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EJERCICIO ANALÍTICO Nº1:

Los Cambios en las familias contemporáneas


Transformaciones: Matrimonio y Familia en el Chile Colonial

Alumno: Osvaldo Alarcón Henríquez


Estudiante: Magister de Trabajo Social y Familia

"Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron


todas las preguntas", señalará el autor Mario Benedetti, respecto a los cambios que se
suscitan con fuerza en los diferentes espacios sociales, económicos, políticos y culturales,
desconociendo que sus palabras, tienen asidero consecuentemente, con los cambios que se
venían desarrollando de manera silenciosa, al azar, un poco caótica, pero de manera
sistemática, en la familia. En efecto, la década de 1970 “nos obliga a repensar casi todo lo
que solíamos creer que sabíamos sobre lo que hace que un matrimonio marche bien o lo
que le hace fracasar” (Conntz, 2005, p. 370), los cambios experimentados por la familia
del Chile Colonial, distan de ser cambios aislados, hoy nadie es capaz de imaginar una
estructura o dinámica familiar, como univoca y funcional.

El espectro de transformaciones que han ocurrido, resulta observables y se tornan


evidentes, en Chile, al rememorar lo que era considerado significativo en la época colonia:
el vínculo matrimonial, la estructura de poder familiar patriarcal, las diferencias de género
en el hogar, la dedicación exclusiva al rol de madre, son algunos elementos que se pueden
contrastar con lo que ocurre en las familias contemporáneas.

El vínculo matrimonial religioso católico, será impulsado por las elites, como un
modo de “normalizar” la convivencia, controlar el mestizaje y las relaciones dentro de un
mismo estatus, donde el Párroco controlará las uniones interracionales, este modo el
establecimiento del matrimonio, será determinada por diversos factores sociales,
económicos, de estatus social y donde generalmente se buscará mantener o alcanzar la
estabilidad económica, siendo un elemento no prioritario el amor.

A partir de las transformaciones existentes en las familias contemporáneas, cuya


base es el desarrollo de la individualización en un contexto más amplio, donde las personas
otorgarán un valor de autorrealización al establecimiento de pareja, y por tanto, el
matrimonio será una opción, tan válida como la pura relación, para los jóvenes quienes
prefieren hablar de relación, más que de matrimonio, lo que para Giddens (2004) significa
que: “Una pura relación… se refiere a una situación en la que una relación social se
establece por iniciativa propia, asumiendo lo que se puede derivar para cada persona de
una asociación sostenida con otra y que se prosigue sólo en la medida en que se juzga por
ambas partes que está asociación produce la suficiente satisfacción para cada individuo”
(p. 60), es decir, el matrimonio será reemplazado por otras formas de convivencia familiar,
escapándose del control parroquial o eclesiástico, donde se comienzan a derrumbar
paulatinamente, todos los considerando de “calidad” y “condición”, frases que disfrazaban
en el Chile Colonial la estigmatización por el color de piel o la situación económica.

Cada vez, son menos las barreras socio-económicas, las mujeres insertas en el
mercado laboral, no buscan la seguridad en los matrimonios, ni eligen necesariamente a un
hombre que tenga mayor fortuna para establecer una relación de pareja, sino que buscan
libremente establecer una relación que le permita mantener su autonomía.

Por ello, no es de extrañar que se modificará la estructura de poder patriarcal,


donde la mujer asumía un papel de secundario de mantener la honra de su linaje, con
estricta vigilancia del hombre, quien debía obedecer al cónyuge, existiendo una relación
asimétrica con él, quien procuraba el bienestar material y económico del hogar familiar, el
amor seráconsiderado irrelevante y la relación se eternizaba, supeditando el desarrollo y la
autonomía de sus integrantes a la unidad familiar, lo que en cierta manera otorgaba
estabilidad en las relaciones, se cumplían las expectativas sociales que descansaban en ella
y reforzaba con el reconocimiento social. Esto se derrumbará con la incorporación de la
mujer al mundo del trabajo, su mayor desarrollo educacional y con las nuevas alternativas
de control de natalidad, que favorecerá su elección e iniciativa sexual, serán las bases para
iniciar un proceso revolucionario en la estructura de poder patriarcal.

En la actualidad, esta vieja estructura de poder, ha comenzado a verse mermada,


paulatinamente, sobre la cual ha comenzado un proceso de mayor distribución del poder y
la autoridad, con mayor participación de cada uno de los integrantes de la pareja en los
“procesos decisionales… que son más igualitarios, cuando la pareja pertenece a un
estatus medio alto” (Donati, 2003, p. 274), no se tiene claridades pre-establecidas respecto
a quien manda respecto a determinados ámbitos, todo es una construcción y está en
discusión, lo que en cierta medida va a restar estabilidad. La unidad familiar, estará basada
en la confluencia de intereses, en la consideración del otro y en el respeto a la autonomía y
libertad individual. Donde cada etapa del ciclo vital familiar, implicará desafíos diferentes
para sus integrantes, que al no ser una familia eterna, poseerá momentos de transición que
según el autor Donati (2003) señalará: La familia en la fase juvenil tendrá un carácter
relacional que se mantendrá mientras dura la relación, una fase adulta, cuyo carácter es más
histórico-relacional que implica un inicio, un desarrollo y un fin y la fase anciana, cuyo
carácter es más simbólico, cuya duración no tendrá un límite de tiempo, quedando por
tanto, supeditada su mantención como unidad familiar en el tiempo, a las capacidades de las
personas o de la pareja para resolver cada momento que les toque vivir.

En este mismo, sentido, si se cuestiona la base patriarcal y se gesta mayores grados


de igualdad entre los integrantes de la pareja o matrimonio, los roles que se distribuyen en
el interior del hogar, no será ajeno a dichas distinciones, para Beck éstos roles
preestablecidos, se corresponden con la era industrial, por cuanto permitían la existencia de
la familia nuclear, basándose en la desigual relación del hombre y la mujer. Por ende,
comenzará a desintegrarse a partir de los cambios en las sociedades modernas, al
incorporarse la mujer al mundo del trabajo y forjarse un trato igualitario, se cuestionaría
“los fundamentos de la familia (matrimonio, sexualidad, paternidad, etc.)” (Beck, 2001, p.
45), lo que generará conflictos en el interior de la familia, por cuanto, ya no será
exclusividad de la mujer preocuparse y velar por bienestar de los hijos, o de los quehaceres
del hogar, pudiendo emanciparse de su rol. No obstante, también tendrá como
consecuencia, la postergación de la maternidad o bien no desean tener descendencia,
existiendo mecanismos que permitirán controlar la natalidad, que abre nuevos espacios de
libertad, donde la maternidad será una nueva variable de libre elección.

Esta libertad en la elección de la maternidad, es el eslabón biológico de la


desigualdad de género, existente en el interior del matrimonio de la época medieval, que
subyugó a la mujer como parte de un orden natural y refrendado en creencias religiosas, al
poder decidir tener hijos o no tener, hará que se vaya resquebrajando y diluyendo estas
ideas respecto a la familia y el lugar que ella ocupa en él. Será el autor Beck (2001) en su
obra “El normal caos del amor: las nuevas formas de relación amorosa”, que pondrán de
relieve una contradicción inherente a los procesos de individualización que se vivencia
como mayores márgenes de libertad, todo avance en la propia capacidad de elegir, conlleva,
una responsabilidad mayor. En el caso de la mujer y la elección de asumir la maternidad,
tendrá como principal consecuencia, posponer la maternidad para no ver afectada su propio
desarrollo, autonomía y autorrealización. O bien, optar por no tener hijos. En caso de elegir
tener hijos, ya no destinará parte importante de su vida al cuidado del niño, sino que
mantendrá y exigirá que su pareja, le apoye en el cuidado, considerando que desarrolla
actividad laboral.

Estos cambios, suscitan controversias, desde el trabajo social, especialmente


respecto a la intervención con familias, reconociendo la existencia de una pluralidad de
familias, en proceso de transición y con diferencias existentes, dependientes del nivel
sociocultural y económico, por lo cual, nos encontramos con un entorno complejo donde
actuar, desde familias vulnerables, pobres y excluidas, con una fuerte componente medieval
en sus modos de organización y de afrontamiento a las dificultades que experimentan, hasta
familias de clase media y alta, que mantiene relaciones posmodernas en sus familias, con
todas las variantes entre ellas y en ellas, como toda época de transiciones y cambios, por lo
cual, la “normalidad” queda cuestionada, es decir, la principal barrera en los procesos
llevados a cabo, es distinguir nuestras propias concepciones para efectuar un abordaje, sin
estigmatizar, ni prejuzgar, siendo comprensivos de los procesos que experimentan,
buscando aumentar la propia reflexividad de éstas, para superar sus controversias en un rol
especialmente mediador.

Bibliografía

Beck, U., Beck-Gernsheim E. (2001). El normal caos del amor: las nuevas formas de
relación amorosa. Barcelona: Paidós, pp. 29 - 143.
Beck-Gernsheim, E. (2003). La reinvención de la familia: en busca de las nuevas formas de
convivencia. Barcelona: Paidós, pp.11-81.

Conntz, Stephanie. 2005. “Historia del Matrimonio, como el amor conquistó el


matrimonio”, editorial Gedisa, 2005, Barcelona, España.

Donati P. (2003). Manual de sociología de la familia. Capítulo 6: Las nuevas dinámicas de


la pareja. Navarra: Ediciones Universidad de Navarra, p. 269-328

Giddens A. (1995). La transformación de la intimidad. Madrid: Cátedra, pp.53-84.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (2002). Desarrollo humano
en Chile 2000: Nosotros los chilenos, un desafío cultural. PNUD: 2002. Santiago, p. 204-
233.
EJERCICIO ANALÍTICO Nº2:
Parentalidad y sociedad contemporánea
Interpretaciones: Las cifras de la evolución del posnatal parental en Chile

En Chile, viene ocurriendo cambios significativos desde la época de la dictadura


que han afectado a las familias y al modo de ejercer la parentalidad en las familias, estas
modificaciones, tenderán a una mayor apertura para la asunción compartida de la asunción
parental tanto para hombres, como mujeres, lo que da origen a leyes especiales y
particulares, como el derecho posnatal parental, que puede ser compartido por hombres y
mujeres, sin embargo, luego de 3 años de aplicación, se constata que un porcentaje
disminuido de hombres ha hecho uso de éste, según el diario la tercera (febrero de 2015),
sólo 225 hombres ha usado este beneficio, lo que representa el 0,2% del total de
subvenciones entregadas que alcanza la cifra de 102 mil, aproximados.

Estas cifras, sin embargo, no han alcanzo el objetivo de “permitir a los padres un
mayor tiempo de cuidado de sus hijos. De hecho, se establece la opción de que las madres
entreguen parte del beneficio a los padres para que ellos también puedan participar de
este proceso” (La Tercera, 2015), lo cual puede interpretarse de diversas maneras, una de
ellas, es significar como una medida que no tiene un impacto en la distribución de las tareas
y roles asignados socioculturalmente a las mujeres, sin embargo, esto no sería revelador del
avance cualitativo a una disposición de esta naturaleza, para lo cual, es necesario
contextualizar el Chile de hoy en las familias: el modo cómo se va configurando la
identidad masculina, el contexto laboral, la nueva identidad femenina y reconocerlo como
un proceso de transición que deberá recorrer un espacio de tiempo para su consolidación.

En los últimos 30 años, aproximadamente, se ha consolidado la incorporación de


la mujer al trabajo, iniciando la transformación de la familia patriarcal en un mercado
laboral que se ha flexibilizado y que pone en tela de juicio al tradicional rol del hombre,
como único proveedor de este modo de familia: “…el mandato de que el varón debe ser el
proveedor de la familia comienza a perder fuerza y se comienza a esperar que sea
compartido. En algunos casos, en sectores medios y populares, ellas son las que hacen el
aporte principal constante y principal y los varones el aportar recursos variables, según
los ingresos que tienen en trabajos no permanentes” (Olavarría, 2000, p. 145), es decir, las
variaciones del mercado del trabajo, es un elemento contextual que harán que el hombre
asuma de un modo diferente la paternidad, en tanto en lo sectores medios y populares,
mantendrán una menor estabilidad laboral que las mujeres, quienes se transforman en el
sostén económico del hogar y por tanto, los hombres, efectuarán actividades que antes
realizaban las mujeres, lo que los llevará a un mayor contacto en la crianza de los hijos.
Empero, como sus trabajos se precarizan, es decir, posee contratos eventuales y transitorios,
que implicarán periodos de tiempo con actividad laboral, mientras en otros momentos,
carecerán de empleo.
Este contexto laboral, esta carencia de estabilidad en el trabajo, como también lo
señalará Olavarría (2000), al explicar que los hombres profesionales tienen trabajos a
honorarios y los obreros de la construcción, que al acabar su trabajo, termina su relación
laboral, puede ser una variable que influirá por tanto, en que los hombres no soliciten el
postnatal, considerando la experiencia de las mujeres, que eran despedidas cuando
quedaban embarazadas o tenían un hijo, lo que actualmente es regulado y se encuentran
protegidas por el fuero maternal que dura dos años, después de nacido el hijo, situación que
en caso del hombre, no está considerado.

No obstante, no sería la única variable a considerar, en la interpretación de las


cifras, en tanto, estos cambios familiares, estos nuevos contextos laborales, esta asunción
compartida de los roles parentales, van construyendo una nueva identidad masculina, que
favorece la asunción de los roles parentales, tal como lo plantea Valdés (2009), es posible
reconocer tres modelos de paternidad: Una Presente-próximo, el Neo patriarcal y el
Periférico. Estos modos de ser padres coexisten en la sociedad chilena en el discurso que
efectúan los propios padres. Sin embargo existiría una brecha entre un discurso de asunción
de la paternidad y la práctica de ser padre, en tanto, estas cifras pueden estar demostrando
que pese a la existencia de un padre presente en el discurso de los hombres y una nueva
configuración de su identidad,este modo de hacerlo, especialmente en los primeros meses
de vida del hijo, es un proceso que no se modificará rápidamente, por cuanto el hombre ha
construido su identidad en base una cultura patriarcal hegemónica, que se modificará
lentamente, siendo un avance cualitativo respecto a las figuras paternas existentes en la
época industrial.

Un último modo de interpretación de éstas cifras, que es posible describir, tiene


relación con la propia mirada que tienen de sí mismas las mujeres, es decir, la construcción
de identidad femenina, que las presupone como aquellas ligadas naturalmente con los hijos,
al fin y al cabo, son ellas, quienes dan a luz y deben dar de amamantar a los hijos recién
nacido, afianzamiento biológico de su condición por excelencia de velar por el cuidado de
los hijos, por lo cual, “La imagen de la maternidad intensiva”, es un modelo cultural
arraigado en la sociedad chilena,que impactará negativamente en la cifras, por cuanto, la
propia mujer optará por asumir el cuidado del hijo en sus primeros meses, en tanto el
cambio cultural se desarrollará de manera contradictoria, tal como señalará Montesinos
(2002): “…muchas veces, no puede hacer coincidir un “moderno” que proyecta a los
géneros en una relación equilibrada, con la práctica cotidiana de las propias mujeres, aun
con alta calificación académica y con puestos en que ejercer el poder, donde aceptan
jugar roles domésticos que corresponden a prácticas de núcleos tradicionales de la
sociedad mexicana en los años sesenta” (p. 126), por lo tanto, es posible que éste también
sea un factor, que permite explicar porque en Chile el Permiso Postparental no es
cuantitativamente significativo aún para el hombre.

Es dable, esperar que a medida que transcurra el tiempo, pueda existir una mayor
demanda de este por parte de los hombres, en tanto, los cambios culturales no les basta
introducir un variable jurídica para que comiencen a operar en la sociedad, pese a ello, el
que exista jurídicamente, permitirá un tránsito paulatino.

Bibliografía

Castelain-Meunier C. (2003). Padres, madres, hijos. México D.F.: Siglo XXI Editores, p.
13-82.

Hays S. (1988). Las contradicciones culturales de la maternidad. Barcelona: Paidós.

Olavarría J. (2000). Ser padre en Santiago de Chile. En: Fuller N., Paternidades en América
Latina. Perú: Pontificia Universidad Católica de Perú,p. 129-173.

Montesinos, R. (2002). Las Rutas de la Masculinidad. Capítulo 3: Hacia una nueva


identidad masculina, editorial Gedisa, Barcelona, España.

Seidler V. (2006). Masculinidades, culturas globales y vidas íntimas. Capítulo 5: repensar


la paternidad. España: Montesinos, pp.87-104.

Valdés X. (2009). El lugar que habita el padre en Chile contemporáneo, en Polis, Revista
de la Universidad Bolivariana, Volumen 8, Nº 23, 2009, pp. 385-410

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