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Carolyn Nordstrom y Antonius C. G. M. Ro
Carolyn Nordstrom y Antonius C. G. M. Ro
Robben, Trabajo de
Campo Bajo Fuego, Estudios Contemporáneos de violencia y
sobrevivencia. Universidad de California. Berkley. Pp. 303.
Carolyn Nordstrom y Antonius C. G. M. Robben, Introducción.
“Escribo desde un cobertizo, son las cinco y media de la tarde, se pueden oír
los disparos y la explosión de proyectiles de mortero. Mi padre y Asim están
durmiendo y mi abuela está jugando a las cartas. Que idílico, ¿verdad? Ya
estamos pasando nuestro quinto mes de ésta forma. Terrible. No sé en donde
empezar… Es tan difícil escribir esto. Hay tanto, y estoy tan confundido. De
vez en cuando tengo una crisis, cómo todos los demás. Tengo miedo, estoy
deprimido. Todo es tan desesperanzador. No sé si puedas entender esto.
Probablemente no. Al principio tampoco entendíamos nada. Cuando nos
bombardearon resultó ser nada a comparación de todo lo que pasaría
después.”
“Son extrañas las formas de vivir en el gueto, donde abundan las sorpresas de
todo tipo. Nada es lógicamente predecible, y la gente usualmente se rompe el
cerebro sobre una u otra serie de eventos que parecían completamente claros
pero que cambiaron al último momento… ¿Cuál es el factor determinante
aquí? ¿Qué influye ésta situación? ¿Por qué las predicciones sobre alguna
mejoría terminan usualmente con las cosas poniéndose peor y viceversa? Comentario [E1]: p. 1
Estas son preguntas que perturban a la población entera y para las cuáles no
hallamos respuestas; ¡quizá no encontremos esas respuestas ni aún después
de que la guerra haya terminado! ¡Podría ser un capricho, o podría ser la
necesidad!”
La primera cita es de una carta escrita el 14 de agosto de 1992 por una mujer de
Sarajevo y que fue enviada a su hermano exiliado en Holanda (reimpresa en De
Volkskrant, el 10 de septiembre de 1992). La segunda cita fue escrita el 30 de
agosto de 1942, y viene de la mano de un cronista oficial de Lódz ghetto
(Dobroszucki 1984:245.246). Comenzamos con éstas historias europeas para
enfatizar que la violencia no está en otro lado –en un país tercermundista, en un
campo de batalla distante, o en un centro de interrogación secreto- sino que es un
hecho inescapable de la vida para todo país, nación y persona, sean o no tocadas
personalmente por la violencia directa.
Historias como estas son muy comunes: pudimos fácilmente haber mostrado otras
historias similares de Somalia, Guatemala, Sri Lanka, Estados Unidos,
Mozambique, Irlanda, España y China. El IIEPE1, un centro de investigación y
documentación de conflictos en Suecia, ha identificado 32 guerras mayores en
1992 (mayor define conflictos que han producido más de mil muertes por año). Si
consideráramos los conflictos con menos de mil muertes anuales la cifra
ascendería a 150. Y si extendiéramos nuestra definición de acuerdo con
sensibilidades antropológicas más amplias para incluir conflictos que oprimen la
vida de muchas personas –revueltas, guerra entre pandillas, genocidio tribal y
prácticas de guerra aterrorizantes como la violación y la tortura- entonces
encontraríamos que el número de personas directamente afectadas por la
violencia alcanzaría hasta cientos de millones.
Las citas anteriores tienen otra significación que es de importancia central a éste
volumen: evocan experiencias cotidianas de violencia en sus múltiples
manifestaciones, en un rango que abarca desde la guerra hasta la protesta
popular, desde la violación hasta las respuestas de la gente a los rumores sobre la
violencia, desde los discursos morales que conciernen al conflicto hasta las
tragedias causadas por la brutalidad. Queremos concentrarnos en la dimensión
experiencial del conflicto, en las maneras en las que la gente vive sus vidas en
contiendas manchadas por la violencia ineludible. Creemos que la violencia es una
dimensión de la existencia de la gente y no algo externo a la sociedad y a la
cultura que “le pasa” a la gente.
Para poder explicar esto, hemos vuelto una vez más al ejemplo de los Balcanes.
Mientras un plan de paz tras otro es rechazado, y mientras una tregua tras otra es
violada, entre muchas personas y entre muchos políticos europeos y
estadounidenses se esparce la idea de que simplemente no hay solución a la
guerra porque los combatientes “se han vuelto locos”, “actúan como bárbaros” o
“se comportan bajo sus instintos más básicos”. La guerra ya no pertenece al
1
SIPRI por sus siglas en inglés, es el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo.
ámbito del conflicto político; se ha regresado a un nivel de inhumanidad que se
encuentra fuera de la vida social normal, a un mundo irreal donde los soldados
disfrutan el asesinato y dónde la violación es una estrategia militar. Comentario [E2]: p. 2
violencia; las relaciones entre los etnógrafos y la gente estudiada, incluyendo los
distintos problemas de investigación y las experiencias de campo que han
estudiado situaciones de violencia; y los asuntos teoréticos que emergen de
estudiar temas que implican peligro personal. Estas cuestiones introductorias
trabajan la noción implícita en todos los capítulos de este libro: que la ontología de
la violencia –la experiencia concreta de la violencia- y la epistemología de la
violencia –las formas de conocer y reflexionar la violencia- no están separadas. La
experiencia y la interpretación son inseparables de los perpetradores, las víctimas
y los etnógrafos por igual. La antropología en este nivel involucra varias
responsabilidades para la seguridad del etnógrafo, de sus informantes y para las
teorías que ayudan a forjar actitudes que hacen frente a la realidad de la violencia,
tanto expresada como experimentada.
La etnografía de la violencia.
La mayoría de los capítulos en éste libro no han sido elaborados para sacar
conclusiones definitivas, pero sus argumentos son desarrollados procesualmente.
Como las vidas que describen, los capítulos retratan una creciente comprensión
de los conflictos violentos que procede como un círculo hermenéutico donde las Comentario [E4]: p. 4
Investigar y escribir sobre violencia nunca será una tarea simple. El sujeto está
cargado de conjeturas, suposiciones y contradicciones. Como el poder, la
violencia es esencialmente disputada: todos saben que existe, pero nadie coincide
en qué realmente constituye al fenómeno. Intereses, historias personales,
lealtades ideológicas, propaganda y la escasez de información de primera mano
aseguran que muchas “definiciones” de violencia sean ficciones poderosas y
“verdades a medias” negociadas.
revolucionarios, pueden servir para canalizar la violencia, pero otras instancias de Comentario [E6]: la palabra es
“redress”
violencia pueden elevar los niveles de disrupción.
usualmente creativas, de la cotidianidad. Es por ello que All Quieto in the Western
Front de Erich Maria Remarque -un retrato sensible de la vida en las trincheras y
de su legado emocional para los sobrevivientes- es un referente tan intrigante de
la Primera Guerra Mundial:
“Estamos unas cinco millas atrás del frente. Ayer fuimos relevados y ahora
nuestros estómagos están llenos de carne y de judías blancas. Estamos
satisfechos y en paz. Cada hombre tiene otra ración para la tarde; y, lo que es
más, hay una doble ración de salchichas y pan. Eso pone a un hombre en
buen estado.” (Remarque 1958:7)
Tratando con estos asuntos, debemos admitir que lo que cuenta en una sociedad
como un nivel tolerable de violencia puede ser condenado en otra como algo
excesivo. Ulia Kristeva (1993), Barbara Johnson (1992) y Wayne C. Booth (1993)
como investigadores, han abordado una pregunta que ha mortificado a Amnistía
Internacional desde su comienzo: ¿Cómo puede alguien determinar qué son los
derechos humanos y qué no, y cómo pueden ser universalizados, cuando de
hecho no hemos siquiera determinado cuáles son las premisas fundamentales del
ser, la identidad, la existencia, la sociedad y la cultura?
“Este libro no pretende ser ni una acusación ni una confesión, y mucho menos
una aventura, pues la muerte no es una aventura para aquellos que están
cara a cara con ella. Tratará simplemente de hablar de una generación de
hombres que, aunque hayan logrado escapar de su seno, fueron destruidos
por la guerra.”
Remarque quería que su novela hablara sobre las prácticas de la guerra en las
trincheras y de las desilusiones de sus sobrevivientes. La novela no fue un éxito
porque los historiadores contemporáneos “no encontraron explicaciones de la
guerra que correspondieran con las horrendas realidades, de la verdadera
experiencia de la guerra” (Eksteins 1989:291).
En vez de racionalizar la violencia, este libro trata de dar voz a las contradicciones
enigmáticas de las vidas perturbadas por la violencia –enigmáticas especialmente
para los racionalistas, funcionalistas y pragmatistas- a saber, las contradicciones
de una existencia simultanea de alegría y sufrimiento, de miedo y esperanza, de
indeterminación y costumbre, de creatividad y disciplina, de sin sentido y
mediocridad.
Narración y autenticidad.
¿Qué legitimidad tienen los antropólogos para hablar por otros, en particular, para
hablar por las víctimas de la violencia? Aquí reside el punto, sometido a discusión,
del más importante significado de la expresión “lo absurdo de la guerra”.2 Absurdo
literalmente significa insufrible así como ensordecedor. Lo absurdo de la guerra es
que aquellas personas cuyos destinos están siendo decididos son rara vez
escuchadas porque tienen poca voz en los eventos que determinan sus vidas. Son Comentario [E11]: p. 10
los mudos perjudicados de la guerra. Justo como los antropólogos han dado a
muchas culturas una imagen, y en las últimas décadas incluso una historia, es que
los colaboradores de este libro queremos hacer audible la voz de las víctimas y de
los perpetradores.
“Escribir la violencia”, sin embargo, nunca será un asunto tan honesto. Gayatri
Spivak (1988) reta a los antropólogos occidentales a cuestionar sus motivos para
estudiar a personas no occidentales, la posición de su (des) escritura en las
relaciones de poder cuando tratan de “hablar” por aquellos entre quienes han
trabajado, así como los efectos de su trabajo. Para Spivak, la investigación y la
representación están irreductiblemente entretejidas con la política y el poder. El
antropólogo que proclama “dar voz” a aquellos con menos posibilidad de hablar,
advierte Spitvak, están usualmente comprometidos con discursos casi
poscoloniales que han vuelto a estar de moda gracias al mundo posmoderno (ver
también Trinh 1989). Para Spivak, los antropólogos occidentales son sospechosos
por el simple hecho de ser antropólogos occidentales, como también es
sospechosa su habilidad de dar voz a otros. Amenos que asuman una seria
autocrítica –no sólo como antropólogos sino como occidentales, como productos
históricos y como vínculos de una red de privilegio- e incorporen ese análisis a sus
presentaciones y a sus publicaciones -Spivak exhorta-, su sinceridad y sus
habilidades son de dudar.
Spivak tiene un punto. Uno sólo necesita leer The Invention of Africa (1988) de V.
Y. Mudimbe para poder comprender la embarazosa extensión con la que resuena
la empresa colonial entre los textos antropológicos. Quizá más desestabilizante es
el reconocimiento de que esto no se restringe a las justificaciones de superioridad
del Atlántico Norte. La escarpada fuerza de la aculturación occidental encubre las
creencias destructivas que cargan -y que imponen a aquellos que estudian- los
antropólogos occidentales, incluso algunos declarados igualitaristas. Partimos a
campo con la carga de nuestra propia cultura, apoyándonos e impulsándonos por
nuestras suposiciones occidentales que rara vez cuestionamos, escudados en el
resplandor de la compleja diversidad cultural por un lente de creencias culturales
cuidadosamente construidas que determinan, tanto como clarifican, lo que vemos.
Cuando pretendemos hablar por otros, llevamos la empresa occidental a las bocas
de otras personas. No importa nuestra dedicación, no podemos escapar del
legado de nuestra cultura.
2
“Absurdity of war”.
Yet Taussig (1987) y Nancy Scheper-Hughes (1992) comparten el mismo punto
cuando retan a los antropólogos a hablar en contra de las injusticias que
encuentran. Hacer cualquier otra cosa es equivalente a condonarlas. Si nuestra
posición nos otorga privilegios, estos pueden ser empleados para ayudar a
aquellos con menos. Para estudiosos como Taussig y Sheper-Hughes, esto no es
una opción sino un deber.
3
El término es “facthood”.
momento y la voz del texto. “Si el testimonio literario de los memoristas es
evidencia de otra cosa lo es del acto mismo de escribir. Esto es, incluso si la
narrativa no puede documentar eventos o constituir veracidades, sí puede
documentar la actualidad del escritor y del texto.” (ibid., 37). Una explicación
contemporánea es más auténtica que una posterior simplemente porque fue
escrita en el tiempo del evento sin la claridad de la retrospectiva. Sin embargo, no
puede reclamar mayor veracidad o comprensión que las expresiones
documentales, ficticias, poéticas o cinematográficas. El grado de autenticidad dice
poco sobre el verdadero valor del discurso. Las verdades son siempre históricas y
no pueden congelarse en el tiempo o ser atrapadas por modos discursivos
particulares. Las cuestiones y problemas que aborda un narrador son restringidos
por el contexto histórico en el que son emprendidos (ver Gadamer 1985). Richard
Rorty (1986:3), citado por Jackson (1989:182), observa, “Permítanos aceptar
entonces que hay una realidad ahistórica, absoluta e infinita sea fuera o dentro de
nosotros que podamos alcanzar adoptando un estilo discursivo particular. El Comentario [A13]: p. 12
mundo está allá afuera, eso es seguro, y en el fondo de nosotros también, pero no
la verdad.” La verdad y la comprensión son entonces formas condicionadas y
situadas, incluso aunque la comprensión histórica pueda profundizarse con el
paso del tiempo y el estudio de nuevas instancias de violencia.
Experiencias de campo
Muchos etnógrafos que estudian la violencia han experimentado una ofuscación
en su primer encuentro con ella. Parece no existir un terreno más alto desde el
cual observar al mundo de la violencia con relativo desapego. La mayoría de los
autores de éste libro han pasado por éste proceso, un proceso que puede ser
malinterpretado como un shock cultural. Pero este shock puede sentirse tanto en
nuestro propio círculo social familiar como en otra cultura. Es una desorientación
sobre los límites entre la vida y la muerte, que parecen erráticos en vez de
separados. Es la conciencia paradójica de que las vidas humanas pueden ser
constituidas tanto alrededor de su destrucción como de su reconstrucción y de que
la violencia se convierte en la práctica de negar la razón de existencia de otros y
de acentuar la sobrevivencia de uno mismo. Esta confrontación del sentido del ser
propio del etnógrafo con las vidas construidas en terrenos peligrosos es la que
provoca la ofuscación y el sentido de alienación que experimenta la mayoría de
nosotros.
violaciones, los abusos a menores y la amenaza que podrían ser impactantes para
los etnógrafos de otras sociedades.
por ende merecen tanta atención etnográfica como los eventos que han
prevalecido en la memoria colectiva.
4
¿debe ser una traducción literal? Dice “human rights leaders”.
apelaciones a los derechos humanos, confundido entre la compasión por las
víctimas y un sincero intento de entender a los victimarios, Robben lentamente
empieza a aprehender las analogías dentro entre la seducción provocada por los
arquitectos de la represión y las prácticas de la guerra sucia de desaparecer,
engañar y aterrorizar al pueblo argentino. Esta conciencia le permitió exponer la
transparencia dictatorial del poder, reconocer la perfidia de su dominación y
simpatizar más profundamente con las víctimas de la represión.
5
Renamo: Resistencia Nacional Mozambiqueña
deliberadamente al sentido familiar y comunitario de la gente, sacudiendo los
cimientos de su existencia cultural y humana. Los antropólogos mismos, como
aquellos entre quienes trabajan, no pueden sustraerse del impacto de atestiguar la
tragedia pero deben luchar con las implicaciones de trabajar en un contexto en el
que la violencia orilla hacia las dramáticas respuestas a preguntas nucleares sobre
la naturaleza humana y la cultura. Ella aclara que las reflexiones intelectuales para
explicar los eventos violentos y su retrato en una narrativa coherente imponen un
orden y un razonamiento que desdibuja el caos que la guerra sucia pretende
producir. Nordstrom eventualmente abandona esta fútil búsqueda de explicaciones
por que la guerra juega a “la destrucción conceptual” con las herramientas
analíticas y las categorías desarrolladas en la calma y la tranquilidad de nuestros
cómodos cubículos. Ella rechaza las racionalizaciones apologéticas de la guerra
en un movimiento radical al golpear la “razón” como es aplicada a la guerra. En
vez de ello, pone atención al significado, a la creatividad y a la imaginación como
estrategias de supervivencia y reconstrucción entre la gente de Mozambique. En
vez de racionalizar su ofuscación o de rendirse a las inevitables distorsiones y
constricciones de la narrativa racional, se concentra en la poesía del discurso
cultural de las víctimas de la guerra quienes crean sus palabras con los nuevos
fragmentos de sus quebrados hogares y vidas.
Cathy Winkler es una etnógrafa que tuvo que escoger entre los pedazos rotos de
su propia vida. Las antropólogas no son inmunes a la violencia que parece
endémica a la sociedad humana. Hay antropólogos y antropólogas que han sido
asesinadas, en casa y en campo. Han sido robadas, asaltadas y violadas. Sin
embargo muy pocas vuelven las tragedias de su vida personal en material de
investigación e incluso aún menos usan su entrenamiento antropológico
conscientemente durante una violación. Winkler describe cómo fue abusada
repetidamente por un violador para convertirse en la víctima, la superviviente, la
testigo, la investigadora y la estudiosa de su propia agresión. Etnógrafa y
etnografía colapsan en un hoyo totalitario en el que objetiva y subjetivamente son
cubiertas con ambigüedad. El objeto de investigación se convierte en sujeto y el
sujeto sobrevive al comportarse como un objeto. La contribución de Winkler logra
transmitir la confusión, la irracionalidad y la ofuscación de una violación en
particular, y de los conflictos violentos así como de la investigación sobre violencia
en general. La incongruencia del comportamiento y el discurso que Winkler
observa y experimenta en el violador también pueden encontrarse en otras
situaciones violentas. La persona atacada es situada en un mundo desordenado
de ambigüedad e incongruencia. El shock existencial resultante –experimentado
por muchos etnógrafos de la violencia, pero en un sentido más amplio por el
etnógrafo que se convierte en una víctima-sobreviviente- es experimentado como
la deconstrucción, destrucción, transformación, traumatización y finalmente, el
asesinato de la identidad misma.
Este libro pretende terminar con los capítulos de Maria Olujic y Joseba Zulaika,
quienes vuelven a sus países de origen como intelectuales exiliadas en los
Estados Unidos. Su lucha con el conflicto entre la violencia que destruye a sus Comentario [A19]: p. 18
Los capítulos en éste volumen son discutidos por Allen Feldman, cuyo trabajo Comentario [A20]: p. 19
En las conclusiones nos movemos a las especificidades del día a día que hacen
posible una investigación en lugares peligrosos. Jeffrey Sluka brinda una
sugerencia práctica de cómo mejorar la seguridad personal. Sus recomendaciones
están basadas en su propia investigación extensiva sobre el Ejército Republicano
Irlandés6 y el Ejército Irlandés de Liberación Nacional7 en un proyecto católico
habitacional en Belfast, Irlanda del Norte.
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