímulos exteriores. Era
evidente que algo misterioso estaba sucediendo. Durante la media
hora siguiente, el científico y sus colegas registraron estas extrañas
“señales”.
Lawrence, después de escucharlas una y otra vez, cree que han
sido enviadas a la Tierra por algún tipo de vida inteligente. Su
composición parece seguir una pauta determinada, y el científico cree
que algún día podremos descifrar su significado.
¿Serán las plantas los “instrumentos” con los que aclararemos el
misterio de la vida en el espacio exterior?

¿Es posible la comunicación telepática con plantas que viajan en


naves espaciales y en submarinos atómicos?

Como han observado Vogel y Backster, las plantas parecen estar


dotadas de una percepción extrasensorial que puede atravesar todo
tipo de material y cubrir cualquier distancia instantáneamente.
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Backster tiene la esperanza de que el Control de Tierra de Houston
incluirá en su programa espacial alguno de los experimentos que él
ha propuesto. Le gustaría ver viajando por el espacio a una planta
conectada a un polígrafo. Una vez hecho esto, sugiere que se aplique
un choque eléctrico débil al propietario de la planta, el cual estaría
en la tierra. Backster cree que la planta respondería inmediatamente
a la reacción emocional de un dueño hacia el “dolor”. La lectura del
polígrafo podría ser transmitida en seguida a la tierra.
Backster tiene el presentimiento de que el tiempo empleado para
completar este experimento probaría que la señal telepática original
entre el dueño y la planta tiene lugar de modo instantáneo. En este
caso, Backster cree que la evidencia prestaría apoyo a su teoría de
que existe un misterioso tipo de comunicación que se halla fuera del
espectro electromagnético conocido.
Una prueba similar a la propuesta por Backster puede haber sido
llevada a cabo en los submarinos atómicos. Al ser imposible la
comunicación por medios normales a partir de determinadas
profundidades, sería fascinante ver si una planta reaccionaría ante
la respuesta emocional de su propietario al ser éste sometido, en
tierra firme, a algún tipo de presión mental o física. En ciertos casos,
la comunicación telepática puede ser la única posible en el futuro.

¿Podría el hombre aprender de las plantas y los animales inferiores


el secreto de reproducir miembros inútiles?

La capacidad de determinadas plantas y animales inferiores para


reemplazar partes perdidas de su organismo es uno de los fenómenos
naturales más notables. ¿Existe algún tipo de “esquema de campo
energético” que organiza las formas vivas?
Los resultados de los trabajos de Burr y Vogel implican la
existencia de un “esquema” que dirige el desarrollo de todos los seres
vivos, y es posible que este “esquema” ya haya sido recogido en
película gracias a la fotografía Kirlian.
Vogel sugiere que, mediante sus diseños mentales, fue capaz de
controlar la formación de cristales mientras éstos pasaban de un
estado líquido a un estado sólido. Según él, los cristales recién
formados reflejaban las imágenes proyectadas desde su mente. ¿Es
así como el hombre se cura a veces a sí mismo? ¿Puede la mente
controlar realmente a la materia?
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Yogananda refiere casos fenomenales de control mental sobre el
proceso de curación. En uno de sus viajes conoció a un policía que
había estado buscando a un asesino a lo largo del Ganges. El asesino
se había disfrazado de santón, lo que le facilitaba el robar y asesinar
a los peregrinos. Al parecer, el policía se encontró con un hombre que
respondía a la descripción del criminal, y le ordenó que se detuviera.
Sin embargo, el “santón” desobedeció la orden y continuó andando.
El policía le golpeó con un hacha y casi le cortó el brazo derecho. El
“santón” se dio la vuelta y le dijo tranquilamente al policía que él no
era el asesino que buscaba.
El policía había cometido una equivocación. Había lisiado a un
“santo” del lugar. Sin embargo, el santón dijo al oficial que no se
sintiera culpable de nada. Al decir esto, puso de nuevo el brazo
sangrante en su sitio. Según el policía, el brazo se adhirió al cuerpo
y dejó de sangrar en el acto.
Tres días más tarde, el santón invitó al oficial a observar su brazo,
que estaba completamente curado y casi no presentaba rastros de
cicatriz.
Paul Peck habla de un hombre que se hizo crecer una dentadura
gracias a su poder mental.
Como dice Peck: “¡Cualquier cosa es posible bajo el sol!”

Una esperanza final

También en el pasado hubo hombres excepcionales llenos de fe y


valor, decididos a mostrar que “cualquier cosa es posible bajo el sol”.
Uno de ellos fue un explorador portugués.
Rodeó el cabo de las Tormentas, en el extremo meridional de África,
durante una terrible tempestad. Su pequeña nave, con la que
pretendía llegar a la India, daba tales sacudidas en medio de las olas
turbulentas, que los tripulantes temieron que los mástiles se
desplomaran y el casco se partiera. Rogaron a su capitán que hiciera
regresar el barco. Pero él se negó.
A medida que la tempestad iba en aumento, también lo hacía el
miedo de los hombres, que empezaron a hablar de motín.
El explorador, conociendo lo que sus hombres planeaban, se
plantó ante ellos y señaló el mar. Sólo dijo seis palabras.
“¡Mirad! – gritó a través del viento ululante –, ¡el mar tiembla ante
nosotros!”
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El explorador se llamaba Vasco da Gama. Su viaje finalizó con
éxito, y lo que consiguió fue nada menos que unir Oriente con
Occidente. El cabo de las Tormentas fue más tarde rebautizado con
el nombre de cabo de Buena Esperanza.
Los Vasco da Gama del siglo veinte están ahora rodeando el cabo
de las Tormentas del mundo psíquico y esperan revelarnos algún día
el misterioso poder psíquico de las plantas.

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Bibliografía

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