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The Vanishing Game


Kate Kae Myers

Sinopsis
Corregido por LizC

Jocelyn de diecisiete años de edad, sigue las pistas de su aparentemente


gemelo muerto, Jack, dentro y alrededor de la Casa Seale, el terrorífico
hogar adoptivo donde una vez vivieron. Con la ayuda de un amigo de la
niñez, Noah, empieza a descubrir la verdad sobre la muerte de Jack y la
compañía que los contrató a él y a Noah.

El hermano gemelo de Jocelyn era la única familia con la que había


crecido en un mundo de hogares adoptivos y ahora estaba muerto, y ella
no tiene nada. Es entonces cuando recibe una críptica carta de “Jason
December” el nombre clave que su hermano solía usar cuando eran unos
niños en la Casa Seale, el aterrador hogar de adopción que creían tenía
poderes oscuros. Sólo otra persona sabía sobre Jason December: Noah, el
amor de infancia de Jocelyn y su único verdadero amigo entre los chicos
conflictivos en la Casa Seale.

Pero cuando Jocelyn regresa a la Casa Seale y a la ciudad donde vio a


Noah por última vez, obtiene más de lo que esperaba. Ya que los poderes
de la casa no eran sólo un producto de una imaginación infantil. Y alguien
está siguiendo a Jocelyn. ¿Jack aún está vivo? Y si lo está, ¿en qué clase
de problema se encuentra? La respuesta es revelada en un giro
sorprendente que pone la historia de cabeza y enviará a los lectores de
regreso a la primera página a leer el libro con una perspectiva
completamente nueva.

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Índice
Sinopsis Carbonizada

Como empieza Interrogatorio

Maratón Sombras

El sobre La Verdad

Watertown Monopoly

El Sótano La Historia de Noah

Escape La Clave Cifrada

El callejón Jason December

Acosador La Petición

El Trato Confesión

La Casa Seale Mentiras

El mensaje Reconocimiento

La Torre Pelea

Flowers La Asignación

Condolencias "X"

Conversación Jack

Estamos Acercándonos El enemigo

Ponerse al Día Memorias

Otra Pista Fenómeno

Dixon Atardecer

La Pintura Sobre la Autora

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Cómo Empieza
Traducido por Paaau

Corregido por Samylinda

L
a vida es una serie de respiraciones cortas. Y en cualquier
respiración, todo puede cambiar.

Inhala.

Comer lo último del cereal con mi hermano, Jack. Escapar de casa.

Exhala.

Hacer el tonto mientras lavamos los platos. Disparar un arma.

Inhala.

Tomar aburridas notas en Historia. Ser sacada de clases por el consejero de


la escuela. Escuchar lo que le pasó a mi hermano.

Exhala.

Todo en una corta respiración.

***

El estacionamiento de la Secundaria Troy Tech se llenó de chicos corriendo


hacia sus autos. Estaban desesperados por llegar antes que el otro a la
calle y más desesperados por salir antes de los autobuses. Ya que era el
viernes antes de las vacaciones de primavera, el sentimiento general era el
de obtener libertad condicional de la prisión. Para mi suerte, salí de la
oficina del consejero un par de minutos antes, lo que significaba que sólo
había un par de autos delante de mi pequeño y destartalado Civic. Me
acerqué, queriendo mi libertad al igual que todos los demás. Quizás
queriéndola un poco más.

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Mi teléfono vibró y revisé el mensaje de texto. Era de Brooke, queriendo
saber si iba a ir al campamento. Los seis de nosotros asando hot-dogs y
malvaviscos. Contando historias de fantasmas. Tratando de hacer reír al
resto. ¿Podría reír de nuevo alguna vez? No lo creo.

Si Jack aún estuviera vivo, ambos iríamos. Pero hace tres semanas mi
hermano gemelo estuvo en un fatal accidente de autos. Desde entonces,
adonde quiera que fuera, el dolor de perderlo iba conmigo. Me usaba
como un bolso, golpeando a un ritmo angustiante contra mi alma con
cada paso.

Realmente no quería ir a acampar, pero la idea de estar toda la semana


con mi familia adoptiva me deprimía. Incluso peor, sabía que los recuerdos
de la presencia de Jack en la casa causarían un susurro constante de
aflicción.

El auto delante de mí salió hacia la calle y me deslicé hasta la señal de


pare detrás de él. Diez minutos después, me detuve fuera de la casa de
dos pisos en la que mi hermano y yo habíamos vivido durante los últimos
tres años. Entrando, escuché el sonido de un programa de cocina en la
televisión y niños pequeños jugando con el perro de la familia. Olía como a
brownies de avena. Los favoritos de Jack.

—¿Eres tú, Jocelyn? —llamó mi mamá adoptiva desde la cocina.

Antes de poder responder, Marilyn apareció en la esquina, con un guante


de hornear en una mano y una espátula en la otra. Sopló su flequillo para
sacarlo de encima de sus ojos.

—¿Decidiste si irás a acampar?

—Sí. Creo que lo haré.

—Bien. —Un temporizador sonó, llevándola de regreso hacia la cocina. Dijo


sobre su hombro:

—Oye, llegó una carta para ti. Está en tu habitación.

Abrí el armario del pasillo, tomé un saco de dormir y fui escaleras arriba.
Entrando en mi habitación, dejé caer el saco en el piso. Mi mente estaba

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en el campamento: qué empacar, qué usar, sobre qué no hablar. Noté la
carta. Probablemente más cosas sobre la Universidad, pensé.

Levantándola, la miré, mis labios abriéndose en un jadeo silencioso. Un


temblor me recorrió: el estremecimiento que precedía a un terremoto.

La carta era de Jack.

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1

Maratón
Traducido por Mari NC

Corregido por Samylinda

P
ermaneciendo en las sombras de los edificios en lo posible, corrí
a lo largo de la acera. Las suelas de mis zapatos golpearon el
concreto mojado y amortiguó un coro desesperado que decía:
llegar a él... llegar a él... mientras motores de autos zumbaban en la
distancia. Tejí mi camino por las calles laterales y a través de pasillos
abiertos, sin aliento para el momento en que giré a la Calle Arsenal, la cual
conectaba con la plaza pública de Watertown. Atrapadas en los
circulares halos apagados de las farolas se arremolinaban espirales de
lluvia. Me recordaron la Noche Estrellada de Van Gogh, la pintura favorita
de mi hermano Jack. En cualquier otro momento habría apreciado la
belleza abstracta, pero en ese momento lo único que podía pensar era, es
demasiado brillante aquí.

La lluvia me caló hasta los huesos. Parpadeando a través de una mancha


de rímel acuosa, aceleré el ritmo. El letrero del banco mostraba la hora:
10:07p.m. Estaba a tres horas de distancia de la seguridad de casa, y más
asustada de lo que había estado desde que abandoné este pueblo del
norte de Nueva York, hace casi cinco años. A pesar de que la lluvia
pegaba mi camiseta a mi cuerpo y picaba en mi rostro, mi mente estaba
en otra parte. El ruido blanco del miedo bloqueó cualquier dolor.

Dos autos se acercaban por el camino, sus luces bajas, como linternas
penetrantes. Di un paso atrás en las sombras, mi corazón martillando y mis
pulmones doloridos. Después de que se alejaron, salí corriendo a través de
la amplia calle. Entrando en la plaza pública, pasé junto a la fuente de

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Lady Spray, su agua silbando bajo la lluvia. Bordeé los grandes edificios de
ladrillo enfrente a la plaza central y me sentí menos vulnerable en sus
oscuras sombras. Unos segundos más tarde me precipité por un callejón,
luego crucé el estacionamiento desierto de un banco. ¡Sólo dos cuadras
más! Mientras corría, una pregunta desesperada se mantuvo dando
vueltas por mi cabeza: ¿seguirá allí?

Noah Collier era un chico de hábitos, y debido a esos hábitos sabía que
tenía la oportunidad de encontrarlo. Un minuto más tarde, doblé una
esquina y vislumbré mi meta: un estacionamiento poco iluminado. Mis ojos
se desplazaron por el estacionamiento y el alivio se apoderó de mí cuando
vi su Jeep Cherokee negro.

Estudié el edificio de piedra gris. Él todavía estaba en el interior,


combatiendo en su dojo 1 de artes marciales, pero no había manera de
que yo pudiera simplemente entrar y tratar de encontrarlo. En su lugar,
tendría que esperar. Sin embargo, ¿por cuánto tiempo? No podía soportar
simplemente estar allí y volver a ser un objetivo para quienquiera que me
había estado siguiendo. Me apresuré a su auto y me hice a un lado los
mechones mojados de cabello que colgaban en mi rostro. Agarré la
manija de la puerta. Estaba cerrado con llave. Entonces pensé en la
noche anterior cuando había estado espiándolo. Él había arrastrado varias
cajas de la parte trasera del jeep. Yendo a la parte de atrás, abrí la
ventana trasera.

Aparté un paquete de agua embotellada y subí. No fue fácil… eran casi


dos metros, era alta para ser una chica. Me acurruqué en el suelo y cerré
la puerta, luego permanecí acostada en la oscuridad, tratando de
recobrar el aliento y escuchando a la lluvia golpeando el techo. Tal vez
esto era mejor de todos modos, ya que probablemente no le gustaría
encontrarme en su asiento del pasajero.

A pesar de que fue un alivio estar fuera de la lluvia, la sensación de que


alguien me seguía trajo más ansiedad cuando me di cuenta en qué
vulnerable posición estaba. Apretujada por debajo de la escotilla, sin un
arma y casi sin poder moverme, no podría defenderme. Forcé a mis oídos
por el sonido de pies acercándose a través del aguacero. Si hubiera sido

1 Dojo: es el término empleado en Japón para designar un espacio destinado a la


práctica y enseñanza de la meditación y/o las artes marciales tradicionales modernas.

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perseguida, entonces quienquiera que estaba allí estaría aquí en los
próximos segundos. Mi adrenalina subió de nuevo, y consideré seriamente
asomarme por la ventana. Sin embargo, no lo hice, y después de un par
de minutos parecía posible que me había escapado.

Ahora que estaba acostada mi cuerpo empezó a enfriarse. No pasó


mucho tiempo en conseguir helarme, y me encontré deseando que Noah
llegara aquí pronto. Por supuesto, lo que haría entonces no estaba muy
claro, ya que él no me daría mucho tiempo para explicar. Temblando,
traté de ponerme cómoda. Mientras esperaba, mis pensamientos eran un
torbellino aturdido. ¿Cómo había sucedido esto?

Durante todo el día que pasé espiando a Noah, no había planeado en


realidad, hablar con él. Pero hace menos de una hora atrás mi auto había
sido robado desde el estacionamiento de un café Internet. En el interior
estaba casi todo lo que llevaba conmigo cuando salí de la casa de mis
padres adoptivos en Troy, incluyendo mi dinero, ropa, teléfono celular, y
computador portátil. Ahora todo lo que había dejado en mis bolsillos eran
un par de formularios de identificación, la llave de mi auto perdido, y el
sobre que había hecho que me decidiera a venir aquí, en primer lugar.

Aún más desconcertante, el instinto me decía que alguien me seguía. El


instinto, al parecer, estaba afilando su cuchilla en mis nervios,
advirtiéndome que quien había tomado mi auto no iba a permitir que se
terminara ahí. Pedir ayuda a Noah era el único plan que se me ocurrió, ya
que ir a la policía local no era una opción.

El sonido de una cerradura desbloqueándose me sorprendió, y me quedé


sin aliento. ¿Estaba él finalmente aquí? La puerta del conductor se abrió y
una ruda luz blanca fulminó desde arriba. Entrecerré los ojos y me estrujé
aun más. ¿Y ahora qué? Ya sabía que Noah era un chico que no iba a
reaccionar con calma a mí escondiéndome en su auto, sin importar lo que
tuviera que decir. Saltar desde la parte trasera de su Jeep cuando no lo
esperaba podría conseguirme un puñetazo en la cara, o algo peor. Decidí
permanecer quieta.

Él subió y cerró la puerta, extinguiendo la luz del techo. El motor arrancó y


una canción que no reconocí sonó de la radio. El Jeep se retiró del lugar y
se trasladó desde el estacionamiento a la calle. Aceleramos. Las sombras
comenzaron a deslizarse dentro y fuera de las ventanas, como murciélagos

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oscuros y etéreos. Si había estado incómoda antes apretada en la parte
trasera, una vez que nos movimos los empujones lo hicieron aún peor. El
área de equipaje de un Jeep no es precisamente para pasajeros, y
necesitaba moverme porque pinchazos como agujas estaban
comenzando a ascender en mis pies. No me atrevía a levantarme lo
suficiente como para que alcanzara a ver la parte superior de mi cabeza,
así que cuidadosamente traté de reajustar mi posición. Cada vez que
giramos unas cuantas esquinas tuve que prepararme. También estaba el
espantoso frío en la parte trasera y si él llegaba a poner el calentador al
frente, ningún aire caliente me alcanzaría.

La conducción duró unos diez minutos, pero pareció mucho más tiempo.
Estar escondida en la parte trasera de un auto perteneciente a un chico
con el que no había hablado en casi cinco años estaba muy fuera de mi
zona de confort. ¿Iba a reconocerme? Yo había cambiado mucho.
Mientras escuchaba la lluvia, la radio, y el crujido de los limpiaparabrisas,
traté de pensar en qué decir cuando nos encontráramos cara a cara.

Hola, Noah. Lo creas o no soy yo, Jocelyn Harte, y creo que realmente
tenemos que hablar. Sé que ha pasado un tiempo, y no partimos en los
mejores términos, ya que me dijiste que si alguna vez me veías de nuevo
me matarías, pero sólo éramos niños en ese entonces y tú en realidad no
quisiste decir eso, ¿verdad?

Claro. Eso iba a funcionar.

Salimos del centro de Watertown y condujimos a lo largo de Woodard Hill


Road, la cual corría a orillas del Río Negro. Debería haberme sentido
aliviada, sabiendo que estaba a salvo de mi perseguidor, pero no lo hice.
En su lugar, me preocupé por lo sola que estaba. No, no sola. Peor.
Dependiendo de un chico que no tenía idea que estaba escondida en la
parte trasera de su auto.

Con el tiempo, el Jeep desaceleró y giró a la izquierda, y después de unos


minutos giramos sobre un camino de entrada y nos detuvimos lentamente.

Oí la puerta del garaje deslizarse hacia arriba; y luego entramos. La


monótona lluvia se detuvo de repente, y el interior del auto fue iluminado
por la deslumbrante bombilla del techo. La puerta del garaje se cerró
detrás de nosotros. Noah apagó el motor y la radio quedó en silencio. Me

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quedé muy quieta, permaneciendo abajo y presionándome contra la
parte posterior del asiento. Analicé cada ruido.

La puerta del conductor se abrió. Noah bajó del auto y la cerró de golpe.
Oí crujir sus pies sobre el áspero concreto y mis oídos se tensaron a
cualquier ruido. Sabía que iba a ser mucho más inteligente para mí esperar
a que él estuviera dentro antes de acercármele. No me atrevería a llamar
a la puerta que va desde el garaje hasta su mitad del dúplex, pero me
podría deslizar afuera, ir hacia el frente, y tocar el timbre.

Él se alejó del Jeep. Oí una puerta abrir y cerrar. Durante unos segundos,
respiré un poco más fácilmente, aunque mi corazón todavía latía con
fuerza. Me arrastré de rodillas y miré por la ventana. Estaba sola. La
ventana trasera no se podía abrir desde el interior, por lo que subí sobre el
asiento de atrás y salí. Recorrí el garaje y vi dos puertas. Una llevaba
adentro, la otra al patio trasero. Ahí era donde tenía que ir, pero tendría
que ser silenciosa para que no me oyera. Sabía por espiarlo que la otra
mitad del dúplex estaba vacío. Al menos, no estaría el problema de evitar
los vecinos entrometidos.

Había dado sólo unos pocos pasos cuando el sonido suave de piedras
trituradas en el cemento me sobresaltó. Girando alrededor, vi la gran figura
de Noah medio segundo antes de que se estrellara contra mí,
golpeándome la espalda contra su Jeep. La sacudida envió un estallido
de dolor por todo mi cuello y grité. Él sofocó el sonido envolviendo sus
manos alrededor de mi garganta. Luché contra él, pero tenía los brazos de
un orangután. No podía llegar a él con mis golpes y fácilmente evitaba mis
patadas. La lucha contra él no funcionó, así que desesperadamente traté
de explicar, pero sus manos se agarraron más fuerte hasta que sólo unos
cuantos gruñidos y jadeos se me escapaban mientras mi cuerpo luchaba
por aire. Él me tenía. No había nada que pudiera hacer.

Frenética, clavé mis dedos en sus manos, pero sin ningún resultado. No
podía pensar en otra cosa que hacer, sino ofrecerle el nombre que podría
liberarme. Miré a su rostro enfadado y comencé a repetir dos importantes
palabras una y otra vez. No salió ningún sonido, y probablemente me
parecía a un pez fuera del agua con la boca abriéndose y cerrándose,
pero seguí intentándolo. Repetidamente pronuncié las dos palabras tan
claramente como pude, mirándolo con los ojos desorbitados.

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¿Por qué no lo entiende? ¡Estaba a centímetros de su cara! ¿No podía el
idiota leer los labios? La sangre latía en mis oídos ahora como una resaca
en oleaje, y mi rostro se sentía hinchado y caliente. Una neblina tenue
comenzó a cruzar mis ojos. ¡Él me iba a matar!

Dejé caer mis manos y dejé de luchar, mirándolo fijamente en un último


esfuerzo antes de que la inconsciencia se estableciera. Le supliqué con mis
ojos, pero no funcionó. Implorar por ayuda era algo en lo que nunca había
sido buena. Además, era difícil ser entendida cuando estaba indefensa
empujada a dos metros y mirando fijamente a los ojos de un chico que
apenas era dos centímetros más alto que yo.

El férreo control alrededor de mi garganta disminuyó lo suficiente como


para realizar un par de respiraciones. Su rostro se acercó más al mío.

—Tienes dos segundos para explicarte.

Abrí los labios para hablar, horrorizada cuando ningún sonido surgió de mi
tráquea. Sus dedos comenzaron a apretar de nuevo. Recuperé la última
gota de fuerza que tenía y grazné—: ¡Tercer fenómeno!

Noah dejó caer sus manos como si yo estuviera hecha de brasas. Dio un
paso atrás y se quedó mirando. Varias expresiones cruzaron por su rostro:
asombro, duda, y luego ira. No le presté mucha atención, sin embargo,
porque mi cuerpo estaba demasiado ocupado tragando aire con
delirante codicia. Mis miembros estaban temblando, y me sentí empezar a
deslizarme por el costado del Jeep. Él saltó hacia adelante para
atraparme, pero levanté mi puño con toda la fuerza que pude encontrar.
Éste chocó contra él bastante duro en una zona bastante sensible y se
dobló, cayendo de rodillas, con un gemido.

Nos sentamos así durante un tiempo, mi espalda contra el neumático y mi


trasero en el piso de cemento frío; y él desplomado cerca. Nos miramos el
uno al otro, pero ninguno de los dos dijo una palabra.

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2

El Sobre
Traducido por Andy Parth

Corregido por Samylinda

E
staba agradecida por el calor saliendo de la chimenea de gas
mientras me sentaba en el banquillo, secando mi cabello con una
toalla pequeña. A excepción de una luz tenue, las llamas eran la
única iluminación. Sombras rondaban las esquinas de la habitación y
chocaban sus extremos en el techo.

Echando un vistazo alrededor, vi que la mitad del viejo dúplex de Noah


tenía una desgastada alfombra, paredes necesitando pintura, ventanas
con baratas carcasas de aluminio, un librero muy usado, atiborrado con
libros de bolsillo y el mobiliario se veía un poco andrajoso. Pero a pesar de
todo eso, estaba ordenado.

De lo que mi hermano Jack me había dicho, sabía que Noah solía


compartir este lugar con un compañero, hasta que el chico se mudó con
una novia. Él quedó atrapado con el alquiler, pero tenía suficiente dinero
para pagarlo.

Jack y Noah han sido mejores amigos desde que éramos niños. Eran un par
de genios de la computación, que terminaron haciendo un programa de
seguridad, juntos. Éste fue comprado por una compañía que también los
contrató como programadores a medio tiempo.

Pensar en Jack causó una tormenta de emociones en mí. Hoy ya eran tres
semanas que había vivido con el dolor de perderle, y era como tener mi
corazón aplastado por una pesada roca. Hasta que llegó el sobre.

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—Entonces… ¿qué infiernos te pasó? —preguntó Noah desde la esquina
del sofá.

—Por favor no digas malas palabras.

—Sigues siendo una mojigata, ¿eh? —Cuando no respondí añadió—:


Infiernos es, técnicamente, un lugar, no una mala palabra.

Esta era una vieja discusión. Me senté en silencio, mi cuello seguía


palpitando por el brutal apretón que él me había dado. Mi voz ahora
estaba ronca en una manera casi-sexy que me molestaba. No miré a
Noah, pero sentía sus ojos cavando un agujero a través de mí.

—De acuerdo, ¿qué diablos te pasó?

Corrí mis dedos a través de mi cabello mojado. —Ha sido un duro día.

—Eso no es lo que quiero decir, Jocey —dijo, llamándome por el apodo de


mi infancia—. No te ves como solías ser. ¿Qué hay con todo el maquillaje y
el cabello rubio?

—¡Crecí! ¿Qué pensabas? ¿Qué siempre sería una niña tonta? —Mis ojos
revolotearon a las ventanas nocturnas que parecían llorar con la lluvia—.
¿Puedes cerrar las cortinas?

Noah se detuvo unos segundos antes de hacerlo. Corrió las cortinas para
cerrarlas y se sentó de nuevo.

—No habría creído que eras tú, de no ser por esos dos pequeños lunares en
tu cuello. Parecen una mordedura de vampiro. Solía sentarme y
contemplarlos, sabes, fantaseaba con morderte allí.

Un recuerdo vino a mi mente… la primera vez que Jack y yo vimos a Noah.


Él estaba en la habitación de los chicos de nuestro nuevo hogar adoptivo,
la Casa Seale. Estaba arrodillado junto a una bolsa negra de basura
abierta en un gran rectángulo. Usando cinta de embalaje transparente, la
había doblado meticulosamente en una capa. Todos estos años después,
sentada cerca de su chimenea, no podía recordar cuánto tiempo duró su

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fase de Drácula. Eventualmente fue reemplazada por el combo de Darth
Vader/Luke Skywalker2, y posteriormente por un ninja cinta negra.

Mis dedos revolotearon hacia arriba, a mi cuello.

—Nunca me enteré de eso.

Él sonrió, aunque no era la clase de sonrisa de vamos-a-reanudar-nuestra-


amistad. En todo caso, me hizo sentir incómoda. Tosí a un lado de la toalla
con la que me estaba secando el cabello. El calor del fuego era
reconfortante ya que mi ropa seguía mojada.

—Me sorprende que hayas vuelto. Tú odias este pueblo.

—No planeaba volver. Pero entonces, después del accidente… —Mi voz se
quebró y no pude terminar. Escuché el silencioso murmullo de la lluvia.

—Jocelyn, siento lo de Jack. Realmente lo siento.

Un doloroso bulto apretó mi garganta. Asentí, mordiendo mi labio inferior.

—Cuando Jack y yo hablamos por el chat en línea —añadió Noah—, me


dijo que un año después de que dejaron Watertown, terminaron en un
hogar adoptivo otra vez, y que ahí es dónde estás ahora.

—Los Haberton son buenas personas y su casa no es nada como la Casa


Seale. Son una gran familia católica y vivimos en Troy, justo a las afueras de
Albany. Brent es doctor en el hospital local. Marilyn es la mamá, y es genial.
Ambos lo son.

—¿Los llamas por sus nombres?

—Sí. Fue su sugerencia, ya que somos mucho más mayores que sus otros
hijos. Ellos han hecho mucho por nosotros. Incluso nos inscribieron en una
escuela privada técnica, de modo que Jack pudiera ser un programador y
yo pudiera enfocarme en el arte digital. Tomo clases en la mañana y hago
una pasantía en la tarde. Aunque mis horas terminaron hace dos semanas.
Ahora debo volver a la programación regular en la escuela.

—¿Estabas haciendo diseño gráfico?

2 Darth Vader/Luke Skywalker: Personajes principales de la película Star Wars.

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Asentí.

—Jack hizo el mismo tipo de prácticas, pero por supuesto, era


programador de ISI.

—Él me dijo algo acerca de su escuela secundaria y de sus padres


adoptivos. ¿Ellos saben que estás aquí?

—No. Son las vacaciones de primavera. Iba de campamento con unos


amigos, pero decidí cancelar y conducir hasta aquí en su lugar.

—Entonces, ¿por qué volviste a Watertown, Jocelyn? Y ¿por qué hiciste


una cosa tan loca como esconderte en la parte de atrás de mi auto?

Su voz sonaba cautelosa y el silencio colgaba entre nosotros otra vez.


Insegura de decirle mis razones, preferí decir:

—¿Todavía estás molesto por lo que pasó la noche que dejé la Casa
Seale? Era sólo una niña, ya lo sabes. —Miró lejos y continué—: Esto fue un
error.

—Siéntate. No hemos terminado aún.

Dudé, estudiándolo con aprehensión.

Él agregó—: ¿Por qué estás tan nerviosa? No voy a hacerte daño.

Inesperadas lágrimas llenaron mis ojos, desenfocando mi vista de la forma


en que la lluvia lo hizo anteriormente. Tanto horrorizada como humillada,
me volví a las sombras para ocultarme. Se levantó del sofá y vino hasta mí,
permaneciendo de pie. No lo miré, pero sentí su cercanía de la manera en
que sentía el calor del fuego.

—Tú nunca lloras. —Su voz sonaba acobardada.

—¡No estoy llorando! —mentí. Aunque él tenía razón. Nunca fui una niñita
llorona. Pero hace tres semanas, cuando recibí la noticia de que Jack
estaba muerto, había sido destrozada. Luego, ayer cuando encontré ese
sobre la esperanza se había disparado como un gorrión volando su camino
hacia el sol. Partiendo de la desesperanza hacia una tambaleante altura,
dejándome mareada. También llevándome al pánico. Estaba

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desesperada por llegar a Jack y averiguar qué sucedió con él. Conduje
hasta Watertown y comencé a espiar a Noah, creyendo que mi hermano
acudiría al único chico en el que siempre confió. Pero cuando no
apareció, sentí mi mundo hundirse en un abismo. Es por eso que las
lágrimas no tardaron mucho en venir.

Noah atrapó mi mandíbula en sus dedos y giró mi rostro hacia él. Vi sus
angulosas facciones nadando a través del desenfoque húmedo y di un
tirón, lo que hizo que una lágrima se derramara por mi mejilla. La limpié.
Puso su mano en mi hombro y me empujó hacia abajo, a la chimenea.
Esta vez se sentó a mi lado.

—No necesitas preocuparte. Mucho ha pasado desde aquellos días, ya no


soy ese chico.

—Eso es lo que temo.

—¿Qué quieres decir?

—Había una vez un chico llamado Fenómeno que se convirtió en mi héroe.

Él sacudió su cabeza. —No, Jocey.

—Recuerdo mi primera noche en la Casa Seale. Hazel Frey nos puso a Jack
y a mí abajo, en el sótano. Estábamos muy asustados. Jack normalmente
trataba de decirme que todo iba a salir bien. Pero él estaba tan quieto.
Miserable, como yo. Tienes razón, no lloro, pero esa noche lo hice.

—Los niños siempre se aterraban en el sótano.

—No era sólo estar asustados. Era más sobre la esperanza siendo aplastada
como una araña por un zapato. La Casa Seale parecía tan grande e
impresionante. Por primera vez en un mucho tiempo hubo algo de
esperanza. Pero cuando Hazel nos encerró en el sótano, supimos que sería
igual.

***

La gran casa se había quedado tranquila. Jack y yo nos sentamos juntos


en la oscuridad cuando escuchamos la cerradura girar. La puerta en la
cima de las escaleras se abrió y un poco de luz pasó a través de ella.

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Luego, el chico que habíamos visto antes bajaba las escaleras con
escalofriantes pasos en una capa de Drácula. Él tenía una linterna.

—Tomen —dijo en voz baja, entregándonos platos de papel llenos de frío


rosbif y panecillos.

Nos dijo que su nombre era Noah, y luego nos mostró una gran caja de
cartón. Abriendo las solapas dijo:

—Pueden usar lo que está aquí.

La ansiedad dentro de mí se alivió un poco cuando sacó mantas,


almohadas y una linterna. Ésta última se la arrojó a Jack diciendo:

—No la dejes encendida toda la noche. Si las baterías se agotan tendré


que robarlas del cubo de basura. Ella lo notará si lo hacemos muy seguido.

Excavó en la caja por una pequeña pila de novelas gráficas, me las


entregó y le sonreí.

—Gracias Noah.

—Sólo asegúrense de que todos se hayan ido a la cama antes de usar


estas cosas. Porque si Hazel lo descubre, enloquecerá.

***

—Todavía puedo verte sentado en el último escalón, explicándonos cómo


debíamos esperar a que Hazel se drogara con su marihuana. Después de
eso podríamos abrir la caja. Mientras comíamos, te sentaste y hablaste con
nosotros. ¿Recuerdas?

—Eso fue hace mucho tiempo.

—Parece que fue ayer para mí. —Me aparté un par de centímetros de
Noah para mirarlo—. Tú preguntaste si yo era un niño o una niña, estaba
avergonzada. —Un par de días antes de ir a la Casa Seale, mi mamá había
cortado mi cabello, lo único que demostraba que era una niña, ya que sin
él, me veía como un niño alto y torpe—. Aunque no me molesté con tu
pregunta, ya que estabas siendo amable. Te recuerdo sentado en una
almohada mientras nos contabas todo sobre vampiros.

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Noah suspiró.

—Estoy cansado. ¿Esto tiene un punto?

—Quiero saber qué es lo que está mal con la Casa Seale.

—¿Distinto a que la mitad está quemada ahora?

—Exactamente. —Giré mi cabeza una vez, para aliviar la tensión en mi


cuello—. ¿Cómo pasó eso?

—No lo sé, probablemente alguien encendió un fósforo.

—Quién sea que la haya quemado debe haber odiado realmente el lugar.
Supongo que no puedo culparlos, porque había algo mal con la Casa
Seale. Algo aterrador. Quizás tenía un poltergeist.

—¿Un poltergeist?

—Fantasma, comedor-de-niños… como sea que quieras llamarlo.

Noah me estudió como si estuviera chiflada. Las llamas grabando su rostro


con tatuajes cambiantes.

—Eso era todo ficción. Sólo unos niños inventando historias.

—Seguro. Eso es lo que he estado diciéndome durante años, tratando de


escapar de un lugar que no me quiere dejar ir.

—¡Eso es una locura! ¿Por qué estás sacando toda esta basura del
pasado?

—Créeme Noah, nuestro reencuentro fue lo último que planeé hacer. Pero
tuve problemas esta noche y no sabía a dónde más ir.

—¿Qué pasó?

—Mi auto fue robado, con casi todo lo que tenía dentro, incluyendo mi
dinero y teléfono. —No agregué que también estaba segura que me
habían seguido—. ¿Tan sólo me puedes ayudar ahora, hasta que averigüe
qué hacer? Después saldré de tu vida y podrás pretender que esta noche
infeliz nunca sucedió.

—Bien. Pero primero dime la verdadera razón por la que volviste a


Watertown.

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Éste era el Noah que recordaba, nunca dispuesto a dejar ir cualquier cosa.
Tomé una respiración profunda y luego exhalé lentamente.

—Estoy buscando a Jack.

La expresión de Noah se retrajo. —Jack está muerto.

—Si tú lo dices.

—¿Qué se supone que significa eso?

Me encogí de hombros. —Obtuve por correo un recorte de periódico


sobre el incendio de la Casa Seale. Llegó en un sobre de Jason December.

—¡Eso no es posible!

Excavé en mi bolsillo, en busca del húmedo sobre doblado y se lo extendí


a él. El nombre estaba impreso en letras mayúsculas en la esquina superior
izquierda. Se sentía como si fuéramos nuevamente dos niños descifrando
un acertijo.

***

Era una húmeda mañana de julio. Noah y yo estábamos sentados en


nuestro escondite, arriba, en las ramas de un pino gigante. Nadie podría
vernos. La limpieza de los lechos de flores estaba lista y no teníamos que
empezar a hacer el almuerzo de los niños más jóvenes hasta el mediodía.
Eso significaba que teníamos una valiosa hora para descifrar las pistas.
Jack había desaparecido, pero dejó una nota desafiándonos a un juego.

—Si están leyendo esto —leí en voz alta mientras Noah se asomaba sobre
mi hombro—, entonces significa que están cerca de encontrarme. Esta
pista conduce a la pieza final del rompecabezas. Hay páginas que están
ocultas, pero no en un libro. Están a simple vista y no se tomen su tiempo o
vayan lejos. Deben encontrarme pronto.

—Jason December.

Un cálido viento balanceó las ramas y despertó el aroma a resina de pino


mientras Noah y yo nos sentamos allí, tratando de entender las pistas. No
fue hasta que analizamos el nombre “Jason December” que Noah
finalmente lo descubrió.

20
—¡Lo tengo! —Extrajo un lápiz regordete de su bolsillo y escribió en la parte
posterior de la carta: J(ulio) A(gosto) S(eptiembre) O(ctubre) N(oviembre)
December3—. Es el último semestre del año.

—¡Es cierto! —Miré a Noah con flamante respeto—. Eres tan inteligente
como Jack.

—Más inteligente.

No lo discutí mientras nos apresurábamos a bajar del árbol y de regreso a


la Casa Seale. Ahora sabíamos que la última pista estaba grabada detrás
del calendario de la cocina. Fue un momento glorioso.

Después de eso, cada caza del tesoro que Jack nos mandaba, y cada
mensaje suyo, venía con el seudónimo de Jason December. Era nuestro
secreto y sólo nosotros tres sabíamos lo que significaba.

***

Noah, quién ha estado estudiando la impresión en el sobre, finalmente me


miró.

—¿Por qué estás sonriendo?

Mi boca cayó seria.

—Sólo recordando la primera carta de Jason December.

Comencé a llorar realmente esta vez, ya sin preocuparme de lo que Noah


pensara de mí. No lo miré, pero sentí dado su postura rígida que estaba
incómodo.

—Creo que él todavía está vivo Noah. —Empujé a un lado el sollozo hasta
que mi voz se estabilizó—. Y sé que si está en problemas vendrá a ti. Eres su
mejor amigo.

No confesé que había estado espiándolo, esperando que Jack se


mostrara.

—Él no sigue vivo. —La voz de Noah fue muy baja—. No puede estarlo.

3 December: al español Diciembre.

21
—Es por ti que Jack terminó trabajando para ISI y se exigía tanto. Y tal vez
es por ellos que se metió en problemas. ¿Qué si ocurrió algo que realmente
le molestó o quiso hacerlo desaparecer?

Noah sólo me miró, sacudiendo su cabeza. Su renuencia a aceptar mi


teoría hizo que mi motivación se tambaleara, ya que él conocía a mi
hermano mejor que cualquiera, excepto yo. Pensé en todas las veces que
Jack se quedó hasta tarde hablando con Noah por chat, renovando una
amistad que significaba todo para él.

Había empezado hace más de un año, cuando Jack se reencontró con


Noah a través de una red social. Después de ponerse al día con lo que
había pasado, comenzaron a jugar y a hablar por mensajería instantánea.
Ávidos programadores, trabajaron codificando juntos, incluso haciendo un
programa de seguridad que podría percibir a los hackers invasores,
seguirlos e identificarlos. Esto fue un gran logro y les consiguió gran
atención de varios grupos de programación. Entonces un día fueron
contactados por una empresa llamada Internet Security Inc.

***

Impaciente, revisé la hora en el tablero de mandos de mi Civic. No quería


que llegáramos tarde al primer periodo nuevamente o perderíamos el
privilegio del almuerzo y nos quedaríamos atrapados en el campus.
Preparada para tocar la bocina, estuve aliviada cuando Jack corrió a
través de la puerta delantera y prácticamente se zambulló dentro del
auto.

—¡Te dije que te dieras prisa! —dije con mi voz enojada mientras él cerraba
la puerta de un portazo, soltando el freno y acelerando añadí—: La señora
Biddway va a estar realmente enojada si llego tarde otra vez.

—Olvídate de ella. ¿Adivina que me acaba de llegar? —No esperó mi


respuesta—. Un correo electrónico de ISI. ¿Recuerdas que le pidieron a
Noah programar para ellos? Ahora también me quieren.

—¿Cómo encontrarás tiempo para eso?

—¡Fácil! El correo dice que ellos contactarán con la escuela para ver si
puedo empezar una pasantía el próximo semestre.

—¡No es cierto!

22
—Dado que mis notas son buenas, estoy seguro que el director me dejará.
Y no vas a creer cuánto dinero me están ofreciendo.

***

Trabajar para ISI hizo que Jack y Noah tuvieran bastante dinero para
chicos de su edad, una recompensa que habían estado felices de recibir.
También había consumido mucho tiempo de Jack, así que al final, había
habido un precio.

Mis pensamientos regresaron al presente y estudié la expresión incierta de


Noah mientras examinaba el recorte de periódico arrugado que había
estado dentro del sobre. Ahí había una foto de la Casa Seale, con fecha
del día anterior al accidente de Jack, y una leyenda debajo.
Prácticamente la había memorizado.

La policía dice que una casa histórica en la Avenida Keyes fue


parcialmente destruida cuando un incendio se desató esta madrugada. La
casa estaba actualmente desocupada y embargada. El origen de las llamas
está siendo catalogado como “sospechoso” por los bomberos, motivo por el
cual le seguirá una investigación.

Volteándolo, Noah buscó en el reverso pero no vio ninguna nota.

—Honestamente, no sé qué hacer con esto. —Metió el recorte de nuevo


en el sobre y me lo tendió—. Pasa la noche si quieres. —Señaló a una
puerta bajando por el pasillo—. Ése es el segundo dormitorio, el armario de
lavandería está junto a él, así que siéntete libre de utilizar la secadora para
tu ropa. Y hay algunas camisetas en el vestidor.

Se levantó y se alejó de mí. Sobre su hombro, añadió—: Mientras tanto,


trata de aclarar tus ideas.

No me molesté en darle las gracias. Ahora me daba cuenta que Noah no


me creyó. ¿Creía que lo que yo le había mostrado era una broma? Por
unos pocos segundos la confianza que sentí acerca de mi hermano
todavía estando vivo osciló como la llama de una vela en una corriente de

23
aire frío. Pero entonces, mentalmente abrigué esa esperanza, no dispuesta
a dejar que la infiel lógica de Noah la extinguiera.

Además, había una cosa que ya sabía a ciencia cierta, y era una
pequeña información que estaba muy contenta de tener: Noah no había
sido el que me envió el sobre de Jason December. Dado que sólo Noah,
Jack, y yo sabíamos acerca de ese nombre clave, nadie más podría
haberlo enviado. Mi hermano estaba vivo y en algún lugar en Watertown,
debido a que el sello postal muestra que fue enviado desde aquí.

Por qué Jack había fingido su muerte y me envió esta pista, era
desconcertante. Y sin embargo sabía que no me hubiera dejado sufrir
como lo había hecho en las últimas semanas sin una razón. Una vez que lo
encontrara, él me diría todo.

24
3

Watertown
Traducido por Mari NC

Corregido por Samylinda

M
e desperté de un sueño sin sueños para ver la apagada luz de la
mañana, y miré el reloj en la mesilla de noche. Eran casi las once, y
otro día nublado. Allí tumbada, relajada, mi mente volvió
nuevamente a mi hermano. Mi gemelo, Jackson Harte, y yo éramos los
únicos hijos de nuestra madre, Melody. Insistiendo en que casi la habíamos
matado durante el parto, ella inmediatamente había exigido que el doctor
ligara sus trompas.

Jack y yo éramos altos y muy similares, excepto que mis ojos eran azules y
los suyos eran marrones. Viniendo de una madre de complexión delgada,
y de metro sesenta y dos, sólo podíamos conjeturar acerca de nuestro
padre. Nunca lo conocimos y Melody no hablaba de él. Más de una vez
Jack y yo inventamos historias, siempre suponiendo que él era alto. Durante
uno de nuestros juegos en proceso de fantasía, decidimos que jugaba en
un equipo de la NBA.

***

—¿Cuál crees que podría ser? —le pregunté mientras mirábamos las
eliminatorias por televisión. Yo tenía diez años y me mantuve estudiando los
breves destellos de los rostros que mostraban las cámaras, con la
esperanza de encontrar un parecido evidente con el hombre que podría
haber contribuido a nuestro ADN.

—Limita la búsqueda —dijo Jack—. No es ninguno de los hombres hispanos.


Al menos, no para ti, debido a tus ojos azules. Mi padre podría serlo, sin
embargo.

—Oye, cerebrito, ¿se te olvidó que somos gemelos?

25
—Eso no importa.

—¡Por supuesto que sí!

—No, si mamá tuvo sexo con dos tipos diferentes en un mismo día. —Se rió
al ver mi expresión—. Puede suceder, hermanita. Lo leí en el periódico.

Aparté la mirada para ocultar mi expresión. Unos minutos más tarde salí de
la sala y fui a nuestra pequeña, y en mal estado, habitación. Fuera de la
ventana bolitas secas de nieve, duras como cristales de sal, golpeaban los
vidrios.

—Oye —dijo Jack, entrando en la habitación—. Hace cinco minutos dijiste


que probablemente se acostó con todo el equipo de baloncesto,
¿recuerdas?

—No es eso. —Aparté la mirada de la frágil nieve para observarlo—. ¿Qué


si es cierto y sólo somos medio hermano y hermana? —La idea de que
Jack y yo podríamos no compartir el cien por ciento de nuestro ADN fue
devastadora.

Él negó con la cabeza.

—No conseguimos nuestros cerebros de Melody, ¿verdad? No puede


terminar ni una sopa de letras para salvar su vida. Eso tuvo que venir de
nuestro padre.

Sonreí y asentí en acuerdo, porque desesperadamente quería creer que


era verdad. Se acercó y pasó su brazo por mis hombros. —¿Adivina qué?
Tengo un acertijo para ti. ¿Crees que puedes descubrir las pistas?

—Por supuesto.

—No va a ser fácil. Sin insinuaciones esta vez.

—No las necesité la última vez.

***

El recuerdo me hizo sonreír para mis adentros y luego reprimir las lágrimas.
Jack fue el único familiar que había querido o me preocupaba. Él protegió
mi cordura, de la misma manera que yo protegí la suya. En el torbellino

26
infantil de la negligencia de Melody y la brutalidad de sus novios, nos dimos
la crianza mutua que un hijo único nunca habría tenido. No había ninguna
rivalidad de hermanos entre nosotros. A veces, había palabras burlonas,
pero nunca nada destinado a herir.

La muerte súbita de mi hermano había dejado un agujero enorme en mi


vida. Mi dolor era intenso. Las visitas a mi terapeuta no ayudaban, a pesar
de que él se mantiene asegurándome que la curación lleva su tiempo. Lo
que me salvó fue conseguir el inesperado sobre de Jason December. Sólo
tenía que seguir adelante y averiguar dónde estaba Jack.

Me levanté de la cama e hice una mueca, porque mi cuello estaba


dolorido por el estrangulamiento de Noah ayer por la noche. Al entrar en el
cuarto de baño, vi que mi ropa había sido lavada y estaban
perfectamente dobladas en la parte superior de la cesta. ¿Noah las había
lavado y secado por bondad, o porque no le gustaba la idea de un
montón de cosas empapadas dejadas en el piso de su baño? Me imaginé
que era la segunda razón. En la parte superior estaba un nuevo cepillo de
dientes, peine, y un sobre con mi nombre en él; dinero en efectivo dentro.
Aunque debería haberme sentido agradecida, dejó un sabor
desagradable en mi boca. Quizás Noah me dio el dinero para asegurarse
de que saliera de su casa y no lo molestara de nuevo.

Después de la ducha, limpié el espejo empañado y examiné mi rostro. Por


un segundo o dos mientras estaba allí, alcancé a ver a la joven que una
vez fui mientras ella se escondía detrás de mi reflejo. Al igual que un
holograma fantasmal, Jocey se desvaneció dentro y fuera, su imagen
superpuesta a mi adelgazado rostro y los recientes mechones rubios claros.
Durante los últimos años había pasado mucho tiempo tratando de hacerla
desaparecer, aunque el volver a Watertown me había obligado a
resucitarla. Una vez más, era esa chica preadolescente con el cabello
deslavado, un pecho plano, y una expresión defensiva. Había sido tan
desgarbada y torpe, y con tal florecimiento tardío que estaba a veces
todavía sorprendida por lo que ahora veía en el espejo.

Agarré el secador, trabajando en mi cabello. Era largo y brillante. A los


doce años odiaba profundamente tener el cabello corto y me hice una
promesa silenciosa a mí misma que algún día sería largo. Nunca dejé a
nadie masacrarlo de nuevo.

27
Apagando el secador y reenfocando mis ojos en el espejo, la imagen de la
vieja Jocey finalmente se desvaneció. Ahora, con casi dieciocho años,
admití que había sido un extra mi poco atractivo aspecto en ese entonces.
Teniendo en cuenta todos los hombres que entraban y salían de la vida de
Melody, si yo hubiera sido tan linda como mi madre probablemente
hubiera pasado por cosas mucho peores de las que había pasado. Pero
puesto que todo lo que veían era una niña alta y flaca que podría haber
pasado por un chico, me dejaron sola. El mejor de ellos nos ignoró tanto a
mí como Jack; el peor tenía una vena cruel que evitábamos
convirtiéndonos en seres invisibles.

Me alisé mi cabello y deseé algunos clips para sujetarlo. También habría


sido bueno tener un lápiz labial y sombra de ojos, pero aún en mi peor
momento era mucho más guapa de lo que mi yo más joven nunca había
sido.

Después de vestirme, salí del baño y caminé por la casa de Noah. Me di


cuenta de que se había ido e hice a un lado los sentimientos heridos.
Probablemente se había largado para evitar verme. Al entrar en la cocina,
asalté la despensa y comí un bagel. Entonces llamé a un taxi, que tardó
veinte minutos en aparecer. Cerré la puerta detrás de mí. Había sido un
error venir a Noah en busca de ayuda. Mi auto estaba todavía
desaparecido, junto con todo lo que necesitaba para volver a casa, pero
si tan sólo pudiera encontrar a Jack todo iría bien. Mi hermano y yo
siempre nos habíamos cuidado el uno al otro. Incluso si él estaba en
problemas, ambos lo resolveríamos juntos.

Le dije al conductor que me dejara en el centro de Watertown y pasé la


tarde visitando los lugares donde Jack y yo habíamos ido cuando éramos
niños. Esto incluyó un par de tiendas de informática y de juegos, nuestros
sitios favoritos de comida rápida, y la Biblioteca Flower Memorial que una
vez había amado. No aprendí nada nuevo, pero me ayudó a sentirme
menos ansiosa, como si estuviera cada vez más cerca. Al final acabé en
un café Internet y pagué para revisar mi correo electrónico por cualquier
cosa de Jack. Estuve decepcionada pronto. Después de eso busqué en la
web durante una hora, revisando sus foros favoritos. No había rastro de él.

No quedaba nada sino dar el siguiente repugnante paso. Comencé la


larga caminata hasta la Avenida Keyes. Ya era hora de hacerle frente al
lugar que había estado evitando.

28
Al acercarse el crepúsculo, deambulé por las familiares calles principales
en el viejo vecindario. Hacia el oeste el cielo turbio era de una tonalidad
extraña de parduzco púrpura. Me recordó a una contusión formándose.
Enfrente, en el este, las distantes nubes de lluvia colgaban como bufandas
en capas de color gris oscuro. Una nueva tormenta podría estar llegando a
la ciudad, sin embargo si traería otro aguacero como el de anoche, no
podía estar segura.

Como atraída por un imán, mis pies me llevaron de vuelta a la Casa Seale.
De pie en la acera de enfrente, estudié la casa de gran tamaño que
dominaba el vecindario. Tenía escalones acercándose a las enormes
puertas dobles, y un frente de piedra rosa que se convirtió en terracota
con la débil luz. Las sombras se profundizaron en el porche,
ensombreciendo los paneles de vidrio en las puertas y oscureciendo las
ventanas. Por un instante pareció que hubo un movimiento plateado
detrás de un panel oscuro. Me dije que era sólo el reflejo de una nube
pasajera.

La casa que había visto una vez tan hermosa en el exterior casi estaba
arruinada, carbonizada, negra en el lado este. No podía dejar de mirar
fijamente con un estremecimiento de miserable placer como el que sentí
hace dos años después de saber que Melody, mi depravada madre,
finalmente había partido a la muerte.

Apreté mis ojos durante unos segundos, con ganas de bloquearlo. Pero
incluso con mis ojos cerrados la casa permaneció, quemó en mis retinas
como si tuviera el poder para emitir rayos UV. Una vez más, tenía doce
años de edad.

***

Nos trasladamos hasta el pasillo de cemento de grava. Un sonido como un


suspiro de satisfacción se me escapó mientras miraba a la gran casa en
frente de nosotros. Oí la voz de las burlas de Jack lo suficientemente bajo
como para que el trabajador social no lo escuchara.

—Estás enamorada.

No me molesté en romper mi mirada fuera del gran porche y piedra rosa


que brillaba pálida bajo los rayos directos de la tarde.

29
—Tú también —le susurré de vuelta, sabiendo lo que él estaba pensando
porque podía oírlo en su voz. Estábamos los dos esperanzados de que ese
hogar adoptivo no sería tan malo después de todo. De hecho, a lo mejor
iba a ser genial.

Se encogió de hombros, girando juguetonamente. —¿Crees que hemos


muerto y fuimos al cielo?

Llegamos a los escalones del porche antes de que pudiera contestar.

* **

Mis ojos se abrieron lentamente. Después de todos estos años finalmente


formé una respuesta y murmuré en voz alta—: No, Jack. Nos morimos y
fuimos al infierno.

La luz disminuía rápidamente. Me recordé que la única cosa peor que


entrar en la Casa Seale sería ir dentro cuando estaba oscuro. Ninguna
cantidad de desesperación podría hacerme entrar en ella después de que
el sol se pusiera, así que empecé a cruzar la calle. Mentalmente trazando
el camino más rápido, me dije—: Sólo entra, ve si puedes encontrar algo, y
sal. —No era como si tuviera que quedarme.

Había sólo dos veces que cualquiera de los niños adoptivos alguna vez
usaban las puertas dobles frontales de la Casa Seale: cuando iban allí a
vivir y cuando se iban para siempre. Virando a la derecha, a lo largo del
lado de la casa que no estaba carbonizado, pasé adelfas y plantas
espinosas de acebo garantizadas para desanimar a los niños de subir por
las ventanas. Miré a los paneles de vidrio antiguo que ciegamente
reflejaban mi imagen. Mi imaginación desenfrenada hacía parecer como
si estos fueran ojos mirándome a través de cataratas. Aparté la mirada y
me di cuenta que la hierba era más larga de lo que jamás había visto.
También había malezas en las macetas de flores, cosa que nunca se había
permitido durante mi tiempo aquí. Me deslicé a través del espacio entre la
cerca de madera desgastada y la casa, un poco apretado desde que ya
no tenía doce.

Cerca de la esquina trasera de la casa estaba la pequeña puerta lateral


que nosotros de niños habíamos usado tantas veces. Puse mi mano en la
perilla, casi esperando algún tipo de sacudida eléctrica pero no hubo
nada salvo la sensación del frío metal. Estaba cerrada con llave, por

30
supuesto. Cerré mis ojos por un par de segundos, recordando cómo lo
había hecho Jack: girar la perilla al extremo izquierdo, levantarla, y
agitarla unas cuantas veces. Las bisagras estaban sueltas, lo que permitió
sólo el movimiento suficiente para deslizar el cierre fuera de su ranura. Brotó
libre y la puerta se abrió sin hacer ruido. Esto era peor para mis nervios que
si hubiera hecho un crujido fuerte. Jack y Noah habían mantenido el
interior de esas bisagras bien engrasadas para que pudiéramos salir a
hurtadillas y Hazel Frey no nos oyera. Pero, ¿quién la había mantenido
funcionando suavemente en los años transcurridos desde que el hogar
adoptivo había sido cerrado?

Entré en la pequeña habitación abrigada y luego me deslicé por dos


escalones y por medio de un arco abierto dentro de la cocina. Estaba
tenue en la casa pero no oscuro, por lo que todavía podía ver. Había una
larga mesa de trabajo en el centro de la habitación, diferente de la que
Hazel Frey había poseído. Fragmentos de vajilla y vidrio estaban esparcidos
por el suelo como si alguien hubiera desaparecido en un alboroto odia-
platos. Las sillas estaban patas arriba; una estaba en astillas, y el antiguo
linóleo gris estaba deformado y manchado de agua.

El olor del humo grasoso cubría todo. Me pregunté cómo la Casa Seale
había permitido esto, recordando las pocas veces que algunos de los niños
habían tratado de prender las cortinas en fuego. Las llamas de inmediato
se fueron, como si la casa estuviera extinguiendo el fuego. El pequeño
Dixon lo había llamado un truco de magia. Sólo de pensarlo me puso los
pelos de punta.

Me apresuré a través de la cocina, ignorando el crujido de los cristales


rotos bajo mis zapatos. El comedor todavía tenía el mismo aparador, mesa
y bancas de años atrás, pero ahora el espejo tenía una rajadura como una
gran tela de araña en el centro. El olor a humo se hizo más fuerte, y me
hacía cosquillas en la garganta de una manera desagradable. Girando,
me sorprendieron las sombras.

Por un segundo me pareció ver a mi vieja compañera de habitación,


Angry Beth4. Estaba en cuclillas, sosteniendo uno de los cuchillos que había
robado del cajón de los cubiertos. Sus ojos muy juntos brillaban en la
oscuridad mientras su cabello ondulado de color rojo parecía

4 Angry Beth: al español sería algo como “La Enojada Beth”.

31
desvanecerse en el papel tapiz. Mi corazón se aceleró ante el recuerdo,
aunque sabía que eso es todo lo que era. Angry Beth se convirtió en una
sombra de nuevo, pero todavía podía sentir su malicia. Estaba tan llena de
odio. En realidad no hacia mí, a menos que me pusiera en el camino, sino
hacia todos.

Mi cuerpo estaba tan tenso para entonces que apenas podía obligarme a
seguir moviéndome. Mis orejas tensas por el sonido de su ronco susurro,
incluso mientras me recordaba a mí misma que Beth no podría estar aquí
ahora. Ciertamente había crecido y se fue, de la misma manera que yo lo
había hecho. Mi corazón latía como loco de todos modos. No faltaba
mucho por recorrer.

Unos pasos más y vacilé, congelada por el sonido de una voz hablando en
voz baja. Venía de otra habitación. A diferencia del fantasma de Beth del
pasado, esta persona era real.

32
4

El Sótano
Traducido por Andy Parth

Corregido por Samylinda

U
na voz se convirtió en dos, el tono y el descenso de la conversación
indescifrable, entretejiéndose con el suspiro del viento. Giré en la
dirección del sonido y vi un parpadeo de luz. ¿Linternas? Entonces me
di cuenta de que nada emitiría ese tipo de resplandor amarillo excepto
llamas expuestas. ¿Había venido alguien a la Casa Seale planeando
terminar su destrucción? Mi primer instinto fue ofrecer mi ayuda hasta que
recordé que las intenciones de las personas no son buenas, como habría
dicho Hazel Frey, rara vez eran amistosas. Así que me quedé en la parte
más oscura de las sombras y me trasladé silenciosamente, justo como
había aprendido durante los meses que pasé aquí.

***

—Como un ratón —advirtió Jack.

—Claro… un ratón de un metro ochenta —susurré en respuesta.

Él sonrió. —Tú no tienes un metro ochenta de altura.

—Todavía no.

***

El recuerdo de la juguetona voz de mi hermano hizo que mi corazón


doliera, pero me dije: concéntrate. Seguí hacia adelante y eché un vistazo
alrededor de la esquina. La gran sala frontal estaba frente a las puertas
dobles de la entrada, había sido el lugar más bonito de la casa. Reservado

33
para los invitados y trabajadores sociales, el único momento en que a los
niños se les permitía entrar era cuando desempolvábamos los muebles o
llevábamos educadamente limonada o té a los visitantes de Hazel Frey.
Ahora, sin embargo, la una vez encantadora sala tenía el muro oriental
ennegrecido, los muebles arruinados y unos extraños visitantes.

Había cinco chicos un poco más jóvenes de lo que yo era. Estaban


vestidos con camisetas negras que anunciaban bandas o tenían consignas
que no podía leer completamente. Llevaban ajustados pantalones
vaqueros de corte bajo, cadenas y piercings en abundancia. Sus cabellos
estaban teñidos de negro o de blanco, llevaban tanto delineador que
haría orgullosa a una momia Egipcia. A primera vista, pensé que todos
eran chicos, pero mirando desde las sombras, parecía que un par podrían
ser chicas. Por suerte para mí, estaban cautivados con un pequeño
incendio. Su luz distorsionando sus facciones y lanzando imágenes tribales
a través de las paredes.

Las ventanas estaban cubiertas con una pesada capa de hollín,


oscureciendo la sala, y las cortinas colgaban en retazos fundidos. Un viento
suave pasó a través de la sección quemada del techo y agitó las llamas,
levantando un espiral de cenizas. ¿Qué pensaría Hazel Frey viendo esto?
Hace cinco años, ella ni siquiera habría dejado que estos chicos
atravesaran su puerta. Y sin embargo, aquí estaban haciendo una fogata
en el salón. Supuse que eran del vecindario, contentos de sentarse en una
casa quemada y tener su ritual anarquista. Un par de ellos bromeaban
mutuamente con palabras de su jerga murmuradas, mientras que los
demás miraban las llamas con fascinación y sorbían de botellas oscuras.
Retrocedí silenciosamente. El instinto me decía que saliera y regresara
mañana después de que se hayan ido, pero tenía miedo de que una vez
que dejara la Casa Seale no podría encontrar el valor de volver. Me
aparté. Próxima parada, el sótano.

Volví a la cocina y traté de no pensar demasiado sobre adónde iba.


Atravesé la escalera que llevaba al segundo piso y junto al baño, estaba
una puerta cerrada. Alcancé el pomo y sentí como punzaba la
adrenalina, ya que lo que había ahí abajo me asustaba más que el fuego
que empezaba en la otra habitación. Bajar hacia el sótano era la tarea
más enervante que podría hacer, pero mi deseo por la verdad me obligó
a seguir adelante.

34
Abriendo la puerta lentamente, de modo que no chillara, me deslicé en la
oscuridad. Mi corazón empezó a hacer un desagradable baile tap5.

Por más que no quería seguir bajando los escalones, era la única opción
que me quedaba. Sabía que si Jack me había dejado un mensaje en
algún lugar de la Casa Seale, el sótano sería donde lo habría puesto. Al
principio había pensado que el recorte de periódico sobre el incendio era
la forma que mi hermano tenía de decirme lo que pasó. Y que me estaba
diciendo que buscara a Noah. Ahora, sin embargo, pensaba que la pista
era más directa que eso. Probablemente quiso decir todo el tiempo que
viniera para acá y en su lugar lo había sobre-analizado, lo que
normalmente hacía.

Cerré la puerta, dejando una pequeña grieta, demasiado asustada de


cerrarla por completo, y miré hacia abajo al hueco oscuro de la escalera.
Arrebatando las llaves de mi auto perdido del bolsillo, tanteé hasta
encontrar el diminuto LED6 en la cadena. Presioné el botón y una pequeña
luz azul circular aligeró la oscuridad, mostrando los escalones de madera
rugosa justo debajo de mí pero nada más. Aun así, era sorprendente como
ese poquito de luz ayudó a calmar mi miedo mientras seguía hacia
adelante.

A mitad del camino, tuve una nueva idea. ¿Jack posiblemente podría
estar tan asustado que estaba escondido en el sótano? No podía imaginar
tal cosa, pero la ansiedad me alentó a continuar.

—¿Jack? —llamé en un susurro fuerte—. ¿Estás aquí abajo?

No hubo respuesta.

—¿Jack? —traté una vez más.

***

—¿Por qué tienes que esconderlo aquí?

5 El Baile Tap: también llamado claqué, es un estilo de baile estadounidense en el que se


mueven los pies rítmicamente mientras se realiza un zapateado musical.
6 LED: de la sigla inglesa LED (Light-Emitting Diode) "diodo emisor de luz", también "diodo

luminoso". Es un diodo semiconductor que emite luz. Se usan como indicadores en muchos
dispositivos, y cada vez con mucha más frecuencia, como mínimas linternas.

35
—Odio cuando lloriqueas —dijo mi hermano, aunque no había nada
odioso en su tono. En todo caso sonaba animado.

—Deja de actuar tan machito. Sé que estás tan aterrado de este sótano
como yo.

—Te equivocas, hermana. Me encanta este lugar. Tantos buenos recuerdos


de nuestros primeros días aquí, ¿sabes? Además, este es el escondite
perfecto. ¿Quién vendrá aquí abajo y husmeará alrededor? Incluso Beth
está asustada del sótano.

***

Jack no contestó, y me sentí realmente tonta. Por supuesto, ¡mi hermano


no estaba escondido aquí abajo! ¿Estaba loca? Aire frío y húmedo subió a
saludarme. Habría temblado si no hubiese estado ya sudando. No fue sino
hasta que llegué al último escalón que me di cuenta de que había estado
apretando mis dientes y respirando por la nariz. El pequeño LED no disipó la
oscuridad profunda mientras miraba a las cajas apiladas y muebles viejos.
Un árbol de navidad envuelto en una sábana me hizo jadear cuando la luz
lo golpeó por primera vez. Más allá de esas cosas, sabía, que estaba la
gigantesca caldera que irradiaba calor durante el invierno, pero que se
tendía como un ogro hibernando en los meses más cálidos. Alrededor de
la esquina y más lejos al fondo estaba el lugar más oscuro, lo que los niños
temían más, un muro de húmeda tierra negra junto a las bases de
cemento. Eso era lo que le daba al sótano su decadente olor terroso. Hice
una mueca. Han pasado años y todavía el olor era familiar y asqueroso.

Dixon, de siete años de edad, había estado más aterrorizado que nadie
del sótano, despertándonos a todos gritando porque tenía pesadillas sobre
él. Según Noah, Dixon estaba seguro de que los cadáveres de los niños
desobedientes estaban enterrados en esa tierra enmohecida.
Externamente, todos nos burlábamos de la idea; pero secretamente, la
mitad lo creíamos.

Miré detenidamente hacia las sombras más lejanas y alumbré con mi


pequeña luz alrededor. Eso confirmó que Jack no estaba aquí abajo. De
alguna manera fue un alivio. Incluso aunque estaba ansiosa por
encontrarlo, habría sido terrible que su situación fuese tan desesperada
que él se hubiese visto forzado a esconderse en este sótano. Sólo

36
necesitaba ver si había dejado un mensaje para mí en su escondite
secreto.

Giré alrededor de los escalones de madera, lista para deslizarme por


debajo. Mi plan fue frustrado por varias cajas apiladas bajo las escaleras.
Sosteniendo la luz entre mis dientes. Agarré una y la arrastré lejos mientras
las llaves del auto se sacudían contra mi barbilla. La caja estaba pesada,
probablemente llena de libros o algo estúpido como ladrillos. Gruñí y las
deslicé lejos, con la esperanza de que el sonido del cartón raspando el
cemento no llegara al piso de arriba. La luz azul revoloteó como loca
mientras trabajé para liberar el espacio bajo las escaleras.

Remonté agazapada, y enfocando la luz hacia el último escalón. El único


que era una caja de madera sólida; los demás sobre mi cabeza eran sólo
tablas. Mirando fijamente hacia él, me di cuenta de que me había
olvidado de conseguir un destornillador. Forzarlo sería casi imposible pero
tenía que intentarlo de todos modos. Desprendí el LED y lo sostuve en mi
boca mientras mis dedos usaban una de las llaves. Era incómodo alargarse
bajo los escalones, pero trabajé con la llave una y otra vez, tratando de
deslizarla entre las tablas. Estaba haciendo un pequeño progreso cuando
escuché algo. Me detuve para escuchar.

Pies pisoteaban en el piso superior y alguien gritaba o reía; no estaba


segura de cuál. Hubo voces enojadas seguidas por un estrépito, como si
alguien hubiera destrozado otra silla de la cocina. La puerta del sótano se
abrió repentinamente, por lo que apagué mi luz. El instinto me dijo que ser
encontrada por estos chicos con los nervios de punta no sería algo bueno,
pero tampoco quería quedarme en la incómoda posición bajo las
escaleras. Especialmente no en la extrema oscuridad. La única luz que
podía ver era un pequeño parpadeo, y me preocupó que fuera el fuego
extendiéndose. Quizás los chicos llevaban antorchas hechas con las patas
de los muebles.

Estaban en silencio ahora, y aun así dudaba que se hubieran ido. ¿Estaban
parados en la parte superior de las escaleras, mirando hacia abajo a la
oscuridad de la forma en que lo había hecho hace diez minutos? ¿Se
habían retado el uno al otro para entrar en el sótano, en algún tipo de
juego escalofriante o sospechaban que estaba aquí? No me moví mientras
mis ojos se enfocaban en el ligero parpadeo de las sombras grises de
arriba.

37
Esperando, esperando… ¿pero qué pasaba en las escaleras? Pese a que
el frío concreto absorbía la calidez de mi cuerpo mis extremidades estaban
empapadas y mi cara se sentía caliente. ¿Era sólo mi imaginación tratando
de enviarme en un clavado a lo profundo del miedo, o realmente había
alguien allí esperando que me moviera? Estaba haciendo sonidos con las
pequeñas respiraciones, así que puse mis labios juntos e inhale el frío y
húmedo olor del sótano a través de mi nariz. Mis oídos tensos por cualquier
sonido. Casi me había convencido de que mi imaginación estaba
llevándome a un paseo salvaje cuando hubo un chirrido, como alguien
dando un paso hacia abajo.

Quien sea que estuviera allí parecía estar escuchando. Una nueva idea
vino hacia mí, más aterradora que enfrentar a un grupo de chicos hostiles.
Si ellos cerraban y bloqueaban la puerta, estaría atrapada aquí abajo. Una
cosa que sabía a ciencia cierta sobre este lugar era que: sólo había una
forma de salir. Estaba lista para saltar de debajo de la escaleras y hacer
una confrontación usando mi pequeña luz azul hasta que mi oreja captó
un nuevo sonido. Era el astuto deslizar de una navaja fuera de su mango.
Desde que Beth, de quince años de edad, había sacado tantas veces la
hoja de su cuchillo durante las noches en la habitación que compartíamos,
ese sonido había quedado grabado para siempre en mi memoria. Cambio
de planes. Me quedé quieta. Mis piernas y mi espalda comenzaron a doler
y me olvidé de la caja escondida.

El miedo empezó a crecer como una ola, y la oscuridad húmeda y fría del
sótano llegó a ser sofocante. Apreté mis ojos cerrados.

***

Después de que el trabajador social se fuera, le dijeron a una chica


pelirroja llamada Beth que nos llevara arriba. Ella nos mostró las dos
grandes habitaciones, cada una con tres camas literas: seis chicos por
habitación. Eran amplias, con muebles simples y grandes ventanas. Yendo
abajo, después de desempacar, vimos que la cena había sido servida.
Varios niños se reunieron discretamente en las bancas junto al largo
comedor. Lo último que habíamos comido había sido cereal para el
desayuno esta mañana, por lo que vimos el asado, la salsa y el montón
humeante de puré de papas con anticipación.

38
—Me imagino que tienen hambre —dijo Hazel Frey. Ella parecía una
abuela, con características anodinas y un casco de cabello marrón
grisáceo. Nosotros asentimos y ella sonrió con frialdad—. Eso es demasiado
malo entonces.

Noté que algunos niños estaban mirándonos con disculpas en los ojos,
mientras que otros ignoraban todo excepto la comida.

—Vengan conmigo —dijo Hazel y fuimos con ella hacia la puerta junto a la
escalera.

Encendió la luz, abrió la puerta y nos llevó abajo. Una sola bombilla sobre
las escaleras iluminaba tenuemente el camino y una vez que estuvimos en
la parte inferior señaló una fea colcha hecha de cuadros de rugoso
poliéster.

—Sólo para que sepan, hay algo que los niños que vienen aquí tienen que
aprender antes que nada. La regla de la Casa Seale. Sólo tenemos una y
es esta: no hagan nada para molestarme. Si rompen mi regla, se saltaran la
cena y pasarán la noche aquí abajo. Así que, para que vean lo que se
siente, tratarán de pasar su primera noche aquí.

Hazel giró y pisoteó por las escaleras mientras jadeábamos tras ella. Azotó
la puerta y la bloqueó. La luz se apagó, hundiéndonos en la oscuridad.

***

Había tratado duramente olvidar los meses que habíamos vivido en la


Casa Seale. Me dije que algunos de los inquietantes acontecimientos
dentro de estos muros no podían ser reales, pero ahora, mientras estaba
agazapada bajo las escaleras mis ojos y oídos tensándose contra la
implacable oscuridad, una vez más ocurrió algo que había desviado mi
realidad. Hubo una leve agitación del aire a mi espalda, como si fuera
causada por un movimiento en la oscuridad. Alguien o algo, se movía
lentamente detrás de mí.

Un escalofrío tensionó mi cuero cabelludo, y el espacio bajo las escaleras


se sintió claustrofóbico. Durante unos segundos no pude moverme,
paralizada por la duda y el temor.

Mi mente gritaba: ¡No es real! Pero podía sentir el aire caliente erizando el
cabello contra mi cuello, así como podía sentirlo merodeando, igual que

39
como había olvidado hace tanto tiempo. La razón exigía que me estirara
hacia atrás y probara que no había nada excepto espacio vacío. Y aún
así, ¿qué si tocaba algo viscoso o en descomposición?

Ahogué un sollozo, congelada en el lugar mientras la presencia


succionaba lentamente mi energía. Aunque la sangre estaba rugiendo en
mis oídos, todavía podía escuchar su respiración. ¿Iba a lanzarse y sujetar
la parte posterior de mi cuello con sus mandíbulas?

Olvidando a los enojados chicos de arriba, ahora sólo me preocupaba


escapar de esta mazmorra, salí tambaleándome de debajo de los
escalones. Segundos después un fuerte dolor abrasó mi brazo. Grité y salté
por las escaleras, soltando un desgarrador gemido detrás de mí que sonó
sobrenatural, incluso a mis propios oídos.

En la parte superior de las escaleras había un contorno gris en el marco de


la puerta y alguien parado allí. Mientras me acercaba, gritando como un
demonio, el chico retrocedió. Aterricé de golpe sobre él y lo lancé al piso,
pero seguí moviéndome. El sol había desaparecido y el fuego en la
habitación del frente quemaba hasta las brasas, pero comparado con la
oscura negrura del sótano, podía ver lo suficientemente bien. Ahora que
había dejado de gritar, pude oír a otros corriendo hacia mí desde
diferentes direcciones. Me abalancé en las sombras junto a la escalera
que conducía al segundo piso. Desde mi escondite pude ver a un chico
con una navaja levantándose de un salto y girando en un ansioso círculo.
Había un destello brillante de su cuchillo mientras él apuñalaba la
oscuridad.

Su arma debería haberme asustado, pero la estudié con detenimiento.


Comparado con la cosa en el sótano parecía inofensivo. Mi brazo
palpitaba con dolor y mi garganta dolía mientras me esforzaba en respirar
silenciosamente. Por encima del martilleo de mi corazón escuché un ruido
sordo y por un ansioso segundo me pregunté si la bestia vendría
embistiendo las escaleras. Un relámpago plateado destelló en las ventanas
y me di cuenta de que era sólo un trueno. Otra tormenta había llegado a
Watertown.

El viento estremeció los aleros mientras los otros tres chicos se reunían en
torno a su amigo. Escuché una ronca maldición y pareció prudente
retroceder lentamente hacia las escaleras.

40
Los años se disiparon y recordé una vez más el código cauteloso que Noah
nos había enseñado a Jack y a mí para ayudarnos a saltar las tablas
chirriantes. Empecé a contar silenciosamente para mis adentros. Cuatro,
cinco, seis… muévanse hacia el extremo izquierdo y suban. Diecisiete,
dieciocho… den vuelta a la derecha con un paso gigantesco. Echen un
vistazo alrededor de la esquina. Si el camino está despejado, sigan
subiendo de dos en dos hasta el rellano.

Hasta ahora todo bien. Entonces escuché algo de mi pasado que congeló
la aguja de mi ya sobre-estimulado medidor de ansiedad.

—Jocey… —llamó una voz baja mientras el chico subía las escaleras detrás
de mí—. ¿Jocey, dónde estás?

41
5

Escape
Traducido SOS por LizC

Corregido por Samylinda

E
l olor a tabaco rancio llenaba la segunda planta. Ambas paredes
en el pasillo estaban chamuscadas, pero una estaba quemada por
completo y parte de los aleros se habían derrumbado. El viento
soplaba en el interior mientras me apresuraba al pasar.

Me metí en el dormitorio de los chicos, ahora vacío excepto por una


manta trenzada, un taburete, y algunas cajas de cartón. A media que
cerraba la puerta en silencio una imagen vino a mi mente de Noah y Jack
señalándome hacia la ventana. Corriendo allí, miré hacia donde las literas
habían estado.

***

El Hermoso Dixon, que tenía siete años, se sentó. Sus pálidos rizos estaban
revueltos de dormir, las sábanas estaban en lo alto hasta su barbilla. Había
preocupación en sus ojos.

Al otro lado de la habitación un niño se acurrucaba en un montón de


mantas. Tenía el rostro cetrino de un niño de la calle que, en defensa
propia, había aprendido a mantener su espalda en un rincón. Sus fríos ojos
mostraban un alma enferma y enconada crueldad. Su verdadero nombre
era Conner, pero lo llamábamos Corner Boy7.

***

Hasta ese momento, me había olvidado de él. Todas mis sesiones de


terapia con el viejo Doctor Candlar, las cuales habían incluido muchos

7Corner Boy/Chico del Rincón: hace un juego de palabras con el nombre Conner a
Corner que significa “esquina” o “rincón.”

42
detalles acerca de los niños de la Casa Seale, y ni siquiera había pensado
en incluir a Corner Boy. La parte que había jugado casi me destruye… él
fue la razón por la que terminé huyendo de la Casa Seale. Sin embargo, no
lo había recordado hasta ahora. ¿Había otras piezas fuera de lugar de mi
pasado que también había olvidado?

Obligué a volver los recuerdos y alcé las estrechas persianas. Cayó un rayo
y el trueno estremeció los cristales. Mis dedos dieron la vuelta al viejo
pestillo de metal, pero entonces me detuve ante el sonido de voces
apagadas en el pasillo. Todavía no estaba segura de si ese chico con la
navaja había dicho realmente mi nombre. ¿Cómo podía saber quién era
yo? Aún más espeluznante, ¿por qué había decidido meterme en este
juego macabro de las escondidas?

Sólo veinte minutos dentro de la Casa Seale y ya un niño desquiciado con


una navaja me perseguía, había tenido un encuentro con el fantasma en
el sótano, y un fantasma de la infancia me recordó algo que debo de
haber querido con muchas ganas olvidar. Era demasiado, y me empecé a
sentir como si me hubiera caído a través de una especie de túnel del
tiempo o un agujero negro en una broma cósmica. Casi me reí hasta que
intenté abrir la ventana y no se movió.

Afuera en el pasillo pude oír algunas puertas abriendo de golpe mientras


voces flotaban y se desvanecían como un viento furioso. Empujando todo
mi peso contra la ventana, logré que chirriara, pero no se deslizó hacia
arriba. Otro rayo de luz y el cristal resplandeció brillante, mi imagen
reflejada desvaneciéndose por ese segundo.

El trueno siguió por lo que empujé con más fuerza. ¿Hazel Frey habría
aprendido la verdad acerca de nuestras salidas secretas y colocó clavos
en esta para sellarla? Pero si eso era cierto, entonces ¿por qué la puerta
del guardarropa se había abierto con tanta facilidad? ¿Qué pasa si la
Casa Seale me dejó entrar, pero no quería que me fuera?

Agarré el pequeño taburete con ambas manos. El rayo llegó de nuevo.


Anticipé el trueno que seguiría y golpeé fuertemente. El taburete golpeó
con un estrépito que fue tragado por el sonido del trueno. Voló vidrio por
todas partes, una pieza cortando el costado de mi mano. Esto picó, pero
no era grave. Aparté los fragmentos restantes con el taburete y salté a la
estrecha cornisa justo cuando la puerta del dormitorio se abrió de golpe.

43
El frío viento me quitó el aliento. Me tiré al tejado de la misma manera que
Jack, Noah, y yo habíamos hecho docenas de veces. Por supuesto en esas
noches la luna iluminaba por lo general nuestro camino y no había viento
fuerte. Trepé a la cima y caminé cuidadosamente a lo largo, diciéndome a
mí misma no mirar hacia abajo, porque eso era lo que Noah siempre me
había advertido. El viento se remolcaba a mis pies y sacudía el cabello en
mi rostro, pero seguí avanzando hacia adelante, decidida.

Tomé varios tragos de aire, refrescante después del olor a humo y cenizas
húmedas. Mirando hacia atrás, vi la silueta de la forma de un chico, como
un gran mono encorvado, trepando a la cima de la azotea. Se deslizó a
través de las tejas desgastadas sin ninguna dificultad en absoluto. ¿Iba el
loco chico yendo a esa velocidad? Me empujé hacia adelante, tratando
de apresurarme a la cima a pesar de que el viento me hacía temblar las
piernas. Estaba haciendo un buen progreso hacia el lugar familiar donde el
pico se reunía a un segundo voladizo. Justo en ese momento, la punta de
mi zapato se enganchó con un guijarro curvado y me caí hacia adelante,
aterrizando duro.

Los tablones calcinados se rompieron y una parte del techo cedió bajo mis
manos. Grité, agitando los brazos en busca de un asidero a medida que las
tejas y vigas débiles caían con estrépito a la superficie de abajo. Apenas
era capaz de sostenerme, agarré la madera que se desmoronó a lo lejos
como ennegrecidas cerillas. Las fauces oscuras amenazaron con
tragarme. Me aparté del agujero. Si no me hubiera resbalado y golpeado
ese lugar en el techo con las manos, habría dado un paso en él y habría
caído a través del ático al segundo, o incluso al primer piso, de abajo.

Mi perseguidor se echó a reír como una hiena loca. El sonido inhumano me


impulsó a trepar alrededor del derrumbe. Afortunadamente, el agujero
también desaceleró al chico de la navaja y me dio tiempo para llegar al
segundo tejado.

Crucé el siguiente pico, después me encabecé por el costado. Era casi


imposible de ver, a medida que nubes pesadas sofocaban la luna, pero de
un modo extraño también era como leer un mapa largamente olvidado.
La siguiente parada era el gran árbol de abedul con ramas que se reunía
al techo y hacía de una escalera natural. Por desgracia, el mapa había
cambiado en los años que había estado fuera. Me quedé de pie en el
borde del techo y me aparté el cabello azotado por el viento en mi cara.

44
Muy por debajo había un lamentable tronco de árbol, todo lo que
quedaba del gran abedul.

Antes de que pudiera pensar qué hacer, fui golpeada en la espalda por
algo duro. Girando alrededor vi al chico tirar un guijarro hacia mí como si
fuera un disco volador. Me agaché y me moví hacia un lado. Un tercero
rebotó en mi hombro, escociendo, pero apenas lo noté ya que en ese
momento una ráfaga de viento me levantó de mis pies. Perdí el equilibrio,
caí hacia adelante, y golpeé el techo. De repente estaba deslizándome
por los aleros empinados, disparada hacia la tierra mientras mi mejilla,
mandíbula y manos rozaban la superficie rugosa de las tejas. Se me
desgarró el dobladillo de mi camisa, el techo rasgando mi estómago
también, hasta que mis pies se estrellaron contra la cuneta. Esto me impidió
seguir hasta el borde.

La blanca cuchilla de un rayo tajó el cielo y el trueno retumbó por encima.


Me aferré a la azotea, mis palmas picando. Otra risa de hiena derivaba de
alguna parte por encima de mí y sentí que estaba por venir. Me imaginé su
cuchillo arrojándose con toda su fuerza a través de mi espalda, perforando
mi corazón.

Escabulléndome de lado como un cangrejo frenético, me trasladé hasta la


esquina de la casa y me deslicé por el borde. Las motas de polvo azotadas
por el viento picaron mis ojos y mi visión se tornó borrosa, pero me centré
en la vibración de las botas del chico pisoteando en el tejado. Balanceé
mis pies hacia adelante y hacia atrás en el aire vacío, tratando de sentir la
tubería de agua de gran tamaño unida a la cuneta. Una vez que conecté,
me dejé llevar con la mano derecha y la agarré. Cautelosa, cambié mi
peso a la tubería de la misma manera que había hecho años atrás. Había
sido aterrador en aquel entonces. Ahora bien, era espeluznante.

Agarré el tubo y empecé a deslizarme hacia abajo, pero se alejó de sus


goznes oxidados. Pesando un poco más que a los doce años, y sabiendo
también que los soportes estaban mucho más viejos, no debería haberme
sorprendido. Y, sin embargo, cuando la tubería de la Casa Seale me lanzó
por los aires, me di por aludida. El miedo y la ira chocaron a medida que
experimentaba la visceral sensación aprehensiva de caer. El tubo ralentizó
mi descenso pero no lo suficiente para un aterrizaje fácil. Golpeé el suelo
duro, mi cadera tomando la mayor parte del golpe, además de dejarme
sin aire. Durante unos cuantos segundos horribles luché para que mis

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pulmones trabajaran de nuevo, finalmente logrando empujar un bulto
doloroso de aire dentro.

Me incorporé, mi cuerpo gritando en señal de protesta mientras estudiaba


la línea de cielo negro y el techo gris. Si el chico de la navaja estaba allí,
no podía verlo. Eso me preocupó más que si hubiera estado gritando y
agitando su cuchillo. Me obligué a ponerme de pie; mis piernas temblaban
por la conmoción de la caída. Afortunadamente, nada parecía roto. Me
moví tan rápido como pude, pero mis piernas se sentían como de goma.
Dirigiéndome por el costado de la casa, pasando los arbustos de hoja
perenne y por debajo de los arces gigantes, finalmente alcancé el patio
delantero. Corrí a lo largo del césped mojado hacia la acera.

Detrás de mí la puerta de enfrente se abrió de golpe tan fuerte que uno de


los paneles de vidrio se rompió. Por encima de mi hombro vi a los chicos
correteando fuera como cucarachas pululando de un lugar de escondite.
Algunos saltaron de dos pasos a la vez; mientras que otros se precipitaron
sobre la barandilla del porche. Venían por mí.

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6

El Callejón
Traducido por Areli97

Corregido por Melo

E ché a correr, mis entrañas gritando: ¡Sal de aquí!

Los chicos me perseguían y aunque no podía imaginar por qué eran


tan hostiles, no me atreví a detenerme y preguntar. Tenía piernas largas y
un nuevo estallido de adrenalina, así que fui capaz de sacarles ventaja. De
nuevo sentí esa fuerte mezcla de miedo e ira. ¿Qué es lo que querían?
¿Estaban molestos porque irrumpí su estúpida fiesta en la hoguera?

Sus botas golpeaban contra el concreto a mis espaldas, pero eso era todo.
No me maldijeron o gritaron que me detuviera. Nada de eso me habría
dado tanto miedo como esta silenciosa persecución.

Di vuelta en una esquina, y corrí a través de dos patios sin cercas, el


césped haciendo un sonido blando bajo mis zapatos. El viento cesó y el
mundo nocturno ahora parecía una lona blanca y negra de sombras
abstractas. Mi corazón y piernas estaban bombeando mientras me
impulsaba hacia adelante y trataba de ignorar las raspaduras que
picaban mi rostro, estómago y las palmas de mis manos. Zigzagueé mi
camino por el vecindario. Mis pulmones se sentían como si estuvieran
estallando.

Golpeé una pared de verdad, pero escuchando los pasos detrás de mí me


empujé más allá de ella. No me atreví a detenerme porque el instinto me
decía que querían lastimarme. Echando un vistazo atrás vi que, aunque se
habían quedado atrás, todavía venían. ¿Qué eran? ¿Descerebrados
zombies alienígenas?

El área residencial se convirtió en una calle de negocios. Este extremo de


Watertown había recibido definitivamente una reconstrucción desde la

47
última vez que estuve aquí. Aunque algunos edificios me eran familiares,
mucho había cambiado lo suficiente para hacerme sentir como una
extraña. Sólo esperaba que mis perseguidores se quedaran sin aliento y se
retiraran.

Intentando perderlos, me precipité entre los edificios, a través de un


callejón y por otras dos esquinas. Después de otra cuadra no pude verlos,
así que caminé al profundo nicho de la puerta perteneciente a una tienda
de materiales de arte.

La larga marquesina oscurecía las sombras, y dudaba que alguien pudiera


verme. Era un buen lugar para ocultarme y recuperar el aliento. Mis
pulmones quemaban cuando tragaba aire y trataba de sacudirme los
temblores de mis brazos y piernas. No podía explicar, incluso a mí misma,
por qué su persecución hacia mí me había puesto los pelos de punta más
que cualquier cosa que había sentido en un muy largo tiempo.

Me puse en cuclillas para descansar y escuchar por el golpeteo de botas


aproximándose. El único sonido que escuché fue el de truenos
retumbando en la distancia y el zumbido de uno o dos autos que pasaban.
Me estremecí. Mi pecho seguía elevándose y mis pulmones seguían
abrasadores, pero el alivio me inundó. Había sido capaz de eludir a esos
chicos, lo que parecía un milagro. Así como el tempestuoso viento y los
truenos se habían ido sin dejar lluvia, tal vez era sólo aire caliente también.

Poco a poco me puse de pie y miré el sombrío panorama. Mi mente corría.


¿Qué debía hacer ahora? Ir a la Casa Seale había resultado peor de lo
que podría haber imaginado, y ni siquiera había sido capaz de abrir el
escondite de Jack. Eso significaba que había ido al sótano por nada. Pasé
los dedos por mi cabello lleno de nudos por culpa del viento.

Atenta de que nadie me estuviera mirando, me deslicé de la puerta y me


quedé en las partes más oscuras de la acera. Después de pasar una serie
de negocios cerrados, giré en un callejón y bordeé un contenedor
maloliente con una pila de periódicos empapado a un lado. Echando un
vistazo a cada sombra sospechosa que me topé en el camino, me
precipité en una calle vacía y corrí por otro callejón. Este era más oscuro
que el otro. Demasiado tarde vi que una valla de alambre y una
desordenada montaña de cajas de cartón lo convertían en un callejón sin
salida. Empecé a retroceder.

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—¿Por qué has vuelto? —dijo una voz chillona.

Sorprendida, me di la vuelta. Un grito de asombro murió en mis labios


cuando alguien apareció detrás de un contenedor oxidado. Al igual que
un acosador en una pesadilla, el muchacho que me había perseguido por
el techo ahora estaba bloqueando mi camino. Su complexión era
delgada y nervuda; yo era más alta y pesaba más que él, pero no me
hacía ilusiones respecto a cualquier ventaja que pudiera tener. Su cara
estaba escondida, envuelta en color gris noche, aunque había suficiente
luz proveniente de la calle para poder detectar una mirada feroz. Detrás
de él otros cuatro surgieron de la oscuridad como fantasmas. Retrocedí y
examiné el callejón. Los edificios a ambos lados estaban sin luz, el aroma
humeante de arroz frito y aceite caliente procedían de las cercanías.

—¿Quién eres? —Estaba sorprendida de lo calmada que había sonado mi


voz.

—¿No me recuerdas? —Sonaba dolido, aunque no podía decir si fue


sincero o no.

—Me pareces familiar. Espera, ya sé. ¿Protagonizaste el remake de Village


of the Damned?

Sacó la navaja del bolsillo y apretó un botón. La hoja salió disparada


brillando tenebrosamente en la penumbra, y dije:

—Supongo que no.

—Te he extrañado, Jocey. —Sombras extrañas cruzaban su cara


entumecidas como lágrimas en un maniquí.

—Jocelyn —lo corregí—. ¿Cuál eres tú? ¿Martin o Georgie? ¿O tal vez la
pequeña Evie vestida como hombre?

Se acercó hasta que pude ver sus facciones claramente. Mirando más allá
del pesado maquillaje para ojos y los piercing en sus labios y cejas, parecía
haber un manto familiar. Había sido tan pequeño en aquél entonces, un
niño rubio usando un pijama de Spider-Man. Un extraño tipo de tristeza me
sacudió.

—Georgie. Has cambiado mucho desde la última vez que te vi.

—Tú también.

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—He estado fuera durante un largo tiempo. ¿Cómo sabías que era yo?

—Estabas parada en medio de la calle y después te colaste en la casa.


Fuiste al sótano. ¿Qué otra chica, excepto tú, haría eso?

Los otros se estaban acercando cada vez más; vacilando ahora a causa
de nuestra conversación.

—¿Pero por qué estabas en la Casa Seale? No ha sido un hogar adoptivo


en años.

La cara de Georgie todavía estaba en blanco y no respondió.

Ahora que había dejado de correr el frío había empezado a filtrarse en mis
magulladas articulaciones. Me estremecí.

—¿Qué es lo que quieres?

Levantó el cuchillo como si fuera un premio.

—Tu corazón.

—Supongo que eso no es literal.

—No debiste haberlo hecho, Jocey.

—¿Hacer qué? ¿No debería haberte dado mi panecillo por debajo de la


mesa? ¿O fijarme si había tijeretas8 antes de que fueras a hacer pis? Tal vez
no debí haber dicho que yo fui la que rompió el tazón chino de Hazel para
que no tuvieras que pasar la noche en el sótano.

Georgie dio un paso adelante y yo di uno hacia atrás, bailarines


titubeantes. Fingió una estocada con el cuchillo y di un saltó.

—¿Qué está mal contigo, Georgie? ¡No eres un asesino!

Aunque, tal vez sí lo era. Los otros se estaban acercando, y una sensación
de hundimiento se apoderó de mí, la desconsoladora rendición en una
pesadilla cuando no hay escapatoria. El peor escenario: que no me

8 Tijeretas: son insectos de cuerpo alargado, algo aplanado, de tamaño mediano a


pequeño, de color pardo o rojizo, y con dos cercos posteriores en forma de tenaza.
Normalmente viven bajo piedras o entre la corteza de los árboles. Reciben otros nombres,
como tijerillas, cortapichas o pinchaorejas, todos los cuales aluden a la impresión que
producen los cercos en forma de pinza.

50
despierte de este sueño funesto. Georgie arremetió con el cuchillo de
verdad esta vez.

Salté lejos, apenas esquivando la cuchilla. Tropezando con las cajas


saturadas, caí hacia atrás y levanté la mirada hacia Georgie. Sus rasgos de
maniquí se rompieron en una desagradable sonrisa, sus ojos llenos de odio.
Levantó el cuchillo. Desesperadamente, le di una patada, mi pie
conectando con su rodilla. Él gritó y se tambaleó hacia atrás. Di la vuelta y
pasé por encima de las cajas, yendo a la valla mientras las cucarachas me
perseguían. Uno de ellos me pegó con tanta fuerza que me tiró contra la
valla de alambre que se sacudió.

Georgie corrió hacia adelante mientras yo trataba de escalar. El alambre


de la valla cortó mis dedos, pero me obligué a seguir subiendo de todas
formas. Echando un vistazo por encima del hombro, lo vi girar el brazo en
un arco feroz. La mortal cuchilla se dirigió directamente hacia mi espalda y
me preparé para el golpe.

Se escuchó un disparo y Georgie giró en redondo como una marioneta en


hilos retorcidos. Se desplomó, su cuchillo deslizándose sobre el pavimento.

Una de las chicas empezó a gritar. Salté por encima de la valla y me dejé
caer en unos barriles de metal con un doloroso estruendo. Rodando, me
agaché detrás de los barriles y escudriñé a través del revoltijo de cajas de
cartón. En el otro extremo del callejón estaba la silueta de un hombre
iluminada por el resplandor sulfuroso de la farola. No podía ver su rostro o
algo más, pero cuando dio otro disparo los chicos olvidaron a su amigo
caído y se desvanecieron. Mi corazón golpeaba tan rápido que mi
respiración se convirtió en pequeños y aterrorizados jadeos. Por sólo un
momento observé la figura distante del hombre que me había salvado
hasta que desapareció en la esquina.

Levantándome y viendo a través de la valla, vi a Georgie que permanecía


inmóvil. Ya no había odio en sus ojos. La sangre fluía de su cabeza
haciendo remolinos oscuros en la acera. Por un breve momento volvió a
ser el niño que se dormía con un feo dinosaurio de juguete y había tenido
miedo de las tijeretas.

—Georgie —murmuré, su nombre atorado en mi garganta.

51
Le di la espalda y huí pasando los contenedores de basura y una furgoneta
de reparto aparcada. Me tropecé una vez, mi rodilla estrellándose contra
el asfalto, pero me levanté, con miedo a detenerme. Corrí ciegamente.

Los bordes de la realidad comenzaron a evaporarse, y parecía como si


estuviera flotando en un iceberg pequeño disolviéndose en un mar
hirviente. Luego de un tiempo, me encontré agachada una vez más en la
oscura entrada de la tienda, con su marquesina de paraguas. Estaba
temblando.

Una sirena aproximándose empezó a sonar mientras un automóvil de


policía se alejaba con luces intermitentes. En el momento en que mis
engranajes mentales empezaron a funcionar otra vez, supe que tenía que
ponerme en movimiento.

52
7

Acosador
Traducido por Viktoriak

Corregido por Melo

U
na vez que estuve segura de que nadie me observaba, me deslicé
entre las sombras y comencé a correr de nuevo. Sin embargo no pude
mantener el ritmo por mucho tiempo. La fatiga me abrumó y todo lo
que pude hacer entonces fue simplemente caminar. Me movía sin rumbo,
sin saber a dónde me dirigía. Aunque nadie parecía estar siguiéndome,
salté algunas veces debido a las inofensivas formas en la oscuridad. Los
edificios y tiendas se habían convertido en un borrón. La lluvia de tormenta
había pasado, las nubes grises desaparecían en el negro cielo. El frío
continuaba en aumento. Traía puesta una camisa manga larga, pero sin
chaqueta. Me froté los brazos, e hice una mueca por el dolor.

De un momento a otro, me encontré en un sector más transitado de la


ciudad; había más tráfico, y también peatones que se dirigían a tiendas o
locales nocturnos. Algunas tiendas comenzaban a parecerme familiares,
entonces fue que me di cuenta de que estaba en la Calle Factory. Como
si estuviera en piloto automático, me dirigí a Soluri’s Pizza, contenta de ver
que el negocio continuara a flote. El delicioso olor de la pizza me golpeó
en cuanto entré.

Me dirigí al baño de mujeres. La chica en el espejo me devolvió la mirada,


con ojos asustados, el rostro raspado y sucio. Estaba claro que deslizarme
por el techo había causado más daño del que había pensado, dado que
había una fea raspadura tanto en mi mejilla como barbilla. Dejé correr el
agua hasta que estuvo tibia, y con cuidado lavé mis raspones. Picaba, por
lo que hice una mueca, con cuidado froté mi piel con una toalla de papel
para secarla. Por lo menos había desaparecido la mayor parte de la
suciedad cuando terminé, aunque los arañazos se veían peor.

53
Alguien intentó abrir la puerta cerrada, sorprendiéndome. Rápidamente
trabajé en mi cabello, alisándolo con los dedos, pero sin mucho éxito. Al
salir del cuarto de baño, pasé junto a una madre con su niña. En la parte
de atrás de la pizzería me escabullí en una mesa tenuemente iluminada.
Parejas y grupos de familias se dispersaban por todo el lugar, comiendo o
hablando. Envidié tanto sus relaciones, como sus pizzas. También deseé
haber tenido más dinero que sólo menos de dos dólares, dado que ya me
había gastado el efectivo de Noah en el taxi y el acceso a internet.

Una camarera de cabello corto negro se me acercó y ordené chocolate


caliente con canela, la especialidad de la casa, y todo lo que podía
pagar.

¿Cuántas veces no habíamos venido aquí Jack, Noah y yo, después de


salir de la biblioteca o hacer recados para Hazel? Amábamos este lugar.
La pizza siempre había sido la comida favorita de Jack y mía, pero Melody
rara vez compraba alguna. Estaba obsesionada con vigilar lo que comía,
para así poder caber en sus ajustados pantalones. Cada vez que Jack y yo
teníamos la oportunidad de comprar pizza, lo hacíamos.

Recordé haber estado sentada en esta misma mesa, y jugar a soplar papel
con una pajita. Le había dado a Noah en la frente, y todos nos habíamos
reído. Ese día los tres habíamos estado realmente emocionados. Una
empresa local había donado dos computadores a la Casa Seale. No
tenían juegos instalados, sólo los sistemas operativos y algunos programas
básicos de procesamiento de texto. Y por supuesto, a Hazel nunca se le
ocurriría comprar otro software o pagar por acceso a internet, por lo que
no había mucho que pudiéramos hacer con ellos. La mayoría de los otros
niños perdieron rápidamente el interés, pero nosotros habíamos decidido
aprender a programar. Ese día hicimos algo de investigación utilizando el
acceso a internet de la biblioteca, y comprobando un par de libros. Jack y
Noah iban en serio con eso; yo simplemente estaba feliz de estar con ellos.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por la risa de un grupo que entraba


al restaurante. Cuando se acercaron para dirigirse más allá de las mesas
ocupadas, mi mirada se hizo incómoda. Había tres chicos y dos chicas. Y
uno de los chicos era Noah. No reconocí a los demás, pero decidí que
debían ser los amigos de la escuela de los que Jack me había hablado.

54
Había un chico fornido, con una camiseta negra con un RIT impreso en
naranja en la parte delantera. Una chica de cabello largo colgaba del
brazo de un chico de gorra de béisbol. La otra era de cabello corto y
castaño, piel bonita, y un bonito maquillaje. Ella hablaba con Noah y
sonreía. Él asentía a lo que ella le decía, y luego al levantar la mirada, sus
ojos se encontraron con los míos.

Noah enarcó una inquisitiva ceja. La chica dejó de hablar para volverse y
seguir la dirección de su mirada. Me estudió, sus ojos perfectamente
delineados y utilizando las mejores pestañas postizas que nunca hubiese
visto. Un par de segundos después sus brillantes labios se apretaron como si
estuviese chupando un limón.

Consciente de mi propio cabello despeinado, el raspón en la mejilla, y la


completa ausencia de maquillaje, me ruboricé. Concentré la mirada
abajo, en mi taza de chocolate caliente, y no levanté la mirada de nuevo.

Unos segundos más tarde, le oí decir a él:

—Si esta es tu idea de acoso. No es nada divertida.

Con el ruido del restaurante, no lo había escuchado acercarse. Pero allí


estaba él, de pie junto a mi mesa, estudiándome con una expresión
aprehensiva.

—¡No te estoy acosando! —Le di otro vistazo a sus amigos, que


comenzaban a sentarse; todos menos la chica. Ella nos miraba, con las
manos sobre sus curvilíneas caderas.

—Correcto —dijo él.

Un brote de cólera me hizo deslizarme del asiento para irme, pero Noah
me cerró el paso. Se sentó a mi lado en la banqueta, obligándome a
retroceder.

—Relájate, ¿quieres?

Escabulléndome lejos de él, me crucé de brazos.

—Vuelve con tus amigos.

—¿Qué te pasó en el rostro?

55
No le respondí, y tampoco hice contacto visual.

—¿Jocelyn?

Buscando la taza de chocolate, envolví mis dedos alrededor de ella, y


tomé un gran trago.

—Estás tan blanca como un fantasma, y esa raspadura se ve realmente


mal. ¿Qué está pasando?

—No te estoy acosando, Noah. ¿Cómo podría siquiera saber que estarías
aquí esta noche?

—Siempre vengo los miércoles por pizza, algunas veces mis amigos lo
hacen también. Jack sabía eso.

—Bueno, él no se molestó en decírmelo. Tampoco es que me importa lo


que hagas.

La chica le hizo un ademán a Noah para que regresara. Ella incluso abrió
mucho los ojos de una forma incitadora y murmuró alguna cosa con la
boca.

—Ordenen sin mí —gritó él, ella se dio la vuelta con una rabieta y se sentó.

—¿Quién es ella?

—Sasha.

—¿Están saliendo?

—No todavía.

Le di un vistazo, sentada rígida en su mesa.

—No quiero echarte a perder lo que sea que tengas en marcha. Déjame
salir y podrás ir a comer con tus amigos.

Él negó con la cabeza.

—Pueden hacerlo sin mí, y tú deberías quedarte.

—¿Por qué?

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Me estudió con una expresión que resultaba familiar, y sin embargo, fuera
de lugar en sus rasgos maduros.

—Jack ya no está para cuidar de ti. No le habría gustado que dejara que
algo te sucediera.

Sacudí la cabeza con incredulidad.

—Neandertal. Muévete para que pueda salir.

—¿Qué es lo que pasa?

Me quedé mirándolo.

—¡Está bien, Jocey, lamento si todo lo que digo te molesta! Al menos


quédate por la pizza. Puedes tolerarme al menos durante ese tiempo,
¿cierto?

—Vamos a aclarar algo. Sólo vine a este lugar porque lo reconocí de


cuando éramos niños. No sabía que ibas a estar aquí esta noche, sino
habría continuado mi camino.

—¿Cuándo te volviste tan delicada? Era mucho más fácil pasar el rato
contigo a los doce.

La camarera se acercó de nuevo, y él ordenó una pizza mediana. Después


de que se fuera, lo miré. Su mirada indescifrable me hizo sentir aún más
incierta que la noche anterior.

Señaló mi rostro.

—¿Vas a decirme lo que pasó?

—Fui a la Casa Seale, y no fue una experiencia agradable. De alguna


manera… me caí. ¿Satisfecho?

—¿Por qué ir allí? ¿Estás tan determinada en desenterrar a los viejos


fantasmas? Ya ni siquiera vive nadie allí.

—No, a menos que cuentes a la bestia del sótano.

Podía decir que él pensaba que bromeaba.

—¿Entraste?

57
—Sí.

Noah elevó ambas cejas.

—Es probable que ni siquiera sea seguro estar allí a causa del fuego.

Él tenía razón acerca de eso. Aún continuaba estando sobrecogida


debido a lo cerca que había estado de las llamas. Pero por encima de
todo, continuaba estando horrorizada por lo que había visto que le había
pasado a Georgie. Pensar en el tirador me hacía preocuparme aún más
por Jack.

—¿Estás bien?

—Sí. —Decidí preguntarle algo que tenía que saber—. Me he estado


preguntando quién te contó acerca del accidente de Jack. Acerca de
que… murió.

—Ah, pues, no me enteré de inmediato. Jack no estuvo en línea durante


un par de días. Simplemente había desaparecido, ¿sabes? Al principio
pensé que estaba ocupado trabajando en algo, pero entonces, ISI me
envió un reporte de lo que había sucedido.

La camarera dejó una bebida para Noah, y él tomó un trago.

Entonces le dije:

—Debería haber llamado, pero simplemente no pude.

—No hay problema.

—Pero al menos ISI fue lo suficientemente decente para decirte.

—Sí. —Él se quedó mirando su bebida—. Hace una semana dejé de


trabajar para ellos.

—¿En serio? ¿Por qué?

—Principalmente porque cuando Jack murió, fue igual que dejar que el
aire escapara de una balsa salvavidas. Sin él, no me quería quedar. Quiero
decir, encontramos nuestro amor por los computadores juntos en primer
lugar, ¿cierto? Los dos estábamos tan emocionados por la programación.
Y luego por cómo ISI se interesó en nosotros. Ahora que él se ha ido, no es
lo mismo.

58
Noah podía ser tan difícil y susceptible algunas veces, pero su lealtad
hacia mi hermano realmente me conmovió.

Unos minutos más tarde la camarera trajo una pizza humeante con capas
de salchichas, jamón y cebollitas glaseadas. Noah excavó en ella,
haciendo arrastrar un pedazo de queso cuando la levantó. Entonces me
miró.

—¿Quieres un poco, no?

Mi orgullo perdió rápidamente la batalla contra mi estómago. Tomé un


pedazo y comí. Durante un rato estuvimos demasiado ocupados
masticando como para hablar.

Hubo un estallido de risas procedente de sus amigos, y los miré. Sasha


hablaba con bastante energía, sonriéndole al chico fornido, que parecía
no estar interesado en su coqueteo. Tal vez era evidente para él que sólo
intentaba poner celoso a Noah.

Busqué otra rebanada, comenzándome a sentir mejor ahora que me


había calentado y no estaba tan hambrienta. Estando en el restaurante,
los bizarros eventos en la Casa Seale y el callejón parecían casi irreales.
Consideré contarle a Noah, lo que le había sucedido a Georgie y de
inmediato descarté la idea. No parecía creerme acerca de la carta de
Jason December, y tampoco tenía la suficiente energía para intentar
convencerlo de otra cosa. Una vez que estuve satisfecha, me quedé allí
sentada, ignorando el latido del comienzo de un dolor de cabeza.
Distraída, extraje un pedazo de teja de arenisca incrustado en la palma de
mi mano.

Noah tomó mi mano, acercándola a la luz.

—¿Las palmas de tus manos también están lastimadas? ¿Todo esto de sólo
una caída?

Me aparté y tomé mi taza, terminando lo último de mi bebida. Para


cuando bajé la taza él todavía me estudiaba con una mirada
indescifrable en sus ojos.

—Gracias por la pizza, Noah.

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—Necesitas conseguir algo para esos arañazos, especialmente el de tu
rostro. Tengo un tubo de gel antibacterial en casa. —No le respondí, por lo
que agregó—: Creo que sería mejor que pasaras otra noche en mi casa.

Un lento martilleo en las sienes crecía en mi cabeza, camino a convertirse


en un terrible dolor de cabeza. No estaba segura de qué hacer, porque lo
último que quería era imponerle mi presencia a Noah de nuevo. Pero si iba
a volver a la Casa Seale por la mañana, necesitaría de un lugar seguro
dónde pasar la noche.

Me miró a los ojos.

—Puedo ver cómo intentas encontrar una manera de librarte de mí.

—No lo hago.

Escarbó en su cartera en busca de una propina y se deslizó fuera de la


mesa.

—Vámonos.

Me detuve un par de segundos, viendo como se detenía en la otra mesa


para decirle algo a sus amigos. El sujeto de la gorra de béisbol miró en mi
dirección y sonrió, aunque su novia me fulminó con la mirada en favor de
su amiga. Noah los dejó, dirigiéndose a la caja, y admití que sería estúpido
dejar que mi orgullo me impidiera tener un lugar seguro dónde pasar la
noche. Escabulléndome de la mesa, corrí pasando junto a sus amigos sin
mirarlos, siguiendo a Noah al estacionamiento.

Esta vez me senté en el asiento del pasajero, lo que fue mucho más
cómodo que mi último viaje. No hablamos mientras abandonábamos el
centro de la ciudad. Encendió la radio, y yo observaba el oscuro escenario
al pasar. Mis pensamientos danzando en un lento remolino de inquietud.
¿Quién había matado a Georgie? ¿Me había salvado ese hombre del
cuchillo de Georgie, o había disparado y fallado, dándole a Georgie por
accidente? Por encima de todo, ¿qué pasaba con Jack? Mi hermano
había fingido su muerte por una razón, y ahora estaba segura de que algo
grave sucedía.

Mañana regresaría a la Casa Seale y revisaría el escondite de Jack. Un


escalofrío me recorrió. Cuando volviera, estaría mejor preparada.
Finalmente decidí que lo mejor sería no preocuparme más por el sótano en

60
lo que restaba de la noche; me lo reservaría para mañana. En el calor del
auto de Noah, incluso intenté convencerme, de que el miedo por mi viejo
hogar de adopción debió ser simplemente provocado por mis temores de
la infancia.

Una vez que llegamos a su casa y entramos, Noah dijo:

—Te ves cansada, ¿por qué no sólo te acuestas?

—Gracias.

—No olvides utilizar algo de gel antibacterial para tu rostro.

Me dirigí al baño, y lo primero que hice fue tomarme tres ibuprofenos.

Entonces me ocupé de mi rostro y manos lo mejor que pude. Al entrar en la


habitación en la que había dormido la noche anterior, escarbé en el cajón
de la cómoda, en busca de una vieja camiseta de Noah, y la tiré sobre la
cama. Estaba limpia y no tenía el olor a humo de la Casa Seale como el
resto de mis cosas. Me quité la ropa y la tiré en un rincón. Deseosa de
colapsar entre las sábanas, busqué la camiseta para ponérmela, pero me
detuve cuando alcancé a verme en el espejo. Había cardenales y
contusiones en varios lugares sobre mi piel. Con la débil luz de la lámpara,
examiné la herida cada vez mayor en mi cadera, dónde había aterrizado
después de la caída, así como los demás golpes y cortes. Luego le eché un
vistazo a la herida en mi brazo, y respiré sobresaltada.

Acercándome al espejo, recordé el dolor agudo mientras había salido de


debajo de las escaleras en el sótano. Miré con fijeza la herida, y todo el
terror que sentí en esos minutos se apresuró en volver.

Delineado en un moretón púrpura estaba la marca de una mordedura


gigante.

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8

El Trato
Traducido por Zeth Lickstein

Corregido por Melo

E
l camino se retorcía a lo largo como un moño gris blanquecino, en
gran medida el paisaje envuelto en las sombras nocturnas. Nuestra
camioneta traqueteaba mientras conducíamos cerca del borde de
un acantilado. Sobre nosotros, la luna era un orbe desigual y el cielo
brillaba por las estrellas.

Mi mente no podía procesar todas mis preocupaciones. Nuestra madre,


Melody, se murmuraba a sí misma oraciones a medias mientras conducía,
desprendiendo trozos y fragmentos de remordimiento, ira, venganza
autosatisfacción, y dolor de cabeza. A veces reía con burla vengativa, y
otras veces lloraba o cantaba cancioncillas que no eran musicales.
Durante los últimos años, incluso en todos sus extraños arranques
emocionales, nunca había visto nada como esto. Me asustaba. Aún más
alarmante, Jack estaba enfermo y no podía ayudarme con ella.

Él estaba apoyado contra la puerta del pasajero, dormido con su cabeza


descansando en la ventana. Su aliento era visible. Su fiebre era tan alta
que su frente estaba al rojo vivo. Deseaba que pudiese levantarse y ser él
mismo de nuevo, porque él era el único quien sabía qué decirle a Melody.

Jack era la voz de la razón que lograba mantener los más oscuros miedos
de nuestra madre alejados. Yo sólo era la ingeniosa bufón que se
esforzaba por hacer reír a Melody. Cuando reía, y cuando estaba feliz, era
mejor para todos nosotros.

La vieja camioneta se estremeció ante la alta velocidad y los giros bruscos.


Mirando a través del parabrisas roto, noté el óxido rojo en el capo que
parecía estar cada vez más cerca. Un escalofrió me recorrió la espina

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dorsal mientras me sentaba entre el durmiente Jack y la miserable Melody.
Estaba ahora claro que el rojo en el capo no era para nada óxido sino
sangre. El abollado capo estaba manchado con ella, y la mancha se
acercaba a nosotros como dedos que se arrastran. El aire que se precipitó
recogió una gota, la cual golpeó en el parabrisas. Otra siguió, y luego más,
hasta que fue como lluvia roja salpicando el cristal.

Melody no redujo su velocidad, sino que gritó más fuerte, más


determinada que nunca a seguir adelante. Encendió los chirriantes limpia
parabrisas, esparciendo la sangre hasta conducir a ciegas. La camioneta
empezó a temblar como si estuviese teniendo un ataque al corazón, y los
neumáticos se quejaron cuando golpearon el desnivel. Volamos sobre el
borde del acantilado, directo a la oscuridad de la noche. Abrí mi boca
para gritar, pero mi terror era tan grande que no salió ningún sonido.

***

El sueño me despertó de golpe. Permanecí acostada con mi corazón


zumbando en la distancia como suele hacerlo después de una pesadilla.
Luego de un par de respiros profundos, mi pulso empezó a calmarse. Era
de mañana. La luz se filtraba por las cortinas de marfil. El cielo se había
despejado y alegres alondras cantaban en los árboles cercanos en total
contraste a mi oscuro sueño.

Me arrastré fuera de la cama y me dirigí al baño. Todos mis dolores y penas


me hicieron contraerme del dolor. Después de tomar más Ibuprofeno,
tomé una larga ducha y me quité de encima el sudor causado por la
pesadilla. El tiroteo de la noche anterior pasó de nuevo por mi mente, tan
aterrorizante como mi pesadilla, y una vez más me pregunté quién era el
hombre al final del callejón. ¿Cómo había pasado que él estuviese ahí
justo cuando el cuchillo de Georgie estaba listo para clavarse en mí, y por
qué lo había matado?

Parecía no haber respuesta. Suspiré en frustración y cerré la llave.


Secándome, revisé mi rostro. Me veía un poco mejor pero no bien. Luego
examiné mis otros moretones, raspones y la marca en mi brazo. Dormir en
la noche no la había hecho parecerse menos a una mordida, y traté de
recordar cuando tuve mi última vacuna contra el tétano. Creo que fue
unos cuatro o cinco años atrás.

63
Decidí preocuparme por eso más tarde y me vestí con la misma camiseta
color salvia y los mismos pantalones arrugados. Más que nunca extrañé mi
equipaje y mi auto robado. Había trabajado por meses para ganar el
suficiente dinero para comprar ese Civic algo maltratado, y me pregunté si
lo vería de nuevo alguna vez. Además, ¿qué harían mis padres adoptivos
cuando se enteraran? No había planeado contarles de este viaje al norte
del estado, pero tendría que hacerlo. Estarían enojados de que hubiese
venido aquí yo sola, y decepcionados de mí por mentirles en que iba de
campamento con mis amigos. La decepción de Marilyn y Brent era peor
que ser castigada.

Dejé el baño y seguí el olor de la comida y el sonido de la voz de Noah. El


olor era delicioso, la voz enojada. Lo encontré en la cocina. Su interés de la
niñez hacia la cocina sin duda continuaba, y por alguna razón encontré
esto reconfortante. El Noah de mi pasado había gastado un montón de
tiempo preparando las comidas, a veces incluso tomando un turno doble,
y siempre estábamos agradecidos cuando era su turno de cocinar. Verlo
trabajar en la estufa hacia parecer como si el viejo Noah hubiese
regresado, al menos hasta que maldijo y gritó a su teléfono móvil.

—¡Dije que me ocuparía de ello! —Colgó, hundió el teléfono en su bolsillo,


luego se giró y me dio una mirada. Su ceño se profundizó—. ¿Espiando?

—Mi hobby favorito.

Señaló a la mesa, la cual estaba puesta con platos morados y vasos llenos
con jugo de naranja. Me senté mientras él tomaba los huevos revueltos en
un tazón poco profundo y se acercó a la mesa. Al ver las tiras de tocino en
un plato junto a mí, entendí cual había sido el delicioso olor. El tocino era
otra de las comidas que Melody no nos dejaba comprar. Era la dulce
venganza por burlarse de mi peso, yo podía comer lo que fuese que
quisiera y no me preocupaba por el peso de la manera en que ella lo
hacía.

Tomé algunos trozos de tocino, algunas tostadas, y una ración de huevos.


Luego de un mordisco dije:

—Delicioso, me alegra ver que todavía te guste cocinar.

Él no respondió, sólo masticó en silencio, y me pregunté si estaba enojado


por la llamada o si estaba enojado porque la había escuchado. De seguro

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no había mucho del chico que había conocido en Noah. Parecía mucho
más duro. No sólo eso, sino también cuando éramos niños, yo había sido un
poco más alta. Desde que nos habíamos separado, él había crecido y de
hecho me llevaba un par de centímetros. También había llenado su pecho
y brazos, con músculos que no había visto cinco años atrás.

Cuando niños, había dos cosas sobre Noah que siempre me habían
intrigado. La primera era el bajo sonido de su voz, el cual se había
suavizado aún más ahora que era más adulto. Incluso cuando estaba
enojado, el tono de su voz me atraía hacia él. Lo otro eran sus ojos; eran
inteligentes de una manera pensativa, y el color era maravilloso. Los noté el
primer día en la Casa Seale, incluso antes de que bajase al sótano y los tres
nos volviéramos amigos.

Sus ojos eran un tono de café que no era chocolate o café, a menos que
añadieras una gran cantidad de crema a la taza. Pero decir que eran
café claro no los explicaba por completo. Quizás si pudiese escoger una
palabra, diría cálidos. Podría estar enojado o perturbado y frunciendo el
ceño como un vampiro asesino, pero aún así ese color me llamaba en al
menos una docena de maneras diferentes. Nunca había visto a nadie con
ojos como los de Noah.

—Jocey, ¿si te ayudo con el boleto del bus, regresarás a casa?

Alejé mi mirada de él y la bajé hacia mi plato, consternada al ver que


había comido casi todo el tocino y difícilmente lo había saboreado.

—¿Tanto entusiasmo por deshacerte de mí? Fuiste quien insistió en que


regresara aquí anoche.

—No estoy tratando de deshacerme de ti. Simplemente parece que el


dolor por Jack te impide pensar con claridad.

—Entiendo. Para ti sólo soy un gran problema. Tal vez eso sea todo lo que
siempre fui. La fastidiosa hermana de Jack que se pegaba a ustedes.

—Sabes que eso no es cierto.

—Tercer fenómeno, tercera rueda.

En vez de negarlo, Noah sonrió y agitó su cabeza.

—¿Qué?

65
—Ya no eres un fenómeno, ¿cierto? ¿Recuerdas cómo esas chicas de la
escuela se burlaban de ti?

Un rápido recuerdo me regresó a la miseria de mis años de escuela en este


pueblo.

—¿Nessa, Monique y Tabby? ¿Y quién era esa otra… Geena?

Él asintió.

—Si pudiesen verte ahora, supongo que se quedarían calladas. Eres más
hermosa de lo que cualquiera de ellas haya soñado jamás.

—¿Por qué te estás comportando de manera tan agradable?

—No agradable, simplemente honesto. Siempre hemos sido directos el uno


con el otro, ¿cierto?

—Sí.

—Así que cuando te digo que regreses a casa y afrontes tu dolor, puedes
ver que estoy siendo honesto.

—¿Crees que el sobre de Jason December es falso? ¿Cómo alguna clase


de broma enfermiza?

—No sé qué pensar.

Bajé mi tenedor y me puse de pie.

—Escucha Noah, apreció que me tuvieses aquí dos noches y que hicieras
este desayuno. Pero necesito seguir buscando a Jack.

—¿Cómo harás eso sin auto y sin dinero?

Estaba en lo correcto, y aunque odiara pedir ayuda, no parecía como si


tuviese más opciones.

—¿Alguna oportunidad de que me hagas otro préstamo? Te lo regresaré


cuando regrese a casa. Tengo una pequeña cuenta de ahorros. —Le
mostré mi reloj de cristal con su correa turquesa, la única cosa de valor que
tenía conmigo—. Vale al menos cien, nuevo.

No añadí que había sido un regalo adelantado de graduación de parte


de Jack.

66
—No es de mi estilo.

—De acuerdo. Gracias de cualquier forma.

—¿Rindiéndote, tan fácilmente?

—¿Qué quieres de mí, Noah? ¿Simplemente seguir jugando un estúpido


juego? Porque si es todo lo que quieres, estoy cansada de eso.

—Cálmate.

—Tú hablas sobre la confianza, pero la confianza es lo último que estás


dispuesto a dar. No crees que el sobre de Jason December sea de parte
de Jack. Pero te juré, que nunca lo inventé.

—Nunca dije que lo hicieras.

—Entonces, ¿quién me lo envió? ¿Fuiste tú?

—No. Por supuesto que no.

No dije nada más, simplemente me paré al lado de la mesa y lo miré


directamente. Finalmente agitó su cabeza y se encogió de hombros.

—He tratado de pensar quién lo envió. No puedo resolverlo.

—¿Le constaté a alguien sobre el seudónimo de Jason December?

—No.

—Hay sólo tres personas que saben ese nombre: tú, Jack y yo. —Sacando
el sobre de mi bolsillo, lo arrojé en la mesa—. Mira los hechos, ¿quieres?
Tiene una estampilla de Watertown, enviada a mí en Troy. Es por eso que
dejé todo para venir hasta aquí. ¿Qué más podía hacer? Tenía que
intentarlo y asegurarme de que sigue con vida.

—No lo está. Leí una copia del reporte de la policía que ISI obtuvo de la
policía.

—El cual pudo haber sido falsificado.

—Pero ¿por qué?

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—Tal vez está en serios problema y por eso no puedo contactarnos de
manera directa. Me envió ese sobre por alguna razón. Tengo que descubrir
por qué.

Noah parecía seguir mis puntos, uniendo los hechos. Tomó el sobre y
examinó la estampilla. Casi contuve mi aliento, esperando con muchas
ganas de que aceptara lo que estaba diciéndole.

Se alejó de la mesa y se puso de pie.

—De acuerdo. ¿Qué quieres?

—Necesito regresar a la Casa Seale. Si Jack me dejó un mensaje, estará


ahí en su escondite.

—¿Qué escondite?

—Uno del que sólo Jack y yo sabíamos.

Sus ojos se ensancharon.

—Pensé que compartíamos todo.

—Esto no.

—Así que ustedes dos tenían un secreto que no compartían. No es una


gran sorpresa, supongo. Dime algo, y no mientas. Si buscas ahí y no
encuentras nada, ¿aceptarás que Jack se ha ido para siempre?

—Supongo que no tendré opción.

—De acuerdo, entonces, te ayudaré.

El alivio se extendió a través de mí.

—Necesito algo de dinero para el taxi, una linterna y un destornillador. —


Me acerqué al mesón tomando un cuchillo—. Y esto.

—Aleja eso. ¡Maldición, Jocey, me estás volviendo loco!

—Por favor no maldigas.

Noah cruzó la habitación, parándose a mi lado, rodeando mi muñeca con


sus dedos antes de tomar el cuchillo con su mano libre. La calidez de su

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toque me sorprendió. Por un par de eléctricos segundos miró directamente
en mis ojos y ninguno de los dos dijo nada.

Él soltó mi muñeca, se giró hacia el mesón, y regresó el cuchillo a su sitio.

—Te diré qué. Te llevaré yo mismo a la Casa Seale y ambos buscaremos en


tu escondite secreto. Cuando veas que no hay mensaje de parte de Jack,
regresas a casa. ¿Trato?

—Seguro.

—Pero sin cuchillo. Y me ayudas con los platos antes de irnos.

69
9

La Casa Seale
Traducido por carmen170796

Corregido por Mari NC

S
ólo para que sepas. Creo que es un error no llevar con nosotros
un arma —dije mientras que Noah aparcaba su Jeep Cherokee
— en frente de la Casa Seale.

—Intenta no dejar que los miedos de tu niñez lleguen a ti.

Él apagó el encendido y salimos del auto. En lo alto, una blanca corriente


a propulsión dejó una brecha creciente a lo largo del cielo. El viento
despeinó mi cabello hacia mis ojos y me hizo agradecer por la liviana
chaqueta de lana que Noah me había prestado. Él usaba una chaqueta
similar pero con una forma diferente. Nos hacía lucir como una de esas
repulsivas parejas locas de amor que muestran su compromiso vistiendo
igual.

Caminamos hacia el amplio porche. Los recuerdos de la Casa Seale


parecían aún más vivos para mí que ayer. Había tantos niños, como
Georgie, quien moteaba la vista de mi pasado en Watertown. Pero
además de Jack y Noah, habían tres que sobresalían: a la que temía, al
que más temía, por el que más temía.

La primera de estos tres había sido Angry Beth, la niña más grande en el
hogar adoptivo. Ni siquiera podía recordar cuántas veces había tratado
de hablar con ella, terminando siendo conversaciones unilaterales de las
cuales no estaba segura que siquiera escuchó. Ella era como una tetera
cocinándose a fuego lento a punto de chillar, y queriendo
desesperadamente herir a alguien. Todos estuvimos aliviados cuando
finalmente decidió empezar a lastimarse a sí misma en lugar de nosotros.

70
Corner Boy, al que más había temido, y a quien había olvidado hasta ayer.
Ahora pensando sobre eso, admití que había un montón de razones para
tratar y olvidarlo. Y el niño por el cual había estado tan asustada había sido
Dixon de siete años, un hermoso pero lastimado niño que me seguía como
un cachorro perdido. Sabía que uno de ellos, estaba muerto. Los otros dos
se habían esfumado de mi vida, en la miserable y nevada noche que
escapé.

Noah y yo subimos los escalones y cruzamos la puerta delantera, la cual


aún estaba entreabierta después de la persecución de anoche. Él entró y
lo seguí. Mis ojos y oídos buscaban cualquier señal de los cucarachas
chicos de ayer. Caminando más allá de las cenizas del fuego apagado,
Noah se detuvo para echar una mirada. Para cuando llegamos a la puerta
del sótano mi boca estaba seca.

—Es probable que apeste aquí —dijo, refiriéndose al humo.

—Lo sé. ¿Quieres que lleve el destornillador por ti, dado que llevas esa
enorme linterna?

—No. Terminaras sosteniéndolo como un arma. No quiero que entres en


pánico y me apuñales en el trasero.

Le fruncí el ceño a su espalda e hice un comentario rudo, pero en mi


interior sabía que tenía razón después de lo que pasó la última vez que
estuve caminando detrás de él con una herramienta filosa.

—Dijiste que está aquí abajo, ¿cierto?

—Sí.

Abrió la puerta y encendió la linterna, la cual hizo un mejor trabajo


iluminando los escalones del que mi pequeña LED había hecho.

—Noah —susurré, bajando lentamente las escaleras después de él—,


puede ser un poco tarde para mencionar esto, pero hay algo aquí abajo.
Me mordió en el brazo.

—Gracias por el aviso.

—Lo digo en serio. ¡No lo estoy inventado!

Para el momento ya habíamos llegado a los escalones finales.

71
—Ya que estás siendo tan cobarde, Jocey, demos un vistazo primero.

—No, está bien…

Ignorándome, Noah caminó por el sótano y la luz de su linterna brilló a


través de cada centímetro. Él incluso iluminó el falso árbol de navidad con
sus pocos adornos restantes y un bastón de caramelo roto. Después se
encaminó al cementerio arcilloso, donde Dixon había estado seguro que
los cuerpos de los niños malos eran enterrados. Unos minutos después se
volvió con una expresión aburrida.

—No hay nada peligroso aquí abajo, a menos que cuentes los hongos
venenosos que están creciendo en la sucia parte trasera de aquí.

—Está bien. —Traté de parecer confiada pero deseaba nunca haberle


dicho sobre la ahora ausente bestia del sótano. Me volteé hacia el
escondite de Jack debajo de las escaleras—. Aquí abajo.

Me moví debajo de las escaleras y le pedí el destornillador. Esta vez sí me lo


pasó. Señalé el encajonado escalón en la base, y Noah lo iluminó. Éste
reveló algo que mi pequeño LED no había hecho: marcas recientes de
martillo. Aunque la pieza de madera que constituía el revestimiento tenía
varias marcas antiguas sobre ella de cuando Jack la había abierto y
cerrado años atrás, había además rasguños recientes. Noah no parecía
notarlo, pero a mí me dio un poco de esperanza mientras usaba el
destornillador para abrirla a la fuerza.

Finalmente la tabla cedió, y él apuntó la luz dentro para que así pudiera
ver.

—¡Mira, Noah! —Me estiré y saqué la estropeada caja de metal—. ¡Te lo


dije!

—Uh-huh.

Repentinamente me volví consciente de cuán cerca estaba agachado


detrás de mí en el apretado espacio debajo de las escalera, y me sonrojé
aún más. ¿Por qué, me pregunté a mí misma, estaba poniéndome nerviosa
debido a que estaba arrodillado tan cerca, aun si su respiración
despertaba las hebras de cabello que descansaban en mi cuello? Al
menos él no era el monstruo del sótano.

72
—Así que encontraste un viejo contenedor. Eso no prueba nada.

Él retrocedió y ambos salimos, estudiando la caja cerrada. Estábamos a


punto de subir las escaleras cuando un ruido nos detuvo. Desde alguna
parte de arriba vino un loco alarido que duró por varios segundos, seguido
por el sonido de alguien caminando alrededor.

Un silbido de irritación llegó hasta mí.

—¡No de nuevo!

—¿A qué te refieres?

—Apaga la luz.

Lo hizo y estuvimos clavados en la oscuridad, pero eso no detuvo a Noah.


Él agarró mi brazo y susurró:

—Vamos. Veamos lo que está pasando.

Pensé en Georgie y sus aterradores amigos. Georgie estaba muerto, pero


imaginé que los otros aún eran bastante peligrosos.

—No creo que debamos.

Estábamos a mitad de camino escaleras arriba cuando escuchamos la


puerta cerrarse de golpe y echar llave, acompañado por un largo sollozo.
Estábamos atrapados en el sótano. El miedo en mí se elevó, peor que el
ácido, y quería gritar pero mi garganta se cerró. Pequeños graznidos
emergieron, los cuales hubieran sido humillantes si no hubiera estado
demasiado aterrada como para que me importara.

Escapándome del agarre de Noah, corrí más allá de él y por arriba en las
escaleras, buscando a tientas la manija. Empecé a golpear la puerta pero
la repentina luz de la linterna de Noah me detuvo. Él me dio la vuelta para
enfrentarlo, y en la iluminación de la luz sus facciones parecían estiradas,
recordándome a su fase de vampiro.

—No entres en pánico.

—¡Estamos atrapados aquí abajo! ¡Ellos echaron llave a la puerta!

—Lo sé. Desacelera tu respiración o vas a hiperventilar.

73
Él se agachó y tomó el destornillador.

—Sostén la linterna.

La tomé e hice lo máximo para mantenerla fija, avergonzada por los


temblores que sacudían mis manos. Mientras él trabajaba yo forcé mi
audición por cualquier sonido, pero quien sea que había aullado y cerrado
la puerta estaba en silencio ahora. Sólo esperaba que no estuvieran
esperando en el otro lado con más planes malvados.

Noah terminó de desarmar la manija en un tiempo record. Estaba


impresionada.

—¿Por qué nunca me enseñaste eso?

—No lo logré hacer hasta después de que te fuiste.

Él abrió la puerta, iluminando con su luz la siguiente habitación. No había


nadie allí. No escuchamos ninguna voz, pero escuchamos el sonido de una
puerta cerrándose y ambos miramos en la cocina.

—Quédate aquí —dijo.

—¡Oh, vamos!

Noah me pasó el destornillador.

—Se mi respaldo en caso de que vengan en esta dirección. Siéntete libre


de apuñalarlos en el trasero.

Su intrepidez me irritaba mientras permanecí en el comedor, observándolo


alejarse y preguntándome por qué él nunca había estado asustado. Todos
los niños en la Casa Seale habían vivido con diversos grados de miedo,
desde la falsa valentía de Corner Boy hasta el tembloroso espanto del
pequeño Dixon quien venía y se sentaba en mi regazo ante la primera
señal de peligro. Cada uno de nosotros había estado hundido en arena
movediza emotiva, y cada uno de nosotros había acudido a Noah por
seguridad.

Hazel Frey dirigía la Casa Seale como una comandante militar. Los cartillas
decretaban cada tarea. Enumeraban todos nuestros quehaceres rotativos,
turnos para hacer tareas, lo que comíamos, e incluso en cuánto tiempo
nos teníamos que bañar. Que el cielo ayudara al niño que leyera mal la

74
cartilla o lo estropeara. Y aunque los trabajadores sociales la elogiaban por
tal organización, estoy segura de que no sabían cuán rápidos y crueles
podían ser sus castigos. Para Hazel, la crianza de niños adoptivos era un
ingreso y nada más. No creo que haya tenido una sola gota de
amabilidad en su precaria alma. Sin embargo, montaba un buen
espectáculo para los trabajadores sociales, dado que nunca parecían
entender la verdadera razón por la cual trabajábamos tan duro en los
macizos de flores o paladeábamos la nieve.

Mi mente fue a la deriva mientras esperaba en la penumbra de la no


iluminada habitación. ¿Dónde estaba Noah? Mis ojos empezaron a
dolerme por el esfuerzo y los cerré por un momento.

***

—Eres una mentirosa. —Corner Boy susurró en mi oído, dándome un susto y


despertándome—. Nadie te cree.

Era una húmeda noche de verano y a algunas de las chicas más grandes
se nos había permitido dormir en el porche en la parte trasera de la casa.
Había estado durmiendo tan profundamente que fue como salir nadando
desde el fondo de una turbia piscina. Su respiración en mi cara olía mal.
Sabía que nunca se cepillaba los dientes, sólo pretendía hacerlo cuando
Hazel revisaba a los chicos durante su ritual nocturno.

—Aléjate de mí. —Mi voz sonó gruesa por el sueño.

Un rayo de luna se asomó bajo los aleros. Sus rayos cubrieron los otros
cuerpos dormidos con una luz acuosa pero no disipó las sombras del rostro
de Conner. Ninguna brisa agitó el aire, y excepto por los distantes grillos, la
noche estaba calmada.

—¡Deberías decirle la verdad!

Me sentí confundida, apenas despierta. Le había dicho la verdad a Hazel,


no “la verdad alterada” que Conner había tratado que dijera
chantajeándome.

—Tu novio aún está durmiendo en el piso de arriba. También tu hermano.


¿Ahora quién va a sacar la cara por ti, fea?

75
Se lanzó sobre mí con sus manos en alto, sus largas y sucias uñas
clavándose en mi cara.

***

Mi ojos se abrieron rápidamente, mi mejilla punzando. ¿Dónde estaba? Me


encontré en otra parte de la casa… no donde había cerrado mis ojos. Una
vertiginosa nausea fluía dentro de mí; luché para reprimirla. ¿Cómo había
terminado en esa habitación? Había estado en el piso de abajo
esperando que Noah regresara, y mis ojos parecieron cerrarse por sólo un
segundo. ¿Qué estaba pasando?

¿De alguna manera el fantasma de Corner Boy se las había arreglado


para transportarme, o había caído en un extraño trance y andado hasta
aquí como una sonámbula? El pánico surgió dentro de mí, y me di la
vuelta. La puerta estaba abierta. Caminé a tientas hacia ella. En el umbral
me detuve, agarrando la manija de la puerta para estabilizarme. Mi cara
se sentía caliente debido al miedo, y mi corazón estaba galopando como
un caballo en una carrera a muerte. A pesar de eso, una terca
determinación se apoderó de mí. En ese momento odiaba la Casa Seale
tanto como le temía, y además odiaba el sentimiento de miedo que había
sido mi compañero frecuente todos estos años.

—¡No vas a ganar! —susurré.

Si la Casa Seale me había transportado aquí al segundo piso, entonces iba


a enfrentar lo que sea que disparara: marcas de mordidas y todo eso.
Obligándome a retroceder, examiné mis alrededores. Al principio parecía
ser una habitación desconocida con nada más que papel tapiz
descolorido y muebles dañados por el agua. Estas ventanas dejaban
entrar más luz que las del piso de abajo, pero la capa de mugre en el vidrio
filtraba los rayos de la mañana y los volvía gris. Una pequeña mesa circular
con la parte superior torcida estaba en el centro de la habitación.
Floreadas cortinas de cretona caían de sus palillos, combinando con la silla
mojada en la esquina. Algunas partes de las paredes estaban quemadas,
y la habitación apestaba a humo. Dando una lenta vuelta entera,
repentinamente estuvo claro donde estaba. Reprimí un jadeo de sorpresa.
Este era la habitación privada de Hazel Frey, el último lugar en la tierra
donde quería estar. Era casi tan atemorizante como el sótano.

76
Pensé que aun olía el dulce hedor de la marihuana y me pregunté si Hazel
había sido la que había empezado el fuego al quedarse dormida con el
humo de la marihuana. ¿Por qué la Casa Seale me había traído a esta
habitación que había sido un lugar prohibido durante mi niñez? Entonces,
antes de que siquiera se me pudiera ocurrir una teoría, hubo un chirrido
detrás de mí.

Dando la vuelta vi a alguien de pie en el corredor, justo afuera de la


entrada. Era una chica con cabello amarillo oxigenado y ojos tan sombríos
y arrugados que por un segundo parecieron órbitas vacías.

—Esto se está volviendo predecible —dije.

Su pesado delineador estaba corrido y las lágrimas habían dejado


manchas sobre sus mejillas, el maquillaje de un triste payaso. Traté de
adivinar su edad e imaginé que si había sido amiga de Georgie podría
tener catorce. Sin embargo, parecía más joven.

—¿Por qué has regresado? —dijo.

—Por algunas respuestas.

La chica asintió como si estuviéramos en la misma página.

—¿Quién mató a Georgie?

—¿Cómo podría saber? Alguien solamente se apareció y empezó a


disparar.

—Pienso que es tu culpa.

—Usualmente todo es mi culpa.

—¿Qué hay en la caja?

Bajé la mirada. Mis manos estaban agarrando la polvorienta caja metálica


de Jack. Me había olvidado de que aún la estaba sosteniendo.

—No lo sé, pero no puedes tenerla.

Ella sacó una larga cadena de su bolsillo mientras atravesaba la entrada y


empezó a balancearla de atrás a adelante. Pronto estaba zumbando en
el aire en un borrón, haciendo la figura de un ocho. Mirándome, se
acercó. Yo, por supuesto, retrocedí.

77
—Tu rostro está sangrando —señaló.

—¿Lo está?

—Es sólo un rasguño, pero puedo sacarte un ojo con mi cadena. ¿Me
crees?

Sí le creía. Observé la cadena, la cual ahora estaba dando vueltas como


una hélice.

—Dame la caja y puedes conservar tu ojo.

Hubo un rápido movimiento detrás de ella, y un puño golpeó la parte de


atrás de su cabeza. Ella se tambaleo hacia atrás. La cadena giradora
cayó mientras que sus rodillas golpearon el suelo. Noah se apresuró hacia
adelante, tomó la cadena de su mano, después agarro su cuello,
presionándola contra el suelo.

—Voy a contar hasta tres. Si te vuelvo a ver hoy, te liquidaré.

Él la dejó, apartándola a empujones de mí. Como la cucaracha que era,


se movió rápidamente alrededor de él y por la puerta. Una vez que estaba
fuera de alcance, oímos su alarido de rabia así como algunos insultos en
nuestra dirección.

—Pensé que te dije que esperases abajo —dijo.

Habiendo vislumbrado al mismo peligroso Noah que me había ahorcado


en su garaje, ni siquiera sabía qué decir. Estar alrededor de su lado
cariñoso anoche y esta mañana me habían llevado a olvidar cuán rudo
podía ser.

—Tu mejilla está sangrando. ¿Qué hiciste, te arrancaste la costra?

—Algo así. ¿Viste a alguien más?

—No. Ella debe haber sido a la que escuchamos, porque revisé en todas
partes. La casa está vacía. ¿Por qué estás en la habitación de Hazel?

Perdí el ánimo para quedarme y resolver qué había en la desagradable


bolsa de trucos de la Casa Seale.

—Sólo salgamos de aquí, ¿de acuerdo?

78
—Primero abre la caja.

—No puedo. Está con llave.

Me la quitó y la colocó en la pequeña mesa que había perdido sus


baratijas. Tomando el destornillador del piso donde lo debí haber dejado
caer, lo metió en la cerradura y abrió la tapa. Los dos nos inclinamos sobre
la caja como si nos hubiésemos vuelto esos niños de hace tiempo
concentrados en resolver un misterio. Busqué a través del contenido:
canicas en una mochila amarilla, unas cuantas monedas polvorientas,
cartas Mágicas, fichas de una vieja sala de juegos, un par de palillos
negros para el pelo que habíamos comprado en una tienda china, y
debajo de todo eso un sobre marrón. Con dedos temblorosos tomé este
último objeto. Estaba en blanco excepto por dos palabras escritas en la
esquina superior derecha: Jason December.

79
10

El Mensaje
Traducido por Aylinachan

Corregido por Mari NC

I
nsistí en que abandonáramos la Casa Seale antes de abrir el sobre,
no explicando que tenía miedo de ser transportada al sótano o al
tejado en contra de mi voluntad. Nos dirigimos a su Jeep y nos
sentamos en el interior, al abrigo del viento. Puse la maltrecha caja
metálica en el suelo y me quedé mirando el sobre marrón por un par de
segundos.

Levantando la solapa, saqué dos hojas de papel a cuadros impresas con


extraños grupos de letras en varias direcciones.

—Mira, Noah. Se trata de un texto cifrado.

Me empeñé en estudiar las letras y los fragmentos de palabras. No había


un mensaje claro, pero era de esperarse. Haciendo girar los papeles, traté
de formar un par de frases, pero fue inútil. Cualquiera que sean las pistas
que podrían estar ahí ocultas, no serían fácil de descifrar. También sabía
que a pesar de que era probable que llevara tiempo encontrar la
respuesta, no sería imposible.

Noah tomó los papeles, examinando cada uno de ellos. No dijo nada,
simplemente los giró cada uno y se quedó mirando el escrito con la boca
formando una sombría línea. Sabía que estaba luchando por aceptar la
evidente verdad: Jack nos había dejado esa pista, lo que significaba que
todavía debía estar vivo.

80
Noah me devolvió los papeles.

—Sé que tienes ahora en la cabeza eso de que Jack está vivo, pero hay
que reflexionarlo, Jocelyn. Podría haber escondido esa caja en las
escaleras hace mucho tiempo. Tal vez meses, o incluso años atrás.

—Me alegro de no tener un globo amarillo.

—¿Qué?

—Porque intentarías hacerlo estallar, ¿no es cierto?

Poniendo el papel y las piezas del rompecabezas en el sobre, abrí la


puerta del auto y la brisa se precipitó al interior.

81
—Gracias por tu ayuda.

—¿Cómo vas a llegar a casa?

—No me voy a casa. Sólo accedí a irme si no había nada para mí en el


escondite de Jack, ¿te acuerdas?

—Entonces, ¿qué vas a hacer? No tienes dinero o un auto.

Me detuve, me había olvidado de eso por la emoción.

—No voy a preocuparme por eso hasta que descifre esto.

Noah hizo girar la llave de contacto y encendió el motor.

—Cierra la puerta.

—¿Por qué?

—Vas a necesitar mi ayuda.

Me estaba estudiando con esos cálidos ojos marrones, aunque su


expresión no era muy cálida. Aparté la vista.

—Ha sido muy duro. Pienso en mi hermano todo el tiempo. Cada mañana
me despierto y siento como si una tonelada de ladrillos estuviera
aplastándome el corazón. Y entonces, vino el sobre.

—Lo sé.

—No lo sabes, o no querrías alejar esto de mí.

—Sólo estoy siendo realista.

—¿Cuándo has sido tú una persona realista, Noah? ¿Cuándo te vestías


como un vampiro o como un ninja? ¿Cuándo interpretaste a Luke
Skywalker y yo Chewbacca? Tú y yo hemos vivido en un mundo de
fantasía toda la vida.

—Éramos niños en ese entonces. Es el momento de crecer, Jocey. —Se


frotó el lugar situado entre las cejas como si tuviera un dolor de cabeza—.
Me gustaría creer que Jack está vivo tanto como tú. Pero si él no lo está y
esto es todo un gran engaño, los dos recibiremos otro doloroso golpe.

82
Entendí lo que quería decir, aliviada por lo menos al ver su lado humano
una vez más. Cerré la puerta.

—Tienes razón. Necesito tu ayuda.

Puso el Jeep en marcha y nos alejamos de la Casa Seale en silencio, mis


dedos de vez en cuando acariciaban el sobre como si fuera un tesoro.
Volvimos a su casa y Noah me condujo a su sala de computación. Era
pequeña, dominada por un computador de escritorio con un montón de
accesorios de alta tecnología.

—Dame los papeles —dijo.

Se los entregué. Noah los pasó por un escáner y luego accedió a un


programa de computador con el que no estaba familiarizada. Se puso a
analizar tanto las letras como el texto.

—¿De dónde sacaste eso?

—Un amigo mío programador lo hizo y me permitió tener una copia. Es una
herramienta de descifrado muy buena. Sin embargo, esto podría llevar un
tiempo.

Tomé los papeles del escáner y me senté en una mesa de trabajo al lado
del escritorio. Cuando tomé un cuaderno y un lápiz, Noah se empujó en
una silla de oficina con ruedas.

—¿Crees que puedes resolverlo más rápido que mi programa?

—Sólo estoy jugueteando. ¿Te acuerdas de la búsqueda del tesoro que los
dos hicieron en nuestro decimo tercer cumpleaños?

—Más o menos. ¿Cuándo fue eso?

—El primero de Julio. ¿Sabías que Jack y yo nacimos en Toronto? Eso


significa que tenemos la doble nacionalidad hasta que cumplamos
dieciocho años este verano. Nuestro cumpleaños cae en el Día de
Canadá, una gran fiesta allí.

—No lo sabía.

—Siempre me encantó eso si nos encontrábamos en Canadá en nuestro


cumpleaños. Tenían desfiles y fuegos artificiales. De todos modos,

83
cumplimos trece años el año que nos alojamos en la Casa Seale. Le regalé
a Jack un libro de problemas de lógica, su tipo de rompecabezas favorito.
Pero eso no fue nada comparado a la búsqueda que me enviaron en
cambio. ¿Te acuerdas?

—Sí. Estabas muy emocionada.

—Fue el cumpleaños más divertido. Aunque me tomó toda la tarde


descubrir las claves. Ninguno de ustedes me dio alguna pista. Sabes,
todavía no puedo creer que escondieran uno de los mensajes secretos en
el patio trasero del señor McCloskey. Su perro casi me muerde. —Hice una
pausa, y sonreí al recordar ese maravilloso día—. Sin embargo, valió la
pena.

—¿Para un montón de basura de la tienda de todo a un dólar que


nosotros llamábamos regalos?

Mi sonrisa se desvaneció y estudié a Noah, preguntándome cómo había


llegado a ser tan aburrido.

—Para mí, era todo un tesoro.

—Creo que vemos las cosas de manera diferente.

—Supongo. Vives con un montón de libros y cosas de computación. Pero


estás solo. ¿Eres feliz, Noah?

—No empieces a jugar con mi cabeza. No vas a ganar.

El computador emitió un pitido y nos fijamos en el monitor. El programa


mostraba un cuadro de diálogo que declaraba que no se había
encontrado ninguna coincidencia. Noah se deslizó hacia el computador,
golpeó unas cuantas teclas, y se aclaró la pantalla.

—Tengo otro programa de decodificación más antiguo, pero es mucho


más lento. Y si éste no lo ha descifrado, no estoy seguro de que el otro
pueda hacerlo.

Me volví hacia el papel. Recogiendo el lápiz empecé a anotar algunas de


las cortas palabras, no relacionadas, que estaban dispersas por todas
partes. Mientras el computador procesaba los datos, Noah empezó a
trabajar a mi lado con su propio lápiz, tomando notas y anagramas. Me
dio una sensación de dèjá vu resolver las pistas juntos.

84
Inmediatamente escribí dos nuevas listas de fragmentos de palabras que
comenzaban con letras mayúsculas y minúsculas. Nada tenía sentido.
Después las agrupé en función de la dirección en que fueron escritas. Una
vez más, nada. Trabajé mediante diversas variantes, y también las leí al
revés. Todo lo que obtuve fue galimatías. Pasó más de una hora y Noah se
fue para hacer el almuerzo mientras yo seguí trabajando. Estaba
empezando a tener dolor de cabeza, pero no podía dejarlo para ir a
buscar un ibuprofeno.

Dejó una bandeja con bebidas y bocadillos de jamón.

—Aún te muerdes las uñas, por lo que veo.

—Por lo menos no tienen calorías —le contesté, aunque dejé la mano


sobre la mesa, cohibida.

Comimos en silencio, mis ojos se perdían constantemente en dirección a la


encriptación.

—¿Por qué Jack lo hace tan difícil?

—Tal vez es todo un engaño.

Alcé la vista, notando cómo sus ojos se concentraban en mi rostro y no en


los papeles. Casi parecía que estaba interesado en analizarme a mí en vez
de las pistas.

—¿Para qué? ¿Sólo para llevarme a un callejón sin salida? Jack no lo haría.
Él siempre tenía un propósito para lo que hacía. Hay un mensaje en
alguna parte. Sólo tengo que averiguarlo.

Cuando al programa informático no se surgió con respuestas, Noah lo


cerró.

—Lo siento, Jocelyn.

—No es realmente sorprendente, ¿verdad? Jack no dejó esta pista para tu


computador. Lo dejó para mí.

Noah tomó uno de los papeles y lo estudió cuidadosamente. Poniéndolo


de nuevo sobre la mesa, lo dobló por la mitad, en paralelo a las palabras, y
lo plegó.

85
—¿Qué estás haciendo? —Fui en busca del papel, pero él lo retiró.

—Tengo una idea.

—¡Entonces imprime una copia! ¡No estropees el original!

—Deja de quejarte, ¿quieres? Sólo observa.

Lo dobló una segunda vez, de modo que la fila de palabras se convirtió en


la única parte visible del papel. A continuación, hizo varios pliegues
guiándose con la estrecha franja, siempre asegurándose de que las letras
quedaran visibles.

—¿Estás haciendo papiroflexia?

—No. ¿No te acuerdas de cómo hacer un shuriken 9?

Al verlo doblarlo y plegarlo, recordé las horas de almuerzo pasadas en el


patio y los momentos de tranquilidad en la biblioteca de la escuela. Los
tres nos creábamos mensajes plegando dos papeles en pequeños
paquetes con puntas.

—¿Las estrellas chinas arrojadizas?

Asintió con la cabeza.

—En nuestra escuela pasábamos notas así, ¿cierto? Excepto, por supuesto,
que generalmente poníamos el mensaje en el interior. Hazlo en esta otra
hoja de papel si te acuerdas de cómo era. Que sea igual que esta. Tenías
razón cuando dijiste que Jack no dejaría un código que pudiera ser
descifrado por un programa. Se había asegurado de que tú tuvieras todo
lo necesario para averiguarlo por tu cuenta. Yo mismo debería haberme
sacado de la ecuación.

Esperó a que yo terminara, y luego agarró la hoja de papel que doblé y la


puso de manera transversal a la suya, trabajando para insertar las puntas
un poco como las aletas que forman una caja de cartón cuando cierras
las capas. Si se hace correctamente se formaría una estrella de cuatro
puntas. Me incliné hacia delante, observando con impaciencia y dando
pequeños consejos que le molestaban.

9 Suriken: Estrella ninja de metal arrojadiza.

86
Completó la estrella y los dos la miramos con decepción. Las letras que
aún eran visibles no tenían sentido.

—Te das cuenta de que acabas de arruinar esos papeles.

Noah no me hizo caso, lo desdobló. Cambió las dos bandas e hizo de


nuevo un shuriken.

Sonrió presumidamente.

—Ahí está. —Le dio la vuelta para que yo pudiera leer la inscripción.

Cada arista del papel formaba media palabra, y ahora que estaba puesta
junta se formaron cuatro palabras que me llamaron la atención:

En ese momento, el aire viciado de la habitación se sintió demasiado


caliente.

—¡La Peace Tower10! Ahí es donde nos dirigimos durante nuestra excursión
de campo, ¿verdad? Cualquiera que esté en la clase de francés del señor
Montchaude tiene que ir.

Recordé nuestro entusiasmo por tener un día libre en el colegio y el viaje en


autobús a través de la frontera de Canadá. Ottawa estaba justo al norte
de Watertown. Pasamos el día visitando el Parlamento Canadiense, donde
el francés se hablaba a menudo. También incluía un viaje a la cima de la
Torre de la Paz.

Noah dijo:

—Pero eso está al menos a un par de horas en auto.

—¿Y? Es el lugar adónde se supone que debemos ir.

10 The Peace Tower: al español “La Torre de la Paz”.

87
—¿Y hacer qué, exactamente? ¿Encontrar a Jack? ¿Piensas que ha
estado sentado en un banco todo este tiempo? ¿Simplemente
merodeando, esperando a que descifráramos esta clave y nos
presentemos?

Estaba decidida a no dejar que me rompiera el globo amarillo.

—¿Tienes pasaporte?

—Sí, pero ¿qué hay de ti? No te permitirán cruzar la frontera sin uno.

Me puse de pie, buscando en el bolsillo de mi pantalón y sacando dos


tarjetas.

—Siempre tengo mi identificación, por si acaso. Lo aprendí de la manera


más dura la vez que Melody me lo quitó. ¿Ves? Mi licencia de conducir y
un pasaporte.

Sostuve la segunda para que él la examinara.

—Esto me deja cruzar cualquier frontera de los EEUU. Mis padres adoptivos
me lo compraron hicieron conseguir un par de meses atrás para que así
pudiéramos visitar las Cataratas del Niágara.

Noah soltó un largo suspiro, exasperado.

—¿Estás decidida a ir a Ottawa?

—Sí. Y tú, por supuesto, me vas a conducir hasta allí. Estás tan interesado
de ver hacia donde lleva esto como lo estoy yo. Piensa en ello como una
divertida excursión.

Girando la estrella, me perdí cualquier comentario grosero de Noah


porque en la parte posterior había más palabras.

—¡Mira esto!

88
—¿Cuál es el Hall de Olbil? —preguntó—. Nunca he oído hablar de eso.

—No lo sé, pero si es importante lo vamos a descubrir cuando lleguemos


allí. —Tomé la estrella y la puse en el sobre con las piezas del
rompecabezas. Entonces sonreí a Noah—. Gracias por deducirlo. No sé si
yo habría podido.

Él me devolvió la sonrisa aunque sus ojos seguían estando sombríos.

—No hay de qué.

Eso era un progreso, al igual que lo era su disposición para llevarme a


Canadá.

Una vez que estuvimos en su Jeep, condujimos en silencio, el fuerte viento


del este hacía que se agitaran las ramas de los árboles y se balancearan
ramos de flores. Algunas de las áreas de Watertown por las que pasamos
me eran familiares, otras parecían desconocidas, sin embargo, todas
partes a las que fuimos allí eran susurros de la memoria.

—¿Por qué te quedaste aquí? —pregunté.

—Es donde crecí.

—Exactamente. ¿Por qué no te fuiste?

—No quise.

Me quedé mirándolo.

—Vamos, Noah. Hablábamos de salir de aquí todo el tiempo. ¿Recuerdas


cómo elegimos nuestros lugares favoritos para ir? Jack lo cambiaba cada
semana. A veces quería China, otras veces Escocia o Grecia. Sin embargo
tu sueño era California. Dijiste que querías vivir en una playa cálida y nunca
quitar la nieve de nuevo.

—¿Y? Tú siempre quisiste ese lugar en la costa canadiense. Nunca has


estado allí, ¿verdad? ¿Dónde estaba ese lugar en el que ibas a vivir?

--Charlottetown, en Isla Príncipe Edward.

—Ah, claro, debido a todos esos libros que te la pasabas leyendo. Sin
embargo, eso no sucedió. En su lugar, terminaste viviendo en Nueva York,

89
al igual que yo. La vida nunca resulta de la forma en que crees que irá
cuando eres un niño pequeño.

—Eso en cierto modo suena a fatalidad, ¿no te parece? Aún seguimos


tomando decisiones. Cuando cumpla dieciocho años en un par de meses,
voy a hacer un montón de cosas que siempre he querido hacer. Y
definitivamente no voy a quedarme atascada en un solo lugar toda mi
vida.

Noah entornó los ojos.

—Estás siendo toda una Señorita Parlanchina hoy, ¿no?

No me gustaba el apodo que me había puesto Angry Beth en aquel


entonces y mucho menos ahora que hacía tantos años. Sin embargo, la
réplica en mis labios fue reemplazada por un grito de sobresalto cuando
una gran roca, lanzada desde un vehículo, se estrelló contra el parabrisas.

90
11

La Torre
Traducido por alexiacullen

Corregido por Mari NC

L
os tres chicos cucarachas parecían fuera de lugar bajo el foco
azulado del Ford Focus que estaban conduciendo. No es que
deberían estar conduciendo en absoluto; probablemente eran
menores de edad. No tuve mucho tiempo para pensar sobre esto porque
otra roca se estrelló contra el parabrisas, dejando una esquila del tamaño
de un cuarto. Noah frenó. Tuve una fugaz visión de dos chicos con el
cabello negro colgando de las ventanas laterales, los cañones de goma
de sus tirachinas ondeando en el aire. Sonreían como demonios y nos
hicieron gestos obscenos mientras su auto aceleraba alejándose de
nosotros.

Noah empujó el auto a la orilla de la carretera. Ambos miramos hacia el


parabrisas agrietado. Agarró su teléfono celular e introdujo el modelo del
auto y la licencia. Luego llamó a la policía y presentó una denuncia. Estuvo
al teléfono poco tiempo y esperé mientras daba toda la información.
Terminando la llamada se giró y me miró.

—¿Hay algo que quieras explicar?

Por la manera en la que Noah me espetaba con la mirada me hizo sentir


como un gusano en un anzuelo.

—¿Qué quieres decir?

—En la Casa Seale esta mañana, me imaginé que esa chica que se reveló
fue una casualidad. ¿Pero otro ataque ahora? ¿Por qué tengo la
sensación de que hay más de esos chicos intentando sacarte del mapa
que una simple coincidencia?

91
—Me encontré con ellos anoche cuando estaba mirando alrededor, ¿de
acuerdo? Fueron quienes hicieron una fogata en la habitación de
enfrente. Pensé que podrían haber empezado el primer incendio también,
pero no estoy segura.

Esforzándome por ver la carretera, mantuve una ansiosa vigilancia en el


Ford azul en caso de que regresaran.

—¿Te acuerdas de Georgie? Estaba con ellos. Por supuesto, ya no era un


lindo niñito. Y no estaba exactamente feliz de verme, en cualquier caso.

—No me digas.

—Intentó apuñalarme.

Cuando ésta confesión no causó ninguna reacción por parte de Noah,


decidí acabar de una vez con esto. Sumergiéndome en ello, le di un
resumen rápido de lo que sucedió. La recapitulación me obligó a pensar
sobre el tirador desconocido además del destino de Georgie. Incluso
aunque Georgie hubiera intentado apuñalarme, el recuerdo de su muerte
apretó mi estómago con un nudo de náuseas.

—¿Y esperaste hasta ahora para contarme esto?

—Al principio no parecías creerme sobre el sobre de Jason December.


Tenía miedo de contarte esta otra cosa.

Puso el Jeep en marcha, se retiró hacia la carretera, y aceleró.

—No hubo nada en las noticias sobre un chico siendo disparado. En


Watertown, esa clase de cosa sería grande.

—Quizás la policía está manteniéndolo bajo perfil.

—No seas ridícula.

Frustrada, golpeé la palma de mi mano contra el tablero de mando.

—¡Muy bien! Me lo inventé todo, junto con esos chicos tirando piedras
hacia tu parabrisas.

Noah no dijo nada durante un rato mientras nos dirigíamos a lo largo del
camino, yo sentada en el asiento del pasajero con mis brazos cruzados y él
mirando a la carretera. Hice como que no me importaba.

92
Metió un CD en el reproductor y dejamos que la música nos separara. Mis
pensamientos iban a la deriva entre la escuela y las clases de Inglés de la
señorita Chen. Ya había conseguido una prórroga para indagar en mi
ensayo sobre Mary Shelley. Se suponía que debía terminar de escribirlo
durante las vacaciones de primavera y enviárselo a ella antes del lunes,
pero el borrador todavía estaba en mi computador portátil. El cual estaba
en mi auto. El cual había desaparecido.

Decidí no pensar sobre ello ya que no había nada que pudiera hacer. En
cambio escuché la música de Noah, dándome cuenta de los similares que
sus gustos eran de los de Jack.

El tráfico se hizo más pesado y lento mientras nos acercábamos a la


frontera. Esperamos en una de las líneas avanzando poco a poco hacia la
taquilla a la que nos dirigíamos. El hombre de la ventana pidió ver nuestros
pasaportes y luego nos hizo un par de preguntas básicas sobre el por qué
estábamos viniendo a Canadá. Noah le dijo que estábamos planeando
hacer un tour por el Parlamento y que estaríamos de vuelta antes del
anochecer. Después de desearnos una buena visita nos hizo ponernos en
marcha.

Me dejé caer contra el asiento. Más relajada ahora que estábamos en


nuestro camino hacia la Torre de la Paz, cerré mis ojos mientras el estrés
comenzaba a decaer. De pronto la somnolencia tomó su lugar. Luché
contra ella durante un momento, pero finalmente cedí.

Despertando un rato más tarde, me senté y froté mi frente.

—¿Dónde estamos?

—A una media hora de Ottawa. Vamos a parar a tomar algunos aperitivos


y unas bebidas.

Nos dirigimos hacia un supermercado de una carretera pequeña y


compramos algunos artículos. Diez minutos después estábamos de vuelta
en la carretera, conduciendo más allá de los frondosos árboles hasta llegar
a las afueras de una ciudad. El clima de abril era cálido, y a medida que
nos acercábamos pasamos a varios ciclistas con cascos y mallas.

Conduciendo en Ottawa, Noah tuvo que seguir pisando los frenos porque
un pequeño autobús delante de nosotros estaba deteniéndose por

93
pasajeros. Conduciendo por la lenta vía de parada y marcha del tráfico,
hicimos nuestro camino hacia los masivos edificios gubernamentales en el
corazón de la capital de Canadá. Miré por las ventanas a las imponentes
estructuras que estaban talladas en piedra. Muchos de los tejados de
cobre estaban verdes por la edad, del mismo tono que la Estatua de la
Libertad. Pensé que el Parlamento y el Centre Block se parecían más a un
castillo inglés que a oficinas gubernamentales.

—Olvidé lo impresionante que es esto.

—Sí —añadió él.

—¿Has estado de vuelta aquí desde nuestra salida de campo?

—Un par de veces. Ottawa tiene más deportes y entretenimientos que


nuestro propio pueblecito.

Nuestro objetivo, la Torre de la Paz, se elevaba desde la parte delantera


del edificio del Parlamento. Tenía cuatro relojes, uno a cada lado. También
tenía un carrillón, una plataforma de observación y la Sala de Velación en
honor a quienes habían muerto en las guerras de Canadá.

El tráfico empeoró más cerca del Parlamento, pero Noah finalmente


encontró un lugar de estacionamiento, a varias manzanas de distancia.
Salimos y puso monedas en el parquímetro. Mantuve el sobre marrón
conmigo, estaba paranoica sobre dejar algo en su auto ahora que el mío
había sido robado.

Nos dirigimos por la acera, pasando dos automóviles de policía con rayas
rojas y azules. PRMC, recordé que significaba Policía Real Montada de
Canadá. Un minuto más tarde pasamos a través de una amplia puerta de
hierro forjado alrededor de la Llama del Centenario, donde ardía una
llama eterna en el centro del agua fluyendo. Acercándome a la torre
levanté la mirada, estudiando las imponentes esculturas. Las gárgolas me
devolvían la mirada.

—¿Por dónde quieres empezar? —preguntó Noah.

—Ya que la clave dice “noroeste”, estoy pensando que deberíamos


intentarlo en la plataforma de observación.

94
Entramos por la puerta de los visitantes que estaba en la esquina de la
entrada principal dentro del edificio del Parlamento. Después de esperar
en la fila, llegamos a la zona vigilada. Era parecida a la vigilancia del
aeropuerto. Tuvimos que vaciar las cosas de nuestros bolsillos en los
contenedores de plástico, enviar nuestros zapatos y todo lo que
llevábamos más allá de un escáner de rayos X, y caminamos a través de
una puerta de detección. Luego nos dirigimos hacia dos tramos de
escalones de piedra. Pasamos por el centro de la corte, la cual estaba
llena de esculturas impresionantes, mamposterías y vidrieras.

—Es como un castillo medieval aquí dentro —dije.

Apresuramos nuestros pasos cuando cambiamos bruscamente de


dirección a lo largo del interior de la torre y nos detuvimos a mirar hacia
abajo a través de las ventanas en el arco de la rotonda central. En la parte
superior nos encontramos con una línea de visitantes esperando al único
ascensor que subía a la torre. Había varias personas delante de nosotros
conversando en francés con su guía turístico. Después de unos cuantos
minutos entramos con ellos. Noah me mostró la ventana larga y estrecha
en la parte posterior del ascensor, la cual nos permitía ver algunas de las
campanas del carrillón mientras ascendíamos.

La torre era mucho más alta que cualquier otro edificio en el área y daba
una gran vista de Ottawa y la Colina del Parlamento. Desde la plataforma
de observación había cinco puntos de vista, incluyendo uno que se veía
en los techos de cobre del Centre Block. Sin embargo, sólo un punto de
vista me interesaba, y era una de las ventanas que daban al noroeste. Nos
acercamos y miramos hacia afuera.

En la distancia, el ancho río de Ottawa era de un oscuro azul grisáceo con


la luz del sol brillando en su superficie como diamantes dispersos. Justo al
otro lado, en el extremo del agua, estaba una pequeña ciudad. Desde
esta distancia, se parecía como un modelo en miniatura ya que fue
construida justo fuera del borde del río. La reconocí.

—Es Gatineau, Quebec.

—¿Cómo lo sabes?

—Nos alojamos allí durante unos pocos días antes de que volviéramos al
otro lado de la frontera y termináramos en la Casa Seale.

95
Desde así de lejos todo parecía tan pequeño e insignificante, sin embargo,
uno de mis recuerdos más dolorosos provenían de ese lugar. No quería
explicar esto a Noah.

—¿Crees que Jack quiere que vayamos allí?

—No puedo ver el por qué. Fue hace mucho tiempo y estuvimos allí sólo un
par de días. No recuerdo la dirección y no sabría dónde buscar.

Miré hacia abajo a los edificios de Gatineau. Durante nuestra excursión a


la Torre de la Paz, Jack había reconocido la ciudad de Quebec y la señaló
para mí. Pero esa conversación no había sido muy importante, así que,
¿qué estaba intentando decirme Jack en este momento? La única cosa
que podía pensar era en el viaje al campo en sí mismo, y cómo habíamos
estado de pie en este punto exacto, sin darnos cuenta de las chicas
empujándose detrás de nosotros.

***

—¡Fuera del camino, flacucho! —dijo Mónica—. Estás bloqueando la vista.

Nessa rió.

—Sí. Sé considerado con nosotras las personas de estatura normal.

Las otras dos, Tabby y Genna se unieron con burlas a sus comentarios. Me
giré para mirar hacia abajo a las cuatro chicas menudas con sus cabellos
largos y sombras de ojos brillantes.

—¡Oh, lo siento! Pensé que todavía estaban en el baño rellanando sus


sujetadores con papel higiénico.

Unos cuantos de los chicos se rieron, incluyendo a Jack y Noah. Los ojos de
Nessa se estrecharon.

—Tú ni siquiera llevas sujetador, ¿verdad fenómeno?

—No.

—No creo que lo hagas nunca. De hecho, creo que eres sólo un chico que
se viste como una chica.

—Al menos no soy una chica que se viste como una puta.

96
Indignada, Nessa osciló su bolso hacia mí, pero Noah la detuvo y lo
bloqueó con su brazo en un movimiento impresionante. El rostro de ella se
puso rojo y fue contra su cabeza. Él tomó el bolso de ella y lo envió
deslizándose a través del suelo de la plataforma de observación. A lo largo
del camino se dispersaron barras de labios, tampones y un peine. Con un
grito, le llamó por varios nombres obscenos y luego se largó corriendo.

***

Durante nuestros días de colegio en Waterwon, nuestra loca rareza se


había convertido en piedra. El nombre fenómeno, con el que los niños
crueles de nuestra pequeña escuela habían marcado a Noah, se extendió
hacia Jack y luego hacia mí. Habían querido que su significado fuera
dañino, pero nosotros lo adoptamos y nos envolvimos a nosotros mismos
entre capas de amistad que construyó un campo de fuerza protectora
que nos rodeaba. Noah era el primer fenómeno, Jack era el segundo, y yo
me convertí en el tercero.

Mi hermano estaba tan impresionado de que un chico como Noah, que


era un poco mayor, estuviera dispuesto a ser amigo de él. Admiraba el
cerebro de Noah y la intrepidez, silenciosamente agradecía su amistad.
Ahora, sin embargo, comprendí algo más. No se trataba sólo de nosotros.
Noah había estado desesperado porque alguien pasara el rato con él. Un
excluido en la escuela, y viviendo en un hogar de niños abandonados y
heridos, había estado hambriento por una amistad con alguien de su
mismo nivel. Alguien que no pensara que era raro por pretender ser un
vampiro o un ninja, pero que, de hecho, se zambullera con plena
aceptación por todos los extraños caminos que decidió tomar. No es de
extrañar que la amistad hubiera sido tan fácil de renovar cuando Jack y
Noah comenzaron a conversar en línea.

—¿Recuerdas lo que sucedió durante nuestra salida al campo aquí? —


pregunté, todavía estudiando la vista—. Detuviste a Nessa de que me
golpeara con su bolso.

—Sí. Sólo una de las muchas veces que tuve que intervenir porque tu boca
te metió en problemas. ¿Crees que estar aquí tiene algo que ver con eso?

—No sé.

97
Miré a la izquierda y luego a la derecha, tan lejos como el cristal me
dejaba ver. No había nada especial en ninguna dirección. Me aparté de
la vista y miré alrededor de la plataforma de observación. Mis ojos
buscaban en el área circundante, con la esperanza de una pista, pero no
estaba escondida en ningún lugar. Finalmente tomé el papel en forma de
estrella del sobre.

—¿Alguna sugerencia, Noah?

Ambos estudiamos la parte delantera del mismo y luego la parte de atrás


cuando lo giré.

—¿Por qué están esas palabras escritas en mayúsculas y minúsculas en


parte? —preguntó Noah.

—La escritura de Jack era como todas esas filas de letras.

—Sí. Pero cuando pusimos el shuriken junto, la “Torre de la Paz” y


“Noroeste” parecían correctas. Había mayúsculas al principio de cada
palabra. Pero las cosas en la parte posterior no son así.

—Cierto. —Miré hacia la clave.

Dándome la vuelta me reí.

—¡Eso es tan de Jack! ¡Mira! OLbIL, no es una palabra en absoluto, es una


serie de números: 7 1970. No podía escribir números al derecho en la
columna de letras. Pudimos haberlos notado antes de hacer la estrella.
Quería que nosotros plegáramos el papel en un shuriken para que
pudiéramos encontrar las palabras primero.

—¿Piensas que es una fecha? ¿Tal vez Julio de 1970?

—Podría ser.

—Ven, vamos a ver. —Noah se giró y se dirigió hacia el ascensor.

98
—¿Sabes dónde está la sala que podría ser?

—No, pero sé dónde los números son importantes.

A medida que bajábamos en el ascensor, el carrillón sonó cuatro


campanadas que resonaron a través de nuestra área confinada. Las
vibraciones parecían pasar a través de mí con aprensión. ¿Por qué cuando
la esperanza estaba en su apogeo, tenía una inesperada sensación de
advertencia? Incluso después de que la campanada sonara a su paso a
través del ascensor y luego se desvaneció en el silencio, mi intuición me
dijo que dejara la torre y lo hiciera ahora.

Intenté decirme a mí misma que lo ignorara, pero el miedo no se


desvanecía. En su lugar, se apoderó de mí aún más fuerte. El interior del
ascensor se oscureció de repente y el aire se tornó sofocante. Quise gritar
una advertencia pero mis labios estaban sellados, como si estuvieran
cosidos por el hilo de un empresario de pompas fúnebres.

Fue entonces cuando las paredes comenzaron a derrumbarse hacia el


interior. Se derribaron sobre nosotros y comprimieron el aire, incluso las
moléculas de aire crecían densas. Las paredes en sí empezaron a latir, el
ascensor a cambiar. Mientras observaba, se convirtió al igual que un
órgano interno de alguna entidad malévola. La materia viscosa comenzó
a surgir alrededor de nosotros, y todo el mundo entró en pánico en el
ascensor. Una mujer a mi lado gritó, tratando de arañar su salida.

La histeria se elevó dentro de mí cuando Noah desapareció entre la masa


gelatinosa. Incapaz de moverme, fui envuelta por tejidos humeantes.

99
12

Flowers
Traducido por Lore_Mejia

Corregido por Zeth

Q
ué sucede? —preguntó Noah—. Te ves alterada.

Estaba de pie en el lobby justo afuera de las puertas del


—¿ elevador, aparte de estarme mirando con una expresión
confundida, se veía bien, sin heridas, sin pedazos faltantes de
carne consumida, ni siquiera pedacitos de tejido pegajoso
colgando de su mejilla. Las paredes del elevador ya no estaban hechas de
gelatina pulsante sino que eran de paneles marrón, como debían ser.

Noah y todos los otros pasajeros habían salido, claramente desconociendo


lo que acababa de suceder. Miré a la mujer que, hace sólo un segundo,
había estado gritando en agonía. Se detuvo para sacar un folleto de su
gran bolso y luego siguió caminando como cualquier turista. Noah me miró
cuando salí a la pequeña recepción, mi cuerpo seguía paralizado por el
miedo. Había sucedido algo tan raro en el ascensor que aún no podía
asimilar, y sabía que no había manera de explicárselo. Obviamente
ignoraba lo que yo había visto, pero si intentaba decirle lo más probable
era que me llevara a la clínica mental más cercana y me tirara del auto sin
molestarse en bajar la velocidad.

Tratando de sacudirme el temor que se pegaba a mí como un olor


asqueroso, caminé a través del vestíbulo, fingiendo desapego.

—¿Estás enferma? —preguntó.

Ignorando su pregunta, me di la vuelta y miré el ascensor mientras las


puertas se cerraban. Se veía inofensivo y normal. Noah tocó mi brazo.

—¿Qué sucede? Estás temblando y parece que fueras a vomitar.

100
—Estoy bien. Sólo me puse un poco claustrofóbica.

—¿Claustrofóbica?

—No es nada. Vámonos, ¿está bien?

Me estudió unos segundos más y se encogió de hombros.

—Como sea. Por aquí.

Lo seguí a través de las puertas abiertas de la Sala de Velación, aliviada


porque lo había dejado pasar. Aunque mi ritmo cardiaco había
disminuido, mis extremidades aún se sentían débiles y mi cabeza zumbaba
confundida. Me dije a mí misma que siguiera moviéndome.

—Como estamos buscando una fecha —dijo Noah—. Creo que éste sería
un buen lugar para empezar.

Arcos góticos y altos vidrios tintados hacían que la habitación se viera


como una pequeña capilla dentro de una catedral. Recordaba el lugar
del viaje de campo. Había un hermoso altar tallado en una tarima de roca
elevada en la mitad del lugar. Tenía una vitrina de vidrio grabado en la
parte superior, con pequeñas estatuillas de ángeles arrodillados en cada
esquina. Subiendo las escaleras, miré dentro de la vitrina: El Primer Libro De
Recuerdos De La Primera Guerra Mundial. Otras cajitas de vidrio en piedras
más bajas formaban un semicírculo alrededor de la habitación, con varias
personas mirándolas. En total, había siete libros que hablaban de los
Canadienses que habían luchado y perdido la vida en cada una de las
guerras. El del centro se concentraba en la Segunda Guerra Mundial.

Noah susurró.

—De los números que Jack nos dejó, no creo que el primer 7 signifique
Julio, creo que se refiere al séptimo libro.

Asintiendo estando de acuerdo con él, lo seguí pasando por el lado de dos
ancianas hacia el segundo cajón contando desde la derecha.

—Éste —dijo. La placa decía: En servicio de Canadá, El Séptimo Libro de


Recuerdos.

—De acuerdo con la inscripción, fue iniciado en 1947.

101
—Y menciona a todas las personas que sirvieron en actividades en tiempos
de paz.

Recordando fragmentos del discurso del guía turístico durante nuestro viaje
de campo, sabía que las páginas eran más obras de arte que páginas de
un libro. El nombre de los fallecidos estaban impresos en caligrafía
estilizada y las páginas estaban decoradas con iluminaciones heráldicas y
hermosas acuarelas. Mirando a través del vidrio, vimos que el libro estaba
abierto en una página que listaba los fallecidos en 1956.

—¿Puedo ayudarles? —dijo una voz rasposa detrás de mí, asustándome.

Ambos dimos la vuelta y nos quedamos mirando a un pequeño hombre


con mechones rebeldes de cabello. Era bajito, difícilmente llegaba al
hombro de Noah, y tenía las orejas más grandes que había visto jamás. Su
chaqueta roja se estiraba sobre su barriga, y una placa con una hoja de
maple estaba adosada en su solapa. Su nombre era Stuart.

Noah señaló a la vitrina.

—¿Hay alguna manera de cambiar la página y ver una fecha diferente?

El hombre cabeceó, empujando las gafas que habían caído de su nariz.

—¡Qué bueno es ver jóvenes interesados en su pasado! —Metió las manos


en su bolsillo y sacó un par de guantes de algodón—. ¿En qué nombre y
fecha están interesados?

—Mil novecientos setenta, con apellido Hall.

—Muy bien. —Se puso los guantes como un doctor alistándose para una
cirugía—. ¿Un familiar?

Noah se encogió de hombros.

—No estamos seguros.

Stuart asintió y se lanzó en un diálogo de guía turístico acerca de la historia


de los libros, dando detalles que repiqueteaban en mi cabeza. Me era
difícil concentrarme en lo que estaba diciendo, sobretodo porque aún
estaba algo aturdida. Lo que había sucedido en el ascensor se había
desvanecido un poco pero seguía molestándome. El repique de las
campanas me recordó que se nos acababa el tiempo, y era doblemente

102
importante encontrar a mi hermano. El peligro en él que estaba parecía
más serio que nunca.

Stuart sacó una llave de cobre de su bolsillo del pecho, abrió la vitrina y
levantó la tapa de vidrio.

—No muy cerca. Esperen a que termine y luego pueden mirar.

Se encorvó sobre el libro, como un gnomo protector, sus dedos


enguantados cambiaban las páginas gentilmente. Noah sonrió y se
acercó a mí. Susurró:

—Pensarías que está desactivando una bomba.

Muy consciente de lo cerca que estábamos, le sonreí hasta que


casualmente se alejó.

—¡Ja! —dijo Stuart triunfante, luego miró a su alrededor y bajó la voz como
si estuviera apenado porque se le había olvidado estar tranquilo—.
Theodore Gregory Hall, 1970. ¿Éste es el que buscan?

—Estoy seguro que sí —dijo Noah mientras nos acercábamos.

—Entonces les daré un momento a solas. —Miró hacia una pareja de edad
media que acababa de entrar a la recámara.

—Gracias —murmuré sobre mi hombro, volteando a ver la página que


tenía una esquina dorada para voltearla.

Noah se inclinó sobre el vidrio.

—Pero, ¿por qué este nombre? ¿”Theodore Hall” significa algo para ti?

Negué con la cabeza.

—No, pero el nombre que está justo encima sí. ¿Recuerdas la salida de
campo? La última vez que estuvimos aquí, los tres nos detuvimos a mirar
este libro y estaba abierto en ésta página. Vimos ese nombre.

—¿Roswill Herbert Flowers?

—Sí, y luego Jack le preguntó a la profesora sobre él. —Miré la página,


tratando de recordar su pregunta.

103
—Oh, cierto… espera un segundo. ¿Tenía algo que ver con Watertown?
¿Cómo la Avenida Flower?

Nos miramos el uno al otro y dijimos al mismo tiempo:

—¡La biblioteca!

Noah tocó el vidrio con los dedos.

—Jack preguntó si este era el nombre del hombre por el cual la librería se
llamaba así. Pero el señor Montclaude le explicó que era otra persona. Un
gobernador, creo.

Visualicé la placa en el frente del gran edificio al que había entrado


docenas de veces, incluyendo una vez ayer.

—Roswell P. Flower. Biblioteca en su honor.

—Eso es.

La emoción entró a mi voz mientras todo tomaba forma.

—¡Entonces ésta es la pista! Ahora todo lo que tenemos que hacer es


regresar a la biblioteca de Watertown.

Noah dejó de mirar la vitrina y me miró a mí. No dijo nada.

—¿Qué pasa?

—Estás bromeando.

—No.

—¡No me digas que Jack nos mandó de viaje todo camino a Canadá sólo
para hacernos volver a Nueva York!

Del otro lado de la habitación Stuart nos lanzó una mirada ansiosa.

—Shh —le susurré, acercándome a Noah—. Por supuesto que eso es lo que
ha hecho. ¿No recuerdas que sus pistas siempre nos llevaban a ir y volver?

Metió sus manos en los bolsillos y puso mala cara.

—¡Esto es ridículo! Además, ¿qué se supone que debemos hacer cuando


regresemos a la biblioteca?

104
—Encontrar un libro escrito por alguien llamado Theodore Hall, por
supuesto.

Noah volvió a poner mala cara, sus labios formaban una línea recta.

—Por favor no te enojes.

Sacudiendo su cabeza, suspiró cansadamente.

—Salgamos de aquí, ¿de acuerdo?

Tomó mi brazo y me llevó hacia las escaleras. Miré como sus dedos
cómodamente se dirigieron a mi muñeca y luego envolvieron mi mano.
Aunque Noah parecía no darse cuenta de su casual caricia, no pude
evitar pensar en cómo la Jocey de doce años hubiera estado encantada.

Nos dirigimos hacia las puertas principales del edificio del Parlamento y
pasamos junto a una multitud de monjes tibetanos en togas naranjas.
Mientras salíamos por las puertas, Noah miró a nuestros dedos enlazados y
se vio casi sorprendido.

Pasamos por tiendas y cafés. Banderas rojas con blancos y una hoja de
maple ondeaban en balcones y astas, los autos se movían por la
abarrotada calle mientras los conductores buscaban un lugar donde
aparcar. Todo tipo de compradores y turistas pasaron a nuestro lado. Un
hombre de piel oscura que llevaba un sombrero y un traje hecho
completamente de correderas obtuvo una mirada nerviosa de una mujer
que llevaba un traje de negocios hecho a la medida. Escuchamos una
gaita; a la distancia estaba un sujeto con una falda escocesa y todo un
atuendo escocés. La gente se detenía a verlo tocar y dejaba dinero en su
tarro de cobre.

Un mercado de flores del tamaño de una cuadra, cuya estructura se


llenaba de brillantes canastas, llamó mi atención. Trabajadores con
regaderas y botellas nebulizadoras se encargaban de las plantas, y el
dulce aroma de las flores se colaba en la brisa. Deseaba poder quedarnos
más tiempo y ser turistas.

Una vez que llegamos al Jeep, nos tomó otra hora salir de Ottawa. Noah
estuvo enfurruñado todo el camino de vuelta a Watertown, y no podía
culparlo. Jack siempre se había dejado envolver haciendo pistas
extravagantes para sus juegos del tesoro, pero esto era extremo. ¿Por qué

105
mi hermano tenía que hacer que todas las pistas fueran tan difíciles y
enrevesadas? Aun así, no imposibles. Jamás las hacia imposibles.

Le prometí a Noah que apenas llegara a casa le enviaría dinero para la


gasolina, o que Jack se lo pagaría. No pareció ayudar a su oscuro estado
de ánimo, y le subió el volumen a la música. Después de eso no dije nada
más, sólo vi al sol hundirse tras los árboles.

Mi mente divagó de nuevo a la Casa Seale. No importaba como intentara


evitar los recuerdos de ese lugar, uno insistía en aparecer: el de mi última
noche ahí.

En el oscuro escenario de mi infancia, aquel sólo atardecer resaltaba…


todos los sonidos y colores.

El sonido de la radio.

Copos de nieve blanco cayendo del otro lado de la ventana de la cocina.

El pijama azul y amarillo de Dixon.

Su grito de terror.

La roja cara de rabia de Hazel.

Una voz aguda recitando un horrible poema.

Angry Beth gritando peticiones.

Puños golpeando la puerta del sótano.

La pesada pistola en mi mano y su distintiva explosión.

La voz traicionada de Noah—: Si alguna vez te vuelvo a ver, te mataré.

***

Finalmente llegamos a Watertown, y fue un alivio que el viaje terminara.


Condujimos por la Calle Washington y parqueamos en la Biblioteca En
Memoria de Flower. No había cambiado en los últimos cinco años: un gran
y elegante edificio con frente de mármol, un domo octogonal en la parte
superior, y una serie de columnas dobles frente a él.

—Cuando Jack y yo vivimos aquí, amaba este lugar.

106
Noah no respondió.

Salimos del Jeep, agarrotados por el largo viaje, y subimos las escaleras.
Una placa en la puerta doble mostraba las horas.

—No van a estar abiertos por mucho tiempo —dijo Noah.

—¿Qué hora es?

—Las ocho y cuarenta.

Encontramos unos computadores y nos sentamos. Abrí el catálogo de la


biblioteca e hice una búsqueda de autor para “Theodore Hall”. Una larga
lista de autores con el apellido Hall apareció, pero ninguno de ellos era
Theodore.

—No está aquí —dije.

—Eso veo.

Había muchos autores de apellido Hall cuyo primer nombre empezaba


con la letra T, hice clic en todos. Había una gran variedad de títulos,
incluyendo novelas. Otros eran cosas de no ficción incluyendo todo desde
deportes hasta historia. Había hasta un libro de fotos. Pero ninguno de los
temas estaba relacionado con Jack, y sabía que no lo habría dejado tan
poco específico.

—¿Y ahora qué?

Noah se encogió de hombros.

Una nueva idea llegó hasta mí.

—¿Recuerdas el segundo nombre de Theodore Hall?

—No. Debimos haberlo escrito.

Cerré mis ojos, tratando de visualizar el libro de recuerdos. Pocos segundos


después mis ojos se abrieron.

—Es Gregory. Theodore Gregory Hall.

Retrocediendo varias páginas hacia la G, vi que había varios Gregory Halls.


Pero cuando miré, ninguno de sus libros parecía ser el correcto tampoco.

107
—Jack no pondría una pista en cualquier viejo libro, especialmente no en
uno sobre entrenamiento de perros o pérdida de peso.

Bajando por la lista vi el nombre Greg Hall e hice clic en él. Tres libros de no
ficción aparecieron:

* La Guía Para Conversiones BÁSICAS.

* Programación Neuro-lingüística.

* Revisión de Control de Referencias: Guía para Códigos de Fuentes de


Aplicación.

—Libros de programación —dijo Noah.

—¡Sí! ¿Y qué hay del último? Tiene las mismas tres letras que la pista de la
parte de atrás de la estrella: R C R. ¡Estoy segura de que ése es!

Miré a Noah. Me estaba examinando más a mí que a la pantalla, y me


dirigió una avara sonrisa.

—Chica inteligente.

Me degusté escuchando la frase, que en el pasado, había sido su


valoración positiva de mí. También estaba aliviada puesto que su anterior
irritación había disminuido.

Después de copiar el número de referencia, me salí del catálogo.


Estábamos listos para ir a buscar el libro cuando una voz inesperada detrás
de nosotros me sorprendió.

—Hola, Noah. ¿Quién es tu novia?

108
13

Condolencias
Traducido por IreneRainbow

Corregido por Zeth

E
l hombre de pie detrás de nosotros estaba en sus veinte años, y por
alguna razón que no podía explicar sentí un incremento de
ansiedad. Él bajó la vista hacia nosotros y me puse de pie
instintivamente, queriendo estar al mismo nivel que él.

A pesar de que era un extraño, por un par de segundos pareció que lo


debería de conocer.

Tenía la cabeza rapada. Sus pálidas pestañas y cejas me dirigían una


mirada un poco sorprendida, y me sonrió con arrogante auto-confianza.
Algunas chicas lo habrían encontrado atractivo, pero yo no. Tal vez era el
bronceado de su piel que me recordaba a Silly Putty11, tal vez sólo era mi
instinto visceral, pero sentí que él no era alguien en quien confiar.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Noah. No fue hasta que él habló,
que me di cuenta que también se había puesto de pie.

—Nuestro jefe quería que viniera a verte, pero eres un tipo difícil de
rastrear. —Girándose hacia mí, se presentó y me ofreció su mano—. Soy
Zachary Saulto.

Miré a su pálida mano, y simplemente me quedé allí de pie.

Noah se movió para quedar ligeramente por delante de mí, y Saulto dejó
caer su mano, pero su sonrisa de autosuficiencia permaneció.

11 Silly Putty: (también conocida como masilla pensandora o masilla rebotante) es un


juguete, basado en polímeros de silicona tratado con ácido borico, que exhibe
propiedades físicas inusuales. El nombre de Silly Putty es una marca registrada de Crayola
LLC, fabricante del mismo.

109
—Dile a Sam que no tengo nada que decir. Pensé que había quedado
claro la última vez que hablamos.

—Puede que no quieras hablar con nosotros, pero quizás Jocelyn lo haga.
Entonces, ¿qué te trajo a Watertown?

—¿De dónde me conoces? —pregunté.

—Trabajo para el ISI, la compañía dónde Jack hacía sus prácticas. Me


gustaría expresar mis condolencias por tu hermano. —Su sonrisa fue
reemplazada por una falsa mirada comprensiva—. Era un gran chico que
hacía un buen trabajo. No puedo decirte cuánto sentimos que se haya
ido. Era un brillante programador.

—Gracias.

—Es bueno conocer finalmente a la hermosa hermana de Jack. —Sus ojos


parecían brillar con una broma interior.

—Vamos, Jocelyn. —Noah tomó mi brazo.

—¿No quieres oír lo que tengo que decirte? —le preguntó Saulto.

—No. En caso de que lo hayas olvidado, ya no trabajo para ustedes.

Saulto dio un paso hacia el frente, bloqueando nuestro camino.

—Firmaste un contrato cuando llegaste a trabajar con nosotros, ya lo


sabes.

—Demándenme, entonces.

—No contratamos perdedores en el ISI. Y según mi perspectiva, una


persona que renuncia y un perdedor son la misma cosa.

—Guarda tu charla para el partido de balonmano.

Saulto se inclinó hacia él, los gruesos músculos de su pecho estiraron al


máximo la tela de su camisa azul.

—Piensa en Jack —dijo en voz baja.

Estudié los duros ojos vidriosos del tipo y dije:

—¿Qué quieres decir?

110
Saulto sonrió de nuevo y se apartó.

—Lo siento, no quise decir nada con ello. Fue un placer conocerte. Jack no
habló mucho sobre ti, pero desearía que lo hubiera hecho.

Una campana sonó, y una voz femenina anunció por el altavoz que la
biblioteca estaba cerrando. Noah me alejó de Zachary Saulto. Él no nos
siguió, pero volteando a ver comprobé que nos seguía observando.

—¿Qué fue eso? —pregunté mientras doblábamos en la esquina.

—Nada. El tipo sólo está lleno de aire caliente. Vamos.

—Pero todavía tenemos tiempo para encontrar el libro de Greg Hall.

—No. No lo tenemos.

Me detuve y él volteó a mirarme con una irritación mal disimulada.

—La biblioteca está cerrando. Regresaremos mañana.

No podía aceptar la idea de esperar a recibir información cuando ya


estábamos tan cerca. Así que empecé a retroceder.

—No me iré. Adelántate si quieres, pero voy a quedarme. Me esconderé


en el baño, y saldré cuando esté despejado si tengo que hacerlo.

Cuando empecé a caminar de regreso, Noah me alcanzó y me tomó de


los hombros, girándome.

—Escucha, Jocelyn, ahora no es un buen momento. Cualquier pista que


Jack haya dejado, lo hizo para que solamente tú la encontraras. No
quieres ir a buscarla ahora mismo. ¿Entendiste?

Él debió haber leído la ansiedad en mis ojos, ya que su agarre se suavizó y


también su voz.

—La biblioteca abre a las diez. Te prometo que lo primero que haré
mañana será traerte.

Mirando más allá de Noah, vi a Zachary Saulto dar vuelta en la esquina y


viendo en nuestra dirección.

111
De repente, su consejo sobre la pista de Jack sólo siendo para que yo la
encontrara tuvo sentido. Así que cedí, y caminé con él a través de las
puertas de cristal.

112
14

Conversación
Traducido por Viktoriak

Corregido por Zeth

C
ompramos comida china para llevar, y para el momento en el que
estuvimos de vuelta en casa de Noah, ya era tarde. Nos sentamos en
la mesa de la cocina, sirviendo la comida en nuestros platos. Estaba
cansada, todos mis antiguos dolores, y los de ayer, comenzaron a emerger.
Metí mi rollo de huevo en la mostaza caliente, pensando en cuánto nos
había encantado a los tres la comida china. Y recordé la comida que,
Jack y Noah, prepararon en la víspera de Año Nuevo, y de cómo nos
habíamos reído de la manera tan torpe en la que Jack usaba sus nuevos
palillos. El recuerdo debería haber sido agradable, en cambio comenzó a
desarrollarse un estado de ánimo melancólico dentro de mí.

—Estás callada. ¿Qué pasó con la Señorita Parlanchina?

Encogiéndome de hombros, comí un bocado de arroz.

—Prometo que volveremos mañana a la biblioteca.

—Sí, lo sé. Simplemente pensaba en mi hermano. Ustedes dos conversaban


en línea todo el tiempo, pero nunca tuvieron la oportunidad de volver a
estar juntos.

—Planeábamos reunirnos, pero seguían apareciendo cosas. Como


cuando tuvo amigdalitis. Quería ir a verlos a ambos, y me arrepiento de no
hacer que sucediera.

—Hasta que Jack te encontró en línea, te extrañó muchísimo. Ambos nos


preguntábamos que habría sucedido después de que dejamos
Watertown, pero a él le preocupaba mucho más. Creo que sentía que te

113
debía, de alguna extraña manera. Fuiste quién siempre cuidó de nosotros.
Quién mantuvo la Casa Seale en marcha.

Miré hacia abajo a mi rollo de huevo a medio comer.

—La última vez que estuvimos juntos, él me dijo que eras su mejor amigo.

—Nada puede unir más a dos personas como el insomnio de la


madrugada. Fue un vínculo que Jack y yo tuvimos y que nunca
compartiste. Siempre dormías como si estuvieras muerta. Pero a las tres o
cuatro de la mañana, cuando nadie más está despierto, es mucho más
fácil abrirse.

Tuve un fugaz recuerdo de despertar de una pesadilla en la Casa Seale e ir


en busca de Jack, para sólo encontrarlo con Noah, afuera en el techo.
Miraban la luna con un viejo par de binoculares que habían encontrado
en el sótano.

—Temprano en las mañanas —dijo él—. Cuando no podía dormir,


encendía el computador. Jack por lo general ya estaba allí.
Empezábamos a hablar de todo tipo de cosas. Creo que es más fácil a
través del computador que cara a cara. Supongo que terminé de
conocerlo mejor durante este último año que incluso cuando éramos niños.
La única cosa de la que casi nunca hablábamos, sin embargo, eras tú.

—¿Debido a que seguías estando enfadado conmigo?

—No, por supuesto que no. Jack simplemente dejó claro que hablar de ti,
más que en pasado lejano, estaba fuera de límites. Él no quería hablar de
tu vida actual o lo que estabas haciendo. No sé exactamente por qué. En
cierto modo me imaginé que estaba siendo protector. Tal vez pensó que
seguía estando molesto por la forma en que te fuiste de la Casa Seale. No
fue sino hasta hace unas semanas que empezó a ser más abierto cuando
preguntaba por ti.

Estas eran noticias inesperadas.

—¿Por qué querías hablar de mí?

—Eras importante para mí, Jocey. La única chica de mi pasado que


alguna vez me importó.

No dije nada. No sabía qué decir.

114
—Jack me contó acerca de todo el movimiento de ustedes dos. Acerca
de tu madre y cómo eran las cosas. No fue difícil de entender por qué
ustedes dos terminaron en el sistema.

—¿Y qué hay de ti? ¿Finalmente le contaste a Jack por qué fuiste enviado
a la Casa Seale? Solías insistir en que tu padre era el Conde Drácula y que
se vio forzado a dejarte atrás porque el Profesor Van Helsing lo quemó
gravemente con una cruz.

Noah se encogió de hombros.

—Eso era porque la verdad no era tan interesante. Mi madre era una
drogadicta, cuyo proveedor la dejó embarazada. Ella realmente no me
quería. Supongo que en aquel entonces parecía menos perjudicial
inventar una historia en lugar de decir la verdad.

Me sentí avergonzada por haberlo obligado a hacer esta confesión.


Además, me hizo sentir un poco insegura, al ver que había cambiado y no
había dejado que su pasado definiera la manera en que era, como yo lo
seguía haciendo.

—¿Puedo preguntarte algo más, Noah?

—Claro.

—Me siento confundida, como si faltaran piezas en el rompecabezas. Y no


me refiero a las que Jack dejó. He estado pensando acerca de lo que
ocurrió hoy con Zachary Saulto. Trabaja para ISI de la misma manera en la
que solían hacerlo tú y Jack, ¿cierto?

—Sí. Él era algo así como mi supervisor y me enviaba trabajo. No hablaba


con él mucho en persona, sin embargo.

—¿Por qué dijo, “Piensa en Jack”? ¿Qué significa eso?

—No lo sé.

—¿Pero por qué dejaste de trabajar para ellos? Y no me digas que sólo fue
porque Jack murió.

Hizo una pausa y pareció como si cruzara una línea mental.

115
—Entiendes el trabajo que hacía para ellos, ¿cierto? En su mayor parte
personalizaba el programa de seguridad que ya habíamos escrito.

—La misma cosa que Jack hacía.

—Nos enviaban nuevas asignaciones de programación y nos


especializábamos en codificar para las diferentes empresas que
compraban el programa. Pero entonces algo sucedió. Jack me envió un
extraño mensaje de correo electrónico el día de su accidente. Había sólo
una frase. Decía que algunos de los programadores de ISI habían escrito
puertas traseras en sus códigos de seguridad.

—¿Puertas traseras para que alguien en secreto pudiera pasar a través de


la seguridad de una empresa?

—Sí. Lo que significa que en realidad no estarían bajo ningún seguro.

—¿Es eso ilegal?

—Si no le dicen a sus clientes, lo es. Supongo que ISI no quiere que nadie lo
sepa, o podrían ser demandados de una forma bastante fea.

—Pero Jack nunca me dijo nada de eso.

Noah se encogió de hombros.

—Tal vez no tuvo la oportunidad.

—Entonces, ¿cómo se enteró de lo que los otros programadores estaban


haciendo?

—No lo sé.

—¿La gente de ISI podría haberse sentido amenazados debido a lo que


Jack descubrió? ¿Habrían intentado detenerlo para que no hablara?

—No hay manera de saberlo. Pero cuando murió, todo el asunto me puso
nervioso. Decidí que era hora de dejar de programar para ellos.

El teléfono de Noah sonó. Lo miró y dijo:

—Es el departamento de policía.

Tuvo una breve conversación y luego cortó.

116
—Era Don Iverson. Es un detective de la policía y algo parecido a un amigo
mío.

—¿Eres amigo de un policía?

—Don está bien. Fue el oficial encargado de cerrar el programa de


adopción de la Casa Seale. Desde entonces ha estado echándome un ojo
o algo así. Incluso me ayudó a convertirme en un menor de edad
emancipado para que pudiera vivir por mi cuenta y no terminara en otro
hogar de adopción.

—Suena como si fuera un buen sujeto.

—Sí. De todos modos, parece que la policía detuvo a algunos chicos


conduciendo siendo menores de edad. Podrían ser los mismos que le
arrojaron piedras a mi parabrisas. Don me pidió que fuera a la comisaría
para identificarlos. ¿Quieres venir?

Me levanté y comencé a limpiar la mesa.

—Estoy cansada, y realmente no me interesa ver de nuevo a esos


mocosos.

—De acuerdo. Lo más probable es que esté de vuelta en una hora.

Después de que Noah se fue, me tomé algunos analgésicos y me sumergí


en una tina de agua caliente. En cuanto me relajé, mi mente vagó a
través de los eventos del día, incluyendo la extraña experiencia de
encontrarme transportada a la habitación de arriba de Hazel. ¿Qué
poderes únicos y aterradores poseía la Casa Seale? ¿Esos mismos poderes
oscuros me habían seguido de alguna manera hasta el ascensor de la
Torre de la Paz? La idea era tan extraña que la hice a un lado, de la misma
manera en la que había intentado dejar de lado los demás incidentes
anormales de mi pasado en Watertown. Me dije a mí misma que nada de
eso había sido real.

¿Estaba todo en mi cabeza, cómo alguna especie de truco mágico? Y sin


embargo, una persistente voz insistía: ¿qué pasa con la muerte de
Georgie? Había visto la silueta del tirador que lo mató, y la enojada chica
de esta mañana confirmó que habíamos visto la misma cosa. Incluso las
piedras arrojadas al parabrisas de Noah por los amigos de Georgie
ayudaban a demostrarlo. Examiné todas las partes y piezas que se

117
negaban a encajar, creyendo que si pudiera descubrir el “por qué” de
todo esto, entonces entendería todo lo demás.

Con resignación, finalmente dejé el agua de la bañera. Me sequé y tomé


otra camiseta de Noah para dormir, deseando por décima vez tener mi
maleta. Afuera, el viento empezó a soplar, suspirando suavemente contra
la casa y susurrando en las ventanas. Más relajada, apagué la luz, me subí
en la cama, y caí en un profundo sueño.

La siguiente cosa que recuerdo es estar en un sueño complicado. Había


dos imágenes familiares para mí. Una de ellas era una anciana, la otra un
aterrador hombre en una habitación oscura. Había soñado con la mujer
durante algunos años, pero el hombre sólo recientemente.

En mi sueño la mujer era realmente vieja, su piel tan clara y fina como el
pergamino. Mechones de cabello blanco descansaban sobre su frente y
sienes, y llevaba una cruz de plata contra una blusa de color púrpura. A
medida que nos quedamos mirando la una a la otra, un dolor profundo me
embargó, y sin embargo, instintivamente supe que ella no era la causa de
ese dolor. Quizá era sólo una testigo.

Sus dedos se curvaron y sus venas se alinearon en la parte de atrás de sus


manos. Extendiendo una mano con suavidad, me tocó, primero en la sien,
luego en el corazón. Aunque ella dijo algo que yo sabía que era realmente
importante, el sueño no me dejó entender sus palabras. Antes de que
pudiera darles sentido, se desvaneció en una brumosa niebla y me
encontré tirada en una pequeña habitación oscura.

Estaba recostada en lo que parecía ser una silla de dentista mientras un


hombre corpulento se acercaba a mí. Había una deslumbrante luz detrás
de él que delineaba el contorno circular de su cabeza, pero sus rasgos
estaban a la sombra. Levantó algo afilado.

—No estés nerviosa. —Su voz era sorprendentemente suave—. Esto no te


dolerá demasiado.

Fue entonces cuando escuché la voz de Jack.

—Jocelyn, despierta.

Abrí los ojos y permanecí acostada en la oscuridad, tratando de


calmarme. La voz de Jack se desvaneció de nuevo en el sueño, aunque

118
durante unos segundos me había parecido tan real, que sólo aumentó mi
confusión.

Me quedé mirando el oscuro techo, tratando de calmar mis nervios.


Escuchando el gemido del viento, me pregunté si Noah ya estaría de
regreso. La casa estaba en silencio, por lo que supuse que todavía seguía
fuera. Cuando lo último del sueño comenzó a desvanecerse, comencé a
relajarme, pero el sonido de un leve crujido me distrajo… como si alguien
estuviera en la habitación conmigo y acabara de cambiar su peso de un
pie a otro. Sobresaltada, mis ojos buscaron en la oscuridad de las esquinas.

Sombras treparon y se escabulleron a través de la pared: unos faros.


Mientras yacía allí, mis nervios permanecieron en tensión, negándose a
aceptar que mi ansiedad era más que un vestigio del sueño. Un ligero
movimiento llamó mi atención, y contuve el aliento sorprendida antes de
darme cuenta de que eran sólo las cortinas. Se agitaban ligeramente por
la brisa. ¡Pero yo no había abierto la ventana!

Aparté las mantas y me abalancé hacia la puerta. Una forma oscura voló
hacia mí desde las sombras y me estampó de vuelta sobre la cama. Lo
golpeé, pero un golpe de su puño hizo dar vueltas mi cabeza, y en
cuestión de segundos me estaba presionando bajo su peso. Una mano
retorcía mi cabello con crueldad clavando mi cabeza contra el colchón,
la otra me apretaba la garganta en un doloroso agarre.

Su rostro sombrío estaba justo sobre el mío. A medida que sus dedos se
cerraban sobre mi ya mallugada garganta, su voz rugió:

—¡Dime… dónde… está…eso!

119
15

Estamos Acercándonos
Traducido por Nanndadu

Corregido por Aldebarán

l retorció mi cabello con sus puños, y mi cuero cabelludo estaba en

É agonía. Los dedos y el pulgar de su otra mano se excavaban en los


lados de mi garganta mientras incrementaba la presión en mi
manzana de Adán. Desesperadamente arañé sus brazos y manos, pero él
siguió estrangulándome. Parecía un fantasma psicópata en un suéter con
capucha, con grasoso cabello colgando en su rostro.

―¡Dime dónde está eso!

Cuando aligeró lo suficiente para que respirara y así pudiera responder,


solté un grito ronco. Lo cortó a mitad del alarido.

Un par de segundos después un puño golpeó en la puerta de la habitación


y Noah gritó. El hombre apretó con más fuerza, maldiciéndome con tanto
enojo que su saliva salpicó en mi rostro. En un destello de pánico supe que
me iba a matar antes de que Noah pudiera pasar por la puerta, pero este
pensamiento se dispersó por una sensación de miedo. Sentí su mano
calentándose. Quemó mi cuello como si una corriente eléctrica flotara
entre nosotros. Él gruñó como un endemoniado hombre lobo. Luego, justo
cuando Noah abrió la puerta de una patada, él saltó fuera de la cama y
se lanzó a través de la ventana abierta.

Noah trastabilló en el interior. Después de un rápido chequeo para ver si


estaba bien, saltó por la ventana. Escuché pasos corriendo abajo por el
camino de entrada. Con piernas temblorosas, fui hasta la ventana. Un
motor rugió a la vida. Empujando la cortina a un lado, observé hacia la
oscura calle. Se produjo el chirrido de neumáticos y un auto, sin las luces
encendidas, condujo a punto muerto hacia Noah. Él saltó fuera del
camino. El auto pasó zumbando cerca y desapareció por el camino.

120
Dejé la habitación, más estable en mis pies para entonces, y me encontré
con Noah en la puerta de enfrente. Él entró y la cerró; estaba sin aliento.

—¡Ese auto casi te golpea!

—Sí. Pero no lo hizo. —Él me miró y su expresión se volvió ansiosa—. Estás


lastimada.

—No. Estoy bien. —Mi voz estaba ronca, y debido a su mirada preocupada
caminé al espejo más cercano. Él encendió una lámpara y me quedé sin
aliento. La carne de mi garganta era un desastre: quemada y pelada.

Noah me tomó del brazo y me condujo al sofá. Se apresuró a la cocina.


Escuché agua corriendo. Unos cuantos segundos después volvió con una
toalla húmeda que colocó cuidadosamente sobre mi garganta. El frío fue
tranquilizador.

—Descansa un minuto —dijo, regresando a mi habitación.

Escuché la ventana cerrarse y lo vi revisando las otras habitaciones.


Después de que había asegurado la casa vino y se sentó a mi lado.

—¿Quién era ese, Jocelyn?

—No lo sé, pero esta es la segunda vez que alguien trata de


estrangularme. Se está haciendo realmente tedioso. Sabes que nada me
asusta más que eso.

Él parecía incomodo.

—Lamento lo que te hice en el garaje. He estado al borde desde que dejé


el trabajo. Cuando me di cuenta de que alguien se estaba escondiendo
en la parte trasera de mi auto, pensé que Zachary Saulto me había estado
siguiendo. Estaba furioso.

Se hizo evidente que Noah estaba más preocupado sobre lo que ISI podría
estar haciendo de lo que él había dado a entender. Agregó:

—Por supuesto, no tenía idea de que eras tú. Jack nunca me envió por
correo electrónico una foto tuya reciente, incluso aunque se la pedí.

121
Me gustó el hecho de que él le hubiese pedido a Jack una foto de mí. ¿Por
qué mi estúpido hermano fue tan sobreprotector? No le habría hecho
daño enviarle a Noah mi foto de último año.

Se puso de pie, fue a las ventanas y revisó las cerraduras.

—Nadie debería haber sido capaz de entrar. Las puertas estaban


cerradas. Al igual que las ventanas. Justo acababa de llegar cuando te
escuché gritar.

—Ese tipo seguía diciendo la misma cosa una y otra vez: “Dime dónde está
eso.” ¿Decirle dónde está qué, Noah? ¿Qué quería?

El asustado sonido de mi voz me hizo sentir avergonzada, pero no podía


evitarlo. Algo horrible estaba pasando a mí alrededor, y cuánto más
intentaba averiguarlo, más desconcertante se hacía.

—¿Viste su rostro?

Me estremecí, frotando mis brazos, mi cabeza descansando contra el


respaldo del sofá. Mi pobre cuero cabelludo seguía doliendo, y me
pregunté cuánto cabello habría arrancado el atacante.

—No, estaba muy oscuro.

Noah fue y consiguió una manta de lana, cubriéndome.

—Gracias.

Se sentó a mi lado de nuevo.

—¿Alguna posibilidad de que fuese Zachary Saulto?

—No. Este tipo no era calvo. Tenía el cabello más largo. Eso es todo lo que
noté, excepto que tenía aliento a ajo. No ayuda mucho, ¿no?

Noah tomó la toalla húmeda.

—Déjame echarle un vistazo a esto. ¿Duele?

—Un poco. No tanto como debería, supongo. —No agregué que esto me
asustaba aun más, ya que sabía que la ausencia de dolor en una
quemadura significaba que era seria.

122
Usando la esquina de la toalla húmeda, Noah limpió cuidadosamente mi
garganta. Sus dedos removieron delgados y quemados trozos de piel y se
inclinó un poco más, su rostro cerca del mío. Lo estudié. Noah había
desarrollado las características magras que una vez lo habían hecho
parecer desgarbado. Ahora tenía un aspecto afilado que era irresistible,
especialmente con la oscura barba incipiente en su barbilla y mandíbula.
El chico que había conocido ni siquiera tenía la necesidad de afeitarse. A
pesar de que había estado enamorada en secreto de él en ese entonces,
ahora se había vuelto mucho más maduro y masculino de lo que nunca
podría haber imaginado.

Sentado en su sofá de esa forma, con sus dedos tocando con suavidad mi
cuello, fue extrañamente sensual; excepto por el pequeño y desagradable
recordatorio de cómo un par de días atrás esos mismos dedos me habían
estrangulado peor que el espantoso tipo de esta noche. Justo entonces no
quería pensar en eso, en lugar de ello me concentré en sus ojos marrones.
Por un par de segundos incluso fantaseé con él empujándome en sus
brazos y sosteniéndome de la forma en la que siempre había soñado.
¿Cómo sería presionar mi boca contra la suya? ¿Se sorprendería si lo
besaba?

Sus ojos se encontraron con los míos y parpadeé, preguntándome si él


había leído mis estúpidos pensamientos femeninos. Me concentré en su
adusta expresión y toda la fantasía se desvaneció de mi cabeza.

—¿Es grave?

—No para ti. Jocelyn, esta piel chamuscada no es tuya. Es la de él.

—¿Qué?

Me puse de pie y me apresuré de vuelta al espejo. Él me siguió. Mirando


hacia mi reflejo vi que mi garganta estaba roja, como si hubiese sido
quemada por el sol, pero sólo en el contorno de la forma de una mano
grande. Me giré para mirar a Noah. Mi voz salió en un susurro.

—¿Qué está sucediendo?

Él sacudió lentamente su cabeza.

—No tengo respuestas. Ven a sentarte de nuevo. Estás muy pálida y no


quiero que te desmayes.

123
Me guió hasta el sofá y me deslicé debajo de la manta, moviendo mis
piernas por debajo de mí. Noah fue a su baño, luego volvió y se sentó a mi
lado en el sofá. Desenroscó la tapa de un tubo de ungüento para
quemaduras.

—Inclina tu cabeza hacia atrás.

Lo hice, esta vez mirando a los círculos de amarillo opaco de la lámpara


en el techo. Él aplicó cuidadosamente el ungüento en la zona roja. Estaba
frío, dejándome trazar mentalmente la mano que había sentido tan
caliente sobre mi piel.

—Ya está. —Le puso la tapa al frasco—. Estarás bien.

Me senté.

—¿Lo estaré, Noah? Todos estos años he estado trabajando muy duro para
convencerme de que las alocadas cosas en la Casa Seale no eran nada.
Tal vez sólo mi hiperactiva imaginación. Crecí y comencé a vivir en el
mundo real donde la lógica domina todo. La lógica establece límites, y me
gusta eso. Pero ahora es como si tuviera doce años de nuevo y no tuviera
ningún control de mi vida. Están sucediendo cosas que no puedo explicar.

Agarré mi manga, tirándola hacia arriba, y le mostré la marca de la


mordida.

—Cortesía del sótano de la casa Seale.

Noah lo miró con una expresión preocupada.

Dije—: Dime algo. ¿No crees que haya una posibilidad de que Corner Boy
todavía esté vivo?

—No. ¿Cómo podría estarlo?

—No lo sé. Pero me hace preguntarme si el que me atacó en el sótano fue


el mismo tipo que vino aquí esta noche.

Noah no dijo nada al principio, sólo se quedó mirando a la marca de la


mordida.

―¿Por qué no me mostraste eso antes?

Me encogí de hombros, tirando de mi manga hacia abajo.

124
―Jocey, parece que ese tipo se quemó peor que tú. ¿Hay alguna forma
en la que podrías haber enviado ese calor hacia él para protegerte?

—¿Te refieres a súper poderes o algo así? Eso sería bueno. ¿Crees que voy
a desarrollar visión de rayos x después?

—Está bien, fue una pregunta tonta. Supongo que si pudieras hacer esa
clase de cosas, me lo habrías hecho en el garaje.

—Considerando lo extraño que es todo esto, no es muy estúpido de


preguntar. Pero en mi vida antes y después de la Casa Seale, nunca había
visto cosas como estas. Así que, ¿cómo podría ser yo?

Haciendo una pausa, pensé sobre el extraño sueño que había tenido antes
de ser atacada. Noah debió haber notado algo en mi expresión.

—¿Qué es?

—Probablemente nada… excepto que justo antes de que el tipo me


atacara, escuché la voz de Jack. Me dijo que me despertara.

—Realmente no puedes creer que Jack vino a ti en un sueño.

—No es tan malo como tu teoría de los súper poderes, ¿no es así?

—Supongo que no.

—¿Hay alguna posibilidad de que el visitante de esta noche fuese alguno


de los chicos que apedrearon tu parabrisas?

Él sacudió su cabeza.

—Acabo de identificarlos en la estación de policía. Van a tener unas


pequeñas vacaciones en el centro de la ciudad antes de que sus padres
los rescaten.

—Entonces me estoy quedando sin ideas. ¿Por qué ese tipo seguía
preguntándome dónde está “eso”? No tengo ninguna idea de qué puede
ser “eso.”

—Hay un montón de lunáticos en este mundo.

Suspiré y cerré mis ojos.

125
—Sí, y ya he cumplido mi cuota. Además, esto no es sólo otra cosa extraña
al azar. Pienso que todo está relacionado.

—Yo también.

Abrí mis ojos y estudié su preocupado rostro. Nos sentamos juntos,


escuchando el tic tac del reloj, los suaves crujidos de la casa, y el viento
golpeando con ansiedad sus garras contra los cristales.

—Noah, estoy asustada.

—Entonces tal vez deberías olvidarte de las pistas de Jason December e ir


a casa.

—¿Cómo podría? Abandonar a Jack no es una opción.

—Él no querría que estuvieses en peligro.

—No, pero lo que sucedió esta noche prueba que necesito encontrarlo. El
hecho de que las cosas se estén poniendo escalofriantes significa que
estamos acercándonos.

126
16

Ponerse Al Día
Traducido por Lorenaa

Corregido por Aldebarán

N
oah recuperó mi almohada y me dio un manta extra para que así
pudiera dormir en el sofá… ambos estábamos renuentes a que yo
pasara el resto de la noche en la otra habitación. A pesar de mis
protestas él también se echó sobre el reclinable cercano. Excepto por la
lámpara de la esquina el resto de las luces del salón estaban apagadas.
Estaba lo suficientemente oscuro para dormir pero suficientemente
iluminado para ver todavía.

Más de una vez la terrorífica imagen del intruso invadió mi sueño y me


desperté de golpe. Cada vez que pasó, miré hacia Noah, dormido en el
reclinable, y sentí un poco de calma. Él descansaba debajo de un
alocado edredón cosido en descoloridas sombras marrones y doradas. Lo
recordaba de la Casa Seale y cuando él lo sacó la primera vez estuve un
poco sorprendida de que de alguna manera lo tuviera.

Eventualmente, después de muchos intentos de empezar y parar, el


agotamiento me forzó a dormir. Algún tiempo después Noah tocó mi cara
y dijo mi nombre, despertándome. Su imagen borrosa estaba inclinada
sobre mí, y cuando parpadeé y lo miré, me preguntó si estaba todo bien. Él
frotó mi mejilla y había humedad detrás de sus dedos.

―Estás llorando.

―No sé por qué.

Limpié las lágrimas de mi cara, avergonzada. Aunque había tenido un


profundo sueño, sin pesadillas, aún mantenía una fuerte sensación de
tristeza sobre mí. Me sentí vulnerable de que él lo hubiera visto, pero la
expresión de Noah era sólo preocupada.

127
Sentándome, miré al reloj junto al espejo. Eran cerca de las cuatro.

―No quería despertarte.

―No lo hiciste, estaba despierto.

Me froté el cuello, moví la cabeza de lado lentamente, e hice una mueca.

―¿Qué pasa?

―El tipo tiró tan fuerte de mi cabello que lastimó mi cuello.

Noah se sentó a mi lado.

―Déjame intentarlo. ―Sus dedos empezaron a masajear lentamente las


dolorosas torceduras.

―¿Has estado despierto mucho tiempo?

―Un rato, sí. Es en las primeras horas de la mañana como ahora, cuando
no puedo dormir, que más extraño a Jack.

―Lo extraño todo el tiempo. ―Lo dije tan suave que no estaba segura de
que él me hubiera escuchado.

―Estando a tu alrededor, trae muchos recuerdos de cuando los tres


éramos pequeños.

La tensión de mi cuello empezó aliviarse. Dejé salir un lento suspiro, ahora


más despierta incluso aunque aún seguía oscuro fuera.

―Sí, lo sé. Es extraña la manera en que la vida gira. ¿Piensas que fue el
destino el que nos puso a los tres juntos?

―Casualidad, tal vez. No creo en el destino.

Sus pulgares se movían en círculos sobre los nudos, liberando lentamente el


dolor. Su toque me hacía mucho más de lo que él sabía, y no podía evitar
responder al calor de sus manos.

―Supongo que tienes razón. No creo que fuera el destino el que nos puso
en el programa de adopción. Sólo los inútiles padres a quienes nunca les
debieron permitir llevarse a sus bebés del hospital a casa.

Noah rió entre dientes, pero el sonido fue sin alegría.

128
―Tienes razón. De lo que Jack me contó de tu madre, estoy algo
sorprendido de que no los hubiera abandonado a la primera oportunidad.

―Seguramente hubo varias oportunidades que quiso hacerlo. Pero creo


que tenía más miedo de vivir sin Jack, que estar pegada a nosotros.

―¿Qué quieres decir?

―La vida de Melody era un ciclo de citas, emparejamientos, y rupturas.


Todas sus relaciones estaban condenadas porque estaba realmente
demente. Una vez que los tipos que estaban con ella veían lo que
ocultaba detrás de su hermosa apariencia, los asustaba. Incluso con los
que eran decentes, no duraba. Ella nos arrastró a una búsqueda sin fin de
hombres porque dependía de Jack. Él ayudó a guiarla a través de su
depresión por una infancia infeliz.

―No tengo simpatía por las personas que excusan su pésimo


comportamiento por lo que pasaron cuando eran niños.

―Yo tampoco. Pero Melody tuvo una infancia horrible. Creció entre
pobreza y abusos en una sucia granja de Nebraska.

No dije nada más. La huida de Melody comenzó cuando tenía quince


años y conoció a un amigo de su primo, Calvert. Él acababa de salir de la
cárcel, era sólo unos años mayor que ella, y estaba involucrado en muchas
cosas malas. Terminaron huyendo juntos, y Melody a menudo hablaba de
cómo él era el amor de su vida. Él eventualmente la abandonó en una
parada de camiones y se fue con una mujer en un convertible rojo. Eso
rompió su corazón. Ocurrió tres años antes de que nosotros naciéramos, y
aunque nunca nos habló sobre nuestro propio padre, la relación con
Calvert fue lo único que no pudo dejar ir. Ella volvía a contar la historia
cada vez que la depresión la llevaba al lugar más oscuro, y Jack era el
único que sabía cómo convencerla para que saliera de eso.

Estos días, siempre que pensaba en mi madre, lo que era casi nunca, tenía
siempre este pequeño nudo de odio envuelto en alivio de que estuviera
muerta y fuera de mi vida para siempre.

―Una vez le pregunté a Jack por qué eras tan delicada acerca de
maldecir ―dijo Noah―. Él me dijo que era por todos los novios de mala vida
de tu madre. Odiabas su mal lenguaje. ¿Es verdad?

129
―Sí. Detestaba a los idiotas descerebrados de los que Melody siempre se
enamoraba. La detestaba a ella, también, y todo lo que hizo. Mi principal
objetivo en la vida fue asegurarme que nunca acabara como ella.

―Entonces, ¿sigues siendo virgen?

Me aparté de sus manos.

―Gracias, mi cuello está bien ahora.

Él elevó sus cejas.

―No quise decir eso como un insulto.

―Soy virgen, si, aunque no estoy segura por qué tengo que avergonzarme
de eso. Esos patanes que se citaban con mi madre, sólo se preocupaban
por una cosa. Después que crecí y vi la misma reacción patética de los
chicos, fue una gran decepción.

―No todos somos así.

―No todos, no. He salido con algunos chicos agradables. Aunque si las
cosas se ponían serias, lo terminaba. No quería involucrar a algún pobre
chico en todas las cosas que estoy acarreando.

―¿Exceso de equipaje, quieres decir?

―Más de tres maletas, un par de baúles de viaje, y el equipaje de mano.

Él sonrió cuando dije eso.

―¿Qué hay de ti, Noah? No es como si tú tengas a alguien, tampoco. Vives


aquí solo. Ni siquiera tienes una mascota.

―Tuve unas pocas novias, pero nunca duraba. Me aburría.

―Ese es el problema con intentar encajar en la sociedad normal, ¿cierto?


Después de que has caminado sobre una alocada cuerda floja como en
la que nosotros estábamos, el resto del mundo con su red de seguridad,
parece tan poco excitante. No me gusta fingir que soy igual a cualquier
otro. Y odio mentir sobre mi pasado a cualquier chico que empieza a
gustarme.

―¿Por qué harías eso?

130
―Estoy avergonzada, por supuesto. Admitir que mi madre fue la zorra más
grande del mundo y que nunca supe quién es mi padre, es humillante. No
animaría exactamente a ningún chico de mi instituto a pedirme una
segunda cita.

―Entonces estas saliendo con el tipo equivocado de chicos, Jocey. Las


elecciones de tu madre no tienen nada que ver con quien eres realmente.
¿Me despreciarías porque mi madre fue una drogadicta de corazón frío
embarazada por su proveedor?

―No, por supuesto que no.

―¿Fue culpa de Angry Beth que sus hermanos mayores se metieran con
ella? ¿O la de Dixon, que su madre lo abandonara en un sucio
apartamento durante días?

Una imagen de Beth durmiendo con un cuchillo debajo de su almohada


me vino a la mente, y por primera vez me pareció más triste que retorcida.
Luego estaba el pequeño Dixon que me seguía alrededor, aferrándose a
cualquiera que fuera amable con él. ¿Cuántas noches lo tuve sentado en
mi regazo mientras le leía su historia favorita? Casi me había olvidado de
ese andrajoso viejo libro. The Gingham Dog and the Calico Cat. Él me
rogaba que se lo leyera todo el tiempo. Lo habíamos hecho tantas veces
que él terminó memorizándose las palabras. Los tristes sentimientos
volvieron y empujé la manta más cerca.

―¿Noah, cómo aprendiste esas cosas sobre ellos?

―Era el único en el que Hanzel confiaba para limpiar su oficina,


¿recuerdas? Cuando estuve allí, miré los expedientes. Sólo tenía que saber
qué buscar.

―¿Miraste el de Jack y el mío?

―No. Después de esa primera noche en el sótano, cuando nos hicimos


amigos, no me pareció correcto. Habíamos construido una pequeña
confianza entonces. Ustedes dos escuchaban mis historias de vampiros, y
Jack hablaba sobre sus libros de Artemis Fowl. Además podía ver que tú no
tenías ningún extraño comportamiento que pudiera ser peligroso.

―Siempre vigilante, ¿no?

131
―Alguien tenía que serlo, en aquel lugar.

Él tenía razón. Vivimos en un mundo que giraba sobre un eje alternativo,


donde la vida de todo el mundo estaba fuera de balance y nada era
predecible. Durante los últimos años había intentado olvidar lo que había
sido como cuando la vida llevó a un grupo de niños asustados a mirar a
través del espejo, dentro de un mundo de locura.

Noah había sido nuestra fuerza.

―Ha llegado el momento de hablar de muchas cosas ―murmuré―. De


zapatos, barcos y lacre, de coles y reyes.

―Y por qué el mar está hirviendo y si los cerdos tienen alas ―terminó él con
una sonrisa en su voz.

Me senté escuchando el silencio, cómoda en la intimidad de las primeras


horas de la mañana y comprendiendo por qué era más fácil compartir
pensamientos ahora que a plena luz del día.

Noah se estiró y preguntó:

―¿Tienes hambre?

Sorprendentemente, tenía. Afirme y él dijo:

―¿Qué tal si preparo un desayuno temprano para nosotros?

Después de tomar más medicamentos para el dolor. Fui a la cocina para


ayudarle. Había freído jamón e hizo panqueques. Mientras estábamos
comiendo, el resplandor del amanecer empezó a iluminar las ventanas.
Estudié el cielo perlado, cubierto de nubes.

―No has comido suficiente ―dijo Noah cuando rechacé el segundo


panqueque.

―Es tan temprano. Nunca desayuno hasta después de las nueve. Vamos a
prepararnos para estar en la biblioteca cuando abran, ¿de acuerdo?

―De acuerdo ―acordó con la boca llena de tocino, luego dejó caer otro
panqueque en mi plato―. Todo lo que estoy diciendo es que podrías
manejar unos dos kilos más.

―Detén los cuidados maternales. Es espeluznante.

132
―¡Bien! Voy afuera a recoger el correo de ayer.

Dejó la cocina y yo vertí sirope en mi panqueque, dándole un gran


mordisco. Entonces escuché a Noah llamándome por mi nombre. Lo
encontré parado frente a la puerta, mirando el camino de entrada.
Inclinándome sobre sus hombros para ver lo que él estaba mirando, jadeé.

―¿Es ese tu auto? ―me preguntó.

133
17

Otra Pista
Traducido por Xhessii

Corregido por Aldebarán

M
iré a mi Civic color marrón claro. El auto estaba asentado
inocentemente en el camino, y apenas podía creerlo. Miré
alrededor del vecindario silencioso. Estaba desierto, a excepción por
un hombre mayor que sacaba el bote de la basura al bordillo de la calle.
Caminamos hacia mi auto. Mirando por la ventana, miré mi mochila en el
piso del lado del pasajero. Mi cosmetiquera y mi computador portátil,
seguían en el asiento trasero donde los había dejado hace tres días.

Saqué las llaves del bolsillo de mis pantalones y me dirigí al maletero. Noah
alzó su mano.

—Déjame hacerlo.

—¿Por qué?

—No sabemos que haya ahí dentro, ¿o sí?

Pensé que tal vez había algo macabro dentro del maletero. Aún así, no iba
a dejarlo pensar que era una gallina. Ignoré su palma hacia arriba y metí la
llave en la cerradura de mi maletero, abriéndolo. No había nada más que
mi maleta. Noah la sacó mientras agarraba mis cosas del interior del auto.
Fuimos a su casa y él cerró la puerta. Miré a través de mi mochila; nada
había sido robado.

Revisé mi celular. Había varios mensajes de texto y una foto de los amigos
que me habían pedido ir a acampar con ellos. Estaban juntos, haciendo “I-
Love-You” y el gesto del rock con sus manos.

También había un mensaje de voz de mi madre adoptiva, Marilyn,


preguntándome cómo estaba. Le envié rápidamente un mensaje

134
diciéndole que había caminado hasta un lugar en el que había recepción,
pero que probablemente estaría fuera de contacto por el resto del tiempo.
Que no se preocupara, que estaba bien.

Mentirle apestaba, pero si traía de regreso a casa a Jack, sabía que todo
quedaría olvidado.

Noah me preguntó si faltaba algo en mi maleta. Rápidamente la revisé.

—No que pueda decirlo. Y todo sigue en mi monedero, incluyendo las


tarjetas de crédito y el dinero en efectivo. No tiene sentido. ¿Por qué
alguien se robaría mi auto, pero no tomaría nada?

—Y, ¿por qué alguien lo trajo hasta aquí anoche?

—¿Era una amenaza, o sólo una buena acción anónima?

—No creo que alguien haciendo una buena acción lo hubiera dejado sin
tocar a la puerta, porque es triste no saber cómo llego aquí. Así que quién
sea que lo trajo quiere que sepas que te están siguiendo la pista. Lo que
significa que ya no es seguro quedarse aquí. Especialmente después de
que fuiste atacada. Si quieres cambiarte de ropa, hazlo ahora. Voy a
empacar unas cuantas cosas. Luego necesitamos salir de aquí. Tienes diez
minutos.

—Bien. —Miré a Noah, asombrada de que él no estuviera ni un poco


molesto. En todo caso, su estado de ánimo parecía un poco más ligero,
como si esto fuera emocionante en lugar de peligroso.

Llevé mi maleta al baño. Aunque estaba aliviada de tener mis cosas de


regreso, todo parecía sospechoso. Me preguntaba si el ladrón había
revisado mis cosas. Él o ella probablemente lo hizo, aún si todo parecía
igual. Me sentí como si estuviera siendo forzada a jugar un juego que no
quería. Luego recordé que en primer lugar había sido mi elección venir
aquí. Pude haber tirado la carta de Jason December y llamarla una broma
cruel, pero no lo hice. Manejar hasta aquí tal vez había abierto la puerta
para toda clase de cosas extrañas, pero si realmente amaba a Jack y
deseaba encontrarlo, entonces necesitaba ser fuerte.

Después de mi ajuste de actitud me cambié a ropa limpia, de pies a


cabeza. Dado que el clima era más frío y el cielo se nubló de nuevo, me
puse una camisa manga larga color gris y mis pantalones favoritos. Cepillé

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mi cabello, haciendo muecas por el dolor, y luego rápidamente me puse
algo de maquillaje. Los arañazos de mi rostro habían prácticamente
desaparecido cuando terminé, y mis ojos resaltaban con la sombra
ahumada y el delineador que había aplicado. Sintiéndome más como yo,
sonreí, hasta que vi las marcas rojas en mi garganta. La marca de la mano
de mi atacante todavía era visible y me molestaba.

Escarbando en mi maleta, saqué una larga bufanda china con rayas color
ciruela y verde, y con cuentas en los bordes. La enrollé alrededor de mi
cuello un par de veces, hasta que escondí la quemadura.

Terminé empacando todo de nuevo y me encaminé a la sala, donde


Noah estaba ocupado poniendo cosas en una bolsa de lona. Él levantó la
mirada y dejó de hacer lo que estaba haciendo, estudiándome. Me sentí
algo insegura bajo su mirada.

—¿Hay algo mal?

—No dejes nada que quizás necesites. No estoy seguro de cuándo


regresaremos aquí de nuevo.

—Eso suena serio.

—Lo es. —Él tenía una expresión alegre, que contrastaba con sus palabras.

Nos aseguramos de que la casa estuviera cerrada, y después de una


discusión rápida sobre qué auto usar, me rendí. Pusimos nuestras bolsas y su
laptop en el asiento trasero de su Jeep. Noah sonrió a mi obvia
preocupación.

—Sólo piensa en esto como en una aventura.

Estuvimos parados en su garaje unos cuantos segundos, casi en el mismo


lugar donde pensé que él iba a ahogarme hasta la muerte. Todavía tenía
miedo, pero esta vez por razones diferentes. Él puso un mechón de cabello
detrás de mi oreja.

—Vamos.

Nos subimos a su Jeep. Lo encendió y presionó el control para que la


puerta del garaje se abriera. La imagen mental de balas atravesando el
parabrisas trasero vino a mi mente y me encogí en mi asiento.

136
Él miró sobre su hombro mientras nos alejábamos.

—Sabes, si alguien fuera a dispararte, tuvieron muchísimo tiempo cuando


estabas en la calle mirando tu auto.

Avergonzada, me senté bien y no dije nada mientras salíamos de la


subdivisión y nos dirigíamos a la carretera principal que nos llevaba a la
ciudad. Un par de veces me giré para ver detrás de nosotros, pero no vi
otro auto.

Noah encendió la radio. La música de un grupo inglés peculiar salió por las
bocinas. Él tarareaba.

—¿Qué pasa? —pregunté finalmente. Cuando él alzó una ceja


interrogativa, agregué—: ¿Dónde está el Noah molesto que casi me
arranca la cabeza? Ahora estás feliz.

Él se rió, aunque el sonido estaba matizado con ironía.

—Bueno, me siento bien con todo esto. ¿Es eso un problema?

—Es como si hubieras sido abducido por alienígenas.

—Mira, Jocey, el vínculo entre tú, Jack y yo siempre ha sido franco. Así que,
aquí está la verdad. En vista de las dos piezas de evidencia sólida, estoy
muy aliviado de saber que no estás loca. No me mires así. ¿Qué pensarías
si estuvieras tú en mi lugar?

—Hubiera creído cualquier cosa que me dijeras. Siempre hemos creído


entre sí.

—Eso fue años atrás. Desde que nos reunimos de nuevo, me has dicho
unas cuantas cosas locas. Tenía la sospecha de que tú estabas haciendo
todo y tal vez pusiste esa prueba en la Casa Seale por ti misma. Pero
anoche ese sujeto te atacó. Y tu auto estaba en mi calle esta mañana.
Prueba de que me estabas contando todo como es.

—Así que, ¿ahora estás de mi lado?

Él me miró por unos largos segundos.

—Siempre he estado de tu parte. Y saber que Jack quizás esté con vida es
enorme. Si él simuló su muerte, lo hizo porque no tenía alternativa.

137
—Eso es lo que te estuve diciendo.

En el camino hacia Watertown, pasamos por la Misión Urbana con su


enorme mural pintado a lo largo de una pared. Había remolinos de colores
y caras abstractas flotando a través del fondo de un color rosa-rojizo
profundo. Lo recordaba desde la última vez que estuve aquí.

En lugar de encaminarnos directamente a la biblioteca, Noah tomó varias


vueltas, y sus ojos estaban frecuentemente revisando el espejo retrovisor.
Después de otros diez minutos llegamos al estacionamiento de la
biblioteca. Pasamos por las puertas y él miró hacia atrás, sus ojos estaba
escaneando un grupo de gente que venía detrás de nosotros. Se miraba
satisfecho y fue hacia el escritorio de información mientras yo caminaba
hacia un directorio. Un chico guapo que usaba gafas sin montura y una
etiqueta del nombre de la biblioteca vino hacia mí. Él me sonrió y se
ofreció a ayudarme a encontrar lo que estaba buscando. Noah regresó y
lo miró con un ceño fruncido malvado.

—Deja de jugar a Drácula —dije.

—Entonces, no hables con extraños.

Me tragué un comentario molesto mientras tomábamos el ascensor para ir


arriba. Saqué el pedazo de papel de mi bolsillo que tenía el número del
libro y sentí una renovación de la emoción. Encontramos la sección de
programación y Noah revisó los números. Él tomó un libro gordo del estante
y miramos la cubierta: Revisión de Control de Referencias por Greg Hall.

—Por aquí. —Me guió a una mesa vacía detrás de varios estantes altos que
nos podían dar algo de privacidad.

Nos sentamos y me deslizó el libro.

—Busca entre las páginas.

Lo hice, encontrando una tarjeta de negocios aplastada en un lugar


cercano al lomo. —Esto debe ser.

Cerré el libro mientras Noah y yo leíamos juntos la pequeña tarjeta. Había


cinco grupos de letras impresas en mayúsculas:

U TREC ALERT LEGAL RYLA

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—¿Lo que significa qué? —preguntó.

—¿Un abogado llamado Ryla? Espera un momento mientras agarro un


directorio telefónico.

Me tomó un minuto agarrar uno del bibliotecario y regresar a la mesa


donde Noah estudiaba la tarjeta.

—¿De verdad crees que es un abogado?

—No, claro que no, pero cuando descifras los códigos de Jack, la primera
regla es que siempre la pone en pirámide. Empieza con las suposiciones
más amplias y estréchalas. De esta manera no perderemos nada. Haz algo
útil y trata de hacer un anagrama con esas letras, ¿de acuerdo?

Noah tomó el bolígrafo y papel que le extendí.

—¿Por qué simplemente no nos dejó una nota que dijera: “los veo en la
terminal de autobuses” o algo así?

—Nunca seguiría una nota como esa, porque no sería de Jack. —Miré a la
inútil Sección Amarilla—. Bajo la lista de abogados sólo hay un Rylund pero
no un Ryla. ¿Crees que sea su nombre?

—Probablemente no. Si él quería que “TU” “VIAJARAS”12 para ver al


abogado, ¿no crees que lo hubiera escrito con una “K” y no “T–R–E–C”?

—Bien, mirémoslo de nuevo. ¿Qué es CERT? ¿Es el diminutivo de “certeza,”


o de que tienes mal aliento y dices: pásame un Certs de menta?

Noah se rió mientras tomé un diccionario cercano y traté de buscar CERT y


RYLA pero no encontré nada. Él me dio un golpecito en la espalda y giré
para ver que él estaba viendo demasiado cerca a la tarjeta que estaba a
sólo unos centímetros de su rostro. Al final me la dio.

—Mira el borde decorativo.

Girando la tarjeta hacia la luz, acerqué mi rostro en la manera que él lo


había hecho al borde gris pálido que apenas era visible. Si lo sostenía bien
podía ver que el borde era una línea de símbolos pequeños:

♂+♂-♀:+♀-♂-♂+♂-♀:+♀-♂-♂+♂-♀:+♀-♂-♂+♂-♀

12 VIAJARAS: en el inglés original dice TREK, de ahí a lo que dice después.

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—Una ecuación de lo masculino y femenino —dijo Noah.

Bajé la tarjeta y busqué el bolígrafo y el papel, copiándola.

—Está repetida. Usó dos puntos para separar los cinco símbolos principales,
de la manera en que lo hizo con las pistas del farol una vez, ¿recuerdas?
Bien, así que, ¿qué es lo que resulta de agregar una mujer, sustraer dos
hombres, agregar un hombre y sustraer una mujer?

—¿Las relaciones de Hollywood?

Lo miré y reí por la sorpresa.

—Noah, hiciste una broma.

—Pasa de vez en cuando.

Era tan raro que quería escribir la fecha para recordarla. Aún así, decidí
que no decir nada que nos pudiera sacar al límite de nuestra relación
susceptible, sólo sonreí y regresé a la ecuación.

—Hay montones de posibilidades. ¿Cómo sabemos lo que significa?

—Vamos, Jocelyn, eres la que siempre estaba dentro de la cabeza de


Jack. Deberías saber lo que significa. ¿Aquí está hablando de relaciones?
¿Seremos personas parte de la ecuación tú, yo y él? Y si lo somos, ¿quiénes
son los otros dos? Y, ¿es RYLA un nombre de mujer?

—No, no lo creo. Para Jack, las pistas son sobre pistas. Él usaría el borde de
ecuación para decirnos como resolver las pistas de letras.

Noah estudió los símbolos y sonrió con placer.

—Piensa en el viaje de campo. ¿Por qué fuimos?

—Por la clase de francés con el señor Montclaude.

—Sí. Y, ¿recuerdas por qué estaba estresado todo el tiempo? Por los
artículos masculino y femenino, porque los sustantivos son de un género
específico. Lo básico del francés es “le” y “la”, eso creo. Traduce esos
símbolos masculinos/femeninos al papel.

140
Hice lo que sugirió y terminé con: +la, −le, −le, +le, −la. Quitándome el
bolígrafo, él agregó el primer “la” enfrente de U TREC y lo puso todo junto.

—Supongo que, Lautrec.

—¿Qué es eso?

—Es quién, no qué. Toulouse-Lautrec, el pintor.

—Es algo bueno que siempre te gustara estudiar arte en la escuela. —


Nunca entendí su interés en pintores.

—Ahora, quitemos “le” a “ALERT” y tenemos…

—¡Art! —Mi emoción empezó a crecer—. Quita “le” a “LEGAL” y tenemos


“gal”, y luego agrega el “le” para “g–al–l–e…”

—Gallery —terminó Noah—. Si le quitas el “la” al final de “RYLA” y con las


otras letras se convierte en “gallery”.

—La Lautrec Art Gallery13.

—La he visto antes. Creo que está sobre el Paddock Arcade.

Dejé salir un suspiro y le sonreí a Noah. Él sonrió de regreso con una


expresión muy complacida. Era un momento especial, recordándome otra
vez el día extraordinario en el pino cuando resolvimos nuestra primera
carta de Jason December.

—Entonces, ¿no está tan lejos?

—No. Y por lo menos, no está intentando regresarnos a Ottawa.

Mientras manejábamos, mi anticipación creció.

—¿Has estado dentro de la Galería Lautrec?

Él sacudió su cabeza.

—Y no puedo imaginarme por qué nos está enviando ahí. No he estado


por ahí desde que éramos niños.

13 Lautrec Art Gallery: Galería de Arte Lautrec.

141
El viento se levantó, moviendo las nubes de lana gris por el cielo y agitando
las hojas en los árboles. Tomó un par de pasadas por la Calle Holcomb
antes de que lo encontráramos. La pequeña galería era una casa
convertida de ladrillos color café claro con toldos color verde oscuro. Las
pinturas en las ventanas estaban elegantemente montadas en caballetes
cubiertos de tela. Noah se estacionó, salimos y cruzamos la calle. Una
campana tintinó cuando abrimos la puerta y entramos. Alisé mi cabello
con mis dedos.

Mirando alrededor, vi que la galería tenía el aspecto de un mundo


antiguo. El piso de madera oscura resplandecía, y había piezas de arte y
antigüedades por todas partes.

Unas gradas tenían esculturas de latón, y las pinturas cubrían las paredes
que estaban empapeladas con seda tornasolada. Adentrándonos al local,
escuchamos que alguien dijo—: Veré quién es.

Un chico se apresuró por una puerta en forma de arco, con un montón de


brochas en su mano. Usaba una camisa gris, del mismo color que sus ojos, y
su cabello caía en risos libres color dorado. Se miraba joven, como de
nueve, aunque sabía que tenía doce. Recordé el hermoso niño que era, y
ahora, a pesar de los incómodos años pre-adolescentes, todavía era
hermoso. Dixon se detuvo donde estaba, y una sonrisa de sorpresa cruzó su
rostro.

142
18

Dixon
Traducido por kathesweet

Corregido por Mlle_Janusa

L
a fría lluvia durante la última semana de mayo parecía una broma
pesada. Con la promesa del verano tan cerca y la finalización de la
escuela tan pronto, deberíamos haber sido capaces de vestir
pantalones cortos y cholas. Pero no aquí, en el estado de Nueva York,
donde el frío se filtraba desde Canadá. No podía esperar a ser libre de las
aulas sofocantes, del acoso de chicas estiradas, y los profesores que
repartían hojas de cálculo aburridas.

Estaba en la litera de abajo haciendo mi tarea de matemáticas. Al otro


lado de la habitación Beth estaba sentada sobre su cama,
alternativamente leyendo un libro y enviándome miradas furtivas. Con
frecuencia su mano se deslizaba bajo su almohada, acariciando el
cuchillo que yo sabía estaba escondido allí. La ignoré y trabajé en mis
fracciones.

Sentí que alguien estaba cerca y levanté la mirada para ver a Dixon
observándome. Sus ojos estaban rebosando de humedad, y parpadeó
con fuerza para contenerla. Las lágrimas, sabía, sólo molestaban a Hazel
Frey, y en el cruel orden jerárquico de familias de acogida en el que
estaban también eran una señal de debilidad. Durante los pocos meses de
Dixon en la Casa Seale, había aprendido a no permitir que otros niños lo
vieran llorar, pero al ver simpatía en mis ojos, era difícil para él contener las
lágrimas.

―¿Qué te pasa?

Extendió un dedo amoratado que tenía marcas de dientes profundas en


él. Su mano era pequeña y las huellas grandes, así que sabía que no había
sido por uno de los niños pequeños.

143
―¿Quién te mordió?

―El chi-chico nuevo ―susurró, tartamudeando.

―¿Te refieres al que se sienta en el rincón?

Dixon asintió.

Salí de la cama y me dirigí al pasillo hacia el dormitorio de los chicos.


Conner estaba sentado, en el rincón alejado, sus rodillas abrazadas contra
su pecho, sus ojos escrudiñando a los otros en la habitación. Jack y Noah
estaban sentados sobre la litera superior, haciendo notas de sus libros de
programación, mientras Georgie y Spence estaban construyendo una torre
con Legos. Caminé hacia Conner pero me ignoró y picó una costra sobre
su rodilla. Había escuchado por casualidad a la trabajadora social decirle
a Hazel que él tenía trece, era difícil de creer. Toda una vida de hambre y
abuso había atrofiado su desarrollo, y era del tamaño de un niño de diez
años.

―Si Dixon hizo algo para molestarte ―dije en una voz fuerte,
agachándome―, entonces dile que te deje en paz. En esta casa no nos
herimos. Y especialmente no tocamos a los niños pequeños.

Aunque se rehusó a hacer contacto visual, no me iba a mover hasta que


respondiera. Parecía sucio aún cuando la trabajadora social lo había
forzado a tomar un baño y ponerse ropa limpia antes de venir a la Casa
Seale. Había sombras oscuras bajo sus ojos y sus mejillas estaban hundidas.
Suaves y delgadas hebras de cabello caían sin fuerzas sobre su frente, y
había moratones sobre sus brazos y espinillas flacuchas. Empecé a sentir
pena por él. Parecía tan patético sentado en el rincón, su cara una
máscara inamovible.

No le pregunté “¿por qué lo mordiste?” ya que “por qué” era una palabra
que no debía ser usada con niños en adopción. “Por qué” sacaba a
colación un balde de carga de basura del pasado que la mayoría de ellos
no quería compartir y el resto de nosotros no quería oír. Los mandatos
simples eran mejores.

―No muerdas ―subrayé de nuevo, mi voz más amable esta vez.

Me levanté y empecé a alejarme cuando Conner voló desde su posición


en cuclillas y se aferró a mí, sus dientes hundiéndose profundamente en la

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parte superior de mi brazo. Con un grito me eché hacia atrás,
arrastrándolo conmigo. Le pegué fuerte sobre el lado de la cabeza y el
impacto rompió su agarre. El dolor se disparó por mi brazo pero apenas
hubo tiempo de incredulidad para registrar porque se estrelló contra mí,
esta vez derribándome. Me arañó, sus dientes chasqueando en mi cara.
Logré retenerlo, pero aunque era más alta que él, tenía la fuerza nervuda
de un lunático.

Repentinamente fue alejado y Jack lo golpeó en la mandíbula. Esto no


pareció perturbar a Conner, que dio rienda suelta a una ráfaga de golpes
y arañazos tan salvajes que le tomó a Jack y Noah poder controlarlo. No
fue hasta que Noah tuvo su brazo alrededor del cuello de Conner en una
llave que el chico finalmente dejó de luchar.

―No actuamos de esa manera por aquí ―Noah apretó su agarré―.


¿Entiendes?

Conner nos miró con ojos saltones antes de darnos un asentimiento hosco.

―Muy bien, suéltalo ―dijo Jack.

Conner se hundió de nuevo en el rincón mientras los tres de nosotros nos


alejamos y nos paramos en un semicírculo mirándolo.

Noah miró a Conner.

―Si no te gusta estar aquí, entonces escápate.

El chico rió, el sonido recordándome al chillido de un mono aullador que


una vez escuché en un zoológico.

―¡Cambio mis planes ahora! ―Su voz alta era más tenebrosa que si hubiera
hablado en el tono áspero bajo de Darth Vader―. Iba a salir de aquí esta
noche, pero ahora me voy a quedar. ¡Quedarme hasta vengarme de ti!

Me miró, su expresión en blanco. Esperé ver odio o miedo pero no había


nada allí, como si su cara fuera una máscara de yeso cubriendo lo que
realmente estaba debajo. Era francamente espeluznante y la
preocupación empezó a enrollarse en mi interior.

―Mejor cuida a tu pequeño perro también ―dijo en su voz de chica, sus


ojos moviéndose más allá de mí.

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Me giré y vi a Dixon parado en la puerta, sus ojos amplios con miedo. Dejé
la habitación y lo alejé de la puerta. Jack y Noah me siguieron.

―Mantente alejado de él ―le dije a Dixon mientras nos parábamos juntos


en el pasillo. Asintió rápidamente.

Bajé mi mirada a mi brazo. Los dientes de Conner habían magullado y


desgarrado parcialmente mi carne. Los otros también observaron
ansiosamente el mordisco.

―Ese está loco ―dijo Jack.

―El pequeño y maloliente Erv ni siquiera debería estar aquí ―dijo Noah,
llamando a Conner por el término privado que usábamos con frecuencia.

―Quizás deberíamos hablar con Hazel.

―Ella no escuchará. Él representa otros ochocientos dólares al mes.

―Y ahora que se la pasa aspirando más coca por su nariz, necesita cada
dólar que pueda recibir ―agregué.

―¡Shh! ―Noah miró hacia el pasillo para asegurarse de que nadie más
estaba por ahí y luego miró a Dixon.

El niño deslizó su mano en la mía mientras Jack dijo:

―Noah y yo tendremos un ojo sobre Corner Boy. Somos más grandes que
él, y somos dos. Tres cuando estés cerca, Jocey.

Noah asintió. Su expresión oscura mostró que estaba resignado a la tarea.


Dixon se movió más cerca a mí y deslicé mi brazo alrededor de sus
hombros delgados.

Esa noche en la mesa de la cena, Conner se sentó al final del banco,


deslizando su plato cerca de él. Empezó a llevar la comida hacia su boca
con su mano. Hazel, molesta, le pidió que usara su tenedor. El chico lo hizo
a regañadientes hasta que ella apartó la mirada, cuando él sostuvo el
tenedor en su mano derecha y agarró la comida con su izquierda. A parte
de eso, parecía lo suficientemente desanimado. Me pregunté si ser forzado
a pasar la noche en el sótano, una tradición de Hazel, era lo suficiente
para mantener su comportamiento bajo control.

146
Después de la cena y los platos, cuando la luz se fue volviendo más tenue
en el crepúsculo lluvioso, Dixon me buscó adonde estaba leyendo, con
una expresión tímida en su rostro. Me entregó un pedazo de papel con un
dibujo en él, era una chica montando un unicornio, volando hasta pasar
estrellas y la Luna.

―Esa eres tú.

Cada vez que me mostraba sus obras de arte quedaba sorprendida de


que un niño pequeño pudiera dibujar así. Sonreí.

―Es realmente lindo. Uno de los mejores que has hecho, aunque creo que
esta chica es demasiado bonita para ser yo.

―No, eres tú.

Él también estaba sosteniendo su libro raído, y lo levanté sobre mi regazo.

―Empieza tú primero, y te ayudaré con las palabras que todavía no sabes.

Mi barbilla descansó contra la suavidad de su cabello rizado mientras abría


la primera página y empezaba a recitar las palabras memorizadas.

―El perro guinga y el gato de algodón, lado a lado se sentaron a la mesa.


Era poco después de media noche…

Levanté la mirada de la foto desvanecida del antiguo libro mientras


Conner lentamente pasaba por la puerta. Sus ojos se deslizaron sobre
nosotros como aceite deslizándose sobre la superficie del agua.

***

―¿Noah? ―Dixon se acercó más.

―Hola. Ha pasado mucho tiempo. ¿Qué estás haciendo aquí?

El chico sonrió.

―Vivo arriba con mi madre. Esta es su tienda ―se giró hacia mí y su sonrisa
titubeó. Mirándome a los ojos, lentamente exhaló mi nombre―. ¿Jocey?

Por un par de segundos sostuve mi respiración. ¿Estaría enojado conmigo,


como Georgie? Finalmente dije:

―¿Me reconoces?

147
Dixon corrió hacia adelante y me agarró en un abrazo alrededor de la
cintura. Estaba conmovida, por lo que reí.

Me dejó ir y dio un paso atrás.

―¡Estás tan crecida! Pero tus ojos azules son exactamente los mismos, de la
manera en que siempre los dibujé. Vaya, Jocey, te convertiste en una
verdadera belleza.

Sonreí.

―Es lindo que lo creas. También has crecido, aunque te reconocería de


cualquier manera.

Una mujer salió desde el arco.

―¿Dixon? ―En esas dos sílabas pude escuchar su incertidumbre.

Noah y yo nos giramos para mirarla. Tenía ojos en forma de canicas en un


rostro estrecho, aunque el cabello negro estilizado y el rímel ayudaban a
compensar sus características acogedoras.

―Mamá ―dijo Dixon. Dejó los pinceles sobre una mesa y se acercó a ella―.
Quiero que conozcas a mis amigos, Jocey y Noah. Los conocí en la Casa
Seale, antes de venir a vivir contigo.

Ella nos miró con una expresión preocupada, pero Dixon no pareció
notarlo.

―¿Adónde vas a la escuela? ―pregunté, queriendo hacerlo menos


incómodo.

―Aquí mismo. Mamá me educa en casa.

Miré alrededor de la tienda de arte con sus antigüedades, sabiendo que


era un lugar al que otro chico probablemente no sería invitado a venir a
jugar. ¿Cómo era para Dixon, estar solo por horas con una mujer mayor y
sin ir a una escuela regular con otros chicos? ¿Era buena para él? Sus ojos
fueron cautos mientras nos estudiaba.

―Jocey era como una hermana mayor para mí ―dijo Dixon―. Ella se ocupó
de mí.

Su cara se relajó un poco.

148
―¿Todavía dibujas pinturas? ―pregunté.

Asintió con una mirada de orgullo tímido.

―Mamá me da lecciones de arte.

Ella lo miró con cariño.

―Tiene mucho talento.

―No estoy sorprendida. Recuerdo los unicornios que solías hacer, Dixon.
Dibujabas mejor a los siete de lo que yo lo hacía a los doce. Debe gustarte
mucho tomar lecciones.

Asintió de nuevo, la sonrisa todavía permanecía en su rostro. Bajo ésta


divisé un vistazo de dolor que siempre había sido una parte de él.

―Oye ―dijo―. ¿Dónde está Jack?

Noah y yo nos miramos.

―¿No lo has visto? ¿No vino aquí antes de nosotros?

―No. ¿Por qué haría eso?

―Oh. Bueno, hace algún tiempo él… desapareció. Esa es la razón por la
cual Noah y yo estamos aquí. Nos dejó algunas pistas que hemos estado
siguiendo. Estamos tratando de encontrarlo y creímos que había venido a
verte.

―¿Pistas? ¿Como los juegos que jugaban en la Casa Seale?

―Sí, como esos. Y uno de ellos nos trajo a esta galería. Cuando te vi, medio
supuse que te había visitado antes de que estuviéramos aquí.

―No, no lo hizo, pero desearía que lo hubiera hecho. Me encantaría verlo


de nuevo.

Los ojos de Noah exploraron las paredes que estaban llenas con obras de
arte.

―Esta es una linda galería. ¿Importa si vemos por ahí?

Su madre siguió la mirada de Noah.

149
―Está bien, aunque necesito que Dixon me ayude con algo.

Se dio la vuelta y se alejó. Dixon la siguió.

―Estaré de vuelta en un momento ―dijo sobre su hombro.

Miré a Noah.

―¿Entonces por qué se supone que teníamos que venir aquí? ¿Sólo para
ver que Dixon todavía está vivo y bien? Quiero decir, estoy
verdaderamente feliz por él. ¿Pero qué está haciendo Jack?

―No lo sé. Si me preguntas, esa ha sido la cuestión desde el principio. Es un


juego ahora. En este punto no podemos hacer mucho más, excepto jugar.
Veamos por ahí y ver si nos dejó una pista.

―¿Cómo qué? No sé nada sobre arte, e incluso menos sobre


antigüedades.

―No necesitas hacerlo. Sólo busca algo que no pertenezca a este lugar.

Empezamos a revisar las piezas mientras pasábamos. Había un montón de


pinturas de naturaleza muerta: tazones de fruta, flores, esa clase de cosas.
El resto eran paisajes y portarretratos. También había mesas delicadas, sillas
delgadas con asientos de satín, figurinas, y otras cosas en las que nunca he
gastado dinero. Entre más merodeaba en este confuso lugar, más quería
pegarle a Jack en el brazo.

Después de varios minutos Noah se movió hacia mí.

―¿Qué hay de esto?

Caminé hasta donde estaba parado. Una pintura en acrílico colgaba en


una esquina. Era un abstracto estrecho, de unos 46 centímetros de largo,
quince centímetros de ancho y difícilmente notable. Una combinación de
salpicaduras y golpes en colores tierra, no era algo que alguna vez
colgaría en mi habitación.

―Eso es feo. ¡Y el artista quería cien dólares por ella! Podría haber pintado
eso con una venda puesta.

―Exactamente. ―Noah pareció divertido. Apuntó a las iniciales en la


esquina inferior derecha―. J.D.

150
―¡Jason December!

Quitó la pintura y ambos miramos el lugar vacío, luego la parte posterior


del marco. Tenía un respaldo de cartón sellado con cinta adhesiva, pero
nada más. Noah la llevó hasta el mostrador justo cuando la mamá de
Dixon salió por el arco.

―¿Puedo preguntar sobre esto?

Ella pareció un poco avergonzada.

―Fue un pedido especial. Llegó por correo hace unos días con un cheque
por cien dólares. Había una nota pidiendo que nuestra galería lo
mantuviera por una semana. Si no se vende, puedo quitarlo. Me han
prometido otro cheque por el precio de venta.

Me pregunté por qué Jack estaba tirando sus ahorros de esta manera.

Noah dijo:

―Estoy suponiendo que los artistas normalmente no le pagan por mantener


su trabajo.

―No ―admitió.

―Pero ese sería un movimiento de negocios inteligente ―agregué, en una


voz de apoyo, preguntándome cuántas ventas lograba para ganar en un
mes. Aun así, Dixon se vestía lo suficientemente bien. Sacando mi Visa de
mi billetera y entregándosela, dije―: Lo llevaremos.

Estaba un poco preocupada de haber alcanzado el límite de mi tarjeta,


pero ésta pasó y ella me entregó el recibo para firmar.

Noah dijo:

―¿Cree que tenga el recibo del correo con el que llegó, así podemos
revisar la estampilla?

―Lo siento, ese lo boté.

La puerta del frente se abrió y otro cliente entró. Era un tipo atractivo con
piel color oliva que parecía estar cerca de los treinta. Merodeó en el lado
alejado de la tienda.

151
Después de que pagué por la pintura, la mamá de Dixon empezó a
envolverla en papel café pero Noah la detuvo.

―No se preocupe. La llevaremos así.

―¿Podemos despedirnos de Dixon? ―pregunté.

Ella miró hacia el marco de la puerta en forma de arco detrás de ella.

―Lo siento. Tuvo que ir a hacer un recado para mí.

Estaba decepcionada, y ella debió verlo. Agregó:

―¿Puedes entender? Tomó casi dos años que sus pesadillas se detuvieran.
Muchas noches se levantaba gritando. No quiero que empiece de nuevo.

―Seguro ―dijo Noah―. Entendemos.

Asentí estando de acuerdo, sintiéndome triste por Dixon.

Nos alejamos y la dejamos en el mostrador hablando con el otro cliente. Él


era uno de esos tipos que practica ser casual con su belleza. Estaba
vestido con pantalones holgados y suaves, y una camisa de algodón sin
cuello. Su cabello castaño, bastante largo, tenía iluminaciones doradas y
estaba peinado hacia atrás de una cara con rasgos fuertes. La mirada del
tipo me siguió. Notando su mano, me sorprendí al ver la gasa en su palma.

Nos dirigimos hacia la puerta, mi columna vertebral rígida con tensión,


mientras el viento enganchaba mi bufanda y la levantaba. Me giré hacia
Noah.

―¡Ese debe ser él, de anoche!

―Lo sé. ―Su mano libre fue a la parte baja de mi espalda, guiándome a
través de la calle.

Desbloqueó el Jeep y tiró la pintura en el asiento trasero. Escuchamos


nuestros nombres siendo llamados y Dixon corrió hasta nosotros.

―¿Se van?

―Tenemos que hacerlo ―dijo Noah, sus ojos en la puerta de la galería.

―Oh. ―La voz del chico sonó infeliz.

152
Volví en el tiempo a cuando él era pequeño.

―¿Vas a estar bien?

Asintió.

―Mi mamá es un poco tímida alrededor de las personas que no conoce,


pero es verdaderamente buena conmigo.

La mamá de Dixon se asomó a la ventana, observándonos con una cara


ansiosa. Para la mayoría de los otros niños, una mamá tan posesiva me
habría preocupado, pero esto era diferente. Porque por todo el descuido
durante sus primeros años, Dixon era algo así como un hoyo negro
emocional. Sin importar cuánta atención y afecto fueran puestos en él,
sabía que nunca sería suficiente. Así que quizás esta era la clase de madre
que necesitaba.

―Entonces estoy feliz por ti.

Noah se subió al asiento del conductor.

―Adiós, Dixon. Fue bueno verte de nuevo.

El chico dio un paso más cerca de mí.

―Jocey, antes de que te vayas quiero decirte algo. Sé que todos estaban
enojados contigo esa noche por lo que sucedió. Yo no. Lo hiciste para
salvarme. Después de que dejé la Casa Seale terminé en una casa
temporal mejor. Así es como conocí a mi nueva mamá. Era su prima y le
gusté desde el primer minuto. Vine a vivir con ella y ahora me ha
adoptado.

Hay un poco de orgullo en su voz, uno que nunca había escuchado antes.

―Eso es genial. He estado preguntándome por ti muchísimo, Dixon.

―¿De verdad? Me preocupé cuando escapaste esa noche. Nunca pude


verte de nuevo y creí que era mi culpa.

Noah abrió mi puerta desde el interior y dijo mi nombre. Levanté la mirada.


El tipo de cabello largo había salido de la galería y estaba caminando a su
auto.

―No fue tu culpa, y ni siquiera pienses eso, ¿de acuerdo? ¿Lo prometes?

153
―Lo prometo.

Le di un abrazo, y sus brazos delgados se posaron alrededor de mi cintura.

―Cuídate ―susurré, finalmente separándome y deslizándome en el Jeep.

Cerré la puerta y Noah encendió el motor; nos alejamos. Mantuve mis ojos
sobre Dixon hasta que volvió al interior de la tienda.

154
19

La Pintura
Traducido por Andy Parth

Corregido por Mlle_Janusa

N
oah trató a las calles de Watertown como si fuera una pista de
carreras y me sorprendió de que no hubiera causado un accidente o
fuera detenido por un policía.

Mantuve mis ojos en el camino.

—¿Así que viste la gasa en la mano de ese tipo?

—Sí. ¿Lo has visto antes? Además de anoche, quiero decir.

Sacudí mi cabeza.

—¿Por qué estamos huyendo en lugar de confrontarlo? No tenía un arma.

—No cuentes con eso. Si Paul Gerard está armado probablemente no lo


veremos.

—¿Lo conoces?

—Sí. Y una confrontación no sería útil. No hay manera de obligarle a


decirnos por qué te atacó o qué es lo que quiere. Mis habilidades de cinta
negra no resistirán contra él.

—¿Eres cinta negra?

—Artes marciales. ¿Recuerdas a Don Iverson, el detective? Me metió en


eso, porque quería impedir que pasara tanto tiempo en el computador.
¿Jack no te dijo que estudié artes marciales?

—Seguro, pero no sabía que estabas tan metido en eso. —No pude evitar
mi sonrisa—. Te convertiste en un ninja, después de todo.

155
Agarrándome a mí misma mientras se saltaba una luz roja, lo miré.

—Disminuye la velocidad, Noah. Me estás poniendo nerviosa. ¿Así que,


quién es Paul Gerard?

—Trabajaba para ISI como un especialista.

—¿Es programador?

—No. Hacía otros tipos de seguridad. Su trabajo incluía orientar a las


personas nuevas que contrataba la empresa. Ahí fue cuando lo conocí.
Por supuesto, todo eso fue antes de que renunciara.

—¿Renunció también?

—Se fue hace más de un mes porque ISI tuvo un problema con él. Pero no
sé qué fue. Creo que podría haber malversado su dinero. Aunque, si eso es
cierto, ellos no dejaron que la noticia saliera.

—Por supuesto que una empresa de seguridad no desea que sus clientes
sepan que no pueden proteger sus propios activos. Podría hacerles perder
muchos negocios.

—Sólo una razón más para alegrarme de que lo haya dejado.

—Pero, ¿qué quiere Paul Gerard de mí? ¿Qué es “eso” sobre lo que me
estuvo preguntando?

—¿Cómo podría saberlo?

Toqué la bufanda que cubría mi cuello.

—¿Tienes alguna idea de cómo me quemó?

—No… excepto que cuando nos conocimos, hablaba de las profundas


artes marciales, cosas fuera de este mundo. Supongo que incluso estudió
en un monasterio en Nepal. O dijo que lo hizo, de cualquier forma.

—¿Estás hablando de cosas como las que suceden en las películas?

—Podría ser sólo un invento. Pero cuando estuvo aquí, entrenándome, lo


invité a mi dojo para una sesión de prácticas. Es muy hábil. Incluso el
propietario del dojo estaba impresionado.

—Grandioso. Entonces no tengo ninguna posibilidad si viene detrás de mí.

156
—Creo que Gerard está tratando de intimidarnos. Justo ahora quiere
asegurarse de que lo vimos, para hacerme saber quién fue el que te atacó
la noche pasada.

Miré hacia la carretera, sintiendo esa vieja depresión moviéndose mientras


Noah conducía más allá de los límites de la ciudad y se dirigía en la
dirección de Wellesley Island State Park. Situado a lo largo del río St.
Lawrence, y parte de la región de Thousand Islands, era verde y
exuberante.

Giramos y viajamos por varios kilómetros. Después de mirar en el espejo


retrovisor, Noah desaceleró y fue por una carretera estrecha. Siguió a
través de gruesas arboledas hasta un área de picnic y luego volteó el
Jeep, encarando el camino por el que habíamos venido. Con el cielo
nublado era demasiado frío para los visitantes por lo que no había otros
autos. Noah apagó el motor.

Agarró la pintura de los asientos traseros y utilizó una navaja para cortar la
parte posterior. Pegado con cinta adhesiva al lienzo habían tres cosas: una
pequeña bolsa plástica sosteniendo cinco piezas de rompecabezas, una
estrecha tira de papel rojo cubierto de letras y una clave.

157
Examinamos todo. El papel era lo más interesante. Era cerca de tres
centímetros de ancho con grupos de letras impresos en bloques.

—Hay más en la parte de atrás —señaló Noah.

Le di la vuelta, viendo letras diferentes.

—Parecen palabras picadas.

Se removió en su asiento.

—Aquí vamos otra vez.

—¿Qué quieres decir?

—¿Cuánto más durará esto? Una cosa es mandarnos a buscar pistas como
si fuéramos niños otra vez. Es otra cuando involucra a alguien como
Gerard.

Estudié su expresión oscura.

—Nunca has tenido miedo de nadie, Noah. Ni siquiera de los abusones del
último año que nos perseguían con cigarrillos encendidos. ¿Por qué le
tienes miedo a este sujeto?

—No temo por mí. No soy al que Gerard quiso estrangular.

—Oh.

158
—Probablemente puedo defenderme bien. Pero va a ser difícil tratar de
mantenerte a salvo si Gerard quiere herirte. ¿No lo entiendes, Jocelyn? Él
está completamente afanado por poner sus manos en lo que sea que
Jack nos está mandando a encontrar en esta loca persecución. Lo que
significa que estamos condenados tanto si lo encontramos, como si no lo
hacemos. De cualquier manera Gerard vendrá por nosotros al final.

Mi preocupación dio un gigantesco paso hacia adelante en este juego del


miedo de ¿Madre, me dejas?14

—¿Qué se supone que debemos hacer? ¿Deberíamos simplemente


renunciar a todo esto y salvar nuestras vidas?

—No. Necesitamos el premio final. Bien sea Jack, o algo que Jack te dejó.
De lo contrario no tendremos nada para ayudarnos a entender lo que está
sucediendo.

Tomó la franja de papel, sosteniéndola entre sus dedos y examinándola


por ambos lados.

—Es una escítala —dije. Casi podía escuchar la voz de Jack después de
todos estos años.

***

—¿Ves? Es un sencillo sistema desarrollado por los Espartanos durante el


quinto siglo. Sólo tomas una franja de papel y lo enrollas alrededor de una
varilla, como este lápiz. Haz que el papel se superponga. Luego, escribes a
través de ella y dejas un mensaje.

Noah y yo nos inclinamos cerca, viéndolo trabajar. Escribió una o dos letras
en el borde de cada solapa de papel, girando lentamente el lápiz para
escribir varias líneas:

“Mónica es estúpida, Tabby es tonta, Geena es una bebé llorona, Nessa se


chupa el dedo.”

14¿Madre, me dejas?/Mother May I: El juego consiste en un niño/a que se hace pasar por
“madre” y está de pie a distancia de los otros jugadores. El objeto es ser la primera
persona en tocar a “madre.” Los jugadores le piden permiso diciendo: ¿Madre, me dejas
tomar 2 (3, 4, etc) pasos? Y la “madre” dice sí o no; si la respuesta es “sí” el niño avanza
por la cantidad de pasos que pidió permiso. El juego sigue con los niños tomando turnos
hasta que uno toque a la madre con su dedo, y de este modo tomará el turno de ser la
“madre,” empezando el juego de nuevo.

159
Nos reímos mientras Jack desenredaba la tira de papel y la alisaba sobre la
mesa de la cafetería. Ahora las letras no tenían ningún sentido porque no
estaban en su orden original.

—Y una cosa genial es que tienes que utilizar el tamaño correcto de la


varilla. Si escribes las letras alrededor de un pincel fino pero lo enrollas
alrededor de un lápiz más grueso, las letras no se alinean. No puedes leerlo.
Así fue como los soldados espartanos obtuvieron sus planes de batalla una
y otra vez. El mensajero corría millas con la tira de papel. Se la daría a un
capitán que tuviera la varilla del mismo tamaño que el que había enviado
la carta. Si el mensajero era capturado o asesinado, el enemigo no podía
decodificar las palabras.

***

Las ramas de los árboles se balanceaban en el viento como los brazos de


un bailarín de hula, mientras gruesas nubes pasaban a través de la cara
del sol. Las aves volaban y se cruzaban sobre nosotros. Cuan agradable
sería venir aquí por un picnic cuando el sol brillara y sin chicos malos
acechando en las sombras. Me preguntaba si alguna vez podría haber un
momento en el que mi vida no estuviera atormentada por el pasado o
amenazada por el futuro.

Noah agarró un lápiz de la guantera y envolvió la tira de papel alrededor


de él, pero no apareció ningún mensaje.

—No podría ser tan fácil, ¿verdad?

—Nop.

—Pero no había una varilla de escítala oculta en la parte trasera de la


pintura. ¿Y qué sobre esa llave? Parece que podría ser para un buzón de
oficina postal. Excepto que cualquier número que había en ella fue
borrado. ¿Por qué haría eso?

Me encogí de hombros.

—Probablemente porque si Paul Gerard está buscando las pistas que Jack
dejó, entonces querría asegurarse de que sólo nosotros pudiéramos
descifrarlas. Quiere que sólo nosotros leamos el mensaje.

Noah veía el movimiento oscilante de las ramas.

160
—Así que todo lo que tenemos que hacer es encontrar la varilla del
escítala.

—Sí.

Encendió el Jeep y nos dirigimos fuera del parque, adelantando árboles


esbeltos, helechos y tréboles gigantes del tamaño del puño de un bebé.

—¿A dónde vamos?

—A conseguir algo que comer. Son la una en punto y tengo hambre.

No entendía como Noah podía pensar en comida cuando teníamos una


pista sin resolver, pero no dije nada. Pronto estuvimos de vuelta en la
carretera principal en dirección a Watertown. Se estacionó detrás de un
restaurante y abrió la puerta.

—¿Crees que es seguro para nosotros detenernos aquí?

—Nada es seguro Jocey, pero por ahora hemos perdido a Gerard.


Además, he tenido tiempo para pensarlo. Él no va a tratar de matarte
hasta después de que obtenga lo que quiere.

—Eso es tranquilizador.

Dentro del restaurante, la anfitriona nos sentó en una mesa de bancos


corridos y nos dio el menú. Miré alrededor.

—Creo que recuerdo este lugar. ¿No vinimos aquí cuando nos saltamos la
escuela y fuimos a ver una película?

—Casi había olvidado eso. Esa fue la primera vez que comí aquí. Tienen los
mejores sándwiches de carne asada.

La camarera volvió y Noah me preguntó si podía ordenar por ambos. Lo


dejé. Después que ella se fue, me dijo:

—¿Por qué nos saltamos la escuela ese día?

—Era septiembre y acababa de comenzar la escuela. Odiaba estar de


vuelta. Por un lado, estaba este desagradable grupo de niñas. Caminaban
alrededor con sus resplandecientes camisetas y sus pequeños pechos
nuevos.

161
Le quité el papel a mi pajilla, jugueteando con él. Noah me estudió con
una expresión de interés.

—Eran malas contigo.

—Con todos, realmente. Solía preguntarme que estaba mal con ellas. Aquí
solo éramos unos pobres niños adoptivos. Ellos venían de hogares decentes
y tenían todo lo que querían. Todo lo que yo quería era que me dejaran
sola contigo y Jack.

—Sí, lo sé.

—En ese día cuando nos escapamos, ¿recuerdas el calor que hacía? Todo
el mundo se quejaba porque normalmente habría sido mucho más frío.
Estábamos tratando de encontrar una sombra durante la hora del
almuerzo. Esas chicas tenían sus pequeños ventiladores eléctricos,
vaporizándose a sí mismas con rocío. Por supuesto, yo estaba tan ocupada
haciendo el diálogo de Star Wars contigo y Jack que no las vi venir.

—¿Diálogo de Star Wars? —preguntó.

—¿No te acuerdas? Jack y yo estábamos probando esa asombrosa


memoria tuya. Durante todo el día, si alguien te hablaba sólo podías
responder con una línea de la trilogía original. Él hizo una apuesta que no
pudiste rechazar. Una semana de los deberes de la cocina era el premio.
Estabas haciéndolo muy bien. Excepto que, creo que tuviste problemas
con el señor Farlen por decir: “¿Podría alguien quitarme ese felpudo con
patas fuera de mi camino?”

Me reí del recuerdo.

—No hubiera estado tan ofendido si no fuera por el estropeado peluquín


que llevaba.

Noah sonrió y sus ojos adoptaron una mirada lejana.

—Tienes razón.

—Durante el almuerzo, cuando estábamos fuera, respondiste a cualquier


pregunta con una respuesta de Star Wars. Algunos de los otros niños
estaban empezando a prestar atención. Arrojaban una tonta declaración
y respondías con las mejores cosas. Monique y los demás no podían

162
soportar no ser el centro de atención. Se presentaron y nos llamaron
“fenómenos geek”. Luego se marcharon a arreglar su cabello.

—Jack estaba furioso. Se fue pisoteando hacia ellas y las regañó.

Ahora que estábamos hablando de eso, más imágenes de ese día vinieron
a mi mente.

—Todos estábamos enojados. Incluso Beth, quien se encontraba con


nosotros. ¿Recuerdas cómo incendió sus flequillos?

Noah asintió.

—Se estaban poniendo todo ese fijador bajo el resplandor caliente del sol.
Su cabello simplemente se encendió. Fue divertido. Estaban gritando y
dándose bofetadas en la cabeza. Alguien arrojó un cartón de leche a
Nessa para apagarla.

—Y entonces la señora del almuerzo apareció y le gritó a todo el mundo


por reírse.

Durante todo el alboroto escapamos a través de la valla y nos fuimos. Iba


a haber una asamblea después del almuerzo y sabíamos que nadie nos
extrañaría. Fuimos al cine y luego a este mismo restaurante para comer.
Noah se inclinó con los brazos doblados, sonriendo.

—Ese fue un gran día.

—Lo fue. Pero la cosa es que hasta que vine a Watertown nunca vi al
cabello de un niño incendiarse así o cortinas que se apagaban una vez
que las encendías, ni paredes deformándose como si estuviera en un mal
sueño a pesar de que estaba despierta. A veces desaparecían las cosas a
escondidas, y los niños se sentían tan frustrados. Beth solía ponerse furiosa
cuando su navaja secreta desaparecía de bajo su colchón. Apareciendo
en su cajón del tocador o en otros lugares. A veces la encontraba bajo mi
almohada y eso le pasaba a Jack y a Dixon también.

Miré a través de la ventana del restaurante, no viendo hacia la carretera


sino en su lugar a un recuerdo distante.

—Lo peor de todo fue una vez que soñé que estaba abajo, en el sótano y
siendo atacada. A la mañana siguiente encontré moretones. Hasta que
viví en la Casa Seale, cosas como esas sólo ocurrían en la televisión.

163
Me volví hacia Noah y había una renuente aceptación en sus ojos. Dijo:

—Odio admitirlo, pero tienes razón. Algo extraño estaba pasando. En un


principio traté de ignorarlo, pero parecía empeorar con el tiempo.

—¿Alguna teoría?

—Quizás una, pero es realmente una locura.

Me incliné hacia adelante, intrigada.

—Dime.

—Un par de veces me pregunté si alguien en la casa tenía habilidades.

—¿Qué tipo de habilidades?

—Tal vez algún tipo de poderes mentales.

—Simplemente no veo como eso puede tener sentido —dije—. De todo lo


que vi, me pareció que el problema era de la propia Casa Seale. Era
como que mientras más controladora y malvada se volvía Hazel, y más
peligroso actuaba Conner, más se volvía la casa de esa forma.

Tomó un trago de su bebida y luego miró hacia los cubos de hielo en su


vaso.

—Supongo que realmente nunca lo sabremos. Además, cinco años es


mucho tiempo. Si no pudimos explicar las cosas que pasaban en ese
tiempo, tal vez no vale la pena intentar averiguarlo. Especialmente ahora
que la Casa Seale está medio quemada. Sólo estoy feliz por haber
terminado con el cuidado adoptivo. Deberíamos olvidarnos de eso.

—Eso es lo que he estado tratando de hacer desde que me fui. Hasta que
Jack decidió tirarme de vuelta justo en el centro de esto.

La camarera trajo la comida, cortando nuestra conversación, lo que


parecía bien para Noah. El aroma de los sándwiches de carne asada y
papas fritas me puso hambrienta.

Comimos en silencio hasta que hice a un lado mi plato. Abriendo el sobre


marrón, tiré las cinco piezas del rompecabezas. Dos encajaban y las uní.

—Esto parece una acera.

164
—¿Eso es todo lo que vas a comer?

—Estoy llena. Puedes comerte mis papas si aun tienes hambre. —Me
concentré en las piezas del rompecabezas, tratando de encontrar otras
que encajaran y decepcionándome cuando no lo hacían.

—Cuando éramos niños, podías comer más que Jack o yo —dijo.

—También era más alta que tú. Me alcanzaste y hasta más, si no lo has
notado. Es agradable, por cierto, no mirar abajo, hacia la cima de tu
cabeza. Me cansé de ver tu caspa cuando eras un niño.

Había recogido las piezas del rompecabezas en una bolsa y volví mi


atención a la franja de papel rojo que estábamos seguros debía ser una
escítala. Agarré la pajilla de mi bebida y la limpié. Después de envolver el
papel alrededor de la pajilla, era muy claro que no era del tamaño
correcto.

—¡Eso es tan estúpido! ¿Por qué nos da una escítala sin una varilla?

El teléfono celular de Noah sonó y contestó.

—Hola, Don. ¿Qué pasa?

Supuse que era su amigo detective, Don Iverson.

—¿Qué? —Las cejas de Noah se juntaron mientras escuchaba. Su rostro


ansioso—. Está bien. Voy en camino.

Se levantó, sacó dinero de su billetera y lo lanzó sobre la mesa.

—Vámonos.

Lo seguí desde el restaurante, apresurándome para alcanzarlo.

—¿Qué pasa, Noah?

—Mi casa está en llamas.

165
20

Carbonizada
Traducido SOS por LizC

Corregido por Mlle_Janusa

N
oah condujo a gran velocidad. No hablamos mucho en el camino, y
no podía culparlo. Miré el sinuoso camino a través de los árboles a
medida que llegábamos a su vecindario.

Llegamos a su calle y vimos a los vehículos de emergencia, un camión de


bomberos y dos autos de policía. Algunos de sus vecinos estaban de pie
en la vía, hablando entre sí y asintiendo con preocupación mientras
observaban. Enormes columnas de humo negro se elevaban hacia el
cielo, sopladas en un ángulo por el viento. Capturaba y dispersaba las
cenizas en el aire de la tarde brumosa.

Conduciendo más de cerca, se hizo evidente que la declaración del


detective acerca de su casa estando “en llamas” no había dado una
imagen completa. Era mucho peor que eso. Las paredes estaban todavía
en pie, pero carbonizadas totalmente. Los cristales de las ventanas habían
estallado, y gran parte del techo estaba ennegrecido o derrumbado.

Comparado con esto, el incendio de la Casa Seale fue sólo una pequeña
parrillada. Lo miré con preocupación. Parecía aturdido.

―¡Noah... lo siento mucho!

A medida que nos detuvimos en torno al camión de bomberos, vimos que


el garaje estaba más intacto que el resto del lugar. Parecía que el mayor
daño había estado en la parte posterior del dúplex. La otra mitad vacía
también resultó gravemente quemada.

166
La puerta del garaje estaba elevada hasta la mitad y un vehículo de
emergencia bloqueaba la entrada. Sin decir nada, Noah estacionó al otro
lado de un auto de policía.

Nos bajamos y caminamos por el camino de entrada. El olor a humo me


picó en la nariz, y sabía que la nube negra se elevaba por el agua rociada
a la madera, no por el incendio en sí.

Sus libros, su colección de DVD, computador y todo lo demás deben ser


ahora escombros sin valor. Si hubiera un par de cosas que no habían sido
quemadas, entonces probablemente estarían, ya sea deformadas por el
calor o en ruinas por el agua. Hasta ahora, no había pensado realmente
en cuán importante era el pequeño dúplex de Noah era para él.

Nadie, excepto los niños adoptados quienes fueron rechazados por ahí
como un balón no deseado, podía entender lo mucho que significaba
tener un hogar y sus pertenencias permanentes. Me dolía el corazón ante
la ruina, y, por su expresión, pude ver que se sentía como si hubiera sido
golpeado en el estómago.

―Noah ―lo llamó un hombre, y ambos nos volvimos para ver que alguien se
acercaba.

―Don ―respondió Noah con voz deprimida. Le dio un cortante


asentimiento a su amigo.

Al principio me sorprendió que alguien tan joven pudiera ser un detective


de policía, aunque mientras se acercaba vi que eso era una ilusión. Era
probablemente diez o quince años mayor de lo que parecía (uno de esos
hombres con una estructura delgada y facciones juveniles). Si no fuera por
las canas en las sienes, le habría puesto en sus veintes.

―Tenemos que hablar, Noah ―dijo el Detective Iverson en una voz


entrecortada. Me miró, haciendo una evaluación rápida―. ¿Quién es esta
jovencita?

Rápidamente me presenté, con el nombre de mi familia adoptiva.

―Soy Jocelyn Harberton, visitando de Troy, Nueva York.

Noah apenas se dio cuenta.

167
―Jocey, este es el Detective Iverson. ―Sus ojos siguieron evaluando el
dúplex en ruinas.

El policía asintió hacia mí.

―Si nos lo permite, me gustaría hablar con Noah a solas.

―Está bien, Don. Se ha estado quedando conmigo y somos buenos


amigos. Puede oír lo que sea que tienes por decir.

El detective piensa sobre esto, mirándome de nuevo. No pensé que


aprobaría que una chica se estuviera quedando con Noah.

―Ayer, cuando fuiste a la comisaría y presentaste una queja, dijiste que no


tenías idea de por qué esos adolescentes arrojaron piedras contra tu
parabrisas. ¿Es esa la verdad?

—Por supuesto. Don, ¿por qué estás aquí si esto es sólo un incendio de
rutina?

―No es de rutina. Los vecinos escucharon una fuerte explosión. La parte


trasera de tu casa, lo más lejos desde el garaje, tiene el mayor daño
posible.

―¿Una bomba?

―Parece que sí.

Noah y yo nos miramos el uno al otro, asombrados. Paul Gerard me había


atacado ayer por la noche y luego había ido a la galería de arte hoy. Era
demasiado para ser una coincidencia. Tenía que ser el que estableció la
bomba. Pude ver la misma conclusión en los ojos de Noah.

El detective estaba estudiándonos cuidadosamente.

―¿Qué pasa?

Noah miró hacia otro lado.

―Una bomba. ¿Por qué alguien haría eso?

―Tú dímelo. ¿Quién podría tener una razón?

―No sé, Don. Lo he perdido todo, ¿no?

168
―Eso creo. Por lo menos no estabas en el interior. Podrías haber resultado
herido o muerto. Y es una suerte que la otra mitad del dúplex estaba vacío.

Noah trató de ocultar el inmenso sentido de pérdida que sentía.

―Lo siento mucho ―repetí, como si esas patéticas palabras pudieran de


alguna manera aliviar la miseria de perder todos sus bienes.

―¿Qué está pasando? ―preguntó Noah cuando sus ojos recorrieron el


vehículo de emergencia estacionado en la calzada.

Iverson volvió a mirar al garaje.

―Tú y yo nos conocemos desde hace casi cinco años. He mantenido un


ojo en ti desde aquellos primeros problemas en la Casa Seale. Ya lo sabes.
Te ayudé a mantenerte al margen de las casa de adopción, como
querías. Incluso has estado en mi casa y has cenado con mi familia.

Una sombra de preocupación cruzó el rostro de Noah.

―Sí.

―Y he tenido el placer de ver que hayas podido cambiar las cosas y hacer
una vida mejor por ti mismo. Sobre todo porque las probabilidades estaban
en tu contra. Pero si no fuera por el tipo de joven que sé que eres, ni
siquiera estaríamos teniendo esta conversación.

―No lo entiendo. ―Por primera vez Noah estaba más centrado en su amigo
que en la casa―. ¿Estoy en problemas porque mi casa se incendió?

—Ven conmigo.

Lo seguimos por el camino de entrada y más allá de mi auto, el cual tenía


un capo dañado. El calor había causado burbujas en la pintura marrón y
que el parabrisas se agrietara. ¡Mi pobre auto! Había trabajado tan duro
para ganar suficiente dinero para comprar ese Civic, y había cuidado muy
bien de él. Ahora se veía horrible. ¿Qué dirían Brent y Marilyn, dado que
habían sido lo suficientemente buenos para ponerme en su seguro? ¿Esto
causaría que nuestras tarifas suban, a pesar de que no había sido
responsable de los daños? Temía conducir de regreso a Troy y mostrárselos.

169
Bordeando el gran vehículo de emergencia, pasamos por debajo de la
puerta del garaje entreabierta y entramos. Varios policías trabajaban en
una esquina.

Acercándonos un poco más, Noah y yo miramos con atención hacia


abajo, en el objeto de su atención, y jadeé. Todas las preocupaciones
acerca de mi auto salieron directamente de mi cabeza.

Uno de los oficiales forenses comenzaba a tomar fotografías de un


cadáver chamuscado, pero reconocible. Era Georgie.

170
21

Interrogatorio
Traducido por Cami.Pineda

Corregido por LizC

L
os minutos pasaron a medida que me sentaba en la dura banca en
el cuartel de policía mientras Noah estaba en una habitación siendo
interrogado. El Detective Iverson me había pedido la identificación, y
por suerte aun tenía la copia de la identificación de mi escuela en la
cartera. Hubiera podido dar el nombre de mi familia adoptiva de Haberton
en nuestra pequeña ciudad de Troy, y aunque la policía realizara una
exhaustiva búsqueda en el computador, nada aparecería.

Sin embargo, si buscaban mi verdadero nombre, Jocelyn Harte, entonces


podrían haber encontrado todo un archivo de mí en el sistema local del
centro de adopción. Lo peor de todo, es que había estado en un gran
problema en mi última noche en la Casa Seale. Jack y yo dejamos
Watertown al día siguiente, pero luego de cinco años, ¿seguiría enlistada
como alguien que se escapó?

Haber visto el cuerpo de Georgie había sido horrible y me forzó a revivir lo


que pasó en el callejón. Me di cuenta que al menos Noah debe,
finalmente, creerme sobre Georgie siendo disparado, aunque había muy
poca satisfacción en eso. El Detective Iverson estaba interrogando
duramente a Noah en la otra habitación. ¿Y si a él se le escapaba y le
contaba a la policía que yo había visto el tiroteo? ¿Cómo iba a ser capaz
de explicar todo lo que pasó? El frío miedo me invadió. Envolví mis brazos e
hice una mueca de dolor al tocar el lugar que aún dolía por la mordida.

La puerta finalmente se abrió y Noah salió con Don Iverson. Ninguno dijo
nada. Caminé con ellos hasta que estuvimos en el vestíbulo principal,
donde el detective me miró, y luego le dio una larga mirada a Noah. Lo
estudié también. Justo en ese momento parecía tan joven para mí, un

171
sujeto que siempre actuó maduro para su edad, pero que dentro seguía
siendo un chico que había pasado por mucho.

—Esto está lejos de terminar, Noah —dijo Don—. No vas a dejar el área,
¿entendido?

—Sí. —Él estaba tratando de verse calmado pero era una actuación, y se
notaba. Incluso me sentí más triste por él.

—Me llamarás si algo más sucede. —Era una orden.

—Claro.

—Entonces, espera aquí. Haré que un oficial los lleve hasta tu auto.

—Gracias.

Después de una última mirada hacia nosotros, Iverson se fue. Exhalé con
alivio.

—¿Qué pasó?

Noah me miró y mantuvo su voz baja.

—Me interrogó, ¿de acuerdo?

—¿Qué dijiste?

—Diablos, Jocelyn, ¿qué crees? Mentí para cubrir tu trasero. Si ellos


supieran que estuviste con Georgie cuando murió, habrían tomado tus
huellas. Las cuales probablemente estarían todavía en el computador de
cuando estuviste en el hogar adoptivo. Y entonces hubieras estado
arruinada, ¿verdad?

No dije nada, sintiéndome un poco entumecida. Un oficial vino hacia


nosotros. Noah y yo nos sentamos en la parte de atrás de la patrulla.
Estuvimos en silencio durante el camino, mirando a las largas sombras de la
tarde prediciendo la puesta del sol. La retirada de Noah me hizo sentir
rechazada, y entre más cerca llegábamos a su casa, más temía en ver
arruinado su dúplex de nuevo. Quería decir algo que lo ayudara a sentirse
mejor, pero con el policía escuchando, era muy incómodo. En vez de eso,
lo alcancé con mis vacilantes dedos, deslizando mi mano en la de él. No

172
me miró, pero luego de un segundo o dos, sus dedos se cerraron alrededor
de los míos.

El oficial nos dejó y se alejó manejando, mientras Noah y yo permanecimos


de pie frente a su casa. La calle estaba vacía, excepto por el distante
camión de basura apaleando su camino calle arriba. Caminamos a través
del garaje abierto y evité mirar donde el cuerpo de Georgie había estado.
Noah alcanzó la puerta que conducía a la casa y la abrió; el olor a
carbonizado picó en nuestras narices. Empecé a ofrecer más palabras de
simpatía pero él me detuvo.

—Quédate aquí.

No discutí sino que me quedé en el garaje, sintiéndome exhausta,


sedienta, y deprimida. Él no estuvo adentro mucho tiempo. Luego de que
saliera, lo seguí de vuelta a la calzada donde había estacionado su Jeep
horas antes.

—¿No quedó nada?

—Nada que valga la pena salvar.

Me detuve en la acera, observándolo arrodillarse y verificar la parte inferior


de su auto. Luego miró dentro, saliendo pronto con un pequeño transmisor
negro de debajo del tablero de instrumentos.

—¿Gerard puso eso para así poder seguirnos?

—¿Quién más?

Caminó hacia la cesta de basura de uno de los vecinos, lanzando el


trasmisor en una caja de cartón llena de trastos. Nos quedamos de pie en
la acera y observamos el camión de la basura deambular hacia nosotros
hasta que paró y recogió la basura. Mientras el camión manejaba
alejándose, Noah se subió al Jeep y encendió el motor. Seguí estando de
pie allí, mirándolo a través de la puerta de pasajeros. Oprimió el botón y la
ventanilla bajó.

—¿Vas a entrar o no?

—¿Quieres que vaya?

173
—No. Quiero ir por mi cuenta y darle a Gerard una razón para deshacerse
de mí para siempre.

—Oh. —Abrí la puerta del auto y me subí. Manejó a lo lejos de su casa, sin
mirar atrás.

Tomé el sobre marrón que había escondido en medio de la silla y la


consola de engranaje.

—Tenía miedo que te arrestaran —confesé.

—Don aun cree en mí. Me dijo que aunque hubiera matado a ese chico, la
última cosa que haría sería ponerlo en mi garaje. Por no hablar de
incendiar mí casa. Lo que él quiere saber, y lo que no le dije, es quien trató
de inculparme.

—Tal vez debiste haberlo hecho. Alguien necesita parar a Gerard.

Noah negó con su cabeza.

—Ya habrá tiempo para eso una vez que tengamos lo que Jack quiere
que encontremos. Pero si la policía se envuelve, me temo que todo
quedará sin desenmarañar. Nunca sabríamos que está pasando.

Pronto volvimos a entrar en los límites de la cuidad de Watertown, pasando


los familiares edificios. El sol empezó a ponerse, coloreando a las nubes de
un ocre ardiente.

—¿A dónde vamos? —pregunté.

—De nuevo a la Casa Seale. Necesitamos encontrar la varilla que


funcionará con la pista del escítala.

—No quiero ir allá, Noah.

—No tenemos opción. Tiene que haber algún tipo de pasador que sea del
tamaño adecuado para envolver el papel alrededor. En el único lugar en
el que pienso que puede estar escondido es en la Casa Seale.

Manejamos en silencio, observando el cielo cambiar de cruento a turbio,


un reflejo de nuestros estados de ánimo. Abriendo el sobre, saqué la
banda roja de papel y la desdoblé. Observé las letras desconcertantes
impresas en ambos lados. Jack siempre había planeado cada detalle y

174
nos había suplido de lo que necesitáramos para resolver sus pistas. Esto era
muy diferente a él.

Giramos en la Avenida Keyes. Noah paró frente a la Casa Seale y apagó el


motor. Señaló el papel rojo.

—Mejor trae eso con nosotros, para así probarlo en lo que sea que
encontremos.

Estudié la Casa Seale, iluminada a contra luz como si estuviera contra el


descolorido cielo. Sus pilares de ladrillo atrapaban los matices de la puesta
del sol y cubría el porche en sombras.

—Esto no puede estar bien. No tiene sentido que Jack lo hubiera


establecido de esa manera.

Noah suspiró.

—Trata de mantener tus nervios bajo control, ¿quieres?

Una pequeña idea floreció en la parte de atrás de mi mente. Me


desabroché el cinturón de seguridad, me arrodillé en el asiento, y busqué
en la parte de atrás.

—¿Qué estás haciendo?

—Creo que sé lo que Jack quiere que usemos como varilla. —Agarré la
caja de metal del piso. Dándole la vuelta, la dejé caer y abrí la tapa.
Recogí uno de los palillos negros y los miré con una sonrisa triunfante.

—¿No me digas que lo hemos tenido todo este tiempo?

—¡Claro que lo hemos tenido! Jack no lo hubiera hecho de otra manera.

Envolví el papel rojo al final del palillo, dejando cada capa superpuesta a
un cuarto de centímetro para que así las letras se emparejaran.
Lentamente lo giramos, leyendo las palabras inclinadas diagonalmente en
la varilla:

BROMUS TECTORUM AMBROSÍA ORTIGA BREZO

SE CAUTELOZA DE LA QUIÉN FUE LA MENTIROSA

175
Desenrollando el papel, le di la vuelta y lo volví a envolver alrededor del
palillo para leer la otra parte de la pista:

CIZAÑA DE HAZEL MALAS HIERBAS QUE APESTAN

SU HISTORIA NO ES LO QUE PIENSAS

Nos miramos. Esta es la más sorpresiva pista en la que he estado.

—¿Jack quiere que veamos a Hazel?

—Eso no puede ser. ¿Qué son esos números en la parte de abajo?

Rodé la escílata una poco más y leímos:

DOS SEIS NUEVE

—Probablemente los necesitáremos para encontrar a Hazel, justo como


necesitamos el nombre de la Galería Lautrec para encontrar a Dixon.

Noah negó con su cabeza.

—Me parece que hay una gran diferencia entre vernos con Dixon de
nuevo e ir a buscar a Hazel. El sentido de humor de Jack se está poniendo
pesado.

—Tampoco puedo imaginarlo queriendo que vayamos a verla. Pero debe


tener una razón.

—Sí. Como que estaba perdiendo los tornillos.

—No digas eso.

—¡Esto es loco, Jocelyn! Ya no es divertido, si es que alguna vez lo fue, y


estoy cansado. Lo he perdido todo. —Maldijo en voz baja, y pude oír dolor
en su voz.

—Jack no quiso que eso pasara. ¡Lo sé! Eres su mejor amigo, Noah.

—¿Sí? Bueno, un mejor amigo no te lleva en un viaje de carretera hacia los


recuerdos del pasado cuando éste fue un infierno. Cuando finalmente lo
vea cara-a-cara, estoy más por pegarle que por abrazarlo.

Me sentí miserable. El sol se había ocultado bajo el horizonte y el


crepúsculo estaba engrandeciéndose en lo profundo rodeándonos. La

176
Casa Seale se veía inclusive aun más amenazante en las sombras
alargadas.

—Al menos no tenemos que entrar ahora.

Apartó la vista y descansó su muñeca en el volante. Estudié el esquema de


su perfil, atraída por él más de lo que había estado por cualquier hombre
que hubiera conocido, aun cuando estuviera molesto. No era tan apuesto
como muchos chicos con los que había salido, pero había algo en sus
rasgos y la curva de su boca que me atraía como a un imán.

Me forcé para dejar de babear sobre él, sin querer que se volteara y viera
cómo me sentía.

—Así que, ¿qué quieres hacer ahora?

Noah nunca tuvo la oportunidad de responder. Se escuchó un disparo,


rompiendo el parabrisas de atrás.

Con un grito me agaché, mientras Noah arrancó tan fuertemente que hizo
un chirrido. El motor rugió y él presionó el acelerador. El Jeep saltó
alejándose de inmediato.

177
22

Sombras
Traducción SOS por Zeth

Corregido por LizC

A
los treinta minutos siguientes al tiroteo, vi aéreas de Watertown con
las que había estado completamente desfamiliarizada. Noah, sin
embargo, parecía conocer casi todas las calles y callejones.
Atravesamos un camino tortuoso, a veces conduciendo rápido, otras lento,
incluso deteniéndonos por un instante detrás de una tienda de comestibles
donde pudimos ver si alguien nos estaba persiguiendo. Con el tiempo se
puso más oscuro y espesas nubes ocultaron la cara de la luna.

—Paul Gerard tiene que ser el hombre que mató a Georgie —dije
finalmente.

—Estoy de acuerdo.

—Pero, ¿por qué me salvó de la navaja de Georgie cuando está tan en mi


contra?

—Umm, bueno, tal vez es porque si mueres, se va su única oportunidad


para dar con tu hermano.

—Oh.

—Debe de haber puesto el cuerpo de Georgie en su baúl y después de


eso lo tiró en mi garaje. Luego activó la bomba.

—Estoy segura de que estás en lo cierto. Pero, lo que no entiendo, es cómo


nos encontró de nuevo. Te deshiciste de ese dispositivo de rastreo.

—Porque fui descuidado. Conduje en nuestro antiguo vecindario y me


concentré en la escítala.

—Nunca debí haber venido a ti buscando ayuda. Lo siento Noah.

178
—Para de disculparte, ¿sí? Además, no podemos estar seguros de si fue
Gerard quien nos acaba de disparar. La Casa Seale es un lugar de reunión
para los amigos de Georgie, y me pregunto, si fue uno de ellos. ¿Notaste
que alguno de esos chicos tuviese un arma?

—Todo lo que he visto hasta ahora es una navaja, una cadena, y


resorteras. Pensarías que si tuviesen una pistola la habrían mostrado antes.
Por supuesto que eso no significa que ellos no pudiesen haber conseguido
una. De alguna manera, sería un alivio pensar que fue uno de ellos. Así
Gerard no parecería tan todo poderoso.

—Él no es tan todo poderoso. —Noah estaba tratando de alentarme, pero


su voz no sonaba convincente.

Gerard había conseguido entrar a la casa cerrada de Noah, y luego había


estado ahí de pie observándome dormir. Todavía podía sentir su agarre
asfixiante y el calor de su mano que dejó la quemada en mi garganta. Un
escalofrió me recorrió. Alcancé mi chaqueta en el asiento trasero y me la
puse.

—Noah, necesito usar un baño y tomar un trago de agua.

—Yo también, y es hora de cenar.

Nos detuvimos en un puesto de comida rápida con servicio para autos.

—¿No es seguro entrar?

Él negó con su cabeza.

—Las luces son muy brillantes y es como una pecera. No te preocupes.


Tengo un lugar donde podemos parar. —Me pasó una de las bebidas.

Diez minutos después estábamos en un viejo vecindario de la Calle Leray.


El área estaba bordeada de árboles de gran tamaño. Noah se detuvo en
frente de una casa que tenía una señal de “En Venta” en el césped. Salió y
se acercó a un teclado, marcando los números que hicieron que la puerta
del garaje se alzara.

Conduciendo hacia el interior, nos estacionamos al lado de un viejo


Toyota. Él apagó el motor, y luego sacó una linterna de debajo del asiento.

—¿Dónde estamos?

179
—En un lugar que acepté cuidar hasta que sea vendido. Quédate aquí
por un momento. —Él salió y presionó un botón para cerrar la puerta del
garaje. Lo vi desaparecer en el interior de la casa.

Me hundí en el asiento. La Princesa Leia estaría muy avergonzada de mí. A


pesar de que había estado dispuesta a asumir el rol de pretender a un
Chewbacca quejándose durante nuestras representaciones en la niñez,
siempre había soñado con alzar un arma, besar al chico, y dispararle a los
Clones justo de la manera en la que ella lo había hecho en el DVD que
habíamos visto una docena de veces. Pero en ese momento estaba muy
agotada y estresada, y con tanta necesidad de ir al baño, que no me
importaba mucho si él salía y hacía la cosa de hombres de “déjame
revisar.”

La pequeña luz en el techo del garaje se apagó, sumiéndome en la


oscuridad. Me senté escuchando el viento y respirando el aroma de la
comida rápida cada vez más rancia. Noah no regresó de inmediato. Me
tensé, preguntándome si Gerard era realmente todo poderoso. ¿Qué tal si
de alguna manera él hubiese sabido que Noah vendría aquí? Abrí mi
puerta. La luz del auto disipó parte de las tinieblas y descendí. Cerré la
puerta y la oscuridad regresó. Algo irritada, me dije a mí misma que la
próxima vez que Noah dijese “quédate aquí” lo golpearía en el hombro.

Un haz de luz lo precedió cuando entró por la puerta.

—Está despejado. —Abrió la parte de atrás del Cherokee—. Toma lo que


necesites y entremos.

Cargamos un montón de cosas a través de la puerta, la luz de su linterna


liderando el camino.

—No hay electricidad o muebles, pero al menos nos da un lugar para


descansar por un momento. El baño está cruzando la esquina.

Utilicé la pequeña luz LED de mi llavero para hacer mi camino. Luego


encontré a Noah en la sala vacía. Estaba comiendo uno de los sándwiches
de pollo que habíamos ordenado y me lanzó el mío. Abrí la envoltura y le
di un mordisco, sorprendida de cuán hambrienta estaba. Dando una
mirada a la habitación, vi que la linterna emitía suficiente luz para ver las
esquinas. Nada se escondía en este pequeño lugar, y si la alfombra era

180
vieja, al menos parecía haber sido limpiada recientemente. También había
el suave olor de pintura nueva, pero no estaba tan mal.

—¿De quién es esta casa?

—Simplemente de alguien que conozco.

—¿Y a él no le importaría que nosotros nos escabullamos aquí?

—A ella no le importará, no.

Pensé un poco más, preguntándome si Noah estaba hablando de una de


sus ex novias con la que había terminado porque la encontró aburrida.
Luego de que terminamos de comer, se dirigió al pasillo y rebuscó en un
armario de ropa. Su linterna envió algunos rayos de luz hacia mí. Regresó
con algunos viejos edredones.

—Es bueno que los pintores no hayan tirado estos. No serán mucho para
dormir pero al menos, nos darán un poco de relleno.

Noah me lanzó dos, ambos desgastados por el tiempo y con un olor


ligeramente a tabaco rancio. Desplegó sus mantas y sábanas, haciendo
una camita acolchada. Tomando un par de camisetas de su bolsa de
lona, armó una almohada.

—Mejor que hagas lo mismo. Las baterías de esta linterna no van a durar
toda la noche.

Me desaté la bufanda de mi cuello y cambié mi chaqueta por un cómodo


suéter. Luego hice lo que él sugirió, haciendo mi propio lugar para
descansar y finalmente estirándome. Una vez esto estuvo hecho, apagó la
linterna y la oscuridad nos envolvió, mirando hacia el techo dije:

—De ninguna manera puedo dormir.

—Luego de todo lo que has pasado, pensé que te gustaría dormir.

—Sigo pensando en el fuego. Y en el cuerpo de Georgie, simplemente


tirado de esa manera. —Un ligero escalofrió me recorrió—. Luego ahí están
las pistas. Quiero resolverlas, pero mi cerebro está demasiado confundido.
Sé que no puedo.

—Espera hasta mañana.

181
—Sí, tienes razón. —Me sentí desanimada y con necesidad de
tranquilidad—. Sabes, a pesar de todo, sigo creyendo que Jack está vivo.
¿Y tú?

—Honestamente, Jocelyn, no sé qué pensar. Después de las primeras pistas


parecía que estabas en lo correcto. Pero esto se ha alargado demasiado.
No veo por qué nos estará guiando así.

Un auto pasó por la calle. Su motor un ronroneo bajo y los faros


brevemente cambiando la oscuridad a un gris apagado. Me giré sobre mi
costado, tratando de sentirme cómoda en este lugar desconocido. Estudié
a Noah. Debía de estar nostálgico.

—Así que, ya que ninguno de los dos tiene sueño —dijo—, ¿qué tal si me
cuentas qué has estado haciendo este año?

Secretamente me gustó que estuviese interesado.

—No hay mucho que decir. Ir a la escuela en la mañana y hacer un puesto


de interno en la tarde toma bastante tiempo. Además, a mi familia de
acogida le gusta planear salidas los fines de semana. Ayudo con los niños
pequeños cuando salimos. Jack solía ir también bastante seguido. —La
tristeza se apoderó de mí, pero no quería que Noah lo notara—. Y si tengo
oportunidad, también me gusta salir con mis amigos.

—¿Cómo son ellos?

—Geniales, a su propia manera. Principalmente tomgeeks.15

—¿Tomgeeks?

—No poco femeninas exactamente, sino chicas en cosas frikis de


computadoras. ¿Entiendes?

Él sonrió.

—Sí, tú encajas perfectamente en eso, ¿Algún amigo hombre?

—Algunos. Somos un grupo, se suponía que iba acampar con ellos.

15Tomgeeks: término elaborado de la combinación de “tomboys” y “geeks”, siendo


tomboy al español traducido como “marimacho” o “poco femenino” y geeks “frikis”
“nerd”.

182
Me pregunté si se estaban divirtiendo asando malvaviscos y hablando
sobre sus juegos de computador favoritos.

—A veces tenemos lo que llamamos “Reuniones frikis” en alguna de sus


casas. Un par de chicos conectan a la red sus computadores para partidas
multijugador. Excepto que no tendremos la oportunidad de hacer eso por
algún tiempo. Tras las vacaciones todos estaremos ocupados
preparándonos para la graduación. Entre los proyectos definitivos y los
exámenes finales, no tendremos mucho tiempo libre.

Noah me analizó.

—¿Qué? —dije.

—Has cambiado bastante desde los días en que estábamos juntos. Quiero
decir, en algunas cosas eres igual y veo a la vieja Jocey. Pero eres
diferente, también. Con mucha más autoconfianza.

Sonreí y me encogí de hombros.

—Ayuda poder vivir en un solo lugar. Supongo que algunas de las cosas
sobre las que estoy feliz podrían ser pequeñas cosas para otros chicos. Me
gusta cenar en la mesa con una familia normal, incluso si no es en realidad
la mía. Me gusta tener mi propia habitación. Ropa limpia y zapatos
decentes cuando los necesito. Y no estar en el programa de almuerzo
gratis. No me importa estar en un hogar adoptivo, siempre y cuando sea
con alguien como los Haberton.

—¿Puedo preguntarte algo sobre lo que siempre he tenido curiosidad?

—Seguro.

—¿Cómo es que tú y Jack terminaron en la Casa Seale? Nunca lo


pregunté cuando estábamos juntos. Pero en ese entonces, nadie quería
hablar sobre por qué los trabajadores sociales los pusieron en centros de
adopción. Era algo que quise sacar a colación con Jack cuando solíamos
chatear, pero el momento nunca parecía el correcto.

Patrones de luces se deslizaron por la pared mientras otro auto pasaba.


Finalmente dije:

—Fue por Erv.

183
Noah lentamente se sentó, mirándome fijamente a través de las sombras.

—Jocey, no me estás diciendo que Erv era una persona real, ¿cierto?

184
23

La Verdad
Traducido por Areli97

Corregido por LizC

—N oah, no entres ahí —le advirtió Georgie—, porque Juliann acaba de


hacer una Ervada por todo el piso del baño.

—Gracias por la advertencia. —Noah nos miró a Jack y a mí y dijo—: Esta


gripe sigue expandiéndose, vamos a estar limpiando Erv cinco veces al
día.

Nos reímos y él no pudo entender por qué pensamos que el vómito era
divertido. Para Jack y para mí, y pronto para el resto de la Casa Seale,
mientras más repugnante fuera algo, era más Ervy.

El viscoso stroganoff de la cafetería:

—¡Ugh! Me hace querer Erv.

El moho creciendo en el refrigerador:

—¡Eso es simplemente Ervy!

Excremento de perro en la acera:

—¡Cuidado, no pises el E-r-v!

Un gato magullado con tres piernas

—Oh, mira a ese pobre pequeño Erv.

El nuevo perfume de Nessa:

—¿Alguien soltó un Erv?

***

185
Podía sentir a Noah mirándome en la oscuridad. Jack y yo nunca le
habíamos explicado nuestra broma privada.

—Pero pensaba que Erv era una palabra que se habían inventado. ¿Ahora
me estás diciendo que era el nombre de alguien?

—Sí, bueno, supongo que era nuestra manera de vengarnos del tipo que
despreciábamos.

—¿Quién?

—El novio de Melody. La razón por la que huimos.

—¿Qué pasó?

—Es una larga historia.

—Tengo tiempo.

A través de las sombras apenas podía ver la línea de su mandíbula y


mejillas. No dijo nada más, y aprecié que no me presionara.

—Antes de que viniéramos a Watertown, vivíamos a las afueras de Boston.


Nos quedamos en un diminuto apartamento y no teníamos mucho, pero
estaba bien. Me gustaban mis profesores, y también a Jack. Teníamos
algunos buenos amigos.

Una imagen mental de mi hermano de aquel entonces me vino a la


cabeza, su enmarañado cabello café y sus ojos casi demasiado grandes
para su cara. A los doce años, sus rodillas estaban siempre despellejadas.
Se podía ver muy solemne, hasta que sonreía en esa forma maliciosa suya.

—En ese entonces, Melody trabajaba de mesera. Hasta el día que tuvo
una gran pelea con su jefe. Cuando él no estaba viendo, robó dinero de la
caja registradora y se lo llevó. Nos recogió de la escuela, nos llevó a casa y
nos dijo que empacáramos rápidamente. Nunca tuvimos oportunidad de
despedirnos de nuestros amigos y profesores. O inclusive tomar las cosas de
nuestros escritorios. Luego manejó a Nueva York, sólo uno de los tantos
lugares a los que nos llevó. Cuando finalmente llegamos a Syracuse, nos
dejó a Jack y a mí con Cheryl, su prima.

—¿Cómo fue eso?

186
—No tan malo. Cheryl era soltera y trabajaba como secretaria legal.
Recuerdo que vivía cerca de la librería, cocinaba lasaña, y tenía un gato
llamado Minkie. Era amable y no le importaba tenernos con ella.
Esperábamos poder quedarnos. Mientras estaba en el trabajo nosotros
limpiábamos, pasábamos la aspiradora, y nos asegurábamos de lavar los
platos. Parecía que iba a funcionar. Pero Melody volvió por nosotros como
un búmeran indeseado. Siempre volvía. Hasta la última vez, cuando Jack y
yo teníamos catorce.

Aparté el cabello de mi frente. Hablar de mi madre siempre me enojaba.

—Melody estaba emocionada por este nuevo sujeto que conoció. Erv.
Decía cosas como: “Esperen a que conozcan a Erv. Es realmente apuesto.
Maneja un Jaguar negro y tiene acento Francés.” Dijo tonterías como esas
todo el camino hasta Gatineau, Quebec.

—¿Es la ciudad que podíamos ver desde la Torre de Paz?

—Sí. Es donde él vive. Pero antes de conocer a Erv, Melody dijo que quería
que nos viéramos lindos. Al menos esa fue la mentira que nos dijo. Siendo
niños estúpidos, le creímos. Empezó comprándonos ropas nuevas. Jack y
yo obtuvimos el mismo tipo de pantalones y camisetas. Luego me llevó a la
peluquería.

Hice una pausa, incómoda.

—¿Realmente quieres escuchar todo esto, Noah? Es un poco aburrido.

—Claro que quiero. —Su tono era amable y mostraba que sabía que la
historia era más profunda que lo que quería ir. Eso me ayudó a seguir
hablando.

—En ese entonces mi cabello me llegaba hasta la mitad de la espalda.


Sabía que estaba algo desaseado, así que al principio no me importó que
me lo recortaran. Pero entonces, mi madre le dijo al chico del salón que lo
cortara realmente corto, como el de los chicos. Traté de decir algo, pero
Melody me dio una mirada glacial. Habría golpeado mi cabeza si no me
hubiera quedado sentada allí y me callaba. El hombre me preguntó si me
parecía bien cortarlo tan corto, y sólo asentí.

Todavía podía ver las largas piezas de cabello cayendo al suelo y sentir la
tristeza de ser tan impotente.

187
—Incluso aunque quería llorar, no lo hice. Melody se sentó ahí mirando,
asintiendo y sonriendo como si fuera fantástico. “¡Qué lindo!” seguía
diciendo. Sabía que estaba mintiendo.

Me quedé viendo la oscuridad y preguntándome por qué el filoso borde


de esa memoria todavía me dolía tanto.

—Solías odiar tu cabello corto. Recuerdo que no podías esperar a que


creciera —dijo Noah.

—Por eso es que ahora lo uso largo. Como sea, después de que nos
encontramos con Jack y él vio lo que me había hecho, fingió que mi corte
de cabello se veía bien. Pero vi su primera reacción. Sólo estaba tratando
de hacerme sentir mejor.

—¿Por qué Melody cortó así tu cabello?

—Porque Erv, su nuevo hombre, estaba en libertad condicional. No tenía


permitido tener niñas pequeñas en su casa. Así que ella le dijo que tenía
niños gemelos y empezó a llamarme Josh.

Noah maldijo. Sólo entonces sentí que él la odiaba casi tanto como yo.

—Gracias —susurré, por primera vez no quejándome de las coloridas


palabras que usó para describir a mi madre.

—¿Este tipo, Erv, se dio cuenta de que eras una chica?

—No, así que supongo que una cosa buena salió de mi cabello cortado.
Excepto que creo que su libertad condicional también debió prohibirle
estar cerca de todos los niños, no sólo las niñas. Él era cruel. Nunca
habíamos visto a ninguno de sus amigos con unos ojos tan locos. —Me
detuve, recuperándome del recuerdo espinoso—. Estuvimos ahí sólo un par
de días cuando se puso furioso por comernos lo último de su cereal Kix. Erv
golpeó a Jack por toda la cocina.

—Y, por supuesto, la bruja de tu madre no hizo algo.

—Nada. Sabíamos que teníamos que marcharnos. Melody no lo iba a


dejar, y nosotros no podíamos quedarnos. Juntamos nuestras cosas y
trepamos fuera de la ventana de nuestra habitación. Nuestro plan era
volver con Cheryl, su prima. Pero sólo logramos llegar hasta la frontera,

188
donde nos detuvieron. Los oficiales Canadienses nos entregaron a las
autoridades de Nueva York.

—¿Por qué tenían pasaportes estadounidenses?

—Sí. Nos interrogaron por un rato. No teníamos ninguna intención de


decirles por qué estábamos en Canadá o que veníamos de Gatineau.
También teníamos miedo de darles el nombre de Cheryl, en caso de que
tuviera el número de teléfono de Melody. Como no pudieron hallar
ninguna información de nuestra madre, una trabajadora social vino y nos
llevó a la Casa Seale.

Miré a la oscuridad y escuché los suaves sonidos asentados de la casa.

—No importa que tan largo es mi cabello o cuanto maquillaje uso, cuando
me miro en el espejo todavía veo a Jocey con su corte de cabello
masculino. No sé si perderé esa fea parte de mí.

Noah se acercó hasta mí.

—Escúchame. Eres la persona más increíble que he conocido. Dado que


has crecido, eres aún más hermosa, sí, pero realmente no me interesa tu
apariencia. Nunca lo hizo. Es tu cabeza y tu corazón lo que siempre ha
conseguido meterse bajo mi piel como nadie más ha podido. ¿Entiendes?

Escuché la verdad en su voz. Todos los sentimientos que hace mucho tenía
por él volvieron frescos como si fuéramos niños otra vez. Estaba lo
suficientemente cerca para que pudiera ver la preocupación en sus
facciones. Noah apartó un mechón de cabello de mi cara. Sentí su
incertidumbre.

—¿Qué pasa?

—Quiero besarte.

Dejé salir una exhalación sorprendida.

—Está bien.

Deslizó su mano debajo de mi cabello hasta la base de mi cuello,


gentilmente acercándome a él. Cerré los ojos y nos besamos, cumpliendo
mi secreto anhelado desde hace cinco años. Su boca era tierna y sus
besos apasionados. Imágenes de una flameante capa de vampiro y un

189
ninja vestido de negro me vino a la mente antes de que finalmente nos
separáramos.

—Estuve esperando que hicieras eso desde que tengo doce años.

Se rió entre dientes.

—Qué bueno que no me lo dijiste antes de que te besara. Eso es mucha


presión.

—No, fue perfecto. Hazlo otra vez.

190
24

Monopoly
Traducido por Panchys

Corregido por Melo

E
l relleno de los edredones no era suficiente para hacer un lugar de
descanso cómodo. Dormí irregularmente. Un par de horas después
de la medianoche desperté de un sueño. Melody estaba llorando
por su amor perdido Calvert, y le di una bofetada. Ella se giró y corrió hacia
la oscuridad, dejándome con una vieja mujer que llevaba una cruz de
plata con la que tocó mi cabeza y mi corazón antes de desaparecer. Me
desperté justo lo suficiente para saber lo cansada que estaba, mi mente
consciente apenas saliendo a la superficie. Me giré y me dejé caer en un
sueño profundo.

La segunda vez que soñé, era un sueño dentro de un sueño. Una vez más
yo estaba en la Casa Seale, de pie en el dormitorio de las niñas,
hipnotizada por las paredes. Una pequeña Jocey acababa de despertar
de un sueño profundo. Al principio parecía que debía estar aun soñando,
porque la pared había cambiado de yeso a carne, con un lento ondular
de una serpiente gigante. Hechizada, extendí la mano y sentí su palpitante
fuerza de vida bajo mis dedos. El ritmo era lento, como el latido de un
corazón lo suficientemente grande como para pertenecer a una gran
ballena azul. El aliento de Jocelyn de doce años, quedó atrapado en sus
pulmones mientras la pared continuaba distorsionándose, tomando la
apariencia de un tumor maligno. Gritando de terror, me tambaleé
alejándome.

Despertando de una sacudida, me encontré de pie en una habitación


diferente, esta vez en la casa de la pequeña ciudad. Mi mano estaba en
contra de la pared, la cual latía bajo mis dedos. Desorientada, di un paso
atrás, mi corazón acelerado, mi cuerpo temblando de miedo. Cerré los
ojos fuertemente y me recordé a mí misma lo que el Dr. Candlar siempre

191
decía durante nuestras sesiones de terapia: las pesadillas realistas eran
simplemente la manera en que mi mente lidiaba con el miedo y el dolor
pasado. Después abrí los ojos y me acerqué de nuevo, no había nada más
que una pared normal.

Oí el grito enojado de Noah y me apresuré a bajar las escaleras. Estaba


sentado y respirando pesadamente a la luz de la mañana. Sus ojos
estaban tan furiosos que me recordaron a mi última noche en la Casa
Seale, justo antes de que escapara.

—¿Noah? ¿Estás bien?

Él negó con la cabeza y frotó las palmas de sus manos en las cuencas de
sus ojos como si tratara de despertarse. ¿Habíamos experimentado
pesadillas al mismo tiempo? Habíamos tenido tanto estrés en los últimos dos
días como para que nos dieran pesadillas y mucho más. Una vez que bajó
sus manos parecía más él, aunque su expresión todavía lucía enojada. Le
pregunté qué le pasaba.

—Soñé con Gerard poniendo esa bomba. Sonreía todo el tiempo, y yo lo


quería matar.

Su voz se llenó de ira. Noah podría ser sarcástico y enojón, pero el odio
puro era algo que rara vez había visto en él.

—No puedo culparte. —Me senté cerca.

Agarró el borde de su camisa empapada de sudor y la sacó por encima


de su cabeza, usándola para limpiar la humedad de su pecho antes de
arrojarla a un lado.

A la luz creciente podía ver claramente el contorno muscular de su torso y


brazos, lo cual sólo hizo hincapié en lo mucho que había cambiado desde
la última vez que habíamos estado juntos. El chico raro de hace cinco años
se había ido, y si yo había estado atraída por él durante esa fase
desgarbada, era mucho más difícil de resistir, ahora que era más adulto.

Noah estiró los brazos y la espalda.

—Es sólo que finalmente estaba por mi cuenta, consiguiendo algunas


cosas por mí mismo. Incluso si no parecían gran cosa. Debería haber
conseguido el seguro de inquilino, pero ¿quién piensa en eso hasta que es

192
demasiado tarde? Ahora todo se ha ido, incluyendo mi computador y
todos los accesorios de alta tecnología que había comprado.

—Es horrible.

—Sé que sólo son cosas, pero eso es casi todo lo que he tenido. Quería
hacer un hogar para mí que fuera diferente a la Casa Seale. —Me miró por
un rato—. No importa. Los dos estamos a salvo. Y por lo menos todavía
tengo mi portátil.

—Importa, Noah. Por supuesto que sí. —Me acerqué, inclinándome y


tocando su rostro de la manera en que él lo había hecho la noche
anterior, me incliné para darle un beso.

—No fue mi intención haberte preocupado —se disculpó contra mis labios,
la última de sus palabras ahogada por el beso. Un lento calor se propagó a
través de mí en respuesta a lo que su boca estaba haciendo, y mis dedos
trazaron los músculos de su pecho, mientras él me acercaba más. Nos
separamos, y me sentía nerviosa, pero feliz. Él parecía mejor también.

Aún había agua en la casa, pero estaba helada por lo que no nos
duchamos. Nos cambiamos de ropa, abrigándonos ya que el cielo estaba
nublado y el aire de la casa estaba frío. Me puse un jersey negro que
ocultaba las marcas de los dedos de estrangulamiento en la garganta.

Para cuando habíamos metido las cosas en nuestros bolsos y guardado los
edredones, había suficiente luz para leer. Nos sentamos en el suelo y
desplegamos las pistas, viendo las piezas del rompecabezas, la llave
pequeña, y la escítala. Releímos el verso sobre Hazel, y luego tomé la llave.

—Cuando vimos por primera vez esto, dijiste que se parecía a la llave de
una casilla de correo con el número tachado. ¿Qué pasa si esa pista en la
parte inferior de la escítala, dos seis nueve, es el número de una casilla de
correo?

—Mmm… Tal vez.

—Creo que debemos tratar de buscarla.

—¿Sabes cuántas pequeñas oficinas postales hay?

—Entonces vamos a empezar con la oficina principal de correos en la


Calle Arsenal.

193
—¿Por qué ahí?

—Porque eso es lo que yo haría si estuviera ocultando esta pista de ti y


Jack.

—Está bien —dijo al fin.

Llevamos todo al garaje y trasladamos nuestras cosas al Toyota modelo


antiguo del que Noah tenía la llave. Su parabrisas estaba desigual y
astillado. La pintura verde azulado también estaba oxidándose en la parte
inferior del auto, deteriorada por los años de conducción en carreteras en
invierno con costras de sal.

Al parecer, había estado inactivo durante un tiempo, ya que el motor no


quería encender. Noah le dio al arranque potencia con cables de la
batería del Jeep, y luego se metió dentro.

—¿Estás seguro de que tu amiga va a estar bien con nosotros yéndonos en


su auto?

—Sí. Ella no lo necesita en este momento, y no podemos andar en el Jeep,


porque Gerard estará buscándolo.

Afuera, el cielo era de un gris sombrío. Lo único seguro del clima de abril en
Watertown era que siempre cambiaba. El viento de ayer había dado paso
a una extraña calma, y las nubes se cernían sobre nosotros como lana
empapada.

Noah dijo:

—Vamos a desayunar primero.

—¡Qué asco! No son ni las ocho.

—No creo que hayas comido lo suficiente.

—Lo que sea. ¿Siempre fuiste tan mandón y yo solo lo olvidé?

Su expresión parecía alejarse de mí un poco. Agregué:

—Lo siento. No quise decirlo así. Sé que cuidar de mí parece la cosa más
natural para ti. En ese entonces eras sólo un niño encargándose de todo
en la Casa Seale y nos mantenías a todos en movimiento. Especialmente
en los días malos, cuando Hazel estaba realmente drogada. Fuiste mucho

194
más un padre adoptivo que ella. Es una de las razones por las que tanto te
amaba.

Tan pronto como la confesión salió, me sentí nerviosa y un poco incierta, sin
embargo, mi vergüenza se evaporó cuando Noah extendió la mano y
tomó la mía en la suya. Fue sorprendente lo reconfortante que se sentía el
tener sus dedos cálidos rodeando los míos.

Nos detuvimos en el automático de un McDonalds. Ordenó un Egg


McMuffin 16, y acordé pedir un jugo y papas fritas.

La oficina principal de correos estaba todavía cerrada, excepto por el


vestíbulo, con su pared de buzones. Salimos del Toyota y entramos,
sacando la llave del sobre. No nos llevó mucho tiempo encontrar la caja
269.

—Aquí vamos.

Introduje la llave y la di vuelta, abriendo la cajetilla. Dentro había un solo


elemento, un sobre marrón. Al abrirlo, vi un puñado de piezas de un
rompecabezas y una media hoja de papel. Fuimos a un contador cercano
repleto de material postal y una pluma encadenada. Puse las piezas del
rompecabezas abajo y abrí el papel. Leyendo a través de una lista de seis
pistas, me reí.

—Es un problema de lógica.

—Supongo que era inevitable que nos dejara uno, ya que era su favorito.
Sólo me alegro de que no esté encriptado.

—Escucha las explicaciones: “Cinco jugadores están involucrados en un


desempate de muerte súbita en el Monopoly de la Casa Seale. Ellos son:
Jack, Jocelyn, Noah, Beth, y Hazel. Cada jugador está representado en la
pizarra por un símbolo diferente: el candelabro, el cuchillo, el revólver, el
veneno y el tubo de plomo”

—Espera un minuto. Esos son los símbolos del Clue, no del Monopoly.

—Entonces Jack cambió las reglas; déjame terminar: “En la última ronda
cada jugador recibe una última tirada de los dados para ver dónde van a

16 Egg McMuffin: Hamburguesa que en lugar de llevar carne, lleva huevo.

195
parar. ¿Puedes averiguar dónde parará cada uno? —Di vuelta al papel—.
Aquí está la lista de pistas.

Él miró hacia ellas también, y leímos en silencio.

1. Los cinco jugadores son: aquel con el veneno, aquel que aterrizó en la
Avenida Oriental, Jocelyn, la persona con el tubo de plomo, y el jugador
que terminó en los Jardines Marvin.

2. El jugador con el candelabro nunca cayó en la Cárcel o en la Avenida


Oriental, mientras que el del revólver se atascó en la plaza Chance.

3. Jack y Noah no tocarían el veneno.

4. Beth prefiere la oscuridad, por lo que no usaría el candelabro. Ella no fue


al Park Place.

5. Noah nunca visitó la Avenida Oriental.

6. Jack sacó la tarjeta que decía: Ir directamente a la cárcel. No pases por


Salida.

Dije:

—Mira esa última pista. ¿Jack se esconde porque tiene miedo de ser
arrestado?

—No sé, pero eso explicaría muchas cosas.

—¿Qué pudo haber pasado? Mi hermano nunca ha hecho nada para


romper la ley.

—No que sepamos.

—Oye, te estoy diciendo que no lo haría.

Sobre el mostrador había un tablón de anuncios con información de


correos y otros documentos. Arranqué una hoja, le di la vuelta y tomé la
pluma encadenada al mostrador. Para solucionarlo, tuve que dibujar un
gráfico con las pistas.

196
Eché un vistazo a las piezas del rompecabezas.

—Parece que no hay suficiente para terminar esto. ¿Por qué no ves si
pueden encajar?

Noah sacó la bolsa de plástico del primer sobre y tiró el resto de las piezas
en el mostrador. Ambos trabajamos en silencio por un rato, y yo me
enfrasqué en las pistas mientras el jugador de Jack fue a la Cárcel y mi
personaje terminó atrapado en la plaza Chance17. Eso encajaba, ya que
tanto en mi vida parecía haber sucedido por casualidad.

—Arriba —dijo Noah mientras una persona se acercó a la puerta. Vimos a


un hombre mayor con una gorra roja de camionero entrar en el vestíbulo y
encaminarse a su cajetilla postal. Aliviada de que no fuera Gerard, seguí
trabajando.

—¿Cómo va eso?

—Un minuto más. —Le puse una cruz a los recuadros en mi cuadrícula y
marqué círculos en las casillas correctas—. Ten, terminé. De acuerdo con

17 Chance: al español “Casualidad" entre otros significados; de ahí al comentario que le


sigue.

197
esto, Beth termina en la Avenida Oriental con el cuchillo. Eso no es una
sorpresa, ¿verdad? Y yo tengo el revólver.

—Lo tendrías, ¿verdad? —Ambos recordamos lo que sucedió la noche que


me escapé—. Parece que estoy en los Jardines Marvin. Eso es inteligente.

—¿Por qué?

—El hombre Zachary Saulto trabaja para Sam Marvin. Él es el fundador de


la ISI. ¿Jack no mencionó su nombre?

—Sí, pero no hice esa conexión hasta que lo señalaste.

Hicimos una pausa, mirando pasar al hombre mayor con un manojo de


correo. Él asintió hacia nosotros y salió por la puerta. Me volví a la
cuadrícula.

—Tienes el candelabro, pero Hazel tiene el veneno, el cual, la tercera pista


dice que tú y Jack se niegan a tocar.

—Drogas.

Asentí con la cabeza.

—Solías decir: “¿Por qué se envenena con esa hierba mala y ese polvo?”

Su adicción a la marihuana y a la cocaína nos convirtió en chicos en


contra de las drogas, más de lo que cualquier otro programa de la escuela
jamás podría.

—Noah, ¿qué pasa con esa otra pista? “Cizaña de hazel, malas hierbas
que apestan…” ¿Crees que Jack se refería a sus caladas?

—Probablemente, aunque ¿qué tiene que ver eso con la búsqueda de


Jack? Mira estas piezas de rompecabezas. Todas sus pistas y todavía no
estamos allí.

El rompecabezas estaba casi en conjunto, las piezas del borde terminadas


para formar un marco que todavía tenía un agujero en él. La foto en
blanco y negro mostraba un pequeño edificio, de aspecto sórdido con
ventanas estrechas y una puerta de madera. Más cerca de la cima,
donde debería estar el nombre de una tienda, faltaban cuatro piezas.

—¿Has visto este lugar antes? —pregunté.

198
—Tal vez. No puedo estar seguro. Hay docenas de tiendas de mala muerte
como esa en los sectores más antiguos de la ciudad. Podríamos ir en busca
de ella, supongo. Excepto que no sé cuánto tiempo tomaría.

—Demasiado tiempo, y no nos queda mucho. —Me volví hacia el


problema de lógica—. Siento que tenemos que llegar al final pronto. Sé
que Jack no nos ha dejado este problema de lógica como una biografía
acerca de nosotros mismos. Creo que él quiere que encontremos a Hazel.
¿Por qué más nos daría la pista escítala acerca de ella? Y puesto que el
problema de lógica pone a Hazel en el Park Place, tenemos que averiguar
dónde está eso.

Había una guía telefónica en el mostrador de al lado y la agarré, hojeando


hasta que llegué a la lista de empresas que comienzan con la palabra
“Park”. Hubo varias. Desplazándome hacia abajo puse mi dedo en el
“Instituto de Vida Asistida Park Place” y miré hacia arriba.

—¿Cuántos años crees que tiene Hazel? ¿No estaba ya en los mediados
de los cincuenta, cuando Jack y yo estuvimos allí? ¿Así que tiene tal vez
sesenta? Aquí podría ser donde está.

—Sesenta solo suena viejo. No es como tener ochenta.

—Pero la única otra empresa Park Place en esta lista es un corredor de


hipoteca. —Anoté las direcciones de ambos—. Si ella no está en el centro
de vida asistida, luego lo intentamos con el otro.

Noah sacudió la cabeza.

—Yo no voy a buscarla.

Sorprendida, lo miré fijamente. Por su expresión retirada estaba claro que


hablaba en serio.

—¿Por qué?

—No quiero, eso es todo.

—¡No, eso no es todo! No podemos retirarnos ahora sólo porque no quieres


ver a Hazel de nuevo. Tú eres el que dijo que tenemos que seguir adelante
para alejarnos de Gerard.

199
—Sí, bueno, ahora estoy más que dispuesto a reunirme con él. Preferiría
una lucha abierta a todo este recorrido.

—Pero Gerard no luchará justo. Ya lo sabes. —Recogí las pistas y las piezas
del rompecabezas, poniéndolas en el sobre. Después me dirigí a la puerta.

—¿Adónde vas? —preguntó Noah.

—¿Adónde más? A ese instituto Park Place, ya que no está tan lejos de
aquí.

Él me atrapó del brazo, girándome.

—¿Por qué siempre eres tan terca?

—¿Por qué tienes miedo de enfrentarte a una anciana que no puede


hacerte daño nunca más?

—No es eso.

—Entonces llévame allí.

—No.

—¡Muy bien! —Pasé por la puerta de vidrio y salí pisoteando al exterior. Lo


único que sabía acerca de Noah era que si él decía que no iba a hacer
algo, lo decía en serio. No había ninguna razón para perder el tiempo
argumentando. Toda la exasperación que había conocido cuando era
una niña regresó. Echando humo, maldije su carácter obstinado.
Finalmente nos habíamos acercado, ¿por qué tenía que volverse
miedoso?

Me fui caminando. Justo en ese momento sentí una punzada dolorosa en


mi brazo, distrayéndome de mis furiosos pensamientos. Desaceleré y tiré de
la manga de mi camisa negra. La subí y me quedé mirando la marca de
mordedura en el brazo. Pequeñas gotas de sangre rezumaban en la
superficie. Las marcas se vieron más profundas y magulladas que nunca.
Pasé mis dedos a través de la herida e hice una mueca a la fina capa de
sangre que teñía mis dedos. ¿No deberían estar las marcas de los dientes
curadas para ahora en lugar de empeorar? ¿Y por qué estaba
empezando a doler otra vez?

200
En el cielo, las nubes grises se tornaban gruesas. Oí el rumor lejano de un
trueno, sentí la presión en el aire empapado. Una sensación de pánico me
atravesó, al igual que cuando estaba en el ascensor de la Torre de la Paz.
Parecía como si toda esperanza estaba siendo succionada hacia un túnel
negro, amenazando con llevarme con ella. Quizá Noah estaba en lo
cierto, queriendo poner fin a nuestra búsqueda. ¿Qué bien podría provenir
de Jack conduciéndonos de nuevo a la mujer que había odiado tanto,
secundando a Melody?

Tiré de la manga hacia abajo y me obligué a seguir caminando mientras el


Toyota me alcanzaba. Noah bajó la ventanilla.

—Métete en el auto.

—No.

Soltó una lista de maldiciones. Me di la vuelta, con las manos en las


caderas, y traté de ignorar el dolor en mi brazo. No dije nada.

—¡Eres un real dolor…! —soltó finalmente.

—¿Y tú no?

Podía verlo tratando de controlar su ira.

—¡Está bien! Te llevaré a ver a Hazel. Sólo entra al maldito auto, ¿ya?

Subí y cerré la puerta de golpe, cuando un trueno retumbó en el cielo.


Hubo un fuerte chasquido y el parabrisas comenzó a resquebrajarse.
Ambos quedamos boquiabiertos por la línea que rápidamente hacía su
camino desde el gran agujero en la esquina superior. Corrió a través del
cristal en una inclinación hacia abajo.

—¿Qué demonios? —dijo Noah.

Vimos a la grieta formar su propia imagen de rayos. Bifurcándose y luego


finalmente terminando. Justo en ese momento lo misterioso se hizo
divertido y empecé a reír.

Noah giró lentamente la cabeza para mirarme y me encogí de hombros.

—¡No me mires! No cerré la puerta tan fuerte. Tal vez sea todo por la
presión baja.

201
—Claro.

—Odio cuando eres sarcástico.

Puso el auto en marcha y manejó, todavía estudiando la grieta.

—Supongo que estaba por dañarse.

—Sí, estaba quebradizo. Sólo espero que tu novia, la dueña de esta


chatarra, no se moleste.

—No es mi novia.

En el momento en que llegamos al “Instituto de Vida Asistida Park Place,”


los dos estábamos menos irritados. Era la misma tácita tregua que a
menudo habíamos alcanzado cuando éramos niños después de una
pelea.

El edificio de un piso de ladrillo blanco tenía un voladizo que sobresalía y


una calzada circular. Después de estacionar entramos por las puertas
corredizas de vidrio. Fui a la oficina de información y pregunté dónde
podríamos encontrar a Hazel Frey. El hombre canoso sentado buscó el
nombre y luego dijo que estaba en el ala de los enfermos de Alzheimer. Él
nos dio direcciones por un pasillo decorado con acuarelas agradables.

Así que Hazel tenía Alzheimer. Sabiendo eso acerca de alguien más habría
sentido lástima, pero era difícil exprimir una gota de compasión por alguien
que había sido tan cruel.

Encontramos la habitación y la puerta estaba abierta. No había nadie


dentro.

—Ella no está aquí —dijo Noah.

Me acerqué y él me siguió. La habitación tenía papel tapiz de color crema


y una gran ventana que daba a una vista de pastos. Había una cama,
una silla cómoda, una mesa y un televisor en un soporte. Un edredón en
tonos azul y verde doblado a los pies de la cama, y en la pared había tres
pequeñas fotos que alguna vez habían estado colgando en la habitación
principal de la Casa Seale.

—Vámonos —dijo Noah.

202
—Un momento, ¿de acuerdo? —Miré a un tablero de corcho enmarcado
que tenía algunos papeles y una tarjeta pegada en él, y luego presté más
atención a los estantes. En uno había varias baratijas que estuvieron
encima de la mesa —ahora en ruinas— que había visto en la habitación
del segundo piso en la Casa Seale. El otro estante tenía tres fotografías
enmarcadas, lo cual realmente llamó mi atención. La primera era de Hazel
como una mujer joven, el parecido seguía ahí, aunque su sonrisa lucia
fuera de lugar. Otra era de ella como de cuarenta años, sentada en una
silla con un bebé. El tercero era de un niño pequeño con un mono.

—¿Qué estás haciendo en mi habitación? —susurró una voz ronca detrás


de nosotros.

Nos dimos la vuelta. Había una mujer en silla de ruedas. Todavía tenía el
mismo peinado en casco, pero ahora era más gris. Su cara estaba
demacrada, su cuerpo más en forma de pera que nunca. Sin embargo, no
había duda de aquellos ojos fríos, mientras se reducían en acusación.

La ayudante de enfermera que empujaba la silla de ruedas nos sonrió.


Tenía una cara redonda, amable y una extraña expresión, en total
contraste con la de su paciente.

—Mira, Hazel, tienes visita. —Su voz fue alegre cuando asintió con la
cabeza y preguntó—: ¿Cómo estás, Noah?

Arrastrando mi mirada de la expresión malhumorada de Hazel, me volví


hacia él, sorprendida. ¿Esta mujer lo conocía?

Hazel negó con la cabeza en señal de protesta.

—¡Fuera de mi habitación!

—Déjate de eso —advirtió la ayudante con voz firme—. Es tu hijo.

203
25

La Historia de Noah
Traducido por Zeth

Corregido por Melo

E
ra la tercera semana de octubre. El cielo era de un azul intenso y
estaba despejado, y el viento llevaba con él, el frio beso del otoño.
Se agitaban las hojas que cubrían el suelo forestal, susurrando como
si fuesen papel quebradizo. Me dirigí hacia adelante, asegurándome de
que mis pasos no pudiesen ser escuchados, mientras aspiraba el olor. El
polvoriento aroma de hojas muriendo era una de mis esencias favoritas,
seguida de la lluvia y las palomitas. Examiné los troncos de los arboles
oscuros, buscando a Noah y Jack.

Era un sábado después de las tareas, los tres estábamos jugando un


perverso juego de escondite entre los arboles detrás de la Casa Seale. Yo
era quien buscaba y me aseguraba de revisar por arriba y detrás de las
ramas cubiertas de hongos. Mirando a través de los árboles, supe que el
brillo de azul oscuro justo un poco más allá era la chaqueta de Noah. Me
moví rápido, bordeé el tronco de un árbol podrido, y me agaché debajo
de un tronco. Se dirigía directo a mí; me quedé agachada esperando.
Tendiendo la trampa, me reí ante la idea de su cara de sorpresa cuando
apareciera y lo agarrara.

Mis pensamientos de repente se desviaron por el extraño presentimiento


de que alguien se estaba acercando desde atrás. Empecé a girarme
cuando un objeto como una cadena pasó destellando frente a mis ojos y
siguió hacia abajo. Un alambre apretó mi garganta con una sorprendente
velocidad y un chillido asustado se me escapó. Lo tomé, demasiado tarde
para poner mis dedos entre el alambre y mi piel. Apretó más. Mis brazos se
agitaban con desesperación mientras se cortaba mi respiración. Traté de
pegarle a la persona detrás de mí pero no logré alcanzarla. El golpeteo de
la sangre llenó mis oídos. Me impulsé en mis pies con toda mi fuerza. Y eso

204
alzó a mi atacante del piso, el dolor era insoportable mientras el alambre
cortaba mi piel. Sin embargo, él no me soltó y una oscuridad mareante me
envolvió.

Incapaz de sostener su peso, caí en mis rodillas. Mi cabeza zumbaba y la


sangre tronaba en mis oídos. Estaba cayendo en la inconsciencia cuando
el chico detrás de mi gritó de dolor y el alambre se soltó. Aire entró por mi
tráquea, pero no lo suficientemente rápido para evitar que me
desmayara.

En un lugar extraño al que llegué al desmayarme, tuve un sueño breve


pero muy real, de una capa de seda negra revoloteando lentamente
sobre mí como una hoja grande. Mi conciencia regresó y abrí mis ojos.
Mientras Jack se inclinaba sobre mí, hablándome, mis oídos todavía
zumbaban tanto que no podía entenderlo. Era como si hablase un idioma
extranjero. Por encima de mí, las ramas de los árboles estaban respaldadas
por el cielo azul, y una sola hoja revoloteaba en una rama. Esperaba que
se desprendiera y volara a la deriva, convirtiéndose en una capa negra.

—¡Noah! —gritó Jack, su voz cercana a un sollozo como jamás la había


escuchado—. ¡Déjalo y ven para acá!

Pronto Noah también se inclinaba sobre mí, hablando en su hermosa voz


baja, aún cuando las palabras parecían en su mayoría confusas. Alcé la
mirada a los dos chicos que amaba más que a nadie y entonces empecé
a llorar. Después de yacer ahí recostada por algunos minutos, mi mente
finalmente fue capaz de entender lo que estaban diciendo y mi fuerza
regresó. Me ayudaron a sentarme. Mientras el mareo pasaba, miré a mi
alrededor y vi a mi atacante. La cara de Corner Boy era un desastre: su
nariz goteaba sangre. Se puso de pie y me miró con odio. Noah saltó,
golpeándolo tan fuerte que el chico se dobló.

—No —dije en una voz áspera—. Ya rompieron su nariz.

Noah se giró.

—Nosotros no. Tú lo hiciste.

Empecé a agitar mi cabeza luego me detuve cuando ésta empezó a


resonar aún más fuerte.

—Él estaba detrás de mí y no lo podía alcanzar.

205
—Nosotros lo vimos y empezamos a correr. Pensé que no te alcanzaríamos
a tiempo. Luego su nariz empezó a sangrar y él te soltó.

—Quizás le disté un cabezazo y no lo supiste —añadió Jack. Claramente


agitado, levantó un garrote de fabricación cacera y un alambre delgado
unido a dos palos—. Trató de matarte, Jocey.

Miré la forma inerte de Corner Boy y su camisa manchada de sangre.

—¿Entiendes? —me preguntó Noah.

—Sí, eso creo.

De alguna manera los tres regresamos a la Casa Seale con Corner Boy a
cuestas. Hazel estaba rebanando remolacha en la cocina cuando
entramos y Noah explicó lo que pasó. Luego él tomó el teléfono y se lo
tendió.

—Llama a su trabajador social y has que lo saquen de aquí.

Estaba sorprendida por su exigencia audaz y por el hecho de que Hazel no


se enojara con él. Lo que hizo, sin embargo, fue negar con su cabeza.

—Tiene que quedarse. —Hazel se volvió y estudió con frialdad a Conner—.


Baja al sótano. Te quedarás ahí por el resto del fin de semana. Y sin
comida, también.

Él le dirigió una lenta y enfermiza sonrisa.

—Buenísimo. Me gusta ahí abajo.

Sabíamos que estaba mintiendo por la manera en que sus ojos miraron de
un lado a otro como un insecto corriendo frenéticamente entre dos
rincones oscuros. Pero él bajo las escaleras y cerró la puerta tras él. Ella la
aseguró y apagó la luz justo cuando Noah la enfrentó.

—¡No es suficiente, Hazel! —Su voz era firme, sus ojos serios—. Conner es
peligroso. No es como los otros chicos que están tan asustados que hacen
lo que sea para no quedarse en el sótano. Ningún castigo será lo
suficientemente fuerte para hacerlo preocuparse. Especialmente si ese es
el único castigo que obtiene por tratar de matar a Jocey.

Hazel apenas me miró.

206
—Ella puede cuidarse sola.

Una nota de desesperación se arrastró por la voz de Noah.

—Por una vez, ¿no puedes hacer esto bien?

Ella cruzó sus brazos sobre su flácido estómago.

—Jovencito, ¡no te atrevas a hablarme de esa manera! No tienes idea de


cuánto he sacrificado por ti.

Hazel se giró y subió a pisotones a su habitación privada.

La observamos irse, y Noah la miró fijamente con frío resentimiento. Jack


puso una mano sobre su hombro.

—Estás malgastando tu aliento.

—Sigo esperando a que ella cambie, y empiece a cuidarnos en lugar de


preocuparse por las drogas.

Le dije:

—Nunca lo hará.

Me había aferrado a la misma clase de esperanza con Melody hasta que


el accidente con Erv nos obligó a huir.

***

Hice mi camino a través de las puertas de cristal del centro de cuidado


hacia el exterior, donde tomé grande bocanadas de aire. Corriendo a
través del césped, me dirigí hacia un banco debajo de un árbol y me dejé
caer. Lo que acababa de saber encajó más claramente que cualquier
pista de rompecabezas que Jack hubiese dejado hasta el momento. Por
primera vez, finalmente, entendí mucho sobre el joven chico vampiro que
me había intrigado y desconcertado. Todo lo que había hecho en la Casa
Seale ahora tenía sentido.

Alcé la mirada. Noah estaba caminando a través del césped.

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunté.

Se sentó en la banca de una manera en la que lucía derrotado.

207
—La mayoría del tiempo ella no recuerda quien soy. No conté con que esa
enfermera diría algo.

—A eso no es a lo que me refiero. ¡Todas las horas que pasamos juntos


cuando éramos niños y nunca dijiste una palabra!

—¿Por qué les diría que Hazel era mi madre, cuando ambos la odiaban?
No era estúpido.

—Jack y yo siempre asumimos que llegaste a la Casa Seale como el resto


de nosotros, ¡pero no fue así! Esas fotografías del niño pequeño y el bebé
que ella sostenía… ¿eran tuyas?

—Sí.

Analicé su rostro para encontrar un parecido con las fotos que había visto.
Era ligero.

—Hace un par de noches, ¿por qué mentiste cuando te pregunté cómo


terminaste en la Casa Seale?

Se inclinó hacia adelante y apoyó sus antebrazos en sus rodillas,


entrelazando sus dedos.

—No mentí, te dije que mi madre era una drogadicta que quedó
embarazada de su proveedor de drogas y que nunca me quiso en
realidad.

—Pero ella es tan vieja.

—Sí, ¿y? Estaba en sus cuarentas cuando pasó, y demasiado drogada


para darse cuenta hasta que fue demasiado tarde. No entiendo por qué
no nací con daño cerebral.

—¿Cómo obtuvo la Casa Seale?

—Creció allí. Su madre murió cuando era pequeña y su padre la crió. Él era
malvado. Pudo haber parecido de carácter fuerte, pero siempre estaba
débil y asustada… atrapada, supongo. Ella cuidó del desagradable viejo
por años hasta que éste murió. Tomando drogas era como lidiaba con él.

—¿Y? ¿Quién no tuvo una vida difícil? Al menos ella tuvo un hogar.
Además, cuando te estaba contado sobre el pasado de Melody, dijiste

208
que no tenías simpatía por las personas que justifican su mal
comportamiento con una mala niñez.

Él se enderezó, y me miró con esos impenetrables ojos marrones.

—No estoy creando excusas para ella, Jocelyn. Simplemente estoy


explicándote.

—¿Cómo terminó encargándose de niños huérfanos?

—Tenía cerca de siete años. Su dinero de la herencia se había convertido


en humo, literalmente. Todo lo que le quedaba era la casa. Era un lugar
grande, así que alguien le sugirió que lo usara como hogar de adopción.

—Ese fue un día feliz.

—¿Lo fue?

—Todo este tiempo pensé en ti como un héroe. Soportándola por nosotros


y actuando tan valientemente. Pero simplemente eras su mandadero.

Él miró a lo lejos.

—No es justo, Jocelyn. Era un chico tratando de sobrevivir, al igual que el


resto de ustedes.

Recordé esa primera noche cuando Noah bajó al sótano para decirnos a
Jack y a mí donde estaban las mantas y la linterna. Jack y yo creímos que
era simplemente otro chico huérfano que había aprendido a sobrevivir en
el sistema. No nos dimos cuenta cuánto más había en su historia.

—Supongo que estás en lo correcto. Debe de haber sido difícil hacer ese
balance constante de mantener a todos en línea. Cuidabas de ella y
llevabas la casa, también.

—La peor parte era ver como todos los niños la odiaban. Estaba asustado
de que también me odiasen, si se enteraban. Cuando era pequeño, Hazel
y yo aprendimos por las malas como sería. Los primeros niños huérfanos me
dieron una paliza para vengarse de ella. Así que después de tomar a otro
grupo de niños, ella decidió hacer que pareciera que yo era simplemente
otro chico en la casa. No tenía mi propia habitación, y la llamaba Hazel,
de la manera en que todos lo hacían. Nadie supo que yo era su hijo ya

209
que no nos parecíamos. Y ella me había dado el nombre de soltera de su
madre, Collier, como apellido. Así fue que me convertí en Noah Collier.

—¿Cómo te hizo sentir eso? ¿Tener a Hazel negando que tú fueras su hijo?

—Era una táctica de supervivencia, es todo.

—Vamos, Noah. Fui criada por una madre que no me quería tampoco,
¿recuerdas?

Se tomó un momento para responder.

—A veces me pregunto cómo habría sido si ella me hubiese dejado ser su


hijo. Esperaba que tal vez en ese entonces ella cuidara de mí, de la forma
en la que las madres reales lo hacen. Pero incluso después de que todos
esos huérfanos se fueron, ella siguió siendo igual.

Su triste expresión me recordó a mí cuando secretamente esperaba que


Melody algún día me amase de la manera en que amaba a Jack. Esa
clase de sueños desesperados eran siempre los deseos de los niños
indeseados.

—¿Qué le pasó a Hazel para que terminara así?

—Tuvo un derrame cerebral hace un par de años atrás. Luego el Alzheimer,


y en serio empezó a irse a pique. Todo su pasado consumiendo drogas no
ayudó tampoco.

—Ella es la razón por la que no te mudaste de Watertown —dije con un


repentino entendimiento—. ¿Cómo puedes seguir leal hacia ella cuando
fue una muy terrible madre?

—Supongo, que soy un perdedor en ese sentido. Después de todo, sigo


juntándome contigo después de lo que hiciste.

Se puso de pie, bajó la mirada hacia mí con una expresión que no pude
descifrar.

—Entonces, ¿ya hemos terminado con toda esta mierda? Tenemos que
resolver por qué Jack nos hizo venir hasta aquí.

Empezó a lloviznar, endulzándose el olor del aire húmedo. Lo último que


quería hacer era ver de nuevo a Hazel. ¿Por qué había estado tan

210
decidida en encontrarla en primer lugar? Había muchos sentimientos sin
resolver en mi interior, pero también sabía que hasta que encontrara a
Jack, la mayoría de ellos necesitaban ser dejados de lado. Cuando
finalmente viera a mi hermano, tendría algunas duras preguntas que
responder acerca de traernos aquí.

—De acuerdo —dije finalmente, poniéndome de pie.

Regresamos al edificio, y me armé de valor para hacer frente a la anciana


una vez más.

211
26

La Clave Cifrada
Traducido por Viktoriak

Corregido por Melo

H
azel se había trasladado de la silla de ruedas a un sillón frente a la
televisión, donde se inclinaba hacia adelante con el control remoto
entre los dedos. El sonido de la televisión era bajo. Sus ojos estaban
absortos en la pantalla, mientras pasaba de canal con rapidez en un
borroso lío de imágenes de telenovelas, programas, concursos e
infomerciales.

Noah arrimó la otra silla y tomó el control remoto, el cual ella enseguida le
arrancó de las manos.

—Hazel —dijo él con voz suave—, ¿por qué no apagas eso para que
podamos hablar?

Ella sacudió la cabeza, moviendo el casco de cabello gris piedra, sus ojos
todavía pegados a la pantalla, con los canales saltando de uno en uno
velozmente. A pesar de todo su deterioro, tanto físico como mental,
todavía tenía el fuerte deseo de darle un puñetazo. En su lugar, le dije:

—¿No puedes intentar al menos una vez en tu vida ser amable con Noah?

Ella me dio una rápida mirada.

—¡Tú eres aquella chica tan mala! Tú cerraste la puerta, ¿no es así?

Me negué a dar marcha atrás, en cambio, me le quedé mirando con frío


disgusto.

—¿Por qué no dejas que yo me ocupe de esto? —dijo Noah.

212
Me indicó con una mirada que debía comenzar a buscar en la habitación.
Me moví fuera de la línea de visión de Hazel, y sus ojos se deslizaron de
vuelta a la pantalla de la televisión. Noah intentó de nuevo.

—Hazel, ¿te acuerdas de mi amigo Jack?

Ella no respondió.

—¿Vino Jack a visitarte?

—Jack el de la Caja de la comida por combo —dijo Hazel, deteniéndose


en un anuncio publicitario de comida rápida.

—¿Recuerdas lo inteligente que era Jack? Siempre sacaba buenas


calificaciones en la escuela y me ayudaba a palear la acera. Hacíamos
esas galletas de chocolate que tanto te gustaban.

No hubo respuesta.

Mientras Noah intentaba pacientemente darle un empujón a la memoria


de Hazel, yo comencé a buscar alrededor de la habitación. Empecé con
la pequeña pizarra de corcho, la cual tenía algunos papeles y una tarjeta
clavados en ella. Ninguno de ellos eran pistas, y la tarjeta de cumpleaños
era de su agente de seguros. Hazel no era con exactitud una de esas
ancianas agradables que recibían algo más de atención que no fueran las
pagadas a los trabajadores del centro de cuidado.

Les di otra mirada a las fotografías tomando nota de los detalles de Noah
como bebé y como niño. Aquello me tocó con una extraña melancolía.
Me sentía irritada con Jack, debido a que habría estado feliz de haber
vivido siempre sin saber la verdad acerca de Hazel y Noah.

Después de escanear los adornos sobre las estanterías y el tocador,


silenciosamente abrí uno de los cajones. Buscar a través de los objetos
personales de Hazel era desagradable, pero como Noah no estaba
haciendo ningún progreso con sus preguntas, seguí adelante. No había
mucho en los dos primeros cajones. Abriendo el tercero, busqué debajo de
varios pantalones de señora. En la parte posterior del cajón encontré una
pequeña caja de cuero negro. Abrí la tapa. En el interior, incrustado en un
revestimiento de espuma, había un cuchillo de acero pulido con un trozo
de papel de color rojo envuelto alrededor del mango.

213
—¡Ladrona! —gritó Hazel de una forma tan familiar que me sobresalté. Me
di la vuelta, y la vi mirándome con ojos furiosos—. ¡Aléjate de ahí!

—Cálmate, Hazel —dijo Noah—. Yo me haré cargo.

Ella me arrojó el control remoto. Me agaché y pasó zumbándome por un


lado para estrellarse contra la pared. Cayó al suelo, abriéndose, y las
baterías dispersándose.

Noah la tomó de la muñeca y apagó la ruidosa televisión.

—¡Eso no fue amable! Si no puedes ser amable entonces les diré a las
enfermeras que no puedes recibir esta noche tu medicación.

Hazel se hundió en el asiento de manera hosca.

—Pero estaba escarbando en mi cajón y se iba a llevar mis pantalones.

—No, es demasiado alta para usar tus pantalones. —Me miró mientras
cerraba el estuche y lo escondía detrás de mi espalda—. ¿Te ibas a llevar
sus pantalones? —Negué con la cabeza y él se giró de vuelta hacia
Hazel—. No, ¿ves? Ella está dejando tus pantalones justo donde estaban.

Pero el rostro de Hazel se había quebrado con una expresión llorosa.

—Ahora mi televisión está rota.

Noah vino y recogió el control remoto y sus baterías, poniendo todo junto
de nuevo.

—Toma —le dijo, entregándoselo. Ella lo encendió, y comenzó a cambiar


de canal antes de que siquiera comenzara a verse cualquier imagen.

Él me miró y asentí, deslizándome alrededor de la cama y dirigiéndome


hacia la puerta. Noah comenzó a seguirme cuando la mano de Hazel salió
disparada. Los dedos de ella le tomaron de la muñeca y se miraron el uno
al otro.

—Lo hice todo por ti, Noah. Di todo por ti. —Su voz ya no era débil o
quejumbrosa, y su mirada estaba despejada cuando lo miró.

—Lo sé —dijo él en voz baja.

214
Unos segundos más tarde volvió su atención a la televisión y comenzó a
pulsar el control remoto tan rápido que las imágenes y el sonido se
convirtieron en un borrón ilegible. Salimos de la habitación.

En el exterior, el pavimento estaba mojado debido al estallido de una lluvia


de corta duración, aunque ahora, el sol se asomaba. Me sentía inquieta, y
no sólo debido a todo lo que había descubierto acerca de Noah y Hazel,
sino también por verla como una persona indefensa. Durante mi estadía en
la Casa Seale, ella había sido una enemiga a la que había llegado a odiar,
y el paso de los años sólo había conseguido incrementar mi odio hacia
ella. Ahora que Hazel era algo como un lamentable desastre, un poco de
la energía de mi resentimiento disminuyó. No estaba del todo segura
acerca de cómo me sentía al respecto. En cierto modo, era como
desinflarse, como en la escena del final de la trilogía Star Wars cuando la
máscara de Darth Vader le fue removida y no era más que un viejo que ni
siquiera se veía peligroso.

Una vez dentro del auto, abrí el pequeño estuche. Saqué el cuchillo y
desenrollé tres tiras de papel de color rojo alrededor del mango.

—Hazel nunca ha poseído nada como eso —dijo Noah—. Jack debe
haberlo puesto ahí.

—Estoy de acuerdo. Además contiene éstas pistas, así que sabemos que es
de él. Lo que significa que estuvo en la habitación de Hazel no hace
mucho.

—O bien estaba dormida o no se acuerda de haberlo visto.

—O no quiso decirnos. Mira estas tiras de papel.

Noah y yo las estudiamos. La primera estaba cubierta con letras impresas,


la segunda con una serie de números romanos. La tercera estaba en
blanco.

—Aquella parece una clave de sustitución simple —dijo él.

Examiné los grupos de letras.

—Tienes razón. Hay un montón de G, las que probablemente sean letras T o


E. Supongo que las dobles Z sustituyen una S o una L.

215
Tomé un lápiz, volviendo a copiar las letras en mi bloc de notas. Entonces
comencé a sustituir las letras para resolver el código.

EXTROL KXH XOOHZOL FTZZ ZOKH GI HOKGU

GNCLG ZOKLG GNCLG BILG ICN KXYNA MOGU

Tomando la tira de papel roja que estaba en blanco, Noah se volvió a la


claridad.

—Esta tiene un tipo de sello que no puedo leer, sin embargo, estoy seguro
de que tú lo podrás hacer. —Y entonces me la tiró de vuelta.

—¿Qué pasa?

—Todo. Todas estas pistas son sólo un montón de cosas de niños. ¿Y para
qué se molestaría él en venir a la habitación de Hazel a esconder ese
cuchillo?

—No lo sé, pero estoy segura de que nos lo va a decir cuando lo


encontremos.

—¿Te has parado a pensar que Jack podría estar haciendo todo esto
porque ha tenido algún tipo de desequilibrio mental?

—No digas eso.

—Escucha a la razón, ¿quieres? Nada de lo que está haciendo parece


normal… al menos no para mí.

—Estás molesto porque nos llevó a Hazel y me enteré de la verdad.

—No —dijo arrastrando las palabras con molestia—. Porque en este


momento no me importa realmente lo que pienses.

Fuimos interrumpidos por su teléfono celular. Lo miró y en seguida contestó.

—Hola, Don, ¿qué pasa?

Después de unos segundos de hablar con su amigo detective, él frunció el


ceño.

216
—Ah, eso. Sí, lo sé. Iba a hacerme cargo… —El ceño de Noah se
profundizó—. ¿Pero tengo que hacerlo en este momento?

Pude oír el confuso zumbido de la voz del detective interrumpiéndolo.


Noah dijo:

—Sí, señor. Muy bien, estaré allí en un minuto.

Terminando la llamada, contuvo una muy mala palabra.

—¿Qué pasa?

—¡A veces Don puede ser tan molesto! Tengo que ir a la corte.

—¿Por qué?

—Introdujo mi nombre en el sistema y se enteró de que tengo una multa sin


pagar por exceso de velocidad. Es algo como un retraso.

—¿Cuánto retraso?

—Bastante. Dice que debido a la investigación de lo sucedido en mi casa,


tengo que aclararlo ahora mismo.

Puso en marcha el motor. Mientras conducíamos, mis pensamientos


volvieron a la conversación en el banquillo.

—Noah, siento lo que dije allá, acerca de que eras el mandadero de


Hazel. El hecho es que, probablemente de todos, fuiste tú quién tuvo la
parte más dura.

Él sólo hizo un gesto brusco con la cabeza, pero fue suficiente para
hacerme sentir aliviada de haber arreglado las cosas. Tomé el cuchillo y le
di la vuelta. Lo examiné centímetro a centímetro. Pero no encontré nada a
excepción de una hoja de buena calidad con el nombre de la marca
Cold Steel grabado en el mango. Poniéndolo de nuevo en el estuche,
tomé la pista con los números romanos y conté la cantidad de números en
español que representaban.

XX – XV – XVI – XIX – V – VIII – XX

XIX – XI – XVIII – I – XIII – XXIV

217
Pronto llegamos a la Corte del Condado de Jefferson, estacionamos y
bajamos. Entramos al vestíbulo principal, y Noah ubicó la línea
correspondiente. Yo fui por un pasillo en busca de una fuente de agua
potable. En mi camino de regreso me sorprendí al ver a Zachary Saulto, el
sujeto de ISI que había hablado con nosotros en la biblioteca. Seguía
teniendo la misma confianza en sí mismo para alardear y pavonearse
como la última vez. Sonriéndome, con su rostro de Silly Puffy viéndose
todavía aun más espeluznante bajo la luz fluorescente.

—¿Cómo estás, Jaclyn?

—Jocelyn, querrás decir. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Mi jefe, Sam Marvin, me pidió que viniera a comprobar cómo estabas.
Nos enteramos del incendio. ¿Estás bien?

—Mira, puedes hablar con Noah si lo deseas. Pero yo no tengo nada que
decirte. —Me dirigí al vestíbulo y él comenzó a caminar a mi lado.

—Oye, sólo tratamos de cuidar de la hermana de Jack. Le debemos eso.


Estamos preocupados y queremos asegurarnos de que estás bien.

—Creo que esa parte ya la entendí. ¿Algo más?

Sonrió de nuevo, pretendiendo ser amigable… pero también bloqueaba


mi camino.

—Creemos que es importante darte una mano con uno de nuestros


antiguos empleados. Su nombre es Paul Gerard.

Saulto estudió mi expresión, la cual traté de mantener neutral.

—¿Qué pasa con él?

—Parece que Jack y él tuvieron una confrontación un par de días antes


del accidente.

—¿Qué quieres decir?

—Es una historia muy larga. —Él dio un paso más cerca y se inclinó, como si
lo que estaba a punto de decir era confidencial—. Básicamente, Paul
Gerard tomó algo que pertenecía a nuestra empresa. Jack fue a
recuperarlo para nosotros.

218
—¿Por qué haría eso?

—Tu hermano era muy leal a ISI.

—¿Qué es lo que fue a recuperar?

—No puedo hablar de eso. Tenemos una política de seguridad. —Volvió a


su posición anterior—. No habríamos dejado que Jack fuera a encontrarse
con Gerard, si hubiésemos pensado que habría un problema.

—¿Hubo un problema?

Saulto se encogió de hombros.

Realmente no me gustaba la manera en que dejaba colgar trozos de


información frente a mí.

—Entonces, ¿Jack consiguió lo que le enviaron a buscar?

—No estamos seguros. A causa del accidente de auto, no hubo manera


de saberlo.

No dije nada y él agregó.

—Gerard es un tipo interesante. Solía ser uno de nuestros mejores


especialistas de seguridad. Entonces empezó a robarnos y a trabajar para
sí mismo.

—Si les robo, entonces ¿por qué ISI no involucró a la policía en lugar de a
mi hermano? Espera, déjame adivinar. No querían hacer público el hecho
de que no pudieron proteger sus propios activos.

Saulto hizo caso omiso de mi sarcasmo.

—A veces simplemente sucede que contratamos a una manzana podrida,


a pesar de todo el fondo de seguridad con el que contamos. Gerard no
ha tratado de contactar contigo, ¿verdad?

Negué con la cabeza.

—Sólo para que lo sepas. Él nunca ha podido resistirse a las rubias altas y
guapas. Pero entonces, yo tampoco lo he hecho.

—No vas a comenzar a coquetear conmigo, ¿cierto?

219
—Estoy más allá de comenzar. —Sonrió, y me pregunté si esa sonrisa falsa
no le haría daño a sus mejillas—. Dime una cosa, ¿qué ves en un geek de
computación como Noah?

Estudié la cabeza rosa rapada de Saulto.

—Tiene cabello. Me vuelven loca los chicos con cabello.

La sonrisa desapareció y me moví a su alrededor. Y en voz baja, añadí:

—Y cerebro.

Se apresuró a seguirme el paso mientras entraba al vestíbulo principal.


Noah acababa de dejar la taquilla de tránsito, y guardaba un recibo en su
billetera. Levantó la mirada y su expresión se oscureció.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le dijo a Saulto.

—Siento mucho lo de tu casa. ¿Sabes cómo comenzó el incendio?

—No me gusta ser seguido por ti, Zach. De hecho, simplemente no me


gustas. Así que mantente fuera de mi camino.

Se miraron el uno al otro hasta que Saulto se encogió de hombros y se


volvió hacia mí. Me tendió una tarjeta.

—Una vez más, si necesitas algo, sólo llama.

No la tomé.

—Hay algo que quiero.

—¿Qué cosa?

—La verdad. Si están tan preocupados por mí, se honesto. Dime lo que se
robó Gerard y mi hermano trató de recuperar.

—Lo siento mucho, no puedo.

Miré a Noah.

—Vámonos.

Nos dimos la vuelta y sentí la mirada de Saulto sobre nosotros hasta que
salimos de la corte.

220
27

Jason December
Traducido por Zeth (SOS)

Corregido por Mari NC

D
urante los pocos minutos siguientes, Noah mantuvo un ojo en el
espejo retrovisor mientras conducía. Le dije todo lo que Saulto dijo,
y me pregunté en voz alta qué le había robado Paul Gerard a la
ISI y cómo mi hermano había logrado recuperarlo. Noah y yo coincidimos
en una cosa: Jack definitivamente lo había obtenido, la cual era la razón
por la que fingió su muerte. Era también la razón por la que Gerard me
atacó después y luego le prendió fuego a la casa de Noah.

Entre más hablábamos, más seria se ponía la cara de Noah, sabía en qué
debía estar pensando. La historia de Saulto explicaba mucho, simplemente
no explicaba suficiente. Ambos nos sentimos frustrados y que nos
acercábamos, pero aún permanecíamos en la oscuridad.

Recordando el sonido furioso de la voz de Paul Gerard y cómo me había


ahogado, experimenté una nueva ola de temor. Él debía estar seguro de
que Jack me había pasado el objeto robado a mí, y el hecho de que no lo
tuviésemos había hecho nuestra situación realmente arriesgada. Si él nos
arrinconaba, no había nada con lo que Noah o yo pudiésemos negociar.
Zachary Saulto había sido un idiota testarudo al no contarnos qué había
robado Gerard. Noah y yo tendríamos que finalizar ésta loca búsqueda del
tesoro pronto para resolver qué estaba ocurriendo.

Al darme cuenta de que inconscientemente me estaba mordiendo una


uña, puse mi mano en mi regazo. La preocupación no estaba llevándome
a ningún lugar, así que me dije a mí misma que no pensara en Paul Gerard.
Finalmente le dirigí a Noah mi traviesa sonrisa.

—¿No es Saluto el saco más grande de Erv que hayas conocido jamás?

221
Él rió.

—Sí, lo es.

—Odio cuando a los chicos presuntuosos les gusta venir detrás de mí.

—¿Quieres decir que te estaba cortejando?

Secretamente disfruté su mirada celosa. Era genial ser más para Noah que
sólo la hermana de su mejor amigo.

—No te preocupes. Le dejé claro que no era mi tipo.

Dejamos el área del centro y regresé a las pistas. En una de las tiras
convertí los números romanos en números regulares.

20 15 16 19 5 8 20 19 11 18 1 13 24

Noah miró por encima hacia lo que estaba haciendo.

—Ya que ninguno de ellos pasa del veintiséis, deben representar letras.

Asentí en concordancia. Garabateando un alfabeto, asigné un número a


cada letra. Empecé desde 1 para A hasta 26 para Z.

TOPSEHTSKRAMX

—Debo de haber hecho algo mal.

Cuando nos detuvimos en el semáforo, Noah miró a las letras.

—Quizás son un anagrama. Trata de cambiar su orden.

—Espera. Ya veo lo que es.

La luz cambió a verde y empezamos a movernos de nuevo. Cambié las


letras y escribí las palabras.

—De acuerdo, lo tengo.

Le mostré la pista a Noah.

X MARKS THE SPOT

222
(LA X MARCA EL LUGAR)

—Estás bromeando.

Miré las palabras, de igual manera insegura.

—Lo sé. No tiene sentido. La frase favorita de Jack de la tercera película de


Indiana Jones era: “La X nunca marca el lugar.” Lo escribió más de una vez
en sus notas de Jason December. ¿Por qué se contradeciría con esta
pista?

Recordé las muchas veces que habíamos visto esas películas “Indy”. Hazel
no permitía cable o alquileres, pero tenía al menos veinte DVD’s que vimos
repetidamente, incluyendo la antigua trilogía de Star Wars.

Noah se encogió de hombros.

—No lo sé. El chiste de la película era que la “X” sí marcaba el lugar,


¿recuerdas?

Luego de pensar en esto por algunos segundos más, decidí seguir


adelante. Concentrándome en el otro mensaje que habíamos decidido
era una substitución cifrada. Empecé cambiando las letras en el
rompecabezas. Éste estaba más difícil, seguí tachando letras equivocadas
hasta que finalmente estuvo descifrado. Miré directamente las dos
oraciones, pensando que esta pista eran tan mala como la que nos había
dicho que encontráramos a Hazel.

Cuchillos y agujas

conduciren a la muerte.

Confía menos confía

más en nuestra Angry Beth.

Se lo leí a Noah.

—¿Qué crees que esto signifique: “confía menos, confía más”?

—No tengo idea.

—Muy divertido —dije, y él sonrió—. ¿Sabes dónde terminó Beth?

223
—No, pero no es sorprenderte que el rompecabezas sea sobre ella. Él nos
dejó un cuchillo, ¿cierto? Y ella también estaba en el problema de lógica.
Deberíamos haber sabido que el problema envolvía a Beth. ¿Qué hay de
la última pista?

Tomé la tira de papel en blanco, inclinándola para capturar la luz, pero no


pude describir las inscripciones. Con mi lápiz froté la punta de un lado al
otro de mi pedazo de papel hasta que hubo una mancha oscura, luego
deslicé mi dedo por el grafito. Justo de la manera en que lo había hecho
hace todos esos años en mi treceavo cumpleaños, lo arrastré en el papel
carbón hasta que pude leer un modelo inverso de lo escrito.

Simplemente ¿qué ha Jason

December hecho?

¿Puedes encontrar su obit

en el Evening Sun?

Leí esto en voz alta para Noah y traté concentrar mi interés sobre en qué
significaba.

—¿Sabes qué es “Evening Sun”?

—Probablemente un periódico, porque “obit” significa obituario. Pero


nunca escuché sobre él. De cualquier manera, ésta es la pista que
necesitamos seguir. Esa sobre Beth no nos dice donde encontrarla. Y la otra
podría significar cualquier cosa.

—Deberíamos buscar en internet.

Se dirigió hacia un lado de la calle y se detuvo. Alcanzando del asiento de


atrás su laptop, me la entregó, y la encendió. Luego regresó a la carretera
mientras la laptop buscaba una señal de conexión inalámbrica.

—Me dirigiré hacia un par de los más grandes hoteles y veremos si


podemos captar alguna conexión. Por lo regular no exigen contraseña.

Casi diez minutos después logramos la conexión y Noah condujo al interior


del estacionamiento de un Motel. Apagó el motor y buscamos en internet.

—Empieza con los periódicos de Nueva York —sugirió.

224
Luego de un poco de búsqueda encontramos “The Evening Sun,” que
estaba en Norwich. Y dije:

—No habría un obituario sobre Jack en este periódico. Norwich está hacia
abajo, en la parte inferior del estado. Su accidente ocurrió cuando él
regresaba a casa desde Albany, luego de una asignación laboral.

—Vamos a revisarlo de igual forma. Entra en su sección de archivo y busca


por fecha.

Lo hice, y cliqueé en Marzo dieciséis, la fecha del accidente de Jack.


Revisamos la portada. Bajamos, y me detuve en un artículo: “Una Pareja
de Ancianos Fallece en Accidente Fatal.” Miramos la imagen de un
automóvil siendo sacado por un remolque de un río. Buscando los nombres
y las circunstancias, ninguna de ellas me era familiar… excepto que su
auto había caído a un río de la manera en la que el de mi hermano lo
había hecho.

—Esto en realidad no tiene nada que ver con Jack.

Estaba por seguir a la siguiente página pero Noah me detuvo.

—Sí lo hace. ¿Sabes el reporte sobre su accidente que la ISI me envió? Esa
es la imagen que ellos enviaron de su auto siendo remolcado.

225
28

La Petición
Traducido por Nanndadu

Corregido por Mari NC

E
stás seguro?

—Absolutamente. Pasé mucho tiempo estudiando esa foto.


—¿
—Bueno, puedo decirte una cosa, ese no es el auto de Jack. Él
conduce un Civic como yo. Sólo que el suyo es un modelo
nuevo y es nuevo.

—¿Viste alguna foto de su accidente?

Sacudí mi cabeza.

—No podía hacerles frente. Ninguno en la familia quiso hacerlo.

No agregué que la idea de repasar los detalles de la muerte de mi


hermano temía que me llevaran al borde.

—Esta es una foto de un accidente de autos del mismo día en que se


supone que él había muerto, y estoy seguro de que está atada a ISI.

—O Jack les quería hacer creer que se había ido, o ellos son los que están
fingiendo su muerte.

Un pequeño grito de miedo escapó de mí.

—¿Y si ellos lo tienen en alguna parte? ¿Y si ellos le están haciendo daño?

—No lo creo, porque él dejó todas estas pistas para nosotros. No podría
hacer eso si estuviera encerrado en algún lugar. Pero una cosa sí sabemos:
algo ocurrió el dieciséis de marzo. Y lo puso en tal peligro que él o ISI
fingieron su muerte.

226
Salí de Internet, apagué la laptop, y la puse en la parte trasera. Me dejé
caer en el asiento mientras Noah prendía el motor. Y dijo:

—Hasta que descubramos las pistas tenemos que dejar de adivinar.

—No puedo evitarlo. Y no puedo dejar de preocuparme.

—La preocupación no es productiva.

En el pasado él solía decirme lo mismo, aunque nunca pareció útil. Suspiré.

—Está bien, entonces, ¿qué deberíamos hacer ahora?

—Esa es una pregunta difícil. Jack nos dio tres pistas con el cuchillo, pero
ninguna de ellas tiene suficiente información. El periódico nos dijo algo
importante, pero ¿qué hacemos con ello? En cuanto a las otras dos, no
sabemos dónde está la X que marca el lugar, y tampoco sabemos dónde
está Beth.

—¡Beth! ¿Por qué ella? A pesar de que ella y yo éramos compañeras de


habitación, no era como si fuésemos amigas. Nadie podía ser amigo de
ella. Estaba demasiado estropeada.

Condujimos a través de las afueras de la ciudad, ambos en las sombras,


ninguno queriendo compartir nuestros pensamientos. Varios kilómetros
después, terminamos en una calle rodeada en ambos lados por abedules,
arces y sauces. Aneas estaban creciendo en lugares pantanosos y la
salvaje primavera bordeaba el camino, mientras azucenas anaranjadas
estaban justo acabando de florecer. En cualquier otro momento habría
disfrutado de lo lindo era. No ahora.

Eventualmente pasamos a través del pequeño pueblo de Alexandria Bay y


nos dirigimos hacia el Río St. Lawrence. Noah detuvo el auto en un parque
cubierto de hierba y salimos. En la distancia había un vendedor de artículos
de comida en un carro cerca del camino de bicicletas. Su toldo de rayas-
amarillas-y-moradas flameaba en la brisa.

—¿Tienes hambre, Jocey? Vamos a conseguir algo.

Compramos bebidas y hamburguesas de tocino de una mujer en una


camiseta a cuadros. Bajando hacia el río, encontramos una banca de
picnic debajo de un arce. Nos sentamos en la parte superior de la mesa
como habíamos hecho cuando éramos niños, con nuestros pies sobre las

227
bancas. En el verano, el río gris verdoso estaría lleno con botes, pero bajo
el cielo nublado de hoy sólo había un par de barcos de vela.

—Sabes, he gastado un montón de tiempo tratando de olvidar mi pasado


—dijo Noah mientras mordía mi hamburguesa—. Pero en el último par de
días, ha sido como tratar de evitar un puñado de meteoritos cayendo.

Asentí, sintiendo que él no estaba sólo haciendo una pequeña


conversación.

—Es como si Jack nos estuviese obligando a recordar.

—Sí.

Comimos en silencio por un rato hasta que finalmente dije:

—Creo que quieres preguntarme algo. Sólo no puedo descubrir el qué.

Noah sonrió y capturé un breve vistazo del chico que había significado
tanto para mí.

—Supongo que es como conseguir que una astilla salga a la superficie.


Hasta que la saques, sabes que va a seguir enloqueciéndote. —Su mirada
se alejó a una marina distante, cuyos postes se balanceaban con
suavidad a lo largo del muelle—. Quiero saber cómo sucedió, cuando
hiciste lo que hiciste. Antes de que huyeras.

Me tensé, bajando la mirada a mí ahora hamburguesa sin sabor pero sin


responder. Él me miró.

—Creo que me debes eso.

—Pero tú ya sabes lo que sucedió.

—No, no lo sé. Jack y yo habíamos estado haciendo los mandados,


¿recuerdas? Hazel nos envió a la oficina postal. Luego recogimos las cosas
que había dejado fuera del pedido de la tienda de comestibles.

—Tal vez si hubieses estado allí no habría resultado de la forma en que lo


hizo.

Apreté mis ojos cerrados. Noah no dijo nada y esperé, con la silenciosa
esperanza de que retirara su petición.

228
***

Corrí a través del suelo cubierto de nieve, mis pies temblando entre el
entumecimiento y el dolor. Los copos de nieve habían dejado de caer y el
cielo nocturno estaba despejado, cortando el mundo a la mitad: brillante
blanco en el suelo, un negro estrellado arriba. El aire helado quemaba mi
nariz y mi garganta, haciendo una nube de humo delante de mí cuando
exhalaba. Las lágrimas se convertían en carámbanos de hielo sobre mis
mejillas. A pesar del amargo aguijón del helado clima, era el dolor
punzante dentro de mí lo que peor hería. Seguía repitiendo la mirada de
traición en los ojos llenos de lágrimas de Noah, mientras él levantaba
lentamente su cabeza de sus brazos y me miraba con odio.

—Si alguna vez te vuelvo a ver, te mataré.

***

Finalmente abrí mis ojos.

—¿Cuál es el punto? Sólo va a hacer que me odies de nuevo.

Noah arrugó la envoltura de su hamburguesa. Luego se acercó, tomando


mi mano. La sostuvo en la suya, estudiando mis masticadas uñas. Deslizó
sus dedos entre los míos.

—Nunca podría odiarte.

—En aquel entonces, me dijiste que me matarías si me volvías a ver de


nuevo. Pensé sobre eso cuando estabas estrangulándome.

—Jocey, sólo era un niño realmente asustado. Pero el final del camino está
bien. Sobreviví, y tú también lo hiciste.

—Conner no lo hizo —susurré.

229
29

Confesión
Traducido por Lorenaa

Corregido por Mari NC

E
staba lavando los platos y cantando con los Beatles, manteniendo
todas la vacilantes notas de “Ticket to Ride”. Sólo teníamos
permitido escuchar la vieja emisora de Watertown y para
asegurarse de esto, Hazel había utilizado pegamento en el dial.

—Cantas tan mal —dijo Beth aunque su tono fue suave. Su largo cabello
rojo y rizado estaba hacia atrás con una goma elástica y sus cejas eran tan
pálidas que difícilmente podías verlas.

Sonreí.

—Oh, ¡vamos! Sabes que algún día lo voy a lograr en grande como estrella
del Rock. Especialmente con este cuerpo. —Ella sólo sacudió la cabeza y
yo seguí cantando.

Su crítica no me molestó, ya que siempre había sabido que mi voz al


cantar era más plana que nada, y me tomé su comentario como una
buena señal ya que ella en realidad había hablado. Conocía a Beth por
años. Compartíamos dormitorio, y había cargado con tantas
conversaciones unilaterales con ella que había perdido la cuenta.
Recientemente, sin embargo, había empezado a decirme algunas cosas, y
no parecía tan enfadada.

Fuera de la casa, en el patio trasero, la nieve ya estaba a un pie de


profundidad en el amargo frío que era Watertown durante el invierno. Más
allá de la ventana de la cocina nuevos copos estaban cayendo,
torbellinos de niebla tanto encantados y desolados. Era difícil para mí creer
que realmente había tanta nieve en el suelo cuando ni siquiera estábamos
en diciembre aún. Y a pesar del horno caliente que estaba en el sótano, la

230
casa siempre se sentía fría, especialmente en el segundo piso. Realmente
extrañaba los días de verano y los primeros de otoño cuando éramos libres
de los confines de la Casa Seale.

Tomé el plato que Beth me pasaba y lo sequé. Deseaba haber sido capaz
de ir con Jack y Noah en sus mandados. Cada vez más, me preguntaba
cuán larga iba a ser la vida en esta casa sin que nada malo sucediera.
Sólo esta mañana Georgie había tratado de incendiar las cortinas otra vez,
y yo las había visto auto extinguiéndose antes de que el fuego las
devorara. Hace dos noches me desperté de un sueño, encontrándome a
mi misma de pie al lado de la pared de la habitación. Se ondulaba y
vibraba debajo de las palmas de mis manos como un organismo vivo. Tuve
una terrible visión de eso filtrándose hacía mi, engulléndome como un
extraterrestre en una película de terror. Por extraño que parezca, todas
estas cosas molestas parecían correr en paralelo con la creciente
agitación de Hazel y el comportamiento cada vez más retorcido de Corner
Boy.

Desde que Conner había anunciado a todo el mundo que le gustaba el


sótano, la mentira se convirtió en su retorcida verdad. Pronto estuvo
pasando cada minuto libre allí abajo. Si Hazel intentaba hacer que subiera,
a propósito rompía algo o golpeaba a uno de los niños pequeños para
que lo enviaran abajo otra vez. Una noche quiso escaparse arrastrándose
por las escaleras hacia el extraño nido que él mismo se había construido
con trapos y mantas viejas. A veces Hazel olvidaba que estaba allí y él
perdía el autobús. Nunca nos molestamos de señalar esto ya que era un
problema en el colegio. Era preferible para nosotros tener un descanso de
él también, pero volver a casa era otro desafío. Todos éramos cuidadosos
de todo lo que decíamos o hacíamos, decididos a no hacer nada que
pudiera molestarlo o que nos enviara a su guarida.

Noah tuvo varias charlas severas con Hazel sobre Conner. Nada cambió.
Antes ella había sido tan dura sobre la aplicación de las reglas en la Casa
Seale, pero ahora parecería que había perdido su determinación. Nos
preguntábamos si eso era por el uso de las drogas. O bien, ni la marihuana
ni las inhalaciones ocasionales de cocaína le daban el escape que
necesitaba o había un problema con sus suministros. No lo sabíamos y no
era un tema que podías sacar sin meterte en serios problemas. Pero a ella

231
no le importaba mucho lo que hiciéramos a menos que te la cruzaras
directamente y entonces dejaba volar su control.

Y se negó a tratar con Conner. Para lo que a ella concernía, si él quería


vivir en el sótano estaba bien.

La radio cambió de la canción de los Beatles a un número de los Beach


Boys surfeando lo que parecía fuera de lugar en noviembre. Me detuve
para mirar por la ventana. El crepúsculo se había convertido en una suave
sombra violeta y los copos empezaban a decorar los negros árboles con
encaje. Beth había acabado de lavar los cuchillos y yo esta secándolos.
Sequé el cuchillo de carnicero y lo puse de nuevo en el bloque, luego
alcancé el de tallo largo cuando escuché un grito espantoso. Era Dixon,
girando la esquina y corriendo hacia mí. Llevaba un pijama azul y amarillo,
sus finos calcetines se deslizaban por el suelo. Puse el cuchillo en la mesa y
miré hacía su cara asustada.

—¿Qué pasa, amigo?

Me agarró de la cintura y se aferró a mí en un abrazo desesperado


cuando Hazel irrumpió en la habitación. Tomó duramente de su delgado
bracito.

—¡No te atrevas a huir de mí, mocoso!

Dixon forcejeaba para mantenerse sujeto a mí, pero cuando ella sacudió
su brazo se soltó y gritó de dolor.

—¿Cuántas veces les tengo que decir que no corran por la casa, niños?
¡Ahora has roto la lámpara, y yo tendré que limpiarlo!

Ella lo arrastró hacia la puerta del sótano. Él empezó a sollozar, una


mancha húmeda oscureció su entrepierna. Eso puso a Hazel incluso más
furiosa. Dejé caer el trapo de la cocina y me abalance sobre él, tomando
su otro brazo.

—Hazel no… ¡Por favor! ¡Él no puede ir allí abajo!

Una ráfaga de ira volvió roja su fea cara.

—¡Cómo te atreves!

232
Nunca la había visto tan fuera de control, y deseaba desesperadamente
que Jack y Noah volvieran a casa. Su voz se volvió amenazante cuando
ordenó—: ¡De… ja… lo… ir!

Dixon estaba histérico ahora tanto por el miedo como por el dolor de
haberse convertido en un tira y afloja humano.

Sacudí mi cabeza.

—Conner está abajo. Hazlo subir antes de mandar a Dixon abajo.

—A lo mejor —dijo—, Dixon aprenderá a obedecer y a no hacerse pipí en


los pantalones. Y a lo mejor tú aprenderás a mantener la boca cerrada
cuando vayas allí abajo con él.

Usando su mano libre para abrir la puerta del sótano, arrastró a Dixon
hacía la oscuridad abierta. Ella y yo éramos de la misma altura y
estábamos equilibradas en nuestra batalla por Dixon, pero tenía miedo de
que le desencajáramos los brazos, así que lo solté. Escuché a Corner Boy
subir corriendo las escaleras, se reía enloquecidamente y a sangre fría
mientras esperaba fuera de nuestra vista. Dixon gritó como un animal
aterrorizado sabiendo que se lo iban a comer vivo, y sus brazos fallaron
cuando intentó escaparse. Miré hacia los ojos insensibles de Hazel. Era tan
cruel como una serpiente. Una tranquila comprensión se apoderó de mí.
No podía dejarla hacer esto de ninguna manera. Lanzándome hacia
delante, la golpeé en el estomago. Fuerte.

Se escapó un pequeño ladrido en el aire cuando Hazel se dobló sobre sí


misma. Dixon dio un salto alejándose y yo la embestí, empujándola de
vuelta al sótano, donde se golpeó con los escalones con un ruido sordo y
cayó hacia atrás. Sólo pudo arreglárselas para encontrar su voz y empezar
a gritar cuando cerré la puerta de golpe. La bloqueé con las manos
temblorosas. Dixon se aferraba a mí, llorando. Beth frunció el ceño y se
adelantó.

—¡No puedes hacer eso!

Tomé el cuchillo de trinchar de la mesa y le apunté con él. Incapaz de


encontrar mi voz, le di una pequeña sacudida. Los cuchillos eran el único
lenguaje que Beth entendía. Su usual ira intimidante ahora parecía pálida

233
al lado de mis propios sentimientos furiosos. Ella no se acercó más pero sí
dijo:

—¡Te vas a meter en un gran problema!

Hazel debió haber conseguido ponerse de pie porque empezó a golpear


la puerta y a gritarme para que la abriera.

—Déjala salir —ordenó Beth, frenética.

Sacudí la cabeza mientras otros niños vinieron a ver lo que pasaba. Me


miraron con los ojos muy abiertos, y a la puerta que vibraba bajo el
martilleo de los puños de Hazel.

—Dixon —manejé finalmente decir, poniendo mi mano sobre su rizada


cabeza—. Ve, tráeme el teléfono.

Sus sollozos disminuyeron cuando se deslizó al mostrador y me lo trajo.


Marcando el 911, esperé hasta que la operadora respondió. Entonces le
conté que había una emergencia y le di nuestra dirección. Colgando, miré
alrededor de la habitación. Los niños seguían mirando la puerta del sótano
como si fuera más fascinante que una película, mientras Beth furiosamente
sacudía la cabeza y Georgie se metía el pulgar en la boca. Arrojé el
teléfono a la mesa pero mantuve el cuchillo en mi mano cuando me giré
hacia la puerta. Hazel todavía estaba gritando y golpeándola, para el
momento con tanta fuerza que parecía que en realidad podía romperla. Si
lo hacía entonces de seguro que iba a necesitar el cuchillo.

Dixon vino y se paró a mi lado, mirando la puerta cerrada como si fuera un


portal maldito que pudiera abrirse y tragarnos a todos. Beth dijo con una
voz aterrorizada medio suplicando:

—Te matará si no la dejas salir. ¡Abre la puerta!

—No hasta que llegue la policía.

De repente oímos un grito asustado a medida que la voz de Hazel era


interrumpida. Pensé en el garrote casero de Corner Boy y me pregunté si
había hecho otros durante sus días en el sótano. Pronto vino algún
escándalo descomunal y la paliza siguiente apoyó mi teoría.

Dixon se quedó con los puños cerrados a sus lados, su delgado cuerpecito
rígido.

234
—El aire estaba lleno, una hora más o menos —susurró—, con trozos de
algodón barato y calicó.

Beth dio un paso adelante.

—Déjala salir, Jocey.

Más sonidos de golpes se elevaron hasta nosotros desde los escalones del
sótano y la puerta se estremeció bajo un gran impacto. Hubo un chillido
agudo que podía haber venido de cualquiera de los dos, Conner o Hazel.

—El perro de algodón y el gato de calicó —recitaba Dixon sin aliento—, se


revolcaban de esta manera y se cayeron de…

—¿Qué está haciendo ella? —dijo el pequeño Georgie alrededor del


pulgar dentro de su boca.

—… empleando cada diente y garra —seguía Dixon—, en la más horrible


manera que tú hayas visto.

Sonidos de gritos y golpes venían de detrás de la puerta, seguidos por


retumbos que tenían que ser de ambos golpeando las escaleras. Todos nos
quedamos rígidos y en silencio, respirando fuerte y esforzándonos por
escuchar. Mi corazón golpeaba como su hubiera corrido una carrera.
Sentía una presión grasienta en mi estómago. Nadie hablaba excepto
Dixon, cuya voz había disminuido a un ligero murmuro.

—A la mañana siguiente cuando los dos se habían sentado…

—¡Cállate! —siseó Beth.

—No encontraron ningún rastro del perro o el gato.

—¡Te dije que te callaras! —gritó ella dirigiéndose hacia él. Di un paso entre
los dos, sujetando el cuchillo entre ambas manos, preparada para usarlo.

Dixon parecía no vernos para nada. En cambio sus ojos estaban clavados
en la puerta mientras recitaba su amado libro.

—La verdad sobre el gato y el cachorro…

—Apártate, Dixon.

—… es esta: ¡ellos se comieron el uno al otro!

235
—Lo sé, lo sé —dije. Él deslizó su fríos deditos entre los míos y esperamos.

Esperamos por un ruido del sótano, esperamos a que la policía llegara,


esperamos a que Jack y Noah volvieran. Dos de esas cosas pasaron a la
vez. Primero escuchamos el timbre de la puerta, por el que Juliann se
escabulló para responder, y luego escuchamos un puño golpear
lentamente la puerta del sótano. Los oficiales de policía entraron a la
cocina. Uno de ellos me pidió por el cuchillo, el cual le entregué. El otro
preguntó por los golpes de la puerta del sótano, desbloqueándola y
abriéndola lentamente.

Hazel salió a trompicones.

236
30

Mentiras
Traducido por carmen170796

Corregido por Zeth

H
azel se sentó en una de las sillas del comedor y la sangre brotaba de
los rasguños en su cara. Había marcas de mordidas en sus brazos y
parte de su cabello había sido arrancado. Para mi asombro, su
patética apariencia parecía avivar la simpatía del oficial más viejo. Él tenía
una cara redonda con cabello gris como cartón, y le hablaba a ella
calmadamente. El policía más joven estaba abajo en el sótano, buscando
a Conner.

Durante mi estancia en la Casa Seale, había aprendido varias cosas sobre


Hazel. Sabía que era una mujer despiadada que no podía ser persuadida
con ningún tipo de compasión. También sabía que era demandante, ruda,
sin conciencia, y completamente desinteresada por los niños o sus
necesidades. Y era una adicta a las drogas. Pero la única cosa que no
había aprendido era cuán hábil mentirosa era. Por primera vez fui capaz
de entender por qué los trabajadores sociales que nos visitaban la
aceptaban tan bien.

Estaba en el extremo más lejano de la cocina donde aún podía verla y


oírla, mi espalda estaba apoyada en la esquina de la misma manera en
que Conner se sentaba tan a menudo. La escuché tejer una historia sobre
el chico problemático y como ella había bajado al sótano para
convencerlo de subir. Mientras trataba de razonar con él, la había
atacado y habían caído de las escaleras. Estaba oscuro, así que ella no
pudo ver que le pasó, y luego la puerta accidentalmente se cerró. Esto,
insistió, debe haber sido obra de Dios para mantener al otro niño a salvo.

Estaba lista para levantarme de un salto y llamarla mentirosa cuando el


oficial subió del sótano. Le susurró algo al oído a su compañero, quien

237
volteo a mirar a Hazel con simpatía. Después expresó su tristeza al tener
que informarle que el chico estaba muerto. Parecía que su cuello se había
roto en la caída. Hazel rompió a llorar. Ella cubrió su cara con sus manos y
sollozó.

Un profundo sentimiento de culpa brotó dentro de mí. A pesar de que


había odiado y temido a Conner, no había querido que muriera. Sólo
quería salvar a Dixon, que Hazel parara de ser cruel y que entendiera que
se sentía estar encerrada en el sótano. Observé mientras el policía más
viejo empezaba a escribir en su agenda y el más joven se alejaba de Hazel
para usar el teléfono. Inobservada, ella levantó su cara y me miró con ojos
sin lágrimas, y un gruñido silencioso y cruel.

Temblando, me puse de pie y avancé hacia el policía

―Está mintiendo. No le importa si Conner está muerto, excepto que


perderá el dinero que le pagan por él. Lo encerraba en el sótano todo el
tiempo. Ha encerrado a cada uno de nosotros ahí abajo también, cuando
se enoja.

El oficial más viejo se volteó hacia Hazel, quien levantó la mirada con una
expresión llorosa.

―Jocelyn tan sólo está perturbada en este momento. Se confunde mucho,


tratando de lidiar con el abuso que vivió antes de venir a aquí.

La miré con odio, aún cuando sabía que sólo ayudaría a que los oficiales
creyeran su historia.

―¡Usa drogas! Vayan a revisar su habitación y encontrarán marihuana y


probablemente cocaína.

―Cálmate, jovencita ―dijo el policía―. La señorita Frey ha manejado el


hogar adoptivo por un largo tiempo y tiene una muy buena reputación. Lo
sé, porque soy quien encontró a Conner durmiendo bajo un paso
subterráneo. Él luchó conmigo como un lince. Sé que ha estado más que
en contra de aceptarlo. —Él observo sus marcas de mordidas y rasguños
con simpatía.

Hazel le dio una sonrisa acuosa y puso una expresión angelical que se veía
extraterrestre en ella, como si le hubiesen brotado antenas y colmillos. Me
sentí enferma del terror, pero así eran las cosas en el mundo del cuidado

238
adoptivo. Al ser niños problemáticos con pasados atribulados, nadie nos
creería.

El policía más joven colgó el teléfono.

—El coronel enviará a alguien.

Me quedé mirando su arma y vi que la funda de la pistola estaba


desabrochada. Una alocada idea cosquilleó en el fondo de mi mente.
Justo entonces hubo un grito proveniente del salón delantero que sonaba
como Beth, seguido de sollozos de varios niños pequeños. El oficial se
volteó en esa dirección y yo actué rápidamente. Agarré su arma y
retrocedí. Él maldijo mientras la apuntaba a él.

El hombre más viejo se volteó en mi dirección y alargó sus manos en un


gesto tranquilizador.

―Dame el arma, señorita.

―Lo haré, pero primero suban a su habitación. Miren en el cajón de su


mesita antigua. Encontraran drogas. ¡Sabrán que estoy diciendo la verdad!

Los chillidos en la habitación delantera aumentaron, y unos segundos más


tarde Noah y Jack vinieron corriendo.

―¡Jocey! —dijo Jack con voz alarmada, deteniéndose de golpe―. ¿Qué


estás haciendo?

―¡Hazel iba a enviar a Dixon abajo al sótano! Yo la empujé ahí abajo en


cambio, y ella se peleó con Conner. Lo mató.

―¡No, no! ―le rogó ella a los oficiales―. El chico cayó de la escalera y se
rompió el cuello. Nunca lastimaría a uno de mis niños.

―Dame el arma, jovencita ―dijo el oficial más viejo.

―¡No hasta que mire donde le dije! ―El pánico vibraba dentro de mí como
una polilla atrapada golpeándose contra un frasco. A pesar de eso,
sostuve el arma firmemente en ambas manos. El frío metal parecía enviar
coraje a través de mi cuerpo para mantenerme de pie.

―La revisaremos ―prometió el policía más viejo―. Primero danos el arma, o


estarás en un montón de problemas.

239
—Ya lo estoy.

—Escucha, te doy mi palabra, revisaremos la habitación. Pero no te puedo


dejar aquí con un arma, ¿verdad?

Dándome cuenta de que era cierto, di un leve asentimiento y me relajé un


poco hasta que el oficial más joven se abalanzó. Agarró el arma.
Alarmada, entré en pánico y retrocedí. Se disparó con una fuerte explosión
que lastimó mis oídos. La tiré al piso y retrocedí tambaleándome, observé
con miedo mientras su expresión enojada cambiaba a una en shock.
Agarró su brazo justo bajo su hombro, y la sangre brotó de entre sus dedos
donde la bala le había pasado rozando. Su compañero tomó el arma del
suelo.

Lo que pasó después de eso fue mayormente un borrón hasta que


eventualmente me encontré sentada en la habitación delantera junto con
los otros niños. Habíamos sido agrupados ahí por los trabajadores sociales
que la policía había llamado. En mi estupor parecía extraño que
finalmente se nos permitiera sentarnos en la habitación especial de Hazel,
donde sólo íbamos antes para limpiar el polvo o pasar la aspiradora. A
través de las colgaduras de encaje que cubrían las ventanas, podíamos
ver que había oscurecido afuera. La nieve en el piso reflejaba un brillo
espeluznante. Parecía como si los copos de nieve se hubiesen congelado
en la caída, pero después noté que era el diseño del encaje contra las
ventanas.

Me senté en el sillón brocado, Dixon en un lado y Jack en el otro. Miré a los


niños en la sala. Juliann y Georgie estaban compartiendo la mecedora,
abrazándose el uno al otro. Me miraban con culpa en sus ojos. Beth estaba
sentada en el sofá. Su navaja cerrada descansaba en su mano, su pulgar
apretándola como un talismán, y continuamente murmuraba algo para sí
misma. Me esforcé por escuchar, finalmente comprendí lo que seguía
repitiendo:

—No volveré a casa… ¡No lo haré!

Alrededor de todo la sala me encontré con ojos aterrados, acusadores,


enojados. La expresión de Noah estaba escondida de mí ya que él estaba
sentado en el piso, las rodillas en alto, su rostro enterrado en sus brazos.
Todos los demás me estaban fulminando con la mirada.

240
—¿Por qué están tan enojados? —le pregunte a Jack en un susurro
miserable.

—¿Por qué crees, Jocey? La mayoría de estos niños vienen de lugares


realmente malos. No quieren volver, o ir a algún hogar adoptivo peor que
éste.

—Pero Hazel es un monstruo.

—¿Qué me va a pasar? —sollozó la pequeña Evie. Sólo había estado con


nosotros un par de meses.

—Ellos te harán volver a la casa de tu abuelo —dijo Beth en un cruel siseo.

Evie empezó a llorar. Medio esperaba que Noah interviniera, como


siempre, pero ni siquiera levantó su cabeza.

Toda conversación fue interrumpida cuando un policía y el coronel


pasaron empujando una camilla. Una bolsa negra yacía encima. El ácido
se elevó en mi garganta, y aparté la mirada hasta que ellos habían
pasado por la puerta delantera. Una verdad sobre la Casa Seale que
conocía, era que las únicas dos veces que los niños usaban la puerta
delantera era la primera vez que llegaban aquí, y la última cuando se
iban. En un silencio estupefacto, nos sentamos escuchando el tic tac del
reloj sobre la repisa de la chimenea y el lejano murmullo de voces en la
otra habitación. En seguida Hazel pasó esposada. Parecía como si no nos
viera, como si no existiéramos. Logramos oír a los trabajadores sociales en
la cocina haciendo ansiosas llamadas.

—Deben haber encontrado su alijo de drogas después de todo —dijo


Jack.

Muchos segundos pasaron y Juliann susurró:

—Tal vez contraten a una nueva mamá.

Beth sacudió su cabeza.

—Nope. Ahora con seguridad cerraran la Casa Seale. —Su voz carecía de
emoción y era tan diferente a ella. Siempre actuaba sin pensar, pero
alguien había apagado la tormenta y ahora se fundía en un pequeño
charco de nada—. Nos enviarán de vuelta de donde vinimos. O a un peor

241
lugar, con niños más grandes y una mamá más mala. Al menos aquí nos
teníamos mutuamente. Al menos aquí sabíamos qué esperar.

Nunca había escuchado a Beth decir tantas palabras, pero por primera
vez realmente deseaba que se callara.

Georgie bajó de un salto de las mecedoras y se me acercó. Su cabello


rubio blanquecino y las sombras púrpuras bajo sus ojos lo hacían parecer
un fantasma.

—¡Te odio, Jocey! —Todo su cuerpo se inclinó en acusación.

Mientras él regresaba a la mecedora, Dixon me tomó de la mano. Apenas


si lo noté. Unos segundos más tarde me paré y me acerqué a donde Noah
estaba sentado.

Agachándome a lado de él dije:

—¿No lo entiendes, Noah? Tenía que detenerla.

Él lentamente levantó su cabeza y estuve sorprendida por la mirada de


odio y traición.

—¡Sal de aquí! Si alguna vez te vuelvo a ver, te mataré.

Las lágrimas escocieron mis ojos, los cuales habían estado tan secos
segundos antes, y me alejé de él. En ese momento las bombillas en las dos
lámparas en cada lado de la sala explotaron, pedazos de vidrio roto
chocaron contra las sombras. La oscuridad se estableció en la habitación,
y Dixon dejó salir un terrible sollozo mientras que Evie empezaba a llorar a
gritos.

Poniéndome de pie de un salto, corrí por la casa, un sollozo


escapándoseme. Llegué al porche trasero, me puse mis botas y abrigo,
corrí al exterior y atravesé el patio, mis pies se hundían en la nieve. Evitando
los policías afuera, me escabullí por la cerca y hacia la calle, mirando atrás
hacia las luces encendidas de las ventanas. Mis ojos se movieron arriba
hacia el negro cielo dado que las nubes de nieves habían continuado. Las
estrellas brillaban como pedazos de vidrio roto que pronto nublaron mis
lágrimas.

Desconsolada, corrí.

242
***

Noah y yo estuvimos sentados juntos en la banca para picnic, mirando al


río. Las aguas se habían vuelto turbulentas. El cielo estaba más nublado
ahora, el viento estaba soplando. Los botes habían dejado el agua y el
vendedor ambulante había recogido sus cosas y se había ido. Temblé.

—Después de que dejamos la galería, Dixon dijo que él no me culpaba —


murmuré en voz baja—. Fue cuidado por una familia agradable y después
adoptado por su nueva madre.

—¿Tienes frío? —Noah se movió más cerca y deslizó un brazo alrededor de


mis hombros.

—Duele mucho recordar esa noche. Desearía que no me hubieses pedido


que te lo contase.

—Simplemente éramos un montón de niños asustados, más temerosos de


enfrentar lo desconocido que de continuar viviendo con lo que era malo.
Después de que te fueras, y yo me calmara, me sentí pésimo por como
reaccioné. Me preguntaba qué te pasó. Me preocupaba por ti, de hecho,
y pensaba todo el tiempo en ambos, en ti y Jack. No fue hasta que me
puse en contacto con tu hermano que describí a donde fuiste esa noche.

Jack había agarrado nuestras cosas y había dejado la Casa Seale poco
después de que yo lo hiciera. Él siguió mis pisadas en la nueve, y una vez
que me encontró, permanecimos juntos durante esa larga noche.
Temprano en la mañana tomamos un bus a Syracuse, donde vivía la prima
de nuestra mamá. Melody estaba ahí, dado que había terminado con Erv
un mes antes.

—Nuestra madre nos llevó a Benninton, Vermont, donde consiguió un


trabajo como anfitriona de un restaurante. Nos compró ropa nueva y nos
inscribió en la escuela. Estuvimos con ella aproximadamente un año,
cuando nos arrastró nuevamente de vuelta a Nueva York y nos abandonó
a nuestra suerte.

—Al menos terminaron con los Habertons.

Asentí.

243
—Durante esos años después de dejar Watertown, realmente traté de
olvidar todo. Pero ahora quiero saberlo. ¿Qué te paso, Noah, después de
esa horrible noche?

—Al principio permanecí en la Casa Seale.

—¿Cómo pudiste hacer eso? Eras un menor. Quiero decir, ¿quién te cuido
mientras Hazel estaba en la cárcel?

—Ella no fue a la cárcel. No presentaron cargos por drogas contra ella.


Algo acerca de una ilegitima búsqueda y arresto. Y el juez de instrucción
resolvió que la muerte de Conner fue un accidente. Por supuesto no la
dejaron mantener a niños en adopción después de eso, así que puso en
venta la Casa Seale. Se vendió rápido, e hicimos buen dinero. Para
compensarme, me dejó comprar un nuevo computador con todos los
accesorios y programas que necesitaba. Incluso pagó por acceso a
Internet.

Eso era sorprendente, y él lo vio en mi cara.

—Difícil de creer, lo sé, aunque eso me salvó. Me volví un ermitaño


informático y traté de no echar de menos a todos los niños que solían ser
parte de mi vida. Principalmente tú y Jack, por supuesto. Un tiempo
después Hazel tuvo ese derrame cerebral. Don Iverson realmente tomó
cartas en el asunto después de eso. ¿Recuerdas que te dije que él me
ayudó a convertirme en un menor emancipado, para que así pudiera vivir
por mi cuenta? Eso fue cuando ella fue a la residencia de ancianos.

—Lamento todo, Noah. Aún me siento terrible por ti y todos los chicos.

—No fue tu culpa. Fue la de Hazel. Tienes que saberlo a estas alturas.

—Pero aún…

Se volteó para enfrentarme y sus manos se movieron a mis brazos.

—Oye, Jocelyn, hagamos una tregua, ¿de acuerdo? Acordemos que lo


que hicimos cuando éramos niños ya no importa. La única cosa que
importa es lo que hacemos de aquí en adelante. Y a donde vamos desde
aquí.

Una sonrisa flaqueó en mis labios mientras trataba de apartar toda la


tristeza, dolor, y pena. Me acercó, besándome por mucho tiempo y

244
tiernamente mientras el frío viento se arremolinaba alrededor de nosotros.
Una sensación de calma se deslizo a través de mí, y me relajé. Finalmente
Noah me liberó, y nos sonreímos uno al otro hasta que él soltó mis brazos y
su expresión se volvió perpleja.

Él levanto su mano izquierda, quedándose boquiabierto por su mano color


carmesí. Reprimí un suspiro de asombro mientras él agarraba mi brazo.

La manga de mi blusa estaba empapada de sangre.

245
31

Reconocimiento
Traducido por Vettina

Corregido por Zeth

Q
ué demonios está pasando? —dijo Noah en una voz baja
mientras empujaba la manga de mi camisa. Sacudí mi cabeza,
—¿
incapaz de hablar. Ambos nos quedamos mirando hacia la
sangrienta marca de la mordida en mi brazo. Sacó un pañuelo blanco de
su bolsillo y limpió la herida—. ¿Por qué luce mucho peor que ayer?

—Tal vez esté infectada.

—Necesitamos llevarte a un doctor.

—No. Un doctor llamaría a mis padres adoptivos. No quiero que sepan que
vine aquí en lugar de ir a acampar.

—Pero puedes explicarles. Ellos querrán que te lo revisen.

—Démosle un día más. —Empujé mi manga hacia abajo, tratando de


mantener la calma—. Esto sonará loco…

—Dime.

—En una forma extraña, siento como que hay una conexión entre la Casa
Seale y yo. Tal vez es por lo que pasó.

—¿Te refieres a Conner?

—Sí, por supuesto. Causé su muerte. No importa que fuera un accidente.


Nunca habría sucedido si no hubiera encerrado a Hazel en el sótano. Dijiste
que debíamos dejar ir el pasado, pero no sé si el pasado me dejará ir.

246
Recordé mi primer encuentro con Conner, y como me había mordido en
exactamente este mismo lugar en mi brazo. El rostro preocupado de Noah
mostraba que él tenía el mismo pensamiento.

Las nubes más oscuras se estaban moviendo, y la lluvia comenzó. Nos


dirigimos al auto y conducimos lejos del parque, ambos en silencio. Noah
eventualmente se detuvo en un cajero automático y ambos sacamos algo
de efectivo. Luego condujo a una farmacia, entró y regresó con una bolsa
de papel con provisiones para primeros auxilios. Decidimos parar en un
McDonald’s, ya que su baño público estaría limpio. Noah arrastró mi
pequeña maleta dentro.

Cerró la puerta, mientras me quitaba mi camiseta cuello de tortuga


empapada en sangre y la tiraba al bote de basura. Enjuagué la herida en
el fregadero lo mejor que pude, y Noah abrió la botella de peróxido que
acababa de comprar. La vertió sobre la hinchada marca de mordedura,
la cual escoció un poco, y vimos hacer espuma.

Le dio golpecitos para secarla con una toalla de papel. A su favor trató de
ser un caballero y mantuvo sus ojos en mi brazo. Sabía que no era fácil, ya
que llevaba un sujetador deportivo de corte bajo color lavanda.

—Adelante y mira si quieres —dije finalmente—. Después de todo, la última


vez que estuvimos juntos yo era plana como una tabla de planchar.

—Jocey…

—¿Qué? No es como si dejara a todos los chicos ver mi ropa interior.

—Supongo que soy privilegiado entonces.

Cubrió la herida con una fuerte dosis de gel anti bacterial y la cubrió con
una gasa.

—Mantenlo en su lugar. —Arrancó un pedazo de cinta adhesiva quirúrgica.

Después de que Noah terminó de vendar mi brazo, agarré una camisa azul
de mi bolso. Mientras me la ponía dijo:

—Tienes un gran cuerpo.

Deslicé mis brazos alrededor de su cuello.

247
—Gracias —murmuré, besándolo y disfrutando de la forma en que me
regresó el beso.

Decidiendo que el baño de McDonald’s no era el mejor lugar para


besarnos, nos fuimos. La luz de la tarde se desvanecía rápidamente debido
a las espesas nubes, y en ese momento anhelé la calidez de la luz del sol y
la alegría de los cielos azules.

De vuelta en la calle Arsenal, dijo:

—Vamos a ir a la biblioteca.

—¿Por qué?

—Puedo captar señal inalámbrica allí, y quiero hacer una búsqueda en


Internet de Beth. No sé si hay una oportunidad que pueda encontrarla,
pero vale la pena intentarlo.

Pronto nos encontramos dentro de la biblioteca en la mesa apartada


donde habíamos resuelto la pista de Jack que nos llevó a Dixon. Mientras
Noah trabajaba en su computadora portátil, comprobé mi correo
electrónico y luego me dediqué a mi asignación de inglés en mi portátil.
Terminar el ensayo era la última cosa que me interesaba, pero había
prometido a la señorita Chen que lo terminaría antes de que las
vacaciones de primavera hubieran acabado.

Mis padres adoptivos habían estado siempre orgullosos de las buenas


calificaciones que obtenía, y esperaba que este ensayo no dejara caer mi
puntuación general de Inglés por debajo de un noventa porque no había
manera de que pudiera mantener el ritmo de mi trabajo habitual. Tomé
prestados más datos sobre Mary Shelley de Wikipedia, metiéndolos,
fingiendo un par de citas internas, porque a la señorita Chen no le gustaba
que usáramos las fuentes Wiki, y luego transcribí los dos últimos párrafos.
Rápidamente comprobando una última vez, le envié un correo electrónico
a mi profesora de Inglés y luego me eché hacia atrás con alivio.

Un par de minutos más tarde Noah cerró su computadora portátil. No


necesitaba que me dijera que no había encontrado algo de Beth. Salimos
de la biblioteca. Afuera, el crepúsculo cubría con su manto sombrío a todo
lo largo de Watertown. Nos detuvimos en un lugar de auto servicio de

248
tacos. En el momento en que terminamos de comer y llegamos de nuevo a
la pequeña casa de la ciudad, estaba cansada y desanimada.

Noah estacionó la Toyota en el garaje y cerró la puerta. Agarró su linterna


de debajo del asiento delantero.

—Quédate aquí un minuto, mientras reviso.

Lo golpeé en el brazo, aunque no con fuerza. Me miró con sorpresa y dije:

—Oye, Capitán Solo, soy una chica grande ahora y puedo manejarme
fuera del Halcón Milenario.

Él se rió y dejamos el auto, entrando a la casa. Registramos a través de las


habitaciones vacías, tanto arriba como abajo, antes de transportar
nuestras cosas a la habitación delantera. Tomé una muda de ropa y me
dirigí al baño. Ducharme con agua fría a la pequeña luz de un LED y
secarme con una camiseta no fue divertido, pero me sentí bien por lo
menos al ponerme ropa limpia. Me puse un par de cómodos pantalones
con cordón, calcetines, y un suéter porque la casa estaba cada vez más
fría.

En la habitación del frente, metí todo de nuevo en mi bolsa, incluidos los


dos sobres marrones, con sus piezas de pistas. Entonces reuní los edredones
gastados del armario y comencé a extenderlos. Uno de ellos me recordó a
los edredones de la Casa Seale. Me eché a reír con incredulidad y me giré
hacia Noah, que estaba cambiando las pilas en su linterna.

—¡Acabo de entenderlo! Hazel solía vivir aquí, ¿cierto? Ese Toyota que
hemos estado conduciendo es de ella, y no de una antigua novia.

—Tú eres quien saltó a la conclusión equivocada. He estado cuidando de


las cosas de Hazel, y aquí es donde nos trasladamos después de la Casa
de Seale y antes de conseguir la mía. No podía esperar a salir de aquí.
Después de que ella tuviera su derrame cerebral, Don me ayudó a ponerla
a la venta.

—Así que, ¿quién compró la Casa Seale, de todos modos?

—Un esposo y una esposa. Pagaron mucho por ella, ya que Hazel les dejó
mantener la mayor parte de los muebles. Lo convirtieron en una posada.

249
No tuvo mucho éxito, sin embargo, y al final trataron de volverla a vender.
El lugar estuvo en el mercado por un año, cuando ocurrió el incendio.

Me imaginaba a los visitantes de la posada tratando de acomodarse para


una estancia en la Casa Seale, sólo para que las paredes se vieran raras o
que alguien los mordieran mientras dormían. Incluso si eso no sucedió,
todavía debe haber estado el sentimiento triste que se quedó en la casa
por los niños infelices que habían vivido allí, y del que murió en el sótano.
No me sorprendió que la pareja no pudiera lograrlo.

Un lento agotamiento se filtró a través de mí, tomé un par de suéteres de


mi bolso y formé una almohada. Noah puso sus mantas junto a la mía y se
acostó de lado enfrentándome.

—Si ese brazo tuyo no está mejor por la mañana, vamos a la sala de
emergencias.

Volví la cabeza para mirarlo.

—No está doliendo en este momento, así que no nos preocupemos por
eso.

—Está bien —murmuró, inclinándose por un beso. La calidez y la dulzura de


su boca en la mía poco a poco me abrumaron. Me alejé a un lugar de
felicidad, mis pensamientos tornándose en un borrón y mis preocupaciones
palideciendo. En un pequeño rincón de mi mente, admití que por primera
vez entendí por qué todo el mundo hacia un gran asunto eso de besarse.

La experiencia de ayer había sido realmente genial, pero esto estaba


cerca de lo fantástico. De hecho, nunca había sido besada así.
Cualquiera de los otros chicos con los que había estado simplemente no
eran muy buenos en eso, o mi intensa atracción a Noah estaba nublando
mi juicio. Por último, cuando las cosas estaban poniéndose demasiado
calientes entre nosotros, a regañadientes me aparté y dije contra su boca:
—No estoy lista para ir hasta el final.

—Sí, bueno, creo que sería bueno tener una cama de verdad para eso.

Eso me hizo reír. Miré a Noah a través de las sombras: siempre me había
gustado su voz y sus ojos. Ahora me encantaban sus labios también.
Alegre, comencé a caer en el pozo profundo del amor. Esperaba con
todo mi corazón que nada sucediera para arruinarlo.

250
Nos besamos un poco más, y en el momento en que terminamos, estaba
más relajada de lo que había estado en días. Acostada entre sus brazos,
dije:

—¿Noah?

—¿Sí?

—Quiero que esto dure.

Alzó la mano y me acarició el cabello.

—Lo hará, Jocey.

Nos quedamos así durante mucho tiempo, y estaba a punto de dormirme


cuando apareció un viejo pensamiento que me molestaba.

—¿Noah?

—¿Hmm? —dijo soñoliento.

—Había un artículo que leí hace un tiempo acerca de gemelos. Cómo que
casi pueden compartir los pensamientos del otro. ¿Crees que algo de eso
esté pasando aquí?

Su respiración era tan lenta que me pregunté si se había quedado dormido


hasta que habló.

—No lo sé. La mayoría de la gente diría que no es muy lógico. Pero solía ver
la forma en que actuaban tú y Jack el uno con el otro. A veces era como
si compartieran el mismo cerebro. Él comenzaba una frase y tú la
terminabas.

—Sí. —Exhalé, mis ojos demasiado cansados para permanecer abiertos—.


Lo extraño tanto. Sólo que ahora que estoy contigo, no duele tanto.

Me volví en sus brazos y Noah me acercó, su respiración movía


suavemente mi cabello.

Los dos nos quedamos dormidos por varias horas. Un rato después me
desperté. Noah no estaba a mi lado. Me quedé quieta, mis oídos atentos a
los sonidos apagados de la noche. Podía oír fuera la lluvia cayendo y sabía
que la cubierta de nubes había liberado finalmente su pesada carga. Al
presionar la luz de mi reloj, vi que era un poco pasada las tres. Quizá sólo

251
había ido al baño. Anhelaba el calor de sus brazos alrededor de mí y me
giré de lado, mi mano se deslizó por debajo de mi almohada improvisada.

Hubo una aguda punzada en mi dedo pulgar. Di un grito ahogado y


saqué mi mano. En la penumbra vi sangre que emanaba de un corte. Me
senté y eché hacia atrás los suéteres en los que mi cabeza había estado
apoyada. Algo oscuro brillaba allí. Vacilante, alcancé y toqué el frío metal.
Era el cuchillo que había sido parte de la pista de Jack. El miedo barrió a
través de mí, ya que la última vez que lo había visto fue cuando puse el
estuche de cuero negro dentro de mi bolso.

¿Cómo, entonces, se había salido del contenedor y terminó debajo de mis


suéteres?

Los recuerdos de otros tiempos surgieron: la oscuridad de la noche en la


Casa Seale, cuando un cuchillo de cocina —e incluso la navaja de Beth—
había aparecido debajo de mi almohada, como por arte de magia. Fue
hace mucho tiempo desde aquellos incidentes misteriosos, medio me
había convencido de que sólo habían sido malos sueños. Sin embargo
ahora sabían que tenían que haber sucedido, tan seguro como que
sostenía esta pesada hoja de acero en la palma de mi mano.

—¿Noah? —susurré, mirando a través de las sombras. ¿Dónde estaba? Sin


soltar el cuchillo, me levanté y caminé por el pasillo hasta el baño. La
puerta estaba abierta y él no estaba allí. Revisé las otras habitaciones de
abajo y estaba dirigiéndome a la cocina cuando oí un tono bajo de
música. Reconocí que era el teléfono celular de Noah, me apresuré a
regresar a la habitación del frente.

Las notas se hicieron más fuertes cuando me acerqué a su bolsa de lona y


vi el teléfono tumbado junto a ella. Sintiendo que tenía que responder y
averiguar quién estaba llamando a esta hora, lo abrí y lo puse en mi oído.
No dije nada, sino que sólo oí. Escuché una voz que una vez creí que
nunca volvería a escuchar de nuevo.

—Jocelyn —dijo Jack—. ¡Sal de ahí ahora mismo!

Antes de que pudiera decir una palabra, el teléfono se cortó.

252
32

Pelea
Traducido por Lalaemk

Corregido por Zeth

D
ejé caer el teléfono, tomé mi mochila, e introduje mis pies en mis
zapatos. Llegué a la puerta de entrada y busqué a tientas la
cerradura, el cuchillo aún en mi mano. Finalmente desbloqueando
el cerrojo, tiré de la puerta abierta y vi una lluvia constante.

Unos dedos en mi hombro me sobresaltaron. Grité y me di la vuelta para


ver a Noah de pie ahí, su rostro escondido entre la sombra. Me alejé,
tratando de pasar por la puerta cuando me agarró el brazo.

—¿Qué estás haciendo?

Su voz era tan retraída y distante que me pregunté si realmente lo conocía


en absoluto. ¿Había puesto él el cuchillo bajo mi almohada?

—¡Suéltame!

—Vuelve aquí y tranquilízate.

En ese momento reconocí al Noah que yo conocía, y el alivio me inundó.


Empecé a tirar de él.

—¡Tenemos que salir de aquí!

—¿Por qué?

—¡Vamos! —Un sollozo aterrorizado se deslizó en mi voz—. ¡Reúne tus cosas


y ven aquí ahora mismo!

Me dirigí a la puerta, la lluvia fría fue impactante cuando me golpeó. El


sonido de la advertencia de Jack se hizo eco en mis oídos, y corrí.

253
Noah decía mi nombre. Mirando por encima de mi hombro, me sentí
aliviada de ver que me estaba siguiendo, llevando la bolsa de lona de su
computador portátil. Corrió velozmente, alcanzándome.

—¿Cuál es el problema? ¿Por qué estás tan asustada?

Una fuerte explosión llenó el aire y ambos instintivamente nos agachamos.


Volteando a mirar la casa, vimos fuego. Las ventanas del piso superior
explotaron.

Noah y yo corrimos hasta la carretera, donde era más seguro. Llamas se


dispararon hacia el cielo y silbaron bajo la lluvia.

Su rostro se puso lívido.

—¿Qué está pasando?

No tuve oportunidad de responder. Corriendo a través de las sombras,


viniendo directo a nosotros, estaba la oscura silueta de una persona
vestida toda de negro con la cara encapuchada. Gritando una
advertencia, lo señalé y Noah volteó conforme el hombre saltaba por el
aire. Sus pies se estrellaron contra el pecho de Noah, lo que causó que
soltara su bolsa. Noah se tambaleó hacia atrás y se distanció, corriendo por
el camino de entrada. El hombre lo persiguió. Noah volteó; su pie salió
disparado, golpeando a su oponente duro en su hombro. El hombre vaciló,
dio un paso atrás, y Noah atacó. Empezaron a intercambiar golpes.

Me quedé mirando con incredulidad. Parecía como si estuviera dentro del


más extraño sueño: el ninja negro de nuestra infancia había venido aquí
para luchar. El atacante se abalanzó sobre Noah pero fue repelido por una
fuerte patada. Lanzaron golpes y patadas entre sí con precisión
especializada. Se convirtió en una danza de guerra extraña, con Noah
bloqueando los golpes del ninja y dando patadas y golpes por su cuenta.
En algún momento él bloqueó un golpe y agarró la mano del hombre,
flexionándola hacia atrás tan bruscamente que lo hizo caer sobre sus
rodillas.

El ninja no se quedó así por mucho tiempo, recuperándose de una manera


casi sobrenatural y dando varios golpes duros a Noah. Se golpearon y se
patearon mutuamente. El atacante lo eludió y lo golpeó de vuelta. Noah
voló por el aire. Su pie rebotó en el mentón del sujeto. Sus movimientos se

254
convirtieron en una mancha dentro de la cortina de lluvia, y me quedé
temblando de la fascinación, observando los viciosos empujes de puños y
pies. No escuché sonido alguno de ellos por la lluvia.

Varios vecinos se encontraban en este momento afuera, sus voces


gritando cosas silenciadas por las llamas crepitantes y el siseo de la lluvia. A
lo lejos se oyeron las sirenas.

Volviéndome a la pelea, limpié la lluvia de mis ojos y me perdí de ver el


movimiento que hizo caer a Noah. El ninja tenía la ventaja. Él estaba
encima, sus manos en la cabeza de Noah, consiguiendo un agarre para
romper su cuello.

Yo todavía llevaba el cuchillo. Noah levantó la vista hacia mí, conforme


inútilmente excavaba en los brazos de su agresor. Sus ojos se centraron en
el cuchillo y supe que me estaba diciendo que lo lanzara. Y aún así estaba
demasiado lejos, mi puntería tan débil que podría golpear a Noah, o no
golpear nada en absoluto. Me congelé de miedo, sólo capaz de observar
sin ayuda mientras él contemplaba la daga.

A pesar de la lluvia fría, la hoja de acero parecía hacerse más caliente en


mi mano. Abrí la palma, mirando hacia abajo y luego arriba hacia el ninja
preparándose para romper el cuello de Noah. Abrí mí boca para gritar,
pero entonces el atacante cayó hacia atrás, liberando a Noah.
Parpadeando a través de la lluvia, vi la empuñadura del cuchillo
sobresaliendo de los hombros del ninja. Aturdida, miré nuevamente a mi
palma. ¡El cuchillo ya no estaba ahí, y sin embargo, sabía que no lo había
lanzado! Noah giró, golpeando con fuerza, y el otro sujeto vaciló. El sonido
de las sirenas sonaba más cerca conforme el ninja lanzaba otro golpe.
Noah se tambaleó hacia atrás y el hombre de negro corrió lejos, el cuchillo
todavía entre sus hombros. Desapareció en las sombras.

Corriendo hacia Noah, puse mis manos en sus hombros.

—¿Estás bien?

Respiraba con dificultad, pero su mirada se encontró con la mía y asintió.


Luego se levantó, tomó su bolsa, y se fue cojeando hacia la casa.

El techo estaba cerca de colapsar, pero las llamas se estaban muriendo en


la lluvia. Llegando al garaje, Noah forzó a la puerta elevarse y desapareció

255
en el interior. Oí el motor de un automóvil. Cuando sacó su Jeep Cherokee
por el camino de entrada, subí en él.

Nos alejamos, dirigiéndonos hacia otra calle conforme el auto de policía


doblaba la esquina, las sirenas a todo volumen. Era seguido por un camión
de bomberos. Ninguno de los dos dijo algo durante varios minutos, pero
permanecí temblando.

—¿Estás herido? —dije finalmente.

—Nada permanente.

Las sombras nocturnas de la noche se deslizaban dentro y fuera del auto


mientras manejábamos, y los limpiaparabrisas regaban hipnóticamente el
agua de lluvia por el parabrisas.

—¿Dónde estabas, Noah? Desperté y te habías ido.

—Creí haber escuchado algo y fui a investigar. No creo que tú tengas una
explicación razonable del por qué te estabas dirigiendo a la puerta
principal sin mí, ¿verdad?

—Oh. No es razonable, no.

—¿Entonces qué?

—Estás enojado.

—¡No me digas!

Tomé una respiración profunda.

—Desperté y te había ido. Al menos, no pude encontrarte. Estaba


asustada, porque encontré el cuchillo bajo mi almohada. Cortó mi pulgar.
—Había parado de sangrar, pero lo sostuve en alto y se lo mostré—. Me
pregunté si tal vez tú lo habías puesto ahí.

—¿Por qué haría eso?

—No lo sé. ¿Por qué esa bomba se activó, y por qué el ninja negro se
presentó esta noche y trató de matarte?

—No era el ninja negro, Jocelyn. Era Paul Gerard.

—¿Cómo lo sabes?

256
—Luché una vez con él en mi dojo, ¿recuerdas? Él tenía algunos
movimientos particulares que nunca alguien más usaría.

Suspiré con alivio.

—Creí… no sé qué creí. Algunas veces parece que no puedo separar los
sueños de la infancia de lo qué está pasando. —Pausando, tomé una
respiración lenta—. Mientras te habías ido, Jack llamó a tu celular y me dijo
que saliera de la casa.

—¿Qué?

Ninguno de nosotros dijo algo por varios segundos hasta que él preguntó:

—¿Estás segura de que era Jack? —Sólo lo miré y asentí con una expresión
sombría—. Bien. Así que, ¿Cómo sabía acerca de la bomba?

—No lo sé. Todavía estoy aturdida por el hecho de que escuché su voz y sé
con certeza que está vivo.

Noah me estudió.

—¿Por qué llamar? ¿Por qué no sólo apareció y nos ayudó? Pude haber
muerto esta noche, y Gerard te pudo haber atrapado.

Desanimada, sacudí mi cabeza. La lluvia había disminuido y los


limpiaparabrisas chirriaban. Noah los apagó.

—Supongo que no guardaste mi celular en tu bolsa, para que así


pudiéramos encontrar de dónde estaba llamando Jack.

—No pensé en eso. Lo siento.

—Entonces es oficial. He perdido todo lo que me ha pertenecido excepto


por mi laptop, este auto, y la caja de ibuprofeno en la guantera. Que por
cierto, necesito.

Le di tres tabletas, junto con una botella de agua del asiento trasero.

—Lo siento mucho, Noah. Debí tratar de buscarte. Pero después de que
encontré el cuchillo bajo mi almohada y luego recibir la llamada de Jack,
estaba asustada. Tomé mi bolso porque las pistas estaban ahí.

257
Mi maleta pequeña llena de ropa había quedado atrás, junto con mi
portátil. Mi interior se encogió ante una pérdida tan costosa, por no
mencionar todos los archivos que no pude respaldar porque había estado
muy ocupada. Al menos ya había enviado por correo electrónico mi
ensayo de inglés.

—Bien, entiendo. Pero no podemos seguir así, sabes. Estamos siguiendo las
migas de pan que nos dejan caminando en un círculo.

—Y ahora hemos perdido el cuchillo —añadí, temblando de nuevo.

Noah encendió la calefacción, y las rejillas de ventilación las volteó en mi


dirección.

—Sí, bueno, si no hubieras arrojado ese cuchillo, hubiera tenido una


desagradable visita con el médico forense en estos momentos.

—Pero yo no lo tiré. —Me dio una mirada dudosa, y yo me encogí de


hombros—. Por lo menos no recuerdo haberlo hecho.

—Tal vez es porque estabas asustada. ¡Demonios, yo estaba asustado!


Sabía que iba a romper mi cuello y no había nada que pudiera hacer.
Entonces vi ese cuchillo en tu mano y pensé: “Lánzalo Jocey, o estoy
muerto.” La siguiente cosa que supe, fue que su agarre se había roto.

—Estuviste asombroso, por cierto. No sabía que podías pelear de esa


manera.

—Pero no fue suficiente contra Gerard.

—Él tenía el factor sorpresa. Y es mucho mayor.

Pensando en lo peligroso que realmente era nuestro enemigo, y lo cerca


que Noah había estado de morir, más olas de un frío miedo se apoderó de
mí. Nos dirigimos por un camino bordeando el Río Negro y Noah preguntó:

—Así que, ¿adónde vamos desde aquí?

Negué con la cabeza.

—No tengo ninguna idea. Aunque siento que si Jack no puede venir hacia
nosotros, nosotros tendremos que ir hacia él. ¿Pero cómo hacemos eso?

258
Las pistas envueltas alrededor del cuchillo no nos dijeron lo suficiente. Tal
vez no hay nada más que podamos descifrar.

Noah condujo el auto hacia el estacionamiento vacío de una farmacia


cerrada y se detuvo bajo la luz de un poste.

—¿Dónde está la caja en la que estaba el cuchillo?

—En mi bolso.

Rebusqué y la saqué, entregándosela. La abrió, tomó las tiras de papel rojo


que todavía estaban en su interior, y las arrojó en mi regazo.

Agarrando el revestimiento de espuma negra donde el cuchillo había


estado incrustado, tiró hasta que salió. Luego sonrió con triunfo y volteó la
caja al revés. Cuatro piezas de un rompecabezas cayeron en su palma
abierta.

259
33

La Asignación
Traducido por Maru Belikov

Corregido por Aldebarán

B
ajo el fuerte resplandor de la luz del estacionamiento, Noah y yo
terminamos el rompecabezas juntos. Con las últimas cuatro piezas
en su lugar, se mostraba una foto en blanco y negro de una
pequeña tienda con un letrero encima de la puerta que decía: TATTOO
ORIENT.

—Avenida Oriental —murmuré—. Ahí es donde Beth terminó en el


problema de lógica en el Monopoly. Y la pista para ella decía: “Cuchillos y
agujas conducen a la muerte. Confía menos, confía más en nuestra Angry
Beth.” No pensé que las agujas serían acerca de un salón de tatuaje.

—Yo tampoco.

—Esto luce de algún modo familiar —dije mirándolo—. ¿Sabes dónde es?

—No, pero podemos encontrarlo en internet. Eso es, si mi laptop está bien
después que la dejé caer.

Conseguimos que la laptop de Noah encendiera y resultó marchar bien.


Manejamos bajando en una calle desierta, tratando de captar una señal
inalámbrica. Finalmente encontramos una. Después de una rápida
búsqueda acabamos en un sitio web simple para el lugar de Tattoo Orient.
La dirección estaba sólo a unas pocas cuadras de la Casa Seale. Nos
miramos el uno al otro.

—Quizás es por eso parecía familiar.

—Sí —coincidió él.

260
La lluvia había parado pero el aire estaba pesado con humedad, y una
niebla brumosa estaba empezando a desplazarse desde el río. Manejamos
a través de Watertown a un área no muy lejos de la Avenida Keyes, hacia
la calle de la Casa Seale. La tienda de tatuaje estaba entre una
peluquería y una boutique de consignación.

Noah dijo:

—Conozco este lugar, pero ha sido remodelado. “Reparación de Zapatos


Borke” solía estar aquí, ¿recuerdas?

Deteniendo el Jeep enfrente, leímos el letrero en la puerta.

—No abre hasta las nueve.

Presioné la luz de mi reloj.

—Eso es horas a partir de ahora.

Él se inclino hacia atrás contra el reposacabezas y cerró los ojos.

—Bueno tendremos que esperar.

Tenía razón, aunque fue incómodo sentarse con nuestras ropas mojadas
mientras el tiempo marchaba lentamente. Noah dejó el auto en marcha
por un tiempo, las rejillas de ventilación soplaban aire caliente sobre
nosotros para ayudarnos a secar nuestras ropas. En un momento cerré mis
ojos e intenté ignorar el golpeteo bajo en mis sienes. Por fin, la adrenalina
se filtró de mi cuerpo y me quedé dormida de momento, a menudo con
espasmos que me hacían despertar. Mientras el cielo se volvía de un
traslucido gris en el este, escuché algo y abrí mis cansados ojos para ver un
auto de policía dirigiéndose a nosotros.

—Noah despierta.

Él despertó, sentándose lentamente.

—¡Lo que faltaba! —dijo, su voz gruesa por el sueño. Dos oficiales salieron
de su auto y se nos acercaron. Noah bajó la ventanilla y uno de los policías
miró hacia dentro y pidió ver su licencia y registro.

—¿Hay algún problema con estacionarse en esta calle? —preguntó Noah


mientras entregaba lo que le pidieron.

261
Él policía estudió los papeles y entonces dijo:

—Por favor salga del auto.

—¿Por qué?

—Tú y el pasajero tendrán que venir con nosotros. El detective Iverson te ha


estado buscando.

Una sensación de abatimiento pasó a través de mí cuando agarré mi


bolso. Bloqueando el Jeep y dejándolo aparcado en frente de la tienda
de tatuajes, hicimos lo que nos pidieron y subimos al asiento trasero de la
patrulla. Mientras nos alejábamos miré hacia Noah y murmuré:

—Fantástico.

—No puedo realmente culpar a Don. Dos casas a las que estoy conectado
consiguieron volar en menos de 48 horas.

Mirando a la niebla brumosa, me volví más ansiosa con cada kilómetro


que nos separaba de “Tattoo Orient.” Ser alejados de curso cuando
estábamos tan cerca simplemente fue espantoso. Y no estaba
exactamente emocionada por ir a la estación de policía.

Una vez que llegamos allí. Me hicieron esperar en una vacía habitación
para interrogatorios, donde me mordí las uñas y me preguntaba si alguien
iba a venir y hablar conmigo. Mi mente giró laboriosamente a lo largo de
un confuso ciclo. El recuerdo de escuchar la voz de Jack por teléfono me
llenaba con alivio y dicha. Ahora tenía una prueba de que él no había
muerto en el accidente de auto. Y aún así la verdad también trajo más
confusión y preguntas sin respuesta. Sólo Jack podría atar los cabos sueltos.

Así mismo, no podía dejar de pensar sobre Paul Gerard en su máscara


negra. La imagen mental de la bomba que ese asqueroso monstruo había
puesto, y que pudo habernos matado, me puso furiosa, así como al
recordar su ataque sorpresa en contra de Noah. También me hizo tener
miedo, especialmente por Jack. ¿Sabría mi hermano cuán cerca este
peligroso sujeto nos estaba buscando, y estaría él a salvo de la extraña
habilidad de Gerard para rastrear a su presa?

Los minutos se alargaron por más de una hora, y finalmente apoyé la


cabeza en mis brazos y me quedé dormida. Con el tiempo me desperté y

262
estiré. Mi necesidad de ir al baño me envió a la puerta, donde probé la
perilla y encontré que no estaba bloqueada. Abriéndola, me asomé pero
no vi a nadie. El oficial que había estado sentado afuera de la puerta
cuando vine ya no estaba en su silla y el pasillo estaba vacío. Supongo que
debió aburrirse y se fue. No podía culparlo.

—Muy bien —me dije, arrojando el bolso sobre mi hombro. Si se iban a


olvidar de mí, entonces me podrían localizar luego.

Encontré el baño y después de eso estuve de pie en el pasillo por unos


minutos, tratando de decidir en cuántos problemas me metería si no
regresaba a la habitación de interrogatorios. Decidiendo que valía el
riesgo, caminé pasando la habitación donde había estado y seguí de
largo. Pasé una puerta cerrada y estaba cerca de una que estaba entre
abierta cuando escuché la voz de Noah. Me detuve cerca de la pared y
escuché. Alguien le estaba hablando.

—Quizás pasaste por alto algo obvio —dijo un hombre. Él sonaba familiar,
pero no creí que fuera el Detective Iverson.

La voz de Noah era malhumorada.

—No seas denso, Saulto.

—Sólo estoy tratando de ayudar. ¿Qué si dejaste algo por fuera?

—No lo hice. Y no voy a pasar por todo esto otra vez.

—No estamos pidiéndote que lo hagas.

Ahora que Noah había dicho el nombre, reconocí la voz de Zachary


Saulto. ¿Pero por qué estaba alguien de ISI hablando con Noah en lugar
de un detective?

—¿Te das cuenta cuán cerca estuvo Gerard de poner sus manos sobre ella
anoche? —preguntó un hombre con una voz más profunda.

—Pero él no lo hizo —replicó Noah—. ¿Necesito recordarte que él la


encontró a ella en primer lugar porque estaba siguiendo a Saulto? Y
todavía estoy tratando de averiguar por qué decidiste robar su auto. ¿Fue
para no darle otra opción sino venir a mí?

¡Mi auto!

263
—Cálmate —dijo el hombre—. Sabes que hemos estado respaldando a los
dos. Si no fuera por la rápida conversación de mi parte con ese detective,
tú todavía estarías en la plancha.

—Lo sé. ¿De acuerdo, Sam?

Mi mente trabajó sobre ese nombre, y entonces lo recordé. Sam Marvin


dirigía ISI. Era el jefe de Zachary Saulto.

—¿Lo sabes? Estamos en una apretada situación ahora, Noah. No luce


muy bien.

—Pero no estás ayudando. Por un lado, ¿por qué dejar su auto en mi


camino de entrada? ¿Estabas tratando de asustarla?

—En cierta forma, sí. —Fue Saulto quien respondió esta vez—. Queríamos
poner un poco de presión para mantenerla en movimiento.

—Ella no necesita más de tus juegos mentales. —Noah sonaba molesto—.


Hay suficiente con lo que está sucediendo con Gerard y todo lo demás.
¿Dónde está ahora?

—Dormida en la habitación a dos puertas abajo —dijo Saulto.

—¿Por qué no hablas con el Detective Iverson otra vez? Ve si él deja que
Jocelyn y yo salgamos de aquí para que así podamos terminar lo que
empezamos.

—No lo sé —respondió Sam Marvin—. Han tenido cuatro días. Todavía no


hemos tenido noticias, y se está volviendo muy peligroso. ¡Demonios, Noah,
esto no puede continuar! Casi vuelas en pedazos anoche. Si es mucho
para que tú te encargues, entonces tendré que intervenir.

—¿Necesito recordarte que fuiste tú quién me llamó? Esperaste hasta que


ella estuviese en mi casa y entonces entraste en pánico. Me rogaste
trabajar contigo para una última asignación. Así que, ¿por qué no mejor
retrocedes y me dejas hacer lo que se supone tengo que hacer?

Una ola enfermiza de angustia pasó a través de mí, y en silencio crucé al


otro lado del pasillo. Moviéndome rápido, me deslicé pasando la puerta.
Mi boca se sentía seca, mi cara enrojecida. Asignación, había dicho él. La
última asignación. Alcancé el ascensor y golpeé el botón rezando para
que abriera antes que ellos salieran al pasillo y me vieran. Cuando las

264
puertas finalmente se abrieron me deslicé dentro y pulsé el botón del
primer piso, contando los segundos hasta que las puertas se cerraron y el
ascensor empezó a moverse. Dejé salir el aliento que estaba conteniendo.

Mi mente se convirtió en un caleidoscopio girando al recordar cuando


entré en la cocina y él estaba hablando por teléfono. Había estado irritado
y gruñendo: “¡Dije que me haría cargo de eso!” Ahora lo sabía, él debió
estar hablando con Sam Marvin. Y el “eso” de lo que se suponía tenía que
encargarse era yo.

Todo tenía sentido ahora. Después de esa primera noche Noah parecía
ansioso por deshacerse de mí. Incluso me dejó dinero para que así me
fuera. Pero entonces, la segunda vez, cuando nos encontramos en la
pizzería, cambió su forma de ser tratando de ser amistoso. Prácticamente
demandó que regresara a su casa y me quedara. Por primera vez todo
estaba claro.

Noah no se había metido en todo esto conmigo porque le importara algo


sobre Jack o sobre mí. Sam Marvin le estaba pagando. Y todas las cosas
que habían pasado entre nosotros debían ser mentiras también. He sido
tan estúpida por confiar en alguien más que no fuera Jack. En ese
momento me convertí en la vieja y desgarbada Jocey de nuevo, la chica
que nadie puede querer o amar, cuya vida era una broma y cuyo corazón
no valía nada.

Las puertas se abrieron. Dejé el ascensor y caminé con determinada calma


pasando el escritorio de enfrente. El oficial que estaba allí no pareció ver
nada fuera de lo común, por lo que estuve agradecida. Hice mi camino a
través de las puertas de entrada, bajando las escaleras, y hacia la acera.
Una niebla brumosa todavía estaba sobre Watertown, como un velo de
novia fantasmal. Me apresuré en alejarme, moviéndome rápidamente
hasta que la estación de policía parecía nada más que un punto distante
en la niebla de la mañana.

No estoy segura de cuántas cuadras caminé, perdida en la neblina, hasta


que finalmente encontré un taxi. Trepando en el asiento trasero, cerré la
puerta y le di la dirección de la tienda de Tattoo Orient. Entonces, me
senté allí mientras las duras palabras de Noah, la última asignación,
circulaba a través de mi cabeza. Traté de empujar el dolor lejos, pero me
golpeaba como granitos de arena en una tormenta seca.

265
Después de que el taxi se detuvo frente a la tienda de tatuajes, le pagué al
conductor con el billete de veinte que obtuve del cajero automático. Él se
alejó, y caminé pasando el Jeep Cherokee negro de Noah. Una vez más
experimenté la enfermiza oleada de aplastante esperanza. Mirando más
allá, empujé la puerta del salón y entré, con un sonido de campana
anunciándome.

—Estaré contigo en un minuto —dijo una voz ronca a través de las cortinas
negras detrás del mostrador.

Las paredes estaban cubiertas con docenas de diseños de tatuajes, y un


estante de cristal lleno de cuchillos y dagas especiales. La mayoría tenía
tiradores decorativos y empuñaduras, pero algunos eran más prácticos.
Uno, en un estuche de cuero negro, era igual que el cuchillo que Jack me
había dejado.

Pude escuchar el sonido de dos voces y miré por la ranura de las cortinas.
Todo lo que podía ver era la parte de atrás de un tipo corpulento con una
cabeza rapada y tatuajes en los brazos y cuello. Junto a él estaban las
piernas de una mujer joven acostada en una silla. Ella parecía estar
grabando algo en su tobillo, y los sonidos y muecas de dolor hicieron
parecer que un tobillo era un lugar doloroso para obtener un tatuaje.

Pronto el tipo que estaba tatuando colocó su instrumento a un lado. Se


giró alrededor y vino a través de las cortinas, viendo hacia mí. Quedarse
mirando fijamente parecía rudo, pero no pude evitarlo mientras me daba
cuenta que no era un hombre.

—Hola, Beth —logré decir. Ella era un poco más corpulenta de lo que
había sido cuando éramos niñas. Su alguna vez largo cabello rojo había
sido rapado a unos meros centímetros, sus orejas y cejas pálidas cargadas
con perforaciones. Llevaba una camiseta suelta que mostraba un cuerpo
completamente tatuado con todos los diseños imaginables ondulándose.

Ella sonrío hacia mí y dijo:

—Es bueno verte otra vez, Jocelyn.

266
34

“X”
Traducido por Lizzie

Corregido por Aldebarán

S
i alguna vez alguien me hubiera dicho que Angry Beth algún día
me abrazaría con flácidos brazos tatuados y sacudida a una milla
por minuto, no lo habría creído. Y, sin embargo eso es exactamente
lo que hizo. Me quedé allí mirándola gimotear a distancia como si
fuéramos viejas amigas que se acababan de ver entre sí hace unos días.
Fue increíble.

—Por cierto, Jocey, he estado pensando que debería haberte dicho algo
la última vez que estuvimos juntas. Fuiste una de las mejores amigas que he
tenido. Cuando compartimos esa habitación en la Casa Seale, siempre te
tomaste el tiempo para hablar conmigo. Incluso si estaba muy lastimada
para responder. Al principio no podía decirte lo mucho que significaba
para mí, y luego me olvidé de hacerlo. Sabes cómo es, ¿verdad?

—Disculpa —llamó la chica de piernas largas de la trastienda—. ¿Vas a


terminar esto o qué?

—¡Sólo un minuto! —gritó Beth a través de la cortina. Volviéndose hacía mí,


levantó las cejas y movió la cabeza como si compartiéramos un secreto—.
¿No crees que debería saber mejor que no debe molestar a alguien
usando una aguja en ella?

—Sí, no es broma. —Empecé a reír, aunque no porque fuera divertido. De


hecho, Beth seguía pareciendo algo escalofriante.

Ella bajó la voz.

267
—Me pongo enferma de esas putillas que quieren una mariposa en su
tobillo o una flor en el ombligo. ¿Sabes lo que quiero decir? Realmente me
molesta.

—Puedo entender eso.

—Tengo que volver al tatuaje. ¿Vas a venir más tarde para que entonces
podamos hablar?

—Está bien. —No podía entender por qué en la tierra Jack me había
enviado allí o cómo podría traer a colación el tema.

Beth se colocó detrás del mostrador.

—Por cierto, no estoy segura de cuánto tiempo se suponía que debía


aferrarme a esto. —Tomó un sobre en blanco con mi nombre impreso en el
exterior—. ¿Lo quieres?

Asentí con la cabeza y lo tomé, murmurando las gracias mientras se


alejaba. Sobre su hombro, dijo:

—Habré terminado en una hora. ¿Por qué no vienes entonces?

Saliendo de la tienda, me acerqué a la acera, pensando en la pista de


Jack sobre Beth: confía menos, confía más. En el pasado había confiado
en ella menos que en cualquier chica en la Casa Seale. Sin embargo, con
su transformación a una cabeza rapada, cuerpo perforado y tatuado, y tal
vez algo de seria terapia de grupo, parecía que ella era ahora alguien en
quien Jack sentía que yo podía confiar.

Abriendo el sobre, metí la mano y saqué un pequeño dibujo a tinta de una


elaborada cruz medieval que formaba un cuadrado de unos cinco
centímetros. Debajo de ella, con la cuadrada escritura de Jack, estaban
las palabras: LA X MARCA EL LUGAR. Fue entonces cuando la enterrada
memoria a largo plazo pareció levantarse de entre la niebla coloreada de
ópalo rodeándome.

***

—Nos vamos a meter en problemas —susurré—. Sabes que no se nos


permite entrar en la habitación de Hazel.

Jack abrió lentamente la puerta.

268
—No seas cobarde. Vamos.

—¿Dónde está Noah?

—No tiene que estar en todo lo que hacemos, ¿verdad?

Nos deslizamos dentro de las poco iluminadas escaleras de la habitación


de Hazel, y miré alrededor de la habitación, en la cual nunca antes había
estado. Mi corazón latía rápido, pero seguí a Jack, creyendo, como
siempre, que adonde quiera que él fuera, tenía que ir. Me llevó a la
pequeña mesa redonda cubierta con un tapete de abalorios de encaje
bordado y adornos varios. Al levantar el tapete, agarró el lado y abrió un
cajón oculto. En la parte superior había un crucifijo de filigrana.

—La X marca el lugar —dijo, tirándolo hacia afuera y dejando a un lado un


par de papeles. Debajo estaban paquetes bien ordenados de marihuana
y pequeños paquetes de lo que supuse era cocaína. También había
algunas parafernalias para drogas.

—Oh, no —resoplé, sosteniendo mis manos en alto en señal de protesta y


retrocediendo—. ¡Jack, si ella sabe que hemos visto esto, nos matará!

—El viejo dragón no va a saber. —Puso todo de regreso en su lugar y cerró


el cajón—. Escúchame, Jocey. ¿Cuántas veces te he dicho que no puedes
vencer a tus oponentes hasta que sabes cuáles son sus debilidades?

—No quiero vencerla —susurré, corriendo hacia la puerta—. Sólo no quiero


ser enviada al sótano.

Abrí la puerta y me asomé. Al entrar en el pasillo con Jack detrás de mí,


cerramos la puerta y solté un suspiro de alivio. Entonces le di una palmada
en el brazo.

—La próxima vez, me dejas fuera de tus estúpidos planes, ¿lo harás?

***

Corriendo a través de la niebla, mi mochila chocando contra mis


omóplatos, agarré el papel en mi mano. Hace cinco años la razón por la
que había sido capaz de decirles a esos dos agentes de policía donde
mantenía Hazel sus drogas, fue porque Jack me lo había mostrado un par
de semanas antes. Este conocimiento había causado eventualmente que
el programa de acogida de la Casa Seale se derrumbara.

269
Pensé en mi segunda visita a la habitación de Hazel hace unos días,
cuando me había encontrado de forma inesperada transportada allí.
Alguien o algo, ahora sabía, me había llevado allí por una razón. Se
suponía que debía abrir el cajón de la pequeña mesita, la baratija con
manchas de agua que todavía estaba asentada en su habitación de
arriba. Pero debido a que la chica había aparecido balanceando la
cadena, nunca tuve la oportunidad.

Por mucho que no quisiera, me dirigí en la dirección de la Casa Seale y


comencé a correr. Sentí que esto era lo que Jack había querido desde el
principio. Corrí precipitadamente hacia él, esperando que estuviera allí,
desesperada por llegar a la única persona que se preocupaba por mí.

Jack, ¿dónde estás? Mis zapatos golpearon el concreto e hicieron un eco


sordo en la niebla. Jack, mi cazador de dragones...

¿No era el único que nunca me había traicionado? Esta verdad fue clara,
amargamente revelada en la conversación oída entre Noah y Sam Marvin.

Oh, Jack, Jack... ¿dónde estás cuando más te necesito? Jack es ágil, Jack
es rápido, Jack salta por encima de esta mala pasada… ágil Jack…
saltarín Jack… irrelevante Jack…

Seguí corriendo, mi pecho agitado. Jack y Jocelyn fueron a Seale a buscar


un cubo de mal…

Un auto que venía desde la otra dirección parecía evaporarse de la


niebla, pasándome y desapareciendo mientras su motor zumbaba en la
distancia.

Móvil Jack… Lleva Jack… Jack aprendiz de todo… Jack de picas… no


conoces a Jack…

Doblé una esquina y corrí hacia la casa de la que había pasado los últimos
cinco años huyendo.

Esta es la rata que se comió la malta que yace en la casa que Jack
construyó…

Entonces me dio un calambre, un dolor agudo en mi costado, y disminuí mi


paso, mi respiración jadeante.

El Jack de Corazones, robó algunas tartas, todo en vísperas de verano…

270
Obligada a caminar ahora, sostuve mi costado, esperando que el dolor se
fuera. Por último, en la distancia, la Casa Seale se levantaba como un
gigante medio quemado en la niebla. Me apresuré a cruzar la calle y subir
las escaleras. Empujando la puerta abierta, me moví dentro de la
oscuridad.

En vez de disminuir, el dolor en mi costado se puso peor, y casi se duplicó.


Justo ahora no era el momento de un ataque de apendicitis. Haciéndome
ir más profundo dentro de la casa, llegué a la escalera y comencé a subir.
Otro espasmo de dolor intenso cortó a través de mí y tuve que hacer una
pausa.

Tirando de mi camisa y desatando el cordón de mis pantalones, bajé la


tela y miré al punto bajo en el lado derecho de mi abdomen. Al principio
me sentí aliviada al ver que no había nada. Entonces, mientras miraba con
horrorizada fascinación, líneas oscuras comenzaron a surgir de debajo de
la carne.

Jadeando en dolor y miedo, no pude apartar mis ojos de las marcas de


tinta que se arremolinaban de debajo de mi piel como una antigua runa.
Más detalles y líneas aparecieron, y parecía como si una aguja caliente se
moviera con la velocidad del rayo y quemara la tinta en mi carne.
Tambaleándome de espalda contra la barandilla casi me caigo, pero me
agarré y estabilicé a mí misma.

—¿Qué está pasando? —grité.

La Casa Seale estaba en silencio. Ningún sonido resonando a mi espalda,


como si las paredes se hubieran tragado mis palabras. Boquiabierta hacia
abajo a la imagen en tinta negra, hipnotizada, ya que continuaba
evolucionando en giros y líneas. Finalmente se creó una réplica exacta del
dibujo del tatuaje de una cruz medieval que tenía en mi mano. Tiré el
papel con desprecio, sabiendo que no sería tan fácil deshacerme del
diseño quemando en mi carne.

—¿Qué estás haciéndome? —lloré, mirando la imagen, ahora completa.

En ese momento parecía como si la voz de Jack se hiciera eco de una


explicación a través de una cavernosa distancia.

—La X marca el lugar.

271
35

Jack
Traducido por Dai y LizC

Corregido por Aldebarán

D
e alguna manera subí las escaleras y a lo largo del pasillo que
conduce a la habitación de Hazel. Mi costado todavía dolía pero
el intenso ardor había disminuido un poco ahora que la imagen
estaba completa. No podía mirarla, no si iba a mantener mi cordura.

El piso crujió y gimió, mucho más retorcido de lo que alguna vez había sido.
Necesité todo mi coraje sólo para caminar a través de la Casa Seale.
Todavía apestaba a humo y madera mojada, también notando que olía
como al fétido olor de la muerte. Tuve una breve visión de este lugar como
un cadáver masivo donde nada humano podía sobrevivir. Pasé por la
puerta del dormitorio de las chicas y recordé a Evie hablando con su
muñeca, Juliann y Laura armando un rompecabezas juntas, y a Beth
sacando brillo a su cuchillo. Era el lugar donde había pasado tanto tiempo
soñando el día cuando Jack, Noah y yo podríamos dejar esta casa juntos.

Finalmente alcancé la puerta de la habitación de Hazel. Abriéndola y


abatiéndome por el chillido de los goznes oxidados, me quedé parada en
el umbral y miré hacia adentro. Por culpa de la niebla fuera de las
ventanas, la luz era aún más gris y sombría que la última vez que estuve
aquí. Mis ojos rebuscaron entre las sombras. Desesperadamente esperé
encontrar a mi hermano pero no lo vi en ningún lugar. Un pesado
sentimiento me deprimió, como si mi alma estuviera estancada en zapatos
de cemento destinados para el sucio fondo del río.

Caminé más adentro de la habitación. Mis pies chapotearon en un charco


dejado en el piso cuando la lluvia había entrado por un agujero en el
techo. Segura ahora que Jack no estaba aquí, y sin saber qué más hacer,
puse mi mano en mi costado dolorido y fui hacia la pequeña mesa barata.

272
Estaba arruinada, pero todavía fui capaz de abrir el cajón. Miré dentro,
estaba vacío.

¡Toda la miseria de regresar a la Casa Seale, y para nada! Saqué el cajón y


lo tiré a través de la habitación. Golpeó la pared con un golpe fuerte y
cayó dando vuelta. Ahí es cuando vi algo pegado en la parte de abajo.
Me apresuré y saqué un sobre color crema con mi nombre escrito en el
frente.

―¿Por qué, Jack? ―susurré.

¿Por qué otra pista que conduce a ninguna parte? Y mientras tanto, ¿por
qué convocarme para que me enamore de Noah de nuevo, sólo para
dejarlo apuñalar mi corazón como si yo fuera el vampiro y él Van Helsing?

Me saqué la mochila y la tiré a una parte seca en el piso. Abriendo el


sobre, saqué varias hojas escritas con la letra familiar de mi hermano.
Caminé hasta la agrietada ventana y giré el papel para que le dé la luz.

Hola Jocelyn,

Si recoges esta carta la primera vez que te traigo a la habitación de Hazel, entonces parte de esto
no tendrá sentido. De todas maneras, espero que empieces con la pista en el sótano y sigas la
ruta que he trazado para ti.

―Eso es tan de ti, ¿no? ―dije en voz alta, sonriendo tristemente a pesar de
todo.

Antes de llegar a la razón principal de esta carta, necesito dejarte saber que pasó en ISI. Todo
empezó cuando mi jefe, Sam Marvin, vino a mí. Él dijo que había un hombre llamado Paul
Gerard que solía trabajar para la compañía, y que les robó algo.

273
Como yo era el único empleado que Gerard no había conocido, Sam me pidió que lo recuperara.
Dijo que no podía decirme qué era, pero dejó en claro que en las manos equivocadas podía
arruinar a su compañía.

Estuve de acuerdo en ayudar, porque no quería que Noah saliera lastimado. Si el ISI quebraba,
podría arruinar todo para el único hombre que siempre veló por mí. No podía dejar que eso
sucediera, así que tomé la información que Sam me dio y fui a buscar a Paul Gerard.

No voy a escribir los detalles aquí, pero las cosas terminaron mal. A pesar de que recuperé el
archivo robado de Gerard, él pronto descubrió lo que había hecho y me siguió. Me atacó, y
apenas pude escapar. Estaba lastimado, y me dejó realmente conmocionado. Sam Marvin nunca
debió haberme enviado tras ese archivo, ya que podría haber sido asesinado.

Una vez que por fin llegué a un lugar seguro, decidí echar un vistazo a lo que Gerard había
tomado y por qué era tan importante. Después de abrir el archivo, estuve molesto al enterarme
de que las puertas traseras habían sido codificadas en muchos de los programas de seguridad
del ISI. Lo que Gerard robó fue la lista maestra de las contraseñas para entrar en todas esas
puertas traseras ocultas, lo que supongo que podría venderse por mucho dinero. Sam tenía
razón en una cosa: en las manos equivocadas podría acabar con su compañía. Eso tal vez podría
incluso causar algunos arrestos, porque es ilegal.

Todavía quería proteger a Noah, pero no estaba seguro de dar las contraseñas de nuevo a ISI.
Necesitaba tiempo para pensar las cosas, así que escondí la lista. Luego conduje hasta Canadá y

274
recorrí el Parlamento y la Torre de la Paz. Ahí es donde llegué por primera vez a la idea de dejar
las pistas.

Probablemente has estado preguntándote por qué te he llevado en tan extraña búsqueda del
tesoro. En primer lugar, quería que volvieras a visitar el sótano. Siempre le tuviste tanto miedo, y
sobre todo miedo de enfrentar a la memoria de Conner y lo que hiciste. ¿Sabes, la última vez que
estuvimos hablando acerca de la Casa Seale lo traje a colación pero te habías olvidado de él… o al
menos lo bloqueaste? Creo que es importante que te permitas dejarlo ir. Después de todo, eras
una niña tratando de ser la madura y hacer lo que se necesitaba. No creo que nadie te pueda
culpar por eso.

En segundo lugar, te envié a la Torre de la Paz, porque quería que miraras hacia abajo en
Gatineau, Quebec, desde una gran altura y te dieras cuenta de que a pesar de que Melody fue
tan abusiva contigo allí, ella y Erv y todo ese lugar son insignificantes. A pesar de que estuvimos
allí sólo unos días, lo que Melody te hizo dejó una cicatriz en ti. Pero viendo esa ciudad, y a ella,
desde la distancia, ¿puedes ver lo pequeño y despreciable que era ella? Así como aquellas niñas
malcriadas en la escuela en Watertown, y lo mismo con Hazel y su crueldad. Todos ellos son
como guijarros en la orilla. Si los mantienes cerca de tu ojo, parecen gigantescos. Pero si los
pones a donde pertenecen, puedes tener una mejor perspectiva de lo que realmente eran.

En tercer lugar, te envié al Séptimo Libro de la Sala de Velación ya que representa a los que
perdieron la vida en tiempos de paz, y en algunos aspectos eso me representa.

275
Miré hacia arriba y arrugué el papel. ¿Qué quiso decir con eso Jack? Seguí
leyendo.

Además, parece importante para ti encontrar las otras personas que frecuentaban tu pasado. Ya
sabes cómo eres, Jocelyn, cómo no dejas de lado nada. Es por eso que quería que te encontraras
con Dixon, para que veas por ti misma que él está bien, y lo mismo con Beth. También quería
que vieras a Hazel y reconozcas lo impotente que se ha convertido, y lo patética que siempre fue.

Ahora, la razón principal por la que dejé las pistas. Lo hice porque principalmente quería que
pasaras tiempo con Noah. Sabía que si dejaba esos rompecabezas difíciles, ninguno de los dos
sería capaz de resistirse a descifrarlos.

―Sí, claro. Él estuvo feliz de hacerlo si le pagaban.

Hay algo que no sabes acerca de él, Jocey. Una vez, cuando estábamos charlando, me confesó
algo. Me dijo que desde que éramos niños, ha estado secretamente enamorado de ti.

Sorprendida, miré a la carta. ¿Cómo puede ser eso? Noah había actuado
tan malhumorado la primera vez que había aparecido. Por supuesto,
como un niño siempre había puesto en alto muros. Nunca había estado
segura de lo que él estaba pensando.

Varias veces ya Noah me ha pedido que lo dejara hablar contigo, pero cuando lo mencionaba tú
siempre te ponías tan terca. Yo sé lo mal que te sentías acerca de nuestra última noche en la

276
Casa Seale y lo que Noah te dijo, pero eso fue hace cinco años. Él ya no está enojado, y aunque no
es un tipo que alguna vez te enviaría flores o escribiría un poema, lo cual no te gustaría de todos
modos, hay mucho más dentro de él que lo que puedes ver en la superficie.

Y sé que te preocupas por él también. Tal vez eras simplemente una niña de doce años en ese
entonces, pero tus sentimientos por Noah nunca se fueron. Lo oía en tu voz cada vez que te
hablaba de él. Fue entonces cuando empecé a pensar que si ibas a tener un futuro, entonces
necesitaba dejar de hacer interferencia. Ha llegado el momento para que puedas sanar y dejar ir
el dolor.

Mientras estaba escondiendo las pistas, también decidí que no quería seguir trabajando para el
ISI, ya que no se podía confiar en ellos. Así que comprobé la línea estatal de noticias y leí un
artículo sobre este grave accidente en Norwich. Descargué una foto del auto totalmente
destrozado, escribí un informe falso del accidente, sustituí mi nombre, y lo envié a Sam Marvin.
Sabía que era hora de cortar mis lazos con ellos y desaparecer. Sé lo mucho que esto tiene que
haberte hecho daño, y lo siento.

Jocey, sé que siempre has creído que era el fuerte, pero no lo soy. He guardado tanta ira y odio,
mientras que tú has sido la única que es buena y amable. Sólo te estoy deprimiendo, haciéndote
daño cuando no quiero hacerlo, lo cual es por lo que estás mejor sin mí.

Antes de irme, quiero que sepas que siempre he sido consciente de tu angustia. Cuando lloras en
tu almohada, tus lágrimas mojan mi rostro. Incluso antes de que fingí mi muerte y sufriste a

277
causa de eso, he sabido de tu dolor. En demasiadas maneras he contenido tu ira y odio por ti,
mientras has llevado la pena por los dos. Es hora de que me dejes ir.

Jack.

Alcé mis ojos llorosos de la carta y luego me desplomé en el suelo, un


sollozo escapando de mí.

―Pero no tengo nada por mí misma ―susurré. El dolor en mi costado


empeoró.

Poco a poco doblando la carta y deslizándola de nuevo en el sobre, me


limpié las lágrimas. Otro espasmo fuerte me hizo hacer una mueca, pero
sentí miedo de mirar la marca medieval. ¿Por qué Jack dejó tantas cosas
sin explicar?

Con el sonido de pasos que se acercaban, me levanté y aferré mi


costado. ¿Podría estar Jack viniendo a mí después de todo?

Me enfrenté a la puerta, cuando se abrió de golpe, y miré de reojo a la


silueta de un hombre caminando a través del umbral. La luz gris de las
ventanas lo iluminaron lo suficiente como para que yo lo reconociera y
viera el arma apuntando a mi cara.

Era Paul Gerard.

278
36

El Enemigo
Traducido por Kathesweet

Corregido por Mlle_Janusa

E
n las sombras oscuras, los rasgos hermosos de Gerard y la tez oliva
adquirieron un aspecto siniestro. Sonrió.

—Qué bueno verte de nuevo. —Su tono de voz calmado lo hizo


sonar más como una línea de cogida que como una amenaza.

—¿Cómo está tu hombro? —pregunté.

—Curando. ¿Cómo está tu garganta?

—Mucho mejor.

—Sabes, tengo que admitir que admiro tu bolsa de trucos. Creo que eres la
perra más inteligente que alguna vez he enfrentado. No la más linda, pero
sí la más inteligente.

—Bueno, si tengo que escoger…

Me agarró por el cabello, empujando el arma bajo mi mandíbula e


interrumpiendo mi comentario a media frase. El brillo psicótico en sus ojos
me recordó a Conner, y supe que no podía resolver este problema por mí
misma.

—Déjame ir. —Mi voz era extrañamente calmada.

Sonrió, con esa falsa confianza que había visto en la galería.

—Seguro. Primero dime dónde está.

—Me temo que no puedo hacer eso.

279
—¿Dónde está tu gratitud, Jocelyn? Me lo debes. Si yo no le hubiera
disparado a ese chico, te habría apuñalado.

Su engreída confesión me hizo enojar. ¿Por qué estaba llevándose el


crédito por matar a Georgie de la misma manera en que un Boy Scout
hablaría sobre hacer una buena acción?

—Entonces, ¿dónde está?

Hablé lentamente, como si él fuera estúpido.

—No. Lo. Sé.

Su rostro se oscureció con rabia y empezó a arrojar horribles insultos hacia


mí, diciendo con lujo de detalles lo que me planeaba hacer. El tono de su
voz se elevó mientras sus dedos retorcían mi cabello y halaban hacia atrás
mi cabeza hasta que mi cuello estuvo palpitando con dolor. Entendí por
qué Jack había estado tan asustado de él. Asustada de ver los ojos de
Conner, deslicé los míos hacia las paredes con papel pelado y yeso
picado. Habían empezado a latir, y bajo las amenazas estridentes de
Gerard escuché el bajo repiqueteo del corazón, latiendo lento, que se
había apoderado de la Casa Seale de mis pesadillas.

Empujando el arma más duro contra mi garganta, amenazó en el lenguaje


más sucio que haría estallar mi cabeza. Traté de mantener mi voz.

—Entonces nunca encontrarás la lista de contraseñas, ¿no es así?

Me tiró al suelo y me pateó. Me curvé para tratar de protegerme. El dolor


en mi costado era intenso ahora, y me preocupé que su golpe hubiera roto
mi apéndice. En una horrible confusión mental, me pregunté si la tinta
rezumando a través de mi piel era más que un presagio de alguna
infección más profunda. Él pisó mi muñeca y miré fijamente su zapato
brillante, pensando en que Noah nunca usaría algo tan tonto.

—No necesito matarte. —Puso su peso sobre mi muñeca hasta que estuve
jadeando de dolor―. Simplemente te dispararé en la mano, para empezar.
¿Qué te parece?

Mirando hacia él, y la forma en que se alzaba sobre mí, también vi la


pared detrás de sí empezar a deformarse y retorcerse.

—No —imploré.

280
—Demasiado tarde. —Se acuclilló y puso el arma contra mi palma.

Apretando mis ojos, preparé mi cuerpo contra la explosión que traería más
dolor y desfiguración de lo que podría imaginar. Pero entonces una
maldición hostil escapó de Gerard y se tambaleó hacia atrás, liberando mi
muñeca. Mis ojos se abrieron mientras su arma golpeaba el suelo. Maldijo y
sacudió su mano. Agarré el arma pero la liberé inmediatamente… ¡Estaba
caliente!

Se tambaleó contra la pared, que estaba hinchada y ondulada. Con un


grito de alarma, trató de alejarse pero no pudo. La pared lo sostuvo como
una mosca en una red y cuando luchó por liberarse ésta surgió en torno a
él como The Blob18. Se asustó mientras ésta empezaba a succionarlo. La
pared lo sorbió como si estuviera hambrienta y él fuera el bocado que
había estado esperando.

Gerard empezó a gritar y yo también. Saltando sobre mis pies, me alejé de


él y fui hacia la puerta. Sus gritos de terror me siguieron por el pasillo, donde
las paredes se estremecían con olas y espasmos. Las manchas de agua se
retorcieron en diseños fantásticos y extraños. Horrorizada, entré en una
habitación donde una vez me había quedado con las otras chicas. Sólo
había un banco y un armario destartalado aquí ahora. Cortinas andrajosas
enmarcaban dos ventanas, y un espejo manchado colgaba ladeado
entre ellas.

Manchas oscuras empezaron a emerger de las paredes de la misma


manera en que la X sobre mi estómago lo había hecho. Mi corazón estaba
latiendo tan rápido que parecía listo para romperse a la mitad, y todavía
no podía arrancar mi mirada. El vidrio de los paneles de una ventana
explotó repentinamente, lloviendo sobre todo mí alrededor mientras
gritaba y me agachaba, cubriendo mi cabeza.

—¡Detente! —sollocé. Me tapé los oídos contra el bajo ritmo cardíaco,


pulsando entretejido con los gritos distantes de Gerard.

Los siguientes minutos se convirtieron en incoherencia para mí hasta que


las paredes finalmente detuvieron sus pulsaciones nauseabundas. Cuando

18 The Blob: (La “masa devoradora” en España, La “mancha voraz” en México y


Argentina.) Es un filme independiente estadounidense de Terror/ciencia ficción del año
1958 que presenta un gigantesco alien similar a una Ameba que aterroriza la pequeña
comunidad de Downingtown, Pennsylvania.

281
levanté la mirada la habitación estaba de la manera en que había estado,
excepto por los fragmentos de vidrio cubriendo el suelo. Y Noah estaba allí.
Se arrodilló a mi lado y dijo algo, quizás preguntando si estaba bien. Igual
que la tarde de otoño hace años, cuando Conner casi me había matado,
no pude entender sus palabras por culpa del zumbido en mis oídos.

Otros dos hombres entraron en la habitación, uno de ellos Zachary Saulto.


Cerré mis ojos, jadeando ante el dolor renovado en mi costado,
aferrándome a él con manos que parecían garras.

—¿Qué está mal con ella, Sam? —preguntó Noah de lo que sonó como
una gran distancia.

Más allá del zumbido en mis oídos escuché al hombre decir:

—Muéstrale la foto.

Noah levantó el dibujo arrugado de la cruz medieval con la escritura de


Jack debajo.

—Encontré esto en las escaleras, Jocey. ¿Es de Jack?

Asentí, mi voz jadeante mientras dije:

—Pero no está aquí.

El hombre se arrodilló en frente de mí. Era de unos cuarenta años y tenía


rasgos largos y ojos grises desteñidos. Vestía una corbata roja con un traje
oscuro, y cuando me miró tuve una extraña sensación de familiaridad.

—Jocelyn, soy Sam Marvin, el jefe de Jack. Quiero ayudarte. ¿Sabes lo que
significaba para él este papel? ¿Es importante?

Lo ignoré y me giré hacia Noah.

—Sé por qué te quedaste conmigo. Todavía estás trabajando para ISI.
¿Cómo pudiste traicionarme? Pensé que estábamos en esto juntos, por
Jack.

—Lo estamos.

Sacudí mi cabeza.

—¿Cuánto ofrecieron pagarte por pasar por todo esto conmigo?

282
—No lo suficiente.

Cuando alejé la mirada él agarró mi barbilla y la giró para forzar un


contacto visual.

—No hay suficiente dinero en el mundo que me haga pasar por toda esta
locura. Simplemente estuve de acuerdo porque me preocupo por ti.

Simplemente lo miré, queriendo ignorar la intensidad en sus ojos pero


encontrándolo difícil. Bajó su voz, para que sólo yo pudiera escuchar.

—Estaba tratando de mantenerte a salvo, Jocey.

—Deberías habérmelo dicho.

—Si lo hubiera hecho, te habrías ido.

Hubo otra oleada de dolor en mi interior y recordé la dura patada de Paul


Gerard. Girando mi cabeza, miré a través de la puerta abierta y hacia el
pasillo. ¿La Casa Seale había matado a mi atacante?

—¿Dónde está Gerard? —pregunté.

—Se ha ido. Lo vimos salir de la casa y entrar en su auto. Estaba


sosteniendo su brazo como si estuviera roto, y parecía asustado, sus ojos
completamente salvajes. Se escapó rápido. ¿Peleaste con él, Jocey, y
rompiste su brazo de alguna manera?

Sacudí mi cabeza. Quería decirle la verdad pero estaba asustada de


explicar lo que la casa había hecho.

—Jocelyn —dijo Sam Marvin con una mirada sincera―. Es muy importante
que hablemos de Jack.

Un aumento inesperado de ira me llenó.

—¡Él ya no confía en usted!

Otra ventana en la habitación explotó y todos nos agachamos para


cubrirnos. Hubo una punzada en mi brazo. Cuando miré hacia abajo, vi a
Zachary Saulto empujar una jeringa hipodérmica. Me alejé mientras Noah
se abalanzaba sobre él, su puño aplastándose contra la cara de Saulto.
Sam Marvin empezó a gritar y a alejar a Noah del sujeto, que ahora tenía
un labio sangrando.

283
Hice una mueca de dolor, encorvándome, y agarré mi costado. Noah se
apresuró a volver a mi lado.

—¿Qué está mal, Jocey?

—Duele. —Me moví de adelante a atrás.

—¿Gerard te hizo esto?

Sacudí mi cabeza, otro espasmo peor que el primero ahora arrastrándose


a través de mí. Sam Marvin se agachó otra vez.

—Escúchame. Jack escondió algo para nosotros, y eres la única que


puede conseguirlo. Dinos qué necesitas…

Noah dijo:

—Necesita un hospital. Voy a llamar a una ambulancia.

—¡No! —protesté—. No al hospital.

No podía seguir en tal agonía. Desatando el cordón de mis pantalones,


bajé la tela lo suficiente para que ellos vieran la cruz medieval sobre el
lugar donde mi apéndice podría estar.

—La X marca el lugar —susurré en una voz fantasmal que no sonaba en


absoluto como yo.

La miraron fijamente hasta que Zachary Saulto dijo:

—Está escondido allí… no puedo creerlo.

Sam Marvin asintió.

—¿Dónde más podría estar seguro? ¿Podemos sacarlo?

—Sí. Hay un bisturí en el botiquín de primeros auxilios, en el auto. —Saulto se


apresuró a salir por la puerta.

Indignado, Noah se giró hacia Marvin.

—¡Estás loco! ¡No la vamos a abrir!

—Sólo será una incisión superficial.

—¡Llévala a un hospital si quieres, pero no vas a hacer eso aquí!

284
Marvin frunció el ceño y sacudió su cabeza.

—Realmente no sabes con qué estamos lidiando, Noah. Jack puso nuestra
información bajo esa marca y ahora quiere que la tomemos.

—¿Jack? ¿Estás loco?

—Créeme, lo hizo.

—No creo que él le hubiera hecho eso a ella.

Alcancé el brazo de Noah mientras otro espasmo me sacudió y jadeé.

—Déjalos sacarla. Está todo bien.

Me estudió por varios segundos, nuestros ojos bloqueados entre sí.

—De acuerdo —dijo, sentándose a mi lado.

Saulto entró con el botiquín de primeros auxilios y un computador. Vino


hacia mí.

—¡Espera! No él. —Saulto frunció el ceño hacia mí, su labio herido


haciendo un puchero.

—No quiero que ese tipo me toque. Noah, hazlo tú.

Parecía ceñudo.

—¿Estás segura, Jocey? Quiero decir, ¿verdaderamente segura?

Asentí y Saulto empujó el botiquín hacia las manos de Noah. Él lo abrió,


desenvainó un bisturí, y agarró un poco de gasa. Apreté mis ojos y contuve
mi respiración. En verdad, difícilmente sentí la incisión a causa de los
espasmos cortantes. Cuando lo que sea que Jack había escondido en mi
interior salió, el dolor se detuvo. Jadeante, como si saliera de una
experiencia terrible, con mi cuerpo cubierto de sudor, abrí mis ojos. Noah
secó la incisión en el centro del tatuaje.

Sostuvo un pequeño paquete sellado, sacado de debajo de mi piel.


Marvin usó su pañuelo para tomarlo de Noah, limpió la sangre, y lo abrió.
Sacó un chip de circuito integrado. Insertándolo en una tarjeta de
memoria, la entregó a Saulto, que caminó hasta su computador, el cual
estaba puesto sobre el viejo vestidor. Conectó la tarjeta de memoria en el

285
puerto USB del computador, tocó el área de contacto y estudió la
pantalla.

—Muy bien, ¡lo tenemos!

Una oleada de mareo se propagó a través de mí. Empecé a hundirme en


una bruma lentamente: la inyección que Saulto había puesto en mi brazo
estaba afectándome. Estaba al borde de deslizarme a la inconsciencia
cuando Marvin se agachó y miró mi rostro. Sonrió con alivio.

—Excelente trabajo, Jack. Te debemos mucho.

286
37

Memorias
Traducido por Mona

Corregido por LizC

E
l camino serpenteaba lejos de nosotros como una cinta gris y
blanca, la luna una esfera desigual. Hacía un año desde que
habíamos dejado la Casa Seale y Watertown. Estábamos con
nuestra madre. Durante ese tiempo, Jack y yo habíamos comenzado a
reconstruir nuestra vida en Vermont, pero ahora todo estaba olvidado por
un momento de pánico. Ni siquiera volvimos a nuestro pequeño
apartamento para conseguir los pocos bienes que poseíamos.

El camino parecía desaparecer a lo largo de las colinas a medida que


traqueteábamos a una velocidad vertiginosa. Melody murmurada para sí
misma oraciones incompletas mientras conducía, soltando fragmentos de
pesar, cólera y angustia. A veces ella reía con sarcasmo vengativo, otras
veces ella lloraba por Calvert, su primer amor… el único hombre que ella
alguna vez amó realmente.

Mi hermano y yo, que a los catorce años ya habíamos visto demasiado del
mundo, nos sentábamos cerca uno del otro. Jack estaba desplomado
contra la puerta del pasajero, su cabeza apoyada en la ventana. Su
respiración era baja y su frente roja. Había una mancha de sangre, sobre
su frente hinchada.

A medida que la vieja camioneta se estremecía, yo deseaba


desesperadamente que él se despertara. Mirando a través del parabrisas
rajado, roto recientemente por el impacto de la cabeza de Jack, me
quedé mirando el color rojo óxido que corría en el capó y parecía estar
cada vez más cerca.

Sentada entre Jack durmiendo y Melody despotricando, un escalofrío


recorrió mi espina dorsal. Estaba claro que el rojo en el capó no era solo

287
óxido, sino que también sangre. El capó abollado estaba manchado por el
impacto violento que había matado a Calvert el amor de Melody y la
mujer que estaba con él.

Temblé ante el recuerdo de lo que había pasado sólo una hora antes.
Jack y yo estábamos esperando a nuestra madre en el estacionamiento
del restaurante donde ella trabajaba. Cuando salió, estaba temblando y
sollozando. Mientras el camión arrancaba, Jack trató de hablar con ella,
para averiguar qué estaba mal. Todavía estaba tratando de calmarla
cuando el hombre al que ella identificó como Calvert y una mujer con el
cabello largo y oscuro salieron del lugar. Se pasearon juntos con sus brazos
alrededor del otro.

Melody aceleró el motor al máximo, liberó el freno y pisó el acelerador.


Ambos miraron hacia arriba y gritaron. Ella gritó también, embistiendo la
camioneta contra ellos y destrozando sus cuerpos contra la pared de
ladrillos del restaurante. Me preparé para el impacto, pero el enfoque de
Jack había estado en tratar de detener a nuestra madre. Su cabeza se
estrelló contra el parabrisas y resquebrajó el vidrio.

Durante la siguiente hora, Melody condujo nuestra camioneta como en


una escena de persecución de auto durante la noche, de seguro fuera de
Vermon y a través de la línea estatal a Nueva York. Mis súplicas para que
ella girara la camioneta y llevara a Jack al hospital en Bennington fueron
inútiles. No escuchó nada aparte de sus propios pensamientos retorcidos.
Hablaba de cómo nunca Calvert debería haberla abandonado en la
parada de autobús hace tantos años, convirtiendo el resto de su vida un
desastre. La vida de ambos habría sido maravillosa y perfecta si él se
hubiera quedado con ella. Era todo culpa suya que se viera forzada a
hacer lo que hizo. Después de escuchar tantas narraciones de la historia
del abandono de Calvert, no podía creer que ella en realidad lo hubiera
encontrado nuevamente y tomado su vida en venganza.

En la distancia finalmente vimos luces contra el paisaje negro


aterciopelado, un collar de joyas brillantes. Tomé la mano inerte de Jack
en la mía y le dije que aguantara. Lo llevaríamos a un hospital pronto.

Aceleramos en nuestro camino a la ciudad, llegando a un pequeño


hospital, y encontramos la entrada de emergencia. Melody saltó de la
camioneta y gritó pidiendo ayuda. Auxiliares ansiosos llegaron y tomaron el

288
pulso de Jack. Trasladaron su cuerpo inconsciente a una camilla y se
apresuraron a entrar. Los seguí al hospital, mirando la puerta cerrada por la
que ellos se lo llevaron, tensándome cada vez que un enfermero pasaba
corriendo.

Después de un tiempo un médico se acercó a mí. Tenía unos ojos amables


y una etiqueta con su nombre decía: Dr. Brent Harberton. Haciéndole
señas a una enfermera, le pidió que me llevara a la sala de espera. Seguí a
la mujer, pero no entré, porque Melody estaba allí, sentada en una silla
llorando. No podía tolerar estar cerca de mi madre. En su lugar, caminé
por un pasillo y encontré una pequeña capilla desierta con vidrios
polarizados.

Me senté allí durante largo tiempo, balanceándome hacia adelante y


hacia atrás, rogando por la vida de Jack. La puerta se abrió, y me volví
para ver a Melody entrar.

—Jack está muerto —dijo, llorando.

La miré fijamente. No lo creía.

—No —le dije en un gruñido bajo, terrible.

—Primero Calvert y ahora Jack —sollozó—. He perdido a las dos únicas


personas que realmente amé alguna vez.

¿Cómo podía mencionar esos dos nombres al mismo tiempo? La miré con
frío disgusto. Ella me agarró del brazo y dijo:

—La policía está aquí. Los vi en el escritorio. ¡Tenemos que salir de aquí
antes que traten de hablar con nosotras!

Me liberé y la golpeé en el rostro con tanta fuerza que lastimé mi mano.


Ella se tambaleó hacia atrás, sorprendida entre sus lágrimas.

A los catorce años yo era más alta que ella, aunque hasta ahora nunca
tuvo miedo de mí. Pero la mirada en mi rostro debe haber sido terrible
porque ella se apartó.

—¡Tú mataste a Jack! —murmuré, escupiendo las palabras como si fueran


piedras rompiendo mis dientes—. ¡Está muerto por tu culpa! Voy a contarle
a la policía lo que le hiciste. Y si te quedas aquí o tratas de verme otra vez,
voy a decirles lo que le hiciste a Calvert y a la chica.

289
Melody me miró boquiabierta. Se olvidó de las lágrimas por Jack, incluso se
olvidó de sus lágrimas por el estúpido novio que la había dejado. Dio
media vuelta y se alejó corriendo, dejándome sola en la sombría capilla.
Me hundí en el banquillo. No quedaba nada en mí, sólo un alma hecha
jirones, sin una semilla de esperanza y ninguna razón para vivir. Anhelaba
estar con Jack, y me odiaba por agarrar el tablero y salvar mi vida.
Habíamos sido siempre dos partes de un todo. No sabía cómo podría
sobrevivir sin él.

La puerta de la capilla se abrió. Me di la vuelta, lista para lanzarme a


Melody si ella había regresado. En su lugar, una anciana se acercó a mí.
Tenía la piel apergaminada y un halo de cabello ralo. Una cruz
descansaba encima de su blusa color púrpura al lado de una etiqueta con
su nombre que decía: VOLUNTARIA, ella me miró con tristes ojos verdes que
parecían entenderme. Me preguntó si podía sentarse a mi lado, pero no le
respondí. Se sentó de todas maneras. Entonces me contó sobre la pérdida
de su hijo con cáncer aquí en este hospital. Dijo muchas cosas con una voz
suave y apacible. Casi no la escuché.

Después de un tiempo dejó de hablar y nos sentamos juntas en silencio.


Como siempre, mis pensamientos gritaban por Jack. Le supliqué que me
dijera que todavía estaba vivo, que éste, el más cruel de todos los
engaños, no era real.

—Sabes —dijo la mujer finalmente—, una cosa que he aprendido es que


siempre lo llevarás contigo.

Me volví a mirarla y ella extendió la mano con sus delgados dedos de


mujer vieja, tocando mi sien.

—Siempre lo tendrás aquí —dijo, y luego movió sus dedos a mi corazón—. Y


aquí.

Después de un rato me dejó a solas con mi dolor, permanecí inmóvil dentro


de la sombría capilla. Sus últimas palabras se repetían en mi mente.

Al levantar los ojos a la oscura ventana, vi el pálido reflejo de Jack. De pie,


me di la vuelta, sin poder creer que él estuviera allí, después de todo. No
había una marca en su frente, ni miseria en sus ojos, y él me sonrió.

290
“No llores, Jocey”, le escuché decir en mi cabeza. Sus labios no se
movieron y su sonrisa nunca titubeó. “Ella tiene razón, sabes. Siempre estaré
contigo, en tu mente y en tu corazón.”

***

Estuve a la deriva regresando lentamente desde las profundidades de la


conciencia. Escuché la voz de Noah. Su suave tono de voz siempre me
había atraído, dejé que mi mente viajara en esa dirección.

—No veo cómo eso puede ser cierto. He hablado con Jack todo el tiempo.

—Pero sólo en el computador, ¿verdad? —dijo Sam Marvin—. Nunca


estuvieron juntos en persona, ¿cierto?

—No. —Su tono manteniendo una incómoda incertidumbre.

—Pero no estaban viviendo tan lejos el uno del otro. ¿No querías verlo?

—Por supuesto. Hasta hicimos planes. Al principio le pedí visitarlo a él y a


Jocelyn, y conocer a su familia de acogida. Jack dijo que ella no quería.
Así que él y yo planeamos que él viniera hasta aquí, pero luego las cosas
simplemente siguieron ocurriendo.

—¿Cómo qué, exactamente?

—Problemas con el auto. Un viaje familiar inesperado… y a continuación la


amigdalitis. —La voz de Noah se volvió agria—. Sin embargo, Jack me
envió un correo electrónico con fotos de sí mismo.

—Probablemente con edad incrementada. Ella era muy hábil con la


edición digital de fotos. Y Jack realmente quería tener tu amistad. Él hizo
todo lo necesario para mantener su comunicación en línea.

—¡Lo que dices no tiene ningún sentido! ¿Estás hablando de Jocelyn o de


Jack?

—De ambos, porque son la misma persona.

—¡Eso es absurdo!

—Déjame explicarte. Jack murió en un accidente de automóvil el año


después que él y Jocelyn dejaron Watertown. Ambos tenían sólo catorce
años. Incapaz de enfrentar esa terrible pérdida, Jocelyn borró la memoria

291
de su muerte y luego internalizó su personalidad dentro de sí misma. Esto es
similar al trastorno de personalidad múltiple. Siendo gemelos y tan
cercanos como ella y Jack eran, fue fácil para ella abrazar su identidad.
De esta manera podía mantenerlo con vida.

—Como puedes ver, cuando Jack trabajó para nosotros, podría haber sido
en el cuerpo de Jocelyn, pero ella no tiene memoria de las cosas que él
estaba haciendo. Es casi como si le dio parte de su cerebro a él, ella no
sabe nada al respecto. Del mismo modo, cuando Jocelyn estuvo
involucrada en sus propias actividades, la personalidad de Jack no estaba
presente. La parte de él en su mente siempre estuvo consciente de lo que
ella estaba haciendo. En muchas maneras era como si dos seres distintos
compartieran un solo cuerpo. Él era el programador, ella era la artista
gráfica. Aunque ella es la que los creó, por supuesto. Es difícil entender
cuán mente realmente brillante es.

—¿Cómo averiguaste esto?

Sam Marvin vaciló.

—La empresa privada que uso para la investigación de antecedentes es


muy completa. Ellos fueron capaces de poner las manos sobre una copia
de su archivo de terapia.

—No tenías ningún derecho a hacer eso.

—Espera… Jack lo sabía.

—¿Qué?

—Él estaba empezando a desconfiar de su terapeuta y quería saber lo que


el Dr. Candlar estaba escribiendo en su expediente. De hecho, él dio el
visto bueno a nuestra adquisición de ello. Especialmente desde que le
aseguré que tenía un futuro importante en nuestra compañía.

—¿Pero qué pasa con Jocelyn, Sam? Mira lo que le está pasando.

Se quedaron en silencio durante varios segundos, y me dejé llevar de


vuelta a la oscuridad, con miedo de escuchar más.

***

292
Me quedé fuera de la tienda de tatuajes, tratando de reunir el coraje para
atravesar la puerta. Cuando por fin entré, Beth estaba allí. Estaba tatuada
y perforada de formas fantásticas y extrañas, su cabello rojo rapado tan
corto como el de un hombre. Al principio, mientras yo fingía mirar la vitrina,
ella se me quedó mirando. No podía creer que era yo.

Finalmente compré uno de los cuchillos, lo cual la suavizó. Escogí un diseño


de sus libros, pidiéndole que tatuara una X sobre la pequeña cicatriz
reciente sobre mi abdomen inferior. Beth estaba encantada de usar sus
agujas sobre mí. Esto creó un vínculo que no había existido cuando
nosotros éramos niños. Me senté en la silla reclinable mientras ella hablaba
de un modo relajado que era un contraste total con su aspecto duro.

Charlamos continuamente y nunca llegué a sentir nada, lo que la


impresionó aún más. Antes de que dejara la tienda, le pedí guardar el
modelo original de la X, prometiendo regresar por él.

293
38

Fenómeno
Traducido por Mari NC

Corregido por LizC

— N o puedes culparnos —estaba diciendo Sam Marvin la próxima vez


que me desperté—. ¿Tienes alguna idea de lo que hubiera pasado
si Paul Gerard vende esa lista de contraseñas para el comprador
que las quisiera? Una vez que nos las robó, también destruyó nuestras otras
copias. No teníamos ninguna manera de proteger a nuestros clientes.

—¿Espiarlos, no querrás decir? —Noah sonaba irritado—. Escucha, no me


importan tus problemas. Lo que me molesta es que estaban dispuestos a
ponerla en peligro.

—No parecía gran cosa. Asumimos que Jack estaba manejando bien su
encuentro con Gerard. Lo siguiente que supimos fue que nos envió un falso
informe de muerte y desapareció. Jocelyn no tenía ni idea de nada de
eso, tampoco. Ella realmente creía que Jack había muerto. Nosotros no
queríamos perder los datos que le había robado de vuelta a Gerard pero
no pudimos averiguar dónde los había escondido. Luego ella condujo
hasta aquí a Watertown a principios de esta semana. Estábamos seguros
de que iba al lugar donde los había escondido. Pero en cambio, comenzó
a seguirte.

—¿Seguirme? ¿Tratando de encontrar a Jack, porque para ella él es real?

—Correcto.

Me quedé quieta, escuchando la conversación. Dentro de mí tenía un


nudo de dolor por Jack. El dolor era tan fresco como el día en que ocurrió,
todo el horror de lo que Melody le había hecho oprimiéndome. Y sin
embargo, había una diferencia entre la aceptación de esta pérdida ahora
y la aceptación en aquel entonces. Me había vuelto más fuerte, más

294
capaz de soportar el dolor que me habría destruido cuando tenía catorce.
Algo dentro de mí, tal vez estimulado por el peligro de ISI, debe haber
sabido que éste era el momento de dejarlo ir.

Durante semanas, me di cuenta, Jack había estado él mismo


desgarrándose de mí. Pensé en la escuela. La consejera me había llamado
a su oficina porque mi profesora de inglés, la señorita Chen, se había dado
cuenta de que todos mis poemas eran acerca de la muerte, la pérdida y
el dolor. Ella se los mostró a la consejera.

—Mi hermano murió, ¿por qué no debería estar triste? —fue todo lo que
diría. Después de eso me negué a hablar del tema, explicando que tenía
mi propio terapeuta fuera de la escuela.

Todos, incluyendo a mis padres adoptivos y amigos, parecían


preocupados debido a lo deprimida que actuaba. Pero todos eran
ignorantes de lo que realmente estaba pasando dentro de mí. De alguna
retorcida manera mental, había llegado a creer que la muerte de Jack
había tenido lugar apenas unas semanas atrás… no años en el pasado.

Poco a poco abriendo los ojos, parpadeé para aclarar mi visión. Me senté
y mi cabeza palpitó.

Noah se acercó y se arrodilló en el suelo a mi lado, tratando de ocultar su


inquietud.

—¿Cómo te sientes?

Sam Marvin dijo:

—Zach, consíguele un vaso de agua, ¿puedes?

Zachary Saulto estaba concentrado su computador portátil. Me miró con


una expresión cerrada antes de dirigirse por el pasillo. Le oí abrir el grifo en
el baño.

—¿Estás bien, Jocey? —preguntó Noah.

—Aparentemente no. —Me sentí humillada por la verdad de lo que


realmente era. ¡Oh, Jack! sollocé en el interior. La pérdida de mi hermano
era un dolor que sentía físicamente.

Saulto regresó. Se agachó y tendió un vaso de agua.

295
—Aquí tienes, Jaclyn.

—Jocelyn —corregí.

—Jocelyn… Jaclyn… Jack. Todo es lo mismo, ¿no?

El cristal se hizo añicos en su mano. Sorprendido, lo dejó caer y se levantó,


maldiciendo y sosteniendo firme un corte en el dedo.

—Es suficiente, Zach —dijo Sam Marvin. Se volvió hacia mí—. Por favor
mantén la calma, Jocelyn. Sé que esto es muy confuso. Si pudiera dejarme
hablar con Jack durante un minuto, realmente quiero preguntar lo que
está pasando con él.

Hubo un fuerte crujido y el espejo estalló, lloviendo vidrio sobre el suelo con
un sonido tintineante.

Me miró con una expresión firme.

—Tienes que parar.

Después de un silencio que duró varios segundos, Noah dijo:

—¿Qué está pasando?

—¿No lo sabes? Tú eres el que solías vivir con ella. Ella tiene habilidades
telequinéticas.

Negué con la cabeza.

—Eso es mentira.

—Es hora de que aceptes la verdad, Jocelyn. ¿Quién crees que detenía las
llamas en la Casa Seale cuando eran niños? ¿O explotó esos bombillos de
las lámparas la noche que te fuiste? ¿Y qué crees que te salvó de Gerard
esta mañana?

¿Podría ser verdad? La parte racional de mi mente apartó el pensamiento.

Noah miró a Sam Marvin.

—¡Espera un minuto! Incluso si eso es cierto, ¿cómo puedes saber todo


eso?

Sam no respondió.

296
—¿Estaba eso en su expediente de terapia, también?

—Sólo una parte de él. Olvidas que he tenido una serie de conversaciones
con el lado de Jack de ella que ni siquiera se acuerda. Él me dijo que su
telequinesis no se desarrolló hasta que estuvo en la Casa Seale, y que
siempre ha sido impredecible. Por supuesto, al principio no lo podía creer y
le pedí una prueba. —Sam le dio a Noah una sonrisa irónica—. Eso fue un
error.

—¿Por qué?

—Su archivo de terapia estaba abierto en mi escritorio. Estalló en llamas y


fue destruido antes de que pudiera apagarlo con mi taza de café.

Sam se volvió hacia mí. A pesar de su manera casual, pude ver que estaba
evaluando mi reacción.

—Una vez que recreaste la personalidad de Jack dentro de ti, él aprendió


a canalizar tu energía psíquica. Él también la usó para bloquear tu
conciencia de él. Es por eso que no has tenido ningún recuerdo de él, o
incluso visto que suceda de nuevo hasta que recientemente decidió pasar
a la clandestinidad.

Negué con la cabeza.

—Pero, ¿qué hay de la Casa Seale? —Enrollando mi manga, le mostré la


marca de mordedura en mi brazo—. ¡Mira esto! Esto ocurrió cuando estuve
en el sótano.

—Probablemente sea sólo una forma de estigma. El miedo y la culpa


algunas veces pueden llevar a una persona a auto-mutilarse. Con tus
capacidades mentales eso podría suceder fácilmente. Acepta la verdad,
Jocelyn. No hay fantasmas en esta casa, sólo los que trajiste contigo. —Su
voz se suavizó—. Sólo mira dentro de ti y sabrás de lo que estoy hablando.

No podía negar la lógica de su razonamiento, y una vez que acepté su


relato, todo lo demás cayó en su lugar. La llamada de teléfono celular de
Jack, el paseo aterrador en el ascensor de la Torre de la Paz, e incluso el
tatuaje emergente anteriormente oculto a mis ojos, todo tenía una
explicación: estaban totalmente en mi cabeza. Y lo que había en mi
cabeza podría cambiar el mundo real también.

297
—¿Sabes qué raro y especial talento tienes? Las cosas que tú y Jack
pueden hacer son muy impresionantes. Mira cómo trataste con Gerard.
Hasta que lo tomaste, nosotros habíamos perdido la esperanza de
conseguir el archivo de nuevo. Con tus habilidades, puedes ser imparable.
Y como le dije a tu hermano la última vez que hablamos, no más escasos
salarios de pasantía. En cambio, estamos dispuestos a pagarte una buena
cantidad de dinero para venir a trabajar para nosotros a tiempo completo
después de graduarte.

—¿Haciendo qué, exactamente? ¿Espionaje industrial?

Noah se levantó, rígido con ira.

—Por supuesto. Ahora lo entiendo, Sam. La estás usando, ¿no? Eso es de lo


que todo esto se trata.

Sam se cruzó de brazos. Estudió a Noah con fastidio y negó con la cabeza.

Miré al hombre delgado con su traje caro y dije:

—Por supuesto que es eso. Nunca han estado interesados en Jack como
un programador… ni en mí como persona. Lo que quieren es utilizar mis
habilidades. Si piensan que está bien escribir puertas traseras en los
programas de seguridad de sus clientes, no les importará tenerme robando
documentos y programas importantes, tampoco.

El rostro de Sam enrojeció.

—¡No es así! ¿No lo ves? Estamos de tu lado, Jocelyn, y podemos hacerte


rica. Nunca tendrás que ser una pobre niña adoptada de nuevo. De
hecho, te daremos un gran bono sólo por firmar con nosotros.

Apretando mis puños, aparté la mirada de él y vi a Zachary Saulto, que


estaba junto a la cómoda. Su dedo ensangrentado estaba envuelto en un
pañuelo mientras obsesivamente revisaba los datos en su computador
portátil.

Hablé con Sam Marvin, a pesar de que mis ojos se quedaron en el


computador.

—Jack no quería el trato que estaban ofreciendo. No quería darles las


contraseñas de esas puertas traseras tampoco, porque lo que están
haciendo está mal.

298
Mirando a la memoria USB sobresaliendo del puerto de la portátil de Saulto,
vi una delgada cinta de humo comenzar a levantarse de ella. Saulto no se
dio cuenta hasta que su pantalla quedó en blanco. Dejando escapar un
grito consternado, alcanzó la memoria USB y luego sacudió la mano hacia
atrás, maldiciendo y moviendo sus dedos chamuscados. Sam Marvin gritó y
corrió al computador portátil.

Di un salto y salí corriendo de la habitación y al final del pasillo, ignorando


sus gritos de pánico, deteniéndome en la habitación de Hazel sólo el
tiempo suficiente para recuperar mi mochila. Mis ojos evitaron la pared
que había agarrado a Paul Gerard.

Corriendo por las escaleras y a través de la entrada, me empujé a través


de las puertas delanteras y salí a la mañana brumosa. Huí por los
escalones, determinada a nunca más volver a la Casa Seale.

Se escuchó el sonido de alguien corriendo detrás de mí, y Noah dijo mi


nombre. Desacelerando sólo lo suficiente para que me alcanzara, seguí
caminando.

—Lo siento —dijo, igualando mi paso—. No quise hacerte daño, Jocey. Yo


sólo estaba tratando de cuidarte.

Inhalé una respiración irregular.

—Nada de eso importa ahora. —Viendo la tristeza en su rostro, susurré—: Yo


también lo siento. —Fue entonces que otro recuerdo oculto salió a la
superficie. Me vi a mí misma sentada en el computador en medio de la
noche, charlando con Noah en línea y gustándome—. Nunca quise mentir.

Se estiró y tomó mi mano, deteniendo mi paso.

—Detente por un minuto, ¿quieres?

Estaba a su lado en la acera, mirando el movimiento sutil de la niebla.

—No te culpo por odiarme.

—No te odio. En general sólo me siento carcomido por el hecho de Jack


haber muerto todos esos años atrás y el infierno que has vivido.

299
El dolor de perder a mi hermano todavía me golpeaba, pero lo empujé a
un lado. Las lágrimas picaron mis ojos y parpadeé, obligándolas a
retroceder.

—Todas las veces que nos escribimos el uno al otro, y tú creías que yo era
Jack…

—Me dio la única amistad verdadera que he tenido. Ahora que sé que
eras tú, mucho más de lo que hemos pasado juntos estos últimos días tiene
sentido.

Inundada con la humillación de los elaborados engaños que había creado


y la demente búsqueda a la que nos había llevado, podía difícilmente
mirarlo.

—Hasta hace unos minutos, ni siquiera me recordaba haciendo nada de


eso. Supongo que realmente soy…

Noah me miró con una expresión desconcertada.

—Un fenómeno.

Él fue incapaz de ocultar cuán abrumado se sentía.

—¿Es eso tan malo?

Empecé a llorar y me tomó en sus brazos.

—Todo irá bien, Jocey.

—¿Cómo puede ser? Estoy loca, ¿no?

Su boca rozó mi sien y suspiró.

—Se ve de esa manera.

Lo amaba aún más porque no me mentía.

Apartándome de él, limpié la humedad de mi rostro y susurré:

—Cuídate, Noah.

Sus manos se deslizaron por mis brazos y luego me soltó.

Me volví y corrí en la niebla, sin mirar atrás.

300
39

Atardecer
Traducido por LizC

Corregido por Mlle_Janusa

D
espués de que me alejé de Watertown, en mi auto dañado por el
fuego, no fui a casa de las Habertons. A pesar de que eso
significaba que no me graduaría de la secundaria, simplemente
no había manera de que pudiera volver a la casa en la que el Jack de
fantasía y yo habíamos vivido.

Envié a mis padres adoptivos una carta dándoles las gracias y diciendo lo
agradecida que estaba por su amabilidad. También pedí disculpas por
irme de manera tan inesperada y dije que nunca los olvidaré.

Durante las semanas que siguieron viví por mi cuenta, moviéndome por
todas partes y sobreviviendo con el dinero que había vaciado de mi
cuenta bancaria. Crucé la frontera con Canadá. Al principio fui a Toronto,
pero la ciudad era demasiado grande y ruidosa, y tuve un par de
momentos nerviosos cuando sentí miedo de que Paul Gerard me estuviera
siguiendo. A pesar de que ya no tenía el chip y sabía que su experiencia
en la Casa Seale probablemente le había asustado, no podía olvidar sus
ojos psicóticos. Me dije que eran sólo nervios, pero como no había ninguna
manera de estar seguro de que todavía no me sigue buscando, me
mantuve en movimiento.

Decidiendo viajar hacia el este, la próxima visita la hice a Nueva Brunswick


y Nueva Escocia, dos lugares en Canadá, que siempre había querido ver.
Durante mis días allí me aislé un poco y me tomé el tiempo que necesitaba
para realmente llorar por la muerte de mi hermano… algo que nunca
había hecho. También investigué las personalidades múltiples. Varios de los
artículos en línea que he leído dice que cuando personalidades se

301
fusionan de nuevo es una buena cosa y muestra el progreso del paciente.
Los psicólogos lo llaman integración. No me sentía bien, sin embargo. A
pesar de haber ganado algunos de los recuerdos de Jack, todavía sentía
que había un gran agujero dentro de mí. Y cada vez que me duchaba y
me cambiaba de ropa, estaba el tatuaje en X, un recordatorio
permanente de la forma en que mi hermano había marcado mi vida.

En cuanto a la afirmación de Sam Marvin de que tenía habilidades de


telequinesia, todavía me preguntaba seriamente si todo eso no estaba
atado a la Casa Seale. Ahora que estaba lejos de ese lugar maligno, al
parecer mis poderes se habían ido.

Cada día me ocupaba de leer, viajar, y sólo pretender ser una turista
común y corriente. Por la noche era mucho más difícil, al estar tan sola.

Pensamientos de Noah a menudo llenaban mi mente, y todavía me podía


imaginarlo de pie en la acera nebulosa en Watertown cuando me fui. A
pesar de que deseaba volver a verlo, sabía que no había vuelta atrás. Por
un lado, fui el catalizador que había dejado su vida en ruinas; porque
gracias a mí, su casa y todas sus posesiones habían sido destruidas. Lo que
es peor, había perdido a su mejor amigo. No veía cómo alguna vez podría
mirarlo de frente otra vez.

De mayo pasamos a junio en un borrón, y así viajé a Isla Príncipe Edward, el


lugar que más quería visitar de niña, al leer todos esos libros de L. M.
Montgomery.

La isla había sido mi primera elección cuando Jack, Noah, y yo habíamos


elegido nuestros mejores lugares para vivir, y una vez que llegué allí no me
decepcionó. Era aún más hermoso de lo que había imaginado.

En la pequeña ciudad de Charlottetown, encontré un trabajo en una


librería de libros usados y alquilé una habitación en una pensión local.
Pronto me instalé en una rutina tranquila de trabajar, volver a leer todos los
libros de Montgomery que habían hecho famosa a la isla, y dar largos
paseos. Esperaba cumplir los dieciocho años y, finalmente, ser un adulto
legal, libre del temor de ser puesta en otro programa de adopción.

El primero de julio, en horas de la madrugada de mi decimoctavo


cumpleaños, tuve un sueño con Jack. Éramos niños de nuevo,
celebrábamos nuestros cumpleaños con un juego loco de la pelota en un

302
parque cercano. Estaba fingiendo correr en cámara lenta y yo me reía de
lo ridículo que se veía. Después de que me desperté, la felicidad de ese
recuerdo se quedó en mí, poco a poco sustituida por una sensación de
calma. Era como si la pesada piedra que había estado aplastando mi
corazón por mucho tiempo estuviera empezando a levantarse.

Esa noche me senté en un muelle de la bahía y vi los fuegos artificiales del


Día de Canadá iluminar el cielo. Sonreí para mis adentros y recordé el
momento en que teníamos ocho en Toronto. Jack me dijo que no
importaba si no había regalos de cumpleaños. Teníamos los fuegos
artificiales en su lugar, y eso era mejor.

A la mañana siguiente mi jefe en la librería me pidió que recogiera un


paquete para ella de la oficina de correos. Mientras estuve allí, decidí
comprobar y ver si había algún correo para mí en la entrega general. Un
señor mayor me entregó un paquete, y luego también me dio una carta.

—Necesita comprobar su correo con más frecuencia, jovencita —dijo con


una sonrisa amistosa—. Esa carta ha estado aquí un rato, y después de dos
semanas los artículos se devuelven al remitente.

Tocó el punto en blanco en el sobre… sin remitente.

—Excepto los de este tipo, son echadas a la basura.

Murmuré una respuesta amable, tomé el paquete, y me alejé. Saliendo de


la oficina de correos, me apresuré a un banco y me senté a la sombra,
poniendo el paquete en mi regazo. Mis dedos se movían a tientas sobre él.
Lo abrí y miré hacia dentro, pero no había una carta. En cambio, las piezas
de un rompecabezas cayeron en mi mano. Era una fotografía que había
sido cortada.

Mi primer pensamiento fue de Jack y las pistas de Jason December, pero


rápidamente me dije a mí misma no ser estúpida. Empecé a poner las
piezas juntas y pronto vi que era una foto de Noah. Tenía en la mano una
hoja de papel grande con un número de teléfono celular escrito a través
de ella. Me quedé mirando a su rostro solemne y estuve sorprendida por
cómo sus ojos parecían estudiarme.

Durante varios minutos me quedé allí sentada, tocando las piezas cortadas
y tratando de hacer que encajen más cerca. Entonces saqué el teléfono

303
celular nuevo que había comprado recientemente y marqué el número de
Noah. Él respondió al tercer repique. Al oír el sonido de su voz baja,
después de todo este tiempo hizo que mi corazón se acelerara aún más
rápido. Me quedé allí sentada, incapaz de decir una palabra.

Esperó, ninguno de los dos habló. Por último, preguntó:

—¿Jocey, ¿eres tú?

Cerré los ojos.

—No cuelgues el teléfono —dijo Noah.

No lo hice.

—¿Podrías por favor hablar conmigo?

Tomé una respiración profunda y exhalé lentamente.

—Hola, Noah.

Era su turno de ser vacilante. Podía oír su incertidumbre, a pesar de que


trató de ocultarlo.

—Así que ayer cumpliste los dieciocho. Feliz cumpleaños.

—Gracias.

Más torpeza.

—¿Dónde has estado, Jocey?

—En un montón de sitios.

Tomé los dos segmentos del rompecabezas que compone su rostro,


preguntándome por qué se había cortado por la mitad de esa manera.

—¿Recibiste los correos electrónicos que te envié? —preguntó.

—¿Los correos electrónicos?

—Sí. Te escribí en la cuenta de Jack, con la esperanza de que la revisaras.


También te dejé mensajes en los foros. Hay algunas noticias que pensé que
te gustaría saber.

304
—No estoy haciendo muchas cosas de Internet en este momento. Sólo
tomando alguna clase de descanso por un tiempo.

—Claro.

—¿Qué noticias hay?

—Una gran cantidad de cosas han pasado desde que te fuiste. Por un
lado, el ISI se fue abajo. El mes pasado se declararon en bancarrota. Y Paul
Gerard está en camino a la cárcel. Le dije todo al Detective Iverson, y la
policía encontró su arma en donde la dejó tirada en la habitación de
Hazel. Sus huellas estaban por todas partes. Hicieron una comparación a la
bala que mató a Georgie.

—Bien. Georgie no se merecía morir así. —Hice una pausa, escuchando el


silencio en el otro extremo—. Gracias por decírmelo.

—He estado tratando de encontrarte durante dos meses. Si no has leído


mis correos electrónicos, entonces supongo que debes de haber
conseguido la foto que envíe a Isla Príncipe Edward. Fue la otra manera en
que traté de llegar a ti.

***

—Algún día voy a ir a California —dijo Noah—. Voy a vivir en la playa y


nunca quitaré la nieve de nuevo. ¿Y tú, Jack?

—China —respondió mi hermano sin vacilar, sosteniendo los palillos recién


comprados—. Quiero ver la Gran Muralla y aprender a hablar chino.

Ambos chicos me miraron y cerré el más reciente libro de L. M.


Montgomery que había estado leyendo. Extendí mis manos a través de la
cubierta y les dije:

— Isla Príncipe Edward.

Noah se echó a reír y sacudió la cabeza.

—¿Te vas a algún lugar debido a un libro?

A pesar de sus palabras burlonas, me di cuenta de que entendía.

***

305
—¿Puedo ir a verte? —preguntó Noah—. Podría estar allí esta noche.

Recogí las piezas del rompecabezas en la mano y las apuñé. Era difícil
creer que en realidad quería volver a verme.

—Está bien. Encuéntrame en el Faro del puerto, al atardecer. Voy a estar


esperando en el camino.

Colgué antes de que cualquiera de los dos pudiera decir nada más.

***

Fue justo antes del atardecer, cuando llegué al camino que conduce
hasta el faro de forma cuadrada en el borde de la bahía. El sol extendía
sus hebras de oro a través del agua, y el cielo añil estaba matizado de
nubes luminosas.

Al doblar una curva en el camino, me detuve, con los ojos fijos en la lejana
silueta de un hombre respaldado por la luz reflejada por la bahía. Se
apartó del árbol contra el que estaba apoyado y de inmediato lo reconocí
por la forma en que se movía. Era Noah.

Se acercó más. El sol poniente realzaba uno de los lados de su rostro,


iluminando su cabeza de bronce, pero dejaba la otra mitad en la sombra.
Nos encontramos a mitad de camino en la calzada, y miré a esos ojos
cálidos marrones que había echado tanto de menos. Noah empezó a
llegar hasta mí, pero se contuvo. En su lugar, deslizó los dedos de una
mano en el bolsillo de sus vaqueros.

—¿Has estado esperando mucho tiempo?

—Un poco, sí.

Quería disculparme, pero en cambio pregunté:

—¿Cómo has estado, Noah?

Ahí estaba, más cortesía torpe, mientras estudiaba cada una de las
hermosas características de su rostro.

—Me he mudado a otro lugar. Es un apartamento pequeño.

—Eso no responde mi pregunta.

306
Se encogió de hombros.

—Tienes razón. La verdad es que he sido miserable sin ti. ¿Volverás a


Watertown conmigo?

Aparté la vista, mirando al puerto que brillaba como la seda en el


crepúsculo cada vez mayor. Se acercó más y sentí sus manos en mi
cintura, su aliento contra mi sien.

—Si no quieres estar en Nueva York, lo entiendo. Podemos ir a cualquier


lugar que desees, incluso a California. O podemos quedarnos aquí por un
tiempo. La cosa es que, puedo ser un programador desde cualquier lugar.

Una brisa flotaba a través del puerto, agitando el agua.

—¿Qué dices?

Yo no podía responder.

Levantó los brazos, rozando suavemente de vuelta los mechones de


cabello que habían volado a través de mi mejilla. Su voz fue tierna cuando
habló.

—¿Qué pasa, Jocey?

—¿Por qué quieres estar conmigo, Noah? Estoy loca.

—¿No lo estamos todos?

—Soy peligrosa.

—No para mí.

—Soy una chiflada.

Noah me atrajo hacia él. Me dio un beso largo y despacio, con tanta
ternura que todos mis temores ansiosos comenzaron a alejarse. Y entonces,
se apartó lo suficiente como para preguntar:

—¿Me amas?

—Sabes que lo hago.

—Eso es todo lo que necesito saber.

307
Me besó de nuevo, y después sus brazos me rodearon y me abrazaron.
Puse la mano sobre su pecho, sentí el ritmo constante de su corazón bajo
mis dedos, y respiré su aroma. Estuvimos así durante mucho tiempo hasta
que me relajé completamente dentro de su abrazo. Noah finalmente me
dejó ir y dio un paso atrás. Me miró con esos increíbles ojos suyos.

—Vas a estar conmigo, Jocey, ¿cierto?

Asentí con la cabeza.

—Vamos, entonces.

Noah extendió su mano y la tomé, dejando que sus dedos se deslizaran


entre los míos. Me llevó lejos del faro y de vuelta por el camino, guiándome
a casa.

En algún lugar, sabía que Jack estaba sonriendo.

308
Sobre la Autora

Kate Kae Myers vive con su familia en Boise, Idaho, donde trabaja para un
distrito escolar local como un intérprete de lenguaje de señas.

Los invita a visitar su sitio web http://www.katekaemyers.com donde


pueden encontrar su biografía completa, leer un capítulo de muestra de su
libro, THE VANISHING GAME, seguir su blog, encontrar las pistas de
descarga de Jack, entre otras cosas.

309
Créditos
Staff de Traducción Maru Belikov

Lizzie
Moderadoras:
Mona
Mona y LizC
LizC
Traductores:

Paaau

Mari NC
Staff de Corrección
Andy Parth
Revisión y Recopilación:
areli97
LizC
Viktoriak
Correctores:
Zeth
Samylinda
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