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UNAM / FES ACATLÁN

Licenciatura en Filosofía
Filosofía helénica
Carlos Axel Flores Valdovinos

Cicerón, Marco Tulio, Disputas tusculanas, Libro III, (Capitulación).

Un elogio de las virtudes más excelsas como la gloria ha sido disputada por los poetas
en sus diferentes encomios, sin embargo, no es correcto hacer un ensalzamiento de los
vicios que corrompen nuestra alma. La razón que cura la locura o la demencia (amentia)
nos permite mantener la tranquilidad de los ánimos perturbados por el furor, la manía o
melancolía por el exceso de ira, temor o dolor. La sophrosyne consiste en la disposición
del ánimo para obrar con justicia, fortaleza, prudencia y frugalidad. Lo contrario de esta
virtud sería, pues, una nequicia, que se traduce como ignorancia, estulticia o
intemperancia. La filosofía es una panacea universal. No en vano el lema dedicado a
Apolo—dios de la medicina y la sabiduría—: Conócete a ti mismo. Cicerón comprende
que la salud se debe al equilibrio de los ánimos, y nos comenta que a diferencia de la
medicina que alivia nuestros malestares físicos y conservan nuestro cuerpo, hay que
considerar la medicina del ánimo, ya que: “Así ocurre que el ánimo juzga sobre sí mismo
cuando está enfermo aquello mismo con lo que se juzga”. 1 La naturaleza de los ánimos
nos proporciona las “semillas de las virtudes”, por medio de las cuales podemos
conducirnos hacia la salud que cura y anega nuestra alma de un saber alegre y dichoso.
La filosofía es una medicina del ánimo, ya que puede llegar a curar los “ánimos enfermos”
que afligen y perturban el equilibrio de la salud: mente sana en cuerpo sano.
Cicerón considera que los ánimos son sensibles: “Humano, en verdad, el hecho de que
así estimes pues no nacimos de una piedra, sino que, por naturaleza, hay en los ánimos
algo tierno y muelle, que es agitado por la aflicción como por una tempestad”. 2 La
sensibilidad de los ánimos nos hace ponderar el dolor. Podemos decir que apreciamos
más la salud cuando nos dolemos o padecemos de alguna enfermedad. La sanación de
los ánimos se logra por medio de la prudencia o sabiduría filosófica que nos libera de las
aflicciones. Pues el ánimo del sabio se halla libre del vicio, nunca se inflama o hincha,
sino que se mantiene como un fuelle vacío y pleno. El temperamento de los ánimos
consiste en mantener la quietud, es decir, en calmar sus movimientos impulsivos o
deseos conservando un espíritu moderado y constante. Lo contrario, se halla en el
pathos, que es en efecto, perturbación del ánimo, padecimiento o aflicción.
La salud se representa como una balanza, que consiste en mantener el equilibrio entre
fuerzas opuestas. Los movimientos que perturban el alma son de fuerzas irracionales o
meras opiniones basadas en la ignorancia de las causas de la aflicción. Podemos
considerar cuatro géneros de perturbaciones: el placer y el deseo y, por otra parte, el
miedo y la aflicción. De esta manera, aunque no hay una medida exacta para lograr el
justo medio, es posible mantener un estado de moderación. En este punto podemos
destacar que la disputa comienza con el problema de las aflicciones y la posibilidad de
lograr la vida alegre mediante la virtud que consiste en mantener el temperamento de los
ánimos mediante la prudencia y, se orienta hacia a tratar las opiniones que se han dado,
juzgando si son verosímiles o correctas. En el libro III, Cicerón disputa con Epicuro acerca
de qué entiende por placer.

NOTAS AL FINAL
1
Cicerón, Marco Tulio, Disputas tusculanas, Libros III-IV, Tomo II, Introducción, versión y notas de Julio Pimentel
Álvarez. UNAM, México, 1979, p. 1.
2
Ibid, p. 6.

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