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LA SEGUNDA ESCLAVITUD Y EL CAPITALISMO MUNDIAL: UNA PERSPECTIVA PARA LA

INVESTIGACIÓN HISTÓRICA
Author(s): Dale Tomich and Patricia Muñoz Luna
Source: Historia Social , 2018, No. 90 (2018), pp. 149-164
Published by: Fundacion Instituto de Historia Social

Stable URL: http://www.jstor.com/stable/44685868

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Teoría y Método

LA SEGUNDA ESCLAVITUD Y EL
CAPITALISMO MUNDIAL: UNA PERSPECTIVA
PARA LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA
Dale Tomich

Introducción

"The Second Slavery: Bonded Labor and the Transformation of the Nineteenth Cent
World Economy" se publico por primera vez en 1988, 1 en un periodo en que el inter
los estudiosos marchaba por otros derroteros, y el texto llamó poco la atención. Vein
años después, quizás por los problemas creados por la globalización, el aumento de la
sigualdad social y la crisis económica, un número cada vez mayor de historiadores y
presentantes de las ciencias sociales volvió de nuevo a estudiar los procesos de camb
gran escala y a largo plazo. La historia mundial, la historia del capitalismo y capitalism
esclavitud, entre otros fenómenos, han ido adquiriendo en la actual agenda del pensam
to una relevancia como nunca antes habían tenido. En este contexto, el concepto de se
da esclavitud ha atraído la atención de numerosos intelectuales, que han visto en él
manera productiva de replantear antiguos problemas y proponer otros nuevos. Ha gen
do un extenso debate en Latinoamérica, el Caribe, Europa y Estados Unidos.2 Este te
pretende explicar el enfoque metodológico y teórico en el que se fundamenta el conce
de segunda esclavitud con el fin de hacer patentes sus implicaciones no solo en la fo
de abordar la relación entre capitalismo y esclavitud sino, también, para el estudio
cambio en la economía-mundo en general.

* Este texto fue presentado en enero de 2017 en la sesión de apertura del Annual Meeting of the Ameri
Historical Association. Quisiera expresar mi agradecimiento a Richard Lee, Patrick Manning, Rafael Marq
Philip McMichael, José Antonio Piqueras, Luiza Moreira y Michael Zeuske por su aliento y comentarios
borradores anteriores de este documento.
1 Dale Tomich, "The 'Second Slavery': Bonded Labor and the Transformation of the Nineteenth Century
World Economy", en Francisco O. Ramirez (ed.), Rethinking the Nineteenth Century: Movements and Contra-
dictions , Greenwood Press, Westport CT, 1988, pp. 103-107. Reeditado en Dale Tomich, Through the Prism of
Slavery : Labor, Capital, and World Economy, Rowman and Littlefield, Lanham MD, 2004, pp. 56-71.
2 Este debate ha generado ya una abundante producción teórica. Para una vision general de algunas de es-
tas perspectivas en su contexto historiográfico, véase Dale Tomich (ed.), Slavery and Historical Capitalism du-
ring the Nineteenth Century, Lexington Books, Lanham MD, 2017.

Historia Social, n.° 90, 2018, pp. 149-164. 149

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El concepto de segunda esclavitud

El concepto de segunda esclavitud representa el intento de explicar la extraor


expansión de nuevas fronteras de producción agrícola en la modalidad de plantac
esclavos: algodón en el sur de Estados Unidos, azúcar en Cuba y café en Brasil du
siglo xix, y su papel en las transformaciones económicas y políticas de la econom
do de ese siglo.3 Estas zonas de implantación de la segunda esclavitud tienen un e
interés ya que su evolución se contrapone a las interpretaciones imperantes de la
tud en el continente americano, que consideran la esclavitud un fenómeno incom
con una economía capitalista industrial moderna y unas ideas y unos valores políti
rales. Esas ideas sobre el carácter arcaico o anacrónico de la esclavitud en el mundo mo-
derno llevan tiempo discurriendo en el contexto de las narrativas nacionales construidas en
torno a nociones lineales de tiempo y progreso. En el marco de esos relatos, se ve la escla-
vitud como institución destinada a desaparecer con el nacimiento de la modernidad capita-
lista liberal y, por consiguiente, la persistencia o no del régimen esclavista marcaría la dis-
tinción entre una sociedad nacional atrasada o una sociedad nacional de progreso. Más
recientemente, se ha producido un cambio de orientación en la aproximación teórica a es-
tos problemas y la opinión general se inclina ahora a favor de la tesis de que la esclavitud
moderna es una forma de capitalismo, aun cuando muchos historiadores sigan pensando
que la esclavitud es una institución socioeconómica no capitalista incompatible con mer-
cados libres y capitalismo industrial. A pesar de este cambio, siguen siendo hoy todavía
objeto de escaso interés las consecuencias que tiene ver la esclavitud como fenómeno ca-
pitalista. Rara vez se articulan, y no digamos se examinan, algunos problemas conceptua-
les clave. ¿Qué se entiende por capitalismo? ¿Por qué es capitalista la esclavitud? ¿Cuáles
son las consecuencias de examinar la esclavitud bajo ese prisma? Con demasiada frecuen-
cia, la esclavitud se subsume simplemente en una concepción generalizada de capitalismo,
entendido como la búsqueda de beneficio mediante una producción orientada al mercado.
La rentabilidad del régimen esclavista sirve, pues, para descartar sin más los motivos eco-
nómicos de su abolición en favor de los ideológicos y los políticos, lo que, de nuevo, vuel-
ve a situarlo en un escenario nacional. Incluso en un marco capitalista, la esclavitud se si-
gue contemplando como un fenómeno nacional al que se atribuye un carácter anómalo,
frente a una modernidad económica y política liberal idealizada considerada normativa.
Contrariamente a tales suposiciones, el trabajo que se ha desarrollado desde la pers-
pectiva de la segunda esclavitud propone que las nuevas zonas de producción esclava se
formaron como elementos de un ciclo distintivo de expansión económica y geográfica de
la economía-mundo capitalista que transformó el mundo atlántico durante la primera parte
del siglo xix. Las condiciones necesarias fueron los procesos económicos mundiales de in-
dustrialización y urbanización, la reestructuración de los mercados mundiales, la descolo-
nización y la formación de Estados nación en el continente americano, además del desa-
rrollo de la concepción liberal de la política y la economía. Por una parte, estas zonas
satisfacían, mediante la expansión y la reorganización a gran escala del trabajo esclavo, la
creciente demanda mundial de algodón como materia prima industrial, y del azúcar y el
café para consumo de las clases trabajadoras y medias concentradas en los centros urbanos
del Atlántico Norte. Por la otra, se vieron configuradas por las fuerzas políticas de la Era

3 Es importante señalar que el concepto de segunda esclavitud no ha de centrarse en las historias naciona-
les per se, sino en zonas específicas de producción dentro de formaciones nacionales. El concepto puede así
contribuir a comprender la evolución heterogénea regional no solo dentro de estados nacionales, sino, también,
dentro de la economía-mundo. Véase Rafael Marqúese y Ricardo Salles, "Slavery in Nineteenth Century Brazil:
150 History and Historiography", en D. Tomich (ed.), Slavery and Historical Capitalism.

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de las Revoluciones y se enfrentaron a las fuerzas defensoras de la abolición de la esclavi-
tud y la descolonización. La independencia de Estados Unidos, la revolución haitiana y la
independencia de las colonias latinoamericanas destruyeron el sistema colonial del Atlán-
tico (que había servido de soporte estructural de los sistemas esclavistas precedentes) y
dieron lugar a la formación de Estados nación independientes en América. Al mismo tiem-
po, surgieron movimientos e ideologías liberales y antiesclavistas llenos de vigor por todo
el mundo atlántico y Gran Bretaña se situó a la cabeza de los esfuerzos por abolir el co-
mercio internacional de esclavos, la sangre que alimentaba la segunda esclavitud. Eran,
precisamente, estas corrientes las que definían la política proesclavista de la segunda es-
clavitud, la cual, por lo demás, estaba a menudo anclada en conceptos liberales de econo-
mía y Estado.4
La esclavitud en estas nuevas fronteras agrícolas quedó configurada en el marco de
una constelación sin precedentes de fuerzas políticas y económicas. Su carácter sistemico
y su significado se vieron profundamente alterados. En el centro de esta segunda esclavi-
tud expansiva se encontraba el restablecimiento del trabajo esclavo como fuerza producti-
va a gran escala, es decir, la concentración masiva de trabajadores esclavizados dedicados
a la producción de monocultivos agrícolas y a la creación de nuevos espacios productivos
para satisfacer la creciente demanda del mercado mundial. La producción agrícola en las
nuevas zonas de la segunda esclavitud tuvo que adaptarse a los nuevos mercados postcolo-
niales, más competitivos y de rápida expansión. Cada zona se caracterizaba por una mayor
magnitud geográfica y económica de la producción, la expansión e intensificación del tra-
bajo esclavo y la incorporación de nuevas tecnologías de producción y transporte. Cada
una de ellas ocupaba la primera línea mundial en la producción objeto de su monocultivo
y cada una consiguió una expansión sin precedentes durante la primera mitad del siglo
xix. El surgimiento de las nuevas zonas de implantación de la segunda esclavitud reestruc-
turó el diseño general del comercio atlántico. El sur de Estados Unidos se convirtió en el
principal exportador de algodón en bruto a Gran Bretaña y Estados Unidos, a su vez, en el
principal mercado de azúcar cubano y café brasileño. Estas zonas generaron tal demanda
de mano de obra que elevaron el tráfico atlántico de esclavos, legal e ilegal, al mayor nivel
de su historia. Estados Unidos y Brasil mantenían, además, un volumen significativo de
tráfico interno de esclavos. Los destinos de esta mano de obra forzada eran casi exclusiva-
mente las nuevas fronteras extractivas. Las zonas de la segunda esclavitud eran parte inte-
grante de la formación del orden capitalista industrial liberal del siglo xix e ilustrativas de
los antagonismos y contradicciones de ese mismo orden.

La segunda esclavitud y el sistema-mundo

El concepto de segunda esclavitud señala a la especificidad espacial y temporal de es-


tas nuevas fronteras de la producción esclavista. Se opone a los paradigmas convenciona-
les con los que se han interpretado los fenómenos esclavistas de América, viéndolos no
como anacronismos o vestigios de tiempos pasados, sino como aspectos integrales de la
formación del orden político y económico mundial del siglo xix. Es, creo, lo que Pierre
Bourdieu denomina un "concepto abierto".5 Nos permite reunir y reinterpretar, dentro de
un nuevo marco hermenêutico, fenómenos dispares que ya son conocidos pero que no se

4 Domenico Losurdo, Liberalism. A Counter-History, Verso, Londres, 201 1. Dale Tomich (ed.), The Poli-
tics of the Second Slavery, State University of New York Press, Albany, 2016.
5 Pierre Bourdieu, In Other Words. Essays Towards a Reflexive Sociology, Stanford University Press,
Stanford, 1990, pp. 40-41. 151

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tienen en cuenta, se dan por supuestos o se tratan como anomalías o anacronismos. Al
mismo tiempo, nos permite formular preguntas nuevas que investigar. Los cambios sustan-
tivos implicados en el desarrollo de la segunda esclavitud son, sin duda, ingentes y ya han
sido percibidos por los historiadores. La segunda esclavitud representa una nueva forma
de ver e interpretar estos procesos. En lugar de proceder a una comparación formal-con-
vencional de distintas sociedades con esclavos, busca rastrear las secuencias de cambio
histórico que transformaron las relaciones de esclavitud en cada una de estas nuevas zonas
durante este período, y extraer implicaciones para nuestra comprensión de la esclavitud y
el desarrollo de la economía-mundo capitalista.6
El concepto de segunda esclavitud se construye dentro de las tesis y los procedimien-
tos metodológicos que se derivan de la perspectiva de los sistemas-mundo, si bien, al mis-
mo tiempo, reformula esa perspectiva con el fin de proporcionar una explicación más ade-
cuada de la especificidad de cada formación social y la complejidad de los procesos
históricos que componen y recomponen el sistema-mundo capitalista. No solo pone de
manifiesto el carácter diferenciado de la esclavitud en Brasil, Cuba y el sur de Estados
Unidos durante el siglo xix, sino que, además, dirige la atención al carácter dinámico de la
institución esclavista dentro de la expansión y la reformación de la economía-mundo y la
coexistencia e interdependencia de la esclavitud, el trabajo asalariado (y, por implicación,
otras formas de trabajo productor de mercancías, incluidas combinaciones de trabajo coac-
tivo y trabajo libre o de subsistencia) y la producción industrial dentro de una división uni-
ficada internacional del trabajo. De esta forma, busca contribuir a nuestra comprensión del
carácter dinámico del propio sistema-mundo. En oposición a las narrativas lineales de la
esclavitud y al binomio esclavitud y libertad, ya se plantee de forma global ("universal-
mente") o se repita en cada contexto nacional, este enfoque formula el problema de la pro-
ducción esclavista en términos de relaciones globales-locales. Trata de comprender de qué
manera cada formación esclavista específica es producto de procesos del sistema-mundo y
de qué manera esas formaciones contribuyen a la estructuración y la reestructuración del
sistema-mundo capitalista. Al explicar históricamente la especificidad de estas tres forma-
ciones esclavistas dentro de los procesos que reconfiguran el sistema-mundo durante el si-
glo xix, esta perspectiva contribuye también a explicar el sistema-mundo en general.
Desde la perspectiva del concepto de segunda esclavitud la investigación local se
construye de una forma que revela lo global. Complejos histórico-geográficos de carácter
local de la institución esclavista se conciben como partes integrantes de un todo mayor
que evoluciona históricamente. Se forman dentro de campos más amplios de relaciones y
significado, de los que son componentes. Este enfoque proporciona un medio con el que
comprender la diversidad y complejidad de relaciones globales-locales generadas históri-
camente. Revela diferencias espacio-temporales entre fenómenos aparentemente similares:
esclavitud, plantación, colonialismo, fronteras, etc. Papel, función y significado son espe-
cíficos dentro de la creación y la recreación del todo. Cada complejo histórico-geográfico
-es decir, la frontera estadounidense del algodón, la frontera cubana del azúcar y la fronte-
ra brasileña del café- es un punto de concentración específico de relaciones y procesos

6 Terence K. Hopkins, "The Study of the Capitalist World-Economy: Some Introductory Considerations",
en Terence K. Hopkins, Immanuel Wallerstein et al., World-Systems Analysis: Theory and Methodology, Sage
Publications, Beverley Hills, 1982, pp. 29-32; Dale Tomich, "Small Islands and Huge Comparisons: Caribbean
Plantations, Historical unevenness, and Capitalist Modernity", en Francisco O. Ramirez (ed.), Rethinking the
Nineteenth Century : Movements and Contradictions , Greenwood Press, Westport CT, 1988, pp. 103-107 [reedi-
tado en Tomich, Through the Prism of Slavery, pp. 56-71]; Dale Tomich, 'Commodity Frontiers, Spatial Eco-
nomies, and Technological Innovation in the Caribbean Sugar Industry", en Adrian Leonard y David Pretel
(eds.), The Caribbean and the Atlantic World Economy : Circuits of Trade, Money, and Knowledge, 1650-1914,
152 Palgrave Macmillan, Basingstoke y Nueva York, 2015, pp. 184-216.

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que operan en diversos niveles espaciales y temporales. Al mismo tiempo, el todo global
se crea y recrea a través de los particulares históricos comprendidos en él.
Aquí se tratan los conceptos de "global" y "local" no como entidades separadas onto-
logicamente o "niveles" independientes de análisis, sino como polos opuestos de una serie
unificada de relaciones. Cada elemento o fenómeno concreto se forma a través de sus rela-
ciones con todos los demás elementos como partes de un sistema-mundo unificado y es-
tructurado del que se derivan su significado y su función. Desde esta perspectiva, cada for-
mación social concreta se concibe como una configuración específica de condiciones,
relaciones y procesos de diversa extensión espacial y temporal -no necesariamente coinci-
dente con las fronteras de la unidad local, sino convergente con ella para determinar su ca-
rácter individual. Cada uno de estos complejos histórico-geográficos tiene su propia histo-
ria y es producto de esa historia individual, aunque contextualizada. Sin embargo, como
unidades analíticas, esas formaciones no se entienden como entidades autónomas e inte-
gradas, cada una con su propia economía, política y sociedad, y, por tanto, su propia histo-
ria "interna", dentro de sus fronteras. Por el contrario, han de entenderse como resultados
que se producen y reproducen continuamente por medio de la diversidad de relaciones y
procesos históricos de los que forman parte. En términos generales, podemos interpretar
esos procesos como las historias que preceden a la incorporación en el sistema-mundo ca-
pitalista, las condiciones históricas específicas de la incorporación y las historias de su
producción y reproducción dentro del sistema. Con la incorporación en las relaciones eco-
nómicas mundiales, cada historia local concreta se reorienta y reestructura. Se forma den-
tro de la historia de la economía-mundo unificada de la que forma parte. Así pues, cada
historia local concreta se considera producto de la confluencia de relaciones y procesos
que operan a través de múltiples planos espacio-temporales: desde las condiciones am-
bientales específicas de su ubicación hasta el mercado mundial y el sistema interestatal.
Constituye un complejo histórico-geográfico diferenciado que se entiende no como una
unidad autónoma, independiente e internamente cohesionada con su propia historia, sino,
como lo he denominado en otro lugar, "la faz local del proceso mundial".7
Esta concepción de las formaciones particulares como partes del conjunto del siste-
ma-mundo nos obliga a reconsiderar el concepto totalizador de economía mundo y sus im-

7 Dale W. Tomich, Slavery in the Circuit of Sugar. Martinique and the World-Economy, 1830-1848, se-
gunda edición revisada, State University of New York Press, Albany, pp. 133-192. 153

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plicaciones metodológicas. En este caso, el todo no se identifica con la totalidad de he-
chos, con la suma incognoscible de todo el conocimiento posible del mundo histórico,
sino con la fase inicial de la apropiación teórica de la realidad histórica, un constructo me-
todológico cuya finalidad es seleccionar, ordenar, analizar e interpretar determinados he-
chos. Difiere, pues, de dos nociones comunes del todo. En primer lugar, la economía mun-
do en su conjunto no ha de entenderse simplemente como la suma de sus partes, a la que
puedan añadirse o de la que puedan eliminarse o reorganizarse partes diversas a voluntad.
Esa concepción deja fuera de consideración las relaciones históricas entre las partes, su in-
teracción y su formación mutua. En segundo lugar, la totalidad de la economía-mundo no
ha de entenderse como una estructura superior, que ya viene dada, una realidad diferencia-
da que existe por encima de sus partes. Buen ejemplo de esta idea es la propuesta de Char-
les Tilly de "comparación globalizadora", con la que trata de proporcionar relatos causales
más adecuados para explicar la variación entre hechos situándolas dentro de una estructura
o proceso superior. Las explicaciones de las similitudes o las diferencias entre hechos son
consecuencia de sus relaciones con este todo rector. De este modo, la comparación y la ex-
plicación causal se basan históricamente en un contexto espacio-temporal concreto pro-
porcionado por la unidad gobernante.8 En esta formulación, el conjunto se contempla
como una entidad independiente que prevalece sobre sus partes. A su vez, las partes subor-
dinadas son conceptualmente independientes entre sí y con respecto al conjunto.
El reto es dejar de tratar el todo y las partes como si hicieran referencia a entidades
empíricas discretas que se oponen entre sí como entes independientes. Un todo rector de
estas características, completo y ya determinado, no sería más que una abstracción incapaz
de explicar la riqueza y la complejidad de las partes y de las relaciones entre ellas (To-
mich, 2004: 123-124; Kosík, 1976: 17-32). La formación y la interrelación de las unidades
volverían a quedar fuera del foco de atención.
Por el contrario, el enfoque que aquí se propone concibe la economía mundo como
un todo formado a través de la relación y la interacción históricamente dinámicas entre sus
partes y que le otorgan su estructura específica. Al mismo tiempo, el todo unifica y ordena
las relaciones entre esas partes y les da, por tanto, coherencia como sistema. Lo global y lo
local están, pues, conectados intrínsecamente y se recrean entre sí. Pero uno no puede re-
ducirse al otro. Lo local conserva su carácter particular, aun cuando se reproduzca dentro
del ámbito de las relaciones de la economía mundial. Define al todo del mismo modo que
se define a sí mismo. A la inversa, el todo global no es superior ni puede darse al margen
de sus partes locales porque se forma mediante su interacción con ellas. Asimismo, el sig-
nificado de cada parte local nace de su posición dentro de las relaciones que forman el
todo global. De este modo, la economía-mundo se concibe como una relación que, a la
vez, es estructurada y estructura la dinámica relación entre el todo y sus partes.9
El desarrollo histórico de cada una de estas tres fronteras extractivas de la segunda
esclavitud es, simultáneamente, global y local. En lugar de interpretar el sur de Estados
Unidos, Cuba y Brasil como sociedades con una economía de plantación de régimen es-
clavista separadas aunque comparables, con combinaciones equiparables de tierra, trabajo
esclavo y tecnología, este enfoque las considera "conjuntos de relaciones" claramente di-

8 Charles Tilly, Big Structures, Large Processes, Huge Comparisons , Russell Sage Foundation, Nueva
York, 1984, pp. 60, 74, 125-143.
9 Karol Kosík, Dialectics of the Concrete: A Study on Problems of Man and World , D. Reidel Publishing,
Dordrecht, 1976, pp. 22-23. El enfoque de los sistemas-mundo trasciende, por tanto, las relaciones bilaterales
entre metrópolis y satélites propuestas por las teorías de la dependencia o el subdesarrollo y nos permite com-
prender relaciones y procesos complejos y multilaterales e incorporar diversas temporalidades y ampliaciones
154 espaciales a nuestro análisis.

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ferenciados.10 Estos "conjuntos" se explican como fenómenos provisionalmente aislados
que se forman dentro de procesos unitarios generales del sistema-mundo. En cada caso, se
movilizaron tierra, trabajo esclavo y capital y se implantaron las tecnologías adecuadas a
cada cultivo en condiciones ambientales, geográficas e históricas concretas, creando zonas
diferenciadas de producción. Estas configuraciones específicas de relaciones materiales,
sociales y económicas establecieron nuevos circuitos mercantiles firmemente anclados en
la incipiente división industrial del trabajo. En consecuencia, cada uno de estos espacios es
un resultado histórico concreto, formado a través de su relación con esos otros espacios y
con la economía-mundo en su conjunto. Es posible que esas formaciones compartan entre
sí características, en distintos grados, pero cada una es necesariamente singular en su di-
mensión espacial y temporal y, a la vez, todas ellas forman el conjunto de la economía-
mundo.

El problema del método

El enfoque que aquí se presenta no es una teoría, es una perspectiva, un método de


investigación de una diversidad de problemas. Pero no es un método arbitrario: debe se
adecuado al problema que se examina. La perspectiva del sistema-mundo invierte la lógic
de las ciencias sociales convencionales o de la historia comparada. Desde este prisma, l
lógica de la investigación no trata de construir el todo sumando las partes ni busca "vari
ciones en las leyes" entre casos equiparables. En lugar de presumir la existencia de un
multiplicidad de unidades comparables e independientes (sociedades), presupone la exi
tencia de una única economía-mundo unificada en la que cada parte local está constituid
de manera diferente de las otras y ocupa un lugar espacio-temporal diferenciado. Estas
presunciones teóricas requieren distintos procedimientos metodológicos. Dado que las r
laciones entre lo global y lo local se conciben como relaciones entre la parte y el todo, l
relaciones entre las unidades contempladas se consideran jerárquicas y asimétricas. El
todo y la parte no pueden reducirse uno al otro. La totalidad se forma mediante la relación
de sus partes, pero es superior a cualquier parte y regula la relación entre ellas: las part
son el producto de su relación con el todo, pero no se puede establecer directamente un
equivalencia con este. En consecuencia, las estrategias causales y comparativas deben te-
ner en cuenta esta estructura asimétrica y relacional. Las unidades bajo examen no son i
dependientes entre sí, pero tampoco equiparables. Más bien, los distintos fenómenos est
interrelacionados y adquieren su significado de su posición dentro del conjunto. La caus
lidad histórico-social está vinculada necesariamente a la compleja interdependencia e int
racción de la relaciones diversas. En consecuencia, la tarea del análisis es diferenciar y d
finir las relaciones y los procesos concretos dentro de la unicidad de la economía-mund
en su conjunto. De este modo, es posible determinar la naturaleza específica del todo.
En este marco, las relaciones que crean y recrean las unidades tienen más interés qu
las propiedades de esas unidades. Cada unidad en particular es "resultado parcial de cau-
sas complejas y causa parcial de resultados complejos".11 Visto de esta forma, los atribut
o las características de cada unidad son marcadores o puntos de referencia para la com-
prensión de procesos sistémicos. Analizándolos desde esa perspectiva, es posible determ
nar cómo se forman dentro de campos más generales de relaciones y procesos y cómo r

10 Eric R. Wolf, Europe and the People Without History , University of California Press, Berkeley, 1982,
p. 2.
11 Terence K. Hopkins, "World-Systems Analysis: Methodological Issues", en Terence K. Hopkins, Im-
manuel Wallerstein et al., World-Systems Analysis: Theory and Methodology , p. 147. 155

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velan procesos del sistema-mundo. Esta concepción de un sistema-mundo estructurado y
unificado con partes subordinadas nos permite distinguir entre la unidad de análisis y uni-
dades concretas de observación. En el primer caso, se hace referencia al concepto de siste-
ma-mundo, en conjunto, como marco analítico (las hipótesis y presunciones que guían la
investigación). En el segundo, se trata de las unidades concretas que son seleccionadas
como objeto de investigación y que se reconstruyen teórica e históricamente seleccionan-
do, evaluando e interpretando de manera crítica los hechos pertinentes; analizando en de-
talle las formas de su desarrollo e indagando las relaciones a través de las cuales se conec-
tan con el sistema-mundo. Podemos, pues, estudiar constelaciones concretas
espacio-temporales de relaciones dentro del sistema-mundo, por ejemplo, Barbados, Ja-
maica o Cuba, pero son analizadas e interpretadas como parte de un todo histórico mun-
dial superior. Serían materializaciones concretas de procesos sistémico-mundiales, aun
cuando sean elementos constitutivos del sistema-mundo.
La distinción entre la unidad de análisis y las unidades de observación no ha sido de-
bidamente comprendida, tanto por parte de los proponentes de la noción de sistemas-mun-
do como de sus críticos. La supuesta incapacidad de la idea de sistemas-mundo para expli-
car la particularidad y la complejidad del cambio local o nacional es una de las razones
por las que numerosos estudiosos han mantenido una actitud crítica hacia esta perspectiva.
Sin embargo, en mi opinión, esas respuestas se deben a que no se han reconocido las tesis
y los procedimientos metodológicos específicos de la perspectiva del sistema-mundo, y
que se derivan de su carácter singular: al mismo tiempo marco conceptual para la organi-
zación de conocimientos (unidad de análisis) y relación histórica sustancial (unidad de ob-
servación). Como unidad de análisis, el concepto de sistema-mundo es el presupuesto me-
todológico de la investigación. Esta formulación del todo es necesariamente abstracta y
teórica. Es el punto de partida para la investigación de una realidad histórica y social que
todavía no se conoce. Las relaciones y los procesos que lo forman históricamente están
aún por describir y esta descripción solo puede darse por medio de la atribución teórica de
los detalles históricos. Así pues, el sistema-mundo como marco conceptual y punto de par-
tida es diferente de lo sistemico como producto de análisis e interpretación, el complejo
todo histórico estructurado como punto de llegada, como resultado del análisis.
Borrar la diferencia entre el sistema-mundo como presupuesto conceptual de investi-
gación y la concepción concreta del sistema-mundo como resultado de análisis da como
resultado una noción abstracta, estática y suprahistórica del todo sistemico que ha de darse
aislada y fuera de hechos igualmente aislados y abstractos. Esa noción no puede explicar
teóricamente la realidad empírica en su riqueza y complejidad históricas. Solo puede tratar
el todo como la suma de sus partes y, por tanto, el análisis histórico se reduce a la mera
clasificación de hechos abstractos en categorías predeterminadas. La explicación, pues, no
procede de las relaciones entre los hechos, sino de las relaciones entre categorías abstrac-
tas. Hechos y procesos se narran dentro de categorías inmutables. Dominan las categorías
descriptivas funcionales, y el sistema aparece como una "causa externa" siempre presente.
Se pone ante nosotros una estructura histórica sin historia.12
En el enfoque que aquí se postula, la finalidad de la investigación es comprender los
procesos del cambio y la transformación social, no catalogar características estáticas de un
fenómeno concreto. Partiendo del sistema-mundo como unidad de análisis, la investiga-
ción procede a través del examen de la unidad de observación que forma el objeto de estu-
dio. Puede tratarse de un proceso, una relación o una formación social en concreto o, in-
cluso, del propio sistema-mundo, dependiendo del problema seleccionado. La tarea del

156 i 12 K. Kosík. Dialectics of the Concrete , p. 22.

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análisis es describir las relaciones y los procesos específicos a través de los cuales se for-
ma la unidad con el fin de definirla como parte del todo. La reconstrucción teórica de la
unidad de observación dentro del todo de la economía-mundo revela la compleja interrela-
ción e interacción de los elementos a través de las cuales se forma. La parte, reconstruida
teóricamente, desempeña un doble papel en este enfoque: producto y productor. Por una
parte, la investigación trata de determinar las relaciones y los procesos específicos que for-
man la unidad observada y, por la otra, trata también de determinar de qué modo la parte
contribuye a la formación del todo del sistema-mundo reconstruyendo históricamente las
relaciones que estructuran y reestructuran ese todo. Por medio de este procedimiento, la
descripción y reconstrucción teórica de fenómenos históricos concretos contribuye al mis-
mo tiempo a la comprensión del sistema-mundo como estructura histórica específica de
relaciones y significados. El proceso de cognición regresa a su punto de partida, al siste-
ma-mundo en su conjunto, pero ahora como el resultado de investigación y análisis, una
reconstrucción empíricamente compleja del sistema-mundo como totalidad concreta y es-
tructurada de relaciones históricamente específicas.13 Este enfoque implica que la relación
entre capitalismo y esclavitud no puede resolverse con definiciones, sino que debe ser
abordada mediante la investigación empírica dentro de un marco teórico de combinaciones
dinámicas de diversas relaciones sociales, al tiempo que proporciona una perspectiva que
nos permite comprender series más generales de cambios a lo largo de la economía-mun-
do.

Incorporar la comparación: Jamaica, Guyana, Cuba

Quisiera pasar ahora a realizar una breve comparación entre Jamaica, Guyana y Cuba
durante el siglo xix con el fin de hacer una demostración práctica de este enfoque y expli-
car cómo se elaboró el análisis de la segunda esclavitud.14 Philip McMichael ha bautizado
la estrategia que se sigue aquí con la expresión "incorporar la comparación".15 Esta estra-
tegia no tiene validez universal, sino que basa la comparación en procesos sistémicos. En
este caso, la comparación no es un marco abstracto de investigación, sino su sustancia. Su
finalidad es dar contenido histórico a las relaciones global-local describiendo la especifi-
cidad de las relaciones y los procesos que forman el sistema mediante la comparación de
las partes.16 Mediante la comparación de los mecanismos de reestructuración de los com-
plejos histórico-geográficos locales y las relaciones dinámicas entre ellos, este enfoque es-
tablece diferencias espacio-temporales entre procesos aparentemente similares y amplía
nuestro conocimiento de la estructura cambiante de la economía-mundo en su conjunto.
La unidad de análisis sería una noción provisional de la economía-mundo capitalista
durante el ciclo de expansión material y económica entre 1815 y 1860. En contra de las es-
trategias comparativas tradicionales, Jamaica, Guyana y Cuba se contemplan no como ca-
sos independientes y equiparables de sociedades de plantación con régimen esclavista,
sino como partes de un todo superior. Representan resultados históricos diferenciados de
procesos dentro del sistema-mundo.17 Cada complejo histórico-geográfico es un caso dis-

13 K. Kosík. Dialectics of the Concrete , pp. 22-29.


14 Esta comparación está desarrollada más extensamente en Dale Tomich, "Commodity Frontiers, Spatial
Economies, and Technological Innovation in the Caribbean Sugar Industry", pp. 184-216.
15 Philip McMichael, "Incorporating Comparison within a World-Historical Perspective: An Alternative
Historical Method", American Journal of Sociology, 55:3 (1990), pp. 385-397.
16 Ibidem , p. 386.
17 Ibidem , p. 392. 157

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tinto de producción esclavista de azúcar dentro de una división de trabajo unificada en un
marco económico mundial. Cada uno tiene su historia particular, en la que tierra, trabajo
esclavo y tecnología se combinaban de formas diferentes con consecuencias diferentes.
Por tanto, tierra, trabajo y tecnología se dan no como "factores" o "variables" autónomos
y equivalentes, sino como relaciones sociales históricamente configuradas que se constitu-
yen de manera diferente en cada caso. Como partes del conjunto de la economía-mundo,
forman unidades de observación de procesos desarrollados en un marco económico mun-
dial.
Al poner el foco en la unidad de los procesos de la economía-mundo, este enfoque
abre una vía para la comprensión del carácter relacional de los casos que se comparan. En
lugar de buscar una contextualización externa, la comparación incorporada trata de rela-
cionar momentos aparentemente separados para verlos como componentes interconecta-
dos de un proceso o una coyuntura más generales en el marco de una historia mundial.
Esos casos interrelacionados "forman parte integrante del proceso histórico general que, a
la vez, es definido por ellos".18 La finalidad de la comparación es, pues, analizar cómo se
constituye históricamente cada caso examinado dentro de las relaciones que forman la
economía-mundo, y cómo las diferencias entre ellos son un factor determinante para el de-
sarrollo histórico. Con la comparación de las relaciones entre esos casos, podremos deter-
minar los procesos y las relaciones a través de los cuales se forman los diversos complejos
histórico-geográficos y, también, la estructura y organización del sistema-mundo como un
todo históricamente formado.
Una comparación de los complejos azucareros esclavistas de Jamaica, Guyana y
Cuba dentro del ciclo económico mundial dirige la atención hacia historias locales dife-
rentes como partes de la compleja estructura de la economía-mundo y reinterpreta la histo-
ria de la esclavitud. A los efectos de esta comparación, las principales características del
ciclo de expansión de la economía-mundo entre 1815 y 1860 serían la industrialización, la
urbanización y el crecimiento de la población, las revoluciones de Estados Unidos y Haití,
la independencia latinoamericana, el auge del movimiento antiesclavista en sus diferentes
formas, la abolición británica del tráfico de esclavos y la hegemonía económica y política
de Gran Bretaña en el sistema-mundo. La expansión y la reestructuración del mercado
mundial del azúcar fue un aspecto central de este ciclo de la economía mundial, y Jamaica,
Guyana y Cuba fueron importantes centros de producción. El final de las guerras napoleó-
nicas en 1815 fue el comienzo de la extraordinaria expansión de la producción azucarera
mundial y de la reorganización de los mercados mundiales. Este ciclo de expansión acen-
tuó la diferencia entre las antiguas colonias azucareras y las nuevas fronteras extractivas.
Jamaica, Guyana y Cuba tenían, cada una, una trayectoria histórica distinta que determinó
su reconfiguración como parte de la nueva división mundial del trabajo durante este ciclo
de expansión.
Jamaica era una vieja colonia con una economía de plantación. A mediados del siglo
xviii ya era la principal productora de azúcar de Gran Bretaña. Las mejores tierras para el
cultivo del azúcar, situadas en las llanuras costeras y los valles interiores de la isla, ya es-
taban ocupadas en la década de 1790. La revolución haitiana inició un movimiento de ex-
pansión hacia tierras menos favorables y entre 1792 y 1799 la producción casi se duplicó,
alcanzando su nivel máximo en 1804. Las condiciones geográficas y físicas unidas a la de-
manda de azúcar y la disponibilidad de capital y mano de obra esclava fueron determinan-
tes para la escala de la producción. La dimensión, el número y el emplazamiento de las
plantaciones y el tamaño y la composición de sus fuerzas de trabajo esclavas se organiza-

158 18 Ibidem , p. 389.

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ron de acuerdo con las condiciones materiales y técnicas que prevalecían en el siglo xvii.
La respuesta de Jamaica al nuevo ciclo de expansión a partir de 1815 fue contracción y
concentración. La industria azucarera había alcanzado sus límites medioambientales y so-
cioeconómicos. Se abandonaron las plantaciones de las áreas marginales y la producción
se contrajo a la zona original de las mejores tierras. Las haciendas de esa primera zona se
expandieron en algunos casos hacia tierras no ocupadas o no cultivadas o bien se fusiona-
ron. Se destinaron esclavos que se dedicaban a otras actividades a la producción azucarera
y los hacendados adoptaron nuevas tecnologías de molienda. Sin embargo, la escala de la
organización plantacionista había quedado ya determinada en el siglo xviii, por lo que los
incrementos de producción y eficiencia fueron marginales. En ausencia de un nuevo y am-
plio territorio para la expansión, la innovación tecnológica no tuvo un efecto transforma-
dor. Debido a la topografía de la isla y al entorno ya construido, resultaba difícil conseguir
la combinación óptima de tierra, mano de obra y tecnología. Pese a que Jamaica conservó
una posición de liderazgo mundial como productora hasta mediados de la década de 1820,
la producción se mantuvo relativamente estable e incluso descendió ligeramente hasta la
emancipación de los esclavos en 1834.
Gran Bretaña adquirió Guyana al final de las guerras napoleónicas. Este territorio fue
una nueva frontera de producción azucarera. Las 1.750 millas cuadradas (alrededor de
4.500 km.2) de llanuras costeras contenían grandes franjas de tierra virgen y ofrecían con-
diciones excelentes para el cultivo del azúcar. Sin embargo, la mayor parte de esta tierra se
encontraba al nivel del mar e incluso por debajo y su cultivo requería la construcción de
un complejo sistema de diques y canales. Debido a que gran parte de esta tierra no estaba
ocupada, fue posible la formación de grandes plantaciones adecuadas a las necesidades de
las nuevas tecnologías industriales para la producción de azúcar que comenzaron a utili-
zarse durante la primera mitad del siglo xix. No obstante, Guyana se incorporó al Imperio
después de que Gran Bretaña aboliera su tráfico de esclavos. A pesar de que se convirtió
en la colonia azucarera británica más importante, adolecía de una escasez crónica de mano
de obra. Con la abolición de la esclavitud se importaron asiáticos en régimen de servidum-
bre para hacer frente a la demanda creciente de mano de obra. Las plantaciones guyanesas
tenían mayor extensión, recibían mayor inversión de capital y estaban más avanzadas tec-
nológicamente que las del resto de las Antillas Británicas. El volumen de la inversión de
capital requerida para su explotación hacía necesaria la innovación tecnológica y la con-
centración de la tierra en unas pocas haciendas de enorme extensión para poder aprove-
char al máximo las ventajas de la nueva maquinaria y las condiciones favorables para la
agricultura. Los hacendados guyaneses pudieron incrementar la producción y la producti-
vidad mediante la fusión de plantaciones, las economías de escala, la innovación tecnoló-
gica y el control sobre salarios y fuerza de trabajo. Sin embargo, la producción de azúcar
no pudo superar las limitaciones geográficas de la zona costera y la producción en Guyana
se mantuvo relativamente estable.
Al igual que Guyana, la colonia española de Cuba fue una nueva frontera de produc-
ción de azúcar. Contenía unas 30.000 millas cuadradas (algo más de 48.000 km.2) de pra-
dera virgen que ofrecía unas condiciones inmejorables para el cultivo del azúcar. La indus-
tria azucarera cubana creció despacio después de la década de 1760, aunque el punto de
inflexión fue la revolución de los esclavos en Haití. La destrucción del primer productor
de azúcar del mundo brindaba a Cuba la oportunidad de convertirse en un importante pro-
ductor azucarero, siempre que pudiera liberarse de las restricciones que le imponía el colo-
nialismo español. Los hacendados de La Habana elaboraron una estrategia que contempla-
ba el derecho al libre tráfico de esclavos y al libre comercio de azúcar y la aplicación de la
ciencia y la tecnología a la producción de azúcar y que marcó las pautas para el desarrollo
de la industria azucarera durante la primera mitad del siglo xix. Por otro lado, la agricultu-
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ra cubana en general, y el azúcar en particular, consiguieron liberarse en 1815 de las res-
tricciones que imponía la Armada española en la tala de árboles cuando esta perdió el con-
trol sobre los bosques y el vasto interior de la isla quedó libre para la producción azucare-
ra. De esta manera el cultivo del azúcar se extendió a costa de las masas forestales de la
isla. Sin embargo, la gran extensión del área dedicada al azúcar fue en realidad un obstá-
culo para su desarrollo. Solo con la construcción de una red de ferrocarriles que comenzó
en 1837 se abrió el interior a la industria azucarera. El tren permitió la radical transforma-
ción tecnológica de la industria del azúcar en Cuba. La primera mitad del siglo xix fue tes-
tigo de una serie de innovaciones tecnológicas en las actividades de molienda y refino que
incrementaron en gran medida la cantidad y la calidad del azúcar producido. Cada innova-
ción requería más suelo y más esclavos para conseguir eficiencia y rentabilidad óptimas.
Con cada innovación el tren permitía a los productores expandirse a nuevas tierras y cons-
truir plantaciones más grandes. Además, la demanda de mano de obra generada por las
plantaciones de azúcar elevó el tráfico de esclavos a Cuba a niveles nunca antes vistos, a
pesar de la presión británica para la abolición del comercio internacional de esclavos. A fi-
nales de la década de 1820 Cuba era la primera productora mundial de azúcar y llegó a du-
plicar su producción cada diez años hasta bien entrada la década de 1870. En 1860 conta-
ba con más de 900 ingenios azucareros entre instalaciones semimecanizadas y totalmente
mecanizadas y representaba la cuarta parte de la oferta mundial.

Producción comparativa de azúcar, 1807-1866


(Promedio ponderado de 5 años)

Fuente: Noel Deerr: The History of Sugar, Chapman and Hall, Londres, 2 vols., 1949:
I, pp. 126, 131, 193-204.

Tratar Jamaica, Guyana y Cuba como complejos histórico-geográficos diferentes y


no como casos uniformes y comparables nos permite dar cuenta de la diversidad y la com-
plejidad de los procesos que componen cada zona productora de azúcar. En contra de las
interpretaciones que consideran la esclavitud una institución atrasada, premoderna y pre-
capitalista, la perspectiva que aquí se propone centra la atención en las formas específicas
160 en que los hacendados de cada lugar expandían y reestructuraban la producción de acuer-

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do con las nuevas condiciones imperantes en el mercado a partir de 1815. Al mismo tiem-
po, revela las limitaciones geográficas, materiales y socioeconómicas concretas a las que
cada una debía hacer frente. Los distintos resultados no son simplemente producto de las
características inherentes a Jamaica, Guyana y Cuba, sino que se derivan de la interrela-
ción entre las tres zonas y su interacción recíproca en el marco de la economía-mundo en
expansión del siglo xix. Podría decirse que representan resultados divergentes de los pro-
cesos unificados que forman la economía-mundo y, en especial, el mercado azucarero
mundial, durante el siglo xix. Los esfuerzos de los hacendados de Jamaica por incrementar
la productividad y la eficiencia de sus haciendas reforzaron progresivamente la organiza-
ción espacial y social preexistente de la producción. A pesar de los esfuerzos por adoptar
nuevas tecnologías y reorganizar el trabajo esclavo, los hacendados jamaicanos se vieron
cada vez más marginados. Por el contrario, los hacendados de Guyana y Cuba tuvieron
que invertir en la utilización eficiente y rentable de los recursos a su disposición para po-
der superar la ventaja productiva inicial de Jamaica. Con una mayor extensión de tierra
cultivable a su alcance y acceso a un suministro de mano de obra que podía ser empleada
productivamente en sus territorios ampliados, ya fuera en régimen de esclavitud o de ser-
vidumbre, fundaron haciendas de mayor dimensión y eficiencia, incorporaron las tecnolo-
gías más avanzadas y produjeron más y mejor azúcar con la que Jamaica no pudo compe-
tir. Tanto Jamaica como Guyana disfrutaron de una situación de favor en el mercado
británico (a pesar de que la demanda británica superara a la producción antillana ya en la
década de 1830) al menos hasta la derogación de las leyes de protección del cereal ( Corn
Laws) y el comienzo de una política de libre comercio en 1846. Cuba, por otro lado, tuvo
que comercializar su azúcar en mercados competitivos y bajo la constante presión de me-
jorar eficiencia y productividad. Si Guyana se vio constreñida por unos límites espaciales
y socioeconómicos concretos, la profusión de tierra y mano de obra esclava de que disfru-
taba Cuba permitió a los hacendados a reestructurar continuamente su producción en torno
a las nuevas tecnologías. El extraordinario incremento de la producción azucarera cubana
le permitió dominar la producción internacional y reestructurar el mercado mundial.
Mano de obra esclava, tierra y tecnología en Jamaica, Guyana y Cuba adquirieron su
función y su significado de su posición dentro de unas configuraciones dinámicas específi-
cas, históricamente interrelacionadas dentro de las relaciones y los procesos que formaban
la economía-mundo. La comparación de estos tres casos relacionados pone de manifiesto
la reconfiguración radical de la producción azucarera bajo régimen esclavista en distintas
condiciones históricas y geográficas. Estos complejos no fueron susceptibles por igual a la
racionalización económica y tecnológica. Cuanto más exhaustiva y eficaz era la explota-
ción que hacía cada región de las posibilidades dadas en su configuración espacial y tem-
poral concreta, mayor se hacía la distancia entre ellas. A la vez, la interrelación cambiante
de estas tres zonas transformó la jerarquía global de la producción y reestructuró la divi-
sión mundial del trabajo.
Mediante la asignación de un marco teórico y el análisis de estos tres complejos
azucareros esclavistas podemos traspasar nuestro concepto inicial provisional de siste-
ma-mundo y contribuir a su reconstrucción como un todo histórico estructurado, com-
plejo y concreto. Al contemplar a cada uno de estos casos como un complejo histórico-
geográfico de producción azucarera esclavista con una especificidad histórica, podemos
estudiar la formación de nuevos espacios productivos que se den en otros momentos.
Todos ellos juntos, Jamaica, Guyana y Cuba, nos permiten reconstruir la expansión
transnacional de la producción de azúcar mediante la creación de nuevas fronteras ex-
tractivas como modelo de expansión de la economía-mundo capitalista. Cada complejo
es el resultado de procesos que dependen de sus relaciones temporales y espaciales den-
tro de los procesos históricos que configuran el sistema-mundo capitalista. Cada zona se 161

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destinaba a producción a una escala histórica distinta y poseía un ritmo temporal dife-
rente. El ciclo de la expansión económica mundial, movido por el capital industrial, uni-
ficaba y ordenaba estos ciclos locales específicos. Imponía sus condiciones a los com-
plejos locales, modelaba la articulación de sus secuencias temporales, sus trayectorias y
sus ritmos y jerarquizaba la relación entre ellos. Jamaica representa no solo la persisten-
cia de un viejo modelo de agricultura de plantación, sino su reproducción y su fortaleci-
miento bajo nuevas condiciones de acumulación de capital. Los mismos intentos por
modernizar y racionalizar la producción en Jamaica reforzaban las estructuras de pro-
ducción ya existentes y marginaban progresivamente la economía azucarera jamaicana.
El "atraso" de Jamaica fue tanto producto del ciclo económico mundial como de la re-
configuración espacial e industrial de los complejos azucareros esclavistas de Guyana y
Cuba.19 Guyana y Cuba no fueron meras repeticiones de Jamaica, sino nuevas fronteras

19 Este planteamiento contrasta con el de historiadores económicos que analizan cada sociedad por separa-
do y su interés se centra únicamente en la rentabilidad y la productividad. Afirman que las Antillas Británicas
"tenían capacidad para un crecimiento y una expansión vigorosos" después de 1814 y rechazan cualquier causa
económica para la emancipación de los esclavos en esa región. Con argumentos similares, insisten en "la vitali-
dad ininterrumpida de las Antillas Británicas hasta bien entrado el siglo xix" (Seymour M. Drescher, Econoci-
de: British Slavery in the Era of Abolition, University of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1977, p. 160; David Eltis,
Economic Growth and the Ending of the Transatlantic Slave Trade. Oxford University Press, Nueva York,
1987, p. 5). Según este enfoque, la decadencia de Jamaica y Guyana, los principales productores de Gran Breta-
ña, a pesar de las nuevas tecnologías y la mayor eficiencia y productividad, queda eliminada de toda considera-
ción. En cambio, en el enfoque de la segunda esclavitud, la cuestión de la esclavitud no es trabajo considerado
de forma aislada, como un factor de producción, sino que el examen se centra en la interrelación entre medio
162 ambiente, mano de obra esclava y tecnología en una coyuntura política y económica concreta.

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azucareras que reestructuraron radicalmente la esclavitud y la agricultura de plantación
dentro de las emergentes condiciones económicas y políticas del ciclo económico mun-
dial de acumulación. La producción de azúcar se constituyó a una nueva escala en Gu-
yana. Plantaciones más extensas incorporaron nuevas tecnologías industriales y el traba-
jo en régimen de servidumbre proporcionó un reemplazo a la mano de obra esclava. Sin
embargo, los límites medioambientales y geográficos y la escasez crónica de mano de
obra frenaron el desarrollo de la industria azucarera guyanesa, relegándola a un segundo
orden. Por el contrario, la dimensión de la frontera azucarera en Cuba permitió a los
productores movilizar tierra y trabajo esclavo e incorporar técnicas industriales en un
grado imposible de alcanzar en otros lugares. La esclavitud y la producción azucarera en
Cuba se restablecieron en un altísimo grado. Se dedicó más tierra al cultivo y se funda-
ron haciendas más grandes y más avanzadas técnicamente en una escala sin precedente.
La producción cubana de azúcar se aceleró a un ritmo cada vez más rápido y se alcanza-
ron los niveles más altos de la historia.
Al centrar nuestro análisis en las relaciones espacio-temporales de la economía-
mundo capitalista se puede comprender la ruptura radical y la discontinuidad histórica
que definen la segunda esclavitud. La expansión de la frontera azucarera transnacional
no significó simplemente el incremento cuantitativo de la superficie cultivada. El nue-
vo ciclo de expansión material y económica, impulsado por capital industrial y merca-
dos competitivos, se caracterizó por una reestructuración espacial y una aceleración
temporal. Tanto Guyana como Cuba contribuyeron a la nueva configuración de la divi-
sión mundial del trabajo. Guyana se veía limitada por sus especiales características ge-
ográficas y su escasez crónica de mano de obra. Cuba, por el contrario, amplió su pro-
ducción hasta unos niveles nunca antes alcanzados. La reinstauración extraordinaria de
la esclavitud y la producción azucarera en Cuba caminó al mismo ritmo y volumen de
la creciente demanda mundial y contribuyó a la reestructuración de la división mundial
del trabajo de la mano del capital industrial. El ciclo de la producción azucarera cubana
marca, por tanto, la ruptura espacio-temporal que define la segunda esclavitud.
El concepto de segunda esclavitud proporciona un punto de observación desde el
que replantear la historia de la esclavitud en América y, sin duda, la historia del capita-
lismo como economía-mundo. Este enfoque nos permite describir de manera específica
fenómenos aparentemente similares en términos de diferencia espacio-temporal, estable-
ciendo la especificidad y la diversidad de los distintos complejos coexistentes dentro de
la estructura total de una red sistémica mundial superior de poder político, dominación
social y actividad económica. Los límites y posibilidades diferentes de producción de
azúcar en Jamaica, Guyana y Cuba solo se explican a través de los procesos que reorde-
nan el capitalismo mundial en la coyuntura económico-política de la primera mitad del
siglo xix. Cuba y las otras zonas de la segunda esclavitud afianzaron la nueva división
mundial del trabajo y permitieron la dominación del capital industrial. Asimismo, al
contribuir a la remodelación de los mercados mundiales, fueron factores fundamentales
en la crisis de las antiguas zonas de esclavitud colonial y la abolición de la esclavitud en
ellas. Al mismo tiempo, el régimen de la segunda esclavitud pone de relieve la presencia
de diversas modalidades de trabajo coactivo y la importancia de la diferencia espacio-
temporal en la recreación de la economía-mundo capitalista durante el siglo xix. Propor-
cionan con ello un punto de observación desde el que analizar e interpretar la continui-
dad del trabajo coactivo y sus diversas manifestaciones después de la desaparición de la
esclavitud atlántica -la migración transnacional de trabajadores, de trabajadores en régi-
men de servidumbre, trabajadores en régimen de arrendamiento y aparecería, trabajo
forzado, proletarización rural y nuevo campesinado- en la expansión económica y mate-
rial y la transformación de la economía-mundo. De este modo, haciendo hincapié163 en la

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coexistencia, la interrelación y la interdependencia de diversas formas de producción so-
cial, la perspectiva de la segunda esclavitud ofrece un enfoque fructífero sobre los regí-
menes atlántico y postatlántico de trabajo coactivo y la estratificación racial y étnica en
la economía-mundo en expansión.

Traducción de Patricia Muñoz Luna

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