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Evaluación de daño psíquico en casos de agresiones sexuales a menores.

Capella, Contreras, Escala, Núñez y Vergara.


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EVALUACION DE DAÑO PSÍQUICO EN CASOS DE AGRESIONES SEXUALES


A MENORES

Ps. Claudia Capella S.1


Ps. Lorena Contreras T.2
Ps. Carmen Luz Escala C.3
Ps. Lucía Núñez H.4
Ps. Paula Vergara C.5

RESUMEN

El presente trabajo pretende mostrar el proceso de elaboración de informes de daño


psíquico en casos de agresiones sexuales a menores, que realiza el equipo clínico infantil
del Centro de asistencia a víctimas de atentados sexuales (CAVAS Metropolitano), a partir
de la experiencia conjunta obtenida en estos años de trabajo. Se realiza una propuesta tanto
de una estructura formal, como del análisis posible de realizar tras un proceso de
evaluación, tomando en cuenta consideraciones metodológicas, técnicas y éticas. Junto a
ello se elaboran conclusiones del equipo respecto de las implicancias del proceso evaluativo
tanto a nivel del niño/a y su familia, como en el ámbito judicial y respecto al profesional
que elabora dicho informe.

INTRODUCCION

El equipo clínico del CAVAS comienza a trabajar durante el año 1987 en la asistencia
terapéutica a víctimas de agresión sexual, produciéndose con ello una progresiva
especialización de los profesionales. Este proceso ha desembocado, en el año 2002, en una
diferenciación en sub equipos clínico infantil y adolescentes-adultos, lo cual ha permitido
abrir nuevos espacios de especificidad de la labor clínica. Se ha favorecido así, una
profundización en las reflexiones sobre los temas asociados a nuestro trabajo, surgiendo la
necesidad de sistematizar los conocimientos adquiridos en la experiencia de los
profesionales que constituyen este equipo, tanto la evaluación psicológica como en la
intervención reparatoria. En este contexto, guía el presente artículo la necesidad de
sistematizar el proceso de evaluación que realiza el equipo clínico infantil, con el fin de
1
Psicóloga, Universidad de Chile. Psicóloga del equipo clínico infantil, CAVAS Metropolitano.
2
Psicóloga, Universidad Diego Portales, Chile. Master en Necesidades y Derechos de la Infancia y la
Adolescencia, universidad Autónoma de Madrid. Psicóloga Coordinadora CAVAS Metropolitano.
3
Psicóloga, Universidad Diego Portales, Chile. Post título en Terapia Familiar ICHTF. Psicóloga Clínica
CAVAS Metropolitano.
4
Psicóloga, Universidad de Chile. Psicóloga del equipo clínico infantil, CAVAS Metropolitano.
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Psicóloga, Universidad Central de Chile. Post título en Terapia Familiar ICHTF. Psicóloga del equipo
clínico infantil, CAVAS Metropolitano.
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Publicado en: Cuadernos de Psicología Jurídica nº2, Asociación chilena de Psicología Jurídica, Santiago,
Chile, 2005, pag. 99-109.
Evaluación de daño psíquico en casos de agresiones sexuales a menores.
Capella, Contreras, Escala, Núñez y Vergara.
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compartir la experiencia obtenida con profesionales de otras instituciones y con otros


equipos involucrados en esta área. Fundamentalmente se trata de un esfuerzo por aportar a
la discusión de esta temática, de modo de promover en los profesionales una participación
activa en la construcción de conocimiento. Por lo tanto, este texto no pretende ser un marco
referencial acabado, sino más bien ser un ejercicio de apertura y diálogo para los equipos
que trabajan en el área.

MARCO CONTEXTUAL

El equipo clínico del C.A.V.A.S. se encuentra inserto en el ámbito de la Psicología Jurídica,


lo cual implica requerimientos y consideraciones específicas asociadas al ámbito judicial, lo
que hace necesario elaborar permanentemente informes psicológicos solicitados por los
Tribunales de Justicia o Fiscalía.

En términos generales, el objetivo del informe de daño psíquico en esta temática es


describir el estado psicoafectivo del menor, reactivo a la ocurrencia de delitos contra la
indemnidad sexual (Simoes, 2001), lo cual requiere la comprensión del contexto familiar y
evolutivo del niño(a). De esta forma, la finalidad de la evaluación pretende comprender el
impacto que este tipo de vivencias puede tener en el mundo psíquico del menor, en función
de la configuración previa a nivel individual, familiar y social que presenta ese niño(a) en
particular. Comúnmente, este tipo de informe ha sido denominado como informe de daño
psicosocial, denominación que no resulta apropiada, ya que la petición desde tribunal se
focaliza en el ámbito psicológico, dejando los aspectos sociales bajo la responsabilidad de
otras disciplinas.

Al iniciar cualquier proceso evaluativo se requiere establecer un encuadre claro con el


consultante que explicite los objetivos, así como las condiciones del trabajo clínico. Este
encuadre, dentro del contexto judicial, adquiere características específicas, en tanto
responde a una petición circunscrita en el marco legal. De esta manera, se debe presentar al
consultante, desde el primer momento, los objetivos de esta evaluación, a fin que el
evaluado pueda prestar un consentimiento informado, en donde el consultante y su familia
comprendan de manera exhaustiva las implicancias del proceso evaluativo, sabiendo que la
información que entregue será remitida al tribunal para los fines de la causa.

Al ser el destinatario del informe de estas evaluaciones un agente de la administración de


Justicia, la información contenida debe ser tamizada. Esto implica elaborar y filtrar
acuciosamente aquellos elementos relevantes que aporten luces sobre indicadores clínicos
asociados a la ocurrencia de un delito, a la percepción que tiene la víctima de sus posibles
autores y, especialmente, a la magnitud del daño ocasionado.

La elaboración de cada uno de los informes está estrechamente relacionada con la petición
específica emitida desde Tribunal o Fiscalía, así como con las competencias y objetivos de
quien solicita la evaluación. De esta forma, si la evaluación es solicitada por el Tribunal del
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Crimen, la indagación se concentra en los hechos constitutivos de delito y el daño asociado


a éstos. Por otro lado, si la solicitud proviene de un Tribunal de Menores, es probable que la
información pertinente se vincule a temas como la percepción de figuras significativas,
descripción de las dinámicas familiares, situaciones de riesgo y desprotección.

Por otra parte, es necesario realizar una distinción entre el informe clínico y el informe de
daño psíquico. Una evaluación clínica está orientada a explicar el funcionamiento psíquico
general de un sujeto, otorgando relevancia equivalente a los sucesos vitales que ha
vivenciado (García Arzeno, 1999). En contraposición a esto, una evaluación de daño
pretende focalizarse específicamente en la comprensión de la dinámica psíquica desplegada
ante un evento particular, que dice relación con la vulneración de derechos.

En este orden de ideas, es importante establecer la distinción entre la evaluación de daño


psíquico y la de veracidad del relato. Esta última tiene como finalidad evaluar las
características de credibilidad del relato del menor, “el propósito es determinar el grado de
ajuste del relato obtenido en la entrevista clínica con la realidad de los hechos que están
siendo juzgados. Es necesario señalar que lo que se pretende establecer es el grado de
credibilidad del testimonio, en particular con respecto a los hechos que se investigan…”
(Contreras y Maffioletti, 2002). El elemento central es el análisis de contenido basado en
criterios (CBCA), el cual consiste en la evaluación de características generales y
específicas, referidas al contenido, a la motivación y a las características de la agresión
(Contreras y Maffioletti, 2002; CAVAS Metropolitano Policía de Investigaciones, 2003).

A diferencia de la evaluación de veracidad, la evaluación de daño pretende introducirse en


la realidad psíquica del niño(a), de su mundo subjetivo y su modo de vivenciar estas
experiencias, a partir de sus producciones a nivel verbal, proyectivo, gráfico, lúdico e
interaccional. En este escenario, metodológicamente se ha optado por no acceder al
expediente de la causa, puesto que para efectos de esta evaluación no es atingente
contrastar la información obtenida a través del niño y sus figuras significativas con otros
documentos contenidos en las compulsas.

A continuación, se presentará una propuesta de pauta de informe psicológico, que pretende


dar cuenta del trabajo de elaboración y organización de la información que realiza este
equipo. Cabe señalar que el informe psicológico puede tener diversas formas en su
estructura, pero se ha optado por aquella que nos parece más acabada y ordenadora,
reflejando los elementos centrales y comunes de los informes que realizan los profesionales
de este Centro.

INFORME PSICOLÓGICO

En términos generales, los informes abarcan una serie de elementos, los cuales se organizan
en: aspectos administrativos, identificación del menor, metodología utilizada, antecedentes
relevantes, resultados, conclusiones y sugerencias.
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Aspectos Administrativos

Es la información mínima que debe contener todo informe que permita identificar: el
juzgado y número de causa, la fecha de ingreso del evaluado al Centro, el nombre del
profesional a cargo de la evaluación y la petición específica emanada por el Tribunal o
Fiscalía. Este apartado tiene como fin aportar información que permita comprender el
propósito del proceso de evaluación, los actores involucrados (el evaluado, el solicitante y
el evaluador), así como el proceso judicial en el cual se enmarca.

Identificación del menor

Incluye información que permite identificar al evaluado y sus datos básicos, tales como: el
nombre completo, la fecha de nacimiento, la edad y nivel de escolaridad.

Metodología utilizada

Incluye las referencias respecto de las herramientas empleadas en el proceso de evaluación,


con el objetivo de explicitar los procedimientos a través de los cuales se obtienen los
resultados y conclusiones del informe

Se considera el número de entrevistas clínicas efectuadas con el menor, con la figura


significativa o a cargo del niño(a) y entrevistas con otros profesionales de la red que han
estado vinculados al caso, si fuera necesario. Es importante identificar las técnicas de
evaluación utilizadas, tales como: pruebas proyectivas gráficas (dibujo de la familia, test
casa-arbol-persona, persona bajo la lluvia, dibujo de sí mismo, dibujo libre), hora de juego
diagnóstica, pruebas proyectivas aperceptivas (Test de Rorschach, Test de apercepción
temática CAT-A, CAT-H, TAT, TRO), pruebas cognitivas (Test Guestáltico visomotor
para niños Bender Koppitz, WISC), entre otros, entendiendo que la selección de pruebas
utilizadas varía según las necesidades de cada caso.

Cabe señalar que el receptor de dicho informe desconoce en gran medida las características
de los instrumentos utilizados, por lo cual resulta de utilidad incluir en este apartado una
breve reseña de las características de cada prueba seleccionada. Para ello, se puede agregar
información referente a la validación del instrumento, especialmente en la realidad nacional
y, de ser posible, sus características de confiabilidad y validez, así como las áreas que
permite evaluar.

Antecedentes relevantes

Este apartado se constituye en un marco de referencia primario para la comprensión del


contexto general en el cual habrían ocurrido los eventos abusivos en la historia vital de un
niño(a), seleccionando la información relevante que permite una mejor comprensión del
caso. Se caracteriza por la referencia sólo a hechos, posponiendo las apreciaciones clínicas
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del evaluador para el análisis de los resultados. De esta manera, debe aludirse en todo
momento a la fuente que entrega la información, tales como los padres del menor u otros
familiares o profesionales que han tenido un contacto significativo con el niño(a),
excluyendo las interpretaciones subjetivas de cada uno de los involucrados en el caso.

Así mismo, es importante especificar los aspectos básicos vinculados al desarrollo del
menor, tales como: nombre y relación entre los padres, con quien vive el niño actualmente
y si existen, algunos elementos significativos de la historia vital que generalmente se
asocian a alteraciones en el contexto del desarrollo del niño o aquellos que se puedan
constituir en factores de riesgo (por ejemplo, antecedentes delictuales de la familia,
violencia intrafamiliar, cambios de cuidador, adicciones, entre otros). (Vásquez, 2003).

Finalmente, es necesario incorporar además, una descripción de los antecedentes respecto


de las circunstancias en que habrían ocurrido los hechos y la develación de los mismos, así
como la reacción del entorno familiar y social ante la situación abusiva. Es necesario hacer
mención de antecedentes de quién realiza la denuncia, ante qué organismo, en qué fecha y
qué Instituciones han estado vinculadas al caso. En relación a lo anterior, es relevante
consignar de modo específico aquellas vivencias del niño(a) que hacen referencia a
situaciones de victimización secundaria, dado que éstas pueden tener un fuerte impacto en
la reacción sintomática del niño(a) y su familia.

Resultados

En este apartado se deben consignar los resultados obtenidos a partir de las pruebas
aplicadas y de la observación clínica del evaluador, por lo tanto nos situamos al nivel del
análisis específico del ámbito de la psicología. De este modo, el foco se encuentra en la
interpretación del material obtenido, sobre la base de las herramientas desarrolladas y
validadas por nuestra disciplina y de las habilidades y experiencia propias del psicólogo
clínico.

Se propone comenzar este apartado describiendo al niño(a) en el contexto de evaluación, ya


que nos permite una aproximación preliminar a cómo se presenta en su nivel de actividad
motora, tono emocional que lo caracteriza, tipo de vinculación que establece con el
profesional, adecuación al contexto de evaluación, entre otros elementos que se consideren
relevantes.

Además, es fundamental que la evaluación permita establecer un nivel basal del desarrollo,
con el fin de comprender las claves evolutivas que sustentan el modo de funcionamiento del
niño(a), entendiendo que cada etapa del desarrollo cuenta con distintas herramientas para la
comprensión de las experiencias. En este sentido, se describirán cada una de estas áreas y la
interrelación entre éstas (Papalia y Wendkos, 1997).

En cuanto al desarrollo cognitivo, se consigna si el nivel evolutivo está o no de acuerdo al


esperado para su edad, así como el rendimiento observado. A su vez, se describe la etapa
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cognoscitiva alcanzada por el niño(a) según la teoría de Piaget y sus consecuencias para el
proceso de evaluación, esto implica describir sus capacidades para recordar los hechos ya
sea de forma general o episódica, diferenciar realidad de fantasía, situar los hechos de
acuerdo a coordenadas témporo espaciales, entre otros (Piaget, 1973; Piaget y Inhelder,
1975).

Respecto al lenguaje, cabe dar cuenta de la utilización comprensiva y expresiva del mismo
hecha por el niño(a), así como las dificultades que pueden presentarse en el ámbito de la
comunicación las repercusiones que esto pueda significar para el proceso de evaluación.

En cuanto al desarrollo socio-emocional, se describe la capacidad de reconocer y expresar


emociones, tanto de sí mismo como de los demás, así como aspectos que llamen la atención
en relación a la capacidad empática, modulación emocional, egocentrismo, tolerancia a la
frustración, manejo de la ansiedad, entre otros. Así también, es central referirse al estilo
relacional (inhibido, expansivo, indiscriminado, evitativo, etc.) y/o tipo de vinculación
(Ainsworth, 1979; citado en Papalia y Wendkos, 1997)) que presenta el niño(a), tanto con
pares como con figuras adultas, sopesando si esto se encuentra dentro de lo esperado para
su periodo evolutivo.

También puede ser útil complementar esta información con algún aspecto que destaque en
relación al desarrollo pondo-estatural o bien el nivel de desarrollo psicomotor y madurez
neurológica del niño(a).

Como consecuencia de la descripción del nivel de desarrollo por áreas, es posible


pronunciarse con respecto al desarrollo general, en términos de si este es normal, bajo o
sobre lo esperado, o bien presenta alteraciones o disarmonía entre los diferentes ámbitos.

A continuación se procede a abordar la temática que motiva la evaluación, es decir, las


acciones constitutivas de delito en el plano de la indemnidad sexual, en cualquiera de sus
tipos penales. Para ello es fundamental referirse a la descripción de los hechos abusivos que
hace el niño(a), incluyendo la contextualización espacio-temporal de los mismos, la
cronicidad de dichas experiencias, la percepción de él o los autores, incorporando
textualmente las verbalizaciones que se obtengan del evaluado. Esto puede constituir
material valioso para que el juez o fiscal establezca el tipo penal (abuso sexual, violación,
estupro, etc.), no siendo ámbito de competencia del evaluador el pronunciarse sobre la
tipificación del delito (ley 19.927 de delitos sexuales).

Junto con esto, se consignará el correlato emocional del niño asociado al abordaje de la
temática abusiva, dado que permite establecer la concordancia ideo-afectiva entre los
dichos del menor y su expresión emocional. Por otro lado, hace posible identificar la forma
en que ese niño(a) vivencia subjetivamente esta experiencia, así como los mecanismos
defensivos que despliega como estrategia para intentar manejar las emociones asociadas
(Laplanche y Pontalis, 1996).

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Si los resultados de la evaluación lo permiten, corresponde incluir la descripción de la


relación del niño con la figura de él o los sujetos que éste indica como agresores, en
términos del vínculo que los une (familiar, conocido, desconocido) y la cualidad de éste
(Barudy, 1998). Esto permite identificar las estrategias de victimización detectadas a través
del relato del menor, las cuales pueden ser utilizadas tanto para someter a la víctima como
para evitar que devele los hechos. Pueden fluctuar desde el uso de fuerza física y amenazas
de diversa índole, hasta la manipulación a través de la culpa, utilización del vínculo de
confianza, erotización del vínculo, ente otros (Glaser y Frosh, 1998).

En relación a lo anterior, se hace posible describir y dar cuenta de las consecuencias y


repercusiones que ha tenido la experiencia abusiva y su develación para el niño dentro su
continuo vital, así como también la vivencia subjetiva que ha significado para éste y para el
núcleo familiar. En esta misma línea, cobra relevancia considerar las estrategias
desplegadas por la familia para enfrentar y manejar la crisis suscitada, en tanto las
reacciones familiares pueden agudizar o contener las consecuencias psicoafectivas en el
niño, o bien generar nuevos focos de conflicto para él.

Las consecuencias de una experiencia de trasgresión sexual pueden manifestarse a través de


diversa sintomatología López, 1993; Smith y Bentovim, 1994; entre otros), la cual resulta
pertinente describir en el informe, en tanto da cuenta de la manera en que la vivencia de los
hechos se expresa en el funcionamiento habitual del niño. Es necesario consignar la fuente
de la que se obtiene dicha sintomatología, es decir, si es referida por el niño, la madre, el
adulto a cargo o proviene de la propia observación clínica. Esta diferenciación permite
comprender claramente el origen de la información, equilibrando lo aportado por las
diferentes fuentes, teniendo como eje central los elementos entregados por el niño.

Dentro de este marco, es ideal lograr distinguir y ordenar los síntomas de acuerdo a tres
instancias claves: previo a la ocurrencia de los hechos abusivos, entre la ocurrencia de los
hechos y la develación y, finalmente, posterior a la develación. Esta distinción cobra
relevancia, ya que permite comprender cómo el niño ha vivenciado estos momentos y los
cambios que experimenta entre uno y otro. Así por ejemplo, en algunos casos es posible
encontrar vulnerabilidades o alteraciones previas en el niño, sobre las cuales se puede
asentar el cuadro reactivo al abuso.

Por otro lado, es necesario organizar los síntomas de acuerdo a las diferentes áreas de
funcionamiento (a nivel somático, conductual, intrapsíquico, etc.), señalando si al momento
de la evaluación se presentan los síntomas o han remitido en forma parcial o total.

Un aspecto fundamental dentro del informe es la descripción de los elementos clínicos


observados, en tanto conforman el núcleo central para comprender las dinámicas
intrapsíquicas del niño en el contexto de la evaluación. Para la obtención de indicadores
clínicos es posible utilizar distintas técnicas de evaluación psicológica, tales como la
entrevista clínica, metodologías proyectivas o psicométricas. Si bien estas técnicas dan
cuenta del nivel de desarrollo, rasgos de personalidad y nivel estructural, el objetivo en este
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punto es diferenciar específicamente aquellos aspectos que se relacionan con el daño


vinculado a la situación abusiva (Cantón y Cortés, 1999; Glaser y Frosh, 1998; López,
1993; Malacrea, 2000) Junto con ello, se hace posible profundizar y describir las
conflictivas psíquicas subyacentes a las vivencias abusivas, por ejemplo: sexualización
traumática, estigmatización, indefensión, traición (Finkelhor y Browne, 1985).

A su vez, resulta relevante describir y analizar la percepción de daño que posee el niño en
relación a la vivencia de abuso, la cual puede estar asociada a los síntomas que el mismo
niño refiere y los cambios que él percibe en la rutina familiar o en su continuo vital,
pudiendo ser expresados a nivel conductual o bien a nivel de experiencia subjetiva.

Cabe destacar que la entrega de resultados no constituye simplemente un listado de la


información seleccionada, siendo indispensable la integración de ésta. Por esta razón se
deben cruzar y correlacionar variables que permitan fundamentar y aunar los elementos
descritos, ya que cada uno cobra significado en la medida en que se interrelacionan. De este
modo, los datos que se observan a través de una técnica específica, se contrastan con los
que se aprecian a través de otra fuente de información, haciendo posible, comprender de
forma global la significación y el daño que genera este evento en el niño(a) evaluado.

Un aspecto específico a considerar es el fenómeno de la retractación, en el cual un niño(a),


posterior a develar los hechos abusivos, se desdice de sus dichos, situación en la cual es
necesario explicar las posibles causas, las dinámicas familiares o psicológicas que permiten
que se configure esta contradicción (Rivera y Salvatierra, 2002).

Conclusiones y sugerencias

Las conclusiones que se extraen a partir de la integración de todos los elementos descritos
anteriormente en el informe, desprendiéndose y sustentándose necesariamente en los
resultados arrojados por la evaluación.

En este sentido, las conclusiones contienen los aspectos relevantes para la toma de
decisiones en el contexto judicial, por lo tanto se abordan brevemente consideraciones
acerca de la presencia de indicadores clínicos de abuso sexual, la naturaleza y magnitud del
daño constatado y su vinculación con los hechos investigados.

En caso de ser solicitado, se hará referencia a aquellos tópicos señalados expresamente por
el juez o fiscal, tales como percepción espacio-temporal de los hechos, efectos de la
intimidación o de la amenaza, figura del o los autores, entre otros. Cabe mencionar que al
referirse al autor de los hechos, sólo es posible dar cuenta de lo señalado por el niño y
concluir que los contenidos psíquicos del menor se encuentran asociados a determinada
figura, sin pronunciarse sobre la autoría de los hechos.

Las conclusiones se fundamentan en la determinación de la presencia de indicadores


clínicos compatibles con vivencias de abuso sexual o, por el contrario, los elementos
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obtenidos dan cuenta de la ausencia de signos clínicos asociados a este tipo de experiencia.
Una tercera opción es que los resultados obtenidos no sean suficientes para pronunciarse
con respecto a ninguna de estas dos alternativas, por lo que no es posible determinar la
configuración de vivencias transgresoras en la esfera de la sexualidad en el evaluado. De
este modo, se hace referencia a los elementos clínicos en relación a los hechos abusivos, no
siendo pertinente establecer la ocurrencia objetiva del delito desde el ámbito de la
psicología, labor que resulta de competencia exclusiva del juez.

Una vez establecida la existencia de indicadores, debemos consignar si existe algún tipo de
trastorno en el niño(a) que se asocie a la ocurrencia del evento abusivo, a la develación y/o
a la denuncia, así como a las consecuencias sociales y familiares que esto genera. Esta
sintomatología vinculada a algunas de estas variables no necesariamente configura un
cuadro clínico, por lo cual, en ocasiones sólo señalaremos el espectro sintomatológico
desencadenado.

A partir de la distinción anterior, es conveniente clasificar los cuadros sintomatológicos


según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (APA, 2002) o bien
la Clasificación Internacional de Enfermedades Mentales (OMS, 2000) en sus versiones
más actualizadas, para dar cuenta del daño asociado a la experiencia abusiva a partir de un
lenguaje consensual, así como de taxonomías clínicas aceptadas universalmente.

Una vez establecidos los puntos anteriores es importante hacer referencia al pronóstico del
caso y sugerencias de tratamiento apropiado si lo requiere, para dar respuesta a las
necesidades actuales del niño, considerando tanto la motivación de la familia como también
aspectos prácticos que permitan determinar la Institución que se hará cargo de la
intervención reparatoria.

DISCUSIÓN

El proceso de sistematización realizado en el presente artículo ha implicado la reflexión por


parte del equipo clínico infantil del CAVAS en torno a la labor evaluativa y las
repercusiones asociadas a ésta. En este sentido, la construcción de un modelo para la
organización de los resultados ha constituido una oportunidad para que este equipo pueda
problematizar en torno a temáticas centrales vinculadas al psicodiagnóstico dentro del
contexto clínico, social y judicial.

El proceso evaluativo realizado por este equipo se enmarca dentro del contexto de un
trabajo clínico, constituyendo el objetivo reparatorio el prisma central que guía nuestro
quehacer. Así, durante la evaluación se establece contacto con el niño(a) y sus cuidadores,
por lo que es vital comprender que significa a su vez, crear un espacio de intervención
potencial. En este sentido, en muchas oportunidades, implica la apertura de una temática
traumática en un contexto contenedor y la orientación básica en relación a interrogantes
sujetas a las vivencias, permitiendo la disminución de la angustia tanto para el niño como
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para su familia. “(…) No podemos olvidar que la nuestra no es la tarea de realizar una
indagatoria al estilo judicial. No podemos perder de vista en ningún momento que somos
terapeutas que, si realizamos bien nuestro trabajo, ya desde este primer encuentro
podemos comenzar a curar. Ser escuchado en un ámbito seguro y con respeto es, de por sí,
sanador” (Colombo y Beigbeder de Agosta, 2003).

De esta manera, en ocasiones constatamos que existen alivios sintomáticos vinculados al


proceso de evaluación, el cual se relaciona con diversos factores. Dentro de estos, un
aspecto es poder compartir la experiencia vivenciada en un contexto en el cual el otro es
capaz de tolerar la carga emocional que implica contactarse con dichas vivencias,
conformándose en un espacio cualitativamente diferente, centrado en función del niño,
pasando el evaluador a sostener sus procesos. “(…) Para un niño que ha visto vulnerados
todos sus derechos, recrear una situación en un ambiente seguro con una persona que
comprende y escucha sin juzgar, es de por sí, terapéutico” (Colombo y Beigbeder de
Agosta, 2003).

En este mismo sentido, el espacio clínico le permite al niño ensayar nuevas formas de
interacción que probablemente no estaban presentes en su contexto habitual de desarrollo, o
bien restaurar relaciones sanas que el niño poseía previamente, lo cual aporta un valor
terapéutico a la labor psicodiagnóstica. A su vez, el contexto evaluativo se constituye en un
escenario para que el niño pueda simbolizar desde el lenguaje infantil las experiencias
vividas.

Esto se relaciona con el enfoque clínico que posee este equipo, en tanto nuestra labor
fundamental es apoyar la integridad y el bienestar psicosocial de los consultantes, siendo
ésta nuestra prioridad sobre la obtención de información. En esta línea, consideramos que
existiría el peligro de revictimizar a partir de la evaluación si no son tomadas en cuenta las
necesidades propias del niño y su familia. Así, la forma y el manejo del proceso cobra
relevancia central en la configuración global del niño respecto a las vivencias traumáticas y
consecuencias de ésta.

Por otra parte, el proceso de evaluación también se puede transformar en un espacio


contenedor y aliviador para la familia, en que las figuras pueden expresar sus conflictivas,
temores y dudas respecto del niño y los hechos denunciados. En este sentido, la devolución
a la familia del proceso de evaluación es un momento crucial, en tanto conforma una
entrega por parte del profesional de información relevante acerca del estado psicológico del
niño, la necesidad de tratamiento y sugerencias respecto a la función parental en pos de
potenciar el proceso reparatorio en el menor.

Otra faceta de la evaluación que puede contribuir al proceso reparatorio del niño y su
familia tiene relación con que el informe puede ser interpretado por ellos como un
mecanismo tendiente a hacer justicia y de validación externa de la vivencia subjetiva de los
hechos investigados. Por otra parte, el proceso evaluativo posibilita que la familia adquiera
un rol progresivo de empoderamiento; asistiendo al Centro, entregando información y
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participando activamente de la recuperación del niño, de este modo, la familia incrementa


la sensación de control respecto de una parte del proceso judicial.

Por otro lado, para el psicólogo, realizar una evaluación para tribunales implica una
significativa responsabilidad profesional, en tanto el informe de daño psicosocial posee
carácter pericial, constituyendo una prueba legal que contribuye dentro del proceso de
investigación judicial para que los jueces puedan determinar, junto a otras pruebas, la
existencia del delito. En este punto, es relevante hacer la distinción de nuestro lugar en el
proceso judicial, en tanto la decisión compete al juez y nosotros sólo aportamos desde
nuestro saber, que se refiere a la realidad psíquica de los evaluados y no a la realidad fáctica
de los hechos. Por ende, es de importancia central trasmitir la información de manera clara
para los fines judiciales, respondiendo a los requerimientos del tribunal de forma lo más
objetiva y rigurosa posible, justificando científicamente los resultados y utilizando un
lenguaje técnico.

En este escenario, cabe la pregunta acerca del tema del secreto profesional y cómo se
maneja dentro del ámbito de la psicología jurídica. Hemos reflexionado como equipo
acerca de los aspectos éticos de nuestra labor, concluyendo que el secreto profesional no es
en ningún caso ajeno a nuestro quehacer, sino más bien, modifica su ámbito de aplicación.
Es decir, que en base al contrato establecido previamente con el consultante se determina
que toda información relacionada con la causa será de conocimiento de terceros en un
proceso judicial. Por el contrario, no resulta pertinente abordar en el informe aquellos
elementos del funcionamiento psíquico y familiar del menor, obtenidos en el proceso de
evaluación que no constituye un aporte para la investigación de la causa, toda vez que se
resguarda la confidencialidad de otras temáticas, no relacionadas con la petición específica
emanada desde tribunal o fiscalía.

Por otra parte, existe información que no es posible obtener dentro del proceso evaluativo,
ya que no tenemos acceso a ella a través del paciente o de las figuras cuidadoras, ya sea por
la corta edad del niño(a) y el escaso desarrollo verbal que ello implica, ausencia de figuras
significativas que puedan entregar información sobre el contexto de desarrollo o bien, el
silenciamiento del evaluado relacionado directamente con el daño ocasionado al mundo
psíquico de éste, entre otros. Esto puede traer como consecuencia que no contemos con los
elementos suficientes para pronunciarnos con respecto a la petición judicial, en cuyo caso
corresponde, en términos de responsabilidad y ética profesional, señalar dicha
imposibilidad, haciéndonos cargo de las limitaciones de nuestra disciplina.

Consideramos relevante y pertinente contrastar los hallazgos de la evaluación con otros


miembros del equipo, con el fin de contribuir con otras perspectivas a la elaboración del
informe final, logrando una mayor comprensión, coherencia y objetividad en los resultados.
La participación técnica del equipo, implica una responsabilidad conjunta y consensual en
relación al informe emitido, constituyéndose en un respaldo a la labor del profesional, tanto
en términos del informe mismo como de las posibles implicancias judiciales que éste tenga
(declaración, querella, juicio oral, entre otras).
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Publicado en: Cuadernos de Psicología Jurídica nº2, Asociación chilena de Psicología Jurídica, Santiago,
Chile, 2005, pag. 99-109.
Evaluación de daño psíquico en casos de agresiones sexuales a menores.
Capella, Contreras, Escala, Núñez y Vergara.
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Finalmente, en un plano transversal al trabajo de esta temática es necesario considerar la


importancia del impacto emocional para el profesional que toma contacto con la víctima
durante el proceso de evaluación, al ser éste un testigo de los efectos devastadores que
puede tener el abuso sexual en el continuo vital de un niño y su grupo familiar. En relación
a esto, consideramos esencial tener como equipo procesos de autocuidado regulares, con el
fin de recibir contención emocional, así como reflexionar en torno a la labor profesional y
el impacto que genera desempeñarse en torno a esta temática.

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Publicado en: Cuadernos de Psicología Jurídica nº2, Asociación chilena de Psicología Jurídica, Santiago,
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