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Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados
ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que
procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene
mucho valor delante de Dios.
Pero el Señor le dijo a Samuel: —No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura,
pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón.
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” —le respondió
Jesús—.
Deléitate en el Señor,
y él te concederá los deseos de tu corazón.
Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación,
porque Dios ama al que da con alegría.
Y esfuércense por cumplir fielmente el mandamiento y la ley que les ordenó Moisés, siervo del
Señor: amen al Señor su Dios, condúzcanse de acuerdo con su voluntad, obedezcan sus
mandamientos, manténganse unidos firmemente a él y sírvanle de todo corazón y con todo su ser.
Les aseguro que si alguno le dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, creyendo, sin
abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá.