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Percepciones a la Parashá

por
Rab Yaakov Hillel
Rosh Yeshivat Ahavat Shalom

Parashat Nitzabim-Vayélej

Torá revelada y Torá oculta

La Torá oculta
“Los que está oculto, es para Hashem nuestro D-os, y lo que está revelado es
para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para cumplir todas las palabras de
esta Torá” (Debarim 29:28).

Entendido literalmente, este versículo hace referencia directa a un versículo


anterior que habla de la prohibición de la idolatría: “Tal vez haya entre ustedes un
hombre o una mujer, o una familia o una tribu, cuyo corazón se desvíe hoy de estar
junto a Hashem, nuestro Dios, para ir a servir a los dioses de esas naciones; tal vez
haya entre ustedes una raíz de la que brotan hiel y ajenjo” (29:17). Los tribunales de
justicia humanas tienen el deber de aplicar la justicia en cualquier asunto revelado:
cuando queda claro que un individuo, tribu o familia se alejó de Hashem, es
responsabilidad del tribunal manejar el caso. Por el contrario, ninguna persona
puede adivinar los pensamientos internos de alguien y saber si esa persona es leal a
Hashem, pues sus pensamientos están ocultos. Sólo Hashem sabe de ellos y sólo Él
puede juzgarlo.

También podemos entender este versículo a un nivel más profundo como


referencia al estudio de la sabiduría de la Cabalá, a la cual normalmente se le
conoce como Jojmat haNistar, que literalmente se traduce como “sabiduría oculta”
o Torat haNistar, “los secretos de la Torá”.

Cuando el Zóhar, el texto definitivo de la Cabalá escrito por Rabí Shimón bar
Yojái, fue revelado hace alrededor de 700 años, algunas autoridades rabínicas
aprobaron su publicación, pero otras se opusieron, arguyendo que nos está vedado
merodear los secretos ocultos de la Torá y debemos limitarnos a la comprensión

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adecuada y exacta de de la Halajá y los mandamientos. Para fundamentar su
postura, citaban el versículo siguiente: “Lo que está oculto, es para Hashem nuestro
D-os (refiriéndose al Zóhar y sus secretos) y lo que está revelado es para nosotros y
para nuestros hijos para siempre (el Talmud y sus enseñanzas halájicas) para
cumplir todas las palabras de esta Torá”.

Rabí Yitzjak Dilatas escribió una responsa que fue reeditada en cada edición del
Zóhar y en la que refuta este argumento y justifica la publicación del Zóhar
arguyendo que la Torá oculta es parte integral de la Torá Oral. El Zóhar, que es la
autoridad máxima en los secretos de la Torá, equivale al Talmud, que es la
autoridad máxima en la Halajá. Tal como los mekubalim enseñan, la Torá puede
ser entendida a cuatro niveles que representan el Pardes, acrónimo para Peshat,
Rémez, Derush y Sod.1 Uno cumple con su obligación de estudiar Torá
esforzándose al máximo en sus capacidades para estudiar a estos cuatro niveles. El
Arizal enseña que cumplimos la mitzvá de estudiar Torá a la perfección cuando lo
hacemos a estos cuatro niveles de Pardes (Introducción a Shaar haMitzvot).

Rabí Dilatas explica que el versículo citado para justificar la prohibición de


publicar el Zóhar se refiere en verdad al estudio de la sabiduría de la Cabalá. La
sabiduría de la Torá abarca tres niveles, dos dentro de la Cabalá —siendo uno
permitido y uno prohibido— y un tercer nivel que es el estudio del Talmud y la
Halajá.

Existen ciertos niveles muy elevados de revelación Divina que están totalmente
por encima de la capacidad de comprensión humana y está prohibido indagar en
esos temas, pues pertenecen a “Lo que está oculto, es para Hashem nuestro D-
os…”. Estos niveles tan elevados no son para nosotros, sino sólo para Hashem.

A un nivel inferior se encuentran los conceptos cabalísticos que, si bien también


son elevados, se refieren a los seres humanos y a nuestro servicio a Hashem, como
por ejemplo, los conceptos que el Zóhar menciona. A estos se refiere la frase “…y lo
que está revelado, es para nosotros y para nuestros hijos para siempre”.

El tercer nivel es “…para cumplir todas las palabras de esta Torá”. Esta frase se
refiere al estudio de la Halajá, las enseñanzas reveladas de nuestros sabios que son
esenciales para nuestro cumplimiento de las mitzvot. No obstante, inclusive nuestro

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estudio de la Cabalá debe tener el objetivo práctico de fomentar nuestro servicio de
Hashem y cumplimiento de las mitzvot, tal como lo explicaremos más adelante.

¿Quién debe estudiarla?


Obviamente, las palabras de Rabí Yitzjak Dilatas estimulando la publicación y el
estudio del Zóhar están dirigidas exclusivamente a aquellos que están en el nivel
adecuado de emprender este estudio. La Cabalá no es para todos. Tal como los
sabios lo advierten, no todas las mentes son capaces de comprenderla.2

La Torá nos dice: “Y sabrás hoy y pondrás en tu corazón que Hashem es D-os”
(Debarim 39:4). Para poder cumplir este mandamiento, debemos primero
internalizar en nuestro corazón una fe pura e íntegra, como la de las mujeres y niños
que estuvieron dispuestos a dar sus vidas para santificar el nombre de Hashem,
basándose simplemente en sus creencias, sin ser grandes filósofos o cabalistas.
Sólo al conocer a Hashem, a través de una creencia y fe perfecta, estamos en el
nivel de “y pondrás en tu corazón” con el estudio de la Cabalá. La sabiduría de la
Cabalá nos enseña una comprensión interna de la creencia en Hashem, haciendo
que sus conceptos sublimes impacten nuestras mentes y corazones.

Los grandes cabalistas ya establecieron criterios para definir quién está en el


nivel de estudiar Cabalá: un candidato debe ser un erudito de Torá del mayor nivel,
que estudia Torá profundamente, posee gran conocimiento de Talmud y de la
literatura halájica, es meticuloso en su observancia de la halajá, es una persona que
crece constantemente en Torá y cuyas midot y trato con los demás es correcto y
refinado.

El sabio que adquiere altos niveles de piedad y comprensión en el estudio debe


estudiar Cabalá, tal como lo aprendemos de la enseñanza de los sabios acerca de
las preguntas que se nos formularán en el Día del Juicio (Midrash Mishlé 10):

“Rabí Yishmael dijo: ‘Vengan y vean qué tan severo es el Día del Juicio… Ay de
esa vergüenza, ay de esa humillación’”. Nuestros sabios describen la escena: un
judío que estudió las Escrituras, pero no la Mishná, se acerca al juicio. Como no
estudió Mishná, “…el Santo, bendito sea, aleja Su Rostro de él… Posteriormente se
acerca uno que estudió 2 ó 3 [de las 6 órdenes de la Mishná]. El Santo, bendito sea,
le pregunta: ‘Hijo mío, todas las halajot [refiriéndose a las halajot contenidas dentro
la Mishná], ¿por qué no las estudiaste?’ Después se acerca uno que estudió las

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halajot [de toda la Mishná]… Él le dice: ‘Hijo mío, ¿por qué no estudiaste Torat
Cohanim [el Midrash que explica el libro de Vayikrá]’”?

Este serie de preguntas continua hasta que un sabio versado en el Talmud se


acerca y Hashem le dice: “Hijo mío, ya que estudiaste el Talmud, ¿también
estudiaste el Maasé Merkabá [los secretos de la Carroza Divina]?”

La secuencia es importante: a una persona simple que conoce el Jumash no se


le exige que estudie los profundos temas cabalísticos que están muy por encima de
su nivel de comprensión, sino que simplemente avance un poco más y que se
aboque al estudio de la Mishná. Al sabio que conoce amplias áreas de la Torá,
incluyendo el Talmud, sí será juzgado por no estudiar Cabalá.

Fuera de los límites


Hay una mitzvá de tratar de entender la grandeza del Todopoderoso. El rey
David le instruyó a su hijo Shelomó: “Conoce al D-os de tu padre y sírvelo” (Dibré
haYamim I, 28:9). “Conocer a D-os” significa conocer lo que la mente humana es
capaz de comprender de su Creador. Ya que el texto del Zóhar no fue revelado a las
primeras generaciones, grandes autoridades como el Rambam y Rabenu Bejayé
trataron de explicar conceptos sublimes a través de la filosofía (autores del Moré
Nebujim y el Shaar haYijud, primer capítulo del Jobat haLebabot, respectivamente).

Nuestros grandes sabios de la antigüedad tuvieron que estudiar filosofía para


lograr entender a D-os y explicar los fundamentos de la fe, pues en esa época
histórica no tenían acceso a las tradiciones cabalísticas. Hoy en día, después de
haber merecido la revelación de la sabiduría de la Cabalá que abarca las verdades
últimas acerca de D-os y la fe, no estamos autorizados a dedicarnos al estudio
filosófico para elucidar nuestras creencias. Ultimadamente, la filosofía es una
sabiduría humana que quedó obsoleta después de la revelación del Zóhar. Esta es la
razón por la cual el Gaón de Vilna se opuso vehementemente al estudio de la
filosofía (Biur haGrá a Yoré Deá 179:13).

Aún así, según explica Rabí Yitzhak Dilatas, hay ciertos límites que no debemos
cruzar en nuestra búsqueda de comprensión del Todopoderoso. Nuestros sabios
nos indican que el profundo tema de la Creación no puede ser enseñado a dos
personas a la vez, sino que debe ser enseñado de uno en uno. Las restricciones de
enseñar Maasé Merkabá son más estrictas aún, pues sólo puede ser enseñado “a
alguien que es sabio y puede desarrollar la idea que se le transmitió de una manera
vaga y oscura”. Los sabios agregan: “Una persona que escudriña estos cuatro

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conceptos, mejor sería que no hubiese nacido: lo que existe arriba de los límites de
la Creación, lo que está debajo de ellos, lo que existió antes de la Creación y lo que
existirá después que la Creación desaparezca. Y quien no respeta el honor del Amo,
lo más misericordioso para él sería que no hubiese nacido” (Jaguigá 11b). Ellos
dijeron sobre estos temas secretos: “No debemos descubrir lo que D-os ocultó,
pues ‘El honor de Hashem es ocultar estos asuntos’ (Mishlé 25:2)” (Pesajim 119a).

Nuestros sabios nos dicen: “Tienes permiso de entender y analizar hasta este
punto. De aquí en adelante, no tienes permiso de hacerlo, pues esto es lo que se
dice en el Libro de Ben Sirá: ‘Lo que está por arriba de ti, no lo indagues; lo que
está oculto a ti, no lo reveles; piensa en lo que te está permitido y no tienes
injerencia en los asuntos ocultos’” (Jaguigá 13a). En otras palabras, hay ciertos
temas de la Cabalá que están más allá de tus límites; son “ocultos” y sólo son “para
Hashem tu D-os”.3

El Zóhar menciona cuáles son las áreas del conocimiento esotérico que se nos
permite estudiar y cuáles son las que nos está vedadas. El Arizal explica las palabras
del Zóhar (en Etz Jaim, Shaar Alef, Anaf Hé):

El Zóhar cita el versículo: “Alza tu mirada al cielo y ve Quién creó esto (éle)”
(Yeshayáhu 40:26). Los sabios aprenden de este versículo cuáles son los diferentes
niveles celestiales hacia donde alzar la mirada, queriendo decir con esto que sí
podemos ver y analizar. Más allá de ellos, nos está vedado. Podemos ir hasta el nivel
referido como “éle”, pero no más allá (véase la Introducción al Zóhar).

El versículo “Si inquieres en los días de antaño…” (Debarim 4:32) nos enseña
que si tenemos preguntas, podemos ir hasta el nivel implicado en la frase “los días
de antaño” (yamim rishonim). El nivel de yamim rishonim es el mismo nivel que el
de éle y sólo hasta allí podemos acceder (véase Zóhar, Pekudé, página 232a).

Nuestros sabios explican que el versículo “Un camino desconocido inclusive al


águila” (Iyob 28:7) se refiere a Moshé Rabenu. Moshé alcanzó los niveles más
elevados de conocimiento Divino al cual un ser humano puede llegar, pero existe
uno al que el mismo Moshé no pudo acceder. El Séfer Yetzirá, escrito por Abraham
Abinu, nos enseña que existen 50 portones de conocimiento oculto. El mayor de
ellos es el Shaar Nun, el portón quincuagésimo de conocimiento Divino, al que ni
Moshé pudo llegar. A esto se refiere el versículo “Y tú lo hiciste poco menos que

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En mi libro Shorshé haYam, Shaar Alef, Anaf Hé, página 14d, explico con mayor amplitud los temas
que no debemos analizar.

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Divino” (Tehilim 8:6). Al carecer del conocimiento de este último portón, Moshé
quedó corto de una comprensión total del Creador.

Tal como los sabios lo indican en el tratado de Jaguigá, no debemos indagar


en lo que está por arriba de nosotros y que nos está vedado. Existen niveles de
conocimiento a los que el ser humano no podrá llegar, pero aquellos a los que sí
podrá acceder, deben ser usados para mejorar su servicio a Hashem.

Los diez niveles de revelación Divina, tanto ocultos como revelados, están
representados en el nombre de Hashem que se compone de las letras Yud-Ké-Vav-
Ké. Los tres niveles más elevados están representados por la “corona” encima de la
letra yud, la yud misma y la letra hé. Debajo de ellos hay otros siete niveles más:
seis de ellos están representados por la letra vav, que tiene el valor numérico
(guematriá) de seis. El último nivel es la letra hé final.

La Torá nos dice: “Lo que está oculto, es para Hashem nuestro D-os”. “Lo que
está oculto…” se refiere a los conceptos ocultos al ser humano representados por la
corona de la yud; Los niveles de yud-ké son aquellos que podemos enseñar con
ciertas reservas y tanto los unos como los otros se consideran nistarot, ocultos.

La frase del versículo “…lo que está revelado, es para nosotros y para nuestros
hijos” se representa por las letras vav-ké, que podemos analizar tan detalladamente
como queramos. A través del conocimiento que se nos reveló de estos siete niveles,
podemos “cumplir todas las palabras de esta Torá”. Tanto el Zóhar como otros
textos cabalísticos explican este profundo concepto, algunos de ellos con mayor
detenimiento que otros. Estas enseñanzas son la sabiduría de la Cabalá.

Tal como vemos, a través del estudio de la Cabalá reforzamos nuestra fe y


aprendemos cómo llevar a cabo un cumplimiento perfecto y completo de las
mitzvot, para cumplir así con la frase “para cumplir con las palabras de esta Torá”.

La belleza de la Torá
Podemos entender este versículo en otro sentido también. Rabí Jaim Vital
enseña que la belleza y la gloria de la Torá radica en la comprensión de su sentido
profundo y esotérico (en su Introducción al Etz Jaim): “Nuestros sabios nos dicen
que cuando Rabí Akibá murió, se perdió la gloria de la Torá (Sotá 9:15) y los sabios
explican que él sabía cómo derivar montones y montones de halajot de las coronas
de las letras” (Menajot 29b).

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Ciertas letras del rollo de la Torá tienen unas “coronas” encima. Rabí Akibá
dedujo miles de halajot de cada trazo de tinta de esas pequeñas “coronas”, además
de todas las explicaciones y nuevos comentarios que derivaba de los capítulos,
frases, palabras e inclusive de las letras mismas de la Torá. Algunos comentaristas
señalan que las nuevas explicaciones que dedujo de las coronas son en verdad los
secretos de la Torá que estaban aludidos en las coronas sobre las letras (Leshem,
Séfer haDéa, página 172). A esto se refiere las frase “Esta es la gloria y la belleza de
la Torá”, la cual se perdió con la muerte de Rabí Akibá.

Rabí Jaim Vital continua explicando el significado de la enseñanza de los sabios


en Pirké Abot: “Rabí Yehoshúa ben Leví dijo: ‘Cada día surge una voz celestial del
Monte Sinaí y proclama: ¡Ay de la humanidad por la humillación de la Torá!’” (Pirké
Abot 6:2). Estudiar Torá a un nivel literal, como si sólo fuera palabras e historias, es
una afrenta enorme a la dignidad de la Torá. Los demás pueblos nos confrontarán
diciendo: “¿Cuál es la diferencia entre su Torá y nuestros textos? Su Torá es también
una colección de historias acerca de las frivolidades mundanas”. No hay mayor
insulto a la Torá que este. Por eso los sabios señalan: “¡Ay de la humanidad por la
humillación de la Torá!” Ellos no estudian la sabiduría de la Cabalá, con la cual
pueden honrar la Torá al explicar sus palabras acorde a sus secretos ocultos. Por
esta razón nuestro exilio se extiende y vienen tantos males al mundo”.

Mejorando nuestras mitzvot


Rabí Jaim Vital escribe que la sabiduría de la Cabalá es esencial para entender
cómo cumplir adecuadamente las mitzvot. Sólo a través del estudio de la Cabalá
podemos explicar y clarificar los innumerables detalles de las mitzvot y descubrir sus
razones profundas. Nuestra intención última en el cumplimiento de las mitzvot es
rectificar los elevados mundos espirituales y perfeccionarlos. Esto sólo puede
llevarse a cabo a través de la sabiduría de la Cabalá. Sin ella, es imposible entender
el significado completo de los mandamientos.

Podemos apreciar esto tomando el ejemplo de la mitzvá de tefilín. Al estudiar la


Torá revelada, podemos llegar a conocer algunas de las razones básicas detrás de
esta mitzvá. Por ejemplo, el tefilín de la mano se coloca frente al corazón para
simbolizar la subyugación de los deseos del corazón y de la inclinación al mal —que
están en el corazón; el tefilín de la cabeza, a su vez, subyuga y purifica los
pensamientos del cerebro. Esta idea, sin embargo, no explica el por qué tantos
detalles que son parte de la leyes de los tefilín. ¿Por qué las cajitas deben ser
perfectamente cuadradas y negras? ¿Por qué las tiras también deben ser negras?
¿Por qué anudamos las tiras del tefilín de la mano en forma de una letra yud,

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mientras que en el tefilín de la cabeza debe ser en forma de la letra dalet? ¿Por qué
está grabada la letra shin en el tefilín de la cabeza con tres brazos y en el otro lado
del tefilín con cuatro brazos? ¿Por qué afianzamos la tira del tefilín de la mano con
cierto número de vueltas alrededor del brazo y alrededor del dedo medio de la
mano? La Torá revelada no responde estas preguntas, pero la Cabalá sí lo hace,
explicando el significado espiritual de estos y otros detalles de la mitzvá de tefilín.
Lo mismo aplica a todas las demás mitzvot.

Unificando y separando
Nuestros sabios citan el versículo: “Y él dijo: ‘La mano está en el Trono de D-os.
Hashem está en guerra con Amalek de generación en generación’” (Shemot 17:16).
Las palabras Kes Y-a, el “Trono de D-os”, están escritas de forma incompleta: la
palabra kes está escrita sin la letra alef final (debió haber estado escrito kisé) y el
nombre de D-os está escrito también de manera incompleta, pues sólo aparecen las
letras yud y hé, en vez de Yud-Hé-Vav-Hé.

Nuestros sabios explican por qué el Nombre de D-os está escrito de esta
manera: “Rabí Leví dice en el nombre de Rabí Ahá bar Janiná: ‘Mientras sigan
existiendo descendientes de Amalek en el mundo, el Nombre no está completo y el
Trono no está completo. Cuando los descendientes del Amalek perezcan, el
Nombre estará completo’” (Tanjumá, Ki Tetzé 11).

El Arizal explica que las mitzvot traen perfección al mundo: cuando cumplimos
con una mitzvá, unimos las letras del Nombre de Hashem. A esto se le llama Yijud,
la unificación de las letras del Nombre de Hashem. Cuando pecamos, las
separamos, causamos un pirud (una separación de sus letras),4 concepto que
aparece en el versículo “Un pecador separa al gobernante” (Mishlé 16:28, con
Rashí). Esta idea está expresada en el rezo LeShem Yijud instituido por el Arizal y
que se recita antes de hacer una mitzvá (tal como aparece en Shaar Ruaj haKódesh
12b): “Por la unificación (yijud) del Santo, bendito sea, y de Su santo Nombre,
bendito sea, con temor y con amor, con amor y con temor, para unir perfectamente
las letras del Nombre Yud-Hé y Vav-Hé, en nombre de todo Israel”.

Tal como dijimos, las primeras dos letras del Nombre, Yud-Ké, se refieren a los
tres niveles mayores de revelación Divina, que trascienden toda comprensión
humana. Las letras Vav-Ké representan los siete niveles accesibles al ser humano.
Cuando trasgredimos la palabra de D-os, el pecado separa las letras Vav-Ké. El mal
sólo puede afectar los niveles inferiores que corresponden a estas dos letras, pero
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Estos términos no deben tomarse literalmente.

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no los niveles superiores representados por las letras Yud-Ké. Es por esta razón que
los sabios señalan: ‘Mientras sigan existiendo descendientes de Amalek en el
mundo, el Nombre no está completo y el Trono no está completo. Cuando los
descendientes del Amalek perezcan, el Nombre estará completo”. El mal de Amalek
separa las letras Yud-Ké de las letras Vav-Ké. El poder del mal puede afectar hasta
las Vav-Ké, pero no más alto, pues las letras Yud-Ké permanecen intactas. Hoy en
día, ya que el poder de Amalek es todavía muy grande, el Nombre y el Trono de
Hashem están incompletos, pues las letras Vav-Ké fueron afectadas, pero en el
futuro, cuando las letras Yud-Ké se unan con las Vav-Ké, Hashem será Uno y Su
Nombre será Uno (Zejariá 14:9), perfecto e intacto.

Cada mitzvá que cumplimos rectifica esta separación de las letras del Nombre
de Hashem y unifica la Yud-Ké con la Vav–Ké. Aunque la aniquilación completa de
Amalek sólo se efectuará con la llegada del Meshíaj, cada mitzvá trae salvación
individual, perfeccionando a la persona que la hace en ese momento y en ese día.
En el futuro, cuando el nombre de Amalek sea borrado, mereceremos la salvación
universal y se cumplirá el versículo “Y la muerte será eliminada para siempre”
(Yeshayáhu 25:8). El mal no tendrá ningún poder y el mundo alcanzará la
rectificación plena.

Por nosotros y por Él


Si lo entendemos superficialmente, el cumplimiento de las mitzvot es sólo para
nuestro propio beneficio: nos rectifican, nos perfeccionan y nos guían a lo largo de
la vida en este mundo; al cumplirlas, merecemos recibir los beneficios materiales
que la Torá promete: las lluvias en su época, cosechas abundantes, paz y seguridad
en la tierra, así como éxtasis espiritual en el mundo venidero.

Nuestros sabios nos enseñan que las mitzvot tienen un propósito mucho más
profundo: “¿Quién es una persona santa (jasid)? El que hace jésed (mitjased) con su
Creador” (Zóhar, Jélek Bet, página 114b). Sorpresivamente, los sabios también
dijeron “El rezo es para el Todopoderoso” (mencionado en los escritos de muchas
de las primeras autoridades; véase también la introducción de Rav Natán Shapira a
Perí Etz Jaim).

En otras palabras, los actos humanos tienen un propósito más elevado que
satisfacer las necesidades humanas, ya sean éstas físicas o espirituales. El verdadero
propósito de las mitzvot es incrementar el honor de Hashem en el mundo y revelar
Su unidad, haciendo saber al mundo que “No hay nada fuera de Él” (Debarim
4:35). Intentemos comprender a qué se refiere esto.

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Hashem decidió ocultarse de la percepción de los seres de carne y sangre.
Como resultado de ello, nuestra percepción de Él corresponde al versículo “D-os
habló uno y yo escuché dos” (Tehilim 62:12). Para decirlo con las palabras de los
sabios “Todo está previsto y aún así hay libertad de acción” (Pirké Abot 3:15). Ya
que tenemos libre albedrío, creemos que el mal es una fuerza que posee poder
propio. En este sentido, “escuchamos dos”: creemos que hay dos fuerzas
independientes, el bien y el mal. Pero de hecho, “D-os habló uno”, pues sólo hay
una sola verdad y el mal es una herramienta en las manos de D-os que Él usa para
probar nuestra lealtad a Él. Es nuestra misión en el mundo revelar que sólo hay una
sola fuerza absoluta, Hashem, y que todo depende de Él. Cuando cumplimos
mitzvot con las intenciones correctas, el honor de Hashem se revela en el mundo,
dispersando la oscuridad y atrayendo iluminación y comprensión.

Cada mitzvá posee dos aspectos, el oculto y el revelado. El aspecto oculto de la


mitzvá, aludido en las palabras “Lo que está oculto es para Hashem nuestro D-os”,
es el impacto de nuestras mitzvot en los mundos superiores, el cual no siempre
podemos ver. Esto causa revelación de Su Unidad en los mundos espirituales
superiores. El aspecto revelado de la mitzvá, por otro lado, está aludido en la frase
“…y lo que está revelado es para nosotros y para nuestros hijos” y trae revelación
del honor de Hashem y Su unidad a nuestro mundo inferior. De esta manera, las
mitzvot nos benefician en este mundo y en el mundo venidero.

Caminando humildemente delante de D-os


El Rebe de Munkatch nos provee de un detalle adicional en el entendimiento del
versículo “Los que está oculto, es para Hashem nuestro D-os, y lo que está revelado
es para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para cumplir todas las palabras
de esta Torá” (véase Dibré Torá, Jélek Alef, Ot Hé). Él analiza el balance adecuado
entre la conducta oculta y la revelada de un sabio líder de Torá, explicando que hay
una manera correcta y una manera incorrecta de “caminar humildemente delante
de D-os” (Mijá 6:8).

Un sabio de la Torá puede, quizás, hacer todo lo posible para ocultar sus logros
espirituales: nadie lo ve estudiando o rezando y hace cosas tontas e infantiles ante
los demás. Sus intenciones son puras y sinceras, pues desea actuar con humildad y
ocultar su verdadero nivel. No obstante, esta conducta extraña provoca una
profanación del Nombre de Hashem, tal como sucedía con el amorá Rav, quien
sabía que, para él, llevar carne fiada en vez de pagarla inmediatamente provocaría
una profanación del Nombre de Hashem (véase Yomá 86a). Este sabio debe tomar

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en cuenta que sus alumnos lo ven, observan sus actos y aprenden de él. Si su
conducta no es tan irreprochable, ¿qué tipo de ejemplo les está dando? Esto
también es una profanación del Nombre de Hashem.

Quizás, por lo tanto, él decida hacer lo siguiente: le revelará a sus alumnos que
su conducta sí fue motivada por las intenciones puras de ocultar su nivel verdadero
y que sí hay un significado muy profundo en todo lo que hace, el cual podrán
descubrir si analizan cuidadosamente sus actos. Aunque esto parece ser
recomendable, estará anunciando que en verdad es un gran tzadik, lo cual
obviamente contradiría el “caminar humildemente delante de Hashem”.

Sin embargo, sí hay una manera de caminar humildemente delante del


Todopoderoso, sin profanar el Nombre de Hashem mediante actos tontos e
inexplicables. Un rabino debe conducirse estrictamente acorde a la Torá y la halajá
en todo momento. Sus tratos interpersonales deben ser impecables y debe cuidar
fielmente la Torá de Hashem, sirviendo de ejemplo a aquellos que lo rodean. La
observancia meticulosa de la halajá debe ser algo que sea obvia, no algo que deba
esconderse. Aún así, aunque sus actos sirven de ejemplo a otros, sus pensamientos
e intenciones profundas no son del conocimiento de los que lo ven. Sus actos son
llevados a cabo con profundas intenciones cabalísticas (kavanot), pero sólo él lo
sabe. Otros pueden ver lo que él hace, pero nadie adivina lo que él piensa. Sólo
Hashem sabe de su verdadera grandeza, pues sólo Él conoce su corazón. Esta es la
manera adecuada de “caminar humildemente delante de Hashem”, escondiendo lo
que debe permanecer oculto y revelando lo que debe ser evidente.

Esta idea está aludida en el versículo: “Los que está oculto, es para Hashem
nuestro D-os, y lo que está revelado es para nosotros y para nuestros hijos para
siempre…”. “Lo que está oculto…”, como las intenciones cabalísticas durante los
rezos, las mitzvot y demás actividades, permanecen ocultas. Estas intenciones son
sólo entre nosotros y Hashem nuestro D-os. El cuidado de la halajá, sin embargo,
debe ser “revelado”, pues es “para nosotros y para nuestros hijos”. Depende de
nosotros santificar el Nombre de Hashem a través de nuestra conducta y educar a
nuestros hijos a través del ejemplo, educándolos en los caminos de la Torá. Si
nosotros ocultamos nuestra Torá y mitzvot de ellos, ¿cómo sabrán cómo debe vivir
un judío? Debemos mostrarles que nos importa cada pequeño detalle de cada
mitzvá, aunque los pensamientos pueden permanecer privados y no requieren ser
mostrados.

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Halajá y Cabalá
Podemos entender este mismo versículo analizando la relación entre la Cabalá y
la Halajá. Pese a que las leyes halájicas y éticas están basadas en la Cabalá (según
Rabí Jaim Vital en su Introducción a Etz Jaim), no hay duda alguna que no
debemos alejarnos del sentido literal y obvio de las enseñanzas del Talmud en
nuestro cumplimiento de las mitzvot. El Gaón de Vilna escribe que cualquier
persona que afirma que el Talmud y el Zóhar discrepan, se equivoca en su
comprensión del Talmud o del Zóhar (Kéter Rosh, Ot Tet-Vav).

No debemos cambiar la manera normal de cumplir cualquier mitzvá para


acomodarla a la que creemos sería la manera cabalística de hacerla. Esta es una
advertencia importante para todas las generaciones y que debe ser tomada muy
seriamente. El “Revelar interpretaciones de la Torá que no son acorde a la halajá”
(Pirké Abot 3:11) lleva a permitir trasgresiones de la Torá en nombre de la Cabalá.
Un ejemplo trágico de este fenómeno fue la caída de los seguidores de Shabatái
Tzví, quienes se permitieron a ellos mismos trasgresiones muy severas, justificando
sus actos en la Cabalá.

El Néfesh haJáim escribe que desde el día que la Torá fue dada, uno no debe
desviarse del significado literal de la Torá y la Halajá. Nuestros patriarcas vivieron
antes de la entrega de la Torá y cumplieron todos los mandamientos mediante
inspiración Divina. Ellos tenían un entendimiento muy profundo de las raíces de
muchos mandamientos y de las raíces de sus propias almas, por lo que, en ciertos
casos, ellos entendieron lo que era apropiado para ellos, aunque no fuese acorde al
significado literal de algún mandamiento. Un ejemplo conocido de esto es el
matrimonio de Yaakov con dos hermanas, pero a partir de la entrega de la Torá en
el Monte Sinaí, nadie tiene autorizado hacerlo, inclusive si posee inspiración
profética. Todos los judíos están sujetos a la autoridad de la Torá y a las palabras de
nuestros sabios, entendidas estas de la manera más llana y literal (Shaar Alef,
Capítulo 21).

Rav Jaim de Volozhin continúa explicando que desde el momento que Moshé
bajó la Torá al mundo, ya no está “en el Cielo”: nadie puede decir que posee un
conocimiento y entendimiento profundo de las razones esotéricas y ocultas de los
mandamientos, pretendiendo que sabe lo que es apropiado para su alma; nadie
puede argüir que, acorde a la raíz del alma de alguien más, se le permite trasgredir
alguno de los mandamientos o dispensar alguno de los decretos rabínicos o
cambiar el momento en el cual alguna mitzvá debe efectuarse.

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Es por esta razón que la Torá concluye con las palabras: “Y nunca surgió ningún
profeta como Moshé” (Debarim 34:10). Los sabios citan el versículo “Estos son los
mandamientos…” y señalan que, una vez que la Torá ya fue entregada, ningún
profeta puede introducir innovaciones. Es por este motivo que el versículo
“Conserva toda la palabra que te estoy ordenando… no le agregues ni le sustraigas
nada” (Debarim 13:1) está escrito inmediatamente antes de la advertencia de la
Torá contra las lisonjas de un falso profeta (13:2-5). Inclusive si un profeta lleva a
cabo maravillas y predicciones milagrosas e intenta convencernos de agregar o
sustraer mandamientos, no debe persuadirnos: “No escuches las palabras de ese
profeta… A Hashem, tu D-os, seguirás” (Néfesh haJaim, Shaar Alef, Capítulo 22).

En mi opinión, hay una razón muy profunda detrás del señalamiento del Gaón
de Vilna en contra de la mezcla de conceptos cabalísticos y leyes halájicas. Él no
fomentaba adoptar prácticas en base a las fuentes cabalísticas, sino que insistía que
debían tener fuerte base en el Shulján Aruj. Esto es, aparentemente, sorprendente,
pues el Gaón de Vilna fue el mayor cabalista de su época y la mayoría de sus libros
versan sobre Cabalá. Y aún así, en todo lo relativo a la Halajá, no permitió que se le
diese prioridad a las enseñanzas cabalísticas que contradirían el significado literal de
las palabras de los sabios que aparecen en la Guemará.

Es claro que el Gaón no estaba opuesto a la Cabalá, D-os no lo permita, pues


sus alumnos más cercanos testificaban que su cuerpo literalmente temblaba
cuando pronunciaba el nombre del Arizal (Rabí Jaim de Volozhin, en su Introducción
al Comentario del Gaón de Vilna al Safra deTzeniutá). Sin embargo, sabía que darle
legitimidad a opiniones que no fueran las de los sabios del Talmud o del Shulján
Aruj —especialmente aquellas que se basaban en “secretos místicos” que no eran
fácilmente verificables—, abrirían las puertas a que individuos sin escrúpulos
inventen leyes permisivas que, al estar supuestamente basadas en la Cabalá,
minarían los fundamentos de la Halajá. Para prevenirlo, el Gaón defendió la
autoridad del Shulján Aruj, inclusive en contra de opiniones cabalísticas más
estrictas.

La preocupación del Gaón no fue infundada. En 1815, Moshé Kunitz, un


alumno “ilustrado” de Moisés Mendelssohn, escribió un libro llamado Ben Yohái,
defendiendo al Zóhar de las objeciones que Rabí Yaakov Emden formuló en su libro
Mitpájat Sefarim. Lógicamente hablando, ¿por qué un maskil como Kunitz
defendería al Zóhar, con todas sus severidades legales? Los intelectuales seculares
de su ralea estaban interesados en desacreditar a las autoridades previas, no en
defenderlas. Además, los rechazos de estos intelectuales a las enseñanzas esotéricas

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que no poseían un fundamento sistemático lógico, científico y académico eran
particularmente virulentos.

El interés de Kuznitz no era en proponer estándares halájicos más estrictos o


defender el honor del Zóhar, sino todo lo contrario. Tal como el Gaón lo anticipó, al
defender al Zóhar y a la Cabalá, enfrentándose a una autoridad muy reconocida del
Shulján Aruj, Kuznitz trataba de posibilitar a otras personas como él mismo a
introducir cambios en la Halajá disfrazados de profundos secretos cabalísticos.

Por el otro lado, nuestras grandes autoridades sefaraditas sí favorecieron la


adopción de prácticas cabalísticas. Simultáneamente, sus leyes nunca fueron
contrarias a la halajá, pues eran lo suficientemente conocedores como para
incorporar las opiniones de la halajá y la Cabalá en sus enseñanzas. El Jidá, el Ben
Ish Jái y otros más, definieron claramente los límites entre la Halajá y la Cabalá. En
ellos nos apoyamos hasta este día.

La Torá nos dice: “Lo que está oculto, es para Hashem, nuestro D-os…”.
Nosotros estudiamos la sabiduría oculta de la Cabalá sólo “para Hashem, nuestro
D-os”, para clarificar y revelar la verdad de Su Unidad en nuestro mundo oscuro. Por
otro lado, “…lo que está revelado, es para nosotros y para nuestros hijos…”. En
todas las áreas de la práctica judía, debemos actuar estrictamente acorde a la halajá
revelada, sin significados ni interpretaciones ocultas, para así evitar la posibilidad de
errar. No debemos nunca alterar o desviarnos de las palabras sagradas de los sabios
y sus regulaciones halájicas: son la Torá inmutable, para ser apreciada y obedecida
por “nosotros y nuestros hijos para siempre”.

Este ensayo contiene dibré Torá.


Por favor trátelo con el debido respeto.

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