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Introduccion A Aristoteles Giovanni Reale PDF
Introduccion A Aristoteles Giovanni Reale PDF
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INTRODUCCIÓN A ARISTÓTELES
Por GIOVANNI REALE
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1985
GIOVANNI REALE
INTRODUCCION
A
ARISTÓTELES
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1985
Versión castcHam de V fcro t Bazteimca, d e la obra de
G iovamni R balb. ¡ntroduzkme a Arisiotde,
EdHorí Lateiza, Roma ^1982
ISBN 84-254'1488-l
Advertencia 9
I. El hombre, la obra y la formación del pensamiento filo
sófico ............................................................................. 11
1. Desde el nadmiento al ingreso en la Academia. 2. El perío
do de veinte años transcurridos en la Academia, las obras
de juventud y la formación de la filosofía de Aristóteles.
3. Los «años de viaje». 4. El retorno a Atenas, la fundación
del Perípato y las obras de escuela. 5. La lectura de Aristó
teles en la actualidad.
Bibliografía......................................................................................... 179
I. Repertorios bibliográfícos y reseñas críticas ...................... 179
II. Las obras de Aristóteles....................................................... 180
índice
1. D e s d e e l n a cim ien to a l in g re so en la A ca d em ia
11
I. Ei hombre y la obra
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La Academia
2. Diógenes Laercio. V. 9 (Diogcfic Laerxio. Vita drt /Sfofc/i. Ir. h. de M. Gtgante L atera. Barí 1962).
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1. El hombre y la obra
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La Academia
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I. El hombre y la obra
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I. El hombre y la obra
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La Academia
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1. El hombre y la obra
18. Vénac Berli, op. cit., pág. 453-543. En relación con exégesis opuestas, véase Jneger, Aristóteles, cit., pAg.
69-132; W.O. RubinowiU, Árlstotle's Protrepticus and the Sources ofthe Reconstruahn, Berkeley-Los Ángeles
1957; 1, Düring, Aristotle's Protrepticus, An Attemptat Reconstruction, Estocolmo 1961 (excelente); citamos en la
bibliografía, ü VIH, 2, arllculos del mismo autor. Una buena traducción, acompañada de comentario histórico y
teórico, es lo de E. Dcrii, Esortatione alia fdosofta (Protreptico), Radar, Padua 1967.
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La Academia
Según todos los indicios, cabe fechar, al menos con cierto mar
gen de aproximación, un tercer escrito compuesto en el período que
Aristóteles permaneció en la Academia. Se trata del Protréptico o
Exhortación a la filosofía, el más famoso, leído e imitado de todos
los escritos publicados por Aristóteles.
La obra, de la que poseemos amplios fragmentos reproducidos
por Jámblico en uno de sus escritos que lleva el mismo título, estaba
dedicada y dirigida a Temisón «rey de Chipre» (es decir, rey de una
de las nueve ciudades que en aquella época existían en la isla). A la
sa/ón, entre los años 351 y 350 a.C., Chipre entró en guerra contra
los persas y en el período inmediatamente precedente llegó a in
tensificar sus relaciones con Atenas. Por tanto, cabe pensar que el
ano 351/350 es la fecha en la que Aristóteles pudo componer el
Protréptico. Esta conjetura resulta tanto más verosímil cuanto que
todo hace suponer que se halla contenida en esta obra la respues
ta dada por Aristóteles a la Antidosis de Isócrates, compuesta en el
1S2 a.C.
En este escrito Aristóteles reemprendía la polémica contra la
escuela de Isócrates y su programa educativo: polémica que se inició
con Grillo y que prosiguió en el curso de retórica, en la que intervi
no en un primer momento Cefisodoro, seguidor de Isócrates y, más
larde, este mismo filósofo, con su obra la Antidosis. Esta vez llevó el
ataque hasta sus últimas consecuencias. La dedicatoria misma es ya
muy significativa. Isócrates había dirigido a los príncipes de Salami-
na, en Chipre, tres obras de exhortación; Aristóteles dirige a otro
príncipe de Chipre su nueva obra, con la clara intención de llevar el
pensamiento académico allí donde había penetrado el de la escuela
de Isócrates. Pero, lo notable esta vez es que Aristóteles trata de
batir a Isócrates no ya, como en Grillo, desmantelando la retórica
sobre la que se basaba la escuela del adversario, sino de forma
positiva, mostrando la excelencia de la filosofía sobre la que se asen
taba, a su vez, la paideia de la Academia; Aristóteles trata de mos
trar que la filosofía es superior en todo los sentidos, ya sea en sí o
por sí, como por sus efectos y por los beneficios que proporciona al
hombre: en especial, frente a la Antidosis^ se señalaba que la filoso
fía era la base única y segura de la acción. Así pues, el Protréptico es
la defensa integral de la filosofía. Al mismo tiempo es también el
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I. El hombre y la obra
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La Academia
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I. El hombre y la obra
Nada que sea divino o bienaventurado pertenece a los hombres, exceptuando tan
sók) aquello que es digno de consideración, o sea lo que hay en nosotros de inteligencia
y de sabiduría; entre las cosas que hay en nosotros sólo ésta se manifiesta como
innK>rtal y sólo ésta es divina. Y, por el hecho de poder participar de esta facultad, la
vida, aun cuando es miserable y difícil por su naturaleza, resulta, no obstante, una
realidad tan agradable que el hombre parece un Dios en comparación con las demás
cosas. «En realidad, entre las cosas que hay en nosotros, la inteligencia es el dios» —ya
sea Hermotimo o Anaxágoras el que haya dicho esto— y «el eón mortal contiene una
parte de algún dios». Por tanto, hay que filosofar o marcharse de aquí, despidiéndose
de la vida, porque todas las demás cosas vienen a ser un gran parloteo y vaniloquio^.
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La Academia
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I. El hombre y la obra
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La Academia
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I. El hombre y la obra
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La Academia
34. Para una discusión acerca de la liicratura en torno al tratado Sobre ei bien y paro una interpretación
profunda de los fragmentas, véase Berti, op. cit., pág. 250-316.
35. Para un estudio profundo del tratado Sobre ta fUosofta véase: Berti. op, cit., pAg. 317-409 (en ella se
encuentra la discusión de toda la literatura hasta 1961). Respecto a lus exégciís contrarias, véase Jaeger. Aristote-
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I. El hombre y la obra
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I, El hombre y la obra
cambio a peor. Aristóteles recogió esta demostración del segundo libro de la Repúbli
ca de Platón^.
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La Academia
•1f>. Phllopon. De aetern. munái, 30. 10« *=> ^ohre \a fr. 18 Ross; véase también fr. 19 a h c.
47. Cic. Tuse, disp. I, 10-22 = Sobre la filosofía, fr. 27 Ross.
4H. Berti, op. cít.. pág. 556; cf. ibid., pAg. 392-40I.
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I. El hombre y la obra
49. Para una exposición siatemállca do liu doctrinas de estos filósofos de la primera Academia remitimos al
lector a nuestro segundo volumen de ¡ probiemi detpenskro antico, Celuc. Milán 1972, pág. 30ss.
Sü. Jaeger. Aristóteles, cit.. pág. l3Sss.
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Los «años de viaje»
51. Véase la excelente rcconatrucctón de este periodo de la vida de Aristóteles en la Élhiqueá Meomaque, u
riirj{o de Gauthier, cit.. I. 1, pág. 30ss.
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L El hombre y la obra
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La fundación del Perípato
52. En rcalidiid. se pueden obtener tesis opuestas partiendo de tos mismos elementos; el lector podrá observar
Iti Uucunentadón aportada a este respecto en d volumen // conettio di fihaofia prima, d i.. passim.
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I. El hombre y la obra
53. V¿use RculOt / proMcmi del pensiero atuko, cit., II. pág. 45-53.
54. Di6gene» Lácrelo, V, 2; véase también Cíe. Arad I. 4.17.
55. Véase Reale, / probtemi ddpensiero ontlco, cit.. 11, pág. 61ss.
56. Véase antes, nota 42. el pasaje de Sinsplicto.
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La fundación del Perípato
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I. El hombre y la obra
La lectura d e A ristóteles en la a c tu a l id a d
S9, El vuluincn de Berti diado lanías veces es la prueba más elocuente de esto.
40
La lectura de Aristóteles en la actualidad
41
1. El hombre y la obra
42
CAPfruLO II
LA «FILOSOFÍA PRIMERA*
(Análisis de la Metafísica)
¿Qué es la «metafísica»?
Empezaremos aclarando los términos. Ya se sabe que «metafísi
ca» no es término aristotélico (quizá fue inventado por los peripaté
ticos) o nació con ocasión de la edición de las obras de Aristóteles
cícetuada por Andrónico de Rodas en el siglo i a.C.'. La expresión
empleada con mayor frecuencia por Aristóteles fue la de «filosofía
primera»;o también «teología» en contraposición con la «filosofía se
cunda» o «física»; ^pero no cabe duda de que el término «metafísi
ca» es más conciso y fue preferido por la posterioridad hasta el
punto de que fue consagrado definitivamente. Como veremos muy
pronto, la «metafísica» aristotélica es la ciencia que se ocupa de las
Icalidades que se encuentran por encima de las físicas, de las reali
dades «trans-físicas»' y, como tal, se contrapone a la «física»^ Por
esta razón, se denominó defínitiva y constantemente metafísica, si
guiendo el ejemplo de lo sucedido con Aristóteles, toda tentativa
filosófica del pensamiento humano dirigida a trascender el mundo
(Miipírico para alcanzar la realidad metaempírica.
Hecha esta aclaración de carácter general, debemos señalar de
manera puntual el valor exacto que Aristóteles asignó a la ciencia
(pie llamó «filosofía primera» y los autores posteriores «metafísica».
1. Véase Rcttle, La Metafísica, cil., I, pAgínus 3 » y lus indiciteíones bibliográricu que opareoen allí,
}. Las «substancias separadas», como dice Aristóteles. En resumen, la metafísica aristotélica es la prolonga-
«io»i dcl problema básico d d platonismo.
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II. La «filosofía primera»
3. Véase Mtiaph. A. a y B.
4. Véase Metaph. T E 2-4, K.
5. Véase Metaph. Z, H. 0 .
6. Véase Metaph. E 1 y A.
7. Véase Reale, // concetto di filosofía prima, cit., passim.
K. Metaph. F. I. 1026a 27-29; K 7. 10646 9-11.
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Las cuatro causas
2. L as cuatro causas
Mftaph. A 2.
10 Mflaph. A 2 .9 8 J O 10-11
11 Vétthc Mrtoph. A 3-10
45
II. L a «filosofía p rim era»
[El término ser se emplea en múltiples sentidos, pero siempre haciendo referencia
a una unidad y realidad determinada.Tor tanto, ser no se dice por mera homonimia,
sino de la misma manera que decimos «sano» a todo lo que se refiere a la salud: o
bien en cuanto la conserva o la produce, o bien en cuanto es síntoma de la misma o en
cuanto algo es capaz de recibirla; o también a la manera como llamamos «medicinal»
a todo lo que se refiere a la medicina; o bien en cuanto manifiesta por naturaleza una
disposición idónea hacia ella o bien en cuanto es fruto de la medicina; podríamos
aducir muchos más ejemplos de cosas a las que se aplican los conceptos de esta misma
manera. Así pues,\él concepto ser incluye muchos sentidos, pero todos referidos a un
único principio (...)’^
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E l ser
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II. L a «filosofía prim era»
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Los significados del ser
MUI irducibles a otras. Acerca del problema de las categorías y de su Hdeduccíón>» indicamos cuatro estudios
I It^K'os que presentan bastante profundidad desde diferentes puntos de vista; F.A. Trendelenburg, Geschichte
ih't Kategorienlehre, Berlín 1846; H. Bonitz, Ober die Kategorien des Arbtoteles, «Sitzungsber, d. Kais. Akad. d.
WlHMonsch. Philos.-hist. Klasse», vol. 10, fascículo S, Viena 1853, pág. 591'645; O. Apelt, Die Kategorieniekredes
Siliioides, en el vol. Beitráge zur Geschichte der griech, Phiios,, Leipzig 1891, pág. 101*216. así como el volumen
■le llrcntano (citado en la nota 15), pág. 72-22Ü.
IV. Para conocer más profundamente el problema, véase La Metafhica, a cargo de Reale, cit, I, páginas 34ss.
49
II. La «filosofía primera»
(...) es necesario decir que Us categorías o bien son seres sólo por homonimia o
bien sólo son seres si se añade o quita al «ser» cierta calificación, conK>, por ejemplo,
cuando se dice que lo no cognoscible es también cognoscible. En realidad, el acierto
consiste en afirmar que las categorías no se aplican al ser en sentido equivoco ni en
sentido unívoco, sino que se dicen seres de la misma manera como se aplica el
término médico, cuyos diferentes significados se refieren a una misma y única cosa,
por k) que no son puros homónimos; en efecto, médico designa un cuerpo, una
operad!^ o un instrumento, pero no por homonimia ni por sinonimia, sino en virtud
de la referenda a una misma cosa'*.
50
Precisiones en torno al ser
.!(), Véusc Metaph. Z 3 , 1029a 21 y lu amptiu documenlncit^n M)brc cMo punto en Brcnlnno, »p. cit.. pág. 98ss.
V fiimim.
¿l. La Metafisica, a cargo de Reale. cit., I. página» 4 Im .
51
II. La «filosofía p rim era»
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El concepto de substancia
M, Metaph. Z 3 1029« 33ss. Como hemos visto anteríormente, ya cii el Protréptíco, Arist4)teles había cslable-
• nli* pornaturateza (es decir en sí y por sf), es primero lo itUeiijfiMe, que consiste en lo que esontolégicamen*
|iiuñero; en cambio para nosotras primero es lo sensible, que ontológicunicnle os segundo, y es primero para
titiwiii'os porque aquello de lo que partimos para conocer es precisamente lo sensible, llegando a lo inteligible sólo
y medíante lo sensible.
53
II. La «filosofía primera»
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El concepto de substancia
Así, pues, todas las cosas sensibles sin distinción pueden consi
derarse en su forma, en su materia, en su conjunto; y «substancia»
(ousia) son, aunque a título diferente (en el sentido ya visto), tanto
la forma como la materia y su conjunto^\/
Al desarrollar el problema de la substancia en general en una
segunda dirección, el Estagirita ha tratado asimismo de determinar
cuáles son estos ^títulos» en virtud de los cuales algo tiene derecho a
u r considerado como substancia. Esta segunda dirección no aparece
siempre en los textos como explícitamente distinta de la primera y,
eon frecuencia, se confunde de varias maneras con ésta; sin embar
go, es necesario distinguirla para comprender a fondo el pensamien
to aristotélico.
El Estagirita parece establecer cinco caracteres defínitoríos de la
sul>$tancia.
Substancia es: a) lo que no es inherente a otro ni se predica de él,
V|K>r tanto es objeto de inherencia y de predicación; b) lo que puede
subsistir por sí o separadamente del resto, o sea independientemen
te; c) lo que es «algo determinado» (y no un universal abstracto), un
xi; d) lo que tiene una unidad intrínseca y no es un mero
agregado de partes no organizadas; e) lo que es acto o está en acto (y
no puramente en potencia).
Ahora bien, la materia sólo posee el primer título de substancia-
lidad, y por lo tanto sólo es substancia de modo muy impropio; en
niinbio, la forma y el conjunto tienen todos los caracteres de la
«iiibstancialidad, aunque de manera diferente. Ahora bien, ¿cuál
Hcrá la substancia por excelencia? Desde el punto de vista empírico,
piiihstancia por excelencia parece ser el individuo concreto, o sea el
i'onjunto. Por otra parte, desde el punto de vista metafísico, «subs
tancia primera» es la forma; forma es efectivamente causa y fun-
ilamento, mientras que, respecto a ella, el conjunto es causado y
IleIivado de un principio^. De esta forma queda plenamente deter
minado el sentido del ser. En su significado más estricto, el ser es la
Niihstancia, y la substancia en un primer sentido (impropio) es mate-
lia, y en un segundo (más propio) es conjuntó, y en un tercer senti-
ilo (por excelencia) es forma; por tanto la materia es ser; el conjunto
}f VéHsc Meiaph, Z y H, passim.
>'K Lu Metafísica, a cargo de Reulc. cit., I, pdg, 5U».
55
II. L a «filosofía prim era»
8. L a « form a » aristotélica no es el u n iv er sa l
56
La «forma» aristotélica
1.0 que está compuesto de alguna cosa de manera que el todo constituya una
miulad no es como un montón, sino como una sílaba. Y ésta no es sólo las letras de las
i|iic está formada, ni BA equivale a B y A ni la carne es simplemente fuego y tierra;
57
II. L a «filosofía p rim era»
en realidad, una vez que los compuestos, es decir carne y sílaba, se han desintegrado,
ya no existen, mientras que las letras, el fuego y la tierra, continúan existiendo. Así,
pues, la sílaba es algo que no puede reducirse únicamente a las letras, o sea a las
vocales y consonantes, sino que es algo diferente de ellas. Y, así, la carne no es sólo
fuego y tierra, o calor y frío, sino también algo diferente de ellas. Ahora bien, si este
algo tuviera que ser también un elemento o un compuesto de elementos, nos encon
traríamos con lo que sigue; si fuese un elemento, podría aplicarse el mismo razona
miento de antes (la carne estaría constituida por este elemento fuego y tierra y algo
diferente, de forma que nos remontaríamos al infinito); si, en cambio, fuese un
compuesto de elementos, estaría compuesto no sólo de uno sino de más elementos
(de lo contrario nos encontraríamos todavía en el primer caso) de forma que habría
que repetir también a este propósito el razonamiento hecho con motivo de la carne y
de la sílaba. Por esta razón se podrá entender perfectamente qué este algo no es un
elemento, sino la causa por la que esta cosa es carne, esta otra es sAaba y así sucesiva
mente. Y esto es la substancia de toda cosa; siendo asimismo esto la causa primera
del se ^ .
58
El acto y la potencia
El acto y la POTENaA
59
II. La «filosofía primera)»
61
II. La «filosofía primera»
62
El m o to r inm óvil
11 N aturaleza d e l motor in m ó v il
63
II. La «filosofía primera»
nosotros, pero no lo es para él, puesto que el acto de su vivir es goce. Y también para
nosotros la vigilia, la sensación y el conocimiento son agradables en sumo grado,
precisamente porque son acto y, en virtud de ellos, también las esperanzas y los
recuerdos (...). Por tanto, si Dios se encuentra perennemente en esta feliz condición en
la que nosotros nos hallamos algunas veces, se trata de algo maravilloso; y, si se
encuentra en una condición superior, es más maravilloso todavía. Y, efectivamente,
se encuentra en esta condición. Él es también Vida, porque la actividad de la inteli
gencia es Vida, y él es precisamente esa actividad. Y su actividad, que subsiste por sí,
es una vida óptima y eterna. Digamos que Dios es un ser viviente, eterno y óptimo;
por tanto, a Dios le corresponde una vida perennemente continua y eterna; éste es,
pues. Dios®.
Pero, ¿en qué piensa Dios? Dios piensa en la cosa más excelen
te. Pero la cosa más excelente es Dios mismo. Por tanto. Dios pien
sa en sí mismo; es actividad contemplativa de sí mismo; es pensa
miento del pensamiento (vótjoig voTjacíog). Éstas son las afirma
ciones concretas del filósofo:
(...) El pensamiento que es pensamiento por sí mismo tiene como objeto lo que
por sí mismo es más excelente, y el pensamiento que lo es en grado máximo tiene
como objeto lo que es excelente en grado máximo. La inteligencia piensa en sí
misma, aprehendiéndose como inteligible; en realidad se hace inteligible intuyendo y
pensando en sí, de forma que coinciden inteligencia e inteligible. La inteligencia es lo
que es capaz de aprehender lo inteligible y la substancia, y está en acto cuando los
posee. Por tanto, más que la capacidad, es esta posesión lo que tiene la inteligencia
de divino; y la actividad contemplativa es lo más agradable y excelente que existe^.
64
U nidad y multipliodad de lo divino
11 Stritíph. A 8. passím.
65
II. La «filosofía primera»
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Dios y el mundo
13. D ios y el m u n d o
67
II. La <^filosofía primera»
LA «FILOSOFÍA SEGUNDA»
(Análisis de la Física)
69
III. La «filosofía segunda»
2. E l cambio y el movimiento
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El cambio y el movimiento
71
III. La «filosofía segunda»
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El espacio y el vacío
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III. La «filosofía segunda»
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El tiempo
4. E l TIEMPO
75
111. La «filosofía segunda»
Cabría sospechar por lo que sigue que el tiempo no existe o que su existencia es
oscura y apenas reconocible. Una parte del mismo ha existido y no existe ya, una
parte va a existir, pero no existe todavía. Y de tales partes se compone tanto el
tiempo en su infinidad como también el que percibinnos nosotros de vez en cuando. Y
parecería imposible que tal realidad, estando compuesta de no seres, posea esencia.
Además de esto es necesario que, si existe un todo divisible en partes, desde el
momento en que existe, existan también o todas las partes o por lo menos algunas.
Pero del tiempo algunas de sus parles han existido, u otras van a existir, pero ninguna
existe, aunque tal realidad sea divisible en parles. Hay que tener presente, asimismo,
que el instante no es una parte; puesto que la parte tiene una medida, y el todo debe
componerse de partes, mientras que el tiempo no parece ser un conjunto de ins-
tantcs'^
76
£1 tiempo
77
111. La «filosofía segunda»
y las inteligencias motrices, así como están fuera del espacio, están
también, en cuanto inmóviles, fuera del tiempo.
5. E l in fin it o
2X rhys. r 4-8.
24. /Vi>x r6.207fl7-15.
78
£1 mundo sublunar y el mundo celeste
6. L a « q u in ta e s e n c ia » y la d iv isió n en tre m u n d o s u b l u n a r y
MUNDO CELESTE
Y, sí existe algo movido eternamente, ni siquiera tal cosa puede ser movida según
la potencia, si no es pasando de un punto a otro (como se mueven precisamente los
ciclos). Y nada impide que haya una materia propia de este tipo de movimiento. Por
esta razón, el sol, los astros y todo el ciclo están siempre en acto; y no hay por qué
temer que tales astros se detengan en cierto momento como temen los físicos. Ni se
79
III. La «filosofía segunda»
27. Una inieiprelaciófi ividenui de la física aráiocdica. en gran parte en antilcsáoon la ofrecida por nosotros,
s la de W. WiebnHi. D k mrátotríáche Fhysik. Gotinga 1962.
81
C a pítu l o IV
LA PSICOLOGÍA
(Análisis del De anima)
1. En relación con una lectura mái» profunda de esta obra, scAalamos: F.A. Trendclenburg. Aríslotetís De
m im a tihri tres, Berlín ^1877 (cuyo oomenlono continúa siendo básico; ha sido reeditado en Grazca el aAo 1957);
G. Rodicr. Arisioie, Traái de Fúme. Parts 1900; P. Shrefc. Aristotdis De anima Ühri tres, Roma 1943-1946; J.
Tiicoi. Aristote, De tim e . Parts 1947; D. R on. Aristode, De anana, Oaiord 1961.
83
IV. La psicología
Estagiríta, los cuerpos vivientes tienen vida pero no son vida y, por
tanto, son como un substrato material y potencial del que el alma es
forma y acto. «Así, pues, escribe Aristóteles, el alma es necesaria
mente substancia, entendida como forma de un cuerpo natural que
tiene vida en potencia. Pero la substancia (entendida como forma)
es acto perfecto. Así, pues, el alma es acto perfecto de un cuerpo del
género especificado)»^ Y prosigue: «(...) el alma es acto perfecto
primero de un cuerpo natural que tiene vida en potencia>»^;r«puesto
que hemos de dar una definición general válida para toda alma, tal
definición podría ser el acto perfecto primero de un cuerpo natural
orgánico»\J
Partiendo de esta simple definición, está claro que la psique aris
totélica se presenta con nuevos caracteres respecto a la psique de los
presocráticos, puesto que ésta se identificaba a lo sumo con el prin
cipio físico o quedaba reducida a un aspecto de éste, y también
respecto de la psique platónica, que se concebía como contrapuesta
dualísticamente al cuerpo, hasta el punto de considerarla como to
talmente distinta de éste e incapaz de conciliación armónica con él,
puesto que los platónicos consideraban el cuerpo como una cár
cel y lugar de expiación del alma (más tarde el Fedón de Platón
concebirá al alma como principio de movimiento, suavizando, pero
no superando del todo, su posición primitiva). Aristóteles adopta
una postura intermedia, unificando los dos primeros puntos de vista
y tratando de realizar una síntesis mediadora; tratará asimismo de
conseguir la solución de todos los problemas especulativos. Tienen
razón los presocráticos al considerar el alma como algo intrínseca
mente unido al cuerpo, pero también acierta Platón cuando piensa
que el alma es un principio formal; sin embargo, no se trata de una
realidad subsistente e irreconciliable con el cuerpo, sino de la forma,
del acto o de la entelequia del cuerpq^ se trata del principio inteligi
ble que, estructurando el cuerpo, hace que éste sea lo que debe ser.
Y de esta forma se salva la unidad del ser viviente.
Pero, al igual que el descubrimiento fundamental de la trascen
dencia, realizado por Platón, se salva en la metafísica con la doctrina
2. De fl/t. B I, 312<7 19.22.
3. Dean. B 1.312a 27s.
4. Dean B 1.412» 5».
84
Las tres partes del alma
2. L a s tres partes d e l a lm a
85
IV. La psicología
Así, pues, entre las tres almas existe distinción, pero no separa
ción: «(...) la división que admite el alma —escribe Ross— no es la
que se reñere a partes cualitativamente diferentes, sino a partes
cada una de las cuales posee la cualidad del todo. Aunque Aristóte
les no lo diga, el alma es homeómera, al igual que un tejido, no
como un órgano. Y aun cuando el Estagirita emplea con frecuencia
las expresiones tradicionales de “partes del alma’\ la palabra que
prefiere es “facultades”»^". Observación acertada, que, por otra par
te, como veremos, si esclarece algunas cosas, acentúa el carácter
problemático de otras; en especial, subraya la naturaleza aporética
de la relación existente entre el alma intelectiva y las otras. Por lo
demás, en el pasaje que acabamos de leer, Aristóteles mismo desta
ca que respecto ai intelecto especulativo el razonamiento es diferen
te. Veamos cada una de las tres funciones del alma.
3. E l alm a vegetativa
10. W.D. Rüwi. Aristotle, Londres 1923; Ir ll, Aristojde, Bari I1M9, p ^ . I9H.
87
IV. La psicología
4. E l alm a sensitiva
la acción del agente, y dei agente que está en acto. Y esto es cierto
tanto si el sujeto padece la acción de lo semejante como la acción de
lo diferente, como precisamente afirmamos. Padece en realidad lo
diferente; pero, una vez que ha padecido, es ya semejante»‘^ Y
además: «La facultad sensitiva es, en potencia, lo que lo sensible es
ya en acto perfecto, como se acaba de decir. Aquélla padece, pues,
porque no es semejante, pero, una vez que ha padecido, se convier
te en semejante y es como él»'^. Por esto, dice perfectamente Ross:
«La sensación no es una alteración al modo de una simple sustitu
ción de un estado por su opuesto, sino del tipo de la realización de
una potencia, de un avance de algo hacia sí mismo y hacia la actua
lidad»'*’.
Pero, nos preguntaremos, ¿qué quiere decir que la sensación es
asemejarse a lo sensible?.'Ño se trata, evidentemente, de un proceso
de asimilación parecido al que tiene lugar en la nutrición; en la
asimilación de la nutrición, se asimila la materia, en cambio, en la
sensación, sólo se asimila la forma. Escribe Aristóteles: «En gene
ral, al referirnos a la percep>ción, es necesario tener presente que el
sentido es el receptáculo de las formas sensibles exentas de mate
ria, como la cera recibe la impronta del anillo sin el hierro ni el oro,
es decir, recibe la impronta áurea y férrea, pero no en cuanto oro o
hierro. Análogamente, el sentido padece bajo la acción de algún
ente que tiene calor, sabor o sonido, pero no en cuanto se considera
a algunos de estos entes en particular, sino en cuanto tiene tal cuali
dad y en virtud de la forma»'^
Así, pues, el Estagirita examina los cinco sentidos y los objetos
sensibles que son propios de cada uno de ellos. Cuando un sentido
aprehende el sensible propio, la sensación correspondiente es infali
ble. Además de los sensibles propios existen también los sensibles
comunes, por ejemplo, el movimiento, el reposo, la figura y magni
tud, que no son percibidos por ninguno de los cinco sentidos en
especial, sino que pueden ser percibidos por todos: «(...) no puede
existir un órgano sensorial propio de los sensibles comunes que per-
89
IV. La psicología
5. E l alm a ra ciona l
91
IV. La psicología
Con respecto a la parte del alma, con la que ésta conoce y piensa -ya sea ésta algo
separado, o bien algo no separable espacialmente pero sí idealmente- es necesario
considerar qué característica posee y cómo se produce el pensamiento. Ahora bien, si
el pensar es como el sentir, debe ser un padecer la acción de lo pensado, o alguna otra
cosa de este género. Pero, en rigor, la mencionada parte del alma no debe padecer
nada, sino tan sólo recibir la forma, y convertirse potencialcnente en semejante a la
cosa, pero no ya en la cosa misma; én suma, la relación del pensante con lo pensado
debe ser semejante a la del que siente con lo sentido. Por consiguiente, el intelecto,
en cuanto piensa todo, está exento de cualquier mezcla, como dice precisamente
Anaxágoras que debe ser para que pueda «dominar», lo que quiere dedr: para que
pueda conocer. Cualquier cosa extraña que se presentase en medio actuaría como un
obstáculo y un impedimento; por u n t o ^ intelecto no puede tener ninguna otra
naturaleza que no sea precisanKnte el ser potencialidad])Por tanto, la parte del alma
que llamamos nous (y entiendo por este nombre aquello con lo que el alma piensa y
opina) no es, en acto, ninguna de las realidades existentes, antes de su pensar efecti
vo. Y por esta razón no es razonable que esa parte del alma esté mezclada con el
cuerpo; porque adquiriría inmediatamentre cierta cualidad, y sería fría o caliente, o
sería un instrumento de cierta especie, como es el órgano del sentido. Ahora bien, no
hay nada de esto. Y tienen razón los que dicen que el alma es el lugar de las formas
ideales; salvo que esto no se dice de toda el alma, sino sólo del alma pensante, y que
las formas ideales no existen allí en acto, sino sólo en potencia. Está daro asimismo
que la inmunidad respecto de padecer acdón no es igual en el caso de la facultad
intelectiva y de la sensorial, si se consideran los órganos del sentido y la sensación
misma. Si la perceptibilidad es demasiado intensa en lo que se perdbe sensibleniente,
el sentido no puede sentir; así no se distinguen los sonidos demasiado fuertes, y lo
mismo puede decirse de los colores demasiado luminosos y de los olores demasiado
violentos; pero, cuando el intelecto piensa un pensamiento que se encuentra en el
nivel más alto de lo pensable, no por eso tiene menor capacidad de pensar en las
cosas de menor importancia, antes bien tiene mayor capacidad.\^Porque el órgano del
sentido no existe sin el cuerpo, mientras que la inteligencia existe por su cuenta^ Y
cuando la inteligencia se convierte de esta manera en todas las cosas, como sucede en
aquel al que se llama sabio, cuando transforma su capacidad en acto (y esto tiene
lugar cuando este actuarse suyo depende sólo de él mismo), entonces la inteligencia
está también en cierto modo en potencia, aunque no en el mismo sentido en el que lo
estaba antes de haber aprehendido y de haber descubierto. Así el intelecto puede
pensar ahora por sí mismo^'.
92
El alma racional
93
IV. La psicología
especulativa pierden vigor cuando otra parte del cuerpo, en el interior, empieza n
desfallecer; pero el intelecto es impasible en sí mismo. El meditar y el amar o el odiar
no son afecciones suyas, sino del sujeto que tiene intelecto, en cuanto lo posee. Por
esta razón, si perece este sujeto, el intelecto no recuerda ni ama; porque lo que ha
perecido no era suyo, sino del compuesto; y el intelecto es sin duda algo más divino y
es impasible^.
95
C a pítu lo V
LA FILOSOFÍA MORAL
(Análisis de la Ética a Nicómaco)
97
V. La filosofía moral
2. E l b i e n s u p r e m o d e l h o m b r e : la f e u c id a d
I iíih. N k A 2. 1094^7-10.
La felicidad
101
V. La filosofía moral
102
4. L as virtudes éticas
103
V. La filosofía moral
104
Las virtudes éticas
105
V. La filosofía moral
5. L as virtu d es « d ia n o ética s »
106
La felicidad perfecta
6. La F E L ia o A D perfecta
107
V. La filosofía moral
dignidad y por no considerar ningún otro fin fuera de sí misma y por tener un placer
propio perfecto (que aumenta la actividad) y por ser autosuficiente, fácil e ininte
rrumpida, ya que es posible al hombre y parece que en tal actividad se encuentran
todas las cualidades que se atribuyen al hombre feliz; por tanto, ésta será la felicidad
perfecta del hombre, si dura toda la vida. Ahora bien, por k> que respecta a la
felicidad, no puede haber nada incompleto. Pero una vida así será, sin duda, superior
a la naturaleza del hombre; en realidad, no le corresponde vivir de esta manera en
cuanto hombre, pero sí en cuanto hay en él algo divino; y en la medida en que esto
supera la estructura compuesta del hombre, en esa misma medida su actividad se
eleva por encima de la que es conforme a las otras virtudes. Si, pues, en rcladdn con
la naturaleza del hombre el intelecto es algo divino, también la vida conforme a él
será divina en comparación con la vida humana. No es necesario, sin embargo, hacer
caso a quienes aconsejan que, como somos hombres, hemos de preocupamos de
cosas humanas y, por ser mortales, nos hemos de interesar por las cosas mortales,
sino que es preciso hacerse inmortales en la medida de lo posible y empeñarse en vivir
según la parte más elevada de cuantas hay en nosotros; pues, aun cuando ésta es
pequeña si se tiene en cuenta la extensión, sobresale con mucho por encima de todas
las demás por su potencia y valor^.
(...) por tanto la actividad del dios, que sobresale por su felicidad, será contem
plativa. Así, pues, entre las actividades humanas, la que más semejanza guarda con
ésta será la que es más capaz de hacemos felices. Prueba de ello es asimismo el hecho
de que los demás seres vivientes no participan de la felicidad, porque están totalmen
te privados de esta actividad. En cambio, para los dioses toda la vida es feliz, y para
los hombres loes en cuanto hay en ellos una actividad parecida a aquélla; pero ninguno
de ios demás seres vivientes es feliz, porque no participa en modo alguno de la especu
lación. La especulación y la felicidad abarcan la misma extensión, y en aquellos en
los que se encuentra mayor especulación hay también mayor felicidad; y esto no se
debe al azar, sino al poder de la especulación; pues ésta tiene valor por sí misma. Así
la felicidad es una especie de especulación^^.
108
7. P sicología del acto moral
109
V. La filosofía moral
23. Eth. Nic, r 2 , 1 1 1 5&(nos opartamotclc Plebe, Etica Nichomaquea, Lnlerza. linrí 1957, en la interpreta*
cirtn del término jipoaípEOi; que, en nuestra opinién, no es oportuno traducir como propósito, sino que es
mejor interpretarlo como etección, vocablo mucho más claro y más en consonancia con el original griego).
24. Eth. Nic. r 3. II 13a 2*7 (nos hemos apartado en parte de la traducción de Plctic).
lio
Psicología del acto moral
Pero, si las cosas son así, nos movemos en un círculo; para llegar
a ser bueno debo querer los fines buenos, pero sólo puedo recono-
111
V. La filosofía moral
112
C a p ít u l o VI
1. C o n c e p t o de E stado
113
VI. La doctrina del Estado
2. E l c iu d a d a n o
114
El ciudadano
115
VI. La doctrina del Estado
116
El Estado y sus formas posibles
9. P oi r 7, 1079a 27-31.
117
VI. La doctrina del Estado
En cuanto le es posible, una ciudad trata de estar formada por ciudadanos iguales
y parecidos entre sí, y esto sucede sobre todo con ciudadanos que pertenecen a las
clases medias; por ello la dudad mejor gobernada será aquella en la que se realizan
las condidones de las que por naturaleza se deriva la posibilidad de la comunidad de
dudadanos. Por lo demás, precisamente la clase que constituye la base de esta posibi
lidad, es decir, la ciase media, es aquella cuya existencia queda garantizada en la
ciudad. En realidad, los que pertenecen a ella, al no ser pobres, no desean las
condiciones de los demás, ni los otros desean la suya, como sucede en relación con los
ricos cuya posidón envidian los pobres. Por ello, los que pertenecen a la clase media,
al no tramar insidias contra los dentás y no siendo, a su vez, objeto de acechanzas,
pasan su vida sin peligros, tanto que Fodlides decía con toda razón: «Muchas cosas
son óptimas a causa de su posidón media y a mí me gustaría partidpar de ella en la
dudad.» Está claro, pues, que la mejor comunidad política es la que se basa en la
dase media y que las ciudades que se encuentran en estas condiciones pueden ser
gobernadas, me refiero a aquellas en las que la dase media es más numerosa y más
poderosa que los dos extremos, o al menos que uno de ellos’*’.
118
4. E l E stado ideal
119
VI. La doctrina del Estado
120
El Estado ideal
121
VI. La doctrina del Estado
122
El Estado ideal
123
C a pítu l o VII
125
VII. La filosofía del arte
2 . L a « m i m e s is » POÉncA
126
La «mimesis» poética
Resulta claro (...) que el oficio de poeta no consiste en escribir cosas que han
sucedido realmente, sino aquellas que han podido suceder en determinadas condicio
nes: es decir, cosas que son posibles según las leyes de la verosimilitud o de la
necesidad. En realidad el historiador y el poeta no difíeren entre sí porque uno
escribe en verso y otro en prosa; la historia de Herodoto. por ejemplo, podría haber
se escrito perfectamente en verso, y aun así no sería menos historia de lo que es sin
estar escrita de esta forma; la verdadera diferencia consiste en que el historiador
describe hechos realmente acaecidos, mientras que el poeta relata hechos que pueden
suceder. Por ello la poesía es algo más filosófico y más elevado que la historia; la
|xx;sía tiende más bien a representar lo universal, la historia lo particular. De esta
manera podemos ofrecer una idea de lo universal; a un individuo de esta o aquella
naturaleza le corresponde decir o hacer cosas de tal o cual naturaleza de conformidad
con las leyes de la verosimilitud o de la necesidad; y precisamente a esto responde la
poesía, aun cuando atribuya nombres propios a sus personajes. Se trata de algo
particular cuando se dice, por ejemplo, qué hizo Alcibíades o qué le sucedió^
127
VIL La filosofía del arte
por ello menos poeta; ya que entre los hechos realmente sucedidos
nada impide asimismo que haya algunos de tal naturaleza que pue
dan concebirse no como acaecidos realmente, sino como si hubieran
sido posibles y verosímiles; y es precisamente bajo este aspecto de
su posibilidad y verosimilitud como los trata el poeta y no el histo
riador»".
c) Resulta, pues, claro, en tercer lugar, que el arte tiene una
superioridad sobre la historia por la diferente manera como trata los
hechos. En efecto, mientras la historia permanece ligada totalmente
a lo particular, y lo considera como propio en cuanto particular, el
arte, cuando se refiere a los mismos hechos que estudia la historia,
los transfigura, por decirlo así, en virtud de su manera de tratarlos y
de verlos «bajo el aspecto de la posibilidad y de la verosimilitud», y
de esta forma les confiere un significado más amplio, universalizan-
do en cierto sentido este objeto. Aristóteles utiliza precisamente el
término técnico «universal» (xct xaOó)iou)‘. Pero, ¿qué tipo de «uni
versales» pueden ser los del arte, esos tipos de universales que (co
mo hemos leído en el pasaje del que hemos partido) no desdeñan
nombres propios?
4 ) Evidentemente, no tenemos que enfrentarnos aquí con los
universales lógicos, del tipo de los que estudia la filosofía teorética
y, en especial, la lógica. En realidad, si el arte no debe reproducir
verdades empíricas, tampoco debe reproducir verdades ideales de
tipo abstracto, verdades lógicas. El arte no sólo puede y debe des
vincularse de la realidad y presentar hechos y personajes como po
drían y deberían haber sido, sino que, dice expresamente Aristóte
les, puede también introducir lo racional y lo imposible, e incluso
puede decir mentiras y utilizar convenientemente paralogismos (es
decir, razonamientos falaces); y puede hacerlo a condición de que
convierta en verosímiles lo imposible y lo irracionaP. El Estagirita
llega incluso a decir esto: «(...) lo imposible verosímil es preferible a
lo posible increíble»"; y también: «Respecto a las exigencias de la
poesía, hay que tener presente que una cosa imposible pero creíble
128
Lo bello
3. Lo BELLO
129
VII. La filosofía del arte
(...) Lo bello, ya sea un ser animado o cualquier otro objeto igualmente constitui
do de partes, no sólo debe presentar en éstas cierto orden, sino que debe tener
también su propia magnitud; en realidad, lo bello consta de magnitud y de orden; por
tanto, no podría ser bello un organismo excesivamente pequeño, porque en tal caso
la vista se confundiría al operar en un momento de tiempo casi imperceptible; tampo
co podría ser bello un organismo excesivamente grande, como si se tratase, por
ejemplo, de un ser de diez mil estadios, porque en ese caso el ojo no puede abarcar
todo el objeto en su conjunto, escapando de esta forma a quien lo contempla la
unidad y su totalidad orgánica
Puesto que el bien y lo bello son diferentes (el primero se encuentra siempre en
las acciones mientras que lo segundo se da también en los entes inmóviles), se equi
vocan aquellos que afirman que las ciencias matemáticas no dicen nada acerca de lo
bello y del bien. En efecto, las matemáticas hablan del bien y de lo bello y lo dan a
conocer en sumo grado; en realidad, si es cierto que no nombran jamás tales cosas
ezpHcitamente, proclaman, sin embargo, sus efectos y razones, y por tanto no se
puede dedr que no hablen de ellas. Las supremas formas de lo bello son: el orden y la
simetría y lo definido, y las matemáticas dan a conocer estos conceptos más que
ninguna otra ciencia'*’.
1 30
La catarsis
4. L a c a t a r s is
131
Vn. La filosofía del arte
Aceptamos la distinción efectuada por algunos filósofos entre melodías que tienen
un contenido moral, melodías que estimulan la acción y aquellas otras que suscitan
entusiasmo; las armonías se clasifican también en exacta correspondencia con ellas.
A esto se añade que, a nuestro parecer, la música no se practica para lograr un tipo
único de beneficio que pueda derivarse de ella, sino para usos múltiples, puesto que
puede servir para la educación, para procurar la catarsis (...) y en tercer lugar para el
reposo, la elevación del alma y la supresión de las fatigas. De todas estas considera
ciones resulta daro que se debe hacer uso de todas las armom'as, pero no de la misma
manera, utilizando para la educadón aquellas que poseen un mayor contenido moral
y para escuchar músicas ejecutadas por otros las que nos indtan a la acdón o inspiran
la emoción. Y estas emociones, tales como la piedad, el miedo y el entusiasmo, que
en algunos provocan fuertes resonancias, se manifiestan, no obstante, en todos, aun
cuando en mayor o menor grado. Y vemos, además, que, cuando algunos que se
sienten fuertemente conmovidos por ellas, escuchan cantos sagrados que impresio
nan al alma, se encuentran en la situación propia de quien ha recuperado la salud o ha
sido purificado. Esto mismo puede aplicarse también a los sentimientos de piedad, de
temor y en general a todos los sentimientos y a los afectos de los que cada uno tiene
necesidad; porque todos pueden experimentar la purificación y el alivio agradable.
Análogamente, las músicas especialmente idóneas para producir purificación propor
cionan a los hombres una alegría inocente^.
132
La catarsis
133
C a p ít u l o V lli
LA FUNDACIÓN DE LA LÓGICA
(Análisis del Organon)
I. V íu ie Metaph. E 2-4.
135
VIII. La fundación de ia lógica
2. VéuKC Hhtf. A 4. 10, donde üc luiblu de «ciencia analítica» (y anaítiica, como diremn» enseguida,
ocupa en Aristóteles el lugar de lógka).
3. Véase Tli. Wall/., Arhtotdis Organon, 2 vol., Lipsiac 1844 (reeditado en Aalen 196.5), vol. II, pAg. 293s.
4. Véase C. Pruiiil, ikschkhte tkr Logik im Abendtande, 2 vol., Leipzig -1927, vol. II, pág. 54, 535.
5. Aristóteles cita estos escritos además de con el título Analíticas con la expresión Escritos sobra al silogismo',
véase Arislotele, (Jii Analitici prinii, a cargo de M. Mignuccí, Nópoles 1970. pág. 40 y nota. 2.
6. Refutaciones xoflsiícus, 34, 183/> 34»» y en parte 184e 8-1846 8.
136
La génesis de la lógica aristotélica
2. E l p r o y e c t o g e n e r a l d e l o s e s c r it o s l ó g ic o s y l a g é n e s i s d e l a
LÓGICA ARISTOTÉUCA
137
VIH. La fundación de la lógica
9. An, post. A 2, 7\h I7-2.*S, tviguiciuto la traducción de Mignucci (Arístoide. Cii Anaiiríci secomii, Bolonia
1970; étita en lu edición menor. Mignucci la reedita con un comenlurio amplísimo en la misma colección en la que
han aporecido los Analitici prinii, Lufíredo, Nápoles).
10. Waitz los considera simplemente como último libro (Iota) de los Tópicos, en su edición cil. del Organon;
véase la justiflcación que aduce en el vol. II, pAg. S2fis; véase asimismo las indicaciones hechas por Mignucci en su
cd. cil. de los AnatftM primi, pág. 19, nota 2.
138
Las categorías, los términos y la definición
139
VIH, La fundación de la lógica
140
Las categorías, los términos y la definición
141
VllL La fundación de la lógica
13. Véase los liigurcs en los que upurecen estas definiciones en Organon, ed. preparada por Waita, di. II, pág.
398ss.
14. VéuMC los pbbbíci citados en ibid. pág. 399.
15. Véase cspecialnienlc Metaph. Z 12.
142
Las proposiciones
16. De huerpr. I y 9.
17. De interpr. 4, I7« 1-7.
18- De interpr. 5-6.
143
VIII. La fundación de la lógica
juicios que tengan por objeto un universal, pero que no sea univer
sal, como en el caso siguiente: «un hombre es blanco» (o «algunos
son blancos» y los correspondientes negativos); este juicio ha sido
denominado particular (en los Analíticos Aristóteles hablará de jui
cios indefinidos). De los dos juicios contradictorios universales así
como de los individuales, el uno será siempre falso y el otro verda
dero; en cambio, los juicios particulares contradictorios pueden ser
verdaderos a la vez (un hombre es blanco y otro es no blanco)‘\
El tratado De la interpretación, considera finalmente el modo
como se afirma o niega algo de otra cosa y, por tanto, la modalidad
de las proposiciones. Nosotros no sólo vinculamos un predicado a un
sujeto y los separamos entre sí, diciendo es o no es, sino que a veces
especifícamos también de qué manera están vinculados entre sí el
sujeto y el predicado: una cosa es decir «tal sujeto es así», y otra
«tal sujeto debe ser así», y otra también afírmar «tal sujeto puede ser
asi» (pongamos un ejemplo especialmente ilustrativo: una cosa es
decir «Dios existe», otra es asegurar «Dios debe existir» y otra muy
distinta «Dios puede existir»). Aristóteles reduce estas proposicio
nes que implican necesidad y posibilidad a la forma asertoria, y así
tenemos, para la necesidad, la proposición «es necesario que A sea
B» y, para la posibilidad «es posible que A sea B». Las negaciones
de estas proposiciones serán: «no es necesario que A sea B» y «no es
posible que A sea B». A continuación el Estagirita desarrolla una
compleja serie de consideraciones sobre estas proposiciones
modales^.
En cambio, no se puede decir que el fílósofo determine las ulte
riores distinciones del juicio hipotético y del disyuntivo.
S. E l s i l o g is m o
144
El silogismo
21. Án. pr. A I. 2Ah 18-22 (nos apañamos en pane de la traducción de Mignucci).
145
VIII. La fundación de la lógica
146
La demostración
6. E l s il o g is m o aENTÍnco o d e m o s t r a c ió n
24. Sobre l u cuestiones aquí meramente mencionadas, el lector encontrará todas las expUctwioncs y
necesarios en la introducción y en el curoeninrio de Mignucci. citado varias veces.
147
VIII. La fundación de la lógica
Pensamos que tenemos dcncia de alguna cosa (...) cuando creemos conocer la
causa en virtud de la cual es la cosa, que aquélla es precisamente causa de esta cosa y
que no es posible que esto sea de otra manera. Por consiguiente, es imposible que
aquello de lo cual hay ciencia en sentido propio se presente de manera diferente a
como es. Ahora bien, sí hay otra manera de tener ciencia, lo veremos después (alu
sión al conocimiento intuitivo con el que aprehendemos los primeros principios,
como veremos más adelante); por el momento diremos que tener ciencia es saber
mediante demostración. Llamo demostración al silogismo científico; entiendo como
científico el silogismo en virtud del cual, por el mero hecho de poseerlo, tenemos
ciencia. Ahora bien, si nos hemos propuesto tener ciencia (es decir, conocer la cau
sa), es necesario que la ciencia demostrativa proceda de «protasis» verdaderas, prime
ras, inmediatas, más conocidas y anteriores, y causas de las conclusiones. De esta
manera los principios corresponderán también a lo demostrado. En realidad, el sito>
gismo subsiste también sin estas condiciones, mientras que la demostración no puede
existir sin ellas, ya que no generaría ciencia^.
148
La demostración
149
VIH. La fundación de la lógica
7. E l co n o cim ien to in m e d ia to
Puesto que algunos de los hábitos racionales con los que aprehendemos la verdad
son siempre verdaderos, mientras que otros admiten lo falso, como la opinión y el
cálculo, siendo el conocimiento científíco y la intuición siempre verdaderos, y puesto
que ningún otro género de conocimiento es más exacto que el científico con excepción
de la intuición y, por otra parte, los principios son más conocidos que las demostra
ciones, y puesto que todo conocimiento científico está formado por argumentos, no
puede haber conocimiento científico de los principios, y puesto que no puede haber
nada más verdadero que el conocimiento científico con excepción de la intuiciónt ésta
debe tener por objeto los principios. A este resultado se puede llegar en la averigua
ción realizando estas consideraciones o también teniendo en cuenta el hecho de que
el principio de la demostración no es otra demostración; por consiguiente, el princi
pio del conocimiento científico no es el conocimiento científico. En esc caso, si no
tenemos ningún otro género de conocimiento verdadero además de la ciencia, la
28. Án pr, B 23, paxsim.
29. Véase H. Bonitz, tndex arijttoulicu.%, pág. IfAas.v,
150
Los príncipios de la demostración
intuición será principio de ésta. Por otra parte, la intuición puede considerarse como
principio del principio, mientras que la ciencia como conjunto guarda la misma rela
ción con la totalidad de las cosas que tiene por objeto'*.
8 . L o s PRINCIPIOS DE LA DEMOSTRACIÓN
151
VIH. La fundación de la lógica
152
Los silogismos dialécticos y sofísticos
£1 objetivo que se propone este tratado es hallar un método para poder formar,
en tomo a cualquier formulación propuesta de investigación, silogismos que partan
de elementos basados en la opinión, y para no expresar nada contradictorio respecto
a la tesis que defendemos nosotros mismos. Ante todo es necesario dedr qué es un
silogismo y qué diferencias caracterizan a su esfera, a fin de poder asumir el silogismo
dialéctico; en el presente tratado analizamos precisamente este último. Silogismo es
propiamente un raciocinio en el que. establecidos algunos elementos, se deriva nece>
sanamente algo diferente en virtud de los elementos establecidos. Por consiguiente,
se tiene, por una parte, demostración cuando el silogismo está formado por elemen
tos verdaderos y primeros y se deriva de ellos, o también por elementos semejantes
que asumen el principio del conocimiento que les corresponde en virtud de ciertos
elementos verdaderos y primeros. Por otra parte, silogismo dialéctico es el que con
cluye partiendo de elementos basados en la opinión. Elementos verdaderos y primeros
son además aquellos que obtienen su credibilidad, no a partir de otros elementos,
sino de sí mismos; en relación con los principios de las ciencias no hay por qué
continuar buscando la razón de los mismos, ya que todo principio es por sí mismo
digno de fe. Por el contrario, se basan en la opinión los elementos que aparecen
aceptables para todos o para la gran mayoría o para los sabios, y entre éstos o bien
para todos o para la mayor parte o para aquellos que son conocidos e ilustres por otras
razones^^.
33. Top. A 1, lOOfl 18-1006 23 (Giorgio Colll, en Organon, Laterza, Barí ^1970).
153
VIII. La fundación de la lógica
154
La lógica y la realidad
como los pinta éste y también Platón, es que su fínalidad no consiste en ayudar a sus
oyentes y lectores a alcanzar el lucro y la gloria con una falsa apariencia de sabiduría,
sino en discutir las cuestiones de la manera más sensata que sea posible, sin poseer un
conocimiento especial. Pero él mismo ha mostrado un procedimiento mejor, el pro
cedimiento de la ciencia. Han sido sus Analíticos los que han puesto fuera de moda a
sus T ópico^.
10. L a lógica y la r e a u d a d
155
Vin. La fundación de la lógica
39. En Meiaph. Z 7. IQ32/> U. Aristóteles dice sin términos medios: «Llamo "forma*' (cidos) a ta esencia de
cada cosa y a la suhtíattcim primera».
40. Para todos los análisis oportunos, remitimos al libro Z de la Metafísica, passim. que es un libro esencial
para comprender el pensamiento aristotélico completo. La lógica (asf como cualquier otra rama de la especula'
ción aristotélica) no es mldigible sino sobre la base de la doctrina de la substanda>fonna tal como se valora en el
mencionado libro. Véase La Metafiska, a caigo de Reate, cit.. I, pág. S62'ó37.
156
La lógica y la realidad
157
A péndice I
384/383 a.C. Aristóteles nace en EsCagira. siendo sus padres el médico Nicómaco
y Feslís. Vivió probablemente en Pella por un breve período, siendo nombrado su
padre médico de la corte del rey de Maccdonía, Amintas.
367/366. Se traslada a Atenas y entra en la Academia, donde permanece por un
período de 20 años, durante el cual compone y publica numerosas obras, la mayor
parte en forma de diálogo. A estas obras se las llamó «exotéricas» en contraposición
con las sucesivas que Aristóteles compondrá exclusivamente para utilizarlas en sus
clases y cursos y que por ello recibirán el nombre de «esotéricas», al estar dirigidas a
los iniciados.
360/358 probable fecha de la composición de Grillo, Siguen quizás, a breve distan
cia cronológica, el tratado Sobre las ideas y el tratado Sobre el bien.
353 probable fecha de la composición de Eudemo.
351/350 probable fecha de la composición del Protréptico, al que siguió, tras una
breve pausa, el tratado Sobre la filosofía.
347 muere Platón; Aristóteles abandona la Academia y Atenas, trasladándose
probablemente a Atameo, invitado por el tirano Hermias, y poco después, a Aso,
ciudad entregada por el gobernante a los filósofos académicos Erasto y Coriseo por
los buenos servicios prestados por éstos.
347-345/344 Aristóteles funda y dirige juntamente con Jenócrates, Coriseo y Eras
to una escuela en Aso. Comienza la composición de las obras destinadas a la escuela y
cesa probablemente de componer escritos dirigidos al gran público. No cabe recons
truir la cronología de estas obras de escuela o de sus partes.
345/344-343/342 Aristóteles funda y dirige una escuela en Mitilene de Lesbos.
343/342 Filipo de Macedonia escoge a Aristóteles a través de los buenos oficios de
Hermias como educador de su hijo Alejandro. Corresponde a este período la compo
sición del Tratado sobre el Cosmos para Alejandro, si, como nos parece, es auténtico
(en realidad tiene muchos puntos de contacto con los exotéricos).
341 Hermias cae prisionero de los persas y poco después muere. En este período
Aristóteles se casa con Pitia, hermana de Hermias, de la que tendrá una hija a la que
se pondrá el mismo nombre de su madre.
159
Apéndice I. Cronología de la vida y obras
160
A péndice II
HISTORIA DE LA PROYECCIÓN
Y DE LAS INTERPRETAaONES DE ARISTÓTELES
1. Para una cxpmición más detallada de cuania se dice en este párrafo y en el úg[uienlc, a Reale,
/ proMemi drí pmsiero m tico. II: Le Sevoie ettenistíco-romoñe, d i., pág. S9*90, SQ2*13, se encontraiá
también la bMiografta báóca.
161
Apéndice 11. Historía de las interpretaciones de Aristóteles
Más tarde interpretó la psicología desde una perspectiva sensualista, por lo que fue
llamado con razón «el físico».
Desde el 270 a.C. hasta aproximadamente el fina] de la era pagana, la vida de la
escuela aristotélica prosiguió en un clima de niKdiocrídad y monotonía desconsolado-
ras. Licón, que sucedió a Estratón y ostentó la dirección durante casi medio siglo, fue
más literato que filósofo, y esto mismo sucedió con su sucesor. Aristón de Cees. Un
contemporáneo de Licón, Jerónimo de Rodas, acogió con espíritu ecléctico doctrinas
epicúreas. Crítolao de Faselis, sucesor de Aristón, manifestó, en cambio, sus prefe
rencias por el estoicismo. Pueden encontrarse tendencias eclécticas en Diodoro de
Tiro, sucesor de Crítolao.
Después de Diodoro, los aristotélicos dejaron poquísimas huellas hasta que llegó
Andrónioo de Rodas, que, como diremos enseguida, tnidó el renacimiento de Aris
tóteles salvando su pensamiento para la posteridad.
Se nos preguntará cuáles fueron las razones que provocaron una crisis tan grave
en la escuela de Aristóteles, iniciada poco después de su muerte y cuya duración
abarcó dos siglos y medio. Entre las numerosas causas que se pueden aducir una es
decisiva. Teofrasto dejó al morir tos edificios y el jardín para la escuela, pero reservó
la biblioteca y por tanto todos los escritos escolásticos de Aristóteles para Neleo de
Escepsis (Diógenes Laercio, V, 52), hijo de aquel Coriseo que ya conocemos. Por
Estrabón (XIII, I, 54) sabemos que Neleo transportó la biblioteca a Asía Menor y
que, al morir, la legó a sus herederos. Éstos no sentían ningún interés especial por
aquellas obras y, en consecuencia, pensaron ocultar los preciosos manuscritos en una
bodega, para evitar que cayeran en las manos de los reyes atalidas, que trabajaban en
la construcción de la biblioteca de Pérgamo. De esta manera, los escritos peimane-
deron ocultos hasta que un bibliófilo, llamado Apelicón, los adquirió y los llevó a
Atenas. Pero en esta ciudad permanecieron por poco tiempo; así, después de la
muerte de Apelicón, fueron confiscados y conducidos a Roma (86 a.C.) por Sila,
donde fueron confiados para su transcripción al gramático Tiranión, el cual, sin
embargo, no terminó su obra. Ésta fue llevada a término con éxito por Andrónico,
como diremos más adelante.
Así, pues, desde la muerte de Teofrasto, el Peripato se vio privado del elemento
más importante para una escuela filosófica, es decir, de la biblioteca. Se vio despoja
do asimismo especialmente de la producción aristotélica consistente en los cursos de
lecciones, o sea, de las obras esotéricas, que contenían el mensaje más origioal y más
profundo del Estagirita. Sólo se pudo disponer de las obras publicadas (las exotéri
cas) y quizás de algunas partes o extractos de las obras esotéricas; en todo caso sólo
pudo quedar para el uso de los estudiosos una parte mínima, comparada con la
tataiidad de las escritos de Aristóteles,
Como ya hemos dicho, Andrónico de Rodas que, según una antigua tradición, fue
el undécimo director del Peripato, se trasladó de Atenas a Roma decidido a recupe
rar los escritos esotéricos de Aristóteles para la escuela y para el mundo filosófico.
Probablemente entró en relación con Tiranión y se benefició de la labor realizada ya
por éste, y entre los años 40 y 20 a.C. consiguió publicar las obras de escuela del
Estagirita. Andrónico procedió a la publicación de forma sistemática, siguiendo un
162
Los comentarios griegos
proyecto concreto que tenía en cuenta el orden lógico en que éstas debían leerse. Así,
por primera vez, las personas eruditas tenían a su disposición todo el nuterial dejado
por el Estagirita y organizado de forma coiK:eptiial. Sólo después de esta edición de
AfKlrónico y muy lentamente se empezó a comprender que el verdadero Aristóteles
no se encontraba en los escritos que había publicado para un amplio círculo de
lectores, sino que era en estos esotéricos donde había consignado una especie de
apuntes de los cursos dirigidos a sus discípulos. La profundidad de estos escritos
terminó poco a poco por hacer olvidar sus dificultades y su lenguaje propio de los
iniciados. Más todavía, con el transcurso del tiempo la situación concluyó por in-
vertirse totalmente; se fueron dejando a un lado las obras exotéricas hasta que éstas
cayeron en el olvido; a esto se debió el que se perdieran, y que sólo nos hayan llegado
los escritos esotéricos, precisamente en la forma como los reorganizó Andrónico.
2. La lista completa de los comemadores griegos conocidos y publicados por la Academia de Berlín en edicidn
ejemplar se encontrará en b btbüograna. I Vil. 1.
163
Apéndice 11. Historia de las interpretaciones de Aristóteles
3. Aoeiva de esto» oomenladorcs neoplatónicos sigue siendo todavía bastante útil la última parte de la obra de
Zeller, traducida al italiano; Zcller-Mondolfo. Lafitosofla dei Greci, parte III. vol. VI, bajo la dirección de G.
Mariano. Rorenda 1961.
164
Aristóteles en la edad inedia
los Analíticos posteriores) que pertenecen al siglo xi y Sofonías, del que nos ha
llegado un comentario ai tratado De anima.
(Recordemos finalmente que de entre las filas de los neoplatónicos procede aquel
Tolomeo que escribió una vida de Aristóteles que llegó a ser fuente de información
de casi todas las biografias sucesivas del Estagiríta'*. Quizás Tolomeo fue discípulo de
Porfirio y de Jámblico, y vivió en Alejandría en la primera mitad del siglo iv.)
3. A ristóteles e n la e d a d m e d i a ^
165
Apéndice II. Historia de las interpretaciones de Aristóteles
ríos medíosH, en los que Averroes expone la doctrina aristotélica juntamente con las
demostraciones correspondientes, acompañadas asimismo de reflexiones personales;
3) los «comentarios mayores», en los que Averroes presentó los textos aristotélicos
con la exégesis correspondiente.
A través de España, Sicilia c Italia meridional el arístotelismo árabe ejerció in
fluencias notables sobre el pensamiento occidental que hasta el siglo xil sólo leyó
directamente de Aristóteles los dos primeros tratados del Organon,
En el siglo xii, entre los años 1128 y 11S5, Jacobo Veneto desarrolló una actividad
febril como traductor, tal como ha demostrado recientemente Minio Palucllo. Tradu
jo: los Anaiiticos primeros y segundos, ios Tópicos, los Eienchi, la Física, el tratado
De anima, parte de los Parva naturaiia, la Metafísica y escolios griegos a los Primeros
analíticos y al libro primero de la M etaflsiaf. Gran parte del Corpus arislotelicum se
tradujo también en el mismo siglo por autores todavía no identificados. A finales de
este siglo sólo quedaban por traducir al latín las siguientes obras de Aristóteles: De
cáelo, los tres primeros libros de los Meteoros, quizás la Política y los Económicos, los
tratados sobre los animales, la Retórica y la Poética,
En la primera mitad del siglo xm, Robert Grosseteste, juntamente con algunos
colaboradores, tradujo entre otros el De cáelo, la Ética a Nicómaco con los comenta
rios de Eustracio, Miguel de Éfeso y Aspasio.
En la corte de Manfredi. Bartolomeo de Mesína tradujo numerosas obras científi
cas del Estagiríta.
Finalmente, en la segunda mitad del siglo xiii, sobresalió como traduaor Guiller
mo de Moerbeke, quien, utilizando en parte traducciones anteriores, y volviendo a
traducir de nuevo otra parte de los escritos de Aristóteles, puso a disposición del
lector occidental la totalidad de sus obras. Ezio Francesefaini resume así los resultados
de las investigaciones acerca de las traducciones de Guillermo de Moerbeke:
Guillermo corrígió las siguientes versiones que le precedieron: Sophistici Eienchi
(de Boecio); Analytica Posteriora, Physica, De Anima, De Memoria, De Longitudi-
ne. De luventute. De Respiratione, De Morte (todas ellas de Jacobo Véneto); De
Generatione, De Sensu, De Somno, Metaphysica Media, Política Vetus, De Partibus
Animalium (?); anónimas: Liher Eihicorum, De cáelo, Simplicius in De cáelo (Ro
bert Grosseteste). Traduce por su cuenta las obras siguientes: Meteoro, el comentario
de Alejandro de Afrodisía a los Meteoros (1260); el comentario de Juan Filipono
al I y al III libro del De anima (1268); el comentario de Temistio al De anima (1267);
el comentario de Simplicio a los Predicamento (juntamente con el texto aristotélico:
1266); el comentario de Anónimo al Periermeneias; el libro XI (K) de la Metaphysica;
los libros 111-VIH de la Politica, la Rhetorica; la Epistola ad Alexandrum; la Poética;
el De Historia Animalium, el De Progressu Animalium, el De Mota A n., el De
Generatione A n., el comentario de Alejandro de Afrodisia al De sensu\
En los siglos XII y xiii se realizaron numerosas versiones de Aristóteles a partir del
árabe; sobre todo en el siglo xm en el ámbito averroístico.
6. L. Minio Paluello. Jacobus Venetieus Grecus, Canonist and Transiator o f Arístotíe, «<Traditio>», VIH, 1952.
pág. 265 304.
7. Francetchini. op. cit., pAg. 160.
166
Aristóteles en la edad media
167
Apéndice 11. Historia de las interpretaciones de Aristóteles
dores adoptó una posición negativa, más o menos disimulada, frente al Estagírita,
sosteniendo la necesidad de volver al agustinismo (así Guillermo de Auvergne, Ale
jandro de Hales, Robert Grosseiestc y el gran Buenaventura); b) otros, como Alber
to el Magno y sobre todo Tomás de Aquino, intentaron compaginar integral
mente a Aristóteles con la doctrina revelada (la introducción del teorema de la
distinción entre esencia y existencia permite a Tomás fundamentar a nivel racional el
principio de la creación y reformar radicalmente el uristotelismo, haciéndolo de esta
forma compatible con la fe); c) Siger de Brabante, finalmente, sin preocuparse de
conciliar a Aristóteles con la fe, dio ai pensamiento del Estagirita una interpretación
de carácter marcadamente averroísta. Rechazó la reforma tomista afirmando que,
para Aristóteles el mundo es eterno y carente de comienzo, y por tanto, necesario,
dado que el motor inmóvil atrae y mueve desde siempre el universo, señalando
asimismo que el entendimiento posible es una substancia separada y única para todos
los hombres. Pora superar la oposición creada de esta manera entre el pensamiento
de Aristóteles y los dogmas de la fe, Siger introdujo la distinción entre dos órdenes de
verdad, la verdad de la fe y la verdad de la razón.
£ n conjunto hay que dedr que la edad media tomó de Aristóteles las categorías
esenciales para entender a Dios (ser supremo, forma suprema, pensamiento del pen
samiento), al cosmos (estructura hílemórfica de los entes materiales, acto y potencia
y todos los conceptos relacionados con éstos; el carácter limitado del mundo y su
estructura) y al hombre mismo (el concepto de alma como forma substancial, los
procesos del conocimiento, el concepto de virtud). En verdad, la revelación debía
transformar tales categorías y conferirles sus valencias inéditas. Pero, los filósofos
medievales sólo fueron parcialmente conscientes de ello. Las interpretaciones más
recientes de la filosofía medieval señalan hasta qué punto fue simplista el viejo esque
ma que consideraba a la escolástica una mera adaptación de Aristóteles a las exigen
cias de la Revelación. En todo caso, sigue siendo verdad que el fundador del Perípato
estimuló y fecundó el pensamiento medieval como ningún otro filósofo lo haría en
épocas sucesivas. El epíteto que Dante aplicó a Aristóteles llamándolo el «maestro de
aquellos que saben» expresa a la perfección los sentimientos de toda una época.
Si Dante concedió el cetro del saber a Aristóteles, Petrarca, al inaugurar la era del
humanisnio, se lo entregó en cambio a Platón. En efecto, en la filosofía del humanis
mo y del renacimiento fue Platón el que estimuló ante todo la reflexión filosófica. Sin
embargo, Aristóteles experimentó también un nuevo renacimiento, aunque de forma
subordinada.
8. Para analizar mAa prufundamcnie ciitc pumo remitimos a las historiiis de la filosofía medieval máscualirKu*
das y a los estudios acerca del humanismo y del Renacimiento, Conserva siempre su gran utilidad el III voi. del
Qrundriss de Oberweg, por las preciosas indlcodones contenidas en lo obra. Por lo que respecta a la llamada
«segunda escolAstica», relegada por lo general al olvido, remitimos a F. Copleston. Sto/ia dtíla fitosofia, vol. Ilt:
Da Ocamt a Suanx, Breada 1966 (edk. orig. 1953; 2i960), pAg. 42Iss.
168
Aristóteles en el Renacimiento
169
Apéndice II. Historia de las interpretaciones de Aristóteles
daremos a Nicolás Vemia (muerto en 1499), Agustín Ntfo (muerto en 1546) que
posteriorroentc se aproximó al tomismo, Alejandro Achillini (muerto en 1512) y
Marco Antonio 21imara (muerto en 1532).
Simón Porzio (muerto en 1555) fue seguidor de Pomponazzi (1462*1524). In
terpretó a Aristóteles en sentido naturalista César Cesalpino (muerto en 1603). Se
aproximaron a la interpretación alejandrista Jacobo Zabarella (muerto en 1589) y
César Cremonini (muerto en el año 1631).
Fuera de Italia se ocuparon de Aristóteles con exposiciones y comentarios J.
Faber Stapulensis (Jaeques Lefévre d'Étaplcs, muerto en 1537, que fue el iniciador
del humanismo francés), Pedro Ramus (Fierre de La Raméc, muerto en 1572) que
criticó la lógica aristotélica, pero escribió comentarios a los escritos lógicos, a la Física
y a la Metafísica. El mismo Felipe Melanchton (1497-1560) fue muy sensible a las
ideas aristotélicas.
Quedan todavía por descubrir o permanecen inéditas muchas de las traducciones
y de los comentarios humanísticos y del renacimiento acerca de Aristóteles. Todavía
no se ha realizado y ni siquiera programado un catálogo de estas obras.
En cambio, tuvo lugar un renacimiento de Aristóteles de carácter escolástico
gracias a los dominicos y más tarde a los jesuitas (cuya orden fue fundada en el año
1540), en relación con la labor desarrollada por éstos en favor de la Contrarreforma.
Entre los dominicos recordaremos a Domingo de Flandes (muerto hacia 1500),
que escribió las Quaestíones sobre la Metafísica del Estagtrita; Crisóstomo Javelli
(muerto hacia la mitad de 1500) que comentó, entre otras, la Metafísica, la Ética, la
Política y el De anima; Francisco Silvestri, llamado el ferrariense (muerto en 1528)
que escribió, entre otras cosas, Questioni sulla Física y sobre el De anima, Tomás de
Vio (muerto en 1534), que comentó las obras de lógica y el De anima.
Después del concilio de Trento se distinguieron Domingo Soto (muerto en 1560),
que escribió comentarios en tomo a la Física y al De anima; Francisco Toledo (muer
to en 1596), que comentó obras de Lógica, la Física el De anima y el De generatione;
Pedro Fonseca (muerto en 1599), que comentó la Metafísica; Francisco Suárez
(muerto en 1617) dcl que caben mencionar las Disputaciones metaphysicae. Recor
daremos por último a Silvestre Mauro (1619-1687) que comentó de forma dara y
lineal todo el Aristóteles filósofo (Lógica, Retórica, Poética, Éticas, Política, Econo
mía, Física, El cielo. El mundo. La generación. El alma. Parva naturalia. Metafísica),
publicadas en Roma en 1668 (todavía puede encontrarse la reedición publicada en
París en el año 1885: Aristotelis Opera Omnia quae extant brevi paraphrasi et liíterae
perpetuo inhaerente expositione iiustrata a Silvestro Mauro, 4 volúmenes).
Pero la filosofía moderna había emprendido un camino completamente distinto;
después de Galileo, Bacon y Descartes, Aristóteles quedó relegado prácticamente en
el olvido; Leibniz constituye la típica excepción que confirma la regla. El gran Kant
ignorará casi totalmente los escritos del Estagirita. La lógica formal aristotélica, que
conoce y ensalza, es en realidad la lógica ampliamente reelaborada por la tradición
escolástica, la metafísica que conoce es la racionalista de Wolff, mientras las éticas
que le servirán de confrontación son la epicúrea y estoica. Y, así, los demás grandes
filósofos, hasta llegar a Hegel, ignorarán los escritos de Aristóteles.
170
5. El R EN A aU lEN TO DE ARISTÓTELES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
9. Existe unu buena traducción llutiunu de la obra realizada por E. Coclignola y de E. Sanna, Rorencia 1930.
lodavia en venta, de la que sacaremos las citas.
171
Apéndice II. Historia de las interpretaciones de Aristóteles
designándose a las mismas como las reglas de Aristóteles, la sana doctrina. En cambio
éste {Foet, capítulos 8 y 5) habla tan sólo de la unidad de acdón, e incidentalnienlc
también de la unidad del tiempo, pero no hace jamás referencia a la tercera, a la
unidad de lugar» (pág. 276).
Y ésta es la afírmacíón más importante que realiza Hegel en favor de Aristóteles:
«Si (...) se tomara en serio la filosofía, no cabría cosa más digna que recibir un curso
de lecciones acerca de Aristóteles, el más digno de ser estudiado entre los filósofos
antiguos» (pág. 293).
Naturalmente, la interpretación dada por Hegel es muy apriorfstica, porque este
filósofo leyó a Aristóteles en función de sus propias categorías; sin embargo, queda el
aspecto positivo al que nos hemos referido.
El otro gran acontecimiento que hemos mencionado ya con anterioridad fue la
edición del Aristóteles completo efectuada por Bekker: Aristotelis Opera, edidit Aca
demia Regia Borussica. Los dos primeros volúmenes, que contienen el texto critico
de todas las obras, fueron publicados en 1831; el volumen 111, publicado también en
el año 1831, contiene varias traducciones latinas; el IV, editado en el 1836, incluye
extractos de los comentarios griegos; el V, publicado en el 1880, contiene los Frag
mentos y el Index aristotelicus. De los escolios se hizo cargo Brandis (y algunos
suplementos fueron preparados por Usener, y se incluyeron en el volumen V), los
fragmentos fueron recogidos por V. Rose, y el índex fue preparado por H. Bonitz
(véase la edición de Bekker reeditada por O. Gigon, Berlín 1%0). Brandis presentó,
entre los años 1853 y 1860, una exposición muy cuidada del pensamiento aristotélico,
fundada en sólidas bases filológicas, dedicando al tema tres de los seis volúmenes de
su célebre obra Handbuch der Geschidue der griechisch-rómische Philosophie. Ade
más del Index, que sigue siendo todavía un instrumento indispensable de trabajo,
Bonitz publicó un excelente comentario (aparte de una nueva edición crítica de la
Metafísica), en lengua latina {Aristotelis Metaphysica, recognovit et enarravit H. Bo
nitz, 2 vols., Bonn 1848), de carácter histórico-filológico. Con su edición de los
fragmentos (que reelaboró posteriormente en 1886 para la «Bibliotheca teubneria-
na»), y con el anterior volumen Aristóteles pseudepigraphus, Leipzig 1863) Rose puso
las bases para el renacimiento de los estudios sobre el Aristóteles exotérico (dicho
autor consideraba paradójicamente como no auténticos todos los fragmentos de los
exotéricos). En la escuela de Bekker y de Brandis se formó como filósofo F. A.
Trendelenburg (mientras en filosofía se dejó arrastrar por la problemática hegelia-
na), el cual, además de un volumen que es una verdadera joya de perfección y de
claridad, en el que presentó y comentó sistemáticamente los textos fundamentales de
la lógica {Elementa logicae Aristoteleae, BerUn 1836, reeditado varías veces) escribió
la primera gran historia de la doctrina de las categorías, centrada principalmente en
Aristóteles, así como la edición crítica con un comentario en latín del De anima
{Geschichte der Kategorienlehre, Berlín 1846, reeditado varias veces y Aristotelis De
anima libri tres, 1833, editio altera ementada et aucta, Berlín 1877). La obra acerca
de las categorías, que interpretaba la génesis de éstas en clave gramatical, dio origen
a una serie de discusiones a alto nivel en las que se trató exhaustivamente toda la
problemática relativa a la doctrina aristotélica de las categorías (en la discusión tomó
172
Aristóteles en los s. XIX y XX
173
Apéndice 11, Historia de las interpretaciones de Aristóteles
10, Pnrn un cuadro detallado rcmiliraos u E. Bcrii. cap. Aristoteh en las Questíoni di storiogrufia ptasofica de
próxima publicación en Lii Scuolü di Breada (el autor nos hn proporcionado amablemente las pruebas de impren*
ta); la parte de lu bibllogniflu de Bcrti representa el complemento exacto de este capítulo nuestro. Por falto de
espacio nos limitaremos a scAolur algunos de los nombres más significativos de los estudiosos de Aristóteles, sin
poder reseñar, por otra parte, lodos los detalles de sus obras que se encontrarán, no obstante, en lu bibliografía.
Complementos útiles de cuanto se hu dicho aquí son también los trabajos indicados en la bibliografía. I, 2.
174
Redescubrimiento del joven Aristóteles
175
Apéndice IL Historia de las interpretaciones de Aristóteles
incluso desde el punto de vista del contenido. Hay que rechazar cualquier tentativa
de reconstruir con trozos superpuestos una ulterior unidad literaria por medio de la
trasposición o de la exclusión de los libros. Pero tampoco puede aceptarse la precipi
tada admisión de su unidad filosófica, en detrimento de las caracterfsticas que presen
ta cada documento de una actividad del pensamiento que luchó sin tregua durante
decenios con los mismos problemas y que representa un momento fecundo, un grado
del desarrollo para una nueva formuladóm» (tr. d t., pág. 226).
Las conclusiones de Jaeger, acogidas por muchos con gran entusiasmo, mostraron
pronto su escasa consistencia, al examinarlas en fundón del mtsnK> método genético.
H. von Amim mostró la posibilidad de invertir el sentido de la línea evolutiva diseña
da por Jaeger. Las hipótesis de von Amim fueron ampliamente examinadas por Paul
Gohlke y Max Wundt, que reconstruyeron una línea de la evolución aristotélica que
va del empirismo a la recuperadón del platonismo. Oggioni intentó conciliar ambas
posibilidades, mostrando un Aristóteles que, a la vez, se mueve hada el empirismo
pero continúa en el platonismo. 1. Düring, por el contrarío, ha intentado demostrar
que Aristóteles nunca ha sido platónico en el sentido que quiere Jaeger, sino que ha
sabido asumir posiciones personales. Finalmente, otros han demostrado que los ele
mentos platónicos y aristotélicos están siempre equilibrados, incluso en los escritos
juveniles. Otros estudiosos han intentado aplicar el método genético al estudio de un
concepto o de una doctrina en el conjunto de todo el Corpus, como Nuyens para la
doctrina del alma, con resultados que contrastan con los de Jaeger. Zürcher creyó
que podía demostrar, utilizando el método genético, que el corpas aristotelicum sólo
es auténtico en un veinte por dentó; Aristóteles hubiera sido siempre platónico,
Teofrasto habría pasado del platonismo al empirismo (el lector encontrará el análisis
de las diferentes tesis y de sus intérpretes en los siguientes trabajos: Berti, La filos, d.
primo Arist., cit., pág. 9-122; Reale, // concetto di filos, prima, cit., pág. yi7’373
passim; Plebe, puesto al día por 2^1Ier, La filos, dei Greci, passim).
El método genético ha alcanzado las columnas de Hércules; los últimos secuaces
no se entienden entre ellos porque, como ya hemos observado, con el método genéti
co ha sido posible demostrar todo y lo contrario de todo. Sólo sería eficaz si las obras
de escuela o las partes que las constituyen pudieran ser fechadas, es decir, sí existiera
algún testimonio externo de la época de su composición; pero, por el análisis de su
contenido, ai tratarse sustancialmente de cursos de lecciones reunidas progresiva
mente, es estructuralmente imposible establecer la fecha de su composición. Ade
más, los escritos aristotélicos, al carecer de unidad literaria tal como los conocemos,
sólo pueden ser leídos unitariamente, por la razón fundamental de que, al no haber
salido nunca de las manos de Aristóteles, y al ser elaborados progresivamente, han
adquirido la fisonomía precisa que su autor pretendía. En resumen, puesto que Aris
tóteles no ha repudiado obras o parte de ellas, sigue siendo «unitariamente» respon
sable de las mismas. Los esotéricos no pueden ser tratados como simples apuntes.
Los éxitos positivos más destacados del método inaugurado por Jaeger son los
siguientes: a) El descubrimiento del Aristóteles de los escritos juveniles (exotéricos).
E. Bígnone, al ap>Ucar las normas jaegeríanas en su Aristoteleperduio e la formazione
filosófica di Epicuro (1936) ha podido interpretar la filosofía helenística dentro de
176
Redescubrímiento del joven AiistóCeles
177
BIBLIOGRAFIA
179
Bibliografía
Respecto a las bibliografías relativas a cada una de las obras o a cada una de las
partes de la filosofía de Aristóteles, véase el apartado VIII de esta bibliografía.
Incluiremos en la lista los títulos de las obras del Corpus aristotelicum según el
orden en el que están impresas en la edición de Bekker, incluidas las obras espurias;
indicaremos primeramente el título griego, después el título en lengua latina que se
utiliza habitualmente en las citas.
KatviYO^Coi Categoriae
Ilepi éppfieCa; De interpretaiione
'AvdXurixá Jipórepa Anaiytica priora
'AvoXutixó úorepa Anaiytica posteriora
Tojuxá Tópica
riepl ooqlicmxmv ¿Xéyxoiv De sophisticis elench is
«bvoixf) áxQÓaoig Physica
flepl oúQovoO De cáelo
ílEpl YcVeoeíi)^ xal qrdopá^ De generatione et corruptione
MereoipoXoYixá Meteorológica
riepl xóapou npóg ’Akégavópov De mundo
U2QÍ De anima
riepl aio0V|aeu)^ xal ato(h|Ta)V De sensu et sensibili
ricQl pvtl(iTi5 xal dvapvyioEwg De memoria et reminiscentia
Tlepl ÓJivou xal éyQr\yÓQaBiúg De somno
riepl évunvícDV De somniis
180
Las obras de Aristóteles
He aquí los títulos de las obras de las que se han recuperado fragmentos, según la
edición de Ross, con la traducción castellana.
Diálogos:
f Q Ú X ^ g , ^ Í I eq I ¿q x o Q ix fJg Grillo o sobre la retórica
Supjtóaiov Simposio
181
Bibliografía
ZcHpurníg Sofista
eÚ í\\uh;, f| nepl ifuxñg Eudemo o sobre el alma
NfjQivOog Nerinto
*Egu)Xixóg Erótico
flQorgc^mxóg Protréptico (exhortación a la filosofia)
flegl icXoúxov Sobre la riqueza
negleíjxñ? Sobre la oración
riegl eÍJYeveCag Sobre la nobleza de nacimiento
riegl f|6oviig Sobre el placer
riegl JcoiÓeCog Sobre la educación
negl PaoiXeCag Sobre la monarquía
’AXé^avÓQog, fj íjjifeg dnoÍHCDv Alejandro o sobre las colonias
noXmxóg Político
Ilcgl noii|T(úv Sobre los poetas
flcgi <piXooo<p{ag Sobre la filosofía
flegl óixaiooúvTig Sobre la justicia
Obras lógicas:
riegl ngopXí)|iáTci)y Sobre los problemas
Aiaigéoeig Divisiones
*Yjio^vf)|iaTa ¿juxci^^axixá Huellas para argumentaciones
Koitiyoqúu Categorías
ílegl ¿vovxCcüv Sobre los contrarios
Obras filosóficas:
TlEgi láycEÓoO Sobre el bien
Í I eqI ¿deórv Sobre las ideas
F Ieq I X(bv IlvOaYogcícov Sobre los pitagóricos
ricgi tfig 'Agxótov qxXooo<píag Sobre la filosofía de Arquitas
ricgi AT)|ioxgixov Sobre Demócrito
Poemas
Las listas de los títulos de las obras de Aristóteles han sido transmitidas por:
1) Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos, V, 21ss;
2) Un autor anónimo de la llamada Vita Menagiana (por su editor), que alcanza desde
Hesiquio de Mileto;
182
Ediciones generales y especiales
Bibliografías antiguas
Las principales biografías de Aristóteles que nos han sido transmitidas son:
1)Vida de Aristóteles de Diógenes Laercio;
2)dos Vidas griegas (Vita Martiana y Vita Vulgata);
3)una Vita latina;
4)dos Vidas siríacas;
5)cuatro Vidas árabes (autores: an-Nadim, Al-Mubashir, Al-Qifti, Usaibia).
Estas vidas han sido editadas y comentadas redentemente con gran competenda y
espíritu crítico:
Dúring, ]., Aristotle in the Ancient Biographical Tradition, Góteborg 1957 (recoge
todo el material biográfico antiguo, presenta una nueva edición crítica del mismo y
un comentario histórico y ñlológico).
111. E d ic io n e s q e n e j u l e s y e s p e c ia l e s d e l a s o b r a s
1. Ediciones generales
183
Bibliografía
En 1590 se publicó en Lyón una nueva edición dirigida por Casaubonus (Arístote-
lis Opera nova editio..., 2 vol.) reeditada en 1596.
Pacius dirigió una edición ulterior, que fiie una revisión de las precedentes (Opera
ofwiia Graece et Latine...^ Ginebra 15% y Lyón 1597).
Recordemos además: Opera, nova editio, Graece et Latine..., 2 vol. Genevae
1602 (y 1606-1607). Y ulteriormente: Tou Stageiriiou ta sozomena, Latinae interpreta-
tiones adiectae quae greco contextui meiius responderá..., 2 vol.» Ginebra 1606-1609.
Entre las ediciones del siglo xvii cabe mencionar, además, la del Du Val, Opera
omnia quae extant, Graece et Latine..., 2 vol.» París 1619, reeditada en 1629 y más
tarde en 1639 y en 1654 (incrementada en 4 volúmenes).
En el siglo xviii, Th. Buble dio comienzo a una nueva edición de las obras de
Aristóteles, pero no logró concluirla: Operaortmia Graece..., vol. MV, Zweíbrucken
(Biponti) 1791-1793, vol. V, Estrasburgo (Argentorati) 1799.
Entre las ediciones del siglo xix sobresale la de Bekker, a la que nos hemos ya
referido y que describiremos más detalladamente en seguida. Para completar la lista
recordaremos, además:
Aristotelis Opera ad optimorum librorum fidem accurate edita, Tauchnitz, Leipzig
1831-1832, en 16 vol. (edición estereotipada con correcciones); editada nueva
mente en 1867-1873.
Aristotelis Opera quae extant, uno volumine comprehensa (...) edidit C.H. We'tsse,
Tauchnitz. Leipzig 1843.
La edición destinada a suplantar a todas las demás y a convertirse en el punto de
referencia para las citas, fue la de la Academia de Berlín, 1831-1870, todavía in
dispensable, aunque ha sido superada en muchos detalles:
Aristotelis Opera edidit Academia regia Borussica, G. Reímer, Berlín 1831-1870.1-11:
Aristóteles Graece, texto crítico a cargo de 1. Bekker (impreso a dos columnas, in
dicándose la de la izquierda con a) y la de la derecha con b)\ 111: Aristóteles Latine,
contiene traducciones latinas del Renacimiento realizadas por diferentes autores; el
volumen volvió a publicarse en 1931; IV: Scholia in Aristoteiem, contiene pasajes
aislados tomados de comentadores griegos bajo la dirección de C.A. Brandis (la
edición de los comentarios griegos publicada sucesivamente por la Academia de
Berlín y cuya lista presentaremos más adelante, hacen casi superfino este volumen);
V: Aristotelis Fragmenta, recogidos por V. Rose; suplementos a los Scholia in Aristo
teiem a cargo de Usener e Index aristotelicus a cargo de H. Bonitz (este Index es una
obra de altísimo nivel, y no ha sido superada hasta la fecha, mientras que la colección
de fragmentos ya no es utilizable; véase, más adelante, las indicaciones relativas a las
ediciones más recientes de los fragmentos). O. Gigon, Berlín 1960-1961 dirigió una
reedición (con correcciones) de esta edición monumental.
Digna de especial atención, porque mejora en ciertos puntos la de Bekker, es la
edición publicada por F. Didot, no valorada en la medida que se merece y, lamenta
blemente, no utilizable por razones objetivas, dado que no reproduce la paginación
de Bekker, norma obligada actualmente en las citas:
Aristotelis Opera omnia graece et latine, cum indice nominum et rerum absolutissimo,
A.F. Didot. vol. MV. París 1848-1869, vol. V (Index), 1874.
184
Ediciones de obras individuales
Además, muchas de las obras del Corpus arisiotelicum se hallan disponibles en las
siguientes colecciones famosas de clásicos griegos y latinos:
«Bibliotheca Teubneríana»;
«Collcction des Universités de Francos;
«(Oxford Qassical Texts»;
«The Loeb Qassical Library».
De muchas de las obras aristotélicas publicadas en estas colecciones ofreoeremos
detalles a continuación.
Nos limitamos a obras de interés estrictamente filosófico, sobre las que se basa
nuestra exposición y siguiendo el orden de la misma. Para un cuadro general, remití*
mos a A. Bonetti, Le edizioni del testo greco di Aristotele dal ¡831 ai nostri giomi, en
Aristoteie nelía critica e negli studs contemporanei (varios autores). Milán 1956, pág.
166-201.
Fragmentos
Metafísica
Schwegler A., Die Metaphysik des Aristóteles, Grundtext, Uebersetzung und Com
mentar (contiene además estudios explicativos), Tubinga 1847-1848,4 vol. (Franc
fort del Meno, 1960, reprod. anast.).
Bonitz, H., Aristotelis Metaphysica, recognovit et cnarravit H.B., Bonn 1848-1849, 2
vol. (el segundo volumen ha sido reproducido en cdic. anast., Hildesheím 1960).
Christ, W., Aristotelis Metaphysica, recognovit W. Christ, Leipzig 1886; nueva im
presión corregida 1895, reeditada varias veces.
Estas tres ediciones del siglo xzx son todavía útiles. En nuestro siglo se han publi
cado las dos mejores:
Ross, W.D., Arisíotle's Metaphysics, texto revisado con introducción y comentario,
Oxford 1924, 1953, 1958, 2 vol. (excelente).
185
Bibliografía
Física
Prantl, C., Aristóteles* Acht Bücher Physik, Griechisch und Deutsch, Leipzig 1854;
véase también, del mismo autor, la edición preparada para la «Bíbliotheca Teub-
neríana», Leipzig 1879.
Calieron, H., Aristote, Physique, texto estableado y traducido por H. Calieron,
París, 1926-1931, 2 vol. (forma parte de la «CoUection des Universités de Fran-
ce»).
Wicksteed, Ph.H.-Comford, F.M., Aristotíe, The Physics, con una traducción ingle
sa, Lofidres-Nueva York 1929-1934 (forma parte de «The Loeb Qassical Li
brary»).
Ross, W.D., Aristotle's Physics, un texto revisado con introducdón y comentario,
Oxford 1936 (el texto crítico fue editado en 1950 en la colección «Oxford Qassical
Texts»).
«De cáelo»
Prantl, C., Vier Bücher üher das Himmelgebaude und zwei Bücher über Entstehen
und Vergehen, Griechisch und Deuísch, Leipzig 1858 (véase del mismo Prantl el
texto crítico de las dos obras publicado en la «Bibliotheca Teubncríana», Leipzig
1881).
Alian, D.J., Aristoteiis De cáelo, Oxford 1936, reedit. con correcciones en 1955
(forma parte de la colección «Oxford Qassical Texts»).
Guthríe, W.K.C., Aristotle, On the Heavens, con una traducción inglesa, Londres
1939 (forma parte de «The Loeb Qassical Library»).
Longo, O., Aristotde, De Cáelo, Introducción, texto crítico, traducción italiana y
notas, Rorencia 1%2.
Moraux, ?,,Aristote, Du Ciei, texto revisado y traducido, París 1965 (forma parte de
la «CoUection des Universités de France»).
186
Ediciones de obras individuales
«De anima»
Trendelenburg, F.A., Aristotelis De anima libri tres, Berlín ^1877 (Graz 1957, rccd.
anast.) con excelente comentario en latín.
Rodier, G., Aristote, Traiíé de Vúme traduií et annoté, 2 vol., París 1900.
Hicks, R.D., Aristoüe, De anima, con traducción, introducción y notas, Cambridge
1907.
Biehl, G ., Aristotelis De anima libri tres, ed. corregida, Leipzig 1896 (forma parte de
la «Bibliotheca Teubneriana»).
BiehJ, G., Apeit, O., Aristotelis De anima libri tres, edición tercera dirigida por O.
Apelt, Leipzig 1926 (forma parte de la «Bibliotheca Teubneriana»).
Hett, W.S., Aristotle, On the Soul..., con una traducción inglesa, Londres 1936 (for
ma parte de «The Loeb Classical Library»).
Ross, W.D., Aristotle, De anima, con introducción y comentario, Oxford 1961 (el
texto crítico de Ross se encuentra, sin introducción y sin comentario, en la colec
ción «Oxford Classical Texts», ibid. 1952).
Jannone, A., Barbotin, E., Aristote, De Váme, texto revisado por A. Jannone, tra
ducción y notas de E. Barbotin, París 1966 (forma parte de la «Collection des
Universités de France»).
Éticas
Falta todavía una edición crítica de las tres Éticas que sea plenamente satisfacto
ria, mientras existen buenos comentarios anejos a traducciones a las que nos referire
mos más adelante.
Habré que recurrir por consiguiente a las ediciones de ñnales del siglo pasado:
Grant, A., The Etics o f Aristotle, ilustrada con ensayos y notas. Londres 1857; ^1884,
2 vol.
Ramsauer, G., Aristotelis Ethica Nicomachea, Leipzig 1878.
Susemihl, Fr., Aristotelis Ethica Nicomachea, Leipzig 1882; edición tercera dirigida
por O. Apelt, ibid. 1912.
Susemihl, Fr., Aristotelis quae feruníur Magna Moralia, Leipzig 1883.
Susemihl, Fr., ¡Aristotelis Ethica EudemiaJ Eudemi Rhodii Ethica..., Leipzig 1884.
Fritzsche, A.T.H., Aristotelis Ethica Endemia, Ratisbona 1851.
187
Bibliografía
Bywatcr, I., Aristotelis Ethica Nicomachea, Oxford 1894; reeditada varias veces (for
ma parte de la colección «Oxford Classical Texts»).
Burnet, J., The Ethics o f Aristoile, landres 1900.
Rackham, H., Aristotle^ The Nicomachean Ethics, con una traducción inglesa, Lon-
dres-Nueva York 1926; ^1934 (forma parte de «The Loeb Oassical Library»).
Armstrong G.C., Aríslotíe.., Magna M oraiia..., con una traducción inglesa, Londres
1935 (forma parte de «The Loeb Classical library» y ha sido incluida en el segundo
volumen de la Metafísica dir. por Tredennick antes citado, junto con los Oeco-
nomica,
Rackham, H., Aristotíe... The Eudemian Ethics..., con una traducción inglesa, Lon
dres 1935 (forma parte de «The Loeb Oassical Library»).
Voilquin, J., Alistóte, Éthique de Nicomaque, texto, traducción y notas, París 1940.
Política
Newman, W.L., The Poiitics o f Aristotíe, con una introducción, dos prefacios, Oxford
1887-1922, 4 vol.
Susemihl, Fr., Aristotelis Folitica, tertium edidit F.S., Leipzig 1882 (forma parte de la
«Bibliotbcca Teubneríana»).
Immisch, O., Aristotelis Política, Leipzig 1929 (forma parte de la «Bibliotheca Teub-
neriana»).
Rackham, H., Aristotíe, Poiitics, con una traducción inglesa, Londres 1932 (forma
parte de «The Loeb Oassical Library»).
Ross, W.D., Aristotelis Política, Oxford 1957 (forma parte de la colección «Oxford
Oassical Texts»).
Aubonnet, J., Aristote, Polisique, texto revisado y traducido, París 1960ss (forma
parte de la «Collection des Universités de France», han aparecido 3 tomos en 4
volúmenes, hasta el libro vii).
Poética
Bywater, i., On theart o f Poetry, texto revisado con introducción crítica, traducción y
comentario, Oxford 1909.
Rostagni, A., Aristotele, Poética, introducción, texto y comentario, Turín 1927,
^945.
Hardy, J., Aristote, Poétique, texto revisado y traducido, París 1932 (forma parte de
la «Collection des Universités de France»).
Gudeman, A., Aristóteles, Peri Poietikés, con introducción, texto y notas críticas,
comentario excgétíco, suplemento crítico e índices de nombres, de materias, de
lugares, Berlín y Leipzig 1934.
Kassei, R., Aristotelis De arte poética, Oxford 1965 (forma parte de la colección
«Oxford Classical Texts»),
188
Traducciones en lengua latina
Garda Yebra, V.. Poética de Aristóteles, edición trilingüe, Credos, Madrid 1974.
«Organon»
Waitz, Tb., Aristotelis Organon, Leipzig ]844>1846,2 vol. (roed, anast., Aalen 1962).
Se trata de una obra excelente, indispensable todavía hoy para consulta, espedal-
mente por el comentario.
Cada uno de los tratados del Organon en las mejores ediciones críticas, se en
cuentran en la colccdón «Oxford Classícal Texis»):
Minio Paluello, L., Aristotelis Categoriae et Uber de interpretatione, Oxford 1949;
Ross, VI.D ., Aristotelis Tópica etSophistici Elenchi, Oxford 1958; cd. corregida 1970;
Ross, W.D. y Minio Paluello, L., Aristotelis Analytica priora et posteriora, Oxford
1964.
Hemos de señalar, además, la excelente edidón acompañada de comentario de
los Analitici de Ross, Aristotle’s Prior and Posterior Analyttcs, texto revisado con
introducción y comentario, Oxford 1949.
Menos válida, pero útil, es también la edidón con traducción inglesa del Organon
publicada en «The Loeb Qassical Library»; el vol. I, que contiene Categoriae, De
Interpretatione, Analytica Priora, Dirigido por H.P. Cooke y H. Tredennick, publica
do en 1938; el vol. II, que contiene los Analytica posteriora y los Tópica ha sido
dirigido por H. Tredennick, y E.S. Forster y ha sido publicado en 1960; De sophisticis
elenchis ha sido publicado bajo la direcdón de Forster (juntamente con el De generat.
et corr. y De mundo) en 1955.
IV. T r a d u c c io n e s e n l e n g u a l a t in a
189
Bibliografía
critica e negli studi contemporanei (varios autores), Vita e Pensicro, Milán 1957,
pág. 144-166.
Por lo que respecta, en cambio, a las traducciones de las obras de Aristóteles
realizadas por los eruditos del Renacimiento, véase:
Aristóteles latine interpretibus variis, vol. III de la edición de la Academia Prusiana de
las obras de Aristóteles, cit. (1831).
Garín, E., Le traduzioni umanistiche di Aristoteie nel secóla XV, «Atti derAccade-
mia di Scienze Morali “La Colombaha*'», Rorenda, 1950.
El elenco que se da a continuación debe completarse con las ed. trilingües (griego,
latín, castellano) de V. Garda Yebra (pp. 186 y 189). En el prólogo de la Metafísica
(pp. XXI-XXX) y en la introduedón a la Poética (pp. 49-121) examina las tr. cast.
que le precedieron. Su equilibrado juido crítico puede hacerse extensivo a la biblio
grafía aristotélica en castellano que apenas hoy va cobrando una imagen discretamen
te presentable.
Traducciones castellanas
Tratados de lógica (Organon), trad. Miguel Candel Sanmartín, Gredos, Madrid 1982.
De interpretatione, trad. Alfonso Garda Suárez, Uiiiv. de Valenda ^1980.
Acerca del alma, trad. Tomás Calvo Martínez, Gredos, Madrid 1978.
Metafísica (libro Gamma), trad. José de C. Sola. S.I., Ed. Borgiana, Barcelona 1956.
Ética a Nicómaco, trad. Julián Marías, C.E.C., Madrid ^1981.
Política, trad. Julián Marías y María Araujo, Instituto de estudios políticos, C.E.C.,
Madrid ^1970.
La política, trad. Aurelio Pérez Jiménez y Carlos María Gual, Nacional, Madrid
*1981.
Retórica, trad. Antonio Tovar Llórente, C.E.C., Madrid ^1971.
Poética (junto con la de Horado y Boileau), trad. Aníbal González Pérez, Nacional,
Madrid ^1982.
190
Traducciones en lenguas modernas
Traducciones catalanas
Traducciones italiarms
191
Bibliografía
Traducciones inglesas
192
Traducciones en lenguas modernas
Traducciones francesas
Traducciones alemanas
Paul Gohlkc ha iniciado y conducido a buen término una traducción de todas las
obras aristotélicas:
Aristóteles, Die Lehrschriften, herausgegeben, übertragen und in ihrer Entstehung
erláutert, F. Schóning. Paderbom I945ss. Éste es el plan de la obra: I. Aristóteles
und sein Werk; II. Logik: Kategorien und Hermeneuúk, Erste Analytik, Zweiíe
Analytik, Topik; III. Rhetorik und Poctik: Rhetorik, Poeiik und Fragmente der
Homererklürung, Rhetorik an Alexander; IV. Physik: Physikalische Vorlesung,
Uber den Himmel, Ober Werden und Vergehen, Meteorologie, An Kónig Alexan
der über die Welt, Kleine Schriften zur Physik imd Metaphysik; V. Metaphysik; VI.
Seelenkunde: Über die Seele, Kleine Schriften zur Seelenkunde; Vil. Ethik und
Poiitik: Grosse Ethik, Schrift über Tugenden und Laster, Eudemische Ethik, Niko-
machische Ethik, Poiitik, Verfassungsgeschichte der Athener, über Haushaltung in
Familie und Staat; VIO. Naturgeschichte: Tierkunde, Über die Glieder der Ge-
schópfe, über die Zeugung der Geschópfe, Kleine Schriften zur Naturgeschichte; IX.
Probleme.
Esta grandiosa empresa de Gohlke no fue bien acogida en general; pero, en
realidad, el juicio desfavorable dependió en gran parte de la toma de posición fuerte
mente negativa de Jaeger en relación con los estudios de Gohlke, los cuales, aplican
do el método genético, echaban por tierra las conclusiones jaegeríanas. La traducción
de Gohlke tiene un valor desigual, pero, no obstante, contiene momentos felices e
intuiciones brillantes, y. por tanto, debe tenerse presente.
La «Wíssenschaftliche Buchgesellschaft» de Darmstadt, en colaboración con la
«Akadcmic Vcrlag» de Berlín (RDA), programó un vasto plan de traducciones de
todo Aristóteles a cargo de diversos especialistas:
193
Bibliografía
VI. Í n d ic e s y léx ic o s
No superado hasta la fecha y superable quizás sólo con ayuda de las calculadoras
electrónicas, es el ya citado Index aristotelicus de Bonitz, contenido en el volumen V
194
Escolios, paráfrasis y comentarios
195
Bibliografía
EHiesto que gran parte de la filosofía medieval, sea árabe u occidental, es reflexión
y comentario de Aristóteles, respecto a esta sección se remite a los repertorios de
filosofía medieval.
En relación con los comentarios medievales latinos, consúltense los repertorios
siguientes:
Lohr, H. Charles, Medioeval Latin Aristolle Commentaries, Auihors, en «Traditio»,
XXIIl (1967). pág. 313-413 (A-F); XXIV (1968) pág. 149-245 (G-I); XXVI
(1970), pág. 135-216 (Ja-Jo); XXVII (1971) pág, 251-351 (Jo-Myn); XXVIll
(1972), pág. 281-396 (N-Ri); XXIX (1973), pág. 93-197 (Ro-Wil).
Zimmermann, Albert, Verzeichnis ungedruckter Kommentars zur Metaphysik und
Physik des Aristóteles aus der Zeit etwa 1250-1350, vol. 1, Leiden-Colonia 1971.
1%
Estudios críticos
Comentarios modernos
197
Bibliografía
2. Estudios particulares
198
Estudios particulares
tema, la mayor parte de las veces bastante especializada. El lector la hallará indicada
y analizada en:
Bcrli, E., La Fiiosofia dei primo Árisfótete, cil., passim.
Mencionemos solamente algunas de las obras significativas sobre el tema:
Bernays, J., Die Diatoge des Aristóteles in inhrem Verhdtmis zu seinen ührigen Wer^
ktn, Berlín 1863 (indispensable todavía, aunque ha sido superado en muchísimos
aspectos).
Rostagni. A., ti dialogo aristotélico Peri Poietón, «Rivisla di filología classica», LIV,
1926. pág. 433-70; LV. 1927, pág. 155-73.
Gadamcr, H.G.. Der aristotelische Protreptikos tmd die entwicklungsgeschichtliche
Betrachnmg der arisiotelischen Ethik, «Hermes»». LXIU. 1928, pág. 138-64.
Karpp, H., Die Schrift des Aristóteles Peri ¡deán, «Kermes», LXVIII, 1933, pági
na 384-91.
Bignone, E., UAristotele perduto e la formazione filosófica di Epicuro, Rorencia
1936, M973. 2 vol. (obra fundamental, que continúa siendo válida, aunque ha sido
superada la perspectiva jaegeriana que constituye su base, por la demostración de las
reflexiones que desarrolló el joven Aristóteles acerca de la filosofía de la época
helenística, en especial acerca de Hpícuro).
Einarson, B., Aristotle's Proírepticus and the Structure o f the Epinomis, «Transac-
tions and Proceedings of the American Philological Association», LXVII, 1936,
pág. 261-85.
Philipp.son, R., // Peri ¡deán di Aristotelc, «Rivista di filología e di ístruzionc classi
ca», LXIV, 1936. pág. 113-125.
Lazzati, G., LAristotele perduto e gli scrittori cristiani, Milán 1938.
Mariotti, S., Nuove Testimonianze ed echi delVAristotele giovanile, «Atene e Roma».
VIH, 1940, pág. 48-60.
Wílpert, P., Reste verlorener Aristotelessehriften hei Alexander von Aphrodisia, «Ker
mes», LXXXV, 1940, pág. 369-%.
Múhll, P, von der., Isokrates und der Protreptikos des Aristóteles, «Philologus»,
XCIV, 1941, pág. 259-65.
Wilpert. P.. Nene Fragmente aus Peri Tagathoú, «Kermes», LXXVl, 1941. pág.
225-50.
Bidez, Un singuiier naufrage littéraire dans Vantiquité, Á la recherche des épaves de
VAristote perdu, Bruselas 1943.
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d'Hermés Trismégiste, vol. ii, '1949, pág. 249-259.
Mansión, S., La critique de la théorie des tdées dans le Peri Ideón d’Aristote, «Revue
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Wilpert, P., Zwei aristotelische Frühschriften über die ¡deenlehre, Ratísbona 1949.
Düring, 1,, Problems in Aristotle's Protrepticus, «Eranos», LlI, 1954, pág. 139-171.
Düring, \,,Aristotle in the Protrepticus «nel mezzo del cammin», en Autour d'Aristotc
(varios autores), Lovaina 1955, pág. 81-97.
Saffrey, H.D., Le Perl Philosophlas d*Aristote et la théorieplatonicienne des idées et
des nombres, Leiden 1955.
199
Bibliografía
200
E stud io s so b re la M e ta fís ic a
201
Bibliografía
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con mayor claridad en la extensísima introducción que precede a la traducción de
la Metafísica aristotélica de Eusebietti. Padua 1950.
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schung», XV, 1961, pág. 321-33).
202
Estudios sobre la física
203
Bibliografía
Para una bibliografía sobre temas psicológicos, véase Schwab, Bibl. d’Aristoi, cit.
pág. 179ss; Übcrwcg-Praechtcr, Gntndriss, cit., pág. 117*; Hicks, Arist, De anima
cit., pág. XI-XVII; O. Apeit en Biehl-Apelt, Arist. Dean, cit., pág. lX-XIII;Totok
Handbuch, cit., pág. 142ss, 253ss; F. Nuyens, L'évoluíion de lapsychologie d'Aristo
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véase Berti, La filosofía del primo Aristotele, cit,, póg. 76-87 y la nota de Plebe, La
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(véase también The Origin o f Syliogism Again, ibid., XXVIII, 1933, pág.
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209
Píeper, Josef
EL FIN DEL TIEM PO
/SBN 84-254-1354^0. 12 x 20 cm. 172 págs.
Pocas veces se ha tratado el tema del fin del tiempo de una manera tan
objetiva y fría. Y, sin embargo, su lectura pone en marcha un proceso de
conversación radical en el corazón del lector, quien, a medida que avan
za el discurso del libro, va superando paso a paso los obstáculos. Aquí
se evita toda concesión a especulaciones sensacíonalistas sobre catás
trofes finales tan del gusto de nuestro tiempo. En lugar de ello, se proce
de a un análisis cuidadoso de lo que puede y de lo que no puede afirmar
la historia.
Píeper, Josef
SOBRE LOS M ITOS PLATÓNICOS
ISBN 84-254-1339-7. 1 2 x 2 0 cm. 88 págs.
Con una cierta sorpresa com probam os cóm o se conserva fresco e in
marchitable el mensaje de los verdaderos mitos narrados en los diálo
gos platónicos. De repente advertimos un terreno com ún y apenas ima
ginable entre el autor antiguo, al que falsamente se le tenía «p o r intere
sante sólo en el plano histórico», y el lector moderno que los descubre
como su coetáneo.
Seíffert, Helmut
IN TR O D U C C IÓ N A LA LÓ G IC A
ISBN 84-254-0648-X. 1 4 x 2 2 cm. 292 págs.
La lógica es necesaria en todo ámbito objetivo. De ahí que este libro del
profesor Seíffert esté cor»cebido com o una introducción a la lógica ge
neral, a la lógica para cualquier disciplina imaginable en el campo de las
derKÍas y de la naturaleza. Ello, junto con una notoria claridad de expo
sición, hace esta obra interesante para un amplío círculo de lectores.
Seíffert, Helmut
IN TR O D U C C IÓ N A LA TE O R ÍA DE LA CIENCIA
/SBN 84-254-0646-3. 16 x 25 cm. 560 págs.
El libro primero cubre todo lo relativo al análisis del lenguaje, la deduc
ción y la inducción. El libro segundo, quizá el más original de la obra,
estudia la fenomenología, la hermenéutica y el método histórico filoló
gico. La última parte de la obra está consagrada a la dialéctica como
método interpretativo de uso universal en todos los sistemas asociados
de cerca o de lejos a la filosofía de Hegel y de Marx.