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Ese cambio geopolítico que se había logrado durante la primera década del nuevo
milenio, que había sido impulsado principalmente por Venezuela, dada su posición
de rebeldía contra el imperialismo y su visión pluripolar e integradora a la vez de lo
pudiese haber llegado a ser la Patria Grande, le ganó el derecho de convertirse en
el laboratorio donde se llevan a cabo cualquier cantidad de estrategias
maquiavélicas (entiéndase aplicación de diversas doctrinas, tipos de guerras de
cuarta generación, no convencional, híbridas, multidimensionales, proxy, sin
restricciones, OPSIC, decretos, medidas coercitivas unilaterales, bloqueos, entre
otras), por parte del Imperio norteamericano y sus gobiernos satélites, para
derrotar e incluso eliminar a la Revolución Bolivariana y hacerse de las riquezas
del país plasmadas en recursos naturales y minerales. Sin duda esta posición
protagónica, ha hecho que el resto del mundo observe con atención (actúe o
espera, según el caso), su desenvolvimiento en la lucha contra el hegemón del
continente Americano.
Cabe destacar lo planteado por Lanz (2019), sobre uno de los basamentos del
pensamiento estratégico de Seguridad Nacional de los EEUU, referidos a la
conjunción de sus fuerzas militares, conceptualizándola como una cooperación
constante que busca la coordinación permanente utilizando eficientemente los
medios disponibles y las capacidades de cada fuerza. Destaca el autor que estos
efectos sinérgicos de la doctrina conjunta, ha conducido a cambiar la forma de
hacer la guerra, con nuevos conceptos operativos y formas de organización que
buscan lograr el dominio de todo el espectro: esto va desde los aspectos
culturales, políticos-económicos, sociales-territoriales, sobresaliendo el papel de
las Operaciones Combinadas.
Pero Venezuela ha logrado resistir todos los embates, gracias a la política exterior
basada en la paz y la multipolaridad, obteniendo nuevos aliados en todo el mundo,
como Rusia, China, Irán, Turquía, los países que conforman el ALBA-TCP, entre
otros; quizá enmarcada en lo que plantea Romero (2020), el camino hacia la des-
occidentalización de la política internacional. Mientras a lo interno, gracias a una
política social de inclusión, se ha redundado en una mayor participación,
protagonismo e incluso compromiso de la población. Un ejemplo práctico se vivió
recientemente con lo acontecido en la población de Chuao y la Operación
Gedeón.