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JOSEPH VON EICHENDORFF

LA ESTATUA DE MÁRMOL

“La Estatua de Mármol” del barón Joseph von Eichendorff


(1819) fue una obra que en su momento causó sensación y
que influyó poderosamente en la segunda generación
romántica alemana (gente como Tieck, Mörike o Hauffs). La
historia que narra es muy sencilla. Un joven noble alemán
decide ver mundo y recala en la ciudad italiana de Lucca,
allí encuentra un ambiente amable y festivo y se enamora
de una de las bellezas locales pero también traba amistad
con un siniestro personaje al que todos parecen evitar. Esa
misma noche, el joven descubre un jardín donde hay una
estatua de mármol que representa a la diosa Venus y que
causa en él en efecto devastador. Al día siguiente, vuelve al
mismo sitio para encontrarse con una mansión donde tiene
lugar una especie de fiesta continua y cuya dueña es la
encarnación en carne y hueso de la estatua.
Lo más llamativo de este breve relato es la ambientación
onírica que lo impregna. Eichendorff se muestra como un
hábil artista a la hora de recrear una ambiente ensoñador,
o cuando decide mostrarnos las delicias de la noche.
Durante muchas páginas uno no sabe muy bien si está ante
un sueño terriblemente vivo o ante la realidad misma. Nada
de lo que le pasa al joven protagonista es dañino en si
mismo pero el lector siempre tiene la sensación de que hay
algo inquietante en esa mansión y en sus extraños
moradores.
Quizás lo más interesante para el lector moderno es que
este cuento es uno de los primeros en introducir una serie
de elementos que luego se han vuelto comunes en la
literatura de terror. La idea de que uno puede visitar una
casa un noche para descubrir al día siguiente que sólo es
un solar en ruinas, aunque hunde sus raíces en el folklore
centroeuropeo, se expone aquí por primera vez de una
forma moderna. Al mismo tiempo, los dioses de la
antigüedad que se niegan a desaparecer con la llegada del
cristianismo y que aún son capaces de perturbar el sueño
de los hombres nos remiten claramente a un gran número
de autores entre los que, a bote pronto, el nombre más
evidente es el de Lovercraft.
Un relato evocador, onírico, amable y muy bien escrito que
consigue que uno tenga deseos de conocer más de la obra
fantástica de Eichendorf. Misión imposible, por supuesto, a
menos que uno lea alemán. Olañeta ha conseguido con este
volumen una edición exquisita de buen gusto y elegancia
aunque a un precio desmesurado para un relato de apenas
40 páginas. Este tipo de ediciones elitistas nunca me han
acabado de convencer. Más sencillo hubiera sido haber
hecho una antología más larga de cuentos y novelas cortas
de este escritor por el mismo precio. Pero eso es soñar
despierto así que conformémonos al menos con este
delicado relato.

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