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Es necesaria la existencia de un ámbito de ideas y de conductas

en las que todos debemos coincidir, independientemente de


nuestras diferencias. A esto le podemos llamar el ámbito de la ética ciudadana

VICENTE ARREDONDO RAMÍREZ

No cabe duda de que estamos atravesando por una época de mucha confusión en nuestro
país y en todo el mundo. No hay consensos reales en las sociedades actuales sobre cuál es el
verdadero significado del quehacer económico, político y social, y sobre cómo deben llevarse a
la práctica. Estamos en una fase de la civilización en la que las ideas y modos de convivencia
que tuvieron cierta vigencia en el pasado inmediato, ya no responden a los nuevos problemas
que enfrentamos como humanidad. Todo está pasando tan rápido en el presente siglo que bien
podríamos afirmar sin exceso que en nueve décadas hemos transitado al menos por tres fases
de avance (¿retroceso?) civilizatorio. En la actualidad convivimos en una misma familia o en
una misma ciudad por lo menos tres generaciones con experiencias, percepciones,
¿convicciones?, y visiones de futuro que entrañan importantes diferencias.

Dicho de otra forma, en nuestro país y en el mundo, convivimos personas con diversas
mentalidades. Hay quienes ven la vida con mentalidad de civilización agraria, hay quienes
tienen mentalidad de civilización industrial, y existen otras que operan ya con visión de
civilización cibernética. Los estudiosos de la teoría del conocimiento dirían que conviven en
simultaneidad diversas epistemologías, o para decirlo simplemente, en nuestro mundo hay un
"babel" de maneras de entender las cosas. Esto tiene muchas implicaciones cuando se trata de
hablar de la educación cívica y de la ética comunitaria, ya que nuestras conductas están
regidas por nuestros intereses, conocimientos, creencias, habilidades y valores.

Para el propósito de estas reflexiones, entendamos la ética como la serie de conductas que
cada persona debe tener frente a sí misma, frente a los demás, y frente a la
naturaleza que nos rodea y de la que somos parte esencial.

Conviene entonces hacernos las siguientes preguntas: ¿es realmente posible que
todos nos pongamos de acuerdo en las conductas que deben regir nuestras
vidas, a pesar de constatar el hecho de que no todas las personas pensamos
igual sobre el sentido y valor de la vida?, ¿en dónde se marca la diferencia entre
las conductas que debo tener en mi vida comunitaria, independientemente de mi
religión, de mis preferencias políticas, de mis capacidades económicas, y del
grupo social y cultural al que pertenezco?

Sin duda, es deseable que todos busquemos nuestra propia identidad como personas y
seamos congruentes con nuestra manera de pensar; sin embargo, esto por sí solo no asegura
la armonía y la paz social, ya que no todos compartimos los mismos valores profundos, ni
tenemos las mismas experiencias de vida. Por esta razón, es necesaria la existencia de un
ámbito de ideas y de conductas en las que todos debemos coincidir, independientemente de
nuestras diferencias. A esto le podemos llamar el ámbito de la ética ciudadana.

La ética ciudadana debe establecer con claridad las conductas a las que todos estamos
obligados. Es la agenda común que debemos cumplir para poder ser miembros activos y
reconocidos de una comunidad plural, ya que es imposible y absurdo pensar que todos nos
debemos poner de acuerdo en todos y cada uno de los aspectos de la vida.

La ética ciudadana señala los derechos que todos debemos exigir, y las obligaciones que todos
debemos cumplir, sin importar nuestro sexo, raza, religión, partido político, capacidad
económica, profesión, actividad, y cualquier otro aspecto que nos diferencie.

La ética ciudadana nos debe señalar la diferencia entre aquello que nos es propio por
pertenecer al ámbito de lo que es estrictamente nuestra vida privada, y aquello que
corresponde al ámbito de nuestra vida pública. Es muy difícil entender esta distinción, pero sin
duda es muy necesaria para asegurar los equilibrios básicos indispensables en sociedades
complejas y plurales como la nuestra.

Es urgente empezar a construir esta ética ciudadana en Colombia, para poder salir de la crisis
económica, política y social que estamos viviendo. Esperar que todos piensen como nosotros
es una actitud inmadura y condenada al fracaso. Debemos crear los mecanismos eficientes
para que la sociedad dialogue consigo misma, y con ello poder definir y consensar los
contenidos básicos de la ética ciudadana.

Para que esto suceda debemos imaginarnos formas y mecanismos novedosos de promover
una educación cívica, basada en la ética ciudadana. Como toda la educación auténtica, el
punto de partida debe ser el fomento de la conciencia crítica de la persona. La comprensión y
el análisis de uno(a) mismo(a) y de todo lo que nos rodea es el eje orientador de nuestro estar
en el mundo. Sin esto, no podemos estar en condición de encontrar el verdadero significado de
nuestra vida en comunidad, expresado en las formas de relacionarnos con las demás
personas.

Sin conciencia de que somos sujetos de derechos y obligaciones no es posible crear una ética
ciudadana. Este comportamiento en sociedad debe expresarse en todas las actividades que
realizamos. Como personas podemos ejercer diversos roles en diversas etapas de nuestra
vida: hijos, padres, estudiantes, profesionistas, empleados, patronos, gobernantes, amas de
casa, vecinos, turistas, deportistas, maestros, electores, etcétera. Todos estos roles se
expresan necesariamente en diferentes conductas, sin embargo, todas deben estar reguladas
por una misma intención y propósito: construir el bienestar individual y el bienestar
colectivo.

Educarnos cívicamente es educarnos en la corresponsabilidad. Los problemas que vivimos en


nuestro país son de tal complejidad que no podemos esperar que una sola persona, o un
reducido grupo de personas, por poderosas, capaces y bien intencionadas que sean, nos
brinden las soluciones. Por ello, requerimos una educación cívica que resinifique nuestro
quehacer individual y colectivo, en lo político, en lo económico y en lo social.

En este sentido, debemos entender que en los asuntos de interés público todos debemos
asumirnos como gobernantes de nuestra propia comunidad; que en los asuntos de economía
todos debemos concebirnos como responsables de la producción, conservación y distribución
de la riqueza; y que en los asuntos de nuestra vida cotidiana, todos debemos entendernos
como miembros de una sociedad civil participativa.

Ideas como ésta deben derivar en contenidos específicos de educación cívica y


de ética comunitaria. Esto no es algo fácil de lograr, en razón de la pobre cultura
ciudadana que tenemos, sin embargo debemos convencernos de que es la única
salida posible de la complicada situación que vivimos los Colombianos.

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