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massimo ca ccia ri

KRISIS
ensayo sobre la crisis
del pensamiento negativo
denietzschea wittgenstein

>*a
siglo
veintiuno
editores
traducción de
ROMEO MEDINA

revisión de
JOSÉ ARICÓ
KRISIS
Ensayo sobre la crisis del pensamiento
negativo de Nietzsche a Wittgenstein

por
MASSIM O CACCIARI

m
siglo
ventiuno
edrtores
MÉXICO
ESPAÑA
ARGENTINA
COLOMBIA
siglo veintiuno editores, sa
CERRO DB. A G U A 24S, MEXICO 20, D.F.

siglo veintiuno de españa editores, sa


C/PLAZA 3. MADRID 33. ESPAÑA

siglo veintiuno argentina editores, sa

siglo veintiuno de Colombia, ltda


A V . 3Ó. 17 73 PRIMER PISO. BOGOTA, D.E. COLOMBIA

primera edición en español, 1982


© siglo xxi editores, s. a.

ISBN 968-23-1164-0

primera edición en italiano, 1976


título original: krisis. saggio sulla crisi del
pensiero negativo da nietzsche a wittgenstein
© feltrinelli editore, milán

derechos reservados conforme a la ley


impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico
INDICE

PREFACIO 7

I. ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMO 11

1. Bohm-Bawer y Hilferding: el debate sobre la “transforma­


ción”, 11; 2. Neoclásicos y machismo, 30; 3. Para una lectura
del "Empiriocriticismo” de Lenin, 46

II. DE NIETZSCHE A WITTGENSTEIN. LÓGICA Y FILOSOFIA AL­


REDEDOR DEL “ t r a c t a t u s ” 60

1. Lógica del “Wille zur Macht”, 60; 2. Wittgenstein: pensa­


miento matemático y “juego”, 75

m . DE NIETZSCHE A WITTGENSTEIN. EL PROBLEMA DEL LENGUA­


JE EN LA FILOSOFÍA DE LA NUEVA MÚSICA 108

1. El Anti-Wagner, 108; 2. Mahlerische Kunst, 124; 3. Urpflanze


goethiana, 135; 4. Itinerarium, 147

IV. SPRACHLICHES. ASPECTOS DEL “ LENGUAJE VIENES” DE LA


ÉPOCA DE LA FINIS AUSTRIAE 156
1. George, no George-Kreis, 156; 2. Rilke y los amigos descono­
cidos, 173; 3. Los últimos días de Kraus, 186; 4. Zuydersee, 197

ÍNDICE DE NOMBRES 207

[ 5]
f REFACIO

Qué forma y qué extensión debería tener, en mi opinión, un dis­


curso de “crítica de la ideología” , es algo que resultará del desa­
rrollo del presente trabajo. Las intenciones no tienen ningún
interés: resultan de la obra, y por lo tanto dejan de ser tales.
Baste decir que, según las posiciones generales que aquí soste­
nemos, el discurso crítico no constituye una especie d e metalen-
guaje en base al cual se pueda “iluminar” distorsiones, misti­
ficaciones, errores que otros “juegos” (teóricos y prácticos)
cometieron. E n consecuencia, no existe Crítica en general. N o
serán resultado de este libro, entonces, “proposiciones, sino la
comprensión correcta de proposiciones”; se tratará, en particular,
de hacer visible, según la multiplicidad y contradictoriedad de los
puntos de vista y de enfoque que la han caracterizado, la crisis
del pensamiento negativo, de la crítica del pensam iento dialéc­
tico, como factor productivo central de la ideología contempo­
ránea.
Algunas de las tesis expuestas aquí han sido objeto de mayor
desarrollo en mis obras anteriores, a partir de Sulla genesi del
pensiero negativo, de 1969. La relación (analizada con mayor
sistematicidad en el presente ensayo) entre desarrollo del pensa­
miento negativo y crítica de la economía clásica, ha sido el n ú ­
cleo de mi trabajo Pensiero negativo e razionálizzazione. Problemi
e funzione della critica del sistema dialettico, de 1973. Por úl­
timo, dos ensayos recientes forman parte del contexto del presente
volumen: Loos-Wien (en Oikos. D a Loos a W ittgenstein, Roma
1975, escrito en colaboración con F. Amendolagine) y “D e alcuni
motivi in W alter Benjamín”, publicado en N uova Corrente. R e­
comiendo estos trabajos (y a Metrópolis en particular) a título
puramente informativo. Creo que el presente ensayo puede ex­
plicarse por sí solo.
El significado de este libro, si es que tiene alguno, es que
muestra la función positiva, efectual, que el “pensamiento nega­
tivo” cumple en la crisis d d sistema clásico, tanto económico
como “físico” , y en la crisis del pensamiento dialéctico; que ter­
mina con las separaciones abstractas entre pensam iento dialéc­
tico y pensamiento negativo, erigidas sobre la base de una
concepción de este último como “irracionalismo”, o bien ideo-
[71
b PREFACIO

logia-apología, o bien “liberación”, discurso inmediatamente a-


dialéctico, utopía. En este ensayo el negatives Denken es inter-
pretado-criticado como proceso efectual de crisis, como revelación
de contradicciones determinadas, como búsqueda concreta de re-
fundación. Análogamente, el pensamiento dialéctico es aferrado
en su historia, es decir, en sus crisis —solución determinante y
por eso parcial, implícitamente contradictoria—, ni “traiciona­
do” ni “recuperable” .
La efectualidad, y la carga de “refundación”, del pensamiento
negativo son verificadas en el presente ensayo mediante el aná­
lisis de las relaciones intercurrentes entre la formulación gnoseo-
lógica conjunta que madura en el “pasaje” de Schopenhauer a
Nietzsche y la crisis de los fundamentos de la física clásica. Esto
no pertenece al contexto social o al uso político del negatives
Denken sino a su lógica misma. La relación entre Nietzsche y
W ittgenstein, que constituye el esqueleto de la presente indaga­
ción, procura precisamente explicar las formas que adoptan los
procesos de refundación en cuanto movimientos internos de
lo “negativo”, y también a lo “negativo” mismo como factor
determinante del proceso de integración y racionalización.
La relación Nietzsché-Wittgenstein no se sostiene salvo en el
contexto de las formas que sustentan radicalmente la crisis del
sistema dialéctico como crisis de toda posible refundación sinté­
tica del discurso ideológico —pero que, en conjunto, no confieren
a dicha desesperación ningún significado nihilista sino que, en
cambio, la vuelven precisamente comprensible, tienden a actuar
y practicar teóricamente, lógicamente— tienden a hacerla produc­
tiva de “nuevos órdenes”. Pero lo esencial no son tales “nuevos
órdenes” en sí, sino la contradicción insoluble, constitutiva entre
ellos y el permanecer de la crisis, la imposibilidad de resolver en
sentido sintético la crisis del sistema clásico-dialéctico. Este com­
plejo de relaciones, que en mi opinión constituye la insuprimible
instancia trágica del negatives Denken, habla en su lenguaje más
comprensible, mejor organizado formalmente, a través de la mul­
tiplicidad de los “dialectos” de la seria apocalipsis vienesa, y de
ningún modo a través de los Logoi epigonales de las diversas
“vanguardias” . Esto explica la elección temática del libro.
Naturalmente, ninguno de los muchos “dialectos” analizados
aquí habrá encontrado explicación satisfactoria. He procurado
ocuparme solamente de sus problemas comunes. Sólo la línea
global del razonamiento me parece, en lo que a mí respecta, de-
p r e f a c io

finitiva. Actualmente no podría concebir su desarrollo más que


en sentido analítico y filológico.
Demasiados amigos me han ayudado directa o indirectamente
en este trabajo como para que sea injusto con ellos citando sola­
mente a algunos. Sólo una advertencia: puesto que se trata de
un único ensayo, es necesario leer el libro del principio al fin y en
el orden en que está aquí presentado.
M. c.
Venecia, 1975
I. ECO N OM IA NEOCLASICA Y M ACHISM O

1. BÓHM-BAWERK Y HILFERDING: EL DEBATE SOBRE


LA “ TRANSFORMACIÓN”

El fundamento del ataque de Bóhm-Bawerk a la crítica marxiana


de la economía política no se agota en absoluto en la “supre­
sión” del principio del valor trabajo. Desde este punto de vista,
el propio presupuesto de las acusaciones que el marxismo “orto­
doxo” de la Segunda Internacional dirige a la “economía vul­
gar” parece inaplicable, por lo menos en el caso de la escuela
austríaca. No sólo Bohm-Bawerk es absolutamente ajeno al equí­
voco (propio del socialismo vulgar y no de la “economía vulgar” )
de deducir “consecuencias revolucionarias” del principio del valor
trabajo, sino que es el análisis mismo de este principio el que
desempeña un papel secundario en su crítica de Marx.
Bortkiewicz señala con gran claridad esa crítica a los temas
fundamentales del análisis de Bohm-Bawerk. Es condición de
todo análisis “vulgar” (tal como se perfila en el pensamiento
marxista “ortodoxo” ) la atribución al capital del carácter de fac­
tor autónomo de producción. Desde este punto de vista es
“suprimida” la teoría del valor trabajo. Pero “ningún teórico
socialista ha dedicado ni lejanamente el empeño que ha puesto
Bóhm-Bawerk para demostrar que los bienes de capital de cual­
quier tipo no son más que ‘productos intermedios’; y es por
consiguiente impropio atribuirles un papel activo en la produc­
ción, y mucho menos colocarlos en el mismo nivel que el trabajo
como factor de producción”.1 Es decir que el núcleo de la crítica
a Marx no se basa en absoluto en el presupuesto vulgar del ca­
pital como factor de producción. Si Bohm-Bawerk considera
que es totalmente insostenible la tesis “según la cual el valor de
los bienes se origina exclusivamente en la cantidad de trabajo
incorporada a ellos”, no es porque junto con el trabajo adjudique
al capital el papel de factor de producción sino porque piensa
que Marx “no tiene en cuenta la influencia ejercida sobre el va­
lor de cambio, además de la cantidad de trabajo incorporada al

1 L. von Bortkiewicz, Bóhm-Bawerks Hauptwerk in seinen Verhdltnis zur


soziálistischen Theorie des Kapitálzins (1923); tr. it. en L. von Bortkiewicz,
La teoría económica di Marx e altri saggi, T urín, 1971, p. 248.
[llf
12 ECONOMIA I \ ü OCLASICA Y MÁCRiSMO

producto, por el tiempo entre ei uso dei trabajo y ia realización


del producto”.2 Es por consiguiente desde la misma teoría del
interés de donde Bóhm-Bawerk dirige su critica a Marx.
Sin embargo, ei análisis crítico detallado de dicha teoría está
completamente ausente en las corrientes y autores marxistas con­
temporáneos de Bóhm-Bawerk, que se empeñaban sobre todo en
el ataque a la “economía vulgar”. Hilferding la reduce inmedia­
tamente a sus elementos subjetivos; su verdadero motivo —“la
superioridad técnica de los bienes presentes con respecto a los
futuros”—3 no es siquiera analizado. Su crítica, en cambio, se en­
cuentra en el centro del ensayo de Bortkiewicz que se publica
dos años después que el estudio de Hilferding.4 Desde el pun­
to de vista de la teoría económica, una crítica verdadera de la
Economics neoclásica aún no se ha iniciado “bajo las banderas
del marxismo”.
El punto decisivo de la diferencia de tiempo entre empleo dei
trabajo y realización del producto, sin embargo, remite por un
Jado a la teoría deí interés y, por el otro, pone el acento sobre
el problema marxiano de la transformación. La crítica de Bohm-
Bawerk concluye necesariamente al verificar la “vistosa contra­
dicción” en Marx entre el Libro m, interpretado como análisis
de las desviaciones del valor de cambio a partir del puro valor del
trabajo, y el Libro i (mejor: ¡Primera sección del Libro i!), in­
terpretado como definición en términos deterministas-naturalistas
de la ley que regula el valor de cambio. Este problema consti­
tuye, finalmente, el verdadero centro de la crítica de Bóhm-Bawerk
y de la “respuesta” de Hilferding: el problema de las leyes que re­
gulan la transformación del sistema. El hecho mismo de que
el conflicto en tomo a Marx se desate en este punto indica el
surgimiento de cuestiones más difícilmente recomponibles en el in­
terior del análisis de equilibrio general, por una parte, y en el
interior de una lectura de Marx en clave de simple “socialismo
ricardiano”, por otra. No se olvide que L as premisas del socia-

2 Ibid., p p . 254-255.
3 L. von Bortkiewicz, Der Kardinálfehler der Bohm-Bawerkschen Z ins-
iheorie (1906); tr. it. op. d i., p. 197.
4 R. Hilferding, Bohm-Bawerks Marx-Krítik (1904); traducido al espa­
ñol en Bohm-Bawerk, Hilferding, Bortkiewicz, Economía burguesa y econo­
mía marxiste, Cuadernos de Pasado y Presente, núm . 49, México, 1978. En
este volumen está traducido también el ensayo de Bohm-Bawerk, Zum Abs-
chluss des Marxschen Systems (1896) [La conclusión del sistema de Marx,
en op. d t „ pp. 29-127].
7 ->
EL DEBATE SOBRE LA “ t RANSLORAIACIÓn ” i}
lismo fue publicada en i 899, tres años después que el Z um Ábs-
chluss de Bohm-Bawerk.
Si la “respuesta” de Hilfeiding yerra su objetivo al criticar el
análisis de Bohm-Bawerk como fundado en una teoría absoluta­
mente subjetiva del interés y en la “supresión” del principio del
valor trabajo; mayor aún es su fracaso en relación con el proble­
ma de la transformación. E n lo positivo, Bohm-Bawerk afirma­
ba que en Marx el “sistema” no podía considerarse cerrado den­
tro de las relaciones fundamentales del Libro i. Subrayaba la
importancia problemática que en Marx asumen los procesos suce­
sivos de reproducción-desarrollo-transformación. Más aún; Bohm-
Bawerk insistía en el hecho de que estos procesos, n o podían ser
conciliados con las “leyes” básicas a través de una serie de m e­
diaciones simples, casi puntos arrojados entre niveles conceptuales
que en sí permanecen absolutamente estáticos o entre formacio­
nes histórico-económicas estructuralmente incompatibles. Bohm-
Bawerk señalaba un problema de análisis y de m étodo real: un
momento de crisis en la teoría marxiana.
Bólim-Bawerk intenta formular de esa crisis una explicación
y una crítica enteramente lógicas. N o existe, por su parte, nin­
gún intento de llevar la discusión al nivel del análisis concreto
del desarrollo del capitalismo. Señalada la “crisis”, ésta es in­
terpretada inmediatamente como signo de la contradictoriedad
implícita del análisis mismo. Pero es precisamente en este terre­
no y con este presupuesto que Hilderfing sigue de lleno a Bohm-
Bawerk, que la “respuesta” marxista adopta de lleno el punto de
vista del “adversario”. El discurso de Bohm-Bawerk es conoci­
do: dado que en el Libro ni se adopta como regla la “desvia­
ción” de los valores de cambio con respecto a la cantidad de
trabajo incorporado a las mercancías, los fundam entos de la teo­
ría del valor trabajo son de hecho liquidados. Por lo mismo,
Bohm-Bawerk “reduce” la sustancia del Libro m a las “ecuaciones”
del Libro i, verifica estáticamente su congruencia o no alcanza a
hacerlo: de dicha verificación extrae sus conclusiones críticas. La
contradicción concierne solamente a la forma del discurso. Hilfer-
ding no realiza de otra forma la misma “reducción”, pero extrae
la conclusión de la no contradictoriedad del discurso marxiano.
N o interesan aquí las consecuencias que Bohm-Bawerk derivaba
de las propias conclusiones a propósito de la existencia de la
explotación; por sí misma, una teoría de la explotación no está
para nada vinculada a la hipótesis del valor trabajo, como creía
Bohm-Bawerk. Por consiguiente, inclusive la reafirmación de la
14 ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMO

existencia de la relación de explotación no depende enteramente


de la reafirniación de la teoría del valor trabajo, como creía Hi!-
ferding. Esta parte del debate está definitivamente obsoleta. No
puede decirse lo mismo, en cambio, a propósito de la formulación
global de las dos posiciones. Ambas entienden el “pasaje” de las
relaciones descritas por la teoría del valor en la primera sección
de E l capital al problema de la transformación como soluble úni­
camente en el plano de la coherencia lógica, concebida estática­
mente, en el plano de la no-contradictoriedad implícita del dis­
curso. Que el desarrollo de la crítica marxiana sea un desarrollo
de contradicciones reales —más en general: que el problema de
la transformación implique el análisis de nuevas formas de rela­
ciones de producción y de mercado, no deducibles linealmente de
las funciones fundamentales del sistema, es decir, que no pueden
afrontarse según una lógica “reductivista” y lineal— todo ello no
aparece ni en Hilferding ni en Bdhm-Bawerk. Con un agravante
para el primero; mientras que Bdhm-Bawerk como quiera que sea
levanta el velo de un problema que el marxismo estaba por cier­
to “suprimiendo”, Hilferding niega la existencia misma del pro­
blema y utiliza con “escolasticismo” aún más férreo los instru­
mentos lógicos, el “método”, bóhm-bawerldanos.56
En Z um Abschluss, lo mismo que en Kapitál und Kapitalzins,e
Bóhm-Bawerk parte del supuesto de que el problema marxiano
de la transformación debe referirse a los mecanismos de restable­
cimiento de la autorregulación del sistema de competencia. La
transformación concierne a los mecanismos de reequilibrio del sis­
tema; dado que su análisis está dirigido a la definición de las
formas en que se produce el “retomo” de las funciones y de
las relaciones económicas fundamentales, se deriva que aquélla
pueda sintetizarse perfectamente en las “leyes” que determinan
el ordenamiento-base del sistema. El análisis de la transforma­
ción se reduce al análisis del proceso a través del cual las varia­
bles económicas que derivan de aquel ordenamiento-base diver­
gen temporariamente del equilibrio original, para restablecerlo a
un nivel distinto. Cualquier momento de “ruptura” encarna ya
en sí estos elementos de control, de reequilibrio; en el terreno
estrictamente económico esto estaría asegurado, siempre y sola-

5 Para el desarrollo de estos temas véase mi “Lavoro, valore, ‘cervello


sociale’ ” , en Aut-Aut, núm. 1, 1975.
6 Para un análisis atento, que me parece que sigue la dirección del dis­
curso desarrollado aquí, de Bóhm-Bawerk, véase los dos ensayos de M . C.
Marcuzzo en Aut-Aut, núm . 135 (1973) y núm . 139 (1974).
el debate so bre l a “ t r a n s f o r m a c i ó n ’’ 15

mente intervenciones “extrañas”, “alógenas” (“deformaciones” po­


líticas, monopolistas, estatales, etc.) pueden interrumpir la conti­
nuidad de este proceso. Bohm-Bawerk supone que es totalm ente
obvio el hecho de que Marx, en cuanto que economista, quisie­
ra resolver con el discurso sobre la transformación el problema
en general de la “salvación” de los principios de un análisis de
equilibrio frente a la cuestión del desarrollo. Los primeros esta­
rían representados por las relaciones descritas por la “ley” del
valor trabajo, la segunda saldría a luz con el Libro m de E l capi­
tal. Según Bohm-Bawerk, Marx no estaría en condiciones de
resolver este problema (su problema) porque sería errónea la “ley”
de la cual parte, o, mejor dicho, no empírico-positivamente de­
mostrable, metafísica, y por eso no sintetizable con la realidad
de las relaciones de cambio y de mercado. Que dicha “ley” sea
tomada por Marx en términos enteramente “naturalistas-deter­
ministas” y, más aún, que su problema sucesivo esté constituido
por el análisis de los mecanismos de restauración del equilibrio
“originario”, es decir, que sea de orden eminentemente cíclico:
esta formulación es atribuida por Bohm-Bawerk a M arx sin la
menor vacilación. El “lenguaje” marxiano es traducido sin más
al de la Economics neoclásica. Que el problema marxiano pueda
ser, radicalmente, otro, es algo que Bohm-Bawerk no tom a si­
quiera en consideración, y tampoco lo hace HilferdingJ
En realidad Bohm-Bawerk no habla de Marx sino de Rodbertus.
Sus críticas a las tesis fundamentales del “socialismo” pueden
aplicarse a Rodbertus, no a Marx. El que interpreta estática-
mente-determinísticamente la “ley” del valor trabajo es Rodber­
tus, no Marx. Inclusive la idea de que de tal “ley” derive algo a
propósito de la “pura idea del derecho” por parte del obrero al
producto entero de su trabajo, es de Rodbertus y com pletam ente
extraña a Marx. Pero el que comprende que Bohm-Bawerk adop­
ta de tal modo como objeto de su crítica a un M arx caricatures­
camente “reducido” es, si acaso, Bortkiewicz y no Hilferding *
Tanto en el Anti-Marx de Bohm-Bawerk como en el Anti-
Bóhm-Bawerk de Plilferding se supone, de manera absolutam ente
a-crítica, que los principios fundamentales del Libro i conciernen
a la descripción positiva de las funciones de equilibrio del siste­
ma y que, por otra parte, el proceso de transformación, analizado
en el Libro m, está constituido por los procesos cíclicos de re­
equilibrio del sistema mismo. Dados estos supuestos, no hay duda
7 Cf. P. Mattick, M arx y Keynes, México, E ra, 1975, p . 49; p p. 65-67.
8 L. von Bortkiewicz, Bóhm-Bclwerks H auptwerk, cit., p p . 247-253.
16 ECONOMÍA NEOCLASICA V MACHISMO

de que Bohm-Bawcrk deduce con mayor coherencia que Hiifer-


ding la no-coherencia existente entre teoría del valor trabajo y
formas concretas del proceso de transformación. Es indudable
que, si la transformación representa un mecanismo cíclico de
reequilibrio, dicha transformación debe re-formar no por cierto
los simples “niveles”, sino las condiciones, la estructura origina­
ria general del sistema, reafirmar la efectualidad de las “leyes”
que en ésa operaban. Bóhm-Bawerk niega precisamente que esto
ocurra en Marx; del proceso de transformación del Libro m es
imposible “deducir” las leyes fundamentales del Libro i. Conse­
cuencia: la explicación marxiana es contradictoria. ¿Por qué esta
contradicción? Porque la explicación del mecanismo cíclico que
regularía el desarrollo del sistema capitalista no puede regirse en
base a la teoría del valor trabajo.
De idéntica manera que Bóhm-Bawerk, Hilferding supone que
la explicación marxiana del proceso de transformación es un
análisis de las formas del ciclo económico. Una teoría del ciclo
debe explicar el alejamiento periódico con respecto a ía norma
y el restablecimiento de esta última. También aquí el proceso
de transformación es descrito como una apariencia de la rela­
ción de producción capitalista. Si dejara hipotéticamente de ser
tal, la “cientificidad” entera de la teoría quedaría comprometi­
da. Bóhm-Bawerk atribuye justamente al análisis marginal la
capacidad de realizar esta “reducción” de los mecanismos cíclicos
a las leyes fundamentales de la Economics. Hilferding reafirma
que este mismo problema no sólo está presente sino que también
puede resolverse dentro de la crítica marxiana: las contradiccio­
nes de ésta son aparentes, no determinan jamás, en el desarrollo
de las relaciones de producción, un problema de ruptura, de cri­
sis: el proceso de transformación es solamente un mecanismo de
“re-forma”. De existir, la crisis aparecerá solamente al final, en
posición escatológica, fuera de los nexos reproducción-transfonna-
ción-desarrollo, fuera de la determinación histórica concreta de
las relaciones de producción. Si hay una dimensión que concierne
igualmente al problema de la crisis para la política socialdemó-
crata, es la de la pura “subjetividad”, fuera de cualquier proble­
ma de crítica de la economía política. La crisis es “pura política”,
asunto de la “pura organización” : Prinzip der Hoffnung más o
menos descarnado. Y esto es válido también para los neoclási­
cos; también para ellos la crisis es cuestión eminentemente extra-
económica, asunto de la neue Verfassung que deberá conservar
la “libertad” de la Economics, es decir, en lo positivo, defender la
EL DEBATE SOBRE LA "TRANSFORMACIÓN’’ 17
capacidad del sistema económico para autorregularse, para resol­
verse completamente en mecanismos y procesos solam ente cí­
clicos.
En las confrontaciones del marxismo contemporáneo la crítica
de Bóhm-Bawerk aparece, por lo tanto, como lejos de ser un ata­
que exclusivo a la teoría del valor trabajo o, peor aún, una simple
negación del problema de transformación desde el punto de vista
directamente “apologético” de la pura conservación del sistema.
Todo lo contrario; si no se parte de una formulación distinta del
problema mismo (“subsumiendo” la teoría del valor trabajo, tal
como la desarrolla Marx, en el proceso de valorización; interpre­
tando el proceso de transformación en sentido fuerte , com o mu­
tación de forma que involucra tanto a la estructura económica
como a las relaciones “institucionales” y de mercado que consti­
tuyen el capital; superando toda actitud “neutral” en las con­
frontaciones de la dinámica del sistema), entonces es necesario
explicar, en el mismo terreno analítico de Bóhm-Bawerk, de qué
manera los mecanismos de transformación se fundan positiva­
mente en la ley del valor trabajo, y aceptar inclusive todas las
consecuencias lógicas y políticas que de esto derivan: el proceso
de transformación como simple “apariencia” de la relación capi­
talista de producción; el problema del desarrollo en tanto exhaus­
tivamente comprensible en los límites del análisis cíclico; la crisis
como simple “idea”, no controlable científicamente, como1 “lími­
te” del capitalismo. Es exactamente esto lo que hace Hilferding:
responder afirmativamente a la pregunta a la cual, en cambio,
Bóhm-Bawerk había dado respuesta negativa: es posible fundar
la coherencia estática de la teoría marxiana.
Aquí la “reducción” de Marx es, en el fondo, todavía más
drástica que la de Bóhm-Bawerk. Aunque fuera indirectamente,
este último había planteado una serie de cuestiones fundam en­
tales. Traducida en términos hipotético-problemáticos, su crítica
podía de hecho ser expresada del modo siguiente: si (y solamente
si) la teoría del valor trabajo de Marx no es más que una reedición
del “socialismo ricardiano” (ni siquiera de los clásicos), el proble­
ma de la transformación es resuelto en E l capital en términos con­
tradictorios; si (y solamente si) el proceso de transformación es
asumido como un mecanismo de neutral avance o funcional sólo
para la determinación de los precios relativos, en todo caso como
un mecanismo cíclico que no altera las “leyes” fundamentales de
equilibrio del sistema, su análisis es sintetizado por estas “leyes”
de tal modo que aquel mecanismo no aparezca más que como “apa-
ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMO

rienda” áe dichas "leyes”. Si estas hipótesis no fueran sometidas a


verificación y crítica, las deducciones de Bohm-Bawerk, en su sus­
tancia, podrían regir. Es lo que ocurre en Hilferding. El punto de
vista a partir del cual éste dirige su ataque a Bohm-Bawerk aparece
como ejemplar también para gran parte del marxismo posterior.
Hilferding desarrolla toda su crítica desde el punto de vista de la
political economy clásica: la crítica marxista de la Economics es
efectuada, de arriba a abajo, con las armas de la political economy,
que ya Marx había criticado. La crítica marxista de la Economics
neoclásica “nace” absolutamente premarxiana. Los elementos de
novedad que se añaden son por cierto “ideológicos vulgares” y
muchos, por lo demás, absolutamente infundados (ya lo hemos
visto), como aquellos que conciernen al “puro subjetivismo” del
análisis neoclásico, interpretado en clave irracionalista, la ausen­
cia de la dimensión política, y así hasta los discursos posteriores
sobre la apología del rentista.® El elemento que estructura todos
estos ataques es la defensa extrema de la teoría “clásica” del va­
lor y de la coherencia estática que seria posible definir entre ésta
y los procesos de desarrollo-transformación-crisis que constituyen,
en cambio, el problema central, auténtico, no reductible a “ló­
gicas elementales”, de Marx.
No se trata por cierto de un simple “retardo” analítico. En
realidad, el análisis neoclásico tiene su origen precisamente en el
problema constituido por las transformaciones inmanentes en las
relaciones de producción, en el intento de “reducir” las transfor­
maciones redes que entonces éstas experimentaban a funciones
lineales y a esquemas de reequilibrio cíclico. Según Bohm-Bawerk
(y también, en este aspecto, según las otras corrientes neoclási­
cas) los mecanismos de mercado determinan la marcha del ciclo,
en términos que no pueden remitirse a las “leyes” de la political9lo

9 Bujarin reasumirá y “popularizará” los temas de esta crítica “marxista


a la economía neoclásica en su L a economía política del rentista (1 9 1 9 ),
trad. al esp. Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 57. Un útil trabajo
antológico sobre todo el debate entre “marxismo” y neoclásicos es Die Marx-
Kritik der Osterreichischen Schule der Nationaldkonomk, Gissen, 1974. En
lo que concierne a la “politicidad” o, mejor, al compromiso político del
análisis neoclásico (cuestión sobre la cual todavía habremos de volver), re­
sulta evidente desde los orígenes del cálculo marginal, orígenes estrechamen­
te ligados a problemas de “ingeniería” económico-social, sobre todo en el
ambiente del imperio austro-húngaro. Cf. T. Bagiotti (com p.), Marginalisti
matematici, Turín, 1975. Finalm ente, pueden encontrarse informaciones
útiles sobre la historia política de los neoclásicos en W . M. Johnston, The
Austrian Mind, Univ. of California, 1972, cap. 4.
EL DEBATE SOBRE LA “ TRANSFORMACIÓN” 19
economy. E n la formulación neoclásica también está siempre
presente, aunque de manera implícita y a veces mistificada, este
momento de ruptura, de solución de continuidad en el desarrollo
de las teorías económicas burguesas. Y esta misma “ruptura” re­
mite necesariamente a fenómenos de crisis más globales. La cri­
sis de la political economy no puede sino ser también una crisis
de sus “significados”, de su “universo” . M arx era perfectam ente
consciente de esto en su explicación misma de la teoría del valor
trabajo. Pero en términos teóricos y políticos perfectam ente
opuestos, también el análisis neoclásico remitía a esta crisis. Es
Hilferding, objetivamente, quien defiende la continuidad sustan­
cial del sistema cuando adopta las armas de la political economy
clásica versus su propia crítica burguesa. No solamente no articu­
la en el terreno económico-político el significado de dicha crítica
sino que la exorciza en el propio plano analítico-teórico. D e esa
manera, no podía menos que responder afirmativamente a la pre­
gunta de Bóhm-Bawerk: ¿Marx es un “clásico” ?
En la explicación positiva de ios mecanismos del mercado (úni­
ca realidad empíricamente verificable), Bóhm-Bawerk recapitula
el desarrollo entero de la problemática marxiana: la propia teoría
clásica del valor (que atribuye sustancialmente también a M arx)
se convierte en un elemento de dicha explicación y el problem a
de la transformación no aparece en ella más que como el de la
forma cíclica que adoptan los procesos de determinación de los
precios relativos. La teoría económica debía ser descripción de
esta experiencia positiva de determinación de los valores de cam­
bio. Su reducción a la teoría clásica del valor resultaba “herme-
néuticamente” falsa. Pero la teoría del valor en Marx, ¿tenía la
función de describir las condiciones de equilibrio del sistema?, ¿y
el proceso de transformación debía ser deducido de ella? N i Bohm-
Bawerk ni Hilferding tienen dudas a este respecto. H asta el
procedimiento que adoptan es análogo; los dos confrontan deta­
lladamente método y contenidos del análisis del proceso de trans­
formación con la “ley” fundamental. Bóhm-Bawerk se detiene
en la comprobación de la existencia de contradicciones en este
desarrollo. Hilferding, por el contrario, efectúa toda una cadena
de reajustes sucesivos, de transposiciones, de mediaciones entre
conceptos y conceptos, para responder afirmativamente al proble­
ma de la coherencia intema planteado por Bóhm-Bawerk.
También a este respecto la crítica neoclásica indicaba un terre­
no real de verificación. Existe solución de continuidad en Marx.
¿Pero cómo debe ser entendida? ¿La contradicción concierne a
20 ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMO

la lógica del sistema teórico, o representa, en cambio, la contia-


dictoriedad de determinadas relaciones económico-sociales, la con-
tradictoriedad de la relación capitalista de producción asumida
realmente como desarrollo-crisis? Tanto Bóhm-Bawerk como Hil-
ferding conciben el proceso de transformación como nueva “apa­
riencia” de idénticas relaciones estructurales: Bóhm-Bawerk con
el objeto de criticar la formulación misma de dicha relación; Hil-
ferding para reafirmar la validez tanto lógica como “hermenéu­
tica” .
Llegamos aquí a un aspecto fundamental del debate. Bóhm-
Bawerk considera que el problema mismo de la síntesis entre me­
canismos positivos de mercado y “ley” del valor es índice de una
antigua lógica determinista, “clásica”. No procura, de hecho,
“sustituir” la teoría clásica del valor ni negarla abstractamente.;
En el análisis marginal la cantidad de trabajo incorporada en laj
mercancía es concebida positivamente como un factor en la deter­
minación de los valores de cambio. Despojado de toda “necesidad
causal”, de toda “legalidad” precisamente, el “principio” clásico
se convierte en factor de producción empíricamente controlable.
Bóhm-Bawerk piensa que esta formulación puede proporcionar
la base de una crítica a Marx, puesto que en Marx el problema
sería el de la síntesis entre los procesos de transformación y la
“ley” del valor. Mejor aún, Marx se convierte en exponente típi­
co de esta lógica “esencialista”, según la cual, más allá de las
relaciones “físicas”, empíricamente descriptibles en sus “constan­
cias”, deberían existir “leyes” inmanentes a tales relaciones pero
jamás positivamente verifícables. Esta misma imagen de Marx
se encuentra, como ya hemos visto, también en Hilferding. Pero
con la importante diferencia de que en el interior del desarrollo
de las ‘lógicas” de la teoría económica Bóhm-Bawerk señala una
ruptura fundamental: la crisis de, ,1a formulación clásica. Que
atribuya a Marx esta formulación, fallando completamente su
objetivo, es algo que en este punto interesa menos que el hechoí
de que en su análisis se exprese históricamente la crisis de la for­
mulación determinista propia de la political economy. Es una
cesura fundamental, de la cual era necesario partir para la crítica
de la propia Economics neoclásica.
Solamente la comprensión teórico-histórica de este “salto” hu­
biera permitido la relectura del problema marciano de la trans­
formación en términos globales. Este problema significa precisa­
mente la crisis —de la que Marx era perfectamente consciente—
de toda interpretación mecanicista de la “ley” del valor. La
EL DEBATE SOBRE LA "TRANSFORMACIÓN” 21
transformación contradice evidentemente las anteriores relaciones
de equilibrio e inclusive de reproducción equilibrada: d e otro
modo sería transformación de nada. Lo que im porta saber son
las formas en las cuales se determina la transformación. La
confrontación inmediata, estática, entre la situación descrita en
el Libro i (sin reproducción ampliada, sin articulación sectorial,
sin crisis) y los procesos de transformación, es síntom a preci­
samente de aquella miseria dialéctica que Marx criticaba ta m ­
bién en los clásicos. La teoría del valor trabajo n o funciona para
la determinación inmediata de los precios relativos, porque ésta
no es su función. Esto significa que la transformación es real, es
asumida “seriamente”, que el proceso que ella significa no es re-
ductible a una “máscara” de relaciones esenciales “ocultas” . El
punto que se le escapa completamente a Bóhm-Bawerk es que
el problema de la transformación en Marx no concierne simple­
mente a la determinación de los precios relativos, sino a la form a
de la relación de producción .10
Sobre la base de ios mecanismos de desarrollo descritos por
los esquemas de reproducción, el proceso de transform ación ex­
plica las formas de regulación del mercado concurrencial refirién­
dolas a sus elementos de crisis; explica las formas de control del
mercado ex parte de la oferta, las posibilidades de relación inter­
sectorial y de previsión de las tasas de acumulación dentro d e u n
sistema industrial. Este proceso involucra nuevas variables, una
interpretación del desarrollo capitalista tal que hag a inadm isi­
bles, incluso lógicamente, recomposiciones sim plem ente cíclicas
de los equilibrios rotos. Desde este punto de vista era encarada
la problemática marxiana; a partir de estos elementos era desa­
rrollada. Era necesario oponer esta crítica marxiana a los presu­
puestos mismos del análisis bóhm-bawerkiano. H ilferding n o so­
lamente no lo realiza, sino que da explícitamente la razón a la
“imagen” neoclásica de Marx cuando acepta y defiende su sus­
tancia misma: que los esquemas marxianos representan u n in­
tento de interpretar la génesis concreta de las relaciones de m erca­
do, que se encaman en la determinación de los precios relativos, a
partir de las hipótesis de la teoría del valor trabajo o, más en ge­
neral, que la “cientificidad” del método marxiano consiste en una
relación determinista-lineal entre “leyes” esenciales y “aparien­
cias” . De esta manera, en Hilferding el problema de la transfor­
mación es reducido sin escapatoria a explicaciones d e los fenó­
menos cíclicos. Y así, en la medida en que el análisis del ciclo
10 S. Veca, Marx e la critica dell'economía política, M ilán, 1973, cap. 3.
22 ECONOMÍA NEOCLÁSICA V IviACHISMQ;

es de hecho inseparable del nexo desarrollo-crisis, ia interpreta­


ción socialdemócrata se reduce a explicación impotente.
En este punto, y frente a similares “alternativas”, el ataque
neoclásico a Marx podía concluirse fácilmente. Dada la equiva­
lencia ciclo-crisis, admitido el proceso de transformación como
explicación del nivel de los precios relativos, la teoría del valor
trabajo resulta totalmente “anti-económica”, puesto que el resul­
tado que nos prefijamos aparece mucho más fácilmente obtenible
a través del análisis marginal de las fuerzas y de los movimientos
de mercado. Por otra parte, el mantenimiento de la teoría del
valor trabajo, considerada indisociable de una formulación lógica
“clásica”, no empíricamente controlable, induciría a graves erro­
res de orden general en el sistema en su conjunto.
La acusación de fetichismo con respecto a las relaciones de
mercado, que Hilferding dirige al análisis neoclásico, aparece como
totalmente desencaminado si se efectúa en base a los presupues­
tos de su crítica. Que el problema de la transformación señale
un salto, un proceso de recomposición orgánica en las relaciones
globales de producción: esta problemática se le escapa tanto a
Hilferding como a Bóhm-Bawerk. Pero el que hace más com­
pletamente “absoluto” el “modelo” del sistema de competencia
puro es el propio Hilferding con su pretensión de “revelar” la
coherencia estática de la teoría a través de una serie de reajustes
sucesivos de las “leyes fundamentales”, concibiendo así, consciente
o inconscientemente, el desarrollo capitalista como un mecanismo
de constante reequilibrio cíclico. Esta formulación socialdemócrata
ortodoxa no podrá ser revertida ni por la Zusammenbruchstheorie
antirrevisionista: también esta última escindirá del problema de
la crisis los procesos de desarrollo del capitalismo, y absolutizará
el momento de la crisis “auténtica”, reafirmando así, implícita­
mente, el carácter de equilibrio cíclico que el sistema denuncia
en su dinámica “simple” .11
De este modo, el “marxismo” en su conjunto perdía contacto
con la problemática real del análisis neoclásico. Indirectamente,
en realidad, pero otro tanto objetivamente, la reducción que éste
efectuaba del proceso económico a funcionamiento empírico-po­
sitivo del mercado significaba la ruptura no sólo de la síntesis
teórico-clásica, sino de su función política. Lejos de representar

11 Sobre el debate acerca de la Zusammenbruchstheorie, cf. los ensayos


reunidos en L. CoIIetti, C. Napoleoni (com p.), II futuro del capitalismo.
Crollo o sviluppo?, Barí, 1970. [En esp., E l marxismo y el derrumbe del
capitalismo, México, Siglo XXI, 1978.]
EL DEBATIS SOBKE LA “ XRÁNSFORMACION” 23
formas de desvmcuiación “irracionalista” de los problemas teóri­
cos y políticos de organización-racionalización del sistema capita­
lista, el análisis neoclásico atestigua objetivamente que la síntesis
teórica clásica es ya impotente para “hegemonizar” las variables
económicas concretas, los mecanismos positivos de mercado, y
que los procesos de racionalización “científicamente” controla­
bles deben por ello ser firmemente limitados al campo de las
relaciones económicas puras. La lógica positiva del discurso neo­
clásico prohíbe toda “inferencia” de este campo al político-insti­
tucional y viceversa. En lugar de analizar las razones y la im­
portancia de esta perspectiva, el “marxismo” la criticó p o r su
abandono de los mismos presupuestos históricos de la teoría clá­
sica. El problema de la crisis era “suprimido” no sólo del ám bito
de la teoría económica stricto sensu, sino del más general de la
investigación histórica: marxismo como filosofía de la historia,
como historicismo.
Si crisis y desarrollo son “de otro género”, si el desarrollo “nor­
mal” comprende solamente procesos cíclicos, entonces toda teoría
económica debe ser sometida a las verificaciones propias del aná­
lisis de equilibrio. Esto se convierte necesariamente en objetivo
también de Hilferding: garantizar la permanencia de las ‘leyes
fundamentales”, resolver el proceso de transformación en una
cadena de mediaciones, de pasos no contradictorios: “natura non
facit saltus” . En lugar de ser histórica y teóricamente analiza­
das, las contradicciones son liquidadas ideológicamente. E n esta
operación, el alcance de la crítica dirigida a Bohm-Bawerk resulta
sensiblemente empobrecido. Su demanda de análisis empírico-
concreto de la efectualidad de la ley “fundamental” del valor en
el proceso de transformación es reducida a la pretensión de hacer
de dicha ley una “medida contable” para la determ inación de
los precios relativos. No se puede negar que hay caídas de este
tipo en el razonamiento neoclásico en general. Pero no es éste
por cierto el núcleo de la crítica de Bohm-Bawerk, que sostiene
más o menos lo siguiente: en la explicación concreta de la diná­
mica marxiana del proceso de transformación, ¿dónde aparece
como determinante, necesario, el recurso a la ley del valor? El
problema de los precios ejemplifica esta cuestión de carácter teó­
rico general. La respuesta de Hilferding postula una distinción
“de principio” entre demostración teórica y demostración em píri­
ca, de modo de reducir todo elemento dinámico a “apariencia”
del sistema fundamental de las relaciones de valor y éstas a una
especie de “esencia” que acompaña el desenvolvimiento concreto
24 ECOxnOIvíIA NEOCLASICA Y A1ACIÍISM0

de los fenómenos de mercado. El problema es precisamente la


negación ideológica de los aspectos dinámicos del sistema no re-
ductibles a los principios generales de equilibrio postulados por
la ley del valor. Esta formulación se entrecruzaba de dos mane­
ras con la neoclásica: implícitamente aceptaba de ésta la confi­
guración sistemática y, por otra parte, se encontraba impotente
para responder a las críticas de “metafisicidad” que ésta le diri-(
gía. Hilferding no podía revelar el cometido “metafísico” implí-,
cito en el supuesto empirismo neoclásico —es decir, la absoluti-¡
zación de un determinado ordenamiento de mercado y de orga­
nización de las relaciones de producción— precisamente porque
su objetivo polémico era ese supuesto empirismo (el mito de la
microeconomía neoclásica), esa falta de “leyes universales” para
la comprensión de los “accidentes” del desarrollo, de las desvia­
ciones temporarias o “individuales” de la ley del valor.
Según Bóhm-Bawerk, Marx no explica el ciclo (o bien: el pro­
ceso de “desviaciones” con respecto a la Norma, las cuales, al
fin, inclusive revelándola, replantean una situación de equilibrio),
en cuanto habría en él una contradicción lógica entre teoría del
valor y análisis de la transformación. Según Hilferding, Marx
explica el ciclo, en cuanto existe síntesis, coherencia, vínculo sis­
temático, entre estos dos niveles de su análisis, a condición de
que se entienda el primero como medida teórica, y la dinámica
de los precios como heterogénea en relación con dicha medida.
La medida teórica puede verificarse solamente en la totalidad del
sistema: exigirle una efectualidad empírica no tendría sentido.
Obviamente, esta totalidad no es más que el cuadro general de
un sistema concurrencial puro. De esta totalidad, pero para ana­
lizar sus relaciones de mercado “individuales”, partían también
los neoclásicos. Bohm-Bawerk y Hilferding, por lo tanto, cum­
pliendo una reducción análoga de la problemática marxiana, con­
cordaban finalmente al plantear las mismas hipótesis directivas
de la indagación: teoría económica como análisis de equilibrio,
sistema concurrencial puro como objeto de dicho análisis.
Según Bohm-Bawerk, el “marxismo” confundía análisis de mer­
cado con hipótesis extraeconómicas incapaces de soportar la prue­
ba de los hechos. El ciclo debía ser considerado teóricamente
como un hecho económico puro. Sus relaciones debían ser deter­
minadas por mecanismos empíricos positivamente reconocibles.
Aparte de este análisis no podía darse, científicamente, nada, nin­
guna “medida teórica” o “ley del valor”. Las relaciones de valor
eran inmanentes y relativas a la estructura del ciclo. Hilferding
EL DEBATE SOBRE LA “ TRANSFORMACION* 25
no somete esta formulación a ninguna verificación. Paradójica­
mente, acepta por entero el autorretrato de los neoclásicos, de
Bohm-Bawerk. N o sólo adopta la imagen que éstos proporcionan
de las relaciones metodológico-cien tíficas de la crítica marxiana,
no sólo critica desde un punto de vista esencialmente determi­
nista “vulgar” la “relatividad” neoclásica, sino que n i siquiera
sospecha los principios auténticamente metafísicos que el análi­
sis neoclásico mistifica dentro mismo de la pretensión de positivi­
dad absoluta: la asunción a-crítica d é la estructura de mercado, la
inmovilidad implícita en sus formas, el carácter de “ley” que allí
asumen los mecanismos intemos de regulación, la “síntesis a prio-
ri” que es efectuada entre proceso productivo y proceso distribu­
tivo.12 El análisis neoclásico no es sometido a ninguna crítica en
esta dirección. N o podía ser de otra manera. La defensa de la
teoría del valor en sus fundamentos clásicos, el proceso de trans­
formación interpretado como simple “explicación” de esta teoría:
esta posición “marxista” permitía a los neoclásicos m antener
perfectamente ocultos los propios “apriori de valor"', haciendo
aparecer, en cambio, como concretas, efectúales, las propias crí­
ticas a la “metafísica” encarnada en la “ley” del valor trabajo.13
Tanto de una parte como de la otra, no sólo no se comprendía
el conjunto de la problemática marxiana, sino que se concebía
—a la manera de Rodbertus, o en términos de “socialismo ricar-
diano”— la teoría del valor como teoría de la producción de todo
valor por parte del trabajo, y por consiguiente como presupuesto
de un proyecto de resarcimiento —emancipación del trabajo de
su organización capitalista.14
La recuperación estática, en términos clásicos, de la teoría del
valor trabajo por parte de Hilferding —y la imposibilidad que
12 J. Robinson, si bien en un contexto bastante alejado del nuestro, su b ­
raya estos elementos en el cap. 3 de Ideología y ciencia económica [hay edic.
en esp.].
-3 Los instrumentos modernos del análisis económico “han individuali­
zado las dificultades internas de la ley .. Pero la relación correcta es entre
la ley y su objeto. Y el objeto, en Marx — aquí está lo sencillo, difícil de
comprender— el objeto no es el m undo económico de las mercancías, sino
la relación política de la producción capitalista. Llega el economista y cierra
El capital en la primera sección porque la teoría marxiana del valor no ex­
plica los precios. . .” M. Tronti, Operai e Capitale, Turín, 1971, p . 224.
14 Para la crítica de la interpretación de la teoría del valor dada por Plil-
ferding, cf. también G. Pietranera, “Introduzione” a 11 capitale finanzia-
rio, M ilán, 1961, y, para la socialdemocracia más en general, cf. L. C olletti,
“Introduzione” a Bemstein, I presupposti del socialismo, Barí, 1968 [hay
edic. en esp.].
26 ECONOMIA In e OCe ÁSICA Y MACHISMQ;

de ello deriva para desarrollar eficazmente, en términos estratégi-j


eos, la crítica del análisis neoclásico— tiene, sin embargo, también!
otros motivos de carácter político más general. Y fueron éstos
los que caracterizaron su uso por parte de vastos sectores de la{
socialdemocracia europea. Dicha recuperación permitía explica|
la génesis del ciclo capitalista en términos de desviación periódica!
o sectorial con respecto a la aplicación “justa” de la ley del valor.}
Con ello se constituían dos momento de análisis •. el primero con­
sideraba el desarrollo capitalista “puro”; el segundo, una especie
de descripción de los fenómenos cíclicos. Así, el problema de
una crítica de las teorías del desarrollo no podía,ni siquiera plan­
tearse: por un lado, el desarrollo era de hecho reducido a las
“leyes fundamentales” de un capitalismo “puro” absolutamente
espectral; por otro lado, a las coordenadas típicas del historicismoi
económico, del Kathedersozialismus. Con la evidente consecuen-i
cia de postular una “racionalidad” en la esencia del sistema, cons­
tantemente desmentida por la “irracionalidad” de sus fenómenos-
distributivos y de sus relaciones intersectoriales de mercado.
En este punto, liberar aquella “racionalidad oculta” de susc
mistificaciones se convertía en objetivo político naturalmente con­
secuente de la formulación teórica dada a todo el problema. Es
cierto que esto no agotaba el “programa” . Cualquiera podía ad­
vertir que aquí se limitaba de nuevo al ámbito de las relaciones
económicas del capitalismo. Pero superar la Planlosigkeit de los
fenómenos cíclicos, o, mejor aún, de las relaciones distributivas
y de mercado que en estos aparecían, y en consecuencia reintro­
ducir la ley del valor, aplicarla correctamente, asumía, al final,
valor revolucionario general, en la medida en que se teorizaba
como intrínseca y necesaria al sistema en su conjunto aquella
contradicción entre “racionalidad escondida” e “irracionalidad de
mercado” . En este espacióle pueden delinear “apriori” todas las
contradicciones de la estrategia socialdemócrata.
El proceso de transformación que según Marx asume, dado el
caso, el papel de máxima expresión de organización capitalista a
nivel social, era interpretado a la luz de un cuadro competitivo
“puro”, y parecía de esta manera desmentir la absoluta raciona­
lidad de las relaciones descritas por la ley del valor. Pero dicha
ley permanece en su acción, aunque sea esencialmente. Sacarla
a luz es, por consiguiente, suprimir la contradicción, gracias a la
cual el capitalismo sobrevive. Aquí el terreno teórico y estraté­
gico socialdemócrata se une indisolublemente a los fundamentos
el d e b a t e so b r e la ''''t r a n s f o r m a c ió n ” 27

de la Zusammenbruchstheorie.15 Pero aquí estalla, del mismo


modo, su carácter subalterno en las confrontaciones, por un lado,
del historicismo económico ya citado, por otro, y sobre todo, de
algunas precisas tendencias del análisis neoclásico. E n realidad,
cuando el “marxismo” —y Hilferding entre ios primeros— tradu­
ce a este último, tout court, en términos de apología pura del sis­
tema de competencia, se olvida de que, dentro de los mecanismos
de mercado, el objetivo de los neoclásicos es precisamente la supe­
ración de sus “irracionalidades”. Bohm-Bawerk se encontraba en­
tre aquellos que consideraban necesaria la refundación, n o sólo de
la teoría del mercado capitalista, sino también de su funcionam ien­
to práctico. La “síntesis” neoclásica entre proceso productivo y
circulación-distribución no quería significar, tendencialmente, otra
cosa que la “subsunción” de las “irracionalidades” típicas del fun­
cionamiento de la economía de mercado bajo la “ley”, la Ratio,
de la organización industrial. De hecho, el mismo principio que
regula desarrollo y relaciones intersectoriales en el p lano directa­
mente productivo, regula también ios mecanismos de distribución
del rédito. Complementario del concepto de productividad mar­
ginal, el de utilidad tiende, en su dinámica, a indicar determ ina­
das dislocaciones de la estructura industrial en relación con las
transformaciones que ocurren en la estructura de la demanda y,
en consecuencia, a proporcionar un parámetro de juicio y de
intervención anti-cíclica esencialmente “racionalizante” . La críti­
ca “marxista” a los neoclásicos suprimía estos puntos del análisis,
limitándose a advertir de qué manera determinadas conclusiones
en el plano de la política económica estarían necesariamente en
contraste con el cuadro institucional neoclásico del laissez jarre,
donde la contradicción entre “racionalidad” productiva e “irra­
cionalidad” social es por cierto inevitable e irremediable. Pero del
cuadro mismo era extraída de hechoja consecuencia política más
importante: la crítica y la lucha contra la organización monopo­
lista. Si la síntesis neoclásica entre demanda y oferta, entre “ley”
que estructura y determina el ciclo productivo y “ley” de la dis­
tribución, es “metafísica”, en tal caso —su trastocam iento efec­
tivo en el plano del desarrollo capitalista concreto es la organi­
zación monopolista— del lado del capital y del trabajo. Extraer
una conclusión distinta es de todas maneras reafirmar una imagen
estática del sistema, un cuadro del sistema como “ evolución” ,
15 Para el desarrollo de estos análisis, véanse mis ensayos introductorios
a G. Lukács, Kommunismus, Padua, 1972, y a E. Fink, L a filosofía di Nietz-
sche, Padua, 1973.
28 ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACIUSMO

“racionalización” progresiva, dialéctica sin contradicciones ni cri­


sis: lo opuesto del sentido del discurso marxiano.
En esta perspectiva, el conflicto entre una interpretación “pro­
gresiva" de las doctrinas neoclásicas y el significado político
asignado por el “marxismo" a la teoría del valor estaba langui­
deciendo, sobre todo en el ambiente ideológico que estamos estu­
diando.16 Asegurado el carácter totalmente restringido de la crítica
niarxista a los neoclásicos (orientación “psicológica”, apología vul­
gar, etc.), quedaba el retomo tenaz al cuadro institucional del
mercado competitivo, la polémica cada vez más específicamente
anti-monopolista, las orientaciones tendencialmcnte igualitarias en
el plano distributivo, o de todos modos racionalizantes, en base
a “leyes" precisas. Es natural que también la función asignada
en este cuadro a la teoría del valor estuviera perdiendo intensi­
dad. Cuando Hilíerding la reduce (o exalta) a concepto expli­
cativo del precio global de producción, no sólo la irrealiza intrín­
secamente sino que vuelve imposible su aplicación en un espacio
de mercado distinto del de competencia “puro”; y, por otra par­
te, renuncia a todo análisis de las relaciones, desagregadas, de
explotación. La razón de este resultado está implícita en la
asunción de la teoría del valor como fundamento de un análisis
de equilibrio del ciclo económico, “medida teórica” de todas las
relaciones intercurren tes en el proceso de transformación. Los
neoclásicos insisten en que no reside aquí el único fundamento
posible de la explicación de la llatio del sistema y que, por con­
siguiente, no es preciso partir necesariamente de aquí hacia un
objetivo de racionalización. En ente terreno común la explicación
neoclásica aparece como más “simple”, coherente, directa, permi­
te desagregaciones más puntuales. Sus instrumentos conceptuales
están, de hecho, aprontados al final de un análisis de equilibrio
o reequilibrio cíclico, y por consiguiente no hay en ellos la con­
tradicción insuprimible del “marxismo" entre instrumentos de­
ducidos del contexto crítico marxiano y finalidad de equilibrio,
concebido como superación de la Plardosigkeit capitalista, de
racionalización del sistema. El progresivo abandono de aquellos
mismos instrumentos es, así, definido apriori.
La propia actividad de Bflhm-Eawerk ejemplifica las relaciones que sub­
sistían entre programas de ‘'reforma” , teorías neoclásicas y tendencias social-
demócratas moderadas en el ámbito austro-húngaro y vienés en particular.
Tanto en la Historia del análisis económico [México, f c c , 1971] como en
el ensayo sobre Bohm-Bawerk cu ti pocas de tu historia da las doctrinas y da
los métodos y Diez grandes economistas [de ambos hay edición en español],
Scliumpetcr subraya este rasgo característico del “ Marx burgués” .
El, DEBATE SOBRE I A "TRANSFORMACIÓN 29

La experiencia tic crisis, y crisis ele los mismos conceptos ele


la teoría clásica, que signa el origen del análisis marginal, se re­
solverá en un programa de refundación de la teoría del mercado
de competencia, en base a la descripción de los comportamien­
tos de sus sujetos empíricamente verifica bles, a su constancia y,
en consecuencia, a la posibilidad de preverlos. El problema del
desarrollo era reducido, por una parte, a descripción de mecanis­
mos cíclicos, y, por otra, a una serie cíe movimientos simplemen­
te extrapolados a partir de la situación y de las relaciones de
mercado dadas. La crítica "mancista”, por el contrario, insistía
sobre el hecho de que dicha fundación no podía obtenerse sino
a través de los instrumentos del análisis clásico, "recuperados”
por Marx. Pero era, no podía ser de otra manera, completamen­
te impotente para ofrecer verificaciones factuales de la operativi-
dad de esos instrumentos. Por otra parte, entre las dos “escue­
las” subsistían solamente antagonismos "de valor”, destinados a
perder cada vez más su intensidad. Comienza entonces un en­
trelazamiento objetivo, explícito a veces, de acciones-reacciones
entre "económica” y movimiento obrero europeo a propósito de
la "racionalización” de los mecanismos cíclicos, de las nuevas
condiciones de equilibrio, que, si bien llevará a la liquidación de
la "metafísica” marginalista del laissez faire (según la simplifica­
ción kcynesiana, ampliamente “anticipada" por el "marxismo” de
la Segunda Internacional), llevará también a la completa mistifi­
cación del problema de la crisis en Marx, es decir, de la relación
auténtica entre teoría del valor y proceso de transformación, de
la contradicción, del salto histórico en las formas de la relación
social de producción que la teoría marxiana analiza y refleja. El
problema global de la transformación será reducido al de los es­
quemas de reproducción, en cuanto que “anticipación” de las
teorías del equilibrio dinámico de derivación kcynesiana, anti­
neoclásicas. Pero esta "recuperación” supone por entero la crítica
neoclásica del presunto carácter "metafísico” del análisis del pro­
ceso de transformación en sus relaciones con la teoría del valor.
El Marx "después de Keynes” e^. impensable sin la crítica neo­
clásica al "marxismo”.17 Como ya habíamos visto esta crítica
partía de presupuestos precisos: fijeza del cuadro institucional (o
también, "pureza” del sistema capitalista, concebido como mode­
lo), posibilidad de constituir una "económica” (o también, la
economía como "ciencia” ) solamente en base a la descripción
17 Esto es válido también para J. Robinson. Cf. el cap. 2 de Ideología y
ciencia económica, cit.
30 ECONOMIA NEOCLÁSICA Y MACHISMO

empírica de los diversos comportamientos económicos en sus re­


laciones de mercado —descripción que debía concluir en la defi­
nición de un sistema general de equilibrio, de manera de prever
el desarrollo de aquellos comportamientos y de sus relaciones.
La explicación clásica se refería a “entidades” inobservables en
el plano de la mecánica concreta de mercado; más específica­
mente: fingía hipótesis. Pero dichas hipótesis estaban fundadas
dialécticamente. No tanto las hipótesis en cuanto tales sino su
“vacío fundamental dialéctico”, como decía Bohm-Bawerk a pro­
pósito de Marx, constituía el objetivo de la crítica neoclásica.
E n el lugar de la “contradicción organizada” que es propia del
sistema dialéctico y que constituye el objeto de la crítica marxia-
na, los neoclásicos definen un sistema general de equilibrio a tra­
vés de dinámicas micromoleculares de adaptación, variación de
nivel en las relaciones de valor cuantitativamente mensurables,
un proceso que parte de la individualidad económica concreta y
que sigue su desarrollo hasta la constitución de un sistema que
no es sino la colisión, empíiica, impotente para realizar alguna
metamorfosis, entre los intereses específicos de cada individualidad.

2. NEOCLÁSICOS Y MACHISMO

Toda la indagación desarrollada hasta aquí indica con claridad el


contexto “epistemológico” global del análisis bóhm-bawerkiano.
En su ensayo ya citado Schumpeter lo subraya con evidente cono­
cimiento: ningún “ornamento” en Bohm-Bawerk; sólo son consi­
derados ios contenidos de “real importancia”. Bohm-Bawerk “for­
mula nuevamente este contenido con perfección magistral, valora
su esencialidad con ojo seguro, haciendo uso solamente de pocos
argumentos, simples pero decisivos. Con un mínimo de esfuerzo,
siguiendo la línea más directa posible con máxima elegancia, hace
justicia con una teona después de la otra” . Bohm-Bawerk apare­
ce como “un sabio”, “directo, sin adornos, reservado” . Los “idea­
les” de esta actitud científica eran característicos de todo el am­
biente intelectual que Bohm-Bawerk “vivía”. Al pintar la figura
del sabio Bohm-Bawerk, Schumpeter pinta este ambiente, tam­
bién con perfiles “estéticos” (la simplicidad, la comprensibilidad,
la ausencia de todo “atractivo” como expresión de máxima “ele­
gancia ). ^Pero la imagen global que deriva de ese cuadro sólo es
comprensible en relación con los desarrollos contemporáneos de
.NEOCLASICOS Y MACHISMO 31

]a epistemología macliiana. En realidad, la óptica global del dis­


curso de Bóhm-Bawerk en su polémica con el marxismo, que
hemos seguido hasta aquí, puede presentarse como una aplica­
ción rigurosa de los principios nrachianos; más aún, esa óptica
sólo es comprensible como un elemento —y elemento determi­
nante— de la crisis global de los fundamentos lógico-epistemo­
lógicos de la física clásica, o como un elemento positivo de la
refundación machiana de dichos fundamentos.
La propia indagación retrospectiva da aquí razón de ello. El
peso que en la formación de' la ideología neoclásica (y en su
significado, en su importancia histórica) desempeña la crítica
schopenhaueriana al sistema dialéctico es la condición del nexo
que sucesivamente se afianza entre análisis neoclásico y crítica
machiana.18 Aquel “ o rigen”, representado por la crítica schopen­
haueriana, era en efecto común. La relación entre desarrollo del
análisis neoclásico (sobre todo, como es obvio, en el am biente
austro-alemán) y la sustancia del pensamiento de Schopenhauer
es mediado enteramente a través de la relación orgánica entre
Schopenhauer y la crisis de los fundamentos de la formulación
clásica de la relación filosofía-ciencia, tal como aparece en la
crisis de los fundamentos epistemológicos de la física clásica. A
su vez, este entrelazamiento encuentra ulteriores razones en la
relación entre la metafísica schopenhaueriana y las corrientes ra­
dicales del empirismo inglés del siglo xvm. Estas corrientes y es­
tos temas se encuentran en la base del contexto ideológico-cien-
tífico en el cual maduran, en estrecha complementariedad, las
críticas de Mach a la física clásica newtoniana y las de Bóhm-
Bawerk a la economía clásica y al “marxismo” .
En la relación de Mach con el empirismo inglés, la mediación
efectuada de la lectura de Kant por parte de Schopenhauer —es
decir, de Schopenhauer — ha sido casi siempre ignorada. N o obs­
tante, sólo a través de Schopenhauer pudo el empirismo inglés
convertirse en instrumento de una contraposición eficaz al siste­
ma dialéctico. Limitarse al análisis directo de la relación Mach-
Hume o, la aún más significativa Mach-Berkeley, no perm ite lle­
gar más allá de una recuperación puntual de los m om entos de
convergencia entre empirismo y crítica machiana: Berkeley pre­
cursor” de Mach, etc. Lo que importa es, en cambio, el contex-

18 Sobre la relación Schopenhauer-neoclásicos, véase m i introducción a


E. Fink, op. cit.
32 E C O N O M IA N E O C L Á S IC A Y JVIACHISIN1C
t
to problemático, el sentido Histórico global de la "recuperación”
las mediaciones a través de las cuales ésta se produce.
Berkeley proporciona a la crítica machiana una serie de elemen|
tos fundamentales para la construcción de una epistemología ral
dicalmen te anti-metafísica.19 Todo término “esencial”, es decir]
carente de significado empírico, debe ser rechazado por la teorí^
física; la ciencia no tiene nada que hacer con la esencia de las!
cosas, la cual no puede proporcionar ninguna explicación causal;
no existe nada que esté “dentro” de los cuerpos físicos; las “le-
yes” de la naturaleza no son sino descripciones de regularidad
observables, que el formalismo matemático traduce en un lengua­
je que le permite, de la manera más “económica”, organizar y
prever. De aquí deriva la critica de los conceptos newtonianos
de espacio, tiempo y movimiento absolutos. Pero llegamos al pun­
to que nos interesa: la regla de no afirmar nada que no fuera em­
píricamente demostrable estaba en el centro de la propia teoría
newtoniana. Berkeley, y después Mach, no impugnan el conteni­
do de verdad de las proposiciones empíricas del sistema newtonía-
no. Newton describe correctamente, su descripción funciona. Lo
que no funciona en su sistema es el intento recurrente de expli­
car en términos meta-físicos, causales, esencialistas, “cualidades”
concretamente aparentes de los objetos físicos. No es impugnada
la verdad de hecho de Newton, sino los presupuestos y la misma
formulación epistemológica de su teoría.
Es ésta la crítica berkeleiana que Mach vuelve a adoptar sustan­
cialmente. Pero dicha crítica podría haber sido desarrollada jun­
to con la afirmación del sistema newtoniano. El hecho de que
Mach la haya retomado se produce en el contexto de una crisis
bastante más profunda. En el paso de uno a otro se inserta la
mediación schopenhaueriana. Kant había individualizado en toda
su amplitud el peso de las objeciones del empirismo radical del
sistema newtoniano, do cual iba más allá de la corrección o elimi­
nación de algunas partes de la teoría física de Newton; terminaba
impugnando radicalmente la posibilidad misma de una relación
de fundación entre búsqueda filosófica y ciencia descriptiva. Ante
este problema se rinde el Kant del Opus Postumum —y es pre­
cisamente a partir de esta capitulación de donde Schopenhauer
comienza: en él la concepción del noumenon se amplía hasta abar­
car la posibilidad misma del escjuema, del Übergang, en base al
cual el campo del apriori resultaría fundante para la propia cien-
]9^K. R. Popper, Nota su Berkeley quale precursore di M ach e Ein-
stein en Congetture e confutazioni, Bolonia, 1969 [hay edic. en esp.].
NEOCLÁSICOS Y MACI1ISMO 33
cia empírica de la naturaleza. En Schopenhauer, la ruptura de
ssta posibilidad esquemática se convierte en demostración de lo
insostenible del propio procedimiento dialéctico. N o existen du-
¿as, en efecto, de que la crítica de Schopenhauer a Hegel con­
siste, fundamentalmente, en demostrar el fracaso del sistema dia­
léctico para resolver el problema kantiano: la crisis entre filosofía
Y ciencia. A partir de dicha crisis, literalmente entendida, se de­
sarrollan los procesos que conducirán a Mach. Y a no se trata
por lo tanto, sólo de rechazar la visión mecanicista newtoniana,
sino de un problema epistemológico global: la crisis abarca los
fundamentos del pensamiento científico. Y aquí interviene nue­
vamente Schopenhauer; su teoría de la representación equivale
a] abandono radical de las formas apriori. N i espacio ni tiem­
po subsisten como formas apriori de intuición. T odo lo que se
puede decir es nuestra particular representación. L a física n o pue­
de conocer sino lo que se nos aparece en la representación, el
fenómeno. Esta concepción será denominada p o r M ach física
fenomenoiógica,20
Lo mismo que en Schopenhauer, el problema de la represen­
tación es aquí el problema de la subjetividad, de la relación en­
tre subjetividad y sistema. La llamada “reducción psicológica
realizada por Mach no tiene, como veremos, ningún carácter so-
iipsista. Se trata, en realidad, del problema schopenhaueriano de
ia representación que aquí reaparece firmemente anclado a una
teoría general de la sensación, sobre la cual se funda toda posi­
bilidad de comunicación intersubjetiva y, por consiguiente, el pro­
pio lenguaje científico. Las críticas de Berkeley a la “metafísica
newtoniana son retraducidas en los términos de esta teoría ge­
neral, la cual hace suya la liquidación schopenhaueriana de la
efectualidad científica del apriori, de las formas puras de la in­
tuición, y reelabora, en el ámbito de la teoría y fisiología de la
sensación, el concepto de representación. La imposibilidad afir­
mada por Berkeley de encontrar una explicación esencialista de
los fenómenos naturales se convierte, a través de K ant y Schopen­
hauer, en imposibilidad de deducir apriori los fundam entos del
pensamiento científico. Ya no se trata, entonces, simplemente
de la crítica del espacio-tiempo absoluto newtoniano, sino de la

20 E. Cassirer, Historia de la filosofía moderna, M éxico, f c e , 1948, vol.


iv, p. 151. A. Einstein, Física y realidad (1 9 3 6 ), tr. it. en Pensierí degfi
anni difficili, Turín, 1965, p. 51.
34 ECONOMÍA NEC ivIACHISlvu

crítica
-------- de las formas apriori
----------r kantianas de la --------------—
-------------------------------- intuición.* JL05 COl|
ceptos newtonianos eran “salvados” por las formas kantianas e|
su exigencia “de verdad”. Kant “adopta” por entero la crítici
del empirismo: Espacio y Tiempo no pueden ser entendid»
realiter, no se refieren a nuestra impresión sensorial sino más bie|
a “nuestra intuición interna de las configuraciones geométricas” .*f
No es la impresión sensorial la verdadera, sino nuestra “imagen!
de las configuraciones geométricas fundada en las intuiciones p é
ras de Espacio y de Tiempo. Ésta era también, según Kant, lj
tarea fundamental de la búsqueda epistemológica de los fu n d í
mentos de la ciencia natural trazada por Newton, tarea que |
empirismo no había comprendido. Espacio y Tiempo no erar
utilizados para reflejar realidades dadas, que pudieran descubrí!
se empíricamente junto con cualquier regularidad natural, sinf
que constituían aprioris del pensamiento científico y fundabanj
por ello, el discurso en tomo a toda posible regularidad natural
Así hasta Schopenhauer y la explosión de la crisis del esquema!
tismo, del Übergang en general. No por casualidad esta crisif
madura paralelamente al desarrollo de las primeras ideas sobr|
la posibilidad de construir geometrías no euclideanas. La evidenf
cia intuitiva que encerraba juntos constitución de las configura-j
dones geométricas y contenidos de verdad pierde todo caráctef
fundante. La relatividad, anticipada ya por los primeros crítico!
de Newton, del espacio, del tiempo y del movimiento, se funda?
sobre el terreno de la representación-sensación, no sobre el de 11
verdad intuitiva de la axiomática euclideana. Esta crisis de los?
fundamentos hace estallar en términos insolubles, ya en el Kant
del Opus Postumum, la contradicción entre “verdad” de los prin­
cipios apriori y “relatividad” de los conceptos que sobre aquéllos:
debían plasmarse. 1
Lo mismo que para Hertz, o antes aún para Kirchoff, la co?
rrespondencia entre estos conceptos y la "realidad es solamente}
funcional. No subsiste aquí ninguna relación necesaria, fundada}
apriori. Los conceptos son imágenes-representaciones, modelos so­
bre los cuales construimos formalmente una imagen de la reali;
dad física para poder prever los hechos. No es posible mantener}
la estructura de la analítica kantiana, rechazando en conjunto e|
carácter trascendental de las formas apriori de la intuición. Se}
produce aquí la crisis de los fundamentos. El carácter relaciona!
21 Para toda esta parte véase A. Gianquinto, Critica dell’epistemoloeiúi
Padua, 1971. ■
22 R . Cam ap, I fondamenti filosofici della física, Milán, 1971, p. 160.
NEOCLASICOS Y MACHISMO 35

de los términos de espacio y de tiempo no agota toda función


significado. En la experiencia se dan solamente posiciones re­
lativas, ‘'determinaciones de fenómenos por medio de otros fenó­
menos”. No podremos estar ya en condiciones de medir las m u­
taciones de las cosas con respecto a un “tiempo absoluto” . De
PSte modo, también el movimiento sólo puede ser definido en
relación con cuerpos físicos. Espacio, tiempo y m ovim iento son
representables solamente mediante ecuaciones que logren expresar
“cada fenómeno en función de otros fenómenos” .23 Sólo es po­
sible determinar empíricamente la' “verdad” de las configuracio­
nes que así se construyen. Según Poincaré, que concluía este
debate “a las puertas” de la teoría einsteiniana, “el problem a de
ía estructura geométrica del espacio se convierte en un problem a
empírico a resolver mediante observaciones” :24 tam bién descrip­
ciones diferentes pueden referirse a la misma totalidad d e los
hechos, y ser adoptadas con propósitos de economicidad, sin que
tengan que ser deducidas en absoluto de diversos fundam entos
apriori.
Pero estos desarrollos no bastarían, en sí mismos, para repre­
sentar la complejidad de la crisis. La crítica del mecanicismo
newtoniano postulaba necesariamente un cuadro distinto de re­
ferencia, una sistematización epistemológica diferente. Si dismi­
nuían los contenidos absolutos de verdad de la intuición, si la
configuración geométrica del sistema espacio-temporal tendía a
resolverse en una pura lógica de relaciones por un lado, y en
una cuestión de orden empírico por otro, con mayor razón este
“modelo” convencional-funcional requería que se lo fundara en
base a las operaciones subjetivas de la sensación-representación.
También a este respecto Kant había advertido la problematici-
dad de la física newtoniana, yendo así bastante más allá d e una
simple fundación de la axiomática euclideana. Había, en reali­
dad,, “salvado” la “verdad” del sistema espacio-temporal e n la
subjetividad, es decir, había procurado “salvar” su “objetividad”
en las funciones trascendentales de la subjetividad.
Es aquí donde Mach realiza la reversión fundam ental de la
epistemología clásica, “suministrada” por Kant. E n M ach ya no
hay sujeto ordenador que “salva” ios fenómenos intuyéndolos se­
gún formas necesarias. Kant deducía la formulación global de la
física newtoniana colocando la subjetividad como sede de la ob­
jetividad. Mach intenta abolir no sólo los momentos metafísicos
23 E. Mach, citado en E. Cassirer, op. cit., p. 151.
24 R. Carnap, op. cit., p. 200.
ECONOMIA NEOCLASICA Y MACHIS MO

particulares de ia teoría clásica, sino también esta fundación kan-!


tiana de la experiencia física en el aparato trascendental de la*
intuición subjetiva. La subjetividad funda el nuevo sistema de re-=
ferencia en cuanto que sede de la sensación-representación. Perol
esta caída de su función trascendental-ordenadora constituía pre-!
cisamente la piedra angular de la gnoseología de Schopenhauer,;
quien sobre esta base había construido todo su sistema filosófico/
Desde la ética efectual, a lo largo de todo el “camino interior” de*
la voluntad, hasta el poder abstracto-formal de la total Entsagungf
liberado de toda intuición contingente, tanto más completo en síf
El objetivo de los neoclásicos de definir la Economía como cien-!
cia sería impensable en un contexto histórico-cultural diferente. Laí
crítica de Bóhm-Bawerk al carácter metafísico de la economía clá-j
sica equivale a la crítica machiana al mecanicismo. El mismo*
ideal de “ciencia positiva” domina ambos sistemas. Según Bohm-j
Bawerk, la ley del valor desempeña en el campo del análisis eco­
nómico la misma función que las hipótesis de espacio-tiempo-,
absoluto desempeñan, según Maeh, en la risica newtoniana. Con­
cebida como apriori, la ley del valor carece de todo esquema en,
condiciones de demostrar su efectualidad en el terreno concreto
de las relaciones de mercado. El apriori no está en condicio
nes de “salvar” los fenómenos. Es real solamente aquello que,
aparece: estas relaciones de mercado. Su explicación, tanto en!
términos causales ingenuos como en términos trascendentales, es*
metafísica. Podemos analizarlos sólo funcionalmente, es decir, d e ­
terminar la dependencia recíproca de las diversas fuerzas y de los:
diversos movimientos en ellos, y de qué manera a partir de este en­
trelazamiento se establece un sistema de interdependencias. Todo'
fenómeno es determinable sólo en relación con otro, y no con!
una forma pura de la intuición, es decir, con una ley apriori del
mecanismo económico concreto, “oculta” por este último, que¡
“está adentro”, etc. En el sistema económico clásico las hypo-
thesis originarias asumían claramente esta función trascendental.!
Con ello se delineaba también un campo específico de la subje­
tividad, la cual entraba como elemento determinante de un sis­
tema orgánicamente deducido sobre una base de necesidad y ver­
dad. El sujeto no era concebible sino en el interior de este sis­
tema global. ¡
Esta conclusión se vuelve claramente imposible una vez des-’
truida la función del apriori, de la intuición trascendental y de:
la explicación causal. El sujeto es sensación-representación den­
tro de un sistema de interdependencias, sólo funcionalmente des-i
KEÜCLÁSICu S T I\IAc±aiSMU >¡
criptible. No tiene ya ningún papel de “intuición com-prehensi-
va” de los fenómenos. Ni tiene ya, por consiguiente, ningún
sentido hablar de un sistema cuyas leyes universales y necesarias
subsuman la subjetividad, o mejor, que deduzcan su necesidad
quitándole todo aspecto individual-contingente. Este aspecto es
el único empíricamente demostrable, es un com portam iento pre­
ciso, definible solamente en relación con todas las otras variables.
Y el sistema de estas variables no será ya un todo definido y
claramente deducido. El sujeto como sensación-representación-
comportamiento individual —que puede fundar las propias elec­
ciones sobre la base de un “modelo” no fundado apriori, no ga­
rantizado trascendentalmente, de las interdependencias del sistema
relativo a él—, todo ello no es más que el esquema de la relación
neoclásica entre demanda individual y relaciones globales de mer­
cado. En este esquema se encamaba la crisis aseverada por Scho-
penhauer entre subjetividad y sistema, la inefectualidad de la sín­
tesis dialéctica para resolverla.
Habíamos visto a propósito del análisis neoclásico los límites y
contradicciones de esta crítica. Ahora debemos plantear el pro­
blema en un plano epistemológico más general. D e la misma
manera en que los neoclásicos conservan el cuadro institucional
de la teoría clásica y en términos tales de reafirmar con mayor
fuerza aún su “naturalidad”, Mach no intenta de ningún modo
impugnar los resultados empíricos de la teoría newtoniana. Así
como los neoclásicos tratan de realizar una nueva deducción del
sistema de competencia de mercado, liquidando las hipothesis de
los “sistemas generales” clásicos, así también M ach refunda la
mecánica newtoniana en base a los presupuestos descriptivo-ana-
líticos de su teoría, fundación radicalmente anti-metafísica y “eco­
nómica” .25 El verdadero objetivo polémico es aquí la deducción
metafísico-filosófica de la mecánica newtoniana, no su “verdad de
'hecho” y ni siquiera sus presupuestos epistemológicos intrínsecos,
a pesar de las contradicciones en que éstos incurren. Y por esta
ubicación histórica, precisamente, es que Mach no podía ser co­
locado junto a las críticas del empirismo.
Esta formulación implicaba, para los neoclásicos, la imposibili­
dad de concebir el proceso de transformación de otro modo que
como mecanismo cíclico y el consiguiente recaer en una imagen
absoluta de las relaciones de mercado. Aparecía, así, corno autén­
tico objetivo del análisis económico, la descripción de relaciones
25 Véase los pasajes importantes de esta “refundación” tam bién en L a tnec-
canica nel suo sviluppo storíco-critico, Turín, 1968, pp. 240, 264, 4 7 0 y ss.
38 ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACKISI'.IQ

de equilibrio, o de una normal tendencia al equilibrio por par-*


te de los elementos del sistema, que exorcizaba como temporario
o aparente el surgimiento de momentos de crisis, de metamorfo-\
sis. El sujeto era “sistematizado” en ese contexto, como variable*
ínter pares: su acción, o su comportamiento, no alteraban en modo,
alguno la estructura. En Mach la relación con la física clásica!
se colocaba en un contexto evolutivo-progresivo, de constante “p u ­
rificación” de la teoría a partir de sus elementos metafísicos ori-i
ginarios. Dicha continuidad era sólidamente garantizada por la[
doctrina del significado, que la crítica del apriori no había de.
ninguna manera involucrado. Liquidada toda hypothesis, subsis-!
tía una correspondencia absolutamente cierta entre proposición^
científica y objeto físico. La relatividad de las determinaciones^
espacio-temporales y de movimiento no es en efecto relativismo-!
escepticismo gnoseológico. Los hechos corresponden a nuestras imá-‘
genes, a las formas de la representación de un modo absoluta-*
mente cierto. Esta certeza no es deducible apriori, no es necesaria,
—esta correspondencia es solamente funcional—; no obstante exis­
te indudablemente, y en el plano íntersubjetivo. Ahora bien, elf
fin objetivo de la teoría clásica es precisamente la determinación*^
de dicha correspondencia. Dicho fin es alcanzado finalmente a’
través de la crítica positiva de las implicaciones-explicaciones to­
davía metafísicas contenidas en ella. El terreno problemático se*
concibe como común, y la crítica machiana aparece entonces como
respuesta global a las contradicciones y aporías que en este terre­
no limitaban los fundamentos de la física clásica.
N o es de manera diferente como Bóhm-Bawerk considera la
plena coherencia entre formas del análisis económico, concebido
como modelo-imagen positivo, y realidad de mercado. La relación
vale solamente en la medida en que demuestra plena coherencia,
correspondencia perfecta entre los dos términos. Las formas del
análisis deben “superponerse” perfectamente a la estructura fac­
tual de la realidad. Esto es interpretado también como el pro­
blema que los clásicos se habían planteado y habían tratado en
vano de resolver. Existe por tanto completa continuidad con;
este problema y con este objetivo: la diferencia reside en la mu-;
tación de la estructura epistemológica, gracias a la cual este objeti-j
vo es finalmente satisfecho. En efecto, la formulación evolutivo-!
progresiva de derivación positivista y la doctrina del significado!
constituyen verdaderos “apriori ocultos” del análisis positivo. Laj
reducción al dato, la correspondencia análisis-dato, no podría ser*
fundada de otra manera. Equilibrio , conciliación plena entre los:
NEOCLÁSICOS Y M A u BISMO i'
dos términos, sólo podrá darse cuando nada en el análisis resulte
hipotético-conjetural.26 La refundación neoclásica d é la "económi­
ca” y la refundación macbiana de la mecánica de N ew ton tien­
den a la síntesis plena, al perfecto equilibrio entre formas del
análisis y dato. La imposibilidad neoclásica de form ular correcta­
mente el problema de la transformación, de la metamorfosis “ins­
titucional”, es en Mach la imposibilidad de com prender en su
crítica los momentos fundamentales de contradicción en el desa­
rrollo de la ciencia. El sistema de equilibrio que, al final, des­
pués de la descripción de ciclos simples, presentan los neoclási­
cos, equivale en Mach a la definición de una ciencia normal
como objetivo-fin de la crisis abierta. Existe, lo mism o que en
Bohm-Bawerk, el reconocimiento de esta crisis, pero debe ser
superada, y superada en la dirección de una plena coherencia en­
tre análisis y dato, de una plena liquidación de los elementos hi-
potético-metafísicos todavía presentes, es decir, en la dirección de
un nuevo equilibrio, de una nueva Norma. D e esta m anera la
crisis se reduce, al final, a un “ciclo normal” : las dem andas no
son más reformuladas, el contexto global del análisis no cambia.
Era entonces por razones teórico-epistemológicas de fondo que,
por una parte, los neoclásicos debían fracasar ante los hechos re­
volucionarios del desarrollo capitalista, y el machismo an te la
puesta en evidencia radical, con la teoría de la relatividad, del
sdto cumplido con respecto a la mecánica newtoniana. Así como
en el sistema de Bohm-Bawerk no hay lugar para una teoría de
la innovación y del nexo entre desarrollo y crisis, así M ach no
podía estar en condiciones de comprender el significado de la teo­
ría de la relatividad, aun cuando parezca que ésta desciende de
26 De aquí la estrecha relación que existe entre m achism o y los prim eros
desarrollos, todavía “vieneses” del W iener Kreis. Véase la crítica de Popper,
op. cit., y la de Kuhn, La-estructura de las revoluciones científicas [tr. esp.,
México, f c e , 1979]. Sin embargo, aparecen determ inantes, a este propósito,
las críticas de Heisenberg a los límites dogmático-metafísicos del m achism o,
que provienen precisamente de la asunción no “ crítica” de las relaciones de
sensación y significado. En el machismo, según H eisenberg, el “realismo
dogmático” de la “cosa” es sustituido por el dogm atism o de la sensación
“elemental” . Más en general aún, los límites del positivismo m oderno o
neopositivismo consisten en el uso dogmático que éste hace de la teoría del
significado, en base a la cual una proposición sería “significante” sólo cu an ­
do pertenece a un sistema cerrado de axiomas y conceptos. E sto no perm ite
al positivismo “logicizar” las fundones conjeturales-probabDistas específicas
de la física moderna: “la insistenria sobre el postulado de la com pleta cla­
rificación lógica haría imposible la ciencia (W . H eisenberg, Física e filoso-
fia, Milán, 1966, p. 104).
40 ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMC

él “naturalmente”.27 También aquí, lo mismo que en la relación


Berkeley-Mach, lo que importa no es tanto los elementos particu-t
lares comunes sino la fonnulación epistemológica general, el sig|
nificado y la ubicación histórica de las teorías. El desarrollo dej
la ciencia se dispone en Mach teleológicamente, hacia la corres^
pondencia plena análisis-dato, del mismo modo que en los neo-;
clásicos las fuerzas de mercado en las confrontaciones del proble­
ma de la “síntesis” entre demanda y oferta. Ambos carecen de^
problema de la relación sistema-crisis: la crisis no entra en la de-j
finición de sistema científico, cuyo “ideal” permanece fijado a unj
esquema de equilibrio y de síntesis, si bien traducido en lenguaje',
positivo, deducido positivamente. En el sistema, la crisis resulta:
todavía interpretable solamente como movimiento-desviación ha-S
cia dicho fin. El sistema, a su vez, se articula todavía en un*
complejo de ecuaciones simples, en “modelos que pueden reflejar;
perfectamente el mundo físico, aunque sea en términos funciona-'*
les, según los dictados de la máxima economicidad, fuera de toda!
“idea” de correspondencia sustancial mentís et reí. La teoría de:
la sensación-representación no modifica dicho contexto. La rela­
ción observación-fenómeno es estática, así como lo son en Bóhnri
Bawerk, la acción subjetiva y la dinámica de la demanda en las*
confrontaciones del ordenamiento institucional dado del mercado.
La “reducción lógica” del capitalismo a este ordenamiento del»
mercado por parte de Bohm-Bawerk es históricamente inescindi-,
ble de la “reducción” del desarrollo de la ciencia a la crítica de los
fundamentos epistemológicos del mecanicismo por parte de Mach.
La correspondencia factual machiana análisis-dato, fundada so-,
bre la deducción perfectamente empírico-positiva de la mecánica!
newtoniana, no tiene vigencia ante los problemas científicos y|
epistemológicos que plantea la teoría de la relatividad. En su!
nota necrológica de Mach, Einsteín subrayará casi exclusivamen­
te el aspecto crítico-negativo de la teoría machiana, especialmente;
la liquidación de los “presupuestos lógicamente necesarios” del!
apriori. Pero que de esta formulación crítica pudiera deducirse;
ipso jacto la utilización de los conceptos machianos que hace la;
teoría de la relatividad, Einstein no dice nada, y nada puede de-;
cir. La gran diferencia no consiste aquí solamente en el hecho;
de que la teoría de la relatividad demuestra la no-verdad positivo-i
empírica absoluta del mecanicismo newtoniano, sino también en:
27 Cf. H. Reichenbach, “Lo stato attuale della discussione intom o ali
teoría della relatívitá” (1921), en L ’analisi filosófica della conoscertza scien-l
tífica, Padua, 1968.
Al
NEOCLASICOS y M A uniSM O

lo propia estructura epistemológica de las dos teorías. La reduc­


ción machiana de la relación sujeto-objeto a la correspondencia
entre pura observación y puro fenómeno deja de tener validez ya
en Einstem. La crítica de Mach al esencialismo new tom ano (se­
ría más correcto decir: a la interpretación esencialista de Newton)
es relativa por cierto al sujeto observante, a su sensación y re­
presentación, pero sensación-representación-observación son verda­
deras únicamente en la medida en que corresponden al dato, en
que lo significan exhaustivamente. A partir de esta formulación
se puede comprender por qué Mach estaba tan influido por e
pensamiento de Berkeley e ignoraba o alteraba com pletamente
las contribuciones críticas más radicales que los contemporáneos
dirigían al mecanicismo newtoniano —en primer lugar Leibniz;.
No por casualidad en el debate lógico-epistemológico entre los
dos siglos es Leibniz y menos Berkeley o Hume, el que aparee^
preponderantementeA' El carácter crítico-problemático de la rela­
ción “de significado”, las consecuencias de la form ulación funcio-
nalista de la ciencia de la naturaleza en el terreno lógico, m aten­
ción a los momentos de ruptura y de crisis en el desarrollo del
pensamiento científico, son todos elementos típicam ente leibni-
zianos. A pesar de esto, Mach repetía a propósito de ^eibniz las
frases de la tradición iluminista-volteriana.
Por otra parte, el hecho de que el mismo Einstem no pudiera
desarrollar en términos radicales la crítica de la ^epistemología
machiana y, en cambio, tendiese siempre a una “recuperación
de Mach, es algo que dependía de motivos intrínsecos a su teo­
ría. La crítica machiana del concepto de fuerza desempeña un
papel fundamental en la teoría de la relatividad: ningún con­
cepto de fuerza participa de la explicación relativista de los^ mo­
vimientos de los cuerpos en los campos gravita dónales. M as en
general, la adopción “originaria” por parte de Einstein de las geo­
metrías no euclideanas más complejas sólo es comprensible en
el ámbito de la crítica epistemológica machiana; esa elección es­
taba dictada por la simplicidad global del sistema total de la fí­
sica, por la enorme simplificación de las leyes físicas que aquellas
geometrías permitían.80 / tt 1
Pero, junto con Mach, también Einstein seguía siendo fiel al28930
28 Cf. H. Reichenbach, “La teoría del m oto nella concezione di N ew ton,
Leibniz, Huvghens” , en op. cit. _ ,
2 9 Nos referimos a los trabajos sobre Leibniz de Russell (1 9 0 0 ), C o u tu rat

(1901), Cassirer (1 9 0 2 ).
30 R. Camap, op. cit., pp. 204-208.
42 ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y AIACHISIvIO

más estrecho concepto de realidad de la física clásica”. Asimismo,


el “lenguaje” científico de la ciencia debía siempre entenderse
como exhaustivo de sus “significados” naturales. “Una descrip­
ción de la naturaleza que admita hechos particulares no deter­
minados por leyes” 31 debía parecerle incompleta a Mach, lo mis­
mo que a Einstein. Ya a comienzos del siglo, autores como
Duhern y Poincaré habían demostrado de qué manera la deduc­
ción machiana del mecanicismo de Newton sobre bases puramen­
te empíricas, estaba viciada ah origine por el presupuesto verda­
deramente metafísico de que el juicio concerniente a los hechos
y su estructura empírica estaba en una especie de relación “picto­
gráfica”, y que, en consecuencia, el significado de nuestros análisis
era separable de cada elemento de interpretación y completamen­
te reductible a pura observación. La “resistencia” einsteniana a
la física cuántica hace aparecer muchos de estos motivos, profun­
damente enraizados también en las tendencias más revoluciona­
rias de la investigación del siglo x e x . Esas tendencias habían por
cierto reconocido “que ninguna observación es nunca complcia7
mente precisa: siempre hay en ella un elemento de incerteza” ,32
pero también habían supuesto siempre la posibilidad de un “au­
mento” infinito de la “precisión”, de la superación “progresiva”
de cada elemento casual del sistema. Las leyes fundamentales
debían , al final, resultar siempre deterministas. El hecho de que
este programa adoptase un aspecto utópico,33 o, mejor dicho,
teleológico, confirmaba su sustancia epistemológica de fondo: el
concepto de realidad como procedente de la perfecta síntesis su­
jeto-objeto obtenida reduciendo el primer término a la dimensión
“pura” de la observación. Con su temor de que el carácter ob­
jetivo de la descripción de la naturaleza se perdiera en el con­
cepto de “real” propio de la física cuántica, Einstein se revelaba
también como heredero de esta gran tradición utópico-progresista
de la ciencia del siglo xix, y sobre todo allí donde, inclusive re­
conociendo su incapacidad para demostrar “la posibilidad de una
teoría pura de los campos que reproduzca también la estructura
atómica de la materia”, seguía siendo “fiel a la opinión de que

31 W . Pauli, A Einstein (1955-1958), tr. it., en Física e conoscenza, Tu-


rín, 1964, p. 92. Sobre la '‘continuidad” entre física clásica y Einstein in­
siste tam bién Niels Bohr, I quanti e la vita, Turín, 1965, p. 101.
32 R . C am ap, ob. cit., p. 547.
33 Ibid., pp. 348-349.
NEOCLASICOS Y IvI ÁCIUSIvl O

no ha sido demostrado ni siquiera lo contrario: la imposibilidad


de dicha teoría”.34
Es cierto que la crítica de la epistemología machiana no pos­
tulaba un retorno al aprioii, a lo trascendental. Lo que se estaba
poniendo en evidencia con ayuda de dicha crítica era la existencia
de elementos de organización dentro de la estructura misma de
la observación: elementos de estructura, de forma, que constitu­
yen el acto de observación y no, por lo tanto, un apriori de él.
De aquí se deriva que el sujeto observador no “corresponde” li­
nealmente al dato de hecho, y que la “verdad” no puede ser en­
tendida como simple producto de esta correspondencia. El sujeto
observador interviene en la organización del sistema físico. Este
último es relativo al sujeto, no ya solamente como una cosa per­
cibida y directamente relativa al acto del percibir —según la sín­
tesis inmediata esse-percipi— sino en la medida en que el sujeto
determina el sistema a través de formas de organización-interpre­
tación intrínsecas a la propia observación. De aquí deriva un
sistema físico que transforma realmente ai sistema newcomano v
no puede limitarse a refundarlo.
Desde este punto de vista, la indeterminación no aparece ya
como una característica secundaria del sistema, progresivamente
reductible a través de mediciones cada vez más exactas y del des­
cubrimiento de microleyes cada vez más próximas a un cuadro
de conjunto de tipo determinista. Si superamos la idealización de
la relación sujeto-objeto (el sujeto separable por principio de las
características físicas de lo observado), y pensamos “en un obser­
vador que a través de sus acciones indeterminables produce una
nueva situación, que debe ser descrita teóricamente com o un
nuevo estado del sistema observado”,3435 la indeterminación se con­
vierte en un principio de la nueva teoría, entra a formar parte
de sus leyes fundamentales, la posibilidad de superarla es formal-
mente-lógicamente negada.36 La estructura lógica misma de las
leyes físicas es de esta manera radicalmente diferente de la new-
toniana, y también de la probabilístico-estadística form ulada en
el siglo pasado y “generalizada” , por decirlo así, en la epistemo­
logía “antimetafísica” machiana.
La teoría cuántica expresa claramente esta metamorfosis. Para
34 W . Pauli, op. cii., p. 93.
36 W . Pauli, “La materia”, en op. rít., p. 19.
36 Cf. H . Reichenbach, I fondamenti filosofía delta meceanica quantis-
tica, T uiín, 1934, y los ensayos reunidos en W . Heiseriberg, Física e filo­
sofía, cit.
44 ECONOMIA NEOCLASICA Y AIACiriiSMQ

comprender el significado de su concepto básico (el de “comple¿


mentariedad” ) “es necesario imaginar objetos que se ponen e¿
movimiento apenas son observados con un dispositivo destinadei
a determinar su posición” .37 Para poder observar un átomo “que!
viaja”, debe haber un sujeto que decide cumplir el experimento;
Pero este sujeto, esta “decisión”, interviene en la magnitud con-s
siderada. Una trayectoria en sí, un movimiento en sí del átomd
—pero también su movimiento en relación solamente con otros
objetos físicos— no podrá jamás ser observado. No puedo trazar;
una “ley” de movimiento relativa únicamente al campo de lo
“observado”. Yo veo la interacción sujeto-objeto: los procesoi
descriptivos “limitan” la cosa descrita: “si la teoría de los cuanta:
es justa, el acto de observación último y elemental debe ser la
recepción y percepción de un fotón único, es decir, un proceso
no compartible por dos observadores” .3839
La superación de la “idealización” clásica de la relación sujetos
objeto y la síntesis completamente nueva con aquellas hasta aquí
intentadas, tanto en el ámbito kantiano (a través de la doctrina
del esquematismo trascendental) como el machiano (a través de
la doctrina del significado), no implica por cierto un volatilizarse
de la “realidad” del nuevo complejo observador-observado. Esta
realidad es perfectamente descriptible, pero solamente en térmi­
nos probabilísticos y estadísticos. “En el caso general del estado
cuantomecáníco de una partícula material, no es posible prever
con certeza ni su posición ni su impulso, y en consecuencia el
estado puede ser descrito únicamente con informaciones estadís­
ticas sobre las distribuciones de valor de los resultados de posibles
mediciones de la posición o del impulso en dicho estado. Éstos
son resumidos simbólica y formalmente en una función de onda”,
que describe las propiedades de los objetos físicos del sistema y
su posición en el espacio-tiempo en términos probabilísticos, ne­
cesariamente “indeterminados” .38
37 VV. Pauli. op. cit., p. 17; cf. N . Bohr, op. cit., pp. 101-105.
38 P. W . Bridgman, c it en V. Somenzi, Introducción a P. W . Bridgman,
L a lógica della física moderna, Turín, 1965. Cf. también M . Bom, “I limiti
della rappreseníazione física del mondo”, en II potere della física, Turín,
1962, pp. 95-95.
39 W . Pauli, “ Spazio, tempo e causalitá nella física moderna” (1934),
en op. cit., p. 80. N o se ve de qué manera este concepto de “indetermina­
ción” podría contradecir el análisis desarrollado por Cassirer en Determinis-
mo e indeterminismo en la física moderna (1 9 3 7 ). Es evidente que la críti­
ca del determinismo clásico se entrelaza con la de la noción de "objeto”
físico. L o que Cassirer no tiene en cuenta son las consecuencias gnoseoló-
NEOCLASICOS Y MACHISIMO 45

Si el principio de indeterminación afirma la imposibilidad de


medir simultáneamente y de manera exacta posición de un lado
e impulso del otro; si la noción de complementariedad simboli­
za, como afirma Bohr, “una limitación fundam ental [ . . . ] de la
existencia objetiva e independiente de los fenómenos físicos con
respecto a los instrumentos empleados”,40 una vez determina­
dos los límites del experimento, adoptado cierto procedimiento
experimental, los resultados de la investigación describen situa­
ciones reales, la descripción es también siempre objetiva. Bohr,
Heisenberg, Pauli insisten al unísono en el hecho de que, lejos
de liquidar lo “real”, la física cuántica en sus leyes estadísticas
produce resultados controlables y describe acontecimientos repro­
ductibles. Esto es totalmente válido en las confrontaciones de la
crítica de procedencia, por así decirlo, “machiana” con los fun­
damentos epistemológicos de la física cuántica. P ero dicha res­
puesta dejaba necesariamente en sombras problemas implícitos
a estos mismos fundamentos. El concepto de “sujeto” , entretan­
to, tal como es explicado en la teoría cuántica, si bien representa
la liquidación de toda su configuración ideal-trascendental, es
también asumido siempre “reductivamente” (y la operación no
es “criticada” ) en su dimensión “instrumental” : el sujeto es, en
el fondo, las condiciones técnico-operativas globales en las que
tiene lugar el experimento. De manera opuesta y com plem enta­
ria existe la tendencia a “idealizar” la función de onda como
descripción total del sistema. No se alude aquí por casualidad
a estos elementos problemáticos que emergerán en el desarrollo
de la física cuántica.41 Si en la física atómica, como dice Bohr, “ no
se trata de modificaciones de las teorías mecánicas y electrodiná­
micas, explicables en base a los conceptos físicos comunes, sino

gicas más radicales de la física cuántica: en particular la noción d e salto


cuántico (de una constitutiva discontinuidad del controlar-conocer) y de los
límites implícitos en todo formalismo que ella implica.
40 Cit. en W . Pauli, N . Bohr (1 9 4 5 ), en op. cit., p. 44.
41 P. W . Bridgman en The V c y Things Are, Cam bridge (M ass.) 1959,
sobre todo en el cap. 5, “Algunos aspectos de las ciencias físicas” , h a anali­
zado algunos de los más importantes residuos “dogmáticos” de la física
cuántica: la idea de “ mundo microscópico” en sí; la ausencia d e un análisis
detallado sobre el instrumento último constituido por “nosotros mismos” ; la
tendencia a “ generalizar” los resultados y las nociones de la investigación
‘‘natural” y a olvidar la conexión del conocer y del sistema d e m edida con
el sistema nervioso del sujeto. Para una amplia discusión del tem a tratado
en este parágrafo, véase E. Bellone, I modelli e la concezione del mondo nella
física moderna da Laplace a Bohr, M ilán, 1973.
jc.CONQM i á In£/OCLá SIu á x jyiACHISMO í

ele una imposibilidad radical de usar los modelos espacio-tempo-j


rales con los cuales se procuraba hasta ahora describir la natural
leza”,42 entonces la situación histórica global de la teoría cuántica'
puede ser correctamente descriptiva solamente como situación de
crisis, de rediscusión no sólo de los parámetros epistemológicos;
precedentes, sino de la relación misma entre investigación expe-;
rimental, teoría física y epistemología. La gran “tensión” sinté­
tica de los conceptos clave de la física cuántica atestigua para sf
misma este elemento fundamental: determinados conceptos cuán­
ticos tienden a resolver en sí el problema epistemológico, a “en­
carnarlo” en la estructura misma de la formulación de las leyes!
físicas. No es solamente la “reducción” del sistema a un número!
“económico” de ecuaciones, a su “modelo” fundado sobre la ob­
servación por parte de un sujeto exterior, lo que aquí desaparece,
sino que aquí entran en crisis también los fundamentos de una;
consideración epistemológica formalmente “externa” con respecto
a los contenidos específicos de las leyes físicas. Y precisamente
en la medida en que la “tensión” sintético-epistemológica que
éstas expresan es máxima.

3. PARA XJNA LECTURA DEL “ EMPIRIOCRITICISMO” DE LENIN

La transformación como ciclo, el fin de la búsqueda científica


como “ciencia normal” fundada sobre la relación de significado,
el “ideal” de la reducción del sistema a un orden fijo de ecuacio­
nes que refleje un contenido empírico preciso: todo esto se
hundía en los mismos años también en el terreno del análisis
económico. E n otro lugar hemos tratado de leer complementa­
riamente, según esta clav eras contribuciones críticas de Weber
y Schum peter43 El momento de la ruptura en el equilibrio de
mercado y el carácter determinante de dicha crisis a los fines de la
continuidad misma del proceso de desarrollo, es, en efecto, el
problema de Schumpeter. En torno a esto se articula toda su po­
sición respecto del marginalismo y su renovada atención hacia
la teoría marxiana. Pero en el análisis concreto de las fuerzas
que determinan la crisis y en la definición del nuevo sistema que
se determina precisamente a partir de la intervención de tales

42 N . Bohr, cit. en E. Cassirer, op. cit., p. 185.


43 E n Ristrutturazione e analisi di classe, Padua, 1973, cap. 1.
lectura d e l “ e m p i r i o c r i t i c i s m o ” d e LEN1N 47

fuerzas, Schumpeter sigue estando todavía profundam ente influi­


do por concesiones histórico-lrantianas. La investigación científica
que se aplica a través de la iniciativa empresarial determ inando
el proceso innovativo, no está explicada aún en los términos de
un sistema complejo en el cual el acto empresarial resulte obje­
tivo, del mismo modo que el análisis científico y el proceso “apli­
cativo”. Schumpeter razona todavía según el m odelo de for­
mas subjetivas que modifican el sistema “desde el exterior” . El
acto empresarial representa el “esquema trascendental” a través
del cual aquéllas se aplican, en cuanto dicho acto “tiene” tan­
to del lado de la “subjetividad” como del lado del ciclo económi­
co material. El proceso de Anwendung es el esquem a que recorre
el trayecto entre la forma todavía “autónom a” de la observación-
representación científica y los procesos de transformación-desarro­
llo. Estos límites epistemológicos explican por q u é Schumpeter
continuó intentando una síntesis imposible entre el análisis neo­
clásico de equilibrio y las consecuencias dinámicas implícitas en
su piopio esquema, y en el análisis de Marx que tam bién había
realizado. De manera todavía más precisa, W e b e r “neutraliza­
ba” la intervención subjetiva en el ám bito de u n a aceptación
sustancial de la doctrina dél significado. D e la correspondencia
postulada por ésta, W eber hacía un imperativo categórico para
el análisis científico —y en consecuencia del equilibrio, de la
“ciencia normal” de Mach y de los neoclásicos, u n ideal de la in­
vestigación. Pero en Weber, más aún que en Schum peter, ese
resultado metodológico estaba en desesperado contraste con las
consecuencias del análisis concreto, con la conciencia histórica
de la crisis cultural-política y las tentativas de “ilum inarla” . En
otras palabras, el análisis concreto implicaba ya el com pleto“des-
encantamiento” de la forma apriori. Ésta se retraía cada vez más
a mera “idealidad”; lo cual implicaba la ruina d e la "estructura
trascendental en su conjunto. El problema del Ü bergang — es de­
cir, de la aplicación de formas cognoseitivo-prácticas apriori— sólo
es pensable dentro de una concepción del apriori com o contenido
de intuiciones reales. Si esto era cierto en el campo de la teoría de
la relatividad, con mayor razón lo es si pasamos al análisis de la
física cuántica. No sólo termina aquí roda certeza apodíctica aprio­
ri predicante de una dimensión espacio-temporal, n o sólo el espacio
físico se convierte en construcción teórica a la cual no correspon­
de ningún acto intuitivo, sino que la relación que la teoría tras­
cendental, de cualquier manera que sea reformulada, postula
entre observación “ordenadora” y fenómeno para la formación
EC£>inOI\í Íá N í^OCLASICá Y IvIÁCHiSAlQ

de la experiencia, no puede regir más allá. También los materia­


les que W eber y Schumpeter llevaban al análisis teórico no po­
dían tener un resultado distinto. El derrumbe lristórico-teórico
de las doctrinas neoclásicas sobre el equilibrio de mercado, en la
medida en que planteaba inevitablemente la cuestión de la crisisí
y en consecuencia de las fuerzas que la determinan, transforman­
do estructuralmente el contexto económico-institucional, ilumi­
naba un ordenamiento distinto del sistema en su conjunto, del
cual el elemento subjetivo era propiedad. Pero las consecuencias
analíticas de esta formulación serán recogidas mucho más tarde.
Y también para la problemática weberiana, donde ios procesos
se desarrollan concretamente a través de contradicciones y con­
flictos, pero su relación con el nivel tipológico del sistema per­
manece sin resolver, y esto no permite aún la lectura (y mistifi­
cación) “apriorística” .
El sentido de la operación de Marx sobre la economía clásica
no es ni siquiera entrevisto por los protagonistas de los desarro­
llos teóricos del movimiento obrero europeo durante este debate,
que tendía a revolucionar los fundamentos tanto de la “económi­
ca” como de la metodología científica en general. La relación de
Marx con los clásicos era reducida a “recuperación” de ciertos
aspectos, a “corrección” de otros, a “superación” de otros más.
Los diversos fundamentos del enfoque de Marx de los problemas
de la economía capitalista no eran considerados factores intrín­
secos de la disposición y la estructura de su análisis, sino como
productos de una “elección ética” diferente. Éste aspecto podía
del mismo modo ser exaltado como crítica a la “apología” neo­
clásica de la división del trabajo, de la división teoría-praxis, etc.
Una lectura casi schilleriana de Kant se convertía en fundamento
de la formulación crítica del “marxismo”. Crítica de la economía
política era posible cuando se partía de la totalidad del individuo
•y'el fin era representado por la realización de formas ético-polí­
ticas universales.
La misma crítica de Hilferding a Bóhm-Bawerk estaba impreg­
nada de elementos de este tipo. No por casualidad esa crítica
aparece en el primer número de los Marx-Studien junto al ensayo
de Max Adler, Kausalitat und Teleología im Streite um die Wis-
senschaft. El ataque de Blilíerding puede deducirse enteramente
de las “formas” de M. Adler, del “marxismo kantiano”.44 '“La
44 M. Adler en Marxistische Probleme, Stuttgart, 1913, proporciona un r
sumen de esa Kultur, absolutamente mayoritaria en la socialdemocracia
austríaca.
j ECTURA DEL "EMPIRIOCRITICISMO” DE LENIN 49

reducción a la “económica” es apriori imposible. Los procesos


económicos materiales dependen de “intuiciones” espirituales, que
jos estructuran y, sobre todo, los dirigen según fines. La formu­
lación teleológica alcanza una importancia decisiva en la explica­
ción de las formas del desarrollo y, desde este punto de vista
solamente tiene sentido hablar de causalidad. Adler, con mayor
claridad que cualquier otro, y no sólo en el ám bito del austro-
marxismo, vinculó dicha formulación de base a los problemas
concretos de la estrategia socialdemócrata. Si los procesos histó­
ricos son esencialmente espirituales, si es inconcebible la influen­
cia sobre ellos de las condiciones materiales en cuanto se trata
de “otros géneros”, las propias relaciones económicas deben pre­
sentarse esencialmente como praxis consciente. É ste es precisa­
mente el objetivo de la estrategia socialdemócrata: “elevar” tam ­
bién la relación económica a proceso histórico espiritual, es
decir, “sublimarlo” como praxis consciente del objetivo. La “eco­
nómica” debe transformarse en Plan: el Plan aparece como es­
tructura trascendental, articulación de formas apriori para la
iniciativa económica concreta, sustancia de dicha iniciativa, que
garantiza apriori el acuerdo entre ella y el reino de los Fines. La
deducción del objetivo de un plan económico en términos neo-
kantianos que realiza Max Adler es de importancia histórica ex­
cepcional. Ya no se trata simplemente de la conform idad del
“marxismo” con los postulados éticos kantianos, como ya había
sido sostenido por muchos otros autores,45 sino del uso de la “ra­
zón práctica” en el terreno económico y en función de la funda­
ción teórica de la propia estrategia política socialdemócrata. En
este contexto se desarrollaba también la oposición de principio
al análisis neoclásico. Éste parecía reducir la estructura económi­
co-social a movimientos objetivos de intereses particulares, ne­
gando la sustancia teleológica del proceso. En realidad, según
ya hemos visto, era totalmente posible concebir las teorías neo­
clásicas de equilibrio general como análisis de procesos de readap-
tación-reequilíbrío con una estructura teleológica implícita. Toda
una serie de objetivos socialdemócratas podían tam bién ser per­
fectamente deducidos permaneciendo en el ámbito de la doctrina
neoclásica (por ejemplo: la polémica antimonopolista, la raciona-
lización de los procesos de mercado, la “equidad” del mecanismo
distributivo). Desde este punto de vista, la crítica a los neoclási-
45 En primer lugar K. Vbrlander, quien en Kant und M arx. E in Betrag
zur Phüosophie des Sozialismus, Tubinga, 1926, proporciona una am plia
recapitulación del marxismo kantiano.
50 ECONOMÍA NEOCIÁSICA Y MACiUSMO

eos por parte del austromarxismo mistifica en efecto un estado


de impotencia real, tanto para responder a los problemas que sur­
gían del desarrollo capitalista como para comprender los elemen­
tos (complementarios de aquellos problemas) de la crisis de los
fundamentos epistemológicos de la mecánica clásica, qnc ya he­
mos analizado. La lectura “suslancialista” del apriori, aplicada
además en un contexto de “primacía de la razón práctica" —el
rechazo, como psicologismo, individualismo, solipsismo, etc., de
aquellos desarrollos de la epistemología contemporánea que esta­
ban planteando en concreto el problema de la superación de la
teoría clásica—, impedían a la Kultur socialdemócrata (particu­
larmente “rica” en Austria) desempeñar ningún papel significa­
tivo en este debate.46
Esto es válido para todas las tendencias del movimiento obre­
ro de la Segunda Internacional. La formulación neokantiana, se­
gún las líneas expuestas arriba, está presente en Kautsky lo mismo
que en M. Adler, pero también en el “grupo revisionista” berns*
teiniano, sí bien en este caso con objetivos eminentemente anti-
hegelianos. Es el Kant de la filosofía de los valores, tomado a
través de las tendencias más esclarecidas del historicismo; el Kant
que postula la conciliación realidad-idea y, en el campo más espe-,
cíficamente teórico, la fundación philosophisch de la experiencia1
científica, superando todo “relativismo” o “subjetivismo” en la!
forma del apriori; el Kant de la síntesis trascendental, que sin!
embargo en aquella misma época era “revisado” por los mismos
protagonistas de su “renacimiento”. No sólo no se trata ya del
Kant de la crisis del juicio analítico y del Opus Postumum (“des­
cubrimiento”, quizá, todavía por hacerse), sino ni siquiera del
de la analítica, de la relación con la mecánica newtoniana, del pro­
blema de la interpretación de los conceptos de espacio y tiempo.
El evolucionismo propio de los patriarcas, como Bcbel (“no son
los revolucionarios los que hacen la revolución, son siempre y en
todas partes los reaccionarios los que la imponen” ), podía fun­
darse solamente sobre la idea de un proceso sistemático de racio
Acerca de la dicha “riqueza” , cf. P. Yranícki, Sioría del marxismo, vo], j.
Roma, 1972; G. D. H. Cok', ííisíorja tld pensamiento socialista, vol. iv.
segunda parte, México, f c e , 1960. La relación entre “socialismo” y kantismo
está ampliamente documentada en h antología Marxismo ed etica, ed, i t . :
cargo de E. Agazzi, Milán, 1975, con un buen ensayo introductorio de II. j
Sandktihler. Cf. asimismo d amplio ensayo de L. Paggi, Intelectuales, teoni
y partido en el marxismo de la Segunda Internacional, que introduce la rece
piiacion de ensayos de Max Adler, El socialismo y ios intelectuales, México
Siglo XXI, 1981).
LECTUK-^ D EL E E IF X R iO C R IT iC IS Ivíu jjíl LJ lN I íNí 51

nalización que habría llevado a la realización de los objetivos


gocialdemócratas. teleológicamente coincidentes con las finalida­
des, la “sustancia”, del devenir histórico.
En ausencia de “accidentes”, esta síntesis estaba naturaliter ga­
rantizada. Por eso era tarea de la socialdemocracia evitar toda
ruptura, todo salto, en dicho proceso: permitir que éste desarro­
llara, iuxta propria principia , las finalidades intrínsecas propias.
Sin embargo, qn términos por otra parte “corrientes” , esta for­
mulación, sus conceptos mismos de base, podían postular una
intervención de la subjetividad, real depositaría de las formas
apriori, no influidas, como quería precisamente M . Adler, por
las contingencias de los procesos económicos, en estos procesos
mismos, para determinar la transformación o la catástrofe del
sistema. El planteamiento ideológico se conservaba intacto; de ob­
jetivo-natural en la interpretación “de derecha”, se convertía en
práctico-objetivo en esta última. Eran dos caras de la misma
moneda; dos esquemas, por otra parte alejados de la comprensión
efectúa! de las formas del desarrollo capitalista, de su dinámica
y metamorfosis, y de la crisis en esas formas de los instrum entos
epistemológicos tradicionales.
Por otra parte, en un cuadro ideológico similar, muchas posi­
ciones neoclásicas podían ser recuperadas y reinsertadas. El obje­
tivo anticíclico, de equilibrio entre producción y consumo, repre­
sentado en los marginalistas por la identificación, en el plano del
análisis conceptual, entre proceso productivo y distributivo, estaba
en la base también de la floreciente literatura cooperativista del
período, por ejemplo en F. Staudinger 47 Y estas posiciones polí­
ticas podían, a su vez, convivir con actitudes científicas también
diferentes con respecto a la koiné neokantiana del movimiento.
La presencia de Mach en el autromarxismo tenía cierto relieve: la
Kultur, vienesa, de la que el austromarxismo era -parte esencial,
estaba por otra" parte, profundamente caracterizada por las in­
fluencias de la crítica machiana.48 Friedrich Adler, hijo del fun­
dador del partido socialdemócrata austríaco, que enseñó física
durante varios años en Zürich, publicó en 1918 u n libro sobre
Mach, radicalmente opuesto a las tesis de Lenin y probablem ente
utilizado también por Pannekoek para su crítica del Em pirio­
criticismo. Todavía más importante fue la componente machiana
en la socialdemoéracia rusa, como podremos ver pronto. Por
47 Cf. de F. Staudinger, Die Gesetze der Freiheit, D arm stadt, 1887; Ethik
und Politik, .Berlín, 1889.
48 Cf. J. Hannak, Karl Renner und seine Zeit, Viena, 1965.
J.N JO '. SICA ~Y I\IACIIISlvI<j
ahora podemos decir sin embargo que se trataba de una lectura
de Mach absolutamente antedatada; lo que se subrayaba era casi
exclusivamente la parte negativa del sistema, la crítica a los p o |
tulados metafísicos de la teoría clásica. Pero esta crítica habrí|
podido reducirse también a un retomar de los viejos términos
del positivismo liberal del siglo xrx. Los problemas y las contra-
dicciones provenientes de la relación, en Mach, entre dicha for­
mulación de base y la parte positiva, epistemológica y de refure
dación, de su pensamienra, escapa'ban completamente a los
componentes “machistas” de la socialdemocracia europea. Le
que importaba interpretar era la a isis abierta con M ach: Maclj
considerado a partir de los desarrollos sucesivos, y ahora contem­
poráneos de la elaboración de la estrategia socialdemócrata de los
primeros decenios del siglo. La simple asunción de la tendencia
anti-metafísica estaba disponible para cualquier conjugación. "V
por consiguiente también para el acuerdo con la ética “científi.
ca” social-kantiana y, más aún, con la necesidad objetiva y/o el
deber-ser práctico de la superación de la Planlosigkeit capitalista,
neoclásicamente descrita.

U n punto importante que ahora debemos considerar es la po­


sición de Lenin en Materialismo y empiriocriticismo 49 en las
confrontaciones de la relación entre “machismo” y socialdemo­
cracia. Es indudable que esta obra admite interpretaciones dis­
cordantes. Es posible, en efecto, limitarse al análisis puntual de
las afirmaciones de Lenin en el campo de las teorías físicas. Su
ignorancia en este aspecto es casi total; la imagen que de ella de
riva es de adhesión plena, a-crítica, al mecanicismo newtoniano:
ley objetiva y causalidad objetiva, reconocimiento de la realidad
objetiva del espacio y del tiempo (que significa recuperación del
espacio y el tiempo absolutos.), carácter de verdad de la ciencia
en cuanto que fuiftfado eñ'ia plena comprensión de la ley’ natu­
ral. Una lectura semejante no llegaría a ninguna parte. Se po­
dría, sin embargo, entender el ataque de Lenin como dirigido a
las consecuencias teóricas del “machismo” en lo que concierne
a los problemas del psicologismo, el solipsismo, etc., según una
tendencia presente en aquella época en muchos e importantes
ambientes filosóficos europeos. Pero en este plano los equívocos
en que incurre Lenin son aún más graves. Según Avenarius, el
esse est percipi berkeleiano tiene el sentido de que el percibii
49 Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, Moscú, Editorial Progreso,
1977.
lectura del “ e m p ir io c r it ic is m o ” de l e n in 53

g5 Ja “cosa” en cuanto que común a todos, en cuanto que corres-


uondiente a la estructura de la sensación-percepción, y no a mi
“representación” individual como en cambio interpreta Lenin.
Para Avenarius, como para Mach, nada puede ser dicho “ íntim a­
mente”, nada existe “subjetivamente” —y desde este p u n to de
vista son también impugnadas las filosofías metafísicas, por cuan­
to sus representaciones no corresponderían a los contenidos obje­
tivos y experimentalmente verificables'.tle las percepciones comu­
nes. A partir de esta formulación, del mismo modo, se desarrolla
Ja doctrina neopositivista del significado. Para M ach, la liquida­
ción del concepto de ley natural como sustancia no equivale a
una deducción “psicologista” de las construcciones convenciona­
les que constituyen nuestros modelos científicos. Dichas contrac­
ciones tienen valor matemático-formal, obedecen a criterios de
coherencia-orden-economicidad. Y sobre este terreno puede re­
fundarse un concepto objetivo de verdad. Mucho menos puede
pensarse que la crítica leniniana de en el blanco cuando interpreta
él empiriocriticismo de Mach como negación de la realidad ex­
terna y sus construcciones científicas como absolutamente “idea­
les”. Ningún físico ha negado jamás que las teorías deban con­
cordar con las observaciones experimentales y que sirvan para
ínterpretar-prever un mundo objetivo y real.50 El problema es
muy diferente y mucho más complejo: concierne a los fundam en­
tos lógicos" de dichas teorías, a la relación sujeto-objeto que se
determina en la observación y en el experimento, al significado
del término “sujeto” y al del término “naturaleza”, al procedi­
miento de demostración en sus relaciones con el concepto de
verdad. Por lo menos algunos de estos puntos estaban ya claros
a comienzos del siglo, y otros se esclarecerían de todos modos
con el debate alrededor de la teoría de la relatividad. Pero de
éstos no aparece ni la sombrasen Lenin. ’
No parece que fueran éstos, por consiguiente, los parámetros
con los cuales deba evaluarse la obra de Lenin. En este nivel es
mucho menos posible, nos parece, su “recuperación” . La idea
de que la crisis de los fundamentos de la mecánica clásica sea
una crisis “filosófica” dentro de la cual se mistificaba la lucha
reaccionaria al materialismo, como lo hace decir a Lenin un re­
ciente docto-filósofo, es más ridicula qu£ absurda.51 Su único
logro es diferir ulteriormente la rendición de cuentas radical con
los contenidos efectivos de aquella crisis. Todo esto no nos hace
50 Cf., por ejemplo, M . Born, op. cit., pp. 54-70.
61 L. Althusser, Lenin y la filosofía, tr. it. M ilán, 1969.
i
54 ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMoi
J
avanzar un solo paso en ia definición de la especificidad de 1|
crítica de Lenin. En esta dirección parece necesario comenzar
colocando históricamente la obra de Lenin en la batalla que €
llevaba adelante dentro de la socialdemocracia rusa. Pero de está
no podemos deducir que la crítica a los fundamentos científicos
del machismo sea un mero “recurso”. La polémica con Bogda-
nov, Suvorov, etc., podía desarrollarse, y de hecho se desarrolla,
ba, acerca de toda una serie de temas organizativos y políticos. Si
Lenin advierte la exigencia de criticar los fundamentos teóricos
de las posiciones de aquéllos, esto se produce solamente porque
nota alguna estrecha relación entre dichos fundamentos y la pro
pia ubicación organizativo-poiítica de los “machistas” en la social,
democracia. Partir de la génesis política de la obra de Lenin
sirve sobre todo para considerar de qué manera muchas de las
polémicas contenidas en ella, y dirigidas aparentemente contra
Avenarius y Mach (autores entre los cuales Lenin no distingue,
así como, en general, no distingue entre empiriocriticismo y em-j
pirismo inglés del siglo xvin), son en realidad impugnaciones de
una lectura superficial o instrumental del mismo Mach. Esto
permite aproximarse a una formulación correcta, pero no resuelve]
el problema. ¿En qué es específica la crítica de Lenin? ¿En qué]
puntos pone en evidencia nexos reales, orgánicos, entre la formu­
lación machiana y las corrientes del movimiento obrero ruso yj
europeo con las cuales él se encontraba en conflicto? Más aún:
¿En qué medida toma Lenin aspectos “críticos” reales en la epis-1
temología machiana?
En el último capítulo de su obra, Lenin individualiza con pre­
cisión el nexo orgánico entre machismo y sistema económico-so­
cial neoclásico. Comienza con una larga cita extraída de un ensa­
yo de un discípulo de Avenarius, F. Blei, L a metafísica en la
economía política, para preguntarse finalmente sobre el significa­
do y la función de la formulación “anti-metafísica” .5í Metodo­
lógicamente, el ensayo de Blei expone las tesis fundamentales de
Bohm-Bawerk y de los neoclásicos: las llamadas “leyes inmanen­
tes” de la economía transforman al homo economicus concreto
en una idea platónica, atribuyen a las cosas propiedades urdidas
apriori y nunca verificables positivamente. A estas tesis es posi­
ble contraponerles el análisis de Marx, pero de dos maneras neta­
mente distintas. Según la primera, planteando la plena objetividad
de las “leyes” marxianas y entendiendo con este término exacta­
mente aquello que los machistas critican: la “reflexión” y la com-
52 Lenin, op. cit., pp. 330 y ss. ,
LECTUkÁ DEL

prensión exhaustiva dei objeto. Según la segunda, intuyendo de


qué modo el carácter decisivo que en Marx reviste el proceso
de transformación en todas sus articulaciones (de la simple rela­
ción “de trabajo”, a los problemas más complejos del Libro III
de El capital ) no puede en ningún caso ser reducido a mecanis­
mos simples-estáticos de sensación-representación; de qué modo
Marx razona según interdependencias y “campos de fuerzas”; de
qué modo en Marx el desarrollo del sistema ocurre a través
de “rupturas” económico-institucionales “cíclicamente” no re-equi-
librables. Y nos parece que es éste precisamente el p u nto de vista
que adopta Lenin. En el machismo, la crítica a los presupuestos
“metafísicos” de la teoría clásica avanza irreversiblemente en la
dirección de una crítica a todo lo que impugna el acuerdo siste­
mático, en el campo de la pura experiencia, entre sujeto y ob­
jeto. La doctrina del significado que se encuentra en la base del
empiriocriticismo liaría imposible una concepción dinámica del de­
sarrollo económico y el propio análisis de Marx en términos
cíe critica de la economía política. Critica, precisamente, es decir;
escisión programática entre “formas” del análisis económico y su
objeto. El análisis-crítico no tiene la función apriori de adherir
al propio objeto, explicando sus leyes internas “de naturaleza” , o
describiendo su apariencia fenoménica en términos por otra par­
te “naturales”. La crítica del objeto plantea el problema de su
transformación, toma sus desarrollos y contradicciones, y las fuer­
zas que lo determinan. Naturalmente, lo repetimos, si esta me­
tamorfosis es tomada en términos reductivo-cuantitativos, o bien
colocada sobre una “sustancia” idéntica, en tal caso tendrían
razón los neoclásicos. Pero así como toma la relación entre ma­
chismo y equilibrio neoclásico, así Lenin se diferencia radical­
mente de estas lecturas socialdemócratas de Marx, que no po­
dían permitir sino contraposiciones tácticas, contingentes, en las
confrontaciones de la ideología global de los neoclásicos, de sus
fundamentos epistemológicos.
El objetivo de la formulación machiana acerca de los funda­
mentos de la investigación científica y su historia es, por consi­
guiente, el restablecimiento de un equilibrio entre sensación-repre­
sentación y datos físicos. Todo lo que no entra en ese cuadro
epistemológico es considerado “metafísico” . En realidad, no se
trata ni de un solipsismo ni de psicologismo. Se trata de aspec­
tos del machismo mucho más radicales los que en la última
parte de su obra Lenin pone en juego. La formulación machia­
na no está en condiciones, lógicamente , de tener en cuenta la
56 ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMoj

dialéctica concreta de la investigación científica. Esta investigas


ción es reducida a “reflexión” inmediata, o a construcción di
modelos simplemente “pictográficos”. El fin de dicha forma--
lación es la definición de un sistema estable fundado sobre está]
coherencia intema del lenguaje científico, coherencia hecha po.
sible por su ser todo significado. La operación de Lenin consiste
en poner políticamente en evidencia los límites históricos internos
y las consecuencias políticas del machismo. Esta operación n<j
es sustancialmente afectada en su importancia por las evidentes
carencias del “análisis intemo” de las teorías científicas que Leí
nin intenta. El verdadero problema que Lenin tiene en vista es
la liquidación de una concepción, consecuencia inevitable del
machismo, del desarrollo y de las transformaciones político-instí
tucionales que tenía como objetivo práctico la definición de un
modelo estable, de un sistema de fuerzas parejamente distribui­
das, es decir, precisamente aquellos aspectos ‘liberales” que Le-,
nin criticaba violentamente en autores como Bogdanov. ?,!
Esta formulación del discurso de Lenin se hace evidente en'
la lectura que realiza de un texto de Petzoldt.53 En él el ma­
chismo declaraba plenamente su propia matriz ideológica: el fin
de la investigación era la construcción de un modelo estable. La
crítica de las premisas “absolutistas” newtonianas, haciendo que
ya no medien “remisiones” extrasensibles entre observación y
objeto observado, era precisamente condición indispensable para
la construcción de dicho modelo. “La estabilidad —decía Pet-
zoldt— es la característica esencial de todos los fines de nuestro
pensamiento y de nuestra actividad creadora.” La evolución en­
tera del hombre tendería a un fin de estabilidad perfecta. En
este progreso, el machismo resulta elemento determinante. Las
propias reglas de “economía” de Mach no son funcionales más
que para este fin: representan la tendencia psíquica a la estabi­
lidad, a la buena forma exactamente de la misma manera en
que las ecuaciones neoclásicas del equilibrio pueden valer como
programas para la “igual” administración de la economía de mer­
cado, para la estabilidad del sistema económico.
Lenin pone de relieve en la formulación monística de Bog­
danov54 la misma “desmesurada estupidez del pequeño burgués
que queda del todo satisfecho exponiendo los trapos más gasta­
dos bajo el manto de una sistematización”.65 También la formu-
53 Ibid., pp. 335 y ss.
54 Ibid., pp. 338 v ss.
33 Ibid., p. 338.
LECTURA DEL “ EMPIRIOCRITICISMO” DE L ílNIN 57

lación de Bogdanov provenía de Macli y de Avenarius. Los lí­


mites entre psíquico y físico son de carácter convencional-ins­
trumental. Un objeto depende tanto de su sistematización ex­
trínseca como de las formas de nuestra visión. U n hecho no
es más que una visión de elementos coordinados de manera más
o menos estable. A Lenin se le escapan por cierto todas las con­
secuencias y aportas intrínsecas en una concepción semejante,
pero capta con seguridad sus fundamentos y presupuestos en el
ámbito cultural global que el pensamiento empiriocriticista va de­
lineando. En este sentido el monismo de Bogdanov, que pro­
viene de la relación físico-psíquica instaurada por Avenarius y
Mach, es ciertamente la verificación de la tendencia sistematizan-
te-estabilizante presente en la teoría en su conjunto. La relación
sujeto-objeto, que en el campo epistemológico es presentada en
términos inmediatamente sintéticos, resulta “absolutizada” en la
doctrina del monismo psíquico-físico. Aquí toda diferencia des­
aparece en consecuencia, desaparece toda posibilidad de desa­
rrollar operaciones criticas. Aparece aquí una tendencia tclcwlo-
gico-determinista con fuerza dirigida a sustituir el mecanicismo
clásico-newtoniano. Es el Mach de la refundación; es el Bohm-
Bawerk del análisis cíclico de equilibrio como definición de la
esencia de la relación capitalista de producción.
Para Mach, lo mismo que para los neoclásicos, todo elemento
de ruptura en la compaginación positiva del sistema es negativo,
y es inmediatamente “re-incluido” en el ciclo. D e esta manera,
ni más ni menos, la propia crítica al sistema new toniano es y
permanece siendo “negativa”, y aparece como funcional para
la refundación de este último, en la medida en que éste parece
descriptivamente eficaz, es decir, “en síntesis” con el m undo fí­
sico. Todo conflicto es, o bien negación simple, “ anti-social” y
basta, o bien es funcional para una nueva síntesis, en la cual to­
dos los elementos positivos de la “tradición” son re-incluidos.
La continuidad orgánica del proceso, y la liquidación de toda
posibilidad revolucionaria en su interior, parecen así aseguradas.
Contra todo esto la crítica de Lenin es despiadada.56 Y particu­
larmente contra todos los intentos de síntesis, de dialéctica vul­
gar, de historicismo, de cientificismo, posibles sobre la base del
análisis machiano. El punto crucial es, inevitablemente, la apli­
cación de dicha formulación a la lucha de clases. Las formas
del conflicto político aparecen como dirigidas a establecer for­
mas de equilibrio entre las fuerzas sociales. La lucha de clases
50 Ibid., pp. 347 y s. El parágrafo concierne a la crítica a Suvorov.
5

58 E C G N O IvíIA NEGCOLASICA Y i\ 1AG K I3Ivlo.

es apariencia en ¡as confrontaciones dei fin que ella implica: la,;)


integración liberal-armónica de los “sujetos de mercado” en las;
leyes neoclásicas del equilibrio. Aquí Lenin sienta verdaderameir
te las bases (sobre las cuales se ha edificado tanto y tan po-:
bremente) de una crítica de la economía neoclásica, pero no sola­
mente esto: pone en evidencia los límites históricos de fondo del
análisis machiano sobre los fundamentos de la física contempo-,
ránea, es decir, desmistifica su carácter todavía determinista, sus
presupuestos apriorísticos, la construcción estática de sus concep­
tos fundamentales. Estos elementos permanecían casi invisibles
mientras la atención de Lenin se concentraba en el corpus inter­
no de las teorías epistemológicas y físicas, pero resaltan con cla­
ridad cuando aborda el problema (que ha sido nuestro mismo
problema) de la relación orgánica entre machismo y, como se
decía, “economía vulgar”, por un lado, y de la influencia de],
machismo sobre el movimiento obrero, sobre el “marxismo”, por
el otro.
El discurso llega aún más al fondo de la cuestión cuando se
descubre el nexo entre análisis de equilibrio-estabilidad-democra­
cia liberal de mercado y neutralidad de la actitud científica. El
análisis de equilibrio es por definición ecuánime e imparcial, así
como el sistema de mercado se rige por principio por la ad­
quisición del concepto de libertad formal. Si el fin de la in­
vestigación es demostrar, o bien la grosera anti-socialidad o bien
la integrabílidad del conflicto, la investigación no puede inter­
venir en términos “de parte”. Implícitamente, esta formulación
regresa a un concepto abstracto de observación-representación.
La observación científica ordena y sistematiza desde fuera de los
conflictos concretamente determinantes. En este punto la refun­
dación no concierne solamente a los fundamentos “positivos” de
la mecánica newtoniana, sino a un cierto concepto “clásico” de
subjetividad, que los mismos desarrollos contemporáneos de la
física estaban poniendo en crisis.
El hecho de haber aferrado estos problemas y estos nexos, y
el haber logrado como quiera que sea plantearlos según una di­
rección crítica, hace de la obra de Lenin algo infinitamente ale­
jado de todo retomo tout court al “materialismo burgués”.ST El
significado y la tendencia global del Empiriocriticismo conducen,
en efecto, a la individualización de los caracteres estructurales57
57 Resulta completamente desencaminada, por lo tanto, la crítica de Pan-
nekoek, Lenin filósofo. Crítica a los fundamentos filosóficos del leninismo,
Cuadernos de Pasado y Presente, núm . 42, Buenos Aires, 1973.
LECTURA DEL "EMPIRIOCRITICISMO” DE LE jSIIN 59

del conflicto de clases, a la lectura, según esta perspectiva, de


los problemas de la organización de partido e institucional, a la
liquidación, por lo tanto, de las “teorías generales” de la E co­
nómica y del estado —cuestiones que acompañan el desarrollo
de la teoría leninista en todas las obras posteriores hasta los
años de la n e p . Es interesante observar que durante los años vein­
te, todavía encontraremos en la Rusia soviética algunos de los
protagonistas del debate sobre el machismo, Bazarov sobre todo,
alineados en posiciones de derecha o mencheviques.
II. DE NIETZSCHE A W IT T G E N S T E IN . LÓGICA Y
FILOSOFÍA ALREDEDOR D E L “TRACTATUS”

1. LÓGICA DEL “ W ILLE ZUR MACHT”

La respuesta de Schopenhauer a la crisis de lo trascendental es


la del extremo pesimismo. La postura pesimista produce un tí­
pico vuelco ideológico. La “miseria” de los esquemas formales
apriori para conciliamos con el fenómeno —para convertir el dato
en fenómeno — obliga a la negación del dato. Puesto que lo real
no puede ser más que representación, si lo real se convierte en
noúmeno, en tanto la subjetividad carece de esquemas trascen­
dentales o en tanto éstos resultan no deducibles, la representación
misma terminará por nulificarse. La voluntad-de-vida, que se fun­
da sobre la relación de representación, se revela como ilusoria;
La verdad de la relación sujeto-objeto se encuentra en la nulifi­
cación de la relación misma y, por consiguiente, de la voluntad
que pretende ejercerla. La extraordinaria importancia lógico-epis­
temológica de Schopenhauer consiste en esta deducción del pesi­
mismo. Esto impide aproximar su obra a la filosofía romántica,
como pretenden sus intérpretes “decadentes”. La interpretación
de E l mundo como una especie de bildungsroman “en negati­
vo”, según el modelo de la Lebensphilosophie, es propia de lite­
ratos. Nosotros explícitamente la rechazamos ya al hablar de la
relación entre el pensamiento de Schopenhauer y la crisis machia-
na de los fundamentos de la ciencia física. Todo el desarrollo
de E l mundo se funda sobre la continuación lógica de la Analíti­
ca kantiana en su problema de fondo: que la investigación filosó­
fica apriori sea determinante de las “intuiciones” de la ciencia
de la naturaleza. Según Schopenhauer, el concepto de noúme­
no rompe esta posibilidad, lo cual inutiliza los instrumentos del
esquematismo. No existe lo trascendental —por ende: intuición
trascendental— sino un formalismo de la razón. La efectividad
de dicho formalismo no podrá consistir, entonces, más que en
la nulificación de los datos de la representación —de la repre­
sentación misma. La lectura lukacsiana de las aporías del racio­
nalismo kantiano sería impensable sin la “defensa” del pesimis­
mo de Schopenhauer.1 Esta ascesis hacia el perfecto formalismo
1 Nos referimos, naturalmente, a las páginas sobre Las antinomias del
[60]
LÓGICA DEL “ wTLLE ZUR MACH'f” 61

de la razón, ascesis que se carga hasta el fondo del fracaso kan­


tiano, es por lo tanto lo opuesto de un “irracionalismo” equívo­
co. Abre el problema de un sistema de razón formal, que resulta
imposible definir en términos trascendentales. En este punto,
sin embargo, la caída de la estructura trascendental aparece como
caída de cualquier deducción posible de la efectividad de la ra­
zón. Puesto que es formal, nulifica. Su impotencia se subvierte
ideológicamente en actividad. Su “miseria”, finalmente, en ple­
na satisfacción. Su ascesis, en la perfecta “utilidad” del Nirvana.2
Esta subversión está en el centro de la crítica nietzscheana
al pesimismo de Schepenhauer. Con seguridad absoluta, Nietz-
sche ve cómo dicha subversión deriva de no poder siquiera con­
cebir otra efectividad que la de la forma trascendental. Desde
las obras de la Aufklárung hasta los últimos fragmentos, Nietz-
sche entiende precisamente superar las aporías de este pesimis­
mo. El problema atañe a todo el ámbito lógico-epistemológico.
Una epistemología reductiva —que plantee como finalidad propia
la definición apriori de estructuras válidas-necesarias de la expe­
riencia (estructuras que se realizarían a través de relaciones es­
quemáticas)— está destinada a transformarse en su opuesto. Si
la verdad consiste en tales estructuras apriori, la verdad ya no
podrá jamás ser demostrada positivamente. Verdadera será úni­
camente la nulificación de la voluntad en la representación. Pero
el “desencanto” nietzscheano de la historia del racionalismo oc­
cidental, junto con el extremo pesimismo schopenhaueriano, no
puede limitarse a la crítica de su carácter metafísico-reductivo.
Reductiva es no obstante una formulación inm ediatam ente “po­
sitiva” del problema epistemológico. Reductiva es inclusive una
síntesis inmediata observación-observado; reductivo es, en resu­
men, cualquier simple reflejarse de lo real, como se da, en el
sujeto. La crítica de los sistemas del apriori, la crítica del con­
cepto de sustancia tanto en sentido ontológico como lógico, la
afirmación trágica del dato: todo esto podría concluir en una
doctrina ingenua del significado, pero sólo si se ignora el pro­
blema central planteado por el propio Schopenhauer. La crisis
de lo trascendental implica la formalización de la razón. Según
Schopenhauer este proceso nulifica. ¿Es necesaria esta deducción?
La premisa niega que las formas de la razón puedan reducirse
a “sustancias”, a leyes vinculantes que determinan toda experien-
pensamiento burgués contenidas en el ensayo sobre la reificación, en H istoria
y conciencia de clase.
2 Acerca de este último pasaje cf. mi Introducción a E . Finlc, op. cit.
62 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ XRACTATUS”1

cía empírica. Ellas son sólo forman. Pero la premisa niega inclig
sive que pueda darse una relación inmediata de reflexión entré
sujeto y objeto. Toda la doctrina de lo trascendental nace de lf
conciencia crítica de que esta relación es impensable, que un|
feliz conciliación inmediata es utopía e ilusión. En este caso, el
problema efectivo, más allá del pesimismo schopenhauerianoj
puede ser solamente el relativo al tipo de realidad del formalis­
mo de la razón —al tipo de efectualidad que éste guarda— $
su poder es concebible de otra manera que como sólo nulificai|
te. El apriori no es cleterminante-efectual; no se da un esquema
trascendental: ahora bien, ¿qué tipo de relación subsiste, enton­
ces, entre forma lógica, representación y realidad? ¿Cómo puede
existir aquella forma? ¿Es posible responder al Entsagung pesi­
mista sin volver a un concepto ingenuo de lo real como todo
significado , o sea, reconociendo que la experiencia tiene forma?
propias de organización, que no puede haber observación inme-
diata y que, en resumen, esta tragedia era precisamente afir­
mada por Kant detrás del “velamen oscuro” del concepto de
noúmeno? En este terreno, la elaboración más madura del pen­
samiento de Nietzsche atraviesa la problemática de los funda­
mentos epistemológicos de la ciencia en que se empeñaban, ai
la misma época, Avenarius y Mach por un lado, y la nueva ló­
gica matemática por el otro.3
“Que no haya una verdad; que no haya una constitución ab­
soluta de las cosas, una cosa en sí: esto mismo es un nihilismo,
más aún, es el nihilismo extremo .” 4 Por consiguiente, una cons­
trucción científica, un aparato epistemológico no puede tener
fundamentos esenciales, no puede corresponder a una sustancia.
“Detrás” de los fenómenos no hay nada. Pero el concepto de
sustancia fundamenta toda categoría formal-trascendental, cada
3 Sobre la crisis de la postura apriorística en el desarrollo de la física
véase tam bién A. Gianquinto, op. cit. Dicha crisis está, por supuesto, estre­
cham ente correlacionada con la crisis de la axiomática clásica, de la dimen­
sión extra-lógica de la intuición que le proporcionaba el fundam ento. Véase
sobre esto F . Barone, Lógica fórmale e trascendentale, T urín, 1957.
4 F. Nietzsche, Frammenti Postumi, 1887-1888, en Opere, vol. m , t. n,
M ilán, 1971, pp. 13-14. El concepto de nihilismo está siempre en Nietzsche
en la dirección de la crisis-refundación de la epistemología contemporánea:
interpreta dicho concepto como síntoma efectual de ese proceso. La ten­
dencia nihilista no solamente no rehuye los problemas positivos de los fun­
dam entos científicos sino que constituye a éstos como agentes específicos,
tanto en las ciencias naturales como en la historia, en política como en eco­
nomía política (F . Nietzsche, Frammenti Postumi, 1885-1887, en Opere, vol
v iii , t. i, M ilán, 1975, pp. 117-118).
lógica d e l “ w il l e zur m a c h i” 63

“medida teórica”. “M ateria” es sustancia; afirmar nexos causa­


les entre fenómenos, describirlos como leyes, colocar la relación
sujeto-objeto como relación entre una naturaleza definida de esta
manera (materia, nexos causales, leyes) y un sujeto com o apara­
to de formas trascendentales: todo esto significa conservar un
concepto de verdad como comprensión de la “constitución abso­
luta de las cosas” . Pero el nihilismo excluye categóricamente a
toda materia y a todo mecanicismo. Un “m undo verdadero” no
existe.5 Está la vida ya trágicamente asumida por el Nietzsche
de la Aufklárung, y sustraída ahora a la ascesis schopenhaueria-
na, a la reencarnación schopenhaueriana —según Nietzsche— del
ideal moral cristiano (a la refundación, en el nuevo contexto de
la ascesis, de los valores de la Kultur occidental). ¿Pero esta vida
funda una Lebensphilosophie, un relativismo historicista? ¿Es
convocada para esta función? ¿La crítica nihilista está destinada
a disolverse en la inmensa y patológica generalización: “ no exis­
te ningún sentido” ? ¿O vuelve a proponerse simplemente la dis­
tinción empirista entre verdad de razón y verdad de hecho? Es
evidente que esta segunda solución no haría más que represen­
tar toda la historia de los problemas que procuramos superar.
¿Cómo entender, en efecto, estas verdades de razón y verdades
de hecho? ¿No se trata, del comienzo al fin, de una afirmación
contradictoria? ¿Y la razón de qué y cómo es razón? L a crítica
nihilista no refunda, no reformula los problemas. Su escepticis­
mo es radical: o bien “no existe ningún sentido”, o bien las for­
mas de la razón revelan una nueva lógica y una nueva relación
con la realidad: forma y realidad ahora ya sin sustancia. O bien
la situación nihilista puede revertirse sólo ideológicamente, como
en Schopenhauer, o bien funda verdaderamente aquella “mise­
ria” del formalismo de la razón en la que parecía concluir la
crisis del apriori kantiano, funda la necesidad, precisamente, de
este formalismo, de esta pérdida de relación sustancial, de este
“retirarse” definitivo de la verdad.
Dentro de este contexto problemático general, descubriendo
por ello mismo sus motivaciones y perspectivas, Nietzsche rescri­
be la quiebra de la explicación mecanicista del mundo. E l con-
5 “El mundo, si se prescinde de nuestra condición de vivir en él, el m un­
do que no hemos reducido a nuestro ser, a nuestra lógica, y a nuestros pre­
juicios psicológicos, no existe como mundo ‘en sí’.” (F . N ietzsche, Fram-
menti Postumi, 1888-1889, en Opere, vol. v m , t. m , M ilán, 1974, p . 6 0 ).
Y tam bién (ibid., p. 7 1 ): “ tiene cardinal importancia la abolición d el mun­
do verdadero. [ . . . ] Guerra a todos los presupuestos en base a los cuales se
ha creado la ficción de un m undo verdadero.”
64 LÓGICA Y FILOSOFÍA KN IX “ xKACTATUS”;

cepto de causalidad, ante todo: “del hecho de que algo suce-j


da regularmente y de un modo calculable no se deduce que su­
ceda necesariamente” .e Esta necesidad en las cosas no es de-j
mostrable. Podemos calcular una secuencia de hechos. Que és-:
tos constituyan una necesidad ya no podrá calcularse. Esta fe]
en la necesidad, que conlleva el pensamiento de autores de las
cosas que observan escrupulosamente los dictámenes de nuestra
razón, no es más que la hipostatización del hecho de que nos.
otros hayamos formulado el acaecer como una secuencia de acón-:
tecimientos necesarios. “La necesidad no es un hecho sino una*
interpretación.” 67 Pero necesidad y causalidad se fundaban sobre
el concepto de sustancia, entendido, precisamente, como consti­
tución absoluta de las cosas. Todo objeto físico no resultaría
sino de la “modificación” de la eternidad e inmutabilidad de la*
sustancia o, más específicamente, todo concepto relativo-funcio­
nal llegaría a ser comprensible sólo a la luz de su propia “idea”
—por ejemplo, la relación entre formas puras de la intuición
y relatividad positiva de las determinaciones espaciotemporales,
Pero un tiempo absoluto, un espacio absoluto, no se dan. Los
objetos físicos ya no serían demostrables en tanto modos o atri­
butos de entes sustanciales.
Pero el concepto de subjetividad como centro de referencia
de las actividades de observación-representación tiene sentido so­
lamente en relación con la concepción mecanicista que se ha
destruido. La crítica de la idea de “sujeto” es el punto crucial
del “pensamiento negativo” nietzscheano.8 La idea de sujeto cle-

6 F. Nietzsche, Frammenti Postumi, 1887-1888, en Opere, cit., p . 41. La


crítica al “causalismo” está presente en toda la última fase del pensamien­
to nietzscheano: cf. Frammenti Postumi, 1885-1887, en Opere, cit., pp. 122
y ss.; Frammenti Postumi, 1888-1889, en Opere, cit., pp. 50-51 y pp. 64-66.
Es fundam ental el hecho de que Nietzsche indique en el desarrollo de la
ciencia el vaciamiento del concepto de causalidad. Ni siquiera por un mo­
mento su crítica es philosophisch formulada.
7 F. Nietzsche, Frammenti Postumi, 1887-1888, en Opere, cit., p. 41.
8 El Sujeto es la sustancia, según Nietzsche, de la metafísica del interpre­
tar como conocimiento del “en sí” , del “mundo verdadero” . Liquidada la
metafísica del objeto, se debilita tam bién cada fundamento de la metafísica
del Sujeto de la interpretación. El interpretar no es ya un “ser” sino un
proceso, un devenir, y el Sujeto “ una simplificación para indicar la fuerza
que plantea, inventa, piensa” (Frammenti Postumi, 1885-1887, en Opere,
cit., p. 127). Seguiremos en detalle los desarrollos de la crítica nietzscheana
a la metafísica del Ego y de la interpretación durante los años del “apoca­
lipsis” vienés, pero hasta ahora aparece con extraordinaria evidencia el nexo
entre dicha crítica y la problemática entera del obrar freudiano.
!,ÓGICa d e l “ w i l l e z u r m a c h t ” 65

jjnea un campo de formas apriori que ordenan efectivamente los


0bjet°s físicos. El sujeto dispone de una visión sustancial de las
relaciones fenoménicas. Puede ser ordenante en la m edida en
qUe observa-representa objetivamente las leyes que regulan la na­
turaleza. Sus intuiciones son, en este sentido, trascendentales: la
relación kantiana entre esquematismo y doctrina del Y o Pienso
concluye la historia moderna del concepto de subjetividad; las for­
mas trascendentales pueden aplicarse solamente en la m edida en
que están comprendidas en la subjetividad pensante. Solam ente
así se garantiza su unidad, y por lo tanto su homogeneidad con
jas leyes sustanciales del mundo físico. El sujeto supera al in­
dividuo, como la sustancia a la apariencia. Pero el concepto de
sustancia se derrumba, y necesariamente también su correlato: el
de apariencia, una síntesis apriori de todas las observaciones-re­
presentaciones en la sustancia que es el “sujeto” pierde todo sig­
nificado. Se hace entrar a la observación-representación en un
juego mucho más contradictorio con sus “contenidos” .
En la primera parte de su crítica al mecanicismo, el discurso
de Nietzsche es perfectamente análogo al de M ach. Pero ya aquí,
acerca del problema de la subjetividad, Nietzsche va más allá
del objetivo machiano de la refundación empirico-positiva de la
física clásica. E n Mach la verdad del dato permanece de hecho
reforzada, y a ella corresponde la observación subjetiva. El su­
jeto reduce, en base a modelos precisos, la inm ediatez sensible
de una manera apropiada para definir leyes-previsiones. La rela­
ción sujeto-objeto permanece en Mach sustancialmente “ clásica”
y es definida en función de una síntesis exhaustiva. P o r cierto
que el sujeto ya no es definido trascendentalmente, pero perma­
nece, como punto de observación empírica, como referencia in­
mediata del flujo perceptivo, en una posición ambigua; por una
parte, en base a la “filosofía” general de M ach sólo debería
aparecer como una forma particular de organización del m undo
físico, y por otra, resulta extraño al sistema de lo “observado”
en su complejo. Entre sujeto y objeto subsiste, precisamente,
una relación inmediata “de significado” . Pero dicha relación es
posible sobre la base de por lo menos cuatro condiciones: a] que
sujeto y objeto continúen, en efecto, siendo entendidos separa­
damente; h] que el objeto sea definido estáticamente, y que se
reduzca al ser-subsumido en la inmediatez de la observación; e]
que exista una inmediatez perceptiva, en grado suficiente para
suministrar la imagen de este objeto “puro”; d] que haya pro­
posiciones verdaderas, en el sentido de significar o ser reducti-
66 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ t RACTATUs’1-

bles a estos datos. Implícita o explícitamente, estas condición^


son sometidas por Nietzsche a una crítica radical, y es en ello
donde se diferencia, también radicalmente, de Mach. J
Admitir una naturaleza, un mundo, reductible a representado,
nes lineales, a un significado, a proposiciones elementales, signi­
fica volver a fundar la hipótesis mecanicista de la “deíerminació|
y transparencia lógica como criterio de verdad”.® La naturaleza?
se da en proposiciones lógicas elementales, en un sistema sii®
pie de coordenadas y ecuaciones. La percepción clara e inmedia­
ta es el primer grado de la definición de un modelo semejante
Simplex sigillum veri.10 V ita Cartesii est simplicissima. Nieta
sche ve en ello una "grosera confusión” . “¿De dónde se sabe
que la verdadera naturaleza de las cosas reside en esta relaciói;
con nuestro intelecto?” 11 Por el contrario, lo que sabemos es ej
carácter “falso”- y “contradictorio” del mundo. Lo que existe es
un devenir intrínsecamente contradictorio. “Expresado en tér-?
minos morales, el mundo es falso.” 12 E n realidad, el objeté
físico no puede definirse en términos estáticos, como ser puro,
en relación con una facultad de percepción por otra parte inmó­
vil, que observa simplemente desde afuera. Pero si la naturale­
za no se resuelve en un ordo et connexio rerum, y ni siquiera
desde el otro término de la ecuación: ordo et connexio idearum,
Y puede, en efecto, haber ordo en la naturaleza sólo si presupo­
nemos ideas que se aplican en dicho ordo, es decir, un Sujeto
como fundamento sustancial de la multiplicidad categorial de
los juicios. El carácter múltiple-contradictorio, el ser-falso, de la
9 F. Nietzsche, Frammenii Postumi, 1887-1888, en Opere, c it, p. 44.
10 Tam bién W ittgenstein dirá: “Las soluciones de los problemas lógicos
deben ser sencillas, pues ellas establecen los tipos de la simplicidad. Los
hombres han tenido siempre la vaga idea de que debía haber una esfera de
cuestiones cuyas respuestas — apriori— estuviesen simétricamente unidas en
una estructura acabada y regular. Una esfera en la cual sea válida la proposi:
ción: simplex sigillum veri” ( Tractatus logico-philosophicus, M adrid, Alian­
za, 1973, 5.4541). Pero ese criterio ya no sem a, según W ittgenstein, como
fundamento de la intuición que se encuentra en la base de la pretendida
realidad de! procedimiento axiomático, sino solamente en el campo puramen­
te formal de la tautología, de las proposiciones lógicas en cuanto tautologías,
La crítica de Nietzsche, po r consiguiente, no podía dejar de ser aplicada.
11 F . Nietzsche, Frammenti Postumi, 1887-1888, en Opere, cit., p. 44.
32 Ibid., p. 43. N aturalm ente, fragmentos de estas ideas-fuerza nieto
scheanas estaban ya diseminadas en las obras publicadas, sobre todo en
H um ano, demasiado humano y en L a gaya ciencia. Pero entonces el pest
de la “simple” Aufklarung negativa resultaba todavía preponderante coi
respecto a la intuición del problema de los límites intrínsecos del forma
lismo y de su carácter efectivo-positivo.
lógica DEL “WILLE ZUR MACHT” 67

naturaleza tal como se da, excluye, por lo tanto, una síntesis in­
mediata entre sujeto y objeto, la existencia de un sujeto de al-
modo “ordenador” que signifique el ser de la naturaleza
y que con ello la sintetice constituyendo un sistema único. Esto
conlleva que no se dan proposiciones verdaderas en el sentido
je proposiciones en grado tal de expresar inm ediatamente dicha
síntesis, o de realizar la reducción a datos fijos elementales, ató­
micos. La naturaleza ya no como ser simple; el sujeto ya no
c0mo significación, a través de modelos simples, de estados de
]jecho elementales-fundamentales: no nos podríamos, en realidad,
representar el movimiento-contradictoriedad de la naturaleza si
cste carácter no fuera exactamente de la misma estructura con­
ceptual. La observación-interpretación es propiedad del sistema
en su conjunto, pierde todo carácter “especulativo” exactam en­
te en la medida en que este sistema pierde toda rigidez “sus­
tancial”. Pero esto no involucra ninguna identidad indiferenciada
¿no al contrario: se trata de reescribir cada relación en términos
funcionales y no de simple “reflexión” . El carácter dinámico-con-
tradictorio (“falso” ) del ser natural no puede reducirse, concillar­
se y coagularse en un significado. Pero entonces, si la observa­
ción-representación está constreñida a intervenir constantem ente
en esta dinámica, si está imposibilitada para “com-prehenderla”
desde afuera, si no puede reducirla a unas pocas ecuaciones sim­
ples y estables, ella se convierte en determinante, en elem ento
intrínseco y determinante, de esta nueva visión del mundo físico.
¿Pero en qué se convierte, entonces, el carácter de las formas
científicas de análisis y previsión? Ya no en el ordo idearurn que
refleja inmediatamente la sustancia de los procesos naturales, y
tampoco puede ya fundarse sobre una relación “lineal” sujeto-
objeto, observación positiva y dato, aun cuando dicha relación
sea “purificada” de toda contaminación eseneialista. Nos enfren­
tamos con el ser contradictorio-dinámico (no con el ser ya “re­
ducido” a la medida de la subjetividad) y con un sujeto que allí
participa intrínsecamente. El problema es: ¿cómo participa, por
efué, con qué objetivo?, y las formas de esta “participación”, una
vez destruida toda ilusión sustancialista, así como toda relación
simple y elemental de significado, una vez “desencantada” la re-
¡bción con el objeto, qué carácter asumen?, ¿en qué medida y de
jqué modo son todavía efectivas?, ¿con qué parámetros será m edi­
ada ahora esta efectividad? El nihilismo radical puede llegar has-
jta ese “desencantamiento”, pero no puede afrontar y m ucho
j menos resolver estas preguntas. El propio Nietzsche lo"intuye y
68 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ xRACTATUs’i

plantea solamente que constituyen la conclusión destinada ^


su obra, y constituirán la trama de la misma “tragedia” w |
tgensteiniana.
El análisis crítico nos confirma que la necesidad es una i |
terpretación, que la verdad no es una sustancia de las cosas. P e |
en este punto el problema no está resuelto y, por el contrario, |
reformula: ¿qué valor se atribuye al juicio lógico, a la investiga
ción científica? La experiencia fundamental consiste en que ^
carácter del mundo en devenir no sería formidable. El m u n |
ficticio de la lógica interviene en él como un poder que “ordena
simplifica, falsifica, separa artificialmente”.13 Llamamos verdad
precisamente al orden que proviene de ese proceso de falsificó
ción. Llamamos verdad al proceso que finalmente nos convierij
un mundo en algo formulable. El devenir en cuanto tal y |
conocimiento fundado lógicamente en el presupuesto del ser |
excluyen recíprocamente. El conocimiento auténtico, en cansí
cuencia, partirá de la conciencia de ser alguna cosa diferente de
devenir. El conocimiento es differenza ab origine. Esta diferetf
cia determina verdaderamente su valor: hacer posible que nos
otros conozcamos, ordenar de manera que nosotros podamos ver.
La verdad se transforma en “algo que debe crearse y que
nombre a un proceso, más aún, a una voluntad de sojuzgamientc
que de por sí nunca tiene fin; introduce la verdad como un pro
cessus in infinitum, un determinar activo, no un tomar concien
cía de algo que sea en sí fijo y determinado.” 14 El sujeto, poi
lo tanto, participa en el ser como un Otro cuyo objetivo consis
te en convertir el devenir en formulable a través de un proceso
(¡y no una intuición apriori!) de organización del material sen­
sible, que es en conjunto un proceso de falsificación. Pero este
proceso, dirigido a la constitución de una ilusión del ser, no é¡
finito, no consiste en una cadena finita de deducciones. Él e
puro proceso. La alteridad de conocimiento y devenir no es con
ciliable. La tensión entre ambos términos —la violencia que est
proceso ejerce sobre la “verdad”— es in-finita. Por esta razón ]¡|
refundación de la mecánica clásica, en los términos de una ten
ría del significado, es imposible. La extraordinaria intuición dé
Nietzsche consiste en plantear la necesidad del proceso cognoscs
tivo sobre la base de una diferencia fundamental, y en deducá
de ello el carácter infinito-conjetural de la investigación científi
ca: el concepto de verdad como organización-falsificación conjun­
13 Ibid ., p . 40.
14 Ibid., p . 43.
kÓGlCA DEL “ w iLLE ZUR MACHT” 69
ta- ¿Per0 Por 9ué es1:e proceso, y qué valor sigue teniendo?, ¿cómo
pedir su efeetualidad?
£] dominio de lo material no podría plantearse de otra mane­
ra. La verdad es una forma de organización del material sensi­
ble que permite su uso. Decidimos que nuestro “determinar ac­
tivo” alcanza “la verdad” cuando el devenir se ha definido en
pía serie de relaciones que nos permite verlo, conocerlo y prever
su movimiento. La verdad es función de esta necesidad nuestra.
Definimos puntos de vista, parámetros, modelos que nos permi­
ten la máxima extensión de este proceso de reducción del de­
venir a una forma de “ser”. De otra manera la vida sería im­
pensable. El mundo no es lógico. Pero el proceso de “logiciza-
ción, racionalización, sistematización” 15 nos brinda el m undo de
nuestra necesidad, de nuestra vida. La lógica no descubre la “lo-
gicidad” del mundo, sino que define los instrumentos y modos
de nuestro posesionarnos del mundo. Jam ás en absoluto. Jam as
racionalización definitiva, como aquella que emana de una forma
apriorí. Sino sistematización-logicización relativo-funcional para es­
tas necesidades, para esta vida. Para esta voluntad de poder. Aquí
el Wille zur M acht revela su fundamento mismo, su ser-opuesto
a toda “decadencia” . El W ille zur M acht nietzscheano no sola­
mente no tiene nada de “irracionalismo vitalista”, no solamente
no procura “recuperar” en el plano puramente subjetivo la cri­
sis de los fundamentos científicos, sino que se plantea como in­
terpretación y resolución de esta crisis. No es comprensible sino
sobre la base de esa crisis, con la que comparte radicalmente
problemas y perspectivas. Revela el valor del juicio lógico-cientí­
fico. Hay en él desmitificación y fundamentación al mismo tiem­
po. Desmatificación, en la medida en que no lo deduce de nin­
guna necesidad-verdad objetiva. Fundamentación, porque estable­
ce su necesidad también dentro de un contexto epistemológico
radicalmente transformado: como necesidad vital de com-prehen-
der, sistematizar, logicizar el mundo, para tener poder sobre él.
La sistematización “verdadera” es aquella que permite la máxi­
ma extensión de este dominio, la extensión máxima, la más coim-
prensiva y más económica. Pero por amplia que ésta sea, no
estará jamás “en síntesis” con el devenir, será siempre “falsa” si
se la considera dentro de una perspectiva ín-finita. Pero de esto
no se deduce ningún nihilismo “decadente” sino lo contrario:
implica la fundamentación del carácter de la búsqueda científi­
ca, su aspecto in-finito y concretamente conjetural, el elemento
15 Ibidem.
70 l íflí'ICA V FILOSOFIA EN EL “ t HACIATOS’'

de la falsificación como intrínseco a toda proposición, su carác­


ter problemático, conflictual, su carácter irreductible a la pers­
pectiva de la relación especular observación-significado. En estas
páginas la crítica machiana aparece ya totalmente saldada, atra­
vesada y superada.
Concebir la lógica como revelación de la estructura del ser ver­
dadero es la máxima ilusión metafísica. Pero no por ello la ló­
gica no aprehende, no comprende o es inefectiva. La lógica que
llega al final de sus ilusiones acerca de lo Real es la lógica que su­
ministra criterios y medios para crear lo real, el concepto de “rea­
lidad” para nosotros. El principio lógico contiene un imperativo
en las confrontaciones de la racionalización del mundo. El pro-
hiemales el proceso..de.raciorialización y, no Ja .definición de.üná
Ráfió; Pero ese imperativo (Comprender o mejor, hacer que el
nimído real sea para nosotros formulable, calculable, según un
esquema de ser desde nuestra posición” )™ está determinado por
necesidades precisas que se expresan mediante una determinada
voluntad de poder. No existe racionalización sin esta voluntad.
“El mundo nos parece lógico porque nosotros mismos \o hcmos
lagijgigadlo--á3ítes/>aT
El sujeto parece así volver a encontrarse en una situación pa­
radójica. Por una parte, vuelve a descubrir para sí una función
activa, “creativa”, que antes era impensable; pero por otra parte
pierde toda posición “de perspectiva”, todo “pnvilegíq” gnosco-
10Ibid., p. 48.
17 Ibid., p. 72. El integrarse recíproco de investigación lógica e instra-
mentos operativos es lo que Nietzsche recoge como “destino” del nihilismo
europeo. Basta pensar en la insistencia de su crítica en la “desdichada dis­
tinción” , propia de la decadencia, entre teoría y práctica (Frammtftíí Pos
tumi, 1888-1889, en Opere, cit., p. 114), que muchos intérpretes han con­
siderado como signo de tendencias panestéticas, mientras que Nietzsche la
rechaza en cuanto que huida frente al prohlema-clavc de la época: la ela­
boración de instrumentos de apropiación-transformación de la realidad, qu;
paradójicamente nacen del formalismo más radical del que es consciente e!
negativos Dcnkcn. La demostración de ese proceso y de esa relación a
encuentra en toda la historia de la investigación científica del siglo xix, en­
tre álgebra de la lógica de Boole y desarrollo de la lógica binaria en clec
trónica y electrotecnia, entre la Begriffschrift de Frege y el planteamiento
de los esquemas de los circuitos eléctricos,1entre la búsqueda de Peacock )
la de Babbagc. Cuanto más “autorregulada" se presenta la operación lógica,
cuanto más haya ésta formalizado el uso de los lenguajes propios, tanto
más puede aparecer como integrante de precisas operaciones de transforma
ción de lo real y de uso funcional de las "energías". Véanse algunas in­
dicaciones en este sentido en M. Losano, La macchina analítica. Un secóle
<Jt calcólo automático, Milán, 1972.
j^elCA DEL “ w iLLE ZUR MACHI'” 71

jógjco. Esto coloca al sistema en su dinámica y contradictorie-


¿ad, pero el conjunto ya no resulta distinguible de alguna manera.
supresión de la fe en una constitución en sí de las cosas
¿nplica que no se brindarán cosas sin la intervención de un
mjeto que las interprete. Por consiguiente, en la cosa, tal como
aparece, se da el sujeto interpretante. Recíprocamente, no exis­
tiría ninguna forma pura de la interpretación formulable de cual­
quier modo, sino en relación con la cosa interpretada — mejor
¿icho y más aún: sino en el darse mismo de la cosa. A partir de
aquí se produce aquel proceso, característico del W ille zur M acht,
ríe racionalización del mundo. El W ille zur M acht es por ello
lo opuesto de todo subjetivismo, de toda exaltación de “creati­
vidad” romántico-tardía, genial. Indica por el contrario la rela­
ción conflictiva-procesal entre interpretación y “ estado de hecho”;
cómo la interpretación, por ser tal, transforma y no refleja
simplemente dicho estado; cómo esto implica plantear la inter­
pretación como propiedad del propio sistema analizado; y cómo
de este entretejido deriva, y sobre él se funda, la posibilidad de
una logicización efectiva del mundo. Si “lógica” fuese de hecho
solamente la forma apriori, jamás podría aplicarse. Si, a la in­
versa, “lógica” fuese solamente una Sustancia ilusoria, utópica,
del devenir, jamás esa sustancia podría alcanzarse. “Lógico”, “ver­
dadero”, es el proceso que nosotros hemos puesto para tener
poder sobre el mundo. Pero al poner dicho proceso, el sujeto ha
perdido toda “autonomía” áurea y se ha convertido en parte, en
propiedad de él. Ésa es la tragedia misma del sujeto. P ara poder
efectualmente no sólo debe desencantarse de las mismas “formas
apriori”, de la “verdad” y “bondad” del mundo, del esquematis­
mo entre forma y mundo, de su propia capacidad para hacer del
mundo un significado plenamente determinado, sino que tam ­
bién debe liquidar el Valor extremo, aquello que hasta el nihilis­
mo más radical había conservado, más aún, aquello de lo cual
era el más encarnizado defensor: la autonomía de la subjetivi­
dad, el camino interior schopenhaueriano. Poder es integrarse al
sistema. El W ille zur M acht es ante todo la crítica lógica de
la Freiheit.
La “inactualidad” de estas consideraciones puede apreciarse si
nos referimos al debate de alrededor de 1900 entre seguidores de
Mach y socialdemócratas.18 Más evidente aún se revela la radica-
lidad nietzscheana cuando intentamos responder a la siguiente
pregunta: ¿qué carácter asumen las formas subjetivas de la inter-
18 Véase el capítulo 1 del presente trabajo.
72 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ TRACTATOS"

precación en este contexto epistemológico radicalmente transfor­


mado, carácter que explica y permite su efectualidad? El ‘"do­
minio" de la lógica es el de las relaciones funcionales que se dan
entre sujeto y objeto dentro del proceso de racionalización. Las
formas en que se expresa este “dominio" no corresponde a ningu­
na “cosa en sí", que no existe puesto que no es formulable, Dichas
formas tienen un valor estrechamente convencional.,10 Esto no les
quita en absoluto efectualidad u objetividad. Estas convencio­
nes, por el contrario, resultan necesarias para poder “formular” un
mundo. Y su objetividad y efectualidad es por lo tanto concre­
tamente calculable sobre la base de su utilidad, entendida en el
sentido más amplio. Cuenta saber que el mundo que resulta
de ello no es en ningún caso el mundo verdadero-esencial, sino
que será esa organización de nuestras representaciones la que
garantice la máxima extensión del poder de las formas lógicas. No
se trata en absoluto de un “empobrecimiento” de la forma lógi­
ca, como si ésta fuera reducida, por la definición de verdad, a
convención, a “útil”. El discurso es puesto exactamente al revés:
la “miseria” de la forma lógica pura es superada en su ponerse
como proceso de logicización del mundo. La forma lógica pura
es “mísera” porque es vacia, no esquematizare, no trasccnden-
talmente deducible como fundamento de la experiencia. E$U
forma, en cambio, convencional, útil, se resuelve radicalmente en
la experiencia —pone en ella el “dominio”— y sin recaer en nin­
guna “especulación” ingenua de los simples datos, de lo simplex
sigittum veri. “La fe en la razón y en sus categorías, en la dialéc­
tica, es decir, el juicio de valor de la lógica, demuestran solamente
su utilidad —probada en la experiencia— para la vida y no su
‘verdad'.” 20 La medida para evaluar estas categorías sólo podrí
19 Al construir el “mundo verdadero", los físicos omiten considerar “t)
necesario perspcctivismo, en virtud del cual cada centro de fuerza —y ni
sólo el hombre— construye todo el resto del mundo a partir de sí mismo,
es decir, lo mide, lo modela, lo forma según su fuerza" (Frcmnncnfi Post*
mi, 1888-1889, en Opere, rit., p. 162). Pero ya en un fragmento del a&
anterior Nietzsche había ido más lejos en la definición del carácter conves
cional de las “leyes" físicas, refiriendo su análisis al más general de h
/orrmu lingüísíiccrs. En realidad, cada “ley” está construida en la fon»
de la lengua: “Nosotros dejamos de pensar si'n o queremos hacerlo en V
constricción lingüística, llegamos incluso a la duda de ver aquí una fronte*:
como frontera. Pensar racionalmente significa interpretar según un esquete,
que no podemos rechazar” (Frammenti Postumi, J835-18S7, en Opere, ritJ
p. 183). Es un fragmento que bastaría por sí solo para explicar la leladátj
de Wittgenstein con Nietzsche.
10 F. Nietzsche, Frammenti Postumi, 18S7-JS88, en Opere, cit., p. H*
ló gica d e l “ w il l e z u r m a c h e ” 73
ser relativa (relativa a las preguntas que se planteen, a la exten­
sión alcanzada por el proceso de racionalización). Pero n o p o r
ello será menos objetiva. No el grado de aproximación a u n a
sustancia ilusoria, sino el grado de integración con el que funcio­
na en el proceso de racionalización es el que decide sobre el valor
y el poder de la forma lógica.
Si por un lado el discurso sobre el proceso de racionalización
preanuncia la “estructura lógica” camapiana, por otro lado el
carácter convencional-funcional —y la relatividad, que caracte­
riza los instrumentos de dicho proceso— se diferencian de ella
profundamente y parecen más bien remitir a esa crisis del signi­
ficado vivida por W ittgenstein, en contraste con los desarrollos
del W iener Kreis. En Nietzsche el “pensamiento negativo” llega
por primera vez a intencionar el campo mismo del poder. E l
nihilismo comprendía las formas de la representación com o única
realidad. Nietzsche comienza analizando la tragicidad de esta
deducción, y esto señala el mom ento del pasaje de la tragedia
“estética” a la Auíklarung trágica. Dicha visión, empero, consti­
tuye solamente la base del problema; la diferencia radical que el
nihilismo coloca entre representación y cosa sirve para definir la
inexistencia de un modo de verdad en sí, para concebir el con­
vencionalismo de la forma lógica, para establecer sobre dicha
estructura la efectualidad y juzgarla en una perspectiva de valor,
es decir, calcular cuánto vale: “en general, cada cosa vale lo que
se ha pagado por eZ/a” .21 ¿Qué es lo que diferencia radicalm ente
a este planteamiento del “economicismo” machiano? E l hecho
de que la utilidad y economicidad en la forma no sean en ab ­
soluto mensurables sobre la base de su coherencia determinístico-
finita con el dato sensible. Su utilidad y su economicidad de­
penden de la capacidad de la forma para ser determ inante en el
proceso de racionalización, y esto se mide en una perspectiva in ­
finita. En consecuencia tiene en sí, como elemento intrínseco, la
posibilidad de “falsificación”. Por lo tanto, debe conjeturar. Por
lo tanto, debe plantearse en términos probabilísticos. A esta es­
tructura corresponde una visión completamente diferente de la
21 Ibid., p. 19. Esto significa liberar finalmente la forma lógica del juicio
filosófico de valor: liberar la ciencia de los filósofos. N o se tra ta solam ente
de liberar la ciencia con respecto a la moral — como todos los intérpretes d e
Nietzsche ya lo han señalado— sino, m ucho más fundam entalm ente, d e em an ­
cipar el discurso científico con respecto al “juicio apriori” filosófico, a la
pretensión de fundamentación filosófica, que en K ant celebra su m áxim a
tensión y, asimismo, el comienzo de su crisis. Véase Fram menti Postum i,
1888-1889, en Opere, cit., pp. 113-114.
74 LOGICA Y FIL O SO r XA E N EL 1 Ka ^ í A í
rTC»f
U d :;

realidad: ya no reductible en sí a "cosas" fijas y determinadas,:


La perspectiva epistemológica involucra por ello en su interior
una diferencia radical entre las formas que necesariamente asume
el trabajo conceptual de la subjetividad y el devenir en tanto
vida, en tanto organismo. La búsqueda nietzscheana excluye en
suma aquella posibilidad de conciliación y de síntesis, y por ello
de refundación de la física clásica, que constituía el objetivo de
Macli. Pero Nietzsche constituye esta diferencia radical en fun­
damento de una nueva teoría. En él, el "pensamiento negativo!?
ha atravesado todo el espacio del nihilismo y ha interpretado has­
ta el fondo su anuncio; las formas puras se convierten en poder
positivo, la caída del apriori es racionalización, la ascesis es, enk
último término, definición de la estructura lógica del mundo.
Sobre la diferencia radical y el mero convencionalismo se funda
el valor de la forma lógica que nos entrega la realidad formula-
ble. Y todo esto sin ninguna conciliación. Acordar-sintetizar seria
recaer en la impotencia absoluta del nihilismo. Poder no es sín­
tesis; si fuese síntesis no habría ya necesidad de un poder. Y la
forma ya no sería convencional: expresaría la realidad, la extin­
guiría en sí. Existe un conflicto in-finito del mismo modo que:
existe un devenir, un “eterno retorno”. El proceso de logiciza-
ción, en tanto W ille zur Macht, es in-finito precisamente porque
dicho conflicto es in-finito. Si se diese una síntesis, no habría ya
nada que logicizar, que com-prehender, que dominar. Y creer
que el proceso de racionalización tiende necesariamente a la Sín­
tesis es volver a Utopía, recuperar la teleología kantiana. Una
vez más, la forma lógica no es un deber-ser sino un querer-poder.
A menudo se ha estudiado la relación entre W ittgenstein y
Schopenhauer; -2 jamás, por lo que se sabe, entre Wittgenstein
y Nietzsche. Y sin embargo, a la luz de lo que se ha expuesto,
parece que esta última es el nudo decisivo. Ya en las páginas del
Tractatus hay una confusión característica de las perspectivas
schopenhaueriana y nietzscheana. Pero estos influjos decantan
poco a poco sus aspectos ideológicos para presentarse, en los tra­
bajos posteriores a la crisis, en términos más estrechamente lógi­
co-formales. Es entonces cuando el Nietzsche de los últimos
fragmentos reaparece con prepotencia. W ittgenstein compone
entre 1937 y 1944 los fragmentos de las Observaciones sobre los2

22 Véase de S. Morris Engel, "Schopenhauer’s Im pact on W ittgenstein”,


en Journal of the History of Philosophy, 7; 1969, y Wittgenstein’s Doctrine
of the Tiranny of the Language, La Haya, 1971, y A. Janik, “Schopenhauer
and the early W ittgenstein”, en Philosophicál Studies, 15, 1969.
WITTGENSTEIN: p e n s a m ie n t o n e g a t iv o y “ ju e g o ” 75

fundamentos de la matemática, pero el núcleo problemático fun­


damental de su pensamiento remonta al final de los años veinte,
al redescubrimiento del problema de la fundamentación m atem á­
tica, a las dudas profundas acerca de los desarrollos del Tractatus
que se intentaban desde el W iener Kreis. Las B emerkungen so­
bre la matemática no pueden por eso escindirse de las Investiga-
dones filosóficas, en las que se plantea más explícitamente la
exigencia de rendición de cuentas con el Tractatus y con todo
el ambiente filosófico del que esta obra era elemento determ i­
nante.

2. w i t t g e n s t e i n : p e n s a m i e n t o n e g a t iv o y “ j u e g o ”

Wittgenstein desarrolla en sentido anti-platónico la “lengua ló­


gica ideal” de Frege ya en los Cuadernos de 1914-1916, con la
llamada teoría pictográfica del lenguaje, de la homología entre
proposición y realidad. Según Frege, verdad y no-verdad tenían
valor objetivo; según W ittgenstein, en cambio, son “condiciones
de relación”, caracteres de la relación intercurrente entre for­
ma de las proposiciones y estructura de lo real. El significado del
lenguaje no es determinable sobre la base de las formas lógicas
de la proposición, del sentido de la combinación de sus constantes
lógicas: éstas no dicen nada acerca de la realidad.23 N o existe
estructura objetiva del pensamiento, sede originaria del sentido
de todo lenguaje. No puede formularse una forma lógica aprio-
ri de los contenidos individuales. Esta crítica “nihilista” a Frege
se desarrolla, en el Tractatus, en la doctrina del significado.
W ittgenstein no concibe aquí el formalismo de la lógica en
sentido nietzscheano; no sabe hacer que, de la “miseria” funda­
mental de la forma lógica pura, “desencantada” de toda ilusión
de trascendentalidad, surjan las nuevas formas de poder del jui­
cio, la nueva comprensión de la relación sujeto-objeto. Ontológi-
camente primero, en el Tractatus, están los objetos simples. El
lenguaje no expresa una lengua ideal que estaría “adentro” de
ellos, y que constituiría precisamente el objeto de la investigación
lógica —la “roca eterna” sobre la cual, según Frege, se edifica
nuestro pensamiento—, sino que muestra las formas de la reali-
28 Acerca de la relación W ittgenstein-Frege, véase las lúcidas páginas de
Giacomini, “II pensiero di W ittgenstein” , en L. Geym onat (co m p .), Storia
del pensiero filosófico e scientifico, vol. vi, M ilán, 1972, pp. 216-218.
76 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN E L “ XRACTATUS”

dad, sus proposiciones son verdaderas o falsas sólo en la medida


en que son imágenes de la realidad. Puede afirmarse que en las*
discusiones del W iener Kreis, sobre todo en Schlick y Camap-
la lectura del Tractatus se detenía en la forma general que aquf
adopta la función de verdad, en base a la cual toda proposició|'
es el resultado de reiteradas aplicaciones de cada operación lógica
a proposiciones elementales (aquellas que afirman la existencia
de un hecho atómico). Esta función de verdad tenderá a conver­
tirse, en las elaboraciones y reelaboraciones del W iener Kreis, ei§
una verdadera y propia Weltanschauung, en la cual la problema-
ticidad del Tractatus —tanto desde el punto de vista de la relación:
entre proposiciones lógicas y proposiciones elementales, como
desde una perspectiva filosófico-cultural global— será colocada
cada vez más "violentamente” entre paréntesis.
La crisis del planteamiento del Tractatus (en muchos aspectos
implícita, como veremos, en el Tractatus mismo) concierne a los
límites de la relación de significado, y se le atribuye convencio­
nalmente a la influencia ejercida por Brouwcr sobre Wittgen-
stein. Desde el punto de vista de Brouwer (el lenguaje no
representa sino que es el resultado de una operación puramente
m ental), la reducción realizada en el Tractatus de todo lenguaje
a la relación semántica, no puede menos que implicar la refun­
dación de la lengua lógica ideal de Frege. Exactamente de la
misma manera que la forma lógica apriori de Frege, la “univer­
salidad” de la relación semántica wittgensteiniana no es formu-
lable. D e hecho existe solamente una pluralidad de lenguajes,
funcionáhnente fundados, irreductibles a la unidad ni por el
camino lógico ni por el ontológico. También la unidad de la mis­
ma matemática es un mito. También la matemática consiste en
un conjunto de operaciones, cuya convencionalidad excluye la
existencia meta-física de una esencia común a ellas. El “juego
lingüístico”, diría el W ittgenstein de las Bemerkungen, no sólo
no expresa esencias (el lenguaje no dice la propia forma lógi­
ca) : ni siquiera puede mostrarlas. Y tampoco la multiplicidad
de las proposiciones puede reducirse según las reglas de la fun­
ción de verdad a la relación puramente semántica.
Esta crítica no se refiere a formas específicas de “fundación”
sino al concepto de “fundación” en sí. La matemática “no pre­
supone un sistema de lógica” :24 éste nos induciría a creer “que
el edificio de dicha ciencia se eleva sobre algún grupo de verdades
absolutas y eternas, mientras que, de hecho, la aritmética es un
24 W . C . Kneale y M . Kneale, Storia delta lógica, T u rín , 1972, p . 772.
W ITTGENSTEIN: PENSAM IENTO NEGATIVO Y “ JU E G O ” 77
cálculo puro y simple que proviene exclusivamente de algunas
convenciones y, como el sistema solar, no está suspendido de ni
fundado en nada” .2526Esta crítica del concepto de “fundación” será
retomada por W ittgenstein en las Bemerkungen y generalizada,
después, philosof>hisch, en las Observaciones sobre lo s fundam en­
tos de la matemática, pero debía representar en W ittg en stein ,
desde un punto de vista más general, las tesis radicales sobre la
crisis délos fundamentos que el Tractatus había “arrancado” del
carácter ontológico de la relación semántica. Ya F élix Klein, al
concluir el debate sobre la intuición como fundam ento de la
axiomática clásica, había demostrado la ilusoriedad d e las afirma­
ciones sobre la verdad de un sistema espacio-temporal antes que
de otro. El criterio de lo claro y distinto, el llam am iento a la in­
tuición intema, la fundación esencial de la lógica m atem ática,
dejaban el campo, desde entonces, a una ciencia d e las relaciones
puras, cuyo significado reside en la conexión sistemática de sus
elementos en base a reglas convencionales.
Tampoco la crítica nietzscheana al simplex sigiiiwn veri podría
ser comprendida en un contexto científico-cultural distinto. “Es
evidente que, según esta concepción, cierta ‘geom etría' no puede
ser, por principio, más que un determinado sistema d e orden y
relaciones, cuyo carácter está determinado por las reglas de las
operaciones, y no por la naturaleza absoluta de las ‘form as’ sobre
las cuales se efectúan estas operaciones.” 28 Ya esta formulación
va más allá de la crítica directa a los fundamentos específicos de
la axiomática clásica. La crisis de la intuición es aq u í crisis del
apriori, de la trascendentalidad de las formas que operan en el
lenguaje científico. De problema de “fundación”, el problema
epistemológico se transforma en problema de coherencia intem a
en la definición del “juego”, de sus reglas, de su funcionalidad
y su uso.
No obstante, como habíamos dicho ya a propósito de Nietzsche,
esta conclusión excluye toda arbitrariedad nominalista. Se trata
aquí de proposiciones racionales, cuyo formalismo conserva valo­
res mensurables, está vinculado a necesidades-usos reales. El pro­
ceso de logicización del mundo es lo opuesto de una “pérdida” de
interés por las “cosas”, antes bien, es la expresión del interés
máximo: W ille zur Machí. Ésta es la perspectiva ideológica
fundamental que da sustancia a las tesis sobre la convencionali-
25 F. W aism ann, Introduzione <d pensiero matemático, tr . it., T urín,
1971, pp. 140-141.
26 E . Cassiier, Historia de la filosofía moderna, vol. vi, c it., p . 51.
78 LÓGICA Y FILOSOFÍA E N EL “ TRACTATUS’Í

dad de las formas lógicas. Cuando Poincaré afirma que “los axioS
mas lógicos no son ni juicios sintéticos apriori, ni hechos
experimentales, sino convenciones",27 además de demostrar la
informulabilidad del apriorismo kantiano plantea, en positivo, e|
problema epistemológico de la coherencia interna en cuanto que
. funcional a la construcción lógica de un mundo “des-metaficizal
do”, hecho de pluralidad de relaciones, conexiones, lenguajes,
usos, pero no por esto menos vinculante y objetivo, menos —diría
Nietzsche— destino. ij
N o existe sintaxis universal en relación a lo Sprachliches. Ncí
existen Ideen-Modello de lo Sprachliches. La forma lógica es
Signo. Pero este Signo ordena, estructura, plantea las reglas, hace
formulable, puede. Este Signo opera sobre dimensiones demos-!
trables —racionaliza. La formalización completa ocurre solamen­
te cuando la pura Forma se “desencanta”. Esta reversión de lo
“negativo” en el proceso de racionalización, en la positividad de
la convención, comienza con Nietzsche. Pero es una intuición
que posibilita toda la filosofía contemporánea del “juego mate­
mático”. Se trata de la progresiva sustracción a los “signos” de
todo significado intuitivo y, paralelamente, de la distinción entr§
demostración de su coherencia interna y descripción de sus “con­
tenidos”. El estudio lógico se dirige únicamente a “cierto siste­
ma de objetos (que serán los símbolos utilizados) que somete­
mos a ciertas reglas”.272829Las propiedades que se atribuyen a estos
signos, en este contexto, no tienen nada de intuitivo —no remi­
ten a ningún “significado”. La demostración que realizamos con
estos signos para establecer la coherencia de sus determinadas
conexiones y relaciones no es una descripción de “contenido”. La
teoría hilbertiana demuestra que también la matemática clásica
“implica un procedimiento concluso en sí que obra de conformi­
dad con reglas fijas conocidas por todos los matemáticos y que
consiste, en sustancia, en la construcción gradual de ciertas com­
binaciones de los símbolos primitivos que se consideran ‘justos’ o
‘demostrados’ En otras palabras, “debemos considerar la mate­
mática clásica como un juego combinatorio jugado con los sím­
bolos primitivos y debemos determinar de un modo combinatorio-
finitista a qué combinaciones de los símbolos primitivos conducen
los métodos de construcción, es decir, las ‘demostraciones’ ” .2D A
27 E. Poincaré, L a Science et l’Hypothése, París, 1902, p. 66.
28 }. Plerbrand, Recherches sur la théorie de la iémonstration, en T ravaux
de la Socíété de Sciences et de Lettres de Varsovie, m , vol. 33, 1930.
29 J. Y on N eum ann, L a fondazione formalistica della matemática (1930),
AVITTGKNSTEIN: PENSAMIENTO NEGATIVO Y “ jUiiGO” 79

esto remite, en el fondo, el programa de una formalizaeión com­


pleta de la lógica matemática.30 Según Hilbert, éste es esencial­
mente el problema de una demostración combinatorio-finitista de
no-contradictoriedad. No-contradictoriedad en sentido formal,
como señala Gódel: “concebida como una propiedad puram ente
combinatoria de ciertos sistemas de signos y de las ‘reglas del jue­
go’ válidas para ellos”.31
En consecuencia, Hilbert plantea el problema de una com pleta
fprmalización de la lógica matemática a través de una dem ostra­
ción combinatorio-finitista de no-contradictoriedad. La claridad
hübertiana acerca del carácter formal de la demostración y de la
“verdad” que construye, así como su ataque definitivo contra el
llamamiento intuicionista para la comprensión de la no-contra­
dictoriedad de las “reglas” y de las combinaciones a las que dan
vida, no se aplican, sin embargo, al formalismo mismo. N o se
produce “desencanto” real de la relación forma-intuición, signo-
significado, demostración-verdad, si no se produce critica d e los
limites del formalismo mismo, es decir, si él formalismo no se
reconoce como proceso —y si sus demostraciones no abandonan
la ilusión de lo completo absoluto. Desde este p u n to de vista el
programa hilbertiano está todavía embebido de deber-ser. Inclu­
sive su carga teleológica plantea problemas indecibles. Si un
sistema formal se dice completo cuando “toda proposición expre-
sable con sus símbolos es formalmente decible a partir d e los
axiomas”, es decir, cuando existe una cadena deductiva fin ita “que
se desarrolla según las reglas del cálculo lógico, la cual comienza
con ciertos axiomas y termina con la proposición A o la proposi­
ción no-A”, lo que será demostrado por Gódel es que “no existe
ningún sistema con un número finito' de axiomas que tam bién
sea completo sólo con respecto a las proposiciones aritm éticas” .32
A partir del carácter incompleto, o mejor, de la incom pletabilidad
de la teoría de los números naturales (no es posible construir un
conjunto de axiomas para los números naturales que goce del
cit. en E. Casari, La filosofía della matemática del Novecento, Florencia,
1973, pp. 50-51.
30 E. Nagel y J. R. Newman, L a prova di Gódel, T urín, 1974, p p. 35-36.
31 K. Godel, “Apéndice” a las Acias del segundo Coloquio de E pistem o­
logía de las ciencias exactas. Konigsberg, 1931, en Casari, op. cit., p . 56.
32 K. Godel, op. cit. El ensayo fundamental de G odel, Über form al
unentscheidbare Sdtze áer Principia Matemática und verwandter System e [so­
bre sentencias formalmente indecibles de principia m atnem atica y sistem as
afines] (1931) está publicado en español: K urt Godel, O bras com pletas,
Madrid, Alianza, 1981, pp. 45-89.
80 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ TRACTATUS”

carácter completo requerido por Hilbert), Gódel demuestra que


todos los sistemas formales de la matemática contienen propo-'
sicíones aritméticas indecibles, y que la afirmación de no-contrae
dictoriedad corresponde siempre a las proposiciones indecibles
de uno de estos sistemas.33 Una demostración de no-contradicto-
riedad no puede ser comprendida en una demostración finitista,
como la buscada por los formalismos hilbertianos, pero podría ser.
realizada a través de “inferencias”, no formalizables a su vez
dentro de las reglas del “juego” que definen aquel sistema.34 Un
83 E n otros términos, Godel demuestra “la imposibilidad de interrumpir
aquel regreso al infinito de las meta-teorías” , que se determinaba como posi­
ble situación ante el problema de la autofundación de las teorías (M . L.
D alla Chiara Scabia, Lógica, M ilán, 1974, pp. 49, 5 8 ). El resultado
fundamental de Godel es la conclusión de que “si la aritmética es coheren­
te, su coherencia no puede ser demostrada por un razonamiento meta-ma­
temático dotado de una representación en el ám bito del formalismo de la,
aritmética” (E . Nagel, J. R . Newman, op. cit., p . 103). C f. tam bién F.
W aism ann, op. cit., pp. 119-121. _
34 Desde este punto de vista, las criticas de W ittgenstein en el tractatu
al uso russelliano de las reglas inferenciales dejan ya entrever "en qué sen­
tido W ittgenstein tenderá más tarde a rechazar la idea de una ‘meta-mate­
m ática’ en la acepción que H ilbert atribuye a esta expresión” (G . Piaña,
Interpretazione del Tractatus di Wittgenstein, M ilán, 1973, p. 9 8 ). Con
respecto a esta crítica wittgensteiniana a Hilbert, cf. F. W aism ann, W ittgen­
stein y el circulo de Vierta [traduc. al esp. México, f c e , 1973, pp. 105-107]:
“Puedo jugar con las figuras del ajedrez siguiendo determinadas reglas, pero
podría también inventar un juego en que se jugara con las reglas mismas.
Las piezas de ese juego mío serían entonces las reglas del ajedrez y las reglas
del juego vendrían a ser las leyes lógicas. D e nuevo tendría un juego y no un
metajuego. Lo que hace H ilbert es todavía matemáticas y no metamatemá-
ticas, y se trata de nuevo de un cálculo como cualquier otro.”
E n lo que concierne a la relación entre W ittgenstein y Russell, ella se
configura en términos bastante problemáticos desde el comienzo. Es cierto,
el conflicto no estalla en la época de la publicación del Tractatus, luego de
las conocidas alternativas de la Introducción russelliana. Las cartas de W it­
tgenstein a Russell (L. W ittgenstein, Letters to Russell, Keynes and Moore,
Oxford, 1974 [en esp. Cartas a Russell, Keynes y Moore, M adrid, Taurus,
1979]) atestiguan la maduración de “ fundamentales diferencias” (cf. las
cartas de enero a marzo de 1914) en relación con el sentido y el valor mismo
del trabajo científico. Sería de gran utilidad un trabajo analítico, extrema­
dam ente detallado, de las relaciones entre la primera búsqueda wittgenstei­
niana en su relación con Frege, por un lado, y con Russell, p o r otro, a fin
de establecer tam bién la influencia que sobre la originalidad de la posi­
ción de W ittgenstein ejerció el contexto problemático-cultural austríaco. Este
trabajo procura desarrollar solamente la segunda parte de un programa simi­
lar. Es superfluo agregar que con esto no reconocemos validez alguna a las
interpretaciones actualmente de moda de un W ittgenstein “romántico-vie-
nés” (Jamk-Toulmin, Wittgenstem’s Vienna [en esp., L a Viena de Wittgen
WITTGENSTEIN: PENSAMIENTO n eg a tiv o y “ ju e g o ” Si

sistema no está en condiciones de formalizar los medios adm iti­


dos por la demostración de la propia no-contradictoriedad. El
“dogmatismo” del programa formalista hilbertiano ha eludido
la enorme carga infinitaría a que se encuentra expuesta la intui­
ción en el momento de querer justificar la matemática clásica. Por
cierto, esto no significa que tal programa no tenga sentido, sino
que no critica sus propios límites,35 y por consiguiente equivoca
entre una justificación de la matemática clásica y el concepto
preciso de justificación en cuanto demostración de la imposibili­
dad formal de contradicción dentro de un sistema. La demostra­
ción es un proceso que no puede culminar en afirmaciones
necesarias de no-contradictoriedad. Su “verdad” no es de carácter
in-tuitivo, finitista, sino que está implícita en las reglas sintácti­
cas, “que permiten, en particular, distinguir, a partir solamente
de la forma exterior de las expresiones, entre las expresiones mis­
mas aquellas que son proposiciones”. Estas reglas son formales,
“es decir, se refieren exclusivamente a la forma exterior de las
proposiciones a las cuales se aplican”.36
El problema consiste precisamente en verificar la relación entre
el conjunto de las proposiciones demostrables y el de las propo­
siciones verdaderas, es decir, si “la demostración formal es en
efecto un procedimiento adecuado para adquirir la verdad” ; si
el programa hilbertiano es así realizable. Precisamente la teoría
de Godel sobre el carácter incompleto de la aritmética responde
a este problema: “existen proposiciones verdaderas formuladas
en el lenguaje de la aritmética que no pueden ser demostradas a
partir de los axiomas y de las reglas de inferencia aceptadas en
aritmética”. Los conceptos de demostración formal pueden ser
explicados en términos de relaciones simples. Existe la posibili­
dad de una traducción precisa de la definición general de demos­
tración en las operaciones del lenguaje-objeto de la aritmética. Pero
una traducción análoga no es posible para la definición de ver-

stein, M adrid, Taurus, 1974], W . W . Bartley, W ittgenstein maestro a i sauo-


la elementare, Roma. 1975; en parte también Johnston, op. cit., cf. las
recensiones mías y de Amendolagine en Nueva Corrente, núm . 67, 1 9 7 5 ).
35 Cf. J. Ladriére, Les limitations internes des formalismes, Louvain-Pa-
rís, 1957.
36 Esta y las citas siguientes son tomadas de A. Tarski, Verdad y demos­
tración (1969), cit. en E. Casan, op. cit., pp. 6 9 y ss. Tarski había dedicado
a problemas análogos un ensayo fundamental inm ediatam ente después de la
“revolución” gódeliana, “Der W ahrheitsbegriff in den formalisierten S prachen”
(1935), tr. it.. en F. Rivetti Barbo, L ’antinomia del mentitore nel pensiero
contemporáneo, M ilán, 1961.
82 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ t RACTATUS1

dad. “La creencia de que la demostración formal pueda consti-t


tuir un instrumento adecuado para establecer la verdad de todos
los enunciados matemáticos se ha revelado infundada.” Pero es»
una conclusión ya conscientemente opuesta a la “nihilista” ork
ginal. Inclusive la diferencia que se plantea teóricamente entre
demostración y verdad expresa el máximo desarrollo del proceso
de formalización: éste ha llegado a comprender en sí los propio*
límites. Por otra parte, el proceso de formalización, en cuanto
crítica del planteamiento apriorístico (que no es, en el fondó|
sino un primer intento de verificar la coincidencia entre proposi­
ciones demostrables y proposiciones verdaderas), “desencanta*
completamente el concepto de verdad. Pero no por esto deja de
tener un significado preciso. Perdida toda dimensión ontológica
y toda pretensión de traducibilidad, la proposición verdadera fun­
ciona como “límite ideal que ya no podrá ser alcanzado pero al
que se trata de aproximarse gradualmente mediante sucesivas
ampliaciones del conjunto de las proposiciones demostrables”. Es
absurdo ver en esto una especie de nostalgia kantiana. Esta pro­
posición procura decir que precisamente la indemostrabilidad, a
partir de los axiomas y de las reglas de inferencia aceptadas en
aritmética, de las proposiciones verdaderas hace de la demostra­
ción un proceso, una operación de extensión progresiva de la
teoría, un enriquecimiento de Jas reglas formales. La demostra­
ción es, en resumen, positivamente, racionalización-logicización
-del mundo. Y esta conclusión sería imposible sin la solución
negativa del contenido esencial del “deber-ser” formalista: querer
deducir de axiomas ciertos y en base a reglas formales la verdad
no formal, la no-contradictoriedad del sistema. “Permanece” la
demostración, su proceso, sus reglas formales: su ser-convención,
Pero precisamente por esto, esa demostración funciona : extiende
un dominio, hace que sean formulables relaciones, referencias
—un mundo. Sin formalización radical (y por radical se entien­
de una formalización de los límites mismos del formalismo) no
hay poder, sino solamente deber-ser. Sin formalización radical
no existe racionalización (que se puede fundar solamente sobre
las diferencias que hemos analizado), sino conciliaciones iluso­
rias, síntesis apriori e indemostrables, inefectuales —el “encan­
to” del significado. Es precisamente éste el contexto en que es
necesario colocar también la obra de W ittgenstein sobre la ma­
temática. Su excepcionalidad es de carácter sobre todo histó­
rico: concentra en sí las direcciones interpretativas que hemos
intentado hasta aquí. Las Observaciones sobre los fundamentos
WITTGENSTEIN1 PENSAMIENTO NEGATIVO Y JUEGO 83
de la tíuileniáíica rediscuten no solamente la formulación ente­
ra del Tractatus (y las consecuencias que el neopositivismo había
sacado de él), sino también la “filosofía” que en él aparecía: el
trayecto del “pensamiento negativo” que va de Schopenhauer a
Nietzsche, el Übergang, decisivo para todos los desarrollos de la
crisis contemporánea de los “fundamentos”, entre el hundim ien­
to nihilista del apriori y el nuevo valor que su abandono expresa;
entre “miseria” de la forma vacía y proceso de demostración-
racionalización; entre defectuoso in-finito del imperativo y el poder
del Signo, cuyo in-finito es generalización progresiva y demostra­
ble del propio dominio, progresiva y, como dirá W ittgenstein,
inexorable.
“¿En qué consiste, entonces, la peculiar inexorabilidad de la
matemática?” 37* No puede provenir del hecho de que sus demos­
traciones sean comprensiones exhaustivas de la verdad. N o es
la verdad la que funda la inexorabilidad y necesidad del cálculo,
de las combinaciones, de las deducciones matemáticas. La vici­
situd entera de la crisis de los fundamentos ha demostrado la
imposibilidad o indecibilidad de soluciones similares. Sin em ­
bargo, la lógica matemática es inexorable —no es un complejo
de afirmaciones psicológicamente limitadas, ni tam poco un cam­
po de proposiciones meramente relativas. Al contrario, nada apa­
rece tan inexorable como la ley que deriva del complejo de ios
fundamentos del “juego” lógico-matemático, “juego” que n o de­
duce ninguna verdad, ni ontológica, ni concerniente a “leyes”
abstractas del pensamiento.33 La imagen que utilizará W ittg en ­
stein es la del juez inexorable. Pero la inexorabilidad de la ley
(la ley alcanza siempre al culpable) es llevada aquí al extremo,
a la paradoja. Está implícito, en efecto, en el concepto jurídico
de ley que la ley sea transgredida. Por otra parte, este mismo
presupuesto del concepto jurídico de ley hace necesario expiar
otra “transgresión” : que la ley prevea “posibilidades de gracia”,
que en algunos casos sea “tolerante”. La inexorabilidad lógico-
matemática es de otro tipo: representa, por decirlo así, una ley
en la que casi no puede pensarse en transgresión o tolerancia.
La expresión “la ley alcanza siempre al culpable” tiene aquí
plena efectualidad. Lo paradójico, lo desconcertante, está en el he-

37 L. W ittgenstein, Observaciones sobre los fundamentos de la m atem áti­


ca, tr. it., T urín, 1971, p. 7. Para la ubicación de esta obra en el mathe-
matisches Denken contemporáneo es también fundam ental W aism an n , op. cit.
33 Acerca del concepto de “juego” en W ittgenstein recomiendo, en este
punto y en los sucesivos, consultar G. Piaña, op. cit., cap. 6.
84 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ t RACTAT ü s ’

cho de que la máxima inexorabilidad es detenida por un complejo


sígnico, que no remite a ninguna “ley de la naturaleza” o “ley de£
pensamiento”, ni mucho menos promete alguna adcequatio menti$
et rei. Inexorable es un juez cuya autoridad parece consistir erg
un sistema puro de combinaciones-relaciones. Quien no haya,
leído la “observación” 118 de la primera parte de Los fundamen­
tos de Wittgenstein no puede comprender nada de Kafka, y
viceversa. I
Pero entonces, ¿esta “peculiar inexorabilidad” puede ser dedu­
cida en términos puramente pragmáticos? ¿La verdad consiste
en el simple ser-usado o ser-utilizable? “No, quiero sólo decir
que de la sucesión natural de los números —así como de nuestro
lenguaje— no se puede decir que sea cierta, sino solamente qué
es útil, y, ante todo, que es utilizada .” 30 La verdad es que contar
de cierto modo, combinar según ciertas reglas, etc., dan buenos
resultados. La verdad consiste en la liquidación de un, problema'
sui generis de la verdad. Y es precisamente esta liquidación la
que hace inexorable aquel contar, aquel combinar: en resumen,
aquellas reglas. Éstas no “son llamadas” ya a justificaciones ex­
ternas. Su propia coherencia interna las funda. Su “verdad” sig­
nifica haber sido utilizadas y haber dado buenos resultados. El
problema se convierte en el de las condiciones gracias a las cua­
les estos resultados pueden obtenerse. La utilizabilidad es posi­
ble gracias a técnicas precisas. La lógica-matemática es un con­
junto de técnicas que se pueden utilizar cotidianamente “en las
operaciones más variadas”.3940 Ésas son condiciones del operar.
Ninguna racionalización es pensable de otra manera. La mate­
mática no reduce a esencias espectrales —sino que hace formu-
lables, gracias a técnicas precisas de cálculo y combinación. Estas
técnicas, que pueden aplicarse, serán dinámicas como el proceso
que determinan y por el cual son determinadas, en resumen-
participarán de la dinámica del sistema del cual son parte in­
tegrante. “Con ejercitación infinita, con exactitud despiadada”
formulamos estas técnicas y realizamos ese uso de ellas: esto es
necesario para el operar. El operar se funda sobre la inexorable,
despiadada logicización del mundo.
La inexorable exactitud con la que debemos operar a través
de las técnicas lógico-matemáticas excluye de ellas, evidentemen­
te, toda reducción psicológica, y también toda interpretación
39 L. W ittgenstein, op. cit., pp. 7-8; y asimismo F . W aism ann, op. cit.,
pp. 136-138, 257.
40 L. W ittgenstein, op. cit., p. 7.
wnTGENSXliiN: PüNSAMIENUO NEGATIVO Y “ JUEGO” 85

pragmatista. Somos inexorables en la aplicación de estas leyes,


porque nos proporcionan la medida de nuestro inter-ellas. La
técnica y su uso (implícito en ella) no se realizan “privadamen­
te” sino en el proceso de racionalización, en el operar común.
A través de estas leyes nosotros medimos: “y form a parte del
medir que todos tengamos el mismo criterio de m edida” .41 Esto
es válido al menos para las reglas unívocas, que no adm iten al­
ternativa —sin las cuales se haría pedazos cualquier posibilidad
de inter-ellas. Pero la medida, el metro de medida, estas re­
glas a las cuales, como sabemos, no corresponde ninguna verdad
absoluta, son profundamente convencionales. Es u n n o sentido
interrogarlas sobre su “fundamento”, sobre el “origen” de su au­
toridad: es una culpa. Reglas, técnica, uso: todo esto es conven­
ción. Pero precisamente porque es convención es despiadada e
inexorable. Allí donde todavía hablamos de “esencias” e imagi­
namos en términos todavía metafísicos los fundam entos de la
lógica matemática debemos aprender a ver convenciones. Pero
sería el colmo del error creer que así hemos abandonado la pro­
fundidad de la esencia. Casi citando a Nietzsche, W ittgenstein
afínna: “a la profundidad de la esencia corresponde la profunda
necesidad de la convención”. Quien habla de esencias “no hace
más que constatar una convención”.42 Constatar , precisamente:
puesto que forma parte de la esencia de la convención que to­
dos jueguen según detenninadas reglas, que todos jueguen el
mismo juego. Por eso, la convención es un hecho, un inter-ellas
determinado: las reglas, las técnicas, los usos que hacen formu-
lable un mundo y fundan su proceso de racionalización. Sobre
el desesperado descubrimiento del formalismo de la convención,
de Schopenhauer a Nietzsche, es construida la estructura lógica
del mundo, un sistema de integración “perfecta” .
Esta dirección de la búsqueda wittgensteiniana es aún más
explícita en las últimas partes de Los fundam entos, que se re­
montan al periodo 1941-1944. La matemática aparece allí como
escritura. Su lógica es impensable fuera de una “filosofía del
juego”. Su inexorabilidad es exactamente la inexorabilidad de las
reglas del juego: no proviene de un “juez exterior” , n o depende
deductivamente de ninguna “esencia”. Sus demostraciones no
tienen valor semántico. Su “verdad” no se demuestra refirién­
dose al significado de sus signos, o a una aplicación extra-mate­
mática de ella. Es menester “curarse” de la necesidad de la bús-
Ibid., p. 49.
42 Ibid., p. 33.
86 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ XRACTATUS”

queda de significados “fuera” de las reglas de combinación y de


relación de los signos.'13 En positivo: estas reglas ordenan y ha­
cen comprensible-comunicable —estas reglas son usadas y dan
buenos resultados—, estas reglas determinan un juego común.
Esto no sería posible si su validez dependiera del significado que
cada uno les atribuye, o de los fundamentos “esenciales” que- cada
uno cree que sean los suyos. La superficie del signo es aquí la
máxima profundidad —puesto que permite la convencionalidaí
de las reglas del juego— y por consiguiente su poder. Esta con-
vencionalidad no es por cierto absoluta, determinada apriori,
como los “fundamentos” que precisamente se quiere liquidar.
La convención es un patrón de medida quet resiste según los re­
sultados que obtiene y, por lo tanto, según el tipo de demandas’
que el proceso de racionalización se plantea. “También hace 500;
años podía existir una filosofía de la matemática, una filosofía
de aquello que la matemática era entonces.” 44
Esta “filosofía del juego” es el problema sobre el cual con­
vergen Los fundamentos y las Philosophische Untersuchungen,
En Los fundamentos se examinaba un juego, que poseía los
caracteres que hemos analizado. Seguía siendo vago el problema
de la esencia del juego en general. Podía parecer que esta esencia
fuera realmente denominable, en contraste con todo el plantea­
miento lógico del cual derivaba el concepto mismo de juego. Ini
ciadas en 1941, junto con las últimas partes de Los fundamentos,
las Philosophische Untersuchungen advierten inmediatamente que
interrogamos sobre la esencia de los juegos conduciría a contra­
dicciones insolubles. Si los juegos tuvieran una “Idea” común,
no podrían llamarse ya juegos: serían reductibles nuevamente a
esencias, representarían deducciones-demostraciones de verdades
absolutas. El operar correcto es aquí simplemente ver si existe
algún rasgo común entre los diversos juegos. Se descubre, enton­
ces, que “los juegos forman una familia” : 45 se ven semejanzas,
43 "D ecir que la matemática es un juego debe significar: para probar algo
no es enteramente necesario apelar al significado de los signos, y por consi­
guiente a su aplicación extra-matemática.” ¿Es necesaria una justificación
meta-matemática del “juego” matemático para jugar este juego? “¿es ne­
cesario tener un concepto de ‘proposición’ para comprender la lógica ma­
tem ática de Russell?” , ¿e inferir de este "concepto” las reglas del juego? En
estos términos, W ittgenstein debatía el problema de los límites del forma­
lismo: “es esencial para la matemática que sus signos sean empleados tam­
bién de paisano", ibid., pp. 175-177.
44 Ibid., p. 206.
45 L. W ittgenstein, Philosophischen Untersuchungen, tr. it., Turín, 1967,
p. 47.
WITTGENSTEDsr: PENSAMIENTO NEGATIVO Y “ JUEGO” 87
parentescos, solamente afinidades. Este descubrimiento fundam en­
tal es aplicado a diversos niveles.464748
Ante todo, en las confrontaciones del problema del significado.
El significado de una palabra no puede ser el objeto que ella
designa. Las funciones de la palabra son tan diversas como las
funciones de los objetos que deberían “designar”. Ya en la pri­
mera parte de Los fundamentos era abandonada explícitamente
la “metafísica positivista” d d Tractatus. Las reglas del juego
lógico no son “verdaderas” porque correspondan a la realidad.
Una palabra no significa porque designe esto. C uando decimos
que toda palabra “designa algo” no hemos dicho n a d a *7 La in­
exorabilidad lógica se funda sobre el hecho de ser empleada-jugada
por todos y por haber dado buenos resultados. Y bien, el signi­
ficado de una palabra no es el objeto que ella designaría, sino
“su uso en el lenguaje” .48 C itando a Frege: “solamente en el
contexto de la proposición una palabra tiene significado” .49 N in ­
gún “significado” tiene un nombre si no es en el juego lingüís­
tico. Y así como las reglas despiadadas de la lógica son fu n ­
cionales a un operar que se despliega en un inter-ellas, así “la
palabra 'juego lingüístico' es destinada a poner en evidencia el
hecho de que hablar un lenguaje forma parte de una actividad,
o de una forma de vida” .50 Es en cuanto interiores a este pro­
ceso que los diversos juegos no son reductibles a esencias com u­
nes, definibles apriori. La idea de que el significado de la pala­
bra sea aquello que designa hacía en cambio necesario postular
una esencia del juego lingüístico, fundada sobre la corresponden­
cia palabra-significado-estado de hecho, y por consiguiente una
sintaxis universal de la forma lingüística, una Forma general de
cualquier proposición. En la búsqueda de esta correspondencia
subentra el análisis de los juegos lingüísticos en sus parentescos
positivos. Es perfectamente coherente con este planteam iento el
hecho de que las palabras tengan “familias” de significados.
El desencanto, la Entseelung de la “Lógica” que de ello deriva
es total. La Lógica parecía “sublime” en cuanto indagación de
46 E n general, y en relación con la problem ática de los lím ites del form a­
lismo que habíamos señalado primero, esto implica la im posibilidad de "re ­
troceder” hasta un último elemento, a una “lógica privilegiada” . L a no-
necesidad de tal lógica implica “la referencia a un sistema m ú ltip le de sis­
temas formales” (Dalla Chiara Scabia, op. cit., pp. 114-115).
47 L. W ittgenstein, Ricerche filosofiche, op. cit., p. 15.
48 Ibid., p. 33.
48 Ibid., p. 37.
58 Ibid., p. 21.
88 LOGICA y FILOSOFÍA EN e l “ t r a c i a t e s '

la esencia de las cosas.51 En realidad, decía Nietzsche, ‘'sublima,


ba”, volviendo así impotente su propia forma. Pero la determi,,
nación de una forma lógica que tenga valor de ley (es decir, que
legisle positivamente y no pretenda aferrar Leyes en el dato) es
un proceso impensable sin aquella fase de ascesis. Es en ésta
donde la forma lógica construye su propio formalismo y lo apli­
ca a sus propios límites. La desesperación por el hecho de que'
esto no “designe”, no tenga “significados” apriorísticamente de-
terminables, se vierte en su ser-juego, en su convencionalidad, e$
las técnicas que lo expresan y lo aplican. No se trata ya de des­
cubrir “lo que está dentro”, de obrar una aletheia, ni tampoco
de engañarnos con una correspondencia entre “esencia” de la
proposición y “estados de hecho”, sino del análisis de nuestras
múltiples formas de expresión, de la “familia” de nuestros lengua­
jes. Este trabajo de demostración, de Aufklárung, es verdadera­
mente in-finito en el sentido en que Tarski hablaba de aproxima­
ción a la “proposición verdadera” comentando a Gódel.52
“El pensamiento está envuelto por una aureola.” 53 Es precisa­
mente esta aureola lo que debe destruirse. La “simplicidad”, la
“perfección”, la “aprioridad” de este orden son criticadas. “Nos
engañamos pensando que lo que es peculiar, profundo, esencial
para nosotros, en nuestra indagación, reside en el hecho de que

51Ibid., pp. 59-60.


32 Tarski partía, sobre la base de los teoremas godelianos, de la impo­
sibilidad de integrar el concepto de verdad en un espacio definido solamen­
te por la posibilidad del lenguaje formalizado: la noción de demostrabilidad
no podrá ya superponerse perfectamente a la de “verdad” . De esto derivan
algunas conclusiones en el plano de la relación entre lenguaje natural y con­
cepto de verdad, que conciernen directamente al contexto teórico de las In­
vestigaciones filosóficas. D e la no-contiadictoriedad de las proposiciones sin­
tácticas ya no será posible deducir un concepto de verdad aplicable a lo
“semántico” . La formalización plena del lenguaje natural resulta imposible.
Pero este resultado, lejos de ser una conclusión, es el comienzo efectivo del
problema: la traducibilidad del lenguaje natural en lenguaje formalizado es
un límite: es necesario operar con lenguajes formalizados cada vez más ricos
que tiendan al lenguaje natural. E l problema de la relación entre lenguaje
formalizado y lenguaje natural está también en el centro del último Wit-
tgenstein, y de aquí pasará a la filosofía analítica inglesa: cf., sobre todo,
P. F . Strawson, Introduzione alia teoría lógica, Turín, 1961, y, para un en­
foque más crítico en las confrontaciones de estos desarrollos, G . Patzig,
Linguaggio e Lógica, Turín, 1973. Acerca de este debate véase la amplia
antología realizada por A. Bonomi, L a struttma lógica del linguaggio, Mi­
lán, 1973.
53 L. W ittgenstein, op. cit., p. 62.
W ll'‘J.ljrüN"S1 G IN 1 FZN SA IvlIEN TO I\ EGATIVG JU E G O

ésta procura aferrar la esencia incomparable del lenguaje.” Cons­


tantemente creamos de esta manera super-órdenes entre super-
conceptos. Pero, en realidad, si las palabras “orden”, “lenguaje”,
“mundo”, etc., tienen algún “significado”, éste debe ingresar en
un “juego” lingüístico, y el juego es tal precisamente porque se
aplica, tiene un empleo, sirve para formular algo. E n lugar de
esforzarnos por alcanzar una idea, debemos determinar la mul­
tiplicidad de los juegos y de los lenguajes, sus reglas respectivas,
sus afinidades —y jugarlos. En lugar de movernos en lo “subli­
me” de proposiciones esenciales, debemos aprender a caminar. La
exclamación del “aforismo” 107 parece tomada del Zaratustra
(y probablemente lo es): “Queremos caminar; y p o r consiguien­
te necesitamos el roce. ¡Volvemos al terreno escabroso!” 55
El concepto de “juego” nos indica, paradójicamente, precisa­
mente este terreno. Nos libera del “deslumbramiento” de lo ideal:
que lo ideal deba encontrarse en la realidad. Nos indica cla­
ramente de qué modo el lenguaje no es la unidad formal que
creíamos, no es deduciblc en base a sintaxis universales o a formas
generales que expresarían su “verdad” en relación con el mundo;
nos dice con igual claridad su validez, su ser fundado en reglas,
técnicas y medidas comunes. “Filosofía” es la Aufklárung pro­
gresiva de las formas de “encantamiento” del lenguaje, llamada
a ampliar constantemente la demostración de que el lenguaje es
una familia de construcciones gramaticales más o menos em pa­
rentadas entre sí. Un problema resulta “profundo” cuando to­
davía no está aclarado (es decir, o resuelto o elim inado). La
“profundidad” es una mala interpretación. “Lo que está oculto
no nos interesa.” 56 Éste es el sentido del “retom o a lo coti­
diano”, no por cierto una recaída “relativista” cualquiera sino,
una vez más, por el contrario, la definición del espacio opera­
tivo de los “juegos” en su inexorable efectudlidad. Lo cotidiano
es el “terreno escabroso” sobre el cual ejercer el poder de la for­
ma lógica como proceso de racionalización, el terreno sobre el
cual aquélla camina.
Así describimos nosotros la efectualídad de estos diversos “ jue­
gos”. Ponemos todo delante —no explicamos ni deducimos na-34*

34 lbid., p. 63.
53 lbid., p. 65. Inmediatamente antes había dicho: “si las palabras ‘len ­
guaje’, ‘experiencia’, ‘m undo’, tienen un empleo, éste debe ser a ras de tierra,
-como el de las palabras ‘mesa’, ‘lámpara’, ‘puerta’ ” . C f. la n o ta 37, sobre
Rilke, de este trabajo,
se lbid., p. 70.
90 (LÓGICA Y FIIOSOI- ÍA KLN 1,L “ 1« VCTAi US"

da—, es decir, no poseemos ni formas apriori de interpretación,


ni axiomas de ios cuales deducir las proposiciones "verdaderas**,
Pero este trabajo de clarificación —múltiple en sus formas como
múltiples son los juegos a iluminar, los lenguajes a "curar”—
tiene una función precisa, es caracterizado por técnicas que res­
ponden a lisos determinados. En general, "queremos poner or­
den en nuestro conocimiento del uso del lenguaje: un orden con
un objetivo determinado; uno de los muclios órdenes posibles; no
el ordeu”.87 El análisis de la convencionalidad de la lógica mate­
mática tampoco concluía de otra manera: la lógica matemática
ponía orden, un orden que se justificaba sobre la base de sus re­
sultados. Ni siquiera lo lógico era ya un Ordo. Pero esta con­
clusión puede ser interpretada en sentido relativista sólo por
aquel que todavía tiene como metro formas apriori de la expe
rienda, en lugar de “calcular” este experiencia. En realidad, la
claridad que se alcanza a través de este "poner orden” es cierta­
mente completa. Sabemos finalmente cuáles son los problemas,
dónde encontrarlos. El problema de una certeza o una claridad
absolutas no se plantea más, se ha desvanecido: y precisamente
esto es claridad completa. Las terapias a seguir en esta opera­
ción de Aufldarung que se desarrolla a diversos niveles, en di­
versos juegos, responderán a exigencias de coherencia, claridad,
funcionalidad interna —a exigencias de uso y practicabilidad— y
de comunicabilidad. "Filosofía” no son las diversas terapias diri- |
gidas a este fin. La convencionalidad del juego sirve para poner
orden —no es deducida ni explicada—, es descrita. Esta con­
vencionalidad, precisamente porque funcionat resulta vinculante.
Fuera de ella existe kt Filosofía. Convencionalidad es orden —un
orden— crea claridad —determina una comprensibilidad— hace
comprensible un lenguaje, un juego —cura, con ello, de los evo­
caciones de las “ideas”, de la "profundidad”. Es necesario, aquí,
detenerse un instante: escuchar de nuevo a Webern. "¡Conside­
ra la proposición como un instrumento, y su sentido como su
empleo!” 8867
67 lbid., p. 71.
38 lbid., p. 166. En G. E. Moorc, “Le lezioni di Wittgenstein negl
anni 1930-1933” , en Saggi filosofal, Milán, 1970, puede verse que estas ideis
ya habían madurado en los primeros años del “retorno” de Wittgenstein •
Cambridge: “Wittgenstein decía que lo que él bacía era *uua nueva clisa
plina’, y no simplemente un momento en una ‘evolución continua’ ( . . . ) q*
ahora hacía posible, por primera vez, que hubiera filósofos 'capaces', a peu:
de que, naturalmente, hubiera habido en el pasado ‘grandes' filósofos”, h
"filosofía” se convertía en “ cuestión de habilidad”, aun cuando muy di*
V/ITTGEN'STEIN: PENSAMIENTO NEGATIVO Y '"JUEGO” 91

La Entseeiung de la Lógica, iniciada ya con el T ractatus, pare­


ce concluir aquí. En el Tractatus, se definía la crítica de la “for­
ma lógica” de Frege, pero sobre la base de una teoría de la
proposición como pasible de descomposición en una serie de
significados atómicos, de la proposición como descripción de he­
chos. El juego lingüístico, por el contrario, destruye la idea de
una forma general de la proposición, pero lo hace de m anera ca­
racterística, opuesta a cualquier relativismo. E n este sentido, es
esencial el parentesco que W ittgenstein traza entre juego lingüís­
tico y juego formal-matemático. El juego es definido com o con-
xencionalidad inexorable, y aquí precisamente surgen problemas
nuevos, decisivos. Precisamente en el formalismo del juego, se­
gún lo define Wittgenstein, aparece la continuidad profunda con
el planteamiento del Tractatus. Abandonadas la pretensión de
una nueva fundación en absoluto del lenguaje y la utopía de la
Forma de todos los juegos lingüísticos, en W ittgenstein sigue
siendo profundamente problemática la estructura de la relación
entre análisis ''filosófico” de dichos juegos y su darse efectivo.
Esta estructura refleja todavía el planteamiento del T ractatus.
Aquí las proposiciones aparecían como imagen especular del m un­
do, mostraban la forma de la realidad. No creaban ni deducían
algo. La Forma esencial de todo juego lingüístico, noción toda­
vía presente en el Tractatus , consistía precisamente en dicho pro­
yecto de “especulación”, expresado en la doctrina del significado.
La crítica a la que Wittgenstein somete a esta doctrina n o toca
la estructura fundamental de la relación que la sustentaba.59
El análisis crítico sigue reflejando especularmente no ya estados
de hecho, sino, precisamente, juegos lingüísticos dados. E ste ras­
go se presenta repetidamente a lo largo de todas las Investiga­
ciones. La apariencia de que se quiere “reformar” el lenguaje
es absolutamente falsa. N o es el lenguaje el que debe ser re­
formado, sino nosotros los que debemos aprender a usarlo. “Las
confusiones de que nos ocupamos surgen, por decirlo así, cuando
el lenguaje gira en el vacío, no cuando está en operación.” 60
Es necesario volver a poner el lenguaje en operación liberándolo
cil de adquirir, cuyo método consiste en “algo similar a p o n er e n orden
nuestras nociones con respecto a aquello que puede decirse sobre el m u n d o ” .
Wittgenstein "comparó esta actividad a la de poner orden en u n a h ab ita­
ción” (en un espacio: ¡Raum !). Cf. Moore, op. cit., pp. 357-358.
59 C f. R icerche filosofiche, p. 22 y, sobre todo, p. 67. T am b ién M oore,
op. cit., es útilísimo para trazar los caracteres de la “autocrítica” w ittgen-
steiniana.
60 Ibid., p. 71.
92 LOGICA y FILO SO FIA EN EL TKACTATUsV

de las cuestiones indecibles de la '‘filosofía". El empleo cotidia­


no del lenguaje no es curado: es precisamente dicho empleo (£;
que cura de la “utopía” filosófica. Hasta hoy, la “filosofía” ha'
creído que el lenguaje cotidiano era la “apariencia” que habí|‘
que exorcizar. En cambio, “ nosotros” volvemos a llevar las pa­
labras, de su empleo metafísico a su empleo cotidiano”.61 En esí£
sentido, nuestra tarea no será tratar de producir nuevas experieq.
cias, sino “arreglar” aquello que se sabe desde hace tiempo. Des
encantar nuestra razón, y por consiguiente nuestro lenguaje, sig.
nifica volver a poner en operación estas formas lingüísticas, li­
berarlas de todo equívoco, reconocer la correcta colocación de las
palabras en el juego que les da sentido. Y además: “la filoso­
fía no puede de ningún modo mellar el uso efectivo del lengua-
je; puede, en definitiva, solamente describirlo” .62 Esta última
afirmación es absolutamente complementaria de la estructura de
la relación lógica-realidad del Tractatus. Pero dicha estructura-
coherente con los principios generales del Tractatus, no lo es ya,
en este punto. Sí abandonamos la hipótesis de un Ordo lógico
de la proposición y asumimos como tarea el análisis de las di­
versas terapias útiles en los diversos juegos, así como la funciona­
lidad práctica de dichos juegos, en tal caso nuestra perspectiva
se hace necesariamente dinámico-procesal, y el concepto de jue­
go es insertable solamente en una estructura transformacional.
No puede subsistir un juego puro en sí, al cual el análisis de­
bería "reducir” todo su equívoco. El análisis podrá aclarar el
funcionamiento de este juego —pero en su concepto mismo está
implícita (o de otro modo no expresa más que una “sustancia”
de segundo orden) su dinámica y su potencialidad transformativa.

Poner un orden es para W ittgenstein volver al empleo cotidiano


del lenguaje. ¿Pero no regresamos así a una relación especular
entre análisis-sujeto y forma-objeto? El análisis vuelve con ello- a
llevar a un estado de hecho y a una relación simple. Poner un
orden es ya, en cambio, necesariamente, transformar. También
la mera adecuación a los juegos efectivos implica transformar la
estructura global del uso dado de las formas lingüísticas. Porque

61 Ihid., p. 67.
62 lhid.., p. 69: la filosofía “deja todo como está. Deja también la mate­
mática como está, y ningún descubrimiento matemático puede hacerla pro­
gresar. U n ‘problema-clave de lógica matemática’ es para nosotros un proble­
ma de matem ática, como cualquier otro” . Cf. las notas 34, 43 y 46 de
este capítulo.
w x t t g e n síe in : p e n s a m ie n t o n eg a tiv o y " ju e g o ” 93

en esta estructura es necesario comprender también los equívocos


del juego. También la falsificación ideológica forma parte del
juego, en la medida en que su concepto no es definible abstrac­
tamente, como juego puro en sí, sino solamente en relación con
los “jugadores” . Entonces, también el no-saber todavía jugar co­
rrectamente formaría parte del juego. Y, en consecuencia, en­
señar a jugar es también transformar el juego, en su efectualidad.
Más aún, la misma transformación de las reglas form a parte
del juego. Su convencionalidad, su funcionalidad, no son “aprio-
ri”, sino que viven en el proceso de quien lo juega. Si “poner
orden” es ya necesariamente transformar, y si se trata verdade­
ramente de un orden, de uno de los muchos posibles, todas las
consecuencias del sistema deben ser revolucionadas: el juego des­
pués de la operación de orden no puede resultar idéntico a la
“idea” de partida del juego —su estructura se convierte en trans­
formación—, las reglas del cual, en este punto, debemos dispo­
ner, no pueden sino expresar estructura y “leyes” de esta dinámi­
ca, de esta transformación.
La formulación lógico-formalista de W ittgenstein n o permitía
extraer estas consecuencias de la crisis de la doctrina del signifi­
cado. Pero es indudable que sólo esta crisis las hace pensables.
Podremos definir históricamente la ubicación del W ittgenstein
de Los fundamentos y de las Investigaciones lógicas refiriéndo­
nos a los términos del paso a la física cuántica. En el concepto
de “juego lingüístico” la presencia del sujeto no es todavía de­
terminante. El juego aparece como un orden, relaciones-referen­
cias-leyes vinculantes y objetivas. Pero ningún sistema puede ser
definido si no se “descuenta” teóricamente el hecho de que la
acción subjetiva, la misma observación simple, lo transforman.
En lo concreto de su análisis W ittgenstein “intenciona” esta
conclusión. E n efecto, no se da efectualmente juego correcta­
mente jugado, es decir, juego lingüístico o matemático efectivo,
sino después que se haya puesto un orden — que nosotros lo ha­
yamos ordenado— liquidando la multiplicidad de los usos inco­
rrectos y de las falsificaciones que lo mistificaban. E n efecto,
este juego no puede, por lo tanto, ser entendido como sistema
sujeto-objeto perfectamente integrados. Pero la consecuencia in­
evitable de este planteamiento era la dinamización del sistema
entero: la imposibilidad de definir un solo juego correcto. El
problema debería haberse desplazado del análisis puntual de los
juegos dados a la determinación de sus estructuras y leyes de
transformación. Estructuras y leyes que, dada la presencia del
94 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ t RACTATUs"

süjClú cüuíü propiedad intrínseca de ellas, habrían íesultado det®.


minables sólo estadística-probabilísticamente.
Como sabemos, esta subjetividad no tiene ya nada de la
tructura trascendental del Ego, no es ya de ninguna manera ]§
traducción “latina” de la sustancia. Haberla “perdido” implica
en YVittgenstein la necesidad de conservar una definición par#,
digmática de juego. Éste, por cierto, no puede resolverse ya coj
una simple confrontación con la naturaleza, ni descompone®
en proposiciones elementales designantes. Pero no aparece iod$
vía como intrínsecamente dinámico-transformable. Por eso eí
juego es aún todo-respuesta a la “crisis”.83 Y la “crisis” puedt
ser concebida solamente como mistificación-falsificación del jne
go, del efectivamente correcto. La crisis es por eso siempre di
rabie, mientras sea reducida a simple elemento coyuntura!. Exis
ten terapias precisas para volver a llevar siempre a la normé!
dad del juego. Se ha dicho explícitamente que no se trata di
determinar nuevas experiencias. No obstante, poner orden es y
una nueva experiencia, pero su significado radical es inmediats
mente bloqueado, es decir, no son realizadas a partir de aquí to­
das las deducciones necesarias.
Poner orden aparece como un simple restablecer. La respuesta
a la crisis es exactamente lo opuesto de la determinación de nue­
vos paradigmas, de la ruptura del juego normal jugado hasta aho­
ra. El nexo neopositivista “clásico” es, por cierto, finito, pero
en su lugar se intenta establecer una imagen estática, perfecta­
mente “normal” del juego lingüístico y del lógico-matemático,
Pero esta imagen es ya profundamente contradictoria. Si el jue­
go expresa precisamente el desencanto completo de la Lógica
en cuanto búsqueda de lo “esencial”, ¿cómo es posible que sea
“normalizado” en una estructura absolutamente estable? ¿Cómo
es posible concebir un uso diverso del juego, su crisis en deter­
minados contextos, simplemente como mistificación ideológica,
y responder a ello reformando las reglas originales? El formalis­
mo del significado se traspasa al del concepto de juego. Pero
esta continuidad del pensamiento wittgensteiniano es aparente.
La continuidad está junto a la ruptura, al surgimiento de nue­
vos problemas que no pueden ser comprendidos en la “coheren­
cia” del formalismo wittgensteiniano de juego. Aquí la crisis es
ruptura, salto. Y en la medida en que el pensamiento la mués-63*
63 Desde este punto de vista, pueden considerarse válidas también en
las confrontaciones de W ittgenstein las críticas planteadas por T . S. Kuhn
al neopositivismo en L a estructura de las revoluciones científicas, cit.
WITTGENSTEIN : PENSAMIENTO NEGATIVO Y “ JUEGO” 95

tra, 'vViLLgciiiLciii sigue siendo “incoi'niieiiSürablé” con íespcLo a


la filosofía “normal” del Wiener I<reis.6i
- El Programa schlíckiano de 1929 es emblemático de esta dife­
rencia. La wissenschaftliche Weltaoffassung subvierte los riguro­
sos “límites” del discurso wittgensteiniano en nueva “visión del
mundo” : la reducción al dato adopta el valor de una nueva to­
talidad, de una nueva Philosophia Perennis, opuesta al sentido
“ético” del Tractatus. Aquí la filosofía era clarificación del sen­
tido del lenguaje, y no meta-lenguaje de las teorías científicas.
Toda su idealización en Weltanschauung era así radicalmente
negada. El Tractatus, el “espíritu” wittgensteiniano, se convierte
en estilo en el Programa del W iener Kreis. Quien había subido
la escalera del Tractatus no podía concluir más que subrayan­
do la “balandronada” de las propuestas de 1929; “ ¡el rechazo de
la metafísica! ¡Como si esto fuese algo nuevo!” 6465
La reducción al contenido inmediatamente sensible-observable
como “deducción” de la nueva wissenschaftliche W eltauffassung
.e instrumento para la “eliminación” de los problemas y asevera­
ciones metafísicas, constituía un programa “repetitivo” con res­
pecto a la crítica machiana de la epistemología clásica. E n ese
programa, nada contradecía la finalidad machiana de una refunda­
ción positiva, de una reforma, de la física clásica —y nada se
ofrecía, por el contrario, orgánicamente coordinado a la proble­
mática más reciente sobre la crisis de los fundamentos de la es­
tructura entera de la física clásica. Dentro de aquel programa,
de Einstein sólo podía existir el rostro vuelto hacia M ach. T am ­
bién Russell era tomado en lo que concordaba con las tesis ma-
chianas fundamentales, así como, en el fondo, el propio Tracta-
64 Sobre toda esta parte cf. los documentos, fuentes, etc., contenidos en
F. W aism ann, Wittgenstein und der Wiener Kreis, cit. Repetim os q ue esto
no significa en absoluto “desencamar’' a W ittgenstein de los desarrollos y
problemas de la lógica contemporánea — o ver en su vinculación a ellos u n
“símbolo” existencial. Esto significa, o deberá significar, to m ar an te todo
sus diferencias específicas en los ámbitos “disciplinarios” propios de las teo ­
rías lógicas, y reflexionar después sobre el peso que el contexto cultural
wittgensteiniano ha ejercido para su determinación, y, más aún que este
contexto en sí, las formas a través de las cuales W ittgenstein lo ha asum ido
y vivido. Para esto resulta de fundamental importancia la lectura aten ta
de las Cartas, tanto las dirigidas a Odgen con los comentarios a la trad u c­
ción inglesa del Tractatus como, sobre todo, las ya citadas a Russell, Keynes
y Moore.
65 F. W aism ann, op. cit., p. 15. Se trata de una carta de W ittg en stein
a W aism ann en 1929, durante la preparación del Manifiesto del W ien e r
Kreis.
nÓ G lC A y i' ILÜSOi- íA AN AL “ T R A C i ATUS

tus: no por casualidad las profundas diferencias entre la intro.,


ducción russelliana y el texto de W ittgenstein no constituía^
objeto específico de discusión (ni tampoco W ittgenstein, tal vejp
planteaba el problema, lejos como estaba de la idea de podéf;
“comunicar” sus propios problemas al conjunto del W iener Kreisjj
Indudablemente, sobre el carácter machista del Programa
1929 ejerció una influencia enorme D ct Logische Aufbau det
W elt, publicado por Carnap en 1928. Influencias russellianas y \vit-_
tgensteinianas se funden dentro de una misma matriz de procSl
dencia anti-metafísica machiana, profundamente arraigada todavía
en un terreno utópico decimonónico de “iluminación” progresiva
y totalizante del lenguaje. La misma “teoría de la constitución”^
que representa el eje de la obra, se funda en la reducción machis-
ta del concepto a las características de aquello que es inmedif,
tamente dado, “das Gegebene”. La validez de una generalización
semejante —sus “condiciones”— no son en absoluto encaradas!
por Carnap. Carnap reelabora, a este respecto, el concepto wjt-
tgensteiniano de “función de verdad” escindiéndolo del conjuntó;
problemático del Tractatus: “el sistema, llevado a su término,
mostraría qué y cómo todas las proposiciones concernientes a
objetos, que forman la materia de las diversas ciencias, pueden
ser transformadas en proposiciones concernientes a experiencias
inmediatas que tienen los mismos valores de verdad. E n otras
palabras, mostraría que todas las proposiciones pueden ser verifi­
cadas o falsificadas por medio de experiencias inmediatas” .66
Inevitablemente, una formulación similar debía después desarro­
llarse en el sentido de la “refundación” hilbertiana (en Sintaxis
lógica dél lenguaje ) y no chocar con la crítica godeliana. La
ideología general del Programa de 1929 no será abandonada ni
siquiera en los sucesivos desarrollos del neopositivismo. La filo­
sofía como sintaxis de todos los lenguajes científicos —meta-
teoría que unifica , de hecho, la variedad de los lenguajes— in-,
forma sobre sí misma en la Enciclopedia de ciencia unificada: la
unificación no se produce en términos problemático-funcionales,
sino en la medida en que se apoya en la philosophia perennis
neopositivista, compuesta por la teoría formal de los signos y
, 66 J. Jorgensen, “Origini e sviluppi delFempirísino logico” , tr. it. en Neo-i
positivismo e unitá delta scienza, Milán, 1973, p. 132. El desarrollo auto­
crítico entero de] pensamiento wittgensteiniano, aproximadamente entre 1928'
y 1931, es en conjunto también crítica de los desarrollos del neopositivismo
de la escuela vienesa. El dogmatismo que W ittgenstein reprochará al Trac-
totas en un coloquio fundamental con W aism ann a fines de 1931 (F . Wais-i
mann, op. cít., pp. 160 y ss.) es el mismo del Carnap del Logischer AufbmL
WITTGKNSTEIN: PENSAMIENTO n e g a t iv o y “ ju e g o ” 97

sus combinaciones y por los criterios de verificabilidad dictados


en Der Logische Aufbau der W elt. Pero sobre este mismo te-
rreno estallará también la crisis de la formulación nepositivista:
aisis ya implicada totalmente en Logic der Forschung de Pop-
per, pero cuyo origen sustancial se encuentra en la insuperable
diferencia entre los desarrollos del discurso del W ien er Kreis y
aquéllos acerca de la crisis de los fundamentos y acerca de la
nueva física cuántica. Este mismo entrelazamiento demuestra de
qué manera la física (o la matemática) es fuente de problemas
lógicos, de qué manera dichos problemas pueden ser enunciados
sólo después que su validez-subsistencia ha sido planteada física
o matemáticamente, y no como formas apriori de deducción de
los lenguajes científicos, y mucho menos de su “unidad”.
Pero ni la tesis central camapiana de 1928 —“es por principio
posible remitir todos los conceptos al dato inm ediato”—67 ni
sus sucesivos desarrollos pueden reconducirse a la problemática
wittgensteiniana de las Bemerkungen o de las Observaciones so­
bre los fundamentos. La exigencia de la factualidaa como carác­
ter “originario” de las diversas disciplinas científicas, la remisión
a la experiencia y al dato como medida del sentido de toda pro­
posición, la “seriedad” de la Philosophia nepositivista —su ser
no solamente Anschauung sino también Auffassung del m undo—:
todo esto es extraño al concepto de juego. E n C am ap, toda aser­
ción puede ser verificada sólo calculando su “conveniencia” con
la realidad empírica. E l campo de la investigación científica está
rígidamente definido por este objetivo de coherencia objetivo-fac­
tual.68 Ya N eurath había criticado a fondo este planteam iento,
colocando como único criterio de verificabilidad el d e la coheren­
cia lógica interna de la proposición.69 Pero tam bién el programa
neurathiano sobre la fundación del carácter lógico com ún de las
disciplinas científicas, y por lo tanto sobre su traducíbilidad —so-
87 R. Cam ap, L a costruzione lógica del mondo, M ilán, 1966, p. 72: la
cita se encuentra en el Prefacio de 1961 a la segunda edición. E l Prefacio
a la primera edición, fechado “mayo de 1928” , tam bién constituye un do­
cumento im portante sobre la manera en que los neopositivistas vivían el “cli­
ma” cultural de aquellos años. La fundación puram ente empírico-racional
4e la filosofía era considerada como piedra angular de un proceso general
y unitario de racionalización: “advertimos una íntim a correspondencia entre
la actitud que se encuentra en la base de nuestro trabajo filosófico y la
actitud que se hace sentir hoy en todos los dem ás campos d e la vida” . En
el arte, esta actitud era advertida de manera particular ¡en la arquitectural
63 R. C am ap, op. cit., pp. 61-68.
89 O. N eurath, Sociología e neopositivismo, R om a, 1968, p p . 26-27. El
ensayo que citamos aquí, “Sodologia e físicalismo” , es de 1951.
98 L O G IC A Y F IL O S O F IA L ín E L TI yA C T A T U s *

bre la “lengua elemental” fisicalista que las contradistinguiría


esencialmente—, su reducción a unidad de físico-psíquico según
qij razonamiento todavía absolutamente macbiano. también di­
cho programa contrasta radicalmente con la crítica wittgensteinia-
na del significado y, sobre todo, de la sintaxis universal de los
juegos lingüísticos. N eurath seguía realizando aquella copula”
entre procedimiento logístico y positivismo de procedencia nía-
chiana que Scholz calificaba de debilidad lógico-filosófica funda-
mental del W iener Kreis.70 Encontramos la misma crítica en la
Introducción de Weinberg; la teoría, según la cual el significa­
do de todos los conceptos provendría del mundo empírico, sigue
sin ser probada si no puede demostrarse la existencia de pro-
posiciones elementales, es decir, de proposiciones cuyo sentido
sea unívoca e inmediatamente determinado por los hechos atómi-
eos” .71 Dado que su eliminación de la metafísica se funda sobre
este dogma no probado —ni probable—, el positivismo lógico no
está “en condiciones de eliminar enteramente la metafísica con
sus propios métodos” .72
Pero dicha crítica no puede concernir, de ninguna manera, al
W ittgenstein que hemos analizado. La búsqueda Wittgensteima-
na se origina precisamente a partir de la crisis de la relación neo-
positivista entre lógica y realidad. Si la verificabilidad lógica es
un hecho de coherencia interna, cualquier decisión en sus con­
frontaciones y en su “esfera” es vacía. Si la proposición designa
algo, entonces sería necesario demostrar una coherencia origina­
ria entre imagen y realidad, demostrar que “las cosas se combi­
nan unas respecto de otras como los elementos de la figura”
('Tractatus , 2.151). Pero el nombre no significa el objeto; el ob­
jeto no es su significado. El significado del nombre se ha con­
vertido en su posición funcional en el juego lingüístico. Esta
formulación no es ya criticable en los términos en que es cri­
ticable la del Tractatus: se evade del dilema entre coherencia
interna meramente formal o indecibilidad de la doctrina del sig­
nificado.73 Sin embargo, en el concepto de juego se conserva dia­
lécticamente el formalismo paradigmático de la doctrina del sig­
nificado: permanece, como criterio único de verificabilidad, la

70 H . Scholz, Breve storia detta lógica (1931), M ilán, 1967, p p . 126-127.


71 J. R. W einberg, Introduzione al positivismo logico, Turín, 1969, p. 229
72 Ibid., p. 230.
73 C f. M . Clavelin, “Élucidation pliilosophique e t ‘Écriture conceptuelle'
logique dans le ‘Tractatus’ ” , en Varios autores, Wittgenstein et le probléme
d’une philosophie de la Science, París, 1970.
WIrT G E N S T E IN : P E N S A M IE N T O NEG A TIV O Y “ jU E G O ” 99

¡¡¿cequaiio a un estado de hecho , que es designado ahora m edian­


te la noción normal de juego lingüistico.
Pero precisamente las contradicciones que esta conclusión hace
ahora estallar plantean un problema complementario, radical.
¿P& jueg° es expresado como paradigma estático? ¿Q uién
es sU agente? ¿Dentro de qué contexto debe aparecer el concepto
áe juego como ciencia norma 1” y sus leyes como leyes de “con­
servación? ¿Por que esta pretendida impotencia del juego para
«innovarse”?
El limite del juego, la estaticidad del concepto de juego, es el
limite del sujeto que en las Investigaciones lo practica. Es este
"sujeto el que no puede hacer de él un proceso innovativo, el
que no puede más que “contemplarlo”. El hecho de que el jue­
go ‘ normal , el juego-dado-de-hecho, no aparezca como transfor­
mable, ^es en W ittgenstein estrechamente relativo a la estructura
del análisis que lo comprende y lo realiza. E sta estructura no
puede mas que reflejarlo. Y esta estructura aparece en W ittg e n ­
stein enteramente superestructural con respecto a la efectualídad
del juego lingüístico. E n resumen: la intransformabilidad del jue-
- £¡° es en ^Wittgenstein totalmente relativa a la im potencia de la
"filosofía . Finalmente, el discurso wittgensteiniano revela aquí
toda su carga desacralizante. Es la “filosofía” la que no afecta
al juego, es la filosofía” la que no puede producir nuevas ex­
periencias, es la filosofía”, además, la que no puede explicar
nada. Sirve para poner un orden, que no podrá ser más q u e el
orden del juego normal, según las normas con las que es jugado
íhorcz, según su empleo cotidiano. La “filosofía” se lim ita a
mostrar. El problema del cambio de las normas del juego n o es
fonnalizable en la filosofía” : esto es todo lo que puede decirse.
La filosofía” sólo puede referirse al lenguaje ahora en obra. Si
sobrepasa estos límites, se traiciona: se convertiría en búsqueda
de la esencia o utopia. Dentro de sus límites, sirve solam ente
para esclarecer este orden. Este punto de vista “filosófico” es el
f e hace intransformable el concepto de juego, o el que vuelve
indecible su potencialidad dinámica. El desarrollo entero del dis­
curso cumplido en las Investigaciones indica que subsisten otros
problemas y que se abren otras dimensiones. Pero ninguna de
«¡tas dimensiones es philosophisch factible. La pluralidad misma
te los juegos y de las terapias consiguientes pone en cuestión la
filosofía también como simple “imagen” del juego-dado-de-he-
°-, ^ una idea de traducibilidad universal de las disciplinas
particulares, de sustancia lógica común a todas las ciencias, es ya
100 f.ÓC.rCA Y FILOSOFÍA EN EJ, “ TRACTATUS"

para W ittgenstein nada más que nostalgia de la antigua lógica


de la esencia.
¿Pero puede darse “filosofía” de otra forma que como discurso
en tom o a esta traducibilidad, a esta sustancia? ¿Es todavía “fi­
losofía” cuando deben ser “ resueltos problemas (eliminadas difi­
cultades), y no un problem a”? Podemos seguir llam ando “filo­
sofía” al poner u n orden en u n juego —referir su uso a Vas “nor­
mas correcta”— , nada más. Es éste el descubrimiento “que me
perm ite dejar de filosofar cuando quiero” .7* La impotencia wit-
tgcnsteiniana para aprehender el problem a de la nueva relación
d e integración sujeto-sistema, refleja por lo tan to la impoten­
cia demostrada por este operar específico. El problema de la
transformación-crisis no es enfrentado ni rechazado; está simple
y. totalm ente fuera de este ám bito. Podemos repetir también la
desesperación del Tractatus: lo que im porta no es resultado
decible, lo que vale es otra cosa, es lo Otro. Pero es indudable
que esta conclusión arroja una nueva luz tam bién sobre toda
nuestra critica precedente al discurso wittgensteiniano: el desen-
canto total respecto de la Lógica corresponde al desencanto total
respecto de la Filosofía, no solam ente tradicionalm ente concebi­
da — como “disciplina” del Übergang entre forma apriori, funda-:
m entó unitario de las ciencias, y realidad— sino tam bién como
operación, por decirlo así, “proyectual” , en la medida en que, al
definirse así, abandonaría todo criterio de verificabilidad de b
propias proposiciones. La búsqueda acerca de la filosofía condtt
ce a este punto extremo; extrema Phüosophia. Detrás, está d
desarrollo que hem os seguido. Delante-, las Tesis de Marx, qw
W ittgenstein nos perm ite releer en toda su negatividad: los f26
sofos interpretan de diversos modos el m undo (pueden describe.
lo correctam ente en sus diversos “juegos” , la conclusión no cao
b ia ), pero de lo que se trata es de transformarlo. Transfornirj
el m undo, no la filosofía. Q ue transform ar el m undo sea pos!
ble por o en la “ filosofía” : es sobre esto que W ittgenstein des»-
cadena la misma “risa sagrada” de Zaratustra.
Es precisam ente la presencia de esta problemática la que hit
a W ittgenstein “intraducibie” en el lenguaje de los desarrolle^
del neopositivismo. N o obstante, así como ya el formalismo é
concepto de juego podía encontrarse de algún m odo en la fila?
fía del Tractatus, así ahora estas conclusiones vuelven a ligaa¡
a la problem ática global de la prim era obra —o, al menos, k

’4 L. Wittgenstein, Ricerche filosofiche, cit., p. 71.


w i t t g e n s t e i n : p e n s a m i e n t o n e g a t iv o y “ ju e g o ” 101

ccn posible tam bién de ésta una lectura bastante más compleja
que la efectuada por el neopositivismo canónico.
A este respecto, es típica la actitud de distancia adoptada in­
m ediatam ente por los miembros del W iener Kreis en las con­
frontaciones del problema de lo “místico”, y la reducción dél
Tractatus a negación de la metafísica. En una carta de presen­
tación de su obra a Ficker, W ittgenstein indicaba una clave para
su lectura bastante distinta. “M i trabajo consta de dos partes: lo
que h e escrito mas todo lo que no h e escrito. Y esta segunda
parte es precisamente la im portaute.” 79 W ittgenstein aconseja­
ba a Ficker leer “solamente el Prólogo y la Conclusión, porque
son estas partes las que llevan el sentido del libro a su expresión
más directa” . El desarrollo del libro lleva a comprender la doc-.
trina del significado y el análisis de la estructura de la lógica
como límite de la expresión de los pensamientos. El programa
planteado en el Prólogo se realiza solam ente al final, en su re­
sultado, encontrando en el lenguaje un lím ite defimtivo, abso­
luto, de la expresión de los pensamientos. La parte no escrita
es, precisamente, la parte no escribible. Pero comprender esto es
esencial para el significado del libro. E l libro trata de un lími­
te: hasta que éste no sea descrito con absoluta certeza —basta
que, en consecuencia, no sea afirmado todo aquello de lo cual
se debe callar— el sentido de la obra permanecerá equívoco. La
parte conclusiva es por eso esencial en el Tractatus: es ésta la
que lo define explícitamente como operación de dilucidación. Su
carácter sistemático-concluso es paradójico. Se trata, en realidad,
de lo opuesto del “espíritu” de sistema. Su verdad es tautológi­
ca, no deductiva, no sintética. Este sistema no “construye”, sino
cite muestra la forma general de la proposición, sus condiciones
de sentido. Éste está “constreñido” entre el “m undo” de las
proposiciones 1.-1.21 y la “lógica” de la proposición 5.61. Aquí
« descubre que los límites del m undo son tam bién los límites
de la lógica. Aquí el problema del límite es planteado umver­
salmente,
Pero es precisamente este mismo elaproblema de lo “místico”.
L> "místico” no es la experiencia de lo trascendente, sino lo
oPuesto. Y lo “místico” no es siquiera la pregunta sobre cómo
ts el m undo. Lo “místico” es precisamente la experiencia del
mundo como todo limitado. Lo “místico” tiene su origen en el

11 Cit. en P. Engelmann (com p.)r “Lettere di L. Wittgenstein, con


fíOrdi di P. Engelmarni” , y "Appendice” de JB. F. Me Gniness, p. 115. Cf.
f- Wittgenstein. Lettere a ron Ficker, Roma, 1974.
102 ILÓGICA Y FILOSOFÍA EN E l. “ TRACTATUS"

hecho de que el mundo es. Por esa razón, la conclusión del Trae-
tatus n o constituye verdaderam ente la única conclusión lógica.
Hem os finalm ente.encontrado un lím ite: ante esta totalidad de
los hechos que es el m undo — el sentido de una proposición con­
siste en su descripción de un hecho— la confrontación con la
realidad decide sobre la verdad de la proposición. “El sentido
de una proposición es su acuerdo o desacuerdo con las posibi­
lidades de existencia y no existencia de los estados1de cosas"
(4.2 );T® “si la proposición elemental es verdadera, subsiste el es­
tado de cosas; si la proposición elemental es falsa, el estado de
cosas n o subsiste” (4.25). Esto explica por qué “una figura ver­
dadera apriori no existe” (2.225); la verdad es una figura del
m undo: “la figura concuerda con la realidad o no, es correcta, o
incorrecta, verdadera o falsa” (2.21). La sintaxis lógica no ha­
bla del significado: es útil en la m edida en que establece reglas
definitonaS'Combinatorias que nos evitan los “equívocos” del len­
guaje meta físico-filosófico, que “curan” el lenguaje, que logran
■formalizarlo. Tam poco aquí se trata de nuevas reglas, sino de la
comprensión de nuestra lógica del lenguaje. Por esta razón los
límites del m undo son tam bién sus límites; la lógica presupone
el sentido de las proposiciones; no establece de ninguna manen
su verdad; no confirma ni desmiente para nada “si nuestro mun­
do es realm ente así o no” (6.1233). Las proposiciones de la ló­
gica son puram ente analíticas, y por consiguiente siempre sin
contenido (6.1; 6.11; 6.111). Y sin embargo su relación con d
m undo está dada: las proposiciones muestran las propiedades fot-
males del lenguaje, del m undo (6.12), La lógica no “explica” (jui­
cio sintético), ni tampoco afirma nada. La lógica formaliza los|
límites de la proposición, muestra la forma necesaria y constante
de las proposiciones dotadas de sentido.
Es la experiencia global del límite encontrado de esta manen
la que da origen a lo “místico” . Si la lógica plantease una “rea
lidad”, tuviese un espacio suyo y, en consecuencia, fuese tarabita
un Yo no resuelto en los hechos, trascendentalm ente definible,r
7« Todas las citas del Tracídíus son tomadas de la edición en espaiü
antes citada.
,T N o es posible aquí analizar la amplia bibliografía sobre el proble®
<lel solipsismo wittgenstciniano (}. Hintikka, “O n Wittgenstcin’s SolipsiW
M iad núm. 67, de 1958; D . Favrboldt, An Interpretaban and Critique v
Wittgenstein's Trac tatus, Copenhague, 1964; E , Stenius, Wittgenstein’s Trí
tatus, Oxford, 1960; G . Pitcher, The Thilosophy of Wittgenstein, End
wood Cliffs, 1964), bibliografía que se limita, en gran parte, a una dilff-
dación analítica de algunas proposiciones d d Tractatus, y no afronta el pr?
w-it t g e n s t e in : p e n s a m ie n t o n eg a tiv o y “ ju e g o ” 103

no existiría problema de lo “místico”. Allí donde se trasciende el


límite, allí no existe lo “místico” . En cambio, es cuando el enig­
ma desaparece, cuando el problema científico de la form a de la
proposición y de la lógica está completamente resuelto, que nace
]o “místico . Cuando ya no quedan enigmas ni interrogantes,
"por una parte no queda, en consecuencia, nada; por otra, úni­
co, el mundo” :™ entonces, es necesario lo místico” . Lo “místico”
es la experiencia mundana radical. Significa que en el mundo
"todo es como es, y sucede como sucede; en él no hay ningún
valor” (6.41). Lo “místico” concluye la E ntw ertung radical,
cuyo proyecto aparecía desde las primeras páginas; las “ traduce”
como sigue: la proposición más simple no asevera nada m ás que
un estado de cosas.
Que esta conclusión sea expresada también en térm inos humea-
no-machianos (cf. 6.371 y 6.36331) no puede engañarnos. E n la
féz, es la formalización completa de la teoría schopenhauexiana
¿e la representación; formalización que, como sabemos, era tam­
bién el "proyecto” de las últimas obras de Nietzsche. L a rela­
ción mundo-representación no puede ya trascenderse; en el mun­
do no pueden, por lo tanto, subsistir ya proposiciones de valor. La
crítica del sujeto forma parte integrante de esta formulación, lo
mismo que en Nietzsche: el sujeto se “contrae" en un p u n to in­
extenso y “queda” la realidad coordinada con él (5.54). E sta rea­
lidad, definida de tal manera, es formalizable. Pero este proceso
de formalización es el mismo de lo “místico”. Procede solamen­
te en estos limites: sentirlos es lo “místico” . E n consecuencia, no
solamente el conocimiento de los límites del formalismo, sino el
conocimiento del formalismo como límite, caracteriza la conclu­
sión “mística” del Tractatus.
Este límite involucra toda la “historia” de la “filosofía” . Todo
lo que puede decirse es el mundo como totalidad de los he­
chos; la verdad de una proposición es su acuerdo con el hecho;
su acuerdo es hecho posible por la coherencia de su forma ló­
gica (la cual, de por sí, está privada de sentido). E l conjunto
de las proposiciones que tienen un sentido no es, por lo tanto,
más que el conjunto de las proposiciones de la ciencia natural
(6.53). Lo místico” muestra que esto no tiene nada que ver
con la filosofía. Lo “místico” es limitar las proposiciones “de
sentido” a las de la ciencia natural. Y, asimismo, saber esto pre-
ülema de la función sistemática global del concepto de “ solipsismo” en su
relación con el concepto de lo “místico” .
78 L . W ittgenstein, Cuadernos 1914-1916, en Tractatus, cit., p . 188.
104 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL “ XEACTATUS’

cisam ente com o límite. Saber que todo esto no afecta a núes-
tros problem as “vitales” . Al final, se sabe aquello que se sabe,.
L o “nuevo” es negativo solam ente: se h a dejado de h ab lar d é lo '
inefable. E l eterno retomo del lím ite, el retorno de la concia
sión al com ienzo, después de qu e toda su “ trascendencia” ha sido
inexorablem ente negada y todo “ problem a absoluto” h a sido pues*
to en su sitio con el “ callarlo” , describe el círculo del Traetatus.
La “auto crítica” sucesiva n o afecta su “perfección” . E l aban­
dono d e la teo ría de los E lem entarsátze, y el consiguiente desarro­
llo del co n cep to de juegos, n o considera la radicalidad de esta
crítica del discurso filosófico. “Filosofía” se convierte en poner-,
orden en u n Raum (e n una estando, en el espacio del m undo);
p o n er un o rd en en las nociones que usam os al fugar un juego,
E n el Traetatus: m o strar que a ciertos signos de las proposicio­
nes n o corresponden significados y, en consecuencia, “curar” él
lenguaje, m o stran d o los lím ites de la expresión de los pensa­
m ientos. Su sentido se encuentra, com o quiera q u e sea, en la
relación d e im agen-m odelo q u e establece. L a “filosofía” se con­
vierte en “ capacidad” , u n a cuestión de habilidad en el ordenar.
Se trata, en efecto, d e u n a disciplina nueva. Pero los diversos
juegos de las Investigaciones son com pletam ente análogos a las
proposiciones d e la ciencia natural, que es to d o lo q u e se puede
decir al final del Traetatus. L a nueva disciplina explica, en efec­
to, la constitución form al-lógica de otras disciplinas. E n este punto
es inevitable arrojar la escalera luego d e h a b e r subido. Para ver
co rrectam en te el m u n d o , estas proposiciones son superadas. Son
solam ente intro ductorias.
Pero arro jar la escalera — superar estas proposiciones— es, por
consiguiente, “no decir nada sino aquello que se p u e d e decir; es
decir, las proposiciones de la ciencia n a tu ra l” (6.53); este que
“sería” el ú n ico m éto d o correcto de la filosofía y representa, eii
efecto, su V e m ic h tu n g , sólo es pensable en base de lo “místico”.
L a tendencia radicalm ente form alista del Traetatus n o sería pen­
sable si en el m u n d o quedaran “valores” . D e ello resultarían
imágenes infectadas d e psicologismo, deber-ser, sentim ientos ine­
fables. P ero que en el m u n d o n o exista “valor” : esto es preci­
sam ente lo “ m ístico” . Y , p o r consiguiente, el m u n d o es todo
(en el sen tid o de to d o lo qu e p uede d ecirse). E l lím ite que lo
“m ístico” en cu en tra es precisam ente la condición del formalismo
del Traetatus, q u e de esta m anera vuelve a enlazarse a los desarro­
llos sucesivos del p en sam ien to w ittgensteiniano.
P ero lo “ m ístico” tie n e otra función, com plem entaria y, qpues-
VpmGENSTEIN: PENSAMIENTO n e g a t iv o y “ ju e g o ” 105

ta. Así como excluye de la expresión lingüística to d a rem isió n


a un “inefable” y fu n d a, p o r ello, la posibilidad de p ro p o sicio n es
dotadas de sentido, así muestra tam b ién lo in efab le. L o m ues­
tra; sabe que n o p u ed e decirlo. E ste aspecto es d e im p o rta n c ia
fundamental. Sin lo “m ístico”, el form alism o te n d e ría siem p re
a convertirse en “ to d o ”, a presentarse com o “v e rd a d ” , a elim i­
nar de sí todo lím ite. Y, por consiguiente, a tra ic io n a r inclusive
sus propios fu n d am en to s. Si no fuese reasum ido d e sd e el p u n ­
to de vista d e lo “m ístico”, la relación lógica ten d e ría siem p re
a plantearse com o ley de la naturalezct. E s lo “m ístico ” lo qu e
reconoce en la lógica proposiciones so lam en te tau to ló g ic a s, reglas
de los signos, y p o r eso encuentra sus lím ites, y éstos co in cid en
entonces con los del m u n d o , así com o éstos se d a n e n la p ro ­
posición d otada d e sentido. E s lo “ m ístico”, p o r lo ta n t o , el p ri­
mer paso hacia el p u n to de vista del juego.79
Reconocer aquello q u e es necesario callar es p o r eso esencial
para definir los lím ites en tre los cuales es posible describir. “ E x o r­
cizar” lo “m ístico” es creer que n o existe n a d a q u e callar. E s
no com prender su fu n c ió n : d e fu n d ació n correcta d e la “ esfera”
del form alism o. P ara realizarla es necesario re d u c ir t o d a la se-
79 "M ístico” no consiste por eso en arrojarse contra los lím ites del len­
guaje. Sin embargo, en el momento mismo en que lo "m ístico” p o ne los
límites que la lógica ha formalizado, existe también el no-sentido d e arrojar­
se contra tales límites. Sería absurdo pensar en “ quitar” o “ curar” este en­
cuentro que está intrínsecamente vinculado a los desarrollos efectúales de la
lógica contemporánea. Así W ittgenstein habla de Kierkegaard y de Heideg-
ger (F. W aism ann, op. cit., pp. 61 y ss.) — y se trata de una interpreta­
ción definitiva, opuesta a las camapiana y neopositivista, que ven (n o diferen­
temente, en sustancia, que Lukács en E l asalto a la razón) en las corrientes
oástencialistas del pensamiento contemporáneo "espíritus reaccionarios” a
convertir o suprimir, o sea como fuere el O tro con respecto a la Vergeisti-
gung contemporánea. E n realidad, en este inescindible com plejo de relacio­
nes — forma lógica, reconocimiento “ místico” del m undo com o todo-lim ita­
do, “asalto ético” a los límites del lenguaje concebido com o dato insuprim i-
ble precisamente en la absoluta inefectualidad de su no-sentido— consiste el
fundamento del rechazo wittgensteiniano de toda nueva filosofía trascenden­
tal, de toda Philosophia como sistema de los juicios sintéticos apriori (cf. las
críticas a Husserl en F . W aism ann, op. cit., pp. 60-61). N in g u n a deduc­
ción es posible de aquel asalto a los límites del lenguaje. Éste es sola­
mente. Éste es solamente mostrable. Y alrededor de la diferencia entre decir
y mostrar gira el Tractatus entero: "Su punto esencial está en la teoría de
aquello que puede ser expresado [gesagt] a través de proposiciones — es decir,
a través del lenguaje— (y, lo que es lo mismo, pensado ) y aquello que no
puede ser expresado a través de proposiciones sino solamente m ostrado [ge-
zeigt], Considero que éste es el problema cardinal de la filosofía’ ' (Carta
aitussell del 19 de septiembre de 1919 tomada de Cassino, op. cit., p. 7 1 ).
106 LÓGICA Y FILOSOFÍA EN EL "TRACTATUS”

rie d e los “valores” a m ostrarse sim p lem en te — y nosotros a ca­


lla r absolutam ente sobre ellos. “E xorcizar” lo “m ístico” es anulai
el lím ite que el libro en cu en tra en el lenguaje para la expresión
d e los pensam ientos. Si esto n o se p lan te a, si su problem a no
subsiste, entonces el form alism o lógico se verifica inm ediatam en­
t e en el dato, su estructura expresa la fundam ental d e las cien­
cias d e la realidad. Se llega así a refundar u n sistema filosófico:
com o análisis, precisam ente, de la estructura fu n d am en tal unitaria
de toda ciencia. Las conclusiones del Tractatus aparecen radical­
m e n te distintas. E n él la lógica no aparece ya com o meta-len­
gu aje de to d a investigación científica, m u ch o m enos com o su
justificación. La lógica es operación-cálculo sígnico; n o enuncia
nada. N o fu n d a la verdad de n in g u n a proposición: el significa­
d o de la proposición n o la considera. P o r esta razón, al plan­
te a r el problem a de las ciencias, en c u an to tales, se cierra. Hemos
solam ente establecido cóm o se llega a él — y el carácter general
d e la proposición. Pero n in g ú n “ esquem a” h a sido philosophisch
e n co n trad o en tre form alism o lógico y proposición científica, y
“v erdad” d e la ciencia. E l aspecto conclusivo-radical del Trae-
tatus deriva precisam ente de esto: que aq u í u n m éto d o de in­
vestigación “ cede la p alab ra” p ara siem pre a otro. L o “m ístico”
w ittg en stein ian o es este conservar-nada, contra la refundación neo-
positivista (análogo preciso de la m a c h ia n a ). A quí, a pesar dé
to d o , la estructura fija del m u n d o y de la doctrina del signifi­
cad o asum e el rol de teatro de u n acto radical de negación, que
es transform ación de to d a relación. Lo “m ístico” h a c e que una
“apología” d e la relación en tre lógica, proposición y m u n d o sea
im posible. A dvierte y muestra la “ m iseria” de dicha “apología”
— que las ciencias no podrán su p erar jam ás— , m ás a ú n , no de­
b e rá n hacerlo, para ser verdaderam ente tales (y no plantearse
com o falsas to talid ad es).
E l m o m en to de m áxim a crisis (y, a saber, de liquidación de
la perspectiva trascendental, de la fundación en la Lógica del
co n cep to d e “verdadero” , de la fu n ció n , en general, d e la inves­
tigación filosófica en cuanto ta l) se expresa aquí “clásicam ente”.
L a “perfección sistem ática” es necesaria n o form alm ente para
expresar esta crisis. É sta es fu n cio n al a sus contenidos mismos.
E sta crisis afirm a precisam ente la esfera de aquello qu e puede
ser dicho, y donde todo es decible, el interrogante subsiste sola­
m e n te donde subsiste tam b ién la respuesta. T odo es respuesta.
P e ro los lím ites de este “to d o ” h a n sido despiadadam ente encon­
trad o s en nuestro lenguaje. P ara d a r una respuesta (y no por
WITTGENSTEIN: PENSAMIENTO NEGATIVO Y “ jUEGO” 107

cierto por una especie d e nihilism o extrem o) es p o r con sig u ien ­


te necesario saber “ qué poco se h a conseguido c u a n d o estos p ro ­
blemas son resueltos” .80 La intuición del m u n d o sub specie ceter-
nitatis funda el conocim iento de la “ m iseria” de esta to ta lid a d .
Y sólo entonces ésta se vuelve form alizable-form ulable-factible.
Se vuelve espacio de las proposiciones científicas y d e la v ariedad
de los juegos.

80 Es decir que las últimas proposiciones del Tractatus no son leídas com o
pesimismo schopenhaueriano, sino como afinidad radical a sus instancias y
junto con su radical superación. La “escalera” no es arrojada h acia el “ si­
lencio de Buda” o para alcanzar el Nirvana, sino para producir el m áxim o
de claridad en las preguntas-respuestas de las proposiciones científicas, y por
eso, necesariamente en su miseria constitutiva. E n este sentido, la últim a
voz del Tractatus no es una cita del vigesimosegundo Discurso de B u d a , so­
bre el cual ha llamado la atención G . Fan o ( Neopositivismo, analisi del
linguaggio e cibernética, T u rín , 1968, pp. 32-33): “ C o m o u na balsa, oh
monjes, quiero que sea escuchada m i enseñanza, com o una balsa: hecha
para salvarse, y no para guardársela y llevársela” . Sería insensato decir: “ que­
ridísima, en verdad, es para m í esta balsa y óptima para superar pasos di­
fíciles. Entonces, para proseguir más velozmente m i cam ino, la cargaré a la
espalda por prados y montes sin despegarme de ella jamás” .
III. D E N IE T Z S C H E A W IT T G E N S T E IN .
E L P R O B L E M A D E L L E N G U A J E E N L A F IL O S O F IA
D E L A N U E V A M U S IC A

1. E L ANTI-WAGNER

La crítica de la Lógica y la crítica de la m úsica w agneriana sé:


p resen tan indisolublem ente entrelazadas en los últim os años de
N ietzsch e. D estru ir las bases m ecánicas d e la visión científica'
del m u n d o , liq u idar los fú n d am en to s esencialistas de la lógica:
tradicional, p lan te ar el lenguaje com o convención, liberarlo de
toda “n ecesid ad ” sem ántica y, precisam ente gracias a esta ope­
ración, estab lecer su efectualidad en el proceso de formalización-
logicización del m undo: este proyecto chocaba del m o d o más
vio len to con la dialéctica w agneriana form a-realidad. E l “ dram a”
es el lugar d e esta dialéctica. Y esta dialéctica aparece, según
N ietzsche, to ta lm e n te coherente con el proceso sintético hege-
liano. (E l p ro b lem a de cóm o N ietzsche in te n ta siem pre con He-
gel ciertos desarrollos del hegelianism o n o p u e d e ser encarado
aq u í.) E n el “dram a” solam ente la m úsica tien e u n sentido:
cu an d o ésta fin alm en te conquista un a dim ensión temporal efec­
tiva, se co n v ierte en historia, sus palabras designan. E n este pun­
to revela, m ostrándolo, u n m u n d o con el cual es perfectam ente
coherente. E n tre el lenguaje de la m úsica y ese m u n d o no exis­
te diferencia. P o r eso n o es del to d o exacto afirm ar la existen­
cia d e u n a p rioridad ontológica de la palabra en W a g n er.1 Exis­
te, en cam bio, p erfectam ente síntesis en tre palabra y realidad. La
m úsica es im agen especular de u n m u n d o : la m úsica vive de esa
relación sem ántica; al m u n d o com pete la efectiva prioridad on­
tológica en la com posición w agneriana. Y el dram a define jus­
tam e n te el proceso finito, tem p o ralm en te definible, a través del
cual adviene la síntesis en tre la m úsica y su realidad, m ás en ge­
neral: en tre realidad y lenguaje. E n el dram a, la palabra consi­
gue siem pre designar.
Es d esarro llan d o lógicamente los presupuestos, la razón profun­
da de su p ro p ia veneración originaria p o r W a g n er, com o Nietz-

1 U . Duse, L a música nel pensiero di Nietzsche e "Wagner, en A . Carac


ciolo (co m p .), Música e filosofía, Bolonia, 1973.
[108]
el a n t i -w a g n e r 109
sebe llega a concebir este dram a como opuesto a la tragedia. L a
tragedia ilum ina un destino, n o un “estado de h e c h o ” . Y este
destino expresa, p recisam ente en la convencionalidad del signo,
é derrum be d e toda m etafísica m ecanicista. Sobre la base d e tal
juego, se refunda una efectualidad a b so lu tam en te d istin ta d e la
efectualidad dialéctica: la efectualidad del form alism o lógico en
el proceso de racionalización, la efectualidad del W ille zur M a c h t.
Desde este p u n to d e vista, la efectualidad de la síntesis prece­
dente aparece com o el colm o del O hnmacht; n o ta n to p o rq u e
aquélla sea sim p lem en te especulativo-reflectante, sin o p o rq u e las
formas m ism as a través de las cuales debiera realizarse resu lta n
utópicas, ilusorias. Nada, en efecto, garantiza ló g ic a m e n te a q u e ­
lla id en tid ad de estructura en tre realidad y len g u aje en b ase a
Ja cual solam ente esta pretendida síntesis sería pen sab le. E l
continuo S treben de la palabra de p lan tearse co m o rea lid a d se
revierte en m al infinito, en deber-ser vacío. E l d ram a n o se con­
vierte m ás que en estilo, y mal estilo. E l estilo d ram á tic o wag-
neriano no es m ás “ que una especie d e m al estilo, o m ejo r, de
no estilo en la m úsica” .243 Precisam ente p o rq u e el d ram a es el lu ­
gar por excelencia de aquel proceso sin tético (d e a q u el “p rogre­
so”, ju stam en te) que hem os m encionado, él n o p o d rá ser música
sino sím bolo m etafísieo, alusión a otro d istin to d e sí. O n c e años
antes d e la carta a G a s t qu e acabam os d e citar, ya N ie tz sc h e h a ­
bía explicado esta crítica suya a C . F u ch s en térm in o s definitivos.
W a g n er es tratad o con despiadada simplicidad. D e c ir sus em o­
ciones, expresar sus “historias” , dem ostrar ser “ d ile c to ” suyo, es
hacerle el juego. E s necesario en cam b io an alizar sus m éto d o s
con “sequedad histórica” . Se descubrirá entonces q u e W a g n e r
realiza u n a m anipulación característica del len g u aje m usical, di­
rigida a “querer reavivar a cualquier precio” . P e ro este su ser
reacio “a lo que es m atem ático” 8 es co m p le ta m en te fu n cio n al
a su “filosofía” . “Reavivar” es esencial para expresar to d o m o­
tivo, to d a proposición del lenguaje m usical, com o u n símbolo. L a
forma lingüística debe constantem ente aludir, pro y ectarse m ás
allá, pro-yectar la síntesis en tre sí m ism a y el m u n d o , y p o r eso
traicionarse. E sta m úsica es “ falsa” * p o r dos m otivos fu n d a m e n ­
tales: p o rq u e quiere expresar m ás de lo que los límites d e su
lenguaje p erm iten , y porque precisam ente su “ expresividad” mis-

2 F . Nietzsche, Carta a P . Gast del 26 de febrero de 1888, en Carteg-


gto Nietzsche-Wagner, T u rín , 1959, p. 173.
3 Carta a C a ri Fuchs, de julio de 1877, ibid., p. 156.
4 Ibid., p. 157.
110 l e n g u a j e y n u e v a m ú sica

tífica la m iseria del deber-ser indecible qu e la agita. D esde este


p u n to de vista la m etafísica w agneriana tiene poco qu e ver con
la de S chopenhauer. N ietzsche lo advierte cuando, sobre todo!
en sus últim as obras, aproxim a W a g n er a H egel, el enemigo
m ortal de Schopenhauer. E l lenguaje m usical es en Schopen­
h au er el prim er agente del proceso de V e rn ich tu n g de la rela­
ción de representación. La música “h u m illa” al reino de la rea­
lidad. Y por razones opuestas a las de la S ehnsucht rom ántica.
N o co m o sím bolo de una búsqueda in-finita d istin ta de los fe.
nó m en o s, sino com o form a perfecta, signo com pleto en sí, ab­
so lu tam en te n o relacionable con un significado, la música es, en
S chopenhauer, negación de la voluntad-de-la-vida, o com ienzo de
su subversión. L a lectura wagneriana de S chopenhauer es, por'
el co n trario , to talm en te rom ántico-dialéctica. N i el propio N ietz­
sche advierte con claridad to d o lo schopenhaueriana qu e puede
aparecer su crítica a W ag n er.
W a g n e r es analizado, debem os decirlo, con inexorabilidad lógi­
ca. ¿R econoce los lím ites d e su lenguaje? ¿R econoce los lím ite
de su juego? ¿L a convencionalidad de los elem entos que lo com­
ponen? ¿O , en cam bio, concibe todavía la palabra com o domi­
nio del Logos, el lenguaje com o representación de una GeisteSr
geschíchte? E l dram a n o p u ed e adueñarse de la tragedia de la
form a p u ra. E sta tragedia es perfectam ente coherente con la “se­
quedad histórica” , la “sim plicidad concreta” , la “m atem ática”
que resultan, en cambio, inaplicables al “genio” w agneriano. Sin
em bargo, allí donde este “ genio” está constreñido a revelar su;
sim bolism o “vacío” la ascesis consciente del form alism o p u ro re­
conoce la propia efectualidad en el poder-h a c er foim ulable un
m undo. Su lógica refleja el proceso m ism o d e racionalizadón.
Las páginas weberianas sobre el desarrollo de la m úsica occidental
son glosas a la crítica nietzscheana de W a g n er.5
E l “peligro” de W a g n er reside, p o r lo tan to , lógicamente ha­
blando, en su expresividad. Acerca de este p u n to la insistencia
de N ietzsch e es obsesiva. L a m elodía debe hacerse in-finita si
quiere verdaderam ente representar d propio F in , debe p o r tanto
expresar más de cuanto n o esté dado en los lím ites de su len­
guaje. D eb e reavivar el p ro p io lenguaje: su vida específica no

5 M . W eber, “ Los fundamentos racionales y sociológicos de la músi­


ca” (1921), en Econom ía y sociedad, vol. n , México, f c e , 1964. Esto es
válido, naturalmente, como pura indicación metodológica, puesto que Weber
no se ocupa de los desarrollos de la música contemporánea.
EL ANH-WAGNER 111

puede bastarle. P ar eso la m úsica "se lib ra ” .0 P ero la e n c o n tra ­


mos en aq u el “terreno escabroso” del juego, que W ittg e n s te in
nos h a indicado. Expresiva, reavivante, s u b lim a n te : pero n u n c a
camino, n u n c a danza. E sta m úsica n o p u e d e c am in ar. S u “ po­
der” n o tie n e siquiera un lim bo de tierra b ajo los pies. N o de­
bemos engañam os con los ejem plos de N ie tz sc h e: el p ro b le m a
no es el ab an d o n o de las buenas reglas an tig u a s, d el ritm o , d e la
simetría, etc. El problem a es que esta m úsica n o sabe resp o n ­
der a la p reg u n ta decisiva: ¿qué orden se h a in tro d u c id o e n el
espacio de este juego? ¿Cuál es el orden de este lu g ar ( u n o de
los tantos posibles)? Si falta un a respuesta a este in te rro g a n te ,
falta to d o sentido a n u estra proposición, y en co n secu en cia to d a
posible efectualidad suya. Nada se vuelve fo rm id ab le. Y esta
miseria se m istifica d en tro de la riqueza d el efecto , de lo expre­
sivo, de lo sublim e.
E n W a g n e r la m úsica sigue siendo e s c ita d e esta a c titu d . E s­
clava de este significado. É ste es su fin. E n ella “ el d ra m a es
el objetivo, la m úsica es siem pre y so la m e n te el m ed io ” .67 L a
música com o m edio p ara aclarar, ejem plificar, describir y, so b re
iodo, para ex-presar, hacer sentir, el m u n d o de la rep re sen ta ció n .
La m úsica “ m im a” este m u n d o . E stam os aq u í en las a n típ o d a s
de Schopenhauer. Sin em bargo, a p artir d e esta a c titu d s e ori­
gina precisam ente, según N ietzsche, el o d io d e Parsifal c o n tra la
«da. La búsq u ed a fatigosa d e la m úsica co m o sig n ificad o im ­
plica, p o r el co n stan te repetirse de su fracaso, la p red icació n

‘perversa” d e la ascesis. La incognoscibilidad del fe n ó m e n o se
revierte en co n cep to del noúm eno. Esta ten d e n c ia estab a p re se n ­
te tam bién en Schopenhauer, pero con alg u n as d iferen cias de
fondo. A n te todo, el “ cam ino interior” d e la Entsagung c o m e n ­
zaba precisam ente en la conciencia de la a lte rid a d del dato , de
la cosa com o siempre en-sí. E n segundo lu g ar, la rep re sen ta ció n
se planteaba, consecuentem ente, com o siem p re nadificante e n su
dirección sistem ática. L a búsqueda de las form as n a d ifica n tes
(más n adificantes) d e representación p rep arad a-in tro d u cía el te m a
conclusivo d e la negación de la voluntad-de-la-vida. P a ra W a g n e r
el problem a es siem pre, por el contrario, el de las form as m ás
representativo-expresivas, y éstas deberían realizarse ta m b ié n res­
pecto de la idea de la obra — que no es o tra cosa sin o la perfec­
ta coherencia de m úsica y significado: la creación d e l drama. E n

6 F . Nietzsche, Nietzsche contra Wagner, en Opere, cit., vol. v i, tom o


3, M ilán , 1970, p. 395.
7 Ibid., p. 392.
112 LENGUAJE Y NUEVA MUSIG4

consecuencia, está im plícito en la búsqueda de la síntesis que el


significado se convierte en idea, y q u e la representación de esa
idea se cargue d e los acentos del deber-ser, deje de vivir.
La “p ro fu n d id ad ” de esta música es su co n stan te sobrepasar
los lím ites de sen tido del propio lenguaje. E n el lugar del Olinu
po de la apariencia8 el “m oderno” W a g n e r erige el tem p lo de
la profundidad, de la expresividad, d e lo sublim e. Pero este tem­
p lo se fu n d a sobre el fracaso de la relación d e representación!
N atu ralm en te, o p o n er B izet a W a g n e r es una brom a. N o es la
ingenua “sim plicidad” lo q u e p u e d e oponerse a la “profundidad^
w agneriana, sino, justam ente, el O lim p o de la apariencia, la “su
perficialidad” clásica: el m áxim o d e profundidad, el elemente
clásico d e las páginas del Tractatus: las tres palabras del “ tema'
del Tractatus,9 q u e expresan todo lo q u e podem os decir, n o tres
sonidos cualesquiera. La forma, construida con lógica inexorable
den tro d e sus propios lím ites, originada p o r el desencanto scho-
p en h au erian o sobre la efectualidad del esquem atism o, esta for­
ma, q u e rehuye to d o infinito y toda nostalgia p o r lo indecible;
despiadadam ente anti-sim bólica, es la verdadera antípoda de la
música w agneriana.
A quí la crítica nietzscheana asum e todo su peso y cae toda
posibilidad d e m alentenderla “estéticam ente” . L a m úsica wagne­
riana sim boliza el concepto entero d e "m odernidad” . E n particu­
lar, es la música del idealism o que h a llegado a su fase extrema.
La estructura logocéntrica de la filosofía occidental se verifica
aquí radicalm ente y estalla. H e aquí el sentido d e lo nietzscheano:
n o soportar otro dios después de W a g n er.10 E n W ag n er el “va­
lor” del dram a-teatro es el m ism o de la representación. Los “sig­
nos” dependen de la verdad que se presenta. Sirven para descri­
b ir el espíritu, el Logos — que en el espacio teatral es así “evo­
cado” . La escritura m usical puede ser solam ente representativa.
L a síntesis entre signo y Logos es idealism o sum o.11 La dialéc­
tica representa esta síntesis com o u n proceso q u e se realiza en
varias fases y en varias estructuras; pero que sea la posibilidad
s Ibid., p. 414.
8 Es la cita de Kümberger “ und alies, was man weist, nicht bloss raaschen
und brausen gehort hat, lásst sich in drei W orten sagen” [“y todo lo que
se sabe, lo escuchado que no es mero m urm ullo y zumbido, se deja decir
en tres palabras” ]. Las Investigaciones filosóficas llevarán un lema de Nestrqy.
10 F . Nietzsche, II caso Wagner, en Opere, cit., p. 6.
11 Acerca de la posición nietzscheana respecto de estas relaciones, cf. el
fundamental ensayo de Derrida, “ Le théátre de la cmauté et la clóture de la
représentation” , en Critique, julio de 1966.
£L ANTI-WAGNER 113

de una relación “originaria” (es decir, u n a co n d ició n tra sc e n d e n ­


tal de síntesis) en tre el juego sígnico (co n ceb id o c o m o quiera
que sea “ideológicam ente” ) y el significado (ta m b ié n co n c eb id o
como quiera que s e a ), no sólo n o es así d e sm e n tid o sino qu e
resulta antes bien confirm ado con m ay o r fuerza. E s te idealis­
mo es lo “m oderno” : la obra es sím bolo, su a p a rien c ia a lu d e
a significados ocultos, su “valor” está m ás allá d e su fo rm a , o
bien en u n a síntesis que está m ás allá de am bos. L a obra rehuye
y traiciona el destino. N o analiza, n o teoriza , lan za p u e n te s en
lugar de trazar lím ites. Pero el amor fati q u e la rec h a z a es ru p ­
tura y salto: la crisis definitiva d e la trad ició n filosófica q u e se
agota en la música wagneriana. E sto es tam b ié n el a n u n c io de
la nueva efectualidad d e Z aratustra. E n el espacio d e la diferen­
cia radical, y en consecuencia del p u ro form alism o d e l signo, se
construye un orden del lenguaje que puede “sistem ar” u n p ro c e ­
so de logicización del m undo, im p en sab le en la rela ció n d e re ­
presentación. Allí d o n d e la “escritura” es rep resen tació n d e sig-
¡uificados esenciales — donde el “ valor” d e la p ro p o sició n reside
en su capacidad de describir— n unca p o d rá darse teoría d e la
convencionalidad del signo. Jam ás, p o r lo ta n to , p o d rá ser d e fi­
nida la tragedia del pu ro form alism o, q u e es el amor fa ti en cuan­
to W ille z u r M ach t.
Lo “m o d ern o ” es el presente — aquello q u e rep re sen ta e l p re ­
sente—, 'es decir, aquello que es sin futuro.12 E l an ti-w a g n erian o
descubre, en la tragedia del amor fati versus el in -fin ito d e b e r de
Ja representación teatral, la crisis radical q u e la o b ra d e l m o d e r­
no por excelencia, W a g n er, ya vive, y a la cual e s tá c o n d e n a ­
da. E s una d e las raras profecías tempestivas (a c tu a le s) d e N ietz-
sche. Si W a g n e r h a repetido efectiv am en te un a sola frase to d a
la vida: “ ¡que su m úsica n o significa so lam en te m úsica! ¡S ino
más que m úsica! ¡In fin itam en te m u ch o m ás!” 13 y “debía p o r eso,
por principio, llevar al prim er p la n o el ‘e sto q u e significa’ ” 14 (y
significa infinitas co sas), precisam ente p o r su u b ica c ió n h istó ri­
ca ab so lu tam en te crítica, esta p rete n d id a síntesis d e m ú sic a e
idea no se logra, no p u e d e lograrse. E scap a c o n s ta n te m e n te de
la estructura y de la apariencia concreta d e la o b ra. L a m ú sica
wagneriana n o es so lam ente “la heredera d e H egel” , quiere ser­
lo, debe (in fin ita m e n te debe) representar “ el in c o n sc ie n te espí-

12 F . Nietzsche, Nietzsche contra Wagner, en Opere, cit., p p . 396 y ss.


13 F . Nietzsche, II caso Wagner, en Opere, cit., p. 31.
14 Ibid., p. 32. Y en otra parte de la misma obra: la m úsica wagneriana
e ‘lenguaje, instrumento, sierva dramatúrgica” .
114 LENGUAJE Y NUEVA MÚSICA

ritu del pueblo” .15* Pero está constreñida a hacer una directa y
desesperada experiencia del fracaso de esta síntesis. El repetirse
del hecho musical es el repetirse de este mismo fracaso. Aquí
W agner deja de redim ir o de sublimar. Aquí su obra reencuen­
tra una “ verdad”, a la cual Nietzsche no puede sustraerse. la
música que dehe representar la idea, al fracasar, vuelve a ser sig­
no, E l dram a, agotándose en el imperativo, reconstruye en sus
temas puros órdenes lingüísticos. Hay m omentos en que la ente­
ra teatralidad wagneriana se “des-construye” y aparecen aquellos
anuncios de la música “absoluta” futura que Nietzsche recono­
ce. Saber escuchar a este W agner será característico de Mahler
y de Schonberg un W agner que deja a un lado “pequeñas,
preciosas cosas” , “un léxico de las palabras más íntimas [ . . . ] so­
lam ente cosas breves de cinco a quince compases, toda música
que nadie conoce” .15 Pero este léxico, esta escritura, aparecen
porque la posibilidad de aquella síntesis ha sido verificada en
sus límites extremos. Solamente a esta altura pueden estallar sus
contradicciones. Las “pequeñas, preciosas cosas” son el fruto de
esta tragedia. Lo opuesto de toda naturaleza o simplicidad: so­
flám en te podrían encontrarse en la obra de W agner, concebida
finalm ente en todo su espesor “filosófico” . Aferrarías significar!, ¡
para el que después comprenda la lección de Nietzsche, hacera;
cargo de toda la tragedia que lia llevado a ellas: n o existe esen­
cia oculta en el significar, no existe relación originaria entre sig­
n o y Logos, no existe lenguaje com o representación perfecta dd
m undo. La simplicidad de la “cosa breve”, la apariencia “feliz*’
de los pocos compases, deberán ser la perfección del juego, cum­
plidam ente reconocido y ordenado —única verdad y única esen­
cia— , máxima profundidad.
Pero los temas wagnerianos son repliegues pesimistas, “deca­
dencia” , m omentos breves en los cuales la dilatación in finita dd
lenguaje musical descubre su propia “miseria” y se vuelve en i
misma, se convierte en melancolía, quiere consolarse. El pathes ¡
se contiene durante un instante, la confesión es inmediatamo-
te encubierta. Más aun, tam bién ella tiene una súbita neccji
dad de ser “redim ida”- en la totalidad de la ópera, del drama. E

15 Ibid., p. 32. Este “significado" determina la “ abundancia, arbitwit


dad, indeterminación de Wagner". jN o Bizct contra Wagner, por lo tanti
sino el “ fuego’' de la “gran lógica", el “ cielo esplendente" de la cwnpfflí
ción pura, no lo “ mediterráneo" de Carmen. C f. “No/as” a Niélate.
Opere, cit., pp. 483-484.
10 F . Nietzsche, II caso Wagner, en Opere, cit., pp. 23-24.
;£L A N í í -W A G N j í R 115
resistir a 3a apariencia, o mejor, el hacerla perfecta, o el reconocer
y el teorizar que se da sustancia y, en consecuencia, ni siquiera
apariencia: esta “ciencia” es todo lo que W agner “redime” . Esta
falsa pretensión es perfectamente complementaria de la interpre-
'féción contemporánea por parte del historicismo de la cultura
clásica alemana. Goethe aparece como todo-respuesta, perfecta
integración de sensible e inteligible, coronación de la idea. Su
figura es insertada, sin traumas, en la continuidad ideal del do­
minio del Logos, el cual, finalmente, se “apaisa” sin residuos
en su obra. Holderlin canta sus himnos, Schiller lo predica. La
oración por la “síntesis” salva a Goethe, así como la sacra re­
presentación wagneriana redime las “pequeñas cosas” que apare­
cen y reflejan la obra revertida. A la vez que, en cambio, la
“apariencia” de los Epigramas venecianos revela un poder sobre
el lenguaje, un orden impuesto a las palabras, irreductible a no
importa qué “utopía” . Aquí todo lo decible puede finalm ente ser
dicho, y toda relación, toda función, pueden ser expresadas. Aquí
¡a claridad ya no “cae”, como en el discurso wagneriano, sino
que representa su “verdad” misma. No alude, no simboliza: está
para abatir lo sublime. Camina como señora de la tierra. Ex­
plicar la carga trágica que conduce a este resultado es la obra
misma de Nietzsche, del mismo modo que ese resultado n o es
comprensible sino captando en Goethe los momentos de contra­
dicción y de crisis: el concepto de tragedia, la forma de la Entsa-
gung. “Sólo un arte ha llegado cerca de la perfección: el escri­
bir alemán”;17 esta capacidad se funda sobre la tragedia del
amor fati, y su radical acto de renuncia. Pero asumir desespera­
damente estos límites es caminar de nuevo, es poder dar respues­
ta a todos los interrogantes que ésos son, porque el misterio
inefable ya no es tal, es nada. Detrás de los Epigram as nada
existe —en los Epigramas está el mundo: porque el mundo tie­
ne las fronteras de nuestro lenguaje—, y éste es el tema de los
Epigramas. W ittgenstein pedía a Engelmann este G oethe como
antídoto de la poesía de Albert Ehrenstein, D er M ensch Schreit:
“Cosa de perros, si no me equivoco. ¡Y estas cosas son las que
me han enviado aquí! Le ruego que me envíe, como antídoto, las
poesías de Goethe, el segundo volumen, donde están los E p i­
gramas venecianos, las Elegías y las Epístolas.” 18 ¿C óm o podría

17 Goethe, Epigrammi veneziani, Florencia, Sansoni, 1952.


18 L . W ittgenstein, Lettere, en P. Engelmann, op. cit., p. 6. Véase in fo r­
mación sobre A . Ehrenstein y el texto de la poesía citada en M . T . M a n ­
iatan, Poeti espressionisti tedeschi, M ilán, 1970. W ittgenstein habla de
116 l e n g u a j e y n u e v a música

gritar el q u e sabe decirm e todo lo decible hasta el silencio? ¿Quién


no p u ed e ya confiar en am pliar o reavivar lo decible? ¿Quién ha,
reconocido trágicam ente sus límites? T ragedia es decir todo, y.
saber callar apenas se siente que este todo no importa, n o tram,
forma la vida. Así en W ittg en stein . Pero cu an d o todo lo deck
b le h a sido v erdaderam ente dicho, entonces están claros tam­
b ién sus lím ites, entonces tam bién aquel sentido de miseria
muestra. H em o s visto ya de qué m anera la perspectiva nietz-
scheana está to d avía m uy lejos del Tractatus. Sin em bargo, dk
pesim ism o schopenhaueriano parece aquí superado. N o existe bjj,
proceso q u e lleva a la afirm ación positiva del N irvana, no exist?
“ red en ció n ” de los lím ites de la relación en tre lenguaje y mun­
do. T o d o sentido está deseperadam ente constreñido en esta re-’
lación. D e aquí p artía tam bién N ietzsche. A esta altura sola­
m en te p u ed en com parecer los Epigramas goethianos.
N o se tra ta por eso de cuestiones de “gusto” , sino de la ubica­
ción ideológica de W ittg e n stein , de com prender de qué m odo el
Tractatus expresa la m ism a, radical crítica nietzscheana de lo
“ m o d ern o ” que hem os analizado hasta aquí. L a obra que “des­
construye” todo valor utópico, que se desencanta y desencanta
e n el lenguaje, inclusive poniendo en fu n cio n am ien to cada me­
canism o m ás oculto, es la obra que W ittg e n ste in siente suya.
E sa obra aparece simple. Pero, en efecto, es comprensible: y
esto co n stitu y e n i m ás ni m enos que la sum a frrofundidad. Set.
com p ren sib le significa poder decir, h ab er recorrido hasta el fon­
do el fracaso d e to d a palabra que vaya m ás allá d e los lím ites de
su co n tex to a u n q u e sea con u n a vibración. E l “realism o” de una
obra sem ejan te es en realidad su opuesto, y viceversa. L a per­
fecta conciencia del lím ite, que se fu n d a en la tragedia de lá
E n tsag u n g , constriñe, sí, en el lím ite del lenguaje real (y único
p o sib le), p ero este lenguaje, precisam ente p o r la pureza que lo
distingue, aparece en su forma abstracta, ya en el lím ite del

Goethe y M orik e a Russell en una carta de enero de 1914. Wittgenstdn


acaba de superar una crisis de Angst (y Angst es el efecto del impacto ético
contra los límites del lenguaje). Los nombres de Goethe y M orike apare­
cen inmediatamente después de la descripción de esta crisis en labios de lo
“ sobrevivido” . “ Sí, M o rik e es verdaderamente un gran poeta. [ . . . ] Peto
tengo curiosidad de saber si te gustará realmente, porque a ti no te gusta
Goethe y la belleza de Morike es estrechamente afín a la de Goethe. Pero
si M orike te gusta verdaderamente, entonces prueba la Ifigenia de Goethe:
“ vielleicht geht D ir dann ein Lic h t auf” [“tal vez entonces veas claro” ] (Let-
tere, en op. cit., p. 4 6 ) . Veintiséis años antes de este M orik e, Hugo Wolf
había erigido un extraordinario “ monumento musical” .
JL ANTI-WAGNER 117

juego. N adie, como lo h ace W ittg e n stein in d ire c ta m e n te , ayuda


a com prender este asp ecto del “gran realism o” . L a fig u ra de
Keller es em blem ática a este respecto. T o d av ía en 1942 W ittg e n ­
stein le enviaba a M alco lm u n ejem plar de Hadlaub, “u n a b e ­
llísima novela alem ana” .19 Pero la m ism a “v erd ad — en to n o s
menores— debía en co n trarla W ittg en stein e n a u to res co m o M o-
rike, en la m ed id a de los compases de M ozart auf der Reise nach
?rag.20 E stas “preferencias” arrojan u n a lu z p a rtic u la r ta m b ié n
sobre él Tractatus: evidencian el carácter crítico d e la m ism a
teoría del significado q u e en éste aparecería, en c a m b io , perfec­
tamente resuelta. Esas obras describen, en realidad, p e ro su “ver­
dad” no reside en el ser-descriptivas sino e n el rec o n o c im ien to
pleno de la form a del lenguaje. E l elem en to se m á n tic o está to ­
davía presente, pero cada vez más entrelazado con la “escritu ra”
goethiana. E l inform ar es aquí, an te to d o , in fo rm a r sobre la
forma y los lím ites del lenguaje. E n esas obras e s to se ad m ite.
Y aquí se aclara el segundo m om ento d e su “v e rd a d ” ; precisa-
miente p o rq u e soportan esos lím ites, muestran a q u e llo q u e d e b e n
callar. N o alu d en a él, n o lo sim bolizan, p u e sto q u e e sto sería
pretender todavía h a b la r de él. E s su p ro p io len g u a je, en c u a n ­
to está ya del to d o desencantado, en c u a n to es ra d ic a lm e n te u tó ­
pico, trágico en la acepción nietzscheana, es su m ism a e stru c tu ra
tal como se da la que m uestra el silencio q u e n e c esa ria m e n te en­
vuelve toda palabra. L a descripción más “realista” , la in fo rm a ­
ción más su cin ta muestran su propia im p o ten cia p a ra su p erar los
límites q u e se p lan tean , q u e dicen. Sobre esta a lte rid a d se cons­
truye toda proposición. N in g u n a palabra p u e d e a b a rc a r en sí dos
momentos, h a b la r de am bos, y m ucho m enos co n ciliario s dialéc­
ticamente. L a proposición tiene sentido e n c u a n to descripción-
información. P ero este “ todo” es abrazado p o r el silencio, del
mismo m odo — para parafrasear a W ittg e n ste in — e n q u e la vida
lo es por la m u erte y el p ensam iento por la lo cu ra.21 C u a n to m ás
nítida y co m p ren sib lem ente se aprehende y c o m u n ica la vida,
tanto más desesperadam ente se advierte q u e d e b e ca llarse la m u e r­
te, y por lo ta n to m ás desesperadam ente la m u e rte se muestra.
Cuanto más p erfecto es el form alism o de n u e stro le n g u a je , c u a n to
inás refinado es este imtrumento, cuanto m ás h a y a m o s p e n e tra ­
do en su estructura y trágicam ente conocidos nos s e a n sus mis-

19 N . M alcolm , Ludwig Wittgenstein, tr. it., M ilá n , 1964, p . 57.


20 P. Engelm ann, op. cit., p . 58.
21 L . W ittgenstein, Observaciones sobre los fundamentos de la matem áti­
ca, en op. cit., p. 206.
118 L E N G U A JE Y N U E V A MUSICA

mos límites, tanto más inexorablemente se abraza la locura. ¥


por cierto ninguna obra podría iluminar estas relaciones secretas
del discurso wittgensteiniano, ya del Tractatus, mejor que una
“historia” de Keller, mejor que, por ejemplo, Romeo y Julieta
en la aldea. -m
Son análogas las relaciones mediante las cuales Wittgensteín
pudo “comprender” en sí la Aufklarung de Lichtenberg,22 un©
de los autores de Nietzsche, y la corriente “mística” del pensar
miento negativo: la “tradición” San Agustín-Pascal reconstruida
por Kierkegaard.23 Los Epigramas goethianos, por una parte y por
otra, nada. Pero estos mismos Epigramas no aparecen más que
por esta diferencia. Sin el demostrarse de este descarte fundametíi
tal y originario, los Epigramas habrían sido “ingenuidad” —nó
simplicidad, no comprensibilidad—, Bizet, no Nietzsche. Enton­
ces, el “escribir perfecto” de Lichtenberg y Goethe es también
Vernichtung, nadificaeión efectiva de toda utopía simbólica. En
la aparente plenitud realista de su forma, la nada se muestra. Está
“escritura” es lo opuesto de cualquier síntesis, de cualquier con­
solación o conciliación. Muestra el acto de renuncia que se hace
efectual naaificando todo mínimo tono que oscurezca por un
instante la norma. La Aufklarung se revierte en le negativo, pero,
a su vez, este último no vale sino como demostración de los
límites o de la nada que componen la efectiva estructura del
lenguaje plenamente desencantado. No se da más lenguaje que
éste —pero este lenguaje no sólo tiene límites determinados y
despiadados, no sólo debe callar, no sólo puede nada respecto de
los problemas “vitales”, sino que se desenvuelve él mismo, en
sus estructuras, a través de operaciones inexorables de reducción-
nadificación. La “luz” que resulta de ello —la descripción, la
información, el “realismo” perfecto— es, en realidad, absoluta,
Y esta conclusión, precisamente, abre la perspectiva de la con-
vencionalidad y del juego: allí donde el pensamiento negativo se
resuelve y se realiza en Nietzsche.
Esta conclusión, junto con todas las alternativas que la han
22 G . H . von W right, "G eorg Lichtenberg ais Philosoph” , en Theoria,
8, 1942.
23 Sin embargo, en 1948 W ittgensteín le escribía a M a lc o lm que Kier­
kegaard le resultaba “ demasiado profundo” (op. cit., p. 103). La s relaciones
con estos autores, especialmente con Nietzsche, han sido a m enudo cuidado­
samente “ ocultadas” por W ittgensteín. Así se explica también la escasez de
la bibliografía sobre dichas relaciones, a diferencia de la relativa abundan­
cia de escritos sobre las influencias kantianas y schopenhauerianas en Wit-
tgenstein.
j Xj A-NTI-WAGInE R 1 19

"soportado”, encuentra, com o para N ietzsche, su verificación cru­


cial en la m úsica. W a g n er h a “ desaparecido” e n el d iscurso wit-
igensteiniano. Su verdadero opuesto no es n i ordo tra d icio n a l
melódico, ni “in g en u id ad ”, sino el B eethoven de los ú ltim o s Cuar­
tetos.24 E n éstos toda evidencia es “h u m illa d a ”, c o m o decía
Schopenhauer, p ero no para ser, com o en S c h o p e n h a u er, red im i­
da en la ascesis del N irvana. L a consolación m etafísica schopen-
haueriana no tie n e lugar en estas obras. L a p é rd id a d e to d o va­
lor sem ántico, y por lo ta n to de to d a evidencia in tu itiv a , coloca
al lenguaje, en sus relaciones, com o absoluto , y n o c o m o “redi­
mible”, “reavivable” fuera de sí m ism o. E l len g u a je es an aliza­
do, decantado, desencarnado en sus m ecanism os in fin itesim ales.
Este trabajo traza lím ites en todas partes: to d a fra se se d e tie n e
y vuelve sobre sí m ism a, h asta plantearse co m o u n hecho, com o
un destino, inexorable e intraspasable. T o d o in d ic io d e expresar
más que sí m ism a, toda posible connotación m eta -lin g ü ístic a, to d a
tentativa de decir los propios “fu n d am en to s" o las p ro p ia s u to ­
pías, es rechazado. P ero advertido y rechazado. L leg a a q u í a
mostrarse p erfectam en te el entrelazam iento d e A u fk la ru n g y n e ­
gativo. La m iseria de la form a absoluta fo rm a a q u í u n a u n id a d
con la plen itu d de sus articulaciones y relaciones efectivas, co n
la in-finidad de sus com binaciones y con la comprensibilidad
de la obra. P ero esta com prensibilidad es tal p re c isa m e n te p o r­
que en ella se m uestra to d o aquello q u e no es d ecible, p o rq u e
la “escritura” no se transform a en n ueva to ta lid a d , n u e v o ori­
gen, nueva síntesis, eje de un a nueva Philosophia perennis, sino
que es teoría trágica de la diferencia entre signo y re a lid a d , la
misma sobre la cual N ietzsche construirá su c rítica d e la lógica.
Por cierto, el Tractatus no “agota” el sen tid o d e lo s ú ltim o s
Cuartetos. E l lím ite que estos últim os trazan al le n g u a je v a m u­
cho m ás allá de la definición de su estructura descriptivo-infor-
mativa. La im agen especular es aquí solam ente la d e la m ism a
forma lógica de la proposición. Pero tam b ié n e n W ittg e n s te in la

24 L a familia de W ittgenstein era '‘musical” en el sentido m ás “ vienés”


del término, Paul, hermano de Ludwig, era un célebre pianista; R a ve l escri­
bió para él el Concierto para la mano izquierda; Rudx era u n apasionado
del teatro y la ópera; Hans un auténtico virtuoso en más de u n instrum ento;
Kurt, finalmente, era un notable violoncelista. Las dos herm anas de W i t ­
tgenstein, Hermine y Margarethe, formaban parte del Secessíon-Kreis y eran
lectoras apasionadas de Schopenhauer, Kierkegaard, W e in in g e r: los “ dema­
siado profundos” de Ludw ig. R udi, Hans y K u rt se suicidaron. Para estas
informaciones y sobre el ambiente familiar wittgensteiniano, cf. A . Janik y
S. Toulm in, L a Viend de Wittgenstein, cit.
120 l e n g u a je y NUEVA MÚSIC4

lógica n o producirá nunca proposiciones dotadas de sentido. Tam­


bién para W ittg e n stein , en el análisis de la form a lógica, la rela­
ción de significado deja de ser válida. Y tam poco el “valor’' de
la lógica reside en algún aludir suyo al sen tid o d e las propo­
siciones —p o rq u e aquélla debe autojustificarse, prescindiendo de
cualquier consideración de contenido. Las reglas de la lógica se
construyen tautológicam ente. D e n tro de ella n o p u e d e ser des­
cubierta una proposición sintética. T am poco se d an “ inferencias”
d e m anera d e pasar de las tautologías de la lógica a establecer la
verdad d e u n a proposición. L a lógica se m uestra a sí m ism a. De­
fin e las norm as fu n dam entales de construcción del discurso, pres­
cindiendo co m p letam en te d e to d a consideración sem ántica.
Sin em bargo, en la m edida en q u e tales norm as, esta “legali­
d ad ”, están todavía en u n a relación problem ática, d e tensión,
respecto d e la refiguración y del significado, se re-presenta irre­
suelto el conflicto en tre lógica p erfectam en te “d esencantada” y
realidad, en tre los signos en su lógica, entre la construcción de
esta lógica, y las tensiones representativas del lenguaje. E ste con­
flicto, que im pregna todavía el Tractatus y q u e p roviene histórica­
m en te de la in terp retación radical-nihilista de S chopenhauer era
d o m in an te en B rahm s, constituía en él la co n stan te Schicksalslied.
B rahm s es, respecto d e W a g n er, la otra cara d e la “ música”
schopenhaueriana. E l q u e “vendrá después” , S chónberg, podrá
com prender a am bos precisam ente en la m edida e n q u e esta
m atriz es co m ú n de am bas obras. E n W a g n e r: la superación
dram ática del ser-nóum eno de la realidad, la exaltación positiva
d e la ascesis. E n B rahm s: la fidelidad absoluta a la “cuádruple
raíz” d e la su stan cia inaferrable del G egebene — la consiguiente
teoría d e la m iseria sem ántica del lenguaje— , la noum enicidad
d e lo real. E n tre W a g n e r y B rahm s se e n fren tan la solución
ascético-positiva y la solución pesim ista, en el se n tid o nietzs-
cheano, al p ro b lem a d e la crisis del esquem atism o. D e la mis­
m a m anera e n q u e se e n fren tarán en u n o d e los periodos más
atorm entados d e la vida d e Schónberg, y es in d u d ab le qu e aquí
el elem ento em ergente estará co nstituido por el B rahm s “grosser
E rfin der” en el cam po del lenguaje m usical, p o r el B rahm s que
“envuelve” el B ildungsrom an sinfónico en la atm ósfera de esta
“m iseria” sem ántica del lenguaje y lo transform a p o r eso en
desesperada b ú sq u eda e n el cam po de la organización pura del
m aterial, p o r el B rahm s del “m aterial” iired en to , solamente or-
ganizáble:25 el B rahm s del Cuarteto para arcos en re m ayor de
25 H . H . Stuckenschmidt, Schónberg, Zürich, 1974, p. 324.
jjL ANTI-WAGNER 121
1897 “frei von C h ro m atik u n d P athos” .26 La u n id a d fu n d a m e n ­
tal de la W eltan sch au u n g idealista es aquí, p u n to p o r p u n to ,
desgarrada: es la separación, la A bgrund, que divide las dos par-
‘ies del Schickscdslied, la definitiva im posibilidad d e la síntesis,
¿sa precipita h asta el problem a de la id en tid ad del yo, com o
en la pregunta angustiosa q u e acosa en los N ove Lieder o p . 32
(“und jener M ensch, der ich gewesen, u n d d en ic h Iá n g st m it
einen an d ern Ich vertauschte, wo ist er nun?” [“y aq u el h o m b re
que fui, y que h ace m ucho tro q u é p o r otro Y o, ¿ d ó n d e e stá aho­
ra?”] dice u n a poesía d e P la te n a la q u e en ellos se p o n e m úsi­
ca), y hasta el d e la m uerte, inclusive: del ser p a ra la m u erte,
como en el Réquiem y en los Vier emste Gesange.
Pero esto es todavía pesimismo. Su radicalidad im p id e , sin
duda, el “dram a” w agneriano, la “redención” del m a te ria l, la
definición d e u n nuevo ordo qu e d efin e la efectu alid ad d e un a
forma sintética absoluta de la proposición. Sin em b arg o , el re­
conocim iento pesim ista de los lím ites del lenguaje, d e su “ m ise­
ria” form al, co n tin ú a apareciendo co m o u n juicio d e valo r. AI
negar todo valor al d ato insuperable q u e la p ro p ia teo ría reco­
noce, el pesim ism o habla todavía exactam ente en los térm in o s
en q u e él m ism o h a reconocido no poder. P ara n e g a r u n “ valor”
es necesario, de hech o , h ab erlo conocido y verificado. P a ra n eg ar
todo “valor” a los lím ites de las proposiciones lógicas y d e sen­
tido, es preciso contradecir ipso jacto la existencia d e ta le s lím i­
tes. D esde este p u n to de vista, W ittg e n ste in es ra d ic a lm e n te
opuesto a todo pesim ism o. P o r una parte, el m u n d o ; p o r otra,
nada. N o existe lu g ar desde el cual se pueda juzgar el “ valor”
del m undo; lo “m ístico” es precisam ente saber q u e n o p u e d e n
darse sino proposiciones de sentido, enunciar según form as lógi­
cas. O tra cosa n o es posible decir. M ostrar los lím ites d e l for­
malismo no es d e n in g ú n m odo juzgar sobre el valor o el no-
valor del m u n d o y d e nuestras representaciones, sin o so la m e n te
medir-calcular su p o d er efectivo, y reconocer su característica rela­
ción con la nada, d e la cual hem os h ablado. B rah m s es “ d e m a ­
siado p ro fu nd o ” p ara el Tractatus; en el lenguaje d e esta obra
él se p lan tea todavía problem as insolubles y habla de ellos. La
música pesim ista desgarra, en él, los principios d el idealism o,27

26 Ibid., p. 32.
27 L a verificación radical de esta actitud se encuentra en la liederística
biahmsiana: lejos de ser una síntesis de K u ltu r y Volksgeist, el L ie d con­
duce su “ materia” al aniquilamiento: todo elemento es “ sim bolizado” , toda
descriptividad abstraída. U . Duse ( Gustav Mahler, T u rín , 1973, p . 9 0 ) tie-
122 l e n g u a j e y n u e v a m úsica

pero no expresa todavía lo “m ístico7’, y m ucho m enos su efectúa-


lid ad nietzscheana.
'‘P ro fu n d id ad '’ y “m isticism o” serán conceptos contrapuestos;
desd e este p u n to de vista, tam bién en Schonberg. “ Profundo’1
es lo incom prensible y lo indecible que se busca decir, “profun­
d o ” es el equívoco entre representatividad de la proposición y
no ú m en o . “M ístico”, en cam bio, es la claridad con la cual se
advierte lo no-decible que abraza el. lenguaje. La existencia de
estas relaciones en Seraphita de Balzac fascinaba a Schonberg-,
lo m áxim o de¡ realismo representativo aparece com o “m ístico” . Lg
“ m ístico” no se dice. P or eso lo m ístico está “desencantado” . Y.
precisam ente d e ese desencanto nace el acto de fe: éste se mues­
tra en la plena com prensibilidad, en la m edida en que ésta sólo
pu ed e obtenerse reconociendo lo no-decible: “der G la u b e des
‘D esillusionierten’ ” : la unción de la conciencia de lo real, sobria,
fría, crítica, con la fe. “ Im E infachen steckt das M ystische.”
C o n las m ism as palabras W ittg e n stein com en tará la poesía de
U h la n d .
Al responder en 1917, m ientras estaba term inando el Tractatus,
a u n a carta de E ngelm ann que le presentaba la “ dem asiado cla­
ra” poesía de U h lan d , Graf Eberhards Weissdorn, W ittgenstein
nos proporciona u n a clave decisiva para en ten d er el sentido “ideo­
lógico” d e su m ism a obra. “L a poesía de U h la n d es verdadera­
m en te m agnífica. Y es así: cu an d o no se procura expresar lo
inexpresable, entonces nada está perdido. P ero lo inexpresable
está — inefablem ente— contenido en lo que se h a expresado.” ??
Así resuena la esencia de la posición de lo “m ístico” . L a sim­
ple descripción, q u e h a logrado interiorizar h a sta el fo n d o sus lí­
m ites, contiene y m uestra, sin decir de ella u n indicio, la nada
q u e la abraza. L o qu e W ittg e n stein no p u ed e todavía aclarai
es q u e esta descripción excluye la posesión d e u n contenido, que
la razón de la poesía n o reside en los lím ites “inform ativos” de
su lenguaje, sin o en su ser absoluto. C om o en el caso del verso

ne perfectamente razón al subrayar este aspecto, pero sus conclusiones son


bastante simplistas: aquí no está en juego un “ filisteísmo pequeñoburgués”
genérico sino la crisis de la K u ltur idealista, crisis que se da también en la
negación inmediata (y precisamente en cuanto inmediata, obligada a cita
y volver a recorrer continuamente la “ tradición” , obligada a reflejarla es­
peculativamente) .
28 H . H . Stuckenschmidt, op. cit., p . 217. Se trata de una cita tomada
de notas explicativo-introductorias a un proyecto de Oratorio en el que
Schonberg estaba trabajando en 1911.
28 P. Engelm ann, op. cit., p. 7; pp. 56-57.
£L ANTT-WáijInER 123
de Morike que Engelmann cita ("'Gelassen stieg die Ñ achí an’s
Xand” [“La noche sosegada descendió a la tierra”] ) , son ya las
teJaciones entre los signos, la medida de su convencionalidad, y
Ja perfección con q u e . la soportan y realizan, las que constitu­
yen lo expresable, el “sentido” de la proposición. Pero es indu­
dable que ésta es la perspectiva del propio W ittgenstein —la di­
rección obligada de su discurso— y que esto es lo que él amó en
un autor como Schubert.30
■ La expresividad del Lied se decanta en la claridad y compren­
sibilidad de los “cinco compases” nietzscheanos. La relación se­
mántica se extingue lentamente en una estructura tautológica, per­
fectamente formal. La ingenuidad es concisión informativa, la
simplicidad y comprensibilidad de la estructura formal que se crea
y pro-duce. Cualquier “melancolía”, lo mismo que cualquier
“idea”, ya no son aquí dichas. N ada es “más que música” . Sin
•embargo, esta forma recoge en sí y muestra —inefablem ente—
todas las alternativas, las contradicciones, los problemas, la trage-
'dia que hasts aquí hemos seguido. En esa “gran forma” nada
está perdido porque aquí se toca el destino de las desesperadas
nostalgias por la síntesis sinfónica, así como del pesimismo que
las sigue, así como de la simple relación de representación.31 Pero
este Lied, compás trágico como el aforismo nietzscheano —pero
de la tragedia propia de la “gaya ciencia”—, radicalmente anti­
expresivo, anti-straussiano,32 es Mahler. M ahler es el contemporá-
30 “ Gran forma” es un concepto opuesto al de “gran estilo” , del que ha­
bla Nietzsche en 11 caso Wagner, op. cit., p. 45. T a m b ién el pesimismo
brahmsiano quiere superar-negar todo “ estilo” , resolviendo en la forma clási­
ca sus contradicciones. Puesto que esa forma se convierte así en perfecta
utopía (no puede ser forma clásica como objeto de nostalgia), Brahm s plan ­
tea el problema del nuevo orden, su pregunta. L a forma clásica del Tracta-
tus consistirá en la eliminación del enigma, en la respuesta a aquel proble­
ma en los límites del lenguaje. E n esta dirección se moverá la escuela m u­
sical vienesa. Pero también Loos, su arquitectura más conscientemente “ an-
ti-modema” : C f. M . Cacciari, F . Amendolagine, Oikos. D a Loos a 'Wit­
tgenstein, R om a, 1975, y M . T afu ri, L a montagna disicantata. II grattacielo
e la City, en Varios autores, L a citta americana, Barí, 1973.
31 C f . G . H . von W rig h t, “ L . W . Schizzo biográfico” , en N . M a lc o lm ,
op. cit., p. 33; P. Engelm ann, op. cit., p. 62. V
- 32 “ Expressive statt fórmale M u sik zu schreiben” fue siem pre el lem a de
R. Strauss. L a originalidad compositiva en sí no está aquí en discusión, sino
su theatralische Sendung respecto del material, de los m edios técnicos, de
las relaciones comunicativas. L a misma “ cita” es siempre ritualización en
Strauss. Sin embargo, en 1922, en el W alzer op. 70, ¡hay tiem po perdido!
Resulta así en-gran parte empobrecida también la problemática lingüística
hofmannsthaliana del Rosenkavcdier. U . Duse ha puesto bien en evidencia
124 l e n g u a j e y n u e v a m ú s ic a

neo verdadero de W ittgenstein. La música del Tractatus apare,


ce solamente con los Kindertotenlieder. La simplicidad-compren
sibilidad wittgensteiniana (el “no hay enigma” ) no podía
contrar su auténtico exemplum en Uhland. Fue por primera ves¡
descubierta y dicha en los Lieder de Des Knaben WunderhoM

2 . MAHLERISCHE KUNST .

“ D esde que h e com prendido a M ahler, he rechazado íntimameo^


te a Strauss.” 33 B rahm s define aquella “ disciplina del materia^-
q u e Schonberg nunca ab andonará. Pero es M ah ler quien ilumina
su significado. Strauss es com pletam ente extraño a dicha crisig’
es dem asiado “ dram aturgo n ato ” , dem asiado “ com positor dranág
tico” 34 para comprender efectivam ente el “gesto” de M a h |l|
cuando, antes d e la publicación, suprim e los títulos de las parta
d e la Tercera Sinfonía. E n Strauss todos los m edios técnicos
adoptados sirven para la “construcción d e u n m u n d o ” : para la
definición d e u n lenguaje p len am en te representativo-exhaustivo
d e u n m u n d o . N ada es com pás trágico, n ad a es aforism o. Nin­
gu n a decisión es to m ad a aquí, porque n o hay crisis. L a “rique­
za” de las form as com positivas, su exuberante crecim iento, Sü
“program a” , se disponen paratácticam ente, son cada vez sintetiza­
dos. La form a es om nicom prensiva: nueva totalidad. Y esta pre­
ten d id a to talid ad es signo de continuidad, de tradición — se re­
vierte cada vez, o está cada vez a pu n to de revertirse, en “ba­
n alidad” .
C u an d o se co m prende a M ah ler es necesario refu tar a Strauss,

de qué manera M ahler, por el contrario, inclusive en sus primeras obras más
aparentemente saturadas de “ expresividad” , desarrolla una minuciosa inves­
tigación filológica sobre los elementos que componen el lenguaje “ ya-visto”
(U . Duse, op. cít., p. 138).
83 A sí se expresaba Schonberg en 1914 negándose a participar en las “ce­
lebraciones” del compositor alemán (cf. H . H . Stuckenschmidt, op. cit., p. 68).
L a ruptura definitiva con Strauss se produce después de la publicación de la
Harmonielehre dedicada a Mahler. Acerca de las relaciones Schónberg-Strauss
véase H . H . Stuckenschmidt, op. cit., pp. 65-66; pp. 69-71; A . M ahler, Gus-
tav Mahler. Recuerdos y cartas, M adrid, Taurus, 1979, confirma la afinidad
entre la opinión que Schonberg madura respecto de Strauss y el de Mahler;
que era efectivamente entusiasta solamente de Salomé.
84 G . Abraham , Apogeo e declino del romanticismo 1890-1914, en M.
Cooper (com p.), L a música moderna 1890-1960, M ilán , 1974, p. 8.
j í AHLERISCIIE k u n s t 125

porque Maliler enseña precisamente la entweder-oder. N o la sín­


tesis, no la posibilidad o la utopía del lenguaje omnicompren-
jjvo, sino la decisión fundamental y por eso la imagen de la
pisis. Decidirse radicalmente es posible solamente allí donde
ja continuidad del lenguaje haya sido rota (haya sido resuelta).
Análogo en ciertos aspectos, acaso tal vez inconsciente, es el
(jayecto poético schonbergiano de aquéllos años: de Strauss a
fidahler, de Dehmel a George.
En diciembre de 1904 tuvo lugar en Viena la primera ejecu­
ción de la Tercera Sinfonía. Inmediatamente después, Schonberg
escribía a Mahler: no puedo hablarle de músico a músico sino
de hombre a hombre; he visto su alma nackt — splittem ackt —,
fie sentido el dolor des Desillusionierten ( ¡he aquí el origen del
texto que acabamos de citar a propósito de lo “místico” !). Esta
sinfonía es W ahrheit, rücksichtsloseste 'Wahrheit: frente a ella
ap pueden darse mittlere Em pfindungen sino solam ente aut-aut,
■'mtweder-oder*5 Sin duda, éste es el Mahler de Schonberg, por
algunos aspectos directamente de W eb em , pero el significado fun­
damental de la ruptura que él representa está atrapado. La “ gaya
ciencia” de la Tercera Sinfonía es inseparable de la “tragedia” su­
cesiva: se trata de dos polos, absolutamente complementarios. La
dialéctica compositiva de la Tercera mira ya a la tragedia; es esta
tensión la que Schonberg atrapa en su “aut-aut” . Es en esta ten­
sión donde coloca (transformándolo, por lo ta n to ) en aquellos
mismos años lo “ya-dicho” . De lo “ya-dicho” aferra las formas
en su esencialidad, en su nüchtemes Denken (porque el lenguaje
ño “se inventa”, “se transforma” ). La lectura de lo “ya-dicho” es
así decidida, así resuelta: no una lectura “progresiva” , totalizan­
te, no una recuperación del “significado” de lo ya-dicho, ninguna
recuperación. Pero lectura dialéctico-desencantada, verificación, crí­
tica del material existente para la construcción de la composición
nueva. Esto se colocaba perfectamente en el “surco” mahleriano:
de los Gurre-Lieder (un ensayo sobre W agner, el pendant exac­
to para la formación del lenguaje schonbergiano del Klagendes
Lied) hasta los Orchesterlieder op. 8 (W olf, el Strauss de Mor-
gen, los “adioses” mahlerianos), hasta los primeros Cuartetos.
Pero por primera vez en Mahler, “seis mil pies” por encima
de todo “romanticismo tardío”, el fin de toda metafísica reduc-
fiva, la imposibilidad de componer una intuición sustancial, de
representar y decir la esencia “oculta” de las cosas —es decir,
precisamente, la “gaya ciencia”, la Aufklárung de la “vida”—,
35 H . H. Stuckenschmidt, op. cit., pp. 95-96.
12Ó LKNGUA j j í Y NUEVA MUSICA

habían demostrado la propia homogeneidad estructural con la


concepción trágica de la forma del lenguaje,, como eje y condi­
ción de cualquier proposición de sentido. La simplicidad es aquí
comprensibilidad formal, “gran forma” en esta acepción. Pero esa
comprensibilidad no es deducida de una especie de meta-lengua­
je que contempla leves-normas “sustanciales”. La gaya ciencia
enseña que esta reducción es imposible, que el mundo es todo. La
comprensibilidad es realizada en este nivel sobre la base de este
lenguaje. Pero también este Lenguaje, en realidad, no existe:
existen los muchos lenguajes concretos, sus historias, sus tradi­
ciones. Éste es el espacio que es hecho comprensible —en este
ámbito (¡Raum siempre!) es hecho el orden: el espacio del mun­
do-todo de la Aufklárung nietzscheana, pero también del mundó-
todo -limitado y del O tro que aquí se muestra dando lugar a la
experiencia trágica.36 Convertir en “gran forma” esta multiplici­
dad —construir “grandes formas” allí donde sólo el mundo es
todo, allí donde la idea de que el fin es representar una susta#
cia del lenguaje o la esencia espiritual escondida del proceso his-
tórico-individual ha sido deshecha— esto no significa definir nue­
vas Leyes universales, bloquear el desplegarse múltiple de los
lenguajes en un nuevo Lenguaje que pretenda dominarlos eter­
namente. N o la “gran forma” se dice. Lo que se dice son es­
tos lenguajes. La “gran forma” se muestra en ellos. N o se trata
de un apriori, de un principio ordenador-sistematizante que des
ciende hacia el material para “logieizarlo”. Esta forma se revela
en la exposición del material mismo, en la medida en que eso
resulta comprensible. Dicha forma está implícita en este siste-

36 Frente a la forma de la composición están los lenguajes, los materia­


les: Gegenstande. Esta materia no podrá nunca ser idealistamente auf-geho-
ben, sino solamente trabajada: durch-arbeiter, durch-komponiert (U . Duse,
op. cit., pp. 128 y ss.). E n esta perspectiva, ja pausa es fundam ental: como
expresión global de separación, de Resignation (cf. el cap. 4 de este traba­
jo ), y como índice del silencio que abraza a todo compás, "porque el si­
lencio no es sólo una de las formas del ritmo en la vida moderna, por el
cual tiende siempre a desmitificarse, sino que es la dimensión sobre la cual
se distribuye la caducidad del sonido, es medida de la música” (U . Duse,
op. cit., p. 142). La misma función desempeñan en Trakl el silencio y la
pausa. Este nudo fundamental de la problemática malileriana se explicará
radicalmente en el Adagio de la Décima inconclusa (ibid., pp. 305-306). Sobre
esta base, las relaciones entre M ahler y la cultura mitteleuropea contempo­
ránea no pueden por cierto ser resueltos con las escasas lineas de U. Duse;
sobre todo la relación objetiva Mahler-Freud asume gran importancia: sobre
este tema cf. D. M itchell, G. Mahler. The 'Wunderhom Years, Londres,
1975, pp. 70-78.
pa. Reside no en esferas conceptuales !‘separadas” (y ya reve­
ladas como no esquematiza bles), sino en la apercepción misma
de este material. No puedo disponer de un meta-lenguaje que
íexponga-explique los diversos lenguajes concretos. Éstos son el
mundo —todo. Son por eso mi mismo lenguaje, el lenguaje de la
composición. Pero la composición muestra que, im plícito en el
■uso de la multiplicidad de los lenguajes —propiedad inalienable
de su ser-vividos— hay una forma de apercepción que los orde­
na de manera dinámica, procesual, y los hace comunicables-com-
prensibles.
Así como no hay posibilidad de nombrar la esencia de las co­
sas, y por lo tanto no existe Lenguaje que nombre sustancias
“ocultas”, así tampoco existe posibilidad de un Lenguaje de los
lenguajes, de una meta-lengua que nombre las Leyes sustanciales-
etemas de la relación lenguaje-realidad. “A los objetos sólo los
puedo nombrar. Los signos son sus representantes. Yo solamen­
te puedo hablar de ellos no puedo expresarlos. Una proposición
únicamente puede decir como es una cosa, no cjue es una cosa
(Tractatus, 3.221); el lenguaje que es la totalidad de las propo­
siciones (ibid., 4.001) es por consiguiente los nombres de todos
los objetos, habla de ellos. Objetos de la composición son los
múltiples lenguajes y las múltiples palabras que, vividas, se for­
man en la memoria-percepción del sujeto, cuya forma se mues­
tra. Parafraseando nuevamente a W ittgenstein: la composición
no es una doctrina, sino una actividad. N o revela sustancias o
Leyes eternas (de armonía, simetría, etc.), porque no hay posi­
ble reducción de los lenguajes a una Forma de ellos, ni hay tam ­
poco apriori ordenador de su multiplicidad. La composición es
la forma que la memoria-percepción de los lenguajes demuestra.
La denuncia por parte de la gaya ciencia de la im potencia de
toda síntesis absoluta no alcanza por eso de ningún m odo a lo
“ocasional” de los lenguajes inmediatamente vividos, sino a la Auf-
klarung de las formas implícitas en la actividad de la percepción
y de la memoria. La “gran forma” las muestra, las ilumina, acla­
ra su sentido, al mostrar y hacer hablar el m undo que las propo­
siciones nombran.
De todo se habla —de cada cosa hay un nombre—, para todo
lenguaje existe el espacio de la “gran forma” . Esto indica la es­
tructura mahleriana del Lied, la relación de estrecha afinidad en­
tre ciclos liederísticos y sinfónicos en Mahler. N o; por una parte
‘lenguajes” (memoria-percepción-“individuo” ), por otra la músi­
ca “profunda”, la verdad oculta detrás del velo de Sais. N o: por
128 LENGUAJE Y NUEVA MÚSICA

una parte lo “sensible”, lo “mundano”, donde la Forma puede a-


veces sólo traicionarse, por otra la reducción lógico-lingüística i
la pureza apriori de esta Forma, en sus estructuras necesarias, en
sus Leyes. Sólo vivido y Forma como ya indisociables: el lengua;,
je como únicamente este lenguaje, y la forma como su propia
dad, que la composición debe revelar, demostrar y comunicar
comprensiblemente. Las normas de la composición no son re­
glas de un lenguaje sui generis, sino “cálculos” para que la for-
ma de este lenguaje (en consecuencia, su multiplicidad histórica
e individual) se ilumine y comunique de la manera más compren:
sible (es decir, también más “económica”, menos “expresiva”),
El lenguaje no se inventa. El problema no está en la románti­
ca “creatividad” del lenguaje poético —-y tampoco en el decaden­
te pesimismo sobre el sentido del lenguaje. El lenguaje es este
todo-limitado. El problema compositivo consiste en su organiza­
ción. Esto excluye inmediatamente todo naturalismo. Cualquier
indicio en esta dirección es solamente aparente. Se trata de este
lenguaje atrapado mientras demuestra la propia forma y es orga­
nizado en consecuencia (porque el principio de organización no
deriva de un Sujeto extemo a él, que lo pueda manipular “li­
bremente” ) .
La tragedia tiene éxito en la gaya ciencia. Pero la gaya cien­
cia se funda sobre la tragedia. N o existe superación dialéctica
entre los dos términos. La organización del material no repre­
senta otra cosa que el hacer-comprensible estas contradicciones,
la realidad concreta de los lenguajes en sus diferencias. Es el
espacio de la diferencia. La tragedia se muestra, por eso, en esta
organización y no constituye de ningún modo su simple pasado!
Y sin embargo, aquí, la tragedia de la pérdida de la Forma como
Lenguaje universal y del Sujeto de la composición como Ego tras­
cendental aparece ya saldada. El Sujeto es ciertamente integrado
en la necesidad de los lenguajes —pero este destino aparece ya
como simple origen de su poder de organización en el sistema
que ellos delinean, del cual definen los límites. La tragedia poi
el deber-ser de la Forma, el in-finito tender a la conciliación en­
tre música-verdad y lenguajes, es característica del pesimismo de
Brahms, más acá de la “gaya ciencia”. Esta contradicción apare­
ce resuelta en Mahler. La tragedia se alimenta dentro del nuevo
concepto de composición.
La organización-composición es ahora propiedad de estos len­
guajes, o, mejor, de la forma de apercepción de éstos (el ser-vivi­
dos y sentidos forma parte de su estructura). Decir que aqudlí
m a h l e k is c iie k u n s t 129

no los puede “inventar” no basta. Lo mismo que los objetos,


estos lenguajes son dados por el sentido de la proposición. Pero
esto significa que el “lugar” donde ellos se aprehenden es, por
excelencia, la memoria. Lo dado equivale, en la raíz d e su con­
cepto, al objeto como se da en la memoria, a su imagen en la
memoria. Dado es el lenguaje en la memoria, esto que hemos
oído. Y debido a que el principio de la organización compositiva
excluye todo poder transformador efectivamente al lenguaje, que
no sea auto-ilusión, mistificación, falsedad (porque el lenguaje
es esta multiplicidad como el m undo), este material oído no es
reactualizable. Más aún, querer reactualizarlo, como presente o
procurarlo como futuro (“esperarlo” ), sería “wagnerismo” , en la
acepción nietzscheana del término. E n consecuencia, la organiza­
ción compositiva es inseparable de la dimensión trágica de la
memoria de un “tiempo perdido”, no sólo no reactualizable, sino
del cual es profesada con absoluta desesperación la necesidad de
no procurarlo.37 Se hace comprensible efectivamente sólo cuando
ilumina de qué modo no hay palabras ni siquiera para la bús­
queda de esto perdido, y no solamente para los contenido» de esto
perdido mismo. Entonces es comprensible el adiós que cierra
ü er Abschied, y los dolorosos acentos in rítardando que se con­
cierten en “armonías conductoras que paralizan la form a”,88 la
despedida, también aquí, de W o die schónen Trom peten blasen.
Pero también el Tractatus es memoria, también el Tractatus se
despide indicando su lenguaje como tiempo perdido: éste es la
escalera que es lanzada, ya no actual —comprenderla es com-
jirender que ella ha sido usada y debe ser usada para terminar­
la. Los contenidos de la organización compositiva pertenecen
p r eso al espacio de la memoria. Esta conclusión introduce el
segundo orden de temas que coloca a la tragedia en la organi­
zación misma. Si el contenido es tiempo irrecuperable, que no
puede ser buscado (y por eso ni siquiera debe serlo), el proble­
ma consiste en la estructura de la organización, en el m edio en
el cual se expone y se ordena la forma que el proceso de aper­
cepción-memoria ha demostrado. La “gran forma” surge de este
encuentro desencantado e “irredimible” entre el Zeichen de la
Éganización compositiva y el tiempo perdido de la memoria; en­
te el signo destituido de cualquier esperanza aunque sea sólo
sintética (“creativa” para el romanticismo wagneriano) y aquella
- 4 ? T . W . Adorno, Wagner. M áüer, T urín, 1966, p. 266.
38 T. W . Adorno, “Per una scelta immaginaria di Lieder d i G ustav
Mahler” , en Impromptus, M ilán, 1973, p. 33.
130 I.ENGUAJE Y NUEVA MÚSICA

multiplicidad de los lenguajes-mundo que, debido a que es sola­


mente dada, se dispone en la memoria. Sobre la capacidad trági­
ca de mostrar el ser-signo de la composición y el ser-memoria
de los lenguajes que se desarrollan, nombran, y cuya forma es
concretamente percibida; sobre la fuerza de decir estos “objetos”
mismos, sin superar siquiera con una vibración los límites del
lenguaje, negándose siempre a hablar del “qué cosa” : así se cons­
truye la “gran forma” malileriana. Ésta es el mundo-todo como
limitado, sus contenidos como datos de la memoria, su tiempo
como perdido e irrecuperable, su organización como signo. Es el
mostrar todo ello en la multiplicidad desplegada y formada de
los lenguajes, los nombres, en las diferencias que componen el mun­
do; aquello vivido, no aquello “inventado”. En esto consiste la anti-
simbolicidad y la “antí-expresivídad” de la tragedia. Es ésta la tie­
rra del Das Lied von der Erele, pero sobre esta tierra adviene la
despedida decisiva de Der Abschied. El Canto de la desolación de
la tierra debía intitularse, en realidad, Das Lied voi: der Erde.
Esta tierra es la multiplicidad del Des Knaben Wunderhorn, cuya
verdad está en W o die schonen. . . 8B La imposibilidad, la impro-
ponibilidad aunque sea utópica del sistema, esto define la “gran
forma” de Mahler. Ésta se construye sobre las suspensiones y so­
bre las diferencias, sobre el mostrarse del lenguaje en todas estas
dimensiones, deteniéndose en ellas, no permitiéndoles ninguna
“fuga”. Así el lenguaje define su mundo como todo-limitado y
por lo tanto traza la tragedia de este mismo límite. Ante cada
tensión que parece romper este cerco, la palabra es suspendida
—se introduce por debajo un vacío, que reconduce a la “tierra"
de la Aufklürung trágica. Pero esta tierra es absolutamente in­
comprensible si no se advierten estos vados y estos silencios. Sin
éstos, el signo de la organización compositiva se traduciría en el
lenguaje de un nuevo Sistema, de una nueva Philosophia Perca-
nis. Lo Otro que se muestra, precisamente este lenguaje lo mues­
tra. “El diablo lo danza conmigo.” 40 En este punto se danza,
89 En W o die schonen Trómpeten blasen el tema inicial del oboe "‘repi­
te, íntegramente, el téma de una canción de Luigi Denza, escrita para cele­
brar la inauguración del funicular napolitano” ( 0 . Duse, op. cit., p. 131),
después “marcha fúnebre y bailable se encuentran y se integran” (ibid., p.
142) para terminar "en una despedida en la cual está la quintaesencia del
lenguaje musical mahlcriano” {Adorno, op, cit., p. 33).
** “Der Teufel tanzt es m.it mil” ["el diablo lo baila conmigo’’] se kt
en la portada del Scherzo de la Décima de Mahler. En este sentido, ato
danza es "Todl Verldárung” [“muerte, transfiguración” ], pero Mahler re
detiene en la primera sílaba “Vc r k . . en una anotación del manuscrito d*
MAHI.EKISCIUf, KUNST 131
Las palabras son las de la relación, y por lo tanto de lo semán~
tico, del sentido de la proposición. La música expresa una dan­
za: ella nombra. De ella se habla. Sin embargo esta relación
semántica se realiza con el principio opuesto, el principio de la
Scheidckunst. ¡Danzar con la Separación! La relación de signi­
ficado se revierte en tiempo perdido y memoria: la misma pro­
posición se muestra ya com o memoria. La organización formal
de la “danza” se hace signo, E l “valor” de la relación, el “va­
lor” semántico de la danza es así constantem ente interrum pido:
como en el tercer movim iento de la Quinta o en el segundo de
la Novena. Son las suspensiones de los KindcrtotenUeder, la
misma poesía "construida sobre sus pausas”, donde “ un par de
líneas signan el lím ite del infinito Indecible”, que Rilke veía en
Georg Trakl: “setos vivos en una tierra donde la parte delimita­
da se une continuam ente con una llanura tan grande que no
pueden imaginarse sus límites” . Y Trakl fue el poeta de W ebem *1
Dentro de los límites de este seto tiene lugar la danza. Pero en
esta danza la “nada” que la abraza se m uestra, porque es ella
la que define el lugar. Así, en la danza aparece lo O tro, para
hacer imposible, indecible, la utopía del sistema.
El proceso de des-naturalización de la forma musical se ubica
en este contexto. N o se trata sim plem ente de despojar a su len­
guaje de toda “inocencia” naturalista residual. Des-construir la
relación semántica no tendría ningún sentido si no se des-cons-
tmye, además, toda posible metafísica del Signo. Es verdad que,
en la medida en que la multiplicidad de los lenguajes se resuel­
ve en el tiem po perdido de la memoria, el principio formal de
organización se convierte en m etro de la comprensibilidad y del
sentido mismo de la proposición. Pero este principio no se da
ya en sí, como forma pura apriori. Se muestra, precisamente,
en la forma concreta y vivida de aquellos lenguajes y de aquella
memoria. La prohibición de imágenes de esperanza, de la que
habla Adorno,42 es ante todo la prohibición de toda esperanza

U Décima (cf A. Maliler, op. cit., p. 387) ,QLa Resurrección de la Segunda


esti contraída, resulta ya inefable. Cierta, decible, es solamente esta danza
con la separación.
*l C f , para Rilke-Trakl, el cap. 4 de este trabajo. Los poetas de las
composiciones de W ebern reflejan hasta en el detalle el proceso global des­
crito aquí: del George de las primeras obras, a Rilke, al nudo entre la Uri­
ca de Trakl y la '.‘comprensibilidad" del Des Knaben Wunderhom, entre
ti wittgenstciniano Goethe de los Epigramas y la claridad de la poesía chi-
«a, su "profundidad emergida".
41 T, W . Adorno, Wagner. Mahler, cit., p. 266.
132 LENGUAJE Y NUEVA MÚSICA

de superación de esta diferencia radical: n o se h ab la del prin­


cipio form al de organización, los lenguajes-m em oria n o son re-
ductibles a eso. É sta es la tierra del Das Lied m ahleriano: la
m ultiplicidad d e los lenguajes, el m ostrarse de la fo rm a de or­
ganización, la perfecta com prensibilidad qu e de ellos deriva —y
la diferencia radical que los separa, que im pide en tre ellos una
relación de superación o de negación. E sta tierra es el contra­
dicto rio devenir nietzscheano, q u e el proceso de logicización iii
supera ni niega, sino q u e solam ente vuelve form ulable. Existe
p o r lo ta n to m ás N ietzsch e q u e P roust en la danza de V o n der
Schónheit. L a m úsica es la m ism a que la de La canción del
baile** en Zaratustra. Iró n icam en te, la vida saca a flo te “los pe­
ces” que la llam aron “ sin fo n d o ” , se ríe de las virtudes de los
hom bres, q u e la lla m a n “fiel” , “ eterna” , “llena de m isterio” . No:
esta m u ltip licid ad es la tierra, su apariencia y su esencia. La
sid a es solam ente “ m u d ab le y salvaje” . E l espíritu d e gravedad
lleva al fo n d o , al “c e n tro ” , tie n d e a la “esencia” . P e ro la “ver­
d ad ” es el claro del bosque, “ circundado p o r el silencio de ár­
boles y m atas” donde Z aratustra sorprende a las niñas que dan­
zan (la im agen de la verdad co m o claro del bosque será típica
d e H eid eg g er). É sta es to d a la vida, toda la “verdad” . Y pre­
cisam ente en este p u n to Z aratustra advierte la presencia del Dia­
b lo que danzará con M ah ler en las páginas de la Décima incon­
clusa. La v id a m ism a q u e deviene hace d e este lenguaje una
m em oria. E sta danza ya h a pasado. Y por lo ta n to su expresión
es signo. E n la despedida de las danzarinas (Der Abschied), la
Scheidékunst característica del signo se m uestra perfecta y defi­
n itivam ente. T e rm in ad a la danza, el espacio todo-lim itado donde
ésta ten ía lu g ar se m u estra en su desnuda crudeza. E n él, en su
lenguaje, se m u estra p o r eso la nada que la abraza. “Algo des­
conocido está a m i alrededor y m ira pensativam ente. ¡Cómo!
¿T ú todavía vives, Z aratustra?” Ningún pesimismo. Pesimismo
es creer insensata esta danza y sin valor esta vida. A quí, en cam­
bio, ésta es todo. Las contradicciones, la diferencia y el límite
q u e aquí se m u estran, que en la vivida m ultiplicidad de los len­
guajes aparecen, irreductibles e indecibles (precisam ente porque
decirlos sería recom prenderlos en u n a M etafísica de la palabra),
d eterm in an la indisociable com plem entariedad — opuesta a toda
conciliación sintética— e n tre la A ufklárung de la gaya ciencia y
la experiencia trágica (h asta lo “ m ístico” w ittg e n ste in ia n o ).
43 F . Nietzsche, “La canción del baile” , en Así habló Zaratustra, Madrid
Alianza Editorial, 1972, p. 164.
¡ylAHLERISCHE K U N ST 133

Éste es el M ah ler q u e fue de los prim eros en c o m p re n d e r y h a ­


cer ejecutar a Schónberg (el Primero y el Segundo Cuarteto y
la Kammersymphonie), el M a h le r e n tre los Fixstem e d e W e b e m
junto a Kraus, A ltenberg, Rosegger y Schónberg, el M a h le r al
que está dedicada la Harmonielehre. S chónberg m ism o dedicó
a M ahler u n ensayo fu n dam ental, en el q u e á t e , p recisam en ­
te^ es colocado en la “dialéctica” del p e n sam ien to n e g a tiv o y,
sobre todo, b ajo el signo de u n Schopenhauer w ittg e n ste in ia n o ,
decantado d e to d o wagnerism o.44 ¿M ahler “se n tim e n ta l” ? M a h le r
es lo opuesto d e la “ expresividad” : calificarlo d e “ se n tim e n ta l” es
entender m al el tem a de la resignación com o m elan co lía deca­
dente, “alta fatiga” . R esignación es, en cam bio, teoría d e la dis­
tancia que nos separa del pasado d e los lenguajes q u e co m p o ­
nen la obra, teoría del ser-signo de la organización co m positiva.
La resignación niega toda sen tim en talid ad : m ie n tra s ésta tie n d e
a confundirse con su objeto, a perderse e n él o a s e n tir su fal­
ta com o u n a ausencia que an u la el significado o el v alo r d e los
lenguajes, la E ntsag u n g que a q u í se m anifiesta “m a n te n te d u ro ”
en las diferencias y e n las contradicciones desesperadamente ap a­
recidas en el desarrollo del lenguaje m usical. “ S e n tim e n ta l” es
inocencia. D es-construir esa inocencia es dem o strar cu lp a b le: p ro ­
hibir im ágenes de redención. E l Ángel d e la Segunda n o eleva
más que a la resignación: profetiza el H iersein rilkeano, la tierra
del Das Lied. Pero el rasgo d e la resignación co n stitu y e, p ara
Schónberg, la auten ticid ad tam b ién de S ch o p en h au er. C o m o ya
hemos visto, en realidad, es a p artir de éste que se desarrolla el
camino de la Askese al descubrim iento de la e fe c tu a lid a d del
propio form alism o. N o se tra ta, com o m uchas veces p a re c e en­
tender N ietzsche, de recursos éticos tradicionales, d e superviven­
cias tardías de los “valores”. Pero esta resignación, al p o n e r esta
distancia, p lan tea a n te nosotros estos lenguajes. Y ellos d ice n y
nombran. ¿Es la banalidad, entonces, la característica d e M ah ler?
A este interrogante h a n dado ya respuestas las páginas p rec e d e n ­
tes. L a com posición m uestra la forma de estos lenguajes. Su
reflejarse adviene ju n to con el m ostrarse d e esta fo rm a , p o r p ri­
mera vez vista en ellos, ju n to a la “n ad a” q u e los ab ra z a , en la
tragedia de la relación m em oria-signo q u e los fu n d a . E l p ro ­
blema de la “gran fo rm a”, com o la hem os e n te n d id o p rim e ro , es
el de la simplicidad y comprensibilidad. Y estos ele m en to s son

44 A. Schónberg, “Gustav Mahler” (1911), en Style an d Id ea, N ueva


York, 1950; tr. it., M ilán, 1975. Acerca de las relaciones de Schónberg con
Mahler, cf. A. Mahler, op. cit.
134 LENGUAJE Y NUEVA MÚSICA

“banales” solam ente para quien está perdido en el deber-ser in­


sensato de u n lenguaje qu e p ueda expresar el qué es, la “sus­
tan c ia ” del m u n d o . Solam ente para un p lan team ien to rígidamen­
te “logocéntrico” son banales los Lieder eines fahrenden Geselbzn
o la M archa fú n eb re de la Primera Sinfonía. Pero la compren­
sibilidad m ah lerian a — que significa m ostrar com prensiblem ente
el desarrollo e n te ro del pensam iento m usical, de la idea, decía
Schonberg, h a sta aq u í seguidos— dice las cosas m ás extraordina­
rias con las palabras m ás usuales. Y éste es precisam ente el Scho-
p en h au er de los Parerga. Acerca de los seguidores de Kraus,
W e b e m afirm aba, casi com o com entario directo de M ah ler, que
necesitaban “ aprender a ver abism os allí d o n d e hay lugares co­
m u n es” .45 Sobre este entrelazam iento de organización formal
“perfecta” , usual, sim ple, com prensible y d e tragedia; sobre la
m ultiplicidad de los lenguajes, la riqueza d e la danza nietzsche-
an a y el ser-pasado propio de esa danza, o su disponerse en d
espacio de la m em oria, la interpretación schonbergiana de Mahler
y las palabras d e W e b e m definen, en el signo de Schopenhauer y
N ietzsche, del Ü bergang entre ellos, el m undo com ún que se
articula y se extiende desde la Primera Sinfonía de M a h le r y el
Tractatus. E s tam b ié n el proceso que conduce de las suspensión
nes de M ah ler y T rak l a la identificación schonbergiana de for­
m a y lógica ( “no existe en m úsica form a sin lógica, ni lógica
sin un id ad ” ) ,46 al proceso de racionalización del m aterial língüín-
tic o com o efectu alidad de la form a, a la “ verdad” de la conven­
ción; y, p arafraseando a W e b e m adem ás, de la p érd id a de la
to n alid ad (y de la form alización de los lím ites m ism os del len­
guaje así d esen can tad o ) a la nueva ratio, al nuevo ordo, rígida­
m e n te in m a n e n te y de la m ism a m anera despiadadam ente “mís­
tico ”, en el “ estilo” del Tractatus. ¿Q ué W a g n e r podía enseñar
M ah ler al joven Schonberg si n o aquel léxico de cosas breves, de
“ aforism os” , todavía desconocidos de cinco a q uince compases;
si n o el sen tid o lógico-formal del Leitm otiv?
“W ag n er nos h a dejado sustancialm ente [ . . . ] tres cosas: ante
todo la riqueza arm ónica; luego la brevedad de los temas, y por
lo tan to su posibilidad de influir sobre el decurso m usical con la
rapidez y la frecuencia requeridas por el m ín im o detalle expresi-

45 A. W ebenr.V erso la nuova m úsica, M ilán, 1963, p. 21. Se trata de


la primera de ocho conferencias dictadas por W ebern privadamente en Vie-
na en 1933. A este ciclo está vinculado uno anterior sobre los principios de
la composición dodecafónica, dictado en 1932 y publicado en el libro citado.
46 A. Schonberg, “Composition with twelve tones” , en Style and Idea, cit.
UH'PFLANZE GOETIIIANA 135

yo; en tercer lugar, el arte de construir fragm entos d e g ra n a m ­


plitud [ . . . ] ” (cursivas n uestras), así se expresaba, en u n a entre-
yista con Paul W ilh elm , Schonberg en 1909. L o o puesto, p o r
consiguiente, del W a g n er “a la T ristá n ” , del w agnerism o ro m á n ­
tico-tardío, como vuelve a insistir Schonberg m uchos años des­
pués, en una conversación radiofónica de B erlín (1 9 3 1 ), h a c ie n ­
do escuchar u n fragm ento de Verklarte N acht y u n o d e los
Gurre-Lieder: “ esto en el estilo del Tristán n o existe. [ . . . ] A q u í
es necesario retroceder, con B rahm s, h asta M o zart para e n c o n tra r
algo parecido” . S in duda, es también W a g n er; p o rq u e “ n o exis­
te nada ab so lu tam en te nuevo” — y n o en el se n tid o v u lg ar d e
que to d o está enraizado en la tradición, sino e n aquel, q u e des­
de hace m uch o hem os seguido h a sta aquí, d e q u e él lenguaje
\no se inventa. T a m b ié n en este conocim iento está el W a g n e r
que supera efectivam ente el pesim ism o de B rahm s, la in fm ita
nostalgia y el in fin ito nadifícar qu e distinguen su o b ra, no el
W agner “alem án ” sino el W a g n er e n B ayreuth.

3. UR-PFLANZE GOETHIANA

El A n ti-W ag n er nietzscheano había encontrado o tra c o n firm a ­


ción, en los orígenes de la “nueva m úsica”, en la A sthetik der
Tonkunst de F erruccio Busoni.47 L a m úsica de lo absoluto, co m o
lenguaje q u e p u ed a expresar a través de la to talid ad d e sus m e­
dios técnicos u n mundo , se niega y transform a e n el c o n c e p to de
"música ab so lu ta”, en la definición de la efectiva extensión y de
los efectivos lím ites de aquellos m edios técnicos c u an d o e n ellos
se muestre lo “indecible”. A pesar de la exasperación ro m á n tic a
de su lenguaje (q u e Schonberg subraya en el “c o m e n tario ” ) , B u­
soni es heredero en la A sthetik del sentido global d e la crítica
nietzscheana. Es fundam ental, a este propósito, la estre ch a com -
47 F. Busoni, Asthetik der Tonkunst. M it Anmerkungen von A . Schonberg ,
Francfort, 1974. La obra apareció en edición ampliada en 1916, y las an o ta­
ciones de Schonberg se encuentran manuscritas en nna copia de esta segun­
da edición. E l ensayo está dedicado a Rilke, dem Musiker in 'Worten. E n
el Tagebuch que Schonberg lleva en Berlín en 1912 (en u n periodo im por­
tantísimo de su actividad: el Diario documenta el “nacimiento” del Pierrot
lunaire) hay numerosos indicios de la estima por Busoni ( “er íst zweifellos
ein genialischer M ensch” [“es sin duda un hom bre genial”] y p o r su obra
(sobre todo por la Berceuse élégiaque). E l Tagebuch berlinés de Schonberg
ha sido editado recientemente por Josef Rufer.
136 LENGUAJE y n u e v a m úsica

p iem en taried ad en tre polém ica ano-naturalista y polém ica anti­


idealista. L o m ism o q u e a Simm el en los m ism os años,48 lo que
interesa a B usoni no es el carácter unilateral d e la formulación
n atu ralista, sino, por el contrario, aquella dialéctica in te rn a qué
la transform a en “idealism o” . E l que representa en el sonido
“los rum ores del b osque” tiende necesariam ente a representar la
im presión suscitada en el ánimo p o r aquel hecho exterior. La reí
presentación n atu ralista se supera con stan tem en te en la psicológi-
co-ideal. Y, recíprocam ente, la tensión ideal de la representación
está destinada a volver a buscar su V erkórperung n atu ralista. La
“teatralid ad ” m usical se com pone de esta dialéctica. Y se expre­
sa en los conceptos d e “ gusto" y de “estilo", en la b ú sq u ed a del
“efecto” : si el T o n k u n st representa “alm as”, debe com unicar a!
alm a. Pertenece ín tim am en te al “idealismo n atu ralista” la fe en
la inefectualidad sem ántica del lenguaje. L a desesperada tensión
p o r representar la com plejidad de estas aporías conduce a lo “pro­
fu n d o ” . É stas se d an solam ente com o asociaciones de pensamien­
tos; el lenguaje m usical es así obligado a aludir a significados
ocultos, q u e “están d e n tro ” y fu n d an sin em bargo su organiza­
ción form al, es obligado a rem itir a “program as” inexpresados, a
p resen tar el p ropio fu n d am en to com o d istin to de sí m ism o.
Pero la crítica de esta dialéctica, crítica q u e representa la ad­
quisición estética decisiva d e aquellos años, n o es realizada en
n o m b re del K lan g tapetenm uster hanslickiano, d e la p u ra forma
arquitectónico-sim étrica, del reclam o de reglas form ales de orga­
nización del m aterial, sino en nom bre del concepto d e organiza­
ción com positiva, de composición . Y en el centro del concepto
d e com posición están, por una parte, la ampliación del uso del
m aterial y de los m ateriales m ism os, y, por otra, la comprensibi­
lidad que este co n stan te proceso d e am pliación debe presentar
en sus formas. C om posición significa proceso-transform ación y su
com prensibilidad form al. Pero p ara que la com posición se dé en
realidad, en estos térm inos, la com prensibilidad d eb e fundarse
en la clarificación d e los límites del lenguaje. N o sólo están in­
cluidos estos lím ites, sin o que deben representar el sentido de
la com posición. É sta n o es alusiva, no es “p ro fu n d a”, n o es “tea­
tra l”, solam ente en la m edida en q u e m uestra los lím ites del
propio lenguaje (y no alude a ellos, no los “significa” abstrac­
ta m e n te ) .
E n este sen tid o lo no-visible, lo no-audible, debe ser hecho
com prensible en la música-, “das U nsichtbare und U nhorbaré,
48 Cf. G. Simmel, Saggi di estética, Padua, 1970.
üR-ITLANZE g o e t h ia n a 137
¡ das solí die M u sik versiandlich machen ” .10 C o m p ren sib le , no
perceptible: se ve y se oye la tem pestad sin n ecesid ad d e la m ú ­
sica. N i tam p o co esto q u e no es audible, esto q u e n o es visible,
es hecho audible y visible. Se expresaría en to n ces la te n sió n ro­
m ántica in-finita en los térm inos propios del “ n a tu ra lism o del
alma” . L a composición debe volver comprensible lo q u e e n los
límites d e este lenguaje n o p u ed e ser “ e n c am a d o ”, das U n sic h t-
bare u n d das U n h ó rb are en los lím ites de este lenguaje. A n tes
bien, la com prensibilidad de la form a m ism a com positiva se fu n ­
da en este hacer com prensible lo no-visible y lo no-audible^ p o r­
que solam ente así nada se pierde, en teram en te lo decible es d ich o .
Verstandlich m ach en significa así constm ir él len g u aje: d e fin ir
sus form as, leyes, sintaxis en cuanto transformables. N o existiría
composición si éstas n o lo fueran, sino solam ente contemplación
de un “espíritu ab soluto” del Lenguaje. C o n stru irlo , e x te n d e rlo ,
equivale a reconocer su relatividad. Pero p recisam en te esta rela­
tividad obliga al m áxim o de organización: n o seguir leyes, sino
ponerlas: “die A ufgabe des Schaffenden b e s te h t darin, G e se tz e
aufzustellen, u n d n ich t, G esetzen zu folgen” [‘l a m isión d e l crea­
dor es establecer leyes, no atenerse a leyes”].80
P o n er estas “nuevas leyes” significaba analizar el m aterial, des-
construir toda p reten d id a universalidad, representarlo tra n sfo rm a ­
ble. A las grandes configuraciones tem áticas sustituye, p o c o a
poco, u n a caleidoscópica disposición de líneas m eló d icas:495051 líneas
melódicas “en prosa, flexibles, secas” .52 E l n u ev o c o n c e p to d e
composición obliga a u n m áxim o de aten ció n p o r los particula­
res: éstos com ponen u n a estructura q u e rechaza toda “ universa­
lidad” , ta n to n atu ralista com o em ocional, ta n to sem ántico-com u-
nicativa com o psicológica. Así lo “lib rem en te a to n a l” , el h a b e r
salido p ara siem pre d e la “ casa” d e las relaciones fun cio n ales
entre las tonalidades, d e la fuerza y tensión d e la arm o n ía y d e
la tonalidad, se concentra en nueva com posición, se organiza — y
como composición, no com o “ejercicio”—■com o u n id ad com posi­
tiva fu n d ad a sobre los conflictos que hem os señalado an tes (m u l­
tiplicidad, transform abilidad, com prensibilidad d e los signos jun­
to con lo invisible y lo inaudible qu e en ellos se m u e s tra ), n o

49 F . Busoni, op. cit.. p. 22. Las cursivas son nuestras.


50 Ibid., p. 40.
61 M . Comer, “La música in Europa 1918-1939” , en M . Cooper (comp.),
op. cit., p. 390. C om er habla en estos términos a propósito de W e b em ,
como conclusión del proceso que estamos siguiendo aquí.
62 G . Abraham, op. cit., p. 54.
138 LENGUAJE Y NUEVA MUSICA.

com o sistem a artificial, form a intelectual. M ucho m enos como


“ esperanto”, como lenguaje “carente de una historia propia”,**
sino, p o r el contrario, com o transform ación y progresiva con­
quista del W ag n er q u e N ietzsche “escuchaba”, del M ahlerische
K unst, del W o lf del Italienisches Liederbuch, h a sta los Georgp*
Lieder y a través de ellos al Pierrot Lunaire y a los V íe r Li&íet
op. 22, donde Schónberg sustrae toda “ tonalidad” a la “línea*
Jugendstil, donde el ritm o parece m étrica perfecta y se desarro­
lla, signo a signo, h a sta que “adviene” el silencio. E l p u ro cris­
tal de la línea com positiva, liberado de toda alusividad, de todo
naturalism o, perm ite q u e este silencio lógicamente trasparezca. ES
esta transparencia (y la relación que p o r ella se in sta u ra ) la qué
Schónberg buscaba entonces en Rilke — y no podía ya encontrar
en G eorge.
Com posición, por lo tanto, es transform ación de los materia,
les lingüísticos, pero en el sentido de los conflictos y de las
contradicciones inm anentes a ellos, en el sentido de las pregun­
tas q u e h a n surgido concretam ente de su historia. Com posición
es unidad de estas vicisitudes, no síntesis. Es el locus donde los
elem entos de este proceso devienen unitariamente comprensibles,
son hechos com prensibles, hablan — no el pu n to de vista ideal
en el cual niegan-superan la propia problem aticidad “inventan­
d o ” otro lenguaje. E l nuevo lenguaje com positivo comprende las
líneas de fuerza y de tensión, la m ultiplicidad de preguntas que
surge del m aterial lingüístico, que su historia ha producido. Esta
historia está hecha de rupturas, de soluciones de continuidad; de­
term inadas preguntas no han hallado respuesta en su interior, es
decir, no han resultado formidables en su interior. L a tensión
hacia ellas encuentra aquí finalm ente u n lenguaje: n o u n a “uni­
dad sintética apriori” cuyas leyes son solam ente contem plablés,
sino una unidad form al, com prensible, d e los elem entos y de los
conflictos de las precedentes alternativas, que reconocen en éstas
sus propias raíces, su propia dialéctica. Y tam poco un a unidad
form al entendida com o fin destinado de la “libre ato n alid ad ”; no
la unidad, sino una unidad. N unca se podría afirm ar m ás o algo
d istinto, sin universalizarla-idealizarla de nuevo, y p o r lo tanto
definirla todavía com o síntesis om nicom prensiva — y p o r lo tanto
solam ente co ntem plable, n o transform able.
A este conjunto — o, m ejor, al prim er delinearse d e este con-53

53 M . Com er, op. cit., p. 361, se expresa en estos términos, exasperando


y vulgarizando al mismo tiempo, nos parece, la formulación crítica adomia-
na que veremos enseguida.
- UK-PrLANZE GOETIIIAKA 139

junio problem ático— B usoni se refiere a través del sím b o lo d e


la p lan ta:
"Todo tem a, com o u n a sem illa, contiene e n sí su p ro p io desarrro-
jlo. L a m ultiplicidad de las semillas p roduce la m u ltip lic id a d d e
.las plantas. É stas se d istinguen en la form a, e n las h o jas, e n las
'flores, en los frutos, p o r su crecim iento y por sus colores. Si b ie n
un m ism o género de p lantas se desarrolla y crece seg ú n su fig u ­
ra, según su fuerza, sin em bargo cada ejem plar está h e c h o d e u n
modo específico. D e la m ism a m anera, cada tem a tie n e en sí su
propia form a p erfectam en te m adura, cada te m a se desarrolla y ar­
ticula en otros distintos; sin em bargo cada u n o sigue e n esto la
necesidad de la eterna arm onía. E n cada desarrollo esta fo rm a p e r­
manece indestructible, y sin em bargo nunca igual a sí m ism a.” 54
Es evidente que el verdadero problem a e stá e n la ú ltim a fra ­
se, n o en el reclam o rom ántico-tardío de la ewige H a rm o n ie .
flusoni tiende todavía a in terp retar ro m án ticam en te el nex o for-
ma-pdabra, el co n ju n to problem ático idea fu n d am e n ta l-le n g u aje
que está en la base d e la nueva com posición. L a co m p o sició n
no es idea solam ente, sino desarrollo-transform ación. N o es d e ­
sarrollo solam ente, sino unidad-com prensibilidad. N o es u n id a d
solamente — com o "síntesis”, como unidad ideal— , sin o "sem i­
lla” : n o es m ás que p ara y en su desarrollo — es co m p re n sib le
solamente en él y solamente en presencia de su silencio.
E l principio m ahleriano de la "variación” c o n tie n e ya la “se­
milla” de to d o este proceso. “E n m i escritura desde el p rin c i­
pio n o es posible en co n trar repeticiones de estrofa a estro fa; la
música es gobernada p o r la ley de la evolución e te rn a , p o r el
eterno desarrollo”, decía M ahler, y, adem ás, “ toda rep e tic ió n es
siempre una m en tira” . L a técnica de la variación a lc a n z a e n
M ahler su m áxim o alcance en la Cuarta Sinfonía, p e ro su idea
dom ina la obra m ah leriana desde sus com ienzos: el e n tre la z a ­
m iento en tre L ied y sinfonía es precisam ente un a d e las formas
que esa idea asum e p ara organizarse c o m p r e n s ib le m e n te . T o ­
davía durante los años trein ta, en una serie de im p o rta n tísim o s
escritos y fragm entos a ú n inéditos, S chonberg volvía in siste n te ­
mente a estos tem as. L a organización del m aterial lin g ü ístic o
“hacerlo-com prensible”— no puede ser o b ten id a a través d e la
repetición sim ple de tonos o intervalos iguales. E l p ro b le m a d e ­
cisivo es la solución de la relación entre G ru n d g e sta lte n y la

54 F . Busoni, op. cit., p. 18.


í 55 D . Mitchell, op. cit., pp. 28-30. M itchell insiste justam ente sobre la
importancia de estas ideas para el desarrollo de la escuela vienesa.
140 l e n g u a j e y n u e v a m ú s ic a

m ultiplicidad de los nuevos elem entos q u e nacen de las varia­


ciones: E ntw icklung, A bw icklung. N o se trata, p o r lo tan to , de
un p ro b lem a estático d e organización en tre Idea y Form as, sino
del problem a del desarrollo, d el carácter dinámico que estas for­
m as asum en. Y las m ism as G rundgestalten se transforman en
ellas, ya n o pueden en adelante ser entendidas com o estrellas
fijas, a las cuales retornar, p o r las cuales tranquilam ente guiar­
se. Su “p rincipio” es el m ism o de la com posición: es la com­
prensibilidad del desarrollo q u e ésta encam a. Schónbeig va aún
m ás allá en la clarificación de este concepto fundam ental (no
sim plem ente gestaltista, p o r el decisivo tem a dinám ico qu e lo
constituye): si variación-articulación-desarrollo constituyen la com ­
posición, entonces su “organism o” es intrínsecam ente también
división, también contradicción. La idea de desarrollo es asu­
m ida seriamente. La com posición será p o r lo ta n to la form a
com prensible de la G ru n d g estalten , de la “idea” m usical funda-
m en tal en su transform arse, articularse, desarrollarse, devenir con­
tradictoriamente. N o u n a idea q u e se articula casi apriori, sino
ideas que pu ed en decirse solam ente en la m últiple concreción
del lenguaje, en las fuerzas contradictorias de los m ateriales, en
el mundo. E n to n ces, aquel “gegliederter O rganism us” [“organis­
m o articulado”] de la com posición m usical se especifica y com­
p ren d e co m o “F o rtp flan zu n g durch Spaltung” [“ m ultiplicación
p o r fisión” ].
E s en W e b e rn d o n d e el sím bolo de la planta desarrollará to­
dos sus contenidos en térm inos radical y cum plidam ente anti­
rom ánticos, dirigiéndose al verdadero sentido de la Ur-pflanze
goethiana, reconectándose con ello profu n d am en te a la “ética”
w ittgensteiniana. Kraus representa, para W eb ern , solam ente el
prim er m o m en to de esta búsqueda, el representante de la des­
piadada disciplina de la palabra, no p o r cierto aquel, com o vere­
mos, de la extrema philosophia del significado, de la “ ignorancia”
p o r K lim t y H o fm annsthal, pero, sobre todo, por F reud y Schón-
berg. E n W e b e rn , K raus aparece com o el G o ethe de los Epigra­
mas, el justiciero de to d a “p rofundidad” o “inefabilidad” . La
palabra posee reglas inexorables. Usarla correctam ente es arte.
Su uso correcto, su conocim iento, es el verdadero abism o qu e se
abre allí d o n d e los otros captan sólo lugares comunes, banalidad.
E l G o e th e d e la necesidad del lenguaje, de la búsqueda de sus
reglas, es el signo b a jo el cual debe desarrollarse la progresiva
conquista del m aterial lingüístico así com o del m aterial musical.
E l problem a conclusivo de M ah ler m arca el inicio de la búsque­
UR-Pl'XANZE GOETHIANA 141

da w ebem iana: la organización com positiva n o d e b e significar


“creación” de nuevos lenguajes, sino análisis, com prensión, a rtic u ­
lación d d m aterial: dom inio del m aterial. Y este d o m in io se ex­
presa en la form a q u e él asum e, en la coherencia c o n q u e es
hech o aparecer. La com posición procura la dem o stració n d e este
dom inio en las form as de la m áxim a concisión, precisión y rique­
za conjuntas. T o d a potencialidad (análisis, articu lació n , e tc ., d e l
m aterial) es formada u n itariam en te, en b ase a leyes-regias d e te r­
m inadas de organización. Su h o m o g en eid ad y comprensibilidad
—o, m ejor, el grado d e com prensibilidad q u e se alcan za al m os­
trarlas a través del desarrollo concreto d e la obra, e n las p a la ­
bras en el sentido del m aterial de la o b ra— d ecid e el “v a lo r”,
la “verdad” de la proposición y de la com posición .-
E sta aspiración a la m ás alta u n itaried ad , q u e desarrolla h a s ta
sus consecuencias radicales el principio de la organización fo r­
m al, es un proceso d e E ntsagung. A dvertirlo y teo riz a rlo en
cuanto tal es necesario para reconocer sus lím ites e im p ed irse
toda nueva “universalidad” . Sin em bargo, el Signo es ya n ietz-
scheanam ente efectud, com o form a concreta de organización-do­
m inio del m aterial, no com o sustancia o “id ea” tele o ló g ic am e n te
predeterm inada del m aterial m ism o. E l d o m in io está sie m p re “ e n
la contradicción” — la coherencia es siem pre u n ita rie d a d c o n O tr o
an te sí. E l proceso es u n proceso, el o rden un o rd en . P e ro sin
que esto p erm ita concluir en form as individúales-relativistas. E s te
orden, que es uno de los posibles (y n o p o d ría ser d e o tra m a ­
nera a no ser u n a form a apriori “ in v en tad a” ), d em u estra efectu al-
m en te su capacidad de usar el lenguaje co n el m áx im o g ra d o ac­
tual de unitariedad y com prensibilidad, d e am pliar el d o m in io
sobre el m aterial, sin recurrir a n in g u n a “ expresividad” o a lu sió n ,
perm aneciendo inexorablem ente in tema.55 E sta co h eren cia, esta
form a, son calculables.
L a pérdida del orden tonal — sentida co m o so lam en te p é rd id a
para una larga fase del lenguaje m usical— se expresa fin a lm e n te
com o proceso d e racionalización, conquista d e m ayor co h eren cia
y com prensibilidad. E l p u n to m áxim o d e la escisión, el co n o ci­
m iento de “h a b e r salido” para siem pre del orden to n al, la im p o ­
sibilidad d e un “ reto m o a casa” , conduce, a través d e la e m a n c i­
pación de la disonancia (el tra tam ie n to d e las disonancias c o m o 56

56 A. W ebem , op. cit., p. 63. Aquí W ebem “ dialoga” con el A rte de la


Fuga de Bach. Pero los mismos conceptos vuelven en cada página d e estas
conferencias suyas. Cf. este “estar en tem a” de W e b em con “el estar inm ersos
sin salvación en el universo” de que habla un "nuevo físico” como Bridgm an.
142 l e n g u a j e y n u e v a m ú s ic a

consonancias), a la nueva lógica com positiva que, al im pedir la


preponderancia de u n ú n ico sonido a través de sus repeticiones
o su posición “estratégica” , presenta com o elem ento form ativo, ó
principio ordenador, el uso co n stan te y exclusivo de u n set de
doce sonidos diferentes.57 N o se trata, sin em bargo, de u n a di­
m ensión absoluta: “toda configuración m usical, todo m ovim ien­
to, debe ser afirm ado a n te todo com o relación reciprocó ’,58 Lo
q u e im porta n o es la exposición de los doce sonidos según una
“figura” rígidam ente concebida, sino las “cosas increíbles” que
ocurren, siem pre a partir desde su m ism a base.59 E l set de base
n o tiene n inguna existencia autónom a — lo que habla son las.
configuraciones que ese set com prende y h a c e com prensibles, las
relaciones y com binaciones recíprocas, el extraordinario desarro­
llo de la acción m usical. É ste es el “m odelo” de la Ur-pflanze
goethiana, cuyo significado escapa com pletam ente a la interpre­
tación de A dorno.60 La renuncia al “antiguo orden” (q u e es El

67 E. Stein, Nuevos principios formales (1925), tr. it. en H. H . Stucken-


schmidt, La música moderna, Turín, 1960, pp. 363 y ss.: “las tonalidades eran
un grandioso medio generador de forma. [. . .] D e la tónica se partía, y a la
tónica se volvía. U na cierta organiddad de la forma era así garantizada apriori.
Sobre la base de un medio artístico tan com pletamente organizado, en un esta­
do tan ordenado, pudo nacer una forma grandiosa como la de la sinfonía” (cur­
sivas nuestras). También los principios de la composición dodecafónica deben
generar forma, pero verlas como simple sustitución de un apriori por otro, como
parece hacer E. Stein, es bastante escolástico. Es de interpretaciones como ésta
de Stein (“así como antes la base de un fragmento era la tonalidad, así lo es
ahora una deteminada serie” ) de donde deriva la “filosofía” de Adom o sobre
las aporías de la neue Musik.
58 A. Schónberg, Composition, cit.
58 Ésta es la “ unitariedad” que se desarrolla de Brahms a M ahler y a Schón-
berg: unidad en la variación: “Dado un tema, dicho tem a es variado. [ . . .] Un
ejemplo: el último tiempo de la Novena de Beethoven: hay un tem a a una
voz y todo el resto está construido sobre él. Ocurren cosas increíbles, ¡y todas
provienen de la misma base!” A. W ebern, op. cit., p. 97.
60 La interpretación adom iana se funda en la aplicación simple del pro­
ceso dialéctico: negación determinada-nueva síntesis. En términos más in­
genuos, este esquema, como hemos visto, se había presentado ya en algu­
nos discípulos de Schónberg, como Stein. En el ensayo ya citado, Stein
concluía, en efecto: “el constreñimiento de la forma es duro. T odo maes­
tro lo ha arrancado para crearse uno nuevo” . La “anarquía” producida a
la caída del principio tonal “ exige un constreñimiento miucho más duro” :
“Los nuevos principios formales son leyes severas.” La “maestría”, el “do­
minio” del material — la Aufklárung dodecafónica— aparece todavía en
Philosophie der neuen Musik como Logos-Ratio: nuevo criterio de orden,
apriori del material. Basta esta cita para comprender lo extraño que es
Schónberg (su “método” ) a interpretaciones parecidas: “En estos últimos
UR-FFLANZE G0ETH1ÁNÁ 143

Adiós d e M ahler, donde el orden p erd id o es sen tid o v e rd a d e ra ­


mente com o form a de u n m u n d o ) se revertiría d ialé ctica m en te ,
en c u a n to “negación determ inada”, en nuevo Sistem a — la lógica
compositiva q u e emerge de ella en afirm ación absoluta. L a in ­
terpretación ad o m ian a n o h a c e aquí m ás que aplicar lo s p o stu la ­
dos de la Dialéctica del Iluminismo. L a racio n alid ad dodecafó-
nica “encadena la música al liberarla” .61 La idea de la to ta lid a d
de la pieza de q u e habla Schónberg debería ser co n ceb id a com o
un nuevo “apriori” del trabajo tem ático, y la “ escritura” relega­
da nu ev am en te a imagen sensible, registro o m ero d esarro llo n u ­
mérico de aquella idea. E stablecida la serie o figura f u n d a m e n ­
tal, to d o en ella resultaría rígidam ente determ in ad o , necesario,
mera “variación” .
j" Ya las alternativas históricas seguidas h a sta a q u í h a c e n a lta m e n ­
te problem ática u n a interpretación sem ejante. ¿P u ed e tra ta rs e so­
lam ente de u n “apriori” distinto? ¿P ero n o era p rec isam e n te esta
lógica la que h a b ía sido criticada y ab an d o n ad a en el la rg o tra ­
yecto q u e va d e Schopeiihauer a N ietzsche, de B ralm is a M a h le r?
La form a com o form a del m aterial, la organización c o m p o sitiv a
como signo que la hace com unicable-com prensible en b a s e a cier­
tas reglas, ¿no hab ía este desarrollo, con M ah ler, h e c h o abso­
lutam ente problem ático el “ reto m o a casa” , al ordo to n a l clásico?
¿Es quizá el proceso nietzscheano de logicización u n p ro c e so qu e
dice el qué del m undo?, ¿o n o es, en cam bio, u n proceso q u e ha­
bla de ello para hacerlo form ulable al m áxim o? E n el m ism o
modo exactam ente, la conquista del m aterial m usical es fo rm a ­
da y hech a coherente, p ero esta form a no puede n i n e g a r ni

años se me ha preguntado si ciertas composiciones mías son dodecafónicas


‘puras’, o, en general, si son dodecafónicas. E l hecho es que yo n o lo sé.
Soy siempre más compositor que teórico. [ . . . ] M e parece im p o rtan te poner
en guardia a mis amigos contra la ortodoxia.” La dodecafonía es a n te todo
"un m étodo” para introducir orden lógico y organizado. T am bién la "em an­
cipación de las disonancias” entra en este proceso de organización, d e nu e­
va organización: no ha constituido ni un "picante condim ento” d e carácter
estético-romántico ni una ley apriori, ni una norma compositiva rígida. T a m ­
bién las disonancias son “partes lógicas y naturales de un organismo. Y este
organismo vive, con la misma vitalidad que en el pasado, en sus frases, en
sus ritmos, en sus temas y en sus melodías” (A. Schónberg, M i evolución
[1949-1952], tr. it. en Analisi e pratica musicale, T urín, 1974). E n conse­
cuencia, todavía “Fortpflanzung durch Spaltung” - ¡mahlerische K unst! Cf.
U. Schreiber, “G. Mahler: une musique des contradictions sociales” , en
Critique, núm . 339-340, 1975.
51 T . W . Adomo, Philosophie der neuen Musik, tr. it., T u rín , 1959,
p. 72. [Hay edic. en esp.]
144 LENGUAJE Y NUEVA MUSICA

superar la m ultiplicidad de relaciones-articulaciones-combinacio-


nes q u e es el lenguaje, cualquier lenguaje, en cuanto vivido.
A d o rn o en tien d e mal el discurso w eberniano sobre la Ur-pflanze62
y el d e Schonberg que acabam os d e citar. L a U r-pflanze goe-
tliian a es lo opuesto de un a form a apriori, de una idea ideoló­
g icam en te d eterm in ad a: expresa la m ultiplicidad de las formas
vitales que se reconocen com o proceso unitario, es el devenir;
fin alm en te com prendido. N o se tra ta de u n a idea que sería sim­
p lem e n te aplicada y desarrollada (repetida-variada): ha sido con*
cebida precisam ente en co n traste co n esta escisión e n tre esfera
inteligible y esfera sensible. La U r-pflanze es unidad, en el de­
venir y en la m ultiplicidad-contradictoriedad d e la vida, d e ‘‘fe©
m a y m ateria” . La form a es dada en esta planta. E sta planta
m u estra la pro p ia form a. E xactam en te así es leído Schonberg
c u an d o niega la existencia de dim ensiones absolutas en su mé­
to d o d e com posición. La idea n o es escindible del desarrollo te­
m ático. N o existe una m úsica d e la idea. M úsica es esta confi­
guración, este m ovim iento, esta relación. La idea no existe más
q u e aquí. Y este desenvolvim iento la m uestra. E l m éto d o com­
positivo enseña a hacer com prensible esta un id ad —no a revelar
p resu n to s apriori. E sta com prensibilidad es función d e esencia-
lid ad y econom icidad. Las piezas individuales son expuestas se­
gún la regla d e la navaja w ittgensteiniana.63 L a “gran form a” se
retrae en la radical inm anencia del signo. P ero aquí su necesidad
se revela efectúa!. L a m áxim a com prensibilidad coincide con la má­
xim a extensión del dom inio form al sobre la m ateria lingüística. Pre­
cisam en te esta conclusión es ignorada y m istificada p o r Adomo,
q u e se d etien e en la necesidad com o falta d e libertad. P ero esta
p érd id a del “au ra” había sido ya indicada por N ietzsche como
fu n d a m e n to d e cualquier com prensión efectual. La “libertad”
com o colm o de la im potencia; fuera d e esta tragedia n o hay
otra cosa q u e los refugios y las consolaciones del b u e n Faustrn
m an n ian o . P o r lo tan to , la tragedia weberniana n o consiste en
u n a fantasm ática escisión en tre lib ertad y sistema, donde poi
sistem a todavía se en tien d e la lógica del apriori o u n formalis­
m o absoluto — y m ucho m enos en un a im posible nostalgia poi
la voz de la subjetividad que precede su integración y su ser*023

02 A. W ebern, op. cit., p. 97; p. 102.


03 E n las Conferenze de W ebem ya citadas (p. 95) hay la misma refe­
rencia del Tractatus a la navaja de O ccam : “había escrito en m i cuaderno
de apuntes la escala cromática por extenso, y eliminaba de ella las notas
usadas para no correr el riesgo de repetirlas” .
UR-FFLANZE GOETKIANA 145
integrante en la form a del m aterial. T a m b ié n el h e c h o d e q u e
toda universalidad sintética haya sido d esm en tid a, q u e el le n g u a ­
je m usical n o pu ed a ser totalidad d e decible e in d ec ib le , signi­
ficado y sentim iento, m aterial y sim bólico, ta m b ié n e s te h e c h o
aparece ya liquidado. Precisam ente sobre esto se c o n s tru ía la
-gran form a” nueva — precisam ente estas renuncias y estos lím i­
tes insuperables p erm itían la efectualidad de u n ordo lin g ü ístic o
coherente, com prensible y, al m ism o tie m p o , in c re íb le m e n te ex­
tendido. P recisam ente el rechazo de cualquier p rin c ip io o rd e n a ­
d o r h ab ía conducido a la form ación d e un a lógica co m p o sitiv a
en condiciones de ab razar to d o el m aterial lingüístico. E s ta “g ra n
.forma” era dom inada p o r las norm as d e coherencia y co n cisió n
que co n stitu ían la verdad in m an en te del lenguaje k rau sia n o . “ L a
música n o debe adornar, debe ser verdadera.” 64 P e ro é s te es
exactam ente el estilo del Tractatus, la gran fo rm a ‘la tin o -ro m a ­
na” d e q u e habla la arquitectura de Loos. E l e le m e n to trá g ic o
es descubierto den tro de este resultado, n o p u e d e d eriv ar d e l sim ­
ple conflicto entre él y su pasado.
E n la perfecta com prensibilidad y coherencia d e la o rg an iz a ­
ción form al alcanzada, toda relación sem ántica h a sid o im p e d i­
da. L a n o rm a m ás severa es por esto tam b ié n el m á x im o poder.
En el lenguaje así fo rm ado se da, en térm inos ríg id a m e n te in ­
m anentes, la relación con su silencio. A q u él n o es c o m p re n sib le
sino en c u a n to ab razad o por tal silencio — co m o l a v id a p o r la
muerte, o, dice W ittg e n stein , el p ensam iento p o r la lo c u ra . E l
lenguaje es au tén tico sólo p o r su silencio, có m o la v id a-p a ra ­
la-muerte d e H eidegger. D e o tra m anera, aquél v u elv e a s e r di-
mensión absoluta y la organización form al e stru c tu ra m eta físic a ,
discurso sobre el Ser. A uténtico es el len g u aje q u e re c o n o c e y
teoriza los lím ites d e su form alism o, y p o r lo t a n to calla to d o
"más allá” de ellos. P ero calla, precisam ente, muestra e fe c tiv a ­
mente q u e calla, n o olvida o “salta” . E s te ser-para-d-silencio es
la m áxim a luz sobre la estructura del lenguaje. N o se e x p resan
aquí las pérdidas, las ausencias y las renuncias ya c o n su m a d a s:
el “au ra” destruida está destruida. La nostalgia n o fu n d a tra g e ­
dia, sino dram a, “te a tro ” . Se expresa a q u í en cam b io l a a c tu a l
y presente estructura de la form a lingüística, d o n d e la m á x im a
Yerklarung coincide con el m ostrarse del silencio, e n te n d id o a h o ­
ra com o propiedad d el lenguaje m ism o, signo d e su a u te n tic i­
dad: “ ¡Tod! ¡V erldárung!”
El elem ento trágico es por lo tanto este m ism o p roceso e n su
64 C it. de A. Schonberg, en Adorno, PhUosophie, cit., p. 48.
M6 LliNGUAJE V NUEVA MÚSICA

resultado extremo. La tragedia no nace de relaciones de nostal­


gia o de esperanza —sino, antes bien, precisamente de su re­
chazo radical. Tragedia no es más que esta perfecta coherencia
y comprensibilidad, esta forma despiadadam ente anti-expresiva y
anti-simbólica, este ser Signo de la organización lingüística. Tra­
gedia es la unidad y necesidad del proceso y del desarrollo te­
m ático en sus infinitas variaciones y articulaciones. La simple
variación es drama. Pero su constante ser-comprendida en el
.“tem a” de la unidad y del signo formal — éste su ser constan­
tem ente en la norma sin sin embargo poderse detener o repe­
tir nunca— es tragedia. W ebern escribía a W ilhelm Reich en
1944 que un texto lo había ilum inado sobre la decisiva relación
entre el desarrollo de sus teorías compositivas y la forma trágica:
el mismo texto que dom inaba el pensam iento heidcggeriano en
aquellos años; los comentarios de Hólderlin al Edipo.65 La forma
trágica es modelo insuperable de coherencia y comprensibilidad,
pero precisamente porque muestra el lenguaje en su constante
ser-para-la-muerte. Esto no sólo impide todo “ornam ento” , sino
que rechaza toda utopía semántica; hace retraer el sentido de la
obra en el infinito poder de la organización formal, en la inma­
nencia del Signo que es proceso de racionalización, no vacío y
absoluto apriori. La despiadada crítica de Hólderlin de la tra­
gedia romántica como búsqueda de la realización del Sollen, de
la tragedia como Símbolo, retorna aquí definitivamente, como
en M ahler los indicios suspendidos de danza de los últimos Cutir-
fetos de Beethoven; la danza con el diabolus, con el principio
de la separación. Com o hablar con el silencio, mostrar que se
calla, ser auténticos para la m uerte. Ésta era la conclusión misnu
del Tractatus. La lectura weberniana de Hólderlin —del Hóldet-
lin radicalm ente anti-romántico y anti-idealista, y por eso ignorado
por la “literatura” de todos los tiempos y países— interpreta, en
realidad, el problema decisivo de lo “místico” en Wittgenstein.
La “místico” denota la tragedia de la unidad y coherencia de!
lenguaje en y por su ser-silencio mismo. N o se trata de una “ten­
dencia” . alusiva que la palabra expresaría, sino de la presencia
misma de la palabra. Esta alteridad es la palabra. La máxima
coherencia y comprensibilidad de la proposición, la más amplía
organización del m aterial, no la superará jamás, pero será prt-,
casamente organización-sistematización de esta alteridad. EUa dfr
fine los lím ites y el poder del formalismo lógico-lingüístico.
es de él sujeto y propiedad al mismo tiempo, no una especie dfv
65 A. Wcbem, op. cit., pp. 121-322.
rriN E R A im iM 147
meta-lenguaje o Je forma absoluta, sino el proceso de organiza­
ción del carácter formal-convéncional del lenguaje vivido, proceso
que nos vuelve formulable un m undo en el m om ento mismo
en que, precisamente, nos muestra un silencio, nos impone ca­
llar. La tragedia no es tragedia-de-nada, tragedia de conceptos o
figuras absolutas, "almas", "espíritus". Es la tragedia de este len­
guaje, así entendido: su plena teoría. Es lo “ místico”, precisa­
mente, que no rompe ni por un m om ento los límites que ha fi­
jado y que reconoce hasta el fondo. Lo "místico” demuestra el
silencio como agente fundam ental de la organización global del
sistema del lenguaje, de la G estaltung del material.
De nobts ipsis silemus. De re agitur. Para practicar este lengua­
je — para que el lenguaje diga, sea efectivamente jugado— ne­
cesita callar sobre nosotros mismos. Tratar de decirse es silencio
—conduce a la Abgrund de la novela de Musil. La pregunta sus­
pendida al comienzo de la Razón práctica se precipita: "E l suje­
to que piensa, imagina, no existe” ( Tractatus, 5.631); "E l sujeto
no pertenece al m undo, sino que es un lím ite del m undo” ( Ibid
5.632); “¿Dónde, en el m undo, puede observarse un sujeto me-
tafísico?” (Ibid., 5.633): el "ojo” no lo ve, del campo visual nada
permite al ojo deducir un Yo. D e este Yo debe callar cuando
habla. El Yo se ha contraído “como punto inextenso y queda
la realidad coordinada a él” (Tractatus, 5.64): de re agitur. Pero
jara que se diga de la cosa es necesario que se muestre aquel
silencio: toda palabra lo muestra, en toda palabra ello existe.4

4. ít in e r a h iu m

Si se trata de la cosa y si en el m undo no existe sujeto meta­


fórico, la "conversación” que adviene es símbolo de la conven-
nonaíidad misma del formalismo. Es en el m undo de la Kon-
vcrsation-Konvention, por lo tanto, donde? el formalismo todavía
contradictorio del Tractatus descubre su propia inefectualidad.
El entero trayecto del Tractatus, hasta su conclusión —hasta el
problema de la relación entre lenguaje-mundo y “místico”— es
ti tema de la obra de Musil. Pero ese tema es ya tratado desde
«mpun to de vista exterior al Tractettus: no la explicación, por lo
tinto, sino la crítica del Tractatus desde un p u nto de vista que,
«multáneamente, W ittgenstein mismo estaba alcanzando, eso es
148 LENGUAJE Y NUEVA MÚsiQ^

lo q u e constituye la estructura lógico-filosófica de El hombre


sin atributos.
Sus vicisitudes representan el hacerse K onvention de la Konver-
sation. E l tem a es la pérdida radical d e “aura” del lenguaje —]a
pérdida radical, y n o de algunos valores o inclusive de la posibi­
lidad d e connotarlos en proposiciones sensatas, sino la pérdida
de su víncu lo sem ántico constitutivo, la pérdida del m u n d o como
suyo. E s to es sentido por el “ m atem ático ” . E l “ m atem ático” ad­
vierte e n el dom ino de la K onvention el destino del formalismo
de la organización de los signos q u e dom ina en su ‘ juego’’.
C o m p ren d e este “destino” — y allí se comprende como inexo.
rab lem en te fijado. Acerca de los “héroes negativos” de la filoso­
fía de la vida y de los valores, de Klages a M aeterlinck, acerca
dé las uto p ías de la trascendencia del ser sin atributos, d e la in­
tegración del sujeto en la despiadada n o rm a del signo, en su con-
vencionalidad, en su proceso de logicización del m undo: sólo pue­
de h a b e r desesperada ironía.
E n las alternativas de la vida n o h a y “profundidad , n o hay
enigm a. A ntes bien hay tautología — infinitas variaciones tauto­
lógicas— y la desesperación, la A ngst, d e quien se a b ate contra
sus lím ites. A ngst que sólo p uede m ostrarse, confinada en el
gesto o en palabras que la traicionan.
_ S o lam en te lo “m ístico” p uede concluir estas alternativas. De
hecho, es en este p u n to d o n d e se d e fin e el m undo y su límite
—y el no-atributo, la no-cualidad d e las proposiciones d e senti­
do— , p e ro tam bién la angustia por e llo : n o u n a angustia de la
cual se h ab le, sino la vibración m ism a de toda proposición, de
toda com unicación, d e toda inform ación o descripción. Final­
m ente, la conclusión de la obra de M u sil es leída en la historia
seguida h asta aquí, y que es la única qu e le pertenece: d e Mach
a W ittg e n ste in . E l tem a entonces, p o r decirlo así, se desdobla:
trata d e la im posibilidad de decir m ás allá del lím ite fijado por
la relación entre lenguaje y m undo, y d e la infinita carga de si­
lencio q u e en esta m ism a relación se m uestra. T oda proposición
es ap reh en d id a en el pu n to en q u e deja de decir. T o d a pala­
bra es interrogada a p artir del silencio q u e la sigue. Así n o pue­
de h a b e r centro. N o puede h ab er fo rm a en absoluto. E n conse­
cuencia, las alternativas dem uestran la convencionalidad de las
proposiciones. Pero el reconocim iento de este carácter suyo, la
negación de to d a “verdad” a qu ien in te n ta m istificarlo, estable­
ce u n m o d o de hacer coherente y form ulable la propia relación
con el m u n d o . C oherencia q u e es tal sólo si se logra trazar des­
jJINEEARITj M 149

piadadam ente sus lím ites. Estos lím ites n o llegan al fin , “a te s­
tiguan” toda proposición, el sentido de to d a palabra. E n to rn o
a estos nexos se gira. Decirlos es im posible, d e la m ism a m an era
que lo es decir el qué de los objetos.
Pero precisam ente esta actitud deviene “verdad” e n lo “m ísti­
co”. E l decir es siem pre decir-en tom o; la novela es ensayo, no
comprensión to talizan te. La palabra es, p o r lo ta n to , tam bién si­
lencio, porque trágicam ente el m u n d o h a sido teorizado c o m o to d o -
im itad o , to d o y lím ite. Sabemos ya que esto n o p o n e en lib e rta d
S ninguna u to p ía y a n in g ú n Sollen p ó stu m o — n i a n in g ú n pesi­
mismo— , p ero es el fu n d am en to (que en W ittg e n s te in y M usil,
lo m ism o que en W e b e m , es acogido con an g u stia) del p o d e r d e la
forma lógica en el proceso de racionalización. “ M a te m átic a y m ís­
tica” no p u ed en darse separadas. L o “m atem ático ” in te n c io n a a lo
“místico” y viceversa. D e esta m anera, el nihilism o d e la pu ra re ­
lación de signo es también la actividad del proceso de logicízación,
y este últim o se funda sobre aquella a c titu d nihilista. L a verd ad
de lo “ m ístico” en estas relaciones — no u n a vía de escape sin o la
'verdad de todas las alternativas y de indos los objetos q u e en ellas
se h a n m ostrado— concluye El hombre sin atributos.
E sta conclusión tien e una condición, de la cual n o p u e d e h a ­
blar: el problem a del solipsismo. L a aparente casualidad d e la p e ­
ripecia ensayística es aq u í fin alm en te in terp retad a. E l m u n d o se
retrae a la to talid ad d e los hechos experimentados. “Y o soy m i
mundo” (Tractatus , 5.63). El aparente en trelazam ien to a ccid en tal
de las “visiones” subjetivas descubre aquí su “verdad” . P e ro d e
este sujeto q u e “es un lim íte del m u n d o ” (ibid. 5.632)' n o p u e d e
haber palabra. Si es u n lím ite, n o pertenece al m u n d o . D e b ere­
mos poder in v en tar o tro lenguaje para h a b la r d e él, deb erem o s
construir una m etafísica de la subjetividad. E l solipsism o n o p u e-
3e ser dicho, porque esto im plicaría h a b la r d e u n “fu e ra d el
mundo . La v erdad del solipsismo coincide c o n su silencio, y
por lo tan to aquél conduce la sim ple relación d e significado q u e
parecía d o m in ar en el desarrollo de los “tem as” particu lares a
la claridad trágica de lo “m ístico” . Se m uestra a q u í la forma
de los diversos tem as, com o form a im plícita a su e stru c tu ra y
d m odo en q u e se reconocen. E l sujeto m etafísico n o es m ás
que u n lím ite, del cual n o puede existir denotación. D e fin ir e ste
limite excluye sin em bargo toda utopía, y efectúa, al m ism o tie m ­
po, el form alism o de la organización lingüística. E s n ih ilism o
y actividad: unió mystica ,e6 Por cierto que, com o e n W ittg e n -
66 R. Musil, E l hombre sin atributos, vol. m , tr. it., T urín, 1962, p. 102
150 LENGUAJE Y NUEVA MUSICA

stein, el m u n d o de esta unión está bloqueado p o r el lím ite del


sujeto q u e n o es. Sin em bargo, es su lenguaje, y e n éste se defi­
n e el lím ite auténtico, o m ejor, aquel lím ite todavía metafísico
se realiza. E l solipsism o concluye la alternativa nihilista, nieiz-
sch ean am en te, liq u id an d o el concepto d e sujeto: éste es la “ nue­
va” dim ensión solipsista de W ittg e n stein y M usil.. Precisamente:
la unió mystica supera su unilateialidad: el lím ite del sujeto se
m uestra com o lím ite inmanente del lenguaje — y este lím ite anun­
cia el p o d er de su form a, de su signo. Así com o es imposible
com prender el solipsism o w ittgensteiniano sin in terp retar en esta
dirección las proposiciones finales sobre lo “m ístico” , así también
la conclusión de la novela de M usil (p o rq u e de conclusión se
tra ta, o tra es im pensable) define el advenir a lo “m ístico” del
sim ple nihilism o solipsista: de la im potencia para el decir el su­
jeto m etafísico, a la teoría del silencio im plícito en toda palabra,
en el sen tid o m ism o de toda proposición.
E l “R ein o M ilenario” es la unió mystica de proposición y si­
lencio, actividad y nihilism o:67 la perfecta com prensión del lími­
te q u e form aliza en signos el lenguaje, esto constituye la verdad
d e todo tem a desarrollado, todo tem a es aquí finalm ente com­
prendido. E sto es u n a condición, no u n sím bolo, n o un Stre-
b en . Soledad e inm ovilidad plena de continuos acontecimientos.
M áxim a ap ertu ra al m u n d o y disolverse del intelecto. “ Ocurren
cosas increíbles, y todas derivan siem pre d e la m ism a base” , dice
W e b e m . E sta báse es condición d e los acontecim ientos, n o una
“idea” . A sim ism o, el m áxim o p o d er d e la proposición d e sentido no
sólo coincide con la m áxim a radicalidad d e la crítica nihilista al
“intelecto” sino tam b ién con la tragedia “ m ística” d e la formaliza-
ción d e sus lím ites. S chopenhauer reaparece en este contexto:
“E s necesario quitarse el saber y el querer, liberarse de la rea­
lid ad y del deseo de volverse a ella. C oncentrarse en sí, hasta
q u e m en te, corazón y m iem bros estén to ta lm e n te en silencio. Si
se alcanza así la suprem a abnegación, entonces fin alm en te el
afuera y el adentro se tocan, com o si hubiera una cuña que di­
vidía el m u n d o .” 68
[hay edic. en esp.]. N o "realistas” podían ser Ulrich y Agathe: desde ha­
d a mucho habían dejado de creer en cualquier concepdón "pictográfica”
del lenguaje, pero sí nihilistas y activistas, “y a veces una cosa y a veces
otra, según los casos” .
<T E l Reino es anunciado por Ulrich a la herm ana en el capítulo 15 de
la parte tercera: "debes imaginártelo como una soledad y una inmovilidad
plena de continuos acontecimientos de cristal puro” .
68 R. Musil, op. cit., vol. in, p. 96.
ITINERARIUM 151
A q u í el pesim ism o “se verifica” en solipsism o y E n ts a g u n g ■—y
la conclusiva afirm ación del silencio conquista la d im e n sió n d e la
unió mystica.
i : A lgo ocurre sin q u e n a d a ocurra.69 Las alternativas n o co n q u is­
tan nuevas dim ensiones del, ser, así com o la fo rm a liza c ió n del
lenguaje n o es u n n u ev o lenguaje. Soledad e in m o v ilid ad del R ei­
no M ilen ario m u estran la verdad del solipsism o c o n v e rtid o en
silencio de toda proposición. N ad a puede ocurrir m ás allá de
este silencio; sería traicionar su tragedia, perderse e n la “selva”
de lo sim bólico. Pero en esta tragedia ocurren cosas — es cierto
que to d o p o d ría ser tam bién de o tra m anera— ; n o e x iste o rd en
apriori. Pero en esta tragedia hay órdenes, existen y se fo rm a n
principios d e organización de nuestras palabras y n u e stro s signos,
y sus com binaciones son in-finitas; definido es, en c a m b io , su lí­
m ite. Y esta verdad aparece en lo “ m ístico” . La E n ts a g u n g sólo
tiene sen tid o e n este p u n to , m ientras que el p rin c ip io d e l silen­
cio q u e ella p lan tea se entrelaza con todo el m u n d o y lo h a c e
form ulable. U n a vez q u e esto se h a com prendido, el len g u aje
puede ser trad u cid o en los térm inos de esta visión. T o d o s u “ acon­
tecim iento” p u e d e ser traducido en los térm inos d e e s ta visión.
La novela d e b e concluirse en la idea m ism a del ensayo. “A co n ­
tecim ien to ” es el vagar del silencio en to m o a la p a la b ra , es el
colocar este lím ite en su radical inm an en cia e n to d o o b je to y en
todo n o m b re. E l sonido d om inante qu e iniciaba y volvía a
llevar “a casa” está term inado p ara siem pre. P ero , salid o s, n o
hem os e n c o n trad o aquel reino q u e el B ildungsrom an n o s p ro ­
m etiera. “E n o tra p arte” n o podem os andar. V e m ic h tu n g y for­
m alización se entrelazan sobre este m undo, según p o sib ilid a d e s y
órdenes in-finitos, com o los objetos en el limite del le n g u a je .
“ E sta n o c h e dorm irás inquieta co m o an tes d e u n la rg o pa­
seo.” 70 Pero el viaje se h a transform ado en el itinerarium. O c u ­
rre n cosas sin q u e nada ocurra. E l desarrollo te m á tic o n o “ des­
cubre” ni “in v en ta ” nuevas realidades. E l itin e ra riu m estab lece
precisam ente el d estin o del fin del “viaje”, d e la o rg an izació n
sinfónica, del B ildungsrom an. L a G eschw isterliebe c o n c lu y e re­
fo rm u lan d o el m u n d o de la novela, p rohibiendo q u e d e é s te apa­
rezcan im ágenes d e esperanza. E l ‘la rg o paseo” es e l itin e ra riu m
seguido para co m p ren d er y m ostrar lo “m ístico” . Si to d a v ía fue­
ra necesario, u n a anotación de M usil de 1932 d e m u e stra la per­
fecta analogía en tre la conclusión del Tractatus y e l itin e ra riu m
89 Ibid., p. 100.
78 Ibid., p. 52.
152 l e n g u a je y nueva m ú s ic a

d e la G eschw isteriiebe; 'l a historia d e esta novela dice qu e la


historia q u e en ella debía contarse n o es co n tad a”.71 T o d o lq
que se h a p odido decir — y por lo ta n to es, H iersein— n o “vale”.-
Q u erer d ecir lo que “ vale” sería trad u cir el lenguaje, decir nada.
L a historia q u e se debía c o n tar — y no es posible hacerlo— es
el viaje d e los “herm anos gem elos” . L o que “valía” el relato;
era poder decir el qué del a m o r en tre U lrich y A gathe, revelar,
el enigm a. P ero e n el lenguaje de la novela n o hay enigma;,
sus palabras están abrazadas p o r el silencio, pero n o hablan d£
lo indecible. L o que es dicho es el itin erariu m q u e conduce,
a la teoría d e que la “verdadera” historia, aquella por la cual
hem os “salido” , no puede ser dicha. E sta historia es verdadera­
m en te u to p ía, en su significado lateral; se m uestra solam ente
c o m o silencio en la organización y en la form a de los signos de
los cuales el en trelazam iento e n tre solipsism o y “ m ístico” h a re­
velado la irredim ible inm anencia. L a alteridad de palabra y si­
lencio deviene absoluta en el signo, es decir, n o distinguible. P or
esto, el signo m ism o n o podrá jam ás transform arse en sistema.
Soportarlo, es tragedia.
N o es posible en co n trar paralelos inm ediatos en tre la concep­
ción “filosófica” general de El hombre sin atributos y el Musil
del Tórless y del Beitrag sobre M ach .72 H em os visto ya las apo­
d as internas y el proceso de disgregación d e la doctrina machia-
n a . E n tre el Beitrag y la novela, tal com o ahora se nos presen­
ta, h ay el m ism o trayecto que lleva a W ittg e n ste in del Tractatus
a las Observaciones sobre los fundamentos de la matemática. Es
el W ittg e n ste in n o sólo del solipsismo (q u e podría tam b ién de­
ducirse m ach ian a m e n te ), sino d e lo “m ístico”. Es tam b ién él
Ü bergang que va de las suspensiones y los vacíos de M ah ler al
problem a schonbergiano de la nueva relación en tre form a y de­
sarrollo tem ático, en tre sujeto y m aterial. Es la superación de
la crítica inm ediata al m ecanicism o, característica de la Nerven-
k u n st y tam b ién p resente en el Tórless, e n la “gran form a” de
Loos y A lb an Berg. Es d problem a típicam ente w eberniano
d e la rd a c ió n proposición-silencio. El hombre sin atributos vive
enx y de este traspaso. Pero, precisam ente, la obra es tam bién
adiós de u n m u n d o , nuevam ente el m ism o de M ach y del Tor-
less. P lan tear paralelos solam ente sobre la base de la inexistenda,
en M usil, del sujeto com o “yo trascen d en tal” — de la insubsisten­
cia, p o r lo ta n to , de nexos causales; de la descripción “científica”
71 Ibid., p. 336.
72 R. Musil, Sobre las teorías de M ach (1908), tr. it., M ilán, 1973.
ITINERAR1UM 153

de “estados’’ fu n cio n alm en te relativos— es to ta lm e n te e x a cto así


como to ta lm e n te reductivo. E l a b an d o n o d e to d o p re su p u e sto
mecanicista es u n a p re-condidón del discurso de M u sil. D esd e
este p u n to de vista, parece que las críticas a M a c h c o n te n id a s
en el Beitrag son, entonces, asum idas m ás se ria m e n te , y, p o r
consiguiente, tam b ié n la eventual influencia sobre el jo v en M u -
sil, si n o de S tu m p f d irectam ente, del contexto, d e l a “ atm ó s­
fera” filosófica creada e n to m o de las Investigaciones lógicas hus-
serlianas.78
E n su crítica, M usil n o considera el m érito d e lo s resu ltad o s
empíricos de las investigaciones d e M ach , n i d e su im p o rta n c ia
para los desarrollos sucesivos de la física. P ero sería u n e rro r
creer p o r ello q u e su crítica sea reticente, o q u e to m e so lam en ­
t e aspectos periféricos del m achism o, m ientras se le e scap an sus
elementos esenciales. E n realidad, la form ulación q u e M u sil d a
a su crítica to m a precisam ente el lím ite gnoseológico-epistem oló-
|ic o d e fo n d o de M ach . Y éste es precisam ente e l te rre n o d e l
Beitrag, n o el d e la organización en concreto del d isc u rso d e la
física. M usil cap ta el lím ite dogm ático de M a ch , lím ite q u e vuel­
ve contradictoria la “refundación” de la m ecánica c lá sica y q u e
determ inará su po sterio r superación. E ste lím ite reside e n el h e ­
cho d e q u e M a c h no som ete a crítica su p ro p io le n g u a je . P e ro
no p u e d e d arse crítica efectiva del discurso m e ta físic o si n o
m som etido a crítica el lenguaje. Seguirá h a b ie n d o sie m p re , e n ­
tonces, u n “ resto ” dogm ático, asum ido com o d a to , sic e t ú m -
pliciter. La fo rm u lació n de la crítica de M a ch es p o r eso inm a­
nente al len g u aje d e M ach. D icha crítica d escu b re to d o s sus
residuos m etafísicos, los conceptos todavía “ideales” , las p ro p o ­
siciones sin se n tid o unívoco: y “si tú quitas a n u e s tra vida lo
unívoco, no q u ed a m ás q u e una pecera sin peces” .7374 P u e d e a fir­
marse q u e esta crítica es “introductoria”, pero n o p o r e so p u e d e
considerársela m enos radical. E n M ach “se h ab la d e u n a necesi­
dad ‘sen tid a’, d e ‘expectativas’ intensas, dictadas p o r él h á b ito , d e
las cuales no se po d ría ‘prescindir’ ”,75 se h a b la d e “ sorp resas” ,
etc. ¿C uál es el sen tid o de estas afirm aciones? La “n a v a ja w it-
tgensteiniana” aparece aquí, nuevam ente, p ro fu n d a m e n te c o n ta ­
minada de psicologism o. T am poco aquí hem os lle g a d o a c a p ta r
el sen tid o de la demostración, que es el fu n d a m e n to d e l discurso

73 A diferencia de cuanto afirma M. M ontinari en su “N o ta in troductiva”


_ :a R, M usil, op. cit., pp. xt-xn.
74 R. Musil, E l hombre sin atributos, ed. cit., vol. i i , p. 121.
73 R . Musil, Sobre las teorías de Mach, ed. cit., p. 76.
154 LEN G U A JE Y NUEVA MÚSICA

mismo de la física: la demostración sobre la forma, la coherencia


y la posibilidad de utilización del propio lenguaje. Repitámoslo;
esta crítica capta una carencia de fondo. Sin esta demostración
epistemológicamente condicionante, el discurso resulta necesaria­
m ente equívoco y, a saber, a punto de revertirse siempre, a pesar-
suyo, en relativismo. Estos límites y esta crítica del machismo
estaban profundamente presentes, en las Investigaciones lógicas.
Pero Musil aparece interesado en un desarrollo suyo original
(y en este punto se ubica la recíproca desconfianza entre él y
Stumpf): no en el sentido de la forma lógica pura y de su ver-
dad, sino en el de la sintaxis lógica del lenguaje. Ya el Beítrag
expresa, en este aspecto, la misma dirección que el pensamiento
wittgensteiniano. Mientras esta sintaxis no sea claramente defi­
nida, la contradicción entre reducción psicológica y procesos idea­
lizantes resultará inevitable. M ach plantea un conflicto “de prin­
cipio'' entre necesidad “ideal”, que deriva de las conexiones e
interdependencia de los conceptos entre sí, y objeto dado. Esta
diferencia “absoluta” hace insoluble el problema de la relacióii
entre forma lógica y mundo.76 Solamente el análisis correcto
de la sintaxis del lenguaje que usamos puede definir el ámbi­
to convencional de nuestras “representaciones”, no en términos
“ideales” sino auténticamente funcionales: como un proceso qué
no se “sintetiza” con el mundo, que no capta en él necesidades
o leyes objetivas, sino que lo vuelve formulable y usable. Musil*
n o resuelve, por cierto, la contradicción de Mach, pero su critica
pone en claro la insostenibilidad epistemológica de una doctrina
“ingenua” del significado, como es precisamente la machiana. El
Beítrag es una verificación interna, un análisis sobre la coheren­
cia interna del lenguaje machiano. La falta de coherencia en los
fundamentos dél sistema es vista específicamente: esta verifica­
ción concluye negativamente. Y sólo esta conclusión negativa
hace comprensible la futura novela. Todo lo que de Nietzsche
hay en esta crítica es algo inmediatamente evidente para cual­
quiera que lea los Tagebücher.
Nietzsche está en esta crítica a Mach, así como en la supera­
ción por parte de Musil de todo Nervenkunst. Es Rilke, en un
estupendo ensayo de 1927, la “figura” de esta superación,77 quien
dice “adiós” a la “lírica” moderna: el poeta de los dos LÁedet
op. 8 de W ebem . Hiersein: pero su sentido es él de nuestros
76 Ibid., P . 84.
77 R. Musil, “Rede zur Rilke-Feier”, Berlín, 16 d e enero de 1927, en Tage­
bücher, Aphorismen, Essays und Reden, Haníburgo, 1955, pp. 885 y ss.
ri'IN ERA RIU M 155

signos. Los nombres de las cosas son “retratos” . Se m uestran en


el silencio-nada, en la autonom ía más perfecta de la forma-signo,
es decir, en el máximo de la anti-expresividad, en la ausencia
más radical de toda utopía semántica. - Entonces, el Angel de
las D uinesas anuncia lo “místico” : el mundo-todo-limitado, la
miseria de este lenguaje que ha formalizado sus mismos límites,
el silencio que lo abraza y en el cual se m uestran los nombres
de las cosas. La muerte de la “lírica” significa q u e d enigma
está aclarado porque es indecible la pregunta: precisam ente este
tipo de Aufklárung es la tragedia que niega la actitu d lírica.78
Pero esta poesía tiene un motivo lírico. N unca presenta y dice,
por eso, una relación semántica inmediata, de síntesis o de Ein-
fühlung: las cosas que aparecen son, en realidad, el “inconce­
bible” Dasein de sus representaciones, de sus relaciones, de su
devenir, de su form a. E n este sentido, sujeto y objeto desapa­
recen. El sujeto de la “lírica”, la última encamación im potente
del yo trascendental, desaparece. En el nombre, la form a de. las
relaciones objetivas es la forma de su representación. Pero esto
implica, asimismo, que la cosa en cuanto tal se retraiga para siem­
pre, que cualquier imagen de dominio sobre ella sea impedida.
.La expresividad formal, el Streben formal del N ervenkunst no
es más que la tentativa extrema por parte del Solí en ético de
superar esta condición. Pero el hecho de no poder realizar esta
tentativa salvo a través de un Sallen reducido a térm inos “esté­
ticos”, hace del Nervenkunst un Übergangskunst p o r excelencia.
Con este Rilke de Musil se ha completado la travesía.

7S Y Kafka: “ ¿Por qué es insensato preguntar? L am entarse significa hacer


preguntas y esperar la respuesta. Las preguntas, sin em bargo, que n o responden
a sí mismas al nacer, no encuentran jamás respuesta. N o hay distancias a su­
perar. Es absurdo por consiguiente preguntar y esperar” (D iarios, 28 de sep­
tiembre de 1915). “De una respuesta que no se puede form ular n o puede
formularse ni siquiera la pregunta” ( Tractatus, 6.5).
4. SPRACHLICHES. ASPECTO DEL “LENGUAJE VIENES”
E N LA ÉPOCA D E LA FIN IS AUSTRIAE

1. GEORGE, N O GEORGE-KREIS

El momento de la Ubergangskunst está signado en Schonberg


por la presencia de George: sustraerla del mito tardío de su Kreis¿
tratar de definir el Buch der hangenden Garten a partir del ci­
clo schónbergiano, op. 15, es fundamental para comprender la
dirección del proceso que estamos reconstruyendo aquí. ;;
La dimensión trágica de la poesía georgiana está como dete­
nida, congelada. Una rigurosa disciplina formal impide que es­
talle el anterior orden compositivo. Todas las precedentes con?
figuraciones temáticas, todo átomo de fuerza y de tensión del
precedente orden poético —todo es aquilatado, afinado, recoin-,
puesto. Este mismo desesperado trabajo sobre el material (durch-
arbeiten) termina por negar toda “naturalidad” al orden de la
composición. La “recomposición” armónica final aleja o remue­
ve el resultado trágico, pero su fundamento aparece ya solamen­
te técnico-formal.
Es esta “recomposición” la que Schonberg impide en su Geor?
ge. Dentro de la rigurosa medida de la métrica georgiana, se
suceden ritmos independientes del pensamiento temático funda­
mental, se produce un conflicto entre precisa disposición métrica
aparente y variación permanente de las voces.
Es esta contradicción, finalmente aclarada, la que libera dd
ordo tonal y aproxima al concepto de composición: Organismus
y Spaltung, Ur-pflanze. Composición no puede ser, como en
George, recomposición: puede producirse solamente a través de
la tragedia de la contradicción, plenamente reconocida y plena­
m ente asumida en el trabajo poético. Es esto lo que Strauss no
podía entender. ¿Los George-Lieder? “Klang und Stimmung. So­
lamente de esto se trata, exactamente lo opuesto de lo sinfóni­
co, ninguna arquitectura, ninguna estructura.” 1 Nada sinfónico,
precisamente: ninguna posibilidad de síntesis, de universalidad, de
“visión del mundo” musical.
George no podía recorrer hasta el fondo esta renuncia, y sin
embargo la indicaba claramente. Era a través de su estética que
1 Cit. en H . H. Stuckenschmidt, op. cit., p. 110.
[156]
GEORGE, NO GEORGE-KKE1S 157

Schonberg había roto con las del pasado.2 George indica la ne­
cesidad de la ruptura de la organización compositiva “tonal” ,
precisamente a través de las contradicciones y aportas ocultas de
su' obra. El extraordinario afinamiento, la desesperada tensión con
que George conduce los instrumentos compositivos tradicionales,
son símbolo evidente de su crisis. Es esta crisis la q u e Schon-
berg hace explícita en su “musikalisches Denkmal” a George. Y
que tiene otro aspecto fundamental, profetizado p o r George: la
nueva relación música-texto (de la que nos ocuparemos en bre­
ve a propósito del ensayo schónbergiano de 1912). E l problema
«de la forma compositiva asume ya en George u n peso preponde­
rante respecto del valor semántico de las palabras. Lo q u e Schon-
berg dice en 1912 respecto de su obra es válido tam bién para
la de George (para el “texto” georgiano): “el arte dice más que
las palabras” .3 Lo que todavía no puede comprenderse es cómo
esta afirmación no nace del contexto de las poéticas del a rt pour
l’art, sino, por el contrario, de la disolución intem a y d e la crisis
de éstas. Según Schonberg, es decisiva en George la negación
objetiva del art pour l’art, el pensamiento negativo q u e sobre
dicha negación se expresa.
. La abstracción de la relación semántica que el “a rt pour kart”
impone está caracterizada por una aporía epistemológica de fon­
do, que no es tocada en absoluto por los elementos típicos de
la crítica historicista, llevada a cabo bajo el símbolo goethiano,
a la cual ni siquiera Simmel es inmune: la falta d e totalidad
en el concepto de la “autonomía” artística, la “miseria” de la
menguada síntesis entre forma y vida.4 El lím ite epistemológico
radical del concepto de “art pour l’art” está, en cambio, en el
hecho de que el proceso de abstracción de la relación objetiva
de representación se realiza en el medio mismo de representación.
El medio de representación es abstraído de la relación de repre­
sentación. Se hace así necesaria la búsqueda de un “qué” interior
de la representación. El concepto de “art pour l’art” se entrelaza
inextricablemente con el problema de la representación de las
relaciones “sentimentales” inferiores: formas de naturalism o del
sentimiento constituyen su constante alter ego.5 El lenguaje es
2 C f. Am óld Schonberg Gedenkausstellung 1974, Catálogo d e la muestra,
Viena, 1974, p. 201.
1 3 C it. en H. H . Stuckenschmidt, op. cit., p. 110.
* G . Simmel, L ’art pour Varí (1914), tr. it., en Saggi di estética, cit.; para
la relación con G oethe, cf. mi Introducción.
5 G . Simmel, Sobre el problem a del naturalism o, tr. it., en S ag g i d i estética,
át., pp. 101 y ss.
158 ASPECTO DEL “ LEN G U A JE VIEIvÉS”

constreñido en una relación de representación distinta, pero no


se trastorna la lógica de ningún modo. La abstracción de la re­
lación inmediatamente semántica absolutiza los medios expresi­
vos de aquella relación misma. Pero, en cuanto tales, esos me­
dios reafirman su lógica. Imposibilitados para reproducir la pa­
sada relación de representación, aluden-simbolizan a un nuevo
“significado” : la definición de la autonomía espiritual, el drama
de sus límites. Este resultado multiplica las aporías del “art pour
l’art”. El medio de representación no puede satisfacer a este
resultado. Profundamente marcado por sus orígenes naturalistas,
no logran, ni siquiera en el máximo de la tensión, expresar este
nuevo “significado” suyo. Por otra parte, gravar el medio ex­
presivo con toda la carga alusiva y simbólica implícita en el Sollen
que le ha sido asignado, implica abandonar radicalmente cual­
quier hipótesis de refundación de la relación de representación^
Aquel máximo de tensión está siempre a punto de resolverse y
disolverse en mero Nervenkunst —este Sollen en silencio o en
“demostración” de la propia inefabilidad. Por esto el concepto
nietzscheano de “decadencia” incluye el concepto de “art pour
l’art” : este último desemboca necesariamente en una actitud pa­
siva de resignación. A l final dél art pour Fort está el descubri­
miento de la imposibilidad de la relación semántica “ingenua”
y, asimismo, de la completa inefectualidad de la relación “inte­
rior” de representación. Esto determina el entrelazamiento re­
currente e insoluble entre nostalgias naturalistas, negaciones in­
mediatas de la relación naturalista, tensiones simbólico-alusivas
en el límite del silencio, actitudes desesperadas de resignación.
Más específicamente, esto explica el entrelazamiento entre la per­
sistencia d e un “uso” directamente semántico del medio de re­
presentación, su laceración interna hasta las tensiones “jeroglífi­
cas” extremas del Nervenkunst y, de nuevo, el desleírse de estas
últimas en “ornato” : en simple medio de representación, cuya for­
ma, cuya sintaxis, deben todavía y siempre ser encontradas.6 El
Nervenkunst se origina, precisamente, en el Streben, en el inten­
to in-finito, por parte del medio de representación “absolutiza-
do”, de reproducir una relación de significado y de valor. En
realidad, el fin supremo del “art pour l’art” consistiría precisa-

6 Está claro que el concepto de “ornato” no puede ser confundido con el


uso que de él hace Riegl en su Historia del “arte ornamental” , donde está
en el origen del W ollen artístico y su aspecto técnico-semperiano está totalmen­
te subsumido. No por casualidad StUfragen (1893) comienza con una polémi­
ca explícita contra Semper.
GEORGE, NO GEORGE-KREIS 159

mente en aquella representación de la totalidad de form a y vida,


cuya carencia le reprochaba el idealismo historicista. El único
rasgo “efectual” del concepto de “art pour T art” n o es, por el
contrario, más que la demostración de la absoluta idealidad de
ese fin, no reside sino en el constante prohibirse imágenes d e di­
cha síntesis. Pero esta prohibición es lo “negativo inm ediato” de
la relación naturalista de representación. El. proceso m ediante
el cual este negativo se pone en la forma del lenguaje, define
los límites de éste, se hace técnica y signo y solam ente a sí (sola­
mente incluido en este silencio) transforma el m aterial de las
representaciones; este proceso es tan extraño al “a rt pour l ’art”
considerado en sí y para sí, cuanto que constituye su resultado
obligado.
Este pasaje; este proceso de disolución y efectuación conjunta
del concepto de “art pour l’art”, es captado por Simmel con ex­
trema claridad en su ensayo sobre George de comienzos de si­
glo.7 La idea de un m undo en sí del sentimiento, alcanzable de
cualquier modo por la representación —o, como quiera que sea,
que la forma artística debe alcanzar— queda disuelta.' D ecir el
sentimiento, construir de él un lenguaje objetivo, es u n no-sentido
lógicamente y, philosophish, deber in-finito. Tender-lacerar la
forma lingüística hacia un mundo del sentimiento en sí expre-
sable, irrealiza esta forma —representa nada. N o existe ya pro­
blema de la relación entre materia y forma, entre u n m undo en
sí del sentimiento (o del objeto) y una forma de la represen­
tación. La materia del sentimiento ha dejado de “resistir” .8 Se
presenta ya enteramente penetrada y transformada en la repre­
sentación. La representación es esta materia. La molesta búsque­
da de la forma conclusa no tiene ya ningún valor sintético: no
expresa más que el reducirse radical de la “materia” del sen­
timiento, de toda tensión alusivo-simbólica, de todo deber, a la
,dimensión form al de la representación. Ú nicam ente en esta di-
mensión aquella “materia” puede mostrarse. Precisam ente la
perfección formal es el perfecto formalismo de la representación,
' está fundada en la conciencia de la absoluta distancia entre forma
y representación objetiva.
Si esta distancia no fuera afirmada casi como apriori, entonces
la búsqueda del “significado” o del “valor” de la representa­
ción, la idea de la síntesis, serían inevitables. En resum en: la
7 G . Simmel, "Stefan George. Eine kunstphilosophische Studie” (1 9 0 1 ), en
Zur Philosophie der Kunst, Postdam, 1922.
« Ibid., pp. 32-33.
160 ASPECTO DEL "L E N G U A JE VIENES”

materia del sentimiento se expresa solamente en cuanto trans­


formada. Propiamente, ella no es; lo que es, es sólo su forma.
El término representación está descaminado, puesto que envía
a un “qué”. Pero esta reducción al “en sí” es imposible, es in­
finita. Lo que verdaderamente ex-siste, y es por eso dicho, es
solamente en cuanto forma. Entonces, se da solamente el pro­
ceso de transformación: las relaciones, las combinaciones, los “to­
nos” del proceso de transformación. Aquí, en estos límites, se da
todo: este todo-limitado. La representación auténtica del senti­
miento ■ —poderlo decir como un objeto— es perspectiva utópi­
ca, fuera de toda posibilidad del lenguaje. Todo el sentimiento
decible —también él— no es más que esta forma-transforma­
ción. O se muestra aquí, o es nada. La dialéctica de esta “com­
posición” será decisiva para todos los futuros desarrollos de la
Kultur contemporánea.
La pérdida de la relación semántica acompaña en todo instan­
te a esta relación de transformación. La “resignación” respecto
de toda posibilidad de decir “él ser viviente” 9 es d fundamen­
to de aquella distancia del material que permite su transforma­
ción. No se trata de la renuncia del nicht-haben o del nicht-
wollen. Decir “auténticamente” el material es utopía que extir­
pa toda forma d d lenguaje, que haría no formidable al mundo.
El material no es más que su transformación en la representa'
ción. N o existen garantías esquemáticas en esta relación. No se
da más material que el transformado. El pasaje de la transfon
mación a un “en sí” originario no es siquiera formulable. Se
trata solamente de ver si esta forma-transformación muestra 1a
pérdida de la relación semántica, la mera utopieidad de un len­
guaje del “en sí”, su silencio. O si d ía es, en cambio, solamen­
te “ornato” .10 .
9 “A]]e Kunst hat gegenüber dem lebendigen Dasein ihres Gegenstande:
einen Zug von Resignation” [“T odo arte tiene frente a la existencia viva de so
objeto un toque de resignación”] (ibid., p. 32). Y pocos años después Lukács,
en L a nueva soledad y su linca. Stefan George, "figura” de D ie Seele un die
Form en, ponía en evidencia, exactamente sobre la huella de Simimel, la im­
pasibilidad, la soledad y la resignación de la lírica de George. O tra figura de
gran relieve en la cultura alemana de entonces media la relación entre Simmel
y Lukács (mejor dicho, de Lukács con Sim m el): Paul Emst, a quien está
dedicado, como es sabido, el ensayo con que concluye EZ alma y las formas.
E m st estaba muy vinculado con Simmel. Puede decirse que descubrieron jun­
tos, entre otros, Abstraktion und Einfühlung, de W orringer, que será editado
en 1908, gracias precisamente a la atención que E m st le dedicó, en Munich,
por Piper, ¡editor del Blauer Reiter!
10 Es precisamente dentro de esta problemática de la transformación que
GEORGE, NO GEORGE-KREIS 161
: Al no haber ya representación del material, la forma se cons­
truye sobre una diferencia radical. Lar forma demuestra n o po­
der en absoluto valer como expresión-representación objetiva. So­
bre la base de esta distancia no integra en sí, no com prende el
material, pero, precisamente, lo hace formulable. La form a se
limita a demostrar que solamente esto es decible, que la tran s­
formación ocurrida es todo. Ninguna ilusión semántica, ninguna
síntesis con el en sí, ninguna transformación en el sentido de
transformar una cosa de la cual se poseía el “centro” . T rans­
formación significa transponer en los límites de la form a lingüís­
tica toda “materia”, reducirla a su elemento “decible”. La resig­
nación pasiva del “art pour l'art” es así superada, el proceso de
transformación coloca un dominio efectual sobre la “m ateria”
del sentimiento: formulada, ella deviene elemento del “juego”
lingüístico, un elemento de la “iniciativa” de las palabras.11 Pero
este dominio no puede disociarse del proceso de Entsagung que
jdantea la distancia radical entre la representación y el "qué”, la
utopicidad de la relación semántica, la irrepresentabilidad d e la
idea. El concepto de transformación de la “materia” del senti­
miento realiza lo “negativo” de la Entsagung.
Éste es, por lo tanto, el George que redescubrimos en los quin­
ce Lieder schonbergianos de 1908 y, después, en el op. S y el
op. 4 de W ebern. Übergangsdichter lo mismo que Simmel es
Übergangsphilosoph,12 Una lectura de George absolutam ente ale­
jada de los parámetros historicista-goethianos, así como de los
"art pour l'art”; alejada del registro de la “decadencia”, así com o
de aquellos reaccionarios posteriores tipo “Nietzsche-Archiv” (y
la crítica al George “decadente” es cabalmente crítica a la ima-
Riegl traza la historia del “ ornato” . P o r eso, en esta historia se analiza una
Condición global del quehacer artístico: la liquidación dé las distinciones idea-
üstas entre “ menor7’ y “mayor” es a condición y explicación de este enfoque.
¡Ésto no impide en absoluto que en Riegl persistan todavía evidentes influen-
p s historidstas-teleológicas.)
11 Dejar la iniciativa a las palabras era el "programa” de M allarm é.
12 Es Lukács quien, en un ensayo de 1918 sobre Simmel, ahora en V arios
atores, Buch des Datikes an G . Sim m el, Berlín, 1958, lo define Übergangs-
¡philosoph. Diez años antes Lukács había com puesto su ensayo y a citado sobre
George, en el cual había una preciosa intuición acerca de la relación é n t r e l a
Inca de George y la “ nueva música” . La nueva lírica “produce p o r sí la
®ppia música”, hace superfluo el “acom pañam iento” , es decir: n o tien d e ya
j f s é r “completada’, a llegar a ser m om entos de síntesis con otros lenguajes,
p: como ya no hay más texto para Lied, así tampoco hay ya palabras para
¡fídrama wagneriano. Cf. E l alma y las form as, Barcelona, G rijalbo, 1975, p p .
162 ASP 1ÍCTO DEL “ L EN G U A JE ViKNÉS”

gen “Nietzsche-Archiv” de George, imagen todavía generalmen­


te aceptada). Aquí la materia del sentimiento no tiene ya “es­
pacio utópico” propio, está congelado en la dimensión de la faj­
ina lingüística. Cuanto más ésta es perfecta, tanto más dicho
espacio es congelante. Todo desarrollo, todo movimiento, toda
articulación, son aquí despiadadamente comprendidos. La prohü
bidón de “imágenes sintéticas” es radical: la forma “perfecta^
absolutiza la distancia que la separa del “qué” de la represeiir
tación. La a-temporalidad a que tiende la composición muestra
esta relación. La norma más severa, que es también la libertad
suprema, de la cual George habla antes que Schonberg y como
Schonberg,13 concierne a este proceso de transformación de] ma­
terial. Ese proceso libera de la “ utopía” del en sí, al tiempo que
constriñe en los límites insuperables del lenguaje, en las normas
que lo constituyen. Estas “normas” no son las tonales tradiciona­
les. La búsqueda ascética de la superación de toda sonoridad •tra­
dicional domina en George lo mismo que en toda la primera fase
de la obra, schonbergiana. También allí donde el alejarse de la
norma tradicional no conduce a una forma nueva, el alejanhéli­
to inalcanzable que subintra rechaza toda consolación semánti­
ca. La resignación es perfecta. Y solamente sobre la Entsagung
perfecta puede definirse la norma de aquella distancia, de aqué­
lla diferencia radical, que coloca toda “materia” como formu-
lable, permitiendo así su transformación. E fectuál es nuestra pa­
labra, mientras sepa mostrar la infinita carga de silencio que la
acompaña, y no el “aura” de sus valores, de sus tiempos perdi­
dos, o de sus utopías.
A sí trata George el material del Nervenkunst, por ejemplo en
Das Jahr der Seele-, el material es ya, justamente, sólo el material
del proceso de transformación, lo que dice es solamente la com­
posición. Las tensiones cromático-naturalistas del Nervenkunst se
vuelven rígidas ya en Teppich des Lebens. Éste es el George
que Simmel interpreta. Las posteriores tentativas de dar estruc­
tura “clásica” a esta ascesis del Nervenkunst derivan por cierto
de la problemática de las obras citadas, pero no son directamen­
te reductibles a ella. E l conflicto con los principios del “art pour
l’art”, así como con los del Nervenkunst, se presentaba objetiva-
m ente ambiguo. Lo “clásico” constituía su pasaje obligado. Rílke
lo andaba recorriendo, “peregrino” en París, para “vivir a Rodin”.

13 Cit. en T . W . Adorno, “A. Schonberg” , en Prismén, tr. it., T uiín, 1972


p. 159.
C.KOPC.F, NO GEORGE-KREIS 163
V tam bién Simmel seguía, philosophisch, sus improntas,14 Pero
la forma en que terminaba ese ítincrarium no era lo "bello’' de la
relación semántica felizmente resuelta; antes bien, estaba tan
lejana de ella como de las nostalgias y utopias del Nervenkunst.
Era la forma que comprende su inalcanzable lejanía, que por eso
determina y delimita su propia autonom ía, que da forma a la pro­
pia separación y silencio. Esta dirección se advierte ya en el "pa­
saje” de Das ]ahr der Seele a Teppich des Lebens, si bien sólo
se desarrolla plenam ente en el Rilke después de Rodin —y por
eso tam bién después del análisis simmeliano de Gcorge.
E n este mismo contexto histórico-cultural se estaban agotando
rápidamente los ideales wagnerianos. Ya el “ teatro" rígidamente
esotérico del George-Kreis representa lo opuesto de Bayreuth. El
vate no posee ningún Volkgeist que pueda afirmar. La ascesis
de las tonalidades tradicionales, la síntesis de herm etism o y cla­
sicismo que aquí se intenta, excluyen toda comprensibilidad
fundada en la relación semántica. La comprensibilidad de lo
"bello" en el George-Kreis reside en si misma: la form a no es
"medio" de nada. La idea del “art pour l’art" ya era en sí opues­
ta a la música wagneriana, pero todavía n o había realizado a
fondo la "crítica" del propio lenguaje. Había detenido el proce­
so de ascesis en los medios de la representación. Esta "crítica”
es tarea y función del Nervenkunst, surge radicalm ente de la
Kultur wagneriana, precisamente allí donde parece, en cambio,
afirmar su continuidad, hacerse su heredera. Sobre la M athilden-
hóhe de D arm stadt, Behrens y Olbrich se oponen conscientemen­
te al Gcsamt-kunstwcrk wagneriano. Ninguna nueva “totalidad”
puede producirse. La “colonia" es colonia de artistas separados.
Es un conjunto de artes, definidos sobre la base de lenguajes
precisos. T odo arte es “autónom o” : debe expresarse puramente.
Sobre la M athildenhóhc pueden habitar sólo “artes” que se reco­
nozcan en su autonomía y pureza, inclusive allí donde producen
juntos una obra. Según estos criterios, Behrens hizo representar,
en 1901, Lebensmcsse de Dehm el. ¡Ninguna “confusión" dramá­
tica bayreuthiana! Un Gcsam tkunsttferk es concebible solamente
corno armonías de obras puras, liberadas de toda consonantia na­
turalista, de toda analogía sentimental exterior: música y drama,
drama y pintura y arquitectura, no música dramática o arquitectu­
ra musical. El “ mito” de D arm stadt se opone al de Bayreuth, así
como el mito de la síntesis universal de los lenguajes se opone
G. Siminel, “Erimierung an Rodin”, en Britcke und Títr, Stuttgait,
1957:
164 ASPECTO DEL "LENGUAJE YJENÍS”

al de la pureza y autonom ía de los signos lingüísticos, Es enor­


m e la "carga ideológica" que esta aparición del Zeíchcn celia
todavía sobre D arm stadt: aquél está lleno de significados y va­
lores. Pero el resultado "clásico" que esta ambigüedad hace po­
sible no puede separarse de la otra, y opuesta, conclusión: el
análisis de la forma en su movimiento, en sus medios puros de
expresión, en sus relaciones absolutam ente a-semánticas. Desde
este punte de vista, existe una profunda continuidad entre el dis­
curso de Behrens de 3901 y el de Kandinsky en Über Rühnen-
komposition, que aparece en 1912 en el Almanaque del Bluuer
Reiter junto a la "composición escénica” Dcr Gelbe Klang: sin
tesis escénica.de relaciones cromáticas puras, danza absoluta de
líneas y colores; "trascendente” no hay: todo lo que con esfe
lenguaje era decible, ha sido dicho.18
La absoluta distancia respecto del "ser viviente”, filtrada a
través de la tensión del Nervenkunst, la nostalgia semántica de
su puro signo, define así el propio lenguaje y formaliza sus lími­
tes. Aquí se realiza su poder, aquí esa distancia se hace efectúa!.
Schopenhauer (el Schopenhauer anti-wagneriano que ya hemos
conocido) es todavía el signo bajo el cual ocurre este proceso.1*
La música en él expresa esta líberación-ascesis respecto del con­
tenido. La liberación es ascesis: la norma más severa es la má­
xima libertad. E n la música falta todo contenido inmediatamen­
te reconocible. La música no debe suscitar imágenes, efectos
materiales, pensam ientos sobre objetos particulares. Su lenguaje
no es com prendido por la razón. La razón nom bra, designa,
connota. El “significado” de la música es la composición mu­
sical misma, su form a puram ente musical. Esta forma es un
organismo completo y perfecto: como tal, es desenvuelta, articu­
lada, hecha coherente y comprensible, no dirigiéndose a signifi­
cados que le son extraños. La poesía de George es enrarecida
por el "sonido”; los contenidos de los Lieder de Schubert, su
contenido verdadero, es el lenguaje musical que los expresa. Este
lenguaje no "hace las veces” , no representa. El apriori de la re­
lación semántica de representación está anclado a la lógica de!
sujeto y de la sustancia, así como, en lo opuesto, este lenguaje
15 Para el texto de Kandinsky, cf. W . Kandinsky, T uííi gíi scritti, vol. I,
Milán, 1974, Las investigaciones a que estos experimentos dieron lugar fue­
ron proseguidas en la Buuhaus, sobre todo por O. Schlemmer. Cf. H. M.
Wingler, Bauhaus, Mitán, 1972. También F, Busoni, op. cit., había ha­
blado de los colores de los sonidos.
18 A. Schonberg, “Das Verhíiltnis zuñí Text”, en Der Reiier,
Munich, 1912.
GEORCE, NO CEORCE-KRFIS 165
so funda sobre el “pensam iento negativo” que ha liquidado “la
fe en la omnipotencia del intelecto y de la conciencia”.17 Sin
embargo, este proceso es contrario a todo “irracional ísmo” . Irra­
cional es la creencia en la relación de reflexión su jeto-objeto,
irracional es el tender in-finito a la utopía de la-síntesis. Este
lenguaje sin contenido exterior ha transform ado y racionalizado,
en cambio, todo elem ento de su material lingüístico (ha redu­
cido, radicalizando la propia Entsagung, todo decible a esta trans­
formación del m aterial), y ha obtenido así pleno poder sobre el
m undo formulable, sobre el m undo todo-limitado. Este progra­
ma de una música absolutam ente “anti-expresiva” se realizaba
en aquel mismo año en el Vierrot Lunaire. Ninguna “señal”
recorría ya la distancia insuperable entre forma musical pura y
“texto” . Pero precisamente esta distancia, perfectam ente restitui­
da, permitía al signo alcanzar el máximo de su fuerza, de su ex­
pansión, de la riqueza de sus articulaciones y relaciones. E l ma­
terial lingüístico devenía así cabalmente usable. El colmo de la

. 17 A . Sch&nberg, op. cit.; seguimos la traducción italiana en L . Rognoni,


Espressiotmmo e dodecafonia, T u iín , 1954, p. 241. ¿Y para qué entonces
el texto? ¿De qué dependía la necesidad de la palabra en las composiciones
de aquellos años? ¿Se trata de un residuo romántico? Schonberg responde­
rá retrospectivamente a estos interrogantes en la conversación ya citada en
la Radio de Berlín con Strobel y Preussner: “ es tal vez por esto que nos
liemos sentido fuertemente impelidos hacía la música con un texto (para
juperar la expresión aforística que el fragmento estaba asumiendo, al no te­
ner ya a nuestra disposición la cadcnza), dado que el texto es muy ade­
cuado para determinar la articulación formal de un fragmento. £1 carácter
según parece tan “expresivo” de estos fragmentos no depende por lo tanto
de ideas románticas sino, presuntamente, de la aspiración a articular una
forma’' (al presente en A. Schonberg, Analisi e practica musicale, Turín,
1974, p. 135), E n el citado Tagebuch berlinés de 1912 hay anotaciones
fundamentales para la comprensión de la “cuestión del texto” : “ la música
es maravillosa porque puede decirse todo, de suerte que el que sabe lo
entiende todo y sin embargo no se divulgan los secretos que ni uno mis­
mo siquiera asume. Pero el título habla. Por lo demás, lo que habia
que decir, la música lo ha dicho” . Es hasta demasiado evidente k afi­
nidad que vincula esta última proposición & las “ tres palabras” del 'lem a”
del Tnrctdtus, a la explicación wittgenstciniana de la poesía de Uliland, que
ya hc-mos analizado. En polémica con la VVinternitz a propósito de los
Ceorge-Liedcr, Schonberg insiste nuevamente en los mismos conceptos: la
Wiütemitz canta “vid zu dramatisch (etwas ordinar), alies aus dem W ort
gestaltend, statt aus der Musik” (“demasiado dramáticamente (algo OTdina-
tia), conformándolo todo desde la palabra, y no desde la música” ]. Luigi
Nono ha dedicado un bellísimo ensayo al problema, schónbergiano por ex­
celencia, de k relación Música-Texto, “ Text-Musik-Gesaug” , en J. StenzJ
(iomp.), Luigi Nono. Texfe, Sthcfien zu scíner Musik, Zurich, 1975.
166 ASPECTO DEL "L E N G U A JE VIENÉ s ”

E n tsag u n g hace usable todo el m aterial lingüístico, superando


to d o procedim iento reductivo-intelectual. Dienstbar machen. Y
sólo en este lenguaje com prendem os y decim os el m undo. Por
eso la len g u a es “m adre del pensam iento” :18 hacer usable todo
el m aterial lingüístico significa hacer form ulable u n m undo.
D e esta m anera las persistentes “p rofundidades evocativas”
georgianas se superaban en la com prensibilidad de la composi­
ción. D e esta m anera la “tonalidad suspensa” del Nervenkunst
es q u ita d a e n la perfección de la construcción form al. Su orga­
n ism o corresponde a relaciones num érico-m atem áticas, a necesi­
dades determ inadas. T o d a Stim m ung es transform ada en estas
relaciones, e n el sentido literal de que c a m b ia d e form a: no más
“significado” , aparte d e aquel q u e en tales relaciones se mues­
tra. L a palab ra corresponde exclusivam ente a la form a qu e esas
relaciones producen. L a búsqueda “en la niebla” por parte de
las “alm as” 19 que h a b ía n escuchado la superación del naturalis­
m o, a n u n c ia d o desde 1891 p o r H . B ahr, llega a q u í al mundo
escabroso, nietzscheano, del cam ino a través de las puras rela­
ciones form ales, la inm anencia d e la convención, la norm a de la
relación num érico-m atem ática. E l m u n d o supersensible-fantásti-
co al q u e parecía ten d e r el N ervenkunst se revela com o m undo
d e la estru ctu ra form al del lenguaje y d e la transform ación en
sus lím ites d e todo m aterial. E ste proceso es peripecia trágica:
del L eitm o tiv wagneriano (q u e K andinsky in terp reta exactamen­
te com o Schonberg) a las aportas d d im presionism o, a la bús­
q u ed a d el N ervenkunst. Solam ente con Schonberg la renuncia
al m u n d o tradicional de lo "bello’ es radical. Solam ente con la
Harmonielehre se afirm a qu e el co n ten id o auténtico de la obra
es la expansión m áxim a de la com prensión y del uso del ma­
terial lingüístico —la form a q u e este poder asum e, y qu e debe
asu m ir si d e veras es tal. “C ualquier consonancia, cualquier
progresión es posible.” 20 P ero siem pre se trata solam ente de
esta lib e rta d y de este orden. N o se tra ta de expresar lo “divi­
n o ”, d e im aginar la lengua com o “cuerpo” . É sta era todavía la
m ística d e D arm stad t. Sim ple y com prensiblem ente, en estas re­
laciones se da todo, porque el to d o coincide con la posibilidad
d e u sar todo el m aterial lingüístico. P e ro esto puede ocurrir
so lam en te a través d e un orden, una m edida, en una forma.

18 K . K ia u s, cit. (¡junto a George!) por Schonberg, ibid., p. 241.


19 W . Kandinsky, L o espiritual en el arte (1912), tr. it., Barí, 1968,
p. 25, actualmente también en T utti gli scritti, 2 vols. M ilán , 1974.
20 Schonberg, Harmonielehre, cit. por Kandinsky, ibid., p. 28.
GEORGE, NO GEORGE-KREIS 167

La aniquilación de la m aterialidad y del c o n te n id o , la e m a n c i­


pación d e cualquier “significado” , espiritualizan la expresión a r­
tística en el m ism o tie m p o en q u e definen sus lím ites y logicizan
su lenguaje. E l co n cep to d e composición pura concluye fin a l­
m ente el itinerario in iciado p o r el “a rt p o u r l ’a rt” y c o n tin u a ­
do p o r el N erv en k u n st.21 L a com posición p u ra n o c o n sid e ra la
expresividad: la im presión espiritual qu e suscita es m ás b ie n la
idea de Schonberg. L a com posición pu ra n o rep re sen ta relacio ­
nes objetivas, n o ofrece el entrelazam iento d e experiencias efec­
tivam ente d en o tan tes, y tam poco expresa la vibración nerviosa,
el “sobresalto psíquico” . Pero ni siquiera expresa la exp erien cia
espiritual decisiva de la ru p tu ra en tre representación y m u n d o , e l
“ser sin p atria” de la representación. C u a lq u ie r conexión e x te ­
rior én tre las partes de la com posición p e rte n ec e a u n a . “ era
m aterialista” 22 superada: y este concepto es válido ta n to p a r a el
arte n aturalista com o p ara la expresión, a través de p u ro s o rn a ­
tos, d e la S tim m ung in m ed iata. L a com posición p u ra n o es c o m ­
posición de elem entos distintos, “acuerdo” . E s la idea m u sical
de Schonberg la que la determ ina, el “c u a d ro ” d e K a n d in sk y
el q u e la expresa. L a com posición pura p ro d u ce forma: irre ­
ductible a los elem entos que la com ponen. E xpresa la p o sib ili­
dad m ism a y las condiciones del “juego” d e los e le m e n to s: la
lengua y sintaxis del “ juego” . Expresa la to ta lid a d d e lo s e le ­
m entos lingüísticos en el espacio-tiem po d e to d a p o sib le a rtic u ­
lación, progresión, m o v im ien to suyos. P rio ritaria es la fo rm a , la
idea. N o es q u e éste sea u n “nuevo m u n d o ” . L a id ea, la fo rm a ,
son de estos elementos, p erten ecen a este o rd en suyo, a e ste “ j u e ­
go” . Pero la com posición p u ra n o los tom a ya e x te rio rm e n te , e n
su “ocurrir” , en su sucederse contingente, sin o en las p o sib ilid a ­
des y potencialidades del lenguaje qu e actú an . Este o rd e n y esta
sucesión deben m ostrar el inconm ensurable tesoro d e p o sib ilid a­
des del cual co n stituyen la condición: la com posición p u ra cons­
truye la form a de este indisoluble entrelazam iento.
La definición d e esas relaciones sólo es po sib le so b re la b a s e
de u n a teoría d e las norm as arm ónicas. E scrib ir u n a Harmo -
niélehre para la p in tu ra era el objetivo explícito d e K an d in sk y .
Schonberg h a b ía suscitado en K andinsky, d esd e c o m ie n zo s d e

21 Ibid., p. 82. E n la misma página Kandinsky analiza la relación en ­


tre "composición pura” y "ornato” , redescubriendo, en m i op in ión , los
temas esenciales de la concepción riegliana ( = ningún "naturalism o” del
om ato).
22 Ibid., p. 86.
168 ASPECTO DEL “ LEN G U A JE VIENES”

1911, una “gran nostalgia” por la form a m usical (e n su juven­


tu d K andinsky había com puesto algunos L ie d e r): desde aquel
“ N o v itáten A b en d” d e M onaco en el q u e fueron dados los KLr-
vierstücke op. 11 y el Cuarteto para arcos op. 10. C o n la publi­
cación d e la Harmomeléhre K andinsky advierte de m anera aún
m ás irresistible la “nostalgia” p o r el Schónberg teórico, por su
m úsica ais Theorie. ¿C uánto deberá esperar la p in tu ra una teo­
ría sim ilar? ¿C u á n to deberá esperar para q u e la “in fin ita belleza”
q u e poseen sus medios técnicos en sí y para sí pu ed a ser compren­
dida y d e fin id a ? 23 Y a aquí se advierte la característica curvatura
“form al” q u e en Kandinsky asum e el concepto schonbergiano
d e Composición: composición com o solución form al, nueva ,sín­
tesis d e los medios técnico-expresivos. H arm o n ieleh re viene a
significar a q u í análisis d e las diversas “palabras” , d e las diversas
posibilidades d e com binación, d e la sintaxis del lenguaje usado,
vista a través d e la historia d e sus transform aciones y en base,
a sus actuales posibilidades. T o d o elem en to es sopesado y veri,
ficad o en to d as sus posibles eventualidades.
E l objetivo de la form a constituye el fin de la composición
d e los elem entos lingüísticos según su necesidad in terio r: toda
com posición m uestra el espacio-tiem po en general d e estos ele­
m entos, las condiciones de su sucederse: articularse y ser-puesto|
en o b ra.. T o d a composición h ace com prensible según sintaxis
precisas este proceso entero. Las relaciones que la composición
in stau ra se expresan de m anera ta n to m ás pura c u a n to más se
aproxim an a la form a num érico-m atem ática. E l proceso de abs­
tracción-liberación respecto del “suceso” lingüístico inm ediato no
p u e d e en co n trar su fin más q u e en la norm a “más severa” de
la expresión d e tipo m atem ático. “ Ü ltim a expresión abstracta,
sigue siendo en todo arte el núm ero.” 24 E l em pleo d e varios
elem entos lingüísticos o de los diversos acuerdos n o p uede ser
decidido en base a criterios naturalistas, sino precisam ente en
base a las norm as de la com posición pura, d e la expresión abs­
tracta. ¿T iene u n sentido en este lenguaje esta proposición? ¿Hace
com prensible su sintaxis, am plía el dom inio sobre el material,
sobre sus potencialidades, o bien opera com o elem ento de mis­
tificación, in tro d uce concesiones equívocas a lo “bello”, im pre­
siona exteriorm ente?
Las conexiones filosófico-culturales dél discurso d e Kandinsky
son evidentes y profundas. P or una parte, ese discurso se ubica
23 C f . A . Schónberg Cedenksausstéllung, cit., pp. 217-218.
24 W . Kandinsky, op. cit., p. 93.
george , n o g eo rg e -k reis 169

en ei origen d e la investigación gestaltista. L as relaciones e n tre


los elem entos lingüísticos se fu n d a n sobre m odelos d inám icos
i "en tensión”, sobre la auto-distribución d in ám ica d e las fuerzas
: en juego: la form a final del sistema se construye a través d e este
proceso.25 Y el “cuadro” expresa p recisam en te este proceso, en
el qu e cada elem ento, cada “palabra” , asum e u n valor funcional,
pierde todo carácter “sustancial” : cosa en sí, o relación se m á n tic a
.en sí, desaparecen. E ste carácter funcional d e los e le m en to s y
•el m odelo dinám ico que instaura estructuras h o m o g én eas, expli­
can la form a q u e la organización sensorial asum e. E l e le m e n to
form al n o aparece ya com o un apriori de la sensación, sin o q u e
está im p lícito en los m odos mism os del p o n erse y o rg an izarse de
esta últim a. E n otras palabras, está im p lícito e n el uso c o n c re to
del lenguaje el m ostrarse d e las form as de su organización y tra n s­
form ación, su “lógica” . L a com posición p u ra reconoce y expresa
,las norm as a través d e las cuales esta presencia d e l “ a p rio ri” ,
de la form a, d e la sintaxis lógica p u e d e realizarse raí la acción
lingüística concreta y en la apercepción d e sus elem en to s. A q u e ­
llos elem entos son sustraídos a toda accidentalidad — y e sta for­
ma a todo “absoluto” . E l problem a del esq u em atism o se repre­
senta en térm inos del to d o originales: esta recu p eració n , que
constituye sin d u d a el contexto filosófico im p re sc in d ib le d e la
búsqueda de Kandinslcy, estaba ya presente e n la Logische Un-
tersuchungen, pero constituirá el verdadero cen tro d e lo s d esarro­
llos del p ensam iento husserliano p recisam en te a lre d e d o r d e los
años d e la Harmonielehre y de Uber das Geistige in der Kunst.**

25 Será útil recordar que la tendencia gestaltista de Kohler se va fo rm a n ­


do en Alemania alrededor de 1911 y que en 1922 K ohler m ism o tuvo la
cátedra de psicología del Stumpf, dedicada a las Investigaciones lógicas hus-
serlianas. E n lo que respecta a los conceptos básicos expuestos aquí, cf. W .
Kflhler, L a psicología della G estalt, M ilán , 1961, pp. 100-106 [hay edic. en
español]. E l problema de las tendencias gestaltistas en la K u ltu r austro-hún­
gara a caballo del siglo está tratado con esmero en Johnston, op. cit., en par­
ticular la figura de Ehrenfels en sus relaciones con M a c h (pp. 302 y ss.) y
las conexiones entre tradición lógica “ leibniziana” , de Bolzano a Brentano,
y la investigación de Stumpf (pp. 276-293).
20 E s al nivel de la conciencia pura donde la epoké produce, donde se
reencuentra la correlación entre trascendental y m undo de la experiencia. E n
la-intencionalidad de la conciencia pura se produce la inserción d el sistema
lógico-formal en el Erlebnis [vivencia]. E l m ovim iento “ negativo” de este
proceso — la crítica del “ equívoco naturalista” — es la condición de esta
fundación, de la fenomenología “ como ciencia descriptiva de las esencias
de los puros Erlebnisse” (así como del concepto de “ com posición pu ra ” ).
Cf. Ideen I, J $ 18-26; 33-37; $ 135: “ A sí como todo Erlebnis interna-
170 A SPE C iO DEL L EN G U A JE VIENES -

Las palabras conclusivas de esta últim a obra definen, justamen­


te, la com posición pu ra como superación, p o r u n a p arte, de la
' ‘alienación” d e la form a en la inm ediata resonancia psíquico-
nerviosa y, p o r otra, de su abstracción en el silencio de las for­
m as k an tian as. L a com posición pura es “consciente y racional”,®7
p e ro al m ism o tiem p o constructiva. O rganiza y transform a ma­
teriales. L o puede h acer m ediante el descubrim iento de la di.
m ensión au tén tica d e la organización sensorial, en la m edida a i
q u e esta organización m ism a es esquema. Proceso d e transfor­
m ación y organización es form a, form a grávida. “B u en a” forma
es concepto dinám ico. N in g ú n “qu é”, n in g ú n en sí h a sido aquí
d ich o , y sin em bargo esta obra aparece co m o necesaria. Los lí­
m ites de su lenguaje son los lím ites del m undo. ;j
C onciencia y racionalidad de la com posición n o constituyen
p o r eso el fu n d am en to de form as trascendentales puras, no pro­
d u cen u n lenguaje que estructuralm ente se “aliena” en sus ag-
nos. A quéllas coinciden con las dim ensiones concretas de lá or­
ganización y de la experiencia de estos m ism os signos. N o existe
E g o que se yerga p o r encim a o dirija las operaciones de trans­
form ación y organización, Sujeto que, en este sentido, compren­
da y dom ine el “ m aterial”. Ego-Sujeto es el lenguaje mismo del
“m aterial” , la form a de su experiencia, la necesidad que regala
su sintaxis, la lógica y com prensibilidad de su form a. La renun­
cia a la representación naturalista está inseparablem ente conec­
tad a a la renuncia del concepto neokantiano de apriori y de
subjetividad. Solam ente allí donde puede existir u n a posición
en sí del Sujeto, u n a form a suya en sí de apercepción, existe
visión natural-objetiva. D onde n o hay C osa, n o p u e d e tampoco
h a b e r Sujeto. H ay todavía S ujeto en las tensiones del Nerven-
k u n s t: es aq u í el Ego el que in te n ta en vano alcanzar y trans­
fo rm ar el en sí del objeto. E m in en tem en te subjetiva es la dispo­
sición, en este sentido, del “art pour l’a rt” : su concepto tiende
a definir la au tonom ía de la actividad creadora com o propiedad
del Ego. Las aporías y las contradiciones de estas tendencias
ab ren la perspectiva d e la com posición pura. Com posición pura,
porque se abstrae de toda tendencia naturalista así como de la
cional tiene un noema y en él un sentido mediante el cual se refiere: al
objeto, así, a la inversa, todo lo que llamamos objeto [ . . . ] es un objeto dé la
conciencia [ . . . ] . Por ejemplo, está cada cosa real de la naturaleza repre­
sentada por todos los sentidos y proposiciones variablemente llenas en las
cuales es el correlato [ __ ] de posibles intencionales Erlebnisse” (E . Husserl,
Ideen I, M éxico, f c e , 1962, p. 321).
27 W . Kandinsby, o p. cit., p. 104.
GJíORGE, NO GEORGE KREIS 171

form ulación prospectiva del Ego. Y esto efectú a fin a lm e n te el


objetivo de la form a: dom inio-racionalización d el m a te ria l lin ­
güístico, d escubrim iento y definición de su sintaxis. M á x im o rea­
lismo, en c u a n to abandono de to d a u to p ía se m á n tic a . M áx im o
esfuerzo de racionalización. Y m áxim a abstracción, a l m ism o
tiem po.
E n esta dirección, la búsqueda em prendida p o r K a n d in sk y ve­
nía diferenciándose n etam en te a u n d e los resu ltad o s d e l p en sa­
m iento fenom enológico “salido de la crisis” , a los c u ales en cam ­
bio parecían a n u n c ia r algunos “ tonos” d e la o b ra, e n el caso d e
qu e térm inos com o “espiritualidad” o “in te rio rid a d ” fu e ra n leí­
dos según criterios filosóficos tradicionales. P e ro , .e n rea lid a d , el
sentido global d e Über das Geistige no es siq u iera e q u iv a len te
a los desarrollos del p ensam iento sch o n b erg ian o q u e h e m o s tra­
tad o d e cap tar, ju n to a la raíz, en W e b e rn . E n K a n d in sk y el
concepto de com posición pura tien d e a rep re sen ta rse c o m o n u e ­
va im agen de to talid ad . E n la form a final el p roceso d e E ntsa-
gung aparece cab alm en te superado. Es decir, e ste p ro c e so está
id eo ló g icam en te dispuesto. La insistencia e n té rm in o s d e orga­
nism o y finalidad d e la obra introduce u n d o b le o rd e n d e m o­
tivos: la teoría de la relación n u m érico -m atem ática y e l p u n to
de vista, literalm en te ideológico, del juicio teleo ló g ico . L a es­
tructura com positiva es co n stan tem en te a n a liz a d a ta m b ién según
la óptica de este últim o. La “b u e n a ” fo rm a e stá s ie m p re a p u n ­
to d e parecer u n “destino” del proceso d e tra n sfo rm a c ió n y or­
ganización. L a figura “poética” del artista v u elv e a s e r necesaria
com o m edio de expresión-efectuación de este d e stin o . L a form a
reaparece co m o to talid ad de organización sígnica, juego y juicio
sintético-teleológico. Precisam ente la co n trad icció n e n tr e los dos
niveles ubica h istó ricam en te el discurso de K an d in sk y . E n cu an ­
to totalidad, el proceso de abstracción n o d e sm ie n te l a síntesis
de interioridad y m aterial. L a interioridad, su m ism a S tim m u n g ,
se reencuentra siem pre en la organización fo rm al. L a co m p o ­
sición p u ra d e b e “ap aisada” . La organización sígnica-form al es
reflejada finalísticam ente. E l m aterial es, p o r cierto , re su e lto en
esta organización; to d a su acepción n a tu ra lista es su p e ra d a . Sin
em bargo, inclusive el m aterial es construido seg ú n p ersp ectiv as sin­
téticas. Sin d u d a , su orden y su m edida n o le so n im p u e sto s p o r
un cogito exterior. P ero este o rd en y esta m e d id a se d isp o n e n
hacia la plena satisfacción de la S tim m ung in te rio r. P re cisa m e n ­
te esta disposición “subjetiva” del m aterial a p arece e n la form a
artística. La estructura orgánica, la h o m o g en eid ad e stru c tu ra l y
172 ASPECTO D EL “ L EN G U A JE VIENES”

la co n tin u id ad com positiva del “cuadro” expresan, precisam ente,


este fin. L a gravidez form al que deriva de ello define el espacio
d e üna m etafísica del signo, un proceso de organización del ma­
terial com o nuevo lu g ar d e la síntesis en tre instancias-ideas de
la subjetividad y los límites dél lenguaje. L a forma que dichos lí­
m ites saben expresar aparece estructuralm ente hom ogénea a aquél
lias instancias e ideas. P o r consiguiente, la búsqueda en to m ó
a ella, su expresión co h eren te y com prensible, resolvería el pro­
blem a sintético, v a n a m e n te perseguido p o r la “tonalidad suspen­
sa” del N erv en k u n st.28
E l criterio d e la verificación del sentido del lenguaje se vuel­
ve así equívoco. Al final, su sentido vuelve a ser u n a form a sin­
tética ideal. U n cu erno de la contradicción, el concerniente a
los lím ites d el len g uaje, desaparece: estos lím ites, propiam ente
h ablando, ya n o existen. L a m ism a transform ación-organización
del m aterial parece h a b e r satisfecho el problem a del lím ite. Éste
considera la posibilidad d e resolver, a través del lenguaje, el pro-;
blem a ideal d e la síntesis en tre su form a y los contenidos teleo-
lógicos de la S tim m u n g espiritual. U n a vez que estos contenidos
pu ed an decirse aparecidos, cualquier discurso sobre el lím ite se ;
vuelve no-sentido. P e ro con esto desaparece, tam bién, el criterio
que hacía racionalizable el contexto y el uso del signo lingüís­
tico. E l d o m in io sobre el signo se extendía en proporción directa
al definirse radical d e sus lím ites. C u a n to más profundos eran
éstos, ta n to m ás eran sentidos com o insuperables, m ás am plio
aparecía el cam p o del m aterial utilizable, m ás ricas aparecían sus
com binaciones y articulaciones. Nada es posible sino este an<üisisi
esta b úsqueda, este desesperado com poner: desunir y reunir y
dar form a a estos procesos. Su lím ite da sentido al uso del len­
guaje. E n W e b e m , cualquier im agen d e síntesis, de totalidad y
universalidad está ab so lu tam en te prohibida. C ualquier cosa que
se diga, esa im agen sólo tiene sentido si m uestra to d o lo qu e no
podrá n u n ca decir. L a proposición perfectam ente “lógica” , la sin­
taxis form al perfecta m uestra en cada in sta n te la in fin ita carga
de silencio q u e la acom paña. E l silencio es intrínseco a todo
compás, com o u n a n ueva clave. E sta dialéctica perm anece extra­
ñ a el discurso d e K andinsky: aquí el contenido interior logra

28 Esta tendencia se profundiza también allí donde, como en los Cursos


dictados en la Bauhaus (tr. it., en T u tti gli scrítti, vol. 1, M ilá n , 1973), pa-'
recen prevalecer las instancias analítico-científicas tendidas a la fenomenolo­
gía de las leyes puras de la construcción pictórica. D e esta manera el arte
“ abstracto” deviene “Épo ca de la G ran Espiritualidad” .
EILKE Y LOS AMIGOS DESCONOCIDOS 173

todavía expresarse, decirse, encontrarse con la organización d e l


m aterial. E sta salvedad postum a del co n ten id o su b jetiv o vuelve
a proponer u n discurso sobre la finalidad-función d e la co m p o ­
sición. Su fo rm a es satisfacción plena. L a ascesis d e l m a te ria l, su
transform ación, da todavía la p len itu d d el N irv an a. Su “b u e n a
form a” apaísa y conciba: ella n o es resuelta en este o rd en , e n
estos lím ites q u e d an m edida y com prensibilidad a este espacio:
en este orden que absolutiza la im posibilidad d e la síntesis y, e n
consecuencia, de to d a concepción m etafísica de la fo rm a d e la
com posición. Se ha escrito que ni S chonberg n i W e b e r n h a b ría n
podido n u n ca enseñar e n la B auhaus.29

2 . RIERE Y LOS AMIGOS DESCONOCIDOS

D efinir el o rd en d e esta com posición y d em o strar las ren u n c ias


radicales que co n stitu y en su fu n d am en to ; d a r form a a estos nexos
y a este proceso, es decir, superar su “n e g a tiv o in m e d ia to ” ( c o n ­
cebir las norm as en b ase a las cuales este proceso es fo rm u la b le :
d concepto w eberniano de tra g e d ia ): esto co nstituye el a u té n tic o
contexto de la Harmonielehre schonbergiana, el rasgo p o r el c u a l
esta obra es ta n afín a la filosofía del Tractatus y ta n a lejad a d e l
sentido de la u to p ía d e Kandinsky.
“E l trabajo es ríg id am ente filosófico y al m ism o tie m p o lite ­
rario; y com o quiera q u e sea en él n o se h a b la a l a z ar” : 30 la
posibilidad d e no “h a b la r al azar” consiste en el ríg id o lím ite
que el análisis filosófico im pone a las form as del discurso. P e ro
este lím ite se m uestra. Aparece en la obra co m o lo otro d e la o b ra
m ism a, como su no-decible, su m uerte. L a obra es p o r su silen ­
cio. É ste era el tono d e Trakl qu e “hacía feliz” a W ittg e n s te in .
Lo que W ittg e n stein no com prende en T ra k l es lo q u e “ n in g u n o

29 E n un apunte de 1928 Schfinberg dice: “ N o puedo quejarme: en esta


tierra no todo me ha salido mal. N o sólo he tenido siempre p o r amigos a
hombres como A d o lf Loos, sino que siempre he tenido por enemigos a h o m ­
bres como W a lte r Gropius” (Testi poetici e dram atici, com p. p o r L . Rog-
noni, M ilán, 1967, p. 2 1 1 ). E n este cuadro está com prendida tam bién la
ruptura de las relaciones con Kandinsky, agravada po r las posiciones antise­
mitas asumidas por este últim o. C f. A . Schonberg, Lettere, F loren cia, 1969,
pp. 89-95. Las cartas citadas se remontan a 1923.
30 L . Wittgenstein, Lettere a L . ron Fischer, R om a, 1974, carta de octu­
bre de 1919.
174 ASPECTO DEL “ L EN G U A JE VIENES”

com prenderá” en el Tractatus .313 2 La “genialidad” de T rakl está


en el m ostrar en la palabra m ism a y en el color m ism o q u e ésta
evoca, en el articularse de la form a m ed ian te pausas, suspensio--
nes, aforism os, lo in fin ito indecible m ás allá de esta palabra y
estos colores: la relación que rige to d o discurso e n tre palabra
d en o tan te, proposición de sentido, y las repetidas, infinitas rup­
turas, de las síntesis com positivas, rupturas que in troducen, en d
corazón m ism o del verso, el silencio inextricablem ente conectado
con el poder de la voz. Así a cu rre en Abendland, a la que puso
m úsica W e b e rn ,52 y dedicada a Else Lasker-Schüier, d o n d e el
adiós m ahleriano al “ m u n d o de ayer” es ya una visita espectral,
el reconocim iento d e lo irrem ediablem ente co n su m ad o : “so sprach-
los folgt / D er H e i m a t l o s e . . [“y así, sin habla, sigue el apá-
trid a ”]. Así en Sebastian im Traum, dedicada a Loos, d o n d e en
la figura del “b eb é silencioso” se ad v ierte la m uerte (O die
N a h e des T odes [oh, la cercanía de la m u erte]) y, en el “se­
p u lcro de la m u erte” ■:—ju stam en te com o en W e b e rn — se advier­
te n “die S ilberstim m en der S te m e ” ["las voces argentinas de las
estrellas”].
A estos nexos está anclada la form a, e n este com plejo es abra­
zada la com posición, si ésta n o quiere “h a b la r al azar” . E n 1912,
en los m ism os años de la búsqueda traldiana, R ilke inicia la
redacción d e las Duineser Elegien. A T rak l y a R ilke, casi sin
saberlo, se dirige W ittg e n s te in cuando quiere desem barazarse
de la herencia p a te rn a , de la herencia del m ercader-K unstfreund.
E l mundo d e la com posición es éste. N o im porta nada gritar:
“yo m ism o estuviera acabado e n otra parte antes que en esta
m ierda d e m u n d o ” .33 A este m undo refiere c o n stan tem en te el
lenguaje, a este m u n d o nos reú n e desesperadam ente el Ángel.
31 E n el Diario de W ittgenstein: "Ficker me ha enviado hoy poesías del
pobre Trald, que yo considero geniales, aunque no las entienda” (24 de no­
viembre de 1914). Y en una carta a Ficker: “ yo no las entiendo a las poe­
sías de Trakl, pero su tono me hace feliz". D e l Tractatus habla como de la
"obra de m i vida” , pero “ nadie lo leerá y además nadie lo entenderá” .
Tam bién von Ficker rechazará la publicación del libro, aduciendo diversos
motivos de orden financiero, pero en realidad porque justamente no lo “ en­
tendía” y porque lo desaconsejaban muchos “ lectores” de su casa editora.
32 E n Sechs hieder, op. 14, de 1917-1921.
33 L . W ittgenstein, Lettere a L . von Ficker, cit., carta núm . 24. L a crisis
que Wittgenstein atraviesa en el periodo en el cual intentará en vano hacer
publicar el Tractatus es violentísima. A pesar de que estaba preparado desde
el comienzo al hecho de que nadie lo entendería (cf. la carta a Russell des­
de Cassino del 13 de m arzo de 1919), de hecho arde de deseos de publicarlo
(es el trabajo de su vida: “ mehr ais je brenne ich jetzt darauf es gedrückt
ItfLKtí Y LOS AMIGOS lILSCONOCIDOS 175
$ “A firm ación de la vida y de la m uerte son una sola cosa e n las
Elegías. [ . . . ] La m u erte es el lado de la vida qu e n o da h a c ia
nosotros, el lado que no nos está ilum inado.” 34 L a " v erd a d e ra
¡forma de la vida” 35 n o es un reino del m ás allá n i d e l m ás a c á ,
sino todo esto. N o existe más allá ni m ás acá, sino esta unidad.
Esta es la m áxim a “a p ertu ra” del mundo, la visión q u e verdade­
ram ente abraza su ser efím ero. E lla refiere al H iersein el silen cio
y la m uerte: esta u n id ad es terrenal, p ro fu n d a m e n te terren a l,
"beatam ente terrestre” . T o d o el H iersein, “lo que aquí se v e y se
toca” , está com prendido en ella. L a dim ensión de la m u e rte n o
introduce n in g u n a trascendencia, sino que, antes b ie n , reafirm a
la proviseriedad y caducidad d e to d o hecho. D escribe el lím ite
gracias al cual toda cosa es H iersein. Pero para “celeb rar” esta
cosa es necesario el lím ite, es necesario q u e éste aparezca. P re ci­
samente el lím ite nos p erm ite poseer la cosa y su n o m b re . P r e ­
cisamente esta im potencia para trascendem os hace q u e se d e b a
imprimir en nosotros “esta precaria y efím era tierra” , p ro fu n d a
y dolorosam ente.
E sta tierra se im p rim e en el lenguaje, pero com o u n id a d d e
vida y de m uerte, de palabra y silencio. L a dialéctica a n a liz a d a

Zu selien"). Las desilusiones se suceden hasta llevarlo a la desesperación que


la carta a Ficker manifiesta explícitamente. E n el m om ento en que R e cla m
rechaza el Trac tatas, W ittgenstein escribe a Russell (de quien había recha­
zado ya la Introducción)-. “ C ó m o me irán las cosas, cómo soportaré la vida
[wie ich das Leben, ertragen werde], sólo Dios lo sabe. T a l vez lo m ejor
para m í sería acostarme una noche y no volver a despertarme” (carta del
7 de julio de 1920). Cuatro años después, una carta a Keynes, profunda­
mente dramática, atestigua nuevamente la dureza de aquella crisis: “ m i
cerebro es totalmente incapaz de absorber nada que tenga un carácter cien­
tífico [ . . . ] ni siento ya ningún impulso interior hacia ese género de a ctivi­
dad. T od o lo que realmente tenía que decir lo he dicho, de m o d o que la
fuente se ha secado” (carta a Keynes del 4 de julio de 1924 desde Puch-
berg, donde W ittgenstein trabajaba com o maestro de escuela). L o que sus
corresponsales ingleses, “Victorianos extremos” , pudieran entender de la tra­
gedia de este “ vienés” es fácilmente imaginable. Y de h echo las cartas
que W ittgenstein les dirige atestiguan, desde el comienzo, esta sensación
Constante por parte de W ittgenstein de no llegar a comunicar o de que la
comunicación entre ellos pudiese ser solamente formal. D e aquí la obsesión
ique atormenta a Wittgenstein por la forma, el “ tacto” , lo “cerem onial” en
;suS relaciones, dentro de lo cual ocultar esta inseguridad y equivocidad de
fondo.
v 34 R . M . Rilke, Carta al señor "Witold von Hulewicz a propósito de las
'Elegías del Duino, IB de noviembre de 1925, incluida en R . M . R ilke, Elegías
del Duino, Barcelona, Lum en, 1980, p. 19,
35 Ibid., p. 20.
176 ASPECTO DEL “ LEN G U A JE VIENES’'

antes se expresa cabalm ente p o r prim era vez en la lírica rillceana.


L a “conciencia p u ram ente terren al” ,36 la inm anencia del lengua­
je, tiene en sí el lado de la vida dirigido a otra p arte. T o d o aqüí
es esta u n id ad . E ste todo aparece solam ente si el lenguaje logra
m ostrar lo invisible, sin a b a n d o n ar u n solo m o m en to su íntim a
conexión con el m u n d o todo-lim itado. R eto rn a en este contexto
el co n cep to sim m eliano de “ transform ación” . E l H iersein y el
lenguaje q u e lo denota son in cesan tem en te traspuestos en esta
relación suya con lo invisible. E n el lenguaje se expresa to d o el
m aterial d e lo visible, del “ am ado visible”, pero precisam ente en
el lenguaje éste vuelve a surgir invisible. E n el lenguaje — en esté
lenguaje, q u e im prim e ta n profunda y dolorosam ente en sí los
nom bres d e las cosas, q u e en ellas advierte ta n apasionadam ente
la caducidad— visible e invisible form an fin alm en te la “gran uni­
d ad ”, q u e el Ángel anuncia.37 L o que era visible a través del len­
guaje es transformado en invisible y lo invisible se m uestra en
este lenguaje. C om o ya hem os visto, la transform ación n o con­
siste un cam bio en el sentido de las palabras, u n apropiarse del
“qué”, sin o un trans-poner e n la forma d e lo invisible, o, mejor,
en la form a de la unidad, del todo. Y solam ente esta form a da
cabal sen tid o a n u estro lenguaje: por una parte, fijando su lími­
te, y, por otra, m ostrando d e qué m anera la m áxim a extensión
de su “p o d er” , el m áxim o desarrollo d e su “ conciencia” y de su
am or terrenal corresponde o coincide directam ente con la resurrec­
ción de las cosas en lo invisible.
E s evidente q u e este proceso se aleja d e todo N ervenkunst. El
m ism o lenguaje q u e nombra, recoge en lo invisible a las cosas. La
transform ación n o concierne a los m odos y a la estructura d d
lenguaje. Sus tensiones, sus “líneas”, devienen, p o r decirlo así,
objetivas. E s el lenguaje m ism o el qu e transform a, el q u e puede
36 Ibid., p. 21. ;
37 “ Sind wir vielleicht hier, um zu sagen'. Haus, / Briicke, Brunnen, Tor,
Krug, Obstbaum , Fenster, ■ — / hóchstens: Saule, Turna. . . aber zu sagen,
verstehs, / o zu sagen so, wie selber die Dinge niemals / innig meinten zu sein.”
[“ Acaso estemos aquí para decir: casa, puente, fuente, cántaro, puerta, frutal,
ventana — a lo más: columna, t o r r e ... pero decir, entiéndelo, oh, decir así;
como las propias cosas nunca creyeron íntimamente ser".] “ Pero los morta­
les son-, y son en cuanto existe la palabra” (Heidegger, “Perché i poeti?” , eir
Holzwege, tr. it., Florencia, 1968, p. 252). Pero la palabra no da sobte
lo Abierto, sobre el no-ser-oculto del Ente com o tal, sino sobre el inundo,
está “ ante el mundo” . “ Retraer'’ las cosas en la palabra no es por éso
librarse en lo Abierto, no es superar la "pobreza” actual, anunciada por
Hólderlin. E l carácter “sagrado” de la cosa no es en realidad recuperable.
E n esto consiste la verdad de la lírica rilkeana.
RILKE Y LOS AMIGOS DESCONOCIDOS 177
transform ar (trans-poner en la form a d e la u n id ad d e visible e
invisible) las cosas, e n la m edida e n que las n o m b ra, la s fo rm u la ,
las abraza en su dim ensión. U n lenguaje q u e c a rra c a d e esta
/ ‘conciencia terren al”, q u e quiere trascenderse, n o p o d rá jam ás
operar esa transform ación. T am poco lo p o d rá n u n c a u n le n g u a je
que se encierre en la propia “autonom ía” , y q u e excluya p o r lo
tanto apriori su relación d e sentido con el m u n d o , el p ro b le m a d e
■sus mism os lím ites. N i N ervenkunst, ni “a r t p o u r l ’a r t” : la lírica
contem poránea h ab ía llegado ya con G eorge a im p o n e r el p ro b le ­
ma d e su superación. C o n R ilke, el pasaje concluye; la lírica es
teoría del proceso de transform ación, trans-posidón d e l o visible
en lo “invisible” , acto q u e es propiedad d e la d im e n sió n -lingüís­
tica y d e sus m ism as relaciones d e sentido. N o m b ra r l o m ás des­
piadadam ente posible es transform ar, es h a c er resu rg ir las cosas
en lo invisible. P ero esta dim ensión de lo invisible n o tie n e sen ­
tido sino ju n to al lad o de la vida dirigido a nosotros. Y vicever­
sa, tam bién.
La tierra se retrae, las cosas se retraen, p ero e n e l len g u a je. P re ­
cisam ente decirlas h asta el fondo, decirlas en su to ta lid a d , es
transform arlas en lo invisible. D ecirlas y retraerlas e n el len g u a ­
je. Las cosas son nom bradas: no raiste posibilidad d e su p e ra c ió n
“m ística” d e esta relación, ni tam poco in -fin ita te n sió n p a ra su ­
perarla. Pero precisam ente en este trabajo d e n o m b ra r se d escu ­
bre la dim ensión d e lo invisible y, en consecuencia, la d e l to d o , d e
la unidad de visible e invisible. Las cosas devienen nom bres. L a
máxima extensión de las posibilidades d e n o m b ra r c o in c id e c o n
el “retiro” m ás radical d e las cosas. E l m áxim o p o d e r del le n ­
guaje coincide con la ausencia m ás p ro fu n d a d e to d a rela ció n
semántica. Las cosas anim adas, vividas — el ser v iv ie n te al c u a l
ya G eorge h ab ía renunciado— declina, desaparece. “ N o so tro s
somos quizá los ú ltim o s que h a n conocido to d av ía se m e jan te s
cosas.” 38 ¿Pero d ó n d e declinan, e n qué fo rm a desaparecen? L a
cosa vivida desaparece p recisam ente en su ser-form ulada. N o m ­
brar es el acto d e aquella renuncia y d e esta d esap arició n . E l
simple querer dejar d e nom brar n o significa, en rea lid a d , m á s
que seguir ilusionándose sobre la existencia d e “cosas” , so b re la
‘N aturaleza” d e la S tim m ung interior, p u e sto q u e la te n sió n d e
la N erv en k u n st está teleológicam ente dirigida a e sta existencia,
y la “ au to n om ía” d el “ a rt p o u r T art” deja q u e las cosas su b sistan
fuera d e nosotros. N o se trata p o r eso d e in v en ta r n u ev o s le n ­
guajes para d efinir esta pérdida d e la relación se m á n tic a , d e su
38 R . M . Rilke, op. d t., p. 22.
178 ASPECTO DEL “ L EN G U A JE VIENES”

base objetiva. E sta pérdida es propiedad de este m ism o lenguaje


n u estro q u e n o m b ra y denota. E n cada palabra lo visible se trans­
form a en lo invisible — la to talid ad de las proposiciones posibles
sería su “gran u n id ad ” . E l lenguaje n o m b ra cosas, al Ángel se le
dicen las cosas, p e ro precisam ente el decirlas, el no poder sino
decirlas, significa transform arlas en el sen tid o y en el lím ite del
lenguaje, significa trans-ponerlas en la forma del lenguaje, hacer­
las invisibles. E n este lenguaje se da p o r eso la u n id ad insepara­
b le d e palabra y silencio, de visible e invisible, de vida y m u ert^
Si n in g ú n acen to supera los lím ites d e este lenguaje, entonces
podem os estar seguros de que esta un id ad h a sido m ostrada en
su perfección. E l m áxim o realism o del “nom bre de las cosas”
descubre a q u í su objetiva desesperación: el n o p o d er esperar po-
seerlas. E l proceso d e transform ación afirm a esta tragedia como
insuperable, y está fren te a ella com o su única im agen. Y sola­
m en te d o n d e el “po d er” dél nom bre alcanza su perfección más
alta, esta tragedia aparece au tén tica: en Orfeo .39
Precisam ente el h ec h o de q u e la ru p tu ra de la relación semán­
tica ocurra en el in te rio r del sentido del lenguaje im pide n o sólo
cualquier im agen de esperanza, sino tam b ién cualquier tensión
h acia tales im ágenes. E l silencio n o proviene de u n a tem poraria
im potencia del lenguaje, sino qu e es este n om brar m ism o. Este
ver y am ar lo visible es por sí m ism o u n retraerlo en lo invisible:
T am p o co se tra ta d e u n proceso de sim ple interiorización; coin­
cide en cam bio, con el proceso m ism o de ex-presión: retirar las
cosas en lo invisible es decirlas, expresarlas, com unicarlas. T am ­
poco este proceso, a su vez, significa aferrar y com prender el
“q u é”, poseerlas, fu n d a r el sentido de nuestro lenguaje sobre
el hecho d e q u e ellas existen, sobre la certeza de la relación se­
m ántica inm ediata. E n efecto, decirlas, expresarlas, es asimismo
retirarlas e n la dim ensión “invisible” de la forma del lenguaje; en
consecuencia, de sus lím ites. E s ta oscilación y transposición con­
tin u a, en u n espacio despiadadam ente m edido y ordenado, este
constante estrellarse contra los confines de ese espacio, es nueva
teoría d el lenguaje lírico. E sta teoría es, ahora, m u y distinta del
sim ple ser “desarraigado y sin patria” d el Diario florentino. La
raíz es esta tierra, la p atria son estos nom bres: sin embargo^ todá
ausencia y to d a pérdida se conservan en ellos, en ellos se expre­
san. E l ser arraigado, el h a b e r m edido u n espacio propio, nos
hace poseer nada. D ecir n o es poseer las cosas. E s decible sola-
89 Además de Heidegger, op. cit., habla del Orfeo E . Heller, L o sfñrito
diseredato, M ilá n , 1965, sobre todo en relación con Nietzsche.
jUI.KE Y LOS AMIGOS DESCONOCIDOS 179

píente la cosa en el m o m ento en qu e se retrae: es fo rm u la b le la


¿[erra solam ente en el m o m ento en que desaparece. L a S tim m u n g
¿le los “sin p atria” es ah o ra decadencia tardía, m istificació n d e la
dialéctica efectiva del lenguaje, expresionismo. Se g rita p a ra evo­
car; allí donde la desesperación es p erfecta, ta m b ié n lla m a r es
'imposible. P ero entonces solam ente se dice. B lo q u e a r ca d a lí­
nea, cada tensión in-finita; retirar e n el len g u aje cad a c o sa; reco­
nocer del lenguaje la m ed ida form al y su lím ite; re c o n o c e r com o
'propio lo que esta m edida perm ita decir, fo rm u lar, h a c e r c o m p re n ­
sible y, al m ism o tiem p o , m ostrar q u é renuncias la h a n p ro d u c i­
do y q u é silencios la abrazarían: esto es propio d e la d im e n sió n
problemática del Tractatus, así com o de la idea lo o sian a d e “a r­
quitectura” . E sto constituye la “a rq u itec tu ra ” de las Dmneser.
P o r o tro lado> lado decisivo, esta idea es a fín ta m b ié n a la p ro ­
blemática com positiva m ahleriana. D e c ir las cosas es ya h a b e r­
e s transformado en invisibles. N o m b ra r la belleza es d e c ir su
ser efím ero. H ab lar con el amigo es decirle adiós. U n a d im e n ­
sión específica d e m em oria abraza a to d o n o m b re . D e c ir es com o
recordar h ab er poseído: el nom bre es lo q u e q u e d a d e u n a re­
lación sem ántica perdida. E l nom bre refleja siem pre u n a cosa pa­
sada: en el m o m en to en q u e es d ich a, ella tam b ié n es c o sa tra n s­
currida. El lenguaje es, o la form a q u e esta relación a s u m e p a ra
nosotros, o el principal agente de este “retiro” de las cosas. P re ­
cisamente la riqueza lingüístico-form al con q u e M a h le r recom ­
pone los fragm entos d e la m em oria expresa su a c tu a l invisibi­
lidad. Sólo porque están inmóviles e n la dim ensión lá ric a d e la
memoria, esos fragm entos pueden ser así p e rfe c ta m e n te expresa­
dos. D e esta m anera, el realismo concluso d e R ilke e n el n o m ­
brar sólo es posible p o rq u e las cosas se h a n ab straíd o -retraíd o
en la form a d el lenguaje. La Canción de la Tierra es esto . L a
Tierra existe sólo com o m em oria, lo cual fu n d a , p o r d e c irlo así,
ontológicam ente, su transformarse en invisible e n el le n g u a je . Q u e
él lenguaje conserve esta tierra es la extrem a u to p ía . É s te es,
en cam bio, la fuerza q u e la ha h ech o retirar. R e c o rd arla n o sig­
nifica conservarla, sino afirm ar c o n sta n tem e n te su ser-tran scu rri­
da, el reconocer co n tin u am en te su fin , rep etir su ad ió s. E l le n ­
guaje destruye to d a efectiva presencia del “ser viviente” . E n sus
nombres, este ser no es, lo que existe es la d im en sió n d e la m e­
moria, la forma del recuerdo. E lla n o in v en ta leng uajes “a u tó ­
nomos”, ni los “ espera” ; el suyo p u e d e fin alm en te se r este le n ­
guaje porque es p recisam ente en este lenguaje d o n d e l a cosa se
-jja retraído, h a sido transform ada, h a m ostrado su la d o d e sílen-
180 ASFECTO DEL “ L EN G U A JE VIENES”

ció y d e invisible, q u e es el lad o de la m em oria, entendida no


como form a de c o n tin u id ad , duración, conservación, sino como
separación, consum o, repetición desesperada del adiós. E n la ex­
trem a, ya espectral u to p ía rilkeana responde el c a n to conclusivo
d e Das Lied von der Erde de M ahler. L o mismo qu e el entre­
lazam iento lenguaje-m em oria, el n u d o inextricable y paradójico
en tre el m áxim o realism o del decir y la idea d e la separación,
d e la m u erte, q u e dom in a la com posición m ahleriana, se explica
con la form a del len g u aje lírico teorizada p o r R ilke.
Ser p ara decir, n o p o d er sino decir; y el hecho d e q u e este tra­
bajo n o sepa expresarse m ás q u e com o pérdida y consum o, que
su dim ensión pueda ser lárica solam ente, que las cosas p ara ello
puedan ser solam ente com o transcurridas,, esta experiencia había
ya aparecido (y cuando R ilke todavía perseguía la form a “clási­
ca” en R odin) en su aspecto ab so lu tam en te negativo con el Chctn.-
dosbrief de H o fm an n sth al. A q u í se expresa en su inm ediatez la
pérdida d e la relación sem ántica — pero, aún m ás, el abandono
d e la u to p ía georgiana sobre el poder del lenguaje poético, su
posibilidad d e ser síntesis d e form a y m ateria—, qu e su decir
p u ed a ser “cuerpo” d e la S tim m u n g “autónom a” , interior. De
q u é m anera esta forma del lenguaje pueda estructurarse así para
h acer form ulable u n m u n d o , d e qu é m odo silencio e invisible no
constituyen su in m ed iata negación sino un a dim ensión interna,
necesaria y en el lím ite fu n cio n al para definir sus lím ites, y en
consecuencia los m odos de su racionalización: to d o esto n o es
siquiera in tu id o en d tex to d e H ofm annsthal. Su extraordinaria
im portancia reside en el hecho de ser docum ento crudo, sin ape­
lación, de la disolución d e las razones mismas ta n to de la lírica
del N erv en k u n st com o de la respuesta de G eorge a ésta, y en
el d e constituir el necesario a n te c e d en te de la búsqueda rilkea­
na: la a firm a á ó n radical-negativa del silencio necesaria para d
ángel-anuncio de las Duineser Elogien. Es natural qu e esta di­
m ensión d e la obra d e H o fm an n sth a l sea ignorada p o r quien no
ve la superación en las novelas y relatos posteriores y, sobre todo,
p o r quien lee en d a v e decadente-nostalgica obras com o El caba­
llero de la rosa.*0 ¿No es precisam ente aquí, en cam bio, donde
el m áxim o realism o d el decir transform a en lo invisible? ¿Dan-40

40 N os referimos, por ejemplo, al ensayo de G . <Bemporad sobre e! An­


dreas publicado en Varios autores, II romanzo tedesco del Novecento, Tu-
rín, 1973. Bastante importante, en cambio, es el ensayo documentadísimo
de P. Y . Petillon sobre el “ Chandosbrief, Hofmannsthal: le régne du silen-
ce” en Critique, núm. 330-340, 1975.
¡ULKE Y LOS AMIGOS DESCONOCIDOS 181
ie la concreción vivida de este len g u aje expresa so la m e n te el p a ­
jado, la pura dim ensión d e la m em oria? ¿ D o n d e la p erfecció n
leí decir es precisam ente lo q u e d em u estra c ó m o las cosas h a n
¡ido p erfectam en te consum adas? ¿D o n d e m en o s nos p e rte n e c e n ,
iquí-y-ahora?
i L o rd C handos habla a Bacon d e su total renuncia. U n abis­
mo lo separa ya de las obras d e su in g en u a “creencia” e n la p o e ­
sía, así como d e toda im agen d e esperanza. L a E n ts a g u n g es
radical; no concierne a esta p alab ra o este significado, sin o a la
forma poética m ism a: “aquella p ro fu n d a , verd ad era, ín tim a for­
ma q u e solam ente se p u ed e p resen tir m ás allá de la aglom era­
ción d e los artificios retóricos” .41 E sta form a rep re sen ta b a la fu er­
za q u e penetra y realza la m ateria, esta fo rm a poseía la verdad
del m undo, expresaba su m edida, el N ú m e ro . T ra n sfo rm a c ió n
como penetración en el “ qué” del m u n d o , su rep resen tació n e n
la form a poética. N o se trata aquí d e o tra cosa q u e d e la u to p ía
de G eorge, de la ebriedad continua p o r la fo rm a sin té tic a, p o r el
juicio que advierte cada línea y cada form a teleo ló g icam en te di­
rigida a satisfacer nuestras preguntas. A quí n o p o d ía n existir n i
contraste ni conflicto: “p o r doquiera yo e sta b a en el m ed io ” ,42
por doquiera aparecían sím bolos e im ágenes p ara c a d a enigm a,
llaves para cada puerta. N o hay a q u í u n so lo in sta n te d e silen­
cio, d e invisible. La experiencia posterior d e lord C h a n d o s es
la d e u n retirarse to tal del sen tid o del len g u a je. E n p rim e r lu ­
gar “las palabras abstractas [ . . . ] se m e d esh acían e n la b o c a com o
hongos m ohosos” 43 pero “poco a p o c o este m alestar se ex ten d ía
como u n a h erru m b re corrosiva” :44 a u n la p a la b ra m ás c o m ú n , en
su uso más cotidiano, se convierte e n d u d a , p a re c e in d e m o stra ­
ble, inconsistente, falsa. Si desaparece la p o sib ilid ad d e reducir
a la m edida d e los conceptos el sen tid o d e las p alab ras, d e sim ­
plificar el devenir en la form a a b stracta del juicio, ig u a lm e n te se
desvanece la relación sem ántica d irecta, el f u n d a m e n to d e to d a
comprensión y com unicación, la creencia d e e sta r p ara n o m b ra r
cosas presentes. Poco a poco, lo rd C h a n d o s se d esp ierta e n tre
signos, de los cuales le es desconocido el len g u aje. E sto s signos
no pertenecen ya al Ego, no representan y a la “m a te ria ” . E l

# 41 H . Hofmannsthal, “L a lettera di lord Chandos” , en V iaggi e Saggi,


Florencia, 1958, p. 41.
42 Ib id ., p. 43. Esta centralidad es propia del Y o . Petillon analiza, jus­
tamente, las influencias machianas sobre la Ichlosigkeit de H ofm an nsthal.
K 43 Ibid., p. 44.
’■ 44 Ibid., p. 45.
182 ASPECTO DEL “ L EN G U A JE VIENES”

signo de la lengua se ha sustraído al Y o. E ste sustraerse es asi­


m ism o u n retraerse, u n hacerse invisible. P ero el lenguaje del
E g o se fu n d ab a en el apriori de la concordancia en tre palabra y
cosa. E l retraerse del lenguaje es el retraerse de las cosas. L a cosa
se libera del E go: ya n o es aferrable ni, p o r lo tan to , formulable.
“Las palabras n ad ab an en to m o de m í; se coagulaban en ojos,
q u e m e fijab an y en los cuales, a m i vez, estoy obligado a fijar­
m e; vórtices son [ . . . ] y, a través de ellos se alcanza el vacío.” 45
E sta experiencia, precisam ente, es toda u n a con el ‘liberarse’?
d e la m a te ria : “estas criaturas m udas y a veces inanim adas se
elevan a m i en cu entro con u n a tal p len itu d , con u n a tal presen­
cia d e am or, que m i ojo feliz n o puede caer alrededor sobre al­
g ú n p u n to m u erto ” .49 Pero esta p lenitud, esta presencia n o tiene
y a nom bres, no p u ed e ya disponerse, ser-dispuesta, en u n len­
guaje conocido. F re n te a ella estalla la soledad del Ego que
“creía” en el propio lenguaje. Y poder cap tar la lengua “en la
cual las cosas m udas m e h a b la n ” 47 es extrem a utopía, q u e se
congela, al final, en la decisión signada d e ya n o decir, de ser
p ara no decir, en el conocim iento de qu e la palabra h a sido para
su m uerte.
L o negativo in m ed iato d e to d a pretensión sintética, de la po­
sición del E go com o centro ordenador d e la form a lingüística,
signa n o solam ente la separación definitiva de H ofm annsthal
respecto d e la “figura” de Loris, sino tam b ién el proceso de
E n tsag u n g sobre el cual se fundará toda su obra posterior. La
“ilum inación” en negativo de to d a relación sem ántica define de
m o d o absoluto la n o totalidad, la no universalidad del lenguaje
poético. E ste lím ite se hace d e carácter ético, pero está, en su
base, im plícito e n el análisis d e las posibilidades del lenguaje,
es intrínseco al exam en sobre las posibilidades de decir. El “yo
sin m u n d o ” que esto describe es, por eso, experiencia opuesta al
“a r t pour l’a rt”, así com o al N ervenkunst. La n o semanticidad
del “m édium ” en el “art p o u r l’a rt” y su exaltación a “nueva
racionalidad co rtan te y precisa” ,48 representan todavía una forma
esencial, en condiciones de expresar la m edida d e las relaciones
interiores del Ego con el m u n d o , de decirlas. L a “autonom ía”

45 Ibid., p. 46: “ und durch die hindurch man ins Leeie kommt” . Ins
Leere gesprochen: Loos!
48 Ibid., p . 49
47 Ibid., p. 53.
48 H . Broch, “Hofmannsthal e il suo tempo” , en Poesía e Conoscenta,
vol. i, M ilán, 1965, p. 80.
EILKE Y LOS AMIGOS DESCONOCIDOS 183
del lenguaje artístico está colmado por la presencia significan­
te del Yo. Ahora bien, es precisamente la expresión de estas
relaciones, la pretensión de expresar este “profundo”, lo que lord
Chandos se prohíbe. Su lenguaje tampoco intenta repetir infini­
tamente el propio naufragio contra este negativo. E n efecto, la
“Viena capital de la decoración” es ya aquí un recuerdo. Y “de­
coración” no era más que el signo de la pretendida “santidad”
de la poesía: “decorado” estaba el templo dedicado por Olbrich
al arte que pretendía decir la propia época.49
Al rechazar la seudo-santidad de la poesía, H ofm annsthal está
más próximo a W ittgenstein que el propio Loos. N o se pueden
cometer contra el arte “pecados mortales” . El arte n o posee pa­
labras para expresar “lo profundo”, para representar aquella “sín­
tesis”, que lord Chandos advierte-para-callar, de las cosas “libe­
radas” del Yo con el sujeto mismo. La poesía sólo puede mo­
verse en el espacio, ya reconocido como mundano-convencional,
del lenguaje. Su “seriedad” está en reconocer y en profundizar
desesperadamente esta dimensión ritual. Ésta redescubre, resien­
te, reexpresa todos los nombres, y solam ente en ellos las medi­
das, los órdenes, los mundos, los cuales existen solam ente en su
formulación. Pero esta formulación no expresa su “fe” , su “va­
lor” . Sería “indecente” querer decir el “alma” en el m édium del
lenguaje poético.50 Los mundos reaparecen en la m em oria d e sus
lenguajes. Como en Rilke, las cosas se retraen en el lenguaje. La
“misión” del poeta consiste en conservarlas en esta su transfor­
mación en lo invisible. Reaparece también aquí la utopía que
este retraerlas en los nombres signifique definir de ellas una di­
mensión a-temporal, cuando precisamente la perfección con que
“acontecen” en la forma del lenguaje poético atestigua de ellas
el completo consumo.
Toda “profundidad” se oculta en esta memoria d e los lengua­
jes. E n ellos no se da totalidad ni síntesis. Ellos están, conscien­
temente, “en la superficie” . Deben ser visibles y comprensibles:
49 “ Der Zeit ilire Kunst, der Kunst ihre Freiheit” está escrito sobre el
Palais-Secession proyectado por Olbrich.
50 C f. H. Broch, op. cit., pp. 158-159. Vuelve a aparecer aq u í la “ figu­
ra” lukacsiana de George (EZ alma y las formas, cit., p. 1 5 1 ); su despedida
es “bella, fuerte, valiente, a la manera de las personas íntegras, sin llantos
y sin lamentos, con el corazón en pedazos pero con el com portam iento erec­
to, ‘compuesto’ ". Este Hofmannsthal está ausente, en cam bio, del ensayo
de A dom o sobre la correspondencia con George, en Prismi, cit., p p. 189
y ss., donde se recalca exclusivamente el lado “sensacional” , “ teatral” , del
vienés.
184 ASPECTO DEL “ L EN G U A JE VIENÉs”

ésta es su norma misma, como la expresa la radical inmanencia


de la poesía en su misión mundana (¡di las cosas al Ángel!),
en el cumplimiento de su rito. En este terreno se funda el con­
cepto de “gran estilo” :51 plena posesión de la forma, del juego
de los lenguajes, obtenido con “pitagórica disciplina”;52 capacidad
de “esconder” en su apariencia toda “profundidad”, en su super­
ficie todo “símbolo”. Pero no puede haber “gran estilo” sin que
en todo esto se muestre la renuncia, lo “negativo inmediato” de
lord Chandos. N o puede haber comprensión y visión de tales
lenguajes sin que éstos hayan sido renegados en toda su preten­
sión sintética: solamente entonces estamos en condiciones de ver
y amar la perfecta, desesperada mundanidad. Hofmannsthal se
aproxima al lenguaje con la actitud que el consideraba propia
de Dilthey en el estudio de las formas espirituales: la metamor­
fosis de los lenguajes, como la metamorfosis de las formas espi­
rituales, como la goethiana metamorfosis de las plantas: este aná­
lisis es abrazado por “die zarteste, klügste, unsentimentalste Luft,
die es gibt” [“el aire más suave, más sutil y menos sentimen­
tal que existe”].53 Pero la unidad54 de los procesos de formación
lingüística que aquí aparece, la unidad de sus formas heterogé­
neas, no supera la renuncia de lord Chandos. Esta forma uni­
taria es de la memoria: la aventura a través de las formas de
los lenguajes, a través de 'lo s nombres”, no concluye con nin­
guna síntesis, con ningún descubrimiento sobre la realidad de sus
símbolos y sus relaciones. La disociación de lord Chandos n o cura.
El Andreas, al final, la reafirma plenamente. La aventura no
puede concluir. La disociación “alude”, sí, a una unidad origi­
naria. Pero ésta no puede ya ser dicha. La afinidad es, en rea­
lidad, Scheidekunst. Después de D ie Frau ohne Schatten, des­
pués de la utopía de la memoria como duración en la lengua de
E l caballero de la rosa, regresa, consciente, la “tonalidad suspen­
dida” del Chandosbrief: habías salido de casa en busca de reba­
ños, no has regresado, no has encontrado reinos.
Éste era el 'la d o ” de Hofmannsthal que a Benjamín le pare­
cía, con razón, que había sido puesto en segundo plano en el
ensayo de Adorno; el hilo que recorría su obra desde el Chan-
51 H . Broch, op. á t ., pp. 180 y ss.
52 Ibid., p . 1 84.
53 H . H ofm annsthal, Gesammelte Werke, Prosa, vol. m , Francfort, 1952,
p. 53.
54 La capacidad para unificar los “tote Elemente” era exaltada por Hof­
mannsthal tam bién en el “director” Gustav M ahler: cf. Gesammelte Werke,
Prosa, vol. n , Francfort, 1951, p. 416.
RTLKE Y EOS AMIGOS DESCONOCIDOS 185
dosbrief hasta Der Turrn, drama que a Benjamín le interesó pro­
fundamente cuando componía Ursprung des deutschen Trauer-
spiels.55 La Sprachlosigkeit de lord Chandos asume aquí la for­
ma pura y canónica del Trauerspiél. La máxima formalización
del lenguaje coincide con la afirmación plena de su destino de
no poder “redimir”, de no poder “resolver”. U n “desolador pe­
simismo” 56 se posesiona de la palabra que más perfectam ente ha
transformado el material. Esta transformación no da acceso siquie­
ra a imágenes místicas, y si éstas están, no son reconocidas. E l
Trauerspiél es la forma que asume el cruzarse de las perspectivas
del Chandosbrief y del Andreas, por una parte, con el descubri­
miento del “consumo” inexorablemente clavado en el interior de
la misma dimensión lárica del lenguaje por otra. Ésta es la ver­
dad que tiene en el lenguaje su casa, su palacio hereditario: no
una verdad a la que la palabra alude o que el dram a simboliza,
sino la verdad de la palabra y del lenguaje; no el objeto del que
hablan, sino lo que ellos son. La verdad se h a reducido a la to­
tal inmanencia del lenguaje de la criatura.51

e5 W . Benjamín, Briefe, vol. n, Francfort, 1966, p p . 850 y ss. L a carta


fue enviada a Adomo en fecha 7 de mayo de 1940 desde París y contiene,
entre otras cosas, un amplio análisis del ensayo de A dom o ya citado G eorge
und H ofm annsthal. Zum Briefwechsel: 1891-1906. Acerca d e la historia de
Der Turm , del peso decenal para su composición que H ofm annsthal debió
soportar, acerca de su carácter todavía irresuelto ( “ una rendición d e cuentas
que no cuadra” , como hubo de decir H ofm annsthal m ism o), en fin, acerca
de su afinidad con el Andreas, cf. C . J. Burckardt, R icordi di H ofm annsthal,
Milán, 1948. Lo que Hofmannsthal busca en vano en D er Turm son las
fuerzas saneadoras de la catarsis trágica. El Trauerspiél es, d e hecho, preci­
samente este "en vano” . Tal tema será desarrollado por M usil en su d i­
mensión “épica” , narrativo-ensayística, y justam ente a partir de los m ism os
años de la m uerte de Hofmannsthal.
56 L. M ittner, Storia dalla letteratura tedesca. D á l realism o alia sperim en-
tazione, vol. i i , p. 1015. Y este “desesperado pesimismo” d el Trauerspiél
se vuelve, naturalm ente, irrepresentable; se retrae del “teatro” co n el ocaso
de H ofm annsthal (R. M usil, “Der ‘Untergang’ des T heaters” [1924], en
Theater. Kritísches und Theoretisches, Reinbeck bei H am burg, 1965, p p .
181 y ss.).
57 Cf. W . Benjamín, Briefe, vol. i, Francfort, 1966, la ca rta a H o fm an ­
nsthal del 13 de enero de 1924 y la posterior del 11 d e junio d e 1925. Acer­
ca de la relación Benjamin-Hofmannsthal, véase m i ensayo “ Eli alcuni m oti-
vi in W alter Benjamin” en Nuova Corrente, núm . 67, 1975.
186 A SP E C T O DEL “ LEN GUA JE VIENES”

3. LOS ÚLTIMOS DÍAS DE ERAOS

La dimensión de este Trauerspiél hofmannsthaliano, que Ben­


jamín ha puesto definitivamente en evidencia, es reducida cari­
caturescamente por Kraus en el término de “barroco” . Kraus pasa
cerca de los nexos que vinculan el decir, el sentido de la pala­
bra, a la dimensión de la memoria, a lo invisible, a lo negativo
del lord Chañóos, y permanece absolutamente ciego a ellos: Mot­
ín annsth al como “nuevo ornamento”, hermetismo, consolación:
Aquel que demuestra el límite (inclusive el límite ¿tico) de la
palabra, que procura des-construir la totalidad de la proposición
(la pretendida exhaustividad de su sentido), es para Kraus un her­
mético, un fugitivo. El poder no iluminado de la poesía de Geor-
ge vuelve a ser encontrada en la fe de Kraus en la proposición
de sentido. Esta fe se funda entonces en las “sólidas rocas” de
un tiempo, más acá de toda crítica, de todo Scheidekunst.
La negativa crítica krausiana a Hofmannsthal deriva de la mis­
ma raíz que sus ataques a Klimt y que su completa ignorancia
de Schónberg. Cuando se hizo notorio que Mahler estaba por de­
jar el Hofoper, Schónberg se dirigió a Kraus para que D ie Fackel
tomara posición sobre el hecho. Kraus se negó. El drama de
Mahler, el choque entre las tendencias estético-culturales que el
adiós de Mahler significaba, era para Kraus un “caso”, un “asun­
to” : ¡Die Fackel no podía reducirse a órgano de “información” !68
Pero Kraus también había rechazado, algunos años antes, los
Aforismos schónbergianos, no dedicados precisamente a los “he­
chos” musicales. Y en diciembre de 1908, después del criticado
estreno del Segundo Cuarteto op. 10, Kraus tomó explícitamen­
te distancia respecto de la “nueva música” : “Ich stehe Ihrer
Kunst f e m e . . . ” [“estoy lejos de su música”] 69 y se negó a pu­
blicar Über M usikkritik, que aparece en Der M erker en octubre
de 1909.
En esta actitud de Kraus pesaba por cierto el terror a “perder­
se” en la Meinung, en el “opinar”, a pecar respecto del Denken,
del puro, consciente juicio fundado sobre la roca de los valores
auténticos. Estos valores, sin duda, son un “flujo”, representan
la vida en sus contradicciones, pero la vida observada-juzgada,
arquimédicamente captada por el pensamiento. La vida en él Len­
guaje, juzgada-sublimada en él. Y el Lenguaje es la potencia que
supera, negándola, a toda Phrase. La palabra debía ser Verkór-
58 Cf. A. Schónberg Gedenksausstellung, d t., p. 193.
59 Ibid., p . 197.
LOS ÚLTIM OS DÍAS DE KRAUS 187
perung, encarnación del Denken y no disfraz de la M einung, no
“despojo mortal” . D ie Fackel tenía precisamente la m isión de
iluminar contra la corrupción de la Meinung, educando al autén­
tico Denken. Su luz proviene de incorruptibles apriori éticos. Es
el sujeto , readueñado de todos sus valores, el que se realiza en el
Denken, versus el espíritu de la época, la M einung “periodísti­
ca”. Este sujeto es juez, y los lugares desde donde habla son
tribunales.
“Acusaciones totales eran expuestas en un idioma extrañamen­
te cementado, en alguna medida afín a los parágrafos jurídicos.
. . . ] La afinidad con la esfera del derecho se podía percibir tam ­
bién en el hecho de que todo presuponía una ley establecida y-
absolutamente inatacable, cierta. [ . . . ] Toda sentencia era ejecuta­
da al punto. Una vez pronunciada, era irrevocable. Todos nos­
otros observábamos la ejecución.” 60
El discurso era un interrogatorio porque los culpables se acu­
saban con sus propias palabras, se traicionaban. Era una caza
despiadada.
Sin embargo, esto es teatro : una desesperada nostalgia p o r la
forma clásica del teatro impotente para “regresar” más allá de
la “sátira”, es decir, de la “moral”. El resurgir en Kraus, en sus
días, del Sujeto con toda su gravidez de valor —después del
Chandosbrief, después de Freud, después de M ahler, después de
Nietzsche— no puede ser sino representación. Una utopía regre­
siva solamente es “representable” . Y de hecho la palabra de
Kraus “ardía: irradiaba, flameaba y aniquilaba” ; la atmósfera del
“tribunal” es la de una “gran reunión política”, donde el “ efec­
to” sobre las masas es el fin esencial que quiere alcanzarse. Y
este efecto es alcanzado con “énfasis apasionado”.61
El iluminismo hace retroceder aquí al “barroco”, como barroca
era profundamente la lírica krausiana: lírica “de pensam iento” ,
hasta en las estructuras formales, hasta en la forma de la rim a.
Así era, en el fondo, también en George: “barroco” formal, no
Trauerspiel, no el Hofmannsthal de Benjamin; un “barroco” que
tiene sólidos apriori éticos propios y sobre ellos edifica la forma
de la representación. La premisa anticientífica que persigue toda
la producción krausiana (“Die W ertung nie objektiv sein k an n ”
[“la valoración nunca puede ser objetiva”]) encuentra aquí el fun­
damento adecuado.
60 E. C anetti, “Karl Kraus, scuola e resistenza” , en Pot&re e sopravivenza,
M ilán, 1974, p. 40.
61 Ibid., pp. 39-41.
188 ASPECTO DEL “ L E N G U A JE VIENES”

“El que añade palabras a los hechos perturba la palabra y el


hecho, y es doblemente despreciable” :62 sin duda, este lema krau-
siano está verdaderamente en el origen. Pero la crítica del orna­
mento, la crítica a los fundamentos de la Kultur del “art pour
l’art” y del Nervenkunst, no es más que él com ienzo. Es el lema
del Tractatus, y nada más. Y este lema ya había sido dicho: está
inclusive en el espíritu de Nestroy. El iluminismo de D ie Fackél,
su deber “sichtbar machen”, su deber desenmascarar, él análisis
mismo del lenguaje a través del cual se cumple esta misión: todo
eso es de Nestroy, y Kraus lo descubre muy pronto.63 Nada como
este dirigirse a Nestroy ilumina los rasgos de la utopía regresi­
va krausiana. Nestroy no es solamente la Viena, todavía actual
para Kraus, de la superficialidad, de la Meinung, del “Weiter-
wursteln” (mantenerse vivos), de la miseria de la palabra, sino
también de los artesanos miserables, de los burgueses desclasa-
dos, de los estratos sociales que estaban en crisis y ya en vías de
desaparición en la Viena “moderna”. Es la nostalgia del trabajo
individual, de la palabra auténticamente subjetiva —de su mun­
do perdido— lo que mueve a Kraus hacia Nestroy. Pero en Nes­
troy hay más, algo que comprenderá W ittgenstein, no Kraus:
Nestroy no conoce solamente “la pasión de la palabra que por
virtud propia se hace realidad espiritual, pero —W ittgenstein ante
litteram— que conoce también la capciosa inadecuación de la
palabra”.64 Esta inadecuación constituía el problema. Y de este
problema, de estos hombres, de este mundo, Kraus, en el fondo,
no conocía nada: duende trágico, él conoce lo “contemporáneo”
solamente por haber oído decir (de lo contemporáneo juzga, de
hecho, solamente la Meinung) “und aus Kindergarten”.65
Kraus afirma la primera verdad. El hecho tiene finalmente la
palabra: ésta es la primera proposición del Tractatus, su lema,
Nestroy. ¿Pero cómo habla el hecho? ¿Cuál es él m odo de su re­
lación con la palabra? Kraus divide a partir de un mundo, lo
juzga ; signa un inicio que toda palabra debe ya citar. ¿Y des­
pués? Orden de las palabras, conocimiento de su sentido, con­
ciencia de sus límites: esto coincide todavía con expresión del
"valor” . La forma gramatical y sintáctica dice aquí todavía el
62 C it. en W . Benjamín, “K. Kraus” , en A vanguardia e rivoluzione, Tu-
rín, 1973.
63 K. Kraus, Nestroy und die Nachwelt, V iena, 1912.
64 L. M ittner, Storia della letteratura tedesca, dal Biedermeier al fine
secolo 1820-1890, T urín, 1971, p. 105.
65 C it. en W . Obermaier, “D ocum ente aus Schonberg W iener Z eit” , en
A. Schonberg Gedenksausstellung, cit., p. 29.
LOS ÚLTIM OS DÍAS DE KRAUS 189

“qué”, lo que importa, que vale. Su carga semántica está más


allá de toda crítica y de toda duda. La palabra dice lo que es
justo. La forma de la proposición juzga de manera inexorable,
y cualquier material.
La crítica feroz a las utopías decadentes sobre la “creatividad”
poética reafirma, al final, el dominio del sujeto ético sobre el
lenguaje de los otros. El pensamiento “que crece en el lengua­
je” 66 vuelve a orientarse prospectivamente. Es lá “virtud burgue­
sa” del antiguo Aufklárer que se hace polemista, que quiere cam­
biar el propio mundo, hasta reconocer “la vanidad de su empre­
sa”.®7 Es precisamente la reasunción de los propios “privilegios”
por parte del Ego la que reclama la instancia ontológica, que
Benjamín subraya. Donde se pone el sujeto, se pone la sustan­
cia: los dos términos, no por casualidad, son tautológicos. Y la
instancia ontológica —la “naturaleza” de Kraus— reafirma el ca­
rácter legal de aquella verdad que habita el lenguaje, el valor
de “juicio universal” que asume la gramática de la proposición.
Aquélla deviene parámetro de un juicio sobre la sustancia, for­
ma apriori universal y necesaria. El orden de la proposición deja
de ser este orden. Lo “desesperado” de la lengua, que coincide
con el reconocer su form a, la convencionalidad de la medida, y
en el definir así sus límites y sentido, desaparece en una afir­
mación absoluta de sus Normas. Kraus venera en la lengua “la
imagen de la justicia divina”.68 Y él es su profeta. Pero si ahora
colocamos en este contexto la expresión artística, ésta vuelve a
ganar precisamente aquella “santidad” que el Trauerspiel hofman-
nsthaliano (no por causalidad completamente mal comprendido
por Kraus) le había negado.69 El lenguaje del arte es expresión
suma de la forma lingüística en su pureza, en su justicia, y por
lo tanto de la relación perfectamente sintética entre palabra y
hecho. El arte se degrada en ornamento: cuando las palabras
superan a los hechos, o bien cuando su expresión formal pura
se mezcla con lenguajes no “verificados”, con simples “medios
de comunicación”. Ornamento e Imprenta son hijos del mismo
regazo; su complementariedad es precisamente captada por Kraus
en Heine. Pero este rechazo de todo híbrido entre Geist y Presse,

ee K. Kraus, D etti e contradetti, M ilán, 1972, p. 280.


67 W . Benjamín, Karl Kraus, cit., p. 130.
68 Ibid., p. 114.
69 N o solamente: W ittgenstein negará al Loos “artista” . N o por casuali­
dad Loos comprende mal a Kraus, como Benjamín ve con claridad llam ándo­
lo ángel de una nueva época.
190 ASPECTO DEL “ L EN G U A JE VIENES”

así como esta fe a-crítica en el valor semántico de la palabra,


en la capacidad de la palabra para expresar un contenido ético
preciso, está en la base de la seudosantidad georgiana de la poe­
sía —de la cual huirá precisamente Hofmannsthal.
Para aferrar esta dialéctica resulta decisivo saber que los auto­
res del George-Kreis plagian literalmente la crítica de Kraus a
Heine.70 El polemista-juzgante es la otra cara del “hierático” Geoi-
ge. Todo juicio surge de la fe en un origen “divino” del sentidq
de la forma lingüística, se apoya en una razón ontológica y se
expresa por eso con fuerza patriarcal. Esta fe se estaba laceran­
do en todos sus aspectos ante la inminencia del “serio apocalip­
sis”. Kraus es un epígono. Del apocalipsis no puede decir nada.
No puede más que ordenar el espacio en el cual deberá produ­
cirse: aquí está su carácter de “destino”. Pero llenar este espa­
cio, construirlo, expresarlo, esperaba a otros —a los mismos “ami­
gos” de Kraus— inclusive a Altenberg entre éstos.

La fe krausiana en el propio “magisterio” es negada en Alteu-


berg en la m emoria de la actitud blasé. Esta actitud, de hecho,
ya no es real. Es funcional solamente para expresar lo negativo
de la relación ética instaurada por Kraus entre hecho y palabra.
La consonantia hecho-palabra es constantemente problematizada
por la indiferencia del intelecto blasé, que revela la equivalen-
cia-equivocidad del hecho y cómo esta experiencia se refleja en
la proposición y en su sentido. Pero esta indiferencia es ya apa­
rente, no es ya vida, ideología actual; se ha transformado en for­
ma lingüística, en gramática, sintaxis, orden del texto. Alude al
problema irresuelto del discurso krausiano, anuncia la superación
de éste. La actitud blasé es una metáfora, para decir la imposi­
bilidad de realizar una reducción ontológica del “valor” del len­
guaje y de volver a confiar a la representación poética magiste­
rios “divinos” . La indiferencia blasé es ya desesperación por esta

70 Cf. M . Bordes, E in Angriff auf H. Heine. Kritische Bemerkungen zu


K . Kraus, Stuttgart, 1971. ¡Y Heine es, en cambio, uno de los autores de
Nietzsche! Por otra parte, la misma "dirección” del cenáculo (y de la for­
tuna literaria) de George tiene rasgos krausianos y viceversa. La manera en
que George se muestra "en la gran ciudad” tiene el tono patriarcal e in-
contaminable (lo opuesto a lo ascético, lo opuesto a lo verdaderamente “re­
servado” ) de las “lecturas” krausianas. Se muestra “con la intangibilidad
hecha de reserva soberbia y gravedad majestuosa de los grandes dignatarios
en las grandes empresas, ante los cuales palabras y multitudes se retiran”
(R . Borchardt, “Die G estalt Stefan George”, tr. it., en Varios autores, Da
Lessing a Brecht, V. Santoli [comp.], Milán, 1968).
los Úl t i m os o ía s de kraus 191

impotencia. Lo blasé reconduce al terreno escabroso de las pala­


bras, de los signos y sus juegos. Pero la indiferencia es una más­
cara doble: respecto de la manifiesta utopicidad del discurso de
Kraus por una parte, y respecto del orden y las normas que re­
gulan despiadadamente el juego lingüístico por otra. Así la acti­
tud blasé misma entra en crisis y se supera. A nte el fracaso de
la utopía krausiana hay desesperación, no indiferencia. A nte el
“juego con las veinticuatro letras” de Rimbaud hay forma, regla
y medida, no indiferencia. La actitud blasé aparece solamente
como memoria, funcional a un trabajo de problematización y de
“negación introductoria”. Su Nervenleben ha saldado ya total­
mente su propia integración en el V erstand de las relaciones de
cambio, donde el principio de indiferencia se realiza.71 La actitud
blasé es superada y negada en la comprensión, en el dominio y
el orden del lenguaje. Pero la actitud blasé es, asimismo, más­
cara de esta superación y de esta negación, a fin de que el lengua­
je no presente la pretensión de conferir a la propia form a un valor
absoluto. La actitud blasé suena a ironía y separación en la deses­
peración de los límites del lenguaje —en la desesperación porque
solamente en estos límites es superable el mero Nervenleben, así
como la “santidad” georgiana.
El texto de Altenberg presenta esta extraordinaria riqueza de
temas, pero como en perfecto equilibrio entre sí: actitud blasé
y memoria, la relación krausiana hecho-palabra, pero en sus trans­
form aciones, “retraída” en una nueva dimensión de separación,
de ironía, de memoria precisamente, que, a su vez, se vincula a la
búsqueda despiadada del orden sintáctico, gramatical, y a la deses­
perada conciencia de sus límites. Estos nudos, este entrelaza­
miento, se expresan en compases rápidos, aforísticamente.72 El
discurso aparece cerrado con la exposición simple de sus tonos, de
sus nombres. Toda repetición, casi, parece ornam ento: Altenberg
se separa de ella inmediatamente, la capta con ironía, la dispone
en la memoria del Nervenleben y de la experiencia blasé y, asi­
mismo, se sirve de ella para demostrar el lím ite de aquel “todo”
que la simple exposición originaria podía hacer aparecer casi como
nuevo absoluto.

71 Cf. el cap. 1 de m i Metrópolis, Roma, 1973.


72 Estos compases representan Extracte der Seele. E l “alm a” h a dejado
de querer decirse “expresivamente” o de representarse dram áticam ente-tea-
tralm ente. Su dimensión se retrae en la escritura de dichos Extracte. E s un
retraerse de lo “sacro” del alma en la memoria, a través d e la separación
y la resignación y, en este sentido, es también un “desacralizar” .
192 ASPECTO DEL “ L EN G U A JE VIENÉS”

El arte es Phantom, “fleischloses Gespenst”.73 V ivirlo no sig­


nifica ya lacerarlo en las líneas del Nervenkunst. Se compone, en
cambio, en la efectualidad y comprensibilidad de la lingüística
“purificada” por Kraus. Como Kraus, Altenberg es un “Sprache-
beherrscliender Kámpfer”,74 pero, a diferencia de Kraus, la verdad
del lenguaje se retrae para él en el orden, en la simplicidad y
comprensibilidad de esta form a suya. Su lenguaje no expresa ya
una verdad, un Logos intrínseco que le permita juzgar. La “vir­
tud” burguesa krausiana que plantea imperativos, reglas, formas,
contenidos éticos y estéticos juntos, se lanza constantemente
contra los límites del lenguaje.7* Allí donde Kraus busca razones,
sustancias, “qué” y “causas”, Altenberg describe combinaciones
y juegos. Su placer ante éstos es todo uno con la desesperada
conciencia de su ser-forma.
Lo mismo que para Rilke, es en esta forma donde se retiran
la tierra y las cosas. Pero la composición expresa ahora clara­
mente que esta transformación no es un conservar, y tampoco
un poseer. La memoria del blasé servía precisamente para supe­
rar esta consolación. Retirar cosas y palabras de la utopía de su
síntesis —de las tensiones lacerantes dirigidas a decir su esencia,
de la fachada del ornamento, del ornamento de las fachadas—
en el juego invisible, pero perfectamente formado del lengua­
je, en el placer-desesperación por su comprensibilidad. Esto
solamente es el kleines Leben de Altenberg, esta disciplina inte­
rior de lo decible.7'’’ Es el mismo amor de W ittgenstein por los
73 P. Altenberg, Auswahl, K. Kraus (com p.), Viena, 1932, p. 50.
7* lbid„ p. 417.
75 Kraus todavía “representa” — quiere ser actor— , es necesariamente
ecléctico-diletante, y en esto todavía Jung-Wien. E l tono de la voz de Al­
tenberg, en cambio, no perm ite más que comunicaciones “internas”, “re­
presentaciones” que pueden desarrollarse solamente en el intérieur loosiano, La
lírica de Altenberg está técnicamente dominada por esta preocupación por
el “pianissimo” y por este impedir todo “ritmo” que pueda favorecer una
apercepción mecánica. N adie mejor que Alban Berg comprenderá a este
Altenberg: las cinco Ansichtskarten a las que pone música en 1911-1912,
op. 4, colocan a Altenberg junto al M ahler de los Kindertotenlieder, sepa­
rándolo definitivamente de toda la tradición literaria blasé, de toda la de-
molierte Literatur.
76 Es imposible no pensar, al hablar del “kleines Leben” de Altenberg, en
el Lied que inicia la colección wolfiana de los “cantos italianos” : “Auch
kleine Dinge konnen uns entzücken / Auch kleine Dinge konnen tuer seín.”
Pero también estos kleine D inge son Extracte der Seele: el alma no puede
darse más que en estas cosas, que en estos fragmentos: no es decible una
Form a suya universal y necesaria. Y aquí se reafirma el sentido del “afo­
rismo” . Pero este Lied wolfiano, este Altenberg, es también el Saba de
LOS ÚLTIM OS DÍAS DE KRAUS 193

Lieder de Schubert. Reducirlo a la relación semántica es como


reducir el Tractatus a su primera proposición. Esta reducción
la realiza Kraus en su discurso en el funeral de su amigo; pero no
Loos en la tumba que le dedica.77 El “Amó y Vio” del epitafio
está envuelto en la form a pura, simplísima del m aterial, en la
pura presencia del material que es pura m edida y pura forma.78
La complejidad de las “transformaciones” que su poesía recoge,
revela así su verdad; la riqueza de las relaciones y de las visiones
que el epígrafe recuerda, se transforman en el silencio y en lo
invisible de la pura forma, en el Nombre.
Lo “intérieur” de Altenberg no tiene nada del culto “Jugend” .
Lo “intérieur” deviene dimensión del “retiro” de las cosas. N o
“naturalismo del alma”, no superación simbólica de los hechos
—ni siquiera tensión a ésta—, sino “intérieur” com o espacio
purificado de la palabra, donde el orden de la palabra vive libre
del connubio de Geist y Presse apocalípticamente denunciado por
Kraus. Ningún “estilo” en el intérieur, ninguna “invención” del
lenguaje, sino el uso perfecto de este lenguaje y de su historia:
Éste es el significado del dicho: “Lo que está sobre mi escritorio
y cuelga de mis paredes me pertenece como mi cuerpo. Vive
conmigo, en mí, de mí.” 70 El intérieur de Altenberg es el mismo
de Loos. Retirar las cosas en la forma, en la claridad y compren­
sibilidad, en la medida del lenguaje. Pero este mismo retirarlas
es también decirlas o, mejor, decir de ellas. No existe material
en sí que resista a la forma, al proceso de transformación. Este
proceso es el decir: no “sublimar”, no “redimir”, sino decir; ahon­
dar en lo terrestre. Decir: ampliar al máximo las posibilidades
del lenguaje, sin ilusionarse nunca en trascender sus lím ites. Ésta
“am é trituradas palabras que ninguno / osaba” , de “ eres com o u n a joven, /
como una blanca polla” .
E n el bellísimo ensayo de M ittner, "Randglossen zur K ulturgeschichte der
D onaum onaichie” , en D eutsche Ahademie für Sprache und D ich tu n g , Jáhr-
buch 1972, D arm stadt, 1973, falta este capítulo esencial (que, todavía, se
desarrolla bajo el signo de Nietzsche) sobre la relación entre finís A ustriae
y lírica de Saba.
77 K. Kraus, “Rede am G rabe P. Altenbergs” , 11 de enero d e 1919, en
P. Altenberg, Auswdhl, cit. Estupendo es, en cambio, “C om m iato” d e Peter
Altenberg, de Loos, en Parole nel vuoto, M ilán, 1972, pp. 293 y ss.
78 E n el texto de una de sus famosas Ansichtskarten ya citadas, se lee
este comentario sobre el rococó: “in dieser Seit lebten M enschen, d ie vom
Leben nicht wussten, wie es wirklich und einfach ist” [“en este tiem p o vi­
vían hombres que no sabían cómo es reai y sencillam ente la vida” ]. Ausw ahl,
cit., p. 226. (C f. también el aforismo “W erdet einfach!”, pp. 326-327.)
79 Cit. por L. M ittner, Storia delta letteratura tedesca, cit., vol. i i , p . 948.
194 ASPECTO DEL “ LEN GUA JE VIENES”

es la teoría que define lo intérieur de Altenberg lo mismo que el


de Loos.80 En él reaparece la historia que anuda George a Ril-
ke y a Hofmannsthal. La transformación es la única presencia del
material —el material es solamente su nombre—, tanto más per­
fecto es el lenguaje cuanto más sabe nombrar. Sin embargo, este
decir existe solamente como dimensión de la memoria —toda
palabra recuerda—, también aquel material transformado es una
memoria suya, es ya “tiempo perdido”. Y la perfección formal
del lenguaje es tal sólo por sus límites. Y estos límites son sen­
tidos; el silencio que abraza esta forma es mostrado: debe encon­
trarse un gesto de silencio. Esto es lo intérieur de Altenberg, pero
hemos descrito, en realidad, el Kámtnerbar de Loos. La presen­
cia del material es transformada en lo invisible, es “retirada” y
dicha en su reflejo. La perfecta medida de este espacio invita a
callar aquello para lo cual no hay palabras, pero su silencio mues­
tra hasta el fin la renuncia, la desesperación y la memoria que
han hecho posible su forma. E n este espacio, en este límite, en
estas palabras, Altenberg “amó y vio” . El retrato del Karntner-
bar de frente a la entrada, que aparece en muchas fotos del inté­
rieur de Loos, no podía ser otro que el de Peter Altenberg.81 Él
es el “fleischloses Gespenst” que guía la lectura de la obra loo-
siana.

La palabra de Altenberg se desarrolla paralela y complementaria­


mente a otra definición y conquista del “Sprachliches” : es co­
mentario oculto, casi auto-explicación intema, de la obra de
Klimt —del Klimt que, en 1904, saldrá de la Secession. Cuando
en 1900 Kraus toma posición contra Klimt, por la Phtlosophie
destinada a la Universidad y violentamente atacada por la mayo­
ría del cuerpo académico, Altenberg ya colabora con V er Sacrum ,
donde, en 1901, aparecerán tam biái Rilke y Hofmannsthal.82 Al
dorso de un dibujo dedicará una poesía al amigo pintor donde
se leen las palabras: “Du warst ein Mensch!” 83 en 1918, a la
80 Cf. L. M ünz, G . Künstler, Adolf Loos, pioneer of modem architecture,
Londres, 1966. El libro es importante, más que por el catálogo completo
de los proyectos y obras, por un ensayo de Kokoschka, “In Memory” de
Loos ( “H e was a civilized man” pero “th e E ra of M an hasn’t yet begun” ).
Acerca de la relación interno-externo de Loos, debo recomendar nuevamen­
te F. Amendolagine y M. Cacciari, Oikos. D a Loos a Wittgenstein, cit.
81 El retrato de Altenberg era de Jagerspacher (cf. L. Münz, op. cit.).
82 Para todos los hechos de la Secession recordados aquí, cf. R. Waissen-
berg, D ie Wiener Secession, Viena-M unich, 1971.
88 C it. en F. Novotny, J. Dobai, Gustav Klimt, Salzburgo, 1967.
LOS ÚLTIM OS DÍAS DE KRAUS 195
m uerte de K lim t y poco antes de seguirlo, A lten b e rg in tro d u c irá
su obra ju n to con B ahr.84
A ltenberg enseña a leer en K lim t el lad o o cu lto d e la Secession:
la len ta y difícil conquista de la separación resp ecto d e los ele­
m entos del “N erv en k u n st” y del pan-estetism o “ G eorge-K reis”
que convivían en el “Jugend” . Los avatares de la Secession no
p u ed en reducirse al program a de 1897: los apóstoles del a rte , abs­
traídos de to d a cotidianidad, viven ya en la in m in e n c ia d e la
condena del Chandosbrief: su obra la an u n cia c o n sta n te m e n te .
E n el crisol d e la “ E lite-A usstellung” el n atu ralism o d e l a lm a se
desgarra en las líneas del N ervenkunst — el N e rv e n k u n st p ro fu n ­
diza y radicaliza el propio estatu to d e signo, de jeroglífico— la
im posible nostalgia “clásica” del Christus im Olymp d e K linger
se m uestra ya to ta lm e n te desesperada en la Philosophie d e K lim t
—las relaciones sem ánticas se quiebran y c o n fu n d e n e n las con­
tinuaciones sim bolistas e im presionistas— la u to p ía so b re la u n i­
versalidad del lenguaje artístico hace qu e se entrevea la b ú s q u e d a
acerca de la m ed id a y el orden de estos diversos len g u ajes. D e la
expresión de la síntesis e n tre S tim m u n g y el “ q u é” d e la n a tu ra ­
leza, se abre, precisam ente a través de estos diversos len g u ajes,
la perspectiva q u e conducirá a la representación d e la m era
apariencia efím era y desgarrada de Schiele: 85 a la rep re se n ta c ió n del
hecho d e que h acer form ulable u n m u n d o no es poseer-co m p ren d er
el devenir. E l m o m en to del pasaje se e n c am a e n la o b ra d e K lim t.
La verificación radical de los m edios expresivos del “J u g e n d ” con­
cluye con la ta m b ié n radical renuncia a la u to p ía d e la rep re sen ta ­
ción sim bólica d e lo esencial, y con la b ú sq u ed a d e l o rd e n y el
sentido de este lenguaje, e n su lím ite y, p o r ello, e n su p u re z a .
A sí com o en A ltenberg el “tipo blasé”, ta m b ié n e n K lim t los
elem entos im presionistas reto m an en u n a d im en sió n d e p e rfe c ta
arm onía. Ellos resultan, p o r decirlo así, “depurados” d e to d a ac­
tualidad. N o h ay aq u í la presencia de la visión, esen cial e n el
im presionism o, así com o n o hay tam p o co e n A lte n b e rg la equi-
vocidad lingüística esencial para la indiferencia d el sp le e n . E sta
84 H . Bahr había ya dedicado a KUm t un ensayo en 1913, actualm ente
en H . Bahr, Essays, V ien a , 1962.
85 Schiele estuvo en estrechas relaciones con K lim t hasta 1907, aun
cuando había una generación de diferencia entre ambos, y fundará la Neu-
kunstgruppe en 1911. C f . W ie n um 1900, Catálogo de la muestra en V ie n a
5-6/30-8, 1964; y, sobre todo, E . M itsch, Egon Schiele 1890-1918, Salz-
burgo, 1974. Para informaciones, bastante sometas por otra parte, sobre el
conjunto de las relaciones Klimt-Schiele-Kokoschka, cf. el ensayo dedicado
a ellos de M . Latour en Critique, núm. 339-340, 1975.
196 ASPECTO DEX “ L EN G U A JE VIENES”

visión “se retrae” . El retrato de Sonja Knips de 189S expresa ya


el “tiem po perdido” . E ste retraerse-retratar de la m ujer como
n atu raleza, com o color, como paisaje en una dim ensión cada vez
m ás “p u ra ” del lenguaje, cada vez m enos “in m ed iata” , y por
consiguiente cada vez m enos “representante”, es propia tam bién
de A ltenberg. Es la “pasante” congelada ya en el recuerdo. Eri
la V illa Sonja Knips de J. H o ffm an n , sobre todo en algún “frag­
m en to ” del jardín, volveremos a encontrar, m uchos años des­
pués, los m ism os rasgos.
Es análogo el proceso q u e aprehende y transform a el Nerven-
kunst. Los elem entos de o rn ato se convierten en p u ro signo. El
jeroglífico deja d e ser interpretado sim bólicam ente. Su función
es la d e envolver, en el silencio, el desarrollo desgarrado de la lí­
nea q u e com pone el N ervenkunst. E sta línea n o alude a nada
m á s q u e a sí m ism a, no tien e significados trascendentes: describe
el hecho d e u n a apariencia y una caducidad. P ero su espacio pue­
de ser e n ten d id o com o limitado de tal m anera, p o rq u e es definido
a p a rtir del p u ro signo del jeroglífico. Es este signo el q u e apresa
las tensiones d e la línea, el q u e las vuelve a a b a tir constantem en­
te. Y es así como esta línea descubre len tam en te, en la deses­
peración d e su espacio y com prendida en su silencio, la propia
form a, la propia estructura y el propio lenguaje. E n este espacio
la lín ea del pasado N erv en k u n st se interroga, escucha sus propios
orígenes, define sus propios lím ites. Pero, sobre todo, coloca las
norm as del propio lenguaje, verifica las posibilidades de relación,
de com binación y análisis q u e en él se dan y extiende c o n stan te­
m en te su dom inio. L a definición de sus nom bres y proposiciones
hace q u e esta expresión se reú n a con la unidad d e palabra y m e­
m oria q u e constituía, en K lim t, d significado de las m ism as con­
tinuaciones im presionistas y sim bolistas.
La M u estra del A rte Japonés coordinada p o r M oser e n 1900
signa, e n este proceso, u n m o m en to decisivo. L a im portancia de
la u n id ad y com prensibilidad d e la com posición se vuelve funda­
m ental. E l sím bolo del G esam tkunstw erk, la idea del “estilo”
universal, que estarán todavía presentes en la Beethoven-Ausste-
llung d e dos años m ás tarde, aparecen ya com o no-sentido después
d e la M u estra que da com ienzo al nuevo siglo. A quí es perfecta
la síntesis e n tre sentim iento y palabra, aquí to d a p ro p o sitió n es
form a concluida, nom bra, d en o ta y, conjuntam ente, m uestra como
toda cosa se retrae en el decir. E ste m ovim iento es expresado sin
residuos: la estructura de la representación d eb e ser absoluta­
m en te lógica.
ZUYDERSEE 197

La dim ensión de la m em oria no es ya u n esp ectro in ap reh en -


sihle, sino que se hace im plícita a la estru ctu ra m ism a d e la pa­
labra. E l lím ite d el lenguaje no debe ya ser rep re sen ta d o com o
algo que aprese del exterior los tonos, las voces, sin o c o m o este
orden d e la proposición m ism a. Todo debe p o d e rse d e c ir y m os­
trar en este orden. É sta es la m anera en q u e M a h le r a d v ie rte en
Das Lied von der Erde la poesía china, análogo al a m o r d e K lim t
y A ltenberg por el a rte oriental. E n d p o lo o p u e sto , l a ex trem a
lectura decadente, evocativa, expresiva d e este a r t e se m o stra b a
e n el F rau en ro sen h o f de O lbrich en C olonia. E n e s ta especie de
claustro d e p lan ta irregular, invadido p o r rosas, la u to p ía d e la
“m isión” artística se retiraba al perfecto h e rm e tism o d e l p ro p io
fracaso. E ra lo opuesto del in térieu r d e A lten b e rg y d e L o o s. E n
el F rauenrosenhof to d a to n alid ad estaba su sp en d id a para siem­
pre: faltab an las palabras. Todo era S tim m u n g y evocación in efa­
ble. A quí se retiraba la utopía de D a rm sta d t. E n L oos, e n cam ­
bio, to d a S tim m ung se retira del lenguaje, e n é s te so lam en te
pu ed e m ostrarse. T o d a fuerza evocativa es q u ita d a d e la co m p o ­
sición, d e la “gran form a” — de aquel h acer-fo rm u lab le el todo-
lim itado del m undo que es también un re tira r d e l o invisible y un
m ostrar el silencio— , de aquel proceso q u e racio n aliza y logiciza
la proposición en el m om ento m ism o en que d e fin e trá g ic a m e n te
sus posibilidades y lím ites. E n el F ra u e n ro se n h o f d e O lb ric h
p o d ía ta l vez aparecer quizá, como “visita e sp ec tra l” , G eo rg e,
p e ro n u n c a irrum pir Z aratustra como en la danza d e M a h le r en
V on der Schónheit, en el Das Lied.

4. ZUYD ERSEE

L a m u estra de K lim t en la Secession ap arece e n 1903; e n 1904


expone p o r últim a vez. Las infinitas tensiones expresivas d e la
Salomé, d e la Tragoedie, de otras obras p reced en tes (d o n d e N ietz-
sche se m istificaba e n el espejo d e R ich ard S trauss: la Salomé de
K lim t se asemeja b astan te m ás a Alm a M ah ler q u e a la T ierra
n ietzsch ean a), reconocen el propio lenguaje, se reco n o cen com o
lenguaje. La p in tu ra rechaza ya el co n cep to de estilo , la seudo-
santidad q u e lo sustancia, su pretensión d e decir el esp íritu de la
época. L o “p ro fu n d o ”, lo “oculto”, llega fin a lm e n te para decir:
se ilum ina lo decible, aquello que, con este len g u aje, es posible
decir. L en tam en te el N ervenkunst se analiza, se explora, se tra n s­
198 ASPECTO DEL “ LEN G U A JE VIENES”

fo rm a: deviene sintaxis, regla, G estalt. T o d a expresividad o alusi-


vidad es tran sfo rm ada en apariencia: la profundidad se oculta en
la superficie. L o indecible, lo inconsciente del N ervenkunst es
otro respecto de los procesos q u e com ponen, en su m ultiplicidad,
la form a lingüística. Pero si ellos existen, deben h ab lar sobre la
apariencia, sobre la superficie, sobre el “terreno escabroso”, sobre
la in m an en cia de dicha form a. E sta m ism a transformación es
explicada p o r F reu d en 1907 e n su lectura de la Gradiva de Jen-
sen. Pero ya d u ran te los “o c h o años” de la Secession86 habían
aparecido La interpretación de los sueños y Tres ensayos sobre la
teoría sexual. T a m b ié n en el p ensam iento de la Secession el “in­
consciente” desem peña un a función fu n d am en tal: pero como
dim ensión de las “profundidades” abism ales del sujeto, com o lu­
gar de la revelación de los grandes arquetipos, desplegam iento
d el reino d e las “ideas” . La com posición deviene, a veces, efec­
tuación m isteriosa, evocación de dichas profundidades. P o r el
contrario, en F reu d el inconsciente se revela en el sueño como
“p ensam iento n o rm al” . E l sueño sigue siendo u n pensam iento
n orm al: rem oción y transform ación actú an y se estructuran según
leyes determ inadas, según m ecanism os reconocibles. E l incons­
cien te está estructurado, dirá L acan, com o un lenguaje, cuya sin­
taxis es posib le ilum inar y teorizar.87 E ste “transform arse” del
inconsciente en lenguaje tiene la misma historia q u e pasa d e lo
“negativo” del Chandosbrief a la com prensión-dom inio del m a te ­
rial por p a rte del nuevo orden de Loos y de Schonberg, en torno
al Tractatus.
E ste “dom inio” no obra n in g u n a “sublim ación” hacia el Ego.
E l lenguaje n o es “cuerpo” de ideas apriori, encam ación del
“reino de las m adres” . C onocer sus leyes, hacer evidentes sus
palabras, es reconocer la transformación en él del sujeto m ism o,
en ten d id o todavía com o Ego. L a im agen de la p la n ta goethiana
(¡todavía!) que d o m in a los T res ensayos (to d o es u n o ) significa
la destrucción de to d o form alism o, no el reaparecer de una form a
d e juicio teleológico. A sum e el m ism o carácter q u e presentará en
W e b e m . P recisam ente el e sta tu to “a u tó n o m o ” de la subjetividad
es el objetivo fu n d am en tal de la pars destruens, ta n to de La inter­
pretación com o de los Tres ensayos: el E g o es la puesta en juego8

88 Acht Jahre Secession era el título del “balance” de L . Hevesi, pu b li­


cado en V ie n a en 1906. L a primera “ síntesis” de las ideas de la Secession
había en cambio aparecido en 1900, también esta vez redactada por H . Bahr,
87 C f. O . M annoni, Freud , Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1977,
p. 53.
ZUYDERSEE 199

en tre los dos tipos d e pulsiones: " e n su tra b a jo d e id en tifica c ió n


y sublim ación apoya a las pulsiones de m u erte, en el E llo , c o n tra
la libido, pero al hacerlo corre el riesgo de con v ertirse él m ism o
en objeto d e las pulsiones de m u erte y perecer. [ . . . ] S e co n v ierte
así en el representante de Eros y por lo m ism o, d esea vivir y ser
am ado” .38 E l todo-uno cesa de expresar cualquier fin a lid a d u n í­
voca, sobre la cual dom ine la perspectiva apriori, ético -co n cep ­
tual, del E go. Así, la unidad es com prensible sólo e n sus divisio­
nes: d e aq u í las Afinidades goethianas reto rn an , y p re c isa m e n te
m ediadas p o r el estudio sobre la disociación d e la p e rso n a lid a d ,
en el Andreas de H o fm an n sth al.
E l análisis del lenguaje del inconsciente es por eso d e te rm in a ­
ción de u n a dim ensión lingüística y no d e scu b rim ien to d e u n a
“verdad o cu lta” . E sta dim ensión n o pu ed e ser d e d u c ib le apriori
de las norm as y estructuras que operan en el len g u a je d e l E g o , n i
es fru to tam poco de sim ples “ distorsiones” de este le n g u a je . P or
eso, lejos de producir síntesis entre la posición d e l E g o y u n
“preced en te” inconsciente suyo, la in terp retació n á e l len g u aje
propio, autén tico e inalienable del sueño confirm a l a e stru c tu ra
p ro fu n d am en te diferenciada, descom puesta, de la re a lid a d p síq u i­
ca. E l análisis n o reconduce el sueño a len g u aje “n o rm a l”, sino
q u e lo in terp reta en base a sus reglas de com posició n p ro p ia s. E l
sueño es reconducido a los pensam ientos oníricos la te n te s . Jam ás
h ay sublim ación del sueño en Lenguaje. N o sólo p o rq u e « t e p ro ­
ceso n o quedaría jam ás sin residuos, n o p o d ría ja m á s decirse
efectivam ente concluido, sino, m ás radicalm ente, p o rq u e n o existe
sublim ación que pueda anular la continua ten sió n p u lsio n a l.89 E s
de esta m anera com o aparece el sujeto, e n su c o n ju n to , co m o
“ un a procesualidad contradictoria y conflictiva” q u e d e te rm in a
tam b ién el trabajo teórico, el trab ajo de análisis co m o tra b a jo con­
tradictorio, conflictivo, plural.90

ss Freud, cit. en O . M annoni, op. cit., p. 134.


80 A q u í se defíne la unitariedad de la inspiración freudiana, de L a inter­
pretación a M ás allá del principio de placer. C f . los ensayos de F . Relia,
Introducción a Varios autores, Per Freud, Verona, 1973; “ Leggere Freud.
Intom o alia Vem einung” , en Nuova Córtente , núm . 61-62, 1973, que
constituyen, en mi opinión, las contribuciones más im portantes aparecidas
recientemente sobre Freud.
90 F . R elia, “ Una tomba per Edipo? Nota su D eleuze-G uattari” , en Aut-
Aut, núm . 1, 1975. Recordemos la “lectura nietzscheana” d e la primera
página de Kan t: “Nos interrogábamos sobre la identidad del sujeto trascen­
dental. Y no habíamos encontrado respuesta alguna. N adie respondía: n in ­
guna subjetividad. [ . . . ] Silencio revelador. Silencio que finalm en te se nos
200 ASPECTO D EL “ LEN G U A JE V IEN És”

E n la Introducción de 1917 y, sobre todo, en las N uevas con­


ferencias de introducción al psicoanálisis qu e aparece en 1932,
p e ro cuyos elem entos de m ayor originalidad se rem ontan a obras
d e principios de los años veinte, Psicología de las m asas y M ás
allá del principio de placer, F reu d desarrolla este “ataq u e” al yo
co n la m áxim a radicalidad: superyó y yo n o están ya como cons­
cie n te fren te a inconsciente: las m ism as operaciones fundam en­
tales que expresan (rem oción, “observación” , resistencia) presen­
ta n un fo n d o inconsciente: “grandes sectores del yo y del superyó
p u ed en p erm anecer inconscientes, son n o rm alm en te inconscien­
tes” .91 E l desdoblam iento n o concierne ya solam ente al yo “p u ro ”
respecto d e fuerzas psíquicas inconscientes: esto está orgánica­
m e n te im plícito en la estructura m ism a del yo. L a relación
consciente-inconsciente resulta dinám ica: “ el descubrim iento, en
verdad incóm odo, de qu e tam b ién sectores del yo y del superyó
son inconscientes” 99 no perm ite usar ya dichos térm inos en sen­
tid o sistem ático, como si se tratase de dos “provincias” de hechos
q u e se excluyen y no, en cam bio, de cualidades dinám icas de la
psiquis. A quí el todo-uno se realiza en y por la diferencia radi­
cal. Y esta diferencia es fin alm en te concebida n o com o extrem a
“ conceptualización” sino en sentido dinám ico: diferencia que
ad h iere orgánicam ente a las transform aciones de la realidad psí­
quica. E l yo puede así representar el m u n d o extem o al ello, h a ­
cerlo valer sobre la libido, pero precisam ente para conservar de
la destrucción la libido m ism a, el ello, el principio del placer. E l
yo sigue siendo p or eso una p a rte del ello, la más “exterior”, la
q u e está colocada fren te a la realidad. E l yo' atrae sobre sí las “car­
gas” del ello, d e m odo q u e éstas n o naufragan “sobre los escollos
d e lo real” , para perm itir que el ello sobreviva. El yo está lleno de
ello, debe seguir sus intenciones, debe im p ed ir que nazcan “en­
ferm edades m ortales” derivadas d e conflictos insuperables. Su
p ap el es dinám ico-funcional: m edia en tre el ello y la realidad
— disfraza las im posiciones inconscientes del ello— , oculta los
conflictos del ello con la realidad y el superyó. F reud llam a “in ­
ha revelado como voluntad de silencio. [ . . . ] Silencio que concernía preci­
samente a aquello que buscábamos. Silencio sobre la identidad de aquel
sujeto que se nos escapaba. Que en efecto se nos escapaba desde et comien­
zo. [. . .] De nobis ipsis silemus” ( E . Trías, “ Nietzsche e le prime parole
della ‘Critica della ragion pura’ ” , en II Verri, nám . 39-40, 1972).
91 S. Freud, N uevas conferencias de introducción al psicoanálisis, en O bras
com pletas. Buenos Aires, Amorrortu, 1979, vol. 22, p. 65. Se trata de la con­
ferencia 3 P , “ L a descomposición de la personalidad psíquica” ..
92 Ibid., p. 67.
ZUYDERSEE 201
sinceridad diplom ática” 83 a esta a c titu d del yo. P e ro el superyó
m ism o, en cuanto h eredero del com plejo edípico, e s in te rio r a
esta dialéctica, está lleno del ello.
N o existe u n a L engua “otra” que ilu m in e u n a “v e rd a d ” sepa­
rada d e sí, q u e reduzca a una sustancia. L a crítica d e l c o n c e p to
de sustancia-objeto es todo-uno con el fin d e to d a p o sib le d efin i­
ción logocéntrica de la estructura lingüística. E l tra b a jo d e in te r­
pretación n o desem boca en ninguna “v erdad” que sea “ separable
de la distorsión a la q u e es som etida” .939495 M e jo r a ú n : ex isten sola­
m e n te estos com plejos dinám icos de disto rsió n -tran sfo rm ació n : es
real solam ente la transform ación, p ara ella sólo ex isten “ n o m ­
bres” . El sistem a com plejo de alienación-transform ación q u e re ­
gula las relaciones m encionadas en tre ello, yo y su p ery ó , signa
la crisis definitiva de todo m ecanicism o c o m p o rta m e n tístic o d e
procedencia m achiana: lo que resulta precisam ente in a p lic a b le a
este com plejo funcional es el propio esquem a lógico-reductivo
q u e está en la base del razonam iento m ecanicista: l a red u c c ió n
del sistema a com binación de algunas variables esenciales, a u n
L enguaje suyo definido sub specie eeternitatis. M e d ia n te este a n á ­
lisis del inconsciente n o es posible liberar n in g u n a v o z “festiv a
de la subjetividad incondicionaria” , com o o c u n e e n D e le u z e , y
tam poco es posible determ inar el inconsciente (si es q u e éste es
verdaderam ente com prensible sólo en el com plejo d e sus trans­
formaciones) co m o L en guaje en general, com o ocurre e n L a c an .96*
T am p o co es posible sim plem ente desplazar el o b jeto d e l análisis
freudiano, p lan tean d o otras preguntas, sin su p erar los escollos rea­
les q u e aquél h ace visibles, com o ocurre e n G o ld m a n n y e n las
críticas “dialécticas” e n general.98 L o “real” fre u d ia n o co n siste
en la com plejidad contradictoria de las tran sfo rm acio n es m e n c io ­
nadas, no id eo ló g icam en te dispuestas. Su d im en sió n ex acta es,
com o al m enos en p a rte lo ha en ten d id o D errid a, la d e la escritu­
ra, q u e hem os visto o b rar profundam ente ya e n N ie tz sc h e.
“ Si reparam os en q u e los m edios figurativos d e l su e ñ o so n
principalm ente im ágenes visuales, y no p alabras, nos p a re c e rá m u ­
cho m ás adecuado com parar el sueño con u n sistem a d e escritu ra

93 Ibid., p. 72.
9* F . Relia, Introducción, cit., p. 11.
95 N os parecen definitivas las críticas de F . R elia, tanto a la interpreta­
ción lacaniana como a la de Deleuze-Guattari, contenida sobre todo, en
“ U n a tomba per Edipo?” , cit.
96 C f . L . Goldm ann, “ II soggetto della creazione cultúrale” , en V a rio s
autores, La critica tra M arx e Freud, M ilán , 1973.
202 ASPECTO DEL “ L EN G U A JE VIENES”

q u e con u n a lengua” :97 E l inconsciente, dice F reud, habla más


de un dialecto. A partir de la m ultiplicidad d e los lenguajes, el
n u ev o espacio de la escritura define y realiza el negatives Denken
cuyas diferencias había analizado y teorizado. A quí d pensam ien­
to negativo se realiza y revierte. É ste es el espacio donde, preci-

87 S. Freud, E l interés por el psicoanálisis (1913), en O bras completas.


cit., vol. 13, p. 180. Para este aspecto también es decisiva la relación con
Nietzsche (cf. J.-M . Rey, “ II nome della scrittura” , en II V erá, núm . 39-40,
1972). Pero aun más decisivo es al respecto el paralelo con W ittgenstein. Éste
no se demuestra tanto, en m i opinión, a través del análisis de las lecciones
sobre ética, estética, psicoanálisis y religión [en español, Estética, psicoanáli­
sis y religión, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1976] como generalizan­
do las conclusiones a las que llega W ittgenstein en su separación definiti­
va de L a ram a dorada de Frazer (L. W ittgenstein, N ote sul ‘Ram o d'Oro’ di
F razer, comp. por R . Rhees, M ilán , 1975). “A q u í se puede solamente des­
cribir y decir: así es la vida humana” ; la pretensión de Frazer de ‘‘explicar”
y la pretensión logocéntrica europea de subsumir los múltiples materiales
lingüísticos en la Lengua, la pretensión de poseer la verdad, de ser sujeto-
sustancia. Desde un punto de vista simple, también los “ dialectos” de la
psiquis devendrían enores o falsificaciones que deben curarse a la luz del
Logos. Si Wittgenstein critica a Freud es porque, a sus ojos, también Freud
sigue siendo víctima, en definitiva, de una concepción “ progresista" análoga,
intelectualmente decimonónica (cf. Estética, psicoanálisis y religión, cit., p.
121): “ Freud [ . . . ] quería encontrar una única explicación que mostrara
qué es el soñar. Quería encontrar la esencia del soñar.” Creo que las pági­
nas anteriores han demostrado que es incorrecta esta “ reducción” de la pro­
blemática freudiana, aun cuando, precisamente en Tótem y tabú, es evidente
con cuánta mayor “ ingenuidad” que W ittgenstein usó Freud los materiales
etnológicos de Frazer. E n m i opinión, la dirección efectiva de la problemá­
tica freudiana se encuentra verdaderamente con los temas sustanciales de la
wittgensteiniana en el nítido rechazo a fabricar Weltanschauungen, que de­
riva de la conciencia de la m ultiplicidad y contradictoriedad de los dialectos,
que ninguna “bonificación” podrá reducir a un esperanto único. ¿Es el yo
débil frente al ello, lo racional frente a lo demoniaco? ¿O puede el yo repri­
m ir absolutamente el impulso instintivo? ¿Puede la psiquis ser reducida a su
elemento consciente? “Y o no soy en modo alguno partidario de fabricar cos-
movisiones. Dejémoslas para los filósofos, quienes, según propia confesión,
hallan irrealizable el viaje de la vida sin un Baedeker así que dé razón de
todo [ . . . ] son intentos de sustituir el viejo catecismo, tan cómodo y tan
perfecto. Bien sabemos cuán poca luz ha podido arrojar hasta ahora la cien­
cia sobre los enigmas de este mundo-, pero todo el barullo de los filósofos no
modificará un ápice ese estado de cosas. [ . . . ] Cuando el caminante canta
en la oscuridad, desmiente su estado de angustia, más no por ello ve más
claro” (S. Freud, Inhibición, síntom a y angustia, en O bras com pletas, cit. vol.
20, pp. 91-92). E s el lenguaje de W ittg e n ste in .. . jy de W eber! Para una
lectura estimulante, según una óptica distinta, de la relación Freud-W it-
tgenstein, véase también A . Lorenzer, “ W ittgenstein Sptachspiel Konzept in
der Psychoanalyse” , en Psyche, x x v in , 1974.
ZUYDERSEE 203
sám en te porque nunca podrá acontecer todavía el su je to , acon­
tece co n tin u am en te aquel proceso de fo rm u lació n -tran sfo rm a­
ción q u e N ietzsche había p o r prim era vez in tu id o corno todo
uno con el proceso de logicización del m u n d o . Real es la logi-
cización, la Rationalisierung, que rechaza toda m etafísica d el len ­
guaje, la lógica de la reductio ad unum, la idea d el su jeta-su stan ­
cia — y asum e p or entero la carga de la c o n tra d ic to rie d ad d e los
procesos, de la m ultiplicidad de los lenguajes, p a ra fo rm a r su es­
pacio, para hacer em erger su form a. P recisam en te la in te rp re ta ­
ción m ás desencantada del lenguaje d e l inconsciente, la q u e a tra ­
viesa p o r entero la dim ensión de las disociaciones q u e c o m p o n e n
la estructura de la psiquis, es decir, la in te rp re ta c ió n d e la escri­
tura del inconsciente, es aquella q u e co n m ayor fu erza reafirm a
posibilidades y lím ites —las posibilidades reales— d e a q u e l pro­
ceso d e racionalización intrínseco, ya para N ietzsch e, a l a “lógi­
ca” del negatives D enken. E n esta perspectiva es c o n ceb id o el
proyecto freudiano de Zivilisation — el apropiarse p o r p a rte del yo
de las “ regiones” del ello — con que concluye el ensayo q u e pri­
m ero hem os citado.98
“W o Es war, sol Ich w erden.” N ietzsche h a b ía d ic h o : “ Alies
‘Es w ar’ ist ein B ruchstück, ein R athsel, ein grauser Z u fa ll — bis
der schaffende W ille dazu sagt: ‘A ber so w o llte I c h es.’ ” 99 Así
com o el W ille z u r M ach t q u e aquí se an u n cia n o significa n in ­
guna sublim ación logocéntrica, sino dom inio sobre la m ateria
im plícita a los dos térm inos que lo com ponen (W ille y M a c h t) ,
así tam b ién la Zivilisation freudiana, la “bo n ificació n ” d e l Zuy-
dersee, n o niega sino que com prende en sí la m ate ria in su p era­
ble im plícita en el sujeto. E l sujeto, el Ego, n o a p arece en él
lugar del See, sino q u e deviene. Y lo m ism o q u e el W ille nietz-
scheano, así tam bién el sujeto se dirige aq u í c o n tin u a m e n te al
Es w ar. E n este nudo consiste la im portancia del ensayo de
F reu d sobre La negación:100 así com o “ el juicio d e negación no
suprim e la rem oción y todas sus consecuencias” ,101 así tam p o c o el
proceso a través del cual el Ich deviene n o cancela el E s, el See,
sino q u e solam ente lo puede trabajar.
T am p o co es suficiente detenerse en este p u n to . T o d a v ía aquí 8

88 S. Freud, Nuevas conferencias, cit-, p. 74.


88 F . Nietzsche, Asi habló Zaratustra. “ D e la redención” : “ todo ‘así fue’
es un fragmento, un enigma, una casualidad horri bl e. . . hasta que la volun­
tad que crea no diga también: ‘pero asi quise que fuera’ ” .
100 T r. it., en él núm . único de N uova Corrente dedicado a Freud, ya citado.
101 F . Relia, Leggere Freud, cit.
204 ASPECTO DEL “ L E N G U A JE VIENES”

p o d rían ten e r lu g ar recuperaciones “dialécticas”, tardo-hegelianas.


L a relación Ich-E s podría ser com prendida e n el concepto de
A u fh eb u n g o, p e o r aún, po d ría representarse u n a lectu ra d e Freud
en clave teleológico-kantiana. Es necesario precisar: el n o adveni­
m ien to d e un nuevo sistema del sujeto no significa en absoluto
un equívoco, in-finita “apertura” del discurso. E l no-advenim ien­
to del S u jeto im plica, en cam bio, precisam ente la posibilidad red
de aq u el proceso de transform ación de la m ateria del E s en dia­
lectos y escrituras, que coincide, finalm ente, con el proceso mis­
m o d e racionalización-logicización del m undo, e n c u a n to diferen­
cia, e n cu an to conflicto irreductible, en cu an to desarrollo: W o
Es w ar, solí Ich werden.
S o lam en te la im agen que F reud escoge para form ular su propia
idea (el Z uydersee) está aquí, si acaso, para h a c er aparentem en­
te p lausible el discurso adom iano sobre el “ilum inism o n o ilum i­
n ad o ” de F re u d .302 E n realidad, el sentido del análisis es claro:
no se tra ta en absoluto de abolir “p o r la vía legal” las diferen­
cias orgánicas de la estructura de la psiquis, y m ucho m enos de
reducir o tra vez al logocentrism o del Ego. L a relación conflic­
tiva e n tre yo y ello no es “q u itad a”, n o se form ula una hipótesis
para resolverla con felicidad. Es dentro de este conflicto donde
procede la Zivilisation. A ntes bien, es a través de él q u e el in­
consciente “se transform a” en lenguaje, que las relaciones diná­
micas d e la psiquis son nom bradas y qu e su estructura es reco­
nocida, y reconocida precisam ente p o rq u e se advierte en ella la
im posibilidad d e reducirla en térm inos sistemáticos. E l m ism o
proceso “ terap éu tico ” n o es más q u e este reconocim iento, esta
transform ación. E n éste, si acaso, d eben ser reforzados los ele­
m entos q u e p erm iten su m áxim a dinam icidad y funcionalidad,
donde h a b ía sim plem ente ello, o bien conflicto inmediato, debe
ahora h a b e r este proceso de transform ación-reconocim iento: este
lenguaje, esta escritura. Zivilisation n o indica una perspectiva
apriorísticam ente fijada por la R atio, el flatus vocis de u n juicio
teleológico-forinal. Zivilisation es la dinám ica y el conflicto en­
tre las cualidades psíquicas, conflicto fin alm en te in terp retad o poi
el n ü ch tem es D en k en en sus térm inos au tén ticam en te in m an en ­
tes. Zivilisation no es negar esos conflictos, liquidarlos e n la
idea, sino hacerlos formidables. P orque solam ente haciéndolos 102

10 2 x . W . Adorno, M ínima m ordía, Caracas, M o n te Á vila, 1975, p. 66.


Pero Horkheim er, en un volumen de 1934 que en muchos aspectos es el
modelo de M ínim a m ordía, había ya desarrollado este tip o de crítica, Dam-
merung. N otizen in Deutschland, Zúrich, 1934, p. 256.
ZUYDERSEE 205
form ulables ellos pueden tam b ién ser usados. S ich tb ar m ac h e n .
D ien stb ar m ach en . [“Hacer visible. H acer servicial” .]
El proceso de E ntsagung m ism o se reconoce en este resu lta d o .
L a ascesis schopenhaueriana revela aquí h a sta el fo n d o la p ro p ia
“econom icidad” : “bajo el influjo de las pulsiones de autoconser-
vación del yo [el principio del placer] es reservado p o r d p rin ci­
pio de realidad, q u e, sin resignar el propósito d e u n a g an an cia
final de placer, exige y consigue posponer la satisfacción [ . . . ]
y tolerar provisionalm ente el displacer” .103 L a ascesis n o es n e ­
gación del placer, sin o m edio para alcanzar la m áxim a satisfacción.
L a E ntsagung, p o r consiguiente, n o “cura” los desgarram ientos
propios de la estructura conflictiva de la psiquis, sino que los usa,
precisam ente, para el N irvana de la m áxim a satisfacción.
D e la m ism a m anera, d N ervenkunst n o “cura” m e d ia n te u n a
restauración del ordo tonal clásico, cuya m edida sea to d av ía ex­
presión de form as apriori, o, nuevam ente, un a m era ten sió n nos­
tálgica h acia la invención de nuevos sistem as. E l c a m in o está
m arcado: va del sistem a a Parerga y Pojulipomena y no a la in ­
versa. P ero precisam ente el h ech o de que aquél no “cure” h a c e
qu e sus contradicciones y desgarram ientos se muestren transforma­
dos: existen, pero solam ente en cuanto transformados: len g u aje,
signos de la m em oria en A ltenberg y K lim t; diferencias, suspensio­
nes, vacíos en T rak l;104 d reconocido, perfecto o rd en lin g ü ístico
que coincide con la dem ostración del p ro p io lím ite, es p o r lo ta n ­
to del p ro p io silencio. E n el Zuydersee “bonificad o ” , el “ juego”
en tre realidad, ello, yo y superyó habla. Pero el p o d er-h ab lar
reafirm a su efectualidad. L a palabra es p alab ra d e aq u el juego,
no del Logos que lo “supera” . D e esta m anera, el ordo d e l K ám -
tn erb ar refleja las tonalidades suspendidas de A lten b erg y K lim t,
la increíble riqueza y com plejidad de la “m em oria” lin g ü ística
h o fm an n sth alian a, en d m om ento m ism o en q u e teoriza lo s p r o ­
pios lím ites y se niega, w ittgensteinianam ente, a lo in d ecib le y a
lo “expresivo” .

103 S. Freud, M ás allá del principio de placer, en O bras com pletas, cit.,
vol. x v m , p. 10.
104 C f . la estupenda página de Rilke sobre T ra k l en el volum en colectivo
E rinnerung an George Trakl, Innsbruck, 1926: “ esta poesía está siempre
construida sobre sus pausas. U n par de líneas marcan el lím ite de lo in fin ito
indecible: así están hechos estos versos. Son setos vivos en una tierra en la
cual la parte delimitada se une continuamente a una llanura tan grande que
no se pueden imaginar sus confines” . Aquel infinito indecible tam poco tom a
nunca la palabra, n i este seto vivo podrá jamás describirse.
INDICE DE NOMBRES

Abraham, G., 124 n, 137 n Bohr, Niels, 42 n, 44 n, 45, 46 n


Adler, Friedrich, 51 Bolzano, Ludwig, 169 n
Adler, M ax, 48-51 Bonomi, Alessandro, 88 n
Adorno, Theodor W ., 129-131, Boole, George, 70 n
142-145 n, 162 n, 183 n, 184, Borchadt, R ., 190 n
185 n, 2 0 4 n Born, Max, 44 n, 53 n
Agazzi, Emilio, 50 n Borries, M ., 190 n
Altenberg, Peter, 133, 190-192, Bortkiewicz, Ludw ig von, 11,
194-197, 205 12, 15
Althusser, Louis, 53 n Brahms, Johannes W ., 120, 121,
Amendolagine, Federico, 7, 81 124, 128, 135, 142 n, 143
n, 123 n, 193, 194 n Brentano, Franz, 169 n
Avenarius, Richard, 52-54, 57, Bridgman, Paul, 44 n , 45 n,
62 141 n
Broch, H erm ann, 182-n-184n
Babbage, Charles, 70 n Brouwer, 76
Bach, Johann S., 141 n Bujarin, Nikolái, 18 n
Bacon, Francis, 181 Burckhardt, Jacob, 185 n
Bagiotti, T., 18 n Busoni, Ferruccio, 135-137 n,
Bahr, H erm ann, 166, 195, 198 n 139, 1 6 4 ti
Balzac, Honorato de, 122
Barone, Felice, 62 n C anetti, Elias, 187
Bartley, W . W , 81 n Cam ap, Rudolf, 34 n, 3 5 n, 41
Bazárov, Vladímir, 59 ti, 42 ti, 76, 96, 97
Bebel, August, 50 Caracciolo, Alberto, 108 n
Beethoven, Ludwig van, 119, Casari, E., 79 n, 81 n
142 n, 146 Cassino, 105 n
Behrens, 164 Cassirer, E m st, 33 ti, 35 n , 41 ti,
Bellone, E ., 45 n 44 77, 46 77, 77 77
Bemporad, G., 180 n Clavelin, M . , 98 n
Benjamín, W alter, 184-187, 188 Colé, George D . H., 50 77
n, 189 Colletti, Lucio, 22 77 , 25 77
Berkeley, George, 31-33, 40, 41 Cooper, M . , 124 n, 137 77
Berg, Alban, 152, 192 n Com er, M., 137 77, 138 n
Bemstein, Eduard, 25 n Couturat, 41 n
Bizet, Georges, 112, 114 n, 118
Blei, Franz, 54 Dalla Chiara Scabia, M ., 80 77,
Bogdanov, Alexandr, 54, 56, 57 87 n
Bohm-Bawerk, Eugen, 11-25, Dehmel, 125
27, 28?i, 30. 31, 36, 38-40, Deleuze, Gilíes, 201 n
48, 54, 57 Denza, Luigi, 130
[ 207]
208 ÍN D ICE DE N O M BRES

Derrida, Jacques, 112 n Heisenberg, W erner, 39 n, 43 n,


Dilthey, W ilhelm , 184 45
Duhem , Pierre, 42 Heller, Erich, 178 n
Duse, Ugo, 108 n, 121 n, 123 n, Herbrand, J., 78 n
124 n, 126 n, 130 n Hertz, Heinrich, 34
Hevesi, L., 198 n
Ehrenfels, 169 n Hilbert, David, 79, 80
Ehrenstein, 115 Hilferding, Rudolf, 12-25, 27,
Einstein, Albert, 33 n, 40-42, 28, 48
95 Hintikka, J., 102 n
Engel, Morris S., 74 n Hoffmann, Josef, 196
Engelmann, Paul, 101 n, 115, Hofm annsthal, H ugo von, 140,
117 n, 122, 123 180-187, 190, 194, 199
E rnst, Paul, 1 6 0 n Holderlin, Friedrich, 115, 146,
176 n
Fano, G., 107 n Horkheimer, Max, 204 n
Favrholdt, D ., 102 n Hume, Davád, 31, 41
Ficker, Ludwig von, 101, 174 n Husserl, Edm und, 105 tt, 1 7 0 n
Fink, Eugen, 27 n, 31 n, 61 n
Frazer, James G., 202 n Janik, Alian, 74 n, 80 n, 119 n
Frege, Gottlob, 70 n, 75, 76, Jensen, O tto, 198
80 n, 87, 91 Johnston, W ., 18 n, 81 n, 169 n
Freud, Sigmund, 126 n, 140, Jorgensen, J., 96 n
187, 198-200, 202-205 tí
F uchs, Cari, 109 Kafka, Franz, 84, 155 n
Kandinsky, W asili, 116, 164,
G ast, P., 109
George, Stefan, 125, 131 n, 138, 167-173
156, 157, 159-166 n , 177, Kant, Im m anuel, 31-35, 48, 50,
180, 181, 183 n, 186, 187, 62, 73 n, 199 n
Kautsky, Karl, 50
190, 194, 197
Keller, H ans, 117, 118
Geymonat, Ludovico, 75 n
Keynes, John M ., 29, 95 n,
Giacomini, 75 n
Gianquintó, Alberto, 34 n, 62 n 175 n
Godel, Kurt, 79-81, 88 Kierkegaard, Soren, 105 n, 118,
Goethe, Johann W ., 115, 116, 119 n
118, 131 n, 140, 157 n Kimstler, G ., 194 n
Goldm ann, Lucien, 201 Kirchhoff, Gustav, 34
Gropius, W alter, 173 n Klein, Félix, 77
Guattari, Félix, 201 n Klimt, Gustav, 140, 186, 194-
197, 205
Hannak, J., 51 n Kohler, W ., 169 n
Hegel, Georg W ilhelm , 33, Kokoschka, Oskar, 194 n, 195 n
108, 110, 113 Kneale, M ., 76 n
Heidegger, M artin, 105 n, 132, Kraus, Karl, 133, 134, 140, 166,
145, 176 n, 178 n 186-194
Heine, Heinrich, 189, 190 Kuhn, Thom as, 39 n, 94 n
ÍNDICE DE NOM BRES 209

Kürnberger, 112 n Moore, George E ., 90 n, 91 n,


95 n
Lacan, Jacques, 198, 201 Morike, 116 n, 117, 123
Ladriére, J., 81 n Moser, 196
Lasker-Schüler, Else, 174 Mozart, W olfgang A., 135
Latour, M., 195 n M ünz, Ludwig, 194 n
Leibniz, Gottfried W ., 41 Musil, R obert, 147-155, 185 n
Lenin, Vladímir I., 46, 51-56,
58 Nagel, E m st, 79 n , 80 n
Lichtenberg, Georg, 118 Napoleoni, Claudio, 22 n
Lo os, Adolf, 123, 152, 173 n, Nestroy, Johann N ., 112 n, 188
174, 182 n, 183, 189 n , 193, Neurath, O tto , 97, 98
194, 197, 198 Newman, J., 79 n , 80 n
Lorenzer, A., 202 n Newton, Isaac, 32, 34, 39, 41,
Loris, 182 42
Losano, M., 70 n Nietzsche, Friedrich, 8, 60-68,
Lukács, Gyorgy, 27 n, 105 n, 70 n, 72 n, 73, 74, 77, 78, 83,
160 n, 1 6 1 n 85, 88, 103, 108-116, 118,
119,123 n, 132-134, 138, 143,
Mallarmé, Stephane, 161 n 144, 154, 178 n, 187, 190 n ,
M ach, Em st, 31-33, 35-42, 47, 193 n, 197, 201, 202 n, 203
51-54, 56, 57, 62, 65, 66, 71, Nono, Luigi, 165 n
74, 95, 148, 152-154, 1 6 9 n Novotny, F., 194 n
M ahler, Alma, 124 n, 131 n,
197 Obermaier, W ., 188 n
M ahler, Gustav, 114, 123-126 n, Occam, 144
128, 130, 132-134, 139, 140, Odgen, 95 n
142 n, 143, 146, 152, 179, Olbrich, Joseph-M aria, 183, 197
180, 184 n, 186, 187, 192 n,
Pauli, W ., 42 n-44 n , 45
197
Malcolm, N orm an, 117, 118 n, Paggi, Leonardo, 50 n
Pannekoek, A ntón, 51, 58 n
123 n
Pascal, Blaise, 118
Mandalari, M ., 115 n
Patzig, G ., 88 n
M annoni, O., 198 n, 199 n
Peacock, 70 n
Marcuzzo, M . C., 14 n P e t i l l o n , P ierre-Y v es, 180 n ,
Marx, Karl, 11-13, 15-22, 24, 181 n
25 n, 26, 28 n, 29, 30, 47,
Petzoldt, Josef, 56
48, 55, 100
Piaña, Giovanni, 80 n, 83 n
M attick, Paul A., 15 n
Pietranera, G iuliano, 2 5 n
M e Guiness, B. F., 101 n Pitcher, G., 102 n
M itchell, Donald, 126 n, 1 39 n Pía ten, 121
M itsch, E., 195 n Poincaré, H enri, 35, 42, 78
M ittner, Ladislao, 185 n, 188n, Popper, Karl, 32 n, 39 n , 97
193 n Preussner, 165 n
M ontinari, Marcello, 153 n Proust, M arcel, 132
210
IN D ICE DE N O M BR ES
Ravel, Maurice, 119 n
Simmel, Georg, 136, 157 n, 159-
Reich, Wilhelm, 146
Reichenbach, Hans, 40 n, 41 n 163
Somenzi, V., 44 n
43 n
Relia, Franco, 199 n, 201 n Staudinger, F., 51
203 n Stein, E., 142 n
Rey, 202 n Stenius, Erik, 102 n
Rhees, R., 202 n Strauss, Richard, 123 n-125, 156,
Riegl, Alois, 158, 161 n 157
Rilke, Rainer M ., 89 n, 13 1 Strawson, P., 88 n
135 n, 138, 154, 155, 162" Strobel, 165 n
163, 174, 175 n, 177, 179’ Stuckenschmidt, H. H., 120 n,
180, 183, 192, 194, 205 n ’ 122 n, 124 n, 125 n, 142 n,
Rim baud, Arthur, 191 156, 157,
R ivetti Barbo, F., 81 n Suvórov, S. A., 54, 57 n
Robinson, Joan, 25 n, 29 n
Rodbertus, Johann K., 15, 25 Tafuri, M., 123 n
R odin, Auguste, 162, 163, 180 Tarsld, A., 81 n, 88
Rognoni, Luigi, 165 n, 173 n Toulmin, Stephen, 80 n, 1 1 9 n
Rosegger, 133 Trakl, Georg, 126 n, 131, 134,
Rufer, Josef, 135 re 173, 174, 205
Russell, Bertrand, 41 n, 80 n, Trías, Eugenio, 200 n
86 n, 95, 105 n, 116 n, 174 n Tronti, Mario, 25 n
175 n
Uhland, 122, 165 n
San Agustín, 118
Sandkiihler, Hans J., 50 n Veca, Salva tore, 21 n
Schiele, Egon, 195 von Neumann, ]., 78 n
Schiller, F. C. S , 115 Vorlander, Karl, 49 n
Schlemmer, O., 164 n Vranicki, Predrag, 50 n
Schlick, M oritz, 76
Scholz, 98 W agner, Richard, 108-115, 119,
Schonberg, Am old, 114, 120, 120, 125, 134, 135, 138
122, 124, 125, 133-135, 138- Waissemberg, R., 194 n
140, 142 n-145 n, 156, 157, W aissmann, Friedrich, 77 n, 80
162, 164 n, 165 n, 166-168, n, 83 n, 84 n, 95 n, 96 n,
173, 186, 198 105 n
Schopenhauer, A rthur, 8, 31-34, W eber, Max, 46-48, 110 n,
36, 37, 60, 61, 63, 74, 83, 202 n
85, 110, 111, 119, 120, 133, W ebem , Antón, 90, 125, 131,
134, 143, 150, 164 133, 134, 137 n, 140-142,
Schreiber, Ulrich, 143 n 144 n, 146, 149, 150, 154,
Schubert, Franz, 123, 164, 193 161, 171-174, 198
Schumpeter, Joseph, 28 n, 30, W einberg, 98
46-48 W eininger, O tto, 119 n
Semper, 158 n W ilhelm , Paul, 135
ÍNDICE DE NOMBRES 211

W ingler, H. M ., 164 n 127, 145-150, 152, 173-175,


W ittgenstein, Hans, 119 n 183, 188, 189 n , 192, 202
W ittgenstein, Hermine, 119 n W ittgenstein, M argarethe, 119 n
W ittgenstein, Kurt, 119 n W ittgenstein, Paul, 119 n
W ittgenstein, Ludwig, 8, 60, W ittgenstein, R udi, 119 n
66 n, 72 n, 73-77, 80 n, 82- W orringer, W flhelm , 160 n
88 n, 90 n, 91-96, 98-101, W olf, Hugo, 116 n, 125, 138
103 n, 105 n, 111, 115-124, W right, G . H . von, 118 n , 123 n
Es objetivo del libro mostrar la presencia determinante del pensamiento negativo en los
procesos de crisis y refundación, en el desarrollo general de las metodologías científicas
y de las ideologías contemporáneas. Lo que en él se afirma es la efectividad del pensamiento
negativo, cuya crisis misma se presenta como parte integrante de su “ tradición” , como
proceso de refundación históricamente determinado. Esta interpretación, naturalmente,
está en total discordancia con las criticas del pensamiento negativo como polémica regresiva
e irracionalista respecto de la problemática del desarrollo capitalista, y con las lecturas en
clave "‘ existencia!' ’ de sus tendencias más significativas.
Pero precisamente la efectividad del pensamiento negativo se funda sobre la plena
conciencia, fatigosamenie conquistada, de la insolubilidad dialéctica de las contradicciones
del sistema, del carácter estructural de la crisis en su interior, de la problematicidad e
indeterminación constitutiva de las relaciones que lo forman.
Punto de observación absolutamente privilegiado para el análisis de la maduración de
una “ teoría” similar es el desarrollo de las intuiciones lógico-gnoseológicas nietzscheanas
y de sus teorías estéticas en el operar crítico y artístico de la Vlena del Tractatus, y de las
problemáticas que, en torno a ella, se afirman entre el fin de siglo y finís Austriae, de
George a Rilke y a Trakl. Si volver a visitar la Vlena de Mahler y Schónberg, de Wittgenstein
y Webern, de Hofmannsthal y Freud tiene un sentido, éste consiste en el redescubrimiento
de la problemática nletzscheana en el momento de su máxima generalización, y también
de su crisis, de su máxima expansión y maduración, y también de su máxima tensión hacia
los “ nuevos órdenes", que desde su mismo Interior se estaban desarrollando.

Massimo Cacciari, nacido en 1944, ha sido director de Angelus Novus y de Contropiano.


Colabora en varias revistas, entre las cuales se cuentan aut aut, Classe, Nuova Corrente.
Ha tenido a su cargo la edición Italiana de obras de Hartmann, Slmmel, Lukács, Fink.
Es coautor, junto con Paolo Perulll. de Piano económico e composizione di classe (Feltrlnelli,
1975).

m sig lo
veintiuno
editores
M E X IC O
ESPA ÑA
A R G ENTINA
C O L O M B IA

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