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MERCADO
1. AUTONOMÍA CONTRACTUAL
1.1- Definición
Para entender los alcances de la autonomía contractual, es necesario
abordar en primer lugar la autonomía privada puesto que, la autonomía
contractual constituye una de sus expresiones con la singularidad de que
ésta última está avocada al ámbito contractual.
1
DIEZ-PICAZO, Luis y Antonio GULLÓN. 1982. Sistema de Derecho Civil. Vol. I. 4°. edic.
Tecnos. Madrid. p. 387.
2
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. El contrato en general. T. I. 2°edic. Palestra
Editores. Lima., p. 198.
3
DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 22° edic. URL:
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=autonomía. Fecha de visita
16.12.2007, 13:15 h.
identifica ese concepto con el concepto de soberanía señalando que dicha
autonomía la puede conceder el Estado a una autoridad o bien atribuirla a
los sujetos privados. Esta segunda potestad es la que recibe el nombre de
“autonomía privada” y en virtud a ella los hombres son soberanos para
vincularse obligatoriamente entre sí, dentro de los cauces del ordenamiento
jurídico4. En el mismo sentido, Soto Coaguila indica que la sola expresión
autonomía privada no crea nada; es el Estado que en ejercicio del ius
imperium concedido por el pueblo faculta a los particulares para que puedan
darse sus propias normas privadas, es decir, contraten y se vinculen
jurídicamente5. Al respecto, Espinoza Espinoza refiere que la autonomía
privada no es lo mismo que libertad individual, porque reconocer libertad
significa permitir hacer, dar al individuo una esfera de actuación y,
reconocer autonomía, es reconocerle soberanía para gobernar la esfera
jurídica; por tanto, existe autonomía cuando el individuo no sólo es libre,
sino que es además soberano para dictar su ley en su esfera jurídica 6.
4
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 119.
5
SOTO COAGUILA, Carlos Alberto. La autonomía privada y la buena fe: fundamentos de la
fuerza obligatoria del contrato. En MOSSET ITURRASPE, Jorge y SOTO COÁGUILA, Carlos
Alberto. “El contrato en una economía de mercado”. 2004. Normas legales. Lima. p. 50.
6
ESPINOZA ESPINOZA, Juan. 2005. Los principios contenidos en el Título Preliminar del
Código Civil peruano de 1984. 2° edic. PUCP. Lima. p. 234.
7
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Ob. Cit. p. 198-199.
8
El inciso 24 del artículo 2° de la Constitución Política del Perú prescribe que toda persona
tiene derecho a la libertad, cuya consecuencia es que nadie está obligado a hacer lo que la ley
no manda, ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe. Esta es la noción de la libertad
individual, que permite a las personas actuar según su arbitrio, dentro de los cauces del
ordenamiento jurídico.
9
El inciso 14 del artículo 2, establece que toda persona tiene derecho a contratar con fines
lícitos, siempre que no se contravengan leyes de orden público. Esto significa que la libertad
individual, se especifica, en este inciso, en la libertad de contratar que tienen las personas. En
otras palabras, la libertad de contratación es la plasmación de la libertad individual
surgir, sino que deja en manos de los propios interesados la regulación de
sus intereses. Ello quiere decir que los sujetos de una relación pueden
diseñarla a su gusto, estableciendo los derechos y deberes que tengan por
convenientes.
11
MOSSET ITURRASPE, Jorge. La autonomía privada y la fuerza obligatoria del contrato. La
autonomía de la voluntad. En MOSSET ITURRASPE, Jorge y SOTO COÁGUILA, Carlos
Alberto. 2004. Ob.Cit. p. 23.
1.2.1. El Derecho romano: sostiene Mosset Iturraspe que los romanos
limitaron la autonomía de la voluntad basándose en razones técnicas.
En el milenio transcurrido desde la publicación de la ley de las XII Tablas
(451 a. C.) hasta la promulgación del Digesto (533 d. C.). La doctrina
señala la permanencia de dos principios rectores, aunque en cierta
medida, antitéticos: el formalismo y el individualismo. Entre los romanos,
el sujeto era independiente frente a la sociedad, excluyéndose al Estado
de toda intervención en las relaciones privadas 12. Esto significa que en el
derecho romano la autonomía privada alcanzó uno de sus mayores
apogeos, ya que eran los propios ciudadanos quienes decidían
libremente los términos contractuales, limitados sólo por el formalismo o
la ritualidad.
Al respecto, Arias Schereiber señala que desde los inicios de la época
romana se encuentra el “quirite” (ciudadano de la antigua Roma) con
poderes ilimitados sobre las personas y las cosas que de él dependían 13.
En cuanto a la evolución del contrato en el derecho romano, De La
Puente y Lavalle refiere que no se le llegó a conceder al acuerdo de
voluntades el rol que juega en la contratación moderna, o sea conceder
al solo consentimiento el poder de generar relaciones jurídicas
obligatorias14.
16
ARIAS SCHERERIBER, Max. 2000. Ob. Cit. p. 20-21
17
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 25.
18
DIEZ PICAZO, Luis y GULLÓN, Antonio. 1982. Sistema del Derecho Civil. Vol. II. Ob. Cit. p.
30.
19
ARIAS SCHERERIBER, Max. 2000. Ob. Cit. p. 23-24.
- La “communis opinio canistorum” sentó el principio “ex nudo pacto
actio oritur” reconociendo tutela jurídica al nudo pacto. Su base se
encuentra en la tutela a la verdad y a la palabra dada, de tal
manera que en los contratos debía observarse más la intención
que la forma de obligarse.
- Se introduce en principio de la “bona fides” en la teoría de las
obligaciones, de tal manera que la buena fe podía presidir la
formación y la ejecución de los contratos.
- La teoría de la causa tiene un peculiar desarrollo en el derecho
canónico.
- Las limitaciones a la autonomía de la voluntad se manifiestan en
la prohibición del préstamo con intereses, la teoría del justo precio
y la de la lesión.
- La teoría del abuso del derecho y de la imprevisión también
encuentran su desarrollo en el derecho canónico, influyendo en la
legislación posterior.
1.2.4. Influencia del Derecho natural: esta escuela nace en los siglos
XVII-XVIII concibiendo al hombre una personalidad abstracta que sirve
de base para la aplicación de la “ratio iuris”. Leibniz fue quien vinculó el
derecho romano con el derecho natural, tratando de encontrar los
fundamentos de un sistema racional y universal. Esta fase de la
evolución contractual se caracteriza por lo siguiente 20:
- Poner de relieve la voluntad individual. Esto encuentra su
justificación en la razón natural.
- La esencia del contrato es el consentimiento y la libertad
contractual su pilar fundamental.
- Se consagra como un principio dogmático del derecho natural la
idea según la cual el “solus consensus obligat”.
- Ciertos iusnaturalistas, incluso de los siglos XIX y XX pusieron
límites a este principio. Así por ejemplo, Arias Schereiber cita las
donaciones onerosas, las promesas por una “causa praetarita” y
20
Cit. p. 25.
el requisito de la “cause raisonnable” señalado por Grocio incluso
para las obligaciones a título gratuito de hacer o de dar.
formal imponiendo reglas que garanticen el justo juego, ya que imponer la justicia en el caso de
una fantasía es imposible de realizar. Los partidarios del análisis han aportado un argumentado
suplementario: sólo el individuo está en condiciones de decidir acerca de los usos que se debe
dar a los recursos conforme a un sistema de preferencia que sólo él conoce. Sobre el
individualismo, Por LORENZETTI, en MOSSET ITURRASPE, Jorge y SOTO COÁGUILA,
Carlos Alberto. 2004. Ob. Cit. p. 9.
24
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 26.
25
ARIAS SCHERERIBER, Max. 2000. Ob. Cit. p. 26.
26
DIEZ PICAZO, Luis y GULLÓN, Antonio. 1982. Ob. Cit. p. 31.
contractual se ha plasmado en nuestro sistema jurídico nacional en el
artículo 1355 del Código Civil de 1984, según el cual: “la ley, por
consideraciones de interés social, público o ético puede imponer reglas
o establecer limitaciones al contenido de los contratos. Se presenta así
el dirigismo contractual27. Existe mucho debate en torno a la posibilidad
de admitir un dirigismo contractual dentro de un sistema jurídico
determinado, los que están a favor de esta posición sostienen que los
particulares no siempre están en las mejores condiciones de igualdad
para obligarse contractualmente; por tanto, cuando existe un
desequilibrio el Estado debe intervenir necesariamente para
restablecerlo; en cambio, los opositores del dirigismo contractual
señalan que éste constituye un obstáculo para el tráfico mercantil y que
además atenta contra la seguridad jurídica que alcanzan las partes al
momento de la celebración del contrato puesto que, ya están
supeditadas a una posible futura intervención estatal durante la
ejecución del contrato, creando así incertidumbre y recelo al contratar 28.
27
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 27.
28
A pesar de que se señala que hoy en día se admite una intervención del Estado, hay quienes
afirman que en la actualidad asistimos a una reafirmación de la libertad contractual o
autonomía de la voluntad, la misma que se ve influenciada por varios factores entre los que se
encuentran la globalización, desregulación de determinados sectores, la multiplicación de los
contratos atípicos. En VINCENT CHULIÁ, Francisco. 2002. Introducción al Derecho Mercantil.
15º edic. Tirant Le Blanch. Valencia. p. 716-717.
29
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 199-200.
libertad de contratar otorga a los particulares el derecho de decidir
cuándo, cómo y con quién contratar.
30
DE LA PUENTE Y LAVALLE, CÁRDENAS QUIROZ, Carlos y GUTIÉRREZ CAMACHO,
Walter. 2000. “Contrato y Mercado”. Gaceta Jurídica. Lima. p. 5.
31
SOTO COÁGUILA, Carlos. La autonomía privada y la buena fe: fundamentos de la fuerza
obligatoria del contrato. En MOSSET ITURRASPE, Jorge y SOTO COÁGUILA, Carlos Alberto.
2004. Ob. Cit. p. 56.
párrafo a) de la Constitución Política del Perú que señala que “toda
persona tiene derecho a la libertad, cuya consecuencia es que nadie
está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido de hacer lo
que ella no prohíbe”, así como en el artículo 1354 del Código Civil que
dispone: “Las partes pueden determinar libremente el contenido del
contrato, siempre que no sea contrario a norma legal de carácter
imperativo”. Por su parte el artículo 62° de la norma constitucional
prescribe que “La libertad de contratar garantiza que las partes pueden
pactar válidamente según las normas vigentes al tiempo del contrato…”
En ese sentido, la libertad contractual implica 32:
-El tipo de contrato: típico o atípico.
-Las cláusulas, es decir, el contenido del contrato.
32
Cit. 56
33
La voluntad es autónoma cuando se gobierna a sí misma; heterónoma cuando es dirigida
desde afuera.
34
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 201-2002.
fundamental la “libertad”, que en el ámbito de la autonomía privada, se
traduce en la libertad de contratación, principio fundamental recogido en
diferentes normas del texto constitucional. Las libertades fundamentales
que ha consagrado nuestra Constitución se condicen con su artículo
primero que señala: “La defensa de la persona humana y el respeto de
su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado”. En tal
sentido, Castote Cerquín afirma que “la naturaleza libre y social del ser
humano es el fundamento de la libertad contractual” 35 y, por su parte,
Farina señala que “el derecho de contratación como todo el derecho
privado en general, se basa en la dignidad y en la libertad de
desenvolvimiento de la personalidad del individuo, lo cual no puede
darse sin el reconocimiento de los derechos y libertades
fundamentales”.36
38
Cit. p. 201-205.
1.4.1- La autonomía privada en el Código Civil de 1984
Hemos dicho anteriormente que la autonomía privada y con ella la
autonomía contractual nace por delegación expresa del ordenamiento
jurídico. Es la Constitución la que eleva dicha autonomía a la categoría
de derecho fundamental. Esto significa que, las normas que le siguen en
orden de jerarquía han de respetar ese poder conferido a los particulares
para regular sus relaciones jurídicas contractuales en sus dos
manifestaciones: libertad de contratar y libertad contractual, claro está
dentro de los límites que la misma Constitución y las leyes señalen.
Ahora bien, la Constitución se ha encargado de reconocer la autonomía
contractual como tal; sin embargo como todos sabemos, son las leyes
que se encargan del desarrollo de los preceptos constitucionales sin
desnaturalizarlos.
Ahora bien, una vez que hemos analizado el artículo 1353, cabe
preguntarnos que sucederá con las normas generales sobre los
contratos de comercio contenidas en la Sección Cuarta del Libro I del
Código de Comercio, ya que estas disposiciones tienen reglas
generales aplicables a los contratos comerciales que, en algunos
casos, difieren de las reglas contenidas en las disposiciones
generales de los contratos mercantiles a lo establecido en el Código
de comercio40.
40
Al respecto, De La Puente y Lavalle señala que dado el Derecho Comercial es una rama del
derecho privado, y refiriéndose el artículo 1353 del Código civil a los contratos de Derecho
privado en general, sin prever excepción alguna respecto a la naturaleza de éstos, afirma que
se ha producido una derogación tácita de la Sección Cuarta del Libro I del Código de Comercio,
tanto más cuanto que el artículo I del Título Preliminar del Código civil dispone que la
derogación de una ley y la anterior o cuando la materia de ésta es íntegramente regulada por
aquella. En DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 174. Para el autor, es
evidente que si el Código civil establece que sus disposiciones generales sobre contratos son
aplicables a todos los contratos de Derecho privado, existe no sólo incompatibilidad entre estas
disposiciones y la de los contratos comerciales, que en los casos mencionados en el párrafo
anterior difieren de aquellas, sino también, y muy especialmente, la materia de las
disposiciones generales sobre contratos de comercio ha sido íntegramente regulada por las
disposiciones generales de los contratos civiles, que son aplicables a todos los contratos de
Derecho privado, de tal manera que todos estos contratos tienen ahora las mismas
disposiciones generales.
ordenamiento jurídico, plasmar el contrato mercantil de “joint
venture”, ya sea en una ley especial o en una ley marco; es decir,
regularlo propiamente dentro del ordenamiento jurídico peruano. En
ese sentido, se llegaría a una solución basada en una justificación
lógico jurídica, ya que la decisión de regular o no el contrato de joint
venture ha guardar coherencia con la forma cómo es abordada la
autonomía contractual en nuestro ordenamiento jurídico, teniendo en
cuenta para ello que los contratos comerciales se rigen también por
las disposiciones generales de los contratos contempladas en el
Código Civil.
41
En el Derecho comparado, el código Civil Argentino ha efectuado una suerte de delegación
en los sujetos privados, considerándolos como el mejor juez acerca de la oportunidad de
adoptar sus propias formulaciones contractuales, en vez de recurrir a las figuras tradicionales,
para conseguir más eficazmente sus propios fines: salvo los límites de la licitud y de las normas
generales impuestas en protección de la moral, las buenas costumbres, de la buena fe y del
orden público en general. En FARINA, Juan M. 1999. Ob cit. p. 297.
que se estipulen en contra de ellas, si las reglas y limitaciones se
dictan con posterioridad a la celebración del contrato, las cláusulas
existentes que fueran opuestas a ellas quedan automáticamente
sustituidas, sin que sea necesaria un indicación expresa de la Ley en
ese sentido.
42
Artículo 62°, Constitución: “La libertad de contratar garantiza que las partes pueden pactar
válidamente según las normas vigentes al tiempo del contrato. Los términos contractuales no
pueden ser modificados por leyes u otras disposiciones de cualquier clase…”
43
SOTO COÁGUILA, Carlos Alberto. “La contratación masiva y la crisis de la teoría clásica del
contrato”. En MOSSET ITURRASPE, Jorge y SOTO COÁGUILA, Carlos Alberto. 2004. Ob. Cit.
p. 159-163.
Carresi, señala que la integración contractual o cogente es aquella
integración que permite agregar al acuerdo de las partes, efectos
jurídicos no directamente prefigurados por ellas, o al menos que no
resultan de la declaración contractual44.
44
En DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 246. Tomado de CARRESI,
Franco. 1987. Il contratto, T. II. Dott. A. Giuffré, Editore: Milano. p. 569.
45
ARIAS SCHERERIBER, Max. 2000. Ob. Cit. p. 107-109.
46
Artículo III Título Preliminar, Código Civil. Aplicación de la ley en el tiempo: “La ley se aplica a
las consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas existentes. No tiene fuerza ni
efectos retroactivos, salvo las excepciones previstas en la Constitución Política del Perú.
47
Artículo 2121°: “A partir de su vigencia, las disposiciones de este Código se aplicarán
inclusive a las consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas existentes”.
48
RUBIO CORREA, Marcial. 1996. Título Preliminar. PUCP. Lima. p. 70.
obligaciones que la generaran hayan estado regidas por leyes
anteriores.
49
Artículo 51°, Constitución.- “La Constitución prevalece sobre toda norma legal; la ley, sobre
las normas de inferior jerarquía, y así sucesivamente. La publicidad es esencial para la
vigencia de toda norma del Estado”.
50
Artículo 138°, Constitución.- “En todo proceso, de existir incompatibilidad entre una norma
constitucional y una norma legal, los jueces prefieren la primera. Igualmente, prefieren la norma
legal sobre toda otra norma de rango inferior”.
51
El Artículo 1356 del Código Civil hace la distinción entre normas imperativas y normas
dispositivas. Dicha distinción radica en el carácter inderogable por los particulares de las
primeras y el carácter supletorio de la voluntad de las partes de las segundas.
2) Que si esto ocurre, las reglas
supletorias, pese a tener carácter dispositivo antes de aplicarse,
se convierten en obligatorias una vez incorporadas al contrato,
con igual fuerza que las normas imperativas, de tal manera que
sería un nuevo contrato para privarlas de esa fuerza.
52 Artículo 1361, Código Civil.- Obligatoriedad de los contratos: “Los contratos son obligatorios en cuanto se haya expresado en ellos.
Se presume que la declaración expresada en el contrato responde a la voluntad común de las partes y quien niegue esa coincidencia debe probarla”.
53
Se produce así una situación sui generis pues, por un lado, los particulares en ejercicio de
esa atribución tienen libertad para vincularse jurídicamente a través del contrato; por otro lado,
la celebración del contrato les quita la libertad de desvincularse unilateralmente. En DE LA PUENTE Y
LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 312-313.
54
MOSSET ITURRASPE, Jorge. La autonomía privada y la fuerza obligatoria del contrato. La
autonomía de la voluntad. En MOSSET ITURRASPE, Jorge y SOTO COÁGUILA, Carlos
Alberto. 2004. Ob. Cit. P. 27.
Respecto a la obligatoriedad de los contratos en los diversos tipos
contractuales existentes, la fuerza obligatoria del contrato es idéntica
en los contratos típicos y en los atípicos y dentro del contrato mismo,
el hecho de que una cláusula sea atípica o inusual no es óbice para
su obligatoriedad55. La obligatoriedad de los contratos implica lo
siguiente: el contrato nace desde el momento en que existe el
acuerdo de declaraciones de voluntad, determinado los alcances de
tal acuerdo; y, una vez creada la obligación jurídica que es objeto del
contrato, ella desarrolla toda su fuerza obligatoria. Señala De la
Puente y Lavalle que el fundamento de obligatoriedad del contrato, o
sea la razón de ser que el ordenamiento jurídico lo disponga así, es
la protección de la razonable seguridad jurídica que garantiza que la
relación jurídica creada por el contrato sólo podrá ser modificada por
causas que, a criterio del mismo ordenamiento jurídico, realmente lo
justifiquen56.
1.4.1.5. Buena fe
Dispone el artículo 1362 que “Los contratos deben negociarse,
celebrarse y ejecutarse según las reglas de la buena fe y común
intención de las partes”. Llegar a dar una definición de lo que es la
buena fe ha sido un trabajo arduo de los doctrinarios, puesto que no
es fácil coincidir en una definición unánime 57; sin embargo, como bien
señala FERREIRA58, existe consenso en la doctrina en cuanto al
entendimiento de que la buena fe es “un elemento de la vida de
relación humana que se ha incorporado al Derecho, pero que éste no
lo ha recibido tal como es, sino dándolo precisiones técnicas, lo cual
ha determinado que se convierta en un concepto jurídico. En otras
55 LAVALLE COBO, Jorge. “De los contratos en general” en Código civil y leyes complementarias dirigido por Augusto C. Belluscio.
1984. T. II. Vol. I.
Editorial Astrea de Alfredo y Ricardo Depalma: Buenos Aires.
p. 889. Citado por DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel.
2001. Ob. Cit. p. 315. Tomado
56
Considera el autor que la teoría normativista es la que mejor responde a la naturaleza de la autonomía privada. Por esto se identifica el autor con la
posición de Kelsen en cuanto encuentra el fundamento de la fuerza obligatoria del contrato en el ordenamiento jurídico positivo. Ver en DE LA PUENTE Y LAVALLE,
Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 322.
57
El Artículo 1362 del Código Civil exige que los privados se comporten según las reglas de la
buena fe, afirmación que no provee ni de las pautas, ni de disposición alguna que regule el
modo en que habría de encontrarse la “mala fe”; ni tampoco define lo que significa actuar con
“buena fe” dentro del contexto del iter contractual. En RETAMOZO ESCOBAR, Jaliya. Buena fe
en los contratos. Revista Jus Doctrina & Práctica, Nº 3, marzo 2007, p. 206.
58 FERREIRA RUBIO, Delia Matilde. 1984. La buena fe. Montecorvo. Madrid. . 80.
p Citado por DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 331.
palabras, la buena fe no es una creación del legislador, que ha
preestablecido su contenido, sino la adaptación de un principio
inherente a la conducta de los hombres en la esfera más amplia de
todas sus relaciones, pero que ha sido preciso regular para que sea
susceptible de tener efectos jurídicos, convirtiéndola así en una
buena fe civil. Quizá por eso Ripert 59, en su afán de encontrar en la
regla moral el fundamento de la conducta humana, dice que “la
buena fe es uno de los medios utilizados por el legislador para hacer
penetrar la regla moral en el derecho positivo”.
60
La buena fe es un Principio general de Derecho que adquiere un valor fundamental en el
Derecho Mercantil dada su informalidad y la rapidez de las transacciones y contratos. En
VILLEGAS, Carlos G. 2005. Contratos Mercantiles y Bancarios. Editorial Villegas, Carlos
Gilberto. Buenos Aires. p. 57.
61 DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit.
p. 343.
positiva como negativa, y que sirven para la interpretación y, a la vez,
la integración del Derecho62.
62
En opinión del autor, la buena fe actúa como “interpretación integradora”; en cuanto colme
lagunas de la voluntad de los contratantes sobre la base de las inferencias de lo que
presumiblemente hubiera sido esa voluntad si sido declarada y, además, introduce efectos
contractuales no previstos por las partes. En MOSSET ITURRASPE, Jorge. 1994.
Interpretación económica de los contratos. Rubinzal-Culzoni: Buenos Aires. p. 176.
63
SOTO COAGUILA, Carlos. La autonomía privada y la buena fe: fundamentos de la fuerza
obligatoria del contrato. En MOSSET ITURRASPE, Jorge y SOTO COÁGUILA, Ob. Cit. p. 59.
imperativas aquellas que se imponen a la voluntad de los
particulares, de manera que deben ser acatadas necesariamente
por ellos, no pudiendo sustituirlas ni alterarlas, pues no se admite
pacto en contrario64. Este carácter imperativo (ius cogen) puede
manifestarse bien sea ordenando que los particulares tengan una
conducta determinada, caso en el cual nos encontramos ante las
normas preceptivas, o bien impidiendo que actúen en
determinado sentido, eventualidad en la que estamos frente a las
normas prohibitivas. Son en realidad las manifestaciones del
poder del ordenamiento jurídico que no permite que se traspasen
determinados límites al ejercicio de tal poder delegado. Las
normas dispositivas son las que cumplen un carácter supletorio de
la voluntad de las partes contratantes y son aplicables en
ausencia de pacto o para integrar las lagunas de la manifestación
de la voluntad. El carácter supletorio de las normas se evidencia
en el artículo 1356 del Código Civil que establece que las
disposiciones de la ley sobre contratos son supletorias de la
voluntad de las partes, salvo que sean imperativas.
65
RUBIO CORREA, Marcial. 1996. Título Preliminar. Ob. Cit. p. 105.
orden público está constituido por aquellas normas imperativas que
salvaguardan los principios jurídicos y éticos fundamentales del
ordenamiento, a diferencia de las normas simplemente imperativas
puestas para tutelar los intereses generales66.
71
CANCINO, Fernando. 1979. Estudios de Derecho Privado. Editorial Temis: Bogotá. p. 45.
Citado por DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 218.
Constitución formaliza a nivel jurídico, aspectos centrales de la vida
político-social tales como la organización de las relaciones
socioeconómicas básicas, la organización del Estado y el territorio, los
derechos y garantías personales, etc. En esta perspectiva la
Constitución tiene como sello particular el ser mandato jurídico formal e
imperativo, y por tanto inherente a las funciones tuitivas y coactivas del
Estado. Pero al mismo tiempo y revestida por lo jurídico, la Constitución
tiene una naturaleza política y en su contenido se expresan grados y
niveles de articulación política entre las clases y sectores sociales... 72”.
La definición dada por los autores refleja la concepción moderna de la
Constitución y los aspectos regulados actualmente tales como:
organización del Estado, del territorio, de derechos y garantías
personales, así como de las relaciones socioeconómicas básicas. Sin
embargo, no siempre el contenido fue el mismo, ya que se ha ido
ampliando su ámbito de regulación a áreas que antes no se
consideraban, como aquellos aspectos económicos y sociales.
72
RUBIO CORREA, Marcial y BERNALES BALLESTEROS, Enrique. 1983. Constitución y
Sociedad Política. 2° edic. Mesa Redonda Editores. Lima. p.11
73
El constitucionalismo clásico dividió el contenido de toda constitución en dos partes
fundamentales: la parte orgánica y la parte dogmática. La primera se refiere a la regulación del
ejercicio del poder político y a las competencias de los órganos del Estado (Ejecutivo,
Legislativo y Judicial). La parte dogmática, en cambio, enumera derechos individuales dentro
de los que se encuentran las libertades económicas.
74
ACOSTA IPARRAGUIRRE, Vicente. 2003. La Constitución Económica en el Perú y en el
Derecho Comparado. Tesis para optar el grado de Doctor en Derecho en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos. En el Sistema de Biblioteca- tesis de la UNMSM. En
http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/tesis/Human/Acosta_I_V/Acosta_I_V.htm. Fecha de visita
05.03.2007, 11:30 h.
75
Sobre la no consideración específica de los aspectos económicos por el constitucionalismo
clásico, Domingo García Belaúnde plantea una explicación acertada diciendo que: "La materia
económica estuvo ausente en todas estas Constituciones, como lo fue durante todo el siglo
XIX, salvo las excepciones que nunca falta, y que no hacen más que confirmar la regla. Ello
ocurrió no por descuido, sino porque se consideró innecesario hacerlo. En efecto, de acuerdo a
las tendencias fisiocráticas y liberales de la época, se tenía la absoluta certeza de que el
mundo de la economía se movía con sus propias leyes naturales, invisibles pero reales, y de
cumplimiento ineluctable. Es decir, no se desconoció ni por un momento, la validez del sistema
cuestiones referentes a lo que se denomina parte orgánica y parte
dogmática. Sin embargo, refiere que siempre hubo la necesidad de
incorporar dentro del articulado de una carta política, incidencias de
corte económico, las mismas que no eran tratadas de manera
sistemática, sino asistemática, es decir, no asignándosele un lugar en
específico.
Por tanto, desde mediados del siglo XX aparece con gran fuerza y
entidad el constitucionalismo económico. Empieza a formarse entonces
un concepto de constitución económica. Los derechos económicos se
extienden y profundizan, y se le asigna ahora al Estado un rol jurídico-
económico.
2.1.2. Definición
La Constitución Económica, en palabras de Blume Fortini, se
entiende como “el sistema económica consagrado en la Constitución de
un determinado Estado que comprende la regulación de la propiedad, de
la economía pública y privada, de la actuación de los agentes
económicos, de las reglas del mercado, de la empresa y, en general, del
fenómeno económico, cuya incorporación en la normatividad
constitucional, sumada a la parte dogmática y a la parte orgánica,
conforma las tres partes fundamentales de una constitución moderna”79.
Para García Pelayo, se entiende por Constitución económica a “las
normas básicas destinadas proporcionar el marco jurídico fundamental
para la estructura y funcionamiento de la actividad económica o, dicho
de otro modo, para el orden y proceso económico. Tales normas sirven
de parámetros básicos para la acción de los actores económicos
públicos y privados, y pueden ser enunciados de principios y valore
directivos orientadores de la acción, o pueden tener formulación y
garantía más rigurosas80”.
78
GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. Ob. Cit. 788.
79
BLUME FORTINI, Ernesto. 1997. La Constitución Económica. Marco Doctrinario. Revista
Themis. Nº 36. PUCP. Lima. p. 33.
80
GARCÍA PELAYO, Manuel. 1979. Consideraciones sobre las cláusulas económicas de la
Constitución .En: “Estudios sobre la Constitución española de 1978”. Libros Pórtico: Zaragoza.
p. 31.
El constitucionalista García Belaúnde distingue dos manifestaciones
de la Constitución económica: la primera como “contenido”, y la segunda
como “norma jurídica suprema”. Así, para el autor nacional la
constitución económica vista como contenido será la que denomina la
constitución económica material, entendida como el ordenamiento real
de la economía en una comunidad determinada, y, constitución
económica vista como norma jurídica suprema será la constitución
económica formal, entendida por “la manera cómo la constitución escrita
recoge, reconoce o regula esta realidad” 81. De otro lado, Gutiérrez
Camacho82 nos brinda los alcances de la constitución económica. Señala
el autor que por Constitución económica ha de entenderse tres ideas
vinculadas. En primer lugar, el establecimiento de un orden público
económico, entendido este como el conjunto de normas jurídicas y
principios destinados a organizar la economía de un país y que en ese
sentido, facultan a la autoridad competente para regular en atención a
los valores de la sociedad expresados en la Constitución. En segundo
lugar, dicho orden regulará el orden económico tanto del Estado como
de los particulares, con el propósito de que las operaciones de mercado
se desarrollen eficientemente dentro de un marco social. Todo lo cual
conducirá a la regulación de los siguientes ámbitos: la participación del
Estado en la economía, las relaciones económicas entre los particulares,
y las relaciones económicas entre el Estado y los particulares.
Resumiendo las definiciones anteriores, se puede definir la
“Constitución económica” (o “modelo económico de la Constitución”)
como el conjunto de principios, criterios, valores y reglas fundamentales
que presiden la vida económica-social del un país, según un orden que
se encuentra reconocido en la Constitución83.
81
GARCÍA BEALÚNDE. Domingo. Teoría y Práctica de la Constitución Peruana. Tomo II,
Ediciones Justo Valenzuela. Lima 1993, p. 65.
82
GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. Ob. Cit. p. 793.
83
ARIÑO ORTIZ, Gaspar. 2004. Principios de Derecho Público Económico. Aras Editores.
Madrid. p. 171.
Las constituciones de 1823, 1826, 1828, 1834, 1839, 1856, 1860,
1867, 1920 y 1933 contemplaron ciertas normas sobre economía, sin
embargo no llegaron a abordar en forma amplia y orgánica el tema del
sistema económico, también llamado régimen económico. La
Constitución económica en el Perú hace su aparición XX, en la década
de los veinte, a nivel de reflexiones como categoría conceptual. A
continuación se precisará brevemente los rasgos fundamentales de las
Constituciones de 1979 y 1993.
84
El segundo en emplear el término es Carlos Torres y Torres Lara en un corto trabajo
publicado en marzo de 1986 bajo el título de “Los derechos fundamentales de las personas
jurídicas y la Constitución económica” en la Revista Peruana de Derecho de Empresa”. El
tercero es Domingo García Belaúnde en la antes referida ponencia “La Constitución Económica
peruana”, presentada en el simposio internacional sobre “Modernas tendencias del Derecho
Constitucional en España y América Latina”, en noviembre de 1986. En BLUME FORTÍN,
Ernesto. La Constitución Económica. Marco Doctrinario. 1997. Ob. Cit. p. 35.
Partiendo de la premisa de que la Constitución Económica
Peruana de 1993 contiene tantos principios informadores del
conjunto del ordenamiento jurídico como normas jurídicas
vinculantes, Ochoa Cardich señala que sus bases fundamentales son
el principio de subsidiaridad del Estado, el principio del pluralismo
económico, la economía social de mercado, el principio de la libre
competencia y la defensa de los consumidores y las garantías de la
inversión nacional y extranjera85.
2.2.1. Definición
El orden público económico es aquel orden compuesto por reglas
básicas que inspiran y gobiernan la organización y funcionamiento
económico de cada país. El orden público económico refleja así el
concepto de libertad económica que tiene una sociedad y que contiene
su Constitución86. El orden público económico regula por tanto, las
relaciones de mercado entre los particulares, y entre éstos y el Estado.
Las normas referidas al orden público económico se identifican
con la denominada Constitución económica que, como se ha visto, tiene
como propósito designar el mercado jurídico fundamental de la actividad
económica.
2.2.2. Función
Dentro de las funciones que cumple el orden público económico
tenemos: a) para cumplir con su objetivo de garantizar la libertad de
todos, el orden público opera de un modo instrumental: es como un
conjunto de figuras legales que permiten la defensa de principios o
intereses generales, es decir, bienes jurídicos relevantes para el
85
OCHOA CARDICH, César. 1995. “Bases fundamentales de la Constitución económica de
1993. En lecturas sobre Temas constitucionales”. Nº 11. Comisión Andina de Juristas. Lima. p.
87-95.
86
GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. Ob. Cit. 793.
funcionamiento de la sociedad, b) cuando el legislador califica una ley
como de orden público, hace una auténtica valoración que es
consustancial a la instrumentalizad política que adquiere la ley en el
Estado de Derecho. La Ley de orden público pone límites al juego
irrestricto de intereses individuales que encauza la autonomía privada 87.
2.3.1. Definición
El artículo 58° de la Constitución peruana contempla el modelo
económico aplicable a nuestro sistema: el de una economía social de
mercado88. Este modelo económico parte de dos convicciones: por un
lado, la creencia de que el mercado es el mejor invento para el
desarrollo y funcionamiento de la economía; la segunda, referida a que
si bien el mercado puede ordenar la economía, no crea necesariamente
justicia89. La economía social de mercado es una condición importante
del Estado social y democrático de derecho; por ello, debe ser ejercida
87
GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. Ob. Cit. 794. Tomado de ZANNONI, Eduardo. 2003. En el
prólogo del libro de DE LA PUENTE, Horacio. Orden Público. Astrea: Buenos aires. P. VI, VII.
88
El concepto de economía social de mercado se aplica al modelo de orden económico
explícitamente elaborado, que le sirvió al primer gobierno de la República Federal de Alemania
después de la Segunda Guerra Mundial como pauta para encauzar su política económica. Su
configuración teórica se relaciona ante todo con los nombres de Walter Eucken y Alfred Müller-
Armack, y su implementación política con el de Ludwig Erhard. Los lineamientos básicos
esenciales del modelo caracterizan la constitución económica de la mayoría de las naciones
industrializadas de Occidente. Ver en PFALLER, Alfred. 1997. El concepto de la economía
social del mercado y la nueva "de-civilización del capitalismo en Europa. Friedrich Ebert
Stiftung-Digitale Bibliothek (Electronic ed.). Bonn. URL:
http://www.fes.de/fulltext/stabsabteilung/00071.htm. Fecha de visita 28.05.2007, 03:56 h.
89
GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. Ob. Cit. 797.
con responsabilidad social y bajo el presupuesto de los valores
constitucionales de la libertad y la justicia90.
La economía social de mercado parte de la premisa que el mejor
sistema para la asignación y distribución de los recursos es aquel que
propicia la concertación libre entre la oferta y la demanda 91; sin embargo,
este modelo toma en cuenta que la economía totalmente libre sin límite
alguno creará más desigualdades y agudizará las existentes, generando
centros de poder económico que muy pronto falsearán la competencia y
harán de las libertades económicas las más débiles declaraciones
legales. De ahí que la economía social de mercado postula que en
situaciones como estas, el Estado deberá regular la libertad de mercado.
En virtud a ello, hay quienes afirman que el concepto teórico que más
explícitamente formula el objetivo político de la “prosperidad para todos"
dentro de un sistema económico esencialmente capitalista es el de la
economía social del mercado92.
94
Precisamente ésta es una de las mayores críticas que recibe este modelo económico, porque
al establecer que el Estado ha de intervenir de cierta manera en la economía y regularla, el
cómo hacerlo puede llevar desde una inacción del Estado o, por el contrario a un
intervencionismo real maquillado de economía social de mercado. El problema reside en que
para que este sistema funcione debe combinarse eficiencia con justicia social, un equilibrio
esquivo, difícil de alcanzar.
95
GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. Ob. Cit. p. 797.
característica de una constitución social. Para ello se precisa de un
Estado fuerte, lo que no es sinónimo de gigante y burocrático 96.
96
Cit. p. 795.
97
Sentencia del Tribunal Constitucional recaída en el Exp. Nª 0048-2004-AI, 01/04/05, P, FJ,
16. EN TRIBUNAL CONSTITUCIONAL. Ob. Cit. p. 414.
98
GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. Ob. Cit. 796.
Otra de las libertades trascendentes que postula la Economía Social
de Mercado es la libertad de contratación99; esto en virtud a que los
contratos en una economía social de mercado son los instrumentos
indispensables para que el intercambio de los recursos se produzca
eficientemente100. Esta libertad de contratación encuentra su inspiración
en el conjunto de normas y principios de orden público, sobre las cuales
ha de ejercerse en el mercado 101. Así tenemos por un lado, el principio
reconocido en el artículo 2 inciso 24 párrafo a) que toda persona tiene
derecho a la libertad y que “nadie está obligado a hacer lo que la ley no
manda ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe” en plena
concordancia con el inciso 14 del mismo artículo que señala que toda
persona tiene derecho a “contratar con fines lícitos, siempre que no se
contravenga leyes de orden público” ; y de otro, la consagración de la
libertad de contratación plasmada en el artículo 62 al señalarse que “La
libertad de contratar garantiza que las partes pueden pactar válidamente
según las normas vigentes al tiempo del contrato. (…)”, recociéndose
con ello que nuestra sociedad es una sociedad contractual, es decir,
aquella donde prima la autonomía privada y el consentimiento 102.
103
CASTOPE CERQUÍN, Lorenzo. Ob. Cit.
104
Al respecto, cabe destacar lo señalado por Gutiérrez Camacho quien expresa que: “las
limitaciones que la constitución impone a este principio deben interpretarse como un esfuerzo
por ordenar la libertad de las transacciones. Si en el plano económico, la libertad se ejerce por
medio del contrato, no hay que perder de vista que todo contrato se ejecuta en un mercado, y
no hay economía ni mercado sin un orden jurídico que lo permita funcionar. El contrato no
puede superar o rebalsar al ordenamiento jurídico que le da vida y permite su realización. Los
límites de la libertad contractual son precisamente en defensa del contrato. Son para evitar que
actores con poder de mercado reduzcan o desaparezcan la libertad de contratación e los
débiles”. Ver en GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. Ob. Cit. p. 850-851.
105
Sentencia de Tribunal Constitucional recaída en el Expediente Nº 0858-2003-AA, 24/03/04,
S1, FJ. 22. En TRIBUNAL CONSTITUCIONAL. 2006. Ob. Cit. p. 137-138.
106
SOTO COAGUILA, Carlos. La autonomía privada y la buena fe: fundamentos de la fuerza
obligatoria del contrato. Ob. Cit. p. 45.
2.3.4. El Rol del Estado en la economía social de mercado
Se ha señalado que el Estado luego de conceder un amplio margen
de libertad y poder a los particulares para que estos creen sus
relaciones jurídicas económicas, se percató que ello trajo como
consecuencia una serie de abusos por parte de los grupos de poder
económico. Estos abusos generaron desigualdades económicas por lo
que el Estado se vio obligado a intervenir en las relaciones contractuales
a efectos de restablecer el equilibrio económico y social. Esta
intervención del Estado en las relaciones jurídico contractuales se
conoce como Intervencionismo estatal o dirigismo contractual, término
acuñado por Josserand107, y consiste en la presencia del Estado en la
libertad de configuración interna de los contratos, reduciendo así el
margen de la autonomía contractual reconocido a los particulares 108.
107
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. 2001. Ob. Cit. p. 226.
108
Muchos han denominado a este intervencionismo estatal como la “Crisis del Contrato”; sin
embargo, compartimos la idea de quienes exponen que ello se trata más bien de una mutación
del contrato y de una nueva delimitación de la libertad contractual. Son de la misma opinión
Soto Coaguila, Mosset Iturraspe y De La Puente y Lavalle.
en sí, que en mayor o menor medida es una realidad en todos los
países, sino a sus excesos109.
109
MOSSET ITURRASPE, Jorge. La autonomía privada y la fuerza obligatoria del contrato. Ob.
Cit. p. 38.
110
Refiere el autor que un sistema de economía social de mercado marca pautas claras a la
actuación del Estado: 1) renuncia a competir con los particulares en la actividad económica, 2)
se abstiene en principio de participar en la formación de los precios; no obstante, asume la
función de los actores más débiles del mercado y, 3) se constituye en el garante de la
seguridad económica de todos los ciudadanos. Ver en GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. Ob.
Cit. p. 798.
111
El Tribunal Constitucional ha señalado que “si bien es cierto que los individuos y las
empresas gozan de un ámbito de libertad para actuar en el mercado (…) ello no quiere decir
que dicha libertad sea absoluta, pues también existe la certeza de que debe existir un Estado
que mantiene una función supervisora y correctiva o reguladora”. Sentencia del Tribunal
Constitucional recaída en el Exp. Nº 7320-2005-AA, 23/02/06, P, FJ. 73. En TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL. 2006. Ob. Cit. p. 416.
112
BROSETA PONT, Manuel. 2002. Manual de Derecho Mercantil. Vol. I, Edic. 11º. Tecnos:
Madrid. p. 157.