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La Literatura
Introducción
Desarrollo
Otra cosa importante para avalar esto de que, la Biblia sea una obra literaria,
tiene que ver con su origen. La Biblia no fue un libro oculto y encontrado
misteriosamente por un vidente o una civilización antigua. Tampoco fue
entregada por ángeles a algún místico en éxtasis. Ni la trajeron extraterrestres
que visitaron la tierra en un pasado remoto. Muchísimo menos cayó
encuadernada del cielo. La Biblia, tal como hoy la tenemos, fue escrita en un
período de miles de años, en distintos lugares, en distintas lenguas, y por
infinidad de personas que no conocemos.
Ese procedimiento era normal en aquella cultura. La comunidad que los gestó
estaba más preocupada por transmitir el mensaje salvífico que por facilitarnos
la curiosidad sobre sus autores. Literalmente los escritores se escondieron tras
sus obras. Este criterio puede aplicarse por igual a los libros de ambos
testamentos.
Lo que ahora mismo nos debe importar a nosotros, es que cada libro de la
Biblia, fue escrito para beneficio de la comunidad creyente. Y con dos
propósitos fundamentales: el primero, narrarnos las relaciones que esa
comunidad tenía con Dios. Y el segundo, ayudarnos a vivir la fe en cada
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situación concreta de nuestra vida, tal como ellos hicieron en su tiempo, con la
suya.
Esta es la razón por la que la Iglesia nos enseña que la Biblia es también
literatura. Y que no tener en cuenta esto nos haría errar en su correcta
interpretación. La Constitución Dei Verbum, del Concilio Vaticano II, nos dice
que: “Para descubrir la intención del autor hay que tener en cuenta, entre otras
cosas, los géneros literarios. Pues la verdad se presenta y enuncia de modo
diverso, en obras de diversa índole histórica: en libros proféticos o poéticos o
en otros géneros literarios…»
Así como muchos otros propios de su cultura, y tradición, que a nosotros nos
resultan totalmente extraños y ajenos. También podemos encontrar, todas las
figuras literarias que usamos en la comunicación diaria: las Prosopopeyas, las
Metáforas, los Símiles, las Alegorías, la Hipérbole, las Paradojas, la Antítesis,
los símbolos y las fábulas. Por eso, a la hora de leer un libro cualquiera hay que
situarse ante el texto y tenerlo en cuenta.
Esto fue lo que motivó tanta admiración en el pueblo al punto que decían
asombrados: “–¿De dónde saca éste su saber y sus milagros? ¿No es éste el
hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago,
José, Simón y Judas? Sus hermanas, ¿no viven entre nosotros? ¿De dónde
saca todo eso?” (Mt 13,55-56)
Nosotros hoy también usamos diversas formas narrativas para contar un hecho
cualquiera. La enfermedad de un ser querido no se cuenta igual al médico que
lo atiende que a una persona cualquiera que nos pregunta. Para cada caso
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tenemos un lenguaje propio, una manera de contar que puede esconder o
revelar parte de la historia. Esas diferentes maneras de hablar y escribir son
nuestros “géneros literarios”.
Al ser la Biblia una biblioteca es muy importante tener siempre presente esto.
Ya que en ella podemos encontrar de todo. Y podemos errar muy fácilmente, ya
que los autores sagrados pueden utilizar expresiones distintas de las nuestras,
porque su mentalidad y su situación vital, también son muy distintas.
Final
Con esto cierro este capítulo, y nos volvemos a encontrar el próximo domingo,
para seguir hablando de la Biblia. Este maravilloso libro que fundamenta
nuestra esperanza y que nos enamora al leerlo con fe.