Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
COM
Listado General de Cuentos - por orden de fecha (ascendiente)
"Una vez, pregunté a Dios: '¿Tú me encontraste? O es que después de toda mi búsqueda,
¿finalmente yo Te encontré?'
La contestación de Dios fue: 'Tú no eres quien me buscó. Fuí Yo quien estuve buscando por
alguien como tú.'"
Era algo extraña la pregunta. Pero la curiosidad siempre es válida. Le preguntaron a la cabeza y
a los pies como podían vivir juntos, si había tanta diferencia entre ellos.
- Cada uno de nosotros - contestó la cabeza - cumple su papel. Mi papel es soñar. Es estar
más arriba de la tierra e imaginar un mundo mejor. Es mirar al horizonte, siempre más allá del
punto que estoy.
- Mi papel - le contestaron los pies a una sola voz - es llevar la cabeza al sueño que tuvo. Es
hacerla experimentar este sueño en la misma tierra y siempre acercarla todos los días un poco
más de este bello horizonte que visualiza. De esta forma alcanzamos la armonía.
Cuando llegó la hora de irse, la noche no quiso irse. Trató de negociar con la luz del día,
queriendo quedarse por lo menos un día más. Afirmaba que todos eran más felices por la
noche y que la noche tenía más vida.
El día, en toda su sabiduría le contestó calmamente, mientras iba esparciendo su luz y
rompiendo la noche:
- No niego, noche, que hay vida por la noche y que hay muchísima gente que disfruta de tu
oscuro manto. Sin embargo, es durante el día que todos pueden ver el brillo de los ojos unos
de los otros. Es durante el día que la madre puede ver claramente a su hijo y que los amigos
pueden encontrarse sin temor. Es durante el día que todas las ilusiones desaparecen y que se
puede ver todo claramente. Noche, tengo que nacer para que la vida prevalezca y la esperanza
nunca, nunca muera.
Un anciano se encontró con un joven. Al verlo, el joven le dijo:Usted que ahí camina despacio,
bajo el peso de los años. Mira mi caminar, mira la levedad de mis movimientos y mi cara, tan
perfecta sin las arrugas que adornan la tuya. Pienso, anciano, que ya no deberías estar en este
planeta. El anciano, pausadamente paró, lo miró, y contestó: Caminas rápido como el viento,
pero igual que él, puedes ser brisa o tormenta. Tu cara es tan perfecta cuanto una flor, pero
igual que ella, puedes marchitar a cualquier instante, apenas no te aprecien. Sin embargo, yo
soy lo que soy. Por eso, puedo ser un puerto seguro para las demás personas. Ella ven en mi
caminar la sabiduría de quien ya conoce todos los caminos, y en las arrugas de mi cara, las
marcas de una larga experiencia.Mientras estás todavía creando tu vida, ya la tengo creada y
ahora vivo de los frutos de lo que he sembrado. Todavía, te queda mucho por sembrar y por
eso, un día, tendrás más arrugas que yo y más lento caminarás.Te recordarás entonces de este
momento en que nos vimos. Entonces, joven, aprenda la belleza de los años y no su peso.
Dicen que en los tiempos antiguos los animales eran capaces de hablar y sentir como los seres
humanos. Incluso tenían reinos y una economía.
Un día, un pequeño venado se perdió de su mamá y, sin saberlo, cruzó la frontera con el reino
de los leones. Al ver un león que, lentamente, se acercaba a él, sintió miedo instintivo y
empezó a llorar mucho.
El león se acercó más y le preguntó por que lloraba, cuando el venadito contestó:
- ¡Es que eres un león y me vas a comer!
El león se reió del venadito y comentó:
- Sí, así fue hecha la vida. Los leones nos alimentamos de otros animales, animales como tú.
Sin embargo, sepa cachorrito, que ahora no tengo hambre y por lo tanto, no tengo porque
comerte. La tierra es mi madre y me da todo lo que necesito, en el momento exacto.También
soy papá y sé lo que deben estar sintiendo tus padres, pero no tema. Ningún ser en la tierra
será capaz de matar a otro, si realmente no necesita de eso. Pues, así fue hecha la vida. Ahora,
sígueme que te indicaré como volver a tu casa...
Al darse cuenta que ya no más podía vivir, la ardilla llamó a sus cachorros por una última vez.
- Pronto me estaré yendo a un lugar donde las almendras son abundantes y donde no hay
predadores. Cuando me vaya, dejo a cada uno dos herencias importantes, las más valiosas que
algún ser podría dejar a sus hijos.
Los hijos se miran entre sí.
- Después de todo, que nos va a dejar papá ardilla, ya que lo que ha hecho toda la vida es
acumular y comer las nueces y almendras. No queda nada de lo que tenía.
- Les dejo como legado el valor de acumular. Nunca paren de acumular lo que tengan. Antes
de gastar algo, observen que haya suficiente para el mañana. Junto con esto, les dejo el
legado de disfrutar. Disfruten todo lo que tengan, sin pensar en el mañana. Disfruten corriendo
entre las ramas, comiendo de las mejores almendras y tomando del agua pura de los ríos. No
olviden jamás: acumulen para el mañana, disfruten el hoy.
Los dos primos se encontraron por mera casualidad, mientras caminaban en los campos. Se
vieron, se abrazaron y pronto comienzaron a conversar.
Una hora después, se captó el siguiente trozo de diálogo sobre la libertad:
- Y le digo, primo zorro, que la verdadera libertad es la que tengo yo. Mira, tengo todo lo que
quiero. Vivo en una hermosa casa, tengo comida todos los días y no tengo, como tú, que cazar
mi comida diaria. Puedo hacer lo que quiera: ver televisión o simplemente dormir todo el día.
Esto sí es libertad.
El zorro, muy respetuoso, le contestó:
- Es verdad, primo perro, lo que me dices. Sin embargo, primo, ¿cuántas veces has visto el
nacer del sol? Mira, todos los días para mí este bosque me prepara los escenarios más
hermosos y son más bonitos que tu casa, te lo digo. Y aún en la caza de mi comida, soy capaz
de disfrutar el puro aire del campo y dejar que mis patitas toquen el prado, en el rocío de la
mañana.La verdadera libertad, sin embargo, te digo de verdad, porque eres mi primo, no está
ni siquiera en el campo. Está en mi corazón, porque esta fue la vida que yo crié y esta vida es
mi decisión personal. Si la vida que llevas tú - dijo, concluyendo la conversación y alejándose
lentamente - es lo que tú decidiste, entonces se puede llamar libertad; de lo contrario, es una
esclavitud en jaula de oro.
Dos cerdos que hacía mucho no se veían se encontraron un día. Ellos fueron separados cuando
todavía eran cachorritos. Ahora, cuentan sus aventuras.
- Yo vivo en una enorme casa de madera. - cuenta el primero - Mi amo nos lleva todos los días
para pasear por un caminito. Ahí vamos a comer ¡y la comida es muy buena!
El otro, miró a su amigo con misericordia, pues sabía lo que eso significaba: el cerdo estaba ahí
para ser vendido como comida para seres humanos. No querendo perturbarlo, sin embargo,
utilizó una comparación para que él lo entendiera:
- ¡Qué bueno de la grande casa! Mi casa también es grande y tiene un grande pasto. Vivo solo,
sin embargo, pues hay un niño que tiene gran cariño por mí. En vez de pasar por un caminito,
él me lleva todos los días a pasear por el campo. Es como la diferencia entre vivir con
esperanzas y vivir con expectativas, amigo. Vivo con esperanzas, pues soy libre. Aunque mi
amo me lleve hasta el prado, puedo decidir hacia donde seguiré. Pero, vivir con expectativas,
puede ser la muerte, pues es un camino tan estrecho a veces, puede llevar a una rica
recompensa, pero a veces puede llevar a cosas más desagradables. Sugiero que pares de vivir
con expectativas, amigo, y empieces a vivir con esperanzas de un mejor día.
Había un lugar donde habitaban ángeles con un ala derecha. Ellos eran felices, pero un día
llegó un ángel de ala izquierda. Mirándolo, pensaron que eran iguales y que el lado del ala
realmente no importaba.
Pero, sí, importaba. Ellos se preocupaban de las técnicas y herramientas; él se preocupaba de
los sentimientos y lo humano de cada ser. Después de un tiempo, ya no podían vivir juntos. El
ángel de ala izquierda tenía que irse.
Y fue al irse que éste notó algo muy interesante. Sentía un dolor en su hombro derecho y, al
mirar, vio que nacía un ala pequeña. Para su sorpresa, mientras vivía con los ángeles de ala
derecha, también había asimilado algo: la precisión, la metodología, los cálculos.
Sonriendo, mientras se iba, acarició su hombro y pensó si ellos también no sentirían un
dolorcito en el hombro izquierdo.
Y todos se burlaban de él. Las flores y las espinas, los pájaros y los animales. Ni el hombre
realmente le daba mucho valor. Pero, él no se molestaba nunca. Un día, la piedra, una de sus
amigas, le preguntó porque no se molestaba.
Lo que sucede, amiga piedra, es que nunca van a entender mi valor, hasta el día que yo no
esté. Soy la alfombra de los demás y cuando no esté, los pies de los animalitos se lastimarán y
las flores no tendrán tanto valor.
Sé que no valgo tanto cuanto muchas de las cosas de la naturaleza, pero soy el que alivia los
ojos del ejecutivo estresado, o de la madre angustiada. Así que, reconozco mi valor, aunque
otros no lo reconozcan. Yo me amo profundamente, porque sé el valor que tengo yo.
Y, ¿quién soy yo? El pasto.
Al pensar en ser igual que Dios, el hombre se elevó mucho. Miró diferente a los otros y trató
de ayudarlos. Daba consejos, donaciones. Alientaba a los que ya no tenían esperanza y hablaba
sobre la unión de la familia y de las naciones.
Pero, como era tan bueno, los demás lo llamaron santo. Le dieron una bella casa, un bello
carro y lo adoraron. Su casa era un templo, donde él era el dios.
Y mató a otros, porque era como dios, y sentía que podía hacer lo que quería. Discriminaba
indicando quien era bueno y quien era malo.
Y se quedó viejo. Sus consejos ya no tenían tanto poder. Sus donaciones pararon. Ya su casa
era vieja y viejo era su carro. Y la muerte vino para llevar aquel que era como Dios.
Al irse, sintió que iba a ser castigado. Pero, su sorpresa fue sentir una gran ola de amor. Tan
grande, tan hermosa, que en lo más hondo de su corazón, sintió ser perdonado. Y una frase
hizo eco en su cabeza. Antes de tomar una nueva oportunidad y deshacer el mal que había
causado, el hombre escuchó esta frase que sonó como la música más dulce...
"Hijo, querido hijo."
No saben como comenzó. A muchos les parece chistoso. Otros los miran con reverencia.
Indiferente a la opinión de los demás, todos los días, el león va hasta el viejo venado a pedirle
consejo.
Nadie sabe exactamente como comenzó. Pero, siempre hay una leyenda. Y esta sale de la boca
del mico, quien dice:
Fue hace muchos años, cuando el león lo cazó. Aunque corriera a toda la velocidad, el venado
lo superaba en todo. De hecho, el venado volaba por el aire, con una levedad impresionante.
El león era joven y se sintió humillado por la derrota. Tanto que decidió partir para no volver
más. Fue por la noche que, al verse solo, se puso a pensar. Pensó en la humillación que sufrió
y, al principio quizo revancha. La revancha se tornó una llama en su pecho, que creció y creció.
Por fin, tomó una decisión.
Escondido por la noche, se acercó al campamento de los venados. Se puso a una cierta
distancia, cuando el venado que buscaba se acercó a él. Le dijo: ¿buscas revancha, explicación
ó amistad? Sin entender como el venado lo había visto, el león se quedó callado. ¿Qué decir a
alguien que parece adivinar las cosas? Te digo, león; si quieres realmente ser un buen rey
jamás busques revancha, pues esto te hace peor que el más bajo de los animales.
Si quieres explicación, entonces te acercas al animal mediano, quien siempre trata de justificar
las cosas. Y si quieres amistad, entonces es el rey, pues el rey siempre se rodeará de los
poderosos y los cautivara con su presencia.
Amigo león, ¿qué quieres?
Los extraterrestres, de la raza de los saligrams, llegaron de un lugar muy lejano y distante.
Era un lugar invisible, así como ellos mismos eran invisibles. Al llegar, encontraron que
necesitaban trajes especiales y los construyeron, de materia orgánica. A ellos, los llamaron
"cuerpos". Tenían dos ventanas que mostraban el mundo externo - de verde maravilloso,
flores, frutas, paz y tranquilidad - y otros cuerpos, los trajes de otros saligrams.
Tenían un equipo especial que captaba los sonidos, otro para los olores y otro para los
sabores. Para sentir el clima del planeta, así como otras sensaciones diferentes, ellos hicieron
que cada pedazo de su traje los sentira.
Todo era paz y armonía. Las relaciones entre ellos era de mirarse ojos en los ojos, para poder
ver al otro saligram, escondido detrás de su cuerpo. Había muchísimo amor entre todos y total
respeto. Pues eran más que cuerpos y no tenían defectos.
Vivían en un verdadero paraíso.
No tenían expectativas de nadie, sino que todos se sentían dueños del planeta. Había una
división armónica y justa de las diversas actividades y no conocían qué era ser mejor que el
otro. Todos eran seres de luz, iguales en su esencia.
Primera parte del cuento Los Saligrams, basado en el libro Los Viajeros, que tú puedes
conseguir en alguno de los centros de Brahma Kumaris
La vida de los saligrams corría suavemente. Una característica importante que todos tenían: al
mirarse, tenían que mirar a la ventana del traje que usaban, es decir, los ojos. Detrás de los
ojos, estaba el saligram, la luz.
Siempre que se encontraban, miraban en los ojos, pues no había sentido realmente en mirar el
resto del cuerpo, ya que era solamente un traje. Solo los ojos importaban.
Y era mirando en los ojos, que los saligrams descubrían cuanto amor sentían uno por el otro.
Aquí, en este planeta extraño, sentían la felicidad de estar todos juntos. No había ningún trazo
de odio o celos. Sólo amor y felicidad.
La razón era la forma sencilla de mirarse. ¿Ya experimentaste mirar a los ojos del otro? Quizá,
también seas un extraterrestre, sin saber - quizás seas la luz, detrás de la ventana de los ojos.
Segunda parte del cuento Los Saligrams, basado en el libro Los Viajeros, que tú puedes
conseguir en alguno de los centros de Brahma Kumaris
Cuál no fue la sorpresa de un saligram al encontrarse un día con otro ser. Tenía un traje
parecido al suyo, pero había algo diferente: no miraba a los ojos. Era un ser humano.
Pronto, los humanos y los saligrams se mezclaron. A los humanos no les gustaba que les
miraran en los ojos, así que los saligrams pararon de mirar a los ojos de los humanos. Y de
pronto no se miraban a los ojos entre ellos. Había una especie de miedo, de intranquilidad en
eso.
Los humanos les enseñaron a operar mejor los trajes que tenían y, un día, que sería recordado
como el más terrible de los días, el traje despertó sin las órdenes del saligram. Atrapado dentro
de su máquina orgánica, el saligram se vió a merced de sus deseos, a veces parecido con los
suyos, pero normalmente tan distintos.
Fueron perdiendo el amor que tenían entre sí y pasaron a compararse y luchar mutuamente.
Todo porque no miraban en la luz que estaba trás de los ojos.
Tercera parte del cuento Los Saligrams, basado en el libro Los Viajeros, que tú puedes
conseguir en alguno de los centros de Brahma Kumaris
Por primera vez, un saligram se sintió triste. Una tristeza profunda, increiblemente profunda. Se
sentía lejos de su casa y de su gente. Saligrams y humanos estaban todos mezclados, ya no se
diferenciaban más. La luz, que brilla detrás de los ojos, parecía estar apagada, o casi.
El saligram, un día, despertó antes de su traje. Se sentía liviano, alegre y ligero. Era algo que
no experimentaba desde hacía mucho, mucho tiempo. Quería irse. Volver a su casa, a su
hogar, tan lejano, tan lejano. Así que se concentró profundamente y envió un mensaje hacia su
casa. Quería irse. Pero, ya no sabía como.
Todo alrededor parecía en caos. Los valores se habían perdido, pero había mucha esperanza en
que algo se podía hacer todavía. Atrapado en su traje, el saligram esperaba pacientemente la
respuesta...
Que no tardaría en llegar...
Cuarta parte del cuento Los Saligrams, basado en el libro Los Viajeros, que tú puedes
conseguir en alguno de los centros de Brahma Kumaris
Quinta parte del cuento Los Saligrams, basado en el libro Los Viajeros, que tú puedes
conseguir en alguno de los centros de Brahma Kumaris
El proceso fue rápido. Mientras más miraban la luz, detrás de los ojos, más recordaban el hogar.
Anhelado y distante hogar. Un día, el saligram que había despertado antes de su traje, logró
controlarlo totalmente, como antiguamente. Hubo problemas con los humanos, pero el
saligram permanecía firme en su control.
Pronto, miles y millones de saligrams, mezclados con los humanos, ya controlaban sus trajes.
Y, para sorpresa de ellos mismos, empezaron a abandonarlos, regresando a su hogar.
La energía de paz era increible, una sensación ya olvidada hacía mucho tiempo. Era una paz
total, lograda simplemente por mirar la luz detrás de los ojos.
Lo impresionante también fue que, en la distante tierra que ellos abandonaron, poco a poco las
personas comenzaron a mirar la luz detrás de los ojos y, aún sin abandonar sus trajes físicos,
eran capaz de sentir la misma paz...
Así que, desde hoy, empieza a mirar la luz detrás de los ojos y experimenta la paz del distante
hogar de luz. Es muy fácil.
Sexta y última parte del cuento Los Saligrams, basado en el libro Los Viajeros, que tú puedes
conseguir en alguno de los centros de Brahma Kumaris
En el pasado, dicen los antiguos, el ojo izquierdo y el derecho eran como las manos: cada uno
podía ir adonde quería.
No había restricciones a su actuación, ni había problemas entre ellos. Mientras el dueño veía
algo con el ojo izquierdo, también era capaz de ver otra cosa con el ojo derecho.
Fue entonces que decidieron entrar en armonía. El diálogo, dicen, fue algo así:
"Pero si los dos tenemos que ir al mismo lugar, al mismo tiempo, entonces uno de nosotros va
a ser el maestro del otro. ¿Seré yo?", preguntó uno de los ojos al otro.
"El verdadero maestro no eres tu, ni soy yo. Es aquel a quien pertenecemos, en cuya cara
residimos. El es quien debe decidir."
"Y ¿cuál será la base de su decisión?"
"No sé, hermano, cual será la base de su decisión. Sin embargo, lo que sé es que él tiene que
enviarnos donde pueda haber luz. Donde podamos ver el bien, ver las flores y no la espina, ver
la sonrisa, y no las lágrimas. De lo contrario, sufrirá mucho. Necesita, nuestro dueño, aprender
la sabiduría de la vida de que todo es equilibrio y todo existe en armonía. Hermano, debemos
pedir desde lo más hondo de nosotros que nuestro dueño sepa utilizarnos bien, de lo contrario,
su vida será una constante lucha interior."
Así fue. Y ¿será que el dueño realmente los escuchó?
Un día, Dios miró al mundo y sintió una profunda misericordia. Decidido, levantó su mano y,
durante la noche más oscura, convirtió el mundo entero un paraíso.
Al día siguiente, cuando sus hijos despertaron, se vieron diferente. Ya no había enfermedades,
todos eran muy hermosos. Aun la persona que era más pobre, se vestía de oro y tenía comida
en abundancia. Llenos de felicidad, todos comenzaron a gritar felices por el mundo - era un
paraíso.
Fue unos días después que un hombre, mirando la casa de su vecino - en realidad, un palacio -
vio que este tenía unas vacas en su jardín. Entonces decidió aprovechar un momento en que
estaba fuera para tomar de la leche. El vecino, sin embargo, llegó antes que el hombre se fuera
y quedó muy enojado. Cosas así comenzaron a suceder en todo el mundo.
Y, un mes después de la creación del paraíso, estalló una guerra entre dos ciudades. ¡Dios no
lo podía creer! Todos tenían todo y aún así batallaban por cosas que realmente no necesitaban.
Diez años después, cuando el paraíso se había tornado una mera historia, un cuento narrado a
los niños en la escuela, Dios nuevamente miró a su creación. Suspiró hondo y pensó que, la
próxima vez, va a crear el paraíso primero en los corazones de los hombres.
Lo externo vendrá naturalmente.
Un día, los colores entraron en guerra. Por supuesto, ya que uno pensaba que era mejor que el
otro.
El amarillo no paraba de jactarse de su valor, pues el oro es el elemento más valioso de todos.
El rojo, de su fuerza y poder ya que es lo que más está presente en las guerras. El verde no se
cansaba de alabar la naturaleza, donde era rey. Bueno, cada uno hablaba tanto de sí que
pelearon mucho.
En esto, el mundo perdió los colores. Ya no había gracia en la vida, no había belleza. Los
hombres entonces se reunieron para ver que se podía hacer.
Decidieron entonces crear un símbolo de paz - el arcoiris. En él colocaron cada uno de los
colores y les mostraron los resultados. Fue al ver la armonía entre los diversos tonos que daba
una belleza difícil de encontrarse, algo mágico y soñador; al percatarse que cada uno tenía algo
que complementaba al otro y cada uno tenía un valor específico, que los colores pararon la
guerra y nunca más se pusieron a pelear.
Una vez, dos marineros llegaron a una isla y vieron un grupo de bellísimas mujeres. Uno de
ellos, sin embargo, se enamoró de la más fea de todas, lo que asustó al compañero. Decía que
ella tenía algo diferente.
Al ir en frente del jefe, este dijo que había que dar 6 vacas por cualquiera de las mujeres. Al
pedir la mano de la fea, el jefe afirmó que por ella solo había que dar 3 vacas. Pero, el
marinero, para mayor sorpresa de su amigo, ofreció las mismas seis vacas.
Los años pasaron y nuevamente el amigo volvió a la isla y quiso ir ver a su antiguo
compañero, si todavía estaba casado. Al llegar al pueblo, encontró que una mujer, de una
belleza inigualable, con una luz que brilllaba por sus ojos, se encontraba en plena calle, dando
a todos los ciudadanos comida y ropas. La escena era impresionante.
Por fin, encontró a su amigo, que irradiaba una paz y tranquilidad desconocidas por él.
Después de charlar un rato, le preguntó, con un poco de vergüenza, como estaba su esposa.
El hombre contestó que la mujer que él había visto, donando ropas y comidas, era su mujer.
"Pero, ¿cómo es posible? ¿Cómo pudo cambiar tanto?" "Al darle al jefe 6 vacas, ella sintió que
valía tanto como las demás y así la traté durante años. Su autoestima subió tanto que ella pasó
a ayudar a otras personas y hoy vive así, como la viste, con una belleza que no es fruto de
maquillaje externo, sino de un trabajo interno intenso."
Caminando por una carretera, el joven encontró un campesino y le hizo una pregunta: "Señor,
¿hacia donde va a dar esta carretera?"
El hombre hizo una mueca y dijo: "Vas a terminar encontrándote con una terrible pandilla, que
te roban todo, hasta el alma. Aquí no llueve nunca, muchacho, y sólo sentirás sed. Tampoco
encontrarás comida, porque todos aquí son muy tacaños y nadie te abrirá la puerta para
hospedarte." Hablando así, siguió su camino.
Pasados unos minutos, se encontró el joven con otro campesino y le hizo la misma pregunta:
"Señor, ¿hacia donde va a dar esta carretera?"
El hombre sonrió dulcemente y dijo: "Aquí vas a tener una oportunidad de ayudar un grupo de
personas en problemas - sonríe y conversa con ellos y se sentirán bien. Podrás experimentar el
calor del padre Sol, lo que mejorará tu salud. Ah, la gente de aquí es muy tímida, así que,
cuando golpees una puerta, hazlo suavemente, como si estuvieras tomando una rosa. Y ellos te
abrirán la puerta, como si fueras un rey." Hablando así siguió su camino.
En un día futuro, claro de sol, en un campo abierto, un niño mirará a su abuelo y le preguntará:
"Abuelito, ¿qué es violencia?"
En su memoria, el abuelo recordará los viejos tiempos cuando no se podía salir tranquilo a la
calle, cuando la guerra todavía tomaba cuenta de los montes, cuando los noticieros vivían de la
sangre echada a la tierra. Sus ojos brillarán y volverá la cara hacia el sol, tratando de,
avergonzado, esconder lágrimas que se quieren derramar.
En este instante, verá el sol brillando en lo alto. Oirá la risa de otros niños. Verá gente
corriendo alegre y feliz. Y en el viejo rostro arrugado, una sonrisa remplazará a las lágrimas.
Entonces, sólo entonces, contestará: "Es un árbol; un árbol rojo que un día existía por toda
tierra. Un día, el hombre logró eliminarlo. Hoy ya no queda nada, absolutamente nada."
Un río, todavía joven, trataba inútilmente de romper la tierra, pues quería que su nuevo lecho
fuese de una manera determinada.
Un búho, famoso por su sabiduría, asistía a esta escena cuando por fín decidió intervenir. Y le
explicó suavemente al río que este no debería pelear con la tierra sobre la cual pasaba. "Ten
paciencia, oh joven amigo, y con el tiempo, conforme vayas madurando, verás que la tierra
alrededor de ti se acomodará a tu presencia. Mientras luches y discutas, solo lograrás lo que tu
fuerza te permite; cuando se calle y se adapte a la tierra, entonces lograrás su respeto y ésta,
gentilmente, se abrirá para tenerte en sus brazos. Así que, para de luchar y dedícate más bien a
esparcir tu agua que mata la sed de los que buscan desesperados."
Fue un lunes por la mañana cuando él, como hacía todos los lunes, se levantó para ir a
trabajar. Cuando llegó al baño, vió otra imagen en el espejo - y se quedó con mucho miedo.
La imagen era igual que José en muchas cosas. Sus ojos los podía reconocer, incluso la cicatriz
de una caída cuando era niño marcaba su cuello. Pero, la expresión era diferente. José vió un
hombre feliz y pleno, sonriendo completamente, sin miedo en su frente, sin cansancio en su
mirada. "¿Quién eres tú?" preguntó el asustado José.
"¿No me reconoces? Cuando eras joven, me veías todos los días en el espejo. Charlabas
conmigo, me contabas tus inquietudes y miedos. Pero, un día, me abandonaste, para vivir la
vida igual que la de tus ancestros. Casaste, tuviste hijos y eres empleado de una empresa.
José, soy tu sueño. Vine a verte nuevamente, antes de morir definitivamente. Me mataste José,
pero te perdono. De hecho, te entiendo. Me voy feliz conmigo mismo, pero sería tan bello que
entre yo y tú no hubiera diferencia ninguna. José, te quiero mucho." Hablando esto, la imagen
se deshizo y José se vió a sí mismo en el espejo.
Esto cuenta su esposa y uno de sus hijos que hasta hoy no entienden como un hombre puede
cambiar tan radicalmente. Desde aquel día, José pasó a vivir lo que siempre quiso experimentar
y se tornó un hombre diferente, pues logró el milagro de resucitar su propio sueño.
Sí, se terminaron las guerras. Los periódicos de todo el mundo publicaron en sus primeras
planas la muerta de Doña Guerra que, por miles de años, azotó y amedrentó al mundo. Y
¿cómo fue su fin?
Dicen - eran todos niños, vale la pena decir - que Doña Guerra se encontró con la Señora Paz.
Mientras la primera estaba feliz con su última victoria, una bomba que explotó en alguna parte,
Señora Paz estaba con lágrimas en los ojos. Al verse mutuamente, Señora Paz la miró y dijo:
"Sabe, Guerrita, creo que me toca irme. Tú ganaste." La otra no podía creer en lo que oía.
"Sí, ganaste. Sé reconocer mi derrota, Guerrita. Bueno, aquí te dejo con este mundo. No te
preocupes con los humanos porque como las cosas van, pocos van a sobrar. Tampoco la
naturaleza... a esta hora muy poco queda, Guerrita. Recursos minerales, agua, todo se estará
acabando muy pronto.
Te dejo este mundo vacío para que reines. Pero, ¿sobre quién reinarás, Guerra? Los muertos
no pueden ser gobernados. Oye que vas a tener mucho trabajo redecorando su reino." Y
continuó la narrativa.
Doña Guerra, poco a poco, cayó en cuenta de lo que su amiga decía. Entonces, en una
decisión inesperada, salió tras la Señora Paz y le dijo que se quedara. Más bien ella se iba.
Con ojos de niño, brillantes como si por primera vez hubiera hecho esta pregunta, el famoso
consultor de millones de dólares y libros, miró a su público detenidamente.
Su público, gerentes de todo el mundo, especulaban sobre qué libro estaría hablando el
famoso consultor. O, quizá, sería una frase para recordarse todo el tiempo. ¿Un nuevo y
brillante curso?
Para sorpresa de muchos, el famoso consultor les mostró un cepillo para lustrar zapatos. Y, con
la misma sonrisa y los mismos ojos brillantes, llamó a un muchacho del hotel, uno de los que
habían servido café a los participantes. Y se agachó.
Sí, ante los ojos de todos, el famoso consultor de millones de dólares y libros, se agachó y
lustró, humildemente, los zapatos del pobre muchacho del hotel, quien no tiene millones de
dólares o libros. Después, se alzó y lo abrazó.
El servicio, servir constante y humildemente, es la clave para el liderazgo. El líder existe no para
mandar, sino para servir todo el tiempo.
Basado en una historia real; gracias por la contribución de Ernesto Uscher, Team Resources,
Colombia
A dos hombres se les dio un regalo mágico: podían convertir sus pensamientos en realidad
durante cinco horas.
Uno mirando al otro, le dijo: "pensemos en oro, en mucho oro; este es el tesoro más valioso."
Y ambos pensaron que tenían sus casas llenas de oro. Realmente, se llenaron de oro y ambos
quedaron felices.
El primero, el que sugirió pensar en oro, decidió pensar en vinos, comidas, mujeres lindas,
ganados, tierras y todo lo que pensaba se concretaba en la práctica. Pensó entonces "con tanto
oro, necesito protección contra los ladrones", y surgieron tanto vigilantes cuanto ladrones que
se enfrentaron al frente de él. "Dios mío, ¡me van a matar!" Y, como era el pensamiento, así
fue la acción: uno de los ladrones le disparó, quitándole la vida.
El segundo, llegó a su casa y vio tanto oro. "¡Qué bueno sería que mi familia toda estuviera
aquí, para darles a cada uno una parte de tamaña riqueza!" Por magia, toda su familia apareció
y el hombre, con una sonrisa en la cara, distribuyó su riqueza. "Pero, ¿mis amigos, por qué no
están aquí?" Y aparecieron los amigos y a ellos les distribuyó la riqueza. "Ahora, falta la gente
sin dinero, a las personas que no tienen suficiente para vivir." Y una fila gigantesca surgió en
frente de su casa. Había oro suficiente para todos y, al terminar las cinco horas, todavía lo
donaba.
Le llamó la atención un hombre que, al acercarse a él, le dijo: "Señor, le pido perdón, pues
maté a su amigo por el mismo oro que ahora usted me da. Huí de los policías y, al oir de
usted, vine a robarle también, pero ahora veo que es diferente." Triste por la noticia, el hombre
continuó a dar todo el oro, pensando que su amigo se había equivocado: el tesoro más grande
no era un metal, sino la belleza del corazón.
Un día vino un viento tan helado que congeló a todas las personas que estaban escuchando un
bello concierto en un terreno descampado.
Y ¡qué interesante! El aguacate sabe muy mal cuando se cocina en el horno por tanto tiempo.
Dos de sus amigos comieron y maldijeron la experiencia, pues era como comer caucho. Se
fueron desilusionados y con hambre.
Pero, un tercer amigo, decidió ayudar. Y, lleno de creatividad, lavó la torta, eliminando el
aguacate y poniéndola nuevamente a cocinar. Cuando llegaron los otros a comer por la noche,
encontraron una de las tortas más exquisitas que habían probado. ¡Cuál no fue su sorpresa
cuando supieron que era la misma torta que habían rechazado!
Pues, así como en la vida, muchas veces vemos las situaciones y las juzgamos, sin realmente
dar una solución. Lo malo no es la torta entera, sino el poco de aguacate que ahí reside.
Se ganaba sus millones a través de grandes contratos donde lograba soluciones rápidas a
través de, digamos, "pequeños regalos" que daba a los demás.
Con sus millones vivía una vida envidiable. Pero, un día, entendió que algo estaba malo y que
sus "pequeños regalos" podían convertirse en problemas en el futuro. Y tomó una decisión,
fruto de haber aprendido algo que le cambiaría totalmente la vida: decidió parar con estos
regalitos.
Pero, díganme, ¿quién puede realmente hacer grandes negocios sin dar unos "pequeños
regalos"? Así que, desesperados por su decisión, sus compañeros la abandonaran y la
consultora feliz se quedó sin trabajo.
Sin trabajo vio su nivel de vida bajar y bajar. Se puso a cocinar y vender lo que hacía. Dura se
volvió la vida, pero la exconsultora, era feliz todavía.
Hasta que un día, como en los cuentos de hadas, la empresa que la dejó sin trabajo la llamó
de vuelta. Porque no podían quedarse sin ella, ya que los clientes solo confiaban en ella, en la
honestidad que transmitía.
Hoy la consultora ya no puede ser llamada consultora feliz. Mejor llamemosla consultora
superfeliz, pues está mucho más feliz que antes.
Basado en una historia real; gracias por la contribución de Maria Nuñes, Buenos Aires
(bkumaris@impsat1.com.ar)
Esta era la frase a la cual Juanito estaba acostumbrado. Siempre recibía un gran NO como
respuesta de su mamá, papá, tios, abuelitos, etc.
Sí, Juanito no tenía derecho a nada.
Pero, un día, después de leer un cuento de hadas, de estos que el príncipe salva a la princesa y
todos viven felices para siempre, Juanito tomó una decisión: quería ser rey. Pero, ¿cómo
Juanito, si es el Juanito que a todo se le dice NO? ¿Un rey de qué?
Y Juanito pensó y pensó. De su casa no podía, pues había toda su familia. Pensó y pensó. De
su habitación - no, ni siquiera la habitación era suya. Esperanza, la que ayuda a la mamá lo
regañaba de tanto desorden.
Pensó y pensó. De su armario, su closet. Tampoco.
Pensó y pensó. ¿Juguetes? No, ni eso.
Pensó y pensó. De su sonrisa. Esto... ¡sí! Juanito era rey de su sonrisa.
Pensó y pensó. De su imaginación. ¡SI! De sus sueños. !SI! Y así Juanito descubrió un mundo
desconocido donde era todo un rey.
Así que, el Rey Juanito fue coronado en el palacio de los sueños, donde todos sus héroes
asistieron y aplaudieron.
Hoy, Juanito todavía es rey de si mismo y, al mirar a su hijo, sostiene las ganas de gritarle un
grande NO y mejor le sonríe y pregunta: "¿Si tú eres un rey de esto, no es mejor cuidarlo
mejor para que lo disfrutes más?" Cosas de la realeza.
El estaba muy interesado en asuntos espirituales. Tan interesado, que decidió proponer una
disputa teológica, con el fín de que se le dieron la respuesta de como estar libre de todas las
ataduras en este mundo físico.
Vinieron de todas partes gurús, sabios y santos. Todos decían tener la respuesta, pero ninguno
logró tocar al sabio rey. Un día, apareció en su reino un niño de nombre Ashtavakra. Su
nombre decía quien era: aquel que tiene ocho defectos. Tan extraño era el niño que, al entrar
en el palacio, todos se reiron de él y su condición física.
El niño miró a los gurús que reían de él y les dijo con total sabiduría: Uds., que se dicen
sabios, no son más que zapateros, pues, en vez de mirar el alma, uds. miran el cuero, es decir,
mi cuerpo.
Sorprendidos con la respuesta, todos se callaron, pero el rey decidió marcharse. Y fue cuando
subía al caballo que el niño le preguntó: Noble rey, ¿dónde está usted en este exacto
momento?
El rey lo miró sin entender la pregunta y le dijo: Estoy subiendo en mi caballo.
Esta es la acción que se está realizando - continuó Ashtavakra - pero, noble rey, ¿dónde está
usted en este exacto momento?
Bueno - contestó el rey - en realidad no estoy ni en el caballo, ni en la tierra, ya que cada uno
de mis pies se ubica en una parte. Uno ya está en el caballo, mientras otro todavía esta en la
tierra.
De forma humilde, Ashtavakra entonces pronunció: Noble rey, esta es la respuesta que usted
buscaba. Vivir libre en un mundo lleno de ataduras significa que, mientras mis pies estén en la
tierra, mi mente e intelecto, mi corazón y mis sentimientos estén en el cielo, lejos del mundo
físico.
Primer cuento de una serie de tres cuentos especiales de fin de año sobre el Rey Janak.
Sabio y rey, una verdadera paradoja. Pues, mientras el primero renuncia el mundo entero y se
dedica a una vida de contemplación, el segundo disfruta del mundo que el anterior renuncia.
Por eso había tantas dudas sobre la afirmación del mismo Rey Janak de que él era un rey
sabio. ¿Cómo es esto posible?
Un día, llegó a su palacio un gurú de los más importantes del reino. Inmediatamente el rey
abandonó lo que estaba haciendo para recibirlo conforme las reglas del hinduísmo.
Después de haberse alimentado y bañado, el gurú se puso a disposición del rey que no quiso
perder tanta sabiduría y lo invitó a que salieron a pasear por el jardin del palacio.
Y ¡qué jardin! Arboles, flores, frutas, todo daba un aire magnífico al jardin del palacio del Rey
Janak. Había todo lo que un hombre podría soñar en una extensión de tierra difícil de cubrir en
un día.
A la entrada del jardin, había una cabaña de madera de la más fina y en esta se guardaban
todas las obras de arte del reino. Lo más bello, lo más valioso estaba guardado allí.
El rey paró para mostrarle al gurú esta cabaña. El, contrastando con la opulencia del rey, solo
tenía dos objetos, además de su ropa: una ollita, donde recogía la comida que le regalaban, y
un bastón, que lo acompañaba en sus caminatas por los bosques. Como iban a estar hablando
y caminando, el gurú decidió dejar en la puerta de la cabaña sus únicos bienes.
Y entraron a hablar. El gurú daba hermosos discursos que eran absorbidos por el Rey de forma
completa, un Rey conocido por su sed de conocimiento espiritual. Durante horas conversaron
hasta que de repente...
¡Mi rey, mi rey! - un criado apareció corriendo, con una cara muy asustada.
¿Qué sucedió, buen hombre?
Una tragedia, mi rey. La cabaña del arte está ardiendo en llamas. Todo se ha perdido, mi rey,
nada se pudo salvar. Por favor, perdónenos a todos, hemos intentado todo, pero es imposible
impedir las llamas.
Bueno - dijo con voz tranquila - está todo bien. Sé que uds. lo hicieron todo. Sé que los bienes
que ahí estaban no se podrán recuperar ni en mil años. Pero, los bienes que aquí estoy
absorbiendo de la charla del swami son imperecederos.
Pero, ironía del destino: mientras el rey hablaba, el gurú salió corriendo hacia la cabaña. Sí,
porque aunque el rey no estuviera preocupado con lo que estaba perdiendo, ahí se iban
quemando los únicos bienes físicos del gurú. Desde luego, bienes que fácilmente el rey hubiera
podido remplazar.
Desilusionado con su gurú el Rey entró en un silencio profundo. Y sonrió. Pues era Rey, pero
también era sabio.
Segundo cuento de una serie de tres cuentos especiales de fin de año sobre el Rey Janak.
Pero, ¿cómo es posible que un rey, con todo este lujo, realmente se considere un sabio?
Esta era la pregunta que todos tenían para el rey. Y el Rey Janak tenía su respuesta.
Cuentan que una vez llegó un gurú a visitarlo, pero lo encontró muy ocupado. Debía ser muy
importante, pues el Rey Janak jamás fallaba en recibir de la manera más correcta a los grandes
sabios que lo visitaban.
Incómodo con la situación, el rey decidió invitar al sabio que conociera el palacio. "Vaya usted
a visitar cada rincón de este palacio. Hay las piedras más bellas y preciosas que se pudo
encontrar, y también las obras de arte más valiosas que pude salvar después del incendio. No
te pierdas las cascadas, los hermosos jardines, la artesanía típica, todo esto lo verás en mi
palacio. Sin embargo..."
Y le extendió al sabio una lámpara prendida. "La oscuridad es intensa y le recomiendo que
JAMÁS permita que la luz de esta lámpara se apague. De lo contrario, usted va a estar en
muchos problemas." Después de hablar así, el gurú marchó y el rey continuó con sus labores.
Las horas pasaban y, cinco horas después, apareció nuevamente el sabio, sosteniendo en su
mano la lámpara prendida.
"Swamiji, entonces ¿usted pudo ver mi palacio? ¿Qué le parecieron todas mis obras, las joyas y
el lujo que en él albergo."
Visiblemente avergonzado, el sabio agachó su mirado y contestó: "Querido rey. Usted es noble
y todos conocemos su grandeza. Estoy seguro que su palacio es tan grandioso como usted.
Sin embargo, en mi afán de impedir que la lámpara se apagara, no pude apreciarlo en su
totalidad. Cada vez que me acercaba a una obra, un viento soplaba y yo tenía que proteger la
llama. Lamento mucho."
El rey sonreió de forma sabia. Tomó nuevamente la lámpara de la mano del sabio y dijo: "No
hay que lamentarse guruji, pues yo también soy así. A pesar de todo lujo en el que vivo, no lo
aprecio como un ser humano común lo haría porque la llama eterna de mi alma nunca se
puede apagar. De esta manera, vivo en medio de la riqueza y, a la vez, desapegado de ella."
Tercero y último cuento de una serie de tres cuentos especiales de fin de año sobre el Rey
Janak.
Un hombre de avanzada edad, decidió viajar para conocer al mundo, junto con su esposa.
Para esto, colocó al frente de su negocio a su único hijo. Antes de irse, le dio tres consejos
mágicos para que él y los negocios prosperaran:
1. Sólo caminar en la sombra.
2. Nunca negar nada.
3. Ser muy dulce.
Después de dos años de viajes, regresó a su tierra y tuvo la terrible sorpresa de encontrar que
su negocio había quebrado y su hijo estaba con una seria enfermedad. "Pero, ¿cómo sucedió
esto? Seguiste mis consejos?" preguntó el angustiado padre.
"Sí, padre. Fue exactamente por sus consejos que llegué a tal situación. Primero ví que era
imposible caminar solamente en la sombra, lo que me hizo construir una gigantesca
marquesina entre la casa y el negocio - con esto, mucho dinero fue gastado. Segundo, como
usted me dijo para nunca negar nada, empecé a vender cosas sin cobrar el dinero, dar enormes
descuentos. Poco a poco, los clientes se percataron y empezaron a pedirme productos
gratuitamente. Con esto, se fue el resto del dinero nuestro.
Y para ser muy dulce, pasé a comer muchas cosas con azúcar y ahora estoy aquí, totalmente
enfermo."
El padre, de forma muy tranquila, pasó a aclarar los 3 consejos para el éxito:
1. Solo andar en la sombra significa trabajar incansablemente, es decir, salir antes que
despunte el sol y sólo regresar después de la puesta del sol.
2. Nunca negar nada quiere decir dar atención a los clientes, buscando satisfacerlos siempre,
pues son nuestra razón de ser.
3. Ser muy dulce se refiere a la personalidad. Una persona dulce es amable, tranquila y
sonriente. Pero es firme, como las mejores galletas que hay que masticarlas para probar su
dulzura.
Un día, un profesor hizo una pregunta a los alumnos: "¿Qué pesa más: una tonelada de pluma
o una tonelada de plomo?"
Eran alumnos muy astutos y, después de conversar entre sí, dijeron al unísono: "Los dos pesan
igual: ¡una tonelada!" El maestro, que desde luego no era de matemáticas, sonrió y dijo que
no. Y pidió dos equipos de voluntarios para probar lo que decía.
Tenían dos semanas para mostrar que ambos pesaban igual. El equipo del plomo fue a una
fábrica y convenció al dueño que le prestara una tonelada de plomo para llevar y mostrar en
las afueras de la escuela. No emplearon ni una hora en esto.
Pero, el equipo de la pluma... ¡Vaya! Nunca habían visto tanta pluma en su vida. Y, por más
plumas que juntaron, no lograban una tonelada. Empezaron a pelear entre sí y acusarse
mutuamente. Por fín, con la ayuda de sus familiares, lograron cumplir el objetivo un día antes
de lo planeado.
A la hora de comparar los dos resultados, el profesor puso cada equipo a su lado. Mientras el
equipo del plomo lucía tranquilo y sereno, con una gran sonrisa, el de plumas parecía exhausto.
Delante de los dos equipos, el profesor dijo: "Creo que ya deben saber la respuesta. No miren
al plomo o las plumas. Quiero que miren a los equipos. Observen que, mientras el del plomo
está tranquilo, el de las plumas aparenta mucho cansancio.
En la vida, señores, hay problemas y errores que son como el plomo - rápidamente se logran,
todos acusan y es clara la responsabilidad de los actos. Pero, la pluma es la que pesa más,
pues puede durar años hasta que los pequeños actos malos cometidos aquí y allá se junten y
pesen tanto como el plomo."
La razón de su angustia es que no era él quien gobernaba. Sus deseos nunca eran satisfechos;
más bien, le tocaba aceptar lo que sus ministros y súbditos decían o pensaban.
Un día, en medio de su tormento, el rey salió a caminar y se encontró con una luz muy
poderosa. Esta luz empezó a enseñarle cómo recuperar el mando de su reino nuevamente.
La primera cosa que la luz le enseñó es que debería sentarse a conversar con uno de sus tres
ministros, la Mente. Debería explicar calmada y sin afán sus deseos más profundos. Ella no
entendería al comienzo, pero incluso ella estaba cansada de tanto desorden en el reino. Y así lo
hizo el rey.
La segunda cosa - y todas las cosas tenían que funcionar a la vez, pues el caos era demasiado
grande - era hablar con su ministro consejero, el más importante y el más sabio, el Intelecto.
No había que hablar mucho, sino que estimularlo, darle nuevas ideas, rejuvenecerlo, para que
asumiera su papel dominante.
Por último, tenía que hablar con el Subconciente, el ministro más oscuro y difícil de entender.
Con él, había que estimular su lado pacífico y generoso.
Así lo hizo el rey y les cuento que las cosas han mejorado mucho. Ya es capaz de satisfacer
gran parte de sus deseos, aunque a veces la Mente lo engañe o el Intelecto se ponga a dormir
de enfermo. Y ¿sabes qué?, creo que tu sabes muy bien quien es este rey.
Cuentan que al pueblo, llegó un día un hombre ya bien anciano. Dicen que era sabio.
Unos jóvenes universitarios decidieron probarlo. Fueron hasta él y preguntaron: "Si es un sabio,
entonces díganos: ¿quién es la mejor persona de este pueblo?"
Al día siguiente, se posicionó en una calle donde se dice que todos los ciudadanos pasan
durante un día entero. Se colocó con un cartel que decía "NECESITO ALGO DE USTED. POR
FAVOR, DONE ALGUNA COSA." La mayoría de las personas le dio dinero. Pero, cada vez que le
daban dinero, él lo arrojaba a un mendigo que se encontraba a su lado. La gente se sorprendió
con su actitud.
El día siguiente, de nuevo estaba él con el mismo cartel. Esta vez, muy pocos le dieron dinero -
que fue debidamente arrojado al mendigo - pero le trajeron comida, de las mejores y de las
peores. Nuevamente, el sabio dio toda la comida recibida a otros mendigos cercanos y, al llegar
la hora del almuerzo, comió de su propia comida. Nadie entendió que quería realmente el sabio.
Fue en el tercer día, cuando de nuevo estaba él con el mismo cartel. Esta vez, le dieron menos
dinero que el día anterior y muy pocos le dieron comida - que fue debidamente distribuída a
mendigos. Pero, hubo un hombre que, al acercarse al sabio, le preguntó como estaba, le dio
una sonrisa, conversaron un rato y después se fue.
Cuando el hombre se fue, el sabio se movió y abandonó el lugar.
Dos días después, los jóvenes preguntaron sobre lo que había sucedido.
"Mis jóvenes, la realidad es que tanto el dinero como la comida que me dieron no tenían nada
de especial. Simplemente cumplían con su deber; por tener algo, dan a los que no tienen. Sin
embargo, la persona que llegó, me sonrió y conversó conmigo es la mejor de todas, porque me
dio la riqueza de la vida y la comida del alma. Siempre que busquen a alguien bueno,
verifiquen que, junto con cualquier cosa física, esta persona de algo de sí misma."
LA _LTIMA DE LAS VOCALES DECIDIÓ HACER _NA H_ELGA Y NO APARECER N_NCA MAS.
En el comienzo, nadie sintió la falta. Observen: todo está bien, realmente no era tan necesaria.
Pero, con el tiempo, desc_brieron q_e faltaban alg_nas cosas.
A_nq_e era _na letra no m_y pop_lar, tenía s_ valor. Sí, era _til.
Porq_e, esta es la ironía de la vida: solo nos damos c_enta de algo, c_ando nos hace falta. Y
así f_e lo q_e pasó. La Q se q_edó triste, p_es era s_ compañera en todos los momentos. La
señal _ trató de remplazarla, pero sin éxito. Las demás vocales también se q_edaron
pert_rbadas. En fín afectó hasta el ¡M_NDO!
Bueno, ahora ya pasó todo y la U regresó al campo de trabajo. Pero dejó una enseñanza muy
valiosa. ¿Sabes tu cuál es?
Una dijo: "¡Quiero crecer! ¡Quiero que mis raíces penetren profundamente en la tierra debajo
de mí y empujen mis brotes a través de la corteza que está sobre mi cabeza!" Y así creció
La otra dijo: "Tengo miedo. Si envío mis raíces bajo tierra, no sé que encontraré en la
oscuridad. Si me abro camino a la fuerza, a través del duro suelo que tengo sobre mí, puedo
dañar mis delicados brotes. No, es mucho mejor esperar hasta que todo sea seguro." Y esperó.
Al comienzo de la primavera, una gallina escarbaba la tierra en busca de comida. Encontró la
semilla que estaba esperando y rápidamente se la comió.
Un ángel, que hace muchos años había perdido las dos alas y tuvo que quedarse en la tierra,
decidió volver a volar.
No era fácil, pues ya tenía hijos, esposa - la segunda -; cuentas en el banco. Tenía un sólido
trabajo en una multinacional de computación como vendedor, porque podía convencer a
cualquiera. Con el dinero, había podido comprar una finca en las afueras, ya había hecho su
segundo postgrado y se preparaba para mudar de país e ir a estudiar en otras partes.
¿Por qué tomó esta decisión? No, no pregunte por qué - él mismo no lo sabe. Quizás fueron
las imágenes de la última guerra que vio en la televisión. O puede haber sido el mendigo
muerto que vio en la calle el otro día. O bien, al ver el hijo del vecino yendo a la cárcel por algo
que no sabe bien qué es. ¿Habría sido la sonrisa que le había dado el niño huérfano
abandonado en la calle? No, ni vale la pena pensar porque. Sólo se sabe que él tomó una
decisión.
Pero que difícil sería recuperar sus dos alas. La primera, era el ala de la conciencia de ser un
ángel, pues los ángeles son livianos y despreocupados. Aman apasionadamente, pero a la vez
son desprendidos de lo que hacen.
Para recuperar esta ala, tuvo que ir donde una señora que, a temprana edad, perdió su hijo y
decidió transformar todos los seres humanos en sus hijos. Estuvo con ella un buen tiempo - a
veces ella lo trataba con una sonrisa totalmente abierta, pero a veces, dedo en ristre, le corrigía
sus errores. El la reconoció como un ser especial, un tesoro de sabiduría. Y pronto, se percató
que una de sus alas ya había nacido.
Un ángel, que hace muchos años había perdido las dos alas y tuvo que quedarse en la tierra,
decidió volver a volar. El ya logró recuperar un ala, la de la conciencia de ser un ángel. Pero
ahora faltaba otra ala.
Y no iba a ser fácil. Su esposa se sorprendió y le gritó al ver esta "ala horrible" colgando de su
cuerpo. Sus hijos se avergonzaron de él y su jefe lo despidió sin mayores explicaciones. El
ángel se arrepintió y pensó en cortarse el ala y volver a ser lo que era.
Pero, de nuevo, vio algo - que solo él sabía lo que es - que le devolvió la fe. Y una sonrisa
apareció en su rostro, ahora que había sufrido todos los problemas. Sin esposa, sin hijos,
abandonado por todos los que conocía, el ángel, que del mundo solo tenía una sonrisa, abrió
su única ala y voló.
Era hasta cómico verlo volar. No era un vuelo, era algo chistoso, como si cojease en el cielo.
Pero, para nuestro querido ángel, en su búsqueda por la segunda ala, su vuelo era alto. Tenía
que ser muy alto, porque debía recuperar la conciencia de Dios.
Y para esto fue hasta otra señora que decían que era el ser más cercano a Dios en la Tierra. La
miró y vio que sus ojos eran como espejos iluminados donde se podía ver hasta el fondo del
corazón.
Con esta persona pasó unos dos meses. El aprendizaje de ella era diferente. Nunca decía
cuando el ángel hacía algo bien o mal; siempre sonría, ante lo bueno y lo malo. Pero, había
algo que lo hacía percibir sus errores y corregirlos. Y cuando los corregía sentía que la sonrisa
le llegaba más fuertemente.
El se sentía como si estuviera delante de un sol. Pero, un día, ella le recordó que el sol no está
en la tierra, sino allá arriba. Y el miró al cielo y vió una luz, como saliendo del sol. Era una luz
tan fuerte y a la vez tan suave, que él podía reconocer quien era. Lentamente la luz se acercó
y, podríamos decir que "lo abrazó". Lo llamó hijo y él sintió una fuerte emoción.
Sí, era Dios, de quien se había alejado hace mucho tiempo.
No, no se sabe mucho sobre nuestro ángel. Solo se sabe que la segunda ala nació rápidamente
y que él voló muy, muy, muy alto, como si fuera hacia el sol totalmente libre de todo. Dicen
que antes de irse, sin embargo, aprovechó para explicarle a sus seres queridos lo que había
pasado y, como es un ángel, todo el mundo lo comprendió, ¡hasta su jefe!
Uno era científico. Inventó un carro volador, ¡poderosísimo! Fue aclamado por todos.
El otro era pacífico - sí, pacífico. No, no tenía una profesión específica. Ayudaba en lo que
podía a los demás. De hecho, un día el carro volador de su hermano se varó sobre el árbol y
este tuvo que ir y, con una sonrisa en la cara, ayudar a arreglarlo.
El científico inventó una arma capaz de detener cualquier bandido de la ciudad, sin matarlo -
pues, al matarlo, había mucho problema para el policía.
El otro era tan tranquilo y sonriente que nadie osaba atacarlo. De hecho, él un día tuvo que
salvar a su hermano que lo atracaron cerca de la casa.
El científico creó una bomba, más poderosa que la atómica. Y anunció que con su arma podría
conquistar el mundo entero.
El otro se sentó en silencio, y con su silencio conquistó a su hermano y lo convenció a no
hacer daño.
Un hombre, en su búsqueda de Dios, fue a dar a un guru. Todos decían que era el más sabio y
espiritual de todos los gurús que ya habían existido.
El hombre, muy humildemente, se acercó al guru. Este ni siquiera lo miró, extasiado en una
profunda conexión con Dios.
Vale la pena decir que el guru ubicó un lugar excepcional para sus prácticas, a las orillas de un
río, en un hermoso valle, lleno de árboles y montañas y, desde luego, un agradable clima de
primavera.
Después de un largo rato, el guru por fín miró al hombre y le preguntó que quería. Este le
contestó que quería encontrarse con Dios.
Sin parpadear, el guru, un hombre muy fuerte, lo agarró y lo tiró al río, forzándole la cabeza
dentro del agua. El hombre, asustado, se debatía, tratando de soltarse de las manos del guru.
Cuando ya no tenía fuerzas, el guru lo soltó.
Después de recuperar el aire, todavía confundido por lo que había sucedido, el guru lo miró
con una sonrisa y le preguntó:
"Cuando estabas bajo el agua, ¿en qué más pensaba?"
"Sólo pensaba en aire."
"De la misma forma, el día en que quieras a Dios de la misma manera que querías el aire, ese
día lo encontrarás."
Un ladrón pasa cerca de él y dice: "¡Tiene que ser un ladrón! Probablemente asaltó a alguien a
unas cuadras de aquí, vino corriendo y ahora está descansando. Mejor me voy antes que la
policía llegue."
Un hombre borracho casi tropieza en el hombre: "Y ¿quién es usted? Ah, ya sé... No, yo no
voy a caerme como usted. Mira como soy firme y estable. Voy a llegar a mi casa, mientras
usted ahí se queda."
Un hombre santo se acerca: "Y ¿quién será este buen hombre? Veo en su cara una luz, una
inocencia. Siento mucho amor por Dios y por los demás seres. Veo su renunciación, de dormir
en plena calle, mientras, creo yo, alguien más duerme en su cama. Es un sabio, más elevado
que yo."
La próxima vez que encuentres alguien caído en la calle de la vida, verifique su propia
reacción - indicará quien eres tu realmente. Cuento basado en una historia de Ramakrishna.
Dos hombres jugaban billar. En medio del juego, uno preguntó al otro: "¿Sabes en que se
asimila el ser humano y la bola de billar?" El otro sonrió de forma "pícara", esperando alguna
respuesta que lo llevara a reirse.
"Mira esto." dijo el que hizo la pregunta y, con un solo gesto, hizo con que una bola se chocara
con otra. Esta a su vez, se chocó con otras tres y estas se chocaron con otras que a su vez
entraron en la "buchaca" respectiva.
"Lo que pasa es que cuando una persona se choca con otra, la otra va y se choca con otras y
así en adelante, hasta que alguien se queda acabado, terminado. Esta es la similitud, no muy
agradable, entre las bolas de billar y los seres humanos." Y mirando hacia otro lado, "Ojalá un
día entendamos que deberíamos actuar de otra manera, pues somos humanos, no meras bolas
de billar."
La próxima vez que algún conflicto suceda en tu vida, recuerda que eres humano.
Había un erudito muy reconocido en la India. Tal era su fama que otros eruditos iban a
buscarlo por consejos.
Este hombre todos los días compraba leche de una joven de nombre Lakshmi, una mujer muy
sencilla que atravesaba un río utilizándose de un barco y llevaba el producto lo más temprano
posible.
Un día, el sabio decidió que la leche debería serle entregue antes del nacer del sol y le
comunicó a Lakshmi. Ella estuvo de acuerdo, pero al día siguiente cuando trató de atravesar el
río, el barquero no apareció y acabó llegando tarde.
Indignado, el sabio consideró el acto como un insulto personal y, en medio de su ira, le dijo
que había personas que atravesaban el océano de la vida cantando el nombre de Dios y que la
joven era incapaz de atravesar un mero río. A pesar de que la frase era fruto de una ira
momentánea, la joven la tomó muy en serio y el día siguiente llegó a la hora marcada.
"Pero, ¿cómo lograste llegar tan temprano si no veo el barco?" le preguntó el sabio.
"Yo hice lo que usted me dijo para hacer."
"¿Yo?"
"Sí. ¿Recuerda que usted me dijo que era cantar el nombre de Dios y yo podría atravesar el
río? Así lo hice."
"No lo creo, es una mentira. Pruébamelo"
Hablando esto, ambos fueron a la orilla y, ante la mirada atónita del sabio, la joven Lakshmi
atravesó el río, cantando el nombre de Dios, sin mojarse. Pero él, al tratar de hacer lo mismo,
no pudo y casi se ahogó. Por fin tuvo que reconocer que más que miles de libros, lo
importante es un corazón sencillo, lleno de fe.
Erase una vez una serpiente muy venenosa. Su siseo era temido por todas partes. Un día,
tomó como morada un viejo árbol y solía matar muchas de las personas que por ahí pasaban.
Un día, un sabio pasó cerca del árbol y, como siempre, la serpiente apareció y trató de atacarlo.
Pero este hombre era diferente y muy especial y logró apaciguarla totalmente. No sólo esto;
empezó a enseñarle a la serpiente el arte de conectarse con Dios y de respetar a toda vida.
Un día, la serpiente estaba perdida en una meditación con Dios, cuando algunos campesinos se
acercaron. Creyéndola enferma, empezaron a tirarle piedras. Incluso uno de ellos la agarró y la
tiró bruscamente al piso. La serpiente, que había prometido no cometer ningún acto de
violencia, nada hizo para defenderse. De todas formas, ella logró sobrevivir, pero su cuerpo
estaba todo lastimado.
Pasados unos pocos días, el sabio decidió ir a ver su nuevo discípulo y se sorprendió al
encontrarla lastimada, débil y enferma.
"¿Qué pasó contigo?"
"Sabio, algunos jóvenes me vieron y decidieron matarme. Me tiraron unas piedras y me
agarraron y tiraron al piso. Felizmente sobreviví."
"Pero, ¿por qué no hiciste nada para protegerse?"
"Sabio, ellos actuaron en ignorancia. Además, hice la promesa de que no cometería ningún acto
de violencia."
Sonriendo, el sabio le dijo: "Mi querida serpiente, sí, te he pedido que no cometiera ningún
acto de violencia. Sin embargo, en ningún momento te dije que no deberías por lo menos
sisear."
Hubo una época que los animales podían comunicarse directamente con la madre naturaleza. Y
también hubo una época en que estaban realmente insatisfechos.
Las gallinas, por ejemplo, decidieron reclamar sobre el formato de sus huevos. Decían que
debían ser cuadrados, pues al tener la forma ovalada podían resvalarse, caer y destruirse. Los
micos querían tener alas, pues en realidad pasaban la mayor parte del tiempo fuera de la tierra.
Los elefantes reclamaban que eran desproporcionados; demasiado grandes para la jungla.
La madre naturaleza sonrió dulcemente y decidió darles una lección. Así que, satisfizo a sus
deseos.
Cuando las gallinas supieron de esto, se sentaron maravilladas a esperar sus huevos y... ¡nada!
Era tal el dolor que provocaba la nueva forma de huevos que no lo podían soportar. Además,
la nueva forma mató a los polluelos, pues ellos necesitan la forma oval para crecer dentro del
huevo.
Los micos con sus nuevas alas se fueron a volar. Pero, como vivían entre los árboles,
constantemente las alas se quedaban atrapadas en las ramas. Con esto, muchos predadores
aprovecharon la oportunidad y los micos vieron su error.
A los elefantes les pasó peor. Otros animales decidieron aprovechar que ahora eran animales
de mediano porte para luchar y vencerlos. Hubo una verdadera guerra.
Ante tal caos, la madre mantuvo su sonrisa y preguntó si les gustaría volver a la situación
anterior. Todos, sin excepción dijeron que sí y hasta hoy la jungla se mantiene como tal.
Y tu, ¿también deseas cosas que no tienes o estás satisfecho con lo que tienes?
Dos hombres un día se acercaron a Akbar, rey de la India. Cada uno decía que era el amo de
muchas propiedades y que el otro era su servidor que había huido con muchos de sus tesoros.
Cada uno acusaba el otro de esta manera.
Confundido, sin saber que decisión tomar, Akbar pidió a su sabio consejero, Birbal, que
solucionara el caso. Después de pensar detenidamente, pidió a ambos que se acostaran al piso
y comenzó a emitir sonidos por su boca, como si fuera un mágica oración.
Después de un corto rato, Birbal afirmó que ya tenía la solución; llamó al carrasco y ordenó
que a su orden cortara la cabeza del mentiroso.
En esto, sin que el carrasco nada hiciera, uno de los dos hombres se levantó, pidiendo perdón
por su mentira.
Después de todo, la Verdad es solo una y es eterna; la Mentira no puede sobrevivir mucho
tiempo. ¿Cuál es tu verdad?
"La prueba que tienen es muy importante", les dijo el maestro. "El objetivo es lograr el éxito,
así que la tienen que seguir plenamente."
"Mañana por la mañana, cuando se levanten y salgan a la calle, las primeras cuatro personas
que encuentren tendrán consigo un precioso regalo, un verdadero tesoro. Esto ocurrirá en sólo
quince minutos, después de las seis de la mañana. Si son capaces de tomar los cuatro regalos
con total precisión, entonces serán victoriosos. De lo contrario, experimentarán un castigo."
Los dos discípulos casi no pudieron dormir debido a la excitación. ¿Quiénes serán las personas?
Uno imaginó reyes y príncipes, llenos de todos los tesoros, ofreciéndoles las joyas más
preciosas en cambio de algunos conocimientos. Pero el otro no estaba de todo seguro sobre lo
que el maestro quería decir por regalo y tesoro. Prefirió no comentar nada al otro, para no
perturbar sus sueños.
Cuando dieron las seis, ambos salieron a la calle. Y la primera persona que vieron era... un
pobre niño indefenso. Uno de los dos ignoró el niño y empezó a buscar por alguien vestido
ricamente. Pero el otro decidió acercarse del niño. Y vio, de forma atónita, que este tenía en las
manos algo. Al acercarse, el niño sonrió y le dio el objeto que poseía: un pequeño juguete
hecho de madera.
Anduvo unos pocos pasos y se encontró con un adolescente. Y encontró en sus manos un
rosario, que tomó agradecido. Mientras tanto, su amigo continuaba su búsqueda por su rey.
No tuvo que andar cuatro cuadras cuando vislumbró una sonriente mujer. Ella volvía de haber
ordeñado la vaca y le entregó un vaso de leche pura. Pero fue la última persona que más lo
tocó: era un hombre ya muy anciano, que había sucumbido a la edad y caído en plena calle.
Rápidamente, el muchacho lo ayudó a levantarse, pero el hombre estaba muy mal. En esto,
llegaron unas personas para ayudarlo, pero el hombre les hizo señal que le esperaran.
Sonriendo débilmente, miró al muchacho que lo había ayudado y le hizo el siguiente
comentario:
"Mi joven, soy un hombre muy rico. Si me contestas una sola pregunta, entonces te daré toda
mi riqueza, porque quisiste salvarme y soy sólo en este mundo. Dime, joven, ¿en qué tres
cosas se basa la vida del hombre y cuál es la cuarta que tanta ausencia hace?"
Sin pensar mucho, el muchacho recordó las personas que había encontrado y contestó
rápidamente:
"Señor, el hombre basa su vida en diversión, religión y alimentación. Pero, para ser pleno, le
falta la cooperación, pues es lo que justifica que uno se entretenga; es ahí que se utiliza la
bondad aprendida en la religión, y eso hace con que el alimento nunca falte a nadie."
El hombre sonrió, acarició la cabeza del muchacho, dio una orientación a uno de los hombres a
su lado y murió. Todavía hoy, este muchacho es conocido por lo rico que es, y por lo generoso
que se tornó.
Y ¿qué pasaría con el otro? Cuentan que finalmente encontró su rey; se quedó tan feliz, que
salió gritando, lo que asustó uno de los caballos y provocó la caída de su jinete, un amigo del
Si observas bien, la vida también te da regalos diarios: ¿los reconoces, o todavía busca su rey?
Lo llamaban milagrero por diversos eventos inexplicables que habían sucedido en el pueblo.
Decían que Álvaro había curado inicialmente a un perro. Después, su vecina, su tía, el hermano
de un vecino, su jefe y lentamente la lista iba creciendo.
Con el tiempo, abandonó el trabajo y se dedicó a la curación. Lo llamaban por este entonces
"Álvaro Milagrero". Sucede que le daban dinero por esto y lentamente compró una casa - dicen
que curó al patriarca de rica familia - un carro nuevo y muchas más cosas.
Sin decir que sus hijos se fueron a estudiar a España y su esposa se iba de vacaciones a Miami.
Por todo eso, el precio de los milagros empezó a aumentar - ¡hasta cobraba en dólares!
Fue por estos días que apareció un jovencito. Su mamá lo llevó, pues el muchacho iba
perdiendo la visión. Pero, no podían pagar el precio que "Álvaro Milagrero" pedía. Le rogaron,
pero no funcionó. Pidieron a la gente rica que hacía fila afuera, pero nadie se conmovió. Mamá
e hijo regresaron a la casa y, dos semanas después, el niño ya no veía nada.
Se pasaron los años. Álvaro fue quedando viejo y los milagros ya no funcionaban. Por esa
fecha, ya sus hijos estaban graduados; uno vivía en Italia, en alguna parte, y el otro en
Londres y le enviaban algo de dinero, aunque no tenían un trabajo bueno - el hijo mayor
también trató de ser "milagrero", pero sin resultados. La esposa ya se había ido a otra vida
mejor.
Fue entonces que alguien mandó a llamar Don "Álvaro Milagrero". Se trataba de un doctor muy
bien de vida, que estaba instalado en el mejor hotel de la ciudad.
Don Álvaro se puso su mejor traje, el que usó para ir a la misa de su señora, y se fue,
esperando así pagar unas deudas que tenía. Cuando llegó, tuvo que esperar casi dos horas,
pues el "doctor" estaba ocupado. Supo que era del pueblo, pero se había ido a la capital a
estudiar; había logrado una beca para Estados Unidos y era un abogado muy bien
conceptuado. Era abogado de gente rica, le dijeron.
Después de unas tres horas, por fin el hombre lo hizo pasar. Don Álvaro entró con su mejor
pose, pero se quedó parado a la puerta. Sentado, en frente de él, había un hombre ciego.
El Milagrero sabía que él era ciego, porque tenía como pinta de ciego; pero el hombre sentado
le sonreía, como se lo conociera de mucho tiempo.
"Don Álvaro Milagrero", le dijo cordialmente, "por favor, acérquese y siente."
Cuando ya estaba sentado, el abogado empezó. "¿Sabe usted por qué lo mandé llamar? Es que
quería decir que yo también soy milagrero.
Usted no recuerda, pero hace muchos años vinimos yo y mi mamá, cuando todavía yo era
vidente, a verle. Y usted no quiso atendernos porque no teníamos el dinero. Mi mamá se
quedó tan descorazonada, especialmente cuando yo no podía ver, que me sentí en la
obligación de levantarle el ánimo. Empecé, con la ayuda de unos amigos, a investigar y
descubrí muchas cosas sobre la gente ciega.
Yo no sabía lo cuán capaces podían ser estas personas. Y me dediqué a estudiar mucho.
Aprendí todo lo que podía aprender, me conseguí una beca y hoy vivo muy bien, junto con mi
mamá, esposa e hijos, y estoy muy feliz.
Don Álvaro, sólo le llamé porque quería decirle que el verdadero milagro, no es curar a alguien,
sino darle una nueva vida, una nueva posibilidad. Y no se preocupe, que no le voy a hacer
nada y tampoco quiero su milagro ahora; simplemente quisiera que, para el resto de su vida,
usted supiera que soy feliz."
Un rey, amante del arte, decidió poner a prueba dos artistas muy conocidos. Ellos deberían
crear la obra más bella de todas en un determinado plazo.
Para cumplir con su deber, ambos los artistas trabajaron arduamente. Tal era la grandiosidad
de la obra, que debería caber en un muro - cada una - en un inmenso salón. Cada pared daba
frente para la otra, pero un biombo no los permitía ver lo que el otro hacía.
Cuando se cumplió el plazo el rey fue hasta el salón. Retiraron el biombo y él vio, en una de
las paredes, la escena más bella que jamás había visto. El equilibrio de los colores y de las
formas daba una sensación de realismo impresionante. Maravillado, felicitó el joven artista.
En la otra pared, del otro, se sorprendió: había exactamente la misma escena, pero con una
diferencia. El, el rey, se veía en medio de este campo maravilloso. Cuando estaba decidido a
dar al otro artista el premio, vio que su figura se movía. Lo miró intrigado y este explicó:
"Mi rey, que obra más bella existe que el propio ser humano. Lo que hice fue pulir
delicadamente la pared, de forma que la convertí en un poderoso espejo. Por esto, es capaz de
reflejar la obra de mi colega y usted mismo en medio de esa obra."
Al día siguiente, el rey declaró el segundo artista como ganador. Dijo que el primero hizo su
trabajo de forma ejemplar, pero el segundo fue más allá de lo que se pidió y trató de reflejar la
vida misma en su obra, logrando su objetivo plenamente.
Basado en un cuento narrado por Rama Didi, en la columna "HELLO young folks!", del
periódico mensual Purity.
Cuentan que un alpinista desesperado por conquistar el Aconcagua, inició su travesía después
de años de preparación pero quería la gloria para él solo, por lo tanto subió sin compañeros.
Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino
que decidió seguir subiendo decidido a llegar a la cima.
Pronto oscureció.
La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente
nada. Todo era negro, cero visibilidad, no había luna y las estrellas eran cubiertas por las nubes.
Subiendo por un acantilado, a solo 100 metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los
aires... caía a una velocidad vertiginosa, solo podía ver veloces manchas más oscuras que
pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.
Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos le pasaron por su mente todos los gratos
y no tan gratos momentos de su vida, el pensaba que iba a morir, mas sin embargo, de
repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos... ¡SI como todo alpinista
experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo
amarraba de
la cintura.
En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedó más que gritar:
"AYÚDAME DIOS MIO", "AYÚDAME DIOS MIO"...
Cuenta el equipo de rescate que al otro día encontró colgado a un alpinista congelado, muerto,
agarrado con fuerza, con las manos en una cuerda...
Decía que era por su religión. ¿Cómo podía tener tanto dinero, mientras tantos pasaban
hambre? Pero tampoco era pobre; tenía todo lo que necesitaba, solo que no entraba en lujos
innecesarios.
Fue una vez cuando logró un trabajo bueno. Mejor; era un trabajo excelente. El mejor trabajo
que alguien de su edad podría conseguir. Mucho dinero. Pero, el dinero realmente no servía
para él. Así que lo donaba a instituciones de caridad, después de llenar su armario con ropas y
su casa con lo que necesitaba.
De hecho, compró una casa mejor en un barrio mejor. Tuvo que comprar un vehículo y
obviamente compró el mejor.
En dos años su transformación fue total. Vivía para trabajar. Trabajaba para vivir.
Hasta que un día, andando por una calle, se encontró con un amigo suyo. El encuentro fue
agradable y ambos fueron a un restaurante. Obviamente, el mejor de todos. Nuestro muchacho
iba a pagar todo.
Ambos compartieron logros y frustraciones. Por fin llegaron al asunto del cambio de nuestro
muchacho. El habló que era la vida, pero que en el fondo no había cambiado en nada.
Su amigo también estaba muy bien. De hecho, siempre estuvo tras el dinero. Tiene un buen
puesto, una maravillosa familia y vive cerca de nuestro muchacho. En realidad, son vecinos,
pero nunca se vieron, pues ambos salen de vehículo y vuelven de vehículo.
Lo interesante es que el amigo, hace dos años, decidió ayudar a otras personas. Empezó a dar
clases en una escuela pobre, en el barrio en que crecieron. Obviamente, clases gratuitas.
Comenzó a ayudar a personas que querían abrir su empresita, dándoles incluso un préstamo
con bajas tasas, o ninguna tasa de interés. El también había cambiado.
Se despidieron, prometiéndose mutuamente que se iban a encontrar más veces.
Erase una vez un muchacho... y su amigo. Hoy, treinta años después de este encuentro, el
muchacho se encuentra en algún lugar. Solo. No tiene amigos, excepto el que se encontró en
este fortuito día. Y por la televisión, lo ve recibir un premio. Trabajo social, dicen. Y él que
quería tanto dinero...
Un día, la Peste se dirigía muy afanada a una ciudad árabe. En su camino, se encontró con un
hombre que, al verla con tanta prisa, le preguntó porque tenía tanta prisa.
Y esta le contestó: "Es que tengo que ir a una ciudad para quitarle la vida a mil personas." Y se
fue rápidamente, antes que el hombre pudiera reaccionar.
Pasados 10 días, el hombre nuevamente se encontró con la Peste. La encaró y le hizo una
pregunta: "Me habías dicho que te ibas a llevar mil vidas; sin embargo, las noticias que nos
llegan es que llevaste a cincuenta mil vidas."
"No, yo no rompo mis promesas; solo llevé las mil vidas que tenía que llevar. Las cuarenta y
nueve mil restantes, las llevó el Miedo."
El gerente general de una compañía recibió una entrada para un concierto en el que se iba a
interpretar la Sinfonía Inconclusa de Schubert. Al no poder asistir envió al gerente de calidad
total, quien le envió este memorando resumiendo su impresión del concierto:
"1. Por un considerable período de tiempo los oboes no tenían nada qué hacer. Su número
debía disminuirse y distribuir su trabajo entre otros instrumentos de la orquesta para evitar
períodos de inactividad.
2. Los doce violines tocaban notas exactamente iguales. Es una duplicación innecesaria y se
debe reducir drásticamente el personal de esta sección. Si se necesita un volumen de sonido
alto, se podría obtener utilizando un amplificador.
3. Se gasta mucho esfuerzo en tocar semicorcheas. Esto parece un refinamiento excesivo, por
lo que se recomienda que todas las notas sean redondeadas a la corchea más próxima. Si esto
se hiciera podrían utilizar estudiantes en lugar de profesionales, que salen más caros.
4. No se cumple con un propósito útil repitiendo con los cornos el pasaje que ya tocaron las
cuerdas. Si se eliminaran las redundancias se podría reducir el concierto de dos horas a veinte
minutos".
Y tu, ¿cómo aplicas la calidad en tu vida diaria? ¿Solo en términos de cantidad, o la calidad de
la oficina o también piensa en la calidad que viene del corazón?
Érase una vez un hombre que pensaba que era el ser ideal. Era el más bello, el más inteligente
e incluso el más rico.
Todos los días este hombre se miraba en el espejo y contemplaba, como en cuento de hadas,
y se veía a cada día más y más hermoso.
Es cierto que no había nadie a millas de distancia. El hombre era autosuficiente; sembraba,
cosechaba y comía de ahí mismo. Una vaquita le daba la leche necesaria. No, en realidad no
había visto a nadie por años.
Un día, un ángel pasó por ahí y se quedó cerca al hombre durante todo un día. No podía
realmente concebir que alguien se creyera el mejor, igual que este hombre. Entonces, decidió
mostrarle que las cosas no eran así realmente.
Apareció como el rey del lugar y golpeó la puerta del hombre. Este se asustó, pues hacía
tiempo nadie le golpeaba la puerta. Pronto la abrió.
"Mi buen señor, soy su rey, y estoy buscando el hombre más feo para entregarle mil monedas
de oro."
El hombre le iba a decir que había golpeado la puerta equivocada, pero decidió no hacerlo.
"Majestad, y ¿qué le parece este su servidor?"
"Humm, no me convence mucho. Físicamente, usted es igual que todos. Yo busco una fealdad
mucho más profunda."
"¿Profunda? ¿Qué quiere decir usted?"
"Mira, busco un hombre que en los últimos meses no haya hablado con nadie, que huye de la
gente. Un hombre - o también puede ser mujer - que se vea el más rico, el más bello y el más
inteligente, pues, como usted sabe, son señales de arrogancia. Además, debe ser un hombre
tan codicioso que sería capaz de decir SÍ, SOY YO para mi petición."
El hombre quedó sorprendido, no podía hablar nada. Lentamente se dio cuenta de su error y
dijo, tartamudeando: "Disculpe, pero no conozco a nadie así."
El ángel, se inclinó reverentemente y se despidió. Había cumplido con su tarea. Dicen que, más
tarde, vieron el hombre en el pueblo, hablando con la gente nuevamente.
Cuentan que científicos japoneses hicieron en los años 50 una investigación sobre el
comportamiento de una determinada especie de monos esparcida por varias islas. Dentro de
los experimentos hubo uno que llamó la atención al mundo y hasta hoy tiene un significado
profundo.
La idea era ver la reacción de los monos al introducir un alimento diferente de lo conocido por
ellos. El alimento elegido fue la patata, pues puede ser comida aún cruda. Para tal, tiraban
algunas patatas en el piso y salían. Después de un tiempo, los monos se acercaban y las
tomaban.
Los científicos observaron que a los monos les gustaron las patatas, pero no el sabor de la
arena. Mientras comiendo, hacían graciosas muecas indicando a la vez placer y disgusto.
Pero, un cierto día, una mona casualmente lavó su patata en una quebrada cercana. Al comer,
se dio cuenta inmediatamente del cambio de sabor. Afanadamente, enseño a su mamá y a un
compañerito el arte de lavar la patata. Y estos también se dieron cuenta de la diferencia de
sabor.
En los días siguientes, los monos de esta isla aprendían a lavar patatas. Fue entonces que algo
sorprendente sucedió.
En las demás islas, el mismo experimento se llevaba a cabo, pero los monos todavía no habían
aprendido a lavar patatas. Entonces, cuando en la isla original uno de los monos, apodado el
"Mono número 100" aprendió a lavar patatas y, milagrosamente, los monos de otras islas, sin
pasar por el proceso de aprendizaje largo que pasaron los "100" monos anteriores, estaban
todos lavando sus patatas.
El número 100 es un número aleatorio, puede haber sido 87 o 254. Lo importante fue el
descubrimiento de algo que se pasó a llamar "campo morfogénico", es decir, cuando se llega a
una masa crítica, una transformación que demoró bastante tiempo para operar influye sobre
toda una especie, cambiando automáticamente sus comportamientos.
En una famosa universidad, hubo un importante examen que daría al vencedor una buena
suma de dinero. Para ganar este premio, había que acertar TODAS las preguntas.
La materia parecía sencilla y todos estudiaron, incluso Osvaldo, pues también quería recibir el
premio. El tema del examen era la misma universidad.
Durante un mes, Osvaldo y otros amigos pasaron día y noche estudiando todo sobre la
universidad. Sabían de la fundación, sus fundadores, la bandera, los predios, principales
sucesos, en fin todo. No había como perder el premio.
Pero, ¡lo perdió! Por una sola respuesta, lo perdió. Vale la pena decir que nadie en la
universidad logró ganar el premio.
Su mamá quiso saber que pregunta era que había impedido que su hijo lograra el gran premio.
El hijo escribió la pregunta en un trozo de papel y le pasó a la mamá:
"¿Cuál es el nombre de la señora que todos los días limpia el aula donde tú estudias?"
Dicen que cuando era recién nacido, no sabía si escogía el osito de peluche o un viejo pañuelo
colgado de la cuna. Lloraba y su mamá venía a darle uno de los dos objetos.
Cuando hacía un examen, normalmente no era capaz de indicar la respuesta correcta. Pero su
compañero al lado lo ayudaba. De hecho, era amado por todos, pero nunca amó a nadie, pues
no sabía a quien podía amar.
Al tener que ir a la universidad, cambió tres veces de carrera y sólo quedó en la última porque
la familia le dijo que ya no podía pagar otro cambio. Pero, era amado por todos y esto es lo
que importaba.
No logró casarse, aunque tuvo varias novias. Tampoco logró un trabajo excelente, sino algo
con un pariente cercano. No salía mucho, pero cuando lo hacía siempre iba al mismo lugar,
pues ya lo conocía bien.
Los años fueron pasando y él vio a sus antiguos amigos morir, así como sus parientes. No
sabía si lloraba o quedaba tranquilo, pero siempre preguntaba a alguien que hacer.
El problema empezó cuando, ya muy anciano, no le quedaba a nadie para preguntar. Cuando
por las noches, nadie le decía que comer o que hacer. Fue cuando se tornó solo que pensó que
era hora de irse.
Pero tampoco podía irse, pues no decidía. Dicen que todavía hoy en día la muerte,
pacientemente, espera que él se decida en irse con ella en su historia sin fin y sin sentido.
Un experto asesor de empresa en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su
conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la
mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño, y preguntó:
- ¿Cuántas piedras piensan que caben en el frasco?
Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó
el frasco. Luego preguntó:
- ¿Está lleno?
Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla.
Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios
que dejaban las piedras grandes.
Puso en la mesa un cubo con arena que empezó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en
los
pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.
- ¡Bien! - dijo, y tomó una jarra de agua de un litro que empezó a verter en el frasco. El frasco
aún no rebosaba.
- Bueno, ¿que hemos demostrado? - preguntó - Que no importa lo llena que esté tu agenda, si
lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas - contestó un alumno
- ¡NO! - concluyó el experto - Lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las cosas
grandes primero, nunca podrás colocarlas después.
- ¿Cuáles son las grandes cosas en tu vida? Tus hijos, tu pareja, tus amigos, tus sueños, tu
salud, aquellos a los que amas y te aman. Recuerda, ponlas primero. El resto encontrará su
lugar.
Cuenta la leyenda griega que hubo una fiesta a la cual una diosa, la Discordia, no fue invitada.
Como venganza, ella decide lanzar una fruta dorada, igual que una naranja, en plena fiesta con
la inscripción: "PARA LA MÁS BELLA".
Debido a esto empezó la Guerra de Troya, pues Páris, príncipe de la ciudad, escogió a Venus y
no a las otras diosas presentes. La Guerra es mostrada como una especie de "juego de ajedrez"
de los dioses, donde las piezas son humanas.
En un pueblo, en alguna parte de China, una situación similar sucedió. Sin embargo, el príncipe
en cuestión, decidió que las mismas mujeres eligieron a la más bella.
Al comienzo, todas apuntaban hacia si mismas, con pruebas y justificaciones de su propia
belleza. Sin embargo, el primer día terminó sin ninguna vencedora.
Al segundo día, sabiamente cambiaron la táctica: todas apuntaron hacia otra mujer. Elegían
entre todas las candidatas las que más les agradaban e indicaban su nombre. Pero, faltaba
sinceridad en la práctica y, al final del día, todavía no había ninguna vencedora.
Fue en el tercer día que una fuerte tormenta atacó al pueblo duramente. Los habitantes
pensaron que era un castigo de los dioses, por la demora en decidir la dueña de la naranja de
oro. En medio de toda la confusión, todas las candidatas huyeron de ahí, excepto una.
La lluvia era tan fuerte que empezó a destruir las casas y amenazar a las personas. Y esa bella
mujer, iba de casa en casa, ayudando a los ancianos y niños pequeños a salir, en dirección al
refugio del pueblo. Cuando por fin ella misma llegó al refugio, estaba totalmente sucia de
barro, su ropa estaba destruida y el pelo caía sobre su cara.
Fue mientras trataba de arreglarse que sintió algo detrás de sí: se volteó lentamente para ver
las caras de todas las personas, que le sonrían dulcemente. Junto con esta visión, estaba el
joven príncipe, con la manzana de oro en la mano, extendida hacia ella.
Iba por los pueblos, comenzaba a tocar y la gente se reunía a su alrededor. Tocaba y al final
pasaba entre la concurrencia una agujereada boina con la esperanza de que algún día se llenara.
Cierto día comenzó a tocar como solía, se reunió la gente, y salió de costumbre: unos ruidos
más o menos armoniosos. No daba para más, ni el violín ni el violinista. Y acertó pasar por allí
un famoso compositor y virtuoso del violín. Se acercó también al grupo y al final le dejaron
entre sus manos el instrumento. Con una mirada valoró sus posibilidades, lo afinó, lo preparó,
... y tocó una pieza asombrosamente bella. El mismo dueño estaba perplejo y lleno de
asombro. Iba de un lado para otro diciendo:
- ¡Es mi violín!, ¡es mi violín!, ¡es mi violín!
Un hombre encontró un capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder ver a la
mariposa cuando saliera del capullo. Un día vio que había un pequeño orificio y entonces se
sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por abrirlo más grande y
poder salir.
El hombre vio que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño
agujero, hasta que llegó un momento en el que parecía haber cesado de forcejear, pues
aparentemente no progresaba en su intento.
Sin embargo al salir la mariposa tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y
dobladas. El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se
desdoblaran y crecerían lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo
hinchado que estaba. Ninguna de las dos situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía
arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas...Nunca pudo llegar a
volar.
Lo que el hombre en su bondad y apuro no entendió, fue que la restricción de la apertura del
capullo y la lucha requerida por la mariposa, para salir por el diminuto agujero, era la forma en
que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen
grandes y fuertes y luego pudiese volar. Libertad y el volar, solamente podrían llegar luego de
la lucha. Al privar a la mariposa de la lucha, también le fue privada su salud.
¿Entiendes que todo tiene un momento para suceder, o tratas de forzar los momentos?
Colaboración: Imiraflo (imiraflo@amauta.rcp.net.pe)
Se cuenta que alguna una vez, en Inglaterra, existía una pareja que gustaba de visitar las
pequeñas tiendas del centro de Londres. Una de sus tiendas favoritas era una en donde
vendían vajillas antiguas. En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita. "Me
Permite ver esa taza?", preguntó la Señora, "nunca he visto nada tan fino como eso!"
En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la tacita comenzó a hablar. La tacita le
comentó: "Usted no entiende! Yo no siempre he sido esta taza que usted está sosteniendo!
Hace mucho tiempo yo sólo era un montón de barro amorfo. Mi creador me tomó entre sus
manos y me golpeó y me amoldó cariñosamente. Llegó un momento en que me desesperó y le
grité Por favor!! Ya déjame en Paz!". Pero sólo me sonrió y me dijo "aguanta un poco más,
todavía no es tiempo." Después me puso en un horno. Yo nunca había sentido tanto calor! Me
pregunté por qué mi creador querría quemarme, así que toqué la puerta del horno. A través de
la ventana del horno pude leer los labios de mi creador que me decían: "aguanta un poco más,
todavía no es tiempo." Finalmente se abría la puerta. Mi creador me tomó y me puso en una
repisa para que me enfriara. "Así está mucho mejor!" me dije a mi misma, pero apenas y me
había refrescado cuando mi creador ya me estaba cepillando y pintándome. El olor de la
pintura era horrible!
Sentía que me ahogaría! "Por favor detente!" le gritaba yo a mi creador, pero, El sólo movía la
cabeza haciendo un gesto negativo y decía "aguanta un poco más, todavía no es tiempo." Al
fin dejó de pintarme; pero esta vez me tomó y me metió nuevamente a otro horno! No era un
horno como el primero, sino que era mucho más caliente! Ahora sí estaba segura que me
sofocaría! Le rogué y le imploré que me sacara! Grité, lloré, pero mi creador sólo me miraba
diciendo "aguanta un poco más, todavía no es tiempo."
En ese momento me di cuenta que no había esperanza! Nunca lograría sobrevivir a ese horno!
Justo cuando estaba a punto de darme por vencida se abría la puerta y mi creador me tomó
cariñosamente y me puso en una repisa que era aún más alta que la primera.
Después de una hora de haber salido del segundo horno, me dio un espejo y me dijo: "Mírate!
Esta eres tú!" Yo no podía creerlo! Esa no podía ser yo! Lo que veía era hermoso! Mi creador
nuevamente me dijo: "Yo sé que te dolió haber sido golpeada y amoldada por mis manos,
pero si te hubiera dejado como estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y
dolor estar en el primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras
estrellado.
También sé que los gases de la pintura te provocaron muchas molestias, pero de no haberte
pintado tu vida no tendría color. Y si yo no te hubiera puesto en ese segundo horno, no
hubieras sobrevivido mucho tiempo, porque tu dureza no habría sido la suficiente para que
subsistieras. Ahora tú eres un producto terminado! Eres lo que yo tenía en mente cuando te
comencé a formar!"
¿Puedes visualizar las diferentes pruebas de la vida como los diversos hornos que tuviste para
volverte perfecto?
Dos amigos viajaban por el desierto y, en un determinado punto del viaje, discutieron. Uno de
ellos abofeteó al otro. Este, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:
"HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGO UNA BOFETADA EN EL ROSTRO".
Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido
abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó
un estilete y escribió en una piedra:
"HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVO LA VIDA".
Intrigado, el amigo preguntó: "¿Por qué, después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora
escribes en una piedra?"
Sonriendo, el amigo respondió: "Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la
arena donde el viento del olvido y del perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo. Por otro
lado, cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del
corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo."
Un gallo que a duras penas juntaba comida para sí mismo y sus gallinas, se encontró una
piedra preciosa y exclamó:
- Si tu dueño te hubiese encontrado y no yo, él te habría recogido y ahora te tendría en muy
alta estima; pero a mí no me sirves para ningún propósito. Preferiría tener un sólo grano de
cebada que todas las joyas del mundo.
Una vez, un padre de una familia acaudalada llevó a su hijo a un viaje por el campo con el
firme propósito de que su hijo viera cuan pobres eran las gentes del campo. Estuvieron por
espacio de un día y una noche completa en una granja de una familia campesina muy humilde.
Al concluir el viaje y de regreso a casa el padre le pregunta a su hijo:
"¿Qué te pareció el viaje?"
"Muy bonito, ¡Papá!"
"¿Viste que tan pobre puede ser la gente?"
"¡Sí!"
"Y ¿qué aprendiste?"
"Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una piscina
que llega de una pared a la mitad del jardín, ellos tienen un riachuelo que no tiene fin.
Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. El patio llega
hasta la pared de la casa del vecino, ellos tienen todo un horizonte de patio. Ellos tienen
tiempo para conversar y estar en familia; tú y mi mamá tienen que trabajar todo el tiempo y
casi nunca los veo."
Cuando estuvo en la escuela, solo le importaba tener las mejores notas. Mejores que los demás.
Al entrar en la universidad, buscó la mejor de todas. Mejor que las demás.
Para casarse, eligió la mejor esposa. Mejor que las demás.
Su carrera laboral empezó desde arriba, en la mejor empresa. Mejor que las demás.
Y así vivía su vida. Hasta que un año todo que tenía se le cayó al piso. La empresa en la cual
estaba quebró, perdió su puesto, su esposa y de nada valía la mejor universidad o sus notas
de escuela.
Fue un día, en depresión profunda, que decidió mirar al cielo. Estaba oscuro y solo se veía una
estrella. Una estrella sóla en todo la grandeza del cielo.
Y este hombre se dio cuenta de que el cielo era mucho más grande que la estrella. A pesar de
eso, la estrella podía brillar.
La tierra era mucho más grande que su ciudad. A pesar de eso, la ciudad podía existir.
Y había muchos más hombres, con mejores notas, mejores universidades, mejores esposas,
mejores empresas y mejores puestos que él. A pesar de eso, él podía existir.
Cerró los ojos y se imaginó como aquella bella estrella. Al día siguiente, logró un puesto en una
importante empresa. Hasta hoy las personas dicen lo humilde y gentil que es.
En menos de un año recuperó casi todo lo que perdió y se dedicó a ayudar a las personas que
nunca tuvieron nada. Pues descubrió que su propósito era ser una estrella en un cielo
gigantesco.
Un rey recibió como obsequio, dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería
para que los entrenara. Pasando unos meses, el maestro le informo al rey que uno de los
halcones estaba perfectamente, pero que al otro no sabía que le sucedía, no se había movido
de la rama donde lo dejó desde el día que llegó.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo
hacer volar el ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió.
Al día siguiente por la ventana, el monarca pudo observar que el ave aún continuaba inmóvil.
Entonces decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa, a la persona que
hiciera volar al halcón. A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines.
El rey le dijo a su corte, traedme al autor de ese milagro. Su corte rápidamente le presentó a
un campesino.
El rey le pregunto:
- ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago?
Intimidado el campesino le dijo al rey:
- Fue fácil mi rey. Sólo corté la rama y el halcón se dio cuenta que tenia alas y se largó a volar.
Hubo una vez una empresa en situación muy difícil. Las ventas iban muy mal, los trabajadores
desmotivados y los balances siempre negativos.
Se necesitaba hacer algo para revertir el caos, pero nadie quería asumir nada. Por lo contrario,
la gente solo reclamaba, diciendo que las cosas iban mal y que no había perspectivas del
progreso en la empresa. Creían que alguien debía tomar la iniciativa de revertir aquel proceso.
Un día, cuando los funcionarios llegaron a trabajar, encontraron en la portería dos carteles. En
uno, decía:
AYER FALLECIÓ LA PERSONA QUE IMPEDÍA TU CRECIMIENTO Y EL DE LA EMPRESA. ESTÁS
INVITADO AL FUNERAL EN LA CANCHA.
Las personas que leían ambos los carteles se quedaron confundidos. Tristes con la muerte de
una persona - aunque felices de saber que era la persona que impedía el crecimiento de todos;
¡por fin lo habían descubierto! A la vez, contentos con el segundo mensaje. La mayoría se
imaginó que era el hijo del dueño quien nació.
La escena era interesante: al acercarse al ataúd, miraban y se quedaban muy tristes. O mejor,
tenían una cara de avergonzados, como si tuvieran pena del que murió y a la vez contento de
estar muerto.
A solo unos pasos de distancia, miraban la cuna y los ojos de cada uno brillaba. Por lo general,
se reían solos y continuaban muy contentos. Iban directo a trabajar.
José, quien estuvo muy ocupado en su máquina, llegó por último. Realmente estaba curioso
por ver quien había muerto y también ver el lindo bebe.
¡Cual no fue su sorpresa al conocer la realidad! En el ataúd había un grande espejo. Y en la
cuna... ¡otro espejo!
¿Reconoces que tu eres la causa de todos los problemas y también la fuente de todas las
soluciones?
Era un día caluroso y regresaba yo a mi casa, después de haber tenido una mañana agitada.
La llegada de mi bus me alejó de estos pensamientos, como el bus iba repleto de gente y no
me quedó otra opción que ir de pie. Me acomodé al lado de un asiento, agarrándome
fuertemente a este cuando el bus se puso en marcha.
De pronto sentí que alguien me llamaba por la espalda. Cuando volteé, contemplé por primera
vez lo que para mí fue un Ángel: un niño de tan solo de unos 7 años me ofrecía su asiento
para que no fuera yo de pie; de tan sólo 7 años. Solo pude darle las gracias, cuando ya el
pequeño había desaparecido, tal como ocurren los milagros y tal como los ángeles desaparecen
luego de un destello.
Yvonne (kissheaven@usa.net)
El hombre que estaba tras el mostrador, miraba la calle distraídamente. Una niñita se aproximó
al negocio y apretó la naricita contra el vidrio de la vitrina. Los ojos de color del cielo brillaban
cuando vio un determinado objeto. Entró en el negocio y pidió para ver el collar de turquesa
azul.
Sin dudar, ella sacó del bolsillo de su ropa un pañuelo todo atadito y fue deshaciendo los
nudos. Los colocó sobre el mostrador y dijo feliz:
- ¿Eso da?
El hombre fue para la trastienda, colocó el collar en un estuche, envolvió con un vistoso papel
rojo e hizo un trabajado lazo con una cinta verde.
- Tome, dijo a la niña. Lleve con cuidado.
Ella salió feliz corriendo y saltando calle abajo. Aún no acababa el día, cuando una linda joven
de cabellos rubios y maravillosos ojos azules entró en el negocio. Colocó sobre el mostrador el
ya conocido envoltorio deshecho e indagó:
- ¿Este collar fue comprado aquí?
- Si señora.
- ¿Y cuánto costó?
- ¡Ah!, - habló el dueño del negocio - el precio de cualquier producto de mi tienda es siempre
un asunto confidencial entre el vendedor y el cliente.
La joven continuó:
- Pero mi hermana tenía solamente algunas monedas. El collar es verdadero, ¿no? Ella no
tendría dinero para pagarlo.
El hombre tomó el estuche, rehizo el envoltorio con extremo cariño, colocó la cinta y lo
devolvió a la joven.
- Ella pagó el precio más alto que cualquier persona puede pagar...
¿Todavía cuentas las monedas que has dado en tu vida, o la sonrisa que vale mucho más?
Su nombre era Fleming y él era un pobre agricultor inglés. Un día, mientras trataba de ganarse
la vida para su familia, escuchó a alguien pidiendo ayuda desde un pantano cercano.
Inmediatamente soltó sus herramientas y corrió hacia el pantano. Allí, enterrado hasta la
cintura en el lodo negro, estaba un niño aterrorizado, gritando y luchando tratando de liberarse
del lodo.
El agricultor Fleming salvó al niño de lo que pudo ser una muerte lenta y terrible.
El próximo día, un carruaje muy pomposo llegó hasta los predios del agricultor. Un noble
inglés, elegantemente vestido, se bajó del vehículo y se presentó a sí mismo como el padre del
niño que Fleming había salvado.
En ese momento el propio hijo del agricultor salió a la puerta de la casa de la familia.
- ¿Es ese su hijo?" - preguntó el noble inglés.
- Si. - respondió el agricultor lleno de orgullo.
- Le voy a proponer un trato. Déjeme llevarme a su hijo y ofrecerle una buena educación. Si él
es parecido a su padre crecerá hasta convertirse en un hombre del cual usted estará muy
orgulloso.
El agricultor aceptó. Con el paso del tiempo, el hijo de Fleming el agricultor se graduó de la
Escuela de Medicina de St. Mary's Hospital en Londres y se convirtió en un personaje conocido
a través del mundo, el notorio Sir Alexander Fleming, descubridor de la penicilina.
Algunos anos después, el hijo del noble inglés, cayó enfermo de pulmonía. ¿Que lo salvó? La
penicilina.
Este nombre inglés tenía el nombre de Randolph Churchill. Y su hijo, dos veces salvado por los
Fleming, era el que sería primer-ministro de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial,
Sir Winston Churchill.
Fecha de Publicación 28/10/2000 Título LAS COSAS NO SON LO QUE APARENTAN SER
Al siguiente día, los ángeles llegaron a pedir posada a la casa de una pareja de campesinos
muy dulce y hospitalaria.
Ellos compartieron la poca comida que tenían y les dieron su propio dormitorio, para que
pudieran conciliar el sueño y descansar bien para su largo viaje. Al romper del alba, los ángeles
encontraron al campesino y su esposa en un mar de lágrimas: la única vaca que tenían, cuya
leche era su única fuente de ingresos, yacía muerta en el campo.
Un padre tenía varios hijos que peleaban constantemente entre sí. Al darse cuenta de que era
imposible sanar las disputas con sus exhortaciones, decidió darles un ejemplo práctico sobre
los males de la desunión. Para este propósito, un día les pidió que le llevaran un atado de varas.
Cuando lo hicieron, el padre colocó el haz en las manos de cada uno de ellos y, uno a uno, les
ordenó que lo rompieran en pedazos. Los hijos trataron con todas sus fuerzas y ninguno tuvo
éxito. Acto seguido, el padre desató el haz, tomó las varas y las distribuyó entre sus hijos. Y así
pudieron romperlas con facilidad.
Entonces se dirigió a ellos y les dijo: "Queridos hijos míos, si ustedes comparten sus opiniones
y se unen para ayudarse entre sí, serán como el haz de varas y sus enemigos no podrán
hacerles daño; pero si dejan que la discordia se apodere de sus vidas, acabarán por romperlos
con la misma facilidad".
Fábula de Esopo
El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acababa de
finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se dañó y lo hizo perder una hora
de trabajo y ahora su antiguo camión se niega a arrancar.
Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su
familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol,
tocando las puntas de las ramas con ambas manos.
Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba
plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.
Posteriormente, me acompañó hasta el carro.
Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto
hacer un rato antes.
- ¡Ah! Ese es mi árbol de problemas. - contestó - Sé que no puedo evitar tener problemas en el
trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a
mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego
en la mañana recojo otra vez.
Y continuó sonriendo:
- Lo divertido es que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que
recuerdo haber colgado la noche anterior.
El único sobreviviente de un naufragio fue visto sobre una pequeña e inhabitada isla, estaba
orando fervientemente, pidiendo a Dios que lo rescatara, y todos los días revisaba el horizonte
buscando ayuda, pero esta nunca llegaba.
Cansado, eventualmente empezó a construir una pequeña cabañita para protegerse, y proteger
sus pocas posesiones. Pero entonces un día, después de andar buscando comida, regresó y
encontró la pequeña choza en llamas. El humo subía hacia el cielo. Lo peor que había pasado
es que todas las cosas las había perdido.
Estaba confundido y enojado con Dios y, llorando, le decía: "¿Cómo pudiste hacerme esto?" Y
se quedó dormido sobre la arena.
Temprano de la mañana del siguiente día, escuchó asombrado el sonido de un barco que se
acercaba a la isla. Venían a rescatarlo y les preguntó: ―¿Cómo sabían que yo estaba aquí?‖
Y sus rescatadores le contestaron: ―Vimos las señales de humo que nos hiciste.‖
Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Entonces se
escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda roca.
Algunos de los comerciantes mas adinerados del rey y cortesanos vinieron y simplemente la
rodearon.
Muchos culparon al rey ruidosamente por no mantener los caminos despejados, pero ninguno
hizo algo para sacar la roca del camino.
Un día llegó un campesino que llevaba una carga de verduras. Al aproximarse a la roca, puso
su carga en el piso y trató de trasladar el peñasco hacia un lado del camino.
Mientras recogía su carga de vegetales, vio una cartera en el piso; justo donde había estado la
roca.
La cartera estaba llena de monedas de oro y tenía una nota del rey indicando que el oro era
para la persona que quitara la piedra del camino.
El campesino aprendió lo que los demás nunca entendieron: cada obstáculo presenta una
oportunidad para mejorar nuestra propia condición.
Tengo en mis manos dos cajas que Dios me ha dado para que sostenga.
Él me dijo:
- Pon todas tus penas en la negra y todas tus alegrías en la dorada.
Escuché sus palabras y en ambas cajas mis alegrías y tristezas guardé.
Pero la dorada se fue poniendo más pesada y la negra estaba tan liviana como antes. Con
curiosidad abrí la caja negra para saber porque seguía tan liviana y encontré, en el fondo de la
caja, un hueco por el cual habían caído todas mis tristezas.
Un hijo y su padre caminaban por las montañas. De pronto, el hijo cae, se lastima y grita:
- ¡¡Aaay!!
Para su sorpresa, escucha una voz que se repite, en algún lugar de la montaña, y dice:
- ¡¡Aaay!!
Curioso, pregunta:
- ¿Quién eres tú?
Recibe como respuesta:
- ¿Quién eres tú?
Molesto, grita:
- !Eres un cobarde!
Como respuesta, escucha:
- !Eres un cobarde!
Mira el padre y pregunta, en voz baja:
- ¿Qué pasa? ¿Quién es?
El padre sonríe y dice:
- Hijo mío, presta atención en lo que haré. - entonces, el padre grita en dirección a la montaña:
- ¡Te admiro mucho!
Y la voz contesta:
- ¡Te admiro mucho!
Nuevamente, el hombre grita:
- ¡Eres un campeón!
Y la voz contesta:
- ¡Eres un campeón!
El niño está maravillado, pero no entiende nada. Entonces, el padre explica:
- Las personas llaman a eso ECO, pero en realidad eso es la VIDA: ella te devuelve todo lo que
tú dices o haces. Nuestra vida es simplemente el reflejo de nuestras actitudes. Si quieres que
haya más amor en el mundo, crea más amor en tu corazón. Si quieres que haya más capacidad
en tu equipo, desarrolla tu capacidad. El mundo es solamente la prueba de nuestra capacidad,
tanto en lo personal cuanto en lo profesional. La vida te va a devolver lo que diste a ella.
¿Entiendes o todavía piensas que hay alguien tras el eco que suena en el mundo?
¡FELIZ NAVIDAD!
Cuando era niña, todos los años María esperaba atentamente la llegada del Año Nuevo.
Significaba fiesta, alegría, cariño y esperanza. Muchas sonrisas, pocas lágrimas. Pocas lágrimas
que salieron sin duda cuando sufrió un accidente.
Ahora, mientras se acerca el Año Nuevo, recuerda la maravilla del Año Viejo. De hecho, vivió
todo este año esperando por un milagro que nunca ocurrió, queriendo volver hacia un tiempo
que ya se había pasado. Frente al espejo observa su cara y llora. Pocas lágrimas.
Entonces, algo sucede. Sí, es algo diferente; aunque María está llorando, su imagen en el
espejo está... ¡FELIZ!
Es la misma imagen, la misma cara desfigurada - PERO SONRÍE ALEGREMENTE.
- ¿Quién... quién eres tú? - pregunta María asustada
- Yo soy tú. Pero, estoy feliz y tú no.
- Y ¿cómo puedo estar feliz? Mira mi cara, mira mi cuerpo...
- La felicidad no está en la cara, ni en el cuerpo. Está en tu corazón. El accidente te afectó no
solamente el cuerpo; parece que también tu alma se dejó afectar.
María prefiere no hablar y trata de mirar al otro lado.
- María, tu eres querida por todos, tiene todo lo que siempre quisiste internamente. Eres una
mujer completa - tu cuerpo ha sido afectado, pero... María, libera tu alma y déjala vivir, déjala
ser feliz.
Por alguna razón, la voz del espejo va tranquilizando a María. Las lágrimas van desapareciendo
y, lentamente, una sonrisa va surgiendo, mientras el espejo narra todo lo bueno que María ha
hecho hasta aquel día.
- María, tu eres un ser especial y este año va a ser el mejor año de tu existencia.
La imagen del espejo brilla con luz propia y lentamente la cara de María - la triste - aparece
reflejada superponiéndose sobre la otra. Con cuidado, María va ajustándose a la silla hasta que
su cara verdadera coincida con la de la imagen - excepto la sonrisa.
Entonces, ella oye los fuegos artificiales, la sonrisa de la gente. Recuerda todo lo que el espejo
le dice y...
La imagen de la María del espejo y de la María real se vuelven una sola. Para siempre, María
nunca sentirá que hay tristeza.
Para siempre, será un Año Nuevo.
Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa. Su mayor deseo era ver a su hijo
convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedico su
vida y su escasa fortuna.
A los 70 años Don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos.
Esperaba que su hijo, brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía
pasar los días sin que este apareciera y decidió por primera vez en su vida pedir un favor a su
hijo.
Don Roque tocó la puerta de la casa donde vivía su hijo con su familia.
- ¡Hola papá! ¡Qué milagro que vienes por aquí!
- Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo, además, estoy cansado y
viejo.
- Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que esta es tu casa.
- Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo. Entonces, ¿no te
molestarías que me quedara a vivir con ustedes? ¡Me siento tan solo!
- ¿Quedarte a vivir aquí? Sí, claro, pero no sé si estarías a gusto, tú sabes. La casa es chica mi
esposa es muy especial... Y luego los niños...
- Mira hijo, si te causo muchas molestias olvídalo, no te preocupes por mí, alguien me tenderá
la mano.
- No padre no es eso. Solo que... no se me ocurre donde podrías dormir. No puedo sacar a
nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían... o solo que no te moleste dormir en el
patio.
- Dormir en el patio está bien.
El hijo de Don Roque llamo a su hijo Luis de 12 años.
- Dime papá.
- Mira hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se tape en la
noche.
- Sí, con gusto, y ¿dónde va a dormir?
- En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa.
Luis subió por la cobija, tomo unas tijeras y la cortó en dos. En ese momento llego su padre.
- ¿Qué haces Luis? ¿Por qué cortas la manta de tu abuelo?
- Sabes papá, estaba pensando en guardar la otra mitad para cuando seas viejo y vayas a vivir
a mi casa.
¿Te olvidas a veces que un día podrás pasar por lo que los otros hoy pasan?
Dicen que Moisés necesitó ayuda y, después de algún tiempo, sintió en el silencio de su
corazón una señal, que era como la voz de Dios, y le decía:
"Vete a pedir consejo a Satán."
Aunque la orden le pareciese rara, decidió ponerla en la práctica y salió en búsqueda del Diablo.
Después de mucho buscar, lo encontró sentado en un tronco, a la orilla de una carretera.
Acercándose con mucho cuidado, Moisés le dijo:
- Perdóname por molestarlo, pero debo pedirle un consejo.
Como profundo conocedor de la naturaleza humana, Satán no necesitó preguntar cual era el
consejo y luego fue diciendo:
- Si hay un consejo que te puede ayudar en tu viaje de la vida es que jamás te olvides de una
cosa: Evita utilizar con mucha frecuencia la palabra YO.
Extrañado con el consejo, Moisés le preguntó:
- Pero, ¿por qué?
- Para que no termines como yo. - le contestó Satán
Después de muchos esfuerzos, un Embajador logró concertar una cita en la Embajada con el
Primer-Ministro del país donde servía. Quería discutir diversos asuntos de gran importancia
entre las dos naciones.
Mientras charlaban, súbitamente un funcionario de menor rango de la Embajada irrumpió en la
oficina del Embajador. Gritaba mucho e insultaba a uno e sus compañeros quien había sido
inefectivo en una determinada situación.
Se creó un clima de malestar. El Primer-Ministro no entendía lo que pasaba.
Con toda calma, el Embajador habló muy duro, lo suficiente para el funcionario oírlo:
- Juan, ¡no olvide la sexta regla!
La actitud del funcionario cambió totalmente. Se quedó callado y aparentó estar muy
avergonzado. Pidió muchas excusas al Primer-Ministro y salió de la oficina.
El Primer-Ministro quedó impactado con la escena. Tan impactado que le pidió al Embajador
para saber de la sexta regla que él mencionó. Que regla puede ser tan poderosa que cambie
completamente el comportamiento de alguien.
- Mira, señor Primer-Ministro, hemos tenido muchos problemas en esta Embajada con el
personal. Creamos una serie de normas y reglas de conducta, pero los resultados eran muy
bajos. Entonces, por iniciativa de alguien de aquí mismo, decidimos botar todas las reglas de
comportamiento y nos fijamos en una sola:
NADA DEBE SER LLEVADO EXTREMADAMENTE EN SERIO.
El Primer-Ministro escuchó, pero no se convenció mucho, pues la frase no tenía nada especial
realmente.
- Puede que parezca una frase sencilla, pero observe. Tomemos el caso de Juan que le pidió a
Janeth un informe de actividades económicas que debe entregar hoy, según él
URGENTEMENTE, al dueño de una importante empresa en nuestro país. Janeth falló y no pudo
entregar; si tomo la cuestión muy a serio, peor, si la personalizo, entonces hay el conflicto que
generó lo que usted vio. Si, por lo contrario, Juan no tomara todo tan en serio, quizá se reiría
del hecho de que Janeth no había sido capaz de recolectar los datos, o montar el informe. Se
sentaría con ella, llamaría a la secretaria del importante presidente de empresa de nuestro país,
acordaría una nueva fecha de entrega, o bien haría una entrega parcial y todo estaría resuelto.
Al no aplicar la sexta regla - que además es la única que tenemos - perdió mucho tiempo
enojándose, hablando mal de Janeth con otros y haciendo la escena que hizo al entrar aquí.
El periodista recibió una caja de CD's. ¡Música barroca!, lo que más le gustaba.
Sin embargo, era un regalo caro de una lectora desconocida. Entonces, se puso a leer la carta.
Una carta que contaba de una mujer, cuyo marido había muerto recientemente y su verdadera
pasión siempre había sido la música barroca. Pero, no sabía ahora que hacer con esto.
Se rehusaba a vender, probablemente, porque esto iría contra los gustos de una persona que
quería el arte. El arte no se vende; simplemente se mantiene para que alguien más disfrute un
día. Entonces, pasó a buscar este "alguien más". Y lo encontró, en la dulce y hasta irónica
figura de un alemán radicado en un país tropical. Por fin, a alguien le gusta la música de su
marido.
Sí, el periodista trató sin éxito devolverle la caja, pues era demasiado valiosa. Sin embargo, el
verdadero valor no era la música, no era la melodía, sino era el puro sentimiento que fluía. El
recuerdo de un ser que un día dedicó su energía a recolectar algo.
Algo que ahora disfruta. Y mientras viaja por los siglos, imagina que esta persona debió ser
grandiosa.
Y quizá, en el fondo de su ser, piense en el verdadero valor de cada cosa que tiene. Porque un
día también él, el periodista famoso, se irá y dejará atrás obras.
Quizá solo espere que un día quien reciba todo lo que él deje pueda disfrutar, aprender y
entender como él ahora lo hace.
Un poderoso y rico emperador dejó atrás las puertas de su palacio, disfrutando de su caminata
matinal, cuando de pronto, en una de las curvas del camino, se encontró con un mendigo.
Conmovido por la miseria aparente del mendigo, el emperador le preguntó:
- ¿Cuál es tu deseo?
El mendigo lanzó una carcajada al escuchar la pregunta y dijo:
- Por la manera que has hecho tu pregunta, tú pareces creer que puedes satisfacer mi deseo.
El emperador se ofendió y respondió:
- Por supuesto que yo puedo hacer que tu deseo se convierta en realidad. Simplemente dime,
¿qué deseas?
El mendigo respondió:
- Te aconsejo que pienses dos veces antes de prometer algo.
Evidentemente, el pordiosero no era un personaje común, pero el emperador insistió, diciendo:
- Te otorgaré cualquier cosa que tú pidas. Yo soy un emperador muy poderoso; no me imagino
que deseo podrías tener que yo no pudiese satisfacer.
El mendigo entonces dijo:
- El mío es un deseo bastante simple. ¿Ves mi tazón de mendigo? ¿Puedes tú llenarlo con
algo?.
El emperador respondió:
- Por supuesto.
Llamó a su Gran Visir y le ordenó:
- ¡Llena el tazón de este mendigo con dinero!.
El Gran Visir se fue y regresó con algo de dinero y lo puso en el tazón; de pronto, el dinero
desapareció.
El visir puso más y también desapareció. Insistió nuevamente, y el dinero también desapareció
en el instante en que lo ponía en el tazón. Trataron muchas veces más y, en cada oportunidad,
el dinero desaparecía y el tazón permanecía vacío.
Todos los habitantes del palacio se congregaron a observar el curioso evento. La noticia del
tazón misterioso se esparció rápidamente por todo el reino y una multitud cada vez mayor se
iba reuniendo alrededor de estos personajes.
Claro, el prestigio del emperador estaba en peligro; reaccionando a esa posibilidad, el
emperador ordeno a sus visires:
- Estoy preparado a perder todo mi reino si es necesario, pero no puedo ser derrotado por este
mendigo.
Continuaron tratando de llenar el tazón con perlas, con esmeraldas, con tesoros inimaginables
sin éxito. Los tesoros reales se estaban acabando, pero el tazón permanecía vacío.
Todo lo que se ponía dentro del tazón, absolutamente todo, desaparecía, dejaba de existir.
- Por favor, escúchame. Tú has triunfado, pero antes de irte, dime para satisfacer mi
curiosidad, ¿de qué está hecho tu tazón de mendigo?
El mendigo, al oír esas palabras, se rió a las carcajadas y le respondió:
- Está hecho de la mente humana. No hay ningún secreto. Es, simplemente, el deseo humano.
Un día, un rico comerciante se dio cuenta de que había sido robado y fue a quejarse con
Birbal, el consejero del Rey Akbar.
Alrededor de las seis de la tarde, el comerciante entró al palacio con todos sus criados. Birbal
los recibió y les informó lo siguiente:
- Bueno, señores, hubo un asalto a su amo y necesitamos saber quien fue. - tomó de un
pedacito de palo y les mostró a todos - Cada uno de ustedes será llevado a una habitación con
este palo, que es mágico. Mañana por la mañana, a la hora del nacer del sol, mediremos el
palo. Según su encantamiento mágico, el palo que crecer en una pulgada es el del ladrón.
Ahora, todos pueden tomar su varita y los guardias les indicarán su habitación.
Al día siguiente, todos estaban ansiosos para saber quien era el ladrón. Rápidamente, los
guardias reunieron a todos en el salón principal y empezaron a medir las varas, contra un palo
que tenía Birbal. Entonces, uno de los guardias gritó:
- ¡Consejero, la varita de esta persona está más pequeña en una pulgada!
- Entonces, encarcélenlo, pues él es el ladrón.
- Pero, usted nos había dicho que era aquel cuya vara creciera en una pulgada, no
disminuyera. - comentó otro de los criados
- Sí, es verdad. Sin embargo, el ladrón lo cortó en una pulgada; de esta manera, al crecer en
una pulgada, quedaría del mismo tamaño que todas. Lo que no esperaba es que la vara no
tiene nada de mágica, es un pedazo de madera normal.
Un joven soñó que entraba en una tienda de semillas, recién inaugurada y, para su sorpresa,
descubrió que Jesucristo se encontraba atrás del mostrador.
En un pueblo, un muchacho pobre que estaba vendiendo cosas de puerta en puerta para pagar
sus estudios, descubrió que tenía solo unos pocos centavos sobrando y mucho hambre.
Decidió que pediría por comida en la siguiente casa. Sin embargo, perdió su entusiasmo
cuando una adorable joven le abrió la puerta. En vez de comida, pidió por un vaso de agua.
A ella, él le pareció hambriento, entonces, en vez de agua, le trajo un grande vaso de leche.
Él lo tomó despacio y preguntó:
- ¿Cuánto le debo?
- No me debes nada. Mi madre cree que la gentileza no se paga.
- Entonces, te agradezco de mi corazón.
Mientras Howard Kelly salía de aquella casa, no solo se sentía más fuerte físicamente, sino que
su fe en Dios también estaba más fuerte, pues no creía que podría aguantar más tanto
sacrificio para ir a la escuela.
Años más tarde, aquella joven se quedó críticamente enferma. Los médicos locales no sabían
que tenía y la enviaron a la ciudad grande, donde llamaron a especialistas para estudiar su rara
enfermedad.
Cuando el médico que fue llamado para cuidar de ella escuchó de que pueblo venía, una luz
iluminó sus ojos.
Inmediatamente, se levantó y fue a la habitación de la mujer.
Después de verla, decidió dar lo máximo para salvar su vida. Después de una larga batalla,
venció.
Entonces, pidió a la oficina del hospital que le pasara la factura, para su aprobación.
La miró y escribió algo en la orilla, enviándola a la paciente.
Cuando la mujer recibió la cuenta del hospital, tuvo miedo en abrirla, pues no tenía el dinero
para pagar un hospital tan caro.
Sin embargo, tuvo una sorpresa al leer lo que estaba escrito:
La vida está lista para ayudarte; ¿estás listo para ser ayudado?
A un niño le dijeron que al pasar por tres puertas podría salvar a su madre, que estaba muy
enferma. En su inocencia, el niño lo creyó plenamente y se enfrentó con la primera puerta.
En la primera puerta, había un mensaje que decía: "Solamente aquellos que son puros e
inocentes en su corazón pueden pasar por esta puerta." El niño no tuvo ningún problema en
abrirla.
En la segunda puerta, había un mensaje que decía: "Solamente aquellos que tienen amor
profundo por todos los seres podrán pasar por esta puerta." El niño se confundió un poco;
tenía mucho amor por su mamá y su perrito, pero no estaba seguro con relación al restante.
De todas formas, decidió arriesgar y no lo pudo. La puerta no se abría.
Salió desilusionado y empezó a pensar que podría hacer. En esto, pasó un niño cuya piel tenía
otro color. En otra ocasión, el niño ser reiría del otro, pero ahora no. Lo miró en los ojos y lo
saludó. Unos niños aparecieron y trataron de burlarse del color de piel, pero el niño lo
defendió. Y durante todo el día, demostró su amor por los otros, de una forma u otra. Cuando
sintió que había cumplido con eso, fue a su casa, saludó a su mamá - que estaba peor, la
pobrecita - y volvió a atravesar las puertas. Nuevamente con la primera no tuvo problemas. Y
ahora la segunda se le abrió fácil.
En la tercera puerta, había un mensaje que decía: "Solamente aquellos que tienen un
conocimiento profundo de todas las cosas podrán pasar por esta puerta." El niño empezó a
llorar; todavía no entraba en la escuela y le faltaban muchos años para realmente saber todo.
Ni siquiera se arriesgó. La puerta no se abriría.
Salió desilusionado e iba a regresar a su casa cuando se encontró con un mendigo.
Normalmente, huiría de él, pero como se había comprometido a amar a todos, se acercó y le
preguntó si se le ofrecía algo. El mendigo pidió por dinero, cosa que el niño no tenía, pero este
se ofreció a lavar la camisa que el mendigo la tenía puesta.
Fue y la lavó con todo el cuidado. Mientras secaba, el mendigo comía un poco del poco que les
había sobrado del almuerzo y empezaron a conversar.
Conmovido con la historia del niño, el mendigo le preguntó: "Dices que no sabes nada; sin
embargo, sabes ¿quién eres?"
"Sí, lo sé."
"¿Sabes quien es tu madre?"
"Sí, lo sé."
"¿Sabes donde es tu hogar?"
"Sí, lo sé."
"Bueno, ahora solo tiene que saber lo mismo, pero de forma ilimitada. ¿Quién eres, más allá de
tu cuerpo físico? ¿Quién es tu madre ilimitada, aquella que siempre estará dando para sin
condiciones y que nunca se enferma? ¿Dónde está el hogar de aquel que realmente eres?"
Las preguntas eran bastante complicadas, pero el niño tuvo una idea brillante. Y fue corriendo
a abrir las tres puertas.
En la primera puerta, había un mensaje que decía: "Solamente aquellos que son puros e
inocentes en su corazón pueden pasar por esta puerta." Entonces el niño entendió que era un
ser puro, algo más allá de su propio cuerpo. Una luz, como la mamá le había enseñado.
En la segunda puerta, había un mensaje que decía: "Solamente aquellos que tienen amor
profundo por todos los seres podrán pasar por esta puerta." El único ser que realmente tiene
amor profundo por todos tiene que ser Dios, al menos la mamá le había enseñado esto. Así
que Dios debe ser la madre de todos los seres humanos, aquella que nunca se enferma.
En la tercera puerta, había un mensaje que decía: "Solamente aquellos que tienen un
conocimiento profundo de todas las cosas podrán pasar por esta puerta." Si el niño es un ser
no físico y Dios es su madre, por lo tanto, el niño debe ser parecido con Dios. Así que pensó
que Dios debe tener un hogar, donde vive y donde un día el mismo niño vivió. Ahora, el niño
domina las respuestas a las tres preguntas. Y, fascinado, abre la puerta con mucha facilidad.
Detrás de la puerta, había una cajita con unas botellitas. Todo estaba muy bien explicado.
Cuando ya se iba, miró la pared. Había varias fotos. En una de ellas, reconoció el extraño
mendigo.
Margo estaba sentada en la sombra de una grada más alta. Mirando la quebrada y la escarpa,
no me vio, mientras yo caminaba desde el patio. A pesar de su enfermedad y su dependencia,
Margo todavía parecía razonablemente bien. Mientras me acercaba a ella, parecía
completamente absorta en la belleza de su jardín. Había algo sobre su expresión fácil que no
pude entender fácilmente; una calma o una aura de cordura. Al notarme, sonrió y en un
momento de contacto con sus ojos, repentinamente percibí lo que veía en ella. Era más que
paz, más que felicidad. Era un profundo contentamiento...
- Margo, ¿pareces completamente absorta en la belleza de tu jardín.
Todavía sonriendo a través de ojos grises claro, ella contestó:
- No, es la belleza de mi misma en la cual estoy absorta. - suspiró con felicidad y continuó - En
todos estos años que he amado la naturaleza, nunca me percaté que era a "mi misma" que
estaba apreciando. Iba al bosque a sentirme pacífica, al mar para encontrar la belleza o a las
montañas para experimentar el esplendor. Todas las veces que iba a alguna parte así, me
quedaba feliz y me sentía elevada. Solo ahora he entendido el porqué. He percibido que lo que
experimentaba en relación con la naturaleza estaba dentro de mi misma. Cuando iba a estos
lugares, todos los conflictos y problemas de mi vida desaparecían temporalmente. Cuando
miraba en reverencia a una montaña, la vista estaba libre de sentimientos y aún así
experimentaba un asombro.
Creo que debo haber parecido intrigado.
- ¿No entiendes? - dijo - La maravilla no estaba en la montaña, ¡estaba en mí! Cuando vamos
a estos sitios, nos volvemos libres de todas las cosas superficiales de la vida. Esta libertad hace
nuestro espíritu feliz y experimentamos amor, paz y sencillez. Si pudiéramos aprender
solamente a escuchar a nuestro espíritu, entonces podríamos permanecer absortos en su
belleza.
Ella hizo una pausa, ligeramente sin aliento debido a la enfermedad de sus pulmones.
- Durante toda mi vida, he sido dependiente de la naturaleza para estar feliz. Por lo menos
hasta ahora. Es como si estuviera buscando afuera por lo que me haría sentirme bien adentro.
Descubres tu alma cuando encuentras y aprecias tu belleza interna. Debemos tomar paz del
bosque y poseerla, porque, en verdad, realmente pertenece a nosotros. El regalo de la
naturaleza es lo que se despierta en nosotros.
Margo pareció estar inconsciente a una mariposa que había posada en su mano.
Perezosamente, abría y cerraba alas azules irisadas, mientras ella prosiguió:
- Voy a morirme pronto. - sonrío y después capacitó - Bueno, voy a atravesar el umbral de lo
que algunas personas llaman muerte. Me gustaría haber vivido más tiempo para dar este
mensaje al mundo: apreciar que todo que realmente necesitamos ya está dentro de nosotros.
Por lo menos, lo he descubierto sola. Quizá, tu puedas esparcirlo a todas partes por mí.
- Escribiré un libro sobre ello - bromeé; nos reímos - Realmente no necesitas nada de mi,
¿necesitas? - le pregunté
Mientras me iba, eché una mirada hacia tras. La apariencia de contentamiento profundo había
regresado. Ella estaba hermosa y en paz consigo misma. La mariposa abandonó su mano,
Cuentan que en una pequeña ciudad, ya nadie iba a la iglesia. El último domingo,
absolutamente nadie apareció, excepto los siete sacerdotes que ahí vivían.
El cura principal quedó muy preocupado con la situación y les preguntó a sus compañeros que
pasaría. Y, como siempre, hubo una fea discusión: cada uno culpaba el otro por lo que había
hecho y todos culpaban a su líder de la terrible situación de la iglesia. Sabían que si nadie
aparecía, entonces tendrían que cerrarla.
Ya hacía un buen tiempo lo mismo ocurría: todos se peleaban entre sí, nadie se hablaba
normalmente sino para corregir y molestar al otro. El cura principal creía que esta era la razón,
pero no sabía que hacer. Todos ya eran muy antiguos como para admitir su propia falla y a la
vez no podía sacar a nadie de ahí - ¿para dónde irían? Nadie los aceptaría en ninguna parte,
sabiendo lo que pasaba por ahí.
Fue en el periódico que supo de un rabino cuyos discursos religiosos estaban atrayendo más y
más personas, aún de otras religiones. El cura se entusiasmó y le ocurrió la idea de ir a visitarlo.
Tomó un bus y aquel mismo domingo asistió a uno de sus discursos. Él mismo aplaudió al
rabino de pie por su excelente oratoria y capacidad de convencimiento. Conversando con
algunos de los frecuentadores de la sinagoga, supo que no era solamente de habla; el rabino
realmente hacía y era lo que decía. Así que, respiró profundamente y fue a conversar con él.
El rabino lo recibió con una cara sonriente y lo escuchó atentamente, solo interrumpiéndolo
para aclarar ciertos puntos. Al término de su relato, el cura esperó un pronunciamiento del
rabino que, sin embargo, lo desilusionó.
- Lo siento, amigo, pero no puedo ver realmente la razón de la pérdida de tus feligreses. La
única forma sería que yo fuera allá y me quedara con ustedes durante esta semana, que la
tengo libre. Tengo que devolverme el próximo sábado por la noche, así tendría tiempo para ver
lo que pasa y darte algún consejo.
El cura quedó muy contento y partieron inmediatamente en el vehículo del rabino hasta la
iglesia. Pero, cuando llegaron, la reacción era la de se esperar: todos gritaron y discutieron
mucho más que antes, enfrente del mismo rabino. "¿Cómo es posible haber traído un 'asesino'
de Jesús a esta iglesia? ¡Vamos a contar todo al obispo!".
Sin embargo, el rabino mantuvo la sonrisa y por fin lo dejaron entrar y acomodarse, pues era
muy tarde, con la condición que al día siguiente se fuera. Pero se pasaron los días y el rabino
conquistó a cada uno de ellos con su sencillez, sonrisa y humildad - ¡iba a la misa con todos!
Sábado por la noche, antes de irse, todos se fueron a despedir de él. Por primera vez, había
algo de sonrisa, pero la situación realmente no había cambiado y las discusiones continuaban
frecuentes. Entonces, enfrente de todos, el cura principal le hizo al rabino una pregunta, que ya
se encontraba en el automóvil:
- Entonces, amigo rabino, ¿qué tenemos que hacer para atraer nuevamente a los feligreses?
El rabino los miró profundamente y les dijo:
- Lo siento... ¡No lo sé! - todos parecieron desilusionados con la respuesta - Sin embargo... les
cuento que soñé ayer por la noche y hoy por la mañana me fue confirmado en mi oración
diaria. - mirando a cada uno que esperaba en ansiedad, dijo - ¡Uno de ustedes es el verdadero
Mesías!
Y se fue por la carretera, rápidamente.
Todos quedaron boquiabiertos y se fueron a dormir.
Mientras dormía, el cocinero empezó a pensar: "El Mesías... ¡Este rabino está loco! Bueno... Si
fuera verdad - obviamente no es verdad - entonces tiene que ser el cura principal. Tantas
cosas tiene que soportar y todavía nos aguanta a todos. Sí, tiene que ser é."
Mientras dormía, el cura principal empezó a pensar: "El Mesías... ¡No, es una locura! Bueno... Si
fuera verdad - obviamente no es verdad - entonces tiene que ser el contador. Nunca seguimos
sus orientaciones pero siempre ha cumplido en los últimos veinte años."
Mientras dormía, el contador empezó a pensar: "El Mesías... ¡Yo sabía que un pagano no podría
ayudarnos! Bueno... Si fuera verdad - obviamente no es verdad - entonces tiene que ser el
jardinero. Sin recursos ningunos, todavía tenemos nuestro jardín de flores."
Uno a uno, todos comenzaron a hacer lo que siempre habían hecho: apuntar los dedos hacia
los demás, "culpándolos" por algo. Algo que ahora los hacía pensar en sus cualidades positivas.
Y, al día siguiente, la misa fue la más bella de todas. Las flores en el altar fueron las más
hermosas de los últimos años. La comida fue la más rica. Y todos se miraban, fascinados ellos
mismos. Entonces, en la misa del mediodía, llegó un feligrés solitario. Escuchó, lloró y se río.
Fue a su casa y buscó a su familia. Les habló a sus vecinos que fueron todos a la misa de las
tres de la tarde.
Y, al final de la tarde, en la misa de las seis, todo el pueblo compareció en masa para escuchar
algo que nunca se les olvidaría.
Un joven, prestando el servicio militar, tuvo la suerte de trabajar muy de cerca con un almirante.
Pronto se dio cuenta de que el estilo gerencial del almirante ofrecía un contraste con los estilos
que había observado en otros oficiales de la marina. La primera impresión era que el almirante
tenía poca materia gris.
En lugar de actuar como el sabio árbitro y generador de decisiones en todas las cosas que se le
consultaban, pasaba los problemas difíciles a los brillantes jóvenes de su personal.
Cuando los consultaba, estos jóvenes se dedicaban a proporcionarle al almirante informes,
gráficas, tablas de números para fundamentar su opinión. Por lo general, el almirante
reaccionaba con aparente desorientación frente a cualquier exceso de información o sugerencia
de ambigüedad. Decía que no podía entender que significa un informe.
Si había alguna posibilidad de interpretar mal una tabla de números, lo hacía. A veces, las
gráficas las miraba al revés. Los brillantes jóvenes aprendieron a responder escribiendo
informes más breves, organizando mejor sus argumentos, y separando los datos que venían al
caso de los que no eran pertinentes.
Como las demás cosas que tenían que ver con el almirante, las decisiones que se tomaban
resultaban bien.
En realidad, el almirante no era el viejo payaso estúpido, sino que tenía una mente
agudamente crítica y sobre todo, había desarrollado una técnica excelente para manejar y
desarrollar un equipo de jóvenes brillantes.
¿Todavía piensas que tienes que saber más que los demás para ser líder?
Cuenta la historia que había un monasterio muy famoso en el Himalaya. A la entrada del
templo había una enorme estatua de arcilla que había sido construida por los monjes antiguos.
Cierta vez quisieron trasladarla a otro sitio pero esta pesaba demasiado y en el intento se tarjó
un poco. La dejaron en su sitio. Mas tarde un monje se quedó observado la estatua intrigado
por un brillo sutil que salía de esta. Cediendo a su curiosidad, comenzó a romper la arcilla. A
medida que iba rompiendo apareció un bloque de oro. Era la misma estatua hecha de oro y
cubierta con arcilla.
Según cuenta la leyenda, los monjes la habían escondido de esta forma para que los ladrones
no la robasen.
Un hombre se internó en un bosque de pinos. De repente se topó con un labrador que estaba
cortando árboles. Se veía demasiado agotado y sudoroso. Además, notó que el hacha no tenía
filo suficiente. Se acercó y suavemente le sugirió:
- Señor, ¿por qué no descansa y aprovecha para amolar el hacha?
El labriego, un tanto irritado, respondió:
- ¿Cómo se le ocurre esa idea, no ve todo el trabajo que tengo? No terminaría a tiempo mi
tarea.
El visitante le preguntó:
- ¿No cree usted que si descansa va a recuperar fuerzas para continuar su trabajo con más
velocidad? ¡Además, si afila el hacha se le va a facilitar cortar esos árboles!
¿Has amolado el hacha de tu vida, o todavía sigues insistiendo en luchar contra ella?
Una mujer estaba agonizando. De pronto, tuvo la sensación de que era llevada al cielo y
presentada ante el tribunal.
- ¿Quién eres? - dijo una Voz
- Soy la mujer del alcalde - respondió ella
- Te he preguntado quién eres, no con quien estás casada.
- Soy la madre de cuatro hijos.
- Te he preguntado quién eres, no cuantos hijos tienes.
- Soy una maestra de escuela.
- Te he preguntado quién eres, no cual es tu profesión.
Y así sucesivamente. Respondiera lo que respondiera, no parecía poder dar una respuesta
satisfactoria a la pregunta ―¿Quién eres?"
- Soy una cristiana.
- Te he preguntado quién eres, no cual es tu religión.
- Soy una persona que iba todos los días a la iglesia y ayudaba a los pobres y necesitados.
- Te he preguntado quién eres, no lo que hacías.
Evidentemente, no consiguió pasar el examen y tuvo que ser enviada de nuevo a la tierra.
Cuando se recuperó de su enfermedad, tomó la determinación de averiguar realmente quien
era. Y todo fue diferente.
Un discípulo invitó a su maestro espiritual para visitar una familia que vivía en una pequeña
parcela en el campo. El maestro aceptó. El jefe de la familia era muy amigo del discípulo y les
comentó que tenía una vaca muy buena que les daba 8 litros de leche. Cuatro litros para el
gasto en la casa y los cuatro restantes los vendía en la ciudad, con lo que conseguía algún
dinero que le permitía satisfacer mínimamente sus necesidades más apremiantes.
Esta situación no cambiaba y el campesino seguía lamentándose de su mala situación.
De regreso, el discípulo le comentó al maestro que le gustaría ayudar a aquel pobre hombre.
- ¿Qué puedo hacer? - preguntó el discípulo
El maestro contestó:
- Ve y lanza su vaca por un despeñadero.
- ¡Pero se va a matar! Y ¿qué harán ellos sin su vaca?
- Sólo hazlo - enfatizó el maestro
El discípulo quedó un poco contrariado pero aceptó la sugerencia de su maestro que tanto
respetaba. Así lo hizo.
Pasado un tiempo considerable, el discípulo estaba inquieto por saber la suerte de su amigo. Lo
visitó y se encontró con la agradable sorpresa que esta familia estaba en mejores condiciones
que antes.
- ¿Qué sucedió? - preguntó el discípulo
- Mi vaca se mató y no tuvimos más remedio que dedicarnos a sembrar la tierra. El negocio
prosperó y ya ves los resultados.
A veces nos acomodamos demasiado; ¿ya hiciste cambios en tu vida y esperas que alguien lo
haga?
Un grupo de amigas tomaba un té juntas, mientras sus hijos jugaban en el patio afuera. Eran
todas mujeres casadas, amigas por años. Todas conocían a los maridos de las otras, con
quienes habían estudiado. Y también conocían la preocupación que tenían.
- Entonces, ¿Janeth está de regreso? - pregunto María Eugenia
Todas hicieron cara de incomodidad, aunque Nora no tanto.
- La última vez, casi me quita el marido. - comentó sin rodeos Camila
- El mío también; - le apoyó Alicia - en realidad, de todas nosotras, ¿no es verdad?
Todas acordaron con la cabeza. Aunque Nora no tanto.
- Y ¿qué haremos ahora?
Vale la pena decir que Janeth tenía fama de conquistadora desde niña.
- Sé que debo hacer yo por lo menos. - habló por primera vez Nora
Todas la miraban en expectativa.
- Simplemente darle a mi marido más de mí misma. Ser una mejor persona; no solamente la
esposa, sino la amiga. Y tenerlo como el amigo con quien siempre soñé. De hecho - y miró
desafiante a las demás amigas - Janeth se quedará en mi casa.
Todas exclamaron con horror y, juntas, de forma un poco caótica, le preguntaban si ella no
sabía el peligro que Janeth representaba. La pintaban como un verdadero monstruo capaz de
destruir sólidos hogares.
- Janeth no es un monstruo. - pensó por un instante - O quizá sí lo sea. A ver, les cuento; la
última vez que vino a la ciudad, hace dos años también se hospedó conmigo. Igual que
ustedes me molestó muchísimo la cercanía de Janeth y mi esposo. En fin, pensaba igual que
ustedes. Hasta que un día...
Nora miró a sus amigas, sabiendo que lo que iba a hablar las impactaría mucho.
- Hasta que un día, Janeth pasó muy mal. Algo que comió, no recuerdo bien. Sé que se quedó
tirada en el sofá. Armando no estaba en ese momento, estaba en su oficina y pensé sobre que
podía hacer. Lo primero que se me ocurrió fue quitarle la camisa, de forma que estuviera un
poco más cómoda, abrir las ventanas, algo que hiciera que entrara aire, mientras el médico a
quien llamé inmediatamente llegara. Entonces vi... ¡Horrorizada! Janeth es un monstruo, pero
no en el sentido que ustedes dijeron. ¿Recuerdan el accidente que sufrió? Al parecer, nunca
pudo pagar una cirugía plástica. Su cuerpo, lo empecé a mirar, y es horrible. Por eso lo cubre
tan bien y se rehúsa a salir a playas o algo así.
Todas estaban atentas a la narrativa. La información les causaba sorpresa.
- Si algún día uno de nuestros maridos llegó a traicionarnos con Janeth, seguramente vio eso y
no creo que se estimularía a algo más que simples cariños. Sin embargo, - Nora se para, con
una sonrisa en la cara - empecé a pensar sobre las razones que llevaba a Armando a preferirla
que a mí. Y descubrí lo que era. Janeth da algo de sí a nuestros maridos y, si les dan un
chance, a cada una de nosotros que nadie más da. Es un amor incondicional de un ser que ya
superó su parte física. Desde entonces, Janeth y yo somos más amigas que antes. Y mi
relación con Armando es mucho más profunda.
Nora tomó de su cartera y se fue, sin mirar a sus amigas, sabiendo que ellas tenían mucho que
pensar.
El gran escultor Miguel Ángel, cierta vez iba para una fiesta con un grupo de amigos. En el
camino vio una piedra amorfa de un tamaño considerable. Se quedó observándola
detalladamente. Sus amigos insistían en marcharse rápido a la fiesta pues esta ya había
comenzado. Además, argumentaban, ¿qué importancia tiene una piedra tosca y deforme? A lo
cual Miguel Angel respondió:
- Veo en esta piedra un ángel.
Ellos rieron.
Después de un tiempo estos amigos de Miguel Angel volvieron a pasar por aquel lugar y vieron
un maravilloso ángel en el sitio donde estaba la piedra. En efecto, Miguel Angel la había
esculpido.
Fecha de Publicación 12/05/2001 Título ¿POR QUÉ TENEMOS QUE TRABAJAR PARA ÉL?
Cierta vez los órganos del cuerpo se rebelaron y decidieron salir a huelga porque no convenían
en que el estómago no trabajara y que solo se limitara a recibir el alimento.
Las manos comenzaron a quejarse de su gran esfuerzo para llevar el alimento a la boca. La
boca, a su vez, se quejaba de las heridas que tenía su lengua debido al alimento caliente que le
llegaba. Los dientes también expresaron su inconformismo aduciendo que era mucho esfuerzo
el que tenían que hacer para triturar los alimentos.
Uno a uno todos los órganos manifestaron su inconformismo y por lo tanto entrarían en
huelga. Sucedió entonces que decidieron no llevar alimento al estómago hasta que este
mostrara su trabajo.
Pasó el tiempo y los órganos empezaron a debilitarse. Los pies cada vez se sentían más débiles
para caminar, las manos apenas se podían levantar, los ojos perdieron el brillo y ya casi no
veían, los dientes empezaron a caerse.
De pronto se dieron cuenta que era necesario llevar el alimento al estómago para poder
sobrevivir.
A veces, hay cosas que parecen negativas pero, sin ellas no sobrevivimos; ¿reconoces lo bueno
que hay en algunas cosas que parecen no tan buenas en tu vida?
Cuentan que una vez dos monjes de una determinada secta budista caminaban a lo largo del
camino. Era una secta con estrictas reglas y ellos caminaban en silencio.
En un cierto punto, vieron a una joven que inútilmente trataba de atravesar un río. Así que uno
de ellos se ofreció a ayudarla. Por ser alto y fuerte, la cargó en sus hombros y la dejó al otro
lado, luego regresando y reanudando la caminata matinal con su compañero.
Pero, había algo de raro en el otro monje. Media hora después, éste "explotó": su compañero
había roto una de las reglas más severas de la organización, la de no tocar una mujer.
Durante quince largos minutos, él habló sobre el honor y otros valores de la secta para su
compañero que, calladamente, todo escuchaba. Pero, éste decidió intervenir.
Parándose frente al otro, lo detuvo, miró en sus ojos y dijo:
- Está bien; ¡rompí con la regla! Sin embargo, ya hace media hora que la dejé al otro lado del
río. ¿Por qué todavía tú la cargas en tu corazón?
Cierta vez, un criado fue al mercado de Bagdad a comprar el alimento del día. Sin embargo,
regresó antes de lo previsto y fue inmediatamente hablar con su amo. Estaba lívido de terror y
sus ojos mostraban el miedo que lo acosaba.
- ¿Qué te pasa mi buen hombre? - le pregunta el amo
- Fui al mercado y allá vi a la muerte que estaba cerca de donde iba yo a comprar las verduras.
Entonces, me hizo una seña... Señor, por favor, dame un caballo y permíteme ir a Sabará,
donde ella no me encontrará.
El amo se quedó bastante tocado por la historia y le hizo gusto al criado que en menos de diez
minutos partía para Sabará.
Sin embargo, como se necesitaban verduras para comer, el amo decidió ir con un criado a
comprarlas. Allá, en el mercado, ve la muerte cerca de la tienda, tal cual el criado le había
informado. Decide acercarse a ella.
- Tú, ¿por qué asustaste a mi criado con una seña de muerte? - le inquirió el amo
- ¿Yo? No, mi seña no fue de muerte, sino de sorpresa...
Y mira el sol en el cielo.
- Lo que pasa es que tengo una cita con él en Sabará por la noche y me sorprendí en verlo en
Bagdad.
¿Sabías que la verdadera forma de burlarse a la muerte es no preocuparse con ella y dedicarse
a construir un bello presente?
Hace algunos años, en los Juegos Olímpicos Especiales de Seattle, nueve participantes, todos
con descapacidad mental o física, se alinearon para la partida de la carrera de los 100 metros
planos.
A la señal, todos partieron, no exactamente rápidos, pero con ganas de dar lo mejor de sí,
terminar la carrera y ganar. Todos, menos un muchacho que tropezó en la pista, cayó rodando
y empezó a llorar.
Los demás ocho oyeron el llanto, disminuyeron el paso y miraron hacia tras. Entonces, se
voltearon y regresaron. Una de las muchachas, con Síndrome de Down, se arrodilló, le dio un
beso en el muchacho y dijo: "Listo, ahora te vas a mejorar."
Entonces, todos los nueve competidores se dieron los brazos y caminaron juntos hasta la meta.
El estadio entero se levantó y los aplausos duraron muchos minutos. Hasta hoy, las personas
que ahí estuvieron siguen repitiendo esta historia.
Cuando yo era pequeño, mi mamá solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le
preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando...
Observaba su trabajo desde una posición más baja de donde ella estaba sentada; así que
siempre me quejaba diciéndole que desde mi punto de vista, lo que estaba haciendo ella allá
arriba, me parecía muy confuso. Ella me sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía:
- Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mi
regazo y te lo dejaré ver desde mi posición.
Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y por qué me parecían tan
desordenados desde donde estaba yo... Unos minutos más tarde, escuchaba la voz de mi
madre diciéndome:
- Hijo, ven y siéntate en mi regazo.
Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver la hermosa flor o el bello
atardecer en el bordado. No podía creerlo... ¡desde abajo se veía tan confuso!
Entonces mi mamá me decía:
- Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había
un plan arriba. Había un diseño y sólo lo estaba siguiendo. Ahora míralo desde mi posición y
sabrás lo que estaba haciendo.
- ¿Cómo sabemos que la noche ha terminado? - preguntó el viejo rabino a sus discípulos
- ¿Es cuando miras un árbol lejano y ves que es un manzano y no un peral? - preguntó un
discípulo
- No. - contestó el rabino
- ¿Es cuando las estrellas se desvanecen y el cielo comienza a aclarar? - preguntó otro
- No. - dijo el rabino
- Entonces, ¿cuándo termina la noche? -preguntaron los estudiantes al unísono
- Cuando miras el rostro de cualquier hombre o mujer y ves que es tu hermano y tu hermana.
En ese momento la noche termina. - dijo el rabino - Si no pueden ver esto, la oscuridad reina
en el mundo.
Un hombre viajaba en su carreta por un sendero campestre cuando las ruedas se hundieron
profundamente en un surco. El campesino, asombrado y horrorizado, se quedó mirando la
carreta y lo único que hizo fue llamar a
Hércules a gritos para que viniera y le ayudara.
Se dice que Hércules apareció y se dirigió a él diciendo:
- Hombre, pon tus hombros sobre las ruedas y acicatea a tus bueyes para que tiren de la
carreta. Y nunca más vuelvas a pedir mi ayuda hasta haber hecho todo lo posible por ayudarte
a ti mismo, o en lo sucesivo rogarás en vano si dependes de ella.
Dos hermanos, uno soltero y el otro casado, con varios hijos, habían recibido del padre y
campos de trigo. Los dos trabajaban juntos, y se dividían todos los ingresos por la mitad. El
hermano soltero no podía dormirse por la noche. Pensaba:
- Yo soy soltero, y no es justo que reciba la misma cantidad que mi hermano, que tiene que
mantener una esposa e hijos.
Se bajó de la cama, fue al campo y pasó una cantidad de gavillas de su parte a la de su
hermano.
También el hermano casado no podía dormirse ya que pensaba:
- Mi hermano soltero, tiene que encontrar esposa y construir un hogar. No es justo que yo
reciba lo mismo que él.
Se bajó de la cama, se dirigió al campo y pasó una cantidad de gavillas de su campo al de su
hermano.
Cuando se levantaron los hermanos en la mañana, les llamó la atención que no había ningún
cambio en el número de gavillas que poseían. En la siguiente noche repitieron el proceder,
también en la tercera. De pronto, los hermanos se encontraron en el campo, cuando cada uno
cargaba una gavilla, en el momento de ponerla en la parte de su hermano.
Pasaron 80 años - que para Dios fueron 80 segundos - y el ángel regresó al cielo. Se veía
viejo, pero tenía ojos joviales y cara tranquila, como la de una persona que vivió una vida sin
problemas.
Al ver a Dios, inmediatamente el ángel se dio cuenta de quien era y recuperó el aspecto jovial y
angélico que tenía. Contó a Dios y a los demás ángeles todas las aventuras en la tierra. Cuando
terminó de contar, miró a Dios y le dijo:
- Padre, sin embargo, eché de menos algo.
- ¿Qué sería, hijo?
- ¡Desafíos! Aún mis aventuras eran todas seguras... es decir, todo fluyó siempre de forma
tranquila. Me gustaría tener retos en la vida. Por favor, dame un nuevo chance de ir a la tierra
y experimentar una nueva vida.
Dios lo quedó mirando un buen rato y finalmente dijo:
- Bueno, te mandaré, pero de esta vez no irás solo. - y, volteándose a los demás ángeles - ¿A
quiénes de ustedes les gustaría ir a la tierra para acompañarlo? - cinco ángeles, de los más
cercanos al ángel que recién regresaba de la tierra, alzaron la mano - Muy bien, entonces todos
irán para allá. Pero, les repito la advertencia que anteriormente hice: cuando allá estén, no se
recordarán del cielo. - y los envió, pero no todos a la vez; algunos segundos los separaban
unos de los otros
Sesenta años se pasaron, sesenta segundos en las cuentas de Dios, cuando las puertas del
cielo se abrieron y una sufrida persona entró. Se veía en su cara, manos y todo el cuerpo las
marcas de la desgracia. Su ropa estaba en harapos y no tenía zapatos, mucho menos medias.
- Dios... Dios... - era lo único que murmuraba
- Hijo, aquí estoy.
La voz de Dios era más dulce y amorosa que lo normal. Al oír esta voz sublime, la criatura miró
hacia arriba y entonces recordó... y todo el cuerpo se convirtió nuevamente en el bello ángel
que un día quiso experimentar retos. Inmediatamente, se tiró al regazo de Dios y aunque no
estuviera llorando - pues ángeles no lloran - sin duda parecía muy triste. Pronto, toda la
¿Ya pensaste que quien te está haciendo pasar por malas situaciones puede ser un ángel
disfrazado?
Un general japonés decidió atacar, aunque su ejército era mucho menor en número. Tenía
confianza que ganaría, pero sus hombres estaban llenos de dudas.
Así que, reunió a sus hombres y dijo:
- Voy a mandar una moneda al aire. Si nos da cara, entonces es que ganaremos; si nos sale
sello, es que perderemos. El destino ahora se revelará.
Fue y tiró la moneda al aire y todos observaron atentamente, mientras se caía. El resultado:
CARA.
Todos los soldados gritaron felices, montaron en sus caballos y salieron a toda velocidad hacia
el enemigo. Delante de tal sorpresivo ataque, parte del ejército enemigo huyó desesperado y el
general japonés salió victorioso.
Terminada la batalla, su asistente se acercó y, muy humildemente, le pidió autorización para
hacerle una pregunta.
- Dígame, buen hombre.
- Mi general, lo que sucede es que siempre me dijeron que el destino no puede ser cambiado.
Pero, a mis humildes ojos, eso fue lo que sucedió.
El general le lanzó una sonrisa y de su bolsillo sacó la moneda de la suerte: TENÍA CARA EN
SUS DOS LADOS.
Dos viajeros se encontraron en el desierto. Uno de ellos lloraba y el otro le preguntó por qué.
- Porque he perdido una preciada joya. - contestó el que lloraba
- Bueno, no te aflija; talvez encuentres otra igual. - lo consoló el otro
- Imposible. La joya que he perdido tenía una gran piedra preciosa en el centro, veinticuatro
diamantes a su alrededor y sesenta rubíes alrededor de los veinticuatro diamantes. - describió
el desconsolado viajero
- Comprendo tu dolor. Sin duda que se trata de una joya única. Pero insisto: tal vez encuentres
una igual, o al menos parecida.
Y el triste viajero le dijo:
- ¡Jamás! Porque la joya que he perdido es un día, y un día que se pierde nunca retorna.
Savitri perdió a su marido súbitamente, a un año de estar casada. Ella lo vio todo; incluso vio
cuando la muerte, en un caballo negro, tomó el alma de él y empezó a escalar una montaña,
hacia el cielo.
Rápidamente, ella fue tras la misma muerte. A pesar de la velocidad del caballo, la noble mujer
lo seguía paso a paso. Un año antes, había tomado la decisión de abandonar su rico palacio e
irse a vivir con aquel hombre, en una pobre cabaña. Poco tiempo después de casado fue que
supo la tragedia del hombre: su tío había conquistado el reino y exiliado la familia real hacia
aquella jungla. De tristeza, sus padres se habían vuelto ciegos y el muchacho los tenía que
ayudar en todo. Fue por esta época cuando se anunció que él debería morir después de un año
de estar casado. Por eso Savitri estuvo en el exacto momento en que la muerte se lo llevó.
- ¿Qué quieres mujer? ¿Acaso no sabes quien soy? - preguntó la muerte
- Sí, sé quien eres; quiero al alma de mi marido.
- Lo siento, pero esto no te lo puedo dar.
- En mi tierra, dicen que cuando dos personas caminan juntas tantas horas, la más fuerte tiene
que dar algo a la más débil como un regalo.
La muerte sonrió ante la inteligencia de Savitri.
- Muy bien; cumpliré con la costumbre de tu tierra y te daré lo que me pidas, excepto el alma
de tu marido, pues su muerte estaba prevista.
Savitri se puso muy seria. Probablemente, pensó en rechazar a la oferta, pero ya estaba
cansada. Entonces, una idea le iluminó los ojos:
- ¡Honorable Muerte! Mi deseo, que quiero que usted satisfaga, es que mis suegros vean a mi
hijo en la cuna de un príncipe.
- Es un deseo fácil; listo, ya está concedido. Ahora puedes irte.
Pero, Savitri no se movió de su lugar.
- ¿NO ME OÍSTE? ¡Puedes irte!
- Pero... pero, ?cómo me iré, noble señor? ¿Acaso no sabes que en mi tierra las mujeres no
podemos casar nuevamente? Para poder cumplir con el deseo y con su honor, pues usted me
dijo que sí lo haría cumplir, tengo que llevar el alma de mi marido conmigo.
Por un instante, la Muerte se sintió enojada. Pero, pronto se rió. Era una risa cómoda, una risa
de alguien que pasó por un chiste. Savitri sonrió.
- Sí, ¡mujer! Eres más sabia que los sabios. Vamos, súbete a mi caballo; te devuelvo a tu casa,
junto a tu marido.
El día siguiente, soldados fieles al antiguo rey depusieron su hermano. En medio de mucha
alegría fueron a recuperar a su verdadero rey y su esposa, junto a su hijo y Savitri. De tanta
alegría, ambos los reyes recuperaron la visión y menos de un año después, el pequeño hijo de
la joven pareja reposaba suavemente en su cuna, cuando una figura muy temida por muchos
se acercó a jugar con él. Después de todo, la Muerte quería conocer al hijo de la sabia mujer.
¿Todavía tienes miedo de la muerte o ya aprendiste que ella no es tan mala cuanto parece?
Cuentan que cierta vez el Guru Nanak viajaba por la India, predicando su nueva filosofía de
vida.
¿Entiendes que no son los rituales que purifican sino la verdadera actitud?
Cierta vez, un hombre se fue de peregrinación y dejó a un amigo suyo una bolsa de oro, bajo
un árbol de mango. Pero, cuando regresó, su amigo negó que había recibido algo. Después de
mucho discutir, se fueron a Birbal, el consejero del Rey Akbar. Este les hizo las preguntas de
costumbre, pero ambos reafirmaban lo suyo: el señor que sí había dejado la bolsa con su
ahora examigo y este que no sabía de nada.
Después de un rato, el señor comentó:
- Pero, sí, yo sí dejé mi bolsa de oro en manos de mi amigo, justo antes de partir hacia el
peregrinaje, bajo el árbol de mangos.
- ¿Árbol de mangos? - cuestionó Birbal - No habías comentado este punto; eso quiere decir
que sí tenemos un testigo. Ordeno que vayas y traiga este importante testigo que es el árbol.
Todos se miraron sin entender nada; ¿cómo era posible que un árbol sirviera de testigo? De
todas formas, el pobre hombre se puso a marchar hacia el árbol de mangos.
Pasadas algunas horas, la corte empezó a inquietarse y preguntar si el hombre no se había
fugado, arrepentido de la falsa acusación. Birbal entonces miró al otro y le preguntó:
- Puede que sea así; pero, cuéntame buen hombre, ¿el árbol de mangos está muy lejos de
aquí?
- Por lo menos a 2 horas caminando.
- Bien, esto significa que deberá estar de regreso en unas dos horas más. Esperemos. - ordenó
Birbal
Pasadas más de cuatro horas, el hombre cansado volvió, con una cara de desánimo:
- Huzur (Señor), repetí su orden diversas veces, pero el árbol de mangos no se movió.
Lamento mucho.
- No hay nada de que lamentarse, buen hombre. El árbol de mangos ya dio el testimonio que
debería dar. - todos lo miraron intrigados por su afirmación - Ordeno que se encarcele este
hombre (el examigo), pues mintió; de lo contrario, ¿cómo podría saber de que árbol de mango
se estaba hablando?
Cuentan que durante un buen tiempo, los pájaros caminaban igual que nosotros, hasta que un
día empezaron a volar. Cuando se dieron cuenta, tuvieron tanta alegría que causaron muchos
problemas. Uno de los principales es que ya no podían comer con sus manos (que se habían
vuelto alas) y, debido a esto, se pegaban entre sí.
Para resolver a tantos conflictos, un comité formado por pájaros de todas las razas se formó y
fue a hablar con la Madre Tierra, cuyos oído y boca se ocultan en una cueva.
Ahí, la Madre Tierra con todo el amor les enseñó a portarse, como podrían cazar el alimento
desde ahora, como comer, etc. Ellos se despidieron satisfechos y se fueron.
Pero, no todos; una joven golondrina decidió que debía haber algo más y fue a hablar
nuevamente con la Madre Tierra.
- Madre, disculpa por volver, pero...
- Cuéntame, hijo mío.
- Es que... nos dijiste como actuar con estos nuevos elementos y le agradezco inmensamente.
Pero, siento que hay algo más. Algo que no nos dijo.
La Madre Tierra quedó callada un tiempo que pareció eterno para la pequeña golondrina. Tan
largo, que se había decidido a ir cuando ella empezó nuevamente a hablar.
- Un día, hijo mío, los seres humanos estarán dominando todo el planeta. Y cuando este día
llegue, cazarán indiscriminadamente a los animales, así que, trato de proteger a uds. A algunos,
como uds., les doy alas; a otras, una increíble velocidad. Así los protejo.
La golondrina miraba calladamente a la oscura cueva de donde venía la voz.
- Pero, ellos son mis hijos también. Así que quiero que especialmente uds. los ayuden. Y por
toda la historia, toda vez que ellos vean un pájaro, una sonrisa iluminará su rostro. Cuando
escuchen lo que conversan entre uds., ellos se deleitarán y aún tratarán de imitar el suave
sonido. Y su vuelo será símbolo eterno de libertad; la libertad que perdieron al actuar así.
Con una voz aún más dulce, la Madre Tierra concluye:
- Así que, hijo mío, ve a alegrar sus corazones. Dale luz y, quizá, un día, entiendan que deben
parar de cazar y empezar a crear.
Durante el invierno, el Rey Akbar paró en un lago para bañar sus manos y pies, cerca al
palacio. Al entrar en el lago, se dio cuenta de lo frío que estaba el agua y dijo que daba una
recompensa a quien se arriesgara a pasar una noche entera en él. Una persona de muy bajos
recursos se ofreció a esto.
Durante la noche, pasó todo el tiempo dentro del agua, vigilado por los soldados del rey. Al día
siguiente, fue a reclamar su recompensa y los soldados confirmaron su hazaña. Sin embargo,
alguien que quería causar problemas, preguntó:
- Pero, cuéntame mi buen hombre, ¿qué hizo usted toda la noche?
- Bien, mientras en el agua, miré al palacio todo el tiempo.
- Es decir; a través de tu mirada fuiste capaz de obtener calor de la luz del palacio. O sea, no
has cumplido con tu parte, pues no has quedado en el agua helada totalmente como se
esperaba.
A pesar de lo injusto que sonó la afirmación, nadie se atrevió a cuestionarla, ni siquiera el Rey.
Birbal, su consejero, decidió corregir la injusticia. Así que invitó a toda la corte a un almuerzo
un día en su casa.
Después de muchas horas de espera y de preguntas, finalmente Birbal los llevó adonde se
cocinaba la comida. Vieron que la olla estaba colgada en un árbol... ¡a cinco metros del fuego!
- Pero, ¿qué estás haciendo, Birbal? - le preguntó enojado el rey
- Estamos cocinando. Por alguna razón, ha llevado más tiempo que de costumbre.
- Pero, ¡qué tontería! - comentó el cortesano; el mismo que había impedido la recompensa al
pobre hombre del lago - ¿Cómo es posible que una olla a cinco metros de distancia reciba el
calor del fuego.
- Bueno, si un hombre a unos kilómetros de distancia puede recibir el calor del palacio, ¿no es
lógico que esta olla también lo recibiría?
Aclarado el punto, el rey mandó llamar al pobre hombre y le dio su merecida recompensa.
Cuentan que un león tenía por amigos tres de los animales de la jungla: un camello, un chacal
y un buitre. Vivían en armonía, a pesar de sus diferencias. Hasta que un día vino la sequía y el
rey león empezó a morirse del hambre.
Tanto el chacal cuanto el buitre podían comer cualquier cosa; el camello sobrevivía muy bien
sin agua y con poca comida. Pero el león necesitaba mucha ayuda. Después de mucha
angustia, el chacal y el buitre llegaron a un acuerdo: comerse el camello.
Pero ¿cómo hacerlo?, ya que el camello era uno de los tres amigos del león. Entonces,
pensaron en un buen plan...
- ¡Mi rey! - gritó con voz conmovida el chacal - No puedo verlo en esta situación. Creo que la
única y final solución es... ¡qué me comas! ¡Consume la carne de este tu servidor, pues sin ti
nada seré!
El rey león realmente quedó conmovido, pero antes de contestarle, el buitre se acercó
rápidamente al chacal y también comenzó a gritar.
- ¡No, no, no! Mi rey, ¡no lo oiga! Está loco debido a la sequía; eso lo mataría, mi rey, pues es
bien sabido que la carne de chacal mata a cualquier animal en menos de un día. - y mirando al
rey con unos ojos de misericordia, continuó - No veo otra salida, mi rey. ¡Mira, aquí me tienes!
Me puedes comer y salvar su vida...
- ¡Salvar su vida! - interrumpió bruscamente el chacal - Está loco de remate; ¿no sabe usted,
mi rey, que la carne de buitre está maldecida y que los que la coman traen sobre sí todas las
desgracias habidas y por haber? No, esta no es la solución.
Cerca, sin haber hablado nada hasta el momento, se encontraba el camello. Viendo toda la
actuación, decidió también ofrecerse, seguro que lo defenderían.
- Entonces, mi rey, - habló pausadamente - solo queda una solución: que me coman a mí...
Antes de que el rey dijera cualquier cosa, el chacal y el buitre lo mataron y dividieron su carne
entre ellos.
Antes de ofrecer una solución, comprende la realidad completa del problema; ¿no quieres
volverte la solución, verdad?
- Mi amigo no ha regresado del Campo de Batalla, ¡señor! Solicito permiso para ir a buscarlo. -
dijo un soldado a su teniente
- Permiso denegado. - replicó el oficial - No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre
que probablemente ha muerto.
El soldado no haciendo caso de la prohibición, salió y una hora más tarde regresó mortalmente
herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso.
- ¡Ya le dije yo que había muerto! Dígame, ¿merecía la pena ir allá para traer un cadáver?
Y el soldado, moribundo, respondió:
- Claro que sí, ¡señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: "¡Estaba
seguro que vendrías!"
Dos hombres en estado terminal se encuentran en una misma habitación en un hospital. Uno
de ellos está tan enfermo que no se puede levantar, mientras el otro se levanta una hora por
día. Debido a su estado crítico, y por estar tan lejos de la ventana, el hombre que nunca se
levanta le pide a su compañero que le describa lo que ve por la ventana.
- Hoy está haciendo un bonito sol. - dice el hombre que se levanta por una hora por día - Así
que veo muchos, muchos niños jugando felices. Veo sus padres alrededor de ellos, y los
tradicionales vendedores de dulces. Todos están muy felices; hay muchas flores en el jardín.
Otro día:
- Hoy llueve. La lluvia cae finamente sobre el parque, mojando el pasto. ¿Qué veo yo? Son dos
jóvenes jugando bajo la lluvia. Parece que se divierten mucho. Deben ser amigos.
Y así en adelante, todos los días el hombre le describía a su amigo el paisaje. Los médicos
notaron que desde que eso empezó - desde luego, ellos no sabían los detalles del caso - el
hombre que nunca se levantaba se iba recuperando poco a poco y ya podía mover algunos de
sus miembros.
Entonces, un día, el hombre que se levantaba falleció. El otro hombre, impotente, vio como su
compañero era llevado por los enfermeros y sintió una inmensa tristeza en su corazón, pues ya
no más podría ver lo que hay más allá de la ventana. Pudo sin embargo escuchar algo que dijo
uno de los enfermeros:
- Nunca había visto un hombre muerto con cara tan feliz.
Al día siguiente, le trajeron la noticia: debido a su mejora, lo iban a mudar a otra habitación. La
enfermera le describió la habitación, que quedaba al otro lado del hospital, y que daba a un
lindo jardín. Más aún: el hombre iba a empezar a levantarse un poco todos los días. Pero,
mañana.
- Enfermera, puedo pedirte algo?.
- ¿Qué desea?
- Enfermera, acerca mi cama hasta la ventana, por favor.
Sin entender porqué, la enfermera le cumplió el deseo y acercó la cama con ruedas hasta cerca
de la ventana. Pero, aún así el hombre no podía ver mucho. Haciendo un esfuerzo anormal,
con la ayuda de la enfermera, finalmente se pudo medio alzar y vió lo que había afuera: un
grande muro blanco.
- Es que traemos a estas habitaciones los enfermos que no pueden moverse mucho.
- Pero... ¿por qué entonces el otro hombre me describía todos los días escenas maravillosas en
un parque? ¿Por qué me mintió?
- En verdad, él no podía haberte descrito nada. - después de una corta pausa - Era ciego.
El hombre se calló. No supo que decir.
- Lo único que sé, señor, es que antes de morir llamó a su médico. Usted sabe, había sido una
persona muy mala toda su vida; se quedó ciego temprano y sentía rencor de todo el mundo.
Sus últimas palabras al médico fueron que por lo menos había hecho a alguien muy feliz.
Lágrimas surgieron en sus ojos. Después de todo, su compañero no le había mentido - en
poco tiempo, estaría realmente delante del parque. Y probablemente, ahora él podía ver el bello
Aunque Matisse era casi 28 años menor que Renoir, ambos maestros eran muy buenos amigos
y se visitaban con frecuencia.
Cuando Renoir quedó confinado a su casa durante la última década de su vida, Matisse lo
visitaba a diario. Renoir, casi paralítico por la artritis, seguía pintando con un pincel atado al
brazo.
En cierta ocasión, al observar al anciano pintor en su estudio soportando el dolor indecible que
le causaba la artritis cada vez que daba una pincelada, Matisse le preguntó:
- Auguste, ¿por qué sigues pintando, si te resulta tan doloroso?"
Renoir respondió con esta sencilla frase:
- La belleza perdura; el dolor es pasajero.
Y Renoir siguió trabajando sobre el lienzo casi hasta el día de su muerte.
Una de sus obras más famosas, Las grandes bañistas, la terminó apenas dos años antes de
morir. Llevaba catorce años aquejado de la enfermedad que lo dejó incapacitado.
Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo
profundo.
Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo. Cuando vieron cuan hondo era el
hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que, para efectos prácticos, se debían dar por
muertas.
Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar
fuera del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos serian
inútiles.
Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió. Ella se
desplomó y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible. Una vez más,
la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que dejara de sufrir y que simplemente se
dispusiera a morir, ya que no tenía caso seguir luchando.
Pero la rana saltó cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo.
Cuando salió, las otras ranas le dijeron:
- Nos da gusto que hayas logrado salir, a pesar de lo que te gritábamos.
La rana les explicó que era sorda y que pensó que las demás la estaban animando a esforzarse
más y salir del hoyo.
¿Todavía oyes las críticas de los demás? Aprende a discernir entre los gritos de aliento (aunque
a veces sean correcciones) de los de destrucción.
Cuando todavía había el régimen de segregación racial en Sudáfrica y todos pensaban que era
imposible la convivencia real en armonía, dos peces dieron una bella lección al mundo.
Fue en un acuario en una tienda de animales en Sudáfrica. Lo que pasó es que uno de los
peces no podía subir para alimentarse apropiadamente, debido a un problema orgánico. Así
que el otro, después de alimentarse, siempre iba por su amigo a recogerlo y lo llevaba en sus
espaldas.
Todos los días hizo eso y se volvió un símbolo. Pues el pez en problemas era negro, mientras
el que lo ayudó era completamente blanco.
Hace un tiempo, un papá fue a jugar con su hija. Estaban en un bosque muy denso y él
decidió hacerle broma.
- Anita, ¿sabe de qué vamos a jugar?
- No, papá, ¿de qué?
- Vamos a entrar en este bosque. Pero hay unos peligrosos monstruos que ahí existen.
Dragones y fieras horribles.
La niñita hizo cara de susto y excitación, como es típico en los niños. Haciendo cara pensativa,
el papá la miró y le preguntó:
- Tenemos que decidir que armas utilizamos.
- ¡Yo sé que armas tenemos que usar, papá!
- Ah, sí, - contesta el padre, un poco desilusionado de la pronta respuesta - y ¿qué armas?
- ¡Panes!
Sin entender nada, el padre le devuelve la respuesta:
- ¿Panes?
- ¡Por supuesto! Si les tiramos mucho panes, van a comer y comer y comer... Así que no
tendrán hambre y podremos entrar en el bosque sin problemas.
Veinte años atrás, como un joven paracaidista en el ejército israelí, pasé un largo tiempo en las
fronteras libanesa y siria observando los soldados árabes sobre la cerca de alambre.
Mientras los miraba día tras día, se me ocurrió que así como cada unidad en el ejército israelí
tiene "tipos buenos" que te dará su último par de medias secas si lo necesitas, y otros que
pueden robarte el tuyo si pueden, entonces cada unidad en el lado árabe también debe tener
su cuota de gente con quien quisieras estar y aquellos que mejor lo evitarías.
Sólo tenía 19 años en este entonces, con mucho tiempo en mis manos, así que una vez este
pensamiento llegó hasta mí, no puede impedir de pensar: "Si TENEMOS que luchar, ¿no haría
más sentido que los 'buenos tipos' de cada lado se juntaran contra los otros...?"
Lo que no sucedió, por supuesto, en vez de eso, pasé cinco meses en el área de Beirut durante
la guerra del 82, viendo lo que los seres humanos pueden hacer unos a los otros, cuando fijan
su mente en eso, percibiendo que la línea entre buenos y malos corre y "zigzaguea" a través de
cada uno de nosotros.
Aporte de Ami Dar, Action Without Borders, www.idealist.org - ¡visite su página (en inglés)!
El asno y la zorra, luego de formar una sociedad para protegerse mutuamente, se adentraron
en el bosque para cazar.
No habían ido muy lejos cuando se encontraron con un león. Al ver el peligro inminente, la
zorra se acercó a león y le dijo:
- Por favor león, te prometo que me las ingeniaré para que puedas capturar al asno si me das
tu palabra de no hacerme daño.
- Está bien, - replicó el león - veremos que puedes hacer.
La zorra se acercó al asno y le dijo:
- Mira, acabo de hablar con el león y me aseguró que no nos hará daño si nos vamos rápido,
así que ven conmigo que no te pasará nada.
Con su plan bien urdido, la zorra llevó al asno hacia una zanja profunda en donde el león no
tendría problema para capturarlo. Y el león, cuando vio que su presa ya estaba asegurada, de
inmediato atrapó a la zorra entre sus garras y sin prisas atacó después al asno.
Sin traiciones; los demás son amigos, ¿eres amigo de ellos en cualquier situación?
Fábula de Esopo, aporte de Roberto Páramo (rparamo@interred.net.co)
Cuando fui una adolescente, en el colegio, tuve una maestra sicóloga de quien aprendí mucho
y quien fue alguien muy importante en mi formación y en mi vida; la quise mucho y ella a mí
Después de salir del colegio pasaron veinte años sin que yo volviera a verla hasta que un día
resolví viajar a Pasto (Colombia), lugar de su residencia, para visitarla y darle las gracias por
todo lo que me había dado.
Al llegar donde ella, no me recordó y alcancé a sentir algo de dolor por ello.
Pasaron más años y en otro viaje a Pasto resolví regresar a saludarla; en su casa me
informaron que se hallaba muy enferma en el hospital; fui a ese lugar y la encontré mal y está
vez sí se acordó de mí.
Al salir, me dio las gracias por haberla visitado y como yo le conté toda la buena influencia que
había tenido sobre mí, ella me dijo al despedirme:
- Entonces, sólo por esto sé que sí sirvió lo que hice como educadora.
Esta colaboración es muy especial y viene de una persona que ha vencido muchas pruebas de
la vida, convirtiéndolas en escalones para el crecimiento. Es para que reflexiones de que sirve
nuestra profesión. Especialmente, los educadores.
Como todas las mañanas desde hace ya 6 años, me despertó mi madre esta mañana para ir a
la escuela. Había pasado mala noche, con pesadillas sobre monstruos y me costaba trabajo
levantarme.
A los 10 minutos mi madre volvió a despertarme, esta vez con más premura, se me estaba
haciendo tarde. Me levanté como un bólido, apenas si me lavé la cara, me comí el desayuno en
un abrir y cerrar de ojos y ahí estaba mi mamá diciéndome:
- ¡Qué comas despacio, que te vas a ahogar!
Con las prisas del momento, le contesté de mal talante:
- Sí, ya lo sé, no empieces a regañarme.
Aún tuve que soportar las preguntas de rigor:
- ¿Llevas el almuerzo? ¿Te cepillaste los dientes? ¿Tienes listos los libros?
Yo aún más impaciente le contestaba levantando un poco la voz:
- ¡Que te dije que sí!
Ella sonrió suavemente y me dijo:
- Anda, dale un beso a tú madre y ve con cuidado a la escuela.
Alcé los hombros con fastidio y le dije medio enfadado:
-¡Mamá! ¡Que ya es muy tarde, no tengo tiempo para eso!
- Está bien hijo, ve deprisa, que Dios te proteja.
Aún retumban mis propias palabras en mi oído: "No tengo tiempo para eso..."
Con las prisas y el enfado me pasó por alto un leve destello de tristeza en su mirada. Mientras
iba corriendo hacia la escuela estuve a punto de regresarme a darle el beso a mi madre. Sentía
un
nudo en el corazón, pero mis compañeros comenzaron a llamarme y fui hacia ellos
¿Con qué excusa regresaría? ¿Que iba a darle un beso a mi mamá? Se hubiesen reído de mí.
De todas formas, al regresar a casa después de las clases vería a mi madre en la puerta de mi
casa esperándome como siempre, temerosa de que me suceda algo. Impaciente si tardo unos
minutos, ya que me he entretenido con los amigos.
¡El día se me pasó volando en la escuela!, entre clase y clase, juegos y almuerzo. Se me había
olvidado el incidente de la mañana.
Sin embargo, esta vez, apenas sonó el timbre salí corriendo a mi casa sin entretenerme.
Desde la esquina esperaba divisar la figura de mi madre en la puerta, pero no había nadie esta
vez. Supuse que estaría adentro entretenida con algo, pero extrañé de momento su presencia
tan segura.
Antes de tocar el timbre, salió a la puerta mi padre. Pero, ¿era mi padre?
Aquel hombre era mucho más mayor de lo que siempre me había parecido, los hombros
caídos, los ojos hinchados y un profundo halo de tristeza lo rodeaba. Mi corazón empezó a latir
alocadamente, presintiendo algo. Apenas me salió la voz para decir:
- ¿Qué pasa papá, mamá está bien?
En un suspiro me contestó:
- Tu madre sufrió un ataque al corazón esta mañana. Su muerte fue instantánea, nadie se
enteró hasta que vinieron a visitarla y la encontraron ahí tendida en el pasillo. Fue muy rápido,
hijo, se fue nuestro ángel.
Un sollozo salió de su garganta y no pudo continuar hablando.
¿Mi mamá? ¿Mi mamá? La que todas las mañanas me despierta, la que por las noches reza
conmigo, me arropa y me da un beso de buenas noches. Mi madre, a la que esta mañana
contesté de mal modo, a la que no le di el beso de despedida, mi mamá.
Hoy, cuando miro hacia atrás, soy capaz de entender que las cosas no se pueden dejar para
mañana. Ni siquiera para la noche. Todavía echo de menos el beso y el cariño que no le di en
aquel momento.
El hombre caminaba por el bosque cuando vio una zorra lisiada. "¿Cómo hará para
alimentarse?", pensó. En ese momento se acercó un tigre con un animal entre los dientes.
Sació su apetito y le dejó a la zorra lo que había sobrado.
"Si Dios ayuda a la zorra, también me va a ayudar", reflexionó.
Volvió a su casa, se encerró en ella y se quedó esperando que los Cielos le proveyeran de
alimento.
Nada pasó. Cuando ya se estaba quedando demasiado débil para salir a trabajar se le apareció
un ángel.
- ¿Por qué decidiste imitar a la zorra lisiada? - preguntó el ángel - ¡Levántate, toma tus
herramientas y sigue el camino del tigre!
Cierta vez, un rey recibió una inspiración y decidió donar el trigo que tenía a sus súbditos.
Sin embargo, era la primera vez que lo hacía, lo que generó el escepticismo de muchos.
- Seguro que es una trampa. - decían muchos de ellos
Y, en el día marcado, un gran grupo de personas llegó con manos vacías. Estaban seguros que
sería una especie de chiste sobre el pueblo.
- Quizá sea verdad. - decían otros tantos
Así que muchos fueron con pequeñas vasijas a recoger el trigo que se daría en el día marcado.
- Estoy seguro que es verdad. Hay que creer. - decían unos pocos
Estos pocos aparecieron con vasijas enormes en manos de cada miembro de la familia.
Al llegar la hora señalada, el mismo rey apareció. La puerta del depósito se abrió y él dijo:
- Mis queridos súbditos, aquí está todo el trigo que hay en el reino. Les anuncio que vendrá
una época muy grave de sequía, entonces tomen todo lo que puedan.
Inmediatamente todos entraron. Pero los que estaban de manos vacías, no llevaron más que el
trigo para el día. Cuando llegó la sequía, murieron sin esperanza.
Los que tenían pequeñas vasijas, alcanzaron sobrevivir con el trigo por unas semanas. Pero,
pronto se acabó y tuvieron que sufrir el hambre y acabaron muriéndose.
Pero, los que habían creído, pudieron sobrevivir toda la sequía. Al terminar el problema de la
naturaleza, el reino renació más unido y armónico que nunca.
Esta era la discusión en el árbol de navidad. Las luces decían obviamente que eran ellas, pues
sin ellas el árbol no se vería.
Un pequeño oso de peluche, colgado a una de las ramas, afirmaba que él era el más
importante, pues daba "un aire de novedoso en este árbol". Los paquetes de regalos decían
que eran ellos, mientras los regalos afirmaban su propio valor.
Incluso el árbol les recordó a todos que nada sería de ellos, sin su presencia.
La discusión continuó hasta que una pequeña niña apareció en la sala, hermosamente
decorada. Todavía con cara de sueño, se dirigió velozmente hacia el árbol y empezó a destruir
los paquetes de regalos, mientras veía lo que le habían dado. Su felicidad impregnó la casa de
tal manera que los padres despertaron y el perrito también. Todos se quedaron felices, viendo
la felicidad de la niñita.
Cuando esta ya se había ido, los adornos se quedaron un minuto en silencio y afirmaron en
unísono:
- El ser más importante es el niño. Sin la existencia de los niños, no existiríamos nosotros.
Hoy, regala algo a un niño. Empieza por el niño que habita tu corazón, después los niños más
cercanos hasta llegar a niños que nunca conocieron la Navidad.
Llegado el sofocante verano, en que el calor produce sed, un león y un jabalí fueron a beber a
la misma fuente.
Discutieron sobre cual de los dos bebería primero y, al no llegar a conclusión alguna, se
trabaron en feroz combate. Cansados, se detuvieron para tomar aliento y observaron una nube
de rapaces que aguardaba para devorar al derrotado.
Ante tan grave peligro, pusieron fin a su enemistad y dijeron: ¡Vaya, qué tontos somos! Es
mejor hacernos amigos que servir de comida a buitres y cuervos.
Más vale acabar con las querellas, pues, muy a menudo, el resultado es fatal para ambas partes.
El rabino Wolf entró por casualidad en un bar; algunas personas bebían, otras jugaban a las
cartas y el ambiente parecía cargado.
El rabino salió sin hacer ningún comentario. Un joven fue detrás de él.
- Sé que no le gustó lo que vio. - dijo el muchacho - Allí sólo hay pecadores.
- Me gustó lo que vi. - dijo Wolf - Son hombres que están aprendiendo a perder todo. Cuando
ya no les quede nada material en este mundo, sólo tendrán que volverse a Dios. Y, a partir de
ese momento, ¡qué estupendos siervos serán!
Aún los errores tienen un lado positivo. Para ti, ¿qué pudiste ganar con tus errores?
Una mujer sabia estaba viajando en las montañas y encontró una piedra preciosa en una
quebrada. El día siguiente, encontró otro viajero que estaba con hambre y la mujer sabia abrió
su bolso para compartir su comida. El viajero hambriento vio la piedra preciosa y pidió a la
mujer que se la diera. Ella lo hizo sin vacilar.
El viajero se fue contento con su buena fortuna. Sabía que la piedra valía lo suficiente para
darle seguridad financiera por toda la vida. Pero, en pocos días, regresó y le devolvió a la mujer
sabia la piedra.
- He estado pensando. - dijo - Sé lo valiosa que es la piedra, pero la devuelvo con la esperanza
de que me puedas dar algo aún más precioso.
La mujer sabia lo miró sorprendida.
- Dame aquello que tienes dentro de que te permitió darme esta piedra.
La generosidad es el mayor tesoro. ¿Eres capaz de recordar la última vez que fuiste
genuinamente generoso?
Los insultos y problemas que tienes son como tierra siendo tirada. ¿Sientes que puedes tornar
estos males en escalones hacia tu éxito final?
Cierta ocasión le preguntaron a Ramesh, uno de los grandes maestros de la India, lo siguiente:
¿Por que existen personas que salen fácilmente de los problemas más complicados, mientras
que otras sufren por problemas muy pequeños y se ahogan en un vaso de agua? Él
simplemente sonrió y contó una historia:
Era un sujeto que vivió amorosamente toda su vida. Cuando murió todo el mundo decía él iría
al cielo, pues un hombre tan bondadoso solo podía ir al paraíso.
En aquella época, el Cielo todavía no había pasado por un programa de calidad total. La
recepción no funcionaba muy bien, y quien lo atendió dio una ojeada rápida a las fichas de
entrada, pero no vio su nombre en la lista. Entonces, le orientó para que pudiera llegar al
Infierno.
Y como en el Infierno nadie exigía identificación ni invitación (cualquiera que llegara era
invitado), el sujeto entró y se quedó.
Algunos días pasaron y Lucifer llegó furioso a las puertas del Paraíso y le dijo a San Pedro:
- ¡Eso que estas haciendo es puro Terrorismo! ¡Mandaste a aquel sujeto al Infierno y me está
desmoralizando! Llegó escuchando las personas, mirándolas a los ojos, conversando con ellas.
Ahora todo el mundo está dialogando, abrazándose, besándose. ¡El infierno no es lugar para
eso! ¡Por favor, trae a ese sujeto para acá!
Cuando niña, Alicia aprendió a no temer ni a nada, ni a nadie. Le daba risa cuando los demás
niños revelaban sus miedos ante ella.
Uno de estos miedos del barrio era el "monstruo", un feo y sucio mendigo que vagaba sin
rumbo por las calles. Decían de él que había secuestrado niños para comer y que había llegado
al estado en que estaba debido a que mató toda su familia, etc. etc. Alicia se reía de los
cuentos de los niños.
Cierta vez, ocurrió que ella y su grupito estaban solos por la tardecita. No había adultos
cercanos y disfrutaban unas galletas, cuando el "monstruo" se les acercó. Inmediatamente,
todos los niños huyeron como pudieron, corriendo velozmente. Alicia, sin embargo, decidió no
huir. Empezó a caminar calmadamente, cuando escuchó:
- ¡Señorita!
Era la primera vez que alguien la llamaba así, por eso ella se volteó a mirarlo. Sin duda, el
"monstruo" era más feo y más sucio que lo que decían. Pero, en sus manos, había algo: la más
bella rosa que Alicia jamás había visto.
- Señorita, - habló el "monstruo" a penas estuvo a dos metros de la niña - hace mucho que no
como. Dame unas galletas y te doy esta rosa.
Alicia aceptó el trato. Y vio el rostro del mendigo cambiar, cuando una sonrisa surgió en la
cara. Por algo, Alicia consideró que aquel hombre no era tan feo así, ni tan sucio. Lo vio partir,
irse hacia el lado oriente de la ciudad, mientras ella acariciaba la rosa y él comía sus galletas.
Era la rosa más linda del mundo. Y ella había visto sin duda, la sonrisa más linda del mundo.
Mal sabía que aquella tarde, una fatalidad ocurriría.
Su papá no era capaz de entenderla, pero no había más remedio: tuvo que satisfacer a su hija.
La mamá también trató de decirle que las cosas no eran así, que el papá no era rico, que como
era eso de pagar los funerales de todos los pobres... Pero Alicia no quiso oír y logró que sus
padres le pagaron el funeral al "monstruo". Un camión atropelló al mendigo, quitándole la vida
de inmediato.
Después del pequeño funeral, poco frecuentado, Alicia hizo su último homenaje, poniendo la
misma rosa que recibió de las manos del "monstruo" sobre el féretro.
Todos dijeron que era la más bella rosa jamás vista. Y al ser cuestionada porque lo hacía,
simplemente dijo:
- Durante su vida, todos le tuvieron mucho miedo y lo rechazaron. Por lo menos, que en la
muerte sepa que alguien lo quiere mucho. Porque... después de todo, fue la única persona
quien me dio una rosa y me sonrió como me lo hizo.
Por lo general, nos dejamos llevar por las apariencias externas. ¿Te das cuenta de la belleza
interior de las personas con quien convives?
Había una vez un muchacho el primero en todo: mejor atleta y mejor estudiante. Pero lo que
nunca supo fue si era buen hijo, un buen compañero o un muy buen amigo.
En un día de depresión el muchacho se dejó morir. Cuando iba camino al cielo, se encontró
con un ángel y este le preguntó:
- ¿Por qué lo hiciste si sabías que te querían?
A lo que él respondió:
- Hay veces que vale más una sola palabra de consuelo que todo lo que se sienta. En tanto
tiempo, nunca escuché: "Estoy orgulloso de ti, gracias por ser mi amigo." Ni siquiera un: "Te
Quiero Mucho..."
Al quedar pensativo el ángel, el muchacho dijo:
- Y ¿sabes que es lo que más duele?
- ¿Qué?
- ¡Que todavía espero escucharlo algún día un "TE QUIERO"!
Luego de esto el ángel abrazó al muchacho y le dijo:
- No te preocupes, pues estás cerca del único que siempre te dijo al oído que te amaba, pero
nunca me escuchaste. Aún así, te recibo con los brazos abiertos.
Es importante manifestar a los demás tus sentimientos positivos hacia ellos. ¿Lo haces a
menudo?
Dicen que era una época de mucho, mucho calor y eso provocó que una familia entera de
icebergs fuera arrastrada por las corrientes hacia el calor.
Lentamente, todos fueron derritiendo. Pero, los padres iban protegiendo a su pequeño hasta
donde podían. Cuando ambos se habían ido, el pobre se vio indefenso delante del caliente y
destructor sol.
Pero, había algo en su corazón que lo hacía agarrarse con todas las fuerzas a la vida. En el
horizonte vio una isla y se imaginó que podría ir hasta allá y quedar bajo una sombra. Con este
propósito empezó a moverse fuertemente.
Unos pescados que estaban en la región vieron el esfuerzo del pequeño iceberg y se rieron;
habían acompañado a la familia por los últimos kilómetros y estaban satisfechas de su
desaparición, pues eran pescados de zona caliente y no les interesaba que hubiese algo frío
cerca.
- ¡NO LO LOGRARÁS! - gritó el líder de ellos
El iceberg lo escuchó, pero esto hizo que se esforzara aún más. Su esfuerzo era tan grande que
pronto una verdadera multitud de peces se juntó alrededor del pequeño, que era cada vez más
pequeño. Hacían apuestas para ver cuanto tiempo demoraría para derretirse totalmente.
Fue entonces que, en medio de la multitud, surgió un bello y poderoso delfín. Rápidamente
supo de la situación y tuvo una idea. A toda velocidad se alejó del lugar hasta un barco.
- ¿Qué quieres amigo? - le preguntó el dueño del barco
Los humanos no son capaces de entender el lenguaje de los animales, pero sí sus señas. El
barquero comprendió que tenía que seguirlo a toda velocidad y pensó que fuera alguien
ahogándose.
Cuando el barco se acercó al sitio, todos los peces se fueron, menos el delfín que veía afligido
el fin del pequeño iceberg.
- Y... ¿qué hay aquí? - preguntó el barquero sin saber que pasaba; solo había un pequeño
pedazo de hielo en el mar, nada más que eso
El delfín entonces le hizo señas de todos los tipos, hasta que el hombre comprendió - aunque
no totalmente - que lo que su amigo deseaba era que recuperara el pedazo de hielo.
Y lo hizo. Por alguna razón, sintió cariño por el pedazo de hielo y lo puso en un sitio frío
especial. Ahí, el pequeño iceberg despertó lentamente.
Años más tarde, el iceberg volvió a su colonia. Estaba grande y robusto y todos los demás lo
vieron y decidieron que él sería su rey. Al saber de su historia de supervivencia, entendieron
que siempre hay esperanza. Siempre hay oportunidades, cuando se trabajar para ello.
Así que, no pierdas la esperanza ni un solo momento; al contrario, aumenta la velocidad de tus
esfuerzos. ¿Realmente sientes esto en tu corazón?
Es fácil tener fe de las cosas que nuestros sentidos captan. ¿Eres capaz de tener fe de lo que
no se ve?
Vestida de forma muy simple, entró en una casa gigantesca. La trataron como una sirvienta y
la pusieron a limpiar la cocina. No sabían que era una de las invitadas.
No se molestó e hizo todo lo que le decían para hacer, con una sonrisa en la cara y mucha
efectividad. No se pasaron quince minutos, cuando empezaron a pedirle orientaciones, pues
veían que ella era muy capaz. Preguntaban como servir mejor la comida, como hacer si no
había bandejas suficientes. Y, sin pensar dos veces, ella iba dando los consejos, hasta que la
liberaron de hacer lo que hacía.
Todos los meseros y cocineros estaban encantados con aquella extraña. Les miraba y sonreía.
Fue a las once de la noche, cuando el dueño de la casa entró y la vio, reconociéndola
inmediatamente. Se quedó molestísimo al ver lo que pasaba ahí, especialmente cuando alguien
le dijo que ella estaba lavando los platos.
Pero, antes que él reprendiera sus empleados, ella lo calló:
- No te preocupes; siempre hubo algo que nunca hice bien que era lavar los platos. Después de
esta noche con gente tan maravillosa, ahora soy toda una experta.
Y la humildad salió de la cocina por la puerta grande.
La humildad debería estar constantemente como residente de nuestras vidas. ¿Ya le tienes una
habitación preparada?
Buda se hallaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas, en meditación y en silencio,
cuando llegó a él un insultador para provocarle y perturbarle. El insultador se plantó enfrente
de Buda y empezó a desgranar una colección de difamaciones e injurias, a cual peor.
Pero a cada ataque verbal, Buda contestó con la misma respuesta: silencio y una calma
insacudible. El insultador insistió, aumentando el tono de voz y buscando los insultos y
mentiras más infames, pero por toda respuesta, Buda continuó con su tranquila meditación.
Finalmente, cuando el insultador estuvo exhausto y a punto de irse, habiendo fracasado
completamente en su intentona, Buda habló y expuso el secreto de su estado imperturbable:
- Si alguien viene y te ofrece un regalo, pero no aceptas ese regalo... ¿con quién se queda ese
regalo?
Una señora se paró en el puesto de verduras del mercado a seleccionar la lechuga que se iba a
llevar. De la caja de lechugas empezó a examinarlas una por una, muy lenta y
meticulosamente, con suma atención. Al cabo de media hora y después de haberlas examinado
todas eligió la que se iba a llevar.
Un hombre que la había estado observando a una distancia se acercó a ella y le dijo:
- Disculpe señora, ¿me podría decir cual es la segunda mejor, para así no perder mi tiempo?
La señora lentamente lo miró y le dijo:
- Mis ojos fueron capaces de identificar la mejor lechuga. Lo mismo harás con los tuyos.
Simplemente, piensa que quieres lo mejor y no buscas lo peor jamás. En verdad - y se acercó a
él, como si le fuera contar un secreto - lo mismo sucede con los seres humanos. Durante toda
mi vida, solo vi lo mejor de cada ser humano. De todo que veía en cada persona,
pacientemente buscaba, a veces por años, hasta encontrar lo más bello y con eso me quedaba.
Te deseo lo mejor en tu tarea.
La naturaleza humana es siempre tomar lo mejor. ¿Por qué no empezar ahora mismo?
Una mujer, queriendo comprobar hasta qué punto tenía ira un sannyasi (renunciador) se dirigió
a la cabaña del mismo para ponerle a prueba. Cuando llegó frente a él, se le dirigió en estos
términos:
- Querido sanyasiji, mi pobre hijo está muy, muy enfermo. Necesito calentar la habitación para
él así que por favor dame algo con lo que pueda hacer un fuego.
- Querida hija - replicó el sannyasi - lamento no poder ayudarte, no tengo nada con lo que
puedas hacer fuego.
La mujer contestó de inmediato:
- Pero, sanyasiji, necesito fuego, dame algo por favor, lo necesito.
Una vez más el sannyasi contestó cortésmente:
- Pero ya te he dicho, querida hija, no tengo nada para ayudarte.
La mujer volvió a insistir:
- ¡Pero necesito fuego! Tienes que darme algo para hacer fuego, has algo, invéntalo...
El tono del sannyasi empezó a hacerse más irritado:
- Te he dicho...que no tengo nada para que hagas fuego.
La mujer volvió a insistir impertinente e inmediatamente:
- ¡Pero lo necesito! ¡Busca algo! ¡Dame algo de fuego, es muy importante!
El sannyasi agarró el bastón que utilizaba para apoyarse al caminar y lo esgrimió contra la
mujer:
- ¡¡Fuera de aquí!! ¡¡Largo!!
Mientras se incorporaba y se ponía a salvo, la mujer se dirigió sonriente al sannyasi:
- ¡Gracias, sanyasiji, ya tengo el fuego que quería ver!
Muchas personas confunden el conocimiento con la teoría, siendo que en los momentos
actuales, lo que más necesitamos es la práctica. ¿Ya practicaste hoy?
Había un rey que no cuidaba de su pueblo. Simplemente estaba preocupado con sus ropas,
salud y su propia habitación. En realidad, hacía años que no visitaba las calles de su gente,
saliendo el palacio solo para ir a otros países.
Un día, decidió comprarse una corona nueva, en diamante y joyas, pero no había dinero en el
tesoro para eso. Creó un impuesto llamado "impuesto de la corona", que consistía en 50% del
dinero que cada persona gastaba en su propia comida.
El pueblo se sintió enojado, pues no tenían dinero, el comercio y la agricultura estaban muy
mal. Por sugerencia de un anciano, decidieron aplicar una lección al rey vanidoso.
En el día marcado, dos enormes recipientes fueron puestos en los jardines, a la entrada del
palacio. Durante tres días, todo el pueblo fue y depositó ahí su contribución. Al cuarto día, el
rey se acercó para ver cuanto había, pero le sorprendió el terrible olor que salía de los
recipientes.
Era un olor malísimo y se sintió mal del estómago. Exigió que uno de los guardias investigara
la causa del olor y descubrió que en los recipientes había comida de toda clase, ya pasada.
El rey a gritos cuestionó que significaba aquello y el anciano se acercó a él y le dijo:
- Le dimos lo que usted pidió: la mitad de nuestra comida. Somos pobres, rey, todos excepto
usted y la realeza. Así como en tres días la comida se pudrió, lo mismo va a pasar con todo el
dinero que usted tiene. Pues la función de un rey es servir a su pueblo y no el pueblo servir a
él.
El rey quedó tocado por las palabras del anciano y lo llamó a que fuera su consejero, hasta el
final de su vida. De esta manera, cambió radicalmente su percepción de las cosas y pasó a ser
el mejor rey de todos los tiempos.
Muchas veces confundimos el poder con la prepotencia. Poder significa servir a los demás. ¿Tú
eres capaz de servir aquellos para quienes eres el líder?
En un reino distante había una reina muy amada por sus súbditos. Sin embargo, un día le
acosó una sensación de sentirse perdida.
La razón es que ella tenía disponible tres puestos en el reino. Eran puestos para personas de su
total confianza. Y tenía tres amigas, pero no quería ser injusta con ninguna de ellas.
De esta manera, elaboró un estratagema para distribuir los puestos. Llamó al jardinero y le dio
instrucciones precisas de que nadie podría recolectar flores del jardín real y que él debía
capturar los infractores. Sin embargo, si estos pudieran huir, o bien satisfacerlo de alguna
manera, él debería soltarlos.
- Queridas amigas, tengo buenas noticias para ustedes. Tengo tres posiciones que son
fundamentales para el funcionamiento del reino y pensé en ustedes tres para adoptarlas.
Inmediatamente todas se miraron y se quedaron muy felices con la noticia.
- Sin embargo, para reclamar estas posiciones tendrán que pasar por una prueba. La prueba
consiste en ir y recoger una rosa cada una y traerla a mí. Pero, les advierto: si alguien trata de
impedirlas, ustedes no pueden utilizar otro recurso sino su boca.
Sin entender mucho el reto, se fueron al jardín. La tarea parecía sencilla, pues había muchas
rosas allá. Pero, apenas recolectaron las rosas, apareció el jardinero que pronto logró
capturarlas. Una escapó y cuando el jardinero la llamó, ella lo miró con la rosa en la boca y
continuó corriendo hacia los aposentos de la reina.
Una de ellas le mordió la mano y este la soltó debido al dolor. Ella se escapó también hacia
donde la reina.
La otra lo miró en los ojos y le dijo:
- Señor, la reina nos pidió para que recolectáramos esta rosa. Nunca quisimos hacer daño a su
jardín que, desde luego, es el más hermoso de todo el continente.
Satisfecho y sonriente, el hombre soltó a la tercera amiga.
Después de un tiempo de espera, la reina apareció, con el jardinero a su lado.
- Él me contó todo lo que pasó y les felicito, pues considero que las reglas se cumplieron. Así
serán distribuidas las posiciones: a la que le habló a mi jardinero, le doy el puesto de
embajadora especial, por su capacidad de diplomacia. A la que le mordió en la mano, le doy la
posición de capitana de mis ejércitos, por su osadía. Y a la que huyó con la rosa en su boca,
por su espíritu creativo, le doy la posición de mi ministra personal y consejera.
Cada persona tiene talentos y capacidades diferentes. ¿Eres capaz de reconocer las capacidades
de tus amigos y darles el respecto correspondiente?
Cuentan que, hace muchos años, había un hombre que era completamente escéptico y no creía
en la bondad de los seres. Pero principalmente, consideraba que la esperanza era algo raro y
que no existía: las cosas eran lo que eran en su momento presente.
Si había dolor, había que sufrirlo completamente y amargarse por haber nacido en tal situación.
Desde luego, era un hombre muy rico, a quien la vida había dado todo.
La ironía sucedió cuando una serie de eventos hicieron con que él perdiera su familia más
cercana, todo su dinero y, como fruto de esto, la salud.
Un día, viviendo de forma precaria en una choza en medio de la jungla, el hombre esperaba a
la muerte a que viniera a llevarlo. Fue entonces que escuchó un golpe en la puerta delantera.
Simultáneamente, otro golpe en la puerta posterior sonó.
- ¿Quiénes son ustedes?
- Yo soy aquella por quien esperas. - contestaron de la puerta posterior
- Yo soy aquella a quien no crees. - contestaron de la puerta delantera
El hombre quedó, naturalmente, confundido. Pero, pensando un poco más llegó a la conclusión
que en la puerta posterior estaba la muerte y que en la delantera debía haber alguien tratando
de pasarse por la esperanza.
- Tú, la de la puerta delantera, cuéntame: si no creo en ti, ¿por qué debería yo abrir la puerta?
- Porque aunque no creas en mí, veo en tu corazón que me anhelas. Así como en el peor de
los inviernos, todos saben que en algún momento el sol nacerá, de la misma manera, hace
parte de la naturaleza humana creer que algo bueno pasará a continuación.
El hombre se sorprendió con la respuesta. Decidió cuestionar a la muerte.
- Tú, la de la puerta posterior, cuéntame: aunque eres a quien yo espero, ¿por qué debería yo
abrir la puerta?
- Porque en tu mente hay dolor y sufrimiento. En verdad, solo puedes abrir una de las puertas.
Si abres la puerta delantera, entonces vivirás más tiempo y vendré por la ventana una próxima
vez, sin darte el chance, pero tampoco sin que sufras tanto. Pero, si abres la puerta para mí,
jamás volverás a verme de nuevo. Tampoco sufrirás más tiempo.
Entonces, la ventana se abrió. El hombre vio el sol que se ponía el sol en el horizonte y pensó
que esta era la muerte. Sin embargo, sabía que mañana el sol nacería nuevamente.
Testarudamente, el sol brillaría sobre el mundo, a pesar de que por la noche moriría.
Con todo el esfuerzo que le sobraba, avanzó lentamente hasta poder abrir la puerta delantera.
Dicen que vivió veinte años más después de esto.
Muchas veces, la vida parece un laberinto sin salida. ¿Eres capaz de encontrar su salida en la
ventana de tu corazón?
Después que Buda renunció su vida principesca, salió a caminar por el mundo. Al verlo en su
forma brillante y hermosa, una mujer de nombre Ambashali se enamoró de él y lo invitó a
almorzar en su casa. Buda aceptó.
Luego después, un grupo de campesinos del mismo pueblo de Ambashali, vino a encontrarse
con Buda. Decían ellos que Buda, por ser un hombre tan santo, no debería ir a la casa de una
mujer así.
- ¿Por qué no? - preguntó Buda
- Porque ella tiene mal carácter. - le contestó uno de los líderes de los campesinos
Inmediatamente, Buda lo agarró por una de las manos y le ordenó:
- ¡Aplauda!
El hombre no entendió lo que pasaba. Trató de soltarse en vano, pues Buda tenía mucha
fuerza. Entonces trató de obedecerle, pero tampoco pudo, ya que su otra mano estaba atada.
- ¿Entonces? - le preguntó Buda
- No puedo aplaudir, ya que usted me agarra la otra mano y dos manos son necesarias para
aplaudir.
Buda lo soltó y mirando a todos dijo:
- El mal carácter de una persona solo funciona si hay la mala compañía de alguien más. Al
decir que esta mujer tiene mal carácter, indican que hay personas aquí que son muy mala
compañía para ella. Yo le daré buena compañía y eso también hará despertar en ella el buen
carácter que tiene. Así que, en vez de preocuparse por el mal carácter de otros, preocúpense en
dar buena compañía.
Buda dejó diversas enseñanzas de comportamiento y esta es una de ellas. ¿Eres capaz de dar
buena compañía aún a personas "malas"?
Muchas veces nos concentramos en exigir cosas de los demás, muchas de ellas de forma
justificable. ¿Cuándo fue la última vez que genuinamente agradeciste a alguien?
Es una historia simple, del día a día. ¿Qué verdadera es en tu caso personal?
Se dice que un rey tenía tres hijas. Había armonía en la familia, en todos los sentidos, excepto
uno: la hija menor no admitía el poder de su padre sobre ella.
Aunque tenía respeto por él, siempre decía que nada estaba recibiendo de él. Decía que todo lo
que comía era fruto de su propio esfuerzo en una vida anterior. Sus hermanas la advertían que
si no cambiaba su manera de pensar, entonces terminaría sufriendo mucho, pero la menor no
tenía en cuenta las advertencias de ellas.
Fue cuando el rey decidió buscar maridos para las tres hijas que la situación se volvió
intolerable. La hija menor no aceptó la interferencia de su padre y este, gritándole, la echó del
palacio. Él solo le permitió llevar la ropa de su cuerpo y una ropa extra.
La joven salió por las puertas del fondo, avergonzada y sin saber que hacer. Entonces, alguien
pasó a su lado. Era un comerciante que quedó encantado con su ropa y la miraba
insistentemente.
- ¿Por qué me mira de esta manera? - le preguntó la princesa
- Disculpe, no quería ofenderle. Es solo que hoy mi hija menor hace cumpleaños y su ropa
parece el regalo ideal para darle.
Los ojos de la princesa brillaron:
- Pues, aquí mismo tengo otra pieza, completamente nueva para usted, mi señor. La vendo por
solamente cien monedas de oro. - la princesa había oído que la ropa le había costado a su
padre ochenta monedas de oro
- Pero, ¡es muy caro!
- Bueno, entonces tendrás que sufrir el enfado de su hija, un enfado que es peor que la
maldición de los dioses.
- ¡Está bien, está bien! - el hombre le extendió el dinero y se fue con la ropa
A continuación, la princesa fue a un sitio muy pobre. Ahí se encontró con una excriada del
palacio y le preguntó donde podía quedarse bien barato. Después de conseguir una habitación,
empezó a comprar mercancías en lugares muy baratos y revenderlas por otras partes.
Se mudó a otras partes de su tierra y su fama se fue esparciendo por todos los lugares, hasta
llegar a los oídos del rey. Había cambiado de nombre así que el rey no pudo adivinar que se
trataba de su hija.
Fue entonces que el rey la invitó a comer en su palacio. De forma cordial, la princesa rechazó la
invitación y lo invitó a él a su casa. El rey aceptó.
Preparó con sus propias manos, con la ayuda de su auxiliar, la que antes había trabajado en el
palacio, los platos más exquisitos, especialmente los que a su padre le caían bien.
La noche fue muy entretenida, pero la princesa en ningún momento se quitó un velo de la
cara. Al final de la noche, cuando el rey se iba, ella finalmente se lo quitó e, inclinándose
respetuosamente, le dijo:
- Como usted ve, mi rey y padre, la fortuna que tengo es totalmente mía. Y mira de quien es
que usted acaba de comer. Espero que ahora reconozca que nadie es dueño de nadie, que
todos tenemos el derecho de ser alguien.
Es importante reconocer que todo lo que tenemos lo debemos primero a nosotros mismos.
¿Todavía eres dependiente de alguien?
Ella mira a su hijo salir de su habitación. Apenas le cierra la puerta, queda mirando el techo.
Hay un bonito diseño grabado en él. El diseño de un círculo. "El ciclo de la vida", piensa.
Ya hacía muchos años. Después de la muerte de su marido, se sintió abandonada al destino,
junto con sus dos hijos. La expectativa de su vida no era muy alentadora: debería servir a sus
suegros, según reza su tradición. Una mera muchacha de servicio, nada más que eso.
Pero, fue en ese entonces, que comprendió el secreto del karma. De cómo las acciones que se
hacen ahora son semillas para un futuro.
Con mucho coraje, se fue de la casa de los suegros, a pesar de toda la oposición de ellos. Y se
fue a vivir en un tugurio, una choza, con sus dos hijos.
Recuerda con toda claridad que lo único que podía hacer era cocinar. Sus dos niños iban a
vender en la calle la comida que ella hacía. A veces, llegaban tarde de la noche, pero nunca
traían nada de comida de vuelta.
Poco a poco, el dinero fue aumentando. Pudo mandarlos a estudiar, no sin algunos problemas,
como tener que contratar otra gente para vender sus cosas.
Lentamente, se mudó a un sitio mejor.
Ahora, mientras está en este cuarto de la casa de su hijo menor, piensa en lo sabio que fue
haber rechazado su destino. Y decidido crear otro destino diferente. Con una sonrisa en los
labios, la sonrisa de la victoria, duerme suavemente, deseando que todos los seres humanos
hicieron lo mismo.
A veces, el destino parece injusto e inflexible. ¿Ya trataste de entenderlo y, con base en esta
comprensión, cambiarlo?
Hace mucho tiempo, un muchacho, hijo de un sabio, se avergonzaba de que no conocía las
escrituras sagradas. Así que decidió hacer diversas penitencias y, finalmente, un dios le
apareció, prometiéndole dar el don que quisiera. Sin pensar dos veces, el muchacho proclamó
al dios:
- Lo único que quiero es conocer las escrituras de memoria.
- Hijo mío, - le contestó el dios - este don no le puedo dar, pues para eso, simplemente tienes
que estudiar las escrituras. En vez de haber perdido tu tiempo haciendo penitencias, lo deberías
haber invertido en estudiarlas con ahínco.
El dios desapareció, pero al mucho no le gustó mucho la actitud de él. Entonces, empezó a
hacer penitencias para varios dioses y todos le contestaban lo mismo. Hasta que, un día...
El muchacho venía caminando por la orilla de un río cuando vio a un hombre extremadamente
anciano, arrojando algo al río. Se acercó más y vio que el hombre arrojaba arena al río.
Intrigado, decidió preguntarle qué hacía, al que el anciano le contestó:
- Esta parte del río es muy peligrosa. Entonces, cuando tenía tu edad, decidí empezar a
construir un puente aquí. Toda mi vida la he dedicado a arrojar arena y estoy seguro que
pronto, muy pronto, tendremos el puente. Mira, ¿lo puedes ver allá?
Pero el muchacho sabía que la arena era llevada por el río. Donde estaba el anciano no había
nada sino agua.
- Pero, mi buen hombre, hubiese sido más sabio que usted utilizara todos esos años a
conquistar la ayuda de alguien que, por fin, construiría un puente digno para usted y la
comunidad, ¿no le parece?
Mirándolo profundamente, el hombre le contesta:
- Sí, parece cierto. No siempre los esfuerzos propios son para lograr algo específico, sino para
evitar que nos enfrentemos con algo. Espero que su tiempo también se dedique a conseguir
logros claros, muchacho. ¡Qué tenga un buen día!
Mientras se iba, el muchacho comprendió el mensaje y, con dos años de estudio, ya dominaba
todas las escrituras.
A veces sucede que las personas tienden a esperar de Dios o de la naturaleza cosas por las
cuales, en verdad, deberían trabajar para conquistar. ¿Sucede esto contigo también?
Los miedos existen como un sistema de protección que creamos para nuestras propias
inseguridades. ¿Tienes coraje de incursionar en la cueva de tus propios miedos?
Enseguida después de la 2a Guerra Mundial, un joven piloto inglés probaba un frágil avión
monomotor en una peligrosa aventura alrededor del mundo.
Desafortunadamente, cuando una situación de peligro viene, la mayor parte de la gente regresa
al aeropuerto de donde salió. ¿Tienes tanto coraje para enfrentar las "ratas" de los obstáculos?
Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás y la adornaba con ricas vestiduras y la
complacía con las delicadezas más finas. Solo le daba lo mejor.
También amaba mucho a su tercera esposa y siempre la exhibía en los reinos vecinos. Sin
embargo, temía que algún día ella se fuera con otro.
También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba
bondadosa, considerada y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema, confiaba en
ella para ayudarle a salir de los tiempos difíciles.
La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones
para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca. Sin embargo, él no amaba a su
primera esposa y aunque ella le amaba profundamente, apenas si él se fijaba en ella.
Un día, el rey enfermó y se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo. Pensó acerca de su
vida de lujo y caviló:
- Ahora tengo cuatro esposas conmigo pero, cuando muera, estaré solo.
Así que le preguntó a su cuarta esposa:
- Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he
cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi
compañía?
- ¡Ni pensarlo! - contestó la cuarta esposa y se alejó sin decir más palabras
Su respuesta penetró en su corazón como un cuchillo filoso. El entristecido monarca le
preguntó a su tercera esposa:
- Te he amado toda mi vida. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser
mi compañía?
- ¡No! - contestó su tercera esposa - ¡La vida es demasiado buena! Cuando mueras, pienso
volverme a casar.
Su corazón experimentó una fuerte sacudida y se puso frío.
Entonces preguntó a su segunda esposa:
- Siempre he venido a ti por ayuda y siempre has estado allí para mí. Cuando muera, ¿estarías
dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
- Lo siento, no puedo ayudarte esta vez. - contestó la segunda esposa - Lo más que puedo
hacer por ti es enterrarte.
Su respuesta vino como un relámpago estruendoso que devastó al rey.
Entonces escuchó una voz:
- Me iré contigo y te seguiré donde quiera tu vayas.
El rey dirigió la mirada en dirección de la voz y allí estaba su primera esposa. Se veía tan
delgaducha, sufría de desnutrición.
Profundamente afectado, el monarca dijo:
- ¡Debí haberte atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo!
En realidad, nos ilusionamos con nuestras relaciones y muchas veces no apreciamos a quienes
de verdad nos aprecian. Entonces, ¿eres capaz de cambiar tu forma de ver y amar a quienes
realmente te aman?
Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y como las cosas le resultaban tan difíciles.
No sabia como hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de
luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las
colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo.
En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó
hervir sin decir palabra.
La hija esperó impacientemente, preguntándose que estaría haciendo su padre.
A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón.
Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer
recipiente.
Mirando a su hija le dijo:
- Querida, ¿qué ves?
- Zanahorias, huevos y café. - fue su respuesta
La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas.
Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el
huevo duro.
Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
Muy humildemente la hija le preguntó:
- ¿Qué significa esto, padre?
Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: Agua hirviendo,
pero habían reaccionado en forma diferente.
La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había
vuelto débil, fácil de deshacer.
El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después
de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
Los granos de café, sin embargo, eran únicos; después de estar en agua hirviendo, habían
cambiado al agua.
- ¿Cuál eres tú? - le preguntó a su hija - Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo
respondes? ¿Eres como una zanahoria, que parece fuerte, pero cuando la adversidad y el dolor
te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres acaso un huevo, que comienza con un
corazón maleable? Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o
un despido te vuelves dura y rígida. Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargada y áspera, con
un espíritu y un corazón endurecido? ¿O tal vez eres como un grano de café? El café cambia al
agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el
café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café; cuando las cosas se ponen peor tu
reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren. Entonces tienes el mejor de los
elementos: la convicción y la intención de mejorar las cosas aún estando dentro de los peores
tormentos y sufrimientos. Si eres así entonces arrojarás el aroma de las cosas en su punto de
perfección y nada te podrá vencer ni cambiar tu condición de entrega de lo mejor de ti ante el
crisol de la vida.
Así que realmente no importa la situación, sino como reaccionamos, o actuamos ante ella.
¿Cómo actúas tú?
Cuenta la leyenda que un hombre oyó decir que la felicidad era un tesoro. A partir de aquel
instante comenzó a buscarla.
Primero se aventuró por el placer y por todo lo sensual, luego por el poder y la riqueza,
después por la fama y la gloria, y así fue recorriendo el mundo del orgullo, del saber, de los
viajes, del trabajo, del ocio y de todo cuanto estaba al alcance de su mano.
En un recodo del camino vio un letrero que decía:
"Le quedan dos meses de vida".
Aquel hombre, cansado y desgastado por los sinsabores de la vida se dijo:
- Estos dos meses los dedicaré a compartir todo lo que tengo de experiencia, de saber y de
vida con las personas que me rodean.
Y aquel buscador infatigable de la felicidad, sólo al final de sus días, encontró que en su
interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que le dedicaba a los demás, en la renuncia
que hacía de sí mismo por servir, estaba el tesoro que tanto había deseado.
Comprendió que para ser feliz se necesita amar; aceptar la vida como viene; disfrutar de lo
pequeño y de lo grande; conocerse a sí mismo y aceptarse así como se es; sentirse querido y
valorado, pero también querer y valorar; tener razones para vivir y esperar y también razones
para morir y descansar.
Entendió que la felicidad brota en el corazón, con el rocío del cariño, la ternura y la
comprensión. Que son instantes y momentos de plenitud y bienestar; que está unida y ligada
a la forma de ver a la gente y de relacionarse con ella; ! que siempre está de salida y que para
tenerla hay que gozar de paz interior.
Finalmente descubrió que cada edad tiene su propia medida de felicidad y que sólo Dios es la
fuente suprema de la alegría, por ser ÉL: amor, bondad, reconciliación, perdón y donación total.
Y en su mente recordó aquella sentencia que dice:
"¡Cuánto gozamos con lo poco que tenemos y cuánto sufrimos por lo mucho que anhelamos!"
Cuentan que cierta vez, en alta mar, dos barcos se cruzaron. El primero era dirigido por un
joven capitán y el segundo por un capitán maduro y capaz. Cuando estaban a distancia de
poder oírse mutuamente, ambos se preguntaron adonde iba el otro.
―¡A descubrir nuevas tierras!‖ contestó el joven capitán.
―¡A buscar riquezas!‖ contestó el otro.
Diez años se pasaron y nuevamente los dos barcos se cruzaron. El joven capitán todavía
mostraba su jovialidad, pero ya los años aparecían reflejados en su cara. El otro capitán parecía
aún más maduro, pero algo se le notaba: el barco era muy nuevo, su ropa era muy cara y
había un aire de prosperidad en su nave.
Cuando estaban a distancia de poder oírse mutuamente, ambos se preguntaron adonde iba el
otro.
―¡A descubrir nuevas tierras!‖ contestó el joven capitán.
―¡A la casa!‖ contestó el otro.
Mantener el entusiasmo constante en un mundo tan lleno de rutinas termina siendo algo
importantísimo. ¿Eres capaz de mantenerse constantemente descubriendo nuevas tierras en tu
vida?
Cuenta la leyenda que una mujer pobre con un niño en los brazos, pasando delante de una
caverna escuchó una voz misteriosa que allá adentro le decía:
- Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal. Recuerda algo: después
que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no
te olvides de lo principal...
La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y por las joyas,
puso al niño en el piso y empezó a juntar, ansiosamente, todo lo que podía en su delantal.
La voz misteriosa habló nuevamente.
- Tienes solo ocho minutos.
Agotados los ocho minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, corrió hacia fuera de
la caverna y la puerta se cerró... Recordó, entonces, que el niño quedó allá y la puerta estaba
cerrada para siempre.
En muchos momentos, la vida nos da algo que antes nos había negado, para probar nuestra
capacidad de priorizar. ¿Tú también te olvidarías del niño?
Un visitante refería la historia de un santo que quería ir a visitar a un amigo suyo que estaba
agonizando. Pero, como le daba miedo viajar de noche, le dijo al sol:
- En nombre de Dios te ordeno que permanezcas en el cielo hasta que llegue yo a la aldea
donde mi amigo agoniza.
Y el sol se detuvo en el cielo hasta que el santo llegó a la aldea.
En nuestro intento de cumplir con objetivos, muchas veces tratamos de cambiar lo incambiable.
¿No sería más fácil eliminar el miedo?
En este pequeño cuento, está la esencia de todo. ¿Todavía tratas de cambiar el mundo, sin
antes cambiarte a ti mismo?
Por lamentar lo que hoy no tenemos, no nos permitimos ver la maravillosa vida que llevamos.
¿Eres capaz de ver tu propia evolución?
Un día, un becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver a su pastura. Como era un
animal irracional, abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas. Al día
siguiente, un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque.
Después fue el turno de un carnero, jefe de un rebaño, que viendo el espacio ya abierto hizo a
sus compañeros seguir por allí.
Más tarde, los hombres comenzaron a usar ese sendero: entraban y salían, giraban a la derecha
y a la izquierda, descendían, se desviaban de obstáculos, quejándose y maldiciendo, con toda
razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa.
Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en un amplio camino donde los pobres
animales se cansaban bajo pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que
podría haber sido vencida en treinta minutos si no hubieran seguido la vía abierta por el
becerro.
Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle principal de un poblado y, finalmente,
en la avenida principal de una ciudad. Todos se quejaban del tránsito, porque el trayecto era el
peor posible.
Mientras tanto, el viejo y sabio bosque se reía, al ver que los hombres tienen la tendencia a
seguir como ciegos el camino que ya está abierto, sin preguntarse nunca si esa es la mejor
elección.
Muchos de los caminos por los que seguimos cumplen con las condiciones del cuento. ¿Por
qué no te sientas y rehaces tu "mapa"?
Es fundamental entender que el pasado ya está con nosotros, no hay que traerlo aún más a
nuestra vida. ¿Ya te desapegaste del pasado?
Un abad del monasterio de Esceta recibió a un joven que quería seguir el camino espiritual.
- Durante un año, paga una moneda a quien te insulte. - le dijo el abad
Durante doce meses el joven pagó una moneda siempre que era agredido. Al finalizar el año,
volvió a presentarse ante el abad, para saber cual era el próximo paso.
- Ve hasta la ciudad a comprar comida para mí.
En cuanto el joven salió, el abad se disfrazó de mendigo y, tomando un atajo que conocía, se
fue hasta la puerta de la ciudad. Cuando el joven se aproximo, comenzó a insultarlo.
- ¡Qué bien! - dijo al falso mendigo ¡Durante un año entero tuve que pagar a todos los que me
agredían y ahora puedo ser agredido gratis, sin gastar nada!
Al oír esto, el abad se dio a conocer.
- Quien es capaz de no darle importancia lo que los otros dicen es un hombre que está en el
camino de la sabiduría. Tú ya no te tomas los insultos en serio, y por lo tanto estás listo para
el próximo paso.
Los insultos realmente no son importantes, no son serios. ¿Ya pagaste una moneda?
Cierto rabino era adorado por su comunidad, todos se quedaban encantados con lo que decía.
Menos Isaac, que no perdía oportunidad de contradecir las interpretaciones del rabino, señalar
los fallos en sus enseñanzas. A los demás les indignaba esta actitud, pero no podían hacer
nada.
Un día Isaac se murió. Durante el entierro, la comunidad notó que el rabino estaba
profundamente triste.
- ¿Por qué tanta tristeza? - preguntó alguien - ¡Él vivía señalando defectos en todo lo que
usted decía!
- No me lamento por mi amigo que hoy está en el cielo - respondió el rabino - Me lamento por
mí mismo. Mientras que todos me reverenciaban, él me desafiaba y yo estaba obligado a
mejorar. Ahora que ya se fue, tengo miedo de parar de crecer.
Mira en los ojos de quien te difama y encontrarás tu mejor amigo. ¿Tienes coraje?
Cuando causamos tristeza a alguien, estamos causando tristeza a nosotros mismos. ¿Ya te
perdonaste?
Un grupo de sabios judíos se reunió para intentar crear la menor Constitución del mundo. Si
alguno de ellos era capaz de definir, en el espacio de tiempo que necesita un hombre para
mantenerse en equilibrio con un solo pie, las leyes que deben regir el comportamiento humano,
sería considerado el más sabio de todos los sabios.
- Dios castiga a los criminales. - dijo uno
Los otros argumentaron que esto no era una ley, sino una amenaza, y la frase no fue aceptada.
- Dios es amor. - comentó otro
Nuevamente los sabios no aceptaron la frase, diciendo que no aclaraba bien los deberes de la
Humanidad.
En aquel momento se aproximó el rabino Hillel y, sosteniéndose en un solo pié, dijo:
- No hagas a tu próximo lo que detestarías que te hicieran a ti. Esta es la Ley. Todo el resto es
comentario jurídico.
Y el rabino Hillel fue considerado el mayor sabio de su tiempo.
No hagas de tu vida una constitución de leyes. ¿Tratas de entender la esencia del universo?
Un viejo ermitaño fue invitado cierta vez a visitar la corte del rey más poderoso de aquella
época.
- Envidio a un hombre santo como tú, que se contenta con tan poco. - comentó el soberano
- Yo envidio a Vuestra Majestad, que se contenta con menos que yo. - respondió el ermitaño
- ¿Cómo puedes decirme esto, cuando todo el país me pertenece? - dijo el rey, ofendido
- Justamente por eso. Yo tengo la música de las esferas celestes, tengo los ríos y las montañas
del mundo entero, tengo la luna y el sol, porque tengo a Dios en mi conciencia. Vuestra
Majestad, sin embargo, sólo posee este reino.
El mundo es mucho más amplio del pequeño espacio que uno identifica como "suyo". ¿Puedes
admirar el universo que te pertenece?
Había un rey de España que se enorgullecía mucho de sus antepasados, y que era conocido
por su crueldad con los más débiles.
Cierta vez, caminaba con su comitiva por un campo de Aragón, donde, años antes, había
perdido a su padre en una batalla, cuando encontró a un hombre santo revolviendo en una
enorme pila de huesos.
-¿Qué estás haciendo ahí? - preguntó el rey
- Honrada sea Vuestra Majestad. - dijo el hombre santo - Cuando supe que el rey de España
venía por aquí, decidí recoger los huesos de vuestro fallecido padre para entregároslos. Sin
embargo, por más que los busco, no consigo encontrarlos: son iguales a los huesos de los
campesinos, de los pobres, de los mendigos y de los esclavos.
En verdad, somos todos iguales y esta igualdad nos trae la tranquilidad de estar en una gran
familia. ¿Reconoces en los demás el hermano o hermana que espera tu consideración?
Un poderoso monarca llamó a un santo padre - al que todos atribuían poderes curativos - para
que le ayudara a disminuir sus dolores de columna.
- Dios nos ayudará. - dijo el hombre santo - Pero antes vamos a entender la razón de estos
dolores. Sugiero que Vuestra Majestad se confiese ahora, pues la confesión hace al hombre
enfrentar sus problemas, y lo libera de muchas culpas.
Molesto por tener que pensar en tantos problemas, el rey dijo:
- No quiero hablar de estos temas; necesito a alguien que me cure sin hacer preguntas.
El sacerdote salió y volvió media hora más tarde con otro hombre.
- Creo que la palabra puede aliviar el dolor, y ayudarme a descubrir el camino acertado para la
cura. - dijo - Sin embargo, usted no desea conversar, y no puedo ayudarlo. Pero le diré a quien
necesita: mi amigo es veterinario, y no acostumbra a hablar con sus pacientes.
Al hablar con los otros, parte de los dolores de uno son resueltos. ¿Conversas o callas?
El mullah Nasrudin (personaje central de casi todas las historias de la tradición sufi) ya se había
transformado en una especie de atracción de la feria principal de la ciudad. Cuando se dirigía
hasta allí para pedir limosna, las personas acostumbraban a mostrarle una moneda grande y
una pequeña. Nasrudin siempre escogía la pequeña.
Un señor generoso, cansado de ver que la gente se reía de Nasrudin, le explicó:
- Siempre que te ofrezcan dos monedas, elige la mayor. Así tendrás más dinero, y no serás
considerado idiota por los otros.
- Usted debe tener razón - respondió Nasrudin - Pero si yo siempre escojo la moneda mayor,
las personas dejarán de ofrecerme dinero, para probar que soy más idiota que ellas. Y de esta
manera, no podré ganar mi sustento. No hay nada malo en pasar por tonto si en realidad lo
que uno está haciendo es inteligente.
Estamos criados para siempre buscar lo "mejor", sin percibir que al aceptar algo "menor",
podremos estar ganando el corazón de otros y su generosidad. ¿Qué moneda prefieres?
De acuerdo a tu conciencia, así serán tus acciones. ¿Cuál es mi conciencia en este exacto
momento?
La fiesta reunió a todos los discípulos de Nasrudin. Durante muchas horas comieron, bebieron,
y conversaron sobre el origen de las estrellas. Cuando era ya casi de madrugada, todos se
prepararon para volver a sus casas. Quedaba un apetecible plato de dulces sobre la mesa.
Nasrudin obligó a sus discípulos a comérselos. Uno de ellos, no obstante, se negó:
- El maestro nos está poniendo a prueba. Quiere ver si conseguimos controlar nuestros deseos.
- Estás equivocado - respondió Nasrudin - La mejor manera de dominar un deseo es verlo
satisfecho. Prefiero que os quedéis con el dulce en el estómago - que es su verdadero lugar -
que en el pensamiento, que debe ser usado para cosas más nobles.
Por lo general, aprendemos que para vencer los deseos hay que reprimir, pero aquí la
propuesta es satisfacerlos. ¿Eres capaz de tener este tipo de autocontrol?
Una vez, un catedrático acudió ante un Maestro Zen y le pidió que le explicara el significado del
Zen.
El maestro sirvió una taza de té silenciosamente. La taza estaba llena pero él continuó
vertiendo té en ella. El catedrático no pudo soportarlo más y preguntó impacientemente al
Maestro:
- ¿Por qué sigues vertiendo té si la taza ya está llena?
- Quiero mostrarte - dijo el Maestro - que tú también estás intentando comprender el Zen
mientras tu mente está llena. Primero, vacía tu mente de ideas preconcebidas antes de intentar
comprender el Zen.
Lo mejor para aprender algo nuevo es ser humilde y entenderlo como algo realmente
novedoso. ¿Eres capaz de vaciar tu taza de té?
Nasrudin apareció en la corte con un magnífico turbante, pidiendo dinero para caridad.
- Has venido a pedirme dinero y, sin embargo, estás usando un adorno muy caro en tu cabeza.
¿Cuánto te costó esta pieza extraordinaria? - preguntó el soberano
- Quinientas monedas de oro - respondió el sabio sufí
El ministro susurró:
- Es mentira. Ningún turbante cuesta esta fortuna.
Nasrudin insistió:
- No vine aquí solo para pedir, vine también para hacer negocio. Pagué tanto dinero por el
turbante porque sabía que solo un soberano en el mundo entero sería capaz de comprarlo por
seiscientas monedas, para que yo pudiese dar esa ganancia a los pobres.
El sultán, lisonjeado, pagó lo que Nasrudin le pedía. Al salir, el sabio comentó al ministro:
- Tú puedes conocer muy bien el valor de un turbante, pero soy yo quien conoce hasta donde
la vanidad puede llevar a un hombre.
Para el crecimiento espiritual, es necesario reconocer el valor real de todo. ¿Pagarías tanto por
un turbante?
Érase una vez, en los tiempos en los que las hadas convivían con los humanos, en que una
muchacha caminaba preocupada por un sendero. Su abatimiento se debía a su pobreza.
Llevaba algún tiempo sin encontrar una forma de ganarse la vida, y sus ahorros empezaban a
escasear. Así que la tristeza de la mano del desánimo, iban andando a su lado.
Entonces, un hada se hizo presente y le dijo así:
- Si logras tener una buena idea, tus bolsillos se llenarán de monedas de oro.
La muchacha sonrió, pues nada perdía con intentarlo mientras alcanzaba el próximo pueblo. Así
que se puso a pensar con todas sus fuerzas en proyectos y acontecimientos que pudieran
parecer buenas ideas a un hada de los senderos.
Pero cuando caía la noche y estaba llegando a la aldea, aún seguía con los bolsillos vacíos. Y
no podía imaginarse por qué, pues creía haber repasado todas las costumbres que se les
suponían a las hadas y los deseos que se contaba llenaban sus fantasías. Así que se paró a la
entrada del pueblo a descansar, entonces vino a su mente un pensamiento: obsesionada por
acertar con una buena idea en el mundo de las hadas que le permitiese ganar muchas
monedas, no había dado rienda suelta a su creatividad, a su intuición, y a su inteligencia.
Y seguro que si habéis llegado hasta aquí en vuestra lectura ya sabréis lo que ocurrió en este
instante: sus bolsillos rebosaban monedas de oro.
Las mentes están hechas para pensar y crear nuevos mundos, constantemente. ¿Ya llenaste tus
bolsillos de oro?
Se cuenta que existió un hombre que había descubierto el modo de entender el lenguaje de los
animales. Tal maestro caminaba un día por las calles de una aldea y vio a un asno, que
acababa de rebuznar, junto a un perro que ladrada con todas sus fuerzas. A medida que se
acercaba a dichos animales, el sabio fue interpretando el significado de tales sonidos. Así
descubrió que el perro le decía al asno:
- Toda esa charla sobre hierbas y pastos, cuando estoy esperando que digas algo sobre
conejos y huesos, me aburre.
El hombre no pudo contenerse y quiso intervenir en la conversación, pues creyó que podía
aportarles un punto de vista apaciguador y les objetó:
- Existe, sin embargo, un hecho central: el uso del heno, que cumple la misma función que la
carne.
Inmediatamente los dos animales se volvieron furiosos contra él. El perro ladró fieramente para
ahogar las palabras del maestro, y el burro le obsequió con un bien asestado golpe de sus
patas traseras. El sabio quedó inconsciente, y los animales volvieron a su discusión.
No siempre los consejos son aceptados, si no hay humildad al darlos. Antes de intervenir,
¿buscas la humildad en tu corazón?
Un hombre de Merv, ciudad bien conocida como hogar de abstrusos pensadores, salió
corriendo una noche por las calles de la ciudad dando gritos:
- ¡Al ladrón, al ladrón!
La gente se acercó a él y, cuando estuvo un poco más calmado, le preguntaron:
- ¿Dónde está el ladrón?
- En mi casa.
- ¿Lo viste?
- No
- ¿Notaste algo en falta?
- No
- ¿Cómo sabes entonces que había un ladrón?
- Estaba acostado en mi cama cuando recordé que los ladrones entran en las casas sin hacer
ruido alguno y se mueven muy silenciosamente. No se oía nada en ese momento, así que me
di cuenta de que había un ladrón en la casa. ¿comprenden, tontos?
Las suposiciones no siempre son correctas. Antes de suponer algo, ¿verificas con tus propios
ojos lo que está pasando?
Fue en el día después de la Navidad, en una iglesia de San Francisco. El pastor de la iglesia
estaba mirando el pesebre cuando se dio cuenta que el niño Jesús estaba ausente.
Inmediatamente, se volteó y salió. Entonces, vio a un muchachito con un carrito rojo y, en el
carrito, estaba la figura del niño Jesús.
Caminó hasta el muchacho y le preguntó:
- Bien, ¿dónde lo lograste, mi amiguito?
- De la iglesia. - contestó el muchacho
- Y ¿por qué lo tomaste?
El muchacho dijo:
- Bueno, una semana antes de la Navidad, oré al Niño Jesús y le dije que, si él me trajera un
carrito rojo para Navidad, entonces, yo lo llevaría a pasear por la cuadra.
En esta Navidad, vuelve a la época de inocencia. ¿Ya llevaste tu niño Jesús a pasear?
Alcanzar la iluminación no puede ser un proceso tan difícil; es más que todo concentrarse.
¿Entiendes que es tu vida que realmente está en juego?
En la China antigua, un ermitaño un poco mago vivía en una montaña profunda. Un día, un
viejo amigo le hizo una visita. Senrín, que así se llamaba el ermitaño, completamente feliz de
acogerle, le ofreció una cena y un abrigo para pasar la noche; a la mañana siguiente, antes de
la partida de su amigo, quiso ofrecerle un regalo. Cogió una piedra y con su dedo la convirtió
en un bloque de oro puro.
Su amigo no quedó satisfecho. Senrín apuntó entonces su dedo sobre una enorme roca que
también se convirtió en oro. Su amigo no sonrió.
-¿Qué quieres pues? -preguntó Senrín
El amigo respondió:
- Quiero ese dedo, ¡córtatelo!
Sí, este es el tipo de amistad que nadie quiere. ¿En algún momento está interesado en el dedo
dorado de su amigo?
Técnicas avanzadas no pueden con la capacidad innata de un ser humano. ¿Ya pensaste que la
mejor forma de vencer y superar algo es seguir con determinación?
Bueno, los mejores amigos envían los mensajes más precisos. ¿No es la libertad la maravilla
más grande la naturaleza, más bella que la más bella ave?
Fecha de Publicación 01/02/2003 Título UNA ESTATUA POR UNA MONEDA DE PLATA
En cierta ocasión, entre las colinas vivía cierto hombre que poseía una estatua tallada por un
anciano maestro. Estaba apoyada al lado de la puerta, con la cara contra el suelo. Y él nunca se
fijaba en ella.
Cierto día pasó junto a su casa un hombre de la ciudad, un sabio. Y viendo la estatua,
preguntó al dueño si la vendía. El dueño respondió riéndose:
- ¿Quién va a querer comprar esa estatua horrible y sucia?
Y el hombre de la ciudad contestó:
- Te doy por ella esta moneda de plata.
El otro quedó estupefacto, pero contento.
A lomos de un elefante trasladaron la estatua a la ciudad. Y al cabo de varias lunas el hombre
de las colinas visitó la ciudad; caminando por las calles vio una gran multitud ante una tienda y
a un hombre que a voz en grito chillaba:
- ¡Venid, acercaos y contemplad la estatua más hermosa, más maravillosa del mundo! Sólo
cuesta dos monedas de plata contemplar la más maravillosa de las obras maestras.
El hombre de las colinas dio al punto las dos monedas de plata y entró en la tienda para
contemplar la estatua que había vendido por una sola moneda.
Solemos valorar lo que ya no tenemos. Mira en tu casa: ¿cuántas valiosas "estatuas" tienes?
Cuenta una historia, que un viajero solitario llegó una vez a un pueblo perdido, muy lejos.
Parecía un pueblo fantasma, ya que no había nadie por allí. Luego de recorrerlo por varias
horas, sin encontrar a nadie, el viajero dio con el cementerio.
Al comenzar a ver las lápidas, quedó muy impactado: ―Vivió por 5 años‖, ―Vivió por 3 años‖,
―Vivió por 4 años‖. ¡Quién más había vivido tenía 11 años!
Su corazón se estremeció pensando la desdicha de tal pueblo, en que todos habían muerto
siendo tan sólo unos niños. Entonces apareció un anciano, que saludó amablemente al viajero
y ofreció su ayuda al verlo tan entristecido. El viajero relató su experiencia, y su congoja por la
muerte tan prematura de todos en el pueblo.
Entonces el anciano sonrió y contó la historia. Resulta que ese pueblo, que se había extinguido
hacía ya tiempo, no era de niños únicamente. Simplemente valoraban la vida, por lo que
realmente vale: la felicidad. Por lo tanto, al fallecer, sólo consideraban como tiempo ―vivido‖
aquellos momentos que habían sido realmente felices, el tiempo que habían sido capaces de
disfrutar aquello que es trascendente, y no sólo vivir por vivir. Y eso es lo que las lápidas
reflejaban.
Y tú, el viajero asombrado por la sabiduría de tales habitantes, reflexiona: ¿Cuántos años he
vivido entonces?
Antes de hacer acciones, no cuesta nada parar y reflexionar que estamos haciendo. ¿Cuál es el
sentido de cada acción del día a día?
Cuenta una leyenda de la región del Punjab que un ladrón entró en una hacienda y robó
doscientas cebollas. Antes de que pudiera huir, el dueño del lugar lo capturó y lo llevó ante el
juez.
El magistrado pronunció la sentencia: pagar diez monedas de oro. Pero el hombre alegó que
era una multa demasiado alta y el juez, entonces, resolvió ofrecerle otras dos alternativas:
recibir veinte latigazos o comerse las doscientas cebollas.
El ladrón eligió comerse las doscientas cebollas. Pero cuando llegó a la vigésimo quinta, sus
ojos estaban hinchados de tanto llorar y el estómago le quemaba como el fuego del infierno.
Como aún le faltaban 175 y se dio cuenta de que no aguantaría el castigo, pidió para recibir los
veinte latigazos.
El juez aceptó. Cuando el látigo golpeó su espalda por décima vez, él imploró que parasen de
castigarlo, porque no soportaba el dolor. El pedido fue obedecido, pero el ladrón tuvo que
pagar las diez monedas de oro.
- Si hubieras aceptado la multa, te habrías evitado comer las cebollas y no habrías sufrido con
el látigo. - le dijo el juez - Pero preferiste el camino más difícil sin entender que, cuando se
hace algo mal, es mejor pagar enseguida y olvidar el asunto.
Sí, todos cometemos errores y tratamos de evadirlos en algún momento. ¿Tienes el coraje para
pagar las diez monedas de oro que la vida cobra?
Cierta mañana Nasrudin - el gran místico sufí que siempre fingía ser loco - envolvió un huevo
en un pañuelo, se fue al medio de la plaza de su ciudad y llamó a los que pasaban por allí.
- ¡Hoy tendremos un importante concurso! - dijo - ¡Quien descubra lo que está envuelto en
este pañuelo, recibirá de regalo el huevo que está dentro!
Las personas se miraron, intrigadas y respondieron:
- ¿Cómo podemos saberlo? ¡Ninguno de nosotros es adivino!
Nasrudin insistió:
- Lo que está en este pañuelo tiene un centro que es amarillo como una yema, rodeado de un
líquido del color de la clara, que a su vez está contenido dentro de una cáscara que se rompe
fácilmente. Es un símbolo de fertilidad, y nos recuerda a los pájaros que vuelan hacia sus
nidos, Entonces, ¿quién puede decirme lo que está escondido?
Todos los habitantes pensaban que Nasrudin tenía en sus manos un huevo, pero la respuesta
era tan obvia que nadie quiso pasar vergüenza delante de los otros.
¿Y si no fuese un huevo, sino algo muy importante, producto de la fértil imaginación mística de
los sufis? Un centro amarillo podía significar algo del sol, el líquido a su alrededor tal vez fuese
algún preparado de alquimia. No, aquel loco estaba queriendo que alguien hiciera el ridículo.
Nasrudin preguntó dos veces más y nadie se arriesgó a decir algo impropio.
Entonces él abrió el pañuelo y mostró a todos el huevo.
- Todos vosotros sabíais la respuesta - afirmó - y nadie osó traducirla en palabras.
La vida nos muestra la realidad, muchas veces clara. ¿Ignoras la realidad y prefieres inventarte
cosas o tienes el coraje de dar la respuesta correcta?
Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una
escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando un mono subía la escalera para agarrar
las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el
suelo. Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo agarraban
a palos. Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de
las bananas.
Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos. La primera cosa que hizo fue subir la
escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, quienes le pegaron. Después de algunas
palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera.
Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con
entusiasmo de la paliza al novato. Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho. El cuarto y,
finalmente, el último de los veteranos fue sustituido.
Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aún cuando nunca
recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las
bananas.
Bueno, suena bastante conocido por todos nosotros este tipo de comportamiento. ¿Te
arriesgarías a ir a buscar las bananas aún así?
La limosna diaria es una ilusión que necesitamos aprender a vencer. ¿Aprendiste a tener
misericordia profunda?
Había un hombre que, en un momento de crisis en su vida, aprendió que la única forma de
manejarla era constantemente hacer solo dos preguntas: "¿Quién es usted?" y "¿Qué hace
usted aquí?"
De esta manera, encontraría la identidad original y el propósito. Obviamente, las dos preguntas
deberían ser hechas a uno mismo, pero él entendió que debería preguntar a los demás esto.
Así que, al llegar a su casa, un sábado por la tarde, encontró a su esposa e hijos con el
equipaje en la puerta de la casa. Miró a su esposa y le hizo las dos preguntas:
- ¿Quién es usted? ¿Qué hace usted aquí?
Indignada con el trato, la esposa le contestó:
- ¡Soy tu EX! Y ME ESTOY YENDO CON MIS HIJOS. - ella salió con los hijos, golpeando la
puerta detrás de ella
Después de pasar un domingo muy triste y depresivo, salió a hacer mercado. Al regresar al
carro, encontró a un hombre llevándolo. De nuevo le hizo las dos preguntas:
- ¿Quién es usted? ¿Qué hace usted aquí?
Pensando tratarse de una broma, el ladrón le dijo:
- Soy un ladrón y me estoy llevando su vehículo. ADIÓS. - y se marchó, dejando al pobre
hombre sin auto
Al día siguiente, no logró levantarse a tiempo y llegó bien tarde a la oficina. Su jefe lo
esperaba; apenas lo vio, le hizo las dos preguntas:
- ¿Quién es usted? ¿Qué hace usted aquí?
Irritadísimo, el jefe le contestó:
- ¡ERA SU JEFE! Estoy aquí para echarlo de esta empresa. No necesitamos vagos aquí. - y se
marchó, dejando el hombre consternado
Por la noche, mientras trataba de dormir, pensaba en que hacer. Lo que le habían enseñado no
funcionaba. Entonces vio una luz en la habitación: era un ángel. El hombre pensó que debía
continuar con las dos preguntas:
- ¿Quién es usted? ¿Qué hace usted aquí?
El ángel no se inmutó, contestando suavemente:
- Soy tu ángel. Estoy aquí para ayudarte, para darte una nueva oportunidad en la vida.
- ¡Ah, sí! - exclamó el hombre visiblemente feliz, rompiendo el voto de las dos preguntas - Y
¿qué debo hacer para esto?
El ángel dio una sonrisa muy linda y le preguntó:
- ¿Quién es usted? ¿Qué hace usted aquí?
La mejor forma de enfrentar nuestras crisis es reforzar nuestra identidad propia y recordar
nuestro propósito. ¿Quién es usted? ¿Qué hace usted aquí?
Cuando Juan Ricardo llegó a la gerencia de la compañía para la que trabajaba, sabía que la
vida le iba a cambiar sustancialmente. Tanto él como su esposa, Pilar, abrazaron la oportunidad
con mucho entusiasmo.
Con el tiempo, sin embargo, tanta responsabilidad empezó a tener costos que ni él, ni su
familia imaginaron. Tenía que viajar con frecuencia, las horas de trabajo aumentaron, el tiempo
para estar en familia fue disminuyendo. Los fines de semana los pasaba entre aviones y
aeropuertos y los pocos días que permanecía en la casa, se sentía tan cansado que solo
pensaba en dormir y descansar.
Tres años después de haber asumido el cargo, descubrió que su hijo de 14 años tenía un
tumor en la base del cráneo. Aunque se podía extraer mediante una compleja cirugía, las
probabilidades de recuperación eran inciertas y era imposible anticipar si el muchacho algún día
iba a tener una vida normal.
Cuando Juan Ricardo y Pilar entraron a la habitación de su hijo a contarle la noticia, su reacción
fue darle un gran abrazo a su padre y decirle:
- Lo siento, hubiera querido darte la oportunidad de ser papá, pero creo que ahora soy yo el
que no tengo mucho tiempo.
El tiempo pasa y no nos damos cuenta. ¿Ya diste tiempo a tus verdaderas prioridades?
Dicen que era por ser adorador de la diosa hindú Lakshmi que tenía mucha riqueza. Esta diosa
es conocida por ser quien provee riqueza a todos. Para la riqueza total, hay que adorarla de tal
manera que ella pase a vivir con la persona, cosa que el hombre todavía no había logrado
completamente; ella aparecía algunas veces, durante su adoración diaria, pero no todos los días.
Sin embargo, un día, después de una poderosa oración a su diosa, esta le informó que se iba.
El hombre se quedó asustado:
- Pero, ¿cómo viviré sin ti?
- Me tengo que ir. Pero, te doy un último deseo. Durante una semana, no debes hacer nada
para mí, ni siquiera me verás. Al cabo de este tiempo, regresaré a ti y te daré cualquier deseo
que pidas. Recuerde: será el último.
El hombre durante dos o tres días, se quedó pensando en algo. Pero cada vez que le ocurría
algo, otra cosa aún más grandiosa o importante surgía en su mente. En este estado de
confusión, fue a hablar con unos amigos.
El hombre y sus amigos durante tres o cuatro días más, se quedaron pensando en algo. Pero
cada vez que les ocurría algo, otra cosa aún más grandiosa o importante surgía en su mente.
En este estado de confusión, desistió de hablar con sus amigos y, en el día anterior a la
aparición de la diosa Lakshmi, reunió su familia.
Durante un día entero conversaron sobre diversas cosas, pero nada lograba convencer
totalmente a todos. Con el tiempo, las ideas fueron disminuyendo y empezaron a
descorazonarse al respecto. Y empezaron a pelear y acusarse mutuamente. Algunos trataron de
imponer sus opiniones y callaban a quienes las rechazaban.
Fue en este instante que un niño, sobrino del adorador, sugirió:
- ¿Por qué no le pedimos a la diosa paz, unidad y respeto dentro de nuestra familia?
El niño habló en un momento de silencio - un silencio entre peleas, como preparatorio para
una nueva disputa. Sin embargo, lentamente sonrisas fueron apareciendo en las caras de todos.
Al día siguiente, muy temprano, el adorador empezó sus oraciones a la diosa. Aquel día, su
corazón estaba más feliz que de costumbre y sus palabras eran cargadas de fuerza espiritual.
Como se esperaba, Lakshmi apareció:
- Mi buen hombre, hoy me complaces especialmente. ¿Cuál es tu deseo?
- Diosa, lo que deseo es: que en mi familia siempre haya paz, unidad y respeto. Que todos
sepamos oír a los demás y que conozcamos el método de convencer sin irrespetar a nadie.
La diosa sonrío suavemente.
- Mi buen hombre, tu deseo está concedido.
El hombre agachó su cabeza respetuosamente y esperó que ella se fuera. Pero, ¡nada! La diosa
continuaba ahí. Extrañado, irguió su cabeza y la diosa le dijo:
- Estoy esperando para que me indiques mi habitación. Al pedir lo que pediste, me obligaste a
vivir contigo. Donde hay paz, unidad y respeto en un grupo de personas, ahí estaré yo,
Lakshmi, la diosa de la riqueza.
La riqueza física es fruto de muchos factores y uno de ellos es la armonía del grupo y equipo
Hubo una vez un limosnero que estaba tendido al lado de la calle. Vio a lo lejos venir al rey
con su corona y capa. "Le voy a pedir, de seguro me dará bastante", pensó el limosnero y
cuando el rey pasó cerca le dijo:
- Su majestad, ¿me podría por favor regalar una moneda?, aunque en su interior pensaba que
el rey le iba a dar mucho
El rey le miró y le dijo:
- ¿Por qué no me das algo tú? ¿Acaso no soy yo tu rey?
El mendigo no sabía que responder a la pregunta y dijo:
- Pero su majestad... ¡yo no tengo nada!
El rey respondió:
- Algo debes de tener... ¡busca!
Entre su asombro y enojo, el mendigo buscó entre sus cosas y supo que tenía una naranja, un
bollo de pan y unos granos de arroz. Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darle, así
que en medio de su enojo tomó 5 granos de arroz y se los dio al rey. Complacido el rey dijo:
- Ves como sí tenías.
Y le dio 5 monedas de oro, una por cada grano de arroz. El mendigo dijo entonces:
- Su majestad... creo que acá tengo otras cosas.
Pero el rey no hizo caso y dijo:
- Solamente de lo que me has dado de corazón te puedo yo dar.
Siempre tienes algo. ¿Evitas dar mucho de lo que posees a los demás?
Después de diez años de aprendizaje, Zenno consideraba que ya podía ser elevado a la
categoría de maestro zen. En un día lluvioso, fue a visitar al famoso profesor Nan-in.
Al entrar en la casa de Nan-in, éste preguntó:
- ¿Has dejado tu paraguas y tus zapatos afuera?
- Evidentemente. - respondió Zenno - Es lo que manda la buena educación. Yo haría lo mismo
en cualquier parte.
- Entonces, dime: ¿colocaste el paraguas al lado derecho o al lado izquierdo de los zapatos?
- No tengo la menor idea, maestro.
- El zen budismo es el arte de la conciencia total de lo que hacemos. - dijo Nan-in - La falta de
atención en los pequeños detalles puede destruir por completo la vida de un hombre. Un padre
que sale corriendo de casa, nunca puede olvidar un puñal al alcance de su hijo pequeño. Un
samurai que no mira todos los días su espada, terminará encontrándola herrumbrada cuando
más la necesite. Un joven que olvida dar flores a su amada, acabará perdiéndola.
Y Zenno comprendió que aun cuando conociese bien las técnicas zen del mundo espiritual, se
había olvidado de aplicarla al mundo de los hombres.
La teoría puede ser lindísima, pero ¿quién va a beneficiarse con eso? ¿Ya eligiste practicar todo
lo que sabes?
Aunque la presencia de Dios no sea discutida, lo que sí se discute es nuestra conexión con Él.
Ahora mismo, ¿estás recordando a Dios?
Cuenta una amiga que un amigo suyo es veterinario y que tiene un amigo que un día le llamó.
- Mira, es que estoy con un perro aquí. Es muy fino, es bellísimo, pero nos ha mordido a
todos. No veo otra solución, sino matarlo, pero aquí nadie tiene el coraje para hacerlo. Tú que
eres profesional ¿no nos puedes ayudar?
Y, bueno, allá fue el amigo veterinario. Se acercó al perro que efectivamente parecía feroz, le
aplicó una anestesia y lo llevó a la clínica. Pero, llegó muy tarde, así que decidió dejar al perro
en una jaula totalmente apartada, que tiene para casos como este.
Al día siguiente, cuando fue a dar de comer a los animales que tenía en tratamiento, el perro
de su amigo ya estaba despierto. Como el veterinario tenía mucho trabajo decidió no matarlo
en el momento. Le dio de comer algo por un mecanismo especial que evita que el perro lo
muerda y fue a dar de comer a los demás perros. Como siempre, los llamó, los acarició y les
habló de forma muy cariñosa, lo que les hacía ladrar y mecer la colita.
A la hora del almuerzo, repitió el ritual. Nuevamente, postergó el sacrificio del perro de su
amigo, le dio de comer de forma asustada, mientras hacía una "fiestita" con los demás
pacientes.
Un, dos o tres días después, cuando daba de comer a los demás perros, el perro de su amigo
empezó a ladrar y llorar. Parecía triste y desconsolado. El veterinario con mucho cuidado se
acercó y se arriesgó, metiendo una mano por la jaula, que fue recibida con lamidas por el perro
feroz. Viendo la situación y siendo profesional en el asunto, decidió abrir la puerta y el perro se
le abalanzó, meciendo la cola todo el tiempo - en realidad, lo que quería era cariño.
Sin entender la situación, el veterinario puso el perro junto con los demás pacientes y decidió
hacer algo: llamó al amigo, se inventó una excusa que le iban a pintar el apartamento y si
podía permanecer allá por unos días. El amigo con todo el gusto le dijo que sí.
Entonces, el veterinario se dio cuenta porque el perro era tan feroz. Nunca había visto una
familia pelear tanto y por todas las cosas. Después de unos días con ellos, se acercó al amigo y
le explicó lo que vio y le contó sobre el perro. Llevó al amigo y su esposa incrédulos a ver el
perro ahora y lo encontraron feliz, meciendo la colita todo el tiempo.
Para terminar la historia, la familia decidió adoptar el perro nuevamente, pero ahora tienen un
cuidado especial: todas las veces que hay que pelear, tienen que buscar un sitio donde el perro
no los escuche.
Esto hace pensar que todos deberíamos tener tales tipos de perros y que no deberíamos tener
un sitio para escondernos. ¿Ya paraste tú de pelear en vez de poner la culpa en otros?
Cuentan que un niño jugaba con su amiguito en una pista de hielo, en realidad un lago
congelado por las bajas temperaturas, cuando el piso cedió bajo los pies de su amiguito y este
cayó, hundiendo inmediatamente.
También el hielo muy rápido cubrió a su amiguito. Mientras los demás fueron a buscar ayuda,
el muchachito comenzó a romper el hielo con sus manos y una piedra que encontró.
Cuando el equipo de rescate llegó, el amiguito ya estaba afuera y el muchacho que lo salvó, le
daba su abrigo para calentarlo. Muy ágilmente, el equipo le dio calor y en una hora, todo
peligro había pasado.
Entonces, el jefe del equipo de rescate le preguntó al muchachito como había logrado liberar a
su amigo.
- Empecé a golpear el hielo con esta piedra hasta que lo liberé. - dijo de forma inocente.
- ¡ESTO ES IMPOSIBLE! Este hielo es muy espeso. No podrías haber hecho lo que me dices
que hiciste, ya que mira tus manos, como son pequeñas, y esta piedra no es capaz de romper
ni siquiera una ramita de árbol.
- Yo sé como lo hizo. - dijo un señor mayor que por ahí estaba.
- ¿Cómo? - le preguntó el jefe
- No había nadie al lado de él que le dijera que era imposible.
Muchos límites nos impiden de percibir nuestra propia grandeza. ¿Puedes romperlos?
Muchas veces nos basamos en las apariencias externas para juzgar. ¿Ya miraste el corazón de
los demás?
Bueno, no había otra forma que llamar al técnico. Decían que era muy caro, pero que resolvía
todo. Don Pedro le dio orden al capataz que lo llamara.
El día siguiente, el capataz entró a la oficina de Don Pedro para entregarle la factura - el
técnico exigía pago inmediato.
- ¡¡¡US$ 300!!! Pero, ¡esto es un atraco! Y ¿cuánto tiempo le llevó?
- No más de cinco minutos. Si quiere hablar con él, el técnico todavía está ahí, Don Pedro.
- Dile a ese señor que indique el porqué de los US$ 300. ¿En qué pagamos tanto dinero? ¿Por
cinco minutos de trabajo?
Se fue para volver una media hora después. La factura aclaraba los US$ 300:
* DESCUBRIR EL DEFECTO ... US$ 5
* SABER CORREGIRLO ....... US$ 295
La querían matar.
Habían declarado la guerra, las virtudes y los vicios, las buenas cualidades y las malas, ángeles
y demonios. Y rápidamente las virtudes, lo bueno y mejor de la existencia, perdía campo.
Al menos esta era la percepción de la esperanza. Se encontraba acorralada, junto con el coraje,
que muerto estaba a su lado.
En su momento de desesperación, la esperanza rogó a Dios, el Creador, que la salvara.
Entonces, una luz descendió del cielo y le dijo:
- Estos son nuevos tiempos, donde el horror y lo malo serán predominantes en la faz de la
tierra. Donde las virtudes estarán muertas y los hombres no sabrán usarlas. Pero, tú,
esperanza, no puedes morir, jamás.
- Sálvame, Señor, y haré lo que Usted quiera.
- Sí, te salvaré, esperanza. Te salvaré. Porque aunque vivan sin virtudes, los hombres deben
sentir tu reconfortante aliento, tus palabras de vida y tu mirada de oportunidades. Así que te
esconderé en un sitio que, aunque todos esos bandidos sepan donde es, no podrán alcanzar
jamás. Pero que cuando haya una calamidad, los seres puedan contar contigo.
Y a un toque, Dios la disminuyó hasta casi desaparecer. Y la lanzó al planeta donde ella se
multiplicó y pasó a vivir en el lugar ideal para ella: el corazón del hombre y de la mujer, del
niño y de la niña. El corazón que late más fuerte cuando tiene que solucionar una situación.
Ahí vive la esperanza, que nunca muere.
Oye tu corazón de vez en cuando y escucharás la voz de esta nueva vida que quiere nacer. ¿Ya
escuchaste?
De arma en mano, trataba de cuidar su área. Informes de inteligencia hablaban que a cualquier
momento iban a atacar. Su padre también le dijo que estaba orgullo por su coraje de estar en
el lugar más peligroso de todos.
Pero, ¡a él no le habían dicho esto! No, no tenía miedo, al menos así lo pensaba. Solo estaba
asustado como cualquier ser humano. Ni más, ni menos.
Entonces, oye un ruido. Suave y quieto, como el que su último profesor le dijo que escucharía.
ESTÁN LLEGANDO.
¿Cuántos serían? Por los sonidos, puede identificar por lo menos tres. Siente el sudor escurrir
por su frente. Sabía que había que hacer, muchos entrenamientos lo habían capacitado para
hacerlo. Solo tenía que disparar.
Pero... ¿quién sería? ¿Cómo "quién sería"? ¡Tienes que disparar!
No... hay algo distinto. Los pasos son MÁS SUAVES QUE SU INSTRUCTOR ENSEÑÓ.
Ahora no hay tiempo... Sí, hay tiempo, siempre hay tiempo.
De forma quieta, el soldado ve una sombra. Otra y otra. Son pequeñas, iluminadas por el sol
que brilla más allá de su oscuro hueco. Cuando de pronto...
- ¡FELICIDADES!
Tres niños saltan delante de sus ojos. El soldado no dispara, sin embargo.
Sí, hoy era su día. El Día de los Niños. El soldado se ríe, seca el sudor de la frente y, en medio
de tanto miedo y recelos, se deja llevar por el encanto de los tres niños.
Por fortuna, una parte de sí había dicho que no debía disparar todavía. Sí, porque la vida
quería congratularlo.
No podemos juzgar las cosas por lo que pensamos que son. ¿Ya oíste bien a los niños que se
te acercan?
La vida siempre nos da oportunidades, disfrazadas de amenazas. ¿Ya aprendiste a apreciar las
trampas de la vida?
Era un gran mago que todo lo podía, de fuerza y poder extraordinario. Un día, en su camino
vio a un pequeño, al verlo se dijo a sí mismo: "Haré algo bueno por él."
Sus palabras se dirigieron entonces al frágil ratoncito:
- Has pasado por mi camino, en premio, ya no serás más un ratón, serás la más bella de las
mujeres, la más talentosa, la más llena de todas las virtudes.
Dicho esto, con un breve ademán, la convirtió, según su propósito, en una bella doncella. Una
vez hecho esto le dijo:
- Ahora, ¿qué deseas?, pídame lo que quieras, mi fuerza y mi poder es grande. Dime qué es lo
que deseas, que yo te lo concederé.
La doncella respondió:
- Quiero casarme con el ser más poderoso de la Tierra.
El mago respondió:
- Te casarás con el Sol, él es quién da Luz y Calor al planeta.
El Sol respondió:
- ¿Qué tanto es mi valor y mi poder que una simple nube puede cubrirme y quitar mi calor?
EL mago reflexionó y dijo:
- Es cierto, entonces, será con las nubes que son capaces de tapar al sol, que nos dan la lluvia
para que crezcan los campos, con el agua que es indispensable para la vida.
Pero el ser de las nubes respondió:
- Tanta es mi fuerza y mi importancia, que el viento, solo, me mueve a su antojo.
Nuevamente el mago pensó:
- Es cierto, te casaremos con el viento.
El viento, habiendo escuchado dijo:
- Tanta es mi fuerza, que una montaña me detiene y no puedo pasar a otro lado, me estrello
contra ella, y más no puedo avanzar.
El mago se quedó razonando nuevamente:
- ¡Ya sé!, te casarás con el espíritu de la montaña, nadie la mueve.
A lo que la montaña respondió:
- No soy el más poderoso de la Tierra... ¿Qué tanto es mi valor, que un simple ratoncito me
roe las entrañas, y hace su madriguera dentro de mí?
Comprendiendo el mago la verdad de todo lo anteriormente dicho, y sin decir más, volvió a su
forma original a la que antes era una ratoncita.
Luego la observó alejarse con el ratón que roía las entrañas de las montañas y comprendió el
mago:
- Nadie es más fuerte y nadie es mejor. Cada uno tiene su importancia, cada uno es hijo de
Dios, en las múltiples manifestaciones del ser.
No trates de ser diferente, sino entiende tu importancia. ¿Todavía deseas buscar algo distinto
de lo que eres?
Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche
caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.
En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo
reconoce. Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
- ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...
Entonces, el ciego le responde:
- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria.
Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí...
La luz que tenemos es más útil para otros que para uno mismo. ¿Mantén tu luz encendida todo
el tiempo?
Mi hermana estaba muy molesta. Un amigo, con quien no hablaba por semanas, un día
apareció en su puerta y le mandó vestirse para ir a pasear con él, lo que ella finalmente lo hizo.
Mientras pasaban, pasaron por un jardín lleno de flores. Jim, el amigo, le preguntó:
- ¿Ves esas flores?
- Sí. - le dijo
- ¿Crees tú que cuando alguien pisa en esas flores, que ellas se quedan allí en el suelo,
apiadándose de sí mismas? - le preguntó
- No.
- Por supuesto que no, ¡inmediatamente empiezan a arreglarse, sanarse, crecer fuertes y
saludables!
Más adelante, Jim apuntó a un árbol.
- ¿Ves las ardillas allá arriba? ¿Crees tú que cuando la gente les dispara que ellas se van a
esconder para siempre?
- No. - dice
En aquel momento, vislumbraron el océano. Jim preguntó:
- ¿Ves aquel océano allá? ¿Crees tú que cuando hay un huracán que el océano no regresa por
tener miedo de enfrentar la tormenta?
- No.
- Entonces, ¿por qué has parado de vivir solo porque te sientes herida?
A un grupo de estudiantes se les pidió una lista de lo que pensaban serían las Siete Maravillas
del Mundo actual. A pesar de haber desacuerdos, las más votadas fueron:
1. Las Grandes Pirámides de Egipto
2. Taj Mahal
3. Grand Canyon
4. Canal de Panamá
5. Empire State
6. La Basílica de San Pedro
7. La Gran Muralla de China
Mientras juntando los votos, la profesora notó que una estudiante callada todavía no mostraba
lo que tenía en su papel. Así que ella le preguntó a la niña si tenía algún problema con su lista.
- Sí, un poquito. No puedo decidirme porque hay tantas.
- Bueno, cuéntanos lo que tienes y quizá te podamos ayudar. - le contestó la maestra
La niña vaciló, entonces leyó:
- Creo que las Siete Maravillas del Mundo son:
1. Ver
2. Oír
3. Tocar
4. Saborear
5. Sentir
6. Reírse
7. Amar
El aula se quedó en tal silencio, pues las cosas que existen y parecen tan simple, comunes y
corrientes, no las tomamos como verdaderamente maravillosas.
Solo por hoy, concéntrese en ver lo maravilloso en lo esencial. ¿Es capaz de hacer eso?
Hace varios años, un vendedor de globos vendía su producto en las calles de Nueva York.
Cuando el negocio bajaba un poco, soltaba un globo. Al flotar en el aire, se reunía una nueva
multitud de compradores y su negocio se fortalecía por unos minutos.
Alternaba los colores: primero soltaba uno blanco, luego uno rojo y después uno amarillo. Al
cabo de un tiempo, un niño negro le haló una manga del saco, miró al vendedor a los ojos y le
planteó una pregunta penetrante:
- Señor, ¿si soltara un globo negro, subiría?
El vendedor de globos miró al pequeño y, con compasión, sabiduría y comprensión le dijo:
- Hijo, lo que los hace subir es lo que está adentro de ellos, no su color.
No olvide que lo importante es lo que llevamos adentro. ¿De qué color es su globo?
Sentados junto al fuego a la luz de la luna conversaban un viejo indio y su nieto. Le dijo el
anciano al muchacho:
- Me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón, uno es un lobo rabioso,
resentido y vengador, y el otro es un lobo pleno de amor y compasión.
El nieto preguntó:
- Abuelo, ¿cuál de los lobos ganará la pelea?
El abuelo respondió:
- Aquel que yo alimente.
Es bello reconocer lo que sucede en el corazón. ¿Ya alimentaste tu parte buena hoy?
Hace mucho tiempo cuando el mundo era aún joven, un viejo líder espiritual lakota estaba en
una montaña alta y tuvo una visión. En esta visión, Iktomi, el gran maestro bromista de la
sabiduría se le aparecía en forma de una araña. Iktomi le hablaba con él en el lenguaje secreto
que solo los líderes espirituales de los lakotas sabían entender. Mientras le hablaban entre ellos,
Iktomi, la araña, tomó un trozo de madera del sauce más viejo. De forma redonda y con
plumas, pelo de caballo, cuentas y adornos, empezó a tejer una telaraña.
Hablaron de los círculos de la vida, de como empezamos la existencia como bebés y crecemos
a la niñez y después a la edad adulta, para llegar finalmente a la vejez, cuando debemos volver
a ser cuidadosos, como cuando éramos bebés, completando así el círculo.
Pero Iktomi dijo, mientras tejía su red:
- En cada tiempo de la vida, hay muchas fuerzas, algunas buenas y otras malas. Si te
encuentras en las buenas, ellas te guiarán en la dirección correcta. Pero si escuchas a las
fuerzas malas, ellas te lastimarán y te guiarán en la dirección equivocada. Hay muchas fuerzas
y diferentes direcciones y pueden ayudar a interferir con la armonía de la naturaleza. También,
con el gran espíritu y sus maravillosas enseñanzas.
Mientras la araña hablaba, continuaba entretejiendo su telaraña, empezando de afuera y
trabajando hacia el centro. Cuando Iktomi terminó de hablar, le dio al anciano lakota la red y le
dijo:
- Mira la telaraña es un círculo perfecto, pero en el centro, hay un agujero, úsala para ayudarte
a ti mismo y a tu gente, para alcanzar tus metas y hacer buen uso de las ideas de la gente, sus
sueños y sus visiones. Si crees en el Gran Espíritu, la telaraña atrapará tus buenas ideas y las
malas se irán por el agujero.
Un día, hace algunos años, me encontraba un poco abatida, casi deprimida. Había trabajado
mucho sin conseguir los resultados que necesitaba y que mi jefe me exigía.
En esos días, tenía una amiga que era voluntaria en cierto hospital de las cercanías del lugar
donde ambas trabajábamos. Ese día se acercó a mí y me dijo:
- Amiga, ando sin auto y necesito llevar un paquete a "mis niñitos" ¿me puedes llevar?
- Está bien. - dije, pensando en lo aburrido del panorama; llevar a esta amiga al Hospital no
era una cosa de lo más entretenida
Pero Olga, que así se llamaba esta chica, era muy persistente cuando se trataba de su
voluntariado. A todos nos había pedido ropa, donaciones, llevaba rifas y vendía los números.
La escuchábamos hablar por teléfono con diferentes personas para conseguir que los niños
enfermos que ella visitaba tuvieran un mejor pasar.
Sólo me había pedido que la llevara con un gran paquete de ropa de niños y algunos juguetes,
pero al llegar allá me dijo:
- Acompáñame a dejar esto sólo a la Recepción donde están las Voluntarias.
Olga era de las personas que van involucrándote en sus cosas de a poco. Al llegar al lugar
donde se suponía que dejaríamos el bendito paquete, volvió a avanzar en su pedido:
- Mira, ya que estamos aquí, te invito a conocer a "mis niñitos". - así llamaba ella a estos
enfermitos de cáncer - son súper tiernos y amorosos.
Débilmente intenté oponerme diciendo que ella sólo me había pedido traerla... Pero, como dije,
Olga era persistente y me tomó de un brazo y me llevó a la sala que visitaba. Todos los niños
la saludaron con cariño.
- Mira, este es Tomasito tiene 18 meses y lo tratan por cáncer cerebral. Observa que lindos
ojos tiene y él lo sabe porque todos se lo dicen. Y esta es Andrea, tiene cáncer en la pierna
izquierda. Es muy bonita ¿no?, Hola Juanito ¿han venido tus padres desde la provincia?...
A medida que me iba presentando a quienes estaban padeciendo enfermedades que para
cualquier adulto serían devastadoras, los niños se alegraban, sonreían y estaban tan contentos
que fuéramos a verlos.
Algunos jugaban con juguetes usados y descoloridos como si fueran la última novedad. Todos
tenían bellos ojos y miradas profundas donde se adivinaba una madurez apresurada. Salvo una
excepción, una niña de 14 años que no quiso saludarnos, todos los demás eran alegres,
divertidos y disfrutaban tanto el saber que íbamos a verlos.
Pero algo más me esperaba cuando pregunté:
- ¿Por qué ese niño está separado de los otros en esa sala?
- Ah, dijo Olga, ese es Miguel Ángel, está terminal y no quieren que los otros niños lo vean
morir. Vamos a verlo.
Miguel Ángel tendría unos 11 o 12 años. Un cáncer cerebral lo había dejado sin vista y había
invadido su boca y garganta. No veía ni podía hablar. En pocas ocasiones me he sentido tan
estúpida por no saber qué hablar ni que consuelo dar a ese niño a quien la enfermedad le
había quitado su forma de comunicarse en una forma tan cruel.
Me fijé que su piel era muy blanca y suave y sus bellas manos de largos dedos eran como
cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando
eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: "ESTO TAMBIÉN PASARÁ" y nuevamente sintió la
misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, porque el
orgullo había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había
iluminado. Entonces el anciano le dijo:
- Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y
la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la
dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.
Así que aprende a ver la vida de forma desapegada. ¿También esto pasará?
Cuando era niño, bien chiquito, mi papá compró el primer teléfono del vecindario. Todavía
recuerdo aquel aparato negro y brillante que quedaba en el mueble de la sala.
Era muy pequeño para alcanzar el teléfono, pero quedaba oyendo fascinado mientras mi mamá
hablaba con alguien.
Un día, descubrí que dentro de aquel objeto maravilloso vivía una persona muy buena. Su
nombre era "Información, bienvenido" y no había nada que no supiera. "Información,
bienvenido" podía proveer cualquier número de teléfono e incluso la hora correcta.
Mi primera experiencia personal con este genio de la botella fue el día en que mi mamá estaba
fuera, en la casa de una vecina.
Yo buscaba en el garaje, en la caja de herramientas, cuando golpeé mi dedo con un martillo.
El dolor era terrible, pero no había motivo para llorar ya que no había nadie en la casa para
ofrecerme simpatía.
Fui caminando hasta la casa, con el dedo dolorido en mi boca, cuando pensé: "¡El teléfono!"
Rápidamente fui hasta el sótano, tomé una escalerita y la puse delante del mueble. Subí la
escalerita, descolgué el teléfono y lo sujeté en mi oído. Alguien contestó y me dijo:
"Información, bienvenido".
Oí unos ruiditos y una voz suave y nítida habló en mi oído: "Informaciones."
- Me lastimé mi dedito... - le dije y las lágrimas vinieron fácilmente ahora que tenía quien las
escuchara
- ¿Tu mamá no está en la casa? - ella me preguntó
- No hay nadie aquí...
- ¿Está sangrando?
- No. Me lastimé con el martillo, pero está doliendo...
- ¿Puedes ir al congelador? - me preguntó y le contesté que sí - Entonces toma hielo y pasa en
el dedo.
Funcionó. Después de ese día, llamaba a "Información, bienvenido" por cualquier cosa.
Me ayudó con mis dudas de geografía, enseñándome donde quedaba Filadelfia. me ayudó con
los ejercicios de matemáticas, me enseñó que la ardilla que había traído tenía que comer
nueces y frutitas.
Entonces, un día, Petey, mi canario, murió. Llamé a "Información, bienvenido" y le conté lo
sucedido. Ella me escuchó y empezó a hablar de aquellas cosas que se dice a un niño que está
creciendo. Pero no me consolaban. Le preguntaba:
- ¿Por qué los pajaritos cantan tan bellamente y traen tanta alegría para la gente si, al final,
acaban como un montón de plumas al fondo de la jaula?
Debe haber comprendido mi preocupación, pues agregó de forma suave:
- Paul, siempre recuerde que hay otros mundos donde la gente también puede cantar.
Por alguna razón, después de eso me sentí mejor. Al otro día, de nuevo:
- Informaciones. - la voz ya me era familiar
- ¿Sabes escribir "excepción"?
Todo eso sucedió en mi ciudad natal, en la costa oeste de Estados Unidos. Cuando tenía 9
Los momentos de la infancia son muy especiales. ¿Los guarda con cariño?
Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los
animales. También a mí como a otros, me llamaba la atención el elefante.
Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal...
pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba
sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca
clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas
enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía
obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de tajo con su propia fuerza, podría, con
facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, pregunté a alguien por este misterio.
- Es que el elefanta no se escapa porque está amaestrado.
- Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente y con el tiempo me olvidé del misterio
del elefante y la estaca.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como
para encontrar la respuesta:
- El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era
muy pequeño".
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Lo imaginé
empujando, halando y sudando, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo.
La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día
siguiente volvía a probar, y también al otro y al que seguía.
Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a
su destino. Este elefante enorme y poderoso no escapa porque CREE QUE NO PUEDE.
Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que se siente poco
después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
Jamás... Jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...
Esta es la historia no solo de elefantes, sino de todos. ¿Ya probó de nuevo a ver si rompe su
estaca?
Varios hombres habían quedado encerrados por error en una oscura caverna donde no podían
ver casi nada.
Pasó algún tiempo, y uno de ellos logró encender una pequeña tea. Pero la luz que daba era
tan escasa que aun así no se podía ver nada.
Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los
demás prendieran su propia tea y así compartiendo la llama con todos la caverna se iluminó.
Sí, estamos en la oscuridad. ¿Ya pensó usted en ayudar a otros a prender su propia luz?
Hace mucho tiempo andaba la Verdad por las calles, en los pueblos, tratando de hablar con la
gente, pero la gente no la quería, la despreciaban solamente por las ropas que llevaba. La
Verdad andaba con harapos, sin lujos, sin pretensiones, tan simple, pura y sencilla como la
Verdad.
La Verdad siempre trataba de acercarse a la gente, de entrar en sus hogares, pero siempre fue
despreciada y humillada, pues nadie la quería por sus vestiduras harapientas.
Un día la Verdad andaba caminando y llorando, muy triste por todo esto, hasta que de repente
se encuentra a alguien muy alegre, divertido, vestido con colores muy llamativos y elegantes y
¡¡¡toda la gente la saludaba!!! Era la Parábola.
Y la Parábola ve a la Verdad y le dice:
- Verdad, ¿por qué lloras?
La Verdad le responde:
- ¡La gente me desprecia y me humilla! ¡Nadie me quiere ni me aceptan en sus casas!
La Parábola le dice:
- Claro, Verdad... Te entiendo; lo que pasa es que tienes que vestirte como yo, con colores y
bien elegante... y verás el cambio.
Parábola le prestó uno de sus vestidos a Verdad y desde ese día, como un milagro, de repente,
la Verdad fue aceptada por la gente y era querida por todos...
Todavía necesitamos la apariencia externa para aceptar la verdad interior. ¿Es capaz usted de
ver la verdad como es?
Mientras estudiaba uno de los últimos cursos de mi doctorado en los Estados Unidos, uno de
mis profesores nos leyó un ensayo de un autor desconocido. Este escrito cambió cambio por
completo el espíritu de nuestro grupo, pedí una copia y lo traduje. Dice así:
El próximo otoño, cuando veas los gansos dirigiéndose al sur para el invierno, fíjate como
vuelan formando una V, tal vez les interese saber lo que la ciencia ha descubierto acerca del
porque vuelan en esa forma. Se ha comprobado que cuando cada pájaro bate sus alas,
produce un movimiento en el aire que ayuda al pájaro que va detrás de él volando la bandada
completa aumenta por lo menos un 71 % mas de su poder que si cada pájaro volará solo.
Cada vez que un ganso sale de la formación siente inmediatamente la resistencia del aire, se da
cuenta de la dificultad de hacerlo solo y rápidamente regresa a su formación para beneficiarse
del poder del compañero que va delante.
Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los puestos de atrás y otro ganso
toma su lugar.
Los gansos que van detrás graznan (sonido propio de ellos) para alentar a los que van
adelante para mantener la velocidad.
Finalmente, cuando un ganso se enferma o cae herido por un disparo, otros dos gansos se
salen de la formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo. Se quedan acompañándolo, hasta
que esté nuevamente en condiciones de volar o hasta que muere, y solo entonces los dos
acompañantes vuelven a su bandada, o se unen a otro grupo.
Esta es la naturaleza, una excelente profesora. ¿Dónde está usted ahora en la formación de
gansos humanos?
Había una vez un zapatero, que llegó a ser tan pobre tan pobre, que sólo le quedó un trozo
para hacer un par de zapatos. Los cortó una noche pensando coserlos al día siguiente y se
acostó encomendándose a Dios y se quedó dormido. Al día siguiente, después de rezar, se
dispuso a realizar su trabajo. El hombre no podía creer lo que sus ojos veían: los zapatos ya
estaban hechos y con mucha perfección.
Poco después entró un comprador quien los compró pagando por ellos más del precio
acostumbrado. El zapatero tuvo lo suficiente para comprar cuero para dos pares más de
zapatos. Los cortó y por la noche se fue a dormir. Al otro día fue a mirar y ya los encontró
terminados y pronto llegó un buen comprador. Los pagó tan bien que pudo comprar cuero
para cuatro pares más. Al día siguiente observó que también los zapatos, estaban
espléndidamente cosidos. Pronto el zapatero se convirtió en un hombre acomodado.
Faltaban pocas horas para la navidad y el zapatero dijo a su mujer:
- No nos acostemos esta noche y así podemos ver quien nos hace tantos zapatos. Podremos
pagárselo algún día.
Al llegar la medianoche, vieron entrar a dos hombrecillos desnudos que comenzaron a coser los
zapatos, sin parar ni un instante. Se levantaron de un salto y salieron a la calle.
La mujer dijo al zapatero:
- Esos hombrecillos nos han hecho ricos. Como andan desnudos, debo hacerles una
indumentaria completa y tu les harás los zapatos.
Dejaron los regalos en la mesa y se fueron a acostar.
Pronto entraron los hombrecillos dispuestos a trabajar, pero al ver las prendas las tomaron y se
vistieron mientras cantaban alegremente. Danzaban y cantaban dando vueltas y así salieron a
la calle danzando.
El zapatero no volvió a verlos jamás, pero pudo vivir feliz el resto de su vida.
(basado en un cuento original de los Hermanos Grimm)
La vida nos ayuda cuando menos esperamos. ¿Es capaz de ayudar a la vida también?
Juan siempre quiso comer "aquello". No, ni siquiera sabía el nombre de eso, pero desde donde
lustraba el zapato de toda clase de gente, veía a las personas salir con "aquello" en la mano,
comiendo de forma muy rica.
Así que se puso a trabajar más. El doble de lo normal. También mejoró mucho la calidad de su
trabajo, así que pudo cobrar más y un día, se dio cuenta que podía comprar "aquello" - sabía el
precio, pero no podía leer el nombre.
Entró, casi avergonzado, en un momento en que no había nadie. Inmediatamente, vino alguien
para sacarlo, pero le dijo:
- Es que tengo plata. Quiero comprar... - y apuntó en un cartel el nombre de lo que quería
El hombre lo mira, sin creer. Entonces, Juan le mostró la plata. Sin querer mucho, lo dejó
entrar.
¡Juan estaba feliz! Muy feliz, con su "aquello" en la mano, pero decidió no comer todavía. Fue
a sentarse en un asiento en la plaza, cuando vio Doña María. Estaba triste.
- ¿Qué pasó Doña María?
- Es el cumpleaños de mi nieta.
Su nieta era un angelito que siempre recibía los más exquisitos regalos: muñecas (viejas),
abrigos de lujo (utilizados por lo menos por 4 personas antes), helados (de madres con niños
con resfriado), etc. Juan sabía que la niña siempre recibía regalos de cumpleaños y la miró.
Parecía dormida. Triste. Entonces, sin pensar dos veces, le extendió su comida a Doña Juana.
- Para su nieta.
Y, al final del día, todavía no sabía si se arrepentía o se alegraba con lo que había hecho. Lo
único que tenía seguro es que nunca había sentido el estómago tan lleno como ahora.
Ayudar a los demás también llena el estómago. ¿Ya llenaste el suyo hoy?
Dicen todos que, en medio de la crisis de los mísiles de Cuba, el presidente Kennedy recibió
dos mensajes de Moscú. Uno de los mensajes era positivo y reconciliador, el otro negativo y
amenazador.
Con todas las presiones del caso, el presidente decidió optar por el primer mensaje y empezó el
proceso de reconciliación. Su decisión, probablemente, permitió al mundo muchas más décadas
sin ser destruido totalmente.
La vida nos manda mensajes todo el tiempo. ¿Qué mensajes prefiere tomar usted?
Había un hombre que no podía sentirse tranquilo al mirar a la naturaleza, pues la veía muy
imperfecta. Desde luego, las ramas de los árboles no presentaban ángulos ideales, ni los
árboles eran realmente hermosos.
Los pájaros presentaban serias deficiencias y consideraba una pérdida de energía el proceso de
la oruga en convertirse mariposa ("¿Por qué no nace mariposa de una?", preguntaba).
Fue entonces que vio una fruta. Bien pequeña, chiquita realmente, en el alto de un gran árbol.
A pocos metros de distancia, una sandía yacía en el suelo.
- !Cómo es posible! La sandía, una fruta tan grande, arrastrándose en el suelo, mientras que
esta frutita en el alto de un árbol. No, definitivamente hay que cambiar esto: la sandía debe
recibir dignidad y nacer en el alto del árbol, mientras la frutita fácilmente puede nacer cerca del
suelo.
De tanto pensar y pensar, terminó cansado y se sentó bajo el mismo árbol que criticaba. Se
durmió y soñó con su mundo perfecto, donde las sandías nacían en altos y enormes árboles.
Soñaba feliz, hasta que...
!Puff! Una de las frutas se le cayó en la punta de la nariz.
Despertó asustado, pero al mirar a la fruta entendió lo que había pasado y tuvo una percepción
que antes no tenía. Sin nadie a su lado, murmuró para sí mismo:
- Imagine si fuera una sandía...
El maestro Sufi contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no
siempre entendían el sentido de la misma.
- ¡Maestro! - lo encaró uno de ellos una tarde - Tú nos cuentas los cuentos pero no nos
explicas su significado.
- Pido perdón por eso. - se disculpó el maestro - Permíteme que en señal de reparación te
convide con un rico durazno.
- ¡Gracias maestro! - respondió halagado el discípulo
- Quisiera, para agasajarte, pelarte tu durazno yo mismo; ¿me permites?
- Sí, muchas gracias.
- ¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos para que te sea
más cómodo?
- ¡Me encantaría!, pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro.
- No es un abuso si yo te lo ofrezco, sólo deseo complacerte.
Después de cortarlo en pedazos, el maestro continuó:
- Permíteme también que te lo mastique antes de dártelo.
- ¡No maestro!, no me gustaría que hicieras eso. - se quejó sorprendido el discípulo
El maestro hizo una pausa y dijo:
- Si yo les explicara el sentido de cada cuento... sería como darles a comer una fruta masticada.
(Autor: Jorge Bucay)
Esta es la esencia del autoaprendizaje. ¿Todavía usted prefiere que le mastiquen la fruta antes
de comérsela?
Hubo una vez un hombre que pensaba en cómo sacar un clavo de una tabla gruesa de madera,
pues no tenía tenazas, sólo un mazo con otros clavos.
Pasó mucho rato tratando de pensar la manera de sacarlo y cuando iba a desistir se le ocurrió
una idea.
Tomó otro clavo y lo clavó sobre la punta del que quería sacar; y de esta forma, el primer
clavo salió del otro lado de la tabla.
Esta es la sabiduría sencilla y popular. Para remover estos clavos de odio y rencor en el ser, ¿ya
ha experimentado el clavo del amor?
Hace parte de la vida humana comparar y ver a los demás. ¿Ya lavó su cara hoy?
Una vez un hombre muy bondadoso murió. Había hecho mucho por la gente, pero tenía un
problema: no creía en Dios y ni tenía una religión.
Pero, por ser tan bueno, llegó al cielo, donde fue recibido de forma inusitada por el mismo Dios.
- Entonces... ¿Usted es Dios?
- Sí, así es.
Conversaron muchas horas, lo que le sorprendió al hombre por ser Dios tan ocupado. Al cabo
de eso, Dios lo miró profundamente y le preguntó:
- Y ¿adónde quiere ir?
La pregunta lo tomó de sorpresa.
- Le pregunto - le aclaró Dios - porque veo que usted no profesaba ninguna religión y aquí el
cielo está dividido en religiones. Obviamente, su vida tan intachable y todo el servicio que
prestó a la humanidad lo hizo merecedor de estar aquí, la pregunta es: ¿adónde desea ir?
La confusión empezó a tomar cuenta de su cabeza, cuando Dios dio una suave mirada a la
derecha. El hombre también miró y vio a un ángel, muy bello, dispuesto a su lado.
- No se preocupe. Mi ángel lo llevará a ver los diferentes paraísos para que usted lo elija.
Y así fue. En algunas horas, el hombre vio los diversos departamentos donde seres de
determinada religión disfrutaban de la vida más allá. Sin embargo, tuvo una duda y miró al
ángel y le preguntó:
- Me parece todo muy bien. Pero no he visto el paraíso de la religión de mi país. Supongo que
deba haber uno, ¿no es cierto?
El ángel sonrió, lo llevó hasta una colina ahí cerca y apuntó a la distancia. Un gigantesco muro
aparecía en el horizonte lejano.
- Allá están ellos.
El hombre se sintió extraño. ¿Por qué razón la gente estaría tan aislada? Adivinando su
pregunta, el ángel complementó su anterior comentario:
- Es que ellos están más felices así, pues creen que son los únicos que pueden ir al cielo. Allá,
no ven a nadie más.
Todos tenemos derecho a amar a Dios como queramos. ¿Ya visitaste el cielo de su vecino?
En Navidad, todos suelen dar regalos, menos una mujer. Ella vivía en el alto de un cerro y
nunca daba regalos a nadie. Tampoco recibía regalos y nadie sabía mucho de ella.
Un día, un grupo de niños se arriesgó a acercarse de la vieja casa. Era víspera de Navidad y
querían ver como la mujer celebraba esta hermosa fiesta.
No fue sin sorpresa que vieron que no había ninguna decoración. Absolutamente, nada: la
casa, en color gris y negra, no presentaba ninguna señal de fiesta.
Entonces, escucharon un ruido y la puerta se abrió.
- ¿Por qué me buscan jóvenes?
Algunos niños alcanzaron huir, pero dos se quedaron delante de la mujer, totalmente pálida y
con aire de cansada, como si se hubiese trasnochado. Los que quedaron no contestaron nada.
- ¿Vinieron a recoger sus regalos de Navidad? - les preguntó la mujer, para los dos niños que
se quedaron aún más sorprendidos, pues ella nunca daba regalos a nadie
Simplemente admitieron con la cabeza.
- Muy bien, esperen aquí y no se vayan a ir.
La mujer volvió a cerrar la puerta. El tiempo pasó, los dos se miraban inquietos, asustados, no
sabían si debían correr o que hacer, cuando nuevamente la puerta se abrió. En los brazos de la
mujer había dos angelitos esculpidos muy bonitos. En su cara había una sonrisa no muy
demarcada.
- Esto es para ustedes. Siempre estuve esperando que alguien viniera a buscar regalos, o
darme regalos, pero todos tienen miedo de mí. Perdí toda mi familia, esta casa es lo único que
tengo y paso el tiempo haciendo estas estatuas. Tómenlas, llévenlas consigo y que pasen una
feliz navidad.
Desde este día, se volvió una tradición llevar regalos a la mujer del alto del cerro y volver
cargados de estatuas de ángeles y otras hermosas figuras. Aún después de morir, la población
continuó llevando regalos que los dejaban a la puerta de la vieja casa. Dicen que, al volver, los
que habían entregado regalos con un corazón inocente como un niño, encontraban una
hermosa estatua sobre su cama.
En esta Navidad, rompe las barreras y habla con las personas, aún las que aparentemente son
muy extrañas.
- Feliz...
Todos se reían de él. No podía completar frases y ni decir nada completo - la palabra FELIZ
había sido todo un logro.
Pero era amoroso. Ayuda a las vecinas en sus compras, jugaba con los niños y consolaba a los
hombres sin empleo.
- ...año...
Solía caminar solo por las noches, la gente lo llamaba y le daba algo de comer. Le pedían que
dijera su nombre y se reían: ni siquiera OSWALDO podía pronunciar.
- nuevo...
Pero este día, nadie se rió cuando por fin terminó la frase. Nadie osó mostrar ni siquiera una
sonrisa. Y por primera vez la gente entendió que iban a sentir mucho su falta. Y ahora, ¿quién
llevará los mercados a las ancianas?, ¿quién jugará con los niños?, ¿quién consolará a los
desempleados? ¿Quién a todos hará reír?
En este año nuevo, aprende a apreciar a los demás, antes que se vayan. ¿Ya dijo a la persona
a su lado lo cuan especial es ella?
Un día iban en su carroza por el campo, cuando el padre paró los caballos y se puso a escuchar
algo.
- ¿Escucha?
El niño puso cara de inteligente y trató de escuchar lo mismo que el papá.
- ¿Pajaritos?
- No.
- ¿Animalitos?
- No. Oye con atención porque ahí está más cerca.
Entonces el niño escuchó y pudo percibir que era lo que el papá esperaba:
- ¡Otra carroza!
- Y ¿cómo está la carroza, llena o vacía?
- ¿Cómo sé yo?
- Fácil. La carroza cuando está vacía hace mucho más ruido que cuando está llena.
Mientras más lleno esté usted, menos ruido hará. ¿Oye su propia carroza?
Érase una vez un príncipe que vivía de forma muy tranquila, porque todos a su alrededor
pensaban como él, hablaban como él e incluso caminaban como él. Toda vez que este joven
príncipe decía:
- ¡Qué buena fruta!
Todos hablaban en unísono:
- ¡Qué buena fruta!
Un día, sin embargo, apareció un súbdito diferente. No pensaba como él, no hablaba como él y
ni siquiera caminaba como él. Toda vez que este joven decía:
- ¡Qué buena fruta!
Todos hablaban en unísono:
- ¡Qué buena fruta!
Menos el súbdito quien a veces decía:
- Ah, ¡pero tengo una fruta mejor!
O:
- Sí, ¡es realmente excelente!
Lo que le causaba un tremendo disgusto al joven príncipe.
Un día, iba caminando por una calle, junto con las personas que pensaban como él, hablaban
como él y caminaban como él, cuando cayó en un pozo. Gritó:
- ¡Ah!
Inmediatamente, todos a su alrededor, empezaron a tirarse en el pozo, gritando uno a uno:
- ¡Ah!
En pocos segundos, antes que pudieran pensar lo que hacían, todos estaban en el mismo
pozo. Horas se pasaron y el joven se quedó desesperado. Aunque pedía auxilio - y todos
repetían ¡AUXILIO! - nadie venía en su ayuda, porque todos estaban en el pozo. Todos,
menos...
- ¿Qué pasa ahí abajo?
Sí, era el súbdito diferente, quien no pensaba como el príncipe, no hablaba como el príncipe y
no caminaba como el príncipe. Uno a uno los sacó a todos del pozo, ayudó a llevar los heridos
a un hospital cercano y, hasta los días de hoy, se ha vuelto el mejor amigo del joven príncipe.
La vida nos provee de las personas que más nos ayudarán. Es solo estar listo para aceptar lo
diferente que puedan ser.
El día despertó a los gansos en un sin fin de ilusiones y todo el verdor hermoso hacía que el
lago brillara más cuando apenas la luz del sol se asomó en el cielo. El cisne negro despertó
entristecido a dar su saludo al mundo, a comenzar un nuevo camino y destino junto a la
soledad. Navegó entre los gansos toda la mañana, ocultando su dolor. El dolor de la pérdida de
su amada compañera.
Sabía que era tarde para mirar atrás, era el único de su manada por allí. Buscaba entre las
flores violetas el descanso o el sosiego a tanto temor de seguir sin su amor o sus compañeros
que marcharon ayer.
Cabizbajo, se metió en el lecho bajo el cielo estrellado donde la luna asomaba su corona de
brillo y belleza a hacerle compañía. Él le confesó su gran tristeza, ella le dio reposo en su
amistad.
A la siguiente mañana no escuchó ruido, no vio a los gansos, realmente habían marchado.
Estaba más solo que ayer, no encontraba ni rumbo ni sentido a seguir viviendo.
Y comenzó a llorar desconsoladamente, sus lágrimas caían sin reparo, haciendo sollozar hasta
las piedras, cuando de repente escuchó una voz suave que le decía:
- ¿Por qué lloras, si eres tan hermoso?
El cisne levantó su cabeza y vio a una simple tortuga que le miraba y le contestó:
- De que vale tanta belleza en esta vida si el alma está ahogada en la soledad y la tristeza.
En la vida, la belleza no hace amigos, debemos sembrar sentimientos valiosos como la amistad,
amar y entregar amor. Solo así, en el futuro, no nos quedaremos solos. Si sembramos amor en
los que nos rodean y conocen, esos corazones nos amarán por siempre, porque, al final del
camino, la belleza acaba, pero el amor perdura eternamente.
Un niño muy consentido un día ganó de su papá tres terneritos. Y como eran dos hembras y
un macho, el niño les bautizó Paz y Felicidad a las hembras y Amor al macho. El papá le
advirtió que eran muy traviesos, aunque la Paz era como quieta y no corría mucho.
Como dos días después, el niño salió a cuidar de sus terneritos y descubrió que la Felicidad se
le había perdido. La buscó por todos lados, llamó a sus amiguitos que le ayudaran y nada. Se
sentía triste con el hecho de que había perdido la Felicidad. Después de muchas horas de
búsqueda, salió por un sitio donde nunca había estado y vio que el sitio se dividía en dos
caminos: uno era muy bonito y cómodo, lleno de bellos árboles, mientras el otro era como
salvaje y muy sencillo, con matas bien simples. El niño decidió primero ir por el segundo
camino, el de la sencillez, y ahí encontró, al final del camino, la Felicidad comiendo muy
tranquila su pasto.
Por la noche, al volver el papá, el niño compartió con él lo que había sucedido y el papá le dijo:
- Mira hijo, es para que aprendas: la Felicidad se puede perder muy fácilmente. Hay que
cuidarla todo el tiempo. Pero, cuando la pierdas, búscala en las cosas sencillas de la vida y ahí
las encontrarás.
Se fueron pasando los días y llegó una mañana donde el niño trataba de pasar sus terneritos
por un camino muy difícil, lleno de piedras. La Felicidad pasó tranquilamente, pero el Amor se
resbaló y cayó, lastimándose la rodilla. Un tío suyo - el papá no llegaba hasta por la noche - le
ayudó a llamar un veterinario que diagnosticó que se había tronchado la pierna y que nunca
más el Amor podría caminar normalmente.
Por la noche, al volver el papá, el niño compartió con él lo que había sucedido y el papá le dijo:
- Mira hijo, es para que aprendas: el Amor no resiste a caminos muy difíciles, muy duros, se
lastima muy fácil. La Felicidad, bien llevada, incluso disfruta de estos caminos, pero el Amor es
más frágil y, cuando se rompe algo en él, no se arregla jamás.
Al día siguiente, el niño fue a llevar sus terneritos a pasear y se dio que ninguno estaba donde
debería estar. Pero no tuvo que caminar mucho: la Felicidad y el Amor, que se veía que eran
muy amigos, estaban bien cerca de la casa, pero no había señal de la Paz. Buscó por todos
lados, llamó a sus amiguitos y ¡nada! Se había perdido la Paz.
Pero, con la experiencia anterior, cuando perdió la Felicidad, el niño decidió no desesperarse,
más bien se puso a observar. Fue hasta donde había encontrado a los dos otros terneritos y se
dio cuenta que ahí estaban las huellas de la Paz, solo que iban hacia otra parte, hacia la casita.
Entró con cuidado y definitivamente ahí estaba la Paz, justo en la habitación del niño.
Por la noche, al volver el papá, el niño compartió con él lo que había sucedido y el papá le dijo:
- Mira hijo, es para que aprendas: la Paz nunca puede perderse. Cuando no la encuentres,
busca bien dentro de tus pertenencias, dentro de ti mismo, ahí la encontrarás.
No podemos dejar que estos tres terneritos nos escapen, pues la vida humana es básicamente
la vivencia de la Felicidad, Amor y Paz.
Durante una era glacial, muy remota, cuando parte del globo terrestre estuvo cubierto por
densas capas de hielo, muchos animales no resistieron al frío intenso y murieron indefensos
por no adaptarse a las condiciones del clima hostil. Fue entonces que una gran manada de
puercoespines, en una tentativa de protegerse y sobrevivir, empezó a unirse, juntarse más y
más.
Así, cada uno podía sentir el calor del cuerpo del otro. Y todos juntos, bien unidos,
calentándose mutuamente, enfrentando por más tiempo aquel espantoso invierno. Sin
embargo, la vida es ingrata y las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos,
justo aquellos que les proveían de calor, el vital calor, cuestión de vida o muerte. Y se alejaban
los unos de los otros, heridos, amargados, sufridos. Se dispersaron por no soportar las espinas
de sus semejantes por más tiempo.
Sentían mucho dolor...
Pero, esta no fue la mejor solución: alejados y separados, pronto empezaron a morir
congelados. Los que no se murieron, volvieron a acercar poco a poco, con tacto, con
precauciones, de tal forma que, unidos, cada cual conservaba una cierta distancia del otro,
mínima, pero lo suficiente para convivir sin herir, para sobrevivir sin amargarse, sin causar
daños recíprocos.
Así se soportaron los unos a los otros, resistiendo a la larga era glacial.
Sobrevivieron.
(de Adriana Von Krüeg, www.terravista.pt/AguaAlto/3545/home.htm)
En las relaciones humanas, es importante cuidar de no crear problemas para los demás. Las
espinas humanas pueden ser en palabras, pensamientos o acciones - es mejor dialogar y
aprender.
Una madre, al perder su hijo, sintió mucha tristeza y decidió ir a su gurú a pedirle que lo trajera
de vuelta.
El gurú, al oír el pedido de la madre, inmediatamente se puso a hacer una poción con la cual el
hijo podría volver a la vida. Sin embargo, durante la preparación, descubrió que el ingrediente
más importante ya se le había acabado, así que no podía cumplir con el deseo de la pobre
mujer.
Esta, ahora más agobiada por la posibilidad real de recuperar su hijo, le preguntó al gurú de
que se trataba y que si fuera caro, ella conseguiría el dinero como sea. El gurú la miró
profundamente y dijo:
- Necesito semillas de mostaza.
- Ah, pero esto ¡es muy sencillo! Voy a comprar inmediatamente al mercado.
- No, tienen que ser mágicas.
- Y, ¿de qué mágica hablamos?
- Deben ser semillas de mostaza que estén en una casa que nunca conoció la tristeza.
Vagando por las calles de su pueblo, la mujer fue directo a la casa de la familia más rica.
Obviamente, por su riqueza, nunca habían conocido la tristeza. Después de explicar al
mayordomo su necesidad, este fue a buscar la dueña de la casa, una mujer muy finamente
vestida. La madre contó lo que buscaba, pero la rica mujer la miró de forma triste.
- Sí tenemos semillas de mostaza en la casa, pero esta no es una casa sin tristeza...
Y le contó todo lo que le había pasado a su hija. Tal era la dimensión de su tragedia personal,
que la madre decidió quedarse unos días para consolarla.
Al cabo de unos días, recordando la requisición de su gurú, fue a otra casa, ahora de gente
muy religiosa. Nuevamente, descubrió tristeza y angustia.
Y se pasó un año. El cuerpo del hijo ya había sido cremado, mientras su madre iba de casa en
casa, buscando la mágica semilla de mostaza, cuando un día encontró a su gurú. Ella lo miró
en los ojos y este sonrió.
- Veo que no encontraste la semilla de mostaza que devolvería la vida a su hijo. Pero, sí
encontraste nuevamente la paz en su espíritu.
Nuestros deseos tienen que ver con el momento que vivimos. Normalmente, tienen una
profundidad mayor que, descubriéndola, haría más fácil satisfacerlos.
Tres amigos vivían angustiados con muchos problemas. Dinero, familia, trabajo, etc. Solo
hablaban de problemas cuando se reunían.
Un día, uno de ellos propuso a los demás que realmente trataran de resolver los problemas y
pararan de hablar tanto. Nuevamente todos empezaron a hablar lo difícil que estaba la vida.
- ¡Está bien! Admitamos que todo está difícil y no se puede resolver los problemas, pero
hagamos una cosa: que cada uno busque una escuela de desarrollo humano y resuelva su
problema ahí.
Así lo hicieron. Cada uno encontró una escuela y se reunieron después de un año para
comentar lo aprendido.
El primer que habló todavía seguía con los mismos problemas, pero sentía mucha paz.
- Me hacían meditar diez horas por día.
El segundo ya había resuelto sus problemas, pero sentía mucha angustia.
- ¡Tenía que ordeñar 30 vacas por día! Además de limpiar una finca... No, me sentía cansado,
tan exhausto que no tenía tiempo para pensar en los problemas. Cuando terminé todo el curso,
simplemente me puse a trabajar, conversar y finalmente todo se resolvió. Pero, no sé, todavía
siento angustia de que algo va a pasar de malo.
El tercero ya había resuelto sus problemas y sentía mucha paz.
- Igual yo tuve que ordeñar 30 vacas por día y limpiar la finca y cuando salí del curso,
igualmente me puse a trabajar, conversar y finalmente todo se solucionó. Pero, junto con el
trabajo, siempre meditaba. No las diez horas por día, pero lo máximo posible, así que me
siento en mucha paz, a pesar de haber trabajado tanto.
Los problemas tienen varias dimensiones. Sin duda, deben ser solucionados en el plano físico,
no podemos resolverlos totalmente en el plano espiritual. Pero si solo seguimos con el plano
físico, entonces no sentimos cansados, realmente agotados. Es importante establecer el
equilibrio entre estos dos elementos para alcanzar el bienestar interior.
Un barco se hundió durante una tormenta y solamente dos hombres sobrevivieron. Nadaron
hasta una isla pequeña y desierta. Sin saber que hacer, acordaron que no tenían otro recurso,
sino orar a Dios. Sin embargo, para descubrir quien tenía la oración más poderosa, dividieron el
territorio entre ellos y permanecieron en los lados opuestos de la isla.
La primera cosa que oraron fue comida. En la mañana siguiente, uno de los hombres vio un
árbol cargado de frutas en su lado de la isla, mientras la porción del otro hombre era de tierra
árida. Después de una semana, el hombre que encontró el árbol se sintió solo y decidió orar
por una esposa. El día siguiente, otro barco hundió y la única sobreviviente fue una mujer
quien nadó hacia su lado de la isla. Después, oró por una casa, ropas y más comida. Al día
siguiente, como magia, todo eso se le apareció, probablemente un barco se hundió; le llegó
muchas ropas, de la talla de ambos, comida enlatada suficiente para meses y una casa
prefabricada, todavía en cajas. Del lado opuesto de la isla, el otro hombre se moría de hambre,
frío y soledad.
Finalmente, el hombre que estaba teniendo éxito oró para que un barco apareciera y los llevara
de la isla. Yendo a una parte donde todavía no había ido, encontró un pequeño barco con
combustible suficiente. Embarcaron él y la esposa y se fueron, abandonando el otro hombre
allá.
Entonces, una voz se hizo oír del cielo y dijo:
- ¿Por qué deja el otro hombre en la isla? Hay lugar suficiente para él también.
Reconociendo la voz de Dios, respondió:
- ¡Es indigno! Logré todo con el poder de la oración, mientras que él no obtuvo nada. No
merece ser rescatado.
- ¡Estás equivocado! Él es quien tiene el poder de la oración.
- ¿Cómo así? Todo por lo que oré, obtuve.
- No. La oración de él, la primera, no fue por comida. Fue para que todas las oraciones que
usted hiciera se cumplieran.
Las apariencias engañan y muchas veces juzgamos el comportamiento de los demás por los
resultados externos. Es importante entender la profundidad de la conciencia en las acciones
diarias. Los resultados no dejan de ser importantes, pero la conciencia da su verdadera realidad.
Dicen que la esperanza ya estaba muy anciana. Se sentía muy débil y casi no se podía mover.
Al verla así en estado tan desalentador, Dios se compadeció. Delante de la anciana, apareció en
una forma de luz. Ella, que ya casi no veía, pudo sin embargo reconocer la luz y sabía quien
era.
- ¿En qué puedo servirle? - le preguntó ella a Dios
- Soy yo quien estoy aquí para servirte. Has sido mi fiel servidora todos estos años. Toda vez
que un hijo mío se encontraba en dificultades y no podía ver la salida de un problema,
aparecías delante de él, no importando la hora o cuanto tenías que viajar. Lo alentabas y le
devolvías la sonrisa en la cara. Viéndote ahora en tal estado, me siento obligado por tus
servicios a ayudarte. Dime, ¿qué deseas?
La esperanza no contestó de inmediato. Tras pensar mucho, volteó su cara hacia Dios y le dijo:
- Quiero continuar a servirle a usted y a sus hijos, ya que yo también soy su hija. Pero, como
ve, mal puedo moverme. Ayer oí el grito angustiado de una madre, pero estaba al otro lado del
planeta y al llegar allá, no había que hacer por ella, pues se había quitado la vida. - hizo
nuevamente una pausa y continuó - Si es posible, Señor, quiero dos cosas.
- Lo que sea.
- Lo primero que quiero son alas. Alas que me lleven más rápido que la luz hacia dondequiera
que yo sea necesaria.
Sintiendo un leve comezón en la espalda, con dificultad la anciana esperanza llevó su mano a la
espalda y constató dos hermosas alas brillantes.
- ¡Gracias, muchas gracias!
- Y ¿cuál es la segunda cosa?
- Quiero que al comienzo del año yo sea joven de nuevo y durante el año, vaya envejeciendo
hasta llegar al estado en que estoy hoy. Y cuando llegue a este estado, que nuevamente me
convierta en una dulce niña...
Antes que pudiese pensar en otra cosa, la esperanza miró a sus manos y las vio pequeñas y
suaves como antes. Por eso, hasta los días de hoy, las personas celebran el renacimiento de la
esperanza en las fiestas de año nuevo.
Nunca deje morir la esperanza. Aunque esté vieja y todo parezca perdido, siempre es posible
renovarla, siempre es posible resucitar el corazón interior y hacerlo latir de nuevo.
Carlitos era sin duda el más inteligente en la escuela. Irónicamente, su mejor amigo era el que
tenía las notas más bajas, Orlando. Cuando terminaron el bachillerato, mientras Carlitos fue a
estudiar en una excelente universidad, Orlando tuvo que trabajar y nunca más se vieron, hasta
que veinte años después se encontraron.
- ¿Señor Carlos Mejía?
- Sí, soy yo.
- Lamento mucho informarle que no tenemos el puesto que usted busca... Sin embargo, el
gerente desea verlo.
Siguió el muchacho a una exquisita sala, donde se sentó en cómodas sillas. Después de media
hora (tomando café, comiendo galletas y leyendo el periódico del día), llegó el gerente.
- ¡Carlitos! - lo abrazó efusivamente, para sorpresa de Carlos
- Perdón... ¿Lo conozco?
- ¡Por supuesto que sí! Soy Orlando, ¿no te acuerdas? Cuando vi tu hoja de vida, el apellido...
¡no, cuánta coincidencia!
Carlos se sintió feliz. Por un lado, por encontrarse con su antiguo amigo. Por otra parte, sentía
que le iban a dar un puesto.
Durante una hora, interrumpida por llamadas de todas partes, hablaron de todo un poco. Hasta
que finalmente, Carlos entró en el asunto:
- Orlando... Sabe, la situación está difícil y, pues, no he podido conseguir un puesto para lo
que estudié. He trabajado en varias partes y me dijeron que aquí me podían ayudar, pero
parece que el cargo no está tampoco. ¿No me podrías ayudar?
- Carlos, ¡lo que quieras!
Seis meses después trabajando en la empresa, con Orlando como gerente - quien consiguió
presupuesto para crear un cargo extra en su oficina - los dos salieron a comer algo y después
de mucho conversar, Carlos le comentó:
- Sabe, Orlando, siempre pensé que yo era el más inteligente. Pero, ahora, veo que no es
verdad.
Orlando lo miró profundamente y le dijo:
- Siempre te admiré por tu inteligencia. Carlitos, si no fueras realmente tan inteligente, quizá no
sería tu amigo. Y si no fuera tu amigo, no te conseguiría un trabajo. No subestime tu
inteligencia, pero es bueno aprender que esta no es solamente el conocimiento de las cosas. -
abrazándolo de forma amistosa, concluyó - Las buenas relaciones son el fundamento de la
verdadera inteligencia.
Ser inteligente no es memorizar cosas o ser lógico. Significa moverse en la vida utilizando su
capacidad de decisión de forma adecuada, creando la vida, en vez de ser víctima de ella.
Mientras caminaba por la carretera de la vida, hace muchos años, llegué a un avisó que decía
"Supermercado Celestial".
Cuando me acerqué un poco más, las puertas se abrieron de par en par y, cuando me di
cuenta, ya estaba adentro. Vi unos ángeles allá, estaban de pie, en todas partes.
Uno me dio una canasta y dijo:
- Mi hijo, compre con cuidado.
Todo lo que un humano necesita estaba en ese supermercado y lo que no podías cargar,
podías volver para llevar después.
Primero, compré un poco de Paciencia. El Amor estaba en la misma repisa.
Más adelante, había Entendimiento, algo que necesitas en todas partes donde vayas. Me
conseguí una caja o dos de Sabiduría y una o dos bolsas de Fe.
Por supuesto que la Caridad la iba a necesitar también. Después, algo de Fortaleza y Coraje,
para ayudarme en esta carrera.
Mi canasta ya estaba quedando llena, pero recordé que necesitaba de Gracia Divina y entonces
elegí Salvación, pues era gratis.
Traté de llevar lo suficiente de eso para mí y para otras personas. Entonces, fue a pagar mi
cuenta, pues pensé que tenía todo lo que necesitaba.
Cuando me dirigí al cajero, vi Oración y Meditación y tomé ambas, porque sabía que cuando
pisara afuera, entraría en algún pecado.
Paz y Alegría eran abundantes, las últimas cosas en la repisa.
Entonces, le dije al ángel:
- ¿Cuánto debo?
Me sonrió y dijo:
- Simplemente lleva todo esto a todas partes que vayas a ir.
Entonces nuevamente pregunté:
- Sí, está bien, pero dime cuanto debo pagar.
- Mi hijo, Dios ya pagó tu cuenta hace mucho tiempo.
La conexión del ser humano con Dios es algo eterno e imperecedero. Lo importante es
entender que todo está disponible para el ser humano, en la medida que lo desee. Lo único es
hacer el esfuerzo sutil de realizar esta conexión y sentir que todas estas cualidades pasan a ser
parte del ser.
Un beduino seco y miserable, que se llamaba Harith, vivía desde siempre en el desierto. Se
desplazaba de un sitio a otro con su mujer Nafisa. Hierba seca para su camello, insectos, de
vez en cuando un puñado de dátiles, un poco de leche: una vida dura y amenazada. Harith
cazaba las ratas del desierto para apoderarse de su piel y hacía cuerdas con las fibras de las
palmeras, que intentaba vender en las caravanas.
Solo bebía el agua salobre que encontraba en los pozos enfangados.
Un día apareció un nuevo río en la arena. Harith probó aquella agua desconocida, que era
amarga y salada e incluso un poco turbia. Pero le pareció que el agua del verdadero paraíso
acababa de deslizarse por su garganta.
Llenó dos botas de piel de cabra, una para él y otra el califa Harun al-Rasid, y se puso en
camino hacia Bagdad. A su llegada, tras un penoso viaje, le contó su historia a los guardias,
según la práctica establecida, y fue admitido ante el califa. Harith se postró ante el
Comendador de los creyentes y le dijo:
- No soy más que un pobre beduino, ligado al desierto donde el destino me ha hecho nacer.
No conozco nada más que el desierto, pero lo conozco bien. Conozco todas la aguas que allí se
pueden encontrar. Por eso he decidido traértela para que la pruebes.
Harun al-Rasid se hizo traer un cubilete y probó el agua del río amargo. Toda la corte lo
observaba. Bebió un buen trago y su rostro no expresó ningún sentimiento. Se quedó
pensativo un instante y entonces con fuerza repentina pidió que el hombre fuera llevado y
encerrado, con la orden estricta de que no viese a nadie. El beduino, sorprendido y
decepcionado fue encerrado en una celda.
- Lo que nada es para nosotros lo es todo para él. Lo que para él es el agua del paraíso no es
más que una desagradable bebida para nosotros. Pero tenemos que pensar en la felicidad de
ese hombre - dijo el califa a las personas de su entorno, curiosos por su decisión
Al caer la noche hizo llamar al beduino. Dio la orden a sus guardias que lo acompañasen de
inmediato fuera de la ciudad, hasta la entrada del desierto, sin permitirle ver ni el río Tigres ni
ninguna de las fuentes de la ciudad, sin darle otra agua que la suya para beber. Cuando el
beduino se iba del palacio en la oscuridad de la noche, vio por última vez al califa. Este le dio
mil monedas de oro y le dijo:
- Te doy las gracias. Te nombro guardián del agua del paraíso. La administrarás en mi nombre.
Vigílala y protégela. Que todos los viajeros sepan que te he nombrado para tal puesto.
El beduino feliz, besó la mano del califa y regresó rápidamente a su desierto.
Es importante utilizar la sabiduría para entender el punto de vista de las demás personas. Cada
persona percibe la felicidad de forma diferente, igual que el agua que sabe distinta a la boca de
las diversas personas. Cuando no esté de acuerdo con alguien sobre algo, primer prueba de su
agua.
Un pintor de mucho talento fue enviado por el emperador a una provincia lejana, desconocida,
recién conquistada, con la misión de traer imágenes pintadas. El deseo del emperador era
conocer así aquellas provincias.
El pintor viajó mucho, visitó los recodos de los nuevos territorios, pero regresó a la capital sin
una sola imagen, sin ni siquiera un boceto.
El emperador se sorprendió, e incluso se enfadó.
Entonces el pintor pidió que le dejasen un gran lienzo de pared del palacio. Sobre aquella pared
representó todo el país que acababa de recorrer. Cuando el trabajo estuvo terminado, el
emperador fue a visitar el gran fresco. El pintor, varilla en mano, le explicó todos los rincones
del paisaje, de las montañas, de los ríos, de los bosques.
Cuando la descripción finalizó, el pintor se acercó a un estrecho sendero que salía del primer
plano del fresco y parecía perderse en el espacio. Los ayudantes tuvieron la sensación de que
el cuerpo del pintor se adentraba poco a poco en el sendero, que avanzaba poco a poco en el
paisaje, que se hacia mas pequeño. Pronto una curva del sendero lo ocultó a sus ojos. Y al
instante desapareció todo el paisaje, dejando el gran muro desnudo.
El emperador y las personas que lo rodeaban volvieron a sus aposentos en silencio.
En una historia como esa, también hay mucho que aprender. Por un lado, que se debe saber
tratar a las personas, aún aquellas que deben por obligación cumplir con lo que necesitamos o
ellas se irán. Por otro lado, la estupenda posibilidad dada a la mente humana de escapar de
cualquier situación negativa, de ir a otra parte, cuando quiera.
En una cierta playa, conviven las piedras y arenas de forma armónica, haciéndola más bonita y
atractiva a los turistas. Lo que no saben, es la historia que hay por detrás.
Hace mucho, mucho tiempo, las piedras vivían todas juntas, en una fuerte comunidad. Las
piedras ancianas abajo sostenían las más jóvenes y estas, asumían el calor intenso del sol, la
humedad de la lluvia y el frío que hacía por las noches.
A su lado, vivía la arena. Esta era como un solo organismo, fluido y flexible. Mientras las
piedras luchaban intensamente con el agua del mar, derrotándolo siempre, la arena se
armonizaba con el mar, cediendo espacio por ciertos tiempos y después, recuperándolo.
Esto generaba mucho conflicto entre las piedras y la arena, pues cada cual creía que su forma
de ser era la única buena. El conflicto prosiguió hasta un cierto día.
Este día, hubo una tormenta impresionante y el mar se volvió feroz, atacando sin piedad las
piedras, que resistían, y la arena. Esta última, la pobre, empezó a verse devorada por las olas
implacables. Las piedras se reían ante la debilidad de la arena. Hasta que...
Sin saber como, ni porque, la comunidad de piedras, empezó a sentir un temblor. Empezaron a
moverse hacia los lados y el mar, aprovechando la situación, comenzó a atrapar algunas
piedras. Desesperadas, las piedras ancianas, protegidas por las más jóvenes, se reunieron para
discutir la situación. Entonces se dieron cuenta: la arena se estaba yendo y esto hacía que las
piedras se resbalaran hacia los lados.
No había tiempo que perder. Con mucho esfuerzo, las piedras jóvenes se lanzaron hacia la
arena, ocupando lugares estratégicos, de tal modo que la comunidad se esparció por toda la
playa. El mar, al tratar de mover las piedras, no podía, pues estas se habían fijado firmemente
en la arena. Y la arena estaba protegida por las piedras a su alrededor.
Al fin de la tormenta, tanto las piedras como la arena sobrevivieron y supieron reconocer lo
bueno de estar juntos y cooperar mutuamente.
Somos diferentes. Y esta diferencia, nos hace complementarios. Nadie es independiente, sino
que todos necesitamos los unos a los otros. Por más fuerte que alguien pueda parecer, siempre
necesitará a otra persona, quizá en apariencia más débil. Cuando nos unimos todos, no hay
fuertes o débiles, sino una comunidad armónica.
Perseguida por un águila, una liebre viéndose perdida, pidió ayuda al único ser que el azar le
puso por delante: un escarabajo. Le suplicó que le salvara. El escarabajo lo prometió y al ver
acercarse el águila, pidió a ésta que perdonase a su protegida. Pero el águila, desdeñando su
insignificancia, devoró a la liebre en presencia del propio escarabajo.
A partir de entonces, consumido de afán de venganza, el escarabajo no cesó de observar los
lugares donde el águila hacía su nido y cuando ésta ponía, se elevaba en el aire y, haciéndolos
rodar, estrellaba sus huevos. De tal modo que el águila, de dondequiera arrojada, recurrió a
Zeus (porque a Zeus está consagrada), pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros
pequeñuelos.
Le autorizó Zeus a ponerlos en su propio regazo; pero el escarabajo advirtió la añagaza. Hizo
enseguida una bolita de barro, voló y, hallándose sobre el regazo de Zeus, la dejó caer encima.
Se levantó Zeus para sacudir el barro, tirando por tierra los huevos sin darse cuenta.
Parece una historia de venganza. Sin embargo, la podemos ver como la determinación de un
pequeño insecto, como el escarabajo. Aún sin tener ninguna condición física para retar el
águila, lo pudo hacer a través de utilizar sus especialidades. En la vida diaria, también no
importan tanto las debilidades como sí las fortalezas que tenemos.
Cuenta la leyenda que un hombre oyó decir que la felicidad era un tesoro. A partir de aquel
instante comenzó a buscarla. Primero se aventuró por el placer y por todo lo sensual, luego por
el poder y la riqueza, después por la fama y la gloria, y así fue recorriendo el mundo del
orgullo, del saber, de los viajes, del trabajo, del ocio y de todo cuanto estaba al alcance de su
mano.
En un recodo del camino vio un letrero que decía: "Le quedan dos meses de vida"
Aquel hombre, cansado y desgastado por los sinsabores de la vida se dijo: "Estos dos meses
los dedicaré a compartir todo lo que tengo de experiencia, de saber y de vida con las personas
que me rodean."
Y aquel buscador infatigable de la felicidad, sólo al final de sus días, encontró que en su
interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que le dedicaba a los demás, en la renuncia
que hacía de sí mismo por servir, estaba el tesoro que tanto había deseado.
La felicidad es un tesoro y viene de diversas fuentes. Podríamos decir que hay un estado de
felicidad que son meramente momentos felices, mientras otro estado es de una felicidad
constante y espiritual. Este es el estado que necesitamos alcanzar lo cuanto antes: ser felices,
aunque las situaciones externas no generen ninguna felicidad.
Más allá del humor, viene la lección: ¿ya pensaste que esta persona que siempre falla en algo
es un genio en algo más? Sí, porque todos somos genios en algo y tontos en otra cosa. El
truco de las relaciones es saber apreciar y valorar el genio que todos tenemos y de esta forma,
las fallas se van olvidando.
Cierto día, caminando cerca de una plantación de flores, Tito hizo cara de disgusto con el olor
que de ahí salía y comentó, en su inocencia de niño:
- Papá, ¿las flores no deberían oler bien?
Pensé por un momento que contestar, cuando pasó un policía. Tito ama a los policías y no se
pierde ningún programa de las series policíacas.
- A ti te gusta la ley, ¿no es cierto?
Tito hizo que sí con la cabeza e hizo gesto como si fuera un policía en una moto.
- Pues bien, este olor es debido a la ley de las flores.
- ¿Ley de las flores?
- Sí, es la ley que regula que flores pueden ser vendidas y cuales no. La primera de las leyes es
que hay que abonarlas muy bien y el abono no tiene muy buen olor. Sabes, hijo, a veces en la
vida hay cosas que no tienen buen olor, pero son el abono nuestro para crecer.
- Como los problemas que tengo con Pepe y su grupo de amigos.
- ¡Esto mismo! Hoy son problemas - hoy es el abono, que huele muy mal. En el futuro, cuando
mires hacia tras verás lo cuanto esto te ayudó.
- Y ¿qué más hay en la ley de las flores?
- ¡Muchas cosas! Pero, por ahora, solo te cito una más: a las flores se les autoriza tener
espinas, pero solo en defensa propia, nunca atacan. De la misma manera, nunca ataques a
nadie y verás que siempre te querrán.
Miremos la naturaleza y podremos aprender mucho. Cuando usted se sienta mal, simplemente
mire el jardín más cercano y entienda su situación y la solución para ella. Nunca sufra, porque
siempre hay algo que hacer para resolver las diferentes situaciones.
Cuentan que cierta vez, en un país distante, Dios encarnó en la forma de un rico rey. Conciente
de su misión en el planeta, todos los domingos Dios se dedicaba a distribuir la riqueza que
tenía a los que lo buscaban después del nacer del sol y antes de su puesta.
Dos amigos escucharon la historia y decidieron verificar su veracidad. Sin embargo, no
calcularon bien el tiempo y llegaron junto con la puesta del sol. Vieron, desilusionados, como
las personas se iban llenas de joyas y oro, mientras que ellos tendrían que volver a su pueblo
sin nada y serían objeto de las bromas de la gente de allá.
Dios, sin embargo, se percató de su situación y decidió ayudarlos. Cuando ya había concluido
todas sus tareas y estaba listo para hacer algo más, los dos hermanos ya iban muy
adelantados en su camino. Entonces, llamó a uno de sus mensajeros, el más rápido de todos,
que buscara a dos hombres en el bosque y les diera un mensaje.
El mensajero los alcanzó y les dio el mensaje de Dios:
- ¡Qué tomen cuantas piedras puedan del camino!
Realmente, era un extraño mensaje y el enviado de Dios inmediatamente regresó al palacio, sin
dar más explicaciones. Sin entender nada, los dos hombres quedaron de pie por un momento.
Uno de ellos sintió que era un mensaje de Dios y por más raro que pueda parecer, debería ser
correcto y se puso en la tarea de recoger el máximo de piedras que veía en el camino. Tras un
rato de trabajar duro, se veía con muchas piedras y algunas bien pesadas.
El otro cuestionó mucho el mensaje. Además, estaba muy oscuro y podría haber una serpiente
detrás de las piedras que con mucho esfuerzo se veían en la oscuridad. Y ¿para qué recoger
piedras? Probablemente, habría un peligro más adelantes, ladrones o bestias salvajes, y el
hombre se consideraba lo suficientemente fuerte para enfrentar cualquier problema de este
tipo. Conclusión: solo recogió unas pocas piedras y se reía del amigo que casi no podía caminar.
Llegaron ambos ya muy tarde y se fueron a dormir. Al día siguiente, cuando el sol entró por la
ventana, ambos se dieron cuenta de la realidad: las piedras eran de oro.
Arrepentido por su actitud, el que no recogió muchas piedras decidió regresar, pero solo
encontró piedras comunes y corrientes y tuvo que soportar la riqueza del amigo lleno de fe.
Un discípulo se entrenó con un gran maestro. El entrenamiento fue muy duro, tenían que
trabajar bastante bajo temperaturas muy calientes.
Cierta vez, el discípulo, aprovechando la ausencia del maestro, se puso a tomar una siesta
después del almuerzo. De repente, escucha unos pasos y ve, con ojos entreabiertos, su
maestro acercándose. El corazón empieza a latir más fuerte del miedo de lo que el maestro le
diría.
Sin embargo, el maestro nada dijo. Se acercó extremadamente callado, evitando hacer
cualquier ruido, sin embargo, por su edad, no pudo moverse tan bien y terminó tropezando
ligeramente en el discípulo.
Con honestidad, se volteó y le dijo al muchachito:
- Discúlpame.
Desde entonces, el muchacho jamás volvió a dormir en horas como aquellas, aunque el
maestro no estuviera presente.
La mejor enseñanza es el perdón. El perdón es algo sublime que no todos los seres humanos
logran desarrollar porque significa ir "contra sus principios". Pero la base del perdón es el
entendimiento y el amor. La comprensión clara del proceso de cada uno - incluso de uno
mismo - y el amor profundo que solo ve las cualidades positivas.
Un rey solía donar muchas cosas a sus súbditos durante los días de festividad. Entonces, un
grupo de sabios entró en un debate alrededor de la pregunta: ¿Cuál era su mayor donación?
Cada sabio fue a investigar y después de un día repleto de regalos hechos por el rey, se
reunieron para decidir cual era la mayor donación:
- Dinero. Lo vi dar una gran cantidad de dinero a una mujer y con esto todo se puede comprar.
Muchos estuvieron de acuerdo.
- Oro. Lo vi dar mucho oro, en diferentes formas. El oro se puede fácilmente vender, pero es
más difícil de robar que el dinero.
De nuevo, muchos estuvieron de acuerdo con la respuesta.
- Joyas. Lo vi dar muchas joyas en diferentes tamaños. Es aún más fácil de venderse que el
oro, es más valiosa por el trabajo de artesanía que implica y se puede fácilmente esconder,
mientras el oro no siempre es tan sencillo de guardarse.
Aparentemente había vencido la contienda. Sin embargo, había un sabio con una suave sonrisa
en la cara y uno de los participantes le hizo la pregunta para oír que respuesta daría. El sabio
entonces con toda calma, abrió su boca y expresó sus ideas:
- Sonrisa. Felicidad. Amor. Paz. Él dio mucho dinero, oro y joyas. También podríamos hablar de
la comida y ropas que donó. Pero ¿cuánto vale la sonrisa que surgía en la cara de las personas
cuando recibían su parte? Lo que el rey da, la mayor donación, no se puede medir o ver, pero
es tan real como el dinero, el oro y las joyas.
Nos olvidamos con demasiada frecuencia de ver lo intangible. Aunque damos algo físico,
siempre hay algo más que no se puede medir, hay una virtud o una cualidad que viene junto
con el regalo. En realidad, deberíamos enfatizar la donación de las cualidades y no tanto la
donación de los objetos materiales, pues con estas cualidades, lo material se logra con el
tiempo.
Siempre corriendo en pos de la sabiduría, el monje Shuan solía alertar a sus discípulos acerca
de la importancia del estudio de la filosofía ancestral. Uno de ellos, conocido por su fuerza de
voluntad, anotaba todas las enseñanzas de Shuan y pasaba el resto del día reflexionando sobre
los pensadores de la antigüedad.
Después de un año de estudios, el discípulo se enfermó, pero continuó asistiendo a las clases.
- Aún enfermo seguiré estudiando. Estoy en pos de la sabiduría y no hay tiempo que perder. -
le dijo al maestro
Shuan lo indagó:
- ¿Cómo sabes que la sabiduría está delante de ti y que es necesario correr siempre detrás de
ella? Tal vez esté caminando detrás de ti, queriendo alcanzarte y, de alguna manera, se lo estás
impidiendo. Relajarse y dejar que los pensamientos fluyan también es una forma de alcanzar la
sabiduría.
La sabiduría nos da una nueva perspectiva de vivir. Lo importante de este cuento es notar que
no es solo el estudio que lleva a este estado; a veces, hay que relajarse y tranquilizarse, dejar
que las cosas fluyan y simplemente aceptar la vida tal como es. La verdad, nosotros somos los
mayores obstáculos para el logro de la sabiduría.
Dicen que una vez un hombre era perseguido por varios malhechores que querían matarlo. Este
ingresó a una cueva y los malhechores empezaron a buscarlo por las cuevas anteriores a la que
él se encontraba. Con tal desesperación elevó una plegaria a Dios, de la siguiente manera:
- Dios todopoderoso, haz que dos ángeles bajen y tapen la entrada, para que no entren a
matarme.
En ese momento escuchó a los hombres acercándose a la cueva en la que estaba escondido y
vio que apareció una arañita que empezó a tejer una telaraña en la entrada.
El hombre volvió a elevar otra plegaria, esta vez más angustiado:
- Señor, te pedí ángeles, no una araña.
Y continuó:
- Señor por favor, con tu mano poderosa coloca un muro fuerte en la entrada para que los
hombres no puedan entrar a matarme.
Abrió los ojos esperando ver el muro tapando la entrada, y observó a la arañita tejiendo la
telaraña. Estaban ya los malhechores ingresando en la cueva anterior y éste quedó esperando
su muerte.
Cuando los malhechores estuvieron frente a la cueva que se encontraba el hombre, ya la
arañita había tapado toda la entrada, entonces se escuchó esta conversación:
- Vamos, entremos a esta cueva.
- No. No ves que hasta hay telarañas, nadie ha entrado en esta cueva. Sigamos buscando en
las demás.
En nuestra relación con Dios muchas veces le queremos dar órdenes. ¡Haz esto o lo otro! Sin
embargo, no siempre lo que queremos es realmente lo mejor y lo más sencillo. Sin duda, Dios
actúa de forma incógnita en el mundo, sin llamar mucho la atención, ayudando con las
herramientas que haya a la mano. Sin duda, es menos llamativo una araña que un grupo de
ángeles, ¿no es cierto?
Una noche, mientras se hallaba en oración, el hermano Bruno se vio interrumpido por el croar
de una rana. Pero, al ver que todos sus esfuerzos por ignorar aquel sonido resultaban inútiles,
se asomó a la ventana y gritó:
- ¡SILENCIO! ¡ESTOY REZANDO!
Y como el hermano Bruno era un santo, su orden fue obedecida de inmediato: todo ser
viviente acalló su voz para crear un silencio que pudiera favorecer la oración.
Pero otro sonido vino entonces a perturbar a Bruno: una voz interior que decía: "Quizás a Dios
le agrade tanto el croar de esa rana como el recitado de tus salmos." "¿Qué puede haber en el
croar de una rana que resulte agradable a los oídos de Dios?", fue la displicente respuesta de
Bruno, pero la voz siguió hablando: "¿Por qué crees que Dios inventó ese sonido?"
Bruno decidió averiguar el porqué. Se asomó de nuevo a la ventana y ordenó:
- ¡CANTA!
Y el rítmico croar de la rana volvió a llenar el aire, con el acompañamiento de todas las ranas
del lugar. Y cuando Bruno prestó atención al sonido, este dejó de crisparle, porque descubrió
que, si dejaba de resistirse a él, el croar de las ranas servía, de hecho, para enriquecer el
silencio de la noche.
Y una vez descubierto esto, el corazón de Bruno se sintió en armonía con el universo y por
primera vez en su vida comprendió lo que significa orar.
Esta bella historia habla sobre las diferencias y la relación de la humanidad con Dios. Las
diferencias nos hacen sentir que algo de malo sucede, que hay desarmonía, normalmente que
viene del otro, el "diferente". Nos olvidamos, sin embargo, que en nuestra relación de hijos de
Dios, somos iguales. Al desarrollar esa igualdad, podemos finalmente entender las diferencias
que existen y experimentar el enriquecimiento que van trayendo a ambos lados. Con el pasar
del tiempo, nos vamos volviendo menos diferentes hasta que nos sentimos iguales - a pesar de
que las diferencias en lo físico probablemente continúen, el espíritu llegó al estado de igualdad.
Una nueva forma de ver la famosa fábula. En realidad, la competencia no es mala. Nos ayuda a
crecer y nos ayuda a ver las cosas de forma distinta todos los días. En realidad, aquellos que
nos retan son nuestros mejores amigos, pues nos hacen dar lo mejor de nosotros. Es
importante ver a estas personas dentro de este punto de vista de la amistad y aprender de
ellas todo lo que tan generosamente nos quieren enseñar.
Cuentan que había una caravana en el desierto. Al caer la noche, la caravana se detiene. El
muchachito encargado de los camellos se acerca al guía de la caravana y le dice:
- Tenemos un problema. Hay 20 camellos y 19 cuerdas, así que ¿cómo hacemos?
- Bueno, los camellos son bastante bobos. En realidad, no son muy lúcidos. Así que andá al
lado del camello que falta y hacé como que lo atás. Él se va a creer que lo estás atando y se va
a quedar quieto.
Un poco desconfiando el chico va y hace como que lo ata y el camello en efecto se queda ahí,
paradito, como si estuviera atado. A la mañana siguiente, cuando se levantan, el cuidador
cuenta los camellos y están los veinte. Los mercaderes cargan todo y la caravana retoma el
camino. Todos los camellos avanzan en fila hacia la ciudad, todos menos uno que queda ahí.
- Jefe, hay un camello que no sigue a la caravana.
- ¿Es el que no ataste ayer porque no tenías soga?
- Sí, ¿cómo sabe?
- No importa, andá y hacé como que lo desatás, porque sino va a seguir creyendo que está
atado.
La pregunta que nos podemos hacer es: ¿cuántas sogas invisibles no han sido atadas en
nosotros a lo largo de nuestras vidas? Es muy probable que después de leer este cuento, nos
recojamos un poco y reflexionemos sobre este hecho, tratando de ver como entonces podemos
desatarnos de estas sogas invisibles o que hace mucho nos abandonaron. Debemos entender
que ya podemos seguir el camino, que no hay obstáculos sino en nuestra mente.
En una junta de padres de familia de cierta escuela, la directora resaltaba el apoyo que los
padres deben darle a los hijos. También pedía que se hicieran presentes el máximo de tiempo
posible. Ella entendía que, aunque la mayoría de los padres de la comunidad fueran
trabajadores, deberían encontrar un poco de tiempo para dedicar y entender a los niños.
Sin embargo, la directora se sorprendió cuando uno de los padres se levantó y explicó, en
forma humilde, que él no tenía
tiempo de hablar con su hijo durante la semana. Cuando salía para trabajar era muy temprano
y su hijo todavía estaba durmiendo. Cuando regresaba del trabajo era muy tarde y el niño ya
no estaba
despierto.
Explicó, además, que tenía que trabajar de esa forma para proveer el sustento de la familia.
Dijo también que el no tener tiempo para su hijo lo angustiaba mucho e intentaba redimirse
yendo a besarlo todas las noches cuando llegaba a su casa y, para que su hijo supiera de su
presencia, él hacía un nudo en la punta de la sábana.
Eso sucedía religiosamente todas las noches cuando iba a besarlo. Cuando el hijo despertaba y
veía el nudo, sabía, a través de él, que su papá había estado allí y lo había besado. El nudo era
el medio de comunicación entre ellos.
La directora se emocionó con aquella singular historia y se sorprendió aún más cuando
constató que el hijo de ese padre era uno de los mejores alumnos de la escuela.
No es necesario obligatoriamente estar presentes para probar el amor que tenemos a otras
personas. Lo que sí tenemos que hacer es dejar que el alma esté completamente presente
cuando estamos con alguien más. Por lo menos, los pocos segundos que nos dediquemos a
otra persona que esta sea una entrega total, llena de amor y paz, con toda el alma y su poder
dándose al otro.
El miedo es en verdad nuestro mayor obstáculo. Este se debe a malas experiencias que se van
acumulando, creando fronteras invisibles en nuestros movimientos. Y la única solución es esa:
enfrentar el miedo. Con sabiduría, saber reconocer lo que le causa temor y hacerlo. En algún
momento se obtendrá éxito donde un día hubo fracaso. En algún momento nuevas
experiencias surgirán, revelando todo el potencial del ser. Y si quiere aumentar el temor, es
muy fácil: evite las situaciones que le causan miedo y éste sobrevivirá para siempre.
Un hombre en busca de la sabiduría decidió irse a las montañas, pues le habían dicho que a
cada dos años Dios se aparecía allí. Durante el primer año, comió todo lo que la tierra le
ofrecía. Al final, la comida se acabó, y tuvo que regresar a la ciudad.
- ¡Dios es injusto! - exclamó - No vio que estuve aquí durante todo este tiempo, esperando oír
su voz. Ahora tengo hambre, y vuelvo sin oírlo.
En ese momento, se apareció un ángel.
- A Dios le gustaría mucho conversar contigo. - dijo el ángel - Durante un año te dio alimento.
Esperando que tú te encargases de tu alimentación al año siguiente. Sin embargo, ¿qué
plantaste? Si un hombre no es capaz de conseguir comida en el lugar donde vive, no está
preparado para conversar con Dios.
Muchos fuimos educados pensando que Dios debería proveer todo lo que necesitamos. Sin
embargo, Dios es la fuente de poder espiritual. Con esa idea, podríamos decir que realmente lo
que Dios da es el alimento espiritual, el conocimiento espiritual, el amor espiritual, etc. A nivel
físico, somos nosotros que debemos desarrollar poder suficiente - desde luego, a partir de los
poderes espirituales que de Dios vengan - para obtener lo necesario. En vez de culpar a Dios
por la escasez de algo, lo mejor es tomar de Él lo que da, la energía espiritual que da vida al
ser.
Una noche, a las 11:30 p.m., una señora afro-norteamericana estaba parada a la orilla de una
autopista de Alabama, tratando de sobrevivir a una terrible tormenta. Su carro se había
averiado y ella desesperadamente necesitaba que alguien la recogiera. Totalmente mojada,
decidió hacer seña al siguiente carro que le pasó. Un hombre joven blanco paró para ayudarla,
algo generalmente difícil de suceder en los conflictivos años 60.
El hombre la llevó a un lugar seguro, cooperó para que consiguiera ayuda y la puso en un taxi.
Ella parecía estar con mucha prisa, pero aún así anotó la dirección del joven y le agradeció.
Siete días pasaron y alguien golpeó la puerta de ese hombre.
Para su sorpresa, una televisión gigante en color fue entregada en su hogar. Había un mensaje
junto a la televisión. Decía:
―Muchas gracias por ayudarme en la carretera la otra noche. La lluvia no solo mojó mis ropas,
sino también mi ánimo. Entonces, apareciste. Por causa de ti, pude llegar al lado de mi marido
justo antes que falleciera. Dios te bendiga por ayudarme y por servir a los demás de forma
altruista. Sinceramente, Sra. Nat ―King‖ Cole.‖
(Nota importante: este cuento es ficticio, aunque se piensa que sí esto haya sucedido, no se
tiene claro si fue con la esposa del famoso Nat King Cole, o con otro personaje. Lo importante
es la esencia de la historia, más que los detalles históricos)
Cuando actuamos según nuestro corazón, con solidaridad y amor al prójimo, entonces es fácil
que surjan resultados. Debemos aprender a romper los miedos que vienen a la hora de
extender la mano al otro. Y para esto, necesitamos antes reconocer los tesoros que nosotros
mismos poseemos. Son esos tesoros que seremos capaces de entregar al otro. Y los tesoros
humanos, mientras más son entregados, más serán abundantes.
En los días cuando un helado ―sundae‖ costaba mucho menos, un niño de diez años entró a la
cafetería de un hotel y se sentó en la mesa. Una mesera le puso un vaso de agua a su frente y
este le preguntó:
- ¿Cuánto vale un ―sundae‖?
- Cincuenta centavos.
El niño metió la mano en su bolsillo y verificó las monedas que había allí.
- Bueno, y ¿cuánto vale un helado común?
En este punto, más personas estaban pidiendo por la mesera y estaba empezaba a quedarse
impaciente.
- ¡Treinta y cinco centavos!
El niño nuevamente contó sus monedas y pidió un helado corriente.
La mesera le trajo el helado, colocó la cuenta sobre la mesa y se fue. El muchacho terminó su
helado, pagó el cajero y partió. Cuando la mesera regresó a la mesa, empezó a llorar, mientras
la limpiaba. Allá estaban al lado del platito donde el niño había comido helado, de forma
ordenada, quince centavos.
Él no pudo comer el ―sundae‖ para poder darle a la mesera una propina.
¿No es bonito ser capaz de sacrificar algo pequeño para hacer a otra persona más feliz? Como
familia humana, esta es la esencia de nuestro viaje en el planeta - ayudar y ser ayudado. No en
el sentido de mirar al otro y sentir pesar por su situación y solo entonces ir a ayudar. No, la
idea es cooperar siempre, no importa en que situación estemos. Después de todo, el sacrificio
cuando se hace con esta conciencia, es tan dulce y refrescante como un buen helado.
En tiempos antiguos, un rey colocó una enorme roca en una carretera. Entonces, se escondió a
ver si alguien la removería.
Algunos de los más ricos mercaderes del reino y cortesanos del rey pasaron y simplemente la
desviaron. Muchos culparon el rey, gritando ofensas, por no cuidar las carreteras, pero nadie
hizo nada para quitar la roca de ahí.
Entonces, un plebeyo pasó con una bolsa llena de verduras. Al acercarse de la roca, el hombre
bajó la bolsa y trató de moverla a un lado de la orilla. Tras empujar mucho, finalmente tuvo
éxito.
Después que el plebeyo alzó su bolsa de verduras, notó una cartera en la carretera, justo
donde estaba la roca. La cartera tenía monedas de oro y una nota del rey, indicando que el oro
era para la persona que removiera la roca de la carretera.
Es común que busquemos otros que cuiden de ciertas actividades. Pero, observe que hay
mucho que usted mismo puede hacer. De esta forma, no está asumiendo una carga, sino una
bonita responsabilidad, especialmente cuando su acto dé beneficio a otras personas. Es hora,
entonces, de mirar alrededor suyo y ver que roca hay en la carretera de su vida.
Hace muchos años, cuando trabajé como un voluntario en un hospital, conocí a una niñita
llamada Liz, quien sufría de una enfermedad seria y rara. Su única oportunidad de recuperación
era recibir una transfusión de sangre de su hermano de tan solo cinco años, quien
milagrosamente había sobrevivido a la misma enfermedad y desarrolló los anticuerpos
necesarios para combatirla.
El médico explicó la situación a su hermanito y preguntó si él quería dar su sangre para su
hermana.
Lo vi vacilar por un momento, antes de tomar aliento y decir:
- Sí, lo haré si esto la salve.
Mientras hacían la transfusión, se acostó en la cama al lado de la de su hermana y sonrió,
como todos lo hicimos, al ver el color volviendo a las mejillas de su hermanita. Entonces, la
cara de él palideció y su sonrisa desapareció.
Miró el médico y le preguntó con una voz casi en llanto:
- ¿Voy a empezar a morir ahora?
Por ser tan nuevito, el niñito había comprendido mal el médico y pensó que iba a tener que dar
a su hermana toda su sangre, para poder salvarla.
¿No es bonito el nivel de sacrificio que puede un ser humano? Somos solidarios por naturaleza,
nos gusta ayudar y podemos ir mucho más allá de nuestras capacidades para ello. Entonces,
¿cuál es la raíz del egoísmo? El egoísmo surge cuando se siente que no se tiene "sangre" para
donar. Así que para solucionarlo, lo más fácil es darse cuenta de los inmensos tesoros que
todos poseímos y aplicar la naturaleza - donar.
Un día un hombre sabio y piadoso clamó al cielo por una respuesta. El hombre encabezaba un
grupo de misioneros que oraban por la paz del mundo.
- ¿Cuál es la clave Señor para que el mundo viva en armonía?
Entonces un día los cielos se abrieron y le dijo Dios:
- Comodidad.
Todos los misioneros se miraban entre sí, sorprendidos, y a la vez extrañados de escuchar esa
alabara en la propia voz de Dios. El hombre sabio y piadoso preguntó de nuevo:
- ¿Comodidad, Señor?
Y Él le respondió:
- La clave para un mundo pleno es: "Como di - dad".
En la comodidad de nuestras sillas, leemos este pequeño cuento. La donación es la única forma
de cambiar el mundo. En vez de tomar, necesitamos aprender el dulce y maravilloso secreto de
donar y donar, sin parar. Así que necesitamos permitir que nuestras palabras se unan a
nuestras acciones y convertir todo en algo práctico.
En el taller mas extraño y sublime conocido... se reunieron los grandes arquitectos.. los
afamados carpinteros y los mejores obreros celestiales que debían fabricar al padre perfecto.
- Debe ser fuerte. - comentó uno
- También debe ser dulce. - comentó otro experto
- Debe tener firmeza y mansedumbre, tiene que saber dar buenos consejos y tener momentos
tiernos en un solo cuerpo.
- Es fácil. - contestó el ingeniero - Solo tenemos que crear un hombre con la fuerza del hierro y
que tenga corazón de caramelo.
Todos rieron ante la ocurrencia, cuando se escuchó una voz. Era el Maestro, dueño del taller
del cielo.
- Veo que al fin comienzan. - comentó sonriendo - No es fácil la tarea, es cierto, pero no es
imposible si ponen interés y amor en ello.
Y tomando en sus manos un puñado de tierra comenzó a darle forma.
- ¿Tierra? - preguntó sorprendido uno de los arquitectos - Pensé que lo fabricaríamos de
mármol, o marfil, o piedras preciosas.
- Este material es necesario para que sea humilde. - contestó el Maestro
Y extendiendo sus manos sacó de las estrellas oro y lo añadió a la masa:
- Esto es para que en las pruebas brille y se mantenga firme.
Agregó a todo aquello: amor, sabiduría, le dio forma, le sopló de su aliento y cobró vida, pero
faltaba algo pues en su pecho quedaba un hueco.
- ¿Y que pondrás ahí? - preguntó uno de los obreros
Y abriendo su propio pecho y ante los ojos asombrados de aquellos arquitectos sacó su
corazón, le arrancó un pedazo y lo puso en el centro de aquel hueco.
Dos lágrimas salieron de sus ojos mientras volvía a su lugar su corazón.
- ¿Por qué hiciste tal cosa? - le interrogó un ángel obrero y le contestó el Maestro:
- Esto hará que me busque en momentos de angustia, que sea justo y recto, que perdone y
corrija con paciencia.
Ser padre es una mezcla de tantas cosas. Muchos hablan de las madres y su importancia, pero
aquellos que no tuvieron un padre saben que este también es importante. Si usted es padre o
conoce algún padre, es hora de verificar a ver si lo que se dice en este cuento es verdadero.
Verá que sí.
Estaba Dios sentado en su trono y decidió bajar a la tierra en forma de mendigo sucio y
harapiento. Llegó entonces el Señor a la casa de un zapatero y tuvieron esta conversación:
- Mira que soy tan pobre que no tengo siquiera otras sandalias; y como ves están rotas e
inservibles. ¿Podrías tú reparármelas por favor?
Sin saber que era Dios, viendo su estado, el zapatero le contestó:
- ¿Qué acaso no ves mi pobreza? Estoy lleno de deudas y estoy en una situación muy pobre; y
así quieres que te repare sin costo tus sandalias?
Dios le dijo entonces:
- Te puedo dar lo que quieras si me las arreglas.
El zapatero con mucha desconfianza dijo:
- ¿Me puedes dar tu el millón de dólares que necesito para ser feliz?
Dios le dijo:
- Te puedo dar 100 millones de dólares. Pero a cambio me debes dar tus piernas...
- ¿Y de que me sirven los 100 millones si no tengo piernas?
- Te puedo dar 500 millones de dólares, si me das tus brazos.
- ¿Y que puedo yo hacer con 500 millones si no podría siquiera comer yo solo?
- Te puedo dar 1000 millones si me das tus ojos.
- Y dime, ¿qué puedo hacer yo con tanto dinero si no podría ver el mundo, ni poder ver a mis
hijos y a mi esposa para compartir con ellos?
Dios sonrió y le dijo:
- Ay hijo mío, ¿cómo dices que eres pobre? Te he ofrecido ya 1600 millones de dólares y no
los has cambiado por las partes sanas de tu cuerpo. ¡Eres tan rico y no te has dado cuenta!
Hay dos aspectos fundamentales que mueve la riqueza: el deseo y la necesidad. Cuando hay
deseo, siempre se quiere más y más, sin darse cuenta del precio que siempre pagamos.
Aunque no perdamos nuestras piernas, el deseo nos hace utilizarla mal y con el tiempo dejan
de funcionar - lo mismo con el resto del cuerpo. Cuando nos centramos en nuestras
necesidades, descubrimos que en esencia somos ricos. La riqueza material entonces se vuelve
un juego para desarrollar todo el potencial que existe dentro del propio ser, y no para
satisfacer los deseos insaciables.
Iba a una cita de trabajo y, como de costumbre, planeaba en mi mente qué Pensaba decir.
Llegué a un cruce muy atestado en el que el semáforo acababa de ponerse en rojo. Pensé:
"Muy bien, si les saco ventaja a los demás podré pasar el próximo semáforo."
Mi mente y mi auto estaban en piloto automático, listos para arrancar, cuando de repente mi
trance fue interrumpido por una visión inolvidable. Una pareja joven, los dos ciegos y tomados
de la mano, caminaba en esta bulliciosa intersección entre autos que pasaban zumbando en
todas direcciones.
El hombre llevaba de la mano a un niño pequeño, mientras que la mujer cargaba contra su
pecho a un bebé en su mochila. Los dos sostenían un bastón blanco extendido, buscando
pistas que los orientaran en la esquina.
En un primer momento, me emocioné. Estaban superando lo que era para mí una de las
deficiencias más temidas: la ceguera. "¡Qué terrible es ser ciego!", pensé. Mi pensamiento se
vio rápidamente interrumpido por el horror cuando vi que la pareja no caminaba por la línea
peatonal, sino que iba en diagonal, directamente hacia el centro mismo del cruce.
Sin darse cuenta del peligro que corrían, caminaban justo por la mano de los autos que venían.
sentí miedo por ellos porque no sabía si los demás conductores se daban cuenta de lo que
pasaba.
Mientras miraba desde la primera hilera de autos (tenía la mejor ubicación), vi cómo se
desarrolló un milagro ante mis ojos. Todos los autos, desde todas las direcciones, frenaron al
unísono. No oí chirriar de frenos ni el sonido de una bocina. Tampoco nadie gritó: "¡salgan del
paso!" todo se congeló. En ese momento, el tiempo pareció detenerse para esa familia.
Asombrado, miré los autos que había a mí alrededor para cerciorarme de que todos veíamos lo
mismo. Noté que la atención de todos se dirigía a la pareja. De pronto, el conductor a mi
derecha reaccionó. Asomó su cabeza por la ventanilla y gritó:
- ¡A la derecha, a la derecha!
Otros le siguieron al unísono:
- ¡A la derecha!
Sin alterarse ni por un instante, la pareja ajustó su rumbo de acuerdo a las instrucciones.
Confiando en sus bastones blancos y los gritos de algunos ciudadanos preocupados, giraron
hacia el otro lado de la calle. Cuando por fin llegaron al cordón, algo me sorprendió, seguían
del brazo.
Me impresionaron las expresiones sin emoción de sus caras y consideré que no tenían idea de
lo que pasaba a su alrededor. Por otro lado, enseguida sentí los suspiros de alivio exhalados
por todos los que estábamos detenidos por el semáforo.
Todos los seres humanos habíamos salido por un momento de nosotros mismos para ayudar a
otros cuatro que lo necesitaban.
El ser humano es un ser solidario por naturaleza. El egoísmo que a veces manifestamos es en
verdad una tergiversación de nuestra naturaleza porque olvidamos que siempre tenemos algo
que dar. Siempre estamos en ventaja con relación a otro ser humano, como si fuera una
Una mujer ya no podía aguantar más su suegra. Vivían juntos - ella, su marido, dos hijos y la
suegra - en una pequeña casa y la señora no la dejaba en paz. Todos los días pasaban horas
discutiendo.
Un día, ella escuchó que en el pueblo había un médico chino que resolvía todas las situaciones,
por más difíciles que fueron. Desesperada, ella fue a una cita.
Tras contar todas las horribles cosas que su suegra le hacía, el médico la miró por un momento
y le preguntó la edad de la suegra:
- ¡70 años!
- ¡70 años! Ya era hora que se fuera, ¿no es cierto?
La mujer oyó lo que el médico le dijo sin disfrazar su placer.
- Hagamos una cosa. Creo que su única solución es la muerte de su suegra. Ella ya completó
su ciclo de vida y en China decimos que si alguien se pasa en su ciclo de vida, se vuelve un
inútil. Por lo tanto, le daré esto. - y sacó de una vitrina un paquetico con un polvo verde -
Debes echar una pizca de esto todos los días a la comida de su suegra, durante tres meses. Al
cabo de tres meses, ella morirá. ¿Entiendes?
La mujer señaló positivamente con la cabeza y ya se iba cuando el médico la hizo regresar a la
mesa.
- Tengo una advertencia. Esto es muy peligroso, así que debes a partir de ahora tratar a su
suegra de la mejor forma posible, de lo contrario, van a sospechar. Le debe siempre acceder y
mostrarse feliz con su presencia. El esfuerzo es necesario para que nuestro plan resulte.
Durante tres meses, la mujer puso el veneno en la comida de su suegra, a la vez que empezó a
crear una relación completamente distinta. Pero, tan distinta fue que, admirada consigo misma,
empezó a querer a la anciana mujer. Por las noches, se sentaba con ella a oír sus historias y
empezó a hablar bien de ella para sus vecinas. La suegra, en contrapartida, también empezó a
admirar su nuera en todos los sentidos y le decía a todos que era la mujer ideal para su hijo y
sus nietos.
Cuando se acercaba el último día, la mujer se desesperó nuevamente y fue hacia el médico
chino.
- ¿Ya funcionó? ¿Su suegra ya murió?
- No, no es eso. Lo que pasa es que... ya no quiero que se vaya. Me he vuelto su amiga.
¿Cómo hago para deshacer el efecto del veneno.
El médico sonrió enormemente y le dijo:
- Viniste con un problema y te di la solución. Ahora, ya no peleas más con tu suegra, así que
todo se resolvió. El polvo que te di es un orégano que no huele a nada, nunca fue veneno.
Como ves, la mejor forma de solucionar un conflicto es tratar al otro bien.
Podemos llegar a extremos en nuestras relaciones, tanto en amor como en odio. Sin embargo,
ningún extremo es bueno. El amor se vuelve un apego obsesivo que ahoga al otro ser y
convierte el que ama en un dependiente, casi lisiado emocionalmente. Ya el odio puede
volverse un verdadero veneno. Es fundamental esforzarse para tener buenas relaciones con los
demás. El esfuerzo termina dando resultados mucho más positivos y un amigo al lado siempre
es algo que no se puede perder.
Cuentan que un viejo hombre un día tuvo la certeza que sería uno de los hombres más ricos
del mundo. Acababa de encontrar una de las vetas de oro más ricas y con una costosa
maquinaria, empezó a taladrar y taladrar, pero la veta de oro había desaparecido. Al final, con
el corazón destrozado, renunció y le vendió todo su equipo a un chatarrero.
Ese chatarrero entonces decidió arriesgarse y consultó a un ingeniero de minas.
Este indicó que la veta de oro todavía seguía allí, a solo un metro del sitio en donde el viejo
hombre había parado de excavar.
Siempre que nos proponemos a algo, hay magia en eso. Con perseverancia y paciencia, nuestra
meta se cumplirá. Sin embargo, obstáculos van a venir y pueden hacer que la meta parezca
imposible. Es en estos momentos que tiene que actuar otro componente clave: la fe. No
podemos perder la fe en lo que nos proponemos. Tenemos que mantener la confianza de que
esto se va a dar, en un momento u otro.
La vida tiene innumerables facetas y la más interesante es la de las relaciones. Tenemos que
hacer el esfuerzo para recordarnos detalles que, de lo contrario, nos parecen insignificantes y
terminamos olvidando algo que para el otro es importante. Quizá sea la hora de desarrollar el
estado de desapego y amor. Este estado implica amar al otro plenamente, pero cuidándose
para no sentir el apego. Con este estado, fácilmente cualquier acto personal, aún muy
pequeño, parecerá algo inmensamente bonito.
Llegó una vez un profeta a una ciudad y comenzó a gritar, en su plaza mayor, que era
necesario un cambio de la marcha del país. El profeta gritaba y gritaba y una multitud
considerable acudió a escuchar sus voces, aunque más por curiosidad que por interés.
Y el profeta ponía toda su alma en sus voces, exigiendo el cambio de las costumbres. Pero,
según pasaban los días, eran menos cada vez los curiosos que rodeaban al profeta y ni una
sola persona parecía dispuesta a cambiar de vida. Pero el profeta no se desalentaba y seguía
gritando.
Hasta que un día ya nadie se detuvo a escuchar sus voces. Mas el profeta seguía gritando en
la soledad de la gran plaza. Y pasaban los días. Y el profeta seguía gritando. Y nadie le
escuchaba.
Al fin, alguien se acercó y le preguntó:
- ¿Por qué sigues gritando? ¿No ves que nadie está dispuesto a cambiar?
- Sigo gritando - dijo el profeta - porque se me callara, ellos me habrían cambiado a mí.
Cuando alguien nota la necesidad de un cambio importante, le gusta indicar al otro esto. No es
malo; sin embargo, lo más importante es que el cambio requerido ocurra primer en el propio
ser. Entonces, ocurre que el cambio que se realiza en uno es el opuesto de lo que queremos -
nos volvemos lo que queríamos cambiar en el otro. Otra equivocación. Más vale realizar el
cambio interior y dejar que, aunque lentamente, los demás experimenten este cambio como
consecuencia.
¿Cuál es la "cicatriz" que usted guarda? Normalmente, guardamos con rencor y hasta odio la
que nos hizo sufrir y llorar y nos olvidamos los tantos momentos en que otros nos ayudaron,
más allá de sus capacidades. Es hora de recordar lo bueno, algo que realmente no podríamos
llamar "cicatriz", sino AMOR.
En una tierra en guerra había un rey que causaba espanto: a sus prisioneros, no los mataba
inmediatamente. Los llevaba a una sala donde había un grupo de arqueros de un lado y una
puerta inmensa de hierro del otro, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras
cubiertas de sangre.
En esta sala les hacía formar un círculo y les decía:
- Ustedes pueden elegir entre morir a flechazos por mis arqueros o pasar por aquella puerta.
¡Detrás de esa puerta YO LOS ESTARÉ ESPERANDO!
Todos elegían ser muertos por los arqueros. Al terminar la guerra un soldado que por mucho
tiempo había servido al rey, se dirigió al soberano:
- Señor ¿puedo hacerle una pregunta?
- Dime soldado.
- Señor: ¿que había detrás de la puerta?
El rey contestó:
- ¡Ve y mira tú mismo!
El soldado abrió temerosamente la puerta y, a medida que lo hacía, rayos de sol entraron y la
luz invadió el ambiente y finalmente, sorprendido, descubrió que... la puerta se abría sobre un
camino que conducía a la ¡LIBERTAD!
El soldado embelesado miró a su rey, quién le dijo:
- Yo les daba la oportunidad de hacer una ELECCIÓN, pero por temor preferían morir a
arriesgarse a abrir esa puerta.
Hay muchas puertas que se abren en nuestro camino. En realidad, en situaciones de crisis y
caos, muchísimas puertas se abrirán, pero estaremos tan ciegos por el miedo o la
desesperación que no las veremos. Entonces, es hora de despertar la conciencia espiritual y
entender que una puerta abierta significa cambio y el cambio siempre es algo positivo. Es solo
esta conciencia que nos permitirá ver las puertas que no hemos visto hasta el momento.
Cuando Krushev pronunció su famosa denuncia de la Era Estalinista, cuentan que uno de los
presentes en el Comité Central dijo:
- ¿Dónde estaba usted, Camarada Krushev, cuando fueron asesinadas todas esas personas
inocentes?
Krushev se detuvo, miró en torno por toda la sala y dijo:
- Agradecería que quien ha dicho eso tuviera la bondad de ponerse en pie.
La tensión se podía mascar en la sala, pero nadie se levantó.
Entonces, dijo Krushev:
- Muy bien, ya tiene la respuesta, sea quien sea. Me encontraba en el mismo lugar en que
usted está ahora.
Las circunstancias en la vida nos ponen en situación difícil. Es importante en esos momentos
tener en cuenta los principios y valores que tenemos, porque de lo contrario, tendremos que
prestar cuentas en un futuro sobre nuestra actitud en el momento. El miedo que a veces viene
en estos momentos debe ser superado utilizando el poder de enfrentar, es decir, haciendo que
el ser encuentre un método para resolver la situación, sin poner en riesgo su propia ética.
Existía cierta vez un hombre quien guardaba muchos resentimientos contra muchas personas y
pasaba su vida discutiendo con los demás. Era tremendamente infeliz.
Cierta vez se encontró con un sacerdote muy sabio quien le pidió que fuera a la montaña, la
atravesara y que cada vez que tropezara con una piedra, un tronco o cualquier otro obstáculo
lo echara dentro de un saco que el sacerdote le dio.
Al atardecer el hombre volvió triste, porque no pudo finalizar, ya que es muy normal tropezar
en la montaña y era imposible terminar el viaje de esa forma.
- Y aunque al principio pude seguir, llegó un momento en que era demasiado pesado e
incómodo. - comentó
El sacerdote le dijo entonces :
- Pues eso es lo que pasa con tu vida. Si cada vez que tienes un problema o una diferencia con
alguien echas esa carga sobre tu alma, tu camino se hará cada vez mas pesado y no podrás
seguir. Lo que debes hacer es tomar este saco y siempre llévalo contigo y cada vez que tengas
un problema con alguien, echa esa situación en él. Cuando sientas que está muy pesado,
entonces te darás cuenta de lo que haces y que debes más bien buscar armonizar la situación.
En las relaciones diarias, pensamos que podemos solucionar todo lo que surge adelante. A
veces, lo solucionamos hasta llegar a la armonía. Otras veces, rechazamos a la persona que nos
causó problemas. Pero, lo correcto es entender lo que nos pasa y buscar una solución que para
ambos sea satisfactoria. No podemos echarnos toda la carga de los problemas que van
surgiendo. En verdad, la vida existe para que nos deshagamos de todo lo que es malo y solo
quedemos con las virtudes y cualidades positivas.
El dueño de un pequeño negocio, amigo del gran poeta Olavo Bilac, cierto día lo encontró en la
calle y le dijo:
- Sr. Bilac, necesito vender mi negocio, que ud. tan bien conoce. ¿Podría redactar el aviso para
el diario?
Olavo Bilac tomó lápiz y papel y escribió:
"Se vende encantadora propiedad, donde cantan los pájaros al amanecer en las extensas
arboledas, rodeado por las cristalinas aguas de un lindo riachuelo. La casa, bañada por el sol
naciente, ofrece la sombra tranquila de las tardes en la baranda."
Algunos meses después, el poeta se encontró con el comerciante y le preguntó si ya había
vendido el lugar.
- No pensé más en eso. - dijo el hombre - Después que leí el aviso, me di cuenta de la
maravilla que tenía.
Muchas veces necesitamos que otros nos digan lo que realmente tenemos. Es hora que
miremos alrededor y apreciemos todo lo que poseímos, la maravilla que existe al alcance de la
mano. De lo contrario, esto se dará solo cuando lo perdemos. Y, ¿por qué pasa eso? La razón
es que vivimos una vida de deseos: tenemos algo pero continuamos mirando afuera, buscando
encontrar algo externamente que nos llene. En verdad, solo lo que tenemos nos puede llenar y,
en la medida que estamos satisfechos, vamos logrando más y más. Alcanzar metas y objetivos,
tener visiones y sueños, todo esto tiene que estar basado en estar satisfecho con lo que se
tiene en primer lugar.
Cierto día caminaba con un señor que es agricultor y caminaba por su hacienda viendo todos
los árboles frutales. Vi uno en especial que estaba viejo y se veía algo mal: sus raíces estaban
por fuera en algunas partes y la tierra donde estaba sembrado era mas fangosa que en otros
lugares.
Le pregunté entonces el motivo por el cual no cortaba ese árbol si se veía tan mal. Me dijo que
nunca lo haría, porque era el árbol que daba cosecha más abundante y más continua, porque
todo ese terreno lo había hecho lo que era hoy.
El árbol no juzgaba por sus raíces, sino por sus frutos.
Hay varias formas de mirar este pequeño cuento. Una de los puntos de vista es recordar los
"viejos árboles" de la humanidad, algunos de ellos quizá en contacto con nosotros mismos.
Personas que dieron su vida para algo en especial, pero que no fácilmente reconocemos eso.
Nos olvidamos y nos basamos solo en la belleza estética. La verdadera belleza existe en lo que
cada ser humano ha realizado para beneficio de los demás. Recuerde eso constantemente.
Lo importante es que quien esté al frente del timón o de los controles no pierda la serenidad ni
el buen temple en los momentos de mayor tensión. Las tormentas vendrán, pero usted, que es
líder, debe simplemente dedicarse a estar sereno. La serenidad del líder lentamente va a calmar
los temores de las demás personas hasta el punto que estén tranquilas y esa tranquilidad
pueda dar nuevo rumbo a la nave de la vida donde todos estamos.
Luego de varios meses de padecer una grave y penosa enfermedad, un granjero supo que la
muerte no tardaría en llegar.
Entonces llamó a sus dos hijos y les dijo:
- Muchachos sé que moriré dentro de poco, y quiero contarles un importante secreto.
- ¿Qué es papá? - preguntaron los hijos casi en coro, llenos de tristeza, pero también de
curiosidad
- En los viñedos que rodean esta casa hay escondido un tesoro. Si no se separan de la tierra y
saben buscar en ella, lo encontrarán.
Una vez muerto el granjero, los muchachos se dedicaron a remover los sembrados armados de
palas, azadones y rastrillos, en busca del tesoro. No encontraron nada, pero el trabajo que
hicieron al remover la tierra hizo que las viñas dieran una cosecha de uvas como jamás se
había visto.
(de Esopo)
El tesoro del que les hablaba su padre no era un cofre con riquezas oculto en la tierra , era la
tierra misma, trabajada con dedicación. Una de las mejores formas de conocer el valor de algo
es obtenerlo por medio del trabajo. Si las cosas que necesitamos para vivir nos llegan sin
esfuerzo nunca sabremos realmente cuanto cuestan y podríamos llegar a pensar que todo en la
vida es cuestión de suerte. La suerte realmente no existe - todo es fruto de revolver la tierra.
Así que en vez de decir que no hay riqueza, es mejor revolver lo que hay alrededor y se
encontrará la mayor de las riquezas.
Todos estaban en clima de fiesta. Se acercaba la Navidad y el Año Nuevo y el clima de regalos
se hacía sentir en todas partes.
En todas, menos tal vez en la casa de Ángela. Con ojitos tristes, ella miraba como su mamá
trabajaba y trabajaba. Hacía dulces, los más ricos de todos, pero todo iba para otra parte y
Ángela ni siquiera podía comer uno. Una vez, ella tomó uno y lo comió y el cliente de mamá no
le quiso pagar. Su mamá tuvo que rogar y rogar hasta que el cliente pagó mucho menos de lo
acordado.
Llevaban una vida sin ningún brillo. Ella no sabía de su papá - unos decían que se había
fugado, otros que estaba secuestrado, otros que se había ido a otro país para conseguir
trabajo y pronto volvería. Su casita era la más fea del barrio y el dinero no alcanzaba para nada.
Hasta que un día, poco antes de navidad, Ángela caminaba por una calle que ella no conocía.
Un señor se asomó a la puerta, la abrió completamente y sonriendo le dijo:
- ¡La estaba esperando!
Ángela no se movió. Se sintió asustada, miró a los lados a ver si veía alguien que la protegiera,
su mamá le había contado muchas historias de lo que hacían con niñas como ella.
- No te preocupes, Ángela, yo te conozco y no te voy a hacer daño. Solo quiero darte cuatro
regalos.
¡REGALOS! Ángela solía llevar una vida sin regalos y con esta palabra se olvidó todo cuidado y
entró corriendo a la casa.
Era linda, como si la hubiesen diseñado para un sueño.
Y el señor se acercó a ella con una hermosa caja.
- Aquí tienes el primer de los cuatro regalos. Ábrelos.
Ella lo abrió y había algunos dulces, los más ricos del mundo. Miró al hombre con ojos
brillantes y él le dijo:
- Ángela, los puedes llevar, pero tienes que prometerme que vas a hacer lo que te diga y
entonces te daré los otros tres regalos. ¿Prometes?
Con la cabeza, la pequeña hizo que sí.
- Muy bien. Primero, debes comer los dulces que quieras y dárselos a su mamá. Apenas
terminen de comer, vayas y des los dulces a las personas que usted más quiere. Quiero que
aprendas algo, Ángela: primero tengo que satisfacerme a mí mismo y entonces a los que
quiero. ¿Entiendes? - nuevamente, acordó con la cabeza - Bien, puedes ir, tu mamá va a estar
preocupada contigo. Haz lo que te digo y vuelve mañana.
Ángela estaba feliz. Dos días después de comer dulces, compartir con su mamá y toda la gente
que más quería, ahora sigue a la casa del buen hombre que la ayudó, pensando cual sería el
segundo regalo.
Nuevamente, apenas apareció en la esquina, el hombre salió de la casa, le abrió la puerta y la
dejó entrar.
Conversaron alegremente y él la dejó jugar con un juguete electrónico. Al cabo de media hora,
el señor la llamó a un lado y le dijo:
- Ahora, Ángela, te daré el segundo regalo.
Tomó una bolsa y Ángela miró adentro: eran ropas, zapatos, todo lo necesario. Se percató que
había de diversos tamaños, incluso ropas de hombre.
- Ángela, el segundo regalo debes hacer lo mismo que antes: toma lo que te sirva y lo que le
sirva a tu mamá. Son bienes muy valiosos, ¿te das cuenta?
Ángela acordó con la cabeza.
- Entonces, debes ir adonde está tu papá. Tu mamá sabe donde es, no es lejos de tu casa.
Entrégale todo lo que sobró. Tu papá tiene familia y todos son más pobres que tú y tu mamá.
Quiero que aprendas algo, Ángela: das algo de valor a alguien que te hizo daño y crearás un
ambiente de perdón y amor.
Ángela no sabía que decir. Le parecía muy difícil concretar la tarea.
- Ángela, si no lo haces, entonces deja la bolsa completa aquí.
Sin sonrisa en la cara, Ángela llegó a la casa. Su mamá ya sabía de la historia y aunque le
resultaba raro, no podía desconocer que el hombre estaba ayudando a su hija y a ella. Sus ojos
se llenaron de lágrimas y odio. Por fin dijo:
- Vamos juntas.
Se fueron. Realmente, la casa era cerca, unas pocas cuadras, del otro lado del río. La mujer
golpeó y preguntó por un señor Armando - obviamente, el papá de Ángela. En realidad, ni
siquiera se podía decir que ahí era una casa. Había pobreza, mucha miseria ahí.
Por fin, apareció Armando. Cojeaba bastante.
- ¡Sonia!
- Tu hija te quiere dar algo. A ti y a tu familia.
El hombre se acercó y Ángela le dio la bolsa. Le explicó todo. El hombre lloró, igual que su
nueva esposa. La abrazó y le dijo:
- ¡Me perdona, hija!
- Te perdono, papá.
Era víspera de navidad cuando Ángela fue adonde el señor. Aunque él no había puesto fecha,
imaginaba que debía ir ahora.
Ya no le era sorpresa que el señor salía de la casa inmediatamente antes de ella llegar, ni la
apertura de la puerta. Pero la casa, sí, siempre veía algo diferente.
Quedaron viendo una película de dibujo animado, algo muy bello realmente.
Por fin, el hombre llegó con una caja aún más bonita que la otra. Y tenía joyas. Joyas muy
bellas y valiosas.
- Ángela, son para ti y tu mamá. Tómenlas. Las pueden usar, guardar o gastar, uds. deciden.
Pero, hay un collar de perlas, este - y lo enseñó a la niña - que debe ir a esta persona, en esta
dirección.
El hombre le extendió a Ángela una nota escrita y le dio algo de dinero "para el taxi".
- Quiero que aprendas algo, Ángela: cuando alguien pasa por una tragedia, no importa en que
nivel esté en la sociedad, todos sufrimos igual. Debes ir y consolar a esta señora. El collar,
díselo, era de su hija que murió de forma violenta. Dile que su hija la ama mucho y que quiere
que este collar ella la guarde como un recuerdo. Ah, te quiero ver aquí el día 31, te tengo el
último regalo.
Ángela hizo lo que el hombre le dijo. Fue hasta su casa, separaron las joyas, guardándolas muy
bien - la mamá escogió las que podía vender - y se fueron en taxi para la dirección señalada.
Observaron que el dinero dado por el hombre era exactamente el taxi, así que tendrían que
volver en bus, supusieron.
Era una casa estupenda. Después de mucha conversación, pudieron convencer al mayordomo a
dejarlas entrar. Todos las miraban raro - no tuvieron coraje de hablar del collar, sino que se
inventaron una historia de una necesidad de medicina.
Cuando por fin apareció la señora, muy elegante, Ángela se acercó a ella y dijo lo que el
hombre le había dicho. La señora hizo cara de quien no entendía nada, entonces Ángela le
mostró el collar.
La señora lloró, lloró mucho. Ángela y la mamá se acercaron y la consolaron. Se quedaron
hasta tarde de la noche y la señora terminó contratando los servicios de la mamá de Ángela
para una fiesta que iban a tener "en medio de la tragedia" que vivían.
Por fin, pidió a su conductor que las llevara.
En el último día del año, luciendo ropa nueva, Ángela y su madre fueron a la casa del señor.
De esta vez, sin embargo, el hombre o apareció.
Tocaron el timbre, pero nadie surgía. Hasta que una vecina vino en su encuentro.
- ¿Desean alguna cosa?
- Sí, mi hija y yo tenemos una cita con el dueño de la casa.
La vecina parecía mirar sin entender nada.
- Disculpen, pero el dueño falleció hace un año, exactamente en este día... Un momento, -
miró la niña - ¡no puede ser! ¿Su nombre es Ángela?
Sin entender lo que sucedía, Ángela accedió con la cabeza. El hombre no podía estar muerto,
todavía le debía un regalo. Mucho menos hace un año, pues estuvo con él hacía una semana.
La vecina se volvió corriendo a su casa, después de pedir que la esperaran, y salió con una caja
que tenía un solo nombre: ÁNGELA, precedido de "Para la niña: "
- Antes de fallecer, en el mismo día, me dio esta caja. Dijo que la conservara hasta que la niña
apareciera. ¡NO PUEDO CREERLO!
Entraron en la casa de la vecina y conversaron mucho. Supieron que el hombre era muy
generoso, pero sufrió un grave accidente de carro. Ningún pariente había aparecido, ni nadie
había reclamado la casa. Sin embargo, el hombre había dejado pagado un jardinero por un año
y el mismo hombre cuidaba que la casa no se destruyera.
Después de tomarse un té, las tres abrieron la caja y era un dulce ángel. En realidad, una
"ángela", un ángel femenino con el nombre Ángela en el pie. Junto, una tarjeta que decía:
"Quiero que aprendas algo, Ángela: siempre tiene fe y todos los obstáculos serán removidos."
Junto, había un testamento que identificaba que la niña - con apellido y todo - y su mamá
eran las dueñas de la casa y de una cuenta corriente muy alta.
Hasta hoy, Ángela y su mamá viven ahí. Compraron otra casa y la dedicaron a la gente pobre.
Otra casa la dieron a la gente rica que tiene problemas con sus relaciones. Y todavía el ángel
Ángela ilumina la casa principal, de la dulce niña Ángela.
Un muchacho entró con paso firme a la joyería y pidió que le mostraran el mejor anillo de
compromiso que tuvieran. El joyero le presentó uno.
La hermosa piedra, solitaria, brillaba como un diminuto sol resplandeciente.
El muchacho contempla el anillo y con una sonrisa lo aprueba.
Pregunta luego el precio y se dispuso a pagarlo.
- Se va usted a casar pronto? le preguntó el joyero
- ¡No! Ni siquiera tengo novia.
La muda sorpresa del joyero divertía al comprador.
- Es para mi MAMÁ. - dijo el muchacho - Cuando yo iba a nacer estuvo sola; alguien le
aconsejó que me matara antes de que naciera, así se evitaría problemas. Pero ella se negó y
me dio el don de la vida. Y tuvo muchos problemas, muchos... Fue padre y madre para mí, fue
amiga y hermana, y fue mi maestra. Me hizo ser lo que soy. Ahora que puedo, le compro este
anillo de compromiso. Ella nunca tuvo uno. Yo se lo doy como promesa de que si ella hizo
todo por mí, ahora yo haré todo por ella. Quizás después entregue otro anillo de compromiso.
Pero será el segundo.
El joyero no dijo nada.
Solamente ordenó a su cajera que hiciera al muchacho el descuento aquel que se hacía nada
más a los clientes importantes.
Cuentan que una vez, a un joven le preguntaron cual era el factor más importante a la hora de
elegir su esposa. Él contestó:
- ¡Su riqueza!
Por ello se sorprendieron al verlo casar con una mujer extremadamente sencilla.
La guerra estalló por esos lados, todos se separaron y solo volvieron a verse más de una
década después, en un club del pueblo. El mismo joven ahora era un hombre maduro y llegó
en carro propio - algo que en la época representaba mucho estatus.
Después de mucho charlar, le preguntaron entre risas que pasaba con su matrimonio con la
"mujer rica". El joven, sin alterarse, les contestó que todo iba bien. Cuando ya se calmaron las
risas, se acercó a ellos, como a contarles un secreto. Les dijo que la verdadera riqueza de su
esposa no era el dinero o propiedades, sino sus virtudes. Era un mujer extremadamente
paciente y dulce, pero no carecía de coraje y determinación. Siempre se veía jovial, todo el
tiempo; pero su sabiduría le ayudaba constantemente.
- Pero, ¿qué tiene eso todo que ver con la riqueza? - le preguntó uno de sus amigos
- ¡TODO! - le contestó el hombre - Durante la guerra, tuve que ir a luchar y sus cartas, tan
llenas de amor, coraje y entusiasmo fueron lo que me mantuvieron vivo durante ese horror.
Después de la guerra, decidí abrir un negocio, aprovechando que muchos sitios se estaban
vendiendo barato. Fue la determinación de mi esposa que logró el dinero, pues ella golpeó
cada puerta hasta que alguien confió en ella y nos prestó lo necesario para abrir nuestro
negocio. Su jovialidad fue lo que atrajo a los clientes y sus consejos de sabiduría los
mantuvieron durante estos años. Señores, ¡mi esposa siempre fue la mujer más rica del
pueblo! Y esa riqueza interior ahora se ha manifestado en lo exterior.
Una hormiga se encontró un grano de trigo en un campo recién segado. Diligente y heroica
como todas las hormigas, se lo echó al hombro y cargó con él , a pesar de que la triplicaba en
tamaño. Al cabo de un rato, la hormiga empezó a tambalearse por el peso.
Y entonces el grano de trigo aprovechó para hablarle.
- ¿Por qué no me dejas aquí? Soy mucho más grande que tú y no puedes cargarme.
- Si te dejo aquí llegaré sin provisiones al hormiguero. Debes saber que somos muchas y
necesitamos cantidades enormes de alimento. Todas debemos llevar lo que podamos.
- Pero yo no estoy hecho para ser comido. Soy una semilla y mi destino es crecer como planta.
Puedo ser más útil para el hormiguero si me dejas aquí.
- Lo siento, pero no puedo hacer eso. Estoy muy retrasada, y también cansada. Mis
compañeras me están esperando y no quiero tener problemas de ninguna clase. - contestó la
hormiga con impaciencia
- Te propongo un trato. - le dijo el grano de trigo, en tono jovial - Presta atención, y verás que
es una excelente propuesta.
- ¿De qué se trata? - preguntó la hormiga, dejando al grano de trigo en el suelo y
deteniéndose para descansar un poco
- Si me dejas aquí, en este surco, y permites que la lluvia me integre a la tierra, en la próxima
cosecha tus compañeras podrán venir y encontrar cien granos de trigo como yo.
La hormiga meditó un buen rato antes de contestar.
- Está bien. - dijo finalmente - Sería injusta contigo si no te diera la oportunidad de
demostrarme de cuánto eres capaz. Solo me gustaría saber cómo lo harás.
- Es un misterio. - respondió con solemnidad el grano de trigo - ¡El misterio de la vida!
Cuando llegó el tiempo de la nueva cosecha, la hormiga y sus compañeras volvieron al sitio
donde había sido plantada la semilla de trigo y comprobaron con júbilo que ésta había
cumplido su promesa.
Esta es la historia de una antigua tetera de porcelana, muy costosa y elegante, que encabezaba
el juego de té en todas las celebraciones importantes de la familia a la que pertenecía.
Tanta importancia la había vuelto vanidosa, y solía enorgullecerse de su alta estatura y su largo
pico ante los pequeños y tímidos pocillos y la modesta jarrita de leche. Aunque solía aburrirlos
a todos con sus aires de princesa, cada uno sabía que no era mala en el fondo y sospechaba
que debía sentirse triste y vacía, pues siempre la guardaban aparte, en una repisa de vidrio
para protegerla de los golpes.
Un día sucedió algo terrible: la señora contratada para servir el té en una elegante recepción de
la familia, tropezó y cayó al suelo aparatosamente justo cuando llevaba la tetera en la mano. La
tetera salió dando vueltas por el aire y cayó a varios metros de distancia. Cuando fueron a
recogerla, notaron que se le había partido el pico y tenía una ancha rajadura de un lado a otro.
La vida de la tetera cambió desde entonces, pues sus dueños desistieron de repararla y se la
regalaron a la misma señora que la había dejado caer. La señora, agradecida, se la llevó para
su casa, sin saber muy bien qué hacer con ella. No podía utilizarla como tetera, pues el té se
escapaba por las grietas del pico y la barriga como si se tratara de una regadera; tampoco
podía usarla como florero, por la misma razón, y estaba demasiado desportillada para servir de
adorno en la modesta sala.
Ya la iba a tirar a la caneca, cuando se le ocurrió que podría servir como matera en el patio. La
tetera sufrió lo indecible mientras era expulsada de todos lados, como un ser estorboso e
indeseable. Fueron tiempos muy duros para esta antigua princesa que había vivido solo para
ser bonita y lucir siempre bien presentada, sin la menor idea de lo que significaba pasarla mal,
como ahora que vivía a la intemperie y nadie se fijaba en ella.
Luego de varias semanas de amargo y silencioso sufrimiento, algo totalmente inesperado le
empezó a suceder. La planta que estaba naciendo en su nueva barriga de matera le hacía
deliciosas cosquillas que le hacían sentir extrañamente emocionada. La tetera no atinaba a
descifrar qué le pasaba, pero no podía ocultar la dicha que sentía cada vez que su nueva dueña
se acercaba con la regadera y dejaba caer sobre ella una amorosa lluvia que le llenaba de
alegría y ganas de vivir. Su vanidad herida dejó de importarle y se dejó invadir por completo
por la indescriptible sensación que la embargaba. Por primera vez en toda su vida sentía que
podía ser útil y servir para algo.
Un gran sentimiento de bondad llenó su corazón de tetera, y decidió entregarle todo su amor a
la hermosa planta que asomaría sus ramas por su pico roto.
Esto le sucedió hace muchísimos años en Escandinavia a uno de esos hombres que piensan
que sus esposas o compañeras no hacen nada en la casa. Una noche el hombre llegó cansado
del trabajo y se quejó porque la comida no estaba servida, el bebé estaba llorando y la vaca no
estaba en el establo.
- ¡Me mato trabajando mientras tú te quedas en la casa, y cuando llego ni siquiera la comida
esta lista! - farfulló - No es justo. Ojalá mi trabajo fuera tan fácil como el tuyo.
-No te pongas así, querido. - le contestó su esposa- Si quieres, mañana yo te reemplazo en el
campo y tú te quedas cuidando de la casa.
- Está bien. - aceptó el hombre, satisfecho - Un día de descanso no me vendría mal.
Al día siguiente, la mujer se levantó temprano y se fue a cortar el heno de los potreros. El
hombre se levantó también y se dispuso a hacer las tareas caseras.
Lo primero era lavar la ropa. Estuvo restregando un buen rato, hasta que se acordó que tenía
que preparar la mantequilla. Se hallaba en esta tarea cuando cayó en cuenta de que no había
puesto la ropa a secar. Fue entonces al patio, la exprimió, la colgó, y de regreso en la cocina
encontró al marrano comiéndose la mantequilla.
Furioso, lo persiguió hasta que consiguió sacarlo. Al salir de nuevo al patio, vio con horror
cómo la cabra estaba mordiendo una de las camisas que acababa de colgar. La espantó, cerro
la cerca, persiguió otra vez al cerdo hasta que pudo al fin atraparlo y lo encerró en la marranera.
Para entonces el reloj ya había dado la una de la tarde, y él ni siquiera había terminado de
hacer la mantequilla. Se puso de nuevo en esta tarea, pero tuvo que interrumpirla cuando oyó
los mugidos de la vaca en el coral.
No había tiempo de llevarla a pastar al potrero. Decidió subirla al techo de a casa - las casas de
los escandinavos son bajas y de techo cubierto de hierba - para que comiera y así poder
ocuparse del bebé, que acababa de despertarse y lloraba sin parar. Había que preparar la sopa.
En esas estaba, cuando oyó a la vaca resbalar del techo. Dejó lo que estaba haciendo, subió al
techo, le echó una soga al cuello a la vaca, metió la soga por la chimenea y en cuanto estuvo
de nuevo en la casa se ató el otro extremo de la soga a la cintura. Así evitaría que la vaca
resbalara mientras él terminaba con la sopa.
Pero la vaca resbaló y arrastró al pobre hombre hacia la chimenea, haciéndolo caer de cabeza
en la olla. Así lo encontró su mujer cuando llegó del trabajo.
- ¡Gracias al cielo llegaste! - exclamó el hombre, al verla entrar - ¡Este trabajo no es para
cualquiera!, no sé cómo nunca lo había visto. Perdóname, mi vida...
Y desde entonces nunca se volvió a quejar y ayudaba a su mujer cada vez que podía.
Tomás es un chico de siete años que vive con su mamá, una pobre costurera, en su solo
cuarto, en una pequeña ciudad del norte de Escocia. La víspera de Navidad, en su cama, el
chico espera, ansioso, la venida de Papá Noel. Según la costumbre de su país, ha colocado en
la chimenea una gran media de lana, esperando encontrarla, a la mañana siguiente, llena de
regalos.
Pero su mamá sabe que no habrá regalos de Navidad para Tomás por su falta de dinero. Para
evitar su desilusión, le explica que hay bienes visibles, que se compran con dinero, y bienes
invisibles, que no se compran, ni se venden, ni se ven, pero que lo hacen a uno muy feliz:
como el cariño de la mamá, por ejemplo.
Al día siguiente, Tomás despierta, corre a la chimenea y ve su media vacía. La recoge con
emoción y alegría y se la muestra su mamá:
- ¡Está llena de bienes invisibles! - le dice, y se le ve feliz
Por la tarde va Tomás al salón parroquial donde se reúnen los chicos, cada cual mostrando
orgulloso su regalo.
- ¿Y a ti, Tomás, qué te ha traído Papá Noel?- le preguntan
Tomás muestra feliz su media vacía:
- ¡A mí me ha traído bienes invisibles! - contesta
Los chicos se ríen de él. Entre ellos Federico un niño consentido quien tiene el mejor regalo,
pero no es feliz. Por envidia sus compañeros le hacen burla porque su lindo auto a pedal no
tiene marcha atrás, y enfurecido destruye el valioso juguete.
El papá de Federico se aflige, y se pregunta como podría darle gusto a su hijo. En eso ve a
Tomás sentado en un rincón, feliz con su media vacía. Le pregunta:
- ¿Que te ha traído Papá Noel?
- A mí, bienes invisibles. - contesta Tomás ante la sorpresa del papá de Federico
Le explica que no se ven, ni se compran, ni se venden, como el cariño de una mamá.
El papá de Federico comprendió. Los muchos regalos visibles y vistosos no
habían logrado la felicidad de su hijo. Tomás había descubierto, gracias a
su mamá, el camino a la felicidad.
Un día de 1965, cuando trabajaba yo como bibliotecaria en la Escuela View Ridge, de Seattle,
una maestra de cuarto grado fue a verme. Me dijo que uno de sus alumnos siempre terminaba
sus obligaciones antes que los demás, y que necesitaba algún quehacer estimulante; se le
había ocurrido que quizá pudiera yo dárselo en la biblioteca.
- Está bien mándeme el chico. - le respondí
Al poco rato se presentó un niño delgado y rubio, vestido con una camiseta y unos pantalones
de mezclilla y me preguntó si tenía trabajo para él.
Me puse a hablarle un poco del Sistema Decimal de Dewey, que se utilizaba en las bibliotecas
para ordenar los libros en las estantería, y él comprendió la idea al instante. Luego le mostré
un rimero de tarjetas de libros supuestamente prestados, cuya fecha de devolución había
vencido desde hacia mucho; yo sospechaba que sí se habían devuelto, pero que estaban
guardados en anaqueles que no les correspondían, con tarjetas equivocadas. Había que
encontrarlos.
- ¿Es como un trabajo de detective? - me preguntó el chico
Le dije que sí, y en el acto se transformó en un implacable sabueso.
Cuando había encontrado tres de los libros, su maestra abrió la puerta para avisarle que era
hora de salir al recreo. El chico dijo que querría quedarse hasta terminar el encargo, pero la
maestra arguyó que le hacía falta aire fresco, y él obedeció.
Al día siguiente llegó antes de la hora de entrada a clases.
- Quiero acabar de encontrar esos libros.
Al final de la jornada me pidió que le aceptara como ayudante permanente, y accedí con gusto.
Era un trabajador incansable.
Unas semanas después encontré en mi escritorio, una invitación suya para cenar en su casa. Al
término de una agradable velada, su madre me comunicó que pronto iban a mudarse a otro
distrito escolar, y que la principal preocupación de su hijo era dejar la biblioteca.
- ¿Quién buscará ahora los libros perdidos? Preguntó él.
Cuando llegó el día de la partida, le dije adiós con gran pesar. Al principio me parecía un chico
común y corriente, pero resultó extraordinario por el celo que ponía en su trabajo.
Le eché de menos, pero no por mucho tiempo. A los pocos días volvió a la biblioteca y,
desbordante de alegría, me dijo:
- Como la bibliotecaria de la otra escuela no deja que los niños trabajen con ella, mi mamá
arregló que me cambiaran otra vez a esta escuela. Mi papá me traerá de camino a su trabajo,
¡y si no puede, vendré a pie!
Debí tener el presentimiento de que la férrea determinación de aquel muchacho lo llevaría lejos,
pero lo que jamás podría imaginarme es que llegaría a ser uno de los artífices de la Era de la
Información: BILL GATES, MAGNATE DE MICROSOFT Y EL HOMBRE MAS RICO DE LOS
ESTADOS UNIDOS.
(BLANCHE CAFFIERE)
Hace muchos años, en tiempos de guerra, un buen hombre y su hijo vivían en una granja. La
gente del pueblo los consideraba ricos porque tenían un caballo.
Una mañana al entrar en el establo, Ozú, el hijo encontró que su caballo había escapado.
Corrió hacia donde estaba su padre, le contó lo que había visto y le dijo que era lo peor que
les había pasado. Su padre muy sabio, le contestó:
- ¿Estás seguro? ¿Cómo puedes saberlo?
Al día siguiente cuando Ozú limpiaba el establo, escuchó unos caballos galopando a lo lejos.
Salió a mirar que pasaba y se encontró con que su caballo volvía a la granja acompañado de
una manada de potros salvajes. Al ver esto, Ozú corrió hacia la casa gritando:
- ¡Nuestro caballo ha vuelto y nos ha traído una manada de potros! ¡Esto es lo mejor que nos
ha pasado!
Su padre sabio, le contestó:
- ¿Estás seguro? ¿Cómo puedes saberlo?
Esta misma tarde, Ozú quiso domar a uno de sus nuevos potros. En cuanto el caballo sintió el
peso sobre su lomo empezó a saltar sin control y Ozú cayó al suelo, rompiéndose un brazo. Ya
en su cama adolorido le dijo a su padre que la llegada de los potros era lo peor que les había
pasado. Nuevamente su padre volvió a preguntarle:
- ¿Estás seguro? ¿Cómo puedes saberlo?
A la mañana siguiente, el padre y su hijo se despertaron al oír unos fuertes golpes en la puerta
de la casa. Eran soldados que venían a reclutar a Ozú para el ejército. El padre llevó a los
soldados al dormitorio de su hijo y les dijo que podían llevárselo. El capitán lo miró
detenidamente y comentó muy serio:
- ¡Así no nos sirve!
Y salió de la casa seguido por los otros soldados.
Ozú aliviado le dijo a su padre
- ¡Qué suerte he tenido!
Pero su padre, muy sabio le contestó una vez más:
- ¿Estás seguro? ¿Cómo puedes saberlo?
cosecha.
Así, el tan maravilloso bambú de antes, en su despojo, en su aniquilamiento y en su humildad,
se transformó en una gran bendición para toda aquella región.
Un par de marineros habían bebido durante toda la noche en una isla cercana al puerto.
En la madrugada, salieron muy tomados y en la oscuridad.
Subieron a su bote al cual apenas pudieron llegar.
A duras penas empezaron a remar durante la madrugada, y al amanecer un poco uno de ellos
se dio cuenta de que no habían ¡desamarrado el bote!
Cuando Hernán Cortés, en el año 1519, llegó a las playas de México con algunos centenares de
soldados, preguntó a sus guerreros si querían regresar a la patria, ante el temor de las luchas
que les esperaban en tierras desconocidas.
No se presentó ninguno. Entonces el arrojado aventurero, mando a prender fuego a las naves
en que habían venido, reduciéndolas a cenizas y se hundieran en la mar, para cortar de raíz
toda esperanza de regreso o de fuga.
Con tan singular rasgo de audacia, Hernán Cortés colocó a sus hombres ante una dura
alternativa. Ahora solo podían vencer o morir.
Después de sofocado el fuego empezó la labor de valuación de daños, y fue entonces que al ir
caminando por el parque, un guardabosques encontró una ave calcinada junto al pie de un
árbol, en una posición bastante extraña, pues no parecía que hubiese muerto escapando o
atrapada, simplemente estaba con sus alas cerradas alrededor de su cuerpo.
Cuando el impactado guardabosques la golpeó suavemente con una vara, tres pequeños
polluelos vivos emergieron de debajo de las alas de su madre, quien, sabiendo que sus hijos
no podrían escapar del fuego, no los abandonó.
Tampoco se quedó con ellos en el nido sobre el árbol, donde el humo sube y el calor se
acumula, sino que los llevó, quizás uno a uno, a la base del árbol y ahí dio su vida por salvar la
de ellos.
Tan seguros estaban al estar ahí tocando sus plumas, aislados del fuego, que ni siquiera
habían salido de ahí horas después de apagado el incendio.
Estaban totalmente confiados en la protección de su madre, y solo al sentir el golpeteo
pensaron que debían de salir.
(Basado en un texto publicado por la revista National Geographic sobre lo sucedido después de
un incendio en el Parque Nacional Yellowstone de los Estados Unidos)
El reverendo Chalfant cuenta de una pareja que estaban celebrando las bodas de oro de su
matrimonio. Como los ancianos tienen por costumbre, el anciano caballero respondió con un
relato.
Su esposa, Sara, fue la única chica con quien salió alguna vez. Él había crecido en un orfanato
y trabajó duro por todo lo que tenía. Nunca había tenido tiempo para salir hasta que Sara lo
levantó en peso. Antes de que se diera cuenta, ella se las había arreglado para hacer que él le
pidiera que se casara con él.
Después que habían pronunciado sus votos el día de su boda, el padre de Sara se llevó a un
lado al recién estrenado esposo y le entregó un regalito, diciéndole:
- Dentro de este paquetito está lo que en realidad necesitas saber para tener un matrimonio
feliz.
El nervioso joven abrió con torpeza el papel y la cinta hasta que tuvo el paquete desenvuelto.
Dentro de la caja había un gran reloj de oro. Con gran cuidado lo tomó en la mano. Al
examinarlo de cerca, vio grabado a través de la esfera del reloj un prudente recordatorio que
tendría que ver cada vez que mirara la hora; palabras que si se obedecían, contenían el secreto
para el éxito de un matrimonio: ―Dile algo agradable a Sara.‖
Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y recortarse la barba, como es costumbre.
Entabló una amena conversación con la persona que le atendía.
Hablaban de tantas cosas y tocaron muchos temas. En algún momento, tocaron el tema de
Dios y el barbero dijo:
- Fíjese caballero que yo no creo que Dios exista, como usted dice.
- Pero, ¿porque dice usted eso? - preguntó el cliente
- Pues es muy fácil. Basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe, o
dígame, acaso si Dios existiera, habría tantos enfermos y niños abandonados. Si Dios existiera,
no habría sufrimiento, ni tanto dolor para la humanidad. No puedo pensar que exista un Dios
que permita todas estas cosas.
El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión.
El barbero terminó su trabajo y el cliente salió del negocio. Recién abandonaba la peluquería
cuando vio en la calle a un hombre con la barba y el cabello largo, al parecer hacia mucho
tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado. Entonces entró de nuevo y le dijo al
barbero.
- ¿Sabe una cosa? Los barberos no existen.
- ¿Cómo que no existen? Si aquí estoy yo y soy barbero.
- ¡No!, no existen porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan larga como
la de ese hombre que va por la calle.
- Ah, los barberos si existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí.
- ¡Exacto! Ese es el punto: Dios sí existe, lo que pasa es que las personas no van hacia él y no
le buscan, por eso hay tanto dolor y miseria.
El día empezó muy mal. Me quedé dormida y llegué tarde al trabajo. Todo lo que sucedió en la
oficina contribuyó a mi ataque de nervios. Para cuando llegué a la parada del autobús en mi
viaje de regreso a casa, tenía un gran nudo en el estómago.
Como de costumbre, el autobús llegó tarde... y atestado. Tuve que ir de pie en el pasillo.
Mientras el bamboleante vehículo me lanzaba en todas direcciones, mi depresión se hacía más
profunda.
Entonces escuché una voz grave que salía del frente:
- Hermoso día, ¿verdad?
Debido a la aglomeración de público, no podía ver al hombre, pero podía escucharlo mientras
seguía comentando el panorama primaveral, llamando la atención hacia cada punto importante
que se avistaba: esta iglesia, ese parque, aquel cementerio, la estación de bomberos. Pronto
todos los pasajeros estaban mirando por las ventanillas.
El entusiasmo del hombre era tan contagioso que me sorprendí sonriendo por primera vez ese
día. Llegamos a mi parada. Maniobrando hacia la puerta, eché un vistazo a nuestro ―guía‖: Una
figura regordete con una barba oscura, que usaba gafas oscuras y llevaba un delgado bastón
blanco.
(Bárbara Johnson)
Cuando Stacey tenía 12 años, ella y su papá, un piloto, despegaron un domingo por la tarde
para pasear alegremente en su monomotor Cessna. Después de un rato de vuelo, una milla
arriba del Lago Michigan, la alegría de esta aventura entre padre e hija llegó a un abrupto final.
El motor paró de funcionar.
El padre de Stacey se volteó hacia ella y en un tono calmado, dijo:
- Querida, el motor paró de funcionar. Voy a necesitar volar el avión de forma diferente.
Para poder hacer el motor volver a funcionar, necesitaba más velocidad. El padre le dijo a su
hija que estaría pulsando botones en la cabina, mientras iba el avión hacia abajo. Stacey lo
entendió y comprendiendo la gravedad de la situación, dio su aprobación al plan del papá.
Él lo hizo como había dicho, yendo hacia el lago, pero nada pasaba. Se estaba acercando más
y más al agua. Se niveló con el agua.
- Stacey, vamos a probar de nuevo.
Lo hizo de nuevo una segunda vez y el motor volvió a funcionar.
Después de veinte minutos, aterrizaron en seguridad. Este hombre que había sido todo coraje
se volteó a su hija y le dijo:
- Hija, no importa lo que hagas ¡jamás le diga a tu mamá!
Cuenta una leyenda que a un angelito que estaba en el cielo, le tocó su turno de nacer como
niño y le dijo un día a Dios:
- Me dicen que me vas a enviar mañana a la tierra. ¿Pero, cómo viviré ya que soy tan pequeño
e indefenso?
- Entre muchos ángeles escogí uno para ti, que te está esperando y te cuidará.
- Pero dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír, eso basta para ser feliz.
- Tu ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tú sentirás su amor y serás feliz.
- ¿Y cómo entender lo que la gente me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los
hombres?
- Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucha
paciencia y con cariño te enseñará a hablar.
-¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo?
- Tu ángel te enseñará y podrás hablarme.
- He oído que en la tierra hay hombres malos. ¿Quién me defenderá?
- Tu ángel te defenderá más aún a costa de su propia vida.
- Pero estaré siempre triste porque no te veré más.
- Tu ángel te hablará siempre de mí y te enseñará el camino para que regreses a casa.
En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo, pero ya se oían voces terrestres, y el niño
presuroso repetía con lágrimas en sus ojitos sollozando...
- ¡Dios mío, si ya me voy dime su nombre! ¿Cómo se llama mi ángel?
- Su nombre no importa, tú le dirás: MAMÁ.
Cuando yo era gerente de una sucursal, había un muchacho que reportaba a mí y simplemente
no podía manejarlo. No trabajábamos bien juntos. Cuando lo transfirieron a otro sitio, me sentí
aliviada.
Pasados unos años, nos vimos de nuevo en una misma oficina y nuevamente yo era su
supervisora. Pero esta vez, las cosas fueron diferentes. Nos comunicábamos bien y
cooperábamos en los proyectos.
En un cierto punto, me pregunté: "¿Cuándo él cambió?"
Entonces, me di cuenta: él no cambió, sino fue yo. ¿Cómo?
Paré de tratar de cambiarlo.
Dicen en algunas leyendas que los dioses fueron creando los seres humanos de a poquito,
probando mucho. Por ejemplo, al comienzo teníamos más brazos y piernas y a través de
pruebas constantes, fueron descubriendo que lo mejor serían 2 brazos y 2 piernas. Así que
hacían un humano con tales características, los dejaban un tiempo ahí y veían los resultados.
Sucede que en uno de sus inventos, algo pasó de muy malo. Al final del día, el prototipo
humano estaba todo contento, pero a su alrededor, todos estaban sufriendo. Por primera vez,
alguien hablaba - los dioses le habían dado un extraño órgano, largo y que salía de la boca,
totalmente libre.
Al tener una lengua, el hombre empezó a hablar mucho. Los dioses descubrieron que éste usó
su lengua para molestar a otros, criticarlos e indicar fallas en sus cuerpos. Quedaron muy
enojados; pero, a la vez, sentían que la lengua sí era necesaria.
Así que decidieron crear los dientes (que además resolvía el problema de la digestión de los
alimentos) - estos serían eternamente las rejas detrás de las cuales la lengua estaría como
prisionera para siempre.
Goldberg poseía el más hermoso jardín de la ciudad y siempre que por allí pasaba un rabino, le
decía:
- Tienes un jardín que es una preciosidad. ¡El Señor y tú sois socios!
- Gracias, rabino.
Y así durante días, semanas y meses... Al menos dos veces al día, cuando se dirigía a la
sinagoga o de ahí regresaba, el rabino le decía lo mismo:
- ¡El Señor y tú sois socios!
Hasta que Goldberg empezó a fastidiarle lo que, evidentemente, pretendía ser un cumplido por
parte del rabio. De manera que la siguiente vez que el rabino dijo:
- ¡El Señor y tú sois socios!
La respuesta fue:
- Tal vez tengas razón... Pero tendrías que haber visto este jardín cuando el Señor era su único
propietario.
- TÚ TAMPOCO DEBES SABER QUIÉN SOY YO. YO SOY AQUEL QUE ES CAPAZ DE SER
ATRAVESADO POR UNA ESPADA, SIN PESTAÑEAR.
(PAULO COELHO)
José quería meditar, así que fue y aprendió una técnica y empezó a practicarla en su casa. Su
profesor le había enseñado que lo mejor era meditar de ojos abiertos de forma a conquistar a
sí mismo.
Sin embargo, había muchas distracciones, así que empezó a meditar de ojos cerrados.
Pero los ruidos no cesaban y parecían incluso aumentar. Así que se puso a viajar y encontró un
sitio donde no había ruidos y se puso a meditar: de ojos cerrados y sin sonidos. Viajó de forma
tan abrupta que no tuvo tiempo de hacer nada en la casa.
En algún momento, sintió los olores que le llegaban y eran muchos. Se levantó y continuó a
buscar hasta encontrar un sitio donde parecía no haber olores y sin sonidos.
Después de algunas horas, le molestaba la posición. Es que se había ido a un lugar de solo
rocas; se irguió y siguió viaje, hasta hallar otro sitio, donde la tierra era blanda.
Al tener hambre y sed, se tomó agua y comió algo, pero en la meditación continuó a recordar y
recordar la comida. Así que continuó viaje y por fin encontró un lugar ideal: sin sonidos, sin
olores, con un asiento cómodo y con árboles que tenían frutas sin sabores.
Así que al hallar el sitio perfecto se sentó a meditar. No entendía porque su profesor le decía
que lo hiciera de ojos abiertos, con tantas distracciones. Fue entonces que recordó que había
salido sin apagar las luces de la casa.
Por más que tratara de concentrarse, ya no podía: la imagen de la casa continuaba apareciendo
y apareciendo, con todas sus luces prendidas. Tanto que tuvo que regresar.
Solo entonces comprendió que no bastaba cerrar los ojos, ir a un sitio sin sonidos, olores,
molestias físicas y sin sabores. Lo más importante era controlar los pensamientos y estos nacen
dentro del ser, no fuera.
En una de las salas de un colegio había varios niños. Uno de ellos preguntó:
- Maestra... ¿qué es el amor?
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta
inteligente que había formulado. Como ya estaban en hora de recreo, pidió a sus alumnos que
dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajesen lo que más despertase en ellos el
sentimiento del amor.
Los chicos salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:
- Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo.
El primer alumno respondió:
- Yo traje esta flor, ¿no es linda?
Cuando llegó su turno, el segundo alumno dijo:
- Yo traje esta mariposa. Vea el colorido de sus alas; la voy a colocar en mi colección.
El tercer alumno completó:
- Yo traje este pichón de pajarito que se cayó del nido, hermano: ¿no es gracioso?
Y así los chicos, uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio.
Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada y que
había permanecido quieta durante todo el tiempo. Se sentía avergonzada porque no había
traído nada.
La maestra se dirigió a ella y le preguntó:
- Muy bien: ¿y tú? ¿No has encontrado nada?
La criatura, tímidamente, respondió:
- Disculpe, maestra. Vi la flor y sentí su perfume; pensé en arrancarla, pero preferí dejarla para
que exhalase su aroma por más tiempo. Vi también la mariposa, suave, colorida, pero parecía
tan feliz que no tuve el coraje de aprisionarla. Vi también el pichoncito caído entre las hojas,
pero... al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí devolverlo al nido.
Por lo tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la sensación de libertad de la
mariposa y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo mostrar
lo que traje?
La maestra agradeció a la alumna y le dio la nota máxima, considerando que había sido la
única que logró percibir que sólo podemos traer el amor en el corazón.
La Tempestad, se apaciguó tras arquear las ramas de los árboles y reclinar todo el peso de su
furia sobre el cereal de los campos. Las estrellas surgieron como maltrechos resabios de
truenos lejanos, y el silencio ganó el espacio como si la Naturaleza nunca hubiera librado su
batalla.
En ese momento, una joven mujer penetró en su habitación, y se hincó de rodillas junto al
lecho gimiente. Su corazón desbordaba de agonía, pero pudo finalmente despegar los labios y
decir:
- ¡Oh! Señor, haz que regrese a salvo al hogar. He agotado las lágrimas y nada más puedo
ofrecer, oh Señor Magnánimo y Misericordioso. Mi paciencia se ha consumido y la calamidad
busca apoderarse de mi corazón. Sálvame, Oh Señor, de las tenaces garras de la Guerra; líbralo
de la Muerte despiadada, pues está a merced de los poderosos. ¡Oh Señor! salva a mi amado
que es Tu hijo, del enemigo que también es Tu enemigo. Desvíalo del sendero impuesto y
guíalo hasta las Puertas de la Muerte; deja que me vea, o ven y llévame con él.
Un joven entró serenamente. Tenía la cabeza cubierta por una venda empapada de la vida que
se le escurría. El joven se le aproximó recibiéndola con lágrimas y risas; luego tomó su mano y
se la llevó a los labios encendidos. Y con voz impregnada de lejana tristeza, de la dicha del
reencuentro, y de la incertidumbre de su reacción, le dijo:
- No temas, pues yo soy la causa de tus ruegos. Alégrate, que la Paz me ha traído a salvo
hasta ti, y la humanidad nos ha devuelto lo que la codicia intentó quitarnos. No te
entristezcas; sonríe, amada mía. No te asombres, pues el Amor está dotado de poder para
alejar a la muerte, y de encanto para conquistar al enemigo. Soy tuyo. No me contemples
como a un espectro que emerge de la Morada para visitar la Morada de tu Belleza. No temas,
pues ahora soy la Verdad, surgida del fuego y las espadas para revelar a los míos el triunfo del
Amor sobre la Guerra. Soy la Palabra que anuncia el comienzo de la dicha y la paz.
Luego el joven enmudeció; sus lágrimas hablaban el lenguaje del corazón. Los ángeles de la
Dicha rodearon aquella morada, y los dos corazones recobraron la unidad que les había sido
arrebatada. Al alba los dos permanecieron de pie en medio de los campos, contemplando la
belleza de la Naturaleza herida por la tempestad.
Tras un silencio profundo y reconfortante, el soldado miró el sol naciente y dijo a su amada:
- Mira, la Oscuridad está dando a luz al Sol.
(Khalil Gibran)
Un avaro vendió todo lo que tenía de más y compró una pieza de oro, la cual enterró en la
tierra a la orilla de una vieja pared y todos los días iba a mirar el sitio.
Uno de sus vecinos observó sus frecuentes visitas al lugar y decidió averiguar que pasaba.
Pronto descubrió lo del tesoro escondido, y cavando, tomó la pieza de oro, robándosela.
El avaro, a su siguiente visita encontró el hueco vacío y jalándose sus cabellos se lamentaba
amargamente.
Entonces otro vecino, enterándose del motivo de su queja, lo consoló diciéndole:
- Da gracias de que el asunto no es tan grave. Ve y trae una piedra y colócala en el hueco.
Imagínate entonces que el oro aún está allí. Para ti será lo mismo que aquello sea o no sea
oro, ya que de por sí no harías nunca ningún uso de él.
Un bueyero que apacentaba un hato de bueyes perdió un ternero. Lo buscó, recorriendo los
alrededores sin encontrarlo. Entonces prometió a Zeus sacrificarle un cabrito si descubría quién
se lo había robado.
Entró de inmediato al bosque y vio a un león comiéndose al ternero. Levantó aterrado las
manos al cielo gritando:
- ¡Oh grandioso Zeus, antes te prometí inmolarte un cabrito si encontraba al ladrón; pero ahora
te prometo sacrificar un toro si consigo no caer en las garras del ladrón!
Yendo un león por una montaña erró el camino, y pasando por un lugar lleno de zarzas, se le
hincó una espina en la mano, de tal manera que no podía andar por el sumo dolor que le
causaba.
Yendo así encontró a un pastor, y llegándose a él, comenzó a menear la cola, teniendo la mano
alzada. El pastor que lo vio venir, turbado por su presencia, comenzó a darle del ganado para
que comiese, mas el león no deseaba comer, sino que le sacara la espina clavada.
El pastor entendió lo que quería el león, y con una lesna aguda le abrió poco a poco el tumor,
y le sacó la espina. Se sintió sano el león, lamió la mano del pastor, sentándose a su lado, y
poco después, ya buena la mano, se fue.
Pasados algunos años cayó el león en un lazo, y fue puesto en el lugar de las fieras. El pastor
cometió un delito, fue preso por la justicia y sentenciado a las bestias feroces para ser
devorado por ellas. Poniéndolo en el anfiteatro le echaron casualmente a aquel mismo león, el
cual salió para arrojarse sobre él con gran furia, pero llegando al pastor, luego que lo encontró,
se sentó a su lado y lo defendió de las demás fieras. Todos se llenaron de admiración viendo
cosa tan extraordinaria, y sabida del pastor la verdad del hecho, se les dio libertad a ambos.
Cierta vez en una rueda de prensa le preguntaron al famoso psiquiatra estadounidense Martín
Shepard, qué haría si a media noche lo llama una paciente al borde del colapso nervioso para
que le ayude.
Dada la fama que tenía el galeno de ser muy bondadoso hacia todos, la respuesta parecía muy
evidente: saldría de inmediato en su ayuda.
Sin embargo, la respuesta dejó pensativos a todos:
- Yo le diría: "Señora, tome las llaves de su casa, salga a la calle y cerciórese de cerrar bien la
puerta. Vaya a algún lugar donde crea que hay alguien a quien usted podría ayudarle de alguna
manera a estar mejor. Y si está tan mal que no pueda caminar, simplemente siéntese a pensar
cómo va a hacer mañana para darle felicidad a alguien."
En una colina se levantaba un pueblo. Casi todos sus habitantes vivían especialmente del
comercio. La gente era muy laboriosa y trabajaba en exceso, pero aun así permanecían pobres
y no eran felices. Los comerciantes preocupados hacían un inventario mensual y efectivamente
no se veían ganancias si no pérdidas. Después se dieron cuenta que en este pueblo, todos
robaban en las tiendas , incluso los mismos dueños.
Relativamente, cerca de este pueblo vivía un rey quien amaba mucho su comarca. Su corazón
siempre estaba desbordante de bondades. Tenía muchas tiendas y las abría de día y de noche.
Nunca había robos. El siempre usaba sus virtudes y cualidades para él y su gente. Este
monarca siempre, siempre donaba incansablemente todos sus tesoros. Diariamente, su gente
era invitada al palacio a degustar las mismas delicias que el rey comía. Los súbditos trataban a
todas las personas como trataban al rey. A medida que se iba conociendo la bondad del rey,
llegaban más y más personas quienes se hacían sanas prósperas y felices.
Así como son el rey y la reina, así son sus súbditos y así toda la gente que entra en relación
con ellos lo serán. Sus corazones se vuelven una tienda de tesoros abierta para todo aquel que
quiera tomar de ellos.
Un día un anciano enjuto, con su piel plegada y curtida por el sol, con su barba blanca y muy
larga y con un aire de cansancio caminaba sin rumbo. Era huraño e inaccesible.
- Pasé toda mi vida - decía - renunciando a todo, haciendo penitencia, ayunando porque quiero
ir al cielo a encontrarme con Dios, pero pareciera que Él no viese mis sacrificios. ¿Dónde está el
amor?, ¿por qué no soy feliz? ¡Ah, después de todo, esto finalmente lo voy a lograr cuando
me muera!
Cavilaba profundamente en estos pensamientos, parecía frustrado.
De pronto, el paisaje empezó a cambiar, los campos se veían reverdecidos llenos de flores y
jugosos frutos. Los labradores trabajaban, cantando y reían. Una majestuosa ciudad aparecía
ante sus ojos. Algunos de sus habitantes vivían en exquisitos palacios. Los padres jugueteaban
con sus hijos. Todos se veían tan felices. Cantaban: ―Hemos logrado todo lo que
deseábamos‖. Le sonreían al anciano y le invitaban a compartir con ellos.
El anciano entonces preguntó:
- ¿Por qué tanta felicidad?
- Porque hemos encontrado la llave para acceder al secreto más grande del mundo, la llave de
todos los tesoros: ENCONTRAMOS A DIOS Y VIVIMOS CON ÉL.
El anciano les preguntó:
- ¿Y cómo?
- TODO AQUÍ ES FÁCIL. Sólo recuerda que eres un alma, recuerda al Alma Suprema y
entonces fluirá hacia ti, todo lo que encierra Su corazón.
El anciano no lo dudó ni un instante, sintió en su corazón esta gran verdad y a partir de este
momento entró al palacio y vivió como un rey el resto de sus días.
Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la ciudad de El Cairo, Egipto, con
la finalidad de visitar a un famoso sabio. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un
cuartito muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa
y un banco.
- ¿Dónde están sus muebles? - preguntó el turista
Y el sabio, rápidamente, también preguntó:
- ¿Y dónde están los suyos...?
- ¿Los míos? - se sorprendió el turista - ¡Pero si yo estoy aquí
solamente de paso!
- Yo también... - concluyó el sabio - La vida en la tierra es solamente temporal... sin embargo,
algunos viven como si fueran a quedarse aquí eternamente y se olvidan de ser felices. El valor
de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden. Por eso
existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables. Dios no te
preguntará qué modelo de auto usabas; te preguntará a cuánta gente llevaste. Dios no te
preguntará los metros cuadrados de tu casa; te preguntará a cuánta gente recibiste en ella.
Dios no te preguntará la marca de la ropa en tu armario; te preguntará a cuántos ayudaste a
vestirse. Dios no te preguntará cuán alto era tu sueldo; te preguntará si vendiste tu conciencia
para obtenerlo. Dios no te preguntará cuál era tu título; te preguntará si hiciste tu trabajo con
lo mejor de tu capacidad. Dios no te preguntará cuántos amigos tenías; te preguntará cuánta
gente te consideraba su amigo. Dios no te preguntará en qué vecindario vivías; te preguntará
cómo tratabas a tus vecinos. Dios no te preguntará el color de tu piel; te preguntará por la
pureza de tu interior. Dios no te preguntará por qué tardaste tanto en buscar la Salvación; te
llevará con amor a tu casa en el Cielo y no a las puertas del Infierno.
El horrible ogro que todos odiaban compró en la tienda un espejo de su propio tamaño. Lo
colocó en uno de los muros de su palacio. Podía verse en él de cuerpo entero. El vendedor le
había asegurado algo que terminó por convencerlo.
- Este espejo lo embellecerá, mi excelentísimo señor, se verá usted en él como siempre quiso
verse.
Pasaba horas el ogro frente al espejo comprobando sus bondades. Era cierta la promesa del
tendero, podía verse allí como siempre había soñado ser.
Cambió el ogro su mirada sobre sí mismo, y consiguió que todos lo vieran distinto, a pesar de
que su cuerpo no se había transformado.
Ya no era tan horrible para los demás, porque había comenzado a embellecerse para él. Ya no
era odiado por todos, porque había aprendido a quererse en el espejo.
Amanecía en una pequeña aldea ,en donde los ruiseñores acarician los oídos de todos sus
habitantes.
Comienzan los aromas a leña quemada, a dulces tés de hierbas, a pan recién horneado y en
una de las casitas adornada con plantas de flores multicolores, una niña se ha levantado, sirve
el desayuno a su abuelo adoptivo, que con los años ha perdido la visión.
Huérfana desde los 3 años y adoptada por el anciano, encontró con él, el Sendero de la Paz.
Después del aseo de la casa, saldrá a trabajar; es ayudante en el único almacén de la aldea.
Reparte los comestibles a los hogares, y en cada uno deja una flor de regalo cultivada por ella
misma y una esquelita, todas tienen pensamientos distintos, en todos los días de su recorrido.
Preguntó una mujer que tenía tristeza en sus ojos:
- Dime, niña, ¿como haces para estar tan feliz todos los días, si estás tan sola; sin padres ni
hermanos que cuiden de ti?
Y ella le respondió:
- Señora, lea Ud. cada día los mensajes que le envían y sabrá que no estoy sola en ningún
lugar, ni en ningún momento y un abuelo ángel me acompaña.
La señora abrió su tarjeta y leyó en voz alta:
"Soy el aroma de tu Alma en Paz."
Emocionada, besó las manos de la niña y comprendió que el Amor está allí donde tú miras, en
el aroma de cada flor de un jardín maravilla.
Por mucho tiempo, el hombre solo sabía mover la boca para hablar o para comer. La vida era
sin sabor y realmente parecía triste.
Entonces, alguien probó mover la boca en diversas formas. Inmediatamente sintió algo
benéfico; sus músculos faciales parecían relajarse. Hizo otras experiencias, todas en este
sentido. Se había inventado la sonrisa.
Todos la aprendieron y descubrieron el método maravilloso de relajar su cara. El mundo
cambió de color.
Sin embargo, con el tiempo, la sonrisa fue perdiendo su efecto. Había sonrisas mentirosas,
hipócritas, engañosas, etc. Cualquier podía sonreír y había relajación de la cara, pero en otra
parte...
Muy profundamente, la sensación era otra. El hombre que inventó la sonrisa probó
nuevamente hasta que descubrió algo importante. Tan importante y tan especial que no todos
ahora fueron capaces de aprender.
La sonrisa, para que funcionara plenamente, tenía que nacer en el corazón, no en la cara. Así
que, un corazón alegre y feliz reflejaba una sonrisa igualmente alegre y feliz.
Con éxito, caminó por las calles con su nueva sonrisa, estimuló a muchos y todavía lo vamos
aprendiendo.
Era mitad del siglo XIX y se escuchaba en las oficinas de la Escuela Primaria de un pequeño
pueblo de Ohio de los Estados Unidos la siguiente conversación.
- El niño tiene un leve retraso mental que le impide adquirir los conocimientos a la par de sus
compañeras de clase, debe dejar de traer a su hijo a esta escuela.
A la mujer no pareció afectarle mucho la sentencia de la maestra, pero se encargó de
transmitirle a su hijo que él no poseía ningún retraso y que Dios, en quien confiaba fielmente
desde su juventud, no le había dado vida para avergonzarlo, sino para ser un hombre de éxito.
Pocos años después, este niño, con solo 12 años, fundó un diario y se encargaba de venderlo
en la estación de ferrocarril de Nueva York.
No fue todo, se dedicó a estudiar los fenómenos eléctricos, y gracias a sus estudios logró
perfeccionar el teléfono, el micrófono, el megáfono, y otros inventos como el fonógrafo, por
citar sólo algunos.
¡Qué lejos quedaba en el recuerdo del niño las palabras de su maestra!
Todo parecía conducirse sobre ruedas hasta que un día se encontró con un gran obstáculo, su
mayor proyecto se estaba desvaneciendo ante sus ojos, había buscado incansablemente la
forma de construir un filamento capaz de generar una luz incandescente, pero que al mismo
tiempo resista la fuerza de la energía que lo encendía.
Sus financistas estaban impacientes, sus competidores parecían acercarse a la solución antes
que él, y hasta sus colaboradores se encontraban desesperanzados.
Luego de tres años de intenso trabajo uno de ellos le dijo:
- Thomas, abandona este proyecto, ya llevamos más de tres años y lo hemos intentado en
más de dos mil formas distintas y solo conocemos el fracaso en cada intento.
La respuesta no se hizo esperar y se dirigió a el con la misma vehemencia que su madre había
tenido unos 25 años atrás:
- Mira, no sé que entiendes tú por fracaso, pero de algo si estoy seguro, y es que en todo este
tiempo aprendí que antes de pensar en dos mil fracasos he descubierto más de dos mil
maneras de no hacer este filamento y eso me da la pauta de que estoy encaminado.
Pocos meses después iluminó toda una calle utilizando la luz eléctrica.
Su nombre fue Thomas Alva Edison.
Cuando se dieron cuenta los habitantes de una gran ciudad se sintieron frustrados. Los niños
principalmente sentían que los habían traicionado y durante un tiempo hubo mucha tristeza.
Hasta que un papá se acercó a sus hijos y les dijo que jugaran un poco. Tras alguna
resistencia, salieron a jugar y pronto se divertían.
Aquella noche, la pareja se sentó y en todas las casas, las parejas conversaron como hace años
no lo hacían.
Pronto, llegaron vecinos a ver si necesitaban algo, a compartir algún juego o novedad, o
arreglar algo en la casa del otro.
Aquella noche, todos se fueron a dormir antes de lo normal, pero con una gran sonrisa en la
cara.
Por alguna razón, aquel día, ningún aparato de televisión funcionó.
Cuando era joven, mi carácter fuerte, impulsivo y explosivo, me hacía reventar en cólera a la
menor provocación. La mayoría de las veces, después de uno de estos incidentes, me sentía
avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado.
Un día mi maestro, quien me vio dando excusas a un compañero de salón después de una
explosión de ira, me llevó a un aula, me entregó una hoja de papel lisa y me dijo:
- ¡Estrújalo!
Asombrado, obedecí, lo arrugué e hice con él una bolita. Luego me dijo:
- Ahora déjalo como estaba antes...
Por supuesto que no pude dejarlo como estaba. Por más que traté, el papel quedó lleno de
pliegues y arrugas.
El profesor me dijo:
- El corazón de las personas es como este papel... La impresión que dejas en ellos, será tan
difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues que has hecho en el papel.
Así aprendí a ser más comprensivo y paciente. Cuando siento ganas de estallar, recuerdo ese
papel arrugado. La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar, más aún
cuando lastimamos con nuestras reacciones o con nuestras palabras.
Cierto día, caminando por la playa reparé en un hombre que se agachaba a cada momento,
recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar.
Al acercarme, me di cuenta de que tomaba de la arena estrellas de mar, y una a una las
arrojaba de nuevo al océano.
Intrigado, lo interrogué sobre lo que estaba haciendo, a lo cual me respondió:
- Estoy lanzando estas estrellas marinas al océano. Como ves, la marea es baja y estas estrellas
han quedado en la orilla si no las arrojo al mar morirán aquí en la arena.
- Entiendo, - le dije - pero hay miles de estrellas de mar sobre la playa. No puedes lanzarlas a
todas. Son demasiadas. Además esto sucede en cientos de playas. ¿Tiene sentido?
El hombre se inclinó y tomó una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar me
respondió :
- ¡Para ésta si lo tuvo!
Cuentan que cuando el islamismo se estableció en Persia, muchas personas se fueron a la India
al ver su religión amenazada. Un rey, al ver tanta gente llegando - aquellos que hoy en día son
llamados "parsis" - decidió de forma sabia enviarles un aviso de que no tenían condiciones de
recibirlos, que en su reino ya no cabía nadie más: le envió al líder del grupo un vaso
completamente lleno de leche.
El líder, no menos sabio, sabiendo de la situación del reino que los recibía, cogió un poco de
azúcar y lo mezcló a la leche, sin regar ni una sola gota, además dándole sabor. Así, reenvió al
rey su mensaje, el vaso de leche con azúcar. El rey comprendió inmediatamente lo que
implicaba aquello:
"No se preocupe, nos mezclaremos con ustedes así como la leche y azúcar, sin interferir en
nada."
Sin tener adonde ir, Martina paseaba por un bello parque. El sol brillaba fuerte, haciéndola
pensar brevemente sobre el sufrimiento del papá noel que veía al frente de una tienda, sin un
vestido apropiado.
- Dame una moneda, chiquilla.
Lista para decirle no a algún mendigo, le sorprendió que la persona que decía era un señor
bien vestido - otra vez, demasiado vestido para tanto calor. Después de la sorpresa, vino el
miedo; después de todo, había huido de su casa y este señor podría ser de la policía
(disfrazado, obviamente) o bien estaba queriendo algo más.
- Dame una moneda. La necesito.
- ¿Para qué? - preguntó, tras recuperarse de la sorpresa y del miedo
El hombre se rió.
- Es que conozco a una pareja que está llorando mucho en su casa. Su hija huyó y ya es
Navidad. Ellos se arrepienten mucho de lo que hicieron... - se detuvo un momento, como
saboreando la nueva sorpresa de la niña - Iba a llamarlos para preguntarles si puedo ir yo allá,
para eso era la moneda. - y apuntó a un teléfono público cerca, que funcionaba a punta de
monedas
- No... Sí... Digo, yo tengo una moneda. ¿Cómo sabe usted?
- Solo dame una moneda. Lloran mucho y soy capaz de oír su llanto. Sería un regalo de
Navidad para ellos mi llamada, aunque su hija se haya perdido.
Pensativa, la chica recordó a sus padres, la discusión con su papá, el abandono de la casa...
Buscó en su cartera y encontró la moneda, pero cuando la fue entregar, el hombre ya no
estaba ahí. Con lágrimas en los ojos, se dirigió al teléfono público, marcó el número que
conocía tan bien de memoria, depositó la moneda y dijo:
- ¡Papá, mamá, feliz navidad!
Hace algunos años, en los paraolímpicos infantiles de Seattle, nueve concursantes, todos con
alguna discapacidad física o mental, se reunieron en la línea de salida para correr los 100
metros planos.
Al sonido del disparo todos salieron, no exactamente como bólidos, pero con gran entusiasmo
de participar en la carrera, llegar a la meta y ganar.
Todos, es decir, menos uno, que tropezó en el asfalto, dio dos maromas y empezó a llorar.
Los otros ocho oyeron al niño llorar, disminuyeron la velocidad y voltearon hacia atrás. Todos
dieron la vuelta y regresaron... ¡todos¡
Una niña con síndrome de Down se agachó, le dio un beso en la herida y le dijo:
- Eso te lo va a curar.
Todos en el estadio se pusieron de pie, las porras y aplausos duraron varios minutos. La gente
que estuvo presente aun cuenta la historia.
Recuerdo que un invierno mi padre necesitaba leña, así que buscó un árbol muerto y lo cortó.
Pero luego, en la primavera, vio desolado que al tronco marchito de ese árbol le brotaron
renuevos.
Mi padre dijo:
- Estaba yo seguro de que ese árbol estaba muerto. Había perdido todas las hojas en el
invierno. Hacía tanto frío, que las ramas se quebraban y caían como si no le quedara al viejo
tronco ni una pizca de vida. Pero ahora advierto que aún alentaba la vida en aquel tronco.
Y volviéndose hacia mí, me aconsejó:
- Nunca olvides esta importante lección. Jamás cortes un árbol en invierno. Jamás tomes una
decisión negativa en tiempo adverso. Nunca tomes las más importantes decisiones cuando
estés en tu peor estado de ánimo. Espera. Sé paciente. La tormenta pasará. Recuerda que la
primavera volverá.
Cuentan que en alguna tierra distante no se comían los cerdos, sino que se utilizaban como
moneda corriente. Es decir, si se quería comprar una casa, entonces se daba 30 cerdos; a su
vez, éstos eran vendidos a pueblos vecinos que sí los comían.
Cierto día, un joven muchacho caminaba con su cerdito bajo el brazo. Buscaba cambiarlo - o
bien, usarlo para pagar - por algo de medicina para su mamá. En verdad, él sabía lo que ella
necesitaba, eran unas hierbas muy específicas; el problema es que todos querían por lo menos
3 cerdos por las hierbas.
Como en el quinto curandero, una señora de mucha edad, fue y nuevamente le ofreció el
cerdito y le pidió las hierbas que necesitaba. Y de nuevo escuchó el precio - "¡3 cerdos!".
Desilusionado, empezó a apartarse cuando un hombre vestido en uniforme militar lo llamó y le
preguntó porque quería las hierbas.
- Es para mi mamá, me dijo que es lo único que la curará. Sin eso, no puede moverse y no
tenemos con que vivir, pues mi papá murió en la última guerra.
Tocado por las lágrimas que nacían de los ojos del muchacho, el señor señaló a un hombre
mayor que estaba cerca y le dijo que trajera 3 cerdos y los entregó a la mujer. Entonces, le dio
al muchacho las hierbas y éste, feliz, agradeció y salió corriendo.
Las décadas pasaron, los reinos fueron divididos y terminó que el muchacho se convirtió en el
joven alcalde de su pueblo; irónicamente, la zona donde era el mercado, pertenecía a otro reino
y, dramáticamente, estaban en guerra.
Cuando se iba a su casa, encontró caído al lado de la carretera un hombre con uniforme militar.
Mirándolo, no lo podía creer: era el mismo que había pagado por las hierbas que salvaron a su
mamá (que todavía vivía). Por un momento, se sintió dividido entre entregarlo a los militares o
bien salvarlo. Por fin, indicó a su servidor que lo recogiera. Durante dos semanas, el hombre
estuvo a punto de morir y la mamá del alcalde lo cuidó en todos momentos. Las pocas
personas que conocían la historia, se callaban ante la explicación del alcalde.
Después de despertar, el militar miró al alcalde y le preguntó:
- Gracias por salvar mi vida. Soy un hombre rico, ¿cuánto le debo?
- ¡3 cerdos! - dijo el muchacho
- Le pagaré...
- No, usted no entiende. Le voy a dar 3 cerdos, porque en un momento de necesidad su
corazón se abrió, me ayudó a mí y a mi mamá. Ahora, es mi vez de ayudarle. Aquí, siempre
tendrá un amigo.
La guerra por fin se terminó con un armisticio y el alcalde logró que su amigo militar volviera a
su reino... con 3 cerdos bajo el brazo.
Rodeando un castillo, había dos pájaros: un horrible buitre y una hermosa paloma. Siempre
que el buitre se acercaba, los guardias trataban de expulsarlo, mientras que a la paloma, le
daban comida. Aún así, el buitre continuaba a venir. Sin saberlo, éste comía las ratas que
abundaban en el edificio.
El sabio del rey solo observaba.
Un día, los enemigos lograron llegar hasta la habitación del rey. Afuera, estaba la paloma que
los miró sin moverse o hacer cualquier gesto excepto comer. Pero cuando los soldados
enemigos se acercaron al pequeño hijo del rey, que ahí se encontraba, el buitre los atacó
fuertemente. Asustados, empezaron a gritar y pronto los guardias aparecieron, capturándolos.
Más tarde, el rey se reunión con su sabio y conversaron sobre lo que había sucedido.
- Creo de ahí podemos aprender algo muy importante, majestad?
- Y ¿qué lección podemos extraer de tan insólita situación, sabio?
- No siempre lo que parece bonito a los ojos es realmente leal. Aunque la paloma haya sido
alimentada todo este tiempo, no hizo nada para defender a los que la alimentaron. El buitre,
sin embargo, sí fue capaz de realizar, a pesar de su aspecto desagradable. En realidad, creo
que él es más bello que la paloma, pues sus actos así lo fueron.
- Usted tiene toda la razón. Desde luego, mis guardias ya tienen órdenes expresas de alimentar
el buitre, como gratitud por lo que hizo.
Así, el buitre terminó su vida muy bien alimentado y sin sufrir más persecuciones, mientras la
paloma por algo dejó de aparecer en el castillo.
Había un niño que creía que nadie lo quería. Siempre que pedía algo, no le daban lo que
quería. Siempre que hacía una queja, nadie le ponía atención.
Una noche, soñó. Vio que todos los que estaban a su alrededor - familia, amiguitos, todos -
habían muerto. En el comienzo se sintió incluso bien en el sueño; después de todo, nadie lo
quería.
Entonces, quiso comer, pero no había quien le cocinara.
Quería estudiar, pero nadie lo iba a matricular, ni llevar a la escuela.
Quería jugar, pero no había nadie con quien jugar.
Quería cambiar de ropa, pero nadie le iba a lavar y planchar.
Asustado, empezó a llorar y despertó con los ojitos llenos de lágrimas. Se levantó y se fue a
dormir con los padres.
- ¿Qué te pasó, Juanito, un mal sueño?
- No, papi, es que descubrí lo cuanto ustedes me quieren.
No había otra solución. El presidente empezó hablando de la única posibilidad para vencer:
lanzar bombas nucleares en su enemigo.
La mayoría de la junta de gobierno aplaudió la decisión. En verdad, solo un hombre, ya viejo,
no la aplaudió, pero tampoco fue en contra. Después de un rato, entraron en receso y el
anciano decidió aprovechar para hablar a solas con el presidente.
Lo encontró en su despacho. Esperó que estuviese solo y cerró bien la puerta.
- ¿Veo que usted no está de acuerdo conmigo, viejo amigo? - le preguntó de forma directa el
presidente
- Sí, claro que estoy, amigo. Usted es el presidente, ¿correcto?
- Entonces ¿por qué no apoyó mi discurso en su momento?
- Ah, aquello... Lo que pasa es que estaba pensando en cuánto me iba a ganar.
El presidente se detuvo. Mientras conversaban, iba leyendo y firmando diversos papeles, pero
la respuesta de su viejo amigo le llamó la atención.
- ¿Ganar?
- ¡Por supuesto, amigo! Recuerde, estoy en el negocio de bolsas de basura - con mi primo,
usted lo conoce. Cuando usted lance las bombas nucleares, obviamente, ellos reaccionarán
igualmente. Entonces estas caerán aquí - sí, sé lo que dijiste de que podemos impedir la
mayoría, pero estoy seguro que estás de acuerdo que algunas caerán en nuestro pueblo.
Bueno, las bolsas son para la gente que muera.
Sonriendo, continuó su charla, después de sentarse.
- Además, la nube radiactiva va a venir a todas partes, incluso aquí. Mi preocupación real,
amigo, era ver como podíamos distribuir tantas bolsas en tan poco tiempo. Pero lo haremos,
amigo. ¡Vamos a destruir nuestros enemigos!
Al volver del receso, el presidente dijo que quería ver alternativas. Su viejo amigo presentó
una - de negociación - obviamente a través de un general, que fue la aceptada. Más tarde, se
encontraron los dos:
- Lo siento por el negocio de las bolsas.
- Sí, un verdadero pesar. - y secretamente pensó "Un verdadero pesar si no funcionara mi
conversación y nos metiéramos en esa guerra"
A un ángel le dijeron que a los seres humanos les gustaba mucho el deporte. Decidió entonces
preguntar a algunos amigos humanos cual era su deporte favorito. Sorprendido, todos
contestaron lo mismo: carreras de obstáculos. Pero las respuestas variaron un poco con
relación a los obstáculos:
- A mí, los obstáculos son mis hijos. Nunca obedecen lo que les digo. - le dijo una madre
- Lo peor es el trabajo. No me dan lo que necesito y quieren que yo haga lo imposible. - le dijo
un jefe de familia
- No sé si podré conseguir a alguien adecuado para casarme. - le contestó una mujer
- ¡Los profesores son lo peor que hay! - le dijo un estudiante
- No hay nada peor que un muchacho de estos que no hace nada. - le dijo un profesor.
Al cabo de su pequeña encuesta, se sentó en las nubes y pensó consigo mismo: "¿Cuándo los
seres humanos correrán la carrera para superar los obstáculos del odio, miedo, rencor y todo lo
negativo?" Suspiró pensativo y decidió ya no pensar en el tema.
Cuentan que un supervisor, para estimular su persona, ofreció un pan de frutas si lograran
superar su meta. Trabajaron muy duro y lo lograron, siendo agraciados por el pan de frutas.
El presidente de la empresa se enteró del tema y decidió mejorarlo: ofreció un almuerzo para
todos los miembros del grupo que superara determinada meta (desde luego, mucho mejor, ya
que el pan de frutas tuvo que ser compartido por un grupo de unos 10 empleados). Sin
embargo, el resultado fue simplemente pésimo: nadie lo logró.
Queriendo aprender que había sucedido, el presidente se reunión con su consultor y el humilde
supervisor. Directamente preguntó la diferencia y el supervisor aclaró:
- Señor doctor, no era la cuestión del pan de frutas. Esto se puede comprar en cualquier parte.
Pero especialmente aquel pan de frutas fue hecho por mi señora. Vino de mí y de ella como un
sincero presente a esos muchachos. La clave es esta, señor presidente: solo algo genuino,
auténtico, que venga del corazón puede hacer a alguien cambiar su forma de actuar.
A Rosilda no era fácil salir de la ciudad. Hijos, marido, padres ya ancianos, mucho trabajo, casa
por cuidar, etc. - la lista de barreras era increíblemente grande y la hacía sentirse menos que
sus amigas que se iban todos los fines de semana a pasar en fincas.
Por fin, un día, todo se unió para que Rosilda, acompañada de toda su familia, fuera a un
pequeño hotel a unas dos horas de la ciudad. El clima no podía ser más agradable: un
espléndido sol brillaba sobre sus cabezas, pero no estaba muy caliente. Aún así, pasadas
algunas horas, todavía no lograba sentirse feliz.
Decidió entonces ir a ver el jardín (el hotel era famoso por sus rosas). Allá ubicó el jardinero y -
¡SORPRESA! - un olor bastante desagradable.
El hombre la miró y se sonrió de la reacción de Rosilda de taparse la nariz. Ella estaba ahí sola
(sus hijos y restante de la familia se habían quedado en la habitación) y le preguntó al
jardinero que olor era aquel.
- ¿El olor? Pues, abono, señora. Si no ponemos abono, las rosas no crecen mucho.
Sin detenerse en su trabajo, continuó hablando.
- Y, por experiencia, mientras ¡más feo el olor, más fragante será la rosa!
En este momento, se detuvo, como para descansar. Miró a Rosilda en los ojos y le dijo algo
que nunca más se olvidaría:
- En verdad, así es en la vida también, ¿no es cierto? Mientras más obstáculos y problemas
aparecen, pues, más fragante se torna uno. Más feliz, alegre, pacífico... Todo lo bueno, señora,
todo lo bueno.
Avergonzada, sin saber porqué, Rosilda se apartó del señor. Y volvió a la habitación a disfrutar
de su familia.
Desde aquel día, nunca más se quejó Rosilda de la vida que llevaba y se tornó la mujer más
feliz del mundo.
Un día descubrieron la fecha del cumpleaños de Dios, así que decidieron hacerle la mejor de las
fiestas.
En el día, a la hora acordada, las personas más importantes del mundo se reunieron y
esperaron al Señor. El ponqué (torta) estaba hermosamente decorado, pero tenía una sola vela
ya que desconocían su edad.
Por fin, llegó él. Miró a todos con mucho amor y misericordia. Y cierto orgullo: estos son mis
hijos. Y miró la galería completamente vacía; había sido su requerimiento, pues decía que iba a
traer "invitados especiales".
Entonces, la puerta de la galería se abrió y todos miraron para ver entrar personas de
diferentes razas y clases sociales - obviamente excluidas de la celebración principal.
El olor en el salón parecía terrible, pues muchos parece que no se habían bañado. Todos se
aguantaban la situación, después de todo, ahí estaba Dios.
El secretario-general de las Naciones Unidas lo saludó formalmente y después dos o tres
personas hablaron; también había sido su requerimiento que poca gente hablara. Por fin, llegó
la vez de Dios.
- Queridos hijos, reciban mi amor de corazón. Dulces hijos, es hora de todos desapegarse del
mundo físico y aprender que todos somos una misma familia. Todos los seres humanos son
mis hijos amorosos, así que invité a todos aquellos que no habían sido invitados, pues el
cumpleaños de Dios es el cumpleaños de todos aquí.
Los miró aún más profundamente, dedicándose especialmente a los de la galería. Entonces,
concluyó su discurso:
- El regalo que deseo recibir hoy es la felicidad de cada uno. Cuando un ser humano es feliz,
entonces siento que el paraíso ha regresado al planeta. Seamos felices y hagamos a todos
felices. Olvidemos la época de guerras y enfermedades, de catástrofes y materialismo; de aquí
en adelante, que seamos de nuevo una dulce y hermosa familia.
Y con su soplo divino, apagó la vela que tenía delante suyo.
Desesperado, Juan Díaz mira la hora y piensa en todo lo que ha pasado en su vida. Mucho ha
sucedido de forma negativa en su vida.
En realidad, todo iba mal. Había perdido todo lo que tenía y nada más le quedaba realmente.
Pensó en matarse, pero tampoco estaba seguro que iba a lograr. ¿Y si sobrevivía? ¿Y si
quedaba peor que antes? ¿Y si...?
Su cabeza giraba en varias direcciones. Entonces, se enfocó en algo.
Estaba en un parque, ya era tarde en la noche, pero vio como una pequeña luz brillar. Parecía
una luciérnaga, pero en realidad no parpadeaba. La visión duró unos meros segundos.
Pero fueron lo suficiente: sorprendido, Juan Díaz sintió como una fuerza cruzar su ser.
Entendió de repente que lo que pasaba con él era como una cuenta siendo saldada. Recordó
algo que escuchó hacía mucho tiempo: cuentas karmicas.
Y que lo que había que hacer era, en primer lugar, ser paciente. En segundo lugar, generar
cuentas positivas, hacer que la vida mejore generando los cambios necesarios. Y en tercer
lugar...
Miró el cielo y vio una estrella brillante que osaba cruzar las densas nubes de su ciudad. Y
pensó en Dios. Sintió como si una lluvia de luz cayera sobre él, dándole mucho poder, amor y
paz. Y se alzó del asiento donde estaba.
Meses después, sentado en el mismo parque, miró la misma estrella en el cielo. Sintió lo
mismo. Ahora, todo había pasado, al menos en parte. Faltaban algunas cuentas para saldar,
pero Juan Díaz había visto el beneficio de la paciencia, de las acciones positivas y de la
conexión con Dios. En la práctica.
Ahora sonríe, deseando que todos en algún momento vean esta misma estrella y sientan lo
mismo que sintió. Y jamás, de verdad jamás pierdan la esperanza.
Cierto día, un perrito buscando refugio del sol, logró meterse por un agujero de una de las
puertas de dicha casa. El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera. Al terminar
de subir las escaleras se topó con una puerta semi-abierta; lentamente entró en el cuarto. Para
su sorpresa, se dio cuenta que dentro de ese cuarto habían 1000 perritos mas observándolo
tan fijamente como él los observaba a ellos. El perrito comenzó a mover la cola y a levantar
sus orejas poco a poco. Los 1000 perritos hicieron lo mismo. Posteriormente sonrío y le ladró
alegremente a uno de ellos. El perrito se quedó sorprendido al ver que los 1000 perritos
también le sonreían y ladraban alegremente con él. Cuando el perrito salió del cuarto se quedó
pensando para sí mismo: "¡Que lugar tan agradable, voy a venir más seguido a visitarlo!"
Tiempo después, otro perrito callejero entró al mismo sitio y se encontró entrando al mismo
cuarto. Pero a diferencia del primero, este perrito al ver a los otros 1000 perritos del cuarto se
sintió amenazado ya que lo estaban viendo de una manera agresiva. Posteriormente empezó a
gruñir; obviamente vio como los 1000 perritos le gruñían a él. Comenzó a ladrarles ferozmente
y los otros 1000 perritos le ladraron también a él. Cuando este perrito salió del cuarto pensó:
"¡Que lugar tan horrible es éste!, nunca más volveré a entrar!"
En el frente de dicha casa se encontraba un viejo letrero que decía "La casa de los 1000
espejos".
Había un asceta, santo y penitente, que vivía en la selva, lejos de caminos humanos; se
sustentaba de los frutos de los árboles y las raíces del suelo, y bebía del agua cristalina del río
que fluía al borde de su cabaña.
Vestía sólo un taparrabos y guardaba otro para cambiarse. Y pasaba todo el día en la
contemplación sagrada del Dios que había hecho esas maravillas.
Pero había ratones en la selva y, mientras él estaba en oración, le roían el taparrabos que había
puesto a secar. Pronto quedó inservible.
Había que hacer algo. Los vecinos devotos de aldeas cercanas y lejanas que lo visitaban para
pedirle su bendición, le indicaron el remedio.
Pero ahora había que darle de comer al gato. Al gato le gusta la leche. Los siempre devotos
visitantes le regalaron una vaca.
¿Qué comerá la vaca? hierba, ya se entiende. Pues le regalaron unos campos para que pastara
la vaca.
El ermitaño sólo tenía que cuidar de los campos, regarlos, abonarlos, cortar hierba para cuando
hiciera falta. Y ordeñar la vaca para que diera leche y comiera el gato y espantara a los ratones
y quedara protegido el taparrabos de cambio.
Así lo hizo el monje, dejándose llevar por el cariño y la sabiduría práctica de sus fieles devotos.
Hasta que un día cayó en la cuenta de que ya no hacía oración. Se pasaba todo el tiempo con
los campos y la vaca y el gato. No tenía tiempo. No tenía ganas. Se había convertido en
terrateniente.
Y los vecinos devotos dejaron de visitarlo. Decían que su bendición ya no surtía efecto.
- ¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? ¿Dónde están las puertas que llevan a ellos? ¿Por dónde
puedo entrar?
Era un guerrero sencillo. Los guerreros siempre son sencillos, sin astucia en sus mentes, sin
matemáticas. Sólo conocen dos cosas: La vida y la muerte. Él no había venido a aprender
ninguna doctrina; sólo quería saber donde estaban las puertas, para poder evitar el infierno y
entrar en el cielo.
Hakuin le respondió de una manera que sólo un guerrero podía haber entendido:
El orgullo del samurai se sintió herido y olvidó para que había venido. Sacó su espada y ya
estaba a punto de matar a Hakuin cuando éste dijo:
- Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, te abren la puerta.
Una mañana, mientras paseaban por el maravilloso jardín con sus fuentes y rosales, empezaron
a preguntarse cuál de las tres tenía las manos más hermosas.
Elena, que se había teñido los dedos mientras sacaba las deliciosas fresas, pensaba que las
suyas eran las más hermosas.
Antonieta había estado entre las rosas fragantes y sus manos habían quedado impregnadas de
perfume. Para ella las suyas eran las más hermosas.
Juana había metido los dedos en el claro arroyo y las gotas de agua daban resplandores como
si fueran diamantes. Ella pensaba que sus manos eran las más hermosas.
En esos momentos, llegó una muchacha menesterosa que pidió que le dieran una limosna,
pero las damas reales apartaron de ella sus vestiduras reales y se alejaron.
La mendiga, pasó a una cabaña que se hallaba cerca de allí y una mujer tostada por el sol y
con las manos manchadas por el trabajo, le dio pan.
- Las manos más hermosas son aquellas que están dispuestas a bendecir y ayudar a sus
semejantes.
Un científico que descubrió el arte de reproducirse a sí mismo tan perfectamente que resultaba
imposible distinguir el original de la reproducción.
Un día se enteró de que andaba buscándole el Ángel de la Muerte, y entonces hizo doce copias
de sí mismo.
El ángel no sabía cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que tenía ante sí era el científico,
de modo que los dejó a todos en paz y regresó al cielo.
Pero no por mucho tiempo, porque, como era un experto en la naturaleza humana, se le
ocurrió una ingeniosa estratagema.
- Debe de ser usted un genio, señor, para haber logrado tan perfectas reproducciones de sí
mismo, sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo
defecto.
En la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles juntos y soñando sobre lo que querían
llegar a ser cuando fueran grandes.
El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo:
- Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de oro y ser llenado de piedras preciosas. ¡Yo
seré el baúl de tesoros más hermoso del mundo!
El tercer arbolito miró hacia el valle que estaba abajo de la montaña y vio hombres y mujeres
trabajando en un pueblo trabajador:
- Yo no quiero irme de la cima de la montaña nunca. Yo quiero crecer tan alto que cuando la
gente del pueblo se pare a mirarme, ellos levantarán su mirada al cielo y pensarán en Dios. ¡Yo
seré el árbol mas alto del mundo!
Los años pasaron. Llovió, brilló el sol, y los pequeños árboles crecieron alto.
El tercer árbol sintió su corazón sufrir cuando el ultimo leñador lo miró. El árbol se paró
derecho y alto y apuntando ferozmente al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba y
dijo:
- Cualquier árbol es bueno para mí. - y con la arremetida de su hacha brillante, el tercer árbol
cayó
El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó a una carpintería. Pero el carpintero lo
convirtió en una caja de alimento para animales de granja. Aquel árbol hermoso no fue
cubierto con oro, ni llenado de tesoros, sino que fue cubierto con polvo de cortadora y llenado
con alimento para animales de granja hambrientos.
El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero, pero ningún barco
imponente fue construido ese día. En lugar de eso aquel árbol fuerte fue cortado y convertido
a un simple bote de pesca, era demasiado chico y débil para navegar en el océano, ni siquiera
en un río, y fue llevado a un pequeño lago.
El tercer árbol estaba confundido cuando el leñador lo cortó para hacer tablas fuertes y lo
abandonó en un almacén de madera. "Qué estará pasando", fue lo que se preguntó el árbol,
"Yo todo lo que quería era quedarme en la cumbre de la montaña y apuntar a Dios...".
Muchísimos días y noches pasaron. A los tres árboles ya casi se les habían olvidado sus
sueños. Pero una noche, una luz de estrella dorada alumbró al primer árbol cuando una joven
mujer puso a su hijo recién nacido en la caja de alimento:
- Yo quisiera haberle podido hacer una cuna al bebé. - le dijo su esposo a la mujer; la madre le
apretó la mano a su esposo y sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba a la madera suave
y fuerte de la cuna
Y la mujer dijo:
- Esta cuna es hermosa.
Y de repente, el primer árbol supo que contenía el tesoro más grande del mundo.
Una tarde, un viajero cansado y sus amigos se subieron al viejo bote de pesca. El viajero se
quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente hacia adentro del lago. De
repente, una impresionante y aterradora tormenta llegó al lago, el pequeño árbol se llenó de
temor, sabía que no tenía la fuerza para llevar a todos esos pasajeros a la orilla a salvo con ese
viento y lluvia. Pero pensó que sí, podía. Sintiendo a las personas y su creciente temor, resistió
hasta no más poder y por fin, el barco llegó a la orilla. Todos bajaron, mirando agradecidos el
barquero, pero éste miró al barco y le dijo:
- Venciste la peor de las guerras.
Y de repente, el segundo árbol supo que había sido guerrero y victorioso.
Personas sencillas fueron y compraron la madera del tercer árbol, por ser más barata. De
pronto, le vino una ola de felicidad, al ver que subía una montaña. Y allá, en el alto,
construyeron un templo a Dios. Toda la comunidad se reunió y estaba feliz al ver la maravilla
de templo que tenía.
Y el tercero árbol supo que desde ahora, siempre estaría apuntando hacia Dios.
Una vez un miembro de la tribu se presentó furioso ante su jefe para informarle que estaba
decidido a tomar venganza de un amigo que lo había ofendido gravemente. Quería ir
inmediatamente y matarlo sin piedad.
El jefe lo escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer lo que tenía pensado,
pero antes de hacerlo llenara su pipa de tabaco y la fumara con calma al pie del árbol sagrado
del pueblo.
El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol. Tardó una hora en
terminar la pipa. Luego sacudió las cenizas y decidió volver a hablar con el jefe para decirle que
lo había pensado mejor, que era excesivo matar a su amigo, pero que si le daría una paliza
memorable para que nunca se olvidara de la ofensa.
Nuevamente el anciano lo escuchó y aprobó su decisión, pero le ordenó que ya que había
cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar. También esta
vez el hombre cumplió su encargo y gastó media hora meditando. Después regresó a donde
estaba el cacique y le dijo que consideraba excesivo castigar físicamente a su amigo, pero que
iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos.
Como siempre, fue escuchado con bondad, pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su
meditación como lo había hecho las veces anteriores. El hombre medio molesto, pero ya
mucho más sereno, se dirigió al árbol centenario y allí sentado fue convirtiendo en humo, su
tabaco y su bronca. Cuando terminó, volvió al jefe y le dijo:
- Pensándolo mejor veo que la cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para
darle un abrazo. Asé recuperaré un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho.
Un hombre, su caballo y su perro, caminaban por una calle. Después de mucho caminar, el
hombre se dio cuenta que los tres habían muerto en un accidente. Hay veces que lleva un
tiempo para que los muertos se den cuenta de su nueva condición.
La caminata era muy larga, cuesta arriba, el sol era fuerte y los tres estaban empapados en
sudor y con mucha sed. Precisaban desesperadamente agua.
En una curva del camino, avistaron un portón magnífico, todo de mármol, que conducía a una
plaza calzada con bloques de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde brotaba
agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que desde una garita cuidaba de la entrada.
El hombre se sintió muy decepcionado porque su sed era grande. Mas él no bebería, dejando a
sus amigos con sed. De esta manera, prosiguió su camino…
Después de mucho caminar cuesta arriba, con la sed y el cansancio multiplicados, llegaron a un
sitio, cuya entrada estaba marcada por un portón viejo semi-abierto. El portón daba a un
camino de tierra, con árboles de ambos lados que le hacían sombra. A la sombra de uno de los
árboles, un hombre estaba recostado, con la cabeza cubierta por un sombrero, parecía que
dormía…
- Pero, entonces - dijo el caminante - esa información falsa debe causar grandes confusiones.
- De ninguna manera. - respondió el hombre - En verdad ellos nos hacen un gran favor,
porque allí quedan aquellos que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.
- Las leyes, por sí mismas, no hacen mejor a la gente. - dijo Nasrudin al rey - Es necesaria la
práctica de ciertas cosas para lograr armonizarse con la verdad interior. Esta forma de verdad
se asemeja muy poco a la verdad aparente.
El monarca decidió que podía hacer y haría que la gente dijese la verdad. Podía obligarlos a
practicar la veracidad.
Se entraba a su ciudad por un puente. Sobre éste, hizo construir un patíbulo. Cuando al
amanecer del día siguiente fueron abiertas las puertas. El capitán de la guardia se encontraba
apostado allí con un escuadrón de tropas para examinar a todo el que entraba
Fue hecho este anuncio: Todos serán interrogados. Si dicen la verdad, se les permitirá entrar.
Si mienten, serán colgados.
Nasrudin se adelantó.
- ¿Adónde va usted?
- Yo - dijo Nasrudin lentamente - voy camino a ser colgado.
- ¡No le creemos! - le contestaron
- Muy bien, sí, he mentido. ¡Cuélguenme!
- Pero si lo colgamos por haber mentido, habremos hecho que lo que usted dijo sea cierto.
- Así es: ahora saben lo que es la verdad. ¡SU verdad!
Yo tenía 16 años y estaba viviendo con mis padres en el instituto que mi abuelo había fundado
en las afueras, a 18 millas de la ciudad de Durban, en Sudáfrica, en medio de plantaciones de
azúcar. Estábamos bien al interior del país y no teníamos vecinos, así que a mis dos hermanas
y a mí, siempre nos entusiasmaba el poder ir a la ciudad a visitar amigos o ir al cine. Un día mi
padre me pidió que le llevara a la ciudad para asistir una conferencia que duraba el día entero y
yo aproveché esa oportunidad.
Como iba a la ciudad, mi madre me dio una lista de cosas del supermercado que necesitaba y
como iba a pasar todo el día en la ciudad, mi padre me pidió que me hiciera cargo de algunas
cosas pendientes, como llevar el auto al taller. Cuando me despedí de mi padre él me dijo:
- Nos vemos aquí a las 5 p.m. y volvemos a la casa juntos.
Después de completar muy rápidamente todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano.
Me concentré tanto en la película, una película doble de John Wayne, que me olvidé del tiempo.
Eran las 5:30 p. m. cuando me acordé. Corrí al taller, conseguí el auto y me apuré hasta donde
mi padre me estaba esperando. Eran casi las 6 p. m. Él me preguntó con ansiedad:
- ¿Por qué llegas tarde?
Me sentía mal por eso y no le podía decir que estaba viendo una película de John Wayne;
entonces le dije que el auto no estaba listo y tuve que esperar… esto lo dije sin saber que mi
padre ya había llamado al taller.
Cuando se dio cuenta que había mentido, me dijo:
- Algo no anda bien en la manera como te he criado puesto que no te he dado la confianza de
decirme la verdad. Voy a reflexionar que es lo que hice mal contigo. Voy a caminar las 18
millas a la casa y a pensar sobre esto.
Así que vestido con su traje y sus zapatos elegantes, empezó a caminar hasta la casa por
caminos que no estaban ni pavimentados ni alumbrados. No lo podía dejar solo... así que yo
manejé 5 horas y media detrás de el... viendo a mi padre sufrir la agonía de una mentira
estúpida que yo había dicho.
Decidí desde ahí que nunca más iba a mentir.
Una vez un guerrero indígena muy respetado y la hija de una mujer que había sido matrona de
la tribu, se enamoraron y se amaban profundamente. Habían pensado en casarse, para lo cual
tenían el permiso del cacique de la tribu.
Pero antes de formalizar el casamiento fueron a ver al Brujo, un hombre muy sabio y muy
poderoso, que tenía elixires, y conjuros, hierbas increíbles, para saber si los astros estaban a su
favor y si los Dioses los iban a proteger.
El brujo les dijo que ellos eran buenos muchachos, jóvenes y que no había ninguna razón para
que los dioses se opongan. Entonces ellos le dijeron que querían hacer algún conjuro que les
diera la formula para ser felices siempre...
El brujo les dijo:
- Bueno hay un conjuro que podemos hacer, pero no sé si están dispuestos porque es
bastante trabajoso.
- Sí, claro. - le dijeron
Entonces el brujo le pidió al guerrero que escale la montaña más alta, busque allí al halcón más
vigoroso, el que vuele más alto, el que le parezca más fuerte, el que tenga el pico más afilado,
y que vivo, se lo traiga.
Y el brujo le dijo a ella:
- A ti no te va a ser tan fácil, vas a tener que internarte en el Monte, buscar el águila que te
parezca que es la mejor cazadora, la que vuele más alto, la que sea más fuerte, la de mejor
mirada, vas a tener que cazarla sola, sin que nadie te ayude y vas a tener que traerla viva aquí.
Cada uno salió a cumplir su tarea.
Cuatro días después volvieron con el ave que se les había encomendado, y le preguntaron al
brujo:
- ¿Ahora qué hacemos?, ¿las cocinamos?, ¿las comemos?, ¿tomamos su sangre?, ¿qué
hacemos con ellas?
El brujo les dijo:
- Vamos a hacer el conjuro. ¿Volaban alto? - preguntó
- Sí - le dijeron
- ¿Eran fuertes sus alas, eran sanas, independientes?
- Sí.
- Muy bien. - dijo el brujo - Ahora átenlas entre sí por las patas y suéltenlas para que vuelen...
Entonces el águila y el halcón comenzaron a tropezarse, intentaron volar, pero lo único que
lograban, era revolcarse en el piso, y se hacían daño mutuamente, hasta que empezaron a
picotearse entre sí.
Entonces el brujo de la tribu les dijo:
- Este es el conjuro: Si ustedes quieren ser felices para siempre: VUELEN INDEPENDIENTES Y
JAMÁS SE ATEN EL UNO AL OTRO.
- ¿De veras que no hay nada que podamos hacer para alcanzar la iluminación?
- Bueno, - dijo el Maestro en tono jovial - podéis imitar a aquella anciana que empujaba con
todas sus fuerzas la pared del vagón para conseguir que el tren corriera más deprisa.
El maestro solía decir que una de las razones por las que las personas son tan desdichadas es
porque piensan que no hay nada que ellas no puedan cambiar.
Le gustaba especialmente la historia de aquel individuo que le dijo al vendedor:
- Este transistor que me has vendido suena excelentemente, pero quisiera cambiarlo por otro
que emitiera mejores programas.
- Tú eres un gran místico - le dijo uno de sus pupilos a Nasrudín - y sin duda sabrás por qué
los hombres siguen sendas diferentes a lo largo de su vida, en vez de seguir todos una única
senda.
- Sencillo. - contestó el maestro - Si todo el mundo siguiera la misma senda, todos
acabaríamos en el mismo lugar; el mundo, perdido el equilibrio, se inclinaría, y todos nos
caeríamos al océano.
Ana era muy vanidosa y como era tan bonita todos la alababan. Cuando se graduó tuvo que
realizar un año de práctica en el campo. Al llegar allí y mientras organizaba su equipaje, se
percató que le faltaba un espejo. Al no encontrarlo se desesperó y entonces escribió de
inmediato a su madre pidiéndole que le enviara un espejo bien grande.
Su madre preocupada por la excesiva vanidad de su hija, le envió tres paquetes muy
significativos.
El primero era un retrato de Ana cuando era pequeña. Abajo del retrato había un mensaje que
decía: "Esa es la que tu creías que eras".
El segundo paquete era un espejo y una nota que decía: "Esa es la que tú crees que ere
El tercer paquete contenía la fotografía de una calavera y una nota que decía: "¡Esa es la que
tú crees que será, hija, tú no eres ninguna de las tres, ¡tú eres un ser de luz y paz, eres energía
eterna!"
En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Eliahu
de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.
Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a
Eliahu transpirando, mientras parecía cavar en la arena.
- ¿Qué tal anciano? La paz sea contigo.
- Contigo. - contestó Eliahu sin dejar su tarea
- ¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?
- Siembro. -contestó el viejo
- ¿Qué siembras aquí, Eliahu?
- Dátiles. - respondió Eliahu, mientras señalaba a su alrededor el palmar
- ¡Dátiles!! - repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez -
El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a
beber una copa de agua.
- No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...
- Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?
- No sé... sesenta, setenta, ochenta, no sé… lo he olvidado... pero eso, ¿qué importa?
- Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer y recién después de ser
palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes,
Ojala vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar
algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.
- Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos
dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y
aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.
- Me has dado una gran lección, Eliahu. Déjame que te pague con una bolsa de monedas esta
enseñanza que hoy me diste. - y diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de
cuero
- Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no
llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto y sin embargo, mira, todavía no termino de
sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.
- Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es
quizás más importante que la primera. Déjame pues que pague también esta lección con otra
bolsa de monedas.
- Y a veces pasa esto: -siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de
monedas - sembré para no cosechar y antes de terminar de sembrar ya coseché no sólo una,
sino dos veces.
- Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me
alcance toda mi fortuna para pagarte…
Jorge Bucay
Había un hombre que era muy sabio, pero que tenía una debilidad secreta: amaba el dinero. La
mejor forma con la que superaba esa debilidad era decir a otros que el dinero no importaba.
Un día le vino un discípulo que justamente tenía tanto dinero que ya no quería saber nada de
eso.
- Tanto dinero tengo, pero no soy feliz.
El sabio, con todo el gusto, le enseñó a no amar el dinero. El discípulo, a cambio, sostuvo el
sitio donde el sabio vivía.
Un día, el sabio se enfermó mucho, tanto que no podía caminar sin ayuda de otros. Su
discípulo vino y con dinero logró darle comodidad. Internamente, el sabio se sintió muy bien;
externamente, prefirió ignorar el papel del dinero de su discípulo. Esto molestaba el muchacho,
pues éste no hacía nada, el dinero era lo único que podía utilizar para servir.
En otra ocasión, un terremoto afectó una región no muy lejana de ahí. El sabio elevó preces,
pero fue el discípulo quien, con su dinero, mandó ayuda física. Internamente, el sabio se sintió
muy bien por poder ayudar; externamente, prefirió ignorar el papel del dinero de su discípulo.
Así, muchas otras situaciones sucedieron y el descontentamiento en el discípulo aumentaba.
Hasta que un día, tras salir a una caminata, encontró a su discípulo de pie en la entrada del
sitio donde vivía.
- Maestro, quiero darle las gracias, pero no vendré más a usted.
El sabio se sintió incómodo. Internamente, sabía que esto significaba que ya no tendría dinero
disponible. Pero, antes de actuar como siempre actuaba, diciendo y mostrando que el dinero
nada importaba, simplemente fue y abrazó el muchacho.
- Yo le quiero dar las gracias. Mientras estuvo con nosotros, ha ayudado tanto.
- ¿Yo? Pero nunca hice nada, usted mismo me lo dijo.
- Diste dinero. Sabes, con el dinero vino tu corazón, pues lo ganaste con él. Con el dinero, vino
tu mente, pues tuviste que pensar para ello. Con el dinero, vino tu energía física, sin la cual no
hubiese ganado nada. Fuiste mi mejor discípulo, gracias.
El futuro les esperaría muchas cosas. El muchacho acabó entrando en bancarrota y tuvo que
aprender a vivir sin el dinero que siempre tuvo y lo que el maestro le dijo, le tocó
inmensamente: aún sin dinero, todavía tenía corazón, mente y cuerpo. Con ellos, en poco
tiempo, volvió a vivir en una situación cómoda.
El sabio, que viviría largos años más, aprendió a no querer el dinero internamente, mientras
externamente lo pasó a valorar de forma adecuada. Atrajo muchos discípulos como aquel
muchacho, pero a pesar de su sitio recibir tantos recursos, decidió solo usar lo necesario, nada
más que eso.
Había un hombre de 80 años, con cuatro hijos y extremadamente rico. Sin embargo, una
persona que lo conocía (pero no era íntimo), al tratar de crear amistad, le hizo diversas
preguntas para las cuales obtuvo respuestas muy distintas de la realidad. Aquí tenemos su
diálogo.
- Y ¿cuántos años tiene usted?
- 20. - el entrevistador se sorprendió, pero siguió preguntando
- Supe que tienes muchos hijos, ¿cuántos son?
- En realidad, solo tengo uno. - "este señor me está mintiendo", pensó el otro
- También supe que tienes mucha riqueza. Se puede saber cuánto...
- En realidad, no tengo mucho. Por ahí unos cien mil dólares.
En este momento, el hombre se rió y dijo:
- Mira, TODO EL MUNDO sabe que usted es el hombre más rico de esta ciudad, ¿cómo me
dice que solo tienes cien mil dólares? ¿Y sus hijos? ¿Su edad?
El otro, sonrió, tomó un vaso de agua y miró.
- Pues... Todo lo que te conté es la realidad. Pero, MI realidad. Mis primeros 60 años los gasté
por ahí, no hice nada útil, nada. Así que no los cuento, por eso le digo que solo tengo veinte
años (¡me siento con veinte años!). Por otro lado, tengo tres hijos más que nunca más
conversaron conmigo. No tenemos relación alguna, solo hay uno que realmente puedo llamar
hijo. Y sobre la riqueza... mira, ganar dinero es lo más fácil del mundo. Me gané mucho dinero.
Pero no me llevaré nada, tengo esto cada día más claro. Siento, sin embargo, que lo que he
donado - unos cien mil dólares - esto es lo que me llevaré en el futuro. De alguna forma, un
día recibiré la recompensa por ello.
Mi mejor amigo y yo pasábamos muchos veranos charlando sobre como un día tendríamos
nuestro propio negocio. A los diez años, no teníamos ni idea de qué sería ese negocio, pero
sabíamos que lo haríamos juntos. Éramos inseparables, incluso en el día que fuimos paseando
por un cañón cercano.
Mientras escalábamos por el bosque, el viejo perro ovejero de mi amigo iba detrás de nosotros.
Sin aviso, el piso cedió y caímos a la oscuridad. No sé como, nuestra caída solo nos causó
unos pocos hematomas y rascuños, pero ahora mirábamos hacia arriba, al pequeño agujero de
luz arriba, sin salida.
Lo único que podíamos ver era un rayo de luz lleno de polvo y la sombra del viejo perro,
mirando hacia bajo y ladrando a nosotros.
- ¡Ve a la casa! - gritaba mi amigo - ¡Ve a la casa!
Tras unos gemidos, él desapareció de vista. Una hora y tanto más tarde, el sol empezó a
disminuir y la noche rápidamente vino.
Nos íbamos asustando y pensando que estaríamos ahí abajo toda la noche, cuando
empezamos a oír un ladrido muy bajito. Era el viejo perro volviendo. Pronto, el ladrido se oía
más duro y vimos luces de linterna apuntando hacia bajo, en la oscuridad. Una cuerda fue
arrojada a nosotros y fuimos rescatados a la superficie.
Mi amigo y yo permanecimos cercanos y alcanzamos nuestro sueño de trabajar juntos. Todavía
sufrimos ocasionales hematomas y rascuños en el mundo de los negocios, pero una foto de
aquel viejo perro ovejero permanece en mi escritorio para recordarnos que, juntos, podemos
tener éxito.
Siempre generoso, cuando las nubes se acercaban al océano, les daba toda el agua que
querían - a pesar de ser salado, el agua que salía del océano era dulce como el néctar. Primer,
la tomaban y se bañaban, entonces iban y llovían en diversas partes del mundo, permitiendo
que la generosidad del océano se encontrara con la de la tierra. Y esto era lo que le gustaba,
que su agua ayudara a los seres.
Un día, sin embargo, se dio cuenta que diversas nubes iban, se bañaban con su agua, pero no
retenían nada, es decir, no iban a llevar a otras partes del mundo. Después de ver lo mismo
varias veces, el océano un día amenazó parar de dar agua a las nubes si no se llenaban
apropiadamente.
Una de ellas dijo:
- Es que me siento muy gorda con tanta agua.
Otra:
- Es que me siento muy pesada.
Otra:
- Es que tanta agua… ¿para que llevarla de aquí?
El océano no quiso oírlas: paró de darles agua. Con el tiempo, los campos se secaron y el
mundo entró en gran sequía.
Igualmente, algunas nubes fueron desapareciendo. Una a una dejaron de existir y la existencia
misma parecía acabada, cuando una de las nubes sobrevivientes se acercó humildemente al
océano y le dijo:
- Océano, hay una mujer y una hija. Ambas están muriéndose de sed, pero la mujer ha pedido
agua solo a la hija. Dame unas gotas no más y las llevaré allá.
Emocionado, el océano aceptó el encargo y vio la nube llevando la poca agua y satisfaciendo la
sed. Era agua suficiente para ambas, pero la mamá primer le dio a su hija. Cuando la hija tomó
lo que necesitaba, la mamá entonces fue a ver a otras personas (ancianos, niños, etc.) y solo
cuando todos estaban satisfechos, ella tomó del agua.
El océano vio entonces que la nube, solo cuando todos ya habían tomado algo y unas meras
gotas quedaban ahí, se bañó en esas gotas. Entonces, él la llamó y dijo que ella fuera la nube
principal, porque los que van a servir a otros solo puede servirse cuando ya todos estén
satisfechos.
Y el mundo volvió a estar verde y bonito como antes.
Cuando las personas estaban descorazonadas, el cantante aparecía y les cantaba algo:
- Siempre hay luz de esperanza/Pues siempre vendrá la bonanza...
Así sucedía siempre. Cuando la tristeza acosaba a alguien aparecía el cantante y cantaba:
- No se deje llevar por la tristeza/Mira las flores, no la maleza…
Pero, con el tiempo, la gente empezó a aburrirse de sus cantos. Lo criticaron y ya no le ponían
atención. Cuando el cantante vio que nadie lo oía, se sintió triste él mismo y se fue a vivir en
un reino distante, apartado de todos, donde solo había la tristeza.
En este reino, había una sola persona feliz: una niña de 6 años que tenía que ayudar a
mantener a su abuela, que era quien la cuidaba. Un día, la niña encontró el cantante y escuchó
sus lágrimas, pues estaba tan triste, tan triste…
- ¿Por qué está triste, buen hombre? ¿Por qué llora?
- Este es el reino de la tristeza, todos están tristes, ¿no lo ves?
- No, no lo veo. En realidad, no veo nada.
El cantante alzó la cabeza y, de veras, los ojos totalmente blancos de la niña no mentían: era
ciega. Pero… ¡su felicidad! ¿Cómo era posible ser tan feliz? La niña, como se adivinara lo que
pensaba el cantante le dijo:
- Soy feliz porque no veo a los demás. Mi abuelita me dice que la gente está triste, cansada de
la vida. Pero yo tengo mucho que vivir. Soy feliz porque no me importa como están los demás,
lo que importa es lo que siento.
Las lágrimas cambiaron en sonrisa y el cantante cantó y cantó. La niña bailó con su canto y
otras personas, viendo a los dos, también se sintieron felices. Poco a poco, el reino de la
tristeza se convirtió en una tierra feliz y dicen que hasta hoy, cantante y bailarina no permiten
que la tristeza vuelva a existir.
Tanto la boca como la nariz no estaban satisfechos con la naturaleza, pues mientras los ojos y
oídos estaban en par, ellos estaban solos.
- Si fuera dos, mientras una comería, la otra hablaría.
- Si yo fuera dos, una respiraría y la otra olería las suaves fragancias.
La naturaleza, como buena madre, los escuchó y decidió darles razón por un tiempo, así que
nacieron algunos humanos con dos bocas y dos narices.
Pasado un tiempo, la naturaleza decidió ir a ver qué había pasado y encontró a los humanos
todos de mal humor y molestos entre sí. Tras mucho buscar, encontró alguien (son una sola
boca y nariz) que le contó lo que sucedía:
- Es que con dos bocas, no pararon más de hablar. Hablaron muy mal los unos de los otros.
Así que entraron en conflicto entre ellos y todavía no paran de pelear.
La naturaleza entendió lo que pasaba, modificó su creación y, además, agregó los dientes, para
que las palabras fueron "filtradas" antes de salir. Y las dos narices, ¿habría funcionado?
- Lo que pasa es que aunque hay muy buenas fragancias, también hay otras muy feas y con
esta capacidad, las narices sufren mucho más que antes.
Entonces la naturaleza cambió nuevamente a una sola nariz, pero decidió dejar dos orificios, de
forma que la nariz no se sintiera sola.
La humanidad volvió a ser lo que era antes y con el tiempo se acostumbró a su forma de ser,
probando que la naturaleza siempre estuvo sabia.
- Juanito, si fueras un bombero y tuvieras que salvar a un perrito, su dueño de cuatro años o
la mamá del dueño, ¿a quién salvarías?
Juanito quedó mudo. Su profesora solía hacer preguntas extrañas, pero esta era la más extraña
de todas. Se preparó para abrir la boca y dar su respuesta (el perrito, que le gustaba más)
cuando vio un juguete en las manos de Anita.
Anita lo había llevado hoy para exhibirse ante todos: era una muñeca rusa que le trajo su papá,
quien había estado en Rusia. Anita hoy estaba insoportable.
Pero, al ver la muñeca (o muñecas, en verdad, pues eran varias), supo la respuesta:
- ¡La mamá!
Sorprendida, la profesora preguntó por qué.
- Porque… si yo salvo a la mamá, entonces ella agarra a su hijo. Y él a su vez agarra al perrito
y salvo a todo el mundo.
Satisfecha, la maestra le dio una sonrisa y continuó con su clase. Juanito miró agradecido a las
muñecas rusas, las famosas muñecas que son guardadas unas dentro de otras.
Cuentan las crónicas que en 1.994, se celebró una competición de remo entre dos equipos,
uno compuesto por trabajadores de una compañía española, y el otro por sus colegas de otra
empresa similar japonesa.
Se dio la salida y los remeros japoneses se empezaron a destacar desde el primer momento.
Llegaron a la meta y el equipo español lo hizo con una hora de retraso sobre los nipones.
De vuelta a casa, la Dirección se reunió para analizar las causas de tan bochornosa actuación y
llegaron a la siguiente conclusión: ―Se ha podido observar que en el equipo japonés había un
jefe de equipo y diez remeros, mientras que en el español había un remero y diez jefes de
equipo. Por lo que para el año próximo se tomarán las medidas adecuadas‖
En el año 95, se dio de nuevo la salida y nuevamente el equipo japonés se empieza a
distanciar desde la primera remada. El equipo español llegó esta vez con dos horas y media de
retraso sobre el nipón.
Dirección se volvió a reunir después del sonado rapapolvo de Gerencia para estudiar lo
acaecido y vieron que este año, el equipo japonés se compuso nuevamente de un jefe de
equipo y diez remeros, mientras que el español, tras la eficaces medidas adoptadas el año
anterior, se compuso de: un jefe de equipo, dos asesores de gerencia, siete jefes de sección y
un remero. Por lo que tras un minucioso análisis, se llega a la conclusión: ―EL REMERO ES UN
INCOMPETENTE‖.
En el año 96, como no podía ser diferente, el equipo japonés escapó nada más darse la salida.
La trainera que este año se había encargado al departamento de nuevas tecnologías, llegó con
cuatro horas de retraso.
Tras la regata y, a fin de evaluar los resultados, se celebró una reunión de alto nivel en la
cuarta planta del edificio de la central, llegándose a la siguiente evaluación: "Este año, el
equipo nipón optó una vez más por una tripulación tradicional, formada por un jefe de equipo
y diez remeros. El español, tras una auditoria externa y el asesoramiento especial del
departamento de organización, optó por una formación mucho más vanguardista, que se
compuso de: un jefe de equipo, tres jefes de sección con plus de productividad, dos auditores
de una famosa firma externa norteamericana, cuatro vigilantes jurado que no quitaban ojo a un
único remero, al que habían amonestado y castigado quitándole todos los pluses e incentivos
por el fracaso del año anterior".
Tras varias horas de reuniones, se acordó que: ―En la regata del 97, el remero sería de
contratación externa‖.
Cuando finalmente no funcionó, la compañía española declaró que la competencia salía de su
"core business" y así que no iba a participar en los años siguientes. Hicieron patentar su
novedosa técnica y la venden por el mundo.
Sin entender, los japoneses todavía siguen venciendo, con su formación tradicional y
anticuada…
Un grupo de científicos publicó cierta vez las reglas de la aerodinámica. Al tomar las reglas, un
joven descubrió que diversos animales - voladores todos - no podían realmente volar.
Era el caso de los escarabajos y las abejas.
Pero, ¿cómo entonces volaban?
El mismo estudiante salió con la brillante respuesta:
- Nadie le dijo nada a ellos, así que no saben que no pueden hacerlo.
Había dos hermanos que vivían en fincas vecinas. Algo pasó entre ellos y terminaron en un
gran y amargo conflicto.
En medio de esa situación, un día apareció en la finca del hermano mayor un carpintero. Traía
su propia caja de herramientas e iba en búsqueda de trabajo.
- ¡Te tengo el trabajo ideal! - le dijo el hermano mayor, todavía enojado - Mira lo que me hizo
mi vecino, QUIEN ES MI HERMANO MENOR… Bueno, no importa, lo que quiero es que
construyas una cerca de 2,5 metros para que ya no tenga que ver la casa de ese vecino. Mira,
empecemos por esta zona, donde pasa la quebrada entre las dos fincas.
- Por supuesto, entiendo su problema y lo haré inmediatamente.
Empezó a realizar medidas. Como era muy temprano, decidieron ir ahí mismo a comprar los
materiales que faltaban. El carpintero trabajaba muy bien, de forma profesional y rápida y al
final del mismo día, llamó a su cliente para que viera el trabajo.
Y cuando el hombre miró… ¡No lo podía creer! En vez de una cerca, el carpintero había hecho
UN PUENTE. Un bello puente, sin duda. Al final del puente, estaba su hermano menor,
sonriendo.
- Hermano, ¡qué puente más hermoso! Y después de todo lo que te hice.
Caminó hasta la finca de su hermano mayor, se abrazaron y se hicieron las paces. Todo porque
de una cerca, se construyó un puente.
- Y cuando tenemos un sueño, debe ser algo fuerte. Algo que nos motive, que nos estimule
por concretarlo. Si este sueño no es fuerte lo suficiente para despertarnos, estaremos dormidos
para siempre. Y cuando es fuerte, se va a dar. No importa cuanto tiempo tarde, el sueño se
volverá realidad y cada uno lo vivirá plenamente.
Entonces, el timbre sonó, indicando el final de la clase. Todos los alumnos empezaron a irse,
pero uno, el más pequeño de todos, se acercó a su profesora. Ella siempre lo veía con ojos
tristes. Era muy flaco, muy bajito, sus notas no eran las mejores... Por un momento, ella
incluso pensó que él iba a pedirle notas (la de ella, era su "mejor" materia, pero igual muy
abajo del promedio).
- Maestra, ¿lo que dice usted es verdad?
La profesora sonríe y dice:
- Por supuesto, Carlos, cuando el sueño existe y es fuerte, no es difícil que se realice.
Fue la última vez que lo vio. Al menos, por muchos años. Su ausencia, le explicaron, se debía a
una enfermedad. Años después descubriría que la enfermedad era en realidad asma y que lo
había derrumbado la misma noche en la cual le hizo la pregunta.
Años después, conocería el valor de un muchacho que tuvo que luchar mucho para conquistar
su cuerpo, para dominarlo y eliminar la enfermedad que lo limitaba y detenía. Años después,
vendría a saber de su conquista - casi dos meses después del día en que le hizo la pregunta.
Años después, sabría que su familia decidió mudarse a otra ciudad, rehacer su vida y que su
hijo ahora era distinto; pasó a ser el mejor de la clase, el que tenía más amigos y el que
ayudaba a todos en el vecindario.
Años después, cuando un día un joven profesor se le acercó, ella sabría que para al menos una
persona, su charla ese día funcionó:
- Buenos días, maestra, ¿me recuerda? Soy Carlos, un antiguo estudiante suyo. Aquí estoy
viviendo mi sueño. Lo me dejé dormir. Gracias.
Y simplemente se fue caminando a dar clases. Se tornarían grandes amigos y ella vería el valor
de Carlos cuando su esposo falleció y el joven se volvió un gran soporte. Bien más tarde,
Carlos pasaría a ser director de un colegio cercano y años después, el secretario de educación
de su ciudad. Fue por esa época que la profesora, ya jubilada, empezaba a celebrar su
cumpleaños de número 60, y vio un carro del municipio estacionarse enfrente de su casa.
Pronto vino el timbre y la sorpresa: el secretario de educación había venido a su cumpleaños.
Además del caro regalo que le dio a su antigua maestra, un reloj de oro muy hermoso, le
entregó un dibujo hecho a mano, ya arrugado por tantos manoseos. En él, estaba escrita la
frase que la maestra pronunció ese día hace tantos años y que sería el motor para el progreso
de ese muchacho.
El dibujo, él lo había hecho mientras estaba en la cama, impedido por una enfermedad
tremenda. La maestra guardaría el dibujo al lado de su cama hasta el final de sus días. En su
funeral, participó el joven ministro de educación, con rostro serio, leyendo en su discurso la
charla de su maestra. Concluyó diciendo:
- No debería haber tristeza, porque estamos celebrando una vida que logró todo. Incluso que
al menos un estudiante suyo hiciera lo que ella habló y nos estimuló. Yo soy ese estudiante,
gracias maestra. Gracias.
Toda navidad era lo mismo: la reunión con la familia, la comida y los regalos. Durante muchos
años, a Esteban le gustaron las Navidades, pero ahora parecía muy aburridor tener que ir al
otro lado de la ciudad a celebrar...
¿Celebrar qué? Mientras confrontaba el tráfico de Navidad, donde todos querían ir a alguna
parte, Esteban trataba de recordar el sentido de la celebración.
No era muy cristiano, en realidad solo iba a iglesias en eventos formales nada más, como tanta
gente de su generación. Así que la parte religiosa no lo atraía mucho. Tampoco le gustaba
pensar en la celebración de un hito del pasado que, según sabía, tenía además mala fecha. No,
quería saber hoy, en este siglo, en este año, ¿qué se celebraba?
Fue entonces que memorias pasadas empezaron a volver. Cuando era niño, su papá una vez lo
prohibió de ir a celebrar la Navidad, porque no había logrado pasar el examen final. Mientras
todos hacían fiesta en la casa de los abuelos (¡la tradición!), su papá lo encerró en un cuarto,
sin televisión ni nada. Su abuela, a escondidas, le llevó parte de la comida y un pequeño
regalo - el único que recibiría ese año: un reloj digital. Con miedo que su papá lo descubriera,
Esteban escondió el reloj hasta la fecha de su cumpleaños para que todos pensaran que había
ganado en este entonces.
Recordó la primera Navidad sin su papá, que desapareció - nunca le dijeron lo que había
pasado, hasta que años después se confirmara su muerte. Nadie hablaba nada, había un
silencio muy triste y su abuela fue la única que le dio un regalo. De nuevo. Un reloj, esta vez
análogo.
Entonces, recordó la primera Navidad sin su abuela. Sin regalos. Ya era muy grande, le decían,
y la tradición en la familia era solo dar regalos a los pequeños. Pero su abuela le había dado un
regalo el año anterior. Él había ido al hospital a verla, sin saber que nunca iba a salir de ahí.
Cuando ya estaba que se iba, la abuela lo llamó y le dio un regalo, un reloj de mesa que
todavía Esteban tiene en su oficina.
Ahí se dio cuenta que había llegado. Ya no vivían sus abuelos, ni su papá; en la vieja casa,
habitaba una de sus tías con sus hijos.
En ese momento, se dio cuenta que ahora era su turno de hacer algo, pues esta vez el esposo
de su tía era el ausente. Esteban se permitió una sonrisa mientras miraba el regalo que llevaba
a uno de sus sobrinos, Andrés: un reloj deportivo.
Sí, la Navidad tiene sentido.
Es mucho más fácil desistir que insistir. Es más fácil no hacer, que realizar algo. Es más fácil
entregarse a la derrota y rendirse, que empeñarse en la victoria. Es más fácil encontrar que
algo es imposible y simplemente no realizarlo, que considerarlo posible y trabajar en ello.
Así que cuando llega el final del año, cuentan las historias antiguas, el universo revisa la vida
de cada persona.
A los que nunca trataron de hacer nada de distinto, el universo les da un año más de vida.
A los que fueron derrotados tratando de hacer algo diferente, el universo les da diez años más
de vida, para que nuevamente traten de hacerlo.
A los que lograron lo imposible, el universo les da la inmortalidad, porque el sueño cuando está
vivo, no nos deja morir.
Hoy, en esta fecha tan especial, haga su propio cuento y recuerda porque usted conquistó la
inmortalidad.
- Ya le nació el diente.
De forma desapasionada, el pediatra le indica a la mamá que un diente había nacido en su hijo.
La mamá está muy feliz, conversan un poco más y después se va, dejando el médico solo.
Recuerda el primer diente de su hija. La emoción de que ahora ella podría comer, pronto
estaría hablando y caminando. Luego la vio hacer todo esto y continuó creciendo y creciendo.
Le vendrían novios y maridos (dos). Hijos (tres), que al pediatra se convierten en nietos
(cuatro). De un diente, toda una vida se había abierto.
Pero un día ella estaría ya anciana, contando sus propios nietos (¿cinco?) y recordando el
primer diente de alguien más. Porque no es un mero fenómeno fisiológico, es más que esto: es
la confirmación de la vida que está recién empezando. Es la alegría de este pequeño ser
humano de incluirse en una comunidad y sociedad.
El médico sonríe. Después de todo, le contaron que a su nieta (hija del hijo que tiene) le nació
un diente. Toma sus cosas rápidamente y sale a ver este nuevo ser humano.
Anita nació en un momento crucial en su país, con una gran crisis económica, pero porque sus
padres la amaban profundamente, decidieron no contarle nada. Lo único era que casi no veía a
su mamá o papá; fue criada por sus abuelos y para ella era lo más normal del mundo que viera
a sus padres ya sea tarde en la noche o los fines de semana, compartiéndolos con sus amigos
y una vida social intensa.
Cuando se casó, replicó casi a la perfección el comportamiento de sus padres, pero Tomás, su
hijo, no era Anita; en el fondo, resentía su ausencia casi completa en su vida.
Un día, Tomás quedó demasiado enfermo. Sin dejar de trabajar, Anita reorganizó su vida para
poder pasar el máximo de tiempo con Tomás. Cuando no estaba, lo llamaba y conversaba con
él. Toda su vida se volvió hacia Tomás, pero la enfermedad parecía vencerlo.
Un día, el médico le dio la buena noticia: Tomás empezó a mejorar. Lentamente, fue
recuperando las fuerzas, hasta que un día pudo hablar. Cuando abrió sus ojitos vio a su mamá,
mirándolo con mucho amor y cariño. Lo único que dijo, antes de volver a la inconciencia y
continuar su recuperación, fue:
- Mamá, ¡qué bueno verte a mi lado!
La hiena, a quien nadie quería, un día se angustió tanto que pensó en matarse. Fue cuando vio
a una hermosa mariposa. Se quedó tan emocionada por la belleza que empezó a llorar, algo
que no es común para un animal que constantemente vive riéndose.
La mariposa, compadecida, se acercó cautelosamente y preguntó:
- Doña hiena, ¿por qué llora usted?
- Es que no ve: soy fea, hablo feo, tengo malos hábitos, nadie me quiere. Y al verte así, tan
hermosa y tan suave... ¡Me quiero morir!
Entonces la mariposa miró al suelo y vio a una oruga.
- Doña hiena, mire hacia abajo por favor. ¿Ve la oruga?
La hiena miró la oruga: definitivamente era uno de los animales más feos que había visto. Más
feo que ella.
- ¿Qué quieres decir? ¿Qué hay alguien más feo que yo? Esto ya no me consuela.
- No, Doña hiena... en realidad, el animal que ves... así era yo, hace muy poco tiempo.
La hiena miró con cara de quien no creía.
- Es verdad, aunque no me crea. Un día me sentí tan cansada, y tan harta de comer, que me
detuve en alguna parte. Cuando desperté, me miré en el espejo de un lago y así estaba yo,
como esta mariposa.
La mariposa voló un poquito, posando cerca de la oruga.
- En el comienzo no sabía que había pasado. Sabe, me quedé pensando que sucedió y creo
que sé que fue: cuando era oruga, lo único que pensaba era en mi misma, en comer y dormir,
nada más. Ahora, como mariposa, casi no como y solo pienso en crear más de mi especie, en
disfrutar la bella naturaleza y ayudar a embellecer la vida de todos. - con significado, mira la
hiena - Tal vez, funcione con usted también.
Y la mariposa se fue volando, dejando en la tierra una hiena pensativa y llena de esperanza.
En el comienzo, había luz. En realidad, ERA luz. No había oscuridad, ni conflictos, guerras,
violencia, hambruna, tragedias, estrés, corrupción y todo lo demás que se ve todos los días.
Dicen que alguien un día se enfocó en la luz primordial, tan pequeña como un punto. A la vez,
tan grandiosa como una bomba atómica.
Se enfocó y enfocó. Pensó y pensó. Recordó y recordó, hasta que realmente creyó que era luz.
Un punto de luz, no el cuerpo físico, sino la luz.
Entonces, le enseñó a otro y a otro. Lentamente había muchos que pasaron a pensar que eran
luz. Lentamente, la luz fue conquistando la tierra.
Hasta que todo el mal que se había acumulado, explotó en la forma de una gran guerra,
destructiva y terrible. Cuando se terminó, no quedó nada, solo la luz. La luz de tantos que se
había sumado.
En el final, hubo luz. En realidad, ERA luz. Y, de la luz, todo nació, un mundo nuevo y perfecto,
lejos de conflictos, guerras, violencias y todos los males que antes se vivía.
Hace muchos años, un señor iba a un mismo mercado todos los días, donde compraba de una
misma persona, un hombre ya anciano. Cuando éste falleció, el comprador fue y compró una
sola vez - ahora del hijo del antiguo vendedor, alguien que nunca había participado del
negocio - y nunca más apareció en la tienda.
El nuevo vendedor en un principio no le dio importancia, pero los negocios comenzaron a irle
tan mal que una mañana, al ver el antiguo cliente, decidió abordarlo para ver qué pasaba.
- ¿Qué pasa? ¡Y todavía me pregunta!
De forma inocente y humilde el vendedor volvió a preguntarle, entonces el cliente le dijo:
- Cuando yo compraba con su papá y le pedía un kilo de lentejas o un kilo de garbanzo, esto
era lo que él me daba exactamente. ¡UN KILO!
- Pero lo mismo hago yo.
- No, señor, no lo hace. Venga, le voy a mostrar.
Y fueron a la tienda. Allá, el cliente le mostró una serie de objetos - piedritas, palitos, etc. -
mezclados con el grano. El vendedor se quedó sorprendido.
- Creo que usted no sabía, joven. Cuéntame, ¿a qué horas llega usted todos los días?
- Pues, a las seis de la mañana.
- ¿Y tu papá?
- Pues, por lo que sé, llegaba a las cinco.
- Sí, llegaba a las cinco y se ponía a escoger los granos. De esta forma, cuando nos entregaba
el producto a nosotros, siempre estaba limpio. Por eso le compré en esta tienda por décadas.
El joven era humilde y aprendió rápido. Al comienzo empezó a ir a las cinco de la mañana,
como hacía su papá. Un día, empezó a negociar con sus proveedores y de esta manera
recuperó la calidad que su papá le entregaba.
Hoy, es un exitoso vendedor de granos, tras haber no solo recuperado los clientes antiguos,
pero conseguido otros nuevos.
Una vez, una persona estaba pintando una reja, y cuando parecía que había terminado de
pintarla, al cambiar el ángulo de observación, siempre quedaba algo por pintar. Iba para el otro
lado, y ¡zas¡, otra parte faltaba por pintar, y a pintar de nuevo. Luego miraba desde abajo y
otra vez aparecían nuevos sitios sin pintar, y otra vez a pintar.
Y así es la vida, como una reja: siempre falta algo por concluir, aún cuando pensamos que ya
todo está listo.
Una persona perversa resuelve hacer un presente a una persona pobre por su aniversario e
irónicamente manda preparar una bandeja llena de basura y desperdicios.
En presencia de todos, manda entregar el presente, que es recibido con alegría por el
agasajado.
Gentilmente, el agasajado agradece y pide que lo espere un instante, ya que le gustaría poder
retribuir la gentileza.
Tira la basura, lava la bandeja, la cubre de flores, y la devuelve con un papel, donde dice:
"Cada uno da lo que posee."
- Maestro, ¿qué debo hacer para no quedarme molesto? Algunas personas hablan demasiado,
otras son ignorantes. Algunas son indiferentes. Siento odio por aquellas que son mentirosas y
sufro con aquellas que calumnian.
- ¡Pues, vive como las flores! - advirtió el maestro
- Y ¿cómo es vivir como las flores? - preguntó el discípulo
- Pon atención a esas flores. -continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el
jardín - Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas. Extraen del abono
maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra
manche la frescura de sus pétalos. Es justo angustiarse con las propias culpas, pero no es
sabio permitir que los vicios de los demás te incomoden. Los defectos de ellos son de ellos y
no tuyos. Y si no son tuyos, no hay motivo para molestarse... Ejercita pues, la virtud de
rechazar todo el mal que viene desde afuera y perfuma la vida de los demás haciendo el bien.
Ésto, es vivir como las flores.
Había dos ratoncitos hermanos: Nopuedo y Sipuedo. La mamá siempre estuvo conciente de
sus diferencias, que eran bastante grandes.
Desde pequeños, mientras Sipuedo todo lo hacía solo, Nopuedo era incapaz de soltar su
mamá. Cuando llegó la hora de que ellos se fueran, Nopuedo lloró mucho, pero acabó yéndose.
Pero, tras algún tiempo, ambos se separaron, pues eran demasiado distintos. Y decidieron
encontrarse más tarde en un punto determinado, en un tiempo específico.
Al llegar el momento especificado, ahí estaba Sipuedo. Tuvo que esperar mucho, pero mucho
tiempo hasta que llegó Nopuedo - ¡casi muerto! Asustado, Sipuedo empezó a ayudarlo y tras
algunos días, nuevamente Nopuedo pudo comer y hablar y contó brevemente su historia:
"El día que nos separamos iba a entrar en una casa enorme, pero no encontré por donde entrar
así que me dije: 'NO PUEDO entrar ahí.' Ya me iba acomodando en el patio trasero, donde casi
no había comida, cuando una puerta se abrió y entré. Allá ví un pedazo de queso, pero estaba
en una trampa, como las que mamá nos mostró. Me dije: 'NO PUEDO comer este queso.' Así
que estuve varios días sin poder comer nada. Un día, me apareció un gato y me dije: 'NO
PUEDO escapar de él.' No fuera este gato tan viejo, yo no estaría aquí hoy contándote todo
esto."
Después que terminó, Sipuedo narró su historia:
"El día que nos separamos iba a entrar en una casa enorme, pero no encontré por donde entrar
así que me dije: 'SÍ PUEDO entrar ahí.' Busqué y busqué, insistí e insistí hasta que logré abrir
un agujero y pude entrar en ella, donde encontré el paraíso de las comidas, todo abundante.
Un día, vi un pedazo de queso, pero estaba en una trampa, como las que mamá nos mostró.
Me dije: 'SÍ PUEDO comer este queso.' Y era lo mejor de lo mejor, ¡exquisito! Un día, me
apareció un gato y me dije: 'SÍ PUEDO escapar de él.' Corrí mucho, pero aquí estoy, intacto,
para contarte esta historia"
- Cinco veces tuve que detenerme para descubrir hacia donde ir. A lo largo del recorrido, recibí
muchas invitaciones y generosas promesas para ingresar por vías secundarias. Sin embargo, no
las acepté, pues en el pasado conocí el sabor amargo del desvío. Aprendí, Hermano, que para
seguir el Camino de la Ley tendría que tener humildad y fe, tendría que entregarme al
Supremo. También aprendí que sin perseverancia ni sinceridad no podría emprender tan osado
viaje.
- Sé perfectamente que dices la verdad. Ahora que te mantuviste fiel en medio de los
pequeños desafíos, llegarás a un nuevo estrecho portal; al cruzarlo, una gran estrella se te
revelará y, con su luz transparente, iluminará tu senda...
Era un bosque muy peligroso, lleno de animales salvajes, muy denso y rodeado de oscuridad.
Uno de los hombres que por ahí iba era un filósofo, otro era un místico y un tercero era una
persona muy espiritual. No iban realmente juntos, pero podían oírse mutuamente. Lo que pasa
es que como estaba muy oscuro, nadie podía ver nada.
De repente estalló una tormenta, las nubes se abrían y había grandes relámpagos. A cada
relámpago, el filósofo miraba y cuestionaba. De esta forma, se fue quedando cada vez más
atrás.
El místico, trataba de concentrarse y unirse a la naturaleza. Incluso, oraba. Igualmente, se fue
quedando atrás.
A la persona espiritual, solo le interesaba el camino, no el relámpago. Cada vez que el cielo se
iluminaba, era una nueva oportunidad de avanzar, al ver el camino. De vez en cuando, llamaba
a los otros dos para que lo siguieran también.
Lynell Waterman cuenta la historia del herrero que, después de una juventud llena de excesos,
decidió entregar su alma a Dios. Durante muchos años trabajó con ahínco, practicó la caridad,
pero, a pesar de toda su dedicación, nada parecía andar bien en su vida. Muy por el contrario:
sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día.
Una hermosa tarde, un amigo que lo visitaba, y que sentía compasión por su situación difícil, le
comentó:
- Realmente es muy extraño que justamente después de haber decidido volverte un hombre
temeroso de Dios, tu vida haya comenzado a empeorar. No deseo debilitar tu fe, pero a pesar
de tus creencias en el mundo espiritual, nada ha mejorado.
El herrero no respondió enseguida: él ya había pensado en eso muchas veces, sin entender lo
que acontecía con su vida.
Sin embargo, como no deseaba dejar al amigo sin respuesta, comenzó a hablar, y terminó por
encontrar la explicación que buscaba. He aquí lo que dijo el herrero:
- En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar, y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes tú
como se hace esto? Primero, caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se pone
roja. En seguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado y le aplico varios golpes,
hasta que la pieza adquiere la forma deseada. Luego la sumerjo en un balde de agua fría, y el
taller entero se llena con el ruido del vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento
cambio de temperatura. Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta: una
sola vez no es suficiente.
El herrero hizo una larga pausa, encendió un cigarrillo y siguió:
- A veces, el acero que llega a mis manos no logra soportar este tratamiento. El calor, los
martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras. En ese momento, me doy cuenta
de que jamás se transformará en una buena hoja de espada. Y entonces, simplemente lo dejo
en la montaña de fierro viejo que ves a la entrada de mi herrería.
Hizo otra pausa más, y el herrero terminó:
- Esto es lo que está pasando en mi vida. Solo espero que Dios, el Herrero, nunca desista de
mí, nunca me ponga en la montaña de fierro viejo…
Un ejecutivo importante de una empresa recibió un día una llamada de su mamá. Como es tan
importante, no la pudo contestar y después leyó el mensaje que le dejó: "Cuando puedas
llamarme…"
¡Esta era su mamá! Nunca hablaba la frase completa. Decidió que la llamaría en la noche, pero
la noche llegó y se fue, y dos días más antes que pudiese sacar tiempo para llamarla.
- Hola, mami, ¿todo bien con usted?
- Sí, mi hijo. Solo te echo de menos. Cuando puedas venir…
- Pues… estoy en medio de proyectos muy importantes, pero veo si puedo sacar un tiempo
este fin de semana.
Y dos fines de semana después del prometido, por fin el ejecutivo tomó un vuelo (planeando
volver al mismo día). Al llegar a su casa materna, sin embargo, había algo distinto: mucha
gente fluía hacia dentro y fuera, y todos parecían muy tristes. Preocupado, aceleró el paso.
- ¿Qué está pasando? - preguntó a una tía suya, no importándose con formalidades como
saludos, etc.
- Tu mamá… - ella no necesitó concluir la frase; el ejecutivo se quedó perplejo, buscó un sillón
y se sentó muy, muy triste
Las ceremonias fueron realizados y todo el tiempo el joven ejecutivo se quedó mudo, sin poder
hablar. Incluso olvidó su apariencia y no se preocupó con el hecho de no tener ropa suficiente,
o llamar a la empresa para avisarles de lo ocurrido - su secretaria de todos modos lo llamó y
prometió excusarlo de alguna manera.
Al final de todo, cuando ya volvían a la casa, le preguntó a la misma tía, hablando su segunda
frase completa en dos días:
- Pero… ¿qué pasó, tía? ¿Cómo… cómo murió mi mamá?
- Ella descubrió que tenía cáncer, pero no quiso preocuparte. - las lágrimas le cerraron la voz
por un rato - Ella solo quiso llamarte, pues no había nada más que hacer realmente, nada. Ella
quería que estuvieras con ella en sus últimos momentos. Siempre tuvo la esperanza que
podrías llegar. Ella me decía: "No te preocupes, él va a venir, va a venir. Cuando pueda."
Fue entonces que el ejecutivo hizo una promesa a sí mismo que nunca dejó de cumplir hasta el
final de su vida: siempre que alguien realmente lo necesite, él será capaz de ir allá, no importa
adonde sea. "Siempre" y no "cuando".
En un terrible experimento científico, una persona recibió solamente un día de vida en el cual
toda su vida se desarrollaría, una vida planeada de cien años si fuera completada totalmente.
A las 0 horas nació y antes de la 1 de la mañana ya podía caminar y hablar. Aprendió a leer y
escribir un cuarto de hora antes de las dos y consiguió su primer trabajo poco después de las 5.
A las 6 se casó felizmente, pero se divorció a las 7:20. Su primera enfermedad seria, de
preocuparlo de verdad, fue a las 11:20.
Se jubiló del trabajo antes de las 3 de la tarde. A las 7:20 de la noche, se sintió muy malo y ya
no más pudo salir de la cama.
Falleció antes de la media-noche, a las 11:20 p.m., no completando su vida total.
Los científicos, al ver los resultados de su experimento, compartieron ideas como siempre y
dejaron un informe escrito a la humanidad. Pero se fueron muy rápidos a sus casas, a
compartir con su familia, a jugar con sus hijos, a ayudar vecinos y servir a los diversos
miembros de su comunidad.
Después de todo, el descubrimiento más importante es que nuestra vida es muy corta.
Dos extranjeros llegaron a un país de idioma y costumbres muy diferentes y decidieron verse al
día siguiente, al ver que habían logrado.
Cuando se reunieron, compartieron sus experiencias, bastante distintas entre sí:
- Pues, cuando nos separamos - comparte el primero a irse - fui a comprar comida. Sin
embargo, ellos aquí no ponen los precios escritos, así que tuve que preguntarles y me quedé
media hora sin que me entendieron. Me enojé tanto, que les tiré una plata que tenía y salí con
la comida. Unos minutos después, la policía me cogió y no pude conversar con ellos, pues no
entendían nada de lo que decía. Conclusión: pasé horas en la cárcel hasta que consiguieron un
traductor y por fin descubrí que les había dado menos dinero de lo necesario.
- Bueno, conmigo también, fui al mercado. Vi lo mismo que tú, entonces le empecé a mostrar
el dinero al muchacho que atendía y, con paciencia, descubrí cuanto le debía. Unos minutos
después, la policía se me acercó junto con un señor que había visto en el mercado y creo que
era el dueño. Demoramos horas, pero no en la cárcel, sino en un sitio tranquilo, hasta que
lograron un traductor y me explicaron que el muchacho que me atendió me había cobrado el
doble de lo que era y el dueño quería excusarse e incluso me dio un regalo.
El otro sonrió y dijo simplemente:
- Conclusión: vale la pena tener paciencia.
Mauricio aprendió desde pequeño que el dinero llevaba al pecado. Su abuelita le enseño esto,
una mujer muy pobre pero digna. Su mamá, alguien también sin muchos recursos pero
igualmente digna, enfatizó la enseñanza. Así que nunca quiso dinero, nada más que lo
necesario.
Muchas décadas después de las enseñanzas recibidas, se encontró con una persona increíble y
se volvieron grandes amigos. Ambos iban al mismo punto de la playa y empezaron a conversar
y ambos hablaban realmente el mismo idioma. Mauricio llevó a su nuevo amigo a conocer su
casa, una pequeña construcción alquilada en los suburbios de la ciudad. El amigo disfrutó la
compañía de la familia, entretuvo a los niños mucho (pues sabía hacer magia) y elogió la
comida.
Dos días después, el amigo invitó a Mauricio a su casa y esta vez hubo gran sorpresa: empezó
al ser llevado en un moderno vehículo y la casa era un apartamento muy lindo en una zona
elegante de la casa. Mauricio se sintió muy mal al ver tanto lujo, aunque reconocía que no
había lujos, pero era demasiado elegante. Comió con la familia y también entretuvo los hijos
del otro con cuentos, que era su especialidad.
Cuando los dos amigos estuvieron solos, el hombre le dijo que si no tenía miedo de no ir al
cielo, con tanto dinero que poseía, al que el otro le contestó:
- El dinero no es pecado ni lleva uno a pecar, si uno no quiere. Mi familia siempre me educó de
forma sencilla y conseguí todo lo que viste con mucho esfuerzo tanto de mi parte como de mi
esposa. En realidad, si quieres, te puedo ayudar a montar tu propia empresa, pero lo primero
es que entiendas que el dinero no quiere decir que alguien es bueno o es malo. Ser bueno o
malo es algo mucho más profundo, viene de adentro no de afuera.
Con esta lección, Mauricio cambió. Con su esposa y la ayuda del amigo, abrieron un
supermercado en su barrio y en cinco años ya tenían casa propia. Durante el aprendizaje,
muchas cosas sucedieron, incluso casi se separaron, pero por fin aprendieron que no es cuanto
uno tiene que define su carácter, sino lo que lleva adentro, es esta riqueza interior que no
puede ser corrupta por nada externo.
Silvia esperó toda su vida por este momento: el día en el que el tiempo paró.
Todavía tenía 7 años, pero se dio cuenta inmediatamente de este increíble milagro. Había visto
muchas veces el reloj de su papá detenerse, así que nada más lógico que el tiempo completo
detenerse, ¿correcto?
Fue a tomarse los helados que quiso y no tenía que ir a dormirse temprano pues el sol no se
ponía. Tampoco tenía que ir a la (aburridísima) escuela, podía jugar y jugar y jugar.
Tras un rato, sin embargo, empezó a echar de menos sus amiguitos, su mamá y papá, sus
abuelos y tíos, los vecinos que siempre le daban torta… Entonces decidió que era hora de
volver, que el tiempo nuevamente retomara su rumbo. Nunca, jamás se olvidaría de esta
hermosa experiencia, de estar libre para hacer lo que quería, pero sabía que necesitaba de
otros. Así que abrió los ojos y sonrió para el nuevo día que empezaba a nacer.
Un violinista muy famoso, por cuyos conciertos las personas llegarían a pagar mucho más de
mil dólares, se fue a tocar a la salida de una estación de metro.
Tocó, tocó y tocó. Aún así, muy poca gente se quedó a oírlo. De estos, muy pocos le dieron
algo - algo como US$ 32. Y al final se encontró desilusionado. Después de todo, la fama no
garantiza el reconocimiento.
Un profesor de ética le preguntó a sus alumnos cual es la mayor equivocación del ser humano.
Hubo muchas respuestas, la mayoría relacionadas con aspectos económicos, políticos o
sociales. Al final el profesor contestó:
- Pensar que uno es lo que no es.
Uno de los alumnos entonces le pidió que explicara lo que dijo, al que contestó:
- La mayoría de las veces nos identificamos con lo físico, es decir, la situación económico-socio-
política en qué me encuentro, vivo o nací. Pero pocas veces pensamos en nosotros mismos sin
todo esto. Les quiero dar un ejemplo. Tengo un papá quien fue una persona muy dedicada a
lo social, ayudó a mucha gente. Un día se enfermó, ya no podía caminar o hablar, lo que le
impidió hacer lo que había dedicado toda una vida a hacer. Incluso perdió la conciencia por
días. Justo horas antes de morir, recobró la conciencia y habló un poco. Lo que me dijo fue
casi un choque:
"- Me di cuenta que había trabajado mucho para otros… pero no para mí mismo… Descubro
ahora… que no soy el trabajador social… el que siempre ayudaba a la gente… soy un ser
humano… un ser espiritual… un ser… Quiero vivir esta realidad… al menos en el poco tiempo
que me queda."
Visiblemente emocionado, el profesor se detuvo y terminó diciendo:
- Quiero que ustedes la vivan desde ahora, no al final, como yo mismo he tratado de hacerlo.
Una pequeña luciérnaga se sintió un día deprimida y acosa por la duda. Inmediatamente se
dirigió al sabio de su grupo a que le aclarara algo.
El sabio la recibió con una sonrisa. Ya era bien anciano y pronto se iría, pero igual parecía
joven todavía. La pequeña luciérnaga entró en su sitio y empezó a hablar:
- Sabio, lo que preocupa es que en el día me siento feliz, pero en la noche, no siempre: cuando
mi luz se prende, me siento alegre, pero cuando se apaga, me siento asustada. ¿Cómo
soluciono esto?
El sabio la miró con ojos que parecían haber visto todo en la vida y dijo de forma profunda:
- Disfruta la luz. Disfrútala de tal forma que cuando venga la oscuridad, los recuerdos de la luz
no te permitan perder lo que lograste. Esto significa que en el día y cada vez que tu lucecita se
prenda, más que quedarse alegre, entrégate al dulce sentimiento de estar viva. Especialmente
en la noche, pequeña, cuando la luz se prenda, recuerde: YO SOY LUZ.
Alfredo fue a nadar, pero no pudo con la corriente y las aguas lo arrastraron para lejos de la
orilla.
Pronto, sintió desesperación: estaba ahogándose.
En este momento, una luz le apareció en la pantalla de su mente, y una voz muy suave y dulce
le dijo:
- Aquí tienes la oportunidad única de tomar una decisión para tu vida. Si prometes nunca más
angustiarse, afligirse, estresarse, desesperarse o preocuparse, o sea, "ahogarse" en el mar
revuelto de la vida, podrás vivir. De lo contrario, tendré que llevar.
Alfredo entonces pensó. Fueron segundos que parecieron minutos. Miró su vida, llena de
preocupaciones y angustias y se preguntó si sería realmente capaz de cumplir con la promesa.
Entonces, cerró sus ojos y con mucho coraje, pronunció internamente la palabra mágica:
- PROMETO.
Inmediatamente una mano agarró la suya y lo sacó del agua. Estuvo en el hospital un buen
tiempo y desde ese día, todos comentan los cambios que sufrió Alfredo, el hombre que nunca
más se preocupó con nada.
Ana era una niñita muy traviesa, quien le gustaba engañar a las personas. Por ejemplo, ella
aprendió a hacer humo con hielo seco, así que solía engañar a los vecinos de que había un
incendio. O llamaba a las personas y les daba mensajes falsos.
Un día, se mudó al vecindario un viejito muy simpático que inmediatamente fue identificado
como un sabio muy famoso. ¡Anita se derritió de la dicha! Era una víctima nueva para sus
travesuras.
El primer día fue y colocó el hielo seco como la profesora le había enseñado para parecer un
incendio, justo en la ventana que el sabio prefería para sus lecturas matinales. Pero, el hombre
ni siquiera se movió. El hielo secó se terminó y el humo se acabó.
Al día siguiente empezó a llamarlo de varias maneras, con mensajes distintos (ella había
desarrollado la habilidad de disfrazar la voz). Pero, a cada llamada, después del mensaje, el
sabio siempre contestaba: "Si algo tiene que venir, vendrá."
Al tercer día, desesperada con su fracaso, decidió darle un susto al buen hombre, llamando a la
policía e identificándolo como un secuestrador de niños. Con la boca abierta vio a los policías
tomándose té con el viejito.
Al cuarto día, mientras regresaba de la escuela, vio el sabio y… ¡él la llamaba! Asustada, trató
de disuadirlo, pero el hombre fue más rápido y la alcanzó. La tomó de la mano y le dijo:
- Te quiero dar este regalito. Sabe, Ana, hace mucho que no me reía tanto. ¡Lo de los policías
me pareció simplemente fabuloso!
- Yo… no… pues… ¿cómo lo supiste?
- No importa Anita, lo supe. Cuando quieras, te comento que empecé una lectura de cuentos
para los niños del barrio. Eres bienvenida. Empieza a las 4 de la tarde.
Y a las 4, ahí estaba Anita y ahí estuvo por mucho tiempo. Vale la pena decir que nunca más
hizo travesuras y cuando terminó la universidad, se fue a vivir en otra ciudad. Los años
pasaron y con la tecnología, continuó comunicándose con el sabio. Nunca supo como él había
descubierto que era ella la autora de las travesuras. Un día, el sabio falleció, pero ella continuó
acariciando sus memorias tiernamente.
Lo que sí descubrió es que el lema del sabio era el más correcto y la ayudó mucho en su
atribulada vida. Cuando quiera que algo malo le pasaba, recordaba la voz calmada del sabio:
"Si algo tiene que venir, vendrá."
Automáticamente, su mente se relajaba, aceptaba las situaciones y era capaz de superarlas con
éxito. Y Ana un día se convirtió una sabia. Con su familia y vecinos, igualmente les enseñaba
cuentos e historias, aceptaba las travesuras de todos (su hija era igualita que ella) con una
sonrisa en el rostro y la frase mágica e inolvidable:
"Si algo tiene que venir, vendrá."
Un hombre edificó su casa. Y la embelleció con un jardín interno. En el centro plantó un roble.
Y el roble creció lentamente. Día a día echaba raíces y fortalecía su tallo, para convertirlo en
tronco, capaz de resistir los vientos y las tormentas.
Junto a la pared de su casa plantó una hiedra y la hiedra comenzó a levantarse velozmente.
Todos los días extendía sus tentáculos llenos de ventosas, y se iba alzando adherida a la pared.
Al cabo de un tiempo la hiedra caminaba sobre los tejados. El roble crecía silenciosa y
lentamente.
- ¿Cómo estás, amigo roble? - preguntó una mañana la hiedra
- Bien, mi amiga. - contestó el roble
- Eso dices porque nunca llegaste hasta esta altura. - agregó la hiedra con mucha ironía -
Desde aquí se ve todo tan distinto. A veces me da pena verte siempre allá en el fondo del patio.
- No te burles, amiga. - respondió muy humilde el roble - Recuerda que lo importante no es
crecer deprisa, sino con firmeza.
Entonces la hiedra lanzó una carcajada burlona.
Y el tiempo siguió su marcha.
El roble creció con su ritmo firme y lento.
Las paredes de la casa envejecieron.
Una fuerte tormenta sacudió con un ciclón la casa y su jardín. Fue una noche terrible.
El roble se aferró con sus raíces para mantenerse erguido. La hiedra se aferró con sus ventosas
al viejo muro para no ser derribada. La lucha fue dura y prolongada.
Al amanecer, el dueño de la casa recorrió su jardín, y vio que la hiedra había sido desprendida
de la pared, y estaba enredada sobre sí misma, en el suelo, al pie del roble. Y el hombre
arrancó la hiedra, y la quemó.
Mientras tanto el roble reflexionaba:
"Es mejor crecer sobre raíces propias y crear un tronco fuerte, que ganar altura con rapidez,
colgados de la seguridad de otros."
En un pueblo había un hombre que era todo bondad y que dedicaba su tiempo a ayudar a los
demás. Pero ocurre que ese hombre, que siempre vestía con una capa larga hasta los tobillos,
llevaba debajo de esa prenda una enorme joroba.
Su aspecto era bello pero aquella joroba lo transformaba en un ser deforme y casi toda la
gente del lugar se burlaba de él, le palmeaban la giba entre risotadas y no lo tenían en cuenta
para nada a pesar de que él tenía en cuenta a todos y a cada uno, preocupándose y
ayudándolos. Algunos, incluso, si estaban de malhumor le arrojaban piedras porque no les
gustaba tener cerca a alguien a quien veían como una especie de monstruo.
- Por algo será que Dios lo castigó de esa manera. - decían algunos que, por supuesto,
desconocían si existía ese "algo" al que hacían mención
El hombre de la joroba, mientras tanto, bajaba la cabeza y jamás respondía a ninguna de las
agresiones o los desprecios. Seguía yendo de un lado a otro del pueblo, bamboleando en cada
paso el gran bulto que llevaba en su espalda, y ofreciéndose para lo que desearan. Un chico
solamente, uno de los chicos del pueblo, lo trataba con amor, le sonreía, hablaba con él y lo
tomaba de la mano para acompañarlo en sus recorridas. Un día las gentes del pueblo
parecieron ponerse de acuerdo para despertar de pésimo humor. Como este tipo de cosas es
contable, discutiendo entre ellos por pequeñeces, empujándose, mirándose con mala cara. De
repente apareció, como siempre el hombre de la capa y la joroba. Eso sólo les faltaba a los
iracundos habitantes del lugar. Como en casos así, los humanos, por su curiosa forma de
actuar, buscan descargar sus iras en los más indefensos, el hombre de la joroba fue de
inmediato el blanco elegido por todos. De las agresiones verbales, que fueron creciendo cada
vez más y con mayor crueldad, pasaron casi enseguida al ataque físico. Algunas piedras, al
principio. Luego, con esa ira que es más ciega cuando es de muchos, comenzaron a armarse
con palos y algunas herramientas y lo cercaron.
Rodeándolo, se disponían ya a atacarlo cuando el chico se abrió paso entre todos y se puso
junto a su amigo jorobado. Hubo un instante de duda. Y fue entonces que el niño les hablo y
les dijo:
- No pueden tocarlo. Gracias a él muchas desgracias que pudieron ocurrir en nuestro pueblo no
ocurrieron, muchos enemigos se amigaron, muchas familias siguen unidas, muchos hombres
conservan sus trabajos y muchas mujeres a sus hijos. Nos trajo el bien y ustedes eligen ahora
pagarle con el mal y él no puede hacer nada para evitarlo... Nunca me dijo quién es, pero yo lo
sé...
Y, dicho esto, tomo la capa del deforme y la arrancó de un tirón. En ese momento quedaron al
descubierto dos bellas y luminosas alas a las que todos, hasta entonces, habían confundido
con una joroba.
Entre los primos de Buda, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y
empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.
Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una
pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo,
la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio
cuenta de lo sucedido y permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.
Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido,
Devadatta preguntó:
- ¿No estás enfadado, señor?
- No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:
- ¿Por qué?
Y el Buda dijo:
- Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando fue arrojada.
El Maestro dice:
- Para el que sabe ver, todo es transitorio; para el que sabe amar, todo es perdonable.
Pepita era una semilla muy sabia, conocía el principio, medio y final de los jardines. Siempre
tenía una respuesta para cada pregunta y a pesar de ser pelada y fea, parecía esconder algo
hermoso dentro de sí. Muchas veces era objeto de burla, esto la deprimía y la hacía cada vez
más dura y seca, ya no quería compartir su conocimiento con nadie.
Un día la lluvia llegó y todas las flores, rosas, azucenas, y jazmines eran muy felices recibiendo
las gotas que bañaban el grandioso jardín. Pepita, temiendo que la lluvia se burlara de su
aspecto se ocultó bajo una pequeña piedrita, sin embargo, el agua de la lluvia se deslizó bajo
la piedra y alcanzó a Pepita transformándola en el más hermoso árbol florido del jardín.
Así fue como todos descubrieron aquel hermoso secreto que Pepita ocultaba dentro de sí.
Había un niño que siempre quería ser el conquistador del mundo. Le encantaban las películas
sobre el tema y devoraba todas las historias relacionadas.
Una noche soñó que había logrado su fin: ¡ERA EL DUEÑO DEL MUNDO!
Sin embargo, nadie en su casa, su propia familia, lo obedecía. Hacían lo que querían y no tardó
en que un sobrino suyo lo desafiara, derrotándolo.
Huyó hasta los montes más distantes, con un grupo de soldados fieles. Sin embargo, uno de
ellos no era fiel y se encargó de difamarlo antes los demás miembros del batallón, a tal punto
que tuvo que esconderse para salvar su propia vida.
Oculto dentro de una cueva, creyó que por fin estaba a salvo, pero entonces se dio cuenta que
ni siquiera su mente estaba bajo su dominio. Pensamientos negativos y deprimentes lo iban
derrotando uno a uno. Fue entonces que encontró, en medio de la oscuridad, una placa
brillante que decía simplemente: CONQUÍSTÁTE.
Despertó asustado. Miró su habitación para cerciorarse que definitivamente estaba en su casa,
no en una cueva en algún lado. Cuando ya no había dudas sobre esto sonrió aliviado.
Se convertiría en una persona muy importante, un hombre preocupado por los demás, siempre
atento a sus necesidades. No se volvió el conquistador del mundo, ni siquiera de los demás,
pero en su corazón, guardó para siempre un secreto: había logrado conquistarse a sí mismo, la
conquista más importante de todas.
Radhaa era una niña muy pobre que vivía con su tía y su prima en un lugar muy pobre a las
orillas del río Saraswati. Radhaa se sentía muy triste porque no tenía dinero para ayudar su tía
enferma, entonces, se le ocurrió una muy brillante idea, imaginaba e imaginaba cada día a su
tía sana y feliz.
Un día mientras Radhaa caminaba por las orillas del Saraswati se encontró con un pavo real,
esta era un ave hermosísima que al desplegar sus alas a la luz del sol dejaba ver los colores
más hermosos y brillantes. Entonces ocurrió algo increíble, el pavo real se acercó a Radhaa y le
dijo:
- Dulce princesa, tú eres la misma hija del Sol, mi despampanante belleza externa no es nada
en comparación a la pureza y dulzura que emana de tu interior. Son tus pensamientos
poderosos puros y tus buenos deseos los que han liberado a tu tía del malestar de la
enfermedad.
Desde ese momento Radhaa dejó de considerarse pobre y empezó a usar más sus
pensamientos para irradiar buenos deseos y sentimientos puros hacia la humanidad, después
de todo era la hija del Sol Espiritual, Dios.
Cuenta la historia que sus pensamientos puros llenos de amor y benevolencia fluyen aún tan
poderosamente en el actual próspero lugar del Río Saraswati, donde todos van a experimentar
mucha felicidad y armonía.
Dos hermanas tenían nada menos que dos años de diferencia de edad. La mayor, ya había
pasado los 65 años, pero insistía en continuar activa, trabajando en una organización de
voluntarios, moviéndose mucho a pesar de problemas en su salud, inventando cosas y
aprendiendo.
La outra, sin embargo, vivía recluída en su casa. A todos les decía que ya estaba "vieja" y por
lo tanto no podía hacer mucho. Simplemente se dedicaba a unas pocas tares y no se movía
nunca.
Un día las dos se encontraron en un restaurante y hablaron de todo. La mayor mostraba toda
su jovialidad y alegría, aliadas a un madura sabiduría, mientras la menor era más quieta. La
mesera, mucho más joven, al verlas, se interesó por ellas, pero pensó que la mayor era la
menor. Cuando fue a pagar, la mujer mayor se acercó a ella y le dijo:
- Lo que pasa es que muchos pensan que la vejez es el fin de la vida. El final de la vida, sin
embargo, no ocurre por la edad, sino por la actitud que tenemos hacia la vida. - la tocó en el
hombro y concluyó - Cuando tú llegues a los 65 años, recuerda esta escena y pregúntate:
¿Cuál de las dos quiero ser yo?
Milenios hemos vivido bajo el liderazgo masculino y todavía no nos cabe en la cabeza que hay
otro modelo.
En una organización dirigida por mujeres, un hombre cometió un grave error. Fue llamado por
su líder (una mujer) y se acercó a ella con mucho miedo.
Sin embargo, era una reunión informal con mucha gente. Ella misma le sirvió a él algo de té,
unas galletas y delicias fritas. Después, todos conversaron sobre diversos asuntos, la líder
dándoles sabiduría y un conocimiento milenar. El hombre se sintió feliz, contento, jubilante y
totalmente engrandecido.
Al final, todos se despidieron de su líder con una ceremonia bien sencilla: se acercaban,
recibían un mensajecito y un dulce, mientras mirándole en los ojos. Y fue en ese momento,
que el hombre se percató de su error y de lo más profundo de su corazón, prometió nunca
más realizarlo.
Y nunca más lo hizo, pues había recibido la corrección del perdón y del amor, la única que
realmente funciona.
En los tiempos que las monedas valían lo que decían, un hombre misterioso le ofreció a un
campesino una de dos monedas: una de oro y otra de cobre. El campesino, sin pensarlo dos
veces, aceptó la de oro.
En la esquina, sin embargo, se encontró con ladrones. Aunque logró mantener la moneda, fue
herido en la pierna y pasó a ser cojo desde esa época, pero de todos modos alcanzó a herir
uno de los ladrones en el brazo. Y este fue el primer de múltiples problemas. Al saber que tenía
la moneda de oro - pues contó a todos sobre el hecho - muchos le trataron de hacer trampas y
algunos lo lograron; mujeres aparecieron y él se separó de la suya, para después ser
abandonado por las demás. Irónicamente, nunca logró gastar la moneda de oro y vivió un año
de total miseria.
Al cabo del año, volvió a encontrarse con el hombre misterioso y le tiró la moneda a los pies,
yéndose corriendo de ahí. El hombre, humildemente se agachaba y la tomaba del piso, cuando
alguien apareció para ayudarla. Era otro campesio, éste con ojos brillantes y mucha vida.
Nuevamente el hombre le ofreció las dos monedas y el campesino, tras pensar mucho, decidió
tomar la de cobre.
Al pasar por los mismos ladrones, les mostró lo que tenía y éstos lo perdonaron; sin embargo,
notó que uno de los hombres tenía el hombro mal, así que le dio algo de su dinero - pero no
la moneda de cobre - y le indicó donde podía conseguir hierbas para curarle. Agradecidos, los
ladrones se fueron.
El campesino ahora estaba totalmente sin dinero, pero en el camino, encontró a un hombre
muy anciano que trataba de mover un burro que a su vez arrastraba varios tipos de verdura. El
campesino se acercó y literalmente charló con el burro, hasta que éste se movió. Impresionado,
el hombre le dio algo de sus verduras.
El joven separó algo de las verduras para sí mismo y vendió otras, recuperando y doblando lo
que había dado a los ladrones. Pero, al saber que tenía dinero, muchos trataron de hacer
trampa y fueron los mismos ladrones que aparecieron y los ahuyentaron, dejando el campesino
irse, sin problemas. Eventualmente, el campesino logró comprar más verduras, las vendió
siempre doblando sus logros.
En un año, era un hombre bien establecido, casi rico, completamente feliz. Irónicamente, nunca
logró gastar la moneda de cobre, a pesar de su vida de abundancia.
Al cabo del año, volvió a encontrarse con el hombre misterioso y le devolvió agradecido la
moneda. El hombre, humildemente la aceptó y se quedó ahí esperando por la siguiente
persona a quien iría ofrecer la moneda de oro y la moneda de cobre.
Vivekananda, un sabio hindú, cierto día observó a una niñita que llevaba, con mucho esfuerzo,
una carga en la forma de un saco - ella iba costa arriba de una montaña. Consternado por la
situación, se acercó a ofrecerle ayuda.
- Hija, ¿por qué llevas esta carga? Dámela y yo la llevo.
La niña lo miró con ojos inocentes, reconociendo la santidad del hombre y hablando de forma
muy educada:
- Señor, no tengo ninguna carga. Cómo usted puede ver - y le mostró lo que realmente llevaba
en la espalda - no es una carga. Es mi hermanito.
Un discípulo fue educado por un gurú hindú. Al cabo del proceso de educación, ofreció al gurú
un dakshna (contribución al gurú, cuyo valor es él quien determina).
- ¿Seguro que usted me dará lo que le pida?
- Por supuesto, para esto usted me ha educado.
Entonces el gurú le dio la orden de que subiera a un árbol muy alto. Cuando ya el discípulo se
encontraba arriba, dispuso una espada de tal manera que la punta estaba hacia arriba, justo
debajo del discípulo.
- Muy bien, ahora salte.
El discípulo empezó a reír. Se bajó del árbol y se acercó al gurú, diciendo:
- Entonces, ¿esta es su idea? ¿Matarme? Apuesto que piensa que aprendí tanto que puedo
amenazarlo, ¿verdad?
Mientras todo el proceso sucedía, a unos pocos metros de distancia, un humilde campesino a
todo observaba. Le fascinó el brillo del gurú, su alta espiritualidad y así se acercó
humildemente y se ofreció como discípulo.
- ¿Desea ser mi discípulo¿ - le preguntó el gurú, deteniendo temporalmente la discusión con el
otro discípulo - Bueno, lo primero es que usted me dé mi dakshna y entonces le enseñaré todo
lo que he aprendido.
- Claro que sí. Dígame, guruji, ¿qué debo hacer?
- Sube en este árbol.
Cuando ya el que quería ser discípulo se encontraba arriba, se cercioró que la espada estuviese
justo debajo de él.
- Muy bien, ahora salte.
Sin pensar dos veces, el campesino saltó. Mientras caía, el gurú de forma veloz, removió la
espada y puso un cojín extremadamente blando en su remplazo.
El anterior discípulo, a todo observó y se sintió avergonzado; por su arrogancia, había perdido
el corazón de su gurú que nunca quiso matarlo, sino mostrarle el valor de la obediencia -
cuando hay obediencia, la espada se convierte en un cojín.
La maestra Debbie Moon estaba estudiando con su grupo de primer grado la pintura de una
familia. En la pintura había un niño que tenía el cabello de color diferente al resto de los
miembros de la familia. Uno de los niños del grupo sugirió que el niño de la pintura era
adoptado. Entonces, una niña del grupo le dijo:
- Yo sé todo de adopciones porque soy adoptada.
- ¿Qué significa ser adoptado? - preguntó otro niño
- Significa - dijo la niña - que tu creces en el corazón de tu mamá en lugar de crecer en su
vientre.
Un niño de 10 años estaba parado frente a una tienda de zapatos, descalzo, viendo a través de
la ventana y temblando de frío. Una señora se acercó al niño y le dijo:
- Mi pequeño amigo, ¿qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?
- Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos. - fue la respuesta del niño
La señora lo tomó de la mano y entraron a la tienda. Le pidió al empleado media docena de
pares de calcetines para el niño. Preguntó si podía darle un recipiente con agua y una toalla. El
empleado le trajo lo que pidió. Ella llevó al niño a la parte trasera de la tienda, le lavó los pies y
se los secó. Para entonces el empleado llegó con los calcetines. La señora le puso un par al
niño y le compró un par de zapatos. Juntó el resto de los calcetines y se los dio al niño. Le
acarició la cabeza y le dijo:
- ¡No hay duda mi pequeño amigo que te sientes más cómodo ahora!
Cuando ella daba la vuelta para irse, el niño le agarró la mano y mirándola con lágrimas en los
ojos, le preguntó:
- ¿Es usted la esposa de Dios?
Un niño estaba intentando conseguir un papel en una obra en la escuela. Su mamá contaba
que el niño había puesto su corazón en ello y ella temía que no fuera elegido. El día que los
roles de la obra fueron repartidos, estaba en la escuela. El niño salió corriendo con los ojos
brillantes, con orgullo y emoción.
- ¡Adivina qué, mamá! - gritó y luego dijo las palabras que permanecerán como una lección
para mí - He sido elegido para aplaudir y animar.
Renata llega por fin a su casa. El día realmente fue duro: el proyecto quedó estancado, las
relaciones con el novio están en problemas, peleó con su mamá y acabó olvidándose de
comprar, así no puede cocinar algo para comer.
Cansada, piensa en dormir ahí mismo, cuando algo le ocurre. Meditar.
Hace muchos años le enseñaron a meditar, así que decide aplicar la enseñanza. Se sienta en
calma y tranquilidad. Inmediatamente se siente relajar, soltarse. Siente la tensión
desvaneciéndose y una luz brillante surge en la pantalla de su mente. Recuerda un ser muy
especial, Dios, su Padre, con quien conversa. Le cuenta lo que pasó en el día y algo
extraordinario pasa.
Rápidamente, las soluciones surgen en su mente: como resolver lo del proyecto, las relaciones
con los demás y aún recuerda que todavía le queda algo de arroz, un grano y unas dos
verduras, puede cocinarse algo...
Cuando termina, sonríe. Hay algo de irónico como al tratar de solucionar todo a las carreras no
logró nada y ahora, en silencio, logro resolver todos sus problemas. Bueno, ahora es aplicar lo
que sintió.
- Juanito, ¿cuánto es 1 + 1?
- 11, profesora.
Todos en la clase se ríen. La profesora lo mira un poco cansada, ya que es el último grupo del
día.
- Juanito, mira aquí tengo una manzana - va y dibuja una manzana en la pizarra - y pongo
otra a su lado; ¿cuántas manzanas hay?
- Dos, profesora.
- Muy bien. Entonces, dime, ¿cuánto es 1 + 1?
- Pues, si son manzanas, dos... Pero si usted habla en gente, son 11.
- Y ¿de dónde sacaste esta idea?
- Ayer, profesora, mi papá estaba todo en problemas, tratando de hacer una máquina
funcionar. Trató, trató y nada. Entonces, llegó su hermano. En media hora solucionaron el
problema. Fue ahí que mi papá me miró y dijo: "Hijo, aprende esta lección: 1 + 1 siempre es
más que dos. ¡Es 11! Cuando tengas un problema, consigue ayuda y el problema
desaparecerá."
Tajima no kami paseaba por su jardín una hermosa tarde de primavera. Parecía completamente
absorto en la contemplación de los cerezos al sol. A algunos pasos detrás de él, un joven
servidor le seguía llevando su sable. Una idea atravesó el espíritu del joven:
"A pesar de toda la habilidad de mi Maestro en el manejo del sable, en este momento sería
fácil atacarle por detrás, ahora que parece tan fascinado con las flores del cerezo."
En ese preciso instante, Tajima no kami se volvió y comenzó a buscar algo alrededor de sí,
como si quisiera descubrir a alguien que se hubiera escondido. Inquieto, se puso a escudriñar
todos los rincones del jardín. Al no encontrar a nadie, se retiró a su habitación muy
preocupado. El servidor acabó por preguntarle si se encontraba bien y si deseaba algo. Tajima
respondió:
- Estoy profundamente turbado por un incidente extraño que no puedo explicarme. Gracias a
mi larga práctica de las artes marciales, puedo presentir cualquier pensamiento agresivo contra
mí. Justamente cuando estaba en el jardín me ha sucedido esto. Pero aparte de ti no había
nadie, ni siquiera un perro. Estoy descontento conmigo mismo, ya que no puedo justificar mi
percepción.
El joven servidor, después de saber esto, se acercó al Maestro y le confesó la idea que había
tenido, cuando se encontraba detrás de él. Humildemente le pidió perdón.
- Sr. Nair, - dijo el Dr. Kalam, antiguo presidente de la India - la noche pasada no pude dormir
debido a un escape en mi habitación..."
El Sr. Nair, secretario del presidente, se congeló, pues por algo tan pequeño podría haber sido
echado.
- No se preocupe, Sr. Nair, sé que inmediatamente vas a arreglar lo que pasa en mi habitación.
Lo que sí me preocupa son las habitaciones en las demás casas en el terreno presidencial, pues
puede que no tengan - como yo tengo - una segunda habitación para ir en caso de la suya
estar con escape.
De esa manera, Nair arregló las demás casas que hasta aquel momento estaban abandonadas
por la administración, impactado por un presidente que se preocupaba más con los demás que
con él mismo.
Bokuden, gran Maestro de sable, recibió un día la visita de un colega. Con el fin de presentar a
sus tres hijos a su amigo, y mostrar el nivel que habían alcanzado siguiendo su enseñanza,
Bokuden preparó una pequeña estratagema: colocó un jarro sobre el borde de una puerta
deslizante de manera que cayera sobre la cabeza de aquel que entrara en la habitación.
Tranquilamente sentado con su amigo, ambos frente a la puerta, Bokuden llamó a su hijo
mayor. Cuando éste se encontró delante de la puerta, se detuvo en seco. Después de haberla
entreabierto cogió el vaso antes de entrar. Entró cerró detrás de él, volvió a colocar el jarro
sobre el borde de la puerta y saludó a los Maestros.
- Este es mi hijo mayor - dijo Bokuden sonriendo -, ya ha alcanzado un buen nivel y va camino
de convertirse en Maestro.
A continuación llamó a su segundo hijo. Este deslizo la puerta y comenzó a entrar. Esquivando
por los pelos el jarro que estuvo a punto de caerle sobre el cráneo, consiguió atraparlo al vuelo.
- Este es mi segundo hijo - explicó al invitado -, aún le queda un largo camino que recorrer.
El tercero entró precipitadamente y el jarro le cayó pesadamente sobre el cuello, pero antes de
que tocara el suelo, desenvainó su sable y lo partió en dos.
Un día, la familia del antiguo presidente de la India, el Dr. Kalam, llegó a visitarlo. Como es
tradición, los hospedaron en las casas presidenciales.
El presidente los recibió sin problemas. Al final, cuando se fueron, algo fue revelado. Diferente
de otros dignatarios, Dr. Kalam pagó por los gastos de todos los 53 parientes que lo visitaron,
incluso por las habitaciones y la comida recibida por ellos. Además, ningún vehículo oficial fue
utilizado por cualquiera de ellos.
Cuenta el sufi Mula Nasrudin que cierta vez asistió a una casa de baños pobremente vestido, y
lo trataron de regular a mal y ya para salir dejó una moneda de oro de propina.
A la semana siguiente fue ricamente vestido y se desvivieron para atenderlo...y dejó una
moneda de cobre, diciendo:
-Esta es la propina por el trato de la semana pasada y la de la semana pasada, por el trato de
hoy.
Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en el que ella viajaría se
retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una
revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en
el andén central y se sentó preparada para la espera.
Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario.
Imprevistamente, la señora observó como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba
la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una,
despreocupadamente.
La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella
situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el
paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los
ojos.
Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora
ya enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra,
manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho. El diálogo de miradas y sonrisas continuó
entre galleta y galleta.
La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, la señora
se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta. "No podrá ser tan
descarado", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas. Con
calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió
exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su
compañera de banco.
- ¡Gracias! - dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad
- De nada - le contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad
Entonces el tren anunció su partida... La señora se levantó furiosa del banco y subió a su
vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el
anden y pensó: "¡Que insolente, que mal educado, que ser de nuestro mundo!". Sin dejar de
mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le
había provocado.
Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando
encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas intacto.
Hace unos años, Fred supo que tenía una enfermedad terminal. Tras consultar innumerables
médicos que confirmaran el diagnóstico, hizo lo que todos hacen en semejante situación:
semana tras semana, negó el hecho. Pero, poco a poco, con la ayuda de amigos, fue
aceptando la realidad de que solo viviría unos pocos meses.
Entonces, algo impresionante sucedió...
- Simplemente paré de hacer lo que no era lo esencial, lo que no importaba. Pasé a ocuparme
de proyectos con niños - algo que siempre deseé realizar. No discutí más con mi madre,
cuando alguien me cerraba en el tráfico o sucedía algo que antes me ponía furioso, me quedé
calmado. En resumen, no tenía tiempo a perder con "bobadas".
Fred empezó una nueva y maravillosa relación con una mujer, quien le aconsejó a que buscara
nuevas opiniones sobre su enfermedad. Consultó algunos médicos en los Estados Unidos y
luego recibió una llamada de uno de ellos diciendo que había llegado a un diagnóstico distinto.
El médico le dijo que tenía una rara forma de enfermedad perfectamente curable.
Cuando Fred escuchó eso, lloró como un bebe... pues temía que su vida volviera a ser lo que
había sido.
Cuando era chico, la sandía en Minnesota era una exquisitez. Un compañero de mi padre,
Bernie, era un próspero mayorista de fruta y verduras que tenía un depósito en St. Paul.
Todos los veranos, cuando llegaban las primeras sandías, Bernie nos llamaba. Papá y yo
íbamos al depósito de Bernie y tomábamos posiciones. Nos sentábamos en el borde del muelle,
con los pies colgando, y nos inclinábamos, minimizando el volumen del jugo que estábamos a
punto de derramarnos encima. Bernie traía su machete, abría nuestra primera sandía, nos
alcanzaba a ambos un gran pedazo y se sentaba junto a nosotros. Entonces enterrábamos la
cara en la sandía, comíamos sólo el corazón - la parte más roja, jugosa, firme, libre de semillas
y perfecta - y tirábamos el resto.
Bernie era lo que mi padre consideraba un hombre rico. Siempre pensé que se debía a que era
un hombre de negocios de mucho éxito. Años después, me di cuenta de que aquello que mi
padre admiraba en la riqueza de Bernie era menos la sustancia que su aplicación. Bernie sabía
cuándo dejar de trabajar, reunirse con amigos y comer sólo el corazón de la sandía.
Lo que aprendí de Bernie es que ser rico es un estado de ánimo. Algunos de nosotros, al
margen de cuánto dinero tengamos, nunca seremos lo bastante libres como para comer sólo el
corazón de la sandía. Otros son ricos sin tener más que un cheque de sueldo por delante.
Si uno no se toma el tiempo para dejar que los pies cuelguen sobre el muelle y disfrutar de los
pequeños placeres, su carrera probablemente será abrumadora.
Durante muchos años, me olvidé de esa lección que aprendí de chico en el muelle de carga.
Estaba demasiado ocupado haciendo todo el dinero que podía. Bueno, la volví a aprender.
Tengo tiempo para alegrarme con los éxitos de los demás y para disfrutar del día. Ése es el
corazón de la sandía. He aprendido a arrojar el resto.
¡Por fin soy rico!
Harvey Mackay
Cierto empleado platicaba un día con su jefe, a quien consideraba una persona exitosa.
- Y dígame", le preguntó el empleado "¿Cómo es que ha logrado su éxito?"
- Lo resumo en dos palabras. - contestó
- Y cuáles son esas palabras.
- Buenas decisiones.
No conforme con la respuesta, el empleado preguntó de nuevo:
- ¿Y cómo logra tomar las decisiones correctas?
- Lo resumo en una palabra, experiencia.
- Y ¿cómo ha conseguido su experiencia?
- Lo resumo en dos palabras. - respondió
- Y ¿cuáles son esas dos palabras?
- Malas decisiones.
Anne dirige una fundación para familias en Estados Unidos. Ella dice que solía sentirse tímida
con relación a expresar sus aspiraciones en encuentros con otros en la comunidad, pues no
quería parecer tonta.
Después de organizar un diálogo comunitario, Anne se percató cuantas personas tenían las
mismas esperanzas para la comunidad y prometió hablar con confianza, en vez de no decir sus
pensamientos e ideas.
Al otro lado del globo, en un pueblo remoto del Nepal, una abuela oye que clases para leer y
escribir serán ofrecidas en un pueblo cercano. Ella invierte todo lo que tiene, el equivalente a
doce centavos de dólar. El programa también le permite ser parte de un grupo que alquila una
máquina de coser y empieza un negocio. Dos años más tarde, la "pobre viuda" se ve como una
mujer rica, tanto que da dinero a un pariente enfermo.
- ¡Qué bueno se siente tener tanto que se puede compartir! - es lo que dice
Extracto del libro "What kind of world do you want?", Jim Lord
La tercera lección que asimilé es que se puede perder en un segundo todo lo que se tiene,
"pero si tienes el amor de tu familia y el de Dios te recuperas, porque con ellos lo tienes todo".
Hace unos años, en Estados Unidos, me encontré con uno de los pilotos que arrojó las bombas
en Vietnam, John Plummer. Se me acercó y no paraba de llorar. Entonces me dijo:
- ¿Me perdonas?
Y yo le dije que sí. Luego, nos abrazamos y lloramos los dos. Yo comprendí que él estaba
sufriendo por lo que hizo. Cuando cambié el odio y la ira por el perdón, me sentí como en el
cielo.
Esta historia nos cuenta de un famoso rabino jasídico: Baal Shem Tov Baal Shem Tov era
conocido dentro de su comunidad porque todos decían que él era un hombre tan piadoso, tan
bondadoso, tan casto y tan puro que Dios escuchaba sus palabras cuando él hablaba. Se había
hecho una tradición en este pueblo: todos los que tenían un deseo insatisfecho o necesitaban
algo que no habían podido conseguir, iban a ver al rabino. Baal Shem Tov se reunía con ellos
una vez por año, en un día especial que elegía y los llevaba a todos juntos a un lugar único,
que conocía, en medio del bosque. Una vez allí, cuenta la leyenda, Baal Shem Tov armaba con
ramas y hojas un fuego de una manera muy particular y muy hermosa, entonaba después una
oración en voz muy baja... como si fuera para él mismo. Y dicen... que a Dios le gustaban
tanto esas palabras que Baal Shem Tov decía, se fascinaba tanto con el fuego armado de esa
manera, quería tanto a esa reunión de gente en ese lugar del bosque... que no podía resistir el
pedido de Baal Shem Tov y concedía los deseos de todas las personas que ahí estaban.
Cuando el rabino murió, la gente se dio cuenta de que nadie sabía las palabras que Baal Shem
Tov decía cuando iban todos juntos a pedir algo... Pero conocían el lugar en el bosque. Sabían
cómo armar el fuego. Una vez al año, siguiendo la tradición de Baal Shem Tov había instituido,
todos los que tenían necesidades y deseos insatisfechos se reunían en ese mismo lugar en el
bosque, prendían el fuego de la manera en que habían aprendido del viejo rabino, y como no
conocían las palabras cantaban cualquier canción o recitaban un salmo, o sólo se miraban y
hablaban de cualquier cosa en ese mismo lugar alrededor del fuego. Y dicen... que a Dios le
gustaba tanto el fuego encendido, tanto ese lugar en el bosque y esa gente reunida... que
aunque nadie decía las palabras adecuadas, igual concedía los deseos a todos los que ahí
estaban.
El tiempo ha pasado y de generación en generación la sabiduría se ha ido perdiendo... Y aquí
estamos nosotros. No sabemos cuál es el lugar en el bosque. No sabemos cuáles son las
palabras. Ni siquiera sabemos cómo encender el fuego a la manera que Baal Shem Tov lo
hacía... Sin embargo hay algo que sí sabemos: Esta historia, conocemos este cuento...Y dicen...
que Dios adora tanto este cuento...que le gusta tanto esta historia...que basta que alguien la
cuente...y que alguien la escuche...para que Él, complacido, satisfaga cualquier necesidad y
conceda cualquier deseo a todos los que están compartiendo este momento...
Cuentan que había una vez un señor que padecía lo peor que le puede pasar a un ser humano:
su hijo había muerto.
Desde la muerte y durante años no podía dormir. Lloraba y lloraba hasta que amanecía.
Un día, cuenta el cuento, aparece un ángel en su sueño.
Le dice:
- Basta ya.
- Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más.
El ángel le dice:
- ¿Lo quieres ver?
Entonces lo agarra de la mano y lo sube al cielo.
- Ahora lo vas a ver, quédate acá.
Por una acera enorme empieza a pasar un montón de chicos, vestidos como angelitos, con
alitas blancas y una vela encendida entre las manos, como uno se imagina el cielo con los
angelitos.
El hombre dice:
- ¿Quiénes son?
Y el ángel le responde:
- Éstos son los chicos que han muerto en estos años y todos los días hacen este paseo con
nosotros, porque son puros...
- ¿Mi hijo está entre ellos?
- Sí, ahora lo vas a ver.
Y pasan cientos y cientos de niños.
- Ahí viene. - avisa el ángel
Y el hombre lo ve. Radiante, como lo recordaba.
Pero hay algo que lo conmueve: entre todos es el único chico que tiene la vela apagada, y él
siente una enorme pena y una terrible congoja por su hijo.
En ese momento el chico lo ve, viene corriendo y se abraza a él.
Él lo abraza con fuerza y le dice:
- Hijo, ¿ por qué tu vela no tiene luz? ¿no encienden tu vela como a los demás?
- Sí, claro papá, cada mañana encienden mi vela igual que la de todos, pero... ¿sabes qué
pasa?, cada noche tus lágrimas apagan la mía.
A una niña le gustaba mucho la historia del Mago de Oz. ¿Por qué? Es que tenía un papá que
no tenía corazón, una mamá que vivía muerta de miedo todo el tiempo y un hermano nada
inteligente.
Un día, la niña se cayó del techo de su casa. Todos pensaron que había perdido la conciencia,
pero ella vio todo lo que pasó:
- Como su hermano recordó en número de emergencia, los llamó y como aplicó los primeros
auxilios (aprendidos años antes en su escuela).
- Como la mamá la llevó al hospital, un lugar del cual huía de miedo todo el tiempo. Tan
valiente fue, que se quedó ahí mientras le aplicaban inyecciones.
- Como el papá echó lágrimas (¡la primera vez!) y no paró de acariciar su pelo, diciendo "mi
hija, mi hija".
Lo que nunca entendieron los médicos y enfermeras es como esta niña - que desde luego
sobrevivió gracias a la ágil actuación de su familia - no paró de sonreír un momento siquiera.
Estaba en su lecho de muerte. Había llegado su último día y anunció que esa noche dejaría de
existir. Sus seguidores, sus discípulos y sus amigos empezaron a llegar. Había mucha gente
que le quería, y todos fueron; llegaban desde lugares lejanos.
Cuando uno de sus discípulos oyó que el maestro se iba a morir, fue corriendo hasta el
mercado. Alguien le preguntó:
- El maestro se está muriendo en su cabaña ¿por qué vas al mercado?
El viejo discípulo le dijo:
- A mi maestro le gusta un tipo de tarta determinado, voy a comprársela.
Le costó mucho encontrar la tarta, pero al atardecer lo consiguió. Volvió corriendo con la tarta.
Todo el mundo estaba preocupado, parecía que el maestro estuviese esperando a alguien.
Abría los ojos, miraba, y los volvía a cerrar. Cuando llegó su discípulo, le dijo:
- Muy bien, así que has venido. ¿Y dónde está la tarta?
El discípulo sacó la tarta y estaba feliz de que el maestro se la hubiese pedido.
Muriendo, el maestro levantó la tarta con las manos... pero la mano no estaba temblando. Era
muy viejo, pero no le temblaba la mano. Alguien le preguntó:
- Eres muy mayor y estás a punto de morir. Pronto te abandonará el último aliento, sin
embargo, no te tiembla la mano.
El maestro dijo:
- Nunca tiemblo porque no tengo miedo. Mi cuerpo se ha hecho viejo pero yo sigo siendo
joven, y seguiré siendo joven cuando este cuerpo se haya ido.
Entonces le dio un mordisco y empezó a masticar la tarta. De repente, alguien le preguntó:
- ¿Cuál es el último mensaje, maestro? Pronto nos dejarás. ¿Qué quieres que recordemos?
El maestro sonrió y dijo:
- Ah, esta tarta está deliciosa.
Un hermoso día en un parque, un joven papá empujaba el cochecito en el que lloraba su hijito.
Mientras el papá llevaba a su niño por los senderos del parque, iba murmurando bajito y suave:
- Tranquilo. Ronaldo. Mantén la calma, Ronaldo. Está bien, Ronaldo. Relájate Ronaldo. Todo irá
bien, Ronaldo, ya verás.
Una mujer que pasaba por allí, se dirigió al joven papá y le dijo:
- Usted realmente sabe cómo hablarle a un niño perturbado... con calma y con suavidad.
Realmente es admirable.
La mujer se inclinó hacia el niño que estaba en el cochecito y le dijo tiernamente:
- ¿Cuál es el problema, Ronaldo?
Entonces el papá dijo rápidamente:
-¡Oh, no señora... Él es Enrique. Ronaldo soy yo!
Los indios de una remota reserva de Estados Unidos. preguntaron a su nuevo jefe si el
próximo invierno iba a ser frío o apacible.
Dado que el jefe había sido educado en una sociedad moderna, no conocía los viejos trucos
indios. Así que, cuando miró el cielo, se vio incapaz de adivinar qué iba a suceder con el
tiempo…
De cualquier manera, para no parecer dubitativo, respondió que el invierno iba a ser bastante
frío, y que los miembros de la tribu debían recoger leña para estar preparados.
No obstante, como también era un dirigente práctico, a los pocos días tuvo la idea de
telefonear al Servicio Nacional de Meteorología.
- ¿El próximo invierno será muy frío? - preguntó
- Sí, parece que el próximo invierno será bastante frío - respondió el meteorólogo de guardia
De modo que el jefe volvió con su gente y les dijo que se pusieran a juntar todavía más leña,
para estar aún más preparados. Una semana después, el jefe llamó otra vez al Servicio Nacional
de Meteorología y preguntó:
-¿Será un invierno muy frío?
-Sí, - respondió el meteorólogo - va a ser un invierno muy frío.
Honestamente preocupado por su gente, el jefe volvió al campamento y ordenó a sus
hermanos que recogiesen toda la leña posible, ya que parecía que el invierno iba a ser
verdaderamente crudo.
Dos semanas más tarde, el jefe llamó nuevamente al Servicio Nacional de Meteorología:
- ¿Están ustedes absolutamente seguros de que el próximo invierno será muy frío?
- Absolutamente, sin duda alguna - respondió el meteorólogo - va a ser uno de los inviernos
más fríos que se hayan conocido.
- ¿Y cómo pueden estar ustedes tan seguros?
- ¡Porque los indios están recogiendo leña como locos!
Hay una antigua leyenda acerca de tres hombres, cada uno de los cuales, cargaba dos sacos,
sujetos a sus cuellos, uno al frente y el otro a sus espaldas.
Cuando al primero de ellos le preguntaron que había en sus sacos, el dijo:
- Todo cuanto de bueno me han dado mis amigos se halla en el saco de atrás, ahí fuera de la
vista, y al poco tiempo olvidado. El saco de enfrente contiene todas las cosas desagradables
que me han acontecido y, en mi andar, me detengo con frecuencia, saco esas cosas y las
examino desde todos los ángulos posibles. Me concentro en ellas y las estudio. Y dirijo todos
mis sentimientos y pensamientos hacia ellas.
En consecuencia, como el primer hombre siempre se estaba deteniendo para reflexionar sobre
las cosas desafortunadas que le habían sucedido en el pasado, lo que lograba avanzar era muy
poco.
Cuando al segundo hombre le preguntaron qué era lo que llevaba en sus dos sacos, el
respondió:
- En el saco de enfrente están todas las buenas acciones que he hecho. Las llevo delante de mí
y continuamente las saco y las exhibo para que todo mundo las vea. Mientras que el saco que
llevo atrás, contiene todos mis errores. Los llevo consigo a dondequiera que voy. Es mucho lo
que pesan y no me permiten avanzar con rapidez, pero por alguna razón, no puedo
desprenderme de ellos.
Al preguntarle al tercer hombre sobre sus sacos, él contestó:
- El saco que llevo al frente, está lleno de maravillosos pensamientos acerca de la gente, los
actos bondadosos que han realizado y todo cuanto de bueno he tenido en mi vida. Es un saco
muy grande y está lleno, pero no pesa mucho. Su peso es como las velas de un barco; lejos de
ser una carga, me ayudan a avanzar. Por su parte, el saco que llevo a mis espaldas está vacío,
pues le he hecho un gran orificio en el fondo. En ese saco, puse todo lo malo que escuché de
los demás así como todo lo malo que a veces pienso acerca de mí mismo. Esas cosas se fueron
saliendo por el agujero y se perdieron para siempre, de modo que ya no hay peso que me
haga más penoso el trayecto.
Un cactus estaba solito en el desierto, pensando por qué existía estancado en el medio de la
nada.
- No hago nada sino quedarme aquí parado todo el día. - habló descorazonado - ¿Para qué
sirvo yo? Soy la planta más fea del desierto. Mis espinas son gruesas y pinchan, mis hojas
parecen hechas de caucho y son ásperas, mi piel es gruesa e irregular. No puedo ofrecer
sombra ni frutas jugosas a algún viajero que pasa. No sé para que sirvo.
Todo lo que hacía era quedarse parado bajo el sol día tras día, creciendo más y más alto, más
y más gordo. Sus espinas crecían más y más - realmente, era extraño cuando se miraba.
- Deseo poder hacer algo útil. - decía, descorazonado
Durante el día, halcones circulaban sobre su cabeza.
- ¿Qué puedo hacer con mi vida? - el cactus les preguntaba
Un lagarto pasaba por ahí, dejando una huella por la arena y el cactus entonces le preguntó:
- ¿Qué acto valioso puedo hacer?
- ¿Tú? - el lagarto se rió, pausando por un momento - ¿Acto valioso? ¿Para qué? ¡No sirves
para nada! Los halcones circulan sobre nuestras cabezas delineando patrones delicados para
que todos admiremos. La luna nace en el alto como un faro por la noche para que podamos
ver nuestros caminos a la casa, hacia nuestros amados. Aún yo, el lagarto de más bajo nivel,
tengo algo que hacer: decoro las arenas con estas hermosas huellas mientras voy con mi cola a
todos lados. Pero ¿tú? ¡No haces nada sino quedarse más feo a cada día!
Y así pasaron los años. Por fin, el cactus envejeció y supo que tenía poco tiempo.
- Oh, Señor, pensé tanto y traté tanto. Perdóname si Te he fallado por no encontrar algo
valioso por hacer. Temo que ya es demasiado tarde.
Fue entonces que el cactus sintió algo extraño. Era como algo que surgía y se abría y
experimentó una alegría que borró toda desesperación. Sobre él, como una corona repentina,
una flor gloriosa repentinamente se abría. Jamás el desierto había visto tal flor hermosa - su
fragancia perfumó el aire a toda vuelta y trajo felicidad a todos los que pasaban. Las mariposas
se detenían para admirar su belleza y aquella noche, aún la luna sonrió cuando encontró tal
tesoro.
El cactus entonces oyó una voz:
- Has esperado mucho. - dijo Dios - El corazón que busca hacer el bien refleja Mi gloria y
siempre traerá algo valioso al mundo, algo en el cual se encuentra júbilo - aunque venga tras
una larga espera.
Nasrudin se dedicó a usar una balsa para transportar gente y mercancías de una orilla a otra.
Cierto día le tocó a Nasrudin transportar un erudito, quien aprovechó la ocasión para entablar
un diálogo y le preguntó a Nasrudin:
- ¿Conoce Usted la gramática? - pregunto el erudito
- No, en absoluto. - respondió Nasrudin
- Bueno, permítame decirle que ha perdido usted la mitad de la vida. - replicó con desdén el
erudito
Poco después, el viento sopló y la barca estuvo a punto de ser tragada por las olas. Justo
antes de irse a pique, Nasrudin preguntó al erudito:
- ¿Sabe usted nadar?
- ¡¡¡NO!!!! - contestó el aterrorizado erudito
- Bueno, permítame decirle que ha perdido usted toda su vida, porque nos estamos hundiendo.
Una madre solicitó a Napoleón el perdón de su hijo. El emperador dijo que era el segundo
delito que cometía el hombre y que la justicia exigía su ejecución.
- No pido justicia, - dijo la madre - pido misericordia.
- Pero señora, - respondió el emperador - no merece misericordia alguna.
- Su excelencia, - prosiguió la madre - si se la mereciera, no sería misericordia, y misericordia
es todo lo que le pido.
- Muy bien, - dijo el emperador - tendré misericordia.
Y así se salvó la vida de su hijo.
Un pescador encontró entre sus redes una botella de cobre con el tapón de plomo. Parecía
muy antigua. Al abrirla salió de repente un genio maravilloso que una vez liberado le dijo al
pescador:
- Te concedo tres deseos por haberme sacado de mi encierro. ¿Cuál es tu primer deseo?
- Me gustaría que me hicieras lo bastante inteligente y claro como para hacer una elección
perfecta de los otros dos deseos. -dijo el pescador
- Hecho. - dijo el genio - Ahora, ¿cuáles son tus otros dos deseos?
El pescador reflexionó un momento y dijo:
- Muchas gracias, no tengo más deseos.
En la antigüedad, un rey de Tartaria estaba paseando con algunos de sus nobles. Al lado del
camino se encontraba un Abdal (un sufí errante), quien exclamó:
- Le daré un buen consejo a quienquiera que me pague cien dinares.
El Rey se detuvo y dijo:
- Abdal, ¿cuál es ese buen consejo que me darás a cambio de cien dinares?
- Señor, - respondió el Abdal- ordena que se me entregue dicha suma y te daré el consejo
inmediatamente.
El Rey así lo hizo, esperando escuchar algo extraordinario.
El sufí le dijo:
- Este es mi consejo: nunca comiences nada sin que antes hayas reflexionado cuál será el final
de ello.
Ante estas palabras, los nobles y todos los presentes estallaron en carcajadas, diciendo que el
Abdal había sido listo al pedir el dinero por adelantado. Pero el Rey dijo:
- No tienen motivo para reírse del buen consejo que este Abdal me ha dado. Nadie ignora que
deberíamos reflexionar antes de hacer cualquier cosa. Sin embargo, diariamente somos
culpables de no recordarlo y las consecuencias son nefastas. Aprecio mucho este consejo del
derviche.
Así, el Rey decidió recordar siempre el consejo y ordenó que fuese escrito en las paredes con
letras de oro, e incluso grabadas en su vajilla de plata.
Poco después, un intrigante concibió la idea de matar al Rey. Sobornó al cirujano real con la
promesa de nombrarlo primer ministro si clavaba una lanceta envenenada en el brazo del Rey.
Cuando llegó el momento de extraer sangre al Rey, se colocó una jofaina para recoger la
sangre. De repente, el cirujano vio las palabras grabadas allí: Nunca comiences nada sin que
antes hayas reflexionado cuál será el final de ello. Fue entonces cuando el cirujano se dio
cuenta de que, si el intrigante se convertía en rey, lo primero que haría sería ejecutarlo, y así
no necesitaría cumplir su compromiso. El Rey, viendo que el cirujano estaba temblando, le
preguntó que le ocurría, y éste le confesó la verdad inmediatamente.
El autor de la intriga fue capturado; el Rey reunió a todas las personas que habían estado
presentes cuando el Abdal le dio el consejo, y les dijo:
- ¿Todavía se ríen del derviche?
Nasrudín conversaba con sus amigos en la casa de té y les contaba como había emprendido un
largo viaje para encontrar a la mujer perfecta con quién casarse. Les decía:
- Viajé a Bagdad, después de un tiempo encontré a una mujer formidable, atenta, inteligente,
culta de una gran personalidad.
Dijeron sus amigos:
- ¿Por qué no te casaste con ella?
- No era completa, - respondió Nasrudín - después fui a El Cairo, allí conocí a otra mujer
ciertamente fabulosa; hermosa, sensible, delicada, cariñosa.
- ¿Por qué no te casaste con ella? - dijeron los amigos
- No era completa, - respondió nuevamente Nasrudín- entonces me fui a Samarcanda allí por
fin encontré a las mujer de mis sueños; ingeniosa y creativa, hermosa e inteligente, sensible,
culta, delicada y espiritual.
- ¿Por qué no te casaste con ella? - insistieron sus amigos
- Pues saben por qué, ella también buscaba a un hombre perfecto.
Cuatro peregrinos de distintos países estaban llevando a cabo una peregrinación. Iban juntos,
pero a duras penas se entendían por el idioma.
Pasó un persona piadosa que les dio una limosna para que comieran algo.
El persa dijo:
- Quiero angur.
El árabe gritó:
- Yo querer inab.
El turco dijo:
- Ni hablar, compramos uzum.
Y por fin el griego, más enfadado que nadie vociferó:
- Stafil, stafil.
Se armó un revuelo en la calle, discutían, se insultaban, en muchos idiomas.
Hasta que pasó un hombre entendido en lenguas, conocedor de las palabras del Asia Menor.
Les tomó el dinero y se fue a comprar lo que ellos deseaban.
Al cabo de unos minutos apareció con un buen paquete, lo abrió... y todos se pusieron
contentos.
Eran UVAS, todos estaban diciendo UVAS, cada uno en su idioma.
- Escucháis. - dijo el Maestro - no para descubrir nada nuevo, sino para dar con algo que
confirme lo que pensáis. Discutís, no para hallar la verdad, sino para defender vuestra manera
de pensar.
Y contó la historia de aquel rey que, al pasar por una pequeña ciudad, vio que por todas partes
había señales de la presencia en ella de alguien dotado de una asombrosa puntería: en árboles,
vallas y paredes había infinidad de dianas con un agujero de bala en el mismísimo centro.
Cuando quiso que le presentaran a tan extraordinario tirador, éste resultó ser un muchacho de
diez años.
"- ¡Es increíble! - dijo el rey asombrado - ¿Cómo demonios lo haces?
- Es muy fácil, Majestad - le respondió - Primero disparo, y luego dibujo la diana."
- Lo mismo hacéis vosotros: primero sacáis vuestras conclusiones, y luego construís en torno a
ellas vuestras premisas. - dijo el Maestro
ANTHONY DE MELLO,
Un minuto para el absurdo
En el intervalo de una conversación sobre religión y paz entre los pueblos, en la que
participaban Leonardo Boff y el Dalai Lama, el primer de forma traviesa, pero también con
intereses teológicos, le preguntó, con un mal inglés:
- Su Santidad, ¿cuál es la mejor religión?
Boff esperaba que el Dalai Lama le dijera "el budismo tibetano", o "las religiones orientales,
mucho más antiguas que el cristianismo". El Dalai Lama hizo una pequeña pausa, dio una
sonrisa, miró a Boff en los ojos - lo que le desconcertó un poco, pues él sabía que las
intenciones no eran del todo buenas - y afirmó:
- La mejor religión es la que más te acerca de Dios. Es la que te hace un ser mejor.
Para salir de la perplejidad causada por tan sabia respuesta, Boff insistió:
- ¿Qué me hace mejor?
- Lo que te haga más compasivo, más sensible, más desapegado, más amoroso, más
humanitario, más responsable... La religión que logre hacer eso de ti es la mejor religión.
Solía planear todo lo que hacía. Fiestas, trabajo, reuniones de familia, navidad, fin de año, todo.
Un día, sin embargo, le diagnosticaron una enfermedad terminal y fulminante - tendría a lo
mejor seis meses de vida. Al llegar a su casa, antes de contar lo que le había pasado a la
esposa y a los hijos, fue al baño y se miró en el espejo. Inmediatamente, tuvo ganas de tomar
de su computador y planear el resto de vida que tenía. Pero simplemente sonrió.
Salió del baño, agarró a su esposa y fueron a cenar en un sitio distante, lleno de verde y aire
libre. Ahí, junto a la naturaleza, le contó lo que pasaba. Lloraron y se abrazaron, se amaron
más en aquellos pocos momentos que en los muchos años pasados juntos.
Vivió poco más de cinco meses. Durante ese periodo, rehizo amistades perdidas, enfrentó
miedos escondidos, amó la vida más que nunca. Cuando se estaba por ir, se sentía satisfecho
de haber vivido y sus últimas palabras fueron un pedido: por favor, vive mucho.
Dicen que Dios decidió un día volver a los seres humanos, ángeles. De las varias personas
elegidas, hubo una que se resaltó entre todos.
Su nombre era Prakash Mani - joya de luz - y realmente brillaba con luz propia. Una vez, en un
tren, una niña no tenía puesto. El viaje era largo y aburrido, pero este ángel (todavía joven)
simplemente la miró y le cedió su puesto. Se sentó en un saco que había, lleno de algo y ahí
se quedó toda la noche.
Sus palabras sonaban como néctar en el oído de los que la oían y con el tiempo la llamaron
Dadi. Al final de su vida, cuando ya no se podían esconder las alas y el blanco de su pureza era
visible en su cuerpo, ella era simplemente Dadiji.
Y como los ángeles siempre satisfacen los deseos de otros, aunque sean pequeños como el de
un puesto en un tren, ella un día se alistó para recibir a un grupo de personas. Ellos eran
técnicos profesionales y junto a ellos había un occidental cuyo deseo era una mandarina. Sí,
¡una mandarina! Lo que pasaba es que el viaje por la montaña lo había dejado un poco
mareado y la mandarina le restablecía las fuerzas. Su deseo él lo había pasado a Dios y cuando
llegó al pie de la montaña, este ángel con ojos luminosos, ahí estaba con una mandarina en las
manos.
Cuando se fue, todos sintieron sus vibraciones de pureza, amor, paz y tantas cualidades.
Después de todo, no es siempre que un ser humano se vuelve un ángel.
Había una princesa que estaba locamente enamorada de un capitán de su guardia y, aunque
sólo tenía 17 años, no tenía ningún otro deseo que casarse con él, aún a costa de lo que
pudiera perder. Su padre que tenía fama de sabio no cesaba de decirle:
- No estás preparada para recorrer el camino del amor. El amor es renuncia y así como regala,
crucifica. Todavía eres muy joven y a veces caprichosa, si buscas en el amor sólo la paz y el
placer, no es este el momento de casarte.
- Pero, padre, ¡sería tan feliz junto a él!, que no me separaría ni un solo instante de su lado.
Compartiríamos hasta el más profundo de nuestros sueños.
Entonces el rey reflexionó y se dijo:
- Las prohibiciones hacen crecer el deseo y si le prohíbo que se encuentre con su amado, su
deseo por él crecerá desesperado. Además los sabios dicen: ―Cuando el amor os llegue,
seguidlo, aunque sus senderos son arduos y penosos.‖
De modo que al fin le dijo a su hija:
- Hija mía, voy a someter a prueba tu amor por ese joven. Vas a ser encerrada con él cuarenta
días y cuarenta noches. Si al final siguen queriéndose casar es que estás preparada y entonces
tendrás mi consentimiento.
La princesa, loca de alegría, aceptó la prueba y abrazó a su padre. Todo marchó perfectamente
los primeros días, pero tras la excitación y la euforia no tardó en presentarse la rutina y el
aburrimiento. Lo que al principio era música celestial para la princesa se fue tornando ruido y
así comenzó a vivir un extraño vaivén entre el dolor y el placer, la alegría y la tristeza. Así,
antes de que pasaran dos semanas ya estaba suspirando por otro tipo de compañía, llegando a
repudiar todo lo dijera o hiciese su amante. A las tres semanas estaba tan harta de aquel
hombre que chillaba y aporreaba la puerta de su recinto. Cuando al fin pudo salir de allí, se
echó en brazos de su padre agradecida de haberle librado de aquel a quién había llegado a
aborrecer.
Al tiempo, cuando la princesa recobró la serenidad perdida, le dijo a su padre:
- Padre, háblame del matrimonio.
Y su padre, el rey, le dijo:
- Escucha lo que dicen los poetas de nuestro reino:
―Dejad que en vuestra unión crezcan los espacios.
Amaos el uno al otro, más no hagáis del amor una prisión.
Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis de la misma.
Compartid vuestro pan, más no comáis del mismo trozo.
Y permaneced juntos, más no demasiados juntos, pues ni el roble ni el ciprés, crecen uno a la
sombra del otro.‖
Después del divorcio, todo se complicó para María Laura. Le tocaba no solamente trabajar, sino
también ser padre y madre de su hijo. Así que tomó la decisión que trabajaría mucho, mucho,
tanto que su hijo tuviese todo.
Y lo tenía todo. En sus cumpleaños, era su hijo quien recibía los mejores regalos - los más
caros y más bonitos. Todo lo que él quería estaba disponible.
En las navidades, igualmente el muchacho se ganaba todo, y en las vacaciones, se iba con sus
abuelos a un lugar muy hermoso. María Laura, a su vez, progresaba en la empresa en que
estaba. Poco a poco llegó a gerente y a la dirección. Nunca más buscó a otro hombre y su vida
pasó entre el hijo y la empresa.
Hasta que un día, su hijo - ya con más de veinte años - fue a parar al hospital. Coincidió con
una cita con un poderoso cliente y, con mucho pesar en el corazón, logró convencer a sus
padres a que fueron a ver y cuidar del muchacho. Aquella noche llegó muy tarde - como
siempre - a la casa. Todavía su hijo no estaba, pero ella estaba segura que todo estaba bien.
Fue a dormir y - como siempre - se tomó algo para ayudarla, un tranquilizante que facilitaba el
sueño. Pero, distinto de otras noches, esa noche soñó.
Vio a una persona totalmente en blanco y a su lado, su hijo. Todo era distinto, era como si
estuviesen en otra dimensión.
- María Laura.
La voz del hombre era conocida, ella no se recordaba de donde. Era suave y dulce.
- María Laura, aquí tengo tu hijo. Él se está yendo y quería despedirse de ti.
- ¿Yéndose? Pero, ¿adónde?
- Él murió, María Laura.
Las palabras la dejaron muda.
- Pero… ¡no puede ser! Si fuera cierto, mis padres me hubiesen llamado. El hospital me habría
llamado.
- Están tratando de llamarte, pero no contestas. Pero, no importa ahora. ¿Quieres decirle algo
antes que se vaya?
- ¿ALGO? ¡NO QUIERO QUE SE VAYA! ¡QUE SE QUEDE¡ YO TENGO MUCHO QUE DARLE.
- ¿Le darás algo más? ¿Qué más le vas a dar, María Laura? ¿Un carro tal vez? O quizá el curso
de inglés en Australia que tanto desea? Ahora, ya no importa. Él no podrá manejar ni hablar,
así que no necesitará esto.
María Laura se quedó de nuevo muda. Concientemente trató de decirse que era un sueño,
nada más que un sueño, pero algo más pasaba en su corazón. Era como una percepción de lo
que pasaba. Algo…
- No… No le daré nada de eso. Le daré… mi tiempo.
- ¿Tu tiempo?
- Sí. Es un regalo que todavía no le he dado. Le daré muchos abrazos. Le daré mis oídos para
que diga que le pasa, porque tiene la cara que tiene o llega a la hora que llega. Le daré una
sonrisa cuando él esté bien bravo y consejos, cuando me pida.
El hombre sonríe de esta vez.
Un asno y un camello caminaban juntos. El camello se movía con pasos largos y pausados. El
asno se movía impacientemente tropezándose de vez en cuando. Al fin el asno dijo a su
compañero:
- ¿Cómo es que me encuentro siempre con problemas, cayéndome y haciéndome rasguños en
las patas, a pesar de que miro cuidadosamente al suelo mientras camino, mientras que tú que
nunca pareces ser consciente de lo que te rodea, con tus ojos fijos en el horizonte, mantienes
un paso tan rápido y fácil en apariencia?
Respondió el camello:
- Tu problema es que tus pasos son demasiados cortos y cuando has visto algo es demasiado
tarde para corregir tus movimientos. Miras a tu alrededor y no evalúas lo que ves. Piensas que
la prisa es velocidad, imaginas que mirando puedes ver, piensas que ver cerca es lo mismo que
ver lejos. Supones que yo miro el horizonte, aunque en realidad sólo contemplo hacia el frente
como modo de decidir qué hacer cuando lo lejano se convierta en cercano. También recuerdo
lo que ha sucedido antes y así no necesito mirar hacia atrás y tropezar una vez más. De este
modo lo que te parece confuso o difícil se vuelve claro y fácil.
A la edad de 17, Jim Valvano sacó una tarjeta blanca sencilla y escribió todas las metas que
quería en la vida. Iba a jugar baloncesto en el colegio y universidad, volverse un entrenador
asistente, después entrenador y finalmente, ganar el campeonato nacional.
A la edad de 36, Jim ya había tachado en la tarjeta blanca completamente todas las metas que
debía lograr. Una vez, dijo: "Hay 86.400 segundos en un día. Depende de ti decidir qué hacer
con ellos." Jim ha escrito libros, dado muchas charlas motivacionales por todos los Estados
Unidos, presentado programas semanales en la televisión e incluso ha aparecido en
importantes shows, como el "The Tonight Show" y el "Cosby Show".
"Quiero hacer otras cosas, aprender sobre otras profesiones. Me niego a limitarme a cualquier
limitación que uno pueda pensar con relación a la posición de un entrenador de baloncesto.
Sencillamente, me encanta la diversidad." Eso dijo Jim en una conferencia de prensa. Todo reto
nuevo solo probaba que los talentos de él eran interminables. Jim tenía la actitud de "Lo
puedo" y vivía cada momento de su vida en su plenitud.
Jim Valvano trabajó duro para motivar, estimular, entretener e inspirar a cualquiera que entró
en su vida. El mundo era similar a su equipo de baloncesto y quería que todos fueron
ganadores. Al hacer esto, esperaba que la gente aprendiera de la manera que él vivía su vida.
Un cáncer probaría ser la prueba más dura que este entrenador jamás había enfrentado. El
médico le informó que tenía solamente un año de vida. En las últimas entrevistas de Jim,
anunció que quería ayudar a cada paciente de cáncer.
Pasó los diez meses finales de su vida dando sus percepciones personales con relación a la vida
de un paciente de cáncer, en la esperanza que podría atraer alguna atención a la enfermedad
que afecta millones. No tenía miedo de dejar que otras personas vieron su cuerpo debilitado o
aún las lágrimas, mientras hablaba sobre su muerte segura. Sabía que su cuerpo perdería la
batalla contra el cáncer, pero su espíritu vibrante era el regalo que iba a dejar como huella.
Dicen que una vez había un ciego sentado en la vereda con una gorra a sus pies y un cartel
escrito con tiza que decía:
―Por favor ayúdenme, soy ciego‖.
Un creativo de publicidad, que pasaba frente a él se detuvo y observó unas pocas monedas en
su gorra. Sin pedirle permiso, cogió el cartel, le dio la vuelta, cogió la tiza y escribió otro
mensaje. Volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego y se fue.
Por la tarde, el creativo, volvió a pasar por enfrente del ciego que seguía pidiendo limosna.
Ahora su gorra estaba repleta de billetes y monedas. El ciego reconoció aquellos los pasos y le
preguntó si era el mismo que había cambiado y reescrito el cartel y sobre todo le preguntó que
había escrito. El publicista le contestó:
- Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras.
Sonrió, le echó dos monedas y siguió su camino. El ciego nunca supo por boca del creativo
que en el cartel decía:
―HOY ES PRIMAVERA. PERO NO PUEDO VERLA.‖
Un hombre muy rico estaba en su lecho de muerte y decidió hacerle el último pedido a su
familia. Era un pedido muy extraño: quería ser enterrado con una media que tenía; si no diesen
permiso al par completo, al menos una. A continuación, anunció que había un mensaje muy
importante para todos. Indicó donde estaba el mensaje - que solo debía ser leído después del
entierro - y falleció.
La familia pertenecía a una extraña religión que enterraba sus muertos sin nada, solo una
sábana blanca. Pero, como el último pedido de un difunto era crucial, la familia decidió pedir
permiso a los sacerdotes. Sin embargo, nadie les dio el permiso. Fueron hasta las instancias
superiores, pero no hubo respuesta alguna. Ni siquiera le dejaron poner una media.
Frustrados, los familiares fueron al entierro y le pidieron perdón a su amado pariente por no
haber podido satisfacer su último deseo. Después de las ceremonias, fueron al sitio indicado y
ahí recuperaron el mensaje que decía así:
"Amados hijos y parientes. Estoy seguro que no me pudieron enterrar con la media, como les
había pedido. No se preocupen. La lección que quería dar era otra. Quería mostrarles que
aunque fui muy rico en vida, ni siquiera pude llevarme una media. ¡Qué Dios les bendiga!"
Fecha de Publicación 18/10/2008 Título YO PUEDO DORMIR CUANDO EL VIENTO SOPLA EN LA NOCHE
Hace unos años, un hacendado compró unas tierras a lo largo de la costa atlántica.
Constantemente ponía avisos tratando de contratar ayudantes, pero la mayoría de las personas
era renuente en trabajar en fincas a lo largo del atlántico pues temían las tormentas tremendas
que azotaban por esa región, destruyendo edificios y cosechas.
El hacendado entrevistaba personas para el trabajo, pero la mayoría de ellos rechazaba irse allá.
Por fin, un pequeño hombre muy flaco, ya de cierta edad, se acercó al hacendado.
- Es usted un hombre bueno para el campo? - le preguntó el hacendado
- Bueno, puedo dormir cuando el viento sopla. - le contestó el pequeño hombre
Aunque confundido por esta respuesta, el hacendado, desperado por tener ayuda, lo contrató.
El hombrecito trabajó bien en la hacienda, ocupado de la aurora hasta el crepúsculo y el
hacendado parecía satisfecho con el trabajo del hombre.
Entonces, una noche, el viento soplaba fuertemente. Brincando de su cama, el hacendado
agarró una linterna y corrió a la habitación siguiente, donde dormía el ayudante. Sacudió el
hombre y gritó:
- ¡Levántate! ¡Viene una tormenta! ¡Hay que amarrar todo para que no perdamos nada!
El hombrecito se volteó en la cama y dijo firmemente:
- No señor, le dije a usted: ¡Yo puedo dormir cuando el viento sopla!
Enojado por la respuesta, el hacendado quiso echarlo en el mismo momento, pero en vez de
eso, corrió a prepararse para la tormenta.
Para su sorpresa, descubrió que los pajares estaban cubiertos con encerados, las vacas estaban
en el granero, las gallinas en sus lugares y las puertas estaban todas reforzadas. Todo estaba
preparado.
Nada se iba a perder.
El hacendado entonces comprendió lo que su empleado quiso decir, así que regresó a la cama.
Esa noche, él también durmió mientras el viento soplaba.
Una pareja tenía una casa bonita y dos niños adorables. El marido trabajaba en una buena
empresa y estaba por irse en un viaje de negocios. La esposa necesitaba también cambiar de
ambiente, así que ella fue junto con su marido. Contrataron a una mujer confiable para cuidar
los hijos y se fueron de viaje, pero decidieron regresar un poco antes de lo previsto. Mientras
manejaban por la ciudad, percibieron humo y salieron de su ruta normal a ver que era. Fue
cuando encontraron una casa en llamas.
La esposa, quien estaba ansiosa por regresar, le dijo al marido:
- No es nuestra casa. Llamemos a los bomberos y nos vamos. - y se puso a hacer la llamada
desde su celular
Sin embargo, el marido se acercó más, salió del carro y empezó a ver qué pasaba.
- Vamos, querido. - dijo la esposa, visiblemente irritada
Pero por alguna razón el esposo decidió no irse. Con esfuerzo, abrió la puerta y pasados unos
minutos salió con unos niños. Todavía nada de los bomberos.
- ¡Bueno, listo, ya fuiste el héroe del día! ¿Vamos ahora?
Sin embargo, regresó. Esta vez tardó mucho más y cuando salió, los bomberos estaban recién
llegando. Lo recogieron a él y otros dos niños, todos tosiendo mucho.
Pasó un tiempo antes que el marido notara algo: su esposa esta vez no se quejó. Sorprendido,
la vio sobre dos de los niños - afortunadamente, todos estaban vivos.
Para sorpresa general, eran sus propios hijos. La señora que los cuidaba, los dejó ahí con unos
amigos de ellos. Los niños estaban solos y aparentemente hubo algún corto en la red eléctrica
y no se dieron cuenta.
Así que la pareja percibió en la práctica que ayudar a otros es ayudarse a sí mismo.
Un hombre de 92 años, bajo, muy bien vestido, quien cuidaba mucho su apariencia, se está
cambiando a una casa de ancianos hoy.
Su esposa de 70 años murió recién y él se vio obligado a dejar su hogar.
Después de esperar varias horas en la recepción, gentilmente sonríe cuando le dicen que su
cuarto está listo.
Conforme camina lentamente al elevador, usando su bastón, yo le describo su cuarto,
incluyendo la hoja de papel que sirve como cortina en la ventana.
- Me gusta mucho. - dijo, con el entusiasmo de un niño de 8 años que ha recibido una nueva
mascota
- Señor, usted aún no ha visto su cuarto, espere un momento, ya casi llegamos.
- Eso no tiene nada que ver. - contesta - La felicidad yo la elijo por adelantado. Si me gusta o
no el cuarto no depende del mobiliario o la decoración, sino de cómo yo decido verlo. Ya está
decidido en mi mente que me gusta mi cuarto. Es una decisión que tomo cada mañana cuando
me levanto. Yo puedo escoger: Puedo pasar mi día en cama enumerando todas las dificultades
que tengo con las partes de mi cuerpo que no funcionan bien, o puedo levantarme y dar
gracias al cielo por aquellas partes que todavía trabajan bien. Cada día es un regalo, y mientras
yo pueda abrir mis ojos, me enfocaré en el nuevo día, y todos los recuerdos felices que he
construido durante mi vida. La vejez es como una cuenta bancaria: Tú retiras al final lo que has
depositado durante toda tu vida.
El río Nilo en África se origina en el Lago Tana, casi en el ecuador. El Lago Tana tiene unas
áreas donde el agua es muy clara, y ya que el sol brilla encima directamente, hay mucha luz y
una visibilidad excelente a través del agua.
Los nativos allí tienen un sistema ingenioso para pescar. Salen en dos canoas con una cuerda
larga en la que han amarrado cocos como flotadores cada 30 cms. Una vez que están lago
adentro, estiran la cuerda entre las dos canoas (como si fuera una red) y reman lentamente
hacia la orilla del lago.
Con el sol ecuatoriano arriba, los flotadores producen sombras a través del agua, formando
una ilusión como de los barrotes en una prisión. Los peces perciben las sombras, los barrotes,
como sólidos y comienzan a nadar para evitarlos exactamente. Así los pescadores los llevan
hasta el agua poco profunda en la orilla donde las mujeres y los niños los capturan fácilmente.
Los peces se atrapan en un espejismo, una ilusión. Igual que nosotros…
Un monje de gran devoción e instruido, cruzaba una vez un río en barca cuando al pasar al
lado de un pequeño islote, oyó una voz de un hombre que, muy torpemente, intentaba elevar
unas plegarias. En su interior, no pudo menos que entristecerse. ¿Cómo era posible que
alguien fuera capaz de entonar tan mal aquellos mantras?
Tal vez aquel pobre hombre ignoraba que los mantras debían recitarse con la entonación
adecuada, el ritmo y la musicalidad precisas, con la pronunciación perfecta.
Decidió entonces ser generoso y desviándose de su rumbo, se acercó al islote para instruir a
aquel desdichado sobre la importancia de la correcta ejecución de los mantras. No en vano, se
consideraba un gran especialista y aquellos mantras no tenían para él ningún secreto. Cuando
arribó, pudo ver a un hombre andrajoso de aspecto sosegado cantando unos mantras con
poco acierto.
El monje, con serena paciencia, dedicó algunas horas a instruir minuciosamente a aquel
individuo que a cada momento mostraba efusivas muestras de agradecimiento a su
improvisado benefactor.
Cuando entendió que por fin aquel sujeto sería capaz de recitar los mantras con cierta
solvencia se despidió de él, no sin antes advertirle:
- Y recuerda, mi buen amigo, es tal la potencia de estos mantras, que su correcta
pronunciación permite que un hombre sea capaz de andar sobre las aguas.
Pero apenas había recorrido unos metros con la barca, oyó la voz de aquel hombre recitar los
mantras aún peor que antes.
- ¡Qué desdicha! -se dijo a sí mismo- hay personas incapaces de aprender nada de nada.
- Eh, monje. - escuchó decir a su espalda muy cerca de él
Al volverse vio al pobre andrajoso que, caminando sobre las aguas, se acercaba a su barca a
preguntarle:
- Noble monje, he olvidado tus instrucciones sobre el modo correcto de pronunciar los
mantras. ¿Serías tan amable de repetírmelo de nuevo?
Un avaro estaba sentado a la puerta de un café, cuando un loco se le acercó y le pidió dinero
para un poco de yogur. El avaro trató de ignorarle, pero el hombre se negó a irse y provocó un
escándalo.
Cuando otros escucharon los gritos, le ofrecieron dinero al mendigo para que se marchara,
pero él insistía en que sólo quería el dinero del avaro. Al final, éste le dio algunas monedas.
Entonces el loco pidió más dinero, para tener algo con que acompañar al yogur. Pero esto ya
era demasiado para el avaro, que se negó rotundamente.
Aquella noche el avaro soñó que había ido al Paraíso. Era un lugar hermoso, lleno de ríos,
árboles y hermosas flores. Después de algún tiempo, empezó a tener hambre, pero no podía
encontrar alimentos entre toda aquella belleza.
En aquel momento apareció un hombre extraordinariamente hermoso y radiante. El avaro le
preguntó si aquello era verdaderamente el Paraíso y el hombre le dijo que sí. Entonces el avaro
quiso saber dónde estaban las comidas maravillosas y la ambrosia del Paraíso, de las que tanto
había oído hablar.
El hombre se disculpó y se fue.
Al volver, le trajo un poco de yogur. El avaro le pidió pan para acompañar el yogur, pero el
hombre respondió:
- Puedo darte tanto yogur como quieras, pero no puedo darte pan. Todo lo que has mandado
aquí es yogur.
Un joven que buscaba un Maestro capaz de encauzarle por el camino de la santidad llegó a un
ashram presidido por un gurú que, a pesar de gozar de gran fama de santidad, era un farsante.
Pero el otro no lo sabía.
- Antes de aceptarte como discípulo, - le dijo el gurú - debo probar tu obediencia. Por este
ashram fluye un río plagado de cocodrilos. Deseo que lo cruces a nado.
La fe del joven discípulo era tan grande que hizo exactamente lo que se le pedía: se dirigió al
río y se introdujo en él gritando:
- ¡Alabado sea el poder de mi gurú!
Sin saberlo, sin embargo, los cocodrilos solían salir a ciertas horas del río a alimentarse en el
otro margen por un tiempo. Así que cuando el joven nadó, no había cocodrilos cerca.
El gurú se quedó fascinado, pues el joven cruzó a nado hasta la otra orilla y regresó del mismo
modo, sin sufrir el más mínimo daño. Al salir del río, los cocodrilos comenzaron a volver, pero
el gurú no lo vio pues se dedicó a predicar a sus discípulos cuánto poder él tiene - tanto poder
que protegió el muchacho de ser devorado por los cocodrilos.
Decidió hacer a todos sus discípulos una demostración de su poder, lo que aumentaría su fama
de santidad. Se metió en el río gritando:
- ¡Alabado sea yo! ¡Alabado sea yo!
Esta vez, los cocodrilos lo estaban esperando, terminando así con la farsa del falso gurú.
Un hombre quería vivir para siempre y fue a consultar a un sabio. Este le enseñó una vela
encendida.
- ¿Ves? Tu vida es como esta vela encendida. Al calor del fuego, poco a poco va
consumiéndose la cera de la vela. Finalmente la cera se terminará, al igual que tu vida y no
quedará nada.
- Entonces. ¿Quieres decir que mi vida es como esta vela?
- Así es. Cuando se consuma la vela, se consumirá tu vida. - dijo el sabio - No puedes hacer
nada para evitarlo.
- Sí puedo hacer algo. - dijo el hombre
Entonces, instintivamente, humedeció sus dedos y con ellos apagó la vela.
Manolo se sentía pésimo, realmente malo. Miraba y miraba una vieja camisa y no podía creer
en lo que había aprendido: que aquella camisa no era de su ídolo de fútbol - como su papá, el
falso, le había dicho - sino había sido comprada en algún lado y entregada a un niño inocente.
El hombre imaginó las burlas de su padre, las conversaciones irónicas sobre él con sus amigos,
había engañado el "bobito"… No, tenía que aclarar lo que pasaba. Así que fue a ver su mamá,
aprovechando que era cerca de Navidad.
Después de estar un largo rato con ella y que sus chicos disfrutaran de la presencia de la
abuela, mientras Marianne iba a ayudar en la cocina, se sentó a su lado y soltó su ira.
Le dijo a su mamá lo que pensaba de un padre que lo había engañado, de cómo la camisa ésta
él la había utilizado para ganarse los corazones de sus compañeros de clase, bueno…
La mamá no se afectaba - ya conocía su Manolito y sabía que cuando le daba crisis de ira, era
mejor que terminara. Por fin cuando sintió que lo peor de la tormenta se había acabado, ella le
tomó de la mano, lo miró con mucho amor en los ojos y le dijo:
- La noche del partido, mientras tú dormías, Alfonso se quedó a esperar tu ídolo en la puerta
del estadio. La multitud lo empujó y lo maltrató tanto que acabó en el hospital. Fue algo leve,
pero se sintió tan malo, tan malo por no poder cumplir contigo que fue y compró una camisa
igualita. Cuando él te la entregó, ni siquiera te diste cuenta en los hematomas en la cara de tu
papá. Sabe, hijito, tal vez él no cumplió contigo lo que tú querías, pero te entregó algo mucho
más valioso - aquella noche, él probó su amor hacia ti. ¿Será que el amor de él no es un regalo
más importante que una vieja camisa?
Sanjay no se sentía bien. Estaba confundido y no sabía qué hacer. Ahora estaba con problemas
en el trabajo y eran pocos en una fila de situaciones adversas en su vida. Hace años, su
hermano murió de cáncer (con menos de 30 años), después su esposa se divorció de él y
ahora la mamá se fue tras un terrible derrame.
Entonces, el celular timbró. ¿Quién lo llamaría a esta hora?
- Hola, Sanjay, soy yo, te estoy esperando, ¿dónde estás?
Por un momento se quedó en silencio: ¿tenía alguna cita marcada? No, en su Blackberry no
había nada marcado, tenía que ser una equivocación. Estaba por decirle a la persona que lo
llamaba cuando escuchó nuevamente la misma voz…
- Sanjay, ¿estás ahí? Tengo conmigo lo que te prometí. Un pesar lo que pasó, lo siento de
verdad. Lo que te quiero entregar no es un regalo muy caro, pero te entregaré con todo cariño.
Sé que pasas por problemas, pero estoy aquí, no te preocupes, ¿OK? Nunca te abandonaré,
gran amigo. - y colgó
Por alguna razón, la angustia de Sanjay se disipó. Nunca supo quien sería el afortunado Sanjay
con tal maravilloso amigo, pero él sabía una cosa: Dios era su amigo y le había mandado a un
ángel especialmente para animarlo.
Érase una vez dos hermanos gemelos criados en el mismo hogar, por el mismo padre.
Compartían la dura experiencia de crecer bajo la tiranía, los injurias y los golpes de un padre
alcohólico, autoritario e irresponsable. Frecuentemente el padre tenía problemas con la policía.
Uno de los hermanos dejó la escuela y se convirtió en alcohólico. Se casó y actuaba como su
papá con su familia, maltratándola. Apenas trabajaba y en repetidas ocasiones tenía problemas
con la policía.
Una vez, le preguntaron por qué actuaba de esa manera.
Él contestó:
- Con un padre y una infancia como la que tuve, ¿Cómo hubiera podido ser distinto?
El otro hermano, a pesar de la misma crianza difícil, nunca dejó de estudiar. Se casó y era un
esposo atento y buen padre. Se volvió un empresario exitoso que aportaba mucho a su
comunidad.
Un día, le preguntaron a qué atribuía el éxito que había tenido en su vida.
Él respondió:
- Con un padre y una infancia como la que tuve, ¿Cómo hubiera podido ser distinto?
Una profesora en New York decidió honrar cada uno de sus estudiantes en el bachillerato,
contándoles la diferencia que cada uno de ellos ha hecho.
Llamó a cada uno adelante. Primero, le dijo la forma como esa persona ha hecho una
diferencia para ella y para la clase.
Después, le presentó una cinta azul con letras doradas en las que se leía "Quien soy, hace una
diferencia".
Tras eso, la profesora decidió realizar un proyecto con su clase, para ver qué clase de impacto
el reconocimiento causaría en una comunidad. Le dio a cada estudiante tres cintas azules más y
los instruyó a salir y esparcir esta ceremonia de reconocimiento. La idea era hacer un
seguimiento en los resultados, ver quien honraba a quien, y reportar a la clase una semana
después.
Uno de los chicos de la clase fue a un ejecutivo junior en una compañía cercana y lo honró por
ayudarlo con su planeación de carrera. Le dio la cinta azul, la puso en su camisa y le dio las
dos cintas azules extra, diciendo:
- Estamos haciendo un proyecto sobre reconocimiento y nos gustaría que salieras, encontraras
a alguien a quien honrar y le diera una cinta azul.
Más tarde, el mismo día, el ejecutivo fue a ver su jefe, quien tenía la reputación de ser muy
malhumorado. Le dijo que profundamente admiraba su genio creativo.
El jefe se sorprendió mucho. Entonces, el ejecutivo le pidió que aceptara el regalo de la cinta
azul y le diera permiso para ponérsela en él.
Su jefe le dijo:
- Bien, correcto.
El ejecutivo tomó una de las cintas y la puso en la chaqueta de su jefe, justo sobre su corazón.
Entonces preguntó, ofreciéndole la última cinta:
- ¿Aceptarías esta cinta extra y la pasaría adelante, honrando otra persona? El adolescente
quien me dio esto está haciendo un proyecto y queremos mantener esta ceremonia para ver
como afecta a la gente.
En la noche, el jefe llegó a su casa y se sentó con su hijo de catorce años. Le dijo:
- La cosa más increíble me pasó hoy. Estaba en mi oficina y uno de mis empleados entró, me
dijo que me admiraba y me dio una cinta azul por ser un genio creativo. ¡Imagina! ¡Cree que
soy un genio creativo! Entonces, le puso una cinta azul en mí que dice "Quien soy, hace una
diferencia". Incluso me dio una cinta más y me pidió para encontrar a alguien para honrar.
Mientras manejaba hacia la casa, empecé a pensar sobre quien debiera honrar con esta cinta y
pensé en ti. Te quiero honrar. Mis días son caóticos y cuando llego a la casa, no presto
atención en ti. Te grito por no tener buenas notas y por tu habitación desordenada. Hoy,
quería sentarme aquí y, pues, que tú supieras que haces una diferencia para mí. Además de tu
madre, eres la persona más importante en mi vida. Eres un gran chico, te amo.
El sorprendido chico no paraba de llorar. Por fin dijo:
- Papá, hace poco me senté en mi pieza y te escribí una carta a ti y a tu mamá, explicando
porqué tenía que quitarme la vida. Te pedía que me perdonara. Mientras dormías, iba a
suicidarme. Creí que no te importaba. La carta está allá arriba. No la necesito ahora...
Un rey sabio tenia un solo hijo y quería que fuera sabio y prudente como él.
Lo exilió de su reino y dio ordenes estrictas de no permitir su regreso por ningún concepto.
Pasaron los años y el príncipe se convirtió en un verdadero mendigo, olvidando que era un
príncipe.
A punto de morir el padre lo hizo regresar para hacerlo su sucesor.
El príncipe-mendigo quiso saber porque el padre había actuado de esa manera.
- Ser príncipe o mendigo son identidades que nos dan los demás. No es tu realidad, no eres tú.
Solo tú, viendo dentro de ti puedes saber lo que realmente eres. De ese conocimiento procede
la sabiduría.
Cuentan que un maestro oriental estaba en la casa de una familia recitando una oración a un
niño enfermo.
Un amigo de la familia que observaba se le acercó al final de la oración y le dijo:
- Dígales la verdad: unas palabras no van a curar a este niño; no los engañe.
El maestro se volvió y lo insultó y le contestó gritando que no se metiera en el asunto. Este
maltrato verbal sorprendió muchísimo a la familia, pues los maestros orientales nunca se
alteran.
El amigo se sonrojó, se alteró y empezó a sudar profusamente.
Entonces el maestro lo miró con amor y le dijo:
- Si unas palabras te ponen rojo, te alteran y te hacen sudar ¿por qué no pueden tener el
poder de curar?
Diógenes de Sínope vivía tan austeramente, que únicamente portaba sus viejas vestiduras y un
pequeño cuenco en el que beber agua... hasta que un día vio a un joven beber agua con las
manos y arrojó su cuenco.
A menudo solía comer lentejas, un plato para muy muy pobres, en la antigua Grecia.
Cierto día, un cortesano acomodado mofándose de él, le dijo:
- Si hubieses aprendido a adular al rey no tendrías que comer esa basura de lentejas.
A lo que Diógenes le contestó:
- Si aprendieras a comer lentejas, no tendrías que degradarte adulando al rey.
Una vez un sabio vidente y su estudiante estaban caminando por una carretera quieta y larga,
costa abajo. De repente, vieron polvo en la distancia. Un carruaje muy fino con seis caballos se
acercaba a toda velocidad. Los hombres pronto se dieron cuenta que este carruaje no iba a
disminuir la velocidad o desviarse para evitarlos. De hecho, venía hacia ellos a tal velocidad que
tuvieron que tirarse afuera de la carretera, cayendo en un hueco. Los dos hombres se pararon
lo más rápido posible y miraron el carruaje que se alejaba.
El estudiante quería maldecir, pero no ante el profesor. El vidente gritó hacia los ocupantes del
carruaje:
- ¡Qué sus deseos más profundos sean satisfechos!
- ¿¡Qué!? - exclamó el estudiante - ¿Por qué les desearías algo tan bueno a esos hombres?
Nos tiraron a un hueco, nos podían haber lastimado.
- Si sus deseos más profundos ya estuvieron satisfechos, ciertamente no nos tratarían como lo
hicieron.
En un sitio comunitario, había un cocinero que no era querido por nadie - o casi nadie. Por
alguna razón desconocida, el maestro que ahí conducía las actividades sí lo quería mucho.
El cocinero peleaba con todos, por cualquier cosa. Nada estaba bien para él - y siendo un sitio
comunitario, todos tenían que ayudarlo por turnos.
Un día, aprovechando el viaje del maestro, todos se unieron y lograron enfurecer tanto al
cocinero, que éste se fue.
Para la sorpresa de todos, cuando el maestro regresó, fue personalmente a pedirle que
volviera, incluso ofreciéndole más dinero por sus servicios. Más tarde, cuando le preguntaron la
razón de sus acciones, respondió:
- Ustedes no valoran bien a los maestros que tienen. El cocinero es el mejor maestro que hay,
pues siempre nos está exigiendo que hagamos mejor y mejor y mejor. No podemos darnos el
lujo de no tenerlo aquí.
Cuentan que un buscador de la verdad salió en cierta ocasión a los caminos del mundo Y allí,
en el gran cruce del mundo interrogó a sus hermanos.
- Decidme, ¿cuál es la verdad?
- Busca la filosofía. - respondieron los filósofos
- No, - argumentaron los políticos - la verdad está en el servicio.
- Entra a las catedrales. - le aseguraron los clérigos
- Sin duda, la verdad es la sabiduría. - terciaron los sabios
- Renuncia a todo. - esgrimieron los ascetas
- Contempla y ensalza las maravillas del Señor. - le anunciaron los místicos
- Acata y cumple las leyes. - señalaron los gobernantes
- Conócete a ti mismo. - cantaron los guardianes del esoterismo
- La verdad está en los números sagrados. - dedujeron los cabalistas
- Vive los placeres. - aconsejaron los epicúreos
- Únete a nosotros. - le gritaron los revolucionarios
- La verdad es un mito. - respondieron los escépticos
- Vive y deja vivir. - clamaron los existencialistas
- El pasado: esa es la única verdad. - clamaron los existencialistas
Confundido, aquel humano se dejó caer sobre el polvo del camino, mientras aquella multitud
se alejaba cantando y reivindicando ―su‖ verdad.
En eso, acertó a pasar junto al hombre un venerable anciano que portaba un refulgente
diamante.
- ¿Quién eres? - preguntó el derrotado buscador de la verdad
Y el anciano, mostrándole el diamante respondió:
- Soy el guardián de la verdad.
- ¿La Verdad? ¿Es qué existe?
El anciano sonrió y aproximando la gema al rostro del humano, replicó:
- La verdad, como este tesoro, tiene mil caras. A cada uno le corresponde averiguar cual es la
que le toca.
Cuando, cada tarde, se sentaba el gurú para las prácticas del culto, siempre andaba por allí el
gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó el gurú que ataran al gato
durante el culto de la tarde.
Mucho después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y
cuando el gato murió, llevaron otro gato al ashram para poder atarlo durante el culto
vespertino.
Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante
papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.
Un pastor tenía dos ovejas y estaba contento porque las dos habían parido y tenían unos
hermosos y juguetones corderitos.
Durante la noche el pastor encerraba sus dos ovejas en un corral que tenía muy cerca de la
casa. Así se aseguraba que lobos y zorros no las mataran.
En las horas del día las soltaba para que fueran a pastar por los cerros. Y aquel día las soltó,
como siempre y dejó a los corderitos en el corral. Es muy riesgoso soltarlos tan pequeños.
Las dos ovejas cruzaron el río caminando sobre su firme lecho de piedras. Las aguas del río
serrano eran poco profundas y ellas lo cruzaban a diario. Pero al poco tiempo se desató un
temporal muy fuerte y la lluvia fue repentina y torrencial. Las aguas descendieron de los cerros,
se volcaron torrentosas en los pequeños arroyos y llegaron turbias al cauce del río y éste se
desbordó.
El pastor salió hasta la orilla, porque sabía que se acercaba la hora en que sus ovejas
regresarían, para amamantar a sus críos y pasar la noche en el corral y vio que sería imposible
cualquier intento por cruzar aquel torrente de aguas, sin exponerse a ser arrollado y golpeado
contra las piedras.
Una oveja se puso a pastar paciente en la orilla, esperando que las aguas bajaran, la otra se
impacientó y comenzó a lamentarse:
- Esta agua no descenderá y mis hijitos se morirán de hambre, aquí nos sorprenderá el lobo y
nos moriremos.
La compañera trató de calmarla:
- No te impacientes, recuerda que ya vimos muchas crecientes en el río y siempre vimos las
aguas descender, no nos pasará nada grave y mañana amamantaremos a nuestros hijos.
De nada valieron sus reflexiones, la oveja se arrojó al agua. El pastor la miraba impotente
desde la orilla opuesta. La pobre oveja avanzó un par de metros, pero las aguas la vencieron y
la arrastraron río abajo, el pastor y la compañera vieron cómo el cuerpo de la desdichada era
llevado por la corriente, que lo golpeaba contra todas las rocas salientes.
Al anochecer las aguas ya habían descendido bastante, pastor y oveja se miraban desde las
dos orillas, el pastor que conocía bien los pasos menos riesgosos, entró al agua y lenta y
cuidadosamente, llegó hasta la otra orilla, ató una cuerda al cuello de su oveja y ambos
volvieron a cruzar el río.
Los corderitos balaban en el corral, el pastor hizo que los dos huerfanitos mamaran de la oveja
sobreviviente, que se constituyó en su madre adoptiva.
Seis mineros trabajaban en un túnel muy profundo extrayendo minerales desde las entrañas de
la tierra. De repente un derrumbe los dejo aislados del afuera sellando la salida del túnel. En
silencio cada uno miró a los demás.
De un vistazo calcularon su situación. Con su experiencia, se dieron cuenta rápidamente de que
el problema sería el oxigeno. Si hacían todo bien les quedaban unas tres horas de aire, cuando
mucho tres horas y media. Mucha gente de fuera sabría que ellos estaban allí atrapados, pero
un derrumbe como este significaría horadar otra vez la mina para llegar a buscarlos. ¿Podrían
hacerlo antes de que se terminara el aire?
Los expertos mineros decidieron que debían ahorrar todo el oxigeno que pudieran. Acordaron
hacer el menor desgaste físico posible, apagaron las lámparas que llevaban y se tendieron
todos en el piso. Enmudecidos por la situación e inmóviles en la oscuridad era difícil calcular el
paso del tiempo. Incidentalmente solo uno de ellos tenía reloj. Hacia él iban todas las
preguntas: ¿cuanto tiempo pasó? ¿Cuánto falta? ¿Y ahora?
El tiempo se estiraba, cada par de minutos parecía una hora y la desesperación ante cada
respuesta agravaba aun más la tensión.
El jefe de los mineros se dio cuenta de que si seguían así la ansiedad los haría respirar más
rápidamente y esto los podía matar. Así que ordenó al que tenia el reloj que solamente él
controlara el paso del tiempo. Nadie haría mas preguntas, él avisaría a todos cada media hora.
Cumpliendo la orden, el del reloj controlaba su máquina. Y cuando la primera media hora pasó.
Él dijo:
- Ha pasado media hora.
Hubo un murmullo entre ellos y una angustia que se sentía en el aire. El hombre del reloj se
dio cuenta de que a medida que pasaba el tiempo, iba a ser cada vez más terrible comunicarles
que el minuto final se acercaba. Sin consultar a nadie decidió que ellos no merecían morirse
sufriendo. Así que la próxima vez que les informó la media hora, habían pasado en realidad 45
minutos. No había manera de notar la diferencia, así que nadie siquiera desconfió.
Apoyado en el éxito del engaño la tercera información la dio casi una hora después. Dijo:
- Pasó otra media hora.
Los cinco creyeron que habían pasado encerrados, en total, una hora y media y todos pensaron
en cuan largos se le hacia el tiempo. Así siguió el del reloj, a cada hora completa les informaba
que había pasado media hora.
La cuadrilla apuraba la tarea de rescate, sabían en que cámara estaban atrapados, y que sería
difícil poder llegar antes de cuatro horas. Llegaron a las cuatro horas y media. Lo más probable
era encontrar a los seis mineros muertos, pero encontraron vivos a cinco de ellos. Solamente
uno había muerto de asfixia... el que tenía el reloj.
Visitando una leprosería en una isla del Pacífico me sorprendió que, entre tantos rostros
muertos y apagados, hubiera alguien que había conservado unos ojos claros y luminosos que
aún sabían sonreír y que siempre decía «gracias» cuando le ofrecían algo.
Entre tantos "cadáveres" ambulantes, sólo aquel hombre se conservaba humano. Cuando
pregunté qué era lo que mantenía a este pobre leproso tan unido a la vida, me dijeron que lo
observara por las mañanas.
Y vi que, apenas amanecía, aquel hombre acudía al patio que rodeaba la leprosería y se
sentaba enfrente del alto muro de cemento que la rodeaba. Y allí esperaba... esperaba... hasta
que, a media mañana, tras el muro, aparecía durante unos cuantos segundos otro rostro, una
bella mujer que se paraba al frente y le sonreía con una hermosa y amplia sonrisa. Entonces el
hombre respondía a esa sonrisa, sonriendo también.
Luego, la mujer desaparecía y el hombre, iluminado, tenía ya alimento para seguir soportando
una nueva jornada y para esperar a que, al día siguiente, regresara el rostro sonriente.
Era su esposa. Cuando lo arrancaron de su pueblo y lo trasladaron a la leprosería, la mujer lo
siguió, y se instaló a vivir en el pueblo más cercano a la leprosería. Y todos los días acudía para
continuar expresándole su amor.
- Al verla cada día - me dijo el enfermo - sé que todavía vivo.
Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte. Aristócratas y adinerados señores
habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos. Joyas, tierras, ejércitos y
tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura. Entre los candidatos
se encontraba un joven plebeyo, que no tenía mas riqueza que amor y perseverancia.
Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
- Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para
darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana,
sin mas alimentos que la lluvia y sin mas ropas que las que llevo puestas. Esa es mi dote...
La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:
- Tendrás tu oportunidad: Si pasas la prueba, me desposarás.
Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la
nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente
vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de
la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y
una sonrisa, aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas
habían comenzado a planear los festejos. Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la
zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de
pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los
asistentes y la perplejidad de la joven princesa, se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó
lentamente del lugar.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño lo alcanzó y le
preguntó
- ¿Qué fue lo que te ocurrió? Estabas a un paso de lograr la meta. ¿Por qué perdiste esa
oportunidad? ¿Por qué te retiraste?
Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja:
- ¿Qué tipo de amor es ese, donde ella no me ahorró un día de sufrimiento, ni siquiera una
hora?
Una mujer tanto fue pregonando que su vecino era un ladrón, que el muchacho acabó preso.
Días después, descubrieron que era inocente; lo soltaron y él procesó a la mujer.
- Hacer unos comentarios no es tan grave - dijo ella al juez
- De acuerdo. - respondió el magistrado- Hoy, al regresar a su casa, escriba todo lo que habló
mal sobre el joven, después pique el papel y vaya tirando los trocitos por el camino. Mañana
vuelva para escuchar la sentencia.
La mujer obedeció y volvió al día siguiente.
- Está perdonada si me entrega los pedazos de papel que tiró ayer. En caso contrario, será
condenada a un año de prisión - declaró el magistrado
- ¡Pero eso es imposible! ¡El viento ya ha dispersado todo!
- De la misma manera, un simple comentario puede ser esparcido por el viento, destruir el
honor de un hombre y después es imposible arreglar el mal ya hecho.
Y envió a la mujer a la cárcel.
Una niña decidió pesar los pensamientos. Todos se rieron ante su idea, pero ella así mismo lo
hizo. Le presentó a sus amigos sus conclusiones y todos se quedarán pasmados ante eso:
* PENSAMIENTOS INÚTILES, INNECESARIOS, DE PREOCUPACIÓN, COMO POR EJEMPLO LO
QUE MAMÁ EMPIEZA A PENSAR CUANDO YO LLEGO TARDE: 100 Kg.
* PENSAMIENTOS ÚTILES, NECESARIOS, COMO LOS QUE TENGO EN LA BIBLIOTECA A LA
HORA DE INVESTIGAR: 20 Kg
* PENSAMIENTOS PUROS, INOCENTES Y ELEVADOS, COMO LOS QUE TENGO POR RAFAEL,
MI HERMANITO DE 2 AÑOS: 5 Kg
- Y ¿cómo llegaste a esta conclusión? ¿Qué balanza usaste para pesar los pensamientos?
- No usé ninguna balanza. Lo que hice fue ver a personas cargar peso. Observé como Don
Ramón, el jardinero, cargaba unas materas de mi abuela que seguramente pesan unos 100 Kg.
Vi su cara y me di cuenta que la gente cuando empieza a preocuparse, hacen la misma cara.
Entonces, vi a María cocinando, ella tiene que alzar una olla de presión de unos 20 Kg por lo
menos - entonces, vi la misma cara que hacía en papá cuando tenía que pensar en algo de su
trabajo. Y lo último no fue tan fácil, pero cuando vi a mi hermanito cargando unas flores,
deduje que mientras más bonitos e inocentes sean los pensamientos, más leves serán; su
carita al cargar las flores era igual a la de una monjita y una tía que medita por ahí.
Había una vez un león afónico. Era afónico desde siempre, porque nunca había podido rugir,
pero nadie en la sabana lo sabía. Como desde muy pequeño había visto que no podía rugir,
había aprendido a hablar sosegadamente con todo el mundo y a escucharles, y convencerles de
sus opiniones sin tener que lanzar ni un rugido, ganándose el afecto y confianza de todos.
Pero un día, el león habló con un puerco tan bruto y cabezota, que no encontraba la forma de
hacerle entrar en razón. Entonces, sintió tantas ganas de rugir, que al no poder hacerlo se
sintió en desventaja. Así que dedicó unos meses a inventar una máquina de rugir que se
activase sólo cuando él quisiera. Y poco después de tenerla terminada, volvió a aparecer por allí
el puerco testarudo, y tanto sacó al león de sus casillas, que lanzó un rugido aterrador con su
máquina de rugir.
- ¡¡¡GRRRRROAUUUUUUUUUUUU!!!
Entonces, no sólo el puerco, sino todos los animales, se llevaron un susto terrible, y durante
meses ninguno de ellos se atrevió salir. El león quedó tan triste y solitario, que tuvo tiempo
para darse cuenta de que no necesitaba rugir para que le hicieran caso ni para salirse con la
suya, y que sin saberlo, su afonía le había llevado a ser buenísimo hablando y convenciendo a
los demás. Así que poco a poco, a través de su tono amable y cordial, consiguió recuperar la
confianza de todos los animales, y nunca más pensó en recurrir a sus rugidos ni a sus gritos.
El hijo llegó nuevamente cansado. La mamá, preocupada, decide ir a charlar con él. Aunque el
joven no está con el humor para hablarle a la mamá, acepta recibirla en su habitación.
Sus ojos están profundos, hay cansancio por todo el cuerpo - en realidad, su cuerpo "grita"
estrés y realmente se rehúsa a hablar mucho. La mamá entonces decide hacerle algo.
- Querido, ¿por qué no me das una mano? Sé que estás cansado, pero solo necesito una
ayudita en la cocina.
Resignado, el joven baja a la cocina con la mamá, con la esperanza de poder librarse de ella y
poder descansar.
- La olla de presión… la tengo ahí abajito. - la mamá le apunta el sitio y el muchacho la recoge
- Sabe, hijo. - empieza a decirle - Te voy a decir algo. Para cocinar bien en la olla, lo mejor es
dejar los granos de remojo.
El muchacho la mira atónito - ¿y este es el momento de darle clases de cocina?
- Entonces, hay que lavar bien el grano y ponerle a cocinar en la olla. Las buenas cocineras
dejamos que primero hierva el agua - bueno, todo es cuestión de estilo, yo sé - pero yo dejo
hervir el agua y ahí tapo la olla. Además, pongo agua suficiente pues sino puede quemar o la
olla estallar. Ah, no puedo olvidar de limpiar la olla muy bien, a veces explota porque está sucia
la piecita esta.
Mientras hablaba, la mamá iba haciendo todo lo que decía. Cuando por fin la comida estaba
cocinando, ella se volteó al hijo, os sus manos en los hombros y terminó diciendo:
- Antes de que hagamos cualquier cosa, es mejor ponerlas de remojo. Si son decisiones
difíciles, es bueno consultar con alguien, relajarse - todo esto es "poner de remojo". Cuando
vayas a realizar algo, verifique que estés bien, con la mente limpia o vas a explotar.
Igualmente, siempre agrega el agua del amor, hijo. Ama lo que hagas y no te sentirás
estresado.
Le da un beso dulce en la mejilla y deja que el joven reflexione sobre sus sabias palabras.
Popi el alpinista era famoso por sus intentos de escalar la gran montaña nevada. Lo había
intentado al menos 30 veces, pero siempre había fracasado. Comenzaba la ascensión a buen
ritmo, con la vista puesta en la nieve de la cima, pensando en la maravillosa vista y aquel
sentimiento de libertad. Pero a medida que las fuerzas le fallaban, bajaba los ojos, y miraba
más a menudo sus desgastadas botas, y finalmente, cuando las nubes le rodeaban, y
comprendía que ese día no podría disfrutar de la vista, se sentaba a descansar, aliviado, para
comenzar el descenso de vuelta la pueblo, pensando en las bromas que tendría que volver a
soportar.
Una de aquellas veces subió acompañado por el viejo Chisco, el óptico del pueblo, que fue
testigo del fracaso. Fue el propio Chisco quien más animó a Popi para volver a intentarlo, y le
regaló unas gafas oscuras especiales.
- Si comienza a nublarse, ponte estas gafas, y si comienza a dolerte los pies, póntelas también;
son especiales, te ayudarán.
Popi aceptó el regalo sin darle importancia, pero cuando volvió a sentir el dolor en los pies, lo
recordó se puso las gafas. El dolor era muy molesto, pero a través de los cristales podía seguir
viendo la cumbre nevada, así que siguió avanzando. Como casi siempre, la mala suerte volvió a
aparecer en forma de nubes, pero esta vez eran tan ligeras que podía seguir viendo la cumbre
a través de las nubes.
Así siguió Popi escalando, dejó atrás las nubes, olvidó sus dolores y llegó al fin a la cima.
Merecía la pena. Su sensación de triunfo fue incomparable, casi tanto como aquella maravillosa
vista, custodiada por el silencio y con la montaña rodeada de un denso mar de nubes. Popi no
recordaba que fueran tan espesas; entonces miró las gafas cuidadosamente, y lo comprendió
todo: Chisco había grabado una difusa imagen en los cristales con la forma de la cumbre
nevada, que sólo podía percibirse al dirigir los ojos hacia arriba. Chisco había comprendido que
en cuanto Popi perdía de vista su objetivo, se dejaba llevar y perdía la ilusión por seguir
subiendo.
Comprendió entonces que el único obstáculo para llegar a la cima había sido su desánimo, el
dejar que la imagen de la montaña desapareciera entre los problemas, y agradeció a Chisco
que mediante un engaño le hubiera hecho ver que sus objetivos no eran imposibles, y que
nunca se habían movido de su sitio.
Un niño solía todos los días ir a un acuario y darle de comer a un pez. El pez cuando veía la
comida, inmediatamente iba a comerla.
Por travesura, un día el niño decidió poner un vidrio entre el pez y la comida: el pez veía la
comida, iba a comerla, pero no podía. Por más que intentase, no podía superar el vidrio. Con
pesar por el pobre animalito, el niño removió el vidrio tras algún tiempo, pero nada pasó. El
pez creía que el vidrio todavía estaba ahí. Por más que intentase, el niño no logró quitarle la
experiencia al pez, que acabó muriendo de hambre, aunque tenía comida a pocos centímetros
de distancia.
A la pequeña ciudad de Chiquitrán llegó un día en tren llevando una gran maleta un tipo
curioso. Se llamaba Matito, y tenía una pinta totalmente corriente; lo que le hacía especial es
que todo lo que hablaba, lo hacía cantando ópera. Daba igual que se tratara de responder a un
breve saludo como "buenos días"; él se aclaraba la voz y respondía:
- Bueeeeenos diiiiiiias tenga usteeeeeeeed.
Y la verdad, a casi todo el mundo se le hacía bastante pesadito el tal Matito. Nadie era capaz
de sacarle una palabra normal, y como tampoco se sabía muy bien cómo se ganaba la vida y
vivía bastante humildemente, utilizando siempre su mismo traje viejos de segunda mano, a
menudo le trataban con desprecio, burlándose de sus cantares, llamándole "don nadie",
"pobretón" y "gandul".
Pasaron algunos años, hasta que un día llegó un rumor que se extendió como un reguero de
pólvora por toda la ciudad: Matito había conseguido un papel en una ópera importantísima de
la capital, y todo se llenó con carteles anunciando el evento. Nadie dejó de ver y escuchar la
obra, que fue un gran éxito, y al terminar, para sorpresa de todos en su ciudad, cuando fue
entrevistado por los periodistas, Matito respondió a sus preguntas muy cortésmente, con una
clara y estupenda voz.
Desde aquel día, Matito dejó de cantar a todas horas, y ya sólo lo hacía durante sus
actuaciones y giras por el mundo. Algunos suponían por qué había cambiado, pero otros
muchos aún no tenían ni idea y seguían pensando que estaba algo loco. No lo hubieran hecho
de haber visto que lo único que guardaba en su gran maleta era una piedra con un mensaje
tallado a mano que decía:
"Practica, hijo, practica cada segundo, que nunca se sabe cuándo tendrás tu oportunidad."
De haber sabido que pudo actuar en aquella ópera sólo porque el director le oyó mientras
compraba un vulgar periódico.
En las montañas de la India, había dos sabios renunciantes. No tenían literalmente nada: ropa,
casa, etc. Vivían de lo que la naturaleza les brindaba y pasaban los días trabajando aspectos
muy profundos como el desapego.
Lo único que tenían era un montón de pajas cada uno - ahí dormían y todos los días, cuando
no llovía, colocaban eso afuera para secar.
Un día uno de los sabios pisó en la paja del otro. Entonces, empezó una pelea que fue
tornándose cada vez más grave, hasta que ellos se detuvieron y se dieron cuenta de lo que
pasaba.
Peleaban por pajas, algo que la naturaleza tenía de forma abundante.
Se rieron de sí mismos y volvieron a meditar, pues todavía tenían mucho trabajo que hacer.
Un suegro quería entregar a una de sus nueras la administración de su casa. Como tradicional
familia hindú, vivían todos juntos - la pareja y los 3 hijos y sus respectivas esposas. La casa
era grande, una verdadera mansión, y las tres nueras querían ser la administradora.
El hombre, muy sabio, decidió hacer un concurso en vez de tomar una decisión solo. Llamó a
las 3 y las llevó a una habitación vacía de la casa - era razonablemente grande, como de nueve
metros cuadrados. Al llegar ahí, les dio a cada una 5 rupias - un valor muy bajo - y les dijo que
para ser una buena administradora, había que ser capaz de manejar lo que se tenía, no
importaba lo poco. Así que tenían que, con 5 rupias, llenar toda la habitación.
La nuera mayor se quedó desesperada, no sabía que hacer. Pero recordaba que un tío suyo
tenía una tienda de variedades, allá logró algodón suficiente para llenar el cuarto completo. El
suegro lo vio, pero consideró que el algodón no era tan útil para ellos.
La nuera menor, muy irreverente, fue y compró basura a un mendigo, llenó la habitación y le
devolvió a su disgustado suegro los vueltos.
Después que limpiaran la habitación, la nuera que faltaba fue y compró fósforos y una vela -
exactamente por 5 rupias. Llegó a la oscura habitación y prendió la vela. Llamó a su suegro y a
sus nueras - sorprendidos, vieron el cuarto llenarse de luz.
Con lágrimas en los ojos, el suegro le entregó a su querida nuera las llaves de la casa, pues
estaba seguro que ella iba a llenar de luz este espacio.
Era una niña de ojos grandes como lunas, con la sonrisa suave del amanecer. Huérfana
siempre desde que ella recordara, se había asociado a un acróbata con el que recorría, de aquí
para allá, los pueblos hospitalarios de la India. Ambos se habían especializado en un número
circense que consistía en que la niña trepaba por un largo palo que el hombre sostenía sobre
sus hombros. La prueba no estaba ni mucho menos exenta de riesgos.
Por eso, el hombre le indicó a la niña:
- Amiguita, para evitar que pueda ocurrirnos un accidente, lo mejor será que, mientras
hacemos nuestro número, yo me ocupe de lo que tú estás haciendo y tú de lo que estoy
haciendo yo.
De ese modo no correremos peligro, pequeña.
Pero la niña, clavando sus ojos enormes y expresivos en los de su compañero, replicó:
- No, eso no es lo acertado. Yo me ocuparé de mí y tú te ocuparás de ti, y así, estando cada
uno muy pendiente de lo que uno mismo hace, evitaremos cualquier accidente.
Un hombre millonario una vez decidió experimentar que era no tener nada. Junto con su
secretaria, planeó una ausencia de una semana completa; a su familia, les dijo que se iba a un
curso de inmersión en japonés y solo confió su deseo al conductor, un hombre a quien conocía
desde jovencito, y uno de sus nietos.
Se perdió en las calles de su ciudad en una ropa vieja y sin dinero en las manos o bolsillos.
Con todo el esfuerzo posible, logró juntar algo para la comida y alojamiento el primer día, pero
al ver otras personas con hambre, compartió con ellas lo poco que había logrado. Cuando llegó
la noche, decidió que no podía continuar así, por lo tanto se ofreció a trabajar en una casa. Ahí
le dieron algo de dinero; con un poco del dinero consiguió para comer y dormir, compartió con
otros, pero logró que sobraran tres monedas.
Al día siguiente, se sentía millonario al experimentar las tres monedas en su bolsillo. Con tanta
fuerza y energía, fue y logró más trabajos. Más dinero entró, mejor fue su comida, más
compartió y mejor durmió. Pero las tres monedas no fueron utilizadas.
Al cabo de una semana, coordinaba un grupo de personas quienes hacían diversas actividades
en el vecindario. Recibían comida, dormida y a todos, el hombre les decía para gastar todo,
menos tres monedas. Unas horas antes de volver a su mansión, satisfecho por lo que había
hecho y con muchos proyectos en la cabeza, un joven lo miró y le preguntó porqué las tres
monedas.
En verdad, había sido casi por suerte, pero el millonario miró al jovencito y le dijo:
- Todos los días tenemos que vender algo a otros, nuestro servicio o algún producto. En el
mundo de hoy, nos vendemos todos los días. Después, gastamos lo que logramos. Pero hay
tres monedas que no podemos gastar o perder. Son lo que está dentro de nosotros y siempre
estará: nuestra honestidad, el entusiasmo por continuar vivo y hacer algo, y la creatividad de
salir adelante.
De forma jovial, el hombre sacó las tres monedas y las pasó al jovencito:
- Toma, desde ahora coordina este grupo de personas. Y nunca pierda estas tres monedas.
El célebre y contradictorio personaje sufí Mulla Nasrudín visitó la India. Llegó a Calcuta y
comenzó a pasear por una de sus abigarradas calles.
Iba con un amigo, a quien le habían engañado en un negocio. Resulta que el amigo quería
comprar un tipo de mercancía, pero le vendieron otra. Enojado, el hombre decidió guardar los
productos - símbolo de la estafa - justo a la entrada de la casa. Decía que de todos modos,
había invertido en eso y quería verlo todos los días para no olvidarlo.
Nasrudín vio a un hombre que estaba en cuclillas vendiendo lo que Nasrudín creyó que eran
dulces, aunque en realidad se trataba de chiles picantes. Nasrudín era muy goloso y compró
una gran cantidad de los supuestos dulces, dispuesto a darse un gran atracón. Estaba muy
contento, se sentó en un parque y comenzó a comer chiles a dos carrillos. Nada más morder el
primero de los chiles sintió fuego en el paladar. Eran tan picantes aquellos ―dulces‖ que se le
puso roja la punta de la nariz y comenzó a soltar lágrimas hasta los pies. No obstante,
Nasrudín continuaba llevándose sin parar los chiles a la boca.
Estornudaba, lloraba, hacía muecas de malestar, pero seguía devorando los chiles. Asombrado,
el amigo le dijo:
— Amigo, ¿no sabe que los chiles sólo se comen en pequeñas cantidades?
Casi sin poder hablar, Nasrudín comentó:
— Créeme, yo pensaba que estaba comprando dulces.
Pero Nasrudín seguía comiendo chiles. El amigo dijo:
— Bueno, está bien, pero ahora ya sabes que no son dulces. ¿Por qué sigues comiéndolos?
Entre toses y sollozos, Nasrudín dijo:
— Ya que he invertido en ellos mi dinero, no los voy a tirar.
Al llegar a una edad avanzada, y tras una vida hogareña de alegrías y sufrimientos cotidianos,
unos esposos decidieron renunciar a la vida mundana y dedicar el resto de sus existencias a la
meditación y a peregrinar a los más sacrosantos santuarios. En una ocasión, de camino a un
templo himalayo, el marido vio en el sendero un fabuloso diamante. Con gran rapidez, colocó
uno de sus pies sobre la joya para ocultarla, pensando que, si su mujer la veía, tal vez surgiera
en ella un sentimiento de codicia que pudiese contaminar su mente y retrasar su evolución
mística. Pero la mujer descubrió la estratagema de su marido y con voz ecuánime y apacible
comentó:
- Querido, me gustaría saber por qué has renunciado al mundo si todavía haces distinción entre
el diamante y el polvo.
Se trataba de un científico serio y le habían pedido que estudiara los problemas de una planta
de rosa que estaba pasando por dificultades en su período de floración.
Primero estudió la tierra. Descubrió que estaba cerca de una pared cuyos cimientos llegaban
hasta la tosca. La greda extraída había sido tirada precisamente en el lugar donde luego tuvo
que estar el rosal. Se trataba de una tierra con historia y con condicionantes en parte
negativos. Además, toda la lluvia que caía sobre aquella parte del tejado, se descargaba en el
alero que daba justo sobre la planta. Podía suceder que a veces hubiera exceso de humedad.
Carecía de sol por la mañana; en cambio de tarde lo tenía en demasía, por el reflejo de la
pared encalada que le devolvía duplicado el calor.
Había muchos porqués en la historia previa de su tierra y en la geografía que le tocaba
compartir. Pero también los había en su propio ser de rosal y en la historia de su crecimiento.
Porque la variedad no era la más adaptada a este clima. Fue plantada fuera de su época, y de
pequeña había sufrido un serio accidente que por poco termina con su existencia.
¡Cuántos traumas y condicionantes! Realmente al leer el informe, era como para desesperarse.
¿Qué se podía hacer? Aparentemente se trataba de circunstancias irreversibles, o muy poco
variables ya. Pero aquí estaba, a mi parecer, la equivocación. La suma de todos los porqués del
pasado de la rosa, no daban ninguna explicación sobre el para qué de su existencia allí, en ese
lugar y en esas condiciones. Todos los porqué se referían a su pasado, y eran simplemente
informes sobre la realidad existente y comprobable. Y lo que en realidad interesaba era el
presente de la planta y su futuro.
Fueron nuevamente al científico, para pedirle un consejo. Más que ello, quizá, quisieron saber
para qué la planta estaba justamente allí y no en otro lugar. Para qué se le pedía a la pobre
rosa que viviera esa geografía e historia con tantos condicionantes negativos. Y el hombre, que
era un científico en serio les respondió:
- Eso no me lo pregunten a mí. Pregúntenselo al jardinero.
Y era cierto. La respuesta estaba integrada en un plan mucho más amplio que el de la simple
historia comprobable de la planta. El jardinero tenía un proyecto en totalidad que abarcaba
todo el jardín. En su sabiduría, conocía muy bien todo lo que con su ciencia descubriría el
científico. Y sin embargo quiso que la rosa viviera, y que su existencia embelleciera
dolorosamente aquel rincón del jardín, comprometiéndose a vigilar sus ciclos y a defender su
vida amenazada. El jardinero estaba comprometido tanto con la rosa como con toda la vida y
la belleza del jardín. Esto dependía de un plan nacido en la sabiduría de su corazón, y por tanto
no podría nunca ser investigado por el científico, que reducía su búsqueda a la mera existencia
de la planta individualmente considerada en su geografía concreta.
Sabidina era una niña que trabajaba limpiando y cuidando el edificio del consejo de los sabios
del reino. Era una niña muy lista y estudiosa, y cuando tuvo la ocasión de aprender cerca de
tantos sabios, no dejó pasar la oportunidad. Sin embargo, después de llevar un año con ellos,
escuchando a hurtadillas sus reuniones, estaba muy preocupada: los sabios nunca hablaban de
nada nuevo, todo era contar historias de cuando hicieron esto, o cuando aprendieron lo otro.
Sabina había ido leyendo todos los libros de los que hablaban los sabios, y de todos los temas
que mencionaban, pero llegó un momento en que ya no sabía qué aprender, porque ya no
contaban nada nuevo, así que Sabidina comenzó a leer nuevos libros por su cuenta sobre miles
de cosas nuevas.
Sucedió que en aquel país llegó una sequía muy larga, algo que nunca había ocurrido en aquel
lugar del mundo. Los sabios propusieron sus soluciones, pero como era algo que nunca habían
vivido ni se habían molestado en estudiar, todas sus propuestas resultaron ineficaces. Sabidina,
que se había convertido en una experta sobre el clima, viendo que sabía mucho más, se atrevió
un día a interrumpir las deliberaciones de los sabios para proponer algunas soluciones. Los
sabios, sin embargo, no le hicieron ni caso; dijeron que era un niña, que ellos eran los
expertos, y que no les molestase más.
Sabidina se sintió tan triste y ofendida, que a partir de aquel día dejó de asistir al edificio del
consejo, y se encerró en el desván de su casa. Sólo salió de allí varios días después,
empujando un carrito, y se fue directa a ver al rey, a quien mostró su invento: una extraña
máquina con muchos botones y una larguísima tuba.
- Este es el exprimidor de nubes - dijo Sabidina - y acabará con la sequía.
- Hummm, -comentó el rey, incrédulo - ¿de verdad funciona esto?
Sabidina se inclinó sobre la máquina y pronunció algunas palabras en voz baja, que se
transformaron en unos extraños ruidos graves que salieron por la tuba como por un altavoz. Al
poco, comenzó a caer una ligera lluvia que cesó al poco rato.
- ¿Has hecho magia? - dijo el rey - ¿Eres una bruja?
- ¡Qué va! - respondió Sabidina - sólo es un poco de ciencia.
El rey se mostró entusiasmado y mandó llamar a los sabios para que vieran el invento, y
Sabidina volvió a hacer una pequeña demostración. Los sabios entonces comenzaron a
elucubrar sobre el genial invento: que si estaría basado en la rugosidad atmosférica, que si era
producto de un espejismo lunar y otras tantas cosas igualmente ignorantes sobre el tema que
arrancaban de Sabidina ligeras sonrisas.
Y al rato de comenzar a hablar los genios, comenzó a llover con una fuerza increíble, como no
se había visto nunca. Los sabios siguieron hablando, y llovió aún con más fuerza, hasta tal
punto, que el rey pidió a Sabidina que desconectara la máquina. La niña apagó la máquina y
cesó de llover, y ante las miradas atónitas de todos, les explicó:
- El exprimidor de nubes sólo es un traductor. Traduce las palabras y las amplifica para que las
nubes puedan entenderlas.
- Y entonces, ¿por qué se pone a llover? - preguntó el rey
- ¡Ah!, eso es sólo porque las nubes tienen muy buen humor, y ¡lloran de risa cada vez que
Había una mujer que había sido diagnosticada con una enfermedad incurable y a la que le
habían dado solo tres meses de vida.
Así que empezó a poner sus cosas "en orden", contacto a su sacerdote y lo cito en su casa
para discutir algunos aspectos de su ultima voluntad.
Le dijo que canciones quería que se cantaran en su misa de cuerpo presente, que lecturas
hacer y conque traje deseaba ser enterrada. La mujer también solicito ser enterrada con su
Biblia favorita. Todo estaba en orden y el sacerdote se estaba preparando para irse cuando la
mujer recordó algo muy importante para ella:
- Hay algo más. - dijo ella exaltada
- ¿Que es?
- Esto es muy importante, Quiero ser enterrada con un tenedor en mi mano derecha.
El sacerdote se queda impávido mirando a la mujer, sin saber exactamente que decir.
- ¿Eso lo sorprende, o no? - preguntó la mujer
- Bueno, para ser honesto, estoy intrigado con la solicitud.
- En todos los años que he asistido a eventos sociales y cenas de compromiso, siempre
recuerdo que cuando se retiraban los platos del platillo principal, alguien inevitablemente me
decía, en voz baja: "Quédate con tu tenedor". Era mi parte favorita porque sabía que algo
mejor estaba por venir... como pastel de chocolate o pie de manzana. ¡Algo maravilloso y
sustancioso! Así que quiero que la gente me vea dentro de mi ataúd con un tenedor en mi
mano y quiero que se pregunten "Y este tenedor, ¿qué?". Después quiero que usted les diga:
"Se quedó con su tenedor porque lo mejor esta por venir."
En el funeral la gente pasaba por el ataúd de la mujer y veían el precioso vestido que llevaba,
su Biblia favorita y el tenedor puesto en su mano derecha.
En el estado feudal de Chu, un viejo vivía de tener monos a su servicio, las gentes lo llamaban
"ju gong" (Rey de los Monos).
Todas las mañanas el viejo reunía a todos los monos en su patio y ordenaba al más viejo que
condujera a los demás a la montaña a recoger fruta de los árboles. La regla era que cada mono
tenía que darle al viejo la décima parte de lo que recogiera. Los que no lo hacían eran
brutalmente azotados. Como eran monos, no entendían muy bien las instrucciones o no eran
capaces de controlar sus instintos y comían todo antes de llegar, lo que hacía que todos los
monos sufrieran amargamente, pero no se atrevían a protestar.
Un día, un monito les preguntó a los otros:
- ¿Fue el viejo quien sembró los árboles y las matas?
Los otros le respondieron:
- No, brotaron solos.
El monito les dirigió otra pregunta:
- ¿No podemos nosotros coger la fruta sin permiso del viejo?
- Sí, todos podemos hacerlo.
El monito siguió:
- ¿Entonces porque tenemos que depender del viejo? ¿Porque tenemos que servirlo?
Esa misma noche, al observar que el viejo se había quedado dormido, los monos rompieron las
barreras del vallado donde se hallaban encerrados y destruyeron el recinto por completo.
Nunca más volvieron.
El Rey de los Monos murió de inanición.
Un Califa de Bagdad llamado Al-Mamun poseía un hermoso caballo árabe del que estaba
encaprichado el jefe de una tribu, llamado Omah, que le ofreció un gran número de camellos a
cambio; pero Al-Mamun no quería desprenderse del animal. Aquello encolerizó a Omah de tal
manera que decidió hacerse con el caballo fraudulentamente.
Sabiendo que Al-Mamun solía pasear con su caballo por un determinado camino, Omah se
tendió junto a dicho camino disfrazado de mendigo y simulando estar muy enfermo. Y como Al-
Mamun era un hombre de buenos sentimientos, al ver al mendigo sintió lástima de él,
desmontó y se ofreció a llevarlo a un hospital.
- Por desgracia, - se lamentó el mendigo - llevo tres días sin comer y no tengo fuerzas para
levantarme.
Entonces, Al-Mamun lo alzó del suelo con mucho cuidado y lo montó en su caballo, con la idea
de montar él a continuación. Pero en cuanto el falso mendigo se vio sobre la silla, salió
huyendo al galope, con Al-Mamun corriendo detrás de él para alcanzarlo y gritándole que se
detuviera. Una vez que Omah se distanció lo suficiente de su perseguidor, se detuvo y
comenzó a hacer caracolear al caballo.
- ¡Está bien, me has robado el caballo! - gritó Al-Mamun - ¡Ahora sólo tengo una cosa que
pedirte!
- ¿De qué se trata? - preguntó Omah también a gritos
- ¡Que no cuentes a nadie como te hiciste del caballo!
- ¿Y por qué no he de hacerlo?
- ¡Porque quizás un día puede haber un hombre realmente enfermo tendido junto al camino y,
si la gente se ha enterado de tu engaño, tal vez pase de largo y no le preste ayuda!
Una joven había tomado clases de ballet durante toda su Infancia y había llegado el momento
en que se sentía lista para entregarse a la disciplina que la ayudaría a convertir su afición en
profesión. Deseaba llegar a ser primera bailarina y quería comprobar si poseía las dotes
necesarias, de manera que cuando llegó a su ciudad una gran compañía de ballet, fue a los
camarines luego de una función, y habló con el director.
- Quiero llegar a ser una gran bailarina, - le dijo - pero no sé si tengo el talento que hace falta.
- Dame una demostración. - le dijo el maestro
Transcurrido apenas 5 minutos la interrumpió, moviendo la cabeza en señal de desaprobación.
- No, no tiene usted condiciones.
La joven llegó a su casa con el corazón desgarrado, arrojó las zapatillas de baile en un armario
y no volvió a calzarlas nunca más.
Se casó, tuvo hijos y cuando se hicieron un poco mayores, tomó un empleo de cajera en un
supermercado. Años después asistió a una función de ballet, y a la salida se topó con el viejo
director que ya era octogenario. Ella le recordó la charla que habían tenido años antes, le
mostró fotografías de sus hijos y le comentó de su trabajo en el supermercado, luego agregó:
- Hay algo que nunca he Terminado de entender. ¿Cómo pudo usted saber tan rápido que yo
no tenía condiciones de bailarina?
- Ahhh, apenas la miré cuando usted bailó delante de mi, le dije lo que siempre le digo a
todas. - le contestó
- ¡Pero eso es imperdonable! - exclamó ella - ¡Arruinó mi vida, pude haber llegado a ser
primera bailarina!
- No lo creo. - repuso el viejo maestro - Si hubieras tenido las dotes necesarias, y una
verdadera vocación para bailar no habrías prestado ninguna atención a lo que yo dije.
Quieto sobre una hoja, el gusano miraba alrededor al resto de animales. Unos saltaban, otros
corrían, algunos cantaban. Incluso había los que volaban libres por el aire.
Todos los insectos estaban en continuo movimiento. Solamente él estaba sin voz, no corría y
no volaba.
Sin embargo, no envidiaba a ninguno. Sabía que era un gusano, y que los gusanos deben
aprender a hilar una baba fina para tejer su casa.
A cada uno su destino, pensaba. Por lo tanto, con mucho empeño, emprendió su trabajo. En
pocos momentos se encontró envuelto en un cálido albergue de seda, aislado del resto del
mundo.
"¿Y ahora?" - se preguntó - "¿qué sucederá?"
"Ahora quédate quieto y espera." - le responde una voz - "Todavía un poco de paciencia, y
verás..."
Y en el momento justo despertó el gusano. Ya no era un gusano. Salió fuera del capullo con
dos hermosas alas, pintadas de vivos colores, y enseguida se elevó alto en el cielo. Se había
transformado en mariposa y poseía libertad para volar.
Cuenta una vieja historia que un Rey convocó a un concurso entre todos sus súbditos con el
propósito de elegir una pintura en la cual se representara la "PAZ PERFECTA".
Resulta que muchos presentaron impresionantes obras de arte, llenas de las clásicas palomas
blancas y otras cosas. Pero entre todas fueron dos las que impresionaron al mencionado Rey.
La primera era la pintura de un lago el cual era un "espejo": las montañas de los alrededores se
reflejaban junto a los hermosos árboles del lugar. El cielo celeste y con nubes que lo
adornaban... todo inspiraba mucha paz...
Pero el segundo que impresionó al Rey fue uno en el que se dibujó una tormenta descomunal;
rayos, truenos, avalanchas de lodo, los árboles a punto de caer por la fuerza del viento y todo
lo que se puedan imaginar que sucede en una tormenta... Al Rey le gustó porque en medio de
tremenda tormenta el autor dibujó una pequeña roca debajo de la cual crecía un arbusto. La
roca protegía al arbusto de la tormenta, y allí, en ese arbusto, un pequeño gorrioncillo se
refugiaba cuidando de su nido, EN PROFUNDA PAZ Y EN PROFUNDO SILENCIO...
A pesar de que afuera todo estaba en caos, ese gorrioncillo supo mantenerse en una paz
perfecta, sin quejarse de lo que pasaba, sin lamentarse de lo feo que estaba el tiempo, o de
que quizá se quedaría sin alimento. Él se mantuvo en paz y logró que nada se lo impida.
Había una vez en Japón, hace muchos siglos, una pareja de esposos que tenía una niña. El
hombre era un samurai, es decir, un caballero: no era rico y vivía del cultivo de un pequeño
terreno. La esposa era una mujer modesta, tímida y silenciosa que cuando se encontraba entre
extraños, no deseaba otra cosa que pasar inadvertida.
Un día es elegido un nuevo rey. El marido, como caballero que era, tuvo que ir a la capital para
rendir homenaje al nuevo soberano. Su ausencia fue por poco tiempo: el buen hombre no veía
la hora de dejar el esplendor de la Corte para regresar a su casa.
A la niña le llevó de regalo una muñeca, y a la mujer un espejo de bronce plateado (en
aquellos tiempos los espejos eran de metal brillante, no de cristal como los nuestros). La mujer
miró el espejo con gran maravilla: no los había visto nunca. Nadie jamás había llevado uno a
aquel pueblo. Lo miró y, percibiendo reflejado el rostro sonriente, preguntó al marido con
ingenuo estupor:
— ¿Quién es esta mujer?
El marido se puso a reír:
— ¡Pero cómo! ¿No te das cuenta de que este es tu rostro?
Un poco avergonzada de su propia ignorancia, la mujer no hizo otras preguntas, y guardó el
espejo, considerándolo un objeto misterioso. Había entendido sólo una cosa: que aparecía su
propia imagen.
Por muchos años, lo tuvo siempre escondido. Era un regalo de amor; y los regalos de amor
son sagrados.
Su salud era delicada; frágil como una flor. Por este motivo la esposa desmejoró pronto:
cuando se sintió próxima al final, tomó el espejo y se lo dio a su hija, diciéndole:
— Cuando no esté más sobre esta tierra, mira mañana y tarde en este espejo, y me verás.
Después expiró. Y desde aquel día, mañana y tarde, la muchacha miraba el pequeño espejo.
Ingenua como la madre, a la cual se parecía tanto, no dudó jamás que el rostro reflejado en la
chapa reluciente no fuese el de su madre. Hablaba a la adorada imagen, convencida de ser
escuchada.
Un día el padre la sorprende mientras murmuraba al espejo palabras de ternura.
— ¿Qué haces, querida hija? - le pregunta
— Miro a mamá. Fíjate: No se le ve pálida y cansada como cuando estaba enferma: parece más
joven y sonriente.
Conmovido y enternecido el padre, sin quitar a su hija la ilusión, le dijo:
— Tú la encuentras en el espejo, como yo la hallo en ti.
Una rosa soñaba día y noche con la compañía de las abejas, pero ninguna iba a posarse en sus
pétalos. La flor, sin embargo, seguía soñando: durante sus largas noches, imaginaba un cielo
donde volaban muchas abejas que se acercaban cariñosamente a besarla. Así aguantaba hasta
el día siguiente, cuando volvía a abrirse con la luz del Sol.
Una noche, la Luna, sabiendo de su soledad, le preguntó a la rosa:
- ¿No estás cansada de esperar?
- Tal vez. Pero hay que seguir luchando
- ¿Por qué?
- Porque si no me abro me marchito.
Un perro corría feliz por la calle porque había encontrado un hueso bueno y jugoso. ¡Estaba
tan contento con su enorme hueso! Correteaba feliz de aquí para allí hasta que llegó al borde
de un riachuelo.
Al intentar atravesarlo, miró hacia abajo y vio un perro con un hueso enorme en la boca. ¡Le
pareció que el hueso era más grande que el suyo!
Entonces quiso arrebatárselo pero al abrir la boca, se le cayó el hueso que llevaba. La corriente
lo arrastró rápidamente y se quedó sin ninguno, ya que el otro no era más que el reflejo del
que él mismo llevaba.
En una aldea, hacía tiempo que no había llovido; como todos los rezos habían sido en balde
recurrieron al gran Hombre de la Lluvia, que pidió una cabaña a la entrada de la aldea, así
como agua y pan para cinco días.
Al cuarto día llovió. La gente volvió jubilosa de sus campos y lugares de trabajo, y se fue ante
la cabaña del Hombre de la Lluvia para festejarle y preguntarle por el secreto.
El les contestó:
- Yo no puedo hacer que llueva.
- Pero sin embargo llueve. - dijo la gente
El Hombre de la lluvia les aclaró:
- Cuando vine a vuestra aldea, vi el desorden exterior e interior. Fui a la cabaña y yo mismo me
puse en orden. Cuando yo estuve en orden, vosotros también os pusisteis en orden, y cuando
ya estuvisteis en orden, también la naturaleza se puso en orden y, al ponerse en orden, llovió.
Esta es una historia verdadera que pasó en el Japón. Para poder renovar la casa, se rompe la
pared. Las casas japonesas normalmente tienen un espacio vacío entre las paredes de madera.
Mientras rompía las paredes, el dueño encontró con que había un lagarto preso ahí, debido a
un clavo que, desde afuera, habían martillado en uno de sus pies. Al ver esto, sintió piedad y
curiosidad, pues el clavo se había puesto hace dos años cuando la casa había sido construida.
¿Qué pasó? El lagarto sobrevivió en tal posición por dos años, en una partición oscura de la
pared, sin moverse. Es imposible.
Entonces, se quedó pensando como este lagarto sobrevivió, sin dar un paso siquiera ya que su
pie había sido clavado en la pared. Detuvo su trabajo y observó el lagarto a ver qué había
estado haciendo y como se alimentaba.
De repente, sin saber de donde vino, aparece otro lagarto con comida en su boca - vino a
alimentar a su compañero y debía haber estado haciendo esto por dos años. Nunca desistió de
su compañero.
Durante muchos años Ibrahim Ad'ham estuvo viajando por el mundo. Una vez encontró a un
hombre que quería darle algún dinero.
Ibrahim respondió:
- Si es usted rico, aceptaré su oferta; si es pobre no.
El hombre respondió que, en verdad, era inmensamente rico.
- ¿Cuánto dinero tiene usted exactamente?
- Tengo cinco mil monedas de oro.
- ¿Y querría tener diez mil?
- ¡Sí, por supuesto!
- ¿Y preferiría veinte mil?
- ¡Sería maravilloso!
- ¡Usted no es rico en absoluto! En realidad, necesita ese dinero más que yo. Yo estoy
satisfecho con lo que Dios me da. Me sería imposible aceptar algo de parte de alguien que está
tan necesitado y siempre está anhelando más!
Cuentan que había una persona que no se guardaba insultos. Siempre que alguien la atacaba,
buscaba en la persona sus defectos y los revelaba a todos. Desde luego, tenía su código de
ética: no inventaba (aunque sí exageraba) y no tenía problemas en enfrentar cosas que le
echaban a la cara; sus revanchas se concentraban en insultos hablados a escondidas o por
cartas y medios similares.
Así pasó gran parte de su vida, contraatacando a otros, sin embargo, en vez de que las
personas pararan de atacarla, las cosas empeoraron dramáticamente. Después de todo, con la
edad, las razones para los insultos fueron aumentando considerablemente. Se sintió angustiada
por no poder devolver dichos insultos y se sumergió en una grande tristeza.
Una noche, mientras dormía, tuvo un sueño. Estaba en un campo abierto y ahí pudo ver las
personas que la insultaran en toda su existencia. Entonces, sin esperar, la gente empezó a
tirarle algo. Lo primero que pensó era que eran piedras, pues dolían mucho, y automáticamente
tomaba lo que le lanzaban y devolvía con una gran fuerza, algo que físicamente ya no tenía.
Pero las personas que recibían las piedras no volvían a tirarlas, al contrario, cambiaban para
positivo. Se veían bien, felices y muy ricas.
Después de varios intercambios de piedras, durante un intervalo, la persona se detuvo a ver
qué eran las piedras y se sorprendió: eran en verdad diamantes.
En aquel momento, tuvo la realización: los insultos y críticas eran diamantes. ¿Por qué?
En esto un ángel le apareció, le abrazó y le explicó que cuando alguien te critica, es una
oportunidad grande para mejorar y progresar. Las personas a quienes ella contraatacó se
dedicaron a mejorar. Pero ella, por estar preocupada a devolverles el ataque nunca aprovechó
esta oportunidad.
Esta historia habla de un hombre que empezó a trabajar porque quería vivir la vida y tener
dinero para gastar y comprar a felicidad, y viajar a China y a Perú. Pasaron unos meses, y
empezó a pensar en un viaje y adonde se iría. Se compró una maleta. Estaba ilusionado. Se
levantaba todos los días a las cinco de la mañana, curraba y pensaba en su viaje.
Por fin, tras un año de sufrimiento llegó el día de la marcha, y en el mismo momento en que
se disponía a abrir la puerta de la calle con su maleta en mano, sonó el teléfono. Posó la
maleta, y se dirigió al salón a descolgar. Descolgó, y al otro lado de la línea, una voz
desgraciadamente familiar resonó amable. Era su jefe. Al parecer había quedado bacante un
puesto en otra sección de la empresa. En dicho puesto, en vez de a las cinco de la mañana
ficharía a las seis. Además cobraría un veinte por ciento más. Pero eso sí, la condición
indiscutible era que tendría que incorporarse de inmediato. Las cosas, así decidió quedarse.
Meses después compró una maleta de piel, con ruedas incorporadas y notablemente más
grande que la primera. Pensaba ya en su definitivo viaje. Y en que en último momento no hizo
el primero, por una razón mayor.
Pasó el tiempo, y tras sufridos años de trabajo llegó el día señalado. ¿Qué pasó entonces?
¡Sonó el teléfono! Le hicieron una oferta que no podía rechazar. Le darían más dinero, se
levantaría media hora más tarde, y a cambio retrasaría sus vacaciones. Él pensó en sus
vacaciones, con el sueldo aumentado y su horario reducido, calidad de vida" pensó, y aceptó
sin titubeos.
Por supuesto un tiempo después, se compró una maleta más grande con bordados de cobre y
seda.
Años más tarde su casa era un amasijo de maletas que no partían hacia ninguna parte. Y su
cuenta bancaria rebosaba de números que no perecerían nunca, porque aquel hombre siguió
trabajando siempre por el viaje que nunca haría.
Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.
El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.
Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid.
Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.
La Rosa lloraba por no ser fuerte y sólida como el Roble.
Entonces encontró una planta, un Clavel floreciendo y más fresco que nunca.
El rey le preguntó:
- ¿Cómo es que creces tan saludable en medio de este jardín mustio y umbrío?
La flor contestó:
- No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías claveles. Si
hubieras querido un Roble, lo habrías plantado. En aquel momento me dije: "Intentaré ser
Clavel de la mejor manera que pueda" y heme aquí el más hermoso y bello clavel de tu jardín.
Dicen que cuando se acerca fin de año los ángeles curiosos se sientan al borde de las nubes a
escuchar los pedidos que llegan desde la tierra.
- ¿Qué hay de nuevo? - pregunta un ángel pelirrojo, recién llegado
- Lo de siempre: amor, paz, salud, felicidad. - contesta el ángel más viejo - Y bueno, todas
esas son cosas muy importantes. Lo que pasa es que hace siglos que estoy escuchando los
mismos pedidos y aunque el tiempo pasa los hombres no parecen comprender que esas cosas
nunca van a llegar desde el cielo, como un regalo.
- ¿Y qué podríamos hacer para ayudarlos? - dice el más joven y entusiasta de los ángeles
- ¿Te animarías a bajar con un mensaje y susurrarlo al oído de los que quieran escucharlo? -
pregunta el anciano
Tras una larga conversación se pusieron de acuerdo y el ángel pelirrojo se deslizo a la tierra
convertido en susurro y trabajó duramente mañana, tarde y noche, hasta los últimos minutos
del último día del año.
Ya casi se escuchaban las doce campanadas y el ángel viejo esperaba ansioso la llegada de una
plegaria renovada. Entonces, luminosa y clara, pudo oír la palabra de un hombre que decía:
"Un nuevo año comienza. Entonces en este mismo instante, empecemos a recrear un mundo
distinto, un mundo mejor, sin violencia, sin armas, sin fronteras, con amor, con dignidad, con
solidaridad, con menos cárceles y más escuelas, con menos pobres, con más chicos en las
escuelas, con mejor futuro. Unamos nuestras manos y formemos una cadena humana de
niños, jóvenes y viejos, hasta sentir que un calor va pasando de un cuerpo a otro, el calor del
amor, el calor que tanta falta nos hace. Si queremos,, podemos conseguirlo, y si no lo hacemos
estamos perdidos, porque nadie más que nosotros podrá construir nuestra propia felicidad."
Desde el borde de una nube, allá en el cielo, dos ángeles cómplices sonreían satisfechos.
Su mejor navidad, sin duda, fue cuando se ganó un Mazda último modelo. Antes de eso, hubo
la vez en que lo mandaron a Europa - no cualificó como la mejor pues fue el peor invierno de
todos y no pudo ir a ninguna parte.
La peor navidad hasta el año pasado fue cuando la tuvo que pasar de cama debido a una
grave enfermedad. Pero eso fue hasta el año pasado - sin duda, la de hoy será la peor.
Había cometido una infracción otro día y como castigo le ordenaron ayudar en una fundación
de niños... niños con algún problema, no recordaba cual. Iba manejando (al menos no le
quitaron el permiso) y maldiciendo su suerte, pues mientras su familia estaba allá feliz
disfrutando una feliz navidad, le tocaba ir a ese sitio. Era deprimente, la única cosa que le
complacía el corazón era de que no tenía que estar allá a las 12 de la noche, solo hasta las 10.
No podía olvidar las bromas de sus primos, especialmente Mauro quien llegó a hospedarse a la
casa hacía dos días... Bueno, pero aquí ya había llegado. Estacionó y bajo del vehículo muy
rápidamente.
Tal vez porque la calle era especialmente oscura en aquella parte - sí, tal vez fue por eso que él
notó los ojos de un niño que lo miraban detrás de las rejas. ¿O sería una niña?
Pronto, él fue llevado por un grupo de niños, la mayoría de ellos sin pelo, a una sala
extremadamente sencilla. Una trabajadora social (Dolores, dijo que se llamaba) le entregó su
"castigo": un libro de cuentos de navidad para leer a los niños. El libro estaba tan viejo que al
abrirlo, se despegó la tapa - el efecto en los niños fue de risa.
Al comienzo, narró los cuentos, después los actuó. Los niños participaban como nunca (desde
luego, el estado del libro indicaba la cantidad de veces que había sido leído). Eran las 9 cuando
terminaron y decidió anotar en su Palm: "COMPRAR LIBROS DE CUENTOS DE NAVIDAD". Le
preguntó a Dolores sobre la cena y al ver qué tenían, buscó un supermercado cerca - tuvo
suerte, ellos hoy estaban haciendo entregas especiales, así que encomendó una cantidad de
frutas, quesos y bebidas.
A las 10 de la noche, en medio de risas muy felices, llegó la inesperada cena que todos
compartieron. Aprovechó para llamar a una tía suya que sabía que tenía varias ropas de niños,
así que a las 11, ella llegó con un carro cargado de ropas y decidió quedarse también. Para su
sorpresa, la tía era una cuentera espectacular.
Eran las 12 cuando cantaron "Noche Feliz" y, sorprendido, tuvo que admitir en su corazón: esta
había sido la mejor navidad de todos los tiempos.
Benjamin Zander, director de la orquesta filarmónica de Boston, USA, comenta que solo acepta
alumnos con nota máxima. Dice:
"Vengo a mi clase, al comienzo del año, con 40 alumnos más o menos en el aula, y les digo:
- Su nota es A (máxima). Esta es tu nota para todo el año, solo hay una condición para eso:
en las primeras dos semanas, tienes que escribir una carta para mí con fecha del final del
curso. Arriba, pongan la fecha, después digan "Querido Señor Zander, obtuve mi nota A
porque…". Hay que describir quienes se volverán ustedes al final de ese curso.
Ellos van y escriban sobre quienes se volverán, o podrían volverse, así que cuando vuelvo a
encontrarme con ellos, la persona a quien enseño es la persona a quien ellos describieron en la
carta.
Como ven, solo acepto estudiantes con nota máxima."
Después que el año comenzó, dos amigos estaban almorzando juntos y compartían sus puntos
de vista.
- Pues, para mí, lo único que cambió es que la gente está más vieja que antes. Así que habrá
muchos más problemas que antes.
El amigo se quedó callado ante la afirmación, pero éste prosiguió.
- Ah, y ¡mucho más corrupción! Muchas muertes de gente que conocemos… ¿Sabe qué,
Alfredo? A cada cambio de año veo todo peor. ¿Y tú? Estás tan callado.
El amigo paró de comer, miró a su compañero y dijo tranquilamente:
- Yo creo que siempre hay una oportunidad en la vida. El cambio de año no es tan importante,
lo importante es cambiar la perspectiva, la forma de ver lo que nos pasa alrededor y seguir el
camino. ¿Habrá cosas malas? ¡Muchas! ¿Y cosas buenas? Tal vez más que las malas. Depende
de nosotros lo que realmente queremos recibir: si queremos algo malo, si queremos algo
bueno. Lo que queramos será lo que tendremos.
El otro amigo decidió cambiar de asunto, pero el tema le tocó fuerte. Sin que Alfredo supiera,
Jonás, su amigo de tantas décadas, tenía cáncer.
Sin saberlo, Alfredo le dio un poquito de esperanza, una luz en un túnel bastante oscuro.
Matthew Henry es un reconocido especialista en estudios bíblicos. Cierta vez, cuando volvía de
la universidad donde era profesor, fue asaltado. Aquella noche, escribió la siguiente oración:
"Quiero agradecer en primer lugar porque nunca había sido asaltado antes.
En segundo lugar, porque me llevaron la billetera y me dejaron la vida.
En tercer lugar, porque aunque hayan llevado todo, no era mucho.
Por fin, quiero agradecer porque fui el que fue robado, no el que robó."
Un profesor fue invitado a dar una conferencia en una base militar, y en el aeropuerto lo
recibió un soldado llamado Ralph.
Mientras se encaminaban a recoger el equipaje, Ralph se separó del visitante en tres ocasiones:
primero para ayudar a una anciana con su maleta; luego para cargar a dos pequeños a fin de
que pudieran ver a Santa Claus, y después para orientar a una persona. Cada vez regresaba
con una sonrisa en el rostro.
- ¿Dónde aprendió a comportarse así? - le preguntó el profesor
- En la guerra. - contestó Ralph
Entonces le contó su experiencia en Vietnam. Allá su misión había sido limpiar campos
minados. Durante ese tiempo había visto cómo varios amigos suyos, uno tras otro,
encontraban una muerte prematura.
- Me acostumbré a vivir paso a paso. - explicó - Nunca sabía si el siguiente iba a ser el último;
por eso tenía que sacar el mayor provecho posible del momento que transcurría entre alzar un
pie y volver a apoyarlo en el suelo. Me parecía que cada paso era toda una vida.
Miie Tamaki decidió abandonar todo qué hacía (era economista) para dedicarse a la pintura.
Durante años, buscó un maestro adecuado hasta que encontró a una mujer experta en
miniaturas quien vivía en el Tibet. Miie salió de Japón y fue a las montañas tibetanas a
aprender lo que necesitaba.
Pasó a vivir con la maestra, quien era extremadamente pobre. Al final del primer año, Miie
regresó al Japón por algunos días y retornó al Tibet con maletas llenas de regalos.
Cuando la maestra vio lo que ella le había traído, empezó a llorar y pidió que Miie no regresara
a su casa, diciendo:
- Antes, nuestra relación era de igualdad y amor. Tenías techo, comida y tintas. Ahora, cuando
me traes estos regalos, estableces una diferencia social entre nosotras. Si hay esta diferencia
no puede haber comprensión y entrega.
Paulo Coelho se encontró con Colin Wilson, un famoso autor inglés y éste recordó, a partir del
tema de uno de los libros de Coelho, un texto que escribió relatando su tentativa de suicidarse
a los 16 años.
Érase una vez un pequeño ángel que vivía en el cielo. Él sabía qué era Dios, sabía qué era la
Luz y sabía que lo único que existía era el Amor. Un día estaba caminando por el cielo y
escuchó a otros angelitos hablando sobre el dolor y el miedo. Les preguntó:
- ¿Qué es eso llamado dolor? Nadie podría hacerme daño, pues Dios está conmigo, yo soy Luz.
Y ¿qué es eso llamado miedo? ¿A que podría yo temerle si lo único que existe es el Amor?
Lo otros angelitos le dijeron:
- Sí, sí, lo sabemos, lo sabemos, es solo un juego.
El angelito exclamó dando brincos de emoción:
- ¿Un Juego? ¡Me encantan los juegos! ¡Quiero jugar, quiero jugar!
Los otros ángeles respondieron:
- Espera un minuto, no es tan fácil. Primero, tienes que bajar a la tierra y tienes que encontrar
a alguien que quiera jugar contigo, alguien que quiera herirte y asustarte profundamente.
El angelito dijo:
- ¡Uy, qué maravilla!
Otro angelito se acercó y dijo:
- Yo juego contigo. Vamos a nacer y vivir en el mundo allá.
Ya cuando estaban listos para ir, el segundo ángel miró el primero y le dijo:
- Pero, por favor, cuando realmente sientas miedo y tristeza, recuerda que es un mero juego.
Un rey poseía un magnifico diamante que accidentalmente sufrió una ralladura profunda.
Los cortadores de diamantes al servicio del rey dijeron que por más que lo pulieran, no
conseguirían eliminar totalmente la imperfección.
No obstante, uno de los talladores, se ofreció espontáneamente expresando lo siguiente:
- Puedo corregir esa falla de manera tal que transformaré el diamante en una piedra mas
valiosa que lo que era en su estado original.
El rey le dijo al experto que llevara adelante la idea, y éste demostrando una gran pericia,
grabó los pétalos de una rosa sobre el diamante y la profunda ralladura sirvió de tallo para la
flor.
En un periódico se publicó sobre un niño en Brasilia quien fue brutalmente golpeado por sus
padres, perdiendo los movimientos del cuerpo y quedando sin habla.
En un hospital, él fue cuidado por una enfermera que diariamente le decía: "Te amo." Aunque
los médicos le garantizaran que el niño no la escuchaba y que sus esfuerzos eran inútiles, la
enfermera continuaba a repetir: "Yo te amo, no te olvides."
Tres semanas después, el niño había recuperado los movimientos y una semana más tarde,
volvió a hablar y sonreír, contra todos los pronósticos.
Cuenta una antigua leyenda que, en la Edad Media , un hombre muy virtuoso fue injustamente
acusado de haber asesinado a una mujer. En realidad, el verdadero autor era una persona muy
influyente del reino y por eso, desde el primer momento, se buscó un chivo expiatorio para
encubrir al culpable.
El hombre virtuoso fue llevado a juicio, ya conociendo que tendría escasas o nula oportunidad
de escapar al terrible veredicto: ¡la horca! No obstante, el juez, que era cómplice del verdadero
asesino, trató de darle al proceso todo el aspecto de un juicio justo. Por ello, dijo al acusado:
– Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor, vamos a dejar en manos de Él tu
destino. Escribiremos en dos papeles separados las palabras "culpable" e "inocente". Tú
escogerás uno, y será la mano de Dios la que decida tu destino.
Por supuesto que el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda,
"culpable". La pobre víctima, aún sin conocer los detalles, se daba cuenta de que el sistema
propuesto era una trampa. No tenía escapatoria.
El juez hizo que el hombre tomara uno de los papeles doblados. Éste respiró profundamente,
quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados. Cuando la sala comenzaba ya
a impacientarse abrió los ojos y, con una extraña sonrisa, tomó uno de los papeles. Lo llevó a
su boca y lo tragó con rapidez.
Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon airadamente:
– Pero... ¿qué has hecho? ¿Y ahora cómo vamos a saber el veredicto?
– Es muy sencillo. – respondió el hombre – Si leemos el papel que queda, sabremos lo que
decía el que me tragué.
Había un fotógrafo que generó leyenda, pues decían que cuando tomaba fotos, la revelación
siempre era sobre el pasado o el futuro de la persona. Nunca salía el presente.
El truco del fotógrafo era muy sencillo: él cambiaba el telón de fondo, dándole a la foto una
apariencia futurista o anticuada. Se trataba de una broma, y a la gente le gustaba mucho.
Un niño muy pequeño y pobre, que recién había perdido a ambos padres, pidió humildemente
que éste le tomara una foto, pero informó que no tenía con que pagar.
El hombre lo miró muy serio y le dijo:
- Todos mis clientes tienen que pagarme. Mira, porque no vienes a las 5 de la tarde, me
ayudas a desarmar mis cosas y ahí te tomo una foto?
El orfanato donde estaba el muchacho justamente cerraba a las 6, así que tenía tiempo. Llegó
antes de las 5, ayudó al fotógrafo y éste le tomó la foto. Pero no la mostró.
- Es una foto del futuro, así que hay que esperar el futuro para tomarla.
El muchacho estaba visiblemente desilusionado. El hombre entonces le pidió que le tomara una
foto de él, ya que nadie lo hacía - eligió el mejor sitio del pueblo y el muchachito le tomó la
foto. Salió tan buena que el fotógrafo le dio un poco de dinero.
- No quiero el dinero, quiero mi foto.
- Como te decía, es una foto de tu futuro y te la entregaré cuando sea el momento. Mientras
tanto, hagamos algo: tú tomas algunas fotos y yo, otras. Te voy pagando por las que vayas
tomando.
Y así pasó un año largo para el muchacho, quien estudiaba y trabajaba con el fotógrafo, y
además tenía que administrar su propia tristeza. Pronto descubrió que tenía un buen dinero, el
fotógrafo decidió quedarse en el pueblo, se casó y adoptó el muchachito.
Los años pasaron, el pobre muchacho se convirtió en adulto. Terminó sus estudios, entró en
una universidad donde aprendió más sobre fotografía y acabó siendo cineasta. Después de
recibir un importante premio, su familia adoptiva le armó una fiesta impresionante. Al final de
la fiesta, el ya jubilado y exitoso fotógrafo, llamó a su hijo a un lado y le entregó un paquete.
En él estaba enmarcada una foto de color sepia, anticuada, en un cuadro muy bonito.
- Me dijiste que me mostraba el futuro.
Sin hablar mucho, el ex fotógrafo le indicó los ojos del muchacho.
Por algo sería, a la hora de tomar la foto, el hombre no ajustó bien el escenario y ahí estaba
claramente en los ojos del niño una cámara fotográfica, revelando el brillante futuro que lo
esperaba. Inmediatamente, el hombre decidió ayudar a este muchacho y así logró ayudarlo a
construir su propio futuro.
Un magnate hotelero viajó a una ciudad hindú por segunda vez, después de un año. Al llegar
al mostrador de un hotel inferior en estrellas a los de su cadena (el mismo donde se había
hospedado anteriormente), el empleado le sonríe y lo saluda diciéndole:
- Bienvenido nuevamente señor, que bueno verlo de vuelta en nuestro hotel.
Sorprendido en gran manera ya que a pesar de ser una persona tan importante, le gusta el
anonimato y difícilmente el empleado tendría tan buena memoria para saber que estuvo allí un
año antes, quiso imponer el mismo sistema en su cadena de hoteles ya que ese simple gesto lo
hizo sentir muy bien. A su regreso inmediatamente puso a trabajar en este asunto a sus
empleados para encontrar una solución a su petición.
La solución fue buscar el mejor software con reconocimiento de rostros, base de datos,
cámaras especiales, tiempo de respuesta en micro segundos, capacitación a empleados, etc.
etc. Con un costo aproximado de 2.5 millones de dólares, el resultado fue casi nulo, pues
mientras verificaban todo, el huésped se molestaba con la demora excesiva. El saludo de
regreso a sus hoteles tenía incluso un efecto contrario.
Después de un año, el magnate prefirió viajar nuevamente y sobornar al empleado de aquel
hotel para que revelara la tecnología que aplican. El empleado no aceptó soborno alguno, sino
que humildemente comentó al magnate como lo hacían:
- Mire señor, tenemos un arreglo con los taxistas que lo trajeron hasta acá, ellos le preguntan
si ya se ha hospedado en el hotel al cual lo está trayendo, y si es afirmativo, entonces cuando
el deja su equipaje aquí en el mostrador, nos hace una señal, y así se gana un dólar.
Kafka cuenta la historia de un hombre que busca justicia y va caminando hasta el Palacio de la
Ley.
Delante de la puerta del palacio, un soldado cuida la entrada de todos. Como éste no le dirige
la palabra al hombre, entonces decide esperar. Un día pasa, pero el soldado continúa mudo.
"Si me quedo por aquí, percibirá que quiero entrar.", piensa el hombre. Así ahí permanece, y se
pasan los días, semanas y años. El hombre continúa delante de la puerta, igual que el soldado.
Cuando ya el hombre está viejo y no puede moverse, cuando por fin se da cuenta que la
muerte se le acerca, decide preguntar al soldado:
- Vine buscando justicia, ¿por qué no me dejaste entrar?
- ¿Yo no le dejé entrar? ¡Pero nunca me dijiste qué estaba haciendo ahí! La puerta estuvo
abierto todo el tiempo, era solo empujarla, no sé porque no entraste.
Uno de los más memorables casos de estudio de la gestión japonesa fue el caso de la caja de
jabón vacía, que ocurrió en una de las más grandes empresas de cosmética de Japón. La
compañía recibió la queja de un consumidor que compró una caja de jabón y estaba vacía.
Inmediatamente las autoridades aislaron el problema a la cadena de montaje, que transportaba
todas las cajas empaquetadas de jabón al departamento de reparto. Por alguna razón, una caja
de jabón pasó vacía por la cadena de montaje. Los altos cargos pidieron a sus ingenieros que
encontraran una buena y rápida solución del problema.
De inmediato, los ingenieros se lanzaron a su labor para idear una máquina de rayos X con
monitores de alta resolución manejados por dos personas y así vigilar todas las cajas de jabón
que pasaran por la línea para asegurarse de que no fueran vacías. Sin duda, trabajaron duro y
rápido.
Cuando a un empleado común en una empresa pequeña se le planteó el mismo problema, no
entró en complicaciones de rayos X, robots, equipos informáticos o complicados; en lugar de
eso planteó otra solución: compró un potente ventilador industrial y lo apuntó hacia la cadena
de montaje. Encendió el ventilador, y mientras cada caja pasaba por el ventilador, las que
estaban vacías simplemente salían volando de la línea de producción.
Un sabio llegó a la ciudad de Akbar, pero las personas no le dieron mucha importancia. Logró
reunir alrededor de sí solo algunos jóvenes, mientras los demás cuestionaban su trabajo. Un
día, paseaba por la calle principal con sus discípulos cuando un grupo de personas empezó a
insultarlos. En vez de fingir que los ignoraba, el sabio fue hasta ellos y les bendijo.
Cuando ya se habían ido de ahí, uno de los discípulos comentó:
- Ellos hablaron cosas horribles, y usted contestó con bellas palabras.
- Cada uno da al otro lo que tiene. - fue la respuesta del sabio
Dos niños volvían de su escuela juntos y llamaron la atención de un hombre que pasaba por su
estado: mientras uno estaba impecablemente limpio, el otro utilizaba ropas muy sucias.
También no era común ver que el que estaba limpio era un niño invidente, mientras el otro
miraba normalmente y ayudaba al invidente en su camino.
Después de dejar al amiguito en su casa, el muchacho todo sucio fue hacia la suya. El hombre,
que los conocía a ambos, decidió preguntar qué había pasado.
- Pues… - empezó el muchachito, mientras caminaba con el adulto - lo que pasa es que hubo
unos muchachos que se reían de Juanito (el invidente). Entonces, me enojé y les tiré la arcilla
que estaba en mis manos, solo que la arcilla, en vez de ir en ellos, acabó cayendo en mi ropa.
- Pero Juanito no estaba sucio… si lo molestaron a él, porque ¿no trató de hacer lo mismo?
- Le pregunté. Me dijo que si alguien molestaba a uno, eso solo funcionaba si uno aceptaba lo
que decían.
- ¡Muy sabio! Pero y lo sucio…
- Bueno, además dijo que si uno trataba de tomar revancha, el primer que sufría con eso era
uno mismo. Por eso estoy así de sucio…
Juan paseaba con su abuelo por una plaza de su ciudad. En cierto momento, vio a un zapatero
que tenía un cliente que lo insultaba mucho, pues su zapato tenía un defecto.
El zapatero escuchó calmamente el reclamo, se excusó y prometió corregir.
En otro sitio, se detuvieron a tomar café. En la mesa al lado el mesero pidió a un hombre que
moviera la silla un poco para abrir espacio, pero éste se enojó y no lo hizo.
- Jamás te olvides lo que viste. - le dijo el abuelo a Juan - El zapatero aceptó el reclamo,
mientras este hombre aquí no quiso moverse. Los hombres útiles, que hacen algo útil, no se
molestan en ser tratados como inútiles. Pero los inútiles siempre se juzgan importantes y
esconden toda su incompetencia detrás de la autoridad.
Fecha de Publicación 22/05/2010 Título EL CHICO QUE SOÑÓ CON UN MOLINO DE VIENTO
Había un joven en Malawi, África, quien sobrevivió a una sequía terrible y la hambruna que
vino, durante los primeros años de este nuevo milenio. Su nombre es William Kamkwamba. La
mayoría de las personas que viven en la Malawi rural son finqueros que plantan para su
subsistencia. Plantan su propia comida, asegurándose de ahorrar comida para los tiempos
cuando la cosecha no es buena. En Malawi, la mayor parte de los finqueros plantan tabaco
también y lo venden, como una forma de ganar algo de dinero y poder comprar otras cosas
que necesiten. Sus vidas están íntimamente relacionadas con las estaciones y los ciclos de
lluvia y sequía. Es por esa razón que cualquier falla en el sistema puede tener un efecto fatal y
devastador.
Cuando vino la sequía, la familia de William perdió no solamente su fuente de comida, también
su fuente de ingreso. Sus padres no fueron capaces de pagar sus estudios y a la edad de 14
años, abandonó la escuela. Había poco de trabajo por hacerse en los campos, así que con nada
por hacer y literalmente muerto de hambre, William decidió pasar su tiempo en la biblioteca de
su pueblo, algo más que una salita con muchas repisas con libros. Entre esos libros, William
encontró uno llamado "Utilizando Energía" y en sus páginas, vio una foto de un molino de
viento.
La foto capturó su imaginación y él aprendió que los molinos podían generar energía,
electricidad.
Así que construyó un molino, usando palo de eucaliptos, partes de bicicleta y material recogido
en un basurero.
Si hubiese fallado, no se tornaría historia. Produjo electricidad para hacer funcionar una luz que
colgaba del techo de su cuarto, y eso cambió su vida para siempre.
Porque él creyó en un sueño, y el sueño se hizo realidad.
Durante una visita a un Instituto Psiquiátrico, le pregunté al Director, qué criterio se usaba para
definir si un paciente debería o no ser Internado.
- Bueno, - dijo el Director, - hacemos la prueba siguiente: llenamos una bañera, luego al
paciente le ofrecemos una cucharita, una taza y un balde y le pedimos que vacíe la bañera. En
función de como vacíe la bañera, sabemos si hay que internarlo o no y con que tratamiento
empezar.
- Ah, entiendo - dije - Una persona normal usaría el balde porque es más grande que la
cucharita y la taza.
- No, - dijo el Director - una persona normal sacaría el tapón... Usted que prefiere: ¿una
habitación con o sin vista al jardín?
Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después de pasar a través de toda clase y
trazado de campiñas, al fin alcanzó las arenas del desierto. Del mismo modo que había
sorteado todos los otros obstáculos, el río trató de atravesar este último, pero se dio cuenta de
que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaba a éstas.
Estaba convencido, no obstante, de que su destino era cruzar este desierto y sin embargo, no
había manera. Entonces una recóndita voz, que venía desde el desierto mismo le susurró:
- El Viento cruza el desierto y así puede hacerlo el río.
El río objetó que se estaba estrellando contra las arenas y solamente conseguía ser absorbido,
que el viento podía volar y ésa era la razón por la cual podía cruzar el desierto.
- Arrojándote con violencia como lo vienes haciendo no lograrás cruzarlo. Desaparecerás o te
convertirás en un pantano. Debes permitir que el viento te lleve hacia tu destino.
- ¿Pero cómo esto podrá suceder?
- Consintiendo en ser absorbido por el viento.
Esta idea no era aceptable para el río. Después de todo él nunca había sido absorbido antes.
No quería perder su individualidad.
- ¿Y, una vez perdida ésta, cómo puede uno saber si podrá recuperarla alguna vez?
- El viento - dijeron las arenas - cumple esa función. Eleva el agua, la transporta sobre el
desierto y luego la deja caer. Cayendo como lluvia, el agua nuevamente se vuelve río.
- ¿Cómo puedo saber que esto es verdad?
- Así es, y si tú no lo crees, no te volverás más que un pantano y aún eso tomaría muchos,
pero muchos años; y un pantano, ciertamente no es la misma cosa que un río.
- ¿Pero no puedo seguir siendo el mismo río que ahora soy?
- Tú no puedes en ningún caso permanecer así. - continuó la voz - Tu parte esencial es
transportada y forma un río nuevamente. Eres llamado así, aún hoy, porque no sabes qué
parte tuya es la esencial.
Cuando oyó esto, ciertos ecos comenzaron a resonar en los pensamientos del río. Vagamente,
recordó un estado en el cual él, o una parte de él ¿cuál sería?, había sido transportado en los
brazos del viento. También recordó --¿o le pareció?-- que eso era lo que realmente debía
hacer, aún cuando no fuera lo más obvio. Y el río elevó sus vapores en los acogedores brazos
del viento, que gentil y fácilmente lo llevó hacia arriba y a lo lejos, dejándolo caer suavemente
tan pronto hubieron alcanzado la cima de una montaña, muchas pero muchas millas más lejos.
Y porque había tenido sus dudas, el río pudo recordar y registrar más firmemente en su mente,
los detalles de la experiencia. Reflexionó: "Sí, ahora conozco mi verdadera identidad". El río
estaba aprendiendo pero las arenas susurraron:
- Nosotras conocemos, porque vemos suceder esto día tras día, y porque nosotras las arenas,
nos extendemos por todo el camino que va desde las orillas del río hasta la montaña.
Y es por eso que se dice que el camino en el cual el Río de la Vida ha de continuar su travesía
está escrito en las Arenas.
Había una vez un cerrajero al que acusaron injustamente de unos delitos y lo condenaron a
vivir en una prisión oscura y profunda. Cuando llevaba allí algún tiempo, su mujer, que lo
quería muchísimo se presentó al rey y le suplicó que le permitiera por lo menos llevarle una
alfombra a su marido para que pudiera cumplir con sus postraciones cada día. El rey consideró
justa esa petición y dio permiso a la mujer para llevarle una alfombra para la oración.
El prisionero agradeció la alfombra a su mujer y cada día hacía fielmente sus postraciones
sobre ella. Pasado un tiempo el hombre escapó de la prisión y cuando le preguntaban cómo lo
había conseguido, él explicaba que después de años de hacer sus postraciones y de orar para
salir de la prisión, comenzó a ver lo que tenía justo bajo las narices. Un buen día vio que su
mujer había tejido en la alfombra el dibujo de la cerradura que lo mantenía prisionero. Cuando
se dio cuenta de esto y comprendió que ya tenía en su poder toda la información que
necesitaba para escapar, comenzó a hacerse amigo de sus guardias. Y los convenció de que
todos vivirían mucho mejor si lo ayudaban y escapaban juntos de la prisión. Ellos estuvieron de
acuerdo, puesto que aunque eran guardias comprendían que también estaban prisioneros.
También deseaban escapar pero no tenían los medios para hacerlo.
Así pues, el cerrajero y sus guardias decidieron el siguiente plan: ellos le llevarían piezas de
metal y él haría cosas útiles con ellas para venderlas en el mercado. Juntos amasarían recursos
para la huída y del trozo de metal más fuerte que pudieran adquirir el cerrajero haría una llave.
Una noche, cuando ya estaba todo preparado, el cerrajero y sus guardias abrieron la cerradura
de la puerta de la prisión y salieron al frescor de la noche, donde estaba su amada esposa
esperándolo. Dejó en la prisión la alfombra para orar, para que cualquier otro prisionero que
fuera lo suficientemente listo para interpretar el dibujo de la alfombra también pudiera escapar.
Así se reunió con su mujer, sus ex-guardias se hicieron sus amigos y todos vivieron en
armonía. El amor y la pericia prevalecieron.
Ella recordó su pasado con mucha intensidad. Parecía que lo revivía, aún en los mínimos
detalles.
Recordó los días de su infancia, la rápida y fugaz juventud y la larga edad adulta. Recordó sus
fracasos - ¡parecen tantos! - y éxitos - ¡no suficientes!
Recordó la luz y la oscuridad, el amor y el odio, todo como si fuera una breve película que, por
su profundidad, parecía tan larga.
Entonces, empezó a irse.
No era un túnel de luz como muchos decían. ¡Era pura luz! Solo había luz a toda vuelta.
Aunque veía su cuerpo, éste también era de luz.
Pero entonces, algo pasó. Sintió que su cuerpo pesaba mucho y que dejaba de ser luz.
Lentamente, se sintió regresando… Pero antes de concluir el regreso, pensó firmemente que de
este momento en adelante, su vida solo serían éxitos.
Los años pasaron y nuevamente ella se vio en medio de la misma luz. Ahora sabía que ya no
iba a volver más, pero tenía la satisfacción plena de haber obtenido todo el éxito posible en su
vida.
En la muerte, ella bailó alegremente, sin miedo y llena de amor.
Erase una vez un rey que estaba en busca de la felicidad ya que aun cuando tenía todos los
placeres a su alcance debido a su inmensa riqueza, siempre se sentía vacio y nunca estaba
satisfecho con lo que poseía.
Tal era su infelicidad que admiraba a uno de sus sirvientes más pobres, que sin importar su
condición económica, irradiaba dicha y gozo sincero por la vida.
Motivado por lo anterior, fue con el sabio del reino a solicitar su consejo y le preguntó:
- ¿Cómo es posible que uno de mis sirvientes, aún siendo pobre, sea más feliz que yo, el gran
rey?
El sabio hizo una pausa y le contestó:
- Para poder explicarte la razón de tu infelicidad y de casi todos los hombres, necesito que
comprendas EL EFECTO 99.
- ¿Y qué significa eso?
- Para que lo puedas comprender, necesito que consigas un costal con 99 monedas de oro.
Cuando lo hayas conseguido, ven y podré explicarte.
El Rey, ni tardo ni perezoso, fue de inmediato a conseguir lo que el sabio le había pedido y
regresó con el. El sabio le dijo que para poder comprender EL EFECTO 99 tenían que seguir a
escondidas al sirviente hasta su casa, cosa que hicieron esa misma noche.
Cuando el sirviente entró a su casa, el sabio puso el costal con las 99 monedas en el piso de la
entrada de su casa, tocó a la puerta y corrió a ocultarse junto con el rey.
Cuando el sirviente salió, no vio nadie, pero se dio cuenta del costal, lo recogió y se metió de
nuevo a su hogar.
El sabio y el rey prosiguieron a espiarlo desde la ventana.
Cuando abrió el costal, el sirviente quedó asombrado con su contenido. Sin perder tiempo
comenzó a contar todas las monedas. Cuando terminó el conteo, se rascó intrigado la cabeza y
comenzó de nuevo el conteo ya que suponía que le hacía falta una moneda para completar las
100. Al terminar el segundo recuento, el sirviente se desesperó y comenzó a buscar debajo de
la mesa sin rastro alguno de esa moneda ―perdida‖ por lo que comenzó a angustiarse, en vez
de sentir felicidad por las 99 monedas presentes.
Entonces, el sabio le dijo al Rey:
- ¿Te das cuenta? Eso es justamente a lo que me refería con el efecto 99: el sirviente, al igual
que tú, ha dejado de valorar la mayoría de sus bendiciones para enfocarse en los pequeños
detalles que ―cree‖ le hace falta. En ello radica la infelicidad del ser humano.
Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor. Te regañé
porque te estabas tardando demasiado en desayunar; te grité porque no parabas de jugar con
los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta. Comenzaste a refunfuñar y
entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso, te levante de los cabellos y te empujé
violentamente para que fueses a cambiarte de inmediato.
Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del coche llevabas la mirada perdida. Te
despediste de mí tímidamente y yo sólo te advertí que no hicieras travesuras.
Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando
en el jardín. Llevabas puesto unos pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus
amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos, que parecía no interesarte mucho el
sacrificio de tus padres para vestirte, te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y
mientras marchabas delante de mí te indiqué que caminaras erguido. Mas tarde continuaste
haciendo ruido y corriendo por toda la casa. A la hora de cenar, arrojé la servilleta sobre la
mesa y me puse de pie furioso porque tú no parabas de jugar. Dije que no soportaba más ese
escándalo y subí a mi estudio.
Al poco rato mi ira comenzó a apagarse. Me di cuenta de que había exagerado mi postura y
tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude. ¿Cómo podía un padre, después
de hacer su teatro de indignación, mostrarse tan sumiso y arrepentido?
Luego escuché unos golpecitos en la puerta.
- Adelante. - dije, adivinando que eras tú
Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación. Me volví con
seriedad hacia ti.
- ¿Ya te vas a dormir? ¿Vienes a despedirte?
No contestaste. Caminaste lentamente, con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara,
aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente. Te abracé y con un nudo en la
garganta percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito. Tus manitas rodearon fuertemente mi
cuello y me diste un beso suave en la mejilla. Sentí que mi alma se quebrantaba.
- Hasta mañana, papito. - me dijiste
Me quedé helado en mi silla. ¿Qué es lo que estaba haciendo? ¿Por qué me desesperaba tan
fácilmente? Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si
fueses igual a mí y ciertamente no eras igual. Tú tenías una calidad humana de la que yo
carecía; eras legítimo, puro, bueno y sobre todo, sabías demostrar amor...¿Porqué me costaba
a mí tanto trabajo? ¿Por qué tenía el hábito de estar siempre enojado? ¿Qué es lo que me
estaba ocurriendo? Yo también fui niño. ¿Cuándo fue que comencé a contaminarme?
Después de un rato entré a tu habitación y encendí la luz con sigilo. Dormías profundamente.
Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto
indefenso como el de un bebé...
Me incliné para rozar con mis labios tus mejillas, respiré tu aroma limpio y dulce. No pude
contener la congoja y cerré los ojos. Una de mis lágrimas cayó en tu piel. No te inmutaste. Me
puse de rodillas y te pedí perdón en silencio. Es tan difícil aprender a dominarse, a comprender
Ricardo se graduó hace un par de años y vive en Estados Unidos. Tiene un trabajo en el área
de computación en una compañía internacional que lo lleva a viajar con frecuencia por diversos
países. Cuando le pregunté por su trabajo, me respondió:
- Tranquilo, pero muy bien.
- ¿Por qué tranquilo? - le pregunté
Me dio una respuesta muy interesante:
- Porque allá se entra puntualmente, pero se debe salir también a la hora precisa. Si te quedas
a trabajar más tiempo, tu jefe empieza a dudar de tu capacidad y ofrece quitarte el trabajo. El
trabajo que se asigna es para realizarse dentro de las horas que debes permanecer en la oficina
y a la empresa le interesa que quienes trabajan ahí tengan una vida personal. Esa vida personal
empieza a las 6:00 de la tarde. Esto coincide con un programa de televisión que me tocó ver
por cable en días pasados. Era una reunión de expertos en relaciones laborales y la gran
discusión eran los horarios de trabajo que se han alterado en muchos países. Uno de los
expertos en relaciones humanas dijo que el trabajo NO debería sustituir jamás a la vida
personal del trabajador. Y explicó porqué: "La única posibilidad de encontrar el equilibrio
necesario para que una persona sea sana en lo psicológico, emocional e intelectual es que le
dedique tanto tiempo a sus relaciones personales como a sus relaciones laborales. Las
exigencias laborales" - explicó - "se han vuelto muy demandantes. Algunas empresas han
obligado a sus empleados a posponer su vida personal. Para un futuro que nunca llega y lo
que es peor, a renunciar a ella para sustituirla con la vida laboral, lo cual es absurdo".
Conocí a Raúl en un seminario, tres años después de haber sido liberado de un secuestro.
Sus captores lo habían encerrado en un armario durante seis meses amarrado con cadenas.
Me hablaba con un entusiasmo pleno de ilusiones y de afecto, parecía feliz a pesar de haber
soportado una experiencia tan dolorosa y destructiva.
- ¿No sientes rabia o rencor contra tus captores? - le pregunté abiertamente
Me miró, se frotó la cara con las manos y su rostro se ensombreció por un instante.
- Recién salí, - respondió con firmeza - no fue fácil. Mi desesperación y mis rencores eran mi
peor tortura, pero un día decidí que ya no quería cargar más las cadenas.
- ¿A qué te refieres? - dije intrigado
- Yo estuve secuestrado con otra persona, - replicó - nos liberaron al mismo tiempo. Después
me la encontré, rabiosa y amargada, sólo hablaba de su pasado, del daño irreversible que le
habían causado, de lo crueles que habían sido, de lo feliz que se sentiría el día en el que se
hiciera justicia.
Guardó silencio por un instante, como si revisara sus propias reflexiones.
- ¿Sabes? - prosiguió después de una pausa- Al ver a esta persona me di cuenta que daba lo
mismo que lo hubieran liberado, que su cuerpo estuviera libre, porque él había decidido
continuar secuestrado en su mente, en su dolor, en su pasado. Prefería pensar en sus captores,
no disfrutaba a su familia, ni de la posibilidad de construir el presente ni el futuro que le dio la
vida.
- Pero, ¿cómo se puede olvidar algo tan duro? - seguí interrogando
- Mis captores me quitaron la libertad, pero no voy a permitir que me quiten mi tranquilidad. Si
yo continúo alimentando este rencor, les estaré dando mi vida, es cómo si eligiera llevarlos
conmigo en cada momento, por el resto de mis días. Ni mis seres queridos ni yo nos
merecemos eso, la verdadera venganza será mi felicidad, dejarlos atrás y disfrutar de cada
instante de mi vida.
Hizo una pausa y miró hacia adelante con una expresión alegre.
- Las verdaderas cadenas - concluyó - las tenemos en nuestra mente cuando decidimos
continuar apegados al dolor, al resentimiento o al pasado. Eso es peor que un armario
oscuro. - dijo con énfasis y prosiguió - Prefiero que los míos me recuerden como alguien que
supo volver a la alegría de la vida y no como alguien que se quedó alimentando la rabia y la
autocompasión.
El 28 de mayo de 1810, Elizabeth Brentano, joven descrita como bella, muy culta y
encantadora, escribió una carta a Goethe relatando su entrevista con Beethoven. En esta carta,
da cuenta de una conversación con Beethoven y atribuye a éste las siguientes observaciones:
"Cuando abro mis ojos, tengo que suspirar, porque lo que veo es contrario a mi religión, y
tengo que despreciar a un mundo que no sabe que la música es una revelación superior a toda
ciencia y filosofía, el vino que inspira para nuevos procesos creadores. Y yo soy el Baco que
extrae este vino glorioso para la humanidad y la emborracha espiritualmente. Cuando los
hombres se encuentran de nuevo serenos, han sacado del mar todo lo que podían llevar con
ellos, todo lo que son capaces de llevar a tierra firme. No tengo un solo amigo y debo vivir en
la soledad. Pero sé bien que Dios está más cerca de mí que de otros artistas; me asocio con Él
sin miedo; siempre Le he reconocido y comprendido y mi música no me inspira temores. No
puede tener un triste destino. Quienes la comprendan deben verse libres por ella de todas las
miserias que los otros arrastran consigo.
La música es, en verdad, la mediadora entre la vida intelectual y la vida de los sentidos.
Háblele a Goethe de mí. Dígale que escuche mis sinfonías y admitirá que tengo razón al afirmar
que la música es la entrada incorpórea al mundo superior del conocimiento, el cual comprende
a la humanidad, pero no puede ser comprendido por ella."
Tengo un amigo, Carlos. Él tiene algo chistoso: siempre camina con los cordones del zapato
sueltos. Siempre creí que se olvidaba de atarlos.
En realidad, lo conocí debido a esto. Lo vi caminando con los cordones sueltos, me acerqué y
le advertí. La forma como me agradeció pareció tan sincera que esperé que concluyeras la tarea
de atarse los zapatos y lo acompañé adonde iba. De ahí en adelante, nos volvimos grandes
amigos.
Pero noté, en diversas ocasiones que lo vi pasar por la calle, que continuaba a andar con los
cordones sueltos, pero nunca conmigo. Así que un día le pregunté que pasaba, por qué es que
conmigo sus cordones siempre estaban atados, mientras que cuando caminaba solo iban
sueltos.
Con toda tranquilidad - su características principal - Carlos terminó de comer lo que tenía en la
boca, me sonrió y dijo:
- Hace muchos años, mi abuela me enseñó que uno puede descubrir si alguien es gentil
cuando te advierte de los cordones sueltos del zapato. Sabe, la mayoría de personas ven el
cordón suelto, pero no hablan nada. Se quedan calladas. Así que cuando estoy solo, sin ti,
salgo a la calle a "encontrar nuevos amigos", dándoles la oportunidad a que me adviertan que
los cordones de mi zapato están sueltos.
Hace muchos años, había un hombre que era capaz de amar y perdonar a todos quienes
encontraba en su camino. Debido a eso, Dios mandó un ángel para conversar con él.
- Dios me pidió que viniera aquí a visitarte y decirte que Él quiere recompensarte por tu
bondad. Cualquier gracia que desees te será concedida. ¿Te gustaría el don de curar?
- De ninguna manera. Prefiero que Dios seleccione los que deben ser curados.
- ¿Y hacer que los pecadores vuelvan al camino de la Verdad?
- Esa es una tarea de ángeles como tú. No quiero ser venerado por nadie y ser ejemplo todo el
tiempo.
Tras muchas ofertas, el ángel empezó a perder la paciencia con el hombre y le dijo:
- No puedo regresar al cielo sin haberte dado un milagro. Si no eliges nada, serás obligado a
aceptar uno.
El hombre reflexionó un poco y acabó contestando:
- Entonces, deseo que el Bien se haga por mi intermedio, pero sin que nadie lo perciba, ni
siquiera yo, pues de lo contrario puede que me torne vanidoso.
Y el ángel hizo que a través de su sombra, el hombre tuviese el poder de la sanación, pero
obviamente el sol tenía que estar dándole directamente a la cara. De esta forma, por donde
pasara, los enfermos eran curados, la tierra se hacía fértil y las personas tristes recobraban su
alegría.
El hombre caminó muchos años por la tierra, sin que nunca se diera cuenta de los milagros
que, a sus espaldas, realizaba.
Jorge era una persona que raras veces se angustia, pero, ¡por Dios!, la vida lo castigaba mucho
realmente. Principalmente en términos de trabajo, nunca lograba nada que sobreviviera por un
buen tiempo.
Dejé de verlo un día, cosas de la vida. Nos hablamos un rato, pero poco a poco paramos de
conversar. Me gustaba charlar con él - siempre estaba positivo. Yo sabía (o intuía) que de
nuevo había perdido un trabajo, pero seguía feliz y contento.
Los años pasaron y un día, lo vi en plena calle. Manejaba un carro muy moderno y tenía la
misma cara de felicidad que siempre. Era una camioneta y atrás se veían tomates. Supuse que
era su nuevo trabajo, el de transportador de alimentos.
No sé, por alguna razón me dio pena ir y charlar con él. Después de todo, siempre fui exitoso,
pero nunca le ayudé mucho a Jorge. Pero, era demasiado tarde - antes que pudiera salir
corriendo, ahí estaba Jorge con una sonrisa del tamaño de su auto saludándome.
Salió rápidamente del carro y me dio la mano, y fue entonces que algo cambió en mi
percepción: su ropa era nueva, buena y de calidad. Algo de campo, rústico, pero de una marca
famosa, yo mismo tenía ropas así.
- Amigo, ¿cómo andas tú?
Nos abrazamos y nos fuimos a tomar algo en una tienda, donde actualizamos nuestras vidas
(Jorge ahora tenía nueva esposa, dos hijos más, etc.). Para mi sorpresa, Jorge lo pagó todo. Al
salir de la tienda, lo detuve un momento y le pregunté qué pasaba. ¿Cómo estaba su situación
financiera?
Jorge se limitó a reírse y me invitó a caminar a su camioneta. Sin aceptar mis excusas, me dio
una caja de tomates (orgánicos, ¡muy buena calidad!). La abrió y sacó un tomate. Me miró y
dijo:
- Cuando me conociste y todos aquellos años, yo siempre estuve con problemas financieros, tú
bien lo sabes. Sin embargo, un día fue a la casa de una amiga mía quien me dijo que yo era
peor que un tomate. Le pregunté porqué. Ella me dijo: 'Los tomates no se quejan que no
pueden hacer algo… en cada tomate, hay innumerables semillas que generan muchos otros
tomates. Jorge, tú eres un hombre-tomate, tú has creado tantas semillas en tu vida, conoces a
tanta gente, ¿cómo no puedes ser exitoso y próspero?' Bueno, empecé a charlar con la gente
que conocía - durante una semana, hombre, no hice nada, solo llamé por teléfono, visité gente,
conversé y conversé. Por fin, descubrí un señor que conocía el amigo de un primo mío. Tenía
un dinero y quería invertir en algo diferente. Fui allá, conversamos, sintonizamos de primeras y
lo convencí a aceptarme como gerente de un proyecto de inversión.
Jorge detuvo su narración y esperó la obvia pregunta mía:
- ¿Inversión de qué?
- ¡TOMATES! Le sugerí que tuviéramos una plantación de tomates orgánicos. Llevo algunos
años en esto, la inversión ya se recuperó y estamos expandiendo la actuación en todos los
sentidos. Gracias a los tomates, soy una persona próspera.
Sonreí para mí mismo y tuve que admitirlo que la amiga de Jorge tenía toda la razón. Creo que
también yo soy un hombre-tomate. ¿Y tú?
Cuatro amigos caminaban tranquilamente. Sus vidas iban de mal a peor, todos estaban muy
infelices e insatisfechos.
- Me gustaría ir al paraíso. - dijo uno
- Yo también. - dijeron los tres
En esto, cuatro portales aparecieron de la nada. En los cuatro había la palabra "Paraíso", pero
de formas distintas.
Uno de ellos avanzó y cruzó el primer portal. La pancarta decía "Paraíso sin complicaciones -
cómo llegar al paraíso en unas pocas horas". Justamente esta persona estaba angustiada
porque su vida era muy complicada con trabajo, estudio y familia. Apenas cruzó el portal se
encontró con muchas personas como él. Los cursos fueron interesantes y al cabo de un mes,
volvió a su vida rutinaria donde trató de aplicar lo que ahí aprendió. Pero, de nada funcionó;
después de tres meses, el hombre se suicidó, pues su vida había incluso empeorado con el
hecho de tantos meses desaparecido.
El segundo cruzó por el portal que decía "Paraíso moderno - la tecnología es la clave para su
felicidad". Y se sintió enormemente feliz. Le dieron diversos aparatos para poder convertir una
vida normal en algo extraordinario: lo último en computadores, celulares, "home theater" con
televisiones impresionantes, una casa inteligente, etc. Cuando recibió todo y aprendió a
utilizarlo, regresó a buscar su familia. Ellos también estaban molestos con él y la esposa ya
había pedido divorcio. Pero el hombre no se angustió, simplemente entró en su nueva casa
computarizada y vivió feliz por varios años en medio de una tecnología de punta.
El tercer portal a ser cruzado indicaba que "Paraíso - el razonamiento de la existencia de la
perfección". Era un curso universitario avanzadísimo, dictado por la gente más inteligente y
reconocida del mundo entero. Al cabo del curso de diez años, el hombre ni siquiera pensó en
regresar a su vida normal. Simplemente se instaló a vivir en alguna isla perdida en el
Mediterráneo y pasó a dictar cursos sobre una vida perfecta. No importa que su vida fue la más
imperfecta - además de la separación total con su familia, su salud se degeneró rápidamente
por el hábito de fumar y beber alcohol, y por un estilo de vida nocturno. Pero, vivió feliz dentro
de su cabeza hasta el final de su vida.
El cuarto hombre miró el último portal, el único que no tenía complemento. Sí, decía
simplemente "PARAÍSO", en mayúsculas, con letras muy sencillas. Vacilando un poco, se acercó
al portal, miró hacia dentro y vio una naturaleza espléndida. Pensó entonces en su familia y
decidió llamarlos. Fue una conversación larga con su esposa. Larga y dura, pero supremamente
necesaria. Reconocieron las cualidades de ambos, pero que algo había terminado en el hogar.
Decidió ir a su casa y arreglar las cosas, dejando todo bien para su (ahora) anterior esposa e
hijos. Entregó el negocio a su hermano, con la garantía de que su familia sería cuidada hasta
que volviese de un viaje a un sitio indeterminado. Todos encontraron extraña su
comportamiento, pero respetaron pues había algo de determinación en la forma que hablaba.
Cuando por fin concluyó todo el proceso, regresó al sitio. Los tres otros portales ya habían
desaparecido (sus amigos ya habían regresado y él había recibido noticia de los resultados).
Decidió mirar nuevamente por el portal y vio de nuevo la misma escena. Sin pensar más, cruzó
el portal. Así como los demás, era lo que decía: el paraíso. Relaciones, naturaleza, alimentación,
vivienda, todo era lo más perfecto posible. Vivió muchos y muchos años, feliz interna y
externamente.
¿Cuál portal elegirías?
Había un hombre que se irritaba con cualquier cosa. Una vez, conoció a una señora que lo irritó
aún más cuando dijo: "¡Una perla!".
- ¿De qué habla usted, señora?
- Dije que veo una perla.
El hombre iba a hablarle de forma grosera, cuando ella levantó la mano en señal de paz y
comentó:
- Es que veo que usted se irrita con frecuencia. Bueno, en la naturaleza, es de la irritación que
sufre una ostra que nacen las perlas. Por eso dije que veía una perla.
El hombre la miraba sin entender nada.
- Lo que pasa es que tienes dos posibilidades: o te enojas y enojas, hasta que tu salud se
deteriore y la "perla" sea una úlcera, o bien reaccionas y aprendes de lo que está sucediendo.
La perla en tal caso es la riqueza de virtudes que surge de tal situación.
El hombre estaba atónito. Pero tras unos momentos de choque empezó a reírse, acompañado
de la anciana señora, al parecer por sus perlas de virtudes.
Una señora rusa, después de una charla en Manhattan, me compartió la siguiente historia que
vivió:
"Después del 11 de septiembre, hubo mucho miedo y tensión. En algún momento, el gobierno
aconsejó a todos a llevar mascarillas contra gas todo el tiempo. En algún momento, ella viajaba
en el metro, cuando el tren se detuvo y el conductor les dijo a todos que se tiraran al piso.
Inmediatamente todos lo hicieron, además sacaron sus mascarillas y se la pusieron. Ella dijo
que había mucha tensión en el aire, era un ambiente muy negativo y de mucha tensión, con
todos los pasajeros en el suelo, con sus mascarillas.
En esto, un hombre joven se paró y empezó a cantar. Ella no recuerda que decía exactamente
la canción, pero era muy divertida. Poco a poco, el ambiente se fue distensionando hasta que,
a pesar de aún estar en el suelo y con la mascarilla, todos se sentían relajados."
En alguna época, una adolescente era muy pobre y se acercaba la fecha del cumpleaños de su
mamá. Quería darle algo, pero no tenía dinero. Entonces, mientras pasaba por una tienda de
muebles vio la pieza perfecta que su mamá quería. Costaba US$ 75 sin pulir, y US$ 150
completamente terminada.
Decidida, ella aceptó cuidar de niños a US$ 1 la hora, juntando los US$ 75 necesarios. Pero al
llegar a la tienda, ella le dijo al dueño que quería el mueble terminado y pulido, algo que él dijo
que no era posible.
Pero su amor por su mamá era tan grande, que no solo logro que el dueño de la tienda bajara
el precio a la mitad, sino que él lo entregara gratuitamente y además, ¡le cantara "cumpleaños
feliz" a la mamá!
Cuenta una antigua historia que una vez, la felicidad se perdió y nadie podía encontrarla.
Buscaron por todos lados y en todos los rincones. Los banqueros y bancarios, dueños de casa
e inquilinos, agricultores y campesinos, políticos y el pueblo común – todos detuvieron su
labor, por causa de la ausencia de la felicidad.
Los científicos inventaron mejores aviones para que todos pudieron volar más cómodamente y
rápidamente. Los tecnólogos desarrollaron equipos más sofisticados de computación y
celulares. Los chefs mejoraron su cocina y los productores de televisión recrearon sus
programas haciéndolos más interesantes y fascinantes.
Pero nada de eso parecía traer la felicidad. Hasta que un día, un niño – y, claro, tenía que ser
un niño – se sentó en alguna parte a pensar, pues sin felicidad los niños ya no jugaban más y
sin juegos, las escuelas dejaron de ser interesantes. Este niño específicamente se sentó y
pensó, pensó y pensó. ¿Cómo son los pensamientos de los niños? Dicen que son de color azul
claro y amarillo, sin complicaciones y llenos de cosas alegres. Y ¡voilà! Así fueron sus
pensamientos. Él recordó cuando jugaba feliz con sus amiguitos y cuando disfrutaba de la
compañía de sus padres.
Y sonrió. La felicidad parecía haber sido encontrada de nuevo… Aunque no era una risa, pero
una sonrisa ayudó mucho.
Y todos los niños del mundo hicieron lo mismo, volviendo a sonreír y a jugar y a disfrutar la
vida. Pero aún no lograban sus padres, así que ellos hicieron que sus padres se sentaran y les
contaron qué debían pensar. Demoró mucho pues no paraban de pensar en sus
preocupaciones y problemas y trabajos y celulares y computadores y todo lo bueno que tenían
y no podían disfrutarlo.
Fue un señor quien logró por fin pensar algo bonito – él visualizó a su hijo feliz y contento,
después a su esposa y por fin a sí mismo. Y sonrió.
Viajó y enseñó a todos los padres a volver a pensar algo positivo. En poco tiempo, la felicidad
había sido recuperada. En realidad, nunca se había ido, sino que estaba oculta dentro de cada
uno.
Marcelo, marido de una productora de televisión llamada Miriam Leme, estuvo perdido en Los
Ángeles, California. Durante horas divagó sin rumbo y - tarde en la noche - acabó entrando en
un área peligrosa.
Percibiendo el ambiente alrededor, se quedó nervioso y decidió timbrar en una casa con la luz
encendida.
Un hombre en piyamas abrió la puerta. Marcelo le explicó la situación y le pidió que llamara un
taxi. En vez de hacer esto, el hombre se cambió, sacó el carro del garaje y lo llevó al hotel.
En el camino explicó:
- Hace cinco años estuve en Brasil. Una noche, me perdí en Sao Paulo. No hablaba una palabra
de portugués, pero un muchacho brasileño pudo comprender lo que quería yo y me llevó al
hotel. Hoy, Dios me permitió saldar esta deuda.
Había una vez un hombre sabio, gran matemático, al que en cierta ocasión un hombre muy
rico y muy avaro le pagó un gran tesoro por encontrar la forma de obtener el máximo beneficio
en todo lo que hiciera, pues su gran sueño era llenar de oro y joyas una inmensa caja fuerte
que había fabricando él mismo.
El matemático estuvo encerrado durante meses en su laboratorio; cuando pensaba que había
encontrado la solución, descubría errores en sus cálculos... y vuelta a empezar. Una noche
apareció en casa del hombre rico con una gran sonrisa en la cara:
- ¡Lo encontré!", mis cálculos son perfectos.
El avaro, que al día siguiente partía para un largo viaje y no tenía tiempo de escucharle, le
prometió el doble del oro si se quedaba a cargo de sus bienes poniendo en práctica sus
fórmulas. El matemático, entusiasmado por su descubrimiento, aceptó encantado.
Cuando algunos meses después el avaro regresó, encontró que no quedaba nada de sus
antiguas posesiones. Furioso, fue a pedir explicaciones al matemático, quien tranquilamente le
contó sus planes: había regalado todo a todo el mundo. El hombre rico no podía creerlo, pero
entonces el matemático le explicó:
- Durante meses estuve analizando cómo puede un hombre conseguir el máximo beneficio,
pero siempre estaba limitado, porque un hombre sólo no puede hacer mucho. Entonces
comprendí que la clave era que fueran muchos los que ayudaran a conseguirlo, y así fue como
resultó que ayudar a todos era la mejor forma de que cada vez más gente contribuyera a
conseguir nuestro propio beneficio.
Desengañado y furioso, el avaro se marchó desesperado tras haber perdido todo por culpa de
un loco. Pero mientras caminaba cabizbajo y pensativo, varios vecinos corrieron a preocuparse
por él. Todos habían sido beneficiados cuando el matemático repartió sus bienes, y se sentían
tan honrados de poder ofrecer su casa y todo lo suyo a alguien tan especial, que hasta
discutían por poder ayudarle. Durante los días siguientes, el avaro estuvo comprobando los
efectos de lo que había planeado el matemático: allá donde iba era recibido con grandes
honores, y todos se mostraban dispuestos a ayudarle en cuanto estuviera en su mano. Y
comprendió que su no tener nada le había dado mucho más.
De esta forma, rápidamente pudo volver a crear florecientes negocios, pero desde entonces,
siguiendo el consejo de su brillante matemático, ya no volvió a acumular sus riquezas en una
caja fuerte ni nada parecido. En su lugar, las repartía entre cientos de amigos, cuyos corazones
se convertían en la más segura, agradecida y rebosante de las cajas fuertes.
Una noche, llegaron cansados esposo y esposa. Ambos venían de trabajos diferentes, pero
coincidieron en llegar al ascensor. Estaban en el quinto piso cuando el ascensor presentó
problemas. Las luces se fueron y se vieron ahí, estancados y solos.
En el comienzo, sintieron pánico, empezaron a gritar desesperados y a pulsar botones.
Entonces, fue la vez de usar los celulares - pero el de la esposa no tenía señal y el del marido
estaba descargado.
Empezaron entonces a culparse mutuamente por la situación. Por el celular descargado, por la
compañía de celular que no sirve y el marido le dijo a la esposa al menos mil veces que ella
debía cambiar, por la leche que él no trabajo el día anterior, por el perro que ella lo mató
(acusación recibida con sarcástica risa), etc.
En algún momento, entraron en un tenso silencio. Se oían las lágrimas de la mujer, se
imaginaban las lágrimas del hombre. Nadie hablaba con nadie hasta que uno de los dos dijo
una palabra mágica: "Carlos". El hijo.
De repente, todo cambió entre ellos. Pararon de acusarse. El marido tomó el celular de la
esposa y comenzó a ver si conseguía señal en algún punto; cuando no funcionó, cambió las
baterías y ahí logró señal en su propio celular.
La esposa logró encontrar el número del vecino. Carlos era un muchacho de menos de 10
años, pero la niñera ya debía haberse ido - era la costumbre, ya que papá o mamá llegaban
como 10 o 15 minutos después. Aún solo con la luz del celular, la esposa logró encontrar el
número del teléfono del vecino y el papá lo llamó.
Ya arreglada esta situación, se pusieron a esperar. Simplemente se abrazaron y a voces bajas,
se pidieron perdón mutuamente. Entonces, las luces volvieron y el ascensor lentamente volvió
a moverse.
Aquella noche, Carlos iría encontrarse con nuevos padres, mucho más amorosos y
comprensivos que nunca.
En muchos países han tratado de abolir la religión, solo para, décadas después, verla resurgir
con mucha fuerza. En un país específico, hubo un desencuentro generacional con los nietos
creyendo firmemente en Dios, los padres neutrales y los abuelos completamente en contra.
Algunos meses después de la muerte de la abuela, el abuelo, un hombre muy activo de más de
70 años, tuvo un paro cardíaco. Por cosas del destino, no tenía documentos ni nada, parece
que se había olvidado la billetera, y aunque era una persona muy rica tuvo que irse a un
hospital público, donde recibió el mismo tratamiento médico que uno de sus criados recibiría.
Cuando por fin recobró el sentido, la primera imagen que vio fue el de un ángel en la pared -
era un hermoso cuadro que contrastaba mucho con la pobreza del lugar. Pero no podía hablar
nada aún, ni mover manos lo que le impedía decir a los médicos quien era.
Recibió un buen tratamiento y a pesar de la sencillez del hospital, nunca le faltó nada. La
limpieza era total y completa, y los médicos, enfermeras y el personal en general eran muy
sonrientes y jóvenes. Durante varios días observó lo que pasaba alrededor; vio muchas veces
señales de preocupación en la gente que lo cuidaba, pero apenas se acercaban a él, portaban
solo sonrisas.
Por fin, debido al buen estado de su cuerpo en general, pudo hablar y comunicarse. Indicó el
nombre de su hijo y su teléfono. Cuando su hijo y nuera llegaron y vieron la situación que
estaba, iban a removerlo, pero él los llamó a un lado. Le apuntó el ángel en la pared y le dijo al
hijo:
- Quiero quedarme aquí mismo. No me vayan a llevar lejos de este ángel.
Sorprendidos con la afirmación del hombre, pensaron inicialmente que algo iba mal con su
cabeza, pero sí, había algo en el sitio que era bueno. Pronto, el viejo hombre se recuperó y
ordenó la creación de una fundación que cuidaría del hospital en todos los sentidos financieros.
Un mes después, recibió un extraño paquete: lo abrió y era el mismo ángel que había visto en
el hospital, junto con una pequeña nota, firmada: "Mi caro señor, soy el director del hospital
del cual usted salió recientemente. No pude escribir antes, porque aún no lo puedo creer. Es
que no creo en Dios, señor. Sin embargo, ese día que usted entró, uno de mis nietos me había
dicho que Dios sí existía. El hospital estaba en quiebra, no teníamos con qué pagar el personal
o los servicios. El muchacho de solo 8 años me dijo que hoy mismo Dios iba a mandar un
ángel a mi hospital. No sé que pasó, pero ese día nos llegó la aprobación de un fondo
gubernamental del cual ya nos habíamos olvidado por lo imposible que era lograrlo. Y apenas
usted se fue, me llegó la noticia de la fundación que usted muy generosamente creó. Sabe, en
el momento, no tengo con qué comprarle un regalo, pues siento que es eso que debería hacer.
Pero al menos, quiero darle este ángel de regalo."
El hombre se sentó emocionado, miró al cielo y entendió que en realidad, él había servido de
ángel de un ser que ni siquiera creía.
Benjamin Zander, un famoso director de orquesta, cuenta la historia de una señora judía,
sobreviviente de Auschwitz.
Ella y su hermano fueron llevados al campo juntos, pero ella se dio cuenta que a su hermano
se le había olvidado el zapato. Ella lo reprendió fuertemente por el hecho - y fue lo último que
ella le habló.
Al llegar al campo fueron separados y nunca más ella lo vio. Su hermano murió en el campo de
concentración.
Después de salir de esa pesadilla, la señora compartió con Zander que siempre que habla con
alguien, toma cuidado de que tal vez esto será lo último que le hablará, así que debe ser algo
siempre positivo.
Había un niño que todo tenía. Así que no necesitaba nada de nadie. Cada vez que alguien
venía a ofrecerle algo, lo rehusaba.
- Gracias, no necesito nada…
Entonces, indicaba a alguien más que sí necesitaba lo que le daban. Podía ser un dulce de
coco, un bocadillo muy rico, manís salados, un abrigo europeo, un sombrero del equipo
favorito de fútbol del niño, no importa lo que fuera, la respuesta era siempre la misma:
- Gracias, no necesito nada…
Curiosos, un día un grupo de chicos lo persiguió, pues querían ver donde vivía. Y era muy
lejos, en una zona bien pobre de la ciudad. El niño se detuvo delante de una pobre choza -
aunque los demás chicos se dieron cuenta que era muy limpia. Entonces, apenas entró, salió
una mujer muy bella. Se dieron cuenta que ella se vestía de forma muy pobre, pero también
era muy limpia, y tenía una sonrisa muy agradable.
- Mira, algunos amiguitos te siguieron.
El niño se volteó y, al verlos, sonrió. Les hizo seña para que entraran.
Y, sí, la choza era muy pobre, pero los chicos jamás olvidarán la sonrisa de la mujer y la torta
que les trajo - muy sencilla obviamente, pero extremadamente deliciosa.
Cuando ya era tarde, llegó el papá, un hombre joven. Dijo que estaba de paso para otro
trabajo. La mujer explicó que iban a comprar una casa pronto, faltaba un o dos años
solamente. El papá abrazó su niño de una forma tan tierna que casi le dio lágrimas en los ojos
de los demás.
Entonces, todos se fueron, acompañados por el papá que no los quería dejar salir solos en la
oscuridad. Y se fueron con la seguridad que este niño, que nada tenía, ¡todo lo tenía!
En New York, Paulo Coelho va a tomar un té al final de la tarde con una artista bastante poco
común. Ella trabaja en un banco en Wall Street, pero cierto día tuvo un sueño: necesitaba ir a
doce lugares del mundo, y en cada uno de estos lugares, hacer un trabajo de pintura y
escultura en la propia naturaleza.
En el momento que estaba con ella, ya había logrado cuatro de estos trabajos y le muestra las
fotos de uno de estos trabajos: un indígena esculpido en una cueva en California. Mientras
espera señales a través de los sueños, continúa trabajando en el banco - así logra dinero para
viajar y realizar su tarea.
Pregunto por qué hace esto.
- Para mantener el mundo en equilibrio. - contesta - Puede parecer una tontería, pero hay algo
tenue, uniendo todos nosotros y que podemos mejorar o empeorar en la medida que vamos
actuando. Podemos salvar o destruir muchas cosas con un simple gesto, que a veces parece
totalmente inútil. Puede que mis sueños sean tontería, pero no quiero correr el riesgo de no
seguirlos; para mi, las relaciones entre los hombres son iguales a una inmensa y frágil telaraña.
Con mi trabajo, estoy tratando de arreglar alguna parte de esta telaraña.
24 de diciembre
"Querido diario, hoy es Noche de Navidad y espero ganarme un regalo muy grande y bonito.
Papá está muy malito en hospital así que no estará conmigo, y mamá tiene que trabajar hoy.
Pero yo sé que voy a ganarme un regalo enorme."
Karen mira atentamente su diario de muchos años atrás. Sus ojos se llenan de lágrimas pues
en aquella noche, su papá murió y su mamá empezó a enfermarse para morir meses después.
Su vida entonces fue muy dura. Criada por su abuela, con un mínimo de dinero, pero mucho
amor, aprendió a construir su propia vida ella misma, sin depender de nadie, pero amando a
todos.
Se seca las lágrimas y mira los paquetes que están en el banco trasero de su carro. Junto con
su marido e hijo, juntaron diversos regalos (ropas, juguetes, comida, etc.) para entregar a un
orfanato. Jorge y Tomás ya deben estar en el orfanato, pero como hacía todos los años, quiso
leer de nuevo el último pasaje de su último diario.
En realidad, la tragedia en su vida fue un gran regalo. Su familia es armónica, personalmente
se siente realizada y trabaja en lo que más le gusta. Ella tenía razón: la vida le dio un regalo
grande, aunque el paquete no haya sido muy agradable.
Karen se ríe de sí misma y llama a Tomás para que le ayude con los paquetes. Hoy en la noche
encontrará otras Karens, que solo esperan que alguien les ayude a seguir adelante.
¡Gracias, vida!