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Índice

Portada

Índice

Staff

Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Créditos
Staff
Traducción: Corrección:
Emotica G.W. Pkpoetess

Snow G.C. Hon22

Star Jënny

Laura C. Laura C.

Diseño:
Rbsten

Lectura Final:
Laura C.
Sinopsis
La verdad está ahí...

Cuando multimillonario Logan Mason descubre la verdad de Delilah destrozando


la traición, él se consume con venganza. El perdón no es una opción, ni siquiera
Melissa le puede disuadir de su misión.

Melissa Foster, ve el otro lado del hombre que ama; su necesidad de hacer pagar,
por encima de todo, a alguien le rompe el corazón. El odio envenena cada beso que
comparten, y arrasa el futuro que ella estaba segura que tendrían. ¿Es su amor lo
suficiente para salvarlo, o ya está demasiado lejos?

Waiting for Always es la parte final de la exitosa serie Beautiful Surrender.


Capítulo 1
Traducido por Snow G. C.
Corregido por Hon22

Logan
Nunca me habían disparado, pero me imagino que esto es lo que se siente.

El entumecimiento comenzó en mi centro. Luego hizo eco a través de mis


músculos, amplificando el dolor hueco en mis huesos. El silencio fue interrumpido
por el timbre, un zumbido sordo que rasca y araña. El miedo en mi sangre dio la
alarma. Algo estaba apagado. Salió mal.

Entonces el dolor se precipitó.

Rebotó desde el punto de impacto y se expandió como la pólvora, hasta que


fui consumido. No había nada antes del dolor y no habría nada después.

Las palabras de Mackenzie eran la bala y los disparos me traspasaron


directamente a través del corazón.

El bebé que había imaginado desapareció de mi vista, dejando tras de sí


nada más que un susurro. El bebé que había amado desde la parte superior de su
cabeza perfecta hasta los diminutos dedos de los pies se volvió humo, disipándose
y dejando agonía desgarradora en su estela. No había un pedazo de mí creciendo a
cada segundo, una nueva vida que podía ayudar a moldear, a ver crecer y florecer.

El amor que me llenó de tal propósito y esperanza fue arrancado,


dejándome con un agujero salvaje en mi pecho.

Yo no era el padre del bebé.

Hice el menor de los movimientos, parpadeé. Un susurro en verdad. Pero


fue el grito en el silencio el que rompió la chapa de shock y el sonido que arrancó
camino de mi boca fue un rugido. Por la forma en que la asistente de Delilah se
tambaleó hacia atrás y la mano de Melissa cubría su boca, debió haber sido tan
bestial y monstruoso como sonaba en mi cabeza.

La asistente.
Avancé hacia ella, el color rojo empapaba todo. Cubos de eso volvían todo
carmesí a mi vista. Me importaba poco que la tez pálida de la niña fuera
inquietante. Como si en cualquier momento ella vaciaría el contenido de su
estómago por todo el suelo. La ira volvió escarlata su cabello. Sus grandes ojos me
recordaron el papel de la víctima inocente que Delilah había perfeccionado,
convirtiendo al mundo en su escenario. Con cada paso que la asistente tomaba
hacia la salida, las llamas ardían dentro de mí, hirviendo caliente hasta que
quemaban mis huesos.

—¿Qué has dicho? —Escupí.

Sabía lo que había dicho. Seguro, su voz era aguda y ratonil con el borde
maníaco que generalmente me volvía loco, pero había oído cada palabra. Ella me
dijo la verdad que mi ex amante me había ocultado. Una verdad que ni siquiera
había considerado. Sí, sabía lo que Mackenzie había dicho. Las palabras estaban
atadas a través de mi conciencia. Pero, aún tenía que escucharlas de nuevo.

Sus grandes ojos marrones se dispararon hacia atrás de mí, buscando


refugio en Melissa.

—No la mires a ella —gruñí, chasqueando los dedos para asegurarme de


que tenía su atención.

—Te hice una pregunta.

Estábamos prácticamente en el elevador. Por la forma en que ella se sacudió,


sabía que podía sentir su proximidad a la salida. Pero tendría que voltear y pulsar
el botón, y temblaba tanto, como si estuviera preocupada de que el más mínimo
movimiento me haría estallar.

Era demasiado tarde para eso. Mi cordura ya se había escapado con cada
respiración que tomaba.

Una hinchada y patética lágrima surco por su mejilla. Sr. Mason, yo…
carraspeó.

—Logan, déjala en paz.

La voz de Melissa estaba llena de autoridad, un poder que me tomó por


sorpresa. La miré por encima de mi hombro, viendo dentro de sus ojos azules, del
color del océano. El tsunami de condena que azotaba a través de su mirada, me
obligó a tomar un respiro. Echar un vistazo a mí mismo.

Cuando me enfrenté a Mackenzie y vi cuán aterrorizada estaba de mí, la


vergüenza se suscitó en mi pecho. Yo no vestía mi temor, como en los viejos
tiempos. Lo metía detrás de una máscara acorazada de indiferencia. Pero sabía
muy bien cómo se sentía estar a merced de alguien. Estar en el extremo receptor de
la crueldad.

Sabía que debía de disculparme con ella y asegurarle que no tenía intención
de matar al mensajero, pero la ira aún parpadeaba en mis entrañas, sosteniendo a
mi lengua como rehén.

Los movimientos de Melissa fueron rápidos y seguros, dio un paso delante


de mí. Su voz era tranquila y calmó la tensión en la sala.

—Agradecemos que hayas venido a nosotros con esta información,


Mackenzie.

Los ojos de Mackenzie se deslizaron hasta mí, vidriosos e incrédulos, y


luego se hundieron de nuevo en Melissa. —Yo sólo quise hacer lo correcto. Cuando
Delilah, me dijo que el señor Mason estaba entrando en razón y que iba a proveerle
de todo a su hijo, no pude seguir más con esto. —Dio un paso vacilante hacia mí.
No, no a mí. Hacia Melissa. La chica seguía sólidamente aterrada de mí. —Sé que
debería haber hablado antes.

—¿Y exactamente cuánto más temprano habría sido? Gruñí, rompiendo la


calma. —¿Cuánto tiempo hace que sabes que Delilah me estaba tomando por
tonto?

Cuando ella me miró con la barbilla temblorosa y la cara roja de vergüenza,


sabía que no tendría que extraerle la verdad. Ella contaría todo sin dudarlo.

—Por cuánto tiempo no importa —Melissa insistió. Se puso junto a la chica,


poniendo una mano en su hombro.

Mackenzie se estremeció y luego se relajó, como si finalmente se quitara el


enorme peso del secreto.

—Te puedes ir, —dijo Melissa suavemente. —Gracias por venir.

La chica decidió renunciar al elevador y corrió a las escaleras en una ráfaga


de cabello negro, tacones de aguja y miedo.

El silencio volvió como una venganza. Atravesó mi mente y en estampida


atravesó mis músculos. Arrancó y apretó mis puños.

Melissa se volvió hacia mí y en un instante, la cólera atenuó. Me vino el


recuerdo de sus grandes ojos cuando vio mis nudillos ensangrentados. Ella vio el
espejo roto y sumo dos y dos. Tuvo miedo de mí en ese momento. Miedo de que
ella estuviera sobre su cabeza. Me prometí que nunca la dejaría sentir miedo en mi
nombre otra vez.

Había roto mi promesa.

Relajé mis manos, obligando a la calma cubrirme. Melissa todavía estaba en


alerta máxima, su cara bonita estaba prácticamente pintada con marcas de guerra,
sus redondos ojos azules eran rendijas de cristal, sus pómulos eran más filosos que
cualquier espada y sus labios eran una barra con problemas, mientras me miraba.
Desafiándome a mantenerme.

Sentí la sonrisa esperando debajo de mi ceño fruncido y trate sacarla.


—Puedes relajarte. No hay espejos por aquí.

Su ceño se profundizó. —No, no espejos; sólo una chica a quien puedes


intimidar y asustar.

Borré la sonrisa de mi cara. —Ella sabía la verdad desde el principio. Antes,


cuando Delilah estuvo paseándose penosamente por la ciudad acariciando su
panza, Mackenzie fue con quien tuve que tratar. Ella tuvo un sinnúmero de
oportunidades para decir la verdad.

—No se puede vivir en el pasado, Logan —intervino—. Ahora y el futuro,


es todo lo que tenemos.

Ella se acercó, sin importarle que pudiera explotar. Cuando la miré a los
ojos, no vi mis errores haciendo círculos. Vi amor. Vi esperanza.

—Tienes que decidir lo que viene después. Lo que Delilah hizo… —su voz
temblaba de ira—, fue malvado. Pero no tienes que despellejar a su asistente viva o
ir tras Delilah. Esta es tu oportunidad para demostrarle que ella no puede
convertirte en ese tipo de los titulares.

La calma se desvaneció casi al instante y la furia se precipitó de nuevo.


—Titulares. —Me aleje rápidamente de ella. La deje allí, de pie, con las estrellas,
gomitas y unicornios en los ojos. Ella trabajaba en marketing y en relaciones
públicas. Ella debería de saber mejor que nadie que no podía ignorarlo. Mi imagen
pública había sido masacrada por los medios. Seguro, era el jefe y nadie
pronunciaba una palabra lo suficientemente fuerte para que lo escuchara, pero sus
miradas formaban las letras y sonidos que erosionaban la fundación de la empresa
que había construido.

No eres nada más que un animal. Al igual que él.


Siempre volvía a ella. El odio ardiente como el ácido. Odio que tenía todo el
derecho de sentir hacia ella por lo que me había hecho.

La madre, que nunca me mostró una pizca de amor y compasión. Y la


traición que me convirtió en un hombre que no sabía de amor y apego, antes de
Melissa.

Fui al mueble del bar y saqué la única botella que convertiría la quemadura
en algo de entumecimiento. Que me ayudaría a recuperar mi respiración. Todo se
venía abajo por las costuras, llevándome hacia el pozo de los recuerdos. Sabía que
una vez que abriera la puerta y volviera a ese lugar, no habría regreso. Tenía la
visión del túnel, y todas las razones para mantener el corcho en la botella se
desintegraron mientras la alzaba y dejaba al fuego correr en mi garganta.

Si ella sabía lo que era bueno para ella, Melissa habría seguido Mackenzie.
Casi abrí la boca para decírselo, pero ella cogió la botella, vertió el líquido ámbar
en un vaso y se lo llevó a los labios.

Hizo una mueca, pasando sus dedos por su pelo. Sus rizos dorados flotaban
sobre un hombro mientras me miraba. Sería más fácil si ella estuviera juzgándome,
sería más fácil subir las paredes antes de dejarla acercarse más. Pero ya era
demasiado tarde para volver atrás. Demasiado tarde para no dejarla entrar.
Mantener en la distancia a mi hermosa y feroz sumisa que abrió su cuerpo y alma a
mí, no era ya una opción.

Vacié mi vaso y me serví un segundo. Esperé hasta que mi voz estuviera


firme, antes de fingir que estaba bien. —Siento que debería estar haciendo algún
tipo de broma.

Melissa levantó la barbilla, pero sus ojos estaban fijos en su vaso. —No hay
nada divertido en lo que Delilah ha hecho.

El dolor cortó mi pecho, pero lo apagué lo mejor que pude. —Algunos


podrían decir que me lo merecía.

Su mirada se disparó hacia arriba, como si acabara de pronunciar la cosa


más ridícula que ella hubiera oído. —¿Cómo puede alguien pensar que te mereces
esto?

—Volví al sexo una transacción, le contesté con mi voz hueca. —Nada


monetario, pero era un servicio. Ellas me dieron su sumisión y como mis sumisas
les di el escape que ansiaban. —El dolor que había dejado de lado tomó el camino
hacia el rostro de Melissa. Olvidé mi vaso en la mesa y tomé su cara entre las
manos. —Lo que tenemos es diferente. Sabía que era diferente desde el momento
en que nuestros labios se tocaron.

Sus ojos brillaban, la emoción ondulando en ellos se volvió juguetona.


—Buena respuesta.

No luché con la sonrisa esta vez, sólo la dejé curvarse en mis labios,
disfrutando de su calidez, del calor de la felicidad, antes de que la amargura la
reclamara. El lugar feliz donde ella era mía y nada más importaba era un espejismo
ante lo que Delilah había hecho. Había tirado el pasado ante mis ojos. No podía
apartar la mirada. Tenía que hacerle frente.

Mi garganta estaba seca. A pesar de que quería saciar mi sed con cada onza
de licor en mi gabinete, llené mi vaso con agua. Miré al alrededor, a todas las cosas
en mi apartamento, a la gran riqueza vacía. A todas las cosas que compré para
llenar el vacío.

—Cuando tenía veintitrés años sólo estaba empezando. Un par de


decisiones en los negocios me pusieron en la pista rápida. Estaba sentando las
bases de lo que Adquisiciones Mason es hoy. Cuando llegué a los veinticuatro años,
hice mi primer millón y conocí a alguien: Elizabeth Kensington. —Solté un bufido,
sólo el nombre traía de vuelta los recuerdos de la mujer. Su rizado cabello revuelto.
La personalidad bohemia que me atrajo a ella como una polilla a la llama.

Una vez que salí en la lista de Forbes por mi riqueza, se hizo difícil detectar
a las personas a quienes yo les importaba y a los que les importaba mi cuenta
bancaria. Es una habilidad en la que soy bueno ahora, pero en ese entonces
Elizabeth jugó conmigo, como el ukelele que solía rasguear cada noche. Ella
estaba estudiando sociología y parecía contenta de vivir de nada más que el amor y
la pasión. Usar esa palabra después de lo que ella hizo me hacía sentir enfermo,
pero luego recordé a Melissa y nuestra historia coloreada con esa palabra. Pero ella
no estaba en pie de guerra, sus ojos pasaron del de azul al verde en una
demostración de envidia. Ella estaba encaramada en la encimera, escuchando
atentamente.

—La vida pasó y nos fuimos distanciando. Traté de terminar las cosas y ella
se me propuso. —Tomé un trago de agua—. Lo gracioso es que si ella hubiese
preguntado unos meses antes, me habría pareció la mejor idea que había oído
nunca. Obviamente, me negué, sabiendo que eso marcaba el final para nosotros.
No me esperaba una ruptura limpia, pero todavía me preocupé por ella
profundamente. Aunque, lo que no esperaba era que usara el arma final que
quedaba en su arsenal para hacerme daño: a mi madre.
Los labios de Melissa se torcieron en confusión. No la culpaba. Había estado
tan confundido cuando Elizabeth había pronunciado un nombre que no había oído
en años: Regina Mason.

—No fue difícil encontrar a mi madre. No fue coincidencia que


estuviéramos viviendo en la misma ciudad. —Puse mi vaso sobre el mostrador
mientras el dolor me recorría como veneno.

—Ella trató con bondad y remordimiento primero. Cuando no mostré


ningún interés, las garras salieron.

Sus palabras estaban talladas en mi pecho, una herida que realmente nunca
sanó. Sabía que la única manera de encontrar la paz era dar un tirón al esqueleto
de mi armario y alumbrar con la luz a la oscuridad, pero no lo había dicho en voz
alta. No a Melissa, la única persona que probó que la profecía de mi madre estaba
equivocada.

Ese bebé me mantuvo en silencio. Delilah James había demostrado que tenía
razón.

“Sí, usé a Beth para acercarme a ti para y así poder utilizarte. Viniste por ese
vacío, muchacho. Ese mismo agujero dentro de ti, está dentro de mí. No somos
buenos, tú y yo. Y déjame decirte algo que nadie va a decirte ahora que tiene todo
ese dinero en la billetera. Nadie nunca te querrá por ti nunca más.”

Melissa se apartó del mostrador con horror, su voz fue tan inestable como
los pasos que dio. —Lo siento mucho, Logan.

La mirada en sus ojos, la piedad, era casi más de lo que podía soportar.

No retrocedí del desafío. Había encontrado una fuerza en mí mismo, el día


que me enfrenté a mi madre que me había servido bien en los últimos años. Miré
hacia abajo, al cañón del destino y decidí que podía encontrar el éxito y la
felicidad. Acepté mi necesidad de dominar y mi lugar como una fuerza en el
mundo de los negocios.

Pero el toque de Melissa, su empatía de pie frente a mí, con lágrimas


brillando en sus ojos, hizo que la cerca de hierro en mí se estremeciera. Crujía, mi
fuerza disminuía. La duda de que nunca encontraría lo que había encontrado en
Melissa estaba de vuelta, arañando en la parte trasera de mi mente.

Ella te ama. No te está usando. Basta con mirarla a los ojos.

Pero no pude.
La atraje a mi pecho, sus sollozos traquetearon mis cimientos. Melissa me
dijo que era una buena persona, que era digno y merecedor de amor. Sus palabras
fluyeron en mis oídos, y de vuelta al exterior.

Todo lo que construí estaba en peligro y todo era culpa de Delilah.

Ella iba a pagar un alto precio por ello.


Capítulo 2
Traducido por Snow G.C.
Corregido por Hon22

Melissa
Stacia: Nos vemos en el Café De La Fleur.

Me libre de la maraña de sábanas y eché una mirada más a Logan. Su


hermoso rostro estaba lejos de ser sereno y descansado, a pesar de que estaba
profundamente dormido. Él no se movió, incluso cuando salté de la cama y mis
pies crujieron en el piso de madera. Me moví a su lado de la cama, mis dedos se
deslizaron a través de las ondas oscuras que se estrellaban en su frente. Le dio un
silencioso beso en su piel antes de volver hacia el texto estampado en mi pantalla.

No había lugar a mal interpretaciones. A pesar de que sólo eran palabras, vi


la mano en su cadera y su mirada estrecha. Ella pronunciaba cada sílaba con
precisión y estaba enojada.

Sabía que tenía todo el derecho de estar enojada, teniendo en cuenta que
había estado evitando sus textos en los últimos días. Pero le dejé caer algo alegre.
Con emoticones extra.

Yo: Bueno, hola a ti también ;) :P

Su respuesta no se hizo esperar y sin ningún guiño o sonrisas.

Stacia: Cafe De La Fleur. Tan cerca ahora como podrías soportarlo. ¿A


menos que estés demasiada ocupada con tu novio multimillonario?

Mi estómago cayó. Stacia era mi mejor amiga. Ella estuvo allí para mí
cuando Jason rompió mi corazón y yo estuve allí para ella cuando su ex rompió el
suyo. No teníamos ningún secreto, especialmente cuando se trataba de los
hombres en nuestras vidas. Había estado tratando de averiguar la forma correcta
de hablarle de Logan, escondiéndome, hasta que las palabras adecuadas vinieran
a mí. Y ahora era demasiado tarde... me quedé con la incómoda realidad, en donde
era una terrible amiga que había empujado lejos a una de las personas que más se
preocupaban por mí. Quería verter mi corazón, decirle que lo sentía por la forma
en que las cosas se habían dado, pero ella merecía oír esas palabras en persona.

Tomé la ducha más rápida conocida por el hombre, me puse una camiseta,
leggings y mis botas. Escribí una nota para Logan, cogí mi chaqueta y tomé el
elevador para bajar. Mi coche estaba estacionado en el lugar para visitantes,
algunos puestos más allá de su coche deportivo, pero no estaba de humor para
luchar contra el tráfico de San Francisco.

Me desvanecí entre la multitud. El crisol de personas de todos los ámbitos


vi estudiantes, turistas, banqueros, fashionistas, personas sin hogar
podía oler la vida, la expansión urbana, la sal de la ciudad. Había un aroma
distinto que era únicamente San Francisco.

Y entonces, un escalofrío corrió mi espalda y los pelos de mi nuca se


conmocionaron en tensión.

Alguien me estaba siguiendo.

Cada película de suspenso y terror que había visto me dijo que el mejor
curso de acción era no alertar a la persona que me seguía, indicarle que los había
visto, pero no era una actriz. No había nadie de pie con una cámara, listo para
cir “¡Cort n!”, para que pudiera tomar un respiro y reunir mi ingenio sobre mí.

Así que me di la vuelta, mi corazón salió disparado a mi garganta.

Pulsante.

Ahogando mientras fijaba mis ojos en mi seguidor.

El tipo estaba en uno de esos pantalones bajos, camisas de manga corta que
me hicieron pensar sobre pistas de bolos y queso de nacho líquido. Emparejado
con pantalones cortos y chanclas a pesar del viento frío que azotaba mi bufanda
alrededor de mi cuello, casi me relajo, pensando que era un turista, pero su cámara
era voluminosa y de aspecto profesional.

Su sorpresa se fundió en una sonrisa depredadora mientras apuntaba la


cámara en mi dirección.

—Melissa, ¿qué se siente ser la mayor zorra en América?

Su pregunta chilló en mis oídos, como si hubiera hecho una bocina con las
manos alrededor de su boca petulante y gritara las palabras directamente a todos
los oídos en el Área de la Bahía.
Su cámara estaba parpadeando, capturando mi horror en cada fotografía.
No había ningún lugar para esconderse. Ningún lugar a donde correr. Podía sentir
el zumbido de interés a mí alrededor y la construcción del terror en la boca de mi
estómago.

Sólo da la vuelta. Sigue caminando. No digas una palabra.

Pero mis piernas no funcionaban.

El flujo de movimiento se tambaleó, había teléfonos flotando en mi


dirección.

—¿Quién es ella?

—La chica que sale con ese multimillonario.

—¡Ella se lo robó a Dalilah James!

—¿Esa actriz embarazada?

Finalmente encontré mi voz, las palabras lucharon con mis cuerdas vocales,
mientras yo luchaba para recuperar el aliento. —No es así. —La frase fue un
susurro débil que se consumió cuando el paparazzi hizo otra pregunta,
mencionando el nombre que los curiosos sabrían de inmediato, a menos que
vivieron bajo una roca.

—¿Qué se siente ser la zorra que le robó el novio Delilah James? ¿Por lo
menos te preocupas por el bebé? ¿Qué hay de tu novio rico?

Las lágrimas apuñalaban mis ojos como un centenar de pequeñas agujas.


Nada se comparaba con la vergüenza. La agonía me ardía desde dentro hacia
fuera.

—Estoy aquí, Melissa.

La rica voz familiar me inundó de alivio. Mis lágrimas eran vetas de alegría
cuando vi a Stacia.

Ella envolvió su brazo en el mío y sin perder tiempo tiró de mí a través de la


multitud que se había reunido conmigo y el fotógrafo alrededor.

Estábamos a sólo unas cuadras de distancia de la cafetería, pero no me


atreví a soltar su brazo o a mirar a cualquier otro lugar que no fuera la luz al final
del túnel.
No más preguntas. No más ojos. No más juicio. No más llevar la brutal
verdad de que no me importaba lo del bebé. No más luchar contra el impulso de
decirle al mundo que él bebe no era de Logan.

Stacia se aclaró la garganta cuando nos detuvimos en la entrada.

La miré boquiabierta, obtusa y entonces me di cuenta de que probablemente


necesitaba su brazo de regreso.

La seguí adentro, saliendo finalmente del estado comatoso de mi encuentro


con el fotógrafo. Me di cuenta que no importaba si ella me había salvado o no, mi
mejor amiga todavía tenía un hueso a roer conmigo.

Nunca había estado fuera del estado, pero visitar París estaba en mi lista. La
Torre Eiffel, El Arco del Triunfo –solo sentada en una cafetería con un café y
beberlo todo. Se había hecho una tradición el pasar por el Café De La Fleur cuando
estaba en la ciudad. Siempre era una experiencia de lo que me imaginaba sería
París con los sonidos, los olores y las conversaciones.

Pasamos junto a la zona de bar, por una pared forrada con revistas y libros y
por las escaleras, en nuestro camino a una habitación llena de cabinas y mesas de
café. El anfitrión nos guió a la mesa y nos dejó con nuestros menús. A pesar de que
ya sabía que quería, me lo quedé mirando, simulando que las palabras no estaban
nadando delante de mis ojos. Ahora que estaba quieta, el enfrentamiento se
precipitó sobre mí como un tren fuera de control. Apreté los puños en mi regazo,
ignorando la mirada de Stacia. No podía hablar del fotógrafo o la razón por la que
quería tomar fotos de mí en primer lugar.

—¿Así que me vas a hacer sacártelo?

—¿Sacarme qué , le dije inocentemente.

—Baja el menú. Te conozco, Melissa. Eres un animal de costumbres, no vas


a probar algo nuevo.

—Claro que lo haré. —Cogí un elemento de menú que no había probado.


Voy por el salmón ahumado a la benedict.

—O tal vez no te conozco —dijo sombríamente, ignorando por completo mi


intento de demostrar que estaba equivocada. —La Melissa que conozco no sale
corriendo a San Francisco y manda al diablo su trabajo y amigos. La Melissa que
conozco no me mantiene alegada por días.

Bajé el menú y dejé que mis ojos hicieran lo mismo. —Stacia.


—La Melissa que conozco sería capaz de mirarme a los ojos y decirme lo
que está pasando, sin tener que sacárselo de los dientes. Porque somos amigas.
Mejores amigas, pensaba.

—¿Las mejores amigas? —resoplé, levantando una ceja—. ¿Estamos en


tercer grado? —Lo dije como una broma, pero cayó plana. Hice una mueca, dando
marcha atrás tan rápido como pude.

—No quise decir eso.

—Estaba bajo la impresión de que las dos éramos adultas, pero esconderse
es algo que hacen los niños —contraatacó.

—Touché —murmuré y mis hombros cayeron. La mesera tomo nuestra


orden. Pedí la misma cosa que siempre pedía y Stacia pidió el salmón.

—Voy a dejar que pruebes un bocado —ofreció.

Me miró a los ojos y vi la chispa de calidez a la que no tenía derecho. No


obstante lo deje pasar.

—Gracias, Stacia.

Tomó un trago enojado de su mimosa. —No confundas mi generosidad con


perdón.

Me mordí el labio inferior y luego tomé un sorbo lento y despertador de mi


expreso antes de finalmente hacer frente al pelotón de fusilamiento. Había estado
tan atrapada y con ganas de escapar que ni siquiera mire a Stacia. Pero cara a cara,
con los ojos bien abiertos, la vi. Llevaba un blazer negro nítido con una blusa gris
de carbón debajo. Su cabello oscuro estaba atado en su moño habitual en su cuello.
Su maquillaje era perfecto, ojos marrones feroces y labios rojo sangre, listos para la
batalla. Nada de esto debería haber sido discordante, ella era una abogada, el traje
sin lujos era su uniforme. La única vez que se dejaba suelto el cabello era en la rara
ocasión cuando no estaba atrincherada en un caso. Pero la última vez que la vi, ella
estaba a kilómetros de distancia de la mujer delante de mí. Los colores brillantes
que había llevado parecían dolorosamente más brillantes ante los monocromáticos
que llevaba actualmente. La luz de sus ojos se había oscurecido, la felicidad que
había visto en Sacramento estaba tan distante, lo que hacía que me preguntaba si
me la había imaginado.

Algo le había pasado a mi amiga... y yo no estuve allí para ella.

—¿Es tu ex? —Bajé la cabeza, lista para su juicio—. Lo siento mucho.


No quiero que lo lamentes. Se sentó más alto, su rostro tan cerrado que
casi podía distinguir el alambre de púas enredado y el cartel que decía
"MANTENERSE FUERA". Y no he venido hasta aquí para hablar de mí. He
venido aquí para hablar de Logan Mason.

Me terminé mi expreso, la amargura en él revistió mi lengua. —¿Por dónde


quieres que empiece?

—Por el principio está bien.

Tamborileé un ritmo nervioso sobre la mesa, los recuerdos se apilaban uno


encima de otro. El peso de ello me hizo querer cambiar el tema como una cobarde.
Hablar acerca de la vista. Acerca de su trabajo. Diablos, mi trabajo. O tal vez a
h r so r t qu st vit n o c r nt pero eso sólo me recordó
que había sido una mala amiga y que por eso estaba en esta situación.

Una de esas llamadas y textos que ella envió pudo haber sido en un
momento crucial, cuando sintió como si todo su mundo se derrumbara. Negué
cada uno, centrándome en Logan. Amor (y en la otra palabra L1) no había excusa,
y ella merecía oír eso.

—¿Recuerda el viaje a Santa Cruz? ¿El alquiler en Pleasure Point? —me


recliné en el cojín de la cabina, deseando que me tragara entera porque ella estaba
a punto de hacerme uno nuevo. —. Logan es dueño de la propiedad. Así es como
nos conocimos.

—¡¿QUÉ?! —gritó. Una anciana junto a nosotras se aclaró la garganta con


intención, pero ella se acobardo cuando Stacia azotó su cabeza en su dirección. Ella
reservo la peor parte de su ira para mí. o conocist n nt Cruz Su énfasis en
'conocerlo' no era tanto como estrecharse la mano y decir hola. Era más como,
nuestras partes desnudas se conocieron. Pero eso no puede ser verdad, porque
me dijiste que no pasó nada, además de una quemadura de sol.

Apreté mis muslos, pero ya era demasiado tarde. Mi núcleo palpitaba ante
el recuerdo de las manos de Logan deslizándose sobre mi piel, la picadura de la
quemadura de sol y lo fresco de la crema. Reviví la dolorosa necesidad de cuando
me besó y todo lo que quería, lo único que necesitaba era Logan.

No estaba siendo completament hon st Miré a nuestro alrededor y


cuando estaba relativamente segura de que nadie estaba escuchando, continué.
Estuvimos juntos, Stacia. Y fue… tragué saliva, sabiendo muy bien que cualquier
palabra que se me ocurriera no le haría justici Impresionante.

1
Juego de palabras Logan Love(amor) Lust (lujuria)
Su rostro se suavizó y la sonrisa más leve aleteo en sus labios. Sabía que
algunas una vacaciones con polla era justo lo que necesitabas.

—¡Stacia! —Jadeé. Su voz no era ni remotamente baja o discreta.

—Vamos a llamar a las cosas por su nombre. —Se cruzó de brazos, trazando
su labio inferior pensativamente—. Pero era más que sexo. Por eso fue que no me
lo dijiste.

—No estaba lista para enfrentar lo que era — le contesté con sinceridad—. Y
para el momento en que no estaba en ello, cuando estaba en lo más profundo o
Divagaba mientras la mesera se deslizó hasta la mesa. A pesar de que dudaba de
que esto fuera otra situación en la que la mesera fuera en verdad un periodista,
esperé que se fue, antes de continuar. Él me ve, Stacia. Con Jason me sentía como
con mucho trabajo, tratando de ser perfecta, de ser todo lo que él necesitaba. Pero
con Logan, es sin esfuerzo. No estoy perdiendo piezas u ocultando partes de mí
misma. Él lo ve todo. Y le encanta todo.

Las cejas de Stacia casi se tambalearon hacia el techo. —¿Amor?

Asentí lentamente, conteniendo la respiración. Esperando que me dijera que


no había manera de que pudiera estar enamorada de un hombre que apenas había
conocido hace un mes. O de que él me amara. Pero no dijo una palabra. Sólo
empuñó el cuchillo, la hoja se deslizó a través del huevo y la yema cremosa y se
derramó sobre el salmón. La observé, olvidado mi apetito. Sólo quería conseguir el
regaño de una vez.

Esperé a que ella se comiera la mitad antes de que rompiera el silencio.


¿No vas a decirme que ridículo es todo esto?

i pi oc con s rvi t , sus ojos in nt s pos ron


¿Tu foto apareció por todo TMZ y foros de Internet al azar llamándote zorra? Eso
es ridículo. ¿Tu escapando a San Francisco con un multimillonario? Eso es loco.
¿Pero el amor? El amor no se supone que debe de tener sentido. Es aleatorio y
complicado y frustrante y doloroso y hermoso. Y si ustedes están enamorados,
estoy feliz por ti trist v z Su voz se hizo temblorosa y lágrimas ahogaron
sus p r s P-porque el amor rasgará tu corazón si se lo permites.

Agarré su mano, sin presionarla. No hurgué en la herida. Ella no tenía que


decirlo. Esto tenía a su ex escrito por todas partes. Quería sacudirlo, hacerle ver la
increíble mujer tuvo. Una increíble mujer que seguía rompiendo una y otra vez.

Stacia forzó una sonrisa, dándole a mi mano un apretón, antes de armarse


de valor y chasquear sus lágrimas fuera. Tenemos un montón de cosas con que
ponernos al día. Me tomé el día libre y quiero cada detalle de cada pierna
temblando y coño goteante.
Capítulo 3
Traducido por Emotica G.W.
Corregido por Pkpoetess

Logan
Entré en la sala de conferencias, la usual nostalgia que me invadía se
confrontó con otra emoción: miedo.
Había tenido equipado a propósito el último piso para dar cabida a la
extensa sala que utilizamos para las reuniones del consejo. Fue un movimiento
psicológico. A pesar de que la empresa era mía, una semilla que alimenté en la
Fortune 500 Company que era hoy, todavía tenía que responder ante un consejo
lleno de personas que habían sido cautelosamente escépticas de mi visión, hasta
que las ganancias comenzaron a rodar.
Tuvieron que venir a mí. Subir cada piso hasta el lugar en el cielo que no
creían que podía construir.
Siempre había sentido una sensación de logro, de poder, cuando entraba por
la puerta. Siempre era el primero dentro. Beber en la mesa de cristal largo y sillas
de cuero vacías. Apreciando la vista de la ciudad desde la ventana.
Pero hoy, sólo caminé hacia mi asiento en la cabecera de la frágil mesa y me
hundí en la silla con un suspiro. El arrastrante dolor no se calmaba por el silencio;
se magnificaba. El temor se arraigó y burló de mí con todo lo que tenía que perder
si llegaba a empujar.
Con la excepción de mi mentor, Román McLeod, no tenía amigos en el
consejo. Me toleraban, un hombre de la mitad de sus edades tomando la última
palabra, porque Mason Adquisitions era rentable y anunciado como uno de los
pioneros en nuestro campo. Volvimos algo feroz en mayores oportunidades para
todos, desde los gestores de cuentas hasta el personal de limpieza. Fomentamos
una sensación de comunidad: cuando todos juntos aunábamos esfuerzos, todos
tendríamos éxito.
Esa no era la firma que me dijeron que le vendiera al equipo de relaciones
públicas. Como alguien que creció con muy poco, hice un punto para asegurar de
que nadie en nuestro personal era prescindible.
No me ganaba el cariño de los hombres que estaban acostumbrados a poner
sus necesidades, y carteras, en primer lugar.
Agarré la taza de café que me esperaba, ignorando el temblor de mis manos.
La marca que había construido fue empañada. Ahora era sinónimo de Delilah y el
embarazo. Trabajé muy duro para separarme de la manada, pero si seguían los
titulares, era justo igual que todos los otros fríos, imbéciles asquerosamente ricos.
Miré fijamente la taza, hundiéndose en la nada de tono negro. El color de mi
corazón, si le preguntas a cualquier número de comentaristas sobre los artículos y
publicaciones de blog que fingí que no leí. Prepararon preguntas retóricas sobre
qué clase de hombre abandonaría a su hijo. Si solo supieran que había estado listo
para estar ahí para mi pequeño. Realmente estar ahí. Sí, podría mantenerlos
económicamente, mucho más allá de los sueños de la persona promedio, pero
quería ser más que una cuenta bancaria. Más que un simple accionamiento de un
lápiz sobre una partida de nacimiento.
Pero se lo llevó todo.
Delilah me dio un pedazo de algo que nunca supe que quería, luego me
arrebató la tierra debajo de mí.
Y le devolvería el favor.
—Parece que grandes mentes piensan igual.
El grueso, escocés acento de Román me sacudió de la oscuridad. A pesar de
que todo había cambiado para mí desde que fui emparejado con él en el programa
de extensión en la secundaria, lucía exactamente igual. Hasta el momento en que
nos conocimos, había asociado trajes con la iglesia y los funerales, pero él había
lucido como si pudiera mover montañas en el suyo. Tenía una autoridad cuando
entraba en una habitación. Me senté más erguido. Presté atención al hombre con el
pelo rojo peinado hacia atrás desde un rostro que tolera exactamente cero tonterías.
Ojos verdes que parecían encontrar cada deficiencia y me retan a hacerlo mejor con
una sola mirada.
Había una diferencia sin embargo, sus sonrisas eran una rareza en ese
entonces, pero en estos días, crearon arrugas permanentes al lado de sus ojos. El
brillo que llevaba hoy tenía un dejo de tristeza y melancolía. Fingí que no era yo el
que estaba detrás de esa tristeza. Que no había sido yo el que lo defraudó.
Desabroché mi chaqueta, llegando a estrechar su mano. Ninguno de los dos
desperdiciaba tiempo hablando de emociones. Era una de las cosas que más
respetaba de él como mi mentor. No trató de salvarme, sólo señaló mi potencial y
puso la hoja de ruta. Era mi trabajo hacer el viaje.
Pero este apretón de manos no fue una rápida, abrupta, transacción de tipo
empresarial como las otras innumerables veces. Se aferró a mi mano, encerrándola
entre las suyas.
—¿Estás bien, hijo?
Oírle usar esa palabra era como si me hubiera dado un puñetazo. Tiré mi
mano de su agarre, dando dos pasos lejos de él, hacia la cabecera de la mesa. Tenía
el control de mis emociones. No me rompería aquí de todos los lugares.
—Todo está bien, Román —dije, planchando la incomodidad de mi voz.
Después de que tomara un respiro, salió tan indiferente y almidonado como la
camisa debajo de mi chaqueta—. ¿Cómo están Lucía y las niñas?
—Conoces a Lucía —se rió entre dientes, sacando la silla junto a la mía—.
Afuera para salvar al mundo, un almuerzo de caridad a la vez. Las chicas están en
Londres en un viaje de estudios —se echó hacia atrás, la silla rechinando cuando se
giró hacia mí—. No has respondido mi pregunta.
Mis manos temblaban, así que las metí en mis bolsillos. No se me perdió que
tenía una actitud similar cuando él y yo nos conocimos. Lo remedié, dejando una
de forma segura fuera de vista. La otra se sacudía con la reveladora señal de que
estaba luchando para mantener mi valiente cara.
—Estoy perfectamente bien, Román —añadí una sonrisa para taladrar el
punto de origen—. Me alegro de que pudieras llegar a la reunión de esta mañana.
Estaban listos para colgarme a secar hace un mes, incluso a través de video.
Me miró fijamente con atención, sin darme un descanso de su silencioso
interrogatorio hasta que la secretaria le trajo un café. Tomó un trago estoico, luego
dejó escapar un suspiro como si fuera el mejor café que jamás había tenido.
—Me encantaría encontrar una libra de esta para llevar a casa.
Salté ante el cambio de tema, tratando de alcanzar el panel de control que
alertaría a la secretaria.
—Podría tener algo empacado para ti.
—Eso es bastante bueno.
—Realmente no es ningún problema —insistí—. Moira, ¿puedes llamar a la
cafetería?
—Logan.
Levanté la mirada desde el panel, observando la ligera negación.
—Cancela eso, Moira. Gracias —mis fosas nasales se dilataron, el regaño
tácito casi tan desagradable como ventilar mi ropa sucia—. Ahí está el mocoso
terco que conocí en la secundaria Greenwood —comentó Román suavemente. Si
no sabía mejor, diría que sonaba casi melancólico.
—Jesús —gemí, rastrillando mi mano a través de mi cabello con fastidio—.
Primero toda esta charla sobre sentimientos, ¿ahora tenemos palabras bonitas
sobre el pasado? Tal vez deberíamos intercambiar pulseras de la amistad y
trenzarnos el cabello mutuamente.
—Sé que usas el humor para desviarme, pero eso no cambia el hecho de que
no estás bien —esperó Román a que respondiera, que ceda. Cuando no dije una
palabra, cavó más profundo—. No hay debilidad en hablar sobre tu vida, sobre
todo cuando tu vida tiene un impacto directo en tu trabajo.
—Suena como si alguien en el consejo ha estado inclinando tu oído —escupí
a la defensiva.
—No tu consejo. Tu secretaria, Amanda. Y tengo dos ojos. Con traje o sin él,
estás usando todo este tórrido romance en todo el rostro. Siempre has tenido un
problema para controlar tu ira. Más de una década después, y todavía está
castigándote.
—Ahí es donde estás equivocado —le dije con frialdad—. En aquel
entonces, cuando alguien me ofendía, no descansaba hasta que pagaban en
moretones y sangre.
—Puede que no haya signos externos, pero puedo ver los moretones y
sangre, Logan. Están todos sobre ti.
—¿Qué quieres que haga? —rugí, la erupción vomitando lava y vitriolo.
Derritiendo mi fachada de calma—. Dejé que mi polla hiciera lo del pensamiento y
este es el resultado: una ex amante que no descansará hasta que esté arruinado.
—Pero hay alguien más.
Mi corazón latió con amor. Mi polla se agitó con lujuria. Eso es lo que ella
me hacía. No importaba si estábamos en la misma habitación; la mera idea de ella
era suficiente para hacerme perder el control.
Melissa.
—Sé que probablemente esto suena loco —murmuré. Mis palabras no eran
como antes. Golpear la pared, retorciéndose en el interior. Obligado a permanecer
en la oscuridad. Estas palabras eran demasiado buenas, demasiado bueno para ser
escondido—. Nunca me he sentido así antes. He dicho te amo antes, pero me
parece una tontería ahora. Esta mujer se siente como una eternidad para mí. No
puedo imaginar una vida en la que no esté en ella —miré a mi mentor, poniéndolo
todo en la línea para que lo viera—. Ella me hace querer ser la mejor versión de mí
mismo —el momento de sol no duró. No pudo. Delilah y el bebé se arrastraron de
nuevo—. Ella es la parte de mí que está diciendo que debo dejar que la ira se vaya.
Román esbozó una sonrisa que me dijo que sabía exactamente dónde estaba
yendo. Dejé de sostener la importancia de mantener esta máscara. De comprobar
mis emociones en la puerta. Melissa fue una de las pocas personas que dejé entrar.
En quien confiaba lo suficiente para abrirme. Pero si había alguien más que había
demostrado que podía ser contado en medio de esta mierda, era Román.
—Estás enamorado —su voz era una mezcla de orgullo y preocupación—.
Pero tienes un pie en el pasado y otro en el futuro —dejó escapar un suspiro
brusco e hice lo mismo. Yo podría ser nuevo en esto del amor, pero lo estaba
captando. Sabía lo que diría a continuación. Las palabras que mi corazón sabía que
eran verdad, pero mi orgullo, mi necesidad de venganza, no podían aceptar—.
Puede estar amargado por la mano con la que fuiste tratado con tu ex, o puedes
aceptarlo y seguir adelante.
Había dado su consejo imparcial. Nunca me había conducido mal. Pero me
sentí como si estuviera de vuelta en esa repisa. Balanceándome con nada más que
oscuridad para cogerme.
—No sabes lo que ha hecho —le dije con vehemencia. Tomé el camino fácil,
volviendo a caer en lo familiar. Era el hombre de negocios feroz que luchó por todo
lo que tenía. Todo lo que se estaba cayendo a pedazos, desmenuzando en mis
dedos, fue a causa de una mentira. Todo lo que quedaba era el chico que era antes.
El niño que se sentía indigno de cualquier cosa. Todo lo que tenía era la ira—. Una
mentira, y ella me ha arruinado. No puedo dejar que eso se mantenga.
—Sé que eso es lo que se siente. Tu buen nombre es todo lo que tienes,
¿verdad? Por qué has trabajado tan duro para construir algo.
—Toda la razón.
—Pero ¿qué pasa con ella? —instó Román instó—. ¿Qué pasa con Melissa?
—No es así de simple.
—Logan, todo lo demás es complicado. Este lío con la actriz. El consejo
inquieto, propenso a exabrupto. Pero en el fondo, sabes lo que es correcto. Sabes lo
que debes hacer si quieres ser el hombre que ella merece. El hombre que sé que
eres.
Sus palabras me golpearon a toda máquina. Pensó que era un buen hombre.
La emoción causó estragos en mí.
Puse los hombros hacia atrás, silenciándolo. Estaría completo si dejo que él o
nadie más me vieran llorar.
Compartimos un solitario asentimiento de certeza, nuestra conversación se
pospuso como la habitación lentamente se llenaba con otros miembros de la junta.
Apreté los dientes y respondí a sus preguntas, tranquilicé sus inquietudes, les
mostré que a pesar del escándalo de Delilah, nuestras ganancias se estaban
manteniendo estables. Les dije que todo iba a estar bien.
Pero en el interior, no estaba tan seguro.
Si dejar ir era tan bueno, tan fácil, entonces ¿por qué se sentía como lo más
difícil que jamás había hecho? ¿Por qué era imposible sofocar esta ira rabiosa
dentro de mí?
La reunión concluyó, cada uno de ellos arrastrando los pies como un cortejo
fúnebre. Estaban esperando que esta fuera su oportunidad para derrocarme, para
demostrar que habían tenido razón acerca de mí desde el principio. Sus
expresiones deflactadas me trajeron un tipo especial de alegría.
¿Cuál expresión estaría untada en el rostro de Delilah cuando se diera
cuenta de que ella finalmente había hecho enojar a la persona equivocada? ¿Por fin
sería capaz de respirar? ¿Ser capaz de empezar de nuevo con Melissa?
Miré a Román, y por primera vez desde que nos conocíamos, mentí.
—Sé que tienes razón. No puedo cambiar lo que se ha hecho. Tengo que
dejarlo ir.
Me sentía culpable cuando el alivio se apoderó de él. Era como si todos estos
años me estuviera enseñando esta lección, y finalmente había pasado la prueba.
Lo dejaría ir.
Inmediatamente después de que le mostrara al mundo quién era Delilah
James en realidad.
Capítulo 4
Traducido por Emotica G.W.
Corregido por Pkpoetess

Melissa
Stacia: Avísame lo que dice sobre mí pasando por aquí. Me gustaría
conocer al multimillonario difícil de alcanzar. Y ver cómo vive la otra mitad por
supuesto. ;)
El ascensor corrió a la planta superior. No podía dejar de sonreír. No
comprendí el verdadero peso de mantener todo esto para mí misma. Logan fue lo
mejor que jamás me había sucedido. Haciendo un recuento de todas las maneras
que lo amé y hojeando las deliciosas cosas que le hizo a mi cuerpo (a pesar de la
mala cara de Stacia) me recordó cuán afortunada era por haberlo encontrado. Casi
deseaba que ese paparazzi hubiera estado esperando por mí cuando Stacia y yo
finalmente salimos del Café de la Fleur. No tenía nada de qué avergonzarme y no
sería intimidada por él o cualquier otra persona. Y si no le gustaba, podía tomar su
cámara e irse directamente al infierno.
Lo único que haría todo perfecto era si Stacia y Logan se llevaran bien
cuando se conocieran. Y tal vez si finalmente mi papá mostrara preocupación por
mí y no por la forma en que mis acciones se reflejaban en él y Kaleidoscope.
Optimismo a ultranza. El regusto amargo de nuestro último encuentro agrió
mi estómago. El ascensor sonó y me concentré en cosas más felices. Me concentré
en un futuro donde finalmente Logan y yo podríamos…
El desván estaba oscuro. Presentimiento.
La luz fluorescente brillando en el ascensor me pegó en su lugar. El sentido
común me dijo que me calmara. Tal vez Logan salió a tomar una copa. O podría
estar acostado. No tuve que pasar demasiado tiempo en recorrer los escenarios
posibles antes de que una profunda voz alisara sobre el silencio.
—Estoy en el dormitorio.
Me relajé, dejando escapar una risa nerviosa mientras me movía a través de
la entrada principal. Busqué el interruptor de la luz.
—¿Dije enciende la luz?
No fue un regaño. Si no sabía nada mejor, diría que había lujuria fluyendo y
refluyendo en su voz. Mi pulso se aceleró y un escalofrío avanzó sigilosamente por
mi columna vertebral. Incluso con la ropa puesta, no tocada por nada más que sus
palabras, sabía que estaba mojada. Empapada con necesidad de él.
Mis dedos se crisparon contra el plástico fresco, sintiendo que nos
estábamos aventurando por un camino perverso. Toqué la pared cuando se cayó
mi mano a mi lado.
Ni siquiera podía verme, pero sabía que me detendría cuando me bajara del
ascensor, sabía que mi primera reacción sería la de encender las luces. Me estaba
atrayendo hacia él. ¿Quién sabía lo que él tenía en la tienda?
—Sé que eres curiosa —su voz flotó desde la dirección de la habitación, un
resplandor color ámbar iluminando el camino. Sabía que estaba allí, esperándome,
y la anticipación me hizo temblar.
Esta espera era tortura y estaba disfrutando cada segundo de ella.
Mojé mis labios y di un paso hacia adelante, tratando de orientarme.
—Así que si me caigo y rompo mi cuello…
—Siempre te preguntarás qué tengo esperando por ti.
Puede también haber llegado directo dentro de mi ropa interior en ese
momento. Estaba temblando, mis respiraciones un bajo jadeo viraron
peligrosamente cerca a hiperventilar mientras me movía más cerca.
—Te estás volviendo más cálido.
Las terminaciones nerviosas se incendiaron como chispas cuando me detuve
en la puerta. Decenas de velas iluminaban su dormitorio, rodeando un pequeño
banco que estaba en el centro. Era modesto, nada extraordinario pero en manos de
Logan Mason, incluso el elemento más inocente resultaba deliciosamente
pecaminoso.
Jadeé cuando sus manos me agarraron, tirando de mí en sus brazos.
Sosteniéndome tan apretado que quería gritar de dolor y decirle '¡más duro!' al
mismo tiempo.
—Hola, hermosa —susurró, tomando mi lóbulo de la oreja entre sus dientes.
Mis ojos se cerraron cuando me fundí en su abrazo. Quería sentirlo en la
oscuridad, respirar la forma en que sus dedos se sentían contra mi piel. Sabía cuán
gravemente me quería; su polla se imprimía como un tatuaje en mi cuerpo. Pero
sus dedos tomaron su tiempo. Acariciaron mi piel, trayéndome a la vida, luego
profundizó cuando me atrajo hacia sí. El mundo estaba explotando en pulsos
rítmicos, palpitante necesidad irradiando de mi centro.
—¿Eres mía, Melissa? —sopló con voz ronca—. ¿Mía para hacer lo que
quiero?
—Sí —gemí mientras sus manos redondeaban mis pechos. Traspasó a
través de la tela de mi camiseta y el sujetador y sujetó mis pezones. Estaban
hinchados y doloridos, tiernos a su toque—. Soy tuya.
—Desnúdate.
Me quité la ropa, arrojando las piezas detrás de mí antes de que tuviera
tiempo para decirme que tomara las cosas con calma. Cuando me volví hacia él,
desnuda y expuesta, vi las esposas y la cuerda en su cama. Se sentía como una
eternidad desde que tomamos los roles que nos atrajeron el uno al otro en primer
lugar. Habíamos disfrutado el uno del otro desde la cita en su oficina, y fue
caliente y sexy... pero esto era mi dicha. Entregándole el control. Confiando en él.
Tomó mi mano y me llevó a su cama. Adjuntó las esposas a mis tobillos y
muñecas luego cogió la cuerda. Era roja, brillando en la oscuridad de oro. Me hizo
señas para que lo siguiera, guiándome a la banca. Hasta más cerca vi que estaba
acolchado, bordado negro tejido a través de la almohadilla de color marfil.
—Acuéstate en el banco, el pecho hacia el suelo.
Tragando, sintiendo el calor de las velas, me arrastré hacia el banco. Me
senté a horcajadas en un primer momento, el cojín relajando los nervios que se
agrupaban en la boca de mi estómago, y luego bajé la parte superior de mi cuerpo
hasta que mis pechos estaban aplastados contra el banco y mis brazos colgaban
hasta el suelo. El anillo tórico en las esposas brillaban como diamantes en la
oscuridad.
Tenía tantas preguntas. ¿Para qué era la cuerda? ¿Me ataría con ella? ¿Me
nalguearía con ella? La curiosidad me hizo hormiguear de pies a cabeza,
esperando con gran expectación por su próximo movimiento.
Salté cuando la cuerda golpeó el suelo, el sonido cortando a través del
silencio. Sentí un suave tirón en la esposa, una de mis piernas ajustada contra la
pata de la mesa. Mi otra pierna siguió su ejemplo.
Sus piernas aparecieron por el rabillo de mi ojo, todavía envuelto en sus
pantalones caros. Lo vi formando lazo con la cuerda a través del anillo en las
esposas y fijarlo a la banca. Cuando terminó, con cuidado tiré de las esposas en
vano. Estaba atada a la banca.
—Tu sumisión es una cosa hermosa, Melissa. Dándote a mí. Rindiéndote —
las yemas de sus dedos bailaban por mi espina dorsal. Se detuvieron en mis
glúteos—. No hay nada más hermoso.
Como me provocaba, volviéndome desde adentro hacia afuera con lujuria,
me di cuenta de que este era el último escape. Cuando me sometí a él, no estaba
atrapada en todas las voces en mi cabeza; las preocupaciones del día a día se
desvanecieron en un susurro, y cuando empezó, fue silenciado por completo. Ató
mi cuerpo, e hizo que mi alma se disparara.
Lo sentí detrás de mí, tan cierto como la sangre corría por mis venas. Tan
cierto como mi corazón se encogía y latía en mi pecho. Tan cierto como que yo era
de él. Y él era mío.
Su mano rodeó la curva de mi culo, las yemas de sus dedos en abanico para
agarrarlo con fuerza.
Había una cosa que no habíamos hecho. Claro, me había dado unos azotes
en su oficina, pero nada más. Era como si supiera exactamente hasta dónde llegar,
qué tan lejos empujar. Mi cuerpo vibraba con la realización de por qué no
habíamos usado este banco todavía ni hecho ningún azote intenso. No quería que
me rompiera.
Sabía que no estaba lista.
No tenía esas dudas en mi cabeza nunca más. Mi deseo de ser dominada no
me hacía un bicho raro. Incluso en la oscuridad, su toque me dijo que era querida y
necesitada.
Darle a Logan mi cuerpo para usar a su antojo no me hacía débil. Había una
fuerza en mí que ardía como las velas alrededor de nosotros. La fuerza para
entregarme a mi amante. Una desnudez que era más que una falta de ropa. Como
su sumisa, fui desnudada hasta la esencia misma de mí.
—Esto va a ser más intenso que cualquier cosa que hayas experimentado,
Melissa. Pero estás a salvo conmigo. Si algo se convierte en demasiado, dices rojo y
nos detendremos. Sin hacer preguntas. No se necesita explicación.
Mi primera reacción fue decir bien. Sí. Cualquier cosa que arrancara la dicha
aterradora sabía me estaba esperando solo más allá del dolor. Pero no había
olvidado las reglas.
Tomé una respiración.
—Sí señor.
Su gemido fue bajo y agradable mientras sus dedos rasgueando mi carne
caliente.
—Vamos a empezar.
El primer golpe fue firme. Envió un jadeo a través de mí que hizo que mis
manos saltaran abiertas y mis dedos cavaran en el suelo de madera. El segundo
encontró la ubicación exacta del primero. El tercero puso la mejilla en llamas, y
chillé. Esperó, y cuando me quedé en silencio, un cuarto me tuvo apretando los
dientes. Cuando su mano dejó mi piel me preparé para el quinto, pero en cambio
frotó suavemente mi piel. Calmándola. Pensé que solo había estaba esa mano. Solo
el dolor pero la otra mano se deslizó sobre mi culo y extendió mis mejillas,
encontrando mi calor jugoso.
Sus dedos se hundieron en mi coño y mis ojos en blanco en mi cabeza. Lo
quería más profundo, tan profundo que pudiera sentirlo todo a mí alrededor. Rodé
mis caderas... y un destello de dolor cortó a través del placer. El dolor se extendió
desde el primer punto de impacto, una reacción en cadena que se cumplió con el
placer enloquecedor. Fue una batalla de deseos; el dolor y el placer en guerra para
determinar quién plantaba una reclamación en mi cuerpo. Justo cuando estaba
segura de que el dolor era todo lo que había, demasiado insoportable, él había
alcanzado un nuevo ángulo dentro de mí y el éxtasis me tuvo gimiendo, pidiendo
por más.
Me resistí contra mis ataduras, de repente sentí la fragilidad de la banca
mientras me sacudía como una cosa enjaulada tan cerca de la libertad. Sabía que
tenía que pedir permiso para venirme, pero este orgasmo estaba a su alcance y me
robó la capacidad de hablar. Estaba en llamas por él. Él era todo; este hermoso
dolor era mi salvación.
Me conocía y lo oí desabrochar y bajar la cremallera, desgarrando su ropa
como una necesidad salvaje fue abrumadora, también. Lo quería tanto.
Mi posición en el banco se aflojó hasta que mis piernas colgaban sueltas y
libres. La sensación de calma, de recobrar mi aliento fue de corta duración. Me jaló
por el cabello. Mi cuerpo estaba resbaladizo contra el de él mientras sus labios
devoraban mi cuello.
—Dime que te folle —respiró violentamente—. Dime que necesitas que te
folle.
—Por favor fóllame, Logan —rogué. Le rogué con mis labios, luego me
arrodillé sobre el banco y le rogué con mi cuerpo.
Sus dedos se clavaron en mis caderas mientras me agarraba. Estaba vacía sin
él. Estampó su polla dentro de mí y estaba completa. Me tomó con abandono y
cuando pedí venirme, pedí liberación, me liberó. Sentí su calidez corriendo dentro
de mí en el tiempo con los pulsos calientes de mi cuerpo.
Gastados y todo de nuevo, nos tambaleamos hacia la cama y nos
desplomamos en las sábanas enredadas.
Sus dedos tiraron a través de mi cabello, los latidos de su corazón aún un
trueno erótico que irradiaba de su pecho. Esto era todo. Esta era la felicidad que
había estado buscando desde el principio.
—No puedo pensar en una sola cosa que haría mi vida más completa —dije
en voz baja.
La caricia se aplacó y levanté la cabeza, mirando a mi amante.
Y entonces mi corazón se detuvo.
No dejó de latir. Omitió todo el coro.
En la agonía de la pasión, había olvidado el drama con Delilah. Había
olvidado el bebé. La mirada en el rostro de Logan no era la mirada de alguien que
estaba siendo brutalmente recordado de algo que habían empujado a la parte
posterior de su mente. Mi corazón se dejó caer en la boca de mi estómago como un
pez fuera del agua. Jadeando por aire, sólo queriendo volver al momento anterior
cuando mi cabeza estaba contra su pecho. Cuando él era una parte de mí y nada
más importaba.
Pensé que la oscuridad era parte de la experiencia. Juego previo. Pero ahora
me di cuenta de que era solo un ardid. Habría visto su rostro, las sombras y el
tormento endureciendo todo en piedra. Habría sabido que tanto como lo quería, lo
último que necesitaba era el sexo. Necesitaba hablar.
Preparé mi mano en su pecho, con los ojos clavados en los suyos.
—No me dejes fuera, Logan.
Sus ojos verdes normalmente me recordaban el bosque: exuberante, verde y
salvaje. Pero ahora eran del color de alguna lejana selva donde el peligro acechaba.
Acostado en la espera para el momento perfecto para rasgar tu garganta.
—No quieres escuchar lo que tengo que decir.
—Por supuesto que sí —fruncí el ceño, tirando de mí hacia arriba—. No
quiero ningún secreto. Puedo manejarlo.
Su amarga risa me heló la sangre. Cruzó los brazos detrás de la cabeza.
—No, no puedes. Apenas podías manejar que le levantara mi voz en
Mackenzie —arrojó su mirada hacia mí—. No entenderás lo que tengo que hacer.
El impacto de sus palabras fue feroz e inmediato. Las paredes se vinieron
abajo, rasgando mi corazón cuando me quedé a ver que él no estaba en el camino
de la curación.
Le estaba declarando la guerra a Delilah James.
—Lo que sea que estés planeando hacer —le susurré, manteniendo mi voz
baja así él no captaría el miedo—. No lo hagas. Eres mejor que esto.
Su rostro se ensombreció cuando frunció el ceño al techo.
—No seas una niña, Melissa.
—¿Una niña? —le susurré. Traté de mantener mi ira bajo control, pero se
estaba extendiendo por todo mi cuerpo. Por qué no podía ver que tomar
represalias en contra de ella era hundirse a su nivel.
Pero en algún lugar, sí se dio cuenta de ello. Tenía que hacerlo, porque no
me podía mirarme a los ojos. Esa fue la parte de él que me hizo tomar una
respiración profunda y volver a intentarlo.
—Te arrepentirás. Eres mejor que esto —repetí.
Cerró su mandíbula. Terco. Determinado.
—No, me arrepentiré cantar Kumbaya después de que ella se dispusiera a
destruirme. Y todo ello comenzó porque no la quise —cuando por fin me miró de
nuevo, me hubiera gustado que no lo hubiera hecho. Este no era el Logan del que
me enamoré. Este Logan era frío y brutal—. Pero te amo. Tú, una mujer que dice
que me ama, que me conoce pero si eso fuera cierto, no esperarías que dejara pasar
esto.
Mi garganta ardía con emoción sofocante. Nos acercábamos a territorio
peligroso. Cuando la ira obtiene lo mejor de ti, se dicen cosas que no quieres decir.
Verdaderas intenciones o no, no había retractación. Palabras hirientes no pueden
ser no dichas.
Solo obtén un poco de aire. Dale un poco de espacio.
Pero solo era tan obstinada. Tenía que hacerle entender.
—Sí te conozco.
—¿Cuándo fue el momento en que sabía que quería entrar en los negocios?
—se lanzó de la cama, con la cabeza en alto como las sombras oscuras retorcían y
contorsionaban su rostro en algo terrible—. ¿Dónde está la cicatriz de la primera
vez que mi madre me lastimó? ¿Cuántos años tenía cuando perdí mi virginidad?
Demonios, ¿cuál es mi banda favorita? —no esperó a que le respondiera. No
quería una respuesta. Quería probar un punto.
Quería romper mi corazón.
—Sabes que lo que te dejo saber, que no es mucho. Porque no quieres ver lo
feo —abrió los brazos—. Este soy yo. No dejo que la gente camine sobre mí. No
sonrío y aguanto. No soy como tú.
Me tapé la boca, ahogando el jadeo. Hice una promesa y la mantuve, no lo
dejé pasar más allá de mis dedos.
Obligué a regresar a las lágrimas a pesar de que estaban pidiendo
derramarse. Para lamentar el hecho de que había estado tan segura de que él era el
elegido. Que éramos el uno para el otro.
Me levanté de la cama, con la cabeza en alto. Más alto que alguna vez me
había parado en la cara de alguien que me hizo sentir insignificante.
—Tienes razón. No te conozco. La venganza es el camino fácil. No se
necesitas nada para vengarte de alguien que te hace daño. Toma todo alejarse.
Capítulo Cinco
Traducido por Star
Corregido por Laura C.

Logan
Fingí no darme cuenta de que Melissa se fue.
Era más que la ropa que dejo al pie de la cama, que el hecho que se hubiera
ido Que su bolso no estuviera apoyado en el mostrador. Su aroma fresco y floral no
se quedó en el aire. La falta de sus cosas estaba atormentándome. Fue un
recordatorio amargo que tenía algo bueno, algo hermoso... y lo arruiné. Los pétalos
marchitos volaron justo por la puerta, junto con el amor de mi vida.
Fui al mueble-bar, optando por el bourbon. Llené mi vaso hasta el borde y lo
traje a mis labios. Estaba lamentándome sobre el amor de mi vida. Hace un mes,
eso habría sido ridículo, pero ahí estaba yo.
No tenía sentido luchar contra ella. Ahora era el momento para beber y
sentir el pesar. Para obtener toda la mierda nublando mi cabeza, bloqueándola
para que pudiera hacer lo que había que hacer, cuando Delilah se pavoneara con
más mentiras calientes en su lengua. Pensamientos de ella me recordaron a las
repercusiones de sus acciones.
No tenía delirios deleitosos a la hora de la reunión del consejo. Habían
estado tratando de empujarlo fuera, de persuadirme a disfrutar de los frutos de mi
trabajo. Ellos querían que yo entregara las riendas y tomara unas largas
vacaciones.
Nuestra última fusión tiene mala prensa después de que uno de los
empleados de tiempo completo de la sociedad adquirida sollozó sobre la
disolución de los valores de su ciudad natal y que su historia se enjugó con una
simple firma. Simplemente me hizo querer trabajar más duro. Pero, cuando estaba
sorprendido por Delilah y sus fanáticos sedientos de sangre, decidí que algo de
tiempo libre para despejar mi cabeza estaba justificado.
En la última reunión de la junta, sugerencias corteses ya no estaban en la
mesa. Se sentaron, me miraron a los ojos, y me dijeron que quería comprar mi
parte. Me quedé mirando a cada uno de ellos hacia abajo y dije que no iría a
ninguna parte. La mala prensa les entregó las bolas de latón que no creía que
poseían. Ellos habían escrito en letra pequeña. Si pudieran votar por unanimidad
de que mi dirección y liderazgo de la empresa tenía un impacto negativo en la
marca y/o beneficios de la empresa, podrían reemplazarme como CEO.
Antes de esta mierda de Delilah, podría decir con absoluta certeza de que
Roman nunca me votaría en contra. Pero nuestra conversación antes de la reunión
acaba de confirmar el hecho de que estaba bajo mucha presión. En lugar de
preocuparse por nuestros intereses comerciales, me preocupaba por el bebé. Si
estaba siendo honesto, mi cabeza no estaba en el juego. Pero todo cambio después
de que consiguiera la constancia de Delilah, admitiendo que ella mintió sobre el
bebé. Estaría reivindicado.
El rostro de Melissa apareció en mi cabeza, más triste de lo que la había
visto nunca. Sus ojos eran azul líquido, sus labios temblando mientras luchaba por
no perder la cabeza. Ella me dijo que era mejor que esto.
Quería creer que era mejor que esto. Me hubiera gustado poder alejarme.
Pero con Delilah y sus mentiras, vi cada matón que me había visto en su vida como
un blanco fácil hasta que me defendiera. Yo era más grande, más rico, pero la
necesidad de probarme a mí mismo era igual de fuerte. No dejaría que una actriz
cambiara mi legado. Ella no merecía que no se lo regresara.
Dejé el vaso vacío, rellenándolo y mirando a nadie en particular. Debo
acostumbrarme a estar solo después de todo. Después de Melissa, nadie más lo
haría.
Como si supiera que yo estaba indescriptiblemente mal y queriéndome
darme patadas mientras estaba deprimido, mi c u r vi r so r ostr or…
Delilah: ¡Estamos abajo!
—¿Estamos? —murmuré, poniendo los ojos como me imaginaba alguna
pandilla elaborada derramándose fuera del ascensor. Le dije que se trataba de una
conversación importante. La conversación que inclinaría la balanza.
No siempre había viajado en un paquete. No tenía paciencia para las
celebridades de teatro, jugando como que estaban en la cámara en todo momento,
y el o s As qu ¿por qué ¿qué r s “ st os”
Apretó mi pecho. Era tan obvio. Justo en línea con la pequeña fantasía de la
familia perfecta que ella había inventado. Se refería a ella y el bebé.
Cualquier culpa que el alcohol había inspirado se evaporó.
Yo: Vengan arriba.
Se me cayó el vaso, mi mano temblorosa. Las ganas de romper algo, tener
esa catártica liberación, era abrumador, pero usé el tiempo en lugar de camuflar el
dispositivo que capturaría la verdad. Era del tamaño de un centavo y discreto en
una pila de carpetas en el mostrador.
Metí la mano enojada por mi cabello mientras el ascensor marcó la invasión
que se aproximaba. Hice una señal para evitar todas las superficies reflectantes, no
queriendo nada para disuadirme de la meta final. Estaba tan cerca de ser libre de
Delilah y terminar toda esta farsa.
Pero, ¿qué significa esta libertad? ¿Cuál es el punto si te conviertes en la
persona que dices que nunca serás de nuevo? ¿Qué de bueno era nada de eso sin
Melissa?
—¡Cariño estoy en casa!
La aguda voz de Delilah y el pobre intento de una broma eran como clavos
chirriando a través de la pizarra. Era difícil imaginar un momento en que su mera
presencia no me hizo sentir muy enfermo. El arrepentimiento era como una piedra
en el intestino; una cosa dolorosa que hizo más mal que bien. Pero una mirada a su
rostro, mirándola acariciar su estómago con los ojos de color verde brillante que
solían volverme loco, y me arrepentí de haber puesto los ojos en ella.
El brillo parpadeaba cuando se detuvo a unos pasos tímidos de la puerta. La
sonrisa de revista todavía estaba pegada a su cara. Nunca le di crédito suficiente,
ella era una gran actriz. Ella hizo una explosión del trabajo convenciéndome de
que era un ser humano.
La ira se apoderó de mí cuando mis ojos cayeron a su estómago. ¿Por qué
era hoy el día en que podía distinguir la curva del bebé que crece dentro de ella?
—¿Cómo estás? —sonó, con sus ojos tratando de discernir lo que estaba
apagado. Yo siendo frío y distante no era nada nuevo para ella, pero ella podía
sentir que había algo más.
Podría jugar con ella como ella había jugado conmigo, pero yo sólo quería
hacer con todo eso. Así que arrebató su apalancamiento.
—Lo sé, Delilah.
La sonrisa se torció. La mano cayó a su lado. Obligué a mis ojos a
permanecer mirando su rostro. No podía soportar ver a su estómago y recordar lo
que había perdido.
Cuando su cara cayó, suspiré de alivio. Pensé que tendría que forzar la
verdad de ella, pero tal vez había mostrado algún signo de decencia e intentaba
decir la verdad.
Olió, metiendo su flequillo carmesí detrás de las orejas. Miró la muerte en
mi cara con nada más que la inocencia en sus ojos verde esmeralda. —¿Sabes qué,
amor?
La ira me estaba convirtiendo lentamente rabia. Sentí el calor abrasador de
ella en las plantas de mis pies. Las llamas lamían mis piernas. Furia quemó mi
vientre. Mi corazón ya era ceniza. Cuando hablé, mi voz era oscura como el azufre.
—¿Realmente vas a estar allí, mírandome a la cara después de lo que has hecho, y
todavía me mientes?
Su cara se redujo en la confusión mientras se alivió adelante. —Baby, no
tengo ni idea de lo qu stás…
—Alto ahí.
Se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos como si hubiera golpeado un
poco de un alambre invisible. El más mínimo movimiento de su parte, y todo el
infierno se desatará.
Ella fue capturada.
Las cortinas cayeron. El espectáculo había terminado. Lo vi en su rostro, el
temblor de sus labios mientras tenía problemas para encontrar sus siguientes
palabras.
—Me explico —ella ganaba, cabizbaja.
Tomó autocontrol masivo para no cambiar la posición de la pila de papeles.
Dejarla hablar por lo que el mundo entero pudiera ver cuán psicótica era
realmente. En su lugar, esperó mi tiempo. En silencio gozado en mi pequeña
victoria... el juego había terminado. —¿No más mierda?
Ella se mordió el labio inferior, el color de regresar a su cara. El color de la
vergüenza. —No más mierda.
—Sólo para que quede en la misma página — gruñí—. ¿Qué estas
exactamente explicándome?
Ella arrastró hacia adelante como una mujer condenada tomar sus pasos
finales hacia su destino. —Ya es bastante malo que tu sepas, que v s… —Ella se
atragantó con la palabra y se tapó la cara, dibujando un sollozo lleno respiración—.
Que veas en lo que me he convertido.
Si ella esperaba piedad o misericordia,estaba ladrando al perro equivocado.
Podía llorar toda lágrima que pudiera reunir, arrancarse el pelo, caer al suelo
gimiendo por mi perdón, ella había llegado demasiado lejos.
—Esto no fue un accidente, Delilah. Lo has inventado todo, ahora admite lo
que has hecho.
Las lágrimas volvieron sus ojos en vidrio. Se rompió cuando ella bajó la
mirada hacia su estómago, agarrando con ambas manos. —El bebé no es tuyo.
—No escuché eso —Le hervía, su mirada bajó.
Ella rompió la cabeza, sus ojos salvajes y enloquecidos. Las mejillas
empapadas, la boca abierta en un grito silencioso de dolor.
—¡El bebé no es tuyo!
Era un grito que apuñaló a mis oídos. Cortaba mi corazón. Le di la espalda a
ella, dispuesto a dejar que viera lo mucho que me dolía. —Pero fuiste a la
televisión nacional y le dijiste al mundo que yo era el padre. Gritaste que era el
padre para cualquiera que quisiera escucharlo. Logan Mason, playboy
multimillonario que no quiere nada que ver con su hijo, ¿verdad?
—¿Te acuerdas de ese pequeño lugar vietnamita cerca de Golden Gate Park?
Incliné mi cabeza en su dirección, realmente atrapado con la guardia baja. —
¿Qué?—Avanzó, sus pasos hueco y pesado—. ¿El agujero en la pared con los
menús adhesivos y lamesas de picnic en interiores?
Mi garganta anudada, no era consciente de qué estaba hablando. Mi silencio
fue mi respuesta. Por supuesto que recordaba el lugar. Grandes cuencos de Pho y
el té muy caliente. Había hablado de su pasado y con cada viaje de regreso, cada
plato, me gustaría estar más cerca de decirle algo acerca del mío. Pero entonces el
paparazzi se enteró de nosotros, y me di cuenta de que la chica que hablaba de
haber crecido en un remolque y sintiendo que tan sólo era una sombra. Un truco
de la luz.
Ella estaba justo a mi lado, su voz baja y suplicante. —Por favor, déjame al
menos explicar por qué. Es porque te amo, Logan. Pensé que si tuviéramos este
bebé, una cosa perfecta que era nuestra, tal vez me amarías, también. —Agarró mi
brazo, su toque lleno de desesperación. Con una esperanza que no tenía derecho a
sentir. —Sé que no debería haber mentido sobre el bebé. Sólo quería que
volvieramos como antes.
Era casi triste. Desgarrador, si todavía tenía alguna pieza que quisiera
perder en ella. Esto nunca fue un nosotros, o un “como nt s”. Ella rozó la
superficie, pero nunca entró. Nunca amé a Delilah James.
Tengo lo que quería: la verdad. No le debía nada.
—Aquí es donde nos separamos, Delilah. A partir de este momento, no
existes para mí.— La ignoré cuando jadeó. La forma en que retiró la mano como si
hubiera disparado una corriente eléctrica a través de su sistema. Yo ni siquiera
quería ver si la gravedad de lo que había hecho la había hundido. Podía sentir su
dolor, y la única manera de hacerla sentir el mío era estar en silencio. Hacer de
cuenta que no había una parte de mí que se preocupaba por ella de una vez. El
ascensor sonó y yo respiraba. Exhalando. Empujé una mano por el pelo y apreté mi
corbata. Revindicado, me dirigí al mostrador y cogí el pequeño disco, deslizándolo
en mi bolsillo.
Todo el ruido en mi cabeza finalmente fue silenciado. El dolor de lo que
perdí fue más fácil de soportar.
Y entonces vi mi camisa blanca que Melissa llevaba, se hizo una bola en una
de las sillas. Yo seguía viéndola en su lugar, luchando contra el impulso de llevar
la cosa arrugada a la nariz e inhalar su aroma, para mantenerla en is r zos …
¿Y qué? Hice mi elección.
La prueba de la mentira de Delilah quemaba un agujero en el bolsillo.
Yo tomé la decisión correcta.
Ojo por ojo.
Pero si esto era correcto, ¿por qué me siento como si estuviera sosteniendo
una granada?
Capítulo Seis
Traducido por Star
Corregido por Jënny

Melissa
La vida sin Logan era insoportable.
Los segundos se extendían en minutos que cayeron en días. Cuando
finalmente miré a mi calendario, yo me di cuenta de que había sido un mes desde
que había oído hablar su voz. En el interior, me estaba muriendo más lento, con la
muerte más dolorosa. Muerte por angustia.
Fui a través de los movimientos. Me levanté en la mañana y me puse
presentable; Hice mi trabajo. Sonreí. Fingí que cada vez que mi teléfono sonó, o
una nueva dirección de correo electrónico aterrizaba en mi bandeja de entrada
oraba que fuera la de Pel. Y todas las noches cuando me acurruqué en la cama sola,
luché contra el impulso de llamar.
¿Qué haría falta cambiar? Eligió la venganza sobre mí. Necesitaba hacer
daño a alguien, más de lo que necesita para empezar de nuevo conmigo.
Él estaba dispuesto a darse por vencido.
Y eso fue lo que me obsesionaba. Me dijo que me amaba. Había estado
dentro de mí, una parte de mí.
Él me reclamó como suya —y luego él me había tirado a un lado.
Hubiera querido que Stacia se postulara como copresidente de Logan
Mason, pero ella declinó la posición. Ella me animó a acercarme a él. Ella trajo a su
pasado, lo desesperadamente que él debe haber querido al bebé, el estrés sobre el
trabajo, pero todo era irrelevante. Lo que todo se reducía era a que habíamos
terminado.
Me dejó.
Esperé a que el tono de las historias de revistas de chismes de Delilah James
cambiara. Por algún diabólico plan que hubiese creado para llegar a buen término.
Pero él seguía siendo el enemigo. Sentado en la parte superior de su edificio de
varios millones de dólares, pavoneándose por la calle a su empresa, viviendo su
vida como si no pudiera importarle menos Delilah.
Al igual que a él podría importarle menos de mí.
Una gran lágrima brotó del ojo y se deslizó por mi mejilla. Miré a mi cara,
hinchada y manchada, con enredos rubios que se derraman sobre mi hombro. Cogí
mi pincel y me fui a trabajar, tirando y tirando hasta que había domesticado mis
cabellos. Di la bienvenida a las sacudidas de dolor, un dolor que no tenía nada que
ver con mi corazón.
Saqué mi maquillaje y rubor, atacando a mis mejillas y la frente hasta que no
quedó virtualmente ninguna señal de que estaba cayendo a pedazos. Levanté los
lados de la boca. Esta fue una ocasión para una sonrisa, después de todo. Papá iba
a cenar conmigo por primera vez en casi un año.
Me puse mi vestido de algodón azul y puse mis pies en mis sandalias
marrones. Apagué las luces y traté de tener un poco de felicidad a pesar de que
sabía que esta invitación nació de la preocupación. Habíamos tratado estrictamente
de negocios desde que había llegado de nuevo a Sacramento, como a él le gustaba.
Hizo un gran espectáculo en horario de oficina, sonrió, dio miradas asesinas y
presentaciones impecables. Yo fui la primera en la oficina y la última en irse. Y
luego anoche papá había asomado la cabeza. Ásperamente preguntó si estaba libre
para la cena y casi me caí en el suelo.
El impulso de Arden Manor fue rápido y sin dolor hasta que llegué a Oak
Drive. El pánico se apoderó de mí mientras mi coche desaceleró a un paso. No
sabía que tenía en mí para caminar a través de la puerta y fingir que no estaba
completamente rota. ¿Acaso volver a casa me traería algo de paz? ¿La calma en la
tormenta, un escape del resto del mundo?
Cuando él me invitó, yo podría haber jurado que vi el menor atisbo de
preocupación en sus ojos. Eso fue una chispa de esperanza en mí de que tal vez él
estaba preocupado, que finalmente sería el padre que necesitaba. Había
erradicado la esperanza antes de que yo estuviera dañada. ¿No había aprendido la
lección por ahora? ¿Cuántas veces tenía que decepcionarme? Esta era
probablemente una cena de celebración, no porque yo esquivé una bala con Logan,
sino porque yo estaba de vuelta en el trabajo, en el papel de hija obediente. Fue el
papel con el que nací para jugar, después de todo. Lo único que me quedaba.
Aparqué debajo del árbol de arce, haciendo la recopilación de mi confianza
mientras apagué el motor. Me gustaría regresar al primer curso y decir que tuve un
dolor de estómago e irme antes de tiempo. Me daría una mínima caricia, y
podríamos pretender que esta relación extraña era algo más que una farsa.
Caminé hasta la vía con poca luz, sin una hoja o lámina de la hierba fuera de
lugar. Yo planté dos pies en la alfombra de bienvenida y toqué el timbre.
Di un grito ahogado cuando la puerta se abrió de golpe, como si hubiera
estado esperando y me observara desde la ventana. Si no era raro que parezca,
estaba sonriendo. Y no es la falsa sonrisa Colgate2 en todos los materiales de
promoción. Verdadera. Algo que hizo que mi corazón latiera y mi fracaso se
reflejara en el estómago.
—¿Está todo bien, papá?
—¡Claro! —La sonrisa se ensanchó. Él siempre fue tan intenso, las líneas
feroces de su rostro con dureza angular. Sus ojos azules eran como icebergs
dentados que hundieron a cualquier intento de llegar a él con cualquier cosa que
no fuera una buena noticia. Su sal y pimienta del cabello, por lo general duro y
peinado hacia atrás, estaba relajado, enmarcando su rostro en suaves olas. Estaba
incluso en un polo y pantalones vaqueros. Me quede boquiabierta ante él,
sintiéndome con demasiada ropa.
Él abrió la puerta de la pantalla. —Entra.
—Gracias —le ofrecí torpemente, entrando en la puerta. El olor de ajo y pan
flotaba en mis fosas nasales y podría haberme derretido en el acto. Le miré con
timidez, no estando segura si debía aplaudir mis manos con deleite o
pellizcarme—. ¿Eso es lo que yo creo que es?
—Pollo Alfredo —confirmó con una inclinación de cabeza. Su sonrisa vaciló
un poco—. Todavía es tu favorito, espero.
Me mordí el labio para ocultar el temblor de felicidad que me recorrió. Él
era la razón que era mi favorito. Juré que podía probar el amor en cada bocado.
Abrí la boca para decirle gracias cuando oí el crujido de los gabinetes abriendo y
cerrándose.
Le di una sonrisa sospechosa, poniéndolo todo junto. La felicidad casual, los
nervios cuando me invitó a cenar, ¡él me estaba presentando a alguien! —
¿Tenemos compañía?
La sonrisa desapareció de su rostro. —Sí, pero debo aclarar esto diciendo
que es por tu propio bien.
Las piezas cambiaron, no haciendo cola en absoluto. —¿Por mi propio bien?
—Me llevé la mano a la frente, tratando de calmar el latido doloroso que residía

2
Se refiere al comercial de una pasta de dientes donde todos sonríen para mostrar la eficacia del producto.
detrás de mis ojos. Siempre cobraba vida cuando mi papá entraba en la
habitación—. ¿Qué pasa?
No dijo nada, aclarándose la garganta mientras caminaba junto a mí, en
dirección hacia el comedor.
—Sólo hay una persona que conozco que te conoce mejor que yo, y esa
persona se une a nosotros para la cena.
t ci no po s r…
No.
Él no lo haría.
El latido envolvió toda la cabeza, apretando los sesos hasta que rezumaban
de mis oídos.
Invitó a Jasón a cenar.
Mi ex-novio apareció a la vista, el pelo rubio perfecto con la cantidad justa
de gel, peinado como si estuviera al cuidado de un estilista. Sin una polo, una
camiseta negra en cambio, con los pantalones vaqueros que me hicieron pensar en
el peligro y una motocicleta rompiendo el asfalto. Él era diferente, pero era el
mismo de ingeniería esmerada. La perfección que solía conducirme salvajemente
pero ahora sólo era aburrido y predecible.
Sus ojos azules me acorralaron como si yo fuera un animal escapando que
había que poner de nuevo en mi jaula.
—No t sust s…
—Supongo que me conoces —le espeté, con las fosas nasales dilatadas—.
Porque yo estoy a punto de enloquecer jodidamente.
Mi padre hizo un sonido en pleno auge de desagrado. —M iss ur n…
—No, papá —le detuve. El regaño matando en sus pistas—. Tú no vas a
mover tu dedo hacia mí. La palabra con J se justifica en esta situación. —Me volví
hacia él. El hombre que compartía mi ADN. El único padre que nunca sabía, que,
al final del día, parecía sobresalir en hacerme sentir como si yo no fuera nada—. Tú
nunca levantaste una mano hacia mí, pero tus palabras, o falta de ella, y tus
acciones de huelga, me han herido al igual de profundamente.
Choque devastada. Estaba visiblemente aturdido, como si acabara de
escupirle en la cara. No pude encontrar una sola mierda para entender que estaba
herido por mis palabras. Eran palabras que había que decir. Una y otra vez al
parecer, porque simplemente no entendía.
—¿Tienes alguna idea de lo que me ha costado llegar y que él esté aquí? Por
su supuesto en esta escena de burla de una intervención.
—No estés enojada con él —Jasón empujó hacia adelante. Su cara era toda
inocencia y luz—. Él solo quería ayudar.
—¿Al invitar a mi ex-novio a cenar? ¿El ex novio que me destruyó? —Podría
importarme menos acerca de Jasón. Ni siquiera existía en mi mundo. Hablé con mi
padre y mi padre solamente—. Le amaba, papá. Sé que tú sabes lo que quiero
decir. Veo la forma en que tu rostro se ablanda y tu voz cambia cuando se habla de
mamá. Tú habrías movido cielo y tierra para ella. Bueno, yo habría hecho nada
menos lo mismo por Jasón. Me convertí en la persona que iba a ser perfecta para él,
y entonces él se enamoró de otra persona.
Tomé una respiración, esperando que esto cayera en saco roto, como
cualquier otro intento. Papá se situaría allí como una piedra y me diría que yo sólo
tenía que esforzarme más. El fracaso no era una opción en sus ojos.
Pero la expresión de su rostro se parecía a nada que hubiera visto antes. Mi
padre era un hombre estoico, no permitía pasar a la emoción y que lo atravesara.
Pero todo su cuerpo se estremeció, como si hubiera algo de profundidad y poder
retumbando dentro de él. Cuando volvió a mirar más allá de mí y se cerró en su
objetivo previsto, casi me sentía mal por Jasón.
Casi.
—¿Le hiciste daño a mi hija? —Dijo enojado, lanzándose hacia adelante.
Jasón se tambaleó hacia atrás, con las palabras saliendo como gotas de agua
de una regadera.
—Yo… no… o… j … o… st …
—¿Le hiciste daño a mi niña?
Vi a mi padre transformarse ante mis propios ojos. La charla que él nunca
tuvo con Jasón era irrelevante. Su ambivalencia completa acerca del dolor de mi
ruptura, el encogimiento de hombros y palabras como 'Desafortunado', parecía
que se decían a otra persona. No había manera de que este hombre, este guerrero
que estaba mirando a Jasón como él quería destrozarlo, miembro por miembro,
podría ser mi padre.
Pero ahí estaba, su pecho subía y bajaba rápidamente, los músculos
generalmente camuflados por trajes y lazos temibles. El militar permanecía en
fotos escondido en una caja en su habitación, apiladas debajo de baratijas de mi
madre. Ese poder y la autoridad ya no estaban más que en una línea de texto en su
biografía, la intención del patriotismo y una ética de trabajo duro. Parecía que aún
podía hacer algunos daños y su nueva misión era destruir a Jasón Collier.
Me sacudí de mi estupor, salte a la acción. Di un paso delante de mi padre y
el tanque se puso a un punto muerto. —Tienes que irte —le dije a Jasón. Él no dio
ningún argumento, convirtiéndose en un destello de color que se precipitó más allá
de mis ojos y salió por la puerta. Miré hacia mi padre, con lágrimas ardientes ojos.
—Lo siento mucho, Melissa. —Su voz era cruda, su corazón finalmente se
desnudó. Las puertas que estaban siempre cerradas para mí ahora estaban abiertas,
con sol a raudales en las sombras—. Nunca le habría pedido que viniera aquí si
realmente lo supiera. —Su rostro se endureció—. Y ese multimillonario que
también te duele, y te dejó volver aquí pensando que el trabajo era lo único que
importaba. —Él me llevó a su pecho y las lágrimas cayeron como lluvia.
—Sé que no lo digo lo suficiente, pero tú eres mi hija, Melissa. Te quiero. Yo
debería haberte protegido de esto.
Me aparté, vi la cara empapada impresa que dejé en su camisa, y de
inmediato me sentí mortificada. — o si nto…
—No, yo soy el que te debe una disculpa —intervino en voz baja—.
Lamento que te hice sentir que no podías venir a mí. Sé que no hago las cosas con
calma. —Sus ojos eran como fuego líquido y él se aclaró la garganta con
brusquedad—. No soy una máquina, a pesar de lo que la gente en la oficina
pueden decir y mis acciones pueden haber llevado a creer. Si siento, pero a veces es
más fácil simplemente poner esa distancia en lugar de lidiar con ello. —Metió mi
flequillo detrás de la oreja y se inclinó hacia adelante, plantando un beso en mi
frente—. Cuando tú te sientes como si el mundo se estuviera desmoronando a tu
alrededor, siempre puedes venir a mí.
Sostuvo mi mirada firme. —Siempre se puede volver a casa.
No importaba lo mucho que las limpiara, las lágrimas no dejaban de llegar.
Era casi irónica; todo este tiempo lo único que quería era que él me viera, para
hablar de verdad, y ahora yo estaba en una pérdida completa de palabras.
Él me lanzó una sonrisa comprensiva y asintió con la cabeza hacia el
comedor. —Ahora que la gentuza se ha ido, vamos a disfrutar de nuestra cena,
¿de acuerdo? Tú me puedes decir todo acerca de este Logan Mason, y después de
que yo tenga una charla con Jasón, voy a hacerle una visita.
Oh querido.
—No creo que Jasón será un problema nuevo. Tú eras su último esfuerzo.
Casi me fui a mi lugar habitual. Nos sentamos en extremos opuestos
completos de la mesa con esta distancia infranqueable entre nosotros. Recogió mi
plato y el vaso y lo puso al lado del suyo.
Él trajo los utensilios y una jarra de limonada. —¿Y Logan?
Jugué con los utensilios, el bombeo de mi corazón fue de forma errática. —
Eso es un poco más complicado.
—Conozco esa mirada —dijo papá con una triste sonrisa—. Todavía estás
enamorada de él.
Cogí el plato de servir, de repente con ganas de meter mi cara así que no
tendría que decir que yo sentía que estaba perdiendo una parte de mí misma sin él.
Que aunque él se metió en esta guerra santa con Delilah, perdonaría todos sus
pecados. Sólo quería estar con él.
Giré los fideos alrededor de mi tenedor y los metí en mi boca. Allí estaba.
Felicidad culinaria.
Escape.
—¡Wow, esto es delicioso!
Me estudió, sabio a mi cambio de tema puntual. —Está bien, Melissa.
Comimos en silencio por unos momentos, y luego hablamos de trabajo y las
películas y noticias y todo lo demás.
Por primera vez en semanas, me sonrió de verdad.
Capítulo 7
Traducido por Laura C.
Corregido por Pkpoetess

Logan
El carro se detuvo en frente de la vieja casa victoriana. Ha sido más de una
década ahora, pero se sintió como si fuera ayer cuando miraba afuera por la
ventana con similar apreciación. En ese tiempo, yo tenía trece años. El sistema me
había masticado y escupido más veces que las que pude contar. La rutina era
siempre la misma. El trabajador social me habría abandonado con algunos esposos
y esposas que estuvieran dentro del abanico de personas que no maldecían o que
raramente lo hacían. No habría desperdiciado mi tiempo actuando como si
fuéramos a vivir felices para siempre, y sería reubicado, como una inconveniente
mascota de Craiglist1. Cuando el trabajador social me trajo a Avenida Bakers 3103
en Omaha, estaba preparado para más de lo mismo, pero en lugar de ello, los
Brysons me sorprendieron.
Fui recibido por Rose Bryson y su esposo Johnny, ambos con su inquietante
cabello marrón rojizo, ropa con colores brillantes y una brillante sonrisa con su
arcoíris con estilo victoriano. Ellos eran más viejos que la mayoría de padres
adoptivos con quienes había estado. Rose tenía estas líneas profundas en su cara
que se hacía más profundas cuando sonreía. Sus niños estaban en la escuela, y por
primera vez, no era un mar de cheques. Ellos me trataron como familia desde el
día uno.
Agradecí al conductor y dejé la conformidad del carro. Empujé contra el
viejo portón de hierro, mirando el patio descuidado con desaprobación. Subí los
escalones, haciendo una pausa en el último cuando sentí una pendiente. Comencé
a hacer una lista en mi mente. Contratar a un paisajista, encontrar a un constructor
para arreglar las escaleras.
Rose abrió la puerta antes de que siquiera pudiera tocar.
—¡Logan!

1Craiglist, un sitio web de anuncios clasificados con secciones.


Mi nombre se mantuvo igual en su lengua. Algo alegre. Con celebración.
Pero ni incluso el amor de Rose pudo bloquear la memoria de mi madre biológica
diciendo mi nombre como una maldición.
Ella sonrió amplia, manteniendo abiertos sus dos brazos. Estaba
acostumbrado a escapar de las demostraciones de afecto, pero con el tiempo
retorné a eso, apretándola una vez antes de hacer mi escape. Me abrazó con fuerza
esta vez, un fuerte dolor apretó mi pecho cuando me di cuenta de lo pequeña que
estaba.
Di un paso hacia atrás, entrecerrando mis ojos sobre ella.
—Eres todo hueso y pellejo.
Ella despidió con un gesto mi preocupación.
—Puedo todavía comer a cualquiera debajo de la mesa —siguió el camino a
casa, arrastrando los pies a través de los pisos de madera antiguas.
Tener los pisos acabados.
—No pienses en mandar a un grupo de gente a la casa —me regañó,
leyendo mi mente—. Me las arreglo muy bien.
Le di una mirada a mi entorno. Ha sido un par de años desde que he estado
en casa, pero se sintió con si hubiera pasado toda una vida. Todo parecía cubierto
de polvo y como si estuvieran en sus últimas.
—¿Has estado recibiendo los cheques? —pregunté, aun sabiendo que ella lo
había hecho.
—Por supuesto —dijo, encendiendo la luz de la cocina. Apuntó a una silla
donde ella tenía un vaso de leche esperando por mí—. No estoy segura qué
esperas que compre que cueste veinte mil dólares por mes, pero lo deposito cada
uno, por si acaso.
—Bueno, podrías tomar un viaje. O venir a verme —ofrecí.
—Tú sabes que Johnny y yo siempre quisimos ir a Hawái —se detuvo, su
cabeza bajó con tanta tristeza en su rostro que yo podría haber dado todo lo que
tengo para traerlo de regreso. Él fue tan amable y bondadoso como Rose, y juntos
lograron amarse el uno al otro fuertemente y todavía tenía suficiente amor para
hacerme sentir que no era un error. Que tenía un valor y un propósito.
Falleció dos años antes, el cáncer lo consumió hasta que no hubo nada, más
que las cenizas que ella guardó en su manto.
Mis ojos se dirigieron hacia la chimenea, imaginándolo acurrucada en el
sillón reclinado, leyendo algún libro polvoriento. Llevé mi mano a la luz, mis
dedos se mancharon de polvo.
Una criada.
El plato de galletas chasqueó sus dedos cubiertos con trocitos de chocolate.
Cuando conocí a Rose, se robó mi mundo gris, la calidez inundó mi cara. Era un
hombre adulto, el jefe de una empresa multimillonaria, y su mirada me hizo querer
colgarme de su cabeza como si yo fuera un niño otra vez.
—Puedes seguir adelante y cancelar la caballería que va a lanzarse en picada
aquí y salvarme, chico —tiró una silla al otro lado del linóleo manchado y se dejó
caer a mi lado.
—Pero, tengo los medios —insistí—. Te puedo dar cualquier cosa que
necesites...
—Lo que necesito no es ir burlándome, remodelando y robándole a este
lugar su carácter —me guiñó. Su cara llena de arrugas fue solemne —. Lo que
necesito es amor, hijo. Y la última vez que chequeé, eso era gratis.
Cubrí su mano con la mía, punzadas de amor y temor de todos los
momentos que pasaron, que me condujeron a decirle adiós, también. El amor no
era gratis en realidad. Costaba pedacitos de ti mismo cada vez que decías esas tres
palabras. Es por eso que nunca las había dicho en voz alta. Pero, amaba a Rose
Bryson. La amaba tanto que me traía dolor, ver el destello de arrugas en su cara
cuando se movía, o las lágrimas que llenaban sus ojos cuando hablaba de Johnny, o
los hijos que dio a luz y que rara vez la visitaban. Pero, no podía echar ninguna
piedra, la visitaría más a menudo. Tenía los medios... pero volver a casa traía
demasiados buenos recuerdos. Y no podía recordar lo bueno sin revivir los malos
recuerdos que hicieron el camino para que sucedieran en el primer lugar.
Cubrió mi mano con la suya libre, dándome un apretón antes de que se
apartara y empujara el plato de galletas cerca.
—Estas no se van a comer por sí mismas.
Tomé un bocado de ellas, el chocolate trayendo a mis papilas gustativas a la
vida. Había ayudado a hacer estas mismas galletas en innumerables ocasiones,
tanto es así que podría hacerlas con los ojos cerrados. Incluso había intentado
replicarlas, pero siempre había algo que faltaba.
Me enjuagué con un trago de la leche.
—Gracias.
—De nada. Ahora, dime qué pasó.
Una sonrisa se hizo camino a través de mis labios. Ella nunca era de quienes
se andaban con rodeos. Tiro recto, corto y seco.
—Estoy seguro que has visto un poco de ella en Access Hollywood.
Ella sonrió, una carrera a través de rubor sus mejillas.
—Aunque viera ese programa, cosa que no hago, no estoy viendo mucho
desde que el televisor murió —levantó un dedo antes de que pudiera decir que
tendría una esta noche si quería—. No necesito un televisor. ¿Qué tal si me das la
noticia de la manera antigua?
—Conocí a alguien —Melissa. La vi en mi mente tan claramente. Su cabello
como hilos de oro, envuelto alrededor de mi puño, mientras empujaba sus labios
sobre los míos. No le di la libertad que ella anhelaba. Que yo anhelaba. Mis ojos
tocaron cada curva de su hermoso rostro, luego besé esos labios que eran la cosa
más deliciosa que jamás había probado. Se apodera de mí. Teniendo una erección,
con Rose esperando ansiosa por más información, no era mi idea de un buen
momento.
Eso habría incluido a Melissa, una cuerda de seda y un banco de nalgadas.
—Así que conociste a alguien —se aventuró Rose—. ¿Eso no es algo bueno?
—Melissa es una buena cosa —lo corté rápidamente—. La mejor cosa. Ella
es luchadora, divertida y un rompecabezas que se vuelve más complejo y hermoso
qu ás… —el vacío regresó. El hueco que me hizo teclear su número, el dedo se
cernió sobre el icono de llamar.
—La amas —dijo Rose suavemente. Ella me entregó una segunda galleta—.
¿Más leche?
—¿Tienes algo con una patada?
—¿Est os c r n o Estás n or o…
—Y luego, el bebé apareció —cuando sus ojos se desorbitaron de su cabeza,
pro nt o n o p r “ u ”, expliqué la historia completa—. Ya no
hay bebé. No es para mí de todas formas. Una mujer que vi antes de conocer a
Melissa trató de usar al bebé para revivir nuestra relación.
Ella dio palmaditas en mi mano y se movió silenciosamente al armario, al
lado de la nevera. Regresó con una botella de Kahlua. Fui tentado a preguntarle
cuánto tiempo hacia que tenía eso, pero decidí que no importaba. Me sirvió un par
de cucharadas, luego se sentó de nuevo.
—Que terrible cosa hacerte eso a ti —chasqueó su lengua infeliz.
—¿Por qué claramente no estoy listo para un niño? —dije mordazmente.
—Porque tú tienes mucho amor para dar.
Fruncí el ceño, estudiándola para encontrar alguna señal de que tal vez
necesitaba poner un viaje al médico en la lista.
—¿Yo? Debes estar bromeando. Luché contigo y Johnny en cada paso. Y
fuera de toda la mierda con la que he tratado, si alguien es merecedor de algo
parecido al amor, son ustedes dos.
Acarició mi cabello, sus dedos huesudos tocando mi pelo como lo había
hecho innumerables veces. Normalmente me movía de su toque en una rabieta,
pero le dejé darme amor.
—Mientras más fuerte empujes, más claro se hace. Nos amaste tanto que
estabas aterrorizado de perdernos. La barrera que construiste en torno a ti mismo
era porque habíamos pasado el camino debajo de la barrera. Amar te horroriza,
porque tienes un enorme corazón. Y cuando tienes un enorme corazón, ser herido
te golpea mucho más fuerte.
Mi mirada se disparó a mis pies, dándole la espalda. La emoción era
insoportable. Todas estas semanas de sentir nada más que ira por Delilah, la ira
por mí mismo, y arrepentimiento de haber dejado a Melissa caminar fuera de mi
pu rt cu n o pro t qu no i j r ir otr v z Y hor Ros …
Sus frágiles brazos alrededor de mi cintura.
—Va a estar bien.
Las alertas de emergencia sonaron en mi cabeza, mis brazos sobresalían
torpemente, inmóvil, temeroso de que si me movía, si caminaba por este camino, lo
único que quedaran serían lágrimas que me negaba a llorar. Sin debilidad, ningún
preso, no...
Funciona.
Ella me estaba abrazando fuertemente, sin dejarme ir.
No sólo Rose. No sólo la madre de acogida que no me mandó a otro lado.
Ella era la mujer que escogí para que fuera mi madre. La mujer que vio más allá de
mis ceños y peleas en la escuela y vio el grito de ayuda. El chico que sólo estaba
pidiendo a alguien que le ofreciera algo.
Cuando me volví hacia ella, levantó sus dedos a mis mejillas y sonrió. Me
aclaré la garganta, me puse de pie.
—Alergias.
—Ellos dicen que es especialmente terrible este año —ella dijo con una
sonrisa traviesa. Puso su chaqueta cerca e hizo su camino hacia la sala de estar—.
Sé lo suficiente sobre todo lo feo en el mundo para saber si algo es bueno cuando lo
veo. Eres una buena persona, Logan. Y vi la forma en que tu rostro se iluminó
cuando hablaste de Melissa —se detuvo delante del manto con un suspiro—.
Todavía te recuerdo caminando a través de esa puerta, tan enojado. Tan seguro
que no merecías nada bueno, o ser feliz —me miró, con lágrimas brillando en sus
ojos— ¿ s un s ú ti s cos s qu ijo Johnn “No j s qu ogan crea
que está bien poner el amor fuera. El amor vale más que todas las riquezas del
un o ”
Me aflojé la corbata, la soledad rodeando mi corazón. Apretando su control
sobre mí.
—Tuve el amor. Yo fui el que lo tiró a la basura, porque era demasiado terco
para dejar ir mi ira.
—¿Y la has llamado? ¿Trataste de hacer lo correcto?
Ella lo dijo tan simple. Tan casual.
—No es así de fácil.
Se quedó perpleja, desempolvando su mano fuera.
—Pensaba que la tecnología había avanzado con los años. Guías telefónicas
enteras en la palma de tu mano —me dio una mirada severa—. ¿Todavía tienes su
número? Llámala. Mejor aún, ve por ella. No vivas una vida de arrepentimiento,
hijo. La vida es demasiado corta para esas tonterías —regresó a la cocina como si
estuviera en una misión. Sacó un recipiente grande de su gabinete y volvió a la
mesa, puso las galletas en su interior.
—¿Galletas para más adelante?
—Galletas para tu ida —chasqueó para cerrarlo y me lo ofreció—. Viniste a
verme para una patada en el trasero, así que aquí va. No puedes esperar a la
intervención divina. Si quieres amor, si quieres a Melissa, ve a buscarla.
No podía dejar de reír hasta que me di cuenta de que estaba siendo
realmente seria.
—Sólo así, ¿eh?
—Sólo de esa manera —me hizo señas para que me inclinara y me plantó un
beso en la mejilla—. Tal vez voy a visitarlos a los dos a la ciudad alguna vez.
Aún no estaba completamente a bordo con este escenario, pero mi corazón
ya estaba en un avión, volando al Aeropuerto Internacional de SMF.
Ella me guió hasta la puerta, recordándome que no enviara un montón de
gente a ser una molestia y perturbar su caos organizado.
Le di otro abrazo, más fuerte esta vez.
—Fue genial verte, mamá —la palabra surgió de mis labios y cuando me di
cuenta de lo que había dicho, un sollozo cortó a través de mí.
Levantó la mano y ordenó mi corbata, con los labios temblorosos. Cuando
dio un paso atrás, ella estaba radiante.
—Es cuestión de tiempo.
Capítulo Ocho
Traducido por Star

Corregido por Chinchilla G.

Melissa
Había dado un sin número de presentaciones ante mis colegas y extraños, y
todavía tengo mariposas justo antes de una reunión de lanzamiento. Tiré de nuevo
mi botella de agua, que pasó por la genérica hoja informativa sobre Kaleidoscope.
Estábamos lejos de ser la mayor firma en el área de Sacramento, pero nos daba la
flexibilidad para tratar a cada cliente como un VIP. Había clientes ayudados a
capear todo tipo de desastres de PR, desde la retirada de productos hasta
meteduras de pata del CEO. Mi equipo y yo por lo general pasábamos los días
previos a nuestra primera reunión con un cliente nuevo, investigando y buscando
el ángulo correcto para ayudarles a ver que Kaleidoscope era el ajuste perfecto.
Este cliente fue una adición de último minuto, un CEO, locales interesados en el
entrenamiento de los medios.
Limpié mi agua y me levanté de la silla, alisándome el pelo hacia atrás y
pasando mis manos por encima de mi falda.
—¿Lista para irnos? —Papá estaba en la puerta, sonriendo de oreja a oreja.
—Vamos a arrasar con ellos —le dije alegremente.
—Contigo al volante, ¿cómo no iban a enamorarse?
Fruncí el ceño mientras lo seguía hacia la sala de conferencias. Desde
nuestra cena, papá había sido más accesible, menos intenso. Pero, él nunca usa
pronombres para describir nuestros clientes. Siempre eran Dietnem Motors, La
Fundación Brook Gale, Roberts Cola. Siempre fue el consumado profesional.
Seguí mientras el equipo de marketing se presentaba en la habitación y me
seguía. Estaba nerviosa. Me gustaba estar en la zona una vez que el cliente se
sentaba en el extremo de la mesa y nos poníamos a rodar la pelota.
Saqué una silla en una posición neutral y me senté, con un papel para tomar
notas que tenían unos pocos temas de conversación garabateados en la parte
superior. Recorrí la habitación con curiosidad, encontrando a todos aparentemente
en un gran estado de ánimo. Todos me sonrieron con dientes brillantes cuando se
encontraban mi mirada.
—Extraño —murmuré, con agitación y calor en mis mejillas.
—¡Él está aquí!
—No puedo creer que en realidad viene a este edificio.
—Esto es como algo salido de una película.
Cuando mi padre sacó una silla al lado de la mía en vez de su lugar habitual
en la cabecera de la mesa, sabía que algo estaba pasando. Cubrió mi mano con la
suya.
—Sé que la última vez que traté de pedir refuerzos, era la elección
equivocada. Pero hablé con él. —Él acarició mi barbilla. —. Me di cuenta de que
nunca he tenido una conversación de este tipo con Jason, lo que fue remediado,
ésta será la última porque le informé que si rompe tu corazón de nuevo, voy a
romperle las piernas.
Dios mío.
La habitación se volvió y se volcó en posición vertical.
No podía ser.
Miré por encima del hombro de papá y me encontré con los profundos ojos
verdes que siempre parecían mirar dentro de mi alma. Que sabían todo sobre mí.
Celebrar toda la pasión, el amor y la esperanza que pensé se había ido fuera del
mundo el momento en que se fue.
—Logan —le susurré. ¿Cómo era posible que me sintiera débil y, al mismo
tiempo, podía correr y dar vueltas alrededor del edificio? Quería saltar de alegría,
pero me quedé justo donde estaba, por si acaso se trataba de un truco. Sólo en caso
de que estuviera soñando.
Pero en mis sueños, no sonreía. Y allí estaba, sus gruesos labios deliciosos, y
cualquier persona con un pulso dejaba escapar un suspiro colectivo,
completamente cautivados por él.
Yo le seguí con mis ojos. Traje negro, camisa blanca debajo, y una corbata
gris delgada. Su cabello más corto de lo que recordaba, pero los mechones todavía
se derramaron en su frente, dándole un juguetón aire. Pero sus ojos estaban
fundidos y los juegos que jugábamos no eran para niños. En ellos participaban
cuerdas y vendas y remos y gemidos que me destrozaban hasta que entró y me
unió de nuevo.
Alejé mis ojos de él. Por supuesto que me sentí atraída por él. Codiciada por
él. Eso nunca fue la cuestión. Pero necesitaba más. Necesitaba que él dejara de
jugar para subsistir.
—Gracias por invitarme hoy. —Su voz era un lavado de agua fría sobre mí,
aumento el vapor de mi carne caliente- He estado yendo a través de un poco de
una pesadilla de relaciones públicas.
Me mordí el interior de mi mandíbula, retorciendo mis manos en mi regazo.
Así que esto era una reunión de negocios. Iba a tener que encontrar una forma de
disculparme porque no había manera de que pudiera sentarme aquí y ser
profesional cuando yo había estado anhelando este momento.
Y entonces mi padre puso una mano en mi hombro. Tiró mi barbilla de mi
pecho, y me dio la fuerza para girar mi atención de nuevo a la parte delantera.
Volver a Logan.
Estaba mirando directamente a mí. No había nadie más en la habitación.
—Creo que mi problema era que evité la prensa. Mientras que el silencio es
generalmente la mejor vía para distender la situación, ahora sé que debo tener
conferencias de prensa y entrevistas propias. Yo debería haber gritado a los cuatro
vientos que he encontrado algo más raro y precioso que nada en este mundo.
Susurros emocionados hicieron eco alrededor de la habitación ya que la
gente se pasaba por todos lados ramos de rosas rojas. Docenas de ellos. Dejé de
contar cuando llegué a la persona quince y di la vuelta a la cara de Logan.
—Un ramo por cada día que estuvimos separados, Melissa —explicó con
ternura—. Dij “sin co nt rios”, p ro r haber dicho que encontré al amor
de mi vida. Que ella es la mejor parte de la vida porque ella me ama a pesar de mis
defectos. Ella me reta, ve el hombre mejor que nunca supe que había existido. Y sin
ella, estoy totalmente perdido.
Negué sin descanso, tratando de mantener el corcho en la botella. Tratando
de no convertirme en un lío sollozando aquí y ahora. —D-D i h…
—Esa ya no es mi preocupación —finalizó. Echó un vistazo a la puerta, una
persona que entraba en el último lugar a la habitación con una sola rosa. Le dio las
gracias y tomó la rosa, avanzando hacia mí. Yo sabía que estaba en problemas.
¿Esta pantalla? Fue perdonado por todos los pecados que cometió ahora y siempre
lo haría.
Probablemente.
Me sequé las lágrimas de mi mejilla mientras sostenía la rosa a mí. —Esta
rosa es para nuestro futuro, con la promesa de que mi amor por ti es eterno.
Yo sollozaba junto con todos los demás, sintiéndome tan abrumada por el
amor y la esperanza que yo apenas podía mantener los pies en el suelo. Salté a sus
brazos, el resto de la habitación derritiéndose mientras nuestros labios se
encontraron.
Ese beso era el comienzo de algo mágico. Incluso cuando estábamos
separados, nunca me dejó, y yo nunca pude dejarlo.
Cuando cogimos nuestro aliento, nariz con nariz, buscando el alma del uno
y el otro mientras mis compañeros de trabajo hacían burla y silbaban, me di
cuenta de que teníamos algo mayor que siempre. Yo era el suya, y él era el mío.
Siempre.
Epílogo
Traducido por Snow G. C.
Corregido por Hon22

Logan

Coloqué los espárragos en su punto en el plato, los tallos de color verde


brillante contrastaban a la perfección con la rica oscuridad del filete mignon y el
puré. La vela parpadeaba, mientras me apresuraba a asegurarme que todo
estuviera perfecto.
Ella estaba esperando en el coche, con los ojos vendados y por la forma en
que se retorció cuando acaricié su muslo, estaba muy mojada.
Esta noche, quería todo de ella.
Esta noche, todo tenía que ser perfecto.
Recordé de la primera vez que vinimos a esta playa. Ella prácticamente
había huido de mí cuando se enteró que yo era el multimillonario que le rompió el
corazón a Delilah James. Las cosas ya eran intensas entre Melissa y yo, a pesar de
que sólo nos habíamos conocido durante cierto número de días. Pero la había
amado desde entonces, observándola mirar el océano, luchando con sus demonios.
Yo luchaba con los míos, pero en ese momento la dejé entrar. No había sido fácil,
sin embargo, lo hicimos posible.
Fui a través de la arena hacia el coche, a donde ella me esperaba. Habían
pasado meses desde que fui a Calidoscopio y empezamos de nuevo.
Los titulares se hicieron más brutales, la junta se puso más inquieta. Y
entonces, la verdad estalló.
Mackenzie fue al mismo show donde Delilah había compartido su versión
de la “verdad” Ah , reveló que yo no era el padre del bebé de Delilah. Y tan rápido
como habían tratado de arruinarme, los fotógrafos me abandonaron en busca de
una historia más jugosa.
Entonces, ¿quién es el padre del bebé?
Mackenzie habló de acerca de un local en Sacramento, pero a mí eso no
podría importarme menos. Podía respirar de nuevo y amar a mi mujer sin
fotógrafos acosando todos nuestros movimientos.
Le abrí la puerta a Melissa y acaricié su mejilla. De pronto ella volteó hacia
mi dirección y agarró mi mano con entusiasmo. —¡Puedo oler la playa!
—Pero no cualquier playa —sonreí. La ayudé a levantarse y la conduje a la
r n Quítate tus sandalias.
Ella obedeció y luego se quedó sin aliento cuando el recuerdo la golpeó.
—Pero ¿qué si alguien las toma?
Tomé su c r ntr is nos Entonces te compraré otro par. —Apreté
mis labios contra los de ella, saboreándola, respirando su esencia. Busqué y desaté
la venda de sus ojos.
Sus mejillas estaban sonrosadas gracias al resplandor ámbar de los faroles
que se alineaban en la calle.
—Cena en la playa a la luz de las velas, ¿eh?
—Entre otras cosas —dije, lamiendo mis labios. Aun degustándola. Sentí el
peso de la cosa en mi bolsillo. Tenía todo un plan. Íbamos a cenar y a tomar una
copa de vino. Luego, iba a extenderla y a tenerla para el postre. Y finalmente, iba a
tomarla en mis brazos y a preguntarle la más importante pregunta que jamás había
hecho. No podía esperar un minuto más.
—Tengo algo que preguntarte.
Melissa hizo una pausa en la arena, mirándome de nuevo con estrellas en
sus ojos. Ella siguió mi mano a mi bolsillo y cuando saqué la caja cuadrada, sus
ojos eran tan grandes como la luna.
Me arrodillé en la arena frente a ella y abrí la caja. —¿T c s …
—¡SÍ! —gritó, cayendo de rodillas delante de mí. Echó los brazos alrededor
de mi cuello y me besó, sacando todo el aire de mis pulmones.
Ella deslizó el anillo en su dedo y se desplomó sobre la arena, riendo con
lágrimas corriendo por su rostro. Me deslicé a su lado, apoyando mi cabeza en mi
mano.
—Apenas me dejaste decirlo —bromeé, más feliz de lo que jamás pensé era
posible. —Tal vez iba a preguntarte si querías conmemorar esta ocasión con un
beso.
E puj ju u ton nt ¿Quién dice que todavía no se puede? Un
beso para tus labios, sus ojos bailaron hacia mi entrepierna. Y un beso en alguna
parte más abajo.
La besé por segunda vez. Esta vez con alusión a todas las cosas que quería
hacer con ella esta noche y todos los días y todas las noches por el resto de nuestras
vidas.
Rocé sus labios con los míos. —¿Estás segura de que quieres aguantarme
hasta que la muerte nos separe?
—Y más allá —ella sonrió, su rostro estaba radiante.
Acostado con ella bajo las estrellas, supe que siempre no podría ser tiempo
suficientemente, pero era un buen comienzo.

Fin
Sobre la autora:
Ava Claire es una apasionada de los hombres Alfa y de los finales felices de
“ vivi ron ic s p r si pr ” Cu n o no stá pr sion n o su pluma en un
papel o en su dispositivo electrónico de lectura, le gusta salir de paseo, el karaoke,
la moda vintage y fantasear sobre los galanes de sus libros favoritos.
Proyecto realizado en

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