EL HOMBRE EN BUSCA DE

SENTIDO
VIKTOR E. FRANKL

RESUMEN HECHO PARA EL CURSO IN4839-1 ÉTICA EN EL MERCADO, LA EMPRESA Y LOS

NEGOCIOS 2013, SEMESTRE OTOÑO POR:

MAURICIO ALEJANDRO CASTILLO CAPELLO


PARTE PRIMERA: UN PSICOLOGO EN
UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN
No corresponde a una descripción clásica, sino que a la
descripción personal de los pequeños tormentos que
atacaban al prisionero medio, al hombre común, al que
no llevaba marca distintiva alguna, a diferencia de los
“capos” (prisioneros que actuaban como administradores
y tenían privilegios especiales) quienes incluso llevaban
mejor vida siendo prisioneros. En definitiva, este texto
constituye la narración empírica vivida desde la
experiencia del psicólogo Viktor E. Frankl.
Selección Activa y Pasiva
La dura lucha por la existencia es difícil imaginarla, si es
que no se ha estado nunca en un campo de
concentración. En este lugar se luchaba arduamente por
la vida, por el pan de cada día, y en definitiva por la
propia vida, aunque era difícil imaginar otro destino final
mas allá de lo que es la cámara de gas. Al entrar a estos
campos, se les quitaba todos los documentos y objetos
personales, por esto, cualquier prisionero podía optar
por un nombre y una profesión falsa (Muchos lo hacían),
pues a las autoridades lo único que les importaba era el
número que llevaban impreso de alguna u otra forma. De
los prisioneros de los campos de concentración se
seleccionaban los “capos”. Esta selección corría a cargo
de las SS y era de tipo activo, escogiendo únicamente a
los más brutales. Además de esto, ocurría una
autoselección pasiva entre todos los prisioneros, donde
solamente sobrevivían aquellos que ya habían perdido
todos los escrúpulos en la lucha por la existencia, los que
hacían lo que fuera con tal de salvarse.
El informe del prisionero n.° 119.104: Ensayo
Psicológico
Este relato habla de la experiencia como prisionero
común, pues el autor no trabajó como psiquiatra, ni
menos como médico, salvo en las últimas semanas. Hacía
por su parte, trabajos de fuerza, en donde, dependiendo a
quien eran vendidos como esclavos, podían obtener
“cupones de premio” (Que las mismas empresas daban)
los cuales podían ser cambiados por cigarros o sopa,
aunque el privilegio de fumar solamente quedaba para
los “capos”, quienes contaban con cuota fija semanal de
cupones. De hecho, de ver a alguien que siempre optaba
por la sopa, fumando cigarrillos, ya se sabía que había
renunciado a la lucha por vivir.
Lo que este ensayo se busca es describir la exacta
experiencia de aquellos prisioneros supervivientes, y su
actitud, desde una arista psicológica, frente a la vida.
Muchos de estos prisioneros dicen: “No nos gusta hablar
de nuestras experiencias. Los que estuvieron dentro no
necesitan de estas explicaciones, y los demás no
entenderían ni como nos sentimos entonces ni como nos
sentimos ahora”.
El análisis psicológico exige un distanciamiento científico,
pero, este distanciamiento es muy difícil cuando los
hechos le ocurren a quien analiza, y solamente alguien
ajeno puede garantizar esta distancia, y éste, por su
parte, tiene tal lejanía que no le permite describir
exactamente lo vivido. En síntesis, solo el que lo vivió
puede hablar, aunque sus juicios no sean del todo
objetivos. Luego, es tarea del lector decantar hasta la
objetividad las experiencias que resulten ser subjetivas, y
así aspirar a un conocimiento exacto lo que ocurría en los
campos de concentración.
PRIMERA FASE: INTERNAMIENTO EN EL
CAMPO
Corresponde a una de las fases que definen las reacciones
mentales de los prisioneros, las dos restantes son: La fase
de la vida en el campo y la fase de después de la
liberación.
Estación Auschwitz
El síntoma que caracteriza a la primera fase es el shock .
La entrada a Auschwitz es en un tren con unas 1500
personas, las cuales viajaron por varios días en vagones
de 80 personas. Iban en un tren totalmente abarrotado,
sin saber cuál sería el destino. Hasta que un angustiado
pasajero reconoce y grita: “¡Hay una señal, Auschwitz!”,
evocando a todo lo horrible que esto implica, en esto,
voces aisladas, silbatos y órdenes sembraban el horror en
los apretujados pasajeros.
Al alcanzar destino, se abren las portezuelas del vagón y
un pequeño grupo de prisioneros entra al mismo, con
ciertos atisbos de humor, lo cual inspira en el autor una
especie de optimismo. Esta esperanza se conoce en
psiquiatría como la “ilusión del indulto”, en donde el
condenado a muerte, justo antes de la ejecución, cree que
lo indultarán. Sin embargo, este grupo de prisioneros
correspondía a un grupo seleccionado para la recepción
diaria de nuevos prisioneros. Ilusión al piso.
Una vez aterrizados en la estación, mantuvieron a unos
1100 prisioneros a espera de campos más pequeños, bajo
condiciones de hambre, frio, y hacinamiento, condiciones
que solo eran apaleadas con tragos de agua ardiente, que
solo algunos podían conseguir.
La primera selección
Estando ya en la estación, aun existía la ilusión de que
serían liberados. Les dijeron que dejaran el equipaje e
hicieran dos filas, a lo que el autor tuvo la valentía de
esconder su macuto debajo del abrigo (No lo notaron), y
posteriormente se vieron en frente de un hombre alto y
delgado, que llevaba un uniforme impecable. Frente a
esto, ninguno tenía conocimiento del significado oculto
tras aquel pequeño movimiento de su dedo que señalaba
algunas veces a la izquierda y muchas otras a la derecha.
Al estar frente al oficial, el autor fue dirigido hacia la
derecha. Más tarde entenderían que el juego del dedo
correspondía a la primera selección, selección que
significó, a un 90% de la expedición, la muerte.
Al autor, una vez salvado, preguntó sobre el paradero de
su amigo y colega P a los prisioneros que llevaban allí
algún tiempo. A lo que responden que este había sido
enviados a la chimenea, indicando que: “Allí es donde
está su amigo, elevándose hacia el cielo”, aludiendo a la
siniestra nube de humo que de ahí se emanaba.
Luego de la primera selección, y escoltados por los
guardias de las SS, los prisioneros recorrieron a paso
ligero el camino que desde la estación atravesaba la
alambrada electrificada y el campo, hasta llegar al
pabellón de la desinfección. Esto, para muchos significó
un autentico baño, y aumentaba más aún la ilusión de
salvarse.
Desinfección
Antes de entrar a la desinfección los prisioneros debían
echar todo lo que llevaban encima. Ante esta situación, el
autor intentó interactuar con uno de los prisioneros de
más edad para hacerle saber de un manuscrito de un
libro científico, enfatizando lo importante que sería
conservarlo, a lo cual el prisionero, con un rostro
divertido, burlón e insultante, responde: “¡Mierda!”. Es el
momento en donde la verdad se hizo patente ante el
autor y borró de su conciencia toda vida anterior.
Ya a punto de entrar a las duchas, un hombre de la SS
indicó que tenían solamente dos minutos para
desnudarse completamente, a excepción de los zapatos,
el cinturón, las gafas y el braguero. Frente a esto, los
prisioneros, con una rapidez impensable, comenzaron a
desnudarse. Frente a la torpeza de algunos, se oyeron los
primeros restallidos del látigo. A continuación, enviaron
a los prisioneros a otra habitación para afeitarlos,
dejando completamente rasurados sus cuerpos, y una vez
hecho esto, finalmente pasaron a las duchas.
Nuestra única posesión: la existencia desnuda
Mientras esperaban para ducharse, los prisioneros
sentían que su única conexión con el mundo anterior era
la existencia desnuda. Una vez en la sala, el prisionero
veterano que estaba a cargo dio la bienvenida y amenazó
con muerte a quienes intentaran pasar dinero o piedras
preciosas en su braguero, explicando además, que él
estaba absolutamente facultado para tal amenaza.
Las primeras reacciones
Las ilusiones existentes se fueron perdiendo, sintiendo
paralelamente un humor macabro. Los prisioneros
notaron que ya nada tenían que perder más que sus vidas
tan ridículamente desnudas.
Aparte de aquella clase de humor, otra sensación era
común, y era una fría curiosidad por saber que deparaba
en el futuro, curiosidad que alimentaba un estado de
ánimo que servía como medida de protección frente a tan
macabro escenario.
Para los recién llegados existían muchas otras sorpresas,
y una de estas era la manera en que debían dormir. La
primera noche durmieron en pequeñas litreras de tres
pisos, en donde, en cada litrera dormían nueve hombres,
directamente sobre los tablones, apretujados y
amontonados. A pesar de esto, el sueño venía y traía
olvido y alivio al dolor durante unas pocas horas.
La higiene era otra determinante, pues los prisioneros no
podían lavar sus dientes, usaban la misma camisa por
casi medio año, no podían lavarse debido al
congelamiento de las cañerías de agua, etc.
¿”Lanzarse contra la alambrada”?
Esta expresión dice relación con la amenaza constante de
la muerte, y la opción de abrigarse bajo el pensamiento
de suicidarse. La primera noche que pasó el autor se
prometió a sí mismo no lanzarse contra la alambrada,
expresión que describía el método de suicidio más
popular en los campos. Incluso, mas tarde compañeros
han asegurado que Viktor se limitó a sonreír y muy
sinceramente.
A pesar de órdenes estrictas de no salir de los
barrancones, un colega de Viktor se colocó en el
barrancón del autor y, con tintes de buen humor, dio
algunos consejos apresurados, indicando principalmente
que se afeitaran, que se aplicaran al trabajo, que
anduvieran derecho, con gracia, y que en definitiva
parecieran jóvenes (En condiciones de trabajar), pues a
aquellos que tienen aspecto miserable, enfermo y
demacrado (Musulmán), se le llevaba directamente a la
cámara de gas. Además, en los consejos enfatizó que si se
siguen estos simples consejos, nadie debería tener miedo
a la cámara de gas, a excepción del autor, quién sí debía
tener miedo a la próxima selección. Ante esto, el autor
respondió con una sonrisa.
SEGUNDA FASE: LA VIDA EN EL CAMPO
Apatía
A medida que pasa el tiempo, las reacciones también lo
hacen, recayendo en una especie de muerte emocional.
Siendo el prisionero torturado emocionalmente. La
primera de todas es la añoranza del hogar y la familia,
seguido de esto está la repugnancia y la fealdad de todo
lo que les rodeaba. A esto último se suma el
aprovechamiento del recién llegado, haciéndolo cargo de
limpiar los excrementos de sus compañeros.
Sin duda, en esta fase el prisionero pasaba de una actitud
sensible, en donde, cualquier contemplación de maltrato
de alguno de los compañeros pesaba en el interior del
autor, a una actitud fría, en donde era capaz de no bajar
la mirada frente a los distintos castigos y crueles escenas
para sus compañeros. En otras palabras, el espectador ya
no podía sentir, pues los enfermos, agonizantes, y
muertos eran tan comunes para él tras unas pocas
semanas en el campo, que no conmovían en lo absoluto.
Es más, el autor estuvo a cargo de un barrancón con
enfermos de tifus, y narra que todo el sufrimiento y los
cadáveres que esta enfermedad implicaba, lo veía
impertérrito, sin conmoverse en lo más mínimo, la apatía
se había apoderado de él.
Lo que hace daño
La apatía y el adormecimiento de las emociones son
característicos de la segunda etapa, y gracias a esta
insensibilidad se creaba una especie de caparazón
protector muy necesario, pues, los golpes y las injusticias
se producían a las más mínima provocación y algunas
veces sin razón alguna.
Dicho esto, al tener este adormecimiento, lo que hace
daño se vuelve relativo, y muchas veces no es el dolor
físico lo que hiere, sino que es la agonía mental causada
por la injusticia y lo irracional de los hechos. Incluso, un
golpe que no acierte, bajo ciertas circunstancias, puede
herirnos más que uno que atine en el blanco.
El insulto
Éste tópico, sin duda, va de la mano con el ítem anterior,
pues, constituye el aspecto más doloroso de los golpes.
Viktor, en este apartado relata una serie de hechos que
resalta la importancia que el insulto tiene a la hora de
causar dolor. Particularmente relata que a cargo de él
tuvo un “capo” de cuadrilla que daba un sinfín de
privilegios, pues éste sentía una empatía para con él,
debido a que el autor le escuchaba atentamente sus
dificultades matrimoniales, y había dado una serie de
consejos psicoterapéuticos. Y, mientras duraron las
confesiones de su “capo”, Viktor tuvo un sinfín de
privilegios que le permitían pasar el día de una mejor
manera, y afrontar los insultos de cada día.
Los sueños de los prisioneros
Los prisioneros, en su estado de horror, y concentrados
en la tarea de estar vivos, plasmaban sus apetencias y
deseos en sus sueños, soñando con pan, pasteles y baños
de agua templada, así y todo, el soñador tenía que
despertar y afrontar la realidad del campo, y el terrible
contraste que esto implica.
El autor narra una noche en que lo despertaron los
gemidos de un prisionero amigo, quien, aparentemente
tenía una pesadilla, frente a lo cual quiso despertarlo, sin
embargo, comprendió que ningún sueño, por horrible
que fuera, podía ser tan malo como la realidad del campo
en que vivían.
El hambre
El hambre, sin duda constituía uno de los instintos más
primitivos, y muchas veces, mientras no eran vigilados,
los prisioneros intercambiaban palabras acerca de
preferencias de comida. Frente a esto, el autor se
cuestiona sobre lo poco sano que puede llegar a ser esta
práctica, pues, eventualmente es una equivocación
provocar al organismo con estas conversaciones una vez
que este ya se ha acostumbrado a las bajas raciones y las
pocas calorías.
El hambre, en la comunidad cobraba víctimas cada día, y
ya no era difícil predecir cuál sería el siguiente, es más,
muchas veces se veían sus propios cuerpos y lo
reconocían casi como un cadáver, concibiendo así, un
conflicto mental destructor del alma.
Con el fin de racionar de buena manera la escaza ración
diaria de pan, habían dos escuelas de pensamiento; Una
era partidaria de comerse la ración de pan
inmediatamente, lo que permitía satisfacer
momentáneamente los dolores del hambre, al menos una
vez al día, y además prevenía posibles robos o pérdidas
de la ración. Por otra parte, la otra escuela sostenía que
era mejor dividir la porción, y es en esta última donde
Viktor se incluyó, pues, al otro día, en los momentos más
difíciles del día, o sea, en la mañana al despertar, cuando
aún era oscuro, era merecedor de masticar un trozo de
pan que guardaba de la noche anterior.
Sexualidad
El deseo sexual, obviamente, también brillaba por su
ausencia. A pesar de esto, la perversión sexual era
mínima. Incluso en los sueños, el prisionero no daba
espacio al sexo, a pesar de que este “instinto inhibido” del
prisionero deberían manifestarse de forma muy especial
en los sueño.
Ausencia de sentimentalismo
Frente a la necesidad de salvar el pellejo, se abandonaba
totalmente todo aquello que no sirviera para tal
propósito, constituyendo de esta forma, una ausencia de
sentimentalismo.
En relación a esto, el autor relata que en una de las
traslaciones desde Auschwitz a Dachau, cuando iban en
el tren que llevaba cerca de 2000 prisioneros, las vías
acercaban al lugar de nacimiento del autor, en esto,
Viktor tuvo una visión fantasmagórica de su ciudad natal,
es más, al salir de la estación el tren, se pudo ver
particularmente la calle donde había vivido antes de caer
prisionero. Frente a esto, intentó explicar cuánto
significaba para el el poder mirar, en ese instante por las
rejillas, y, sin embargo, las súplicas fueron desechadas
con rudeza: “¿Qué has visto ahí tanto años? Bueno,
entonces ya lo tienes demasiado visto”. Sin duda esto
refuerza la hipótesis de ausencia de sentimentalismo.
Política y religión
Como se ha mencionado todo gira en torno a la
conservación de la propia vida, y con esto todo lo demás,
el prisionero lo consideraba un lujo superfino. En
general, en el campo se sufría de “hibernación cultural”,
con solo dos excepciones: la política y la religión.
La política se sustentaba en rumores que se cazaban al
vuelo, los cuales casi siempre era contradictorios, y lo
único que lograban era azuzar la guerra de nervios que
agitaba las mentes de los prisioneros, pues una y otra vez
se desvanecían las esperanzas de que toda la guerra
terminara en paz.
En cuanto a la religión, era sorprendente la fuerza que las
creencias tenían en los prisioneros, con oraciones y
servicios religiosos improvisados en algún barrancón, o
al final de algún camión de ganado. Incluso, frente a un
brote de tifus en 1945, se dio uno de los peores casos de
delirio, en donde uno de los amigos del autor, que creía
que moría, intentó rezar y ni siquiera era capaz de
encontrar las palabras para hacerlo.
La huida hacia el interior
A pesar de las limitaciones físicas, era posible desarrollar
una profunda vida espiritual, es más, aquellos que
poseían una rica vida intelectual sufrieron mucho en un
principio, pero el daño causado a su ser íntimo fue
menor, pues eran capaces de retrotraerse a una vida de
riqueza interior y libertad espiritual. Esto último explica
que algunos prisioneros, a veces menos fornidos,
soportaran mejor la vida del campo que los de naturaleza
más robusta.
Cuando todo se ha perdido
En muchas de los trabajos forzosos el autor se refugiaba
en la imagen de la mujer, fue entonces cuando entendió
lo que la poesía, el pensamiento y el credo humano
intentan comunicar: La salvación del hombre está en el
amor y a través del amor. Es más, logró entender que el
amor trasciende a la persona física del ser amado, incluso
si el ser querido no sigue vivo, incluso, el autor relata que
de haber sabido que la mujer amada estaba muerta,
hubiese seguido entregándose, a la contemplación de su
imagen.
Meditaciones en la zanja
La intensificación de la vida interior ayudaba al
prisionero a refugiarse contra el vacío, devolviéndose a
su existencia anterior. En esto, recordaba hechos
pequeños, a veces no importantes, cosas insignificantes,
tales como contestar el teléfono y encender la luz.
En definitiva, a medida que la vida interior del prisionero
se hacía más intensa, la belleza del arte y la naturaleza
del arte se sentía como nunca antes, olvidando de esta
forma, las terribles circunstancias que cursaban.
Monologo al amanecer
En una ocasión, cuando cavaban una trinchera, el autor
dialogaba con su esposa, y en un momento sintió como si
su espíritu traspasara la melancolía que los envolvía, y
sintió un victorioso “sí” como contestación a la su
pregunta sobre la existencia de una intencionalidad
última. El guardia entonces pasó junto a él, insultándole,
y el volvió a hablar con su amada, la sentía presente, con
fuerza, incluso se sintió capaz de tocarla. Fue entonces
cuando en aquel momento un pájaro bajó volando y se
posó justo frente a Viktor, y se le quedó mirando
fijamente.
Arte en el campo
De vez en cuando se improvisaba una especie de
espectáculo cabaret, así, los que gozaban de una buena
situación, se reunían ahí, se reían y alborotaban un poco;
cualquier cosa que les hiciera olvidar.
En algunos casos, al momento de tomar la sopa del medio
día, un prisionero italiano trepaba encima de una cuba y
entonaba arias italianas a cambio de una ración doble de
sopa, pues, en el campo no solo se concedían premios por
entretener, sino también por aplaudir.
El humor en el campo
A pesar de todo, en los campos existía cierto sentido del
humor. Es más, el autor forzaba a uno de sus compañeros
de trabajo a desarrollar su sentido del humor, y para
esto, se obligaban, entre otras cosas, a crear una historia
divertida sobre algún incidente que pudiera suceder al
día siguiente de su liberación.
Una de las situaciones que mas gatilló el sentido del
humor fue en un traslado desde Auschwitz a un campo
filial del de Dachau, en este traslado había temor porque
se les llevara al campo de Mauthausen (Donde las
consecuencias eran nefastas), finalmente se percataron
que sólo se dirigían a Dachau, y a pesar de las pésimas
condiciones de viaje, la noticia de que en este campo no
había horno ni crematorio gatilló un gran sentido del
humor, los prisioneros se rieron y contaron chistes a
pesar de todo lo que tuvieron que soportar las horas
siguientes.
¡Quién fuera un preso común!
En este ítem el autor hace referencia a lo relativo del
sufrimiento. Para esto pone el ejemplo la envidia que
sentían al ver a prisioneros con existencia feliz, que
contaban con la oportunidad de bañarse, de tener un
colchón, ropa, y de contar con correo que les traería
noticias de lo que sucedía a sus familiares. Al mismo
tiempo, se sentía privilegiados de no pertenecer a
unidades que se consideraban peores que las demás, a
cuadrillas en donde el capataz seguía la tradición de
golpear a diestro y siniestro, o sea, contar con la suerte
relativa de no estar bajo el mando de este tipo de
unidades. En definitiva, el sufrimiento se hace relativo
dependiendo de la unidad a la que se mire se puede
envidiar, o se puede estar satisfecho de la suerte con que
se cuenta.
Suerte es lo que a uno no le toca padecer
Estando en los campos, se agradecían los más ínfimos
favores. Los placeres positivos escaseaban, y el autor en
el lapso de muchas semanas experimentó solo dos
momentos placenteros. Uno de ellos fue cuando se le
asignó en el barrancón de cocina, en donde él repartía, a
diferencia de muchos, equitativamente entre los
prisioneros. Por otra parte, otro de los momentos
placenteros fue se cuidaba a unos setenta enfermos,
entre los que estaba el autor, donde afortunadamente no
debían dejar el campo para ir a trabajar, y podían
permanecer echados todo el día y dormitar esperando el
reparto diario de la ración alimenticia.
¿Al campo de infecciosos?
La muerte, con el pasar de los días, se veía más latente en
Viktor, pues ya era el cuarto día que permanecía
enfermo, y, frente a esto, se dibujaba una muerte segura.
Sin embargo, el autor recibió, por parte del médico jefe,
que se ofreciese como voluntario para tareas sanitarias
en un campo destinado a enfermos con tifus. Frente a
esta oferta, Viktor aceptó, pues prefería ayudar a los
camaradas que vegetar o perder la vida trabajando de
manera improductiva. Esta decisión sin duda ayudó al
bienestar del autor, pues, se había ordenado que se
cuidara de forma especial a los médicos voluntarios para
ir al campo de infecciosos hasta que fueran trasladados,
pues, dado el actual estado, temían contar con dos
cadáveres más en vez de tener dos médicos a disposición.
En esto, el autor menciona la condición de último
esfuerzo por mantener la propia estima, perdiendo el
sentimiento de su propia individualidad, de ser pensante,
con una libertad interior y un valor personal, y
finalmente acababa por ser sólo una parte de la masa de
gente, rebajando su existencia al nivel de la vida animal.
Es decir, a trasportarse en manadas, tal rebaño de ovejas,
sin voluntad ni pensamientos propios, teniendo solo dos
pensamientos: Evitar a los malvados sabuesos (SS) y
como obtener un poco de comida, tal como lo hacen las
ovejas que se congregan tímidamente en el centro del
rebaño, los prisioneros también buscaban refugio en las
formaciones, privilegiando el centro de las mismas, pues,
allí tenían menos oportunidades de recibir golpes de los
guardias, y al mismo tiempo hacía frente a los gélidos
vientos.
Añoranza de soledad
Cuando se es forzado a pertenecer a un grupo, y cada
movimiento que uno hace es digno de atención, se hace
imperante la necesidad de escapar, de estar solos por un
instante, por pequeño que este sea. Es por esto que el
autor, cuándo contaba con tiempo en cierto campo de
reposo se otorgaba 5 minutos de soledad, junto con los
12 cadáveres diarios, para contemplar el florecer de las
verdes laderas, y solamente la orden de un guardia
interrumpía tal momento, alguna nueva labor, para así
volver al lugar solitario.
Juguete del destino
Cuando se organizaba un convoy de enfermos, estos eran
puestos en carretillas los prisioneros empujaban a lo
largo de muchos kilómetros, importando solamente el
número de los prisioneros, sin importar si esto iban con
vida o no. En definitiva, los prisioneros se consideraban
totalmente a la merced del humor de los guardias, unos
juguetes del destino. Bajo este concepto, el autor relata
que en una oportunidad según criterios de edad y
profesión, pasó por una gran cantidad de grupos, siendo
consciente de que había cruzado con un destino distinto
en cada ocasión.
La última voluntad aprendida de memoria
Se disponía ya, por segunda vez, el transporte al campo
de reposo, y al autor se le dio a elegir entre ir o quedarse,
a lo que eligió ir, pidiendo, antes de partir, a uno de sus
amigos “otto”, que aprendiera de memoria su última
voluntad, en caso de no volver, que era expresar todo el
afecto y la fuerza que su esposa le había proporcionado.
Planes de fuga
Cualquier prisionero hubiese preferido entregarse
completamente al destino, sin embargo, el querer zafarse
del compromiso de decidir se hacía más patente cuando
el prisionero debía decidir si escapar o no. El autor relata
que experimentó esta decisión, cuando un colega ofreció
sacarlo con el pretexto de la necesidad de un especialista,
y que una vez fuera del campo, un miembro del
movimiento proporcionaría uniformes y alimentos, sin
embargo, dificultades técnicas de último minuto dificultó
la salida, junto con esto, un camarada, que se encontraba
en pésima condiciones de saludo preguntó al Viktor si se
iba, a lo que Viktor negó tajantemente, resultando muy
difícil evitar su mirada, por lo cual decidió no irse y
quedarse definitivamente con sus parientes, ganando con
esta decisión una paz interior considerable.
Llegó con esto el último día en el campo, y aquel día se
dio la orden de evacuar completamente el campo, a pesar
de esto, no llegó ningún camión de los que recogerían
prisioneros, todo lo contario, se cerraron las puertas y se
dio vigilancia adicional, para evitar fugas y al mismo
tiempo enunciar que eventualmente el campo se
quemaría con los prisioneros en su interior. Fue aquí
cuando surgió el segundo intento por escapar, sin
embargo, este nuevamente fue irrumpido por la llegada
de un camión, y con esto, la llegada de una orden de que
finalmente el campo no sería evacuado, a pesar de que se
llevaron a la mayoría de los prisioneros. El autor y su
amigo tuvieron que esperar el último camión, sin
embargo, este nunca llegó. Tiempo transcurrido, el autor
se percató que todos los que habían sido retirados habían
muertos carbonizados en un pequeño campo cercano.
Esto da noción de lo incierta que pueden llegar a ser las
decisiones humanas, especialmente cuando se refieren a
cuestiones de vida o muerte.
Irritabilidad
El hambre y la falta de sueño contribuían a la irritabilidad
en general, que era una de las características de los
prisioneros. Otra variante que contribuía a la irritabilidad
era la posición relativa de los prisioneros; Cocinero, capo,
etc. Pues siempre que la mayoría degradada y la minoría
promovida entraba en conflicto los resultados eran
explosivos, haciendo así, la irritabilidad general aún más
intensa cuando se añadían estas tensiones mentales. El
autor reconoce que incluso el cerraba los puños y que la
rabia lo invadía cuando tenía hambre y cansancio. Es
más, en su condición de jefe en el pabellón de los
enfermos de tifus, se veía muy irritado frente a la apatía
de muchos de los enfermos a la hora de atacar la
suciedad frente a una posible inspección, que dicho sea
de paso, era más para torturar que para velar por la
higiene del lugar.
La libertad interior
La experiencia en un campo de concentración muestra
que el hombre tiene capacidad de elección, es decir,
puede conservar un vestigio de libertad espiritual, de
independencia mental, incluso en las terribles
circunstancias de tensión psíquica y física. Esto se
sustenta en que día a día los prisioneros se enfrentaban a
la libertad de decidir si se sometería las fuerzas que
amenazaban con arrebatarle su yo más íntimo, la libertad
interna, que determinaban si uno iba o no iba a ser el
juguete de las circunstancias, renunciando a la libertad y
a la dignidad, para dejarse moldear hasta convertirse en
un recluso típico. Dicho de otro modo, si bien parece ser
que los reclusos estaban obligados a actuar de cierta
manera, en un análisis final el tipo de persona que se
convertía un prisionero era el resultado de una decisión
íntima, y no únicamente producto de la influencia del
campo.
El destino, un regalo
La forma en que el hombre acepta su destino y todo el
sufrimiento que éste conlleva, le da oportunidades,
incluso bajo las circunstancias más difíciles, de añadir a
su vida un sentido más profundo, o bien, puede asumir
este destino siendo algo más que un animal, tal como no
ha recordad la psicología del prisionero de un campo de
concentración. El hombre constantemente se enfrenta a
su destino, e incluso este puede otorgar escenarios para
actuar de una manera que permite aprovechar lo que el
destino depara, en otras palabras, el destino es una
oportunidad, el destino pasa a constituir un regalo.
Análisis de la existencia provisional
Ya se ha mencionado que solamente los hombres que
permitían que se debilitara su interno sostén moral y
espiritual caían víctimas de las influencias degenerantes
del campo.
Muchos relatos de las experiencias en los campos de
concentración concuerdan en que, la influencia mas
deprimente, era no saber cuánto duraría su
encarcelamiento. A esto, un psicólogo renombrado llamó
“existencia provisional”, y luego, el autor complementa la
definición enunciando que es “una existencia provisional
cuya duración se desconoce”
En esta misma arista, la sensaciones del tiempo se hacían
relativas, pues mucho prisioneros sufrían la “experiencia
del tiempo”, en donde unidades pequeñas de tiempo,
como un día por ejemplo, repleto de torturas, parecía no
tener fin, mientras que una unidad de tiempo mayor,
quizás una semana, parecía transcurrir con mayor
rapidez.
Luego, frente a esta existencia provisional, se puede
optar por creer que la oportunidad de vivir ya ha pasado,
o bien, tomarla como un desafío y transformarlo en una
victoria.
Spinoza, educador
¿Qué dice Spinoza en su ética?, “La emoción, que
constituye sufrimiento, deja de serlo tan pronto como
nos formamos una idea clara y precisa del mismo. Dicho
de otro modo, es imperante y necesario establecer metas
futuras para afrontar de mejor manera las calamidades
del presente. En el caso del prisionero, si este perdía la fe
en su futuro, estaba absolutamente condenado,
perdiendo así su sostén espiritual, es decir, se
“entregaba” a las circunstancias, sin importarle nada. En
otras palabras, existe un estrecho nexo entre la pérdida
de fe en el futuro y su consiguiente final.
A palabras de Nietzsche: “Quien tiene algo por qué vivir,
es capaz de soportar cualquier cómo”. Es en esto último
en lo que se sustentan las acciones psicoterapéuticas
para con los prisioneros, pues debían tener un sentido
sus vidas para así soportar el terrible como de su
existencia.
La pregunta por el sentido de la vida
Es imperante que dejemos de hacernos preguntas del
sentido de la vida, pues no importa que no esperemos
nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. En
una última instancia, vivir significa asumir la
responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los
problemas que ello plantea, y asumir las tareas que la
vida continuamente plantea a cada individuo.
Dada la individualidad de las tareas que la vida asigna a
cada individuo, es imposible establecer un sentido de la
vida general. En cuanto a la vida como prisioneros, el
significado de la vida se remitía a la vida y la muerte, y
era por ese sentido por el que se luchaba.
Sufrimiento como prestación
Dicho lo anterior, no se intenta minimizar las torturas del
campo, sino que asumirlas como una tarea a realizar
impuesta por la vida para “conseguir mediante el
sufrimiento”1
1 Según el poeta Rilke
Algo nos espera
La psicoterapia tanto individual como colectiva, solían
ser del tipo “procedimiento para salvar la vida”, y dichas
acciones eran con el fin de evitar los suicidios. Es más,
existía la prohibición de auxiliar a quien intentara
suicidarse, esto con el fin de dar importancia al impedir
que se llegara a tales extremos.
Una palabra a tiempo
Las oportunidades para la psicoterapia colectiva eran
limitadas. Un ejemplo correcto podría ser más efectivo
que cualquier palabra. En el caso de los jefes de
barrancón, que no eran autoritarios, tenían, por su forma
de ser, la oportunidad de tener influencia de largo
alcance sobre los que estaban bajo su jurisdicción. Junto
con este actuar, una palabra también resulta efectiva
cuando las circunstancias externas no permiten capturar
solamente el actuar.
El autor cita un ejemplo, en donde un prisionero robó
patatas, y surgió la orden de entregar al culpable, o bien,
toda la unidad ayunaría un día completo. Evidentemente,
2500 hombres prefirieron callar, y con esto se vino un
ayuno exhausto, irritación, y para empeorar más aún, se
apagó la luz, llegando así, los estados de ánimo al punto
más bajo. Fue entonces cuando el jefe del barrancón era
un hombre sabio e improvisó una pequeña charla,
enfatizando el rol de la esperanza, en definitiva, otorgaba
la palabra precisa y a tiempo, y junto con esto, otorgó la
labor de aconsejar al barrancón precisamente al autor.
Asistencia psicológica
Acto seguido, el autor comenzó con la asistencia,
hablando del futuro inmediato, el cual lo pintó bastante
negro, y, a pesar de esto, enfatizó no perder la esperanza,
pues nadie sabía que vendría en los instantes siguientes,
pues, cabía la posibilidad de que inesperadamente, un
fuera destinado a un grupo especial, con jugando así la
“suerte” del prisionero.
Psicología de los guardias del campamento
Antes de entrar en la tercera fase de las reacciones
espirituales es importante analizar el carácter
psicológico de los guardias del campo, cómo se
justificaban tales maltratos. Frente a esto, una respuesta
inmediata es la inherente condición sádica en el sentido
más estricto de algún de los guardias. En segundo lugar,
la selección de los “capos” mas sádicos aportaba al
maltrato y se añadía en el campo la selección positiva de
los sádicos.
En tercer lugar, los sentimientos de los guardias se
hallaban embotados en toda la cantidad de años que
fueron testigos de los brutales métodos de campo.
Incluso, aquellos que se rehusaban ejecutar estos
métodos, si permitían que otros si lo hicieran
En cuarto lugar, es preciso afirmar que si existían
guardias que sentían lástima por los prisioneros
Dicho todo lo anterior, el autor recalca que finalmente
existen dos tipos de hombres, la “raza” de los decentes y
la de los indecentes, y que ningún grupo se compone
puramente de sólo una de ellas.
TERCERA FASE: DESPUÉS DE LA LIBERACIÓN
Se analizará la psicología de quien ya ha sido liberado. A
pesar de esta liberación, los prisioneros no se volvieron
locos de alegría, luego la pregunta es: ¿Qué sucedió
entonces?
Y es que, una vez liberados, era muy difícil concebir que
pertenecían al mundo de la libertad, faltaba (y habían
perdido) la capacidad de alegrarse, luego, había que
volver a aprenderla, lentamente. En otras palabras, y
desde un punto de vista psicológico, a los prisioneros les
ocurría una “despersonalización”. Todo parecía
improbable, ¿se podía creer en algo que por mucho
tiempo solamente había sido un sueño?.
Acto seguido, el cuerpo se liberó antes que la mente, y
empezó a satisfacer sus necesidades más básicas, tal
como lo es comer. En cambio, pasaron muchos días antes
de que se soltara la lengua, y el espíritu. Así, el autor fue
avanzando, paso a paso, hasta volverse nuevamente un
ser humano.
El desahogo
El pasar de una tensión espiritual a la libertad absoluta
requiere de un cuidado, pues, tal como ocurre con
aquellos que trabajan en cámaras de inmersión, si de
repente abandonaran la cámara, éste correría peligro
debido al brusco cambio. En este caso no es distinto, pues
el hombre ha sido liberado repentinamente de la presión
espiritual, trayendo consigo un inminente daño psíquico
si es que no se aborda de buena forma. Es decir, se debe
luchar por hacerles volver a la realidad.
A parte de deformidad moral resultante del repentino
aflojamiento de la tensión espiritual, existen dos
experiencias mentales que amenazan con dañar el
carácter del prisionero liberado. Por una parte, la
amargura, que se forja por la desilusión en cuánto al
recibimiento de muchos lugares. Y por otra parte, la
desilusión, que quien había sido prisionero creía que
había alcanzado el máximo de sufrimiento, se percata de
que puede seguir sufriendo mucho más aún.
En definitiva, no se estaba preparado para enfrentar
infelicidad, aunque finalmente se percate de que después
de todo lo sufrido, ya no tenga nada mas a que temer,
excepto a su Dios.
PARTE SEGUNDA: CONCEPTOS
BASICOS DE LOGOTERAPIA
A diferencia del psicoanálisis, la logoterapia es un
método menos retrospectivo y menos introspectivo. La
logoterapia mira más bien al futuro, es decir, los
cometido y sentidos que el paciente tiene que realizar en
el futuro.
Voluntad de sentido
La búsqueda por parte del hombre del sentido de la vida
constituye una fuerza primaria y no una “racionalización
secundaria” se sus impulsos instintivos. Este sentido es
único y especifico a cada uno, y es uno solo quien tiene
que encontrarlo. Esto es importante, pues el hombre, es
capaz incluso de morir por lograr lo que da sentido a su
vida. Este sentido no es algo que inventemos nosotros,
sino que algo que hay que descubrir, y este algo está
sometido a la voluntad del hombre de elegir o aceptar
distintos potenciales sentidos.
Frustración existencial
La voluntad del hombre puede también frustrarse, en
cuyo caso la logoterapia habla de frustración existencial.
Esta frustración se puede resolver en neurosis, a la cual
logoterapia acuña el termino de “nurosis noógena”, que
tiene su origen no en lo psicológico, sino en la mente de
la existencia humana.
Neurosis Noógena
Nace de los conflictos morales o problemas espirituales,
en los que la frustración existencial suele desempeñar
una función importante.
El vacío existencial
El hombre hoy carece de las órdenes que en un momento
tuvo, como animal, y hoy, muchas veces no tiene
tradiciones que indiquen que es lo que debe hacer, y, en
su lugar desea hacer lo que otras personas hacen
(Conformismo), o hace lo que otras personas quieren que
haga (Totalitarismo).
El sentido de la vida
El sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un
tiempo a otro. Luego, lo que importa, más que el
significado concreto de la vida, es el sentido de la vida de
cada individuo en un momento dado. Luego, la
logoterapia responde aludiendo a que el hombre no
debería inquirir cuál es el sentido de la vida, sino
comprender que es a él a quien se inquiere.

El sentido del amor

Es la única forma de entender a otro ser humano desde lo

más profundo de su personalidad. Por el acto espiritual
del amor se es capaz de ver los trazos y rasgos esenciales
en la persona amada.

La logoterapia define el amor como un fenómeno tan

primario como puede ser el sexo.

La psiquiatría rehumanizada

La psiquiatría, sin duda, ha intentado interpretar la

mente humana, y ver la terapia mental como una simple
técnica, esta visión, a juicio del autor, ha llegado a su fin.
Ahora empezamos se vislumbra una psiquiatría
humanizada, el no ver al ser humano como una máquina,
y reconocer que, en última instancia, es el ser humano su
propio determinante. Luego, lo que llegue a ser, dentro
de sus facultades y entorno, dependerá únicamente de sí
mismo. En el caso de los campos de concentración
existían tanto hombre macabros como otros que se
comportaban como santos, lo que explica que en un
hombre existen ambas potencias; de sus decisiones, y no
de sus condiciones depende cuál de ellas se manifieste.

En síntesis, nuestra generación es realista, pues hemos

llegado a saber lo que realmente es el hombre. Después
de todo, el hombre es ese ser que ha inventado la cámara
de gas en Auschwitz, pero también es el ser que ha
entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el padre
nuestro o el Shema Yisrael en sus labios.