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Piedras en El Aire
Piedras en El Aire
PIEDRAS EN EL AIRE
Héctor Moreno
I 24 de Junio
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mujer, con incertidumbre, por lo que desconocía, y con certeza, porque algo
hizo que empezara a imaginar un viaje en el tren del Sur, yendo desde
ubiqué en una vieja casona estilo inglés, no muy bien conservada. Debajo del
ochocientos noventa y cinco (el mismo año en que nació el padre de mi padre).
Decidí que golpeaba la puerta y la abría una mujer un tanto mayor, que me
biblioteca que está en la pared con ventana. Será el cuarto o quinto libro
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contando desde la izquierda. El de lomo rojo, o el de lomo bordó. Son tan sólo
dos”. Seguí imaginando que dejaba mi abrigo y mi gorra (las mismas que llevaba
cumpliera una orden, tomaba el rojo sabiendo que antes de abrirlo, el libro
hojearlo, la mujer revisaba el fichero con cierta obsesión y que lo haría todos los
días, de la misma manera, para corroborar que nada había cambiado durante la
noche.
mujer está bien”, me dijo una enfermera que salía de la sala de partos, mientras
Desde el lado de afuera del vidrio del servicio de neonatología, nuestro obstetra
me señalaba con el dedo índice de su mano derecha, cuál de todos los recién
Tan mía y tan ajena pensé al verla por primera vez. Creía que a partir de
médico, cuando tuvimos que internar a nuestra pequeña por una infección
urinaria, mientras caminaba, otra vez solo, por un pasillo, después de escuchar
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el comentario de uno de los pediatras que realizaba el recorrido matinal por las
estuviésemos presentes o fuésemos parte del elenco médico, que habría que
parámetros de normalidad.
necesites” y otra en inglés “just let it be, you are alone”, sin firma ninguna de
-Buenoo. Veamos.
recién después las piernas. En estos casos nunca se sabe con antelación, las
limitaciones con las que nos vamos a encontrar. Mi trabajo, por lo general,
superficie de la Antártida.
hubiesen mantenido inalterables durante todo ese tiempo. Como si nuestra hija
los mismos. Si bien la homenajeada era mi hija, a pesar de todo lo que sentía
vez porque me resultó más amigable, más interesante, más protector el término
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“azar”, que apareció por primera vez, en toda su dimensión, en la consulta con
una genetista.
“Lo de su hija para la ciencia no tiene hoy explicación. Tal vez dentro de
diez o quince años sepamos qué es lo que produce este tipo de alteraciones. Por
amable, casi una caricia. Como si esa roca, que sentía en la cabeza, comenzara
La ciencia, por suerte, nunca tiene la última palabra, y esa sea quizás su
condición. Al fin y al cabo, nadie tiene la última palabra. Mi hija, sólo tres o
cuatro, a veces cinco, si es que se la pueden denominar palabras. Más bien, una
repetición de monosílabos, nunca más de dos para hacer y hacerme saber que es
mi hija, para decir que está presente, o que está contenta, o que algo del
alcanza aunque cada una de sus sílabas me alcance una y otra vez. Esa
limitación semántica, imposibilita hablar con ella. Limitación que en vano, trato
de superar. A veces, y no son pocas esas veces, con una sonrisa suya resulta
mantenga presente en cada instante para que desbarate, de una vez y para
armado del Ferrocarril del Sud, que salía de Constitución a las nueve en punto
referencia. Medir lo que se le hacía un lugar sin límites. Ciento veinte kilómetros
no era, de por sí, una distancia que lo asombrara. Muchos de los recorridos
Lomingthon, había dejado a su mujer y a sus dos pequeños hijos, sin saber
que sería para siempre, o tal vez sin querer saberlo. Su matrimonio, si bien
ubicado entre cierta sensación de encierro que se apoderaba de él una vez que
ingresaba a su casa para estar con los suyos, y la de vacío cuando, por razones de
tranquilizador. Por eso trabajó con tanto empeño desde su llegada a Buenos
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Aires, supervisando una y otra vez, hasta altas horas de la noche cada detalle. La
mismo centro médico. Esa vez no caminaba solo por el largo y blanco pasillo. Mi
madre, mi suegra y mis hermanos estaban junto a mí. Para ser preciso, debería
decir que ellos permanecían junto a mí, más que yo junto a ellos.
más juntos. Un poco más juntos. El hecho de que fuera varón, sano,
contraste entre mis dos hijos en demasía notorio. Al lado de quien de tanto
carecía vino a ubicarse quién llegó con tanta abundancia de recursos. Nunca
quise saber, aunque tuve que hacerlo, qué pensaba nuestro hijo de su hermana.
diferente. Sin querer aceptar que esa diferencia resultaba inevitable, extraña,
conflictiva.
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nuestro hijo nos hizo saber que ambos padres éramos responsables de la
montada a la intemperie, que debíamos construir una y otra vez por las
variables del tiempo con sus excesos de sol, de viento, de lluvia o de frío.
Todo duró hasta que uno de los actores se bajó de la escena, invitándonos
Cuando nuestra hija estaba a punto de cumplir quince años, nuestro hijo
comenzó con un estado febril, que nos hizo consultar a más de un médico sin
nuevamente sin saber qué hacer. Podía relativizar, no sin un gran esfuerzo, los
quince años de mi hija. Podía entender que esa fiebre de mi hijo, a la que sumó
cediendo y el festejo del cumpleaños de quince fue llevado a cabo, casi como uno
más. Intentando que fuese diferente, sutilmente diferente, para que fuera
apenas percibido por nosotros y por los demás, pero diferente al fin. Invitamos
ella.
¿Are you alone Mr. Lomington? fue la pregunta que le realizó la esposa
ellos dos, al ver que el ingeniero había colocado su abrigo en el lugar que podía
haber ocupado otro pasajero, en el viaje inaugural del Ferrocarril del Sud. Una
posible; que pasaba gran parte del día en su despacho, trabajando a la par de sus
colaboradores y que vestía acorde a la moda europea, sino también que sabía
por una mujer en su idioma natal, estaba ocupada por el pensamiento que, más
que otros, había concluido una obra perfecta y sentía, como si fuera sólo suya.
Pero el azar distrae sin intención toda rutina, todo plan. Para él fue como si de
repente se hubiese desplazado el trazado de las vías que con tanto esmero,
pasión y control había realizado. No quería que por razón alguna se modificara
esa trayectoria.
observaba con estupor y de manera inhibida, pero intensa. ¿Are you alone? lo
desesperación que lo incitó a comenzar a hablar con esa mujer, que era de otro,
desapareció, dejó de hablar. Las únicas palabras, mejor dicho sílabas, que
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recibía como padre eran pa-pá, a-cá, le-te, pe-pe, de mi hija. Volvimos por las
discapacidad. Desde las que ponen el acento en el cuerpo, hasta las que lo ponen
cinco años, aprendimos que un diagnóstico, por contundente que fuese, podía,
debía, ser relativizado. Que éramos padres de una hija con la que podíamos
Que se podía exorcizar la creencia de que uno fue arrojado al infierno, para
expiar no se sabe qué culpa, para evitar arrojar a nuestra hija en la hoguera
que podía quedar condenado a ser sólo eso. Un pedazo de carne con forma de
momento, era normal. Lo había demostrado con creces, sólo que había dejado
de hablar. Pero pensar que ese hecho, de por sí traumático, podía desconectarse
de la realidad vivida durante tantos años con nuestra hija y dejar de lado
llevarnos a encrucijadas que oscilan entre callejones sin salida y caminos que
en que consistía que un hijo no nos pudiera hablar como se supone, espera y le
hacía correr el riesgo de perder a nuestra hija como hija. Como rezar no me
convencía, volví al lugar donde siempre creí que reina la posibilidad de la razón,
el enojo hacia mi hijo que por momentos temía que me desbordase y me llevase
era un “hijo de puta”. Que podía hablar, y que si no lo hacía, era para hacerme
volverse hacia mí. Ni siquiera podía pelearme con la que era mi esposa porque,
Nunca me sentí tan aferrado a mi hija. Me veía como si fuese una madre
con su bebé. Lo único de lo que hablaba con mi mujer y mis amigos después de
una breve introducción del estado de salud de mi hijo, que repetía como si fuese
“Esa emoción, ese júbilo, es una reacción maníaca que encubre el dolor”-
como creía que debía ocuparlo. Cuando pude manifestar mi enojo hacia mi hijo
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su casa, donde estuvieran presentes los integrantes británicos del Ferrocarril del
Sud, a los que les gustaba llamar los iron–man de las pampas, expresión que
para sí algo más que un juego de galanteo dentro de los límites que las
que ella comenzara a enojarse con él por su falta de interés en las clases de
castellano. Un reto, dos; una respuesta desatinada por parte del ingeniero al
alumnos sin haberlos consultado si querían serlo, llevó a que la relación entre
tópicos hasta que llegó el momento en el que las palabras comenzaron a dejar de
Nunca se había sentido mejor, asombrado por ello, que esa tarde en la que
estaba en juego también en ella. Una pasión, que cuando se puso de manifiesto,
fue consumada una y otra vez, sin que mediaran palabras, como consecuencia
del habla, en el lenguaje de los cuerpos, que excede a todo intento de traducción.
Cuando la relación entre ambos llegó a oídos del ministro, que nunca
había dejado de sospecharla, los amantes ya habían dejado Buenos Aires. Hacía
un día antes que ella para evitar que los vieran irse juntos. El inglés conocía
suficientemente discreto.
bien era una noche bastante fresca se despojó de su ropa y desnudo se echó al
apoderando de él. Como los locos, que en los neuropsiquátricos vuelcan sobre
sus cabezas baldes de agua helada cuando no sienten sus cuerpos, para saber
que todo eso que siente frío es uno mismo. Al salir de la laguna, su cuerpo que
se consumía en las distintas posadas, con un frenesí que parecía admitir como
con el placer que obtenían cuando engarzaban sus cuerpos, el terreno más fértil
para que el deseo se desplegase con voracidad hasta saciar una sed que excedía
de prófugos.
¿Sólo de quién y de qué? Mis dos hijos estarían conmigo los fines de
semana. Las horas de trabajo ocuparían como siempre gran parte del día.
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Había estado casado dieciséis años con una mujer a la que había querido.
fueron convirtiendo en sus órdenes. Ahora todo ese dinero volvía a mis manos,
con el valor que tenía al momento de recuperarlo. Tendría que saber qué hacer
con él.
¿Are you alone? insistía. No tanto como interrogante sino como anhelo,
iniciativa para acostarme con ella, se había ausentado ese día. En su reemplazo
apareció otra mujer joven, que no había visto antes, trayendo en sus manos una
propuesto. La confianza se instaló casi de inmediato entre los dos. Esa misma
fue apasionado, como todos los que mantuvimos durante casi un año.
me resultaba más atractivo era que me podía desenvolver con ella con una
soltura que no sentía desde hacía mucho tiempo. Todo se tornaba suave y
comentar mis opiniones que abarcaban desde lo trivial hasta lo que creía
sin darme cuenta, hacia un oído siempre gustoso de escuchar. Como si lo que yo
La única vez que pudo ver a mis dos hijos fue en mi auto. La forma en que los
Comencé a sentir después de esa presentación que esa mujer era alguien menos
encuentros furtivos, que duraron hasta darnos cuenta de que lo furtivo, a veces
es una forma de ir reduciendo una relación hasta que la misma termine por
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esfumarse. Pasaron casi dos años hasta que conocí a Gabriela, quien es hoy mi
mujer.
línea que antes había trazado con formas rectas, la reemplazó por formas
curvas, sin poder determinar ni cuántas eran, ni qué alcance tenían las
posibilidad era la de una vista aérea, como la que tienen los cóndores. “Sólo
deducción la llevó a dudar, por instantes, de la pasión que sentía por él.
tres caballos y las dos mulas de carga que llevaban. El arriero contratado, le
cono de duro metal con punta filosa, en su cintura. El dolor de esa caída lo
ese país de montañas le resultaba más familiar que el de las pampas. Pensó en
sus hijos y en la mujer que había dejado en Inglaterra, pensó que tal vez lo
extrañaban. Pensó que podía tener otros hijos con la mujer que se encontraba a
su lado, pensó que podía estar para siempre junto a ella. Pensó que había
Pensó que podía llegar a ser feliz. Cuando se dio cuenta de que las lágrimas
poder hacer bien. Ya no hay vuelta atrás. Ya no somos los que éramos. Ahora
unía Santiago con Valparaíso, ciudad que cuando vio por primera vez tuvo la
intuición de que podría, en el futuro, ser su próximo destino, sin saber que los
mar y que se extiende hacia el norte hasta los médanos de Con Con, única
plenitud esa especie de semicírculo que se conforma sobre el Pacífico desde las
playas hasta la línea del horizonte. Un espacio de luz brillante y apenas espesa,
aguas para completar su redondez final, que se podía observar, con mayor
rapidez, amistad con varias de las familias más acaudaladas facilitando para él
los momentos en que temía que las cualidades para socializarse de su mujer
excedieran a los intereses de la pareja. Nunca había sentido celos hasta ese
comenzaron a darse, duraron hasta que supo que sería padre nuevamente. La
con entusiasmo a la hija de ambos con la ayuda de una mestiza, que recién
entraba en la pubertad.
salvo de cualquier desventura, iluminada por la luz de esa esfera que anhelaba
que uniría Santiago con Los Andes, que le garantizó compartir las primeras
América del Sur, extendiendo el recorrido hacia el norte por la cordillera hasta
Banda Oriental hasta los confines de Argentina, para subir nuevamente por
primero de manera esporádica, luego cada vez con mayor frecuencia, haciendo
esa sensación de soledad que le había disparado la pregunta ¿Are you alone?
Las relaciones que ella había establecido, con parte de lo más distinguido
que hablara inglés con fluidez, mayor a la que tenía antes de partir, en gran
eventos, y si lo hacía era sólo para estar cerca de ella. Para poder vigilarla,
esperando que la hora de partir llegara lo antes posible. Para que el tiempo
de whisky, que si bien por ser inglés no llamaba la atención de los demás, en un
en algo cotidiano cada noche. Después de la cena, luego de beber una botella de
el asiento de atrás, sus otros dos hijos, los que había dejado en Inglaterra. En
ese recorrido el tren siempre se detenía en una estación distinta en la que subía
tratando de que la mayor parte de su cuerpo tomase contacto entre sí: juntando
la base de sus pantorrillas con la cara posterior de los muslos; los dedos de los
apretujada sobre su pecho; el vientre contra los muslos; los párpados apretados
para acercar hasta lo imposible los senos de la cara con las cejas; los brazos
manos para que los dedos pudieran deslizarse, suavemente, sobre las palmas en
alguna vajilla para lavado o con la bacinilla, despertaba a la mestiza que una
noche decidió levantarse para observar, sin ser vista, a ese ser desnudo al que no
que por la edad podía ser el suyo, o de un hombre con sus genitales al
descubierto.
tiempo venía teniendo relaciones. “Por un par de meses” le había dicho, sin
precisar cuántos, después de los cuales ella volvería para ver si él había
la amaba y que lamentaba no haber podido ser el hombre que ella esperaba. Le
manifestó que por primera vez había sentido que tenía una mujer, que había
sido feliz y que creía que ella también lo había sido a su lado. El día que lo
abandonó Lomingthon recordó las palabras que le había dicho Elena cuando
éramos”.
si irse o quedarse, que resultaba para él, sólo en un inicio, una figura silenciosa y
apenas perceptible, el mundo se abrió bajo sus pies, sin poder ver el fondo de
renguear. No podía dar un paso sin dejar de sentir una punzada que se extendía
desde la zona del sacro hasta las rodillas de ambas piernas. Aunque no quería,
tubo que comenzar a usar un bastón para facilitar su caminar, adquiriendo una
nueva forma de andar por la vida, en la que las pausas resultaban necesarias,
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hizo que tuviera que viajar al interior del país. Cuando preguntaban quién podía
viajes siempre me gustaron, en particular los que realizaba por trabajo, que en
general no tenían una duración de más tres o cuatro días. En esa oportunidad, la
contaba con mucho tiempo, unas dos horas, cuando eran apenas pasadas las
pequeño y rubio, que supuse sería su hijo, y un libro de ciencia ficción en inglés.
manejo del idioma por razones de trabajo. Me respondió: “No solamente por
imaginar que siempre estoy leyendo una traducción. Del castellano al inglés
cuando está escrito en ese idioma, o del inglés al castellano cuando está escrito
en el nuestro”.
Lomingthon del que alguna vez supuse escrito por otro en inglés, luego en
imaginar las formas que le gustaría que le hicieran el amor a esa mujer que
que esperaba. A las doce en punto, ella dio por terminada la reunión.
Argumentó que tenía una agenda apretada hasta las dieciséis y treinta, hora en
la que tenía que retirarse para buscar a su hijo, el de la foto, para llevarlo al
médico.
encuentro fuera del ámbito laboral. Nos dijimos hasta mañana. No dejé de
martes y viernes para la cena, y los domingos para el almuerzo algún plato
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guisos de mariscos, carnes y legumbres al estilo del curanto como le había visto
debajo de cada ventana de la casa. Compraba algo de ropa para él y hasta había
creado una pequeña huerta en el espacio libre del jardín trasero en la que plantó
de que aprendía con celeridad le solicitó si por favor le podía enseñar también
inglés.
rutina hogareña o laboral. Una tarde, cuando Lomingthon volvió del trabajo y se
parecieron perfectos, como esculpidos; la cintura abarcable con uno sólo de sus
disponibles para sus manos; el pelo negro, largo, brilloso, firme como para
aferrarse; los labios carnosos y rojos en los que no se hacía necesario ni pintura,
ni aditivo alguno; los ojos con un brillo de vida que contagiaba. Lomingthon,
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que leyó con claridad la frase que la mestiza quería que escuchara, abrió los ojos
Casi al mismo tiempo empezaron a recorrer con sus manos el cuerpo del otro.
Primero él sobre el vestido de ella, las partes libres de las piernas, los brazos y el
rostro. Luego ella respondió sobre la camiseta y los calzones de él, sobres sus
Una mujer virgen le era ofrecida, sin saber si ese bien era un regalo a ser
aceptado para disfrutar, o una tarea a realizar para abrirla al mundo del
intercambio sexual, como la que realizan los chamanes de algunas tribus que al
deflorar a las jóvenes se llevan para sí los malos augurios que la rotura del
manos terminaron deslizándose por debajo de las ropas. Para ella fue la primera
vez que se ponía en contacto con los genitales de un hombre, para él como si
con placer un hilo rojo deslizarse sobre la sábanas, como si fuera una tinta
vertida sobre una tela que va buscando su estética , una figura que se pretende
bella de antemano y queda entonces determinada como tal. Sin poder evitar la
Fue un mail que le envié, comentándole sobre el libro que había imaginado
precisaba en el idioma original en el que fue escrito, lo que me acercó, y tal vez
para siempre, a Gabriela. Le comenté que quizás ese libro pudo haber sido
redactado por un solo autor, inglés o de lengua castellana, en los dos idiomas.
Que hasta sería posible que hubiese dos autores dominadores de ambas lenguas,
otras como la de que el autor fuese italiano o alemán y escribiera el texto en una
en menos de veinticuatro horas, que si por alguna razón de trabajo, o no, tenía
Santa Rosa y Pergamino. Hasta que me dijo que estaba embarazada. Sentí que
lo que había sido un juego muy placentero, realizado como sólo lo hacen los
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clausurado.
como padre, sobre todo en lo referente al apego por momentos casi maternal
con Francesca, menos de las exigencias para con Marco de que supliera todo lo
que mi hija no podía hacer. Nadie está obligado a contar su vida a las apuradas.
En caso de tener que hacerlo, tal vez convenga rehusarse a ello. Más vale a veces
condiciones de ser padre de lo que había sido, y lo era para con mis dos hijos.
vuelta entre ambas ciudades, como un pasajero que no baja en ninguna de las
ese ferrocarril. Durante esos viajes podía suponer que lo abortara, que lo tuviera
fuera ajena. Como el escenario que se abre a los ojos de un viajero, que puede
Cuando pude darme cuenta de que quería vivir con ella, porque la quería,
porque me parecía la más adecuada para volver a intentar formar una familia,
porque podía seguir jugando, en serio, con ella, porque podía hablar sabiendo
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que la verdad nunca en definitiva está en lado alguno, porque lo que estaba
escrito se podía volver a escribir o traducir como más nos gustase, decidí
bajarme de ese tren. Nunca sabré quién de los dos sintió más temor y angustia,
hasta que al nacer Sofía, pudimos comprobar que no deberíamos atravesar por
Cada uno de los dos sabía que era una nueva oportunidad y que despejado
sentir que podíamos dejar menos expuesta a nuestra hija que a los hijos que ya
teníamos, porque más allá de toda voluntad, los límites de nuestro accionar
sabiendo que ese deseo, es lo único a que aferrarse, aunque a veces, queda fuera
Lomingthon después de casi dos años de tener relaciones con él, a pesar de que
Para Lomingthon sería la cuarta vez que tendría un hijo. Esta vez, con una
mujer distinta de las anteriores. Más que por el color amarronado de su piel, por
el grosor de su cabello, por la forma rasgada de sus ojos y por la redondez de sus
narinas, por pertenecer a otra raza. A otra raza de mujeres que excedía su
estirpe mapuche, que denominó para sí : “las que saben amar”. Y Lomingthon
abandono de las tareas domésticas que pudiesen implicar algún esfuerzo para
otro al salir del hogar, para evitar la posibilidad del encuentro con un espíritu
por una matrona, se hincó a un costado de la cama y aferrada a una tela, que se
colgó para la ocasión de uno de los tirantes del techo de la habitación, jaló hasta
caminaba con impaciencia hasta que decidió también él pasar una tela por sobre
los tirantes del techo, para jalarla con todas sus fuerzas, como si esperara que
parte del techo cediera para hacer ingresar los haces de luz del sol de esa
matrona, hasta las orillas del río Mapocho para realizar el baño purificador de
ambos. Lomingthon, que los seguía sin ser visto, se sumergió también en esas
amenazante.
del mapuche o del inglés. Cuando nació, Lomingthon lo llamaba llusu (recién
nacido), luego mister pichiche (señor niño) y a medida que iba creciendo mister
escucharlos. Las denominaciones, con que cada uno de los tres nombraba,
(amante) y ella hombre alka (macho) cuando se iban a la cama; ngenpeñeñ (la
madre del niño) y padre ngenfotem (el padre de hijo), respectivamente, cuando
ambos ejercían sus roles paternos; dona wife (mujer) y alka (trabajador) para
otro. Con la palabra che (gente) se dirigía el niño cuando se encontraba con
ambos; father fotemwen (el padre con su hijo) cuando Lomingthon jugaba con
distancia.
entonces, la pintaba bulliciosa como una plaza de toros y calma como una iglesia
fuera del horario de misa; singular como el palacio de San Petesburgo y común
mansiones y chata por su caserío; colorida como las frutas tropicales y gris como
por criollos y changos; como una ensenada sólo apreciable desde el más alto
cerro y como una caleta que se podía ver desde la costa sin que fuese necesario
locomotora arrumbada con las ruedas cubiertas de óxido, que debía deslizarse
por rieles con durmientes ya sin fijaciones, y que vivir en Valparaíso, implicaba
entusiasmarlo.
sobre una pendiente de unos setenta grados y un trayecto de casi treinta metros,
que trasladaría unos quince pasajeros todas las veces que fuera necesario
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durante el día, para poder subir sin dificultad desde el puerto hasta las viviendas
una esfera de luz que pondría coto a sus males. Lo que su cuerpo no le permitía,
posibilidad a su vida. Si bien este hecho le producía alegría, porque su hijo sabía
Tuvo que recurrir a una silla de ruedas. Al principio pudo trasladarse con la
necesitar que la mestiza y su hijo lo trasladasen. Casi todos los días, les
solicitaba que lo llevasen hasta un lugar desde donde pudiera apreciar la bahía
en toda su amplitud . Al mirarla, con atención, sus ojos se llenaban de luz. Una
luz a través de la que observaba, sobre todo desde octubre hasta abril, varias
veces al día, los matices del azul, del ocre, del celeste, del verde y del gris, como
Sábado a la tarde.
La tarde de ayer en Chascomús era tibia, casi sin viento. El sol nos
alcanzaba cada vez que se insinuaba entre las nubes, y las aguas de la laguna,
mujer, y yo, logramos atrapar casi una docena de pejerreyes, durante seis horas
trozos de pan con queso y tomar unas gaseosas, como si fuésemos jornaleros.
Por suerte, los peces no resultaron pequeños. Les había prometido, al llegar a la
sangre y de amor.
pendientes los tres, era de recoger las líneas de nuestras cañas con sus boyas
preparada.
cosecha. Se rió. La apoyé sobre el piso del muelle y me dirigí hacia la puerta
trasera de la camioneta para sacar la silla de ruedas con rapidez y colocar sobre
ella a Francesca, que, por el movimiento de agitación que hacía con los brazos,
-A las cuatro hay una visita guiada en la estación. Van a contar la historia de los
ingleses que construyeron el Ferrocarril del Sud. Tal vez mencionen a un tal
“Mister Lomingthon”.
Chascomús”.
hacer veredictos.
bárbaro que haya gente que se interese en contar nuestra historia. Seguro que lo
-Son las cuatro menos cuarto, si nos apuramos llegamos-nos dijo, me dijo
Gabriela, con una sonrisa y los ojos bien abiertos, reafirmando su interés.
piso, le tomó las manos para ponerse los dedos en su boca, haciendo que se los
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ex mujer. “Es lo mejor que hay y vos lo descartás. Ya intentamos con métodos
este, me lo recomendó mi analista ,¿qué te cuesta?” me decía, una y otra vez sin
lograr convencerme.
Meses después, luego de noches sin dormir en las que pensaba qué hacer
me alejaba cada vez más de ella, decidí volver a esa institución. Tal vez en ese
Cada una de las sesiones, tres por semana, durante los primeros meses
relacionarme con mi hija una continuidad de la que mi padre había tenido para
pone en acción lo cotidiano: lavarle la cara, cepillarle los dientes, llevarla hasta
su cama, subirla al auto para ir de paseo. Una melodía que determina un espacio
común para los dos. Es una canción que me gusta, cantada para ella y para mí,
tanto sus limitaciones, como las mías, por ser padre de esa fragilidad. A veces,
siquiera logro alcanzar la condición más frágil del estado sólido, como sucede
con las pompas de jabón, de líquido recubierto por gas que inevitablemente se
internaciones, en esa ocasión por una neumonía, su vida corrió peligro. Una de
permanezca en terapia intensiva el tiempo que requiera hasta que los pulmones
tengo decir que sí”. La otra profesional, que oficiaba de acompañante, asentía
con gestos las explicaciones dadas por su colega. Sentí, en ese momento, la
para nosotros, los médicos, tener que explicar este tipo de situaciones. Haremos
todo lo que podamos hacer. Es una situación penosa, muy penosa. Ella es
mujer. Si está separado, como creemos, con la madre de su hija. Esto es todo lo
que podemos decirle, mejor dicho expresarle con gestos. Se trata, entiéndalo
momentos como este, rece, llore o compártalo con alguien. Hable con un cura si
diciendo.
centro de la cabeza hasta las entrañas, y la otra de lado a lado mis costillas. No
-¿Le podemos poner un grabador con las canciones que escucha, y traerle la
muñeca con la que duerme para que no se sienta tan sola, en un lugar tan
Para mí, las canciones que creía que le podían servir y servirme eran las
que le cantaba. Nunca había grabado una canción para nadie. Así fue como
sentado frente a un grabador canté para ella algunas temas de María Elena
improvisado. Una manera de estar presente en un lugar donde las visitas, dado
que la condición de acompañante está vedada, sólo pueden hacerlo durante dos
horas al día. Mi música, mi voz, intentaba hacer presencia en mi hija sin estar yo
presente, teniendo que soportar verla intubada, inconsciente, con vías que
relatos. Una antología, de esas que publican pequeñas editoriales, con textos de
atención por su título “Yumba”. Una historia con tres protagonistas (un abuelo,
hubo alguna intención en mi hermano al darme ese libro que contenía ese
había puesto por la afición y "devoción sagrada", según su padre, por ese tango.
en el patio de su casa. El abuelo golpeaba con fuerza el talón derecho para luego
la elevación del brazo izquierdo en forma de letra “ve”, con el puño apretado
inicial. Repitiendo una y otra vez “yum-ba, yum-ba", "el primer movimiento
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músicos de que iban saliendo de las distintas habitaciones que daban al patio,
hasta ubicarse delante de ellos. El nieto quedaba, de alguna manera, por ser su
-Los que saben de música, no sólo de tango, mi pequeño, dicen que el maestro
-Me gustaría, ¿sabés cuánto me gustaría?. Basta de música por ahora a ver si te
El abuelo comentaba haber estado preso por comunista. Cuatro veces, por
estado preso. “Eso no es importante” decía para concluir con una larga frase,
que ya todos en la familia conocían, casi de memoria “el hombre fue medio hijo
inventaron el mito de Perón porque él también era un milico. No hay nada que
fin y al cabo”.
callaba, "¿qué le pasó en la cárcel", "¿ por ser comunista, Yumba estuvo preso?".
El padre solía responderle: “en nuestro país, como en muchos otros, siempre
hubo y habrá gente que irá presa no por robar, no por matar, no por estafar,
sino por las ideas que tiene. En algunos casos hasta los han llegado a fusilar, o
no quiere contar que estuvo preso en un barco. A ese barco subieron a la fuerza
a gente que pensaba como él. Comunistas, entre los que se encontraba “el
once años. Sólo recuerdo que la abuela estaba muy preocupada por que no sabía
adonde se lo habían llevado preso. A los dos días, cuando regresó a casa, ni ella
ni él nos comentaron nada. Una vez escuché que algo hablaba con unos amigos
pero en forma de clave. Nada más. Por eso, para el abuelo, para Yumba como
vos lo llamás, “el maestro” es algo más que el mejor músico, es más que un
hombre justo. Tal vez el abuelo exagere un poco, tal vez no haya sido tan así.
Espero que vos hagas lo mismo. Aunque no sea partidario de exagerar, exagerar
a veces no est{a mal. Pero tenemos que diferenciar siempre una cosa de la otra.
¿Entendés?”
-La verdad es que no lo sé. Quizás porque no quiere que piensen que exagera,
vos se llevan mucho mejor que lo que nos llevábamos el abuelo y yo.
-¿Qué carajo tenés que contarle lo del barco al nene?, sabés que no quiero que
se sepa ¡la puta madre que lo parió! Eso es algo mío, me pasó a mí. Vos no
disponés de mis recuerdos. Mientras viva no quiero que se cuente esa historia.
Yo sé por qué, y creo que vos también. Contale una historia tuya, alguna debés
tener y si no hay ninguna se la podés inventar que no sería mala idea. Cuando
acostás con otras mujeres, ni qué mierda hacés con la plata que ganás. Hacé tu
vida. El abuelo de tu hijo soy yo, no vos. Ocupate de ser padre, de ser un buen
-Disculpame viejo. Pensé que… como tenés una relación tan especial con él se lo
podía contar. Calmate , ¿por qué te pones así? Yo también me puedo enojar.
Puede ser, que si le interesa esa historia cuando sea más grande la investigue. Yo
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tampoco lo tengo tan claro. ¿Qué te pasó a vos? Nunca quisiste contarnos,
mamá tampoco.
-Vos también podés averiguar qué pasó si te interesa. No creo que mi nombre
Partido Comunista que a esta altura de la vida poco me importa ese partido. Con
saber algo más de vos. Es cierto que ya no soy un pendejo. Soy padre y con eso
Ni siquiera soy fanático de los “millonarios” como vos, sólo soy simpatizante ¡Te
fuiste a elegir justo al equipo que lo llaman de ese manera! Algún pecado,
aunque no creas en los pecados, tenías que tener. De los míos, mejor hablamos
poniendo viejo para ser preciso. Dejame disfrutar de ser abuelo. No te metás con
eso. Correte, que si no te corrés es peor para vos. Y para terminar te digo que no
trates de quedarte con la última palabra ¡Estoy mucho más cerca de decir la
-Vayamos por partes. ¿A vos te gustaría aprender a tocar el piano, o fue algo que
-Sigamos. Te dije que vayamos por partes. Si estás seguro o creés estarlo te
gusta, si tenés paciencia, si aprendés, si sos bueno tocando y querés seguir, tal
vez algún día puedas ser pianista ¿Seguro que el abuelo no Tiene que ver nada
con esto?
-Entonces hagamos un trato. Vos, no le decís nada al abuelo hasta que empieces.
-Le vamos a dar una sorpresa. Cuando sepa que estás estudiando piano se va
poner contento. Pero cuando le digas que te gustaría ser pianista, se va a poner
- ¿Así que querés tocar el piano? Qué bien. Yo estudié piano algunos años y creía
que podía entrar en una orquesta. Pero dejé, sin dejar de pensar en el piano. El
piano manda. Es como el elefante en la selva. Cuando se tiene que hacer oír, se
instrumento musical. Primero empezó un italiano con la idea, pero lo que logró
consiguió que el instrumento fuera lo que es hoy. Hasta que como en tantas
otras cosas, muy buenas y muy malas, aparecieron los alemanes, Schoeter y
Silbermam ¡y ahí sí!, el piano termino siendo lo que es hoy. Te hablo como si
espíritu. Te da libertad. La música hasta te puede hacer feliz. Fijate lo que son
tarareaba “La “Yumba”. Te acordás “uno fuerte y otro suave” ¿Sabés de donde
cuenta?
vergüenza. La voy a tocar primero para vos. Después para papá, mamá y mi
-Pasá, seguime. Este zaguán está siempre oscuro, espero que no pongas cara de
susto, como todos los que ingresan a esta casa. La bombita está quemada desde
-En la habitación del fondo está el piano ¿Es la primera vez que te vas a sentar a
un piano?
Es un piano alemán de cola, que empeñó una familia de Entre Ríos, que había
tenido mucho dinero. En esa época la gente dejaba objetos de valor en un banco
para que les dieran plata. Si devolvía lo prestado, más los intereses convenidos,
más ofertaba. El valor que se pagaba siempre terminaba siendo inferior al del
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mercado. Mi abuelo que era alemán lo trajo para alegrar la casa. Para él la
música era alegría. Tenía la esperanza de que alguna de sus tres hijas
pasaba. Se casaron, tuvieron hijos, hasta que un día decidí agarrar ese
manualcito y empecé a tocar el piano. Tenía casi la misma edad que vos. Me
cuando música clásica. A mí, lo que más me atraía era la idea de mi abuelo: que
el piano tenía que ver con la alegría. Ahora pienso que quizás yo no era un chico
alegre, o no tan alegre como me hubiera gustado ser. Al principio trataba de que
no me escuchara nadie. No pensaba en tocar para los demás, para que dijeran
“mirá qué bien que toca este pibe”. Quería tocar para mí. Saber que tenía la
capacidad de hacerlo, en una familia en la que nadie, antes que yo, había podido
no estaba solo lo hacía casi acariciando las teclas para que apenas sonara,
aunque en mi cabeza el sonido era fuerte, como el que emiten los elefantes. Me
metal cubierta de paño, golpeando unos martillitos para que el sonido empiece a
habitación. Cuando toco, todavía creo que cada nota se cuela hasta meterse por
las rajaduras de las paredes de esta vieja casona, escapándose entusiasmada por
habitación, llegando hasta el fondo del jardín trasero para treparse a los árboles
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hasta difundirse por las casas vecinas. Siempre alguno de los que escucha
supongamos que en este momento hay unas veinte personas entre las que están
caminando por esta cuadra y las que están en sus casas. Algunas te van a
escuchar, pero a una, te lo aseguro, le va a pasar algo con eso que escucha.
-¿Le parece?
quiero que este piano también te conozca a vos. Acariciale las teclas, abrile la
tapa, si querés te ayudo a hacerlo. Fijate que tiene dentro. Apretale los pedales.
Sentile el olor a la madera. Andá probando con las dos manos. Subite y bajate
del taburete todas las veces que quieras. Durante esta hora y media el piano es
todo tuyo.
-Lo que quieras aprender a tocar está bien: Bach, Los Beatles, Sui Géneris, una
-Más o menos. No tomo té, pero esta vez sí. Por favor póngale mucha azúcar
maestro.
necesario explicarle que su hermana era diferente. Que no era como él. Que
nunca iba a poder caminar por sus propios medios, que asistiría siempre a otra
clase de escuela, que nunca hablaría como él, que su forma de manifestar alguna
comenzaba a sentir por tener una hermana tan distinta a los demás. Poniendo
alguien acerca de lo que resulta extraño, para que no le resulte tan extraño, sin
supe que con los hijos las cosas funcionan más allá de lo que nos propongamos
con ellos, quizás sea esto lo más tranquilizador. Pero a veces esa tranquilidad se
angustia que nuestros rostros y tono de voz expresaban. No nos dábamos cuenta
de que lo dicho como una mentira era verdad, al dejar de lado que toda
embrujo por extenderse cada convulsión hasta los cimientos mismos de nuestra
estructura familiar. Por momentos me tentaba decirle que todo sucedía como en
con un final feliz. Tal vez, no habría sido una mala idea contarle que cuando
Marco, por suerte, fue asumiendo las convulsiones como algo que
gustaban de las mismas canciones al verlos más unidos que en otro tipo de
actividades. La música permitió, creo, que él se diese y nos diese una alternativa
cuando ocurrían los episodios. “Papá, ahora ella está bailando una canción que
no le gusta nada. Ojala que la escuche bajito esta vez y que sea corta. Es una
canción para ella sola. Si yo la tuviera que escuchar me taparía los oídos. Saldría
corriendo. Ella no puede taparse los oídos, ni salir corriendo. La escucha hasta
que termine ¿qué otra cosa puede hacer? Después se va a reír de nuevo. Mi
hermana tiene un disco en la cabeza que sólo ella puede oír y la hace bailar
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como a una loca. Debe quedar mareada y con ganas de vomitar después de
música de Bela Bartok, desagradable a mis oídos, sin que por ello me resultase
gitana de su país. ¿Qué podría haber leído en la palma de mi mano una gitana
-Va muy bien tu hijo con el piano. El otro día, me crucé en la calle con el
profesor y nos quedamos charlando un largo rato. Hace años que nos
Esperé que saque el tema, y por suerte lo hizo. Me dijo “no estoy todavía
totalmente seguro de que tenga talento, pero sí que tiene oído y un entusiasmo
que todavía no sabe que se llama pasión. Me llamó la atención su interés por
saber cómo tocaban los clásicos. Me preguntó a qué edad empezó a componer
Mozart. Enseguida pudo hacer muy bien un tema de los Beatles. Lo seguro es
que será un muy buen pianista”. ¿Sabés que fue lo que más me asombró? Que
cuando le preguntó, si yo, que soy un fana del tango y pondero la orquesta del
También comentó que “Algo le pasa con el tango. Es lo que más curiosidad le
produce. No digo que se hará tanguero, pero la curiosidad, por decirlo de alguna
pueda tener” me dijo. Por supuesto que no le dije que el nene quiere tocar la
“Yumba” para mí. La verdad, es que quedé sorprendido por lo que dijo. Me
gustaría que sea pianista. Me sentiría orgulloso de él. Supongo que vos también.
valores, como prefieras llamarlo. Creo que tenés demasiada influencia sobre él.
Por momentos pienso que querés ser vos el padre ¡Sos el abuelo, papá! Me enojo
el día en que me recibí, no tengo una sola foto con vos cuando me dieron el
bola a mis pedidos de libros sobre aviones y sobre máquinas. Pero todo cambió
cuando nació el nene. Cuando nació la nena casi ni pelota le diste. Con el nene
casi todos los días. Si va a ser pianista que lo sea, sino será otra cosa. Lo que
-Disculpame, hijo. A esta altura es difícil cambiar. Puedo entender, que tengo
una buena relación con el nene que vos no tenés. Es más fácil ser abuelo que
padre. Reconozco los errores que cometí con vos, y me banco que los pongas
aprender vos. Todos somos libres. Ya sé que me vas a decir “hasta un punto”. Es
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cierto que siempre algo nos condiciona. La idea es intentarlo. Tu hijo será lo que
será, más allá de lo que a mí me guste para él. Más allá de mis propias
ganar nada, o sí. Podés ganar rencor, una de las palabras más putas que existe.
Aunque tal vez sea como dice el tango “rencor, mi viejo rencor, tengo miedo de
Siempre les digo a las personas que cuidan a mi hija, que si van a intentar
jugar con ella , lo hagan porque tienen ganas. Siempre les pido, les exijo, que
con ella. Ya sea por una exigencia de hacer todo lo posible, sin saber hasta
dónde llega todo lo posible, ya sea para mitigar mi angustia cuando la percibo
colgada en su mundo. Pero donde más hago hincapié es con la música. “Cantale
lo que te plazca, no importa qué, pero que te guste a vos. Ponele un CD que te
agrade. Elegí entre todos los que hay en esta casa, el que te parezca”. Francesca,
casi con seguridad, inclinará su tronco hacia adelante sentada sobre su silla de
la música puede tener magia pero no es mágica, lo que sí podemos decir es que
percibir su presencia pero allí está, hasta que una combinación de notas nos
para ella. Ese es el punto de partida, luego la música nos va haciendo olvidar por
trasero estaban los tres hijos que pensábamos tener. Los suponíamos a veces
habían vivido el paseo, a veces aburridos por la duración del viaje de vuelta.
Siempre aparecía una canción para cada una de las alternativas. El canto se nos
había perdido, a partir del diagnóstico dado por el neurólogo. Por suerte,
cantando para todos y para cada uno. Como en los juegos con hilo que
manos puestas hacia arriba, enfrentando las palmas, dentro de un cordel atado
cuerda, a excepción de los pulgares, para que cada mano quedase enlazada, a
del lazo de la palma opuesta para configurar, como resultado del movimiento,
cuidado hacia los costados e introducirlo, desde arriba, dentro del rectángulo.
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Quien tenía el cordel, debía soltarlo con sumo cuidado para dar paso a la figura
hacia abajo. Nuevamente se conformaría una letra equis, ahora, vista desde
arriba. Cada figura obtenida daba pie a otro jugador. En la búsqueda, alguno se
poder ver!
-El “maestro” va a tocar en el Colón. Voy a empezar a gritar por el barrio “al
Colón, al Colón”, casa por casa. Voy a golpear las puertas y decírselo a todos. Se
va hacer justicia. Hay cosas que pensás que nunca van a pasar y pasan. Es así
nomás.
-¿Por mí sólo? Alegrate por todos a los que les gusta la música. Alegrate por la
gente que esperó más de cuarenta años que esto sucediera. Alegrate de que
nuestro país decidió, de una vez por todas, homenajear al “maestro”. Me siento
qué cosa más democrática que la orquesta del “maestro”. Ya sé que te lo dije una
cobra la orquesta. ¿Entendés lo que eso significa? Él, que es el mejor cobra lo
mismo que los otros. Ni los rusos, ni los cubanos, ni siquiera los chinos hacen
algo así.
-¿Cúando va a tocar?
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-El 26 de diciembre.
-No vas a empezar desde ahora a hincharle al nene con el tema. Faltan casi seis
meses. Si empezás así no sé cómo vas a estar un par de días antes del Colón.
sorpresa.
-Sos jodido. No pido ni que compartas lo que siento porque es algo personal, ni
que pongas en el balcón de tu casa un cartel que diga “el 26 de diciembre toca el
corchos en los oídos, y además sos facho, los milicos te hicieron mierda la
cabeza”.
-No me pedís nada. Lo que decís con sarcasmo es lo que pensás. Yo no estoy en
-Del lado de los que reconocen que “el maestro” es un gran músico, que es un
poco. Estoy del bando de los que creen que el fanatismo es la tragedia de este
-Un poco de pasión no te vendría mal. ¿De dónde sacás que la pasión conduce al
el arte da libertad a las personas. La pasividad, la falta de pasión por este país
fue generando el campo propicio para la violencia. “Algo habrán hecho”, fue la
frase que le metieron los milicos en la cabeza a los pelotudos de la clase media,
-No quiero discutir de política con vos. ¿Tanto te cuesta entender que me
parezca bueno que algo tan anhelado, tan importante para vos, se haga
realidad? No le des una vuelta más, no la tiene. Para un ingeniero una pieza de
menos puede ser un gran problema, pero una demás lo puede estropear todo. Lo
-Bien. Me iría mejor si fueran un poco más serios los que nos gobiernan. Perdón
por hacer este tipo de comentarios. Soy un boludo. Si sigo haciendo este tipo de
-Venite la semana que viene. Hace mucho que no te pegás una vuelta por la
-Dejame ir a sacar las entradas, abuelo. ¿Cuántas veces fui solo, a comprar
-Una cosa es sacar entradas para ver un partido de fútbol, y otra muy distinta. es
-¿Por papá?
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quiero que se enoje ni que se mortifique, por una pavada. Además esto del
saco cuatro entradas. Si tu papá quiere venir que venga. Si quiere que vayas con
-Yumba, yo quiero ir. Voy a ir. No vas a sacar ni una entrada demás. Papá va a
-Pará mocoso. Pará. Para el Colón, si es que llegás, te falta mucho, muchísimo.
Recién estás aprendiendo a tocar. Por lo que sé, te va bastante bien, mejor de lo
música tienen más en común de lo que se cree. Un buen jugador, uno realmente
bueno, juega para el equipo, sabe sorprender, parece que va para la izquierda y
hace una de más. Con los buenos músicos pasa lo mismo. Saben cuándo estirar
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una nota, cuándo acortarla o superponerla con otra. Crean melodías que
sorprenden al oído, nunca son monocordes. Unos y otros, buscan una estética.
“Canaro en París”, “El Marne”, “Desde el Alma”, “Mala Junta”, “Chiqué” son
desde cuarenta metros cuando todos esperaban el pase, o hace un pase justo,
con suavidad, por entre las piernas de los contrarios. Practica siempre un fútbol
Yumba”, “Negracha” o “Recuerdo”. “El maestro” anticipó el futuro del tango, ese
que interpreta Piazzola. Te digo más, en “el maestro” se puede sintetizar todo el
tango. Viniendo más hacia acá tenemos a los Beatles, otros genios. Escuchás
diez temas de esos tipos y todos son distintos, no se repiten y siempre suenan a
los Beatles. Nunca exageran una melodía, siempre va la que tiene que ir. Cuando
hubiesen sido cuatro tipos haciendo cada uno la suya. Fijate en Mozart. Hasta
Mozart, Los Beatles o Sui Génesis ¿Vamos a ir juntos a buscar las entradas?
-¿Te parece salir tan temprano papá? ¿Por qué a las tres y media de la tarde? Va
a hacer mucho calor, son días con el sol a pleno. Tenemos las entradas.
-Tal vez, el camino que recorra hasta el teatro sea más largo que el tuyo, aunque
amigo, son unos ocho kilómetros, ya hice el cálculo. En dos horas y media, a lo
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sumo tres, llegamos, las piernas todavía me responden. Salimos desde avenida
Tomamos algo fresco y descansamos un poco las piernas. Después por Aniceto
estamos. Volvemos a parar en un barcito cerca del teatro para ver llegar a la
gente, mirar las expresiones de sus caras, y escuchar los comentarios previos.
tanto para mirar la reserva, que de verdad valía la pena verla jugar, sino para
apreciar cómo el estadio se iba llenando de gente, no te digo que las iba
disfrutar del espectáculo. Pensaba como cada quien imaginaba que sería el
partido. Que hacíamos tres goles, que nos hacían dos. Que empatábamos sobre
la hora, o los pasábamos por arriba. Ingresaba con todas esos partidos
parecer un poco loco que hubiese en mí medio centenar de hinchas, cada uno
con su jugada preferida o temida, cada uno con su cántico, cada uno con su
cuando vas a una cancha a alentar a tu equipo. Te vas disolviendo en esa masa
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sin llegar a darte cuenta de que ya no sos vos mismo. Me parece que es así,
-Es algo así. La música tiene algo de lo que decís. No es lo mismo escucharla
“peregrinación”.
tengo a mi amigo. Y si tuviera que hacerla solo la haría igual. Ni siquiera espero
-El abuelo está raro, papá. Creía que lo iba a ver contento. Faltan cuatro días
para el Colón, y está metido para adentro. Me habla poco. Está distante.
-Se le deben mover muchas cosas con esta presentación del “maestro”. El abuelo
habrá sentido en algún momento de su vida que estaba para el “Colón”. Todos lo
creemos, por las razones que fuesen, más allá de si se justifiquen o no. ¿Sabés lo
que debe ser estar arriba de ese escenario? ¡Hay que bancársela! Es el lugar de
-No te entiendo.
trayectoria, la de su vida, lo que hizo bien, lo que hizo mal, lo que no pudo o no
supo hacer.
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-Me habría gustado ir caminando con ellos pero el abuelo no quiso. Me habría
gustado haber venido los cuatro juntos. Como cuando vamos a la cancha.
-No vamos a la cancha. Calmate que ya falta muy poco, en diez minutos
estamos.
Tucumán?
-Me dijo que iba a dar una vuelta por los alrededores. Acá están las entradas.
Son para la quinta fila. Nosotros lo vamos a ver un poco más de atrás.
-¿Cómo que no vamos a estar los cuatro juntos? Tiene esa forma tan particular
-Quedate tranquilo. Estás con tu hijo que por lo que dicen, parece tener un
sentimiento para la música casi comparable con los que van a subir al escenario.
-Andá con tu viejo. Tu abuelo no está loco. Yumba es así. En veinte comienza, es
para no perderse ver cómo se termina de llenar el teatro, sobre todo desde
abajo. Hay una vibración especial en este templo. Una de las mejores acústicas
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para la música y para las emociones de la gente, que también son música.
vibraciones del público que terminan por llegar a los músicos. Acá todos están
decepción. Todo suma. Las notas se van esparciendo por la sala y se van
-Vamos, papá. Será como el abuelo quiso. Por algo nos mandó adelante.
-Sí. Por alguna razón. Prefiero pensar que es un regalo que nos hace y me dejo
de joder.
-¡A la mierda! Tenía razón tu abuelo. Este hombre que parece un monje japonés,
con una calma que contagia, toca y hace tocar a su orquesta, convencido de que
-Lo que hace con el vals “Desde el Alma”. Parece que las notas a medida que van
saliendo las estira, les da la oportunidad a cada una de que vuele libre, bella, de
un barrio de Buenos Aires para recorrer el mundo y con su aleteo hacer sonar a
describir una vida bien vivida, disfrutando de cada rayo de sol, de las noches
que lo duro puede tornarse blando sin dejar de ser consistente, que el dolor
que dicen que el tango es un “sentimiento triste”, que tiene “olor a muerte”, en
-Estoy hecho un boludo. Fue la música. Me capturó. Tengo las palmas de las
-Cómo no va a entrar.
-¿Fue fantástico, verdad?. Antes que me pregunten les comentó que tu papá,
que Yumba, nos espera en el “Cuartito” para comer unas pizzas. Salió hace unos
quince minutos. El lugar se llena rápido, y más hoy que no es el público habitué
-No hijo, no entró. Había sacado sólo tres entradas. Yo lo disfruté mucho. Él
-No veo porqué tenés que tratar de entenderme. Y sentate antes de empezar a
“monje japonés” como lo llamó papá, con esa orquesta que tiene fuerza, calidad,
un ensamble increíble, y algo de la música clásica. Verlo a papá tan sensible, que
me sorprendió. Me gustaría algún día llegar a tocar en una orquesta así ¡Suena a
-Parece que somos todos del mismo palo. Te comento que se dio todo casi como
dijiste. El orden de los temas no fue muy distinto al que suponías. El “maestro”
hizo mención de que la primera persona que le dijo “al Colón” fue su vieja
cuando lo escuchaba tocar “Recuerdo”. De los diez que iban a estar en las
primeras filas, había ocho, los otros dos, o no vinieron, o habrán cambiado de
-Me alegra mucho, que todo haya salido como imaginé. Ojala hubiera podido
anticipar así los hechos de mi vida. Pero me conformo con este. Les quería decir
que, como deben saber, hoy es un día muy particular para mí. Le dije siempre a
mi familia que no iba a contar nada de las veces que estuve preso. Fue un
acuerdo con mi mujer que fielmente guardó silencio. Pero como sucedió algo
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que nunca creí que iba a suceder como lo del Colón, o porque el homenaje al
“maestro” me ha hecho dar cuenta de que soy un viejo, voy a contarles una de
las razones por la que siento tanta admiración por ese hombre. Cuando
parte, creíamos, con ingenuidad, que estarían tranquilos con nosotros por todas
las discrepancias que habíamos tenido con el “General”. Desde ya que no fue así.
Allá por el 57, en el mes de abril, lanzaron una razzia a la que llamaron
“Operación Cardenal”. Los cardenales tienen el copete de color rojo que los
los de la Marina nos levantaron a todos. Nos llevaron hasta una base en
Ensenada y nos subieron a un viejo barco de vapor el “París”. Entre esa pequeña
distraído. Nadie sabía lo que nos podía pasar. El barco, que había usado en su
unos botes y nos dicen que van a bombardear el barco con nosotros adentro.
camarote vacío. En ese momento sentí además de temor, odio a esos hijos de
repente comienzo a escuchar el himno nacional. Pensé que eran los marinos
con esa calma que lo caracteriza, el tipo tocaba el himno nacional. Comenzó a
recorrerme una especie de escalofrío, algo como el viento, que no provenía del
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política, en que nos iban a matar, en mi mis hijos, en mi mujer. Sólo me quedé
universo, y creo que lo estaba. Me sentí tan cerca y tan lejos al mismo tiempo de
-Hola, viejo ¿cómo están? Disculpá a la hora que llamo. Acá en Tokio es
mediodía, recién paramos de ensayar, retomamos en una hora, nos falta ajustar
muy poquito, creo que vamos a llegar bien. Con lo justo pero bien. No te
preocupés por el costo de la llamada, con lo que nos pagan puedo hablar tres
horas sin que tenga necesidad de andar contando monedas. Tocamos a las siete
chicos: dos franceses, uno belga y otro argelino, que por momentos parecen
porteños, suena ¡de puta madre! No sé qué hago al lado de ellos que tienen un
Berlín y es la tercera vez que vienen a Japón. Me tiemblan las piernas. Los
extraño a todos. Mañana los voy a extrañar más ¿Mamá bien, la flaca, bien? ¿Y
rastreando los diarios, y cambiando de dial a cada rato para ver si lee o escucha
tenía razón. Tu hermana tiene otro novio, parece buen chico, un tanto
tocaras en el Colón. Estamos con vos. Cuando subas, sabé que te vamos a estar
vía satélite.
-La verdad que no. Está en su mundo. Ensimismado. Como una tortuga que
esconde la cabeza para invernar. Pero una tortuga que está perdiendo el
caparazón. A veces creo que escucha lo que quiere, a veces que no puede o no
quiere escuchar nada. Cuando le dije que habías formado un grupo llamado “La
Yumbera”, con los ojos llenos de lágrimas me respondió “Y qué otro nombre le
podía poner. El tipo sabe: una fuerte y otra suave, como la vida misma”. Me
ya se lo dije: el piano manda, cuando tiene que hacerse oír, se oye, él va a ser el
-Débil, con pocos glóbulos rojos por decirlo de alguna manera. Se cansa y se
fatiga con facilidad. Come poco, casi nada. A veces no duerme. Y toma la
medicación cuando se le antoja, por más que le estén encima las enfermeras. Se
líquido toma y eso es bueno, ganas de vivir parece que tiene. Hace unos días
estuve hablando un rato largo con el médico que lo atiende y me dijo que
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todavía tiene para tirar un tiempo más. Seguro, a esa edad, no es nada. No se
sabe. Pero vos no te preocupes. Vas a tener tiempo de verlo. En treinta, treinta y
cinco días estás en Buenos Aires. No creo que vaya a pasar nada malo en lo
-Es lo que me imaginaba. Cuando me fui hace casi un año lo vi “para abajo”. Me
despidió con una sonrisa diciéndome “qué le vamos hacer, yo hice lo que pude,
vos aprovechá, tenés todo por delante. Tu camino recién empieza, el mío está
llegando a su fin”. Los orientales son muy respetuosos de sus mayores me dicen
acá, y se nota hasta en la calle. Decidí que no vamos a tocar “La Yumba”, me
banqué toda una discusión con el grupo y encima en francés, pero “La Yumba”
-Empezamos con “El Marne” de Arolas porque ese músico comenzó, con la
evolución del tango y además porque es un homenaje a los franceses, una forma
Caro, creador de una línea que con el “maestro” alcanzó la mejor forma.
del “maestro” a los que les sumamos los nuestros para que suene como una
pequeña sinfonía. Van “Inspiración”, “Zorro Gris”, “Por una Cabeza”, que no
“Negracha” del “maestro” pero en línea con Piazzolla, “Recuerdo”, por supuesto
que tiene que ir, con arreglos nuestros. Todo un atrevimiento. Después un tema,
bandoneón, el piano, el oboe. A los once años debutó en una orquesta. En esa
milonga que te digo hace confluir lo criollo con lo clásico, sin perder la esencia
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tanguera. Transmite una ternura que me emociona. Hay algo de oriental en esa
maravilla musical, por lo melancólico y bello. A los japoneses, creo que les va
gustar.
-¡Hacé una pausa hijo! Vas muy rápido. Así no te puedo seguir Se nota lo
ansioso que estás. Yo también lo estoy. Desde que empezaste a tocar el piano
esperé un momento como este. Si nunca te lo dije fue para no generarte ninguna
-Lo que me decís, viejo ¡Lo valoro tanto! Tengo la cabeza tan acelerada, que se
que me vivo peleando. Ese carácter irascible, denso, con un fondo de tristeza
que corre por debajo del vértigo de su música parece opuesto al mío. A veces
pienso que el abuelo tiene un carácter piazzolliano y que por eso amaba el estilo
del “maestro” que sería más afín a mi personalidad. A vos papá te veo más del
Pero ese barro es lo que engancha a los europeos. Por eso estos chicos quieren
-Que me banque el quilombo que hay en mi cabeza. Que siga por el lado de
Piazzolla y de Rovira, para después poder volver a las fuentes. Que continúe
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eso, según él, tengo bastante, porque en mi forma de tocar, hay algo que está
-Hijo, comparto, sin saber de música, la opinión de tu profesor. Ese músico, del
que tan bien me hablás, Rovira, lo voy a escuchar, esa combinación de lo clásico,
tuyo, de nadie más. El abuelo, como bien te dijo, hizo el suyo. Yo bien o mal
hago el mío. Aunque quise no pude evitar el barro que forma parte de la vida.
me parecían en el muelle, se asaron con lentitud, gracias a las pocas brazas que
vino ¡No me la iba a perder!, sobre todo por el lugar de origen -me dijo como
-Es muy rico, logra presencia en el paladar, agudiza los sentidos y estimula. Al
virgen”, con un leve toque de café de las “Antillas Francesas”, elaborado con
comentario.
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Ella, me sonrió, se dio vuelta y se dirigió hacia la cocina para ir a buscar los
pocos vasos y cubiertos, que faltaban, para terminar de poner la mesa. Luego
que Gabriela, se retiró del quincho, me dirigí hacia el equipo de música, ubicado
cerca de la parrilla. Casi como si fuese fluorescente vi, sobre la bandeja de discos
Inmediatamente lo puse
-¿Otra vez con esa música, que no nos gusta papá? -me Marco, un poco en
-El asador tiene el derecho de acompañarse con la música que más le apetezca –
le respondí, risueñamente.
-Dejame a mí a asar a estos pejerreyes, así puedo poner lo que tengamos ganas
de escuchar.
-Ya te voy a dejar hacerlo. El pescado a la parrilla parece fácil de asar. Pero si le
-Ya lo sé, papá. Me lo dijiste tantas veces que puedo asarlos sin que se me
quemen. Hasta sé cuántos carbones hacen falta para un fuego lento. Los conté
-¿Espero que vos no vengas a insistirme con lo mismo que Marco? -le pregunté,
contrapusiera a mi posición.
-Vayamos para otro lado -le dijo a Marco, desbaratando mi débil estrategia.
-Sí, vayámonos hasta que termine de escuchar su tema preferido del “maestro”.
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Después, seguro que, como siempre, baja el volumen y nosotros podemos volver
al quincho.
Mariposa”, “El Encopao”, “Mala Junta”, “Gallo Ciego”, “Desde el Alma”, “San
José de Flores”, “Viejo Reloj de Cobre”, pero cuando empezó a sonar “La
intensidad, la necesaria, aunque resultase imposible, para lograr que ese tango
se escuchara, no sólo en las casa de mis vecinos, sino en las manzanas linderas,
objetos de la casa que habíamos compartido. Mis libros, mi ropa, algunos CD, y
pequeños elementos hogareños, con la razón y la excusa de que mis dos hijos se
atención, fue un cuadro que me dio, hecho con las palmas de las manos de
entregó ya enmarcado. “Para papá”, fue la frase que mi ex mujer utilizó cuando
me lo entregó delante de mis dos hijos, un viernes por la tarde cuando pasé a
buscarlos, como lo hago habitualmente, para estar con ellos los fines de semana.
azules, blancas, rojas, verdes y amarillas, vistas desde arriba que se podrían
ambigüedad de su autoría. Si bien fue “pintado” por las manos de mi hija, ella
no tuvo intención de hacerlo. Sí su madre. Más allá del placer que le pudo haber
mi hija. Una presencia que, de alguna manera, me veo obligado a ver como un
la amalgama entre madre e hija, que no parece poder disolverse. Como sea, el
cuadro fue hecho para mí, desde un lugar de donde me resulta difícil la
particular a mí. También los cuadros de pintores argentinos que adquirí, por
de todos, más por no defraudar al autor, que los había obsequiado, que por el
de comienzos del siglo veinte en nuestro país, que obtuvo una medalla de oro en
en Italia, país que le otorgó una Orden de Honor, y que fue director de la
curriculum era tan distante a mi familia, como desconocido. Tal vez, porque al
tener Pío parentesco con mi abuela y vivir en la misma zona humilde del barrio
mejores posibilidades educativas, e intuyó que esos cuadros podrían tener cierto
relación con los cuadros y con Pío Collivadino, nunca nos hubiésemos enterado
prestigio.
vivienda se fuese deteriorando durante los cuatro años que duraron los trámites
sucesorios y las disputas familiares. Uno de los objetos más valorados era la
alrededor de la que se reunía toda la familia. Dado que los cuadros no tenían
padres (la mesa), más que lo que sus padres les habían dejado (los cuadros).
produjera una filtración en la terraza, que no fue reparada, provocando que una
constante gotera, de agua, cayera sobre la mesa del comedor. Para protegerla,
los seis o siete cuadros fueron puestos sobre ella. Las interminables sucesiones
mi tía menor consultó a un marchand, para despejar sus dudas acerca del valor
de los cuadros, el especialista al ver el estado de las obras no podía creer lo que
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Parece una paradoja, hacer referencia a los cuadros realizados por uno de
hecho por manos carentes de motricidad fina, por destruir los realizados, por
ser. Al oro que tuvieron en manos mis mayores, que se licuó hasta convertirse
pudimos saber que a ella también le interesaban los cuadros, no por lo artístico,
producían esas pinturas. Mi madrina, que dedicó la vida a sus padres, a sus
hermanos, sobrinos, amigos, tareas del hogar, y que permaneció soltera, había
vida.
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Esos cuadernos, se podrían comenzar a leer una vez que ella no estuviese
más entre nosotros. La solicitud fue cumplida y el interés por lo que había
Avellaneda”.
particular a mí, que también lo hiciera acerca de los cuadros del primo de su
con una caligrafía prolija, poniendo de manifiesto su esmero por hacer buena
letra, como si intentara suplir, con esta intención, sus limitaciones de lenguaje,
producto de haber asistido sólo a los dos primeros años de la escuela primaria.
mamá y mis ermano. E mentira. El piso de los puente no esta yeno de puntito
casa tenemo 4. 1 paracada carrro de mis ermano. uste no ama cabayo, yo si.
como esa qe casa mi ermano menor. Mamá la cosina como niuna ¿Porqe
¿era un dia de yuvia cuando pinto eso cuadro? Pa mi qe abia sol ¿no le engusta
en la playa, si mira a el sol, tiene qe serrar lo ojo o ayicar lo ojo como lo yinito
puede ver vien. Yo le digo a uste qe se puede ver. Yo lo veo vien todo lo dia.
pa uste la jente no importa, son uno mamarrayo de negro. las casa esta
pintar ¿se le acavo la pintura? ¿se le cayo el pinsel?¿qe le costava pintar bien?
Yo, qe conosco Barraca, veo la casa, lo auto y la jente ditinta Si nasio ai, iual
carrro ese por ai ¿Porqe pinta Barraca endistinta como e? ¿porqe?. una casa e
una casa, no un dibugitos. Un auto, el que tiene lo cuida. no e con rrueda que
parese de qarton. La parede de la casa no tiene ese color la jente usan otra
como mi casa. Como yo ¿Porqe uste lo ensusia? La linea la veo dereya, naidie
ase una pare torsida. no tiene qe andar tomando vino cuando pinta. Nunca me
seleste alto pelo enrubio y con rulo vien vestido vien feitado ¡Qe porte!, mi
casa, tomando. Yore esa noche y mucha ma. Yore tanto. mi viejita me desía qe
mi y me pro puso casamiento. Ese ni loca me iva a tocar. Ese cuadro, aunqes
Uste, como yo, tampoco tuvo ijo. Uste tiene cuadro. Yo tengo sobrino,
van a trabajar a las favrica con yimenea y umos, estan con la cabesa gacha
sin la gana ¿Porqe van a ir sin la gana? ¿no tienen orguyo? Yo me enlevanto a
ago todo con felisidades. Ma cosa tengo qe aser, ma contenta etoi. Me engusta
trabajeando en una casa. Si esta entriste una mujer e por pena de amor. si me
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lindo. Cuadro con la lus de la vida. Podia aber pirtado los piso qe reluse de el
pirtado el tuco que ase mamá que da un olor que yega a la casa de los vesino.
Todo se endan cuenta por el olor qe eya esta a siendo el tuco. Uste save porqe
verda, si asia eso cuadro qe davamo todas pa siempre conosida. No por mi, no
digo por mamá. Lo uviera echo por mamá, no porqe sea su sobrina. Si, pa
cuando eya no este. Porqe mamá e diferente. Sino uste no le enregalava ni uno
cuadros.
cuando yega a parqe de Lesama esta yendo pal Centro Se enprincipian a ver
lo edifisio alto las jente vien envestida los auto de lo qe tiene plata, la puerta
asta los puente yegó uste porqe le engusta el Centro. si pirta Barraca y La
donde empiesa otra cosa, qe no voi a cambiar nunca. Uste e como de otro pais
de Pari, dela Itallia y pinta a lo pobre pa qedar vien. Despue pasamo por la
Casa Del Govierno, vien pirtada, de color dela enauas. Cuando paso ago lo
Jeneral, qe se enviste de rica porqe es envidosa de los rico ¿Qe enqiere ser la
santa de lo pobre?
yegamo a Florida, aí me pierdo. Tanto negosio con esa vidrrieras junto. Tanta
ropa fina. Tanta joya. Tanto sapato y cartera qe no me voi a conprar. Miro
eya fuera de la Capital cuando vamo pal Centro. Yo la miro eya e otra.
pirtor.
rempuja. dale dentrá ¿qe te qedas parada? me endise. Paresco una tonta. No e
muyaa luse, muyo tapado de piele, muyo vriyo. encuando no sentamo a tomar
casa. enprimero la luse los edifisio alto la jente pituca caminando. despue la
casa baja la jente sensiya los auto viejito. enpienso en mamá qe esta a
Ninguno de los hombres de la familia, sabía si los cuadros a los que hacía
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mención mi madrina, eran los que estaban en la casa de mis abuelos, si los
conocía por alguna razón que ignoramos, o si los había imaginado cuando los
haber adoptado una conducta de profanos. Mis tíos, excepto mis dos tías, se
reían de los cuadros, al igual que mis primos, mis hermanos y yo. Ahora creo
que era una risa nerviosa, en tanto intentaba cubrir lo que no queríamos que se
implícito el desconocimiento del otro por ser diferente, diferente a pesar, o tal
vez, en nuestro caso, por porvenir del mismo origen familiar, y humilde.
no habrían quedado expuestos a una gotera durante años, hasta convertirse por
campos del padre de mi ex suegra, de igual o mayor valor económico que el que
tendrían los cuadros de Pío Collivadino. Algo en común, en este caso, entre
otras características, nos unía con mi ex mujer, más allá de que ellos
su familia a través de cierto rechazo, por provenir, yo, de un barrio del sur del
Que mi ex suegra haya tenido una institutriz “inglesa”, aunque vistiese con
asistido. Todo se diluyó, como lo óleos del tío de mi abuela por el efecto del
agua. Mi hijo, nunca asumió esa pretensión por cierta rebeldía, mantenida con
firmeza por él, desde muy chico, a las pretensiones sociales de mi ex mujer, y de
las mías. Marco, pudo dejar de lado la tensión entre sur y norte, que siempre
hubo para mí, aunque con el transcurrir de los años logré, a fuerza del trabajo
en análisis, que fuera declinando. O por sentir que ese lugar estaba destinado a
vínculos, sin que parezca que se esfuerce, con sus tíos y primos que viven de uno
y otro lado del Riachuelo. Puede jugar tanto en el terreno del rugby, como en el
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del fútbol, llevando la marca imborrable, que porta todo hijo, que luego
plasticidad, tal vez, se deba, no sólo por ser segundo hijo, sino también, por la
quise contar a él la historia de los cuadros, pero el azar hizo que inevitablemente
Nacional de Bellas Artes, donde se encuentra más de una obra de nuestro lejano
pintura, por los que ella siente una deuda pendiente, aunque se dedique a la
Entre los supuestos borradores de las cartas para el pintor, que ya había
de Aveyaneda de color enblanco con lunare asul vien ecotado vien agustado. si
de enrojo si me apriete lo pie con eso sapato ennegro de punta auja. desde la
¡me gusta tanto! se enparese a papá. con un onbre asi me casaria terdria ijos.
la barriga y en lo traste. Iual con los qe baile eran mui lindo 3 me empidieron
ell lado mio con uno uardapolvo de el colegio manyado de pintura sin
pantalone con media y sapato. con una mano garrava la paleta con la otra un
me desia dale ase fuersa qe sale y empesó a salir algo de adientro de mi cuerpo
pinsel por lo qe era mi ijo pero no era mi ijo yo solo qeria mirar qeria y no
qeria mirar0.a prinsiprio paresia qe iva a pirtar una playa como Mar Ajo
cuadro y muya linea amariya avajo despue empeso con el rrojo a dibujar a
yorar. eya se abra encreido qe algun muyacho me abia eyo sufrir en el baile de
ell clu. no puedo dejar de yorar no qiero qe la lagrima enmanchen esta oja me
mio! ¡Eso e mio! No lo puede enver ni mamá ¡diosito por fabor ayudame!
por mi oy si.
se lo podría haber preguntado mi ex mujer, por esa hija que no fue la que
como el cuadro que soñó mi madrina, también tan mío, que circula por el
mundo. Apacible a veces con la sonrisa suave y contagiosa, que puedo asemejar
a la felicidad. Tensa otras, con las manos hacia arriba, moviendo los dedos para
sosiego.
Poco antes de nacer Sofía, decidimos con Gabriela comprar una casa que
seríamos cuatro de lunes a viernes y seis casi todos los fines de semana.
Pensamos, en dos localidades del Gran Buenos Aires. Adrogué, por los cálidos
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casa de su abuela materna, y en Banfield, por ser para mí, el único lugar del sur,
que miré desde mi adolescencia con cierto interés. Por evaluarla más cercana, o
los tres o cuatro, que nos habían gustado, acordes a nuestras posibilidades
de Capital Federal, que volvería al sur. Al único lugar que nunca definí como
perteneciente al sur. Pensar en volver a recorrer la zona norte del Gran Buenos
Aires, como lo había hecho como mi ex mujer en búsqueda del que sería nuestro
-Preferiría que el recorrido lo hiciéramos a pie. A pie te dije que había llegado
Lo que parecía un juego, que llevamos a cabo los sábados por la mañana,
durante más de un mes, finalmente con los chicos, por lo tanto en auto, no
que, ante el primer atisbo de tedio, comencé a poner excusas para no continuar
pasamos por una casa ubicada en Banfield Este, no muy lejana a la estación.
-¿Qué pasa?
-Da un poquito marcha atrás, hasta el chalecito blanco que está enfrente.
-Me parece que está escrito en la pared el nombre del pintor de tu familia.
resultó, en ese momento, lejano y un tanto extraño, como tal vez le parecieron a
biblioteca”, que aunque tuviese las mismas características que como la describí,
imaginado y lo real.
Yo no estaba preparado para ese encuentro. Por suerte, ese día el museo
edificio por sus rajaduras en los techos, que permitieron que los cuadros
100
un sobrino de Pío Collivadino donó esa propiedad, con más de cien obras, a la
Poco faltó en esa casa de Banfield, para que aconteciera lo que sucedió en
la de mis abuelos paternos. De haber sido así, podría haberme adjudicado cierta
parte de maldad infantil de mis instintos, con la satisfacción que produce lograr
hacer desparecer algo preciado por los adultos, sin qué alguno de ellos se dé
A veces cuando paso por la puerta del museo, imagino que podría haber
una pared donde estuvieran dibujados los marcos de los cuadros destruidos por
A veces, creo que se cometió un crimen perfecto. Nadie va a reclamar por esos
cuadros que tuvo mi familia. Nadie supo, ni sabe, ni sabrá que faltan. El tiempo
hizo que no exista un inventario donde listar lo que ya no está. A veces desearía,
madrina al pintor. Como una manera de dar cuenta de esos cuadros, o al menos
que, sin proponérselo, puso de manifiesto la pasión urbanística por una Buenos
Aires que se iba modificando a principio del siglo veinte, desde el centro hacia
entre otros, creo el grupo Nexus, para enfrentar a los que pretendían detener el
101
avance de los nuevos artistas plásticos. Que pintó con colores blandos y le dio la
sentados. Impacientes por comenzar a comer los pejerreyes, a los que, con
obsesión, les había sacado las espinas, para que también los pudieran disfrutar
que se fueron asando los pejerreyes, como una continuidad del tibio calor de la
quedaron en un espacio del pasado, que ya parecía bastante lejano. Otros eran
los temas que nos interesaban en ese momento: evaluar la posibilidades que
durante la tarde de ayer, que oscilaban entre cientos y miles. Cifras que por
quedaron sorprendidos por el pequeño tamaño de los peces una vez puestos
sobre los platos (los imaginaban del mismo tamaño que cuando los sacamos de
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superficies de los platos, por su largo y ancho, una vez abiertos al medio).
nuestra atención.
-Acá dibujé los pescaditos, papá. No los terminé de pintar -me dijo, nos dijo,
apoyando la hoja sobre la mesa, alisándola con cuidado con sus manos, para que
-Son más lindos que los que pescamos esta tarde. No había ninguno de colores,
-Son más lindos, y deben ser también mucho más ricos-agregó Manuel,
-¡Cuantos colores. Hay uno de color rojo, otro verde, otro amarillo, otro rosa y
-Parecen hechos por Picasso o por Miró-le Gabriela, mirándome con una
ojos, como si con ello evitara el peso de ser el centro de nuestras miradas. Se
del cariño familiar. Dando muestra además, de que si bien no tenía idea de
quienes fueron ni Picasso, ni Miró, intuía que habían sido pintores muy
-Guardá la hoja con los pescaditos para que no se ensucie con la comida, ni se
-Sí, guardala. Si querés te la guardo yo. Hay que cuidar las cosas que uno hace.
-Es como dice mamá. Nunca se sabe. A veces, con el tiempo nos damos cuenta
-¿No están exagerando un poco? -preguntó Marco, poniendo en juego sus celos
-¿No habrán tirado los dibujitos que hacía, cuando era chiquito, no?-de manera
IV PINOCHO
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compramos en el pueblo de Collodi tres Pinochos de madera Uno para cada hijo
de los que pensábamos tener. Ese pueblo, del mismo nombre que el autor de
medieval que parecían caer como en cascada sobre la colina, llamó nuestra
apellido que utilizó el creador de Pinocho en honor al lugar donde había nacido
su madre, en reemplazo del paterno, Lorenzini. Tampoco que sólo hizo uso de
uno de sus nombres Carlo, cuando en realidad tenía tres más: Lorenzo, Filipo y
106
hijos.
día tibio pleno de sol, el aroma y el color de los árboles y las flores, parecían la
decidimos poner a los tres Pinochos, diferentes entre sí, en el asiento trasero,
como si los tres hijos que pensábamos tener, estuviesen allí. A cada uno le
conforme con el Pinocho otorgado. Por momentos, los tres querían el que tenía
alguno de sus dos hermanos; por momentos, apoderarse cada uno de los que
tenían los otros dos; por momentos no querían ninguno. Las hipótesis
madera juntos sobre un sillón del hotel donde nos alojamos. Uno era un muñeco
de una sola pieza de color rojo; otro, de color verde y rojo, articulado por un
blanco con flores rojas y verdes, cuyas piernas y brazos estaban realizados en
la realizamos durante el resto de viaje, por las distintas ciudades de Europa que
visitamos, en cada una de las habitaciones de los hoteles que nos tocaron en
suerte. Nuestros futuros hijos deberían estar unidos. Unidos como creíamos que
Carlo Collodi era adicto al juego. Los trabajos que realizaba como escritor,
deudas contraídas. Cuando escribió Pinocho, cuyo título original era “Historia
Corán. Collodi cuando escribió ese texto había pasado largamente los treinta
sin saber que era el más ajustado a la versión original de la novela. No fueron
los pies de su cama. Muñecos de distinto tamaño, color y textura: osos, delfines,
monos, muñecas, hasta un tigre de bengala. Cada uno de ellos, a medida que
mantienen vigencia para ella. Una muñeca de flores naranja con la que duerme
que había viajado a Italia. La chaqueta de este Pinocho es verde, rojas son sus
entero, durante años y años, permitiéndole conocer cada lugar del planeta. Cada
animal, cada planta y cada flor. Cada idioma. Las canciones que se cantan en
cada pueblo. Las historias de los habitantes de cada lugar. Todos los remedios
para cada una de las enfermedades. La gente, no sabe o no quiere saber de sus
conocimientos. Puede ser que a veces exagere un poco, un poco nada más.”.
realizar movimientos con sus brazos y piernas, resultó que Francesca sintiera
una empatía mayor que con los demás juguetes. Por lo tanto, Pinocho le solicita
ambos.
títere era ahorcado. Colgado de una enorme encina, por dos asesinos que lo
perseguían para quitarle cuatro monedas de oro, regaladas por el dueño de una
capítulo las andanzas del títere en un periódico para chicos, que en desacuerdo
con la muerte del personaje solicitó que Pinocho siguiera vivo. Collodi, pudo
continuidad de la historia o bien verse obligado a seguirla, más allá de que para
muerte del títere, Pinocho no hubiese trascendido la época en que fue escrito.
109
considera su padre, sin que lo fuera, que muere y resucita, similar a la historia
momento final, “si estuvieras aquí”, dice Pinocho y “padre por qué me
religiosas.
podría haber estado de acuerdo con ese final en la soga. Ese mismo acuerdo
podría suponerlo en otras personas que conozco y conocí. Pero, por lo que me
estado en el frente de batalla, del que le quedó una cicatriz sobre la mejilla
derecha, que cruzaba, de manera horizontal, desde la base de la nariz hasta casi
vi, imaginé, o mejor dicho me hubiese gustado, que esa marca fuese
Supe de él, más que la mayoría de sus clientes, por el sólo hecho de haberle
andar, como si no tuviera apuro o nadie quien lo espere; delgado, de cara aguda,
caídos y siempre sucios; las manos pequeñas manchadas de betún, con los
comenzó durando unos diez minutos hasta prolongarse hasta a más de veinte.
Quizás para ese hombre, interrumpir su soledad, por un rato, tenía el costo del
dolor físico, o tal vez su soledad le dolía más que la consecuencia de ese esfuerzo
El zapatero, vivía en una pequeña y vieja casa que alquilaba. La mitad del
frente, estaba ocupado por un espacio verde que nunca fue jardín. La otra
permitían ver los distintos colores pintados por los anteriores moradores.
bolsos, hebillas a las que les faltaba alguna pieza, no permitían precisar si
ventana que daba al espacio verde; una puerta de hierro en la entrada, con
vidrio repartido de colores ocre, verde y rosado, de distinta textura cada uno, y
otra puerta de madera maciza, reparada con tablones desparejos, que siempre
Todo el barrio reconocía que “el tano” era el mejor zapatero. Recuperaba
desistido de intentarlo. Cobraba poco, y a mí, casi con seguridad, menos que a
para evitar cualquier posibilidad de diálogo con él. Se decía que era huraño, casi
un ermitaño y un poco loco. Peligroso, sobre todo, para los chicos y mujeres
jóvenes.
paja, igual de baja e inestable como la que él usaba para trabajar. Nadie invita a
también e buona. Esdtá cossido a mano, pero lo ilo no e buono, por eso se ha
cortatto. Usté no apooya bene lo pie para caminare. Ve ecomo esta más
a contarme las razones por las que se había ido de Italia. Como tantos otros
producto de la caída del fascismo, del que era un fervoroso adherente. Uno
haber visto colgado en la plaza pública a Mussolini, y que esa imagen, la más
bamboleándose a lo viendto. Él, que tuvo tutto lo podere, colgato como uno
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calzado, que estaba por entregarme, se iba haciendo cada vez más lento hasta
una pausa para encender un cigarrillo y darle una profunda, y larga, pitada,
logrando una importante braza, que parecía iluminar la escena tan nera, según
poder evitar, para no ser muerto por los partisanos, ser enviado al frente de
batalla para combatir a los Tedeschi (como siguen llamando aun muchos
italianos a los alemanes), por los que sentía una profunda admiración. Ni uno
sólo de los disparos que se vio obligado a realizar fue dirigido al enemigo. Para
solo y por eso decidió venir a la Argentina. No fueron razones económicas, como
la gran mayoría de sus compatriotas, las que lo motivaron. Vino solo por que se
para seguir escuchándolo, que tal vez había en Perón algo o mucho de
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reale. Figuese uste ¿cuanto dieron la vitta por Perón?, poco veritá. Dicheno
Perón y Mussolini, pero amico como podriano ser el attore que represenda
algun personagio con ese personagio. Nunga ssera una verdadera amistá. Me
dicho, logrando darle, sin embargo, mayor veracidad a lo que decía. Esa sonrisa,
difícil de concebir ese estado de ella para mí, imposible también de modificarlo.
Tan sólo están mis interpretaciones de sus actos, siempre arbitrarias. Una
por alguna razón que atribuyo a lo que pueda estar soñando, o a que tiene algún
quizás por el sólo motivo de requerirla. Pero a veces ese sonido, una especie de
nadie llama, y si bien esto puede suceder en otros chicos sin sus características,
vacío que me urge ser llenado, sabiendo que este tipo de urgencias sólo
y vino. La propuesta me sorprendió, pero más aún cuando explicitó que sería
dentro de su casa. Siempre había sentido curiosidad por saber cómo vivía ese
No me parecía que algún otro cliente hubiese traspuesto el espacio de ese local,
compartir algo más que las conversaciones que manteníamos, fue pensada con
proveniente del piso de baldosas, que por los restos de humedad, había sido
había sobre ella. La cocina era pequeña, con tres hornallas que estaban
por su carácter de esperado, que por su uso. Al lado de la cocina, había una
pequeña mesada de mármol gris áspero y gastado. No tenía alacenas. Las tres
puertas del bajo mesada estaban descascaradas, dejando ver unos pequeños
agujeros donde estuvieron alguna vez los tornillos que sostenían las manijas, ya
podía terminar de identificar el tono de las paredes, que oscilaba del verde al
cubierta de un gastado hule celeste cruzado por rayas rojas, había una botella de
vino, sin abrir y sin etiqueta; dos vasos altos, de vidrio opaco; un plato de
madera con ciertas muescas oscuras, que parecían haber sido impactas por
algunas brazas, sobre el que estaba apoyada media horma de queso y una
con aspecto y aroma de recién horneado. Tres sillas de paja, que a primera vista
para tomar un cuchillo por el mango, que no era el de trabajo y no había visto, y
blanco bordadas, que tampoco había visto antes. Una estufa a kerosene, apenas
ocre, un tanto reseco, y un cepillito de uñas, para lavarse con esmero las manos,
-¿Usté viene di una famiglia italiana verdá?, creo que le gusstará el quesso
sardo.
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-Sí. Mis abuelos maternos son italianos. A mi abuelo paterno, que nació en
-Perque li quiero mostrare algo que esstoy fachendo. No quiero que se messcle
-Tome iste pedasso di sardo, e muy buono, estuvo estasionado mucho tempo, y
de vino espeso, áspero y un tanto dulzón, cuando pensaba en cómo decirle que
me tenía que ir, se levantó nuevamente, sin decir palabra, y se dirigió a una
habitación que, por ser la única, supuse que sería su dormitorio. Volvió casi de
-¿Qué es?
espessiale pero no en uno sentito reliyiosso. Cuando llegué a essta casa, asse
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casi treinta anni, abía en lo yardín, uno pedasso de trongo de pino, anyo e
molto secco. No sse per que, deciddí guardarlo. Algo que no sabbia en eso
momendto iba a fachere con el. Tiene que estare estacionada la maddera para
que sea buona para el laboro. Como lo buono quesso, o lo buono vinno. Primo
pensé que podia fachere una viryen, como la que abía en la iglessia de mi
póbolo. Pero tuttas las viryenes sono parecida, perque viryen ubo una ssola.
que me a resultato fachile, no ssolo facherlo sino eleyire a que sandto, assdta
Y volvió a sonreírse.
despocado de tutto fue San Franchesco el más sandto per lei italliani. No posso
parlare sin este assento de italiaanni. A vesse credo que no e que me cuesta
parlar bene en castellano, sino que no quiero parlare bien en castellano. ¿Me
entiendde?
Comenzando a reírse sin poder parar, tapándose la boca con las dos manos. Esa
contanndo?.
Y de vuelta esa risa, esta vez de manera contenida, interrumpiendo lo que venía
diciendo como si fuese una pausa necesaria, para poder seguir contando.
-Mia mamma me dechía que para ser uno sandto no ssolo había que fachere
obrra de biene y tener mucha fe en Dío, adema abía que sufrire molto, como
cuándto abía sufrito cada uno de esos sandto. Pero este que va a vere, en
parte, que me perdono mia mamma y Dío, este que a echo io, en parte, e
distinto.
-La mia erano de Firenze y le gustabano las iglessias commo a mé. Pero no no
vayamo de temma. Oy, y esspero que vuelva , le quería mostrare este sandto,
credo que puetta facherlo. No prettenndo que lo póvere esteano meyore. Ssólo
quiero que este sandto, que no e un verdadero sandto perque lo ha fachedo io,
Dejó de hablar y con una mirada expectante puesta en mí, como si invocara
piedad, con las manos temblorosas, retiró con cuidado la mitad de la manta
derecha. Sin ninguna expresión que transmitiera angustia. Los ojos parecían
mirar más al futuro que al cielo. Se asemejaba más bien a un príncipe, que se iba
abriendo paso con alegría. El trabajo, sin ser yo ni experto ni conocedor, parecía
muy bueno, como hecho por un escultor de experiencia. El rostro, bien tallado,
vistió con una chaqueta de fino cuero que lo cubría hasta casi las rodillas, ceñida
por un ancho cinto, también de cuero, con hebilla dorada y con brazaletes
poco más grueso que el de la chaqueta, que permitía observar el trabajo hecho
en cada uno de los dedos de los pies que parecían, por haberlo visto en una foto
-La verdad que no parece un santo. Pero por algo usted dice que es un santo.
securo de si mismo. No hay angusstia en ese rosstro. Pero si se fica, tienne una
Hasta ese momento no la había percibido, por la sutileza con que la había
marcado.
Fé en Dío. E un antichipo. Dicamos que nació con esa marca. Con la marca de
los sandto.
esperaban en mi casa para cenar. Más allá de cuales fueran las expectativas del
-A este hommo yovene, para que sea un sandto, un San Franchesco, Dío lo va a
Hasta ese momento, no había pensado qué había debajo de la otra mitad
grados.
-Aora va a vere uste perque le dessía que era, en parte, un solo sandto. No e
que, perdonne si no lo penso, io credo que sí, este zapatero sei passo.
La risa esta vez no pudo ser contenida por él. Se lo notaba bastante nervioso. Yo
también lo estaba.
luego el suyo. Cortó después un pedazo grande de pan que partió en dos mitades
y dos trozos importantes de queso. Con un gesto, levantando su cabeza que tenía
comiendo y bebiendo.
pan, y menos porque quisiera seguir tomando ese vino, sino por temor a cómo
como si se arrepintiera del gesto que me había hecho, me dijo: Vea, uste no esta
obligatto a nada, si quiere comer come, si no no. Esto es sólo una invitasione.
la boca abierta. Los ojos ya no miraban al frente sino hacia el cielo. El cabello lo
había tallado revuelto y más largo, al igual que la barba. El ceño estaba
fuerza para ser levantados, casi carentes de musculaturas al igual que las
piernas. Las manos, puestas hacia arriba, delgadas como las de un enfermo
terminal, al igual que los dedos de los pies, que calzaban la mismas sandalias,
que parecía más pequeño y ya sin brillo. La chaqueta de cuero, mucho más fina
era a su vez el mismo. Esto más que un recurso, para respetar las leyes de la
Vea usté.
Y comenzó primero a girarla con lentitud, para luego hacerlo de una manera
cada vez más rápida, con una habilidad, tal vez fruto de horas de práctica.
-Le e ditto que tenía una marca, que lo aorcaríanno. E la messma personna,
la angustia que comencé a sentir, que nunca podría salir de esa casa, como si el
acerca de él, no sin cierta culpa. De alguna manera, había forzado que me
veces pienso que todos tenemos estrategias más sólidas de lo que creemos. Con
el tiempo entendí que el zapatero también había desplegado la suya. Cada uno
de los dos había ganado y cada uno de los dos había perdido. No hay ganancias
sin pérdidas, una vez que ponemos en juego nuestra forma de jugar.
intentar que la imagen viajara, sin ninguna garantía, como no la tiene ninguna
creación.
Los hijos, casi nunca resultan como los hemos imaginado. Terminan por
elegir sus propios caminos. A veces el azar determina, como con los trastornos
tajante e irrefutable.
padres, tal vez sin habérselo propuesto, que nuestros hijos terminan por
que tendremos que batallar, como lo vienen haciendo todos los padres desde el
Abel, ni tanta maldad en Caín. A veces pienso que Collodi quiso terminar su
pertenecería sólo a él. Por suerte decidió continuarla, con o sin intención de
permitió transcender a su padre. Mi hija mayor, si bien nunca será un hijo como
Nunca podré mantener un diálogo con ella. Esta imposibilidad mía es su forma,
hacemos todos los padres con nuestros hijos. Mi hijo parece ser bastante
independiente, hice todo lo posible junto a mi ex mujer para que lo fuera, pero
sé que no hay certeza acerca de mi intención. Mi hija menor, criada con mayor
libertad que sus hermanos, parece más libre de mis pecados. Parece, ¿quién
sabe si así será? “La Biblia” se muestra implacable ante tal pretensión al
sentenciar que, inevitablemente, todos heredan los pecados de los padres. Los
Todos los hijos son los dos Pinocho, el condenado a vivir a nuestra
Llega un momento en que es necesario desanudar los hilos que los atan a
Pinocho, ahora humano, en las últimas líneas de la novela. “Allí está”, responde
Yeppeto, y “señaló”, nos dice Collodi, “a un gran títere, apoyado en una silla, con
127
la cabeza Inclinada hacia un costado, los brazos colgados y las piernas cruzadas
Pinocho finaliza diciendo “¡que cómico era cuando era un títere, y que contento
en santo por no haber sido finalmente ahorcado. Si embargo Collodi dejó, para
que no nos quede en el olvido, al menos para mí, a ese títere arrumbado sobre
infructuosamente abrirle la boca para robarle las monedas de oro, ya sea con el
nuestro segundo hijo. Es ese Pinocho presente en tantos cuartos de tantos niños
Sábado a la medianoche.
cocina está ordenada, ya puse los platos y los cubiertos en el lavavajillas. Vos ya
preferido y los chicos hace un rato largo que están durmiendo-me dijo anoche
-Está linda la noche, el cielo está despejado, se pueden ver las estrellas casi
-Tenés razón, la noche está muy disfrutable, muy acogedora. Traigo café, con
dos copitas de lemonchello y la seguimos un ratito más-me dijo con una sonrisa
pícara y tierna.
Cuando venía caminando de la cocina con la bandeja en las que traía las
dos tazas de café, junto a las dos copitas de licor, la miré intentando disimular
que la observaba. A medida que se acercaba iba haciendo cada vez más lento su
-Estaban muy ricos los pejerreyes, siempre te sale bien el pescado a la parrilla.
mañana hasta la noche. El vino que elegí no estaba nada mal, no podía ser de
otra manera si es de una bodega de Chacras de Coria. Hay dos cosas que tengo
ganas que hagamos antes de irnos a dormir. La primera, que inventemos una
historia corta cada uno, con lo que nos venga en mente, que no se extienda más
Empezá vos.
fascinarme-le dije. Continuando con: “había una vez en cierto lugar del norte de
Italia, un hombre con una barba que le llegaba hasta el cinturón; tan alto como
fideos con estofado de jabalí, en una cena; que con una mano, podía reventar
hacía cada vez que se ponía nervioso, volaban por los aires jarrones, sillas y
marionetas, que siempre se llenaba de chicos y grandes. Entre los muñecos, que
tenía a mal traer, por la arbitrariedad con la que disponía cuando y cuanto se
chico, con un libro de colegio bajo el brazo que le había comprado su padre con
gran esfuerzo, mal vendiendo la única chaqueta que tenía para abrigarse en
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invierno, que se paró fascinado frente a la puerta del teatro de títeres del ogro,
como si hubiese encontrado el lugar más maravilloso del mundo. Ese chico, en
V En el agua
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había permitido desde la niñez, no sólo disfrutar del agua, sino y sobre todo, de
pelota, y de los umbrales de nuestras casas, donde las revistas de aventuras, las
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figuritas de futbolistas, las payanas, las bolitas y las cartas eran las herramientas
para conformar nuestra comunidad lúdica, durante los fines de semana, los
poner de manifiesto nuestro coraje, como acercarnos a las chicas del barrio, con
todo, por la presencia del otro sexo, tan al alcance de la mano en el agua.
búsqueda de un nuevo juego. El juego que cada uno pudiera llevar a cabo con su
sexualidad.
primera vez que fue puesta en un bañador. Un pequeño flotador fue el soporte
para hacerle ejercitar los brazos y las piernas en una pileta. Por las
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características del estado líquido, parecía poder realizar los movimientos de sus
extremidades con una ductilidad de la que carecía fuera del agua. Al principio,
disfrutar. Con mis piernas y una de mis manos, realizaba los movimientos de la
Las últimas páginas del libro de tapa bordo, lo supuse con una historia del
realidad la “esfera” a la que hacía alusión su padre, era desde el mar. Creía que
confluencia de los rayos de sol con las partículas de agua evaporada, tenía como
origen una fuente de luz ubicada en el fondo del mar. A partir de tal concepción,
las aguas, con la excusa que su raciocinio le permitía argumentar. Ya fuera para
junto a buceadores hasta alta mar para verlos sumergirse en las profundidades.
De tanto insistir, logró que sus padres le compraran una pequeña canoa de
trascender.
zambullirse en las frías aguas del Pacífico, en las que, de a poco, se fue sintiendo
más a gusto y seguro que sobre la tierra. Una seguridad dada por lo que se va
espacio que iba construyendo, brazada a brazada, inmersión tras inmersión. Por
era imposible hacer pie, que su padre consideraba propia de los abismos.
mestiza. Por momentos su madre temía que su hijo fuese capturado por el mar,
que ofrecía cada vez más presas a un hombre que salió a pescar, obligándolo
para ello a internarse cada vez más en el mar, hasta hacerlo apoyar, cuando el
la piedra. Cuando el hombre intenta con una de sus manos despegarla, lo único
que logra es que también quede pegada su mano. El pedrusco comenzó a crecer,
horizonte.
había hecho sobre suelos firmes. Su única experiencia a bordo de un navío había
sido sobre el Atlántico para llegar a Buenos Aires, que le resultó tolerable por
llegada. Con su hijo era diferente, no podía ubicar marcas de referencia. Hacia
cualquier lugar del horizonte podía partir su muchacho. Desde cualquiera lugar
Lomingthon.
entre Valparaíso y el archipiélago más cercano. Trazó la línea entre esos dos
realizaba el viaje intercalando tramos de remo, con tramos de nado. Casi seis
Cuando reflexionaba que el recorrido por agua podía durar entre sesenta y
pérdidas: su mujer e hijos ingleses, que perdió cuando se embarcó hacia estas
tierras; su segunda mujer y la hija que tubo con ella que partieron de Santiago a
Lima, también en barco, para nunca más volver. El único consuelo fue suponer
eso comenzó a llamarlo para sí Aqualung. Ese nuevo nombre que era un intento
cosmogonía mapuche.
hogar sin esperar otra cosa que ese espacio que le es otorgado, sin deseos de
irse, ni de quedarse, ni de realizar alguna acción que modifique ese estado. Por
demás, por lo que estos pudieran pensar de mí, al compararla con un animal, y
hija, sabiéndolo, de manera lamentable, como destino final. Creo que de todas
Aires; ahora por elección de su cuarto hijo, menos tolerable en este caso por
bahía se había convertido para él en tan sólo una bahía, como si se hubiese
levantaba muy temprano con ganas de salir a buscarlo, pero sentía de manera
mención, tantas veces, de la “esfera” de luz, por el efecto, que creía, producía en
su muchacho.
Hasta que el hijo comenzó a tomar cada vez más distancia del mundo, tal
conflictiva. Algo comenzó a emerger lentamente y sin pausa, algo que hizo
estar con una mujer más cercana a lo primitivo que a lo civilizado en el otro. La
los conquistadores, para que los arrastrara hacia las profundidades de las aguas.
Este sentimiento, que no podía soslayar, llevaba implícito para ella lo que más
temía. Al ponerse en evidencia el enojo que sentía por su esposo, más se le hacía
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El inglés le había dado un hijo, que de no volver del mar, formaría, según
por mí. Sospecho, cierto resentimiento hacia mi persona por haberle dado una
recíproco. Quizás por que esa reciprocidad permanece aun bajo la superficie.
de distancia. La luz viaja más lenta que en el aire, por lo que lo lejano parece
verse más cercano, y lo cercano más lejano de lo que está. Los rayos de luz, al ser
tierra, acción que realizaba cada vez con menor frecuencia, y se dirigía a la casa
de sus padres, podía tropezarse con facilidad con cualquier mobiliario del hogar,
espacio. Un cuadro podía, para él, estar apoyado sobre el borde de un mueble, y
centro. Era común que intentara asir un vaso sin poder hacerlo, o querer
logar un movimiento fallido, inclinando cada vez más su cabeza y su tronco sin
disposición sólo el azul, como si la paleta restringida de colores del fondo del
superficie. El azul, color que adoraban los mapuches. El color del cielo y el del
agua.
llamar lonco, jefe, y a la mestiza mather. Esas dos palabras eran prácticamente
las únicas inteligibles, el resto era una mezcla de castellano, mapuche e inglés.
Una palabra podía estar compuesta por sílabas correspondientes a cada uno de
los idiomas, sin que fuese garantía de una transcripción literal, más bien podría
con una machi, con la misma expectativa que hubiese tenido por la visita a un
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especialista de Oxford. Quien podía explicar la conducta tan extraña del hijo de
ambos y poder curarlo, vivía cerca de la cima de uno de los cerros más
troncos de árboles de canela con una abertura para entrar, sin puerta, y otras
cinco, sin ventanas, dos en cada uno de los costados y otra en la parte posterior,
hierbas secas y, colgado en una de las paredes de tronco, un cultrún (un tambor
cintura, vestía una prenda enteriza de lana hasta los tobillos de color azul, y un
pequeño poncho color blanco sobre sus hombros No era baja, ni obesa, ni vieja,
machi tomó el cultrún, se sentó en el piso y lo colocó entre sus piernas. Como si
recibiera una orden impartida por alguien imperceptible a la vista, cerró sus
temblar, siempre sentada y con los ojos cerrados, levantó los brazos, arqueó su
inclinar el tronco hacia adelante, hasta que su mentón quedó apoyado sobre su
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pecho y su cabeza sobre el suelo. Con los dedos de sus manos golpeó el cultrún,
repetidas veces, haciendo percusión con un ritmo que parecía buscar algún
hace en sueños durante una pesadilla, con una voz que no parecía corresponder
distanció lo que por siempre debe de ir junto. Hay que sacarlo del mar para
evitar que esa separación haga temblar la tierra y se retiren las aguas, para
después volver con toda sus fuerzas y arrasen a nuestra gente”. Lomingthon,
información importante. Ella le respondió “Lonco eres huinca, por eso viste lo
que nuestros ojos no pueden ver. Viniste del Norte, de las tierras de la mala
suerte, al sur en busca de la buena suerte. Pero también viniste del este, donde
están los espíritus benignos, al oeste, donde habitan los espíritus malignos. Va
contigo lo bueno y lo malo. Hasta que tu hijo partió al mar no apareció lo malo
que hay en vos. Estás enfermo. No soy yo quien te pueda curar. Debes
permanecer en una canoa atada, a la orilla del mar, durante siete días y siete
noches. Si el hijo no regresa a tierra, cuando sea la salida del sol del día ocho, se
tiene que cortar la soga, y te perderás hacia donde se pone el sol, a donde van las
almas de los muertos. De una u otra forma, porque ya no eres sólo un huinca,
llevaba a su marido hasta un amarradero. Tomó una de las canoas del muelle, la
fuese parte del cargamento. Una vez que se fue su mujer, el cuerpo del inglés
esfera se presentara.
esa semana, que el muchacho había sido visto en distintos parajes de pescadores
cuándo, ni dónde, ni quién lo había visto. Su madre también escuchó decir que
lo acompañaba una mujer joven, de pelo muy largo y claro, que no usaba ropas,
principio, ella intentó buscarlo sin conseguir dar con su paradero. Al quinto día,
caleta cerca de Con Con. Era un joven de cuerpo esbelto y piel dorada, de cabello
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renegrido, largo y al viento, muy parecido a su hijo, que avistaba el mar con la
cabeza inclinada hacia delante, con la mano derecha apoyada sobre sus cejas,
Esa misma noche visitó por primera vez a Lomingthon desde que lo había
dejado en la canoa. No sabía si lo hacía para comentarle que creía haber visto a
su hijo, lo que implicaba, de ser cierto, una esperanza para ella de que estuviese
vivo, y en consecuencia también para Lominghton, dado que de ser así sería
atinó a mirarla, sin decir palabra, tampoco sin querer hacerlo. Ante la
Durante la noche del sexto día, el inglés se despertó en medio del sueño al
moverse bruscamente la canoa. Lo primero que pensó fue que era la Kai Kai,
llegando para ponerle fin, de una vez por todas, a tanto desasosiego. Por la proa
del bote vio asomarse una mano moviéndose de un lado al otro. Lomingthon no
el torso fuera del agua, Aqualung ladeó la cabeza, dos o tres veces, para luego
entender lo que habría querido decirle su hijo: que no había encontrado aun el
comenzó a invadirlo. Felicidad por volver a verlo, constatando que seguía vivo, y
Sólo una resignación vergonzante por no poder haber hecho algo mejor, era lo
siento en ocasiones por mi hija mayor.. El paliativo, mis otros dos hijos,
funciona siempre parcialmente, sin dejar de sentir, a veces más, a veces menos,
modo de súplica, desde una distancia que parecía mayor al del ancho de la
playa, formulada ni bien piso la arena “¿lo has visto?”, que se expandía como un
eco por el coro de voces de la gente que la replicaba, como si todos fueran la
madre de ese hijo. Con la voz baja, producto del agotamiento, Lomingthon
no se podía precisar a quién estaba destinada. Una respuesta, que por reiterada,
mañana, de las tantas en que la que había partido a navegar solo, con los rayos
brillo que conformaba un círculo, que por su intensidad, se distinguía del resto
cuenta de que esa luz formaba una especie de túnel que llegaba hasta lo más
rojos, los naranjas, los amarillos, los verdes, los rosas, además del azul, nunca
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de asir el agua con sus manos para intentar determinar si tenía una densidad
menor a la del mar. Por cierta sensación en la yema de sus dedos le pareció
luminosidad tenía una intensidad que lastimaba a los ojos. Observó, con
asombro, que en el fondo del mar las plantas, rocas y peces eran transparentes.
Por temor a verse transparente cerró sus ojos y comenzó a subir haciendo un
gran esfuerzo.
parecía necesitar para terminar de ascender: los diferentes nombres con que lo
construcción del ascensor del cerro, los relatos de los trayectos en tren desde
hombre que por alcanzar las cuatro formas del conocimiento, puede apropiarse
con la esfera; intuitivo al darse cuenta que Valparaíso era el lugar que siempre
Domingo a la mañana.
-Hace rato que llueve, a eso de las seis y media me despertó la voz de “la nena”,
de tu hija, y el ruido de las gotas al golpear las canaletas. Por suerte no tardé en
para su lectura, y leo lo que temía: “disculpe señor. No se enoje, pero está todo
inundado por acá, no puedo salir de mi casa. Hoy no voy a poder ir a cuidar a su
hija. Que tengan un buen domingo. Un beso para los chicos y para la señora”.
Observo cómo las gotas de lluvia, que caen con intensidad, van formando una
-Llueve con “sapitos”. No creo que pare hasta la tarde. Por la lluvia, Noemí no va
-No sé por qué tengo que dar explicaciones. No tiene sentido pedir disculpas por
lo que sucede más allá de uno. No tiene ningún sentido -le digo, y al decírselo,
me escucho.
-Es verdad. No tiene ningún sentido. Pero a veces las pedís. En este momento lo
estás haciendo.
-Yo tampoco puedo evitar, en un día de domingo como el de hoy, que llueve,
querer que “la nena” se quede calladita, sin demandarnos hasta el mediodía.
Que mi hijo y el tuyo se levanten y decidan preparar el desayuno para ellos y sus
nuestra habitación. Que se las arreglen solos una mañana de domingo. Que nos
ignoren hasta que decidamos lo contrario. En esta cama pasaron y pueden pasar
“que se arreglen solos”. ¿Cómo se va arreglar sola mi hija mayor? Nunca podrá.
en una posición que adopta cuando tiene ganas de hablar y de que la charla se
extienda hasta donde se tenga que extender, sin poder anticiparse si culminará
de mirar su pelo negro, largo y un tanto revuelto, sus hombros redondos que
límite de lo observable hasta donde comienzan sus pechos, a los que abracé
deseo por mi mujer, la del fastidio por sentir que queda expuesta mi debilidad
por mi hija mayor y la de salir corriendo de esa escena. Todo fluye en mi cabeza
Primero la música y luego la letra de una canción infantil italiana, que nos
-No creo que no. Hacía años que no la recordaba. Estaba guardada en mi
-Amapola.
-¿Y poverina?
pregunta y se responde a la vez con el final de esta canción ¿Cosa si può fare?