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Exigencias: nuevos desafíos para el

maestro
SÁBADO 23 DE SEPTIEMBRE DE 2006

Especialistas recomiendan que los educadores incorporen el aporte


de profesionales para atender en el aula las necesidades que
plantea el mundo de hoy; el desafío central es transmitir la cultura,
sin dejar de atender las urgencias cotidianas.
Hoy la escuela y, por lo tanto, los docentes tienen que responder a múltiples demandas: enseñar
bien a los alumnos, cuidarlos, contenerlos, alimentarlos, acompañar a las familias, organizar a la
comunidad, detectar abusos, ampliar la participación social, entre otras funciones que hacen
pensar en el nuevo rol de los maestros y en la redefinición de la escuela como institución.
Distintos expertos consultados por LA NACION consideran que la función específica del maestro
es transmitir una cultura, pero que, al mismo tiempo, no se pueden desconocer las nuevas
demandas, para lo cual es necesario que los docentes cuenten con la colaboración de otros
actores pedagógicos.
Pero también es importante mejorar la formación inicial y continua de los maestros para adecuar
la enseñanza a las necesidades y el perfil de cada generación de niños y jóvenes.

Nuevos desafíos
"Hoy los docentes tienen nuevos desafíos y la escuela es un lugar de enseñanza más integral.
Apareció, por ejemplo, el fenómeno de la responsabilidad legal y cambió la relación docente-
alumno. A la escuela se le han pedido muchas cosas en este tiempo, que las familias no pueden
responder: comedor, asistencialismo y disciplina", dijo a LA NACION la doctora Inés Dussel,
coordinadora del área de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
La mayores demandas para muchos especialistas plantean la necesidad de nuevos roles. "Hoy no
puede haber sólo maestros, sino que hay que ampliar el concepto de trabajadores de la
educación. Se requieren especialistas como psicopedagogos, mediadores culturales, dietólogos",
consideró el investigador Emilio Tenti Fanfani, consultor del Instituto Internacional de
Planeamiento de la Educación (IIPE), de la Unesco.
Y destacó: "El maestro solo no puede porque está haciendo cosas nuevas que lo distraen de su
función específica, que es la de garantizar el aprendizaje de los niños". Nadie cuestiona las
nuevas demandas, sino la falta de respuestas para que los docentes puedan enseñar en
condiciones adecuadas para ellos y para los alumnos.

En la Argentina hay poco más de 800.000 docentes. "Me impresiona todo lo que tiene que hacer
hoy un docente. Se le piden muchas cosas porque la sociedad lo necesita y también porque ésta
no puede dar respuesta, y la escuela no puede ser indiferente a nada de lo humano. Pero el
Estado debe plantear las condiciones adecuadas y también en cada escuela debe haber
responsabilidad por el perfeccionamiento de cada docente", sostuvo Alfredo van Gelderen,
miembro de la Academia Nacional de Educación.
En cuanto a la formación docente, Inés Aguerrondo, investigadora del IIPE-Unesco, señaló: "La
falta de formación es común en América latina. El desafío de la profesionalización es lento, pero
muy importante. La función docente está en crisis porque los maestros no tienen una comunidad
de práctica, ni una buena formación, ni las herramientas que necesitan".
Capacitación
Muchas voces señalan la inadecuada formación inicial y continua de los docentes argentinos,
pero también advierten que la solución no está sólo en una mejor capacitación. "Hay que
repensar la organización de la escuela", consideró Dussel. Mientras que Aguerrondo dijo que "hoy
los docentes no están preparados para lo que tienen que enfrentar", pero que no es un problema
de ellos y que "el cambio tiene que venir de todos los ministros de Educación del país y liderado
por el ministerio nacional".
En el mismo sentido opinó Tenti Fanfani, quien, sin embargo, destacó que hay problemas que son
estrictamente pedagógicos que sí deberían resolver los maestros.
"Los docentes ven a los adolescentes como un mundo que no se comprende y que un docente
tiene que conocer. La mayoría tiene una visión extremadamente crítica de los valores de los
jóvenes, fruto del desconocimiento. Y el desconocimiento dificulta la autoridad pedagógica y es
un problema de formación", sostuvo.
Van Gelderen señaló, a su vez, que "los profesorados no producen profesionales con las
competencias necesarias para enfrentar la realidad social".
A pesar de que el mundo actual presenta condiciones que el filósofo Zygmunt Bauman definió
como "modernidad líquida", en donde la flexibilidad y la velocidad de los intercambios se
convierten en valores, el gran desafío de los docentes, a pesar de todos los cambios, sigue siendo
el de transmitir una cultura, una tradición, eso sí, adecuándolas a quien se tiene en frente en cada
momento.

"Los docentes se sienten desposeídos"


" A mí no me formaron para esto  , es la frase común entre los docentes. Hay que restablecer un
fuerte diálogo entre la escuela y la sociedad actual. Las problemáticas contemporáneas parecen
no entrar en la formación docente", expresó Pablo Pineau, docente del profesorado para nivel
primario del colegio Mariano Acosta.
Pineau contó que "los docentes viven mucha desazón e impotencia, se sienten desposeídos, no
logran encontrar su lugar". Asimismo, el formador de maestros señaló que el sistema educativo
aparece como un lugar sólo para ganarse la vida, y no como un espacio donde se generan mejores
futuros. "Desde mi función de formador trato de recuperar el valor de los jóvenes que llegan al
magisterio con un gran capital cultural y social. No creo en el discurso de que no se puede
cambiar nada y de que ellos no pueden", consideró.
A pesar de ciertas tendencias y síntomas que definen la actualidad educativa argentina, no todos
los docentes piensan y sienten lo mismo, incluso luego de décadas de estar en el aula.
Es el caso de Elena Schwartzer, con 38 años como docente de nivel primario. Está convencida de
que "el desafío está siempre y consiste en plantarse frente al alumno, ver quién es, qué quiere
darle uno y qué se necesita en la escuela".
Al respecto, indicó que "es importante introducir en los saberes al otro, que no es igual que yo,
para que ese joven descubra lo que uno ya descubrió. Importa creer que uno tiene algo para dar y
que el otro tiene algo para decirme". Y concluyó: "El no saber qué hacer es no saber qué quiere el
otro, es no ponerse a pensar qué le pasa a esa persona que tengo enfrente".

Por Laura Casanovas De la Redacción de LA NACION

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