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Jessop Robert - Crisis Del Estado de Bienestar PDF
Jessop Robert - Crisis Del Estado de Bienestar PDF
Bob Jessop
Compiladores
Alberto Supelano Sarmiento
Jorge Iván Bula
7
Siglo del Hombre Editores
ISBN 958-665-022-7
1. Teoría del Estado 2. Economía Política I. Supelano, Alberto, tr. II. Bula,
Jorge Iván, comp. III. Tít. IV. Serie
320.1 cd 19 ed.
AGJ0017
CEP-Biblioteca Luis Ángel Arango
ISBN: 958-665-027-8
P ró lo go ........................................................................... 9
FORDISMO Y POSTFORDISMO:
UNA REFORMULACIÓN CRÍTICA
1 Este artículo se benefició de las discusiones con Simón Bromley, Simón Clarke,
Benjamin Coiiat, Richard Hyman, Klaus Nielsen, Ove Kai Pedersen y Dick Walker.
Las lecturas en las que está basado se realizaron casi en su totalidad cuando el autor
tenía una beca de investigación personal del ESCR; el artículo se terminó en el Center
for Organization and Management (eos) de Copenhague con apoyo del Danish Social
Science Research Council. El autor agradece a las tres entidades por su apoyo.
sión distinguiendo cuatro niveles del fordismo: el proceso
de trabajo, el régimen de acumulación y sus modos de re
gulación y societalización.
1. Como tipo específico de proceso de trabajo capitalista, el tér
mino “fordismo” designa la configuración particular de la divi
sión técnica y social del trabajo característica de la fabricación
de grandes series de bienes estandarizados. La producción en
serie fordista se basa en una división técnica del trabajo organi
zada en forma tayloiista, su fase de producción inmediata está
sometida a pasos mecánicos mediante técnicas de línea de en
samblaje, y en conjunto está organizada sobre el principio rec
tor de la oferta según el cual la producción debe ser continua y
asegurar economías de escala a largo plazo. La línea de ensam
blaje explota principalmente el trabajo semicalificado del traba
jador masivo, pero también se emplean otros tipos de trabajado
res (artesanos o trabajadores manuales no calificados, capata
ces, ingenieros, diseñadores, etc.). Además, idealmente, el
fordismo implica el control sistemático, por parte de una misma
empresa, de todas las fases de acumulación, desde la produc
ción de materias primas hasta el mercadeo [S ie g e l , 1988, 5].
Esta compleja división técnica del trabajo a veces se asocia a
una división regional compleja dentro de o entre espacios eco
nómicos nacionales: en el fordismo tardío, por ejemplo, “la inge
niería y la actividad de concepción se pueden encontrar en la
región I, la producción calificada en la región II y la producción
no calificada en la región III” [L ip ie t z , 1982, 37]. En consecuen
cia, el predominio de la producción en serie en una empresa o
sector dados no excluye otros procesos de trabajo o tipos de
trabajadores. De hecho, los somete a su propia lógica, pues el
predominio de la producción en serie significa que, en virtud de
su impacto sobre la productividad y el crecimiento de la pro
ductividad, ésta es la principal fuente de dinamismo en una
empresa o sector, y que se organizarán otros procesos y activi
dades para apoyarla, mejorarla o complementarla2. Este nivel
de análisis es esencialmente microeconómico.
3 El fordismo hoy parece ser muy rígido debido a que su crisis general ha
erosionado estas fuentes micro y macroeconómicas de flexibilidad. Entre las
fuentes micro se encuentran los despidos, el trabajo a destajo (short time
working) y las horas extras, el out-sourcing, las variaciones en el nivel de
inventarios, la conmutación entre mercados doméstico y externo; las fuentes
macro más importantes son las políticas contracíclicas de manejo de la de
manda y los efectos estabilizadores de los gastos en bienestar.
4 La composición técnica del capital se refiere a la relación entre capital fijo y
capital circulante; más específicamente a la relación entre medios de produc
ción, insumos materiales, productos en proceso y fuerza de trabajo.
Para que se presente este modo de crecimiento no es ne
cesario que en toda empresa o rama de la producción deban
predominar las técnicas fordistas, siempre que los sectores
líderes sean fordistas. En efecto, para que la producción
encuentre un mercado masivo debe ajustarse el crecimien
to de la producción de otros tipos de bienes (acero, petróleo,
ferrocarriles, vivienda familiar y electricidad) y servicios
(como la venta al detai, el crédito de consumo y el mante
nimiento de los bienes durables). Así, algunos autores ha
blan del predominio de un “complejo auto-industrial” para
indicar que otros sectores de la producción complementan
la producción en serie del sector de automotores [P érez ,
1983, 369]. Sin embargo, pese a esos refinamientos, el tra
bajo sobre el régimen de acumulación fordista está firme
mente enraizado en el análisis económico. Para considerar
sus bases institucionales y organizacionales debemos pa
sar a un tercer nivel analítico.
3. El fordismo también se puede entender como un modo de
regulación, es decir, como un conjunto de normas, institu
ciones, formas de organización, redes sociales y pautas de
conducta que sostienen y “guían” el régimen de acumula
ción fordista y promueven la compatibilidad entre las deci
siones descentralizadas de los agentes económicos a pesar
del carácter conflictivo de las relaciones sociales capitalis
tas [L ip i e t z , 1985, 121]. El fordismo puede especificarse
mediante las formas que asumen los diferentes momentos
del circuito del capital, mediante los medios con que se pro
ducen estas formas y mediante su articulación con las de
más. Se pueden examinar, entonces, los rasgos caracterís
ticos de la relación salarial fordista (el perfil de calificación
del trabajador colectivo, la organización de los mercados de
trabajo y el carácter de la negociación salarial, la naturale
za de la forma salario y el equilibrio entre reproducción pri
vada y colectiva de la fuerza de trabajo); la empresa fordista
(su organización interna, la fuente de beneficios de la em
presa, las formas de competencia y otros vínculos entre
empresas, así como los vínculos con el capital bancario); y
los vínculos entre el circuito de capital y el Estado (las for
mas de la intervención estatal en diferentes momentos del
circuito del capital). Este tercer nivel de análisis implica un
análisis meso-económico institucionalmente orientado del
circuito del capital que establece un vínculo de rango medio
entre el proceso de trabajo y las características básicas de
la reproducción macroeconómica y que debe ser definido cui
dadosamente para cada momento del fordismo:
a) La relación salarial gira alrededor del papel fundamental
del trabajo semicalificado en grandes plantas o estableci
mientos5; la administración reconoce la validez de los sindi
catos para la negociación salarial, y los sindicatos, a su vez,
conceden a la administración el derecho de controlar el pro
ceso de trabajo y la estrategia corporativa; los salarios se
indexan con el crecimiento de la productividad y de los pre
cios y se vuelven rígidos a la baja pese a las fluctuaciones
en la demanda de trabajo; se difunden la negociación colec
tiva y la legislación sobre salario mínimo, lo cual aumenta
los salarios de los empleados en los sectores no fordistas y,
por tanto, mantiene las proporcionalidades y la demanda; y
los beneficios indexados del bienestar, financiados con im
puestos progresivos, extienden las normas de consumo
masivo a los económicamente inactivos. Incluso en un régi
men fordista ampliamente autocéntrico, este patrón es com
patible con mercados de trabajo duales y/o empresas o sec
tores no sindicalizados, siempre que haya una demanda
social global adecuada para los bienes producidos en serie.
b) La empresa fordista típica ideal es un gran establecimiento
donde la propiedad y el control están separados. Tiene una
organización característica —divisiones múltiples, descen
tralizadas y orientadas al mercado —, supervisada por una
junta central que tiene a su cargo la planeación de alto ni
vel. Este esquema se inició en la General Motors y se convir
tió en la norma para otras grandes empresas industriales
de los Estados Unidos en los años veinte y treinta. Por otra
parte, la producción en serie a menudo estuvo asociada a
trusts y carteles. La principal fuente de beneficios de la em
presa en el fordismo es la plusvalía relativa, basada en me
joras continuas de la productividad y economías de escala.
Las firmas que están a la vanguardia del proceso fordista y
de la innovación de productos también pueden obtener “ren
tas tecnológicas”. En ambos casos, la principal forma de
competencia capitalista es monopolista más que liberal. En
vez de participar en un sistema de precios flexibles, donde
6 Galbraith analiza este hecho en The New Industrial State [1967], obra que
anticipó muchos de los estudios posteriores sobre el régimen fordista.
pueden participar en la prosperidad generada por las eco
nomías de escala crecientes. Allí donde la última función
sólo involucra una provisión limitada del Estado para el
consumo colectivo, el Estado debe asegurar niveles de de
manda adecuados a través de la transferencia de ingre
sos. Es probable que la intervención sea más intensa cuan
do el fordismo alcanza el predominio y en sus años de
decadencia.
El análisis del modo de regulación se ocupa de la econo
mía en su sentido integral, es decir, del contexto social donde
ocurre la reproducción económica ampliada7. Este análisis
identifica las condiciones institucionales y organizacionales
que aseguran el fordismo como régimen de acumulación na
cional y es especialmente útil para definir las peculiaridades
de diferentes regímenes fordistas; pero dicho análisis no debe
divorciarse del trabajo sobre la dinámica más general del ca
pitalismo, puesto que esta última define las tendencias y
contratendencias básicas, las contradicciones estructurales,
los dilemas estratégicos y las restricciones globales que ine
vitablemente dan forma a los regímenes de regulación, difi
cultades que encuentran una solución provisional, parcial e
inestable en estos últimos, y su presencia continua y des
igual desarrollo erosionan eventualmente cualquier solución
institucional y organizacional dada. En suma, aunque este
nivel es característico del fordismo en tanto régimen de acu
mulación, no puede entenderse adecuadamente sin conside
rar la forma en que los modos de regulación modifican y sin
embargo permanecen sujetos a las leyes generales de la acu
mulación de capital.
Otros analistas consideran el fordismo en términos de su
impacto social global; van más allá de su base micro-eco
nómica, de sus precondiciones institucionales a nivel
mesoeconómico y de sus efectos macroeconómicos para exa
minar sus repercüsiones generales sobre otros órdenes
institucionales (como el sistema político o la vida cultural) y
otros ejes de la organización social (como sus patrones es
paciales). Esas preocupaciones incluyen no sólo el impacto
P r o b le m a s d e l c o n c e p t o d e f o r d i s m o 11
E l proceso de trabajo
18 Pueden hallarse algunos paralelos entre el New Deal de los Estados Unidos y
el Nuevo Orden Nazi como formas de Estado de Bienestar Internacional: don
de el Volksempfaenger (radio), la Volkswagen y el Autobahn desempeñaban
funciones equivalentes a las de los bienes de consumo durable de las familias,
del modelo T y de las autopistas de los Estados Unidos [R o o b e e k , 1987, 134],
El problema aquí es la amplia variación de los modos de
regulación compatibles con el fordismo considerado como
régimen de acumulación. El fordismo metropolitano se ha
presentado junto con las más variadas instituciones de
mercado de trabajo. El trabajador fordista masivo y los sin
dicatos masivos no fueron siempre las fuerzas pivotes de
las relaciones industriales y la negociación colectiva. La for
ma M (o compañía de divisiones sloanista) se enraizó prin
cipalmente en Europa a finales de los sesenta más que du
rante el despegue del fordismo [F r a n k o , 1974]; y las formas
de empresa japonesas están lejos de ser sloanistas [S a y e r ,
1989]. Muchas economías europeas y japonesas mantuvie
ron una pequeña burguesía numerosa y políticamente sig
nificativa en el sector comercial mucho después de que se
experimentara un cambio hacia las ventas minoristas de
carácter masivo. A la inversa, el consumo masivo surgió a
finales del siglo diecinueve tanto en Gran Bretaña como en
Estados Unidos [B e n ig e r , 1986; y T e d l o w , 1990]. Además,
el fordismo metropolitano se asocia con formas liberales,
corporativas y dirigistas de régimen político. La administra
ción keynesiana de la demanda se desarrolló mucho des
pués en la mayoría de los países y se aplicó en forma poco
efectiva en casi todas las economías. Por otra parte, la se
cuencia y el patrón de los desarrollos del Estado de Bienes
tar asumieron formas muy diferentes en todas las econo
mías capitalistas avanzadas.
En consecuencia, más que insistir en una configuración
institucional particular que comprenda el modo fordista de
regulación, debe buscarse una familia de semejanzas. Pue
den discernirse algunos patrones: un vínculo entre salarios y
productividad; la difusión de la negociación colectiva; la com
petencia monopolista; el papel creciente del crédito estatal
en la inversión y el consumo; el compromiso estatal en la
generalización de las normas de consumo masivo dentro de
grupos significativos, como los campesinos en Japón y los
granjeros en Estados Unidos y Europa; el creciente ejército
de empleados estatales y de receptores del bienestar, etc.
Existe también una creciente preocupación estratégica en las
economías de escala, la productividad, la planeación, la ges
tión del crecimiento, etc., que afectan la vida social y política
así como las formas de actividad económica.
Él modo fordista de regulación, si existe o existió, ha sido
tan variado que sus consecuencias para la societalización
también varían ampliamente. Además, puesto que los pun
tos de partida para la expansión fordista fueron diferentes y
las estructuras sociopolíticas e institucionales son difíciles
de transferir entre sociedades, se pueden encontrar “fordis-
mos nacionales” bastante diferentes. Pero no siempre es claro
qué tanto se deben estas diferencias a una lógica fordista
genérica que funciona en circunstancias diversas o a que
las diferencias estructurales preexistentes modifican fun
damentalmente la lógica genérica para producir diferen
tes modos de crecimiento. Esto nos lleva a otra cuestión,
a saber, la periodización.
Periodización
LA TRANSICIÓN AL POSTFORDISMO
20 Este argumento fue planteado por Haug [1986], quien señala que parte de la
teorización postfordista también se refiere a las continuidades, al reforzamiento
de tendencias y así sucesivamente; haciendo ambiguo lo que se incluye dentro
del concepto de postfordismo.
postfordismo sería la de mostrar por qué éste surgió des
pués de la era fordista. De otro modo deberíamos hablar de
una variante de no fordismo21.
Si el prefijo contiene un significado real en vez de servir
sólo como un indicador cronológico afín al uso francés del
“aprés-Jordisme” (literalmente, “después del fordismo”), de
ben aducirse argumentos adicionales. Puede razonarse a lo
largo de una o de las dos líneas siguientes: mostrar que el
postfordismo surgió de tendencias originadas dentro del
fordismo pero que establece una ruptura con éste; y/o mos
trar que el conjunto de elementos viejos y nuevos del
postfordismo resuelve o desplaza una o más de las con
tradicciones y crisis que debilitaron decisivamente al
fordismo22. Si se dice que el postfordismo surgió del
fordismo, también deben demostrarse las principales
discontinuidades: de otro modo sería mejor hablar de alto
fordismo, fordismo tardío o neofordismo23. Alternativa
mente, se puede justificar el concepto mostrando que el
postfordismo resuelve o desplaza las contradicciones y
tendencias a la crisis características del fordismo. Esto
no implica que el postfordismo carezca de sus propias
contradicciones y tendencias a la crisis. Éstas pueden
darse por sentadas; pero la partícula “post” aún tendría
sentido si este nuevo régimen superara de algún modo (o
se sostuviera que puede hacerlo) los problemas típicos
de la era fordista24.
M odo de regulación
Societalización
Periodización
El p e r f il d e l a s c u a t r o a f ir m a c io n e s
1 Aquí se hace referencia al análisis gramsciano de “lo stato integrale” (el Estado en
su sentido incluyente) en términos de “sociedad política + sociedad civil” [Gramsci,
1971]. En Jessop [en prensa] se compara la teoría del Estado de Gramsci con el
enfoque de “economía integral” implícito en la teoría de la regulación.
2 Las formas, funciones y actividades del Estado no pueden reducirse al papel
de regular la economía en su sentido inclusivo. Si se considera al Estado
desde un punto de vista de economía integral, su explicación es necesaria
mente parcial, igual que un enfoque político integral de la economía produce
una explicación parcial de esta última. En el caso de Gramsci, por ejemplo,
ésta se limita a asegurar el núcleo económico decisivo de un bloque histórico
(para comentarios adicionales, ver Jessop, 1992a).
nes: primera, ayudar a garantizar las condiciones para la
valorización del capital y, segunda, ayudar a garantizar las
condiciones para la reproducción de la fuerza de trabajo.
Estas dos funciones son incorporadas, de hecho, en las de
finiciones de Estado de Bienestar Keynesiano y Estado de
Trabajo Schumpeteriano. Así, mientras que los términos
“keynesiano” y “ schumpeteriano” de cada concepto se refie
ren a la formas de intervención económica del Estac’o ca
racterísticas de un modo de regulación social dado, los tér
minos “bienestar” y “de trabajo” se refieren a la forma espe
cífica de intervención social que favorece el Estado. Desde el
punto de vista de economía integral aquí esbozado, es pro
bable que el Estado de Bienestar Keynesiano (o EBK) y el
Estado de Trabajo Schumpeteriano (o ETS) correspondan a
regímenes de acumulación diferentes. Espero demostrar que,
mientras que el primero era un elemento “integral” de la
reproducción ampliada del fordismo, el último puede llegar
a ser igualmente “integral” para su régimen sucesor que
aún está en proceso de surgimiento3. Antes de continuar,
quiero sintetizar las cuatro presunciones mencionadas.
3 Soy muy consciente de las dificultades que implica el uso de términos tales
como “fordismo” y, aún más seriamente, “postfordismo”; no obstante, para
ciertos propósitos, éstos pueden desempeñar un papel teórico real o tener
alguna relevancia empírica real (ver Jessop, 1992b).
y los esfuerzos para restaurar las condiciones de la postguerra
a través de la austeridad económica y el recorte social fracasa
ron, el énfasis se desplazó a los intentos de reestructurar y
reorientar el Estado a la luz de percepciones significativamente
distintas de las condiciones que llevan a la expansión econó
mica. Lo que está surgiendo, en forma vacilante y desigual,
de estos intentos es un nuevo régimen que podría denomi
narse, aunque no en forma muy elegante, Estado de Trabajo
Schumpeteriano4. En términos abstractos, sus objetivos eco
nómicos y sociales pueden sintetizarse en la promoción de
innovaciones de productos, de procesos organizacionales y
de mercados; el mejoramiento de la competitividad estructu
ral de las economías abiertas, principalmente mediante la
intervención en el lado de la oferta; y la subordinación de la
política social a las exigencias de flexibilidad del mercado de
trabajo y de competitividad estructural. Aunque los rasgos
distintivos del ETS se perciben más claramente cuando se
contrasta con el EBK, es importante señalar que la aparición
del ETS no depende de la presencia de un EBK más o menos
propenso a la crisis. Aunque este desarrollo puede ser típico
de los casos europeos, hay importantes ejemplos del Este
Asiático que no se ajustan a este patrón. Por cierto, hoy en
día estos últimos a menudo se consideran como modelos para
resolver la crisis en Occidente.
D el fo rd is m o al postfordismo
Alg o m ás so bre
e l E s t a d o d e T r a b a j o S c h u m p e t e r ia n o
7 Así, Thembom y Roebroek [ 1986] analizan las variantes formas del Estado de
Bienestar y luego lo declaran irreversible (bajo condiciones democráticas); sus
argumentos dependen de una ecuación simple entre programas de mayor
gasto público y Estado de Bienestar tout court. (Sobre el keynesianismo inter
nacional puede verse, por ejemplo, P io r e y S a b e l, 1985).
obras emblemáticas: Keynes fue citado a menudo para jus
tificar el creciente interés por el posible papel del Estado en
el mantenimiento del pleno empleo; Schumpeter está sien
do redescubierto como teórico de la fuerza motivadora de la
innovación en ciclos largos. Por tanto, el contraste entre ellos
no es tan específico como el contraste entre el interés en la
demanda y en la oferta, ya que el interés de Schumpeter por
esta última difiere notablemente del que le concedían Hayek,
Friedman o Laffer. En su análisis de la dinámica del creci
miento capitalista, lo esencial era la oferta de innovaciones
antes que las implicaciones de la libertad, el dinero o la
tributación sobre la oferta, y esta competitividad estructu
ral orientada por la innovación es lo que se está volviendo
esencial para el desempeño exitoso de las funciones econó
micas del Estado capitalista contemporáneo. En forma se
mejante, al adoptar el término “workfare” para identificar
un segundo aspecto clave de la forma de Estado emergente,
no pretendo que una precondición para mantener el bien
estar de las personas físicamente capaces sea trabajar,
reconvertirse o demostrar la disposición a hacerlo. Por el
contrario, quiero destacar una importante reorientación de
la política social: el abandono de las preocupaciones
redistributivas basadas en la ampliación de los derechos al
bienestar en un Estado-nación en favor de unos intereses
más productivistas y ahorradores de costos en una econo
mía abierta. A este respecto, el significado más usual de
workfare es el caso especial, neoliberal, de la tendencia más
general de la reorganización del papel del Estado para pro
mover la reproducción social. Por el momento, quiero con
centrarme en las tendencias generales y aplazar la revisión
de sus diversas variantes.
Los rasgos específicos del ETS son el interés en promover
la innovación y la competitividad estructural en el campo
de la política económica, y el interés en promover la flexibi
lidad y la competitividad en el campo de la política social.
Naturalmente, el ETS también expresa otros intereses y des
empeña otras funciones típicas de los Estados capitalistas,
pero la combinación de estos dos intereses gemelos, junto
con sus implicaciones para el funcionamiento global del
Estado, es lo que lo diferencia de otros regímenes capitalis
tas. Ambos se vuelven parte integral de su estrategia de acu
mulación y también se reflejan en los proyectos del Estado
y en los proyectos hegemónicos con los cuales está asocia
do. Así, aunque la mayoría de los Estados capitalistas avan
zados tienen alguna forma de política de innovaciones, el
ETS se caracteriza por su interés consciente, explícito y es
tratégico en la promoción de innovaciones y por su amplia
interpretación de los factores que llevan a la innovación
exitosa. Del mismo modo, aunque muchos Estados capita
listas avanzados tienen alguna forma de política de compe
tencia, el ETS se distingue por su interés consciente, explí
cito y estratégico en las diversas y variadas condiciones que
producen la competitividad estructural en economías abier
tas. En términos similares, volviendo a la política social del
ETS, aunque el interés en el entrenamiento y el funciona
miento del mercado de trabajo ha sido un rasgo duradero
del compromiso estatal con la reproducción social de la fuer
za de trabajo, ahora se da mayor peso a la flexibilidad y ésta
ha adquirido nuevas connotaciones en ambos campos. Com
plementando estos nuevos intereses estratégicos de la polí
tica económica y social, otros objetivos de política anterio
res se han desatendido e incluso se han rechazado. Así,
mientras que el EBK se empeñaba en asegurar el pleno
empleo, el ETS desatiende este objetivo en favor de la pro
moción de la competitividad estructural. Análogamente,
mientras que el EBK buscaba extender los derechos socia
les a sus ciudadanos, el ETS se interesa en suministrar ser
vicios de bienestar que beneficien los negocios, con el resul
tado de que las necesidades individuales pasan a ocupar
un lugar subordinado.
En el análisis anterior está implícito el supuesto operativo
de que el ascenso del ETS se refleja en cambios de discurso
económico, de modos de cálculo y de conceptos estratégicos,
y es reforzado por esos cambios. Tales cambios son un im
portante correlato de la reestructuración y reorientación del
Estado nacional en el período actual, y constituyen un im
portante vínculo mediador entre los cambios estructurales
de la economía global y la transformación del Estado, pro
porcionando un esquema interpretativo dentro del cual co
bran sentido esos cambios, las crisis que a menudo los acom
pañan y las repuestas adecuadas para enfrentarlos. Dos
cambios discursivo-estratégicos muy dicientes en la transi
ción del EBK al ETS son el menor interés en la “productivi
dad” y en la “planeación” y el énfasis en la “flexibilidad” y el
“ empresarialismo ”. La articulación de estos dos cambios
discursivo-estratégicos dentro de nuevas estrategias de acu
mulación —proyectos de Estado y proyectos hegemónicos—
y su capacidad para movilizar el apoyo y entregar políticas
estatales efectivas contribuyen a modelar la reestructura
ción y reorientación del Estado contemporáneo y a producir
diferentes regímenes de regulación (ver el acápite “Estrate
gias alternativas del ETS”); y es precisamente la necesidad
de esa mediación (igual que, por ejemplo, la variabilidad en
las capacidades del Estado) la que asegura que la consoli
dación exitosa de un ETS esté lejos de ser automática.
Veamos ahora cómo se reflejan las funciones económicas
y sociales respectivas del EBK y del ETS en dos importantes
características estructurales (en tanto opuestas a las discur-
sivo-estratégicas) de los dos regímenes, que conciernen a la
articulación de las formas dinero, salario y Estado. Las for
mas dinero y salario incorporan las contradicciones estruc
turales del capital como relación social y, por tanto, dan
lugar a dilemas estratégicos. En la forma dinero esto se ex
presa en el hecho de que el dinero puede circular como
moneda nacional y como moneda internacional. En el caso
de la forma salario, hay una contradicción entre su función
como costo para el capital y su función como fuente de de
manda. Estas contradicciones se reflejan de modos muy
diferentes en los regímenes de Bienestar Keynesiano y de
Trabajo Schumpeteriano.
En primer lugar, mientras que en el EBK el dinero fun
ciona principalmente como moneda nacional y su circula
ción dentro de la economía nacional está controlada por el
Estado nacional, esta posición es amenazada en el ETS por
los crecientes flujos de capital financiero a través de las fron
teras y sus adversas implicaciones para el control moneta
rio por parte de los Estados nacionales8. Por cierto, la crisis
de la moneda nacional es un importante factor que contri
buye a la crisis del Estado de Bienestar Keynesiano. El re
conocimiento de la vulnerabilidad económica nacional ante
los masivos y volátiles movimientos de dinero es central para
el Estado de Trabajo Schumpeteriano, puesto que si la forta
11 V e r M o r a le s y Q uandt, 1992.
12 V er, ta m b ié n , M o u la e r t , S w y n g ed o u w y W ils o n , 1988.
sensibles para afrontar los problemas específicos de las lo
calidades particulares. Por consiguiente, éste devuelve esas
tareas a los Estados locales y les proporciona apoyo y re
cursos [D y s o n , 1989, 118]. Las explicaciones más optimis
tas de esta tendencia consideran que lleva a una confedera
ción —para crear empleos y compartir riesgos locales— de
los Estados locales basados en economías regionales fuer
tes que se dan apoyo recíproco en la actual lucha para man
tener un horizonte competitivo [S a b e l , 1989]. Pero los esce
narios más pesimistas anticipan una polarización creciente
en las localidades así como un incremento de las desigual
dades regionales.
La tercera repercusión consiste en que hay una creciente
vinculación entre los Estados locales, fenómeno estrecha
mente relacionado con los dos cambios anteriores. Por cier
to, Dyson afirma que “uno de los desarrollos políticos más
interesantes desde los años setenta ha sido el desplazamiento
errático pero gradual de un número creciente de autorida
des locales desde una identificación de su papel en térmi
nos puramente nacionales hacia un nuevo interés en las
relaciones transnacionales” [D y s o n , 1989, 1]. En Europa,
esto implica el establecimiento de vínculos verticales con
las instituciones de la Comunidad Europea, especialmente
la Comisión Europea, y de vínculos directos entre autorida
des locales y regionales de los Estados miembros. La bús
queda de apoyo a través de las fronteras se ve reforzada a
medida que el Estado central se empeña en una estrategia
más neoliberal. Pero tambijén puede observarse en otros
países13: se perciben tendencias similares en el Este Asiáti
co (con notables vínculos entre Hong Kong, Macao y Guang-
dong, y en el llamado “triángulo de crecimiento”, conforma
do por Singapur, Johor y Riau); aunque esta tercera ten
dencia es menos marcada en Norteamérica (pese a que la
city empresarial y el Estado local han experimentado una
notoria expansión). Pero los ejemplos más notables se ob
servan en la expansión de la cooperación transfronteriza de
ciudades eslabonadas a lo largo de la frontera entre Esta
dos Unidos y México. Incluso en los mismos Estados Uni
dos, la ampliación de los vínculos subnacionales entre paí
ses es tal, que, por ejemplo, Duchacek habla de la difusión
EL POSTFORDISMO Y EL ETS
C o m e n t a r io s f in a l e s
15 Un buen ejemplo de cómo puede hacerse este trabajo se encuentra en: K itc h e lt,
1991.
16 Sobre el caso británico, ver, por ejemplo: Jessop, 1992c.
mas de articulación entre los papeles económico y social del
Estado en relación con los diferentes modos de acumula
ción y otros aspectos de los modos de regulación social.
Finalmente, también podría decirse que el EBK no fue
universal en las economías capitalistas avanzadas de post
guerra. Esto es particularmente claro para las economías
europeas que descubrieron nichos complementarios, no
fordistas, en la economía global emergente y para las eco
nomías del Este Asiático orientadas a la exportación que no
pasaron por el EBK y desarrollaron regímenes de worltfare
orientados hacia el lado de la oferta. Pero es interesante
señalar que las economías europeas con nichos no fordistas
a menudo fueron obligadas, en una etapa anterior, a adop
tar una política más rigurosamente orientada a la oferta y a
manejar sus regímenes de bienestar con una atención ma
yor a los problemas de competitividad de lo que ocurrió en
las economías fordistas de Europa y Norteamérica. En este
sentido, éstas prefiguraron el ETS en aspectos cruciales.
Esto es aún más obvio en el caso del Este Asiático, puesto
que Japón, los cuatro tigres asiáticos y los NICs de tercera
fila del Pacific Rim deben en parte su notable éxito econó
mico a su capacidad para pasar por alto (por varias razo
nes) los intereses del EBK en favor de estrategias de acu
mulación que daban prioridad al lado de la oferta. A su vez,
el gran éxito de la vía japonesa está reforzando ahora las
presiones sobre los otros dos polos triádicos de crecimiento
para abandonar el EBK en favor de estrategias de worbfare
schumpeterianas. Pese a que Marx señaló que “la compe
tencia hace que las leyes inmanentes de la producción capi
talista sean percibidas por cada individuo capitalista como
leyes coercitivas externas” [1867, 555], las economías indi
viduales con sus sistemas de innovación pueden ser confor
madas para que perciban estas leyes a través de la compe
tencia schumpeteriana. Éste es el mecanismo clave que me
lleva a creer que seremos testigos de una continua consoli
dación del ETS “vaciado” en las economías capitalistas
exitosas. Los espacios económicos que fracasen en una for
ma o en otra para hacer esta transición descenderán en la
jerarquía global de espacios económicos y serán marginados.
Esto no excluye que haya luchas sobre las formas futuras del
ETS postfordista: incluso las hace aún más imperativas.
BIBLIOGRAFÍA
EL LEGADO MARXISTA
La segunda oleada ,
6 Como se verá más adelante, no es casual que todos estos pensadores sean
varones.
7 Aunque su obra puede interpretarse de modo diferente; es citada, por ejem
plo, para mostrar que el Estado no existe sino que es un uso reflexivo de ideas
para aumentar la legitimidad de una élite dirigente [M e lo s s i, 1990],
la vida nacional y en el orden internacional. En síntesis, el
Estado es una fuerza por derecho propio y no sirve a la eco
nomía o ala sociedad civil [K rasner, 1978; N ordlinger, 1981;
S kocpol , 1979; y Stepan , 1985].
El enfoque centrado en el Estado lleva a que sus teóricos
planteen “una visión radicalmente distinta” de la autono
mía del Estado. Los marxistas entendían la autonomía del
Estado como su capacidad para promover los intereses co
lectivos del capital a largo plazo, incluso contra los intere
ses de capitalistas particulares. Los neoestatistas rechazan
esta explicación de clase o capital-teórica y sugieren que el
Estado ejerce su autonomía por derecho propio y busca sus
intereses propios y específicos. En este contexto, enfatizan
la capacidad de los administradores del Estado para ejercer
el poder independientemente de las fuerzas no estatales (y
aun a pesar de su resistencia), sobre todo donde hay un
conjunto pluralista de fuerzas sociales que les proporciona
un espacio real de maniobra; y enfatizan también la funda-
mentación de esta capacidad en los poderes “infraestruc-
turales” del Estado, es decir, en la capacidad del Estado
para penetrar, supervisar, mantener el orden y disciplinar las
sociedades modernas a través de sus propias capacidades
especializadas [Dandeker, 1990; G iddens, 1985; M ann , 1983;
N ordlinger, 1981; y S kocpol, 1985]. Además, los neoestatistas
sostienen que la autonomía del Estado no es un rasgo es
tructural fijo de todos y cada uno de los sistemas de go
bierno, sino que difiere entre Estados, entre áreas de polí
tica y a través del tiempo. Esto se debe, en parte, a los
límites externos sobre el alcance de la acción autónoma
del Estado y, en parte, a las variaciones en la capacidad y
disposición de los administradores del Estado para empe
ñarse en una estrategia independiente de los actores no
estatales.
Una variante de la teorización centrada en el Estado es la
teoría del Estado centrada en la guerra. Un creciente núme
ro de teóricos se ha dedicado a recobrar la dimensión mili
tar de la teoría del Estado y a criticar su omisión por otras
escuelas, ya sea por el exagerado interés de los marxistas
en la lucha de clases o por la errónea creencia de los soció
logos en la lógica pacífica inherente al industrialismo. Se
gún los teóricos centrados en la guerra, su enfoque no tiene
un interés arqueológico sino que es relevante para los Esta
dos modernos. Señalan que la guerra ha dado forma al siglo
xx, que los Estados se preparan continuamente para la gue
rra y han aumentado sus capacidades militares y de vigi
lancia, y que las guerras civiles (o totales) tienen repercu
siones en el Estado y en la sociedad [S haw , 1991].
En este contexto, el Estado es un aparato para hacer la
guerra y reprimir: debe defender su integridad territorial
contra otras fuerzas y mantener la cohesión social dentro
de su propio territorio, recurriendo a la coerción cuando
sea necesario. Por tanto, el Estado es en primera instancia
el sostén del poder militar en un mundo donde hay otros
Estados -naciones, más que una comunidad política en la
que pueden realizarse los derechos de ciudadanía [G iddens ,
1985]. Para algunos teóricos centrados en la guerra, el Es
tado plenamente conformado no sólo es un aparato militar
represivo sino que el mismo proceso de formación del Esta
do está estrechamente ligado a la guerra, puesto que, como
Tilly señala enérgicamente, las guerras hacen Estados y los
Estados hacen guerras. Esta afirmación va más allá de la
afirmación trivial de que los Estados se forjan al calor de la
guerra (ya sea en la victoria o en la derrota); también impli
ca que el hecho de hacer la guerra puede inducir a la cen
tralización política, estimular el desarrollo de un sistema de
tributación moderno y generar otros rasgos de un Estado
moderno. Además, una vez que surge el Estado (a través de
la guerra o de la preparación para la guerra), muchos as
pectos claves de la forma y de las funciones del Estado es
tán determinados principalmente por el interés en la defen
sa externa y la pacificación interna [M ann , 1985 y 1987;
T illy , 1973; D andeker , 1990; y S haw , 1991].
Al neoestatismo se han opuesto cinco líneas principales
de crítica8. En primer lugar, se ha dicho que ese enfoque no
es novedoso y que todos sus temas básicos se encuentran
en los enfoques “centrados en la sociedad” [D omhoff , 1987;
y A lmond , 1988]. En segundo lugar, se ha dicho que el
neoestatismo es unilateral porque se centra en la política
del Estado y de los partidos a expensas de las fuerzas políti
cas que están fuera y más allá del Estado. En particular, que
sustituye “las formaciones sociales (como las de clase, géne
Enfoques foucaultianos
¿U n a a g e n d a p o s ib l e ?
19 Se ha afirmado que los Estados son fuertes porque hay un amplio sector
público, un gobierno autoritario, un fuerte apoyo de la sociedad, una sociedad
civil débil y gelatinosa, burocracias cohesivas, una política intervencionista o
poder para limitar las interferencias externas [L a u r id s e n , 1991, 117],
sura prematura de muchos problemas importantes y llevó
el análisis a niveles institucionales más concretos. Este én
fasis en la contingencia ayuda a explicar el desarrollo de las
dos percepciones mencionadas en la primera sección, a sa
ber, que la forma problematiza la función y que el Estado es
un conjunto institucional que tiene una selectividad estruc
tural y unas capacidades estratégicas variables.
Otras corrientes aquí analizadas tienen problemas simi
lares, especialmente las teorías feministas del Estado, que
muestran un creciente interés en la “generización” estraté
gicamente selectiva del Estado y su acople estructural con
otros órdenes institucionales de la sociedad. Y, a un nivel
más práctico, las feministas han descubierto algunos de los
problemas que implica trabajar en y contra el Estado de
género [C onnell, 1991; W atson , 1990]. Así mismo, a pesar
de su inclinación a reificar la distinción entre sociedad y
Estado, la teorización centrada en el Estado ha subrayado
la diferencia que los regímenes específicos producen en la
naturaleza y el impacto del proceso político. Además, aun
que los análisis foucaultianos han mostrado menos interés
en las propiedades estructurales más abstractas del Esta
do, han sido muy sensibles al papel constitutivo de las prác
ticas políticas y del arte de gobernar en la modelación de los
regímenes y sus capacidades para gobernar [G ordon, 1991].
Por otra parte, la teoría autopoiética, después de reducir
inicialmente el Estado a poco más que una autodescripción
del sistema político, recientemente ha dado énfasis a la va
riabilidad de sus capacidades infraestructurales, a la rela
ción problemática entre su radical autonomía operacional y
la interdependencia sistémica de los diferentes órdenes
institucionales y al papel “irónico” del discurso político en
la orientación de la evolución social [W illke , 1992]20. A la
inversa, se mantiene y perdura la debilidad de la investiga
ción estrictamente analítica del discurso sobre el Estado, la
cual carece del aparato conceptual para entender la selecti
vidad estructural del sistema estatal o la variabilidad de las
capacidades y debilidades del Estado [J essop , 1990]. En sín
tesis, no obstante el debido reconocimiento de las diferen
cias entre los enfoques teóricos aquí revisados, es posible
21 Ya había identificado estos temas en mi libro State Theory [1990]. Es claro que
existe el peligro de leer las demás trayectorias teóricas en términos de esta
convergencia pero, con las precauciones debidas, parece que los temas si
guientes se difunden e informan cada vez más la investigación actual sobre el
Estado.
sujeto y no pueden considerar su variabilidad como una
relación social compleja dentro de formaciones sociales
dadas.
En efecto, los poderes y capacidades estructurales del
Estado no pueden entenderse concentrándose únicamente
en el Estado, y éste debe ser analizado en un contexto “es-
tratégico-relacional” [B e r t r a m s e n et a l, 1990]. En virtud de
su selectividad estructural y sus capacidades estratégicas
siempre específicas, sus poderes siempre serán condiciona
les o relaciónales. Su realización depende de los vínculos
estructurales entre el Estado y el sistema político que lo
abarca, de los vínculos estratégicos entre los administrado
res del Estado y otras fuerzas políticas, y de la compleja red
de interdependencias y redes sociales que unen al Estado y
al sistema político con su entorno general. Es en este punto
donde el neoestatismo muestra su debilidad, debido a su
tendencia a reificar la distinción entre Estado y sociedad, y
donde los trabajos de análisis del discurso a menudo igno
ran las condiciones estructurales, profundamente enraizadas
y extradiscursivas, que determinan la efectividad del poder
del Estado. Aunque los demás enfoques tendrían pocas difi
cultades para suscribir este tema.
Finalmente, esto sugiere que una teoría del Estado ade
cuada sólo puede producirse como parte de una teoría mas
amplia de la sociedad. Aunque los neoestatistas rechazan
por principio el enfoque centrado en la sociedad con base
en argumentos relacionados con la sociedad en un sentido
más amplio, ambos enfoques revelan la lógica y los intere
ses propios del Estado y estudian las condiciones para su
autonomía y efectividad. Los estudios foucaultianos, femi
nistas y de análisis del discurso se orientan aún más clara
mente hacia objetivos más amplios: Foucault parte de una
microfísica del poder socialmente dispersa, el feminismo se
interesa en las relaciones de género y la teoría del Estado sin
Estado parte de la constitución discursiva del Estado. Los
trabajos marxistas recientes también continúan, por supues
to, asociando el Estado con el capitalismo y la anatomía de
la sociedad civil. Sin embargo, es precisamente aquí donde
se encuentran muchos de los problemas no resueltos de la
teoría del Estado, pues éste es el lugar de una paradoja: por
un lado, es un conjunto institucional entre otros dentro de
una formación social y, por otro, tiene a su cargo la respon
sabilidad global de mantener la cohesión de la formación
social de la cual forma parte. Su posición paradójica como
parte y conjunto de la sociedad significa que las diversas
fuerzas sociales lo llaman continuamente a resolver los pro
blemas de la sociedad y que igualmente es obligado conti
nuamente a mostrar “la falla del Estado”, pues muchos pro
blemas de la sociedad están por fuera de su control e inclu
so pueden ser agravados por su intervención. Muchas de
las diferencias entre las teorías del Estado aquí estudiadas
tienen su raíz en los enfoques opuestos sobre los diversos
momentos estructurales y estratégicos de estas paradojas.
Intentar entender la lógica global (o, quizá, la ilógica) de
esta paradoja puede ser la mejor vía para resolver algunas
de estas diferencias así como para proporcionar un análisis
más comprensivo del carácter estratégico-relacional del Es
tado en una formación social policéntrica.
BIBLIOGRAFÍA
ANTECEDENTES TEÓRICOS
DE LA REGULACIÓN Y DE LA GOVERNANCE
A n t e c e d e n t e s m e t a -t e ó r ic o s
DEL TRABAJO SOBRE LA REGULACIÓN Y LA GOVERNANCE
16 Atkinson y Coleman señalan que “las redes y las comunidades son las res
puestas conceptuales naturales a los límites de los mercados y a los
ordenamientos jerárquicos, a la enorme expansión de los tipos de actores
sociales involucrados en el diseño de políticas y a la dispersión de recursos
políticos especializados” [1992, 162], Este comentario vincula claramente los
problemas teóricos a los prácticos e ilustra nítidamente la argumentación
más general que se desarrolla en este texto.
Un destacado regulacionista ha sugerido que la gover-
nance es el equivalente paradigmático estadounidense del
enfoque francés de la regulación [Lipietz, 1993, 8]. Esto va
demasiado lejos. Pero hay buenas razones para aceptar el
paralelo que él (y un coautor) ha señalado entre la noción
regulacionista de “modo local de regulación” y la noción
convencionalista17de “mode de gouvernement” (modo de
govemance) tal como se desarrolla en el trabajo reciente sobre
mundos regionales de producción en contraste [Benko y
Lipietz, 1994]. En efecto, estos autores sugirieron antes que
la govemance designa “todas las formas de regulación que
no son del mercado ni del Estado: es la sociedad civil menos
el mercado [...] más la sociedad política local”18. Si estos
teóricos sólo han señalado los paralelos, Boyer, el decano
del enfoque parisino, ha participado recientemente en la
investigación sobre la govemance sectorial [Boyer, 1991 y
1994a; y Swyngedouw y M oulaert, 1992]19. De particular
interés es su reconocimiento de que, mientras que las teo
rías de la govemance económica son especialmente útiles
en el análisis de la govemance sectorial, es en el análisis de
los estilos nacionales de regulación que se encuentra la con
tribución distintiva del enfoque de la regulación [Boyer,
1991, 29-41].
Viceversa, algunos teóricos estadounidenses del neo-cor-
porativismo y/o teóricos de la govemance industrial han
mostrado recientemente un verdadero interés en el enfoque
de la regulación [Campbell et a l, 1991]. De interés particu
lar han sido las cuestiones de los modos locales de regula
ción económica y/o de la dinámica implícita en la transfor
D if e r e n c ia s b á s ic a s e n t r e
LOS ANÁLISIS DE LA REGULACIÓN Y DE LA GOVERNANCE
D if e r e n c ia s t e ó r ic a s y s u s t a n t iv a s e v e n t u a l e s
26 Este Ingenioso término fue acuñado por Robert Delorme al criticar los enfo
ques alternativos de la economía política de la complejidad [D e l o r m e , 1995].
(regímenes de acumulación), en los diversos tipos de cri
sis económica y en la naturaleza y el papel de los modos
sociales de regulación económica en la estabilización eco
nómica, la gestión de la crisis y la transición entre regí
menes de acumulación. Además, mientras que todos los
teóricos de la regulación evitan las explicaciones ideológi
cas de los modos sociales de regulación económica y mu
chos rechazan las explicaciones funcionalistas ex post,
hay un fuerte énfasis en las complementariedades institu
cionales emergentes en los niveles más bajos que mantie
nen un régimen de acumulación, cuyo carácter a menudo
se da por sentado (especialmente en los estudios históri
cos más que en los prospectivos)27. En este sentido, los
regulacionistas tienden a adoptar un enfoque de arriba
hacia abajo para el análisis económico integral. En con
traste, las teorías de la govemance se centran más en los
niveles micro o meso y, cuando se ocupan de los enlaces
micro-macro, tienden a adoptar una explicación de abajo
hacia arriba {anascopic). Así, la noción de govemance en
el análisis económico tuvo su origen en la economía in
dustrial, con el trabajo sobre modos de coordinación eco
nómica dentro y entre firmas; y desde entonces se ha apli
cado a los sistemas productivos regionales en espacios
económicos particulares y, en una escala mayor, a la to
talidad de ordenamientos institucionales, reglas y agen
tes involucrados en la coordinación y regulación de las
transacciones dentro y entre las fronteras de un sector
económico [G i l l y y P e c q u e u r , 1994]28. Hasta ahora no ha
habido un interés verdadero en la coordinación social o
política (o govemance) de los diversos modos de govemance
económica que permita entender sus interrelaciones a una
escala mayor (por ejemplo, nacional o supranacional). En
cambio, al centrarse en conjuntos específicos de interrela
ciones organizacionales, las teorías de la govemance im
plican que el nivel macro está marcado por una serie de
sistemas de govemance híbridos, ingobernados {ungover-
ned; y quizá intrínsecámente ingobernables) que evolu
F o r d is m o y p o s t - f o r d is m o
PROBLEMAS EN TORNO
DE LA CUESTIÓN REGULACIÓN-GOVERNANCE
34 Ideas similares fueron propuestas por Marx [1843] y Polanyi [1944], entre
otros. Más recientemente, Schmitter se ha referido a la continuidad dinástica
del corporativismo, la cual se extingue y resucita periódicamente [S c h m i i t e r ,
1989, 72], Por su parte, Cox ha señalado una reversión de la desregulación a
la re-regulación en la actual era neoliberal [Cox, 1993],
ción del gobierno y la govemance”. Podría esgrimirse un ar
gumento similar para el caso de los ciclos políticos dentro
de formas de organización de mercado o estructura de
govemance industrial35.
Esto sugiere que la actual expansión de las redes a expen
sas de los mercados y las jerarquías, y de la govemance a
expensas del gobierno, pueden ser algo más que una etapa
específica de una sucesión regular de modos dominantes de
diseño de políticas. En este sentido, lo que hoy se experimen
ta realmente es la discontinuidad en la continuidad: la osci
lación dentro de un ciclo político repetido. Una explicación
alternativa sería que, por diversas razones, ha habido un cam
bio en el centro institucional de gravedad (o “atractor
institucional”) en tomo del cual funcionan los ciclos políticos
debido a cambios cualitativos en los problemas básicos que
deben abordar las actuales políticas de regularización o
gobemalización. Aquí habría continuidad en la discontinui
dad: el renacimiento de mecanismos familiares de govemance
para propósitos cualitativamente nuevos. Si hay una impor
tante transición del fordismo al postfordismo (vinculada, ade
más, a las nuevas tecnologías, la intemacionalización y la
regionalización), entonces puede estar operándose ese cam
bio a largo plazo. Las mismas posibilidades son indicadas
por la crisis del Estado nacional, con una proliferación de
problemas fronterizos y multifacéticos que ya no pueden ser
coordinados dentro de la jerarquía del Estado nacional o
mediante la anarquía neorrealista del mercado [Jessop, 1995].
Aquí también puede preverse que la expansión de las redes
y/o de la govemance es síntoma de un cambio cualitativo
más que un simple cambio pendular dentro de un ciclo polí
tico. Sin embargo, en vez de prejuzgar esta cuestión, es más
importante reconocer que puede haber diversas posibilida
des dependientes de la trayectoria.
COMENTARIOS FINALES
A spectos t e ó r ic o s p r e l im in a r e s
5 Algunos críticos podrían afirmar, sin embargo, que mi trabajo anterior sobre
el Estado de Trabajo Schumpeteriano seguramente reflejaba, si no contribuía
directamente, a este proceso.
das y estratégicamente selectivas6, organizadas alrededor de
(o al menos involucradas en) la autovalorización del capital
por, y a través de, la regulación. Esta visión tiene im portan
tes implicaciones para el análisis de la competitividad en tanto
desplaza la atención de la ventaja comparativa a la competi
tiva y am p lía ra d ica lm en te los fa ctores econ óm icos y
extraeconómicos relevantes para esta última. Con esto se
extiende el alcance de la capacidad empresarial, en tanto se
aplica a las ciudades y a las empresas [B enko y L ipietz, 1994;
B est , 1990; Castells y H all , 1993; P orter, 1994; y Sabel ,
1989]. El Estado tam bién se considera “en su sentido inclu
yente” (o, como dijo Gramsci, “sociedad política + sociedad
civil”). Para los propósitos actuales, éste puede redefinirse
como un conjunto de instituciones, organizaciones, fuerzas
sociales y actividades socialmente incorporadas, socialmen
te reguladas y estratégicamente selectivas, involucradas en
la realización de la “voluntad colectiva” de una comunidad
política imaginada7. Dos importantes implicaciones teóricas
de este enfoque son sus énfasis en las fronteras problemáti
cas del aparato estatal y en la dependencia del poder estatal
de fuerzas que están más allá del Estado en su sentido estre
cho. Esto sugiere que la esfera política puede considerarse
como el dominio donde se hacen intentos para (re)definir la
“voluntad colectiva” y (re)articular los diversos mecanismos y
prácticas de gobierno y govemance en aras de aquellos pro
yectos que se juzgan convenientes para realizarla.
Desde el punto de vista analítico del discurso, subrayo el
papel constitutivo del discurso de todas las relaciones so-
8 Por ejemplo, hay diferencias notorias entre un sitio de mercado positivo y uno
negativo, dependiendo de que el objetivo sea atraer inversión privada hacia el
interior o movilizar fondos públicos para la regeneración urbana.
9 Uso aquí la distinción entre competencia “fuerte” y competencia “débil” pro
puesta por Cox: la primera se refiere a los intentos de suma potencialmente
positiva de mejorar la competitividad estructural de una región mediante la
innovación; la segunda se refiere a los intentos de suma cero de asegurar la
reasignación de los recursos existentes a expensas de otras regiones. Mien
tras que la competencia débil es socialmente desincorporada, la competencia
fuerte implica la territorialización de la actividad económica [Cox, 1995, 218].
la productividad y otras condiciones de competitividad es
tructural10; las segundas incluyen modificaciones de las
medidas reguladoras formales y sustantivas, medidas
facilitadoras o de apoyo encaminadas a captar inversiones
móviles (una carrera desreguladora a fondo)11, así como sim
ples medidas para crear imagen con el mismo propósito
{boosterism)12. Esas actividades también ilustran la activi
dad “empresarial” en un sentido más estrecho: pues las
empresas de consultoría y los profesionales dedicados a ella
se han entregado a la planimetría discursiva {discursive
mapping) de regiones y a la producción de estrategias eco
nómicas urbanas y regionales para clientes de los sectores
público y privado. Tales intentos son especialmente impor
tantes, como se muestra más adelante, cuando el descon
tento político y económico abre oportunidades para nuevos
proyectos económicos.
13 Los mecanismos a través de los cuales esto ha sucedido no son claros. Podría
haber ocurrido mediante el efecto multiplicador de eventos micro sobre las
tendencias evolutivas en una coyuntura marcada por una indeterminación
decisiva (subdeterminación) y/o mediante intervenciones decisivas en un pe
ríodo de crisis. Por crisis entiendo un momento en el desarrollo de un sistema
en que una intervención intencional y decisiva de los agentes (esté localizada
dentro o afuera del sistema) puede establecer una diferencia importante para
la estructura o desempeño de ese sistema.
no coextensivas con las fronteras de los Estados nacio
nales. Se dice que el fin del régimen de seguridad bipolar
atenúa la necesidad de que los Estados nacionales se
alineen con una u otra superpotencia nuclear y de que
subordinen sus demás intereses a la seguridad militar.
Sin embargo, como esta última necesidad ha llegado a
ser menos urgente, se considera que las cuestiones eco
nómicas, tecnológicas y ecológicas son más importantes
para el interés nacional. La lucha entre el capitalismo y
el comunismo como sistemas mundiales en competencia
es remplazada por la lucha entre versiones alternativas
del capitalismo. En este contexto, la competencia entre
Estados nacionales se redefine en favor de cuestiones
económicas y tecnológicas civiles más que en favor de
intereses militares, y los discursos sobre la seguridad se
reorientan hacia los riesgos ambientales, el desarrollo
sostenible y el control de los flujos de migración transna
cionales. Todo esto se refleja en la reorientación de la políti
ca exterior hacia temas ecológicos, económicos y tecnológi
cos, así como a la importancia creciente de los temas exter
nos en muchos campos de la política doméstica. Además,
una vez se degrada el papel tradicional de la soberanía del
Estado nacional en la defensa externa, muchas de sus de
más funciones también se desplazan a otros niveles políti
cos. Dados estos cambios en la geopolítica y la importancia
creciente de la geoeconomía, se dice que, para muchos pro
pósitos, el “Estado región” [O h m a e , 1991] y/o el “territorio
transnacional” [S a s s e n , 1994] llegan a ser más importantes
que el Estado nacional [ H o r s m a n y M a r s h a l l , 1994; y
K e n n e d y , 1993].
Tanto a nivel individual como en conjunto, estas meta-
narrativas geoeconómicas y geopolíticas parecen llevar a
que el Estado nacional de la postguerra sea relativamen
te redundante e ineficaz en términos económicos, y a le
gitimar el interés cada vez mayor en la lógica de los mer
cados internacionales a expensas de otras cuestiones.
De este modo, los síntomas de la crisis del modo de cre
cimiento fordista atlántico socavan el estatus indiscuti
ble de la economía nacional como objeto clave del mane
jo económico en los Estados Unidos, el Canadá y la Eu
ropa Noroccidental de la postguerra. Este modo de creci
miento se ha fragmentado y reestructurado bajo el im
pacto de la intemacionalización, el cambio técnico y los cam
bios de paradigma, llevando a que algunas partes se inte
gren cada vez más dentro de espacios económ icos
transnacionales y a que otras sufran una exclusión, in
cluso de la economía nacional, que las lleva a su involu
ción y decadencia. Políticamente, el final del sistema de
seguridad bipolar libera a los movimientos regionales para
que disputen la primacía del Estado nacional y afirmen
otras prioridades. Esto lleva a que los gobiernos centrales
desarrollen políticas económicas que buscan reducir el
atractivo de los movimientos devolucionistas o secesio
nistas; políticas que incluyen iniciativas de desarrollo eco
nómico regional o local tendientes a la regeneración eco
nómica y a la creación de redes económicas de seguridad
dentro de los límites de la crisis fiscal del Estado. En
ambos respectos, según la afirmación hoy clásica de Da
niel Bell, el Estado-nación es demasiado pequeño para
resolver los grandes problemas y demasiado grande para
resolver los problemas pequeños, frente al mundo moder
no [B e l l , 1987]. Ya no es tan obvio que éste sea el actor
principal e indiscutible en la política internacional o do
méstica. Este hecho induce, a su vez, no sólo la expan
sión de formas de gobierno supranacionales y subnacio-
nales sino también la búsqueda de nuevas formas de
govemance capaces de resolver los problemas asociados
a las soluciones de mercado puro o a las soluciones jerár
quicas y burocráticas. Estos paradigmas políticos y eco
nómicos se relacionan estrechamente y comparten el in
terés de incluir el surgimiento de la “ciudad empresarial”
en un contexto de cambio económico y político (in tern a
cional más amplio.
COMENTARIOS FINALES
A B
T Valor:
forma, 14, 150
Taiwán, 85 Ventajas competitivas:
Thatcherismo, 91, 161 dinámicas, 181
Taylorismo, 36, 43, 44 estáticas, 181
Técnicas: Vigilancia:
fordistas, 21, 27, 31 técnicas de, 110
Tecno-económico: Violencia:
paradigma, 68, 72 constitucionalizada, 111
Tecnología(s): masculina, 115
centrales, 70 Voluntad colectiva, 180
marina, 81
nodales, 70 W
transferencia de, 70, 71, 82,
91, 92, 191 Weber, Max, 104
Tercer Mundo, 44, 143 Workfare, 63, 75, 79, 88, 95,
Territorio: 178, 194, 203
transnacional, 187
Tocqueville, Alexis de, 104
Trabajador(es):
colectivo, 22, 45
masivo, 20, 44, 45
nodales, 46
periferia, de la, 46
Trabajo:
división técnica del, 20, 32
fuerza de, 21, 22, 27, 42,
65, 76, 85
mercado de, 31, 37, 48, 66,
76, 82, 90, 194
proceso de, 14, 20, 23,
26, 38-44, 50-52, 153, 180
semicalificado, 20, 23
Triadización, 178, 184, 198
Turismo, 26, 189, 191