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La matematización de la naturaleza y la crisis de las ciencias: una

reconstrucción de los argumentos husserlianos


Matías OSTA

Introducción

En el libro Crisis de las Ciencias Europeas y la Fenomenología Trascendental (Krisis) Husserl desarrolló un enorme
trabajo histórico-filosófico con la pretensión de explicar las razones que habían dado lugar a la crisis cultural que
sufría Europa, y en particular las ciencias naturales y la filosofía, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Su
objetivo era desentrañar el modo en el que ciertos “malentendidos” en la historia intelectual europea fueron
causantes de una crisis que dejó a las ciencias desorientadas en cuanto a sus fundamentos y sentido, despojó a la
filosofía de su “fin originario” y sumió a la civilización europea en un estado socio-cultural crítico y aparentemente
sin precedentes.

Los argumentos centrales de la Krisis se complementan a la perfección con otras tres obras de Husserl: la publicación
de sus conferencias en Viena durante 1936 titulada Philosophy and the Crisis of European Man, y dos trabajos
llamados La Filosofía como Ciencia Estricta y La Filosofía como Autorreflexión de la Humanidad.

Nuestro objetivo será tratar de reconstruir los argumentos principales que desarrolla Husserl para explicar el
advenimiento histórico de la crisis a la luz de todas las obras mencionadas. Con la intención de mostrar como la crisis
de las ciencias y la filosofía y la crisis de Europa son dos caras de una misma moneda, debido al papel que primordial
que juegan las ciencias y la filosofía en la identidad de Europa.

En este proceso analizaremos, entre otras cosas, qué es lo que Husserl llamó el “telos” de Europa, la explicación que
da el filósofo sobre cómo Galileo transformó las ciencias a través de la llamada matematización de la naturaleza, el
aporte de Descartes a este proceso, y el advenimiento (en los siglos XIX y XX) de las corrientes intelectuales
denominadas naturalismo, positivismo y objetivismo, que fueron, para Husserl, uno de los modos en los que más
claramente se expresó la crisis.

I- La Crisis general de Europa a principios del siglo XX

El inicio del siglo XX es un período crítico para Europa, tiempo de múltiples convulsiones sociales: los estragos de la
primer guerra mundial repercutían tanto materialmente como psicológicamente para los europeos, la pérdida de
protagonismo de Europa a nivel mundial, el advenimiento de nuevas potencias como Estados Unidos, el asomo de
los países latinoamericanos, y la disolución del tradicional y único foco histórico de la “humanidad”
(Europa) para dar lugar a múltiples historias “humanas” como cristalización del fracaso del proyecto hegeliano. Estas
son solo las causas más visibles de una crisis de gran calibre, y cuyas razones, como mostrará Husserl, son de muy
variada naturaleza.

Una crisis que afectará todas las caras de Europa, una crisis política, social y cultural, pero en especial, una crisis
científica y filosófica. Tal fue su gravedad, que un asombroso número de filósofos, artistas, políticos e intelectuales
en general se ocuparon, en un mismo y breve período de tiempo, de alarmar a Europa de la oscuridad que se cernía
sobre ella. En muchos casos, con un denominador común en el contenido de sus discursos: alarmar a los europeos
del creciente riesgo de perder el dominio e influencia de su región sobre las demás regiones del mundo. i

Un ejemplo de esto fue La Decadencia de Occidente de Oswald Spengler, de gran influencia para la época. Ante la
desesperación y desorientación de la guerra, el libro de Spengler ofrecía una explicación racional para la crisis
europea, pero sus conclusiones eran dramáticas, Europa se vería ahogada en el inevitable ciclo histórico, que así
como le había otorgado protagonismo, la condenaba a la desaparición cultural.
El temor se diseminó por Europa, y a comienzos de la década del 20 era moneda corriente, en el mundo intelectual,
el tema de la crisis general, en intelectuales de la talla de Ortega y Gasset, Max Weber, y Freud, entre otros, y en
movimientos artísticos como el surrealismo y el impresionismo, la música de Claude Debussy, en la novela realista
Rusa, y en los escritos, por ejemplo, de Antonin Artaud, Thomas Mann, y Paul Valery. El gran dramatismo de esta
situación quedaba plasmado en un pasaje que este último escribió en 1940: “Un escalofrío extraordinario ha
recorrido la médula de Europa. Ha sentido, en todos sus núcleos pensantes, que ya no se reconocía a sí misma, que
iba a perder la conciencia, conciencia adquirida mediante siglos de desdichas soportables, millares de hombres de
primer orden, ventajas geográficas, étnicas e históricas innumerables” y agregaba: “Nosotras, las civilizaciones,
sabemos ahora que somos mortales” (Valery: 1940, pp. 1-2)

1 Anteriormente, Nietzsche escribía en un tono similar: “Toda nuestra cultura europea se agita ya desde hace
tiempo, con tensión torturadora, bajo una angustia de década en década, como si se encaminara a una catástrofe,
semejante a un torrente que quiere llegar cuanto antes a su fin, que ya no reflexiona, que teme reflexionar”
(Nietzsche:2008, p.31)

Husserl, no se mostró ajeno a esta tendencia, y basado en una serie de conferencias dictadas en Viena y Praga
durante el año 1935, publicó un trabajo asombroso, que interpretaba la crisis desde un complejo análisis histórico-
filosófico.

Husserl abordará el problema desde su fenomenología, y allí también hallará su solución. En el camino, la misma
fenomenología se verá ampliada, con profundos análisis históricos y socio-culturales.

La crisis en cuestión no era tan solo de las ciencias europeas, sino que estas eran sólo una dimensión en la que se
expresaba una crisis mucho mayor, era la crisis de las ciencias como expresión de la radical crisis vital de la
humanidad europea. Con esto Husserl nos advertía que la dimensión de la crisis trascendía el ámbito de las ciencias,
la crisis estaba esparcida en todos los ámbitos de la vida del pueblo europeo, de manera radical, es decir, alcanzando
los lugares más profundos, los cimientos de la civilización europea como tal.

Según Husserl, es una crisis de sentido, una crisis de fundamentos, crisis que arrebataba de orientación al hombre
europeo en toda su actividad que lo caracterizaba como hombre civilizado (seguramente para Husserl, “civilización
europea” sea una redundancia). Para Husserl, que Europa estuviera en crisis implicaba que la humanidad lo
estuviera. Cuando escribía “crisis de las ciencias europeas” no especificaba un conflicto de aquellas ciencias que se
desarrollaban en Europa, sino una crisis de la ciencia en general, pues esta era esencialmente europea.

En general todos los escritos de Husserl sobre estas cuestiones, mostraban una posición decididamente
eurocentrista, aparentemente a tono con la mayoría de los intelectuales europeos de la época.

De las muchas caras de la crisis, Husserl va a atender con particular entusiasmo a una: la crisis que aqueja a las
ciencias y a la filosofía, y no solo en sus interiores, sino también en la “imagen” que existía en la época sobre la
ciencia y la filosofía, imagen que provenía de las filosofías dominantes y de la ciencia misma, y que repercutía de
distintos modos en la cultura.

Más adelante nos ocuparemos de esto con mayor detalle, ahora, lo esbozaremos brevemente para que todo el
análisis posterior sea comprensible con mayor cabalidad.

En lo que respecta específicamente a la ciencia, Husserl no cuestionaba sus impresionantes logros teóricos y
tecnológicos. La preocupación del filósofo se enfocaba, primero en cierta “alienación” de la comunidad científica en
general respecto del sentido último de la empresa científica, y segundo, en las consecuencias que tenía, para la
cultura europea, la imagen que la ciencia adoptaba y esparcía de sí misma.

La crisis de las ciencias para Husserl tiene dos caras, es una crisis de fundamentos internos y una crisis de sentido, de
desorientación en cuanto a su rol en la cultura. Según Husserl, la ciencia parece haberse vuelto de tal modo hacía su
propio contenido, que olvidó sus fines tradicionales y lo que el filósofo llamará su “sentido originario”. En términos
husserlianos, la ciencia se ha separado del mundo de la vida, y se ha recluido en su propio mundo, ha olvidado que
es parte de una empresa cognitiva total (que está en la identidad de Europa) y que integra a la Filosofía como guía y
dadora de sentido.

Ha fracasado respecto de aquellos ideales de la Ilustración, que la veían como la panacea de todo mal humano, la
llave de la emancipación. El proyecto de la ciencia como renovación del hombre occidental bajo el signo de la
racionalidad, como guía para ordenar su mundo político y social, y su eventual domino total de la naturaleza, se aleja
drásticamente del horizonte occidental.

Concretamente, Husserl se va a ocupar de mostrar como el naturalismo, el positivismo, y el objetivismo, las


tendencias intelectuales reinantes en Europa a finales del siglo XIX y principios del XX, se encargan de confundir el
sentido originario de las ciencias de tal modo que originan en buena parte la crisis.

Husserl lo expresa muy claramente: “…el hombre moderno se dejó, en la segunda mitad del siglo XIX, determinar y
cegar por las ciencias positivas y por la “prosperity” hecha posible por ellas, significó un desvío indiferente de las
cuestiones que para la humanidad auténtica son las cuestiones decisivas. Meras ciencias de hechos forman meros
hombres de hechos. Este cambio en el modo de estimar públicamente las ciencias era en particular inevitable
después de la guerra, y, como es bien sabido, ha llegado poco a poco en la generación joven a un sentimiento de
hostilidad. En la premura de nuestra vida- es lo que oímos por todas partes- esta ciencia no nos dice nada. Las
cuestiones que ella excluye por principio son precisamente las más candentes para nuestra desgraciada época por
una humanidad abandonada a las conmociones del destino.

Estas son las cuestiones que se refieren al sentido o al sinsentido de toda nuestra existencia humana” (Husserl: 1984,
p. 11) Las tendencias intelectuales en las que se cristaliza esta crítica de Husserl son, básicamente, el positivismo, el
naturalismo, y el objetivismo (hoy incluiríamos al cientificismo).

Estas doctrinas, entre otras cosas, son para Husserl de naturaleza reduccionista, intentan reducir todo a hechos
abstrayendo y anulando la subjetividad. Desplazan así, a un segundo lugar a las ciencias humanas y aún más a la
Filosofía. Pretenden además que la ciencia obtenga de sí misma su fundamento y sentido, la ubican por encima de
toda otra actividad humana.

Esta panorama no es para nada ajeno a nuestro tiempo; actualmente los postulados fundamentales del positivismo,
el naturalismo y el objetivismo tienen mucha vigencia, tanto a nivel académico, como a nivel cultural.

Quizás no sería tan aventurado decir que cualquiera lector de la Krisis va a experimentar una fuerte sensación de
vigencia del texto, es que pareciera que muchas de las cosas que observa Husserl, las podemos verificar hoy aún con
un mayor grado de agudeza. Estos podrían funcionar como ejemplos actuales de lo antes dicho: al interior de las
comunidades científicas, la creciente especificación y multiplicación de los campos de investigación, sumado a una
educación científica prácticamente vacía de autocrítica, podría ser uno de los causantes de la falta de desarrollo de
tendencias críticas que aporten claridad (en cualquier sentido) a la propia actividad de los científicos, y que le den un
sentido determinado (social, histórico, político, etc.) a la empresa científica. Quizás esto se deba a que las instancias
de reflexión meta-disciplinar dentro las ciencias son demasiado escasas como para poder dar a la comunidad una
actitud crítica de su tarea y de sus fines para con el sistema de conocimiento general y la sociedad.

En lo que respecta a la ciencia volcada a la sociedad, es difusa su orientación. La falta de políticas institucionales o
estatales (extra-científicas e intra-científicas) que regulen la aplicación del conocimiento científico en la tecnología
pone a la ciencia a merced del mercado (entre otras cosas) en una lucha de intereses que trascienden
completamente, tanto los fines cognitivos de la empresa científica como empresa cognitiva, como los aquellos que
muestran a la ciencia orientada a promover el bienestar humando.

II- El “telos” de Europa


El análisis histórico-cultural que desarrolla Husserl en Krisis, así como también en Philosophy and the Crisis of
European Man gira en torno a una concepción de “Europa” como categoría espiritual. “Lo Europeo” consiste en un
conjunto de objetos culturales cuyos ejes son la ciencia, la tecnología, la filosofía y las artes, que son portados y
compartidos por una comunidad de individuos. Para Husserl, Europa se erige como la más potente de las
civilizaciones por un complejo desarrollo histórico-cultural que Husserl le adjudica un telos propio.

En Philosophy and the Crisis of European Man Husserl explica qué es la “Europa espiritual”: “In the spiritual sense it
is clear that to Europe belong the Engish dominions, the United States, etc., but not, however, the Eskimos or Indians
of the country fairs, or the Gypsies, who are constantly wandering about Europe. Clearly, the title Europe designates
the unity of a spiritual life and creative activity – with all its aims, interests, cares and troubles, with its plans, its
establishments, its institutions.” (Husserl:1935)3. 3Debido a que la conferencia se encuentra en internet sin
paginación, las citas no harán referencia a páginas.

Más adelante en la Conferencia, Husserl refiere a la idea de que Europa posee una “idea guía”, un espíritu propio,
que da identidad a su cultura, y es constante a través de la historia. Se refiere a la idea del telos europeo: “…in our
European humanity there is an innate entelechy that thoroughly controls the changes in the European image and
gives to it the sense of a development in the direction of an ideal of life and of being, as moving toward an eternal
pole.” (Husserl:1935)

Si bien la idea de una “entelequia innata” que domina los cambios culturales de Europa puede resultar bastante
oscura, podemos entender estas afirmaciones refiriéndolas a fenómenos más tangibles a los que el filósofo, aunque
sea fugazmente, hace mención. El concepto base que trabaja Husserl aquí no es otro que el de la cultura como
elemento identitario y diferenciador de una determinada sociedad. Husserl sabe que el legado cultural de un pueblo
descansa principalmente en los individuos particulares que forman parte del mismo y las distintas instituciones que
se entrelazan de maneras complejas para trascender ciertos órdenes a través de las generaciones. Básicamente, son
ellos mismos quienes “materializan” la cultura a la vez que la portan históricamente.

Si fuésemos reticentes a aceptar la idea de una “entelequia innata” que rige a Europa, con los conceptos
mencionado anteriormente podríamos desarrollar explicaciones auxiliares menos abstractas que capturen la idea de
Husserl. Husserl cree que el conjunto de pueblos que se albergan bajo el concepto de “europeo” (“occidental”)
comparten una identidad originaria que tiene como referencia común a la cultura griega y los orienta como conjunto
hacia un mismo “polo eterno”. Como Husserl explica claramente en las conferencias de Viena, desarrollará la idea
“histórico-filosófica” del hombre europeo4. Su análisis estará centrado en el desarrollo de la Filosofía como tronco
central del conocimiento, del cual las ciencias surgen como ramas que sufren luego un proceso de independización
constante. 4

En la mayoría de los casos Husserl usa la palabra “Europa” y la frase “hombre europeo” para referirse a la civilización
o la cultura europea (lo usa en el sentido de “lo occidental”), no en sentido geográfico. Por ejemplo, Husserl
menciona que los Estados Unidos, son culturalmente europeos. Para Husserl estos procesos determinan el
desarrollo cultural de Europa en tanto civilización.

Sin embargo, en este proceso histórico-intelectual de Europa ocurren ciertas “anomalías” o “malentendidos
históricos” que sumergen a Europa en una “crisis de la racionalidad”.

El punto clave que necesitamos marcar ahora es que para Husserl la Filosofía y las Ciencias son determinantes para
Europa porque son su más exclusivo y preciado patrimonio, para Husserl, el más grande aporte a la identidad
Europea. En este sentido hablaremos ahora sobre algunos argumentos que Husserl desarrolla en Philosophy and the
Crisis of European Man relativos a la condición de Europa como civilización central, cultura elegida que porta la clave
de la emancipación humana.

En aras de comprender bien estos argumentos debemos hacer mención a una bipartición ontológica que se presenta
a lo largo de los escritos de Husserl (más fuerte en los últimos) como una manera de facilitar el análisis y evitar lo
que, como veremos más adelante, pueden ser confusiones devastadoras para la filosofía y las ciencias.
La bipartición consiste en separar el mundo de la naturaleza (Natur), y el mundo del espíritu (Geist). El ámbito de la
naturaleza es el de las cosas materiales, en el cual los entes son vistos desde una pura exterioridad espaciotemporal,
y la necesidad causal es ley rectora.

En el mundo del espíritu, lo esencial no viene dado por las relaciones exterior-causales que se dan entre los objetos,
sino por la significatividad humana en la que se ve conformado nuestro primordial contacto con la realidad. El
mundo del espíritu es el mundo del significado, es el mundo que da sentido a toda actividad humana y que
heredamos de nuestros antepasados. El mundo del espíritu es el producto de la constante interrelación del yo y su
vida de conciencia con los demás “yoes” (términos husserlianos); es decir, surge de la vida en comunidad, de las
relaciones intersubjetivas que sustentan todo “valer” y luego de la cultura en general.

De este modo, nos encontramos plenamente en el en lo que Husserl llama mundo de la vida (Lebenswelt) que se
entenderá ahora como Kulturwelt (mundo de la cultura) y se está siempre enmarcado dentro de una tradición.

La crisis entonces afecta a Europa en su dimensión más profunda, es decir, en tanto categoría espiritual que
subsume y da identidad a todo pueblo que hereda legítimamente esa cultura. La crisis es una crisis en la cultura
europea, en el Kulturwelt, que los mismos eropeos entendían como el paradigma de la civilización. Para Husserl, es
una crisis de la racionalidad y del hombre europeo en tanto hombre portador de la herencia de la razón.

¿Por qué Europa se ve sumida en una profunda crisis de sentido y fundamento? En las conferencias de 1935 Husserl
denuncia que el hombre occidental ha sido infiel a su idea, ha olvidado el telos de su cultura, esa idea que lo define y
lo constituye en cuanto europeo y que fue construida a través de los siglos explotando la herencia de los antiguos
griegos. El telos europeo consiste principalmente en la idea de la Filosofía en el sentido clásico: la idea de un
conocimiento universal relativo a la totalidad del ser, conocimiento que alberga en sí a todas las ciencias que orbitan
a su alrededor orquestadas por una misma causa y fin. Husserl cree que el gran sistema del conocimiento que tiene a
la filosofía como ciencia rectora y avanza implacable a paso firme y evidente es la intención y dirección del gran
legado de los griegos, legado que Europa hace suyo y que ya la define. Esta idea nace en la Grecia antigua, en los
siglos VII y VI a. de C. y marca a su vez el nacimiento histórico del hombre occidental. Para Husserl con esta idea
brota la posibilidad de una existencia verdaderamente humana, cuya estrella guía es la filosofía. Una forma de vida
cultural orientada hacia las ideas, ideales y normas de la razón autónoma, un modo de existencia que, para Husserl,
es el único que permitirá al hombre occidental vivir en equilibrio y desarrollarse hacia sus ideales infinitos.

La “chispa” que da vida a la actitud-identidad europea, generada en la Grecia antigua, es un fenómeno histórico muy
peculiar, una revolución respecto de los modos comunes que los hombres tenían (en las distintas civilizaciones de la
época) de relacionarse con el mundo. Nos referimos a un cambio de actitud que se esparce entre un conjunto de
individuos y termina dominando una cultura. Este cambio cultural, es un cambio en el modo de relacionarse
cognitivamente con el mundo, es el nacimiento de la actitud contemplativa, que Husserl llama “thaumazein”
(asombro).Esta da lugar al surgimiento de lo que para este filósofo es el valor más trascendente e importante de la
Historia occidental: la filosofía, la actitud hacia el saber total.

La nueva actitud, la filosófica, es revolucionaria por su independización de intereses concretos, por desvincular al
conocimiento de sus posibilidades para aplicarse a problemas de la vida mundana. Para Husserl, nace con los griegos
la actitud teorética. Con esta nueva actitud, nace la teoría, es decir, el conocimiento independizado de las labores
prácticas de una civilización, y para Husserl, se inaugura una nueva forma de pensar, que da lugar a lo que hoy
entendemos por conocimiento.

Antes de la actitud teorética, Husserl cree que regía una actitud ingenua, que se aceptaba el mundo-circundante
(Umwelt) acríticamente, como una realidad aproblemática. De manera análoga a lo que cree Comte y otros tantos
autores, Husserl sostuvo que antes del surgimiento de una cultura filosófica y teorética al estilo greco-occidental, ese
"mundo" es básicamente de carácter mítico-mágico.
Mientras prevalecía esta actitud pre-teorética y pre-científica, todas las actividades de la comunidad se orientaban a
finalidades prácticas relativas al mundo-circundante. Las actividades cognoscitivas tenían, en palabras de Husserl, un
horizonte finito.

Como escribe Gurwitsch (Gurwitsch: 1956, p. 57), Husserl asocia el comienzo de la actitud teorética con la práctica
de la epoché (suspensión del juicio), que es el olvido momentáneo “de todos los intereses prácticos y la adopción de
la actitud del observador desinteresado ("unbeteiligter Zuschauer")”. Quizás el empezar a practicar la epoché se
debió a lo que Platón y Aristóteles entendieron cómo aquello que marcó el comienzo de la filosofía: el asombro
(Θαΰμα), la perplejidad y la posterior admiración ante el mundo5. Surge así, opuesta a la actitud natural-ingenua
ante el mundo, la búsqueda del "ser tal como realmente es", nace la idea del conocimiento en como episteme es
decir, en contraste a la mera "opinión". El viejo mundo pasara a ser relegado a la categoría apariencia o, como dice
Husserl, a representaciones del mundo (Welt-vorstellung).

5Platón escribe: “…pues experimentar eso que llamamos admiración es muy característico del filósofo. Éste, y no
otro, efectivamente, es el origen de la Filosofía.” (Teeteto.d,155).

A su vez, se puede ver en Aristóteles: “Entonces (en los tiempos de los primeros filósofos) como ahora, fue la
admiración lo que inicialmente empujó a los hombres a filosofar” (Metafísica.A,983)

III- La ciencia y la filosofía como tareas orientadas hacia fines infinitos

Términos como “espíritu”, “identidad” o “telos” (de una cultura) no son usados ingenuamente por Husserl. Así es
que en la conferencia de Viena Husserl se refiere a que el “espíritu” o “identidad” de una cultura es un concepto que
es llenado con estructuras culturales determinadas que se desarrollan históricamente en procesos complejos de
interacción social entre grupos.

Husserl da a entender que un análisis detallado de los procesos socio-culturales que construyen el “espíritu” de un
pueblo implicaría investigar cómo se desarrollan en pequeños grupos sociales ciertos patrones de actitud y de
pensamiento frente al mundo y a la comunidad, este tipo de patrones es reproducido y transferido por procesos de
distintos tipos (institucionales, de interacción entre individuos y grupos, educativos, artísticos, etc.) que darían lugar
al desarrollo de fuertes estructuras culturales que sean comunes a los individuos de un pueblo. Escribe Husserl: “This
spirit, however, signifies at the same time the progressive transformations of collective humanity beginning with the
effective formation of ideas in small and even in the smallest circles.” (Husserl: 1935)

En este marco, Husserl explica que Europa se desarrolló culturalmente con el surgimiento de una “cultura de lo
ideal”. Esta se fundaba en lo que el filósofo llamó “Filosofía-ciencia”. La Filosofía-ciencia representaba el ideal de un
sistema de conocimiento total, interconectado y autocrítico, y representaba la cristalización de un proceso cultural
centrado en la conformación de un “mundo de la ideas”. El mundo de las ideas se construye con la filosofía y con la
creciente tendencia a “idealizar la realidad”. Esto a su vez es la invención de la teoría, que da paso a un nuevo
hombre, un hombre de idas. Dice Husserl: “Ideas, conceived within individual persons as sense-structures than in a
wonderfully new manner secrete within themselves intentional infinities, are not in space like real things, which
latter, entering as they do into the field of human experiences, do not by that very fact as yet singnify anything for
the human being as a person. With the first conception of ideas man gradually becomes a new man.” (Husserl: 1935)

Con el surgimiento de la teoría y el ideal de la episteme, la cultura Griega pasa a orientarse hacia fines infinitos
(trascendiendo el modo de vivir práctico, pre-teórico), la ciencia y la filosofía nacen con occidente mostrándole un
horizonte de polos infinitos.

Para Husserl la empresa cognitiva que caracteriza la cultura occidental está orientada en su totalidad hacia normas
ideales como polos-límites. Es decir, que la episteme es un objetivo límite hacía el que se orienta todo el
conocimiento, que avanza como un sistema total e intercomunicado con la filosofía como guía, pero que tiene un
límite en el infinito.
Cualquier logro comprendido dentro del significado de la episteme, es solo un paso de transición dentro de un
proceso infinito orientado hacia un polo ideal, a saber, la idea del cumplimiento total y definitivo de la episteme.
Según Husserl, este es el sentido originario al que toda ciencia (en toda época) debe obedecer, y que la caracteriza
como una empresa sin una posible finalización en su horizonte. El filósofo escribe: “Con la primera concepción de las
ideas el hombre gradualmente se volvió un nuevo hombre. Su ser espiritual entró en el movimiento de una
progresiva reformación....En este cambio, en primer lugar (y subsecuentemente más allá de él) un tipo especial de
humanidad surgió, viviendo en finitud pero orientados hacia polos infinitos.” (Husserl: 1935, traducción nuestra).

Esta idea afecta la concepción sobre el avance de las ciencias, para Husserl las teorías científicas (y toda nueva
propuesta teórica en el sistema) son una etapa de transición dentro de un proceso infinito dirigido hacia el
cumplimiento total y definitivo de la episteme.

En una postura no muy lejana a la de algunos epistemólogos de la segunda mitad del siglo XX, Husserl cree que las
teorías científicas se aproximan a entes ideales como polos-límites. Husserl cree que la cultura de lo ideal afecta
también a ciertos conceptos determinantes para la cultura, como los de justicia, belleza, y moralidad, que se
comienzan a orientar hacia ideales infinitos.

De lo dicho hasta ahora, será crucial para entender el análisis posterior no perder de vista que para Husserl el rasgo
primordial de occidente es ser una “cultura de ideas” con horizontes infinitos6. Todo su análisis de la crisis se basará
en este supuesto, 6 Vale mencionar que Husserl no es el primero en entender a occidente de esta manera, Oswald
Spengler, en el primer tomo de “La Decadencia de Occidente” otorga a esta cultura la exclusividad de ser una cultura
“fáustica”, cuya mirada se posa en horizontes infinitos. En el sentido de que las transformaciones y deformaciones
que dan lugar a la crisis se dan principalmente en el ámbito de las ideas, en la dimensión intelectual de Europa.

IV- El camino hacia la crisis

El análisis husserliano de la crisis de Europa, es la interpretación del proceso histórico (enfocado más bien en una
historia de las ideas) que da lugar a la crisis. Este análisis consiste en descubrir (en el sentido de hacer visible) como
determinadas líneas del desarrollo de las disciplinas que Husserl cree centrales para la civilización occidental (la
filosofía y las ciencias naturales) dan lugar a ciertos trastornos posteriores en diferentes aspectos de la cultura. Para
nuestro filósofo la conformación histórico-cultural de Europa nace en la Grecia antigua y se consolida en el
Renacimiento. Como es bien sabido, en el período renacentista se retoman y desarrollan muchas ideas originales de
la Grecia antigua, entre todas ellas, una que es de nuestro particular interés: el concepto de episteme.

Durante el Renacimiento este concepto sufre fuertes transformaciones, y estas determinan, en buena parte, la
nueva imagen que la ciencia asume en el mundo occidental. Galileo y Descartes fueron dos personalidades claves en
este proceso, tanto a nivel científico como filosófico, sus trabajos revolucionaron el método científico establecido y
la concepción de la ciencia predominante. Husserl se ocupará de analizar la dimensión y la repercusión cultural de
Descartes y Galileo como principales protagonistas del proceso de “positivización” y consolidación de las ciencias de
la naturaleza.

Comenzaremos exponiendo el análisis que hace Husserl sobre el trabajo de Galileo para entender el camino que
toma la ciencia a partir de este.

Grosso modo, podríamos decir que durante el Renacimiento la realidad comienza a ser vista como si poseyese una
configuración puramente racional que espera a ser develada por medio de algún método de estructura análoga. El
método que se postula como el correcto para este trabajo es la matemática.

Galileo es conocido, entre muchas otras cosas, por desatar la lucha contra el ideal de conocimiento de los
escolásticos, que ataba a la ciencia a un tipo de especulación abstractiva alejándola de la experiencia y la
observación, y por ser uno de los principales promotores del método experimental. Para Husserl, Galileo no luchaba
por desterrar la abstracción en las ciencias, sino que intentaba resignificarla, llevándola al dominio estricto de las
matemáticas. El científico italiano promovía una idea de las matemáticas como “el alfabeto con el cual Dios ha
escrito el universo”, abogaba con esto por dar el paso hacia la instauración de un lenguaje único, preciso y objetivo
para la ciencia: las matemáticas.

En esta línea, Galileo escribía: "La filosofía está escrita en ese grandísimo libro que continuamente está abierto ante
nuestros ojos (a saber, el universo), pero no puede entenderse si antes no se procura entender su lenguaje y conocer
los caracteres en que está escrito. Este libro está escrito en lenguaje matemático, y sus caracteres son triángulos,
círculos..." (Galileo: 1981). Para Galileo, las matemáticas nos permitirían “leer la naturaleza”, incluso, cómo Husserl
afirma, para Galileo (y al igual que Descartes, Newton, o Huygens) las matemáticas poseían aún más importancia que
la propia experimentación.

Esta no era tan solo una nueva manera de ver la matemática, era una expresión de la función que Galileo estaba
dando al lenguaje matemático en las ciencias, era la construcción de un nuevo método, denominado por Husserl:
"matematización de la naturaleza”.

Husserl entiende que Galileo, que empieza siendo un fuerte promotor del método experimental, se convierte en el
principal defensor y usuario de la abstracción científica.

La “matematización” de la naturaleza

¿En qué consiste la llamada “matematización de la naturaleza”?, ¿Qué repercusiones tiene en el desarrollo científico
posterior, y seguidamente, en el desarrollo cultural e intelectual de una civilización como la occidental? De la
respuesta a estas preguntas centrales en la Krisis, dependerá la explicación del advenimiento de corrientes como el
naturalismo y el objetivismo, así como la misma crisis de las ciencias.

Según Husserl, con la fuerte influencia que tuvo en Galileo la geometría euclidiana y las matemáticas de Apolonio y
Pitágoras, el científico heredó un ideal platónico de geometría pura. A su vez, heredó también un ideal de geometría
aplicada (a física y astronomía principalmente) principalmente de los trabajos de Arquímedes, Eudoxo y Ptolomeo.

De la interacción entre estos dos ideales, Galileo va a darle un nuevo sentido a la ciencia geométrica. Nuevo, con
relación a la tradición griega, que, como plantea Husserl, explicaban la aplicabilidad de la matemática a la práctica
según concepciones filosóficas de corte platónico. Platón entendía que las formas sensibles hacían referencia
(podríamos decir que “se debían a”, o más arriesgadamente “eran construidas desde”) a las formas geométricas
ideales. La realidad empírica participaba de lo ideal, que a su vez, se presentaba más bien como un campo finito y de
límites claros; como consecuencia de esto la geometría y las matemáticas griegas siempre se mantuvieron dentro de
un dominio de tareas y problemas finitos.

Según nuestro filósofo, Galileo comienza a ver a la naturaleza con ojos de geómetra, esto es, comienza a relacionar
la experiencia sensible de nuestro mundo circundante con el campo objetivo, coherente y potencialmente infinito,
de la matemática; pero lo hizo invirtiendo la postura platónica: el mundo ideal geométrico, de formas-límites, se
fundara en la percepción sensible, para luego independizarse.

Husserl escribe sobre esto: “Para el platonismo lo real tenía una métexis más o menos acabada en lo ideal. Esto
brindaba a la geometría antigua posibilidades de una primera aplicación a la realidad. En la matematización galileana
de la naturaleza, es la naturaleza misma la que es idealizada bajo la dirección de la nueva matemática, ella misma se
transforma –expresándolo modernamente- en una multiplicidad matemática”

Para el filósofo, la matematización galileana de la naturaleza es un proceso que da lugar a una nueva ciencia, que la
resignifica. Consiste en partir de la experiencia del mundo circundante (del mundo de la vida, aquel que nos es dado
pre-científicamente) para construir y dar sentido a la geometría, y luego a la ciencia natural.

Según Husserl, lo que motivó a Galileo a desarrollar su nuevo método fue el intento por encontrar en la naturaleza
una “objetividad” subyacente. El mundo natural pre-científico nos es dado de modo subjetivo-relativo: en el mundo
de la vida experienciamos cuerpos cuyas formas espaciales presentan limites difusos, formas vagas e irregulares, un
mismo objeto se nos presenta de múltiples modos; de modo que para que sea objeto de conocimiento, necesitamos
creer que es un mundo, es decir, necesitamos proyectar sobre el una “objetividad natural” que lo presenté de un
modo único.

La matematización de la naturaleza es un proceso de transformación que sufren las intuiciones básicas que
provienen de mundo de la vida. En este, son reconstituidas mediante una actividad teórica (específicamente,
matemática) que las lleva cada vez más hacia formas-límite, a identificarlas con entidades matemáticas.

El proceso de matematización consiste en subsumir, a través de procesos idealizadores, las experiencias de los
cuerpos, o como lo llama Husserl, las intuiciones originales del mundo de la vida al dominio y universo de la
matemática. De la irregularidad de las formas en el mundo empírico, pasamos a tener un conjunto de formas básicas
puras que son perfectamente determinables en todo instante, de identidad precisa y constante, y con propiedades
siempre explicables mediante un método racional y exacto. Además de esto, mediante las figuras básicas ideales
(círculos, cuadrados, rectas, triángulos, etc.) podemos construir nuevas figuras más complejas, con nuevas
propiedades, y así poblar el nuevo mundo geométrico. Se constituye así una nueva naturaleza paralela, naturaleza
de formas-límites ideales, de proporciones perfectas y constantes, cuya interrelación es puramente descifrable
mediante métodos matemáticos. Las intuiciones básicas (del mundo de la vida) transformadas en conceptos
geométricos aparecen en la conciencia como una “estructura estratificada de idealidades”.

Es necesario resaltar que, según Husserl, la constitución de la nueva naturaleza matematizada a través de
transformación de las intuiciones sensibles y las plenitudes es un proceso y una reconstitución que se da en la
conciencia con intuiciones que le eran propias. Que sea procesual nos habla de que no es inmediato, las intuiciones
sensibles son susceptibles de variación en la imaginación, y la imaginación solo puede aplicar los procesos
idealizatorios correspondientes de forma gradual: “de lo más o menos recto, de lo más o menos plano, de lo más o
menos circular, etcétera.” (Husserl:1984, p.29).

La matematización de la naturaleza es un proceso orientado hacia un ideal de perfección, un acercamiento gradual


de lo imperfecto a lo perfecto, que constituye en sí una tarea infinita. Este nuevo método nos permite construir,
mediante operaciones precisas, un inagotable mundo de idealidades geométricas que supera al mundo de las formas
dado empíricamente ya que carece de relatividad e imprecisión, es objetivo per se, no hay situación en la que sus
elementos cambien o se invaliden.

Como Husserl lo interpreta, Galileo ha provisto a la ciencia de un método que asegura un dominio de objetividad y
verdades absolutas, tal como planteaba el ideal de la episteme. como a la geometría euclidiana, y a las matemáticas
griegas en general, les correspondían tareas finitas, poseían, según Husserl, un a priori finito y cerrado. A esto se
opone la nueva concepción de la geometría galileana que se nos presenta como un método de tareas infinitas pero
virtualmente asequibles; un método que a través de la deducción precisa nos permite alcanzar el mundo de todas las
formas idealmente inscribibles en un espacio.

Se refiere a esto Husserl: “Al espacio ideal es inherente, para nosotros, un a priori universal sistemáticamente
unificado, una teoría infinita y, a pesar de la infinitud, cerrada, en sí, unificada y sistemática, teoría que, ascendiendo
desde conceptos y proposiciones axiomáticas, permite construir toda forma imaginable construible en el espacio, en
univocidad deductiva. De antemano, aquello que existe idealmente en el espacio geométrico está unívocamente
fijado en todas sus determinaciones. Nuestro pensamiento apodíctico, progresando por etapas hasta el infinito
según conceptos, proposiciones, consecuencias, demostraciones, sólo “descubre” lo que ya de antemano, lo que en
sí ya es verdad.” (Husserl: 1984; p.26)

Matematizar la naturaleza no es descubrir algo que ella guarda, sino que es construir un nuevo universo paralelo
como un entretejido teórico en clave matemática. Husserl no es ingenuo al momento de revisar las causas de este
proceso, no es solo un producto de la voluntad y capacidad científica de Galileo, es una tendencia que se desarrolla
presionada por exigencias prácticas y tecnológicas. El proceso de objetivar la naturaleza para dominarla y entenderla
en un plano regido por leyes matemáticas condiciona al desarrollo técnico de la sociedad. La técnica avanza en la
medida que avanza ese proceso, y a su vez, se ve también orientada hacia de un ideal de perfección. Husserl escribe
respecto de esto:“…pero con la humanidad progresa la técnica, así como el interés por lo técnicamente más
refinado, y así el ideal de perfección se coloca siempre más allá. De aquí que tengamos siempre ya un horizonte
abierto de mejoramiento imaginable, que ha de ser llevado cada vez más lejos.” (Ibid., p.29).

Husserl observa que el desarrollo del arte de la medida cumplió un rol importante en el proceso de consolidación de
la nueva geometría. Principalmente porque tenía una función idealizatoria y objetivante que actuaba en consonancia
con los modos de la nueva geometría. El artesano, en su afán de mejorar sus creaciones trabajaba su material
acercándose y descubriendo las formas puras. Este arte de la medida jugó además un importante papel en la
posibilidad de que el nuevo mundo ideal-geométrico y su método tuvieran una aplicación práctica al mundo de la
vida. Ya que permitía calcular con exactitud, a partir de “acontecimientos de forma dados y medidos”, otros
inaccesibles a la medida directa. Esto permitía que, en un sentido, se conociera el mundo real a través del modelo
(mundo) ideal.

Durante el Renacimiento el avance de las técnicas de la medición era de especial interés para ciertos países
europeos; el desarrollo de la balística, de nuevas técnicas de navegación, y de la arquitectura dependían
fuertemente de las distintas técnicas de medición, todas disciplinas fundamentales para los fines expansionistas de
Europa.

Husserl cree que el impulso de los fuertes intereses prácticos, combinado con las nuevas tendencias filosófico-
científicas orientadas al desarrollo del conocimiento puramente teórico y objetivo, y las tendencias a objetivar lo
empírico en el arte de la medida hacen que este último se idealice, se desligue de su anclaje empírico y se convierta
en un modo de pensar puramente geométrico. De este modo, “el arte de la medida se vuelve así precursor de la
geometría finalmente universal y de su mundo de formas-límites.” (Ibid., p.32)

Como dijimos antes, con la matematización viene un nuevo método, a la vez que un nuevo sentido para el término
“científico”. El geómetra será ahora aquel que se ocupe de definir, construir y encontrar propiedades en el dominio
de las formas ideales, en lo que corresponde a la esfera de lo relativo a lo espacial. En tanto que, de manera más
general, será “matemático” aquel que se ocupe también de la esfera que contiene a la dimensión del tiempo. La
matemática, que antiguamente tenía la forma de una praxis real que se ocupaba de las formas empíricas, reales o
posibles, se entiende ahora como una praxis ideal inmersa en el dominio de las estructuras puras, las formas
idealizadas espacio-tiempo.

En un muy interesante pasaje de la Krisis, Husserl deja entrever una postura sobre el lugar y el desarrollo de la
matemática como objeto de la cultura. El filósofo remarca el hecho de que la matemática, como una práctica
humana, se desarrolla históricamente y se conserva objetivamente cognoscible y disponible a los sujetos en el
acervo cultural. Las teorías y proposiciones matemáticas están disponibles gracias a que sufren un proceso de
síntesis cultural que permite aprehenderlas sin necesidad de que cada sujeto que intenta entenderlas recorra el
proceso que antaño implico descubrirlas, sin que “su configuración de sentido deba ser siempre de nuevo
explícitamente renovada” (Ibid., p.30).

Las fórmulas matemáticas se sintetizan culturalmente como objetos de uso análogos a las herramientas manuales
más comunes. Esto es que “son comprendidos y vistos sin más en sus específicas propiedades culturales sin
necesidad de tornar nuevamente intuitivo aquello que dio a tales propiedades su genuino sentido”
(Husserl:1984,p.30).

Según Husserl, para agregar algo al edificio matemático, las proposiciones y teorías ya establecidas deben estar
materializadas en formas “sensibles” para poder manipularlas. De este tipo de corporización se encarga el lenguaje y
la escritura, en esta última se va construyendo un tipo de sistema simbólico específico (que incluye diagramas y
esquemas de diversos tipos). Estos medios para “materializar” las proposiciones matemáticas actúan como puentes
entre el mundo ideal matemático y la práctica empírica, posibilitan “un maniobrar espiritual en el mundo geométrico
de las objetividades ideales.” (Ibid., p.30)7.
Hacemos énfasis en este punto porque es interesante resaltar que las observaciones que hace Husserl sobre el
desarrollo de la matemática contemplan con equilibrio remarcable el desarrollo de la matemática internamente y el
desarrollo de la matemática como práctica, algo poco común para la filosofía de la matemática de la época, y en
boga actualmente.

La matemetización indirecta de las plenitudes

Hasta aquí, hemos hablado de la matematización de las formas sensible que se nos aparecen en la naturaleza
conformando una nueva ciencia de las formas. Hemos intentado reconstruir los argumentos de Husserl sobre como
el mundo, en tanto configuración universal de todos los cuerpos, (Husserl cree que el mundo natural posee, de
antemano, una estructura, un configuración determinada como totalidad de las formas) es idealizable directamente
y reconstruible en el dominio matemático.

Sin embargo, el gran proyecto galileano, que Husserl entiende como una “hipótesis científico-natural fundamental”,
no está completo aún. Bajo la creencia de que el mundo guarda una estructura matemática, la hipótesis de Galileo
lleva en su seno a la matemática como maestra, y si bien la observación y la experimentación también tendrán un
lugar privilegiado, serán solo el punto de partida para reconstruir el mundo en un discurso científico objetivo. A esto
se refiere Husserl: “Conocer el mundo “filosóficamente”, de una manera seriamente científica, sólo puede tener
sentido y ser posible si se encuentra un método para construir el y la infinidad de sus causalidades, sistemáticamente
y en cierto modo de antemano, a partir del reducido contingente de lo comprobable en cada caso y sólo
relativamente en la experiencia directa, y comprobar irrecusablemente esta construcción a pesar de su infinitud”
(Husserl:1976, p.36, subrayado mío)

Como se explicó antes, el proyecto galileano apuesta a la matemática como guía hacia el ideal de la episteme, pero
la matematización del dominio de las formas dadas en la experiencia no es suficiente en el proyecto de
matematización de la naturaleza. Tal como lo pone Husserl, para desarrollar su proyecto, Galileo debe insertar en
dominio matemático (objetivar, según Husserl) las cualidades sensibles (o “plenitudes”) de los cuerpos, y aún más,
construir matemáticamente el mundo y la infinitud de sus causalidades. Este es en realidad el gran nuevo rumbo de
la ciencia natural, construir a partir del mundo (cuerpos, cualidades, y sus innumerables relaciones causales)
modelos matemáticos que nos permitan conocerlo en el dominio de lo objetivo, para poder realizar predicciones,
inducciones, y cálculos rigurosos.

Además del dominio de las formas, la naturaleza posee un dominio de cualidades específicas de esos cuerpos; nos
referimos a lo que Husserl llama “plenitudes”, estas son propiedades de las cosas como temperatura, olor, color,
textura, etc.; este tipo de cualidades exceden las posibilidades de cualquier geometría, así lo expresa Husserl:
“Tenemos solamente una, y no una doble forma universal del mundo solo una geometría, y no una geometría de dos
caras; esto significa que tenemos solo una geometría de las formas y no una segunda geometría que sería la de las
plenitudes.” (Husserl:1984, p.39)

Esto mantiene incompleta la tarea que determinará a la nueva ciencia: poder ver la naturaleza como
fundamentalmente matemática.

El problema, para Husserl, reside principalmente en el hecho de que las cualidades sensibles de los cuerpos no
poseen, como conjunto, una configuración determinada, no están dispuestas en una forma-de-mundo que les sea
propia. Esto sería el primer obstáculo para desarrollar cualquier método a través de la cual podamos objetivar el
mundo de las plenitudes. No podemos aproximarnos a las formas-límites de las cualidades sensibles en el sentido en
que lo hacíamos con las formas.

Ante este panorama, y, según Husserl, guardando la idea fundamental de una nueva física, Galileo inicia un método
de matematización indirecta de las plenitudes, que le permitirá manipular y evaluar matemáticamente las cualidades
específicas de las cosas. Este consiste, muy básicamente, en relacionar mediante normas y preceptos el
comportamiento de las cualidades específicas con el de las formas, de manera de poder generar un índice
matemático de las cualidades específicas de las cosas en el mundo de las idealidades, y así poder hacer evaluaciones,
mediciones, y predicciones con cada vez mayor exactitud. Esto es bautizado por Husserl como “matematización
indirecta”; se refiere a esto en el siguiente pasaje: “ella solo es pensable en el sentido de que las cualidades
específicamente sensibles (“plenitudes”), experimentables en los cuerpos dados a la intuición están intimamente
vinculados con las formas que les corresponden esencialmente,de un modo totalmente peculiar y según reglas
propias.” (Ibid. p. 40)

Husserl describe la presunción de Galileo para desarrollar esta idea como un pensamiento de este tipo:“todo lo que
se manifiesta como real en las cualidades sensibles específicas debía tener su índice matemático en acontecimientos
de la esfera de la forma, concebida obviamente como ya idealizada, y que de esto también podía resultar la
posibilidad de una matematización indirecta…” (Ibid., p.41)

Un clásico ejemplo puede clarificar este asunto: los pitagóricos, siglos antes, habían descubierto la dependencia
entre el tono de un sonido y la longitud de la cuerda vibrante que lo producía; de este modo obtenían índices
matemáticos del plano de las formas ideales (longitud de una cuerda) para cualidades sensibles (las variaciones
tonales de un sonido), la relación “1/2” refería al intervalo musical que conocemos como octava; “2/3” refería al
intervalo de quinta; “4/5” al intervalo de tercera mayor; etc.

Esto es una matematización de cualidades sensibles, porque se correlacionan “plenitudes” con ciertas estructuras
matemáticas.

Lo que resalta Husserl es que la física tomó definitivamente un rumbo matemático con Galileo. Hoy nos hemos
familiarizado con el manejo de descripciones de la naturaleza de una riqueza inmensa, asociamos a las variaciones
vibratorias de una cuerda (ya idealizada completamente y aplicable a diversos casos en la naturaleza que no tienen
por que ser “cuerdas” en el sentido común del término) términos matemáticos como “frecuencia de onda”,
“tensión”, “velocidad de fase”, etc.. Las cualidades más comunes experienciables en los cuerpos dados en el mundo
de la vida, como el calor que percibimos en un cuerpo, los sonidos, o los colores; poseen, para nosotros, un índice
físico-matemático en un dominio científico: ondas de calor, vibraciones sonoras, ondas lumínicas con distintas
frecuencias.

Sin embargo, si bien Galileo abrió la puerta que nos conduciría a un entendimiento del mundo como el que recién
mencionamos, cualidades como el color, olor, y la textura no eran aún matematizables, pues excedían las
posibilidades de las técnicas de medición de la época, y por tanto no había manera de asociar sus posibles
magnitudes a índices en las formas (longitud, profundidad, altura, etc.). Las cualidades del mundo sensible que no
podían ser medibles, continuaban como parte del mundo subjetivo, en tanto que el mundo objetivo, se iría
construyendo a través de la matematización, la medición mediante experimentación, y el desarrollo constante de la
matemática.

El otro paso que, según Husserl, era necesario dar para consolidar el nuevo método científico galileano consistía en
dar cuenta de la multiplicidad de las relaciones causales entre los fenómenos.

La causalidad es el aspecto fundamental de la naturaleza que la nueva física-matemática debe captar de alguna
manera. Tal como lo expresa Gurwitsch: “es preciso encontrar un método que permita especificar la causalidad
general del mundo y construir series infinitas de conexiones causales, sobre la base de lo que es accesible a la
experiencia, finita y fragmentaria. Ese método es la matematización y, más específicamente, la "algebrización".”
(Gurwitsch: 1956-57)

Para la tarea de captar con sistematicidad la causalidad universal, fue clave el desarrollo de la geometría analítica;
que refino, en general, los métodos geométricos existentes otorgándoles una dimensión una dimensión algebraica
que magnifica su potencial.

Para Husserl en la hipótesis galileana estaba implícita la idea de una causalidad universal idealizada como la
búsqueda de una causalidad universal exacta que englobaría toda relación causal entre la esfera de las formas y en la
esfera de las plenitudes.
Nuevamente, el camino de Galileo iría desde la observación y experimentación (desde el mundo natural concreto)
hacia el mundo de la matemática. Hizo explicita la posibilidad de encontrar efectivamente conexiones causales entre
hechos concretos que eran susceptibles de ser expresados en fórmulas matemáticas y luego, susceptibles de ser
verificados mediante la medición de los fenómenos.

Husserl explica que la causalidad general en el mundo de la vida concierne al dominio de las formas y al dominio de
las cualidades específicas de los objetos. Los cambios en cualquier dominio suceden de modo regular en conexión
con otros cambios inmediatos. La nueva física galileana refiere todo cambio concerniente a una cualidad específica a
acontecimientos de orden espaciotemporal (formas). En la medida en que el dominio espaciotemporal es
matematizable directamente, y que podemos tener índices matemáticos de las cualidades específicas a través del
dominio ideal de las formas, logramos insertar en el dominio matemático el universo causal.

Hasta aquí, se podría decir que se ha reconstruido la interpretación de Husserl sobre la revolución galileana en física
y en matemática.

El resultado de la matematización para la nueva física-matemática queda bien expresado en este pasaje de
Gurwitsch: “Las leyes naturales son las fórmulas de dependencia funcional que correlacionan entre sí a los
fenómenos matematizados. Estas leyes de dependencia funcional, las leyes naturales expresadas en forma
matemática—que es su forma adecuada y genuina—expresan el verdadero estado de la naturaleza.”
(Gurwitsch:1956-57).

Esta cita de Gurwitsch capta muy bien el espíritu de lo que Husserl quiere dar a entender respecto de lo que produce
la matematización en la física en general.

Nos queda por mencionar un elemento que también contribuyó a hacer posible la matematización indirecta de las
plenitudes sensibles, y que es también mérito de Galileo: la experimentación.

El paradigma metodológico aristotélico ponía a la observación directa (nuestra experiencia “común” en el mundo de
la vida) como primer recurso metodológico para las ciencias naturales. Como es bien sabido, una de las claves de la
ruptura galileana con la tradición aristotélica tiene que ver con el reemplazar la simple observación por la
experimentación.

La clave de la experimentación es el proceso de aislar, en el mayor grado posible, un fenómeno de otros fenómenos
parasitarios asociados al primero. Consiste en acercarse al caso puro. En su discusión sobre el movimiento natural,
Galileo asume que cierto movimiento de los cuerpos es “natural” en la medida en que se pueda definir su acción
independientemente de ciertas causas externas que lo distorsionan.

Lo que se nos presenta aquí es el inicio de procesos idealizatorios en el marco del mundo empírico. El experimento
se afronta de un modo geométrico, se afina y perfecciona en el mayor grado posible para acercarse a un caso ideal
(incluso Galileo ya proponía experimentos de carácter puramente ideal.i.e. experimentos mentales), en el que se
puedan reconocer los patrones de dependencia funcional de ciertos fenómenos, que luego se expresarán en
fórmulas matemáticas.

El caso peradigmático es el estudio galileano de los cuerpos en caída libre, en el que pretende investigar lo que le
sucedería a cuerpos de pesos diversos en un medio completamente vacío de resistencia (medio ideal) de modo de
poder asociar la diferencia de velocidad en la caída a la diferencia de peso entre los cuerpos.

Galileo diseña un experimento que se acerque en mejor modo a este caso ideal. Cuando logra hallar leyes de
dependencia funcional entre fenómenos ya matematizados (medidos y convertidos a magnitudes matemáticas)
obtiene fórmulas que luego se pueden configurar, junto a una explicación de situaciones hipotéticas, en un modelo
para luego aplicar (descender a través de la idealización) a la realidad.
Primeras consecuencias del proceso de matematización

La matematización de la naturaleza no solo representa un cambio de método científico, no solo una revolución
conceptual y el advenimiento de un nuevo paradigma explicativo del mundo, representa un cambio en las ideas más
fundamentales del intelecto de la civilización europea.

Husserl llamará consecuencias de la matematización a los distintos modos en que influenció a la sociedad y la cultura
la nueva ciencia y la nueva imagen del mundo que con ella se va construyendo.

El concepto protagonista de este cambio es el de naturaleza. Con la matematización, “naturaleza” deja de ser un
concepto relacionado al mundo de la vida y la experiencia cotidiana, pierde en gran medida su inmediatez práctica.
En cierto sentido se produce una especie de bifurcación en el concepto, pues se comienza a construir una naturaleza
paralela a la naturaleza dada al mundo de la vida. La experiencia en el mundo de la vida ya no es más objetiva, sino
que se denigra a un fenómeno de tipo subjetivo, a una mera apariencia; en tanto que se postula la existencia de una
verdadera naturaleza que se oculta inamovible y objetiva detrás del constante fluir de la experiencia mundana, es un
universo de entidades matemática “ideales” constituido como un entramado perfecto de idealidades y leyes de
vinculación exactas.

El cambio radical surge de entender que no podremos conocer el mundo sino lo desentrañamos en la forma de una
multiplicidad matemática de la experiencia mundana. El mundo de la vida no es material para el científico, ya que
oculta en su variabilidad a la estructura real del mundo, que es matemática.

Los fenómenos subjetivos sirven en tanto son medibles, esto quiere decir que deben ser sometidos a procesos de
estabilización e idealización en los que el científico los manipula para generar ciertas situaciones específicas, las
condiciones experimentales. De estos, se obtendrán de los fenómenos subjetivos índices que develarán su función
en la gran estructura matemática del mundo.

Este nuevo concepto de naturaleza es producto de la nueva física, y por tanto puede ser entendido como naturaleza
del físico. Esta naturaleza es una estructura conceptual de carácter básicamente matemático que es construida por
la ciencia, a través de la matematización de la naturaleza mundana, pero en la modernidad no se entendía como una
construcción sino como un develar, un descubrir la estructura real de las cosas.

El éxito creciente que experimento la nueva física-matemática en la modernidad, debido tanto a sus logros teóricos y
explicativos como a los tecnológicos, se cristalizó en una gran influencia para los círculos científicos e intelectuales de
la sociedad europea. En este sentido, la nueva ciencia influye determinantemente en el contenido de ciertos
conceptos generales (no solo científicos), y la realidad dejará de ser algo asociado al mundo de la vida para
convertirse en el tejido de ideas que propone la nueva física; el mundo de la vida será olvidado como fuente de
episteme, desplazado por las nuevas estructuras simbólico-ideales.

Galileo es quién inicia el proceso de matematización que constituye a la nueva física, pero es la ciencia posterior a él
la que realmente se adentre en este camino, profundizando en un grado dramático el desarrollo de estructuras
matemáticas como sustentos de las nuevas teorías físicas, y produciendo así una profunda separación entre la
realidad mundana y la naturaleza matematizada.

Este fenómeno, llamado actualmente por algunos estudiosos de Husserl como “alienación simbólica” (ver: da Silva,
2010) será la gran preocupación de Husserl, y la clave de la crisis de las ciencias.

V- Descartes y la crisis de la Filosofía

Husserl atribuye a Rene Descartes un papel protagónico en este complejo proceso histórico de transformaciones
conceptuales que intenta explicar.
A sabiendas de cometer un grueso reduccionismo, entenderemos el aporte cartesiano al desarrollo del proyecto de
la nueva ciencia (el proyecto galileano) como la tarea dar una fundamentación filosófica (metafísica) al nuevo
método científico, como primer impulsor del proyecto consistente en desarrollar una episteme definitiva, que
tomaría la forma de una filosofía como ciencia universal de la totalidad del ser cuyo lenguaje por excelencia sería la
matemática. En este proyecto, Descartes comete, según Husserl, un error que será uno de los causantes del
naturalismo. Descartes promueve una fuerte innovación conceptual consistente en la división del mundo en mente y
materia, es decir, en una ontología basada en dos tipos de sustancias: extensa y pensante.

La res extensa es por excelencia el objeto de las ciencias físicas, que se servían de un modelo de explicación causal
que, en su creciente relación con las matemáticas, daba y prometía éxitos a nivel teórico y práctico.

Pero un proyecto de la ambición y exhaustividad del de Descartes, debía poseer también un modelo fiable de
comprensión y explicación de la materia pensante, es más, para Descartes, existía un método, mediante el cual
explicarla definitivamente.

Ante esta necesidad, Descartes aborda el problema de la sustancia pensante desde un método análogo al de las
ciencia física, es decir, la materia pensante será estudiada como se estudia la materia extensa. En sus Meditaciones
metafísicas, Descartes distinguía distintos estados mentales, o "modificaciones de la conciencia" según esta
propuesta, estos debían de obedecen a leyes causales análogas a las que rigen la naturaleza física.

Para Husserl, la primera consecuencia del éxito de este abordaje es la consolidación de una concepción naturalista
del espíritu. Este punto es crucial para su el análisis del filósofo: uno de los pilares de la crisis de las ciencias europeas
es el error categorial de entender y estudiar las cuestiones espirituales como si fuesen naturales, es decir, en
cometer lo que Husserl llamó la “naturalización de la conciencia”. Como explica Gurwischt: “La tendencia objetivista
(en Galileo) origina una tendencia complementaria pero de sentido opuesto, es decir, orientada hacia el campo
subjetivo, hacia el campo de la conciencia.” (Gurwischt: 1956).

Descartes es entonces quien da impulso a la consolidación del objetivismo (ya que ya no solo se pretende objetivar
el mundo, la res extensa, sino también la conciencia y el mundo espiritual) y a la del naturalismo, que promueve el
error pretender estudiar todo mediante un mismo método, pretender estudiar cuestiones espirituales con métodos
de las ciencias naturales.

Husserl entiende que es Descartes quien va a fundamentar filosóficamente la nueva ciencia como el método
correcto que nos asegurará un conocimiento objetivo y sólidamente fundado, se encargará así del viejo anhelo de
Galileo. Descartes consolidará la concepción objetivista y el racionalismo fisicalista, ambas se encontraban en el ideal
del conocimiento galileano. La filosofía cartesiana propone un ideal de una ciencia única y universal, la mathesis
universalis, y lo fundamenta tomando como punto de partida radical al ego cogito; pero para hacer esto, Descartes
pretende usar el método de la nueva ciencia, es decir, para fundar la mathesis universalis Descartes apelará a la
matemática.

Dice Husserl: “Descartes concibió la nueva idea de la filosofía universal, proporcionándole al mismo tiempo
sistematización mediante el sentido del racionalismo matemático, o mejor dicho, fisicalista –de una filosofía en tanto
matemática universal-“ (Husserl: 1984, p. 79). Y unas páginas adelante agrega: “la geometría, o más exactamente, la
física- matemática. Este ideal ha ejercido durante siglos una influencia nefasta... de manera que ha sido adoptado
por Descartes sin crítica previa, en sus Meditaciones se vuelve a ver también. A Descartes le parecía natural que la
ciencia universal tuviera la forma de un sistema deductivo, sistema por el cual todo el edificio descansaría ordine
geométrico sobre un fundamento axiomático sirviendo de base absoluta para la deducción”. (Ibid., p. 86)

En La Filosofía como Ciencia Estricta Husserl retoma para su Fenomenología, las intenciones de Descartes para la
filosofía, pero con la intención de evitar caer en los malentendidos en los que desembocó aquel.

Para Husserl, con el desarrollo de este concepto de filosofía y las transformaciones de los conceptos de naturaleza y
el de mente, la filosofía cartesiana toma un rumbo extraño, que luego que da lugar a ciertos malentendidos
intelectuales, y se convierte en una de las causantes de la crisis de las ciencias y de la filosofía en Europa, es decir, el
gran proyecto de dar un lugar central a la filosofía se desarrolla y transforma en una de las causas de su gran erosión.
Dice Husserl: “La descomposición de la filosofía actual es innegable desde la mitad del siglo pasado (XIX), en
comparación con los tiempos anteriores si intentamos considerar a la filosofía occidental desde el punto de vista de
la unidad propia a una ciencia. Esta unidad se ha perdido en cuanto al objeto de la filosofía, a sus problemas y a su
método. Cuando con el comienzo de la edad moderna la fe religiosa fue convirtiéndose cada vez más en una
superficial convención sin vida, la humanidad intelectual se elevó en alas de la nueva gran fe, la fe en una filosofía y
ciencias autónomas. La cultura entera de la Humanidad iba a ser dirigida por ideas científicas, iba a ser penetrada de
luces, a ser reformada y convertida en una nueva cultura autónoma.

Pero desde entonces está fe ha caído en la insinceridad y atrofia. No enteramente sin motivo. En lugar de una
filosofía viva, tenemos una literatura filosófica creciente hasta lo infinito pero casi carente de conexión” (Husserl:
1992, p. 12)

El proyecto cartesiano de una filosofía total traicionaba a la propia filosofía porque la forzaba a adoptar un método
matemático. Esto fue uno de los causantes de que la degradación de la filosofía dentro de la estructura del
conocimiento y la cultura, porque se llegó a la idea de que solo la ciencia podía producir conocimiento.

VI - Naturalismo, Objetivismo y Positivismo: causas directas de la crisis

Nuestro intento por caracterizar los rasgos más importantes de la historia de la crisis tenía como uno de sus
propósitos explicar el advenimiento de las corrientes de pensamiento que hoy conocemos como naturalismo,
objetivismo y positivismo. Estas tres posturas, hermanadas y de fuerte predominio a fines del siglo XIX y principios
del XX, constituyen lo que Husserl entiende como el núcleo causante de la crisis.

Como mencionamos anteriormente, el procesamiento y el desarrollo cultural de las nuevas concepciones de la


ciencia y la filosofía, entroncadas a las transformaciones de los conceptos de naturaleza y mente, es entendido por
Husserl como una especie de proceso plagado de “malentendidos” que termina traicionando la intención de sus más
profundos fundamentos. Esta traición es múltiple. Según Husserl afecta a la ciencia en tanto actividad con
pretensiones de fundamentos sólidos; afecta a la filosofía degradándola en su originario rol (o pretensión) de
disciplina central dadora de fundamentos a todo conocimiento; y afecta por último a la propia civilización europea,
ya que según Husserl, confunde y oculta su verdadera identidad y telos.

Retomando ideas cartesianas, Husserl cree que la ciencia debe poseer dos características esenciales (en sentido
fuerte del término): debe ser sólida y definitivamente fundamentada, característica que puede poseer, solo en tanto
se desarrolle anclada a una evidencia fundamental; y debe ser sistemática y justificada, en un sentido que permita
ensamblar con naturalidad y en un mismo lenguaje a todas las disciplinas científicas con el fin de tender hacia el
ideal de conocimiento total, la unidad del saber.

Hay un tercer aspecto de sumo interés y que está presente a lo largo de muchos de los escritos de Husserl, la
empresa científica debe incorporar un discurso crítico sobre sí misma, uno que, encarnado en los individuos que la
llevan a cabo, la oriente según sus fines más profundos, aquellos que constituyen su identidad y su telos.

Respecto del naturalismo, Husserl nos dice que en él podemos ver la cristalización más clara de las consecuencias de
la matematización de la naturaleza comenzada por Galileo.

Husserl lo entiende en dos dimensiones: por un lado como postura intelectual meta-científica, y por otro lado
infiltrado en la misma metodología de la ciencia.

En La Filosofía como Ciencia Estricta el filósofo expresa su visión sobre esta corriente: “El naturalismo en una
consecuencia del descubrimiento de la naturaleza considerada como unidad del ser espacio-temporal conforme a
leyes naturales exactas. Con la realización progresiva de esta idea en las sucesivas ciencias de la naturaleza que
acogen un gran número de conocimientos estrictos, el naturalismo se propaga cada vez más…..Siguiendo los hábitos
de interpretación dominantes en cada uno el naturalista tiende a encarar todo como naturaleza; el que se dedica a
las ciencias del espíritu tiende a encararlo todo como espíritu, como creación histórica y, por consiguiente, ambos
tienden a falsear el sentido de aquello que no puede ser encarado a su modo” (Husserl: 1992, pg. 15)

La influencia naturalista en las ciencias se ve claramente en el proceso ya avanzado de matematización y


formalización que poseían las ciencias físico-matemáticas a principios del siglo XX. Los productos de la matemática y
el mismo método matemático son usados de manera tan indiscriminada como efectiva; como ya hemos
mencionado, la física se convierte en una disciplina tan dependiente de la matemática que su dominio de estudio (la
naturaleza) se vuelve un dominio matematizado8.

David Hilbert dijo alguna vez que la física era muy difícil para los físicos, ilustrando esta tendencia inocultable en la
nueva ciencia. La física es absolutamente dependiente de la matemática.

Por otro lado la crítica de Husserl no debe ser malentendida como una crítica hacia el creciente uso de la matemática
en las ciencias, sino que, como afirma Patrick Heelan: “What Husserl criticized about science was not that it used
mathematical models but that, (generally) led by a false metaphysics, it (generally) mistook them for reality”
(Heelan:1986, p.369).

Husserl critica específicamente el olvido que tiene la ciencia para con lo mundano, es duro con la tendencia de la
ciencia a confundir la realidad con realidades matemáticas, es decir, con realidades construidas.

Existen dos puntos en los que Husserl se centra para criticar al naturalismo. El primero consiste en la naturalización
de la conciencia, ya que hacer esto es despojar a la conciencia de su actividad primordial y distintiva: proveer al
sujeto de la subjetividad y fundar negativamente la objetividad y las ciencias.

En segundo lugar, y casi como un corolario del primero, Husserl acusa al naturalismo de llevar a cabo una
naturalización de las ideas, en la que estas últimas se consideran como meras abstracciones de datos sensibles,
naturalizando así todo ideal o norma absoluta.

Con respecto a estos dos puntos creemos que está cita a Husserl puede ser esclarecedora: “Todo lo que existe (para
el naturalista) es físico, y como tal pertenece al complejo unitario de la naturaleza física, o bien, aunque sea psíquico,
no es más que una variante que depende de lo físico, a lo sumo un fenómeno concomitante paralelo secundario.
Todo ser es de naturaleza psico-física, es decir, está inequívocamente determinado por una legalidad rígida”
(Husserl: 1984: p.15).

En este punto del análisis, podemos ver que los fenómenos analizados por Husserl presentan una particularidad, que
a primera vista hasta puede ser extraña. La física, desde su tradición galileana, se convierte en una ciencia
productora de teoría que debido a su dependencia de los modelos matemáticos, se vuelve hiper-formalizada y se
maneja en un grado de abstracción tal, que se separa de todo concepto común de la naturaleza mundana, es decir,
su naturaleza está matematizada. Sin embargo, el impacto cultural que tiene la nueva imagen de la física y sus
logros, hace que se genere una tendencia a entender que la legitimidad de toda ciencia (y aún más: de todo
conocimiento) dependa de si se puede reducir su objeto a fenómenos físicos. Esto hace, por ejemplo, que se someta
a disciplinas como la psicología y la sociología a críticas constantes para acercar su método de las ciencias físicas.

Con la naturalización de la conciencia y las ideas, el naturalismo comienza un proceso de desnaturalización de la


noción de sujeto a la de objeto. Es una especie de cosificación que sufre la subjetividad al pretender que la
conciencia sea, en última instancia, algo físico o un fenómeno concomitante paralelo secundario.

Según Husserl, la degradación de la subjetividad deja al hombre en un estado nebuloso y confuso, en el cual todo (lo
humano y lo natural) se pretenden fundir en una misma naturaleza de tipo físico, diluyendo todo polo referencial
(como lo humano-subjetivo) que permita fundar el sentido del mundo y de las ciencias para alguien.
Claramente estamos ante un reduccionismo en el cual todo lo real es sintetizado a lo fáctico, lo dado. Si existía una
comprensión de la realidad como algo complejo, con diversos modos, el naturalismo se encarga de reducirla
brutalmente a una comprensión de tipo físico-natural, de naturaleza fáctica.

Para Husserl, este olvido de lo subjetivo se debe también a las tendencias objetivistas que portan la ciencias
naturales gracias a la marca galileana y cartesiana. Es así que este reduccionismo naturalista deriva inmediatamente
en un objetivismo que pretende entender todo lo real como algo analizable y comprensible por medio de las ciencias
naturales, y estas últimas se convierten, para la sociedad, en el definitivo (y único) modo de develar lo objetivo.

En La Filosofía en la Crisis de la Humanidad Europea se puede encontrar un pasaje en el que se deja clara la postura
antes expresada: “La ciencia objetivista toma lo que en ella denomina el mundo por el universo de todo lo existente,
si considerar que la subjetividad creadora de la ciencia no puede hallar cabida en ninguna ciencia objetiva. Al que ha
sido formado en la ciencia natural le parece evidente que todo lo meramente subjetivo debe ser eliminado”.

Un ejemplo de esto da Husserl en un pequeño texto titulado La Filosofía como Autorreflexión de la Humanidad: “Se
ha pretendido conferir a la psicología la misma objetividad que a la física; y precisamente esta exigencia ha tornado
del todo imposible una psicología en el sentido pleno y auténtico; en efecto, cuando se trata del alma, de la
subjetividad entendida como subjetividad individual, como persona aislada y vida aislada, o bien implicada en una
historia o en una comunidad, como social en el sentido más amplio, es absurdo atribuirle una objetividad del género
del de las ciencias de la naturaleza” (Husserl: 1992, pg.94)

Las ciencias del espíritu tratan una temática fundamentalmente diferente, de esencia distinta, a la de las ciencias
naturales. Su objeto está asociado a lo subjetivo¸ y cualquier intento de estudiarlo reduciéndolo a algo físico-objetivo
es un error categorial.

Según Husserl, en el proceso de extrañamiento del racionalismo y de la cultura europea, el psicologismo se presenta
como un mal asociado al naturalismo y al objetivismo. Husserl lo entiende, grosso modo, como una teoría
epistemológica con pretensiones de explicar los resultados de las ciencias normales mediante estructuras
psicológicas fácticas, que a su vez son, en última instancia, el resultado azaroso de cierto proceso evolutivo natural.
El psicologismo considera que toda ciencia es un hecho de conocimiento, y todo conocimiento es un hecho psíquico,
en especial, el propio pensamiento.

Por otro lado, el positivismo tiene un papel fundamental en la transmisión y consolidación cultural de la nueva
imagen de la ciencia y también, casi inmediatamente, de la filosofía. El positivismo se puede leer en clave del
desarrollo intelectual desde Galileo que analiza Husserl, es un producto histórico-cultural del procesamiento de
ciertas ideas, métodos, y otro complejo conjunto de circunstancias. Este proceso se cristaliza en un cambio de
valores y valoraciones relativos a la empresa científica y que se extienden a toda actividad teórica.

La visión positivista pondera casi fanáticamente la emulación del método, la práctica y los valores de la comunidad
científica por toda otra disciplina con pretensiones de producir conocimiento. Además promulgó un discurso
cientificista que se filtró fuertemente en la cultura europea de principios del siglo XX. La consecuencia inmediata de
esto se condensa en la famosa frase de Husserl: “meras ciencias de hechos hacen meros hombres de hechos”. La
sentencia de Husserl expresa, en cierto sentido, el vaciamiento que sufre la cultura europea al dejarse encandilar por
una actividad totalmente volcada a lo objetivo que suprime y omite intencionalmente toda referencia y
preocupación por la subjetividad humana. Dice Husserl: “Justamente las cuestiones para las cuestiones que se
excluyen por principio son los problemas más candentes para los hombres entregados a conmociones que ponen en
juego su destino en nuestros tiempos infortunados: cuestiones acerca del sentido y el sinsentido de toda la
existencia humana.” (Husserl: 1984, p.12)

Más adelante Husserl escribe sobre el positivismo: “El concepto positivista de ciencia en nuestro tiempo es pues –
históricamente considerado- un concepto residual. Ha abandonado todos los problemas que se habían incluido entre
las ideas, ya más estrechas, ya más amplias, de la metafísica, entre ellos los oscuramente llamados “problemas
supremos y últimos”. Cuidadosamente considerados éstos y todos los excluidos en general, tienen su unidad
indisoluble en el hecho de que incluyen, sea explícita o implícitamente en su sentido, los problemas de la razón, de la
razón en todas sus formas particulares” (Ibid., p.14)

El concepto que manejan los positivistas respecto de la ciencia es residual porque cercena de la práctica científica
legítima toda preocupación y todo problema de un orden profundo relativo a fundamentos últimos y sentido. En
esto, pretende eliminar de la comunidad y científica la tendencia a enfocarse en temas metafísicos o especulativos,
cuyo abordaje se aleja del método de investigación que los positivistas consideran correcto.

El positivismo no solo hace esto, sino que además relega cada vez más a la filosofía a tareas de menor relevancia que
las que antes poseía, y la desprestigia cultural e institucionalmente. Esta tendencia se cristaliza y cobra fuerza con la
conocida postura de los neopositivistas (y muchos filósofos analíticos) respecto de que la filosofía solo debe
ocuparse de tareas elucidatorias a nivel lingüístico, y evitar tratar temas metafísicos y especulativos.

Como dijimos anteriormente la concepción naturalista y la positivista no solo generan confusión en las ciencias
humanas y naturales, también la devaluación de la filosofía a fines del siglo XIX y principios del XX es deudora de
estas. La filosofía queda relegada a una disciplina marginal dentro de la empresa del conocimiento porque su
método no es análogo al de las ciencias naturales. Con este fenómeno comienza un proceso de degradación y
pérdida de jerarquía a nivel cultural e institucional que se extiende hasta el día de hoy. Gracias a esto, la humanidad
europea pierde y devalúa parte de un discurso crítico que puede funcionar como regulador y guía de todas las demás
actividades humanas, y especialmente, para Husserl, de las ciencias.

En La Filosofía como Autorreflexión de la Humanidad, se expresa la idea central que mencionábamos, su contenido
es, a modo de manifiesto, un reclamo a la civilización europea por la reanimación de su patrimonio cultural,
patrimonio que yace, en buena medida, en la única disciplina que Husserl cree puede dar rumbo a la humanidad, la
Filosofía.

Para Husserl, la Filosofía debe poder constituirse como una ciencia universal del mundo, y en este sentido, no solo
debe ser la disciplina que funde y de rumbo a todas las demás disciplinas teóricas, sino también debe dar sentido y
rumbo a toda actividad humana. De la Filosofía depende la posibilidad de un modo racional (o específicamente
humano) de existencia. Tiene una responsabilidad organizativa y dadora de sentido de toda actividad humana, sería
aquella actividad teórica que reflexiona sobre la totalidad (y por tanto auto-reflexiona). Y en su reflexión sobre el
propio rumbo y sentido general de la sociedad humana y la cultura humaniza.

Husserl asocia el correcto desarrollo de la filosofía en al cultura al ideal de libertad y autonomía humana: “La
Filosofía en cuanto teoría no solo hace libre sino a todos los hombres formados filosóficamente. A la autonomía
teórica le sigue la autonomía práctica” (Husserl: 1984, p.13)

Husserl se refiere a esto del siguiente modo: “La forma final hacia la que tiende este modo específicamente humano
o racional de existencia, ¿no es acaso un grado universal de autorreflexión, una autorreflexión que por sus
consecuencias incide sobre el ser en tanto que hombre, y se sitúa en el plano de la humanidad universal? ¿Y la forma
cumplida de esta autorreflexión es acaso la filosofía misma, que persigue al infinito su obra formadora? La Filosofía
como función de humanización del hombre, como humanización ‘del hombre en la escala de la humanidad´ como
existencia humana en su forma final, que es al mismo tiempo la forma inicial de donde ha partido la humanidad,
tiene su primer estadio de desenvolvimiento, es su marcha hacia la razón de la humanidad; de ahí procede de nuevo
un estadio de desenvolvimiento en que la existencia humana es el ser; en que ser es ser así para sí, es querer ser sí,
es poder querer ser así según su naturaleza y su manera propia; por consiguiente, donde el ser reside en el esfuerzo
infinito para realizar tal poder. El instrumento de esta conquista es la ciencia filosófica cuyos portadores son los
filósofos, los verdaderos sabios.” (Husserl: 1992, p.96)

En este pasaje queda podemos ver lo que en Husserl significa la filosofía para la civilización occidental.
Anteriormente explicamos por qué la cultura griega fue determinante para lo que Husserl entiende como la
“civilización” en sentido fuerte. Un modo de ser que nace en los griegos y es legado a Europa, la expresión máxima
de la humanidad en lo que para el filósofo alemán es su rasgo más alto, la razón.
Apenas más adelante, Husserl agrega: “Hay una única ciencia que abarca todo, una única ciencia filosófica, un único
conocimiento universal: es la autorreflexión universal, la comprensión actuante de sí misma; en ella, la razón
hundida, replegada sobre sí misma, accede al rango de razón que se comprende y se regula a sí misma”
(Husserl:1992, p.97)

La Filosofía es quizás, una disciplina caracterizada por una austeridad metodológica importante, su forma es
discursiva, el lenguaje natural, y su recurso casi único es, tradicionalmente, el razonar desnudo y profundo.

En este sentido, presenta una peculiaridad que es crucial para su carácter de ciencia universal, es reflexiva, puede
reflexionar sobre todas las cosas y sobre sí misma.

Para Husserl, la identidad y el telos de Europa es una herencia griega, específicamente, es la herencia de una idea de
filosofía como la búsqueda del conocimiento total y regulado, una que integra a las ciencias naturales y las humanas,
y que las dirige hacia un ideal de episteme en conjunto, guiadas por la filosofía como discurso que da fundamentos y
orientación.

Con la crisis, este ideal se quiebra, otorgándole a las ciencias naturales una hegemonía en el sistema de
conocimiento que no pueden sostener, la filosofía pierde su rol orientador y Europa se ve sumida en la confusión y
desorientación general.

Por esto dice Husserl, “la crisis de la filosofía significa la crisis de todas las ciencias modernas como miembros de la
universalidad filosófica, una crisis primero latente pero luego cada vez más manifiesta como crisis de la humanidad
europea misma en toda su significación de su vida cultural y en su total “existencia”. (Husserl: 1984, p.18).

La fenomenología de Husserl es quizás el último sistema filosófico con la intención de retomar el rol originario de la
filosofía, es por esto que Husserl la propone como vía de solución a la crisis.

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