Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
I. INTRODUCCION
En el ámbito de las relaciones jurídicas privadas, la pieza maestra que pone en movimiento
a las otras piezas es la denominada «autonomía privada, la que, como soporte principal
del mundo jurídico, traduce naturalmente el reconocimiento de los ordenamientos
jurídicos a la libertad de los particulares de regular sus propias relaciones jurídicas, de la
forma y manera querida por ellas, pero dentro de ciertos límites. El derecho, se ha dicho,
recorta la superficie de la libertad existencial y devuelve, como recompensa, la libertad
jurídica de las personas de manera organizada, precisada y recortada. Devuelve a los
sujetos, pues, un poder normativo propio, no un poder de dictar normas. Autónoma es,
por ende, la persona que puede decidir libremente como proyectar, perseguir y alcanzar
sus propios objetivos, pero dentro de los límites señalados por cada ordenamiento
jurídico.
La libertad de las personas de darse su propia ley para regular sus relaciones privadas,
considerada dentro de sus derechos fundamentales, y que encuentra su mejor plasmación
en el contrato, no es ilimitada, pues cada ordenamiento jurídico establece, aunque de
manera indirecta, los parámetros dentro de los cuales se puede ejercer dicha autonomía.
De esta manera, la autonomía encuentra su propia esfera o campo de actuación y, con
ello, su propia fuerza autorregulatoria. La noción de autonomía lleva ínsito, pues, el
concepto de límite. Se opera, con ello, un control de licitud y factibilidad de las
operaciones negociales, llegando a prohibir todas aquellas prácticas que infrinjan tanto
normas legales imperativas como normas de orden público y de buenas costumbres; es
decir, prácticas que vulneren preceptos que se imponen a la voluntad de las partes, de
manera que deben ser necesariamente acatadas, excluyendo toda posibilidad de pacto en
contrario; o actos que atenten contra preceptos, igualmente, imperativos, que
salvaguardan los principios políticos, sociales, económicos y éticos fundamentales de un
ordenamiento jurídico en un determinado momento histórico. Con estas disposiciones se
busca proteger el ordenamiento interno, a través de la consideración de sus normas
positivas y sus valores políticos, jurídicos, económicos y morales, que están en la base
misma de su organización jurídica y económica. Los indicados límites, desde sus orígenes,
tienen como destinataria a la libertad contractual, no a la autonomía privada, menos a la
autonomía contractual, aunque aquella sea una de sus más refinadas expresiones de ésta.
Los mecanismos alternativos de solución de conflictos, son aquellos medios o vías alternas que
sirven para resolver o componer determinados conflictos jurídicos. Son mecanismos
extrajudiciales, es decir, se puede resolver un conflicto jurídico sin necesidad de recurrir al Poder
Judicial.
Los únicos conflictos que se pueden resolver son aquellos que contengan una materia de derecho
disponible. Es decir, conflictos que no tengan relación alguna con los derechos fundamentales
(derechos inherentes, personalísimos al ser humano), ni los delitos ni faltas, ni los conflictos que
contravengan el orden público y las buenas costumbres.
Solo se puede recurrir a que se resuelvan aquellos conflictos jurídicos donde los derechos
involucrados son renunciables, o sobre los que se puede negociar, transar, transferir o traspasar.
Por ejemplo: desalojo, pensión de alimentos, tenencia y régimen de visitas, incumplimiento de un
contrato, indemnización por daños y perjuicios, entre otros.
Igualmente se puede recurrir a un Tribunal Arbitral, es decir, antes que haya surgido un conflicto o
éste ya haya surgido, las partes pueden convenir que en el supuesto se presente un conflicto
jurídico de derecho disponible, renuncian al recurrir al Poder Judicial y se someten a la decisión de
un Tribunal Arbitral. Por medio de éste mecanismo las partes confían la solución de su conflicto a
un tercero ajeno neutral e imparcial a las partes (uno o tres, siempre en número impar) en
principio, elegido por ellos, para que resuelva el conflicto. Este tribunal emite un Laudo Arbitral
definitivo, vinculante e inapelable que también tiene el valor de una sentencia.
Si bien la Conciliación extrajudicial como el arbitraje son mecanismos alternos al Poder Judicial que
se vienen desarrollando desde hace un buen tiempo, resulta importante que los litigantes, los
estudiantes de derecho, los abogados y la ciudadanía en general comprendan que existen estos
mecanismos para resolver conflictos jurídicos sin necesidad de recurrir al Poder Judicial.
Ejemplo 2
Estamos viviendo tiempos muy difíciles. El brote de coronavirus en el mundo entero trae consigo
una serie de retos para toda la sociedad. Tal vez el ámbito sanitario sea el protagonista en este
contexto. Sin embargo, diversos aspectos legales están cobrando relevancia en estos momentos.
Muchas personas se están preguntando ¿qué pasa con el cumplimiento de mis contratos?
Esta es una interrogante legítima. Todos tenemos algún contrato celebrado y que está
actualmente en ejecución. Por lo cual, el cumplimiento o incumplimiento de nuestros contratos
nos causa preocupación. En un contexto de estado de emergencia, como el que se acaba de
declarar, naturalmente la ejecución y continuidad de los contratos se torna muy complicada, ya
sea por su encarecimiento o incluso por su imposibilidad.
Las preguntas que surgen ante ello son diversas: ¿aún en este contexto, estoy obligado a cumplir
con mi contrato?; ¿si no puedo continuar con el contrato, mi contraparte podría
responsabilizarme y solicitar el pago de daños por incumplimiento?; ¿qué opciones legales existen
para suspender el contrato o para dejarlo sin efectos?
Desde el punto de vista legal, las respuestas pueden ser diversas según el caso en concreto. Una
primera aproximación, sin duda, sería revisar nuestros contratos y verificar si se pactó una
solución específica para este tipo de situaciones. Lo más probable es que no. Luego, una mirada a
la normativa se torna necesaria mas no indispensable, como explicaré a continuación.
Así, legalmente podría decirse que estamos ante un contexto de caso fortuito o fuerza
mayor[1] que imposibilita a las partes a cumplir con sus obligaciones; o también podría alegarse
que son casos de imposibilidad de ejecución del contrato sin culpa de las partes [2]; o incluso
alegarse situaciones de excesiva onerosidad de la prestación[3]. En estos supuestos la
consecuencia sería, a grandes rasgos, que el cumplimiento del contrato no pueda ser exigido.
No obstante, ello, lo que les propongo en este artículo es que la mirada a los remedios legales, de
cara a afrontar esta problemática, sea secundaria. Les pido que vayamos un paso atrás y
recordemos que hemos celebrado estos contratos en ejercicio de nuestra autonomía privada. Y es
en ejercicio de esta que podemos legítimamente modificarlos y adecuarlos a nuestras
necesidades. Acudamos, entonces, en primer lugar, al poder que tenemos como personas para
satisfacer y regular, por nosotros mismos, nuestras necesidades e intereses de la vida cotidiana.
Ese contrato que hemos celebrado, lo hicimos mediante un acuerdo mutuo con nuestra
contraparte. Por lo cual, mediante otro acuerdo es que podemos modificarlo. Los contratos no
están tallados en piedra, ni son inmodificables. Así, en contextos difíciles como el que nos
encontramos, la primera opción no debería ser la búsqueda del conflicto, discutiendo quién está
“legalmente” más resguardado; sino la búsqueda de soluciones consensuadas, que traten de
proteger los intereses de ambas partes. Un proceso legal es más caro y engorroso que una
negociación armoniosa.
Para las empresas, este es el momento que pueden demostrar que la “responsabilidad social
empresarial” es una realidad que se aplica en la práctica y no sólo poesía. Las respuestas que
brinden en estas circunstancias a las personas que contrataron con ustedes, serán recordadas para
siempre. No les den la espalda. El interés y el bienestar social están ahora por encima del
individual. Sacrificio en el corto plazo, para un beneficio reputacional en el largo plazo.
Por ello, a todas las personas que tienen sus contratos en ejecución, no tengan temor en
proponerle a su contraparte llegar a una solución armoniosa y razonable. Agoten sus esfuerzos
negociando la continuidad y supervivencia de su contrato. No busquemos el aprovechamiento.
Seamos solidarios y empáticos. Y cuando lleguen a un acuerdo, generen prueba de ello para el
futuro (plasmándolo expresamente, ya sea por escrito o por grabación) y cumplan lo acordado.
Ante la dificultad, demostremos a todos que, en tiempos del coronavirus, nuestra autonomía
privada prevalecerá. No al conflicto, sí a la negociación de buena fe y a las soluciones
consensuadas. Al fin del día, negociar es más barato y saludable que pelear. #PerúPaísUnido