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Conclusiones
3. El acto en sí mismo
Los hombres pueden elegir una determinada solución para sus
prob'emai pero no estar en condiciones de llevarla a cabo. Una
correcta teoría social de la desviación tiene aue ~ o d e rex~licarla
1 I
relación entre las creencias y la acción, entre la «racionalidad»
óptima que los hombres han elegido y 'a conducta que realmente
man'fiestan. Un adolescente de clase obrera, por ejemplo, frente
a 1:i falta de oportunidades y frente a los problemas de frustración
C ~ P status, alienado del tipo de existencia que le ofrece la sociedad
c.ciritemporánea, puede querer practicar el hedonismo (p. ej., en-
contrar un placer inmediato en el consumo de alcohol y drogas o
eii una actividad sexual intensa) o puede optar por devolver el
golpe a 'a sociedad que lo rechaza (p. ej., cometiendo actos de
vandalismo). Puede también tratar de imponer cierto grado de
control sobre el ritmo al que se le exige trabajar [cf. L. Taylor 7
Walton. 19711 o sobre sus actividades de esparcimiento [cf. 1. Tay-
lor, 1971a; 1971b; S. Cohen, 1972~1.Sin embargo, tal vez descu-
bra que esas soluciones no son fáci'es de poner en práctica. Clo-
ward y Ohlin han sostenido que los «desertores» adolescentes en
Estados Unidos, fracasados en la sociedad legítima, pueden tam-
bién experrmentar un «doble fracaso)) al ser rechazados además
por las Subculturas delincuentes. Quizá los desviados sean recha-
zados por otros desviados (por ser miedosos, físicamente ineptos,
carentes de atractivos o ser indeseables en general). Si bien es
cierto que siempre hay una relación entre la elección individual
(un conjunto de creencias), v, la acción. la misma no es necesaria-
mente sencilla: un adolescente puede optar por el hedonismo, el
rechazo o la autoafirmación, sin que tenga posibilidad alguna de
poner nada de ello en práctica. En ese caso, se necesitará algún
tipo de ajuste. Lo que se requiere formalmente en este nivel es una
explicación de la forma en que los actos reales de los hombres
obedecen a la racionalidad de la elección o a las limitaciones que
esta encuentra en el momento de trasformarse en conducta. El
requisito formal es una explicación de la real dinámica social de
los actos propiamente dichos.
que las teorías «legas» que aplican los extraños variarán enorme-
mente: la ideología de la asistencia social (con su énfasis positi-
vista en la reforma) entra siempre en conflicto con las ideologías
más clásicamente punitivas de las instituciones correccionales y de
quienes las dirigen; la ideología de la policía a veces entra en con-
flicto con las filosofías de la práctica judicial (en especial, las
atribuciones para dictar fallo que tienen los jurados no profesio-
nales) ;lZ0 e, incluso entre quienes no ocupan posiciones oficiales
en la estructura del control social (el «público»), las teorías «legas>
consideradas aceptables variarán según la clase social, el grupo
étnico y la edad [Simmons y Chambers, 19651.
En 'a medida t n que los criminólogos se han ocupado de examinar
los orígenes mediatos de la reacción ante la desviación, han tendido
sobre todo a considerar que esos orígenes se encuentran en los
grupos ocupacionales y sus particulares necesidades (Box, Dick-
son), en un conjunto de intereses pluralistas bastante ambigua-
mente definidos (Quinney, Lemert) , en relaciones de autoridad-so-
metimiento dentro de «asociaciones imperativamente coordinadas»
(Turk) o en simples relaciones políticas de dominación-subordina-
ción (Becker). Todos esos análisis de las fuentes de las reacciones
contra el desviado son, por supuesto, sociologías políticas implícitas
del Estado: v.
1 ,, como hemos tratado de Doner en claro en todo mo-
mento, pocos ron en verdad los criminólogos que han intervenido
en los debates sobre la estructura social en la tradición de la «gran
teoría» social. S n especial, pocos son los que han podido considerar
'os vínculos estrechos que hay entre la estructura de la economía
politica del Estado y las iniciativas políticas que dan origen a la
sanción (o abolición) de las leyes, que definen el comportamiento
punible en la sociedad o que aseguran el cumplimiento de la le-
gislación. Cuando Sutherland se ocupó del «delito de cuello blan-
c o ~ por
, ejemplo, prácticamente no tuvo en cuenta que esas in-
fracciones eran (y son) funcionales para las sociedades industriales
capitalistas en determinadas etapas de su desarrollo; en cambio,
trató de ilustrar lo que consideraba un uso no equitativo de 1%ley
en el control del comportamiento, que desafiaba normas de con-
ducta formalmente definidas [cf. Pearce, 19731. El hecho de que
las sociologías políticas del delito ocupen en la criminología un lu-
gar implícito y ambiguo indica en qué medida se ha apartado la
criminología de las preocupaciones de los pensadores sociales clá-
sicos. En el capítulo 3 vimos que para Durkheim era imposible
pensar en el delito y la desviación sin pensar también en deterrni-
nado conjunto de ordenamientos sociales productivos enmarcados
por una cierta conciencia colectiva (la división impuesta del tra-
bajo estaba asociada con la «rebelión funcional,, así como con la
adaptación del «desviado atípico»). También vimos que, para él,
era imposible hablar de la disminución del delito sin referirse en
términos políticos a la abolición de la división impuesta del trabajo,
la abolición de la riqueza heredada y la creación de asociaciones
profesionales compatibles con ordenarnientos sociales (políticamen-
te aplicables) basados en una meritotracia biológica. En el capítu-
lo 7 vimos que la sociología política del delito estaba en Marx in-
disolublemente ligada con una crítica política y un análisis racio-
nal de los ordenamientos sociales vigentes. Para él, el delito era
una manifestación de las limitaciones que padecen los hombres
dentro de ordenamientos sociales alienantes y, en parte, un índice
de la lucha por superarlos. El hecho de que la acción delictiva no
constituyese en sí misma una respuesta política ante esas situaciones
se explicaba en función de las posibilidades políticas y sociales del
lumpen-proletariado en cuanto órgano parásito de la clase obrera
organizada. Más adelante desarrollaremos nuestra crítica de estas
dos posiciones; por el momento, basta con mencionarlas, no solo
como prueba de la atenuación de lo teórico en las investigaciones
sobre el delito hechas en el siglo actual, sino también como ilus-
tración de la despolitización de los problemas planteados en los
debates clásicos sobre la teoría social del delito, despolitización
practicada y aplaudida por quienes trabajan en el ámbito de la
criminologia «aplicada, contemporánea.
Señalemos por ahora que uno de los requisitos formales importan-
tes de una teoría plenamente social de la desviación [requisito
prácticamente ausente en la literatura sobre el tema) es un modelo
efectivo de los imperativos políticos y económicos que sirven de
base, por un lado, a las «ideologías legas, y, por el otro, a las
«cruzadas» e iniciativas que periódicamente aparecen, ya sea para
controlar la cantidad y el nivel de la desviación [cf. Manson y
Palmer, 19731, o (como en los casos de la prohibición del consumo
de alcohol, de determinadas conductas homosexuales y, más re-
cientemente, de algunos «delitos sin víctimas») para lograr que
ciertos comportamientos dejen de figurar en la categoría de ailega-
les,. Lo que nos falta es una economía política de la reacción social.
La nueva criminología
Las condiciones de nuestra época están imponiendo una reevalua-
ción de esta separación artificial de los problemas. No se trata
simplemente de que el interés tradicional de la crimino!ogía apli-
cada por el adolescente de clase obrera socialmente desfavorecido
esté ~erdiendovalidez ante la criminalización de mandes canti-
I O
«Lo primero que hice para resolver las dudas que me asaltaban
fue una revisión crítica de la filosofía hegrliana del derecho, obra
cuya introducción apareció en 1844 en el Deutsch-Franz6sische
Jahrbücher publicado en París. Mis investigaciones me llevaron
a la conclusión de que las relaciones jurídicas, así como las formas
del Estadq, h;in de interpretarse, no en sí mismas ni en función
del llamado desarrollo general de la mente humana, sino que tienen
sus orígenes en 'as condiciones materiales de vida, cuya suma total,
Hegel. siguiendo el ejemplo de los ingleses y franceses del siglo
XVIII,combina bajo el nombre de "sociedad civil", y que la anato-
mía de la sociedad civil ha de buscarse en la economia política,.