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Política anti cíclica o macroeconómica en la Economía Social de Mercado

Es difícil abrir el periódico sin ver a un político o a un editorialista abogar por


un cambio de la política económica. El presidente debería recortar el gasto
público para reducir el déficit presupuestario o dejar de preocuparse por el
déficit presupuestario. El banco central debería bajar los tipos de interés para
estimular la economía cuando ésta renquea o debería evitar tomar esas
medidas para no arriesgarse a aumentar la inflación. El Parlamento debería
reformar el sistema tributario para acelerar el crecimiento económico o para
conseguir una distribución más igualitaria de la renta. Las cuestiones
económicas son fundamentales en el continuo debate político que existe en
todos los países del mundo.

Desde la Gran Depresión, la atenuación del ciclo por medio de una política anti-
cíclica es uno de los objetivos de política económica, dado que los períodos de
estancamiento son tan perniciosos, sobre todo para aquellos que pierden sus
trabajos. Desde entonces, para evitar las oscilaciones violentas del ciclo
económico se desarrolló en las economías de mercado modernas lo que se
denomina política anti-cíclica o política macroeconómica. Esta política está
dirigida a atenuar en lo posible las oscilaciones del ciclo con sus efectos
perjudiciales. Las herramientas de la política anti-cíclica son las políticas
monetaria y fiscal.

Las variaciones de la demanda y la oferta agregadas pueden provocar


fluctuaciones a corto plazo en la producción y en el empleo. La política
monetaria y fiscal puede desplazar la demanda agregada y, por lo tanto, influir
en estas fluctuaciones. Pero aunque los responsables de la política económica
puedan influir en las fluctuaciones económicas a corto plazo, ¿significa eso que
deban? Nuestro primer debate se refiere a la conveniencia de que las
autoridades monetarias y fiscales utilicen o no los instrumentos que tienen a su
disposición para intentar reducir las fluctuaciones del ciclo económico.

Las autoridades económicas deben tratar de estabilizar la economía

Las economías tienden a fluctuar si no se interviene. Por ejemplo, cuando los


hogares y las empresas se muestran pesimistas, recortan los gastos, lo cual
reduce la demanda agregada de bienes y servicios. El descenso de la
demanda agregada reduce, a su vez, la producción de bienes y servicios. Las
empresas despiden a algunos trabajadores y la tasa de desempleo aumenta.
El PIB real y otros indicadores de la renta disminuyen. El aumento del
desempleo las reducciones de la renta contribuyen a confirmar el pesimismo
que generó inicialmente la recesión económica.

Esa recesión no beneficia a la sociedad, ya que representa un evidente


despilfarro de recursos. Los trabajadores que se quedan sin trabajo debido a
que la demanda agregada es insuficiente preferirían trabajar. Los propietarios
de empresas cuyas fábricas permanecen paradas durante una recesión
preferirían producir bienes y servicios valiosos y venderlos para obtener
beneficios.

No existe razón alguna para que la sociedad sufra los altibajos del ciclo
económico. El desarrollo de la teoría macroeconómica ha mostrado a los
responsables de la política económica cómo se reduce la gravedad de las
fluctuaciones económicas. Del cambio económico, la política monetaria y fiscal
puede estabilizar la demanda agregada y por lo tanto, la producción y el
empleo. Cuando la demanda agregada es insuficiente para garantizar el pleno
empleo, las autoridades económicas deben incrementar el gasto público, bajar
los impuestos y aumentar la oferta monetaria. Cuando la demanda agregada es
excesiva y corre el riesgo de elevar la inflación, las autoridades monetarias
deben reducir el gasto público, subir los impuestos y reducir la oferta
monetaria. Esas medidas hacen un uso óptimo de la teoría macroeconómica
aumentando la estabilidad de la economía, lo cual beneficia a todo el mundo.

Las autoridades económicas no deben tratar de estabilizar la economía

Aunque la política monetaria y fiscal puede utilizarse para estabilizar la


economía en teoría, su uso plantea considerables obstáculos en la práctica.

En primer lugar, la política monetaria y fiscal no influye inmediatamente en la


economía sino con un considerable retardo. La política monetaria influye en la
demanda agregada alterando los tipos de interés, los cuales influyen, a su vez,
en el gasto, especialmente en la inversión residencial y empresarial. Pero
muchos hogares y empresas hacen sus planes de gasto con antelación, por lo
que las variaciones de los tipos de interés tardan en alterar la demanda
agregada de bienes y servicios. Muchos estudios indican que los cambios de la
política monetaria apenas influyen en la demanda agregada hasta unos seis
meses después de realizados.

La política fiscal actúa con un retardo debido al largo proceso político que rige


las modificaciones del gasto y de los impuestos. Para introducir cualquier
cambio en la política fiscal, el proyecto de ley debe pasar por varios comités
parlamentarios, ser aprobado por el Parlamento y puesto en marcha por el
gobiemo. El proceso de propuesta, aprobación y aplicación de un cambio
importante de la política fiscal puede durar años.

Como consecuencia de estos largos retardos, las autoridades económicas que


quieren estabilizar la economía deben prever la situación económica que
reinará probablemente cuando surtan efecto sus medidas. Desgraciadamente,
las predicciones económicas son muy imprecisas. Debido en parte a que
la macroeconomía es una ciencia primitiva y, en parte, a que las perturbaciones
que provocan las fluctuaciones económicas son intrínsecamente impredecibles.
Por lo tanto, cuando las autoridades económicas modifican la política monetaria
o fiscal, deben recurrir a conjeturas documentadas sobre la futura situación
económica.

Los estabilizadores automáticos trabajan como una herramienta para evitar las
fluctuaciones del nivel de actividad sin requerirse una política explícita por parte
del gobierno. Por ejemplo: el déficit fiscal tiende a aumentar cuando se entra en
recesión porque cae la recaudación tributaria, que depende del nivel de
actividad, mientras que el gasto permanece constante. Pagos de transferencias
como el seguro de desempleo aumentan durante las recesiones para asistir a
los desempleados crecientes. Las importaciones caen reduciendo el déficit de
balanza de pagos y manteniendo el consumo de los bienes locales en mayor
proporción. En general se recomienda no confiar en los estabilizadores
automáticos más que para el corto plazo.

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