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Abrazar al tiempo ayuda a sanar las heridas para seguir caminando

(Análisis)

El tiempo nos protege, cura las heridas y nos da fuerzas para volver a volar,
siempre y cuando sepamos valorarlo y aprovecharlo. Cuando perdemos
compañeros de viaje, nuestros sueños se ven interrumpidos o nos vemos solos en
el camino nos ahogan las prisas, caminamos más rápido y hacemos oídos sordos
a nuestras emociones.

La isla de los sentimientos

Un día se anunció a los sentimientos que la isla estaba por hundirse, entonces
todos prepararon sus barcos y partieron. Únicamente el Amor se quedó esperando
solo, pacientemente, hasta el último momento. Cuando la isla estuvo a punto de
hundirse, el Amor decidió pedir ayuda. Entonces el Amor decidió pedirle al Orgullo
que estaba pasando en una magnifica barca.

Luego el Buen Humor pasó frente al Amor, pero estaba tan contento que no sintió
que lo estaban llamando. El Amor miró a ver quién le hablaba y vio a un viejo, se
sintió tan contento y lleno de gozo que se olvidó de preguntar el nombre del viejo.
«Es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una
pérdida le hace creer que es imposible seguir. Es el único capaz de darle una
nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse.

El que te salvó, Amor, es el tiempo, porque solo el tiempo es capaz de


comprender lo importante que es el Amor en la vida». Las prisas nunca fueron
buenas aliadas, los problemas requieren tiempo, al igual que el desamor, pues
toda la energía que descargábamos en el otro necesita buscar un nuevo destino.
Él nos enseña que nada es definitivo, que todo pasa, tanto lo bueno como lo malo
y que despacio todo se ve mejor. Pero no un tiempo pasivo marcado por el ligero
golpe de las agujas del reloj, sino activo formado de actos y reflexión. Donde
impere la calma para elaborar y recapacitar y se pueda extraer lo bueno, pero
también aprender de lo malo.
Jung

Así, y tomando sus propias palabras, «nuestra visión solo se aclarará cuando
miremos a nuestro interior, cuando entendamos nuestros sueños y esos procesos
de nuestra psique. De este modo, su teoría sobre las 4 etapas de la vida busca
esa misma finalidad, despertarnos, hacernos entender qué somos y cómo
podemos mejorar.

La etapa de Hércules o el atleta

Como bien señalábamos al inicio, la teoría de Jung sobre las etapas de vitales
partes del concepto de los arquetipos. De este modo, la primera fase de nuestra
existencia representa la figura de Hércules o el atleta. Hércules representa la
fuerza y también la vistosidad corporal. Así, durante la primera etapa vital es
común que nos obsesionemos por lo físico, tanto por el nuestro como por el de los
demás.

Apolo o el mundo del Guerrero

Poco a poco, y según la teoría de las 4 etapas de la vida según Carl Jung, vamos
dejando esa fijación por la apariencia para centrarnos en otras metas. Esta
conducta nos aboca a menudo al egoísmo, a querer lo que tiene el otro, a subir en
escalafones, a batallar en nuevos escenarios para alcanzar éxitos.

El sacerdote o la sensación de carencia

En la tercera etapa de nuestra existencia, según la teoría de Carl Jung, acontece


algo bastante común: la sensación de carencia. Este giro de sentido vital hace que
la persona se vuelque entonces en los demás. Su objetivo es «dar», proyectar lo
que uno es, lo que uno siente y posee para beneficio ajeno.

La etapa espiritual de Hermes

En la cuarta fase de la teoría de las 4 etapas de la vida según Carl Jung, se abre
un momento donde dar un paso más. Es ese donde seguimos teniendo la
sensación de que en nosotros falta algo. Podemos hacerlo siendo virtuosos,
cultivando nuevos saberes, aprendizajes, elevando el conocimiento al máximo
para entender a su vez, que todo está conectado, que el ser humano puede ser
excepcional.

Para concluir, tal y como hemos podido intuir, la teoría de las etapas vitales de
Jung representa nuestra búsqueda. Una buena reflexión, no hay duda.

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