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INTRODUCCION 11
TOPOLOGIA 17
MODELOS
Modelo Óptico 31
ESQUEMAS
Esquema “L” 53
Esquema “Z” 80
Esquema “R” 91
GRAFOS
Grafo del deseo 127
CONCLUSIONES 171
BIBLIOGRAFÍA 173
INTRODUCCION
Tanto los modelos, como los esquemas y los grafos, son formas de
presentar estos conceptos y sus relaciones de manera “sincrónica”; en ellos
todos los conceptos puestos en juego están dados simultáneamente. Por el
contrario, cualquier presentación discursiva implica necesariamente la
“diacronía”, ya que todo discurso responde a una estructura fundamental
consistente en ser una cadena de términos, lo que produce como efecto
ineludible que los conceptos y sus articulaciones sean expuestos primero
uno, luego el otro, y así sucesivamente. La presentación discursiva, aunque
no lo parezca, contribuye poco a que el lector articule, porque éste tiene
que conservar en su memoria todo lo que fue dicho o leído con
anterioridad. Los modelos, esquemas y grafos intentan favorecer la
articulación de los conceptos por parte del lector. Pero tan sólo cumplen
esta función cuando se los puede manejar con cierta comodidad.
Pero, ¿cuáles son las nociones que Lacan intenta articular a través de los
modelos, los esquemas y los grafos?
Los tres registros deben ser presentados juntos, mas ¿cómo? En otra cita
del mismo “Seminario de Caracas” se ve cómo elabora el propio Lacan esta
cuestión: “Aquí está: mis tres no son los suyos. Mis tres son lo simbólico,
lo real y lo imaginario. Me vi llevado a situarlos como una topología, la del
nudo, llamado borromeo.
“Hay que decirlo: lo que Freud dibujó con su tópica, llamada segunda,
adolece de cierta torpeza. Me imagino que era para darse a entender
dentro de los límites de su época.” (2)
Esta exigencia de que la estructura del sujeto debe ser la misma que la
estructura de aquello que se elige para representarlo la reencontramos en
la estructura de los escritos de Lacan, de los que tanto se habló respecto
del estilo que les imprimió su autor, olvidando que lo que encontramos en
ellos es la estructura misma del sujeto del inconsciente. En el Seminario 5,
“Las formaciones del inconsciente”, inédito, encontramos a este respecto:
“[...] en las dificultades de mi estilo, quizá pueden entreveno, hay algo que
responde al objeto mismo del que se trata no simplemente hablar de la
palabra, sino hablar en el filo de la palabra.”.(5)
Pero, ¿para qué nos sirve la topología? Esta pregunta puede ser respondida
con estas otras: ¿qué de lo que dice un paciente debe ser tomado en
cuenta?, o ¿cómo hacer para no caer en aquello que se critica de ciertos
enfoques analíticos, como, por ejemplo, el que su horizonte no vaya más
allá de hacer descripciones de formas, tanto de carácter como de
personalidad? Así también y en cuanto a la posición psicoanalítica respecto
de la particularidad única de cada sujeto, ¿cómo se opera con nociones de
estructura generalizables? y, si no lo hacemos, no habría nada para
comunicarse entre analistas; pero ¿cómo se articula lo particular de cada
caso con lo general o universal de la estructura? Todas estas preguntas se
apoyan en una fundamental: ¿cómo se accede a la estructura? Las nociones
de la topología y especialmente sus invariantes topológicos serán la vía
Las respuestas a estas dos preguntas serán los hilos conductores de este
libro.
NOTAS
Henri Poincaré
Aclaremos un poco más esto último. “Un espacio topológico […] es una
colección de puntos (un conjunto arbitrario de objetos homogéneos) en el
que se ha establecido una relación de proximidad, es una generalización
de la relación de proximidad de figuras en el espacio ordinario.
“Como ha demostrado el posterior desarrollo de la topología, es
precisamente sobre la propiedad de proximidad o adherencia sobre la que
se basan las demás propiedades topológicas.
el toro:
la botella de Klein:
el cross-cap:
Los esquemas, tal como los utiliza Lacan, son topológicos, ya que como
tales son geometrizaciones topológicas, cualitativas y no numéricas, de
nociones psicoanalíticas expresadas como puntos y sus relaciones como
segmentos o vectores, pero entre ellos se debe diferenciar al esquema “L” y
al “Z”, del “R” y del “1” ya que estos últimos implican superficies y los dos
anteriores no.
EL MODELO OPTICO
Figura 10
El modelo óptico*
¿Qué le sucede a Dick que la realidad consiste para él en una cantidad tan
pobre de objetos libidinizados, siendo que el mundo, para la generalidad
de los niños, está cubierto de objetos? y ¿cómo pudo modificar este estado
de cosas la interpretación de Melanie Klein? Son preguntas que pueden
orientar el análisis de lo que Lacan hace al aplicar “sus tres” a una renovada
concepción de la realidad en psicoanálisis.
Hay, además, una pregunta que tiene un alcance más general y que vincula
la producción anterior de Lacan en derredor del estadio del espejo con la
teoría freudiana del narcisismo. ¿Cómo el Yo puede ser un objeto, más aún,
el primer objeto (Freud), si es una imagen (Lacan)? Propongo que esta
pregunta nos oriente en la lectura del esquema Óptico.
En la clase del Seminario 1 que lleva por título “La tópica de lo imaginario”,
Lacan cita extensamente a Freud cuando nos enseña que la forma correcta
de interpretar el aparato psíquico, tal como aparece en su primera tópica,
es “[…] como un microscopio compuesto, un aparato fotográfico o algo
semejante. La localidad psíquica corresponderá, entonces, a un lugar
situado en el interior de este aparato, en el que surge uno de los grados
preliminares de la imagen. En el microscopio y en el telescopio estos
lugares son puntos ideales: esto es, puntos en los que no se halla situado
ningún elemento concreto del aparato”. (1) Freud parte de un modelo
óptico para dar cuenta de la espacialidad que le corresponde al aparato
psíquico: Lacan lo hará en forma equivalente.
Tomando, entonces, las nociones de la óptica, diremos que para ella las
imágenes son de dos tipos: las imágenes reales y las imágenes virtuales.
Las imágenes reales son aquellas producidas, por ejemplo, por un espejo
cóncavo, o sea, algo parecido a la superficie interna y bien pulida de una
esfera hueca. Se llaman imágenes reales porque para el sujeto percipiente
estas imágenes se comportan corno objetos y no como imágenes, implican
una ilusión óptica, es decir, el observador es engañado. Las imágenes
virtuales son las cotidianas imágenes producidas por un espejo plano
(como el de nuestro botiquín de baño) y no implican ilusión óptica alguna,
ya que para el sujeto observador estas imágenes se comportan como tales,
o sea, como imágenes.
La prueba que basta realizar para comprobar que esto es así consiste en
apoyar una mano en un espejo plano, haciendo coincidir así el objeto y su
imagen en el espejo. Si uno retira la mano, su imagen se verá detrás del
espejo y resultará más chica que la mano. Como esto es así nadie se
sorprende al ver, en el espejo del botiquín, su cara más chica de lo que
ésta es en la realidad, sabemos que se ve más chica porque está en otro
plano que en el que nos hallamos nosotros.
Figura 12
En la imagen, las flores están hacia arriba y las flores reales están hacia
abajo, lo que significa que se ha producido una inversión (la otra inversión,
izquierda/derecha, no es observable dado que la forma del ramillete la
oculta), pero esta inversión se ha hecho en el mismo plano; lo que se
puede observar en el punto en el cual, podríamos decir, los tallos del
objeto ramillete se tocarían con los tallos de la imagen ramillete.
De aquí surge la crítica que le hace Lacan a Hegel por la forma en que éste
entiende la dialéctica del amo y del esclavo. Para que exista una salida en
la que uno de los implicados en la “lucha a muerte por puro prestigio”
renuncie a hacerse reconocer por miedo a perder la vida, debe haber un
“pacto previo” que dé la posibilidad de tal renuncia, ya que sin ella, el que
intentara rendirse, al bajar su arma, siempre sería asesinado. El recurso al
pacto previo indica que la dialéctica dual es como tal sin salida, salvo por la
vía de lo simbólico, como pacto preexistente, que implica la posibilidad de
resolución de la agresividad.
Entonces, ¿por qué Lacan necesita elaborar otro esquema, el Esquema del
florero invertido? ¿Por qué no le alcanza con el esquema del ramillete
invertido, tal como lo encuentra desarrollado por la óptica, si éste le
permite articular lo simbólico, lo imaginario, lo real y una concepción de
sujeto no sustancial?
La noción de realidad debe, en todo caso, ser puesta en cuestión y “los dos
narcisismos” son una forma de hacerlo. El primer narcisismo hablaría de la
función de las gestalten (buenas formas) en el mundo animal
(funcionamiento que opera a través de la proyección). El Umwelt, mundo
circundante del animal, no es “la realidad” como objetiva, sino que es la
realidad según se constituye por la proyección de la forma corporal de
cada especie. Por ejemplo, ni para los animales que viven en la selva existe
“una realidad” que sea como tal la selva; la selva será distinta para cada
especie animal según su “narcisismo”, o sea, según la proyección de su
específica forma corporal.
Figura 13
Una de las consecuencias del cambio de posición del sujeto es que, si éste
no enfrenta el espejo esférico, no es cautivado por la ilusión de la imagen
real. Es dable observar que, en las representaciones del esquema completo,
esta imagen no está dibujada (el florero abrazando el ramillete a la
izquierda del espejo plano), y, sin embargo, opera porque es la que capta y
reproduce el espejo plano.
Significa que, por la mediación del otro humano, la imagen real del sujeto
se hace virtual. Aquí se debe tener en cuenta, además de lo que nos enseña
la óptica respecto de las imágenes virtuales, que en la lengua la acepción
de virtual es “que tiene existencia aparente y no real”.
“Los objetos reales, que pasan por intermedio del espejo y a través de él,
están en el mismo lugar que el objeto imaginario.” (17) O sea, que lo
imaginario y lo real se hallan en el mismo nivel.
“¿Qué es el vínculo simbólico? Para poner los puntos sobre las íes, digamos
que, socialmente, nos definimos por intermedio de la ley. Situamos, a
través del intercambio de símbolos, nuestros diferentes yoes los unos
respecto de los otros: usted es Mannoni y, yo, Jacques Lacan; estamos en
determina, da relación simbólica que es compleja, según los diferentes
planos en que nos coloquemos, según estemos juntos en la comisaría, en
esta sala, o de viaje”. (19) A buen entendedor...
que representa que sólo desde una posición simbólica, el Ideal del yo,
puede verse la imagen real reflejada como virtual, con aquella que ocupa
un lugar homólogo en el Esquema de los dos espejos, tal como aparece en
el escrito “Observación sobre el informe de Daniel Lagache”:
¿Cuál es la función y el alcance del Ideal del yo en este modelo? Sin olvidar
que un nombre para este modelo es: “Esquema de las relaciones del Yo
ideal con el Ideal del yo”, concluyo que la intenelación entre el Ideal y la
estructura del modelo es estrecha. Desde esta perspectiva se puede
formular una pregunta que guíe en este terreno. ¿Por qué si el Ideal del yo
es simbólico, se lo llama “del yo”, yo que, como tal, es una función
imaginaria? Lo es porque, más allá de lo que Lacan llegó a despejar de su
función, a la altura del Seminario 1, se hace cada vez más clara su función
imaginaria idealizante.
Si recordamos que: “El Ideal del yo, en tanto hablante, puede llegar a
situarse en el mundo de los objetos a nivel del Yo ideal, nivel de la
captación narcisista” (22), vemos que lo que acabamos de decir, ya estaba
entrevisto por Lacan, si bien a nivel de la patología. Esto corresponde, a su
vez, a lo que Freud encuentra en el fenómeno de la Verliebtheit, el
flechazo, el estar perdidamente enamorado de alguien, que corresponde a
una “subducción de lo simbólico”, y que, según la teoría de la estructura
alienada del yo, permite a Lacan coincidir con la afirmación popular de que
“cuando se está enamorado, se está loco”; el enamoramiento es una
alteración de la función del Ideal del yo.
Para concluir, entonces, con el comentario del modelo de los dos espejos o
de los ideales de la persona, presentaré cómo concibe Lacan el fin del
análisis a la altura de “Observación sobre el informe...”; allí aparece:
Figura 18
Sólo se llega al fin del análisis si se logra effacer (en francés entre otras
acepciones, “presentar cada vez menos superficie”) al Otro, encarnado por
el analista. Hacerlo caer del supuesto lugar de poder reconocer al sujeto.
Atravesar, a partir de la caída del lugar que la transferencia otorga al
analista, la posición en que se estaba, de esperar recibir la comprobación
de la omnipotencia del Otro.
EL ESQUEMA “L”
Con respecto a los esquemas, los trataré tal como lo propone Lacan a la
altura de su Seminario 2, en el que los define de la siguiente forma: “Este
esquema no sería un esquema si presentara una solución. Ni siquiera es un
modelo. Es sólo una manera de fijar las ideas, que una imperfección de
nuestro espíritu discursivo reclama”. (2) Lacan dice que se deben trabajar
las nociones que va a proponer y, fundamentalmente, sus interrelaciones,
en forma sólo discursiva, pero que por la “imperfección de nuestro espíritu
discursivo” debemos hacer uso de los esquemas, que, en tanto son
sustitutos de discurso, se caracterizan por tener varias lecturas, que no
reposan ni en la forma ni en la posición, salvo que las tomemos como
elementos simbólicos y que, entonces, deben ser “leídos” ellos también. En
este mismo sentido, en la primera clase del Seminario 6, “El deseo y su
interpretación”, inédito, Lacan dice respecto de los esquemas: “[...] lo
primero que debe exigirse a un esquema es ver en qué puede servir a
propósito de la conmutación”.(3) Y es por esto mismo que en el Seminario
4 dice respecto de los términos del esquema “L”: “[...] esos términos
imponen una estructura; es decir que si cambiamos la posición de uno de
ellos deberemos situar en otra parte, y no deja jamás de importar dónde, a
todos los demás”.(4)
Lo primero que debe decirse del esquema “L” es que su nombre “Lambda”
se justifica por el hecho de que esa letra del alfabeto griego, que se escribe
, tiene una forma especialmente apta para superponerse a la estructura
del esquema. Su equivalente latino es la letra L, que tal vez haga alguna
referencia a la inicial del apellido de su creador.
Ahora sí, ¿por qué cuatro? Lacan en su Seminario 14, “La lógica del
fantasma”, aún inédito, en la clase del 14-12-1966, recomienda la lectura
del artículo de Marc Barbut, “Acerca del sentido de la palabra estructura en
matemáticas”. En ese trabajo Barbut propone, como representante del uso
de la noción de estructura en las matemáticas, al grupo de Klein, “célebre
en matemáticas y presente en múltiples actividades humanas” (14) y que
se aplica a las permutaciones de cuatro elementos cualesquiera. La noción
de estructura es definida así: “Una estructura […] es un conjunto de
elementos elegidos caprichosamente, pero entre los cuales se definen una
o varias […] operaciones”. (15)
Ahora discutiré una idea que se sostiene con bastante frecuencia entre los
lectores de Lacan. Es la que afirma que el esquema “L” es una utilización de
la figura topológica que se conoce con el nombre de “banda de Móbius”,
cuya representación es la siguiente:
Podemos describirla así: superficie de una cara que se obtiene torciendo
una banda larga rectangular de papel y uniendo con goma los extremos.
Se debe decir que este parecido sólo es superficial ya que sus estructuras
son esencialmente distintas. Lo estableceremos a partir del análisis del
punto de “entrecruzamiento” de los vectores AS y a‘a en el esquema “L”,
con el punto de “entrecruzamiento” de los segmentos AC y BD:
Se debe tener en cuenta que la discontinuidad del segmento BD cuando
encuentra a AC en la banda de Móbius es la forma de escribir que BD pasa
“por debajo” de AD, no sucediendo lo mismo en el esquema “L”, en el que
ningún vector pasa por debajo del otro, sino que se chocan por estar en el
mismo nivel.
“Lo imaginario cobra su falsa realidad, que, sin embargo, es una realidad
verificada, a partir del orden definido por el muro del lenguaje. El yo tal
como lo entendemos, el otro, el semejante, todos estos imaginarios son
objetos. Cierto es que no son homogéneos con lunas: constantemente
corremos el riesgo de olvidarlo. Pero son efectivamente objetos, porque
son nombrados como tales en un sistema organizado, que es el del muro
del len guaje.”(28) El lenguaje adquiere una función imaginaria, en tanto y
en cuanto “objetiviza” al sujeto como “yo” y al otro.
Esta función del Otro, A, para un sujeto, puede ser encamada por una
pluralidad de sujetos anónimos, como, por ejemplo, el conjunto de los
sujetos que constituyen el “auditorio”, para el “conferenciante”, quien
puede recibir su mensaje desde este Otro, ya que si el auditorio abandona
el lugar, puede planteársele al sujeto en cuestión la pregunta: si todos se
van, ¿él se hallará en el lugar del conferenciante?
De los tres textos de Freud que Lacan destaca como fundamentales para la
elaboración de la noción de lo inconsciente, La interpretación de los
sueños, La psicopatología de la vida cotidiana y El chiste y su relación con
lo inconsciente, es este último el más apto para elaborar lo inconsciente
como articulado a la dimensión del Otro. Mientras que los sueños y los
lapsus pueden parecer más intrasubjetivos, a Freud no se le escapa “El
chiste como proceso social” (título de un apartado de su libro). Recordemos
su distinción con “lo cómico”: “En lo cómico intervienen en general dos
personas; además de mi yo, la persona en quien yo descubro lo cómico
[…]. Al proceso cómico le bastan esas dos personas: el yo y la persona
objeto […]. El chiste como juego con las propias palabras y pensamientos
prescinde de la persona objeto, […] pero requiere de otra persona a quien
poder comunicar su resultado. Ahora bien, esta segunda persona del chiste
no corresponde a la persona objeto, sino a la tercera persona, al otro de la
comicidad”. (35) La comunidad conceptual y hasta terminológica entre esta
cita de Freud y los lugares del esquema “L” es verdaderamente llamativa.
Del texto de Freud sobre el chiste se obtiene, además, una forma de
presentar otra dimensión que Lacan adscribe al Otro, A. Una de las
condiciones que hace apta a una persona para ocupar el lugar tercero del
otro del chiste es que pertenezca “a la misma parroquia” que la primera. En
términos de Lacan, el pertenecer a la misma parroquia se entiende como
“compartir el Otro”.
Así se hace más evidente que: 1) del punto A sólo salen vectores, ninguno
llega, lo que debe ser interpretado como que el Otro es un lugar
determinante y no determinado; 2) al punto a sólo llegan vectores, ninguno
sale, lo que indica la condición de determinado que tiene el yo, tanto por el
otro imaginario como por el Otro simbólico; 3) del punto S sale un vector,
el del deseo; es un vector que sale porque “el deseo torna activo al
hombre”; llega un vector desde el A indicando que si bien entre S y A hay
una relación de interdependencia (no existiría el uno sin el otro), esta
relación no implica reversibilidad; el A determina al S y no viceversa, y 4)
del punto a’ sale un vector hacia a indicando que el otro está en el origen
de la identificación del yo, y llega un vector desde S, el vector del deseo.
Por lo tanto, si se encaran los vectores que articulan ambos ejes, se tiene el
vector Aa, que indica que si bien lo imaginario es fechado por Lacan en los
primeros meses de vida y la función de la palabra es evidentemente
posterior, desde la perspectiva estructural, lo simbólico, en tanto que
registro, tiene una posición de antecedente lógico respecto de lo
imaginario. También en este vector se inscribe el que lo simbólico
determine lo imaginario, en el sentido de que lo simbólico es la causa de lo
imaginario como efecto. Si esto es así, se debe concluir que si se desea
operar sobre lo imaginario, hay que hacerlo sobre lo que lo determina.
“El análisis debe apuntar al paso de una verdadera palabra, que reúna al
sujeto con otro sujeto, del otro lado del muro del lenguaje. Es la relación
última del sujeto con un Otro verdadero, con el Otro que da la respuesta
que no se espera, que define el punto terminal del análisis.” (37) “El análisis
consiste en hacerle tomar conciencia de sus relaciones, no con el yo del
analista, sino con todos esos Otros que son sus verdaderos garantes y que
no ha reconocido. Se trata de que el sujeto descubra de una manera
progresiva a qué Otro se dirige verdaderamente aun sin saberlo, y de que
asuma progresivamente las relaciones de transferencia en el lugar en que
está y donde en un principio no sabía que estaba.” (38) Ya en el Seminario
1 estaba presente esta concepción de la dirección de la cura, a través de la
noción de “palabra plena”; allí Lacan dice: “La palabra plena es la que
apunta, la que forma la verdad tal y como ella se establece en el
reconocimiento del uno por el otro. La palabra plena es la palabra que hace
acto. Tras su emergencia, uno de los sujetos ya no es el que era antes. Por
ello, esta dimensión no puede ser eludida en la experiencia analítica”. (39)
Y, como se vio en el capítulo anterior, para el fin del análisis Lacan retoma
el Wo Es war, soll Ich werden freudiano, al que le va a dar el siguiente
sentido: “Al final del análisis es él quien debe tener la palabra (en el sentido
de tomar la palabra), y entrar en relación con los verdaderos Otros. Ahí
donde el S estaba, ahí el Ich debe estar”. (40) Se entenderá como la
supresión ideal de la distancia entre S y a por la vía de la elevación de la
dialéctica, que al comienzo del análisis se encontraba en a, hasta S.
El esquema “L”, que marca el paso trascendente del uso de los modelos
imaginarios a los esquemas simbólicos, será extensamente usado por
Lacan en los Seminarios 2, 3 y 4. Pero, a partir de allí, será objeto de una
profunda crítica. Crítica, no de su estructura, sino de las nociones que
escribe y de cómo las articula. Profunda autocrítica de Lacan que está en la
base de la producción de los esquemas “Z”, “R” y del “Grafo del deseo”.
NOTAS
Que Lacan ya haya dictado el Seminario 3, Las psicosis, implica que, luego
de proponer su esquema “L” en el Seminario 2, ya haya producido: a) la
distinción entre Estadio del espejo y el orden imaginario, ya que este
último implica, además del Estadio del espejo, también la significación; b)
la teorización de la falta de un significante que, si bien en ese momento
significa patología (la forclusión del Nombre-del-Padre implica la psicosis),
inaugura el tratamiento lógico de esa cuestión; c) la distinción entre
significantes, a partir del significante del Nombre-del-Padre, distinción
entre significantes que antes sólo comprendía el Ideal del yo, y d) la
concepción del orden simbólico como conjunto co-variante, que, por el
uso de la noción de “conjunto”, que excluye la posibilidad de la existencia
del conjunto universal, se deduce que no es una totalidad y que cada
significante en cuanto tal, al pertenecer a un conjunto “co-variante”, “[...]
en tanto sistema correlativo de elementos que toman su lugar sincrónica y
diacrónicamente unos en relación a otros […]” (1), no significa nada. Estas
cuatro dimensiones operan plenamente en los esquemas “Z”, “R” e “I”
producidos en “De una cuestión preliminar...”
Antes de comentar lo que Lacan escribe en cada punto del esquema “Z”, se
deben tener en cuenta varias premisas que fundan la posibilidad de
construir este esquema y que, por lo tanto, se pueden considerar
equivalentes a axiomas. Son las siguientes:
¿De qué forma está trazado el sujeto en los cuatro puntos del esquema
4.1) “[...] a saber S, su inefable y estúpida existencia […] (10) Por lo que ya
se dijo de las nociones que fundan el esquema “Z”, sabemos que la inefable
y estúpida existencia del sujeto es en el discurso del Otro.
Estúpida: este término tiene dos acepciones, que también son localizables
en su etimología. La más corriente, referida a una inercia mental,
vinculable con la imbecilidad o con la idiocia, no es con la que está
trabajando Lacan. La otra, mucho menos común, implica “marcado de
estupor, paralizado de sorpresa, boquiabierto” (Dictionnaire Petit Robert),
que describe al sujeto tal como se lo deduce del hecho de que no
encuentra el significante que lo signifique.
4.2) “[...] a, sus objetos, […]”. (11) Esto confirma la lectura que hicimos del
vector Sa’ del esquema “L”, ya que fue dicho que inscribía el deseo del
sujeto por los objetos que, si bien son concebidos como imaginarios, no
hay que confundirlos con el semejante especular. El que “a” sea el objeto
desde que Lacan utiliza esta álgebra, quizá sea una de las justificaciones
posibles del hecho de que, a pesar de que a partir del fin del Seminario 6,
“El deseo y su interpretación”, aún inédito, y del Seminario 7, La ética del
psicoanálisis, Lacan desarrolla su novedosa noción de “objeto a”, y aunque
la noción sea “nueva”, lo sigue llamando “a “.
4.3) “[...] a’, su yo, a saber lo que se refleja de su forma en sus objetos
[…]”. (12).El yo, que definimos como precipitado de las identificaciones al
otro semejante, es la fuente del mecanismo de la proyección. El yo, por
estructura, se proyecta en sus objetos. Aquí se reencuentra la crítica a la
concepción que ubica la proyección como el mecanismo psicótico, que se
desarrollará en el análisis del presidente Schreber, del Seminario 3, Las
psicosis. El déficit del análisis de Freud está causado por no tener aún las
nociones de “Introducción del narcisismo”.
4.4) “[...] y A el lugar desde donde puede planteársele la cuestión de su
existencia.” (13) Primero se debe despejar un problema de traducción. En
francés dice “poser à lui la question […]” que conviene traducir por
“planteársele la pregunta”.
El ¿qué soy ahí? respecto del sexo y del ser conjuga su misterio al anudarlo
a los símbolos de la procreación y la muerte. ¿Por qué? Para responder se
hace claro que Lacan habla de procreación y no de gestación. La gestación
implica el animal y su equivalente es el embarazo, pero la procreación
implica el símbolo y no hay procreación fuera de él. Es la noción necesaria
para responder a la pregunta ¿de dónde sale o surge un sujeto? Ya en el
Seminario 2 Lacan afirmaba: “La realización simbólica del sujeto, que es
siempre creación simbólica, es la relación que va de A a S”. (18) La creación
en juego respecto del sujeto es la creación de la nada (creación ex-nihilo),
y sólo el significante puede crear de la nada.
( x y )
S aa’ A
Si cada sujeto hace la pregunta sobre el ser y el sexo con el símbolo del
padre, con el significante del Nombre-del-Padre, no ‘nabría posibilidad de
tal pregunta en la psicosis, dada la forclusión de este elemento. “Estamos
seguros de que los neuróticos se hicieron una, pregunta. Los psicóticos, no
es tan seguro. Quizá la respuesta les llegó antes que la pregunta; es una
hipótesis. O bien la pregunta se formuló por sí sola, lo cual no es
impensable.” (23) Y: “Se trata de concebir, no de imaginar, qué sucede para
un sujeto cuando la pregunta viene de allí donde no hay significante,
cuando el agujero, la falta, se hace sentir en cuanto tal” (24)
A su vez, la pregunta en la neurosis se polarizará hacia el sexo en la
histeria (tanto para las histéricas como para los histéricos), bajo la forma:
¿qué es una mujer? y en la neurosis obsesiva sobre la contingencia del ser,
bajo la forma de la muerte.
Al abordar, más adelante, el grafo del deseo, se verá que la pregunta ¿qué
soy ahí? se sustituye por Che vuoi?: la lógica de este cambio se elaborará
en ese capítulo.
Lo que Freud sostiene es: “No es posible dar ningún contenido nuevo a los
conceptos de masculino y femenino. Este distingo no es psicológico […].
(30) Lo que el inconsciente no puede inscribir es la oposición sexual,
aunque sí registra la diversidad anatómica; si bien es cierto que el órgano
sexual masculino es más fácilmente imaginarizable que el femenino, es la
relación entre los sexos lo que no llega a poder ser inscripta.
Finalmente, para concluir con el análisis del esquema “Z”, recordemos que:
En las mismas semanas en que Lacan dieta las clases del Seminario 5, en
tas que elabora las nociones de la metáfora paterna, escribe “De una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”: es evidente
que debemos comenzar por aquélla.
a) la omnipotencia del Otro: quien ocupe el lugar del Otro dispondrá del
“todo poder” de hacer del grito llamada, de hacer pasar la necesidad
biológica a la materialidad significante, por el desfiladero del significante;
3) Significación fálica:
Dado que Lacan escribe “I”, “R” y “S” en cada uno de estos tres polígonos,
se podría pensar que cada uno de ellos representa lo imaginario, lo Real y
lo Simbólico, respectivamente. Pero no es así. En una muy importante cita a
pie de página de “De una cuestión preliminar...” Lacan nos indica que “R”
no es lo Real, simio “el campo de la realidad”, (14) realidad que, como lo
indica el esquema, lo tacha: el campo de la Realidad cubre, encubre el
campo de lo Real.
Finalmente, debemos decir que hay en el escrito mismo una indicación que
corrobora lo que sostenemos. Lacan define la estructura del esquema “R”
como un “[...] doble temario […], (16) el ternario simbólico MIP y el ternario
imaginario aa’.
Entonces, ambos ternarios son homólogos. Lacan nos indica que también
lo son: la pareja a-a’ con M-I y S bajo con P bajo A.
I: registro Imaginario.
es: “[…] donde colocar las figuras del otro imaginario en las relaciones de
agresión erótica en que se realizan […] (18) o sea, el objeto imaginario
vinculado con la función materna que Lacan, como Freud, vinculan con los
lazos de amor y odio; el “a” que aparece en esta posición:
las figuras del otro “[…] en las que el yo se identifica, desde su Urbild
especular hasta la identificación paternal del ideal del yo”. (19) El Ideal
simbólico opera desde el principio y determina la identificación imaginaria,
como se desarrolló en el capítulo sobre el modelo óptico, pero no concluye
su operatoria hasta que se coordina con la operatoria paterna.
/S: “[…] la significación del sujeto S bajo el significante del falo […]”. (22)
Aquí hay que hacer varios señalamientos: a) lo que está escrito en el
esquema no es el significante fálico, sino la significación fálica, que ya
vimos que es el producto de la operatoria de la metáfora paterna, ¿por qué
esta sustitución del significante fálico, en el texto, por la significación
fálica en el esquema? La significación fálica es “fálica” a consecuencia de
que la función del significante del Nombre-del-Padre opera a través del
significante fálico, sino sería “significación” pero no “fálica”, y entonces,
¿por qué Lacan no escribe en el esquema el significante fálico? Para
responder a esta pregunta, es necesario aclarar que hay comentaristas de
la obra de Lacan que, al abocar-se al estudio del esquema “R”, justamente
sustituyen, sin más aclaración, lo que escribe Lacan: , la significación
fálica, por el significante fálico, Esto es confundir y olvidar las
características fundamentales de este último.
Voy a tomar una serie de citas de Lacan en las que figuran las propiedades
de este significante:
Es el significante del deseo, del deseo del Otro, pero justamente debemos
recordar que, al ser el deseo articulado pero no articulable, es justificado
que su significante no pueda aparecer sino velado. A su vez, si es el
significante del deseo del Otro, debe producirse la operatoria de la
metáfora que introduce la falta del deseo en el Otro, para que el
significante fálico cumpla su función.
“Nuestro modelo [el modelo óptico] muestra que es tomando como punto
de referencia I como dirigirá su mirada al espejo A para obtener entre otros
efectos tal espejismo del Yo ideal.” (33)
De esta preciosa cita sobre el Ideal del yo quiero destacar, aclarando que
dejo para el análisis de “S” lo que se refiere al “lugar del sujeto”, 1) quien
encarna el lugar del Otro, M, por poder hacer del grito del muño una
llamada, o sea, el paso de la respuesta biológica a una “demanda”
significante, será omnipotente, 2) las marcas significantes de las
respuestas de este Otro omnipotente serán las insignias que operarán
como nombres del sujeto (“insignia” deriva del latín insigne que significa
marca distintiva): nombres que por no ser lo producido por el Nombre-
del-Padre no ubicarán al sujeto en el sistema legalizante del parentesco, 3)
estas marcas, rasgos que luego Lacan trabajará como “unarios”, quedan,
como lo indica claramente el esquema “R”, circunscritas en la realidad de la
cual justamente el lado MI es la base o el soporte. Gracias al comentario de
la fórmula de la metáfora paterna indicarnos la necesidad de considerar el
significante del Deseo de la Madre articulado con el significante “I”, pues,
“[…] el muño como deseado constituye el vértice I […]”. (34) Entonces, “I”
son las marcas de la omnipotencia del Otro, Otro que la función del padre
vendrá a castrar: además, es el niño como objeto deseado por la madre
quien se identifica al significante de ese objeto. El significante paterno, al
sustituirse al materno, lo convertirá en significación. A su vez, el “I”,
articulado en el segmento IP. es el Ideal paterno postedípico, que, como lo
indica el esquema, no deja de vincularse con tos ideales maternos.
“S” es el sujeto en lo simbólico, tal como lo indica el que esté escrito con
una letra mayúscula, aunque se lo encuentra en el triángulo imaginario.
¿Por qué’? El significante del sujeto está “forcluido” en la neurosis. Esto
último se lee en la homología, que Lacan destaca, entre el vértice del lugar
de P en A y el vértice significante del sujeto bajo significación fálica. “El
cuarto término (el otro respecto de M, I y P) está dado por el sujeto en su
realidad, como tal forcluido en el sistema y que sólo bajo el modo del
muerto entra en el juego de los significantes, pero que se convierte en el
sujeto verdadero a medida que ese juego de los significantes va a hacerle
significar.”(35) O está forcluido el significante del Nombre-del-Padre, y
esto es la psicosis, o está forcluido el significante del sujeto, y esto es la
neurosis.
Si pegamos AB con CD, aplicando primero una torsión tal que B se une con
D y A con C, obtenemos una banda de Möbius.
Se debe tener en cuenta que los lados de trazo más grueso se unen entre
sí, coincidiendo la dirección de sus flechas respectivas. Así se unen en la
banda de Möbius:
Volviendo al cuadrángulo de la Realidad del esquema “R”, vemos que
efectivamente las letras de sus vértices y la línea gruesa que interrumpe la
línea punteada de lo imaginario indican que es una banda de Möbius.
De acuerdo con el esquema, el lápiz “parece” que pasa de una cara a la otra
de la banda, y sin embargo si realizarnos todo el trayecto de la banda
descubrimos que es una y la misma cara.
Jamás una banda con torsión derecha podrá convertirse, por una
transformación continua, en una con torsión izquierda y viceversa. Esto
hace que la banda de Möbius no sea especularizable, ya que el espejo
produce siempre una inversión en el sentido de la orientación de la torsión.
Este uso del espejo y de la noción topológica de lo “especularizable”, debe
ser netamente distinguido del uso que del mismo hace Lacan en su
“estadio del espejo”. La segunda utilización irá imponiéndose cada vez más
sobre la anterior y, a la altura del Seminario 12, “Problemas cruciales para
el psicoanálisis” (inédito), Lacan nos dice que la primera concepción sobre
el espejo queda subsumida y ordenada por la segunda.
En el esquema “R”, el corte está representado por mi, MI, que Lacan
denomina el único corte válido en este esquema.
Lacan intenta articular con el modelo óptico y con el esquema “L” las
estructuras clínicas que se despejan en la práctica analítica: el esquema
“R”, la articulación de los tres registros por la vía del significante del
Nombre-del-Padre: e intentará ubicar la estructura del sujeto Schreber al
término de su proceso psicótico en el esquema “I”. A pesar de ser
construido sobre las particularidades de la psicosis de Schreber, creo que
el análisis de este esquema permite establecer algunas consideraciones
importantes sobre la psicosis en general.
¿Por qué Lacan utiliza estos dos elementos geométricos en el esquema “I”,
que no utilizó en el “R”? Por ello más arriba decíamos “geometrización” en
lugar de “topologización”. Para contestar esta pregunta veamos primero
qué significan algunos de los términos utilizados. Asíntota: del griego,
quiere decir “sin caída” (que podemos hacer equivaler a la no caída o
extracción del objeto a) y que en geometría equivale a una línea recta a la
cual se acerca, pero nunca llega a ella, el ramal infinito de una curva. Se re-
presenta así:
En el esquema “1” una de ellas está partida y cada una de sus partes,
desplazada sobre la otra para que pueda seguir siendo posible el recorrido
“Z”, pero salido de su eje.
¿Qué tipo de distorsión nos lleva del esquema “R” al esquema “I”? La
consecuencia del cavado de los dos agujeros en lo simbólico y en lo
imaginario produce la siguiente distorsión, al menos para el caso del
presidente Schreber:
Lacan, respecto de los objetos a-a’, que están en una posición tan peculiar,
a la cual podemos describir como salidos de su lugar por una fuerza
centrífuga, nos dice: “En lo cual se dibuja la dimensión de espejismo, que
subraya aún más el tiempo infinito en que se desplaza su promesa, y que
profundamente condiciona la ausencia de mediación de que da testimonio
el fantasma, Pues puede verse que parodia la situación de la pareja de
sobrevivientes postreros que, a consecuencia de una catástrofe humana, se
encontrarían con el poder de volver a poblar la Tierra, confrontada a lo que
el acto de reproducción animal implica de total”, (59) O sea, el encuentro
de la pareja del fantasma schreberiano queda postergado infinitamente y el
esquema lo escribe mediante la posición descentrada respecto del eje de la
asíntota, ahora “aa” están fuera de eje, uno, del lado “goce narcisista de la
imagen” y el otro, del lado “El ideal en el lugar del Otro”.
NOTAS
El grafo del deseo, entre los modelos y los esquemas, ha sido la creación
de Lacan que más ha sido tomada en cuenta por los psicoanalistas que
orientan su práctica con las enseñanzas de aquél y también la más
comentada por los estudiosos de su obra. A pesar de lo cual creo que se
justifica un desarrollo más del mismo, ya que posee propiedades que
regularmente han sido olvidadas, especialmente su estructura topológica.
Antes de comentar el uso que Lacan hace del grafo del deseo debemos
introducir la teoría, matemática de los grafos y redes y estudiar sus
propiedades topológicas.
En este esquema se han sustituido ambas márgenes del río y las dos islas
por un punto y cada puente por un segmento de recta o arco. Para mayor
claridad se han colocado números a los puentes y se ha nombrado cada
punto del grafo según el sector que representa.
Respecto de este grafo conviene decir que no hace falta que las líneas que
conectan los puntos sean rectas, por eso las llamamos arcos (trozos de
líneas curvas) y que la imposibilidad de la conexión, para nuestro grafo,
entre la casa 2 y el depósito de agua, se resuelve si se autoriza que las
líneas se superpongan.
En la teoría de los grafos, los puntos son llamados vértices y las líneas son
llamadas aristas. Evidentemente, si se pueden sustituir territorios por
puntos y puentes por arcos, en los grafos las superficies y las longitudes
no son tomados en cuenta; en los ejemplos antes desarrollados es evidente
que ninguno se solucionaba por el aumento o disminución de las
superficies o distancias.
De este grafo o red podemos decir que es un grafo orientado, que posee
dos lazos, cuatro vértices (ya que no es el mismo ‘2’ el que aparece luego
de un ‘1’ que el que aparece luego de un ‘3’ según surge de ese mismo
escrito) y, finalmente, agreguemos algo más, es un grafo planar, o sea, se
puede realizar sobre el plano de dos dimensiones.
Recordemos que el grafo de las tres casas vecinas y los tres servicios
públicos no se podía realizar en el plano bidimensional, pero es evidente
que sí por fuera de él, o sea, en un espacio tridimensional, en el que una
arista pudiese pasar por debajo de otra (recordemos en este sentido lo
trabajado en el capítulo sobre el Esquema “L”, respecto del punto de
intersección del vector AS con el vector a ‘a). ‘I’odo grafo puede realizarse
en el espacio tridimensional. A los grafos que requieren de las tres
dimensiones del espacio, se los llama grafos no planares.
Según las nociones de la teoría de los grafos, el grafo del deseo se podría
geometrizar así:
Evidentemente es un grafo orientado, que parece no tener lazos; pero, ¿es
planar o no? Para resolver esta pregunta debemos antes resolver un
problema más fundamental aún. ¿A qué vectores arriban las aristas que
salen por la derecha del grafo? ¿De qué vectores provienen las aristas que
arriban por la izquierda del grafo? Por la definición misma de vector y
arista, es obvio que cualquier arco que salga de un vértice o que llegue a
un vértice no es una arista, lo es sólo un arco que conecta un par de ellos.
Hay dos soluciones, una planar y otra no planar, que pasan por articular
entre sí estos dos pares de aristas ‘anormales’:
¿Son ellos distintos? Sus formas evidentemente son distintas pero sus
estructuras no. Ambos tienen 8 vértices, 11 aristas, 1 lazo, 1 par de aristas
paralelas y 3 vértices pendientes. Son dos grafos idénticos, o sea,
isomorfos. Podría decirse que se trata de dos dibujos del mismo grafo.
En los tres casos comprobamos que la fórmula es cierta y fue Euler quien
descubrió que es cierta para todo mapa; la Fórmula de Euler se convierte
así en una propiedad topológica aplicable también a los espacios
topológicos conocidos como superficies, que estudia la topología y que ya
hemos descrito en el capítulo correspondiente. La tabla correspondiente a
esas superficies, a partir de la Fórmula de Euler, es la siguiente:
Para comprobarlo, cada superficie es triangulada y se comprueba que para
cada transformación continua de ella se mantiene el número de Euler. Para
la banda de Möbius no se da el número de la Fórmula de Euler porque su
único borde impide la triangulación; obsérvese que las otras superficies se
caracterizan todas por carecer de bordes. (Recordar lo dicho en el capítulo
sobre esquema “R” respecto de la triangulación.)
Presumimos que los distingue el agujero que el toro posee y la esfera no,
pero el agujero no es del toro sino del espacio circundante y, por otra
parte, debemos recordar que en nuestra consideración topológica de la
esfera y del toro, sólo nos ocupamos de las superficies y no de sus
interiores. Entonces, ¿cómo distinguirlos? Existe una solución: toda curva
cerrada sobre la esfera la hace a ésta desconexa, la divide en dos
superficies, aunque hay curvas cerradas que no dividen al toro en dos:
Las propiedades: curva cerrada, conexo y desconexo son topológicas.
Entonces, ésta es una vía que sirve para distinguir topológicamente una
esfera de un toro. Mas ¿cómo podemos saber si una superficie posee un
agujero? o sea, si se le ha aplicado una curva cerrada. Supongamos que
tenemos un camino como ya lo hemos definido; cualquier camino puede
ser reducido hasta convertirse en un punto, salvo que haya un agujero.
“Los agujeros pueden detectarse por la observación de los caminos del
espacio y por las maneras de deformarlos.” (3) “Un camino en un espacio
topológico es una línea que une dos puntos del mismo. No importa que
culebree, ni que se corte a sí mismo; pero no debe estar ‘roto’.
Necesitamos que sea un camino continuo.” (4)
“La próxima vez que esta última sobrevenga, merced al enlace así
establecido se suscitará una moción psíquica que querrá investir de nuevo
la imagen mnémica de aquella percepción y producir otra vez la percepción
misma, vale decir, en verdad, restablecer la situación de la satisfacción
primera. Una moción de esa índole es lo que llamamos deseo […].” (10)
A este grafo lo concibe así: “He aquí lo que podría decirse es su célula
elemental (cf. grafo 1). Se articula allí lo que hemos llamado el punto de
basta por el cual el significante detiene el deslizamiento, indefinido si no,
de la significación. Se supone que la cadena significante está soportada por
el vector S.S’. Sin entrar siquiera en la fineza de la dirección retrógrada en
que se produce su cruzamiento redoblado por el vector .S, véase
únicamente en este último el pez que engancha, menos propio para figurar
lo que hurta a la captación en su nado vivo que la intención que se
esfuerza en ahogarlo en la onda del pretexto, a saber la realidad que se
imagina en el esquema etológico de la necesidad.
3) Más adelante, en el mismo escrito, Lacan afirma: “La sumisión del sujeto
al significante, que se produce en el circuito que va de s(A) a A para
regresar de A a s(A), es propiamente un círculo en la medida en que el
aserto que se instaura en él, a falta de cerrarse sobre nada sino su propia
escansión, dicho de otra manera a falta de un acto en que encontrase su
certidumbre, no remite sino a su propia anticipación en la composición del
significante, en sí misma insignificante”. (16) Lacan sostiene en esta cita
que, a falta de un acto, la estructura de la célula determina que ella sólo
puede arribar a su propia anticipación y así volver a girar en círculo. Pero
es importante, además, que destaquemos la estructura topológica del
círculo, para poder así dar todo su alcance a la estructura del grafo del
deseo.
Finalmente, nos quedan dos vértices y dos aristas que nos permiten
establecer sin dudas que se trata de un círculo. Circulo, que para indicar su
condición de ‘sin salida’, Lacan metaforiza como “círculo infernal de la
demanda”, haciendo referencia a los círculos del infierno de la Divina
Comedia de Dante Alighieri: “[…] allí son los gritos, los llantos y los
lamentos, y las blasfemias […]”, (17) a pesar de los cuales los condenados
no hallan salida alguna a sus tormentos.
Pero, ¿de qué circulo se trata? y, ¿qué hace salir al sujeto del mismo?
El que la célula elemental sea un círculo debe ser ahora aprovechado para
evitar el eterno retorno de la concepción que dice que primero estaba la
necesidad y luego vino el verbo, concepción que, erróneamente, suele
asociarse con la noción freudiana de Anhlenung, apuntalamiento. El
plantear que la necesidad pasa por los desfiladeros del significante no es
más que una licencia de exposición, dado que no hay tal necesidad
operando antes del significante para ningún sujeto humano y el círculo de
la demanda evita tal error en forma categórica. Al esquema anterior hay
que oponerle el de la célula elemental del grafo.
“Observemos la disimetría del uno (A) que es lugar (sitio más bien que
espacio con respecto al otro (s(A)), que es un momento (escansión más
bien que duración).” (27) Esta cita, aclaratoria de la estructura de cada uno
de estos puntos de entrecruzamiento ya fue presentada. Que s(A) tenga
estructura de tiempo fue articulado con la noción de punto de basta, es un
tiempo de corte en la diacronía, o sea un tiempo en el cual no cumple
ninguna función la duración del mismo. (A) como lugar fue articulado con
la noción de tesoro del significante, ya sea como lugar ya sea como
espacio, que como dijimos respecto del tiempo, hace caso omiso de la
extensión y sólo contempla las nociones de continuidad, discontinuidad,
corte y frontera. Tiempo y espacio son considerados, entonces,
topológicamente.
“Pero si nuestro grafo completo nos permite situar la pulsión como tesoro
de los significantes, su notación ( D) mantiene su estructura ligándola a
la diacronía. Es lo que adviene de la demanda cuando el sujeto se
desvanece en ella. Que la demanda desaparece también, es cosa que se
sobreentiende, con la salvedad de que queda el corte, pues éste permanece
presente en lo que distingue la pulsión de la función orgánica que habita: a
saber su artificio gramatical, tan manifiesto en las reversiones de su
articulación con la fuente tanto como con el objeto (Freud en este punto es
inagotable)”.(29) Esta cita confirma que Lacan ubica en el punto de
entrecruzamiento superior derecho a la pulsión y que, consecuentemente,
articula la pulsión a la función del tesoro de los significantes; pero aquí
más que los significantes son los artificios gramaticales los que están en
juego. Si no son los significantes, sino la gramática lo que la pulsión toma
del A, entonces inscribe lo que del lenguaje es mudo, que constituye así “el
silencio pulsional”.
Los artificios gramaticales son los únicos que nos permiten comprender el
ida y vuelta implicado por el circuito pulsional, que se apoya en un “hacer”
y “hacerse”, según la estructura de cada pulsión: chupar, cagar, mirar y oír.
Recordemos en el texto freudiano esta dialéctica en el “pegar” y el “ser
pegado” de “Pegan a un niño”. Doblemente podemos articular esto último a
la pulsión. Por un lado, lo que se dijo sobre los artificios gramaticales y,
por otro lado, no olvidemos que la fórmula de la pulsión ( D), inscribe
como uno de sus términos la demanda, respecto de la cual debernos
recordar: “[…] la inversión propia de la estructura de la demanda […] uno
recibe su propia demanda en forma invertida”. (30)
Respecto del objeto, Lacan nos indica, además: “Un rasgo común a esos
objetos en nuestra elaboración: no tienen imagen especular, dicho de otra
manera, de alteridad”(33) y agrega una llamada al pie de página en la que
dice: “Cosa que justificamos más tarde por medio de un modelo topológico
tomado de la teoría de las superficies en el analysis situs (nota de
1962)”.(34) Que el objeto de la pulsión no tenga imagen especular fue
anticipado en el capítulo sobre el modelo óptico, en cuanto a la no
representación por parte de Lacan de la imagen i(a), sino tan sólo de la
producida a partir de ella por el espejo plano, la que es designada i’(a). Su
elaboración la continuamos en el capítulo sobre el esquema “R”, el que, al
ser articulado por Lacan como plano proyectivo o cross-cap, también nos
permitió desarrollar la noción de especularidad en topología. Aquí Lacan
avanza aún más ya que nos enseña que a no tiene imagen especular y que,
consecuentemente, i(a), la imagen especular, funciona como su vestimenta;
esta imagen funciona como recubrimiento de aquello que no tiene imagen
en el espejo. “Es a ese objeto inasible en el espejo al que la imagen
especular da su vestimenta. Presa capturada en las redes de su sombra,
[…]”. (35) El objeto a no es especularizable aunque centra todo esfuerzo de
especularización.
“El grafo inscribe que el deseo se regula sobre el fantasma así establecido
[…] En relación con la cadena significante inconsciente como constitutiva
del sujeto que habla, el deseo se presenta como tal en una posición que
sólo se puede concebir sobre la base de la metonimia determinada por la
existencia de la cadena significante y que no es otra cosa que la posibilidad
de deslizamiento indefinido de los significantes bajo la continuidad de la
cadena significante.
Los objetos a faltan como imagen especular porque son agujeros, es por
eso que, por ejemplo, el objeto mirada es el más oculto en la visión, ya que
si algo no se ve en el campo escópico es el objeto a, donde no vemos que
no se ve.
“[…] el goce está prohibido a quien habla como tal, o también que no
puede decirse sino entre líneas para quienquiera que sea sujeto de la Ley,
puesto que la Ley se funda en esa prohibición misma”. (45) Es por esto que
el significante fálico 1 puede ser también el “significante del goce”. Queda
por decir que también el falo se articula a […] [la] función imaginaria de la
castración […] (46) pero en este caso no como significante sino como (- ).
I(A) está como último término del lado de las respuestas del grafo porque
así Lacan nos permite articularlo con la función del “rasgo unario” que, en
el extremo del grafo, indica su función inaugural en la identificación del
sujeto. Como último término, está en el mismo nivel que pero, como las
funciones de I( ) y de son contrarias, no las une ningún vector (cf.
Seminario 9, “La identificación”, clases 2 y 3).
El Ideal simbólico ya no es “del Yo” como en Freud, sino que es del Otro,
(A), y que como tal, hay que tomar como anulación de la castración que
S( ) inscribe; anulación indicada por el hecho de que pasamos de ( ) a (A),
anulación de la castración simbólica por medio de un elemento simbólico.
“[…] un significante como insignia de esa omnipotencia […] (47) (cf. lo
elaborado en el capítulo sobre esquema “R”, especialmente lo dicho sobre
el esquema “I”).
Es un hecho irrefutable que Lacan sostuvo que todo paso que se realice en
la teoría psicoanalítica, más allá de su contenido, aleja al psicoanalista de
su verdadera función, si la estructura del paso y la posición en la que
queda quien lo enuncia, no aproxima a la estructura del sujeto.
La cita de “El atolondradicho” es una indicación, entre otras, que nos dejó
su autor, respecto de: 1) que la pregunta debe ser formulada: “nuestra
topología estructural” ¿en qué consiste?, y 2) su posible respuesta: “nuestra
topología estructural”.