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Premisas
socioculturales, actitudes e
investigación transcultural
Este escrito fue orig inalmente
inalmente pre
pre s entado en inglé
ingléss como
c omo ponencia
invitada en el XVII Congreso Internacional de Psicología en Washington
D. C., agosto de 1963.
INTRODUCCIÓN
'Quizá un nombre más comprensivo, pero más largo a la vez, sería el de premisas
histórico-
histórico- sociocultu
socioculturales.
rales.
2 Díaz-
íaz-Gu
Guerr
errero
ero R., “N
“Neuro
eurosis
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the Mex
Mexican
ican Family
Family Structu
Structure”
re”,, A merican
mer ican J o ur na l o f Ps
chiatry, 112, 6, 411-417, 1955.
116
CAPÍTULO 8. PREMISAS SOCIOCULTURALES 117
aun que su “originadora”. Ésta es “la madre es el ser más querido que existe”.3
A partir de lo que pudiéramos llamar “la atmósfera de sentido”, erigida
por esta abnegación materna y por este profundo afecto hacia la madre,
parecen emerger tendencias actitudinales mentales que, inferidas y verbali-
zadas como premisas socioculturales por nosotros, pudieran tomar la for
ma de “el papel de la maternidad tiene un alto prestigio”, “la madre es una
figura extremadamente importante”, “la madre tiene una alta posición so
cial en México” (independientemente de su posición socioeconómica),4“las
madres son altamente respetadas”. La atmósfera, creada por esta constela
ción de premisas socioculturales cardinales, provee fundamento a la aparición
de un gran número de P. S. Cs.5menores, tales como: “los niños deben obe de
cer a sus madres”, “los niños deben honrar a sus madres”, “los niños deben
respetar a su madre”, “los niños deben respeto, obediencia y amor a su ma
dre”, “los niños nunca deberían desobedecer a su madre”. Mucho hemos ca
vilado acerca del mecanismo mental que interviene entre estas “atmósferas
de sentido” que hemos logrado verbalizar, como un grupo de premisas socio-
culturales cardinales y cada una de las P. S. Cs. menores. El ser humano ha
logrado separar, en forma brillante, una parte claramente reconocible de es
tos mecanismos desde Aristóteles: la lógica. Frecuentemente, en particular
cuando una sociocultura verbaliza clara y conscientemente una premisa so
ciocultural, sus conclusiones silogísticas lógicas se convierten en premisas
socioculturales también. Así, por ejemplo, los mexicanos han claramente ver-
balizado que la autoridad del padre es absoluta e incuestionable, y sujetos
de ambos sexos están de acuerdo en forma aplastante con las afirmaciones de
que “la palabra de un padre nunca debería ponerse en duda” y “un hijo (o una
hija) nunca debería poner en duda las órdenes del padre”.6Pero afirmaciones
como “la palabra de una madre nunca debe ponerse en duda”7provocan un
respaldo similar. En este caso, la intervención de mecanismos lógicos en toda
su pureza no es tan clara.
Semejante respaldo, en el último caso, quizá sea alcanzado a través de
la acción y de la interacción de una constelación de P. S. Cs., que son
“consonantes” o “congruentes” con ella. Siempre me ha fascinado la forma
en que los pequeños regularizan todos los verbos. El resultado es tal cual si
hubiesen claramente verbalizado lo siguiente: “Todos los verbos son regula
res (sus terminaciones siguen una regla), hacer es un verbo; por lo tanto, yo
3Díaz- Guerrero R., T eoría y resultados preliminares de un ensayo de determinación del grado de
salud mental, personal y social del mexicano de la ciudad, Psiquis, II, 1-2, 31-56, 1952. La sociocul
tura mexicana, original no publicado.
4Díaz- Guerrero, R. y Peck, R. F., Respeto y posición social en dos culturas, 7o. Congreso
Interamericano de Psicología, editado por la Sociedad Interamericana de Psicología, México,
D. F., 1963.
5P. S. Cs., abreviación de premisas socioculturales.
6Díaz-Guerrero, R., La sociocultura mexicana, original no publicado.
7El fundamento de estas afir maciones proviene de dos estudios (Díaz- Guerrero, R., Teoría y
resultados preliminares de un ensayo de determinación del grado de salud mental, personal y social
del mexicano de la ciudad, Psiquis, II, 1-2, 31-56, 1952 y La sociocultura mexicana, original no
publicado). En el primero, los porcentajes se obtuvieron a partir de los resultados tabulados de 294
cuestionarios. Los cuestionarios fueron distribuidos en la ciudad de México siguiendo la técnica de
SEGUNDA PARTE
LA SOCIOCULTURA Y LA PREMISA
SOCIOCULTURAL
la muestra representativa con pesos relativos de Cantril. La cooperación fue de 57 %. Sólo adultos
por encima de los 18 años de edad estuvieron representados. El segundo estudio fue llevado a cabo
usando la extensión y estabilización que hizo R. Trent (Maldonado Sierra, E. D., Fernández Marina,
R. y Trent, R. D., Three Basic themes in Mexican and Puerto Rican family valúes, Journal of social
psychology, XLV III, 167, 1958) del cuestionario original de Díaz- Guerrero. Se aplicó a 472 es
tudiantes de 17 secundarias de la ciudad de México, seleccionadas para representar tanto las áreas
de la ciudad como los niveles socioec onómicos. Siete de ellas fueron secundarias para varones, seis
secundarias mixtas y cuatro secundarias para mujeres. En el cuestionario de Díaz- Guerrero, las
afirmaciones se presentaron en tal forma que podían ser contestadas por sí, no y no sé. En el
cuestionario de Trent- Díaz Guerrero, el sujeto podía colocar una cruz antes de aquellas afirmaciones
con las que estaba de acuerdo, dejando las demás en blanco. La tabla que se muestra abajo se
explica por sí misma.
H M H HM MM M
V eamos ahora qué es una premisa sociocultural. Una P. S. C., es una afir
mación, simple o compleja, pero es una afirmación que parece proveer las
bases para la lógica específica de los grupos. Digamos que cuando los miem
bros de un grupo dado piensan, su pensar parte de estas afirmaciones pro
piamente llamadas premisas; que cuando sienten, su forma de sentir podría
ser predicada a partir de estas premisas, y que cuando actúan, instrumenta
rán con acciones estas premisas o sus conclusiones, a menos que, como ve
remos después, una fuerza más poderosa interna o externa interfiera.
En relación con su génesis para una generación dada, creemos que son
aprendidas como tales, como afirmaciones, de las figuras autorizadas y sig
nificativas de su contexto sociocultural. Estas figuras son predominantemen
te los padres, pero las premisas socioculturales son reforzadas usualmente
por casi todos los adultos de un grupo sociocultural, por los hermanos y las
hermanas mayores, a menudo por las instituciones sociales, educativas, re
ligiosas o gubernamentales, etc. Hemos ya afirmado anteriormente que son
también engendradas a partir de las “atmósferas de sentido”, erigidas por
variadas y previamente aprendidas P. S. Cs.; o bien, son adquiridas a través
de “evaluaciones automáticas” de otras P. S. Cs.
Enumeraremos ahora las funciones sociales de las P. S. Cs. Equipan a los
invididuos para una más fácil comunicación interpersonal, de grupo, social
y nacional. Son, por lo tanto, un requisito sine qua non para la vida en socie
dad. Son las bases para la comunicación comprensible entre los humanos,
quienes de otra manera tendrían una confusión total de lenguajes individua
les. Son las unidades esenciales de la realidad interpersonal, es decir, las
unidades esenciales de una realidad humana comprensible al grupo, y ge
neralmente comprensible en forma total sólo para el grupo dado. Forjan las
bases más importantes para la creación de la realidad interpersonal y de
grupo, que hemos contrastado en otro trabajo8con la realidad física. Suge
rimos aún que son las bases para la única forma de comunicación que es
comprensible para la mayor parte de la gente que vive en este mundo. Esta
mos sugiriendo que no existe casi comunicación humana a menos que haya
de antemano acuerdo acerca de lo que se comunica o acerca de las premi
sas de las cuales deriva lo comunicado. En otras palabras, casi toda la lla
mada comunicación humana es sociocultural. Podemos aún inferir, a par
tir de estas afirmaciones, que una de las más grandes dificultades para la
comunicación internacional es la falta, o la inexistencia absoluta de P. S.
Cs., que sean válidas para todos los grupos humanos. En efecto, ¿ cuáles son
las premisas socioculturales de validez mundial? Por un lado, el documen
to sobre los derechos del hombre; por el otro, la tercera internacional. Y,
hasta el presente, ambas han resultado inadecuadas como poderosas y uni
versales premisas socioculturales, o s iquiera como bases de desar rollo de un
folklor específico.
Hemos afirmado previamente que las P. S. Cs. normarán el pensar, etc.,
de los individuos de un grupo dado. Esto, claro, se dice con referencia a la
8 Díaz- Guerrero, R., Mexican assumptions about interpersonal relations. Etc.: A Review of gene
ral semantics, vol. XVI, núm. 2. 1959.
120 SEGUNDA PARTE
asumir - una vez que estas P. S. Cs. obtenidas de varias fuentes son funciona
les- que han sido aprendidas. Parece difícil el relacionar tales emerg encias
con los mecanismos usuales de las teorías del aprendizaje. En otros respec
tos, sin embargo, particularmente por lo que se refiere a los factores que
hemos enumerado para la reducción del aumento en la fuerza de las premisas
socioculturales, las teorías del aprendizaje pueden ser de variable valor. Ya
hemos visto que lo mismo parece ser verdad para las variables psicodinámi-
cas o psicoanalíticas.
LA DICOTOMÍA ACTIVOPASIVA
de ocio de los otros, sin embargo, nos segúía molestando. Nos venían a la
mente proverbios norteamericanos: “Uña tríente ociosa es el taller del dia
blo”, “El trabajo jamás le ha hecho daño a nadie” (“Work never hurt anybody,
is worrying about it that gest you down”), “El trabajo duro es la mejor medi
cina” (“Hard work is the best for you”), “No hay paz ni descanso para el
malvado, y los buenos siempre están trabajando” (“There is no rest for the
wicked and the good are always busy”), etc. En México, proverbios semejan
tes son generalmente distorsionados, y tenemos: “No hagas hoy lo que pue
des dejar para mañana”, “La ociosidad es la madre de una vida padre”, “El
trabajo embrutece”, “El trabajo es sagrado, no lo toques”, “El trabajo honra
do hace al hombre jorobado”. V
De repente, todo pareció esclarecerse: los mexicanos deseaban evitar el
estrés y los americanos querían encararlo. Las dos culturas, en una forma o
en otra, habían llegado a la decisión de cómo debería de vivirse la vida, y los
norteamericanos habían decidido: “Encaremos el estrés ”, y los mexicanos
habían decidido: “Hagamos todo lo que podamos por evitarlo”. Éstas, pen
samos eran las premisas socioculturales generalizadas detrás de lás formas de
ser observables. Apenas unos meses más tarde, una serie de sucesos nos for
zaron a caer en la cuenta de que los mexicanos arrostran tanto estrés, sino
es que más, que los norteamericanos. Pero, por supuesto, ¡si nadie puede
evitar el estrésl Lo que acontece es quecos mexicanos se enfrentan pasiva
mente al estrés, mientras que los norteamericanos se enfrentan activamente.
Los mexicanos, nos dijimos entonces, son sobrellevadores pasivos del estrés,
y los norteamericanos son arrostradores activos del estrés. Así, de repente,
tanto yo, mexicano, como mi esposa, de origen australianonorteamericano,
comprendimos en toda su extensión un gran número de incidentes de total
falta de comprensión entre mexicanos y norteamericanos, siendo uno de los
más comunes el escandalizado: “Pero por qué no hacen algo acerca de todo
esto”, dicho ante el espectáculo no poco común de demasiados y mal nutri
dos niños, de pobreza y aun mugre o enfermedad que padecen tantos mexi
canos. Pero es que su virtud está en que ellos pueden, en donde los norte
americanos jamás podrían, sobrellevar pasivamente tanta miseria. Es como
si los mexicanos sostuviesen como una de sus fundamentales premisas socio-
culturales la siguiente: “La vida es algo duro y difícil, y la mejor manera de
manejarla es la de sobrellevar pasivamente lo que traiga”, f
Casi de inmediato me di cuenta de que tal orientación hacia la vida está
sólidamente respaldada en México: es virtuosa: la abnegación, la obedien
cia, el propio sacrificio, la sumisión, la dependencia, la educación, la cor
tesía, todas formas pasivas de manejar el estrés son virtudes s ocioculturales
mexicanas. La relig ión predominante hoy, tanto como la precortesiana,
concuerdan en el hecho de que “este es un valle de lágrimas”, la fácil
adaptación del mexicano a la muerte, el “ni modo” (nada puede hacerse,
no hay salida), el uso generalizado de proverbios.de cuentos y de chistes
con una filosofía casi estoica, tanto como las fuertes actitudes fatalistas;
todas ellas eran claros ejemplos de una muy bien integrada y muy bien
aprendida filosofía que indica que la mejor manera, en verdad la mane
124 SEGUNDA PARTE
14 Como ya se ha dicho antes, la palabra estrés ha sido utilizada aquí en la forma en que Hans
Selye (Selye Hans, The stress of lite, McGraw- Hill Book C., Inc., N. Y ., 1956) la comprende. Sin
embargo, hay cierto g rado de dificultad en relacionar el concepto de encaramiento pasivo y activo
del estrés con su esquema trifásico del mismo. Debe uno, naturalmente, darse cuenta de que sus
experimentos en animales fueron llevados a cabo bajo condiciones de arrastramiento pasivo
forzado del estrés. Cuando Selye relaciona lo que él llama la rea cción de alarma con la enfer medad
psicosomàtica, diferencia entre dos síndromes, uno que resulta de insuficiencia, y otro, de excesiva
reacción de alarma. No sin alimentar algunas dudas, nosotros relacionaríamos el encaramiento
pasivo con la alarma insuficiente, y el encaramiento activo, con la alarma excesiva.
126 SEGUNDA PARTE
RESUMEN
menudo otra cosa que afirmaciones inferenciales inclusivas que pueden ser traducidas a cualquier
otro lenguaje psicológico- pueden convertirse, por ejemplo, en las bases teoréticas para una tipología
con subdivisiones; verbigracia, los EAS pueden serlo porque: á) les gusta hacerlo; ti) consideran esta
manera de ser como buena, valiosa, virtuosa, o la forma recta de ser; c) se sienten atraídos a ella por
una alta necesidad de logro o por una necesidad de poder; d) son atraídos a ella, porque están hechos
de tal forma que no pueden actuar de ninguna otra manera, es decir, simplemente no pueden sobre
llevar el estrés pasivamente. Los EPS pueden serlo, porque gozan esta forma de vivir, porque la con
sideran buena, valiosa, virtuosa o correcta, o porque no pueden actuar en ninguna otra forma, es
decir, porque no pueden realmente sobrellevar el estrés activo, etc. Pueden, por supuesto, existir ti
pos puros y tipos intermedios, pueden también existir una actividad de encaramiento activo del estrés
para ciertos tipos de “estresores” de la vida y una actitud pasiva para ciertos otros, pero queda de to
das maneras la impresión precisa de que, fuera de la patología mental, existirá consistencia indivi
dual y de grupo en los patrones de manejo del estrés de la vida.
128 SEGUNDA PARTE