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RESCATE

La Quinta Columna
Por Juan José Saer

N o era un anarquista disolvente ni un temible terrorista, sino un respetable


profesor de filosofía. Alexandre Koyré (1882-1964) nació en Rusia, pero es-
tudió en Göttinga y en París. Fue discípulo de Husserl, de cuya obra fue de
los primeros difusores en Francia, como profesor en la École Pratique. También fue
invitado muchas veces al Institute of Advanced Study de la Universidad de Princeton,
donde escribió algunos de sus argumentados trabajos. Fue editor de San Anselmo, de
Copérnico, y del Tratado de la reforma del entendimiento de Spinoza. Para su curiosidad
filosófica, todos los períodos y todos los temas fueron dignos de interés, y aunque su
erudición era inmensa, su manera de exponer es detallada y metódica, de modo que
sus textos son claros y apasionantes. Entre los muchos que escribió podría citarse la
Introducción a la lectura de Platón (1947), sus Estudios de historia del pensamiento filosófico,
y el ya clásico Del mundo cerrado al universo infinito, de 1957, donde analiza la decisiva
revolución renacentista que, partiendo de las hipótesis derivadas de la astronomía de
Kepler, Copérnico y Galileo, produjo un profundo cambio no únicamente en la ciencia
en la filosofía, sino también, y quizás podríamos decir sobre todo, en la relación de la
especie humana con el misterioso universo que sus criaturas atraviesan fugazmente y
que, a cada nuevo enigma que resuelven, va volviéndose paradójicamente más y más
incomprensible. Pero si fue un reconocido especialista de la filosofía de la ciencia, de la
estructura y de la evolución del pensamiento científico, la mística no le era indiferente
y también publicó una serie de fragmentos dedicados a los espiritualistas y alquimistas
alemanes del siglo XVI, particularmente Paracelso.
Justamente, la editorial Allia de París exhumó no hace mucho dos ensayos escritos
por Koyré en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial: Reflexiones sobre la
mentira (1943) y La quinta columna (1945), trabajos suscitados por la terrible crisis que
el mundo atravesaba en ese momento. Son dos ensayos políticos, pero un trasfondo
moral se perfila en ellos.Ya en su pequeño texto sobre Menón, el diálogo platónico que
trata de la virtud y en el que la cuestión principal consiste en saber si la virtud puede
o no enseñarse, la conclusión irónica de Koiré, interpretando a su manera las alusiones
maliciosas de Sócrates, es que la virtud podría efectivamente enseñarse pero no a los
que, como Menón, se plantean el problema. Porque la virtud supone el amor por la
verdad y únicamente a quien ya posee ese amor podría aceptárselo como discípulo en
la escuela de la virtud: es decir, a quien no necesita esa enseñanza.

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Las reflexiones de Koyré sobre la mentira son de otra índole: de lo que trata su tra-
bajo es de la omnipresencia de la mentira, y no únicamente bajo su forma de propagan-
da, en la sociedad moderna, a tal punto que podría decirse que la sociedad se identifica
totalmente con la mentira y es inseparable de ella. Koyré escribía en 1943, en tiempos
de guerra, y si puede decirse que la primera mitad del siglo XX inició la era de la pro-
paganda, en la sociedad actual es prácticamente imposible, aun para los especialistas,
distinguir claramente verdad y mentira en la esfera pública (y aun en la privada). El
triste relativismo que cunde hoy en día es la confesión tácita de esa potencia.
Las pocas pero densas páginas de La quinta columna también conservan una picante
actualidad. Como es sabido, quinta columna es una expresión que Franco utilizó por pri-
mera vez y que casi inmediatamente se hizo célebre en el mundo entero. Su declaración
era más o menos la siguiente: “Las cuatro columnas que se acercan a Madrid serán
ayudadas por una quinta que ya está adentro”. La quinta columna es por tanto lo que
Koyré llama con pertinencia el enemigo interior. El involuntario hallazgo verbal del Gen-
eralísimo designaba con discreta amenaza a ciertos sectores que, en el interior mismo
de la República, trabajaban en secreto a favor de la contrarrevolución, término con el que
Koyré designa no únicamente al fascismo y al nazismo, sino de manera más general a
todas las corrientes políticas reaccionarias, monárquicas, antidemocráticas, antirrepub-
licanas y autoritarias, que no aceptaban los principios liberales de la revolución burgue-
sa y el avance del comunismo. Koyré analiza también implacablemente ciertos errores
trágicos (y cómicos) del marxismo, lo mismo que la esencia autoritaria del estalinismo,
pero no hay que olvidar que, en el momento en que escribe su texto, el estado soviéti-
co integra el campo aliado. Según Koyré, la Primera y la Segunda Guerra Mundial son
una sola guerra, y la Guerra Civil Española representa el eslabón que encadena los dos
momentos de un mismo episodio histórico.
Pero aunque haya sido Franco quien forjó la expresión, la quinta columna existió
siempre, y más de una vez los historiadores de la antigüedad como Tucídides o Polibio,
reconocieron en las guerras del pasado el caso del enemigo interior, y lo analizaron, del
mismo modo que Platón en sus frecuentes (aunque no siempre adecuadas) disquisi-
ciones políticas. Además, Koyré recuerda que, en la historia europea, son muchos los
casos de fortalezas sitiadas que terminan cayendo en manos del enemigo gracias a la
colaboración de ciertos sectores que trabajaban subrepticiamente desde el interior.
Koyré alude también al caso francés de la colaboración del Gobierno de Vichy con el

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enemigo nazi y, en general, de las fuerzas locales que facilitaron la invasión alemana en
prácticamente todos los países de Europa.Y para Koyré, hay un elemento fundamental
que distingue a la quinta columna de la mera rebelión o de la mera lucha por el poder,
que ocurren a menudo al final de una guerra perdida. El elemento propio de la quinta
columna es la traición. La lucha por el poder aun en tiempos de guerra es en cierto
sentido legítima, porque se lleva a cabo en el interior mismo del Estado nacional sin
recurrir a la alianza con ninguna fuerza extranjera o, si ese fuera el caso, no se trataría
de traición, porque las intenciones sediciosas de los rebeldes habrían estado expuestas
desde tiempo atrás en la plaza pública. La quinta columna, en cambio, opera en la
oscuridad y, para salvaguardar sus propios intereses, pasa por encima de aquello que
todos los otros sectores de la sociedad que, aunque estén entre ellos en permanente
conflicto, consideran como intangible y como la esencia identificatoria en cuyo marco
natural deben tener lugar todas las luchas políticas y sociales: la nación. Para Koyré,
¿cuál es el sector cuyos intereses están por encima de los del estado y de la sociedad,
de la comunidad ciudadana y de la nación, y que a lo largo de la historia humana, en
cualquier tiempo y lugar, maniobró como quinta columna para salvaguardar sus propios
intereses, desolidarizándose del interés colectivo y llegando incluso hasta aliarse con
el enemigo? Pues bien, los ricos simplemente. Entre otros ejemplos, Koyré introduce
esta cita significativa: “El heroísmo es fácil para los pobres, ya que no tienen nada que
perder, según declaró el señor Mireau, director del diario Le Temps y ministro del prim-
er Gobierno de Vichy”.
La autoridad y la probidad filosófica, científica y moral de Koyré le dan a su análisis
un valor excepcional, además de una coloración profética en vísperas de la guerra fría
y varias décadas antes de la llamada globalización, designación tecnicista que, someti-
da a un análisis retórico, es fácil identificar como un eufemismo. Designándose como
multinacionales, los ricos, en la actualidad, se han desligado de las obligaciones sociales
que permiten la existencia de un estado nación, y corren por su propia cuenta. A pesar
de sus discursos patrióticos e incluso nacionalistas, sólo se ligan al poder político en la
medida en que pueden ponerlo a su servicio, y la política ultraliberal de privatizaciones
no es más que un intento de controlar las grandes empresas (armamentos, energía,
crédito, comunicaciones, etcétera) para poder liberarlas de la tutela social que suponen
las empresas nacionales, y deslocalizarlas o venderlas a la competencia cuando los re-

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sultados del sufragio universal llevan al gobierno a quienes encarnan una corriente
política que podría representar una amenaza. En los países industrializados, aun en
los que gobiernan los socialdemócratas, el estado y los ricos tienden a identificarse,
y podría ponerse como caso límite ciertos países de Europa, donde los poderosos
prefieren aliarse, en las cuestiones cruciales, con los competidores directos de la
Unión Europea.
La prosperidad y la economía productiva son vitales para una comunidad. Los
ricos del último siglo, el del capitalismo monopolista, no son, desde luego, aquel-
los que, gracias a su trabajo o a alguna otra fuente legal, han sido capaces de amasar
cierta fortuna –profesionales, empresarios, ejecutivos, comerciantes, etcétera, y
que constituyen una clase media alta e incluso ciertas capas de la burguesía– sino
las enormes concentraciones de capital en manos de unos pocos que se desdibujan
en un archipiélago de actividades y de empresas envueltas en una brumosa opaci-
dad. Esa concentración cuyo crecimiento imperativo es una verdadera máquina de
guerra económica y social, casi inimaginable para el hombre común, determina
sin embargo, en los más variados puntos del planeta, su existencia cotidiana, su
bienestar o su sufrimiento, su nacimiento y su muerte. Tanta riqueza irrazonable
es la encarnación de lo que los griegos llamaban hibris, es decir, la desmesura, la
desarmonía que traen aparejados el conflicto, el desorden, la guerra, la tragedia. Es
la que pone en peligro no únicamente a quienes, decididos, tratan de combatirla,
sino incluso a los que contribuyen a crearla, a sus aliados, a sus amigos, a la especie
humana, al planeta entero.Y si un día de estos, en la próxima guerra de las galaxias,
el enemigo venido del espacio se dispusiese a invadirnos, una vez más se verificaría
el análisis del profesor Koyré: la quinta columna, para perpetuar el delirio planifica-
do de su supremacía, reconociéndose, como en un espejo, en la mueca odiosa de lo
inhumano, le abriría la puerta.

* El presente texto fue publicado en el volumen


Imágenes de Raom & Loba Trabajos (Buenos Aires, Seix-Barral, 2005).

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