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SI ENCUENTRAS AL BUDA MÁTALO

OSHO - Más allá de la psicología. Charlas en Uruguay


TEMAS DE REFLEXIÓN

Amado Osho:
Muchas veces te he oído contar la historia Zen de que: “Si te encuentras al maestro en tu
camino, mátalo”.
Osho ¿tiene que ser realmente así? Si nos encontramos en el camino ¿no podemos
simplemente reirnos, charlar un poco, y después si tenemos que irnos, hacerlo con un
namasté y una sonrisa?

La historia no es sobre un camino concreto ni sobre un encuentro concreto con el maestro. La


historia trata de cuando estás meditando y las cosas van desapareciendo de la mente: se va
volviendo silenciosa. Lo último en irse será lo que has amado más.
Es decir, lo último será el maestro. En tu meditación, cuando todo lo demás haya desaparecido,
seguirás viendo al maestro. Charlar con él alterará tu meditación y prepararte una taza de café no
será de ninguna ayuda.
El dicho parece duro, pero es verdad: ¡Córtale la cabeza al maestro! Tienes que cortársela en tu
imaginación. Si charlas con él, o te ríes, o hablas, no te librarás del maestro. Tienes que ser muy
simple y directo; toma una espada, córtale la cabeza al maestro y sigue adelante. ¡No mires atrás!
El maestro te dice esto para que puedas entrar en suneeta-shunyata, en la nada, en el nirvana. El
maestro quiere hacerte consciente de que ni siquiera él debe ser un obstáculo para tí.
Y yo seré un obstáculo. Me has amado tanto que eres capaz de abandonar todo lo demás, pero
yo seguiré allí; y tienes que soltarme a mí también. No es una situación real, tiene que ver con la
imaginación, con el último truco de tu mente.
Tu mente traerá al maestro porque sabe que no puedes arrojarlo lejos de tí. Has arrojado todo lo
demás, este es el último resorte de la mente para impedirte entrar en meditación.
Y si tienes miedo de cortar la cabeza del maestro si sientes que eso es ser desagradecido, si
crees que no es lo que tienes que hacer -, entonces la mente está jugando contigo, estás en sus
manos. No tiene nada que ver con el maestro, porque no hay maestro; sólo se trata de una
proyección de tu mente.
Y no preguntes: “¿De dónde voy a sacar una espada?” Es algo que se ha preguntado a lo largo
de los siglos. Cuando los maestros han dicho a sus discípulos: “si me encuentras en tu camino,
córtame la cabeza”, los discípulos han preguntado: “¿pero de dónde voy a sacar la espada?”.
Te contaré una historia sufí. Mulla Nasruddín había solicitado trabajo en un barco. Le estaban
entrevistando, el capitán y los oficiales de la compañía le estaban planteando preguntas. El
capitán le pregunta: “Si las aguas están arremolinadas y el viento sopla con mucha fuerza y hay
peligro de que el barco dé la vuelta o se ha desviado hacia una dirección que no debe seguir,
¿qué harías tú?”.
El dijo: “Muy simple, yo arrojaría el ancla”.
El capitán continuó: “Eso está bien. Pero supón que aparece otra tormenta; ¿qué harías
entonces?”.
El dijo: “Nada más, arrojaría otra ancla.”
El capitán dijo: “Correcto, pero supón que viene otra tormenta. ¿Qué harías?”
El dijo: “¡Lo mismo! Yo arrojaría un ancla.”
Y el capitán dijo: “¿De dónde sacas todas esas anclas?”
Y Mulla Nasruddín dijo: “¿De dónde sacas tu tantas tormentas? ¡Del mismo lugar!”
De la misma forma que el maestro es imaginario, tu espada también es imaginaria. Si la mente te
puede proporcionar una cosa imaginaria, también te podrá proporcionar la otra; y quizá esté
contenta de hacerlo, porque vas a matar al maestro. La mente es muy feliz cuando estás en
contra del maestro. Enfadado, resentido y ahora estallará de alegría porque vas a matarle. Te
dará una espada preciosa inmediatamente, basta con pedirla.
Ambos son imaginarios, el maestro y la espada. Y tu tienes que ir más allá de la imaginación.
Esta es la última barrera, y cuando ya no queda nadie, la nada se abre: estás conectado con la
existencia, estás conectado con tu realidad.

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SI ENCUENTRAS AL BUDA MÁTALO
Friedrich Nietzsche - Así habló Zarathustra
TEMAS DE REFLEXIÓN

¡En verdad, la tierra será algún día un lugar de curación! Ya la rodea un nuevo perfume que trae
salud - ¡y una nueva esperanza!
Dicho esto, Zarathustra calló, como aquel que aún no ha dicho su última palabra. Largo rato
permaneció perplejo, sosteniendo su mano el bastón. Por fin, con la voz nuevamente
transformada, habló y dijo:
“Ahora partiré yo solo, queridos discípulos. Y vosotros también partiréis solos. Así lo quiero.
En verdad, este es mi consejo: ¡Alejáos de mi, y precaveos contra Zarathustra! Mejor aún:
¡Avergonzáos de él! Tal vez os engañó.
El hombre de conocimiento no sólo tiene que saber amar a sus enemigos: tiene además que
saber odiar a sus amigos.
Mal se paga al maestro si se permanece siempre discípulo. ¿Por qué no váis a deshojar vosotros
mi corona?
Vosotros me veneráis mas, ¿qué ocurrirá si vuestra veneración se derrumba? ¡Cuidad de que no
os aplaste mi estatua!
¿Decís que creéis en Zarathustra? Sin embargo, ¡qué importa Zarathustra! ¿Vosotros sois mis
creyentes? No obstante, ¡qué importan los creyentes todos!
Me hallasteis cuando aún no os habíais buscado a vosotros mismos. Así le ocurre a todos los
creyentes: por eso es la fe tan poquita cosa.
Ahora os ordeno que me perdáis a mi y os encontréis a vosotros; y solamente cuando hayáis
renegado todos de mi, solamente entonces volveré entre vosotros.
En verdad, con otros ojos, hermanos míos, buscaré yo entonces a mis ovejas perdidas; y
entonces os amaré con otro amor.”

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