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Para Villafuerte y García (2014) las distintas fases en la migración de Chiapas (regional,
interestatal e internacional) corresponden a distintas etapas en la historia del estado,
pasando de ser predominantemente regional e interestatal antes de 1989, año crítico para
la cafeticultura, en que se dan las primeras experiencias de migración internacional de
Chiapanecos en la región Sierra (p. 3). Aun cuando CONAPO (2010) ubica a Chiapas
como una de las entidades con menor nivel de migración internacional en México, (p. 36),
la elevada proporción de remesas que entran al país desde los Estados Unidos refleja la
importancia estratégica de la migración para un número importante de familias
campesinas en crisis (Villafuerte y García, 2014, p. 30), en las que las remesas suplen los
ingresos anteriormente generados por las actividades del campo (p. 37), aunque es una
fuente inestable generadora de dependencia estructural respecto de las remesas, que
frente a la posible aprobación de la reforma migratoria en Estados Unidos significa un
riesgo (p. 31).
Para analizar los movimientos migratorios debemos tomar en cuenta que los flujos de
migrantes tanto internacionales como internos son difíciles de contabilizar (CONAPO,
2017, p. 9). En Chiapas, la complejidad y diversidad social (lenguas maternas habladas,
número de habitantes, extensión territorial y situación fronteriza) dificulta la comprensión
de este fenómeno (Villafuerte y García, p. 5). Algunos datos existentes acerca de los
movimientos migratorios en esta entidad son los siguientes.
De acuerdo a CONAPO (2017), 110,338 chiapanecos salieron de la entidad entre 2010 y
2015, y 54,062 personas entraron de otras entidades del país a Chiapas (p. 19). Los
principales estados a los que estos chiapanecos migraron fueron, en 1990, Sonora; en
2000, Durango y Sonora; en 2010, Durango (que recibió 11,904 chiapanecos, siendo
Chiapas la principal entidad de la que recibió migrantes), Coahuila, Sonora y Zacatecas; y
en 2015, Coahuila, Durango, Sonora y Zacatecas (p. 25-26), siendo Quintana Roo el
principal destino de esta población con más de 20 mil migrantes de acuerdo al INEGI en
2015 (p. 28), dato que concuerda con Sánchez, además 51,546 personas originarias de
Chiapas residían en el Estado de México ese mismo año (p. 38), si bien Sánchez (s.f.)
opina que los datos de INEGI y otras instituciones gubernamentales se apartan mucho de
la realidad (p 354).
Sánchez (s.f.) menciona, para las regiones Norte y Selva de Chiapas, dos principales
rutas migratorias: la ruta del norte del país hacia los Estados Unidos, y la ruta del Caribe o
la Riviera Maya. Esta segunda, iniciada en los setentas del siglo pasado, se caracteriza
por el cambio de migración rural-urbano. Al tiempo que grupos de migrantes se dirigían a
cinturones de pobreza en ciudades medias (Tapachula, San Cristóbal de Las Casas,
Ocosingo, Tuxtla), otro contingente se dirigió a estados vecinos, Tabasco, Campeche y
Quintana Roo, con el propósito de conseguir trabajo en la construcción o la hotelería y
establecerse en una colonia urbanizada. Actualmente, menciona, esta es la ruta más
usada por indígenas choles y tseltales de las regiones Norte y Selva de Chiapas, además
de los indígenas zoques. Los beneficios que presenta con respecto a la ruta del norte del
país, son un menor endeudamiento, un trabajo libre de los “enganchadores”, redes
sociales más sólidas y menos costosas, además, sueldos incluso mayores al triple que en
su comunidad de origen. Es utilizada principalmente por personas que huyen de la
pobreza. Los efectos culturales que genera son variados: abandono de la lengua materna
y de los cargos cívico-religiosos de su comunidad y de sus valores tradicionales a su
regreso, y efectos económicos en la financiación de la precaria producción de maíz y el
pago de jornaleros en las labores de siembra y cosecha de café, y mejoras a la vivienda.
En general esta migración interestatal mejora la economía campesina (p. 354-355).
Distintos a los anteriores son los efectos de la migración de chiapanecos a los Estados
Unidos. Para Villafuerte y García (2014), desde 2002, el destino de migrantes
chiapanecos pasó a ser predominantemente, no ya la frontera norte, sino los Estados
Unidos, alcanzando en 2007 y 2008 un 86 y 83% respectivamente del total migraciones
chiapanecas (p. 28). Las remesas enviadas por estos migrantes no han provocado un
proceso de desarrollo local, ni reactivado la producción agropecuaria: el uso de remesas
no es para inversión en parcelas, pero ha atenuado la conflictividad social: invasiones de
tierras y enfrentamientos entre comunidades, que actualmente, dicen estos autores, se
han reactivado en varias comunidades (p. 32), a raíz de la caída de las remesas
ocasionada por la crisis en el sector de la construcción en 2008 y las medidas
antiinmigrantes en Estados Unidos (p. 31).
Bibliografía
Villafuerte Solís, D., & García Aguilar, M. (Primer semestre 2014). Tres ciclos
migratorios en Chiapas: interno, regional e internacional. MIGRACIÓN Y
DESARROLLO. NÚM. 22, pp. 3-37.
CONAPO. (2010). Índices de intensidad migratoria México-Estados Unidos 2010.
Recuperado de: www.omi.gob.mx
CONAPO. (2017). Prontuario de migración y movilidad interna 2015. México, D. F.
Sánchez Carrillo, O. (s. f.). Causas y efectos económicos, sociales y culturales de
la migración en comunidades choles y tseltales del Norte y la Selva, en
Migraciones indígenas en el Chiapas contemporáneo: movilizaciones internas y
migración internacional.