Nunca me gustaron las pinturas de Francis Bacon. Su arte siempre me resultó
perturbador, al igual que su cara. Me parece que corresponde a una estética morbosa. Las obras de Bacon lejos están de la noción de arte bello de Kant (lo que place, simplemente). Molestan, asustan, saben a pesadillas, provocan el shock visual que se propone el pintor. Sin embargo, de algún modo cumplen con el principio de naturaleza de Kant. Una naturaleza violenta del hombre, la misma que Bacon encuentra en las fotografías de animales salvajes de Marius Maxwell. Unos hombres salvajes cuyos cuerpos se enfrentan en acoplamientos que hacen eco a los luchadores de las fotos d’Eadweard Muybridge. Bacon se esforzó para entrar al mundo selecto de los artistas famosos, y logró hacer de su vida lo que se había propuesto en la muestra de Picasso: ser pintor, exponer, ser reconocido. La obra de Bacon desnuda los subsuelos de la mente humana, la sexualidad donde el placer no se logra sin violencia, el sadomasoquismo, esa misma violencia que Bacon padecía en su vida. Repite obsesivamente los mismos motivos carnales (en las 2 acepciones en inglés del término carne: meat de las reses y flesh de los cuerpos), en el mismo escenario (la cama) con un rojo sangre que se impone, como si tuviera la sangre en el ojo, ese ojo que le destrozó su amante. En la vida Bacon nunca dudó en exhibir sus heridas como trofeos de amor ; en sus cuadros aflora la muerte. La extensa entrevista a Francis Bacon del programa South Bank Show muestra un artista que, en su deseo de seducir, habla con una cierta sinceridad de su vida y de su incursión el mundo del arte. ¿Su elección de la pintura? La debe a Picasso dice. ¿Sus modelos? Las fotos de animales salvajes y las de descomposición del movimiento de Muybridge. ¿La omnipresencia de la boca en sus obras? Un tratado de la boca que alguna vez cayó en sus manos. Los modelos de Bacon son fotografías. No hay duda de esto. A veces parecen calcos. También efectúa numerosas “copias” del retrato del papa Inocencio X de Velázquez: si bien son copias personales donde son omnipresentes el grito y el terror. Varias otras “referencias” a otros pintores aparecen en la pintura de Bacon, principalmente a Van Gogh, también a Goya. Estamos lejos de la idea de Kant de la originalidad y de la ejemplaridad. La idea de la originalidad de Bacon es la de Poe: “un medio de interés tan evidente”. Nunca tuvo interés en aprender técnicas, reivindicaba el desarrollo de técnicas propias para hacer “algo nuevo”. Experimentó con el polvo, al final de su vida, el polvo que conseguía en su taller, donde reinaba el caos sin el cual no podía pintar. Y al igual que Poe, el artista se reconoce como un trabajador del arte, su arte no proviene la inspiración divina a la cual se refiere Platón. “La inspiración surge del trabajo regular” dice. Sin embargo, se refiere muchas veces al “azar” y muy seguido contesta al entrevistador que “no sabe”. “Existe algo ajeno al yo del artista” diría Adorno. El inconsciente toma las riendas, y es el instinto que lo avisa cuando está terminado. Empieza a pintar con una idea básica y luego la pintura se va definiendo a medida que trabaja sobre ella y la obra aparece, tiene su propio camino. El “no siente nada”, dice. La extrema violencia de las pinturas de Bacon parece ser la expresión de un hombre torturado, maltratado físicamente en su infancia y que buscaba exorcizar sus demonios. Al volcar “concentrados de sensaciones” en sus obras, Bacon intentó evitar que estas sensaciones lo desborden y lo destruyan. Sus pinturas le permitieron dar forma a los monstruos que lo acechaban, como uno pone palabras a lo indecible.