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GUÍA DE APRENDIZAJE

ADAPTACIÓN AL CAMBIO
CLIMÁTICO EN PESCA Y
ACUICULTURA

2019

CENTRO DE INVESTIGACIÓN OCEANOGRÁFICA


EN EL PACÍFICO SUR ORIENTAL
Ciencias y Desarrollo para el sur de Chile
http://www.sur-austral.cl/
CURSO B-LEARNING

ADAPTACIÓN AL CAMBIO CLIMÁTICO


EN PESCA Y ACUICULTURA
Centro de Investigación Oceanográfica en el Pacífico Sur Oriental
Departamento de Oceanografía
Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas
Universidad de Concepción

Este texto ha sido preparado como una guía de estudio para el curso B-Learning Adaptación
al Cambio Climático en Pesca y Acuicultura en el marco del Proyecto FAO 09-2018: “Diseño
e Implementación de un Programa de Capacitación sobre Adaptación al Cambio Climáti-
co en Pesca y Acuicultura para Funcionarios Públicos, Expertos Nacionales y Tomadores de
Decisión a Nivel Nacional, Regional y Comunal” ejecutado por COPAS Sur-Austral como una
contribución al Proyecto financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial GEF: “For-
talecimiento de la Capacidad de Adaptación al Cambio Climático en el Sector Pesquero y
Acuícola de Chile”, implementado por la Organización de las Naciones Unidas para la Ali-
mentación y la Agricultura (FAO) y desarrollado por Subsecretaría de Pesca y Acuicultura en
colaboración con el Ministerio del Medio Ambiente.

El equipo de trabajo, conformado por investigadores y profesionales pertenecientes a CO-


PAS Sur-Austral, Centro Interdisciplinario para la Investigación Acuícola (INCAR) y Centro
de Formación de Recursos Didácticos (CFRD) de la Universidad de Concepción, ha elaborado
los contenidos del programa de capacitación, agrupados en 4 módulos: Introducción,
Sistema Climático, Introducción a la Gobernanza, Evaluación del riesgo y la vulnerabilidad,
y Gober- nanza de la Adaptación en Cambio Climático.

En el texto se desarrollan los tópicos en un sentido amplio con el objeto de facilitar la con-
sulta de las referencias y la literatura especializada. Se destaca que el texto puede aún
contener errores referenciales. Por ende, se agradecerá a los estudiante y/o lectores que
informen de tales anomalías para ir mejorando los contenidos.1

Este documento no constituye una publicación oficial del Departamento de Oceanografía ni


de la Universidad de Concepción, y ha sido preparado solo con fines de docencia e investi-
gación. El documento es de uso exclusivo del autor con fines de docencia y del Laboratorio
de Evaluación de Poblaciones Marinas & Análisis de Pesquerías que el autor lidera en el De-
partamento de Oceanografía.

1 Este trabajo puede ser citado como:


Cubillos L., Norambuena R., Soto D., Jacques M., Simon J., Bernal A., Quiñones R., 2019. Adaptación al
cambio climático en pesca y acuicultura, Guía de Aprendizaje para un Curso B-Learning, COPAS Sur-
Austral, Universidad de Concepción, Concepción.
MÓDULO

1
EL SISTEMA CLIMÁTICO
2. Modulo 1: El Sistema Climático
2.1 Clima y tiempo meteorológico

La Tierra es un sistema complejo que funciona gracias a la energía


del Sol. Las variables ambientales constituyen diferentes compo-
nentes del sistema climático:

• Atmósfera,
• Hidrósfera,
• Criosfera,
• Litosfera; y,
• Biosfera.

Estos componentes se relacionan entre sí (Figura 3) y varían


en respuesta a cambios externos de los mecanismos termodinámi-
cos que tienden a buscar un equilibrio térmico a escala global. Es
decir, se trata de un sistema abierto en el cual existe intercambio
tanto de materia como de energía entre sus componentes con el
objetivo de mantener el sistema en equilibrio (Figura 3).

Figura 3: Esquema de los componentes e interacciones del sistema climático


(Fuente: www.climatecommission.gov.au)

3
Cuando hablamos del sistema climático debemos entender
claramente la diferencia entre tiempo meteorológico y clima.

Tiempo meteorológico: El tiempo meteorológico se define como el


estado de la atmósfera en un lugar e instante determinados. Viene
definido por el valor instantáneo de las variables meteorológicas
(Figura 4).

Clima: El clima se define como el conjunto de toda la información


estadística que describe la atmósfera en un determinado lugar du-
rante un período largo de tiempo y que ayuda a describir un lugar
o región (Figura 4). Las mismas variables que se usan para descri-
bir el tiempo, caracterizan el clima. Una descripción mínima de un
clima viene dada por los valores medios de variables meteorológi-
cas tales como temperatura y precipitación en una escala de ti-
empo definida (mensual, anual, decenal, etc.). No obstante, para
completar la descripción climática de una región, también deben
tenerse en cuenta la desviación respecto al valor medio a difer-
entes escalas temporales (estacional, interanual, decenal, etc.),
así como los fenómenos extremos que, pese a ser menos (o poco)
frecuentes, también se observan. Algunos ejemplos de fenómenos
extremos son los huracanes, las olas de calor o las sequías.

Figura 4: Tiempo meteorológico y paisajes climáticos de Chile.

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2.2 El sistema climático

Como fue expuesto previamente, las componentes del sistema


climático son atmósfera, criosfera, litosfera, hidrosfera y biosfera.
Se trata de un sistema abierto, es decir, que intercambia materia y
energía con el exterior. Cada uno de los componentes del sistema
climático presenta una respuesta diferente a la radiación solar,
con una proporción característica entre la energía reflejada y la
energía absorbida. Se define el albedo o reflectividad de una su-
perficie al cociente entre la radiación reflejada y la radiación in-
cidente. De este modo, una superficie con albedo cercano al 100%
refleja casi toda la radiación que le llega, mientras que una super-
ficie con albedo cercano a 0% la absorbe casi toda. Dependiendo
del tipo de superficie la capacidad de reflejar la radiación solar
varía. En promedio, se considera que el albedo planetario (Tierra)
es del 30%. Si no existiese la atmósfera, en la Tierra, la temperatura
efectiva sería de -18º C. Para entender la función de la atmósfera y
cómo actúa manteniendo el calor del planeta podemos pensar en
el siguiente ejercicio de comparación:

La razón principal de la diferencia en la temperatura prome-


dio de Venus y la Tierra estaría relacionada con el efecto inverna-
dero causado por los gases de la atmósfera de Venus. Venus con-
sta de una atmósfera gruesa constituida básicamente por dióxido
de carbono (97%), el cual absorbe la radiación infrarroja emitida
por la superficie del planeta. El dióxido de carbono (CO2) es un
gas de efecto invernadero, ya que deja pasar la energía solar en
forma de luz hasta la superficie del planeta, calentándola, y ésta
emite radiación IR que no puede salir de la atmósfera, obtenién-
dose como resultado una mayor temperatura. Este hecho de tener
una atmósfera gruesa básicamente formada por CO2, y su mayor
cercanía al Sol respecto a la Tierra, son las principales causas de
que la temperatura de Venus sea mucho mayor que la de la Tierra.

La atmósfera es el componente del sistema climático que


juega un papel más destacado en el clima, ya que es el más in-
estable y el que presenta un tiempo de respuesta menor, en es-
pecial la capa límite que está en contacto con el suelo y está
influenciada por el intercambio de calor y humedad. Se define el
tiempo de respuesta como el tiempo que necesita un elemento
del sistema climático para reequilibrarse después de una pertur-
bación.
5
2.2.1 Interacción entre componentes, variación, forzantes

La determinación de los diferentes componentes involucrados en


el balance energético resulta vital para entender los posibles for-
zamientos radiativos del clima; no obstante, esto es complejo por
la diversidad de observaciones requeridas y la necesidad de usar
modelos de predicción. Además, todos los flujos del balance lle-
varán asociada una variación debido a la inherente incertidumbre
de la instrumentación y la modelización. Durante las últimas dé-
cadas se han publicado diversos balances de energía que trataban
de analizar la existencia de equilibrio térmico o de un forzamiento
radiativo. Por ejemplo una forzante climática puede ser una fuerza
o fenómeno atmosférico que genera algún tipo de efecto sobre el
océano.

Un forzamiento radiativo se define como el cambio en la ra-


diación neta (diferencia entre la radiación absorbida y la emitida
hacia el espacio) debido a cambios en alguno de los componentes
del sistema climático (por ejemplo, cambios en la composición de
la atmósfera, emisión de aerosoles en erupciones volcánicas) o de
elementos externos (por ejemplo, cambios en la actividad solar).
Típicamente el forzamiento radiativo se determina en la tropopau-
sa y sus unidades son Wm–2.

Si el valor del forzamiento radiativo es cero, el sistema está


en equilibrio térmico y el clima planetario es estable; en cam-
bio, si es positivo o negativo quiere decir que el sistema se está
calentando o enfriando, respectivamente. Es posible además de-
terminar la contribución al forzamiento radiativo de diferentes
elementos del sistema climático como pueden ser los gases de
efecto invernadero, los aerosoles, la propia variabilidad interna, la
actividad solar, etc. Cada uno tendrá un signo dependiendo de su
efecto sobre el balance energético (Figuras 5 y 6).

6
Figura 5: Promedio anual del balance de energía en la Tierra para el período
1985-1989. Fuente: Cuarto informe del IPCC. Adaptado de Kiehl y Trenberth,
Earth’s Annual Global Energy Budget. Bull. Amer. Meteorol. Soc., 78 (2), 1997.

Figura 6: Promedio anual del balance de energía en la Tierra para el perio-


do 2000-2004. Fuente: Trenberth et al. Earth’s Global Energy Budget. Bull.
Amer. Meteorol. Soc. (2009).

7
2.3 Variabilidad natural

Cada una de estas componentes climáticas tiene una variabilidad


natural, es decir, se comporta dentro de unos patrones de variación
que son debidos al propio funcionamiento del sistema climático
para reajustarse a un equilibrio. La variabilidad natural se referiría
a esas fluctuaciones de una variable en torno a su media climática
y que, por tanto, se pueden explicar perfectamente por procesos
internos del sistema climático. Esta variabilidad natural se puede
medir en diferentes escalas temporales: diaria, estacional, inter-
anual, décadas, siglos. Por ejemplo, la intensidad de la radiación
solar varía en muchas escalas de tiempo:

a) Días a meses: Manchas solares, puntos negros asociados


a cambios en los movimientos convectivos de la fotósfera
(Figura 6). Faculae, que corresponde a las zonas de mayor
luminosidad que aparecen en conjunción con las manchas
solares.
b) Decenas de años: Mínimo de Maunder, y ciclo solar de 11
años.

Figura 7: Gráfico de la media anual de manchas solares que muestran un


ciclo solar de 11 años.

8
En resumen, la variabilidad climática puede clasificarse
como de índole “forzante” o “interna”, según si es una fuente de
variabilidad externa al sistema climático (ya hemos dicho que el
sistema climático se compone de océano, atmósfera, criosfera y
biosfera), o si se trata de un agente interno del sistema, respec-
tivamente. Por ejemplo, la cantidad de lluvia que cae en un año
varía siendo mayor en invierno que en verano en Concepción, pero
son valores que rondan en torno a una media. Sin embargo, otros
eventos como las eras glaciares que se caracterizan por ser largos
períodos fríos se cree que fueron causados por cambios de la ór-
bita de la Tierra alrededor del Sol, y dichos cambios pequeños de
órbita supusieron una forzante.

Las emisiones volcánicas capaces de producir una nube que


genera un efecto albedo fuera de lo usual también constituyen
una forzante ya que las partículas emitidas a la atmósfera refle-
jan la radiación solar, con lo que menos calor llega a la superficie
de la Tierra. Un ejemplo que tiene un efecto mesoscala sería el
fenómeno de El Niño, con aumentos de temperatura anómalos en
el Pacífico tropical. Por tanto, forzantes climáticos pueden ser las
variaciones en la luminosidad solar, los aerosoles (volcanes), y los
cambios en la órbita terrestre.

Las forzantes antropogénicas son aquellas que tienen que


ver con la actividad humana, y por tanto no son naturales. Se con-
ocen como “antropogénicas”. Aquí englobaríamos la emisión de
gases de efecto invernadero como el CO2, el metano (CH4), y los
óxidos nitrosos derivados del uso de los combustibles fósiles. El
cambio la cobertura vegetal debido a la presión de los usos del
suelo por la agricultura y la deforestación también constituiría
una forzante antropogénica.

Pero cuando se habla del cambio climático, las forzantes se


conocen como forzantes radiativas y se refieren a la cantidad de
energía radiativa que absorbe la atmósfera globalmente expre-
sada en W/m2. El cuarto informe del IPCC afirma que “la forzante
radiativa desde la era preindustrial debida a emisiones de gases
de efecto invernadero (GEI) es de 1.6 W/m2 aprox., lo cual equivale
a la emisión de energía de 30 W cada cuatro metros sobre todo el

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planeta.

Nos referimos a anomalía climática en términos de tempera-


tura, cuando se detecta una diferencia entre la temperatura reg-
istrada en un año y una media de referencia, típicamente la tem-
peratura promedio en un período de 30 o 50 años.

Por ejemplo, la serie climática de temperatura durante el


periodo 1856-2005 en Buenos Aires. La media climática de tem-
peratura para el periodo 1856-2005 en la estación de Buenos Aires
es de 17,04 ºC. A continuación se representa la serie de anomalías
para el mismo periodo temporal.

Existe una tendencia positiva de incremento de la tempera-


tura media en el periodo considerado (Figura 8), donde la tem-
peratura aumenta de media 0,011 ºC/año. Si volvemos a calcular la
media climática promediando únicamente los valores correspon-
dientes al intervalo 1856-1900, obtenemos que el nuevo valor de la
media climática es de 16,51 ºC.

En la Figura 9, se ha vuelto a representar la serie de anom-


alías de temperatura media anual en el hemisferio sur. La regresión
lineal que se obtiene al aplicar las fórmulas a la serie climática
(que cubre el intervalo 1901-2015) es 0,053 ºC/año. Este valor se
corresponde con la pendiente de la recta que mejor se ajusta a
los datos (representada en rojo), lo cual no significa que cada año
hayamos registrado una temperatura 0,053 ºC mayor que el año
anterior; ni siquiera significa que cada año haya sido más cáli-
do que el anterior. Este resultado solo indica que, en promedio,
la temperatura media anual en el hemisferio sur ha aumentado
aproximadamente media decima de grado cada año o, lo que es
lo mismo, que en un poco más de un siglo la temperatura media
anual ha aumentado aproximadamente medio grado.

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Temperatura media anual en B uenos A ires

A nomalías de temperatura (ºC )


2.0
1.5
1.0
0.5
0.0
-0.5
-1.0 y = 0.011x - 0.8526
R² = 0.5656
-1.5
-2.0
1856
1860

1868
1872
1876
1880

1888
1892
1896
1900

1908
1912
1916
1920

1928
1932
1936
1940

1948
1952
1956
1961
1965
1969
1973
1977
1981
1985
1989
1993
1997
2001
2005
1864

1884

1904

1924

1944
A ño

Figura 8: Anomalías de temperatura media anual en el intervalo 1856-2005.


Las anomalías están calculadas con respecto a la media de todo el periodo
(1856-2005).

Figura 9: Temperatura media anual en el hemisferio sur. En gris, anomalías


de temperatura media anual en el hemisferio sur según datos de CRU TS3.23
en el intervalo 1901-2015. En rojo, recta que mejor se ajusta a los datos.

A largo plazo, podemos hablar de cambio climático antropogénico.


A nivel planetario se pueden citar las siguientes evidencias: au-
mento de la temperatura global en 1,1º C en promedio desde finales
del siglo XIX, el mayor cambio en los 35 últimos años (2016 y 2017
los más calurosos registrados); calentamiento de los océanos: en
los primeros 700 m, los océanos muestran evidencias de un calen-

11
tamiento desde 1995 a 2008 (Levitus et al., 2009); subida del nivel
del mar; olas de calor; avance del desierto y freshening o desali-
nización por ingreso de agua dulce del deshielo de los glaciares
(Figura 10).

Figura 10: Evidencias del cambio climático.

En 2015, Chile fue incluido por el Global Climate Risk Index dentro
de los 10 países más afectados por eventos asociados al cambio
climático. Chile cuenta con la mayoría de los criterios de vulner-
abilidad definidos por la Convención de Cambio Climático de las
Naciones Unidas al contar con zonas áridas, glaciares, zonas pro-
pensas a la sequía, contaminación atmosférica en ciertos núcleos
urbanos, deforestación, degradación costera (Figura 11). Por ejemp-
lo, se dieron lluvias torrenciales en el norte destruyeron las local-
idades de El Salado, Diego de Almagro y el Chañaral en la Región
de Atacama.

Gracias a los gases de efecto invernadero como el CO2 y el vapor


de agua, la temperatura en la superficie de la Tierra se mantiene
en rangos que hacen posible la vida. Sin ellos, las temperaturas
serían varias decenas de grados más bajas. No obstante, si la con-
centración de estos gases aumenta desmesuradamente, como
está ocurriendo, provoca un calentamiento a escala global. Una
de las principales consecuencias de las actividades humanas (an-
trópicas) es el cambio en la composición atmosférica que se ha
estado produciendo desde la revolución industrial (mediados del
siglo XIX) hasta la actualidad. El desarrollo de la industria con la
entrada de máquinas y la electricidad supuso un aumento con-
tinuo del consumo energético hasta el día de hoy. Desde princip-
ios del siglo XX, las fuentes de energía más utilizadas han estado

12
basadas en la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y
gas natural) con la liberación de CO2 (sobre todo, y otros gases) a
la atmosfera, de modo que su concentración va aumentando con
el paso de los años. Una de las evidencias del cambio climático
es esa tendencia creciente con una correlación positiva entre la
temperatura media global y el dióxido de carbono.

Uno de los procesos biogeoquímicos más afectados por el cambio


climático es el de la circulación oceánica: movimientos verticales
y latitudinalmente según ∆Tocéano. Con el calentamiento, la circu-
lación se está ralentizando, lo que implica que aumenta la estrat-
ificación de la columna de agua, con lo cual llegan menos nutri-
entes a la superficie y el fitoplancton disminuye. Un océano más
cálido en regiones muy productivas también podría implicar un
aumento de fitoplancton, y cambios regionales en la composición,
cantidad y distribución de las comunidades de microorganismos
marinos que colorean el agua.

Figura 11: Evidencias del cambio climático en Chile y sus efectos por región
(izquierda). Anomalías de temperatura previstas para 2100 en Chile (de-
recha) (Fuente: Cepal 2009, y Estudio de la Variabilidad Climática para el
Siglo 21, CONAMA 2006, http://dgf.uchile.cl/PRECIS/articles-39442_pdf_Estu-
dio_texto.pdf

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2.4 Acidificación del océano

El mar es un medio básico, es decir, su pH es generalmente supe-


rior a 7. En la zona ecuatorial, los valores de pH son cercanos a 8,
y este valor se eleva gradualmente a medida que nos acercamos
a las regiones polares. Existe una relación entre aguas marinas
más frías y pH mayores, las cuales albergan una mayor cantidad
de vida marina. Cuando el dióxido de carbono (CO2) es absorbido
por el agua de mar, se producen reacciones químicas que reducen
el pH del agua de mar, la concentración de ion de carbonato y la
saturación de minerales de carbonato de calcio de importancia
biológica, reacciones que determinan la “acidificación del océa-
no”. Los minerales de carbonato de calcio son las unidades de
construcción de los esqueletos y conchas de muchos organismos
marinos. En las áreas donde la mayor parte de la vida se congrega
en el océano, el agua de mar está sobresaturada con minerales
de carbonato de calcio. Esto significa que hay muchos “bloques de
construcción” de carbonato cálcico para que los organismos cal-
cificantes construyan sus estructuras esqueléticas y sus conchas.
Sin embargo, la continua acidificación del océano está causando
que muchas partes del océano se vuelvan poco saturadas con
estos minerales, lo que probablemente afectará la capacidad de
algunos organismos para producir y mantener sus conchas.

Desde el inicio de la Revolución Industrial, el pH de las aguas


del océano ha bajado en 0,1 unidades de pH. Dado que la escala de
pH es logarítmica, este cambio representa aproximadamente un
30% de aumento de la acidez (Figura 12). Las predicciones futuras
indican que los océanos continuarán absorbiendo dióxido de car-
bono, lo que aumentará aún más la acidez del océano. Los niveles
de dióxido de carbono estimados para los futuros escenarios de
emisión, indican que para fines de este siglo las aguas superfi-
ciales del océano podrían alcanzar niveles de acidez aproximada-
mente 150% más altos.

Se espera que la acidificación de los océanos afecte a las


especies oceánicas en diversos niveles. Las algas fotosintéticas y
fanerógamas marinas pueden beneficiarse de las condiciones más
altas de CO2, pero una saturación de carbonato de calcio ambien-

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tal más baja puede tener un efecto dramático en algunas especies
que lo usan para calcificar sus conchas como ostras, almejas, er-
izos de mar, mejillones, corales y plancton calcáreo. Un ejemplo
que se ha estudiado sobre los efectos de la acidificación en las
conchas, es el de los pterópodos (Figura 13), que son moluscos
gastrópodos planctónicos, como pequeños caracolillos, consumi-
dos por el krill, las ballenas, y los salmones juveniles del Pacífico
Norte, entre otros.

Figura 12: Concentración de CO2 en la atmósfera (eje de coordenadas de la


izquierda) y pH del océano (derecha) durante el período 1958-2018 medido
en las estaciones de Aloha y Mauna Loa (Hawaii, Pacífico norte).

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