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Introducción a la Semántica.

Chapter · April 2020

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Esperanza Morales-López
University of A Coruña
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SEMÁNTICA

Esperanza Morales López


Universidade da Coruña

Publicado en gallego en Ramallo, F., Rodríguez Yáñez, X.P. y Rei Doval, G., eds., 2000. Manual
das ciencias da linguaxe, pp. 513-541, Xerais, Vigo.

1. INTRODUCCIÓN.

La semántica es una de las subdisciplinas o áreas de investigación de la lingüística que


tiene por objeto el estudio del significado. Sin embargo, decir esto no es muy clarificador ya que
el término significado ha sido uno de las nociones más ambiguas y difíciles de definir de las
lenguas humanas. Además, cuando miramos los diferentes autores que se han preocupado de este
objeto de estudio, observamos que no todos ellos provienen del campo de la lingüística, sino que,
en su mayoría se adscriben a disciplinas tan diversas como filosofía, lógica, filología, psicología,
teoría de la comunicación, semiótica y antropología, entre alguna otra. ¿Cuál es la causa de esta
diversidad? Una respuesta la encontramos en el hecho de que el significado es la parte de la
lengua que se conecta con un gran número de realidades humanas; y realidades tan diversas como
la sociedad, la historia, el pensamiento, la cognición, la información, la cultura y, sobre todo, la
comunicación. Esto quiere decir que con el estudio del significado nos situamos en un nivel tan
interdisciplinario que nos demuestra que, para comprender esta noción en toda su complejidad,
necesitamos salir de los límites tradicionales de la lingüística.
Una de las posibles vías para comprender qué es el significado puede ser, como dice
Lyons (1977: cap. 2), partir de la conexión que existe entre significado y comunicación.
Comunicar implica la transmisión de información de un interlocutor a otro: información o
descripción del mundo o la realidad extralingüística; información sobre nosotros mismos,
nuestras emociones, sentimientos, etc.; sobre nuestras intenciones o las intenciones de los demás;
y sobre las relaciones sociales o culturales entre los diferentes grupos sociales. Esta diversidad de
información que se puede transmitir en la comunicación humana equivaldría a los diferentes
matices de entender el término significado. De todas estas posibilidades, el objeto de estudio
atribuido a la semántica ha sido el significado entendido como transmisión de información
descriptiva o factual sobre el mundo. Los otros tipos de significado serían objeto de otras
subdisciplinas de la lingüística, como la pragmática o el análisis del discurso.

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Veamos el siguiente ejemplo para entender la diferencia entre el significado de tipo
descriptivo o factual y el que estudiarían otras áreas de la lingüística; supongamos un hijo que
está sentado en el sofá viendo la televisión y le dice a su madre lo siguiente: "mamá, ¿sabes que
teño sede?"; entonces ésta se levanta y le trae un vaso de agua. El hijo aparentemente ha
informado a su madre de un estado personal suyo, el hecho de "tener sed"; sin embargo, su madre
lo ha entendido como una petición y accede a cumplirla, complaciendo así a su hijo. Nos
encontramos, por tanto, con un significado explícito, que es el que literalmente comunica el hijo,
y, además, con un significado implícito, que es la intención del hijo de que su madre le traiga
algo para satisfacer su sed; esta segunda intención es la que ha reconocido la madre. El primer
tipo de información, el explícito, sería objeto de la semántica y el segundo tipo, el de la intención
del hablante, lo estudiaría la pragmática. Además, en una expresión como la que formula el hijo
hay otros tipos de información: la familiaridad que se da en la relación madre-hijo (a través del
tuteo a la madre) y un cierto grado de cortesía en la expresión que usa el hijo (el término "sabes"
y la entonación descendente de la expresión funcionan como atenuadores de la petición que hace
el hijo). Es decir, estos elementos aportan también información de tipo social y cultural que nos
ofrece luz sobre aspectos diversos como la interacción social entre individuos con roles sociales
determinados o el principio de cortesía.

2. EL SIGNIFICADO A PARTIR DE LAS DIFERENTES TEORÍAS SEMÁNTICAS.

Para comenzar a definir el significado desde la perspectiva semántica, necesitamos


preguntarnos cómo se inicia el proceso de significación en las lenguas humanas (bien sean
lenguas orales o de signos). En primer lugar, los hablantes asignan un determinado significado a
determinadas señales, convirtiéndose así estas señales en los distintos signos de una lengua dada.
A partir de aquí, se producen las diferentes combinaciones de tales signos según unas normas
específicas, con el fin de emitir mensajes más complejos; estas reglas de combinación van a
constituir el sistema o la gramática de tal lengua. De esta manera, desde el punto de vista de la
significación, nos encontramos con el significado de los signos que constituyen las unidades
lingüísticas mínimas (las palabras) y el significado que proviene de la combinación de tales
signos formando expresiones complejas (las oraciones).El signo lingüístico es así la unidad
mínima de las lenguas humanas y, sobre esta unidad base, se constituye el resto de las unidades
del sistema. Para Saussure (1915), el signo lingüístico se compone de dos elementos básicos, el

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significante y el significado; el primero sería la imagen acústica que tiene el hablante del hecho
físico (la emisión de una serie de sonidos) y el segundo lo constituiría la imagen mental que el
hablante tiene de un determinado objeto o entidad de la realidad. Con esta definición del signo
como una operación binaria, lo que hace Saussure es simplificar la definición tradicional sobre el
proceso de significación propuesta ya por los lógicos medievales: "las voces (o las palabras)
designan a las cosas mediante los conceptos" (vox significat [res] mediantibus conceptibus).
Según esta definición medieval, actualizada por Ogden y Richards (1923) en su conocido
triángulo de la significación), el signo no constituye una operación de dos términos sino de tres:
la señal (el significante, en la propuesta saussuriana), el concepto (la representación mental que
nos hacemos de las cosas o las entidades de la realidad) y la cosa (o la entidad) de la realidad
(véase la figura 1). Vemos, pues, que Saussure no hace sino suprimir el vértice superior del
triángulo; con este hecho, se muestra coherente con los postulados de la metodología
estructuralista que él propone, pero que, como veremos más adelante, va a ser criticable desde
otras posiciones teóricas.

CONCEPTO

SEÑAL COSA

Figura 1

En la tradición filosófica, el estatus ontológico diferente que se le ha dado al vértice de


este triángulo, el concepto, y la relación de esta noción con el resto de los componentes del
triángulo han constituido el origen de dos posiciones bien conocidas sobre el proceso de
significación: el realismo y el nominalismo.
Realismo designa, en general, la posición teórica que mantienen los que creen en la
existencia objetiva de los conceptos o ideas. Por el contrario, nominalismo es la posición
defendida por quienes niegan esa existencia objetiva de tales constructos mentales; admiten,
como mucho, un cierto proceso de abstracción en la operación de significar a partir del
seguimiento de ciertas leyes psicológicas. En modo alguno aceptan la existencia de conceptos
objetivos, no mentales e independientes de la conciencia y del lenguaje humanos como afirman
los realistas; lo único que existen son los individuos y las entidades particulares. Uno de los

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nominalistas más radicales es el medievalista Ockam quien afirmaba que no existía ninguna
operación intermedia entre los nombres y las cosas que estos designan: "los nombres son meras
flechas que apuntan a las cosas".
A la posición realista se adscribe Frege, uno de los lógicos más importantes de finales del
siglo pasado y principios de éste, autor de varias de las propuestas teóricas más importantes que
han contribuido a definir mejor la noción de significado. El trabajo de Frege no sólo ha sido
importante para la semántica sino también para la matemática, la lógica, y la filosofía del
lenguaje. En dos de sus artículos, titulados "Sobre el sentido y la referencia" (1892a) y "Sobre el
concepto y el objeto" (1892b), se encuentran las distinciones de sentido y referencia, uso y
mención, y, finalmente, el concepto de presuposición (al que no me voy a referir aquí porque será
tratado en el capítulo dedicado a la pragmática), que van a ser claves para entender qué es el
significado, como veremos en el apartado siguiente.
Entre los nominalistas más destacados de este siglo podríamos citar a Wittgenstein, a
partir de su trabajo Investigaciones filosóficas. Para este autor, responder a la pregunta sobre qué
es el significado de una palabra u oración no es una tarea primordial de la filosofía. Lo único que
importa es determinar cuál es su uso en los infinitos juegos del lenguaje que constituyen la
actividad comunicativa (Investigaciones filosóficas, & 66). Afirmaciones de este tipo y otras
semejantes conducen al presupuesto de que "el análisis semántico de una lengua natural no tiene
prioridad sobre el análisis pragmático, en el orden lógico-conceptual, sino justamente a la
inversa" (Acero, Bustos y Quesada, 1982: 177).
Dentro ya de la disciplina de la lingüística propiamente dicha, el estudio del significado
va ligado a cada una de las escuelas más importantes de este siglo: estructuralismo,
distribucionalismo americano, generativismo, funcionalismo y cognitivismo. De manera breve,
veamos a continuación los principales presupuestos de estas escuelas.
El estudio del significado tiene en la metodología estructuralista dos caminos claros: por
un lado, la semántica estructural europea, centrada en el análisis de los campos léxicos; y, por
otro, las posiciones americanas sobre el significado influenciadas por la doctrina psicológica del
conductismo.

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A partir de la noción saussurureana de sistema, comienza en Europa el interés por el
estudio del significado de las palabras considerándolo también como una organización
sistemática, frente al estudio aislado que habían propiciado las investigaciones filológicas
anteriores. La estructura de tal entramado semántico viene determinada, como en el resto de
unidades del sistema, por los tipos de relaciones existentes en una lengua: las de tipo
paradigmático y las de tipo sintagmático. Así, las diferentes unidades que constituyen un
determinado campo semántico se relacionan tanto con las unidades que funcionalmente podían
ocupar su mismo lugar en el sistema (relaciones paradigmáticas) como con las unidades con las
que aparece en la cadena (relaciones sintagmáticas).
Sin embargo, al comparar los sistemas semánticos de las lenguas, se observa que no
siempre hay equiparación de términos entre unos sistemas y otros para designar a la misma
realidad. Lo que se observa es que cada lengua selecciona un subconjunto semántico del total de
las distinciones de significación posibles.
Las posiciones del estructuralismo americano no han resultado tan fructíferas como las
de sus homólogos europeos precisamente por la radicalidad y el antimentalismo de los
planteamientos de uno de sus mejores lingüistas, Leonard Bloomfield. Para este autor, el
significado de una palabra se reduce al estímulo que hace obtener una respuesta determinada en
el receptor. Si esta respuesta queda reforzada por la repetición, se llevará a cabo la asociación
entre el nombre y el estímulo. Ante tal presupuesto la crítica surge de manera clara. Es evidente
que una parte de nuestro comportamiento lingüístico está determinado por condicionamientos
sociales ligados al éxito y al fracaso, pero es muy dudoso que todo el significado de una lengua se
refiera a este tipo de situaciones, sin que sea posible postular ningún tipo de operación mental en
el proceso de significación. En consecuencia, la teoría conductista sobre el significado, como
señala Lyons (1977: cap. 5), no ha proporcionado ninguna definición global y satisfactoria sobre
el significado.
La gramática generativa comenzó y, sin duda, aún sigue siéndolo en parte, una teoría
sintáctica que se ha resistido siempre a darle la primacía al significado en las lenguas. Chomsky
no realiza una definición explícita de la noción de significado y su interés por este aspecto del
lenguaje reside en dar cuenta de en qué momento y de qué manera el componente semántico entra
en acción en el conjunto de su teoría. Si ésta tiene como objetivo básico explicitar la gramática
innata del hablante para generar oraciones estructuralmente bien formadas en su lengua, el
componente semántico será el responsable de explicar, por un lado, si una oración dada es

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semánticamente adecuada y, por otro, explicar las diferentes interpretaciones semánticas ligadas a
una posible ambigüedad estructural. En consecuencia, la semántica que surge de esta teoría
lingüística está ligada al significado de la oración y al del análisis componencial de las unidades
que componen el léxicon de una lengua; gracias a este análisis componencial será posible
determinar las restricciones semánticas en la combinación de las unidades en la oración.
En los años setenta, la línea semántica que surge de esta teoría, denominada semántica
generativa, pretendió equiparar la estructura profunda de esta teoría lingüística a la
representación semántica, a partir de un inventario universal de componentes de sentido. Este
análisis componencial llevado a sus últimas consecuencias supuso en realidad la muerte misma
de la semántica generativa como posibilidad teórica viable sobre el estudio del significado por la
imposibilidad misma de llevar a cabo tal objetivo.
Por funcionalismo se entiende la posición sobre el significado que surge a partir de las
ideas del antropólogo Malinowski y, más tarde, del lingüista Firth. El primero de ellos, en un
artículo magistral de 1930, plantea a partir de su experiencia como investigador de culturas
indígenas que el significado en estas culturas no puede entenderse desligado de la acción humana.
El lenguaje para este autor es un modo de acción y no un mero instrumento de transmisión del
pensamiento. Con ello, el significado solamente puede ser estudiado como una parte integrante
de su contexto de situación.
Con el término cognitivismo designamos a la corriente de semántica que inician Lakoff y
Jonhson (1980), Lakoff (1987) y Fillmore (1982, 1985), entre otros, en la década de los ochenta,
influenciados por las investigaciones de Eleanor Rosch, en el campo de la psicología
experimental, así como también por la misma influencia de la antropología de Sapir y Whorf, e
incluso del mismo funcionalismo anteriormente citado. Para todos los autores citados, el
significado en las lenguas no es algo autónomo, cuyo funcionamiento haya que explicarlo
solamente en el interior mismo del sistema lingüístico, sino que está indisolublemente ligado a
nuestras realidades física, psicológica y cultural. A esta posición, por lo fructífera que está
resultando en la actualidad para el estudio del tema que nos ocupa, le dedicaremos una amplia
atención en las páginas que siguen.
En los apartados siguientes pretendemos exponer los conceptos teóricos más destacados
de las teorías semánticas expuestas y que creemos son fundamentales para entender en la
actualidad esta noción.

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3. LAS NOCIONES DE SENTIDO Y REFERENCIA.
Frege distingue en los nombres dos funciones semióticas diferentes: la referencia, que
indica el objeto que es denotado por dicho signo; y el sentido, que representa el modo particular
de ser denotado ese determinado objeto. Así, siguiendo el ejemplo que él mismo nos propone, las
expresiones "el lucero del alba" y "el lucero vespertino" se refieren ambas al mismo objeto (el
planeta Venus), por lo que tienen la misma referencia (o referente), pero cada una de ellas tiene
un sentido diferente. Es decir, estas dos expresiones nos presentan al planeta Venus desde una
perspectiva distinta: la primera expresión nos dice de Venus que es la estrella que más tarda en
desaparecer al amanecer y la segunda que es la primera que vemos en el cielo al atardecer.
Igualmente, esta diferencia de sentido podemos observarla entre expresiones de lenguas
diferentes que denotan el mismo objeto. Por ejemplo, en gallego, las expresiones "arco da vella"
y "arco iris" se corresponden con los términos portugueses "arco-da- velha", "arco-íris", "arco-de-
deus", "arco-celeste" y "arco-da- chuva". En español se corresponderían con la expresión más
frecuente de "arco iris", aunque también se usa la de "arco de San Martín"; en catalán "arc de San
Martí"; en inglés "rainbow" ('el arco de la lluvia'), y en francés "arc de la pluie" ('el arco de la
lluvia') y "arc-en-ciel" ('arco en el cielo'); es decir, vemos cómo un mismo referente de la realidad
se puede presentar en las lenguas mostradas por medio de sentidos que a veces coinciden, pero
que a veces son diferentes.
Estos ejemplos permiten darnos cuenta también que el proceso de traducción de una
lengua a otra no es, la mayoría de las veces, una operación literal; más bien, traducir supone casi
siempre un trabajo más complejo porque hay que pasar del sentido de una lengua al sentido de la
otra. Cada lengua, pues, puede nombrar a los mismos referentes de la realidad bajo perspectivas
de significación distintas; y esto se da mucho más entre lenguas de familias distintas y
pertenecientes a culturas diferentes.
La novedad y la importancia de Frege al proponer definir el significado desde las dos
operaciones semióticas mencionadas radica en que, por primera vez, se distingue entre las
nociones de significado y concepto. El significado, definido a partir del sentido y de la referencia
queda, de esta manera, diferenciado de la operación mental de la conceptualización. Los
conceptos constituyen todo lo que es pensable por la mente humana (por tanto, son universales),
mientras que los diferentes sentidos son específicos de una lengua determinada; podríamos decir
que estos constituyen la parte del pensamiento universal que selecciona una lengua. Sin embargo,
este conjunto de sentidos va a coincidir parcialmente, en mayor o menor medida, con el de otras

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muchas lenguas; sobre todo lo hará en mayor medida con aquellas con las que se encuentra
histórica o culturalmente más próxima.
Si retomamos el ejemplo anterior sobre el "arco da vella", observamos que los sentidos
varían; pero en la selección realizada en las lenguas mostradas se pueden observar dos polos: por
un lado, unas formas orientan sus sentidos hacia la interpretación mítica de tal hecho ("arco iris",
"arc de Sant Martí", etc.); por otro lado, se nos ofrece sencillamente el fenómeno desde su
perspectiva física ("rainbow", "arco-da-chuva", etc.).
Paralelas a las nociones de sentido y referencia, otros investigadores han utilizado los
pares intensión/extensión y connotación/denotación. Desde el punto de vista lógico, la intensión
de un término equivaldría al conjunto de propiedades que comparten los miembros a los que se
aplicaría; la extensión sería la clase de cosas o entidades mismas que incluiría el citado término.
En cuanto al par connotación/denotación, introducido por Stuart Mill, se correspondería
respectivamente con los anteriores, es decir, con las nociones de sentido y referencia. Sin
embargo, otros autores fuera del ámbito filosófico (por ejemplo, los estudiosos de la crítica
literaria) atribuyen a la noción de connotación un valor diferente; en estos casos, connotación
sería sinónimo de significado emotivo o afectivo y podríamos hacerlo corresponder con la noción
que acuñó Frege (1892: 54) de la representación asociada a un término: la imagen interna que
tenemos de los referentes formada a partir de recuerdos de impresiones y de actividades
realizadas. Incluso podríamos hacerlo corresponder también con la noción de marco semántico
de Fillmore, tal como él mismo sugiere (1985:224); a éste último concepto nos referiremos más
adelante.
Como aspecto final de este apartado, nos referimos de manera breve a la segunda de las
distinciones realizadas por Frege, porque contribuye también a clarificar la noción de significado
que estamos definiendo. Se trata de las nociones de uso y mención. Con estos dos términos,
estamos aludiendo a una característica peculiar de las lenguas humanas que consiste en la
capacidad para referirse a sí mismas, constituyéndose así lo que se ha denominado su función
metalingüística o reflexiva.
En los ejemplos siguientes,
(1) A Sabela no le gusta Xan
(2) A Sabela no le gusta el nombre de Xan.

observamos cómo, en el primer caso, la referencia del nombre "Juan" es un individuo de la


realidad conocido por Sabela; sin embargo, en el segundo ejemplo, la referencia ya no es una

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realidad extralingüística, sino el hecho lingüístico mismo. Decimos, en (1) que hacemos un "uso"
habitual de las expresiones lingüísticas, la de referirnos a la realidad que se sitúa fuera del
lenguaje; y en (2) hacemos "mención" del lenguaje porque la referencia es el mismo lenguaje.

4. SIGNIFICADO PROPOSICIONAL.
Con la distinción que propone Frege del significado en dos funciones diferenciadas, el
sentido y la referencia, podemos ya entender mejor qué queremos decir con la expresión de que
un signo (o un nombre) tiene significado. Sin embargo, para completar nuestra comprensión de
cuál es el significado que estudia la semántica, necesitamos referirnos también al significado de
otra de las unidades clave de las lenguas, la oración.
¿Qué es y en qué consiste el significado de la oración en una lengua cualquiera? Decimos
que un hablante, cuando emite una oración declarativa, está realizando un acto de habla que
describe un estado de cosas o un hecho de la realidad; por ejemplo, un estado de cosas como
"correr", "estar dormido", "nevar", etc. Desde el punto de vista del significado, afirmamos que
una oración de este tipo transmite un determinado contenido proposicional (o, de manera más
simple, contiene una proposición).
Para llevar a cabo la descripción de un hecho de la realidad cualquiera, la proposición
consta de dos elementos básicos, el predicado y los distintos argumentos. El predicado sería
aquella parte de la proposición que se refiere a la acción, al estado o al cambio de estado que se
intenta describir; los argumentos serían las distintas entidades que participan o que intervienen en
tal estado de cosas; estos argumentos pueden tener diferentes papeles o roles que son las
diferentes funciones semánticas de los argumentos (AGENTE, PACIENTE, RECEPTOR,
EXPERIMENTANTE, ORIGEN, META, FUERZA e INSTRUMENTO, entre los más
importantes).
Veamos los ejemplos siguientes para ilustrar más claramente en qué consiste una
proposición y su diferencia respecto a la noción de oración:
(3) El portero abre la puerta con la llave
(4) La puerta se abre con la llave
(5) La puerta se abre
(6) La llave abre la puerta

En los cuatro casos nos encontramos con diferentes oraciones que transmiten un mismo
contenido proposicional porque remiten a un mismo estado de cosas: la acción de que alguien

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abre algo con un determinado instrumento. Se trata así del predicado ABRIR (expresado a través
del verbo abrir), que requiere la intervención de tres entidades; estas tres entidades constituyen
los distintos argumentos del predicado, cuyas funciones semánticas se corresponden con las de
AGENTE, PACIENTE e INSTRUMENTO. Un predicado con tres argumentos constituye un
predicado triádico o de valencia triple (un predicado con un argumento sería monádico y con dos
diádico).
Sin embargo, a pesar de que los cuatro ejemplos mencionados en (3)-(6) transmiten el
mismo contenido proposicional, no se trata de oraciones de significado completamente idéntico.
Cada una de ellas está ofreciendo una perspectiva diferente del mismo estado de cosas que
describen. El ejemplo (3) nos presenta la acción con todas las entidades que intervienen en ella y
de una de las maneras más frecuente de presentarnos la información en la cadena hablada:
situando el AGENTE en la posición más relevante al principio de la oración y coincidiendo con
la función sintáctica de sujeto. En los ejemplos (4) y (5), el PACIENTE de la acción queda
resaltado en la función de sujeto; en estos ejemplos, el AGENTE desaparece de la escena y el
instrumento puede ser opcional en su aparición. Finalmente, en el ejemplo (6) se perspectiviza el
INSTRUMENTO al convertirse en el sujeto de la oración.
En estas oraciones, vemos que, aunque el significado proposicional coincide en todas
ellas, el hablante cuando decide usar un tipo u otro de construcción sintáctica en un acto
comunicativo concreto, no lo está realizando aleatoriamente. El hablante, dependiendo de su
intención comunicativa, elegirá una determinada construcción y no otra. Con ello está aportando
otros tipos de significado, que ya no son objeto de la semántica.
Reconocer este hecho (es decir, que hay otras dimensiones diferentes de la noción de
significado que la que nos referimos cuando hablamos del significado proposicional) es muy
importante para entender el significado en su totalidad; implica también reconocer que el
significado entendido exclusivamente desde la perspectiva que lo estudia la semántica supone
solamente abordar una pequeña dimensión de toda su complejidad.

5. RELACIONES DE SENTIDO
En el apartado 3 explicábamos cómo las nociones de sentido y referencia propuestas por
Frege habían constituido dos distinciones claves para comenzar a entender con más claridad la
noción que nos ocupa en este capítulo, la de significado. Un aspecto que necesitamos tener en
cuenta, además, a partir de la noción de sentido es la relación de contenido que se establece entre

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las unidades lingüísticas. La idea de la existencia de ciertas relaciones de sentido entre las
unidades de una lengua es, en un sentido amplio, paralelo al término campo semántico de la
semántica estructuralista. Un campo semántico lo constituiría un sistema de términos léxicos
interrelacionados por el sentido.
De entre las relaciones de sentido que los semantistas han distinguido destacan en general
las siguientes como más destacadas: antonimia, hiponimia, sinonimia, polisemia y homonimia.
Veamos, de manera breve, cada una de estas relaciones.
La antonimia se ha definido como la relación que se da entre dos términos léxicos que se
oponen en su significado. Sin embargo, es necesario precisar que la realidad no es tan sencilla
como esta definición propone, ya que nos encontramos con diferentes tipos de oposición entre las
unidades lingüísticas. Así, los opuestos dulce/amargo y hombre/mujer son antónimos, pero con
matices distintos; el primer par lo constituyen dos antónimos graduables mientras que el segundo
son dos antónimos no graduables. El significado de los términos hombre y mujer implica la
división de la realidad que denotan en dos subconjuntos complementarios, de tal manera que la
negación de uno implica la afirmación del otro. Sin embargo, esto no ocurre con dulce y amargo
porque su campo de significación incluye una gradación; de esta manera, el espectro de
significado no queda dividido como en el ejemplo anterior en dos partes opuestas, sino en una
gama mayor de posibilidades; así, podemos decir que "el yogur está dulce" implica "el yogur no
está amargo", pero no siempre "el yogur no está amargo" implica "el yogur está dulce"; podemos
decir en estos casos también que "el yogur está bien de azúcar".
La hiponimia es la relación que se establece entre un término más específico (o
subordinado) y otro más general (o superordinado); así robar sería un hipónimo de coger; perro
un hipónimo de mamífero; y chirimiri un hipónimo de lluvia. Para expresar la relación contraria
utilizamos el término de hiperónimo. La conexión entre sentidos que la hiponimia representa
demuestra que el vocabulario de las lenguas constituye una estructura jerárquica, en donde el
significado de unos términos se incluye en el de otros de contenido más general.
La sinonimia es la relación de sentido que se establece entre los términos que tienen la
misma referencia, pero no necesariamente el mismo sentido. En caso de que encontremos
palabras en las que coinciden tanto la referencia como el sentido, decimos que estamos ante
términos completamente sinónimos; por ejemplo, nevera y frigorífico, o lavavajillas y
lavaplatos. Sin embargo, lo más frecuente en las lenguas es encontrar sinónimos en los que se
coincide en la referencia, pero no en el sentido. En consecuencia, la diferencia de significado que

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se aporta en este segundo caso de sinónimos consiste en una perspectiva distinta de presentar ese
objeto o entidad de la realidad. Así, serían dos sinónimos de este segundo tipo los ejemplos de
Frege que hemos presentado más arriba: "el lucero vespertino" y el "lucero matutino"; ambos
tienen un sentido distinto, pero la sustitución de uno por otro no altera el contenido referencial.
Igualmente, serían sinónimos, en ciertos contextos, los términos inmigrante y trabajador ilegal,
pues aun refiriéndose al mismo tipo de personas las presentan desde ópticas diferentes: en la
primera de una manera neutra socialmente hablando y en la segunda añadiendo ciertas
implicaciones xenófobas.
La polisemia consiste en la posibilidad de que un mismo término léxico incluya varios
sentidos e incluso varias referencias. Junto con la polisemia, tradicionalmente se ha considerado
el fenómeno de la homonimia; éste equivaldría a los casos en que la existencia de los diferentes
sentidos se debe a la convergencia fonética de los términos en cuestión que, en épocas pasadas de
la historia de la lengua, eran palabras distintas.
Así, se considera un caso de polisemia los distintos significados de la palabra escuela: el
sentido de 'edificio donde se realiza la educación de los niños', el de la 'institución educativa de
las primeras etapas de la enseñanza' o bien el sentido de 'la continuación de la obra de
pensamiento o de ciencia de un determinado autor en una serie de discípulos que expanden sus
ideas o teorías'. En todos los casos se trata de significados relacionados porque tanto su sentido
como su referencia podrían incluirse dentro del mismo campo semántico.
Un ejemplo de homonimia lo constituirían las palabras banda 'fita de tea que se leva
cruzada sobre o peito, desde o ombreiro ata o costado oposto, como insignia dalgún cargo ou
honra' e banda 'conxunto musical de instrumentos de vento e percusión' ou tamén 'cada una das
dúas partes de certas cousas'. Según el Diccionario de Corominas, el primero proviene del
fráncico band, bind 'faja o cinta' (que hemos conservado a través del francés antiguo) y los
diferentes significados de la segunda palabra banda, del término gótico bandwo 'grupo o manada,
lado'. El único criterio para distinguir entre polisemia o homonimia parece ser el conocimiento de
la historia etimológica de la palabra o palabras en cuestión. Este hecho, sin embargo, puede ser
importante para el historiador de la lengua o el filólogo que conoce los orígenes de su lengua,
pero quizás es de poca importancia para el hablante común de una lengua. De ahí que ciertos
autores (entre ellos Lakoff y Johnson, 1980) se planteen la improductividad de hacer la distinción
entre ambas relaciones de sentido en el estudio de las lenguas tanto desde la perspectiva
sincrónica como del uso que los hablantes comunes hacen de su lengua.

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5. SIGNIFICADO Y CATEGORIZACIÓN HUMANA
La afirmación que hicimos en la introducción de que abordar el estudio del significado es
una tarea interdisciplinar queda corroborada también por el tema que vamos a tratar en este
nuevo apartado. La operación de asignar significado a los sonidos o a los gestos, que constituyen
la base física de las lenguas, está íntimamente relacionada con otra de las operaciones de la
cognición humana, la de la categorización de la realidad en unidades discretas.
El ser humano accede al conocimiento de la realidad que le rodea a través de la parcelación de
esa realidad en una serie de unidades o tipos de unidades, denominadas categorías. Desde el
punto de vista de los estudiosos del conocimiento humano, la pregunta que se han planteado
siempre es si estas categorías (y, por extensión, el significado de las unidades lingüísticas) son
una construcción de la mente humana o, por el contrario, su determinación y delimitación tienen
su base en la experiencia real.
La doctrina filosófica del realismo (a la que nos hemos referido más arriba), con su
particular posición sobre la naturaleza de los conceptos (denominados también universales),
pretendía ser una respuesta filosófica a esta problemática. Como ya hemos explicado, para los
realistas los conceptos tenían una realidad independiente de la experiencia física; la conocida
posición de Platón acerca de la existencia de un mundo independiente donde se situaban las ideas
es un ejemplo claro de su posición realista, una de las más radicales.
También, desde la posición estructuralista (y más tarde también el generativismo), el
significado de las palabras no viene dado por relación alguna de estas unidades con el mundo
físico ni tampoco con otras facultades cognitivas de la mente. El significado de una unidad de la
lengua simplemente se determina por su valor con las otras unidades del sistema con las que
entra en oposición. Así, desde esta posición, si observamos el significado de los términos de
color en una lengua dada, la asignación de contenido a cada uno de los términos que constituyen
este subsistema léxico es consecuencia de una división arbitraria del espectro cromático: el
alcance del significado de, por ejemplo, blanco y negro en gallego dependerá de los otros colores
de que disponen esta lengua: rojo, azul, etc.; sin embargo, el alcance del contenido de blanco y
negro va a ser menor en estas lenguas que en la lengua dani (de Nueva Guinea), en donde
solamente existen estos dos términos para designar todo el campo cromático.
En las últimas décadas, esta concepción del significado como una operación autónoma
respecto a otras realidades humanas ha sido criticada por ciertos investigadores. Por ejemplo,

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desde la psicología cognitiva se ha vuelto a plantear este tema proponiendo nuevos caminos para
su explicación.
Los defensores de esta última posición consideran que la delimitación de las categorías
lingüísticas, lejos de ser una operación exclusivamente interna a la facultad del lenguaje y a las
lenguas, demuestra la interrelación de éstas con otras facultades cognitivas, así como con la
realidad sociocultural que comparten los hablantes de tales lenguas.
En el caso de la relación con otras facultades cognitivas, el caso de los términos de color
es un ejemplo paradigmático. Frente a la posición estructuralista que consideraba la división
arbitraria del campo cromático como una prueba que corroboraba la hipótesis de la autonomía del
sistema lingüístico de la realidad extralingüística, los cognitivistas consiguen demostrar en este
mismo ejemplo precisamente lo contrario. Así, Berlin y Kay (1969), después de numerosos
experimentos y análisis interlingüísticos en gran variedad de lenguas, llegan a la conclusión de
que la variedad tan grande de términos de color que los estructuralistas atribuían a las diferentes
lenguas no es tal como se había postulado. Demuestran que, a pesar de la variedad, todas las
lenguas poseen un inventario mínimo de términos de color, que denominan colores básicos o
focales (op. cit. 4). Entre estos se produciría, además, una gradación jerárquica; de esta manera, si
una lengua solamente tiene dos términos de color (el dani, al que ya hemos aludido), estos
colores van a ser el blanco y el negro; si una lengua tiene tres, el tercero va a ser el rojo; si tiene
cuatro, éste puede ser bien el verde o bien el amarillo; si tiene cinco, se añade el azul; cuando
existen seis términos, el que suele aparecer es el marrón; y cuando una lengua tiene siete términos
para designar el color, se observa que el que aparece como nuevo es uno de los cuatro siguientes:
púrpura, rosa, naranja y gris (véase la figura 2).

blanco verde púrpura rosa


rojo azul marrón
negro amarillo naranja gris

Figura 2

En total, pues, once términos que ellos demuestran que aparecen con esta jerarquía en las
lenguas que analizan. Este resultado les lleva a la conclusión de que la existencia de esta
jerarquía cromática en las lenguas tiene que interpretarse a la luz de ciertas características
cognitivas comunes en la percepción del color en los seres humanos. Por tanto, tendríamos un

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ejemplo de cómo el significado lingüístico está constreñido por otra capacidad cognitiva, la
percepción de las realidades físicas.
Asimismo, los autores que se adscriben a la posición cognitivista consideran que el
significado semántico no puede concebirse desconectado del conocimiento general que tenemos
sobre el mundo (a éste se le denomina "conocimiento enciclopédico", a partir de la propuesta de
Fillmore, 1982 y 1985). Por ejemplo, el significado que en Galicia se tiene de términos léxicos
como roble o eucalipto necesita comprenderse entretejido con una de las realidades gallegas: la
abundancia de eucaliptos en Galicia a pesar de no ser una variedad autóctona, la lucha de los
ecologistas por la degradación del suelo que producen estos árboles frente a la defensa de esta
variedad que hacen los poderes públicos, la necesidad de recuperar la variedad autóctona del
roble, etc. Para la posición cognitivista sobre el significado, lo que sucede cuando reconocemos
el significado de estas palabras es que activamos también un marco de conocimiento que incluye
información contextual de una realidad sociocultural concreta; este marco de conocimiento no
necesita circunscribirse a los límites exclusivos de una sola lengua, porque puede ser compartido
por otros grupos de hablantes con los que se coincida culturalmente o con los que se comparta
esta realidad específica (por ejemplo, puede que en otras partes del planeta haya también este
mismo problema ecológico).
Estos marcos de conocimiento que el hablante activa cuando produce o comprende un
mensaje demuestra, para los cognitivistas, que el significado está íntimamente conectado con la
realidad cultural y social de los hablantes; por tanto, el significado semántico no es totalmente
intrínseco a la lengua, como postulaba la posición clásica sobre el significado, sino que más bien
sólo puede ser comprendido en relación con el contexto que lo ha generado. La hipótesis de
Malinowski (1930) que ya formulara en la década de los treinta sigue de plena actualidad (véase
referencia a este autor más arriba).
Otro de los aspectos que depende de la realidad cultural que rodea a la lengua es la
extensión de la referencia de las palabras; es decir, la problemática de cómo determinan los
hablantes de una lengua los objetos o las entidades que van a constituir una única categoría.
Según la posición clásica, que proviene ya de Aristóteles, esta operación se llevaba a cabo a partir
del cumplimiento de una serie de propiedades necesarias y suficientes; así las entidades que no
satisfacían alguna de tales propiedades quedaban excluidas de la categoría en cuestión; esto
implicaba, pues, que los límites entre categorías eran claros y clara también la delimitación de las
propiedades que debían de cumplir.

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Estos requisitos son fáciles de delimitar en los casos de términos de entidades abstractas o
científicas como cuadrado o triángulo (respectivamente, una figura de cuatro lados o de tres
lados iguales), pero no sucede así en el caso de las unidades léxicas que designan referentes
reales; por ejemplo, obsérvese la dificultad que a veces tienen los hablantes en distinguir entre un
árbol o un arbusto. Como modo de ofrecer una respuesta a esta dificultad de delimitar muchas de
las categorías de la realidad, la psicóloga Eleanor Rosch (1977, 1978) postula que la adscripción
de las diferentes entidades a una categoría dada se hace a partir de un modelo abstracto que se
considera el mejor representante de esta categoría y al que denomina prototipo. Los rasgos más
sobresalientes de este prototipo constituyen su estereotipo.
El proceso psicológico que siguen los hablantes para llegar a determinar cuál es el
prototipo de una categoría se basa en las siguientes premisas: a) las propias características físicas
y cognitivas de los hablantes: por ejemplo, el caso anterior que hemos explicado de cómo la
selección de los términos de color parece deberse a la propia percepción fisiológica del ser
humano; b) la experiencia física que rodea a los hablantes: el prototipo de ave para un hablante
de las lenguas peninsulares no va a ser un avestruz, por la sencilla razón de que no es un animal
de nuestro habitat natural; en su lugar, lo será un modelo semejante a un gorrión, un canario, una
paloma o un pájaro de características semejantes; y c) la realidad sociocultural a la que los
hablantes pertenecen: así el prototipo de una anciana no va a ser el mismo para quien viva en el
mundo rural como para quien viva en una ciudad relativamente grande; en el primer caso, quizás
nuestro modelo seguirá siendo el de una persona vestida de negro y hasta con pañuelo en la
cabeza; en el segundo caso, prescindiríamos de ambos rasgos.
Sin embargo, debido a la conexión del modelo prototípico y el estereotipo con las
realidades culturales, ambas nociones no presentan características fijas e inamovibles; por el
contrario, cambian a medida que lo hacen las realidades culturales y sociales de una comunidad o
cultura determinadas. Piénsese, por ejemplo, cómo ha ido cambiando el prototipo y el estereotipo
de una categoría como ama de casa a lo largo de los últimos veinte años. Este cambio se observa
de manera muy evidente en la publicidad que tiene como destinataria a este tipo de mujer
(anuncios de productos de limpieza, de coches o de electrodomésticos, por ejemplo).

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7. ESTRUCTURAS IMAGINATIVAS DE SIGNIFICADO: METÁFORAS Y
METONIMIAS.

Figuras retóricas como la metáfora y la metonimia han sido ampliamente estudiadas por
la retórica clásica y la teoría literaria, considerándolas como recursos decorativos que el autor
literario utiliza en la realización de su obra. Sin embargo, la presencia tan abundante de estas
figuras en el discurso cotidiano ha llevado a Lakoff y Johnson (1980) y Lakoff (1987), dos de los
principales autores cognitivistas, a postular la hipótesis de que no se trata de meros adornos
poéticos o literarios, sino que son más bien dos de las maneras como funciona nuestro sistema
conceptual. En otras palabras, lo que estos autores defienden es el planteamiento de que una de
las mejores vías de acceso al conocimiento de la realidad es a través de la creación constante de
metáforas y metonimias, no sólo en la lengua literaria, sino en la conversación cotidiana y en
cualquier tipo de discurso público (publicidad, discurso político, medios de comunicación, etc.).
Por ejemplo, en la conversación cotidiana podemos encontrar una expresión metafórica
como la siguiente, que una madre le dirije a su hijo: "eres un cerdito", con la intención cariñosa
de advertirle de que es un poco sucio (Sperber y Wilson, 1992). ¿Por qué la madre ha elegido esta
estructura imaginativa en lugar de la correspondiente expresión denotativa? Sin duda, porque la
primera refleja mejor el significado que ella quiere transmitir. Asimismo, con bastante
frecuencia, en la conversación recurrimos a la utilización de expresiones metonímicas; por
ejemplo, decimos que se han subastado dos picassos o de que se ha sorteado un twingo; en estos
casos, por economía lingüística, reemplazamos la obra de un autor o la marca de un coche por el
autor y el coche mismos.
Si consideramos más concretamente el caso de la metáfora, su uso tan frecuente
demuestra precisamente que uno de los modos de actuación del pensamiento humano es a través
de las operaciones imaginativas. En una metáfora vemos que se transfieren las características del
término figurado o dominio de origen en el término real o dominio meta. En el ejemplo anterior
de Sperber y Wilson, la transferencia imaginativa que se ha realizado es la atribución al niño de
uno de los rasgos más estereotípicos del cerdo, el ser sucio.
Dos son las características que, en general, se observan en la creación metafórica de las
lenguas humanas. En primer lugar, la tendencia a la categorización de las realidades abstractas y
del pensamiento en términos basados en la experiencia física o humana. Así, como señalan
Lakoff y Johnson (1980), una de las creaciones metafóricas más frecuentes en las lenguas es la
utilización del espacio físico para expresar sentimientos o actitudes personales: "estoy hundido" o

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"ha subido de categoría en la empresa"; y también la de atribuir a las operaciones abstractas
cualidades físicas: "el contenido de este libro es duro de pelar" o "sus palabras están vacías de
contenido".
En segundo lugar, otra característica de la utilización de la metáfora es que no sólo
aparecen de manera aislada, sino que frecuentemente se crean constituyendo estructuras
complejas de significado. De esta forma, permiten la comprensión completa de un determinado
campo conceptual abstracto en términos de otro de naturaleza más concreta. Veamos los
siguientes ejemplos que aparecen recogidos en Ferro Ruibal (1996: 54ss.): "marchar vento en
popa", "querer mete-lo mar nun puño", "estar sempre ó remo", "hai mar de fondo", "a marea non
agarda por ninguén", "botar auga no mar", "facer regos na auga", etc. En todos estos casos,
estamos atribuyendo muchas de las cualidades o características del mundo del mar a ciertas
realidades humanas o hechos de la vida menos concretos.

8. CONCLUSIÓN
A lo largo de todo el capítulo, hemos intentado definir una de las nociones más complejas
de la lingüística, la del significado. Su atención no solamente ha sido objeto de estudiosos del
lenguaje, sino de numerosos otros investigadores: filósofos, psicólogos y antropólogos entre
otros; asimismo, hemos intentado mostrar, aunque de manera bastante somera, la diferente visión
que sobre el significado han tenido las teorías lingüísticas de este siglo. La conclusión a la que se
puede llegar en el estado actual de la investigación es que la parte del significado que abarcaría la
denominada disciplina o subdisciplina de la semántica cubriría solamente una mínima
aproximación de todo el complejo entramado del proceso de significación de las lenguas
humanas; para completar este proceso necesitamos recurrir a los estudios que hoy nos ofrece la
pragmática entendida en un sentido muy amplio. Entre los problemas que nos han parecido más
cruciales para una primera aproximación a la subdisciplina de la semántica están los siguientes:
la división del significado en las dos operaciones semióticas de sentido y referencia; la noción de
proposición; las relaciones de sentido entre las unidades léxicas de una lengua; las conexiones
entre el significado y el proceso cognitivo de la categorización; y la gran frecuencia de la
utilización de las estructuras metafóricas y metonímicas en el lenguaje cotidiano.

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EJERCICIOS
1. A partir de la definición dada de sentido y referencia, diga cuáles de los siguientes grupos
de expresiones tienen distinto sentido:

a) París/ la capital de la Torre Eiffel/ la ciudad que pintaron los impresionistas.


b) Sin embargo / no obstante.
c) Vehículo / coche.
d) Tes lume? / ¿tienes fuego? / do you have a light?

2. Explique la diferencia de sentido que se establece en las siguientes oraciones del mixteco
(una lingua de Centroamérica -Lakoff, 1987: 313) y del gallego:

a) Híyaà-de sini-yúku
Estar-situado cabeza-colina
'está en lo alto de la colina

b) Hindi-ri nuu-maría
estar-yo cara-María
'estoy delante de María (mirándole a la cara)'

3. Especifique qué tipo de valencia tiene cada uno de los siguientes predicados,
especificando también los diferentes papeles semánticos:

a) Llover.
b) Cocinar.
c) Dormir.
d) Dormirse.
e) Escuchar.

4. Analice la diferente distribución de funciones semánticas en las siguientes oraciones y, a


partir de aquí explique la diferencia de significado que aporta cada una de ellas:

a) El Gobierno expulsó a los inmigrantes que cruzaron el Estrecho en una patera.


b) Se expulsó a los emigrantes que cruzaron el Estrecho en una patera.
c) A los emigrantes que cruzaron el Estrecho en una patera se les expulsó.

5. Explique la relación de sentido que se da entre los siguientes pares de palabras:

a) Xove / vello.
b) Ave / paxaro.
c) Meter / Sacar.
d) Virtude / Paciencia.
e) Diñeiro / Cartos.

6. ¿Serían casos de antonimia los siguientes pares de expresiones? Razone siempre su


respuesta.

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a) Hombre público / mujer pública.
b) Se necesitan chicos para trabajar en el pub / se necesitan chicas para trabajar en el pub.
c) Se comportó conmigo como un padre / se comportó conmigo como una madre.

7. Comente desde la perspectiva de la noción de prototipo el siguiente malentendido entre


estos dos jóvenes:

Sabela: "Ayer, estuve de juerga hasta las tantas y luego, cuando me levanté a las dos de la
tarde, desayuné un poco y me volví a acostar. !Estaba reventada!
Xabier: "Más bien, dirás que a las dos de la tarde comiste, no que desayunaste.
Sabela: No señor, porque solamente me tomé un café con leche y una madalena.

8. Complete, con el mayor número de ejemplos que puedas, la estructura metafórica anterior
en la que se comparaba el dominio del mundo relativo al mar con características del ser
humano y de la vida. Después, intente encontrar la organización conceptual que hay
detrás de esta estructuración metafórica.

9. A partir de los siguientes ejemplos, explique el procedimiento lingüístico utilizado para


transmitir ese significado:

a) O tempo é diñeiro.
b) O tempo é o mellor conselleiro.

c) O tempo é o mellor mestre.


d) O tempo é ouro.

10. A partir de los siguientes ejemplos, explique qué mecanismo lingüístico ha sido utilizado
para transmitir el significado:

a) Comer un danone.
b) Comprar pepsis en el supermercado.
c) El portero no logró parar ningún gol.

BIBLIOGRAFÍA COMENTADA

Frexeiro Mato, Xosé Ramón, (1999) Gramática da lingua galega. III Semántica. Vigo: Edicións
A Nosa Terra.

Tal como nosotros hemos definido la semántica, del contenido de este libro solamente la
primera parte correspondería propiamente a esta disciplina. En esta primera parte, el autor
se centra en la delimitación y definición del significado de las unidades léxicas, así como
de las relaciones de sentido: sinonimia, homonimia, etc., aplicándolo todo ello a la
descripción del gallego. La metodología elegida es exclusivamente la de la semántica
estructural. Desde nuestra opinión, la segunda parte del libro (centrado en los procesos de
formación de las palabras) correspondería mejor a la disciplina de la morfología o
lexicología, más que a la semántica.

20
Hurford, James R. y Heasley, Brendan, (1983) Semantics: a coursebook. Cambridge: Cambridge
University Press. (Trad. española: Curso de semántica. Madrid: Visor, 1988).

Es una buena introducción, sencilla y amena a la vez, de la semántica lógica, así como de
los aspectos claves de la pragmática lingüística. Su lectura no exige conocimientos
previos de semántica y puede ser una manera de comenzar para quien necesite adentrarse
en esta área de investigación.

Jackendoff, Ray, (1983) Semantics and cognition. Cambrigde, Mass.: The MIT Press, 1990.

El libro constituye un ejemplo ya clásico del cognitivismo derivado de la teoría


chomskiana. El autor plantea cómo el estudio del significado de una lengua natural es
inseparable del de la cognición humana porque puede aportarnos luz sobre cómo la
manera como accedemos al conocimiento. La diferencia con los autores cognitivistas que
hemos presentado en este capítulo es que para Jackendoff el significado no es algo tan
interconectado con el resto de las realidades cognitivas ni con las realidades físicas,
sociales y culturales de nuestro entorno.

Kempson, Ruth, (1977) Semantic theory. Cambridge: Cambridge University Press. (Trad.
española: Teoría semántica. Barcelona: Teide, 1982).

Debido a la posición teórica a la que se incribe la autora, la gramática generativa y la


semántica lógica, el libro se centra en los presupuestos del estudio del significado de la
oración: condiciones de verdad, análisis componencial, ambigüedad y vaguedad, entre
otros.

Lakoff, George. y Johnson, Mark (1980) Metaphors we live by. Chicago: University of Chicago
Press. (Trad. española: Metáforas de la vida cotidiana. Madrid: Cátedra, 1986).

Es el libro con el que estos dos autores plantearon la importancia de la metáfora como
estructuración de nuestro conocimiento en la comunicación cotidiana. Libro muy sencillo
e ilustrativo por el gran cúmulo de ejemplos con los que estos autores intentan ofrecer
una alternativa a la explicación clásica de esta figura retórica.

Lyons, John, (1977) Semantics. Cambridge: Cambridge University Press. 2 vols. (Trad. española:
Semántica. Barcelona: Teide, 1980, 1 vol.).

Se trata de un tratado excelente y muy completo de la semántica realizada hasta la fecha


de la publicación del libro. Incluye la problemática clásica en torno al significado tanto
desde las perspectivas semiótica, filosófica y lógica, como estructuralista y generativista.
Incluye asimismo algunos aspectos del significado que hoy se adscribirían al ámbito de la
pragmática, como el estudio de los actos de habla y la deíxis. Sin embargo, se recomienda
su lectura solamente a quienes ya hayan realizado una mínima introducción a la
problemática sobre el significado.

21
Malinowski, Bronislaw, (1930) "The problem of meaning in primitive languages", en Ogden, C.
K. y Richards, I. A., (1954) The meaning of meaning. London: Routledge and Kegan Paul
Ltd. (Trad. española: El significado del significado. Barcelona: Paidós, 1984, 310-352).

Un artículo excelente y muy claro en donde el autor demuestra su posición clave sobre el
estudio del significado. En las sociedades más desarrolladas alfabéticamente podemos
imaginar el lenguaje como un instrumento del pensamiento desligado de la acción
humana; sin embargo, esto es impensable en las culturas indígenas y, podríamos añadir,
en aquellas situaciones diarias nuestras en las que la finalidad lingüística es puramente
social.

Pottier, Bernard, (1992) Sémantique générale. Paris: Presses Universitaires de France. (Trad.
española: Semántica general. Madrid: Gredos, 1993.

Una obra sugerente en donde Pottier muestra la evolución de sus posiciones sobre el
significado, desde la tesis estructuralista de sus primeros libros a la situación actual más
cerca de las posiciones cognitivistas. El libro no sólo aborda distintos aspectos del
significado semántico, sino también el significado de ciertas categorías gramaticales:
evento, aspecto, tiempo, entre otros.

Taylor, John R., (1989) Linguistic categorization. Prototypes in linguistic theory. Oxford:
Clarendon Press.

Este libro puede considerarse un manual introductorio a la semántica y a la lingüística


cognitivas. Aborda de una manera clara y sencilla la crítica que los autores cognitivistas
hacen al estudio del significado y a la teoría del conocimiento clásicos, y plantea los
diferentes presupuestos de esta nueva dimensión sobre el significado: categorización
basada en los conceptos de prototipo y estereotipo, categorías lingüísticas con límites
difusos, estructuras de conocimiento metafóricas y metonímicas, etc.

Ullmann, Stephen, (1962) Semantics. Oxford: Basil Blackwell. (Trad. española: Semántica.
Madrid: Aguilar, 1962).

Se trata de un libro que, a pesar del año de su publicación, conserva plenamente su


actualidad porque nos ofrece una visión del significado de las lenguas como un aspecto
imposible de desligar de nuestra realidad psicológica y social. Por los aspectos que resalta
podríamos calificarlo incluso un precursor de las ideas que luego aparecerán con más
fuerza en los autores que hemos englobado dentro de la semántica cognitiva.

Wierzbicka, Anna, (1996) Semantics. Primes and universals. Oxford: Oxford University Press.

El objetivo de la autora en este libro y en todo su trabajo es la búsqueda de los conceptos


semánticos básicos que estarían presentes en todas las lenguas del mundo. Se trata de un
viejo sueño que ya se planteara Leibniz en su tiempo. Lo atractivo de la investigación de
la autora es que este trabajo lo plantea a partir de un amplio análisis interlingüístico e
intercultural, aspecto que ha estado ausente siempre en la mayoría de las teorías
semánticas clásicas.

22
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

Acero, Juan José, Bustos, Eduardo y Quesada, Daniel, (1982) Introducción a la filosofía del
lenguaje. Madrid: Cátedra.

Berlin, Brent y Kay, Paul, (1969) Basic color terms. Berkeley: University of California Press,
1992.

Corominas, Joan, (1955-1957) Diccionario crítico etimológico. Madrid: Gredos, 1976.

Ferro Ruibal, Xesús, (1996) Cada quén fala coma quen é. Reflexións verbo da fraseoloxía
enxebre, Real Academia Galega, A Coruña.

Fillmore, Charles, (1982) "Frame semantics", en The linguistic Society of Korea, ed., Linguistics
in the morning calm, Seoul: Hanshin, 111-137.

(1985) "Frames and the semantics of understanding", Quaderni di Semantica, VI, 2, 222-
253.

Frege, Gottlob, (1892a) "Sobre sentido y referencia", en Frege (1962: 49-84).

(1892b) "Sobre el concepto y el objeto", en Frege (1962: 99-119).

(1962, compilación) Estudios sobre semántica. Barcelona: Ariel, 1984.

García, Constantino y González González, Manuel, (1997), dir., Diccionario da Real Academia
Galega. A Coruña: Real Academia Galega.

Garrido, J., (1987) Lógica y lingüística. Madrid: Síntesis.

Greimas, André J., (1966) Sémantique structurale. Paris: Librairie Larousse.

Lakoff, J., (1987) Women, fire and dangerous things. Chicago: University of Chicago Press.

Ogden, C. K. y Richards, I. A., (1954) The meaning of meaning. London: Routledge and Kegan
Paul Ltd. (Trad. española: El significado del significado. Barcelona: Paidós, 1984).

Rosch, Eleanor, (1977) "Human categorization", en Warren, N., ed., Advances in cross-cultural
psychology. London: Academic Press, 1-49.

(1978) "Principles of categorization", en Rosch, Eleanor y Lloyd, Barbara B., eds.,


Cognition and categorization. Hillsdale, NJ.: Elsbaum, 27-48.

Saussure, F., (1915) Curso de lingüística general. Buenos Aires: Losada, 1945.

23
Sperber, Dan y Wilson, Dreirdre (1992) "Loose talk", en Davis, Stephen, ed., Pragmatics. A
reader. Oxford: Oxford University Press, 540-549.

Wittgenstein, Ludwig, (1958) Philosophical Investigations. Oxford: Basil Blackwell.

GLOSARIO

Antonimia: Relación de sentido que se da entre dos términos léxicos que se oponen en su
significado.

Argumento: Nombre que recibe cada una de las entidades que participan o que intervienen en el
estado de cosas que describe el predicado de una proposición.

Categoría: Cada una de las unidades con las que dividimos la realidad para aprehenderla y
conocerla.

Estado de cosas: Se denomina así a las acciones, estados o procesos que realizan o experimentan
las distintas entidades de la realidad.

Estereotipo: El conjunto de rasgos atribuibles al prototipo de una categoría.

Hiperónimo: La relación de sentido que se establece entre un término más general y su


correspondiente de sentido más específico. El hiperónimo sería el que designa el
significado más general.

Hiponimia: La relación de sentido que se establece entre un término más específico y su


correspondiente más general. El hipónimo sería el de significado más específico.

Homonimia: La relación que se establece entre términos que han convergido fonéticamente
aunque, en épocas pasadas de la historia de la lengua, eran palabras distintas. Su
significado puede estar o no relacionado.

Papeles semánticos (o funciones semánticas): Los distintos roles que desempeñan los argumentos
de una proposición según sea la información proporcionada por el predicado. Pueden ser
Agente, Paciente, Instrumento, etc.

Polisemia: Los distintos sentidos (e incluso también distintas referencias) atribuidas a un mismo
término léxico.

Predicado: Uno de los elementos de que se compone la proposición; aquél que describe un estado
de cosas de la realidad.

Proposición: El significado de la oración. Consta de un predicado y una serie de argumentos.

Prototipo: La imagen mental del mejor exponente de una categoría dada. A partir de esta imagen
mental se adscribirían el resto de entidades aplicables a tal categoría.

24
Referencia (o referente): La entidad u objeto de la realidad a la que remite un determinado signo.

Relaciones de sentido: Las conexiones de significación que se establecen entre los diferentes
signos o unidades de una lengua. Estas relaciones son del siguiente tipo: polisémicas,
homonímicas, sinonímicas, antonímicas, etc.

Sentido: La manera específica de designarse, en una lengua dada, un referente de la realidad.

Significado semántico: El significado literal de las unidades lingüísticas o el que puede deducirse
explícitamente de la conexión entre las unidades en la cadena sintagmática.

Significado enciclopédico: El significado asignado a las unidades léxicas o expresiones y que


proviene de la información contextual presupuesta al usar tales unidades o expresiones.

Sinonimia: la relación de sentido que se establece entre los términos que tienen la misma
referencia y a veces también el mismo sentido.

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