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Introducción

Todo proceso, supone una estructura, que conlleva al cumplimiento de ciertos


pasos de manera sistemática. Todo aquello surge de una necesidad, subjetiva
convirtiéndose en objetiva. Este tipo de proceso puede ser de diferente índole,
social, político, educativo, salud, financiero, legal, psicológico,
psicopedagógico, etc.

Los métodos investigativos, forman parte fundamental en los procesos


evaluativos, ya que son el instrumento base, que permite ampliar el proceso,
haciendo que este tenga recursos para su rendimiento óptimo.

Toda evaluación, por ende, tiene objetivo, este hace que se muevan las
instancias necesarias para su ejecución. Los procesos evaluativos, requieren
de atención minuciosa, adecuada y ética, no se puede hablar de evaluación sin
considerar al entorno y a sus actores. Se debe considerar a los protagonistas
del proceso evaluativo, cada uno con su respectivo rol, a veces unos serán
centro, pero otras, les tocará ser periferia. Esto conlleva una responsabilidad
total por parte de los ejecutores del proceso evaluativo.

Dichos actores, vienen a ser los responsables del proceso evaluativo, aunque
no los culpables, es decir, que si bien, son encargados de proceder y preparar
el terreno evaluativo, no depende de ellos la aceptación subjetiva de los
evaluados. Es decir, que, los resultados no deben ser condenatorios, sino, más
bien, de oportunidades.

A lo largo de la historia, los procesos evaluativos, se han limitado a satisfacer


prioridades ajenas a las necesidades reales. Done las monarquías, han sido
protagonista de una evaluación basada en necesidades inventadas, esto para
satisfacer objetivos personales del poderío.

Remontando en hechos actuales, también se practican este tipo de


evaluaciones, aunque los protagonistas han adoptado un rol activo dentro del
proceso. Es decir, que ahora no solo se cuestiona el proceso, sino, que,
también se gestionan argumentos que justifiquen y validen la evaluación. En
este sentido, es que hoy por hoy, los procesos evaluativos, son más
convergentes, además que buscan adaptarse a los acontecimientos y
necesidades reales.

Dicha realidad, está sujeta a la interpretación subjetiva de los actores y


protagonistas. Sin embargo, la evaluación no puede salir de su estructura
sistemática, de lo contrario, dejaría de “SER”. El quehacer evaluativo, no debe
desestructurarse, puede adaptarse sin perder su esencia no horizonte, siempre
será una guía en el proceso.
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El Proceso Evaluativo

Todo proceso evaluativo sostiene una objetividad sistemática, sustentada en


antecedentes y hechos históricos reales, que propician un escenario
investigativo apto.

Dicho proceso, antecede a una preparación, en la que se estipulan objetivos


establecidos de manera clara y precisa. Tomando previsiones venideras al
proceso, donde se toman decisiones determinantes con relación a lo
establecido, es por ello que desde que se plantea e inicia una evaluación, se
torna un escenario impredecible, considerando la complejidad que conlleva el
mismo.

Los procesos evaluativos, pretenden establecer y reorganizar horizontes dentro


de un sistema, cuyo objeto, se interrelaciona con las vivencias y necesidades
observadas, requeridas y manifestadas por un sistema determinado.

La ejecución dentro del proceso, es compleja, pues, aunque tiene sentido


científico, las percepciones hacen que deje de ser divergente, para abrirse a
una realidad que coincida.

Esto obliga a que se tomen ciertas determinaciones a favor, tanto del proceso
evaluativo, como de los protagonistas. Son reajustes al proceso, done el centro
y la periferia, hacen una cohesión, esto para fortalecer la ética evaluativa. Es
decir, para que sea una evaluación adecuada, verídica, sostenible, viable,
fundamentada y justa.

El proceso evaluativo es todo un sistema instrumental, destinado a la mejora


continua, es un proveedor flexible, que coadyuva a las necesidades y
planteamientos sugeridos, con el fin de satisfacer las demandas requeridas de
los demás sistemas.

Esto hace que, el proceso evaluativo, tenga más de un objetivo, es decir, que,
gracias a su amplia utilidad, genera más de una directriz con relación a las
distintas demandas planteadas, para un fin.

Entonces, nada de lo que pueda ocurrir, en este proceso, es casualidad, todo


tiene un sentido objetivo, que distingue una necesidad de otra, para plantear un
horizonte apropiado. Dicho horizonte.

A fin de evaluar, es que, se fijan propósitos dentro del proceso evaluativo, esto
guía lo anterior, ilumina el panorama evaluativo, permite la nitidez objetiva del
proceso, para luego facilitar el monitoreo, que juntamente con la finalidad, la
utilidad, la validez, la confiabilidad, el método, y la especificad, forman parte de
los reguladores del proceso evaluativo. Estos se encargan de mediar y
sostener el proceso.
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Los actores del Proceso Evaluativo

Este aspecto es fundamental, el proceder de los actores dentro del proceso


evaluativo, determina la correcta y ética utilidad del mismo. Quien aplique la
evaluación, tiene la responsabilidad de conducir la evaluación, por el camino
correcto.

Es por ello que, debe ser un actor entrenado, celoso, objetivo, ético, con
sentido empático y común. Alguien que, sea consciente de la necesidad real y
actual, del sistema al que va a evaluar. Que tenga en claro los recursos con los
que cuenta, que conozca el escenario evaluativo, que desempeñe un rol pasivo
(capaz de escuchar) y activo (capaz de gestionar).

También es importante la coherencia con la que se actúa, acá, prima la ética


profesional de cada actor, esa formación holística e integral, donde los valores
morales y principios, hacen que cuya labor sea decisiva, orientada, donde él es
el principal agente. Todo cuanto se realice, debe estar íntimamente ligado con
las bases y los reguladores evaluativos.

Estos actores, proveen sus cocimientos científicos, ponen de manifiesto todo el


potencial profesional para el cual han sido llamados y formados. Son pieza
fundamental dentro del proceso evaluativo, se distinguen, porque son los
investigadores de campos innatos, ya que se interrelacionan con su entorno y
eso es un plus que no se adquiere en las instituciones, sino, que está más
propiamente relacionado con el quehacer profesional, con las experiencias, con
la asimilación y acomodación continua y subjetiva de conocimiento.

Es por ello que la estructura del proceso evaluativo, mantiene su esencia en


cualquier campo de aplicabilidad, porque confía en sus aliados, personas
capacitadas y entrenadas. Ya que depende de los ejecutores, que el proceso
se cumpla ética y objetivamente.

Sin embargo, no se puede anular a los actores que, aunque no tienen un


conocimiento científico, también de alguna manera, coadyuvan al proceso,
ellos son quienes, con su experiencia, aportan datos significativos, que
colaboran para que la evaluación sea plena.

Entonces, los actores ejecutan y ponen en marcha todo un conglomerado de


estructura objetivamente planteada, en favor de las necesidades encontradas,
tras una investigación exhaustiva, adecuada y justa. Utilizando los recursos
necesarios para su aplicación, poniendo de manifiesto, el interés de fondo,
según, para la cual se está aplicando la evaluación.

Todo proceso evaluativo, por ende, se identifica con sus actores, quienes son
los que, ratifican la ética y objetivad del quehacer evaluativo, garantizando la
que los reguladores del proceso participen de la ejecución evaluativa.
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Los Protagonistas del Proceso Evaluativo

En este sentido, el proceso evaluativo, se convierte en el conciliador flexible, ya


que, tiene la ardua tarea de, adaptarse a las diferentes características
individuales, sociales, políticas, culturales, biológicas, psicológicas y
psicopedagógicas, de los protagonistas.

No tiene sentido el proceso evaluativo, si no considera al protagonista, este


hace que de ahí emerja el propósito, ya que el protagonista es la población
para el cual se prepara el camino evaluativo. Entonces, la evaluación fue hecha
por causa del protagonista y no así, el protagonista por causa de la evaluación.

Si se estructura de la siguiente, manera, se puede decir que, el protagonista


responde a la pregunta: ¿quién? y ¿por qué?; los actores responden a la
pregunta: ¿para qué?; todo el proceso evaluativo, responde a la pregunta:
¿cómo?

Todo proceso evaluativo, se distingue por la población protagonista, para la


que se está diseñando la directriz evaluativa. Ésta direcciona el para qué se va
a evaluar, delimita los fines y objetivos evaluativos. También determina los
tipos de evaluación, los recursos, las ponderaciones, el método, la
planificación, las actividades, el tiempo, etc.

Es por ello, que es importante el trabajo de campo realizado por los actores,
esto facilita el proceso, además, hace que se cumpla de manera adecuada y
coherente. Es fundamental un estudio profundo sobre los diferentes
escenarios, los ambientes, la cultura, el grado académico, las problemáticas y
situaciones conflictivas que se suscitan en torno a los protagonistas.

El proceso evaluativo, debe regirse objetivamente a la demanda, manifiesta por


los acontecimientos ocurridos en torno al protagonista. No se puede desligar ni
el quehacer del actor, ni el del protagonista, juntos sustentan la confiabilidad y
validez que regula todo el proceso evaluativo. No debe existir afán jerárquico,
ya que, ambos son uno, solo, son ninguno, dentro de la evaluación.

Entonces, el rol protagónico, también es impredecible, no se puede definir bajo


una sola estructura o síntesis, debido a su complejidad. Esto, requiere un
estudio exhaustivo, que permita conocer desde su “aquí” del protagonista, esto
implica comprender la periferia desde el centro. Lidiar con el juego de roles, la
simplicidad, el sentido común, la empatía, con lo que se sabe y con lo que se
puede llegar a saber. Con lo que se ignora y con lo que se puede llegar a
ignorar.

Así de simple y a la vez complejo resulta el rol protagónico, pero es único,


experimental, constructivo, evolutivo, diverso, crítico, conflictivo, sin embargo,
no es imposible de adentrar. El proceso evaluativo, siempre basará su
estructura, en la realidad del protagonista, que es el culpable de la evaluación.
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El quehacer Evaluativo

Todo el quehacer evaluativo, se yuxtapone a los roles del actor y del


protagonista. Todo aquello conlleva a un hilo conductor, que envuelve y une un
propósito evaluativo. Esto gracias a la especificad del proceso, y también a la
complejidad del mismo, todo cuanto se realice tiene un fin evaluativo, de ahí
nace un compromiso existencial, que mantiene vigente y latente todo camino
hacia la evaluación.

Esto predispone una serie de requerimientos y competencias diseñadas para


que el quehacer evaluativo, no se aparte de su objeto de estudio.

Este se distingue por su estructura sistematizada, la cual hace que sea


validado y confiable. En la práctica, este proceso, se ejecuta a través de
mediadores (actores y protagonistas), estos se encargan de poner en marcha y
ejecutar acciones objetivas durante su aplicabilidad.

Todo eso, hace el quehacer evaluativo, es decir, es la acción, es el “HACER”,


es lo que mueve y dinamiza la evaluación. Es toda la práctica de la teoría
evaluativa, que canaliza las diversidad problemática y conflictiva,
experimentada en cada realidad. Llevadas a cabo gracias a la intervención de
actores y protagonistas, que reflejan su “SABER”, en cada diseño y propuesta.
Alrededor del quehacer evaluativo, se tejen redes de apoyo, que intensifican,
sostienen, anclan y consolidan el dinamismo evaluativo.

Es por ello, que los planteamientos evaluativos, son los que definen el uso y el
fin, para desarrollar aptitudes y competencias que ayuden a que este proceso,
sea íntegro, dimensional, coherente y ético. No por ser el más organizado o
sistematizado, sino, porque, es necesario hacerlo, de lo contrario, se volvería
intangible, por lo cual, sería, casi imposible distinguirlo.

Dentro de este quehacer evaluativo, no es suficiente estar dotado de voluntad


para su ejecución, sino, que también, es imprescindible ciertas competencias y
habilidades, que deben poseer los actores, principalmente. Esto está
determinado por la capacitación, entrenamiento y preparación previa a una
evaluación.

En este quehacer, nada se planifica a la ligera o sin sentido alguno, es


precisamente este aspecto lo que hace a la evaluación, única. Esto hace la
diferencia, en otras palabras, todo el procedimiento evaluativo, le da la validez
y confiabilidad requerida para su utilidad. Es por ello que toda práctica en el
quehacer evaluativo, no tendría ningún sentido objetivo, si no se estipula ni se
procede haciendo uso de su estructura establecida.

A fin de validar todo lo anterior, es que se requiere de actores éticamente


entrenados de manera objetiva. De ellos depende que el quehacer evaluativo,
sea precisamente objetivo y cumpla con el propósito y finalidad.
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Enfoque Psicopedagógico del Proceso Evaluativo

En tal sentido, en este apartado, se pretende llegar netamente al individuo


como tal, es decir, las características subjetivas que el individuo pueda
presentar, en torno a los procesos evaluativos.

Es así, que para que un proceso evaluativo sea coherente y objetivo, se debe
considerar los aspectos psicopedagógicos que rigen el aprendizaje, esto para,
adaptar y elaborar una adecuada planificación en cuanto a las actividades
didácticas y la metodología. Es fundamental saber qué se va a evaluar, pero es
imprescindible conocer cómo se va a evaluar. Para ello es importante,
determinar, la edad, las características poblacionales, el ambiente, la cultura, el
grado académico, el nivel económico, tipo de alimentación, etc.

La mirada psicopedagógica, dentro de los procesos evaluativos, se centra en la


persona, independientemente, de que, si esta es actor o protagonista, le da una
mirada fijamente al proceso en el que se dan los aprendizajes de ellas. Es por
ello que a la hora encaminar una evaluación, es importante prever cómo se va
a traducir lo que se quiere decir, en el proceso evaluativo.

Es labor psicopedagógica, comunicar e interpretar las directrices planteadas en


la evaluación. Esto demanda un estudio de campo aparte, ya que el objetivo
evaluativo es uno, entonces, la psicopedagogía se plantea un objetivo,
considerando el objetivo de la evaluación, pero en torno a los protagonistas.
Esto para garantizar que los canales utilizados, sean los necesarios y
adecuados para la población elegida.

Entonces, se tiene a los actores, a los protagonistas y al psicopedagogo. Si


estructuramos, tendremos un esquema donde el psicopedagogo, queda en
medio de los actores y los protagonistas. Es decir, que va a mediar el
aprendizaje de una manera dinámica y circular.

Entonces los aspectos psicopedagógicos ocupan un rol determinante en el


proceso evaluativo. Si no se los considera, puede que, la evaluación como tal,
no sea objetiva. Llegando a transformarse en algo nocivo. Esto puede
desencadenar situaciones inesperadas que pueden ser interpretadas como
algo aversivo, perdiendo así el horizonte y el fin de la evaluación.

Y es aquí donde se engloba todo el proceso, si no es objetivo, si se sale del


camino, entonces, significa que se vulnera el rol de los reguladores evaluativos,
es decir que, la validez, la confiabilidad y la ética, no cumplen su función. En tal
sentido, el quehacer evaluativo, transgrede las barreras que estipula la
evaluación, permitiendo una desestructuración del propósito mismo. En los
procesos evaluativos, no se pueden dejar de lado a ningún agente, ni a los
actores, ni a los protagonistas, eso es cohesión e integridad, si uno de ellos
falta, el proceso evaluativo se disuelve.
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Estructura Evaluativa

La evaluación es un proceso sistematizado, que tiene la intensión de para


valorar, medir, comprobar un planteamiento con un propósito, a través de una
estructura diseñada a la satisfacción de objetivos.

Por su estructura, la evaluación estipula lo siguiente:

Momento: La evaluación puede ser, inicial, procesual y final. Es decir, que el


proceso evaluativo, se caracteriza por tener un orden que se adecúa según la
demanda, es por ello que se distingue por los momentos evaluativos. En tal
sentido, esto responde al cuándo evaluar Esto permite que se planifique todo
en torno los planteamientos que exigido por el entorno.

Agente: Autoevaluación, heteroevaluación, coevaluación. Otro aspecto


importante dentro del proceso evaluativo, es que, permite optar por un
determinado agente evaluativo, que responde a cómo quiero evaluar.
Entonces, se plantea clasificar el tipo de instrumento, donde gracias a esta
virtud, se pueden considerar aspectos inmediatos observados durante la
evaluación.

Propósito: Puede ser diagnóstica (conocimiento actual de una situación, sin


previa intervención), formativa (se utiliza más en el campo educativo, aunque
no de manera exclusiva, permite interiorizar el avance de contenidos
curriculares) y sumativa (son las representadas a través de una calificación,
para luego comparar los resultados esperados). Una de las riquezas que
proporciona la evaluación, es que, plantea propósitos según el objetivo de la
misma. Además, responde al para qué se quiere evaluar. Esto permite que el
actor, seleccione qué tipo va a aplicar y además permite que se elabore un
instrumento evaluativo viable.

Tipos: Puede ser de desempeño (pretende ver el producto realizado por el


protagonista), contextualizada (es motivada a evaluar los diferentes contextos y
entornos), de desarrollo (permite evaluar los parámetros de desarrollo en los
diferentes aspectos, desarrollo intelectual, desarrollo físico, desarrollo
psicomotriz, etc.), dinámica. En este sentido, hace referencia al qué quiero
evaluar. Este punto, permite elaborar un instrumento específico, que evalúe un
área en particular.

Es importante aclarar que, calificación no es lo mismo que evaluación, por un


lado, la evaluación es un proceso sistematizado y estructurado de manera
objetiva, con propósitos y metas previamente planteados.
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En tal sentido, la calificación, viene hacer una interpretación subjetiva del actor,
con base a los parámetros objetivamente estipulados, según exigencias
requeridas.

Es por tal razón que se debe dejar en claro, la diferencia entre ambos términos,
considerando que cada uno cumple una función en particular. En otros casos,
la calificación no suele ser del todo cuantitativa, también se puede cambiar e
interpretar un resultado, por otros parámetros evaluativos.

Este puede ser de carácter cualitativo, o sea, que, en vez de una puntuación
numérica, que tiende a ser utilizada para representar el saber y el
aprovechamiento del estudiante, de manera rígida, divergente y exhaustiva,
convirtiéndose, en muchos casos, en agentes aversivos para el protagonista.

En cambio, se opta por destacar ciertos conocimientos, habilidades y aptitudes


a través de la evaluación cualitativa, que responde a devoluciones
aptitudinales, donde se destacan las fortalezas más que las debilidades,
llegando a ser constructivo y motivador.

Entonces, dentro del proceso evaluativo, la calificación, también ejerce un rol


fundamental, que sirve para la autoevaluación de los actores, ya que los
resultados son los que ayudan a medir el proceso. Es por ello que se pretende
cosechar lo que se ha sembrado en el proceso, a través de la evaluación.

Los resultados de la calificación, que son interpretados por los actores, regulan
lo estipulado en la evaluación. De ellos depende continuar con el plan
establecido o se define si es necesario se realizar ciertos reajustes en la
estructura evaluativa.

En tal sentido, los resultados no son el fin, sino, que median el proceso
evaluativo, y que además estos pueden ser determinantes a la hora de corregir
el procedimiento. No se insinúa pensar que se evalúa para calificar, ese no es
el fin evaluativo.

Sin embargo, se puede plantear que se califica para evaluar. Es decir, que, si
una calificación mide el “conocimiento”, y si ese conocimiento no satisface los
objetivos, entonces a través de la calificación se puede evaluar las falencias,
para que, en un replanteamiento, no se evalúe más el conocimiento, sino, el
aprendizaje.

Esto trae consigo una apertura divergente, que permite el inicio de un nuevo
escenario evaluativo.

En general, la estructura evaluativa, es de carácter procesual, aptitudinal,


donde todo tiene un sistema y secuencias de pasos, que deben ser seguidos
rigurosamente. Sin embargo, vale recalcar, que posee una estructura flexible,
no así desestructurada.
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Proceso Evaluativo en Educación Superior

En la educación superior, el proceso evaluativo, está íntimamente ligado a los


contenidos curriculares, a los contextos inmediatos, que plantean proporcionar
una evaluación que regule los conocimientos de los estudiantes.

No se puede limitar la evaluación solo al contenido curricular, ya que, se trata


de la formación profesional, entonces además del conocimiento, se debe
evaluar el aprendizaje, considerando que ambos términos son diferentes.

Por un lado, los conocimientos son todo aquello que se adquiere de manera
pasiva, con el objetivo de que se aprenda de memoria y de forma secuencial.

En cambio, el aprendizaje, es la manera subjetiva en la que el estudiante


replantea e interpreta lo aprendido, donde toma un rol activo y proactivo, más
allá de la teoría, en otras palabras, se transgreden las teorías,
yuxtaponiéndolas con la realidad. En la que pone en relieve su forma particular
de asimilar y acomodar la información, para posteriormente, convertirla en
aprendizaje.

Tomando en cuenta las características cognitivas de la población universitaria,


que, posee niveles cognitivos que gozan de un aprendizaje a través de
esquemas motores, pensamiento simbólico, lógico, deductivo e hipotético.

Ahora bien, el gran desafío es adaptar el proceso evaluativo, a estos niveles


cognitivos, además de otros los factores que intervienen en el proceso, como
ser: bio-psico-peda-social

Entonces, es fundamental considerar que, en los procesos evaluativos


educativos, tanto los contenidos, los métodos, los recursos y, por último, pero
no menos importante, el docente y los estudiantes.

Se deben tomar en cuenta, los reguladores del proceso, en este caso, si


hablamos de evaluación educativa, es fundamental mencionar la ley educativa
que es quien legisla y monitorea el proceso.

Ella es el espejo donde se mira el proceso evaluativo y sus requisitos


planteados para su aplicación. La ley educativa cumple una función
poderosamente determinante, ya que, está diseñada para satisfacer las
necesidades educativa, los individuos, de todo un país.

Bajo ese regulador se sustenta todo el proceder evaluativo en la educación


superior.

Es por tal razón, que los procesos evaluativos en la educación superior tienden
a tornarse más complejos. Debido a la amplitud que conlleva evaluar los
niveles superiores de educación. Sin embargo, no es impedimento para evaluar
objetivamente.
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Por otro lado, el rol docente, juntamente con sus competencias, habilidades y
actitudes, hacen única su participación. La preparación adquirida por el
profesional a cargo, es invaluable a la hora de gestionar el proceso evaluativo.
El docente se convierte en un actor y en un referente motivador, en un discurso
latente para el estudiante.

No se puede anular la determinación que adopta el rol docente, su participación


e intervención direccionan la evaluación. Al momento de evaluar, se debe tener
coherencia con la estructura de la evaluación, es decir, que se debe regir de
una planificación previa.

Dicha planificación, se sustenta en los contenidos, las actividades, el método,


los recursos, el tiempo, los criterios de evaluación, los mobiliarios, la
infraestructura, el ambiente académico y psicopedagógico. Todo debe estar
objetivamente estructurado.

Es como preparar la tierra para la siembra, la evaluación viene a ser la


cosecha, como se menciona anteriormente. Sin embargo, la evaluación no
comienza en el examen, ya empezó mucho antes, cuando se dispuso a asumir
el rol docente.

Todo acontecimiento ocurrido en el ambiente académico, demanda una


evaluación. Por tal motivo, el docente se convierte en el monitoreador
inmediato del proceso evaluativo, debido a que se encuentra al frente, es el
que mira de cerca los acontecimientos ocurridos durante la gestión evaluativa.

Por otro lado, el estudiante también adquiere un rol importante, ya que es el


protagonista del proceso evaluativo, donde inconscientemente, regula el
proceso. Cunado cuestiona, difiere, propone, ahí regula. También tiene a su
favor que es centro (porque es el protagonista de la evaluación) y a su vez
periferia (mira desde afuera el proceso evaluativo).

La educación superior, en el proceso evaluativo, se torna compleja,


considerando, que, conlleva una responsabilidad que determina la formación
dimensional de un profesional, ya que, durante todo su proceso de formación
se sometió a un sistema que de alguna manera “reguló su aprendizaje”.
Entonces esto hace más preocupante aún el proceso evaluativo, y su
compromiso de mejora continua.

Pero en este sentido, no solo el proceso evaluativo debe someterse a dicha


mejora continua, sino, que, también los actores que ejecutan el proceso, de
ellos depende que se cumpla la objetividad, a través de políticas que generen
cambios y redes de apoyo, en beneficio de todo el sistema evaluativo. Se hace
referencia al Estado, universidades, decanos y docentes, en conjunto, son
quienes tienen en sus manos el arduo compromiso evaluativo, ya que, sin este
proceso, todo lo aplicado sería como echarlo a bolsillo roto.
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