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Clemente Martínez Priscilla Izchel

Resumen: “Sexo y carácter” del libro “La condición humana actual” de Erich Fromm
24 de enero del 2018

La creencia de que entre ambos sexos (macho y hembra) existen diferencias innatas
data de hace mucho tiempo y está plasmada en la misma Biblia. Este pensamiento ha
ido evolucionando y durante la Ilustración, se adoptó la posición de que no hay
diferencias innatas entre ellos; se destacaba la igualdad de hombres y mujeres en lo
social y hasta en lo político, acentuando la ausencia de diferencias innatas. En el siglo
XIX, durante el romanticismo se analizaron más adelante las diferencias
caracterológicas y se sostuvo que estas existen en cualquier cultura y derivaban de las
diferencias biológicas y fisiológicas; se apelaba la naturaleza del hombre como prueba
de una necesidad de una desigualdad política y social.

Esta lucha política continuó al igual que la discusión teórica sobre lo natural
versus lo cultural en sus diferencias. Freud, representante de los románticos, propone
que las diferencias anatómicas entre sexos era la causa de diferencias caracterológicas
inalterables. Las mujeres, al observar el hecho de que carecen de órgano sexual
masculino, sentían envidia del hombre por tener lo que ellas no; esto los llevará a
buscar sustituciones o compensaciones. Esta teoría, no obstante fue cuestionada por
sus falacias clínicas y teóricas, antropólogos confirmaron que los resultados
caracterológicos descritos son causados por experiencias culturales y personales más
que por su biología.

La postura opuesta y extrema de negar completamente que las diferencias


biológicas tengan algún efecto en el desarrollo de la estructura del carácter puede ser
igualmente errónea. Está provocada por la aceptación implícita de la premisa anti-
igualitaria que declara que para declarar igualdad debe haber una ausencia de
diferencias entre personas o grupos sociales. Un grupo habla de diferencias mientras
que otro de deficiencias que hacen imposible que la igualdad plena sea compartido con
el grupo dominante. Lo cierto es que a pesar de que está demostrado que no existen
diferencias socialmente perjudiciales esto no implica que se deba negar la existencia de
toda diferencia. El carácter típico de hombres y mujeres está determinado por sus
respectivos papeles sociales, que si bien están influenciados debido a la diferencia de
los sexos esta influencia es mínima comparad con las diferencias de origen social.

El concepto de igualdad no implica negar el hecho de que hay grandes


diferencias entre individuos, simplemente significa que todos los hombres y mujeres son
iguales en cuanto a sus capacidades humanas básicas vinculadas con el goce de la
libertad y la felicidad, incluyendo aquellas peculiaridades que lo hacen diferente.

No obstante, se deben examinar ciertas diferencias biológicas que se manifiestan


en los respectivos roles que desempeñan hombres y mujeres en el contacto sexual y
posteriormente se traducen en ciertas desigualdades caracterológicas. Por una parte el
hombre necesita la erección de su miembro para satisfacer a la mujer mientras que la
mujer no necesita nada para satisfacer al hombre, salvo disposición. El hombre no
puede ocultar la imposibilidad de funcionar, la mujer que tiene falta de respuesta puede
simular debido a que su “falla” no es obvia. Para satisfacer a su pareja el hombre debe
demostrar algo, la mujer no. Esta diferencia crea angustias específicas. La
vulnerabilidad del hombre reside en fallar, se relaciona con su prestigio y su valor ante
la mujer; la vulnerabilidad de la mujer no reside en fallar sino en ser frustrada, se
relaciona con su placer y satisfacción sexual.

Otro elemento importante para determinar la presencia de angustias diferentes


reside en el hecho de que hombre y mujer se necesitan, lo cual si bien hay elementos
de armonía, cooperación y satisfacción mutua también hay elementos de lucha y
discordia. El elemento de antagonismo constituye una potencialidad y de esta misma
puede surgir angustia, la cual difiere según el sexo. La angustia masculina es la de
fallar, el impulso que lo protege de ello es el deseo de prestigio y la actitud competitiva.
El sistema socio-económico moderno basado en los principios de la competencia y el
éxito es un factor externo que acrecienta esta actitud competitiva entre los hombres.
Una cualidad derivada del afán masculino de prestigio es la vanidad varonil y su
sensibilidad para el ridículo, especialmente en presencia de mujeres. Otro resultado de
la posición precaria que el hombre tiene ante la mujer es su odio potencial que
contribuye a agravar otro afán: dominar a la mujer, hacerla sentir inferior para no tenerle
miedo.

Hablando de vanidad, hay una diferencia entre sexos. La vanidad masculina es


demostrar que puede hacer y nunca falla; la vanidad femenina se caracteriza por la
necesidad de atraer y demostrarse que es capaz de atraer. Para el hombre, sus
oportunidades de satisfacción sexual no dependen solo de su atractivo sexual, sino
también de su fuerza física, posición social y el dinero. Para la mujer, su satisfacción
sexual depende solamente de su atractivo y de ello deriva su vanidad o preocupación
por ser atractiva. En otras palabras, la hostilidad del hombre es la de dominar por la
fuerza física, por el poder político o económico; la de la mujer es socavar por medio del
ridículo y el desprecio.

Freud supuso en su teoría que la mujer siente envidia por el miembro masculino,
pasando casi por alto la posibilidad de que el hombre envidiara la capacidad de la mujer
para gesta hijos. En la historia primitiva ciertas culturas se organizaban socialmente
alrededor de la madre y rendían culto a diosas-madres. Se puede suponer que los
hombres se sentían inferiores por el hecho de que la mujer tiene la capacidad de
productividad natural que ellos carecen; esta capacidad que le falta, hace que sientan
temor de la mujer. Posteriormente se dejó atrás la necesidad de depender de la
producción natural gracias al perfeccionamiento tecnológico.

La diferencia sexual tiñe la personalidad del hombre y la mujer, estas diferencias


“naturales” se mezclan con diferencias provocadas por la cultural específica en que vive
la gente. Estas dos tendencias paralelas se mezclan para formar una sola, y es como si
sus orígenes fueran idénticos. En la actualidad, es evidente decir que sería un error
imaginar una diferenciación social, económica y política basada sobre las
características sexuales

Los seres humanos compartimos las mismas potencialidades, los mismos


deseos y temores; la personalidad individual no es más que una reducción de toda la
gama de potencialidades humanas. Los factores sociales y personales tienen una
influencia positiva o negativa que sobrepasa la de los factores “naturales”.

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