Está en la página 1de 14

Gana, Alejandro (Ed.). 2015. Reconstrucción de la memoria histórica y visual del American Bar de Valparaiso.

Valparaiso: Proyecto FONDART regional, línea Patrimonio. ISBN 978-956-401-919-2

ALEJANDRO GANA NUÑEZ

El American Bar de Valparaíso.


Artículo de análisis de las entrevistas a investigadores.

I. PRESENTACIÓN

El siguiente artículo fue realizado con la participación de un conjunto de académicos,


investigadores y artistas en el primer proceso de entrevistas del proyecto financiado por
FONDART regional: Reconstrucción de la memoria histórica y visual del American
Bar de Valparaíso.
A partir de la inquietud sobre el tema recurrente de la bohemia en Valparaíso,
como elemento identitario de la ciudad, surge el interés de estudiar más en detalle y
profundidad lugares y usos sociales y culturales de nuestro pasado reciente. Nos
preguntamos entonces si existen elementos propios de las expresiones y usos en la vida
nocturna de los habitantes y visitantes de Valparaíso, así como la pertinencia del estudio
del bar como objeto de investigación en el campo del patrimonio cultural. Junto a esto
las entrevistas contribuirían a conformar un marco metodológico y un contexto social y
político al tema del proyecto.
Lo temas tratados con apoyo de una revisión bibliográfica, buscan profundizar
entonces en la relevancia sociológica, histórica y desde el mirada del patrimonio
inmaterial, del proyecto en cuestión. Esta justificación teórica y práctica es fundamental
para superar la visión monumentalista y documentalista de los proyectos de
salvaguardia del patrimonio cultural del pasado reciente de nuestras ciudades y
habitantes.
A partir de la pauta de entrevistas y de los contenidos entregados en ellas, se
fueron estructurando las dimensiones y grandes temáticas en torno a las cuales se
estructura este artículo. Estas son

- Trabajos o estudios de los entrevistados como antecedentes de la investigación


- Valparaíso en su particularidad
- El bar como objeto de estudio
- Aportes metodológicos (orientación del miradero como metodología)
- Relevancia política y sociológica del estudio
- Propuesta de política pública patrimonial
- El acto festivo, identidad y ciudad

Palabras claves: memoria, patrimonio inmaterial, actos festivos, bohemia, política patrimonial, lugar
de memoria, integración social, precariedad social, ciudad puerto, centro histórico.

II. DATOS BIOGRÁFICOS DE LOS ENTREVISTADOS

Gonzalo Ilabaca

Gonzalo Ilabaca es pintor, afincado en Playa Ancha desde 1994. Llego a principios de
los 90’s desde Santiago pues uno de sus cuadros había sido seleccionado en una bienal
de arte. Solo había venido a Valparaíso cuando era niño, y luego en 1982 cuando se
quedó por 6 meses y quedo enganchado con los bares de marinos. Le fascinó la
atmosfera de los bares en especial del Roland Bar, eso lo motivaría a pintar los espacios
de ese lugar cuyas historias plasmaría posteriormente la publicación de un libro en 1995
con historias del barrio puerto, “Valparaíso Roland Bar: Puerto de la Fama y el
Olvido”.

Samuel León Cáceres

Samuel León está dedicado hace cerca de 40 años a la investigación en historia urbana.
Nació en Santiago donde estuvo hasta los 20 años y desde 1959 vive entre Viña del Mar
y Valparaíso.
Lo marcó a los 10 años al venir a Valparaíso de vacaciones, la visión de la ciudad
mecanizada al ver los ascensores funcionando, muy cerca unos de otros, y cada uno de
un color distintivo. 10 años después, trabajando en Valparaíso y como alumno de la
Academia de Bellas Artes, fue conociendo la ciudad, como un laberinto mágico,
contrastante.
Actualmente ha realizado trabajos documentales, uno de ellos sobre los hoteles
de Valparaíso en el período 1827 y 1927, el libro “Valparaíso sobre rieles” que es una
referencia a la historia del ferrocarril Valparaíso-Santiago, la presencia de casi 90 años
de tranvías en la ciudad, y de los 30 ascensores. Actualmente se encuentra en proceso
de publicación de un libro sobre la bohemia porteña que viene a recoger el sentido
nostálgico de la decadencia del puerto de Valparaíso.

Erick Fuentes Góngora

Erick Fuentes es licenciado en Artes, y ha trabajado intensamente en temas de memoria


oral de organizaciones sociales o comunidades. Desde 2007 trabajo más
específicamente con la comunidad del cerro Barón en la reconstrucción de la memoria
de los trabajadores ferroviarios de Valparaíso en el “Archivo oral de la Maestranza
Barón de Valparaíso”.
Ha trabajado además como documentalista con la Fundación Sol, desde el
ámbito audiovisual, comunicacional, para generar una concientización sobre los
derechos económicos-sociales básicos de comunidades, en el territorio.
Actualmente está desarrollando un archivo oral del Consejo de Suplementeros
de Santiago, donde se busca defender desde lo patrimonial, lo memorial, lo cultural, los
embates que sufren de las empresas grandes, que tienden a través de la subscripción a
terminar con esa fuente de trabajo.

Pablo Aravena Núñez

Pablo Aravena es profesor universitario, del área de Historia en la Universidad de


Valparaíso y en la Universidad de Viña del Mar. Egresando de la carrera de historia, se
interesaba en la historia oral no como mero método sino como una teoría implícita de
la historia.
Él se ha acercado a la historia del puerto, desde el ámbito académico e
investigativo, mediante tres trabajos sistemáticos: “La Miseria de lo Cotidiano”,
“Trabajo, Memoria y Experiencia: Fuentes para la historia para la modernización del
puerto de Valparaíso” y junto a Mario Sobarzo los dos ensayos que conforman
“Valparaíso, Patrimonio, Mercado y Gobierno”.
En sus trabajos se impone una visión crítica no olvidando vincular lo observado
con la historia social, económica y política de Chile y Valparaíso de mediados del siglo
XX.

Marco Chandía

Marco Chandía es profesor de Castellano. Si inquietud por la historia de Valparaíso


parte de sus recuerdos de niño yendo al mercado puerto a principios de los años 80, ver
el gentío y los personajes. Luego como estudiante de la UPLA volvió a esos lugares
como actor presencial, observando desde los bares la marginalidad del barrio puerto.
En un tercer momento como estudiante de magister, su interés por el barrio puerto lo
llevó a investigar la memoria y la cultura de esos lugares.
En 2013 se publica “La Cuadra, Pasión Vino y se fue…” donde relata historias y
relatos de personajes decadentes, memorias de lugares y también análisis sobre la vida
en el puerto y el barrio.

III. TRABAJOS O ESTUDIOS DE LOS ENTREVISTADOS COMO


ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN

Samuel León cuenta que en un principio recopilaba fotos y postales antiguas de


Valparaíso en un esfuerzo de descubrimiento de aquello que ya no existe en la ciudad,
qué hay ahora, y de reflexión sobre por qué no existe.
Este trabajo adquirió un sentido documental cuando el autor comenzó a
reconstruir la historia detrás de los edificios o lugares desaparecidos que veía en las
fotografías, específicamente en relación con los elementos arquitectónicos, pero más
enfocado en los autores que en la materialidad y estilo.
Un antecedente interesante mencionado por Samuel León es el libro “De Carne
y Sueños” de Alfredo González, sobre cómo la ciudad deja de tener un papel
importante en la cultura nacional y pasa a ser un recuerdo un tanto vago, nebuloso.
Por otro lado Pablo Aravena intentaba con sus compañeros de historia en “La
Miseria de lo Cotidiano” indagar en aquello que se presupone como “cultura popular”
de Valparaíso, no obstante Aravena considera que la existencia tal identidad univoca es
discutible y no una certeza1.
En otro estudio “Trabajo, Memoria y Experiencia: Fuentes para la historia para
la modernización del puerto de Valparaíso”, se transcribieron doce entrevistas para un
uso historiográfico y que podría ser de interés de trabajadores portuarios interesados en
el proceso de transformación del puerto y su privatización. Se realizó en el año 95 con
dirigentes, reconstruyendo una genealogía del proceso de transformación de Valparaíso
desde el puerto2.
Con Mario Sobarzo, Pablo Aravena trabajo en dos ensayos para el libro
“Valparaíso, Patrimonio, Mercado y Gobierno”, para relevar desde la historia y la
filosofía lo que pasaba con los discursos sobre identidad en relación con la gestión
patrimonial en Valparaíso3.
Gonzalo Ilabaca por su parte relata que, a partir de la inquietud que le generaba
la percepción de que cada cosa que él pintaba después se incendiaba, quiso pintar todos
los espacios interiores del Roland Bar. Este antecedente es interesante en el sentido de
que el autor intencionalmente realizo un acto de memoria previamente a la pérdida de
un bar, y este acto consistía en plasmar dicho lugar en sus detalles físicos y visuales,
paredes, espacios y objetos.
En este sentido Ilabaca se plantea en cuanto pintor como “guardián de lo que va
a desaparecer”, o sea el artista como un actor central en construcción de la memoria
histórica. Como parte de este proceso se publicó el libro “Roland Bar” con historias y
relatos que iban surgiendo durante el proceso de registro visual de los espacios de este
bar4.

1 Aravena, Pablo (editor), La Miseria de lo Cotidiano (En torno al Barrio Puerto de Valparaíso). Universidad
de Valparaíso, 2002.
2 Aravena, Pablo, Trabajo, memoria y experiencia. Fuentes para la historia de la modernización del puerto de

Valparaíso. CNCA, ARCIS Valparaíso, Centro de Estudios Interculturales y del Patrimonio, Valparaíso,
2006.
3 Aravena, Pablo y Sobarzo, Mario, Valparaíso: Patrimonio, mercado y gobierno. Ediciones Escaparate,

Concepción, 2009.
4 Ilabaca, Gonzalo, Valparaiso Roland Bar: Puerto de la Fama y el Olvido. Narrativa Punto Aparte, 2014.
IV. VALPARAÍSO EN SU PARTICULARIDAD

Patrimonio de la humanidad. Declaratoria e intangible

Los bares-cabaret en estudio nacen en Valparaíso en el período de democratización


social, de desarrollo del Estado de compromiso por crisis del 29, que permite una
mayor representatividad en la política de los trabajadores. El mismo Estado propició la
organización de los trabajadores, como parte de un proceso de integración a los
servicios sociales y a la economía formal. El esparcimiento y tiempo libre que garantizó
el acceso a nuevos derechos, y el acceso también a trabajo bien remunerado fue lo que
permitió el desarrollo de la bohemia.
La bohemia en Valparaíso, permitía una cierta integración de distintos grupos
sociales en la medida en que todos accedían hasta cierto punto en los beneficios
económicos del empleo portuario y de servicios.
Uno de los factores por los cuales se otorga la declaración patrimonial es porque
Valparaíso se desarrolla en el período de primera globalización, gracias al puerto, que
formaba parte de una ruta global mundial. Este proceso se observa en parte de la
arquitectura y estructura urbana aun presente en barrios centrales y pericentrales de
Valparaíso y por tanto se buscó proteger eso.
Otro elemento tiene que ver con el intangible, con el modo en que el habitante
de Valparaíso se adecúa a su geografía, a “este anfiteatro”. La adecuación genera la
particularidad de sus calles, estrechas, como en la ciudad premoderna, y que Gonzalo
Ilabaca relaciona con la “promiscuidad”, propia del habitar hacinado, de los barrios
viejos, la Habana vieja, el casco viejo en Panamá, ciudad vieja en Montevideo, donde las
respuestas se consiguen preguntando y se encuentran en el diálogo cotidiano. La
vivienda colectiva permite esa ambigüedad entre lo público y los privado, propia de la
vida cotidiana del hábitat popular urbano de mediados del siglo XX, donde las puertas
están abiertas, lo cual implica también una confianza entre los vecinos y los cercanos.
Este factor sería importante en el carácter “parlanchin” del porteño, su
sociabilidad, y que permite también el comercio mediante el “grupo” el “blablá”. En el
comercio se requiere el habla, contar la intimidad, sobre todo en el comercio informal,
masificado en Valparaíso, y esta posibilidad de diálogo repentino en el caminar la
ciudad, es la experiencia propia de este lugar, las historias que surgen y que se cuentan
al recorrer las calles.
El fin de la “farra” estaría relacionado con el fin del puerto como puerta de
acceso a la globalización, que entra por otros canales. El consumo no depende del
puerto sino que se concentra en otros lugares y contextos, como el supermercado, o las
comunicaciones.
El intangible construido y transmitido gracias a la existencia del puerto, y entre
los actores sociales vinculados a él (el marino, los empleados y trabajadores en torno a
los servicios y bares) se pierde cuando el contacto con la globalización se separa de la
experiencia de interacción en el contexto del barrio bohemio y comercial (el barrio
puerto). El acceso a lo global a través del consumo en la actualidad es solo de tipo
comercial y se vacía de intangible al no tener un momento experiencial y de interacción
social. Este fenómeno se radicaliza en la medida en que se masifica el intercambio
virtual.

El puerto-puerto

Valparaíso es un buen escenario, como gran puerto para la bohemia, como lo han sido
también otros puertos, a pesar de la relativa decadencia que ahí se vive.
Lo que pasa en un puerto no pasa en cualquier ciudad, el carácter portuario
permite la llegada de otros actores, como “el marino” y por consiguiente la prostituta.
Con ellas se daba algo distinto que en otros lugares, la posibilidad de conversar en
horas donde no pasaba nada, no había trabajo, se señala que esto no era posible en
otras ciudades.
El carácter portuario también permitía la llegada de nuevas ideas y cultura global,
así como también productos que solo se encontraban en el extranjero, como por
ejemplo el rock, los discos y otro tipo de mercadería que los mercantes podían traer, o a
la cual se podía acceder por el hecho de estar en Valparaíso.
La Cuadra se vinculó al carácter eminentemente y predominante portuario de
Valparaíso por sobre las otras funciones urbanas, en el sentido de que el puerto
permitía la llegada del marino y este llegaba primer al bar.
Los bares son parte de complejos industriales, como lugares de esparcimiento y
encuentro después de las horas de trabajo, eso mismo pasaba en Valparaíso en el
barrio puerto, como parte de la red de servicios en torno a un sistema de producción o
intercambio, y constituía una “cobertura de seguridad” al trabajador.
El carácter de “apertura y cierre” del puerto, hacía que Valparaíso fuera un
punto obligado de paso de las dinámicas de esparcimiento, o sea grandes agrupaciones
musicales que iban a Santiago pasaban por este lugar y se presentaban.
El patrimonio y la declaratoria de UNESCO no pudieron reemplazar la función
portuaria, y convertirse en el motor económico de la ciudad, como fuente principal de
trabajo como lo fue el trabajo portuario.

Catástrofe, decadencia y precariedad social

Se vivió a mediados del siglo pasado en Valparaíso un período de 10 años


aproximadamente de gloria bohemia que motiva la nostalgia de hoy, centrada en los
bares-cabaret como lugares de “escapismo”, a pesar de las dificultades, la pobreza, en
estos lugares de libertad. Era un carnaval donde los “ricos” no dejaron huella, pero si
los trabajadores, empleados o viajeros que vivieron esta especie de “fiebre del oro”.
El American Bar se encontraba dentro del circuito de los locales que
representaban mejor ese “espíritu” jaranero, menos precario.
En contraste con esa gloria y derroche se observa una decadencia y precariedad
permanentes.
En los 60’s aquella pobreza era más visible, a “pie descalzo”. Hoy quizás es
menos visible pero no menos fuerte. La precariedad observada en los trabajos de Pablo
Aravena en el entorno de la Plaza Echaurren se describe como “tan precarizada que
muchas veces está por debajo de los que “podríamos denominar la vida social”.
Las estrategias de sobrevivencia en estas condiciones adversas descritas dan
origen a la prostitución, el alcoholismo que no salen de la nada, sino por necesidad.
La precariedad inserta en el centro de la ciudad, en los barrios históricos, no es
menor, sería mucho más verosímil encontrar en la periferia ese nivel de precariedad,
pero se da en un lugar de flujo y paso diario y cotidiano.
Es un lugar también azotado históricamente por desgracias, naturales producto
de su conformación geográfica pero también por su estructura urbana estrecha, así
como por la mala gestión de sus gobiernos locales.
Como describe Luis Uribe, “Valparaíso es una ciudad decadente y permanente”.
La presenciamos constantemente derrumbarse, incendiarse, como sus barrios
desaparecer, sus bares cerrarse, quedar sin gente.

V. EL BAR COMO OBJETO DE ESTUDIO

El estudio de los bares tiene en primer lugar un sentido de aproximación a un


modo de sociabilidad en un contexto histórico y político específico y de una estructura
de relaciones laborales, y en este sentido trasciende la dimensión puramente
documental, y la mirada “mistificadora” de la bohemia porteña.
El regreso a los bares del período de estudio, implica en cierta forma
recomponer o reconstruir “algo que pudimos ser”, cómo fueron los trabajadores y
como pudieron haber sido, y no fueron.

El bar como un derecho laboral

En el contexto de mediados del siglo XX, en el periodo de democratización


social, después de muchas décadas de lucha obrera, y de conquista de derechos sociales,
se instala la “vida de bares” en Valparaíso, posibilitada por un lado por la disponibilidad
de excedentes económicos por parte de la clase trabajadora, y por otro por la
disponibilidad de horas de descanso y de tiempo libre.
Respecto al primer punto, los trabajadores de mayor edad hablan de un “paraíso
perdido”, en que un estibador ganaba por un turno de 6 horas cerca de 180000 o
200000 pesos de hoy. Esto puede ayudarnos a visualizar a qué distancia nos
encontramos hoy en términos de derechos sociales respecto a los años 60’s y 70’s.
En cuanto al tiempo libre, en términos de Thompson una economía moral del
portuario, estas horas disponibles eran lo que reforzaba su organización. La confianza,
la asociatividad de un gremio se produce más en un fino trabajo del día a día y de
construcción de espacios cotidianos, más que en pactos o normas.

Lugar de resignificación

En este sentido detrás de la “farra” del bar o cabaret, siempre hay “algo más”
que tiene que ver con una cualidad, la permanencia en “lugares” en el sentido de Marc
Augé, como espacios con normas y reglas de convivencia y habitar, que además están
en permanente construcción5.
Según plantea Armando Silva, el bar como lugar, y no solo como espacio, se
constituyó como espacio de resignificación del sujeto en su experiencia cotidiana de
comunicación con el otro. Benjamin trabaja este aspecto considerando además a estos
espacios de resignificación como lugares de resistencia contra el modelo hegemónico
del capital y avasallador de la urbe, construyendo estrategias de sobrevivencia y también
mediante el encuentro.
En un contexto de menor acceso a la educación formal, cómo era Valparaíso en
el período de estudio, los bares eran lugares de aprendizaje de estrategias de
sobrevivencia, de modos de relacionarse, formas de ética, vinculados a la vida en la calle
en condiciones sociales adversas. En ese lugar se encontraban “figuras tutelares”, viejos
o personas mayores que entregaban a los más jóvenes conocimiento.
Junto con el papel educativo, el bar se constituye como lugar de encuentro
donde se desarrollan determinadas prácticas, en este sentido adquiere relevancia para las
personas en cuanto éstas participan en su construcción como lugar mediante aquellas
prácticas.
Las prácticas se vinculan a un conjunto de actores sociales bien definidos que se
relacionaban en ese contexto, oficios en torno a los bares, cabarets, casas de niñas,
como por ejemplo el campanero, el cuidador, el sapo, el cafiche.

El bar-hogar

El bar constituía también un espacio de intimidad, de protección. Posteriormente al


golpe de Estado de 1973, se comenzó a habitar de manera distinta el bar, pasando a
estar todo el tiempo del toque de queda dentro.
Estos lugares entregaban una protección frente a la policía por un lado, pero
también por cuanto eran un entorno de convivencia cotidiana y en ese sentido quienes
participaban de la vida nocturna se conocían; se transforma en cierta manera en parte
de la “casa”.
Ilabaca señala no obstante lo anterior que “el bar es un lugar de riesgo”. La
presencia del alcohol, del trago, permite que las personas se expresen fuera de la lógica
racional-utilitarista, en el contexto del ocio las relaciones se vuelven más espontaneas,
permitiendo compartir experiencias, contar intimidades, pero también la expresión
física, la pelea.
El bar de marinos tiene también una particularidad. En esa época el marino
pasaba directamente del barco al bar. Éste era una prolongación del barco. El marino
trae siempre historias, y cuando llegaba un barco las prostitutas llegaban al bar. En este
sentido se da una mezcla única, muy íntima, ayudado también por el alcohol.

5Auge, Marc, Los “No Lugares” Espacios de Anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Editorial
Gedisa. Barcelona, 2000.
Junto a la protección y la expresión intima, el bar se constituye como lugar de
acogida a hombres y mujeres, amigos, solitarios, inquietos de la noche. El bar entrega
una suerte de escapatoria.
También eran lugares de encuentro de artistas y escritores, frecuentados por
inquietudes intelectuales, propiciando la conversación y el intercambio de ideas, y en
cierta manera el desarrollo de la actividad intelectual.

VI. ELEMENTOS METODOLOGICOS PARA ABORDAR LA


TEMÁTICA DE ESTUDIO

Respecto a la definición sobre si existe o no una cultura popular en Valparaíso, hay una
discusión interesante entre puntos de vista a veces contradictorios.
Marcos Chandía en sus trabajos parte presuponiendo la existencia de una cultura
popular, intentando demostrar que ésta existe, buscando el rescate de algo que se está
extinguiendo como un acto político de enunciación (Chandía, 2003).
Este autor se plantea teorizar sobre una realidad que está presente (o pasado) a
través de los conceptos trabajados en sus estudios, como imaginario urbano, cultura
popular, ciudad, desarrollando un diálogo entre Valparaíso y otros puertos
latinoamericanos. El imaginario es aquel trabajando en la literatura chilena de la primera
mitad del siglo XX.
Chandía relata que no fue fácil trabajar con el discurso historiográfico clásico o
tradicional y los conceptos descritos antes, en abordar la oralidad y la memoria vivencial
en el contexto del barrio puerto en Valparaíso. Se buscaba reconstruir esa realidad
cotidiana mediante la oralidad, pero la mirada buscaba no forzar dicha realidad para
acomodarla a los conceptos, sino al contrario “tensionar la teoría” para no perder los
contenidos vivenciales de los relatos de los “viejos”.
El aspecto crítico estaría entonces en revelar los “orígenes innobles” del
presente, en la decadencia y precariedad existente en la historia de los sujetos que
construyen aquello que hoy denominamos patrimonio intangible.
Pablo Aravena en cambio plantea una “rectificación del concepto de identidad”
dada hace bastante tiempo por Ricoeur (2010), que considera inadecuado dicho
concepto en el análisis de las relaciones humanas, pues desde una concepción
esencialista remite a la mismidad y no tanto a la complejidad. Sería más adecuado el
concepto de ipsidad, como unidad de distintos, en distintos momentos, a través de una
“ficción narrativa”, de un relato que dota a la identidad de un carácter histórico. Esta
mirada cuestiona la existencia de una “cultura popular” en Valparaíso, o al menos pone
en duda que haya una cultura popular única vinculada a una identidad local establecida.
La mirada crítica es fundamental en la superación de la nostalgia de la bohemia
porteña como “fetiche del pasado”, y de esta forma no producir una “museología del
bar” al estar condicionados los discursos recogidos por una visión estandarizada sobre
el objeto de estudio como identidad.
Respecto al trabajo con la memoria desde lo grupal, el insumo principal son la
oralidad y la narratividad. Erick Fuentes plantea que luego del proceso de diagnóstico
económico y social, y de conclusión del trabajo documental y visual, si éste no funciona
dentro de las dinámicas comunitarias y ni cumple un rol dentro de éstas, no tiene
sentido. Desde esta mirada, el documento generado debe tener una construcción
colectiva y para esto debe ser pensado para dinamizar procesos sociales en los
territorios.
Otro elemento a considerar es la elaboración participativa de los instrumentos
audiovisuales, en el sentido de que no basta con presentar un resultado terminado, sino
que la misma construcción del “recurso comunicacional” debiera considerar una
retroalimentación de la comunidad o los sujetos que lo generaron (compartiendo su
memoria) dentro del proceso de construcción. Este trabajo se facilita si la
reconstrucción de la memoria trata sobre un grupo o una comunidad constituida. En el
caso de este estudio es más difícil puesto que se trata de la memoria de un espacio
público y en este sentido de historias sobre personajes de paso. El rol a investigar no
tiene ver con la pertenencia a un grupo, gremio o comunidad, sino con la presencia
permanente o esporádica en un lugar.
Sea en el estudio de una comunidad, como de un lugar o un barrio, la
reconstrucción de la memoria puede contribuir a la rearticulación de lazos o redes, y en
este sentido tiene un valor social y político.
Finalmente desde la dimensión del arte, se plantea la necesidad de dibujar la
memoria reconstruida de una forma poética, expresando un recuerdo concreto o la
memoria sobre un objeto o de un momento específico, a través de un relato que genere
una atmosfera puesto que dicha memoria recogida también esta imbuida de
sensaciones, emociones, percepciones personales que van transformando los recuerdos
en historias.

VII. RELEVANCIA POLÍTICA Y SOCIOLÓGICA DEL ESTUDIO

La torta repartida

Convivían en el espacio de los bares y también en el American Bar, gente de distinto


origen, por un lado trabajadores muy modestos, gente sencilla, obreros, cargadores,
estibadores, pero que en ese entonces ganaban plata, por otro lado gente de Viña del
Mar de mayores ingresos, empleados bancarios, aduaneros; si bien no se mezclaban
adentro, tampoco se discriminaban o atacaban entre grupos. León habla sobre la
complicidad de “los trasnochadores”, sin antipatías o violencia, se habla de un sentido
de comunidad que provenía del payaseo, de que todos eran “picaros”, y en este sentido
el bar constituía en cierta medida una “institución democrática”.
Valparaíso también tiene una carga más democrática que el resto de Chile,
donde hay menos distancia entre ricos y pobres, y eso se traducía también a los bares,
habitados por portuarios, estudiantes, prostitutas, turistas, todos en la misma barra. En
cierta forma todos podían participar en alguna medida de “la fiesta”. Los viejos que se
encuentran en el entorno de la Plaza Echaurren relatan aquello, que también fueron
parte de la fiesta, aunque fuera “cuidando autos”. Ilabaca recuerda al Justiciero, que
estaba “para los mandados”, pero que en un bar tenía un refrigerador con sus cervezas,
tenía entonces un lugar, un espacio para guardar su bufanda, una parte de su hogar
estaba en el bar, y él era parte de ese lugar por ejemplo contando sus historias.
El entramado social construido en torno a los bares cabaret, permitía además la
convivencia y aceptación de grupos sociales, culturales o minorías que socialmente
fuera de ese contexto eran fuertemente discriminados, como los homosexuales,
travestis, que a través de la expresión artística y de la protección de esos lugares tenían
acceso a expresión y al trabajo.
La seguridad de ese entorno tiene que ver con la convivencia, con el
conocimiento del otro, y la consiguiente pérdida del miedo frente al otro, que permite
que se diluyan las conductas racistas, homofóbicas.

La memoria invisibilizada de la cultura de la sobrevivencia

El Barrio puerto, escenario de la bohemia relatada, declarado patrimonio mundial, es


lugar de gran precariedad social. Pablo Aravena lo describe bien como “el escenario
donde más devastación ha causado la introducción del neoliberalismo”, el “centro
donde detonó la bomba”. La gestión patrimonial viene en cierta forma a encubrir o
limpiar las huellas de esa catástrofe, a través de acciones cosméticas, como la pintura de
fachadas.
En cierta forma si la pobreza actual no es “a pata pela” como lo era en los 60’s
es porque el nivel de acumulación del capital es exorbitante, para haber permitido el
aumento en los ingresos de los estratos más bajos. Las condiciones de explotación y la
precariedad resultante actualmente pueden ser más sutiles, pero son más extremas que
las del Chile de ese entonces, porque la desigualdad es notablemente superior. La
historia contada adquiere relevancia también porque es la historia del desarrollo del
capitalismo en Chile, puesta de manifiesto en su forma más extrema en las
problemáticas sociales presentes en el barrio puerto.
Desde el Estado y desde la gestión patrimonial local, hay un intento por
higienizar las dinámicas sociales y culturales que se desarrollan en estos barrios,
mediante la intervenciones arquitectónicas sobre los barrios más potenciables en
términos turísticos, y el abandono de la zona patrimonial residencial de menores
ingresos, pero además desde la dictadura ha habido un intento por invisibilizar esta
historia “subterránea”.
Las dinámicas culturales en los barrios bohemios del puerto, como la
prostitución, el consumo de drogas, las riñas entre grupos, o entre personas, el
alcoholismo, el juego en los bares, la música o las expresiones artísticas, no han sido
relatadas o se encuentran solo en la memoria; no están descritas y vienen a dar cuenta
de la “otra realidad” de Valparaíso, de una forma distinta de sobrevivencia. Esas
dinámicas quedan dejadas de lado por el rescate de lo “físico” del “edificio, por la
dificultad que conlleva hacerse cargo de esa historia conflictiva en la construcción y
resignificación de una identidad.
Esas dinámicas culturales, tienen que ver con la corporalidad, la forma de comer,
de emborracharse por días o semanas, en la promiscuidad o poco respeto de la mujer y
de la estructura familiar, en la manera en que se construyen y mantienen lazos afectivos,
esos elementos eran comunes y aún se mantienen en la actualidad, pero han sido
superficialmente registrados o analizados.
Sin embargo estas prácticas, marginales, son también una clave para comprender
como se desenvuelve el conjunto de la sociedad.

VIII. PROPUESTA DE POLÍTICA PÚBLICA PATRIMONIAL

Un primer paso sería respaldar y promover las investigaciones sobre el periodo de


mediados del siglo XX, puesto que ha quedado de lado de gran parte de las
investigaciones existentes que se concentran más en la época de mayor auge económico
y de desarrollo arquitectónico de la ciudad. Samuel León plantea que el período es
relevante porque marca en cierta forma un “sentido” para la ciudad, hay una marca
fuerte en términos de memorias de vida, que es relativamente reciente y que está
vinculada a la precariedad de la vida cotidiana junto con el escape y “acogida” de los
bares, en un ambiente de “fiebre del payaseo nocturno”, un ambiente carnavalesco,
pero de carnaval pobre.
Se requiere en este sentido investigación concienzuda, acotada, sobre todo
cuando se refiere a un cabaret emblemático que tugo gran fama y por lo mismo que
motiva el mito y el recuerdo extremadamente romántico. Sí se requiere y hace falta un
trabajo objetivo de recate de los personajes, de las expresiones artísticas, del humor, de
los show nocturnos para adultos, en un Valparaíso que vivía un buen momento, pero
que no estaba en su apogeo económico ni tampoco era ya el “gran puerto” del Pacífico;
el país no tenía concretamente una economía muy estable ni consolidada.
Se hace necesario en ese proceso de investigación constatar el empobrecimiento
que ya desde los 60’s vivía en barrio puerto, el entorno de la Plaza Echaurren, al
haberse desplazado progresivamente el centro administrativo hacia la plaza Sotomayor
y el barrio financiero.

Identidad o “descontextidad”

Hay distintas visiones respecto a la una política patrimonial para Valparaíso, y tienen
que ver con una visión respecto de una identidad local y coherencia de contenidos de
las intervenciones respecto a lo existente.
Algunos plantean la necesidad de una planificación urbanística y patrimonial que
considere los elementos antropológicos e intangibles en la decisión de las nuevas
intervenciones, como una suerte de plan maestro integral que permita la coexistencia e
interrelación entre los distintos elementos funcionales en la ciudad, considerando
también áreas destinadas a la fiesta, al “amor”, al sexo, como una parte fundamental de
la vida urbana.
Otro punto de vista cuestiona las certezas sobre una identidad local clara y
definible, planteando la necesidad de una visión crítica sobre lo existente, y sobre las
tendencias patrimonialistas, elitistas, esencialistas en las políticas patrimoniales. Esta
visión crítica apunta, no a anular o hacer “tabula rasa” de lo que consideramos propio
de Valparaíso, sino para establecer aquello que sirve y aquello que no nos sirve para
seguir pensando la ciudad, porque también se requeriría deshacerse de ciertas cosas. En
este sentido, intervenciones descontextualizadas pueden ser positivas y necesarias para
el desarrollo de la ciudad. Se plantea desde este punto de vista que se está impidiendo
pensar otro futuro para Valparaíso que no sea el cultural y el patrimonial. Aravena y
Sobarzo (2009) por su parte plantean que se requiere una higienización de la sociedad
porteña en una política patrimonial.

IX. EL ACTO FESTIVO, IDENTIDAD Y CIUDAD

El período de mediados del siglo XX en Valparaíso, es visto en el recuerdo de los


entrevistados como particularmente festivo. Esta festividad era intensa y a pesar de las
dificultades sociales, y naturales que se vivían en la ciudad.
Se decía en ese entonces que “el día lo hacemos noche y la noche, día”. O sea la
vida nocturna era intensa sobre todo en el sector del puerto y era variada en cuanto a
las actividades, música, baile, drogas y alcohol, prostitución, restaurantes, conversación,
en otras palabras había sensualidad, sexo. Tal como menciona Fernando Rivas (2004)
en su artículo, el funcionamiento permanente del puerto (las 24 horas), y el interés ya
no solo de sectores populares sino también de estratos medios, funcionarios y
empleados, fueron conformando a partir de ese barrio la bohemia como un elemento
distintivo de la vida de Valparaíso.
En este sentido la ciudad tenía un lugar destinado a la sexualidad y a la liberación
física, donde las normas sociales y morales se volvían más relativas. Aquello se
concentraba en “la cuadra” en el barrio puerto. De esta manera Valparaíso tenía junto a
sus otras actividades, económicas, sociales, educativas, un espacio dedicado al sexo y la
festividad y esto en cierta forma permitía un “flujo más sano de esta energía” social,
como plantea Ilabaca en su entrevista.

BIBLIOGRAFÍA

Aravena, Pablo. (Ed.) 2002. La Miseria de lo Cotidiano (En torno al Barrio Puerto de
Valparaíso). Valparaiso: Universidad de Valparaíso.

Aravena, Pablo. 2006. Trabajo, memoria y experiencia. Fuentes para la historia de la


modernización del puerto de Valparaíso. Valparaiso: CNCA, ARCIS Valparaíso, Centro de
Estudios Interculturales y del Patrimonio

Aravena, Pablo y Sobarzo, Mario. 2009. Valparaíso: Patrimonio, mercado y gobierno.


Ediciones Concepción: Escaparate.

Auge, Marc. 2010. Los “No Lugares” Espacios de Anonimato. Una antropología de la
sobremodernidad. Barcelona: Editorial Gedisa.
Chandía, Marco. 2003. La Cuadra. Pasión, vino y se fue… Santiago: RiL Editores.

Ilabaca, Gonzalo. 2014. Valparaiso. Roland Bar: Puerto de la Fama y el Olvido. Valparaiso:
Narrativa Punto Aparte.

Ricoeur, Paul. 2010. La Memoria, La Historia y El Olvido.. Buenos Aires: Fondo de


Cultura Económica 2010.

Rivas, Fernando. 2004. “La bohemia como expresión de la sociabilidad porteña”.


Artículo en Diario La Estrella de Valparaíso.

También podría gustarte