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- MOISES Y LA ALIANZA

“Reflexionar la alianza que Dios ha hecho con nosotros”

MOTIVACIÓN
¿Tienes tú muchas ganas de que llegue el día de la Primera Comunión? ¿Por qué?
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LA PALABRA DE DIOS ME ILUMINA

 Ex. 24,7-8
 Ex. 19,5.8
 Jr. 31, 33
 Ez. 36,26-28 :”Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu
nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.
Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis
y practiquéis mis normas[...]. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios”

IDEAS CLAVE:
 La alianza en el monte Sinaí es la alianza entre el Dios-Señor con el Pueblo de Israel. Antes
de esta alianza habían existido otras, según los textos bíblicos: con Noé y Abraham
 La alianza en el Sinaí implicaba compromiso entre ambas partes, pero después de la Alianza
este compromiso no fue cumplido, entonces Dios anuncia por medio de los profetas una
nueva alianza
 La Alianza en el monte Sinaí es figura de la Alianzaque Dios haría con el nuevo pueblo de
Dios, que es la Iglesia
 La nueva y futura alianza será escrita en lo más íntimo del ser humano
 Esta nueva Alianza será establecida en el espíritu humano por el Espíritu Santo
 En pentecostés se realiza la nueva y eterna alianza establecida con la Sangre de Cristo
 La nueva alianza borra el pecado y derrama el amor de Dios
 La ley de Moisés eran deberes que no podían cambiar el corazón del hombre, pero al
escribir el Espíritu Santo en nuestros corazones “una nueva alianza” somos capaces de amar
y hacer uso de una verdadera libertad, somos capaces de llamar Padre a Dios, nos sentimos
verdaderamente hijos de Dios. Con esta fuerza somos capaces de abrirnos y no cerrarnos
en nosotros mismos, Este Espíritu nos impulsa a actuar por amor.
 Con la nueva alianza Dios se pone al alcance de nosotros, El toma la iniciativa
 En nuestra vida cuando escuchamos de la vz de Dios pasamos del Éxodo al Pentecosté de la
nueva alianza
 Dios hace una alianza con nosotros, la nueva alianza es nuestro bautismo y nuestra
confirmación, donde recibimos el Espíritu Santo
 El motivo de la elección no es otro, que porque el Señor nos ama. La alianza es pura gracia
de Dios
"Tú eres un pueblo consagrado a Yahveh tu Dios; él te ha elegido a ti
para que seas el pueblo de su propiedad personal entre todos los pueblos que
hay sobre la haz de la tierra. No porque seáis el más numeroso de todos los
pueblos se ha prendado Yahveh de vosotros y os ha elegido, pues sois el
menos numeroso de todos los pueblos; sino por el amor que os tiene y por
guardar el juramento hecho a vuestros padres"

 La alianza en el Sinaí concluye con la tabla de los Diez mandamientos


 El decálogo tiene sentido con la primera palabra : el YO (Dios) se dirije a TU (hombre): Yo,
Yahveh, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto. Y en respuesta agradecida del
hombre a Dios, a tanto amor, pues nos ha salvado del pecado, de la opresión
 La razón por la que aceptamos los mandamientos no es para salvarnos, sino porque ya hemos
sido salvados por Dios. La salvación de Dios es totalmente gratuita, precede a la acción del
hombre.
 Es la respuesta a la experiencia que tenemos al amor de Dios
 A pesar de las infidelidades del pueblo de Israel , Dios permance fiel, prometiendo una
nueva alianza
 Para que el hombre viva conforme a la vocación cristiana, necesita ser transformado por el
Espíritu Santo
 María el arca de la nueva alianza

REFLEXIONEMOS

TU PROPÓSITO:

Todas las noches, después de rezar tus oraciones, dile a Jesús:


"Jesús, quiero recibir la Comunión para ser más amigo tuyo
y parecerme mucho a ti. Prepara mi corazón".
Y pídele a tus padres que te lo recuerden cada día.
TRABAJEMOS

Responde las siguientes preguntas:

1 ¿Y tú? ¿Por qué quieres hacer la Primera Comunión?

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2 Cuando llegues a casa díselo a tus papás y explícales por qué contestas así.

TAREA:

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**.- Macabeos
“Reconocer el amor a Dios nos hace capaces de dar la vida por Él”

MOTIVACIÓN
¿
LA PALABRA DE DIOS ME ILUMINA

 Ex. 24,7-8
 Ex. 19,5.8
 Jr. 31, 33
 Ez. 36,26-28 :”Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espí
PROFUNDIZACION
 La historia de los Macabeos nos muestra un pueblo que quiere vivir y concidera su fe más
preciosa que la existencia

REGRESO DEL EXILIO

está el relato de la reconstrucción del pueblo de Israel, de la


¡Ciudad santa, Jerusalén, y del templo después del retorno del exilio
ejemplo a sus hermanos y
hermanas en la fe dispersos en medio de un pueblo extranjero y tentados de
abandonar las tradiciones de sus padres
Así, el retrato de Tobit y de su familia
se ofrece como un programa de vida. Él es el hombre que, a pesar de todo,
permanece fiel a las normas de la ley y, en particular, a la práctica de la limosna.
Tiene la desgracia de quedarse pobre y ciego, pero no pierde la fe. Y
la respuesta de Dios no tarda en llegar, por medio del ángel Rafael, que guía
al joven Tobías en un viaje peligroso, procurándole un matrimonio feliz y,
¡ por último, curando la ceguera de su padre Tobit.
El mensaje es claro: quien hace el bien, sobre todo abriendo su corazón a
¿ las necesidades del prójimo, agrada al Seflor, y, aunque sea probado, experimentará
al fin su benevolencia.
Por tanto, podemos fiarnos absolutamente de Dios, que no abandona
jamás a su criatura. Más aún, las palabras del himno llevan a una perspectiva
que atribuye un significado salvífico incluso a la situación de sufrimiento,
convirtiendo el exilio en una ocasión para testimoniar las obras de Dios:
Diversos pasajes del Antiguo Testamento ya delinean
este tema. Basta pensar en la historia que narra el libro del Génesis
acerca de José, vendido por sus hermanos y destinado a ser en el futuro su
salvador (cf. Gn 37, 2-36). Y no podemos olvidar el libro de Job.
Para nosotros, que leemos desde una perspectiva cristiana estos pasajes
del Antiguo Testamento, el único punto de referencia es la cruz de Cristo, en
la que encuentra una respuesta profunda el misterio del dolor en el mundo.
El pecado es una tragedia, no tanto porque nos atrae los castigos de Dios, cuanto porque
lo aleja de nuestro corazón.
está el relato de la reconstrucción del pueblo de Israel, de la
¡Ciudad santa, Jerusalén, y del templo después del retorno del exilio
La última palabra de esta lectura es la hermosa expresión: la alegría del
Seflor es nuestra fuerza. Creo que no es difícil constatar cómo estas palabras
del Antiguo Testamento son ahora una realidad para nosotros. El edificio de
la iglesia existe para que nosotros podamos escuchar, explicar y comprender
la palabra de Dios; existe para que la palabra de Dios actúe entre nosotros
como fuerza que crea justicia y amor. En especial, existe para que en él pueda
comenzar la fiesta en la que Dios quiere que participe la humanidad, no sólo
al final de los tiempos, sino ya ahora mismo.
Por tanto, el edificio existe para que aprendamos a vivir la alegría del Señor,
que es nuestra fuerza. Pidamos al Seflor que nos haga sentirnos felices
con su palabra; que nos haga sentirnos felices con la fe, para que esta alegría
nos renueve a nosotros mismos y al mundo.
Con el exilio, la tierra prometida queda desolada. Pero Dios, Señor de la
historia, es el Creador, puede comenzar de nuevo.
Construcción del templo y la muralla, es un aobra de Dios
"Dad la vuelta en torno a Sión, contando sus
torreones" (Sal 48), "El Seflor rodea a su pueblo ahora y por siempre" (Sal
125). "Ha reforzado los cerrojos de sus puertas y ha bendecido a sus hijos"
(Sal 147). La fiesta fue solemne y alegre "porque el Seflor les inundó de
gozo. La algazara de Jerusalén se escuchaba de lejos" (Ne 12,43).
Esdras levanta los muros del Templo y Nehemías repara las brechas de la
muralla. Pero para reconstruir el pueblo de Dios no basta la reconstrucción
exterior. Es necesario renovar interiormente al pueblo. La comunidad de
Israel se reconstruye y adquiere hondura espiritual con la proclamación de la
Palabra de Dios, la celebración penitencial, la celebración de las fiestas y la
renovación de la Alianza con Dios: Con la confesión
del pecado, el pueblo renueva la Alianza con Dios, aceptando su Ley,
como lo hizo la asamblea de Israel en el Sinaí: "Haremos cuanto ha dicho el
Seflor" (Ne 10). Los pobres, tantas veces humillados, se han hecho humildes.
En Jesús de Nazaret, que no tiene donde reclinar la cabeza, verán la
salvación de Dios. "Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de
los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres.
Ha escogido Dios lo necio del mundo, para confundir a los sabios. Y ha escogido
Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte" (ICo l,25ss).

2°Libro de los Macabeos:


El segundo libro tiene una mayor densidad religiosa y mucho menos interés político y militar, como
el primero.

Ambos libros ponen en evidencia las tremendas pruebas que sufrió el pueblo escogido por querer
imitar a los paganos, y destacar el auxilio de la divina Providencia en aquella lucha de vida y
muerte, que humanamente hablando, habría debido tener por consecuencia la aniquilación del
pequeño pueblo judío. Por tanto, la fidelidad a Dios es condición básica para conservar la unidad y
la identidad del pueblo escogido. La lucha por la fe empieza en esta tierra y tiene su victoria
definitiva sólo más allá del tiempo.

El templo significa la santidad de Dios, expresada en sus santas leyes, el culto, los sacrificios y el
sumo sacerdocio que ejerce una mediación determinante para su pueblo.

Valor de la oración y del sacrificio, el poder ejemplar y expiatorio del martirio de los justos, la
retribución tras la muerte y la esperanza en la resurrección futura. Aquí encontramos el
argumento de la oración por los difuntos y, por lo mismo, la verdad sobre el purgatorio
«una de las páginas más tristes de la Biblia», dijo, donde se habla de «una buena parte del pueblo
de Dios que prefiere alejarse del Señor ante una propuesta de mundanidad». Se trata, indicó el
Papa, de una actitud típica de la «mundanidad espiritual que Jesús no quería para nosotros. En tal
medida que había orado al Padre a fin de que nos salvase del espíritu del mundo».

La fidelidad a Dios no se negocia

Existe una insidia que recorre el mundo. Es la «globalización de la uniformidad hegemónica»


caracterizada por el «pensamiento único», a través del cual, en nombre de un «progresismo
adolescencial», no se duda en negar las propias tradiciones y la propia identidad. Lo que nos
debe consolar es que, sin embargo, ante nosotros está siempre el Señor fiel a su promesa,
que nos espera, nos ama y nos protege. En sus manos iremos seguros en todo camino. Es
ésta es la reflexión propuesta por el Papa Francisco el lunes 18 de noviembre. Concelebró
con él el arzobispo Pietro Parolin, secretario de Estado, que ese día iniciaba su servicio en el
Vaticano.

El Pontífice comenzó su reflexión comentando la lectura tomada del primer libro de los
Macabeos (1, 10-15; 41-43; 54-57; 62-64), «una de las páginas más tristes de la Biblia»,
dijo, donde se habla de «una buena parte del pueblo de Dios que prefiere alejarse del Señor
ante una propuesta de mundanidad». Se trata, indicó el Papa, de una actitud típica de la
«mundanidad espiritual que Jesús no quería para nosotros. En tal medida que había orado al
Padre a fin de que nos salvase del espíritu del mundo».

Esta mundanidad nace de una raíz perversa, «de hombres malvados capaces de una
persuasión inteligente: “Vayamos y pactemos con las naciones vecinas. No podemos estar
aislados” ni anclados en las viejas tradiciones. “Pactemos con las naciones vecinas, pues
desde que nos hemos aislado de ellas nos han venido muchas desgracias”». Este modo de
razonar, recordó el Papa, se consideró tan bueno que algunos «tomaron la iniciativa y
acudieron al rey, a tratar con el rey, a negociar». Esos, añadió, «estaban entusiasmados,
creían que con esto la nación, el pueblo de Israel se convertiría en un gran pueblo». Cierto,
destacó el Pontífice, no se plantearon el problema si sería más o menos justo asumir esta
actitud progresista, entendida como un ir adelante a toda costa. Es más, decían: «No nos
cerramos. Somos progresistas». Es un poco como sucede hoy, indicó el Obispo de Roma, con
la afirmación de lo que definió como «el espíritu del progresismo adolescente» según el cual,
ante cualquier opción, se piensa que sea justo en cualquier caso ir adelante más bien que
permanecer fieles a las propias tradiciones. «Esta gente —prosiguió el Papa volviendo al
relato bíblico— trató con el rey, negoció. Pero no negoció costumbres... negoció la fidelidad
al Dios siempre fiel. Y esto se llama apostasía. Los profetas, en referencia a la fidelidad, la
llaman adulterio, un pueblo adúltero. Jesús lo dice: “generación adúltera y malvada” que
negocia una cosa esencial al propio ser, la fidelidad al Señor». Tal vez no negocian algunos
valores, a los cuales no renuncian; pero se trata de valores, indicó el Pontífice, que al final
están tan vacíos de sentido que quedan sólo como «valores nominales, no reales».

Pero de todo esto luego se pagan las consecuencias. Refiriéndose al relato bíblico el Pontífice
recordó que se acomodaron «a las costumbres de los gentiles» y aceptaron la orden del rey
que «prescribe que en su reino todos formen un solo pueblo y que cada uno abandone las
propias costumbres». Ciertamente no se trataba, dijo el Papa, de la «hermosa globalización»
expresada «en la unidad de todas las naciones» que, sin embargo, conservan las propias
costumbres. Aquella de la que se habla en el relato es, en cambio, la «globalización de la
uniformidad hegemónica». El «pensamiento único fruto de la mundanidad».

Tras recordar las consecuencias para esa parte del pueblo de Israel que había aceptado el
«pensamiento único» y se había dejado llevar por gestos sacrílegos, el Pontífice destacó que
actitudes similares se registran aún «porque el espíritu de la mundanidad también hoy nos
lleva a este querer ser progresistas, al pensamiento único».

Negociar la propia fidelidad a Dios es como negociar la propia identidad. Al respecto el Papa
recordó el libro «Señor del mundo» de Robert Hugh Benson, hijo del arzobispo de
Canterbury Edward White Benson, que habla del espíritu del mundo y «casi como si fuese
una profecía, imagina lo que sucederá. Este hombre, se llamaba Benson, se convirtió luego al
catolicismo e hizo mucho bien. Vio precisamente el espíritu de la mundanidad que nos lleva a
la apostasía». También a nosotros nos hará bien, sugirió el Papa, pensar en lo relatado por
el libro de los Macabeos, en lo que sucedió, paso a paso, si decidimos seguir ese
«progresismo adolescencial» y hacer lo que hacen todos.

Lo que nos debe consolar, concluyó el Pontífice, es que «ante el camino marcado por el
espíritu del mundo, por el príncipe de este mundo», un camino de infidelidad, «siempre
permanece el Señor que no puede negarse a sí mismo, el fiel. Él siempre nos espera» y está
dispuesto a perdonarnos, incluso si hacemos algún pequeño paso por este camino, y a
tomarnos de la mano así como hizo con su pueblo dilecto para llevarlo fuera del desierto.

¿Finges ser cristiano pero vives como pagano? El Papa advierte sobre la “doble vida”El Papa
Francisco reiteró esta mañana, en la Misa en la capilla de Santa Marta, su advertencia sobre los
peligros de caer en la mundanidad, que “nos aleja de la coherencia de vida”, nos aleja de Dios y
destruye nuestra identidad cristiana.

El Santo Padre subrayó que solo Dios nos puede salvar de esta “carcoma”, y alentó a los fieles a
pedir a Dios: “Señor, soy pecador, verdaderamente, todos lo somos, pero te pido tu apoyo, dame tu
apoyo para que, por una parte, no finja ser cristiano y, por otra, viva como un pagano, como
mundano”.

Al reflexionar sobre la Primera Lectura de hoy, tomada del segundo libro de los Macabeos, el Papa
señaló que el viejo Eleazar no se dejó “debilitar por el espíritu de la mundanidad” y prefiere morir
y no rendirse a la apostasía del “pensamiento único”.

A pesar de sus noventa años, destacó, Eleazar mantuvo la nobleza “de una vida coherente, va al
martirio, da testimonio”.

“Si ustedes tienen hoy un poco de tiempo, tomen la Biblia, el segundo libro de los Macabeos,
capítulo sexto, y lean esta historia de Eleazar. Les hará bien, les dará valor para ser ejemplo para
todos y también les dará fuerza y apoyo para llevar adelante la identidad cristiana, sin
componendas, sin doble vida”, recomendó.

El Papa subrayó que “la mundanidad espiritual nos aleja de la coherencia de vida”, pues “pretende
ser de una forma” pero vive “de otra manera”.

A la mundanidad, advirtió el Santo Padre, “es difícil reconocerla desde el inicio porque es como la
carcoma que destruye lentamente, daña la tela y luego esa tela” ya no sirve, y aquel hombre “que
se deja llevar por la mundanidad pierde la identidad cristiana”.

“La carcoma de la mundanidad ha arruinado su identidad cristiana, es incapaz de la coherencia. ‘Oh,


yo soy tan católico, padre, yo voy a Misa todos los domingos, pero muy católico’. Y después va a
trabajar, alguien le dice: ‘Pero si tú me compras esto, hacemos este tráfico de influencias y tú
recibes el soborno’. Esto no es coherencia de vida, esto es mundanidad, por dar un ejemplo”.

El Papa remarcó que “la mundanidad te lleva a la doble vida, la que parece y la que es de verdad, y
te aleja de Dios y destruye tu identidad cristiana”.

A diferencia de la mundanidad, señaló Francisco, “el espíritu cristiano, la identidad cristiana,


jamás es egoísta, siempre trata de cuidar con la propia coherencia, cuidar, evitar el escándalo,
cuidar a los demás, dar un buen ejemplo”.

“‘Pero no es fácil, Padre, vivir en este mundo, donde las tentaciones son tantas, y el truco de la
doble vida nos tienta todos los días, no es fácil’. Para nosotros no solo no es fácil, es imposible.
Solo Él es capaz de hacerlo. Y por esto hemos rezado en el Salmo: ‘El Señor me sostiene’. Nuestro
apoyo contra la mundanidad que destruye nuestra identidad cristiana, que nos lleva a la doble vida,
es el Señor”

LA RETRIBUCION ULTRATUMBA

Las tres Iglesias: Se llama Iglesia a la asociación de los que creen en Jesucristo. La Iglesia se divide en tres grupos.
Iglesia triunfante: los que ya se salvaron y están en el cielo (los que festejamos ayer). Iglesia militante: los que
estamos en la tierra luchando por hacer el bien y evitar el mal. E Iglesia sufriente: los que están en el purgatorio
purificándose de sus pecados, de las manchas que afean su alma.

El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por el Papa Juan Pablo II en 1992, es un texto de máxima autoridad
para todos los católicos del mundo y dice cinco cosas acerca del Purgatorio:

1ª. Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte
una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (1030).

2ª. La Iglesia llama Purgatorio a esa purificación, y ha hablado de ella en el Concilio de Florencia y en el Concilio
de Trento. La Iglesia para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo
que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha
hecho se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14).
La Santísima Virgen María3ª. La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º. de los
Macabeos en la S. Biblia dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran
libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46).

4ª. La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos (Cuenta San Agustín que
su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: "No se olviden de ofrecer oraciones por mi
alma").

5ª. San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni
en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los
difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas,
oraciones y limosnas por su eterno descanso".

De San Gregorio se narran dos hechos interesantes. El primero, que él ofreció 30 misas por el alma de un
difunto, y después el muerto se le apareció en sueños a darle las gracias porque por esas misas había logrado
salir del purgatorio. Y el segundo, que un día estando celebrando la Misa, elevó San Gregorio la Santa Hostia y se
quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado
tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos, y les respondió: "Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia
a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio". Desde tiempos de San Gregorio (año 600) se ha
popularizado mucho en la Iglesia Católica la costumbre de ofrecer misas por el descanso de las benditas almas.

La respuesta de San Agustín: a este gran Santo le preguntó uno: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya
muerto?", y él le respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el evangelio dice que la
medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él".

¿Vamos a rezar más por los difuntos? ¿Vamos a ofrecer por ellos misas, comuniones, ayudas a los pobres y otras
buenas obras? Los muertos nunca jamás vienen a espantar a nadie, pero sí rezan y obtienen favores a favor de
los que rezan por ellos.
**.- JESUCRISTO EL SIERVO DE YHAVE
SEGÚN EL CATECISMO

571 El Misterio pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en el centro de la

Buena Nueva que los Apóstoles,"¿ "¿No era necesario que Cristo padeciera

eso y entrara así en su gloria?" (Lc 24, 26-27, 44-45).

"fue entregado según el

determinado designio y previo conocimiento de Dios" (Hch 2, 23).

"Cristo ha muerto por nuestros pecados según las Escrituras" (ibidem: Cf.

también Hch 3, 18; 7, 52; 13, 29; 26, 22-23). La muerte redentora de Jesús cumple, en

particular, la profecía del Siervo doliente (Cf. Is 53, 7-8 y Hch 8, 32-35).

"Dios le hizo pecado por nosotros"

(Cf. Rm 8, 3), Dios "a quien

no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios

en él" (2 Co 5, 21)

Dios tiene la iniciativa del amor redentor universal

"En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos

amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10; Cf. 4, 19).

"La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió
por nosotros" (Rm 5, 8)

III CRISTO SE OFRECIÓ A SU PADRE POR NUESTROS PECADOS

Toda la vida de Cristo es ofrenda al Padre

El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre que le ha

enviado" (Jn 6, 38), "al entrar en este mundo, dice: ... He aquí que vengo... para hacer, oh

Dios, tu voluntad...

"El cordero que quita el pecado del mundo"

señaló a Jesús como el "Cordero de Dios que quita los

pecados del mundo" (Jn 1, 29; Cf. Jn 1, 36). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo

doliente que se deja llevar en silencio al matadero

Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10, 45).

Jesús acepta libremente el amor redentor del Padre

609 Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, "los amó

hasta el extremo" (Jn 13, 1) porque "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus

amigos" (Jn 15, 13).

Jesús anticipó en la cena la ofrenda libre de su vida

Jesús expresó de forma suprema la ofrenda libre de sí mismo en la cena tomada con

los Doce Apóstoles (Cf. Mt 26, 20), en "la noche en que fue entregado"

La agonía de Getsemaní

612 El cáliz de la Nueva Alianza que Jesús anticipó en la Cena al ofrecerse a sí mismo (Cf.

Lc 22, 20), lo acepta a continuación de manos del Padre en su agonía de Getsemaní (Cf. Mt

26, 42) haciéndose "obediente hasta la muerte" (Flp 2, 8; Cf. Hb 5, 7-8). Jesús ora: "Padre

mío, si es posible, que pase de mí este cáliz..."

La muerte de Cristo es el sacrificio único y definitivo

La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención

definitiva de los hombres (Cf. 1 Co 5, 7; Jn 8, 34-36) por medio del "cordero que quita el

pecado del mundo" (Jn 1, 29; Cf. 1 P 1, 19) y el sacrificio de la Nueva Alianza (Cf. 1 Co
11, 25) que devuelve al hombre a la comunión con Dios (Cf. Ex 24, 8) reconciliándole con

Él por "la sangre derramada por muchos para remisión de los pecados" (

Jesús reemplaza nuestra desobediencia por su obediencia

615 "Como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores,

así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos" (Rm 5, 19). Por

su obediencia hasta la muerte, Jesús llevó a cabo la sustitución del Siervo doliente que "se

dio a sí mismo en expiación",

En la cruz, Jesús consuma su sacrificio

616 El "amor hasta el extremo"(Jn 13, 1) es el que confiere su valor de redención y de

reparación, de expiación y de satisfacción al sacrificio de Cristo. Nos ha conocido y amado

a todos en la ofrenda de su vida (Cf. Ga 2, 20; Ef 5, 2. 25).

Nuestra participación en el sacrificio de Cristo

618 La Cruz es el único sacrificio de Cristo "único mediador entre Dios y los hombres" (1

Tm 2, 5). Pero, porque en su Persona divina encarnada, "se ha unido en cierto modo con

todo hombre" (GS 22, 2), él "ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo

conocida, se asocien a este misterio pascual" (GS 22, 5). Él llama a sus discípulos a "tomar

su cruz y a seguirle" (Mt 16, 24) porque él "sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para

que sigamos sus huellas" (1 P 2, 21). Él quiere en efecto asociar a su sacrificio redentor a

aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios (Cf. Mc 10, 39; Jn 21, 18-19; Col 1,

24). Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre, asociada más íntimamente que nadie al

misterio de su sufrimiento redentor (Cf. Lc 2, 35):

Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo (Sta. Rosa de Lima, vida)

619 "Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras"(1 Co 15, 3).

620 Nuestra salvación procede de la iniciativa del amor de Dios hacia nosotros porque

"Él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4,

10). "En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo" (2 Co 5, 19).

621 Jesús se ofreció libremente por nuestra salvación. Este don lo significa y lo realiza
por anticipado durante la última cena: "Este es mi cuerpo que va a ser entregado

por vosotros" (Lc 22, 19).

622 La redención de Cristo consiste en que él "ha venido a dar su vida como rescate por

muchos" (Mt 20, 28), es decir "a amar a los suyos hasta el extremo" (Jn 13, 1) para

JESUCRISTO FUE SEPULTADO

624 "Por la gracia de Dios, gustó la muerte para bien de todos" (Hb 2, 9). En su designio de

salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente "muriese por nuestros pecados" (1 Co

15, 3) sino también que "gustase la muerte", es decir, que conociera el estado de muerte, el

estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el

momento en que él expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo

muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado

Santo en el que Cristo depositado en la tumba (Cf. Jn 19, 42) manifiesta el gran reposo

sabático de Dios (Cf. Hb 4, 4-9) después de realizar (Cf. Jn 19, 30) la salvación de los

hombres, que establece en la paz el universo entero (Cf. Col 1, 18-20).

que ellos fuesen "rescatados de la conducta necia heredada de sus padres" (1 P 1,

18).

623 Por su obediencia amorosa a su Padre, "hasta la muerte de cruz" (Flp 2, 8) Jesús

cumplió la misión expiatoria (Cf. Is 53, 10) del Siervo doliente que "justifica a

muchos cargando con las culpas de ellos". (Is 53, 11; Cf. Rm 5, 19).

El cuerpo de Cristo en el sepulcro

625 La permanencia de Cristo en el sepulcro constituye el vínculo real entre el estado

pasible de Cristo antes de Pascua y su actual estado glorioso de resucitado. Es la misma

persona de "El que vive" que

No dejarás que tu santo vea la corrupción"

627 La muerte de Cristo fue una verdadera muerte en cuanto que puso fin a su existencia

humana terrena. Pero a causa de la unión que la Persona del Hijo conservó con su cuerpo,

éste no fue un despojo mortal como los demás porque "no era posible que la muerte lo
dominase" (Hch 2, 24) y por eso de Cristo se puede decir a la vez: "Fue arrancado de la

tierra de los vivos" (Is 53, 8); y: "mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás

mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción" (Hch 2,26-27;

Cf. Sal 16, 9-10). La Resurrección de Jesús "al tercer día" (1 Co 15, 4; Lc 24, 46; Cf. Mt 12,

40; Jon 2, 1; Os 6, 2) era el signo de ello, también porque se suponía que la corrupción se

manifestaba a partir del cuarto día (Cf

"Sepultados con Cristo... "

628 El Bautismo, cuyo signo original y pleno es la inmersión, significa eficazmente la

bajada del cristiano al sepulcro muriendo al pecado con Cristo para una nueva vida:

"Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que

Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también

nosotros vivamos una vida nueva"

"JESUCRISTO DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS,

AL TERCER DÍA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS"

631 "Jesús bajó a las regiones inferiores de la tierra. Este que bajó es el mismo que subió"

(Ef 4, 9-10). El Símbolo de los Apóstoles confiesa en un mismo artículo de fe el descenso de

Cristo a los infiernos y su Resurrección de los muertos al tercer día, porque es en su Pascua

donde, desde el fondo de la muerte, él hace brotar la vida:

"Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de

Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos" (Catech. R. 1, 6, 3).

Jesús no bajó a los infiernos para liberar allí a los condenados (Cf. Cc. de Roma del año

745; DS 587) ni para destruir el infierno de la condenación (Cf. DS 1011; 1077) sino para

liberar a los justos que le habían precedido

aniquiló "mediante la muerte al señor de la

muerte, es decir, al Diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida

sometidos a esclavitud "(Hb 2, 14-15). En adelante, Cristo resucitado "tiene las llaves de la

muerte y del Hades"


636 En la expresión "Jesús descendió a los infiernos", el símbolo confiesa que Jesús

murió realmente, y que, por su muerte en favor nuestro, ha vencido a la muerte y al

Diablo "Señor de la muerte" (Hb 2, 14).

637 Cristo muerto, en su alma unida a su persona divina, descendió a la morada de los

muertos. Abrió las puertas del cielo a los justos que le habían precedido.

Jesús es el Siervo de Yahveh, que según los cantos de Isaías (Is 42,1-9;

49,1-6; 50,4-11; 52,13-54,12) es sostenido por Dios, ha recibido

"Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los

Cantos del Siervo (Isaías). Estos Cantos anuncian el sentido de la Pasión de

Jesús. Tomando sobre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu

de Vida" (CEC 713). "La muerte redentora de Jesús cumple, en particular,

la profecía del Siervo doliente. Jesús mismo presentó el sentido de su

vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente

discípulos de

Emaús y luego a los propios apóstoles" (CEC 601). "Juan Bautista, después

de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores, vio y señaló a

Jesús como el Cordero de Dios que

es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en

silencio al matadero y carga con el pecado de las multitudes y el cordero

pascual símbolo de la redención de Israel cuando celebró la primera pascua.

Toda la vida de Cristo expresa su misión: Servir y dar su vida en rescate por

muchos (Me 10,45)" (

Jesús, como Siervo de Yahveh e Hijo de Dios, dice amén incondicionalmente

a la voluntad del Padre, haciendo de ella su alimento (Jn 4,34). En

obediencia al Padre consuma la redención en la cruz, cargando con nuestros

pecados. Muere como un cordero llevado al matadero sin resistencia. Por ello
agradó a Dios y salvó a los hombres. El Padre, resucitándolo de la muerte,

acredita el camino de su Siervo como ca

camino de la vida y de la resurrección

de la muerte. En el Siervo de Yahveh encuentra el cristiano cumplido el

Sermón del Monte: "Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.

Pues yo os digo: No resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla

derecha ofrécele también la otra. Amad a vuestros enemigos y rogad por

los que os persigan" (Mt 5,38-48).

El título de Siervo de Yahveh va unido al de Hijo del hombre. Ambos

títulos definen a Jesús como Mesías, que trae la salvación de Dios. El es "el

que había de venir" que ha venido. Con El ha llegado el Reino de Dios y la

salvación de los hombres. Pero, Jesús, frente a la expectativa de un Mesías

político, que El rechaza, se da a sí mismo el título de Hijo del hombre. El trae

la salvación para todo el mundo,

violencia, sino por el camino de la pasión

y de la muerte en cruz. Jesús es el Hijo del hombre,

El Mesías, de este modo, asume en sí, simultáneamente, el título de Hijo

del hombre y de Siervo de Yahveh, cuya muerte es salvación "para muchos".

Jesús muere "como Siervo de Yahveh", de cuya pasión y muerte dice Isaías

que es un sufrimiento inocente, aceptado voluntariamente, querido por Dios

y, por tanto, salvador. Al identificarse

todos. En la cruz, Jesús aparece

entre malhechores y los soldados echan a suertes su túnica (dos rasgos del

canto del Siervo de Isaías 53,12). Y

Es el Rey que tiene como trono la cruz.


Así es como entra en la gloria, con sus llagas gloriosas: "¿no era necesario

que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?" (Le 24,26). Cristo es

Rey en cuanto Siervo y Siervo en cuanto Rey. Servir a Dios es reinar. Porque

el servicio a Dios es la obediencia libérrima del Hijo al Padre.

Cristo Siervo de Yahveh, que carga con nuestros pecados y dolencias,

dando la vida por ellos, deja al cristiano unas "huellas luminosas" (1P 2,21-

25), para que camine por ellas hacia la gloria. Quien se entrega al servicio de

los demás, el que pierde su vida, vaciándose de sí mismo por Cristo y su

evangelio es el verdadero hombre, que llega a la estatura adulta de Cristo,

crucificado por los demás. Esta unión entre servicio y gloria es lo que canta

Pablo en su carta a los Filipenses (2,5-11). Cristianos adultos son aquellos

que "llevan los unos las cargas de los otros" (Ga 6,2; CEC 618).

Dios, resucitando a Jesús, ha cambiado la muerte ignominiosa de la cruz

en motivo de esperanza, de gloria y de salvación. La cruz ya no destruye al

hombre unido a Jesucristo por la fe. La cruz "escándalo para los judíos y

necedad para los gentiles", para el cristiano es "fuerza de Dios y sabiduría de

Dios" (ICo 1,17-25).

Cristo Siervo de Yahveh, que carga con nuestros pecados y dolencias,

dando la vida por ellos, deja al cristiano unas "huellas luminosas" (1P 2,21-

25), para que camine por ellas hacia la gloria. Quien se entrega al servicio de

los demás, el que pierde su vida, vaciándose de sí mismo por Cristo y su

evangelio es el verdadero hombre, que llega a la estatura adulta de Cristo,

crucificado por los demás. Esta unión entre servicio y gloria es lo que canta

Pablo en su carta a los Filipenses (2,5-11). Cristianos adultos son aquellos

que "llevan los unos las cargas de los otros" (Ga 6,2; CEC 618).
Dios, resucitando a Jesús, ha cambiado la muerte ignominiosa de la cruz

en motivo de esperanza, de gloria y de salvación. La cruz ya no destruye al

hombre unido a Jesucristo por la fe. La cruz "escándalo para los judíos y

necedad para los gentiles", para el cristiano es "fuerza de Dios y sabiduría de

Dios" (ICo 1,17-25).

muertos. Todo lo que tiene aspecto de cruz o

muerte ha sido asumido por Jesús y transformado en camino de gloria. La

cruz aparece, pues, como la luz radiante del rostro del Padre

En la cruz de Cristo aparece el amor insondable de Dios, que no perdonó

a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros (Rm 8,32.39; Jn 3,16), para

Pablo: "El Hijo de Dios me amó y se entregó por mí" (Ga 2,20). La cruz

es el símbolo por excelencia del cristiano. Marcado con la cruz en el bautismo,

el cristiano levanta la cruz en todo tiempo y lugar, como símbolo de su

pertenencia a Cristo crucificado.

La cruz es también un escándalo. La cruz es signo de salvación y signo de

contradicción, piedra de escándalo. Ante ella se definen quienes están con

Cristo y quienes en contra de Cristo. A cada paso nos encontramos con la

cruz en la vida, como piedra, en que nos apoyamos, o como piedra, en la que

tropezamos y nos aplasta: Cristo crucificado es la señal de contradicción,

"puesto para caída y elevación de muchos" (Le 2,34).

Cristo: "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí

mismo, tome su cruz y que me siga" (Me 8,34). Confesar a Cristo crucificado

significa decir que estoy crucificado con Cristo. El

c) Muerto y Resucitado

Jesucristo muerto y resucitado es la obra de Dios que se nos ofrece gratuitamente


para que nuestros pecados sean destruidos y nuestra muerte sea aniquilada.

Jesús es el camino que Dios ha abierto en la muerte. Por el poder del

Espíritu Santo, el hombre puede pasar de la muerte a la vida, puede entrar en

la muerte, sabiendo que no quedará en ella; la muerte es paso y no aniquilación.

Al actuar así, Dios ha mostrado el amor que nos tiene. No decía la verdad

la serpiente al presentar a Dios como enemigo celoso del hombre. En la

obediencia filial a la voluntad de Dios reside la vida y la libertad del hombre.

En la desobediencia y rebelión del hombre contra Dios, sólo puede hallarse

Muerte

Cristo va a la pasión siguiendo los designios del Padre, en obediencia a la

voluntad del Padre: "Cristo, siendo Hijo, aprendió por experiencia, en sus

padecimientos, a obedecer. Habiendo llegado así hasta la plena consumación,

se convirtió en causa de salvación para todos los que le obedecen" (Hb

Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos" (Me 14,23-

24), "para el perdón de los pecados",

El es el Siervo

de Yahveh, que carga sobre sí nuestros sufrimientos y dolores, azotado y

herido de Dios y humillado. Herido, ciertamente, por nuestras rebeldías,

molido por nuestras culpas, soportando

La hora de la pasión es la hora de Cristo, la hora señalada por el Padre para

la salvación de los hombres: "Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó

a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en El,

sino que tengan vida eterna" (Jn 3,16).


JESUCRISTO EL SIERVO DE YHAVE

Ser cristiano es experimentar y reconocer

a Jesucristo como Señor, vivir sólo de El y para Él, caminar tras sus huellas,

en unión con El, en obediencia al Padre y en entrega al servicio de los hombres,

en primer lugar anunciándoles a Cristo como Señor. Ser en Cristo, vivir

con Cristo, por Cristo y para Cristo es amar en la dimensión de la cruz, como

El nos amó y nos posibilitó con su Espíritu (CEC 450).

Con el anuncio de Cristo muerto y sepultado, que descendió a los infiernos

y fue resucitado, de quien la cruz gloriosa es signo permanente en la vida

del cristiano, se comienza a iluminar la historia como historia del amor de

Dios, manifestado en su mismo Hijo. De aquí

Dios salvó a Cristo,


resucitándolo de la muerte, para salvar con esa muerte y resurrección a
todos los pueblos de la tierra. Tres días y tres noches pasa Jonás en el vientre
del pez. Esto mismo se cumple plenamente en Jesucristo, el nuevo Israel.
Jesús no se ha negado a su misión, sino que ha asumido sobre sí todas nuestras
flaquezas e infidelidades. Como Siervo de Yahveh desciende al vientre
del pez, a los infiernos, pasa tres días y tres noches en el corazón de la tierra
para, desde allí, resucitar, abriendo para todos los hombres un camino de vida
en el muro de la muerte. La resurrección acontece al alba del tercer día, el día
después del sábado, el día de la nueva creación, el día eterno, día sin noche,
día sin fin.

Esta es la vida del cristiano. El bautismo es entrar en la muerte con Cristo


para resucitar con él. Este misterio, que se vive en el sacramento, se actualiza
en toda la vida. Tres días y tres noches es la vida presente. Toda la vida del
cristiano consiste en entrar en la muerte y, en ella, experimentar la victoria de
Cristo sobre la muerte. Ser entregados al mar, como víctima de propiciación
por los hombres, es la misión del cristiano. El cristiano, como el chivo expiatorio,
es arrojado todos los días al desierto para rescatar a los hombres del
peso del pecado. En nuestras aflicciones y debilidades Dios es glorificado. La
cruz de cada día, en Cristo, se hace gloriosa. Da gloria a Dios. La muerte no
es muerte, sino la puerta de la resurrección, de la vida nueva, de la salvación
para nosotros y para el mundo

El mal puede tragarse al profeta, pero el profeta es un alimento indigesto.


El pez no logra digerir a Jonás: lo vomita sobre tierra firme. La muerte no
logra digerir a Cristo. Desciende a los infiernos, pero el infierno no puedo
retenerlo. Al tercer día resucita esplendente de gloria para no morir más. La
muerte no tiene poder alguno sobre él ni sobre los que mueren en Cristo:
"Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió
por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó
al tercer día, según las Escrituras. Ahora bien, si se predica que Cristo ha
resucitado de entre los muertos ¿
**.- EL ESPIRITU SANTO, SEÑOR Y DADOR
DE VIDA
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
683 "Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo" (1 Co 12, 3).
"Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá, Padre!" (Ga
4, 6). Este conocimiento de fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en
contacto con Cristo, es necesario primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo. Él
es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Mediante el Bautismo, primer
sacramento de la fe, la Vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos ofrece por el Hijo, se
nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia:
¿Quién ES EL ESPÍRITU SANTO?

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