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RESUMEN DE ALICE SIEMPRE

Esta es la historia de Alice, una distinguida mujer de ciencia, lingüista de la


Universidad de Columbia, quien descubre algo inesperado en su
comportamiento cuando, al dar una conferencia sobre sus teorías del lenguaje,
nota que alguna idea que quería expresar no está allí. Preocupada, advierte
otros extraños síntomas y cuando consulta sobre su situación, es diagnosticada
con una variedad de la enfermedad de Alzheimer, de desarrollo rápido e inicio
temprano. En la película, la experimentada Julianne Moore interpreta a Alice y
se consagra de nuevo, recibiendo premios por su actuación, incluyendo el del
Oscar de 2015 a la mejor actriz. Hay que resaltar también, en esta cinta de bajo
presupuesto, la calidad de las actuaciones de Alec Baldwin, quien interpreta a
su esposo John y de Kristen Stewart, como su hija Lydia. Una aproximación tan
creíble como esta a los intricados espacios del Alzheimer requiere de un
tratamiento dramático de alta calidad a las situaciones familiares,
especialmente si se trata de un hogar formado por una pareja todavía joven, que
funciona y que tiene tres hijos, jóvenes adultos en época de transiciones hacia
sus vidas propias, levantados en un ambiente de padres inteligentes y exitosos,
dedicados a la ciencia, a la docencia y a la investigación.

Hay que referirnos a Julianne Moore y a su capacidad para reflejar en su


actuación toda la gama de situaciones que se pueden presentar cuando una
persona que es especialista en asuntos del lenguaje, ve cómo se va
derrumbando esa potente estructura de las palabras admirablemente
recordadas y utilizadas para formar frases coherentes y brillantes, a medida que
se presentan huecos, grietas, fracturas, aquí y allá. Dados sus conocimientos y
su capacidad, tal persona reacciona con esperanza y creatividad, desarrollando
alternativas y medios para no perder el ahora, para no ser arrastrada a los
abismos de la inseguridad y de la inconsciencia. Y sin embargo, bien sabe que la
enfermedad va a avanzar inexorablemente. Moore, con absoluto
profesionalismo, investigó abundantemente sobre la enfermedad y sus signos,
para asegurar que su actuación reflejara realidades y no meramente ficciones y
emociones melodramáticas. Apoyada en una historia y un guion valiosos, pudo
sentir y transmitir a los espectadores esas realidades, creando empatía y
compasión, pero con abundantes chispazos de humor, sabiduría y
razonamiento como para que quede al final una sensación amorosa y
armoniosa, que ilumina esos oscuros espacios del dolor y de la tragedia.

Es que las enfermedades del sistema


nervioso, como el Alzheimer, se han constituido en ominosos signos de nuestra
época, atacando amplios espectros de la población, sin que se cuente todavía
con una clara estrategia para curarlas o eliminar sus efectos. Uno de los
aspectos importantes del cine es poner en común las tragedias y las
circunstancias humanas, para que se desarrolle una visión social, para que
todos sintamos cercanía y comprensión. Así, nosotros, los espectadores nos
podemos acercar, experimentar, asumir actitudes y de alguna formar, generar
conciencia colectiva, la cual, en general, da lugar a nuevas realidades. Si este
oficio del cine se hace contando historias, permitiendo la actuación y con
sentido estético, pienso que tiene mayor probabilidad de lograr impactos
colectivos y transformaciones personales.

Tomemos algunos aspectos de la enfermedad y vemos como los


enfrenta Siempre Alice. El mal se  manifiesta en forma de deterioros del
conocimiento y de cambios en la conducta. Se van perdiendo la memoria
inmediata y la capacidad de atención. Es la consecuencia de la muerte de
células nerviosas, lo cual va ocurriendo progresivamente en una enfermedad
lenta y desgastante que puede durar diez años o más. Alice, una persona de
ciencia, sabe estas cosas; su familia, también. Se plantea en la cinta la
posibilidad de que el conocimiento y la conciencia de lo que está ocurriendo den
lugar a decisiones personales y familiares, trascendentales que se pueden
asumir a base de conversaciones y de contactos conscientes y amorosos, antes
de que sea demasiado tarde, antes de que el paciente se convierta en un ser
demente y alejado de la realidad. En este sentido Siempre Alice ofrece varios
diálogos profundos e impactantes que ayudan a visualizar el amplio rango de
situaciones humanas. Uno de los temas que se trata de manera novedosa es el
papel de la memoria y del olvido en las relaciones humanas, de forma tal que se
desmitifica esa sensación de importancia que todos damos a lo que se ha dicho
como fuente irreversible de comportamientos. Se vislumbra otra posibilidad
más compasiva y cariñosa, en la cual lo que ha pasado puede ser objeto de
miradas traviesas y divertidas, más que de serios y reflexivos análisis.

La enfermedad, con sus síntomas de


inhabilidad para recordar, no solamente aspectos del pasado, sino para
establecer nuevos recuerdos, inevitablemente se va a asociar con  actitudes
seniles y de agotamiento. A medida que progresa van a aparecer la confusión, la
irritabilidad y la agresión, los cambios del humor y los problemas del lenguaje,
también de memoria de largo plazo. Se va a dar una tendencia del paciente a
aislarse. Esta es una enfermedad cuya causa permanece desconocida, si bien se
la suele asociar con la  aparición de aglomeraciones de proteínas y la formación
de ovillos en las fibras neuronales. Es entonces una enfermedad que
desconcierta a una persona científica como Alice, que la sufre siendo todavía
joven, sin que sea capaz de relacionarla con ninguna causa o acción personal
que pudiera ser corregida, y por ello, fuera del alcance de los métodos lógicos de
la ciencia, que ella bien conoce. Ella sabe que los tratamientos existentes solo
logran algunos beneficios en los síntomas, sin que se detenga el avance de la
enfermedad. Sabe que es muy importante el papel de las personas que cuidan al
paciente y que ello da lugar a grandes cargas para ellas.

Algunos de estos aspectos aparecen claramente en Siempre Alice y se


muestran a modo de eventos, no de forma secuencial ni lineal, si bien la
protagonista, de forma sutil, va perdiendo especialmente esa brillante
capacidad verbal y de diálogo ingenioso, moviéndose hacia frases más lentas y
reflexivas, más tranquilas y humildes, rematando en una escena final en la cual
resume las cosas, con frases lentas y algo cortadas, como asuntos en los cuales
lo importante es el amor. Es que en todo ello juega un papel esencial la familia,
ante todo con actitudes de acompañamiento y de cercanía, siendo evidente que
hay que aprovechar las cada vez más cortas ventanas de conciencia alerta y
despierta del paciente, para transmitir amor, apoyo, presencia. El esposo de
Alice lo tiene especialmente difícil. Ambos han sido una pareja que se ha
desafiado mutuamente con su búsqueda del éxito y los logros, sin perder la
unidad familiar, ella más activa y exitosa; ahora él tiene una oportunidad y ella
está en decadencia. Con su hija menor, Alice siempre ha estado enfrentada y
alejada, pero sin perder la estima y la admiración mutua. Ahora ella debe
decidir y acercarse, sin sentirse manipulada, ¿Cómo se resuelven estas cosas sin
dañarse mutuamente? ¿Cómo lo resuelven la familia amorosa y el paciente
inteligente?

La memoria, tema recurrente del cine, se ha tratado directamente desde diversas


perspectivas y estéticas. Precisamente la calidad de arte del “registro” del cine fue lo que
indujo el primer asalto de los hermanos Lummière. De la pérdida de los recuerdos se
desprenden las campanas del miedo: vale más la reminiscencia –híbrido de imagen
(sensorial y visual) y lenguaje– que la acumulación de objetos. Una de las enfermedades
más temidas de nuestro tiempo es el Alzheimer, trastorno degenerativo de las neuronas
cerebrales que desgasta la capacidad de retención de memoria del cerebro humano. No es
extraño entonces que el cine haya incorporado este padecimiento en algunas de sus
películas.

En Siempre Alice (Still Alice, 2015) –escrita y dirigida por Richard Glatzer y Wash


Westmoreland, con guión adaptado de la novela homónima de Lisa Genova, escritora y
neurocientífica–, la demencia de una mujer de 50 años diagnosticada con Alzheimer
prematuro la enfrenta al menoscabo de las palabras, cuando éstas lo han sido todo en la
vida de Alice Howland (Julianne Moore), reconocida profesora de lingüística de una
universidad de Columbia en Nueva York. La película inicia con la celebración del medio
siglo en la vida de la catedrática, con ella disfrutando junto a su familia, compuesta por su
esposo, John (Alec Baldwin), un oncólogo que está pasando por una fase muy próspera
en su carrera; su hija, Anna (Kate Bosworth), casada con Tom (Hunter Parrish); y
Charlie (Shane McRae), el hijo de en medio, otro joven exitoso. La única preocupación de
Alice es el futuro incierto de Lydia (Kristen Stewart), su hija menor, una aspirante a
actriz de teatro ausente en la fiesta.

De vez en cuando, como cualquier persona, Alice olvida una palabra, una fecha o una idea.
Pero ella siempre se ha caracterizado por tener pleno control de sus facultades mentales,
por lo que comienza a sospechar que algo anda mal cuando olvida cómo iniciar su ponencia
durante una conferencia. Los temores aumentan el día que se pierde, mientras se ejercita,
en el parque que ha frecuentado durante los últimos 20 años. En secreto, Alice va a consulta
con el neurólogo. Después de meses de pruebas, es diagnosticada con Alzheimer prematuro
hereditario (dos de sus hijos deciden analizarse: uno resulta positivo).

La tensión de la película se centra en los indicios y los síntomas del Alzheimer como
modificadores esenciales de la vida cotidiana de Alice. El hecho de que la enfermedad
comience por la sutileza agudiza el duelo y dilata el diagnóstico. De ese modo, la vida
perfecta de Alice comienza a desmoronarse. El filme alcanza un equilibrio en el que todo lo
referido al mal que sufre el personaje de Moore se integra a la perfección con la estética
sobria (la cámara estable con encuadres limpios), el ritmo pausado de la cinta (nada cae con
estrépito, todo es paulatino y con crestas perfectamente detectables desde que inicia el
ascenso de la tragedia), y la delicadeza con que el tema de la enfermedad está tratado en su
guión (el paisaje conocido, los rostros y los objetos se ven borrosos cuando la enfermedad
acosa), justo para mostrar las duras consecuencias del padecimiento sin caer, en ningún
momento, en el exhibicionismo ni el sensacionalismo propios de un melodrama. Los
diálogos se someten exclusivamente a la regularidad de la historia de decadencia detrás del
drama en la familia, donde la sorpresa se esconde detrás de cada olvido.

Vemos las dificultades a las que deben enfrentarse los más allegados de la protagonista,
presentando a un marido sobrepasado por las circunstancias. Ante la aparición de nuevos
síntomas, Alice, presa del miedo pero con la disciplina bajo la que siempre se rigió,
comienza a organizar una especie de antología de sus recuerdos. “Preferiría tener cáncer,
sería menos vergonzoso”, le dice Alice a John en uno de sus arrebatos. Ella se pierde en su
propia casa, olvida que debe ir al baño, exige que su marido repita las mismas acciones
como leerle o servirle agua, sin que ella se dé cuenta de que ya se la ha pedido antes. En dos
ocasiones, a lo largo de la película, Alice se ve en el espejo del baño. La segunda vez, no se
reconoce. La mujer del reflejo, con el pelo desordenado y aturdido, no es ella, sino otra
persona.

“No sufro, lucho. Lucho para mantenerme en contacto con la persona que he sido”, declara
Alice en un momento de lucidez durante un discurso ante una organización de enfermos de
Alzheimer. Alice se aferra a pesar de la pérdida de memoria. Gracias al calendario y al bloc
de notas, su smartphone se está convirtiendo en aquello que le permite mantenerse en
contacto con el mundo a su alrededor. Pero su familia comienza a tomar decisiones por ella.
Su hija Lydia, la actriz rebelde, decide regresar a casa para estar cerca de su madre. Anna –
casada, embarazada y considerada siempre un modelo ejemplar– se aparta de su madre al
enterarse de que ella misma padecerá la enfermedad. Mientras que John pasa por varios
periodos de negación, y quiere seguir viviendo lo más normal posible.

La fragilidad de quienes dependían de la perfección familiar, aflora en cuanto todo


comienza a concretarse. Los hijos ideales y el esposo amoroso añoran la identidad que se
difumina al contacto con el olvido. Los episodios más emotivos son aquellos en los que Alice
y Lydia interactúan. Primero, antes de la enfermedad de la madre, con las discusiones entre
ambas. Alice, la académica; Lydia, la artista. Después, surge la hija comprensiva, paciente y
amorosa ante la incapacidad de su progenitora. La conexión emocional que las dos
desprenden hace que los demás personajes entorno a ellas queden desdibujados,
entorpecidos ante su debilidad espiritual para mantener una lucha a favor de la dignidad de
la identidad.

De alguna manera, el relato sobre la degeneración de Alice va marginando a aquellos (sus


hijos, su esposo) que no acaban de sentir ese deterioro como parte de sus vidas, a excepción
de la hija menor de la familia, Lydia. Siempre Alicetoma una posición pasiva y evita
presentar a su heroína en situaciones más explicitas en las que se muestren los efectos de la
enfermedad. Busca conmover sin perder el sentido de la pulcritud. Quizá para no alarmar a
la clase social que representa.

Julianne Moore, en la piel de una mujer con la enfermedad de Alzheimer, se muestra fuerte,
vulnerable, en plena posesión de sus registros. En ella recae el peso de la cinta. Gracias a
Moore la historia se mantiene digna, sin desmoronarse en sentimentalismos. Subyace
en Siempre Alice la ironía implícita de perder las palabras cuando las palabras lo han sido
todo en la vida de Alice Howland. Si tuviéramos que aislar una escena, una que resumiese la
película, sería el diálogo entre Alice y ella misma, cuando ya afectada por la enfermedad,
observa un video que grabó meses atrás en su laptop. El mensaje se basa en la idea de que
cuando Alice haya alcanzado un punto en el que no pueda contestar a ciertas preguntas
básicas sobre ella, se suicide. El episodio muestra con claridad lo que significa “perder la
identidad”. Significa hablar de sí mismo para salvar los últimos pedazos de una vida rota.
Entender que el yo es una construcción, más que del futuro, del pasado, ese cúmulo de
presente acumulado en la forma de la reminiscencia.

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CINE
'Siempre Alice': se deteriora
la mente pero no la vida
Tocando fibras. La ganadora del Óscar, Julianne Moore, brilla y
conmueve en un filme en el que el alzhéimer es la médula del drama

Alexánder Sánchez. 19 marzo, 2015


“Perder la cabeza es algo terrible, pero las espléndidas actuaciones
de Siempre Alice ( Still Alice , 2014) hacen que el dolor valga la pena”,
escribió emocionado Kenneth Turan, crítico de Los Angeles
Times luego de complacerse con el conmovedor drama.

No se equivocaba Turan. Julianne Moore, como protagonista de esta


historia sobre el mal de alzhéimer, la familia y la adaptación gradual a
una inesperada forma de vida, arrasó con el Óscar, el Bafta y el Globo
de Oro a mejor actriz.

Moore, con su impecable trabajo, lleva las riendas de una historia


teñida de realidad, donde el dolor por la perdida y el deterioro
cognitivo, llega a diluirse en el abrazo de la familia y la lucha tenaz de
una mujer.

Desde hoy, en los cines ticos, descubra con Siempre Alice un drama


que narra la vida de Alice Howland (Moore), una mujer plena y muy
orgullosa de una vida profesional exitosa.
Duro proceso. | KRISTEN STEWART ENCARNA A LYDIA EN SIEMPRE ALICE . ELLA ES
HIJA DE ALICE Y, COMO TAL, DEBERÁ ENFRENTAR LA ENFERMEDAD DESDE UN
ÁNGULO MUY COMPLICADO. ROMALY PARA LN
“A los 50 años, Howland es profesora de Psicología Cognitiva en
Harvard y una experta lingüista de fama mundial. Además, tiene un
marido exitoso y tres hijos adultos”, dice la sinopsis oficial del filme.

Howland lo tiene todo, hasta que un olvido inexplicable nubla de


inmediato su existencia. Algo pasa, ¡tiene alzhéimer!
“Cuando empieza a sentirse desorientada –producto de su seria
enfermedad–, la vida cambia gradualmente. Se transforma su relación
con su familia y también con el mundo”, agrega el argumento.

Alice pierde facultades, pero no su amor por la vida. Apenas se entera


de su enfermedad, Howland luchará por no perder su conexión con
ella misma y mucho menos con su entorno.

En esa línea, la película dirigida por Richard Glatzer y Wash


Westmoreland, muestra el proceso que el paciente vive desde los
primeros lapsus de alzhéimer hasta que es consciente de que algo va
mal.

“Otros filmes de este corte se enfocan en la familia del paciente,


en Siempre Alice , en cambio, se ve el interior del personaje, lo que
siente”, dijo Moore en las notas de producción del filme.

También, la cinta transmite la idea de que el diagnóstico no implica un


desenlace definitivo, pues existe una evolución donde abundan días
buenos y malos. El mensaje es claro y contundente: hay que vivir el
momento y aprovecharlo al máximo.

La trama demuestra que Alice sigue siendo Alice porque la tenacidad


y la insistencia que le han hecho llegar tan lejos no desaparecen con
un golpe como este.

Entorno en crisis. Con gran tino, Siempre Alice plantea grandes


preguntas en cuanto al entorno de la persona enferma.
Brillante. | POR SU PAPEL EN SIEMPRE ALICE , JULIANNE MOORE GANÓ EL ÓSCAR,
EL BAFTA Y EL GLOBO DE ORO A MEJOR ACTRIZ.ROMALY PARA LN
Una de ellas es: ¿cómo cambia la percepción de los seres queridos
ante el enfermo? La otra se centra en la fase inicial de la enfermedad:
¿cómo se hace para no juzgar a la persona?

A medida que avanza la enfermedad , aumentan los malentendidos,


la confusión y los olvidos, mientras que la aprehensión, la sensatez y
el entendimiento tienen un papel crucial en la relación con la persona
enferma.
En síntesis, Siempre Alice evidencia que detrás de cada caso del
alzhéimer, hay una familia y un cuidador. El entorno de la persona
diagnosticada no está preparado para la enfermedad, pero tiene que
entender que debe enfrentarse a ella con valentía.

En la película, esa batalla la librarán John Howland (Alec Baldwin), el


esposo de Alice. Además, entran en el drama figuras como Kristen
Stewart ( Crepúsculo ), quien da vida a Lydia, una de las hijas de
Alice.

Cada miembro de la familia enfrentará el alzhéimer de formas muy


distintas, pero ninguno saldrá ileso del drama. En Siempre Alice , hay
lecciones para todos.

“ Siempre Alice significará mucho para mucha gente. No solo aquellos


cuya vida esté afectada por el alzhéimer, sino a cualquiera a quien
pudiera afectarle”, aseguró Tim Robey , de Telegraph .

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